EDITORIAL | MIÉRCOLES 20 DE NOVIEMBRE DE 2019 Ausencias Sergio Aguayo E l secuestro de Alejandro Vera y María Elena Ávila Guerrero en Morelos, muestra las luces y las sombras de la estrategia de seguridad federal. Las autoridades federales y estatales encargadas de combatir el secuestro, hicieron un excelente trabajo al rescatar con vida, en menos de 36 horas, a Alejandro y a María Elena. La fiscal antisecuestros de Morelos, Adriana Pineda, me explicó en una conversación telefónica, la evolución del operativo de rescate realizado por el Grupo de Fusión, Unidad Especializada en Combate al Secuestro en Morelos, que funciona bajo su mando desde 2014. Por razones de espacio, difundiré el texto de la conversación de manera separada. Dada la vapuleada sufrida por la estrategia de seguridad, hubiera sido lógico que salieran a presumir un trabajo muy bien hecho. En lugar de ello, las autoridades federales y estatales adoptaron por un hermetismo incomprensible en un gobierno de Morena, el partido de las mañaneras. Aventuro algunas hipótesis sobre el significado de esas ausencias. El gobernador de Morelos es Cuauhtémoc Blanco, un candidato postulado por el Partido Encuentro Social (PES) y Morena. El “Cuau”, como también se le conoce, fue un candidato muy popular, pero con escasa experiencia en política, medios y grandes problemas nacionales. En mayo de 2018, Jacobo García publicó en El País, una descripción precisa del “Cuau” en campaña: “hace seis meses no hablaba en público, pero empezó a ver videos de López Obrador y a seguir su método: pocas ideas, muchas veces repetidas”. Cuando ganó la gubernatura se fue al extremo opuesto, porque hablar sobre el acontecer diario, requiere información e interpretación. Ejercicios complicados y riesgosos. Reaccionó envolviéndose en sudarios de silencio; pocas veces atiende a los medios y solo asiste a los eventos indispensables. Delegó el ejercicio del poder formal en el jefe de la Oficina de la Gubernatura, José Manuel Sanz Rivera y el informal, en su medio hermano Omar, quien según múltiples versiones públicas, va quitando y poniendo funcionarios, mientras –dicen– cobra moches. El resultado es un desgarriate observable en la política de comunicación sobre el secuestro. Quien informó a los medios sobre el secuestro fue Sanz, quien había sido excluido de la mesa de seguridad, desde el 9 de octubre; Blanco sólo envió un tuit después de la liberación, expresando su “reconocimiento a las autoridades” pero sin dar una sola conferencia de prensa. El secuestro y las ausencias son reflejo del abandono en el que tienen a la ciudadanía. En Morelos se respira miedo. Según El secuestro y las ausencias son reflejo del abandono en el que tienen a la ciudadanía. En Morelos se respira miedo. Según el último ENVIPE (2019) del INEGI, el 80 por ciento de la población teme “viajar por carretera a otro estado o municipio”. Alejandro y Mariela lo hicieron a las 9 de la noche, iban por una autopista de paga. el último ENVIPE (2019) del INEGI, el 80 por ciento de la población teme “viajar por carretera a otro estado o municipio”. Alejandro y Mariela lo hicieron a las 9 de la noche, iban por una autopista de paga. Puede entenderse que ese día y a esa hora no hubiera patrullaje por ese camino. Es incomprensible el silencio sobre la banda operando en esa zona. En una revisión de las páginas estatales y federales, no se orienta a la ciudadanía con un mapa de riesgos actualizado permanentemente. Difunden, eso sí, tuits bien “ñoños”. Seleccioné el siguiente de la Fiscalía de Morelos: “NO vincules tus redes sociales personales a las cuentas electrónicas de tu trabajo, puedes ser víctima de extorsión”. Minimizan la gravedad de la inseguridad, para no generar pánico social. Como el recelo es permanente, la ciudadanía desamparada crea grupos en WhatsApp para informarse y viajar por carretera, con un relativo control, porque para entrar al chat, alguien debe recomendarlo. En Morelos son palpables las carencias en la estrategia de seguridad. La indiferencia del gobierno federal hacia el desgarriate creado por tres gobernadores, abre enormes espacios a la delincuencia y eso se refleja en las encuestas de opinión, en los hábitos y en cualquier conversación. El presidente y Morena tienen la responsabilidad de controlar a un gobernador ligado a su partido y de hacer más eficiente su gobernar. En lugar de empeñarse en gobernar con eficacia, se ofenden e indignan cuando se les señalan sus errores y omisiones. Bien por la manera cómo resolvieron el secuestro, mal por ese ocultamiento de información indispensable. En Morelos no funciona su estrategia de seguridad. @sergioaguayo Colaboraron Valeria Hernández Almaguer y Rodrigo Peña