Subido por diazadriel

FINAL EVO II

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Introducción.
La materia versa sobre los procesos psíquicos en la constitución psíquica haciendo hincapié
en determinados momentos del devenir. No estamos hablando entonces de un sujeto psíquico
acabado en un momento particular de su vida, sino que hablamos de procesos de construcción
psíquica a lo largo del devenir. Determinados procesos psíquicos pueden darse o no darse, o
darse de una manera particular.
2 conceptos claves:
-un transcurrir del tiempo de un sujeto, es decir, la construcción de la noción de temporalidad,
para el sujeto.
-la idea de construcción psíquica a lo largo del devenir.
Expectativas de logros:
• Comprender determinados conceptos teóricos para poder explicar una realidad psíquica;
por ejemplo, no solamente poder dar cuenta de lo que se entiende por adolescencia, sino
dar cuenta de cuáles son los mecanismos psíquicos y procesos psíquicos en juegos que
explican lo que llamamos adolescencia.
• Vamos a arrancar desde un nivel de lo observable, de lo que se puede caracterizar, de lo
que podemos ver, pero vamos a ir más allá, nuestro objetivo tiende a comprender los
procesos psíquicos que explican lo observable.
• Otro objetivo será comprender cuáles son los procesos psíquicos en juego que posibilitan
que un sujeto pueda reconocerse a sí mismo, transformarse, complejizar su estructura
psíquica a lo largo de su vida, por ejemplo, que alguien pueda decir después de 20 años
“este sigo siendo yo”, y dar cuenta de esa transformación.
Las 4 grandes esferas temáticas o momentos diferentes de construcción psíquica serán:
1. pubertad y adolescencia.
2. la constitución de la familia como una estructura estructurante del sujeto.
3. la conformación del vínculo de pareja y sus vicisitudes.
4. el proceso de envejecimiento y la transformaciones psíquicas del envejecer.
El aparato psíquico se va organizando y auto organizando a lo largo del devenir haciendo
determinados procesos psíquicos que promueven la construcción de la subjetividad en tres
diferentes niveles:
1. INTRAPSÍQUICO
2. INTERSUBJETIVO
3. TRANSUBJETIVO
Estas tres dimensiones van a estar siempre en cada uno de estos temas.
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2
TEMA 1: UBICACION DE LA ASIGNATURA
DENTRO DE LA PSICOLOGIA EVOLUTIVA Y
PSICOLOGIA DEL DESARROLLO.
• Contenido y significado de su estudio. Fundamentos teóricos.
• Revisión crítica del concepto evolutivo en Psicología. Psicología del
desarrollo. Enfoques y perspectivas del Curso Vital.
• Desarrollo,
temporalidad
y
estructura:
diferenciaciones
y
entrecruzamientos. Reversibilidad e irreversibilidad del tiempo.
Temporalidad retroactiva. Momentos de crisis y reestructuraciones.
Proceso de Historización. Valor del acontecimiento. Emergencia de lo
nuevo.
Bibliografía Obligatoria
"
Bleichmar, S. (2006). “La deconstrucción del acontecimiento”. En Tiempo, Historia y
Estructura. Su impacto en el Psicoanálisis contemporáneo.
"
Cabral, A. C. (2006). “En la cura analítica, proteger a la historia de la Historia”. En Tiempo,
Historia y Estructura. Su impacto en el Psicoanálisis contemporáneo.
"
Delucca, N. & Petriz, G. (1995). “Aprendiendo a enseñar”. -Anexo: “Ampliaciones y
consideraciones a partir de Aprendiendo a enseñar” (Publicación de circulación interna).
"
Delucca, N. (2006). “Hacia una reformulación crítica del criterio evolutivo en Psicología”.
"
Hornstein, L. (1994). “Determinismo, temporalidad y devenir”. En Temporalidad,
determinación, azar. Lo reversible y lo irreversible.
"
Laplanche, J. & Pontalis, J. B. (1987). "Posterioridad", "Trauma". En Diccionario de
Psicoanálisis.
"
Lewkowicz, I. (1997). “Historización en la adolescencia”. à = U6
"
Najmanovich, D. (1992). “Entrevista a Illia Prigogine ¿Nuevos paradigmas?”. PP. 21-23.
"
Urbano, C. y Yuni, J. (2005). “La Psicología del desarrollo”, “El enfoque del curso vital”. En
Psicología del desarrollo: enfoques y perspectivas del curso vital.
3
Tiempo, Historia y Estructura. Su impacto en el
Psicoanálisis contemporáneo.
Bleichmar, S. ‒ (2006)
Capítulo: “La deconstrucción del acontecimiento”
La problemática del acontecimiento quedó desterrada en psicoanálisis durante años. Se dejó
en segundo plano la función de lo histórico en la producción del sufrimiento psíquico. En
algunos textos del final de la vida de Freud se rescata la función de lo histórico vivencial en la
constitución subjetiva à a través de la teoría filogenética de los fantasmas originarios que
derivaba lo traumático al orden de la especie y fijaba su carácter hereditario a través de la
existencia de un inconsciente (un ello) existente desde los orígenes de la vida.
El acontecimiento que me interesa en psicoanálisis es entonces aquel que de alguna manera se
acopla con la producción traumática o sintomática de encuentro. Y de modo más general, es
aquel elemento vivencial que puede producir efectos en la vida psíquica, lo cual nos lleva a
posicionarnos respecto de la historia del sujeto para considerar que no es la historia relato lo
que constituye la fuente de toda información posible sino, precisamente, sus fracturas y baches,
para que esto sea entendido de todo aquello inligable capaz de producir efectos y que debe
ser volcado a una simbolización eventualmente posible para evitar los efectos compulsivos que
acarrea para el psiquismo.
historia y acontecimiento
Lo que, a nosotros, psicoanalistas, nos interesa, la historia traumática, debe ser buscada
colándose en el interior de la historia relatada. Construcción que exige entonces una
deconstrucción previa para abordar aquello que se cuela en los intersticios del relato, aquello
que precisamente hace a la singularidad y fractura lo que se esperaba como evolución dada.
La relación entre acontecimiento y traumatismo:
# Lo traumático es eficaz en la producción de síntomas (o compulsiones) cuando se ve
arrancado de toda historización posible. Su representación se presenta al psiquismo
desarticulado de los enlaces que pueden historizarlo y brindarle la significación necesaria. El
traumatismo es lo que escapa al relato, que no puede ser recubierto por el yo, en tanto es la
parte motora de lo acontecimental que acosa y llega a derribar las formas habituales de
defensa del yo que no pueden hacerle frente a esta fracción de la significación.
# El acontecimiento es entonces un modo de subrayado que, por efecto de relato, deja afuera
la parte acontecimental estrictamente acaecida. En ese sentido, el acontecimiento producido
puede ser “lo que tapa lo acontecimental”, en tanto lo vivido y en tanto lo potencialmente
traumático, o capaz de producir traumatismo en el sentido patógeno.
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Vemos cómo lo traumático se desprende de la idea de acontecimiento, y lo “histórico vivencial”,
en términos de Freud, reemplaza el relato histórico y marca sus desfallecimientos.
Oponer lo histórico-vivencial al acontecimiento es marcar la imposibilidad radical de que todo
lo vivido sea transcripto, metabolizado, plausible de elaboración o de simbolización y, en tal
sentido, señalar cómo la construcción de una historia-relato no es la función del análisis, sino
el modo con el cual se estabiliza, temporariamente, a partir de reconstrucciones y
recomposiciones, la teoría que el sujeto realiza con respecto a las causas históricas de su propio
sufrimiento.
Lo acontecimental, que definimos a nivel psíquico como del orden de lo exógeno, sólo deviene
significativo cuando cobra una idoneidad determinadora que puede desbalancear los modos
habituales de funcionamiento. Lo acaecido como tal sólo adquiere carácter traumático por su
capacidad de devenir traumático, y deviene acontecimiento en la medida en que es ubicado en
una serie temporal significativa, sin que por ello esta ubicación pueda capturar el total de lo
vivenciado, vale decir, recomponer lo traumático. Esto último es cuestión de significación y esto
remite a los modos con los cuales el lenguaje y las formas dominantes del discurso permiten
apropiarlo.
indicio y traumatismo.
El “indicio” sería la categoría semiótica para abordar los signos de percepción, con la intención
de dar cuenta de un elemento dentro del conjunto heterogéneo de presentaciones que
constituyen el psiquismo. El indicio no es equivalente al signo de percepción. El indicio es parte
del ordenamiento que propicia la construcción de un sistema en el cual el sujeto se ve inmerso
en un mundo de signos que operan a través de la búsqueda de significaciones, en cuyo caso el
indicio es inseparable de la categoría de sujeto del enigma, volcado a la resolución de un
interrogante. Alude a un método de lectura de la realidad, no a su inscripción. Lo que caracteriza
al indicio es que no hay, a su respecto, regla de interpretación, no hay “interprete”. El indicio
solo puede ser entendido término a término, dentro de una cadena singular de elementos.
Por ello el método de “interpretación” es la abducción, que consiste en el establecimiento de la
relación término a término, y que tiene carácter hipotético.
Son las vivencias traumáticas que escapan al relato del acontecimiento como datado
históricamente, lo que hace signo en nuestra práctica sin que haya referente en el lenguaje con
el cual cercarlas. Y ello en razón de que no es, necesariamente, el que permite la interpretación
del indicio cuando estamos ante elementos que no han sido leídos previamente ni tipificados
en un código.
El signo de percepción devenido indicio para quien busca significarlo, vale decir, enlazarlo en
una serie que permita su dominio, no es del orden metafórico sino metonímico: no simboliza al
objeto, sino que guarda restos de él, por lo cual su recomposición no pasa por otorgarle sentido,
sino por relacionarlo con aquello de lo cual proviene. Esta ubicación desplaza al acontecimiento
construido y obliga a encontrar en sus intersticios el resto de lo real eficiente.
He definido como simbolizaciones de transición a esas intervenciones capaces de establecer un
enlace a través de la búsqueda de una captura de restos de lo real insistente en formaciones
sintomáticas o compulsivas, para permitir una apropiación representacional de aquello que no
puede ser capturado por medio de la libre asociación. Estas intervenciones que propician
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simbolizaciones de pasaje se caracterizan por el empleo de implantación de contextos que han
sido relatados o conocidos en el interior del proceso de la cura pero que no han sido aún
relacionados con el elemento emergente.
de la intervención del azar.
Correlacionar el modo de funcionamiento psíquico con la eventualidad de lo real es una
cuestión central de nuestro trabajo. No se trata de que todo quede librado a la casualidad,
porque lo que nos interesa es la comprensión de aquello que lo real produce en el psiquismo.
Lo real no ingresa sino bajo ciertas líneas de fuerza, que trasforman lo exterior en materialidad
psíquica: sea significándolo bajo las redes discursivas que la cultura impone, sea inscribiéndolo
más allá de toda articulación posible en un espacio que lo conservara “en latencia” o, en caso
de activarse, dejará al sujeto psíquico sometido a su insistencia.
En ese sentido, el análisis no consiste en dejar en suspenso la realidad, sino en capturar los
modos de su incidencia en el sujeto psíquico. Se trata de analizar cuidadosamente las líneas de
fuerza que conjugan su articulación, sin establecer una alianza fácil entre psiquismo y realidad
exterior.
La fuerza de lo acaecido cobra eficacia productiva cuando lo que ingresa no es devastador, y
puede encontrar modos de recomposición simbólica. En tal sentido, nadie está exento de que
su acaecer sea desarticulado o interrumpido por el azar, pero todos tenemos la posibilidad de
que la inscripción de lo imprevisible sea tolerada. Se trata, desde el punto de vista teórico, de
reconocernos tan vulnerables como capaces de domeñar instrapsíquicamente lo que nos acaece.
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6
Tiempo, Historia y Estructura. Su impacto en el
Psicoanálisis contemporáneo.
Cabral, A. C.
(2006).
En la cura
Historia.
analítica,
proteger
a
la
historia
de
la
Introducción: “¿quién protege a la historia de la historia?”
La referencia a las dos historias resulta útil para reflexionar sobre las características particulares
del curso a la historización que pone en juego la cura psicoanalítica.
Cobra cuerpo una orientación de la cura formulada en términos de “hacer consciente lo
inconsciente”. La rememoración, en el curso del análisis, no es otra cosa que el volver a tornar
habitables aquellas representaciones de las que el sujeto fue desalojado por el esfuerzo de la
represión. Solo sirviéndose del recurso a la historización, puede construirse el campo de lo no
historizable.
Podemos hablar de dos tipos de historia.
# Una historia universal, donde se cuenta con un acervo histórico compartido. Esta historia le
da identidad y pertenencia al sujeto a un grupo determinado.
# Una historia particular de cada sujeto, donde el individuo lo es en tanto no separable de sus
pertenencias simbólicas sostenidas en identificaciones a aquellos rasgos del ideal.
Son los procesos de desidentificación que hacen surgir aquello que en el sujeto apunta a un
$más allá” de su condición de $miembro de”, hasta alcanzar autonomía y originalidad.
Este abordaje que nos permite desdoblar y discriminar dos historias en un discurso histórico
aparentemente homogéneo, nos interesa por su incidencia en la conducción de la cura. Al
fragmentar en el individuo lo que se pensaba unido y revelar marcas de heterogeneidad en lo
que suponía homogéneo, opera en sentido inverso.
ex-manencia del trauma.
La noción de posterioridad (nachträglich freudiano, el aprés-coup de Lacan) nos muestra que
es el futuro el que puede constituir al pasado como causa, al conferirle una cualidad de eficacia
psíquica que no le era de la misma esencia en el momento de su inscripción, sino que adviene
en el tiempo ulterior de su asociación con una segunda escena.
El interjuego entre las escenas responsables de la significación traumática está determinado
para Freud por lazos entre representaciones, siempre abiertos, en los que sus respectivas
inscripciones quedan atrapadas.
Es lo que determina la condición a la vez contingente, imprevisible y singular del concepto de
trauma en nuestra práctica.
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No hay (desde una perspectiva psicoanalítica), una in-manencia del trauma. Existe, por el
contrario, una ex‒manencia de éste: sólo desde la exterioridad de una segunda escena adquiere
la primera su significación traumática.
nachträglich: poder de la palabra y realización de la historia
Para Freud la segunda escena no modifica la primera, sino su significación.
Por el poder de la palabra el sujeto puede “recomenzar su vida”. Si la palabra adquiere en la
cura éste “poder” peculiar, es por su estatuto de interpretación: esto es, por su aptitud para
desanudar las amarras identificatorias que restringen la libertad de elección del sujeto
neurótico.
Por eso, en el mismo movimiento en que la palabra interpretativa modifica, nachträglich, la
significación de la historia acontecida, puede cambiar también en el curso de la historia por
venir.
El efecto nachträglich que interesa al analista es el que por estar fundado en la recuperación
de significantes reprimidos y en la caída de identificaciones, permite engendrar nuevas
versiones del pasado, e inducir a la vez cursos no repetitivos en la historia por venir.
estructura e indeterminación: lo no historizable
El tropiezo con el núcleo de real del trauma permite sostener la afirmación de que no todo es
historizable en el curso de la cura. Esto es, la misma tarea de elaboración de la situación
traumática va otorgando consistencia a un resto que, “idéntico a su existencia”, escapa a (pero
a la vez se constituye en los márgenes de) los esfuerzos de historización. En este sentido, los
rasgos de imprevisibilidad y de contingencia que Freud destaca en su desencadenamiento y en
sus efectos son indicadores elocuentes de la articulación del trauma con el registro de lo no
historizable.
La emergencia del suceso supone la irrupción de un elemento extraño que se resiste a ser
integrado en la $coherencia” de $regularidades subyacentes” y, en tanto tal, $reducido a un
saber”, aprehensible por medio del significante que haga posible su historización.
El suceso, al igual que el trauma y el deseo inconsciente, propone el desafío de reservar un lugar
para el azar y la indeterminación (“lo que hubiera podido no producirse”) en nuestra
formalización de la estructura y sus determinismos.
La insistencia freudiana en la reconstrucción de la historia infantil, elevada a la condición de
exigencia para el analista, cobra todo su sentido en la perspectiva de orientar nuestra práctica
hacia el encuentro con la singularidad del trauma. Singularidad que responde a la vez tanto por
su núcleo de real como por su estatuto de suceso: su vertiente no historizable (esto es, su
resistencia a ser reabsorbido en la “coherencia” de “regularidades subyacentes”) ubica al Edipo
freudiano en un más allá de los “arquetipos universales” junguianos. Es lo que en él permite dar
cuenta de aquellas cicatrices particulares del acontecer infantil que especifican a cada sujeto
en tanto deseante.
Es esta dimensión de real la que determina la imposible reabsorción de la singularidad radical
del deseo por el universal.
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8
“Aprendiendo a enseñar”.
Delucca, N. & Petriz, G.
(1995).
La tarea que tienen las autoras es reelaborar y sintetizar los fundamentos de la metodología de
trabajo que usan para la cátedra.
Van a revisar los conceptos de enseñanza ‒ aprendizaje ‒ formación teniendo en cuenta la
particularidad del objeto de conocimiento de la carrera de Psicología, y en especial que en esta
materia los alumnos no solo abordan procesos generales sobre la estructura psíquica, sino que
tienen que pensarlos en una perspectiva temporal en la que ellos mismos están implicados:
Adolescencia, Familia, Pareja, Vejez.
Enseñar es “dejar ser una cosa involuntariamente; dejarla aparecer” es decir se incluye tanto al
que se ubica circunstancialmente en el lugar del que enseña (docente) como del que
supuestamente es el destinatario de la enseñanza, el que aprehende (estudiante). Pero si el que
enseña, apunta a dejar aparecer una cosa, no sólo mostrará un sector de conocimiento
específico de su disciplina, sino que también tenderá a dejar aparecer algo propio del
estudiante.
El proceso de enseñanza ‒ aprendizaje ‒ formación alude a “dejar aprender”, “dejarse
aprehender”, “dejar ser”, y entraña la posibilidad de captación de como uno es en el horizonte
de sus potencialidades, contribuyendo a que cada sujeto reconozca la dirección de su propio
pensamiento, en relación a su deseo.
El GRUPO es el espacio en el que el proceso de enseñanza ‒ aprendizaje ‒ formación es posible.
El grupo es un grupo de personas, de sujetos singulares tempo-espacialmente relacionados que
en su proceso ocupan lugares, cumplen funciones diferentes con objetivos y una finalidad
común.
Todo grupo nace marcado por el deseo del otro, para su identificación y su identidad. Este acto
de nacimiento del grupo, como todo encuentro con el otro, moviliza desde el comienzo el
interjuego identificatorio producido en transferencia.
Este movimiento identificatorio e identificante de cada sujeto posibilitara que los otros puedan
constituirse en “partes de sí mismo”, movimiento de “conjunción” que está en la base de la
ilusión de semejanza y da lugar a la “situación de encuentro”, de vinculo, de investimiento.
El grupo se constituye en el espacio privilegiado en el cual el sujeto con otros, pero a veces
pese a otros, deberá aprender a rescatar su singularidad, a tolerar las diferencias, a conocer sus
formas de intersección, de encuentro con el otro, con lo otro, a batallar contra las servidumbres
voluntarias e involuntarias del yo y lograr una historización simbolizante en el marco de la
constitución y transformación grupal. La finalidad del aprendizaje ‒ formación es posibilitar la
integración dinámica entre el proceso de aprendizaje individual, el proceso de elaboración
grupal que el conjunto de integrantes construyó y el proceso de enseñanza a través del
desarrollo de los contenidos.
La “función interpretante” de la coordinación es la particular lectura del acontecer del grupo,
en relación a la tarea, que no necesariamente será una formulación verbal comunicada al grupo,
sino la resultante de su particular comprensión de los procesos en juego, garantizando la
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circulación del conocimiento, dando lugar a la pregunta, al cuestionamiento, a la búsqueda de
respuestas por parte de los miembros del grupo.
Aprender es andar un camino entre lo conocido y lo nuevo por conocer, atreverse a cuestionar
lo ya sabido, a desandar trayectos recorridos. Aprender en grupo es renunciar a la ilusión de un
saber único, enfrentar los límites del conocimiento individual, poner a prueba el pensamiento
propio con el de otros.
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10
“Hacia una reformulación crítica del criterio
evolutivo en Psicología”.
Delucca, N. (2006).
La tarea será revisar y reformular el enfoque evolutivo en Psicología, a la luz de los paradigmas
de la ciencia actual (Psicoanálisis). Esto nos permite superar el modelo de la fragmentación de
un proceso histórico en etapas (con principio y fin precisos), hechos en forma estática
(excluyendo el movimiento y la contradicción) y la búsqueda de situaciones observables.
Concepción antigua de lo evolutivo: como el desarrollo de las cosas o de los organismos
mediante una serie sucesiva de transformaciones progresivas; quedaba remitido
fundamentalmente a fenómenos biológicos y se lo asociaba con el concepto de desarrollo.
Presuponía “desplegar lo plegado”, lo que ya estaba latente, en potencia.
Concepción de desarrollo: en relación a los procesos madurativos biológicos.
Conservaremos las nociones de evolución y desarrollo en su sentido restringido, aplicadas a
determinados procesos biológicos que implican cambios, que son la apoyatura infraestructural
para el surgimiento de lo psíquico, es decir la condición necesaria pero no suficiente. Los
procesos madurativos biológicos configuran “condiciones de posibilidad” para que el infans
pueda apropiarse del universo simbólico al que adviene y lo precede. Para que se ponga en
juego esa “condición de posibilidad” necesitará la presencia y el “encuentro” con las
instancias parentales (condición suficiente). Aquí interviene el azar, en tanto la cualidad de
este encuentro puede ser buena o mala.
En una psicología donde nos interesa dar cuenta de las transformaciones en la estructura
psíquica de un sujeto a lo largo del devenir, la consideración del factor temporal es
fundamental. Tendremos en cuenta 3 tipos de tiempo:
• TIEMPO CRONOLÓGICO: el tiempo lineal que se ve en el reloj (la construcción humana
•
•
de arbitrariedad en la medición del tiempo) y es irreversible. Lo que sucedió antes, lo que
sucede ahora, lo que sucederá después. Organiza así el tiempo de las edades.
TIEMPO MADURATIVO: el tiempo del desarrollo del cuerpo que sigue ciertas leyes de ritmo
y continuidad, pero incluye variaciones individuales, es irreversible. Ej.: la menstruación, no
ocurre en todas las personas gestantes al mismo tiempo, pero siempre ocurre antes de la
menopausia.
TIEMPOS LÓGICOS: refiere a los procesos psíquicos inconscientes que nunca son lineales,
donde se articula lo sucesivo y lo simultáneo. Este tiempo se torna reversible. Con la
constitución del sujeto y la instauración del inconsciente, el tiempo de la subjetividad,
deviene historia singular, con una lógica propia. Esta historia será lo que cada uno va a
construyendo, metabolizando, interpretando, elaborando de lo vivido. Está abierto a
transformaciones promoviendo re-transcripciones de ciertas huellas mnémicas/marcas que,
de tiempo en tiempo, logran una transcripción a otro sistema promoviendo nuevos efectos.
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El sujeto dará a cada suceso y hecho madurativo una significación. Por eso hablamos de un
tiempo reversible, retroactivo, donde un nuevo hecho le otorga sentido a lo anterior. En este
punto tomamos la conceptualización freudiana de retroacción (nachträglich). A diferencia del
ritmo y la continuidad del desarrollo, la historia del sujeto estará marcada por cortes,
discontinuidades, por momentos claves.
Conceptualizar lo que permanece en lo que cambia, y lo que cambia dentro de una estructura
permanente, supone desentrañar los procesos en juego teniendo en cuenta el entrecruzamiento
del tiempo madurativo (irreversible) y del tiempo lógico psíquico (reversible). Considerar este
entrecruzamiento, supone no caer en la perspectiva “evolucionista” de marcar etapas con límites
definidos en su comienzo y fin, ni pensar que los tiempos en relación al sujeto son sólo tiempos
míticos. Abordaremos los momentos claves en el devenir, con procesos de trabajos psíquicos
específicos; viendo de qué modo la estructura constituida, el proyecto identificatorio, se
cuestiona, se verifica o va adquiriendo nuevos sentidos.
En relación al sujeto singular, consideramos la estructura edípica. La estructura edípica jugará
dialécticamente con la estructura narcisista. Si bien ambas tienen un despliegue en el eje
diacrónico de la estructura psíquica, los tiempos lógicos que representan, quedan incorporados
al sujeto como un funcionamiento permanente, que nos permite pensar la simultaneidad de sus
efectos. Sus vicisitudes se reencuentran en el sujeto de cualquier edad.
Nos manejamos con el concepto de estructura abierta, donde se solapan determinación y azar.
Dependerá de la flexibilidad o rigidez de la estructura psíquica constituida, el modo y el grado
de determinación o indeterminación que adquieran los movimientos del sujeto, según sus
propias “series complementarias”.
Como el sujeto se constituye invariablemente en relación a otros significativos de su historia
singular y a los “muchos otros” anónimos que configuran la cultura de una época, incluimos el
estudio de la estructura familiar como estructura compleja, matriz relacional estructurante de la
subjetividad, mediadora en parte entre el sujeto y la cultura, cuyos lugares y funciones
simbólicas implicar ciertas invariantes dentro de las profundas transformaciones en sus “modos
de ser”. Por eso, la consideración del tiempo del sujeto, de la familia, de la pareja, tendrá
en cuenta los tiempos históricos, el macrocontexto en que están y estamos incluidos, que
desde el comienzo mismo del sujeto forman parte de la constitución-construcción de
nuestras subjetividades.
---
12
“Determinismo, temporalidad y devenir”.
Hornstein, L.
(1994).
Finalidad del texto: repensar los conceptos del psicoanálisis (la tópica, lo pulsional, los
principios del funcionamiento psíquico, las series complementarias) con las formas de
pensamiento nuevas que tenemos de base de nuestros paradigmas.
La idea freudiana de un psiquismo como sistema cerrado con una energía constante (cantidad
de libido determinada y fija) que se desplaza, pero no varía, nos está llevando a un
estancamiento. Pensar la tópica como un sistema abierto y complejo implica consecuencias
para la temporalidad y el determinismo. Se requiere pasar por alto la dificultad de falsos
dilemas: orden-desorden, determinismo-azar, sistema-acontecimiento, permanencia-cambio,
ser-devenir.
La idea de un determinismo causal absoluto de todo lo que acontece en el universo postula que
todo fenómeno puede ser predicho, lo que niega a lo nuevo la posibilidad de existir; el azar
(encuentro no predictible de series causales independientes) sería una ilusión por la ignorancia
del determinismo.
La metáfora de estructuras disipativas se opone al antiguo pensamiento científico de la
termodinámica, propio de los sistemas cerrados, y se ha trasladado de lo inerte a lo viviente y
después a lo social y a lo psíquico. Desde esta perspectiva lo psíquico se encuentra en una
relación de intercambio constante con el exterior a sí. Al transformar el azar en organización, el
psiquismo engendra nuevas formas y desarrolla potencialidades por incremento de su
complejidad. El azar interviene en la constitución subjetiva y en el devenir histórico.
FREUD, al enfrentarse con la alternativa determinismo y azar, postuló las series
complementarias: “disposición y azar, las dos series de factores etiológicos, determinan el
destino de un ser humano; la distribución de la eficiencia etiológica entre ellos sólo se obtiene
individualmente”.
La meta de la ciencia hasta el final del siglo pasado fue eliminar lo indeterminado, lo impreciso,
la complejidad; por el contrario, hoy apuesta a desentrañar la realidad aceptando la
incertidumbre, lo aleatorio, la indeterminación y la complejidad.
El acontecimiento aleatorio tiene un rol primordial en los sistemas complejos. Sólo por
retroacción es posible comprender el proceso; durante su transcurso no hay más que
incertidumbre. El Nachträglich de Freud anticipó las teorizaciones contemporáneas acerca del
caos determinista.
¿Cómo nos situamos ante las series complementarias? Consideramos la copresencia de azar y
determinismo. En un psiquismo totalmente determinado no puede suceder nada nuevo, pero,
por otro lado, un psiquismo totalmente azaroso no constituiría organización y no accedería a la
historicidad. Estos extremos harían un psiquismo pobre y mutilado, el determinado por la
incapacidad de transformarse, se niega la novedad y la temporalidad en la vida psíquica, y el
azaroso por la incapacidad siquiera de nacer. El psicoanálisis avanzará si combina el
determinismo y el azar.
13
la tópica: complejidad y organización.
Estructuras disipativas à
ideas de orden y derroche. La disposición de energía y de
materia llega a ser, lejos del equilibrio, fuente de orden.
En la lógica de los sistemas abiertos autoorganizadores, el azar no es secundario. Con la
descripción de los sistemas no lineales, determinismo ya no es más sinónimo de predictibilidad.
Se propuso la expresión paradójica de “caos determinista” porque cualquier variación en el
comienzo produce una gran divergencia en el tiempo ya que el sistema evoluciona bajo una
modalidad aleatoria de hecho, aunque no de principio. Esto es compatible con la teoría
freudiana de la retroacción , según la cual los procesos deterministas pueden re reconstruidos
a posteriori; antes son caóticos. El trabajo analítico aspira a dar cuenta de los procesos de
transformación que explicitan por retroacción la historia constitutiva.
Si ante perturbaciones aleatorias el sistema reacciona aumentando su complejidad, es definido
como autoorganizador. Los sistemas abiertos autoorganizadores oscilan entre:
• Cristal: orden rígido, incapaz de modificarse sin ser destruido.
• Humo: renovación incesante, sin estabilidad, que evoca al caos.
La psique se sitúa entre el cristal y el humo en tanto tiene una estructura determinada, pero
puede modificarse y adquirir nuevas propiedades.
Este estado intermedio permite reaccionar frente a las perturbaciones imprevistas mediante
cambios que no destruyen la organización preexistente. La represión originaria, el pasaje del yo
del placer al yo de la realidad, el sepultamiento del complejo de Edipo, la metamorfosis de la
pubertad y todo el duelo que produce una recomposición identificatoria se los puede considerar
procesos de autoorganización.
La autoorganización explica los incesantes procesos de cambio en un sistema dado, a partir de
los ruidos que perturban el equilibrio del sistema. La vida psíquica no es estática, el cambio es
permanente, los procesos psíquicos resultan de un compromiso entre fuerzas simultáneas o
sucesivas de desorganización y de reorganización. Por esto Freud insistía en conceptualizar a
los procesos psíquicos en términos tópicos, dinámicos y económicos.
Pensar el psiquismo como un sistema abierto permite reflexionar acerca de la trama relacional
constituida por otros primordiales y sus realidades psíquicas singulares. El complejo de Edipo
es esa trama relacional y la realidad psíquica es la apropiación fantasmática de la trama edípica
donde se articula determinismo (en cuanto a ciertos constituyentes estructurales) con el azar
(acontecimientos no reductibles a la estructura).
La realidad psíquica es producto de las series complementarias, pero no hay un consenso sobre
qué estatuto teórico le atribuyen a cada uno de los elementos de la serie. Freud le otorgó al
complejo de Edipo el estatuto de complejo nuclear, porque es tanto el punto culminante de la
vida sexual infantil como el punto nodal desde el que parten todos los desarrollos posteriores.
Una visión determinista nos haría encallar en una historia lineal y no retroactiva. La concepción
freudiana de temporalidad y la causalidad psíquica cuestiona la causalidad lineal y funda la
eficiencia misma del trabajo analítico revelando una forma de recursividad donde el presente
actúa retroactivamente sobre el pasado, el cual condiciona la significación de lo actual. Si bien
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el Edipo es estructurante, mediante la retroacción las experiencias ulteriores producen
resignificaciones.
el dualismo pulsional: repetición y diferencia
El carácter conservador de la pulsión de vida se trata de que intenta conservar el pasado
integrándolo en organizaciones y unidades más amplias. Una fusión pulsional exitosa logra la
permanencia del pasado en el presente y así posibilita la historicidad de la vida psíquica en
oposición a una renovación que no conservará nada del pasado. Lo que otorga valor histórico
a Eros es la articulación de la repetición con la diferencia.
Freud concibió al inconsciente como un sistema abierto porque consideraba a la energía
libidinal según el principio de conservación de la energía, pero LO MODELÓ COMO UN
SISTEMA CERRADO. Pero actualmente la idea del psiquismo como un sistema cerrado con una
energía constante es un punto de estancamiento de la reflexión psicoanalítica. Un sistema
abierto conduce a una mayor complejidad, y es Eros (pulsión de vida) el que complejiza, la cual
es la única manera de hacer comprensible el mantenimiento del principio viviente.
El principio de realidad exige que todo elemento pueda diferenciarse, ser situado en relación
con el antes y el después, con lo mismo y la alteridad, con la unidad y el conjunto.
determinismo y creación.
El determinismo piensa lo actual como la realización de lo “ya dado”. Si cambia, las formas de
ese cambio ya están determinadas. La no determinación de lo que es, no es simple
“indeterminación”. Es creación, es decir, surgimiento de otras determinaciones, de nuevos
dominios de legalidad. La “indeterminación” tiene un sentido preciso: ningún estado del ser es
tal que haga imposible el surgimiento de otras determinaciones respecto de las ya existentes.
La crítica al determinismo nos permite considerar siempre una masa hipercompleja de cosas
existentes y es en el espesor de esa masa donde se produce la creación.
La lectura de Freud exige poner en tela de juicio los paradigmas de base, se trata de retornar a
los fundamentos para renovarlos.
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15
Psicología del desarrollo: enfoques y perspectivas
del curso vital.
Urbano, C. y Yuni, J.
(2005).
CAPÍTULO 1: LA PSICOLOGÍA DEL DESARROLLO.
conceptualización de la psicología del desarrollo en el marco de la psicología.
La psicología del desarrollo, como su nombre lo indica, tiene como objeto de estudio la
interpretación, descripción y explicación de las transformaciones psicológicas vinculadas al
proceso de desarrollo humano.
Breve recorrido histórico de la psicología evolutiva.
La psicología evolutiva ha sido la disciplina que ha realizado producciones teóricas para tratar
de establecer las características de los procesos psicológicos en diferentes estadios de la vida.
Estaba la pretensión cientificista, propia de la época, de encontrar leyes universales y normativas
de los fenómenos psicosociales.
Los primeros aportes de la psicología evolutiva à describir el cambio evolutivo como un
conjunto de etapas sucesivas y necesarias que se iniciaban en la niñez y culminaban en la vejez,
vinculando cada una de las etapas a un conjunto de características y conductas específicas que
transcurren dentro de determinadas secuencias de edad cronológica independientemente del
contexto socio-cultural. Las regularidades esperables en cada período del desarrollo serían
independientes de las circunstancias históricas.
En las últimas décadas se abandonaron progresivamente las explicaciones de cada estadio
evolutivo como una unidad aislada de las demás y se planteó su estudio atendiendo a la
totalidad del Ciclo Vital. Además, se reconoció la influencia decisiva que el concurso de la
cultura y del medio social tienen en el desarrollo de las características psicológicas y sus
procesos de cambio. El cambio más importante en la concepción del desarrollo psicológico ha
sido el de adoptar una perspectiva diferente acerca del sujeto, como un ser de naturaleza
compleja, activo, proactivo y con capacidad para regular, representarse e interpretar sus
procesos de cambio.
modelos teóricos en el estudio del desarrollo psicológico.
3 modelos generales para el estudio del desarrollo evolutivo:
•
Modelo mecanicista: el individuo es concebido como una máquina y su conducta puede ser
explicada en términos de causalidad eficiente. El individuo tiene un rol pasivo y receptivo
de la influencia ambiental, mientras que el mecanismo que posibilitaría los cambios
comportamentales serían el aprendizaje y los procesos de condicionamiento en general. El
conductismo clásico sería la teoría psicológica paradigmática de este modelo.
16
•
Modelo organicista: el individuo es representado fundamentalmente como un sistema
orgánico vivo. El desarrollo estaría fuertemente condicionado por un plan madurativo
interno; orientado a una meta finalista y sustentado en la capacidad de autorregulación,
automantenimiento y autorreproducción.
A partir de críticas a los modelos anteriores, se fue configurando un modelo que, sustentado en
diferentes teorías, produciría un giro en las formas de concebir el desarrollo humano y explicaría
el cambio psicológico desde una perspectiva más abarcativa.
• Modelo contextual dialéctico: propone un análisis contextualizado del cambio en el que el
desarrollo es producto del entrecruzamiento de un sistema de normas que lo regulan, con las
mediaciones que el propio sujeto introduce como parte de un grupo social y con las
herramientas que su cultura provee. Se denomina modelo contextual porque postula la
interdependencia entre el sujeto y la naturaleza como dos entidades íntimamente
relacionadas. El modelo contextual-dialéctico demostró que el desarrollo de las funciones
biológicas y psicológicas era el producto de la interacción e interdependencia con el medio.
CAPÍTULO 2: EL ENFOQUE DEL CURSO VITAL.
el enfoque del curso vital como marco interpretativo del desarrollo evolutivo.
Hablamos de Enfoque del Curso Vital pues se trata de un conjunto de principios que ofrece
algunas claves para el estudio del desarrollo.
El valor de este enfoque radica en su capacidad para poder responder 4 problemas
fundamentales propios de la psicología del desarrollo.
1. Permite explicar la naturaleza dinámica, contextual y procesual del desarrollo evolutivo.
2. Ofrece un modelo que da cuenta de las transiciones relacionadas con la edad y las
trayectorias vitales en el que se relativiza la influencia de la edad cronológica y se revalorizan
los aspectos biográficos del sujeto como moduladores de los procesos de cambio.
3. Describe cómo las diferentes fases del curso vital son moldeadas y condicionadas por los
contextos sociales, por los significados culturales atribuidos a cada fase y por la posición
que ocupan los sujetos en la estructura social.
4. El enfoque del Curso Vital explica como el tiempo histórico y la pertenencia a distintas
masas modelas el proceso de desarrollo, influyendo tanto en los individuos, como en los
grupos sociales.
El papel relevante del sujeto en los procesos de desarrollo se relaciona con su carácter activo;
los procesos de adaptación suponen el despliegue de estrategias de afrontamiento.
A continuación, se sintetizan las principales premisas que plantea la psicología del desarrollo
desde la perspectiva del Curso Vital:
-El concepto de desarrollo evolutivo: el desarrollo personal no es un proceso orientado hacia
una meta universal y no posee el mismo ritmo de progresión entre sujetos de distintas culturas
y aun dentro de una misma. En cada fase las transformaciones son producidas por la interacción
entre los logros adquiridos en procesos y acontecimientos vitales previos, con la irrupción de
procesos que generan discontinuidad y que introducen experiencias innovadoras que
17
desestructuran el curso vital, e impulsan al sujeto hacia la búsqueda de un nuevo equilibrio y
configuración identitaria.
-Sistemas influyentes en el desarrollo evolutivo: el proceso de desarrollo resulta de las
interacciones dialécticas entre tres sistemas de influencias cuya conjunción es denominada
contextualismo. Esos sistemas son:
• Las influencias normativas relativas a procesos madurativos de naturaleza biológica
(fenómenos esperables) o roles sociales definidos por límites de edad cronológica (como el
ingreso al jardín de infantes a los 3 años). Por tratarse de funciones evolutivas generales y
en cierto modo universales estas son bastantes similares entre diferentes sujetos.
• La influencia de los procesos socio-culturales actuales, que son diferentes según el nivel
socio-cultural de los sujetos, el grupo generacional de pertenencia, la pertenencia a un
grupo étnico o la condición de ruralidad o de habitante de un centro urbano. Para
comprender los procesos psicológicos propios de cada fase evolutiva es necesario analizar
las condiciones histórico-culturales actuantes en cada sociedad.
• Las influencias de eventos no normativos propios de cada individuo que se tratan de
situaciones particulares que afectan las capacidades del sujeto (una enfermedad, un
accidente que genera secuelas físicas); situaciones que generan disrupciones en el ejercicio
de roles familiares (la muerte repentina de un familiar o un embarazo adolescente) o roles
sociales (la pérdida de un puesto de trabajo); o cambios inesperados de valores, creencias
religiosas, ideologías políticas.
Los individuos están más expuestos a las variables contextuales y a las de tipo biográfico, por
lo que se produce un incremento de la variabilidad entre un sujeto y otro. Durante todas las
fases del desarrollo los tres sistemas de influencias interactúan permanentemente, pese a que
en cada ciclo predomina alguno de ellos como motor del proceso de cambio. El cambio
evolutivo es siempre un proceso de especialización que no siempre abarca a todos los sistemas
del sujeto, ni implica un avance general en todos ellos.
El desarrollo evolutivo es multidireccional à los cambios ligados al desarrollo evolutivo
presentan considerable diversidad o pluralismo, es decir son multidireccionales. La dirección
del cambio evolutivo varía según el tipo de conducta que se analice (social, cognitiva, afectiva,
mental).
La plasticidad sería la capacidad adaptativa que facilita la modificabilidad biológica, cognitiva,
afectiva y social frente a las demandas que el medio plantea al sujeto y para las cuales el
repertorio de recursos personales no es suficiente o pertinente. Esta capacidad explica la
heterogeneidad y las diferencias de funcionamiento psíquico entre distintos individuos que
atraviesan el mismo ciclo evolutivo.
El desarrollo evolutivo se define como el proceso de constitución y reconfiguración de la
subjetividad, la identidad, las capacidades y funciones psíquicas, y el sentido existencial del
sujeto, a partir de la dinámica interactiva de despliegue/repliegue de las potencialidades y
limitaciones emocionales, afectivas, cognitivas y sociales que reconocen como punto de origen
la concepción y como punto de cierre la muerte biológica. La dinámica de despliegue/repliegue
de esas potencialidades/limitaciones (posible por la integración que genera la actividad mental
del sujeto) requiere de la interacción dialéctica entre el potencial biológico, los recursos
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psicológicos, cognitivos, emocionales y afectivos del sujeto, y la concurrencia de los recursos
socio-culturales que ofrece su entorno.
elementos para una síntesis comprensiva del desarrollo evolutivo desde el enfoque
del curso vital.
El desarrollo evolutivo se realiza en un plano temporal en el que los seres humanos experimental
múltiples cambios y diversas transformaciones en las distintas esferas constitutivas de su
existencia.
En la esfera social, el paso del tiempo supone el aprendizaje y ejercicio de diferentes roles y la
realización de múltiples procesos de construcción y reconfiguración de la identidad como sujeto
social. En el plano psicológico, el paso del tiempo genera cambios en las diferentes dimensiones
del psiquismo: las emociones, la personalidad, la cognición y la efectividad, modificando
además las capacidades y funciones, así como su rendimiento. La dimensión psíquica es de
fundamental importancia puesto que es la que posee la capacidad para interpretar los cambios
en todas las dimensiones y, a la vez, otorgar un sentido de unicidad personal más allá de las
transformaciones que acontecen a lo largo de la vida.
El desarrollo se basa en el trabajo psíquico del sujeto de extraer del conjunto discontinuo y
azaroso de eventos que debe atravesar, alcanzando una continuidad madurativa basada en la
tarea del Yo de obtener ganancias de las pérdidas introducidas por los cambios biológicos,
psicológicos y sociales.
Esta concepción de desarrollo plantea que lo orgánico es condición necesaria pero no suficiente
para desencadenar procesos de crecimiento, maduración y desarrollo. Por esa razón, desde la
incipiente constitución como sujeto, el Yo debe emprender un trabajo inacabado para adquirir
logros evolutivos basados en el atravesamiento indisoluble de lo orgánico, lo psicológico, lo
emocional y lo vincular como instancias de naturaleza distinta pero concurrentes.
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19
“Historización en la adolescencia”.
Lewkowicz, I.
(1997).
La historia de la subjetividad significa que hay alteraciones en la estructura subjetiva misma, y
se presenta como un terreno que en el campo del pensamiento se vuelve más y más activo hoy,
sobre todo porque estamos atravesando un momento de mutación de subjetividad. Esto lleva a
que el concepto práctico de hombre varíe de una situación histórica a otra.
¿Es posible una mutación en el plano social práctico capaz de alterar la estructura subjetiva, o
la estructura subjetiva es una invariante que se decora o se coloca en distintas situaciones según
los materiales que la época ofrece para una misma escena realmente constitutiva de la especie
humana? En este sentido, la adolescencia puede ser tomada como una institución característica,
significada, estructurada y representada de distintas maneras en distintos universos de discursos
y prácticas.
En el terreno de la adolescencia se involucra otro término que es no sólo la historización de la
adolescencia como una instancia que históricamente en la historia social de los pueblos va
variando, sino también la adolescencia en la vida de cada individuo como un momento de
historización, y para hablar de historización hay que desmarcarlo de 2 conceptos. Sería una
MARCA 1 y una MARCA 2, la 1 cronológicamente previa y la 2 cronológicamente posterior o
actual. En la relación de esas dos marcas se juegan tres conceptos distintos de temporalidad.
1. La concepción tradicional de la historia à como suceso: la historia es el despliegue de lo
que está contenido en los comienzos. La MARCA 2 es una realización de lo que ya está
contenido aquí. En principio, no habría alteración cualitativa en MARCA 2, sólo el tiempo
es lo que le hace falta a la manifestación de lo ya constituido, no hay historización porque
solo hay repetición. El tiempo se entiende como secuencia lógica que va de comienzo a fin.
2. La institución del tiempo posmoderno à como sustitución: el tiempo histórico propio de la
modernidad es un tiempo sucesivo, un instante sucede al anterior, el anterior detenta las
claves del sentido del siguiente. Va a plantear que la MARCA 1 cae en el puro pasado y se
anota una MARCA 2. El tiempo no es el de la sucesión sino el de la sustitución, nunca hay
historización porque nunca se sale de la primera marca.
3. Como construcción/suplementación: La opción más activa dentro del terreno del discurso
histórico dice que la MARCA 2 historiza solamente si se inscribe después de una MARCA 1,
pero altera a la primera. Algo ocurre en 2 que hace que 1 pierda su omnipotencia; viene a
introducir un término suplementario, es decir viene a introducir algo que destotaliza yendo
más allá de lo que era; solamente aquí había historización. En ese sentido, si en la
adolescencia efectiva hay un proceso de historización es porque algo pasa en la MARCA 2
adolescente que no es reductible al conjunto de marcas estructurante de la subjetividad à
IMPORTANTE: CONCEPTO DE ACONTECIMIENTO
Si en la adolescencia hay una historización es porque algo pasa en la situación 2 adolescente
que no es reductible al conjunto de marcas estructurantes de la subjetividad 1.
La subjetividad socialmente instituida se determina por el conjunto de marcas con las que una
sociedad marca, afecta y constituye a un miembro de la especie como miembro de una
20
comunidad. La historia de la subjetividad sería la historia de las marcas que humanizan a
ese animal.
La significación de las etapas vitales, en este caso la adolescencia, tendrá 3 elementos depende
de tres términos:
1. Son las marcas reales corporales, es decir, algo biológico que inexorablemente se da y a la
vez exige una significación. Esas marcas biológicas quedan socialmente instituidas por unas
prácticas que cortan y unos discursos que significan.
2. Son las prácticas sociales y la significación socialmente ofrecida.
3. Trabajo psíquico de significación Tanto las marcas biológicas como las marcas sociales
producen un plus, es decir, producen un sujeto que tiene que significar eso. Los insumos no
son suficientes y en ese sentido el plus de actividad psíquica de significación es inevitable.
La adolescencia está planteada en distintas sociedades como el pasaje a ser hombre, pero
depende de qué es ser hombre en esa sociedad para que se entienda en qué tiene que consistir
ese pasaje. Hay que ir viendo cuales son los indicadores que definen socialmente una madurez,
para ver cómo subjetivamente eso da lugar a un tipo de adolescencia o a otro.
Las nuevas marcas no sólo convocan por un afecto semejante a viejas marcas que instauran una
vida psíquica, sino que también instaura cada nueva marca su propio envés de sombra.
El desorden de la adolescencia se debe a la liberación de lo reprimido; o a la irrupción de lo
radicalmente nuevo. No es una relación a solas entre el cuerpo del pobre individuo y el individuo
tratando de significarlo, sino que los elementos socialmente ofrecidos para instituir y significar,
son decisivos en la constitución de la esencia de eso, que podríamos llamar en este caso la
adolescencia.
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21
“Entrevista a Illia Prigogine ¿Nuevos
paradigmas?”.
Najmanovich, D.
(1992).
La termodinámica es un campo de la ciencia donde se manifiesta la “FLECHA DEL TIEMPO”.
Aun hoy en día, la idea de una direccionalidad del tiempo no es aceptada mayoritariamente
entre los físicos.
Desde mi punto de vista, enfatizo la visión histórica diciendo que la irreversibilidad del tiempo
es una propiedad fundamental de la naturaleza. ¿Es el tiempo una propiedad fundamental de
la naturaleza que el hombre tan sólo comparte con ella? La dirección en la que yo pretendo
encontrarla es sosteniendo que el tiempo está en todas partes, aunque tal vez se exprese con
mayor fuerza en la vida humana. Si consideramos que la inestabilidad, la no linealidad, la
irreversibilidad son propiedades básicas de la naturaleza, entonces, somos nosotros su mejor
expresión y nuestro vinculo de pertenencia con ella es realmente fuerte.
Siempre he pensado que el tiempo se descubre a través de la complejidad. En todos los niveles
de la naturaleza, desde la biología hasta la cosmología, la irreversibilidad produce tanto orden
como desorden. Nuestra propia vida es posible en tanto generamos desorden. En los estados
equilibrados no hay cambio y, por tanto, parece como si el tiempo no transcurriera. En el
desequilibrio el sistema se hace inestable, y al cambiar, va adoptando diferentes
configuraciones, aparece la temporalidad marcando una dirección en el transcurso del tiempo
(“la flecha del tiempo”) que hace que ese proceso sea irreversible. Y esta es la razón por la
cual sostengo que el tiempo es un elemento fundamental (y fundante) de la naturaleza, porque
sin su rol constructivo no se podría pasar de un nivel de organización al siguiente.
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22
"Posterioridad" y "Trauma". En Diccionario de
Psicoanálisis.
Laplanche, J. & Pontalis, J. B. - (1987).
posterioridad:
En alemán, nachträglich. En francés, aprés coup. ‒ palabra utilizada frecuentemente por Freud
en relación con su concepción de la temporalidad y de la causalidad psíquicas: experiencias,
impresiones y huellas mnémicas del pasado son modificadas posteriormente en función de
nuevas experiencias o del acceso a un nuevo grado de desarrollo, que permiten al sujeto
alcanzar un nuevo tipo de significaciones y reelaborar sus experiencias anteriores. Entonces
pueden adquirir, a la par que un nuevo sentido, una eficacia psíquica o un poder patógeno .
Este concepto impide una interpretación de la historia del sujeto a un determinismo lineal que
tendría en cuenta, únicamente, la acción del pasado sobre el presente.
Lo que se elabora retroactivamente no es lo vivido en general, sino efectivamente lo que, en el
momento de ser vivido, no pudo integrarse plenamente en un contexto significativo. El prototipo
de ello lo constituye al acontecimiento traumático.
Freud se pregunta por qué la represión afecta en forma electiva a la sexualidad. La represión
supone dos acontecimientos claramente separados por la serie temporal. El primero en el
tiempo está constituido por una escena sexual (seducción por un adulto), pero que entonces
no tiene para el niño una significación sexual. El segundo presenta algunas analogías, que
pueden ser superficiales, con el primero; pero esta vez, por haberse presentado entre tanto la
pubertad, ya es posible la emoción sexual, emoción que el sujeto atribuirá conscientemente a
este segundo acontecimiento, mientras que en realidad es provocada por el recuerdo del
primero. El yo utiliza entonces la represión, modo de “defensa patológica”, en el que actúa
según el proceso primario. Únicamente la segunda escena confiera a la primera su valor
patógeno.
La noción de posterioridad, para Freud, se trata de una verdadera elaboración, de un “trabajo
de memoria”, que no consiste en la simple descarga de una tensión acumulada, sino en un
complicado conjunto de operaciones psicológicas.
trauma:
Acontecimiento de la vida del sujeto caracterizado por su intensidad, la incapacidad del sujeto
de responder a él adecuadamente y el trastorno y los afectos patógenos duraderos que provoca
en la organización psíquica. En términos económicos, el traumatismo se caracteriza por un aflujo
de excitaciones excesivo, en relación con la tolerancia del sujeto y su capacidad de controlar y
elaborar psíquicamente dichas excitaciones; falla ante todo el principio de constancia, al ser
incapaz el aparato de descargar la excitación.
23
Durante los años 1895-1897, se afirma cada vez más la tesis según la cual el trauma es
esencialmente sexual y que, durante el mismo período, el traumatismo originario se descubre
en la vida prepuberal.
La acción del trauma se descompone en varios elementos y supone siempre la existencia de,
por lo menos, dos acontecimientos: en una primera escena, llamada de seducción, el niño sufre
una tentativa sexual por parte de un adulto, sin que ésta despierte en él excitación sexual; una
segunda escena, a menudo de apariencia insignificante, y ocurrida después de la pubertad,
evoca, por algún rasgo asociativo, la primera. Es el recuerdo de la primera el que desencadena
un aflujo de excitaciones sexuales que desbordan las defensas del yo. Si bien Freud denomina
traumática la primera escena, se observa que, desde un punto de vista estrictamente
económico, este carácter sólo le es conferido con posterioridad; o incluso: solamente como
recuerdo de la primera escena se vuelve posteriormente patógena, en la medida en que provoca
un aflujo de excitación interna.
La concepción de Freud prepara ya el camino hacia la idea según la cual la eficacia de los
acontecimientos externos proviene de las fantasías que activan, y del aflujo de excitación
pulsional que desencadenan. Pero, por otra parte, se parecía que Freud no se contenta, en
aquella época, con describir el trauma como es despertar de una excitación interna por efecto
de un acontecimiento exterior que es solamente su causa desencadénate; siente la necesidad
de relacionar a su vez este acontecimiento con un acontecimiento anterior que sitúa en el origen
de todo el proceso.
En los años siguientes, el “punto de vista traumático”, aun cuando no resulta “abandonado” se
integra en una concepción que hace intervenir otros factores, como la constitución y la historia
infantil. El traumatismo, que desencadena la neurosis en el adulto, constituye una serie
complementaria junto con la predisposición que a su vez incluye dos factores complementarios,
endógeno y exógeno:
Freud hace la hipótesis de que un aflujo excesivo de excitación anula inmediatamente el
principio de placer, obligando al aparato psíquico a realizar una tarea más urgente “más allá de
principio de placer”, tarea que consiste en ligar las excitaciones de tal forma que posibilite su
descarga ulterior.
Por último, en la teoría de la angustia, renovada en “Inhibición, síntoma y angustia” el concepto
de trauma adquirirá un valor creciente. El yo, al desencadenar la señal de angustia, intenta evitar
ser desbordado, por la aparición de la angustia automática que caracteriza la situación
traumática, en la cual el yo se halla indefenso. Esta concepción lleva a establecer una especie
de simetría entre el peligro externo y el peligro interno.
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24
TEMA 2: LA FAMILIA COMO ESTRUCTURA
COMPLEJA.
• La organización familiar a través del tiempo. Familia y Cultura. Lo que
permanece y lo que cambia. Lo determinante y lo indeterminado.
• Vincularidad e inconsciente. Tramas y anudamientos intersubjetivos.
• Configuraciones vinculares: constitución psíquica y producción de
subjetividad.
Bibliografía Obligatoria
"
Abelleira, H. & Delucca, N. (2004). “Acerca de la familia”. En Clínica Forense en familia.
Historización de una práctica.
"
Castoriadis, C. (1997). “El avance de la insignificancia” y “La crisis del proceso
identificatorio”. En El avance de la insignificancia. Encrucijadas del laberinto IV.
"
Delucca, N. & Petriz, G. (2007). “Jóvenes padres de hoy. Continuidades y discontinuidades
del vínculo inter y transgeneracional”. En Subjetividad y Cultura, N° XXX (1): 29-46.
"
Friedler, R (1998) “Vinculo”. En Pachuk, y Friedler (coord.) (1998) Diccionario de
Psicoanálisis de las Configuraciones Vinculares (pp451-462)
"
Hornstein, L. (2008). “La subjetividad y lo histórico social: hoy y ayer, Piera Aulagnier”. En
L. Hornstein (comp.). Proyecto Terapéutico. De Piera Aulagnier al psicoanálisis actual.
"
Kaës; R., (1994). “La intersubjetividad: un fundamento de la vida psíquica. Señales en el
pensamiento de Piera Aulagnier. En L. Hornstein (comp.). Proyecto terapéutico. De Piera
Aulagnier al psicoanálisis actual
"
Roudinesco, E. (2003). “Palabras preliminares”, “Dios Padre”, “¿Quién mató al padre?” y “El
patriarca mutilado”. La familia en desorden.
25
Acerca de la familia
Abeleira, H y Delucca, N. - (2004)
Isidoro Berenstein ha conceptualizado el término FAMILIA y lo ha revisado en cada década
porque en ese tiempo se marcaron cambios significativos en la teoría por nuevos fenómenos
familiares.
1970:
•
GRUPO FAMILIAR = un sistema con una estructura inconsciente.
el principio de intercambio
Regulado por
Tabú del incesto
d
•
Se diferencian dos niveles de funcionamiento
consciente (lo que es accesible
a la observación de las
relaciones familiares)
inconsciente (al que infiere el
terapeuta o investigador)
Se accede a este a través de las “producciones familiares”
(estructuras de parentesco y relaciones-alianzas):
% Sistema de nombres propios
% Representaciones de tiempo y espacio
% Circulación del dinero, discurso, mitos y creencias familiares.
2 subsistemas:
Denominaciones (padre, madre, hijo, hermano, tío, etc.)
sentimientos y actitudes esperables culturalmente hacia cada denominación, junto a lo que
se prohíbe o rechaza.
Sentimientos y actitudes
permitidas = CONSCIENTES
Lo prohibido = INCONSCIENTE POR
REPRESIÓN
familia de origen
•
Significación del parentesco en relación de 2 sistemas =
familia conyugal
hay 4 tipos de relaciones
-Consanguinidad (hermanos).
-Filiación (progenitores-hijo).
-Alianza (matrimonio).
-Avuncular (tío-sobrino).
26
1980: Modelo de “Estructura Familiar =
Inconsciente” (EFI)
operador a través del cual se generan
significaciones provenientes de la cultura à llegan
a los integrantes de la familia mediante
transformaciones que les dan sentido y significado
a las relaciones familiares.
proposiciones y ampliaciones conceptuales:
•
•
Las relaciones familiares tienen un carácter simbólico cuyo significado yace en la estructura
inconsciente.
La estructura inconsciente de las relaciones familiares, es un conjunto ligado a las relaciones
entre términos (alianza, consanguinidad, filiación, avuncular).
Familia materna = mayor privilegio que la paterna à “perspectiva y empíricamente están en la
misma posición, semánticamente, no. Hombre y mujer en la alianza tienen distinto significado.
Distinción entre:
Parentesco
Natural
Parentesco Cultural
Procreación
=
2
Relaciones prohibidas (incesto) y permitidas (ley de la exogamia) =
condiciones que dan significado.
Dictadas por el (nombre) del padre y se establecen como regla o norma que
progenitores. se repite para la siguiente generación.
Componentes de la alianza à la familia entra en un intercambio donde una ofrece un varón y
otra ofrece una mujer. Cuando se consolida se debilitan los vínculos consanguíneos. Si se
considera el intercambio de significados y nos desplazamos hacia la organización inconsciente,
surge la jerarquía semántica y el valor diferente de cada elemento.
• Hijo varón à reemplaza al objeto erótico inicial (la madre) por otra mujer fuera del grupo
familiar, ligándose al grupo dador de la mujer = opera la identificación con el padre.
• Hija mujer à ofrecida a otro, así como el padre recibió a su mujer de otro hombre. El acento
se desplaza de la filiación a la alianza.
Otra ampliación del modelo EFI = transmisión transgeneracional (transmisión de significados
inconscientes de una generación a otra mediante el establecimiento de un acuerdo fundante y
estructurante, también de naturaleza inconsciente, entre los distintos ingredientes de la familia).
1990:
se
cambia
el
concepto
utilizado
hasta
el
momento
para
caracterizar
metapsicológicamente el espacio simbólico familiar.
Relación (utilizado hasta el momento): Adscripto a la multiplicidad de sus manifestaciones. El
conjunto de realizaciones en que se manifiesta la matriz inconsciente del vínculo.
VÍNCULO (nuevo) (nivel intersubjetivo) = Ligadura inconsciente que une duradera y
establemente lugares que son ocupados por “yoes” permutables entre los lugares. Une al yo y
al otro con un sector representable y uno que no lo es, por su condición de exterioridad. Lo no
representable para el yo también se inscribe en las estructuras vinculares como algo ajeno al yo
27
con lo que ha de relacionarse. Esta relación requiere de la presencia, y está estructurada en
torno a intercambios variables (lingüísticos, afectivos y/o de bienes). Se centra lo que
construyen en conjunto, lo que los une y los que lo separa.
Acentuaremos su construcción histórica (inter, intra, transubjetiva) y su matriz inconsciente.
De esta última nos referimos a dos aspectos:
1. Los sujetos que pertenecen al vínculo no son conscientes del proceso psíquico que dio lugar
a la construcción del lazo afecto y comunicacional que los une.
2. Las significaciones que le dan sustento son representaciones que no corresponden con lo
que el otro real es o cree ser.
3 dimensiones del otro que se encuentran en cada vínculo:
•
Semejante à asimilable para el sujeto a través del mecanismo de identificación que permite
la vivencia de lo compartido.
•
Diferente à aspectos del otro con los que no nos identificamos, pero podemos acceder a
ellos, reconocerlos y aceptarlos desde una asunción de la alteridad, a través del intercambio.
•
Ajeno à todo aquello del otro que los sujetos no logran inscribir en una representación. Es
lo incognoscible e inasimilable al yo (tanto del otro como de uno mismo). Implica lo
inabarcable del otro y la dimensión inconsciente del propio yo y ciertos sectores del mundo
social.
Cada sujeto ante la discontinuidad de la presencia o ausencia del otro construye
representaciones sobre lo que anhela y desea inconscientemente que el otro sea para él.
Siempre habrá una distancia entre esa representación imaginaria que construimos y lo que el
otro es en tanto sujeto singular = imposibilidad de que el otro del vínculo sea abarcado
totalmente por nuestro mundo representacional. Si toleramos esa imposibilidad, lo ajeno del
otro se constituirá en el motor mismo de la vincularidad, aún dentro del malestar que le es
inherente. De lo contrario, se instalará como razón de un enfrentamiento permanente y estéril,
que puede conducir a la ruptura del vínculo.
2 órdenes de vínculos dentro de la familia:
• SIMÉTRICOS: se dan entre sujetos (2 o más miembros del grupo) en quienes las estructuras
psíquicas están constituidas en sus aspectos diferenciales, aunque permanecen abiertos a
nuevas construcciones subjetivas a lo largo de la vida. à Pareja conyugal heterosexual /
hermanos.
• ASIMÉTRICOS: por ejemplo, el vínculo entre padres-hijos, por la dependencia de los últimos
con las instancias parentales, quienes tienen un mayor recorrido de construcción psíquica,
porque están en el inicio del proceso de construcción psíquica.
De este concepto deriva otro concepto:
CONFIGURACIÓN VINCULAR = alude a ciertos organizadores (significaciones) que se
constituyen y construyen en las relaciones interhumanas, cuya representatividad psíquica
otorga el sentido de pertenencia a un conjunto y de cierta identidad compartida. En la
familia hay configuraciones vinculares que comparten dimensiones del vínculo familiar pero
de las que no participan todos: el vínculo de pareja, el vínculo fraterno, etc.
28
El sentimiento de pertenencia al conjunto familiar se va transformando en el curso de la vida; al
comienzo cuando el infans se forma es una obligación pertenecer a esa familia, y cuando crezca
creará su propia forma de pertenecer a ella. Este sentimiento otorga contención y cohesión.
El significado de cada yo depende del lugar y del vínculo de parentesco correspondiente, lo
cual recorta un contexto y otorga un sentido a lo intercambiado (palabras, actos, bienes). El
vínculo entre 2 yoes genera una representación que posee un valor agregado a la mera suma
de la del yo y del otro = reorganización de la estructura psíquica a partir del otro como novedad.
ACTUALIDAD: Teorizaciones sobre la FAMILIA à estructura abierta, compleja,
heterogénea y en permanente intercambio entre sí y con el afuera, como toda
construcción de la cultura y como las estructuras psíquicas internas = expuesta a
transformaciones (a lo largo de la historia como en su propio devenir).
MÁS PERTINENTE HABLAR DE “LAS FAMILIAS” POR SU HETEROGENEIDAD (distintos tipos
de organización socialmente aceptados).
Nuevo sentido al concepto de determinación à mayor relevancia al azar y al acontecimiento
como operantes en la construcción de subjetividad y vínculos.
Antes: sujeto cuyo origen se define sólo en sus primeros años de la vida en el intercambio con
sus padres y el entorno relevante.
Ahora: sujeto vinculado en múltiples orígenes del mundo subjetivo y vincular.
familia o grupo subjetivo = continúa siendo indispensable para el proceso de humanización
del sujeto (la familia como núcleo de la sociedad), pero comparte tempranamente la
producción de subjetividad con otras instituciones significativas no pertenecientes al ámbito
familiar (escuela por ej.) y aún con otros anónimos a través de los medios masivos de
comunicación.
Pensemos el proceso de construcción del sujeto en constante operatoria de producción de
nuevas inscripciones en cada encuentro vincular significativo.
FUNCIONES EN LA FAMILIA: Encarnadas o transmitidas por personas que provienen del
conjunto familiar y son privilegiadas para el infans, no es ejercida exclusivamente por cada
progenitor, pero pueden ser ampliadas por otras redes vinculares extrafamiliares a lo largo del
devenir.
•
•
Función materna = “Sostén y amparo primario”
Función paterna = “Simbólica, ordenadora, discriminación-corte y transmisión de la ley”
Ambas funciones se dan a la par desde el comienzo, aunque den diferentes procesos psíquicos
en el ser en formación. Son operatorias necesarias para la constitución y construcción de la
organización psíquica de los sujetos (yo del infans) al posibilitar los procesos de identificación
y diferenciación. Estas funciones tienen la huella de la relación que quien las ejerza tiene con
el medio social al que pertenece.
29
MÁS FUNCIONES DENTRO DE LA FAMILIA:
•
•
Función filial
Familia de origen/ancestros.
En consecuencia: FAMILIA à contexto privilegiado mediador entre el sujeto en construcción
y la cultura, porque transforma o reproduce los valores, ideales y lo denigrado por dicha cultura.
Conclusión de las autoras: no se desechan de la conceptualización de la FAMILIA como una
estructura vincular compleja, diferente a otras estructuras complejas, porque a pesar de las
nuevas realidades vinculares, es necesario conservar la designación del lugar de
madre/padre/hijo-a porque de lo contrario no podría sostenerse ninguna regulación de la
sexuación a su interior, que es lo que marca culturalmente lo que está prohibido para algunos
vínculos y prescripto para otros. Lo único verdaderamente invariable y universal es la
existencia de una regulación, aunque varíen sus contenidos. Toda cultura necesita instituir
reglas y regular sus vínculos y relaciones interpersonales para poder vivir en sociedad y
constituir sentidos compartidos; la familia es fundamentalmente una creación cultural.
