¿ESTA MUDA LA UNIVERSIDAD DE MURCIA? (Carta abierta a la delegación de alumnos de la Facultad de Letras) Francisco T. Monreal Catedrático de la Universidad de Murcia www.um.es/docencia/ftorres Queridos amigos, he oído por las emisoras de radio de Murcia vuestras opiniones sobre el mutismo del Profesorado de nuestra Universidad, con respecto a los acontecimientos del yacimiento arqueológico de San Esteban, así como el manifiesto redactado conjuntamente por todos vosotros sobre el papel social de la Universidad en asuntos como el presente. Ante todo, he de deciros que vuestras declaraciones públicas han sido para mí como un soplo de aire fresco y han ensanchado el horizonte de esperanza en la capacidad de reacción de un alumnado que creía aletargado desde hace algunos años. En relación con el tema de San Esteban, expresáis opiniones que creo acertadas e incluso contundentes: que el consejero de cultura nos considera de una inteligencia estúpida al estar a favor del parking de la discordia, tachar de esquizofrénicos (opinión de juzgado de guardia) a los que a su opinión se oponen, para, días después, tras conocerse la orden judicial, hablar de la sana reacción de la ciudadanía; que el rector de la universidad, instado a ello por un grupo de profesores, toma postura con bastante tardanza; que los profesores universitarios en general, y los más concernidos con los temas arqueológicos, históricos y medievales, en particular, emiten su opinión tras la paralización del parking; que la Academia Alfonso X, dedicada al estudio del arte, literatura y historia de Murcia, tampoco se pronunció; que el presidente de la Comunidad y el alcalde de la ciudad nos quieren hacer creer que esa era su decisión veinte días antes de la paralización judicial antes indicada, con lo que, en mi opinión, nos están tratando, implícitamente, de discapacitados mentales, etc. Pero de todos vuestros juicios, el que subrayáis, con particular insistencia, concierne al mutismo casi absoluto, e in extremis pobre y tardío, de los profesores de la institución universitaria a la que pertenecemos. Pensáis que la Universidad, por su papel de alma mater, por su competencia en este y otros ámbitos, por la responsabilidad social que se le supone, debería actuar expresando con rigor científico su opinión y actuando en consecuencia. Os doy enteramente en esto la razón. Creo que la universidad de Murcia, con las muy dignas excepciones que cabe señalar, está en una fase de acriticismo alarmante y de mutismo casi absoluto. Y no sólo en lo que concierne al parking de San Esteban. Recordemos otras “menudencias” de los últimos años, en las que la participación del profesorado de la universidad de Murcia no ha llegado dos por ciento de su cómputo total, tales como los descubrimientos arqueológicos en la Senda de Granada; las manifestaciones contra el modelo de crecimiento basado en la especulación inmobiliaria que ha destruido la huerta de Murcia y está dispuesta a asolar otras muchas huertas y campos de la región, con las repercusiones nefastas que este fenómeno acarrearía, particularmente en el ámbito de la sanidad (el que suscribe tardó seis meses en ser convocado para una bioxia por el Morales Meseguer); manifestaciones de Murcia no se vende…Y no hablemos ya de problemas sociales y políticos que escapan a la problemática regional y apelan al sentido de una más dilatada responsabilidad política –universidad, universalidad-: concentraciones contra la desproporción destructiva de una de las partes en la guerra del Líbano; contra el uso de armas prohibidas por la convención de Ginebra en el extermino de personas civiles en Gaza, entre ellos unos quinientos niños; por la solución del caso Aminatu Haidar... ¿Cuántos universitarios, profesores y alumnos, se han manifestado en tales casos? Sigo pensando que no hemos llegado al dos por ciento. Todo esto quiere decir que un noventa y ocho por ciento se han quedado mudos. ¿Se trataba de casos sin importancia? En mi opinión, no. Admito que otros puedan disentir. Pero, en tal caso, ¿por qué no lo manifiestan? Llegado a este punto, he de deciros, queridos alumnos, que no todos vuestros profesores han permanecido mudos. Qué desolación si no hubiera algunas excepciones a esta regla general. Las ha habido, afortunadamente. Quiero subrayaros dos de ellas. Son tan evidentes, que imagino que tenéis sobrada noticia de su existencia. Pienso en los profesores Antonio Campillo, de Filosofía, y de Javier García del Toro, de Letras. El profesor Campillo, filósofo de reconocido prestigio internacional en el ámbito de la investigación, ha debido dedicar incontables horas de trabajo a la dirección de foros sociales y culturales; a la redacción de meditados comunicados de alerta sobre el deterioro de la ética política en nuestra región durante los últimos años; al alarmante adormecimiento social y político de parte de los ciudadanos de nuestra región; a los temas medioambientales que nos rodean; al descaro especulativo... Para mí, representa una conciencia crítica siempre en vigilia que, como ciudadano y universitario, merece un monumento en nuestra estima. Me parece igualmente digno de estima el profesor del Toro. Batirse como él lo ha hecho, contra vientos y mareas, contra representantes de la política cultural murciana y especuladores inmobiliarios; redactar escritos casi a diario alertando de los hallazgos de la Senda de Granada o, recientemente, de San Esteban; realizar estos agotadores recorridos psíquicos y físicos con entereza, sin decaimientos; hacerlo sin recibir no ya la ayuda o la colaboración, sino ni siquiera la solidaridad, salvo raras excepciones, de nosotros sus compañeros universitarios… Poca gente, en mi opinión, puede dar tanto sin un desgaste considerable. A cambio de ello, se oirá la crítica, quizá amable, sobre sus dichos o hechos más o menos correctos, jocosos o heterodoxos. O la descalificación abierta. Descalificarlo por cosas menores, y no centrarse en la esencia del caso, me trae a la mente aquel dicho que reza: cuando el dedo señala al cielo, algunos miran al dedo. No tengo la menor duda de que el profesor del Toro constituye un ejemplo espíritu universitario y de ética ciudadana. Queridos alumnos, he respondido a vuestra “provocación” como mejor he podido. Me era imperioso hacerlo. Para terminar, reitero mi felicitación por vuestra actitud firme y llena de corrección. Seguid espoleándonos. Y aprovechad vuestra voz, ahora que la habéis recuperado, para espolear igualmente a los alumnos de la universidad de Murcia entre los que, desgraciadamente –os lo dice quien convive con vosotros-, el adocenamiento, el conformismo y la falta de conciencia social es más frecuente de lo que sería deseable. De todo corazón. Francisco T. Monreal