Buenos días a todos otra vez. En mi anterior ponencia presenté La teoría intrínseca de la vida humana según Julián Marías. Voy a proceder ahora con esta segunda, denominada Elementos fundamentales de la perspectiva cristiana según Julián Marías. Hay que entender qué significa la perspectiva cristiana en Marías para justificar su importancia filosófica. Podemos definir la perspectiva cristiana como la manera, entre otras infinitas posibles, con que un cristiano mira a la realidad, la interpreta y la vive, es decir, la entiende. Los elementos de la perspectiva cristiana son numerosos y muy variados, como iremos viendo: por ejemplo, frente a la perspectiva que entiende la muerte como el final absoluto, el cristiano la vive como el preludio de su Resurrección; frente a un posible relativismo moral, el cristiano piensa muy en serio sobre la posibilidad real del malogro de la propia vida si no vive con amor y con esfuerzo moral; frente a una perspectiva nihilista o del absurdo, el cristiano postula el sentido y la inteligibilidad de lo real, etc. Vamos a ver brevemente cómo aparece desde la perspectiva cristiana el conjunto de la realidad, mencionando algunos de esos ingredientes principales de que habla Marías en su obrita titulada justamente así, La perspectiva cristiana, que paso a enumerar sin demasiada pretensión de exhaustividad. 1. Uno primero es que el cristiano parte de la inteligiblidad de la vida humana y de la realidad, del sentido de ambas. Inteligibilidad no quiere decir resolución, ni que la realidad no tenga enigmas, misterios o dificultades: quiere decir, justamente, que aun en esos casos se entiende la vida humana como capaz de descubrir en la realidad "la presencia del misterio" (14), como dice Marías. Derivada de la inteligibilidad y el sentido personal de la vida, está, cito "la esperanza de que la realidad tenga sentido, la creencia de que lo tiene y [de que] por eso puede buscarse e indagarse. Esta creencia ha tenido vigencia en Occidente durante siglos" (52), fin de la cita, y acaso explique este hecho numerosos avances científicos de Occidente: nadie investigaría una naturaleza si no partiera de la creencia de que es inteligible. 2. Otro ingrediente de la perspectiva cristiana es el enraizamiento en la Historia: el cristianismo podemos decir que está situado históricamente, se sabe parte concreta de una Historia de la salvación con etapas claramente distinguidas. Por ello forma parte de la vida cristiana el ejercicio de la conmemoración y el recuerdo. Parte de esta memoria cristiana implica recordar las raíces históricas de donde emergió: el judaísmo, Grecia y Roma. Estas tres raíces están personificadas, señala con perspicacia Marías, en Pablo de Tarso, que era de condición judía, de helenización intelectual, y ciudadano romano de nacimiento. Y las tres juntas se resumen en una palabra: Occidente. La herencia judía del cristianismo es más conocida por todos, pero también es señalable que "Grecia significa en la historia de la Humanidad (...) una perspectiva dominada por una exigencia de lucidez, por la visión teórica" (18). Además, la visión griega implica también una "visión teológica" sobre Dios que va a ser esencial para el cristianismo según Marías: y supone creer que respecto de Dios cabe el error intelectual (20): pero también el acierto. Señala Marías que "pertenecen al cristianismo las dos fórmulas expresadas por San Agustín y San Anselmo. Fides quaerens intellectum, la fe que busca la inteligencia, que se esfuerza por entender". Sin todo lo griego, "la perspectiva cristiana no sería lo que es, ni resultaría inteligible". Respecto de Roma, señalará Marías que su misión fue hacer real lo que en Grecia era sobre todo teórico: institucionalizar las ideas griegas. Tercer elemento: la confianza en el lenguaje, aun con conciencia de insuficiencia. Esa confianza griega en la razón humana implica una confianza en sus conceptos, "que permiten la intelección, la comprensión de la realidad" (19). Señala Miguel García-Baró en sus Ensayos sobre lo Absoluto que la Revelación cristiana "supone el carácter esencialmente adecuado de las palabras humanas para la comunicación de muchas de las cosas supremas". Marías pone el ejemplo de Pentecostés en los Hechos: cada uno oye predicar a los apóstoles en su propia lengua los misterios del cristianismo. Esto da una confianza muy fuerte en el lenguaje y las palabras, e