I PRINCIPIOS GENERALES DE LA ENTREVISTA l / :,~ INTRODUCCION / Se ha dicho que la entrevista es un arte más bien que una ciencia, una habilidad que ·puede adquirirse pero que, probable.mente, no puede ense­ ñarse. Esto podrá ser cierto, pero es el caso, con todo, que pueden apren­ derse muchas cosas que facilitarán la adquisición de la habilidad para en trevistar. La entrevista psiquiátrica no es en modo alguno un encuentro fortuito o arbitrario entre el médico y el paciente. Resulta de las ciencias básicas de la psicopatología y la psicodinámica. La obra de Sigmund Freud consti­ tuye el fundamento de nuestros conocimientos actuales de psicodinámica, aunque otros han ampliado y extendido sus ideas. Freud delineó el signi­ ficado psicológico de síntomas psiquiátricos específicos y formuló princi­ pios generales para la comprensión de la relación de los conflictos psicopatol6gicos con los emocionales. La entrevista psiquiátrica constituye un intento sistemático para comprender esta relación en un individuo determinado. La sección introductora de este libro está dividida en dos capítulos. El capítulo 1 considera los principios generales de la entrevista psiquiátrica. El capítulo 2 examina las nociones básicas de la teoría psicodinámica, de la psicopatología, de la estructura y el funcionamiento de la personalidad. Puesto que los síntomas y el estilo de carácter del paciente influyen signi­ ficativamente sobre el proceso de la entrevista, la sección primera se ha organizado alrededor de los síndromes clínicos principales. Gada capítulo de dicha sección está dividido en dos partes. La primera presenta tanto una descripción de la psicopatología y los hallazgos clínicos como nna explicación psicodinámica. La segunda parte, en cambio, examina el com­ portamiento característico durante la entrevista y -proporciona consejo 3 PRINCIPIOS GENERALES DE LA ENTREVISTA 4 acerca de la manera de dirigir la entrevista con el tipo específico del paciente considerado. Se dan ejemplos de situaciones de entrevista y noonas para el médico a to~o lo largo del libro. Este método no pretende significar que estas sean las técnicas "correctas" o que uno pueda aprender a entrevistar aprendién­ doselas de memoria. En efecto, el estilo de entrevista de los autores ni será del agrado de todos ni será igualmente apropiado para todos. Sin embargo, hay estudiantes que tienen poca oportunidad, ya sea de observar las entrevistas de psiquiatras experimentados o de ser observados ellos mismos. Aunque este libro no pueda substituir una buena enseñanza clínica, puede proporcionar, con todo, algunas ideas útiles acerca de cómo conducen los psiquiatras practicantes sus entrevistas. Una segunda razón para proporcionar respuestas clínicas específicas proviene de las interpretaciones erróneas corrientes. de principios abstrac­ tos de la entrevista. Por ejemplo, un inspector que sugirió a un residente que "interpretara la resistencia del paciente", se enteró más tarde de que el terapeuta inexperto había dicho a su paciente: "usted opone resis­ tencia", No fue hasta después que el paciente hubo reaccionado negativa­ mente y que el residente comunicó esto a su inspector, que el primero reconoció su error. Después que el inspector hubo señalado la sensibilidad del paciente a las críticas y la necesidad de tacto, el residente cambió la fonnulación de su interpretación y dijo, en su lugar: "usted parece pensar que éste no es un problema para un psiquiatra". La sección segunda se ocupa de situaciones de entrevista que presentan problemas especiales propios. Estos pueden referirse a pacientes con cual­ quiera síndrome o enfermedad. Así, el acento pasa del tipo específico de psicopatología a factores inherentes al medio ambiente clínico, suscepti­ bles de imponerse en cuanto a la manera de conducir la entrevista. La consnÍta en la sala de un hospital general constituye un ejemplo de ello. La sección final está reservada a aspectos técnicos especiales que ¡nflu- . yen sobre la entrevista psiquiátrica, tales como la toma de notas y el papel del teléfono. Este libro se ocupa de las entrevistas psiquiátricas para los fines de comprensión y tratamiento de enfeonedades psiquiátricas, y' no considera principios o técnicas de entrevistas que tienen su aplicación en la investi­ gación, los procedimientos judiciales o la apreciación de actitud para un empleo. En efecto, estas entrevistas incluyen a menudo a terceras personas o motivación no terapéutica. Semejantes entrevistas tienen poco que ver con las que se describen aquí, excepto en que puedan incluir una entre­ vista conducida por un psiquiatra. Entrevista médica La entrevista profesional difiere de otras foonas de entrevista en que un individuo consulta a otro que se ha designado como experto. Se espera INTRODUCCION [) que el "profesional" proporcione alguna foona de ayuda, ya se trate de un abogado, un contador, un arquitecto o un médico. En la entrevista médica típica, una persona sufre y desea alivio, y de la otra se espera que lo proporcione. La esperanza de obtener ayuda para aliviar su sufrimiento es la que motiva el paciente a exponerse y a "contarlo todo". Este proceso resulta facilitado por el carácter confidencial de la relación entre el médico y el paciente. Si el paciente considera al médico como un elemento poten­ cial de ayuda, le comunicará más o menos libremente todo aquello que le parezca relacionarse en alguna foona con su dificultad. Por consiguiente, resulta con frecuencia;Posible obtener una cantidad considerable de infor­ mación acerca del paciente y de su sufrimiento escuchándole simplemente. Entrevista psiquiátrica La entrevista psiquiátrica difiere de la entrevista médica general en cierto número de aspectos. Según lo señaló Sullivan, al psiquiatra se le considera como un experto en el campo de las relaciones interpersonales y, por consiguiente, el paciente espera encontrar en él algo más que un oyente 'simpatizante. Toda persona que busca ayuda psiquiátrica espera, con razón, un tratamiento experto en la entrevista. El psiquiatra demues­ tra su pericÍa tanto por las preguntas que hace como por las que no hace, así como por medio de cierta,s actividades, sobre las que nos extenderemos más adelante. La entrevista médica corriente suele buscarse voluntariamen­ te, y la cooperación del paciente se da generalmente por supuesta. Aunque tal sea también el caso en muchas entrevistas psiqui,átricas, hay ocasiones, sin embargo, en que la persona entrevistada no ha cpnsultado al psiquiatra voluntariamente. Estas entr,vistas se examinan separadamente (véanse capítulos 8 y 1 2 ) . ' Las entrevistas en las ramas no psiquiátricas de la medicina destacan, por regla general, la toma de la historia médica, cuyo propósito consiste en obtener hechos que faciliten el establecimiento de un diagnóstico correcto y la institución de un tratamiento apropiado. La entrevista se organiza, en tal caso, alrededor de la enfermedad actual, de la historia pasada, de la historia de la familia y del examen de sistema. Los datos relativos a la vida personal del paciente se consideran como importantes y tienen alguna conexión posible con la enfeonedad presente. Por ejemplo, si un paciente presenta síntomas gastrointestinales, el médico le preguntará si ha estado en los trópicos en meses recientes. Es el caso, sin embargo, que la aprecia­ ción general subjetiva de sí mismo por el paciente no suele estimularse, y lo más probable es que dicha información se omita en la historia escrita. El psiquiatra se interesa también en los síntomas del pacÍente, las fechas de su iniciación y los factores significativos en la vida del paciente, suscepti­ bles de explicarlos. Con todo, sin embargo, el diagnóstico y el tratamiento psiquiátricos se basan tanto en la historia total de la vida del paciente como en su enfermedad presente. Y esto incluye el estilo de vida del 6 PRINCIPIOS GENERALES DE LA ENTREVISTA paciente, el concepto que él tiene de sí mismo y las pautas tradicionales de enfrentarse a las situaciones. El paciente médico cree que sus síntomas ayudarán al médico a comprender su enfermedad y a proporcionar el tratamiento eficaz. Suele estar dispuesto a contarle al médico todo 10 que él cree que relacionarse con su enfermedad. Los síntomas psiquiátricos, en cambio, implican las funciones defensivas del ego, y representan conflictos psico­ lógicos inconscientes (véase capítulo 2). En la medidá en que el paciente se defiende de la percepción de dichos conflictos, tratará también de ocultarlos al entrevistan te. Por consiguiente, aunque el paciente p.siquiá­ trico esté motivado a revelarse a sí mismo, con objeto de obtener el alivio de su dolencia, está también motivado a ocultar sus sentimientos más íntimos y las causas fundamentales de su trastorno psicológico. El miedo del paciente de mirar por debajo de sus defensas no es, con todo, la sola base para su disimulo en la entrevista. En efecto, toda persona se preocupa de la impresión que ejerce sobre los demás. El médico, en cuanto figura de autoridad, re¡#esenta a menudo simbólica­ mente a los padres 4fl paciente y, por consiguiente, sus rea.-cciones son particularmente impdrtantes para éste. Las más de las veces, el paciente desea obtener su simpatía o su respeto, pero se dan, con todo, otros casos. Si el paciente sospecha que algunos de los aspectos menos admira­ bles de su personalidad están implicados en su enfermedad, podrá acaso no estar dispuesto a revelar dicho material, a menos que esté seguro que no perderá, al exponerse, el respeto del médico. Entrevistas de diagnósticos y terapéuticas Se efectúa a menudo una distinción entre las entrevistas de diagnós­ tico y las terapéuticas. La entrevista orientada únicamente al estableci­ miento de diagnóstico da al paciente la impresión de que es un ejemplar de patología sujeto a examen y, por consiguiente, le dispensa de revelar sus problemas. Si existe una sola señal de entrevista,Iograda, ésta es el grado en que el paciente y el médico desarrollan un' sentimiento com­ partido de comprensión. El principiante interpreta con frecuencia, erróneamente este enunciado como consejo de pioporcionar seguridad o aprobación. A título de ejemplo, las declaraciones que empiezan con: "no se preocupe usted" o "esto es perfectamente normal", son tranqui­ lizadoras, sin duda, pero no comprensivas. Observaciones como las de: "me doy perfecta cuenta de cómo esto le ha de pesar " .," o las que ponen de manifiesto las circunstancias en que el paciente se "trastornó" son comprensivas. La entrevista centrada en la comprensión del paciente proporciona información diagnóstica más valiosa que la que trata de descubrir la psicopatalogía. Aunque el entrevistante sólo vea acaso al paciente una sola vez, es posible, con todo, una acción recíproca verda­ deramente terapéutica. DATOS DE LA ENTREVISTA 7 Entrevista inicial y siguientes A primera vista, la entrevista irúcial podría definirse lógicaJTIente como la primera entrevista del paciente con un profesional, pero, en un determinado sentido, semejante defirúción es imprecisa. En efecto, todo adulto ha tenido contacto anterior con algún médico y tiene un modo característico de comportarse en dicho medio ambiente. El primer contacto con un psiquiatra es solamente el más reciente de una serie de entrevistas con profesionales de la salud. La situación resulta, además, complicada en el caso del paciente que ya ha sido objeto anteriormente de psicoterapia o ha estudiado psicología, con lo que llega, antes de su entrevista psiquiátrica inicial, a un punto de comprensión de sí mismo que requeriría meses de tratamiento por parte de otra persona. Existe también la cuestión del tiempo: ¿cuánto ha de durar la entrevista ini­ cial? ¿Una hora, dos horas, cinco horas? Sin duda, hay aspectos que diferencian la entrevista inicial de las ulteriores; sin embargo, estos aspectos podrían subsistir durante más de una sesión. Los temas que se examinarán con un determinado paciente en la primera o la segunda entrevista, tal vez no sería necesario hacerlo con otro paciente, sino hasta el segundo año de tratamiento. Los autores se muestr,an a menudo deliberadamente reticentes acerca de las cuestiones que deberían exami­ narse en las primeras sesiones y las que suelen presentarse en etapas ulteriores del tratamiento. En efecto, una precisión mayor exigiría el examen de sesiones específicas con pacientes específicos. Este libro examina la consulta y la fase inicial de la terapéutica, que podrá durar unas horas, unos meses o aún más. El entrevistante utiliza los mismos principios básicos en las primeras entrevistas que en un tratamiento más prolongado. DATOS DE LA ENTREVISTA Contenido y proceso El "contenido" de una entrevista se refiere tanto a la información de hecho proporcionada por el paciente como a las intervenciones especí­ ficas del entrevistante. Una gran parte del contenido puede transmitirse verbalmente, aunque las dos partes se comuniquen también a traves de conducta no verbal. Con mucha frecuencia, el contenido verbal podrá acaso no relacionarse con el mensaje real de la entrevista. Algunos ejemplos corrientes son los del paciente que rompe en pedacitos la tapa de una caja de cerillos vacía, o se sienta en actitud rígida con los puños cerrados, o el de la joven mujer agraciada que muestra sus muslos y arranca del entrevistante una mirada culpable, muda. El contenido implica más que los significados de la palabra del paciente que figuran en el diccionario. Por ejemplo, se refiere también al estilo del lenguaje PRINCIPIOS GENERALES DE LA ENTREVISTA 8 esto es, a su uso de las formas activas o pasivas del verbo, de la jerga técnica, de coloquialismos o de interyecciones frecuentes. El "proceso" de la entrevista se refiere a las relaciones en vías de desarrollo entre el médico y el paciente. Se relaciona especialmente con el significado implícito de las comunicaciones. El paciente es diversa­ mente consciente del proceso, que experimenta principalmente según sus fantasías acerca del médico y de un sentido de confianza y seguridad con éL Algunos pacientes analizan al médico, especulando acerca de por qué dice determinadas cosas en determinados mOIl'!entos. El entrevis­ tante se esfuerza por una conciencia continua de los aspectos de la entrevista relativos a su proceso. Se plantea a sí mismo preguntas que ilustran dicho proceso, tales como: "¿por qué he formulado mi obser­ vación con estas palabras precisamente? ", o "¿por qué me interrumpió el paciente en dicho momento?" El proceso incluye la manera en que el paciente se relaciona con el entrevistante. ¿Se mantiene aislado, seductor, simpatizante, encantador, arrogante o evasivo? Su modo de relacionarse podrá ser fijo o podrá cambiar frecuentemente durante la entrevista. El entrevistante aprende a darse cuenta de sus propias respuestas emocionales al paciente. Y si examina estas respuestas a la luz de lo que el paciente acaba de decir o de hacer, podrá extender acaso su comprensión de la acción recíproca. Por ejemplo, podrá empezar a experimentar dificultad para concentrarse en la disertación de un paciente obsesivo, apreciando, en esta forma, que d paciente se está sirviendo de las palabras más bien para evitar el . contacto que para comunicar. En otra situación, la respuesta propia emocional del médico podrá ayudarle acaso a reconocer una depresión subyacente del paciente. . Datos introspectivos e inspectivos Los datos que se comunican en la entrevista psiquiátrica son tanto introspectivos como inspectivos. Los datos introspectivos comprenden el infoIme del paciente acerca de sus sentimientos y experiencias. Este material suele expresarse verbalmente. Los datos inspectivos, por su parte, comprenden la conducta no verbal del paciente y del entrevis­ tanteo El paciente es en gran parte inconsciente del significado de sus comunicaciones no verbales y de su oportunidad en relación con el contenido verbal. Las comunicaciones no verbales corrientes compren­ den las respuestas emocionales del paciente, tales como llorar, reír, sonrojarse, inquietarse, etc. Una forma muy importante en que el pa~ ciente comunica sentimientos es a través de las cualidades físicas de su voz. El entrevistante observa también la conducta motora del paciente, con objeto de inferir procesos de pensamiento más específicos que no han sido verbalizados. Por ejemplo, el paciente que juega con su anillo de compromiso o hecha una mirada a su reloj ha comunicado algo más que ansiedad difusa. DATOS DE LA ENTREVISTA 9 Afecto y pensamiento Tanto el paciente como el médico experimentan ansiedad en la entrevista inicial, lo mismo que en otros encuentros entre desconocidos. El paciente está ansioso acerca de su enfermedad, de la reacción dd médico hacia él y de los problemas prácticos del tratamiento psiquiá­ trico. Para muchas personas, la idea de consultar un psiquiatra resulta sumamente molesta, lo que complica más todavía la situación. La ansie­ dad del médico se centra, por lo regular, tanto en la reacción' de su nuevo paciente haCia é} como en su capacidad de proporcionar ayuda. Si el entrevistante es también un estudiante, las opiniones de sus maestros revestirán gran importancia. El paciente podrá expresar acaso otros afectos, tales como tristeza, enojo, culpabilidad, vergüenza, orgullo o alegría. El entrevistante deberá preguntar al paciente lo que siente y qué cree que haya producido dicho sentimiento. Si la emoción es obvia, el entrevistante no necesita. pregun­ tarle al paciente lo que siente, sino, más bien, qué es lo que ha con­ ducido a dicha emoción en aquel momento. Si el paciente la emoción nombrada por el entrevistan te, pero utiliza un sinónimo, el médico acepta la corrección y pregunta qué es lo que estimuló dicho sentimiento, en lugar de discutir con el paciente. Algunos pacientes son totalmente francos en cuanto a sus respuestas emocionales, en tanto que otros tratan de disimularlas. Si bien los pensamientos del paciente son importantes, es cierto, las respuestas emocionales forman la clave para la comprensión de la entrevista. Por ejemplo, una paciente que estaba describiendo detalles de la situación actual de su vida se esforzó por no llorar al mencionar a su suegra. . Los procesos mentales de~ paciente pueden obsbrvarse en términos de cantidad, velocidad de prooocción, contenido y orgariización. ¿Es acaso dicho pensamiento restringido? Y, en la afirmativa, ¿a qué asuntos se limita? ¿Expresa el paciente sus ideas en forma organizada y coheren­ te? Los graves trastornos en el tipo de asociación, velocidad de pro­ ducción y cantidad total de pensamiento se reconocen fácilmente. El paciente Psicopatología. La psicopatología se refiere a la fenomenología de los desórdenes emocionales. Incluye tanto síntomas neuróticos y psicó­ ticos como trastornos de conducta o de carácter. En estas últimas cate­ gorías hay defectos en las capacidades del paciente para funcionar en los terrenos de amor, sexo, trabajo, relación social, vida doméstica y regula­ ridad fisiológica. La psicopatología trata también de la eficacia de los mecanismos de defensa, de las relaciones recíprocas entre ellos y de su integración conjunta en la personalidad. Psicodinámica. La psicodinámica es una ciencia que trata de explicar el desarrollo psíquico total del paciente. No sólo se explican sus sÍn­ 10 PRINCIPIOS GENERALES DE LA ENTREVISTA tomas y la patología de su carácter, sino también sus puntos fuertes y sus activos en materia de personalidad. Las reacciones del paciente a estímulos internos y externof durante el curso entero de su vida propor­ cionan los datos para las explicaciones psicodinámicas. Estos temas se examinan en detalle en el capítulo 2. Elementos fuertes de la personalidad. Con frecuencia, el paciente llega a casa del psiquiatra con la idea de que el médico está únicamente interesado en sus síntomas y sus posibles deficiencias de carácter. Podrá, pues, resultar tranquilizante, para semejante paciente, que el psiquiatra muestre interés por sus aspectos positivos, esto es, sus talentos y los elementos fuertes de su personalidad. Algunos pacientes, esta infor­ mación la proporcionan voluntariamente, en tanto que, con otros, el entrevistante necesitará indagarla. "¿Puede usted decirme algo que le guste de sí mismo? " Con frecuencia, los elementos positivos más impor­ tantes del paciente pueden descubrirse a través de sus reacciones durante la entrevista. La indagación inteligente reviste gran importancia para ayudar al paciente a revelar sus atributos ~ás sanos. Podrá estar tenso, ansioso, desconcertado, o sentirse culpable al revelar al médico que, después de todo, el un extraño, sus fallas. Es poco probable que el paciente demuestre su capacidad de alegría y orgullo si, inmediatamente después de haber revelado con lágrimas algún asunto doloroso, se le pregunta: "¿qué le gusta a usted hacer para divertirse? " Con frecuencia es necesario alejar al paciente suavemente de los aspectos que lo trastor­ nan, y permitirle una oportunidad de transición antes de explorar terre­ nos más placenteros. En este dominio, más que en cualquier otro, el entrevistante no reactivo obtendrá una impresión inapropiada. Por ejemplo, si un pa­ ciente pregunta: "lle gustaría a usted ver un retrato de mis hijos?" Y el entrevistante se muestra neutro, el paciente lo experimentará como indiferencia. Si el médico contempla la foto y la regresa sin comentario, no es probable que el paciente muestre su capacidad total de sentimien­ tos cordiales. Por regla general, los retratos proporcionan indicios de observaciones apropiadas que serán responsivas y ayudarán a poner al paciente a sus anchas. El médico podría comentar acerca de a quién se parecen los niños, o de cuáles sentimientos se aprecian en el retrato indicando que acepta la oferta del paciente con smceridad. Transferencia. La transferencia es un proceso mediante el cual el paciente transporta inconsciente e inapropiadamente a otros individuos de su vida corriente a aquellos patrones de conducta y de reacciones emocionales que tuvieron su origen en personas significativas en su niñez. El carácter relativamente anónimo del médico y su papel de progenitor substitutivo facilitan este traspaso hacia él. Las reacciones reales y apropiadas del paciente para con su médico no son transferen­ cia. La transferencia ha de distinguirse de la alianza terapéutica, que es la relación entre el ego analízante del médico y el elemento sano, obser- DA TOS DE LA ENTREVISTA II vante, y racional del ego del paciente. También la alianza terapéutica cooperativa real tiene su origen en la infancia y se basa en el vínculo de confianza verdadera entre el niño y su madre. La transferencia positiva se utiliza a menudo con carácter amplio para referirse a todas las res­ puestas emocionales positivas del paciente para con el médico. Pero, debería restringirse a aquellas respuestas que constituyen realmente transferencia, esto es, a las actitudes o afeCtos que se traspasan de las relaciones de la niñez y son ajenas a la situación terapéutica real. Un lo constituye la omnipotencia delegada con la que, por regla general) suele investirse al terapeuta. Es deseable, para el tratamiento, que la alianza terapéutica se refuerce, de modo que el paciente ponga su fé y su confianza en· el médico, proceso que se designa erróneamente como "mantener una transferencia positiva". El principiante Rodrá inter­ pretar equivocadamente semejante consejo en el sentido de que el pa­ ciente debería quererle o debería expresar solamente sentimientos posi­ tivos. Esto conduce a la conducta "cortejante" por parte del entrevis­ / tanteo Algunos pacientes, tales .como los paranoides, trabajan mejor tempranamente en el tratamiento si se les permite mantener una transfe­ rencia moderadamente negativa. Para otros pacientes, en cambio, tales como muchos de los que padecen trastornos psicosomáticos odepresi­ vos, la transferencia negativa ha de interpretarse y resolverse pro~amente, o el paciente abandonará el tratamiento. ' La expresión "neurosis de transferencia" se refiere al desarrollo de una nueva forma de neurosis del paciente durante una psicoterapia intensa. El médico se convierte en la figura central en una dramatización de los conflictos emocionales que empiezan en la niñez del paciente. Mientras la transferencia implica reproducciones fragmentarias· de actitudes del pasado, la neurosis de transferencia es un tema constante y obra absorbente de la vida del paciente. Sus fantasías y sueños se cen­ tran en el médico. Los factores reales relativos al médico' podrán ser puntos de partida de la transferencia inicial. La edad, el sexo, la manera personal y los antecedentes sociales y étnicos, todo ello influye sobre la rapidez y la . dirección de las respuestas del paciente. El médico varón es probable que provoque reacciones competitivas en los pacientes varones y res­ puestas eróticas en las pacientes femeninas. Si su juventud y a.'q>ecto indican que es un residente o un estudiante. de medicina, estos factores influyen también sobre la transferencia inicial. La transferencia no es simplemente positiva o negativa, sino que es una recreación de diversas etapas del desarrollo emocional del paciente o un reflejo de sus aetitudes eomplejas hacia personas eentrales e impor­ tantes en su vida. En términos de fenomenología clínica, pueden reconocerse algunos patrones corrientes de transferencia. El deseo de afecto, respeto y la satisfacción de las necesidades con ellos relacionadas son una de las formas más generalizadas de transfe­ rencia. El paciente busca pruebas de que el entrevistante puede quererle, 12 PRINCIPIOS GENERALES DE LA ENTREVISTA le quiere o le querrá. Las demandas de tiempo especial o las atenciones financieras, las píldoras, los cerillos, los cigarrillos o un vaso de agua todos ellos podrán constituir ejemplos corrientes de semejantes pruebas concretas. El entrevistante inexperto tiene gran dificultad para distinguir entre las demandas "legítimas" y las demandas "irracionales" y, por consiguiente, se cometen muchos errores en el tratamiento de semejan­ tes episodios. El problema podría simplificarse si se supone que todas las demandas tienen un componente inconsciente de transferencia. La pregunta se convierte así en cuándo hay que dar satisfacción y cuándo hay que interpretar. La decisión depende del momento de la demanda, de su contenido, de la clase del paciente y de la realidad de la situación. Por ejemplo, en una primera visita, un nuevo paciente podría saludar al entrevistante diciendo: "¿tiene usted un pañuelo de papel que me facilite doctor?" Este paciente empieza su relación con el médico for­ mulando una demanda. El médico satisfará sencillamente dicha de­ manda, ya que la negativa o la interpretación inmediatas serían prematu­ ras y enajenarían rápidamente al paciente. En cambio, una vez la relación inicial establecida, el paciente pedirá acaso un pañuelo de papel y añadirá entre paréntesis: " icreo que tengo uno en alguna parte, pero tendría que buscarlo! " Si el médico quisiera interpretar semejante con­ ducta, podría arquear sencillamente las cejas y esperar. Por lo regular, el paciente buscará el suyo, diciéndose para sí que el entrevistante atribuye probablemente algún significado a su demanda. Esto proporciona una oportunidad para una comprensión ulterior de los motivos del paciente. Otra ilustración la brinda el paciente que pide un ceríllo. Sí e! entre­ vistante no fuma, podrá indicar sencillamente que no tiene cerillos. Pero, si tiene cerillos, su interpretación de la conducta del paciente