© Maite Vallet, 2006. © Wolters Kluwer España, S.A., 2006 c/ Collado Mediano, 9 28230 Las Rozas (Madrid) Colección: MONOGRAFÍAS ESCUELA ESPAÑOLA EDUCACIÓN AL DÍA Primera edición: Noviembre 2006 Los autores y editores no asumen responsabilidad alguna por los daños o perjuicios que pudieran sufrir los usuarios derivados de su actuación o falta de actuación como consecuencia de cualquier información contenida en esta publicación. El objeto de esta publicación es proporcionar información al usuario, por tanto no existe obligación por parte de la editorial de resolver consultas o de facilitar asesoramiento jurídico o profesional de cualquier tipo relacionado con las informaciones en ella contenidas. 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Polígono Industrial El Rosón 28903 Getafe (Madrid) 3 Este libro va dirigido a los padres y demás educadores que deseen ayudar al adolescente a vivir intensamente esta etapa de su vida, a los que estén dispuestos a ayudarle a dar el paso de la niñez a la juventud tomando decisiones responsables, caminando hacia su autonomía y sabiendo respetar a todos y hacerse respetar por todos. Les ayudará a comprender al adolescente y a comunicarse con él para ofrecerle la ayuda que necesita. También va dirigido a los propios adolescentes. A ellos les facilitará la comprensión de la etapa que van a recorrer. Será una guía, un apoyo en su recorrido a través de esta complicada etapa de la adolescencia. 4 5 Introducción No compartir las mismas actividades familiares de cuando era niño, querer estar el mayor tiempo posible con sus amigos, aislarse en su cuarto, arreglarse de una manera diferente, tener opinión propia, tomar decisiones que no siempre coinciden con las del adulto, sus enamoramientos, su curiosidad por las relaciones sexuales... son comportamientos normales por los que pasamos todos los seres humanos. Solo que, cuando con el paso del tiempo nuestras vidas se alejan de la adolescencia, nos escandalizamos por lo que los adolescentes hacen, por lo que opinan, por cómo cambian. Es cierto que todo ese impulso que les mueve a cambiar, a dejar de ser niños, necesita ser equilibrado estableciendo límites. Límites que el adolescente sabe aceptar cuando parten de la comprensión y el diálogo. Si no se siente comprendido, es normal que se rebele. Si siente que se considera anormal su deseo de libertad, su rebeldía se vuelve agresiva. Muchas personas ven en los adolescentes a seres inadaptados, egoístas, agresivos e insolidarios. Algunos les rechazan, no les soportan, otros les temen. No comprenden que están pasando una etapa de cambio que les resulta difícil, muy difícil en muchas ocasiones, y que les provoca crisis, momentos depresivos y situaciones de descontrol, pero que, a su vez, son perfectamente capaces de dialogar, de asumir responsabilidades y de tomar decisiones coherentes, aunque les cueste. Es importante reivindicar la normalidad de esta etapa. Porque si bien es cierto que hay muchos adolescentes egoístas, agresivos e irresponsables, ese comportamiento no es consustancial con la adolescencia sino con una manera de educar que les ha ido encaminando a serlo. Si consideramos normal el cambio que se da en esta etapa y sabemos apoyarles para que lo afronten con responsabilidad, conviviremos con personas llenas de ganas de comunicarse, de disfrutar la vida y de ilusión por transformar el mundo. Para no perdernos el encanto de la adolescencia, debemos dejar de 6 escandalizarnos, rechazarla o temerla. Los adolescentes necesitan nuestra comprensión para descubrirse como seres independientes, con identidad propia. 7 8 La adolescencia, etapa de búsqueda, de crisis 1. ¿QUÉ SENTIMIENTOS GENERA ESTA ETAPA DE SU VIDA EN LOS ADOLESCENTES? ¿SE SIENTEN COMPRENDIDOS? La adolescencia es una etapa plena de vitalidad, de entusiasmo, de deseos de reconocerse como seres autónomos, independientes de la familia a la que se pertenece, de deseos de conocer todas la oportunidades que el mundo ofrece. El niño de la etapa anterior descubre un mundo lleno de nuevas oportunidades: la oportunidad de descubrir la amistad, de enamorarse, de disfrutar del tiempo libre con los amigos elegidos y de acuerdo con sus gustos personales, de crear un espacio íntimo dentro de casa para vivir su soledad, de decidir lo que desea estudiar... La adolescencia es también una etapa de inestabilidad emocional. El adolescente busca su propia identidad, y esa búsqueda le provoca sentimientos contradictorios. Siente que su cuerpo y todo su ser se transforma en adulto, y, aunque se da cuenta de que todavía no lo es, ya no se siente niño. Quiere crecer. Algo en su interior le impulsa a ser independiente, a dejar de pertenecer al mundo infantil, a dar los pasos necesarios para integrarse en la sociedad adulta. Desea ser reconocido como un ser con personalidad propia, capaz de tener una opinión personal y de discrepar de la opinión de los adultos, capaz de asumir sus propias decisiones. Necesita nuestro apoyo para avanzar seguro. Realizar su proyecto de vida le va a costar, tendrá que esforzarse para asumir sus responsabilidades. Va a necesitar límites, también refuerzos. Si no encuentra apoyo dentro de casa, lo buscará fuera. Buscará a alguien que crea en él, en su capacidad para opinar y tener un criterio propio, alguien que le valore, que le refuerce. Se refugiará en su grupo de amigos o en cualquier grupo en el que se sienta aceptado. Necesita que le tengamos en cuenta, que le escuchemos. Si no se siente comprendido, dejará de comunicarse con nosotros, viviremos una relación amarga cargada de incomprensión, incomunicación y 9 peleas frecuentes; se volverá inconformista y retador. Pero si sabemos apoyarle, su rebeldía no provocará enfrentamientos agresivos. La adolescencia puede ser una etapa costosísima si no estamos preparados para afrontarla, si no sabemos cómo ayudar a nuestro hijo, cómo actuar. Pero si aceptamos los cambios que se van a producir en su vida y nos preparamos para ayudarle a afrontar su adolescencia, aunque en ocasiones nos cueste comunicarnos, podremos disfrutar de esta etapa. 2. EL ADOLESCENTE BUSCA SU PROPIA IDENTIDAD, VIVE UNA ETAPA DE CRISIS La adolescencia es una etapa de crisis, de cambios muy bruscos, de búsqueda de la propia identidad. Pero nosotros podemos contribuir a acentuar el aspecto rebelde, inconformista y retador, o contribuir a que el adolescente encuentre su identidad, a que se reconozca como un ser capaz de sacar adelante su propio proyecto de vida, el suyo, no el que otros quieren que acepte como suyo. Tenemos que admitir que, efectivamente, nuestro hijo ha dejado de ser niño y que, aunque todavía no sea adulto, ni siquiera joven, tiene una identidad propia, específica, concreta; es un adolescente. Sin embargo, la sociedad en general desconoce el proceso de crecer del ser humano. Muchas personas temen la llegada de la adolescencia, y la padecen como si fuese una enfermedad que desean que pase cuanto antes. No creen en el adolescente, simplemente lo soportan mientras crece. No le comprenden, le siguen tratando como al niño de la etapa anterior. No comprenden que el papel del adolescente a lo largo de esta etapa va a consistir en descubrirse, en saber quién es, cómo es, qué quiere y hacia dónde desea encaminar sus pasos. No le proporcionan el espacio que necesita, no le ayudan a encontrar su lugar y acentúan su crisis, la llamada crisis de identidad que deben vivir todos los adolescentes: "¿Quién soy"? "Si no soy ni niño ni adulto, ¿a qué mundo pertenezco?" "¿Por qué no me siento bien con mis padres y a la vez los necesito?" "¿Por qué deseo tanto ser independiente y a la vez dependo tanto de ellos?" Es normal que no se comporte como en la etapa anterior. Es normal que desee aislarse en su cuarto, salir con sus amigos sin obstáculos, 10 que respetemos sus gustos a la hora de arreglarse... También es normal que rechace el esfuerzo que suponen sus reivindicaciones: ocuparse de su habitación, comprometerse con los horarios, ganarse lo que pide... Debemos aceptar su necesidad de independencia y ayudarle a asumir las responsabilidades que le permitirán ser realmente independiente. A menudo, le seguimos resolviendo su vida cotidiana dentro de casa, le exigimos madurez únicamente en los estudios y, aunque nos quejemos, nos volvemos permisivos respecto a sus salidas con amigos; no le exigimos la madurez que es capaz de manifestar en todas las actividades de su vida. Otras veces le exigimos una madurez impropia de su etapa, le exigimos una identidad adulta. Le culpamos por no saber lo que quiere, por ser inconstante, por no tomar decisiones eternas. No comprendemos que necesita dudar antes de elegir y tomar decisiones. Está en una etapa de búsqueda, no puede tener una conducta rígida, permanente. Al principio de la etapa el adolescente no sabe lo que quiere. Su misión es buscar caminos, reflexionar, cuestionarse, dudar. Al final de la adolescencia, cuando inicie su juventud, tendrá que haber tomado decisiones de gran trascendencia en su vida sobre estudios, amistades, pareja y ocupaciones en su tiempo libre, entre otras. Tendrá que buscar, tantear, equivocarse, rectificar y continuar su búsqueda hasta tomar la decisión acertada. Necesita nuestra comprensión, también nuestra exigencia, para apoyar su búsqueda. No le resultará fácil elegir porque elegir supone renunciar, renunciar a lo que no se elige. El adolescente no está seguro de querer renunciar a esos estudios que no elige, o a esas amistades y a esas actividades que tanto le atraen, aunque por otra parte sepa que no son las acertadas para él. Le cuesta elegir, le cuesta renunciar, le cuesta decidirse, le cuesta rectificar cuando se equivoca. Su búsqueda debe continuar a lo largo de la etapa hasta que sienta la seguridad de dar el paso acertado. 3. LA REBELDÍA DEL ADOLESCENTE. SU DESEO DE INDEPENDENCIA 11 El adolescente se debe preparar para vivir sin sus padres, aunque en esta etapa todavía dependa de ellos en muchos aspectos. En su interior siente el impulso de desprenderse de ellos, para vivir un proyecto de vida que se corresponda con las necesidades de su etapa. Si los adultos le siguen tratando como al niño que fue y no le conceden la libertad que necesita, se rebela. No acepta ser tratado como no le corresponde. Su lugar ya no está entre los niños. Quiere sentirse parte de su mundo, que le permitan crecer. Desea opinar, poder expresar lo que siente. Necesita libertad para afrontar las responsabilidades de su vida. El adolescente es rebelde, debe serlo. Necesita rebelarse contra un mundo que considera injusto porque no le permite tener una identidad propia. Su rebeldía es sana, legal, deseable. No debe aceptar, sumiso, que no le permitan crecer. Se debe rebelar contra las injusticias del mundo, y contra las personas que le opriman. Sin embargo, a menudo, la rebeldía del adolescente no responde al deseo de ser él mismo, a la lucha por conseguir un lugar propio, sin dependencias, asumiendo las responsabilidades de su vida, eligiendo su destino sin someterse a los planes que otros sueñan para él. Cuando consigue todo lo que desea sin esforzarse, su rebeldía responde al deseo de tener. Lejos de buscar su independencia, pretende depender de quien le proporciona lo que quiere conseguir sin esfuerzo, sin asumir responsabilidades. Pretende ser independiente, pero se somete fácilmente a las modas y se deja arrastrar por su grupo de amigos. Se viste como ellos y fuma o bebe porque otros lo hacen. Dice que quiere tomar sus propias decisiones, pero imita con facilidad a sus líderes, a sus ídolos. Le gusta que le respeten pero le cuesta muchísimo contradecir a sus amigos, no se hace respetar por ellos, se somete con suma facilidad. Cuando nos oponemos a sus deseos de libertad provocamos una rebeldía agresiva. Cuando permitimos que obtenga lo que desea, sin asumir responsabilidades, provocamos su tiranía. Ambas situaciones sumen la relación padres-adolescente en un ambiente hostil, cargado de incomprensión, donde la comunicación deja de existir. Pero si se siente comprendido mantendremos una buena comunicación, aunque 12 en ocasiones resulte costosa. Cuando aceptamos su deseo de libertad no provocamos su agresividad. Su rebeldía se centra en lograr ser autónomo asumiendo responsabilidades, no en obtener sin esforzarse. 4. CÓMO SE SIENTEN LOS CONFLICTIVA PARA LOS PADRES ADULTOS. ETAPA Todas las etapas tienen su encanto y todas las podemos disfrutar si conocemos, y sabemos apoyar, el proceso de crecer del ser humano. Pero cuando nuestro hijo se acerca a la adolescencia, "temblamos". Los cambios que se provocan en su vida nos desconciertan, nos aterra su rebeldía. La adolescencia es una etapa conflictiva también para los padres si no estamos preparados para afrontarla. El paso de la niñez a la adolescencia hace que nos sintamos desconcertados, no sabemos cómo actuar ante los cambios de nuestro hijo. De repente es otro, aunque a nosotros nos sigue pareciendo un niño. Quiere salir con sus amigos, ¡sin nosotros! Se viste y se arregla "a su estilo", un estilo que nos espanta. Le gusta encerrarse en su cuarto y escuchar música a todo volumen, o permanecer tumbado, totalmente inactivo o viendo la televisión, durante horas. Toda la familia pasa a un segundo plano. Habla por teléfono sin parar, pero a nosotros apenas nos dirige la palabra. A menudo nos trata despectivamente o nos contesta mal. No colabora, se cree que estamos para servirle. Sus cambios de humor nos desconciertan. Pasa, en poco tiempo, de la depresión a la euforia. Su vida es un mar de dudas; saber lo que realmente quiere le supone un tremendo esfuerzo. Sus diferentes estados de ánimo hacen que en ocasiones no se aguante ni a él mismo. Puede ser introvertido y extrovertido a la vez, dependiendo de con quién esté. Puede pasar de contarnos todo a no dirigirnos la palabra. Se nos pegará como una lapa a ratos, y en otros momentos no querrá ni saludarnos. Necesita nuestro apoyo, nuestros consejos, nuestra exigencia, pero aparentemente los rechaza; dirá que le parece ridículo lo que le decimos. Busca nuestra aprobación, pero hará como si no le pareciera importante. Sin embargo, aunque parece que rechaza nuestro afecto y resulta difícil hablar con él, nos necesita. Es importante que sepa que cuenta 13 con nosotros, que comprendemos su deseo de libertad y que le queremos ayudar a ser independiente. Para lograrlo, nuestra relación se debe basar en el diálogo. Tendremos que pactar constantemente con nuestro hijo adolescente. Como decíamos, ante sus cambios y contradicciones no sabemos cómo actuar, nos sentimos desconcertados, llenos de dudas y en ocasiones hasta culpables: "¿Hago bien dejándole volver a casa tan tarde? ¿Está bien que se aísle o debería obligarle a estar con nosotros? ¿Por qué se ha convertido nuestra vida en una batalla continua? ¿Por qué se porta así? ¿Qué hemos hecho mal?"... La adolescencia no sería una etapa tan extremadamente difícil, tanto para los padres como para los adolescentes, si ambos conociesen el proceso de crecer del ser humano en esta etapa y, en lugar de enfrentarse, recorriera cada uno el camino que le corresponde. Los adolescentes, asumiendo las responsabilidades que les permitirán ser independientes. Los padres y demás adultos, ayudándoles a asumirlas para que puedan independizarse en la etapa siguiente, para que afronten su vida, la suya, la que ellos elijan, sin evitarles esfuerzos, sin darles todo resuelto. No debemos ser autoritarios impidiendo que se independicen, ni sobreprotectores impidiendo que se responsabilicen. Debemos impulsarles a vivir su etapa plenamente, comprendiendo sus necesidades, dialogando, pactando, exigiendo, poniendo límites, dejando que vivan las consecuencias de su manera de actuar. 5. SER BUENOS PADRES NO ES "DESVIVIRSE" Para ser "buenos padres" muchas veces la sociedad nos exige desvivirnos por los hijos. Sin embargo, "desvivirse" por el hijo es "no vivir" el propio proyecto de vida o permitir que el propio proyecto pase a un segundo plano. Cuando digo: "Dejé lo que deseaba hacer para ocuparme de mis hijos" o "Yo no importo, los importantes son ellos"; cuando doy a entender que he renunciado a mi vida por ellos, hago que se sientan en deuda conmigo. Me lo deben todo: lo que son, lo que hacen, lo que tienen... Empieza la dependencia emocional. Más adelante les pasaremos factura, querremos depender de ellos, que se ocupen de nosotros. 14 Ya en la adolescencia empezamos a reclamarles: "Con lo cariñoso que eras de niño, qué arisco te estás volviendo." "¿Así que prefieres ver la película con tus amigos? Ya no nos quieres." "Todos estos años trabajando para ti, para que tuvieses lo mejor, y mira qué notas me traes." "Yo estoy deseando que tengamos una sobremesa larga y tú sueñas con terminar de comer rápido para ir a encerrarte a tu cuarto"... Los hijos no son de nuestra propiedad, no son para realizar nuestros sueños, sino que tienen que realizar los suyos. Cuando recriminamos al adolescente que quiera ser él, que quiera volar en lugar de dejarse atrapar, hacemos que se sienta mal, desconcertado, culpable, y a la vez incomprendido. Ya comentamos que su naturaleza le impulsa a crecer. Para realizar su proyecto de vida necesita desprenderse de nosotros, vivir menos tiempo en nuestra compañía. Y, sin embargo, pretendemos que no vuele, que siga atado a la familia. También nosotros deberíamos realizar nuestro propio proyecto. No somos sólo padres. No tenemos que desvivirnos por nuestro hijo, tenemos que ayudarle a vivir su propio proyecto de vida sin dejar de vivir el nuestro. Nuestro proyecto son en realidad tres proyectos: el de paternidad-maternidad, que es el que vivimos con nuestro hijo; el de pareja, independiente del de paternidad; y el personal, independiente de los otros dos proyectos. Nuestro hijo tiene que respetar nuestro tiempo, nuestras actividades sin él. Nosotros tenemos que respetar las suyas. No debemos ser un impedimento para que pueda vivir su adolescencia siendo cada vez más independiente y responsable. Tampoco él debe impedirnos vivir nuestra etapa con plena autonomía. 6. DEJAR LOS AFECTOS A SALVO Como venimos comentando, los padres se sienten desconcertados ante los cambios del adolescente, y el adolescente siente que no le comprenden, que no le aceptan. Padres e hijos se hacen muchísimo daño por no comprenderse, por no aceptarse como son, por no dialogar buscando soluciones sin chantajes emocionales, sin entremezclar afectos. Hay que poner las cosas en su sitio y dejar los afectos a salvo, porque 15 lo están. Muchos padres piensan que su hijo ha dejado de quererlos y el adolescente piensa que sus padres no le quieren. Este es un error gravísimo. El desconcierto que provoca la incomprensión mutua y la no aceptación del otro, les hace sentir que ya no hay afecto entre ambos; sin embargo no es así. El adolescente quiere y necesita, quizá más que nunca, a sus padres o a alguna persona adulta que le oriente, que le ayude a encontrar respuestas a sus dudas, que le ayude a entenderse a sí mismo y a entender ese mundo del que muy pronto formará parte como adulto. El hecho del rechazo hacia sus padres tiene que ver con la incomprensión que siente, no con falta de amor. A veces confunde el rechazo hacia lo que sus padres le transmiten con un sentimiento de odio hacia ellos. Pero no hay odio, hay rechazo a la incomprensión. Los padres, cuando no saben cómo afrontar el cambio de su hijo adolescente, se hartan de una situación de conflicto cotidiano que a menudo les desborda. Pero no deben confundir el rechazo a esa situación y el hecho de estar hartos con la falta de cariño. Ambos deben afrontar la etapa teniendo claro que su mutuo afecto está a salvo. No han dejado de quererse, lo que sucede es que están pasando por una etapa de mutua incomprensión, y no se aceptan el uno al otro. El adolescente nos quiere y nos necesita como guías en esta etapa tan crítica de su vida, aunque pasemos de ser adorables a resultarles odiosos, sin haber transcurrido apenas unas horas entre una y otra situación. Nosotros también le queremos, aunque deseemos perderlo de vista en muchas ocasiones. 16 17 Las etapas de la vida 1. ACTIVIDADES DE AUTONOMÍA PROPIAS DE CADA ETAPA En cada etapa de la vida, todas las personas somos capaces de aprender determinadas actividades de autonomía que nos permitirán ser cada vez más independientes. En el siguiente cuadro se enumera lo que podemos aprender, y, por lo tanto, lo que deberíamos enseñar a nuestros hijos en cada etapa. Etapas Infancia 0-6 años Aprenden a: • Realizar las actividades cotidianas personales: comer, lavarse y vestirse sólo, dormir en su cuarto, ordenar sus juguetes… • Organizar su espacio dentro de casa, su cuarto. • Colaborar con quienes conviven. Niñez 6-12 • Organizar su horario personal. años • Organizar su estudio y su tiempo libre. • Dialogar y resolver sus conflictos sin agresividad. • Pactar su horario personal, teniendo en cuenta a las personas con las que convive. • Pactar las actividades de colaboración. • Crear su espacio personal dentro de casa. Mantenerlo organizado y en orden. Adolescencia • Quedarse solo en casa, afrontando todas las tareas caseras. • Elegir qué estudiar pensando en su futuro profesional. • Elegir amigos. • Elegir sus actividades de tiempo libre en soledad y con amigos. • Afrontar los riesgos de su vida cuando sale sin sus padres. • Afrontar su sexualidad con responsabilidad. • Organizar su vida, independizándola de sus padres. • Prepararse para afrontar el mundo laboral. Juventud • Vivir su tiempo libre en soledad y con amigos. • Prepararse para convivir con quien elija. • Independizarse totalmente de los padres. Crear un hogar propio. • Afrontar el mundo laboral. Adultez • Convivir con las personas elegidas. • Afrontar la paternidad, si desean tener hijos. 2. TODOS RECORREMOS LAS MISMAS ETAPAS Todos los seres humanos recorremos las mismas etapas a lo largo de nuestra vida. Nuestro hijo adolescente ya ha recorrido dos, la infancia y la niñez, y va a recorrer la tercera, la adolescencia, que acaba cuando se inicia la juventud. En su juventud se preparará para afrontar una profesión y lograr unos ingresos económicos que le permitan independizarse totalmente de sus padres. Algunos jóvenes, además de 18 prepararse para desarrollar la profesión elegida, trabajan independizándose parcialmente en esta etapa, pero no es lo habitual. En cualquier caso, la tarea educativa de los padres termina cuando los hijos trabajan y cuentan con una economía propia. Entonces inician su etapa adulta. Ya pueden ser totalmente independientes, trabajar, afrontar sus gastos, vivir en su propia casa, asumir todas las responsabilidades que conlleva vivir en una casa propia, compartir su vida con quien elijan, afrontar la paternidad o la maternidad si desean tener hijos... ¡Qué diferente a la realidad actual es el panorama que acabamos de describir! Los hijos permanecen sin asumir sus responsabilidades en la adolescencia, pasan la etapa de la juventud con idéntica actitud irresponsable, y llegan a la etapa adulta convencidos de que pueden continuar viviendo con y de sus padres, quienes se deben seguir ocupando de solucionar su vida cotidiana. Muchos adultos se quejan: "¡Cómo pueden ser tan desconsiderados, tan egoístas! Viven en casa como quien vive en un hotel, con todo resuelto, la casa limpia, la cama hecha, la comida preparada, la ropa planchada, pero sin colaborar mínimamente. No dan ni las gracias, al contrario, siempre están exigiendo. Apenas se comunican, salen cuando quieren y vuelven cuando les parece, sin contar con nadie." Las quejas podrían seguir hasta el infinito. Sin embargo, lo que está sucediendo es la consecuencia de la educación que recibieron, estamos recogiendo lo que hemos sembrado. Cargados de buena voluntad resolvimos su adolescencia evitándoles esfuerzos, quejándonos, eso sí, de lo poco que estudiaban, de la cantidad de televisión que veían, de lo mucho que salían, de lo tarde que llegaban, de todo lo que gastaban... Pero, a pesar de nuestras constantes quejas y de las peleas diarias, seguíamos afrontando sus responsabilidades, su vida estaba resuelta. Tenían libertad para hacer lo que quisieran sin realizar esfuerzos. Los adolescentes necesitan dar pasos para lograr independizarse de sus padres. Ello supone permitir que caminen hacia una libertad cada vez mayor, aunque el camino sea costoso. Supone permitir que afronten las responsabilidades que implica ser libre, sin evitarles 19 esfuerzos. 3. INFANCIA Y NIÑEZ, ¿DOS ETAPAS SUPERADAS? Para saber si nuestro hijo está preparado para afrontar la etapa de su adolescencia, conviene que echemos un vistazo a las etapas que ya ha recorrido. ¿Consiguió los objetivos de la infancia y la niñez? Si creció sin lograrlos, necesitará aprobar las asignaturas pendientes. La infancia es una etapa de cambios inmensos. El niño pasa de la dependencia total a valerse por sí mismo en todas las actividades cotidianas. Si le enseñamos, se independiza de sus padres y demás adultos comiendo solo, vistiéndose solo, ocupándose de su higiene personal, ordenando sus juguetes, sus cuentos y su ropa, durmiendo en su cuarto a la hora acordada y contribuyendo en actividades de colaboración familiar. Pasó de no poder decir ni una palabra y de no poder ni siquiera arrastrarse, a hablar perfectamente y a saltar, trepar y coordinar todos sus movimientos. Tuvo que realizar grandes esfuerzos para superar su inicial dependencia. Necesitó ser egocéntrico, centrarse en él, para lograr su objetivo: ser independiente en sus actividades cotidianas; una vez logrado ese objetivo, pudo abrirse al mundo de los demás, inició su niñez. La niñez le abrió nuevas puertas. Fue una etapa sin crisis, tranquila, equilibrada. Adquirió mayor autonomía. Aprendió, si le enseñaron, a organizar su espacio personal, su cuarto. También aprendió a organizar su horario, un horario que compartía con su familia, pero que incluía actividades únicamente suyas. Al terminar su niñez se levanta y se acuesta sin que tengan que decírselo. Por la mañana se ducha, se viste, se prepara el desayuno y va a la parada del autobús escolar. Cuando vuelve del colegio también sabe organizarse. Se prepara la merienda, estudia y juega. Se entretiene muy bien jugando solo y le encanta jugar con otros niños. Colabora realizando actividades caseras. Es capaz de dialogar, de razonar, de tener en cuenta puntos de vista diferentes al suyo. Comprende la necesidad de normas y límites, para convivir teniendo en cuenta a los demás. 4. INICIA LA ADOLESCENCIA Al iniciar la adolescencia, necesita dar un paso más en su caminar hacia el logro de su autonomía. Necesita desprenderse de sus padres 20 un poco más. Primero aprendió a ocuparse de sus actividades cotidianas: comer solo, vestirse, ordenar sus juguetes... Después aprendió a organizar su vida personal dentro de casa, ahora debe afrontar su vida fuera de casa. Pero no la va a afrontar de golpe, lo hará paulatinamente. Dentro de casa, el adolescente necesita un espacio personal donde poder aislarse. De ese espacio se debe ocupar él. La organización y el orden de su cuarto son tareas suyas. En su cuarto quiere ser libre, vivir su soledad, leer, escribir, pensar, oír música, estudiar; no quiere que interfieran en su intimidad. Le gusta decorarlo a su estilo y, aunque le cueste, no necesita depender de nadie para mantenerlo ordenado. El adolescente se siente lo suficientemente mayor como para quedarse solo en casa, sin nadie que le vigile. Podrá conseguir la libertad que pretende si asume la responsabilidad de vivir solo en casa, o lo que es lo mismo, de afrontar las tareas de la casa. Para ello, habitualmente deberá colaborar con las personas con las que convive. Tendrá que saber manejar todos los electrodomésticos, preparar comidas, ocuparse de la ropa, comprar y organizar los productos de higiene, limpieza o comida, mantener la casa limpia y ordenada... También es capaz de organizar su horario. Puede realizar todas sus actividades cotidianas, desde que se levanta hasta que se acuesta, sin que nadie se las recuerde ni supervise. Le resultará mucho más sencillo ocuparse de su cuarto, colaborar en casa y organizar su horario si en la etapa anterior, en su niñez, le enseñaron a asumir sus responsabilidades cotidianas. Si le resolvieron la vida, ahora le costará afrontarla, pero lo puede conseguir. En otro capítulo veremos cómo impulsarle para que lo logre. Fuera de casa se inicia la nueva vida del adolescente, y tiene que aprender a afrontarla. Quiere salir con sus amigos, sin adultos. Quiere tener amigos y formar parte de grupos afines a él. Para afrontar su necesidad de hacer una vida independiente, fuera de casa, le enseñaremos a asumir las responsabilidades correspondientes. Responsabilidades relacionadas con las actividades de tiempo libre y con las personas con quienes las comparte. Necesitará descubrir sus 21 intereses, conocer sus gustos personales, para elegir las actividades que desea realizar (sin someterse a los intereses de otros), y decidir con quién desea compartirlas. Tendrá que saber elegir a sus amigos, en lugar de someterse a personas que no le permiten ser él. También necesitará adquirir aprendizajes como moverse en los transportes públicos (para ir y volver, adonde vaya, por sus propios medios), manejar dinero y ganárselo, comprometerse con los horarios de regreso a casa y evitar riesgos: drogas, alcohol, violencia... Respecto a su estudio, tendrá que decidir a qué se quiere dedicar en su vida profesional, hacia dónde quiere encaminarse. En su relación con los demás necesita aprender a hacerse respetar. Tendrá que expresar lo que quiere y saber decir "no", aunque le cueste. Deberá respetar a todos, aunque no comparta sus ideas. Con familiares y amigos necesita saber dialogar, pactar acuerdos y cumplirlos, o asumir las consecuencias por no haberlos cumplido. 5. CAMINA HACIA LA JUVENTUD Al final de la adolescencia, etapa inestable y conflictiva, aparece la juventud, etapa equilibrada, sin crisis. Se acabó la etapa indecisa, de búsqueda, de dudas. El joven sabe tomar decisiones respecto a sus estudios, su tiempo libre, sus amistades. Ha aprendido a afrontar su vida, sus responsabilidades. En casa ya tiene creado su mundo personal. En su cuarto organiza su vida. Su relación familiar se sigue modificando en función de sus propias necesidades, pero sin convulsiones. Sabe dialogar con serenidad, tiene en cuenta a las personas con las que convive, acepta colaborar. Ya no necesita pactar, ya no son necesarias las negociaciones de la etapa anterior, ahora hace propuestas que podemos aceptar. Sabe asumir sus responsabilidades, maneja bien su libertad. Es responsable en sus estudios, en su trabajo, en su tiempo libre, en sus relaciones con amigos y desconocidos. Puede que estudie en otra ciudad o puede que siga viviendo en la casa familiar, pero en breve podrá independizarse al lograr su autonomía económica. Pero si no le ayudamos a afrontar la adolescencia, en su juventud seguirá siendo un adolescente, inseguro, indeciso... No habrá asumido las responsabilidades de su vida, no habrá logrado la autonomía 22 necesaria para vivir sin depender de sus padres. Seguirá dependiendo de ellos y sus padres de él. Gran parte de la humanidad se quedó anclada en la adolescencia. Son personas que trabajan, han formado una familia y viven sin sus padres, pero siguen siendo dependientes. No tienen criterio propio, se someten a lo que otros deciden o tratan de imponerse a los demás. No toman sus propias decisiones ni permiten que las tomen otros. Todavía resuelven sus conflictos sin diálogo, con agresividad. Siguen siendo adolescentes. 23 24 El proyecto de vida del adolescente. Su proceso de crecer. La tarea de los padres 1. QUÉ NECESITA EL ADOLESCENTE Ya hemos comentado que la adolescencia es una etapa de toma de decisiones vitales y por lo tanto cargada de búsquedas y dudas; una etapa de crisis, de grandes cambios, y por lo tanto, conflictiva e inestable. La crisis se acentúa porque la sociedad no comprende al adolescente y no le ofrece lo que necesita. Necesita descubrirse a sí mismo, y descubrir su lugar en la vida. Debe tomar decisiones vitales sobre sus estudios, sus amistades y las actividades que llenen su tiempo libre. Tiene que desprenderse de la niñez y caminar hacia la juventud, para aprender a vivir sin sus padres. No debemos poner trabas a la libertad que el adolescente necesita, pero es él quien debe conquistarla, día a día, a través de su vida cotidiana. Para ello le tendremos que ayudar a asumir las responsabilidades que le permitirán ser independiente, proponerse metas y actuar para lograrlas. En los siguientes capítulos analizaremos, uno a uno, los diferentes aspectos de la vida cotidiana del adolescente; veremos cómo ayudarle a afrontar su proyecto de vida. 2. EL ADOLESCENTE PIDE LIBERTAD. NECESITA MÁS AUTONOMÍA El proyecto de vida del adolescente le induce a pedir más libertad. Libertad para quedarse solo en casa, salir con sus amigos, manejar dinero, vestirse a su gusto... Pero hay novedades que no le producen el menor entusiasmo: tener que dejar la casa recogida y en orden, comprometerse con los horarios de salida, ganarse el dinero para sus gastos personales, ceñirse a un presupuesto para vestirse... El adolescente desea libertad para crear un mundo propio. Debemos comprender su deseo de intimidad, de aislarse, de salir con sus amigos sin nosotros. Su deseo de independencia no es un capricho, es una necesidad vital. Le gusta liberarse de las ataduras que le impiden alcanzar la 25 independencia que desea conseguir en esta etapa. Le gusta dejar de ser un niño, para poder hacer vida de mayor y salir fuera de casa. Pero no le gusta dejar de depender de sus padres cuando tiene que asumir responsabilidades y esfuerzos. Quiere independizarse, pero a menudo se comporta como un niño irresponsable. Es normal, le cuesta dar el paso de la niñez a la juventud. Sin embargo, para crecer, para afrontar el propio proyecto de vida en cada etapa, para ser autónomo, tendrá que aceptar los cambios, las novedades, los esfuerzos, tendrá que asumir sus responsabilidades. Necesita nuestra comprensión, pero también nuestra exigencia, nuestro "empujón", para lograr la independencia que tanto desea y que tanto le cuesta conseguir. Necesita límites y que le dejemos vivir las consecuencias de su manera de actuar. En su cuarto, por ejemplo, se puede sentir totalmente independiente, si se ocupa de manterlo ordenado. Pero si no asume esa responsabilidad, si no lo deja recogido, se lo encontrará sin recoger. Asimismo, si no deja la ropa sucia donde corresponde, no se la lavarán y cuando la necesite estará sucia. Si no se prepara la merienda se quedará sin merendar. Si no controla sus llamadas telefónicas tendrá que pagarlas de sus ahorros... Para poder realizar su proyecto de vida, para asumir las responsabilidades que le resulten costosas, necesita vivir las consecuencias de su forma de actuar. Los límites y las consecuencias no son amenazas que no se cumplen, se establecen dialogando con el adolescente y se cumplen siempre. No varían en función de nuestro estado de ánimo, están establecidas con el adolescente. Ambos conocemos sus límites: lo que no debe hacer, y las consecuencias: lo que sucederá según actúe. 3. QUÉ PEDIMOS A LOS ADOLESCENTES. ¿PERMITIMOS QUE ASUMAN SUS RESPONSABILIDADES? Los adolescentes piden libertad, nosotros les pedimos responsabilidad. Ciertamente al adolescente le cuesta asumir las responsabilidades de su vida. Pero con frecuencia lo que sucede es que no puede asumirlas, porque cometemos la incongruencia de asumirlas nosotros. Nos dice: "No me despertaste y por tu culpa llegué tarde", y nosotros nos sentimos culpables, cuando despertarse es una responsabilidad suya, 26 no nuestra; llegó tarde porque no se despertó. Hay un sinfín de ejemplos relacionados con su vida cotidiana que nos hacen caer en la cuenta de hasta qué punto afrontamos nosotros la vida de nuestro hijo. Nos dice, por ejemplo, que la ropa que pensaba ponerse no se la hemos planchado, o que le preparemos la cena, o que le compremos la crema facial que utiliza... No permitimos que se responsabilice de su vida y acaba exigiéndonos que asumamos nosotros sus responsabilidades. La tarea de los padres del adolescente es ayudarle a crecer, a vivir su etapa, en lugar de impedirle afrontarla resolviéndole la vida. 4. AMBOS PEDIMOS LO MISMO Si los adolescentes quieren que no se les trate como niños y que se les dé más libertad, tendrán que aceptar sus responsabilidades, o dicho de otra manera, si aceptan sus responsabilidades podrán exigir independencia para: . Tener un espacio propio sin interferencias del adulto, un espacio donde respeten su deseo de soledad, de aislarse. . Organizar su horario, elegir sus actividades de tiempo libre, salir con sus amigos... . Los adolescentes reconocen que son capaces de asumir sus responsabilidades personales, familiares y escolares. También reconocen que, como les cuesta asumirlas, a menudo son desordenados e irresponsables. Hice a diferentes grupos de adolescentes esta pregunta: "¿Cómo queréis que os traten vuestros padres?" Y estas fueron las respuestas: "Queremos que nos traten como personas maduras y responsables, que tengan confianza en nosotros, que no nos vigilen, que nos den más libertad, que nos dejen salir más y vestirnos como queramos, que no se metan en la elección de nuestras amistades, que no nos sobreprotejan, que comprendan que estamos en otra etapa, que nos traten con respeto, que nos tengan en cuenta, que acepten nuestras opiniones y apoyen nuestras decisiones, que nos dejen ser lo que queramos en la vida, que no nos castiguen por cualquier cosa, que nos hablen con sinceridad, que mantengan sus promesas, que comprendan 27 cuando estamos deprimidos, que sean cariñosos..." Pregunté a los mismos grupos de adolescentes cómo creían que deberían comportarse para que sus padres confiasen en ellos y les concediesen lo que pedían. Contestaron: "Deberíamos ser responsables, consecuentes, sinceros. Si queremos que nos den dinero deberíamos ganárnoslo, manteniendo un buen comportamiento. Deberíamos tratar de obtener buenas notas y cumplir nuestros compromisos o explicar el motivo si no lo cumplimos". "Tendríamos que comunicarnos más con nuestros padres, hablarles de nuestros problemas, escuchar sus consejos, confiar en ellos, aceptar sus decisiones. Les deberíamos comprender, nuestros padres también tienen problemas, deberíamos ser cariñosos..." Admiten que exigen demasiado a sus padres, que les mienten para obtener lo que desean, que en muchas ocasiones no son razonables. Pero afirman que no ven una solución fácil, puesto que sus padres no les comprenden y se muestran agresivos o decepcionados con ellos. Ambos, padres y adolescentes, piden lo mismo; falla la comunicación, no saben escucharse y pactar cediendo ambos. 5. EL PROYECTO DE VIDA DEL ADOLESCENTE El proyecto de vida del adolescente consiste en lograr la libertad que necesita, asumiendo las responsabilidades que le van a permitir ser independiente. Desea libertad para: Vivir su soledad. Que respeten su intimidad en su espacio personal. Quedarse solo en casa. Organizar su vida. Elegir su destino, más o menos inmediato, al terminar sus estudios escolares. Saber a qué se quiere dedicar profesionalmente. Modificar sus actividades familiares. Responsabilidades que necesita asumir: Organizar su espacio personal. Ocuparse de su cuarto, ropa, libros,etc. Mantenerlo limpio y ordenado. Saber ocuparse de todas las actividades caseras. Colaborar normalmente en las actividades caseras. Planificar las actividades de su vida cotidiana, y llevarlas a la práctica. Organizar su estudio. Buscar orientación profesional. Pactar las nuevas relaciones familiares. Planificar actividades de tiempo libre. Pactar las salidas con sus padres. la paga. Moverse en Tener más tiempo libre propio y con sus amigos. Ganarse 28 transportes públicos. Afrontar riesgos: drogas, violencia... Hacerse respetar. Expresar lo que quiere y saber decir "no”. Respetar a todos, saber compartir y ceder sin someterse. Resolver conflictos sin agredirse. Encaminarse hacia el amor maduro. Aceptar los cambios de su cuerpo. Relaciones sexuales responsables. Paternidad-maternidad responsable. Afrontar la sexualidad sin riesgos. Elegir a sus amigos. Enamorarse. Desarrollar su sexualidad. 6. LA TAREA DE LOS PADRES Nuestro papel consiste en impulsarle a crecer, a desprenderse de nosotros, a realizar su proyecto. Pero el esfuerzo de realizarlo le corresponde a él. Cometerá errores, fallará, le podemos ayudar a dar pasos hacia su autonomía, a corregir errores, pero no podemos evitar que los cometa. No tenemos que culpabilizarnos por lo que no hace, por lo que no consigue. No podemos vivir su etapa por él. Como decíamos, nosotros tenemos nuestro papel: ayudarle a realizar su proyecto. Nuestros hijos el suyo: realizarlo. El adolescente necesita que le impulsemos a crecer, ayudándole a superar las dificultades, en lugar de ser un freno en su desarrollo. Pero no le podemos dejar solo. No podemos dejar que viva su vida desentendiéndonos de lo que haga. Todavía nos necesita. Necesita nuestra guía, nuestro control. Necesita límites. Nuestro hijo adolescente es como un caballo desbocado, si no tiramos de las riendas a tiempo se puede precipitar al vacío. Necesita libertad para caminar, correr, trotar, pero necesita también a alguien que, en ocasiones, lleve las riendas. Si imaginamos que nuestro hijo adolescente sujeta el extremo de una cuerda y nosotros el otro, la cuerda no necesita estar siempre tensa, pero tendremos que tirar con fuerza en muchas ocasiones. En esta etapa no podemos soltar la cuerda. Si asume las responsabilidades de su vida, podemos aflojarla, darle libertad; pero si no las asume, necesita nuestro tirón, necesita límites. Debe asumir sus responsabilidades para conseguir la libertad que necesita. 7. IMPULSAR A CRECER, A DESPRENDERSE DE LA NIÑEZ Nuestra tarea es ayudar a crecer a nuestros hijos. Ahora necesitan que 29 les ayudemos a desprenderse de su niñez, etapa segura y ya conocida, para caminar hacia una autonomía todavía por descubrir, y por lo tanto insegura. A algunos padres les cuesta desprenderse de su niño y aceptar a su hijo transformado en adolescente. Les da pena que crezca, porque va a afrontar una vida con más responsabilidades y peligros y porque ven que al independizarse, se aleja. Este tipo de padres, en lugar de impulsarle a crecer, a responsabilizarse, a madurar, frenan o dificultan su proceso de crecimiento. Al adolescente también le cuesta desprenderse de su niñez, aunque le atraiga la nueva etapa. Hay novedades que el adolescente recibe encantado, pero a veces le cuesta crecer. Algunos lo manifiestan claramente: "No quiero crecer, no quiero dejar mi vida sin responsabilidades, mimado y consentido por todos." Cuando está en la frontera entre la niñez y la adolescencia, se despide de la etapa que termina retomando juegos que ya había dejado; todavía, a escondidas, o cuando cree que nadie le ve, juega con sus muñecos o hace volar su avión favorito; o recibe la nueva etapa con comportamientos infantiles: molesta a sus compañeros, les esconde sus pertenencias, gasta bromas que pueden resultar pesadas, se toma a juego situaciones serias... Para vivir su adolescencia tendrá que aceptar las novedades de la etapa que comienza y desprenderse de la anterior. Cambiar de etapa cuesta, supone desprenderse de lo conocido y avanzar hacia lo desconocido. A veces le cuesta tanto que le produce angustia y se aferra a lo anterior, sigue siendo un niño. Para provocar su cambio de niño a adolescente, y después a joven, a veces bastará con permitirle crecer, con permitirle asumir sus responsabilidades; con no resolverle la vida, con dejarle hacer, en lugar de hacer nosotros. Pero otras veces tendremos que impulsarle a crecer, tendremos que "empujarle" para que camine hacia delante, para que pueda disfrutar de las novedades de la etapa que tanto le atraen, aunque en ocasiones le cueste aceptar las responsabilidades que implican. Pasar de una etapa a otra le puede resultar costoso y hasta doloroso. Pero no sólo al adolescente, también al adulto. Podemos comparar su 30 proceso de cambio con un parto, por la crisis que supone, por el desprendimiento. Le debemos ayudar a desprenderse "empujándole", animándole a crecer. No debemos regañarle por dejar lo seguro, el útero, por desear dejar de ser niño, por querer salir con sus amigos, o por desear aislarse en su cuarto en lugar de estar con nosotros. Cuando tropiece no debemos reprocharle: "Ya te lo decía yo, no deberías haber salido con tus amigos, si te hubieses quedado en casa..." Cuando un niño come alimentos sólidos por primera vez y los escupe, no le decimos: "Si no hubieses salido del útero materno no te pasaría esto, allí podías comer sin tener estos problemas". Necesita desprenderse de sus padres y adquirir más autonomía. Al final de la etapa siguiente deberá ser totalmente independiente. Merece la pena afrontar la adolescencia con todo su costo, por parte de adultos y adolescentes, para poder vivir serenamente, sin sobresaltos, las siguientes etapas. 