Siempre será necesario que otra entidad humana tome al humano que nace y opere sobre él
algún tipo de regulación en ese vínculo; ahí vemos la dimensión intersubjetiva constitutiva y a
la vez cierta regulación transubjetiva que organiza esa práctica entre los humanos.
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!
30
El avance de la insignificancia
Castoriadis, C.
(1997).
CAPÍTULO 6: El avance de la insignificancia.
El trabajo del intelectual debería ser un trabajo crítico, y lo fue muchas veces en la historia. Pero
los intelectuales abandonan, traicionan su papel crítico y se transforman en racionalizadores de
lo que es, justificadores del orden establecido.
La crisis de la crítica (que hoy ya no funcione) no es más que una de las manifestaciones de la
crisis general y profunda de la sociedad.
Todo esto surge de una inmensa corriente histórico-social que va en esta dirección y que hace
que todo se transforme en insignificante. La gente sigue siendo capaz de prestar atención a un
discurso argumentado y relativamente largo; pero también es cierto que el sistema y los medios
“educan” (deforman sistemáticamente) a la gente de manera tal que no puedan interesarse
finalmente por algo que supere algunos minutos. Esto eso se relaciona con una sociedad en la
que toda crítica pierde su eficacia.
El derrumbe gradual, que luego acelera, de las ideologías de izquierda; el triunfo de la sociedad
de consumo; las crisis de las significaciones imaginarias de la sociedad moderna (significaciones
de progreso y/o de revolución), manifiestan una crisis del sentido que permite a los elementos
coyunturales desempeñar el papel que desempeñan.
Actualmente vivimos en una “CRISIS” = un momento de decisión/paroxístico en una enfermedad
en cual el enfermo o muere o, por una reacción salvadora provocada por la crisis misma,
comenzará su proceso de cura.
vivimos en una fase de descomposición, ruptura, discontinuidad. La descomposición se ve
sobre todo en la desaparición de las significaciones, la evanescencia casi completa de los
valores. Amenazadora para la sobrevivencia del sistema mismo. Lleva a plantearse no solamente
a los teóricos como pensamos la familia, sino también a los propios sujetos en las familias. La
idea de crisis también apunta a que no solamente a que los modelos familiares actuales son
heterogéneos, complejos, diversos, fragmentarios y todavía no hay un único modelo de qué
entendemos por familia, sino que también hay movimientos instituyentes, creativos que hacen
que cada sociedad conforme una configuración vincular y tenga que establecer qué entiende
por familia.
Los ciudadanos están sin brújula debido a este deterioro de las significaciones imaginarias
sociales. Nadie sabe siquiera lo que es ser hombre o mujer. Los roles sexuales se disolvieron.
Por ejemplo, que “el lugar de la mujer es el hogar” definía un rol para la mujer: criticable,
alienante, inhumano, pero una mujer sabía lo que tenía que hacer: estar en el hogar y ocuparse
de la casa. Hoy ya no existe esa diferenciación. Lo mismo sucede con las relaciones entre padres
e hijos: hoy en día nadie sabe qué es ser una madre o un padre.
Esta discontinuidad, abre movimientos de reorganización a la teoría, y propicia todo un
movimiento creativo. Lo singular del Occidente: la capacidad de cuestionarse y de
31
autocriticarse. La civilización occidental creó esta capacidad de cuestionamiento interno, de
puesta en cuestión de sus propias instituciones y de sus propias ideas.
Si consideramos la situación actual (no de crisis sino de descomposición, de deterioro de las
sociedades occidentales), se requiere de una nueva creación imaginaria de una importancia
inexistente en el pasado, una creación que ubicará en el centro de la vida humana otras
significaciones que no sean la expansión de la producción y del consumo, que plantearan
objetivos de vida diferentes, que pudieran ser reconocidos por los seres humanos como algo
que vale la pena. Esto exigiría evidentemente una reorganización de las instituciones sociales.
La historia humana es creación: lo que quiere decir que la institución de la sociedad siempre es
auto-institución, pero auto-institución que no se considera como tal y no quiere considerarse
como tal. Decir que la historia es creación significa que uno no puede explicar ni deducir
determinada forma de sociedad a partir de factores reales o de consideraciones lógicas.
CAPÍTULO 8: La crisis del proceso identificatorio.
Para abordar los procesos propiamente psicoanalíticos y psicosociológicos de la cuestión de la
identificación el autor se situará desde el punto de vista histórico-social. Él piensa que hay una
crisis de la sociedad contemporánea y que esta crisis produce la crisis del proceso
identificatorio y, al mismo tiempo, es reproducida y agravada por éste.
Podemos elucidar la crisis de la identificación en la sociedad contemporánea en referencia al
debilitamiento o a la dislocación de el apuntalamiento identificatorio en sus diversas entidades
socialmente instituidas, como el hábitat, la familia, el lugar de trabajo, etc.
Todos estos fenómenos (la fragmentación de la familia, la fragilización del hábitat como
apuntalamiento, etc.) no aparecen como condiciones suficientes ni necesarias de una crisis, ya
que vemos esta misma crisis, y masivamente, en individuos que provienen y que viven en medios
en los que no hay crisis del hábitat ni tampoco, propiamente hablando, crisis de familia. Y, sin
embargo, allí observamos individuos visiblemente desorientados durante la edad adulta, lo que
remite seguramente a problemas mucho más profundos durante el establecimiento de su
identificación e incluso de su identidad.
En nuestra cultura el proceso identificatorio, la creación de un “sí mismo” individual-social
pasaba por lugares que ya no existen, o que están en crisis; pero también porque no existe
ninguna totalidad de significaciones imaginarias sociales o no emerge ninguna que pueda
hacerse cargo de esta crisis de los apuntalamientos.
El autor habla de crisis de las significaciones imaginarias sociales, es decir de la crisis de las
significaciones que mantiene a esta sociedad, como a toda sociedad, unida, dejando a la vista
cómo esta crisis se traduce en el nivel del proceso identificatorio.
Toda sociedad crea su propio mundo, creando precisamente las significaciones que le son
especificas, ese magma de significaciones. El papel de estas significaciones imaginarias sociales
es triple:
1. Estructuran las representaciones del mundo en general, sin las cuales no puede haber ser
humano. Estas estructuras son específicas cada vez.
2. Designan las finalidades de la acción, imponen lo que hay que hacer y lo que no hay que
hacer, lo que es bueno y lo que no lo es.
32
3. Establecen los tipos de afectos característicos de una sociedad. Hay un afecto creado por
el cristianismo, que es la fe. Ese afecto está instituido histórico-socialmente, y podemos
señalar a su creador. Aunque parezca imposible, hay afectos característicos de la sociedad
capitalista.
La instauración de estas tres dimensiones (representaciones, finalidades, afectos) se da
conjuntamente con su concretización llevada a cabo por todo tipo de instituciones particulares,
mediadoras (y por supuesto, por el primer grupo que rodea al individuo, la familia); luego por
toda una serie de vecindarios topológicamente incluidos unos en los otros. Mediante todas estas
formas, se instituye cada vez un tipo de individuo particular, y al mismo tiempo, se establece un
enjambre de roles sociales de los que cada uno es a la vez, paradójicamente, autosuficiente y
complementario de los otros.
La lógica interna del sistema está en ruina. ¿Cómo puede continuar el sistema en estas
condiciones? Continúa porque sigue gozando de modelos de identificación producidos en otros
tiempos. El obrero concienzudo, el padre responsable de sus hijos, el maestro que sigue
interesado en su profesión. No hay nada en el sistema ni en las significaciones capitalistas de la
actualidad que justifique los “valores” que estos personajes encarnan, que invisten y que se
supone que persiguen en su actividad.
¿Cuál es el lazo que esta evolución mantiene con los procesos más subjetivos? Es que todo ese
mundo del consumo continuo se filtra en las familias y alcanza al individuo ya en las primeras
etapas de su socialización. La madre y el padre son claramente la sociedad en persona y la
historia en persona; siquiera porque hablan, y eso no es grupal, es social. La lengua es un
instrumento de socialización. En y por medio de la lengua expresan, se dicen, se realizan, se
transfieren lo que viven, transmiten lo que son, proveen al niño de polos identificatorios
simplemente siendo lo que son.
No puede no haber crisis del proceso identificatorio, ya que no hay una auto-representación
de la sociedad como morada de sentido y de valor, y como inserta en una historia pasada y
futura, dotada ella misma de sentido, no “por ella misma” sino por la sociedad que
constantemente la re-vive y la re-crea de esta manera. Éstos son los pilares de una identificación
última, de un “Nosotros” fuertemente investido, y este “Nosotros” es el que se disloca hoy, con
la posición, por cada individuo, de la sociedad como simple “apremio” que le es impuesto.
Acerca del proceso identificatorio desde el punto de vista psicoanalítico, no involucra solamente
“identificaciones tardías”. Algo de la forma de ser de los primeros adultos que el niño conoce,
que además no son cualquiera, se filtra en la estructuración psíquica e incluso psicocorporal del
niño. La madre no es y no puede ser simplemente la “madre genérica”, es también la madre de
esta sociedad, lo que trae aparejado una infinidad de cosas.
Cuando hablamos de cambio, hablamos no sólo de la cantidad de integrantes de una familia y
sus formas de organización, sino también, hablamos de qué lugar ocupa la representación de
la familia en el imaginario cultural, y cuál es su función en dicho imaginario.
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33
Jóvenes padres de hoy. Continuidades y
discontinuidades del vínculo inter y
transgeneracional.
Delucca, N. y Petriz, G. - (2007)
El objetivo del presente trabajo es actualizar y profundizar el conocimiento de: las problemáticas
inherentes a la tramitación adolescente; las complejidades del ejercicio de la parentalidad en
familias con hijos adolescentes; las que afrontan jóvenes padres en la crianza temprana, como
así mismo, el particular posicionamiento de los abuelos en la familia y en sus existencias en los
tiempos actuales.
Puntualizaremos en primer lugar, las respuestas más recurrentes obtenidas en la investigación
sobre familias con hijos adolescentes, momento del devenir familiar habitualmente crítico por
las transformaciones y exigencias que se enfrentan. Se agruparon las respuestas de 3 grandes
categorías centradas en los modelos de familia inferidos y las estrategias de crianza
instrumentadas.
1) Respuestas que denotan el predominio
2) Respuestas
3) Respuestas de
del modelo de las familias de origen, con
dos variantes:
instituyentes de
estrategias
innovadoras.
claudicación de las
funciones parentales:
a) reproducción o intento rigidizado de
imposición sin revisión de los modelos de la
generación anterior y sus reglas de
funcionamiento.
Este
posicionamiento
aparece impuesto por uno de los
progenitores (generalmente el padre), con
aparente aceptación del otro, pero, si
implícitamente lo desautoriza, puede generar
efectos desubjetivantes en el niño.
b) modelo combinado: mantiene algunos
modelos, valores e ideales transmitidos, pero
revisados y puestos en relación con nuevos
modos de funcionamiento, acordes con los
cambios producidos en la sociedad actual. El
Resulta de la
creaciónconstrucción en
situación entre
ambos padres o
bien de una
madre o padre
con los propios
hijos.
conflicto surge en el vínculo parento-filial,
hace crisis, pero tiende a superarse.
Agrupa expresiones de
desconcierto sobre el
posicionamiento de las
instancias
parentales
frente
a
sus
hijos
adolescentes, en dos
variantes:
a) vacilación parcial de
las funciones de sostén y
ordenamiento de los
vínculos
b) la entrega se hace más
evidente y generalizada,
ante
cada
situación
crítica planteada
alguno de los hijos.
34
por
En conclusión:
1. Las estrategias parentales más eficaces surgen dentro de un modelo combinado (1.b y 2)
a) Las pautas anteriores coexisten con nuevos modos de funcionamiento construidos acorde
con la realidad de cada pareja parental y del momento adolescente de los hijos.
b) Las ambigüedades y contradicciones parentales que surgen se pueden resolver a través del
diálogo para llegar a un consenso para sostener los acuerdos.
c) Las relaciones padres-hijos adolescentes deben tener un trato horizontal, sin perder la
diferenciación de lugares y funciones.
d) Los abuelos cumplen una función “complementaria”, sosteniendo afectiva, instrumental y/o
económicamente la crianza de sus nietos. Otras figuras adultas (tíos, primos mayores,
amigos de los padres) surgen también como referentes identificatorios de los niños.
e) Los modelos de padre y madre no se han transformado tan radicalmente en la realidad del
funcionamiento de las familias
f) Los hijos adolescentes se han transformado lo que genera dificultad para adaptar el vínculo
parento-filial a sus nuevas necesidades, tendiendo a persistir el modo de vinculación que
regía en la infancia.
g) Los hijos adolescentes se preocupan por sus padres porque los perciben como una
sobrecarga que les resta tiempo para compartir.
2. Las estrategias de menor eficacia surgen cuando predominan respuestas de repetición rígida
de lo instituido en las familias de origen (1.a) junto con desacuerdos encubiertos entre los
padres.
3. La claudicación (3) no es una estrategia sino un fracaso en hallar modos de resolución, en
situaciones de desamparo y ausencia de sostén en otros vínculos ampliados.
Al evaluar a los
jóvenes padres con hijos pequeños
vemos que se acentúa la incertidumbre
respecto de las pautas de crianza y, en consecuencia, la tendencia a recurrir a la familia de
origen para reasegurarse. La búsqueda de apuntalamiento en la generación anterior, no siempre
es reconocida por el progenitor que lo recibe.
Desde una vertiente del vínculo, se encuentra nuevamente que se aspira como ideal a un tipo
de funcionamiento de crianza compartida por la pareja, que no se logra plenamente en la
cotidianeidad.
Este anhelo de ambos padres en la construcción del vínculo parento-filial, surgiría en las nuevas
generaciones en base al modelo circulante que apela a un lugar de reconocimiento de la mujer
en el campo laboral-profesional, como de la creciente valoración del aporte del padre en la
crianza, propuesto dentro los emblemas de la masculinidad (y no en detrimento de ella).
Otro indicador interesante es el no reconocimiento de algunos padres de la colaboración en la
crianza que reciben por parte de los abuelos o de otro adulto. Reciben no sólo ayuda concreta
en la crianza de sus hijos, sino también ideas, opiniones, y orientaciones. Surge la resistencia a
reconocer la ligadura con la generación anterior, por una particular necesidad de remarcar lo
creativo del nuevo vínculo.
35
De las investigaciones llevadas con
abuelos mayores
nos enteramos que se encuentran ante
una encrucijada, ya que la “autoridad” (el lugar de transmisión basado en la experiencia) no se
sostiene sin un trabajo de elaboración para posicionarse en su función ante las novedades de
estos tiempos, mientras reencuentran para sí y para los nietos la posibilidad de proyección,
continuidad e inserción que produce la transmisión de los hechos significativos que hicieron de
su vida algo trascendente a lo que no desean renunciar.
La abuelidad también plantea interrogantes respecto de su función y los abuelos actuales se
enfrentan al desafío de buscar y encontrar nuevas figuras. Simultáneamente están atravesados
por su propia novedad: la de una longevidad con la que están sorprendidos en grados de salud
y actividad, requiriendo un trabajo subjetivo para elaborar tales transformaciones y las
demandas que requiere, que se suman a las de elaborar este nuevo momento de la filiación.
Los abuelos no son ni aceptan ser demandados sólo como “cuidadores” de los niños, sino que
aspiran ser requeridos para complementar las funciones parentales no abarcables por los
padres. Hay abuelos responsables de la educación, de la recreación, de la salud, de la economía
o de la seguridad de los nietos. Esta función se considera “complemento” en tanto aporta lo que
falta en la crianza de los nietos, por déficits en la cotidianeidad en las funciones parentales
habituales.
Hay ciertas figuras con las que hoy se ejerce la abuelidad:
a) Abuelidad gozosa: conservan espacios de placer propios diferenciando la función que cabe
a los padres de la que ocupan ellos.
b) Abuelidad garante: acompañan, respetando los lugares, y acuden cuando se los necesita.
c) Abuelidad proveedora: cubren las vacancias afectivas de los nietos, o también proveedores
económicos.
d) Abuelidad constructiva: se esfuerza por mantener la comunicación, la unión familiar y la
relación con el pasado familiar y cultural.
e) Abuelidad perpleja: abuelos que no encuentran los códigos que le permitan integrarse en
las nuevas construcciones y modos del intercambio. Generan posiciones rígidas y/o
favorecedoras de dependencia y entrampamiento en las tramas familiares.
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36
La subjetividad y lo histórico social: hoy y ayer,
Piera Aulagnier.
Hornstein, L. (2008)
Piera Aulagnier, al reabrir “cuestiones fundamentales” como la psicosis, el yo, lo pulsional, la
realidad, el pensamiento, la interpretación, el proyecto terapéutico, la pasión, la alienación, ha
dejado términos como violencia primaria y secundaria, sombra hablada, portavoz, proceso
originario, pictograma, contrato narcisista, causalidad interpretada, pasión de transferencia, yo
historiador, interpretación.
“Trayecto identificatorio” es el hilo conductor à exige herramientas/conceptos: proyecto
identificatorio, enunciados identificatorios, identificante e identificado, principio de
permanencia y de cambio, conflicto identificatorio, libido identificatoria.
En “violencia de la interpretación” Piera usa “interpretación”, una palabra de la técnica, para la
violencia simbólica que ejerce la madre sobre el infans. Piera usa la segunda tópica Freudiana
y le incorpora ciertas elaboraciones de Lacan.
La función dinámica del yo para Aulagnier = efecto de la apropiación de representaciones
identificatorias que sobre él formularon los objetos investidos. Asumirá sus deseos y sus afectos
y se comprometerá en sus acciones, enunciando pensamientos y proyectos singulares. El sujeto
y yo no son totalmente heterogéneos. La oposición entre simbólico e imaginario es interna al
yo. Distingue un núcleo estable del yo (simbólico) y las figuras sucesivas de su proyecto
identificatorio. La psique es un sistema abierto autoorganizador en constante intercambio con
lo exterior (el yo no es independiente de la realidad).
encuentro y producción de subjetividad
• MADRE:
- El deseo consciente del hijo condensa, para la madre, diversas representaciones
inconscientes procedentes de SU historia, que atravesó cierta secuencia: ser el objeto de
deseo de la madre à tener un hijo de la madre à aceptar la diferencia de sexos à tener
un hijo del padre à dar un hijo a un padre à al ser madre, anhelar que su hijo se convierta
en padre o madre.
- La mirada materna está marcada por su relación con el padre del niño, por su historia
infantil, por su represión, por el estado de su propio cuerpo. No hay cuerpo sin sombra, ni
cuerpo psíquico sin su sombra hablada.
- El placer materno es el que se origina en ese deseo que la madre, a su vez, desea.
- La ilusión de una concordancia perfecta -entre lo que la madre cree que el niño piensa y
lo que éste piensa (la madre como portavoz)- se rompe cuando el niño habla. Ese discurso
anticipatorio transforma en formulable parte de lo indecible propio de lo originario. Sin esa
anticipación el niño no podría convertirse en sujeto, porque el discurso materno inscribe al
37
niño en un orden temporal y simbólico. Lo originario y lo primario incorporan materiales
que han sido metabolizados por la psique materna. El proceso identificatorio transmite
además lo reprimido materno, indispensable para la constitución subjetiva.
- La madre tiene derecho (lo que es una necesidad para el niño) de soñar con las
características de ese cuerpo. La madre asume el riesgo (necesario) de investir por
anticipado una imagen en ausencia de su soporte real, asumiendo también el riesgo de
descubrir el desajuste entre la imagen y el soporte.
- La madre es única, pero el niño no lo es para la madre. Si bien es investimiento privilegiado,
no es exclusivo, ya que ella mantiene otras relaciones. La madre acapara los investimientos
del niño entonces no puede repartirlos, excepto el que él destina a su propio cuerpo.
• INFANS
- se le impone una elección, un pensamiento o una acción motivados en el deseo materno.
Violencia que bordea el exceso. Antes de devenir el yo, ya el infans propone al investimiento
de la madre su cuerpo, prestándose a ser conformado por sus enunciados identificatorios.
- Su psique va a organizar lo que se presenta desordenado mediante la temporalización y la
socialización. El niño de cuestionará la omnipotencia que en sus primeras construcciones
fantasmáticas le había otorgado a la madre. Descubre la existencia de un tercero, deseante
y deseado por la madre. Y al minimizar la omnipotencia materna se resignifica la escena
primaria, la cual sirve para reconocer ciertas diferencias: entre dos sujetos, entre padre y
madre, entre deseo y demanda, entre ser hombre y ser mujer. De esta forma asumirá la
triangularidad edípica y el reconocimiento de la diferencia sexual. Descubrir que la mirada
parental no puede definir sus pensamientos es un paso fundamental.
- El niño hereda, entre otras, dos relaciones libidinales: la de la madre con su propio padre y
la que vive con el padre de su hijo.
• PADRE
- Ese “otro lugar” será asignado por el deseo materno y testimoniará la presencia de un padre
y de un deseo no sometido al poder materno. El padre es el que desea el placer materno,
el que lo causa. Luego el padre tiene que jugarse y decidir qué puede ofrecer el hijo a la
madre como placer y qué le está prohibido. La relación del padre con su hijo arrastrará
huelas de la relación con su propio padre. En el padre, el deseo de muerte (reprimido) será
reemplazado por el anhelo consciente de que su hijo llegue a ejercer la función paterna en
el futuro.
- El padre es el primer representante del “discurso del conjunto”, referente que garantiza que
el discurso materno, con sus anhelos, sus exigencias, sus prohibiciones, es acorde a lo sociohistórico.
Tópica.
LA TÓPICA DE PIERA AULAGNIER TIENE 3 INSTANCIAS (cada uno con un modo de
representación):
1. El proceso originario à el pictograma à todo lo que existe es autoengendrado por la
psique.
2. El proceso primario à la fantasía à todo lo que existe es efecto del poder del deseo del
Otro.
38
3. El proceso secundario à la representación ideica à todo lo que existe tiene una causa que
el discurso podrá conocer.
Estos tres procesos se pueden comparar con tres escrituras o lenguas con leyes sintácticas
propias.
1. Lo que se escribe (o se pictografía) ha metabolizado un estado somático como presentación
de un afecto psíquico experimentado como autoengendrado.
2. Lo que se escribe posee un metasigno (el signo de “relación”) necesario para imaginar la
diferencia entre el que fantasmatiza y el deseo imputado al otro. La fantasía escenificará
una relación de fusión, de posesión, de dominio; dos espacios, pero un solo deseo.
3. Los signos de los que se servirá lo secundario integran leyes que remiten a que el enunciado se
construye por referencia al destinatario y los signos de este lenguaje son comunicados a aquel
que no los posee todavía, por parte de aquel que ya ha tenido acceso a ellos.
Cuando los tres espacios se han constituido, toda información impuesta por la existencia del
“afuera de la psique” será metabolizada por todas las instancias. La psique aprenderá estas tres
lenguas y las utilizará a lo largo de su vida.
El proceso originario: hay vida corporal y psíquica antes de haber yo. Desde el nacimiento, los
estados del cuerpo son metabolizados en representaciones. La psique sufre las consecuencias
de la dependencia del cuerpo-realidad exterior, y de los aportes libidinales del otro. Esa doble
dependencia, aunque es negada por lo originario, tiene efectos de subjetivación.
El proceso originario metaboliza las excitaciones endógenas y exógenas. Y lo hace bajo la
modalidad de experiencia de placer o de sufrimiento que acompaña a los diversos encuentros.
Este proceso persistirá a lo largo de toda la vida como ese fondo representacional que vincula
cada nuevo encuentro con esos primeros encuentros y sus componentes somáticos. La
complementariedad zona-objeto, por el postulado del auto-engendramiento, determina que el
displacer originado en la ausencia del objeto o en su inadecuación, por exceso o por defecto,
se presentará como ausencia de la zona.
Lo originario introduce el cuerpo, puesto que la organización de la psique es dependiente de
las exigencias y de los ritmos de éste, que le provee, por otra parte, sus primeros modelos
representativos.
El proceso primario: comienza al reconocerse la existencia de un especio separado del propio.
La puesta en escena fantasmática representa dos espacios y dos deseos, pero sometidos a la
omnipotencia del deseo materno. En lo primario la omnipotencia no desaparece, sino que
cambia de lugar. Ahora es deseo del Otro. El niño, cuando percibe su desvalimiento, pierde la
ilusión de una fusión perfecta con la madre.
Entre el estado de infans y el de sujeto hablante, Aulagnier postula una fase en la que la
representación de palabra permanece sometida al postulado de lo primario. Para Freud, el
lenguaje sólo aparece en los procesos secundarios, que articulan representaciones de “palabra”
y de “cosa”.
Con el acceso al lenguaje, el niño transita del placer de oír (en lo originario) al deseo de
aprehender (en lo primario) hasta acceder a la exigencia de significación (en el proceso
secundario).
39
Yo: no es innato: nace de otro, tiene que ser constituido. Este modo de considerar el acceso
al lenguaje modifica la tópica. Si se pueden nombrar imágenes y afectos, se cuenta con la
posibilidad de reconocerse mediante enunciados identificatorios.
La historia libidinal e identificatoria constituye un yo, así como permite representar el objeto
fuera de él. Poco a poco puede representarse como separado y diferenciado del mundo. Para
devenir, el yo debe separarse del yo del otro primordial, atribuirse esta no identidad.
El niño al reconocer las fronteras entre el yo y el no-yo, no puede negar su dependencia de
fuentes externas. El ideal del yo es el sustituto de la perfección narcisista primaria, pero la
perfección se ha separado ya del yo con un desgarramiento inevitable.
Trayectoria identificatoria.
La identificación edípica no es sólo una identificación narcisista, porque introduce en el yo el
tercero, y no el objeto investido. El niño ocupa lugares condicionados por el deseo materno,
lugares que no propician la ruptura del vínculo, sino su preservación.
La identificación no es algo que ocurre una vez, es un proceso que prosigue en todo vínculo
investido. Se pueden distinguir hitos identificatorios sin los cuales el aparato sería invadido por
angustias desorganizantes.
El niño hace una primera anticipación (apropiación de representaciones identificatorias y su
correspondiente investidura narcisista) à se convierte en enunciante sin saber que repite el
discurso de otro. Al investir el futuro, la madre realiza una segunda anticipación. Esta acción
anticipatoria internalizada hará que el niño genere sus enunciados identificantes.
El yo ideal, que comenzó respondiendo al deseo materno, avanza en su construcción
identificatoria. Y puede avanzar porque las relaciones de objeto resignadas produjeron
identificaciones con aquellos que sustituyeron a las figuras parentales.
La trama pulsional.
Para que el yo devenga se necesita una madre capaz de decodificar las comunicaciones de su
hijo con ella y de comprender su necesidad recurrente de estimulación y de quietud. Una madre
que evite la sobreestimulación y la subestimulación evita también la indistinción entre la
representación del yo y la representación del otro. El infans moriría sin los cuidados de la madre
u otro que implante la vida pulsional. En el encuentro boca-pecho, un mismo objeto se
constituye en causa de la desaparición de la necesidad y del placer erógeno. La alternancia
entre fusión y separación con la madre es ESENCIAL, y de su ritmo depende que el otro sea
presencia estructurante en vez de presencia arrasante.
Del contrato narcisista a lo histórico social.
Cada vez más los enunciados que se refieren al yo y lo definen ya no dependen del discurso de
otro, sino del “discurso del conjunto”.
El yo inaugura un tiempo historizado. El niño va ingresando en espacios extrafamiliares que lo
enfrentan a nuevas exigencias, a un discurso diverso de aquel que había predominado hasta
entonces. Para que este movimiento se pueda realizar, es necesario que logre cierta alianza
40
entre variados espacios de investimiento. Los padres fueron los cosignatarios primeros del
compromiso en el espacio familiar.
El yo requiere de nuevos espacios y de nuevos destinatarios a los cuales demanda placer y
reconocimiento narcisista.
• El primer espacio de investimiento es el familiar, y al objeto se le pide/exige placer narcisista
y sexual.
• El segundo espacio es el medio escolar en el niño, la relación con amigos en el joven, el
medio profesional en el adulto. Las demandas tendrán objetivos parciales: placer narcisista
o sexual.
•
El tercer espacio de investimiento es lo histórico-social, y, en particular, una subcultura con
la que se comparten intereses, exigencias y esperanzas -profesión, comunidad, clase
social.
El sujeto es un centro de organización que recrea todo aquello que recibe. La psique es un
sistema a la vez ABIERTO Y CERRADO: abierto estructuralmente, cerrado organizativamente.
La materia y la energía fluyen a través de él, pero mantiene una forma estable y lo hace de
manera autónoma, mediante su autoorganización. La psique es autónoma, lo cual no significa
que esté aislada del exterior, ya que interactúa con el medio a través de un constante
intercambio de materia, energía e información.
Lo histórico-social es una base productiva que constituye a los sujetos; la psique reinterpreta
las significaciones imaginarias sociales.
El campo histórico-social y simbólico se caracteriza por significaciones imaginarias sociales,
encarnadas en instituciones. La subjetividad es producto de la incorporación de significaciones
imaginarias sociales creadas por el colectivo anónimo de los sujetos, a partir de su imaginario
social instituyente. El sujeto deviene dando a su pasado y a su porvenir un sentido, eligiendo un
proyecto identificatorio y una interpretación de su historia reelaborada sin cesar. Para que este
proceso pueda desarrollarse la institución debe ofrecer a la psique un sentido.
La representación y lo histórico-social se vinculan por el ejercicio de una reflexión crítica sobre
las fuentes de su actividad de representación, sus pulsiones, deseos, sufrimientos y sentimientos,
modificando la relación entre el yo y la fantasmática inconsciente. Subjetividad, autonomía y
deseo pueden alcanzar la realización más plena, y así ser trasformados en ese empeño por
comprender a ese otro interior: lo inconsciente.
El surgimiento de esa subjetividad reflexiva es el fin del proceso analítico y lo que indica su
terminación. La reflexión consiste en cuestionar la clausura en la que estamos cautivos,
proveniente de nuestra propia historia y de la institución social-histórica.
---
41
La familia en desorden.
Roudinesco, E. - (2003)
Palabras preliminares.
La familia transmitía todos los vicios de una opresión patriarcal: prohibía a las mujeres el goce
de su cuerpo, a los niños el erotismo sin trabas y a los marginales el derecho a desplegar sus
fantasmas y prácticas perversas.
QUIEBRE: la irrupción de lo femenino, lugar central de la maternidad, los niños se afirman
como sujetos y las minorías/invertidos buscan normalizarse.
Se generó angustia, desorden y terror a que los valores tradicionales de la familia, la escuela, la
nación, la patria y sobre todo la PATERNIDAD, EL PADRE, LA LEY DEL PADRE Y LA
AUTORIDAD en todas sus formas fuera abolido.
Sin orden paterno ni ley simbólica, la familia mutilada de las sociedades postindustriales se
“vería pervertida” en su función misma de célula básica de la sociedad. En consecuencia, el
occidente y la república estarían bajo amenaza de descomposición.
Dios padre.
42
La familia puede considerarse como una institución humana doblemente universal porque
asocia un hecho de cultura y simbólico (prohibición del incesto), construido por la sociedad, a
un hecho de naturaleza biológico (diferencia sexual), inscripto en leyes de la reproducción
biológica.
Dentro de estos 2 grandes órdenes se desplegaron durante siglos, no sólo las transformaciones
propias de la institución familiar, sino también las modificaciones de la mirada puesta sobre ella
a lo largo de las generaciones.
Por consiguiente, no basta con definir la familia desde un mero punto de vista antropológico,
también debemos saber cuál es su historia y como se introdujeron los cambios característicos
del desorden que hoy parece afectarla.
Podemos distinguir 3 períodos en la evolución de la familia
1. FAMILIA “TRADICIONAL”: servía para asegurar la transmisión de un patrimonio. Los
casamientos se arreglaban entre los padres sin tomar en cuenta la vida sexual y afectiva de
los futuros esposos, unidos en general a una edad precoz.
2. FAMILIA “MODERNA”: fundada en el amor romántico, pero también valoriza la división del
trabajo entre los conyugues, a la vez que hace del hijo un sujeto cuya educación está a cargo
de la nación. Lo novedoso acá es la subjetividad del individualismo: poder elegir con quién
y para qué casarse, la alianza ligada al mundo interno del individuo.
3. FAMILIA “CONTEMPORÁNEA” O “POSMODERNA”: aumento de los divorcios,
separaciones y recomposiciones conyugales; declinación del patriarcado; caída del adulto
como autoridad; baja el índice de natalidad por el cuestionamiento al deseo de la
parentalidad.
Las familias autoritarias fueron sucedidas por la familia mutilada de nuestros días, hecha de
heridas íntimas, violencias silenciosas, recuerdos reprimidos. Tras perder su aureola de virtud,
el padre ya no domina y da una imagen invertida de sí mismo, en la que se deja ver un yo
descentrado, autobiográfico, individualizado, cuya gran fractura intentará asumir el
psicoanálisis a lo largo de todo el SXX.
El padre de antaño era la encarnación familiar de Dios. La autoridad que le corresponde al
padre la ejerce a la manera de un “pequeño rey” en su casa, e imita así al gobierno de los
hombres en política.
Tiempo de rebelión: la opresión se transforma en su contrario. Si el padre era, a imagen de
Dios, el depositario de una palabra que jamás reducía el alma a un cuerpo carnal, era preciso
admitir que el hijo fuera, a su turno, capaz de perpetuar, en cuanto hijo, el ideal de ese logos
que le había transmitido el verbo paterno. Así, el padre podía tanto encarnar una fuerza
mortífera y devastadora como, al contrario, convertirse en el portavoz de una rebelión simbólica
del hijo contra los abusos de su propio poder.
La maldición de los padres, sin duda, arrasaba a los hijos a maldecir a sus propios hijos; pero,
a la inversa, a la ternura paterna también podía responder la piedad filial.
Al privilegiar la compasión, la familia pudo transformarse en una institución que pronto sería
suplida por otras instancias (El estado, la nación, la patria).
El influjo de lo femenino amenazaba la cabeza del rey, el alma del monarca, la soberanía del
reino.
43
¿Quién mató al padre?
Invención de la
familia edípica
Gran impacto sobre la vida familiar del SXX y sobre la
aprehensión de las relaciones internas de la familia
contemporánea.
Principio esencial del psicoanálisis: el complejo de Edipo es un “fundamento de la sociedad, en
la medida en que asegura una elección del amor normal”.
Leyenda de Edipo: Mató a su padre y se casó con su madre à hermano de sus hijos e hijas y
esposo de su madre: conjugó el parricidio y el incesto.
Al violar las leyes de la diferencia de las generaciones, Edipo transgredió el principio mismo de
la diferencia, en cuanto paradigma de la ley simbólica humana que impone la separación de lo
uno y lo múltiple, a fin de que no se borren las diferencias necesarias para el género humano.
FREUD introdujo el Complejo de Edipo a su teoría en 3 momentos.
1897
1900
1927
Primera mención del Deriva, para el psicoanálisis, Freud tuerce la leyenda de Edipo:
término. Inventa el
modelo del hombre
edípico
en
el
momento mismo en
una concepción de la familia
fundada sobre el asesinato
del padre por el hijo, la
rivalidad de éste con él, el
afirmó que la correlación entre el
acto de Edipo y el deseo por la
madre estaban presentes en la obra y
el mito con la forma de la resolución
que pasaba de una
teoría del psiquismo
inconsciente.
Los dos gestos eran
complementarios.
cuestionamiento
de
la
omnipotencia patriarcal y la
necesidad de que las hijas se
emancipen sexualmente de la
opresión materna.
del enigma y la muerte de la esfinge.
Edipo mataba 2 veces a su padre
para conquistar a su madre. La
ignorancia de Edipo no es más que
una
pintura
exacta
de
la
inconsciencia en la que se hunde, en
el
adulto,
la
totalidad
del
acontecimiento.
La
sentencia
apremiante del oráculo, que debe
absolver
al
héroe,
es
un
reconocimiento
del
carácter
implacable del destino que condena
a todos los hijos a sufrir el Complejo
de Edipo.
El “caso Edipo” es una excepción, porque el héroe es abandonado y luego adoptado por familias
socialmente idénticas. No hay ningún desplazamiento del destino de Edipo hacia arriba o hacia
abajo en la escala social. No es hijo de un esclavo recogido por un rey, ni el rey criado por una
familia humilde. Pasara lo que pasara, es del mismo origen toda la eternidad. Y sin duda es esta
excepción la que hace de él, según Freud, el prototipo del complejo. Como el inconsciente es
atemporal, estructural e inmutable, Edipo puede encarnar la tragedia del inconsciente.
Con la ayuda del mito reconvertido en Complejo, Freud restablece simbólicamente las
diferencias necesarias para el mantenimiento de un modelo de familia cuya desaparición en la
44
realidad es temida. En síntesis, atribuía al inconsciente el lugar de la soberanía perdida por Dios
padre, para hacer reinar en él la ley de la diferencia: diferencia entre las generaciones, entre los
sexos, entre los padres y los hijos, etc.
El patriarca mutilado.
Según el enfoque de un orden familiar en el cual las figuras del padre y de la madre serían
determinadas por la primacía de la deferencia sexual, cada varón estaba destinado a convertirse
en el rival de su padre, cada mujer en la competidora de su madre, y todos los hijos en el
producto de una escena primitiva, recuerdo fantasmizado de un coito irrepresentable.
La concepción freudiana de la familia, como paradigma del surgimiento de la familia afectiva,
se apoya en una organización de las leyes de la alianza y la filiación que, a la vez que postula el
principio de la prohibición del incesto y la confusión de las generaciones, lleva a cada hombre
a descubrirse poseedor de un inconsciente y, por lo tanto, distinto de lo que se creía ser, lo cual
obliga a apartarse de cualquier forma de arraigo. Culpable de desear a su madre y querer
asesinar a su padre, se define más allá y más acá del Complejo, como el actor de un
descentramiento de su subjetividad. Freud inventa una estructura psíquica del parentesco que
inscribe el deseo sexual -vale decir, la libido o el eros- en el corazón de la doble ley de la alianza
y la filiación.
De tal modo, la familia no sólo se define como el recipiente de una fuerza esencial para la
civilización, sino que, de conformidad con la tesis del asesinato del padre y la reconciliación de
los hijos con la figura de éste, se la juzga necesaria para cualquier forma de rebelión subjetiva:
la de los hijos contra los padres, los ciudadanos contra el Estado, los individuos contra la
masificación.
La estructura “edípica” del parentesco no sólo pretende dar cuenta de la naturaleza inconsciente
de las relaciones de odio y amor entre los hombres y las mujeres, las madres y los padres, los
hijos y los padres, los hijos y las hijas, sino que recentra el antiguo orden patriarcal, ya deshecho,
alrededor de la cuestión del deseo. Sólo la aceptación de la realidad de su deseo por parte del
sujeto permite a la vez incluir el Eros en la norma, en concepto de un deseo culpable (y por lo
tanto trágico) y excluirlo de ella cuando se convierte en la expresión de un goce criminal o
mortífero.
El modelo edípico es en verdad la traducción de una nueva organización de la familia, originada
en la propia sociedad civil basada en 3 fundamentos:
1. La revolución de la afectividad, que exige cada vez más la asociación del matrimonio burgués
al sentimiento amoroso y la expansión de la sexualidad masculina y femenina.
2. El lugar preponderante asignado al niño, cuyo efecto es la “maternalización” de la célula
familiar.
3. La práctica sistemática de una contracepción espontanea, que disocia el deseo sexual de la
procreación y da origen, entonces, a una organización más individualista de la familia.
Un buen matrimonio civilizado suponía la coacción de una sexualidad normalizada, centrada en
el coito como en la procreación. Ninguna sexualidad normal tenía derecho a expresarse fuera
de los lazos del matrimonio.
45
Por entonces, el niño era considerado, ante todo, como la cosa de los padres, un objeto
totalmente sometido a su voluntad. a lo largo del SXIX, la filosofía de las Luces encontró eco
en todas las capas de la población; el niño fue entonces considerado, en el ceno de la familia
burguesa, como una inversión en la transmisión del patrimonio y como un ser deseable, ya no
fabricado en cadena y sin control.
La transformación de la sexualidad y de la mirada sobre la mujer y el niño dentro de la familia
generó un ordenamiento inédito de las relaciones de alianza. En lugar de reducirse a su papel
de esposa o madre, la mujer se individualizó a medida que el acceso al placer se distinguía de
la procreación. En cuanto al niño, se proyectó en una identidad diferente de la de sus padres.
A partir de ello, la dominación paterna sólo pudo ejercerse en una coparticipación consentida
que representaba el lugar de cada uno de los miembros ligados por la institución matrimonial.
Freud teorizó ese paso del niño objeto al niño sujeto al mostrar que éste siempre es, para sus
padres, una prolongación de sí mismos.
Ese nuevo orden simbólico, encarnado por el patriarca mutilado y del cual Freud había
pretendido ser portavoz al deducir del asesinato del padre la emancipación sexual de los hijos
y las mujeres, se erigió pronto en un principio civilizador y laico. Ese nuevo orden simbólico fue,
a la vez, menos coercitivo que el poder patriarcal del cual deriva y más riguroso en la voluntad
de imponer su legitimidad a la sociedad. Sirvió, por consiguiente, tanto para prolongar como
para hacer vacilar las viejas costumbres.
Pronto comenzó a popularizarse la idea de la “carencia paterna”, en decir, la ausencia del padre
en situaciones de divorcio en las cuales el hijo quedaba a cargo de la madre. Por último, se
teorizó el concepto de “dimisión de la figura paterna” para dar cuenta de situaciones en que el
padre era considerado incapaz de garantizar una presencia real junto a los suyos debido a que
un trabajo lo alejaba del hogar conyugal.
Al aumentar la expectativa de vida, la noción de adolescencia se impuso como etapa intermedia
entre la infancia y la adultez.
Freud consideraba que el análisis de un niño no debía comenzar antes de los 4 años ni realizarse
“en directo”. Melanie Klein proponía, al contrario, abolir las barreras que impedían al
psicoanálisis tener un acceso directo al inconsciente del niño. Se dio origen a una nueva práctica
del psicoanálisis infantil. Y aunque padres y madres nunca fueron excluidos de esas curas, el
padre dejó de ocupar en ellas el papel de mensajero de la palabra infantil.
Winnicott restablecía de hecho un equilibrio entre los polos de lo materno y lo paterno al
destacar que el padre es “necesario para dar a la madre un apoyo moral, sostenerla en su
autoridad y ser la encarnación de la ley y el orden que ella introduce en la vida del niño”.
Lacan destaca que la familia se organiza de acuerdo a imagos, un conjunto de representaciones
inconscientes marcadas por los polos de lo materno y lo materno. Un sujeto en un medio
ambiente no debe definirse como un contrato entre un individuo libre y una sociedad, sino
como una relación de dependencia entre un medio y un individuo, determinado éste por
acciones específicas de interiorización de los elementos de ese medio. Al margen de esta
pertenencia que caracteriza la organicidad social de la familia, no es posible ninguna
humanización del individuo. Lacan estaba convencido de que la antigua soberanía del padre
había desaparecido para siempre, por lo cual todo proyecto de restauración no podía terminar
sino en una farsa.
--46
TEMA 3: LUGARES. FUNCIONES Y VINCULOS
DE LA ESTRUCTURA FAMILIAR. DIFERENTES
NIVELES DE ANALISIS. DIVERSIDAD
FAMILIAR.
• El parentesco cultural. Lugares del parentesco. Funciones simbólicas:
reciprocidad y efectos recíprocos
• Vínculos de consanguinidad y de alianza. Función amparadora primaria.
Función ordenadora de la sexuación y diferenciación generacional. Función
filial. Vínculo fraterno.
• La transmisión de significaciones transubjetivas y transgeneracionales. Los
ancestros. Función donante.
• Diferentes organizaciones familiares actuales. Divorcio. Nuevas
construcciones familiares. Vínculos de consanguinidad y de afinidad.
• Parejas parentales homosexuales y/o transexuales: diversidad y familia
Bibliografía Obligatoria
" Abelleira, H. & Delucca, N. (2004). “Teorizando sobre el proceso de separación en la
familia”. En Clínica Forense en familia. Historización de una práctica.
" Alberti, B. & Mendez, M. L. (1993). la familia en la crisis de la modernidad.
" Aulagnier, P. (2007). “El espacio al que el Yo puede advenir”. En La violencia de la
interpretación. Del pictograma al enunciado.
" Berenstein, I. (2007). “Palabras y conceptos vinculares usados en nuestros distintos
períodos”, “Consideración de la familia” y “Cap. 5”. Del ser al hacer. Curso sobre
vincularidad.
" Cadoret, A. (2003). “Constituirse en padres del mismo sexo”. En Padres como los demás.
Homosexualidad y parentesco.
" Delucca, N. (2008). “Modalidades actuales del ejercicio de la parentalidad, en familias de
La Plata (y Gran La Plata)”.
" Delucca, N. & Petriz, G. (2003). “La transmisión transgeneracional en la familia: su valor y
función en la construcción de la subjetividad”.
" Derrida, J. & Roudinesco, E. (2003). “Familias desordenadas”. En Y mañana, qué
" Gomel, S. (1997). “Introducción” y “Acerca de la transmisión”. En Transmisión generacional,
familia y subjetividad.
" Tesone, J. (2009). “La Filiación: Transmisión transgeneracional del deseo parental en la
elección del nombre del hijo”.
47
Teorizando sobre el proceso de separación en la
familia.
Abelleira, H. y Delucca, N. ‒ (2004)
El proceso de separación de la pareja conyugal cuando se ha constituido una familia es
diferente al lo que se enfrenta en una disolución del vinculo de pareja cuando no se han tenido
hijos.
Además de formar parte de una pareja, la presencia de hijos hace que también formen parte de
una familia, lo que dificulta la aceptación de la ruptura, complejizando su tránsito y resolución.
En los tiempos actuales se legitima una pareja y la constitución de una familia por su relativa
estabilidad y convivencia y no sólo por el cumplimiento del trámite legal del matrimonio civil.
Hay 3 MOMENTOS DEL PROCESO DEL DIVORCIO:
• Construcción:
alude al tiempo transcurrido entre el encuentro inicial de la pareja (la
constitución del vínculo, su decisión de iniciar la convivencia, el advenimiento de los hijos) y
el comienzo del malestar vincular (planteo de la separación).
El tiempo de la convivencia va armando, sin que los integrantes del grupo familiar sean
conscientes, significaciones compartidas, creencias y mitos acerca de su origen, sobre lo que
son y no son como familia. Se va construyendo el lazo familiar, que conformará un sentimiento
de
pertenencia
y
de
identidad
familiar.
En la familia existen diferentes tipos de vínculos y sujetos de esos vínculos. Junto a un
“nosotros” que los incluye a todos, se recortan en el discurso un “nosotros” de la pareja, un
“nosotros” de los hermanos, “nosotras” de las mujeres, “nosotros” de los varones. Cada familia
a su vez, en distintos momentos del devenir y de sus propios avatares, puede construir otros
“nosotros” derivados de procesos identificatorio, de alianzas ocasionales frente a una crisis,
o de mecanismos grupales defensivos. Cada sujeto mantiene (es deseable) un sector de su
espacio psíquico, creativo y singular dentro de la familia, que lo habilita para otorgar nuevos
sentidos a lo recibido o a lo vigente hasta ese momento y a establecer vínculos por fuera del
espacio familiar.
El complejo proceso de construcción vincular implica reconocer que el otro y yo estamos
unidos por aspectos semejantes, diferentes (posibles de ser tolerados en base a un trabajo
psíquico personal y vincular) y ajenos (que desconciertan y enojan)
Desde la pareja se ejercen dos funciones u órdenes:
CONYUGALIDAD
PARENTALIDAD
Es el vínculo que se crea en una pareja, Con el nacimiento de los hijos un hombre y
inaugurado por el vínculo amoroso, una mujer devienen padre y madre, y un
legalizado por le matrimonio o una unión de niño es reconocido como hijo. Esto
48
hecho, que supone una convivencia
medianamente estable, la regla de relaciones
sexuales genitales, la construcción de un
proyecto de vida común y la expectativa de
fidelidad mutua.
Ambos miembros de la pareja se ubican en
posiciones simétricas, dependiendo de las
creencias predominantes o mito fundante
respecto del amor y la pareja, que cada uno
haya construido como representación y en
conjunto como integrantes de ese vínculo.
Nos hemos apropiado de esos mitos
inconscientemente, y están en relación con
nuestros deseos y anhelos más o menos
conscientes. Así, intervienen en el momento
de elección de pareja, entretejiéndose
siempre ideales culturales que circulan en el
imaginario social, que nunca es homogéneo.
La experiencia amorosa hombre-mujer es
una especial situación de encuentro, que
implica poder aceptar y tolerar lo semejante,
lo diferente y lo ajeno del otro. Amarlo por
su alteridad. Y además será necesaria otra
asimilación de la realidad: que el conflicto es
inherente a todo vínculo y que amor y deseo,
pueden caducar.
•
Deconstrucción:
complejiza el vínculo de la pareja, al
inaugurar en ella una nueva dimensión que
coexiste y debe construirse diferenciada de
la conyugalidad. Inaugura a su vez, el pasaje
de pareja a familia y los vínculos paterno y
materno-filial.
Se generan afectos y se transmiten modelos,
normas, valores, ideales y significaciones, los
que esperablemente admiten cambios,
reformulaciones y el surgimiento de nuevas
producciones.
Ese otro con quien en los primeros tiempos del encuentro se coincidía al
punto de que casi se sentían formando una unidad, se va transformando en alguien tan
diferente que ya no se tolera, o tan amenazador que se torna un enemigo. Cuando la pareja
enfrenta la separación del vínculo conyugal, se abre en la familia una operatoria de
transformaciones en los vínculos que supone un complejo trabajo de reconocimiento de
pérdidas, reformulación de las modalidades de intercambio relacional y necesidad de
creación o producción de otras alternativas vinculares. El concepto de deconstrucción alude
a un proceso psíquico activo que supone la elaboración del duelo de lo perdido, y también
implica una mirada crítica sobre el vínculo por parte de los sujetos, tanto en sus aspectos
históricos como presentes.
Como cada pareja ha podido enfrentar el complejo proceso de construcción vincular está en
relación con como se dará el proceso de deconstrucción.
Desde lo social, la legalización del divorcio (1987 en Argentina) ha permitido a las personas
separadas, reconocerse en una denominación instituida socialmente. Más allá de que las personas
sean conscientes de que la disolución del vínculo de alianza es una posibilidad, cuando se pasa
por le proceso de separación de la pareja conyugal, se sufre una profunda desilusión, sobreviene
49
un estado de conflicto, de crisis y dolor por lo perdido, a pesar de que el malestar vincular tenga
una larga historia.
El inevitable “dolor del duelo” impone un trabajo psíquico de elaboración-simbolización de
los movimientos de desinvestidura ligados al otro. Lo opuesto del amor y del enamoramiento
es la indiferencia, que es la desinvestidura, la disolución de la corriente erótico-amorosa
que sostiene un vínculo.
La separación de la pareja conyugal se configura entonces como una crisis en el devenir de
ese vínculo que involucra a todo el grupo familiar. Crisis, en el sentido de que instala un
cambio brusco y decisivo en el curso de un proceso. Se desmoronan desde sentimientos e
ideales hasta los establecidos rituales de la cotidianeidad.
El cambio más importante en lo inmediato es el hecho de que dejan de ser vividos en
simultáneo (o se está con papá o se está con mamá), que enfrenta a los hijos con la dolorosa
evidencia de que sus padres han dejado de quererse. En hijos pequeños, suele despertar la
fantasía de que ellos también pueden dejar de ser queridos por sus padres en base al
razonamiento de que si un amor (el de mamá y papá) se termina, también puede terminarse
el otro (el que le tienen a él/ella).
El progenitor que sigue conviviendo con los hijos (que en general lo hace en el que fue el
hogar conyugal) se siente menos despojado y con más posibilidades de preservar la vivencia
de familia y de cierta continuidad, pese a la ruptura conyugal. Puede surgir la tendencia al
ejercicio omnipotente de su función y el peligro de que obstaculice el contacto de los hijos
con el otro progenitor.
El progenitor que no convive con los hijos, se ve expuesto a intensos sentimientos de pérdida
y profundas vivencias de soledad, resultándole costoso en ocasiones armar en lo inmediato
un nuevo lugar que pueda sentir “su casa” y que pueda brindar a los hijos cuando se dan los
encuentros con ellos. Es decir, otro “espacio familiar”. Una alternativa posible del progenitor
que no convive con los hijos es el abandono parcial o total de su función, que lo lleva a
perder el contacto con éstos. Esta pérdida irreparable para los hijos tendrá un mayor o menor
efecto traumático, de acuerdo a como se posiciona el progenitor conviviente.
•
Nuevas construcciones:
La emergencia de sufrimiento, las vivencias de caos y
desorganización son inevitables, pero a la vez toda crisis implica la posibilidad de crear otras
maneras de funcionamiento, de generar nuevas configuraciones vinculares, impensables en
el momento de la ruptura.
Una de las maneras iniciales de transitar la crisis de la separación conyugal es la división de
la familia en organizaciones dualistas à los miembros se reparten en dos mitades, las cuales
mantienen entre si relaciones complejas. La división más frecuente en dos grupos es la de
inocente vs culpable o victima vs victimario, encarnado por uno y otro miembro de la ex
pareja, siendo variable la ubicación de los hijos. Estas organizaciones dualistas constituyen
sólo una etapa de pasaje a otros momentos.
El dolor que se enfrenta es compartido, pero su impacto, significación, modo y tiempo de
elaboración difieren de uno a otro, de una familia a otra. Cada integrante y cada vínculo de
la familia, más allá del dolor compartido, va ser atravesado por en forma singular por la
situación crítica de la ruptura conyugal. Atravesamiento que guarda relación o no sólo con
50
cómo lo inscriba la subjetividad de cada uno, sino con su lugar en la trama vincular: hijos,
padre, madre, hermanos.
Los integrantes y el vínculo de la pareja, se ven enfrentados a una situación que constituye
una paradoja. Tienen que desprenderse de otro (esposo/esposa) con todo el esfuerzo que
eso supone, pero a su vez y simultáneamente, necesitan construir un nuevo vínculo en tanto
padres, como algo diferente al que ejercían en la convivencia. Hay que tolerar la coexistencia
de ambos procesos. Es decir, desprenderse y no desprenderse a la vez, que exige a cada
sujeto del vínculo, una lucha permanente entre la necesidad de “ausencia” del otro (ex
cónyuge), para realizar el duelo como pareja conyugal y la necesidad de “presencia” del otro
(padre o madre de los hijos) para construir un nuevo vínculo como padres. Este supone tal
vez el desafío central de la pareja que se separa. Se pueden llegar a ciertos acuerdos en la
ex pareja conyugal para la construcción del nuevo vínculo como padres, como también esta
construcción puede no ser posible, lo que genera alternativas como la exclusión del otro, el
abandono de la función parental o la persistencia de la competencia hostil.
Desde la ley, al contacto del padre que no convive con los hijos, se lo denomina “régimen
de visitas” y se estipulan días y horas para tales encuentros. Este carácter de “visitas” que
parece contraponerse a lo “familiar”, así como la “imposición” de días y horas, suele ser
promotor de angustia ya que enfrenta a padres e hijos, con algo que ese vínculo ha perdido:
la fluidez y espontaneidad del contacto en convivencia.
En relación al vínculo fraterno, que en cierto sentido es el menos involucrado en los cambios
que la separación de la pareja promueve, en general se refuerza en sus aspectos solidarios.
En aquellas familias en las que unos hijos quedan con el padre y otros con la madre,
dividiendo la fratria como pueden dividirse los bienes, se despoja a éstos de una de las
apoyaturas más significativas de este proceso.
El vínculo con las familias de origen surge con frecuencia en este momento de la vida de
las familias con una clara función amparadora, que se expresa en un estrechamiento del
contacto o en el retorno a residir con alguna de ellas o con ambas, de manera transitoria o
permanente.
Se caracterizarán a continuación las diferentes alternativas por las que transcurren los vínculos
en las familias, que algunas suelen cronificarse en el tiempo, constituyendo operatorias
defensivas que pueden organizarse en lo que se denomina producciones psicopatológicas
vinculares.
• DESDIBUJAMIENTO O NIVELACIÓN DE LAS DIFERENCIAS: el sentimiento amoroso
perdido en la pareja, es lo que los hijos deben diferenciar del amor filial, para preservar el
vínculo con cada uno de los progenitores. Y es necesario que los padres puedan reconocer
esta diferencia. Se genera la expectativa de que todos comparten los mismos sentimientos
y actitudes, es decir, que los hijos coincidan al desamor o la hostilidad hacia un padre o
una madre, tal como lo experimenta un progenitor hacia el otro. Esto puede generar en los
hijos la descomplejización y empobrecimiento de las áreas de autonomía yoicas quedando
incluidos en este mecanismo defensivo familiar de desdibujamiento o nivelación de las
•
diferencias.
POSICIONAMIENTO OMNIPOTENTE Y OMNIPRESENTE: el posicionamiento omnipotente
y omnipresente del padre o la madre que convive con los hijos puede darse como una
51
denegación del cambio. Es un movimiento que intenta borrar el valor y significado del otro,
•
•
el que tuvo antes de la separación y el que sigue teniendo en la subjetividad de los hijos.
DESMENTIDA DE LA DIMENSIÓN VINCULAR DEL CONFLICTO Y SU CARÁCTER
PARADOJAL: esta operatoria defensiva es especifica de los miembros de la pareja cuyo
vínculo está en proceso de disolución. Se presenta siempre, en todo conflicto de pareja,
como primer recurso para desalojar el malestar que se ha producido en el vínculo ante un
desencuentro crucial. Cada uno tiende a desinvolucrarse de su participación en el proceso
de ruptura conyugal. En el desconocimiento del otro sus protagonistas parecen haber
borrado de sus inscripciones, la pertenencia al vínculo que los constituyó como pareja.
PERMUTACIÓN DE LUGARES Y FUNCIONES: operatoria que se configura en el vínculo
materno o paterno-filial. Es un intento de obturar la carencia que se produce en la familia
por la ausencia de uno de los progenitores. Uno de los hijos se posiciona en el lugar del
progenitor ausente, con el acuerdo inconsciente del grupo. Supone para el hijo así ubicado,
una sobre exigencia que implica una pérdida parcial o total de su lugar y función de hijo. La
permutación puede estar referida a cuestiones periféricas de la función o que la sustitución
ocupe prácticamente su subjetividad, al punto de confundirse y ser confundida con la
persona ausente. Otra posibilidad es que el lugar sea ocupado por un miembro de la
familia de origen , que implica el riesgo de que se fraternalice el vínculo madre o padre-
hijos.
Consideramos que se ha logrado una nuestra construcción, posterior a la separación conyugal,
cuando la eficaz elaboración del duelo y la crisis por la ruptura, da lugar al acontecimiento. Es
decir, cuando ambos miembros de la ex pareja conyugal han podido elaborar nuevos pactos
para sostener la parentalidad, preservándose los lugares de cada uno, pero significados desde
la nueva organización vincular.
Un logro fundamental de este momento de construcción tiene que ver con que a los hijos se les
permita y estos puedan sostener de manera estable y no conflictiva la circulación entre los
padres.
---
52
La familia en la crisis de la modernidad.
Alberti, B y Mendez, M. L. ‒ (1993)
Introducción.
En muchas sociedades la familia, o mejor dicho el sistema de parentesco, es la estructura
social. En la nuestra, la familia se reduce al grupo de personas nucleadas alrededor de la forma
monógama, de naturaleza biológica, y en consecuencia de base natural.
La moderna sociedad burguesa consagraba el principio de la familia sometida a la autoridad
del padre, la denigración de la mujer en la sociedad, y la propiedad privada si restricciones. El
régimen legal de la familia pasaba a ser una forma de propiedad del padre, y el régimen de
propiedad privada se reconocía como el principio ordenador de la sociedad. No hay madres
que trabajan, la mujer cumple en este espacio tan solo la función doméstica, al tiempo que es
la transmisora de las ideas dominantes. La forma monogámica se confirmó como base de la
concepción de la familia en la sociedad moderna capitalista. La “familia” en la sociedad
burguesa queda reducida a su configuración tripartita, padre, madre e hijo. Esta concepción es
también efecto de la ideología de individuo privado, aislado y autosuficiente.
De esta manera la cultura capitalista rompe todos los vínculos comunitarios en nombre de los
“derechos del hombre”, y al no tener un lugar propio en donde depositar la responsabilidad
social por la conducta de los individuos, concentra a esta familia como instancia privilegiada,
generando que para el imaginario social la familia se “hace a sí misma”; todo lo bueno y todo lo
malo que le ocurrirá a un individuo será fruto de lo que vivió en su familia.
Nuestra cultura ha construido su propio mito respecto a la familia, aunque incapaz de admitir
versiones diferentes, negando así sus versiones y transformaciones. Este origen histórico arraiga
el concepto de familia “natural” que surge del concepto biologista de que los seres humanos se
escogen libremente sólo motivados por el amor “romántico”.
La estructura familiar es una construcción a partir de las relaciones aparentes y como es
efecto de la necesidad sexual natural, la familia resulta ser el NÚCLEO FUNDANTE DE LA
SOCIEDAD, porque se formula en base a una elección del “sujeto natural”. La cultura no es otra
cosa que el patrimonio adquirido por el individuo, ente pasivo al cual ésta se le incorpora, de
acuerdo al modelo conductista de estímulo-respuesta. La cultura es entonces lo observable. La
vida social resulta así del agrupamiento de individuos, lo cultural aparece como un proceso de
interacción entre los mismos y la adaptación implica que el proceso de socialización depende
del ajuste del comportamiento individual al organismo social.
1. Las invariantes en las estructuras parentales.
Lo que por excelencia define la condición humana y es soporte de todas sus manifestaciones
son las invariantes 1 , aquello que está presente en todas las culturas en el marco de la
particularidad. Este aspecto permite comprender las complejas relaciones entre la estructura y
1
Definición en unidad 2.
53
la historia. Los sistemas de parentesco son la manifestación más evidente de la universalidad
de una institución, al poner en evidencia los elementos invariantes y a su vez las manifestaciones
singulares en cada cultura y en cada momento histórico. CUANDO HABLAMOS DE “LA
FAMILIA” NOS REFERIMOS A UNA INSTITUCIÓN PRESENTE EN TODAS LAS SOCIEDADES,
PERO BAJO FORMAS DIFERENTES. Lo que tiene en común constituye la materia prima con la
que se construyen los modelos o estructuras de la institución.
La familia se origina siempre en el matrimonio: ocupan el lugar de esposo y esposa, e
incluyendo a los que se consideren hijos. Esta unión que tiene como base lazos jurídicos debe
contar con reconocimiento desde un lugar de exterioridad. En nuestra cultura contemporánea
el matrimonio supone la unión de los dos grupos familiares, pero sus relaciones son implícitas,
no están reglamentadas, ya que éstos están obligados a cumplir también con el ideal de armonía,
equilibrio y manifestación positiva de la afectividad.
En torno a la familia hay una red precisa de relaciones referidas a prohibiciones y
prescripciones sexuales, aspecto que la distingue del resto de las instituciones, ya que de su
explicitación depende su funcionamiento. Este deriva a su vez de la existencia de un sistema de
“denominaciones”, ya que los distintos lugares ocupados por hombres y mujeres están
determinados por este sistema que integra los términos de parentesco (padre, madre, tío,
abuelo) en una red de significantes. Los términos implican siempre una actitud para quien es
portador de la denominación. Las posibilidades combinatorias de la familia son mínimas,
porque el matrimonio, desde su estructura, sólo puede ser poligámico o monogámico.
Actualmente, si bien se sostiene la forma del matrimonio monogámico, éste ya no existe en su
expresión tradicional, porque con la legitimación de los divorcios, que supone una forma de
poligamia “sucesiva” y la pérdida de valor de la fidelidad matrimonial, irrumpe desordenado un
nuevo modelo que ofrece resistencias institucionales porque no condice con la idealización del
amor romántico y la idea de familia “propia” de la “naturaleza humana”. El conflicto surge por
la imposibilidad de representación de los procesos de transformación de los modelos culturales
y las consecuencias en las prácticas sociales, ya que lo que permanece sin variaciones son las
ideologías en que aquellos se sustentan. Otra característica generalizada es el desprecio por la
soltería, ya que este estado implica la imposibilidad de establecer otras relaciones sociales.
La familia tal como la conocemos hoy es un modelo nuevo. La familia restringida cumplió una
función social cuando el papel de la mujer estaba restringido a ser “reproductora de los
productores” y “repetidora” de la ideología que proclama su lugar pasivo, negándole derechos
de protagonismo social y considerando a la función maternal como excluyente, posición que
sólo se justifica desde una perspectiva biologista. Esta institución comienza su imperceptible
transformación cuando las mujeres ocupan otros lugares en la trama social; se produce una
revolución. La familia aislada se basa en un modo particular de distribución del poder: división
sexual del poder, en lugar de división sexual del trabajo, ya que éste es un sistema de
diferencias presente en todas las culturas, que no implica desigualdad per se como en la nuestra,
en donde el trabajo doméstico aislado es negado como tal y tan solo sirve para reproducir las
condiciones de aislamiento y privacidad de la familia, sosteniendo a la vez la existencia del resto
de la estructura productiva. En esta trama se encubre la cuestión “del poder” que permanece
negado en la institución familiar ya que se da por sentado que su ejercicio es privativo de los
hombres.
54
La parentalidad otorga garantías en relación a la herencia, no solamente material, sino de linaje,
lugar social, religión, etc. El lugar del hijo está determinado culturalmente y las formas de
asumirlos son variadas. Los miembros de la familia están unidos en todos los casos por lazos
jurídicos, esto implica derechos y obligaciones que son de naturaleza social, económica,
religiosa y sobre todo por una red precisa de prohibiciones y prescripciones sexuales. La
prohibición sexual y matrimonial entre diversos grados de cónyuges posibles que existe en
occidente justificaría la represión de la sexualidad infantil. El psicoanálisis tiene su fundamento
en el descubrimiento de los efectos de esa represión en el psiquismo, descubrimiento que abrió
el camino a la construcción del “complejo de Edipo”.
La prohibición del incesto establece el derecho a las familias a regular sus relaciones; esto
podría llamarse entonces regulación de la sexualidad entre familias. Esta implica el
establecimiento de heterogeneidades, de diferencias, a partir de una marca significante que no
está sustentada en materialidad alguna. “Madre”, “padre” son denominaciones que significan
la prohibición de unión sexual con los denominados hijos, ya que, si no fuera por el nombre
y el lugar que ocupan a partir de él, nada los distingue de los otros hombres o mujeres del
grupo. Comienza así una cadena de prohibiciones y prescripciones de uniones legales, que
obliga al grupo a buscar una salida exogámica que pone en funcionamiento diferentes circuitos
de intercambio.
2. La prohibición del incesto, alianza e intercambio.
La prohibición del incesto es la ÚNICA REGLA QUE ES UNIVERSAL, si bien no se encuentra
en los dominios de la naturaleza, porque, aunque parta de ésta al sustraer ciertos
comportamientos de las determinaciones instintivas, funda un nuevo orden dinámico que
constituye una síntesis en permanente movimiento, lo que implica que este “pasaje de la
naturaleza a la cultura”, son se da de una vez y para siempre, sino que se renueva en cada acto
humano.