encontrará menos resistencia si satisface la demanda las primeras veces y comenta más tarde: "observo/que usted me pide cerillos con frecuen­ cia". La discusión indicará entonces si la demanda refleja una práctica general o tiene solamente lugar en el consultorio del médico. En ambos casos, el médico inicia un examen de la actitud de! paciente hacia la confianza en sí mismo y la dependencia con respecto a otro. En ocasiones, sentimientos tempranos de transferencia podrán pre­ sentarse en forma de una pregunta como ésta: "¿cómo puede usted soportar estar oyendo todo el día a personas que se quejan? " El pa­ ciente teme que· el médico no lo acepte. Y el comentario refleja al mismo tiempo cierto desprecio de sí mismo. El entrevistante podría responder: "¿¡e preocupa a usted acaso mi reacción para con usted? " Sentimientos de transferencia omnipotente los revelan observaciones como: "sé muy bien que usted puede ayudarme" "¿por qué he de meterme siempre en situaciones como ésta?" "Usted ha de saber la respuesta", o bien, "¿qué significa mi sueño?" Hollywood ha desgasta­ do la evasiva corriente del "¿qué cree usted?" En lugar de ello, el entrevÍstante puede responder: "supone usted acaso que le estoy ocul­ tando algo? ", o bien, "¿cree usted que yo tengo las respuestas? ", o DATOS DE LA ENTREVISTA 13 "b::ree usted que no le ayudo suficientemente? " Una manifestación más difícil de este problema es la que se ve en el paciente joven que se refiere insistentemente al médico como "señor" o "médico". El entrevis­ t~nte se encontrará con gran resistencia si trata de interpretar esta conducta prematuramente. Las preguntas acerca de la vida personal del entrevistante podrán implicar diversos tipos de transferencia. Sin embargo, las más de las veces revelan interés acerca de su posición o de su capacidad para com­ prender al paciente. Tales preguntas suelen comprender: "¿es usted casado?" "¿Tiene us,ted niños?" "¿Qué edad tiene usted, dodor?" "¿Es usted jud Ío? " "¿Vive usted en la ciudad? " El entrevistante expe­ rimentado suele conocer el significado de estas preguntas a partir de su experiencia anterior y de su conocimiento del paciente. Reconoce asi­ mismo intuitivamente los pocos casos en que es preferible responder a la pregunta directamente. En la mayor parte de los casos, el principiante hará bien en preguntar al paciente: "¿qué piensa usted?", o "¿qué es lo que le hace preguntar? La réplica del paciente podrá revelar sus senti­ mientos de transferencia. En este momento, el entrevistante podría interpretar el significado de la pregunta del paciente ·declarando: "ital vez me; pregunte usted mi edad porque no está seguro de que sea com­ petente para ayudarle?", o "¿su pregunta acerca de si tengo o no niños suena como si significara, en realidad, si soy capaz o no de comprender cómo se siente uno como padre? "En otras ocasiones, estas preguntas significan el deseo del paciente de convertirse en amigo social, más bien que en paciente, ya que siente que como paciente no se le puede ayu­ dar. Más adelante, en el tratamiento, el médico ~e convierte a menudo para su paciente en un ideal de ego. Este tipo de transferencia positiva no es, con frecuencia, int~rpretado. El paciente imitará acaso las ma­ neras, el lenguaje o la manera de vestir del terapeuta, por regla general sin percatarse conscientemente de ello. Algunos pacientes admiran abier­ tamente la manera de vestir del médico, sus muebles o sus cuadros. Preguntas como las de, "idónde compró usted esta silla? " Pueden res­ ponderse con, "¿por qué pregunta usted?" El paciente replica en tal caso, por lo regular, que le gusta el objeto y que desearía comprar uno para sí. Si el médico desea fomentar esta transferencia, puede propor­ cionar la información; pero, en otro caso, explorará el deseo del pa­ ciente para emularlo. Algunas veces se expresan en la transferencia sentimientos competi­ tivos provenientes de relaciones anteriores con progenitores o hermanos. Tenemos una ilustración de ello en el caso de aquel joven que llegaba regularmente a las citas de la mañana más temprano que el médico. Un día llegó exactamente después del entrevistante y observó, "bueno, hoy me ganó usted". Lo experimentaba todo, en su vida, como una lucha competitiva. El terapeuta replicó, "no me había dado cuenta que estu­ viéramos practicando una carrera''" llamando así la atención al comenta­ 14 PRINCIPIOS GENERALES DE LA ENTREVISTA rio del paciente y relacionándola con aquellos problemas que ya había vislumbrado. Otras manifestaciones corrientes de transferencia competitiva com­ Drenden observaciones despectivas acerca del consultorio, las maneras y ropa del médico; declaraciones dogmáticas provocantes, o intentos de apreci¡¡r la memoria del médico, su vocabulario o su fondo de conoci­ mientos. Actitudes despectivas pueden aparecer en otras formas, tales como la de referirse al médico como "doc", o la de interrumpirle cons­ tantemente. En el caso de observaciones competitivas obvias, el entrevis­ tante podrá preguntar, "¿se siente usted acaso competitivo conmigo?" Si al médico le molestan las observaciones del paciente, se le aconseja que permanezca quieto. Los pacientes se comportan en esta forma cuando sienten que "se les domina". El médico puede ir derechamente al sentimiento subyacente preguntando, "¿cree usted que hay algo humillante en hablarme a mí? " Sin embargo, lo mejor suele ser ignorar la conducta competitiva en la primera entrevista. L9s pacientes varones muestran interés en la fuerza, la posición, o el éxito económico del médico, en tanto quefcon un médico femenino se interesan más por sAs sentimientos maternales, su capacidad de se­ ducción y por si es o no dominante. Las pacientes femeninas reaccio­ nan, por regla general, en sentido inverso. Les interesa la actitud del terapeuta masculino en relación con el papel de las mujeres en la so­ ciedad; si se deja o no seducir; qué clase de padre es, y cómo es su esposa. La paciente femenina se interesa en la carrera de la tpr,;,,,,,pl1t,, femenina, así como en su actitud como mujer y como madre. Los sentimientos competitivos del paciente podrán ponerse de ma­ nifiesto cuando responde a otros pacientes del terapeuta como si fueran sus hermanos. Los psiquiatras caen a menudo en la trampa de interpre­ tar todo material competitivo como si se relacionara con el conflicto de Edipo y sólo prestan una atención parcial al ayudar al paciente a re­ solver una rivalidad intensa entre hermanos. Los pacientes de edad más avanzada tratarán acaso al médico como un niño. Las pacientes femeninas podrán llevarle ali~ento, tejer calce­ tines para él o sermonearle acerca de su salud, por el hecho de trabajar demasiado duro, etc. Los pacientes varones podrán ofrecer paternal­ mente consejo acerca de inversiones, seguros, añtomóviles, etc. Estas actitudes de transferencia pueden también tener lugar con pacientes más jóvenes. Semejante consejo suele ser bien intencionado en el plano consciente y es indicativo de una transferencia positiva. De ahí que, con frecuencia, no se interprete, especialmente en las primeras entrevistas. En términos generales, la transferencia no se examina en el trata­ miento temprano, excepto en el contexto de resistencia. Esto no signi­ fica que se examine únicamente la transferencia negativa, ya que la transferencia positiva puede convertirse también en una poderosa resis­ tencia. Por ejemplo, si el paciente sólo examina su afecto por el médico, el entrevistante puede observar: "dedica usted tanto tiempo a examinar DATOS DE LA ENTREVISTA 15 sus sentImientos para conmigo, que no nos queda oportunidad alguna para hablar de usted". Otros pacientes evitan mencionar todo lo que se relaciona con el entrevistante. En este caso, el médico espera hasta que el paciente parezca suprimir o evitar un pensamiento consciente y luego pregunta: "¿abriga usted acaso algún sentimiento o pensamiento acerca de mí?" Cuando un paciente que en las primeras sesiones ha hablado francamente se vuelve de repente silencioso, esto suele ser debido a sentimientos relacionados con el médico. El paciente podrá observar: "ya no me quedan más cosas por decir". Si el silencio persiste, el entrevistante podría comentar: "ital vez usted se sienta incómodo a causa de algún sentimiento relacionado conmigo? " Resistencia. La resistencia es una actitud del paciente que se opone a los objetivos del tratamiento. La psicoterapia orientada hacia la com­ prensión necesita la exploración de síntomas y patrones de conducta. y esto provoca ansiedad. Por consiguiente, el paciente se siente motivado a resistir a la terapéutica, con objeto de mantener represión, eludir la comprensión y evitar ansiedad. El concepto de resistencia es una de las piedras angulares de toda psicoterapia dinámica. Freud describió cinco tipos de resistencia, desde un punto de vista teórico, y los clasifICÓ según su origen. La resistencia de represión resulta de los intentos del ego de eludir impulsos amenazantes manteniéndolos fuera de la conciencia. La misma represión que es básica en toda formación de síntoma sigue operando durante la entrevista. Esto impide al paciente desarrollar conciencia del conflicto subyacente a su enfermedad. La resistencia de transferencia puede desarrollarse a partir de cuales­ quiera actitudes de transferencia descritas anteriormente. Cada uno de los tipos principales de transferencia es utilizado ocasionalmente como resistencia. El paciente trata de obtener la prueba del afecto del médico o espera una cura mágica de su poder omnipotente. Más bien que resol­ ver sus conflictos básicos, el paciente buscará acaso una identificación con el médico, o adoptará una actitud de competición con el terapeuta. en lugar de colaborar con él. Estos procesos pueden adoptar fOlUlas sutiles, como por ejemplo: el paciente podrá presentar, al médico, ma­ terial de particular interés, simplemente para gustarle. De igual modo que la transferencia puede usarse como resistencia, así puede servir también como factor motivante para el paciente, para trabajar en coope­ ración con el médico. La resistencia de ganancia securuJo.ria se refleja en la negativa del paciente de renunciar a los beneficios secundarios que acompañan a su enfermedad. Así, por ejemplo, la con un síntoma de conversión de dolor de espalda está legítimamente incapacitada para llevar a cabo sus tareas domésticas, que detesta, mientras siga enferma y, al mismo recibe atención y simpatía. resistencia del superego se manifiesta en la necesidad inconsciente de castigo del paciente. Los síntomas del paciente le imponen unos 16 PRINCIPIOS GENERALES DE LA ENTREVISTA sufrimientos que se resiste a abandonar. Esto suele ponerse particular­ mente de manifiesto en el tratamiento de los pacientes deprimidos. La última y más sujeta a controversia, desde un punto de vista metapsicológico, es la que Freud llamó la resistencia de repetición-com­ pulsión. Consideraba esta resistencia como una manifestación de un aspecto biológico del organismo. Si el concepto de Freud, de adhesi­ vidad de la libido, o alguna otra hipótesis constituye la explicación, esto queda en suspenso. El fenómeno clínico que Freud trataba de explicar sigue siendo válido: los pacientes conservan patrones fijos de mala adaptación de conducta a pesar de la comprensión y de la anulación de la represión. Manifestaciones clínicas de resistencia. En el examen de ejemplos clínicos de resistencia no nos serviremos de las clasificaciones que acabamos de mencionar, puesto que la mayoría de ellas están deter­ minadas con exceso y representan mezclas de diversos mecanismos psicodinámicos. En su lugar, los clasificamos en ténninos de sus manifes­ taciones durante la entrevista. Hay, en primer lugar, las resistencias que se expresan por medio de tipos de comunicación durante la sesión. Una de las más fáciles de reconocer, aunque de las más incómodas para el entrevistante, es el silencio. El paciente explicará acaso: "no se me ocurre nada", o "no tengo nada de qué hablar". Una vez que pasó la fase inicial de la terapéutica, el médico podrá permanecer tranquilamente sentado y esperar al paciente. Excepto en el psicoanálisis, semejante método rara vez da resultado en las primeras entrevistas. El entrevistante manifiesta su interés por comprender por qué el paciente se mantiene silencioso. Según el tono emocional del silencio, tal como lo revela la comunicación no. verbal, el médico se decide por un significado provisional del silencio y comenta luego, en consecuencia. Por ejemplo, podría decir: "tal vez lÍay algo que le resulte a usted difícil discutir" aludiendo a la dificultad del paciente para expresarse. Si el paciente parece sentirse impotente y estar buscando orientación, el entrevistante podría interpretar: "parece sentirse usted extraviado". Si el silencio es más bien una manifestación de la desconfianza del pacienteo de una obstinación de reserva, una observación apropiada podría ser: "tal vez le molesta a usted tener que exponerme sus problemas", o "da la impresión de mantenerse usted reservado". Los entrevistan tes principiantes provocan a menudo silencios incons­ cientemente por el hecho de asumir una responsabilidad desproporcio­ nada en cuanto a mantener el curso de la entrevista. En efecto, el ponerle al paciente preguntas que pueden contestarse con "sí" o "no", o proporcionando al paciente respuestas de elección múltiple para una pregunta, reduce su sentido de responsabilidad con respecto a las entre­ vistas. Semejantes preguntas limitan la espontaneidad del paciente y restringen el curso de las ideas. El paciente se retrae así en la pasividad, en tanto que el entrevistante lucha buscando la pregunta apropiada que logre "abrir al paciente". DATOS DE LA ENTREVISTA· 17 El paciente que habla con locuacidad se servirá acaso de las palabras como medio tanto de evitar la pugna con el entrevistante, como para substraerse a sus propias emociones. Si el médico no logra introducir una palabra, siquiera de canto, podrá interrumpir al paciente con el siguiente comentario: "me resulta difícil decir algo sin interrumpirle a usted". El paciente que se tome las cosas al pie de la letra podrá acaso replicar: "oh. ¿deseaba usted decir algo?" Una respuesta apropiada podría ser: "me estaba preguntando por qué hace usted que nos resulte tan difícil conversar". La censura o la" corrección de pensamientos constituye una resis­ tencia universal. Cohstituyen indicios de éstas las interrupciones en el curso libre del lenguaje, los cambios abruptos de tema, las expresiones faciales y otras' ·formas de conducta motora. Estas no suelen interpre­ tarse directamente, pero el entrevistante observa en ocasiones: "no parece tener usted libertad de decir todo lo que le viene a la mente", o "¿qué fue ese pensamiento?" O "parece estar usted ocultando sus pen­ samientos". Estos comentarios ponen más bien de manifiesto el proceso de la corrección que el contenido. Otra forma de corrección tiene lugar cuando el paciente llega a la cita con una agenda preparada, poniendo así de, manifiesto que la conducta espontánea quedará reducida durante la entrevista a un grado mínimo. Esta resistencia no ha de interpretarse en las primeras entrevistas, ya que el paciente no estará en condiciones de aceptar que se trata de una resistencia hasta más adelante. La cues­ tión se examina con más extensión en el capítulo 3. La intelectualización es una forma de resistencia estimulada por el hecho de que la psicoterapia es una terapéutica de "conversación" que se sirve de construcciones intelectuales. Los entrevistantes principiantes experimentan particular dificultad en reconocet el uso defensivo del intelecto del paciente, exc~to cuando tiene lugar en los pacientes obse­ sivos o esquizofrénicos, en los que la ausencia de afecto constituye un indicio manifiesto. Sin embargo, en el caso del histérico que habla con vivacidad, y aún en ocasiones con más "emoción" que el entrevistante, el proceso pasa inadvertido. Si el paciente ofrece cierta introspección en su conducta y pregunta luego al entrevistante: "¿está esto bien así? ", la resistencia opera independientemente de cuanto afecto estuviera pre­ sente. Aunque la introspección pueda ser válida, el comentario correcti­ vo revela, con todo, la preocupación del paciente por la desaprobación o la aprobación del entrevistan te. Es el empleo de la inteIectualización para conseguir el apoyo emocional del médico lo que demuestra la resistencia del paciente. Al propio tiempo, el paciente 'le está brindando una oportunidad de reforzar la alianza terapéutica al tratar de colaborar con el psiquiatra aprendiendo el "lenguaje" y los conceptos del médico con el propósito de ganar su aprobación. El entrevistante puede dirigirse a la resistencia de transferencia mientras soporta la alianza terapéutica. Podría decir al paciente: "el encontrar respuestas que sean significativ.as para usted, no sólo le ayuda a usted a comprenderse a sí mismo, sino que le confiere además confianza en sí mismo". Podría ocurrir que el 18 PRINCIPIOS GENERALES DE LA ENTREVISTA paciente no aceptara esta respuesta y contestara con: "pero, lo que yo necesito es que usted me diga si tengo razón o no". Este es uno de los problemas más corrientes en psicoterapia y uno que habremos de anali­ zar repetidamente en una diversidad de contextos distintos. El médico, al reconocer aceptándola la necesidad de tranquilización y guía del paciente brinda con ello algún apoyo emocional, sin infantilizarle. Hay varias formas en las que el entrevistante puede frenar la intelec­ tualización. Primero, puede evitar poner al paciente preguntas que empiecen con "¿por qué?" En efecto, por regla general, el paciente no sabe por qué se puso enfermo en aquel momento o en aquella forma particulares, ni siquiera por qué siente como lo hace. El médico quiere saber "¿por qué? ", pero, para lograrlo, ha de empezar por encontrar medios de animar al paciente a revelar más cosas acerca de sí mismo. Siempre que el "por qué" le venga al médico a la mente, podría pre­ guntar al paciente que se explique o proporcione más detalles. Pregun­ tando: "¿qué fue lo que ocurrió exactamente? ", o "¿cómo se produjo esto?" Obtendrá probablem~nte con mayor facilidad una respuesta a un "¿por qué? ", que ,preguntando directa;.Jente "¿por qué? " Las pre­ guntas de "¿por quéf", tienden también a colocar al paciente en una posición defensiva. Cualquiera pregunta que sugiera la respuesta que el médico está buscando invitará a la intelectualización- Por otra parte, proporcionará al paciente la idea de que el médico no está interesado en sus verdade­ . ros sentimientos, sino que está tratando de encajarlo en una categoría de libro de texto. El empleo de una jerga profesional o de términos técnicos, como, por ejemplo, "complejo de Edipo" o "rivalidad entre hermanos", estimula también las discusiones intelectualizadas. Los pacientes que se sirven de preguntas retóricas por el efecto que producen sobre el entrevistante caen también en la intelectualización. Por ejemplo, un paciente dice: "¿por qué cree usted que me pongo siempre tan furioso cuando J ane está en la casa? " Cualquier intento de tratar la pregunta manifiesta conduce a intelectualización. Si el entrevis­ tante permanece callado, el paciente sigue por lo regular hablando. El médico, por otra parte, podrá servirse de las preguntas retóricas ocasio­ nalmente, cuando desea estimular la curiosidad del paciente o dejarle con algo sobre qué reflexionar. Por ejemplo, '5fue pregunto si estos ataques de ansiedad corresponden a alguna pauta". El leer libros de psicoterapia y psicodinámica se utiliza en ocasiones como resistencia intelectual. Podrá ser también acaso una manifestación de transferencia competitiva o dependiente. El paciente está tratando ya sea de "ganarle una" al médico, o está buscando la "respuesta mágica". Algunos terapeutas insisten con los pacientes en que no lean. Por regla general, esto evita el problema. En forma más eficaz, el entrevistante podría explorar la motivación del paciente para leer, la que casi siempre proviene de sentimientos de transferencia. DATOS DE LA ENTREVISTA 19 La generalización es una resistencia en que el paciente describe su vida y reacciones en términos generales, pero evita los detalles específi­ cos de cada situación. Cuando esto ocurre, el entrevistante puede pedir al paciente que proporcione detalles complementarios o que sea más concreto. En ocasiones podrá resultar necesario poner al paciente entre la espada y la pared obligándole a responder "sí" o "no" a una determi­ nada pregunta particular. Si el paciente sigue generalizando a pesar de las indicaciones reiteradas de concretar, el terapeuta interpreta. el aspec­ to de resistencia de la condúcta del paciente. Esto no significa que haya que decirle al paciente: "esto es resistencia", o "usted está oponiendo resistencia". En efecto, los comentarios de esta clase sólo se experimen­ tan como censura y no resultan eficaces. En lugar de ello, el médico podría decir: "usted se expresa en términos generales al hablar de su esposo. Tal vez hay detalles, en esta relación, que a usted le resulta difícil decirme". Este comentario, por ser concreto, ilustra uno de los principios más importantes de enfrentamiento a la generalización_ El entrevistante que efectúa una interpretación vaga, como por ejemplo: "tal vez habla usted en términos generales con objeto de evitar con­ fundir los detalles", estimulará aqu.ella misma resistencia que se propone eliminar. La preocupación del paciente por una fase determinada de su vida, tal como síntomas, acontecimientos actuales, o historia pasada, consti­ tuye una forma corriente de resistencia. El concentrarse en los síntomas es particularmente común en los pacientes psicosomáticos y fóbicos. El médico puede interpretar: "parece resultarle a usted difícil examinar otras cosas aparte de sus síntomas" o "le resulta a usted más fácil hablar de sus síntomas que de otro aspecto cualquiera de su vida". El médico ha de encontrar medios para demostrar al paciente que la rcite- . ración constante de los síntomas es inútil y no conducirá al alivio que está buscando. El mismo principio se aplica a otras preocupaciones. El concentrarse en detalles banales y eludir los aspectos importantes constituye una forma frecuente de resistencia en los obsesivos_ Si el entrevistante comenta esta conducta, el paciente insiste en que el mate­ rial es pertinente y que debe incluir aquella información a título .de "antecedentes". Un paciente, por ejemplo, dijo: "tuve un sueño la última noche, pero primero necesito ponerle a usted en antecedentes". Dejado a sí mismo, el paciente habló la mayor parte de la sesión antes de contar su sueño. El entrevistante logrará que el paciente se dé más cuenta de su resistencia si replica: "cuénteme usted el sueño primero". En psicoanálisis cabría permi tir al paciente que descubriera por sí mismo que no dejó bastante tiempo para explorar su sueño. La exhibición afectiva podrá servir de resistencia a la comunicación significativa. La hiperemocionalidad es corriente en los pacientes histé· ricos, en tanto que afectos como el aburrimiento son más probables en los obsesivos. El histérico se sirve de la emoción para eludir otros aspec­ tos dolorosos más profundos; por ejemplo, un enojo constante podrá 20 PRINCIPIOS GENERALES DE LA ENTREVISTA utilizarse para defenderse contra un amor propio lesionado. Las "sesio­ nes felices" frecuentes indican resistencia, por cuanto e! paciente obtie­ ne satisfacción emocional suficiente durante la sesión para eludir la depresión o la ansiedad. Esto sólo puede tratarse explorando e! proceso con e! paciente y no proporcionando por más tiempo semejantes satis­ facciones. Además de las resistencias que implican patrones de comu­ nicación, hay un segundo grupo principal de tipos de resistencia, desig­ nado como "actuación interna" y "representación dramática". Estos comprenden una conducta que tiene significado en relación con e! mé­ dico y e! proceso de! tratamiento. No ocurren necesariamente durante la sesión, pero e! médico está directamente implícito en el fenómeno, pese a que pueda no darse cuenta de su significado. Las demandas frecuentes de cambio del tiempo de la cita constitu­ yen resistencia. Un paciente "podrá estar buscando un pretexto para no acudir a la cita en absoluto, en tanto que otro se embarcará en una lucha competitiva de poder con el médico, en la que e! paciente dice, en efecto: "nos veremos cuando a mí me convenga". Otro paciente consi­ derará acaso la buena voluntad de! médico en cuanto a cambiar la hora como una prueba de que desea realmente ver al paciente; por consi­ guiente, será un progenitor afectuoso e indulgente. Antes de interpretar semejantes demandas, e! médico necesita comprender su motivación más profunda. Si las demandas son excesivas o difíciles de satisfacer, e! médico puede indi<;ar que no está dispuesto a conceder e! cambio. El médico que dice que no está en condiciones de conceder e! cambio tiene miedo, a menudo, de disgustar al paciente. La reacción emocional de! paciente a esta negativa y las asociaciones que liga a ella deberían aclarar e! significado subyacente. El empleo de enfermedades físicas menores como excusa para evitar las sesiones constituye una resistencia corriente en los, pacientes fóbicos, histéricos y psicosomáticos. Con frecuencia, e! paciente llama al médico por teléfono antes de la entrevista para informarle de una enfermedad menor y preguntarle si debe ir de todos modos. Esta. conducta se exa­ mina en e! capítulo 15. Cuando e! paciente vuelve e! médico explora cómo se siente e! paciente acerca de haber faltado a la entrevista, antes de interpretar la resistencia. El cargarle al paciente estas sesiones en cuenta constituye por regla general una técnica eficaz para hacer inter­ venir los sentimientos de! paciente en e! tratamiento. Llegar tarde a las citas u olvidarlas por completo constituye una manifestación obvia de res~tencia. Los intentos tempranos de interpreta­ ción se toparán con declaraciones como: "lo siento, falté a la sesión, pero esto nada tenía que ver con usted", "siempre llego tarde a todas partes, pero eso nada tiene que ver en lo que siento acerca de! trata­ miento", o "siempre he sido distraído en materia de citas", o "¿cómo puede usted esperar que sea puntual, si la puntualidad es uno de mis problemas?" Si e! entrevistante no prolonga la duración de la cita, e! retraso podrá convertirse en un verdadero problema que el paciente DATOS DE LA ENTREVISTA 21 deberá enfrentar. Estará claro con frecuencia que el paciente que llega tarde espera ver al médico en el momento de llegar. No es conveniente que e! médico se desquite deliberadamente, pero no puede esperarse tampoco que permanezca sentado ociosamente esperando a que llegue e! paciente. Si el médico está dedicado a alguna actividad y el paciente ha de esperar algunos minutos cuando llega tarde, se pondrá de manifiesto información complementaria acerca del significado de la tardanza. Por regla general, el motivo de ésta implica ya sea miedo o enojo. El olvidarse pagar la factura del médico constituye otro reflejo tanto de resistencia como" de transferencia. Este tema lo examinaremos con mayor detalle más f adelante en este mismo capítulo (véase "Honora­ rios"). La percepción tardía o "ganarle una al médico" es una manifestación de transferencia y resistencia competitiva. El paciente anuncia triun­ fante: "ya sé lo que va usted a decir acerca de esto", o "usted dijo lo mismo la semana pasada". El entrevistan te