implica el siguiente ingrediente: 4. Equiparación de todos los pueblos y universalidad del mensaje cristiano. Este punto implica, o debería implicar mejor dicho, la exclusión en la perspectiva cristiana de cualquier tipo de nacionalismo, tanto los de una nación real como los de naciones inventadas. El nacionalismo, si se mira bien, es anti-cristiano, pues va frontalmente en contra de su universalidad. El cristianismo implica "apertura a todas las formas posibles" de la vida humana, sin adscribirse "exclusivamente a ninguna" (18). Punto 5. La realidad entera es entendida como novedad ex nihilo. El relato del Génesis, señala Marías, cito "no se trata de una cosmogonoía, sino de algo bien distinto: por lo pronto, creación, posición en la existencia de algo "nuevo", antes inexistente" (29). Para Marías, la sucesión incesante en Occidente de estilos artísticos, formas literarias, sistemas intelectuales, formas políticas, se puede interpretar como una de las consecuencias de esta perspectiva cristiana": la Humanidad anda a la busca de novedad, de una "idea de una perfección inasequible, pero al mismo tiempo "propuesta" como una meta deseable", fdlc. 6. Perspectiva cristiana e historicidad. Cito a Marías: "La historicidad (...) afecta a la realidad total de la religión cristiana a lo largo de los siglos" (32) "Esto ha llevado a que el cristianismo se haya asociado a contenidos que no le son esenciales, que incluso pueden ser adversos a su profunda inspiración religiosa. Es lo que suelo llamar "adherencias" sociales e históricas que inevitablemente acompañan al cristianismo, pero deben distinguirse de él" (32). Otro aspecto de la historicidad del cristianismo es que, para el cristiano los resultados de sus acciones van "siempre más allá" de ellas, como "hilos de una trama y una urdimbre que desembocan en un tapiz que no es obra exclusiva del hombre" (35). El cristiano acepta "su condición histórica, pero sin olvidar que no se reduce a ella, que tiene una dimensión que le permite juzgarla, superarla, escapar a lo que puede tener de servidumbre". Además, punto 7, El cristiano entiende su vida como misión: "La vida como misión es núcleo del cristianismo". Cada vida cristiana es una misión inserta dentro de la misión del cristianismo como "proyecto histórico" que consiste, por lo pronto, en "la difusión a todos los pueblos, la comunicación de la luz a todo hombre que viene a este mundo", fin de la cita. Y es que, 8. El papel de Dios en la Historia, la perspectiva cristiana ve posible la intervención directa de Dios en el mundo y en la vida de cada hombre. Para el cristiano, cito, "Dios" será un nombre propio, un nombre personal. Además de Creador es Padre, Padre común de todos los hombres: la unicidad de Dios y su paternidad se corresponden con la fraternidad de todos los hombres por ser hijos de Dios, no ya "semejantes", sino hermanos, sin distinción ni privilegio". Por otro lado, la noción de Providencia cito ha desempeñado un papel primordial (...) en la perspectiva cristiana, a lo largo de casi toda la historia". Filón de Alejandría identificaba lo más genuino de la religión, justamente, con la vivencia de la Providencia: creer en Dios sería, primero de todo, creer en su Providencia. Todo esto implica el optimismo: si se incluye en la visión de lo real la existencia de Dios y lo que significa para el hombre, el "balance" tiene que ser, cito, "superabundantemente positivo, sean cualesquiera los males que se puedan descubrir y acumular. La única respuesta cristiana a la reaildad tiene que ser "Sí" (135), fin de la cita. Ligado a esto está, 9., la visión amorosa de Dios: Dios como amor. (Leibniz, que escribe en su Teodicea que, cito, "el cristianismo dio al pueblo la religión de los sabios", dirá que Dios es encantador, y que hay tener ternura con respecto de él: "Jesucristo, sigo citando, quiso que la divinidad fuera objeto no sólo de nuestro temor y de nuestra veneración, sino también de nuestro amor y nuestra ternura", escribe en el Prefacio a esa obra). De igual manera señala Marías que "el cristiano se siente amado por Dios; no solo creado, sino individual, personalmente atendido por la infinitud de Dios" (64). Derivada de la visión amorosa de Dios está, en primer lugar, el punto 10, la concepción del hombre como criatura amorosa: imagen de Dios en el sentido no solo de la racionalidad, sino del amor (el énfasis en que la humanidad