DIAGNÓSTICO Y TRATAMIENTO Utilidad clínica de la determinación de beta-2-microglobulina E. Gazapoa, R.M. Gazapob y A. Caturlab a Abbott Científica, S.A. Madrid. bServicio de Bioquímica Clínica. Fundación Jiménez Díaz. Madrid. beta-2-microglobulina/ infecciones/ síndromes linfoproliferativos Utilidad clínica de la determinación de beta-2-microglobulina La determinación de las concentraciones de beta-2-microglobulina (beta-2-M) se utiliza de forma rutinaria en la clínica práctica1. Cada vez son más numerosas las aplicaciones clínicas de este parámetro que, primeramente, fue utilizado como indicador de disfunción renal2 y, posteriormente, como marcador de activación inmune en diversas situaciones (infecciones virales3,4, procesos inflamatorios5,6 y tumores7,8). La beta-2-M es un polipéptido de bajo peso molecular (11.800 D) que fue identificado por primera vez en la orina de pacientes con enfermedad tubular renal9. Parte de la beta 2-M de la superficie celular forma la cadena ligera de los antígenos del complejo mayor de histocompatibilidad (HLA) de clase I, presente en la superficie de todas las células nucleadas10,11. Debido a ello, y a la similitud de su secuencia de aminoácidos con la región constante de las inmunoglobulinas, se cree que esta proteína desempeña un papel importante en la función inmune, que aún no está del todo dilucidado12. Es sintetizada por numerosas células, particularmente linfocitos, y sus concentraciones séricas dependen, fundamentalmente, de la renovación de la membrana celular (tasa de síntesis o de liberación hacia la reserva sérica) y de la velocidad de aclarado, ya que se elimina por filtración glomerular, siendo, posteriormente, reabsorbida y catabolizada en los túbulos renales proximales13,14. La determinación cualitativa de beta-2-M en orina, suero o plasma puede servir como ayuda en el tratamiento de diversas patologías, utilizándose como factor pronóstico en muchas de ellas. Habitualmente, su cuantificación se realiza mediante enzimoinmunoanálisis de micropartículas (MEIA) o nefelometría, si bien esta última técnica parece tener una menor precisión y exactitud, lo cual podría interferir en la realización de un correcto seguimiento de los pacientes. Entidades clínicas en las que se ha demostrado la utilidad de la determinación de beta-2-microglobulina Infección por el virus de la inmunodeficiencia humana (VIH-1) Se ha demostrado que las concentraciones de beta-2-M se correlacionan bien con los estados clínicos de la infección por el VIH, definidos por los CDC15,16. Dichos valores se in- Correspondencia: Dr. E. Gazapo. Departamento de Asuntos Científicos. Abbott Científica, S.A. Costa Brava, 13. 28034 Madrid. Manuscrito aceptado el 15-4-1995 Med Clin (Barc) 1996; 106: 751-755 crementan a medida que progresa la enfermedad, siendo numerosas las publicaciones en las que se utiliza la beta-2M como factor predictivo independiente de progresión a sida17-19, incluso tras la estratificación de los grupos de pacientes por número de linfocitos CD4, duración de la infección por VIH o tratamiento previo con zidovudina20. Además, ofrece la ventaja de que este valor pronóstico también es válido en el caso de niños21. Así mismo, existe una estrecha correlación entre los valores de beta 2-M y los marcadores de progresión a sida más ampliamente utilizados, de forma que la beta-2-M sérica se incrementa de forma paralela a la disminución de linfocitos CD422,23, al aumento de ARN viral24 y al aumento de neopterina25,26, entre otros. Incluso, la tasa de beta-2-M parece ser superior en los pacientes infectados por cepas virales formadoras de sincitios27. Respecto a las subpoblaciones linfocitarias, parece que la cuantificación de beta-2-M sérica añade una importante información pronóstica, en cuanto a determinar el riesgo de progresión a sida en los individuos infectados, especialmente en los que el número de células CD4 no ha disminuido aún28. Dado que la determinación de beta-2-M es más sencilla y más económica podría ser útil espaciar en el tiempo las determinaciones de linfocitos CD4, y realizar una monitorización más estrecha de los pacientes con beta-2-M, sobre todo en centros donde las posibilidades técnicas y/o económicas así lo aconsejen29. Otra situación en la que se debe considerar el seguimiento de los pacientes con beta-2-M es el caso de coinfección por VIH y HTLV-I, que aunque relativamente infrecuente, de hecho puede existir, y debe ser considerado al utilizar el recuento de células