podrá permanecer sencilla­ mente callado, con lo que no estimulará la conducta, o puede pregun­ tar: "¿qué es lo que voy a decir? " Si e! paciente ha verbalizado ya su teoría, e! médico podría comentar: "¿por qué debería pensar esto? " No constituye por regla general una buena idea decir al paciente que acertó al interpretar a posteriori al entrevistante, pero"lo mismo que en toda regla, también aquí hay excepciones. La conducta seductora tiene por objeto ya sea gustar y satisfacer al entrevistan te, ganando así su afecto y su protección mágica, o bien desarmarle y obtener poder sobre él. Son ilustrativas al respecto pregun­ tas como las de: "¿le gustaría a usted oír un sueño?", o "¿le interesa a usted un problema que experimentó con la cosa sexual? " El entrevis­ tante podría replicar: "me interesa cualquier cosa que a usted le guste examinar". Si estas pregu~as tienen lugar repetidamente, podría añadir: "parece preocuparle a usted aquello que a mí me interesa oír". Diversos "sobornos" ofrecidos al entrevistante, tales como regalos o consejos, constituyen ejemplos corrientes de resistencia seductora. Los entrevistantes principiantes se inquietan a menudo acerca de proposiciones sexuales manifiestas o encubiertas. Las más de las veces, estas proposiciones tienen lugar entre un médico varón y una paciente mujer. El médico sabe bien lo que dicha invitación implica" y la reco­ noce como resistencia. ¿Qué hay, pues, detrás de su ansiedad? En la mayoría de los casos es su sentimiento de culpabilidad, porque le halaga la invitación, y e! temor de que sus sentimientos puedan interferir con el tratamiento adecuado de! paciente. Con frecuencia, esto lo revela una declaración como: "esto no sería apropiado en una relación entre médico y paciente", o un comentario al inspector, en e! sentido de que "no quiero lastimar los sentimientos de la paciente rechazándola" El médico ha de examinar en su propia mente si acaso no dio lugar sutil­ mente él mismo a semejante conducta del paciente, como suele ser a menudo e! caso. Si no provocó la invitación, puede preguntar al pa­ 22 PRINCIPIOS GENERALES DE LA ENTREVISTA ciente: "¿en qué le ayudaría a usted esto? " Si la paciente indica que necesita afecto y seguridad, el médico puede replicar: "mi obligación está en ayudarla a usted a superar su problema, en tanto que lo que usted propone haría que esto resultara imposible". Cuando un médico ha adquirido una dosis apropiada de confianza profesional en sí mismo, ya no responderá a la seducción declarada sintiéndose halagado y ansio­ so, a condición que tenga también una confianza apropiada en sí mismo como varón. El pedir al médico favores, tales como solicitar prestada una pequeña cantidad de dinero o pedirle el nombre de su abogado, su dentista, su contador o su agente de seguros, ejemplifica resistencia. No es el propó­ sito de la psicoterapia de autocrítica satisfacer las necesidades del pa­ ciente. Se hacen excepciones, en ocasiones, en el tratamiento de adoles­ centes deprimidos, de casos limítrofes, o de pacientes psicóticos. (Véanse los capítulos apropiados.) Otros ejemplos de la "acción introversa" del paciente incluyen una conducta, durante la entrevista, que tiene incpnscientemente por motivo protegerse de sentimierl¡tos que amenazan exteriorizarse y permitir, con todo, una descarga parcial de tensión. Son ilustraciones corrientes el encender un cigarrillo, suspender la entrevista para ir al baño, o pasearse alrededor de la pieza. Por ejemplo, el paciente podrá estar relatando acaso una experiencia triste y está a punto de derramar lágrimas, cuando se interrumpe para fumar. En este proceso consigue el dominio de sus emociones y prosigue el relato, pero ya sin el mismo elemento afectivo. El entrevistante podría comentar: "¿le ayuda a usted acaso el prender un cigarrillo a dominar sus sentimientos? " El paciente define a menudo estas interpretaciones como críticas, o le parece verse tratado como niño. La rigidez en la postura y otras actitudes formalistas durante la sesión constituyen otras indicaciones de resistencia. Por ejemplo, un paciente decía siempre: "muchas gracias", al final de cada sesión. Otro, una mujer, iba al baño antes de cada cita. Al preguntársele acerca del "hábito", indicó que no le gustaba experimentar sensación alguna en aquella parte de su cuerpo durante una sesión. , La "representación hacia afuera" es una forma de resistencia en la que los sentimientos o impulsos relacionados con el tratamiento o con el médico son desplazados inconscientemente hacf!l una persona o una situación ajenas a la terapéutica. La conducta del pilciente suele ser egosintónica e implica la exteriorización de emociones, en lugar de experimentarlas como parte del proceso terapéutico. Desde el punto de vista genético, estos sentimientos comprender¡ la reactuación de expe­ riencias de la niñez, que vuelven a crearse ahora en la relación de trans­ ferencia y se desplazan luego hacia el mundo exterior. Dos ejemplos corrientes de ello son los de pacientes que discuten sus ,problemas con personas distintas del médico, y de pacientes que desplazan un senti­ miento negativo de transferencia a otras personas de autoridad y se enojan con ellas más bien que con el médico. Esta resistencia no suele DATOS DE LA ENTREVISTA 23 ser aparente en las primeras horas del tratamiento; pero, cuando la oportunidad se presenta, el entrevistan te podrá explorar los motivos del paciente para dicha conducta. En la mayoría de los casos, el paciente cambiará; pero, en ocasiones, el médico tendrá que señalarle, que su deseo es no renunciar a ese comportamiento, pese a reconocer que es irracional. Un tercer grupo de resistencias muestra claramente la renuencia del paciente en cuanto a facilitar el tratamiento, pero no se refiere predomi­ nantemente a la transferencia. Por ejemplo, no parece desarrollarse transferencia con muchos pacientes psicopáticos, con algunos que se ven sometidos al tratamiento por presiones externas, o con algunos que tienen otros motivos para el tratamiento, tales como evitar un servicio selectivo. En algunas combinaciones de terapeuta y paciente, la vema­ dera personalidad y los antecedentes del terapeuta están demasiado alejados de los del paciente. En tal caso, un cambio de terapeuta resulta indicado, en tanto que en la situación anterior, la terapéutica constituye una pérdida de tiempo, a meno" que pueda inducirse al paciente a cambiar su motivación. Algunos pacientes no cambian" como resultado de autocrítica de su conducta. Esto es corriente en algunos trastornos de carácter y ha de distinguirse del paciente que es psicológicamente obtuso y no puede aceptar autocrítica. Esta resistencia se relaciona con el fenómeno clínico que condujo a Freud a formular la "compulsión de repetición". La resistencia del superego es corriente en los pacientes deprimidos, ya que éstos sólo aceptan autocrítica e interpretaciones con objeto de seguir flagelándose a sí mismos. Dice luego: "¿para qué?", {) "estoy desesperado, nada de lo que hago está bien". Esta conducta se examina con mayor detalle en el capítulo 6. El principiante se sentirá acaso abrumado por este examen detallado de transferencia y resistencia. Pese al carácter complejo de estos concep­ tos, es importante desarrollar un marco para comprender los aspectos principales del proceso psicoterapéu tico. El entrevistante El entrevistante inexperto. El instrumento principal de la entrevista psiquiátrica es el médico mismo. Cada médico aporta a la entrevista antecedentes personales y profesionales distintos. En efecto, su estructu­ ra de carácter, sus valores y su sensibilidad hacia los sentimientos de otros influyen sobre su actitud para con los seres humanos, tanto pa­ cientes como no pacientes. Pese a estas variables, hay problemas particu­ lares, con todo, que los entrevistantes principiantes tienen en común. El entrevistante principiante está más ansioso que su colega experto. Los mecanismos de defensa que utiliza para dominar su ansiedad re­ ducen su sensibilidad a fluctuaciones sutiles en las respuestas emocio­ 24 PRINCIPIOS GENERALES DE LA ENTREVISTA nales del paciente. Puesto que el principiante se encuentra en una insti­ tución de capacitación, la fuente principal de su ansiedad está en el temor de que haga algo mal y pierda la aprobación de su maestro. Hay también resentimiento, que resulta de no ganar el elogio del inspector. Su temor de no estar a la altura se desplaza a menudo sobre el paciente, de quien se imagina que se dará cuenta de su condición de "estud.iante" y perderá confianza en él como médico experto. Las referencias del paciente a semejantes cuestiones es preferible tratarlas en forma franca y espontánea, puesto que los pacientes saben siempre que han ido a un hospital docente. La aceptación tranquila por el joven médico de los temores del paciente por el hecho de su inexperiencia fortalecerán la seguridad y la confianza de este. . El principiante experimenta corrientemente el deseo de hacer las cosas mejor, a los ojos del profesorado, que sus compañeros de estudio. No todos sus sentimientos competitivos se relacionan con la rivalidad entre hermanos, sino que desean también actuar con más habilidad que su maestro. Las actitudes de reto frente a personas de au toridad son otra manifestación de voluntad competitiva que impiden al entrevistante novato sentirse a sus anchas con su paciente. El médico inexperto, en cualquiera especialidad, se siente culpable de "practicar" sobre su paciente. Este sentimiento de culpabilidad resulta exagerado en el estudiante de medicina que falla tres .o cuatro veces al practicar su primera venipuntura, sabiendo que el interno la habría lo­ grado en e! primer intento. En toda área de la medicina, e! médico joven tiene sentimientos conscientes o inconscientes de culpabilidad cuando piensa que otro podría haber proporcionado una atención mejor. En muchas especialidades médicas, el residente bajo inspección puede. proporcionar aproximadamente la misma calidad de tratamiento que un médico veterano. Sin embargo, la entrevista psiquiátrica no puede vigi- .. larse en la misma forma, y se requieren años para adquirir habilidad en dicho terreno. Aunque el maestro le tranquilice diciéndole que exagera la importancia de este factor, e! principiante sigue imaginándose cuánto mucho más rápidamente se recobraría el paciente si fuera tratado por el inspector. Es que e! joven médico proyecta los mismos sentimientos de omnisciencia sobre su inspector que el paciente proyecta sobre e! tera­ peuta. La actitud del psiquiatra principiante en relación con e! diagnóstico se ha examinado ya. No sólo se preocupa aquel con el diagnóstico, sino que a menudo siente además que los factores orgánicos han de descar­ tarse en cada caso, puesto que tiene más experiencia y se siente más a sus anchas en el papel médico tradicional. Sigue las líneas generales del examen psiquiátrico con escrupulosidad excesiva, por temor de descui­ dar algo importante. En otras situaciones, el entrevistante se siente tan intriga40 por la psicodinámica, que descuida obtener una descripción adecuada de la DATOS DE LA ENTREVISTA I I 25 psicopatología. Un residente interrogó prolongadamente a una paciente acerca de su tirarse compulsivo del pelo. Formuló preguntas relativas a sus orígenes, los acontecimientos condicionantes en su vida diaria, cómo se sentía al respecto, dónde estaba cuando lo hacía, etc. No había observado que llevaba una peluca y se sorprendió, luego, cuando le dijo a su inspector que era calva. Puesto que la paciente parecía estar com­ pletamente "intacta" y el residente no había encontrado aquel síndrome anteriormente, no se le habría ocurrido formular la siguiente pregunta del inspector: "¿se pone usted siempre el pelo en la boca? " La paciente dijo que sí, y siguió descubriendo su fantasía en el sentido de que las raíces del pelo erah piojos que ella se sentía compelida a comer. El conocimiento completo, tanto de la psicopatología como de la psicodi­ námica, facilita la exploración de los síntomas del paciente. En algunos aspectos, el entrevistante principiante se parece al estu­ diante de histología que por primera vez mira en un microscopio y sólo ve una infinidad de bellos colores. Al aumentar su experiencia, se da cuenta de las estructuras y relaciones que anteriormente se habían subs­ traído a su atención, y reconoce un número cada vez creciente de sutilezas. La, tendencia del novato está en interrumpir al paciente con objeto de amartillarle con preguntas. Con más experiencia, en cambio, aprende a distinguir si un paciente ha completado su respuesta a una pregunta o si sólo necesita un ligero estímulo para proseguir su relato. Al aumentar su competencia, se le hace posible oír el contenido de lo que el paciente está diciendo y considerar, al propio tiempo, cómo se siente y lo que está diciendo acerca de sí mismo, a través de inferencia u omisión. Por ejemplo, si el paciente informa espontáneamente ~de algunas experiencias de! pasado en las que tuvo la impresión de haberJésido tratado mal por la profesión médica, el entre~istante podría observar: "no me extraña que se sienta usted incómodo con los médicos". La entrevista se organiza de la manera más eficaz alrededor de los datos proporcionados por el paciente y no alrededor de las líneas gene­ rales del examen psiquiátrico. El nuevo médico se siente invariablemente más a .sus anchas si puede seguir una guía formal, pero esto hace que la entrevista progrese a sacudidas, le confiere una calidad inconexa y se traduce en una percepción reducida de las relaciones. Aunque el neófito pueda hablar demasiado y no escuchar, propende también, por otra parte, a la pasividad. Su inseguridad profesional hace que le resulte difícil saber cuándo debe ofrecer seguridad, consejo, expli­ caciones o interpretaciones. Temeroso de decir algo inapropiado, al entrevistan te le resulta más fácil pasar por alto situaciones en las que se requiere alguna intervención activa. Una autoimagen profesional se adquiere a través de identificación con maestros. El joven psiquiatra imita a menudo los gestos las maneras y las entonaciones de un inspector admirado. Estas identificaciones són múltiples' y cambiantes, hasta que, pasados algunos años, el entrevistante 26 PRINCIPIOS GI<:NERALES DE LA ENTREVISTA las incorpora a un estilo que es totalmente suyo. Entonces es cuando le resulta posible relajarse, mientras está trabajando, y ser él mismo. Mien­ tr<,.s tanto, recurre a menudo a artimañas, que utiliza a menudo en una forma estereotipada; por ejemplo, repitiendo la última palabra o frase del paciente a intervalos frecuentes, o sirviéndose de clisés tales como: "no entiendo, ¿qué dice usted?" "¡Oh, oh! " o bien, "¿y qué pasó luego?" Es deseable que el entrevistante se sirva de una diversidad de comentarios de esta clase en algunos momentos apropiados durante la entrevista. Contratransferencia. Los médicos tienen dos clases de respuestas emocionales para con sus pacientes. Hay primero las reacciones al pa­ ciente tal como es realmente. Al médico podrá gustarle 'el paciente, sentir simpatía: por él, o bien experimentar antagonismo de su parte, sin implicaciones de contratransferencia, a condición que se trate de reac­ ciones que el paciente provocaría en la mayoría de las personas. Las respuestas de contratransferencia son específicas del médico individual y son inapropiadas. En esta situación, el m~co responrde al paciente como si se tratara de ;~ln personaje importante del pasad~ del médico. Cuanto más intensas sean las pautas neuróticas del médico, y cuanto más el paciente se parezca efectivamente a dichos personajes, tanto mayor será la probabilidad de respuesta de contra transferencia. En otros términos, el médico que tuvo relaciones competitivas intensas con su hermano tiene más probabilidades que otros terapeu tas de reaccionar con respuestas irracionales a pacientes varones de su propia edad. Si reacciona en esta forma a todos los pacientes, independientemente de la edad, el sexo o el tipo de personalidad, el problema es más grave. Las respuestas de contratransferencia podrían clasificarse en las mismas categorías utilizadas en el examen de la transferencia. Estas respuestas son más frecuentes en los entrevistantes principiantes y en aquellos que tienen conflictos emocionales importantes sin resolver. El médico podrá hacerse dependiente del afecto y el elogio de su paciente, como fuentes de su propio bienestar o, inversamente, podrá sentirse frustrado y enojado cuando el paciente sea hostil o crítíco. Se requiere un terapeuta increíblemente seguro para no utilizar ocasional­ mente al paciente en esta forma, cuando su vida pe}sonal le proporciona satisfacciones inapropiadas. El médico podrá busCar inconscientemente el afecto del paciente, aceptando regalos o favores. Los residentes princi­ piantes suelen encontrar a pacientes femeninos que escriben notas o poemas de amor, o proponen casamiento. Un residente comentaba que su solo modelo anterior en materia de relaciones entre hombre y mujer era el de las citas. Hay manifestaciones más sutiles de este problema, tales como ofrecer una seguridad excesiva, ayudar al paciente a obtener una vivienda, aplazamientos de servicio en filas, etc., allí donde esta asistencia no es, en realidad, necesaria y sirve como de soborno para obtener el afecto del paciente. El desviarse uno de su rutina, modificar las horas o los honorarios, proporcionar tiempo extra y mostrarse exce- DA TOS DE LA ENTREVISTA 27 sivamente amable, todo esto son formas de cortejar el favor del pa­ ciente. No permitir que el paciente se enfade, es la otra cara de la medalla. El médico podrá servirse de ostentación para provocar el afecto o la admiración de sus pacientes. El exhibir sus conocimientos o su posición social o profesional en un grado inapropiado constituye una buena ilus­ tración del caso. Los terapeutas experimentados han comentado que resulta difícil tener solamente un caso de terapéutica a largo plazo, ya que dicho paciente se convierte en demasiado importante para ellos. Otros factores pueden ocasionar también que un psiquiatra exagere la importancia de un determinado paciente. El "V.I.P." (Very lmportant Pacient, o "pa­ ciente muy importante") le crea tanta dificultad al médico, que una sección ulterior será dedicada al examen de este paciente. Todas las personas de las artes curativas reaccionan a la necesidad del paciente de dotarlas de poder mágico. El carácter de la relación entre médico y paciente vuelve a despertar el deseo del primero de ser omnisciente y omnipotente. Si el entrevistante adopta semejante papel, el paciente no puede dominar sus sentimientos básicos de impotencia e inferioridad. No obstante, el deseo de hacerse omnipotente es universal y puede apreciarse, en consecuencia, en la conducta del médico. Por ejemplo, el entrevistante podrá no estar acaso en condiciones de percibir incongruencias o inexactitudes en determinadas interpretaciones y negarse a examinar sus propios comentarios. Esta insistencia en su propia infalibilidad podrá conducirle tal vez a inferir que los psicotera­ peutas anteriores no conducían la terapéutica apropiadamente o no . comprendían exactamente al paciente. Este mecanismo lo demuestra el psiquiatra que cuenta a su esposa una viñeta clínica que revela lo amable y comprensivo que él fue, o dice cuán deseable y atractivo lo encuentran sus pacientes femeninas, o habla de su interpretación brillante. Desanimado por el progreso lento de la psicoterapia, podrá exagerar sutilmente y deformar material de las sesio­ nes con objeto de impresionar a sus colegas. Podrá ejercer presión sobre el paciente para que mejore, con el fin de realzar su prestigio y repu­ tación. En ocasiones, tratará acaso de impresionar a sus colegas con la fortuna, la' fama o la importancia de sus pacientes. Hay contratransferencia cuando el terapeuta no está en condiciones de reconocer o se niega a reconocer el significado real de sus propias actitudes y conducta. Semejante reconocimiento podría exteriorizarse como: "sí, efectivamente, estaba preocupado la última vez", o "mi observación no quiere ser despectiva". Si. el paciente trata de cambiar los papeles analizándole más allá, el médico podría replicar: "averiguar lo que dije es mi problema. Sería incorrecto cargarle a usted con él. En cambio, tratemos de comprender todo lo que podamos acerca de sus reacciones de usted hacia mí". El paciente se preocupa acerca de si él médico vive de acuerdo con una doble norma, analizando la conducta 28 DATOS DE LA ENTREVISTA PRINCIPIOS GENERALES DE LA ENTREVISTA del entrevistante está en comprender cómo ve el paciente el mundo y en ayudarle a comprenderse mejor a sí mismo. No tiene objeto tratar de imponer aquel sus ideas al paciente. Unas manifestaciones más sutiles de este problema comprenden el empleo de palabras o conceptos que están ligeramente por encima del nivel del paciente, demostrando así la posi­ ción de "superioridad" del médico. Otras ilustraciones comprenden la tendencia de decir: "ya se lo dije", cuando el paciente se da cuenta de que el médico tenía razón, o bien la de reírse del desconcierto del paciente. La respuesta de contratransferencia consistente en desear ser el hljo o el hermano meno! del paciente tiene lugar las más de las veces en el caso de pacientes de cierta edad. Una vez más, cuanto más el paciente se parece realm<;nte al padre o al hermano del terapeuta, tanto mayor es la probabilidad de semejantes respuestas.• En el caso de pacientes femeni­ nos, el terapeuta podría aceptar regalos, alimentos o ropa, en tanto que tratándose de un paciente varón aceptará consejo en materia de negocio o alguna otra asistencia similar. Hay una diversidad de manifestaciones no específicas de contratrans­ ferenda. En efecto, algunas veces un entrevistante experimentará ansie· dad, exaltación o depresión, ya sea mientras está con un determinado paciente o después que este haya dejado el consultorio. Su reacción podría implicar un problema de contratransferencia, o podría reflejar ansiedad o triunfo neurótico acerca de la manera en que ha tratado al paciente. El aburrimiento o la incapacidad de concentrarse en lo que el pacien­ te está diciendo reflejan las más de las veces enojo o ansiedad inconscientes por parte del entrevistante. Estos podrían ser causados por diversas respuestas de contratransferencia. Au~que algunos pacientes suelen ser aburridos, el ab)lrrimiento se debe en gran parte al hecho de que provocan fácilmente réspuestas de contratransferencia. Si el médico suele llegar regularmente tarde u olvida la sesión, esta conducta indica, por regla general, evasión de sentimientos hostiles o sexuales hacia el de sus pacientes, pero no la suya. En ocasiones, un paciente podrá explotar esta franqueza del terapeuta acerca de algún error. El médico que permite que el paciente lo trate en forma sádica, tiene también un problema de contratransferencia. Cuestiones de esta clase se plantean cuando el paciente cuenta con información acerca del terapeuta, que proviene de fuera de la situación de tratamiento. Son ejemplos corrien­ tes el del paciente que vive en el mismo vecindario, tiene niños en la misma escuela que los del terapeuta, o trabaja en la misma institución que éste. El ejemplo más frecuente en la vida del psiquiatra residente es el ~del paciente hospitalizado, que obtiene información acerca d~l médico de otros pacientes, del personal, de los tableros de avisos o de sus propias observaciones directas. En un intento de mantener una posición profesional, el médico se ve inducido a esconderse detrás de clisés analíticos tales como: "¿qué le parece a usted esto?" O "¿qué significó esto para usted?" Con frecuencia tienen lugar ejemplos más sutiles, cuando la formulación del terapeuta o el tono de su voz son decisivos en cuanto a revelar la implicación de su observación. Por ejemplo: "la idea de que yo pueda cortejar a la enfermera de la sala parece molestarle a usted", podría decirse en una forma que implique que el cortejo sólo existió en la mente del paciente. Sin embargo, sí el entrevistante observa, "mi cortejo de la enfermera de la sala le molesta a usted", la percepción del paciente no es puesta en tela de juicio, y el entrevistante puede explorar el efecto de "realidad" sobre el paciente. Una manifestación común de contratransferencia es la de la sobre­ identificación con el paciente. En esta situación, el médico trata de rehacer al paciente según su propia imagen. Tal vez la trampa universal para los psicoterapeutas sea la de dar libre curso a sus fantasías de Pigmalión. La dificultad en prestar atención o recordar lo que el pacien­ te ha dicho podrá constituir acaso el primer indicio de semejante contra­ transferencia. El médico que se sobreidentifica con su paciente podrá experimentar dificultad en reconocer o comprender problemas que son similares a los suyos propios. O podrá tener una comprensión inmediata del problema, pero ser incapaz de tratarlo. Por ejemplo, un médico obsesivo que está preocupado con el tiempo, dice, después de cada hora: "le veré a usted mañana a las 3:30". No es probable que esté en condiciones de ayudar a su paciente a superar una dificultad similar. El terapeuta principiante suele experimentar un placer transferido en la conducta sexual o agresiva de su paciente. Podrá acaso estimular al paciente a enfrentarse a sus padres en una forma que él mismo admira. Podrá satisfacer las necesidades de dependencia del paciente, porque le gustaría ser tratado en una forma parecida. Los psiquiatras sometidos ellos mismos a tratamiento analítico encuentran con frecuencia que sus pacientes se enfrentan al mismo problema que ellos. Las pruebas de fuerza, la competición, la discusión con el paciente o el fatigar a éste son ejemplos familiares de contratransferencia. La tarea 1M 29 paciente.