Cultura à “una forma de intervención” = interviene en el lugar de indeterminación que la
naturaleza deja vacío, impone los contenidos, determina las modalidades de la alianza a partir
de la cual el parentesco se constituye en un hecho social e introduce un orden donde no existe
ninguno, el cual se expresa en medias de control colectivo que garantiza y establecen su forma
de circulación.
La exogamia instaura la reciprocidad: solo se puede obtener un bien en la cultura si otro lo
dona, se puede obtener una mujer si alguien dona a su hermana, a su hija, a su madre, en espera
de una acción recíproca.
3. La función simbólica y su aplicación al análisis del
parentesco.
Es fundamental para entender el tema del parentesco el análisis de la FUNCIÓN SIMBÓLICA.
Lo social en la condición humana es un sistema semántico, es decir, se da en la cultura; allí cada
elemento es significante de un significado que está siempre en relación con un sistema. La
existencia de la cultura supone encontrarse siempre dentro de un universo simbólico.
55
Si bien la función simbólica es UNIVERSAL, sólo se expresa a través de lo particular, lo que
permite construir una noción “objetiva” de inconsciente, captable desde sus efectos.
La humanidad dispone desde siempre del significante, que, al no encontrar coincidencia
absoluta con el significado, insiste en una producción ilimitada de sentido. La realidad humana
está repleta de significantes, pero éstos no son nada sino en función de un sistema al que
pertenecen y de una ley que regula sus selecciones y combinaciones. Los seres humanos pueden
pronunciar gran variedad de sonidos, pero cada lengua selecciona solo algunos mediante los
cuales operará. Esta variedad combinatoria se encuentra también presente en la diversidad de
formas que adquiere el parentesco.
4. La semiótica del parentesco.
El parentesco está constituido por términos y éstos son elementos de significación: una hermana
significa prohibición de casarse con ella, una prima cruzada significa prescripción. Este hecho
demuestra el carácter de signos mediante los cuales se establecen las diferencias y relaciones
con las mujeres en un grupo dado. Estas denominaciones parentales, cómo los términos de la
lengua, están integradas en sistemas elaborados por el pensamiento inconsciente, es decir que
no tienen representación inmediata en la consciencia y que obedecen a la aplicación de ciertas
operaciones regidas por una determinada ley, que constituye su estructura.
Al analizar los sistemas de parentesco se presenta la dificultad de asimilar los términos a los
fonemas; un fonema no posee positividad alguna, sólo adquiere valor en relación de oposición
con los otros elementos, sin embargo, con los términos de parentesco no sucede lo mismo, el
término padre evoca otras relaciones, que en nuestro sistema se reduce a dos connotaciones de
carácter positivo: generación y sexo à el padre debería ser mayor que el hijo y debería
funcionar sexualmente como hombre.
Pero el parentesco no es sólo un sistema de nomenclaturas, es algo más, que constituye su
aspecto fundamental: los individuos que utilizan los términos se sienten o no se sienten
obligados a una determinada conducta recíproca (respeto-familiaridad, derecho-deber,
afección-hostilidad).
SISTEMA DE DENOMINACIONES = un sistema de vocabulario.
SISTEMA DE ACTITUDES = un sistema de naturaleza psicológica y social. No se correlaciona
con el sistema de denominaciones, sino que constituye su integración dinámica.
Un sistema de parentesco no consiste en los lazos objetivos de filiación o de consanguinidad
dados entre los individuos; existe solamente en la consciencia de los hombres, es un sistema
arbitrario de representación y no el desarrollo espontáneo de una situación de hecho.
La familia supone formas que no tienen que ver con la concepción de grupo biológico; para
nuestra cultura la familia está compuesta por la madre, el padre y el hijo, presentándose como
el sustento básico de toda sociedad.
5. Naturaleza, estructura e historicidad.
La ruptura de la concepción tradicional de familia es a su vez base y sustento del sistema
ideológico que nace en la modernidad. Nuestro modelo cultural de familia es naturalista; se
basa en un ordenamiento biológico que niega que las instituciones son efectos de
56
configuraciones históricas à considera que sus formas institucionales como interpretación de
la naturaleza humana.
De las distintas relaciones del átomo del parentesco interesa destacar la relación madre-hijo
à no está signada por la cultura, y es a partir de la ausencia de signo en esta relación que se
posibilita la circulación de los signos en las otras. Es en esta relación donde se pone en juego
el pasaje de la naturaleza a la cultura, relación que queda ligada a lo real. A partir de esta
ausencia de signo el sujeto quedará sujetado o advendrá sujeto de deseo = se lanzará a la
aventura de la circulación, lo que significa que dejará de ser objeto exclusivo del deseo de la
madre para advenir sujeto de su propio deseo, única manera de acceder a cualquier relación
cultural.
El orden simbólico surge por el vacío que deja el pasaje de la naturaleza a la cultura.
El complejo de Edipo enuncia el pasaje de la indiferenciación a la distinción y distribución de
los lugares mediante el nombre en un grupo que devendrá en “familia”. Para explicar el peligro
de transgredir y no reconocer esta diferencia, Freud toma el mito de la horda primitiva. No se
trata de que esto haya ocurrido, sino que se repite cada vez con cada existencia humana
singular, sin llegar jamás a una resolución definitiva. Lacan habla de estructura edípica, para
remitirla a un hecho que nos constituye como sujetos de la cultura.
El “nombre del padre” posibilita el ingreso al orden simbólico = un código que determina “las
formas de combinación” permitidas en ese grupo, como lugar donde se desenvuelve cada
cultura particular, y a una historicidad, o sea a la manera propia de representación de la
temporalidad. Por eso Lacan replantea el tema de la paternidad como efecto cultural y no como
mero resultado de la unión biológica. De la madre no se duda, pero padre es aquel que la
cultura determina, porque de esa manera se establece la pertenencia del futuro miembro. La
madre también determinará el lugar del nuevo miembro, pero aparece siempre más ligada a lo
real.
Conclusiones.
En pocas instituciones, como en el caso de la familia, las estructuras del poder cuestionado
tanto como para que sus consecuencias la tornen irreconocible. Esto es seguramente el efecto
de una crisis que en el presente se manifiesta en todos los órdenes en los que la conciencia
moderna había imaginarizado totalizaciones instaladas como formas absolutas, permanentes y
autosuficientes. Interesa analizar a la familia conyugal como “dispositivo de poder” por cuyo
ejercicio se enfrentan desigualdades, sobrepuestas a las diferencias instauradas por la condición
humana, entre los sexos y las generaciones. La familia constituyó el único núcleo estable capaz
de garantizar la disciplina, la reproducción de los productores y la transmisión de la ideología,
en un sistema cuya dinámica transformadora afectaba al conjunto de la sociedad civil.
Uno de los aspectos fundamentales de esta crisis es la ineficacia de las mediaciones
institucionales propias de nuestra cultura, sustitutivas de las funciones que teóricamente la
familia debería poseer, concentrando hacia el interior de su débil estructura una presión que en
la mayor parte de los casos es causa de su estallido con el consiguiente resultado desintegrador.
--
57
la violencia de la interpretación.
capítulo 4: el espacio al que el yo puede advenir
Aulagnier, P. ‒ (2007)
1. La organización del espacio al que el yo debe advenir.
Todo sujeto nace en un “espacio hablante”. Analizaremos las condiciones necesarias para que
ese espacio le ofrezca al Yo un “hábitat” conforme a sus exigencias.
Microambiente (el espacio/medio familiar) à eslabón intermedio entre esta psique singular
y el “ambiente psíquico”. Es el espacio donde adviene el yo.
En un primer momento, será percibido y catectizado por el niño como metonimia del todo.
Ese minúsculo fragmento del campo social se convierte para él en equivalente y reflejo de una
totalidad cuyos caracteres diferenciales descubrirá recién al cabo de una serie de elaboraciones
sucesivas. Este microambiente aludirá al portavoz, a la violencia primaria y a la sombra hablada.
Dos organizadores esenciales del espacio familiar: el discurso y el deseo de la pareja paternas.
Estas fuerzas libidinales recorren su campo y accionan para y sobre la psique del infans-niño.
Factores de ese medio psíquico privilegiado por la psique del infans:
1) el portavoz y su acción represora à efecto y meta de la anticipación característica del
discurso materno.
2) la ambigüedad de la relación de la madre con el “saber-poder-pensar” del niño.
3) el redoblamiento de la violencia à la serie de enunciados performativos que designaran a
las vivencias y que transformaran el afecto en sentimiento.
4) Lo que retorna del discurso de la pareja sobre la escena psíquica del niño para constituir los
primeros rudimentos del Yo à estos “objetos” exteriores y ya catectizados por la libido a
posteriori dan nacimiento al Yo al designarlo como el que los codicia, los posee, los rechaza,
los desea
5) el deseo del padre (del niño, por ese niño).
2. El portavoz.
EL PORTAVOZ DE LA CULTURA es la función reservada al discurso de la madre en la
estructuración de la psique.
2 sentidos literales del término portavoz:
1. desde la llegada del infans al mundo es llevado a través de la voz de su madre por un
discurso que predice, comenta y traduce el conjunto de sus manifestaciones al exterior
en el sentido de delegado, de representante de un orden exterior (cultural) cuyas leyes
y exigencias le debe traducir al niño mediante ese discurso.
El discurso efectivo de la madre es portador de significación à con su voz libidiniza al infans.
2.
58
El papel de PRÓTESIS de la psique de la madre: ella presta su psiquismo al infans. “Prótesis”
porque es un sustituto que luego se retira ya que luego el niño lo hará solo. La función de
prótesis de la psique materna permite que la psique del infans encuentre una realidad ya
modelada por su actividad y que, gracias a ello, será representable.
En una primera fase de la vida, hay una necesidad de la presencia de otro, no solo para
cubrir funciones vitales, sino que se exige una respuesta a las “necesidades” de la psique. La
voz materna comunica entre sí los dos espacios psíquicos. Es necesario para el funcionamiento
de los dos procesos (originario y primario) que el material que se presenta al infans (la realidad)
este modelado por una tercera forma de la actividad psíquica, el proceso secundario, el cual es
el trabajo de la psique materna à Para que los objetos de la realidad ejerciten su poder de
representabilidad y de figurabilidad, se requiere que hayan sido marcados, de un modo u otro,
por la actividad de la psique materna, que les otorga un índice libidinal y, de ese modo, una
jerarquía de objeto psíquico, conforme a lo que llamamos las “necesidades” de la psique. Esto
actúa en un espacio heterogéneo dado al niño por la madre y que este toma como propio.
Paradójicamente el objeto, que se ofrece como único material acorde con el trabajo del proceso
originario y del proceso primario, tiene que haber sufrido un primer avatar que debe a los
procesos secundarios de la madre. Lo que el infans ingiere es también una palabra o un
significante. Lo originario ignora al significante, aunque este último constituye el atributo
necesario para que el objeto se preste a la metabolización radical a que lo somete este proceso.
En el encuentro madre-infans:
• La MADRE ofrece un material psíquico que es estructurante por haber sido remodelado por
su propia psique, para tornarlo homogéneo a la organización de lo originario y de lo primario.
Este material es un fragmento del mundo, conforme a la interpretación que la represión, y
que representa las exigencias de esta.
• La psique del INFANS “toma en sí” ese objeto marcado por el principio de realidad y lo
metaboliza en un objeto modelado exclusivamente por el principio de placer. Lo que el infans
metaboliza en una representación a la que aún no la ha alcanzado la represión es la
representación de un objeto modelado por el trabajo de la represión. Lo reconstruye tal
como era su forma arcaica
Pero que en esta operación se manifiesta una diferencia, un resto, que se inscribirá en su espacio
a través de un signo. Este dará testimonio de la interpretación del mundo y de sus objetos
característica de la madre, por ambiguo o confuso que sea este testimonio (precursor necesario
para la actividad de lo secundario). Lo originario ignora el principio de realidad y el proceso
primario tiende a someterlo al objetivo del placer; pero también se comprueba que lo que
tienen acceso al campo de la psique son objetos modelados previamente por este principio,
que, de este modo, interviene desde una fase extremadamente precoz de lo primario.
En síntesis: EL EFECTO DE LA PRÓTESIS se ve en la irrupción de MATERIAL MARCADO
POR EL PRINCIPIO DE REALIDAD Y POR EL DISCURSO en el ESPACIO PSÍQUICO DEL
INFANS. Este último va a REMODELAR ESE MATERIAL (en sentido de los procesos originario
59
y primario), pero no podrá impedir que queden RESTOS QUE FORMAN LOS PRECURSORES
DE LO SECUNDARIO.
3. La violencia de la anticipación (la sombra hablada).
VIOLENCIA PRIMARIA à lo ejerce un discurso que se anticipa a todo posible entendimiento o
=
necesaria para permitir el acceso del sujeto al orden
representación de algo que aún no es
de lo humano y forma los primeros rudimentos para constituir el Yo.
SOMBRA HABLADA = Discurso preexistente al nacimiento del sujeto que le concierne a
este. Está constituido por una serie de enunciados supuestos por el deseo/anhelo de la madre
hablante, referente al niño, que se le ofrecen a este y conducen a una imagen identificatoria
que se anticipa a lo que enunciará la voz de ese cuerpo, por el momento ausente, y ayudan a
constituir su Yo. Cuando el infans nazca, ella se proyectará sobre su cuerpo y ocupará el lugar
de aquel al que se dirige el discurso del portavoz. Ella le ofrece ese discurso, pero puede que
este infans no lo acepte. La presencia de la sombra hablada constituye una constante de la
conducta materna.
aunque en la relación amorosa la sombra representa la persistencia de la idealización que
el Yo proyecta sobre el objeto, lo que él querría que sea o que llegase a ser, no anula aquello
que a partir del objeto puede imponerse como contradicción. Por ello, entre el objeto y la
sombra persiste la posibilidad de la diferencia. El reconocimiento de esta posibilidad determina
lo que el Yo vive como duda, sufrimiento, agresión e, inversamente, como placer, alegría, certeza
en los momentos en los que se asegura de la concordancia presente entre la sombra y el objeto.
Por el contrario, en la primera fase de la vida, al no disponer aun del uso de la palabra, es
imposible contraponer los propios enunciados identificatorios a los que se proyectan sobre uno:
ello permite que la sombra se mantenga durante cierto tiempo al resguardo de toda
contradicción manifiesta por parte de su soporte (el infans). à EJEMPLO DE
CONTRADICCIÓN: la madre se refiere en forma femenina a un cuerpo con pene.
Ese saber acerca del cuerpo se lo observa en las defensas maternas contra el retorno de lo
reprimido propio, en la inducción en el infans de la catexia narcisista de sus actividades
funcionales, en el conflicto dependencia-autonomía que se encuentra latente en una primera
fase de esta relación. Constituye, además, el instrumento privilegiado de la violencia primaria,
y demuestra lo que determina su inevitabilidad: la posibilidad de que la categoría de la
necesidad sea trasladada desde un primer momento, por la voz que le responde, al registro de
la demanda libidinal y que ocupe un sitio en el ámbito de una dialéctica del deseo.
La problemática identificatoria = su eje es la trasmisión sujeto a sujeto de algo reprimido,
indispensable para las exigencias estructurales del Yo.
En un primer momento, el discurso materno se dirige a una sombra hablante proyectada sobre
el cuerpo del infans; ella le demanda a este cuerpo cuidado, mimado, alimentado, que confirme
su identidad con la sombra. Es de ella que se espera una respuesta.
60
•
MADRE
será
un
sujeto
que
cumpla
los
siguientes
caracteres:
a) una represión exitosa de su propia sexualidad infantil.
b) un sentimiento de amor hacia el niño.
c) su acuerdo esencial con lo que el discurso cultural del medio al que pertenece dice acerca
de la función materna.
d) la presencia junto a ella de un padre del niño, por quien tiene sentimientos
fundamentalmente positivos.
•
EL PADRE: es considerado como el primer representante de los otros à garante de la
existencia de un orden cultural constitutivo del discurso y de lo social; él no debe pretender
ser el legislador omnipotente de este orden, sino aquello a lo que se somete como sujeto.
Desempeña la función de una referencia tercera.
4. El efecto de la represión y su trasmisión.
Para el Yo de la madre esta sombra, este fragmento de su propio discurso, está al servicio de
la instancia represora: le permite a la madre ignorar el ingrediente sexual inherente a su amor
por el niño à ese discurso intenta preservar a la madre impidiendo el retorno de lo que debe
permanecer en lo reprimido, un anhelo que, en su momento, fue perfectamente consciente y
que luego fue reprimido: tener un hijo del padre; tras él, sin embargo, y precediéndolo, se
encuentra un deseo más antiguo cuyo retorno sería mucho más grave: tener un hijo de la madre.
LA SOMBRA ES LO QUE EL YO DE LA MADRE PUDO REELABORAR, REINTERPRETAR A
PARTIR DEL SEGUNDO ANHELO REPRIMIDO, LOGRANDO ASÍ LA PRECLUSIÓN DEL
PRIMERO: construye y catectiza ese fragmento de discurso para evitar que la libido se desvíe
del niño actual y retorne hacia el de otro tiempo y lugar. El infans desempeña el papel de una
instancia represora en relación con el deseo inconsciente de la madre à se convierte en un
apoyo al servicio de sus defensas.
El conjunto del discurso de la sombra sitúa los anhelos para el infans: un ser, un tener, un
devenir; este anhelo representa aquello a lo que se ha tenido que renunciar, lo que se ha perdido
o lo que se ha olvidado haber anhelado.
La sombra se convierte en una ilusión que le permite creer que existe una equivalencia entre la
satisfacción del anhelo del Yo y la satisfacción del deseo inconsciente; esta ilusión imanta en su
campo la energía libidinal y la somete en beneficio de los propósitos del Yo; de ese modo, lo
reprimido es alejado y situado en el exterior del Yo. El deseo edípico retorna bajo una forma
invertida: que este niño pueda, a su vez, convertirse en padre o madre, que pueda desear tener
un hijo. El enunciado edípico “tener un hijo del padre” se trasforma en un enunciado que se
proyecta sobre el niño mediante la siguiente formula: “que llegue a ser padre o madre de un
hijo”.
¿cuál es el efecto de la sombra? portan significación y dan un significado, estos son los primeros enunciados
identificatorios, el primer contexto identificatorio cuando el yo podrá decir “ese soy yo” o “ese era yo”. Porque
cuando el yo puede decir eso, el efecto de la sombra ya ocurrió, el yo se apropia a posteriori de estas significaciones,
de estos anhelos y se identifica, construye en todo lo que implica el primer tiempo de la infancia, construye junto
con lo encontrado en el microambiente una representación del yo, que no están solos los niños y los padres en su
contexto familiar, sino que el niño cuando va creciendo y se va apropiando de los enunciados familiares y
extrafamiliares siempre desde este lugar de niño. Este es el trabajo que hace en la latencia, va juntando datos. --
61
Del ser al hacer. Curso de Vincularidad.
Berenstein, I. ‒ (2007)
CLASE 3: Palabras y conceptos
nuestros distintos períodos.
vinculares
usados
en
El uso de las palabras
Con el paso del tiempo las nuevas situaciones traen otras palabras y otros usos de los mismos
términos. Las palabras no son exteriores a los problemas que tratamos de nombrar con ellas.
- La estructura familiar inconsciente (EFI) es una matriz de posiciones o lugares dadores de
sentido para quien lo ocupa. Los sujetos pueden cambiar de lugar y ocupar otros, pero
tendrá como consecuencia distintas modalidades de psicopatología familiar. Las palabras
ligadas a la estructura son lugar, funciones, leyes de cambio posicional, relaciones.
- Se corre del término relación a lo que sería la noción de vínculo, ambos de carácter
inconsciente. Comenzó a abrirse camino lo intersubjetivo como algo diferente a lo
intrasubjetivo; se diferenció el carácter fundante de vínculo para el primero, dejando
-
representación para el aparato psíquico, así como objeto para el mundo interno.
¿dónde se establece, en qué lugar se ubica, lo que se presenta como nuevo, lo que no tiene
lugar porque ni se espera ni se prevé? La manera habitual de pensarlo era como trauma
(desestructura lo que está vigente y no puede dar cuenta de la cantidad de excitación
producida), como accidente o como catástrofe (un movimiento alterador de un orden).
Estos términos conciernen a la idea suprema de continuidad, la cual se mantendrá como tal
-
en tanto no sufra una ruptura, ausencia o exceso.
se dispone de la palabra y concepto ajenidad: aquello que la diferencia no modifica y lo
que no es pasible de identificación. Con el otro, que es otro de mí, pero de quien recibo
noticia de que soy otro para él, definitivamente somos ajenos, y es con ello y a partir de ello
que deberemos producir un encuentro, diferente de la identificación y también de la
identificación proyectiva. Las producciones psíquicas de ese Dos son distintas de las del
Uno; el vínculo los modifica. El sujeto ha de realizar un trabajo psíquico con lo ajeno del
otro, ya que no se deja convertir en ausencia y no puede inscribirse como objeto a menos
de perder esa cualidad de presencia.
CLASE 4: Consideraciones de la familia.
Definición.
La familia occidental consiste en la constitución de lo que socialmente se llama relación de
pareja. Toda pareja necesita darse un momento o período inicial en que pasan por una
experiencia llamada enamoramiento. La pareja del enamoramiento se continúa con un proyecto
que imagina juntos a sus integrantes durante o al menos un largo tiempo y que se realiza con
los hijos. Los sujetos del vínculo tienen una denominación social y jurídica por la cual se los
62
llama esposo/marido y esposa/mujer. Luego de tener un hijo de llaman padre y madre. Pero la
mejor denominación para aquellos es pareja. En realidad, deberíamos llamarlas vínculo y luego
caracterizarlo: de pareja, de padres, de amantes, etc.
FAMILIA como estructura inconsciente à conjunto intersubjetivo que reúne varios sujetos
donde todos y cada uno de ellos son diferentes entre sí, dentro de esa semejanza que marca el
pertenecer a un parentesco, es decir, a una relación que los hace parientes y por eso están
vinculadas; estos se relacionan y se sienten efectivamente relacionados, lo que tiene
consecuencias para el proceso de subjetivación.
Las familias tienen espíritu de cuerpo = se piensan como un cuerpo, por lo tanto, como algo
indivisible. Por esta modalidad de representación a veces no se puede decir nada que cuestione
la familia propia o alguno de sus miembros sin que la familia se sienta cuestionada como un
todo y sus miembros se sientan aludidos, agredidos y ofendidos.
Aunque las familias se consideren uno , dicha unidad se diferencia radicalmente de lo que es
un solo sujeto, y esto es importante para nuestro quehacer terapéutico.
Familia o pareja ‒ sujeto individual = diferentes sufrimientos à dos tipos de pacientes
distintos.
El destino familiar como fuerza.
En toda pareja debe pasar que el prometido mate simbólicamente al padre de la novia para
desligarla del objeto edípico. Lo que mata al padre es la pareja, ese conjunto desde el cual la
hija dejará de serlo para devenir esposa de su marido. Matar al padre desde el punto de vista
edípico es el nombre de una situación nueva donde el padre no tiene lugar. Cada mujer
prometida también debe abandonar simbólicamente a la madre.
No es fácil la tarea de la mujer en su laborioso camina hacia la pareja, tampoco lo es para el
varón, pero sus vicisitudes son diferentes.
De la estructura familiar inconsciente a la situación familiar de los dos tipos de
vínculo que reúne toda la familia.
Los sujetos de la familia ocupan lugares dentro del sistema de parentesco, el cual tiene sus
propias denominaciones que procuran ordenar la posición y la circulación de las personas al
adjudicarles funciones adscriptas a cada lugar del parentesco acorde a cada época, aunque
pueden estar agrupadas en uno o dispersas en los distintos lugares del parentesco. También
orientan la circulación social e interfamiliar de cada uno de los sujetos. Éstos invisten y son
investidos por un conjunto de prescripciones que regulan lo permitido y lo prohibido. Todo esto
asegura un orden. Esos nombres se trasladan a la persona:
• El lugar de PADRE denomina al sujeto que se llama padre por cumplir o no cumplir con las
funciones que resultan de estar en ese lugar.
• El lugar de MADRE tiene a la madre.
• El lugar del HIJO estará ocupado por el o los hijos.
63
•
El CUARTO LUGAR (aún enigmático) es el lugar del representante de la familia materna o
avunculado; se tomó este nombre de la antropología estructural, que se refiere al lugar
predominante, en algunas culturas primitivas, del hermano de la madre (avúnculo).
El parentesco y la lengua influyen en los procesos de subjetivación. Por allí circulan deseos y
obligaciones, así como el requerimiento de estar y hacer con otro un espacio-tiempo actual.
Los lugares del parentesco.
Distintos autores como Melanie Klein, Winnicott, Stern y Piera Aulagnier basan sus
descripciones en el parentesco. Sus distintas funciones habitualmente son adjudicadas a cada
lugar (y el déficit de laguna función puede ser cubierto por otras):
Lugar de la Madre:
• Debe darle asistencia material y emocional al hijo y ayudarlo en su condición de desamparo
(Freud: vivencia de satisfacción).
• Debe investir narcisísticamente el cuerpo del hijo, así como relacionar las cambiantes
emociones del niño con las propias para la construcción de su mundo interno.
• Debe colaborar en la construcción, en el hijo, de la representación de su cuerpo, así como
de la diferencia respecto del cuerpo de la madre. Se iniciará la subjetivación del niño.
También agregará subjetividad a la suya a partir de la relación con su bebé y acorde a como
éste inviste el cuerpo de ella.
• Debe devenir objeto deseado del hijo después de haber sido éste un objeto deseado de ella.
Que este se sepa en un cruce de deseos que lo excluyen de la pareja implica siempre un
grado de desilusión.
• Debe conducir al hijo hacia esa otra presencia que habita más allá de la propia relación.
Debe dar lugar al padre, que lo tendrá una vez que la madre haya dado lugar a un hombre,
quien verá como alguien diferente de sí misma, así como de su padre o hermano.
Lugar del Padre:
• Debe cumplir con 3 prohibiciones:
1. Prevenir, impedir, obstaculizar la relación infantil de su esposa con su padre o con su
familia.
2. Prevenir, impedir, obstaculizar el acercamiento abusivo del hijo a su madre, esto es,
enunciar y sostener la amenaza de castración.
3. Prevenir, impedir, obstaculizar su propio acercamiento sexual al hijo; las prohibiciones
por lo general vienen desde un exterior y en este caso el padre debe recurrir a una acción
reflejada por la cual él desde afuera, como sujeto, debe enunciar una prohibición que lo
toma a él mismo como objeto.
• Debe aceptar su propia temporaria exclusión de la relación del hijo con la madre, lo cual
requiere confiabilidad en su propio lugar dentro y al mismo tiempo al lado de ella.
• Debe indicar las diferencias entre los lugares y los vínculos a fin de asegurar las funciones
correspondientes y posibles en cada familia para cada lugar. Transmitir las voces de lo
sociocultural y, en una división de funciones, otorgarle a la madre la voz de lo intrafamiliar.
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• Debe marcar al hijo como objeto de su deseo (tanto como objeto de su odio).
• En el futuro, debe dar la hija a otro hombre a fin de que constituya una pareja, y aceptar no
figurar como parte del mundo de la nueva pareja. Esto significa aceptar esta modalidad de
exclusión que es diferente de del vínculo madre-hijo.
Lugar del Hijo:
•
•
•
Debe aceptar ser un objeto deseado por la madre y del padre, dentro de ellos como objetos
internos y fuera de ellos como sujetos en relación de exterioridad. Aceptará la prohibición
del padre en relación con el acceso a la madre.
Ocupará el lugar asignado en la familia por sus padres, así como por el medio socio-cultural
al cual la familia pertenece. Podrá hacer suyo el lugar asignado dándole especificidad a la
manera de cumplir sus funciones.
•
Aceptará que su cuerpo sea narcisizado por su madre y por su padre y a la vez su acceso a
ellos será restringido. El acceso a la madre es restringido y limitado en el vínculo con la
madre como presencia.
Estará incluido en la escena primaria, modo de representación sexual de la pareja parental,
•
así como excluido de ella y de la pareja de los padres.
Será el portavoz de los ideales familiares y de la cultura a los que él y la familia pertenecen.
Lugar del Cuarto Término/dador de la madre/avúnculo:
• Aceptará ser garante al otorgar a esa mujer, bajo forma de hija o hermana, como esposa de
otro hombre y madre un hijo que ha de pertenecer a una familia que él no ha de regular.
• Cambiará de lugar, de padre de la hija al de abuelo o tío del nuevo niño.
• Renunciará al cumplimiento de la función de indicación, que será cedida al nuevo marido,
futuro padre.
• Aceptará el difícil lugar de exclusión de la nueva familia.
• Aceptará la disolución de su lugar, aunque pueda permanecer como sujeto cuya marca
predominante será la de extranjero de la nueva familia.
Nuevas situaciones de parentesco.
Es posible que en el futuro el listado de esas funciones deba ser planteado, en otros términos,
como resultado del cruce entre género y sexualidad y entre generación y técnica, así como por
la incidencia de las modificaciones en las condiciones laborales, con su consiguiente alteración
de los lugares que se adjudicaban a la masculinidad y la feminidad.
CLASE 5: La noción de vínculo.
Vínculo à aquello que liga en forma duradera y estable dos personas (espacios psíquicos)
propiciando así un efecto de constitución subjetiva, fuera del orden del parentesco o de otros
sistemas de pertenencia. Desde las familias y parejas como campo clínico inicial se expandió
hacia la relación entre un yo y otro yo, luego hacia la relación entre un yo y el otro(s) ‒
diferenciando lo familiar de lo social. El trabajo de vínculo se encara porque los sujetos están y
se sienten separados; si estuvieran unidos, fueran semejantes, no habría tal actividad. El vínculo
65
es una combinatoria de presentación de los otros y representación del conjunto, y se inscribe
como tal en el psiquismo con una inscripción de pertenencia a ese conjunto y no a otro. El
vínculo se crea en presencia de otro que me ubica a mí. No está creado antemano, no es natural.
Los diferentes vínculos podrán constituirse en función del sistema de parentesco.
Dos pertenencias estables son su garantía: el sistema de parentesco y el de la lengua.
Se diferencia la relación de objeto à constitutivo del mundo interno ‒ vinculo con otro à
constitutivo del mundo vincular.
Se concibe entonces como una relación de dos entidades que desde su origen individual
ingresan en la relación, la cual se despliega en un tiempo posterior respecto del desarrollo
individual.
Una manera de describir los vínculos en una familia es diferenciando dos tipos de vínculo:
1. Los de sangre (consanguinidad), que circunscriben el parentesco al hecho biológico que
liga a la madre y al padre con los hijos tenidos entre ambos, remiten a la descendencia y a
la transmisión genética.
2. Los de alianza, aquellos en los cuales la relación se basa en compromisos recíprocos entre
las personas. El mejor ejemplo es la relación matrimonial. La idea de contrato, con su
fundamento en el derecho, incide fuertemente en la concepción de este vínculo.
Hay 3 vertientes o dimensiones que se dan con la presencia del otro del vínculo: los aspectos
semejantes, lo diferente y lo ajeno.
El vínculo entre los yoes es inconsciente y es de un orden que está en lo originario del sujeto
humano, a la manera de una pauta que conecta. El vínculo no pasa por la percepción por dos
motivos:
1. Porque es del orden de la presentación y de la acción que se deriva del hacer.
2. Porque es también del orden de la representación.
Vida biológica y vínculo.
Lo vincular va más allá de la vida biológica. Entre la vida biológica y el mundo de los otros
habría un circuito mediado por el aparato psíquico y por los vínculos. Con el aparato psíquico,
el instinto pasa a ser pulsión; remite a cómo lo corporal se representa en el psiquismo. Con los
vínculos el ser humano se subjetiva a través de esa especificidad que otorga la historización, la
cual sólo es posible en relación con otros.
Freud sostiene que el cuerpo biológico, inmaduro, se humaniza en contacto y a través de otro
ser humano, la madre, cuyas acciones, investidas de sexualidad provenientes de su aparato
psíquico, ya constituido y con la barrera de la represión establecida, se inscriben en lo que será
el aparato psíquico del infante. La estructura psíquica del superyó es formada a partir de la
imagen narcisista internalizada de la relación con los padres y el superyó de estos. En un tiempo
ulterior, mediante mecanismos de identificación y proyección, el sujeto se vincula con los otros,
en los cuales reencuentra, aunque modificadas, sus representaciones iniciales, tempranas o
infantiles. No recibe tanto sus imágenes realistas, sino los significados que les aplicó.
No se es sujeto sin cuerpo, sin cuerpo no habría subjetividad, pero este sólo no es suficiente.
El vínculo es lo que hace al sujeto específico, singular e irrepetible.
66
La relación madre-bebé.
En la relación madre-bebé podemos entender lo biológico como condición necesaria, aunque
no suficiente, e incluso observamos que el rasgo biológico pierde importancia en favor del
carácter estructurante del vínculo para la formación de vida singular.
Esta relación retiene un firme asidero en la supervivencia del cuerpo de éste, y aunque el pecho
pueda ser reemplazo por una mamadera o por comida artificial, el contacto emocional parece
ser para la mente tan necesario y consistente como el alimento material para el cuerpo.
Esa relación está marcada, investida, tanto con el deseo y la sexualidad de la madre como con
las formas propias de la época que establecen la modalidad de contacto.
La relación amorosa.
Un hombre y una mujer que se ven, se atraen y se gustan, utilizan las coincidencias para
exacerbar la idea de complementariedad.
En cada uno de ellos figuran los modelos identificatorios parentales, los del padre y de la madre
y los de éstos como pareja. También están los modelos epocales, lo que hacen las parejas en
cada tiempo histórico.
Las diferencias no cuentan en el momento del enamoramiento , ese estado emocional, subjetivo,
cuya característica es la de anular la presencia del otro, lo ajeno, lo no posible de representar.
Frente a lo ajeno del otro tratará de investir al otro como su objeto, haciendo una formación de
compromiso y tratando de inscribirlo desde el pasado infantil. Eso irreductible del otro aparece
en la vida vincular como fisuras en la idealización de lo uno.
--
67
Constituirse en padres del mismo sexo.
Cardoret, A. ‒ (2003)
Los derechos del niño estipulan la necesidad de que el niño tenga una madre y un padre: ¿Se
refieren a los donantes de gametos, a los responsables de la crianza y educación del niño, o a
los que le ceden su apellido? No indica nada sobre la presencia efectiva de los padres. La mujer
gesta, el hombre engendra; la madre se ve, el padre no. De ahí deriva la necesidad, en todas
las culturas, de reafirmar el lugar del padre. Cuando decimos “el niño necesita un padre y una
madre”, ¿a qué nos referimos exactamente? ¿a qué relaciones paterna y materna aludimos?
La filiación y la alianza como regulación de las relaciones de sexo.
La concepción plurisecular del matrimonio occidental superpone sexualidad, procreación y
filiación. Esta se basa también en una jerarquía de las relaciones de sexo para otorgar un lugar
a la mujer, quien por su naturaleza de persona que da a luz detenta la llave de la reproducción
humana.
Las mujeres han tenido que luchar para obtener el derecho a una sexualidad no
obligatoriamente procreadora.
De la heterosexualidad a la homosexualidad.
Se debe disociar la heterosexualidad entre la función reproductiva y la búsqueda de placer. La
heterosexualidad es una forma “normal” de obtención de placer, compartida por la mayoría de
la población. Freud define como normal el fin de constituyen la satisfacción de la pulsión. Las
“desviaciones” serán las formas no genitales y no heterosexuales de obtención de satisfacción.
En el siglo XX se desarrollaron estudios sobre el comportamiento sexual del individuo. Esto
amplifica y sistematiza la disociación entre actividad sexual y procreación, y considera que el
orgasmo es la finalidad principal, aunque no único. Sin embargo, la sexualidad conyugal es la
actividad sexual más importante en el plano social, debido a su importancia y significación en
el origen y mantenimiento de la pareja.
Al mismo tiempo emergen los movimientos feministas (entre los cuales se encuentran algunos
grupos lesbianos) que luchan contra la dominación masculina, cuya manifestación más
aceptada, y por ende peligrosa, se da en el marco de la familia, a menudo patriarcal. Los
movimientos feministas luchan por una nueva concepción de la mujer, autónoma y de valor
idéntico al del hombre, mientras que los movimientos de liberación de la homosexualidad
reivindican únicamente el derecho a otras relaciones sexuales, no al reconocimiento de una
identidad de género.
Aunque la heterosexualidad, practica erótica o reproductiva, aparece en el mundo social como
la forma más extendida y la norma dominante de la actividad sexual, puede dejar espacio a
otros comportamientos sexuales. La homosexualidad se retiró en 1981 de la lista de
enfermedades mentales de la Organización Mundial de la Salud.
68
La homosexualidad no sólo difiere de la heterosexualidad en la identidad de la pareja si no
también, hasta los años 80, en el modo de vida propugnado por los homosexuales gays que se
basaba en rechazar la pareja estable.
De la homosexualidad al homoparentesco: la legislación.
Aunque la homosexualidad pasa a ser una práctica reconocida, el reconocimiento legal del
homoparentesco queda excluido. La historia de la reivindicación de un status para las parejas
del mismo sexo tiene el objetivo de que se reconozca la propiedad común de cierto número de
bienes y se establezcan derechos sociales, dado el caso derechos de sucesión, entre dos
personas.
El proyecto del pacto de interés común no se trataba de reconocer sólo a una pareja, si no de
permitir que dos personas, hermanos, amigos, pareja de hecho o matrimonio, compartieran
ciertos bienes. El pacto civil de solidaridad, contrato establecido entre dos personas físicas
mayores de edad, del mismo sexo o de sexo diferente, para organizar su vida común, no puede
firmarse entre dos personas ya casadas ni entre hermanos. Respeta, por tanto, un principio de
monogamia y retoma también, en lo que se refiere a las personas implicadas, la prohibición
del incesto. No permite el derecho a la adopción a las partes contratantes, ya sean
heterosexuales homosexuales.
El matrimonio heterosexual por sus propios fines procreadores, monogámico y estable, sigue
siendo la manera en que se concibe la familia, aunque las formas que esta puede adoptar se
han diversificado notablemente en los últimos 30 años.
El matrimonio y los ámbitos en que se prohíbe su aplicación reflejan un orden simbólico y
político; establecen en un determinado momento de la historia del país, los cónyuges aceptables
en función del estatus social, la raza o la sexualidad. Dos hombres o dos mujeres pueden decidir
vivir juntos y ayudarse mutuamente; pero tal pareja, al no reflejar ya la complementariedad
sexual ni la esencia de las relaciones reproductivas y sexuales (la mujer fiesta, el hombre
engendra, la mujer pertenece al orden de la naturaleza y el hombre al orden simbólico), debe
renunciar a los hijos.
La posición del padre homosexual divorciado o el mantenimiento de los vínculos con el niño
tras el divorcio: aunque la preferencia de nuestra sociedad (y de nuestro sistema jurídico) por
el biparentesco representa, para el homosexual, un obstáculo en el acceso a la filiación, se
convierte en una ganancia favorable cuando el homosexual, sobre todo si se trata de un padre,
ya tiene hijos de un matrimonio anterior, por favorece el mantenimiento del vínculo con ellos.
El padre divorciado o separado se encuentra jurídicamente en una situación idéntica tanto si
es heterosexual como homosexual. Pero en la práctica, los jueces ordenan una investigación
social, porque para la mirada social la homosexualidad del padre entraña el riesgo de ser
interpretada como un obstáculo para la concesión de la patria potestad o de la residencia.
La jurisprudencia relativa a la patria potestad o al alojamiento temporal de los hijos de parejas
divorciadas han evolucionado, pero todavía no se ha alcanzado la concepción de la
homosexualidad de uno de los padres como comportamiento normal. Los jueces conceden más
fácilmente el derecho de visita que la residencia habitual al padre homosexual, y se muestran
más favorables al mantenimiento de la relación paterno-filial cuando el progenitor, sobre todo
69
el padre, vive solo. La vida sexual privada del solicitante es el motivo más antiguo que justifica
la denegación de la residencia, en vez de centrarse en sus cualidades paternas o maternas.
Algunas jurisdicciones han denegado el ejercicio común de la patria potestad a padres
homosexuales, no tanto por la intimidad del padre o la madre sino en la persona del niño, en
sus intereses, en el riesgo de que su equilibrio psicológico se vea afectado. Consideran que los
hábitos homosexuales se declaran inmorales e incompatibles con el ejercicio del cuidado sobre
los niños menores, o que es un espectáculo que perjudica el buen desarrollo del niño,
precisamente en su esfuerzo mental de identificación. Por el contrario, otras jurisdicciones
toman decisiones que conceden la patria potestad conjunta o exclusiva, y la residencia habitual
al padre o madre homosexual, aunque esa relación homosexual plan de dudas a los niños, ya
que no representa un peligro para su desarrollo psico-afectivo, si este adulto se hace cargo del
niño en condiciones materiales y educativas satisfactorias.
Cómo sucede en la mayoría de los divorcios, la edad del niño es importante para la elección
de su residencia habitual. El niño pequeño suele confiarse a la madre, aunque ésta sea
homosexual; en cambio, cuando el hijo es mayor, puede atribuirse la patria potestad del padre,
sobre todo si el niño lo desea. Desde finales del siglo XX la convención europea de derechos
del hombre se opone a que la homosexualidad sea considerada como algo contrario al ejercicio
del parentesco y por eso excluida de sus derechos familiares.
Homosexualidad y homoparentesco: la familia extensa.
Plantearemos la cuestión de en qué medida los abuelos pueden basarse en el homoparentesco
para aceptar u olvidar la homosexualidad de su hijo. La posición de los abuelos se puede
distinguir en dos grandes principios de acceso al homoparentesco:
1. La búsqueda de un padre y una madre y la doble unidad familiar
2. La preferencia otorgada de una sola unidad familiar, de un solo sexo.
Si se elige la forma familiar del coparentesco hay una menor dificultad de comentar la
homosexualidad, pues esta forma de parentesco respeta el esquema de un hijo con una madre
y un padre. Los abuelos del niño pueden esperar que la filiación cree una unión de pareja que
acaben el matrimonio; suelen designar como “nuera” a la madre de su nieto.
Rechazan la homosexualidad del hijo/a y a su compañero/a (la pareja conyugal), pero aceptan
al niño y al copadre o comadre (pareja parental). También puede suceder que algunos padres
de homosexuales, primero se avergüencen de la “anormalidad” de su hijo/a y luego la vivan de
un modo completamente distinto cuando llega un bebé. El niño permite comunicar la existencia
de la pareja.
Ciertos rituales familiares, particularmente el de navidad, fueron dejados de lado durante un
tiempo entre los padres y los hijos que se hacen adolescentes y después adultos. La llegada del
niño permite volver a celebrarlos y que se renueven los vínculos familiares pues los nuevos
abuelos recuperan por un día su papel de guardianes de la tradición, pues la fiesta suele
celebrarse en su casa. También los abuelos quieren reafirmar su lugar por medio de este rito.
70
Llamarse familia, formar una familia.
El padrinazgo (parentesco espiritual) constituye un medio para definir un vínculo concreto y,
para los padres del niño, un modo de designar a otras personas. Estos padres espirituales
presentan el niño ante Dios, algo que no pueden hacer los padres carnales, presos en la Red de
la sexualidad y la procreación.
El bautismo, vínculo entre la padrino o madrina y el ahijado o ahijada, refleja también en enlace
entre dos linajes. Padrinos, madrinas, términos de parentesco ya conocidos e instituidos,
confieren una existencia social a sus portadores; permiten fijar las posiciones de cada cual.
Que los dos padres del mismo sexo se declaren en público como responsables del niño es
necesario para defender su situación familiar con respecto al niño en ciertas circunstancias,
como ante las instancias escolares. Afirmar que uno constituye o forma parte de una familia
homosexual, cuando tal configuración familiar es, por una parte, infrecuente, y por otra
inquietante, requiere un enfrentamiento. Se trata de revelar la identidad. Los padres han elegido
esta fórmula paterno-filial, ¿pero y los niños? Éstos observan que lo malo de tener madres
lesbianas es la actitud de los demás ante las lesbianas, o que el único inconveniente de tener
un padre gay es que los demás no lo aceptan. A estos chicos no es la homosexualidad de sus
padres, si no la consideración social con respecto a dicha homosexualidad.
Los hijos de padres homosexuales no pueden tener un padre y una madre en una sola unidad
familiar. Sus padres deben afrontar dos tipos de cuestiones:
1. la llegada del niño, sus orígenes y la posición qué ocupa en estos la madre-progenitora o el
padre-progenitor.
2. la composición del hogar o de los hogares implicados.
Para responder a estas dos cuestiones, es preciso tener en cuenta la importancia del rechazo
social a la homosexualidad y el homoparentesco, así como la referencia al modelo familiar
prototípico: un papá, una mamá y la negación del multiparentesco.
Conclusión: aquí volvemos a encontrarnos con la diferencia entre los sexos.
La filiación existe en las familias homosexuales. Cuando las parejas homosexuales reivindican
el reconocimiento de una posición parental para cada uno de los miembros de la pareja, no
exigen únicamente el reconocimiento de una función de parentalidad, si no también la
proclamación de su posición de parentesco y de su acuerdo de pareja. No niegan la diferencia
sexual, no niega la existencia diferenciada de lo masculino y lo femenino, pero rechazan
considerarla como el único fundamento del deseo, de la sexualidad, de la familia, del
matrimonio y de la filiación. De este modo nos inducen a retomar la definición de filiación para
precisar el papel de ésta en el establecimiento del vínculo social.
Todas las funciones parentales pueden ser compartidas, delegadas o transferidas, salvo lo de la
concepción y el nacimiento, que pueden discutirse o negociarse en su propia realidad. Que no
se pueda darle a otro este estatus de progenitor no conlleva obligatoriamente la transformación
del progenitor en padre. Algunas sociedades sólo basan el vínculo de filiación en la pertenencia
a una unidad matrimonial. El estatus de los hijos no deriva de haber sido concebidos por esa
mujer o aquel hombre, si no es un nacimiento en la unidad matrimonial.
71
El multiparentesco, en realidad, no supone la existencia de varios padres o madres, si no una
diferenciación entre tareas parentales (unas negociables y otras no) y status de parentesco. Por
lo tanto, es preciso reflexionar sobre el sentido último del parentesco.
Los status del hijo son en primer lugar, el de un ser globalmente dependiente en el plano
afectivo y material (generalmente transitorio), y, en segundo lugar, el basado en una relación
de filiación que perdura más allá de la infancia propiamente dicha. Se definen así dos tipos de
filiación:
1. la filiación de la primera infancia, que consiste en la cría y la educación.
2. La filiación que inscribe al niño en una cadena genealógica, una cadena sin fin en la que el
hijo, de forma muy provisional, sólo es el último eslabón.
Nuestra sociedad, al permitir técnica y socialmente la procreación o filiación al margen de las
relaciones sexuales, y al favorecer, por otra parte, la monoparentalidad por medio de
subvenciones para padres o madres solteros y la creación de estructuras de acogida para la
primera infancia, ha permitido al individuo eludir las restricciones físicas en la producción de
un hijo (esterilidad u homosexualidad) y emanciparse de la familia, de la sociabilidad primaria,
para criar al hijo. Tener y criar a un hijo se convierte en una elección personal de realización de
uno mismo.
Los gays y lesbianas que aspiran a formar una familia se sitúan de lleno en este movimiento de
reivindicación personal del bebé. Las lesbianas, por ser mujeres, siempre pueden reivindicar su
identidad materna, sea cual sea la fórmula de homo parentesco elegida. Los gays, por su parte,
inscribirse en el movimiento de los “padres-papá”, si recurren a la madre de alquiler o a la
adopción. Quién es eligen la coparentalidad adoptan, por lo general, un modelo de alternancia
del hijo entre las dos familias, un sistema en que las mujeres se ocupan principalmente de las
actividades de crianza y cuidado cotidiano del niño, mientras los hombres se llevan al niño los
fines de semana y una parte de las vacaciones.
Un hombre, una mujer, juntos o por separado, pueden tener un hijo y ejercer las funciones
parentales de la primera infancia. En cambio, el segundo momento de construcción de la
filiación, la inscripción del hijo en la cadena genealógica, que dispone el paso de la
reproducción física la reproducción social, es un asunto más controvertido. La atribución de
valor simbólico a la posición sexual es un asunto más discutible. ¿Qué modelo masculino debe
darse a un niño criado por mujeres? ¿Qué modelo femenino debe darse a un hijo criado por
hombres? En las parejas gays se desprende una ausencia de preocupación por la cultura
femenina, ya que el niño está por definición rodeado de dicha cultura. El mundo social de la
infancia sigue dominado por lo femenino, y la imagen materna no está ausente de las
representaciones de un niño criado en una unidad familiar masculina.
--
72
Modalidades actuales del ejercicio de la
parentalidad, en familias con hijos adolescentes.
Delucca, N. ‒ (2008)
Introducción
En este momento histórico, coexisten estilos muy diversos para resolver la crianza de los hijos.
En la actualidad se están expresando muchos cambios al estar funcionando modelos muy
complejos y heterogéneos. Se investigará el alcance y los efectos en la construcción de
subjetividades en las nuevas generaciones de estos modelos.
La autora plantea à la tendencia a la fragilización en los procesos y proyectos identificatorios
en adolescentes darían cuenta del desdibujamiento y vacilación de las funciones parentales;
unas y otras se relacionarían con una crisis de las significaciones sociales, por su modo de
circulación en discursos confusos, contradictorios y paradójicos. Dichas significaciones sociales
constituyen el armazón simbólico-imaginario, que sustentan y dan coherencia a las funciones
parentales. Esta humillación de las funciones parentales se ha llamado “crisis de la modernidad”.
Es posible que los actuales padres de hijos adolescentes hayan construido sus subjetividades
en torno a modelos combinados, provenientes de su propia crianza y de las representaciones
sociales actuales (por otra parte, heterogéneas y contradictorias) acerca del ser madre y padre
y sobre las relaciones con las nuevas generaciones. Esto en íntima relación con la indefinición
que poseen aún hoy, las representaciones sobre qué es ser hombre o mujer. Se formula así el
presupuesto de que la parentalidad y los modelos identificatorios que se ofrecen a los hijos se
están ejerciendo de modo VACILANTE, CONFUSO Y MUCHAS VECES CONTRADICTORIO.
Los efectos de lo transmitido a los hijos se evidencian especialmente cuando estos atraviesen
la tramitación adolescente.
Estado actual del tema.
Los grandes cambios históricos en los modos de producción y la organización social (el sistema
económico que rige en la sociedad, la organización del Estado y sus objetivos, los dispositivos
de poder y el lugar que éstos asignan al hombre y la mujer) se articulan con las transformaciones
familiares, sus modalidades de funcionamiento, su organización, la relación entre los sexos y
con los hijos, y el lugar que se les da en la familia. La familia es señalada como institución
mediadora entre la sociedad y el individuo, en cuanto reproduce o transforma los valores,
ideales, lo rechazado o lo denigrado por dicha cultura.
La familia tradicional burguesa plantea un modo especifico de relaciones familiares acorde a
las significaciones socialmente aceptadas occidentales del SXX (patriarcado). A partir de las
reivindicaciones feministas se vieron favorecidos grandes cambios en la última mitad del SXX.
• Gradual declinación de los valores e ideales del patriarcado
73
•
•
Por la creciente profesionalización y capacitación laboral de la mujer se reparte más el poder
dentro de la pareja
Disminuye el poder y la autoridad de los padres sobre los hijos.
•
Se apunta a los logros personales por fuera de la realización en la familia por lo que se
tiende a tener menos hijos, tenerlos más tarde o no tenerlos.
• Hay más diversidad de formas de organización familiar (monoparentalidad, nuevas
construcciones familiares luego del divorcio).
Estos cambios generaron nuevos conceptos teóricos que ponen el acento en la subjetividad
como una construcción inter, intra y transubjetiva. Desde el psicoanálisis podemos pensar los
lugares y funciones familiares como significados desde la cultura y el lenguaje, antecediendo
así la formación de las familias y el nacimiento del hijo. Las significaciones sociales son el
universo simbólico que sirven de fundamento a la construcción de la subjetividad.
Marco teórico de referencia.
FAMILIA = estructura (o sistema de relaciones) compleja, heterogénea, abierta y cambiante,
no sólo en los tiempos históricos sino en su propio devenir. La consideramos en 2 niveles.
1. Empírico: lo que es consciente para sus miembros y observable à las relaciones
familiares y lo que producen.
2. Inferible: lo alejado de la consciente de los miembros à fundamentos, reglas y
significaciones que sustentan el ejercicio de las funciones parentales y filiales.
La ley fundante de la familia en nuestra cultura occidental = la ley de la prohibición del incesto
y el parricidio, supone la formación de una pareja ex orgánica cuyos miembros pertenecen a
dos grupos familiares diferentes, que instalan el intercambio y relaciones de reciprocidad entre
los grupos. Esta organización que la cultura construye es previa al nacimiento del individuo,
opera como una matriz simbólica y los lugares de esta matriz (estructural parentesco), se irán
ocupando por sujetos singulares a partir de la alianza conyugal. Sin embargo, las nuevas
organizaciones familiares, el divorcio con segundas y terceras alianzas con hijos de diferentes
progenitores, desdibujan un poco la contundencia de esta ley.
Cada contexto, comunidad o subgrupo establece para las familias grados permitidos y
prohibidos en la regulación de sus vínculos; este ordenamiento y legalidad produce una
diferenciación entre generaciones y los sexos. La única invariante universal es la necesidad de
toda cultura y de toda sociedad de instituir un ordenamiento que busca organizar y diferenciar
los vínculos. Lo inquietante del momento actual es la vacilación de las reglas que regían el
sistema de parentesco y el no surgimiento de otras reglas claras constituidas por el conjunto.
Dentro de la familia consideramos
•
•
Los lugares y denominaciones de los términos de parentesco.
El ejercicio de la parentalidad a través de las funciones que en ella se realizan.
En la estructura del parentesco, como construcción cultural y social, consideramos 4 lugares y
denominaciones (madre, padre, hijos y familias de origen de los padres) que generan diferentes
vínculos a los que se les adscribe ciertas funciones.
• Madre y padre = pareja o alianza legal o, de hecho
74
• Padres e hijos = parento-filial,
• Hermanos = fraterno
• Hijos y familias de origen = vínculo ancestral (por su función de transmisión de mitos,
creencias y tradiciones.
Las funciones simbólicas en la familia:
•
•
FUNCIÓN AMPARADORA PRIMARIA (denominada como función materna).
FUNCIÓN SIMBÓLICA, DE CORTE Y DIFERENCIACIÓN (denominada como función
paterna).
Estas dos funciones fundamentales que se ejercen desde las instancias parentales son
operatorias necesarias para la constitución y construcción de la organización psíquica del sujeto.
Se espera que sean encarnadas por personas reales provenientes del conjunto familiar al
comienzo de la vida y luego ampliadas por otras redes vinculares extrafamiliares.
Ambas funciones operan en el psiquismo infantil presidiendo los procesos de identificación y
de diferenciación constituyentes de la alteridad, y a través de las mismas se produce la
transmisión de valores, ideales y significaciones tanto del conjunto social como de las
generaciones anteriores = portavoces y mediadores del macrocontexto. Este proceso de
CONSTRUCCIÓN DE LA SUBJETIVIDAD es lo que marcamos en su vertiente INTRA (lo que
el hijo inscribe y metaboliza), INTER (lo que se construye en y por los vínculos) y
TRANSUBJETIVA (lo que se inscribe de las marcas sociales y culturales). No es solo una
construcción realizada por los hijos, sino que también los padres van siendo afectados en el
devenir familiar por nuevas marcas. Así también son constituyentes de las relaciones de poder,
dada la asimetría de los vínculos parento-filiales.
•
•
FUNCIÓN FILIAL.
FAMILIAS DE ORIGEN O LOS ANCESTROS
Las significaciones imaginarias sociales à construcciones colectivas organizadoras de sentido
de cada época social-histórica estableciendo lo permitido y lo prohibido, lo bueno y lo malo,
etc. Son un sistema de interpretación y de valoración produciendo adhesiones y su
interiorización en los sujetos, y también una pieza eficaz del sistema de control social de la vida
colectiva, en especial del ejercicio de poder.
efecto en las instancias parentales en el ejercicio de sus funciones y en las relaciones
parento-filiales ya que se transmiten en el interior de la familia.
ACONTECIMIENTO = lo que no cabe en la representación en ese momento, sino que se
presenta y exige una operación que se describe como suplementación. La entrada de los hijos
en la adolescencia, puede resultar un “acontecimiento” por lo novedoso que aporta a la
estructura familiar.
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La transmisión transgeneracional en la familia:
su valor y función en la construcción de la
subjetividad.
Delucca, N. y Petriz, G. ‒ (2003)
La transmisión entre generaciones es un proceso que ocupa un lugar en la construcción de la
subjetividad, como en sus fallas. Un aspecto fundamental de esta transmisión se realiza en el
seno de la familia, como una de sus funciones.
Familia = organización o institución atravesada por el devenir histórico à cada época construye
y propicia determinados valores y modos de funcionamiento por sobre otros, acorde con lo que
espera de los sujetos que la componen. Si bien la transmisión de normas y valores sigue
residiendo en el grupo familiar, la escolarización y el impacto informativo de los medios de
comunicación masivos se han erigido frente de la familia como competidores poderosos.
La familia es una construcción de la cultura y no un hecho natural. Donde la naturaleza dejó
algo librado al azar, la cultura crea una regla. Pensar en la ley de prohibición del incesto como
fundamento de creación de la familia permite conceptualizar la estructura lógica, un orden
invariante dentro de la diversidad de sus contenidos. Este orden reconoce quién es quién y el
lugar de cada uno, instituyendo relaciones y vínculos diferenciales:
• De consanguinidad (hermano-hermana).
• De alianza (esposo-esposa).
• De filiación (padre-hijos).
• Transgeneracional o ancestral (nieto-abuelos).
Se prescribe la expresión de la sexualidad a través de la “corriente tierna” para todos los
vínculos, generándose los afectos y su expresión en sentimientos. La prohibición alcanza
también a la otra cara del amor que es la hostilidad. Quedarán inscritos en lo inconsciente tanto
los deseos incestuosos como los de muerte.
A la inscripción psíquica de la ley de la cultura se la llama psicoanalíticamente ESTRUCTURA
DE EDÍPICA, referida a la instauración de una lógica y de su representación por parte del sujeto:
yo-el otro significativo y los muchos otros. Este orden simbólico familiar y su registro psíquico
permiten captar que el espacio del yo propio es limitado, que hay otros diferentes en edad y
sexo. Esto es la “castración simbólica” = saberse sexuado, necesitado del otro inmortal, sujeto
a un orden que trasciende a los individuos singulares.
Tres funciones básicas que se articulan en la familia:
1. La función de sostén.
2. La función simbólica de corte y diferenciación.
3. La función de transmisión.
La instancia psíquica del yo hace que el sujeto se diferencia de otros y le permite una incipiente
noción de su identidad propia, y es la responsable de la captación de la temporalidad: de un
76
antes y un después. La pregunta por el origen, lo anterior al nacimiento, implica el origen de la
pareja y sus ascendientes.
En la cadena transgeneracional se articulan LAS FAMILIAS DE ORIGEN, los padres de los
padres, ahora abuelos o sea sus ancestros. La transmisión tiene dos ejes:
1. Uno sincrónico, que incluye las significaciones del conjunto social.
2. Uno diacrónico, donde están implicado en las generaciones anteriores y que constituye la
transmisión generacional.
Aquí se inscribe la abuelidad . El nacimiento del hijo en la familia crea la función de madre y
padre (antes esposo y esposa), y también crea la función del abuelo/donante.
Para los viejos, la abuelidad puede ser pensada como un momento creativo, como una
oportunidad de trabajo psíquico y elaboración de situaciones no resueltas, o bien los enfrentará
al dolor de lo no asumido y el refuerzo defensivo de su denegación. Se da un doble intercambio
entre los jóvenes que encuentra en un punto de anclaje en estas personas que tienen con ellos
un vínculo afectivo y que representan alguna permanencia en la vorágine del devenir, y los
abuelos, que sienten que recuperan un lugar de reconocimiento al poder ser escuchados y
transmitir sus experiencias. La generación intermedia, la de los padres, pueden presentar
resistencias a percibir a sus grandiosos padres de la infancia como abuelos, como viejos que
han perdido su poder. Que estos hijos, ahora padres, pierdan el sostén que siempre
representaron las figuras de sus padres puede generar sentimientos de hostilidad,
complejizando la función del abuelo de su lugar.
Existen simultáneamente diferentes tipos de transmisión que se realizan a través de lenguaje (lo
que se expresa en el habla, y lo que se calla, las actitudes, los gestual, lo expresado
corporalmente). En síntesis, los antepasados nos dejan como herencia:
1. Aquello que quedó ligado afectivamente y representado en el aparato psíquico y por lo tanto
puede ser recordado y transmitido en palabras.
2. Lo que tuvo inscripción y palabras, pero fue reprimido y olvidado.
3. Lo que no pudo ser ligado ni representado y no tuvo palabras porque fue desmentido o
recusado de la realidad, como un hecho traumático que nunca existió.
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77
Familias desordenadas
Derrida, J. Y Roudinesco, E. - (2003)
En defensa de la idea de que es necesario aceptar que las parejas homosexuales puedan tener
hijos, nada permite decir hoy que los hijos de homos, están más perturbados que los otros o
sea más ignorantes de esa famosa diferencia. Esa diferencia se transmitirá al niño porque lo que
permanece inevitable es la realidad biológica de la fabricación de un ser humano.
¿Acaso una pareja de hombres homosexuales propone o impone dos padres a su hijo? ¿No hay
siempre, en todas estas situaciones, entre nosotros, un padre y una madre?
Entre Freud y sus sucesores, incluidos Lacan, la teoría edípica supone un modelo fijo: la
identidad estable del padre y la madre. Y sobre todo de un madre supuestamente irremplazable.
A largo plazo, lo que debería verse afectado por lo que desplaza el modelo familiar es la
aproximación psicoanalítica de esta cultura. La transformación del medio psicoanalítico no deja
de estar relacionada con la transformación de la estructura familiar. Nos enfrentamos con una
transformación de la propia sociedad, con una transformación de ese modelo.
Lo que es inalterable de la familia, lo que seguirá atravesando la Historia, es que hay, o que
haya, algo que se llama familia, un lazo social organizado en torno de la procreación. No hablaría
de una eternidad de cualquier modelo familiar sino de una transhistoricidad del lazo
familiar. Siempre habrá no LA familia sino algo que se llama familia, lazos, diferencias sexuales,
relación sexual, un lazo social alrededor del alumbramiento en todas sus formas, efectos de
proximidad, de organización de la sobrevida, y del derecho. Pero esta persistencia de un orden
no produce ninguna figura a priori determinable de cualquier modelo familiar.
Hay quienes piensan que la homosexualidad es una cultura, a la manera de un género una
identidad construida, otros afirman que es innata, hasta genética, instintual. Yo intento no ser
ni naturalista ni constructivista. Entre ambos, se inscribe el concepto de psiquismo. Todavía es
preciso saber que se entiende por psique ‒ o la cultura, o lo simbólico, para retomar, sin
acreditarlas- la cual toma el relevo diferencial, justamente, de las leyes llamadas genético
biológicas. En ciertos momentos, esta diferencia puede interrumpirlas; en otros, puede
introducir la economía de una nueva configuración. Diferencia significa a la vez lo mismo ‒ lo
viviente solamente diferido, sustituido, reemplazado por un suplente vicariante, por una
prótesis, por un suplente en el que aflora la técnica- y lo otro. Para volver a esa palabra, habría
psique, o sea, vida, no bien aparece esa diferencia, o más precisamente apenas deja una huella.
Hoy, menos que nunca, uno puede estar seguro de que la propia madre es la que uno cree ver
pariendo. La madre no es solamente la genitora pues otra persona puede convertirse o haber
sido la madre, una de las madres. Antes de llegar a la posibilidad de las madres portadoras, se
sabe que, en ciertos medios sociales, la madre daba a luz. Pero era otra mujer ‒una nodriza- la
que educaba al niño.
La madre no es la que llevo el niño, ni siquiera la que pare. No obstante, habrá un nacimiento
y un lazo familiar alrededor del niño. Este invariante permanecerá, pero la organización de los
sitios respectivos se vuelve más móvil. Nunca fue natural para ninguna viviente, pero cada vez
lo parecerá menos.
78
El genitor no es el padre. El padre es alguien que reconoce a su hijo, la madre reconoce a su
hijo. Ese fenómeno de reconocimiento jamás se reduce a su dimensión legal ni a cualquier
privilegio paternal o maternal, sin que además uno sería muy imprudente si lo reservara a la
familia humana.
A los niños a quienes se engaña sobre su origen siempre presentan síntomas que significan que
su inconsciente conoce la verdad, aunque la deformen. Pero si yo estoy absolutamente seguro,
consciente e inconscientemente, de que mi madre es mi madre y mi padre mi padre, la cosa
funcionara. A condición de que sea cierto y los padres no oculten un secreto sobre la filiación;
si guardan el secreto dejando los síntomas del secreto, no funcionara. Cuando los propios
padres ignoran el origen del niño, no mienten al trasmitir la verdad de su ignorancia. De hecho,
el secreto que quieren disimular siempre retorna en forma de síntomas.
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79
Transmisión generacional, familia y subjetividad.
Gomel, S. - (1997)
Introducción.
En la transmisión entre generaciones ¿qué se transmite de una generación a otra y cuáles son
sus vías? Pensar en la transmisión psíquica conduce a ubicar en primer plano el concepto de
intersubjetividad. Ya en el terreno específico de la transmisión, la intersubjetividad es eficaz
productora de subjetividad, pues la continuidad psíquica de las sucesivas generaciones a partir
de la pertenencia a una cadena genealógica, impone una existencia de trabajo a los sujetos
eslabonados en ella. La transmisión, dato ineludible de la vida psíquica dejara su marca en el
sujeto a través de complejas operaciones de reinscripción y transformación.
La autora propone enfocar el acarreo entre generaciones a partir de tres ejes: los transcultural,
las significaciones imaginarias sociales y familiares y lo no advenido al campo representacional.
Los canales utilizados, son primero, el discurso familiar, vía regia de los transgeneracional
abordable a partir de las huellas de los hablantes en los enunciados, como lugares de inscripción
y posicionamiento de las subjetividades anudadas en los vínculos de parentesco; segundo, la
trama fantasmática, que es el rastreo del escenario fantasmático qué se convierte en vía de
acceso a posicionamientos subjetivos ignorados, sostenidos a lo largo de las generaciones; y
tercero, el régimen de las identificaciones, que conforma una de las maneras más poderosas
de enlace entre pasado, presente y futuro.
Otra cuestión es la de ¿cómo subsiste la prehistoria vincular en los nuevos lazos? que para lo
transgeneracional se puede plantear en términos de la temporalidad retroactiva. La historia de
una familia se construye en su transmisión: transmitir un pasado es, en verdad, construirlo. El
aprés-coup ubica en sus respectivos andariveles las complejas relaciones entre trama familiar,
transmisión y efectos de subjetividad. Las historias familiares son una variedad de permanencia
y transformación. Que el aprés-coup sea la temporalidad instituyente de lo transmitido se
ensambla con la ubicación del azar dentro del campo transgeneracional. Los lazos de parentesco
reconocen en sus condiciones de producción la historia de los vínculos ancestrales y el sesgo
impensado de nuevos encuentros: azar y necesidad se solapan en una dialéctica compleja. Los
nuevos vínculos vendrán a suplementarse al entramado inicial. Un hijo no sólo abre a nuevos
universos de sentido por el advenimiento de un integrante a la familia, sino que conmueve el
entramado anterior e impulsa una reelaboración fantasmática, pues el valor simbólico del niño
es ejercer un movimiento permutativo en la línea genealógica. En el plano familiar se produce
la articulación entre lo azaroso acontecimiento tal y las leyes de funcionamiento vincular, y en
el acarreo transgeneracional aparece como condición de partida de la vincularidad y legalidad
co-instituyente para el armado de la subjetividad.