González. JAQUE MATE Sergio Sarmiento Trágica revolución “No puedes hacer una revolución con guantes de seda”. IÓSIF STALIN E n el censo de 1910 México registró una población de 15.2 millones de habitantes. Para 1921 el número bajó a 14.3 millones en lugar de aumentar un millón como había venido ocurriendo en las décadas anteriores. Esta reducción ha servido de sustento a la afirmación de que un millón de personas murieron en la Revolución Mexicana. La cifra es, en realidad, falsa. Las batallas de la revolución fueron pocas y con un número relativamente reducido de bajas. En la toma de Ciudad Juárez de mayo de 1911 fallecieron unos 2,500 efectivos de ambos bandos. En las dos batallas de Celaya, los combates más sangrientos, cayeron unos 7 mil en total. La población se contrajo por las condiciones de hambre, insalubridad e inestabilidad económica generadas por la contienda. Muchos mexicanos huyeron a Estados Unidos; cientos de miles murieron por la gripe española y otras epidemias. La historia oficial ha buscado presentar la revolución como una gesta gloriosa, pero representó más bien un fuerte retroceso económico y social. Pasarían muchos años para que el país se recuperara de la destrucción y la disrupción económica. ¿Y para qué? Para que un presidente que se había reelegido varias veces, pero que ya tenía 80 años y moriría en 1915, fuera reemplazado por un partido hegemónico que se mantendría más de 70 años en el poder. La medicina resultó peor que la enfermedad. Hoy se llevará a cabo un desfile histórico-militar, con miles de caballos, desde el Zócalo hasta el Campo Marte de la Ciudad de México. El propósito es fortalecer la imagen romántica de la revolución. El gobierno no quiso realizar el desfile el lunes feriado del 18 de noviembre y ha preferido hacerlo en un día de trabajo. Quiere lograr la máxima atención, pero también provocará un caos vial. El desfile es importante para el presidente. Los gobiernos panistas le prestaron poca atención a los festejos de una revolución que consideraban una simple justificación del PRI para permanecer en el poder durante siete décadas. En 2006 el gobierno de Vicente Fox cambió el feriado del 20 de noviembre al lunes inmedia- El gobierno no quiso realizar el desfile el lunes feriado del 18 de noviembre y ha preferido hacerlo en un día de trabajo. Quiere lograr la máxima atención, pero también provocará un caos vial. to anterior. Para los defensores de la historia oficial, esto minusvaloraba la lucha revolucionaria. El presidente López Obrador, sin embargo, está empeñado en recuperar los mitos y dogmas del viejo PRI. Por eso el desfile de hoy es tan importante para él. No sé, sin embargo, si los capitalinos se están cansando de desfiles. Este año hubo cuatro para festejar el día de muertos, además del militar del 16 de septiembre. Ahora se une a la lista este desfile histórico. Para un presidente que dice que su política de seguridad es ofrecer abrazos en vez de balazos, y que hace frecuentes referencias a la bondad y espiritualidad de Jesús, resulta contradictoria esta celebración de la violencia. La historia oficial festeja las batallas y minimiza la muerte y la destrucción. No se preocupa por las matanzas, los abusos, las violaciones o la destrucción de propiedades. Las guerras, según esta visión, no ocasionan sufrimiento humano. Esta visión minimiza los acuerdos pacíficos, como el abrazo de Acatempan o la decisión de Plutarco Elías Calles de impulsar una sucesión institucional tras el asesinato de Álvaro Obregón. Pero fueron estos acuerdos, y no las revoluciones, los que generaron el progreso de México. La historia oficial tiene otros datos: celebra los balazos y no los abrazos. LIBRO DEL PRESIDENTE Uno de los privilegios de ser presidente es que puedes promover tus libros en las mañaneras. Esta promoción aumentará las ventas del nuevo libro de López Obrador, Economía moral. Resulta interesante, como ayer comentaba Leonardo Curzio, que haya decidido publicarlo con una editorial privada y comercial y no con el Fondo de Cultura Económica. Twitter: @SergioSarmiento | El Siglo de Torreón 7A Crisis y protestas: es el presente y el futuro del mundo los que están en juego Embajador Jorge Alvarez Fuentes C onforme pasan los días y los meses, en el mundo, más y más personas, salen a las calles a protestar para demostrar su profundo enojo, insatisfacción y hartazgo por el actual estado de cosas, en su comunidad, su país y en el mundo. Millones de individuos manifiestan su rechazo ante las múltiples maneras en que ven canceladas sus aspiraciones y vulnerados sus derechos. Las movilizaciones, huelgas, protestas, marchas y mítines se suceden porque millones de hombres y mujeres, una inmensa