~ Otro problema corriente de contratransferencia proviene de que el terapeuta no logre ver en ocasiones en que el "ego aparentemente obser­ vante del paciente" es, en realidad, una simulación de transferencia. El resultado es una terapéutica excesivamente intelectualizada, que está relativamente vacía de emoción. La expresión directa de emoción en la transferencia proporcionará a menudo una oportunidad de respuestas de contratransferencia. Por ejemplo, el médico le dice al paciente: "no es a mí a quien usted realmente quiere (u odia), sino a su padre". La transferencia no significa en modo alguno que los sentimientos del paciente para con el terapeuta no sean reales. Decirle al paciente que sus sentimientos están despla­ zados constituye una falta de respeto y una manifestación despectiva. En forma análoga, los terapeutas principiantes responden en ocasiones a J 30 ? PRINCIPIOS GENERALES DE LA ENTREVISTA la expresión de enojo del paciente con un comentario por el estilo de: "constituye un verdadero signo de progreso el que usted esté en condi­ ciones de enfadarse conmigo". Las observaciones de esta clase son despectivas de los sentimientos del paciente. Aunque la neurosis de transferencia implique la repetición de actitudes pasadas, la respuesta emocional es real; de hecho, es a menudo más fuerte de lo que fue en el medio ambiente original, porque se necesita menos defensa. La incomo­ didad del terapeuta frente a las reacciones intensamente emocionales del paciente puede conducir a una actitud defensiva sutil. Un ejemplo lo proporciona el médico que pregunta: "¿no es acaso esto lo mismo que sentía usted para con su hermana? ", o "ya sabemos que usted expe­ rimentó sentimientos similares en el pasado". Semejantes comentarios más bien desv-Ían al paciente de la transferencia que estimulan su explo­ ración. Tanto el médico como el paciente comprenderán mejor los senti· mientos de este, si el entrevistante pregunta: "¿cómo es que soy un de perra? JI, o "¿qué es lo que le -gusta a usted de mí?" Semejante mét~do toma ~l ~entimiento de! paciente eIl' serio. Cuando el paciente explIca sus sentmiIento~ descubnra por regla 'general el aspecto de trans­ ferencia de su respuesta por sí mismo. Al exponer plenamente los detalles de su reacción, manifiesta a menudo voluntariamente: "usted no - reacciona como lo hacía mi padre, cuando yo me sentía así", o "esto me hace pensar en algo que ocurrió hace años con mi hermano". En tal caso, el entrevistante puede demostrar el elemento de transferencia del sentimiento del paciente. En la elaboración de los detalles de las reacciones emocionales del paciente surgen con frecuencia percepciones distorsionadas del tera­ peuta. Por ejemplo, al descubrir lo que sentía cuando quería a su médico, una paciente dijo: "por alguna curiosa razón, me lo figuraba a usted con un bigote". La exploración de semejantes datos identificó el objeto original del sentimiento de transferencia a partir del pasado del paciente. Las discusiones de la contratransferencia dejan al principiante en forma típica, con el sentimiento de que su reacción es mala y ha de eliminarse. Sería más exacto decir que el médico trata de reducir al mínimo el grado en que sus respuestas neurótica~ dificultan el trata­ miento. Los conflictos neuróticos que no han sido fesueltos deberían ser reconocidos - por -el entrevistante. El médico que -se da cuenta de su contratransferencia puede servirse de ella como de otra fuente de infor­ mación acerca del paciente. En efecto, en entrevistas con pacientes esquizofrénicos, el reconocimiento mutuo de la contratransferencia del médico puede ser particularmente útil en el proceso de la terapéutica (véase capítulo 7). El paciente especial. El paciente especial lo examinamos aquí, porque las características distintivas de esta entrevista se centran en las reacciones del entrevistante a la posición de su paciente. El problema sigue presentándose durante toda la carrera del médico, aunque los crite- DATOS DE LA ENTREVISTA 31 rios que definen al paciente como "especial" puedan variar. En los primeros años del entrenamiento de un médico, el paciente en cuestión podrá ser un estudiante de' medicina, un compañero funcionario del personal de la casa, el pariente de un elemento del personal, o un paciente conocido de un maestro prestigioso. A medida que la experiencia y la posición del médico progresan, lo hace también la posición de sus pacientes especiales. Cualesquiera que sean la experiencia o la seguridad del médico, siempre habrá alguna persona de semejante categoría frente a la cual el médico se sentirá incómodo. Hay tanta diversidad en la actitud de los pacientes especiales acerca de su posición como la hay en cualquier otro grupo de personas. Aquellos cuya posición especial depende de su significado para con el entrevistante suelen esperar ser tratados como cualquier otro paciente. Algunos pacientes esperan y requieren consideración especial. El entrevistante podrá estar inseguro acerca de dónde termina la realidad y dónde empiezan las esperanzas neuróticas. La eliminación de la perpleji­ dad indica una consideración de los derechos del paciente corriente. La posición del p~ciente especial podrá privarle acaso de dichos derechos básicos. El médico que adopta medidas extraordinarias que colocan efectivamente a dicho paciente sobre el mismo pie que los demás pacientes no es probable que perjudique su tratamiento. Por ejemplo, pensemos en la personalidad política de prestigio nacional cuya posición podría resultar perjudicada si el público descubriera que hahía visitado a un psiquiatra. Al practicar la consulta en la casa del paciente el psiquia­ tra ofrece el mismo carácter confidencial que otro paciente puede man­ tener viendo al médico en su consul torio. En este caso, la aplicación del principio es ciara, pero, en otros casos, el médico habrá de decidir si ponerse del lado de la situación de realidad de la vida del paciente o del lado del principio de que las demandas neuróticas no deberían satisfa­ cerse. Si las consecuencias son importantes, es preferible correr el riesgo de satisfacer la neurosis del paciente. Surgen problemas en el tratamiento de este paciente no sólo porque su situación es especial, sino también porque él se convierte en especial para el médico. El éxito de su tratamiento supone una importancia urgente, y el médico está excesivamente preocupado con mantener la buena voluntad del paciente, de sus parientes y sus colaboradores. Una protección para ambos, para el paciente y el médico, está en proceder a arreglos especiales en la selección de un médico. El médico veterano que está hospitalizado por una depresión mayor, o el hijo psicótico de una persona eminente no deberían confiarse a un residente de primer año. Escogiendo a un psiquiatra que tenga menos probabilidades de dejarse intimidar, muchos problemas se reducen al mínimo. El paciente que es médico presenta problemas particulares. El médico tratante ofrece explicaciones menos detalladas en determinadas ocasiones, y ninguna explicación en otras, suponiendo que el pacienté tiene ya conocimientos suficientes. El paciente médico espera en ocasio­ 32 PRINCIPIOS GENERALES DE LA ENTREVISTA nes ser tratado como colega y tener una discusión "médica" acerca de su propio caso. Podrá temer formular preguntas que podrían hacerle aparecer como ignorante o temeroso. Si es tratado con cortesía profesio· . nal, tiene la impresión de que no debería quejarse, expresar enojo, o absorber demasiado tiempo del médico. El joven médico propende a servirse de una jerga profesional o a dar formulaciones intelectualizadas a los pacientes médicos. Un paciente médico describió una experiencia aterradora durante la cual un urólogo dio un monólogo continuo de sus actuaciones mientr.:as pasaba un citoscopio, y describió luego los hallaz­ gos clínicos en la vejiga del médico los cuales, con total ignorancia del paciente, tenían poco significado patológico. El urólogo consideraba, por lo visto, que un paciente médico podía sentirse tranquilizado por dicha infonnación complementaria. Papel del entrevistante. La función más importante del entrevistante está en escuchar y comprender al paciente, con objeto de poder ayudarle. Un movimiento ocasional de la cabeza o un "ah-ah" podrá bastar para que el paciente se dé cuenta de que el entrevistante le está prestando atención. Además, un comentario simpatizante, siempre que sea apropiado, ayuda a establecer una relación. El médico podrá servirse de observaciones tales como: "por supuesto" "ya veo", o "sin duda" para apoyar actitudes que han sido comunicadas por el paciente. Cuando el sentimiento del paciente es perfectamente claro, el médico puede indicar su comprensión con declaraciones tales como: "usted hubo de sentirse -terriblemente solo", o a "esto hubo de ser muy molesto"_ Por regla general el entrevistante ha de ser acrítico, interesado, preocu­ pado y amable. Con frecuencia el entrevistante pone preguntas. Estas podrán servir ya sea para conseguir información o para aclarar tanto su propia com­ prensión como la del paciente. Las preguntas podrán constituir una forma sutil de sugerencias o bien, mediante el tono de voz con que se formulan, podrán autorizar al paciente a hacer algo. Por ejemplo, el entrevistante podrá preguntar: "¿le dijo usted ya alguna vez a su jefe que usted se merecía un aumento? " Independientemente de la respues­ ta, el entrevistante ha indicado que semejante acto sería concebible, permisible y, tal vez, inclusive esperado. Con frecuencia el entrevistante le hace al paciente sugerencias ya sea implícitas o explícitas. La recomendación de una forma específica de tratamiento lleva la sugerencia implícita de los médicos de que suponen que podrá ayudar. Las preguntas que hace el médico le dan a menudo al paciente la impresión de que se espera que él examine determinados temas, tales como sueños o lo relativo al sexo. En psicoterapia, el médico sugiere que el paciente examine cualquiera decisión importante, antes de actuar de acuerdo con ella, y podrá sugerir que el paciente debería o no debería discutir determinados sentimientos con personas importantes en su vida. DATOS DE LA ENTREVISTA 33 Podrá ayudar al paciente en cuestiones prácticas. Por ejemplo, una joven pareja de. casados solicitó ayuda psiquiátrica porque les resultaba difícil adaptarse uno a otro. Al final de la consulta preguntaron si les ayudaría tratar de tener un bebé. En efecto, un médico de familia bien intencionado había sugerido que un niño podría estrechar su unión. El psiquiatra aconsejó que no sería una buena idea tener un niño en aquel momento y recomendó que esperaran hasta que su relación hubiera mejorado. El médico proporciona' al paciente ciertas satisfacciones y frustra­ ciones durante el proceso en tratamiento. Ayuda al paciente con su interés, su comprensión, su estímulo y su apoyo. Es el aliado del paciente y, en tal sentido, le ofrece oportunidades de experimentar intimidad. Cuand9 el paciente está inseguro acerca de sí mismo, el psiquiatra podrá proporcionarle seguridad mediante un comentario por el estilo de: "siga usted adelante, lo está haciendo muy bien". Una seguridadd generalizada como la de: "no se preocupe usted, todo se arreglará", es de poco valor para la mayoría de los pacientes. Es pre­ ferible ofrecer apoyo en forma de comprensión fundada en formu­ laciones específicas del problema del paciente. Al mismo tiempo, el médico trata de eliminar los síntomas del paciente y la satisfacción que proporc'ionan. Hace. que el paciente cobre conciencia de sus conflictos, proceso que podrá resultar doloroso y frustrante. La actividad más importante en la psicoterapia de orientación psicoanalítica es la interpretación. El objeto de la interpretación está en deshacer el proceso de represión y conseguir que pensamientos y senti­ mientos inconscientes se conviertan en conscientes, permitiendo en esta forma al paciente desarrollar nuevos métodos de enfrentarse con sus conflictos sin la formación de síntomas (véase Cit.pítulo 2 sobre la for­ mación de síntomas). Los If1sos preliminares de la interpretación son la confrontación que, señala'que el paciente está evitando algo, y la clarifi­ cación, que consiste en formular el área que ha de explorarse. La interpretación "completa" delinea una pauta de conducta en la vida corriente del paciente, que muestra el conflicto básico entre deseo y temor, las defensas que intervienen y cualquier formación de síntomas resultante. Esta pauta es referida a su origen en la vida temprana del paciente. Se señala su manifestación en la transferencia y se formula, además, la ganancia secundaria. Nunca es posible abarcar todos estos aspectos al mismo tiempo. La interpretación podrá dirigirse a resistencias y defensas o al con­ tenido. En términos generales, la interpretación apunta al material más cerca de la conciencia, lo que significa que las defensas se interpretan antes que el impulso inconsciente que ayudan a descartar. En la prác­ tica, toda interpretación individual implica tanto resistencia como contenido, y suele repetirse muchas veces, aunque con énfasis variable, moviéndose hacia adelante y hacia atrás, a medida que Va tratando un determinado problema. Las interpretaciones más tempranas apuntan ál 34 DATOS DE LA ENTREVISTA PRINCIPIOS GENERALES DE LA ENTREVISTA área en la que la ansiedad consciente es mayor, la que, por 10 regular, es la de los síntomas que presenta e! paciente, de su resistencia o de su transferencia. El material inconsciente no se interpreta hasta que se ha hecho preconsciente. Para ilustrar estos aspectos, consideremos a un joven con una neuro­ sis de ansiedad fóbica, La primera confrontación de! terapeuta fue diri­ gida contra la resistencia del paciente, con la observación: "usted dedica una buena parte de nuestro tiempo hablando de sus síntomas", El paciente respondió, "¿de qué le gustaría a usted que yo hablara? ", y el entrevistante indicó que le gustaría saber más acerca de lo que había ocurrido exactamente antes de que empezara su último ataque. La respuesta del paciente condujo a una aclaración del entrevistan te: "esta es la tercera vez en esta semana que ha tenido usted un ataque después de haberse enojado con su esposa". El paciente aceptó la observación, pero no fue hasta la sesión siguiente que añadió que se enojaba cada vez que sentía que su esposa estaba más cerca de su madre que de él. Más adelante, se supo que el paciente se senlja intensamente competitivo con su hermana y teJIlía que la madre de ámbos la prefiriera a ella y no a él. En este momerho resultó posible interpretar e! deseo del paciente de matar a su hermana, así como su temor de que sería muerto a su vez. Los mismos sentimientos volvieron a crearse en la relación corriente con su esposa. El médico no sólo interpretó los celos del paciente acerca de la atención de su esposa para con su madre, sino también sus celos de! afecto que su suegra sentía por su hija. En otro momento, la ganan­ cia secundaria de los síntomas de! paciente fue interpretada como el hecho de que su ataque producía complacencia simpatizante en su esposa. El proceso entero se repitió en la transferencia, en la que e! paciente se enfureció por e! hecho de que el terapeuta no demostrara más simpatía por sus síntomas, y luego describió un sueño en e! que él era e! paciente favorito del médico. Las interpretaciones son más eficaces si son específicas. En el ejemplo que acabamos de citar, una interpretación específica es: "usted se enoja cuando siente que su esposa atiende más !l su madre que a usted". Una declaración general sería: "su enojo parece estar dirigido contra las mujeres". La interpretación inicial es, por la fuerza misma de las cosas, incompleta. Como se demuestra en el ejemplo, se requieren muchos pasos antes de que se pueda formular una interpretación como pleta. Cuando el entrevistante está inseguro, es preferible presentar las interpretaciones a la consideración de! paciente como posibilidades que pronunciarse en forma dogmática. Aquel podría introducir una inter­ pretación con: "tal vez", o "me parece a mí". La oportunidad constituye un aspecto crítico de la interpretación. En efecto una interpretación prematura es amenazante: aumenta la ansiedad del paciente e intensifica su resistencia. En tanto que la inter­ pretación diferida frena el tratamiento, y e! médico le resulta así de poca ayuda al paciente. El momento óptimo de la interpretación es / 35 cuando e! paciente no tiene conciencia todavía de! material, pero es capaz de reconocerlo y de aceptarlo. En otros términos, e! paciente no lo encontrará demasiado amenazador. Siempre que actúa una fuerte resistencia en la transferencia, es imperativo que e! entrevistante dirija sus primeras interpretaciones a dicha área. Una paciente empezaba cada sesión con una discusión de sus citas más recientes con' pretendientes. Tenía el sentimiento de que el terapeuta, ~l igual que su padre, se interesaba por su actividad sexual. Un ejemplo más obvio es el de la paciente que sólo desea discutir su interés erótico por el médico. Este podría comentar: "tal parece que sus sentimientos por mí la trastornan a usted más que sus síntomas". Otros ejemplos espectaculares tienen lugar con los pacientes que se resisten a hablar con e! psiquiatra. El efecto sobre el paciente de la interpretación puede considerarse desde tres puntos de vista principales: primero, el significado del conte­ nido de la interpretación sobre los conflictos y las defensas del paciente; segundo, e! efecto de la interpretación sobre la relación de transferencia, y tercero, el efecto sobre la alianza terapéutica, que es la relación entre el médico y la porción sana y observante del ego de! paciente. Cada interpretación opera simultáneamente en las tres áreas, aunque,. en ocasiones, más en una de ellas que en otra. Las manifestaciones clínicas de las respuestas de! paciente son muy variadas. En efecto, el paciente podrá exhibir respuestas emocionales tales como risa, lágrimas, sonrojo o enojo, indicativas de que la interpre­ tación fue eficaz. Podría surgir con ello nuevo material, tal como datos históricos complementarios o un sueño. El paciente indica a menudo que su conducta en el mundo exterior ha cambiado. Podrá tener o no conciencia del significado confirmativo de semejante material. De hecho, el paciente podrá negar vigorosamente que la interpretación sea correcta, sólo para cambiar más adelante de opinión, o podrá estar inmediatamen­ te de acuerdo, pero solamente como un gesto para procurar satisfacción al médico. Si el paciente niega o rechaza una interpretación, e! entre­ vistante no debería proseguir el asunto. La disputa es ineficaz y el efecto terapéutico río se correlaciona necesariamente con la aceptación consciente del paciente. Las interpretaciones son privaciones en la medida en que tienen por objeto eliminar la defensa de un paciente o bloquear una vía simbólica o substitutiva para obtener satisfacción de un deseo prohibido. Algunos pacientes están en condiciones de defenderse a sí mismos contra este aspecto de la interpretación, aceptándola como otra forma de satisfac­ ción, esto es, que el médico les está hablando, desea ayudarles y, por consiguiente, ha de tenerles afecto. Esto se aprecia fácilmente cuando el médico hace una interpretación y el paciente replica: "usted es tan inteligente, usted comprende realmente mis problemas". Podrá tener lugar un cambio en la calidad de la alianza terapéutica a continuación de una interpretación correcta, en forma de un sentimiento aumentado 36 PRINCIPIOS GENERALES DE LA ENTREVISTA de confianza en el médico. Como resultado de una interpretación de transferencia, un paciente se sintió menos preocupado con fantasías acerca del médico. Se espera que el entrevistante ponga límites a la conducta del paciente en el consultorio cada vez que éste parezca incapaz de contro­ larse así mismo o se sirva de un juicio inapropiado. Por ejemplo, si un paciente encolerizado se levanta de su silla y avanza en forma amena­ zante hacia el entrevistante, éste no es ciertamente el momento de salir con una interpretación por el estilo de: "parece estar usted enojado". En lugar de ello, el entrevistante debería levantar su voz y decir: " isiéntese usted! ", o "no puedo ayudarle si siento temor de usted, así, pues, ¿por qué no se sienta?" En forma análoga, al paciente que se niega a irse al final de la sesión, utiliza la ducha del baño del médico, lee su correspondencia o escucha en la puerta del consultorio, debería decírsele que semejante conducta no está permitida, antes de que el médico trate de analizar su significado. EXAMEN PSIQUIATRICO El esbozo para la organización de los datos de la entrevista se designa como el examen psiquiátrico. Se destaca en cierto número de libros de texto psiquiátricos y lo examinaremos aquí, por consiguiente, en términos de su influencia sobre la entrevista. Suele dividirse en la historia (o anamnesia) y el estado mental. Aunque esta organización esté modelada según la historia médica y el examen físico, es en realidad mucho más arbitraria. En efecto, la historia médica incluye hallazgos subjetivos tales como dolor, dificultad de respiración o trastornos cl.iges­ tivos, en tanto que el examen físico se limita a hallazgos objetivos, tales como sonidos cardiacos, reflejos, descoloramiento de la piel, etc. Muchos de los hallazgos correspondientes al estado mental son revelados subjetivamente, y el entrevistante podrá acaso no estar en condiciones de observarlos directamente. Las alucinaciones, las fobias, las obsesiones, los sentimientos de despersonalización, desilusiones previas y los estados afectivos son ejemplos de ello. Además, la descripción general del paciente forma parte técnicamente del estado mental. Sin embargo, es más útil si se pone esta al comienzo del registro escrito. Historia La historia suele ser mucho más importante en el diagnóstico y el tratamiento del paciente que el examen físico o los estudios de labora­ torio. La historia escrita se comprende mejor si está organizada en enfer­ medad presente, historia pasada e historia de la familia. La historia pasada se subdivide además en infancia, niñez, adolescencia y edad EXAMEN PSIQUlATRICO 37 adulta. El entrevistante ha de estar familiarizado con los mojones y piedras miliarias de cada periodo y preguntar a su respecto si el paciente los omite. La gran mayoría de los pacientes no ofrecen dicho material cronológicamente. Y puesto que al entrevistante principiante se le suele pedir que prepare una historia escrita, se ve inducido a reunir los datos en una forma que simplifique la preparación de dicho relato. ASÍ, pues, la historia escrita es con demasiada frecuencia un conglomerado de datos que no relata historia alguna acerca del paciente. En lugar de ello, la historia psiquiátrica debería proporcionar una imagen de la persona y de sus característica~ individuales, incluidos sus puntos fuertes y sus puntos débiles. Adtmás, debería permitir penetrar las relaciones del paciente con otros seres humanos, especialmente con aquellos con los que tiene mayor intimidad. La historia nunca es completa, y el entre­ vistante sabe dirigir al paciente hacia la información más pertinente para los fines del tratamiento. Por regla general, el entrevistante empieza con las razones del paciente para buscar ayuda y con los factores inmedia­ tamente causantes que lo han conducido a hacerlo en aquel preciso momento. La consulta suele buscarse porque el paciente sufre, pero hay casos en que la demanda de ayuda tiene lugar por precepto de alguien otro, lo que crea problemas especiales que se examinan en los capítulos 8, 9, 11, 12 Y 14. El médico experimenta dificultad al tratar de descubrir los conflictos emocionales susceptibles de haber conducido a la sintomatologia del paciente. Si se le pregunta directamente, el paciente rara vez puede esbozar relaciones de causa y efecto entre sus conflictos y sus síntomas, y el tema le resulta desagradable. La demanda directa invita a la intelec­ tualización y a sentimientos de falta de adecuacióp. Por consiguiente, las preguntas acerca del inicio y de la forma en qhe los síntomas se han desarrollado son más efici:es. Los desplazamientos o cambios, ya sean reales o inminentes, en relaciones interpersonales significativas, así como los cambios de residencia o de trabajo, proporcionan con frecuencia datos importantes. Estos datos son importantes, aunque el paciente no se dé cuenta del significado de 10 que está diciendo. Por ejemplo, una mujer declaró que sus ataques de ansiedad "empezaron dos años antes, en seguida después que nos mudamos a nuestra vecindad presente". Más adelante, en la entrevista, reveló que un individuo con el que anteriormente había tenido una relación amorosa vivía en la misma vecindad, y ella temía que pudieran encontrarse en la calle. Con más frecuencia, estos factores no se dejan correlacionar fácilmente, sobre todo con los pacientes más complicados. A menudo, el síntoma del paciente representa su identificación j:on una persona importante. Por consiguiente, resulta útil preguntar si ha conocido alguna vez a algún otro que tuviera síntomas similares. Cuando el médico indaga acerca de la historia del desarrollo, se obtiene información valiosa permitiendo que el paciente describa los 38 PRINCIPIOS GENERALES DE LA ENTREVISTA acontecimientos de su vida pasada en el orden de su elección. Empezará acaso con un tema en relación al cual se siente más cómodo, un área de la que tiene la impresión que el entrevistan te se interesa por ella, o una que se relacione dinámicamente con sus problemas. Resulta particu­ larmente ilustrativo observar tanto los temas que el paciente evita como aquellos a los que vuelve insistentemente. En ocasiones, el pacIente ofrece, en plan defensivo, una historia de acontecimientos traumáticos, con objeto de establecer una causa externa de sus síntomas. El entrevistante puede dirigir los pensamientos del paciente hacia su vida anterior por medio de una declaración general como la de: "háble­ me usted de su familia". En esta forma puede ver a quién el paciente menciona en primer lugar, si a su padre, su madre, sus hermanos o algunos otros parientes. Otra pregunta útil es: "¿puede hablarme usted de sus antecedentes? ", o "¿podría describir usted su vida temprana? " En algunos casos esto bastará para que el paciente inicie la historia de su desarrollo; en otros, en cambio, replica~á acaso: "¿no puede usted hacerme preguntas? " "me resultaría más fáfil si usted me proporcionará algunas guías", o "I\t> sé cómo empezar"; La experiencia enseñará al. entrevistante que si' permanece callado por algunos momentos, el paciente proseguirá espontáneamente. En otros momentos, en cambio, el médico podrá replicar: "empiece usted donde quiera". Esto pone alguna responsabilidad de la entrevista en el paciente. A medida que el paciente va exponiendo los periodos principales de su existencia, el entrevistante solicita explicaciones o material que mani· fiestamente ha sido omitido. Por ejemplo, si al hablar de la escuela primaria el paciente omite mencionar a sus amigos, el entrevistante podrá preguntar: "¿y qué me dice usted de sus compañeros de juego? " El grado mínimo de dirección que caracteriza este método no es apropiado para determinados pacientes, y se requieren preguntas más estructuradas. El principio implicado es que cuanto menos organizado está el funcionamiento del ego actual del paciente, tanta más estructura habrá de proporcionar el entrevistante. Es deseable ofrecer la menor cantidad de estructura que permita al paciente comunicarse. Si la pre­ gunta es: ""hábleme usted de sus años de escuela", el paciente puede examinar sus respuestas emocionales, sus logros académicos o sus rela­ ciones con compañeros y maestros. La elección ~áel paciente es ilustra­ tiva, pero se perdería si la pregunta hubiera sido: "¿qué hizo usted en la escuela? " El entrevistante experimentado obtiene más detalles acosando suavemente al paciente, cuando sea necesario, con preguntas como las de: "y, ¿qué sucedió luego? ", o "¿qué hizo usted después de esto? " El entrevistanté está interesado en una descripción del hogar en que el paciente fue criado y de las personas importantes con las que vivió. Un cuadro completo de la familia comprende tanto áreas de conflicto como áreas de" acción recíproca, cooperativa y afectuosa. Otros temas incluyen los pensamientos del paciente acerca de la personalidad de sus progenitores y la manera en que lo criaron, las preferencias de los pro­ genitores o los parientes entre los niños, las enfermedades o muertes, la EXAMEN PSIQUIATRICO 39 edad del paciente en el momento de dichos acontecimientos o percep­ ciones, así como sus reacciones a los mismos. Los recuerdos tempranos revelan las impresiones emocionales más duraderas del paciente acerca de su niñez, y se relacionan a menudo dinámicamente con aspectos dominantes de la estructura del carácter_ Los sueños, especialmente los sueños repetitivos, y las fantasías recor­ dadas del pasado proyectan luz sobre la vida emocional interior de cada periodo de desarrollo. Son significativas la edad del paciente y las circunstancias existentes en el momento de su primera separación de sus