31 32 El deseo de soledad en la adolescencia 1. EL DESEO DE SOLEDAD RESPETAR SU INTIMIDAD DEL ADOLESCENTE. El adolescente necesita aislarse para aprender a vivir sin nosotros. Su relación familiar debe cambiar. Poco a poco saldrá más con sus amigos y menos con sus padres. Necesita vivir su soledad, y por lo tanto que respetemos su intimidad. Se aísla paseando o mirando las estrellas, pero sobre todo se aísla en su cuarto. Tiene que reflexionar sobre sus sentimientos, sus sueños, sus ideales, sus descubrimientos, sus proyectos... Pregunté a varios grupos de adolescentes para qué necesitaban aislarse y resumo las respuestas: Para pensar en nuestros problemas, en todo lo que nos pasa. Para pensar en las estupideces que hacemos, y arrepentirnos. Para pensar en nuestros grandes deseos. Escribía una adolescente: Porque vivo soñando despierta en lo que quisiera que me pasase y no me gusta que me despierten de mis fantasías. Para no tener que aguantar a nuestros hermanos y a nuestros padres a veces. Para conocernos mejor. Para llorar a solas nuestras frustraciones y nuestras tristezas. Para disfrutar las cosas sanas y normales de un adolescente, que a los mayores les incomoda. Para escribir nuestro diario. Para sentir que tenemos un espacio nuestro donde sentirnos independientes. Para leer, oír música, pintar... 2. A MENUDO SE ENCIERRA EN SU CUARTO "A menudo se encierra en su cuarto. No quiere estar con nosotros". Es normal. En su cuarto vive en su mundo. Es su refugio, su espacio personal, un espacio que no desea compartir, que no debe compartir. Está creciendo. Necesita crear un ambiente íntimo donde poder reflexionar, escribir sus reflexiones, leer, oír música, charlar con algún 33 amigo... Los adultos, cuando no comprendemos su necesidad de aislarse, le prohibimos que se encierre en su cuarto o se lo reprochamos sintiéndonos víctimas de un hijo que nos abandona. No debemos reprochárselo ni culpabilizarle, porque le confundimos. No pretende abandonarnos. En su interior siente el deseo de aislarse, un deseo que debemos respetar. Está creciendo, se tiene que desprender de nosotros y de su vida de niño. Si se lo reprochamos siente incomprensión y a su vez culpabilidad. Incomprensión porque no puede evitar su deseo de aislarse. Culpabilidad por nuestro victimismo: "Ya no quieres estar con nosotros, ya no te importamos, has dejado de querernos, sólo piensas en ti..." Si se lo prohibimos, es el adolescente quien se siente víctima: "Me proh iben hacer mi vida, es injusto, me tratan como a un bebé, no me comprenden, les detesto..." Algunas personas no le prohíben que se aísle en su cuarto, se limitan a consentir el cambio del adolescente en silencio para evitar enfrentamientos. El adolescente se levanta de la mesa y se va a su cuarto, donde pasa la tarde, sin el menor comentario por parte de sus padres, pero el reproche está latente. No basta con no prohibirle ni reprocharle que se aísle en su cuarto. Hay que "legalizar" la situación para que no sienta que le está sucediendo algo extraño, anormal, sino todo lo contrario: "Quieres estar en tu cuarto. Es normal que quieras aislarte, que quieras estar menos con nosotros. Ya no eres un niño, eres un adolescente". 3. ¿QUIÉN ASUME LAS RESPONSABILIDADES CUARTO DEL ADOLESCENTE? DEL ¿Permitimos que organice su cuarto, su pequeño mundo dentro de casa, o lo seguimos organizando nosotros? Tenemos que hablar. Ha llegado el momento de hacerle caer en la cuenta de que únicamente conseguirá ser independiente si asume sus responsabilidades. Su cuarto es su pequeño mundo. Lo quiere organizar a su manera. No le gusta que decidamos cómo debe organizarlo, ni que "fisguemos" en sus pertenencias. Tiene razón, pero seguirá dependiendo de nosotros si tenemos que ocuparnos de ordenar su ropa, sus libros, la cama... 34 Le debemos comunicar que vamos a dejar de intervenir en su espacio personal porque, para no depender de nosotros, deberá ser él quien organice y cuide su cuarto, su pequeño mundo. Si él asume la responsabilidad de cuidarlo, no dependerá de quién se ocupaba de hacerlo; pero si no asume sus responsabilidades, seguirá siendo dependiente. Los adolescentes comprenden que, para liberarse de nuestra intromisión, deben asumir la responsabilidad de ocuparse de todo lo que tiene que ver con su mundo personal. Cuando hablemos con nuestro adolescente le diremos que puede organizar su cuarto a su gusto, aunque mientras viva con nosotros tendrá que contar con nuestro consentimiento. En primer lugar, se tendrá que desprender de su cuarto de niño, de sus juguetes y de su ropa de la etapa anterior. Después lo deberá organizar pensando que no es únicamente para dormir; es su lugar personal dentro de casa, un lugar donde pasará bastantes horas de su vida. Organizará la distribución de los muebles, de su ropa, de sus libros y demás efectos personales; y si hubiese que cambiar algún mueble, o las cortinas, o la colcha, o cualquier otro objeto, debemos ir a comprarlo con él. Así le ayudamos a sentir que dispone de un espacio personal, organizado como a él le gusta, aunque como comentamos anteriormente, deberá tener en cuenta nuestra opinión, todavía vive en nuestra casa. Cuando haya organizado los muebles, la ropa y todo lo demás, le diremos que ya no necesita depender de nadie para que su cuarto esté ordenado. Estableceremos las normas y los límites. Él se ocupará de su cuarto, es la norma. Nadie se va a ocupar de ordenárselo, es el límite. El límite no es sólo para el adolescente, es también para nosotros. Si hemos quedado en que lo ordena él, no recogeremos su ropa porque la dejó tirada, ni la organizaremos en su armario porque él no lo hace. A menudo nos quejamos del comportamiento de nuestros hijos, pero asumimos sus responsabilidades. Así no pueden cambiar. 4. ¿SOMOS CÓMPLICES DE SU DESORDEN? Si nuestro hijo no cumple la norma, si deja su cuarto hecho una leonera, en lugar de enfadarnos y recoger su desorden deberemos hablar con él. Hablaremos con tranquilidad, sin gritar ni descalificarle: 35 "Desastre, vago, desordenado". Sin victimismo: "Con todo el tiempo que dediqué a ayudarte a organizarlo, no te importo nada..." Si nos quejamos de su desorden, pero recogemos su cuarto, seremos cómplices de su falta de autonomía. Dialogaremos cordialmente, sin amenazarle, sin quejarnos, estableciendo lo que tiene que hacer y las consecuencias que le ayudarán a cumplir lo que le cuesta. La consecuencia, cuando deje la ropa tirada, será no tener ropa limpia cuando la necesite, puesto que nadie la va a recoger. Si deja la ropa limpia fuera del armario se le arrugará. A veces se acumula tanta ropa en su habitación que le da pereza guardarla, y lleva toda la ropa, la limpia y la sucia, al cesto de la ropa para lavar. En ese caso revisaremos la ropa, antes de meterla en la lavadora, y se la volveremos a dejar en su cuarto, tal cual esté. Nuestro adolescente comprende que, si quiere ser independiente, no debe depender de nosotros en todo aquello que es capaz de hacer él. Pero a veces quiere disfrutar de la independencia que siente en su cuarto sin asumir la responsabilidad de ocuparse de su cuarto. Es normal que le cueste. Todavía nos necesita. Necesita límites y que le dejemos vivir las consecuencias de su manera de actuar. El límite, ya lo dijimos, es que nadie se va a ocupar de ordenárselo. Las consecuencias no son castigos, tienen que ver con su manera de actuar: "Si echo la ropa sucia a lavar, me la lavan; si la dejo tirada, no me la lavan". 5. ¿DE QUÉ SE DEBE RESPONSABILIZAR EN SU CUARTO? Repasemos todo lo que supone responsabilizarse del cuidado de su cuarto. Lo ideal es hablar con nuestro hijo adolescente y que sea él quien nos lo diga. Después, si hiciese falta añadir algo, nosotros lo completamos. Se tiene que ocupar de: - Organizarlo de acuerdo a su gusto personal y a sus necesidades prácticas. - Mantenerlo limpio. Aun teniendo a alguien que se ocupe de la limpieza de la casa, debe saber limpiarlo. Le estamos preparando para ser independiente. - Mantenerlo ordenado. La ropa limpia y planchada no la guardamos 36 nosotros, la sucia no la recogemos; se ocupa él. Ordena sus libros y demás objetos personales. Hace su cama y cambia las sábanas el día que corresponda... 6. NORMAS, LÍMITES Y CONSECUENCIAS AYUDAN A OCUPARSE DE SU CUARTO QUE LE No debemos pelearnos con nuestro hijo adolescente. Su desorden no debe ser motivo de discusiones constantes. Podemos razonar con él. Cuando sintamos que nos desquiciamos porque parece que ha pasado un huracán por el cuarto de nuestro hijo, no es el momento de hablar; más vale que no digamos nada y que esperemos a tranquilizarnos. Con el ánimo sereno y dispuesto al diálogo, hablaremos con él estableciendo las normas, los límites y las consecuencias. A partir de esa conversación procuraremos no desquiciarnos, ni gritarle, descalificarle, chantajearle emocionalmente o amenazarle con castigos; simplemente aplicaremos los límites y las consecuencias establecidas. Lo venimos comentando, nuestro hijo está aprendiendo a responsabilizarse de su vida y le está costando. Necesita que comprendamos que a veces le cuesta asumir sus responsabilidades. Necesita que seamos coherentes y que cumplamos lo pactado con él. Debemos cumplir los límites, no hacer nosotros lo que debe hacer él, y dejarle vivir las consecuencias de su forma de actuar. Esa es la mejor ayuda que podemos darle. Las consecuencias no son castigos, no son arbitrarias, están pactadas con el adolescente. Recordemos aquí que si no hubiese asignaturas pendientes de la etapa anterior, al adolescente no le costaría tanto mantener el orden en su cuarto. En el libro dedicado a la niñez vimos cómo enseñar a los niños a organizar y mantener ordenada su habitación. De todos modos, en la adolescencia es normal que descuiden este aspecto de su vida. Sin embargo, el problema mayor no es la desidia del adolescente para mantener sus pertenencias en orden, sino nuestra constante actitud de queja y reproche a la vez que seguimos solucionando su vida. Nos ocupamos de lo que se debería ocupar él, recogemos su desorden. Vivimos nosotros las consecuencias de su vida, no dejamos que las viva él encontrándose el cuarto desordenado. 37 El adolescente es muy razonable y comprende que es él quien debe ocuparse del orden de todo lo que utiliza. Y cuando le cuesta aceptarlo, no es nuestra agresividad lo que le ayuda, sino nuestra coherencia cumpliendo lo establecido tras dialogar con él. 7. ¿PUEDE QUEDARSE SOLO EN CASA? Hay padres que bajo ningún concepto están dispuestos a dejar solo a su hijo, no se fían de él. Otros padres le dejan quedarse solo sin haber pactado nada; eso sí, le imponen lo que debe o no debe hacer: "En la nevera tienes la cena preparada, saca la basura, acuéstate pronto..., ya sabes que tienes que madrugar para estudiar toda la mañana y mejorar tus notas, este trimestre vas fatal..." El adolescente no dice nada, sólo escucha "como quien oye llover". Cuando sus padres vuelven de pasar el fin de semana fuera, no ha probado la comida que le prepararon, ha dejado la cocina a rebosar de vajilla y cacharrería sucia; en el salón se ven por todas partes los restos de la comidabasura que encargó por teléfono; se pasó toda la noche enganchado a Internet, no ha abierto los libros, bueno sí, sí los ha abierto, están abiertos y tirados por el suelo (se le debieron caer mientras los leía tumbado frente al televisor); en el cuarto de baño no hay ni una toalla en su sitio... En fin, los padres, ante ese panorama, se enfadan, le regañan, le amenazan con no volver a dejarle solo, le descalifican: "Eres un desastre", le comparan: "Si fueras como tu hermano...", le chantajean emocionalmente: "Me molesté en prepararte la comida para que tuvieses todo lo que necesitabas y ni siquiera la has probado; te damos permiso para quedarte solo, confiamos en ti, y así nos lo pagas..." Un adolescente debe estar preparado para quedarse solo en casa. Aunque no nos pida quedarse solo, debe poder hacerlo. Es un paso más en su proceso de crecer hacia la autonomía que debe conseguir. Es en esta etapa cuando se debe preparar, dé o no el paso de quedarse solo. Como siempre que tenga que dar un paso más en su vida, hablaremos con él, le explicaremos que se debe preparar para poder vivir sin depender de nadie, y que, aunque todavía dependa de nosotros, cada vez dispondrá de más libertad si asume sus responsabilidades. Veamos 38 todo lo que debe aprender en esta etapa para vivir en una casa sin depender de nadie. 8. ¿SABE OCUPARSE DE TODAS LAS ACTIVIDADES CASERAS RELACIONADAS CON EL CUARTO DE BAÑO? Ya hemos hablado de su cuarto. Pasemos ahora a hablar del cuarto de baño. Se supone que en la etapa anterior aprendió a dejar el cuarto de baño limpio y ordenado cada vez que utilizaba el inodoro, el lavabo o la ducha. Si no le enseñamos en su momento, ahora costará más que acepte ocuparse de lo que hasta hoy se encargó otra persona; sin embargo, no debemos esperar más. Nuestro hijo comprende, aunque no quiera aceptarlo y hasta se oponga reiterativamente, que todos debemos dejar el cuarto de baño limpio y recogido cada vez que lo usamos. Hablando con él tiene que quedar claro todo lo que le corresponde hacer para no depender de nadie. Tendrá que dejar el inodoro limpio y tirar de la cadena después de utilizarlo, además de comprobar que no ha manchado el suelo (a veces se escapa alguna gota, aun teniendo cuidado). Si se acaba el rollo de papel higiénico, deberá cambiarlo, llevando el que se acabó a la basura. Cuando utilice el lavabo, tanto para lavarse la cara, las manos o los dientes, como para afeitarse, peinarse, aplicarse crema o maquillarse, tendrá que dejarlo limpio y colocar cada cosa en su sitio: el jabón, la pasta y el cepillo de dientes, el peine, la maquinilla de afeitar, las cremas, la toalla... También tendrá que organizar los recambios de los productos de higiene y cuidado personal que utilice. Muchos adolescentes se enfadan con sus padres porque se les acabó la crema o la colonia y no hay repuestos en casa. Tienen que saber que son ellos quienes se deben ocupar de organizar todo lo que necesitan y de pedirlo con tiempo cuando no queden repuestos. También se pueden ocupar de comprarlos, pero los compren o no, se encargarán de guardarlos en el lugar convenido. Cada vez que el adolescente utilice la ducha, dejará limpios la ducha y el suelo y colocará la esponja, la toalla y todo lo que utilice en el lugar que corresponda. Como en los casos anteriores, si se acaba algún producto lo sustituirá por otro y llevará el envase acabado a la basura. 39 Comprobará que hay repuesto para la próxima vez que se acabe, y si no fuese así, lo pedirá o lo comprará, según hayamos acordado. ¡Cuántos enfados, regañinas y discusiones estériles nos ahorraríamos si en lugar de quejarnos del adolescente por lo desastroso que es, a la vez que asumimos sus responsabilidades, se las trasladásemos aceptando sus fallos! Está aprendiendo a no depender, es normal que falle, pero para rectificar sus fallos debemos dejar que viva las consecuencias de lo que hace: se encontrará su toalla en el suelo, le faltará pasta de dientes, se le acabará la crema que utiliza... 9. ¿SABE OCUPARSE DE TODAS LAS ACTIVIDADES CASERAS RELACIONADAS CON LA COCINA? Para no depender de nadie en la cocina, debe saber prepararse el desayuno, la comida, la merienda y la cena. Aunque en la etapa anterior le hayamos enseñando a cocinar, seguiremos enseñándole; a muchos adolescentes les encanta apuntarse a algún curso de cocina, disfrutan de esta actividad y del hecho de aprender en grupo. Pero le guste o no cocinar a nuestro hijo, cada vez que utilice la cocina debe dejar todo limpio y recogido. Tendrá que saber lavar los utensilios de cocina y limpiar las encimeras y el suelo con las bayetas y los productos adecuados. Además de saber utilizar el microondas, la vitrocerámica, la cocina tradicional o el horno, tendrá que saber cómo se limpian y qué productos se utilizan. También deberá saber dónde guardar tanto los utensilios de cocina como la comida. Cuando volvamos de la compra, puede organizar la comida en la nevera o donde corresponda. Si no lo hicimos en la etapa anterior, le enseñaremos a anotar los alimentos que se acaben y a ir a la compra. Los adolescentes pueden comprar todo lo que se necesita en una casa: comida y productos de higiene y limpieza. Después pueden organizar lo que han comprado, colocando cada cosa en su sitio. 10. ¿SABE LAVAR Y LIMPIAR? Para no depender de nadie en la organización y cuidado de una casa, necesita saber cómo se limpia. Cómo utilizar la aspiradora, barrer y pasar la fregona, cómo limpiar el polvo y los cristales, qué trapos y productos utilizar. 40 También tiene que saber lavar la ropa a mano y en la lavadora, planchar y coser lo imprescindible. Muchas veces nuestro hijo adolescente se desespera: "La camisa que me quiero poner está arrugada; tengo una mancha en la falda; se me ha caído un botón..." y pretende que solucionemos su problema. Podemos hacerle algún favor de vez en cuando, pero necesita saber cómo solucionar ese tipo de problemas sin desesperarse. No hace falta llegar a situaciones extremas para que aprenda. Si no le enseñamos en la etapa anterior, tendremos que hacerlo en ésta. Necesita saber ocuparse de todas las actividades caseras para poderse quedar solos. Podemos pactar con él: se podrá quedar solo en casa si aprende a responsabilizarse de todas las actividades que hemos mencionado. Él mismo puede comprobar si está preparado o no lo está. Diariamente se ocupará de las actividades caseras personales, mantendrá su cuarto ordenado, la ropa recogida, el cuarto de baño limpio; si se prepara algo en la cocina, dejará todo en orden; si se lleva un vaso de agua al salón, lo volverá a llevar a la cocina... También se ocupará de las actividades de colaboración que pactemos. 11. ¿DEBEMOS COLABORAR, TODOS, PERSONAS CON LAS QUE CONVIVIMOS? CON LAS Convivir con personas colaboradoras es un privilegio. El hecho de colaborar nos permite convivir a gusto. Si el adolescente colabora preparando la cena, su ayuda le resultará agradable a quien se la prepara. Si no colabora, añadirá trabajo a otros. Colaborar supone tener en cuenta a las personas con quienes convivimos. Supone crecer con la idea de que podemos aportar nuestra ayuda a esas personas, en lugar de considerar que nos deben resolver la vida. Deberíamos enseñar a nuestros hijos a ser colaboradores. Si no les enseñamos sufrirán la queja y el rechazo de quienes convivan con ellos. Si les enseñamos serán aceptados, a los demás les resultará agradable convivir con ellos, harán agradable su propia convivencia y la convivencia de todos. Si no incentivamos al adolescente a colaborar, se convertirá en nuestro parásito. Recordemos que el adolescente quiere sentirse útil, necesita sentirse útil. Nosotros le reprochamos su vaguería, su desidia, su 41 egoísmo, pero no le asignamos ninguna tarea. En lugar de culpabilizarle o de quejarnos por su falta de colaboración, deberíamos invitarle a reflexionar: "¿Qué pides que hagan por ti, qué haces por los demás, cómo puedes colaborar, de qué actividades puedes ocuparte para colaborar?..." Cuando se propone esta reflexión a los adolescentes, tienen muy claro que lo justo es colaborar; sin embargo reconocen que les cuesta, sobre todo si hasta ese momento alguien les ha resuelto su vida cotidiana, si no han tenido que responsabilizarse de ninguna actividad casera. Pero si en lugar de imponernos les proponemos que reflexionen, comprenderán que colaborar supone realizar actividades que benefician a todos aquellos con los que conviven, no únicamente a ellos mismos. Comprenderán que no es una actividad de colaboración recoger su cuarto, hacerse la cama o guardar su ropa. Cuando se les pregunta cómo consideran que pueden colaborar en casa, sus propuestas son: "Preparar el desayuno de toda la familia, cocinar algo para todos, poner y quitar la mesa y el lavaplatos, poner la lavadora, colgar la ropa, doblarla o plancharla, pasar la aspiradora, quitar el polvo, limpiar cristales, hacer la compra y organizarla, regar las plantas, sacar al perro, cuidar al hermano pequeño..." 12. ¿POR QUÉ NO COLABORAN? ¿Por qué no colaboran si comprenden que deben colaborar y se consideran capaces de realizar la mayoría de las actividades caseras? Para responder a esta pregunta reflexionemos nosotros: ¿enseñamos en la etapa anterior, en la niñez, a nuestro hijo a realizar las actividades de colaboración? ¿Le asignamos diferentes tareas de colaboración o resolvimos su vida cotidiana sin que tuviese que asumir ninguna responsabilidad con las personas con las que convivía, y probablemente ni siquiera consigo mismo porque tampoco se ocupaba de su cuarto? De repente consideramos que ya está bien de no hacer nada, de ser un desordenado total, de no colaborar en absoluto y de exigirnos todo a cambio de nada. Y nos enfrentamos a un adolescente que quisiéramos que fuese colaborador sin haberle preparado para serlo. No le hemos educado para ser colaborador y, además, utilizamos la 42 queja, el reproche, la incomprensión: "Parece mentira que te portes así...", cuando en realidad es lo normal tal como le hemos educado. Somos incoherentes: nos quejamos de su falta de colaboración, pero seguimos resolviendo su vida, no le ponemos límites, a menudo le amenazamos, a veces le ofrecemos algún premio, le chantajeamos... pero todas las propuestas son arbitrarias. 13. ¿CÓMO ENSEÑARLES A COLABORAR? Tendremos que hablar con nuestro hijo adolescente cuando estemos tranquilos. Debemos reconocer que no le hemos enseñado a colaborar, que únicamente se lo hemos exigido y de manera inadecuada. Le diremos que en adelante no se lo vamos a exigir imponiéndonos, porque sabemos que comprende que cuando convivimos con alguien todos debemos colaborar. Reconoceremos, también, que es normal que le cueste colaborar, sobre todo si hasta ahora no ha tenido que hacerlo: "Aunque comprendas que debes colaborar, que es lo justo, es normal que te cueste". Si en la etapa anterior aprendió a realizar todas las actividades caseras, le diremos que elija en cuál prefiere colaborar; si no aprendió tendremos que enseñarle, una a una, todas las actividades de colaboración, y tras practicar un tiempo cada una, podrá elegir la que sea de su preferencia. Él elige, y después pactamos. Pactamos lo que va a hacer: va a preparar el desayuno, de todos, los fines de semana; a poner y quitar el lavaplatos... Si no cumple lo pactado, porque le está costando colaborar, estableceremos alguna consecuencia que le ayude. La consecuencia debería proponerla el adolescente. Él sabe mejor que nadie qué le puede ayudar a cumplir lo que se propone cuando le resulta difícil lograrlo. Por ejemplo: "Si no pongo el lavaplatos, nadie lo pone por mí". Pero si no propone nada, lo propondremos nosotros. Si no colabora en lo que pactamos, no nos quejaremos ni se lo reprocharemos, simplemente seremos coherentes y cumpliremos lo pactado: no pondremos el lavaplatos. Muchas personas, al leer lo anterior, pensarán que así lo único que conseguimos es acumular cacharros sucios y acabar poniendo nosotros el lavaplatos. ¡Qué poco conocemos a nuestros adolescentes, qué poco creemos en ellos! Si han reflexionado dialogando con nosotros, si han 43 comprendido que deben colaborar y pactaron lo que debían hacer, lo van a hacer aunque les cueste. Necesitan nuestra comprensión: les cuesta. Quedamos en que no le íbamos a agredir, que no nos íbamos a imponer, pero que no pondríamos el lavaplatos. Esa es la parte del acuerdo que debemos cumplir, y que nos va a costar mucho cumplir. Nosotros queremos que ponga el lavaplatos al terminar de comer, pero él se toma su tiempo para cumplir lo pactado y se va a su cuarto a descansar, nos dice que lo pondrá después. No lo podemos soportar, vuelve la lluvia de quejas, de reproches y chantajes emocionales: "Ya sabía yo que no ibas a cumplirlo, no puedo confiar en ti, eres un vago, egoísta, todo lo tengo que hacer yo, nadie piensa en mí..." No podemos soportar que los cacharros estén sin lavar y ponemos el lavaplatos a pesar de haber pactado no ponerlo. Así no puede aprender. Si tenemos paciencia, cuando termine de descansar y compruebe que nadie lavó los platos, se ocupará de ponerlo. Cumplirá lo pactado "a su ritmo". Tendremos que reconocer su colaboración; también podemos decirle que nos gustaría que pusiese el lavaplatos al acabar de comer. Pero si no lo hace, aceptaremos que colabore con cierta dificultad, que no colabore como nos gustaría, desde el primer momento. Va a colaborar a su ritmo, no al nuestro. Después tendrá que enfrentarse a una vajilla más difícil de limpiar porque lleva varias horas sucia. Llegamos a un acuerdo con nuestro hijo, no debemos poner el lavaplatos; tenemos que ser coherentes con lo pactado, aunque nos cueste. Nos costará muchísimo no recriminarle y esperar a que lo ponga él; sin embargo, si queremos ayudarle a cumplir su parte del pacto, debemos ser coherentes. Una vez superado el periodo de aprendizaje, el adolescente aceptará colaborar. Puede ser un magnífico colaborador si se siente comprendido, si aceptamos que es diferente a nosotros, que hace las cosas a su manera, no a la nuestra. 44 45 Los adolescentes quieren libertad para organizar su vida El deseo de libertad del adolescente le impulsa a pedirnos que no nos metamos en su vida. Es normal, necesita sentir mayor protagonismo. Le debemos transmitir que comprendemos y aceptamos su deseo de mayor libertad para organizar sus actividades cotidianas. Pero nos tenemos que poner de acuerdo acerca de las actividades que desea realizar, porque todavía vive con nosotros. Nuevamente dialogaremos con él. 1. ¿PLANIFICAN LAS ACTIVIDADES DE COTIDIANA? ¿LAS LLEVAN A LA PRÁCTICA? SU VIDA En la etapa anterior, en la niñez, tendríamos que haber enseñado a nuestro hijo a organizar su horario, a planificar las actividades de su vida cotidiana. Si aprendió en su niñez, sólo tendrá que poner al día un horario que necesitará modificar de acuerdo a sus necesidades actuales. Pero si no le enseñamos entonces, debemos hacerlo ahora. Los adolescentes que no aprendieron a organizar su horario y que se acostumbraron a seguir nuestras directrices: "Levántate, es la hora; date prisa o llegarás tarde; estudia, deja de ver la tele; acuéstate o mañana no habrá quien te levante...", esos adolescentes suelen pedir que no nos metamos en su vida, pero sin organizarla ellos; pretenden que les dejemos hacer lo que quieran, sin asumir responsabilidad alguna. Es normal que lo pretendan, no les enseñamos a afrontar su vida. Hablaremos con nuestro hijo. Empezaremos por reconocer su necesidad de libertad para organizar su vida, y le diremos que para no depender de nuestras órdenes repetidas a diario debe planificar sus actividades cotidianas, su horario. Comprenderá perfectamente que para que no nos metamos en su vida, debe organizarla él. Una vez escrito, nos enseñará su horario. Tenemos que ponernos de acuerdo respecto a las actividades que quiere realizar y al horario programado; todavía vive con nosotros. Sin embargo, si lleva a la práctica las actividades planificadas por él y consensuadas con nosotros, nos comprometeremos a no meternos en su vida, podrá ser "libre", no 46 dependerá de nadie para realizarlas. Al planificar las actividades de su vida cotidiana debe reflexionar acerca de lo que necesita hacer diariamente y las responsabilidadeslibertades que necesita asumir para no depender de nuestras órdenes, reproches, quejas... Le tenemos que proponer que piense: - ¿Qué actividades necesito hacer, diariamente, desde que me levanto hasta que me acuesto? - ¿Qué responsabilidades conlleva cada actividad para no depender de nadie? - ¿Qué consecuencias responsabilidades? me pueden ayudar a asumir mis 2. CÓMO PACTAR EL HORARIO DEL ADOLESCENTE. SUS NORMAS Y CONSECUENCIAS El adolescente debe organizar su horario reflexionando solo, sin nosotros. Debe pensar a qué hora necesita levantarse y qué actividades necesita realizar antes de ir al instituto, y también las actividades que realizará desde que salga del instituto hasta la hora de acostarse. Cuando organice sus actividades cotidianas las comentamos. Debe caer en la cuenta de las responsabilidades que conlleva cada actividad. Imaginemos que ha programado levantarse y después ducharse, vestirse, desayunar, lavarse los dientes y marcharse al instituto. Le ayudaremos a darse cuenta de que tras ducharse, afeitarse o lavarse los dientes, debe dejar cada cosa en su sitio y el cuarto de baño limpio y en orden. Cuando termine de vestirse, no debe dejar ropa esparcida por todas partes. También la cocina, tras su desayuno, debe quedar recogida para no cargar a otros con su desorden. Antes de salir de casa, su habitación tiene que quedar recogida. No exigiremos un orden a nuestro gusto, es su espacio, pero sí debe saber que la organización y el orden de su cuarto le corresponden a él, no a quienes conviven con él. Por la tarde, si programa merendar al llegar a casa, se ocupará de prepararse la merienda y de recoger todo lo que utilice. Nadie recogerá lo que él utilizó, ni él tendrá que depender de nadie para 47 organizar su merienda. Lo mismo sucederá con el resto de las actividades que planifique. También programará su tiempo libre y el tiempo de estudio (de ambos hablaremos más adelante). Por último, pensará a qué hora necesita acostarse; lo pensará él, en función de las horas que necesite dormir y teniendo en cuenta la hora a la que se tiene que levantar. Le ayudaremos a caer en la cuenta de que, si quiere que no nos metamos en su vida porque quiere sentirse independiente, algo con lo que estamos totalmente de acuerdo, tendrá que responsabilizarse de realizar las actividades señaladas en su horario. Si necesita levantarse a las 7,30 h. y es él quien pone el despertador y se levanta a su hora, no dependerá de nadie para levantarse. Si planificó quedarse un rato con su grupo de amigos a la salida del colegio y volver a casa a una hora determinada para estudiar, y lo cumple, no dependerá de nuestra constante intromisión en su vida: "¿Has estudiado?, ¿todavía no?, ¿a qué esperas para estudiar?, ¿por qué no llegaste antes a casa?..." Si le cuesta llevar a la práctica lo acordado, pactaremos las consecuencias. Veamos un ejemplo. Si quedó en levantarse a una hora determinada, pero le cuesta cumplirlo, pactaremos la consecuencia. Tendrá que establecer qué sucederá si no se levanta, qué consecuencia le ayudará a asumir esa necesidad de su vida. El adolescente sabe, mejor que nadie, qué le puede ayudar. Podemos pactar no despertarle y que llegue tarde al instituto, lo que le puede suponer tener que enterarse después de lo que explicaron en clase, que se le acumulen las tareas escolares, menos puntos para la nota final, quedarse sin recreo..., en fin, enfrentarse a lo que cada institución tenga establecido, o lo que es lo mismo, afrontar las consecuencias de su vida, afrontar su realidad, para decidir cómo le compensa actuar. En lugar de despertarle nosotros, debemos permitir que sea él quien lleve a la práctica su horario y quien asuma las consecuencias de cumplirlo o no cumplirlo. En lugar de evitar que afronte su vida, deberíamos ayudarle a reflexionar para que sea él quién decida cómo desea que transcurra su vida y qué hacer para lograrlo. Las consecuencias positivas o negativas que se derivan de su manera de actuar le ayudan a reflexionar y a decidir si debe seguir por ese camino o rectificar. 48 49 50 La relación del adolescente con su familia 1. LA RELACIÓN DEL ADOLESCENTE CON SU FAMILIA DEBE CAMBIAR. ACEPTAR QUE CAMBIE Ya hemos comentado que la relación del adolescente con su familia debe cambiar, que debemos respetar su deseo de aislarse y de no compartir algunas actividades con nosotros. El adolescente necesita afianzar su personalidad e identificarse con su grupo, por lo tanto debe independizarse cada vez más de sus padres y de toda su familia. Si no comprendemos esa necesidad vital en esta etapa de su vida, los enfrentamientos serán constantes. Pero si le sabemos comprender, tendremos que pactar la nueva relación familiar. Tendremos que dialogar para ponernos de acuerdo. Para que la comunicación con el adolescente sea posible, para que resulte tranquila, debemos aceptar que le corresponde vivir una etapa nueva, diferente. Se lo expresaremos con toda claridad: "Ya eres un adolescente, no te vamos a seguir tratando como si fueses un niño. Durante esta etapa necesitas conseguir ser más autónomo". Y le explicaremos: "Vas a necesitar mayor libertad, y por lo tanto tendrás que asumir más responsabilidades; para ponernos de acuerdo tendremos que dialogar, pactaremos". Necesita mayor libertad en su cuarto prescindiendo de nuestra intromisión. Ya hemos visto como concederle la libertad que necesita, ayudándole a asumir sus responsabilidades en cuanto a la organización y orden de su espacio y de sus objetos personales. Necesita mayor libertad en la planificación de sus actividades cotidianas. También hemos visto cómo darle mayor autonomía, interfiriendo menos en la organización de su vida, ayudándole a asumir sus responsabilidades, programando su horario de acuerdo a sus necesidades, pero teniéndonos en cuenta, puesto que todavía vive con nosotros. Es fundamental que reconozcamos que nuestro hijo está en una etapa en la que necesita mayor independencia. Quiere permanecer mucho más tiempo en su cuarto, cerrar la puerta, escuchar la música que le gusta, acortar la duración de las comidas familiares, hablar por 51 teléfono y compartir el mayor tiempo posible con sus amigos... Cuando manifieste que desea aislarse, o que ya no desea compartir su tiempo con el nuestro como lo hacía en la etapa anterior, o cuando inicie nuevas actividades, le diremos que comprendemos que necesita mayor independencia y que no se la vamos a negar, pero que como todavía vive con nosotros tenemos que ponernos de acuerdo en los cambios que desea provocar. Como decíamos, se lo debemos transmitir con toda claridad: "Necesitas un espacio tuyo, un tiempo para ti, un horario propio, actividades diferentes, más tiempo con tus amigos, menos tiempo con nosotros... Pero vives con nosotros, tenemos que ponernos de acuerdo. Nosotros también necesitamos que respetes nuestro espacio, nuestro horario, nuestras actividades...". 2. PACTAR PARA PONERNOS DE ACUERDO 2.1. Tenemos diferentes puntos de vista Vivimos etapas diferentes, somos diferentes, no pensamos ni sentimos lo mismo, tenemos diferentes gustos, pero ambos podemos comprendernos y respetarnos. Tendremos que negociar la nueva convivencia para respetar sus necesidades y que él respete las nuestras. El diálogo es fundamental. Debemos expresar claramente lo que queremos cada uno y ponernos de acuerdo. Las diferencias van a ser cada vez mayores. La personalidad del adolescente se va definiendo a medida que crece. Se definen sus gustos, sus deseos, sus sentimientos. Podemos discutir y convertir nuestra vida en una pelea continua cada vez que no coincidan sus deseos con los nuestros, o podemos ponernos de acuerdo tras dialogar y pactar. Si respetamos su forma de ser, de pensar y sentir, si le ayudamos a respetarnos, aprenderá a respetar a los demás y a hacerse respetar. Ya hemos comentado cómo ayudar al adolescente a sentir mayor independencia dentro de casa, en su cuarto, y en la organización de su horario personal. Pero, además, en esta etapa tendremos que "ajustar" frecuentemente su horario y sus actividades a las nuestras, sus gustos a los nuestros. Con los adolescentes podemos discutir constantemente porque tienen la música muy alta, porque van vestidos o peinados de una manera que no nos gusta, porque hablan demasiado por teléfono, porque llegan tarde a comer, porque se 52 levantan pronto de la mesa, por cómo han dejado el cuarto de baño, por no recoger su ropa, por no colaborar, y un larguísimo etc., o podemos pactar. Si no dialogamos para ponernos de acuerdo, el adolescente vive enfrentado a los adultos, nos considera agresivos y tiranos. Pero si dialogamos nos pondremos de acuerdo, y la convivencia, aunque difícil en determinados momentos, puede resultar bastante llevadera en general, y muy agradable en muchas ocasiones. A menudo cerramos las puertas de la comunicación en lugar de dialogar y pactar abriendo caminos de encuentro, en lugar de abrir el camino del respeto mutuo. Cuando convivimos con alguien con quien no compartimos el mismo punto de vista, el esfuerzo no debe hacerse para pensar igual, sino para ponernos de acuerdo respetando nuestras diferencias. Exponer lo que quiere cada uno y pactar sabiendo ceder ambos es lo que nos ayuda a llegar a acuerdos y a convivir sin agredirnos. El respeto debe ser recíproco. Debemos utilizar el diálogo, no los gritos, el enfado, las descalificaciones, las prohibiciones. Pactaremos todo lo que consideremos oportuno. Lo importante es transmitir nuestra comprensión, expresar con claridad y sin agresividad los diferentes puntos de vista y ponernos de acuerdo. Antes de pactar tendremos siempre en cuenta su punto de vista y el nuestro. Si a él le encanta invitar constantemente a sus amigos y a nosotros no nos gusta que estén constantemente en casa, pactaremos cuándo pueden venir y cuándo no. Al pactar debe quedar claro lo que puede hacer y lo que no aceptamos. Así queda claro también lo que no debe hacer, los límites: "Acepto que no quieras hacer sobremesa, pero podemos seguir comiendo juntos". "Comprendemos que te encante hablar por teléfono, pero no estamos dispuestos a pagar tus cuentas". "Acepto que invites a tus amigos, pero no que me suponga un trabajo extra porque ensucian, desordenan, comen sin consultar..." 2.2. Dejar abierta la puerta de la comunicación, del diálogo El adolescente nos necesita, no debemos cortar la comunicación con él. Necesita nuestra comprensión y nuestro apoyo para crecer. Necesita nuestra exigencia para vivir intensamente su etapa, asumiendo sus responsabilidades. No debemos dejar que pase la 53 adolescencia sin pena ni gloria. Tampoco podemos convertir nuestra relación en una pelea continua. Nos tenemos que comunicar con nuestro hijo adolescente, dialogar con él, pactar. No debemos dejar de hablar con nuestro hijo. Puede que él no quiera hablarnos, puede que no estemos pasando un buen momento en nuestra relación, pero no debemos cortar la comunicación. Él es el adolescente, nosotros no. Le hablaremos con toda sinceridad: "A mí también me cuesta hablar contigo, no me resulta nada fácil, sé que no siempre actúo bien o que a veces te incomoda lo que te digo, pero quiero que hablemos, no quiero dejar de hablar contigo". La puerta de la comunicación la debemos dejar siempre abierta. Es de adolescentes cortar la comunicación de un portazo. Nosotros somos personas adultas, debemos dejar la puerta abierta a la comunicación. Cuesta muchísimo porque no nos han educado ni para comprender esta etapa ni para dialogar, pero si queremos seguir comunicándonos con nuestro hijo adolescente, se lo debemos manifestar: "Dices que no quieres hablar, pero yo sí, cuando estés dispuesto, aquí me tienes." Aunque sintamos su rechazo en un primer momento: "Pues por mí te puedes quedar esperando toda la vida...", acabará acudiendo a nosotros, porque nos necesita. Necesita nuestro apoyo para ayudarle a reflexionar, aclarar sus dudas y tomar decisiones responsables. 2.3. Dialogar tranquilos, quejarnos ni culpabilizarle sin descontrolarnos, sin Cuando nos dirigimos al adolescente, ¿qué le decimos, en qué tono le hablamos? ¿Y cuando él se dirige a nosotros? A veces, ni nos hablamos. El tono culpabilizador, nuestra queja constante, nos distancia. Al quejarnos y culpabilizarle se siente incomprendido, aumenta la incomunicación. Al no haber diálogo, tampoco hay exigencia, ni límites; nosotros seguimos quejándonos y resolviendo su vida; él no asume sus responsabilidades. La situación no cambia. Vamos a evitar darle órdenes, hacer discursos, culpabilizarle, amenazarle o utilizar chantajes emocionales. Vamos a dialogar y a pactar con él. Siempre debemos hablar en momentos de tranquilidad. Expondremos 54 nuestro punto de vista tras escuchar el suyo. Él quiere independencia, nosotros no queremos depender de él. Necesitamos que no invada nuestra vida con su música, con sus amigos, monopolizando el teléfono, comiendo cuando quiere sin contar con nosotros... Dialogar con tranquilidad y pactar ayuda a convivir en armonía. No se debe dialogar en el momento del conflicto, debemos esperar a estar tranquilos. En la adolescencia no faltarán los momentos en que nuestros nervios lleguen al límite. Antes de desquiciarnos es mejor decirle al adolescente: "Ahora no es el momento de seguir hablando. Yo también estoy a punto de estallar". Cuando al confrontar su opinión con la nuestra se enfade, nos grite o se descontrole de cualquier manera, debemos retirarle nuestra atención. Marcaremos el límite con claridad: "Así no hablo contigo. Hasta que no te tranquilices no te hago caso. Cuando te tranquilices, hablamos". Si trata de provocarnos: "Tú siempre dices que hay que hablar y ahora, como a ti no te interesa, decides que es mejor callarse", no debemos caer en su provocación. Recordemos que está histérico, descontrolado, no consiguió lo que quería. Es mejor callarse y esperar a que nuestro sistema nervioso, y el suyo, se tranquilicen. Tenemos que comprender que en ocasiones proteste, que se manifieste en contra, incluso que se descontrole, pero no debemos tratar de convencerle, él entiende nuestros argumentos aunque le disgusten. Tampoco debemos comportarnos como adolescentes descontrolándonos nosotros. Dejaremos que se le pase el enfado, que se tranquilice. Si le hablamos, provocamos aún más su descontrol. Si nos descontrolamos, la situación se vuelve ofensiva. No somos adolescentes, vivimos etapas diferentes. Tiene que aprender a aceptar que sus padres no estén dispuestos a hacer, siempre, lo que él desea. Tiene que aprender a controlar su rabia. Nosotros ya superamos la adolescencia, deberíamos saber controlarnos en esas situaciones. Pero si nos supera la situación, lo mejor es no entrar a pelearnos con el adolescente. Es el momento de no hablar, de esperar a que se nos pase la rabia que sentimos. 3. ALGUNOS ADOLESCENTE EJEMPLOS 55 DE PACTOS CON EL 3.1. No nos parece bien el comportamiento de sus amigos Supongamos que llegan a casa los amigos de nuestro hijo adolescente. No nos saludan, deciden ver una película y se adueñan del salón; después se preparan la merienda, sacando de la nevera lo que les parece, y dejan todo sin recoger... Podemos reprochar a nuestro hijo y criticar a sus amigos: "Son unos groseros, no quiero que tengas esa clase de amigos. No quiero que vuelvan a poner los pies en esta casa. ¿No has encontrado otros que sean educados? Supongo que tú no harás lo mismo cuando vayas a sus casas..." Seguramente sí hace lo mismo. Le reprochamos lo que no nos parece bien, le pedimos un imposible, que deje a sus amigos; cortamos la comunicación con su mundo, no queremos que vuelvan a casa. En lugar de prohibirle salir con esos amigos y volver con ellos a casa, en lugar de decirle lo que no queremos que haga, debemos decirle lo que desearíamos que hiciera. Ya sabemos lo que quiere él: estar en casa con sus amigos, ver una película, merendar... Ahora podemos exponer nuestro punto de vista, pero hablando con tranquilidad, sin agredirle: "Comprendo que te guste venir a casa con tus amigos, me parece muy bien que vengan, pero coméntamelo antes. También quiero que me los presentes, sólo quiero conocerlos, saludarlos, después os dejo tranquilos. Podéis prepararos la merienda, pero siempre que no cojáis... y siempre que después dejéis todo recogido". Pactaremos: pueden venir sus amigos si se respetan las condiciones pactadas. A veces cederá más él y otras veces nosotros. Le puede costar aceptar que nos tiene que pedir permiso cuando quiera que vayan sus amigos a casa, o que no puedan coger lo que se les antoje de la nevera, o que deban dejar la cocina recogida si se preparan algo... Si le cuesta cumplir lo pactado, necesita que establezcamos las consecuencias que le ayuden a cumplir lo que le cuesta: "No podrán venir tus amigos si no respetan lo pactado; aunque siempre tendrán las puertas abiertas si están dispuestos a cumplirlo." 3.2. Nos molesta su música Si la música del adolescente nos molesta y le decimos, a gritos, que la baje, el conflicto se agrava. Puede no hacernos caso, rebelarse 56 subiendo más la música o marcharse de casa dando un portazo. Si elige lo último, puede que nos culpabilicemos por haberle gritado; si no, probablemente le gritemos más, agravando el conflicto. Pero si le decimos con serenidad: "Me molesta la música tan alta, bájala por favor," probablemente nos haga más caso. Y todavía será más fácil llegar a un acuerdo con él si hablamos cuando no esté escuchando música. Al dialogar con nuestro hijo, debemos escuchar su punto de vista y exponer el nuestro; después pactamos. En lugar de quejarnos porque se encierra en su cuarto y pone la música muy alta, debemos comprender su deseo de aislarse, de vivir su soledad encerrado en su cuarto, escuchando la música que le gusta. Después manifestaremos nuestros sentimientos, expondremos nuestro punto de vista. Le diremos que comprendemos que a él le guste esa música pero que a nosotros nos molesta; y pactaremos qué hacer para no molestarnos mutuamente, para convivir respetando nuestros gustos diferentes: "Puede escuchar su música si no la pone tan alta". 