Capítulo 1: acerca de lo transmitido.
Freud señala, a partir de eso conceptualización acerca de la realidad psíquica, que el
encadenamiento causal eslabonado desde el asesinato del padre hasta nuestros días no
80
quedaría interrumpido si es asesinato no se hubiera cumplido verdaderamente. Agrega “en la
vida psíquica del individuo pueden tener eficacia no sólo contenidos vivenciados por el mismo
sino otros que le fueron aportados con el nacimiento, fragmentos de origen filogenético, una
herencia arcaica, lo que se reconoce como el factor constitucional en el individuo”. Aparece
aquí una segunda vía de transmisión: fragmento de la vida psíquica de las generaciones
anteriores se convierten en parte del equipaje inconsciente de generaciones posteriores, en una
suerte de desplazamiento en la dimensión oncogénica a la filogenética.
Transmisión generacional será entonces el modo peculiar en que verdades y saberes, odios y
amor, deudas y legado, posibles e imposibles, se traspasan de los viejos a los nuevos sosteniendo
que la voz de las generaciones no se silencia. La herencia no puede ser recibida pasivamente:
requiere del sujeto un trabajo de apropiación de su misma sustancia.
La realidad vincular
Realidad psíquica à El conjunto de sentidos al cual un sujeto adjudica valor de realidad y se
diferencia de la realidad material aún cuando mantiene con ellas sutiles conexiones. Hay una
serie de realidades diferenciales:
• Realidad psíquica, producción de sentido de un sujeto construida a través de su historia.
• Realidad material, decantación de una cultura en su entramado simbólico e imaginario.
• REALIDAD VINCULAR o intersubjetiva, producto de un sistema de intercambio que organiza
las representaciones a partir de una matriz transpersonal construyendo una historia.
Está anclada en la trama fantasmática y transmitida entre las generaciones. También
confluyen en ellas todos los aspectos determinantes del imaginario familiar, pilar del sentimiento
narcisista de pertenencia al conjunto y sostén del lazo social. Realidad vincular armada por
redes ancestrales, a ser reelaborada por cada nuevo miembro, se sustenta en una combinatoria
interpersonal que angosta la oferta de la cultura y compone su propia lectura tanto de la
realidad material como de la psíquica, brindando el marco para las transcripciones singulares.
Debe darse por supuesto un espacio de revisión una brecha posibilitadora de la constitución
de aparatos psíquicos capaces de llevar adelante su propia versión re modeladora. También se
juega la superposición de realidades específicas para los distintos vínculos de parentesco: en
una familia o existe en la realidad vincular de la pareja parental, junto con las de los diversos
lazos entre padres e hijos, e incluso de cada uno de los padres con un hijo, también los vínculos
con las familias de origen y fraternos se asumen en este conjunto.
La manera de relacionarse un individuo con su historia, en una dialéctica del recuerdo y del
olvido, le es impuesta por su realidad psíquica atravesada por lo genealógico; a su turno
implicará algún tipo de retorno sobre la trama familiar.
La familia como intermediario.
La familia como intermediario participa de las características de diversos espacios a introducir:
lo cultural, las significaciones imaginarias, lo genealógico como prehistoria y la psique singular,
espacios lógicamente diversos, pero no antinómicos. El modo a través del cual la familia da lugar
81
a la construcción subjetiva de sus miembros transcurre por el camino obligado de su raíz
cultural.
El infans remodelará y metabolizará lo transmitido por vía de la combinatoria deseante parental
para adecuarlo a sus propios postulados de funcionamiento psíquico. Esta tarea requiere que
el material ofrecido haya sido alcanzado por la represión de los padres, a partir de un trabajo
de transformación y complejización vincular exogámica. Ocupar un lugar en la estructura de
denominaciones del parentesco no implica necesariamente desplegar la función respectiva.
La dimensión transcultural
Edificada sobre reglas y operaciones que atraviesan todas las culturas y se inscriben en el
psiquismo más allá de un contexto determinado, configura uno de los planos de la transmisión.
Se ubica aquí en primera instancia el sistema de la lengua, reguladora de la posibilidad
biológica, psíquica y social de la vida humana. El mundo de las palabras es el artífice de ese
universo de las cosas, incluidas las relaciones de los hombres entre sí.
La familia puede pensarse como precipitación de los sistemas de parentesco propios de una
cultura, y lo transmitido de una generación a otra las bases mínimas para garantizar a través del
intercambio la posibilidad de establecer nuevas familias. Si las instituciones tienen una función
decisiva en el armado de la subjetividad, esta pasa por el reconocimiento subjetivo de los
diversos lugares sin confusión, para que el ser humano pueda trasladarse de un punto
genealógico al otro, por ejemplo, del lugar hijo al lugar padre y así sucesivamente.
Ante la necesidad de sepultamiento de las mociones pulsionales del sujeto incompatibles para
los dos enunciados culturales, e incompatibles también con el armado de una identidad
identificatoria ligada al sostén narcisista brindado por el conjunto, la represión será entonces el
mecanismo fundante. La instauración de lo reprimido para el hijo sólo podrá efectivizarse si
también los padres han podido renunciar a sus sueños incestuosos; la transmisión especifica de
esta manera las coordenadas simbólicas para dar lugar a la operación represiva en el sujeto,
erigida si en la invariante transcultural.
Las reglas simbólicas componen un orden transubjetivo impreso en la vida psíquica. Además, la
cultura vehiculiza significaciones de orden imaginario social a quienes lo habitan. Este
imaginario refiere al conjunto de significaciones por las cuales una familia, una institución o una
sociedad se configuran como tales, creando no sólo formas específicas de relacionarse sino
también configuraciones subjetivas. La familia inserta en la cultura alberga el malestar en la
cultura, a través del sometimiento a una ley distanciadora de los cuerpos a favor del lazo social.
Transmisión del ideal del yo-superyó.
La instancia del ideal, en la oscilación ideal del yo-yo ideal, y la función superyóica, se
transmiten a través de las generaciones y establecen desde Freud un eje privilegiado en el
eslabonamiento de la historia.
Ideal del yo à aspiración idealizante; el superyó à coercitivo. El ideal del yo abre una brecha
entre el Yo y el Ideal organizando la distribución entre el ser y el tener. Es una dimensión
eminentemente simbólica que se debe ejecutar sobre el horizonte de la incompletud: siempre
82
falta algo en el yo y en el otro para coincidir exhaustivamente con el ideal. El sistema de ideales
familiares se organiza bajo la alternancia Yo Ideal-Ideal del Yo.
Los procesos identificatorios entramados en una familia ponen sobre el tapete la oscilación del
ideal del yo-superyó, en su carácter antinómico entre el deseo acorde a la ley y el deseo
tumultuoso.
Las significaciones imaginarias.
Las ideologías, los sistemas de valores y creencias o los cánones estéticos = sostén de la
cosmovisión predominante en un momento histórico determinado; este campo conforma a su
vez un eje de la transmisión.
Las significaciones imaginarias se convierten en proveedoras de sentidos para la psique;
podemos hablar así de una convergencia entre el imaginario individual y el social, lugar de
encuentro en el cual los sujetos pertenecientes a una misma cultura comparten significaciones
propias de la misma.
El contexto histórico-social a través de sutiles anudamientos hace aparecer como anhelo
individual aquello que es condición de la cultura, asegurando la cohesión necesaria para
perpetuarla. Cada época es propiciatoria de determinadas configuraciones subjetivas y no de
otras.
Una de las características del discurso social acerca de la significaciones imaginarias es hacerlas
aparecer necesarias, auto evidentes y naturales. Del mismo modo sucede en las familias: se
genera un sistema de convicciones comunes en apariencia no formuladas por sujeto alguno,
enunciados “objetivos” y totalizantes.
Transmisión de lo no representado.
Existe otra dimensión de la transmisión referida a lo no arribado al estatuto de representacióncosa o representación-palabra. Huella sonora, visuales, táctiles, inscripciones arcaicas de los
lazos entre los cuerpos, dependen de códigos de reconocimiento fundamentados en la
experiencia perceptiva, al modo de los signos de percepción. Significantes de demarcación
surgidos de una primera selección por repetición, a partir del proto-oposiciones:
presencia/ausencia, placer/displacer, etc. Relacionados con la función referencial del signo,
poseen también un efecto de sentido.
Lo vivido previo a la constitución del inconsciente en cuanto instancia diferente y a la represión
originaria como su organizador, deberá ser metabolizado por el infans: meta no alcanzable en
su totalidad por cuanto es imposible para el campo de la representación cubrir todo lo psíquico
y siempre persistirá un resto traumático de la relación primordial. Sin embargo, arcaicas a través
del cuerpo y sus inscripciones se transmiten vivencias y registros ya efectivizados en otras
escenas psíquicas. La función erogeneizante materna abre los surcos funcionales del cuerpo del
futuro sujeto en un movimiento siembra anticipado a la formulación de una demanda por parte
del niño. Las zonas de encuentro entre este niño y quien ejerce la función materna van a ir
marcando la geografía de los investimientos. La trama de ligaduras sobre las cuales ha de
organizarse un campo posible para dar lugar a la represión primaria es vehiculizada por el
vínculo madre-niño condensación de la dramática de los lazos de parentesco: función materna
83
se jugará en forma a compensada con las restantes funciones, erigiéndose en representante del
conjunto familiar y también social. La oferta materna de sentidos no sólo la convierte en
portavoz de la cultura a la cual pertenece sino también del peculiar recorte significante hecho
por cada familia.
En segundo término, aparece lo que no pudo ser representado, pero es pasible de
transformación en representación-cosa o representación-palabra: situaciones donde lo no
advenido al campo representación al en una generación se transfiere en su cualidad de no
representado a las siguientes.
Cuestiones y representadas no integrada sigue cada mente en una generación frecuentan la
familia al modo de los dos tiempos del trauma, tiempos ligados no sólo al despliegue de un
aparato psíquico sino también en la temporalidad de lo genealógico.
Los vínculos están recorridos por vivencias ligadas o desligadas que atraviesan los cuerpos y
marcan posibles e imposibles del mundo psíquico. Así como la transmisión realizada a
predominio de los niveles simbólico e imaginario se apoya en la noción de falta, en el primer
caso enlazada a la prohibición del objeto endogámico y en el segundo a lo faltante al armado
narcisista vincular, esta tercera dimensión se funda en mecanismos de apartamiento y rechazo
de lo faltante que exceden en mucho a la represión.
Es difícil establecer la ubicación tópica de lo no representado en relación a los vínculos,
perfilándose la necesidad de plantear una tópica intersubjetiva, especialización de diferentes
operatorias sostenidas por varias psiques, y también estratificación de funcionamientos
disímiles en el entramado vincular.
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La inscripción transgeneracional del deseo
parental en la elección del nombre del niño
Tesone, J. ‒ (2009)
Nuestro nombre propio es inseparable de nosotros, es la esencia misma de las personas. El
nombre es inseparable de la persona y sirve para individualizarla.
Algunas observaciones históricas y culturales
El apellido ha asumido mayor importancia recientemente; en el renacimiento es cuando
comienza la fórmula nombre ‒ apellido. Hasta ese momento sólo había un nombre único.
Correspondía a nuestro nombre de pila actual y no era transmisible de generación en
generación. A cada niño se le atribuía un nombre diferente y creado libremente por sus padres.
El dador de un hombre no se limitaba, realizaba un verdadero acto de creación de un hombre,
generalmente inédito y sobre todo por la expresión de sus deseos en relación al niño. El nombre
trazaba un surco y podía así gravitar en el destino del niño. Se entiende así el porqué del cuidado
con el que era elegido.
El nombre, en sus semantización, permite reconocer los fantasmas parentales concernientes al
niño. Se atribuye al nombre un inmenso poder psíquico sobre el destino del ser humano, un
hombre no es nunca indiferente implica una serie de relaciones entre lo que lo lleva y la fuente
de donde proviene.
El nombre es uno de esos medios, quizá el principal, que sirve como inscripción y memoria
colectiva.
¿Por qué nombrar? ¿Es obligatorio hacerlo?
Un ser no existe antes de recibir un hombre. Para existir realmente hay que haber sido
nombrado, nadie puede llevar un nombre sin haber sido nombrado por otro. Tener, poseer,
llevar un nombre, significa haber adquirido un lugar en un sistema simbólico.
El nombre es ella en forma indeleble el cuerpo del niño. Le confiere un título que convierte al
niño en un ser irremplazable. Le abre el derecho a ser reconocido en su identidad singular.
El nombre de pila, como la piel, contiene al niño le sirve como límite entre su cuerpo y el del
otro. La nominación, como acto de reconocimiento está ligado indisolublemente a la función
simbólica de la parentalidad. Cuando un niño nace, su llegada al mundo no le garantiza por sí
sola su inscripción en un universo simbólico, esta posibilidad debe ser ofrecida y esto se lo da
el otro, a través del lenguaje que lo precede.
El primer rastro, la primera inscripción simbólica se produce en la producción del nombre,
momento privilegiado, copulación simbólica de los linajes maternos y paternos que precede o
sigue la escena primitiva.
85
El niño no elige su nombre, tampoco elige a sus padres, ni su propio cuerpo. Al llegar al mundo
vendrá a ocupar un lugar de amor o de odio, fruto del deseo o de un error y ocupará un espacio
vital o llenará un vacío un niño trae en su escrito el mito familiar, pone en escena diferentes
tragedias interfamiliares intergeneracionales que con su trama contribuyen a tejer las redes de
un inter texto.
Recibir un hombre de pila, aceptar el don parental, significa situarse generacionalmente,
reconocer que la sangre del ancestro circula en nuestras venas. Se atribuye un hombre a un
niño, pero se atribuye también un niño a un nombre. El nombre lleva a sí mismo una fuerza
significante, es la bisagra entre el ante texto (mito familiar) y el texto (el sujeto). Cuando
hablamos de la fuerza significante del nombre, queremos decir que el niño será influenciado
por la fuerza de los significantes parentales que se le digan de manera inconsciente con el
nombre de pila.
Si bien estamos de acuerdo con la importancia del apellido que lleva el individuo, pensamos
que actualmente el valor semántico del apellido nuestra cultura no es el mismo que tenía en la
antigüedad. Aunque el apellido puede darnos indicios sobre el origen étnico, cultural o la
pertenencia social, ese recorrido del apellido no nos aclara mucho sobre la comprensión del
deseo parental. Su transmisión responde más bien a mecanismos de organización social y su
regulación depende exclusivamente de reglas comunitarias.
Actualmente el nombre de pila es elegido a través de una lista establecida con anterioridad. Sin
embargo, siempre hay una elección singular que sella el nombre de pila del niño con el blasón
familiar. El hecho de qué uno no sea consciente de las razones que motivan esa elección no
impide que el grafismo de ese nombre de pila, la marca familiar imprima caracteres indelebles.
Qué el nombre de pila esté desprovisto de significado no quiere decir que esté desprovisto de
efecto significante, en la medida en que allí está el juego el deseo parental.
En las huellas del nombre de pila hay huella de otro en nosotros, entrecruzamiento de las tramas
que cruzan las generaciones. Nombrar a un niño no es sólo situarnos socialmente, introducirlo
en un sistema de clasificación. Pensamos que también es inscribirlo en una historia simbólica
familiar: el significante del nombre de pila se encadena con los significantes parentales.
Presentación clínica (ejemplo).
Intervino la policía en convocar al padre por petición de la madre ya que ésta se quejó de los
malos tratos de su marido hacia los hijos, en especial al mayor.
La familia está compuesta por una pareja de padres y una pareja de hermanos (Christos, 7 años
y Sergio, 4 años). El padre es de origen griego, pero vive en Francia desde los 27 años. La
madre es de nacionalidad portuguesa. Ambos se conocieron poco tiempo después de haber
llegado a Francia. Christos nació en Francia, no obstante, vivió dos años en Portugal en la casa
de sus abuelos maternos (entre su primer y tercer año). Además del francés se le enseñó
palabras griegas y yugoslavas por pedido del mismo niño. El idioma que se habla en la casa es
el francés, elección impuesta por la madre la cual impuso en la familia una prohibición implícita
de hablar portugués. Sin embargo, Christos hace lo imposible para juntarse con un compañerito
con quien puede hacerlo.
Cuando se le preguntó a este niño cómo se llama el dijo Cristian, pero rápidamente precisó que
en la escuela lo llaman a veces Christos. Esto es porque su madre lo llama Cristian y su padre,
86
Christos. Si se le pregunta a él como prefiere que lo llamen, dice Cristian. Esta actitud por sí
misma muy expresiva permite descubrir una problemática de identidad que revelará estar en el
centro de los conflictos familiares.
Concluimos en que el impacto migratorio ha desencadenado en esta familia una modificación
angustiante de su identidad, de la cual este niño es el resultante. La migración debe haber
provocado en los padres una doble fractura, en relación a sus orígenes y en relación a su medio
actual. La madre había intentado una sobre-adaptación a la vida francesa que resultó en una
ruptura casi total con su historia. El padre no era valorizado por su mujer y, además
representaba un testigo persecutorio del falso self de ella. Todas las vivencias la han llevado a
catequizar uno de los aspectos fundamentales de la identidad de una comunidad, es decir, la
lengua.
Christos se ha convertido en víctima de esta realización narcisística, y ha pasado hacer el sujeto
deseado, era utilizado, idealizado y por eso mismo objeto que debía remediar su carencia. La
palabra Christos es una manera para su madre de tomar la palabra ella misma. El padre sólo
puede expresarse entonces de manera violenta, único medio que ha encontrado para creer que
impone la ley. Christos era el nombre de pila que sólo permaneció como tal para el padre,
porque este lo había elegido como un hombre que lo reconcilió con sus orígenes. Para la madre,
el hijo pasó a ser Cristian, nombre que para ella significa la inscripción simbólica en un universo
francés.
Fue muy interesante comprobar el intrincamiento que había entre el discurso parental y el
material suministrado por el niño durante la sesiones. No se trataba de un correlato temático
sino simbólico: el levantamiento de los reprimido familiar permitió al niño avanzar en la
resolución de sus conflictos. Nos enteramos de qué Christos llevaba el mismo nombre que el
hermano mayor fallecido de su padre. Si su hijo llegaba a ser realmente Christos y no Cristian,
representaría de alguna manera el fantasma de este hermano-padre “matado”, retorno
persecutorio del vengador. Christos cargaba en si con la muerte de su tío paterno y con el duelo
no elaborado de su padre.
En la medida en que este padre pudo elaborar la muerte de sus hermanos, en particular el
mayor, este niño fue menos persecutorio para él; y se fue esfumando la violencia física hacia
el niño.
Christos, liberado de una problemática que no le pertenecía, pero que lo habitaba y ponía
obstáculos a su nombre, pudo encontrar su identidad. El sentido sobre determinado del síntoma
tuvo que buscarse no sólo en la vida intra psíquica del niño sino también en la estructura
inconsciente que emerge de la ecuación familiar.
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87
TEMA 4: EL CUERPO COMO
REPRESENTACION PSIQUICA EN EL
DEVENIR.
• Los avatares del cuerpo en el devenir. El Cuerpo y su significación.
• Corporeidad. Esquema corporal. Imagen inconsciente del cuerpo.
Cuerpo erógeno
• Impronta de las transformaciones corporales. Condiciones de posibilidad
para la reorganización psíquica.
Bibliografía obligatoria
o Aulagnier, P. (1992) Nacimiento de un cuerpo, origen de una historia. En Hornstein, L. (1992)
Cuerpo, Historia, Interpretación (Segunda parte).
o Delucca, N. & Petriz, G. (1997). “Cuerpo y devenir: recorrido de su significación”. En J.
Barrionuevo (coord.). Acto y cuerpo en psicoanálisis con niños y adolescentes. Buenos Aires:
JVE Psique.
o Freud, S. (1914). “Introducción del narcisismo”. Obras Completas. Tomo XIV.
o Nasio, J. D. (2008). “El concepto de Imagen Inconsciente del Cuerpo de Dolto: nuestra
lectura”, y “Dolto y Lacan, una misma pasión por el Cuerpo y sus Imágenes”. En Mi cuerpo y
sus imágenes.
o Rodulfo, R. (1992). “La relación de desconocido del cuerpo con el lenguaje”. En Estudios
clínicos.
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Nacimiento de un cuerpo, origen de una historia.
Aulagnier, P. ‒ (1992)
Todo acto de conocimiento del mundo tuvo antes un acto de investidura, y éste es
desencadenado por la experiencia afectiva que acompaña a ese estado de encuentro, siempre
presente, entre la psique y el medio que la rodea.
En la organización del fragmento de realidad que el sujeto habita e inviste, así como en el
funcionamiento de su cuerpo, el sujeto leerá primero las consecuencias del poder ejercido por
la psique de otros que lo rodean y que son los soportes privilegiados de sus investiduras. De
ahí una primera formulación de la realidad que el niño va a darse: la realidad está regida por
el deseo de los otros.
Mientras permanece en la primera infancia, el sujeto alberga la convicción de que todo lo que
sucede a su alrededor, todo lo que toca su cuerpo y lo que modifica su vivencia psíquica, es
testimonio del poder que el imputa al deseo (el suyo o el de los padres); de que estos
acontecimientos son los signos mediante los cuales un deseo adopta una forma visible.
Una vez pasada la infancia, el sujeto no podrá cohabitar con sus partenaires en un mismo
espacio sociocultural si no sea adhiere al consenso que respeta la gran mayoría de sus ocupantes
con respecto a lo que ellos van a definir como realidad. Si no existiera este consenso, ninguna
sociedad, podría preservarse; si no se la pudiera compartir, el sujeto quedaría excluido de ella.
De ahí que el sujeto tome en consideración esta segunda formulación: la realidad se ajusta al
conocimiento que da de ella el saber dominante en una cultura.
Mientras espacio psíquico y espacio somático son indisociables, mientras ningún existente
exterior puede ser conocido como tal, todo lo que afecta a la psique, que modifica sus propias
experiencias, responderá al único postulado del autoengendramiento. La psique imputará a la
actividad de las zonas sensoriales el poder de generar sus propias experiencias (placer o
sufrimiento).
En este tiempo que precede a la prueba de la separación, “la realidad”, va a coincidir totalmente
con sus efectos sobre la organización somática, con las modificaciones y las reacciones que
tienen lugar en ella. La única formulación que se le puede aplicar es: la realidad es
autoengendrada por la actividad sensorial.
Respecto del cuerpo: la actividad de las zonas sensoriales, el poderlo todo del deseo y lo que
el discurso cultural denuncia sobre el cuerpo, darán lugar a 3 representaciones del cuerpo y a
las 3 formas de conocimiento que la psique se proporciona a su respecto.
¿Qué significo para nuestra relación con el cuerpo, la predominancia del discurso científico en
nuestro espacio socio-cultural? El cuerpo con el que la ciencia nos enfrenta se caracteriza por
la exclusión del deseo como causa de su funcionamiento y como explicación causal de su destino
y su muerte. El discurso científico puso en duda la certeza, la evidencia fundamental de la que
gozaban nuestros testimonios sensoriales.
Las instituciones sociales impondrán un discurso teórico sobre el cuerpo referido a un cuerpo
modelo y universal. El sujeto se apropiará de ciertos enunciados que le permitirán forjar su
representación ideica inconsciente sobre su cuerpo.
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Plantearemos tres hipótesis:
1. El acto que inaugura la vida psíquica plantea un estado de mismidad entre lo que deviene
en una zona sensorial y lo que de ello se manifiesta en el espacio psíquico.
2. El yo no puede habitar ni investir un cuerpo desposeído de la historia que lo vivió. Una
primera versión construida y mantenida en espera en la psique materna acoge este cuerpo
para unirse a él. Forma parte siempre del yo anticipado al que se dirige el discurso materno,
la imagen del cuerpo del niño que se espera. La imagen corporal de este yo, tal como la
construyó el portavoz, conserva la marca de su deseo (el deseo materno).
3. A partir del momento en que la psique pueda y deba pensar su cuerpo, el otro y el mundo
en términos de relaciones, comenzará este proceso de identificación en que todo lugar
identificatorio decidirá la dialéctica relacional entre dos yoes y su mutua repercusión. A
partir de este mismo momento, el cuerpo y sus cambios podrá convertirse en representante
del otro y en testigo de su poder para modificar la realidad, cada vez que la relación entre
el sujeto y el otro se torne demasiado dolorosa.
La relación yo-cuerpo, que ha sustituido a la relación yo-otro, tomará a su cargo un mismo
conflicto.
En las construcciones de lo originario, los efectos del encuentro ocupan el lugar del encuentro,
lo cual explica la razón por la que placer y sufrimiento no pueden presentarse ante la psique
sino como autoengendrados por su propio poder. Ese placer o sufrimiento, que la psique se
presenta como autoengendrados, son el existente psíquico que anticipa y preanuncia al objeto
madre. Antes que la mirada se encuentre con otro, la psique se encuentra y se refleja en los
signos de vida que emite su propio cuerpo.
El poder de los sentidos de afectar a la psique le permitirá transformar una zona sensorial en
una zona erógena.
El encuentro de la madre con el niño que nace va a exigir una reorganización de su propia
economía psíquica, que deberá extender a ese cuerpo la investidura de la que hasta entonces
gozaba únicamente el representante psíquico que le precedió. Las manifestaciones de la vida
somática del infans producirán emoción en la madre, y las manifestaciones de esta emoción
modificarán el medio al que el infans reacciona y, con ello, sus efectos sobre su vida
psicosomática.
La relación de la madre con el cuerpo del infans implica de entrada una parte de placer
erotizado, permitido y necesario, que ella puede ignorar parcialmente, pero que constituye el
vaciamiento del anclaje somático del amor que dirige al cuerpo singular de su hijo.
La primera representación del cuerpo del infans que la madre se forja le imputa de entrada un
estatuto relacional que va a transformar la expresión de la necesidad en formulación de una
demanda (de amor, de placer, de presencia), y que transformará, al mismo tiempo la mayoría
de los accidentes somáticos y sufrimientos del cuerpo en un accidente y un sufrimiento
vinculados con la relación que la une al niño.
Lo que la mirada materna ve estará marcado por su relación con el padre del niño, por su propia
historia infantil, por las consecuencias de su actividad de represión y sublimación, por el estado
de su propio cuerpo, conjunto de factores que organizan su manera de vivir y su investidura
respecto del niño.
El sufrimiento del cuerpo del niño va a inducir, de una u otra manera, una modificación en el
comportamiento materno y en la organización del medio. El cuerpo sufriente, sea que el
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sufrimiento se origine en una afección orgánica o que responda a la participación somática de
una “afección” psíquica, cumplirá un papel decisivo en la historia que el niño se construirá
acerca del devenir de este cuerpo, y por ende de sí mismo.
Podríamos decir que la experiencia de placer da lugar a una sola demanda: que nada cambie.
La experiencia del sufrimiento no solo “demanda” lo contrario (que haya modificación), sino
que las modificaciones esperadas varían de un suficiente al otro, y también en un mismo
sufriente.
Las respuestas recibidas ante el sufrimiento, así como las que se dio a sí mismo, influirán en lo
que, cuando el sufrimiento retorne, demandará a los otros, a su cuerpo y a sí mismo en un
tiempo futuro.
--
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Cuerpo y devenir: recorrido de su significación
Delucca, N y Petriz, G. ‒ (1997)
Venimos desentrañando ese algo tan particular que es el cuerpo para el sujeto, su puesta en
sentido, su constitución y construcción en el plano del devenir, al que el sujeto inscribirá como
su historia.
Cuando hablamos de “cuerpo” ya estamos implicando algún tipo de inscripción psíquica; Es
una construcción simbólica compleja.
Lacan à en esa figura inicial que es el viviente, ubicaremos la satisfacción de la necesidad, que
al mismo instante de producirse se perderá irremediablemente como naturalidad pura. La pierde
como pago por ingresar al orden de lo específicamente humano y que lo condiciona para y por
su existencia: el lenguaje y el encuentro determinante con el deseo y el cuerpo erógeno del
otro.
El organismo será uno de los sustratos, orden de determinación particular, condición necesaria
pero no suficiente para el surgimiento de lo psíquico: junto al cuerpo biológico, se nos impuso
a nuestra observación otra imagen à la de un conjunto de funciones sensoriales, vehículo de
una formación continua que no puede faltar, no sólo porque ella es una condición para la
supervivencia somática, sino porque constituye la condición necesaria para una actividad
psíquica (Aulagnier).
El cuerpo hace una inscripción de las experiencias corporales en el aparato psíquico, hace
referencia a lo psíquico. El organismo hace referencia a lo biológico, a la satisfacción de una
necesidad que cuando se logra desaparece.
La entrada al mundo del viviente humano quedará marcada por esta “castración original” y por
su dependencia absoluta en relación al otro asistente. Como efecto de la acción protésica de la
madre que ofrece su pecho al infans, de los encuentros y desencuentros, de las experiencias de
placer y sufrimiento, se inscribirán las primeras marcas fundantes, que ya suponen la incidencia
de lo simbólico en un doble sentido: porque el universo simbólico, significante, precede a este
sujeto que llegará a ser, y porque aquello que se inscribe es desde el comienzo efecto de una
ausencia, de lo que no encontró en la satisfacción de la necesidad, de lo inasimilable de la
“cosa” madre. De allí en más se irán diferenciando sus circuitos específicos: el del cuerpoorganismo y el del cuerpo pulsional.
Este primer acto psíquico (primera huella, primera inscripción) al que Freud refiere al
autoerotismo y la búsqueda de identidad de percepción en la vivencia alucinatoria, este “yo
corporal” (Yo real primitivo), necesita para su constitución, de la articulación entre lo que el
infans metaboliza, simboliza, del otro-madre y lo que para la madre significan la existencia de
ese hijo.
Esos enunciados identificatorios a los que Piera Aulagnier llamó “sombra hablada”, son el primer
don libidinal, que cavan el lugar al que el Yo del infans advendrá y posibilitarán que, desde los
comienzos de la vida, madre, padre y otros significativos le provean de experiencias unificantes
sensoriales (caricias, acunamiento), que le posibilitarán en primer lugar, esa experiencia como
“siendo cuerpo”.
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La sombra hablada precede al infans, se refiere a cuando el infans aun no ha nacido. Es la
primera inscripción psíquica, y su importancia radica en cómo investir un lugar para el otro
antes de que este otro exista en sí. Por eso dijimos, que la estructura simbólica, el lenguaje, lo
marcan de entrada a través del primer sistema de transformaciones que la madre representa
para el bebé. ¿Qué transforma?: un grito en llamada, la cosa-leche en oferta de amor, el cuerpo
como “cosa del mundo” en cuerpo propio.
Supone entonces, que la oferta del pecho o del alimento de la madre a su bebé, operan desde
ella como una demanda de que el hijo le demande a su vez, lo que ella cree, “ilusiona” poder
satisfacer: no sólo la necesidad, sino la demanda de amor. De allí la condición suficiente que se
articula con la necesaria, de la vida del infans: que el encuentro boca-pecho, madre-hijo sea
una experiencia placentera para ambos, catectizada, libidinizada desde la madre para que el
infans pueda inscribirla a su vez, como “la vivencia de la experiencia de satisfacción”.
La corporeidad resulta del encuentro del deseo y el cuerpo funcional; transforma el cuerpocosa en un cuerpo-ser.
Winnicott plantea que es por y en la sutil relación con la madre que el infans accede a y dispone
de una identificación primaria, directa, inmediata, donde adquiere el sentimiento, sensación de
ser: esencialmente de “ser cuerpo”; luego de ser un cuerpo (vía narcisismo primario), a través
de la problemática fálica, del acceso a la simbolización edípica (como ley reguladora), a la
representación psíquica de tener un cuerpo. Esto será posible si la madre es portadora en su
psiquismo, si hay inscripto en ella la función de la terceridad (deseo hacia su pareja, de otros
proyectos, otros vínculos, más allá del hijo, y si anhela, en fin, la autonomía de ese hijo respecto
de ella).
Dicha terceridad representada y ejercida por el padre, en lo que se ha dado a llamar “función
paterna”, que, en este primer nivel de organización psíquica, no impacta aún como la portadora
de la palabra o de la dimensión ética de lo prohibido y lo permitido, sino como complemento
de la función amparadora materna, contribuyendo así el padre real del niño desde su lugarotro, que sólo lenta y paulatinamente podrá contribuir a diferenciar. Esta corporeidad
originaria constituye lo que Dolto ha llamado la “imagen del cuerpo”. Cuerpo superficie de
inscripción, “pictograma originario” (Aulagnier), sustrato y sustento de futuras representaciones.
En este proceso de complejización psíquica, se va operando la transformación que implica el
pasaje del predominio de la necesidad a la satisfacción parcial de la pulsión. Parcial en tanto se
satisface parcialmente en un encuentro que es parcial y porque al satisfacerse parcialmente
instala la dialéctica del deseo. Deseo que, como expresión simbólica del acatamiento al
reconocimiento de la falta, de la carencia, resulta soporte de un cuerpo. Cuerpo que encuentra
en el registro imaginario las formas de su representación y satisfacción.
En este cuerpo simbolizado-simbolizante a la vez erogeneizado-erogeneizante el que sufre y
goza, encontrando significación al las demandas que desde el interior y desde el otro ponen
permanentemente en juego. Por lo tanto, no es cuerpo imagen únicamente, sino que se liga
inmediatamente a diferentes series asociativas, es decir, al contexto de significaciones que lo
incluyen como otro significante más, en la constitución del sujeto.
La constitución de la corporeidad en el infans será operante de aquí y para siempre. Se
pondrá en juego en todo encuentro futuro del sujeto con otros. Se distinguen dos tiempos
diferentes: El primero, ligado a la separación-diferenciación del cuerpo de la madre; dialéctica
de la alienación-separación. Y un segundo momento, centrado en la lógica de tener o no tener;
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este momento prepara el terreno para lo que vendrá después y que Freud denomina “la segunda
oleada en la elección de objeto”.
Llegamos así al momento de pasaje y tramitación de los cambios, visiblemente expuestos, en el
cuerpo transformado del púber. Tiempos que no son lineales, sino de complejización, por el
encuentro de lo real en el cuerpo y las marcas de sus transformaciones, con lo sincrónico de la
estructura narcisista y edípica (imaginaria y simbólica), que se conmueven y obligan al trabajo
psíquico de elaboración y resignificación de sus enunciados identificatorios.
El advenimiento de la pubertad marca la confrontación del sujeto con su propio cuerpo, al
tiempo que con su propio yo. A partir de este momento, el devenir del sujeto transitará por la
elección de la pareja, la constitución de la alianza y la estructuración de la familia con el
advenimiento de los hijos. Acontecimientos de la historia singular donde el cuerpo-ser pondrá
en juego desde sus marcas fundantes (lo que permanece), pero articulándose con el cuerposer de los otros, en las especificidades de cada contexto vincular (lo que cambia).
Hasta que nuevamente sus transformaciones en lo real del cuerpo lo comprometen en el trabajo
de elaboración simbólica de esos cambios, en el proceso de envejecimiento.
El cuerpo no es una realidad en si misma, sino una construcción simbólica compleja. De allí
la diversidad de representaciones que buscan darle un sentido, y su carácter heterogéneo,
insólito, contradictorio, de una sociedad a otra, de un discurso a otro, de un grupo social a otro.
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Introducción al narcisismo.
Freud, S. ‒ (1914)
APARTADO I:
Término convencional de narcisismo: conducta por la cual un individuo trata a su cuerpo como
si fuera el cuerpo de un objeto sexual, o sea lo trata con complacencia sexual, lo acaricia, lo
mima, hasta que con esos manejos alcanza la satisfacción plena. Es una perversión que absorbe
toda la vida sexual de la persona.
Concepción de Freud sobre el narcisismo: es un mecanismo normal y necesario dentro del
desarrollo sexual (libidinal) regular del hombre. Entonces no es una perversión, es un
complemento libidinoso del egoísmo inherente a la pulsión de auto-conservación que todos
tenemos. A este período lo denomina narcisismo primario y normal. Lo ubica entre la fase
del AUTOEROTISMO y el período de ELECCIÓN DE OBJETO.
Ejemplos para dar cuenta que existió este período de Narcisismo Primario: los rasgos
fundamentales de carácter de los parafrénicos (esquizofrenia y demencia precoz).
• El extrañamiento de su interés respecto del mundo exterior (personas y cosas): aunque
también los histéricos y neuróticos obsesivos resignan el vínculo con la realidad por su
enfermedad, no cancelan el vínculo erótico con personas y cosas pues lo conservan en la
fantasía; esto es lo que se denomina introversión de la libido. Los parafrénicos parecen haber
retirado su libido de las personas y cosas, pero sin haberlas sustituido por otras en la fantasía
(solo ocurre secundariamente cuando intentan una curación).
• El delirio de grandeza: aquí es donde se destina la libido sustraída de los objetos, se conduce
al yo, surgiendo la conducta del narcisismo, estado que ya había existido. El narcisismo que
nace por replegamiento de las investiduras de objeto es un narcisismo secundario que se
edifica sobre la base del narcisismo primario que múltiples influencias lo oscurecieron.
Freud marca la distinción entre libido yoica y libido de objeto. La LIBIDO es una energía
psíquica que durante el estado de narcisismo primario es indiferenciable (están juntas
invistiendo al yo). Cuando se da la investidura de objeto, se logra diferenciar una energía
sexual, la libido, de una energía de las pulsiones yoicas. Cuanto más gasta una, más se
empobrece la otra. El enamoramiento es un ejemplo de cuando más se gasta libido de objeto,
que se concibe como una resignación de la propia personalidad a favor de la investidura de
objeto.
2 cuestiones:
• ¿Qué relación tiene el narcisismo con el autoerotismo, descrito como un estado temprano de
la libido?: Es necesario que en el individuo se desarrolle el yo, por lo que al comienzo no
debe estar presenta una unidad comparable al yo. Las pulsiones autoeróticas son
iniciales/primordiales, y para que el narcisismo se constituya se debe agregarles una nueva
acción psíquica.
• Si admitimos que la libido inviste primariamente al yo ¿se puede seguir separando libido
sexual de energía no sexual de las pulsiones yoicas? ¿no sería más fácil suponer una energía
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psíquica unitaria?: el hecho de conceptualizar al narcisismo primario, o sea admitir una etapa
en la que el yo estuvo sexualizado pone en crisis el postulado del primer dualismo pulsional
(no sería posible hacer una distinción tan tajante entre pulsiones yoicas y pulsiones sexuales).
A esto, Freud responde que el valor de los conceptos de libido yoica y libido de objeto reside
en que provienen de un procesamiento de los caracteres íntimos del suceder neurótico y
psicótico. La separación de la libido en una del yo y una transferida a los objetos es la
inevitable prolongación de un primer supuesto que dividió pulsiones sexuales y pulsiones
yoicas. Esta separación originaria es avalada por muchas cosas:
1. Corresponde al distingo popular y corriente entre hambre y amor
2. Hay consideraciones biológicas que la sustentan; el individuo lleva una existencia doble, es
fin para sí mismo y eslabón dentro de una cadena de la cual es tributario. La separación entre
pulsiones sexuales y pulsiones yoicas refleja esa función doble del individuo.
3. Todas nuestras provisionalidades psicológicas deberán asentarse en una prueba orgánica.
Los efectos de la sexualidad pueden darse por procesos químicos particulares, y Freud toma
tal probabilidad sustituyendo esas materias químicas particulares por fuerzas psíquicas
particulares. Así, la hipótesis de separar pulsiones sexuales y pulsiones yoicas, y por tanto la
teoría de la libido, descansa mínimamente en bases psicológicas, y en lo esencial tiene apoyo
biológico.
APARTADO II:
Freud toma el análisis de las parafrenias como la principal vía de acceso al estudio directo del
narcisismo. Para aproximarnos al conocimiento del narcisismo Freud da estas vías de acceso
para su estudio:
La enfermedad orgánica: La enfermedad orgánica tiene una influencia sobre la distribución
de la libido, la persona afligida por un dolor orgánico y por sensaciones penosas resigna su
interés por todas las cosas del mundo exterior que no se relacionen con su sufrimiento, también
retira de sus objetos de amor del interés libidinal, cesa de amar, para poner sobre su yo sus
investiduras libidinales, que volverá a enviarlas después de curarse. Libido e interés yoico tienen
aquí el mismo destino y se vuelven otra vez indiscernibles. El notorio egoísmo del enfermo los
recubre a ambos. También el estado del dormir implica un retiro narcisista de las posiciones
libidinales sobre el yo. Vemos así alteraciones en la distribución de la libido a consecuencia de
una alteración en el yo.
La hipocondría: El hipocondriaco retira interés y libido de los objetos del mundo exterior y los
concentra sobre el órgano que le atarea. Se diferencia de la enfermedad orgánica en que no
tiene un fundamento orgánico para su alteración. Pero, igualmente no le falta alteraciones de
órgano (el hipocondríaco se siente realmente enfermo); esto se explica retomando un modelo
ya conocido, el de los genitales en su estado de excitación, los cuales al alterarse provocan una
sensibilidad dolorosa pero no se está por eso enfermo. La actividad por la cual un lugar cuerpo
envía a la vida anímica estímulos de excitación sexual se llama erogenidad. La erogenidad es
una propiedad general de todos los órganos, y ello nos autorizaría a hablar de su aumento o su
disminución en una determinada parte del cuerpo. Estas alteraciones de la erogenidad en el
interior de los órganos podrían alterar la investidura libidinal dentro del yo generando
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sensaciones displacenteras. Lo que está en la base de la hipocondría podría ser algo similar y
puede ejercer, sobre la distribución de la libido, idéntico efecto que la contracción de una
enfermedad material de los órganos.
La hipocondría depende de la libido yoica y se relaciona más de la psicosis, mientras que el
resto de las neurosis actuales dependen de libido de objeto y se relaciona más con las neurosis.
Comparación del manejo de la economía libidinal en neurosis y psicosis:
1. Neurosis: Cuando se produce una frustración de libido puesta en el mundo exterior y por
ende se extrae de él, la libido se vuelve sobre los objetos de la fantasía (introversión). De la
frustración de la introversión, surge la angustia y su ulterior elaboración psíquica (conversión,
formación reactiva o formación protectora). Se conecta con un estancamiento de la libido
de objeto.
2. Psicosis/parafrenias: Cuando se produce una frustración de libido puesta en el mundo
exterior y por ende se extrae de él, la libido se vuelve sobre el yo, generando el delirio de
grandeza que permite el dominio psíquico del volumen de libido. De la frustración del delirio
de grandeza, surge la angustia hipocondríaca y un intento de restitución (tratar de volver la
libido al mundo exterior). Todo este movimiento libidinal de la psicosis (etapas del cuadro)
se pueden resumir en 3 grupos de manifestaciones:
- Normalidad conservada o neurosis: los lazos sociales y reales aún se conservan y no hay
indicios claros de procesos psicóticos, solo unas manifestaciones residuales.
- Proceso patológico: sucede la represión propiamente dicha en silencio, donde una vez
realizado el proceso deja en evidencia sus manifestaciones, o sea ocurre el desasimiento de
libido respecto de los objetos y se producen los correlatos clínicos: delirio de grandeza,
hipocondría, perturbaciones afectivas, regresiones. Una vez frustrados estas manifestaciones,
la fijación libidinal en el yo se vuelve patógena y provoca el proceso de curación.
- Restitución/curación: el retorno de lo reprimido que se aparece como enfermedad. Es una
nueva investidura libidinal hacia los objetos, desde un nivel diverso y bajo otras condiciones
que la investidura primaria, al modo de una histeria en la demencia precoz y en la parafrenia,
o al modo de una neurosis obsesiva en la paranoia. Se generan los síntomas positivos de la
psicosis (alucinaciones y delirios que permiten volverse a vincular con el mundo exterior y
comienzan la auto-curación).
La vida amorosa del ser humano: Hay un primer tipo y fuente de la elección de objeto se
denomina de APUNTALAMIENTO (tipo anaclítico) à el niño y el adolescente eligen sus objetos
sexuales tomándolos de sus vivencias de satisfacción. Las primeras satisfacciones sexuales
autoeróticas son vivenciadas por apuntalamiento de funciones vitales de autoconservación. Las
pulsiones sexuales se apuntalan al principio en la satisfacción de las pulsiones yoicas. Ese
apuntalamiento sigue mostrándose en el hecho de que los primeros objetos sexuales son la
madre o su sustituto.
Un segundo tipo de elección de objeto llamado NARCISISTA es el que exhiben personas cuyo
desarrollo libidinal experimentó una perturbación y por ello no eligen su posterior objeto de
amor según el modelo de la madre, sino según el de su persona propia; manifiestamente se
buscan a sí mismos como objeto de amor.
Freud propone así que todo ser humano tiene abiertos frente a si ambos caminos para la
elección de objeto, pudiendo preferir uno u otro, porque tiene dos objetos sexuales originarios:
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si mismo y la mujer que lo crio; también presupone en todo ser humano el narcisismo primario,
el cual puede expresarse de manera dominante en su elección de objeto.
En los hombres es más característico que se de el pleno amor de objeto según el TIPO DE
APUNTALIENTO; exhiben una llamativa sobreestimación sexual, que sin duda proviene del
narcisismo originario del niño que se transfiere sobre el objeto sexual y da así la génesis del
enamoramiento. Según este tipo se ama:
• A la mujer nutricia.
• Al hombre protector.
En las mujeres predomina más una elección del TIPO NARCISISTA pues les sobreviene un
acrecimiento del narcisismo originario con el desarrollo puberal, por la conformación de los
órganos sexuales femeninos hasta entonces latentes; este aumento es desfavorable a la
constitución de un objeto de amor, que en su lugar se establece en ella una complacencia
consigo misma. Tales mujeres sólo se aman a sí mismas, con la misma intensidad que el hombre
que las ama, pues su necesidad no se sacia amando, sino siendo amadas, y se prenden del
hombre que les colma esa necesidad. Hay un camino que lleva al pleno amor de objeto algunas
mujeres narcisistas que parecen frías hacia el hombre, y es dar a luz a un hijo, pues las enfrenta
a una parte de su propio cuerpo como un objeto extraño al que ahora pueden brindar el pleno
amor de objeto desde el narcisismo. Otra forma de dar ese paso en el desarrollo desde el
narcisismo (secundario) hasta el amor de objeto sin la necesidad de un hijo se da en mujeres
que antes de la pubertad se han sentido varones y después sólo les resta la capacidad de ansiar
un ideal masculino como continuación del ser varonil que una vez fueron. Según este tipo se
ama:
• A si mismo, a lo que es.
• A lo que uno mismo fue.
• A lo que uno querría ser.
• A la persona que fue parte de si mismo.
Freud, en la suposición en el niño del narcisismo primario, considera la actitud de padres
tiernos hacia sus hijos como el renacimiento y reproducción del narcisismo propio. Estos tienen
una compulsión de atribuir al niño toda clase de perfecciones y encubrir y olvidar todos sus
defectos, como también prevalece la proclividad a suspender frente al niño todas las conquistas
culturales cuya aceptación tuvieron que arrancarle a su propio narcisismo. Esperan que este
cumpla los sueños e irrealizados deseos de sus padres.
APARTADO III:
La observación del adulto normal nos muestra amortiguado el delirio de grandeza que una vez
tuvo y borrados los caracteres psíquicos de los cuales discernimos su narcisismo infantil. ¿Qué
se ha hecho de su libido yoica? ¿Debemos suponer que todo su monto integro se insumió en
investiduras de objeto?
Las mociones pulsionales libidinosas son reprimidas cuando entran en conflicto con las
representaciones éticas y culturales del individuo. La represión parte del yo, pero más
precisamente, parte de la propia autoestimación del yo. Aquellos mismos impulsos, sucesos,
deseos e impresiones que un individuo determinado tolera en sí o, por lo menos, elabora
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conscientemente, son rechazados por otros con indignación o incluso ahogados antes que
puedan llegar a la consciencia. Estos sujetos han construido en sí un ideal, con el cual comparan
su yo actual. La formación de un ideal sería, por parte del yo, la condición de la represión.
Como siempre ocurre en el ámbito de la libido, el hombre se ha mostrado incapaz de renunciar
a la satisfacción de que gozó una vez. Quiere recuperar la satisfacción narcisista primaria que
no pudo mantenerla en su desarrollo, y procura recobrarla en la nueva forma del
ideal del yo.
Nuestro Yo se desarrolla en una instancia psíquica que se separa del resto del yo y puede entrar
en conflicto con él: lo llamamos el ideal del yo y le atribuimos la función de la observación de
sí mismo, la conciencia moral, la censura onírica y el ejercicio de la principal influencia de la
represión. Es la herencia del narcisismo originario en el que el yo infantil se contentaba a sí
mismo. ¿POR QUÉ LA FORMACIÓN DEL IDEAL PROMUEVE LA REPRESIÓN? El ideal del yo
está tutelado por la conciencia moral, partió en efecto de la influencia crítica de los padres, y a
la que en el curso del tiempo se sumaron los educadores, los maestros y todas las otras personas
del medio. La institución de la conciencia moral fue primero una encarnación de la crítica de
los padres y luego de la crítica de la sociedad. La conciencia moral se le opone como una
acción hostil orientada hacia él desde fuera, establece las condiciones a la satisfacción libidinal
con los objetos y tiene como premisa la observación de sí y la autocrítica. Es la percepción de
que desestimamos determinados deseos que no se corresponden con el ideal. La insatisfacción
por el incumplimiento del ideal se muda en conciencia de culpa -en la medida en que se violan
los mandamientos de la conciencia moral-. Cuando la conciencia moral despierta la señal de
angustia ante los deseos transgresores, se produce el proceso represivo. Es decir que el yo
inicia el proceso represivo cuando las representaciones no coinciden con el ideal del yo. Por el
contrario, se produce una sensación de triunfo cuando el yo y el ideal se aproximan o cuando
momentáneamente se suspenden las restricciones que el ideal del yo impone al yo, como ocurre
en determinadas circunstancias donde hay ciertos excesos permitidos.
La formación de un ideal del yo es confundida erróneamente, a veces, con la sublimación de la
pulsión. El que un individuo haya trocado su narcisismo por la veneración de un ideal del yo, no
implica que haya conseguido la sublimación de sus pulsiones libidinosas. La formación del ideal
aumenta las exigencias del yo y es el más fuerte favorecedor de la represión. La sublimación
constituye aquella vía de escape que permite cumplir esa exigencia sin dar lugar a la represión.
El ideal del yo funciona de moral diciéndole al yo actual como llegar al
yo ideal, proyectado
como un modo de satisfacción sustituto del narcisismo perdido de su infancia, en la que él fue
su propio ideal. Sobre el yo ideal recae el amor de sí mismo de que en la infancia gozó el yo
real. El narcisismo aparece desplazado a este nuevo yo ideal que, como el infantil, se encuentra
en posesión de todas las perfecciones valiosas.
El desarrollo del yo consiste en un distanciamiento respecto del narcisismo primario y engendra
una intensa aspiración a recobrarlo. Este distanciamiento acontece por medio del
desplazamiento de la libido a un ideal del yo impuesto desde fuera; la satisfacción se obtiene
mediante el cumplimiento de este ideal. Simultáneamente, el yo ha emitido las investiduras
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libidinosas de objeto. El yo se empobrece a favor de estas investiduras, así como del ideal del
yo, y vuelve a enriquecerse por las satisfacciones de objeto y por el cumplimiento del ideal.
El enamoramiento consiste en un desborde de la libido yoica sobre el objeto. Tiene el poder
de levantar represiones y volver a instituir perversiones. Exalta el objeto sexual a la categoría de
ideal sexual. En el tipo del apuntalamiento (o del objeto) se idealiza a lo que cumple la
condición de amor. Siguiendo el tipo de la elección narcisista de objeto se ama a aquello que
hemos sido y hemos dejado de ser o aquello que posee perfecciones de que carecemos; a
aquello que posee la perfección que le falta al yo para llegar al yo ideal.
Si pasa que el yo del sujeto está empobrecido por excesivas investiduras de objeto, este yo no
podrá cumplir con su ideal del yo. Para agrandar al yo y mejorarse busca entonces, desde su
derroche de libido en los objetos, retornar al narcisismo, eligiendo, conforme al tipo narcisista,
un ideal sexual que posea las perfecciones que él no puede alcanzar. Esta sería la curación por
el amor, que el sujeto prefiere, en general, a la analítica.
---
100
Mi cuerpo y sus imágenes.
Nasio, J. D. ‒ (2008)
El concepto de Imagen Inconsciente del Cuerpo de Dolto:
nuestra lectura.
La Imagen Inconsciente del Cuerpo, formada en la psique de un niño pequeño, continúa
estando activa durante toda la vida.
El ser humano segundo Dolto à aquel que tiene el deseo irreducible y la voluntad tenaz de
comunicarse con otro ser humano = premisa que funda el concepto de imagen inconsciente del
cuerpo.
Las sensaciones experimentadas por todo niño desde su vida fetal hasta los tres años quedaron
grabadas en su inconsciente y se organizaron en un lenguaje interior, corporal y mudo, un
lenguaje arcaico y olvidado que el niño de hoy habla sin saber que lo habla. Los analistas
podemos llegar a captar, traducir y hablar. Habla en ese lenguaje cuando, durante la sesión,
revive esas antiguas sensaciones, lo habla indirectamente dibujando, moviéndose, jugando y,
sobretodo, lo habla a través de los síntomas por los cuales sus padres lo trajeron a la consulta.
Ese lenguaje especial está detrás de las palabras, dibujos, juegos y actitudes corporales que no
ofrecen ninguna justificación. Para relacionarse con estos jóvenes pacientes es que se utiliza el
concepto de Imagen Inconsciente del Cuerpo à es un código íntimo, propio de cada individuo.
Un lenguaje que los psicoanalistas debemos aprender a hablar si queremos tener acceso al
inconsciente de nuestro paciente, sea niño o adulto.
IMAGEN INCONSCIENTE DEL CUERPO: Es el conjunto de las primeras y numerosas
impresiones grabadas en el psiquismo infantil por las sensaciones corporales experimentadas
y las imágenes impresas que un bebé o incluso un feto experimenta intensamente en el
contacto con su madre, contacto carnal, afectivo y simbólico con su madre, desde la gestación
y a lo largo de los tres primeros años de vida hasta que el niño descubre su imagen en el
espejo. A pesar de que estas imágenes están reprimidas, permanecerán activas a lo largo de
la existencia y se exteriorizarán continuamente, aunque no tal como son, a través de
innumerables manifestaciones espontáneas de nuestro cuerpo. Las huellas de esas
sensaciones son las imágenes constitutivas del inconsciente.
La tensión más intima de ese encuentro madre-bebé es la emoción. Lo importante que queda
inscripto en imágenes son las variaciones rítmicas de esa tensión, la imagen de la emoción no
es visual, es esencialmente rítmica. Entonces, la Imagen Inconsciente del Cuerpo es la imagen
de una emoción compartida, la imagen del ritmo de la interacción tierna, deseante y simbólica
entre el niño y su madre.
Cómo se conforma la imagen inconsciente del cuerpo
Toda vivencia afectiva y corporal intensa, sea o no consciente, siempre deja su huella indeleble
en el inconsciente. Por ello, afirmamos que la Imagen Inconsciente del Cuerpo es la memoria
101
inconsciente de una sensación que perdura de nuestro cuerpo infantil. Por un lado, está la
sensación experimentada en la primera infancia y, por el otro, la imagen que la fija y la conserva
en el inconsciente.
Para que una sensación imprima su imagen y formé parte constitutiva del inconsciente se deben
dar dos condiciones:
1. Que sea una sensación que emane del cuerpo cuando el bebé está en estado de deseo, esto
es, en busca del cuerpo de su madre para encontrar placer y la seguridad de saber
intuitivamente que el padre, amado por la madre, les aporta seguridad afectiva. La madre
debe estar animada por el deseo de compartir un momento de sensualidad, de afecto y de
intercambio simbólico con el bebé.
2. Es preciso la repetición de esa sensación, que sea experimentada con frecuencia y que cada
vez esté asociada a la presencia tierna, deseante y simbólica de los padres.
Dolto y propone distinguir tres grandes componentes de la Imagen Inconsciente del Cuerpo,
vinculados entre sí de manera fluida y dinámica:
• La imagen de base es la que le da al niño la convicción de qué su cuerpo se asienta sobre
un suelo firme que lo sostiene y lo soporta. Permitirle sentir su masa corporal y replegarse
derecha como en un refugio acogedor donde puede encerrarse y sentirse seguro. Da la
certeza absoluta de continuar siendo siempre la misma persona al tiempo que
evolucionamos constantemente.
• La imagen funcional es la imagen de la sensación de un cuerpo agitado y febril, todo él
inclinado a la satisfacción de necesidades y deseos, en busca de objetos imaginarios y
simbólicos para satisfacer sus deseos. Es un cuerpo en constante actividad, abierto a
intercambios “sustanciales” con una madre que responde a las necesidades y entregado a
intercambios “sutiles” con una madre que responde a los deseos de ternura y a las solicitudes
de placer.
• La imagen erógena es la imagen de un cuerpo sentido como un orificio entregado al placer,
cuyos bordes se contraen y se dilatan al ritmo alternado de la satisfacción y la carencia.
De las tres imágenes la imagen de base es la más importante, porque proporciona al niño el
sentimiento de existir. La imagen de base es vital y esencial; le procura a cada uno un triple
sentimiento de permanecer
- estable, más allá de los incesantes desplazamientos en el espacio.
- siendo él mismo, más allá de los cambios en el tiempo.
- consistente, más allá de los innumerables intercambios con los demás y con el medio
circundante.
Dolto y Lacan, una misma pasión por el Cuerpo y Sus
imágenes.
La constitución de la Imagen Inconsciente del Cuerpo desarrolla una concepción original de
la función del espejo. Lo que importa no es la propiedad reflectante del espejo ni la imagen
que se refleja en él, sino la función relacional que cumple un espejo, muy diferente y de otra
naturaleza: el espejo psíquico que refleja la presencial del otro en nosotros.
Dos descubrimientos que hace el niño de su imagen en el espejo:
102
Teorizado
espejo).
por
LACAN
(estadio
del
Teorizado por DOLTO
narcisismo primario).
(el
espejo
del
Éste primer descubrimiento ocurre muy El niño hace un segundo descubrimiento de su
temprano, cuando lactante, sorprendido,
se enciende de alegría al ver la silueta de
su cuerpo reflejada en el espejo. Lacan
conceptualizó este reconocimiento precoz
y lúdico de la imagen especular del cuerpo
con la expresión “Estadio del Espejo”.
imagen especular más tarde, alrededor de los
dos años y medio, cuando advierte, esta vez con
amargura, que es su imagen no es él, que existe
una distancia irreducible entre la irrealidad de su
espejo y la realidad de su persona. Dolto
considera que esta amarga desilusión, tan
penosa para el niño, produce un verdadero
trauma, una falla en el psiquismo infantil.
Desencantado al darse cuenta que eso que
tomaba por el mismo no era en realidad más que
una apariencia de sí.
El niño, en un movimiento de reacción ante el desencanto conceptualizado por Dolto , deja de
lado las imágenes inconscientes del cuerpo y comienza a atesorar las imágenes halagadoras del
parecer. El pequeño se da cuenta de qué la imagen que ofrece a los demás es una imagen del
espejo, de qué esa imagen no es él, y de qué los demás sólo acceden a él a través de lo que ven
de él; utiliza su imagen especular en provecho de su narcisismo. A partir de los tres años y
durante toda nuestra existencia, la imagen del cuerpo-visto se impondrá sin cesar en la
conciencia, por sobre las imágenes del cuerpo-vivido (imágenes de las sensaciones internas),
que quedarán relegadas y serán reprimidas en el inconsciente.
Hay 3 diferencias esenciales en estas conceptualizaciones
-------------
Lacan
Dolto
La manera
distinta de
concebir la
naturaleza de
la superficie
del espejo.
PLANA: El espejo de Lacan
tiene el carácter de
PSÍQUICA: El espejo de Dolto tiene el
carácter de superficie psíquica
superficie plana y
visualmente reflectante.
omnirreflectante de toda forma sensible. Lo
toma como instrumento que contribuye a
individualizar el cuerpo en general, el rostro,
la diferencia de los sexos y, en una palabra,
la Imagen Inconsciente del Cuerpo del niño.
La imagen que se refleja del espejo no es
más que una estimulación entre otras
estimulaciones sensibles que intervienen en
la formación de la Imagen Inconsciente del
Cuerpo.
La diferente
elección de
los polos
opuestos de la
experiencia
especular
CUERPO REAL/IMAGEN
ESPECULAR: la imagen
especular del “Estadio del
Espejo” Anticipa en el nivel
imaginario del futuro yo
simbólico del niño; y esta
IMAGEN INCONSCIENTE DEL
CUERPO/IMAGEN ESPECULAR: La tesis
que sostiene la Imagen Inconsciente del
Cuerpo es que primero, el niño no vive ese
pequeño cuerpo que se encuentra ante el
espejo como algo real, dispersado y
103
(relación entre
imagen es ante todo un
fragmentado, sino como algo real coherente
el cuerpo del
niño y la
espejismo de totalidad y
plenitud, frente a lo real
y continuo. Se oponen dos imágenes
imagen que el
espejo le
devuelve).
dispersado en maduro del
pequeño cuerpo infantil. El
Estadio del Espejo de es
una experiencia inaugural y
especular y la Imagen Inconsciente del
Cuerpo, desplazando así la contradicción
constitutiva del estadio del espejo de Lacan.
Puesto que el cuerpo real ya es un continuo,
primera, marca un
comienzo.
Lo que está en juego se
resuelve en una
confrontación entre el
cuerpo real y la imagen
especular.
la cuestión se decide entre esas dos
imágenes, la Imagen especular modela e
individualiza la Imagen Inconsciente del
Cuerpo.
Esta experiencia consolida una
individualización narcisista primaria que
empezó antes del nacimiento.
JÚBILO DEL BEBÉ: La
excitación
gozosa
que
determina el momento en
que el niño asume su
imagen.
DOLOR DEL NIÑO: es la prueba dolorosa de
una castración, en la que el niño comprueba
la distancia que lo separa de la imagen; se
desilusiona al descubrir que no es la imagen
reflejada que el espejo le devuelve, que él y
su imagen son dos realidades distintas. El
narcisismo primario se refuerza en esta difícil
prueba.
La manera
diversa de
considerar el
impacto
afectivo del
espejo.
diferentes y complementarias, la Imagen
---
104
la relación de desconocido del cuerpo con el
lenguaje
Rodulfo, R. ‒ (1992)
Los fenómenos viscerales, propioceptivos, olfatorios alcanzan o son promovidos a una
dimensión significante que los vuelve eso precioso que necesitamos para trabajar en
psicoanálisis: material. Dolto formula sobre como la primacía de lo escópico reprime
originariamente las imágenes inconscientes arcaicas, lo cual supone un costo para la
subjetividad, se transpone automáticamente en un reparo critico por el modo como a su turno
la teoría del espejo de Lacan reproduce en su articulación interna esta exclusión o abolición de
todo lo corporal no escópico al escopicavizable.
¿Cuál es la diferencia entre imagen inconsciente del cuerpo e imagen especular en lo que hace
a sus funciones estructurantes del psiquismo ? La primera personaliza las experiencias del niño
fabricando una red de seguridad con la madre fundada en el lenguaje, en cuanto al olfato, la
vista, las modalidades de tacto. La segunda individualiza al niño, contribuyendo al recorte yono yo.
Concepto de subjetivación à un desarrollo y despliegue de la vivencia de satisfacción, punto
de partida de la vida psíquica al inscribir paso a paso el cuerpo en el registro, en gran registro
del principio de placer o del eje placer/displacer. Personalización implica que entra un cuerpo
enteramente ordenado por lo biológico y sale un cuerpo bautizado por las marcas de
placer/displacer que ya requiere del orden simbólico para ser pensado y para resolver alguna
de sus perturbaciones más tempranas. Cuando la vivencia de satisfacción fracasa las
experiencias corporales no tienen como personalizarse, el niño asume una apariencia de
organicidad que funda todas las dificultades del diagnostico diferencial.
Freud abrió un camino diferente a partir del concepto de vivencia de satisfacción, que permite
hacer comenzar la vida psíquica en una experiencia corporal de placer/displacer sin necesidad
de hipostasiar mente alguna.
Con su imagen inconsciente del cuerpo, Dolto empujo en otra dirección: fundada en el
lenguaje, pero no lingüística, esta imagen no necesita de ninguna parafernalia mentalista, es
psíquica, más allá de lo mental. Dolto radicalizaba la intimidad entre cuerpo y significante y
emancipaba los poderes del lenguaje, el peso estructurante de la palabra en la vida humana de
su ligazón imaginaria con la representación reducida a su representación mental.
---
105
TEMA 5: ADOLESCENTE, ADOLESCENCIA
Y A POSTERIORI
•
Delimitación etimológica conceptual. Diferentes aproximaciones: desde
la antropología, psicología, sociología, biología. La adolescencia para la
Psicología Evolutiva.
•
Pubertad. Adolescencia. Crisis. Resignificación.
•
Transformaciones en la adolescencia: Lo que permanece y lo que cambia.
Temporalidad, historización, historia, tiempo y estructura.
Bibliografía Obligatoria
o Bleichmar, S. (2000). “Intervención analítica y neogénesis”, “Transformación, traumatismo y
metábola” y “Traumatismo y fundación”. En Clínica psicoanalítica y neogénesis.
o Díaz, G. Y Hillert, R. (1998). “La estación de la adolescencia: dolor y cambio” y “Tatuajes
visten disfraces”. En El tren de los adolescentes.
o Giberti, E. (1994). “Acontecimiento y aprés-coup”. Revista Diarios clínicos. El niño y la
historia, Nº 7.
o Grassi, A. y Córdoba; N. (2010) “La primavera del significante”, “Adolescencia:
reorganización y nuevos modelos de subjetividad”. En Entre niños, adolescentes y funciones
parentales.
o Hartman, A., Quaglia C. & Kuffer I. (2000). “Retazos de historia (político social)”. En
Adolescencia una ocasión para el Psicoanálisis.
o Tubert, S. (1986). “La estructura adolescente”. En La muerte y lo imaginario en la
adolescencia.
106
Clínica psicoanalítica y neogénesis.
Bleichmar, S. - (2000).
Intervención analítica y neogénesis.
Cuando la red simbólica cae sobre el sujeto, el único modo posible de apropiación consiste en
metabolizar los elementos que permiten ordenar conocimientos a partir de los cuales se pueden
establecer órdenes de significación del mundo.
La clínica no es el lugar donde se produce la teoría sino el espacio desde el cual se abren los
interrogantes. Y el método que afirma la valide de la teoría general, marca sus límites y obliga
a revisarla. Nuestros intercambios están constituidos por representaciones-palabra que anuden
a representaciones-cosa para producir algún tipo de captación del objeto real externo. Objeto
que no está dado, sino que es producido con base en una articulación conceptual sobre la
materialidad que lo compone.
La fundación del inconsciente, condición de la clínica psicoanalítica.