padres, y sus reacciones de nostalgia u otros trastornos relacionados con aquella. El desarrollo de las actitudes del paciente hacia la autoridad, los métodos de disciplina paterna y la consecuencia en las actitudes de los progenitores es importante. Es vital asimismo la comprensión de cualesquiera sentimientos de inferioridad y sus fuentes durante cada periodo. Otra área crítica es la expresión y el dominio, por el paciente, de hostilidad, enojo y agresión, incluidos sus principales objetivos. La historia comprende los detalles del desarrollo sexual del paciente en la niñez, la adolescencia y la vida adulta. Cualesquiera trastornos, incluida la ausencia de experiencia normal, son importantes. Estado mental El estado mental es la organizaclOn y apreciación sistemática de información acerca del funcionamiento psicológico actual del paciente. El cuadro del desarrollo de la persona, revelado por la historia, se ve complementado, en esta forma, por la descripción de la conducta actual del paciente, incluidos aspectos de su vida intrapsíquica. Aunque el estado mental se separe en la relación escrita, semejante separación es artificial en la entrevista y será resentida por el paciente. El entrevis­ tante se va haciendo cada vez más profesional a medida que desarrolla la habilidad de apreciar el estado mental del paciente, sonsacándole simul­ táneamente la historia. En algún momento de la entrevista, el neófito dirá acaso: "ahora voy a preguntarle a usted algo que podrá parecer tonto". Esta disculpa suele preceder preguntas. acerca del estado mental que el médico considera, consciente o inconscientemente, como probablemente inapropiadas. No hay excusa alguna para ponerle al paciente "preguntas tontas". En lugar de ello, el entrevistante podrá proponer una discusión más detallada de problemas de la vida diaria del paciente, que reflejen dificultades poten­ ciales en sus procesos mentales. Una mujer senil se desconcertó durante una entrevista a causa del ruido de un tubo de vapor. Preguntó: "¿oYó usted esto? " el médico replicó: "sí, ¿la molestan a usted los ruidos?" Hizo que sí con la cabeza, y el médico siguió preguntando: "¿oye usted en ocasiones cosas que otras personas no oyen?" En esta forma la encuesta siguió un curso natural en la entrevista. Otra paciente parecía 40 PRINCIPIOS GENERALES DE I,A ENTREVISTA no darse cuenta de que estaba en un hospital y creía estar en un hotel. Aquí las preguntas del entrevistante acerca de la orientación parecían perfectamente apropiadas. Un hombre de cierta edad reveló algunas dificultades en cuestión de memoria. El médico le preguntó si había tenido algún problema contando el cambio al ir de compras. El paciente contestó: ''bueno, la mayoría de la gente es honrada, sabe usted". En este momento, una pregunta acerca del cambio de un dólar después de una compra de 53 centavos no parecería inapropiada. No se preguntará más a un paciente obviamente no psicótico si oye voces, de lo que se preguntaría a un paciente médico, obviamente sano, si experimenta grandes dolores. El entrevistante inhibirá el desarrollo del infonne preguntando a un paciente, que no presenta indicio alguno de orientación o conocimiento reducidos, que substraiga sietes de una serie o que identifique la fecha del día. Una instrucción detallada al respecto sólo puede proporcionarse mediante la demostración y supervisión de entrevistas. Las mayores dificultades se encuentran con pacientes limítrofes en entrevistas duran­ te las cuales será acaso necesario poner preguntas formales destinadas a verificar la capacidad psicológica del paciente. Para mayor consideración de ejemplos específicos, se remite al lector a los capítulos apropiados. Formulación terapéutica Aunque las técnicas de formulación de casos exceden del alcance de este bbro, se ha demostrado, con todo, que aquellos médicos que han formulado con precisión ~'U comprensión del padente suelen tener más éxito como terapeutas. Las declaraciones acerca del estado clínico del paciente (psicopatología) deberían mantenerse separadas de las hipótesis especulatívas que tratan de explicar las fuerzas intrapsíquicas en acción (psicodinámica), así como de las interpretaciones que sugieren de qué modo el paciente se convirtió en la persona que es actualmente (teorías genéticas). Al intentar el entrevistante una formulación psicodinámica, no tar­ dará en darse cuenta de las áreas de la vida del paciente acerca de las cuales ha obtenido de éste la menor información. Puede luego decidir si dichas omisiones son causadas por su falta de experiencia, o posible­ mente por contratransferencia, o son manifestaciones de las defensas del paciente. En cualquier caso, sus esfuerzos se verán recompensados. PROBLEMAS PRACTICOS Factores de tiempo Duración de las sesiones. Las entrevistas psiquiátricas tienen duracio­ nes diversas de tiempo. La entrevista terapéutica corriente es de aproxi· PROBLEMAS PRACTICOS 41 madamente 45 a 50 minutos. A menudo, las entrevistas con pacientes psicóticos o que padecen de alguna enfermedad física son más breves, en tanto que, en la sala de urgencia, podrán requerirse acaso entrevistas más largas. Esto se examina en capítulos apropiados. Con frecuencia, los nuevos pacientes preguntan acerca de la duración de las citas. Estas preguntas suelen representar más que una simple curiosidad, y el médico podría hacer seguir la respuesta de: "¿por qué pregunta usted? " Por ejemplo, el paciente estará acaso eféctuando una comparación entre el entrevistante y psiquiatras anteriores. Otra experiencia ¡orriente es que los pacientes esperen hasta cerca del fin de la entrevista y pregunten luego: "¿cuánto tiempo queda? ", al inquirir el entrevistante: "¿en qué pensaba usted?" El paciente suele explicar que hay' algo acerca de lo cual no quiere hablar si solamente quedan unos pocos minutos. En este momento, el médico comenta que el hecho de q!le hubiera dejado aquello para los últimos minutos posee significación. Podrá sugerir que el paciente presente el tema al principio de la próxima cita o, si queda tiempo suficiente, que empiece ahora para continuar en la entrevista próxima. El paciente. La administración del tiempo por parte del paciente revela, una faceta importante de su personalidad. La mayoría de los pacientes llegan a sus citas unos minutos antes. Los pacientes muy ansiosos podrán llegar hasta con media hora de anticipación. Por regla general, esta conducta no le ocasiona al entrevistante problema mayor alguno, y con frecuencia ni la observa siquiera, a menos que el paciente la mencione. En forma análoga, el padente que llega a la cita puntual o inclusive con pocos minutos de retraso no proporciona a menudo oportunidad alguna de explorar el significado ge su conducta en las primeras semanas de tratamiento. ;< Un problema difícil Iq~ crea el paciente que llega muy tarde. La primera vez que esto ocurre, el entrevistante podrá escuchar las explica­ ciones del paciente, si éste las ofrece pero evitará, con todo, comen­ tarios como el de: ''bueno, esto no tiene importancia", o "está bien", o "no se preocupe usted". En lugar de ello, llamará la atención del paciente sobre las exigencias de su propio horario con una observación por el estilo de: ''bueno, haremos todo lo que podamos en el tiempo que nos queda". En alguna ocasión, la razón del paciente por llegar tarde constituye una resistencia manifiesta. Por ejemplo, podrá decir: "me olvidé por completo de la cita hasta el momento de partir". En semejante situación, el entrevistante puede preguntar: "¿experimentó usted alguna renuencia para venir? " Si la respuesta es "Sí", el médico podrá proseguir su exploración del sentimiento del paciente. Si la respuesta es "No" no deberá insistir en aquello por el momento. Es importante que la entrevista termine prontamente, con objeto de inculcar al paciente el mensaje de que la tardanza es contraria a sus propios intereses. Una situación más difícil todavía se produce cuando el paciente llega muy tarde a varias entrevistas, sin mostrar preocupación alguna, en cada 42 PRINCIPIOS GENERALES DE LA ENTREVISTA una de ellas, de que sus actos podrían estar causados por factores inter­ nos suyos. Después de la segunda o tercera vez, el médico podría obser­ var: "sus explicaciones de la tardanza insisten en factores externos a usted. ¿Cree usted que esta tardanza pueda tener algo que ver con sus sentimientos en relación con la entrevista?" Otro método consiste en explorar la reacción del paciente a la tardanza. El médico podría pre· guntar: "¿qué sintió usted al darse cuenta de que iba a llegar tarde? ", o "¿le molestó a usted llegar tarde? " Semejantes preguntas podrán revelar acaso el significado de la tardanza. El interés principal está en que el médico no se enoje con el paciente. El médico. La organización del tiempo por el médico constituye también un factor importante en la entrevista. El descuido crónico en relación con el tiempo indica un problema de contratransferencia. Sin embargo, en ocasiones, el médico se ve inevitablemente detenido. Si se trata de la primera entrevista, es apropiado que el médico exprese su pesar por haber hecho esperar al paciente. Después de las primeras entrevistas, en cambio, habrá que considera¡' otros factores antes de que el médico presente excusas por su tardanza. En efecto, para determi­ nados pacientes, todd~ comentario de disculpa del médico sólo crea más dificultad para expresar su enojo. Por regla general, parecen aceptar la tardanza del médico con la mayor naturalidad. Con semejantes pacien­ tes, el médico debería llamar la atención sobre su tardanza echando una mirada al reloj y aludiendo al número de minutos. El paciente dirá acaso: "bueno, esto no tiene importancia", o hará algún otro comen­ tario similar. El médico podría replicar aquí: "mi tardanza no parece molestarle a usted". Según la eficacia de su represión y su formación de reacción, el paciente o reconocerá algún enojo moderado, o dirá que no le ha molestado esperar. El entrevistante podrá luego buscar indicaciones de que el paciente tenía alguna respuesta inconsciente que debería explorarse. Cuando el médico llega tarde, debería prolongar la duración de la entrevista, para compensar el tiempo. Mostrará respeto por los otros compromisos eventuales del paciente si pregunta: "¿le será posible a usted quedarse hoy 10 minutos más? " Transición entre entrevistas. Constituye una buena práctica para el entrevistante disponer de algunos minutos para sí' entre las entrevistas. Esto le proporciona una oportunidad de "cambiar de marcha" y estar dispuesto a empezar de nuevo, en lugar de seguir pensando en el pacien· te al que acaba de dejar. Una llamada telefónica o una ojeada a la correspondencia o a una revista facilitarán esta transición. Consideraciones de espacio Intimidad. La mayoría de los pacientes no hablarán libremente si tienen la impresión de que su conversación podría ser escuchada. Unos PROBLEMAS PRACTICOS 43 alrededores quietos ofrecen también menos distracciones susceptibles de dificultar la entTevista, y los psiquiatras tratan de evitar interrupciones, excepto, tal vez, para recibir una breve llamada telefónica (véase capítulo 15). Estas condiciones suelen estar con mayor frecuencia al alcance del practicante privado que del residente psiquiátrico. No obstante, la intimidad y algún grado de comodidad física constituyen requisitos mínimos. Posibilidades de asiento. Muchos psiquiatras se sienten más "seguros" y pueden dirigir sus entrevistas estando sentados frente a un despacho, pero, inclusive en este caso, es preferible no poner las sillas de modo que queden muebles entre el médico y el paciente. Las dos sillas debe­ rían ser de aproximadamente la misma altura, de modo que ninguna de las partes esté mirando de arriba a abajo a la otra. Si en la habitación hay varias sillas, el médico podrá indicar cuál silla es para él y permitir que el paciente busque la posición en la que se sentirá más cómodo. Los factores principales que influyen sobre la elección del paciente compren­ den la dis~ancia física y la colocación en relación con la silla del médico. Los pacientes manifiestamente dependientes, por ejemplo, pre­ fieren estar" sentados 10 más cerca posible del médico. Los pacientes resistentes o competitivos, en cambio, se sentarán a mayor distancia y aun, en ocasiones, directamente a través del médico. Honorarios En nuestra civilización, el dinero es la unidad común de valor para los bienes y servicios, y los honoraTios que el paciente paga simbolizan el valor del tratamiento. El pago de honorarios podrá reflejar el deseo del paciente de obtener ayuda. Los honorarios significan que la relación es mutuamente beneficiosa, pero no es cierto que el paciente deba experimentar alguna carga o algún sacrificio financiero con objeto de sacar provecho de la psicoterapia. Aunque los ejemplos sean extremos, piénsese en el millonario y el paciente acaudalado, ninguno de los cuales experimenta directamente el gravameu financiero del tratamiento. El médico corriente tiene poca oportunidad de fijar y cobrar honora­ rios antes de haber completado su preparación. Le resulta fácil al resi­ dente principiante permanecer alejado de los arreglos relativos de los honorarios del contador del hospital Bajo este sistema, a los pacientes se les podrán cambiar los honorarios sin necesidad de discusión con el médico, con el resultado desafortunado de que la cuestión entera es ignorada en la terapéutica. Los residentes se encuentran metidos en arreglos financieros con pacientes clínicos, que nunca tolerarían con un paciente privado. El médico podrá ignorar el hecho de que el paciente pague poco o nada. Podrá tener acaso la impresión de que, por tener tan poca experiencia, sus servicios no valen nada, o de que debe algo al paciente porque está 44 PRINCIPIOS GENERALES DE LA ENTREVISTA aprendiendo algo a sus expensas, o inclusive que está mal pagado por el hospital y puede desquitarse permitiendo que el paciente engañe al "establecimiento". En un caso, un paciente había escondido elementos fmancieros de su activo ante el archivero, sólo para confesarlos al resi­ dente, quien se convirtió así, pasivamente, en colaborador de un "robo al hospital". Transcurrieron algunos meses antes de que se diera cuenta de que en el inconsciente del paciente, él era el "establecimiento". Tampoco los inspectores prestan a menudo atención alguna a la adminis­ tración de los honorarios, con lo que pierden oportunidades valiosas de explorar la transferencia y la contratransferencia. Los honorarios asumen diversos significados en la relacÍón terapéu­ tica. El paciente podrá utilizar los honorarios como soborno, ofreciendo pagar unos honorarios mayores que aquellos que el médico suele cargar. Una mujer fue a una consulta con miras a un posible aborto terapéu­ tico. Dijo: "espero que usted se dará cuenta que estoy dispuesta a pagar los honorarios que usted pida". Otro paciente se servía de los honora­ rios como medio de control. Había fijado ya los honorarios del médico por sesión, luego los multiplicó por el número de visitas, y le. entregó al médico el cheque antes de recibir su factura. Tenía así el control simbó­ lico: el médico no le cargaba sus honorarios, sino que era él quien daba dinero al médico. Masoquismo o sumisión podrán expresarse por medio de pagos, sin protesta de honorarios excepcionalmente altos. El paciente podrá expre­ sar su enojo o su desconfianza para con el terapeuta no pagando, o pagando con retraso. Podrá probar acaso la honradez del terapeuta, ofreciéndole colaborar en un negocio, tal como el de pagar al contado, con el supuesto de que el médico no hará figurar el pago en su declara­ ción de impuestos. Semejantes acti!Udes se examinan con mayor detalle en el capítulo 9. Con los pacientes particulares, l¡{ cuestión de los honorarios no suele plantearse hasta el final de la entrevista. El médico puede esperar hásta que el paciente plantee la cosa, lo que podrá acaso no tener lugar durante dos o tres visitas_ Si el entrevistante sospecha que el paciente no puede pagar los honorarios del médico privado, podrá mencionar la cosa en el momento en que el paciente esté hablando de sus finanzas. Si el paciente describe problemas financieros difíciles, pero se propone, con todo, seguir la terapéutica, el médico podría preguntar: "¿cómo piensa usted sufragar el costo de un tratamiento privado?" Si el paciente no tiene idea fundada alguna, el entrevistante podrá examinar el significado de su conducta. En ocasiones, un paciente preguntará acerca de los honorarios del médico al principio de la entrevista o por teléfono. Más bien que con­ testar directamente, el médico podría preguntar al paciente si está preocupado por el costo del tratamiento. Si tal es el caso, el médico podrá sugerir que la cuestión del costo sea diferida hasta el final de la consulta, puesto que los factores principales de la frecuencia de las CONSIDERACIONES ANTERIORES A LA ENTREVISTA 45 visitas y la duración posible del tratamiento han de tenerse también en cuenta, y estas cuestiones han de esperar hasta que el médico se haya cerciorado de cuáles son los problemas. Los pacientes acomodados podrán acaso no preguntar nunca acerca de los honorarios, pero si el paciente estuviere preocupado por el costo de la terapéutica y no pre­ gunta después de varias sesiones, el médico podría decir: "no hemos hablado todavía de los honorarios". En esta forma, el médico podrá enterarse de algo acerca de la actitud del paciente en relación con el dinero. r Encuentro fortuito del paciente fuera de la entrevjsta En ocasiones, el médico podrá encontrar a su nuevo paciente fuera del consultorio, ya sea antes o después de la entrevista: en un corredor, en el comedor de un hospital, en el ascensor o en el metro. Esta situa­ ción podrá resultarIe acaso incómoda al joven psiquiatra, que no está seguro si debe o no hablar acerca de lo que debe decir. El procedi­ miento, más sencillo consiste en guiarse por la actitud del paciente. El médicó no está obligado a sostener una conversación banal, y hará bien en esperar hasta que esté en el consultorio antes de iniciar cualquier examen de los problemas del paciente. En la mayoría de las situaciones, el paciente se sentirá incómodo en presencia de su médico fuera del consultorio. Si el paciente empieza una conversación banal, el entrevis­ tante podrá responder en forma breve pero amable, sin alargar la conver­ sación. Si el paciente formula una pregunta que el médico considera que no debería responder, podrá sugerir que esperen#:para examinarla hasta que tengan más tiempo o ~ encuentren en un medio ambiente privado. Cuando el terapeuta encuentra al paciente fuera del consultorio y éste se muestra impertinente, el médico podrá servirse de la conversación corriente para dominar la situación y mantener el diálogo en terreno neutral. En ocasiones, el hecho de que el médico admita su propio malestar por haber encontrado al paciente fuera del consultorio podrá resultar útil para la terapéutica. CONSIDERACIONES ANTERIORES A LA ENTREVISTA Lo que espera el paciente El conOCImIento previo del médico por el paciente y lo que espera de él desempeñan un papel en el desarrollo de la transferencia. Durante los primeros años de entrenamiento del médico, estos factores son con frecuencia menos significativos, puesto que el paciente no eligió al 46 FASE INICIAL PRINCIPIOS GENERALES DE LA ENTREVISTA médico personalmente. Por otra parte, la "transferencia institucional" reviste importancia considerable, y el médico podrá explorar las razones del paciente para la selección de un hospital o una clínica particulares. Además, el paciente suele tener una imagen mental de lo que es un psiquiatra. Esta transferencia anterior a la entrevista podrá ponerse acaso de mani­ fiesto si el paciente parece estar sorprendido por el aspecto del médico, u observa: "usted no tiene el aspecto de un psiquiatra". El médico podría preguntar, en tal caso: "¿cómo creía usted que era un psiquia­ tra?" Si el paciente dice: "bueno, me lo imaginaba algo mayor", el médico podría preguntar: "ile sería a usted más fácil hablar con una persona mayor?" El paciente podrá indicar acaso que, en realidad, se siente aliviado, y que se había imaginado al psiquiatra como una per­ . sona que inspiraba temor. En ocasiones, el paciente entra en el consul­ torio del médico y bromea: "bueno, ¿por dónde andan los muchachos de bata blanca?" Revelando así su temor de que lo consideren loco. Ve al médico como una persona peligrosa y autoritaria. En la práctica privada, los pacientes sueten ser enviados a un médico determinado. El ent~évistante tiene interés en saber lo que el paciente sabía de él en el momento de serie enviado. ¿Le dieron un nombre o una lista de nombres? En este último caso, ¿cómo decidió acerca de a cuál médico acudir primero? ¿y fue el entrevistante el primer médico con quien entró en contacto? Un paciente podrá indicar acaso que lo que lo decidió fue la ubicación del consultorio del médico, en tanto que a otro el nombre del médico podrá haberle sugerido acaso antecedentes étnicos semejantes a los suyos. Lo que espera el médico Por regla general, el médico tiene algún conocimiento del paciente antes de su primer encuentro. Este podrá haberIe sido transmitido por la , persona que le envió el paciente. Algunos datos relativos al paciente los ha obtenido en ocasiones el médico directamente en el curso de la llamada teléfonica inicial que condujo a la cita (véase capítulo 15). ; Los psiquiatras experimentados tienen preferencias personales con respecto a la cantidad de información que solicitan de la persona o las personas que les dirigieron el paciente. Algunos desean saber lo más posible, en tanto que otros sólo quieren conocer lo más estrictamente necesario, basándose en que esto les permite entrevistar con un espíritu completamente libre. Cada vez que el entrevistante experimenta un sentimiento de sor­ presa al primer contacto con un nuevo paciente, habrá de preguntarse: ¿re informaría acaso mal acerca del paciente la persona que se le envió, o se debe su sorpresa a alguna anticipación imaginaria suya? 47 FASE INICIAL Encuentro con el paciente /' El médico obtiene mucha información la primera vez que ve a su paciente. Puede observar quién acompañó al paciente, en caso de que alguien le acompañara, y cómo pasó el paciente el tiempo mientras esperaba el comienzo de la entrevista. Un entrevistante empieza presentándose él mismo, en tanto que otro prefiere dirigirse al paciente por su nombre y presentarse él mismo luego. Esta última técnica indicará que el médico está esperando al paciente, y a la mayoría de las personas les gusta que las saluden por su nombre. Por regla general, las fórmulas de cortesía, tales como "encan· tado de conocerle", etc., no se utilizan en la situación profesional. Sin embargo, si el paciente se muestra indebidamente ansioso, el médico podría empezar acaso con un pequeño comentario social, preguntando tal vez, por ejemplo, si había tenido dificultad en encontrar el consul­ torio. Es inapropiado dirigirse al paciente por su nombre de pila. a menos que se trate de niños o de jóvenes adolescentes. Semejante fami­ liaridad pondría al paciente en una posición de desventaja, ya que no se espera que el paciente se sirva del nombre de pila del médico. Con frecuencia pueden obtenerse datos importantes para la dirección de la entrevista durante estos primeros momentos de presentación. La espontaneidad y la cordialidad del paciente se revelarán acaso en su apretón de manos o en su saludo. Los pacientes dependientes preguntan dónde deben sentarse y qué deben hacer con sus sacos. Los pacientes hostiles y competitivos, en cambio, se sentarán acaso directamente en la silla que manifiestamente está reservada para el entrevistante. Los pacientes desconfiados, por otra parte, echarán tal vez un rápido vistazo alrededor del consultorio, en busca de "datos" acerca del médico. La conducta concreta de diversos pacientes se examina en detalle en los capítulos de la sección primera. Desarrollo de la relación El entrevistante experimentado aprende lo bastante acerca del paciente durante el saludo inicial para poder variar apropiadamente los primeros minutos de la entrevista, según las necesidades del paciente. El principiante, en cambio, suele desarrollar alguna forma rutinaria de iniciar la entrevista, e intenta luego variaciones, más adelante en su preparación. Un comienzo indicado consiste en invitar al paciente a sentarse y preguntarle a continuación: "¿cuál es el problema que lo trae a usted acá?" Un comienzo menos directo sería el de preguntar al paciente: "¿dónde le parece a usted que empecemos?", o "¿dónde preferirá 48 PRINCIPIOS GENERALES DE LA ENTREVISTA usted que empecemos? " En ocasiones, un paciente muy ansioso hablará primero, preguntando: "¿dónde debo empezar?" Como ya se indicó, el principiante hará mejor en contestar: "empecemos con un examen de su problema." Después de algunos años de experiencia, el médico sabe cuándo el paciente seguirá fácilmente adelante sin respuesta, y cuándo ha de decir: "empiece usted donde mejor le parezca". Sullivan examinó el valor de '\lna declaración resumida de las comuni· caciones de la persona que envió al paciente acerca del mismo, de una confirmación de la conversación telefónica inicial. Resulta reconfortante para el paciente que no ha ido en busca del médico él mismo, tener la impresión de que el médico sabe ya algo acerca de su problema. Una exposición de todos los detalles podrá resultar perjudicial, porque estos rara vez le parecerán completamente exactos al paciente, de modo que la entrevista se inicia en tal caso con el paciente defendiéndose de interpretaciones erróneas. Son preferibles declaraciones generales. Por ejemplo, el médico podría decir: "el Dr. Jones me ha dicho que usted y su marido han tenido algunas dificultades", o "tengo entendido que usted ha estado deprimido". La mayoría de los pacientes continuarán el relato en este punto. En ocasiones, el paciente preguntará acaso: "¿no le contó a usted toda la cuestión? " El entrevistante podría en este caso replicar: "sin duda, me contó algunos de los detalles, pero me gustaría oír más al respecto directamente de usted mismo". Si el paciente expe­ rimenta dificultad en proseguir, el m~dico observará acaso, con tono simpatizante: "ya sé que resulta penoso hablar de ciertas cosas". Esto da al paciente la impresión de que el médico le comprende, pero, según como le dé por interpretar la observación, podrá considerarla acaso como autorización para empezar el examen de algún material menos penoso. En el caso de que el paciente lleve consigo alguna cosa a la entrevista contribuirá, al establecimiento de la relación, examinar cíe qué se trata. Por ejemplo, un paciente fue remitido para tratamiento por un psicó· logo que le había examinado previamente con respecto a su actitud para una carrera. El psiquiatra se negó a leer el informe del psicólogo, y el paciente se molestó. Otro médico dejó de preguntar a una joven mujer acerca de una labor de arte que había llevado consigo para mostrarle. Dicha mujer nunca más volvió al consultorio. En algún momento, durante la entrevista inicial, el médico deseará anotar el nombre, la dirección y el número del teléfono del paciente y las señas de la persona que se lo envió. Esto puede hacerse ya sea al principio ya sea al final de la entrevista, o bien durante el primer período de transición, cuando el médico deja el tema de la enfermedad presente para enterarse de más cosas acerca del paciente, como