3.3. No nos gusta cómo se viste A menudo, cuando nuestros gustos no coinciden, nos agredimos en lugar de dialogar y pactar. Podemos agredirnos mutuamente por asuntos triviales a los que damos una importancia desmesurada. No debemos tomarnos su manera de arreglarse como una ofensa personal: "Lo hace para molestarme. Sabe que detesto que se vista así". No lo hace para molestar a nadie, quiere identificarse con su grupo de adolescentes, diferenciarse de las otras etapas. Si nuestros gustos no coinciden respecto a su forma de vestirse, peinarse o arreglarse, les criticamos: "No sé cómo no te da vergüenza ir con esas pintas". Ellos hacen lo mismo respecto a nosotros: "No pensarás saludarme cuando esté con mis amigos, sobre todo cuando vayas vestida así..." En fin, que todo sería más sencillo si en lugar de reprocharnos nuestros gustos diferentes, admitiésemos que no tenemos por qué coincidir en nuestros gustos personales. Somos diferentes, además de vivir diferentes etapas de la vida. Podemos aceptar nuestras diferencias en lugar de reprochárnoslas. Podemos aceptar que se arregle "a su manera", que nos parece de pésimo 57 gusto, y establecer los límites. Podemos respetar nuestros gustos diferentes y llegar a determinados acuerdos: "Cuando vayas a casa de los tíos me gustaría que te pusieses..." Seguro que estará dispuesto a aceptarlo, si normalmente aceptamos que se vista "a su manera". 3.4. No quiere ir al cine con nosotros "Le propuse ir al cine, para ver una película que le apetecía mucho y me dijo que prefería ir con sus amigos. Me quedé destrozado, prefiere salir con sus amigos, ya no nos quiere". Sí nos quiere, no debemos confundirle. Nos sigue queriendo, pero ahora necesita ser más independiente, desprenderse de su familia y formar parte de su grupo. Debemos aceptar que esté menos con nosotros. Sus actividades familiares deben variar dentro y fuera de casa. Nos ha expresado con sinceridad, y de buenas maneras, que prefiere ver la película con sus amigos. No debemos confundirle reprochándole que no nos quiere. Debemos comprender su deseo de vivir su nueva etapa; debemos expresar nuestro deseo y poner los límites que sean necesarios: "Me parece bien que la veas con tus amigos, pero nos gustaría que vinieses con nosotros alguna vez". No tendrá ningún inconveniente en acompañarnos, nos pondremos de acuerdo. La incomprensión, los reproches, las prohibiciones dan como resultado la incomunicación. Dejará de expresar lo que desea. Cuando hable utilizará pésimos modales, gritos, actitudes histéricas, reproches. Nos mentirá, nos engañará para salir con sus amigos. Sin embargo, si le comprendemos, seguirá expresando lo que desea, nos escuchará y aceptará los límites. Podremos pactar los días que puede salir con sus amigos y las actividades que compartirá con nosotros... 3.5. No quiere que le acompañe de compras En muchas ocasiones no quiere que le acompañemos, no quiere salir con nosotros. Si necesita comprarse algo nos dice: "No quiero que vengas conmigo a comprarme la ropa. Te empeñas en que me vista como tú quieres y tienes un gusto pésimo". Me puedo quedar destrozada y sufrir sintiéndome víctima de las críticas y la incomprensión de mi hija, o asumir que está cambiando, que no coincidimos en gustos, y aceptar que vaya a comprar sin mí. Eso no impide que manifieste mi punto de vista: "Comprendo que prefieras ir 58 a comprar sin mí, pero no hace falta que me lo digas así. Efectivamente, tenemos gustos diferentes, eso es lo normal". También es importante que limitemos la cantidad de dinero que le vamos a dar y que le digamos para qué se la damos. Si se compra algo que no necesita, y nos vuelve a pedir dinero para comprar lo que realmente necesitaba, la consecuencia puede ser, por ejemplo, devolver lo que compró. No hay que agredirle ni enfadarnos, lo debe devolver, aunque le cueste. 4. EL PACTO EXPRESADO TIENE QUE QUEDAR CLARAMENTE Antes de pactar, tendremos en cuenta los sentimientos del adolescente y los nuestros, pero el pacto tiene que quedar claramente expresado: ."Puedo ir a mi cuarto nada más acabar de comer, pero como con mis padres" o "Los martes y jueves puedo comer solo, pero los demás días comemos juntos"... ."Puedo escuchar la música que me gusta, pero no tan alta que moleste a otros. Si está excesivamente alta, no podré escuchar música cada tarde". ."Puedo hablar por teléfono, pero si la factura pasa de la cantidad acordada, no podré utilizar el teléfono durante varios días" o "...tendré que pagar la cuenta del teléfono con mis ahorros". ."Pueden venir mis amigos a casa, pero únicamente si recogen todo lo que utilizan, si no desordenan y si no cogen de la nevera lo preparado para otro momento". ."Mis amigos pueden pasar el fin de semana con nosotros, pero no los puedo invitar sin consultar; a veces a mis padres no les viene bien que los invite. Si se presentan sin consultar, no se podrán quedar." 5. AL PACTAR QUEDAN ESTABLECIDOS LAS NORMAS Y LÍMITES DE SU VIDA Al pactar quedan establecidas las normas de su vida, lo que puede hacer; los límites, lo que no debe hacer; y las consecuencias, lo que sucederá según actúe. 59 Tanto las normas y límites como las consecuencias las puede establecer el propio adolescente. Tiene capacidad para dialogar, reflexionar y pactar, teniendo en cuenta su punto de vista y el nuestro. En lugar de regañarle por lo que hace mal, le expondremos aquello con lo que no estamos de acuerdo, comprendiendo que tenga un punto de vista diferente al nuestro. Después, cuando pactemos, es importante aceptar que ambos tenemos que ceder. Ni él se va a someter siempre a nuestro criterio ni nosotros al suyo. Vamos a procurar complacerle, pero a veces tendrá que ceder porque nuestro proyecto de vida también es importante. Hay que hablar claramente, exponiendo nuestro punto de vista y escuchando el suyo. Debemos pactar lo que estamos dispuestos a conceder y lo que deben conceder ellos. Los adolescentes son muy razonables si sienten nuestra comprensión, aun cuando no les concedamos todo lo que deseen, y aunque en ocasiones les cueste aceptarlo. 6. ¿PERMITIMOS QUE VIVA LAS CONSECUENCIAS DE SU MANERA DE ACTUAR? A menudo utilizamos el chantaje emocional, culpabilizamos al adolescente o nos quejamos de su comportamiento, pero no permitimos que viva las consecuencias de su manera de actuar. La queja suele ir acompañada de un doble mensaje. Me quejo de que gasta mucho, pero le sigo dando lo que me pide. Le digo que tiene que recoger el cuarto, pero se lo encuentra recogido. Me quejo porque no colabora, pero yo hago todo sin consecuencias para él. Le digo que ve mucha televisión, pero no impido que la vea, y hasta permito que tenga una televisión en su cuarto. Cuando le enviamos dobles mensajes, mandamos dos mensajes contradictorios: le pido que haga algo y a su vez que no lo haga, puesto que lo hago yo. Nos quejamos del adolescente, pero no actuamos para provocar el cambio, no le ayudamos a cambiar. Necesita que le ayudemos a reflexionar y a pactar: "¿Qué debo hacer? ¿Qué no debo hacer?" Las normas y los límites tienen que estar pactados, establecidos: "Esta es la cantidad que tengo asignada para mis gastos". "Yo me encargo de ordenar mi cuarto". "Únicamente 60 puedo ver los programas de TV que hemos acordado..." Los límites los debemos respetar tanto el adolescente como los adultos: "No me darán más dinero que el asignado aunque lo pida insistentemente". "No recogerán mi cuarto cuando no lo ordene yo". "No puedo ver los programas no acordados..." Si respetamos los límites, no transmitimos dobles mensajes o mensajes contradictorios, somos coherentes con lo pactado. Los límites, si están claros, dan seguridad; tanto el adolescente como el adulto saben lo que no deben hacer. ¿Son dobles mensajes los chantajes y las amenazas? Le decimos que si estudia le regalaremos..., o que se quedará sin... Los chantajes y las amenazas no suelen cumplirse. Si se cumplen se convierten en premios y castigos porque están impuestos, no están pactados. En cualquier caso mandamos al adolescente un mensaje contradictorio. Le decimos que estudie, se supone que estudiar es lo importante, pero le transmitimos a su vez que lo importante no es que estudie, sino el premio o castigo que obtendrá por imposición nuestra. Si le decimos: "Si no estudias, no te dejo ver TV", le estamos amenazando; si lo cumplimos le estamos imponiendo un castigo. Normalmente se utiliza la amenaza, el doble mensaje. Digo: "Vete a estudiar, apaga la TV", pero el adolescente sigue viéndola mientras repetimos el mismo mensaje infinidad de veces. Le decimos que vamos a apagar la TV, pero no actuamos para que deje de verla. Deberíamos ayudarle a reflexionar y pactar con él las consecuencias de estudiar o de no hacerlo: "¿Crees que tienes que estudiar?, ¿debes estar viendo televisión? Si te cuesta estudiar y no ver la TV, ¿qué tendrías que hacer?, ¿qué te ayudaría a conseguirlo?" Una vez pactado, debemos actuar con coherencia. En lugar de quejarnos y de enviar dobles mensajes, debemos aplicar las consecuencias pactadas con el adolescente. 7. LOS PREMIOS Y CASTIGOS SON ARBITRARIOS. LAS CONSECUENCIAS SON COHERENTES Enfadarnos y actuar con comportamientos agresivos no le ayuda a sentirse aceptado y a rectificar su conducta. Más bien se siente rechazado. Nos evitará, tratará de engañarnos para que no le agredamos. 61 Los premios y castigos son arbitrarios, porque están en función del estado de ánimo del adulto que premia o castiga. El adolescente sólo tendrá que agudizar su sensibilidad para apreciar de qué humor estamos y así saber si será castigado o premiado: "No recogí el cuarto, no puse la lavadora, no compré lo que me encargaron..., pero hoy no hay problema, mamá está de magnífico humor". "Mejor recojo el cuarto o, tal como está hoy, me castiga sin salir todo el fin de semana". "No creo que me castigue sin paga, aunque no haya colaborado en nada; tiene día depresivo, así que se quejará, pero ahí quedará todo". "Voy a ordenar mi cuarto porque hoy seguro de que me regala el patín que le pedí, está contentísima con su nuevo ascenso en el trabajo"... Todas las situaciones anteriores tienen que ver con el adulto, no con el comportamiento del adolescente. Para sentirse valorado en función de sí mismo, de su conducta, y no en función del estado de ánimo de sus padres, se deben establecer las consecuencias de su forma de actuar, con él. Podemos comprender que le cueste mantener ordenado su cuarto, seguir su horario o colaborar en casa, pero él sabe que todo ello forma parte de su proyecto de vida, de sus necesidades como adolescente. Por lo tanto le diremos que piense qué le podría ayudar a conseguir todo aquello que le cuesta. Con él podríamos acordar: "No salgo el fin de semana si no recojo mi cuarto", o "No podré ver el programa de TV seleccionado si no colaboro". Esa consecuencia incluye el refuerzo: "Puedo salir si recojo mi cuarto", o "Podré ver el programa seleccionado si colaboro". 8. LAS CONSECUENCIAS DEBEN IR ACOMPAÑADAS DE REFUERZO Y CUMPLIRSE SIEMPRE La consecuencia siempre debe ir acompañada de refuerzo: "No puedes salir, pero sabes que lo podrás hacer si recoges. Inténtalo, aunque te cueste, tú sabes que puedes". "Te puedes quedar solo en casa si asumes tus responsabilidades. Estás muy cerca de conseguirlo. Te está costando, pero cada vez colaboras mejor"... La mejor recompensa a sus esfuerzos es sentirse valorado. Valorar lo que va logrando es el refuerzo primordial. Las consecuencias y nuestra actitud dialogante le ayudan a asumir esfuerzos. Las consecuencias 62 deben estar pactadas con el adolescente y se cumplen siempre. Debemos ser coherentes y hacer que se cumplan, pero sin gritos, sin enfados, sin reproches. No le debemos echar un discurso, ni descalificarle, ni repetirle lo que ya sabe. Es suficiente con ser fieles a lo pactado con él, animándole siempre a conseguirlo la próxima vez. 9. ¿ANIMAMOS DESCALIFICAMOS? A NUESTRO HIJO O LE Dialogar no es un hábito social, no se dialoga habitualmente. Estamos mucho más acostumbrados a culpabilizar y a descalificar con frases como estas: "No tienes arreglo". "Vas de mal en peor". "Siempre has sido un desastre". "No entiendes más que a gritos". "Jamás cambiarás". "Eres un auténtico vago". "Desde pequeño fue el más desordenado de sus hermanos". "Nunca te esfuerzas". "Eres igual que el inútil de tu tío"... Al descalificar transmitimos: "Eres así, no puedes ser de otra manera, no puedes cambiar..." Dejamos su autoestima por los suelos. Sin embargo, sí puede cambiar. Deberíamos transmitirle que es capaz de conseguirlo si se esfuerza por lograrlo. Al animarle comprende que creemos en él, en su capacidad de aprender, de cambiar, de mejorar. Al descalificarle comprende que no le creemos capaz y seguirá comportándose de acuerdo a la imagen de sí mismo que estamos transmitiéndole. Los adolescentes deben saber que hay muchas más personas que les juzgarán por su conducta que personas dispuestas a creer que pueden modificar sus comportamientos inadecuados. Les debemos decir que no escuchen a los que les descalifican; no les deben hacer caso. Todos podemos cambiar si aceptamos que debemos cambiar y nos esforzamos por conseguirlo. Quedándonos en la descalificación no cambiamos, pero con buena disposición siempre podemos. Que nos animen los demás es estupendo, pero si no lo hacen tendremos que tener una buena autoestima para desechar descalificaciones y animarnos nosotros mismos. 10. A VECES NO DEBEMOS CEDER Cuando dialoguemos con el adolescente es importante que sepa que cuando alguna de sus propuestas nos parezca inadmisible, no la vamos 63 a aceptar: "Quiere ir todas las tardes a casa de sus amigos y llegar a casa prácticamente a dormir". Aunque lo habitual sea dialogar y sepamos ceder para llegar a acuerdos, no faltarán ocasiones en las que tengamos que hacer prevalecer nuestro criterio. Esas situaciones son normales en la adolescencia. Por ejemplo, Álvaro quiere que le compre unas zapatillas de marca, pero yo no estoy de acuerdo en pagar marcas. Él defiende su punto de vista argumentando que "todos" sus amigos usan ropa de marca. Yo estoy en desacuerdo con hacer lo que me pide porque "todos" lo hagan. Le dejo claro que no pago marcas, no porque no tenga dinero (eso es aparte), sino porque no quiero contribuir a que valore las apariencias, la imagen externa y lo material por encima del verdadero valor de las cosas. También le dejo claro que no quiero contribuir a que piense que lo que hagan los demás es lo que debe hacer él. No voy a ceder, es un criterio al que voy a ser fiel. Procuraremos ceder siempre que podamos, pero habrá ocasiones en que no cedamos. Aunque no esté de acuerdo lo tendrá que aceptar. Todavía está bajo nuestra responsabilidad. Está dando pasos para hacerse cada vez más independiente, pero todavía depende de nosotros. Le explicaremos los motivos y, si habitualmente sabemos ceder, aceptará que, en esa ocasión, se imponga nuestro criterio. Puede ser que en un primer momento se sienta molesto y que rechace nuestra decisión y también a nosotros. Su enfado es normal. En el tira y afloja que mantenemos con los adolescentes, es normal que algunos tirones le sienten mal. No debemos tratar de convencerle de nuestras razones, porque las entiende, aunque no las comparta en ese momento y le cueste aceptarlas. 11. NO PONERNOS EN UN PLANO DE IGUALDAD NI JUSTIFICAR NUESTROS ERRORES Para el adolescente, sus iguales son sus amigos. Nosotros no somos sus amigos, somos sus padres. Nos necesita como padres. Necesita que le ayudemos a organizar y a afrontar su vida, a controlarse, a asumir sus responsabilidades. Necesita que seamos personas con autoridad, seguras, que controlemos la situación, sabiéndonos controlar nosotros. Sí, por ejemplo, el adolescente decide no 64 hablarnos y nosotros argumentamos: "No quieres hablarme, pues yo tampoco", nos estamos comportando como si fuésemos, nosotros también, adolescentes. Si no sabemos controlarnos, si actuamos como si fuésemos adolescentes, si nos ponemos a su altura y le gritamos, le insultamos o damos portazos, no le estamos ayudando. A veces nos cuesta muchísimo ser afectivos con nuestron hijo adolescente porque se muestra distante, esquivo, aparentemente nos rechaza; pero recordemos que el adolescente es él, nosotros no somos adolescentes. Podemos retirar nuestra atención de sus gestos hostiles, en lugar de reprochárselos. No debemos suplicarle, ni sentirnos víctimas de su maltrato emocional, basta con alejarnos y dejar que supere su mal humor. Ser personas con autoridad, no actuar como si fuésemos adolescentes, no supone que impongamos nuestro punto de vista. Cuando dialoguemos con nuestro hijo, al escuchar su punto de vista, podemos rectificar el nuestro. Aceptar sus indicaciones, rectificar las nuestras, no nos hace perder autoridad. Necesita que dominemos la situación, que actuemos con seguridad; sin embargo fallamos. Es normal que fallemos, somos seres humanos; pero debemos admitir nuestros fallos, nunca justificarlos. No se debe justificar jamás un mal comportamiento: "Tuve que pegarte". "Me obligaste a ponerme histérica". Tampoco debemos tratar de "compensarle" permitiendo que haga lo que quiera para justificar nuestro mal comportamiento: "Anda, sal con tus amigos" o "puedes ver la TV"... Debemos admitir que fallamos: "Hice mal, no debí gritarte, insultarte, pegarte..." Y aclarar la situación: "Hice mal, pero sabes que no puedes ver TV hasta que no cuelgues la ropa". Reconocer nuestros errores no nos hace perder autoridad, tratar de justificarlos sí. 12. LA RELACIÓN DEL ADOLESCENTE CON LA FAMILIA CON LA QUE NO CONVIVE A DIARIO La relación del adolescente con la familia con la que no convive diariamente en casa también va a variar. La relación con sus tíos, con sus abuelos o con los amigos de sus padres no puede seguir siendo la misma que mantenía en la etapa anterior. Ahora su relación con todos 65 ellos debe madurar. Su relación madura cuando es consciente de su propia manera de ser y de cómo son los demás; cuando descubre de quién se siente más afín, con quién comparte sus gustos, quién lo necesita... Descubrirá, por ejemplo, que le aburren las sobremesas familiares, pero que disfruta jugando al tenis con su tía, que a su abuelo le encanta que le acompañe en sus caminatas... La negociación con el adolescente a veces resulta costosa, pero por muy costosa que resulte, siempre es posible. Debemos tener en cuenta que al aprender a relacionarse con su familia aprende también a relacionarse con cualquier persona. Puede aprender a hacer respetar su punto de vista y a respetar el de los demás; o puede aprender a tratar de imponerse o someterse porque es lo que hacen con él. 13. ALGUNOS EJEMPLOS DE REUNIONES FAMILIARES QUE EL ADOLESCENTE RECHAZA 13.1. Le aburren las comidas de los domingos Si al manifestar que le aburren las comidas de los domingos en casa de los tíos le tildamos de egoísta y le obligamos a acompañarnos, no le comprendemos. Quiere crecer, pero no le dejamos. Le obligamos a seguir comportándose como el niño de la etapa anterior. Pero como no lo es, se rebelará, actuará en contra nuestra. Irá a casa de sus tíos, pero estará ausente, nos desquiciará con su actitud. Si le comprendemos, podemos pactar qué días irá con nosotros y cuándo se puede quedar en casa. No cortará la comunicación ni con nosotros ni con sus tíos. 13.2. No quiere ir a la boda de su primo Imaginemos que le invitan a la boda de un primo con el que casi no ha tenido relación. No tiene ganas de ir a "esa" boda, no quiere ir. Podemos comprender que no desee ir, no conoce a casi nadie. Podemos explicarle que a sus tíos les hace muchísima ilusión que se reúna toda la familia ese día. Si le obligamos a ir, nos amargará la boda. Si le comprendemos y le ayudamos a comprender el punto de vista de sus tíos, aceptará ir y aceptará también "vestirse de boda", a nuestro gusto. Además estará encantador, porque no tuvo que someterse a nuestra imposición. En este caso cedió él, pero sabe que no siempre es él quien cede. En 66 otras ocasiones prevalece su punto de vista. Cuando le invitaron a las bodas de plata de sus tíos y coincidió con la final de baloncesto de la liga escolar, sus padres aceptaron que no fuese al festejo familiar. Aunque, eso sí, fue él quien llamó a los tíos para felicitarles y explicarles por qué no iría a su fiesta. Si son los padres los que le disculpan, no aprende a expresar sus sentimientos. Aprende a mentir cuando quiere conseguir algo no aceptado por otros, o a someterse a lo que quieren otros por temor a decir que no está de acuerdo. 13.3. El cumpleaños de la abuela Supongamos que es el cumpleaños de la abuela y que el adolescente no quiere ir a la fiesta que ha organizado. Podemos ayudarle a comprender el punto de vista de la abuela: "Le hace muchísima ilusión celebrarlo con todos sus nietos". El adolescente aceptará, si nosotros aceptamos que no asista a las reuniones familiares de todos los fines de semana. No sólo aceptará, sino que puede ir encantado y hasta participar en la organización de la fiesta. Si comprendemos su punto de vista: ya no desea asistir a todas las reuniones familiares porque necesita realizar otras actividades, comprenderá mejor a los demás. Comprenderá que a ellos también les gusta que se cumplan sus deseos, y sabrá ceder. Llegar a este punto puede resultar muy costoso, pero merece la pena ayudarle a tener en cuenta los sentimientos de los demás, y a hacer respetar los suyos. Así aprende a basar sus relaciones de convivencia en el afecto y el respeto, no en el sometimiento a los deseos de otros o a la hipocresía de fingir lo que no siente. 14. ¿LES ENSEÑAMOS A MENTIR PARA EVITAR DISGUSTOS? ¿SOMOS CÓMPLICES DE SUS MENTIRAS? Ahora imaginemos que, el día del cumpleaños de su abuela, César y sus amigos tenían programada una excursión y no pueden cambiarla. La prepararon con una ilusión inmensa y César no se la quiere perder. Sus padres le comprenden, comprenden que puede felicitar a su abuela y decirle que no irá a su cumpleaños porque se va de excursión. Pero no solemos reaccionar así. Se suele recriminar al adolescente considerándole egoísta por preferir salir con sus amigos y dar un disgusto a su abuela y a sus padres, que se consideran víctimas 67 de un hijo desaprensivo. Algunas personas comprenden que el adolescente no quiera perderse una excursión preparada con tanta ilusión y deciden encubrirle mintiendo: "Le diré a tu abuela que te has quedado estudiando porque tienes un examen importantísimo". Le enseñan a mentir para no disgustar. No le enseñan a expresar sus sentimientos con sinceridad y buenas maneras y a aceptar que algunos se puedan sentir ofendidos a pesar de no ofenderles. Si al comunicar a su abuela su ilusión por ir con sus amigos y su decisión de ir a verla al día siguiente para felicitarla personalmente, ella no le comprende, se siente ofendida, y se enfada con él, César debe aceptarlo. Su abuela no está de acuerdo, quiere imponer su criterio, no está dispuesta a ceder. En este caso no es él quien debe ceder. Necesita aprender a defender lo que quiere y lo que no, utilizando buenas maneras, aunque no estén de acuerdo con él. Necesita aprender a no someterse a los que piensan diferente a él, a no caer en chantajes emocionales, ni en imposiciones de ningún tipo. Debe aprender a exponer su punto de vista con sinceridad. No debe aprender a engañar, a mentir, a las personas que quiere, a las personas cercanas, a las personas con quienes convive, para poder hacer lo que realmente desea. Si nos pide que le digamos a su abuela que no le dejamos ir al cumpleaños porque tiene que estudiar, no debemos convertirnos en sus cómplices, no debemos mentir por él, ni aceptar que él mienta. Debe expresar lo que siente y aceptar que no estén de acuerdo con él. Las personas cercanas y de la familia que no acepten que está cambiando y que sus actividades personales no son las mismas que antes, acabarán aceptándolo cuando comprendan que no pretendía ofenderles sino disfrutar con sus amigos. Cuando se den cuenta de que sigue compartiendo su tiempo con la familia, pero de otra manera, y que su comportamiento es respetuoso y cariñoso, acabarán aceptándolo, respetándolo; y si no lo hacen, es por inmadurez de esas personas, no debe someterse al criterio de personas inmaduras, aunque le superen en edad. 15. ¿POR QUÉ RESULTA TAN COSTOSO COMUNICARNOS CON SINCERIDAD CON LA FAMILIA? 68 ¿Por qué resulta tan costoso enseñar a convivir sin hipocresía? Hay varios motivos: nos han enseñado a ocultar lo que pensamos si no coincide con lo que quieren nuestros familiares. Manifestar un punto de vista diferente al aceptado socialmente, o manifestar nuestro desacuerdo, se considera una falta de educación, una grosería, una insolencia. No nos han enseñado a dialogar, a exponer nuestro punto de vista y a escuchar el de otros. Los padres exponen lo que quieren que haga el adolescente y esperan que les obedezca. El adolescente no ha sido escuchado y, como hacen sus padres, tratará de imponer su punto de vista, haciendo lo que quiere sin contar con ellos, les engañará o se rebelará de malas maneras. Sin embargo, si dialogamos con nuestro hijo adolescente podemos ponernos de acuerdo. Podemos pactar que no va a venir con nosotros a todas las reuniones familiares. Nos va a seguir acompañando, pero no siempre; a veces se quedará en casa o saldrá con sus amigos. 16. APRENDER A DECIR "NO" A SUS FAMILIARES Y A CEDER SIN SOMETERSE Tiene que aprender a decir "no". Tiene que aprender a hacerse respetar, a hacer respetar sus sentimientos, sus pensamientos, a tener criterio propio, a no dejarse arrastrar. Para lograrlo debe aprender a decir "no" en su propia familia. En lugar de obligarle a asistir a reuniones familiares o a hacer visitas que no desea, debemos pedirle que diga que no va a ir, pero expresándolo de buenas maneras. Tiene que aprender a defender sus preferencias respecto a las actividades de tiempo libre y a las personas con quienes compartirlas. Si le obligamos en contra de su voluntad, irá amargado y nos amargará a nosotros. Si le obligamos a decir "sí" cuando no quiere ir, se acostumbrará a someterse a la voluntad de otros, no aprenderá a expresar lo que no quiere, no aprenderá a expresar sus sentimientos ni a tener en cuenta los sentimientos de los demás. A él le obligan a hacer lo que no quiere, no le tienen en cuenta, él hará lo mismo, tratará de hacer lo que él quiere, engañando y sin tener en cuenta a nadie. 17. LA RELACIÓN FAMILIAR MARCA LAS PAUTAS DE LA CONVIVENCIA Si con la familia le enseñamos a ocultar sus sentimientos y a someterse, ¿cómo podemos pretender que con sus amigos sea 69 sincero, que no se deje arrastrar, que sepa decir "no"? A nosotros nos costará muchísimo aceptar que nuestro hijo deje de asistir a determinadas reuniones o festejos familiares y que diga con sinceridad que no desea ir. Al adolescente le costará horrores expresarlo sin mentir, sin ánimo de ofender; y aceptando que no le comprendan y hasta que se sientan ofendidos. Pero es un paso que, por costoso que le resulte, debe dar. la familia marca las pautas de la convivencia. Nuestro hijo aprende a convivir conviviendo con nosotros, con su familia; y durante su adolescencia sienta las bases de la convivencia con sus amigos y con los que no lo son. Si en familia se acostumbra a no expresar lo que desea o a que sean sus padres quienes le disculpen, así se comportará con sus amigos: "Me han invitado a una fiesta y no quiero ir, pero ¿cómo voy a decirles que no voy? ¡Son mis amigos!" Parece que hace un gran esfuerzo pensando en los demás, cuando lo que sucede es que no está dispuesto a hacer el verdadero esfuerzo, el de decir que no quiere ir. No quiere enfrentarse a una situación costosa, le da miedo enfrentarse a opiniones diferentes a la suya. No aprendió a afrontar este tipo de situaciones con la familia y no sabe afrontarlas con nadie. Fácilmente se someterá o someterá a otros. No aprendió a confrontar puntos de vista diferentes a los suyos, ni a ceder a veces y a no ceder otras veces, sabiendo decir "no" bien dicho. 18. DESPRENDERNOS DE LA FAMILIA Y ABRIRNOS A LOS DEMÁS El adolescente tiene que aprender a confrontar su punto de vista con el nuestro, tendremos que ponernos de acuerdo y pactar. Nosotros también tenemos que aprender. Al adolescente le cuesta dialogar, escuchar, ceder, no someterse... A nosotros también. Pero el esfuerzo merece la pena. Tiene que descubrir sus preferencias y hacer que los demás las respeten; nosotros los primeros. Tendremos que respetar sus gustos en lugar de criticarles por tenerlos. Si prefiere estar con sus amigos en lugar de estar con nosotros, es normal, lo que no implica que vaya a dejar de estar o de salir definitivamente con nosotros. Dialogando con él acordaremos cuándo y para qué puede salir con sus 70 amigos, y cuándo con nosotros. A menudo transmitimos la idea de que vivir en familia es estar todos juntos, a todas horas. No querer estar con la familia parece un acto de egoísmo, una falta de amor. Sin embargo, todos debemos desprendernos de nuestros padres para realizar nuestro proyecto personal y abrirnos a los demás. El adolescente necesita aislarse y vivir más tiempo con sus amigos. También necesita a su familia. Pero sus relaciones familiares, tanto con sus padres y hermanos como con el resto de su familia, deben cambiar. Deben madurar haciéndose más intensas, más profundas en muchos casos, pero también más independientes. Nuestro horario y nuestras actividades serán diferentes y, aunque todavía compartamos muchas, irán disminuyendo a medida que nuestro hijo crezca. El adolescente aprende a vivir sin nosotros cuando todavía vive con nosotros. Tiene que aprender a desprenderse de su familia y a convivir con sus amigos. Esto supone una apertura hacia los demás, no un abandono familiar. La familia marca las pautas de la convivencia. Nuestro hijo aprende a convivir conviviendo con nosotros, con su familia; y durante su adolescencia, sienta las bases de la convivencia con sus amigos y con los que no lo son. Pensemos: . ¿Les exigimos que digan que sí cuando no quieren, sí a las reuniones o a las salidas familiares que nosotros queremos pero que ellos no quieren, sin dejar que se expresen o sin escucharles cuando nos lo expresan, sin pactar cediendo ambos? . ¿Les dejamos que hagan lo que quieren, encubriéndoles? ¿Mentimos, o somos cómplices de sus mentiras, para evitarles el esfuerzo que supone aceptar las críticas de familiares que no están de acuerdo con ellos? . ¿Les enseñamos a saber ceder teniendo en cuenta a las personas con las que conviven? . ¿Les ayudamos a afrontar la incomprensión y la crítica de sus famialiares expresando con sinceridad su punto de v ista y aceptando 71 que no les comprendan? . ¿Les enseñamos a no ser siempre el que cede, a no someterse a lo que quieran los demás? 72 73 El estudio y su proyección profesional en la adolescencia 1. AUMENTAN SUS FACULTADES INTELECTUALES. DISMINUYE SU RENDIMIENTO ESCOLAR En la adolescencia aumentan las facultades intelectuales del ser humano. No sólo es capaz de investigar y deducir, también puede establecer hipótesis. Si la etapa de la niñez es la etapa del niño sabio, porque todo le interesa, todo lo quiere saber y conocer, la de la adolescencia es la del filósofo: piensa, duda, reflexiona, da vueltas a las diferentes posibilidades.... Esta facultad supone un nivel superior en el desarrollo intelectual de los seres humanos. Muchos se preguntarán: si realmente aumentan las facultades intelectuales del adolescente, ¿por qué disminuye su rendimiento escolar? Lo que sucede es que emocionalmente no está tranquilo. Los cambios que se están produciendo en su vida le provocan inestabilidad emocional. Se distrae más, se concentra peor. Su mente atiende mucho más a las situaciones emotivas que a las exigencias del estudio. A menudo no utiliza sus capacidades intelectuales porque su vida afectiva interfiere en sus pensamientos. Es importante comprender que, en circunstancias determinadas, rinda menos. Podrá recuperar su rendimiento académico y utilizar su capacidad intelectual a medida que equilibre sus emociones. Le podemos ayudar a lograr la tranquilidad que necesita, en lugar de motivar su desestabilidad emocional. La adolescencia es una etapa de dudas. A menudo el adolescente deja de encontrar sentido a lo que estudia, ya no le interesa aprender cualquier cosa como sucedía en la etapa anterior. Ahora se plantea qué sentido tiene estudiar, sobre todo cuando lo que estudia no le provoca el menor interés. Todavía no sabe qué quiere hacer en el futuro y, por lo tanto, lo que le conviene estudiar ahora; sin embargo, al final de esta etapa tendrá que decidir hacia dónde encaminar sus pasos para formarse profesionalmente. Es tan importante comprender sus dudas y que en ocasiones no encuentre sentido a sus estudios, como animarle a esforzarse, puesto que necesita avanzar, hasta que logre 74 aclararse. Para avanzar en sus estudios le será de gran ayuda saber organizarse. 2. ¿SABEN ORGANIZAR PODEMOS AYUDAR? SU ESTUDIO? ¿CÓMO LES Los adolescentes deberían haber aprendido a organizar su estudio en casa en la etapa anterior. Pero si no les enseñamos durante su niñez, necesitan aprender cuanto antes. Para que aprendan a organizarse no hay que imponerles nuestra organización. Solemos darles todo pensado, decidimos por ellos tratando de imponerles lo que creemos que deben hacer, y sin embargo, necesitan reflexionar para tomar decisiones y actuar de acuerdo a lo que desean hacer. Son ellos quienes deben reflexionar acerca de las condiciones que favorecen o dificultan su estudio y quienes deben tomar las medidas necesarias para aprovechar mejor su tiempo y rendir más académicamente. Les diremos que piensen: .Dónde pueden estudiar mejor, dónde se concentran con mayor facilidad, qué ambiente les hará menos costoso el estudio. Comprenderán que necesitan crear un ambiente propicio para sacar rendimiento al esfuerzo que hacen al estudiar. Seguramente decidirán estudiar en su cuarto, en su mesa de estudio. Si en lugar de imponérselo les ayudamos a reflexionar, comprenderán que se concentran mejor sentados frente a su mesa de estudio que tumbados en la cama. También comprenderán que necesitan tener organizado el material que van a utilizar: libros, apuntes, agenda, bolígrafo, rotuladores..., así no tendrán que levantarse constantemente interrumpiendo su trabajo. Comprenderán también que, si evitan lo que les distrae, no les costará tanto concentrarse. En lugar de exigirles que estudien sin música, ellos mismos pueden caer en la cuenta de qué tipo de música les invita más a bailar o a seguirla mentalmente que a centrarse en el estudio. Cada adolescente sabe lo que le distrae y por lo tanto lo que debe evitar: la música, la TV, el ordenador, el teléfono, comer mientras estudia, interferencias de sus hermanos, del perro... Tendrá que pensar qué hacer para impedir que le distraigan. .Cuándo les resulta más fácil, o menos difícil, 75 estudiar. Si reflexionan, comprenderán que resulta más sencillo adquirir el hábito de estudio si estudian todos los días a la misma hora, si establecen una rutina. .Cómo estudiar y afrontar sus problemas de estudio. El estudio es una actividad personal. Sin embargo, muchos llegan a la adolescencia sin haber aprendido a afrontarla solos. Cada vez que tenían una duda alguien se la resolvía. Les corregían los trabajos, les tomaban la lección. Son dependientes respecto a su estudio. Tendrán que aprender a ser autónomos para adquirir la seguridad que necesitan para afrontar sus actividades académicas. 3. ¿PERMITIMOS QUE VIVAN LAS CONSECUENCIAS DE SU DESORGANIZACIÓN? Probablemente no les enseñamos, en la etapa anterior, a organizar su estudio en casa. Están acostumbrados a que les resolvamos hasta la logística de su estudio: organizamos su mesa de estudio, compramos nosotros lo que necesitan ellos, hablamos con el profesor para que "nos" anote lo que deben estudiar... Les deberíamos ayudar a afrontar sus dificultades, a resolverlas, en lugar de resolverlas nosotros. Si al organizar su mesa de estudio comprueban que les falta algún material, es importante que lo compren ellos y que lo coloquen en el lugar que consideren más adecuado para su manejo. Si todavía llegan a casa sin saber qué deberes tienen o qué tienen que estudiar, no les daremos ideas que les hagan cada vez más dependientes: "Llama a tu amigo Jaime, él siempre sabe qué deberes tenéis". No nos convertiremos en cómplices de sus fallos: "No pierdas el tiempo, yo me encargo de llamar a Jaime mientras tú preparas el material". Si pretendemos que sean autónomos en su estudio, que crezcan con la seguridad de poder afrontar su estudio sin depender de nadie, en lugar de resolverles la vida, les pediremos que piensen: ¿Qué tendrías que hacer para saber que tareas te han puesto? Sin duda saben que para acordarse deberían anotar en su agenda las tareas, los trabajos, las evaluaciones, las fiestas... Si lo anotan tendrán la información que necesitan, si no lo anotan tendrán que afrontar las consecuencias, ellos mismos, no nosotros. "¿Pero le bajarán la nota, le castigarán?" Muchos padres hacen este tipo de 76 comentarios como si las consecuencias fuesen para ellos. Se toman los suspensos de su hijo como un problema personal. Dicen: "Luis me ha suspendido las matemáticas" o "A ver si aprobamos la física" o "Me gustaría que no tuviésemos que estudiar estas vacaciones". El adolescente vive sus fallos en el estudio como un problema nuestro: "Otra vez me olvidé el libro de matemáticas en el colegio, cómo se va a poner mi padre". No piensa en el problema que supone para él haberlo olvidado, sino en lo mal que se sentirán en su casa. Al evitar que afronte los problemas relacionados con su estudio, aprende a depender de sus padres, de sus amigos, de sus profesores... Todos le resuelven la vida. Necesita reconocer sus fallos como errores suyos. Primero debería pensar: "Cómo puedo solucionar esto, qué debo hacer..." Después debería actuar afrontando las consecuencias: "Si no anoto las tareas, o se me olvidan los libros en el colegio, no podré estudiar ni hacer los trabajos escolares, la consecuencia será que me bajarán la nota, y tendré que estudiar más o hacer el trabajo el fin de semana". No somos indiferentes a lo que le suceda, pero no debemos evitar que viva sus consecuencias, que asuma sus responsabilidades. Le ayudaremos a reflexionar para que decida qué debe hacer, y le animaremos a hacerlo, pero necesitará afrontar las consecuencias de lo que haga para rectificar sus errores. Necesita que le apoyemos animándole a rectificarlos, no que le evitemos esfuerzos. 4. ¿ESTUDIAMOS CON ÉL? "Si no me siento con él, no estudia, se distrae, se pasa la tarde delante del libro pero no hace nada". Pretendemos que por imposición, por obediencia, por pesados, en fin, por nuestro empeño, nuestro hijo estudie. Necesita que le ayudemos a reflexionar: "¿Cómo puedes aprender lo que tienes que aprobar?" Él tiene la respuesta. Sabe que lo que tiene que hacer es atender en clase, preguntar al profesor o a algún amigo, estudiar más... Si en algún momento, para que le expliquemos un tema o para facilitarle el aprendizaje de alguna asignatura necesita una ayuda especial, nos la puede pedir. Pero si necesita ayuda constante y diaria para hacer las tareas escolares y nos sentamos con él, le hacemos dependiente, no le estamos ayudando a afrontar su estudio. Podemos ayudarle a resolver algunas dudas, pero 77 siempre que nos lo pida y que sus dudas no sean tan constantes como para acabar haciendo las tareas nosotros. No debemos hacer los deberes con él. Debe resolver sus dudas consultando su libro, preguntando en clase al profesor o a algún compañero, buscando información en enciclopedias, atlas, diccionarios... También podemos dedicar algún tiempo a enseñarle a estudiar: a subrayar las ideas principales, a organizar los datos en cuadros, a resumir... Se lo deberían enseñar en el colegio, pero puede que no lo hagan. En cualquier caso, tenemos que conseguir no intervenir en absoluto en su estudio, aunque para ello hayamos tenido que enseñarle a afrontar su estudio durante algún tiempo. Recordemos que nuestra misión no es imponer nuestro criterio y forzarle a estudiar, sino ayudarle a reflexionar para que asuma sus responsabilidades. Le podemos ofrecer nuestra ayuda para que sepa cómo estudiar, pero no debemos resolver su vida ni evitarle las consecuencias que debe afrontar. Sus fallos los debe rectificar él, y las consecuencias es él quien debe afrontarlas. 5. A MI HIJO NO LE GUSTA ESTUDIAR Diego es un adolescente que, como muchos otros, está desmotivado, no siente interés por lo que estudia, no le encuentra sentido al hecho de estudiar algo que a él no le interesa. En clase se distrae, no atiende. En casa no se concentra cuando hace las tareas escolares. Su madre está preocupadísima, considera que Diego es una magnífica persona y le quiere ayudar. Continuamente le recuerda que está perdiendo la oportunidad de tener un porvenir brillante, y que si sigue así, no llegará a ser nadie. Le insiste: "Estudiar es tu obligación, es tu único deber". Ella se ocupa de todo lo demás: "Yo me ocupo de tu cuarto para que no pierdas el tiempo y estudies". Le organiza el horario, se encarga de despertarlo por la mañana, le dice que se duche, que desayune, que no se olvide de llevar los libros al colegio... Diego la obedece, pero no toma decisiones. En lugar de ser él quien decide lo que debe hacer en cada momento, es su madre quien se encarga. En cuanto a su tiempo libre, Diego disfruta montando en bicicleta y arreglando todo tipo de electrodomésticos: la TV, el vídeo, la radio, la 78 plancha... Pero su madre prefiere que no arregle nada y que se dedique a estudiar matemáticas. Respecto a la bici, casi no la utiliza porque suele estar castigado por sus malos resultados académicos. Diego lo acepta, pero la situación académica no cambia. La madre de Diego, cargada de buena voluntad, expone su punto de vista, repite constantemente a su hijo lo que debe hacer, pero no le escucha, no le comprende. No comprende que Diego puede no sentir inclinación por las matemáticas y que lo que estudia puede no resultarle interesante. Pretende, además, que sea responsable en sus estudios sin asumir ninguna de las responsabilidades de su vida, sin elaborar un horario de acuerdo a sus necesidades, sin ser él quien decida cómo organizar y mantener ordenado su espacio. No valora su habilidad para reparar electrodomésticos, no da la menor importancia a su destreza en ese campo ni agradece su colaboración. Y le castiga sin bici, cuando, además de ser una manera sanísima de utilizar su tiempo libre, algo de lo que no debe prescindir, podría servirle de motivación para estudiar. Debería ser Diego quien decidiera cómo actuar, en lugar de sentirse presionado y dirigido por una madre que toma las decisiones por él. En lugar de hablar su madre, imponiéndole su punto de vista, debería escucharle, ayudándole a reflexionar. Es importante que piense, que reflexione. Le tendría que preguntar cómo se siente, qué necesita, qué decisiones debe adoptar. Puede comprender que no le guste lo que estudia, y ayudarle a caer en la cuenta de que, puesto que la enseñanza es obligatoria, hasta que pueda elegir qué hacer profesionalmente, quizá le interese hacer su "sufrimiento" más corto, no perdiendo tanto tiempo delante de los libros o teniendo que repetir una y otra vez las evaluaciones. Cuando reflexione sobre lo que debería hacer para mejorar sus resultados, debe pensar también qué consecuencias le pueden ayudar a conseguir lo que se propone. Diego puede y debe organizar las actividades de su vida, entre ellas, su horario de estudio. Se podría proponer montar en bicicleta todas las tardes después de estudiar, o quedarse sin bicicleta si no estudia. Es más eficaz animarle a ir en bicicleta porque ha estudiado, que castigarle sin bici porque no 79 estudia. Aunque lo más importante es que lo decida él, que se lo imponga a sí mismo. Aunque le cueste, conseguirá mejores resultados académicos si aprende a organizar su vida planificando su estudio y su tiempo libre, si piensa cómo cambiar proponiéndose un plan de trabajo. Será mucho más fácil lograrlo así, que imponiéndoselo su madre, sobreprotegiéndole, resolviendo su vida, decidiendo por él. Un adolescente tiene que sentir que es capaz de organizar su vida sin depender de sus padres, aunque le cueste conseguirlo. Necesita que le ayudemos a organizar su espacio y su tiempo de estudio, que dialoguemos sobre sus inquietudes, sus preocupaciones, sobre lo que le puede ayudar a sacar el curso. Tiene que sentirse útil, capaz, independiente. 