Hay dos grandes líneas que se han abierto en la historia del psicoanálisis después de Freud con
respecto a la cuestión del origen del inconsciente.
•
•
La escuela kleiniana à las pulsiones y el inconsciente son correlativos y se encuentran en el
ser humano desde el momento mismo del nacimiento. Cierta ruptura del equilibrio
homeostático producido en el acto del nacimiento es causal del modo mediante el cual se
activa la voracidad a partir de una tensión abierta, de un intervalo entre el deseo
inconmensurable de pecho y pecho real capaz de ofrecer leche. El inconsciente que propone
Klein, el inconsciente que da surgimiento a la clínica de niños, es un inconsciente existente
desde los orígenes de la vida.
El estructuralismo francés con Lacan à La idea revolucionaria de Lacan con respecto a que
el inconsciente no es algo del orden de lo biológico, no es algo con lo que se nace: es un
efecto de la cultura producido a partir de la inclusión del sujeto en relaciones
estructurantes, en el marco de una organización privilegiada, universal, la estructura del
Edipo. El niño deviene objeto y no sujeto, el niño se convierte en el objeto del deseo del
otro, constituye su deseo con respecto al deseo del otro. El deseo no es algo biológico, sino
que se constituye en el marco de relaciones primordiales que articulan al ser humano al otro
humano y lo determinan, ya que el inconsciente infantil, como objeto de conocimiento, se
pierde, emigra hasta la estructura del Edipo o al inconsciente parental. El niño deja de ser
sujeto atravesado por su propio inconsciente, para devenir objeto, está en posición de
significante que viene a obturar la falta de madre. Pensado al niño desde la castración de
otro, queda despojado de toda dimensión estructural singular.
El cercamiento del inconsciente se define en un campo de interpelación.
Concepto de interpelación: cuando yo me acerco a la realidad, interpelo a la realidad respecto
a un orden de fenómenos que quiero conocer dejando de lado aquello que no es relevante. La
107
cuestión central es ver si hay o no inconsciente, definir la existencia del objeto en cada situación
clínica concreta, se deja abierta la posibilidad de que este pueda no está constituida.
La implementación del método analítico implica una serie de prerrequisitos.
1. El conflicto debe ser intrasubjetivo. El padecimiento psíquico es un desequilibrio libidinal
que se establece entre los sistemas en el interior de la tópica psíquica y de la angustia.
2. Tiene que haber alguien que pueda hacer el trabajo de producir conciencia donde no la hay,
de hacer consciente aquello que no es consciente y este alguien tiene que tener una instancia
psíquica, parte de la tópica, diferenciada del inconsciente.
3. Debe haberse constituido y estar en funcionamiento la represión, como condición de la
división tópica entre los sistemas psíquicos y de la diferencia entre el preconsciente (con su
lógica del proceso secundario) y el inconsciente (operando de la legalidad del proceso
primario). Las representaciones-palabra como enclave del significante en el doble eje de la
lengua, son correlativas a la constitución de la lógica del preconsciente que permite
posicionar al inconsciente como reprimido.
Para que la implementación del método psicoanalítico sea posible tiene que haber: un
inconsciente constituido y a partir de eso un conflicto intrasubjetivo, un sujeto capaz de
posicionarse ante el inconsciente y una represión.
Es imposible el acceso del inconsciente en sí, ya que solo se puede hacer consciente aquello de
lo cual la consciencia pueda darse cuenta mediante su conexión con las representacionespalabra y su transcripción al preconsciente, y esto es imposible sin un ejercicio de significación.
El inconsciente se caracteriza por tener representaciones-cosa, no hay temporalidad, no hay
negación ni tercero excluido.
Para que haya castración tiene que haber un todo al que le falte un pedazo y en el inconsciente
no hay representación de la ausencia. Esa ausencia constitutiva es la ausencia del pecho.
El inconsciente se define en términos de conflicto intrasubjetivo.
La determinación del objeto, el inconsciente definido por la represión y el posicionamiento del
sujeto respecto del inconsciente desembocan en lo siguiente: el psicoanálisis es impensable sin
el conflicto, conflicto que se define en términos intrasubjetivos.
Entre lo interior y lo endógeno es preciso establecer la diferencia para que el
psicoanálisis no se reduzca a un intersubjetivismo.
Gran parte de lo que el sujeto considera como interior, producto de sí mismo, tiene una
proveniencia exterior, como ocurre con el yo y su materialidad identificatoria y, por otro lado,
gran parte de lo interior es vivido como ajeno, externo. Diferenciar lo interior de lo exterior es
condición de conservación.
El inconsciente estructurado a partir de experiencias que lo determinan es un consciente no tan
fácil de buscar en el niño, porque el niño no puede asociar sobre historia. Hay posibilidad de
neogénesis, la intervención del analista no se reduce a encontrar lo que ya estaba, sino a
108
producir elementos nuevos de recomposición y de articulación que den un producto diferente
al preexistente.
Intervención analítica y proceso de neogénesis.
En el proceso de neogénesis algo que no está preformado, y que no hubiera llegado a instalarse
por sí mismo, se produce en virtud de la intervención analítica. La idea de neogénesis remite a
un aparato abierto a lo real y sometido al traumatismo.
Transformación, traumatismo y metábola.
Porque el inconsciente no flota en el vacío.
Inconsciente como inconsciente fundado impone pensarlo en sus relaciones con los demás
sistemas psíquicos, en su relación con el preconsciente y con respecto a la barrera de la
represión. Se plantea en primer término la legitimidad y necesidad del inconsciente y luego su
posicionamiento con respecto al segundo sistema. Los efectos del inconsciente sólo son
accesibles a través de transcripciones, no se lo conoce en sí mismo, se lo conoce por aquello
que va a ir produciendo como formaciones. Para Freud el inconsciente es un existente, lo que
ocurre es que no lo podemos conocer más a que a través de sus manifestaciones que son a
través del relato.
El inconsciente tiene sus tiempos de fundación.
Estos tiempos de constitución están en relación con los destinos de pulsión (transformación
de lo contrario, vuelta contra la persona propia, represión y sublimación), como destinos en el
interior de un aparato psíquico que va rigiendo su emplazamiento tópico y sus posibilidades de
resolución.
La pulsión busca su propia realización, su propia satisfacción, no hay nada en la pulsión misma
que la llevara a renunciar a su destino; la pulsión no piensa, ni busca nada por sí misma, es
definida por movimiento que tiende a la satisfacción y lo que se opone a ella no proviene del
movimiento pulsional mismo.
Los destinos de pulsión se definen en tiempos de constitución del aparato psíquico.
Los cuatro destinos de la pulsión son modos de constitución del aparato psíquico. La
transformación en lo contrario y vuelta contra la propia persona conforman tiempos anteriores
a la represión originaria y preparadores de su instalación. Luego, la represión originaria funda
la diferencia entre los sistemas psíquicos, por último, la sublimación como un destino solo es
pensable a partir de que hay represión, correlativo a la renuncia pulsional. La acción específica
de la pulsión es la consumación de la meta y la única razón para que se altere esta búsqueda
de descarga radica en la existencia de diques o barreras que imposibilitaran su descarga
inmediata, los cuales son efecto de la cultura y además implican un malestar; esto es
desarrollado por Freud como algo inevitable. El malestar en la cultura como el precio que todo
109
sujeto debe pagar poniendo coto a sus mociones pulsionales, a su agresión y egoísmo para vivir
con otros seres humanos.
La forma de posicionamiento de los padres ante el deseo del niño está determinada por sus
propios deseos inscriptos, con lo cual los modos de represión no son universales. Algunos
elementos tienen cierto nivel de universalidad, pero hay formas fantasmática de inscripción que
están ligadas a los modos con los cuales se modelan y articular en el interior de las relaciones
de cultura en primera instancia las parentales.
Diferencia entre Edipo complejo y estructura del Edipo.
El Edipo desde Levi-Strauss = lugar desde el cual se estructuran y pautan los intercambios
sexuados que anteceden al sujeto y definen su inserción simbólica en la cultura àestructura
que antecede al sujeto (Edipo estructurante)
≠
Edipo complejo = momento de la constitución subjetiva que Freud define como tiempo en el
cual se van a determinar los modos de pautación de la sexualidad en tanto ordenamiento del
deseo genital. El Edipo complejo es posterior y ordenador de las constelaciones deseantes
originarias, que son pulsionales. Estas organizaciones pulsionales están ya atravesadas por
organizaciones edípicas de los adultos que tienen a su cargo los cuidados primarios, para luego
ser re ensambladas por un movimiento de aprés-coup en el Edipo complejo.
Y entre estructura del Edipo y organización familiar.
La organización familiar remite al modo con el cual en determinado periodo de la historia de
la sociedad se pauta los intercambios sexuales y se provee la preservación simbólica y material
de un modo de agrupamiento caracterizado por relaciones de alianza y filiación. La organización
familiar es más amplia que la estructura del Edipo, en cuanto a la cantidad de miembros que
circular y a las funciones que implica, y por otra parte más reducida, en cuanto a que es un
organizador transitoria en la historia de la humanidad.
Entre la estructura de partida, edípica y el psiquismo infantil, transformación y
metábola.
Modelo que plantea que entre la estructura edípica de partida y los modos de constitución
subjetiva hay transformación y metábola, creación y génesis. Es una génesis que se puede
pensar a posteriori en razón de que ella se constituye en un movimiento en el cual son
determinantes, entre las determinaciones edípicas y las metábola constitutivas del psiquismo
infantil, los traumatismos que operan como materialidad de base a re transformar. Entre los
caracteres primarios de los progenitores, estructura de Edipo de partida y las vicisitudes por las
cuales atraviesa la historia del niño, se producen fenómenos de transformación, traumatismo y
metábola que son lo que cuentan en la determinación causal del síntoma. El acontecimiento
debe ser comprendido en un contexto simbólico. Se cuestiona la idea de que la madre sea pura
función narcisista materna y el padre pura ley y corte. La madre es madre narcisizante, es madre
110
que viene a restituir a través del hijo la castración femenina. Pero la madre es también sujeto
del inconsciente y en el inconsciente está toda la sexualidad parcial. La madre, en los cuales
está inscripta su sexualidad infantil reprimida, desde la que introduce placer al ejercer los
cuidados primarios.
La crianza permite una caída de las represiones del adulto por relación al cuerpo
del niño.
El enamoramiento tiene la virtud de cancelar represiones. La crianza permite una caída de
represiones, una relación con el cuerpo del otro que no se produce en ningún otro vinculo desde
el punto de vista amoroso. La madre tiene inscripto este placer anal y desde ahí puede limpiar
y gozar del cuerpo del otro. Es la represión, su transcripción y combinatoria con el amor al hijo
lo que evita un exceso de genitalización precoz del niño. El pecho de la madre es un objeto que
ya fue erótico antes de ofrecérselo al niño, es un objeto que ya estuvo atravesado por el doble
juego de la sexualidad adulta e infantil. En el pecho de la madre se entrecruzan aspectos de la
erogeneidad primaria pulsional y de erogeneidad genital.
En la infancia hay una producción de constelaciones simbólicas que permiten la
fundación de instancias.
Neogénesis quiere decir producción de algo nuevo que no está en cada uno de los elementos,
sino en la posibilidad de articulación de nuevos puentes simbólicos y en su combinatoria.
Supongamos que tenemos una representación traumática que por su carácter de
inmetabolizable está destinada a vagar por ahí, hay que darle un estatuto, no quiere decir
reprimirla, quiere decir ligarla de algún modo, posibilidad o construir una articulación simbólica
que la sostenga. Al desligarse de la representación patógena, el psiquismo se ve, de todos
modos, presa de la angustia, debe encontrar otras representaciones que impidan la angustia
flotante. Hay una insuficiencia del método clásico de libre asociación, ya que el descubrimiento
de lo reprimido no alcanza para aliviar la angustia en el largo plazo.
Las representaciones que no accedieron nunca al estatuto del lenguaje deben ser
transcriptas en palabras para su ligazón.
Si partimos de la idea de que hay representaciones originariamente reprimidas que nunca fueron
representación-palabra, la conclusión es la de que existen en el psiquismo representaciones
que nunca podrán ser accesibles para el análisis. El problema se plantea cuando retornan,
cuando el sujeto esta inerme ante ellas y toda la vida transcurre tratando de darles algún tipo
de estatuto.
Freud dice que el traumatismo no se desencadena sino se constituye en un segundo tiempo. En
el aprés-coup, se trata de una posteriori que no es necesariamente resignificación sino
ensamblaje entre dos elementos, que implica que lo anterior es recompuesto por la presencia
111
de lo posterior, pero no necesariamente que lo anterior estaba destinado a un futuro en el cual
se encontrara con eso que hoy le ocurre como destino.
Los cuidados que se le prodigan al niño en la perspectiva de mantenerlo con vida
son efecto del narcisismo transvasante del adulto.
Todos los cuidados que se dan al niño están determinados por constelaciones amorosas, por el
narcisismo transvasante capaz de volcarse hacia otro ser de la madre.
El amor de objeto es efecto de la posibilidad de un transvasamiento narcisista, en el cual el
amor de los padres inviste al sujeto, no queda en ellos mismos, y ordena luego, a partir de los
valores del superyó, que el hijo haga circular a su vez libido hacia otros seres humanos. La madre
no es consciente de la castración y no sabe que viene a representar el hijo.
Lo inconsciente no accede a la consciencia sin su transcripción en representacionespalabra.
La representación-palabra puede ser recuperada cuando algo fue reprimido y vuelve. El Edipo
complejo no es originariamente reprimido, las niñas saben que quieren casarse con el padre y
tener hijos, sólo después se reprime o sepulta. Y si alguien se lo recuerda se ofenden
horriblemente, en virtud de que ha operado la represión secundaria y algo que fue puesto en
palabras desaparece de la consciencia. Pero los fragmentos originarios de los vínculos primarios
con los objetos, las representaciones de los objetos primordiales nunca fueron representaciónpalabra, quedan en el inconsciente sepultadas por la represión originaria.
La mayoría de las represiones con lo que nos enfrentamos en el proceso terapéutico son casos
de represión secundaria, son fragmentos discursivos que fueron expulsados de la cc y luego
pueden ser recuperados, son estos los que dan lugar a la formación del síntoma. Por eso el
analista esta allí, ofreciendo una organización simbólica para algo que no lograba su estatuto.
Traumatismo y fundación.
Un primer tiempo de la vida ≠ el primer tiempo de la sexualidad. Un primer tiempo de la vida
definido por lo biológico, por montajes adaptativos frágilmente instalados, en el que la cría
humana está atravesada por el mundo de la necesidad. Yendo el niño en búsqueda de la
satisfacción de ciertas necesidades, se encuentra con el otro humano, con el deseo del otro
humano, que lo parasitara.
El primer tiempo de la sexualidad es segundo respecto de los tiempos de vida.
Esta parasitación libidinal abre el camino a un primer tiempo de la sexualidad que
consideramos segundo respecto del primer tiempo de vida. El autoerotismo marca el
comienzo de la vida sexual, representacional. Con la instalación del autoerotismo se está
marcando un elemento determinante, se trata de la instalación de un objeto que ha perturbado
112
la función, destinado a puro placer, en el nivel de una zona del cuerpo, zona erógena, con un
objeto proveniente de la sexualidad del otro.
Es el plus traumático introducido por el otro humano el que obliga a un proceso
psíquico de complejización.
Abierto el primer tempo de la vida, hay un intervalo en el cual se viene a instalar la pulsión a
partir de las acciones ejercidas por el otro humano. En el momento de satisfacción de la
necesidad alimentaria se introduce algo de carácter traumático. Un primer tiempo de la vida
en donde mas allá de los momentos biológicos, se introduce el otro humano que tiene a cargo
los cuidados precoces, otro humano que desconoce la existencia del placer sexual obtenido en
estos cuidados que ofrece al recién nacido porque la fuente que lo activa es inconsciente y que
en razón de ello instaura la pulsión en la cría a través de una implantación traumática. Es este
plus traumático, irreductible, el que obligara a un procesamiento psíquico con vistas a encontrar
vías de descarga o de ligazón para las cantidades sobrantes. Es este el verdadero valor de la
vida psíquica al cual se refirió Freud, el hecho de que la pulsión no encuentra una resolución de
tensiones bajo los modos de la autoconservación y en virtud de ello el psiquismo se ve obligado
a explorar caminos inéditos. Primer tiempo de la vida psíquica es la instauración de la pulsión.
El segundo tiempo de la vida psíquica se caracteriza por la constitución de la represión
originaria, por la instauración del yo-representación narcisista que reprime el autoerotismo en
el inconsciente. En este segundo tiempo de la vida psíquica, de instauración de la represión de
la sexualidad autoerótica, constituido por la instauración del narcisismo y la base de las
identificaciones, el sujeto comienza a acceder a la cuestión de quién es. Los primeros tiempos
parecerían estar más marcados por los rasgos con los cuales la cultura de pertenencia ordena
la diferencia a través de las diversidades. Se constituyen como significantes en la propuesta
identificatoria que los padres ofrecen.
El yo se instaura sobre un conjunto de ligazones que aseguran su estabilidad.
El yo que se constituye como lugar de posicionamiento del sujeto tiene que sostenerse en algo
que estructure su basamento: un conjunto de representaciones ligadas, de articulaciones que
precipitan ya un estancamiento de la libido y aseguren su estabilidad. Los dos tiempos
diferenciados, instalación de la pulsión y represión originaria, tienen que desembocar en un
tiempo de constitución de las instancias ideales o superyó, en el sentido doble de consciencia
moral y de ideal del yo, diferenciados de los atributos del yo ideal, en tanto yo ideal narcisista,
para arribar a la neurosis.
El narcisismo materno es condición necesaria para la constitución del yo en el niño, pero
no de la pulsión, que se origina en la sexualización proveniente del inconsciente materno.
Función materna:
•
la función pulsante que tiene su origen en el inconsciente materno y que da origen al
autoerotismo del niño.
113
•
la función ligadora del narcisismo que va generando las condiciones de instalación posterior
del yo.
La condición de la pulsión en el niño está en el inconsciente materno, en su propia sexualidad
parcial, desde la cual ella ejerce sobre el cuerpo del niño ciertas operaciones que implantan
una sexualidad, destinada a una reelaboración. La cuestión del corte está pensada del lado de
la división del aparato psíquico y la función de la represión originaria, con el sepultamiento del
autoerotismo. El niño renuncia a la analidad por amor a la madre. La madre está proponiendo
desde el preconsciente, desde el yo, algo que es del orden de la cultura, de modo que está
ejerciendo una función atravesada por el superyó parental. El hijo, renuncia por amor a la madre
en un tiempo en el cual aun no reprime estos deseos, subordinándose a un poder omnímodo
del otro.
Si no se inscribe la pulsión, no se producen los elementos básicos de la humanización, el aparato
no es obligado a un trabajo psíquico: es la pulsión lo que obliga a un trabajo de ligazón
impulsado a través de ello el crecimiento psiquismo. En un segundo tiempo, si la pulsión no es
reprimida, el sujeto queda adherido a un goce que no posibilita el desplazamiento de los objetos
originarios y el circuito de repetición es siempre empobrecimiento.
El desorden que la madre impone en la cría es un desorden que viene a desarticular las leyes
de la naturaleza poniendo un elemento que altera todos los modos de autoconservación que
estaban armados y predeterminados, es así como la vida psíquica se funda sobre un trastorno
del orden natural, a través de otro humano que va a inscribir algo que es un modo de perversión
de lo natural que altera los caminos prefijados.
Psiquismo que se organiza de la complejidad del psiquismo adulto viene a instaurarse un nivel
de complejidad que tiene que reordenarse mediante enunciados de la cultura que capturan una
parte de lo inscripto. En ese reordenamiento que se produce, el yo se sostiene en un conjunto
de enunciados que posibilitan cierta estabilidad y que están regidos por modalidades lógicas:
se instaura ahí la contradicción, la negación, el principio del tercero excluido, la temporalidad,
todo lo que permite al niño el acceso a la escolaridad. El tercer tiempo de la vida psíquica está
constituido por la fundación de las instancias ideales y de la consciencia moral; se ordenan
sobre la base de componentes universales aun cuando recojan su materialidad diferencial en el
seno de la cultura en la cual el niño se desarrolle.
El psiquismo parental es complejo, articulado metabólicamente en sus propias
determinaciones históricas.
Padre y madre entran en la estructuración edípica con representaciones determinadas
históricamente que a su vez son contradictorias y complejas, y esta complejidad va a estar
presente en las formas con las cuales produzcan ciertas determinaciones en el hijo.
El ideal del yo es un residuo del sepultamiento del complejo de Edipo y en tal sentido debe
aparecer en la infancia. Cuando un niño manifiesta el deseo futuro de llegar a ser algo, ya está
en juego el embrión del ideal del yo, en la medida en que el narcisismo ha sufrido un
desplazamiento del centro en que estaba. Cuando hay un yo que se ha constituido, los niños lo
manifiestan.
--114
El tren de los adolescentes.
Díaz, G. Y Hillert, R. ‒ (1998)
La estación de la adolescencia: dolor y cambio.
La adolescencia está significada como un tiempo de crecimiento, de tentativas no regladas, de
búsquedas incesantes. Ese movimiento se presenta de manera irregular y discontinua. En ese
contexto se puede entender tanto la dificultad que los jóvenes tienen para encontrar un espacio
propio, como la de los adultos para dar respuestas apropiadas frente a este momento de
cambio.
Adolescencia es un término que deriva de la voz latina adolescere = “crecer o desarrollarse
hacia la madurez”. El diccionario etimológico transcribe una llamada que remite a “doler,
doliente, doloroso”. La adolescencia es un tiempo de pasaje donde el tránsito no se realiza
sin dolor, y nos permite observar que el concepto comparte las mismas características que los
sujetos que lo componen.
La concepción de las ciencias sociales ubica en el concepto de juventud entre la dependencia
infantil y la independencia del adulto. Desde nuestra perspectiva psicoanalítica, la
independencia subjetiva se encuentra en estrecha relación con la función del deseo. El sujeto
adviene sujeto del deseo en la medida en que él mismo fue deseado, pero es preciso abandonar
esa radical alienación al deseo del otro para autorizarse a desear algo por uno mismo con una
relativa distancia de lo que desearon para él.
La estación de cambio.
Retomemos la noción de adolescencia como un momento de pasaje: si bien cada sociedad
genera las condiciones singulares de ese rito de iniciación, hay ciertas características en los
ritos de pasaje a la adolescencia que se repiten siempre.
•
•
INCIDENCIA: la sociedad participa en la ceremonia à cada uno de sus miembros cumple su
función específica (carga peyorativa del lugar a ocupar, socialmente establecido).
SEGREGACIÓN-INCLUSIÓN: Hay una segregación (independización) del ámbito familiar
(separación de la madre mientras que puede o no producirse la separación con el padre) e
inclusión en la comunidad, a un nuevo grupo por fuera de la familia en que adquirirá nuevos
•
•
enunciados.
TRANSMISIÓN: se transmite un oficio, el ejercicio de alguna actividad, un saber, un secreto
o una creencia de esa comunidad, se nos incluye así a los nuevos adolescentes a la cultura,
pertenecen a esta por sí mismos, ya no mediante las instancias parentales.
MARCAS CORPORALES: se dan marcas visible en el cuerpo. En sociedades como la nuestra,
las marcas de los que lo rodean, del momento en el que le toca vivir, de la historia de su país,
de la historia familiar, de su propia historia singular. Las emociones son mediatizadas por el
cuerpo, del que ahora ya es completamente dueño el sujeto.
115
El acceso a un nuevo lugar simbólico dentro de la comunidad se logra a partir de una función
exogámica, no se produce desde las relaciones familiares, sino que se procura con la
intervención de un tercero.
En nuestra sociedad, vemos formas larvadas de ceremonias y rituales que se dan en la
adolescencia, como subrogados iniciativos que autorizan a los jóvenes a ocupar nuevos lugares
simbólicos que desde la cultura se sancionan como patrimonio de los adultos. Por ejemplo, la
fiesta de 15, cuyo “vals” simboliza la cesión que hace el padre de su hija a otros hombres; por
eso la cumpleañera primero baila con el padre, quien luego la entrega a los hombres presentes
que continúan bailando con ella.
DEL TEÓRICO: No solamente está cambiando el cuerpo y el púber se pregunta qué le pasa y que son esas nuevas
sensaciones que tiene, que esto nuevo que aparece en mi cuerpo y yo no pedí, no es solamente darle una
significación a esto sino las consecuencias, las implicancias que tiene esto que es dejar de ser niño, de dejar un
lugar, las identificaciones propias, de lo que implica el mundo de la infancia, dejar de ser un niño y una niña para la
mirada de los otros, dejar de ajustarse a esa construcción que se tuvo con el otro acerca de quién era el yo
Crecer duele
Si bien en nuestra cultura no disponemos de un rito con prácticas precisas de iniciación, si hay
una diversidad de iniciaciones cuyos efectos podemos leer en los dichos de los adolescentes,
en sus actos o en sus síntomas.
Con la llegada de la pubertad y el acceso a una nueva función de reproducción sexual, el joven
comienza a transitar un periodo que es del psicoanálisis se llamó el segundo despertar sexual.
Esta nueva oleada pulsión al choca contra las exigencias culturales de la exogamia la que instala
una nueva barrera contra el incesto. Con respecto a la ideal, también asistimos a otra pérdida
ya que se reclama a la aparición de nuevas identificaciones. Se impone el desasimiento de los
lazos parentales que paradójicamente sólo se logra si se cuenta con las marcas maternas.
También este pasaje se trata pasar de estar sujeto al deseo del otro a estar en condiciones de
sostener la pregunta por el deseo como la propuesta de un nuevo modo de goce sexual. El joven
deberá transitar desde la creencia en el Otro como garante de su deseo hacia convertirse el
mismo el responsable de su acto.
Este tránsito se realiza siempre acompañado de dolor ya que se trata de una conquista que
implica pérdidas.
Tatuajes visten disfraces.
Los adolescentes que se identifican con distintas tribus urbanas recorren a elegir un diseño y
hacérselo grabar en la piel con un tatuaje. Los padres se preocupan ante estas decisiones que
interpretan como transgresivas, rebeldes, con el agregado de qué aparecen teñida por lo
irreversible. En la cárcel los tatuajes implican entrar en una nueva familia, que tiene sus códigos,
sus reglas, sus leyes.
Mucha gente busca formar parte del espectáculo y hacerse ver, en la ilusión de perpetuar su
imagen y salir del anonimato.
Sobre el disfraz: disfraz como signo de identificación para diversos grupos de jóvenes. La
etimología de “disfraz” nos conduce al significado enmascarar.
116
Sobre el tatuaje: el tatuaje aparece como símbolo de un individuo en la masa. Los tatuajes que
se han puesto de moda para el consumo masivo son signos de la subculturas de la que participan
los jóvenes. Pero, en una lectura psicoanalítica de este fenómeno masivo, se descubre en el
decir de los adolescentes la localización del sujeto como efecto de la incisión en la piel de una
marca escondida en un dibujo que no habla solo. Esa marca perpetua, imborrable, la escribe un
hijo decidido a desprenderse de una relación con su cuerpo que ya no es el del niño
imaginarizado por su madre.
Para algunos, un tatuaje equivale a la posesión de una insignia de virilidad; las insignia
conforman el Ideal del Yo desde donde el Yo se contempla narcisísticamente insatisfecho. El
lugar simbólico del Ideal está estampado en un dibujo tatuado. El tatuaje no sirve de nada, eso
es la ostentación narcisista, lo que sirve es el gusto personal de hacerse uno, distinto, llevando
la mirada como parte de su ser puesta sobre el cuerpo.
Desde la perspectiva de la psicología de las masas, los tatuajes cumplen diversas funciones:
• Son objeto de consumo masivo, que para algunos adquiere con posterioridad valor de marca
de iniciación, casi ritual. Para los adolescentes “consumidores”, dejan de ser “nenes de
mamá” porque adquirieron como propio este tatuaje, lo pagaron para tenerlo, que
subjetivamente es diferente a recibir un regalo.
• insignia o denominador común para un grupo, que lo diferencia con respecto a otro grupo.
• Técnica de camuflaje, para diferenciarse del resto, de la masa de “todos iguales”.
• Modo de realizar un duelo por la pérdida de un objeto de amor: el padre ideal o la madre
de la primera infancia; o marcar un pasaje, o como elaboración de una situación traumática.
• El tatuaje funciona como objeto de mirada, ejerce poder hipnótico sobre los individuos de
la masa.
• Marca que corta la indiferencia de la vida, marcan con el tatuaje un instante.
---
117
Acontecimiento y aprés-coup.
Giberti, E. (1994).
En 1992, hubo niños que, luego de salir a hacer reclamos a la calle de la mano de sus maestros,
se enfrentaron con la paradoja de tener que obedecer (reconociendo su autoridad) a quien el
día anterior le mostraba cómo se desobedecía y se desafiaba al ministro (sintetizado para los
chicos como “el señor que nos manda a todos”).
En el origen de la paradoja encontramos distintos tipos de contradicciones y en su desarrollo y
funcionamiento la alternativa de encontrar “salidas” que remitan a la tensión entre ambos
términos de la contradicción y que incluyan una lógica que se oponga a los postulados de la
lógica formal y a sus proposiciones fuertes. En el aula estos niños se vieron en la posición de
obedecer a la maestra, (que conjuntamente con los padres) había desafiado la norma
consensual, representante del Superyó en la figura del ministro; esa realidad, a su vez, se
enfrentaba con la realidad del aula, en la que la maestra es la representante del Superyó. O sea,
por una parte, abolir la función superyóica del ministro y por otro atacar el canon
escolar/consensual que valoriza la función superyóica de la señorita. Tuvieron que hacerse cargo
de las contradicciones resultantes de violentar normas, por una parte, y por la otra ser
convocadas para ello (salir a la calle a protestar) por quienes instituyeron las normas.
En la escuela les resultaba imprescindible ensayar nuevos procesamientos psíquicos que dieran
cuenta de la situación paradojal en la cual los tradicionales sentidos acerca de la autoridad
adquirían otras significaciones.
Los paradigmas vigentes de la autoridad seguramente hayan quedado cuestionados por el
aparato psíquico de innumerables niños puesto que resultaba complejo metabolizar las
anomalías de distinto orden. Es posible que uno de los modos que construyeron los niños para
procesar estas novedades inquietantes haya sido lo que se denomina legalidad transgresiva.
Como consecuencia resultante se obtienen dos alternativas: o bien los niños se dedican a
comportarse correctamente sin participar en determinados hechos transformándose en tontos
y sumisos al acatar la obediencia estricta; o bien, en el otro extremo, deciden que todo vale,
que hay permiso para hacer cualquier cosa que le produzca placer. Es decir, anomizarse, derivar
en el uso de drogas, en conductas peligrosas o psicotizarse. Entre ambos extremos, la gama de
alternativas posibles para adecuarse a situaciones paradojales. En ellas adquiere vigencia la
legalidad transgresiva que coloca al niño en la tensión entre dos instancias contradictorias
posibilitándole una actualización entre ambas que, a posteriori, podrá conducir a una vivencia
o noción de incompletud, de imposibilidad de creer a ciegas, de adherir a una razón o verdad
univoca o a la ficción de un sistema cerrado.
La construcción de esta legalidad transgresiva mediadora y sostén de la tensión que las
paradojas suscitan, conduce a darse cuenta que ayer podía proceder de un modo y hoy conviene
hacerlo de otro; originando una crisis que, tal vez en algún momento, lo conduzca a soportar la
incompletud y la falta. Instalado en esta tensión es probable que no comprenda lo que sucede
por tratarse de sucesos alejados de la lógica formal y de las legalidades estrictas que sostuvieron
y sostienen los múltiples paradigmas de su educación familiar y escolar.
118
Es posible conjeturar que para los niños existió una dimensión inabordable, incomprensible a
pesar de estar actuando en ella, una dimensión que habrá de convertirse en significación, hasta
el momento sólo presentida y asociada a los deseos de los adultos: no captada en ese momento
original de la salida a las calles, pero si registrada por los chicos. Ese registro de la importancia
que para los adultos tenían esos hechos es lo que tal vez sea procesado como algo que adquirirá
una significación especial aprés coup. Significación que podrá ser asociada a una participación
pasiva o no en tales sucesos.
Si es asociada como participación pasiva, ingresaríamos en el territorio preliminar de la
repetición compulsiva; de lo contrario, si la significación se asocia con la tensión de lo paradojal,
de lo inesperado que puede adquirir una significación propia, incluirá el procesamiento de la
legalidad transgresiva novedosa.
De la elaboración de dicho registro tratará el aprés coup que podrá incorporar el sentido de
acontecimiento, como lo que queda del suceso y a partir de lo cual “las cosas” no serán ya como
antes.
La diferencia entre suceso y acontecimiento: el acontecimiento es lo que viene a faltar a los
hechos y remite a los efectos de algunos sucesos para los cuales se carece de explicación y
nominación. El acontecimiento se refiere a la imposibilidad de prever la presencia o
desencadenamiento de determinados sucesos o sucederes. Después de haber acontecido algo
significativo, nuevo, imprevisto, se producen cambios que implican nuevas formas de
conciencia: el acontecimiento adquiere eficacia como tal cuando se ha perdido la memoria del
suceso que lo provocó. En el acontecimiento se gesta lo posible de lo imposible.
Se vive en medio de un fenómeno asociado al desarrollo de copiar procedimientos de los
adultos, en lugar de poner en marcha identificaciones; de manera que se corre el riesgo de
condenar el universo simbólico en aras de copias que carecen de posibilidades estructurantes
y que funcionan como fachadas inconsistentes.
La noción de acontecimiento puede aplicarse a un posible modo de procesar instancias
subjetivas en situaciones nuevas o críticas en la relación niños-adultos y hacerla funcionar donde
fulguran interrogantes relativos a los universos simbólicos y las conductas de los chicos.
---
119
Entre niños, adolescentes y funciones parentales.
Grassi, A. y Córdoba; N. (2010)
La primavera del significante.
La relación significante/adolescencia. Etimología e historia.
Nos interrogamos en este escrito sobre la relación significante/adolescencia. Análisis de la
etimología e historia de los vocablos adolescentes y adolescencia: Estos dos vocablos tienen
su raíz latina en el verbo “adolescere”, que denota el principio de una acción progresiva à
comenzar a crecer, estar creciendo. Adolescente es esencialmente “el que está creciendo”.
Lo adolescente y las inquietantes figuras de la alteridad.
El crecimiento implícito en el significante adolescente es un puro devenir, con sus sentidos de
cambio, transformación, acontecer y transcurrir. Crecer es un proceso de subjetivación, que con
lleva una fantasía inconsciente agresiva.
El significante adolescencia, desde un tiempo inmemorables, connota para el mundo adulto,
además de su significación vital, el amenazante sentido de anunciar el advenimiento inexorable
del recambio generacional.
Una sustracción de sentido: adolecer.
La palabra adolescencia ha sido objeto de manipulaciones lingüísticas, las que generaron una
falsa relación del término adolescencia con adolecer. Constituye una malversación lingüística
que tiende a negativizar los sentidos de la voz adolescencia y contribuye al malentendido, a
desmentir el potencial transformador y creativo de los adolescentes.
El significado adolecer pone en juego una concepción ideológica con consecuencias fácticas
en los ámbitos legislativo, judicial, de la salud. La interpretación de adolescencia como derivada
de adolecer es el fundamento de ciertas ideologías de corte discriminatorio y teorías
evolucionistas dogmáticas, que consideran a los niños y adolescentes como seres inacabados,
imperfectos, a medio camino respecto a un ideal de la perfección y completo, al cual se arribaría
en la adultez, según un programa de desarrollo predeterminado, seleccionado en rígidas etapas
cronológicas.
Es más tranquilizador calificar el desorden que la adolescencia promueve, como dolencia,
sufrimiento o carencia que pensarlo como una condición necesaria, facilitadora de los procesos
de su objetivación de una generación a un vulnerable, intentando arribar y hacerse un lugar en
el mundo adulto.
120
Adolescencia: la primavera del significante.
La adolescencia es la novedad radical que arriba al contexto familiar y social en una oleada
generacional, revolviendo las aguas del adulto, para dejar su marca significante en el tiempo.
La adolescencia es la urgencia de transformar(se) y crear(se), urgencia que se expresa en el
campo del lenguaje, poniendo en desorden el cuerpo, la identidad infantil, el orden familiar y
la posición generacional. Es una operación de implante de los significantes de la sexualidad y
deseo inconsciente parental que inaugura y pone a trabajar los procesos de sexualización y
sexuación.
En respuesta a la nueva oleada pulsional y las vertiginosas transformaciones en lo real del
cuerpo, los adolescentes necesitan recurrir a significantes propios, a veces inéditos para
poner en palabras e inscribir ese íntimo acontecimiento y subjetivarlo.
Con esta finalidad, hacen este trabajo de desorden del lenguaje = des-alienarse de los
significantes parentales y convenciones del adulto del tiempo de la infancia, que no dan
respuesta, ni les permiten expresar sus íntimas, inéditas e inexplicables vivencias. El adolescente,
para apropiarse de los recursos del lenguaje, debe recurrir a su creatividad, no exenta de
hostilidad, para transgredir los códigos preestablecidos y explorar nuevas palabras y nuevos
sentidos, acude a la creación de frases no convencionales, la adjudicación de nuevas
significaciones a los viejos términos, la utilidad de neologismos, intentando formular y transmitir
aquello no expresable por medio de las palabras a su alcance.
El adolescente no cuenta aún con un “discurso apropiado” (aún no se ha apropiado de un
discurso), está en proceso de desasimiento y desalienación del Otro parental, debe entonces
crear recursos expresivos en la grupalidad, para representar ciertos estados emocionales que
devienen del encuentro cara a cara con lo real inaccesible al lenguaje. Tampoco encuentra muy
a menudo en el adulto la escucha que les otorgue legitimidad y sentido a esos estados para
poder figurarlos y ligarlos; escandalizan a los adultos desordenando el lenguaje y exhibiendo
crudamente la arbitrariedad de la relación significante/significado.
La adolescencia es la primavera del significante, sus floraciones caerán con el tiempo,
probablemente también el carácter incondicional del grupo y las primeras experiencias
amorosas, exploraciones en y desde el otro, que dejarán sus escrituras en el cuerpo, decisivas
para su subjetivación. El fruto será la apropiación del lenguaje que le permitirá intentar
materializar sus deseos y decir algo en nombre propio, dejando la impronta de su paso en el
lenguaje adulto.
Adolescencia:
subjetividad.
reorganización
y
nuevos
modelos
de
El des-orden.
La adolescencia es un momento de transformaciones y cambios. Contamos con los términos:
• ORGANIZACIÓN
• REORGANIZACIÓN à implica que un orden o “estado de la cosa” es cambiado,
transformado por reacomodamientos, reordenamientos, por des-orden de lo existente.
• NUEVAS O NEOORGANIZACIONES à la incorporación de nuevos elementos des-ordena
lo establecido dando lugar a organizaciones neo.
121
Para el pensamiento de los sistemas complejos, un orden organizacional puede nacer a partir
de un proceso que produce desorden. Los fenómenos desordenados son necesarios en ciertas
condiciones, en ciertos casos para la producción de fenómenos organizados, lo cual contribuye
al incremento del orden.
“DES-ORDEN” à varios sentidos
- En lo que a producción subjetiva y adolescencia refiere, des-orden es meta a alcanzar
mediante un esfuerzo de trabajo psíquico y su realización comporta un rédito positivo en la
producción de subjetividad.
- Des-orden como desorganización o batifondo.
Lo puberal - lo adolescente.
La vida psíquica encuentra distintos momentos en los cuales se trata de inscribir, incorporar,
metabolizar lo heterogéneo y así re-organizar, re-ordenar, des-ordenar lo previo. En su devenir,
la subjetividad trabaja la adolescencia produciendo transformaciones. Estos trabajos los
denominamos lo puberal-adolescente à implican un potencial saludable de cambio, al
encontrar condiciones de desarrollo, es una puesta en des-orden del status quo promotor de
neoorganizaciones. La adolescencia sería origen y génesis de esas nuevas organizaciones
psíquicas.
Siendo que desorden, reorganización y neoorganizaciones aparecen ante la incorporación de lo
nuevo, de lo distinto, de lo hetero; lo puberal-adolescente trabaja para su incorporación y
homogenización, lo proveniente de distintas fuentes:
a) Un campo estrictamente INTRA-SUBJETIVO como los cambios corporales y vicisitudes de
la historia personal. El sujeto se rearma en un cuerpo nuevo, lo que desemboca en la crisis
de que sus significaciones anteriores ya no valen.
b) Un campo de INTER-SUBJETIVIDAD las relaciones familiares, el otro parental, entra en
contradicción, y sale en búsqueda de un círculo más amplio, con quienes se comparte un
período histórico-político-social, el grupo, a partir del cual sustenta sus nuevos enunciados.
c) Un campo que, vía transmisión generacional de la vida psíquica, toma una dimensión
TRANSUBJETIVA que conecta con las generaciones precedentes, se corre de su lugar de
niño y pasa a otro lugar semejante al de la figura paterna.
EN EL PERÍODO DE LA ADOLESCENCIA SE DEBEN METABOLIZAR 4
ELEMENTOS HETEROGÉNEOS:
Crecimiento y desarrollo que jaquean la identidad: El desarrollo y nuevo funcionamiento
endocrino y hormonal producen cambios en el cuerpo à crecimiento, aparición de caracteres
sexuales secundarios, crecimiento del aparato genital, maduración de los órganos sexuales
internos y externos. Esto trae nuevas vivencias, experiencias y sensaciones que le imponen al
psiquismo un trabajo de simbolización y metabolización, porque se replantean las identidades
enlazadas a lo somático y las diferencias de género sobre el desarrollo de la identidad sexual.
Se revisa la imagen especular; un nuevo pasaje por el estadio del espejo como formador de la
función del yo anuncia la importancia que toma la mirada, el tacto y el tiempo dedicado a
decorar sus cambios.
122
La subjetividad demanda encontrar nuevos ordenamientos, re-ordenar, des-ordenar las
relaciones del cuerpo infantil con la propia historia, con los padres de la infancia, con la infancia
de los padres, con su lugar en el circuito de deseo familiar. Se requieren nuevas organizaciones
que signifiquen, que den sentido al crecimiento y la genitalidad.
Por esto planteamos a la adolescencia como un período de crisis y duelo. Crisis de la identidad,
duelo por el “ser infantil”, por los padres de la infancia, por la historia de las relaciones infantiles
de objeto. Este duelo en la adolescencia es paradojal porque el fin de la infancia requiere una
pérdida, pero a la vez una conservación superadora, transformación y resignificación de lo
infantil. Los nexos con el cuerpo de la infancia, con la historia de las elecciones libidinales
y de las relaciones objetales familiares entran en un proceso de resignificación e
historización. Para el psicoanálisis, la temporalidad no se plantea como una continuidad lineal
entre pasado, presente y futuro; las relaciones entre el pasado y el devenir puede plantearse
entre temporalidad y causalidad psíquica.
Los dos tiempos o fases de la sexuación (y el entretiempo): la sexualidad humana se constituye
en dos tiempos o fases (Freud):
- la sexualidad infantil (historia libidinal, historia de las relaciones de objeto en la infancia)
- la sexualidad adulta (hallazgo de objeto y procreación como nuevo fin).
Estos dos tiempos de la sexualidad humana no corresponden a dos fases de una misma
sexualidad, sino a dos sexualidades diferentes; no constituyen entonces una simple reedición
de la sexualidad infantil, sino un modo de recomposición ordenado y guiado por la existencia
de una primacía de carácter genital. La sexualidad adulta, en el mejor de los casos, tiende a
reunir bajo un nuevo objeto la corriente tierna y la corriente sexual y se espera eso como un
desarrollo normal libidinal, pero no como que se retoma lo que se interrumpió en la latencia,
sino lo que lo que en la adultez se genera una recomposición de lo anterior, porque el placer
final es nuevo, pero el placer previo también es nuevo porque antes no había placer previo de
nada, era placer en sí mismo, autoerótico.
Lo puberal-adolescente es el entretiempo de la sexuación, en la medida en que no se da en la
adolescencia una mera transferencia o desplazamiento automático de libido desde los
objetos familiares incestuosos (sexualidad infantil) hacia el afuera familiar (conformación
normal definitiva del adulto), requiere de estaciones de recambio de su identidad infantil, de
des-orden del cuerpo, del objeto familiar, del reposicionamiento generacional, nuevas
inscripciones y nuevas organizaciones psíquicas. Se debate entre principio de permanencia y
principio de cambio. Lo puberal-adolescente es ese entretiempo de trabajos específicos, lugar
de transformación e inscripción del cuerpo (erógeno) pre-genital en cuerpo genital y objeto
familiar en objeto de deseo no-familiar.
Un cuerpo pre-genital que conlleva las marcas del deseo del Otro familiar, la sexualidad
del adulto inscripta en el cuerpo del niño y que ahora, con el devenir puberal-adolescente
ese cuerpo constituye deseo genital en un vínculo no-familiar.
Erotismo genital y hallazgo de objeto que alteran “lo familiar”: tanto en la inscripción del
cuerpo genital como en este pasaje a elección de objeto heterofamiliar, “el vínculo al otro”
compañero/a sexual, sujeto de deseo, es marca que funda e inaugura. Cobran nuevas
significaciones las diferencias sexuales, ahora genitales, de género; cobran también nuevas
123
significaciones las diferencias intersubjetivas. La genitalidad constituyéndose en vínculo da una
nueva vuelta por la alteridad. Con el coito se inscribe y reinscriben diferencias corporales, de
género y desiderativas. El otro se constituye en su alteridad como sujeto de deseo.
La sucesión generacional y su reordenamiento:
el reacomodamiento que la adolescencia
implica por sus posibilidades de fecundación y procreación impone al psiquismo un trabajo
de simbolización de un nuevo desplazamiento generacional. El corrimiento y reubicación
generacional deviene en des-orden. El potencial pasaje de hijo/a y su proyección como
padre/madre, y consecuentemente el pasaje de padres a abuelos, etc. es un corrimiento
generacional. Los procesos de crisis y duelos son en la adolescencia, a la vez que del
adolescente se producen en un campo que es de intersubjetividad.
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124
Retazos de historia (político social)
Hartman, A., Quaglia C. Y Kuffer I. - (2000)
Capitulo 1: Retazos de historia (político-social)
Freud en “Metamorfosis” anuda lo real al cuerpo, los cambios biológicos, con el estatuto de
subjetividad en torno a la reedición edípica. Esta reedición es de suma importancia, ya que
inscribirá al sujeto en relación con el goce sexual.
Se afirma que el problema de la juventud es un problema de nuestro tiempo. La juventud como
construcción social y cultural. “Etapa liminal” que es límite entre la dependencia infantil y la
entrada en el mundo adulto, con una inscripción diferente del sujeto en cuanto a su sexualidad.
Para todos los pueblos el joven pasa por la metamorfosis puberal y para todos ellos el comienzo
del goce sexual es posible. Entrar al goce sexual no es solo el ejercicio de la sexualidad plena,
trae consecuencias en relación a la posibilidad de la constitución de la familia, a la ubicación
laboral.
Cada periodo histórico merece un estudio particular, dadas las condiciones de la estructura
social en el tiempo, esto impide hacer una historia lineal.
El problema de la juventud se ha definido en la historia de los pueblos, ligado a los ritos de
iniciación. La juventud está marcada por ritos de salida o entrada que exceden la marca
biológica que sigue la entrada en la pubertad. La juventud no solo se define por los cambios
biológicos, queda sujeta a una conjunción de valores y símbolos.
Freud en Psicología de las masas y análisis del yo, en este texto la vía regia para estudiar las
identificaciones ideales típicas de este periodo de la vida y los fenómenos de masa que se
desprenden de las identificaciones, las masas tienden a atrofiar la personalidad individual
consciente. Se reconstituye un estado de represión a una actividad anímica primitiva como la
que admitiríamos en la horda. Este carácter liminal del adolescente, por el que carece aún de
territorio propio, favorece estos fenómenos que se pueden congregar frente a aquel que se
propone en el lugar que ocuparía el padre primordial.
Problemática adolescente: con representaciones endebles, pero de gran intensidad afectiva
obtienen fuerzas nuevas en la comunidad identificatoria.
La metafísica de la juventud: Benjamín dice que el joven es algo en sí mismo, en su trabajo, que
aborda la cultura adolescente le otorga a la escuela, a la educación y a la vida universitaria un
lugar fundamental. Lo universitario pone al joven en contacto con lecturas decisivas, la
profesionalidad y los valores éticos de su tiempo.
La música, ¿una forma discursiva? Si un discurso es un modo de uso del lenguaje como vinculo,
que es posible entre los seres que hablar, el discurso no se funda en el sujeto sino en la
estructura del lenguaje y en el significante. La cultura adolescente elige la música como lenguaje
privilegiado.
Giberti interpreta la prevalencia de una lógica totémica: los grupos representan al tótem y
escriben tabúes. El lugar del padre como lugar de la ley se ha vuelto complejo en nuestra época.
Se definen formas de vestir, de hablar y se rechazan otras antagónicas.
125
Capitulo 2: Retazos de historia (el psicoanálisis)
Necesidad de pensar a la adolescencia en torno a entrecruzamientos discursivos.
Groot se centra en la problemática del yo y la problemática del ideal del yo, hay una articulación
del duelo como perdida o pasaje a procesos identificatorios arcaicos. El yo y sus servidumbres
definen los ejes de teorización. El superyó parece hacer su entrada en ese momento en la
subjetividad, cuando se instala la moralidad, diferenciado así el joven del niño. La articulación
con el trabajo de duelo lo plantea como un momento de desprendimiento, como si fuese posible
una remoción identificatoria como la perdida de capas que constituyen al yo. Es en este
momento de la subjetividad cuando la identificación primaria determina la elección de objeto.
El joven tiene la posibilidad en la práctica analítica de historizar su subjetividad, a diferencia
del análisis de niños. Puede reconocerse aquí el objeto a de los significantes privilegiados, que
lo determinan como sujeto. El duelo es estructural en relación a la perdida que inscribe el
significante fálico. Se podría pensar como detenido en su proceso cuando se efectiviza a través
de la grandiosidad yoica.
La articulación entre pulsión y fantasma empieza a conjugarse en la elección de objeto, aquello
que permanece en la infancia, no se trata de nada nuevo, sino de otro tiempo lógico. Exigencias
pulsionales nuevas de otra intensidad se manifiestan en la pubertad y se inscriben en una
personalidad diferente a la del niño.
La importancia que adquiere el superyó en esta etapa es capital, y tiene que ver con el re
hallazgo del objeto, que es condición de la estructura. En este re hallazgo hace su entrada el
ideal del yo, como ideal de goce. Este ideal del yo que rige la imagen del cuerpo sostiene la
posibilidad de relación con otro.
Hay una regresión, que tiene que ver con una dificultad de separación con la madre, el punto
crucial seria apuntar a cómo puede reinscribirse el joven en relación al significante del nombre
del padre, a la forma en que la ley se articula con el lenguaje.
---
126
La estructura adolescente
Tubert, S. - (1986).
La mayoría de las teorías que se han ocupado de la adolescencia la consideran entre dos
períodos de relativa estabilidad y quietud: la infancia y la edad adulta. Este tipo de teorías
supone concebir el desarrollo como una sucesión evolutiva de etapas que el individuo va
transitando, “etapas” que muchas veces se estudian aisladamente y se describen en forma
estática excluyendo el movimiento y la contradicción.
Veremos como el psicoanálisis representa el punto de partida para una opción diferente. Al
reconocer la existencia de la sexualidad infantil, Freud, rompió con la creencia de que la
sexualidad “surge” en el momento de la pubertad. Aunque la actitud sexual definitiva se produce
a partir de la pubertad, ha que buscar en ella la elaboración de estructuras que serán revividas
y superadas en la adolescencia. Superación significa transformación en algo nuevo que conserva
en si lo antiguo.
Para la teoría psicoanalítica, la infancia no desaparece nunca, así como nunca se accede una
madurez sexual absoluta, contrapuestas la sexualidad infantil. Las organizaciones sexuales
infantiles están contenidas en la adulta: sus elementos persisten, aunque revalorizados o re
significados en una nueva estructura.
Las “conductas regresivas” del adolescente sólo se tratan de un retorno parcial a los puntos
iniciales de las etapas recorridas (pre genitalidad, complejo de Edipo); la repetición siempre se
opera de una manera diferente. La conflictiva edípica se “repite” en la adolescencia, pero
siempre se configura sobre una nueva base, puesto que cada experiencia vivida influye
decisivamente en el desarrollo posterior; se retienen los elementos de fases anteriores, y a la
vez, lo nuevo no desplaza a lo antiguo, sino que lo transforma.
Este planteamiento implica que es ilusorio hablar de “fases” sucesivas; algunos fenómenos
iniciales sólo adquieren sentido en momentos posteriores, como lo ha enseñado Freud.
Freud ha contribuido a destruir el mito de la edad adulta. Esto nos conduce al cuestionamiento
de los valores normativos de la estabilidad y la madurez. Esto se vincula con el cuestionamiento
de las concepciones clásicas de la psicología evolutiva, y, en consecuencia, con una revisión del
concepto de adolescencia. Sería útil dejar de pensar en términos de “etapa”, “fase” o
“momento” de la adolescencia (en el sentido de su determinación temporal).
ADOLESCENCIA COMO ESTRUCTURA: configuración que no comienza ni finaliza en un
momento determinado de la vida, sino que es el producto de una historia que se inicia con el
nacimiento del niño y aún antes, en cuanto aparece el proyecto de su vida en la historia de
quienes lo engendraron. En esta estructura se reinscribe todo lo construido hasta el momento
de su cristalización, y, a su vez, persistirá posteriormente, resignificándose de continuo de
diferentes maneras, en función de las experiencias del sujeto, y de sus relaciones con el
universo simbólico del que forma parte.
Las determinaciones fundamentales de esta configuración se encuentran en el sistema de
significaciones y representaciones sociales, que es mediatizado por vínculos familiares,
intersubjetividad en que se constituirá el sujeto.
127
Determinada la adolescencia, como configuración específica por la estructura histórico-social,
debemos descubrir aquello que le confiere unidad, al mismo tiempo que su independencia
relativa con respecto a sistemas más amplios. Esto supone la necesidad de considerar el lugar
que ocupa el sujeto en las relaciones familiares, puesto que la familia es la singularización de la
estructura familiar propia de cada clase social, y a la vez el vehículo de transmisión de los
sistemas simbólicos dominantes. La identidad personal, centrada en la imagen de sí mismo, está
integrada inicialmente por la imagen (ideal del yo) que tienen los padres del hijo dentro de la
estructura familiar, quedando así marcada por el lugar que se ocupa en el deseo del otro.
Podemos decir entonces que no sólo se tiene una identidad, sino que se sujeto de una identidad,
ya que, en tanto producto de una sucesión de identificaciones aquella tiene necesariamente un
carácter imaginario.
La problemática adolescente à existe una relación estrecha entre los procesos actuales y la
historia que persiste filtrándose a través de ellos y dándoles significación. Esta historia discurre
“a saltos”, esa historia no se refiere a hechos empíricos efectivamente acaecidos, sino al relato
(mítico) que el sujeto cuenta o que se le cuenta.
Así como la infancia está presente en la adolescencia, también la adultez lo está, en la medida
en que es imposible recrear una imagen del pasado que no parta de una postulación acerca del
futuro. Lo esencial no es sólo conocer descriptivamente el conjunto de estructuras en un
momento dado, sino ver cómo se articula el proceso, cómo los diferentes elementos se conectan
y vinculan entre sí, tratando de reconstruir los significantes fundamentales que operan como
articuladores básicos.
La historia del sujeto está referida a la construcción y reconstrucción de un devenir que se funda
en la oposición de elementos contradictorios. Hay una contradicción que aparece como tema
central de la adolescencia: la oposición entre vida y muerte. El “re-despertar” de la
sexualidad, la constitución de la genitalidad, se opone a (y al mismo tiempo, coincide con) la
irrupción de la idea de la muerte como irreversible y definitiva, en tanto que, para el niño, la
muerte aparece como algo vagamente reversible. Esto supone una disrupción en la supuesta
“unidad” de la infancia (herida narcisista). Al hablar de irrupción de la muerte como algo
inexorable aludimos al reconocimiento de la misma como destino y como gran incógnita de
nuestra vida.
La lucha de contrarios atraviesa toda la vida, desde el nacimiento hasta la muerte, pero aparece
significada con especificidad en la estructura adolescente, en función de una transformación
radical, de un salto cualitativo, marcado por la pubertad biológica y por la reinserción social de
la que se acompaña en todas las sociedades. Por otra parte, esta estructura no se limita
temporalmente; si bien caracterizada a un momento de la historia del sujeto, este “momento”,
aunque no deja de ser empírico, tiene más bien un carácter mítico. La adolescencia es un
momento mítico puesto que se desarrolla fundamentalmente en el plano de lo imaginario,
aunque su estructuración introduce o re-introduce el plano simbólico, en tanto se define por la
ley que se le impone.
Si bien la temporalidad del inconsciente señala la permanencia del deseo, esa permanencia no
se manifiesta a través de una continuidad. Por el contrario, surge en dos momentos privilegiados,
organizando en su trama toda la experiencia del sujeto: el primero corresponde a la “fase”
edípica en el niño, y el segundo a la emergencia de la “genitalidad” y la elección de objeto en
la pubertad.
128
Freud reconoció que entre este carácter bifásico de la vida sexual se interpone la represión,
que recae sobre la primera organización edípica en la que se inscribe la segunda.
Adolescencia = estructura mítica en la que es crucial el enfrentamiento con la muerte desde
la sexualidad, y en la sexualidad misma.
Esto es así tanto para el adolescente mismo como para aquellos que tienen una vinculación
directa con él, como sus padres y la sociedad adulta en general, en cuanto representan el otro
eslabón de la cadena generacional, compartiendo el mismo proceso histórico en el que una vez
ocuparon el lugar del hijo, lugar que, por otra parte, nunca dejarán de ocupar en tanto sujetos
del inconsciente. Esto implica la consideración de la adolescencia como problemática
intersubjetiva.
El enfrentamiento con la muerte, central en esta estructura, se vincula con las pérdidas que
supone la “metamorfosis” sexual: pérdida de la imagen de si mismo, de la imagen de “niño
ideal”, tanto para el adolescente como para los padres; pérdida de los padres como sustento
del ideal del yo infantil.
La evolución libidinal no está señalada solamente por la solución de continuidad entre una etapa
y otra: oral, anal, fálica y mucho después genital. Los momentos productivos operan en torno
de un trabajo de duelo. Para que intervenga el principio de realidad es preciso que el objeto
que antes procuraba la satisfacción se pierda.
Cada uno de esos duelos es el producto de un trabajo, y ese trabajo de hallar significación es
resultado de una pérdida. Por eso, los reencuentros sólo podrán realizarse a través de
mediaciones que harán entrar en juego la identidad y la diferencia como opuestos inseparables.
--
129
TEMA 6: LAS METAMORFOSIS DE LA
PUBERTAD
• El segundo tiempo de la sexualidad. Lo puberal. Genitalidad y sus
lógicas.
• Reorganización pulsional: traumatismo y exigencia psíquica.
• Escenas puberales y el papel de la fantasía.
• Organizaciones puberales. El otro, los otros. Nosotros. Ritos puberales.
Modos y trayectorias de lo puberal.
Bibliografía Obligatoria
o
Freud, S. (1905). “Tres ensayos de teoría sexual. Apartado III: Las metamorfosis de la
o
pubertad”. Obras Completas. Tomo VII.
Freud, S. (1912). “Contribuciones para un debate sobre el onanismo”. Obras Completas.
Tomo XII.
o
o
o
o
o
Grassi, A. y Córdoba; N. (2010) “La creación del cuerpo adolescente”. En Entre niños,
adolescentes y funciones parentales.
Gutton, P. (1993). “Lo puberal en sus orígenes” y “Escenas en la pubertad”. En Lo puberal.
Hornstein, M. C. R. de (1992). “La pubertad: ¿un traumatismo? Lo traumático en la infancia”
Lewkowicz, I. (1997). “Historización en la adolescencia”. En Pubertad, historización en la
adolescencia. à = U1
Moreno, J. (1997). “Pubertad”. En Pubertad, historización en la adolescencia.
130
Tres ensayos de teoría sexual. Apartado III: “Las
metamorfosis de la pubertad”
Freud, S. - (1905).
Con el advenimiento de la pubertad se introducen los cambios (transformaciones al exterior =
biológicos y transformaciones a sí mismo = psíquicos) que llevan la vida sexual infantil a su
conformación normal definitiva en la adultez.
• La pulsión sexual era hasta entonces predominantemente autoerótica; ahora halla al objeto
sexual fuera del cuerpo.
• La meta sexual partía de pulsiones y zonas erógenas singulares que, independientes unas de
otras, buscaban un cierto placer en calidad de única meta sexual. Ahora es dada una nueva
meta sexual: todas las pulsiones parciales cooperan y las zonas erógenas se subordinan al
primado de la zona genital. A este acto final del proceso sexual va unido el monto máximo
de placer. La pulsión sexual se pone ahora al servicio de la función de reproducción.
• Puesto que la nueva meta sexual asigna a los dos sexos funciones muy diferentes acordes a
la aparición de sus caracteres sexuales secundarios, su desarrollo sexual se separa mucho
en lo sucesivo.
El primado de las zonas genitales y el placer previo
Lo esencial de los procesos de la pubertad = el crecimiento manifiesto de los genitales externos
(en el período de latencia de la niñez estaban inhibidos), y el desarrollo de los genitales internos
(ofrecen productos genésicos o los reciben, para la gestación de un nuevo ser).
Este aparato debe ser puesto en marcha mediante estímulos que provocan un estado que se
define como de “excitación sexual”.
El estado de excitación sexual presenta el carácter de una tensión. Un sentimiento de tensión
tiene que conllevar el carácter del displacer. Pero la tensión displacentera del estado de
excitación sexual se tropieza con el hecho de que es experimentada inequívocamente como
placentera. Siempre la tensión producida por los procesos sexuales va acompañada de placer;
puede reconocerse una suerte de sentimiento de satisfacción. ¿Cómo armonizan entre sí esta
tensión displacentera, y este sentimiento de placer?
El modo en que las zonas erógenas se insertan en el nuevo orden: sobre ellas recae un
importante papel en la introducción de la excitación sexual. Si a una persona no excitada
sexualmente se le estimula una zona erógena por contacto, este contacto provoca ya un
sentimiento de placer, pero al mismo tiempo es apto para despertar la excitación sexual que
reclama más placer, arranca el incremento de la tensión, la cual, a su vez, tiene que ofrecer la
energía motriz necesaria para llevar a su término el acto sexual. Este placer último es el máximo
por su intensidad, y diferente, de los anteriores por su mecanismo. Es provocado enteramente
131
por la descarga, es en su totalidad un placer de satisfacción, y con él se elimina temporariamente
la tensión de la libido.
El placer provocado por la excitación de zonas erógenas puede designarse como placer previo
y el producido por el vaciamiento de las sustancias sexuales, placer final. El placer previo es lo
mismo que ya podía ofrecer, aunque en escala reducida, la pulsión sexual infantil, es decir una
reorganización de aquello; el placer final es nuevo, y depende de condiciones que sólo se
instalan con la pubertad. La fórmula para la nueva función de las zonas erógenas sería: Son
empleadas para posibilitar, por medio del placer previo que ellas ganan como en la vida infantil,
la producción del placer de satisfacción mayor.
La teoría de la libido.
Libido à una fuerza susceptible de variaciones cuantitativas, que podría medir procesos y
trasposiciones en el ámbito de la excitación sexual. La diferenciamos de la energía que ha de
suponerse en la base de los procesos anímicos en general, y le conferimos así un carácter
también cualitativo.
Llegamos a la representación de un quantum de libido a cuya subrogación psíquica llamamos
libido yoica y la producción de esta, su aumento o su disminución, su distribución y su
desplazamiento, están destinados a ofrecernos la posibilidad de explicar los fenómenos
psicosexuales observados.
Esta libido yoica sólo se vuelve cómodamente accesible al estudio analítico cuando ha
encontrado empleo psíquico en la investidura de objetos sexuales, vale decir, cuando se ha
convertido en libido de objeto. La vemos concentrarse en objetos, fijarse a ellos o bien
abandonarlos, pasar de unos a otros y, a partir de estas posiciones, guiar el quehacer sexual del
individuo, el cual lleva a la satisfacción, o sea, a la extinción parcial y temporaria de la libido.
Si la libido de objeto es quitada de los objetos, se mantiene fluctuante en particulares estados
de tensión y, por último, es recogida en el interior del yo, con lo cual se convierte de nuevo en
libido yoica, la llamamos también libido narcisista. La libido narcisista o libido yoica se nos
aparece como el gran reservorio desde el cual son emitidas las investiduras de objeto y al cual
vuelven a replegarse; y la investidura libidinal narcisista del yo, como el estado originario
realizado en la primera infancia, que es sólo ocultado por los envíos posteriores de la libido,
pero se conserva en el fondo tras ellos.
Diferenciación entre el hombre y la mujer.
La activación autoerótica de las zonas erógenas en la niñez es la misma en ambos sexos, y esta
similitud suprime en ese tiempo la posibilidad de una diferencia entre los sexos. Sólo con la
pubertad se establece la separación tajante entre el carácter masculino y el femenino, una
oposición que después influye de manera más decisiva que cualquier otra sobre la trama vital
de los seres humanos. Ver: lógica de la genitalidad
La pubertad, que en el varón trae aparejado aquel gran empuje de la libido, se caracteriza para
la muchacha por una nueva oleada de represión, que afecta justamente a la sexualidad del
clítoris. Es un refuerzo de las inhibiciones sexuales.
132
El hallazgo de objeto.
En la pubertad se afirma el primado de las zonas genitales. Al mismo tiempo, desde el lado
psíquico, se consuma hallazgo de objeto, preparado desde la más temprana infancia.
En la infancia la primerísima satisfacción sexual estaba conectada con la nutrición, y la pulsión
sexual tenía un objeto fuera del cuerpo propio: el pecho materno. Después la pulsión sexual
pasa a ser autoerótica, y sólo luego de superado el periodo de latencia se restablece la relación
originaria. El hecho de mamar el niño del pecho de su madre se vuelve paradigmático para todo
vínculo de amor. El hallazgo (encuentro) de objeto, fuera del propio cuerpo, es propiamente un
reencuentro/resignificación.
Aún luego de que la actividad sexual se divorció de la nutrición, queda un resto de esos primeros
vínculos sexuales que ayuda a preparar la elección de objeto y así restaurar dicha pérdida.
El trato del lactante con la persona que lo cuida es para él una fuente continua de excitación y
de satisfacción sexuales a partir de las zonas erógenas, y tanto más por el hecho de que esa
persona (generalmente la madre) dirige sobre el niño sentimientos que brotan de su vida sexual,
lo acaricia, lo besa y lo mece, y claramente lo toma como sustituto de un objeto sexual. La
pulsión sexual no es despertada sólo por excitación de la zona genital; lo que llamamos ternura
infaliblemente ejercerá su efecto un día también sobre las zonas genitales.
Cuando el niño, llegado a la madurez, ejecuta la elección del objeto sexual, lo más inmediato
sería que escoja como objetos sexuales justamente a las personas a quienes desde su infancia
ama. Pero, en virtud del diferimiento de la maduración sexual, se ha ganado tiempo para erigir,
junto a otras inhibiciones sexuales, la barrera del incesto la cual implantó en él los preceptos
morales que excluyen expresamente de la elección de objeto, por su calidad de parientes
consanguíneos, a las personas amadas de la niñez. El respeto de esta barrera es sobre todo una
exigencia cultural de la sociedad.