individuo humano y el lugar que se ha conquistado en el mundo. Para establecer relación, el entrevistante ha de comunicar la impre· sión de comprender al paciente. Esto se consigue tanto por la actitud del médico, como por el acierto de sus observaciones. El médico no FASEMEDlA 49 desea crear la impresión de que puede leer la mente del paciente, pero desea que el paciente se dé cuenta de que ha tratado ya a otras personas con dificultades emocionales y que las comprende. Esto incluye no sólo síntomas neuróticos y psicóticos, sino también problemas ordinarios de la vida. Por ejemplo, si un ama de casa agobiada revela que tiene seis niños de menos de 10 años, sin ninguna ayuda doméstica, el entre· vistante podrá acaso observar, "cómo se las arregla usted?" El joven médico que cuenta todavía con poca experiencia en su vida y carece de imaginación, podría preguntar tal vez: "¿encuentra usted que los niños sean una carga?" E;l entrevistante que se ha creado ya una posición ampliará su conocinfiento de la vida y de la existencia humana a través de su experiencia empática, que acompaña la adquisición de una com­ prensión Íntima,de las vidas de tantas otras personas. El interés del médico ayuda al paciente a hablar. Sin embargo, cuanto más el médico habla, tanto más se preocupa el paciente por lo que aquel desea oír, en lugar de concentrarse en aquello que él tiene en la mente. Por otra parte, si el médico se muestra indiferente, el paciente se sentirá cohibido cuando trate de revelar sus sentimientos. Algunos pacientes se resisten a hablar libremente, porque temen que el médico podría traicionar su confianza. El paciente dirá acaso: "no quiero' que esto se lo cuente usted a mi esposa", o "espero que no vaya usted a hablar de mi homosexualidad a mi médico interno". El entre­ vistante podrá replicar: "todo lo que usted me dice es estrictamente confidencial". Cuando esto tiene lugar en sesiones ulteriores, la descon· fianza o el temor de traición del paciente pueden explorarse. En ocasiones, un paciente preguntará: "¿es usted freudiano?" Por regla general, esto quiere decir, "¿debo hablar dfl aspecto sexual? " En todo caso, el paciente no está realmente intereSado en la orientación teórica del médico, y dichfos preguntas requieren más bien una explora­ ción de su significado páÍ'a el paciente, que una réplica propiamente dicha. FASE MEDIA En ocasiones se requiere una transición abrupta después que el paciente ha expuesto la enfermedad presente. Por ejemplo, el médico puede decir: "ahora me gustaría saber más de usted como persona". O "¿puede usted decirme acerca de sí mismo algo más, aparte de los problemas que lo han traído a usted acá?" El entrevistante dedica ahora su atención al relato. El punto de partida exacto dependerá de los aspectos de la vida del paciente que hayan sido ya revelados durante la discusión de su enfermedad presente. La mayoría de los pacientes hablan acerca de su vida actual antes de revelar su pasado. Si el paciente no ha indicado ya su edad, su estado civil, la duración de su matri­ monio, las edades y los nombres de la esposa, los niños y los padres, su 50 PRINCIPIOS GENERALES DE LA ENTREVISTA FASE MEDIA 51 historia profesional, la descripción de las circunstancias actuales de su vida, etc., el entrevistante puede preguntar por estos detalles. Es pre­ ferible obtener lo más posible de esta información durante la des­ cripción de la enfermedad presente_ En lugar de seguir la guía utilizada para la organización del informe escrito, resulta mucho más fácil, para el médico, extraer conclusiones acerca del significado y la relación recípro­ ca de estos datos, si el paciente los ofrece a su manera. Por ejemplo, si el entrevistante pregunta: "¿cómo influyen sus síntomas sobre su vida? " El paciente proporcionará acaso información relativa a algunos o a todos los aspectos que acabamos de mencionar. Constituye un error permitir que termine la primera entrevista sin conocer el estado civil del paciente, su ocupación, etc. En efecto, estos datos básicos de identificación constituyen el esqueleto de la vida del paciente, al que se superpone toda la demás información. Si dicho material no aparece espontáneamente durante el examen de la enfer­ medad presente, resulta con frecuencia posible obtener una gran parte del mismo mediante una o dos preguntas. il entrevistante podría pre­ guntar: "hábleme uste1 de su vida actual". El paciente podrá interpretar en tal caso la pregunta como le parezca, o preguntará a su vez: "¿se refiere usted acaso a si estoy o no casado, qué clase de trabajo hago, y cosas por el estilo? " El entrevistante sólo necesita hacer que sí con la cabeza, y ver luego si el paciente omite alguna cosa, señalando, en tal caso, que aquel no ha mencionado esto o aquello. La mayoría de los pacientes proporcionarán información más útil si se les da un tema a discutir que si se les presenta una lista de preguntas susceptibles de ser contestadas brevemente. Las excepciones específicas se examinan en la sección sobre el paciente desorganizado y en el capítulo 10. El número de posibilidades en la porción media de la entrevista es infinito y, por consiguiente, resulta imposible proporcionar instrucciones precisas acerca de las elecciones que proceda hacer. Por ejemplo, una paciente indicará acaso que es casada, que tiene tres niños, que su padre murió y que su madre vive con ella. La experiencia, la habilidad y el estilo personal, todo ello influye sobre lo que el entrevistan te hará ahora. Podrá permanecer callado y permitir que la paciente prosiga, o podrá interrogarla acerca de su matrimonio, de los niños, de la madre, o de la muerte del padre, o bien preguntarle a la pa¿iente: "¿podría usted decir algo más al respecto?" Sin señalar elección específica alguna. El tono emotivo de la descripción de la paciente constituye otro aspecto importante en el que cabría centrar la atención. Si parece estar ansiosa y tensa, el entrevistante podrá observar: "debe estar usted muy atareada" . En el ejemplo que precede, algunos psiquiatras argumentarán en favor de un método con respecto a otro. Sin embargo, los autores consideran que no hay respuesta acertada única alguna y que harían probablemente elecciones distintas con pacientes distintos o inclusive con los mismos pacientes en ocasiones distintas. La mayoría de las orientaciones proporcionadas por el paciente debe­ rían seguirse en el momento mismo de la presentación. Esto propor­ ciona a la entrevista una continuidad regular, aunque puedan producirse numerosas digresiones tópicas. Para seguir con la misma viñeta, supon­ gamos que la paciente siga revelando que su madre sólo ha estado viviendo con su familia durante un año. Sería lógico, en tal caso, suponer que el padre de la paciente murió hace un año y, por consi­ guiente, el entrevistante podría preguntar: "¿fué entonces cuando murió su padre?" Si la paciente dice: "Sí", el médico podrá suponer que los padres de la paciente habían vivido juntos hasta dicho momento, pero, antes que saltar a conclusiones erróneas, es preferible preguntar: "¿cómo ocurrió que su madre fuera a vivir con ustedes después de la muerte de su padre?" La paciente podrá acaso sorprender al médico diciendo: "ve usted, mi mamá y mi papá estaban divorciados desde hacía 10 años, y ella se fue a vivir con la familia de mi hermano, pero, ahora que mi papá ha muerto, mi hermano se mudó a Chicago para hacerse cargo de su negocio. Ahora bien, todos los amigos de mamá están aquí, por lo que ella no ha querido ir a Chicago; así, pues, se ha venido con nosotros". El entrevistante podrá preguntar además: "¿cuál ha sido el efecto de ello sobre su familia? ", o "hómo ha aceptado su esposo este arreglo? " Al mismo tiempo, el entrevistante observa que la paciente no ha proporcionado información alguna acerca de las circuns­ tancias de la muerte de su padre. Cuando la paciente "agote" el tema presente, el médico podrá volver acaso sobre este extremo. Ahora que el entrevistante tiene alguna idea acerca de la enfermedad presente y de la situación de vida corriente del paciente, podría dirigir su atención a la averiguación de la clase de persona que es el paciente. Una pregunta como la de: "¿qué cIase de persona es usted? " Consti­ tuirá una sorpresa para la mayor parte de la gente. Puesto que esta no está acostumbrada a pensar de sí misma en esta forma. Algunos pacientes responderán con facilidad, en tanto que otros se sentirán des­ concertados u ofrecerán detalles concretos que no hacen más que repetir hechos de su situación de vida actual, tales como: "bueno, soy con­ tador", o "no soy más que un ama de casa". No obstante, estas res­ puestas proporcionan tanto información fenomenológica como dinámica. En efecto, la primera respuesta fue hecha por un individuo obsesivo­ compulsivo que estaba preocupado con los números y los hechos, no solamente en su trabajo, sino también en sus relaciones humanas. Lo que le decía al entrevistante era: "soy primero y ante todo un contador y, de hecho, no puedo dejar nunca de ser contador". La segunda respuesta, en cambio, fue dada por una mujer fóbicá que tenía ambi­ ciones secretas de una carrera. Estaba dejando entre ver al médico que tenía un concepto despectivo de las mujeres y, en particular, de las mujeres que son amas de casa. Al igual que el primer paciente, nunca estaba en condiciones de olvidarse de sí misma. 52 PRINCIPIOS GENERALES DE LA ENTREVISTA FASE FINAL 53 Con frecuencia, la idea que el paciente tiene de sí mismo variará, según la situación en que se encuentre. Consideremos, por ejemplo, el hombre de negocios' que es necesariamente un director en su trabajo, pero que en la casa es tímido y pasivo, o el científico de laboratorio que es activo e inventivo en su trabajo, pero se siente apocado y reser­ vado en situaciones sociales. Luego hay el hombre que es un atleta sexual, con numerosos líos amorosos, pero que se percibe a sí mismo como inapropiado e ineficaz en el trabajo. Sin duda, el entrevistante no obtiene todo el material correspondiente a la autopercepción del paciente en una sola porción de la entrevista. Sin embargo, dicha per­ cepción representa un aspecto importante que hay que tener siempre presente, de modo que gradualmente vaya surgiendo una imagen más completa. Otras preguntas relacionadas con la idea que el paciente tiene de sí mismo son: "dígame usted cosas que le gustan de sí mismo", o "¿qué es lo que considera usted como sus principales activos? " o "¿cuáles son las cosas' que le proporcionan a usted más placer?" El entrevistante podría pedir al paciente que se describa a sí mismo tal como le ven los demás y tal como se ve él mismo en los aspectos principales de la vida, incluidos la familia, el trabajo, la situación social, las relaciones sexuales y las situaciones de tensión. Resulta a menudo revelador pedir al paciente que describa un día típico de 24 horas. Podrá inclusive ocurrir que el paciente experimente un aumento de comprensión de sí mismo al reflexionar sobre dicha pregunta. Los temas y las preguntas que tienen una relación directa con la enfermedad presente y la situación actual de vida son los más importantes para el paciente. Según la cantidad de tiempo disponible y según que deba haber b no más de una entrevista, el médico preparará su indagación del pasado del paciente. La pregunta acerca de cuáles aspectos del pasado son más significativos varía con los problemas del paciente y el carácter de la consulta. En diversos momentos durante la entrevista, el paciente podrá Sell­ tirse incómodo con el material que está examinando. Esto se debe no sólo al deseo de ser aceptado por el entrevistante, sino también, y aun en ocasiones en forma más importante, a su temor en relación con intuiciones parciales de su interior. Por ejemplo, podrá detenerse y observar: "conozco a cantidad de personas que hacen lo mismo", o "¿no es acaso esto normal, doctor? ", o "¿piensa usted que soy un mal padre?" Algunos pacientes necesitarán acaso que se los tranquilice para iniciar la entrevista, en tanto que a otros les bastará que el médico pregunte: "¿en qué estaba pensando usted? ", o "¿qué es exactamente lo que le preocupa a usted? " Estimular la curiosidad del paciente constituye una técnica funda­ mental en todas las entrevistas que tienen por' objeto descubrir senti­ mientos más profundos. Básicamente, el médico se sirve de su propia curiosidad auténtica para despertar el interés del paciente en sí mismo. La pregunta acerca de hacia dónde puede el entrevistante dirigir mejor su curíosidad se relaciona con los principios de interpretación examina­ dos anteriormente en este capítulo. En resumen, la curiosidad no debe dirigirse a los aspectos más profundamente reprimidos o más intensa­ mente defendidos, sino más bien a la capa más superficial del conflicto del paciente. Por ejemplo, un hombre joven describe Cómo experimentó su primer ataque de ansiedad después de haber visto a un individuo desplomarse en una estación de ferrocarril. Más adelante revela que experimenta a menudo ataques en situaciones en las que siente que está ganando una discusión con alguien a quien considera inferior. El entre­ vistante no exprescfrá curiosidad acerca del deseo inconsciente de destruir a su padre, a quien consideraba pasivo e impotente, sino que dirigirá su curios.idad a situaciones que al paciente le parecen constituir excepciones. Así, pues, podría preguntar: "usted mencionó que en algunas ocasiones el ganar en una discusión no parece molestarle, ¿me pregunto lo que dichas situaciones podrían tener de diferente? " La curiosidad manifestada por el médico, acerca de los motivos tanto del paciente como de sus seres queridos, es raramente terapéutica en las primeras entrevistas, ya que resulta demasiado amenazante para las defensas del paciente. Por ejemplo, el médico podría decir: "¿me pre­ gunto 'por qué su esposo pasa en la oficina más tiempo del que es necesario?" Aunque el entrevistante tenga el derecho de ser curioso acerca de este fenómeno, es lo cierto, con todo, que una pregunta directa podría ser interpretada por el paciente como una acusación o como insinuación. FASE FINAL i La fase final de la entn!~ista inicial varía en duración, pero 10 minu­ tos suelen ser, por lo regular, suficientes. El entrevistante podrá indicar que la entrevista se acerca a su fin diciendo: "vamos a tener que parar dentro de unos momentos; ¿hay algunas cosas que usted quisiera preguntar?" Si el paciente no tiene preguntas, el entrevistante podrá comentar: "tal vez podría usted sugerir algo de lo que podamos hablar durante el tiempo que nos queda todavía", o "¿hay alguna otra cosa que debiéramos examinar?" Las más de las veces el paciente pondrá preguntas relativas a su enfermedad y su tratamiento. Todas las personas que consultan a un experto esperan tanto una opinión experta acerca de su situación, y tienen derecho a ella, como recomendaciones en materia de tratamiento, o algún otro consejo útiL Ha constituido por mucho tiempo una tradición médica decirle al paciente lo menos posible acerca de su diagnóstico y de los funda­ mentos teóricos del plan de tratamiento. En años recientes, en cambio, tanto la publicación de información médica por la prensa lega como los cambios en la preparación de los médicos han conducido a un público 54 PRINCIPIOS GENERALES DE LA ENTREVISTA más informado y más inquisitivo. La psiquiatría, en particular; ha sido objeto de semejante atención, y muchos pacientes ponen preguntas acerca de lá psicoterapia, la hipnosis, el psicoanálisis, la terapéutica behavioral, la terapéutica por choque y diversas terapéuticas de drogas. Aunque el paciente tiene e! derecho de obtener respuestas directas acerca de estos temas al terminarse la consulta, el entrevistante puede asumir que estas preguntas revelarán también actitudes importantes de transferencia. Si bien resulta artificial distinguir entre entrevistas diagnósticas y terapéuticas, es útil, con todo, exponer al paciente una formulación clínica y algún tratamiento u otro plan, al terminarse la consulta. Por regla general, esta presentación tiene lugar al final de la segunda o la tercera entrevista, pero, en algunos casos, podrá necesitar meses de encuentros de exploración. Los terapeutas principiantes descuidan a menudo esta fase y, para gran sorpresa suya, un paciente al que han estado viendo desde hace seis meses les preguntará de repente: "¿por qué sigo viniendo? ",. o dirá: "creo que l/a no necesita verme usted más". Semejante des(]IÍdo constituye una falta de respeto de! derecho del paciente de preguntar acerca del plan de tratamiento del médico y de su derecho de buscar a un terapeuta distinto. El paciente está legi­ timado para fijar sus propios objetivos en relación con el tratamiento. Podrá desear solamente, acaso, mejora sintomática, y esto podrá cons­ tituir un acierto, ya que hay pacientes cuya estructura básica de carácter es preferible respetar. El ejemplo lo constituye el paciente de una expec­ tativa de vida muy limitada. Esta fase de la entrevista proporciona una oportunidad útil" para el médico, para descubrir resistencia y alterar su plan de tratamiento en consecuencia. Aunque el médico sea el experto, sus recomendaciones no pueden pronunciarse, con todo, como decretos reales. Con frecuencia, el médico ha de modificar su plan de tratamiento a medida que va apren­ diendo más cosas acerca del paciente. Si presenta un plan de trata­ miento en forma gradual, el entrevistante podrá descubrir, acaso, en cuáles áreas experimenta el paciente confusión o discrepancia. y esto no puede tener lugar si e! médico hace un discurso. Si la consulta se limita a una entrevista, deberá dedicarse a dichas cuestiones una mayor parte de ella, que si hubieráh de tener lugar una o dos entrevistas más. El médico deberá evitar dar al paciente una indica­ ción formal de diagnóstico. En efecto, los términos técnicos de poco le sirven al paciente, y podrán inclusive resultar perjudiciales, ya que el entrevistante podrá no darse cuenta del significado que el paciente o su familia les atribuyen. Con frecuencia, el propio paciente proporciona datos en relación con los términos apropiados al proceder a la formu­ lación. Un paciente admite que se trata de un "problema psicológico", otro dice: "me doy cuenta que se trata de algo emocional", o "ya sé que no me he desarrollado por completo todavía", o "ya veo que no es razonable que yo tenga dichos temores". Aunque la declaración del FASE FINAL 55 paciente pueda haber tenido lugar anteriormente en la sesión, e! médico puede servirse de ella, con todo, como un punto de partida para su propia formulación, a condición que el paciente crea realmente lo que está diciendo. Y éste no es el caso del paciente psicosomático que dice: "ya sé, doctor, que todo está en mi mente". (Véase capítulo 11.) El médico podría empezar con: "como dijo usted, tiene efectiva­ mente un problema psicológico". Podrá referirse a lo que considera como síntomas principales e indicar que se relacionan todos ellos con un mismo estado de! que forman parte. Podrá distinguir entre problemas agudos y crónicos y concentrarse, para empezar, en los primeros. Puesto que no constituye una buena idea abrumar al paciente con una declara­ ción completa de toda su patología, la formulación deberá limitarse al trastorno principal. Por ejemplo, en el caso del joven que experimenta dificultad en la frecuentación de personas de autoridad, incluido su padre, e! entrevistante podría declarar: "tal parece que tiene usted un problema en entenderse con su padre, lo que ha influido sobre su acti­ tud frente a todas las personas investidas de autoridad". Ahora que tanto el médico como el paciente están en lo claro acerca de lo que creen constituir el problema, ya es hora de considerar el tema de! tratamiento. El médico podrá tener confianza en su opinión, pero sin pronunciarse por ello dogmáticamente. Por ejemplo, podría decir: "según mi experiencia el método más eficaz es .........," o "se uti­ lizan para este estado diversas terapéuticas pero yo sugeriría ... _.... " esto respeta el hecho de que, cualquiera que sea la orientación terapéu­ tica del médico, e! paciente sabe probablemente que existen otros trata­ mientos. A menudo, el paciente planteará una pregunta, que se ha abstenido de formular, acerca de la eficacia de una u otra de las terapéuticas. Rara vez .resulta indicado, en la psicoterapia de orientación analítica, dar al paciente discursos preparados acerca del método de tratamiento, de cómo funciona la psiquiatría o acerca de la libre asociación. Sin embargo, los pacientes menos sofisticados requieren alguna preparación. Esto podrá implicar una explicación en e! sentido de que el médico está interesado en todos sus pensamientos y sentimientos, tanto si parecen importantes como no. Se requiere mucho tiempo y una gran cantidad de confianza antes de que un paciente pueda asociar libremente. Algu­ nos pacientes preguntarán acaso: "¿debo hablar como sea? ", o "ldebo decir exactamente todo lo que me viene a la mente?" El entrevÍstante podrá contestar tales preguntas afirmativamente. Con frecuencia, el paciente preguntará: "¿cuánto tiempo durará el tratamiento? ", o "la cosa no es grave, ¿verdad? Resulta difícil predecir la duración del tratamiento, excepto en términos generales. Una vez más, la mejor indicación se encuentra en las propias manifestaciones del paciente. Suele resultar indicado, cuando síntomas agudos se dejan distinguir de otros crónicos, señalar que los síntomas más recientes suelen ser los que primero mejoran, y que los problemas de larga dura­ 56 PRINCIPIOS GENERALES DE LA ENTREVISTA clón requieren a menudo tratamiento prolongado. Algunas veces, el paciente preguntará acerca de un periodo más concreto de tiempo. Es erróneo hacer declaraciones equívocas acerca de la duración de la tera­ péutica con objeto de tranquilizar al paciente. Pocos pacientes respon­ den favorablemente, al enterarse, en la primera entrevista, de que necesitan años de tratamiento. La preocupación del paciente por la duración del tratamiento no es totalmente una manifestación de resis­ tencia, ni expresa el deseo de una cura mágica. La terapéutica es costosa, tanto en términos pecuniarios como de tiempo implicado, que obstaculiza otras actividades de la vida del paciente. Si la duración de la terapéutica tiene un límite de tiempo, como ocurre con frecuencia en las clínicas, o si el médico no estará disponible por todo el tiempo que el paciente espera que va a durar el tratamiento, debería informársele a éste desde luego. Además, el paciente tiene derecho a saber desde el principio si el consultante será o no el médico que lo trate. Este es el momento, en la entrevista, de considerar los aspectos financieros del tratamiento, que hemos examinado ya anteriormente en este capítulo. Si el paciente se desconcertó durante la entrevista, la fase final le sirve también de oportunidad para recomponerse antes de dejar el con­ sultorio del médico y de volver al mundo exterior. Algunos pacientes preguntan, ya sea seriamente o medio en broma, por el pronóstico. Algunos ejemplos corrientes son: "bueno, doctor, ¿hay alguna esperanza? ", o "¿ha tratado usted ya algunos otros casos como el mío? ", o "¿hay algo que yo pueda hacer para acelerar las cosas? " Se aconseja al médico que sea cauto en tratar con estas pregun­ tas. En efecto, el pronóstico resulta difícil de establecer con precisión en las primeras visitas, ya que el paciente podrá no haber revelado acaso la totalidad de su problema. En los casos en que las declaraciones acerca. del pronóstico son indicadas, como en el del paciente deprimido, la seguridad tranquilizante del médico reviste gran importancia. Antes de terminar la entrevista, el médico podrá fijar el tíempo y fecha de la próxima cita. El final de la sesión lo indica el médico al decir: "bueno, basta por hoy" o "podemos partir de aquí, la próxima vez", o "se nos acabó el tiempo por hoy". Aunque no se trata de una práctica universal, los autores consideran que constituye una cortesía corriente levantarse y acompañar al paciente hasta la puerta. En ocasiones, una entrevista deberá terminarse antes de tiempo, porque el médico podrá recibir acaso una llamada de urgencia. Esto constituye una experiencia más corriente en el caso de los psiquiatras residentes. El médico podrá explicar en tal caso la situación al paciente y adoptar disposiciones para compensar el tiempo en otra ocasión. Un acontecimiento así, aunque menos frecuente, es que el paciente se enoje y abandone el consultorio antes de haber terminado la sesión. El médico podrá tratar de detener al paciente verbalmente diciéndole con firmeza: "¡un momento! Si el paciente espera, puede proseguir: "si usted está enojado conmigo, es preferible que lo discutamos ahora". El médico ni se levanta de su silla ni indica que condona el acto del paciente. ENTREVISTAS ULTERIORES 57 ENTREVISTAS ULTERIORES Con frecuencia, la consulta se termina en dos entrevistas, pero podrá ser más ·larga. La mejor fecha parala segunda entrevista es de dos días a una semana después de la primera. Una sola visita con el paciente per­ mite únicamente un estudio en sección transversa. Si se permite que transcurran algunos días antes de la próxima sesión, el médico podrá enterarse de algo acerca de las reacciones del paciente a la primera visita. En esta forma, puede decidir cómo se comportará el paciente en el tratamiento. Exi}te así también la oportunidad de que el paciente pueda corregir cualquiera información errónea que pudiera haber pro­ porcionado durante la primera entrevista. Una forma de empezar la segunda entre.vista consiste en decir el médico: "supongo que habrá pensado usted en las cosas que examinamos la última vez", o "con frecuencia, los pacientes piensan en las cosas que querían examinar después de la primera sesión. ¿En qué cosas pensó usted? " Si el pacien­ te responde, "Sí" al primer comentario, el médico podría decrr: "me gustaría oírlas", o "empecemos hoy con esto". Si el paciente dice "No", el médico podrá arquear las cejas en forma interrogante y esperar que el.paciente prosiga. Hay diversos patrones comunes de respuesta. En efecto, el paciente podría haber proseguido el autoexamen que empezó en la primera sesión, proporcionando a menudo historia complementaria pertinente, relacionada con algún punto planteado anteriormente. Podrá haber reflexionado más sobre alguna pregunta o alguna sugerencia del mMico, llegando a una comprensión mayor. Semejante actividad es recom­ pensada sutilmente por los entrevistantes que, enluna forma u otra, dan a entender al paciente que va por buen camino. Esta reacción tiene más significa40 pronóstico im¡l,ortante, para la psicoterapia de orientación analítica, que el hecho de que el paciente se sienta mejor o peor después de la sesión. Otro grupo de respuestas tienen implicaciones más negativas. El paciente podría haber pensado acerca de lo que relató la primera vez y decidir que estuvo mal, o que no entendió porque el médico había preguntado acerca de un determinado tema, o tener la impresión de que aquel no le comprendió. Podría decir que había reflexionado acerca de algo que dijo el médico y que se sentía deprimido. Con frecuencia, estas respuestas tienen lugar cuando el paciente se siente culpable después de haber hablado "demasiado libremente" en la primera entrevista. En tal caso, o se retrae, a continuación, o se enoja con el médico. En la mente de este paciente, el criticar a sus seres queridos o expresar emociones violentas en presencia del psiquiatra