CD4 con objeto de efectuar la estadificación de la infección por VIH. Debido al estímulo proliferativo que ejerce el HTLV-I, puede hallarse un número de linfocitos CD4 inesperadamente elevado en relación con el estadio de la infección por VIH, lo que podría provocar un retraso inadecuado en la iniciación de profilaxis o de tratamiento específico30. Por el contrario, en estos pacientes se ha detectado una elevación de los valores de beta-2-M, que apoya la utilidad clínica de este marcador, que se correlaciona bien con el estadio de la enfermedad31. Respecto a la monitorización de los pacientes con neopterina, hay que tener en cuenta que un gran tanto por ciento de pacientes VIH positivos pertenecen al grupo de adictos a drogas por vía parenteral, y que en este colectivo se han descrito valores elevados de neopterina, en ausencia de infección por VIH; lo que cuestionaría su utilidad como marcador de progresión a sida en este tipo de paciente32,33. Por otro lado, parece que las concentraciones de neopterina pueden verse incrementadas en el curso de una infección oportunista, por lo que el valor de este parámetro también debería ser evaluado con cautela en estas situaciones34. En ambos casos, pueden utilizarse los valores de beta-2-M como índice de progresión. También la beta-2-M es un 751 MEDICINA CLÍNICA. VOL. 106. NÚM. 19. 1996 marcador ampliamente utilizado en la monitorización de la respuesta al tratamiento con fármacos antirretrovirales, como la zidovudina, ddI, ddC, etc. Prácticamente, en todos los ensayos clínicos se monitorizan sus valores, interpretando un descenso de los mismos como una buena respuesta al tratamiento, tanto en el caso de pacientes sintomáticos como en el caso de asintomáticos35. En el contexto de la infección por VIH, también se ha demostrado la utilidad de la monitorización de los valores de beta-2-M, en suero o en líquido cefalorraquídeo (LCR), en relación con ciertas situaciones particulares. Riesgo de transmisión vertical. Las concentraciones de beta-2-M pueden ser utilizadas para valorar el mayor o menor riesgo de transmisión vertical que presenta una mujer embarazada VIH-positiva. Se ha demostrado que valores superiores a 1,5 mg/l se encuentran más frecuentemente en gestantes que son capaces de transmitir la infección a sus hijos36. Riesgo de desarrollo de disfunción renal. Las concentraciones de beta-2-M se correlacionan con los valores de microalbuminuria, de forma que permiten identificar a aquellos pacientes con riesgo de desarrollar síndrome nefrótico, permitiendo la instauración de medidas profilácticas37. Síndrome seco ocular. Elevaciones de la concentración de beta-2-lacrimal pueden ser un buen marcador de presencia de síndrome seco ocular en los enfermos de sida38. Reactivación de tuberculosis. La beta-2-M se ha utilizado para valorar el riesgo de reactivación de la tuberculosis en el curso de la infección por VIH. La infección tuberculosa se reactiva más frecuentemente cuando la inmunovigilancia disminuye. Por ello, debería tenerse en cuenta a efectos de instaurar una profilaxis adecuada en los individuos con mayor riesgo39. Recientes estudios muestran una elevación significativa de la beta-2-M en los pacientes VIH positivos recientemente diagnosticados de tuberculosis, significativamente mayor que la observada en pacientes seropositivos sin tuberculosis o en pacientes seronegativos con tuberculosis. Así mismo, se demuestra que estos valores disminuyen significativamente tras 2 meses de tratamiento40. Desarrollo de neoplasia intraepitelial de cérvix. Concentraciones altas de beta-2-M conllevan un mayor deterioro inmunológico del paciente y una mayor propensión al desarrollo de carcinoma de cérvix. Se recomienda, una vez llegada esta situación, la realización de controles ginecológicos periódicos41. Presencia de alteraciones del sistema nervioso central (SNC) secundarias a la infección por VIH. En ausencia de infecciones oportunistas que afecten al SNC, elevaciones observadas en los valores de beta-2-M (> 2 mg/l) son un marcador, clínicamente útil, de demencia por VIH42,43. Existe una elevada correlación entre la concentración de beta-2M en líquido cefalorraquídeo (LCR) y la severidad de la demencia. Así mismo, puede utilizarse como índice de respuesta a la terapia antiviral, ya que el tratamiento con zidovudina reduce significativamente estas concentraciones44,45. En opinión de algunos autores, la elevación de beta-2-M observada en el LCR de los pacientes VIH positivos podría indicar un estado de «activación inmune» relativa, sugiriendo que el sistema inmunológico puede tener cierto papel en la patogénesis de la encefalopatía por VIH46. El índice beta-2M en LCR/suero podría ser un marcador más sensible de alteraciones neurológicas secundarias a la infección por VIH47. 