mayoría de jóvenes, se encuentran atrapados en los sistemas en los que viven, y se han movilizado para ocupar los espacios públicos, participar y tratar de definir un destino individual y colectivo, distinto. Millones han superado la incertidumbre, la desidia y el miedo. Demandan cambios verdaderos en la manera de ejercer la política, de hacer crecer la economía y de distribuir la riqueza, de lograr avances en la sociedad. Motivados por una profunda insatisfacción, reclaman tanto el presente como el futuro que les pertenece, del que se sienten, con razón, defraudados y excluidos. Millones han decidido pasar de la denuncia individual a la acción colectiva, porque no quieren ser meros testigos de los beneficios prometidos de la globalización, la cual les resulta, por una parte, extraordinaria, esperanzadora, propia e inescapable, y, por la otra, avasalladora y ajena. La lista es larga, en donde se está cuestionando la democracia, la justicia y el porvenir de la humanidad: Hong Kong, Irak, Líbano, Argelia, Francia, Nicaragua, Bolivia, Venezuela, Chile, Perú, Ecuador, Haití, Honduras, Cataluña, Rusia, Turquía, Pakistán, Egipto, Palestina, Siria, Sudán, Indonesia, India. ¿Qué tiene en común las protestas? ¿Por qué continúa extendiéndose con rapidez un creciente malestar social en el mundo? ¿Son las protestas ciudadanas la manera más efectiva de alcanzar transformaciones de fondo? ¿Dónde quedó el papel de los partidos políticos? ¿Qué sigue después de las protestas, con su carácter inorgánico, contestatario, anti sistémico? ¿Cómo lograr acuerdos políticos? ¿Qué sentido y alcance tienen? ¿Cómo imaginar otras formas de liderazgo en medio de la desesperación y la ira acumuladas? ¿Cómo deben hacerse escuchar los ciudadanos y que sus legítimas demandas redunden en programas alternativos coherentes? ¿Cómo mantener el rumbo, el sentido creativo y esperanzador de los movimientos? La búsqueda de respuestas a tan complejas interrogantes quizás provea de algún significado a la inestabilidad, la inseguridad, las contradicciones y la confusión características de nuestro tiempo. Las revoluciones y protestas se distinguen por su inesperada irrupción, su carácter intermitente, junto con sus prontas e imaginativas consignas y objetivos idealistas; pero las transformaciones de fondo, las del orden establecido, demuestran siempre ser mucho más difíciles y complejas de lograr. Salir y ganar las calles, movilizar y convocar a cientos de miles, resistir los embates policiacos, resulta muchas veces la parte más fácil, no así el alcanzar los objetivos trazados, centrados en cambiar el orden establecido, en oponerse a aceptar una terca realidad sancionada por las autoridades, en conseguir que se satisfagan las demandas de libertad, de justicia, de igualdad, para todos. A veces se trastocan regímenes, se consiguen ciertas reformas o se trastornan, parcialmente, las relaciones de dominación, pero las estructuras del poder que se concentran en las instituciones de gobierno y en el predominio de las redes de intereses interdependientes que sostienen el statu quo son tanto más difíciles de modificar. Siempre resulta mucho más difícil construir nuevas instituciones, establecer otro orden constitucional. La globalización y los avances tecnológicos acelerados han exacerbado las disparidades entre países, regiones, comunidades e individuos. Las desigualdades políticas, económicas y sociales separan cada vez más a los gobernantes de los ciudadanos, quienes, en medio una polarización creciente, mantienen serias objeciones y se sienten traicionados. Las comunicaciones digitales han hecho también que más personas estén al tanto de las desigualdades e injusticias a nivel global, de la corrupción, de las disparidades económicas, de la crisis climática, de las amenazas a las libertades políticas, de la pertinaz ingobernabilidad y de los riesgos de la sustentabilidad planetaria. La flagrante inequidad, la desesperanza, han hecho que muchos movimientos sociales se radicalicen o se extravíen. Muchos dirigentes políticos parecen no comprender que el déficit de confianza ciudadana va en aumento. Si bien las situaciones de crisis y las circunstancias son únicas, hay factores comunes en la quiebra de los contratos sociales. Hay un profundo descrédito para quienes han obtenido un mandato en las urnas o en la sucesión hereditaria, a fin de ser los responsables del poder político, los administradores de los bienes públicos, garantes del bienestar común. Numerosos gobernantes no están escuchando o entendiendo los reclamos populares y desconocen cuáles son los verdaderos problemas que viven hoy las personas. Son millones los que reclaman que los sistemas políticos, económicos, sociales