constituye una humillación personal. Mientras se siguen examinando las reacciones del paciente a la pri­ mera entrevista, el médico podría indagar si el paciente discutió o no la sesión con algún otro. Si lo hizo, al entrevistante le ilustrará saber con quién el paciente habló y el contenido de la conversación. Después de 58 PRINCIPIOS GENERALES DE LA ENTREVISTA haber sido explorado este tema, el médico proseguirá la entrevista. No existen reglas fijas acerca de las pregUntas que habría que dejar mejor para la segunda sesión. Pero, en términos generales, todas las indica­ ciones que el médico siente que son más embarazosas para su paciente se posponen, a menos que el paciente haya ya enfocado el material él mismo o se haya preocupado conscientemente de él. Si el médico pre­ gunta acerca de sueños en la primera entrevista, el paciente tendrá con frecuencia sueños antes de la segunda sesión. Resulta indicado interrogar directamente acerca de semejantes sueños, por cuanto revelan las reac­ ciones inconscientes del paciente al médico y muestran además problemas emocionales básicos y actitudes de transferencia dominantes. RESUMEN En este capítulo se han examinado los aspectos más amplios y las técnizas generales de la entrevista psiquiátrj~. En capítulos subsiguien­ tes se examinarán vari~ciones específicas provocadas, y"l sea por el tipo del paciente o por laS' circunstancias clínicas de la entrevista. Hay que subrayar que las personas reales no encajan en las categorías separadas de diagnóstico esbozadas en este libro. En efecto, cada persona es única e integra una diversidad de mecanismos patológicos en una forma característica. Al examinar síndromes clínicos distintos, los autores no consideran únicamente pacientes que caen en las categorías de diagnós­ tico asociadas. Por ejemplo, las defensas ob~esivas se encontrarán en pacientes fóbicos, histéricos, depresivos, hipocondriacos, paranoides, orgánicos, esquizofrénicos y sociopáticos, y podrán estar integradas en patrones neuróticos o psicóticos. Las técnicas de trabajar con un paciente que tenga un grupo determinado de defensas serán similares, independientemente de su diagnóstico. Se deja al lector la tarea de volver a sintetizar el material que se ha separado para fines pedagógicos. En cualquiera entrevista dada, el paciente se servirá de pautas defensivas que se describen en diversos capítulos, y podrá desplazar sus defensas durante el curso del tratamiento o inclusive en el curso de una sola entrevista. El entrevistante puede funcionar eficazmenteJsin haber conceptua­ lizado la comprensión de la resistencia, la transferencia, la contratrans­ ferencia, etc. Además, el dominio intelectual de estos conceptos no produce por sí mismo progreso clínico. Sin embargo, un marco organizado es necesario para el estudio sistemático y la conceptuali­ zación de los factores que contribuyen al éxito o al fracaso de la entre­ vista. Una comprensión teórica de la psicodinámica es capital si el estu­ diante se propone estudiar su propia función intuitiva y mejorar, con ello, su habilidad clínica. Hará que cada entrevista contribuya al desarrollo progresivo del psiquiatra. BIBLlOGRAFIA 59 BIBLlOGRAFIA Adler, M. H.: Psychoanalysis and psychotherapy. Int. J. Psycho-Anal., 51:219,1970. eolby, K. M.: A Primer for Psychotherapists. New York, Roland Press eo., 1951. Freedman, A., y Kaplan, .H.: eomprehensive Textbook of Psychiatry. Baltimore, Williams & Wilkins Co., 1967. GíJI, M., Newman, R., y Redlich, F.: The Initial Interview in Psychiatric Practice. New York, International Universities Press, 1954. Grecnson, R. R.: The Technique and Practice of Psychoanalysis. New Yor, Interna­ tional Universities Press, 1967. Greenson, R. R., Y Wexler, M.: The non-transference relationship in the psycho­ analytic situation. Int. J. Psycho-Anal., 51:143, 1970. Group for the Advancement of Psychiatry. Report núm. 49: Reports in Psychothe­ rapy: Initial Interviews, junio, 1961. Saul, L. J.: The psychoanalytic diagnostic interview. Psychoanal. Quart., 26:76, 1957. Saul, L. J.: The Technique and Practice of Psychoanalysis. PhiIadelphia, J- B. Lippincott Co., 1958. . Stevenson, l.: The psychiatric interview. En Arieti, S. 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Al igual que otras ramas de la medicina, considera: 1) la fenomenología de lo normal y lo anormal; 2) sistemas de clasificación e información epidemiológica; 3) etiología; 4) diagnóstico, y 5) prevención y tratamiento. Puesto que la conducta humana es compleja, la psiquiatría utiliza muchos campos de coniJci­ miento, que van desde bioquímica, genética, embriología y la fisiología ala psicología, antropología, sociología y teoría general de sistemas, con objeto de comprender su materia de estudio. . La entrevista es la técnica básica de la psiquiatría y de muchas otras especialidades clínicas. Pueden emplearse también otros métodos, tales como las pruebas de diagnóstico biológico o psicológico, o tratamientos farmacológico y físico, pero aun estos tienen lugar, por regla general, en el medio de una entrevista clínica. De hecho, la entrevista psiquiátrica es el instrumento diagnóstico y terapéuticá más importante, con mucho, del psiquiatra actual. Con nuestros conocimientos actuales, los estudios fisiológicos y biológicos de la conducta sirven de poco para comprender las entrevistas, en tanto que los conceptos psicodinámicos se han reve­ lado como sumamente valiosos. En el marco psicodinámico de referencia, la conducta se percibe como el producto de fuerzas, motivos o impulsos mentales hipotéticos y de los procesos psicológicos que los regulan, inhiben y encauzan. Los pensamientos y sentimientos revisten importancia central, y la conducta manifiesta se comprende en términos de procesos psicológicos internos que se infieren a partir de las palabras y los actos del paciente. 60 61 La formulación psicodinámica brinda el medio de describir estados mentales anormales, de comprender sus orígenes y de desarrollar una base racional para su tratamiento. Aunque pueda resultar posible desarrollar una teoría de la conducta, que comprenda las causas y las curas de la enfermedad mental ignorando la psicodinámica, nadie ha sido capaz de hacerlo, hasta el presente. Además, mientras la entrevista siga siendo el instrumento central de la psiquiatría, la psicodinámica seguirá siendo la ciencia básica esencial. Al presente proporciona asimismo la comprensión más completa de la patología, la patogénesis y el tratamiento. I Este capítulo presenta los supuestos básicos de la psicodinámica y el psicoanálisis, esto es, de la escuela de la psicodinámica iniciada por Freud, que ha, constituido la fuente de la mayor parte de nuestros conocimientos y se ha convertido casi en sinónimo de psicodinámica. Examinará a continuación el modelo psicodinámico básico de la psico­ patología, diversos tipos de formaciones patológicas, y aquellos concep­ tos psicoanalíticos que son más decisivos para la comprensión de la entrevista. El espacio no permite una consideración completa del psicoanálisis, que incluye una teoría del desarrollo de la personalidad, una técnica del tratamiento, un método específico para obtener infor­ maci6n acerca de los condicionantes psicodinámicos de la conducta, y una metapsicología o serie de hipótesis abstractas acerca del carácter de la operación mental y de la fuente de los motivos humanos. Estos aspectos del psicoanálisis van más allá del alcance de este libro sobre la entrevista y se examinan en los libros sobre la teoría psicoanalítica indicados en la bibliografía. ~U:~~~~~~~~~COS Q, i PSICODINAMICA Motivación La conducta se percibe como teleológica o dirigida a un tm, y como un producto de fuerzas hipotéticas: instintos, tendencias, impulsos o motivo"s. Los motivos se representan, subjetivamente, por pensamientos y sentimientos, y, objetivamente, por una tendencia hacia ciertos tipos de acción. El hambre, el impulso sexual y la agresión son ejemplos de motivos importantes. Los primeros años del psicoanálisis se ocuparon extensamente del origen de motivos humanos básicos y, concretamente, en desarrollar un modelo que los relacionara con sus raíces biológicas. Freud se sirvió del término alemán "trieb", que se ha traducido generalmente como "instinto", para referirse a aquellos impulsos básicos de los que se supuso que contenían una forma de "energía psíquica". Esta teoría de los impulsos contribuyó a centrar la atención en los cambios complejos 62 PRINCIPIOS GENERALES DE PSICODINAMICA o "vicisitudes" de las motivaciones, que se encuentran en el curso del desarrollo, y fue esencial para comprender la base psicodinámica de la conducta neurótica. Por ejemplo, la idea del impulso sexual, con muchas y variadas manifestaciones, hace que resulte fácil conceptualizar el enlace entre ataques histéricos e inhibiciones sexuales. Sin embargo, en años recientes, algunos aspectos de la teoría psicoanalítica de los impul­ sos han sido objeto de severas críticas en cuanto tautológicos y anticien­ tíficos. Al propio tiempo, la atención se ha desplazado de los orígenes de los motivos humanos básicos, a los diversos medios a través de los cuales se expresan. Para muchos, la base biológica de las motivaciones constituye un problema fisiológico que no puede ser explorado por el psicoanálisis, que es una ciencia psicológica. En todo caso, se trata en esto de un debate que poco tiene que ver directamente con la entre­ vista. En el momento en que el niño es capaz de hablar, cuenta ya con impulsos enérgicos que subsistirán durante todo el resto de su vida y que forman el fundamento de nuestra comprensión de su conducta en términos psicodinámicos. La extensión en qug' estos impulsos sean cons­ titucionales o adquiridps reviste gran impórtancia teórica, pero, en cambio, poca importanJia clínica. Inconsciente dinámico Muchos de los condicionantes importantes de la conducta tienen lugar fuera de la conciencia subjetiva del individuo, y no son normalmente reconocidos por él. La existencia de una actividad mental inconsciente era ya manifiesta mucho antes de Freud: los aconteci­ mientos que se han olvidado, pero que luego se recuerdan de nuevo, han de estar obviamente almacenados, entre tanto, en alguna forma. Sin embargo, esto revestiría poca importancia clínica si no fuera por el significado dinámico de estos procesos mentales inconscientes. Esto es: ejercen una gran influencia sobre la conducta y son condicionantes particularmente importantes de la conducta anormal. . La historia temprana del psicoanálisis es una relación del descubri­ miento del papel de los procesos mentales inconscientes, en cuanto a condicionar casi cualquier área de la conducta hum~na: síntomas' neuró­ ticos, sueños o bromas, parapraxia, creaciones artísticas, mitos, religión, estructura del carácter, etc. Principios reguladores La conducta es regulada de acuerdo con determinados principios básicos. Estos organizan la expresión de motivos específicos y seleccio­ nan entre ellos, cuando entran en conflicto uno con otro o con la realidad externa. Por ejemplo, alguien podrá verse impelido a actuar en SUPUESTOS BASICOS DE PSICODINAMICA y PSICOANALISIS 63 forma enojada o violenta, pero su conciencia de las consecuencias dolorosas de hacerlo así conduce a la modificación de su conducta. Esto ilustra el principio del placer y dolor (o simplemente el "principio del placer"), que dice que la conducta tiene por objeto producir placer y evitar el dolor. Aunque esto parezca obvio, es el caso, con todo, que una gran parte de la conducta que la psiquiatría estudia parece violar dicho principio. En efecto, la conducta patológica o mal adaptada pare­ ce tener a menudo por objeto buscar el dolor y, con frecuencia, inclu­ sive un observador casual dirá al paciente que actúa neciamente y que sería mucho más feliz si cambiara simplemente sus maneras. A toda persona paranoide se le ha dicho que su suspicacia se destruye así misma; a todo obsesivo, que sus rituales constituyen una pérdida de tiempo, y a todo fábico, que no tiene motivo alguno para estar asustado. Tal vez una de las mayores contribuciones de la psiquiatría dinámica haya sido la demostración de que estas paradojas aparentes son en realidad confirmaciones del principio del placer, una vez que la lógica emocional subyacente ha sido revelada,. y que inclusive el individúo con un deseo aparentemente inexplicable de que le peguen o lo torturen está siguiendo, en realidad, aquel principio básico. Con la madurez, la capacidad del pensamiento simbólico abstracto proporciona la base para representaciones mentales de! futuro distante. El principio del dolor y el placer elemental, enraizado en e! presente inmediato, es modificado, ya que la motivación racional de la conducta incluye la voluntad de soportar una incomodidad presente con objeto de conseguir un placer futuro. Esto se designa como el principio de reali­ dad. Sin embargo, en un plano inconsciente, una gran parte de la conducta sigue regulada por el principio más primitívo del placer. Fijación y regresión -Las experiencias de la niñez son críticas en cuanto a determinar la conducta adulta ulterior. La psicopatología neurótica puede considerarse a menudo como la nueva emergencia de fragmentos o pautas de con­ ducta que fueron dominantes, y a menudo apropiados, durante la niñez, pero que representan mala adaptación en el adulto. La regresión se refiere a este retorno a un modo anterior de adaptación, en tanto que la fijación describe la incapacidad de madurar más allá de una determinada etapa de desarrollo que corresponde, por lo regular, a una edad más temprana. Ambos procesos son selectivos y afectan solamente determi­ nados aspectos de la función mental. El resultado es que el individuo neurótico tiene una mezcla de pautas de conducta apropiadas a la edad unas y regresivas otras. Por ejemplo, su función cognoscitiva podrá no estar afectada, pero la vida de su fantasía sexual, en cambio, ser inma­ dura. La mayor parte de los adultos normales tiene alguna conducta que 64 PRINCIPIOS GENERALES DE PSICODINAMICA es característica de etapas anteriores de desarrollo, e inclusive el paciente más enfermo conserva algunos aspectos de funcionamiento maduro. La fijación y la regresión pueden afectar los motivos, las funciones del ego y los mecanismos de la conciencia, o cualquiera combinación de ellos. Con frecuencia, la indicación más importante de patología, espe­ cialmente en niños, no es la extensión de la regresión, sino la irregu­ laridad con que ha afectado algún proceso psicológico, dejando a los demás intactos. La regresión es universal durante la enfermedad, la tensión, el sueño, el placer intenso, el amor, los vehementes senti­ mientos religiosos, la creación artística y muchos otros estados no usuales, no siendo patológica en dichas situaciones. En efecto, la capa­ cidad de r~gresar y de hacer un empleo adaptativo de experiencias regre­ sivas constituye un requisito previo esencial del pensamiento creador, de la comprensión empática e inclusive de la conducción de la entrevista psiquiátrica. Ser capaz de sentir lo que siente el paciente, observando y estudiando al propio tiempo dicho sentimiento, esto constituye la esencia de la habilidad del psiquiatra, y es un ejemplo excelente de regresión, al servicio de los aspectos más maduros de la personalidad. Emoción Las emociones son estados del organismo que afectan tanto la mente como el cuerpo. Incluyen respuestas fisiológicas características, afectos subjetivos, pensamientos y fantasías, modos de relaciones interpersonales estilos de acción manifiesta. La ansiedad, emoción grave en el desarro­ de la psicopatología, sirve de ejemplo. El individuo ansioso tiene conciencia de sentimientos interiores de miedo o temor difusos, desagradables, anticipadores. Su función cognoscitiva está afectada, y él propende a estar preocupado con fantasías de protección o huida mágicas. Su conducta manifiesta está dominada por su propia reacción característica a la amenaza: lucha, huida o rendición impotente. Se pro­ ducen alteraciones en el pulso, la presión arterial, el ritmo de respi­ ración, la función gastrointestinal, el control de la vejiga, la función endocrina, el tono muscular, la actividad eléctrica del cerebro y otras funciones fisiológicas. Ninguno de estos fenómenos es en sí mismo una emocion, pero el síndrome, en su conjunto, constituye el estado del organismo que designamos como ansiedad. Las emociones ocupan una posición intermedia entre los principios reguladores más elementales de placer y dolor y el pensamiento racional, más refinado y abstracto. Desempeñan un papel decisivo en el desarrollo de la personalidad en su conjunto, y especialmente en el de los síntomas, que examinaremos con mayor detalle a continuación. J PSICODlNAMICA DE LOS ESTADOS PSICOPATOLOGICOS '1;J' PSICODINAMICA DE LOS ESTADOS PSICOPATOLOGICOS ~ 65 ') Normalidad y patología: la naturaleza de la conducta neurótica No existen definiciones generalmente aceptadas de los términos "normal", "patológico", o "salud" y "enfermedad" y, sin embargo, la práctica diaria de la medicina requiere decisiones frecuentes basadas en dichos conceptos. L¡r psicopatología se refiere a la conducta que es menos que óptimamente apropiada para un determinado individuo en una etapa determinada de su vida y en un medio ambiente determinado. El estudio psicddinámico de la psicopatología investiga los procesos mentales que conducen a la conducta mal adaptada. Hay, sin duda, psicopatología que no puede comprenderse en términos psicodinámicos solos: la conducta automática de un ataque psicomotor y las alucina­ ciones que resultan de tomar una droga psicodélica constituyen ejemplos. Inversamente, la conducta tanto normal como patológica tiene orígenes psicodinámicos. La descripción de una determinada porción de conducta como resultado de la resolución de un conflicto, interno, o como producto de mecanismos mentales de defensa, no distingue toda­ . vía si dicha conducta es normal o patológica. La pregunta crítica es si al resolver su conflicto, el individuo ha aceptado significativamente o no su capacidad de adaptarse a su medio ambiente, manteniendo al propio tiempo su capacidad para el placer. Todo el mundo tiene conflictos psicológicos internos y todo el mundo responde a la ansiedad que pro­ vocan mediante el uso de mecanismos mentales. fin un sentido general, el examen de la psicodin~ca de una porción de conducta es indepen­ diente de si esta es normal' o patológica. Esto es algo más complejo en la práctica; en efecto, algunas constelaciones psicodinámica5 van casi siempre acompañadas de conducta patológica y, en general, cualquier defensa que amenaza el contacto del individuo con la realidad, el mantenimiento de sus relaciones interpersonales o la posibilidad de afectos de placer tiene probabilidades de ser patológica. Sin embargo, no hay mecanismo de defensa singular alguno que no se encuentre en los individuos normales. En la práctica clínica, el médico no se interesa ante todo en apreciar si la conducta del paciente durante la entrevista es sana o enfermiza. Le interesa más, en efecto, lo que significa y lo que le dice a él acerca del paciente. Esto es particularmente así por lo que se refiere a las entre­ vistas con pacientes que no tienen problemas emocionales mayores. El conocimiento de la psicodinámica es capital para la dirección inteligente y la comprensión a fondo de las entrevistas con esos individuos psiquiá· tricamente normales. Sin embargo, es importante que todo entrevistante clínico estudie tanto psicopatología como psicodinámica, no solamente ,para comprender las entrevistas con los pacientes que no son 66 PRINCIPIOS GENERALES DE PSICODINAMICA psiquiátricamente normales, sino también porque los princIpIOs de la psicodinámica se aprenden más fácilmente a partir de individuos con dificultades emocionales. Estructura de la patología neurótica Los motivos básicos, tales como el impulso sexual, la agresión o la dependencia, impelen al individuo hacia una conducta que debería conducir a su satisfacción. Sin embargo, debido a conflicto psicológico interno, la expresión de esta conducta podrá verse parcial o totalmente bloqueada, con un aumento resultante de tensión intrapsÍquica. Las fuerzas que se oponen en este conflicto resultan de una anticipación de consecuencias desagradables o peligrosas del hecho de actuar de acuerdo con el motivo implícito. En la situación más sencilla, esto se manifiesta por medio de un estado emocional, el miedo, que se relaciona con la percepción de un peligro real inmediato. Ppr ejemplo, un individuo se siente enojado y dese'} atacar a un policía que lo trata injustamente; sin embargo, su temor de' represalia le conducirá a controlar y suprimir su enojo. En este ejemplo, el resultado es altamente adaptativo, e importa muy poco que la percepción del peligro y la inhibición resultante del impulso tuvieran lugar consciente o inconscientemente. La situación se hace más complicada cuando las consecuencias peli­ grosas que se temen no son ni reales ni inmediatas, sino más bien fantasías, temores imaginarios, que resultan de experiencias formadoras en la niñez; esto es, cuando la sombra del pasado se proyecta sobre el presente. Semejantes temores' son casi siempre inconscientes y, puesto que resultan más bien de recuerdos inconscientes dinámicamente signi­ ficativos que de la percepción consciente actual, no son fáciles de corregir, inclusive mediante exposición repetida a una realidad contradic­ toria. Resulta difícil, en efecto, desaprender actitudes que tienen sus raíces en procesos mentales inconscientes. El temor de un peligro inconscientemente imaginado, llamado ansiedad, cond,uce a una inhibi­ ción del motivo relevante. En este caso, la inhibición no es una respuesta al mundo real en el que el individuo vive actualmente y, por consiguiente tiene más probabilidades de ser pat61ógica o resultado de mala adaptación. Sin embargo, hay algunas excepciones. En efecto, las inhibiciones de motivos básicos que provienen de fantasías o de peligros imaginarios inconscientes podrán ser sumamente adaptativas si dichas fantasías inconscientes originales se desarrollaron ellas mismas a partir de una situación muy parecida a la realidad actual del individuo. Un ejemplo servirá de ilustración. Un individuo que quiere a su esposa y está muy unido a ella tiene temores inconscientes de ser castrado si participara en actividad sexual adulta. Resulta de ello un trastorno de potencia y la inhibición de impulsos sexuales, solución de inadaptación manifiesta, en su vida actual, por muy apropiada que PSICODINAMICA DE LOS ESTADOS PATOLOGICOS 67 fuera, tal vez, en el medio ambiente de su infancia, en el que inicialmente se originó. Otro individuo, atraído sexualmente con carácter pasajero hacia una mujer en una fiesta, pierde interés al ente­ rarse de que es la esposa de su jefe. Esto podrá ser también resultado de una inhibición de impulsos sexuales basada en el temor inconsciente de castración, pero es lo cierto, con todo, que resulta ahora perfectamente adaptada, ya que las circunstancias son muy parecidas a las de la niñez temprana, cuando la expresión de semejantes impulsos se hallaba clara­ mente limitada. La ansiedad que resulta de un conflicto entre un deseo y un temor inconsciente es uno de los síntomas más corrientes de malestar psico­ lógico. Constituye el rasgo dominante de la reacción clásica de ansiedad y se encuentra también en muchas de las neurosis sintomáticas. Sin embargo, es el caso que algunas personas con psicopatología neurótica sintomática y muchos individuos con trastornos de personalidad o carác­ ter experimentan muy poca ansiedad o ninguna. En efecto, sus pro­ blemas se manifiestan por medio de fobias, obse.siones, compulsiones, fenómenos de conversión o diversos rasgos de carácter, y la ansiedad podrá constituir acaso una parte menos importan té del cuadro clínico o estar inclusive totalmente ausente. El psicoanalista comprende estos estados más complejos como resul­ tado de mecanismos. de defensa. Estos patrones inconscientes automá­ ticos de conducta son provocados por conflictos psicológicos que amenazan el equilibrio emocional del individuo. La amenaza resultante o la anticipación de ansiedad, llamada "ansiedad de señal", nunca se hace consciente a causa de los mecanismos mentales que defienden de ella al individuo. En otros términos, el individuo responde a la amenaza in­ consciente de ansiedad, que resulta de un conflicto psicológico, sirvién­ dose de mecanismos que conducen a un síntoma o un patrón de con­ ducta, con objeto de protegerse contra aquella. Un ejemplo clínico servirá de ilustración de la teoría. Una joven mujer, que había sido objeto de una educación estricta y puritana, desarrolló una fobia: el temor de salir sola de la casa. Recordaba un breve periodo de ansiedad en el momento en que empezó dicha fobia. Sin embargo, no experimentaba ansiedad alguna, en el momento presente, mientras permanecía dentro de la casa. Cuando se le pregun­ taba por qué temía salir a la calle, ella describía episodios de palpitaciones y mareo, y su temor de lo que podría ocurrir si estos se producían mientras estaba fuera de la casa. Más adelante, hablaba de mujeres de aquella vecindad que habían sido· abordadas por hombres extraños y de su temor de ser atacada. Había reprimido impulsos sexua­ les hacia hombres atractivos, a los que vio en la calle, y temía que su familia desaprobaría enérgicamente aquellos impulsos y la castigaría por ellos, pese a que tanto el deseo como el temor fueran inconscientes. Vemos aquí cierto número de defensas: represión de deseos sexuales, el desplazamiento de un temor del sexo a un temor del espacio fuera de la 68 PRINCIPIOS GENERALES DE PSICODINAMICA casa, evitación de la calle y la proyecClOn de impulsos sexuales sobre individuos extraños. Estos mecanismos resultaban eficaces en cuanto a dominar su ansiedad, pero al precio de inhibiciones sexuales, frigidez y la restricción de su libertad de desplazamiento. Esta inhibición de una conducta sana constituye un rasgo constante de la formación de síntomas. Los síntomas defienden no sólo contra deseos prohibidos, sino que sirven también, simbólica y parcialmente, para satisfacerlos. Esto resulta necesario si los síntomas han de ser eficaces en cuanto a proteger al individuo de malestar, ya que el deseo insatisfecho seguiría presionando para obtener satisfacción, hasta que el equilibrio psicológico resultara trastornado y volvieran el miedo y la ansiedad. Un ejemplo de la satisfacción proporcionada por los síntomas se aprecia en el caso de la mujer descrita más arriba, que sólo estaba en condiciones de salir de la casa en compañía de su hermano mayor, quien había sido siempre un compañero romántico en sus fantasías inconscientes. Los síntomas pueden proporcionar también castigo simbólico, relacionado con el temor inconsciente original. De pequeña, la misma joven mujer había sido castigada por mala conducta, siendo encerrada en su cuarto, y su síntoma fábico recreaba aquella experiencia, reprimida desde hacía mucho. Sínblrna y carácter Toda psicopatología neurótica. representa un compromiso entre un deseo inaceptal:)le, reprimido, y un temor inconsciente. Al paso que toda conducta representa un compromiso entre las demandas de impulsos internos y la realidad externa, la conducta neurótica, en cambio es una solución secundaria que refleja el esfuerzo del individuo para adaptarse no sólo al mundo real, sino también a las restricciones que le impone su miedo inconsciente. Las