Pero es difícil que la vida, sexual madura pueda desplegarse en otro espacio que el de las
fantasías, o sea, representaciones no destinadas a ejecutarse. A raíz de estas fantasías vuelven
a emerger las inclinaciones infantiles, sólo que ahora con un refuerzo somático. Contemporáneo
al doblegamiento y la desestimación de estas fantasías claramente incestuosas, se consuma uno
de los logros psíquicos más importantes, pero también más dolorosos, del período de la
pubertad: el desasimiento respecto de la autoridad de los progenitores, el único que crea la
oposición, tan importante para el progreso de la cultura, entre la nueva generación y la antigua.
La prohibición de que los padres sean el objeto de amor provoca un conflicto con ellos que
hace que pierdan su autoridad y que el niño renuncie a ellos como objeto de amor.
Efectos posteriores de la elección infantil de objeto: Nadie logra sustraerse por completo de la
influencia de la fijación incestuosa de su libido. Dada esta importancia de los vínculos infantiles
con los padres para la posterior elección del objeto sexual, es fácil comprender que cualquier
perturbación de ellos haga madurar las más serias consecuencias para la vida sexual adulta.
La inclinación infantil hacia los padres es sin duda la más importante, pero no la única, de las
sendas que, renovadas en la pubertad, marcan después el camino a la elección de objeto.
--
133
Contribuciones para un debate sobre el onanismo
Freud, S. - (1912).
Nuestro propósito fue mostrar, esta vez, los caminos por donde ha sido guiada la investigación
sobre los problemas del onanismo en virtud de la emergencia del abordaje psicoanalítico.
Todos, quizás, estamos de acuerdo:
a. Sobre la significatividad de las fantasías que acompañan al acto onanista o lo subrogan.
b. Sobre la significatividad de la conciencia de culpa enlazada con el onanismo, sea cual fuere
la fuente de donde ella provenga.
c. Sobre la imposibilidad de indicar una condición cuantitativa para el daño que el onanismo es
capaz de provocar. (Cabe decir que el acuerdo con respecto a este punto no es unánime.)
Es notorio que he dividido el onanismo, según las edades de la vida, en: 1) el onanismo del
lactante, por el cual han de entenderse todos los quehaceres autoeróticos al servicio de la
satisfacción sexual; 2) el onanismo del niño, que proviene inmediatamente de aquel y ya se ha
fijado en zonas erógenas definidas, y 3) el onanismo de la pubertad, que sigue a continuación
del onanismo infantil o está separado de él por el período de latencia.
He lamentado también que no pudiéramos considerar el onanismo de la mujer en igual medida
que el del hombre; opino que merece un estudio particular y que, en él, justamente, ha de recaer
un fuerte acento sobre las modificaciones condicionadas por la época de la vida.
En el problema del nexo entre el onanismo y las poluciones, por un lado, y la causación de la
llamada «neurastenia», por el otro, me encuentro, corno muchos de ustedes, en oposición a
Stekel y sostengo contra él lo que ya he venido señalando, con una limitación que después
mencionaré. No veo nada que nos constriña a renunciar al distingo entre neurosis actuales y
psiconeurosis, y no puedo sino considerar tóxica la génesis de los síntomas en las primeras.
En la neurosis de angustia es en el fondo, como a menudo han podido ustedes convencerse, un
pequeño fragmento de la excitación de coito no descargada el que sale a la luz como síntoma
de angustia o proporciona el núcleo para la formación de un síntoma histérico.
A mi pesar tomo partido frente al punto, tan debatido por ustedes, del carácter perjudicial del
onanismo; en efecto, no es el acceso que conviene a los problemas que nos ocupan.
¿Cuán dañoso era el onanismo y por qué a unos daña y a otros no?
Para Stekel, el carácter dañino del onanismo es en verdad un disparatado prejuicio del que sólo
por una estrechez personal no queremos abjurar con el necesario radicalismo. Pero yo opino
que si abordamos el problema «sine ira et studio (295)» -hasta donde ello nos resulte posible, más bien nos veremos llevados a declarar que esa toma de partido contradice nuestras visiones
básicas sobre la etiología de las neurosis. El onanismo corresponde en lo esencial al quehacer
sexual infantil y, luego, a su mantenimiento en años más maduros.
Pero si ustedes conceden que las impulsiones sexuales pueden tener efecto patógeno, ya no
tendrán derecho a impugnarle al onanismo esa significatividad, pues él no es sino la ejecución
de tales mociones pulsionales sexuales.
El onanismo no es algo último desde el punto de vista somático ni del psicológico, no es un
agente real y efectivo, sino sólo el nombre para ciertas actividades; pese a tales reconducciones
ulteriores, el juicio sobre la causación patológica permanece anudado con derecho a esta
134
actividad. No olviden ustedes que el onanismo no es equiparable al quehacer sexual puro y
simple, sino que es tal quehacer con ciertas condiciones limitantes. Entonces es posible que
justamente esas particularidades del quehacer onanista sean las portadoras de su efecto
patógeno.
Al menos, en las neurosis encontramos algunos casos en que el onanismo ha provocado daño.
Tales daños parecen abrirse paso por tres diversos caminos:
a. Como daño orgánico según un mecanismo desconocido, respecto del cual entran en
consideración los puntos de vista, citados por ustedes a menudo, de la desmesura y la
satisfacción inadecuada.
b. Por el camino de la arquetipicidad para lo psíquico, pues así, para satisfacer una gran
necesidad, no se requiere aspirar a la alteración del mundo exterior.
c. Por el de posibilitar la fijación de metas sexuales infantiles y la permanencia en el infantilismo
psíquico. Con ello está dada la predisposición a caer en la neurosis. Como psicoanalistas
estamos obligados a conceder el máximo interés a ese resultado del onanismo -aquí me refiero,
desde luego, al onanismo de la pubertad y que es proseguido fuera de tiempo-. Tengamos
presente el significado que el onanismo cobra como ejecutor de la fantasía, ese reino intermedio
que se ha interpolado entre vivir según el principio de placer y vivir según el principio de
realidad; y cómo el onanismo posibilita consumar en la fantasía unos desarrollos sexuales y unas
sublimaciones que, empero, no constituyen progresos, sino dañinas formaciones de
compromiso. Es verdad que este mismo compromiso, según una importante puntualización de
Stekel, vuelve inocuas serias inclinaciones perversas y esquiva las peores consecuencias de la
abstinencia.
Por mis experiencias médicas, no puedo excluir de la serie de efectos del onanismo un
debilitamiento permanente de la potencia. Cierto rebajamiento de la potencia viril y de la
iniciativa brutal a ella enlazada es muy aprovechable para la cultura. Facilita al hombre de
cultura observar las virtudes, a él exigidas, de la templanza y la formalidad. La virtud resultará,
las más de las veces, de difícil práctica con una potencia plena. El onanismo, como tantas otras
cosas, tiene los defectos de sus virtudes, como, a la inversa, las virtudes de sus defectos. Siempre
que un interés práctico unilateral nos lleva a desmembrar un nexo complicado en ganancias o
pérdidas, hemos de admitir tal desagradable hallazgo.
Suponiendo que el onanismo pueda volverse dañino, ¿bajo qué condiciones y en qué individuos
resulta así?
Yo, con la mayoría de ustedes, preferiría desautorizar una respuesta general. En efecto, esta
pregunta se superpone en parte con otra, más abarcadora, sobre cuándo, en general, el
quehacer sexual se vuelve patógeno para un individuo.
Podría llamarles la atención todavía sobre un tema apenas tratado en nuestros debates: el del
llamado «onanismo inconsciente». Me refiero al onanismo mientras se duerme, en estados
anormales, en ataques. Recuerdan ustedes cuántos ataques histéricos reflejan el acto onanista
de manera escondida o irreconocible, después que el individuo ha renunciado a esta modalidad
de satisfacción, y cuántos síntomas de la neurosis obsesiva procuran sustituir y repetir esta
variante, otrora prohibida, del quehacer sexual.
Freud define la masturbación como la “adicción primordial”, de la cual son sustitutas las
adicciones posteriores (al alcohol, al tabaco, a la morfina, etc.)
--135
La creación del cuerpo adolescente
Grassi, A. y Córdoba; N. - (2010)
Introducción
Con la irrupción de la pubertad en la escena infantil se producen vertiginosas transformaciones,
que serán tramitadas e integradas en el entretiempo de la sexuación. El encuentro de la psique
con el nuevo cuerpo y su genitalidad produce un trabajo de inscripción que se expresará como
proceso de crecimiento en dirección de la integración psicosomática y la subjetivación. Para
adueñarse activamente de este cuerpo ahora genital, el adolescente deberá crearlo y crear-se
como tal, en un trabajo de apropiación subjetiva, propiciado por el encuentro intersubjetivo
con el otro no familiar.
El nacimiento del cuerpo en los albores de lo originario
La constitución del cuerpo como integración psicosomática, como cuerpo psíquico/erógeno es
el objeto de nuestra indagación. El cuerpo en sus inicios es un soma; en el encuentro con el
Otro es “corporizado” por el deseo y los significantes maternos, y allí donde había soma, por
ese encuentro ha de advenir un cuerpo.
El soma del infans es representado anticipadamente como sombra hablada (Aulagnier). El
viviente advendrá a la condición de infans a partir de ese encuentro humanizante.
La pulsión es convocada por la sexualidad inconsciente de la madre, quien colabora para trazar
los cauces y bordes que se ofrecerán como vías alternativas para derivar y contener la excitación
que ella misma provoca.
El cuerpo es inicialmente vivenciado por el infans como fragmentado y desarticulado. La
representación narcisista unificada del cuerpo y del yo se constituirá en un movimiento
anticipatorio, a partir de la identificación a la imagen especular del otro en el estadio del espejo.
En esa operación estructurante devienen las identificaciones originantes del yo ideal
(identificación imaginaria) y el ideal del yo (identificación simbólica).
El diferimiento del orgasmo genital hasta la pubertad hace del cuerpo infantil un cuerpo
expuesto a goces parciales y fragmentados. Sin embargo, el Otro primordial se inicia la
sexualidad (sexualización) y despliega en su superficie verdaderas escrituras resultantes del
encuentro de lo nuevo con la transmisión inconsciente de las múltiples historias libidinales de
las generaciones que lo preceden.
La creación adolescente del cuerpo genital
Con la llegada de la pubertad, el cuerpo infantil se transforma abruptamente en un territorio
invadido y gobernado, imperativamente por la sexualidad genital. El cuerpo erógeno se
genitaliza, la sexualidad se interconecta por sus múltiples vías, algunas de ellas ya trazadas en
la infancia e inhibidas en la latencia.
136
La organización imaginaria del cuerpo infantil se altera hasta fragmentarse por los cambios en
lo real producidos con la irrupción de la pubertad. Existe el riesgo de ruptura del sentimiento
de continuidad existencial, pero para evitarlo el yo tiene la tarea de auto-transformarse y
establecer un lazo de continuidad a través de los trabajos aprés-coup de historización, y
fantasmatización que acompañan la asunción simbólica de una imagen unificada del cuerpo
adolescente.
El espejo, en tanto función del Otro, permitirá una nueva asunción del yo en el orden imaginario
de las transformaciones operadas en lo real del cuerpo. Entrelazar ese real corporal con las
dimensiones imaginarias y simbólicas permitirá la asunción de una imagen del cuerpo unificada
y estable.
El espejo, inicialmente corporizado por la mirada significante materna, es ampliado luego por
el juego de miradas familiares, con su función narcisizante y estructurante intersubjetiva,
facilitadora de las identificaciones infantiles que recubren el cuerpo y el yo, definiendo sus
límites, creando una identidad grupal e individual. Llegada la pubertad, el grupo familiar debe
ceder su supremacía y dar lugar a la creación de otros grupos y otros espejos, los cuales
apuntalan al adolescente en su proceso de desasimiento y des-identificación de lo familiar
infantil y favorece la creación de ideales y modelos identificatorios de relevo. Estos encuentros
significantes con los otros tienen también la función de posibilitar el trazado de un “circuito
pulsional intersubjetivo”, cuyo recorrido excede el propio cuerpo y el cuerpo familiar.
El nuevo cuerpo como resultante de encuentros y escrituras múltiples.
El adolescente inscribe su cuerpo en el otro y desde el otro, en una creación compartida, bajo
el signo del naciente erotismo. La apropiación del cuerpo se da a partir del encuentro con
nuevos cuerpos. En ese interjuego social se irá posibilitando la creación del “nuevo cuerpo”
advenido en su dimensión de alteridad.
Son múltiples las estrategias que contribuyen a construir una identidad adolescente en la
grupalidad (la ropa, con la que añade una impronta personal y social a la superficie del cuerpo
en proceso de apropiación; los tatuajes, como “escritura en el cuerpo”, un intento de marcar su
superficie, etc.) y que finalmente conducen a la asunción imaginaria y simbólica del nuevo
cuerpo genital.
Lenguajes y escrituras del cuerpo.
El cuerpo en transición está abierto a la “excripción”, a su “inscripción fuera de sí mismo”. Este
recorrido posibilita la excorporación del objeto, señalizando el circuito de la pulsión que se
desasirá de los objetos parentales y del propio cuerpo, destituyendo el autoerotismo en favor
del hallazgo del objeto y la vida amorosa. Denominamos este movimiento como expulsión
corporal del objeto.
El cuerpo es la inscripción de lo nuevo en continuidad con lo ya inscripto y resignificado. Es la
incorporación de la historia libidinal del sujeto y su genealogía.
137
Creación del “cuerpo propio”, alteraciones y alteridad.
Experimentar la alteridad del cuerpo propio y de otros cuerpos no siempre es posible y
tolerable, porque en ciertos adolescentes no se ha constituido adecuadamente tal categoría y
los cambios del cuerpo genital púber no llegan a ser metabolizados y familiarizados por el
psiquismo. A raíz de este fracaso elaborativo de lo puberal, el cuerpo, según la estructura
psíquica y los recursos del yo, será reprimido, escindido, proyectado, denegado, etc. En el
intento de atacar, suprimir o controlar el cuerpo vivido como perseguidor se hacen mutilaciones,
accidentes, conductas anoréxicas, hasta llegar al suicidio.
La construcción de la categoría subjetiva y ética de la alteridad es una adquisición compleja
que implica poder sostener la condición de sujeto deseante ante otro sujeto deseante. Convivir
como otro con el otro equivale a convivir con el “propio cuerpo” como alteridad y convivir con
la alteridad de los “otros cuerpos”. Hacer propio el cuerpo no significa avasallar su alteridad,
ni borrar su resto de ajenidad.
---
138
Lo puberal.
Gutton, P. - (1993).
Lo puberal en sus orígenes.
La instauración de la sexualidad humana en lo tocante al Edipo, las transformaciones
introducidas por los procedimientos de latencia y las modificaciones ligadas a la pubertad tiene
un valor estructurante.
La sexualidad adulta es “casi” conforme con la sexualidad infantil. Durante la infancia sólo hay
una diferenciación de sexos por la presencia o ausencia del órgano genital (el pene); este
período edípico es de primacía fálica, y el Complejo de Castración, inseparable del Complejo
de Edipo, procede en función del falocentrismo de su origen. Solo al completarse el desarrollo
sexual en la pubertad, la polaridad de la vida sexual llega a coincidir con la de lo masculino y
lo femenino. El “casi” está marcado por el surgimiento de la segunda diferenciación de la
heterosexualidad en la pubertad. Ninguna distribución anterior puede anticipar su experiencia
somática, que sorprende al niño, porque este no puede tener más que un “presentimiento” de
lo que serán con posterioridad los fines sexuales definitivos y normales.
La emergencia de la pubertad se construye en el Edipo de la misma manera que lo edípico se
había fundado en lo preedípico. La pubertad impone una discontinuidad o, mejor dicho, una
continuidad en des-construir/reconstruir.
Encontrar el objeto o la experiencia originaria puberal: la complementariedad de
los sexos
El origen de la pubertad se define por el encuentro del fin de la pulsión por el nuevo objeto
genital. A la corriente cariñosa de la infancia se le añade la poderosa corriente sensual que ya
no desconoce sus fines y que caracteriza la pubertad.
La complementariedad de los sexos tiene la función de resumir la turbulencia de la nueva
confluencia. ¿Qué novedad introduce este concepto en el desarrollo del niño? Esta respuesta
tiene 4 características:
1. Complementariedad entre pulsión y objeto: proceso conocido en la primera edad para
quedar sepultado luego en las organizaciones de la neurosis infantil. Es un funcionamiento
de órgano. La pulsión es la línea de fuerza que supuestamente une la fuente somática interna
con el objeto psíquico externo; excorporación o proyección fuera del cuerpo. La
complementariedad de un objeto sería su calificativo cuando éste se presenta
automáticamente al requerírselo. La pubertad se manifiesta como una fuerza de adecuación
que ha retornado después del trayecto de la infancia edípica y de la latencia, es un modelo
de desarrollo de lo sensual de la infancia que constituye las actividades corporales
libidinales, las cuales pueden incluir un objeto predilecto. Lo que importa no es tanto el
objeto como tal, sino la actividad de la que es coartada; no tiene más existencia que la
acción, sin perder por ello su característica autoerótica. Lo sensual puberal se puede insertar
139
en continuidad con lo sensual de la infancia. La pulsión sexual es hasta aquí autoerótica. El
cuerpo erógeno genital o puberal implica un centrado particular en el plano cualitativo y
cuantitativo sobre la zona genital. La perversidad polimorfa del niño continúa funcionando;
sus mecanismos de desplazamiento-condensación sin referencia estructural se perpetúan.
La novedad es la (fuerza de) condensación sobre la zona genital cuyo funcionamiento
biológico se está reorganizando.
2. Real biológico y funcionamiento de las zonas erógenas genitales: en el nacimiento,
la cualidad y cantidad de las hormonas sexuales e hipofisarias es elevada, decrece durante
los diez primeros meses hasta estar casi ausentes en el organismo y recobran su importancia
originaria hacia los 10-12 años. La pubertad está inscrita en el programa genético del sujeto,
susceptible de reestructurarse por acción de diversos fenómenos. En el plano de la cualidad
de lo sexual, tres cambios:
a. Una transformación corporal perceptible por el niño. Este se percibe como diferente:
en relación con el par, en relación con él mismo en su evolución y su proyecto, en su
ideal sexual.
b. El orgasmo como categoría de placer.
c. Una potencialidad de fecundación contribuye a inscribir en la creencia identitaria un
nuevo sistema generacional.
El programa instintivo plantea la complementariedad genital de género (mujer-hombre) o
de órgano (vagina-pene) por lo que hay una atracción por los caracteres del sexo opuesto,
lo que sella el final del autoerotismo infantil; esto da una primacía erógena del propio sexo
y revelación del sexo complementario como “principal condición” exterior. El paso entre real
biológico (autoconservación de la especie) y lo pulsional debería ser manejado
convenientemente por el concepto de apuntalamiento pulsional aplicado a las pulsiones
genitales. La zona erógena, lugar del cuerpo donde se manifiesta la pulsión, es un foco de
circulación de energía en el que se sitúa una perpetua diferencia tensional. El tiempo de
“apuntalamiento pulsional” comprende no sólo el momento de satisfacción sino asimismo el
que lo precede, cuando el niño expresa la tensión de su necesidad, el tiempo de la señal. El
apuntalamiento pulsional se efectúa sobre el funcionamiento biofisiológico: la zona de
funcionamiento se tonar erógena. El apuntalamiento genital se halla en continuidad con los
que lo preceden, tiñéndolos de genitalización.
3. Genital puberal como culminación de la seducción infantil: en la pubertad, la
complementariedad de los sexos introduce un cambio radical en cuanto al estatuto del
objeto, es el punto de acabamiento de la seducción infantil. El niño “conoció” la sexualidad
adulta por la experiencias de seducción: sexualización del niño por el objeto. Tres tipos de
seducciones:
a. la seducción restringida, se trata de la experiencia sexual prematura que el psicoanálisis
vuelve a descubrir.
b. la seducción generalizada, remite de manera prioritaria a la seducción materna inherente
o incluida en los cuidados maternos.
c. la seducción originaria, existe siempre en el origen del presente. Esencia de las otras dos
seducciones, su cualidad traumática surgió del atractivo de lo incomprensible y
enigmático suscitado en el niño por los discursos del adulto, cargados de significantes
140
verbales y no verbales plenos de significaciones sexuales inconscientes; ejemplo, el
pecho.
la descripción de dos sexualidades, una infantil y otra adulta, no invalida evidentemente el
descubrimiento freudiano de la sexualidad infantil; la segunda no puede sino reanudar la
primer, sin ser un calco. La genitalización puberal del cuerpo introduce ciertos cambios
a. la complementariedad de los sexos implica una antinomia con la seducción sobre el
modelo infantil (el trauma). El adolescente se convierte en un activo seductor. La
genitalización puberal de las representaciones parentales pone fin a la situación
privilegiada de la que hasta entonces disfrutaba, dando fin a las seducciones de la
infancia.
b. el “todavía-niño” sería seducido hoy por su propia pubertad: diríamos que sería
autoseducido. La pubertad sería el último trauma que el niño debería sufrir. Hablamos
de trauma puberal evocando el aporte puberal como una brusca entrada de la pasión
adulta en la ternura de la infancia. El niño púber “seduce a su pasado” cuando sexualiza
sus recuerdos de infancia.
c. inversión de la seducción en la pubertad, o identificación con el seductor. Ciertos niños
púberes seducen a los niños más pequeños como se sienten seducidos por su propia
pubertad. El fantasma del adolescente que descubre su sexo como avanzado en la
sexualidad y que seduce a su propio cuerpo percibido como “todavía-niño”, es una
puesta en escena masturbatoria de la autoseducción.
d. El lugar de seductor, vacante si el cuerpo permanece en su sitio limítrofe, estaría
destinado al “sexo adecuado”. Cierta parte de libido del otro sexo vendría a imprimirse
sobre el del adolescente de acuerdo con una pre-forma mas o menos enajenante,
constituyendo uno de los aportes originales de la pubertad. El otro sexo seduciría. El
órgano sería descubierto por el atractivo que provocaría sobre el otro sexo tal como
puede localizarlo por su excitación aparente o la de la persona entera que lo porta. El
niño se percibiría como un púber en la medida en que excitara al otro “como un adulto”.
La seducción precedente de otro lugar favorecería el apuntalamiento del trayecto
psíquico de la pulsión a partir de sus raíces somáticas, apartándola de lo biológico.
4. Unidad narcisista originaria puberal: Coincidencia entre órgano renovado por su
evolución biológica y objeto genital adecuado, que crea una unidad narcisista puberal
originaria. La experiencia de pubertad nació de dos fundamentos: uno es el apuntalamiento
de la zona erógena genital, el otro la investidura de que goza por parte del objeto (parcial)
complementario. En una nueva unidad narcisista originaria de la pubertad, la
complementariedad se construye entre zona erógena y objeto parcial. La concepción
freudiana considera la pubertad como el fin del autoerotismo, y plantea que, sin el otro
sexo, no hay experiencia puberal originaria. Una función corporal, aquí el nuevo sexo
puberal, proporciona a la sexualidad su fuente o zona erógena; ella le indica un objeto,
procura un deseo que no puede reducirse a la satisfacción pura y simple de la necesidad. El
centrado genital del cuerpo erógeno es el punto de encuentro, en esto limítrofe, donde nace
la experiencia puberal, que expresa la certeza de una complementariedad. El modelo de la
unidad narcisista originaria puberal es el narcisismo originario entre madre y lactante
cuando intentan prolongar la simbiosis del embarazo. Cuerpo erógeno y cuidados maternos
141
se constituyen en sistema único. Más que una construcción, hablamos de una potencialidad
narcisista puberal, resultante de la intuición del otro sexo susceptible de llenar la falta.
El objeto complementario hace de nuevo las veces, de manera implícita y cualquiera que sea
el sexo, del objeto materno arcaico. El concepto de complementariedad de los sexos explica
tanto esa incompletud tan intensamente sentida por los adolescentes, como la integridad
narcisista que la ilusión deja percibir como posible. El otro sexo queda situado en el lugar
de aquella madre ilusoria que era capaz de ofrecer a la percepción todo lo que el sujeto
imaginaba de ella. El funcionamiento puberal propondría una nueva teoría interactiva entre
objeto y órgano. La complementariedad de los sexos es una creencia que nos interesa por
lo considerable de su “exigencia de figurabilidad”. Ella proporciona algo del acto a las
representaciones de cosas, teniendo formas, colores, olores. La representabilidad es el
primer trabajo de la psique: sin ella lo puberal no puede acaecer, y ya veremos que una
buena adolescencia requiere que acaezca.
Con respecto a la unidad narcisista puberal sugerimos dos puntualizaciones teóricas
a. Crea una nueva bisexualidad psíquica: para ser masculino o femenino (identidad
sexuada) es preciso tener a disposición los dos sexos. La experiencia puberal implica
una llamada de representaciones bisexuales nuevas a fin de que el “Yo” se funde por su
división. La constitución del “yo” adolescente se da dos veces doble: el doble narcisista
cuyo ascendiente es homoerótico, y el portador del otro sexo, cuya genitalidad está
puesta en juego.
b. Uno de los dos ingredientes en la problemática de la castración, la impotencia infantil,
concluye. La potencia puberal se reduce a sus bienes gananciales imaginarios. Por el
contrario, la castración sería el incumplimiento de la potencialidad de la relación con el
otro sexo. Se trata sin duda de una problemática narcisista, pues la falta en cuestión
impediría la constitución del “yo”.
Reencontrar el objeto o el acceso a la representación del Edipo genital.
La representación incestuosa:
encontrar el objeto es experimentarlo, no es aún
representarlo. Figurarlo es reencontrarlo. El objeto parcial es púber; su representación, puberal.
¿Qué cosa “ya hay” interpreta el cambio ocurrido en forma tal que pueda historizarse como
acontecimiento? La interpretación violenta, obligada de la experiencia puberal es incestuosa,
Edipo puberal o narcisista. Las figuras del incesto son las únicas presentables.
La llamada de representaciones constituida por la experiencia puberal se presenta como una
interpretación causal. Lo puberal es todo lo inverso de un movimiento de representación; es
una fuerza anti separadora que anima el frenesí del niño hacia el progenitor edípico. La
separación es un trabajo de lo adolescente. El objeto, en el momento de su emergencia
adecuada posible, es interpretado por el adolescente en el sentido de la inadecuación impuesta
por la prohibición del incesto.
Las representaciones infantiles del cuerpo púber (personales, nacidas del grupo y de la cultura)
son realizables: el incesto es posible. Su correlato es el deseo asesino respecto del rival: empuje
matricida o parricida, puesta a trabajar del superyó infantil. La repetición no se hace a lo
idéntico debido a la presión heterosexual. Esto es lo que Freud denomina “regeneración puberal
del complejo de Edipo”, la famosa “reactivación o revisitación edípica”.
142
La frustración inherente a la prohibición del incesto arroja el desarrollo hacia los mecanismos
proyectivos: cuanto más grande es la represión, más lo será la proyección; uno de sus resultados
es la investidura del progenitor real.
En este segundo tempo de la sexualidad el objeto que se reencuentra es hallado en su dimensión
actual. El pasado queda “re-compuesto”. Las huellas mnémicas de lo infantil están sometidas a
la compulsión de repetición. Si en el curso de la fase de latencia ha perdido esta su intensidad
y sobre todo su exclusividad por la dispersión de investiduras, la convergencia relativa y
reencontrada sobre el progenitor edípico es defendida de manera suficientemente buena en la
neurosis infantil.
La convicción puberal: esta señala el punto de certeza del sujeto en lo que se refiere a la
experiencia de complementariedad de los sexos, que confiere causalidad a las representaciones
edípicas. Dicha convicción refleja el grado de representabilidad admitido. Autoriza el
surgimiento de las representaciones más cercanas al sensorio de la complementariedad zona
erógena-objeto parcial. La certeza de ser niño o niña supone un trayecto incestuoso-parricida
imaginario. El Edipo parental genital es una etapa inconsciente obligada en el desarrollo
ordinario. Las escenas puberales en cuyo interior están presentes el niño púber, el objeto
parental incestuoso, y el tercero en una relación mortífera, señalan el éxito de la
representatividad puberal en relación con la experiencia originaria.
La cuestión del cuerpo erógeno:
el cuerpo en la pubertad se desarrolla un trabajo
psíquico comparable al de la neurosis infantil respecto del cuerpo erógeno del lactante, a fin
de mantener el cuerpo genital dentro de la problemática narcisista. El nuevo requerimiento de
los elementos arcaicos impone una larga elaboración. El pensamiento del niño sigue,
sobreinviste el desarrollo de los caracteres sexuales secundarios con vistas a esa apropiación.
Hablemos de un exceso de goce errando por el cuerpo. Constituye una llamada que el
adolescente, a semejanza del niño, ya no puede postergar. Al yo le tocará poner un dique al
exceso y primeramente ligar en él, esbozar en él una significación, una representación, en
particular un libreto fantasmático que hasta entonces haya atravesado la infancia y asegure el
sentimiento de una continuidad de existir.
La pubertad implica un potencial de externalización del cuerpo: del cuerpo genital en relación
con su imagen global debido a la prohibición del incesto. Ella introduce en los orígenes de lo
puberal una duda en cuanto al nexo entre el “yo” y el cuerpo. Al adolescente le gusta jugar con
esta duda a fin de reconstruir la alianza amenazada.
“Escenas en la pubertad”.
Las escenas puberales.
En el conflicto edípico, las representaciones parentales son situadas en oposición con respecto
al sujeto, en cuanto atañe al objeto ambivalente del deseo, a la prohibición de los incestos y al
principio de realidad.
Las organizaciones, estructuras o complejos edípicos son regulados por las instancias de la
segunda tópica. El superyó asegura anónimamente la continuidad y la prohibición. A raíz de los
procesos de latencia los objetos edípicos dejan de ser parentales y, si lo son, su idealización es
143
suficientemente buena según la lógica fálica. La organización edípica marca cierta “resolución
del conflicto edípico” o “declinación del complejo de Edipo”.
Lo puberal impone una reactivación del conflicto edípico que pone en crisis a las
organizaciones edípicas. El resurgimiento conflictivo edípico, que carga con su fardo preedípico
y alcanza a las organizaciones latentes, constituye el argumento de la bien conocida
inestabilidad semiológica y nosográfica de la adolescencia.
Representatividad de la experiencia puberal:
el niño púber sufre de escenas
puberales. Describamos de la pubertad su superficie psíquica y de los procesos puberales, sus
fenómenos. La escena puberal señala el éxito de la representatividad de la experiencia
originaria interpretada, preformada para siempre por las imágenes parentales infantiles.
1. El conjunto de figuraciones escénicas comprende: el cuerpo erógeno del niño centrado en
sus órganos sexuales en estado de excitación, el progenitor incestuoso, el objeto del
parricidio. La estructura es la del Edipo puberal, es decir, asimétrico. La dimensión erótica
de la relación con el progenitor del mismo sexo refleja la persistencia de la ambivalencia
infantil, más allá de la pubertad. La escena ofrece la organización primera y surgente de lo
puberal advenido. La pubertad no opone al niño a sus padres, sino que los sacrifica. Para
evitar el drama, el adolescente busca otros holocaustos, puede revestirse así de significación
parental sus primeros amores, un hermano o una hermana, amigo, maestro, terapeuta
desempeñando el rol de objeto sacrificado al progenitor idealizado.
2. La escena puberal se desarrolla gracias a un doble desconocimiento: la escisión de las
representaciones gracias a la cual el infans funciona se inscribe entre imagen materna y
paterna; el desconocimiento con respecto a la infancia en el que la escena puberal se
despliega al abrigo de la historia de los significantes tejidos durante la infancia. La
convicción puberal es incestuosa y parricida porque su estructura no es edípica. Ella integra
lo infantil fragmentándolo de tal manera que ya no aparece cuando los fantasmas que
contiene se transforman en actos. Ella autoriza las representaciones, siempre y cuando las
coincidencias desconozcan los fantasmas del niño antes de su pubertad. La
representatividad es admitida si la pubertad traza una barrera entre lo anterior al hecho y
lo posterior al hecho, provocando una discontinuidad de existencia. Esta discontinuidad
daría ocasión para desajuste, para un desencaje, para una reanudación “diferente” de la
escena primitiva. Lo puberal hace que la imposible copia del pasado no sea necesaria para
el desarrollo.
Elaboración escénica: la violencia puberal dada como extraña al yo debe sufrir un trabajo
de familiarización para que la posición edípica se labore posibilitando la búsqueda del objeto
adecuado. Lo originario puberal que cree encontrar por fin el objeto adecuado y su meta, lo
elige inadecuado pues es incestuoso. El objeto adecuado se abordará al cabo de un largo
trayecto de “des-convicción”. Para el adolescente es sumamente valioso aprehender la escena
“típicamente histórica”, el momento clave que indica la realización de un cambio: aquí está la
escena puberal, o al menos ella da señales de la representatividad del cambio. La escena
puberal permite refrenar la descarga de la experiencia puberal al tejer representaciones cada
vez más elaboradas que aseguren la contrainvestidura de lo arcaico genital y la prórroga de la
satisfacción.
144
El adolescente desarrolla, a través de una construcción de matices, teorías puberales sometidas
a las experiencias cotidianas y que confieren un saber personal relativo a la relación sexual. Lo
puberal es cabalmente un retorno ofensivo del trauma sexual. Repite la etapa edípica: en ella
la sexualidad ya había hecho perder primero a la madre (el pene por el pecho) y después al
padre, haciendo creer al niño que le permitiría reconquistar lo que antes le había hacho perder,
como si el amor sexual pudiese colmar a posteriori las carencias de la ternura. Lo que
denominamos efecto organizador de la escena puberal reside en la capacidad con que el
adolescente pudo crear, durante su desarrollo, el sueño que diera señales de que se estaba
produciendo un cambio y autoriza su producción.
Clasificación de las evoluciones:
distinguimos cuatro procesos del niño en cuanto al
devenir de las escenas puberales.
1. La elaboración, la escena puberal es sometida a un trabajo de tal magnitud que solo podrá
reaparecer durante la cura analítica.
2. La escena puberal permanece en crudo tal cual y de manera excesiva en cierta coincidencia
con lo puberal de los padres.
3. La escena puberal se instala a través de un sistema proyectivo.
4. La escena puberal es imposible.
Escena primitiva ‒ escenas infantiles: la escena puberal diferenciaría lo adulto de lo
infantil y sería susceptible de modificar la obligación del niño de funcionar con los parámetros
de la escena primitiva: “el niño siempre solitario”. Uno de los elementos de la ruptura puberal
es la relación pasiva frente al progenitor del mismo sexo y el mantenimiento de la sexualidad
infantil. Lo puberal sería ese momento único y extraño de convergencia-condensación de lo
infantil y lo adulto susceptible de producir e incluir escenas “con valor primitivo”. Una buena
cura adolescente debería reencontrar primeramente las escenas puberales y en segundo lugar
historiarlas con relación a la infancia.
La continuidad de las experiencias escénicas de un adolescente que se inclina sobre su infancia
se sostiene, en gran parte, por la presencia física y bien diferenciada de los objetos parentales.
Su figuración y memoria real en una escena puberal aportan, como pegadas a ellos “en su misma
forma y materia”, las realidades que alimentaron a lo largo de la infancia y sobre todo en los
tiempos más primigenios. El vínculo desfasado de la estructura puberal con la estructura
primitiva se apuntalaría en este referente: la permanencia parental.
Lo puberal de los padres
Lo puberal intriga a los padres: el cuerpo fue presentado como el argumento causal de
lo puberal para el niño ¿será este mismo cuerpo la apuesta, la prueba, tal vez lo acusado de lo
puberal de los padres? El trauma sería al mismo tiempo obra de los padres y del cuerpo púber.
Si la fuente de lo puberal es exterior no es posible ninguna elaboración edípica, ninguna
adolescens; la psique sólo puede armar un caparazón que la proteja del otro parental y borre
los signos púberes del cuerpo.
El niño sería arrojado al drama puberal por sus propios padres como reacción al cambio
introducido por su pubertad: vemos aquí una teoría singular de lo puberal, en directa repetición
de los sucesos de seducción-agresión de la infancia. La representación adolescente por sus
145
padres se inscribe dentro de la organización triangular edípica donde se lo reconoce como
portador de un sexo masculino o femenino, capaz de procrear; el adolescente, nuevo otro o
nuevo igual frente a la pareja de los padres. El reconocimiento de la consumación puberal
implica una renuncia parcial al narcisismo del progenitor. Las representaciones del adolescente
por su padres son trabajadas por las huellas de los recuerdos de su propia vida sexual en la
edad de la adolescencia.
La evolución psíquica deseable del progenitor comprendería:
1. Un reconocimiento de lo puberal del hijo
2. El desplazamiento de la excitación sobre un compañero que integre el tabú del incesto en el
plano interno y grupal
3. La posibilidad de apuntar el yo del adolescente mediante actitudes de cariño de las que el
progenitor sexualmente satisfecho posee el secreto.
La sexualidad adolescente resulta “incomprendida”. Los padres tienen menos posibilidades que
los otros de comprender lo adolescente en ellos mismos. Esta incomprensión afortunada es el
reflejo de la prohibición incestuosa.
¿Cómo administra el yo parental la representación adolescente, captada (por identificación
proyectiva o proyección) como seductora-persecutoria?
1. El niño púber se convierte en figura del ello. El progenitor vive bajo su presión. La
representación adolescente ha de ser neutralizada en su misma fuente. El coartamiento de
la sexualidad adolescente es la forma más directa de esa neutralización.
2. El adolescente apuntala el superyó parental. “desde que se hizo grande, una página de mi
vida quedó atrás... ahora, la tercera edad.
3. El objeto adolescente es un objeto a idealizar, supone un trabajo de desfascinación primera
por parte de los padres.
Hay sin duda una antinomia más irremediable de lo que habitualmente se piensa entre la
sexualidad del progenitor y la de los adolescentes, y de manera más general entre la juventud
en pleno crecimiento y la edad madura, Freud, resumiendo la evolución adolescente, dice que
se cumple por la renuncia de los objetos sexuales inadecuados. Qué trabajo deben realizar estos
padres para dejarse transformar en objetos inadecuados, en seductores abandonados, diríamos
nosotros. La entrada del niño en la genitalidad debería traer aparejada, de manera mítica, la
salida del padre, su muerte genital. Debemos reflexionar sobre un procedimiento inherente a la
psique de los padres y que tendría por asíntota la desinvestidura edípica del adolescente.
Propusimos el concepto descriptivo de obsolescencia de los padres, en la cual el instrumento
de la seducción del progenitor queda arrumbado, directamente por causa de la entrada en
escena de la pareja de amantes adolescentes. Se ataca la dimensión concreta del vínculo erótico
con el niño. Los padres desinvisten, por obsolescencia, la presencia física, la carne de su hijo.
---
146
La pubertad: ¿un traumatismo?
Hornstein, M. C. R. de - (1992)
La adolescencia impone a la psique un trabajo de metabolización, renegociación y
transformación. Estas operaciones tienen en la adolescencia un característica que las singulariza.
Su fuerza estructurante o desestructurante depende del impacto vivencial (afectivo y de
sentido) que los cambios corporales inéditos hasta ese momento y las exigencias socioculturales actualicen en calidad de acontecimientos. La historia del sujeto es una compleja trama
de acontecimientos que se resignifican entre sí.
No hay historia sin cuerpo, ni cuerpo sin historia, y esa historia es constituida desde la
historicidad del otro y constituyente a la vez, de la cual psique y cuerpo se erigen como
testimonio siempre presente. La psique y el cuerpo reaccionan ante cualquier experiencia
vivencial que modifique su estado afectivo; marcas, huellas, inscripciones, darán forma a un
pasado que tendrá sus efectos en el devenir aún cuando éste sea impredecible.
La metamorfosis corporal de la pubertad obliga al encuentro del psiquismo con una nueva
representación del cuerpo que cambia, y con una nueva forma de manifestación de su mundo
pulsional. La realidad de las representaciones del cuerpo físico, así como las del cuerpo erógeno
están edificadas bajo la impronta de la seducción primaria del infans por su madre. Se impone
un trabajo de simbolización para acceder a ese orden libidinal e identificatorio novedoso en su
necesidad de reencontrar las formas elementales del placer, del pensamiento y de la
comunicación con los otros. Los cambios corporales de la pubertad amenazan con desbordar
la capacidad del aparato para tramitar los conflictos, obliga al psiquismo a una nueva
representación del cuerpo y con una nueva forma de manifestación de su mundo pulsional.
La pubertad es un momento de encrucijada de la historia libidinal e identificatoria de un
sujeto, el cual promueve un estado de ruptura del equilibro previo tanto corporal como
psíquico. Pensando el psiquismo como un sistema abierto, la pubertad obliga, ante la
metamorfosis corporal, a una autoorganización psíquica del sistema, posibilidad dada por el
hecho de poder establecer sus propias significaciones. Le impone al sujeto un reordenamiento
afectivo y representacional para llevar a cabo la tarea de aceptar su nuevo cuerpo, renunciar
a las satisfacciones infantiles, ir al encuentro de nuevas investiduras objetales que, sin romper
su trama histórica, le permitan acceder a nuevas posiciones identificatorias, lo hace
propietario de su cuerpo sin estar totalmente listo para renunciar a los beneficios de la
copropiedad que tenía con sus progenitores. La pubertad cuestiona todo y amenaza el
funcionamiento del yo, al mismo tiempo que invita a la recuperación de lo histórico-vivencial,
amplía el mapa de significaciones singulares y abre a nuevas formas de productividad
psíquica.
La pubertad ES EL TRAUMATISMO POR EXCELENCIA, ya que se trata del segundo tiempo,
el cual resignifica las primeras inscripciones de experiencias vividas que cobran carácter de
traumáticas a partir de ese momento. Se reeditan las experiencias sexuales infantiles que,
El modelo traumático de Freud remite a una concepción económica: es traumática aquella
experiencia que aporta un montaje de excitación que excede la posibilidad del psiquismo de
elaborarla por los medios habituales. A partir de 1897 agrega que la eficacia de los
147
acontecimientos externos proviene de las fantasías que activan y del aflujo de excitación
pulsional que desencadenan. El concepto de aprés-coup introduce otra historia en la etiología
del síntoma. En la pubertad es la cualidad de las nuevas manifestaciones del mundo pulsional
lo que hace posible resignificar dichas experiencias anteriores en tanto entren en una cadena
asociativa para su elaboración.
El conflicto entre pulsiones sexuales y prohibiciones, intensificado en la eclosión puberal, es un
momento de cierta ruptura de un equilibrio anterior, que puede facilitar la aparición de una
“estructura disipativa”. La complejización del sistema aumenta la variedad de respuestas y
posibilidades ante las exigencias del medio.
Trabajo de la pubertad:
Trabajo de la adolescencia:
Consiste en encontrar la manera de
asegurarse, a pesar de los bruscos cambios
internos y externos, la continuidad del
sentimiento de mismidad, posibilitando
apropiarse de ese cuerpo, al mismo tiempo
que es una reorganización de la antigua lógica
del placer, ahora bajo el dominio de la
genitalidad adquirida. Intenta que no se
produzca una ruptura narcisista.
Trabajo de simbolización que impone la
pubertad, de reapropiación de la historia
infantil en un proyecto sexual, que impone
una nueva alianza, inestable, frecuentemente
amenazada y amenazante entre las cuatro
instancias freudianas.
Adolescencia como acontecimiento.
El sentimiento de extrañeza que está asociado a la pubertad, la pérdida de los reparos y los
límites, llevan al adolescente a tratar a su cuerpo como un objeto externo a su vida psíquica.
Tratado como un objeto que no se vive totalmente como parte de sí mismo, puede ser
económicamente el depositario del odio, de la agresividad, la envidia, es decir de todos los
afectos amenazantes para su propio psiquismo. Estos sentimientos de odio son respuesta a una
falla identificatoria por parte de los padres; falla que tuvo lugar en los primeros tiempos de la
vida del niño. El sufrimiento que esta situación provoca, y que parecería estar ligado a la
actualidad del conflicto con el cuerpo, evitaría de esta manera enfrentarlo con un sufrimiento
que tuvo lugar en un lejano pasado y que se vuelve impensable para el yo.
La reaparición del cuerpo sexuado dependerá de la solución que el sujeto encuentre a partir
del reconocimiento que “su” nuevo objeto. Dependerá de la posibilidad de traducción de las
representaciones infantiles a un lenguaje de las pulsiones genitalizadas, al tiempo que del
borramiento de los recuerdos autoeróticos de la infancia en provecho de la puesta en escena
de una sexualidad que satisfaga también las necesidades de ternura. Damos cuenta de la
adolescencia como construcción del sujeto, como trabajo de rehistorización. Pubertad y
adolescencia se conjugan. Tiempo físico, psíquico y sociocultural el de la pubertad, que
impone un trabajo, el de la adolescencia.
---
148
Pubertad
Moreno, J. (1997).
Hay circunstancias, como la pubertad, en las que lo caótico emerge, que están programadas en
nuestra especie.
La pubertad es un tiempo de inter-sitio, de cambio de discurso, ya que la estructura
ordenada de emergencias caóticas con que el niño contaba, el discurso anterior (el infantil),
no da abasto para contener la puja de las novedosas perturbaciones que emergen del cuerpo
y del requerimiento al que el púber está sujeto por los cambios del discurso que sostiene sus
intercambios sociales.
Estos emergentes son un nudo complejo y situacional en el que se entraman cambios en lo
pulsional y en la demanda social, y superan las secuencias razonables que él es capaz de
significar desde su sexualidad y discurso infantil, generando un vacío de significación y excesos.
El sujeto adolescente apela en ese tiempo a todo tipo de recurso. Lo que surge del
acontecimiento adolescente no es el desenvolvimiento de algo que ya estaba en potencia en
él, ni adentro en lo infantil, ni afuera en lo social; implica la producción de algo radicalmente
nuevo, irreductible a lo previo, aún cuando lo infantil y las expectativas sociales influyan en su
desarrollo.
¿Qué debería caracterizar la marca capaz de transformar lo perturbador que es la pubertad en
un acontecimiento como es la adolescencia? El elemento nuevo debe permanecer y no
permanecer a lo histórico, ser un corte que no anule la posibilidad de construir una historia. El
tiempo de la pubertad no es un tiempo cronológico, sino un tiempo de alteración.
En ese sentido, la pubertad configura un paradigma, una estructura que, por su inercia, se
opone a ser perturbada (el discurso infantil y la sexualidad infantil) y a una verdad que, como
tal, no está incluida en ese discurso, pero insiste.
El resultado del impacto entre la “verdad puberal” y la estructura infantil permite distinguir tres
modalidades de devenir en este tránsito. LO PUBERAL PUEDE CONFIGURAR DISTINTOS
DECURSOS: UN ACONTECIMIENTO, UNA CATÁSTROFE O UN TRAUMA.
Acontecimiento: lo normal sería que de ese encontronazo entre la verdad emergente y la inercia
de la estructura surja el acontecimiento adolescente, o sea, que el púber atraviese una
adolescencia “normal” y entre a la adultez esperable. Lo nuevo perturbador ha encontrado
marcas efectivas capaces de transformar las cosas en un antes de y en un después de, lo que
configura un quiebre, una discontinuidad en su historia. La adolescencia implica entonces un
acontecimiento, un cambio suplementario de la estructura que determina al sujeto, un cambio
de discurso y de lugares donde transcurre la sexualidad. Esas cosas que quedan estructuradas
y que son radicalmente diferentes no implican que se ha suprimido lo anterior.
Catástrofe: la emergencia de la pubertad puede generar una catástrofe. La insistencia de la
fuerza perturbadora no sólo no logra inscripciones que le hagan admisible, sino que produce
una caída de la estructuración anterior. Produce un derrumbe de al menos parte de los armarios
149
de a estructura del discurso infantil, sin una estructuración eficaz en reemplazo. Podría pensarse
el devenir catastrófico de la adolescencia como un colapso producido por marcas que no
circulan e impiden ligaduras.
Trauma:
la irrupción de lo perturbador puede generar un trauma, ya que ese emergente
perturba, pero, al no inscribirse marcas capaces de trasmutar la estructura, ésta no produce
nada radicalmente nuevo, si bien tampoco desbarata la estructuración infantil previa. Lo que
ocurre es que se inhibe el tránsito a lo novedoso por estar el aparato todo ocupado de prevenir
la perturbación, y lo hace intensificando los cauces del discurso anterior, excesos que insisten,
cargan o se alojan en lugares previos por un tiempo que no es determinable.
Si entendemos por TRAUMA el encuentro de algo perturbador en potencia, entonces seguro
que la pubertad es traumática; en los pacientes “normales” hay un momento en que no es más
traumático el hecho de la pubertad, sino que la pubertad abre caminos que son medio
despistados pero que ya hay un proceso en marcha. Lo traumático es lo que paso en la infancia,
pero lo que se ve en la clínica es que, a eso, en la pubertad, se le agrega algo más, que es un
puje pulsional de algún tipo que se ve, se huele y por otro lado el cambio en los requerimientos
sociales a que es sujeto. El adolescente es requerido socialmente de otra manera, y entonces
todo ese cambio se convierte en un nuevo elemento perturbador. Lo traumático estaría dado
justamente por el hecho de la aparición de algo nuevo que no es remisible a lo anterior y que
entonces desorganiza. Por eso, la pubertad es traumática por sus propias características en
tanto hace surgir algo nuevo. Que tenga valor de acontecimiento, o de catástrofe dependerá de
lo que pueda pasar ulteriormente; o sea, algo así como aprés-coup que eso quedará nominado
en alguna de las categorías.
Estas tres cuestiones del acontecimiento, trauma y catástrofe para la pubertad, les falta algo
que englobe todas esas cosas, que es el duelo en la pubertad, aquello que tiene que caer para
que eventualmente el acontecimiento tenga lugar. Porque acontecimiento, trauma y catástrofe
pasa en todas las pubertades, pero, en todo caso, en un a posteriori uno podrá decir que hubo
predominancia de acontecimiento o de trauma o de catástrofe. Esta cuestión del duelo o del
caer de ciertas cuestiones es importante en relación fundamentalmente con las figuras
parentales, o de toda la cuestión de la sexualidad infantil y de todas las vivencias infantiles y
las experiencias infantiles, para que lo nuevo tenga algún lugar en la estructura de ese púber.
Pero, el autor no piensa la adolescencia como un problema de duelo, el duelo es una
consecuencia, las figuras anteriores cuando caen se las extraña, pero después que cayeron, no
antes. Una persona no tiene que elaborar un duelo para seguir adelante, si se sigue adelante,
va a tener que elaborar un duelo.
Pubertad: el momento del impacto que estamos hablando, lo desorganizante. Tiene que ver
con el surgimiento de marcas nuevas que no remiten necesariamente a lo anterior, dadas por
los cambios biológicos, algo externo al aparato mental, que tiene que ir mentalizándose.
Adolescencia: el tiempo del trámite de ese impacto, todo lo que desencadena a posteriori como
tramitación de esa desorganización. Se le llama adolescencia a los cambios psicológicos que
van a absorber o mentalizar los cambios biológicos.
Entonces, las ideas de acontecimiento, trauma y catástrofe serían aplicables no solamente a la
pubertad, sino caracterizaciones del decurso adolescente. --150
TEMA 7: ADOLESCENCIA Y
RESIGNIFICACION
• Determinaciones en el aparato psíquico.
• Trabajo del duelo. Duelar y matar las representaciones edípicas,
narcisistas e identificatorias de la infancia.
• Resignificación edípica. Desasimiento de la autoridad de los padres.
• Resignificación narcisista e identificatoria. Dialéctica Yo ideal ‒ Ideal del
yo.
• Renuncia a la bisexualidad. Lo femenino, lo masculino. Consolidación
de la identidad sexual.
Bibliografía Obligatoria
o
Bleichmar S. (1999). “La identidad sexual: entre la sexualidad, el sexo, el género”.
o
Dreizzen, A. B. (2001). Los tiempos del duelo.
o
Freud, S. (1924). “El sepultamiento del Complejo de Edipo”. Obras Completas. Tomo XIX.
o
Freud, S. (1923). “La organización genital infantil”. Obras Completas. Tomo XIX.
o
Freud, S. (1917). “Duelo y melancolía”. Obras Completas. Tomo XIV.
o
Grassi, A. (2010). “Metamorfosis de la pubertad: el hallazgo (?) de objeto”. En Grassi, A.,
Córdoba, N. (2010) Entre niños, adolescentes y funciones parentales.
o
Hornstein, M. C. R. de (comp.) (2006) “Entre desencantos, apremios e ilusiones”. En
Adolescencias: trayectorias turbulentas. Buenos Aires: Paidos
o
Hornstein, M. C. R. de (2003). “Identidad y devenir subjetivo”. En H. Lerner (comp.).
Psicoanálisis entre permanencias y cambios. Buenos Aires: El Zorzal.
151
La identidad sexual: entre la sexualidad, el sexo,
el género.
Bleichmar S. - (1999).
Las formas de expresión de la sintomatología sexual han sufrido diferentes cambios. Hay todavía
una visión teleológica de la sexualidad, sometida a un fin sexual reproductivo. Entran en
contradicción con enunciados centrales de la teoría y de la práctica psicoanalítica.
Los dos tiempos de la sexualidad humana no corresponden a dos fases de una misma
sexualidad, sino a dos sexualidades diferentes: una desgranada de los cuidados precoces,
implantada por el adulto, productora de excitaciones que encuentran vías de ligazón y descarga
bajo formas parciales, y otra con primacía genital, establecida en la pubertad y ubicada en el
camino madurativo que posibilita el ensamblaje genital, no constituyendo entonces una simple
reedición. Los primeros tiempos han marcado fantasmática y erógenamente un camino que
orientan u obstaculizan los pasajes de un modo de goce a otro.
La sexualidad no es un camino lineal que va de la pulsión parcial a la asunción de la identidad,
sino que se constituye como un complejo movimiento de ensamblajes y resignificaciones, de
articulaciones provenientes de diversos estratos de la vida psíquica y de la cultura, de las
incidencias de la ideología y de las mociones deseantes.
Diferencia entre género, sexo y sexualidad:
Género como elemento central diferenciador respecto de las categorías sexuales. Los estudios
de género implican un avance importante al propiciar un desasimiento de los enunciados que
hacen a los modos de representación, tanto femeninos como masculinos, de una presunta
dependencia de la biología, como un correlato directo de la anatomía constituida en tanto
sustrato de toda producción ideativo-ideológica.
Los enunciados que articulan la identidad yoica se caracterizan por la exclusión, no sólo de los
elementos de diferenciación respecto al exterior, sino también al extremo-interno del
inconsciente. El “soy mujer” o el “soy hombre”, núcleo de la identidad sexual, no sólo recoge los
atributos del género, sino que funciona como contrainvestimiento de los deseos homosexuales
sepultados a partir de la represión de los elementos que acostumbramos a considerar como del
orden del Edipo invertido.
Las relaciones libidinales que marcan la sexualidad infantil son el efecto de acciones realizadas
por seres humanos que luego se reconocerán como portadores de diferencias sexuales. Ya que
en la medida en que se constituyen antes de cualquier diferencia, esta relación con los objetos
no está atravesada por las preocupaciones que va a asumir luego la identidad sexuada en tanto
organizador del yo, por un lado, y de la diferencia anatómica, por otro.
Si el adulto ejerce una apropiación ontológica, si le dice qué y quién es, en principio es
indudable que en este ejercicio la determinación masculino-femenino es central, y se rige por
152
cierta propuesta de concordancia establecida socialmente entre sexo biológico y la identidad
propuesta.
El hecho de que los padres digan que el infantil sujeto es niño o niña no está definido por sus
deseos sino por una arbitrariedad de repartición de cultura que se sostiene en su relación con
la diferencia anatómica. Los enunciados que remiten a la sexuación masculino-femenino están
instituidos en el ser mismo del sujeto, se enraízan en la estructura del yo y son anteriores al
reconocimiento de la diferencia anatómica (más allá de que puedan ser retomados del lado de
los ideales).
Si la atribución de género es anterior al reconocimiento de la diferencia anatómico, coexiste
con la sexualidad pulsional sin obstaculizarla. Se pueden sostener deseos pulsionales por el
padre sin que esto entre en contradicción con el ser varón, pero no puede un varón vestirse de
mujer sin entrar en conflicto con la identidad propuesta. La extensión del concepto de
polimorfismo perverso infantil a los trastrocamientos de género constituye si uno de los mayores
pecados, si uno de los más grandes errores del psicoanálisis de niños: creer que un varoncito
de 4, 6 u 8 años que quiere ser niña, realiza esta elección porque aún está atravesado por el
polimorfismo perverso, y no ha definido su identidad sexual, es de una cortedad intelectual sólo
equiparable a la irresponsabilidad que implica.
El trastorno de identidad aparece precozmente. Posee dos tiempos: uno relativo al
trastrocamiento de la identidad de género, entendido éste como las atribuciones realizadas por
la cultura respecto de aquello que corresponde asumir como conducta social en concordancia
con el sexo biológico. Estas atribuciones son del orden social y político. El otro, caracterizado
por el lanzamiento precoz a la sexualidad genital, intromisionada por el adulto que genitaliza el
momento de descubrimiento y fascinación por la diferencia anatómica.
La identidad sexual, los rasgos atribuidos al género, la elección sexual de objeto, la curiosidad
fálica, el goce genital, no forman parte de un continuo, ni se manifiestan en una línea de
articulación por sumatoria, o dependan uno del otro. Cada uno de ellos debe ser remitido a sus
propias determinaciones, cada uno juega como causa eficiente en la adquisición del otro, pero
sin que ello implique que se puedan ordenar genéticamente. Si hay génesis de la sexualidad,
esta génesis debe ser construida por aprés-coup.
La identidad de género no basta para recubrir la identidad sexual, en tanto prioriza los modos
histórico-sociales de producción de subjetividad, siendo insuficientes para dar cuenta de las
formas de articulación del deseo que se genera en la intersección entre los sistemas psíquicos.
Entre la biología y el género, el psicoanálisis ha introducido la sexualidad en sus dos formas:
pulsional y de objeto, los que hacen entrar en conflicto los enunciados atributivos con los cuales
se pretende una regulación siempre ineficiente, siempre al límite.
---
153
Los tiempos del duelo.
Dreizzen, A. B. (2001)
A partir de 1915 en “Duelo y melancolía”, el estado anímico que la situación de duelo acarrea
y las vicisitudes respecto a la tramitación de la pérdida son un tema de sumo interés en el
psicoanálisis.
Basándonos en la propiedad homónima de la palabra duelo, podemos afirmar que el duelo es
dolor, dolor psíquico que puede llegar hasta encarnarse, como es en el caso de alguna
enfermedades psicosomáticas; pero también es un desafío a la estructura subjetiva para
recomponer un universo simbólico, luego del cimbronazo que le provoco ese agujero en lo real
que significa la pérdida del objeto amado. El sentimiento de identidad puede verse jaqueado
en los duelos.
El duelo es un concepto en el que confluyen tanto el modo en que una comunidad o estructura
colectiva aborda la temática de la muerte como la dimensión absolutamente particular que sus
fenómenos expresan en la singularidad de cada caso. Hay una estrecha relación entre el duelo,
el trabajo del duelo tramitado en la singularidad de cada caso y la subjetividad de la época.
Lo real de la muerte no tiene inscripción en lo inconsciente, todo el sistema significante se
moviliza, el orden simbólico se desordena. La falta, paradigma de la castración en tanto soporte
de la estructura neurótica pierde su localización, tambalea el equilibrio fantasmático y el sujeto
es reenviado a un lugar de privación. Frente a la perdida de aquel objeto de amor que oficiaba
de causa, se produce un descalabro subjetivo y es habitual que una serie de fenómenos clínicos
ligados al padecimiento se manifiesten.
Cuando decimos que el duelo en el sujeto es reenviado a una posición privada nos referimos a
un movimiento que leemos del siguiente modo: una pérdida real, de un objeto simbólico afecta
al sujeto, y el agente que la ocasiono es puramente imaginario. Por eso frecuentemente el sujeto
se atribuye más o menos conscientemente haber sino responsable de la perdida que
padece. Desde este lugar de privación el sujeto se muestra en los fenómenos que produce
(inhibiciones, adictivos, alucinaciones, alimenticios, compulsivos), vasallajes del superyó que
condenan al sujeto a sacrificios e inmolaciones.
Sin embargo, los duelos pueden llegar a ser la ocasión, la exquisita oportunidad, para que en la
mencionada recomposición significante que comporta la elaboración de la perdida constituyan
el campo fértil para la subjetividad, o sea, elevarla a la categoría de falta, y consecuentemente
propiciar una redistribución del goce. Esto se traduce en la transformación de la relación del
sujeto con el objeto fantasmático. Operatoria habilitante para que los actos a advenir prosperen
en las vías del deseo, quedando íntimamente ligados a un fin sublimatorio. Ese duelo permite
circunscribir la perdida, e inscribirla como falta.
Se torna entonces el trabajo de duelo, un desafío a producir esa recomposición significante
que le permite disponer de la falta instituyente, recreándola.
Desde lo intimo se podrá pensar en relación a alguna perdida, cómo determino un antes y un
después en su vida y cómo se fueron atravesando los distintos tiempo de desasimiento libidinal
del objeto amado, y de reinvestimiento y redistribución de la carga libidinal. Luego de ese
descalabro estructural, la función del duelo, si opera, propicia el restablecimiento de enlaces y
154
reanudamientos para el sujeto. Función de duelo que reescribe el lugar al objeto a en tanto falta
y reinstaura el orden del deseo.
Freud propone un trabajo de elaboración para los duelos que implica tiempos lógicos de
posicionamiento subjetivo a cumplir:
1. frente a la perdida en lo real, la primera respuesta es la renuncia a aceptarla, la renegación,
desmentida
2. comprende estrictamente un trabajo de simbolización que implica un alto gasto de energía,
de investidura y de tiempo. Se ejecuta pieza por pieza y conlleva un displacer doliente.
Permite ir aceptando que el objeto amado investido libidinalmente ya no está, es el examen
de la realidad que posibilita que se retire la libido adherida al objeto, provocando por
segunda vez su perdida. El empantanarse en este tiempo de duelo, con tropiezos es lo que
hace frecuentemente que un duelo se torne patológico y que revista características propias
de la melancolía. Pierde en lo simbólico lo que había sido perdido en lo real.
3. Este movimiento permite la modificación de los lazos con el objeto perdido, la separación y
el investimento de otros objetos con la libido que quedó disponible, sustituyendo al ausente.
---
155
El sepultamiento del Complejo de Edipo
Freud, S. - (1924).
El complejo de Edipo à significación como fenómeno central del período sexual de la
primera infancia. Después cae sepultado, sucumbe a la represión, y es seguido por el período
de latencia. La falta de la satisfacción esperada, la continua denegación del hijo deseado, por
fuerza determinarán que los pequeños enamorados se extrañen de su inclinación sin esperanzas.
Así, el complejo de Edipo se iría al fundamento a raíz de su fracaso, como resultado de su
imposibilidad interna. El desarrollo sexual del niño progresa hasta una fase en que los genitales
ya han tomado sobre sí el papel rector. Esta fase fálica, contemporánea a la del complejo de
Edipo, no prosigue su desarrollo hasta la organización genital definitiva, sino que se hunde y es
relevada por el período de latencia.
Cuando el niño (varón) ha volcado su interés a los genitales, lo deja traslucir por su vasta
ocupación manual en ellos, y después tiene que hacer la experiencia de que los adultos no están
de acuerdo con ese obrar à sobreviene la amenaza de castración: se le arrebatará esta parte
tan estimada por él. Ahora la tesis es que la organización genital fálica del niño se va al
fundamento a raíz de esta amenaza de castración.
Alguna vez el varoncito, orgulloso de su posesión del pene, llega a ver la región genital de una
niñita, y no puede menos que convencerse de la falta de un pene en un ser tan semejante a él.
Pero con ello se ha vuelto representable la pérdida del propio pene, y la amenaza de castración
obtiene su efecto con posterioridad.
El complejo de Edipo ofrecía al niño dos posibilidades de satisfacción, una activa y una pasiva.
Pudo situarse de manera masculina en el lugar del padre y, como él, mantener comercio con la
madre, a raíz de lo cual el padre fue sentido pronto como un obstáculo; o quiso sustituir a la
madre y hacerse amar por el padre, con lo cual la madre quedó sobrando. En cuanto a la
naturaleza del comercio amoroso satisfactorio, el niño sólo debe de tener representaciones muy
imprecisas; pero es cierto que el pene cumplió un papel, pues lo atestiguaban sus sentimientos
de órgano. No tuvo aún ocasión alguna para dudar de que la mujer posee un pene. Ahora bien,
la aceptación de la posibilidad de la castración, la intelección de que la mujer es castrada, puso
fin a las dos posibilidades de satisfacción derivadas del complejo de Edipo. En efecto, ambas
conllevaban la pérdida del pene; una, la masculina, en calidad de castigo, y la otra, la femenina,
como premisa. Si la satisfacción amorosa en el terreno del complejo de Edipo debe costar el
pene, entonces por fuerza estallará el conflicto entre el interés narcisista en esta parte del
cuerpo y la investidura libidinosa de los objetos parentales. En este conflicto triunfa
normalmente el primero de esos poderes: el yo del niño se extraña del complejo de Edipo.
Las investiduras de objeto son resignadas y sustituidas por identificación. La autoridad del
padre, o de ambos progenitores, introyectada en el yo, forma ahí el núcleo del superyó, que
toma prestada del padre su severidad, perpetúa la prohibición del incesto y, así, asegura al yo
contra el retorno de la investidura libidinosa de objeto. Las aspiraciones libidinosas
pertenecientes al complejo de Edipo son en parte desexualizadas y sublimadas, lo cual
probablemente acontezca con toda trasposición en identificación, y en parte son inhibidas en
156
su meta y mudadas en mociones tiernas. Se inicia el período de latencia, que viene a interrumpir
el desarrollo sexual del niño.
El proceso descrito es más que una represión; equivale, cuando se consuma idealmente, a una
destrucción y cancelación del complejo.
El clítoris de la niñita se comporta al comienzo en un todo como un pene, pero ella, por la
comparación con un compañerito de juegos, percibe que es «demasiado corto», y siente este
hecho como un perjuicio y una razón de inferioridad. Durante un tiempo se consuela con la
expectativa de que después, cuando crezca, ella tendrá un apéndice tan grande como el de un
muchacho. Es en este punto donde se bifurca el complejo de masculinidad de la mujer. Pero la
niña no comprende su falta actual como un carácter sexual, sino que lo explica mediante el
supuesto de que una vez poseyó un miembro igualmente grande, y después lo perdió por
castración. Así se produce esta diferencia esencial: la niñita acepta la castración como un hecho
consumado, mientras que el varoncito tiene miedo a la posibilidad de su consumación.