6. QUÉ LE DECIMOS CUANDO SUSPENDE Imaginemos la escena: nuestro adolescente ha suspendido, ¿qué suele suceder? Puede haber una reacción agresiva: gritos, enfados, amenazas, castigos, descalificaciones: "Eres un vago, no te da la gana de estudiar, no sirves para nada, como sigas así no llegarás a ninguna parte..." Sus padres le critican, dejan la autoestima de su hijo por los suelos, se disgustan...; pero no hay reflexión por parte del adolescente, ni se marcan exigencias. El adolescente tratará de evitar esta reacción, no dudará en ocultar los malos resultados o en mentir descaradamente. En lugar de sentir la necesidad de afrontar una situación que debe cambiar, siente el deseo de ocultar lo que va a provocar la agresividad o el disgusto de sus padres. Sin embargo, lo importante no es que sus padres no se disgusten, sino que se responsabilice de su estudio, que piense qué va a hacer para cambiar su mal rendimiento. Lo importante es ayudarle a caer en la cuenta de lo que le está sucediendo, de las consecuencias que se derivan de su actitud ante el estudio, y de cómo tendría que actuar en adelante. Le podemos ayudar a caer en la cuenta de su capacidad para sacar adelante lo que se proponga; pero se lo debe proponer él, no debemos imponérselo. Lo que sí debemos hacer, es comprender que le cueste esforzarse, especialmente cuando lo que tenga que estudiar no sea de su interés. Necesitará que le ayudemos a planificar lo que se proponga 80 hacer en adelante, para rectificar su trayectoria académica. Al planificar lo que debe hacer, sus normas; quedan definidos los límites, lo que no debe hacer. También hay que establecer las consecuencias, lo que sucederá según actúe de una u otra manera. Las consecuencias se suelen plantear, a menudo, como amenazas: "Te voy a mandar interno". "Si sigues así, este fin de semana no sales"... Otras veces las consecuencias son para el adulto: les controlamos, les vigilamos mientras estudian para que no se distraigan, nos sentamos a estudiar con ellos, les dedicamos nuestro tiempo libre los fines de semana, en vacaciones... Hablamos en estos términos: "Se nos fastidiaron las vacaciones, Diego ha tenido tres suspensos" o "Natalia me ha suspendido la física"... El adolescente se acostumbra a que las consecuencias de su vida, en este caso de su estudio, las vivan sus padres, que son quienes se enfadan y disgustan; pero su vida personal sigue igual, él sigue sin estudiar. Las consecuencias de los suspensos las debe vivir él. No "nos" suspende, suspende él. No debemos castigarnos por los malos resultados académicos del adolescente, es él quien debe vivir las consecuencias de sus resultados. Si Diego tiene que estudiar en vacaciones será un fastidio para él, pero no para sus padres. Las consecuencias de sus errores no las debemos vivir los adultos. RECUERDA Cuando suspenda le debemos preguntar: . Cómo se siente ante ese resultado. . Qué cree que debería hacer para mejorarlo. . Qué consecuencias le ayudarán a conseguirlo. Sin enfados, sin agresividad, debemos hablar con el adolescente del momento actual, no de un futuro hipotético. Hablaremos con él de lo que necesita conseguir para que decida qué debe hacer para lograrlo, en qué debe cambiar. No lo decidimos nosotros, lo decide él. Después pactamos las consecuencias. Recordemos que las consecuencias no son amenazas, se cumplen siempre, tenemos que ser coherentes. 7. EL PROYECTO PROFESIONAL DEL ADOLESCENTE. ¿QUIÉN ELIGE SU FUTURA PROFESIÓN? 81 Les corresponde a los adolescentes decidir hacia dónde quieren encaminar los pasos de su futuro profesional. Pero en muchísimas ocasiones no deciden ellos, sino sus padres. A los padres, les preocupa la orientación profesional de sus hijos. Temen que elijan una carrera que no se corresponda con lo que ellos desean. Temen que elijan una profesión que no les dé una seguridad económica. Ven el fantasma de la competitividad, de la "titulitis", de los contratos precarios, del paro... Temen que estudien fuera, por no poder controlarles y, a su vez, que no reciban una formación adecuada si no salen fuera. En definitiva, las dudas y reflexiones que deberían trasladar al hijo, las asumen como propias y se las dan resueltas al adolescente. Sin embargo, es él quien debe pensar y decidir qué desea hacer, cómo quiere ganarse la vida, dónde debería estudiar, y la situación social y laboral que deberá afrontar según elija una profesión u otra. Le tendremos que ayudar a ser consciente de que cuando se acabe esta etapa, iniciará sus estudios en función de la profesión elegida. Algunos adolescentes saben hacia donde quieren encaminar sus pasos profesionales, pero a menudo sus padres deciden que el camino elegido por su hijo no es el adecuado. En contra de sus inquietudes, le obligan a seguir unos estudios que no desea. En otras ocasiones, el adolescente evade su responsabilidad de elegir y deja que otros decidan por él. Dialogando con el adolescente le podemos ayudar a descubrir las diferentes posibilidades que le ofrece nuestra sociedad, para que reflexione y decida lo que desea hacer. Analizaremos lo que suponen sus decisiones a corto plazo, respecto a los próximos cursos; y a largo plazo, respecto a su futura profesión. En lugar de intentar solucionar su vida presentándole una vía única por la que debe encaminarse, trataremos de ayudarle a conocer diferentes caminos para encauzar sus inquietudes profesionales. 8. LAS DUDAS Y LA ANGUSTIA SON NORMALES. ELEGIR TAMBIÉN SUPONE RENUNCIAR. Algunos adolescentes saben a qué quieren dedicarse profesionalmente desde el principio de la adolescencia; pero es normal que muchos no lo sepan. Les debemos ayudar a ser conscientes de que el próximo curso 82 tendrán que decidir hacia dónde quieren encaminar sus pasos profesionales. Pero, hasta que no sepan qué desean hacer en el futuro, es normal que duden, que elijan cada día una profesión diferente, y que no se decidan por una en concreto. No les debemos calificar de inconstantes, volubles, indecisos. Ya dijimos que la adolescencia es una etapa de crisis, tienen que tomar decisiones que van a provocar cambios trascendentales en su vida. Necesitan dudar y reflexionar para salir de sus dudas. Sus dudas, y la reflexión, les ayudarán a descubrir lo que desean hacer. Elegir aquello a lo que se quieren dedicar profesionalmente supone tener claro lo que desean estudiar en función de sus aptitudes y sus inquietudes personales. Pero también supone renunciar. Se renuncia a lo que no se ha elegido. A veces tienen tan claro lo que desean hacer que no les resulta angustioso elegir. Pero en otras ocasiones, tienen que tomar una decisión sin tener claro que quieran renunciar a lo que no elijen. En esos casos no resulta sencillo elegir. En cualquier caso les tenemos que ayudar a decidirse en función de sí mismos, de sus inquietudes, no en función de lo que quieran para ellos sus padres, sus profesores o sus amigos. Está bien que escuchen diferentes opiniones, pero los sueños de los padres no los tienen que realizar sus hijos. Los adolescentes tienen que descubrir sus propios sueños, sus inquietudes, y tratar de hacerlos realidad. Como decíamos, para elegir deben tener en cuenta, fundamentalmente, sus inquietudes y sus aptitudes: qué sienten que les gustaría hacer, en qué se imaginan trabajando, en qué no, hacia dónde les encaminan sus aptitudes. Necesitarán conocerse a sí mismos, su forma de ser, sus intereses, sus gustos, sus aficiones, sus valores personales. Y además de conocerse, deberán informarse, reflexionar, dudar, decidirse, elegir... 9. DEBEMOS RESPETAR SUS INQUIETUDES, TENDENCIA HACIA UNA PROFESIÓN DETERMINADA SU Ya comentamos que debemos comprender que el adolescente no sepa a qué se quiere dedicar en su vida laboral, que dude, que cambie de opinión. No debemos apremiarle ni culpabilizarle haciéndole sentir que tendría que estar seguro o de lo contrario no merece nuestra 83 aprobación. Pero, lo que resulta más costoso a los padres, es aceptar que su hijo, o su hija, elija algo que no es de su agrado. Ya dijimos que los hijos no tienen que realizar los sueños de sus padres, sino sus propios sueños. Pero muchos padres desean que sus hijos encaminen sus pasos hacia donde ellos consideran que es el lugar más adecuado y no aceptan una opción diferente, sobre todo, cuando no eligen una carrera universitaria, o cuando su opción les encamina hacia actividades relacionadas con el arte, el deporte, o la formación profesional no universitaria. Les podemos animar a seguir estudiando si deciden abandonar sus estudios, cuando comprendemos que están en un momento bajo y necesitan nuestro "empujón". También les podemos sugerir lo que consideremos que sería una buena elección para ellos teniendo en cuenta sus intereses, no los nuestros. Pero, los que deben elegir y decidir, son ellos. Nos cuesta aceptar que estudiar una carrera universitaria es una opción, pero sólo una opción más, no la única. A menudo, en lugar de valorar sus inquietudes, aquello para lo que nuestros hijos son útiles para sí mismos y para la sociedad, valoramos determinadas carreras universitarias y queremos que se ajusten a un patrón que no les va. Vivimos en una sociedad que sobrevalora los estudios universitarios. Si el adolescente, él o ella, decide prepararse para desarrollar alguna actividad artística, seguramente le exigirán estudiar, además, una carrera universitaria. ¡Cuántos artistas y deportistas tuvieron que estudiar en la universidad algo que no era de su interés, además de prepararse y luchar por conseguir un lugar en la profesión con la que soñaban! ¡Qué injusticia! Cuando los adolescentes eligen arquitectura, alguna ingeniería, derecho, empresariales... no les exigen que se preparen, además, para actuar, cantar, pintar, modelar, bailar, tocar algún instrumento o ser un profesional del deporte. Los adolescentes se deben plantear sus estudios universitarios, o su preparación para desarrollar la profesión que deseen, en función de sus aptitudes y de sus inquietudes personales. Nuestros sentimientos, nuestras inquietudes, están en nuestro interior; nadie nos los puede imponer. En muchísimos casos los adolescentes tratan de ajustarse a 84 lo que sus padres quieren; les dicen: "Lo que te interesa es..." "Deberías estudiar...", y asumen: "He comprendido que del deporte no se puede vivir...voy a hacer alguna ingeniería..." Es cierto que hasta la etapa siguiente, hasta la juventud, no se tendrán que preparar intensamente para afrontar su futuro laboral, pero ya en esta etapa podemos apoyar, o ayudarles a descubrir, sus intereses profesionales; o imponerles los nuestros. Sus inquietudes las deben descubrir en su interior, ese es el trabajo del adolescente. Nadie puede imponérselas. Les podemos imponer que estudien lo que no desean, pero sus inquietudes irán por otros derroteros; se sentirán insatisfechos. Algunos se convertirán en "eternos estudiantes" y posiblemente no terminarán la carrera. Otros se ajustarán al patrón exigido, se someterán a las inquietudes de otros, desaprovechando sus aptitudes; éstos, seguramente, tratarán de someter a las personas con las que convivan (se suelen repetir los patrones agresivos cuando hemos sido agredidos). Otros ni siquiera se darán cuenta de que no eligieron lo que deseaban de acuerdo a su personalidad, simplemente porque nunca reflexionaron acerca de sus cualidades personales, sometiéndose irreflexivamente a lo que otros decidieron. 10. QUÉ ELIGEN NUESTROS HIJOS. ¿LES ANIMAMOS? Blanca quiere ser veterinaria, pero no le gustan las matemáticas. Sus padres la recriminan: "Nunca podrás estudiar veterinaria, ya puedes ir pensando en otra carrera, siempre has sido un desastre para las matemáticas..." Blanca soñó con ser veterinaria desde pequeña y sigue siendo su sueño en la adolescencia. Podrían animarla: "Para ser veterinaria, tendrás que estudiar matemáticas. Merece la pena que hagas el esfuerzo de aprenderlas, no vas a dejar de realizar tu sueño por una asignatura." Alberto dice que no quiere estudiar, le gustaría tener una tienda de deportes. Le entusiasman las bicicletas. Él mismo repara la suya, si tiene una avería. Su padre le prohíbe "perder el tiempo" con la bici, sus calificaciones no son buenas. Le ha advertido que deberá estudiar una carrera universitaria y olvidarse de ser un "tendero". Sin embargo, podría aprovechar el entusiasmo de Alberto por las bicis. Le 85 puede proponer que haga un plan de trabajo para sacar unas calificaciones aceptables, sin tener que dedicar más trabajo del que desea a unos estudios que no le interesan, pero que todavía son obligatorios. Puesto que no le gusta estudiar, debería planificarse para no tener que repetir los trabajos y las evaluaciones, para no tener que estudiar en vacaciones. Si se planifica bien, tendrá más tiempo para montar en bici. Más adelante deberá pensar cómo conseguir ese comercio de bicicletas que tanto desea tener. 11. ÉXITO ECONÓMICO Y ACEPTACIÓN SOCIAL Lucía quiere estudiar fuera de su país. Está dispuesta a gestionar una beca que sabe puede conseguir, pero sus padres no la dejan: no quieren que viva sin su control, temen que se quede a vivir allá cuando termine sus estudios. Marta quiere pilotar aviones. Se lo prohíben. "No es un trabajo para una mujer, ya puedes ir pensando en otra profesión..." David quiere ser músico. Tiene unas excelentes cualidades para la música. Sus padres no valoran sus aptitudes: "De la música no se vive. Utilízala como hobby, pero no como profesión, ¿o quieres ser un muerto de hambre? Ya te imagino tocando en la calle..." Paula quiere aprender hostelería. Sueña con tener su propio restaurante. Sus padres le dicen que no le han pagado un colegio privado para que acabe siendo cocinera... En la tabla de valores de una gran mayoría de adultos figuran en primer plano el éxito económico y la aceptación social por encima de las aptitudes, las inquietudes y los sentimientos de sus hijos. Sus intenciones son buenas, no quieren que sus hijos fracasen, quieren que no les falten los medios económicos y que estén bien considerados socialmente, pero parten de unos valores, aceptados por la mayoría de la sociedad, que van en contra de los valores reales, personales, internos, de cada ser humano. Cuando una persona elige lo que desea hacer y se prepara en función de sus deseos internos, de sus inquietudes personales, consigue los logros económicos y sociales que necesita. Los que no consiga, seguramente no serán de su interés. Si elige algo que no le va a permitir vivir con grandes recursos económicos, no será un problema 86 para él, puesto que no los desea. Si elige algo que no está considerado de éxito social, pero que es de su agrado, lo disfrutará, aunque haya personas que no lo valoren. Aunque para independizarse necesitan ser autónomos en el aspecto económico, ganar dinero no debe ser el argumento prioritario para decidir su futuro profesional. Lo prioritario es dar respuesta a sus inquietudes personales y prepararse profesionalmente en función de esas inquietudes; si así lo hacen, lograrán, sin duda, cubrir sus necesidades económicas. 12. SE PUEDEN EQUIVOCAR En la juventud se preparan para iniciar su vida laboral, pero es al finalizar la adolescencia cuando deben elegir lo que desean hacer. Sin embargo, aún habiéndolo elegido ellos, se pueden equivocar; pueden elegir una profesión y, al prepararse para afrontar su futuro profesional, descubrir que no les gusta lo elegido. Esto sucede mucho menos si se informaron y reflexionaron acerca de sus intereses personales, si no iniciaron unos estudios que eligieron otros en lugar de ellos. Pero, en cualquier caso, tanto si el motivo es que no eligieron ellos, como si al poner en práctica su decisión descubren que no les gusta, lo cierto es que se pueden equivocar. Si se equivocaron al elegir no debemos hacer que carguen con su error eternamente: "Lo que se empieza se acaba". "Vas a perder un año"... Deben rectificar, no todo lo que se empieza merece la pena acabarlo; y no debemos considerar que perdió un año, lo necesitó para comprender por dónde debía encaminarse. Si una vez iniciados sus estudios deciden cambiar, deben asumir sus responsabilidades. Les podemos ayudar ofreciéndoles nuestra comprensión y nuestro apoyo, pero las consecuencias del cambio deben asumirlas ellos. A veces tendrán que "volver a empezar", otras sólo modificar lo iniciado, pero siempre deberán asumir un gran esfuerzo responsabilizándose de lo que eligieron. 13. ASUMIR LA RESPONSABILIDAD DE LO ELEGIDO Como venimos comentando, a menudo los adultos elegimos lo que deben estudiar los adolescentes, lo que deben llegar a ser en el futuro; y ellos nos obedecen iniciando la carrera universitaria que les 87 elegimos, pero no estudian. Esto puede suceder también eligiéndola ellos; quizá decidieron ir a la misma universidad que sus amigos o se dejaron influenciar por alguien, e iniciaron una carrera que enseguida convierten en eterna. Deben saber que no les vamos a permitir ser estudiantes eternos. Queremos que aprendan a responsabilizarse de su vida, que asuman las responsabilidades de su estudio. La primera gran responsabilidad es decidir a qué quieren dedicar su vida profesional. La siguiente gran responsabilidad es prepararse para afrontar su futura profesión, de acuerdo a lo elegido. Apoyar económicamente, durante su juventud, su formación para afrontar su futura vida laboral, tendrá que ver con su realidad familiar: ¿pueden o no pueden apoyarle económicamente sus padres? Pero, aun en el caso de disponer de medios económicos suficientes, los padres deberían marcar límites muy claros, dialogando con el hijo. Es fundamental ayudarles a asumir sus responsabilidades, desde el inicio de su preparación profesional. Una vez elegida su futura formación, son ellos los que deben informarse, inscribirse, llenar los formularios, efectuar los pagos, etc. Si asumieron sus responsabilidades en su adolescencia, estarán preparados para afrontar su preparación profesional, sin dependencias, en su juventud. Sabrán desarrollar, con autonomía, lo que eligieron en la adolescencia, nos sabrán comunicar su evolución: cómo van, cómo se sienten, qué consideran que deben hacer, qué ayudan necesitan... No necesitarán que estemos pendientes de su evolución en los estudios. En lugar de ser los padres quienes se informen de cómo va su hijo, será el hijo quien les informe. Sin embargo, en la adolescencia, los padres deben seguir muy de cerca la evolución de su hijo respecto a sus estudios. Tendrán que dialogar con absoluta claridad, acerca de lo que se propone hacer al final de la adolescencia, para prepararse profesionalmente. El adolescente tendrá que asumir su preparación con responsabilidad. Debe saber que tras su preparación empezará su vida laboral y que hay límites para el tiempo de su preparación. Cuando asumimos que tenemos un hijo vago y que será nuestro "parásito" hasta no se sabe 88 cuándo, no le ayudamos nada en absoluto. Es importante hablar con nuestro hijo para que reflexione sobre lo que quiere hacer y delimitar con él sus responsabilidades, sus límites y las consecuencias de su manera de actuar. Si no estudia, no debemos seguir financiando sus estudios, ni debemos proporcionarle una vida económicamente resuelta, porque quien debe aprender a resolverla es él. 14. LA ORIENTACIÓN PROFESIONAL DE ÉL Y DE ELLA Socialmente, se tiene el sentimiento de haber superado la desigualdad en la formación profesional de los y las adolescentes. Sin embargo, los mensajes que les enviamos siguen siendo diferentes según pertenezcan a uno u otro sexo. A él se le exige, mucho más que a ella, que elija una profesión de supuesto éxito social y económico. Todavía se supone que es él quien debe responsabilizarse del bienestar económico de toda la familia. Si ella elige una profesión relacionada con actividades artísticas, artesanales, culturales... no muy bien remunerada, se considera aceptable, pero no porque se acepte que sus aptitudes le encaminan hacia el mundo del arte y de la cultura, sino porque se supone que no dependerá de ella su futura manutención económica. Sin embargo, ella debe elegir su futura profesión en función de sus intereses y aptitudes, pensando que esa profesión le tendrá que servir para mantenerse a sí misma, consiguiendo, además de su realización personal, su independencia económica y la de los suyos. Ambos deben poder elegir su futura profesión teniendo en cuenta sus intereses y sus aptitudes, sabiendo, ambos, que deben aprender a ser independientes económicamente. Tienen que elegirla siguiendo sus inquietudes personales, nunca deberán sacrificar su proyecto personal sometiéndose a los deseos de otros. Ir en contra de uno mismo no beneficia a los que nos rodean. Ir a favor del propio proyecto es un beneficio para todos. Más adelante, si viven en pareja, podrán ponerse de acuerdo y decidir qué trabajo realizará cada uno dentro y fuera de casa, qué trabajos van a compartir, de quién dependerá la manutención de la familia que formen... Pero esta es una decisión que deberán afrontar en la etapa adulta. En la adolescencia lo importante es elegir qué desean hacer para desarrollar su proyecto personal en el 89 aspecto profesional y para lograr su independencia económica. En la juventud deberán afrontar su formación profesional, de acuerdo a lo elegido. Es importantísimo ser conscientes de que podemos orientar equivocadamente a nuestros hijos cuando predominan nuestros gustos personales sobre sus capacidades e inquietudes. No deberíamos valorar las calificaciones de las áreas de aprendizaje consideradas intelectuales, por encima de las relacionadas con educación física, que sin duda exigen esfuerzo; las actividades artísticas, que exigen creatividad; o las actividades técnicas, comerciales..., que pueden ser el enfoque profesional de su vida, aunque no lo sea de la nuestra. 15. EL PAPEL DE ÉL Y EL DE ELLA, EN EL HOGAR, LO DEBE ELEGIR CADA UNO. El papel que él y ella quieren ocupar en la sociedad lo tiene que elegir cada uno, no debe venir impuesto por la sociedad. Esto, hoy en día, parece obvio. Ya se acabaron, supuestamente, los tiempos en los que la mujer centraba su vida en el hogar y los hijos, a la sombra de su marido. Se considera a la mujer capaz de desarrollar sus habilidades intelectuales, dedicándose a una profesión. Por otra parte, se considera que el hombre se debe ocupar del hogar y de sus hijos, que su tarea no se debe limitar a llevar dinero a casa. Pero ambos planteamientos, el de la posibilidad de desarrollo profesional de la mujer y la obligatoriedad de ayudar en casa el hombre, son planteamientos poco profundos. Se ha buscado la igualdad del hombre y la mujer basándose en lo más negativo de la situación de ambos. Se supone que ocuparse del hogar y de los hijos es una esclavitud, y se pretende que la mujer debe dejar de ser tan esclava esclavizando un poquito al hombre, quien le "ayuda" a pesar de seguir siendo ella la responsable de que todo funcione bien en casa y con los hijos. Se debería enseñar a organizar la casa y a cuidar a los niños a los dos, no con la idea de que se esclavicen ambos, sino de que ambos disfruten de su hogar y a sus hijos. La responsabilidad la podrían compartir ayudándose mutuamente, colaborando entre ellos. Si entre los dos deciden que uno de ellos va a ocuparse de la casa y los niños, deberá ser una 90 decisión reflexionada por ambos y no asumida por mandato social. Entre los dos tendrán que decidir lo que quiere o no quiere hacer cada uno, y quién se ocupará de los trabajos caseros y del cuidado cotidiano de los hijos. Es la pareja quien lo debe decidir y no la sociedad imponiendo unos patrones establecidos. La responsabilidad profunda de la paternidad-maternidad es de ambos. Los dos deben responsabilizarse de ayudar a sus hijos a ser autónomos, a valerse por sí mismos en su vida. 16. LA VIDA PROFESIONAL DE ÉL Y ELLA LA DEBE ELEGIR CADA UNO Es cierto, actualmente la mujer puede estudiar y prepararse para desarrollar una profesión. Pero se piensa mucho más en que la mujer no tiene que estar encerrada en casa y que hoy en día la vida exige dos sueldos para mantener una familia, que en el hecho de disfrutar una profesión elegida en función de sus gustos profesionales, de su desarrollo personal. A él se le exige elegir una carrera de supuesto éxito social y económico, porque se sigue dando por hecho que la responsabilidad de mantener a la familia es del hombre; la mujer únicamente le ayuda con su "aporte" económico. Otra vez se busca la igualdad del hombre y la mujer basándose en el aspecto más superficial, menos profundo, en el aspecto económico, no en la realización de sus deseos, de su inquietud por realizar un trabajo concreto, por ser útil disfrutando de una necesidad interna, personal. El hombre no es una máquina de hacer dinero, y no debería aceptar estudiar lo que no desea para dedicarse a una profesión que no le interesa. La mujer no es un complemento de nadie, es un ser completo que no tiene que crecer con la idea de depender económicamente de quien "trabaja de verdad". Sus sueldos se podrán complementar y distribuir como ambos decidan, pero ella, como él, debe elegir su futuro profesional en función de sus intereses profesionales. Ambos tienen que elegir su futuro profesional pensando en lo que desean hacer para sentirse satisfechos trabajando en lo que les gusta, en lo que puedan sentirse útiles. Y ambos tienen que aprender a ser independientes sabiéndose mantener económicamente. 91 Más adelante podrán decidir si prefieren vivir con el sueldo de uno, pero no porque el otro no sea capaz de ser independiente económicamente, sino porque así lo eligen, tomando esa decisión de mutuo acuerdo. Los adolescentes viven inmersos en un mundo que les hace sentirse libres para elegir lo que desean estudiar, pero no es así. La presión social les induce a seleccionar únicamente los estudios que les permitirán obtener el bienestar económico que dicta la sociedad consumista. Sin embargo, todos no necesitamos lo mismo para disfrutar la vida. Por otra parte, los trabajos que son una realidad hoy, pueden no existir en el futuro o aparecer otros nuevos. Quien se prepara para trabajar en lo que desea, se encontrará satisfecho profesionalmente, sabrá efectuar los cambios profesionales necesarios y logrará vivir a gusto con lo que consiga económicamente. Él no debe pensar en prepararse para ser una máquina de hacer dinero, ni ella en ser el complemento salarial de alguien. Los dos se deben preparar para trabajar en lo que deseen para lograr su independencia económica y su satisfacción personal, sólo así podrán sentirse útiles a los demás. 92 93 Actividades de tiempo libre en la adolescencia 1. EL TIEMPO LIBRE DEL ADOLESCENTE A lo largo de nuestra vida, todos los seres destinamos un tiempo a las actividades básicas: ocuparnos de nuestra higiene y arreglo personal, comer, y dormir; otro tiempo lo dedicamos a trabajar o a estudiar, y el resto del tiempo constituye nuestro tiempo libre. Disponer de un tiempo personal para realizar actividades que elegimos en función de nuestra personalidad, de nuestros gustos e intereses, es vital para todos nosotros. La persona que no sabe emplear su tiempo libre con plena autonomía, es un lastre para los seres que la rodean. Quien no sabe cómo emplear su tiempo libre exigirá a los demás que llenen ese tiempo. Todos conocemos a personas que demandan constantemente la presencia de otros para que les entretengan, porque no saben en qué ocuparse, no saben cómo llenar su vida. Son personas dependientes; se aburren y pretenden que los demás dependan de ellos, entreteniéndoles. En la primera etapa de la vida, en la infancia, debimos dejar que el niño llenara su tiempo libre jugando él solo y con otros niños, en lugar de que le entretuviera siempre alguna persona adulta o el televisor. En la segunda etapa, en la niñez, el juego sigue ocupando un lugar prioritario en la vida del niño; es la etapa de proporcionarle una gama, lo más amplia posible, de actividades de tiempo libre. La adolescencia es la etapa de elegir, de decidir qué actividades son las que prefiere realizar en su tiempo libre, porque se ajustan mejor a su personalidad, a sus gustos personales. A pesar de las imágenes que nos ofrecen los medios de comunicación, y los propios adolescentes cuando se reúnen en grupos multitudinarios, beber, fumar o consumir drogas, no son las actividades que desean realizar la mayoría de los adolescentes. La característica común respecto a lo que desean hacer los adolescentes, en su tiempo libre, se refiere fundamentalmente a dos aspectos: vivir su soledad y disfrutar con su grupo de amigos. Vivir su soledad, aislarse, es una novedad generalizada en esta etapa. Les gusta 94 quedarse en casa solos, sin sus padres; no desean compartir las actividades familiares de la etapa anterior, y quieren aislarse en su cuarto. Pero cada adolescente disfrutará su soledad a su manera: leer, escribir, oír música, pensar, caminar, correr, pasear en bicicleta, jugar con el patín, hacer maquetas, tocar un instrumento, pintar... También desean identificarse con un grupo determinado de amigos, no con cualquier grupo. Cada adolescente tendrá que descubrir con qué grupo se siente más identificado, más a gusto para compartir su tiempo libre. Una de nuestras mayores preocupaciones surge cuando nuestro hijo sale con sus amigos: "¿Con quién va, a dónde va?", y nos disgustamos cuando no nos gusta con quien sale. Sin embargo, lo realmente importante es ayudarle a madurar para que sepa elegir a sus amigos. Pero este será el tema del próximo capítulo; aquí nos centraremos en las actividades que elige el adolescente, ya que su grupo de amigos surgirá al compartir esas actividades. 2. QUÉ ACTIVIDADES LES GUSTA REALIZAR EN GRUPO Empecemos enumerando las diferentes actividades que pueden elegir los adolescentes en función de sus gustos personales. 2.1. Actividades naturaleza deportivas y en contacto con la Hacer deporte les ayuda a mantenerse sanos y a convivir. Tienen que aceptar las normas del juego y aprender a controlarse, y sin embargo disfrutan. Les gusta formar parte de un equipo y competir, o simplemente reunirse con su grupo de amigos para disfrutar jugando fútbol, baloncesto, béisbol, voleibol, rugby, natación, tenis, ping-pong o a los bolos... Muchos disfrutan yéndose con su mochila a recorrer una zona natural. Con grupos organizados caminan, escalan, recorren ríos, van a esquiar, organizan acampadas, paseos en bicicleta... 2.2. Actividades recreativas, artísticas y culturales A muchos adolescentes les gusta reunirse para formar un grupo de teatro, musical o de baile. Les puede gustar formar parte de un grupo organizado, o simplemente tocar la guitarra y cantar con sus amigos, o bailar mientras escuchan su música favorita. 95 Otra forma de disfrutar es hacer recorridos turísticos, para conocer diferentes lugares, tanto dentro como fuera de su ciudad. 2.3. Reunirse para estar juntos Son variadísimas y muy numerosas las actividades que pueden elegir. Se reúnen para ver una película juntos o simplemente para hablar, hablar y hablar. Hablan, filosofan acerca de temas que les atañen íntimamente o que se refieren a la humanidad. Hablan de lo justo y lo injusto, del bien y del mal, de cómo deberían ser los demás, el mundo, la vida, las relaciones humanas... y también hablan de asuntos triviales, hechos cotidianos, la moda, acontecimientos sin importancia... Les gusta el hecho de estar juntos, de reunirse con su grupo, con ese grupo con el que se sienten identificados, comprendidos, aceptados y distintos, con identidad propia. 2.4. Actividades altruistas El altruismo aparece por primera vez en esta etapa. Los adolescentes quieren sentirse útiles, quieren contribuir, poner su granito de arena, para que el mundo sea mejor. Desean hacer algo por los demás, por el placer de ayudar a otros. El altruismo se puede desarrollar a lo largo de toda la vida, pero hay dos etapas en las que el ser humano vive con especial intensidad su deseo de altruismo: la adolescencia y la última etapa de la vida. Cuando somos mayores disponemos de todo nuestro tiempo y podemos sentir un inmenso placer al dedicar parte de ese tiempo a ayudar a otros. La sociedad hace que el adolescente se sienta inútil en muchas ocasiones. Pero cuando ayuda a otros, se siente valorado, se siente útil, siente que cuentan con él. Muchos adolescentes no llegan a sentir el placer de dedicar parte de su tiempo en beneficio de personas que les necesitan, que no les van a dar a cambio bienes materiales, pero que conseguirán que se sientan útiles, satisfechos, felices. No llegan a sentir ese placer, porque los adultos con los que conviven no dan importancia a una actividad fundamental para el adolescente, e incluso critican o se mofan de su deseo altruista. "¿Pretendes enseñar a leer a los niños hospitalizados? Más valdría que estudiaras y te ocuparas de ti mismo". "Tú con tal de salir, no sabes que inventarte. No eres capaz de ocuparte de tus cosas y quieres ayudar a otros". "Nos tratas mal a 96 nosotros, y quieres hacerte el buenecito fuera de casa"... No le comprendemos, es cierto que se debe responsabilizar de su vida, y que debe estudiar y tratar bien a las personas con las que convive, ¡por supuesto! Pero mientras aprende a afrontar todas esas situaciones, puede desarrollar su deseo de altruismo; es mucho más sencillo comportarse bien con quien no se convive. Debemos respetar su deseo de realizar actividades altruistas y, si no se le ocurren, fomentarlas nosotros. Les podemos dar ideas. Les gustará ir con sus amigos a hospitales o a hogares infantiles, para jugar o realizar alguna actividad con los niños enfermos o con problemas familiares. A otros les puede gustar acompañar o ayudar a personas mayores. Otros prefieren colaborar en campañas contra el hambre, el cáncer..., o a favor del medio ambiente: reforestan, recolectan basura, reciclan... Todos pueden contribuir a mejorar el mundo con actividades que les hacen sentirse a gusto consigo mismos y con las personas a quienes ayudan, son actividades que no sólo no les debemos negar, sino que debemos potenciar. El adolescente también puede ser altruista en el ambiente familiar. Le gustará echar una mano a su hermana que ha tenido un bebé, disfrutará ocupándose de su sobrino. Ayudará encantado a su abuelo ordenando el garaje o el trastero, o echará una mano a su abuela moviendo macetas y arreglando plantas. Nos ayudará en casa, sin quejarse, por el placer de sentirse útil, cuando hagamos un cambio de muebles o cuando necesitemos que arregle algo. Seguramente le costará más afrontar sus responsabilidades cotidianas, que realizar las actividades altruistas. Éstas compensan su esfuerzo, le hacen un bien inmenso; se siente útil ante personas que, en lugar de criticarle, reconocen sus méritos. 2.5. Televisión, ordenador, juegos audiovisuales Esta es la actividad a la que dedican más tiempo los niños, los adolescentes y las personas adultas. Es cierto que tanto la TV como el ordenador son dos adelantos técnicos que tienen mucho que ofrecer a los adolescentes, pero si se saben dosificar. Si les dedican su tiempo libre en exclusividad, se harán dependientes de una actividad única, no podrán descubrir actividades que les permitirán disfrutar y sentirse 97 muy a gusto con otras personas. El exceso de TV favorece su desidia, su pereza, su desinterés, no les estimula a estar activos, ni siquiera en su tiempo de ocio. A muchos adolescentes les cuesta muchísimo dosificar su tiempo de ver TV. Para ayudar a nuestro hijo, cuando planifique su horario pactaremos las actividades de tiempo libre que puede realizar, entre ellas, el tiempo que puede ver TV o estar ante el ordenador. Pero lo primordial no es pactar únicamente el tiempo, sino los programas que puede ver. No debemos sentir el menor temor en poner límites a lo que puede ver. Primero escuchamos al adolescente: "¿Qué quieres ver?", después expresamos nuestra opinión, y, por último, pactamos. No debemos ceder cuando lo que desea ver son programas o películas que fomentan la agresividad, la violencia, la pornografía o la vulgaridad. Debemos tener en cuenta que los adolescentes buscan líderes con los que identificarse y si ven programas donde se destaca la labor de protagonistas de escándalos políticos, financieros, familiares..., sus modelos serán consumistas, vulgares, zafios, deshonestos, agresivos, corruptos, violentos. No se suele destacar la labor de personas humanitarias, científicos, artistas, o verdaderos reformadores. Les podemos decir claramente que no queremos que se identifiquen con unos modelos con los que no estamos de acuerdo. Hasta la etapa siguiente, el control de la TV nos corresponde a los padres. Los adolescentes no tienen la madurez ni el control suficiente como para disponer, sin nuestro consenso, qué ver. No deberían tener TV en su cuarto y deberíamos bloquear los programas a los que no conviene que tengan acceso en la televisión y por internet. Hablaremos con nuestro hijo, le diremos lo que aceptamos que vea y los programas a los que no debe acceder porque no estamos de acuerdo con su filosofía. Más adelante, en su juventud, dispondrá de la madurez necesaria para decidir qué ver y de qué prescindir. El hecho de que fuera de casa pueda ver lo que en casa hemos pactado que no debe ver, forma parte de las decisiones que tendrá que tomar cuando no esté con nosotros. Le diremos que en casa le podemos ayudar a controlarse, pero fuera de casa es él quien tendrá 98 que saber decir "no". Aunque en ocasiones se deje arrastrar por lo que quieran otros, dialogar con él, ayudarle a organizar su tiempo libre y ponerle límites en su vida cotidiana en casa, serán una base importantísima para su comportamiento fuera de casa. 3. CÓMO PLANIFICA EL ADOLESCENTE SU TIEMPO LIBRE A menudo exigimos al adolescente que estudie. Sin embargo, no existe una exigencia en cuanto a la utilización de su tiempo libre. Al contrario, le prohibimos actividades de tiempo libre que le encantan: practicar su deporte favorito, ensayar con su grupo de teatro, o realizar actividades altruistas..., porque no estudia lo suficiente. En el proyecto de vida del adolescente, tan importante es que se responsabilice de su estudio para afrontar su futuro profesional, como que se responsabilice de sus actividades lúdicas para afrontar su tiempo libre sin ser dependiente y sin hacer dependientes a otros. Su personalidad no se forja sólo cuando estudia, también cuando utiliza su tiempo libre. Su relación con los demás tendrá mucho que ver con sus actividades de tiempo libre. Será más o menos autónomo, según sepa llenar o no su tiempo libre. Tenemos que dialogar con el adolescente y decírselo. Tenemos que decirle que en su horario debe incluir, además de sus actividades cotidianas personales, las de colaboración, las remuneradas, las de estudio y las actividades de tiempo libre. Su programa de tiempo libre debe incluir: . Actividades en soledad: leer, escribir, pensar, oír música, pasear, hacer maquetas, tocar un instrumento, pintar... . Actividades familiares: practicar algún deporte, pasear, hablar, visitar algún lugar, hacer alguna excursión, ir a la playa... . Actividades con su grupo de amigos: - Deportivas y en contacto con la naturaleza. - Recreativas: actividades artístico- culturales o simplemente recreativas. - Altruistas. . Elegir qué ver en TV y limitar su tiempo de TV, Internet y videojuegos. 99 Si en la niñez aprendió a limitar su tiempo de TV y supo disfrutar diferentes actividades de tiempo libre, no le costará tanto elegir qué hacer, y decidir cuándo, dónde y con quién compartir sus actividades. Pero si tenemos que afrontar este tema con el adolescente por primera vez, la negociación puede resultar muy costosa. Sin embargo, por costosa que resulte, podremos ponernos de acuerdo. Dialogaremos con el adolescente. Podrá elegir el deporte que desee practicar y las actividades de tiempo libre que le gustaría realizar. Nosotros aceptaremos sus propuestas si incluyen todas las actividades que forman parte del proyecto de vida de un adolescente; no aceptaremos que se reduzcan a TV, Internet, videojuegos, móvil... y demás actividades pasivas. 4. EL TIEMPO LIBRE NO ES UN PREMIO, ES UNA NECESIDAD Las actividades de tiempo libre descritas, no las realiza el adolescente a diario. Quizás pueda realizar diariamente algunas, pero otras únicamente los fines de semana o en vacaciones. Hay actividades que elegirá al principio de la etapa y otras cuando la etapa termine. Pero siempre otorgaremos una gran importancia a su tiempo libre. El tiempo libre no es un premio, es una necesidad de todo ser humano. No hay que castigarle sin tiempo libre, sino enseñarle a organizar, a planificar su tiempo, y a ser él quien decida las consecuencias del cumplimiento o incumplimiento de las actividades planificadas. Ya comentamos en el capítulo del estudio que no se le debe castigar sin deporte. Él puede planificar estudiar y jugar al baloncesto. También puede decidir no salir a jugar hasta que no termine de estudiar. Pero no le vamos a castigar sin salir a jugar, sino que le vamos a animar a salir, para lo cual debe estudiar antes. Si dialogamos con el adolescente, es capaz de ser consecuente. Se quedará sin jugar algún día, pero sabe que no pretendemos que se quede encerrado en casa, sabe que le animamos a cumplir lo pactado: estudiar y salir. Debemos dialogar para que reflexione, tome decisiones, se comprometa y se responsabilice. Debemos ayudarle a afrontar su vida en lugar de darle la vida resuelta. 5. SALIR DE NOCHE 100 Las salidas nocturnas de nuestro hijo nos inquietan: "¿Con quién sale, adónde va, qué hace, cuándo volverá, qué le puede suceder?" Sin embargo, la solución a su deseo de independencia no es privarle de libertad, sino fortalecer la comunicación para que asuma sus responsabilidades, tanto si sale de día como de noche. Responsabilidades que necesita asumir para salir, sin sus padres, con sus amigos: . Ser capaz de ir solo por la calle y utilizar los transportes públicos. . Administrar su dinero y ganárselo. . Saber qué compartirlas. actividades desea realizar y elegir con quién . Comprometerse con el horario pactado. . Afrontar riesgos: alcohol, drogas, violencia. . Adoptar una actitud responsable frente a su sexualidad. Le debemos ayudar a tomar decisiones responsables y a asumir las consecuencias de su forma de actuar. Veamos cómo podemos ayudarle. 6. IR SOLO POR LA TRANSPORTES PÚBLICOS CALLE Y UTILIZAR LOS El adolescente, para ser independiente en sus salidas, necesita saber ir y volver solo a su casa, al colegio, a las casas de sus amigos, al cine... El adolescente siente que da un paso hacia su autonomía cuando le permitimos darse de baja en la ruta escolar y utilizar el transporte público. A nosotros nos puede parecer mucho más cómodo utilizar el coche o la ruta que el transporte público, pero él siente que se desprende de su niñez, y que le aceptamos como adolescente, cuando le permitimos realizar actividades que no le permitíamos cuando era niño. Si nuestro temor a que le ocurra "algo" hace que nos neguemos a dejarle ir solo, empeñándonos en acompañarle, no le ayudamos a madurar. Debió aprender a ir solo por la calle y a utilizar los transportes públicos en la etapa anterior, pero si no lo hizo, no debemos esperar más. Debe saber cómo moverse sin problemas por 101 la calle, necesita aprender cuanto antes para poder ser autónomo en sus salidas, de lo contrario dependerá de nosotros que somos quienes le llevamos y recogemos. 7. CÓMO ENSEÑARLES A SER INDEPENDIENTES EN SU ECONOMÍA Para lograr ser independiente en este aspecto, el adolescente necesita aprender que el dinero se gana trabajando y que puede vivir muy a gusto si sabe administrar lo que gana. También, que si gasta más de lo que tiene se endeuda, y que las deudas las debe afrontar él mismo. Tiene que aprender además, que gastar el dinero de otros no es ser generoso, y que si no sabe ganar ni administrar su dinero dependerá de quien le "saque las castañas del fuego". Los adolescentes desean afrontar sus propios gastos, pero a menudo lo quieren conseguir con el dinero de sus padres. Necesitan aprender que la autonomía para gastar en lo que deseen, supone la responsabilidad de ganar el dinero para sus gastos. Les tendremos que enseñar a ganarse el dinero que necesitan para sus gastos personales y para las salidas con sus amigos, aunque todavía se lo complementemos nosotros. 7.1. Gastar el dinero de sus padres no es ser generoso En muchas ocasiones permitimos que nuestros hijos asuman unos gastos personales, en sus salidas sin nosotros, que jamás podrán afrontar cuando se independicen; permitimos que vivan fuera de la realidad. Algunos adolescentes consideran que son muy generosos al invitar a cenar a sus amigos, gastándose la cantidad que tenían asignada para todo el mes; después piden más dinero. Hay padres que consideran a este tipo de hijos realmente generosos: "El dinero no le preocupa, se gasta todo lo que le doy en sus amigos". Pero, no es generoso, no es su dinero, no se lo ha ganado él; y se lo gasta porque sabe que siempre le dan más. Así no puede aprender a ponerse en la realidad, ni a ser responsable respecto a sus gastos y a la administración del dinero. Más adelante no se querrá independizar, no estará preparado para afrontar una vida con un nivel económico inferior al llevado hasta ese momento. Lo mismo sucede con los regalos a amigos o familiares. Julio quiere 102 hacer un regalo a su madre y pide dinero a su padre, éste se lo da enseguida, pero Julio comenta: "¡Qué poco, estírate un poco padre, no seas tacaño!" Considera que el generoso es él, que no pone nada, y el tacaño su padre, que pone todo. Están fuera de la realidad, y somos nosotros quienes contribuimos a que lo estén. Si Julio quiere hacer un regalo a alguien, lo tendrá que hacer ahorrando él, y el tipo de regalo que haga se ajustará a ese presupuesto, no al de su padre. 