dos formas básicas en que estas pautas neuró' ticas pueden integrarse en la estructura general de la personalidad se describen con los términos de "síntoma" y "carácter". Los síntomas neuróticos son patrones de conducta, de contornos relativamente definidos, que el individuo afectado experimenta como fenómenos "ajenos al ego", o sea como algo que no forma verdadera­ mente parte de su yo o de su personalidad. Desea conscientemente liberarse de ellos y, con frecuencia, lo conducen a solicitar ayuda. Ansiedad, depresión, fobias, obsesiones, compulsiones y fenómenos de conversión constituyen ejemplos típicos. Con el tiempo, el paciente podrá adaptarse acaso a sus síntomas y aprender a vivÍr con ellos, pero siguen siendo siempre un cuerpo extraño, percibido fundamentalmente como "no yo". Los rasgos de carácter son patrones de conducta más generalizados que van penetrando imperceptiblemente en la personalidad total de un PSICODINAMICA DE LOS ESTADOS PATOLOGICOS 69 individuo. Son egosintónicos, en cuanto a que los ve como parte de sí mismo y, o no los reconoce como patológicos o, dándose cuenta de que son indeseables, considera sencillamente que reflejan cómo es él en "rea· lidad". Estos rasgos rara vez conducen al individuo a buscar ayuda, . aunque sus consecuencias sociales secundarias indirectas sean con fre· cuencia elementos que precipitan la consulta psiquiátrica. Desconfianza, tacañería, irresponsabilidad, impulsividad, agresividad y timidez son ilustraciones de rasgos de carácter. Aunque las estructuras psicodinámicas subyacentes a los síntomas y los rasgos de carácter estén estrechamente relacionadas, presentan, con todo, problemas téc/Icos totalmente diferentes en las entrevistas psiquiá­ tricas y en cuanto al tratamiento. Por regla general, al tratar a paCientes que buscan alivie de algunos síntomas, el médico considera la estructura de carácter subyacente juntamente, al planear la terapéutica, con factores como la motivación y las condiciones de vida, ya que sólo puede desarrollarse un programa racional para el tratamiento teniendo en cuenta los síntomas en términos de la actividad conjunta del individuo. Por ejemplo, dos individuos podrán experimentar síntomas depresivos de la misma gravedad. Uno de ellos es joven, consecuente e inteligente, tiene una estructura obsesiva de personalidad y p0see motiváci6n considerable para el tratamiento, gran flexibilidad, y pocos compromisos irreversibles en su vida. En relación con este individuo se recomienda una psicoterapia exploradora intensa de orientación analítica. El otro, por su parte, es mayor, y está casado con una mujer cuyos problemas de personalidad comprenden también los suyos. Ella respondió en forma totalmente negativa a un intento anterior, por su parte, de tratamiento. En tanto que él sospecha ahora y desconfía de la psiquiatría y tiende a pensar conCretamente, cort poca sensibilidad por lo que se refiere a los ploblema-s psicológicos. Para esta persona es preferible un tratamiento más breve, de mayor apoyo, con el empleo acaso de drogas, con objeto de eliminar los síntomas. Inversamente, en el caso de individuos que presentan una patología predominantemente caracterológica, el entrevistante ha de poner al descubierto síntomas que el paciente no ha reconocido, ya que es sola· mente haciéndolo así como podrá desarrollar la motivación del paciente para un cambio. En cierto sentido el entrevistante trata de intensificar la condencia de síntomas en individuos con trastornos de carácter, inten­ tando hacer que el paciente se sienta insatisfecho con sus rasgos patoló­ gicos y exponga preocupaciones y dudas ocultas acerca de sí mismo. Esto ha conducido a la máxima, con frecuencia, interpretada errónea­ mente, de que el tratamiento no opera realmente hasta que el paciente se haga sintomático. Sería más preciso decir que el paciente con un trastorno de carácter se hace ya sea ansioso o deprimido a medida que empieza a darse cuenta de su patología. Por ejemplo, un individuo sumamente obsesivo se vanagloriaba de su puntualidad y de su exigencia general de perfección. Un día llegó a la sesión exactamente a la hora, 70 PRINCIPIOS GENERALES DE PSICODlNAMICA explicando con orgullo al terapeuta que había calculado perfectamente el tiempo, con sólo una mirada a su reloj para tomar el tren. Más adelante reveló que había estado comiendo con su hija, acontecimiento poco corriente, y que ella se había sorprendido y molestado un poco al dejarla él en una forma tan abrupta. El terapeuta concedió que había llegado a tiempo a la cita, pero sugirió que había sacrificado una expe­ riencia de afecto y simpatía por una "hoja de puntualidad perfecta". El paciente se puso muy triste, lo que constituía un paso necesario antes de que su "preciosa virtud" pudiera percibirse como problema psico­ lógico. En la entrevista, los síntomas se reflejan con mayor claridad en aquello acerca de que habla el paciente, en tanto que los rasgos de carácter se revelan en su forma de hablar y en la forma en que se relaciona con otras personas significativas, especialmente con el entre­ vistante. Desde otro punto de vista, el paciente describe sus síntomas, en tanto que los rasgos de carácter son 09,servados por el médico. El entrevistante principiante propende a centr*se en los síntomas, ya que éstos son más fáciles ide reconocer y comprender. El entrevistante más experimentado, en cairrbio, podrá hablar también acaso de los síntomas, pero la mayor parte de su atención se dirige a la estructura de carácter del paciente, tal como se pone de manifiesto durante la discusión_ Una de las contribuciones más importantes del psicoanálisis está en el reco­ nocimiento de la importancia de tener que tratar con la patología caracteriológica del paciente, si el tratamiento ha de ser eficaz .. Lo neurótico y lo psicótico No existe criterio único alguno para distinguir a los pacientes psicó­ ticos de los neuróticos. Por regla general, los psicóticos están más enfermos, esto es, tienen dificultades de' adaptación más penetrantes y extendidas. Más concretamente: algunas áreas de funcionamiento que se consideran ser esenciales para un nivel mínimo de 'adaptación y que suelen estar intactas en los neuróticos podrán estar afectadas, en cambio, en los psicóticos. Dichas áreas podrán cOlJ'lprender la percepción y la experimentación de la realidad, la capacidad de relaciones interper­ sonales sostenidas y el mantenimiento de funciones autónomas del ego, tales como la memoria, la comunicación y el control motor. La distin­ ción entre síndromes cerebrales orgánicos psicóticos y no psicóticos se basa en criterios afines y se examina en el capítulo 10. Los estudios de los procesos psicológicos que intervienen en las neurosis y las psicosis han suscitado reiteradamente cuestiones acerca de si estos son desórdenes fundamental y cualitativamente diferentes o simplemente variaciones cuantitativas de los mismos mecanismos básicos. Los que comparten el primer punto de vista sugieren, por regla general, que uno u otro defecto es primario en el proceso psicótico, y que los PSICODlNAMICA DE LOS ESTADOS PATOLOGICOS 71 demás fenómenos de la enfermedad pueden explicarse como resultado de respuestas defensivas y reparativas similares a las que se ven en las neurosis. El defecto central se ha descrito diversamente como una capa­ cidad reducida para la afectividad, un trastorno en la percepción o la comprobación de la realidad, procesos cognoscitivos anormales, rela­ ciones interpersonales deficientes, o como un déficit primario en la función sintética del ego, que integra otras funciones mentales en un todo armónico. Los mecanismos específicos de defensa no son más bien psicóticos que neuróticos ni, por lo demás, más bien patológicos que sanos. Sin embargo, algunos mecanismos mentales, incluidas la proyección y la negación, suelen acompañar a los procesos psicóticos. Estos interfieren con las funciones autónomas del ego y la percepción de la realidad y, por consiguiente, se relacionan estrechamente con la psicosis. Las alucinaciones y las ilusiones constituyen trastornos burdos en la percepción de la realidad; los delirios representan trastornos graves en la comprobación de la ",ealidad, y estos tres síntomas suelen acompañar a la psicosis. Sin emba~go, trastornos más sutiles en el sentido sul,tietivo del mundo "real", tales como la desrealización o la despersonalización, son corrientes tanto en las neurosis como en las psicosis. Además, todos los síntomas neuróticos, en la medida en que son causa de inadaptación, carecen en cierto modo de sentido de "realidad". Sin embargo, el con­ tacto deficiente con la realidad, que se observa en las neurosis, está más estrictamente circunscrito y no está afectada por él la mayoría de las áreas de la vida del paciente. El trastorno en las relaciones interpersonales es, en cierto sentido, más fundamental que las otras características distintivas, y proviene pro­ bablemente de una etapa más temprana del desarrollo del paciente, ya que los comienzos de la capacidad del niño para la percepción y la comprobación de la realidad, para el pensamiento, lenguaje y la afecti­ vidad, se desarrollan todos ellos a partir de su relación temprana con su madre. El paciente neurótico propende a foIjar sus relaciones actuales en el molde creado por las experiencias de su niñez, y el resultado podrá ser un trastorno grave en sus amistades y en su vida amorosa. Sin embargo, posee la capacidad de desarrollar y mantener relaciones con otros y, si sus problemas neuróticos se resuelven, aquellas relaciones constituyen fuentes importantes de satisfacción. El individuo psicótico, especialmente el esquizofrénico, posee un defecto más básico en su capacidad para relacionarse con otros. Esto se percibe clínicamente en su tendencia al aislamiento y al retraimiento, con pocas amistades dura­ deras y un carácter superficial y somem en las que desarrolla. Podrá resultar acaso menos molesto entenderse con él que con los neuróticos, pero sus amigos y conocidos los Consideran a menudo como una parte menos estable y menos importante de sus vidas. El médico podrá experimentar este defecto en el carácter de las relaciones del paciente durante la entrevista. El paciente psicótico "se 72 PRINCIPIOS GENERALES DE PSICODINAMICA siente" distinto: resulta más difícil establecer contacto con él y simpa­ tizar con sus respuestas emocionales. Por ejemplo, si el médico es incapaz de recordar al paciente algunas horas después de la primera visita, esto podrá revelar retrospectivamente que se estableció, de hecho, poco contacto real. El sentido de identidad personal cambiante del paciente podrá dejar al médico la impresión de que no hay allí con él una persona específicamente distinta. Los psiquiatras experimentados suelen descubrir las psicosis más bien por esta cIase de sentimiento que por los criterios patológicos que suelen utilizarse para justificar el diag­ nóstico. Toda relación que el psicótico establece no ha de ser necesariamente somera o superficial. En efecto, hay excepciones llama­ tivas y, con frecuencia, hay una determinada persona con la que tiene una relación simbiótica intensa, que es mucho más comprensiva que cualquiera de las que desarrolla el neurótico. Dicha persona podrá ser el psicoterapeuta y, por consiguiente, la cosa reviste especial importancia en relación con la entrevista. Cuando se dispone de información suficiente acerca de la vida del paciente, la mayor parte de la psicopatología neurótica puede com­ prenderse con gran detalle en el marco psicodinámico de referencia. Sin embargo, inclusive con dicha información, mucha psicopatología psicó­ tica resulta difícil de comprender. Esto ha conducido a la idea de que las psicosis tienen un condicionante orgánico principal, en tanto que las neurosis no. En todo caso, la explicación psicodinámica de cualquier tipo de patología ayuda más a comprender su significado que a aclarar su· etiología. De hecho, habría que recordar que Freud creía que había una base orgánica tanto de las neurosis como de las psicosis. Los pacientes psicóticos pueden tener problemas neuróticos, y de hecho los tienen, en forma tanto de síntomas y de rasgos de carácter, además de su patología más grave. El entrevistante ha de tener en cuenta la patología tanto psicótica como neurótica del paciente psicó­ tico. Esto podrá resultar acaso muy difícil, puesto que el trastorno psicótico podrá interferir con la capacidad del paciente de participar en la entrevista misma. La tendencia del paciente a desconfiar de otros hace que le resulte difícil sentirse a sus anchas con el entrevistante, y su capacidad disminuida para las relaciones interpersonales, juntamente con sus procesos mentales trastornados, conduce a problemas mayores de comunicación. La psicosis no es un fenómeno constante, y muchos pacientes psicóticos entran y salen de sus estados psicóticos en periodos de días o semanas, o inclusive en el curso de una misma entrevista. Con frecuencia, el dilema en el tratamiento está en atender los conflictos y problemas del paciente, proporcionando al propio tiempo apoyo emo­ cional suficiente para que la tensión de la terapéutica no lo empuje hacia la psicosis. Dos ejemplos clínicos contribuirán a ilustrar estos aspectos. Un hombre joven llegó a una sala de urgencia del hospital en un estado de ansiedad extrema. Creía que había tenido un ataque cardiaco y que MODELO PSICOANALITICO DE FUNCION MENTAL 73 se estaba muriendo, y se quejaba de dolores en el pecho y de una sensación de ahogo. Aunque deseoso de cooperar, sudaba y temblaba de miedo. Negaba toda dificultad psicológica o emocional. Había habido varios episodios similares en el pasado, todos los cuales habían termi­ nado rápidamente, con todo, y sin incidente. El resto de la breve historia inicial no tenía nada de particular y, al hablar el médico con el paciente, sus síntomas decayeron y él empezó a sentirse mejor. Un electrocardiograma normal proporcionó mayor tranquilidad y, cuando el interno le hubo dicho que· parecía estar en buen estado de salud física, el paciente empezó a¡elajarse y a hablar más normalmente. Habló de su familia y de las primeras experiencias de su vida y reveló que había tenido una niñez segura y protegida. Seguía ligado todavía estrecha­ mente a su familia y especialmente a su madre, la que estaba muy en contra de la muchacha a la que él había estado viendo últimamente. y fue ahora, cuando iba a verla, que sobrevino el ataque. Otro individuo joven llegó también al hospital en un estado de pánico. Se quejaba de extrañas sensaciones en la espalda y de "descargas eléctricas" en las piernas, lo que él pensaba podría deberse a agota­ miento. No había dormido durante varios días, levantándose para pro­ teger S)l departamento y sus posesiones de ataques. Se expresaba vaga­ mente acerca de quien pudiera querer atacarle, pero estaba seguro que lo habían seguido por la calle en aquellos días. Al exponer estos pensa­ mientos, bajó la voz e, inclinándose hacia el entrevistante, le dijo que varios hombres le habían hecho proposiciones homosexuales con anterioridad, en aquel día. El médico, que no tenía experiencia en psiquiatría, preguntó al paciente si había tenido ya alguna vez experien­ cias homosexuales. El paciente se puso muy violento gritando que el médico intentaba acusarle, y trató de escapar de Iá sáIa de consulta. Más adelante, después. que se4e hubo administrado cigún calmante, se mostró dispuesto a dejarse hospitalizar, con objeto de protegerse de sus enemigos. El primer paciente tenía un ataque de ansiedad neurótica clásica, con hiperventilación, y el segundo una ruptura esquizofrénica paranoide psicótica temprana, pese a que ambos tuvieran virtualmente la misma enfermedad inicial. MODELO PSICOANALlTICO DE FUNCION MENTAL Al aplicarse la teoría psicoanalítica al estudio de la psicopato­ logía, del desarrollo de la personalidad, de los sueños, del arte, la cultura y otras áreas de la actividad llumana, se crearon una serie de modelos con objeto de conceptualizar el papel de los factores psicodinámicos en la conducta. El primero de estos, el llamado modelo "topográfico", describía la actividad mental éomo consciente o inconsciente. Aunque este esquema resultaba fácil de 74 PRINCIPIOS GENERALES DE PSICODlNAMICA aplicar, no tardó en ponerse de manifiesto que no servía para examinar el problema psicodinámico central en psicopatología, esto es, el del conflicto intrapsíquico. En la práctica clínica, la mayoría de los conflictos eran totalmente inconscientes, y el paciente no se daba cuenta ni del motivo o impulso básico ni del peligro imaginario. Como resultado de ello, Freud desarrolló la teoría "estructu­ ral", que reemplazó en gran parte la teoría topográfica anterior. En ella, se supone que la mente consta de estructuras más o menos autónomas, que se definen de la manera más aguda en tiempos de conflicto. Cada estructura consta de un conjunto complejo de funciones psicológicas que actúan de acuerdo durante el conflicto. De aquí que la mayor parte del conflicto, cuando no todo, se considere que tiene lugar entre dos estructuras. Se admiten, por regla general, tres estructuras, esto es, el id que consta de los instintos, impulsos y necesidades básicos; el ego, que incluyen las funciones psicológicas que controlan y regulan aquellos impulsos, las defensas y todos losjdemás mecanismos de enfren.' tamiento, y el supertgo, aspecto especializado del ego que se desarrolla ­ en la relación tenÍprana con los progenitores y encarna las normas éticas, morales y culturales adquiridas durante la socialización. El ego ideal, considerado por regla general como componente del superego, se refiere a los objetivos y aspiraciones que el individuo desarrolla a través de la identificación con los padres y que se van ensanchando y modificando a través de su contacto ulterior con sus compañeros de edad y con el medio ambiente cultural más amplio. Ego El término "ego" describe aquellas funciones psicológicas que ayudan al individuo a adaptarse al medio ambiente, a responder a estímulos y a alterar funciones biológicas básicas, mientras aseguran la supervivencia y la satisfacción de necesidades. Históricamente, el con­ cepto tuvo su origen en estudios del conflicto psicológico, en los que el ego representaba las fuerzas que se oponían, )ontrolaban y regulaban instintos biológicos básicos. Más adelante, fue ampliado para incluir fun­ ciones que nada tenían que ver con el conflicto y podían inclusive operar de acuerdo con instintos básicos para servir a las necesidades de adaptación del organismo. El ego es el órgano ejecutivo de la mente, que media entre las demandas internas de los motivos biológicamente no condicionados (el id), los objetivos y valores condicionados socialmente (el superego) y las exigencias externas de la realidad. Es la vía común final que integra todos aquellos elementos condicionantes y controla luego la respuesta del organismo. El ego se desarrolla a través de la acción recíproca de la psique infantil en vías de maduración y la reali­ dad externa, especialmente aquella parte de la realidad externa que consta de otros seres humanos significativos. Hay, de un lado, un MODELO PSICOANALITICO DE FUNCION MENTAL 75 despliegue de potencial biológico para la memoria, el aprendizaje, la percepción, el conocimiento, la comunicación y otras funciones vitales de adaptación y, por otra parte, un medio ambiente altamente especia­ lizado, compuesto de mecanismos satisfactores de necesidades y regula­ dores de estímulos contenidos dentro de los límites de un objeto humano, la madre atenta y sensible. El ego comprende tanto los procesos psicológicos conscientes como los automáticos inconscientes. La porción consciente es aproximada­ mente equivalente a los conceptos corrientes de "yo" o "personalidad", que se consideraban constituir, antes de Freud, la materia de estudio de la psicología. El ego incluye asimismo los mecanismos inconscientes de defensa y las fuerzas de represión., que Freud descubrió en su labor temprana. Aunque dichos mecanismos operen fuera de la conciencia del paciente, están dirigidos, con todo, contra la expresión de necesidades e instintos básicos y se consideran, por consiguiente, como parte del ego. El id El término "id" describe los instintos y motivos de base biológica que se hallan en el origen de una gran parte de la conducta. El impulso sexual, la agresión y la necesidad de seguridad constituyen ejemplos de semejantes motivos. Otras necesidades se desarrollan como resultado de la exposición a la sociedad y están condicionados por las demandas de esta. La posición social, el prestigio y el poder son ejemplos de objetivos relacionados con dichas necesidades. La teoría psicoanalítica clásica los consideraría como parte del id, ya que se dejan relacionar en última instancia con factores biológicamente condicionados. Al presionar estos motivos biológica o socialmente condicionados con miras a la satisfac­ ción, se convierten en uno de los mayores factores que impelen al ego y deciden, por consiguiente, la conducta individual. Las exploraciones tempranas de los condicionantes inconscientes de los síntomas neuró­ ticos, de Freud, pusieron al descubierto los fenómenos que abarca el término id. En años más recientes, la investigación psicoanalítica se ha orientado hacia la psicología de los procesos mentales conscientes y de los patro­ nes de integración behavioral así como hacia las influencias de los impulsos inconscientes. En otros términos, se ha producido un desplazamiento de una psicología exclusiva del id hacia una visión más equilibrada, que incluye la psicología del ego. Este desplazamiento se hizo posible después que se hubieron comprendido mejor los condicio­ nantes inconscientes de la conducta y tuvo un paralelo en el interés creciente por los problemas psiquiátricos que implican patología del ego, tales como los trastornos de carácter y las psicosis. Freud describió la actividad mental primitiva del id y el ego inconsciente mediante la expresión "proceso primario", en contraste con el "proceso secundario" del pensamiento del ego adulto consciente. El 76 PRINCIPIOS GENERALES DE PSICODINAMICA RESUMEN pensamiento del proceso primario es infantil, prelógico y centrado. el) sí mismo. Es controlado por el principio del placer, tolera contradicciones e inconsistencias, y se sirve de mecanismos mentales tales como la simbolización, la condensación y el desplazamiento. El pensamiento de proceso secundario, en cambio, es lógico, racional, está centrado en la realidad, dirigido a un objetivo y es relativamente libre de control emocional. La mayoría de los procesos de pensamiento combinan elementos de ambos. 77 deformación. Se han producido reiteradamente interpretaciones erróneas de esta distinción crítica inclusive por el propio Freud. Durante su niñez, los pacientes neuróticos experimentaron con frecuencia a los adultos corno altamente seductivos o profundamente indiferentes. Freud necesitó algún tiempo para reconocer que esto no constituía necesaria­ mente una reproducción exacta de experiencias reales. Sin embargo, resulta más inapropiado todavía descartar esta realidad psíquica, ya que, sin ella, los temores del niño y las neurosis del adulto carecen de signi­ ficación. La conclusión es que la realidad ha de considerarse como otra estructura psíquica, .sensible al medio ambiente externo, pero que implica una interpretación personal creadora para todo individuo dado. Cuando decirnos a alguien: "no seas tonto" (esto es, "estás loco"), esto significa, por regla general, que no percibimos su realidad psicológica, sino \Í,nicamente la nuestra. Es probable, en efecto, que su conducta tenga sentido en el contexto de su propia realidad física. Superego Este término se refiere a funciones psicológicas que implican normás de lo que está bien y lo que está mal, juntamente con la apreciación y el juicio del yo en términos de dichas normas. En el empleo general, comprende también el ego ideal, esto es, la representación psicológica de aquello a que la persona desea parecerse: su yo ideal. Al superego se le consideró inicialmente como una porción del ego, pero se encontró que operaba independientemente de otras funciones de este y aun, en ocasiones, en pugna con él, especialmente en situaciones de conflicto y en estados patológicos. Se desarrolla a partir de las relaciones del niño joven con sus progenitores, quienes inicialmente le proporcionan juicios externos, crítica y elogio de su conducta. A medida que, al crecer, el niño se va alejando de sus progenitores, sigue manteniendo con éstos, con todo, una relación perpetua, internalizando una relación psicológica de los mismos. Este proceso; designado como introyección, crea un instrumento psíquico dinámicamente significativo que lleva a cabo las funciones que anteriormente correspondían a los progenitores. El superego está influido asimismo por substitutivos parentales, tales como los maestros, los compañeros de juego y la sociedad en general. Esto es inclusive más cierto todavía del ego ideal, que en la edad de latencia está a menudo simbolizado concretamente por héroes culturales populares. RESUMEN En .resumen, pues, vernos que cualquier porción de conducta resulta de la acción recíproca de motivos innatos y socialmente condicionados, de los objetivos y las normas adquiridos durante la socialización tempra­ na, de la percepción de la realidad externa y de la personalidad, los talentos, el estilo defensivo y la capacidad integradora únicos del indivi­ duo: es el producto del id, del ego, del superego y de la realidad psíquica. Este marco psicodinámico proporciona un me~o de pensar acerca de los datos clínicos en general y de las entrevistas psiquiátricas en particu­ lar. En efecto, el médico ~ede considerar los deseos o motivos predo­ minantes del paciente, sus temores inconscientes y sus defensas características. ¿Cómo están todos estos integrados? ¿Cuáles síntomas o rasgos de carácter están presentes? ¿Cómo interfieren estos con la adaptación del individuo, y cuáles ajustes secundarios han sido nece­ sarios? Cada individuo es único, pero hay, con todo, ciertos patrones típicos de instinto, miedo y defensa, de síntoma y de estilo de carácter, que han conducido a la descripción de los síndromes clínicos bien cono­ cidos en psiquiatría. El examen de problemas más específicos en la entrevista psiquiátrica empezará con uno de los síndromes más cla­ ramente definidos y de reconocimiento más fácil, esto es: el carácter obsesivo. Realidad A primera vista podrá parecer superfluo incluir una sección sobre la realidad en un examen de la función psicológica, pero procede, con todo, hacer una distinción entre la realidad psicológica y el concepto más familiar de la realidad física. En efecto, el mundo real sólo influye sobre las funciones psicológicas en cuanto es registrado y percibido por el individuo. Esto se deja ilustrar considerando el aspecto más impor­ tante de la realidad externa, esto es, la realidad social de otras personas importantes. El individuo no reacciona a su madre o padre reales, sino a representaciones internas de objeto, que inevitablemente implican alguna BIBLlOGRAFIA Arieti, S. (dir.): American Handbook of Psychiatry (3 voLs.). New York, Basic Books, Inc., 1959. - 78 PRINCIPIOS GENERALES DE PSICODINAMICA Arlow, J., y Brenner, C.: Psychoanalytic Concepts and the Strudural Theory. New York, International Universities Press, 1964. Brenner, C.: An Elementary Textbook of Psychoanalysis. 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