Excluida la angustia de castración, está ausente también un poderoso motivo para instituir el
superyó e interrumpir la organización genital infantil. Mucho más que en el varón, estas
alteraciones parecen ser resultado de la educación, del amedrentamiento externo, que amenaza
con la pérdida de ser-amado. El complejo de Edipo de la niñita es mucho más unívoco que el
del pequeño portador del pene; según mi experiencia, es raro que vaya más allá de la sustitución
de la madre y de la actitud femenina hacia el padre. La renuncia al pene no se soportará sin un
intento de resarcimiento. La muchacha se desliza del pene al hijo; su complejo de Edipo culmina
en el deseo, alimentado por mucho tiempo, de recibir como regalo un hijo del padre, parirle un
hijo. Se tiene la impresión de que el complejo de Edipo es abandonado después poco a poco
porque este deseo no se cumple nunca. Ambos deseos, el de poseer un pene y el de recibir un
hijo, permanecen en lo inconsciente, donde se conservan con fuerte investidura y contribuyen
a preparar al ser femenino para su posterior papel sexual.
DEL TEÓRICO: ¿cuáles son los efectos de la función psíquica del infans desde su encuentro?
Para separar y constituir su yo, tiene que salir de un lugar de objeto y poder sacar al otro de este lugar
de objeto total, porque lo que aparece allí es la percepción y la comprensión de una lógica que va más
allá del deseo propio. El otro no es todopoderoso, porque yo no soy su objeto, y yo no soy todopoderoso
porque no sucede todo lo que yo quiero y deseo. Esta lógica como destotalizante tiene que ver con este
encuentro, que hay algo más allá en el deseo del otro que no soy yo, que no termina en mí todo lo que
desea. El niño no solamente quiere a la madre como objeto, también puede identificarse con la madre y
posicionar al padre como sujeto a amar. Empieza a haber una especie de triangulación entre la elección,
entre lo amoroso, lo edípico y lo ambivalente del Edipo y empieza a haber también una triangulación
entre la competencia, cuando deja de existir esta ilusión de que entre 2 nos completamos. El efecto de
la presencia, el encuentro con el padre tiene que ver con la introyección del superyó, la posibilidad de
una regulación. Ahí tiene que ver con el sepultamiento del Edipo, la internalización del súper yo, la
posibilidad del nominarse como un sujeto ontológicamente a la par del otro, si bien esta la asimetría en
cuanto el adulto siempre va tener un lugar de autoridad para con el niño, hay una simetría ontológica, en
cuanto al ser, del reconocimiento, de que nadie es objeto de nadie y hay un reconocimiento de esta
asimetría, pero a la vez el niño se enuncia en 1ra persona como un yo con derecho frente al otro.
---
157
La organización genital infantil
Freud, S. (1923).
En la niñez se produce la elección de objeto que en conjunto con las aspiraciones sexuales se
dirigen a una persona única y pretenden alcanzar su meta. La unificación de las pulsiones
parciales, su subordinación al primado de los genitales y al servicio de la reproducción no se
produce en la infancia sino después de la pubertad.
Sin embargo, el apogeo de los genitales y el quehacer genital cobran una significatividad
dominante. Esta organización genital infantil a diferencia del adulto posee una particularidad:
sólo desempeña un papel el genital masculino o falo. Es una zona excitable, ocupa su interés, y
más tarde se exteriorizará como un esfuerzo de investigación, como curiosidad sexual. En el
curso de las indagaciones descubre que no es un patrimonio común de todos los seres
semejantes a él; frente a las primeras impresiones de falta de pene, la desconocen, piensan que
ya crecerá hasta arribar a la conclusión de que estuvo, pero fue removido. La falta de pene es
resultado de una castración y se produce un temor a la pérdida propia. Las primeras pérdidas
produjeron daños narcisistas: a raíz de la pérdida del pecho materno, de la deposición de las
heces, de la separación del vientre de la madre. Pero sólo se puede hablar de castración cuando
representa una pérdida de los genitales.
La castración es a modo de castigo, y sólo las personas despreciables del sexo femenino
(culpables de las mismas mociones prohibidas en que él incurrió) habrían perdido el genital.
Pero las personas respetables, como su madre, lo siguen conservando.
Cuando aborda los problemas de la génesis y el nacimiento de los niños la madre perderá el
pene y se edificarán teorías destinadas a explicar el trueque del pene a cambio de un hijo (como
la teoría de la cloaca: el niño cree que los bebés viven en el vientre-intestino de la madre, y que
son paridos por el ano). Nunca se descubren los genitales femeninos.
La elección de objeto introduce la primera oposición sujeto-objeto. En el estadio sádico-anal
la oposición es activo-pasivo; en la fálica la oposición es falo-castrado; sólo con la culminación
del desarrollo en la pubertad la polaridad sexual coincide con masculino-femenino. Lo
masculino es el sujeto, la actividad y el pene; lo femenino el objeto, la pasividad.
---
158
Duelo y melancolía
Freud, S. - (1917).
VA A PLANTEAR SIMILITUDES Y DIFERENCIAS EN EL DUELO Y EN LA MELANCOLÍA:
Comparten las influencias que lo ocasionan. Es la reacción frente a la pérdida de una persona
amada o lo que haga las veces de esa persona (un ideal, la patria o una abstracción). Por sus
idénticas influencias, se puede observar en muchas personas con disposición enfermiza, en lugar
del duelo, la melancolía. A pesar de que el duelo tiene graves consecuencias en la vida del
sujeto no se considera patológico, se confía en que pasado el tiempo se lo superará.
Los puntos de coincidencia son:
- La desazón profundamente dolida (semblante de dolor que presenta el sujeto)
-
La pérdida de interés en el mundo exterior.
La pérdida de la capacidad de amar o de escoger un nuevo objeto de amor.
Inhibición de cualquier productividad / el extrañamiento respecto de cualquier trabajo
productivo que no tenga relación con el muerto.
DUELO (Proceso NORMAL) Reacción ante la pérdida de una persona amada, y genera un
empobrecimiento del mundo exterior ‒ todo lo que no recuerde al muerto. Esta inhibición
muestra una entrega incondicional al duelo. El mundo se vuelve pobre y vacío.
Trabajo del duelo: El trabajo de duelo lleva tiempo y gasta energía, el examen de realidad ha
mostrado que el objeto amado ya no existe más, y por eso se quita toda la libido que estaba en
los enlaces con ese objeto. No hace este retiro de buena gana. à puede generar un
extrañamiento de la realidad y retención del objeto mediante alucinaciones, aunque ya se asome
un sustituto.
Normalmente, acatan la realidad, pero cuesta mucha energía de investidura abandonar una
posición libidinal. Este trabajo que absorbe al yo genera inhibición y falta de interés. Se va
sacando pieza por pieza la libido para poder transferirla luego a otro objeto y entretanto la
existencia del objeto perdido continúa en lo psíquico. Cada uno de los recuerdos y cada una
de las expectativas en que la libido se anudaba al objeto son clausurados, sobreinvestidos y en
ellos se consuma el desasimiento de la libido. Esa líbido que estaba en el objeto amado, el cual
se perdió en la realidad, tiene que volver al sujeto para poder investir un nuevo objeto. Esto
responde al principio de realidad, es la realidad es la que le indica al sujeto “ese objeto no está
más”. Para que el duelo se supere es necesario que haya una satisfacción narcisista de ser quien
quedó convida. Una vez cumplido el trabajo del duelo el yo se vuelve libre y desinhibido. No
hay nada inconsciente en lo que atañe a la pérdida
Tomamos el TRABAJO DEL DUELO como un mecanismo que dispone el aparato psíquico para
un trabajo elaborativo de la ADOLESCENCIA.
159
MELANCOLÍA (Proceso PATOLÓGICO) Pérdida en el sujeto, empobrecimiento del Yo. Rebaja
de sentimiento de sí, hay una perturbación del sentimiento de sí en el Yo que se exterioriza en
autorreproches e idea delirante de autocastigo. El yo se vuelve pobre y vacío. (Característica
solo de la melancolía y que es la diferencia principal con el duelo)
Hay un objeto perdido, de naturaleza más ideal; el objeto se perdió como objeto de amor. El
sujeto no sabe qué perdió ahí. Saben a quién perdió, pero no qué perdió en él.
Se produce un trabajo semejante al del duelo, que es lo que le da la inhibición característica,
la cual es enigmática, porque no logramos ver lo que absorbe tan enteramente al enfermo.
Y a diferencia del duelo lo que encontramos es esta rebaja en sí mismo, el YO está
empobrecido, NO el mundo.
Presentación clínica de la melancolía: “El enfermo se describe como indigno, estéril, moralmente
despreciable, se hace reproches, se denigra y espera repulsión y castigo.” Freud lo llama
DELIRIO DE INSIGNIFICANCIA. Dice que se presenta con insomnio, repulsa de los alimentos,
desfallecimiento de la pulsión de aferrarse a la vida (autoconservación).
El resultado es una perdida del respeto por si mismo, merece todo lo malo que él cree, tiene
razones para ello.
Hay una perdida de objeto sustraída de la conciencia (es inconsciente)
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Metamorfosis de la pubertad:
el hallazgo (?) de objeto
Grassi, A. - (2010).
Lo puberal-lo adolescente ante(s) (d)el hallazgo de objeto
En relación con las transformaciones de la pulsión, se produce en la pubertad “el hallazgo de
objeto” y la genitalidad alcanza su conformación normal definitiva; con la puerta se inicia un
largo capítulo que recién comienza abrirse. Las transformaciones de los pregenital y el escenario
de lo genital con sus nuevas experiencias sexuales implican una exigencia de trabajo psíquico
desarrollada en el tiempo, que se realiza en espacios determinados y su resultado final no está
garantizado por predisposición de la especie, es incierto.
A posteriori de la latencia, y antes del hallazgo de objeto, se ubican los años del entretiempo
de la sexuación: espacio transicional ‒ corporal, familiar, generacional ‒ que especifican y
diferencian los procesos y trabajos psíquicos de lo puberal-lo adolescente.
Freud y el hallazgo.
El psicoanálisis enseña que existen dos caminos para el hallazgo de objeto: en primer lugar, el
que se realiza por apuntalamiento de los modelos en la temprana infancia y en segundo lugar
el narcisista; todo ser humano tiene abiertos frente así ambos caminos para la elección de
objeto, pudiendo preferir uno u otro. A eso el autor le agrega qué hay otra forma de encuentro
que se adiciona a las mencionadas, por la alteridad del objeto, por su ajenidad y extrañeza,
extraño por lo que con lleve de no conocido. La combinatoria en la elección es lo que le da
sutileza al hallazgo.
Se repite con demasiada frecuencia y ligereza que el hallazgo es reencuentro y repetición, no
destaca suficientemente la riqueza y la complejidad que el concepto implica.
Hallazgo no es encuentro
No es equivalente directo, no es sinónimo. Hallazgo implica la actividad que hace aparecer un
objeto mediatizado por la creatividad del sujeto, por su captación de lo imprevisto. En su
literalidad, hallazgo es descubrir con ingenio algo hasta entonces no conocido. Por lo cual,
hallazgo no es tanto la acción de encontrar, como una cualidad de la actividad subjetiva. Si el
encuentro de objeto es un hallazgo, lo es porque el proceso estuvo comandado por la
creatividad del sujeto. En este sentido, lo novedoso, lo imprevisto en el hallazgo se opone a lo
ya dado, a lo ya conocido, a lo ya establecido y prefijado hundo a la inmovilidad.
161
Hallazgo y re-encuentro.
El bebé se encuentra con un objeto exterior así, fuera de su cuerpo, aunque él no experimente
nada aún de la exterioridad del mismo, y esa exterioridad hace al objeto “no-yo ajeno”. Que en
los comienzos esa ajenidad esté al servicio del bebé y de la ilusión de objeto propio, creado,
depende de qué la función materna sea suficientemente adecuada. Se reduce así (sin que se
pierda) la exterioridad del objeto y pictograma de función mediante, la pulsión pasa a ser
regularmente autoerótica; el objeto toma cuerpo en el niño.
Luego y una vez que alcanza la representación del objeto por fuera de la propia corporeidad se
producirá la elección infantil de objeto. ¿cómo se produce la exterioridad del objeto? Tengamos
en cuenta que cuando Freud habla de objeto se refiere a representaciones psíquicas de los
objetos y no al objeto del mundo exterior. Ese es un trabajo que no es mera “toma de
consciencia” de su exterioridad y su globalidad, sino que es trabajo de expulsión. Requiere de
actividad agresiva por parte del bebé.
Este proceso no se da de una vez y para siempre, sino que a lo largo de toda la estructuración
psíquica vuelve y se re-vuelve desde el pecho y lo oral, y todos los momentos de la constitución
del psiquismo a la niñez/adolescencia. Modelo que no va a ser ajeno a la genitalidad y al hallazgo
de objeto.
El cuerpo puberal.
Llegado a la pubertad, la sexualidad (la genitalidad) ya no puede ser diferida. Una vez instalada
la barrera de la prohibición del incesto y los diques morales que hacen el sujeto de la ética y la
búsqueda de alteridad propia de la pulsión genital con la (im)pulsión puberal, al psiquismo le
urgen trabajos específicos. El cuerpo puberal, con sus reorganizaciones y neo organizaciones,
requiere de nuevas inscripciones y nuevos circuitos funcionales. El objeto, para terminar de
constituirse como tal (exterior-ajeno-extraño), requiere de tiempos y espacios donde hacerlo,
de ensayos y exploraciones.
Le urge el hallazgo-creatividad-encuentro de objeto exterior así, en simultáneo con que el
objeto exterior no reduplique un encuentro ya producido, sino que inscriba como
acontecimiento que diferencia lo que está investido por el niño y la familia, producto de su
historia corporal libidinal al ligada a los primeros objetos de cuidado y amor (incestuosos), de
lo que deviene nuevo y que está invistiendo como obra propia, por fuera del cuerpo y lo familiar.
Se reencontrarán en el objeto rasgos de aquellos bocetos de la infancia, marcada y semblante,
pero hallazgo es fundamentalmente nueva inscripción e inscripción de lo nuevo, “creatividad
propia” por fuera del cuerpo familia.
Paradoja y cuerpo.
Decir que la adolescencia comienza con el hecho biológico de los cambios corporales es una
visión evolucionista.
El sentimiento de extrañeza (bajo la forma de angustia no mentalizada) asociado al cuerpo
puberal, la pérdida de los reparos y los límites corporales llevan al adolescente a tratar su cuerpo
como un “objeto externo (extraño)”. En este sentido ha sido señalada la función del cuerpo
162
como objeto subjetivo: pantalla donde dirigir mociones funcionales con sentimientos de odio y
agresividad, lo que libera a las representaciones psíquicas del objeto, los padres aún idealizados
de (im)pulsiones destructivas. Este trato paradojal del cuerpo erógeno y de la yoidad inscripta
en el mismo trato como ajenidad tan común en la adolescencia abre a los procesos de
identificación-desidentificación. Identificados en el cuerpo del niño, las caídas de los objetos
de la infancia no se producen sin un pasaje por lo corporal, porque las identificaciones con los
objetos (parciales) son también inscripciones corporales.
Si los cambios corporales toman importancia con relación al hallazgo de objeto es porque las
reestructuraciones objetables y narcisistas encuentran su origen en las capas más profundas del
inconsciente inscriptas en la máxima proximidad de los somático. Lo originario puberal insiste
y nuevamente busca repetir los modelos vividos ya conocidos, investidos a lo largo de la historia
de las identificaciones corporales, incestuosas familiares. Una de las condiciones para el
hallazgo de objeto, una primera condición es la creación de la “espacialidad exterior” al propio
cuerpo, (transformación del autoerotismo y del narcisismo) y “espacialidad extrafamiliar” donde
hallarlo. Otras condiciones serán hacer de lo extrafamiliar lo heterofamiliar y que en vínculo el
objeto se deje crear. El hallazgo de objeto no es sin el pasado histórico dado, no es sin la revisión
interpretación de la historia infantil, no es sin su construcción, sin su ligadura con la genealogía.
Para finalizar.
La pulsión ahora genital se dirige nuevamente a un objeto exterior, entendemos un objeto no
conocido, un objeto que “aún no es” en el universo de las representaciones psíquicas. Es allí
donde aparece la necesidad, la urgencia de creatividad por parte del adolescente. Desde esta
perspectiva es que se diferencian claramente dos procesos opuestos entre sí:
• Lo puberal, que en su registro originario pulsa la continuidad zona objeto complementario,
empuja al autoerotismo, al narcisismo, a los objetos incestuosos, a lo familiar conocido.
• Lo adolescente, que acataba la prohibición del incesto, es trabajo de simbolización, de
elaboración de lo puberal, de creatividad-hallazgo de objeto por fuera del propio cuerpo
familiar.
Por lo originario puberal, la repetición pulsa. Por la creatividad adolescente, la libido diferencia,
crea, es hallazgo, encuentra objeto otro, es alteridad. Entre lo puberal y lo adolescente, la
repetición, la creatividad.
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163
Entre desencantos, apremios e ilusiones
Hornstein, M. C. R. de - (2006)
Una boca se encuentra con un pecho que da alimento y sexualiza, que contiene una historia,
ideales, proyectos y complejas relaciones con lo corporal, lo social y lo histórico.
Yo, ideales, Superyó, devienen como resultado de identificaciones con los otros. En la
adolescencia todas las instancias renuevan sus contratos, se reorganizan o se resisten al cambio.
La relativa inestabilidad del yo adolescente está en relación con los inevitables cambios
corporales, las exigencias socio culturales, el desasimiento de las relaciones primarias y la
tramitación del conflicto de separación, desilusión, y fin de la omnipotencia infantil, duelos que,
bien tramitados permiten crear nuevas relaciones de objeto, pueden producir efectos
estructurantes o desestructurantes en el proyecto identificatorio.
La adolescencia entrama el cuerpo, lo psíquico y lo social. El protagonismo de lo corporal de
la pubertad impone un trabajo de simbolización inédito en busca de opciones para relacionarse
con los otros, con el entorno y con lo que el imaginario social propone, preludio de la inscripción
del joven en el espacio social ampliado.
Hay una exigencia de trabajo psíquico que implica esfuerzo, energía y creación de algo nuevo.
Es un proceso histórico singular y no una etapa predeterminada.
La sexualidad no solo se apuntala en el cuerpo, sino que éste es una necesidad para la vida
psíquica. Sin la libido de la madre que sostiene al niño, el narcisismo primario no se constituye.
El cuerpo es la primera organización que sirve de punto de referencia para que el niño tenga
algún sentido de si mismo. Las zonas erógenas (cuerpo psíquico) condensan un mundo de
afectos, de discursos, de mandatos identificatorios que la madre transmite en sus anhelos
conscientes, sus deseos inconscientes, sus represiones, sus defensas y sus rasgos de carácter.
Todo esto se entreteje para configurar la historia de un devenir niño, púber, adolescente, adulto
y anciano.
La pubertad irrumpe desde el cuerpo, instala el caos en un aparente equilibrio anterior, la
latencia, qué procesa la sexualidad infantil. La pubertad reabre el protagonismo pulsional.
La adolescencia no implica un acabamiento de los procesos iniciados en la pubertad, pero sí
una tramitación en el pasaje de los objetos prohibidos hacia objetos exogámicos.
La consolidación identificatoria requiere la transmisión de lo reprimido en los padres. El
discurso de estos lleva la marca de la represión, la repetición, el discurso social y el retorno de
lo reprimido, y promueve el trabajo de resignificación.
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164
Identidad y devenir subjetivo
Hornstein, M. C. R. de - (2003).
El psicoanálisis ha ofrecido un camino fecundo para la comprensión de la subjetividad y la
íntima relación que existe entre el sujeto psíquico, el cuerpo, la pulsión, el discurso y la realidad.
Pienso los orígenes de la subjetividad y su devenir como una construcción por la cual
cuerpo/mente, sujeto/objeto, materia/energía se entrelazan y constituyen recursivamente. El
psiquismo es una organización abierta, activa y recursiva ya que produce los elementos y
estados necesarios para su propia organización y autoorganización. La mirada del otro es una
necesidad para la autoformación del yo, que en su emergencia reconoce al otro como otro.
La capacidad del sujeto de verse como objeto sin dejar de ser sujeto es lo que posibilita asumir
simultáneamente su ser subjetivo y objetivo. La paradoja es que la objetividad sólo deviene de
un sujeto. El yo y el otro, el sujeto y el objeto, el cuerpo y la mente no son pensables como
simple exterioridad sino como red de relaciones.
Del cuerpo sensorial al cuerpo relacional:
El bebé mama y contempla la mirada de la madre. En ese encuentro “se agrega ese algo más”
(“un nuevo acto psíquico”, Freud, 1914) a los estímulos externos-internos para construir el yo;
historia identificatoria que otorga a la organización psíquica infantil los materiales para construir
su mundo de objetos-subjetivos. El encuentro entre dos espacios heterogéneos inscribe su
marca en ambos (madre e hijo) e inaugura la actividad de representación en el recién nacido.
El bebé expresa su sentir en el cuerpo. La madre decodifica, interpreta, traduce esos signos
visibles del cuerpo, introduce la represión por la que ella está atravesada, prestándole palabras
y afectos que trazan las inscripciones fundantes del psiquismo. Ese fluir heterogéneo de
impulsos libidinales entre la madre, su cuerpo y el niño se configuran en el interior de un marco
social en el cual las representaciones imaginarias y simbólicas se entrelazan conflictivamente en
las relaciones sociales.
La psiquis es actividad de representación, la pulsión se inscribe en la psique por medio de una
“delegación por representación”. La psique es en sí misma la aptitud para crear imágenes, de
producir representaciones.
¿Cómo pensar los efectos psíquicos que producen los cambios corporales en las experiencias
de encuentro con el cuerpo del otro, con la enfermedad y el sufrimiento, con los cambios
corporales? (la pubertad, el embarazo, el envejecimiento). Cambios que involucran la
sexualidad, el deseo, los ideales y son marcas de la temporalidad y la historia.
Para Piera Aulagnier la psique toma el modelo de la actividad del cuerpo; inscripciones presubjetivas que dan marco a un argumento originario. La actividad sensorial es intermediaria
entre la realidad psíquica y los otros espacios de los cuales toma prestados materiales
empezando por su propio espacio somático. La relación con el cuerpo es de dependencia y no
sólo de apuntalamiento. El cuerpo erógeno y la organización sensorial proporcionan los modelos
somáticos que el proceso originario retoma en sus representaciones. Un cambio en el estado
165
somático se acompaña por un cambio del estado psíquico, el cual a su vez actúa sobre la
expresión corporal.
Todo placer o sufrimiento corporal tiene expresión psíquica y viceversa. Cuando Freud describe
la vivencia de satisfacción como una “alteración interior”, descargas que sólo se cancelan
mediante “una alteración en el mundo exterior”, y traduce al lenguaje verbal una experiencia
corporal, muestra cómo en esta íntima relación entre la experiencia corporal y psíquica hay una
imposibilidad de traducción total.
Para que la estimulación sensorial se transforme en “información psíquica” se requiere la
presencia del otro primordial, que se relaciona desde la densidad de su historia libidinal e
identificatoria.
Identidad e identificación:
El concepto de identidad está relacionado con los procesos identificatorios y los conflictivos
inherentes para alcanzar cierta unidad que le provea al sujeto la convicción de “yo soy éste” (y
no aquel). Sentimiento que procede de la representación de un cuerpo unificado, de la
separación y límite de sí mismo y el otro, de un sentimiento de propiedad de sí, de su imagen
narcisista, de la identificación con las imágenes, los mandatos y los valores parentales, del
sentimiento de pertenencia a una familia, a un grupo, a un pueblo, a una cultura, etc.
La relación entre identificaciones e identidad no es lineal. La construcción de la identidad
se apoya en las identificaciones a la vez que se desprende de éstas. Condición de existencia y
sostén de la continuidad de existir que remite a la constitución no fallida de la identificación
primaria. Ésta es para Freud previa a toda elección de objeto. Punto de anclaje identificatorio
que inserta al sujeto en la cadena generacional. Por medio de la identificación primaria se
inscriben las primeras trazas de lo narcisístico y edípico de los padres. Lo imaginario y lo
simbólico están presentes desde los primeros encuentros.
Lo imaginario desempeña un papel constitutivo en la vida social. Los códigos simbólicos se
apropian del sentido creador de lo imaginario y a su vez estructuran continuamente lo imaginario
“entendido como la transformación de un orden virtual de objetos fantaseados en una matriz
de formas sociales compartidas”. Lo simbólico y lo imaginario son irreductibles, y cualquier
transformación de las representaciones simbólicas conlleva una reorganización de la
subjetividad.
En estos primeros tiempos, la madre, el padre, la familia juegan un rol de espejo: es desde esa
mirada que el niño recibe los sostenes de su identidad simbólica, indisociablemente ligada al
amor, a la ternura, a la sexualidad de la cual es objeto y que él introyecta.
Los intercambios de miradas recíprocas del entorno que asisten al bebé, producen
modificaciones simultáneas. Diferentes “sentimientos de la vitalidad” que los padres no registran
como actos afectivos son pautas identificatorias que configuran la subjetividad.
A partir de la identificación primaria se inaugura el abanico de las identificaciones secundarias
que prolongan la construcción de la identidad. Al elaborar la historia edípica es mayor
posibilidad de una elección identificatoria discriminada y la constitución de una identidad que
se apoya en sucesivas identificaciones con otros significativos que se suceden a lo largo de una
vida. Esas identificaciones con la prehistoria generacional transmitida por los padres, los
166
abuelos, etc. establecen determinados roles sociales, familiares, profesionales, valores, normas,
ideales, prohibiciones, modelos, en los cuales las personas o la comunidad se reconocen.
La identidad: producto intersubjetivo
¿De qué hablamos cuando hablamos de identidad? El sentimiento de identidad es un tejido
de lazos complejos y variables donde se articulan el narcisismo, las identificaciones, la vida
pulsional, los conflictos entre instancias, la versión actual de la historia personal, la repetición y
todo aquello que participa en la constitución del sujeto. Cambios de identidad sexual, distintas
pertenencias de un sujeto a grupos. Hablamos de identidades, en plural, en tanto un sujeto
puede definirse en relación a diversas pertenencias. La identidad contiene varios niveles:
individual, familiar, grupal, cultural, nacional. La identidad, la personalidad o el self son
nociones que evocan la permanencia, la continuidad, la cohesión, la integración en el cambio,
en la separación del otro.
La identidad es imagen y sentimiento. Por un lado, es una operación intelectual que describe
existencia, pertenencia, actitud corporal; por otro lado, es un sentimiento, un estado del ser,
una experiencia interior que corresponde a un reconocimiento de sí que se modifica en el
devenir. La construcción identificatoria exige la presencia de ciertos puntos de referencia
inalienables sin los cuales no es posible sostener ese reconocimiento de sí.
La identidad no es un estado sino un proceso, cuya primera fase es el júbilo extremo del bebé
que se reconoce en el espejo. Es con el dominio del lenguaje que el niño puede expresarlo, al
marcar el límite entre sí mismo y el otro, entre el yo y el tú. Sentimiento resultante de la
representación del yo y de un logrado investimiento narcisista.
Esa identidad tambalea cuando el yo muestra fracturas transitorias, que evidencian la búsqueda
de ilusión de una unidad que insiste en un “yo soy así”, dando cuenta de un deseo de
continuidad, de conocimiento de sí mismo por sí mismo y por los otros, aún cuando ese “yo soy
así” haga referencia a una forma de ser que implique sufrimiento o reconocimiento de aspectos
no queribles por sí mismo y por los otros.
El sentimiento de identidad y la autoestima también puede verse jaqueado en los duelos. Ante
pérdidas masivas o cuando la estructura psíquica es frágil, cuando las fronteras son borrosas y
el sujeto se enfrenta a una situación que evidencia el imprescindible sostén narcisista que
significaba el objeto perdido. La identidad se evidencia y se define a partir de la capacidad del
sujeto de experimentar las experiencias de pérdida.
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167
TEMA 8: PASAJE DE LO FAMILIAR A LO
EXTRAFAMILIAR.
• Transformaciones en la relación intersubjetiva. Relación con los padres
y con los pares. Lugar y función del otro (especular ‒ semejante ‒
asistente).
• Transformación en el proyecto identificatorio. Enunciado y mandato
identificatorio. Proyecto propio.
• Vicisitudes en el hallazgo de objeto. Precursores e Ideales. Iniciadores.
Bibliografía Obligatoria
o
Aulagnier, P. (1991). “Los dos principios del funcionamiento identificatorio, permanencia y
cambio”. En L. Hornstein y otros (comp.). Cuerpo, Historia, Interpretación.
o
Aulagnier, P. (1986). “Historiadores en busca de pruebas”, “Un discurso en el lugar del
ʻinfansʼ” y “El concepto de potencialidad y el efecto de encuentro”. En El aprendiz de
historiador y el maestro-brujo.
o
Aulagnier, P. (2007). “El espacio al que el Yo puede advenir (Apartado: ʻEl yo y la
conjugación del futuroʼ)”. En La violencia de la interpretación. Del pictograma al enunciado.
o
Bleichmar, S. (2005). “Tiempos difíciles. La identificación en la adolescencia”. En La
subjetividad en riesgo.
o
Díaz, G. Y Hillert, R. (1998). “La producción creadora: de lo privado a lo público” y Elección
vocacional e inserción laboral”. En El tren de los adolescentes.
o
Freud, S. (1921). “La identificación (en Psicología de las masas y análisis del yo)”. Obras
Completas. Tomo XVIII.
o
Mannoni, O. (1986). “¿Es analizable la adolescencia?”. En La crisis de la adolescencia.
o
Rodulfo, R. (1992). “III Parte.” En Estudios clínicos.
o
Waserman, M. (2011) “Condenado a explorar”, La errancia y la exploración”. En
Condenados a explorar. Marchas y contramarchas del crecimiento en la adolescencia.
168
Los dos principios del funcionamiento
identificatorio, permanencia y cambio
Aulagnier, P. - (1991).
La autora propone la función privilegiada que cumple el análisis de las soluciones que el sujeto
pudo aportar a su conflicto identificatorio.
El conflicto identificatorio.
Freud propone una organización psíquica de gran complejidad; se preserva cierta coordinación
y colaboración entre funciones, espacios e instancias que no tienen fines iguales. El concepto
de conflicto intrasistémico no tiene espacio en el registro somático, está en cambio
omnipresente en el registro psíquico. El origen de la vida psíquica y el origen del conflicto
coinciden, y además todo acto del primero se relaciona con el segundo. Toda nueva función y
toda nueva instancia que se instala sobre la escena psíquica son el resultado de un trabajo de
diferenciación, de separación, jamás pacífica y jamás definitivamente asegurada.
El yo se diferenciara del ello y en lo sucesivo procurará defender su territorio contra los
propósitos expansionistas de éste; el superyó, heredero del complejo de Edipo, se separará de
las instancias cuyas órdenes ha interiorizado e instalará ideales que él pretende autónomos, sin
prejuicio de entrar en conflicto con estas mismas instancias; en el interior de una sola y misma
instancia se enfrentan propósitos contradictorios: el funcionamiento de nuestro pensamiento
exige que el principio de realidad adquiera prelación sobre el principio de placer que la
previsión y la evaluación de un placer diferido nos hagan renunciar a la satisfacción inmediata
de la moción pulsional que la espera del placer no exija ya el retorno, la re-presencia de un solo
y mismo objeto.
Los acontecimientos que sellan la evolución del aparato psíquico exigirán una y otra vez una
reorganización en el registro de las investiduras, una repartición diferente entre sus soportes
internos (narcisistas) y sus soportes exteriores (objetales), la elección de nuevos objetos, el
duelo de otros. Estos movimientos encontrarán resistencias de fuente interior y de fuentes
exterior (el deseo del otro, las exigencias culturales); tornan necesarias una negociación entre
las propias instancias psíquicas, entre el yo y aquel de los partenaires al que este encuentra e
inviste, entre el principio del placer y el principio de realidad, entre pulsiones de vida y pulsiones
de muerte.
Una parte de los estímulos externos a internos son metabolizados en informaciones libidinales
cuya tarea es conducir a una ganancia de placer erógeno-narcisista que exigirá maniobras cada
vez más complejas por parte de un aparato psíquico. Desde este punto de vista, que privilegia
el enfoque económico, podemos considerar el aparato psíquico como un conjunto de
funciones o sistemas cuya misión es administrar el capital libidinal del que cada sujeto
dispone. La evolución del aparato psíquico no es lineal, está connotada por movimientos,
169
mutaciones, progresiones que nuestra teoría designa en términos de frases relacionales. La
primera de estas mutaciones es la más fundamental; antes de esa mutación, el postulado de
autoengendramiento, lo que Freud llama yo-ello indiferenciado, nos enfrenta a un
funcionamiento psíquico que ignora los conceptos de exterioridad y separación, como ignora
la existencia de otro, de algo exterior a la psique, de un mundo. Después de esa mutación, dicho
funcionamiento deberá tenerlos en cuenta y colocar así las primeras piedras de esa construcción
compleja y jamás terminada, resultado del trabajo de identificación operado por el yo.
El reconocimiento de otro de sí separado y de la existencia de un “otra parte” es
consecuencia de la aparición, en la escena psíquica, de una instancia capaz de auto conocerse
como separada, diferenciada y diferenciable del otro, y así mismo de un espacio “fuera del yo”,
pero esta vez interno. Tomar conocimiento de un “separado” es conocer que puede estar,
alternadamente, presente o ausente, que puede amar o rechazar, que puede ser dispensador
de placer o sufrimiento y, por este mismo hecho, que él impone un mismo trabajo de
automodificación al “yo conocedor” que sólo puede aprehenderse, y esto será siempre
verdadero, por la representación que este se forja de su relación con el objeto investido. Así se
inicia un proceso de identificación que engloba a este conjunto de actos psíquicos,
permitiendo que el yo se autorepresente como el polo estable de las relaciones de investidura
que compondrán sucesivamente su espacio, su capital y su mundo relacional. El yo es redactor
de un “compromiso identificatorio”: el contenido de una parte de sus cláusulas no deberá
cambiar, mientras que el contenido de otra parte de ellas tendrá que ser siempre modificable
para garantizar el devenir de esta instancia. El principio de permanencia y el principio de
cambio son los dos principios que rigen el funcionamiento identificatorio.
Dos rasgos precisan la redacción del compromiso por el yo o, para ser más exactos, el trabajo
de identificación que le incumbe:
1. Para llevarlo a buen fin, está obligado a firmar alianzas temporarias con el yo parental.
2. Deberá poder disponer de un conjunto de defensas que le permitirán protegerse de un
desfallecimiento o una negativa en el aliado, así como del exceso de resistencia que su
propio ello pueda imponerle à defensa = conjunto de mecanismos (fóbicos, de inhibición,
etc.) merced al cual el niño podrá modificar, por lapsos breves, un fragmento de la realidad.
Mientras permanecemos en la infancia, estas defensas, salvo que una de ellas se fije y
sistematice, son móviles, superables, no ponen en peligro la evolución del funcionamiento
del yo, su acción se ve contrapesada por la que cumple, supuestamente el yo parental,
cosignatario del compromiso, al que incumbe la tarea de asegurar la identidad del redactor
y los límites de lo modificable, límites de su contenido y sobre todo límites temporales.
Al aceptar estas “alianzas temporarias”, el yo parental acepta asegurarle al yo infantil que se
lo reconoce a través de sus propias modificaciones, ayudarle en la elección de las cláusulas,
a fin de excluir las que integran lo imposible y las que caen bajo el sello de lo prohibido. El
abandono del tiempo y del mundo de la infancia exige que el yo pase a ser único signatario,
y tome él sólo a su cargo la continuación de las consignaciones que implicará su relación con la
realidad, relación entre sus deseos y los de los otros, y entre lo que cree ser y sus ideales. Es
preciso pues, que el compromiso que garantizó hasta entonces una coexistencia más o menos
pacífica entre el yo del niño y su medio familiar, le posibilite una misma coexistencia con ese
medio extra-familiar y el compromiso de esos otros yoes con los que va a cruzarse.
170
El conflicto identificatorio en el registro de la neurosis no pone en peligro ciertos referentes
temporales, ciertos jalones de su historia libidinal que permiten al yo reconocerse en aquello
que él deviene, a pesar de lo que de él mismo y de sus objetos se modifica, se gasta, se pierde.
Un principio de permanencia se encarga de garantizar su singularidad: los primeros
cosignatarios del compromiso le han transmitido el derecho a esta garantía identificatoria.
---
171
El aprendiz de historiador y el maestro-brujo.
Aulagnier, P. (1986).
Historiadores en busca de pruebas.
El yo tendrá que conservar a su disposición títulos de propiedad que garanticen el carácter
inalienable de su espacio corporal y de su espacio psíquico. El yo no encontrara en sus archivos
más que relatos breves que solo atañen a pequeñas partes de su historia y privilegiadas por
razones enigmáticas. La tarea del yo es transformar esos documentos fragmentarios en una
construcción que aporta al autor la sensación de una continuidad temporal. Solo así podrá
anudar lo que es a lo que ha sido y proyectar al futuro un devenir que conjugue la posibilidad
y el deseo de un cambio con la preservación de esa parte de cosa propia y singular que le evite
encontrar en su ser futuro la imagen de un desconocido.
El PROCESO IDENTIFICATORIO es la cara oculta de ese trabajo de historización que
transforma el tiempo físico en un tiempo humano, que reemplaza un tiempo perdido por un
discurso que lo habla, es un trabajo de metabolización psíquica donde los materiales a
metabolizar provienen del microambiente, y la actividad del infans es metabolizar estos
materiales. Discurso selectivo porque no solo el historiador reconstruye parcialmente ese
pasado en función del presente, tendrá que sustituir el relato del conflicto que ha opuesto el
identificado al identificante, primero, y el yo a sus ideales, después, por el relato del conflicto
que lo ha opuesto a la respuesta que le enviaron esos otros por el investidos. Es por la historia
de la relación con sus objetos como el yo se construye la suya propia. Conoce y se reconoce en
el movimiento y cambio propios de los objetos, por veces soportes de sus investimientos
narcisistas y sexuales. La demanda es al deseo inconsciente lo que el representante pulsional es
a la necesidad, el deseo tiene por único sustento la falta de su objeto. Así puede preservarse el
acceso al movimiento, al cambio, a la busca de otra cosa, que son los caracteres y las
condiciones de estar vivo. Solo que el yo ha olvidado-reprimido una parte de esas demandas y
por eso la versión que en un posterioridad continua se construye de su propio pasado se parece
a ciertas novelas de inspiración histórica.
Las primeras demandas de un yo concurrieron a metabolizar en el orden de lo formulable las
representaciones incalificables en que se escenificaban las exigencias pulsionales. No está en el
poder de ningún yo abolir ese trabajo de transformación, de elaboración, de modificación por
el hecho mismo de haberse conservado vivo. Eso indecible pertenece a la parte de la
problemática psíquica que escapara siempre a nuestro conocimiento.
Forma parte de lo verificable lo que la teoría nos enseña sobre las causas psíquicas responsables
de los posibles del funcionamiento psíquico. Forma parte de lo inverificable las causas que
pudieran explicar de manera exhaustiva la elección hecha en un pasado, de este posible de su
funcionamiento psíquico. Esta parte inverificable es la que asegura al trabajo analítico la
movilidad necesaria para que la construcción que se elabore permanezca hasta la última sesión.
Trabajo del historiador en este tiempo de apertura del proceso identificatorio, en que un niño
pasa a sustituir al infans que ya no es. Lo que se instala en ese tiempo de clausura que pone fin
a un primer modo de identificación y da acceso a un segundo, que deberá tomar en cuenta el
172
efecto del encuentro. Es en ese tiempo de conclusión cuando el yo firmara un compromiso con
la realidad, cuyas clausulas decidirán sobre los posibles de su funcionamiento psíquico.
Necesidad del yo de modificar su relación de dependencia con el pensamiento parental, esta
modificación coincide con el final del mecanismo de represión secundaria.
Un discurso en el lugar del ‘infans’.
Las representaciones pictográficas y fantasmáticas que acompañan a eso vivido antes del
advenimiento del yo, las metabolizara en representaciones ideicas, algunas de las cuales se
emplazaran en la memoria que el yo ha de guardar de su pasado.
Para fundar su historia se verá precisado a encontrar una vía y una voz que le posibiliten pensar
ese antes. Lo propio del yo es advenir a un espacio y a un mundo cuya preexistencia se le
impone. Desde el comienzo el yo encuentra un antes de el mismo, un diferente. Cuando adviene,
el yo reconoce en un mismo movimiento su existencia y la de un mundo que no solamente lo
precede, sino que es un mundo al que descubre preinvestido por el mismo. Este antes tiene
exigencias, las demandas de otro, al que reconoce como separado de si, se presentan al yo
como causa de su vida. Por eso no está en el poder del yo representarse como su propio autoengendrado. Anticipado por el discurso del portavoz, obligado a apropiarse de los enunciados
identificantes pre dichos y preinvestidos por ese mismo discurso, precedido por construcciones,
obras de su propia psique, pero no de el mismo, el yo adviene dentro de un espacio de discurso,
un espacio de realidad, un espacio psíquico que no lo esperaron para existir y que solo aceptan
acogerlo si él puede pactar con esos preexistentes.
Esta necesidad de preservar la memoria de un pasado como garantía de la existencia de un
presente no puede ir mas allá de las huellas mnémicas dejadas por representaciones ideicas,
mas allá del momento en que el yo ha advenido a la escena psíquica. Pero su cuerpo y sus
inscripciones, su familiaridad inmediata, la voz, la imagen materna, le afirman que lo ha
precedido algo ya-trabajado, ya-investido. El discurso de la madre le hará pensable ese antes
que se convierte en la prueba de la expectativa de la madre, de su deseo. Así como le tomo
prestado sus primeros enunciados identificatorios, el yo del niño tomara prestadas de su
discurso las informaciones que le permiten esbozar el primer capítulo de su libro de historia.
Durante una primera etapa de la vida infantil, el niño no puede dar existencia al infans que lo
precedió como no sea apropiándose de una versión discursiva (materna) que le cuenta la
historia de su comienzo. Esta versión, destinada a sustituir las representaciones pictográficas y
fantasmáticas que acompañaron a ese vivenciar por la nominación y la significación de las
experiencias más determinantes, por la significación que la madre les atribuye y que ella supone
conocida entonces por el infans, será decodificada siempre por el yo como un relato que le
hace saber de qué deseo su nacimiento fue el resultado, que proyectos esos deseantes
esperaban realizar por su venida al mundo.
Lo propio del trayecto identificatorio, mientras un identificante permanece vivo, es no quedar
nunca cerrado, pero tiene que poder anclar en un punto de partida fijo para que el viajero se
oriente por él, descubra el sentido de la trayectoria y en la doble aceptación del término, de
donde viene, donde está detenido, hacia donde va. A este sentido que transforma el tiempo
físico en un tiempo humano, la psique solo lo puede aprehender en términos de deseo.
173
Esta intrincación entre los hilos del tiempo y los hilos del deseo, merced a la cual el yo puede
tener acceso a la temporalidad, solo es posible si se produce desde el comienzo: el origen de
la historia del tiempo debe coincidir con el origen de la historia del deseo.
El concepto de potencialidad y el efecto de encuentro.
Las secuencias pictográficas y fantasmáticas repiten una organización figurativa sobre la que el
yo no tiene poder. La acción del yo se manifiesta por su posibilidad de metabolizar la mayor
parte de aquellas, en representaciones relacionales y por su trabajo de sublimación y/o por su
acción represora, sobre las demás.
El concepto de potencialidad engloba los posibles del funcionamiento del yo y de sus
posibilidades identificatorias, una vez concluida la infancia. Está en el poder del yo inventar
respuestas frente a los cambios del medio psíquico que lo rodea, pero no está en su poder
inventar defensas nuevas cuando faltan ciertas condiciones necesarias para su funcionamiento.
El efecto del encuentro
Las informaciones que los otros y la realidad envían a un yo que se ha vuelto capaz de
decodificarlas, ya no le permiten seguir creyendo en la unicidad de un identificado. Encuentra
unos identificados de él, de los otros, de la realidad, diferentes móviles.
Ninguna mirada se puede pretender el único espejo, el conjunto de miradas de los otros, por el
investidos, le propone las piezas de un rompecabezas que él es el único capaz de armar: él es
quien tiene que elegir las que lo ayuden a proseguir y consolidar su construcción identificatoria.
El acceso del yo a una identificación simbólica se produce en dos tiempos: el identificado
conforme a esta posición debe formar parte ya de los enunciados que nombraran a este yo,
anticipado por la madre y por ella proyectado sobre el infans, la apropiación y la interiorización
por parte del yo de esta posición identificatoria serán el resultado del trabajo de elaboración,
de duelo, de apropiación, que el yo habrá de producir sobre sus propios identificados, en el
curso de ese primer tiempo de su itinerario identificatorio. Así podrá asegurar a su constitución
identificatoria unos cimientos que le permitirán agregarle piezas nuevas y renunciar a otras.
A esas piezas primeras que garantizan al sujeto sus señales simbólicas, se agregaran las piezas
aplicadas conformes a identificados cuyos emblemas tomaran en cuenta la imagen esperada e
investida por la mirada de los destinatarios de sus demandas. La potencialidad conflictual, en
el registro de la identificación, encuentra su razón en el carácter mixto del yo.
Hablar de potencialidad es postular que la psique mantiene la capacidad de firmar un pacto
de no agresión reciproca entre su compromiso y el compromiso identificatorio a que se
conforma el yo de los otros. Entre los fenómenos que exigen una modificación en la relación del
yo con sus propios identificados, dos son determinantes:
a) El encuentro con ese enemigo-aliado común a todos nosotros: el tiempo y lo que de nosotros
mismos arrastra en su huida.
b) El encuentro con otro sujeto que no acepta compartir una relación de investimiento, salvo si
el yo del primero está dispuesto a modificar su propio identificado y su proyecto relacional.
Estas modificaciones son posibles y deseadas si el yo conserva la seguridad de que ellas
respetarán lo no modificable a lo cual se unirán, para dar lugar y forma a ese nuevo momento
de su devenir.
174
Todo yo alcanza el punto que le permite establecer una ligazón entre ese identificado que
concluye y estabiliza las posiciones identificatorias ocupadas por el yo infantil en su relación
con la pareja parental y una posición futura modificadora de esa relación. La instalación de una
potencialidad nos señala la ausencia de una psicosis manifiesta en la infancia.
El estatuto de los enunciados y la trasgresión de lo posible
El discurso materno que habla el tiempo anterior al advenimiento del yo, parte de sus
enunciados identificantes; vehiculizan lo que Freud llama aporte narcisista, necesario para la
vida de “su majestad el infans”. La represión y la interiorización de la prohibición ya han excluido
del discurso materno enunciados formulados por su yo infantil (de la madre), antes que llegara
al tiempo de concluir la primera fase de su trayecto. Lo imaginario materno, el yo anticipado
que ella se crea como objeto-meta de sus investimientos, no tendrán a su disposición para
alimentar su sueño más que esos devenires que respetan la categoría de la prohibición y la
categoría de lo imposible. La presencia de la madre de un deseo que niega al yo, que,
anticipando para este último un imposible, transgrede no la ley que prohíbe el incesto, sino una
ley que prohíbe matar. Matar a un yo futuro, que no encontrara ningún identificado como punto
de anclaje, ningún ya-ahí de el mismo, necesario para que el advenga.
Esta exclusión de lo imposible en los identificados ofrecidos al niño o soñados por él se produjo
en los dos padres, en el tiempo en que yo infantil alcanzo el advenimiento del yo. Una vez que
el yo del niño alcanza este punto, tendrá que concluir ese trabajo que hasta entonces había
proseguido con la colaboración del yo parental: preservar una separación entre los emblemas
imaginarios y los indicadores simbólicos, entre los soportes de una esperanza narcisista a que
el sujeto no renuncia nunca, y unos indicadores que le asignan y le aseguran su posición dentro
del orden simbólico, pero le prohíben ocupar otra.
---
175
El espacio al que el Yo puede advenir
(‘El yo y la conjugación del futuro’ acerca del
proceso identificatorio y de la escisión del yo)
Aulagnier, P. - (2007).
Ya sabemos los factores responsables de la organización del espacio al que el Yo puede advenir.
Ahora veremos un carácter propio del “Yo advenido”.
El PROYECTO IDENTIFICATORIO es la autoconstrucción (imagen) continua del yo por el
yo, necesaria para que el Yo se proyecte en el tiempo, de lo cual depende su propia existencia
y permanencia. El proyecto es construcción de una imagen ideal que el Yo se propone a sí
mismo, imagen que se relaciona sobre todo con lo dicho y en un espejo futuro podría aparecer
como reflejo del que mira. Es un trabajo de anticipación mediante el cual el yo se forja una
imagen del yo futuro.
El Yo no es nada más que el saber del Yo sobre el Yo, el cual tiene como condición y como
meta asegurar al Yo un saber sobre el Yo futuro y sobre el futuro del Yo. Esta imagen de un Yo
futuro se caracteriza por la renuncia a los atributos de la certeza. El Yo espera devenir como
una imagen identificatoria valorizada por el sujeto y por el conjunto, cuyos modelos él privilegia.
La posibilidad del Yo de catectizar emblemas identificatorios que dependen del discurso del
conjunto y no ya del discurso de un único otro se relaciona con la modificación de la
problemática identificatoria y de la economía libidinal después de la declinación del complejo
de Edipo. A partir de este momento, nuevas referencias modelarán la imagen a la que el Yo
espera adecuarse.
Esta imagen (el PROYECTO IDENTIFICATORIO) se constituye en dos tiempos (momentos
lógicos del funcionamiento yoico). Ella surge a partir del momento en que el niño puede
enunciar un: “cuando sea grande, yo...” primera formulación de un proyecto que manifiesta el
acceso del niño a la conjugación de un tiempo futuro.
• En el periodo antes del sepultamiento del complejo de Edipo (previa a la consolidación
del yo), los puntos suspensivos remitirán a: “me casaré con mamá” (algo que ya tuvo, yo
ideal) que demuestran la ambigüedad de la relación del niño con el tiempo futuro, en el que
la madre volvería a ser aquella de la que se ha creído ser el objeto privilegiado, tiempo en
el que se podría poseer el conjunto de los objetos codiciados por ella y por su propio Yo.
•
En la fase del después (posterior a la consolidación del yo), se internaliza la regulación de
la función de corte y diferenciación, ley, ideales, prohibición del incesto, superyó, ideal del
yo; el enunciado será completado por un “seré médico/abogado/padre/jubilado.” Lo
importante es que deberá designar un predicado posible y acorde con el sistema de
parentesco al que pertenece el sujeto (voy a querer ser algo, pero con cierta coherencia
176
porque entro en la castración). El Yo se abre a un primer acceso al futuro debido a que
puede proyectar en él el encuentro con un estado y un ser pasado. Ha podido reconocer
y aceptar una diferencia entre lo que es y lo que querría ser. Si este futuro es ilusorio, el
discurso de los otros debe ofrecer la seguridad no ilusoria de un derecho de mirada y de un
derecho de palabra sobre un devenir que el Yo reivindica como propio.
El acceso al PROYECTO IDENTIFICATORIO se da cuando el sujeto logra superar a sus primeros
objetos que fueron su suporte de libido de objeto y libido narcisista y que le hacían codiciar
objetos a tener. Esta concordancia prueba el acceso al registro simbólico, prueba que el sujeto
pudo tramitar algo de la castración simbólica. La castración como efecto de esta encrucijada
edípica no tiene que ver solamente con el miedo a que le corten un pedazo del cuerpo, sino al
registro del límite, de la prohibición como una forma de regular también lo que se puede, lo
que no se puede.
La posibilidad de considerar al cambio como instrumento de una prima de placer futura es
condición necesaria para el ser del Yo. Esta instancia debe poder responder cada vez que se
plantea el interrogante acerca de quién es Yo.
Lo que el Yo desea llegar a ser se relaciona íntimamente con los objetos que espera tener, y
estos objetos obtienen su brillo a partir del enunciado identificatorio que ellos remiten a quien
los posee. Antes de la disolución del complejo de Edipo, el ideal dependería de la idealización
de que gozaron los objetos primeros: la demanda identificatoria apunta a una imagen futura
acorde con lo que estos objetos seguirán esperando del sujeto. El Yo espera llegar a ser aquel
que podrá responder nuevamente al deseo materno. Pero llegará un momento en que se
impondrá un tiempo para comprender: esta investidura no pudo, ni puede ni podrá ser jamás.
La voz materna ya no tiene ni el derecho ni el poder de responder a los interrogantes: “¿Quién
soy?” y “¿Qué debe llegar a ser el Yo?”. El Yo responderá a estos dos interrogantes por si
solo mediante la autoconstrucción continua de una imagen ideal que él exige como su bien
exclusivo y que le garantiza que el futuro no se revelará ni como efecto del puro azar, ni
determinado por el deseo de otro Yo.
Sin embargo, para que esta catectización del futuro pueda llegar a ser, es necesario que el
sujeto llegue a un acuerdo con la paradoja de las exigencias identificatorias que se remodelaron
por el sepultamiento del complejo de Edipo.
El futuro no puede coincidir con la imagen que el sujeto se forja acerca de el en su presente.
Cuando el yo no puede contentarse consigo mismo se propicia una imagen a la que aspira para
satisfacerse à el lugar del ideal del yo, una imagen que completaría al yo. El Yo debe apoyarse
en este anhelo, pero una vez alcanzado ese tiempo futuro deberá convertirse en fuente de un
nuevo proyecto, en una remisión que sólo concluirá con la muerte (siempre se corre porque lo
que corremos es la distancia entre el yo actual y el yo futuro). Entre el Yo futuro y el Yo actual
debe persistir una diferencia, una X que represente lo que debería añadirse al Yo para que
ambos coincidan. Esta x debe estar siempre, no se la puede anular, porque es la constatación
de la prueba de castración generó una no completitud identificatoria y recuerda lo que esta
prueba deja intacto: la esperanza narcisista de un autoencuentro entre el Yo y su ideal que
permitiría el cese de toda búsqueda identificatoria (no hay ningún objeto que satisfaga el deseo
plenamente). Entonces el Yo firma un compromiso con el tiempo: renuncia a convertir el futuro
en el lugar al que el pasado podría retornar, acepta esa comprobación, pero preserva la
esperanza de que algún día ese futuro pueda volver a darle la posesión de un pasado tal como
177
lo sueña (encontrando un objeto exterior que llene la falta). El yo, para poder encarar este
trabajo de búsqueda del deseo tiene que tener también en sus enunciados identificatorios, la
idea de que el cambio, el crecimiento, el futuro, va a traer algo bueno, va haber algo de la
satisfacción, que es legítimo que el yo desee. Por esto, esta anticipación que hace el Yo respecto
del yo futuro, es posible si hubo antes Otros que pudieron catectizar el futuro de yo.
Preservar este compromiso es la hazaña del Yo advenido. Entre los factores que permiten este
logro cabe mencionar al discurso parental (ellos pudieron asumir la prueba de la castración y
reprimir su deseo edípico, y así posibilitan la represión del niño); pero para ello se requiere que
la angustia de castración no supere cierto umbral à esta es la angustia que domina al sujeto a
partir del momento en que descubre que el Yo depende de la imagen que le devuelve la mirarla
del Otro, que la satisfacción de su deseo implica que el Otro acepte seguir deseándolo, y que
nada le garantiza la permanencia del deseo ni la vida del Otro, ni la permanencia de su saber
acerca de la identificación y de su creencia en su ideología.
La confrontación del niño con el discurso del padre, y con él discurso del conjunto, le revela
que lo que él pensaba acerca de su relación con la madre y acerca de la relación de la madre
con él era ficticio. La castración puede definirse como el descubrimiento en el registro
identificatorio de que nunca se ha ocupado el lugar considerado como propio, lo que genera
angustia porque descubre que era el único que así lo creía. El Yo debe preservar algunos puntos
fijos en los que apoyarse ante el surgimiento de un conflicto identificatorio.
Entonces, el efecto del proyecto es tanto, ofrecer al Yo la imagen futura hacia la que se
proyecta, como preservar el recuerdo de los enunciados pasados. En contraposición, aquello
que es rechazado de esos enunciados fuera del espacio del Yo, coincide con lo que del propio
Yo debe ser excluido para que esta instancia pueda funcionar conforme a su proyecto.
--DEL TEÓRICO: ¿Cuál es la confusión en el texto de Aulagnier?, cuando veamos “seré médico, abogado,
etc.” están pensando de que este tiempo están hablando del proyecto identificatorio en la adolescencia,
pero Aulagnier no está hablando de la adolescencia está hablando de la marca antes del Edipo y
después del Edipo. La diferencia es que en la infancia cuando estaba el otro como consignatario, la
imagen de yo futuro está en función de los ideales parentales. El “yo seré esto” está en función de la
mirada que hace el niño hacia los ideales parentales. Miran, cotejan y arman los ideales en la infancia en
función de un discurso infantil en donde lo garante del ideal son los otros primordiales. El acceso a la
temporalidad futura y el proyecto identificatorio ESTÁ EN LOS DOS TIEMPOS, la diferencia es que antes
de la encrucijada edípica el proyecto identificatorio y la relación con el ideal del yo todavía sigue
estando en relación al discurso infantil que se co-crea con los padres. El IDEAL DEL YO ADOLECENTE
se reformulara en tanto hay ya un mano a mano con el contrato narcisista, un mano a mano con las
referencias de los ideales, no el ideal, los ideales en tanto un magmas de sentidos, valores, de
representaciones imaginarias que regulan el funcionamiento de una sociedad. Allí construye entonces
esta imagen del yo futuro
178
Tiempos difíciles. La identificación en la
adolescencia.
Bleichmar, S. - (2005).
La adolescencia es el periodo en el cual se han culminado las tareas de la infancia y se abre un
intervalo hacia la adultez. Conocemos la adolescencia como categoría que alude, desde el punto
de vista del proceso de constitución psíquica, al tiempo en el cual se despliegan los modos de
definición que llevan a la asunción más o menos estable de la identidad sexual y a la
recomposición de las formas de la identificación, las cuales se desanudan de aquellas
propuestas originarias que marcaron las líneas que articulan las relaciones constitutivas
enlazadas a los adultos significativos de la primera infancia para abrirse a modelos
intergeneracionales o de recomposición de los ideales en un proceso simbólico más
desencarnado de los vínculos primarios.
Desde esta perspectiva, la ADOLESCENCIA es un tiempo abierto a la re significación y a la
producción de dos tipos de proceso de recomposición psíquica:
• aquellos que determinan los modos de concreción de las tareas vinculadas a la sexualidad à
en occidente se tratan de la reificación de la virginidad en las niñas que consideran un tiro
iniciático de la femineidad, y los niños se confrontan a la exigencia de masculinidad y
potencia.
• los que remiten a la destrucción de las propuestas originarias y a la reformulación de ideales
que luego encontrarán destino en la juventud temprana y en la adultez definitiva.
la familia ha dejado de ser el lugar de impartición privilegiado de información, por lo que los
modelos identificatorios de la sexualidad no circulan alrededor de las figuras del entorno
inmediato, sino de personajes virtuales que ha devenido familiares, al punto de que su destino
y modos de operar forman parte del entretejido cotidiano y se convierten en opciones de cotejo
intra-generacional.
Respecto a aquello que atañe a la desconstrucción de significaciones y a la recomposición de
valores, se presenta con mayor complejidad que en otras épocas, en razón de que la historia
misma ha devastado significaciones operantes hasta hace pocos años, y las generaciones que
tienen a su cargo el completamiento de la crianza de quienes vendrán a relevarlos en el proceso
reproductivo y social se ven despojados ya no de certezas sino de propuestas mínimas a ofrecer.
Esto es evidente, en primer plano, en lo que hace a la familia y a la elección de profesión. La
reducción de quienes se ven lanzados al mercado laboral a la inmediatez en la búsqueda de
trabajo o a la conservación del mismo, atrapados en el sostenimiento de los insatisfactorio y,
paradójicamente, con temor a perderlo, ni los hermanos mayores ni los padres de los
adolescentes se ven hoy provistos de herramientas para propiciar modelos que les den garantías
futuras. La temporalidad ha quedado subsumida en esta inmediatez, y en ese marco el
desmantelamiento de las propuestas identificatorias cobra una relevancia mayor. El
aceleramiento en la pubertad de tareas vinculadas a la adolescencia, y en la adolescencia de
propuestas que deberían ser patrimonio de los jóvenes, no es sino el efecto de la angustia que
179
rige al conjunto del temor a que los goces no alcanzados en el presente ya no tengan lugar en
el futuro, y sería de un moralismo vaciado de contenido histórico acusar a nuestra sociedad de
dejarse ganar por la falta de valores.
Es milagroso que aún se conservan los tres pilares de la identificación: las representaciones, los
fines compartidos y los afectos ligadores. En estos es donde se insertan las posibilidades
identificatorias de los adolescentes.
Intentando producir, pese a todo, la recomposición de grandes espacios compartidos, los
requisitos de una re-identificación humanizante tienen entonces algunas puntas desde las cuales
sostenerse, y eso desde un proceso de identificación recíproca del conjunto, ya que no hay
condiciones para proponer una perspectiva identificatoria a los adolescentes si no se
recomponen las grandes líneas de la identidad que se ven fracturadas en este momento
de la historia en los adultos mismos.
---
180
El tren de los adolescentes.
Díaz, G. Y Hillert, R. - (1998).
La producción creadora: de lo privado a lo público.
La producción es un acto donde se produce algo nuevo. La creación remite al estatuto del
objeto creado y al valor que éste tiene tanto para el agente de la creación como para los otros,
en tanto un objeto creado entra a circular según las reglas de intercambio. Por un lado, el agente
creador, por el otro el objeto creado.
Los adolescentes están urgidos por el “hacer” o por el “dejar hacer”, por “hacer bien” lo que no
pueden dejar de “hacer mal” o por no “hacer más lo que los obligan a hacer”. Ese hacer, en
muchas ocasiones, retraduce en acciones sin sentido; otras veces se trata de experiencias en las
que el joven no decide, sino más bien es objeto de una acción a la que no puede poderle límites.
Cuando para ser “alguien” es necesario cambiar todo, la alternativa deja al interesado en la
impotencia.
El furor de “originalidad” impide valorar lo que produce cada joven tomado uno por uno. La
pretensión de ser “original” se convierte en eslogan, e impone un standard modelo. Esto culmina
paradójicamente en una situación opuesta a la que se pretendía: lo “original”, convertido en
ideal, realiza una demanda masificante cuando se transforma en imperativo de moda. Por esta
vía, el joven está lejos de convertirse en “agente” de su creación, y mucho más de reconocer en
su “producto” alguna cuota de valor.
La creatividad en psicoanálisis
El acto creador genera transformaciones tanto en el autor de la obra como en quienes lo
rodean. Tiene además una función de liberación, resulta catártico. La creación en sí misma, en
tanto objeto de intercambio, genera reconocimiento de parte de otros. Se trata de la
sublimación. Tras la sublimación, el componente pulsional no cuenta más con la energía
necesaria para ligar toda la destrucción presente en ella, y esta tendencia destructiva se libera
como inclinación de agresión, pero ahora ya aceptada socialmente.
¿Es posible incentivar la producción?
El intento de los adultos por favorecer la producción, lejos de encontrar su cometido, logra
exactamente lo contrario. Cuando la manifestación de un ideal de otro se desplaza hasta
convertirse en mi propio ideal, éste se transforma en un deber superyóico.
Solo en la medida en que el adulto esté dispuesto a renunciar a su condición de ídolo, cuando
esté dispuesto a aceptar que el joven puede decepcionarse de él, cuando pueda mostrar que
no tiene toda la verdad, ni todo el saber, recién estará en condiciones de propiciar que el joven
sea autor de su producción.
181
Elección vocacional e inserción laboral.
En estos tiempos han aumentado la oferta y la demanda de orientación vocacional; en especial,
pero no únicamente, entre los adolescentes que están terminando sus estudios secundarios.
Imperativo cultural: tomar individualmente decisiones ganadoras con el mínimo gasto y el
máximo beneficio. Emprender una carrera en estas condiciones es para el adolescente actual
como una marcha contra el reloj, siendo la incertidumbre frente al futuro la única certeza con
que se cuenta.
Los que representan el ideal social desean que los jóvenes no malgasten su precioso tiempo y
los dejan en libertad de desear lo mismo: por lo tanto, en esa lógica no hay elección, hay que
elegir rápido y bien, con la satisfacción garantizada. Los tiempos del sujeto en la adolescencia,
los trayectos que necesita realizar para elegir en función de su vocación no coinciden con la
pretensión de velocidad que el lazo social posmoderno exige para que el mundo marche sobre
ruedas.
Los pedidos de orientación vocacional formulados por adolescentes no resultan
manifiestamente ambiguos, ya que pueden escucharse como la solicitud de una respuesta
directiva y precisa. Sin embargo, encierran una trampa. Proposiciones excluyentes del tipo
“estudio o trabajo, sino me tengo que ir de casa”; también es habitual oír otro tipo de planteo,
acompañado de un sentimiento de impotente indiferencia: “me da lo mismo”. Los dos
razonamientos desembocan generalmente en quejas circulares: finalmente habrá que decidir
descartando o por indicaciones de otro, quien encarnará un ideal aceptado y/o rechazado, un
modelo identificatorio.
Que haya otros, pares no familiares, facilita la elección, porque impide la imaginarización de la
providencia de otro exceptuado de la castración. Al circular la palabra a varia voces, la Voz cae.
Deja lugar para el voceo, cruce donde confluyen: identificaciones, posiciones en relación con
la historia singular en correlación con el futuro, y aperturas donde se atisban goces posibles. El
apremio por decidir no se transforma en tortura, y para que cada adolescente, en vínculo social,
encuentre su forma singular de plantearse el conflicto y las vías que transitará.
--
182
Psicología de las masas y análisis del yo:
apartado 7: la identificación.
Freud, S. ‒ (1921)
La identificación es la más temprana exteriorización de una ligazón afectiva con otra persona.
Desempeña un papel en la prehistoria del complejo de Edipo. El varoncito, toma al padre como
su ideal. Esta conducta no es para nada una actitud pasiva o femenina, sino que contribuye a
preparar el complejo de Edipo.
Al mismo tiempo que se presenta la identificación con el padre, el varoncito inicia una
investidura de objeto con la madre según el tipo del apuntalamiento (anaclítico). Muestra
entonces dos lazos psicológicamente diversos:
• Con la madre, una directa investidura sexual de objeto
• Con el padre, una identificación que lo toma por modelo.
A consecuencia del avance de la unificación de la vida anímica, estos dos lazos se unen, por lo
cual nace el Complejo de Edipo normal. Cuando el niño advierte que el padre obstaculiza su
camino hacia la madre, la identificación con él adquiere una tonalidad hostil, y pasa a desear
sustituir al padre junto a la madre. La identificación es ambivalente; puede darse vuelta hacia
la expresión de la ternura o hacia el deseo de eliminación.
Puede ocurrir después que el complejo de Edipo experimente una inversión, la identificación
con el padre se convierte en la precursora de la ligazón de objeto que recae sobre él.
Podemos distinguir entre la identificación de este tipo con el padre de una elección de objeto
que recaiga sobre él con la siguiente formula:
Identificación
el padre es lo que uno querría ser
la ligazón recae en el sujeto
del yo. (esta es posible antes que la elección de objeto sexual)
Elección de obj.
El padre es lo que uno quisiera tener
la ligazón recae en el
objeto del yo.
Ejemplos de la identificación en casos de formación neurótica de síntomas.
1. Niña con la misma tos martirizadora que la madre - identificación como la del complejo de Edipo:
el síntoma expresa la voluntad hostil de sustituir a la madre. Toma el síntoma de ella por una
sustitución de la madre bajo el influjo de la conciencia de culpa “has querido ser tu madre, ahora
lo eres al menos en el sufrimiento”. Identificación con la persona no amada.