7.2. Administrar su dinero. ¿Para qué lo necesita? Para poder administrar su dinero, nuestro hijo necesita ajustarse a un presupuesto. Así sabrá cuánto se puede gastar, que no se puede gastar más de lo presupuestado a menos que pida dinero prestado, que si pide dinero prestado tendrá que devolverlo, y que si gasta menos de lo presupuestado podrá ahorrar. El primer paso que debemos dar para asignar una cantidad a nuestro adolescente es preguntarnos: ¿para qué necesita dinero mi hijo? Solemos asignarle una cantidad determinada, sin haber reflexionado sobre cuestiones básicas: ¿para qué lo necesita, cuánto necesita, qué gastos estamos dispuestos a subvencionar? A menudo, realizamos una encuesta familiar o de vecindario: "¿Tú cuánto le das?" Y tras preguntar a la cuñada, a otras madres y consultar con la pareja, decidimos lo que le vamos a dar. Otras veces no le asignamos ninguna cantidad, le damos diferentes cantidades, según nos las va pidiendo. En ese caso el adolescente no puede aprender a administrarse porque no se tiene que ajustar a ningún presupuesto. Con frecuencia nos quejamos de lo mucho que nos pide, realizando la incongruencia de seguir dándoselo a pesar de seguir quejándonos. ¿Cómo va a dejar de pedir, si se lo seguimos dando a pesar de quejarnos? Como decíamos, no debemos hacer una encuesta a personas ajenas a él, sino a él mismo: "¿Para qué necesitas dinero, cuánto cuesta lo que quieres hacer?" Le escucharemos, tendremos en cuenta sus necesidades, y le asignaremos una cantidad para los gastos que estamos dispuestos a subvencionar. Es importante que piense, que reflexione: "Qué necesito, cuánto cuesta lo que necesito, con cuánto dinero cuento". Viven sin reflexionar sobre todas estas cuestiones porque no les hacemos reflexionar. Resolvemos su vida, pensamos por 103 ellos, cuando están perfectamente capacitados para empezar a afrontar las responsabilidades que se derivan de sus salidas y de sus gastos. Cuando nos diga para qué quiere dinero y cuánto necesita, le expondremos lo que estamos dispuestos a financiar y lo que no estamos dispuestos. El criterio a seguir no se debe basar, únicamente, en el dinero de que dispongamos. El argumento de tener o no dinero es obvio. Pero, aún teniendo mucho dinero, el criterio a seguir se debe relacionar con cubrir sus necesidades de tiempo libre; no con tener lo que tienen sus amigos, ni con disponer de todo lo que se le antoje. Disponer de todo lo que se le antoje acaba yendo contra él. Conseguir todo sin esfuerzo, solo deseándolo, le convierte en un caprichoso. No aceptará la menor frustración, el menor contratiempo. No estará preparado para afrontar su vida económica ajustándose a la cantidad que gane. 7.3. El dinero se gana trabajando. ¿Gana lo que necesita para sus gastos personales? Debe saber de cuánto dispone, para administrarse afrontando las consecuencias de salirse de su presupuesto. Susana pide a su madre dinero para comprarse ropa. Se gasta más de la cantidad asignada utilizando sus ahorros. Al llegar a casa pretende que su madre reponga lo que se gastó de más. No hay que gritar ni descalificar a Susana, hay que decirla que la que se ha endeudado es ella, y que por lo tanto es ella quien deberá reponer sus ahorros ahorrando, no su madre. Susana nos provoca: "Pues tú te compras toda la ropa que quieres". No debemos caer en su provocación, no somos adolescentes. Susana debe aprender a ganar y administrar el dinero que necesite. Le debemos explicar que no es exigiéndonos dinero como podrá cubrir sus gastos, sino ganándoselo y sabiendo administrar lo que le damos, sabiendo ajustarse a su presupuesto. Como venimos diciendo, para que se administre independizándose de nosotros le asignaremos una cantidad de acuerdo a lo que necesite, y le explicaremos que esa cantidad debe ganársela. Les debemos ayudar a ponerse en la realidad: el dinero se gana trabajando; hay que asumir determinadas responsabilidades para obtener dinero. Si 104 dialogamos con los adolescentes, comprenden perfectamente que se lo deben ganar y que pueden ganárselo. Si les hemos hecho dependientes, les costará aceptar que el dinero no se pide, se gana. Sin embargo, aunque se opongan a ganárselo, aunque les cueste aceptarlo, comprenden que deben hacerlo. Cuando pregunto a los adolescentes cómo pueden ganarse el dinero para sus gastos personales, lo tienen muy claro: "Cuidando a mi hermano pequeño, arreglando el jardín, lavando el coche, limpiando el garaje..." Al final de la etapa pueden dar clases particulares, cuidar a los hijos pequeños de sus amigos, hacer algún trabajo administrativo para sus padres... No debemos confundir el trabajo de colaboración, con el trabajo para ganarse el dinero que necesita para sus gastos personales. Sigue dependiendo de nosotros en sus gastos caseros, ahora le estamos enseñando a afrontar sus gastos no familiares. En la etapa siguiente, en su juventud, podrá estudiar y trabajar fuera de casa. Ahora, en la adolescencia, puede hacer pequeños trabajos caseros para empezar a afrontar sus gastos con responsabilidad. Ganarse el dinero que necesita para sus gastos personales supone, además, asumir la responsabilidad de su trabajo. Si se encarga de lavar el coche o de regar el jardín, no debe dejar de hacerlo porque no necesite dinero (quizás el día de su cumpleaños sus abuelos le regalan lo suficiente para cubrir sus gastos de ese mes). Al aceptar un trabajo asume la responsabilidad de la tarea asignada. Si pactamos que dos viernes al mes cuidará a su hermanito para que podamos salir nosotros, debe cumplirlo, aunque disponga de fondos. En cualquier caso, si no realiza el trabajo pactado, sabe que no tiene paga; mientras que si lo realiza, recibe su paga. De todo lo anterior: cuánto necesita, para qué lo necesita, qué estamos dispuestos a sufragar, qué no estamos dispuestos, cuál será su paga semanal o mensual, qué trabajo puede hacer para ganarse su paga..., se debe dialogar con serenidad con el adolescente. No nos imponemos, pactamos escuchándole a él primero. Como en tantas otras situaciones, si en la etapa anterior, en la niñez, le enseñamos a administrar el dinero (no la paga, porque en esa etapa no se les da paga, todavía no tienen los gastos propios del adolescente), en esta 105 etapa no le resultará tan costoso organizar sus gastos y ganar lo que se gasta. 8. ¿A QUÉ HORA DEBE REGRESAR A CASA? La primera vez que nos pide llegar tarde, no sabemos cómo actuar. A veces consideramos que no le debemos dejar salir, pero nos crea cierta culpabilidad no dejarlo. Volvemos a hacer una encuesta de vecindario, como hicimos para decidir qué paga darle, y preguntamos a familiares y amigos hasta qué hora dejan salir a su hijo. A veces discutimos con nuestra pareja porque no nos ponemos de acuerdo respecto a la hora que debe volver a casa. Sin embargo, no es con otros sino con nuestro hijo, con quien debemos negociar su hora de regreso a casa. Para ello, lo importante es saber qué actividad desea realizar, adónde va y con quién. En la adolescencia, nuestro hijo quiere libertad para salir solo, pero necesita aprender a asumir las responsabilidades que le permitirán salir, con total autonomía, al final de la etapa y durante la etapa siguiente. Las responsabilidades que debe asumir para ser autónomo en sus salidas sin nosotros son: saber ir y volver solo, ganar y administrar lo que gasta, y afrontar situaciones conflictivas. Todas estas responsabilidades no las puede asumir en pocos días, sin previa preparación. Tendrá que adquirir confianza en sí mismo, y nosotros en él, para salir sin límites. El adolescente necesita límites y él lo sabe; aunque parezca no aceptarlos, reconoce que sin límites se descontrola. Supongamos que Juan pide salir a celebrar el cumpleaños de alguno de sus amigos. Han decidido celebrarlo cenando varios amigos juntos. Es la primera vez que van a salir a tomarse algo "por la noche" y están entusiasmados con la idea. Se sienten mayores y quieren llegar tarde. Cuando nos pregunte a qué hora debe volver, le preguntaremos a qué hora quiere volver, y si nos parece una hora prudente, aceptamos. Pero si entre el final de la cena y la hora que nos propone de regresar hay varias horas de diferencia, le diremos que no aceptamos esa hora; necesita saber afrontar las diferentes situaciones, más o menos conflictivas, que se le presentarán al salir de noche, y lo irá logrando poco a poco, no desde la primera vez que salga. Seguramente Juan argumentará que ya es mayor, o tratará de 106 culpabilizarnos diciendo que no confiamos en él. Finalmente nos suplicará que no le dejemos ser "el único" que tiene que llegar pronto a casa, porque a "todos" sus amigos les han dejado dos horas más que a él. Juan debe saber que el argumento de que "a todos" les dejan y a él no, nunca será lo que nos haga cambiar de opinión. No queremos que haga lo que hacen todos, sino lo que creemos que debe hacer y para eso vamos a tener en cuenta su opinión y la nuestra, no la de "todos". Con algunos adolescentes no tendremos problemas. Razonan, exponen sus argumentos, nos escuchan, saben pactar y, habitualmente, cumplen lo pactado. Con otros costará más pactar y establecer los límites con firmeza. Juan querrá argumentar, durante horas, para convencernos. No debemos entrar en su juego argumentando, también nosotros, durante horas. No somos adolescentes, el adolescente es Juan. Bastará decirle: "Juan, ya quedó claro que puedes salir con tus amigos, podrás estar con ellos cuatro horas, pero a la hora acordada tendrás que estar en casa. Sé que lo has entendido, y comprendo que te cueste aceptarlo. Conseguirás salir hasta la hora que tú quieras, cuando aprendas a afrontar las diferentes situaciones que se te pueden presentar". Hasta entonces pactaremos: "Si llegas a la hora pactada podrás seguir saliendo, en caso contrario, la próxima vez que quieras salir, no podrás hacerlo". 9. ¿ADÓNDE VA? A VECES NOS ENGAÑA. ¿DEBEMOS CONFIAR EN LOS ADOLESCENTES? "Silvia nos miente. Cuando cree que no le vamos a dar permiso para salir, no nos dice a dónde quiere ir, nos engaña. Insiste en que llamemos a los padres de sus amigas, para que comprobemos que es verdad lo que nos dice, cuando sabe que es mentira. Es capaz de pedir al hermano de su amiga que finja ser el padre, para engañarnos". Hay padres que piensan que a los adolescentes hay que mostrarles que confiamos en ellos, siempre: "Yo confío en ti. Tú verás lo que haces". Pero confiar, cuando no son confiables, no tiene sentido. En muchas ocasiones, el adolescente, cuando quiere conseguir algo y 107 sabe que podemos no concedérselo, trata de engañarnos. En este caso comprende que lo normal es que no confiemos en él; y sabe que la manera de lograr nuestra confianza, es no engañándonos. Cuando nos dice a gritos: "¡No confías en mí!", no está dolido por nuestra incomprensión, sino furioso porque le hemos descubierto. No tiene sentido decirle en ese momento: "Claro que confío en ti, pero no me mientas". Habrá que decirle: "Quiero confiar en ti, y lo haré cuando no me engañes. De momento, te cuesta tanto aceptar que no te deje salir, que tratas de engañarme. Pero sé que eres capaz de ser sincero; cuando lo seas, confiaré en ti." Cuando nuestra actitud es autoritaria: "No sales porque lo digo yo, todavía eres un niño". O cuando somos sobreprotectores: "No me atrevo a dejarte salir, sufro mucho cuando sales, hay tantos peligros... y todavía eres un niño". Cuando el adolescente no se siente aceptado como una persona que ya no pertenece a la niñez y que debe dar pasos para independizarse de sus padres saliendo con sus amigos, tratará de engañarnos para poder crecer en el sentido más profundo de la palabra, para poder realizar su proyecto de vida. Sin embargo, cuando no somos ni autoritarios ni sobreprotectores, cuando somos personas con autoridad que ayudamos a nuestros hijos a crecer, a desprenderse de nosotros, y a vivir su propio proyecto; cuando comprendemos que debe salir con sus amigos y les ayudamos a asumir sus responsabilidades y a afrontar las diferentes situaciones conflictivas que se le pueden presentar, el adolescente acepta los límites y dialoga con nosotros con franqueza. Que acepte los límites no quiere decir que no se rebele cuando los establecemos. En el momento siente rabia, se enfada: "No hay derecho, no es justo, a todos les dejan y a mí no..." y puede que sienta la tentación de engañarnos. Pero cuando se le pasa la furia comprende que necesita límites, así como comprende que no confiemos en él cuando nos engaña. Acabará aceptando los límites, si habitualmente somos abiertos, dejamos que salga con sus amigos y sabemos ceder. Pero será un proceso costoso, y a veces largo. Al principio de la adolescencia nuestro hijo considera que puede salir con sus amigos sin límites, se cree capaz de afrontar todo lo que se 108 encuentre en su camino. Su vitalidad desbordante le hace creerse capaz de llevar una vida independiente, sin ningún control. Desconoce los riesgos, es un caballo desbocado. Cree que somos de otra época, que ignoramos todo lo que él sabe... En fin, puede que tenga razón. Hay muchos adultos que no aceptan que su hijo crezca y le impiden volar, quieren protegerle cortándole las alas. Pero aún los que le permiten volar, los que pretenden que pueda ser libre, no deben soltar las riendas. Hasta que no aprenda a controlar su caminar, su trote y su galopar por la vida, hasta que no sepa medir y afrontar los riesgos, necesita que alguien se ocupe de que no se desboque. Necesita libertad, para poder salir sin nosotros, pero también necesita límites y vivir las consecuencias de su manera de actuar. Si nos habla con sinceridad confiaremos en él, pero si nos engaña debe saber que trataremos de averiguar la verdad. "Mi hijo Antonio me dice que si llamo a la madre de su amigo para averiguar si es verdad lo que me cuenta, no me vuelve a dirigir la palabra, ¿qué debo hacer?" No debemos aceptar su amenaza. Como venimos comentando hay que decirle: "Cuando seas fiable, no llamaré a nadie, mientras tanto, debo hacerlo. Es mi obligación y mi deseo ayudarte a salir sabiendo evitar y afrontar posibles riesgos; y para que te pueda ayudar a afrontarlos, tenemos que hablar con sinceridad". 10. PACTAMOS. ACORDADO? ¿LE EXIGIMOS QUE CUMPLA LO A menudo nos quejamos de nuestro adolescente: "Hace lo que le da la gana, no cumple lo pactado. Dice que va a volver a una hora y nos tiene sin poder dormir toda la noche. Después nos promete que no volverá a suceder, pero vuelve a llegar tarde". Con frecuencia al adolescente le cuesta cumplir lo pactado. Lo más probable es que al comprometerse a regresar a una hora determinada pensara cumplir el pacto, pero a la hora de volver se le hizo demasiado costoso ser coherente. Necesita que le ayudemos a cumplir lo que le cuesta. Tenemos que establecer consecuencias. Cuando pactemos puede establecerlas él mismo, comprometiéndose a cumplir 109 lo pactado: "Si llego a la hora acordada puedo salir la próxima vez, si llego tarde la próxima vez no salgo". Si llega tarde tenemos que ser coherentes, la próxima vez no puede salir. Para madurar, para ser autónomo, debe asumir las consecuencias de su vida. Las consecuencias de su vida no las debemos vivir nosotros quedándonos sin dormir, angustiándonos... Tampoco debemos utilizar argumentos que pretendan el chantaje emocional: "Hazlo por mí, no puedo vivir con esta angustia, siempre pensando que te ha pasado algo..." Ni debemos gritar, descalificarle, o desquiciarnos, ni por él ni por nosotros. Es normal que le cueste cumplir lo acordado. La mejor ayuda que podemos darle es ser coherentes y dejar que asuma sus consecuencias. Habíamos pactado que la próxima vez no saldría y eso es lo que debe hacer, no salir. No debemos amenazarle diciéndole que no le vamos a dejar salir. Sin amenazas, sin quejas, debemos cumplir lo pactado. Si nos dice: "Perdóname, te prometo que no volverá a ocurrir", tenemos que ser coherentes. Debemos aclarar: "Yo no te perdono ni te castigo. Salir o no salir depende de ti. Quedamos que si llegabas a tu hora saldrías, y que, en caso contrario, no podrías salir la próxima vez. Tú sabes lo que debes hacer para salir. Depende de ti". Supongamos que el adolescente dice: "De todos modos pienso salir", no hay que discutir con él ni medir fuerzas. Basta con recordarle: "Si te vas, no cumples el pacto". Si sabe que le comprendemos, que somos dialogantes, que sabemos ceder y que cumplimos los pactos, no se irá; y si se va no se sentirá bien. Está actuando en contra de lo que él mismo decidió. Se arrepentirá. Los adolescentes son absolutamente nobles y honestos cuando se sienten apoyados y comprendidos. Si no somos firmes en la exigencia del cumplimiento de lo acordado y decidimos darle otra oportunidad, el hecho de que salga dependerá de nuestra benevolencia, no de lo pactado con él. Dependerá de nuestro estado de ánimo, no de cómo actúe; así no le ayudamos a ser autónomo asumiendo sus responsabilidades, sus compromisos. RECUERDA . Cuando pactemos, debemos acordar con el adolescente: 110 - A dónde va, con quién y a qué. - La hora de regreso. La hora de regreso se calcula en función de la actividad que vaya a hacer, no de que sus amigos tengan permiso hasta una hora determinada. . El adolescente tiene que saber a qué se compromete, los límites de su compromiso y las consecuencias al cumplirlo o incumplirlo. . Las consecuencias se deben pactar antes de que salga, para que sepa qué sucederá si se salta el límite. Le servirán de ayuda si le cuesta cumplir lo pactado. . Debemos comprender que es normal que cometa errores, que asumir sus compromisos puede resultarle costoso y que, hasta que consiga asumirlos, necesitará nuestra ayuda cumpliendo, también nosotros, los límites y las consecuencias. Durante todo el proceso, hasta que consiga cumplir lo pactado, debemos ser coherentes. 111 112 Drogas y violencia: dos riesgos que deben saber afrontar los adolescentes 1. LAS DROGAS Actualmente, los adolescentes tienen que saber afrontar el riesgo del tabaco, el alcohol y otras drogas, porque con toda seguridad, se las van a facilitar. Fumar y beber se presenta a los ojos del adolescente como una manera de incorporarse al mundo de los adultos, a un mundo al que él quiere acceder. Pero aunque los adultos las consuman, como saben que crean adicción, y dañan su salud, a los adolescentes no les está permitido consumirlas. Para evitar el riesgo de las drogas los padres se las prohíben a sus hijos, y tratan de atemorizarles con los terribles perjuicios a los que se pueden ver sometidos. Prohibir es una de las tácticas más absurdas para convencer al adolescente. Tratará de engañarnos. No aceptará que los adultos fumen y beban, y a él, que quiere ser adulto, se le niegue. Ni siquiera le gusta fumar, al principio detesta el sabor del alcohol, pero con tal de parecer mayor, hará esfuerzos para meterse el humo del cigarrillo o para tragarse bebidas que en un primer momento le provocan náuseas. ¿Por qué fuman, beben o consumen drogas? . Por curiosidad, quieren probar. . Porque se sienten presionados por su grupo y quieren ganar aceptación. . Para evadirse, si se sienten rechazados o incomprendidos. . Para sentirse mayores. . Por inconsciencia. No son conscientes del perjuicio que pueden causarles. . O simplemente para llevar la contraria a sus padres, si son autoritarios y se lo han prohibido. Ya hemos dicho que prohibir no es buena táctica. Adoctrinar tampoco. Debemos comprender su deseo de crecer, de ser mayores, y 113 apoyarles para que consigan más libertad sin dirigir sus pasos hacia las drogas. Analizaremos con ellos la presión que ejercen la publicidad, la oferta directa y la presión de su grupo. Nuestro adolescente tiene que saber que le van a incitar a fumar, a beber y a consumir drogas, y que pueden ser una gran tentación para él, pero que nosotros no vamos a estar ahí para impedir que las consuma. Debe saber que el único que puede prohibirse a sí mismo consumir cualquier tipo de droga es él, y que no va a ser fácil porque la presión social será muy fuerte. Dialogaremos con ellos acerca de cada droga y sus consecuencias. Debe quedar claro que probar no es ser drogadicto. Algunos adolescentes consideran que al probarlas no hay marcha atrás, que su camino es continuar. Lo que deben saber es que, si las siguen probando, se habituarán y entonces sí serán dependientes. El adolescente necesita información acerca de las consecuencias de beber, fumar y consumir drogas para comprender los perjuicios que conllevan y decidir no consumirlas; para poder decir "no" a cualquier droga, porque comprende que le crean dependencia y le perjudican, no porque se las prohíben sus padres. Él es el único que va a estar siempre consigo mismo, sus padres no. Le podemos indicar que ojalá pudiésemos prohibírselas y conseguir que no las consumiera, pero que somos conscientes de que sólo él puede hacerlo; por eso queremos que esté informado y que reflexione acerca de lo que le beneficia o le perjudica, para que tome sus propias decisiones. El esfuerzo para evitar el riesgo de las drogas lo tendrá que hacer por voluntad propia, no por prohibición nuestra. Podemos poner límites al consumo de alcohol, tabaco y drogas cuando esté con nosotros. Le diremos que en casa no se las permitimos, porque que le perjudican, pero que fuera de casa no le podemos controlar. Se tendrá que controlar él. También debemos decirle que si en algún momento siente curiosidad y prueba alguna sustancia o bebe algo que le sienta mal, que no dude en regresar a casa o en avisarnos para que le vayamos a buscar. Hay padres que desconocen que su hijo bebe o consume alguna droga porque el adolescente no comenta nada al respecto, y si se lo preguntan lo niega. Esto sucede cuando el diálogo con sus padres es 114 inexistente y se comunican partiendo de la mutua incomprensión, del mutuo reproche. Ese tipo de adolescente, cuando bebe más de la cuenta o consume alguna sustancia que le sienta mal, no vuelve a su casa hasta que no se le pasa el efecto de lo que le hizo encontrarse mal. Cuando regresa a su casa, bastantes horas después de la hora acordada, sabe que le caerá una buena bronca, pero por llegar tarde, no por consumir drogas; sus padres desconocerán el estado en que se encontraba varias horas antes. Lo ideal es que no consuma nada que le siente mal, pero si se da ese caso, es mucho mejor que comprendamos su error y que tengamos la oportunidad de hablar con él, con absoluta sinceridad, para ayudarle a rectificar su mal paso. 2. CUANDO EL ADOLESCENTE LLEGA BEBIDO ¿Qué suele suceder si nuestro hijo se presenta con una o varias copas de más en casa? Podemos imaginar la escena: gritos, enfados, descalificaciones, amenazas, castigos..., en fin, todo tipo de agresiones verbales o de chantajes emocionales: "Me matas, no puedo seguir viviendo con esta angustia, qué habré hecho yo para merecer un hijo así..." Otras veces nos limitamos a recriminarle: "¿No te da vergüenza volver en este estado, ¿qué habrán pensado de ti los que te han visto?, ¿qué pensarán tus amigos? Supongo que no volverá a suceder, de lo contrario menuda imagen tendrán de ti..." Cuando llegue en mal estado es mucho mejor que se acueste. Dialogaremos con él al día siguiente. Empezaremos por escucharle; le preguntaremos qué pasó, cómo se siente. Si se siente comprendido, si sabe que comprendemos que lo sucedido, aunque no sea en absoluto deseable, le puede suceder, nos hablará con total sinceridad. Le puede suceder, por lo vulnerables que son los adolescentes debido a su inexperiencia en el beber, a lo que les cuesta decir "no" cuando les ofrecen otra copa... Cuando le preguntemos cómo se sintió, nos dirá todo lo que le hubiésemos reprochado, si en lugar de escucharle hubiésemos hablado nosotros. Pero lo dirá él. Manifestará sus sentimientos, en lugar de escuchar nuestros reproches sintiéndose agredido. Nos dirá: "Me siento avergonzado, fue horrible, ¿qué habrán pensado de mí?, no recuerdo ni lo que dije..." También debemos hablar de sus propósitos: "¿Cómo puedes evitar que 115 vuelva a suceder?, ¿qué tendrías que hacer?, ¿quién te puede ayudar?" Según lo que haya sucedido, sabe que la solución es no mezclar bebidas, o no aceptar una copa más por mucho que le presionen, o pedir francamente a sus amigos que no le presionen, o pedirles que le ayuden a controlarse si es él quien actúa inconscientemente... También debemos establecer la consecuencia que le ayude: "Si no me controlo, me quedo sin salir la próxima vez..." Algunas personas pensarán que una actitud dialogante, hará que el adolescente se descontrole más al no sentirse presionado. Pero no es así, no debemos ser autoritarios, no le ayudamos con prohibiciones. Le ayudamos facilitando su reflexión acerca de lo que le conviene o no le conviene, y de cómo rectificar sus fallos. El adolescente no es un borracho ni un drogadicto. En esta etapa le pueden llamar la atención, por primera vez en su vida, el alcohol y las drogas. Necesita pensar qué consecuencias conlleva consumirlas, para que él mismo evite acabar siendo adicto. Tampoco debemos ser sobreprotectores: "Pobre hijo, ¡cómo llegó anoche!, que nadie le moleste, no le digáis nada, seguro que sus amigos le jugaron una mala pasada..." Si somos personas con autoridad, le ayudaremos a reflexionar sobre lo que pasó y sobre cómo evitar que vuelva a suceder. Le animaremos a buscar soluciones para rectificar su error y estableceremos consecuencias que le ayuden a conseguirlo. No le dejaremos a su libre albedrío. Deberá asumir sus compromisos para aprender a controlarse y disfrutar sus salidas. 3. EL PROBLEMA NO ESTÁ EN LAS DROGAS Realmente, el problema de las drogas no se soluciona tratando de evitar situaciones concretas en las que pueden consumir alcohol o drogas, porque hoy en día las tienen al alcance de la mano hasta en los centros escolares. No son las situaciones concretas, sino el tipo de vida, lo que nos debe preocupar. Hay un tipo de vida que conduce a la droga. De acuerdo con su tipo de vida, podríamos hablar de tres grupos de adolescentes: . Los que se comprometen con su proyecto personal Se saben organizar de acuerdo a las necesidades de su etapa y asumen sus responsabilidades. En casa se desligan de algunas 116 actividades familiares de la etapa anterior, pero son colaboradores. Saben organizar su estudio y su vida en general. Son activos en su tiempo libre personal y con sus amigos. Forman parte de grupos deportivos, en contacto con la naturaleza, artísticos, culturales, recreativos y altruistas... Dialogan defendiendo su punto de vista sin agresividad y aceptando puntos de vista diferentes al suyo. . Los que se dejan arrastrar por su grupo. Son pasivos. Están guiados por padres en parte autoritarios y en parte sobreprotectores; padres que deciden qué debería hacer su hijo, que le organizan su vida, y cubren todas sus necesidades sin exigirle el menor esfuerzo. Son adolescentes que no desarrollan un proyecto personal elegido por ellos, que no asumen responsabilidades. En casa no colaboran. Consentidos, dependientes, se insertan pasivamente en la vida adulta. No toman decisiones. En su tiempo libre se tumban frente al televisor o se dejan arrastrar por la corriente que esté de moda: botellón... . Los que se sienten rechazados. Los que sienten el rechazo de unos padres que no les exigen ni les valoran, que les descalifican. Son los adolescentes que se sienten marginados, extremamente incomprendidos. No luchan por desarrollar un proyecto de vida propio, sino que pretenden evadirse de una realidad que les agrede y a la que no se saben enfrentar. Buscan refugio en la droga. Las drogas se convierten en una evasión, para no tener que enfrentarse a ese mundo adulto por el que se sienten despreciados, y al que desprecian. Los adolescentes del primer grupo, los comprometidos con su etapa, afrontarán con éxito el riesgo de consumir drogas. Los del tercer grupo necesitan una terapia que les ayude a valorarse y a hacer un gran esfuerzo para salir del mundo de la droga. Los del segundo grupo, el grupo mayoritario, fuman, beben... porque se dejan arrastrar, porque está de moda, porque les hace sentirse mayores. Son dependientes. No reflexionan, no toman decisiones, simplemente se dejan arrastrar. Pero estamos a tiempo, podemos ayudarles a comprometerse con un proyecto de vida personal, de manera que asuman sus propias 117 decisiones y elijan un tipo de vida que les dirija hacia el primer grupo. Nosotros tenemos una tarea fundamental. Podemos ayudarles a organizar sus actividades, para que se comprometan a asumir sus responsabilidades y a vivir las consecuencias de su vida, o podemos organizarles la vida y asumir nosotros sus responsabilidades. Si en lugar de quejarnos y darles todo resuelto, dialogamos transmitiéndoles comprensión y exigencia, no se dejarán arrastrar; tendrán un proyecto propio con el que se sentirán comprometidos, y que sabrán defender, aunque en ocasiones les resulte costoso. 4. AYUDARLES A VIVIR, INTENSAMENTE, SU TIEMPO LIBRE En lo que más hay que incidir, para que afronten el riesgo de las drogas, es en la utilización de su tiempo libre. Es importante que nos preocupemos por su futuro profesional y, por lo tanto, de su tiempo de estudio actual. Pero igual, o todavía más importante, es que encauce sus actividades de tiempo libre. Si cuando está en casa se apoltrona delante del televisor o del ordenador, si desconoce qué deporte le puede gustar o cuáles son las actividades que le pueden hacer disfrutar; si no ha descubierto sus intereses, sus aficiones, sus gustos personales..., se dejará arrastrar con suma facilidad. Por el contrario, si sabe qué le gusta, se encaminará hacia lo que le llena de satisfacción, sabrá defender las actividades que le interesen y desechará las que no van con su personalidad. Debemos recordar aquí que el adolescente necesita, en ocasiones, que llevemos las riendas de su vida. Si practica algún deporte, realiza actividades en contacto con la naturaleza, forma parte de grupos dinámicos que organizan actividades que impliquen algún compromiso o simplemente recreativas, podemos aflojar la cuerda. Mientras asuma sus responsabilidades y sus compromisos cuando salga, le podemos dar libertad. Pero si se aburre, no sabe qué hacer y espera siempre a que otros decidan por él, debemos intervenir. Tendremos que decirle que su tiempo libre es tan importante, o más, que el resto de su tiempo, que debe descubrir sus propios intereses y que si él no elige lo que desea hacer, seremos nosotros quienes tomemos la iniciativa. Sobre todo al iniciar su adolescencia, es imprescindible que 118 llevemos las riendas de su vida, en determinados momentos. Tenemos que exigirle que practique algún deporte, igual que le exigimos estudiar; el deporte que él desee, pero uno. Sin agresividad, pero con firmeza, le diremos que si no lo elige, le inscribiremos en el club deportivo o en el deporte que consideremos más adecuado para él. También le tenemos que impulsar a participar en algún proyecto altruista, a formar parte de algún grupo de teatro, baile, música o pintura..., a realizar acampadas, excursiones y otras actividades recreativas. El aburrimiento, la inactividad, la desidia, son el primer paso para caer tontamente en la droga, pero sobre todo, es el paso que facilita caer en la dependencia de otros. Muchas personas, en la adolescencia, aprendieron a depender de otros para no aburrirse. Los adolescentes dependientes fuman, beben y consumen las drogas de moda porque los demás lo hacen, o porque se las ofrecen y se dejan arrastrar con suma facilidad. El problema no está en la persona que se las ofrece, sino en no saber decir "no" cuando no les interesa hacer lo que otros quieren, en no ser ellos los que deciden lo que desean hacer, y en no elegir actividades que no admiten drogas. En definitiva, en no tener un programa de tiempo libre interesante. En muchos casos no hace falta que les impulsemos a ocupar su tiempo libre de acuerdo a sus intereses. Basta con permitirles seguir su impulso, no prohibiéndoles realizar actividades de tiempo libre. A menudo se las prohibimos considerándolas una pérdida de tiempo, puesto que se debe dedicar a estudiar. Ya hemos comentado que las actividades de tiempo libre deberían servir como incentivo y no como castigo. En lugar de castigarles sin actividades recreativas, deberíamos enseñarles a planificar su horario y a comprometerse con sus actividades de estudio y tiempo libre. Seguramente necesitará orientación, ánimo y límites, pero al final de la etapa habrá aprendido a disfrutar su tiempo libre, en soledad y con otros, sin que decidan por él, sin depender, sin dejarse arrastrar, sin drogas, comprometido con su proyecto de vida. RECUERDA . La droga no es el problema, sino el tipo de vida que conduce a la 119 droga. . Prohibirles la droga no es la solución, atemorizarles tampoco. . Debemos informarles, sin adoctrinar, sobre las consecuencias de los diferentes tipos de drogas, y analizar con ellos la presión de la publicidad, de su grupo... . Les debemos ayudar a reflexionar para que saquen conclusiones y adquieran compromisos. Su decisión debe ser personal: "No quiero consumirlas", en lugar de: "Me las prohíben". Las drogas están en su ambiente. La decisión de no consumirlas debe ser suya, si es de sus padres tratarán de engañarles. . Debemos ayudarles a organizar su vida, su proyecto personal y, muy especialmente su tiempo libre con su grupo de amigos, realizando actividades deportivas, en contacto con la naturaleza, artísticas, culturales y recreativas. . Si fallan, necesitan nuestra ayuda, no nuestro rechazo. Debemos permanecer abiertos a la comunicación, al diálogo: - Permitir que expresen cómo se sintieron, cómo se sienten. - Pedirles que reflexionen: cómo piensan evitar que vuelva a suceder. - Pactar: a qué se comprometen, qué consecuencias asumirán si vuelve a suceder. - Animarles a lograr lo que deben conseguir con su esfuerzo. . No temer a la droga sino: - A que tenga su vida resuelta sin esfuerzo por su parte, sin asumir responsabilidades. - A que no sepa qué hacer en su tiempo libre. - A que no dialoguemos. 5. LA VIOLENCIA: OTRO RIESGO QUE DEBEN AFRONTAR Cada vez es más frecuente tener que afrontar situaciones que implican agresividad. En el siguiente capítulo trataremos la amistad y comentaremos cómo solucionar los conflictos con personas conocidas. Aquí nos referimos a las situaciones agresivas con desconocidos. 120 Hay personas que pretenden divertirse molestando a otros. Otras veces el exceso de alcohol y de otras drogas, sobre todo en ambientes nocturnos, hace que se provoquen absurdas situaciones violentas: un adolescente considera que otro le mira de una manera inadecuada: "¿Qué miras, por qué me miras así, de qué te ríes?..." y por un motivo así de trivial, de absurdo, empuja, da una patada o pega a otro que supuestamente le molestó, éste le devuelve la agresión, intervienen los amigos de ambos y se organiza una pelea de la que salen mal parados unos cuantos. ¿Mereció la pena caer en la provocación de un suspicaz, de alguien con varias copas de más, de uno que pretende agredirnos? Estamos acostumbrados a defendernos agrediéndonos: "No me iba a quedar parado, tenía que defenderme, quería pelea y la tuvo". ¡Qué absurdo! Hay diferentes maneras de defenderse. Agredir a alguien que quiere pelea, no es una forma inteligente de defenderse. Cuando se cae en la provocación, el que provocó consigue lo que pretende, que haya pelea. Es infinitamente más inteligente no caer en la provocación, no hacerle caso, evitarle, incluso marcharse. No es de cobardes, es de inteligentes. Solo un estúpido se pelea porque otro quiere. El inteligente hace lo que él quiere, no lo que pretende el otro. No se somete a los deseos agresivos de quien viene a desestabilizar su noche. Con nuestros adolescentes tenemos que hablar de este riesgo, tan frecuente hoy en día. Muchas veces son los propios padres quienes aconsejan a sus hijos hacerse respetar "a golpes". Se requiere un control y una valía personal mucho más profunda cuando, para defendernos, utilizamos nuestras cualidades humanas en lugar de nuestros instintos animales. Al adolescente, tanto a él como a ella, le cuesta controlarse, sobre todo si no le hemos enseñado a solucionar sus conflictos dialogando. Sin embargo, aun costándole, es capaz de utilizar su inteligencia y comprender que no debe correr el riesgo de enfrentarse, con violencia, a quienes quieren provocar su agresividad. Tendremos que dialogar de las posibles situaciones que quizá tendrá que afrontar, para que llegado el momento, sepa controlarse. Además, deberá hablar con 121 su grupo, para ponerse de acuerdo entre ellos y no caer en provocaciones. 122 123 Los amigos. La convivencia. Resolver conflictos 1. LA AMISTAD EN ESTA ETAPA La adolescencia es la etapa del descubrimiento de la amistad. En la niñez resulta sencillo entablar amistad con otros niños a los que se acaba de conocer. No sucede así en la adolescencia. En esta etapa, el descubrimiento de sí mismo, de una identidad única, de unas cualidades, unos gustos y unos intereses propios, hace que el adolescente se identifique con las personas con las que tiene sentimientos afines, con las que comparte ideas, actividades, tipo de vida. El niño que se relacionaba con todos en la etapa anterior, ahora, convertido en adolescente, es selectivo. Sólo crea vínculos de amistad profunda con unos pocos, por muy numeroso que sea su grupo de amigos. Ya no crea esos vínculos con cualquier persona, se vuelve realmente selectivo. En esta etapa debe descubrir a sus amigos, debe saber elegirlos. Nosotros deberíamos aceptar que elijan a sus amigos, en lugar de asumir esa responsabilidad decidiendo quienes deberían serlo y quienes no. Enseguida veremos cuál tendría que ser nuestra intervención, para que ellos asuman una responsabilidad tan profunda como la de decidir con quién compartir parte de su vida y con quién no compartirla. Pero antes, analizaremos nuestros sentimientos. 2. ¿NOS SENTIMOS MENOS IMPORTANTES QUE SUS AMIGOS? El hecho de estar menos tiempo con sus padres, y más con sus amigos, no reduce el cariño del adolescente hacia nosotros. Lo transforma en un afecto más maduro, más intenso. Sus afectos se amplían. Nos han enseñado a desvivirnos por los hijos. No nos han enseñado a desprendernos de nuestros hijos, y a dejar que se desprendan de nosotros. Pretendemos que sean a nuestro gusto, como nosotros queremos, en lugar de aceptar que somos diferentes y que, por lo tanto, en muchos aspectos, sus gustos no van a coincidir con los nuestros. Si nos hubiesen enseñado a conocer el proceso de crecer del 124 ser humano, comprenderíamos que los adolescentes no rechazan a sus padres, por dedicar mucho más tiempo a sus amigos. Sus padres siguen siendo importantísimos, precisamente para ayudarles a ser independientes y a afrontar su vida. Ahora tienen que ser cada vez más autónomos, más autosuficientes. Tienen que dejar de ser niños e incorporarse al mundo adulto. Necesitan crear vínculos mucho más sólidos, más profundos, más intensos, con las personas con quienes se incorporarán a la edad adulta. Tienen que aprender a desprenderse de nosotros para vivir con las personas que elijan; y es precisamente en esta etapa, mientras todavía viven con nosotros, cuando aprenden a elegir con quién compartir su tiempo libre y con quién no deberían compartirlo. En la mayoría de los casos, en lugar de animarles a seleccionar sus amistades, queremos elegírselas y que estén siempre bajo nuestro control. Queremos evitarles el peligro de las malas compañías, evitar que "se nos tuerzan", en lugar de enseñarles a afrontarlo y aceptar que cometan errores. En lugar de ayudarles a desprenderse, ponemos los medios para que no se vayan, para que no tomen decisiones. Les hacemos dependientes, crecen inseguros. Deberíamos cortar el cordón umbilical psicológico que nos mantiene atados a nuestros hijos. Nuestro temor a las malas compañías, hace que no les dejemos cortar el cordón que les mantiene dependientes de nuestras decisiones y de nuestras emociones: "Ya no nos quieres, prefieres salir con tus amigos, no quieres estar con nosotros..." Acostumbrados a no elegir, a que sus padres decidan por ellos, no consiguen desprenderse, siguen atados, dependientes. Y aún cuando aparentan ser independientes, porque pasan mucho tiempo con sus amigos, realmente no lo son. Pasan del chupete a la litrona, dejan de depender de sus padres para pasar a depender de su grupo, un grupo que se somete sumiso a las actividades que estén de moda. Para desprenderse de nosotros, les tendremos que ayudar a descubrir su identidad, a definir su proyecto de vida, a elegir qué desean hacer y con quién, a resolver sus conflictos de convivencia. En definitiva, a conseguir su autonomía, sabiendo elegir a las personas con quienes compartir su vida, y afrontando sus errores cunado no los elijan 125 adecuadamente. 3. ¿SON DEPENDIENTES DE SUS AMIGOS? Si hacemos dependiente a nuestro hijo, asumiendo nosotros sus responsabilidades, decidiendo lo que debe hacer, eligiendo por él..., es muy probable que se haga dependiente de otros: amigos, ídolos, modas... Su independencia es sólo aparente. Estuvo atado a sus padres y ahora lo está a un grupo con el que cree identificarse. Realmente es un grupo por el que se deja arrastrar, al que se somete, puesto que al no haber elaborado su propio proyecto de vida, al no haber elegido qué actividades realizar, al haberse sometido a lo que decidían sus padres, no sabe qué le gusta, qué quiere... Los adolescentes que no han descubierto sus gustos personales, que no saben organizar su tiempo libre de acuerdo a sus intereses personales, que aprendieron a depender de sus padres para no aburrirse..., dependen de las propuestas de su grupo para entretenerse. Más adelante seguirán sin saber qué hacer en su tiempo libre y pretenderán que sean otros quienes les entretengan. Demandarán a su pareja o a sus hijos que les hagan constante compañía, porque nunca aprendieron a organizar su tiempo libre de acuerdo a sus intereses personales. Tampoco tendrán amigos porque no supieron, y no saben, elegirlos. Si queremos que nuestros hijos sepan disfrutar su tiempo libre sin depender de sus supuestos amigos, les tendremos que ayudar a descubrir sus gustos personales y a ser ellos quienes los elijan. 4. CONOCER A LOS AMIGOS DE NUESTROS HIJOS Para ayudar a nuestro hijo a relacionarse son sus amigos, deberíamos conocerlos. Es conveniente que vengan a casa, y que, de vez en cuando, puedan compartir alguna actividad con nosotros: una comida, un deporte, un paseo familiar... Conocer a los amigos de nuestro hijo nos ayuda a ofrecerle nuestra opinión acerca de ellos y facilita la comunicación cuando dialogamos sobre su convivencia y sus conflictos. Debemos evitar los prejuicios del tipo: "Ese amigo tuyo no me gusta porque tiene un arito en la oreja, o porque lleva el pelo recogido en una coleta, o porque no saluda, o porque no me gustan sus padres, o porque deja las cosas sin recoger, o porque estudia danza..." 126 Conocer a los amigos de nuestro hijo no quiere decir que nos hagamos amigos de sus amigos. Nosotros no somos adolescentes y, aunque tengamos una magnífica relación con nuestro adolescente y sus amigos, no tenemos por qué compartir sus gustos y sus actividades. No nos tiene por qué gustar la misma música ni tenemos que ir a la discoteca con ellos. Se puede dar, y de hecho se da, el coincidir en ocasiones. A los dos nos puede gustar un determinado tipo de música, un deporte, un tipo de película..., pero lo más probable es que nuestros proyectos de vida y, por lo tanto, nuestros intereses, difieran. No es necesario que hagamos esfuerzos para parecer jóvenes. Podemos tener un espíritu abierto, comunicativo, jovial, sin que sea necesario compartir con nuestro hijo adolescente actividades que ya no nos corresponden. Estamos en otra etapa, y al madurar nuestros intereses cambian, no son los mismos que teníamos cuando éramos adolescentes. 5. ELEGIR AMIGOS. CÓMO SE ELIGEN Nuestro adolescente conocía, ya en su niñez, a un buen número de compañeros del colegio y de fuera del colegio. En esta etapa, seguirá conociendo nuevos compañeros. Entre las personas que conocía, y las que está conociendo, tendrá que elegir a sus amigos. Unos serán simplemente compañeros porque, aunque estudian en el mismo instituto o coinciden en alguna actividad deportiva o de otra índole, no hay una relación de amistad. Entre los compañeros habrá algunos con los que se encuentre a gusto, aun sin ser amigos, y otros con los que no le agrade estar. En cualquier caso, sean sus sentimientos los que sean, a todos debe respetar y de todos debe hacerse respetar. En primer lugar vamos a definir quienes son los amigos. Los amigos son las personas con quienes nos sentimos a gusto compartiendo nuestro tiempo y nuestras actividades. El adolescente suele tener un amigo, que es su amigo del alma, con quien le gusta compartir sus ideas y opiniones, a quien le gusta contarle todo lo que piensa y siente. Pero tiene también su grupo o grupos de amigos. La amistad se basa en compartir. Se comparten, fundamentalmente, sentimientos y actividades. Les puede gustar practicar los mismos deportes, viajar, hacer excursiones, ir a bailar, escuchar la misma música, ver el mismo 127 tipo de películas... Los amigos no piensan ni sienten exactamente igual. Seguramente no comparten algunas opiniones, en ocasiones no se ponen de acuerdo, sus aficiones no siempre coinciden... Pero tienen bastantes cosas en común, y cuando sus intereses no son comunes se respetan mutuamente. Permiten que el otro realice su proyecto de vida, no tratan de someterlo, se ayudan mutuamente. Los adolescentes que se conocen a sí mismos, que conocen sus aficiones, encuentran a sus amigos entre las personas que realizan las actividades que les interesan. Los que no saben cuáles son sus intereses, se dejan arrastrar por las aficiones de otros. Para que nuestro hijo sepa elegir a sus amigos, no nos debería preocupar cómo serán sus posibles amigos, sino cómo es nuestro hijo; porque la elección de sus amigos está en función de cómo es él. Nunca buscará a sus amigos entre aquellos con los que no tiene intereses o aficiones comunes, o un tipo de vida más o menos afín; ni entre los que no respeten sus diferencias. Cuando ayudamos a nuestro hijo a organizar su vida de acuerdo a un proyecto interesante, que le permita ser autónomo, asumir sus responsabilidades y llenar su tiempo libre de una forma activa, creativa, sana..., le estamos ayudando a elegir amigos también autónomos y responsables, con un proyecto de vida personal interesante. Cuando les hacemos dependientes, buscan amigos dependientes, sin proyecto de vida, de los que se someten con suma facilidad a las actividades de moda y a las personas que quieren dominarlos. 