752 Infección por el virus de la inmunodeficiencia humana (VIH-2) En los estudios realizados hasta el momento, parece que también se han detectado elevaciones de los valores de beta-2-M en el caso de infecciones asintomáticas por VIH2, y que este marcador podría ser igualmente útil para la monitorización del curso de esta infección48. Otras infecciones Se ha sugerido la utilidad de la beta-2-M para el diagnóstico diferencial de infecciones bacterianas o virales que afecten al sistema nervioso central. Así, en la encefalitis por herpes simple aparecen valores marcadamente elevados de beta-2M en LCR, como índice de activación inmune intratecal persistente, a diferencia de lo que ocurre en las encefalopatías febriles agudas de otro origen49. Disfunción renal La primera aplicación clínica de la beta-2-M fue la monitorización de procesos que cursan con disfunción renal. La beta-2-M atraviesa con rapidez la membrana glomerular y es reabsorbida y degradada en el túbulo proximal. En consecuencia, la disfunción tubular proximal produce una elevación de la concentración urinaria, que constituye un criterio útil para diferenciar tubulopatías proximales de enfermedades renales glomerulares, tanto en adultos como en niños y neonatos50,51. Esta utilidad general se ha aplicado también a patologías concretas como: Pacientes dializados. En todos los pacientes dializados se encuentra una relación inversa entre los valores de beta-2M en suero y el índice de filtración glomerular, sin que existan diferencias en función del tipo de diálisis utilizada. Parece que la duración de la diálisis y la exposición a concentraciones aumentadas de beta-2-M a lo largo del tiempo (beta-2-M/meses) son importantes factores en el desarrollo de amiloidosis clínicamente evidente52. Las concentraciones de beta-2-M sérica son importantes para identificar a los pacientes con amiloidosis primaria de mal pronóstico53. Hipertensión inducida por el embarazo. Es un marcador útil para conocer la localización y la severidad de la lesión renal que se produce en los casos de hipertensión inducida por el embarazo54. Trasplante renal. Es un marcador útil en la monitorización del trasplante renal. Después del trasplante, los valores de beta-2-M tienden a normalizarse paulatinamente. Un fallo renal agudo retrasa esta normalización55. Diabetes. Valoración de la nefropatía diabética56. Alcoholismo crónico. Valoración de la disfunción renal tubular secundaria a alcoholismo crónico que, a veces, es intermitente y es la responsable de graves alteraciones hidroelectrolíticas57. Exposición a sustancias tóxicas. Valoración de la función renal después del tratamiento con fármacos potencialmente nefrotóxicos (fármacos empleados en quimioterapia como la ifosfamida, contrastes empleados en exploraciones radiográficas, etc.)58,59. En caso de exposición ambiental a ciertos tóxicos como el hierro y el cadmio, es de gran utilidad la monitorización de la excreción urinaria de beta-2-M para verificar la repercusión de la intoxicación 60. Así mismo, es un importante factor pronóstico de mortalidad prematura61. E. GAZAPO ET AL.– UTILIDAD CLÍNICA DE LA DETERMINACIÓN DE BETA-2-MICROGLOBULINA Uropatías obstructivas fetales. La estimación de las concentraciones de beta-2-M en orina fetal ayuda a valorar la función renal del feto en la uropatía obstructiva, permitiendo aconsejar a los padres a intervenir terapéuticamente62. Lepra. Valoración de disfunción renal secundaria a lepra. Se observan elevaciones de beta-2-M en orina, cuando todavía las concentraciones de creatinina sérica son normales63. Síndromes linfoproliferativos Mieloma múltiple. La beta-2-M se ha utilizado para el seguimiento de pacientes con mieloma múltiple, ya que parece ser un marcador clínico de gran utilidad para reflejar la actividad de la enfermedad64,65. Valores bajos de beta-2-M en suero se correlacionan con una menor proliferación tumoral y con un menor tanto por ciento de células tumorales capaces de infiltrar la médula ósea66. Por el contrario, valores elevados de beta-2-M son indicativos de mal pronóstico67. Estudios que valoran la eficiencia de diferentes marcadores para identificar pacientes con buen