depende solo del uso de la razón ha llevado a muchas catástrofes que hemos visto en el siglo XX, y, en segundo lugar, el punto 11, la persona como ser en relación: derivada de la Trinidad. Unamuno decía "Una persona aislada deja de serlo. ¿A quién, en efecto, amaría? Y si no ama, no es persona". También Feuerbach dedicó reflexiones interesantísimas a este respecto inspirándose, paradójicamente, en el cristianismo. Frente a la impenetrabilidad de los cuerpos que nos enseña la Física, Marías sostiene la interpenetración de las personas, la mutua habitabilidad de unas personas dentro de otras, basada en la concepción teológica cristiana de perikhóresis, según la cual unas personas divinas habitan y existen (inexisten, dice el Concilio de Florencia) en las otras. Otro punto importante es, 12, la libertad personal: para el cristiano Dios no solo nos crea libres, dice Marías, sino que nos pone en libertad, "nos consigna a ella". Leibniz escribe en el Prefacio a su Teodicea que "Si no hay libre albedrío, entonces no hay moralidad en las acciones, ni justicia ni injusticia, ni tendrían sentido los castigos o los premios". Esta libertad es también intelectual, pues como dice un querido profesor mío "Jesús es el Lógos que libera al hombre de todos los mitos", mitos como las ideologías, la propaganda o la mentira. Fruto de esta libertad profunda del hombre está, 13, La ireductibilidad de la bondad y de la maldad humana: la maldad humana es un "hecho sobrecogedor que no se puede escamotear, como se intenta hacer de muchas maneras, que convergen en una reducción de lo personal a lo cósmico, biológico, orgánico, social o cualquier otro mecanismo explicativo" (51). 14. La dignidad de la persona: Si para Heidegger el hombre es fundamentalmente "ser en el mundo", para Marías es primero de todo "ser en la carne", ser en la vida única e irrepetible de cada ser humano, digno en todos los casos de amor, de respeto, de cuidado, y solo después también ser en el mundo. En la teología cristiana, la Segunda persona divina "asume la condición humana, con todos sus atributos: carne, alma y cuerpo, mundanidad, nacimiento y muerte, trayectoria vital, historicidad. Alguien con quien se pudo convivir, con quien se pudo hablar, a quien se puede imaginar". Como decía Tomás de Aquino en el siglo XIII, por la Encarnación de Dios cito "somos aleccionados acerca de la gran dignidad de la naturaleza humana", fin de la cita. Y esa Encarnación "es permanente", como señala Marías: Dios sigue siendo hombre toda la eternidad. 15 y último, pero en absoluto menos importante, más bien al contrario, está la creencia en la vida perdurable. El cristianismo parte de dos nociones fundamentales: la primera, que la otra vida tiene que ver con esta; en segundo lugar, que ese desenlace es extremo, la suma felicidad o la suma infelicidad, y que en alguna medida depende de la persona misma", fdlc. Marías señala que sería más apropiado en el cristianismo decir vida perdurable que vida eterna. Actualmente, escribe, "la desaparición de ese horizonte dramático, de la convicción de que está en juego la totalidad del destino personal, ha atenuado increíblemente la expectativa de la vida perdurable". A este respecto dice Marías unas fuertes palabras: "La omisión de la expectativa en la perduración es la máxima infidelidad al cristianismo". El cristiano espera la resurrección de la carne, que es "inaccesible a la razón", señala Marías, pero no contraria a ella, y es "núcleo esencial del cristianismo". Sin esto no hay cristianismo", señala Marías. La carne, cito "está unida, por la voluntad de Dios, a la condición humana, y es inseparable de ella, fruto "del amor permanente de Dios al hombre". Al hablar de vida perdurable se olvida, dice Marías, que "hay el riesgo de la despersonalización: la otra vida podrá ser todo lo otra que se quiera, dice Marías, pero tiene que ser vida, y tiene que ser mi vida. Así como todos en esta vida estamos en este mundo, pero cada uno tiene su vida, así después cada cual tendrá su vida perdurable. "Esa unicidad, esa peculiaridad de cada uno, con toda su complejidad, nuestra realidad personal, inteligente, amorosa, carnal, ligada a las formas históricas, hecha de proyectos de varia suerte, articulados en trayectorias de desigual autenticidad, es la que ha de perpetuarse, transfigurarse, salvarse. No puede imaginarse ninguna mutilación ni disminución". Muchas gracias.