6. NI PROHIBIR AMIGOS NI FORZAR UNA AMISTAD Prohibir a un adolescente determinados amigos sirve para provocar su deseo de llevarnos la contraria. Los límites, tras un diálogo, los acepta; pero ante la prohibición se siente incomprendido, no le hemos escuchado y se rebela desobedeciendo, mintiendo. Nos dirá que no se ven, cuando los sigue viendo; o hará mayor alarde de esos amigos que no nos gustan, para manifestar su oposición a nuestro criterio. Obtendremos el mismo resultado, si tratamos de imponerle como amigo a alguien que nos gusta. Basta que sienta que queremos 128 imponérselo para que lo rechace. No se puede forzar una amistad; podemos proponérsela, pero no imponérsela. Si consideramos que los supuestos amigos del adolescente no son una buena compañía para él, podemos ayudarle a descubrirlo, pero es él quien lo debe descubrir y quien debe dar el paso para dejar esa amistad. Como decíamos, prohibir es contraproducente, podemos conseguir lo contrario de lo que nos proponemos. Sin embargo, dialogando le podemos ayudar a reflexionar para que descubra si cuenta con verdaderos amigos, o si no es así. Para descubrir si alguien es o no es su amigo, tiene que pensar si respeta su vida, su forma de ser, y las actividades que no comparten; o si por lo contrario pretende que deje de ser como le gusta, o trata de someterle a un tipo de vida que no le va. Le podemos ayudar a caer en la cuenta de que ha dejado de hacer deporte, o que ya no va con su grupo de teatro porque su "amigo" se enfada si va a esas actividades en lugar de estar con él. Le podemos hacer caer en la cuenta de que un amigo comparte las actividades que pueden disfrutar juntos, y respeta las que no comparten. Seguramente no nos hará caso en un primer momento, pero sabrá dejar a quien no le conviene si, en lugar de sentirse obligado a dejarle, le ayudamos a reflexionar y le damos tiempo para rectificar su error. Cuesta aceptar errores que nos duelen, pero es rectificando sus propios errores como aprende a evitarlos. Evitárselos nosotros le hace cada vez más vulnerable. 7. DEFENDER EL PROPIO PROYECTO DE VIDA. ACEPTAR EL DE LOS DEMÁS Como decíamos, la amistad supone un sentimiento de confianza mutua, de estar muy a gusto con el amigo, de comunicación de ideas y opiniones, de compartir vivencias. Pero supone también respetar lo no común, lo que no se comparte. Patricia respetará que su amiga Carolina vaya a jugar al voleibol, aunque ella prefiera hacer atletismo. No tratará de convencerla para que deje de practicarlo. Como no comparten el mismo deporte, cada una forma parte de un grupo diferente con quien comparte sus aficiones deportivas. Tampoco han elegido estudiar lo mismo. Patricia quiere estudiar una ingeniería y Carolina se inclina por el arte, quiere ser pintora. Cuando dejen el 129 instituto, cada una tendrá un grupo de compañeros diferentes con quien entablará amistad. A las dos les gustan las excursiones y se apuntan a todas las que pueden. También ayudan en un hogar infantil y les encanta ir al cine juntas. Comentan los libros que leen, intercambian opiniones y hablan, hablan y hablan, durante horas... En la amistad es tan importante el hecho de compartir como el de sentirse respetado, aceptado y apoyado en lo que no se comparte. Si Carolina pretende que Patricia deje de hacer atletismo porque a ella no le gusta, y porque al no coincidir en el deporte no pueden estar tanto tiempo juntas, está tratando de someter a su amiga a sus gustos personales. No está respetando que sea diferente, no está aceptando que no coincidan en todo. Tendría que actuar no sólo respetando y aceptando los intereses de su amiga, sino apoyándolos, motivándola a continuar practicando aquello que le satisface. Si Carolina pretendiese someter a su amiga, Patricia debería hacerse respetar, no se debería someter a los gustos de nadie. Renunciar a ser ella misma, para ser como quiere su amiga, es ir en contra suya. Para que la respeten tiene que hacerse respetar. Para no ser víctima, no debe someterse. Defender nuestro proyecto de vida, y aceptar que nuestros amigos tengan proyectos de vida diferentes al nuestro, es la base de una convivencia armónica. Si pretendemos que los demás sean a nuestro gusto, o nos sometemos al gusto de los demás, la convivencia se convierte en una batalla constante por no aceptar nuestras diferencias, nuestra forma diferente de pensar, de sentir, de enfocar la vida. Para hacer que respeten nuestro proyecto de vida, tenemos que tener un proyecto de vida propio. ¿Cómo lo van a respetar o lo vamos a defender, si ni siquiera lo tenemos? Los que no tienen proyecto personal, se dejan arrastrar. Los que tienen proyecto de vida propio, lo llevan a cabo sin someterse a proyectos de otros. En lugar de lamentarnos porque los amigos de nuestro hijo pretenden someterle, "llevándole por mal camino", deberíamos enseñarle a defender su proyecto, exponiendo lo que quiere y expresando claramente lo que no quiere. Tiene que saber decir "no". Puede ceder, pero sólo circunstancialmente, no como sistema de vida. 130 8. SABER DECIR "NO" UTILIZANDO BUENAS MANERAS Quizás este sea uno de los capítulos más difíciles para los seres humanos: saber decir "no" utilizando buenos modales. Muchísimas personas mienten porque supuestamente su "buena educación" no les permite decir la verdad, o por evitar disgustos a las personas cercanas. Ya lo comentamos al hablar de nuestras relaciones familiares. A los adolescentes les cuesta muchísimo decir a sus amigos que no quieren complacerles, cuando les proponen algo que no desean hacer. Están dispuestos a ir en contra de sus deseos, por dar gusto a sus amigos. Afirman: "A un amigo hay que decirle siempre que sí, sino no eres su amigo". Dicen frases como la anterior con pleno convencimiento. Hablando con los adolescentes, reconocen que muchas veces actúan con sus amigos, en contra de lo que desearían hacer. "Se sacrifican" haciendo lo contrario de lo que quisieran hacer. En realidad, les falta valor para decir lo que piensan. Reconocen que a veces se visten, se peinan, se arreglan de una manera que no es la que les gusta, pero que no se sienten capaces de decírselo a sus amigos. Reconocen que van a ver películas que no les gustan, o de compras sin apetecerles, o que se quedan en la discoteca más tiempo del que quisieran, a veces ni siquiera tenían ganas de ir a la discoteca...; pero que lo hacen porque: "A un amigo no se le dice que no". Al adolescente le resulta tremendamente fácil caer en la dependencia de modas y amigos. Dice "no", con suma facilidad, a sus padres y profesores, pero le cuesta muchísimo decir "no" a sus iguales. A menudo miente para no disgustarles y hasta pretende que seamos sus cómplices. Si le llama Pablo para ir al cine y en ese momento no tiene ganas de ir, nos implorará: "Por favor, mamá, dile que no me dejas salir, que tengo que pasar la tarde estudiando". Pero no debemos convertirnos en cómplices de sus mentiras. Debe aprender a expresar con sinceridad lo que siente, no debe aceptar lo que no desea. Tendrá que dar el paso de atreverse a comunicar lo que no quiere. Le diremos que le diga a Pablo la verdad. Es su amigo, y los amigos aceptan que no queramos compartir todas sus actividades. Si Pablo se enfada tendrá que aceptar su enfado, sin duda se le pasará. Pero como norma 131 de vida no debe hacer lo contrario de lo que desea para dar gusto a alguien. Si lo hace, acabará sintiéndose mal consigo mismo y con su amigo. Tendrá que ser sincero con Pablo: "Hoy necesito quedarme a estudiar, a ti no te hace falta, pero a mí sí, necesito mejorar la nota". Suponiendo que Pablo sienta rabia y le cueste aceptar que no salga con él, ni siquiera el rato de la película; cuando se le pase la rabia, seguramente aceptará la negativa de su amigo. Pero si no acepta que no compartan todas sus actividades, descubrirá que Pablo no es un buen amigo, puesto que no lo respeta, ya que pretende que se someta, siempre, a sus decisiones. Le tenemos que ayudar a descubrirlo. No vamos a mentir por él, no vamos a ser cómplices de sus mentiras. Pero tampoco le vamos a decir que Pablo no es un buen amigo. En primer lugar animaremos a nuestro hijo a expresar con sinceridad, a su amigo Pablo, lo que necesita hacer, estudiar, y lo que no va a hacer, salir. Le animaremos a expresar lo que desea, para que Pablo le comprenda y lo acepte. Pero si no lo acepta y pretende someterle, tendrá que descubrir que no le interesa ser su amigo. Le podemos ayudar a reflexionar, pero las conclusiones de su reflexión serán suyas, no nuestras. Podemos ayudarle a pensar con preguntas dirigidas a sus sentimientos, a sus opiniones: "¿Cómo te sientes cuando se niega a aceptar lo que necesitas hacer?¿Le has expresado con sinceridad lo mucho que te perjudicaría ir con él al cine en lugar de estudiar? ¿Crees que sabe respetarte, que tiene en cuenta tus necesidades, o sólo las suyas? ¿Qué podrías hacer para sentirte bien con él sin someterte a sus intereses? ¿Qué tendrías que hacer si pretende que seas tú quien ceda siempre?" Le animaremos a comprobar que sus verdaderos amigos, aunque rechacen su negativa en un primer momento, acabarán aceptándolo. Tendrá que aprender a expresar lo que quiere y lo que no desea: "Quiero ser tu amigo, pero no quiero hacerme un tatuaje". "Voy a la discoteca pero vuelvo pronto a casa". "Esta noche no salgo, mañana tenemos partido". "Este fin de semana me voy fuera con mis padres, no podré estar con vosotros". 9. ACEPTAR EL "NO" DE OTROS 132 A veces tienen que saber decir "no", y otras veces tienen que aceptar el "no" de otros. Ana insiste a su amiga Inés: "Me tienes que acompañar, me dijiste que iríamos juntas a matricularnos y ahora, porque vienen tus primos, cambias de opinión". Cuando Ana llegue a casa, furiosa, no tendríamos que hacernos cómplices de su furia: "Si fuese tu amiga, dejaría a sus primos y te acompañaría, tal como quedó". Le ayudaremos a reflexionar: "¿Crees que no ha querido acompañarte? ¿No crees que a ti te ve casi a diario y a sus primos sólo cuando vienen al país? ¿Puedes matricularte aunque no te acompañe? ¿Qué crees que podrías hacer?"... Ana puede pensar que nos ponemos a favor de su amiga "traidora" y en contra suya, pero si sabe que normalmente procuramos que exprese su punto de vista y que escuche el de los demás, aceptará nuestra ayuda, reflexionará, aunque en el momento aparente rechazarla. Los adolescentes necesitan saber expresar "no", con firmeza, en situaciones de suma importancia en su vida. Tienen que elegir estudiar aquello que vaya con su personalidad, tendrán que saber decir "no" a los estudios que no deseen. Tienen que elegir a sus amigos, tendrán que decir "no" a las amistades que no les permitan ser ellos, que no acepten su proyecto de vida, que pretendan someterlos. Tienen que elegir sus actividades de tiempo libre, tendrán que saber decir "no" a las drogas, a la violencia, al sexo no deseado... Saber decir "no" a cuestiones de tanta importancia no les resultará nada fácil si cuando debían decir "no", en su vida más rutinaria, se callaban y hacían lo que querían otros. Los adolescentes se quejan de que no les entienden y es verdad; pero suelen ser poco comprensivos y extremistas en sus juicios acerca de las personas que no piensan como ellos. Es la consecuencia normal de no ser comprendidos. Sin embargo, tienen una gran capacidad para comprender a los demás. Si les ayudamos a reflexionar acerca de sus sentimientos y los sentimientos de los otros, pueden aceptar cualquier punto de vista, aunque sólo compartan los que sean afines al suyo, y saben hacerse respetar. Tenemos que hacerles reflexionar sin hacer nuestro el problema de nuestro hijo, sin comportarnos como si fuésemos adolescentes. 133 Nuestro comportamiento no debe ser el de un adolescente egocéntrico que solo tiene en cuenta su punto de vista. No deberíamos decir a nuestra hija, si su amiga no le quiso prestar los apuntes: "No la vuelvas a mirar a la cara después de lo que te ha hecho". Tendrá que ser ella quien decida seguir comunicándose o cortar la relación con la compañera que no le prestó los apuntes. Nosotros le ayudaremos a pensar si su amiga debía dejárselos o realmente tenía motivos para no hacerlo, y cómo considera que debería actuar sin ser radical, comprendiendo el punto de vista de su compañera, aunque no lo comparta. 10. NO SER RADICAL Si no les ayudamos a comprender diferentes puntos de vista, los adolescentes son tremendamente radicales, extremistas: O conmigo o contra mí. A los que no piensan como ellos, los tachan de la lista de su vida: "Me dijo que no le gustaba mi vestido, ¡qué grosera!, no la vuelvo a dirigir la palabra". "No quiso venir a mi fiesta, no le vuelvo a invitar, en la vida"... Con la misma radicalidad se someten a modas o signos de identidad de su grupo. Se visten con determinadas marcas, se peinan siguiendo el corte "a la última", se hacen un tatuaje o se ponen un "piercing" porque hay que ponérselo, porque todos se lo ponen. Necesitan que les ayudemos a reflexionar: "¿Desprecio a los que no piensen como yo o trato con respeto a los que piensan diferente?" "¿Debería actuar como quieren otros o puedo hacerme respetar, aunque les cueste aceptarme?" Su conclusión puede ser errónea bajo nuestro punto de vista, pero tendremos que aceptar su error, aunque no lo compartamos. Su error lo tienen que rectificar ellos. A veces también nosotros somos muy radicales en nuestras opiniones. Juzgamos a los amigos de nuestro hijo por su aspecto externo y le prohibimos que vuelva a traer a casa a alguien con "esas pintas". O decidimos, que su amiga es una grosera porque no saluda, cuando quizá sea tímida, o simplemente no se dio cuenta. O nos desquiciamos porque se prepararon la merienda y no recogieron la cocina, cuando hablando con el adolescente y pactando los límites y las consecuencias, todo puede arreglarse. 134 Debemos tratar de no ser radicales, de dialogar en lugar de imponernos. Si tratamos de imponernos criticando a nuestro hijo y a sus amigos, se opondrá a nosotros con fuerza, sometiéndose sumisamente a las imposiciones de su grupo: forma de vestir, tipo de música, bebidas, tabaco...; se entregará sin límites al grupo de "amigos" en el que se apoya. Con ellos es dócil, porque no se atreve a oponerse. Aunque con su grupo se envalentona y aparenta que "pasa" de formas sociales, no es así, está sometido a otras formas sociales y a su grupo. Dialoga y razona sin problemas, si se siente comprendido y respetado. Pero si siente que no le comprendemos, que le prohibimos y criticamos todo lo que hace, se refugia en su grupo de amigos. Busca seguridad y apoyo en su grupo, porque en casa no los encuentra. 11. RESOLVER CONFLICTOS SIN AGRESIVIDAD Los conflictos surgen porque tenemos diferentes formas de pensar y no estamos de acuerdo. Para resolverlos tenemos que aceptar que no pretendemos lo mismo, y que necesitamos ponernos de acuerdo cediendo uno de los dos o ambos. Seguramente, a lo largo de su vida, el adolescente ha aprendido a resolver sus conflictos con agresividad. Es la manera que utiliza la sociedad para resolverlos. Seguramente aprendió que, cuando le agreden, lo que tiene que hacer es agredir él también. La niñez fue la etapa de aprender a dialogar y a ponerse de acuerdo. Pero si no le enseñamos en la etapa anterior a dialogar en lugar de agredir, aunque ahora le costará algo más, puede aprender; cuenta con su gran capacidad para reflexionar y pactar. 12. DIALOGAR PARA PONERNOS DE ACUERDO Estamos estableciendo las bases de la convivencia, de la amistad, del respeto mutuo. Nuestros hijos pueden aprender a convivir resolviendo sus diferencias, partiendo de la comprensión y del respeto a los diferentes puntos de vista, o siguiendo los esquemas agresivos que propone la sociedad en general. Nosotros queremos partir de la comprensión y el respeto. Todos somos diferentes y por lo tanto es normal que no siempre coincidan nuestros deseos, nuestros intereses. Tenemos diferentes puntos de vista, es normal que no coincidamos en muchos aspectos de la vida. Cuando 135 esto suceda, en ocasiones cada uno podrá actuar de acuerdo a sus intereses, bastará con aceptar que es normal que pensemos diferente, que no queramos lo mismo, que no compartamos todo. Pero otras veces tendremos que ponernos de acuerdo para evitar conflictos; en esos casos, a veces cederá uno, otras veces cederá otro, y a veces cederemos los dos. Si Laura tiene que presentar un trabajo en el colegio, y prefiere comer cuando lo termine, no habrá conflicto si sus padres aceptan que realice la actividad que necesita y que no coma con ellos; pero tendrán que acordar que sea ella quien organice su comida, y deje todo recogido. El conflicto puede estallar si sus padres se niegan a aceptar que los intereses de su hija y los suyos no coinciden, y la obligan a comer con ellos; o si se someten a los intereses de su hija cambiando su hora de comer. También si en lugar de acordar que Laura organice y recoja su comida, preparan y recogen lo que le corresponde hacer a ella. El conflicto: "Laura no quiere comer todavía, sus padres sí", se resuelve básicamente: . Teniendo en cuenta los dos puntos de vista. . Llegando a un acuerdo, en el que ambos asumen un compromiso. Para tener en cuenta los dos puntos de vista, tiene que quedar claro lo que quiere cada uno. Debemos partir de la comprensión. En lugar de intentar imponer nuestro punto de vista, deberíamos escuchar el deseo del otro, tratando de comprenderle. Para llegar a un acuerdo cedemos ambos, o uno de los dos, pero no siempre el mismo. Si siempre cede el mismo, ya lo hemos comentado, se consigue que el que cede siempre aprenda a someterse, y el otro a tiranizar. Cuando los conflictos de nuestro hijo sean con sus amigos, fuera de casa, podemos tener un papel fundamental para ayudarle a resolverlos sin agresividad. Aprender a resolver conflictos en casa, utilizando el diálogo y el pacto para resolverlos, es la base para saber resolverlos también fuera de casa. Si Daniel nos comenta furioso que Alicia no le prestó los apuntes y que quiere vengarse, le diremos que piense primero por qué cree que no se los prestó. Después de tener en cuenta sus sentimientos y su punto de vista, y los de Alicia, le diremos 136 que piense en alguna solución no agresiva. Es mejor buscar soluciones que nos ayuden a hacer más agradable la convivencia, que convivir agrediéndonos o distanciándonos. Daniel puede decidir hablar con Alicia en lugar de vengarse, porque al reflexionar sobre el punto de vista de Alicia, recuerda que realmente no le pidió los apuntes, sino que se los cogió sin decírselo, y eso a Alicia la sentó fatal, se pasó dos horas buscándolos pensando que los había perdido. O puede caer en la cuenta de que Alicia no se los prestó porque ella también los necesitaba. O quizá comprenda que Alicia nunca quiere dejar nada a nadie, porque aunque todos la critican, nadie le ha hablado sinceramente. Puede ser que tenga que decidir que no merece la pena pedir los apuntes a Alicia... En fin, la solución, el acuerdo al que llegue Daniel, sea el que sea, deberá acordarlo después de reflexionar acerca de los diferentes sentimientos y puntos de vista, los suyos y los de Alicia. Y siempre buscando soluciones no agresivas, soluciones que mejoren la convivencia en lugar de empeorarla. 13. CONFLICTOS ENTRE HERMANOS Cuando surge un conflicto entre hermanos lo habitual es que los padres, en lugar de proponerles resolver su conflicto hablando entre ellos, hagan de intermediarios: "¡Mamá, Raúl me ha vuelto a quitar los CD´s sin permiso!" Mamá se dirige a Raúl: "Devuelve los CD´s a tu hermana". Entra en el conflicto, lo resuelve como ella considera. Raúl se enfada con su madre: "Tú siempre das la razón a Carmen. Ella me quitó tres CD´s la semana pasada y no me los ha devuelto, ni siquiera sabe dónde los ha dejado. Pero tú nunca la dices nada, siempre me regañas a mí". La madre sigue insistiendo, ya metida en el conflicto: "¿Y yo qué sabía? Tú no me dijiste nada". Raúl: "Claro, cómo te lo iba a decir si estabais las dos de compras cuando me di cuenta de que me los había quitado. Siempre estás con ella, nunca sales conmigo"... El conflicto de los CD´s se complica y acaba siendo un conflicto de celos, que lejos de resolverse, se sigue complicando. ¿Cómo debería actuar la madre de Raúl y Carmen? No debe hacer suyo el conflicto, porque no es suyo, es de sus hijos. Su papel no es tomar partido por ninguno de sus hijos, ni decidir lo que deben hacer. Debería enseñarles a expresar y escuchar lo que quiere cada uno, 137 para ponerse de acuerdo acerca de cómo actuar en adelante. Cuando Carmen dice a su madre que Raúl le ha quitado sus CD´s. Tendría que haber dicho a su hija: "Si quieres que te los devuelva, pídeselos a tu hermano". Seguramente Carmen dirá que a ella no la hace caso. La madre debe dirigirse a los dos y pedirles que exprese cada uno lo que quiere y que escuche lo que quiere el otro. Carmen dirá: "Yo tampoco quiero que me quites los CD´s cuando no estoy". Entonces la madre les pedirá que se pongan de acuerdo sobre cómo deben actuar la próxima vez que uno quiera los CD´s del otro. Pueden acordar que cuando uno quiera algún CD del otro tiene que pedirlo, y después de utilizarlo, volverlo a dejar en su sitio. Si no lo hace, no se lo prestará. Así les enseña a hablar entre ellos. Deja de hacer de intermediaria de sus hijos, como si no pudieran entenderse. Al hablar entre ellos aprenden a expresar su opinión y a escucharse, aprenden a establecer los acuerdos que necesitan. Aprenden, en definitiva, a convivir si agredirse, dialogando. Enseñar a los hijos a resolver sus conflictos, en lugar de resolverlos nosotros, favorece la comunicación entre hermanos y evita los celos. Los celos los alimentamos cuando decidimos nosotros lo que deberían decidir ellos. Carmen puede sentir que la decisión de su madre favorece a Raúl, y Raúl puede sentir lo contrario. Si la decisión es de ambos, la madre no toma partido, su papel consiste en ayudarles a comunicarse y a ponerse de acuerdo. En lugar de celos provoca un buen entendimiento entre los hermanos, aunque para lograrlo surjan las discusiones lógicas al presentar cada uno un punto de vista diferente. Acabarán poniéndose de acuerdo. Tendrán una buena relación de hermanos y les servirá para resolver conflictos con cualquier persona que convivan. 14. RESOLVER SUS CONFLICTOS EN CASA ES LA MEJOR AYUDA PARA RESOLVERLOS CON SUS AMIGOS Con las personas que no conocemos, los conflictos no se resuelven dialogando. No debemos caer en su provocación, ni responder a sus insultos, a su deseo de pelea. Como comentamos en el capítulo anterior, alejarnos de la persona que nos quiere provocar, es la manera más inteligente de evitar cualquier tipo de agresividad. Sin 138 embargo, con las personas conocidas no debemos evitar la comunicación. Con los adolescentes no faltarán situaciones conflictivas. El entrenamiento para aprender a resolverlas, sin agresividad, puede ser casi diario. Así que, si les entrenamos bien, al final de la etapa serán unos campeones, dialogando y pactando, para resolver conflictos con sus padres, con el resto de la familia y con sus amigos. Veamos unos cuantos ejemplos. María nos cuenta que Carmen le ha dicho que no la sientan bien los pantalones vaqueros que se acaba de comprar. Si le decimos: "No le hagas caso, es una mala amiga, una buena amiga nunca te diría eso", no la ayudamos a mejorar la convivencia, sino a empeorarla. Podríamos ayudarla a comprender que Carmen tiene una opinión diferente a la suya respecto a sus pantalones, y que tener en cuenta opiniones diferentes a la nuestra puede resultar de gran ayuda en muchas ocasiones. Paula quiere salir con sus amigas. Su madre quiere que se quede porque van a venir los abuelos; le prohíbe salir. Sería mucho más eficaz hacerla reflexionar. A sus abuelos no los ve casi nunca porque viven fuera, a sus amigas las puede ver casi a diario. La podemos ofrecer el punto de vista de sus abuelos: "Les hace mucha ilusión verte". Si a pesar de todo decide no ver a sus abuelos y salir con sus amigas, nos tendremos que plantear si merece la pena que se quede en casa amargando la reunión familiar. No se trata de ceder siempre a los deseos de Paula, ni de "pasar" olímpicamente de nuestra hija que, a ratos, nos parece insoportable, sino de decidir lo que realmente merece la pena hacer, y pactar con coherencia. Alfonso quiere que sus padres le dejen las llaves de un apartamento que tienen en la playa, para ir con sus amigos. Sus padres se las niegan. Él las coge y se va dando un portazo. Sus padres deciden castigarle un mes sin paga. Este es un caso típico de respuesta agresiva a otra agresión. En lugar de agredirle, podrían establecer las condiciones en las que sí estarían dispuestos a dejarle el apartamento; y expresar claramente los límites, en qué casos no estarían dispuestos. Si no cumple lo establecido, la consecuencia será no 139 dejarle ir al apartamento, pero si lo cumple, podrá ir con sus amigos. Si no puede ir porque no cumplió lo pactado, aunque en el momento dé un portazo, sabrá aceptar las consecuencias. El conflicto surge, cargado de agresividad, cuando los padres no exponen su punto de vista ni escuchan el de su hijo y, sin pactar nada, pretenden imponerse con prohibiciones; Alfonso dejará de comunicarse con sus padres, tratará de engañarles y se refugiará en sus amigos. Guillermo entra en casa con unos amigos y pide dinero a sus padres para irse al cine y a cenar. Sus padres le dicen que se pueden quedar a cenar en casa, pero el hijo insiste en salir y acaban dándole lo que pide. Tendremos que exponer, a nuestro hijo, nuestro punto de vista respecto al dinero. Guillermo debe saber que no le vamos a dar dinero cada vez que nos lo pida, aunque nos lo pida cuando vaya acompañado. Pero si pretende sorprendernos delante de sus amigos, debemos ser coherentes y actuar de acuerdo a lo pactado. La cantidad que le damos debe estar acordada, también cómo debe ganársela. Si no hemos llegado a ningún acuerdo con él debemos hacerlo cuanto antes, por su propia autonomía y para evitar conflictos. Cuando resolvemos los conflictos, pactando con el adolescente lo que debe hacer, y establecemos límites y consecuencias que siempre se cumplen, le cuesta mucho menos resolver los conflictos con sus amigos sin someterse a ellos, y sin tratar de someterles. Aprende a establecer límites, a saber decir "no". Aprende a respetar que comparten algunas actividades, pero no todas, porque comprende que cada uno tiene un proyecto propio, personal, además del proyecto común. RECUERDA Para resolver conflictos hay que: . Dialogar - Exponer el propio punto de vista: nuestros sentimientos, lo que queremos, lo que no queremos... - Escuchar el punto de vista del otro: sus sentimientos, lo que quiere, lo que no quiere... . Llegar a acuerdos 140 - Pactar cómo actuar la próxima vez que surja la situación conflictiva. - No someterse al criterio del otro, ni someter al otro. - Saber ceder y no ceder. Saber aceptar el "no" del otro y saber decir "no". 15. CUANDO LOS PADRES NO ESTÁN DE ACUERDO ENTRE ELLOS A veces son los padres los que tienen que resolver, entre ellos, el conflicto de ponerse de acuerdo respecto a lo que pretenden exigir a su hijo. Normalmente no dialogan, sino que discuten acerca de lo que debería hacer su hijo, sin tener en cuenta la opinión de cada uno. Con frecuencia uno de los dos culpabiliza al otro del comportamiento del adolescente: "Tu hijo ha llegado tarde, no ha abierto un libro en todo el día, vino apestando a alcohol ..., no me extraña, como a ti te parece normal que actúe así, seguro que tú fuiste igual a su edad... Podrías preocuparte un poco más de tu hijo". Tanto si llega tarde, como si no estudia, como si se excede bebiendo..., tendremos que hablar con el adolescente, ofrecerle nuestro punto de vista, escuchar el suyo, y llegar al acuerdo que nos permita saber cómo actuar, si se provoca nuevamente esa situación conflictiva. Le podemos hablar los dos, el padre y la madre, si estamos de acuerdo, o sólo uno de los dos, el que tenga claro como dialogar. El adolescente, aunque para cuestiones superficiales se aproveche del padre permisivo que se queja constantemente de su comportamiento, pero del que consigue lo que quiere sin que le exija nada; cuando necesite alguien que le impulse a madurar y a resolver situaciones fundamentales en su vida, se dirigirá al que le sepa poner límites y le ayude a asumir las consecuencias de su manera de actuar. A veces los padres se ponen de acuerdo entre ellos para algo supuestamente positivo: "Habría que subirle la paga, le tenemos que dejar salir más...", o para algo supuestamente negativo: "No le vamos a dejar salir porque no es responsable, su cuarto siempre está desordenado, saca malas notas..." Está bien que se pongan de acuerdo entre ellos, pero siempre deberán hablar con su hijo. Es él 141 quien debe reflexionar acerca de si necesita más paga, o salir más, acerca de cómo debe vestirse, quién debe ordenar su cuarto, qué y cuánto debe estudiar... Después tendrá que pactar con sus padres qué puede y qué no debe hacer. No debemos decidir castigarle sin salir con su monopatín o con sus amigos, aunque podría ser una consecuencia pactada con el adolescente. Podemos acordar que no saldrá con el patín o con sus amigos hasta que no termine de estudiar, pero si estudia sí podrá hacerlo. Otras veces los padres no se pueden poner de acuerdo porque están en total desacuerdo. Son padres separados que han dejado de comunicarse o que aunque se comuniquen piensan de forma opuesta. En ese caso, la madre o el padre, el que esté dispuesto a ayudar a su hijo a ser autónomo y a resolver sus conflictos sin agresividad, será quien deba dar los pasos que venimos indicando. No es cierto que lo que hace uno, el otro lo deshace. Cada uno muestra un camino diferente. Nosotros no educamos para que nuestros hijos sigan nuestro camino, sino el que ellos decidan. Lo que hacemos es animarles a seguir el camino que les conduce a valerse por sí mismos y a convivir respetando a todos y haciéndose respetar, pero la decisión del camino a seguir es suya. El padre, o madre, que educa en la autonomía y el respeto a todos, no impone un tipo de vida, lo propone. Como comentamos en párrafos anteriores, el adolescente, cuando necesite a alguien que lo impulse a madurar y a resolver situaciones fundamentales en su vida, se dirigirá siempre al que le ayuda a tomar decisiones responsables. 142 143 Enamorarse 1. ENAMORARSE. OTRA NOVEDAD DE ESTA ETAPA El hecho de que nuestro hijo se enamore, por una parte nos preocupa y por otra nos hace gracia. Nos preocupa que se incorpore demasiado pronto a unas experiencias para las que le sentimos inmaduro, sin preparar, demasiado pequeño. Nos hace gracia lo que para nosotros son chiquillerías: que se quede absorto cuando escucha la música con la que bailaron juntos por primera vez; que se esconda para hablar con ella, muy bajito, por teléfono; que mire a la luna con expresión embelesada... Nos preocupa que baje su rendimiento escolar, que estudie menos, que quiera salir más. "Ya tendrás tiempo de enamorarte, ahora dedícate a estudiar". "No pierdas el tiempo enamorándote tan pronto, ahora diviértete". Frases así dan a entender al adolescente que no le comprendemos, que no comprendemos que enamorarse no es un acto voluntario, sino que responde a un sentimiento que surge espontáneamente. Es cierto que nuestro hijo no está preparado para vivir un amor maduro, pero necesita dar los primeros pasos hacia el amor maduro, por eso surge el amor en esta etapa. Es la etapa de aprender a madurar, y lo hará cuando todavía comparte la vida con sus padres. Durante esta etapa, y la siguiente, deberá aprender a dejar de ser inmaduro en sus relaciones amorosas. Necesita prepararse para vivir con madurez su futura relación de pareja, si decide compartir su vida con alguien a quien tendrá que saber elegir. 2. SE ENAMORA SIN PROPONÉRSELO Tenemos que aceptar la realidad: se enamora sin proponérselo, siente una emoción especial por otra persona, no puede evitarlo. De hecho, si le preguntamos una semana antes de enamorarse por primera vez, si ya se ha enamorado, siente que le estamos haciendo una pregunta estúpida: ni está enamorado ni se piensa enamorar, eso no le va a suceder a él. Elena dice que los chicos son tontos y Antonio piensa lo mismo de las chicas. Pero un día se miran y descubren que acude a ellos un sentimiento especial, diferente, desconocido hasta ese momento. Ese sentimiento ni ellos lo pueden evitar, ni nadie se lo 144 puede prohibir. Está ahí, ha aparecido por primera vez en su vida para que lo puedan vivir con mayor profundidad, con mayor madurez, cuando llegue el día de compartir la vida con la persona elegida. Pero hasta que llegue ese día pasarán la adolescencia y la juventud aprendiendo a conocerse a sí mismos y a las personas de las que se enamoren, y aprendiendo a elegir a las personas con quienes compartir su amor. Necesitan aprender a renunciar, a desprenderse de las personas de las que se creyeron enamorados pero no lo están, y de las que no les convenían. También tendrán que aprender a aceptar que no les correspondan en sus sentimientos. Necesitarán madurar su relación amorosa. Deberán reflexionar y tomar decisiones muy profundas para elegir adecuadamente. Pero en este momento, en su adolescencia, acaba de surgir un sentimiento que nadie les puede negar. 3. NO NEGAR NI PROHIBIR QUE SE ENAMOREN Pretender que no piense en él o en ella, pretender que se dedique únicamente a estudiar, olvidándose de quien le ha hecho sentir algo tan especial, no tiene sentido. Si le trasmitimos que no aceptamos su sentimiento: "Olvídate de esas cosas, ya tendrás tiempo, la vida es larguísima, yo empecé prontísimo y ahora me arrepiento..." Si le trasmitimos mensajes que en lugar de ayudarle a desarrollar su sentimiento recién descubierto, pretenden que ese sentimiento deje de existir, dejará de comunicarse con nosotros, puesto que no le comprendemos; pero no podrá frenarlo, simplemente lo ocultará o lo negará, no nos expresará lo que siente. Es importantísimo, para no romper la comunicación, para poderle ayudar a vivir con madurez su proyecto de vida, que aceptemos lo que le está sucediendo. Si aceptamos su sentimiento podremos dialogar y profundizar en un aspecto vital en esta etapa, y en todas las sucesivas hasta el final de su vida. Le podremos ayudar a equilibrar su sentimiento. 4. AYUDARLES A EQUILIBRAR SU SENTIMIENTO En muchas ocasiones su descubrimiento le hace vivir con tal intensidad el enamoramiento, que descuida el resto de las actividades que forman parte de su etapa. Cuando estudia se desconcentra pensando 145 en la persona amada, le habla por teléfono o le manda mensajes continuamente. Su único deseo es estar lo más cerca posible de esa persona, aunque sólo sea con el pensamiento. Como decíamos, es importantísimo aceptar que se ha enamorado. Pero necesita que le ayudemos a caer en la cuenta de que está atendiendo, únicamente, a un aspecto de su proyecto de vida. Lo que le ha sucedido, enamorarse, no invalida el resto de las actividades de su etapa. Sigue siendo importante su vida familiar, su estudio, y sus aficiones personales, y las actividades y recreativas que comparte con sus amigos. No debe renunciar a realizar su propio proyecto, ni impedir que la persona de quien se ha enamorado deje de realizar el suyo. Enamorarse no debe suponer frenar, retroceder o empequeñecer su vida, sino todo lo contrario. Al enamorarse entra a formar parte de su vida un sentimiento nuevo que puede ayudarle a avanzar, engrandecer y mejorar toda su vida y la de la persona que ama. No debe dejar de estudiar. Tampoco debe dejar de salir con su grupo de amigos para dedicarse únicamente a una persona. Esa persona se puede incorporar a su grupo para compartir algunas actividades, aunque no se debe pretender que comparta todas, ni debe suprimir las que no compartan. Cada uno seguirá con su grupo de amigos y con sus actividades recreativas, incorporándose únicamente a las que deseen compartir. 5. NO DAR AL ENAMORAMIENTO DE LOS ADOLESCENTES MÁS IMPORTANCIA DE LA QUE TIENE Cuando él, o ella, se enamoran, su enamoramiento, esa emoción especial que siente, es un sentimiento importantísimo. Pero acaba de iniciarse, está dando los primeros pasos. Su sentimiento es tambaleante, necesita equilibrio, madurez. Se desequilibrará, tropezará, y se caerá bastantes veces, hasta ponerse de pie definitivamente y andar con paso firme y seguro en su vida amorosa. No es el momento de planificar la vida de nuestro hijo, y de organizar la nuestra, como si hubiese dado un paso definitivo en su caminar hacia el amor maduro. Algunos padres entablan relaciones con la "futura familia política" de su adolescente, sin venir a cuento. Podemos conocer a la persona que provocó su enamoramiento y 146 circunstancialmente a su familia, pero sin crear lazos que no nos corresponde crear a nosotros. Lazos que en ocasiones tendrán que cortar ellos porque, al conocerse mejor, comprendieron que no era la persona con quien compartir su vida y decidieron acabar su relación. Muchas veces, al sufrimiento que produce acabar su relación, tiene que añadir el disgusto familiar porque sus padres se habían entusiasmado con la persona elegida. En esos casos el desprendimiento se dificulta tanto, que algunos adolescentes siguen, aunque solo sea parcialmente, enganchados a la persona de la que necesitan alejarse. No se atreven a dejarla, alargando y complicando un proceso ya de por sí doloroso. No hay que impedir ni forzar relaciones. Únicamente debemos acompañar al adolescente en su proceso de crecer, en este caso, en su proceso de madurar su sentimiento amoroso. Debemos ayudarle a reflexionar para que sea él, o ella, quien decida y elija. No debemos negar ni imponer su sentimiento, sino aceptarlo. Nuestra misión es ayudarle a reflexionar. La decisión de seguir adelante, o de terminar una relación debe ser suya, no nuestra. Pero necesita nuestra guía, nuestro apoyo, para reflexionar. Si no le ofrecemos nuestro apoyo en ese sentido, probablemente se dejará arrastrar por su sentimiento sin equilibrarlo, sin madurarlo; o se dejará arrastrar por nuestras decisiones o las decisiones de otros. A veces se someterá a lo que pensemos nosotros o los demás, y otras veces tratará de llevarnos la contraria, aunque eso suponga ir en contra de sí mismo. Si no reflexiona actuará dejándose llevar por su sentimiento tambaleante, poco equilibrado. Si no les ayudamos a reflexionar, sin imponer nuestro criterio; si no les ayudamos a elegir, a decidir, tropiezan continuamente en su adolescencia, y siguen cayéndose indefinidamente a lo largo de su vida. Muchas personas siguen siendo "eternos adolescentes" en sus relaciones amorosas. No piensan, no toman decisiones maduras, reflexionadas, porque nadie les ayudó a tomar decisiones; les dieron la vida pensada, decidieron por ellos. Los adolescentes no son pequeños para enamorarse, están en la edad perfecta para empezar a vivir el amor. Un amor que conseguirá 147 madurar al final de la etapa y durante su juventud. A partir de la etapa adulta, podrán vivir un amor profundamente maduro, con la persona con quien decidan compartir su vida. 6. AMOR ADOLESCENTE Y AMOR MADURO Estamos diferenciando el amor de los comienzos, el que venimos denominando "amor inmaduro o adolescente", del "amor maduro", pero..., ¿a qué llamamos amor maduro? Llamamos amor maduro, al sentimiento especialísimo que experimentan dos personas que desean compartir su vida, sin renunciar a su proyecto personal. Las personas que viven un amor maduro comparten un sentimiento común que les hace desear compartir su vida, sin renunciar a ser ellos mismos. La persona que comparte un amor maduro acepta a la otra persona sin someterla, la ayuda a desarrollar su proyecto de vida sin renunciar al propio. Comparten sentimientos, ideas, amigos y aficiones; pero no todos sus sentimientos, ideas, amigos y aficiones son comunes. La persona que ama con amor maduro no sólo respeta, sino que valora y admira a la persona amada, por lo tanto, la ayuda a desarrollar su proyecto personal. Cuando respetamos el proyecto de vida de alguien a quien no admiramos, simplemente aceptamos que lo desarrolle; cuando admiramos su proyecto, le impulsamos a desarrollarlo, le ofrecemos nuestro apoyo. Muchas parejas comparten su vida, pero, no sólo no admiran, sino que ni siquiera respetan el proyecto del otro. No sólo no le animan a seguir adelante con su proyecto, sino que critican lo que hace y le ponen impedimentos y barreras. No le pueden animar, puesto que no desean que avance en un proyecto que no admiran ni respetan. La persona que ama con amor maduro, anima a la persona amada a estudiar, a hacer deporte, a continuar con sus actividades familiares, con sus aficiones personales, con su grupo de amistades...; no pretende que deje de ser ella, que olvide sus deseos, sus sueños, sus ilusiones, para estar a su disposición, siempre juntos. 7. NUESTRA SOCIEDAD NO IMPULSA EL AMOR MADURO Nuestra sociedad no impulsa el amor maduro, impulsa el amor adolescente, inmaduro, posesivo; el amor del sometimiento, del sacrificio, de la anulación de la personalidad. Ofrece como modelo de 148 amor, la renuncia a ser uno mismo para compartir la vida del otro: "Yo ya no importo, ahora el importante es él". "He dejado de hacer deporte con mis amigos, para compartir todo mi tiempo con ella". "Me ofrecieron el trabajo de mis sueños, pero no lo acepté. Tenía que viajar con frecuencia y él no estaba dispuesto a que nos separásemos ni un solo día de la semana. Me quiere tanto..." Ella "lo quiere tanto" que le impide disfrutar haciendo deporte con sus amigos. Y él "la quiere tanto" que la impide aceptar el trabajo con el que soñó... ¿Se puede llamar a eso amor? Y ella lo acepta convencida de que él la ama. Efectivamente, en este ejemplo, los dos se aman, pero su amor es adolescente, inmaduro, posesivo. Es el amor de: "Si me quieres... no te separes de mí, no aceptes ese trabajo, no salgas con tus amigos, ven a visitar a mis padres cuando ellos lo deseen... Haz lo que a mí me parece que debes hacer, deja de hacer lo que a ti te gusta hacer, actúa a mi gusto, deja de ser tú". Actualmente muchos adolescentes siguen saliendo con su grupo de amigos o realizan actividades sin la persona de la que se sienten enamorados. En esos casos, el comentario de los adultos suele ser: "Mucho no se deben querer porque cada uno hace su vida... No creo que duren mucho, ayer la vi a ella en el cine, con sus amigas, mientras él jugaba baloncesto, con sus amigos; si empiezan así..." El modelo social enseña a ser dos medias naranjas, dos seres mutilados, en lugar de ser dos personas completas, dos naranjas enteras que pueden rodar libremente, a veces en diferentes direcciones y otras veces en una dirección común. Nos enseña que: "Amar es... querer los dos lo mismo, estar de acuerdo en todo, no enfadarse nunca, no discutir jamás, desear estar siempre juntos, compartir todo, hacer lo que el otro desee aunque no lo desee uno mismo..." La mayoría de las parejas, sin mayor reflexión, tratan de ajustarnos a ese modelo, supuestamente ideal. Se someten desviviéndose por su pareja, pero constantemente se quedan y demandan sometimiento. Tratan de hacer lo que quiere el otro, dejan de hacer lo que quiere cada uno. Intentan que su pareja cambie, que deje de hacer lo que le gusta. Pero dejar de ser uno mismo hace que nos sintamos mal con nosotros mismos y nuestra vida deja de 149 gustarnos. Por eso se quejan y por eso la mayoría de las personas trata de hacer lo que le gusta a espaldas de su pareja, mienten: "Tuve mucho trabajo, salimos tarde", cuando en realidad se fue un rato a charlas con sus amigos. En ocasiones, hartas de vivir sometidas, "explotan" tratando de imponerse a su pareja, aunque sólo sea de vez en cuando: "Estoy harta. Hoy te quedas tú con los niños. Yo me voy a tomar el aperitivo con mis amigas". 8. AMARSE NO ES COMPARTIR TODO Los adolescentes, cuando descubren el amor, no quieren separarse ni un instante de la persona amada; quieren compartir todo, estar todo el día juntos, pensar constantemente en él, o en ella. Nuestra sociedad presenta este tipo de amor, posesivo, que pretende tener a la persona amada en exclusiva, como modelo de amor. Cuando pasan los años y conviven en el hogar común, se recriminan: "Ya no es como antes, no quieres estar conmigo a todas horas, no me acompañas a todas partes, antes íbamos siempre juntos, no queríamos separarnos nunca...". El amor adolescente es inmaduro porque acaba de nacer. Su descubrimiento del amor desata los sentimientos y los expande con una fuerza intensísima, pero sin equilibrio ni control. Más adelante, si su amor madura, comprenderán que el proyecto personal de ambos es importantísimo, y se ayudarán mutuamente a desarrollarlo. Disfrutarán su vida en común, sin someterse uno al otro, ayudándose, sin pretender que la otra persona deje de hacer su vida, que deje de ser ella, que viva en función del otro, que se desviva por el otro; sin pretender que no progrese, que se quede anclada en la adolescencia, que desee seguir haciendo las actividades que les encantaban cuando estaban en esa etapa. Los adolescentes oyen quejarse a los adultos de que su pareja ha cambiado, que ya no le gusta hacer lo que les gustaba cuando eran jóvenes, que no quiere estar siempre a su lado como cuando eran adolescentes; y consideran que a ellos, que aman intensamente, no les va a suceder. El modelo social les manda mensajes erróneos. Lo más probable es que el amor de muchos adultos, que conviven con los adolescentes, sea un amor inmaduro; por eso se reclaman mutua dependencia. Pero los adolescentes necesitan saber que ese deseo de 150 compartirlo todo, y de estar siempre juntos, se corresponde con el amor incipiente, inmaduro, propio de la adolescencia y que, aunque es natural que así comience, no es deseable que así continúe. Porque no vivimos aislados, necesitamos a los demás y los demás nos necesitan. No somos únicamente de nuestra pareja, no le pertenecemos. Tenemos un proyecto personal que desarrollar para podernos sentir a gusto con nosotros mismos y con los demás, también con nuestra pareja. 