y financieros funcionen para todos, de maneras más horizontales, justas, incluyentes y participativas, y que cesan de estar al servicio o sean el privilegio de unos cuantos. Ante la simulación y la apuesta autoritaria, muchas protestas se entrampan y desembocan en confrontaciones políticas abiertas, por lo que reclamos cívicos legítimos, por vías pacíficas, derivan en estallidos sociales sujetos a la represión de las fuerzas del orden, dando paso a procesos marcados por la violencia, la anarquía y el caos. Las formas tradicionales de ejercer el poder, de arriba para abajo, están siendo desafiadas en muchas latitudes. Hay un flujo incontenible de información y de desinformación, y hay también millones de personas comprometidas, dispuestas, conectadas, las cuales, podemos estar ciertos, seguirán protestando. @JAlvarezFuentes Evo, el fraude y el golpe Jorge Ramos “¿Porquélos presidentes de la república quieren eternizarse en elpoder?¿Porquéinsiste Evo Morales en creerque no hay nadie más que él?”. ELENA PONIATOWSKA, 9 DE NOVIEMBRE, 2019 L a historia de la salida del poder de Evo Morales es complicada. Sin duda hubo una rebelión popular ante el vergonzoso y torpe fraude electoral del 20 de octubre. Pero también es cierto que la explícita presión de los militares obligó a Morales a dejar la presidencia. Hubo fraude y hubo golpe. Las dos cosas. Evo Morales cayó, fundamentalmente, por su incontrolable deseo de permanecer en el poder. Estos son los datos. Ganó legítimamente las elecciones de 2005 —y se convirtió en el primer presidente indígena en la historia moderna de Bolivia—, y después lideró un esfuerzo para cambiar la constitución. Volvió a ganar unas elecciones en 2009, pero ahí empezaron las trampas. Dijo que su primer período presidencial no contaba y eso le permitió buscar (y ganar) una segunda reelección en 2014. No contento con quedarse en el poder hasta 2020, organizó un referéndum en 2016 para buscar otra reelección y, en esa ocasión, perdió. El resultado del plebiscito le prohibía lanzarse una vez más a la presidencia. Pero, mal perdedor, él aseguró que eso violaba sus derechos. Recurrió al Tribunal Constitucional — controlado por sus partidarios— y logró un dictamen que le permitiría reelegirse todas las veces que quisiera. Otra trampa. Eso nos lleva a las elecciones de octubre de 2019, en las que Evo buscaba un cuarto mandato presidencial. Tras un extrañísimo suspenso por veinticuatro horas, el Tribunal Supremo Electoral (TSE) —también dominado por Morales— lo declaró ganador en la primera vuelta, permitiendo que se quedara en su cargo. Pero el fraude parecía obvio. Un equipo auditor de la Organización de los Estados Americanos (OEA) determinó que hubo “manipulaciones al sistema informático”, “alteraciones y fir- mas falsificadas”, “inconsistencias con el número de ciudadanos que sufragaron” y, por lo tanto, “no puede validar los resultados de la presente elección”. Ese fraude no pudo haber ocurrido, según la oposición, sin la complicidad de Morales y el TSE —el ente encargado de organizar las votaciones—. Esto generó más de veinte días de protestas. Evo, arrinconado, ofreció un diálogo con sus opositores e, incluso, la realización de nuevas elecciones. Pero ya era demasiado tarde. En las calles bolivianas, muchos militares se rehusaban a reprimir a los manifestantes. Y fue entonces que el comandante en jefe de las Fuerzas Armadas, en televisión nacional, anunció: “Sugerimos al presidente del Estado que renuncie a su mandato presidencial”. Carlos Mesa, exmandatario y candidato presidencial, me dijo en una entrevista que se trató de una “frase que no fue afortunada”. Pero fue más que eso. Si los militares, en cualquier parte del mundo, le sugieren a un presidente que renuncie, eso sería interpretado como un intento de golpe de Estado. Y en Bolivia también. Esa “sugerencia” de los militares bolivianos rompió el orden constitucional reinante a pesar de que muchos opositores, como Mesa, consideraban que Evo Morales era un presidente ilegítimo. Se llevó a cabo un golpe de Estado en contra de un líder que, según la oposición, había violado la ley en varias ocasiones para buscar la reelección indefinida. Algunos han comparado la situación de Morales con la de la canciller alemana, Angela Merkel, quien lleva catorce años al frente de su país. Casi en paralelo con Evo, Merkel llegó al poder en 2005, pero hay diferencias sustanciales entre ambos: la canciller no cambió la constitución a su gusto ni hizo un burdo fraude para prolongar su liderazgo. Se los dije: es complicado. Hubo un golpe contra el responsable de un fraude electoral y varios trucos más. Evo puede ser muchas cosas, pero no un ejemplo de democracia.