y mal pronóstico (más o menos de un año de supervivencia media), han demostrado que la beta-2-M es el marcador más eficiente (80%), existiendo una buena correlación entre sus valores y el tiempo de supervivencia media68. Así mismo, parece ser de gran utilidad para el diagnóstico diferencial del mieloma múltiple (> 6,9 mg/l) y la gammapatía monoclonal. Linfomas no hodgkinianos. Se utiliza como factor pronóstico en linfomas no hodgkinianos69. Además del tipo histológico, la presencia o ausencia de elevaciones de la beta-2-M debe tenerse en cuenta para la elección del tratamiento adecuado. Existen varias publicaciones referentes al linfoma difuso de células grandes, en el que parece que la beta-2-M es de gran utilidad como indicador precoz de recidiva. En un estudio realizado recientemente, sólo la beta-2-M demostró tener significación clínica. Esta información permitió comenzar nuevos ciclos de quimioterapia, cuando todavía la masa tumoral era pequeña, aumentando así la probabilidad de conseguir una segunda remisión70. Enfermedad de Hodgkin. Estudios realizados en pacientes con enfermedad de Hodgkin también demuestran la correlación entre la beta-2-M sérica y el estadio del tumor, correspondiendo los valores más altos a un pronóstico más desfavorable71. Leucemia mieloide crónica. Estudios realizados en pacientes con leucemia mieloide crónica sugieren una estrecha correlación entre el patrón histológico y los valores de beta2-M en LCR, permitiendo establecer el diagnóstico de neuroleucemia72. Procesos inflamatorios Existen numerosas publicaciones que demuestran la elevación de las concentraciones séricas de beta-2-M en diversas entidades clínicas que cursan con fenómenos inflamatorios, tal es el caso de la artritis reumatoide, el lupus eritematoso sistémico73, el síndrome de Sjögren74 y la enfermedad de Crohn. En algunas de ellas, se ha demostrado un incremento de la beta-2-M en líquido sinovial, que ha sido utilizado como marcador de inflamación articular75. También se han encontrado valores significativamente elevados de beta-2-M en suero en pacientes con periodontitis juvenil, lo que indica cierto papel en la etiología y patogenia de esta enfermedad76. Otros Se han detectado elevaciones beta-2-M en ciertos estados de hiperfunción tiroidea77 y de osteoporosis posmenopáusica78. Conclusión La determinación cuantitativa de beta-2-M en orina, suero o plasma puede servir como ayuda en el tratamiento de diversas enfermedades, utilizándose como factor pronóstico en muchas de ellas. En ningún caso se trata de un marcador específico, pero ha demostrado ser extraordinariamente útil. Así, dado que los valores séricos de beta-2-M reflejan el grado de activación del sistema inmune, pueden ser utilizados como marcador en diferentes enfermedades como infecciones virales, procesos inflamatorios y procesos tumorales. La cuantificación sérica de la beta-2-M ha demostrado ser útil en clínica, identificando en los estadios iniciales de la infección por VIH una subpoblación de pacientes, predominantemente asintomáticos, con mayor riesgo de progresión a sida. También se ha utilizado para evaluar la respuesta de la infección por VIH frente a distintos tratamientos antirretrovirales. En cuanto a procesos tumorales, se ha utilizado con éxito como marcador pronóstico de mieloma múltiple y la enfermedad de Hodgkin y como indicador temprano de recidivas en linfomas no hodgkinianos, entre otros. Por otra parte, y debido a que la beta-2-M se reabsorbe y se cataboliza en el riñón, su cuantificación en la orina es un fiel índice de daño tubular proximal, siendo ésta su primera y más conocida aplicación clínica. REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS 1. Karlsson FA, Wibel L, Evrin PE.β2-microglobulin in clinical medicine. Scand J Clin Lab Invest 1990; (Supl 154) 40: 27-37. 2. Viberti GC, Keen H, Mackintosh D. Beta-2-microglobulinemia: a sensitive index of diminishing renal function in diabetics. Br Med J Clin Res (Edimburgo) 1981; 282: 95-98. 3. Grieco MH, Reddy MM, Kothari HB, Lange M, Buimovici-Klein, William D. Elevated β2-microglobulin and lysozyme levels in patients with acquired immune deficiency syndrome. Clin Immunol Immunopathol 1984; 32: 174-184. 4. Cooper EH, Fobres MA, Hambling MH. Serum β2-microglobulin and C reactive protein concentrations in viral infections. J Clin Pathol 1984; 37: 1.140-1.143. 5. Descos L, Andre C, Beorghia S, Vincent C, Revillard JP. 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