9. ¿AYUDAMOS A LOS ADOLESCENTES A HACIA EL AMOR MADURO? CAMINAR El amor adolescente, inmaduro, posesivo, es el modelo social. Los adolescentes creen que los adultos no se aman porque, efectivamente, no quieren estar siempre juntos, no desean hacer los dos lo mismo, no están de acuerdo en todo, discuten... Pero se someten al modelo social porque piensan que ellos sí quieren compartirlo todo, quieren estar todo el día juntos y están dispuestos a renunciar a sus gustos personales para dar gusto al otro. Confunden el verdadero amor, el que acepta las diferencias y comparte lo común, con ese amor inmaduro y posesivo que la sociedad reclama. En la adolescencia el amor suele ser posesivo. Unos someten: "Si me quieres... no hablas con otros, sales sólo conmigo, vienes a verme jugar, dejas de jugar el sábado con tus amigos, vienes a comprar conmigo, pasas el fin de semana con mis padres, me acompañas a ver la película que me gusta..." Otros se someten: "Lo quiero tanto que no puedo decirle que no, haría por él todo lo que me pidiese". Los que someten, tratan de que el otro cambie al gusto de uno; los que se someten, tratan de adaptarse al gusto del otro. Tendríamos que enseñar: "Si le quieres, no debes pedirle que deje a sus amigos, sus aficiones, sus intereses, que deje de ser él. Si te quiere, no te debe pedir que dejes de salir con las personas que quieres, que renuncies a tus intereses, que dejes de ser tú". Tendríamos que enseñarles que quien ama no debe someter a la persona amada, ni permitir que le sometan. Tendríamos que ayudarles a reflexionar para que caigan en la cuenta de algo evidente: por mucho que nos amemos no coincidimos en todo, 151 por lo tanto, no todo lo deseamos compartir. Si pretendemos compartirlo nos sentiremos mal, a disgusto, aunque al principio del mutuo conocimiento renunciemos encantados a nuestros gustos personales. Francisco ha pasado varios fines de semana seguidos, en la casa que tienen en la sierra los padres de su novia. Las tres primeras veces estuvo encantado, le trataron de maravilla y él disfrutó todo: la simpatía del matrimonio, la comida, los paseos, las conversaciones, los juegos de mesa... Pero a partir del cuarto fin de semana, sin saber porqué, porque todos siguieron tratándole espléndidamente, empezó a no sentirse a gusto. Lo que sucede es que ha dejado de ver a su grupo de amigos, con los que compartía actividades, conversaciones, sentimientos..., ha renunciado también a su tiempo de soledad, ya no se encierra en su cuarto a escuchar música mientras elabora las maquetas que tanto le gustan. Cuando Francisco nos diga que ya no quiere a su novia, o cuando comprendamos que está en crisis, tendríamos que ayudarle a reflexionar: "Puede que sí la quieras, quizás lo que sucede es que has dejado de hacer lo que a ti te hacía disfrutar. Quizás podrías hablar con ella y explicarle qué deseas compartir y lo que no deseas compartir". Si Francisco comenta que teme que ella se enfade, deberíamos ayudarle a seguir reflexionando: "¿No crees que deberíais aclarar que os queréis muchísimo, pero que no queréis compartir todo; que tenéis muchas cosas en común, pero no todas, y que por lo tanto es tan importante saber compartir lo común, como saber renunciar a compartir lo que son gustos únicamente de uno de los dos?" Si Francisco argumenta que saber ceder es importante cuando amamos a alguien le podemos seguir ayudando a reflexionar: "Es cierto, ceder es muy importante, pero ¿no crees que las dos personas que aman deben ceder, a veces una, otras veces otra, y otras veces las dos? ¿No crees que cuando sólo cede una la otra se somete y que, cuando nos sometemos a alguien o sometemos a alguien, no nos podemos sentir a gusto porque actuamos forzados, sin libertad?" No sólo a Francisco, también a Ana le sería de gran ayuda que alguien la hiciera reflexionar. Les podemos ofrecer nuestro punto de vista a 152 ambos: "¿Crees que por el hecho de amar a alguien dejamos de ser nosotros mismos, que deja de gustarnos lo que nos gustó hasta ese momento, que deja de interesarnos lo que nos interesaba?" "Si crees que amar a otro nos hace dejar de ser nosotros mismos y desear ser como el otro quiere, lo crees porque es lo que la sociedad nos vende como modelo de amor, pero realmente no es así. Únicamente las personas que permiten al otro ser independiente, siéndolo también ellas, y que comparten lo que realmente desean compartir, viven un amor que les hace sentirse felices. Las personas que se someten a su pareja viven infelices, sacrificadas, quejándose de su sacrificio, de no ser correspondidas, agrediendo por sentirse agredidas". Francisco y Ana tendrán que descubrir si su enamoramiento les hace disfrutar su vida en común, sin abandonar su propio proyecto o, si por el contrario, su vida en común les impide realizar sus proyectos personales. Tendrán que descubrir si desean ayudar al otro a desarrollar su proyecto personal o, por el contrario, no les parece bien lo que el otro hace. El noviazgo es la etapa en la que deberán descubrir cómo es el otro, cuál es su proyecto de vida, y si desean compartir su vida con alguien que tiene ese proyecto. Si descubren que no podrían desarrollar su proyecto personal, o que no les gusta el proyecto personal del otro, o que su proyecto común no les satisface, es el momento de terminar con esa relación. Pero una relación formal no surgirá, seguramente, hasta el final de la adolescencia o en la juventud. Al iniciarse la adolescencia, lo que descubren es esa emoción especial que les lleva a desear estar, lo más posible, con la otra persona. A medida que avance su relación, les ayudaremos a reflexionar y expresaremos nuestra opinión en los términos que venimos comentando. Si no les ayudamos a pensar adquirirá fuerza la opinión social, considerarán que: "Amarse es entregarse al otro sin condiciones; pensar en el otro, olvidándose de uno mismo; dar todo a cambio de nada..." Aunque dialoguemos con los adolescentes, debemos tener en cuenta que la opinión de la sociedad ejercerá una gran presión sobre ellos. Sin embargo, aunque les cueste, podrán actuar en contra de la opinión de la mayoría, y a favor del amor 153 maduro, si les ayudamos a reflexionar para que no utilicen ni acepten los chantajes emocionales propios del amor inmaduro: "Si me quieres..." 10. LOS ADOLESCENTES, ¿PUEDEN VIVIR UN AMOR MADURO? ¿Podemos vivir un amor maduro?, se preguntarán los adolescentes reflexivos. La respuesta es: "Pueden, claro que pueden". Están en la etapa perfecta para comprender todo lo que venimos comentando acerca del amor maduro y el amor inmaduro. Pero también deben saber que, aunque lo comprendan perfectamente, les resultará costoso, a veces costosísimo, llevarlo a la práctica. Porque la sociedad no ayuda, ya que dificulta el desarrollo del amor maduro y facilita el del amor inmaduro. Los mensajes sociales a través de la publicidad, de las películas o de las tarjetas del día de los enamorados, refuerzan la idea del amor inmaduro, asegurando que amar es dejar de ser uno mismo y someterse al otro por "amor". La mayoría de la sociedad deja que su vida transcurra soñando con el amor inmaduro, con ese amor que se olvida de sí mismo para ser posesión del otro. Sueñan, en definitiva, con un amor egoísta, disfrazado de generosidad. Sin embargo, si les ayudamos a reflexionar, los adolescentes pueden dar los primeros pasos hacia el amor generoso, espléndido, que apoya el proyecto personal de la persona amada y comparte el proyecto común que satisface a ambos. La mejor ayuda para caminar hacia el amor maduro es contar con un proyecto de vida propio: "Qué me gusta, qué quiero hacer respecto a mis estudios, a mi tiempo libre, a mi vida en general, qué me interesa, qué no me interesa..." Si no tengo un proyecto de vida propio, no lo puedo hacer respetar, ni seré capaz de respetar los proyectos de otros. Será facilísimo dejarme arrastrar, someterme a otros y tratar de someterles. Nuestra relación será de dependencia. No sabré elegir a la persona que me ayudará a ser libre, elegiré a alguien de quien depender o que dependa de mí. 11. ES NORMAL QUE SE ENAMOREN VARIAS VECES Durante el noviazgo deben descubrir si la persona de la que se han enamorado es compatible con su proyecto de vida, y es probable que descubran que no es la persona idónea. En ese caso se enamorarán de 154 otra persona, y de nuevo tendrán que descubrir si es la persona con quien compartir su vida. La etapa del noviazgo, la del conocimiento profundo de la otra persona, es la juventud, aunque en muchos casos se inicia al final de la adolescencia. La adolescencia no es la etapa del noviazgo, sino la del enamoramiento, ese sentimiento que aparece, en muchos casos, con la misma rapidez que desaparece. Todavía no viven un amor maduro, únicamente lo están iniciando. A todos los adolescentes no les sucede lo mismo, pero es frecuente que conozcan a alguna persona por quien sienten algo muy especial y que en breve, seguramente sin llegar a conocerla demasiado, la relación se termine. Enseguida les llamará la atención otra persona. No son veletas, su desorientación es normal. Están estrenando un sentimiento hasta ahora desconocido, están iniciando el desarrollo de ese sentimiento. Es la etapa de conocer para poder elegir, más adelante, con madurez. Es normal que cambien, es normal que sufran. Les costará no ser posesivos, no hacerse dependientes el uno del otro, continuar su proyecto individual y con su grupo de amigos. Tendrán que equilibrar su vida familiar, sus estudios y su tiempo libre, con su relación amorosa. Tendrán que descubrir si esa relación amorosa les satisface y por lo tanto debe continuar, o si por el contrario debe terminar. 12. CUANDO UNA RELACIÓN AMOROSA TERMINA... Cuando termina una relación amorosa, muchos adolescentes se desploman, sienten que el mundo deja de tener sentido, que no volverán a enamorarse jamás, que las personas del otro sexo son despreciables, que el amor no existe. Se deprimen... Para ayudarles cometemos un error gravísimo, les hablamos mal de la persona que les dejó: "No te convenía, tú vales mucho más, no te llegaba ni a la suela de los zapatos..." Pero el adolescente que sufre porque su historia de amor ha llegado a su fin necesita que le comprendamos, que comprendamos su dolor, no que le hablemos mal de la persona a quien todavía ama. Debemos comprenderle. Le debemos escuchar, necesita comunicar sus sentimientos, sacar fuera su dolor. Le podemos decir: "Comprendo que lo estés pasando tan mal, duele horrores 155 perder a la persona que amamos..." Después podemos decirle que: "Aunque en estos momentos te parezca imposible, encontrarás a otra persona, te volverás a enamorar. Lo que te está sucediendo es normal en esta etapa de tu vida". Es fundamental que manifieste sus sentimientos. Su dolor no debe quedar encerrado en el interior del adolescente. Tampoco debemos fomentar que se regodee en su dolor dándole más importancia de la que tiene. El final de lo que creían amor es doloroso, pero es absolutamente normal que en la adolescencia se enamoren sin ser correspondidos, o que se inicien enamoramientos que acaben en ruptura. Si le comprendemos, le escuchamos, no criticamos a la persona motivo de su dolor, y le animamos a hacer el esfuerzo de continuar su proyecto de vida, pronto recuperará las ganas de vivir. Recordemos que no somos sus compañeros, no somos adolescentes, somos sus padres, personas adultas que podemos tener una visión mucho más amplia de la vida. Si no nos comportamos como si también nosotros fuésemos adolescentes emitiendo juicios mezquinos, le podemos ayudar a ver más allá de su situación en este momento de su vida. Le podemos ayudar a equilibrar sentimiento y razón. Le podemos ayudar a comprender que en la adolescencia es normal que se sienta atraído por alguien que al conocerle mejor, no le guste para compartir su vida. Y que esa persona no tiene por qué ser mala persona, incluso puede ser una magnífica persona, pero no la que necesita elegir. Está en una etapa de búsqueda, tenían que conocerse para descubrir que no era la persona adecuada. Ni se acaba el mundo, ni la otra persona era un ser indeseable. 13. AYUDARLES A ELEGIR EN FUNCIÓN DE SU FORMA DE "SER" A menudo les hablamos de la persona de quien se sienten enamorados en función del "tener" no del "ser". Les decimos, hablando de la otra persona, frases como esta: "Ha elegido una profesión sin porvenir, su familia no tiene dinero..." Cuando lo realmente importante es conocer a la otra persona en función de su forma de "ser", para descubrir si es la persona con quien compartir la propia manera de ser. Sin renunciar a su proyecto personal (sus estudios, sus amigos, sus aficiones 156 personales) deben aceptar y admirar la forma de "ser" del otro, no lo que "tenga" el otro. Cuando no nos gusta la persona de quien se ha enamorado nuestro adolescente le podemos ayudar a descubrir por qué no le conviene. Puede ser porque trata de someterle, porque no le ayuda a desarrollar su proyecto de vida, o porque no comparten los mismos intereses... Pero valoraremos siempre la forma de "ser", no lo que tiene ni su aspecto externo. En cualquier caso, es él, o ella, quien lo debe descubrir. Nosotros podemos ayudarles a reflexionar para que lleguen a descubrirlo, pero no les debemos prohibir que sigan conociéndose. En la adolescencia deben descubrir y decidir con quien continuar o concluir una relación amorosa. Se equivocarán y tendrán que rectificar, seguramente, más de una vez. Si rectifican no es el momento de reclamarles: "Si me hubieses hecho caso..., ya te decía yo que no te convenía..." Ha rectificado, es el momento de felicitarle: "Me alegra que te hayas dado cuenta..." Hablar con ellos, hacerles pensar, aceptar sus fallos, animarles a rectificarlos..., son las ayudas que necesitan para elegir a la persona adecuada. Prohibirles salir con la persona que no nos gusta, equivale a darles permiso inmediato. El adolescente no acepta imposiciones, nos retará descaradamente o nos engañará para hacer lo que quiere a nuestras espaldas. Para que no se rebele contra nuestra incomprensión y se alíe con quien no nos gusta ni le conviene, debemos permitir que lo descubra por sí mismo, sin cortar la comunicación con nuestro hijo. Está aprendiendo a elegir, es normal que se equivoque y que necesite rectificar. Pero recordemos: le ayudaremos a elegir, a descubrir a su pareja, (seguramente lo descubrirá en la próxima etapa), en función de su forma de ser, de su proyecto personal y de la forma de ser de la otra persona, del proyecto personal de la otra persona, y de sus sentimientos e intereses comunes. 157 158 La sexualidad en la adolescencia 1. EL TABÚ SIGUE PRESENTE Hoy en día da la sensación de que nuestros hijos, especialmente los adolescentes, saben todo acerca de la sexualidad de los seres humanos. "Ya no es como antes, ahora se habla", dicen muchos. Pero no es así, el tabú sigue presente. Antes estaba prohibido hablar de todo lo relacionado con el sexo, los padres no hablaban con sus hijos de las relaciones sexuales; ahora tampoco. Ya no está prohibido, pero no se habla de sexualidad, con naturalidad, entre padres e hijos. Se da por hecho que hay tanta información, que lo saben todo y no es necesario hablar. Lo que sucede es que las mismas personas que teníamos prohibido hablar de sexo, ahora tenemos el deber de hablar del tema con nuestros hijos, pero no sabemos cómo. Sentimos pudor, y a menudo temor, porque es un tema que no sabemos cómo abordar. Nos escudamos en el hecho de que hay más información, y concluimos que saben más que nosotros, por lo que no necesitamos hablar con ellos. Sin embargo, los adolescentes necesitan hablar con alguien de un tema que va a ser fundamental en su vida, a partir de esta etapa. Su cuerpo se transforma, pueden tener hijos, y sus sentimientos les van a inducir a tener relaciones sexuales. No podemos permanecer callados, necesitan que superemos el tabú para dialogar de sus cambios hormonales, y de la vinculación de esos cambios con sus afectos. Necesitan que les orientemos para que tomen decisiones maduras. Ellos, si pretendemos hablar de sexualidad, también sienten pudor. Pueden decirnos que no quieren que hablemos, que se lo saben todo. Sin embargo, debemos insistir: "A mí también me cuesta, pero es necesario que hablemos". 2. Educar no es prohibir, tampoco dejar hacer. Es cierto que hoy en día se puede acceder a todo tipo de información relacionada con sexualidad, pero la información que llega a los adolescentes es insuficiente, y en algunos casos improcedente, para asumir decisiones responsables y llevarlas a la práctica. Necesitan a alguien que no se limite a informarles, alguien que, además, les ayude 159 a reflexionar para tomar decisiones responsables respecto a su vida sexual. Comentábamos que los adolescentes necesitan a alguien que les informe y les haga pensar. Pero como la mayoría de los padres supone que sus hijos reciben esa información con creces, fuera de casa, no es habitual que les ayuden a reflexionar acerca de su sexualidad. Únicamente les infunden el temor al embarazo, y algunos padres se limitan a recomendar a sus hijos el uso del preservativo. Hoy en día, no se dogmatiza ni se adoctrina como hace años. Incluso se acepta un embarazo no previsto, sin que se organice un escándalo como los de antaño. Antes se prohibían las relaciones sexuales, y un embarazo fuera del matrimonio era un escándalo. Ahora, aunque siguen sin admitirse abiertamente, se aceptan con resignación tanto las relaciones sexuales como los embarazos fuera del matrimonio... Sin embargo, no se trata de prohibir, ni de dejar hacer. No debemos decidir lo que tienen que hacer. La decisión debe ser suya. La educación sexual no se debe limitar al uso del preservativo. Les tenemos que ayudar a reflexionar, para que tomen decisiones responsables y para que asuman sus responsabilidades. 3. INFORMACIÓN SENTIMIENTOS CIENTÍFICA UNIDA A SUS Los adolescentes necesitan información acerca de sus cambios fisiológicos, de los cambios hormonales que provocarán su deseo de sentir y manifestar placer, de cómo se procrea, de los anticonceptivos, del SIDA y otras enfermedades... Pero también de la manifestación de afecto unida al deseo sexual, de amor y respeto, de paternidad responsable... El adolescente necesita información científica, unida a los sentimientos que experimenta. Tienen curiosidad, deseo de conocer... y un montón de dudas, de cuestiones que resolver; pero al no hablar con personas que les ayuden a comprender el desarrollo de la sexualidad del ser humano, con una mente abierta y sana, buscan información en la pornografía. Su curiosidad se vuelve mezquina, vulgar; algunos intentan provocar o escandalizar, utilizando un lenguaje soez o realizando pintadas obscenas. Muchos disocian sus sentimientos amorosos del deseo 160 sexual, y se someten a una sexualidad obligada; tener relaciones sexuales se convierte en una obligación: "¡¿Todavía eres virgen?!" "¡¿Sólo lo has hecho con una persona?!"... Para poder vivir una sexualidad sana, libre, deseada, responsable, una sexualidad que tenga en cuenta sus sentimientos unidos a su deseo sexual, necesitan hablar con alguien que les informe en profundidad y les permita tener un criterio propio. No debemos permitir que se sometan al criterio social, que lejos de aclarar confunde, porque transmite mensajes que no se ajustan a los sentimientos del ser humano, sino a estereotipos establecidos para uno y otro sexo. Tenemos que asegurarnos de que tienen la información correcta. Si no hablan con adultos que les informen ayudándoles a pensar, sus fuentes de información, probablemente sean, como decíamos, de lo más vulgar: pornografía a través de revistas, Internet o televisión, o conversaciones con sus compañeros tan mal informados como ellos mismos... Existe una buena cantidad de magníficos libros dedicados a la educación sexual de los adolescentes, que les informan de todos los temas que les preocupan relacionados con su sexualidad. Esos libros ayudan a los padres a saber qué les interesa a los adolescentes y cómo hablar con ellos de sus inquietudes sexuales, tanto desde el punto de vista científico como afectivo. 4. LOS CAMBIOS FISIOLÓGICOS DE AMBOS Antes de que se produzcan los cambios fisiológicos que provocarán la menstruación en la adolescente y la eyaculación en el adolescente, tendremos que informarles, en la niñez, de la evolución de sus cuerpos en la siguiente etapa. Pero si no les informamos entonces, tendremos que hacerlo ahora. Y si les informamos en su niñez. Ahora tendremos que seguir haciéndolo, pero con diferente enfoque. En la niñez, la curiosidad por conocer la evolución fisiológica del ser humano, es científica; en la adolescencia, el interés científico se une a sus sentimientos. 4.1. La menstruación En la adolescencia, les interesa saber por qué se produce la menstruación. Pero no les basta saber que al no producirse un embarazo, los líquidos y fluidos preparados para llevar oxígeno y 161 alimento al embrión, son expulsados por la vagina. Ahora quieren saber cómo se sienten al tener la menstruación y si son normales sus sentimientos. Muchas adolescentes viven trágicamente esos días. Es cierto que el cambio hormonal puede provocar, antes o durante la menstruación, mayor cansancio físico, sueño, irascibilidad, un cuerpo más hinchado, dolores abdominales..., pero también es cierto que si la adolescente, en lugar de ponerse furiosa con su cuerpo, aprende a conocerlo, sabrá aceptar los cambios que experimenta cada veintiocho días conviviendo, con una situación absolutamente normal en su vida; al no ponerse tensa, no serán días trágicos. Pero si no tiene una información en el sentido que acabamos de comentar, y su información viene de personas que la hacen sentirse víctima de su cuerpo, se sentirá realmente mal esos días. Pretenderá que las personas que convivan con ella la compadezcan y sobreprotejan, y si no hacen caso de su victimismo les culpabilizará por no atenderla, por no compadecerla. Debemos hablar sobre lo que sucede en su cuerpo, para que pueda aceptarlo adoptando las medidas que le permitan sentirse bien. Si se cansa más o tiene más sueño es importante que duerma más horas, si está hinchada debe saber que no ha engordado, si está irascible deberá aprender a relajarse... 4.2. La eyaculación Los adolescentes hablan de sus eyaculaciones con sus compañeros, sin haber mantenido ninguna conversación con personas responsables acerca de su cambio fisiológico. Nadie les ha explicado que ellos también necesitan renovar los fluidos que intervienen en la procreación. Si no se renuevan voluntariamente a través de la masturbación, se renovarán mientras duermen. No es cierto que la eyaculación se produce mientras duermen porque tienen sueños eróticos. Aunque no los tengan, se producirá la eyaculación porque el semen necesita renovarse. La eyaculación es un hecho tan natural como la menstruación, pero al no hablar de este hecho con ellos, sus fuentes de información suelen estar cargadas de vulgaridad. No comentan sus sentimientos con adultos que les pueden ayudar a conocer y comprender las reacciones de su cuerpo, y tratan de ajustarse a lo que se cuentan entre ellos. 162 Hablan con vulgaridad de las "pajas" que se hacen, y fantasean acerca del número de "pajas" que consiguen. Sus conversaciones son vulgares, no les proporcionan un conocimiento real de su capacidad sexual, y dejan al margen sus sentimientos. Necesitan saber que eyacular es normal, pero que el deseo de eyacular se corresponde con un sentimiento y una necesidad fisiológica personal. No tiene sentido tratar de ajustarse a unos patrones, que les someten absurdamente a una especie de concurso, para ver quien llega a un número mayor de eyaculaciones. 5. LA MASTURBACIÓN Este es otro de los tabús al que nos enfrentamos. La masturbación es necesaria para liberar energía sexual, sin embargo, se sigue considerando un deseo prohibido, o del que no se habla con los adolescentes. Tanto ellos como ellas sienten el deseo, la necesidad, de liberar una energía que les hará sentirse a gusto, relajados, tranquilos. Si no liberan su energía sexual estarán tensos, desasosegados, inquietos, se sentirán mal. En los libros de educación sexual para adolescentes les hablan de la normalidad de la masturbación, un deseo que ellas y ellos no se inventan por perversidad moral, sino que responde a una necesidad íntima, personal, que sienten sin proponérselo. 6. NUESTRO TEMOR A SU EMBARAZO La posibilidad del embarazo adolescente aterra a la mayoría de los padres. Sabemos que los adolescentes no están preparados para atender a un hijo, aunque su cuerpo les permita engendrarlo. La solución que se nos ocurre es que no tengan relaciones sexuales, o que utilicen preservativos. Es cierto que son dos maneras de evitar los embarazos, pero la solución se la hemos impuesto. No lo han decidido ellos y no nos hacen caso. Así, imponiéndoles soluciones no les ayudamos a afrontar su incipiente vida sexual. Al llegar a la adolescencia sus hormonas se revolucionan, el instinto se desata, y se encuentran con hechos consumados, sin asumir responsabilidades. No es el freno, sino el desarrollo de su vida sexual, lo que ahora necesitan. Volvemos a adoctrinar, a dogmatizar, les indicamos lo que deberían hacer, pero no les ayudamos a reflexionar para que sean 163 ellos mismos los que lleguen a la conclusión de las responsabilidades que deben asumir, y de los límites que deben ponerse a sí mismos. Son ellos quienes deben afrontar unas relaciones sexuales respetuosas y responsables. Tendremos que hablar de sus sentimientos, de las relaciones sexuales, de la posibilidad de engendrar hijos, de la paternidad responsable... 7. RESPETAR NO ES NO TOCAR Todavía se sigue relacionando el respeto con "no tocar". Se prohíben las relaciones prematrimoniales en ciertos sectores. Se considera que: "Si te ama debe respetarte"... o lo que es lo mismo: "No debe tener relaciones sexuales contigo." Cuando en realidad sucede todo lo contrario. Precisamente cuando uno se enamora, es cuando desea manifestar ese amor con demostraciones de cariño: abrazos, besos, caricias... Respetar a la otra persona, ya lo hemos comentado pero es importante volver a insistir, es aceptar su manera de ser, sus sentimientos, sus pensamientos, sus gustos, aficiones e intereses. Es, en definitiva, aceptar su proyecto de vida. Un proyecto de vida que, aunque en algunos aspectos coincida con el de la otra persona, en otros aspectos es un proyecto diferente. Los adolescentes deben saber que respetan a la persona que aman, cuando aceptan que no comparta su vida "a todas horas", porque, aunque tengan un proyecto común, también tienen proyectos personales independientes, que no comparten. Deben saber que se hacen respetar cuando defienden su proyecto de vida, sus sentimientos, sus pensamientos, sus gustos, sus aficiones, sus intereses; cuando actúan de acuerdo a su manera de ser, cuando no actúan como no quieren, cuando no se dejan arrastrar ni se someten, cuando saben poner límites y decir "no". Las personas que aman, sin dejar de ser ellas mismas, saben apoyar al ser amado, no tratan de someterlo, le ayudan a desarrollarse como ser humano, y comparten un proyecto común. Todas las personas debemos respetarnos: aceptar nuestras diferencias, no tratar de someter al otro a las propias ideas o sentimientos. Con algunas personas, además de respetarnos podemos 164 ser amigos, en ese caso compartimos un proyecto común, respetando nuestros proyectos personales. En contadas ocasiones, además de compartir amistad, podemos enamorarnos; lo que supone compartir un sentimiento muy especial, que nos induce a desear compartir nuestra vida. Compartir nuestra vida, amándonos, no implica que compartamos todo, seguiremos teniendo un proyecto de vida personal, que debemos respetar. Amor y respeto deben ir juntos. Si el amor es maduro, se ayuda a la persona que se ama a ser ella misma, a desarrollar su proyecto de vida. Si es inmaduro, nos sometemos a la otra persona o la forzamos a ser como nosotros queremos. Ya comentamos que el amor adolescente suele ser inmaduro, posesivo, absorbente: "Si me quieres..., deja de ser tú". "Como te quiero..., renuncio a ser yo". Como venimos comentando, amor y respeto no se limitan a las manifestaciones sexuales, tienen que ver con los sentimientos y los proyectos de vida de dos personas. Las manifestaciones físicas de amor no suponen, en principio, falta de respeto, sino todo lo contrario. Si se aman, lo normal es que deseen manifestarse ese amor también físicamente. El amor adolescente comienza sin roce físico. Al descubrir su sentimiento "especial" les basta verse, mirarse, estar el uno frente al otro, pensar en el otro, escribirse, hablarse, ensimismarse... Más adelante, cuando se hayan comunicado su sentimiento, son normales las manifestaciones de afecto: besos, abrazos, caricias, palabras y gestos de cariño... Después llega el turno de las relaciones sexuales completas, las caricias son más íntimas y la manifestación de amor une sentimiento y pasión, deseo y afecto. 8. PUEDEN ENGENDRAR UN HIJO Nuestros adolescentes deben reflexionar acerca de lo que puede suceder cuando su manifestación de amor les induce a tener relaciones sexuales completas. Saben que tememos un embarazo, que les amenazamos y atemorizamos: "Ten cuidado si no quieres arruinar tu vida". Pero no han pensado en la posibilidad de engendrar un hijo, sin desearlo. Creen, sin reflexionar, que a ellos no les va a suceder. Asumimos sus responsabilidades y decidimos por ellos lo que deben o no deben hacer. No les inducimos a pensar qué es lo que realmente 165 desean, y lo que puede suceder. Desean amarse, pero no desean ser padres, y sin embargo, sin una reflexión profunda, sin tomar decisiones responsables al respecto, pueden engendrar un hijo sin desearlo. Creyendo que a ellos no les sucederá nunca, el embarazo aparece. 9. ¿Estás preparado para ser padre? "¿Estoy preparado para tener un hijo?" Esta es la pregunta sobre la que deben reflexionar. "¿Qué necesita un niño? ¿Estoy preparado para cubrir sus necesidades en esta etapa de mi vida? ¿Qué necesito yo en esta etapa? ¿Forma parte de mi proyecto de vida ser padre, o madre, en la adolescencia?" Si reflexionan, comprenden que en esta etapa, ni están preparados para ocuparse de un hijo, ni forma parte de su proyecto ser padres. No debemos imponernos con prohibiciones o adoctrinándoles, son ellos quienes tienen que decidir lo que deben o no deben hacer. De lo contrario, no piensan en lo que les puede suceder, no lo piensan, por lo tanto no ponen los medios para que no suceda. Sin embargo, si reflexionan, comprenden que en esta etapa ni están preparados para ocuparse de un hijo ni forma parte de su proyecto ser padres. 10. CONTROLAR LAS RELACIONES SEXUALES Hay padres que ni les hablan de respeto, ni les prohíben las relaciones sexuales. Dan por hecho que las van a tener, y les insisten en el uso del preservativo. Así no les educan para ser responsables respecto a su desarrollo sexual. Les imponen lo que deben hacer: usar el preservativo, en lugar de informarles y hacerles reflexionar para que tomen sus propias decisiones. El adolescente necesita llegar a la conclusión de que no está preparado para afrontar la paternidad en esta etapa, por lo tanto tendrá que evitar un embarazo no deseado y decidir cómo evitarlo. Deberá ser totalmente consciente de la necesidad de controlar sus relaciones sexuales de manera que el embarazo no se produzca. Tendrá que vivir su sexualidad sin perjudicar a nadie. Por respeto a sí mismo (no está en la etapa de ser padre), por respeto a su pareja (tampoco lo está), y por respeto a su hijo (no dispone de la madurez necesaria para cubrir sus necesidades), deberá esperar a ser padre cuando esté en la etapa 166 adulta. Hasta entonces tendrá que utilizar algún método de control (el más recomendado es el preservativo, porque evita el embarazo y la transmisión de enfermedades). Pero lo deberá decidir él, tras reflexionar. Ella también necesita seguir el mismo proceso de reflexión. 11. LAS CONSECUENCIAS DEL EMBARAZO, ¿SON PARA ELLA? Decíamos que ambos deben afrontar, con responsabilidad, sus relaciones sexuales. Pero muchas personas piensan que, quien de verdad debería ser responsable frente al embarazo, es ella, puesto que para ella son las consecuencias: el hijo. Pretender que las consecuencias son para ella, es eliminar la responsabilidad de la paternidad. A ella se la adoctrina atemorizándola y la previenen en contra del hombre, en lugar de ayudarla a reflexionar acerca de la posibilidad de ser madre, de manera que tome las medidas necesarias para evitar un embarazo no deseado, no porque: "Ellos, si te quedas embarazada, si te he visto no me acuerdo...", sino por respeto a sí misma y al hijo que no puede cuidar. Si consideramos que ella es la que debe "comportarse" de manera que el embarazo no se produzca, a él no le ayudamos a asumir la responsabilidad de la paternidad poniendo los medios para no ser padre. Si al quedarse embarazada decidimos que pretendía "cazarle" y consideramos que él es una pobre víctima, nadie le induce a pensar sobre la posibilidad de ser padre y la necesidad de tomar medidas para evitar un embarazo no deseado, por respeto a sí mismo y al hijo que no puede cuidar. Al pretender que él es una víctima: "Ella quiso cazarle, a saber con cuántos habrá estado...", no le hacemos reflexionar acerca de su responsabilidad; no tomará precauciones, porque las precauciones se supone que no las tiene que tomar él, sino ella. Sin embargo, si reflexiona y decide que no debe ser padre, deberá evitar él los embarazos no deseados, en lugar de colocarse en una situación de desventaja, permitiendo que una decisión fundamental en su vida la pueda tomar ella, sin contar con él. Si no desea ser padre, la responsabilidad de no serlo es suya, no de ella. 12. NO ESTÁN BIEN INFORMADOS RESPECTO A LOS ANTICONCEPTIVOS 167 No están bien informados respecto a los anticonceptivos ni a las posibilidades de provocar un embarazo. Algunos afirman que utilizaron preservativo y que, sin embargo, se produjo el embarazo. Lo que sucedió fue que no lo utilizaron a tiempo. Él eyaculó con el preservativo puesto, pero introdujo el pene, sin preservativo, antes de eyacular, y el fluido que segregó antes de la eyaculación, contenía algún espermatozoide. Todavía hoy en día siguen desconociendo la posibilidad de procrear, antes de eyacular, debido a los espermatozoides contenidos en ese fluido. Si estuvieran bien informados, sabrían que el jugueteo pene-vagina previo a la eyaculación, sin preservativo, se debe evitar totalmente si pretenden evitar el embarazo. Es fundamental que graben en su mente que no se debe introducir el pene en la vagina sin anticonceptivo, que no debe haber ni eyaculación ni ninguna actividad previa a la eyaculación que suponga la introducción parcial o total del pene. Ni siquiera "la puntita", como comentan a veces: "No me lo explico, sólo fue la puntita"; ni "la puntita", ni ningún tipo de jugueteo pene-vagina. Pueden disfrutar sus relaciones amorosas sin correr riesgos, no necesitan introducir el pene en la vagina para sentir el placer de amarse. Hay una gran cantidad de falsedades que siguen creyéndose un buen número de adolescentes. Creen que no se produce un embarazo las primeras veces que tienen relaciones sexuales, o los supuestos días no fértiles de la mujer (supuestos porque los ciclos no siempre son exactos, suelen variar con relativa frecuencia), o que evitan el embarazo al lavarse la vagina tras tener relaciones... Si no hablamos con nuestros adolescentes, desconocemos la cantidad de mala información que acumulan. Si no les escuchamos, si únicamente les adoctrinamos pretendiendo que sigan nuestros consejos sin hacerles reflexionar, no reflexionan, y por lo tanto no toman las medidas preventivas necesarias. Dialogar, informarles e inducirles a reflexionar, les ayuda a tomar decisiones responsables respecto a su paternidad y a sus relaciones sexuales. 13. ESTEREOTIPOS ESTABLECIDOS PARA CADA SEXO 168 Da la sensación de que ya no existe el tabú, que los estereotipos que establecían diferencias entre el comportamiento sexual de ellos y ellas es historia pasada, sin embargo, no es así. Se han dado pasos, pero la confusión persiste. Antes se disociaba el sentimiento de enamoramiento, del deseo sexual. Al hombre se le adjudicaba el deseo, a la mujer el sentimiento. Él era el bruto, el que daba rienda suelta a su instinto sin poder controlarse. Ella, en cambio, no sentía ese deseo desenfrenado, su sentimiento tenía que ver con la ternura. En las relaciones sexuales él era el que sabía, decidía y dominaba; ella la ignorante, sin iniciativa, sometida al hombre. Aunque ha cambiado el panorama, después lo comentaremos, todavía sigue vigente, con mayor o menor fuerza, el esquema anterior. Se siguen transmitiendo las ideas que encierran algunas frases que oímos con frecuencia: "Los hombres, cuando salen con una mujer, solo piensan en acostarse con ella". "Me gustan todas, no puedo evitarlo, soy hombre". "Nosotras, ya se sabe, somos más tiernas..." Ambos, hombres y mujeres, sienten deseo sexual y ternura. Los dos sentimientos van unidos, y los poseen ambos. El instinto sexual es tan femenino como masculino. La mujer siente placer sexual, y desea dar y recibir placer. En una relación amorosa él o ella desearán llevar la iniciativa, dependiendo del momento. Ni él tiene por qué ser impotente ni ella frígida, ambos pueden disfrutar la relación amorosa y llegar al orgasmo. 14. EL SENTIMIENTO DE TERNURA NO ES PATRIMONIO DE LA MUJER La ternura no es patrimonio de la mujer. El hombre es capaz de manifestar sentimientos y de transmitir una inmensa ternura. El adolescente es tremendamente tierno, sus sentimientos se agudizan notablemente al enamorarse. Sueña despierto con ella, repite su nombre mil veces, espera horas para verla pasar, se emociona al mirarla, le embarga la felicidad si le hace caso, le encanta atenderla, llora si ella no le corresponde... Pero la sociedad le transmite que no es de hombres ser tierno; que ellos son más bien insensibles al dolor amoroso: "Ninguna merece la pena, son todas unas..." "Olvídala, 169 puedes conseguir las que quieras"... El amor adolescente es tierno. Ambos, él y ella, sienten esa ternura, ese sentimiento limpio, ingenuo, cargado de emoción hacia la otra persona. Tenemos que ayudarles a defender su ternura, sobre todo a ellos, a no sentirse ridículos si la manifiestan. La educación machista, todavía muy vigente, considera que el hombre se debe dedicar a conquistar mujeres, que no debe conformarse con una. Sin embargo el adolescente no es mujeriego, se enamora y desea ser correspondido. También es cierto que se desenamora y se vuelve a enamorar con relativa facilidad, pero lo mismo le sucede a ella. Están en una etapa de búsqueda, necesitan encontrar a la persona con quien compenetrarse. Ahora bien, mientras se siente enamorado ella es la única, y si su historia de amor se acaba, el mundo se desploma en su interior y la vida deja de tener sentido. El mujeriego no es el adolescente, es el adulto inmaduro. Pero la sociedad considera normal que el hombre conquiste, o se deje conquistar, con suma facilidad. Si una mujer es seducida por un hombre que solo desea poseerla, se hace hincapié en la culpabilidad de la mujer: "Ella debió tener más cuidado, ya sabía a lo que se exponía con un hombre así". El hombre está exento de culpa: "Ya se sabe cómo son los hombres, todos van a lo mismo..." Se da a entender que la naturaleza del hombre les impide ser fieles a su sentimiento amoroso, dispuestos siempre a seguir el instinto del deseo sexual, sea con quien sea. No es cierto que la infidelidad y la ausencia de ternura sean consustanciales con la naturaleza del hombre. El adolescente es intensamente tierno y fiel. Sus sentimientos hacia la persona de quien se ha enamorado le hacen sentir una felicidad inmensa, únicamente con esa persona, y un dolor profundísimo cuando la pierde. Pero la fuerza de la educación que recibe: "No te merecía", "tendrás todas las que quieras"..., contraria a sus sentimientos, le enseñan a dejar de manifestar lo que siente. Muchos acaban ajustándose al modelo social, se olvidan de su ternura, dejan de ser fieles a sus sentimientos y emprenden una vida sexual donde el instinto se disocia del deseo amoroso. Los adolescentes no deberían permitir que les arrancásemos 170 su ternura. Madurez y ternura pueden caminar juntas a lo largo de toda su vida. 15. EL DESEO DE PLACER NO ES PATRIMONIO DEL HOMBRE Amor, ternura y placer son patrimonio de ambos. Sentimiento y deseo van unidos. Sentir amor por alguien, y desear a esa persona, es lo natural. Hoy en día muchas adolescentes saben que son capaces de sentir deseo sexual, y no consideran que deban estar a la espera de que él sea quien dé el primer paso. No están dispuestas a subordinarse a ellos. Pero la sociedad todavía no acepta que ellas tengan iniciativa y expresen sus deseos: "Son unas desvergonzadas". Da la sensación, en muchas ocasiones, de que ellos se han convertido en víctimas de las malas artes femeninas, que quieren complicar la existencia al "indefenso" adolescente. Los adolescentes no deberían aceptar el papel de brutos, insensibles, carentes de ternura, dispuestos siempre al placer con cualquiera; ni de víctimas de unas arpías que pretenden "cazarlos" a toda costa. Las adolescentes no deberían aceptar el papel de frígidas, dispuestas siempre a la ternura, pero incapaces de sentir placer; ni el de mujeres dispuestas a todo con cualquiera. Tendríamos que dejar de hablarles mal a ellos de ellas y a ellas de ellos. Cada adolescente tiene que saber que está en la etapa del descubrimiento de dos sentimientos que van a ser importantísimos en su vida: el del enamoramiento y el del placer sexual. Si amor y deseo van unidos, su satisfacción será infinitamente mayor que si disocian ternura y placer. Están en una etapa de búsqueda y deben ser él y ella, ambos, quienes se elijan uno al otro, compartiendo amor en todas sus relaciones. Ambos pueden tomar la iniciativa y ambos deberán saber aceptar el "no" del otro. Ambos pueden manifestar ternura y sentir placer. Ambos, no sólo ella, deben afrontar, con responsabilidad, sus relaciones sexuales. 171 172 Tras la adolescencia llega la juventud 1. LA JUVENTUD PUEDE SER UNA ETAPA TRANQUILA, EQUILIBRADA. La juventud se sitúa entre la adolescencia y la etapa adulta. Se suelen utilizar los términos adolescencia y juventud como sinónimos, sin embargo son dos etapas con características diferentes. La adolescencia es una etapa conflictiva, de crisis, de dudas, de búsqueda..., la juventud es una etapa equilibrada, tranquila. Si nuestro hijo aprendió en la adolescencia a asumir sus responsabilidades, si no le resolvimos la vida como si continuase siendo un niño, llegará a la juventud tranquilo, dispuesto a afrontar su nueva etapa preparándose para lograr su total independencia. Las constantes dudas, las crisis del adolescente quedaron atrás. El joven, la joven, ya ha elegido, sabe lo que quiere, ha tomado las decisiones que le encaminan hacia la independencia definitiva de sus padres, hacia una vida que deberá crear, organizar y financiar con autonomía. 2. ¿QUÉ APRENDIERON EN SU ADOLESCENCIA? Recordemos que los adolescentes aprendieron a ser responsables, y por lo tanto independientes, dentro de casa. Crearon en su cuarto un espacio personal, íntimo, un lugar para disfrutar su soledad. También aprendieron a quedarse solos, haciéndose cargo de todas las actividades que forman parte de la organización de una casa. Lo que significa que, en su juventud, podrán afrontar la vida sin sus padres si deciden estudiar en otra ciudad, viajar para conocer otros lugares... Dejar de vivir en la casa de sus padres se puede convertir en una tragedia, si en la adolescencia no asumieron ninguna responsabilidad casera; pero si supieron organizar su espacio personal y colaborar en todas las actividades caseras, les resultará sencillo compartir piso o residencia con otros jóvenes. El adolescente también aprendió a organizar su vida fuera de casa, cuando salía con sus amigos. La relación con sus padres y demás familiares cambió. Su vida familiar se fue transformando poco a poco. Dejó de asistir a las mismas actividades familiares que mantuvo en su niñez. Aprendió a ponerse de acuerdo con sus padres cuando salía sin 173 ellos. Supo elegir las actividades de tiempo libre que le hacían disfrutar y a las personas con quienes compartirlas. Si así se comportó, en su juventud sólo debe seguir adelante por el camino trazado en su adolescencia. Ahora ya sabe qué le gusta hacer y qué no desea hacer. Sabrá aceptar las propuestas que le interesen y desechar las que no desee. Sabrá decir "no" y aceptar el "no" de otros. Sabrá ceder sin someterse. Si nos dice que va a pasar unos días con unos amigos, podremos confiar en él. Asumirá sus responsabilidades, no necesitaremos estar pendientes, como lo hicimos en la adolescencia, de lo que hace, a dónde va, con quién sale... Pero si asumimos las responsabilidades de su vida decidiendo por él, decidiendo lo que debía o no debía hacer, si no le permitimos afrontar las consecuencias de su manera de actuar..., seguirá siendo un adolescente en su juventud. No podremos confiar en lo que nos diga, porque no será fiable. No sabrá lo que quiere, se someterá a lo que decidan otros con suma facilidad. En la adolescencia, recordemos, debimos enseñarle a ganarse, dentro de casa, lo que necesitaba para sus gastos personales. Si así lo hicimos, en su juventud encontrará trabajos eventuales para estudiantes y sabrá ganar lo que necesite para cubrir sus gastos de tiempo libre. Pero si en su adolescencia fue totalmente dependiente de sus padres en el aspecto económico, tendrá que emprender en su juventud el inicio de su independencia económica (está en una etapa óptima para iniciarla o continuarla). Respecto a su preparación profesional, si en la adolescencia supo elegir lo que realmente deseaba hacer, si no eligieron por él, en la juventud se puede dedicar a aprender lo que eligió sin que nadie le tenga que presionar para que asista a clase y estudie. Sabrá organizar su vida en general y sus estudios en concreto. Si falta a clase por algún motivo, recuperará lo que necesite. Sabrá organizarse y asumir la responsabilidad de prepararse para su vida laboral. No necesita que le vigilemos. Su vida amorosa ya no debe preocuparnos. Si aprendió en la adolescencia a encaminarse hacia el amor maduro y hacia la paternidad-maternidad responsables, en su juventud podemos estar tranquilos, sabrá afrontar su o sus relaciones amorosas con madurez. 174 Pero si todavía sigue siendo posesivo, si no respeta el proyecto de vida de la persona a quien dice amar o se somete a esa persona sin respetar su propio proyecto de vida, si no asume responsablemente sus relaciones sexuales y se arriesga a un embarazo no deseado, lo que sucede es que sigue siendo un adolescente. 3. SI APRENDIERON A SER INDEPENDIENTES, NO NECESITAN QUE LES CONTROLEMOS La etapa realmente dura, difícil, es la adolescencia. La juventud resulta tranquila. Es la etapa de llevar a la práctica sus decisiones, lo elegido al final de la adolescencia. No necesitamos pactar ni negociar continuamente. Nuestro hijo ya no es un caballo desbocado, podemos soltar las riendas, sabe por qué camino quiere ir, no es necesario que le guiemos constantemente. Cuando necesite consejos, opiniones, asesoramiento, sabrá acudir a quien le pueda ayudar. Se acabó lo de estar el adolescente en un extremo de la cuerda y nosotros en el otro, tensándola a cada rato porque no le podemos conceder la libertad que nos pide, porque todavía no asume sus responsabilidades. Ahora ambos podemos soltar la cuerda. Le podemos conceder la libertad que nos pedía en la adolescencia, porque aprendió a asumir sus responsabilidades. No necesita que le controlemos. Sabe organizar su vida. Por lo tanto, cuando nos comunique lo que desea hacer podemos apoyarle, sus decisiones están bien tomadas. No es que no se equivoque o que no nos necesite. Su familia sigue siendo muy importante, nuestro asesoramiento también, pero si se equivoca sabe rectificar, y si necesita consultar algo con nosotros sabrá pedirnos ayuda. Atrás quedó el constante tira y afloja de la adolescencia, la rebeldía porque no quería negociar, el sentirse incomprendido cuando defendíamos un punto de vista diferente al suyo, los pactos incumplidos porque le costaba respetar los acuerdos... Empieza una etapa de comunicación fluida, en la que en lugar de ir detrás del adolescente para comunicarnos con él, podemos esperar que acuda a nosotros cuando lo necesite. 4. ¿LLEGAN A ADOLESCENTES? Es una lástima que SU JUVENTUD la mayoría de 175 SIENDO TODAVÍA los jóvenes sigan siendo adolescentes al llegar a su juventud. Si a nuestro hijo, cuando fue adolescente, no le ayudamos a asumir las responsabilidades propias de la adolescencia, si le dimos libertad sin responsabilidad, resolvimos su vida o decidimos por él..., no está preparado para afrontar su juventud. En casa no colabora, ni siquiera se ocupa de su cuarto, pero pretende que alguien se ocupe de su desorden. Si se queda solo puede suceder cualquier cosa, depende de lo que se le ocurra, actúa por impulsos. Puede invitar a sus amigos y celebrar una fiesta sin considerar que deberá ocuparse de que todo quede en orden, o puede vivir como un pordiosero los días que esté solo sin pasársele por la cabeza que es él quien debe mantener la casa limpia. Probablemente no sabe lo que quiere hacer, a qué se quiere dedicar profesionalmente. Si se matricula en la universidad (seguramente no se matriculará él, esperará a que le matriculen) no acudirá a clase, ni estudiará, ni se presentará a los exámenes. Todavía es irresponsable. En su tiempo libre entablará relación con personas tan irresponsables como él y sus actividades recreativas serán las que estén de moda, pero pasivas. Se someterá con facilidad a lo que no le suponga el menor esfuerzo. Será difícil que encuentre una pareja responsable, y si la encuentra, probablemente no le durará porque será posesivo, dependiente, agobiante. Querrá seguir dependiendo de sus padres sin colaboración por su parte. Pretenderá que le resolvamos la vida. Se quejará si le exigimos que asuma sus responsabilidades o si no le damos lo que nos pide. La comunicación será difícil y a menudo insoportable. 5. MERECE LA PENA AYUDARLES A AFRONTAR SU ADOLESCENCIA La situación descrita, bastante frecuente hoy en día, se puede prolongar hasta la etapa adulta. Muchos adultos jóvenes, que viven con sus padres, se comportan como adolescentes irresponsables. Sus padres conviven con un hijo "adulto", que en realidad sigue siendo un adolescente. Puede haber acabado sus estudios e iniciado un trabajo, pero es dependiente. Pretende que le resuelvan la vida ocupándose de su ropa, de su comida, de la limpieza de lo que utiliza..., sin ningún 176 aporte por su parte. Esta situación no tiene nada que ver con la naturaleza del ser humano, sino con la pésima educación recibida. No se enseña a los padres a educar a sus hijos para que sean autónomos y asuman sus responsabilidades. No se les enseña que deben dejarles tomar decisiones, ponerles límites y permitir que vivan las consecuencias de su manera de actuar. Les sobreprotegen, les evitan esfuerzos, dejan que sean consumistas, que reciban sin dar... Lo hicieron con buena voluntad, pero no educaron a sus hijos para que supieran afrontar su vida y no saben afrontarla, siguen siendo dependientes. Tendrán que enseñarles, cuanto antes, todo lo que debieron aprender en su adolescencia, para ayudarles a madurar. Merece la pena hacer el esfuerzo de ayudarles a vivir su adolescencia asumiendo sus responsabilidades, a pesar de lo costoso, de lo pesado que puede resultar negociar con los adolescentes. Pero al final de la etapa, ellos y nosotros, obtendremos la recompensa: un hijo independiente, equilibrado, maduro, responsable. Un joven adolescente es insoportable, un joven que ha superado la adolescencia es adorable. Realmente merece la pena vivir intensamente la adolescencia, para lograr los objetivos de esta etapa y estar preparados para afrontar, con total tranquilidad, la etapa siguiente, la juventud. Como venimos comentando, al llegar a la adolescencia se provocan cambios drásticos que no sabemos cómo afrontar. Si no aceptamos que nuestro hijo está creciendo, que tiene que cambiar, que ya no podemos seguir tratándole como si fuese un niño; que necesita crecer, independizarse y asumir nuevas responsabilidades; se siente incomprendido y se muestra cada vez más rebelde, más arisco, más agresivo. La relación con él es sumamente desagradable. El adolescente necesita a alguien que le ayude a asumir sus cambios, a comprender lo que está sucediendo, a comprender ese mundo nuevo que se abre ante él. Alguien que le ayude a descubrir su nueva identidad y a aceptar a las personas diferentes a él. Alguien que le acompañe en su búsqueda y que le ayude a crecer, a independizarse, a tomar decisiones. Esa persona debe ser alguien con autoridad, no 177 debe ser una persona autoritaria ni permisiva. Transmitir a nuestros hijos mensajes que les animen a asumir sus responsabilidades y a esforzarse, saber dialogar con ellos, ponerles límites, pactar, ceder, establecer acuerdos..., es importantísimo. Pero lo que tiene más importancia a la hora de educar es mantener una actitud segura, firme y comprensiva, la actitud de las personas con autoridad, no autoritarias ni permisivas. Aunque ya hemos hablado de las tres actitudes a lo largo de los diferentes capítulos de este libro, resumiremos aquí las características de cada actitud para que descubramos en cuál estamos situados y decidamos en cuál deseamos estar, poniendo los medios para lograrlo. 178 179 Nuestra actitud Como venimos comentando, al llegar a la adolescencia se producen cambios drásticos que no sabemos cómo afrontar. Si no aceptamos que nuestro hijo está creciendo, que tiene que cambiar, que ya no podemos seguir tratándole como si fuese un niño, que necesita crecer, independizarse y asumir nuevas responsabilidades, se siente incomprendido y se muestra cada vez más rebelde, más arisco, más agresivo. La relación con él es sumamente desagradable. El adolescente necesita a alguien que le ayude a asumir sus cambios, a comprender lo que está sucediendo, a comprender ese mundo nuevo que se abre ante él. Alguien que le ayude a descubrir su nueva identidad y a aceptar a las personas diferentes a él. Alguien que le acompañe en su búsqueda y que le ayude a crecer, a independizarse, a tomar decisiones. Esa persona debe ser alguien con autoridad, no debe ser una persona autoritaria ni permisiva. Transmitir a nuestros hijos mensajes que les animen a asumir sus responsabilidades y a esforzarse, saber dialogar con ellos, ponerles límites, pactar, ceder, establecer acuerdos... es importantísimo. Pero lo que tiene más importancia a la hora de educar es mantener una actitud segura, firme y comprensiva, la actitud de las personas con autoridad, no autoritarias ni permisivas. Aunque ya hemos hablado de las tres actitudes a lo largo de los diferentes capítulos de este libro, resumiremos aquí las características de cada actitud para que descubramos en cuál estamos situados y decidamos en cuál deseamos estar, poniendo los medios para lograrlo. 1. ACTITUD AUTORITARIA Somos autoritarios cuando imponemos a los adolescentes nuestro criterio sin tener en cuenta su punto de vista, cuando no estamos dispuestos a ceder porque no aceptamos que sus gustos y opiniones sean diferentes a las nuestras. Es normal que les guste vestirse, peinarse y arreglarse de una manera que muy poco tiene que ver con nuestros gustos personales. Es normal que pretendan decorar y organizar su cuarto a su gusto, no al nuestro. Es normal que pretendan organizar su vida siguiendo un horario mucho más personal que en la 180 etapa anterior, y que las actividades familiares se modifiquen. Las personas autoritarias no aceptan el cambio de sus hijos, critican su deseo de independencia y tratan de someterles, acentuando así su rebeldía e imposibilitando la comunicación. La actitud autoritaria ha sido históricamente, y sigue siendo en la actualidad, la más frecuente, sobre todo en la adolescencia. No nos enseñaron a convivir respetando nuestras diferencias ni a resolver nuestros conflictos dialogando. Aprendimos a imponernos, a decidir por el otro, y eso hacemos. La respuesta a la actitud autoritaria de los padres suele ser una actitud, también autoritaria, por parte del hijo adolescente. Las personas autoritarias se enfadan habitualmente con su hijo. La relación de los adultos autoritarios con el adolescente se convierte en una batalla continua. Cuando no les parece bien su comportamiento gritan y dan órdenes. No escuchan, no dialogan. Su actitud es agresiva y arbitraria. Cuando el hijo llega a la adolescencia, la relación con el padre autoritario se encamina hacia una incomprensión y una incomunicación cada vez mayor. La persona autoritaria trata de imponerse. No valora la capacidad del adolescente para reflexionar, tomar decisiones coherentes y asumir sus responsabilidades. El padre autoritario potencia la obediencia ciega y la disciplina impuesta. Pretende que su hijo le obedezca sin darle la opción de opinar, de expresar sus deseos cuando no coinciden con los suyos. Cree saber lo que le conviene a su hijo, sin aceptar que decida su propio camino: "Los adolescentes no saben nada de la vida, tenemos que impedir que vayan por caminos equivocados...". Todo lo hace "por el bien de su hijo", pero no le escucha, no tiene en cuenta su opinión ni sus sentimientos. La única opinión posible es la suya. Sentencia, adoctrina, impone a su hijo la manera "correcta" de actuar. No admite errores. Si su hijo no logra lo que él desea, le critica, le descalifica, le desprecia. No cede, ni pacta. Impone castigos arbitrarios y utiliza la amenaza con frecuencia: "Te quedas sin paga". "No sales el fin de semana". También impone premios para que su hijo logre lo que él desea. Quiere resultados inmediatos y exige esfuerzo. Pero cuando el adolescente consigue algo, no lo valora, considera que es su 181 obligación. Es una persona exigente, pero no comprensiva. Transmite inseguridad. 2. EL ADOLESCENTE AUTORITARIO El adolescente autoritario actúa con la misma actitud que acabamos de comentar. Trata de imponerse a sus padres. Pretende que acepten lo que él desea sin escucharles, sin admitir una opinión en contra. No es dialogante, no tiene en cuenta los sentimientos de sus padres, considera su opinión la única admisible. Pretende que le autoricen a hacer todo lo que quiere: que le dejen salir sin comentar a dónde y con quién, que financien sus gastos... Ni cede ni admite pactos, pretende imponerse. Considera que sus padres se deben someter a sus deseos, concediéndole todo lo que pide: "Es su obligación, yo no les pedí nacer". Exige sin dar. No admite fallos. Si sus padres fallan, les critica, les desprecia. Si actúan correctamente, no les valora: "Es su obligación". Su actitud es agresiva. Se enfada, grita y emplea la violencia con frecuencia. Su comportamiento, en muchas ocasiones, responde al de las personas tiranas, descontroladas, agresivas y arbitrarias. Es exigente, pero tremendamente incomprensivo. Aunque aparenta una gran seguridad, es una persona muy insegura. Hubiese sido más fácil ayudarle a controlar su agresividad y su autoritarismo en las etapas anteriores, pero está a tiempo de rectificar su actitud. Si somos personas con autoridad, no autoritarias, le podemos ayudar a adquirir seguridad, a controlarse, a reflexionar, a ponerse en el lugar de los demás. Podemos ayudarle siguiendo las indicaciones sugeridas en los diferentes capítulos de este libro. 3. ACTITUD SOBREPROTECTORA O PERMISIVA Las personas sobreprotectoras hablan del adolescente como si todavía fuese un niño. No le animan a crecer, a independizarse. Resuelven la vida de su hijo, le facilitan todo lo que pide, no le ponen límites. Dejan que consiga lo que quiera sin el menor esfuerzo. Le dan todo a cambio de nada. Permiten que no asuma ninguna responsabilidad. Se ocupan de resolver sus actividades cotidianas: organizan y ordenan su cuarto, recogen el cuarto de baño cada vez que lo utiliza, le preparan todas las comidas, se ocupan de su ropa, incluso le hacen la maleta. Le compran 182 todo lo que necesita y también lo que no necesita, sus caprichos... Le resuelven la vida sin pretender que colabore, que se esfuerce. Le dejan hacer "su vida" sin tener en cuenta a las personas con las que convive. Justifican, siempre, los errores de su hijo. Le disculpan culpando a otros. Su hijo nunca hace nada censurable, los culpables son los otros, los compañeros de su hijo, que son unas malas personas: "Mi hijo es incapaz de hacer daño a nadie, incapaz de drogarse, de beber más de la cuenta, de insultar, de faltar el respeto...". No le ponen límites ni le exigen esfuerzos, al contrario, evitan que se esfuerce porque no le suponen capaz de afrontar su vida. No dialogan con el adolescente, se limitan a resolverle la vida sin que tenga que expresarse. Cuando les pide algo se lo conceden siempre. Le dan todo lo que pide: ropa, dinero, permisos... porque: "Es tan buen estudiante que no le podemos negar nada" o "los demás padres también se lo dan..." o "No se lo merece, pero no sabemos qué hacer, es nuestro hijo". Con esta frase "Es nuestro hijo...,": justifican el hecho de darle todo, de no exigirle nada, de ceder siempre. En ocasiones, se quejan de lo poco que estudia, de lo mucho que sale..., pero le siguen dando paga y libertad para salir. Consienten que haga lo que quiera, para evitar enfrentamientos. Los padres sobreprotectores intentan evitar que sus hijos se equivoquen. Quieren evitarles las consecuencias negativas que se derivan de los errores. Pretenden que no lo pasen mal, pero les impiden afrontar su vida. Muchos padres, cargados de buena voluntad, frenan el desarrollo de sus hijos, dificultan su crecimiento, no les ayudan a tomar las decisiones que les permitirían ser más independientes. Al sobreprotegerlos, inhiben la personalidad de sus hijos. La sobreprotección es una forma profundamente egoísta de ofrecer amor, porque al no ayudar a nuestros hijos a afrontar su vida, los mantenemos atados a la nuestra. No debemos evitar que se esfuercen. Nuestro adolescente debe afrontar su vida con todo el esfuerzo que le suponga. Debe vivir sus propias experiencias y aprender de ellas. Necesitará múltiples ensayos para rectificar sus 183 errores. Necesita, como venimos repitiendo, que dialoguemos con él acerca de lo que puede y lo que no debe hacer, las normas y límites de su vida, y que pactemos las consecuencias de su forma de actuar. Podrá reflexionar, decidir, actuar y acertar, o equivocarse y rectificar. Pero para ello necesita que no le sobreprotejamos, que le permitamos crecer, que aceptemos que afronte esta etapa de su vida con sus riesgos, sus dificultades, sus costos, sus esfuerzos, y también con la alegría, la libertad, el disfrute que conlleva. La persona sobreprotectora tiene una actitud aparentemente sumisa, sacrificada. Se ofrece al adolescente para lo que necesite, y a menudo se somete al hijo, se deja tiranizar. Pero se queja, adopta una actitud victimista porque lo da todo y no hacen lo mismo por ella, no se siente correspondida. Las personas sobreprotectoras cargan con el peso de las personas a quienes protegen, un peso que no les corresponde; y acaban siendo una carga para sus protegidos, a quienes crean una dependencia emocional que dura toda la vida. 4. EL ADOLESCENTE SOBREPROTECTOR SOBREPROTEGIDO Y La actitud de la persona permisiva, potencia la desidia, la indisciplina y la tiranía del adolescente. Éste considera que todos deben resolver su vida sin aportar el menor esfuerzo. Se cree generoso cuando invita a sus amigos con el dinero de sus padres, o cuando les ofrece la casa de sus padres sin consultar y sin colaborar mínimamente en la recogida de lo que han utilizado. Vive fuera de la realidad porque no le han ayudado poniéndole límites. El adolescente educado en la permisividad sí se comunica, pero sólo para pedir, para conseguir lo que quiere. Ni escucha, ni pacta. Crece dependiente, no madura. Seguirá dispuesto a seguir dependiendo de sus padres, alcanzada la etapa adulta. La sobreprotección no le permite crecer seguro, capaz de afrontar su vida. El adolescente también puede adoptar una actitud permisiva o sobreprotectora. Es el adolescente al que le falta fuerza, rebeldía. Deja que otros impongan su criterio y lo acepta sin resistencia. Protege a los que considera sus amigos, sin exigirles nada. Evita que 184 "su amigo" se esfuerce; él hace todo, cede siempre, se somete, se declara culpable aunque no lo sea. Le disculpa, justifica todos sus errores, no le pone límites, no saben decir "no", permite el chantaje emocional sin resistencia: "Hazlo por mí, soy tu amigo". Se sacrifica por sus amigos, pero también se queja. Espera que se comporten con él como él lo hace con ellos, pero sin tener que pedirlo, sólo porque se lo merece: él lo da todo... 5. ACTITUD DE LA PERSONA CON AUTORIDAD Los adolescentes necesitan a alguien que sepa guiarles por esta etapa, una etapa fundamental en la vida del ser humano, con autoridad, sin autoritarismo y sin sobreprotegerles. Las personas con autoridad comprenden que el adolescente necesita crecer, madurar, hacerse más autónomo y responsable. Consideran que ya no es un niño y que necesita más libertad, por lo que deberá asumir mayores responsabilidades. Creen en la nueva capacidad de autonomía del adolescente y quieren ayudarle a conseguirla. Comprenden que necesita desprenderse de sus padres, y le facilitan el camino permitiendo que disponga de un espacio y un tiempo personal; pero a su vez le exigen que asuma sus responsabilidades. Podrá estar en su cuarto, se podrá quedar solo en casa, no compartirá tantas actividades familiares ni dentro ni fuera de casa, pero se ocupará de organizar y ordenar su cuarto, colaborará con la familia en las actividades caseras, se ocupará de mantener en orden la casa y de realizar las actividades domésticas cuando esté solo; y pactará su asistencia a las diferentes reuniones familiares. Podrá organizar su horario personal de acuerdo a sus necesidades y teniendo en cuenta a las personas con las que convive, pero se tendrá que comprometer a llevarlo a la práctica. Las personas con autoridad son comprensivas y saben dialogar. Comprenden que el adolescente está en una etapa de cambio, de búsqueda de su identidad, y que eso le provoca dudas, contradicciones, inseguridad. Comprenden que es normal que cometa errores y le ayudan a rectificar sus fallos. Cuando dialogan escuchan a su hijo, no le abordan sin escucharle. Dejan que exprese sus opiniones, sus deseos y sentimientos..., y los tienen en cuenta. 185 Escuchan y ceden, pero también saben poner límites y no ceder cuando no deben hacerlo. Saben decir "no" sin ser agresivas. Animan al adolescente a lograr lo que se propone y le felicitan cuando lo logra. Le animan a esforzarse y valoran su esfuerzo. Admiten sus errores y le ayudan a superarlos permitiendo que viva las consecuencias de su forma de actuar o pactando consecuencias que le permitan conseguir lo que le cuesta. No son personas arbitrarias. Son firmes, coherentes y exigentes en el cumplimiento de lo pactado. Las consecuencias se cumplen siempre. Valoran la disciplina interna, no la impuesta. Su actitud es tranquila. No se enfrentan con el adolescente poniéndose a su nivel, actuando como adolescentes. En lugar de enfadarse y gritar, hablan; en lugar de quejarse, actúan; en lugar de repetir todo mil veces, lo dicen una sola vez para recordar lo pactado. Permiten que el adolescente recorra su etapa aprendiendo a desprenderse de sus padres para construir su propio camino. 6. EL ADOLESCENTE CON AUTORIDAD El adolescente con autoridad, no autoritario ni permisivo, se esfuerza para lograr la libertad que pretende, en casa y fuera de casa. Asume sus responsabilidades, sabe organizar su vida y no pretende que otros se la resuelvan. Quiere ser cada vez más independiente, más libre, y por lo tanto afronta sus obligaciones. Colabora con las personas con quienes convive y comprende que debe costearse sus gastos haciendo el esfuerzo de ganarse lo que le dan. Organiza sus estudios y se informa para elegir su futuro profesional. En su tiempo libre es activo, disfruta haciendo deporte, en contacto con la naturaleza y realizando actividades recreativas con su grupo de amigos. Sabe qué le gusta y qué no le gusta. Si se aburre, no echa la culpa a otros. Se sabe entretener con otras personas y también disfruta su soledad. Para resolver sus conflictos con las personas que conoce, dialoga y pacta; y no cae en la provocación de personas desconocidas. Es abierto, comprensivo y dialogante con los demás. Acepta los diferentes puntos de vista y sabe pactar. Sabe expresar tanto lo que desea hacer, como lo que no está dispuesto a hacer. Sabe defender su punto de vista y decir "no" a sus propios amigos. Sabe ceder sin someterse. Es tolerante y solidario, pero no permite que le impongan 186 cómo debe ser. No se somete a ser al gusto de otros. Se esfuerza para lograr conocerse, para saber qué desea hacer y asumir sus responsabilidades. Se esfuerza por ser cada vez más él mismo, cada vez más autónomo, más independiente de su familia porque debe aprender a valerse por sí mismo. Le va a costar tomar decisiones, y actuar de acuerdo a sus propios pensamientos y sentimientos sin ceder a chantajes emocionales. Pero al final de la etapa logrará actuar con criterio propio. Lo logrará con su esfuerzo y nuestra ayuda. No olvidemos que el adolescente nos necesita para desprenderse de nosotros y afrontar su vida abriéndose a los demás 187 188 Los adolescentes y la educación escolar Los adolescentes necesitan sentirse partícipes de su vida, poder opinar, que se les tenga en cuenta. Por lo tanto necesitan que les demos la oportunidad de participar en las decisiones que afectan a su vida escolar. Nos enemistamos con los adolescentes por no dejarles opinar, por tomar decisiones sin contar con ellos, cuando precisamente están en la etapa de filosofar, opinar, debatir, confrontar, y rebelarse. También en la de ceder y pactar, llegar a acuerdos y asumir las consecuencias de su manera de actuar. Llevar la contraria a los adolescentes conduce a una batalla continua. Comprenderles, dialogar y pactar con ellos es el camino para ponerse de acuerdo y convivir sin acritud. Se debería dialogar con los adolescentes para llegar a acuerdos acerca de los temas que suelen resolver los adultos sin contar con ellos, acerca de: . Su manera de arreglarse, que desean que sea diferente a la de los alumnos de la etapa anterior. . La organización de su vida para asumir, entre otras, sus responsabilidades académicas. . Sus normas de comportamiento. . La manera de resolver sus conflictos, dialogando y pactando. . La adquisición de los aprendizajes académicos a través del debate y la confrontación de opiniones. . La elección de su futura profesión en función de sus intereses y capacidades. Si en lugar de imponernos les ayudamos a tomar decisiones responsables, los adolescentes son capaces de asumir sus compromisos y no provocamos su rebeldía. Cualquier relación resulta muy difícil cuando no hay comprensión. Pero la relación con los adolescentes resulta especialmente conflictiva cuando no se sienten comprendidos. Cuando descubren que los adultos les imponen todas las normas de comportamiento que deben regir su vida escolar, sin 189 contar con ellos, se rebelan mostrando actitudes desidiosas y, muchas veces, agresivas. 1. CÓMO AYUDARLES A ESTABLECER SUS NORMAS DE COMPORTAMIENTO Sin duda, los adolescentes tienen capacidad para tomar decisiones acerca de cómo deben comportarse. Pero la mayoría de los centros escolares les imponen las normas que rigen su vida. No les piden su opinión, piensan por ellos. En lugar de imponérselas, se tendrían que negociar la mayoría de las normas. Imponer y prohibir no es la manera de crear un clima propicio para la buena relación con los adolescentes. Pueden afrontar sus responsabilidades, sin que nadie se las imponga. Si se les da la oportunidad, saben establecer las normas que necesitan respetar para progresar en sus estudios y mejorar su comportamiento: . Prestar atención al profesor. . No distraer ni molestar a los compañeros. . Hacer las tareas escolares y entregar los trabajos en la fecha acordada. . Hablar con control, sin gritar, insultar... Veamos un ejemplo. En el centro escolar, uno de los motivos de conflicto es el aspecto externo de los adolescentes. Ellos se quieren identificar con su grupo y desean manifestarlo de una manera explícita mostrando una imagen que provoca nuestro rechazo. Nosotros tratamos de imponernos con normas que van en contra de sus gustos personales y les amenazamos con diferentes sanciones. En lugar de actuar así, deberíamos hacerles sentir que comprendemos su necesidad de ser tratados como adolescentes, no como niños; su necesidad de diferenciarse, como grupo, y su capacidad para tomar decisiones. Les deberíamos pedir que expresen cómo desean arreglarse. Tras escucharles, expondremos lo que estamos dispuestos a aceptar y lo que no nos parece oportuno aceptar. Finalmente nos ponemos de acuerdo cediendo ambos, pactamos. Al pactar 190 establecemos sus normas de comportamiento y sus límites: qué se permite y lo que no se permite respecto a su arreglo personal. Ambos, adolescentes y adultos, tenemos que ceder para ponernos de acuerdo, para convivir sin agredirnos. Debemos comprender que vivimos etapas diferentes y que es normal que nuestros gustos no coincidan. Al ceder, les mostramos que les aceptamos como son, diferentes al niño de la etapa anterior y al adulto que no quieren parecerse. Les mostramos que aceptamos que sean diferentes. Pero también nosotros somos diferentes y tenemos puntos de vista que no coinciden con los suyos. Por lo tanto, tendrán que aceptar que en ocasiones no coincidamos y que necesitemos concertar nuestras opiniones diferentes. También ellos tendrán que ceder. Una vez establecida una norma de comportamiento, se deberá establecer también la consecuencia para los que incumplan la norma. La consecuencia la pueden proponer ellos mismos pretendiendo siempre ayudar, no castigar, a los que les cueste cumplir la norma. Como hemos señalado en varios capítulos de este libro, las consecuencias no son castigos. Se deben proponer como verdaderas ayudas para que a los que les cuesta cumplir una norma consigan hacer el esfuerzo que necesitan. Al permitir que los adolescentes reflexionen y tomen decisiones, no estamos permitiendo que hagan lo que les dé la gana, sino todo lo contrario, permitimos que asuman sus responsabilidades. Si nosotros decidimos por ellos, no se sienten responsables de nuestras decisiones, sino ofendidos por haber decidido sin contar con ellos. Tratarán de incumplir lo que les imponemos, de engañarnos y de burlar las normas impuestas. Serán cada vez más indisciplinados. 2. DEBATIR SUS NORMAS EN GRUPOS REDUCIDOS Actualmente, en algunos centros escolares se permite a los adolescentes que establezcan sus normas de comportamiento. Se pide a todo el grupo que decida cómo deben comportarse con el profesorado, con sus compañeros, respecto a los aprendizajes académicos, los trabajos que deben presentar, las evaluaciones, etc. Pero no se les anima a reflexionar, a presentar sus propuestas, a tener en cuenta las diferentes opciones, a debatirlas y a llegar a acuerdos 191 que respeten las opiniones diversas. Más bien se pretende que propongan las mismas normas que habrían establecido los adultos, sin debate, sin oposición, con todos a favor. Cuando se actúa así lo que sucede es que hablan unos pocos, muy pocos, los que opinan como los adultos, y los demás se someten a esos pocos sin reflexionar o no participan porque saben que van a ser mal calificadas las opiniones diferentes. Para que la participación no sea un simulacro, sino un acto de auténtica reflexión, un debate acerca de opiniones diversas que les lleve a tomar decisiones responsables, no se debería pedir la participación de todo el grupo a la vez. Para que participen todos, se debe comenzar por debatir en grupos muy reducidos, de 4 o 5 alumnos. Cuando estén organizados en pequeños grupos, les podemos proponer que debatan acerca de los temas de autonomía personal o de convivencia, que afectan a su vida escolar. Pueden proponer arreglarse de manera diferente a los alumnos menores, aceptando determinados límites; o que todos respeten determinadas normas de comportamiento para que la clase funcione: ser puntual, prestar atención al profesor, no distraer a los compañeros...; o que se eliminen normas que no son transcendentales. También pueden establecer qué consecuencias deberán afrontar los que molesten en clase, lleguen tarde o no hagan los trabajos..., pero siempre con la idea de ayudarse entre ellos, no con la de ser cómplices de un sistema autoritario que impone disciplina a base de castigos. En resumen, para ayudarles a establecer sus normas de comportamiento: . Partimos de la comprensión: comprendemos que son capaces de tomar decisiones responsables respecto a sus normas de comportamiento. . En grupos de 4 o 5 alumnos debaten y formulan sus propuestas. Proponen las normas de comportamiento que deben regir su vida escolar para lograr un buen rendimiento académico. . Escuchamos sus propuestas y las aceptamos total o parcialmente. Si no aceptamos la totalidad de sus propuestas, nos ponemos de 192 acuerdo, cediendo ambas partes. . Se establecen las normas y los límites: lo que pueden hacer y lo que no está permitido. . Se establecen las consecuencias para ayudar a los que les cuesta cumplir las normas establecidas por el grupo. . Les animamos a colaborar entre ellos para lograr lo que se propone el grupo. 3. COMO AYUDARLES A RESOLVER SUS CONFLICTOS Cuando surgen conflictos entre los alumnos son los propios adolescentes quienes deben resolverlos, aunque todavía necesiten nuestro apoyo. En grupos reducidos, de 4 ó 5 alumnos, inician su reflexión sobre la manera de prevenir y abordar sus conflictos. Les debemos proponer que se comuniquen sus sentimientos desde el punto de vista del agredido y del agresor (cómo me siento cuando me agreden, cómo se sienten los demás), para establecer posteriormente sus normas de convivencia. Las establecen en los diferentes grupos y, tras una puesta en común, se decide una norma única para todos. En general, cuando surgen conflictos los resuelven los adultos sin contar con los adolescentes, sin tener en cuenta su capacidad para confrontar opiniones, ponerse de acuerdo y asumir las consecuencias de su manera de actuar. No se cuenta con ellos y se adoptan actitudes autoritarias y agresivas. O se hace caso omiso ante sus conflictos permitiendo que los resuelvan a su manera, agrediéndose entre ellos o sometiéndose unos a otros. A veces se crean comisiones de disciplina con los propios alumnos que son, en definitiva, una copia del sistema autoritario adulto. Los alumnos, elegidos en asamblea, son los encargados de controlar que sus compañeros mantengan el comportamiento deseado por los adultos, formando parte de comisiones que censuran y castigan las conductas no deseadas. Les convertimos en cómplices del sistema. Hacen de jueces. Son un juez más, no líderes que faciliten la comunicación y la resolución de conflictos sin agredirse. En la mayoría de las ocasiones, los adolescentes, como no quieren asumir la tarea de "cómplices del profesor", eligen a su representante entre los 193 compañeros que no asumen un papel activo, entre los alumnos que no actúan como represores pero que tampoco ayudan al grupo que representan. Para que las asambleas de alumnos sean productivas y nombren responsablemente a los que van a representarles, y para que los representantes asuman un papel activo facilitando la convivencia entre sus compañeros, es necesario que les asignen tareas concretas, bien definidas, sobre su papel como líder del grupo, y que todos estén habituados a opinar, debatir, confrontar y pactar. Esto se puede lograr reflexionando en grupos reducidos para que todos se escuchen y opinen. Es importante que comprendan lo que supone elegir a alguien que los represente, y para el que represente a todo el grupo lo que supone ser elegido. Sin embargo, para resolver sus conflictos no es el representante del grupo sino todos los alumnos quienes deben reflexionar, analizar, exponer y escuchar los diferentes puntos de vista, y aprender a ceder, o a no ceder cuando ceder implique someterse. Todos necesitan aprender a analizar sus sentimientos y a confrontar sus diferentes puntos de vista para pactar sus normas de convivencia y ayudarse, entre ellos, a respetarlas. Para resolver sus conflictos de convivencia: insultos, robos, rechazo al que destaca en algo, al débil, al diferente... En lugar de lanzarles un discurso sobre cómo deben actuar o nombrar una comisión para que decida por todo el grupo, se les debe proponer que, en grupos reducidos, todos reflexionen: . Cómo me siento cuando me insultan, rechazan... . Cómo se sienten los demás. . Qué norma de convivencia deberíamos establecer teniendo en cuenta las diferentes opiniones y sentimientos. . Qué consecuencia ayudaría al que le cuesta cumplir la norma. 4. ADQUIRIR CONOCIMIENTOS OPINIONES EN GRUPOS REDUCIDOS CONFRONTANDO En realidad el debate en pequeños grupos debería darse siempre, no sólo cuando tengan que debatir temas de comportamiento, sino 194 también para facilitar y mejorar el aprendizaje académico. De hecho, la disposición de los pupitres en el aula no debería ser en filas, unos detrás de otros, sin posibilidad de comunicarse. Si pretendemos que estén siempre atentos al profesor y que su participación no se limite a responder a sus preguntas, deberíamos aprovechar el enorme potencial que supone la comunicación y la ayuda mutua para adquirir conocimientos y mejorar su convivencia. Después de exponer un tema, las actividades que propone el profesor se tendrían que resolver individualmente, para confrontarlas posteriormente entre los propios compañeros. Así podrían comprobar, entre ellos, qué entendieron o qué no comprendieron, y se podrían ayudar a resolver sus dudas. De nada sirve que el profesor confirme, al revisar los trabajos, que no comprendieron, que no saben. Lo importante es que lo que no sepan, lo puedan aprender debatiendo, ayudándose mutuamente. En los pequeños grupos se ayudan a comprender lo que no han entendido, aprenden a colaborar y profundizan o amplían sus conocimientos al entrar en debate. Mientras los alumnos confrontan sus conocimientos y debaten, el profesor guía el proceso haciendo preguntas que animan a la reflexión y a la confrontación de opiniones hasta adquirir los conocimientos. Acabada la confrontación en los pequeños grupos, se llega a la conclusión oportuna. Cuando se debate un tema con todo el grupo, por muy participativo que pretendamos hacerlo, hablan únicamente unos pocos y el resto calla por no querer opinar públicamente, porque en ese momento no estaban atentos o por otros motivos. Sin embargo, cuando se debate en grupos pequeños todos participan, todos intervienen opinando, no se sienten cohibidos y les resulta sencillo manifestar interés y estar centrados en el tema que debaten. El aprendizaje académico consta de tres pasos básicos: 1. Explicación del profesor. 2. Proceso de aprendizaje del alumno. Supone un proceso de ensayo-error hasta lograr el aprendizaje. Consta de dos pasos: a) Trabajo individual. 195 b) Confrontar y debatir con los compañeros para adquirir conocimientos, corregir errores, mejorar lo que saben... 3. Resultado. Habitualmente se hace hincapié en los puntos 1 y 3. El profesor explica un tema y pone ejercicios exigiendo resultados correctos sin haber dado a los alumnos la oportunidad de rectificar sus errores confrontando sus trabajos. Sin embargo, para llegar al resultado correcto, esto es, para lograr un aprendizaje, el proceso de ensayoerror es fundamental. Tras la explicación de un tema, el profesor debería proponer a sus alumnos un trabajo que deben resolver en primer lugar individualmente. Después, en grupos de 4 o 5 alumnos exponen lo que ha hecho cada uno, lo confrontan y entran en debate para ampliar sus conocimientos y corregir sus errores hasta que todos llegan al resultado, al aprendizaje. El profesor guía el proceso recorriendo los grupos de debate, interviniendo con preguntas que les ayude a clarificarse, o con nuevas explicaciones a todo el grupo si comprueba que la mayoría está en el error. 5. ENSEÑARLES A ORGANIZAR SU ESTUDIO En la mayoría de los centros escolares se pide a los alumnos que estudien o que realicen determinados trabajos, en casa, sin haberles enseñado cómo deben hacerlo. Es imprescindible que aprendan a realizar, en el aula, cualquier actividad que se les proponga realizar en casa. Se les deben enseñar técnicas de estudio para cada área de aprendizaje. Pero no es suficiente con enseñarles dichas técnicas. Para ayudarles a organizar su estudio deben saber planificar su horario personal. Para ello, se pide a los adolescentes que planifiquen su horario, el horario que cada uno necesita seguir desde que se levanta hasta que se acuesta, incluyendo las actividades cotidianas (despertarse con despertador, arreglarse...), su tiempo de estudio y su tiempo libre. Después confrontan su horario con el de sus compañeros para aportar y recibir ideas de planificación. A los adolescentes les debemos animar a reflexionar sobre lo que necesitan hacer y cómo 196 deben organizarse para desarrollar su vida. El diálogo entre ellos facilita el proceso. (En el libro dedicado a la niñez se explica cómo enseñar a planificar el horario general y el tiempo de estudio en concreto. En este libro, se dedica un capítulo a enseñarles a organizar su vida). La organización de su horario personal forma parte de la enseñanza de las técnicas de estudio que les permiten ser plenamente autónomos al afrontar sus tareas escolares, independizándose totalmente de sus padres en este aspecto de su vida. Para ayudarles a organizarse en su estudio tenemos que enseñarles: . A planificar su horario personal, incluyendo sus actividades cotidianas, su tiempo de estudio y su tiempo libre. . A confrontar su horario personal con el de sus compañeros para aportar y recibir ideas de planificación. . Técnicas de estudio para las diferentes áreas de aprendizaje. Otro aspecto a tratar con los adolescentes es su futuro profesional. Necesitan orientación y debemos dársela teniendo en cuenta sus intereses y aptitudes, y que son ellos, no sus profesores ni sus padres, quienes deben elegir su futura profesión. En el capítulo 7 se ha tratado este tema. Las indicaciones que se dan en dicho capítulo pueden servir de orientación para debatir el tema del futuro profesional de los adolescentes y ayudarles a tomar decisiones que sin duda tendrán repercusiones transcendentales en su vida. 197 198 Y para acabar... EL ADOLESCENTE NOS NECESITA Si sabemos mantener una buena comunicación con el adolescente, pasaremos momentos muy agradables juntos compartiendo aficiones comunes, dialogando, acompañándole en su proceso de crecer, observando sus cambios, sus descubrimientos, su incorporación al mundo de los jóvenes primero y de los adultos después. El adolescente no necesita que le dediquemos mucho tiempo. Debe aprender a independizarse, desprendiéndose de nosotros. Por lo tanto, no es cantidad de tiempo lo que necesita; pero sí algo de nuestro tiempo, un tiempo mucho más íntimo, más personal que en la etapa anterior. Tendremos que dejar de dirigirnos a él sólo para reprocharle algo, o para darle alguna instrucción: "Sales demasiado", "¡estudia!", "ves demasiada televisión", "deja tu cuarto recogido", "¡acuéstate ya!"... Para hablar con él debemos elegir momentos tranquilos, sólo nuestros. Podemos hablar "a solas" mientras paseamos, o sentados en el banco de un parque, o cuando vamos de camino para compartir un deporte o para ver una película juntos; o en un rincón tranquilo de casa, pero a solas. Aunque a veces la comunicación con el adolescente es difícil y conflictiva, sin duda podremos disfrutar conversaciones intensas y profundas hablando de lo que desea hacer, de sus sentimientos, sus ideas, sus sueños... Y podremos compartir conversaciones distendidas hablando de temas menos trascendentes. Con el adolescente se pueden pasar ratos muy agradables. Nuestra vida no tiene por qué ser una continua discusión. Aunque nuestros gustos y nuestras vidas no tengan demasiado en común siempre podremos compartir, encantados, algunas actividades familiares y personales. Si sabemos comprender sus dudas, sus cambios de humor, sus silencios, su angustia, su incertidumbre, su rebeldía..., podemos disfrutar su alegría, su ilusión, su vitalidad, su deseo de ser el mismo, su afán por crecer, por hacerse adulto. Aunque a veces lo parezca, no 199 nos distanciaremos, y aunque nos necesiten cada vez menos para afrontar su vida, nuestra relación afectiva será cada vez más intensa y profunda. 200 Páginas de crédito Nota Introducción I. La adolescencia, etapa de búsqueda, de crisis II. Las etapas de la vida III. El proyecto de vida del adolescente. Su proceso de crecer. La tarea de los padres IV. El deseo de soledad en la adolescencia V. Los adolescentes quieren libertad para organizar su vida VI. La relación del adolescente con su familia VII. El estudio y su proyección profesional en la adolescencia VIII. Actividades de tiempo libre en la adolescencia IX. Drogas y violencia: Dos riesgos que deben saber afrontar los adolescentes X. Los amigos. La convivencia. Resolver conflictos XI. Enamorarse XII. La sexualidad en la adolescencia XIII. Tras la adolescencia llega la juventud XIV. Nuestra actitud XV. Los adolescentes y la educación escolar XVI. Y para acabar 201 Índice Páginas de crédito Nota Introducción I. La adolescencia, etapa de búsqueda, de crisis II. Las etapas de la vida III. El proyecto de vida del adolescente. Su proceso de crecer. La tarea de los padres IV. El deseo de soledad en la adolescencia V. Los adolescentes quieren libertad para organizar su vida VI. La relación del adolescente con su familia VII. El estudio y su proyección profesional en la adolescencia VIII. Actividades de tiempo libre en la adolescencia IX. Drogas y violencia: Dos riesgos que deben saber afrontar los adolescentes X. Los amigos. La convivencia. Resolver conflictos XI. Enamorarse XII. La sexualidad en la adolescencia XIII. Tras la adolescencia llega la juventud XIV. Nuestra actitud XV. Los adolescentes y la educación escolar XVI. Y para acabar 202 2 4 5 8 17 24 32 45 50 73 93 112 123 143 158 172 179 188 198