2. Tener el mismo síntoma que la persona amada ‒ la identificación remplaza a la elección de objeto;
la elección de objeto se transforma en identificación (el yo tome sobre sí las propiedades del
objeto) mediante la regresión. à la elección de objeto se reprime = ha devenido una moción
insoportable para el yo, que la vive como un peligro à el yo emite una señal de angustia y activa
el mecanismo de defensa (represión). La energía libidinal de la representación reprimida
emprende un camino represivo y, entre las distintas vías, toma la de regresar a una identificación,
y así el yo recurre a identificarse, parcialmente, con el objeto resignado. = Identificación con la
persona amada.
183
En estos dos casos, la identificación es parcial, se limita a tomar prestado un único rasgo de la
persona objeto.
3. La identificación prescinde por completo de la relación de objeto con la persona copiada ‒
ataque histérico en una muchacha en el pensionado por recibir una carta de su amado, provocó
que las demás muchachas pesquen el ataque también. Identificación sobre la base de poder o
querer ponerse en la misma situación: las otras querían tener también una relación, y por el
sentimiento de culpa, aceptaron también el sufrimiento aparejado.
Resumen: primero, la identificación es la forma más originaria de la ligazón afectiva a un objeto;
segundo, mediante la regresión la identificación sustituye al enlace libidinoso de objeto,
mediante introyección del objeto en el yo; tercero, puede surgir la identificación si el sujeto
encuentra que tiene algo en común con otra persona que no es objeto sexual.
Otros dos casos de identificación:
1. Homosexualidad masculina: esta se genera cuando el joven, en el complejo de Edipo, ha
permanecido fijado a su madre, durante un gran lapso de tiempo y de forma muy intensa.
Cuando este llega a la pubertad debe cambiar a la madre por otro objeto sexual, pero le
sobreviene una vuelta repentina; el joven no abandona a su madre, sino que se identifica con
ella, y ahora busca objetos que susceptibles de reemplazar a su propio yo, a los cuales cuidar y
amar como él lo fue por su madre. Llama la atención lo amplia que es la identificación: trasmuda
al yo respecto de un componente en extremo importante (el carácter sexual), según el modelo
de lo que hasta ese momento era el objeto. Con ello el objeto mismo es resignado.
2. Melancolía: esta afección cuenta con la pérdida real o afectiva del objeto amado, y nos
proporciona otro ejemplo de la introyección de objeto. Lo principal en estos casos es la cruel
auto-humillación del yo a sí mismo, unida a una implacable autocrítica y unos amargos
autorreproches, los cuales son en el fondo contra el objeto, y representan la venganza del yo
contra él. La sombra del objeto ha caído sobre el yo, haciéndose innegable la introyección del
objeto. La melancolía nos muestra al yo dividido en dos partes, una de las cuales combate con
furia a la otra. La parte atacada es la que está alterada por la introyección, que incluye al objeto
perdido, y la parte atacadora incluye a la conciencia moral, una instancia crítica del yo.
La instancia que se separa del yo y entra en conflicto con él, la llamamos “ideal del yo”. Esta
tiene las funciones de autoobservación, la conciencia moral, la censura onírica y el ejercicio de
la represión. El ideal del yo es la herencia del narcisismo originario, en el que el yo infantil se
contentaba a sí mismo. Poco a poco toma, de los influjos del medio, las exigencias que este
plantea al yo y a las que el yo no siempre puede allanarse, de manera que el ser humano, cada
vez que no puede satisfacerse a sí mismo, halla la satisfacción en el ideal del yo, que es diferente
a su yo. La distancia entre el ideal del yo y el yo actual es distinta en cada individuo.
--
184
¿Es analizable la adolescencia?
Mannoni, O. - (1986).
La crisis de la adolescencia es un momento decisivo. La palabra crisis designa el momento en
el que la enfermedad va a decidirse entre la curación o la muerte; el otro sentido más corriente
es el que designa un estado agudo, como en la expresión “crisis de nervios”. Si se habla de una
crisis de la adolescencia puede hacérselo como en el primer sentido, para designar el
momento en que se abra de decidir el futuro del sujeto o bien, como en el segundo sentido,
para designar el momento en que la neurosis más o menos latente de sujeto se declara con
cierta violencia o cierta urgencia.
Se dice que la adolescencia comienza después de la pubertad y termina cuando el individuo
llega a la edad adulta. La pubertad es una crisis puramente individual, que tiene efectos físicos
y psicológicos, que no plantea ningún problema social; la adolescencia ya amenaza con crear
un conflicto de generaciones. Las perturbaciones de la adolescencia o ponen el adolescente a
los padres, a los adultos, a las autoridades y hasta a la sociedad en general o sólo a la clase
social de los padres.
Cuando un niño presenta trastornos, se lo puede someter a análisis a requerimiento de los
padres, cosa que no ocurre si se trata de un adolescente y tal vez aquí resida la mayor dificultad.
Freud dio una importante teoría pero que no nos ayuda en nada en la práctica con los
adolescentes; no nos da ideas sobre la actitud que hay que asumir con un adolescente al que
se analiza a solicitud de los padres.
Winnicott aporta ideas originales muy poco consideradas entre nosotros. En lo que se refiere a
las crisis de la adolescencia, Winnicott recuerda justamente este hecho evidente: la
adolescencia sólo dura un tiempo y el tiempo es su remedio natural. Pero esta crisis entraña
riesgos, que con mala suerte puede terminar mal, aunque sea difícil. No se trata de combatir la
crisis de la adolescencia, ni de curarla, ni de abreviarla, sino más bien se trata de acompañarla
y, si supiéramos cómo, de explotarla para que el sujeto obtenga de ella el mejor partido posible.
En todo caso hay que aceptarla. Winnicott observa también que el adolescente no pide tan sólo
ser comprendido, sino que esto va acompañado de una actitud, que hay que respetar, muy
parecida a la intransigencia. Comprender, ser comprendido, significa practicar o aceptar
compromisos o arreglos. Winnicott considera la adolescencia como un estado patológico
normal. Lo anormal sería escapar de ese estado; eso extrañaría una mutilación, una detención
del desarrollo que determinaría una forma más o menos visible de la debilidad mental. Entonces,
para Winnicott, se trata de un paso inevitable, pero de un paso que no deja de representar
riesgos.
Winnicott, al escribir sobre la adolescencia piensa que el YO, en el momento de la adolescencia,
debe hacer frente a un nuevo impulso del hecho. Así la adolescencia sería la repetición o acaso
la continuación de la pubertad. Creo que la adolescencia no puede en modo alguno explicarse
por lo que sabemos de la pubertad, sin contar con que no se ve cuál podría ser la utilidad o la
eficacia de una explicación instintual o pulsional en el caso de una crisis de la adolescencia.
185
También señala los efectos de las carencias del medio familiar. El conflicto adolescente con su
familia es a veces latente, a veces patente, pero siempre está presente aún en los casos bastante
normales. Si son los padres quienes nacen intervenir a un analista, este corre el peligro de verse
envuelto en el conflicto si no pone cuidado. Los casos más favorables son aquellos en los que
el adolescente puede elegir un analista independientemente.
Desde luego, la mayor parte de los análisis de adolescentes se emprenden a solicitud de los
padres y sus resultados pueden ser completamente satisfactorios, con la condición de qué el
analista no sea tomado por un aliado de la familia ni por el defensor de la adolescente contra
la autoridad parental. Dice Winnicott que nuestro papel es afrontar, no se trata de soportar
pasivamente ni de reprimir ciegamente.
En este juego, la dificultad se debe al hecho de qué las identificaciones desempeñan un papel
capital en ambas partes. Sobre todo, en los análisis de adultos los problemas de identificación
han quedado un poco en la sombra. Lacan tratan las identificaciones como esencialmente
patológicas. Al autor le parece una actitud muy pesimista. Las identificaciones tienen todo clase
de efectos diversos, buenos o malos, sin contar con que las conocemos muy mal. Pero sabemos
que el YO no hace si no identificaciones. La oscuridad de los fenómenos de identificación es lo
que hace difícil una teoría psicoanalítica de la adolescencia. El conjunto está obligado a
condenar las identificaciones pasadas. Sabe que ya no es un niño, pero sabe también que no es
un adulto. El adolescente comienza a perder sus antiguas identificaciones, toma el aspecto de
algo prestado, como si uno llevar a ropas de otro, como si uno hiciera gestos de otro, como si
uno pronunciar a palabras del otro. Hay dificultad de identificarse consigo mismo a través de
las identificaciones con los demás y es difícil que la identificación consigo mismo resulte
cómoda. El YO es sucesivamente o simultáneamente varios otros, pero todavía no
comprendemos bien como todo eso se arregla al terminar la adolescencia, pues el sujeto no se
desembaraza en modo alguno de sus objetos prestados; en cierto modo logra modificarlos,
integrarlos, hacerlos suyos. Su personalidad continúa siendo ciertamente tan compuesta como
lo fue siempre, pero es compuesta y, así y todo, está integrada.
Las viejas identificaciones caen como las viejas plumas para que crezcan otras. Pero ¿qué ocurre
con el sujeto, o, mejor dicho, con el yo durante este proceso? ¿cómo compensa las
identificaciones perdidas y cómo acepta las nuevas? Frente a una crisis de la adolescencia
tengo la impresión de que no poseemos ningún medio de intervenir en lo que es esencial: las
elecciones en el campo de las identificaciones. El aspecto psicótico de las crisis de la
adolescencia, el aspecto de alienación, es decir, las identificaciones y las desidentificaciones en
el nivel del yo y del ideal del yo, es algo que uno puede entrever o, en todo caso, sospechar.
Pero no es seguro que esto pueda ser útilmente analizado, a no ser de manera indirecta.
Discusión.
El concepto de adolescencia no es un concepto analítico, y no se trata exactamente de la
pubertad; sería sobre todo como un momento de identificación o momento identificatorio. La
identificación es múltiple e interfiere en la identificación con un modelo social. En la actualidad,
asistimos a una confusión de los límites y no tenemos ritos de pasaje, es decir, hay una
adolescencia que se ha prolongado considerablemente y que está muy mezclada.
186
En la adolescencia, la relación con la otra persona está fundada esta vez en una dimensión
esencial del encuentro, la diferencia de los sexos. Freud la considera como el momento decisivo
de la elección del objeto, y concierne la gran tarea de separarse de los padres, y sólo después
podrá dejar de ser un niño para convertirse en miembro de la colectividad social. Para Freud,
la adolescencia es la repetición del complejo de Edipo, la separación de los padres, y además
un trabajo que pone en tela de juicio todo lo que el individuo y la sociedad pueden catectizar
en el reconocimiento de la diferencia de los sexos.
La crisis de la adolescencia puede revestir infinidad de formas: excentricidades de
comportamiento, delincuencia, formación de bandas, drogas, bulimia, anorexias, tentativas de
suicidio, etc., o puede haber adolescentes sin crisis claramente visibles.
La noción de adolescencia es crítica en si misma, pero otro problema es el desciframiento de
la crisis de la adolescencia como etapa de ajuste a la propia identidad sexual, con su repudio
de los ideales parentales, con su busca de nuevas identificaciones, con la reactivación de la
omnipotencia infantil en pugna con la aceptación del cuerpo marcado por el sexo masculino o
femenino. Ese momento de la adolescencia es una fractura o colapso en el desarrollo. Ese
colapso puede desarrollar en el adolescente mecanismos de defensa psicótica (normal) con
regresión a la imagen de cuerpo parcelado y no disociado, imagen sostenida por la fantasía de
que el cuerpo no es ni masculino ni femenino. Ese momento sería normal, a veces infinitamente
breves, otras muy largo. En ese momento aparecerían mecanismos de defensa en el primer plano
de la escena clínica. El colapso o fractura es provocado por el repudio de los antiguos ideales
y por el vacío de ideales que deberían reemplazarlos.
--
187
Estudios clínicos: Parte 3 “pensando la
adolescencia”.
Rodulfo, R. - (1992).
Desde el jugar hacia el trabajar: un aporte
concepción de la adolescencia como estructura.
a
la
Ciertas operaciones simbólicas, o trabajos simbólicos deben cumplirse en el tiempo de la
adolescencia. Uno de estos “trabajos” concierne precisamente a la problemática del trabajar
como modo decisivo de la inclusión en el mundo adulto, una de las metas del crecimiento.
El autor comenzó a articular una nueva teoría psicoanalítica sobre las funciones del jugar;
plantea pensar distintos momentos claves de la niñez y de la adolescencia en términos de tareas
simbólicas fundamentales. Su hipótesis es que una de esas tareas fundamentales, decisivas, que
justifican considerar la adolescencia como algo más que un “período vaga y arbitrariamente
determinado, es la metamorfosis de lo esencial del jugar infantil en el trabajo adulto. Por lo
tanto, asume al adolescente como operador en el cual y por medio del cual se efectiviza esa
compleja mutación.
Complemento indisociable de esta hipótesis es que, si dicha tarea queda sin realizar o
gravemente fallida al final de la adolescencia, se afecta de un modo fundamental todo lo que
sea del orden del trabajo en el adulto joven.
¿Qué es lo que puede ser la clave de esta mutación tan importante, donde jugar implica
trabajar? En su opinión tal clave reside en que el deseo inconsciente, cuyo empuje y cuya
característica de proliferar en ramificaciones siempre más alejadas imprime una tonalidad
decisiva a la vida humana, migre de un campo al otro e invista subterráneamente el trabajo tal
como lo venía haciendo con el juego. Tal es el punto de una transformación exitosa, que
entonces no podría medirse únicamente con parámetros de tipo social. Esto solo apunta a
localizar “la esencia” de la transformación que propone el autor. la presencia del desear hace a
ese plus de alegría, de pasionalidad lúdica, de realización subjetiva, por tanto, plus de goce en
el trabajar más allá de la “seriedad” de la adaptación social en juego. El buen viraje del jugar al
trabajar es una de las notas típicas de una consolidación exitosa.
El autor planteará sus ideas sobre algunos factores y mecanismos que tienen un papel
determinante, o al menos condicionante, en este salto o paso cualitativo que media entre juego
y trabajo. Una caracterización de la adolescencia como un inmenso campo transicional de
ensayo, un verdadero laboratorio de experiencias, juegos a ser “como si...”, tanteos,
vacilaciones, respuestas cuya intensidad “patológica” no debe ocultarnos su transitoriedad,
identificaciones alternadamente alienantes y lúdicas, etc. de esta miríada de conductas,
fantasías y acciones (o actuaciones) emergerá un día, si todo sale razonablemente bien, una
radical transformación realizada.
188
Tampoco debemos olvidarnos de otro factor decisivo: la extrema fragilidad del proceso
adolescente, no mucho menos vulnerable en algunos de sus aspectos que el del bebé, su
fundamental dependencia de ciertas condiciones de funcionamiento del medio.
En el análisis de muchos adolescentes se nos recuerda la oposición psicoanalítica del yo idealideal del yo, en tanto pone con frecuencia en primer plano la inercial adhesividad a un yo ideal
cuya misma idealización impide el que se juegue con él, que por ende cierra el paso a todo
ensayo posible, a toda puesta en marcha de un proceso, con lo decisivo que esto es para la
función más global de la adolescencia no se malogre. En este estado de cosas, encontramos a
muchos pacientes o futuros pacientes, tan fijados a un ideal, muy habitualmente un ideal
familiar que le preexiste, que le es imposible todo lo que tenga que ver con movimiento, con
devenir, lo cual naturalmente vuelve muy difícil que la dimensión del trabajo, como tal
intrínsecamente ligada a un ideal porvenir, pueda constituirse. Podríamos decir que el ideal del
yo es lo que resulta del yo ideal pasado por el campo del juego.
Hay un punto de estructura: todo niño debe apoyarse, en su crecimiento incesante, en lo que
haya de cierto proyecto anticipatorio familiar referido a él, proyecto en el que se producirá el
encuentro con los ideales de esa familia. Del cuerpo, de la textualidad de ese proyecto, el sujeto
va extrayendo a su propia manera imprevisible, los materiales para irse haciendo un ser. Para el
autor, la adolescencia se revela como un período crítico de índole muy específica, donde por
primera vez, ciertas lagunas, ciertas fallas o agujeros en ese proyecto anticipatorio se ponen en
evidencia. El efecto inmediato es que, bruscamente, el niño convertido en púber o adolescente
se encuentra con que ya no tiene materiales que extraer del archivo familiar, cómo si este sólo
funcionara hasta cierta altura de la niñez. Y, punto decisivo, una de las zonas temáticas que se
manifiestan en cierta forclusión resulta ser la que concierne a la problemática del trabajo, por
lo tanto, a la operación y mediantemente anterior, donde éste queda investido desde una
particular metamorfosis del jugar. Dicho de otra forma, el sujeto choca con una particular
impotencia para dar significado a una actividad tan importante, impotencia que no es
originalmente la suya propia si no la del discurso familiar. Derivan muchas actuaciones en la
adolescencia como producciones de síntomas. Podemos insistir en la concepción de esta idea
retomando la perspectiva del ideal del yo y decir entonces que la falla mencionada es como un
cierto agujero en aquella instancia. Si el ideal del yo carece de la categoría del trabajar y de
cierta imago anticipatoria del sujeto como adulto trabajando, el crecimiento del adolescente
acusa esa carencia como de la falta de un motor para seguir avanzando.
Para transformarse en capacidad de trabajar, el jugar debe experimentar ciertos tipos de
alteraciones: la conversión en trabajo implica una serie de redimensionamiento dirigidos ahora
por el proceso secundario donde ese todo se monta en algo; se debe pasar de un código privado
a un código mucho más fuertemente consensual. Esto involucra también ese salto de lo familiar
a lo extra familiar que es una de las claves de la adolescencia.
Si el jugar culmina en la construcción subjetiva de modelos reducidos que ayudan entre otras
cosas a ser más soportable el peso de la realidad una vez que se ha introducido en esos espacios
transicionales, el trabajar a su turno va a implicar otro tipo de retorno en principio, al menos
más transformador de aquella.
189
El adolescente y sus trabajos.
Situaremos cierto conjunto de trabajo y no tanto una visión de conjunto, que no estamos en
condiciones de hacer. El adolescente tampoco la tiene y ésta es una de las notas esenciales de
su posición y que asume a veces en él una actividad teorética que restituye como puede un
sentido a lo que si no se le desperdiga.
El punto de partida del autor ha sido una cierta inquietud por fundamentar psicoanalíticamente
el concepto de adolescencia, darle una especificidad psicoanalítica; no como un término
meramente descriptivo venido de otra parte. No sólo que puntos de estructuración subjetiva
que se cumplen en la adolescencia justifican psicoanalíticamente hablar de adolescencia, si no
también el tema de qué cuestiones plantea la adolescencia. Tales especificidades las ha
pensado en la perspectiva de trabajo.
El concepto de trabajo no es en absoluto analógico, es un concepto nuclear en psicoanálisis. El
concepto de trabajo, y pensar la adolescencia en una perspectiva de trabajos simbólicos a
cumplir, no sirve contra desdichada polarizaciones que en la cuestión de la adolescencia en
psicoanálisis ha sufrido. Por un lado, contra el cronologísmo, contra el hábito de designar como
adolescente a alguien que tiene cierta edad, dado que vamos a exigir algo más para hablar de
un proceso adolescente; vamos a exigir que estén llevando a cabo determinados trabajos, no
basta con tener la edad para que esto ocurra. El concepto de trabajo le restituye algo así que
le pertenece al sujeto y que es su propio trabajo psíquico, su propia actividad.
Por último, privilegiar el concepto de trabajo en la adolescencia, y de qué puntos de trabajo se
trata, y también sirve contra los peligros siempre presentes de psiquiátrica del psicoanálisis por
la vía de psicopatología izarlo todo. Se trata aquí y más de privilegiar el tipo de trabajo el modo
como el adolescente lo enfrente, que, por ejemplo, la sintomatología; pero es cierto que los
síntomas que se presenten los vamos a pensar desde la perspectiva de esos trabajos simbólicos.
Con respecto a los trabajos en si mismos, el autor distingue por lo menos unos seis. No se trata
de una lista, no se trata de una clasificación. Con sólo exponerlo se verá que están obviamente
trabados entre sí. Son seis facetas del trabajo de la adolescencia a considerar, seis
perspectivas, seis matices, seis diferenciaciones. Una forma todavía más específica de meta
psicológica de referirse a trabajo en psicoanálisis es mediante un concepto tan básico como el
de ligar. La ligazón libidinal, por ejemplo, la ligazón que implica todo el trabajo de la
representación; y digamos que un adolescente debe re ligar, desligar y volver a ligar de un modo
distinto muchas más cosas de las que se han hecho referencia.
1. Un primer punto, un trabajo que es el adolescente debe encarar, es el pasaje de lo familiar
a lo extra familiar. No basta con decir pasaje, cabe más bien hablar de una metamorfosis,
de una transformación interna de cada uno de los polos familiar y extrafamiliar. En la
adolescencia, si es que se lleva a cabo ese trabajo, por primera vez lo extrafamiliar de viene
más importante que lo familiar. Las peripecias de lo extrafamiliar en el psiquismo no asoman
con la adolescencia; el campo, en la categoría simbólica de lo que no es familiar, existe
desde mucho antes pero justamente allí hay grandes diferencias internas. Hace su primera
irrupción en la angustia del octavo mes: lo extra familiar produce una crisis, la emergencia
del extraño pone en crisis una cierta certidumbre narcisista que hasta ese momento
estructuraba al pequeño, que es que todo era materno. Durante el periodo de latencia hay
obviamente todo un trámite de lo extra familiar que se va desarrollando y se espera que lo
190
extra familiar tenga mucho más peso, por ejemplo, a través de lo que aparece como la
función simbólica de los amigos. Pero tampoco acá aún con eso, no basta para quebrarle a
lo familiar su primacía, en ese sentido, este es un hecho nuevo que sólo acaece después
de la pubertad, y que no le viene regalado al adolescente, lo debe conquistar. El requisito
de que cobre un peso decisivo lo extra familiar, que el adolescente se vuelque al campo
social, que el eterno campo social funcione como un espacio transicional para él, es un
avatar del final del complejo de Edipo; no hay un verdadero final del complejo de Edipo si
esto no se produce. Desde otra perspectiva el autor sugiere que esta promoción de la
categoría de lo extra familiar sobre la familiar es un último avatar de la represión originaria,
es algo que termina por rechazar definitivamente y a la vez fijar algo que tiene que ver con
lo más arcaico. La función del amigo requiere que disponga de esa categoría simbólica; la
función del amigo se debe pensar como una transformación muy importante del objeto
transicional, en tanto amigo mitigan los rigores de la oposición familiar/extra familiar, la
suaviza, Funciona como un articulador; sobre todo, puede aclararnos por qué hay sólo un
matiz, un paso, una inflexión que nos convierte al amigo en objeto acompañante, cuando se
manifiesta una fobia.
2. El pasaje o la transformación del Yo ideal o, en otras palabras, que el acento se desplace
del Yo ideal al Ideal del yo. Está ligado a una predominancia del ideal en tanto horizonte
abierto de lo que va a ser, o de lo que será sin serlo nunca del todo, contrapuesto a la
dimensión del yo ideal como la de lo que ya está ahí consolidado como una cierta estatuaria.
Y en ese sentido, metapsicológicamente, se puede pensar en términos de una predominancia
de la identidad de pensamiento sobre la identidad de percepción.
3. El pasaje de lo fálico a lo genital, es en realidad la primera gran tarea que le asigna Freud
a la pubertad, y por lo tanto involucra todo el desarrollo de la adolescencia. La iniciación
sexual en la adolescencia es mucho más que un episodio, es un acontecimiento
estructurante, algo se termina de escribir y algo se re significa en cuanto a la vivencia de
satisfacción. Por otra parte, no es lo mismo la categoría simbólica de no pene que la
categoría de vagina, ahí hay algo que es mucho más que un mero cambio de objeto.
4. La repetición transformada de los tiempos del narcisismo, tiempos en tanto tiempos
lógicos; verse en el otro, verse como otro, verse como extraño, dicho sucintamente. En la
adolescencia se repite toda la problemática de esa restructuración narcisista, pero en
transformación, en el sentido de qué se invierten los tiempos. La adolescencia no se puede
inaugurar sino una aparición del extraño así, sin verse como extraño, es su primer tiempo.
Desamparo puberal es dejar de estar protegido por la imagen especular; eso inaugura
verdaderamente la adolescencia. Ahora se ve un desconocido así, toda la identidad
construida en la niñez junto a los padres sufre un profundo desacomodo en relación con
ella. Luego, será el verse como otro, para lo cual el adolescente se dirige ahora no hacia su
familia sino hacia todo el campo social. Y, para terminar, verse nuevamente en el otro, sólo
que otro un poco más abstracto ahora que el otro de la primera infancia, otro más referido
a ciertos ideales que hacia el final de la adolescencia tratan de darse una especie de versión
definitiva, retomando la idea del adolescente como “historiador”.
5. A este punto, caracterizado como decisivo, de trabajo es el pasaje del jugar a trabajar.
Entendiendo no que el jugar sea abandonado por el trabajo (en el sentido social, más
compartido del trabajo, de tarea) si no todo lo contrario. La hipótesis del autor es que, si
191
algo de las raíces desea antes del jugar, raíces que están en juego en el jugar, no pasa
inconscientemente al trabajo; si no, hay una articulación inconsciente donde el trabajo
herede lo lúdico, retransformándolo. En trabajar y el jugar se disfrutan y todo el campo del
trabajo en el futuro se expone hacer pura adaptación, a quedar preso meramente en una
demanda social, en una demanda alienante y en no ser algo donde se juegue la realización
deseante de una subjetividad.
6. El último trabajo de esta serie abierta es el desplazamiento a la sustitución, particularmente
en términos de elecciones de objeto, si se examina esta crucial esfera, o en términos
edípicos. En la sustitución hay algo distinto que no es la represión y el desplazamiento, sino
que invoca el concepto de hundimiento, sepultamiento, desintegración, desaparición.
Adolescencia es el tiempo decisivo donde se define si algo va a quedar simplemente en la
categoría de lo reprimido o si va a sufrir un cierto grado de sepultamiento. Es importante el
concepto de hundimiento si pensamos que culmina un proceso, cierra un ciclo que en
cambio se iniciaba con la represión originaria, en tanto fijación, lo cual implica tanto desde
el punto de vista clínico como metapsicológico una operación fundamental.
Como psicoanalistas, la adolescencia es la última ocasión de intervenir cuando aún ciertas cosas
están en trámite de estructuración, antes de lo ya consolidado. El autor piensa a la adolescencia
también y sobre todo como una tentativa de curación de la niñez, pero que, claro está, no debe
terminar en la destrucción masiva de todos los elementos que conformaban la niñez.
---
DEL TEÓRICO: Rodulfo plantea que la resignificación edípica, el encuentro del objeto exogámico
en la adolescencia, es un nuevo acto psíquico con respecto a la creación del objeto, es decir, hay algo de
la categoría del objeto que se recrea en el sentido de que nunca este otro fue tan otro como ahora, nunca
estuvo el sujeto frente a otro que le generara este efecto de complejización psíquica.
192
Condenados a explorar. Marchas y
contramarchas del crecimiento en la adolescencia.
Waserman, M. (2011)
Condenados a explorar.
La exploración nos parece un buen termino para dar cuenta del devenir adolescente.
¿Por qué la exploración? Este término tiene una intencionalidad poética que une el devenir de
la adolescencia con una de las funciones del juego, la exploratoria que conduce al
reconocimiento del si mismo del mundo y lo liga también con los grandes viajes exploratorios.
La vida puede ser considerada en su totalidad como un juego entra nomadismo y sedentarismo,
lo exploratorio esta ligado al nomadismo, movimiento hacia un territorio que no es el de la
estabilidad. No hay vida sin exploración, búsqueda de lo ignoto y rencuentro con lo perdido y
el deseo de recuperarlo. Cuando se desata la pubertad, no es el empuje hormonal lo que da
cuenta de todo el proceso que se inicia, no estamos solo frente a la búsqueda de la satisfacción
de la sexualidad apremiante: estamos asimismo ante la llamada del mundo.
No se contenta con la casa familiar por más comodidades que le brinde, los viajes exploratorios
están llenos de peligros y se puede en ellos perder la vida. pero se trata de saber si va a ser
posible aguantar situaciones extremas que se pueden producir en el viaje.
Habla de tres etapas exploratorias a lo largo de los siglos, y las compara con el viaje
adolescente:
1-En el adolescente, está la preocupación por ganarse la vida y los ideales viajando en paralelo,
ansiando un encuentro que pocas veces se produce, pero la que nunca se renuncia.
2-Implican una tarea de exploración de la historia, un trabajo de historización. Restos que no
han sido asimilados por sus padres aparecen como huellas familiares y extrañas que lo
interrogan acerca de su propio origen. Puede animarse a explorar la huella o bloquearse en
no querer saber lo que sus padres ni han querido darle a saber.
3- la adolescencia en el marco de la escuela secundaria, se trata de protegerlos de las
tentaciones nocivas que emergen en la pubertad. La escuela destinada a controlar y vigilar
donde se divulgan los conocimientos del mundo que han sido posibles gracias a los grandes
viajes exploratorios.
Siempre se viaja primero con la imaginación y luego se buscan los medios para hacerlo en la
realidad. En la literatura y ensueño diurno de cada adolescente. Es en la imaginación donde
comienzan los viajes exploratorios.
El contexto bibliográfico
La clínica de la adolescencia es una clínica que puede ser considerada desde el punto de vista
de la psicopatología de la exploración. Se trata de abrir puertas a la exploración mas que a las
figuras de adaptación, aunque esa adaptación no debe ser considerada nunca de un segundo
193
orden, nomadismo y estabilidad. Pero la propia vida se identificará según los resultados de esa
exploración y no antes o sin ella. Este criterio no excluye el criterio estructural clásico en cuanto
a la división de neurosis, perversión y psicosis. No consideramos la estructura como una entidad
cerrada, sino como un conjunto inestable que ante diferentes grados de excitación de sus
elementos puede saltar de una organización a otra.
Se puede derivar que lo no explorable está sujeto a un proceso de contrainvestidura, el cual hay
que diferenciar de los procesos del desinvestir. Estos están asociados a la clínica de lo negativos
o clínica de lo real en la adolescencia (anorexia, adicciones) y los de contrainvestidura a las
problemáticas de la inhibición y fobias.
El punto de partida es tomar el trauma puberal como aquello que condena al sujeto a explorar.
Se sitúa en el mismo nivel de causa el trauma como el deseo, ambos plantean una exigencia de
poner en movimiento su cuerpo y mente. La exigencia exploratoria le viene no solo de la
metamorfosis de su propio cuerpo, del cual debe apropiarse, y debe conquistar, sino también
le viene del medio social, que lo expulsa del protectorado de sus padres. Son dos procesos de
desterritorialización del cuerpo infantil y del espacio infantil y reterritorialización del cuerpo de
joven y del espacio del joven. Además, el mundo del “otro sexo” también debe ser explorado y
territorializado por el propio cuerpo. Debe encontrar ese objeto de la experiencia de
satisfacción, el objeto perdido. El propio cuerpo se torna insuficiente, hay que salir a explorar
fuera de si.
La errancia y la exploración
El tema clínico para un analista de adolescentes es definir en que momento la exploración se
hace errancia (ligada con el error y la desorientación).
Tanto la errancia como la experimentación y la exploración pertenecen a un tipo de subjetividad
adolescente producto de una determinada construcción social.
La errancia repetida es lo que consideramos el exceso exploratorio, el no poder explorar en un
mismo campo, en un mismo lugar, sino una huida constante de si mismo. Como volver siempre
al punto de partida.
La exploración y la cultura.
Debemos diferenciar distintos campos exploratorios, en los cuales la cultura interviene de
distintas maneras, tanto en la oferta de un nuevo cuerpo, que implica la realización mas acabada
de la genitalidad, como en la oferta de la elección de objeto y asimismo en los ritos de pasaje,
iniciaciones y marcas u objetivos que indican un transito exitoso y el pasaje a la adultez.
Debemos diferencias un espacio intrasubjetivo, donde el sujeto debe iniciar una exploración
de su cuerpo para construir una nueva representación de él, y el espacio vincular e
intersubjetivo donde la cultura interviene de un modo diverso. Entre esos dos espacios se
generan permanentes puentes que buscan interrelacionarlos, en búsqueda de equilibrios que
siempre están amenazados por la ruptura y que necesitan constantemente un trabajo de
reubicación.
El permiso a los accesos exploratorios al mundo adulto es proporcionado por el entorno cultural.
La sociedad señala los caminos que deberá transitar. El examen que debe dar ante sus mayores
es totalmente diferente que el que se da ante sus pares.
194
Los caminos de acceso están mas fijados en ciertos marcos culturales que en otros.
Sociedades lineales: los caminos de pasaje a la adultez (ritos de pasaje y ritual que acompaña
la elección de objeto y hallazgo) están fijados por la cultura de un modo estricto. Rige un
reglamento ancestral que representa la ley del padre y asegura el modo de la sustitución
exogámica. Los púber aceptan sin cuestionar los caminos de la transición.
Sociedades de corte: aparece el “mundo adolescente”, y este el que fija los modos de
exploración y transición, modos que cuestionan las propuestas del mundo adulto propone para
convertirse en adultos.
En esta etapa que se aleja de la inocencia, sobreviene una desorientación, debido a que nuestro
ser venia hasta allí desde nuestros padres. Aparece allí la búsqueda de la orientación vocacional
que abarca algo que va mas allá de la orientación profesional.
Este problema de la elección de si mismo, se emparenta con los senderos del deseo y es por
eso que constituye un campo exploratorio de gran importancia. Es allí donde hay que ponerle
un fin a la errancia.
En la adolescencia hay un cambio en el pensar, un pasaje del pensar infantil. La tarea en el
análisis es ayudar a que esos temores y sufrimiento no lo aíslen de tal manera que perturben su
advenir como nuevo sujeto independiente.
---
195
TEMA 10: SALIDA EXOGAMICA. VINCULO
AMOROSO
• Elección de pareja. Enamoramiento- Idealización. Sobreestimación
sexual. Del enamoramiento al amor.
• Vicisitudes del vínculo amoroso. El amor y la pasión. Diferencias de
género.
Bibliografía Obligatoria
o
Aulagnier, P. (2004). “El yo y la realidad”. En Los destinos del placer. Alienación, amor,
pasión.
o
Benjamín, J. (1996). Los lazos de amor. Psicoanálisis, feminismo y el problema de la
dominación. Cap. 1, 3 y 4.
o
Berenstein, I. (2007). “La noción de vínculo”. Del ser al hacer. Curso sobre vincularidad. =
U3
o
Bianchi, G. K. de (1997). “Construcción de la feminidad y la masculinidad en el vínculo de
pareja”. En J. Puget (comp.). Psicoanálisis de pareja.
o
Brengio, A. y otro (1997). “Sobre el enamoramiento”. En J. Puget (comp.). Psicoanálisis de
pareja.
o
Freud, S. (1921). “Enamoramiento e hipnosis (en Psicología de las masas y análisis del yo)”.
Obras Completas. Tomo XVIII.
o
Freud, S. (1914). “Introducción del narcisismo (Apartado II)”. = U4
196
El yo y la realidad
Aulagnier, P. - (2004).
El yo, el encuentro pensado y el encuentro real
El yo es la única instancia que debe catectizar la realidad y los objetos presentes en esa escena.
El yo es la única instancia para la cual los objetos fuente de placer se hallan en la realidad,
puesto que sus tres primeros representantes son el cuerpo propio, el cuerpo del otro y el yo del
otro (la madre) à tres indicadores de realidad para el yo. El yo solo puede preservar su propio
funcionamiento en la medida en que se reconoce como existente para su mirada y para la mirada
de los otros.
Si el objeto no puede existir para el yo más que por mediación de su representante ideico, o
sea el objeto pensado, el corolario será que no habría objeto pensable ni objeto pensado si el
yo no pudiera encontrar y catectizar referentes o existentes situados en el exterior de su espacio
psíquico. La prueba y la existencia de la realidad se imponen mediante la diferencia que se
demuestra entre ella y su representación fantasmática que la psique se ha forjado, sin esta
diferencia no habría posibilidad de reconocer lo que separa esos dos espacios. El yo puede
catectizar lo que reconoce como separado y catectizarlo a causa de esa propiedad que para él
se convierte en la prueba de la existencia de una realidad, de un fuera-de-la-psique fuente y
causa de su placer.
El índice de realidad es una de las características del funcionamiento yoico que co-construyen
con el otro yo. Significa que el otro existe, que hay otro yo, otro cuerpo y enunciados del cual
el yo podrá tener registro de su propio cuerpo. Fundamental porque por más que estos dos
yoes se unan
La relación amorosa: introducción al análisis de las relaciones de simetría.
Los lazos que parten de un yo hacia el yo de otro son lazos verbales, apuntalamiento y
basamento de lo que podrá aportar el placer experimentado durante y por medio del encuentro
de los cuerpos. El deseo para el yo sigue siendo siempre un deseo hablado: lo que el yo espera
del otro es tornarse destinatario y ser reconocido como enunciante de una palabra de deseo. El
apuntalamiento por medio de la palabra es una exigencia para la catectización del yo.
Entre el yo y el yo del otro en cuanto objeto catectizado de manera privilegiada, existe una
estación necesaria que es el otro pensado, o la relación entre yo y ese otro tal como yo la
pienso. En el registro del yo toda relación libidinal se juega entre tres términos que son el yo
catectizante, la relación pensada en el yo del otro y el otro yo como existente en la realidad.
Debemos plantear la cuestión del vínculo presente entre esta relación pensada y el yo del otro.
El yo tiene una representación psíquica del amado y una representación de su relación con el
amado. Esa representación tiene la función de asegurar una relativa estabilidad a la
catectización durante momentos de conflicto y asegurar un soporte a la libido en los momentos
largos de ausencia. Tales son las dos funciones desempeñadas por la representación ideica de
la relación.
197
Este pensamiento del otro no debe comprenderse como simple memorización de la imagen de
un rostro, sino como el que ocupa el lugar de ese interlocutor del discurso interno que yo puedo
retomar con el otro en su ausencia. El representante psíquico del yo del otro presente en el
espacio psíquico del yo desempeña el papel de un receptor de mensajes, con la ilusión de que
uno podrá formularlas, volvérselas a dar al otro durante su presencia.
El otro pensado es la reconstrucción, un resultado del trabajo de pensamiento del yo. La
catectización por el yo de este representante pensado del otro, como toda catectización
presente entre el yo y un pensamiento, es una relación que vincula al yo con un elemento que
pertenece a ese conjunto de representaciones que son el yo mismo. El otro pensado, es la puesta
en pensamiento de una relación entre dos yo, pero al mismo tiempo es una puesta en
pensamiento de una relación entre yo mismo en cuanto amante y el yo que quiero representar
para el otro desde mi sitio de amado. Siempre hay una parte, un rasgo de uno mismo que
amamos en el otro, aunque solo fuera la imagen que el otro nos remite en cuanto objeto amado.
La catectización narcisista entre el yo y una parte, una imagen de sí mismo, es no solamente
compatible sino necesaria para que la libido de objeto permanezca al servicio del yo, al servicio
del objeto real y de sus catectizaciones reciprocas.
Lo que la representación recuerda se refiere a lo que ya ha tenido lugar, si ese tiempo pasado
sigue siendo el soporte que imanta para beneficio propio una parte de la libido, es porque ese
tiempo pasado lleva en si el deseo, la espera del retorno de una experiencia de placer que ya
ha tenido lugar, y gracias a la cual subtiende y crea el deseo del futuro encuentro. La
catectización de este tiempo pasado se convierte en causa de la catectización de un tiempo
futuro, de un placer que se experimentara en un tiempo diferido.
La distancia se refiere a los limites que siempre va a encontrar el conocimiento que el yo puede
tener del yo del otro. La no transparencia de yo-mismo para la mirada del otro es la necesidad
para mi propio funcionamiento de pensamiento. El otro pensamiento, o el encuentro pensado,
siempre se acercara más al encuentro anhelado que el encuentro real.
¿Qué va a ocurrir en el movimiento libidinal durante el encuentro con el otro real? El amor de
ese otro real y lo que el ofrece por medio de su presencia, aportan al yo respuestas que
permiten una satisfacción real de las demandas del yo, se trate de la demanda de placer, de la
demanda de amor o de la demanda de reconocimiento narcisista. La demanda del yo espera y
exige una satisfacción en la realidad. El placer pensado no puede sostenerse indefinidamente,
en algún momento el sujeto tendrá que encontrar en la realidad al otro, una palabra, un cuerpo
que sean para el fuente de un placer que experimenta efectivamente. Durante el encuentro es
necesario que el yo pensado se refleje en el yo real, que se opere un momento de confluencia,
entre el representante psíquico y objeto que se presenta y que lo representa en la escena de la
realidad. Confluencia que presupone la convicción de una identidad, que se le asegure que es
para el otro un objeto de amor. Durante el encuentro el yo se da cuenta que amar en la ausencia
exige ese trabajo psíquico particular que torna posible el silenciar ciertos sentimientos negativos
que podemos haber sentido por el otro, y la elección de los recuerdos portadores de un placer
suficiente para aceptar la espera de su realización diferida.
Merece atención un carácter especifico de la relación amorosa: la simetría y la interdependencia
presentes entre los dos yo.
198
Esta simetría nunca es perfecta, pero es suficiente para que el yo amante no se encuentre en
una situación de dependencia se quería fuente de una angustia extrema. Tres relaciones
asimétricas: relación infans-madre, relación del psicótico con el yo de los otros y la relación
pasional.
Al encontrar el yo del otro, el yo encuentra una realidad ya catectizada por el otro, una realidad
en la cual quiere ocupar un sitio puesto que quiere ser y seguir siendo un objeto catectizado,
pero también encuentra una realidad que va a asignarle un lugar y una función conformes al
placer que el otro espera de su presencia y en primer lugar de su propia catectización. Esta
dimensión de reciprocidad y de interdependencia es necesaria para que la potencialidad
conflictiva que está presente en toda relación significativa no alcance una situación que
implicaría un conflicto abierto y moral. Esta es la condición de una relación de amor, pero solo
aparece a partir del momento en que se ha pasado la infancia.
---
199
Construcción de la feminidad y la masculinidad
en el vínculo de pareja
Bianchi, G. K. de (1997).
Las concepciones acerca de la maternidad y la paternidad y la soldadura entre reproducción y
sexualidad han variado en distintos momentos históricos.
Para la doctrina freudiana la diferencia entre masculino y femenino se marca entre la angustia
frente a la posible pérdida del pene o el anhelo de poseerlo. Aunque la castración refiere al
falo simbólico y no al pene real, la identificación de falo y significante acarreó dentro de la
teoría tal ubicación simbólica de las mujeres, que parece excluirlas de lo simbólico,
reproduciendo el status de subordinación que existe en las relaciones sociales entre hombres
y mujeres, y anudando el surgimiento del sujeto femenino como sujeto de lenguaje, al fantasma
de castración masculino. Los enunciados negativos que en Freud se referían a un órgano, no
hay conocimiento de la vagina, son reemplazados en Lacan por un enunciado negativo referido
a la estructura del lenguaje: la falta de significante; es decir no hay significante del sexo
femenino problematizando entonces la ubicación de la mujer en relación con lo simbólico.
El movimiento feminista, hace visibles los mecanismos del poder que sustentan la primacía
masculina y reivindica los derechos femeninos.
Las características atribuidas a lo femenino y a los masculino no sólo han ido variando a
través de la historia y de cultura en cultura sino que fueron decantando hasta producir la
concepción actual de lo que caracteriza a cada uno de los sexos.
Al mismo tiempo que la mujer adquiere independencia económica y libertad para la maternidad
(anticoncepción y fertilización artificial), la reproducción parece sufrir transformaciones
acordes con la sociedad industrial y las necesidades de una economía regida por las leyes del
mercado, y sigue una dirección que va del artesanado materno al trabajo reproductivo, científico
y organizado. El deseo del hijo se liberó y está lanzado más allá de las trabas biológicas, sin que
haya sanción moral para quien no lo desee o para quien decida vivir soltero.
Al poner el acento sobre el vínculo de pareja, los intercambios matrimoniales se centran en las
satisfacciones corporales y espirituales de sus miembros en tanto sujetos, mientras que el
sostenimiento de la prole queda secundarizado a esos objetivos. Como el vínculo de alianza se
prioriza en relación con el fin de filiación, los hijos son producto de un deseo de crianza y
apuesta narcisista, que se adecua a las circunstancias vitales de los futuros padres. Las nuevas
parejas lucen con orgullo el vínculo que las une, respetuosas de la sucesión generacional y de
las prohibiciones endogámicas, pero hacen a un lado la legalidad civil y la religiosa, que dejaron
de sacralizar los matrimonios.
No obstante se observa la persistencia de la institución matrimonial aunque bajo diferentes
formas, sosteniéndose sobre los parámetros de cotidianeidad, tendencia a la monogamia y una
comunidad de proyecto.
200
Inscripciones sexuales
En el encuentro corporal, impulsado por la sexualidad, el amor se hace acto y demarca un
espacio en el que hombres y mujeres se definen como tales. La identidad sexual se define en
el encuentro sexual genital adulto, producto de procesos identificatorios y pulsionales cuya
intrincación posibilita el vínculo amoroso, lugar de encuentro y despliegue de la sexualidad
desde una de dos posiciones: hombre o mujer.
Me refiero aquí a la sexualidad que se libera en el vínculo amoroso para expresarse en todos
sus planos, a diferencia de la circulación de la sexualidad entre madre e hijo que no estaría
comprendida en ese concepto, dado que la madre necesariamente reprime su erotismo en
relación con el hijo. No pienso la genitalidad en el sentido del estadio ideal de perfección que
permite la realización plena de la sexualidad, sino como “el reconocimiento de una diversidad
nunca salvable cuando el otro es reconocido como sujeto”.
La identidad sexual se construye a partir de una marca corporal que permite la comprobación
de que el sexo agrupa, ya que no todos son iguales: o se es hombre o se es mujer; no es la mera
contemplación del propio cuerpo y su comparación con el del vecino lo que ubica el sexo de
cada quién, sino la relación íntima con otro específicamente significativo. El partenaire sexual
de la pareja adulta se inscribe en la serie de ese otro significativo y entonces la discusión sobre
el origen de la sexualidad se vuelve una cuestión de puntuación.
La oferta materna debe sustraer su propia sexualidad y obliga de esta manera al infans a
producir el clivaje de su propia sensualidad, correspondiente al aspecto erótico del vínculo con
la madre. Este clivaje no es total ni perfecto, y aspectos sexuales inconscientes se filtran a
través de los cuidados maternales, introduciéndose en el cuerpo y la psique del niño. De esta
manera el pecho, símbolo de la madre maternal, se puede definir también como órgano sexual,
excitable y excitante, pero el destino que debe correr la sexualidad infantil vinculada a la
experiencia con la madre es el de la represión y su transformación en un enigma.
La brecha que se abre entre la vía de la pulsión y la vía de la palabra es posible precisamente
porque el componente erótico de la relación con la madre queda fuera de circulación y es
referido a un tercero: el padre.
Identificación y pareja parental
Una de las características de la identificación primaria describe el objeto de la identificación:
el es padre de la prehistoria personal, y aclara, que más que el padre es con la pareja de
progenitores que aún no están diferenciados sexualmente; la otra característica señala su modo
de operar: es inmediata, directa y anterior a toda concentración en un objeto.
Es la captación de un vínculo, y podríamos agregar el vínculo erótico entre los padres, el que
produce la atracción indispensable para que el infans se incorpore a un linaje.
El vínculo de pareja queda planteado como ese espacio de circulación erótica que no incluye
al infans y que corresponde a un momento posterior del desarrollo: la diferenciación entre los
términos que componen esa pareja. La pareja es un operador básico para el desarrollo sexual.
Resulta también clara desde esta perspectiva la función de sostén de la prohibición del incesto
que ejerce la pareja, permitiendo una vía tierna al amor parental.
201
Es el adulto el que asigna un lugar, un nombre, un sexo, y es el niño el que irá tomando, a su
manera, estas referencias identificatorias como signos de reconocimiento de sí mismo, con la
consecuente instalación en la humanidad y la familia, consecuencia de un primer enunciado de
existencia para el infans que se formula como lo que han dicho que sería. En ese sentido, la
identificación es previa a la elección de objeto porque el yo no elige el objeto sino que éste
elige al yo.
Teorías como la violencia de la interpretación de Piera Aulagnier definen la relación madre-niño
en una asimetría necesaria, que es preciso revertir en un segundo momento para que el niño
desarrolle su subjetividad; pero si la pensamos como receptora de mensajes que emite su hijahijo, veremos que para la madre el sexo del infans no le es indiferente. La niña es pensada como
una continuación natural del cuerpo materno, reforzando la certeza de la madre acerca del
saber sobre el goce del infans. El narcisismo materno tiende a ubicar a la hija mujer en el lugar
de objeto y sienta las bases de una transmisión de la identidad por continuidad. Con el hijo
varón, la madre se completa. Lo anexa como prolongación de sí misma para completarse donde
le falta. Surgirán en él fantasmas de atrapamiento, pero también la convicción narcisista de que
es posible obturar esa falta. Esta hipótesis estaría tomando como variables lo real del cuerpo
junto con el deseo materno.
Realización y puesta en acto de la sexualidad
El amor es el acto que sostiene el encuentro de los sexos y retroactivamente permite establecer
que los sexos son dos, es en ese acto que queda demostrada la imposibilidad de abarcar la
totalidad de la experiencia del semejante. Hay una posición y otra posición. Hay “uno” y “uno”
que no son dos.
La dificultad para sostener esta diferencia hace que el encuentro hombre-mujer se incline hacia
la unificación, homologación que puede adoptar diferentes formas. En el caso del
enamoramiento, se tiende a unificar a hacer uno de dos, sumando igualdades, fusión de dos en
uno que anula precisamente el uno y uno. Suele ocurrir que también la institución matrimonial
opere en la dirección de crear una ilusión de unificación bajo el mandato de pertenencia al
vínculo, que inclina a los cónyuges a olvidar las particularidades subjetivas.
El amor sería la experiencia que en el vínculo de pareja pone en relación uno y otro sexo, lazo
que permite declarar la existencia de dos, como uno y otro. Sólo el amor exhibe lo sexual como
figura del dos. Se enuncia que hay dos cuerpos sexuados y no uno, donde cada uno deja
grabado su encuentro con el otro. Esta marca del encuentro no debe seguir el destino de la
identificación (incorporarse al yo como formando parte de sí mismo) sino que debe permanecer
como cuerpo extraño para seguir operando como motor del deseo. La recuperación del goce
es factible a condición de que se sostenga al otro como imposible.
La identidad sexual se define y sostiene en el encuentro con el otro, con la condición de que
el otro-sexo permanezca opaco al conocimiento de uno y que sea imposible para un mismo
sujeto ocupar las dos posiciones.
La sexualidad es el ejercicio de la diferenciación que mediante el sexo del otro potencia la
propia identidad, define virilidad y feminidad como identidades sexuadas. En el marco de la
vincularidad surgen nuevas posibilidades.
--202
Sobre el enamoramiento
Brengio, A. - (1997).
Sentidos del término:
La palabra “enamoramiento” posee múltiple significaciones. Habitualmente alude a un afecto
amoroso de gran intensidad. Se la utiliza como sinónimo de flechazo, amor, pasión, excitación.
En psicoanálisis, dada la distinción que realizamos entre contenidos manifiestos y latentes,
conscientes e inconscientes, cabe la posibilidad de postular que alguien esté enamorado
independientemente de que lo refiera de forma consciente. Se trata de un estad de caracteres
muy variables y expresiones disímiles que puede pasar desapercibido para el propio
protagonista. El enamoramiento emerge como un estado que aplana las múltiples significaciones
de la temporalidad. Se adueña del sentido de ayer y mañana y los transforma en meras
expresiones del deseo de fusión.
Hay una queja referida a la brevedad del enamoramiento. Esto parece ser un hecho reconocido
y aceptado, pero inconscientemente se busca borrar esa transitoriedad. Amor y enamoramiento
suelen ser presentados como estados equivalentes, casi idénticos. Pero no lo son. Si el amor
puede ser estable y duradero, es un proceso que incluye un trabajo psíquico en múltiples
dimensiones. Trabajo de elaboración, de proceso secundario, por lo tanto de placer postergado;
el enamoramiento es por naturaleza perecedero. En nuestra sociedad estar enamorado suele
ser visto como un estado ideal.
El amor incluye un espacio para el desencuentro, supone la aceptación entre dos seres de la
distancia y de la no coincidencia, de la no posesividad. Implica un trabajo psíquico difícil, una
renuncia a funcionamientos narcisísticos. El enamoramiento, en cambio, se apoya en los
funcionamientos narcisistas más arcaicos y va de la mano con ellos.
Algunos desarrollos en el psicoanálisis freudiano:
Los enamorados desconocen hasta qué punto el “encuentro” es en realidad un “reencuentro”.
Ignoran que muchas características del objeto hallado están asignadas por matrices que
precipitaron en su vida sexual infantil, que el encuentro ante sus ojos de un objeto lleno de
futuro, sorpresas y asombro es, en muchos sentidos, el encuentro con un pasado, una historia
olvidada, transformada ahora en constelaciones inconscientes prefijadas y tiránicas.
El estado de enamoramiento afecta la totalidad del equilibrio narcisista, es decir la totalidad de
las representaciones de sí y del mundo. Hay un desborde de libido yoica sobre el objeto que
cancela represiones y restablece perversiones. Lo intersubjetivo aparece en un primer plano de
análisis: lo que sucede en un aparato psíquico es entendido en una dinámica intersubjetiva.
Descentramiento y posesividad, dos caras de una misma moneda:
El enamoramiento nace de un fondo dominado por la falta. En su fantasía, los enamorados
imaginan haber encontrado un antídoto contra la falta.
203
El enamorado pierde algo de su ser, la referencia de sí. Este fenómeno complejo, el de
enamorarse, es un acto de ruptura. En él el sujeto se descentra y este descentramiento será el
germen tanto del dolor como de la plenitud.
La inclusión del objeto en su órbita engrandece imaginariamente al yo. En este estado, la
posesión del objeto acerca al yo a una meta: tener-ser el ideal del yo. La posesión del objeto
en el sentido que el enamorado lo pretende es imposible. El sujeto pretende que el objeto a
quien se dirigen las investiduras remedie lo irremediable, la angustia de castración. Al otro
de lo imagina completo, sin falta. Cada vez que un sujeto se enamore reaparecerá la ilusión de
que el otro viene a colmarlo de un placer eterno y absoluto, a otorgarle certeza, a curarle
heridas, a comprenderlo sin fisuras.
El descubrimiento de que el objeto investido no es apropiable, que constituye otro diferente,
es disruptivo y despierta violencia. Una necesidad de control y dominación que supera la
violencia habitualmente presente en todo vínculo humano. Circula en el vínculo un nivel de
violencia que se origina en la dependencia recíproca de los amantes. El enamorado, en su
búsqueda de encuentro máximo, daña al objeto.
Enamoramiento y temporalidad:
En el vínculo amoroso coexisten en una tensión conflictiva, el deseo de que nada cambie nunca
con el deseo de ir poblando el espacio-tiempo con productos fecundos e hijos simbólicos.
El pasaje de la vivencia mágica y atemporal, a una elaboración que incluya hijos simbólicos en
el espacio-tiempo coincide a con el “proyecto vital compartido”. Implicará siempre un
trabajo psíquico de elaboración de la temporalidad: de elaboración de la soledad ineludible de
cada ser, de tolerancia al vacío, de procesamiento de un espacio-otro fuera del sujeto, del
devenir incontrolable del tiempo. En esta oscilación conflictiva se juegan las posibilidades de la
pareja de advenir a un procesamiento de la alteridad en el que el enamoramiento cede espacio
a hijos simbólicos, a una elaboración en el que el enamoramiento abra camino y ofrezca
respuestas a una de las problemáticas humanas a las que se le pide respuesta en la pareja: la
cuestión de la trascendencia.
Algunos “modos” de enamoramiento:
1. Enamoramiento tipo yo ideal: estas parejas necesitan mantener una vivencia de plenitud, en
la que toda insinuación de hacia o separación sea desmentida, sosteniéndose a ultranza una
díada narcisísticamente compacta y sin fisuras. Aquí el “objeto-otro” es percibido
conformando una imagen completa y homogénea. Del mismo modo, el vínculo se constituye
en un solo plano, completo. El vínculo es igualmente despojado de su inclusión en la
temporalidad: no aparecen preguntas sobre el futuro y el proyecto del vínculo. Este tipo de
enamoramiento se establecería sobre un funcionamiento del tipo yo ideal o yo de placer
purificado, ya que implica el predominio de formas de funcionamiento narcisísticas no
mediadas por la castración simbólica. No hay falta. El vínculo “es” el ideal. Encuentran al otro
no castrado, “perfecto” que realiza las viejas aspiraciones infantiles.
2. Enamoramiento tipo ideal del yo: incluyen en la vivencia fusional un registro de la
separación y la diferencia presente entre los amantes. En este espacio aparecen “proyectos”
204
y, entre éstos, el privilegio de conocerse, de admitir interrogantes y de aceptar la alteridad,
tareas psíquicas que esperan a los amantes que se instalen en un vínculo estable. Este tipo
de parejas reconocen ya en el enamoramiento haber tenido “problemas”, por lo que están en
mejores posibilidades de iniciar un proceso de desenamoramiento con crecimiento mental
para ambos. En este tipo de enamoramiento el funcionamiento narcisístico aparece mediado
por la castración, tipo ideal del yo: los enamorados constituyen una díada magnífica e
idealizada, pero ésta ya no es perfecta ni absoluta, una distancia la separa del ideal.
Regularmente, el pos-enamoramiento implica el trabajo psíquico de incluir todo lo que no
se había reconocido y estaba presente, de salir de la dualidad, contener la soledad primordial
que se creía conjurada ilusoriamente.
3. El enamoramiento de “la institución”: la pareja estable es la forma de intercambio afectiva
que eligen algunos enamorados. Pero el matrimonio es también una institución, una cosa
establecida en la sociedad, una organización socialmente reglada dedicada al logro de ciertos
objetivos. Hay individuos que desean fervientemente acceder a esta institución por razones
en sí mismas independientes de la personalidad del otro ser humano que se elige para
organizarla: desean “tener hijos”, “tener esposa”, “no estar solo”, “ser como todos”, etc. En
ellos este proyecto cuyo centro pasa por la pareja-institución está fuertemente catectizado.
En una suerte de desplazamiento, el partenaire captura la pasión que despierta la institución
matrimonial como socialmente reglada y la investidura no está dirigida a él o ella. El
enamoramiento está sostenido por la fidelidad a los enunciados identificatorios de las
familias de origen, los que aportan reglas y normas de unión. El desenamoramiento adquiere
características específicas: puede ser pacífico o terriblemente tormentoso, pero no
compromete la convicción básica: la continuidad de la institución más allá de desavenencias
o maltratos.
Desenamoramiento y diferenciación deseante:
Según se haya constituido el vínculo, quedará esbozado el modo como se procesará el
desenamoramiento y el odio que suele acompañarlo.
El desenamoramiento es el momento de la caída de la ilusión narcisística que ingresa por tres
elementos: la distancia, el tiempo y el otro como índice de realidad psíquica diferente. Esto
muchas veces puede provocar la ruptura en tanto no hay posibilidades elaborativas de esta
situación. Este momento confronta con la historia, con la consultoría de duelos, y el efecto de
la castración. Aquí los caracteres desmentidos del partenaire reaparecen bruscamente y quiebra
la fusión; sucede un tiempo de discriminación en el que se pierde la fascinación.
En este momento muchas parejas se disuelven, se quiebran en este paso que apunta a incluir
un interrogante dentro de un conjunto de llenos.
Si se elaboran las injurias narcisísticas propias del desenamoramiento se accede a un nuevo
modo de encuentro en la relación de pareja, que caracterizamos como:
Diferenciación deseante. Rota la especularidad inicial, cada ser emerge como diferente y, no
obstante, se sostienen las investiduras deseantes. Es una posible elaboración mediante un
trabajo de duelo. Es el reconocimiento de la diferencia subjetiva. Una selección de aquello que
se rechaza y aquello que se reserva. Implicará un proceso metabólico de sostener el registro del
205
principio de realidad, de la diferencia con el otro como sujeto, no solo como objeto:
manteniendo su investidura, preservando al otro como sujeto deseante, por eso se dice
diferenciación deseante. Entonces si desea no tiene todo, desea otras cosas. Lleva a volver a
pactar un contrato de pareja, un proyecto de lo que la pareja no tiene y aspira tener, este deseo
confluye para el mismo lado. Cada ser emerge como diferente, no obstante, se sostienen las
investiduras deseantes.
Enamoramiento, desenamoramiento y “diferenciación deseante” no sólo son etapas vitales
sucesivas, temporalmente rígidos, delimitables en un corte diacrónico, sino también una
espiral lógica interna, una dialéctica observable en un corte sincrónico del funcionar
cotidiano de la pareja: son momentos dialécticos en el devenir de la pareja. Cuando fracasan
las elaboraciones que permitirían la superación del desenamoramiento y la estabilización de la
diferenciación deseante, una vicisitud posible es instalar la alienación como modelo vincular,
como lo plantea Piera Aulagnier, como el intento de que un yo sea pensado por el otro.
El enamoramiento en la construcción de la subjetividad, repetición y recreación:
La conmoción que el enamoramiento implica para los miembros del vínculo puede ser tanto la
reedición estereotipada de experiencias infantiles como una experiencia inédita que abre el
camino a nuevos desarrollos y remodelamientos del psiquismo. El enamoramiento puede
precipitar cambios en los modos habituales de relacionarse con el otro, modificaciones que, en
el nivel identificatorio, son inéditas e inaugurales. El remodelado que puede conllevar un
enamoramiento origina tanto procesos de crecimiento mental como procesos negativos para el
desarrollo de la personalidad.
La experiencia endogámica delimita en la psique una suerte de claustro cerrado, y cada
enamoramiento da pie a la posibilidad de una nueva subversión de ese orden. Las
identificaciones resultantes de aquella sufren en el enamoramiento el impacto de una exogamia
fuertemente catectizada, deseada y deseante, que propone y selecciona modelos desde un lugar
altamente idealizado. El otro pasa a ocupar un lugar privilegiado en el sistema de ideales,
conmoviendo los valores del ideal del yo previamente consolidado, lo cual determina cambios,
se levantan represiones y se establecen otras nuevas en resonancia con los valores del ideal
redefinido. La construcción y la definición de la subjetividad sufren impactos que dan lugar a
fenómenos transformadores.
El enamoramiento descubre hasta qué punto la personalidad no se constituye de una vez y para
siempre sino en sucesivas oleadas identificatorias, y pone en evidencia cómo cada vínculo
significativo es a la vez un resultado de la tendencia a la repetición y un hecho inaugural que
puede abrir camino a funcionamientos inéditos. La identidad sexual de un sujeto anclada en
identificaciones provenientes de su relación con objetos parentales se redefine a todo lo largo
de la vida y muy especialmente en las relaciones de pareja. La construcción de la identidad
sexual es un proceso siempre en marcha aunque con impactos de mayor fuerza, por ejemplo el
enamoramiento. En términos de Aulagnier, el enamoramiento puede constituir un hito
significativo en lo que ella llamaba el “proyecto identificatorio”, la construcción continua y
permanente del yo por el yo. A partir de estos enamoramientos el sujeto busca un placer, un
tipo de encuentro que antes no buscaba. Se reformula la subjetividad de los que lo vivieron. -206
Enamoramiento e hipnosis
(en Psicología de las masas y análisis del yo)
Freud, S. - (1921).
El enamoramiento es una investidura de objeto de parte de las pulsiones sexuales con el fin de
alcanzar la satisfacción sexual directa; es lo que se llama amor sensual, común. Pero la situación
libidinosa rara vez es tan simple.
La notable historia de desarrollo por la que atraviesa la vida amorosa de los seres humanos
viene a agregar un segundo factor. En la primera fase, casi siempre concluida ya a los cinco
años, el niño había encontrado un primer objeto de amor en uno de sus progenitores; en él se
habían reunido todas sus pulsiones sexuales que pedían satisfacción. La represión que después
sobrevino obligó a renunciar a la mayoría de estas metas sexuales infantiles y dejó como secuela
una profunda modificación de las relaciones con los padres. En lo sucesivo el niño permaneció
ligado a ellos, pero con pulsiones “de meta inhibida”. Los sentimientos que en adelante alberga
hacía esas personas amadas reciben la designación de “tiernos”. Las anteriores aspiraciones
“sensuales” se conservan en el inconsciente con mayor o menor intensidad, de manera que, en
cierto sentido, la corriente originaria persiste en toda su plenitud.
Es notorio que con la pubertad se inician nuevas aspiraciones, muy intensas, dirigidas a metas
directamente sexuales. Lo más común es que el adolescente logre cierto grado de síntesis entre
el amor no sensual, celestial, y el sensual, terreno; en tal caso, su relación con el objeto sexual
se caracteriza por la cooperación entre pulsiones no inhibidas y pulsiones de meta inhibida. Y
gracias a la contribución de las pulsiones tiernas/de meta inhibida, puede medirse el grado del
enamoramiento por oposición al anhelo simplemente sensual. El otro nos provoca una situación
sexual con intención de satisfacerse, es un objeto amoroso sexual del cual espero satisfacción
sexual y del cual me provoca y soy motor en el otro de esta energía sexual.
En el marco del estado de enamoramiento, el estado más idealizado del amor. Es un estado
psíquico que se explica por dos mecanismos:
1. el fenómeno de la sobrestimación sexual: el hecho de que el objeto amado goza de cierta
exoneración de la crítica, sus cualidades son mucho más estimadas que en las personas a
quienes no se ama o que en ese mismo objeto en la época en que no era amado. A raíz de
una represión de las aspiraciones sensuales, eficaz en alguna medida, se produce este
espejismo: se cree que se ama sensualmente al objeto por sus excelencias anímicas; y lo
cierto es que ocurre lo contrario, a saber, únicamente la complacencia sensual pudo conferir
al objeto tales excelencias.
2. Esto se debe a la idealización. El objeto es tratado como el yo propio, se le reconoce algo
de uno en el objeto, y por tanto en el enamoramiento afluye al objeto una medida mayor de
libido narcisista. El objeto sirve para sustituir un ideal del yo propio, no alcanzado. Se ama
en virtud de perfecciones a que se ha aspirado para el yo propio y que ahora a uno le
207
gustaría procurarse, para satisfacer su narcisismo, es decir calmar su propia falta (el otro es
lo que me falta a mi para llegar al ideal).
En el caso de un amor desdichado, inalcanzable el yo resigna cada vez más todo reclamo, se
vuelve más modesto, al par que el objeto se hace más grandioso y valioso (no se le reconoce
castración); al final llega a poseer todo el amor de sí mismo del yo, y la consecuencia natural es
el autosacrificio de este. Contemporáneamente, fallan por entero las funciones que recaen
sobre el ideal del yo. Todo lo que el objeto hace y pide es justo e intachable. En la ceguera del
amor, uno se convierte en criminal sin remordimientos. El objeto se ha puesto en el lugar del
ideal del yo.
Ahora es fácil describir la diferencia entre la identificación y el enamoramiento en sus
expresiones más acusadas. En la identificación, el yo se ha enriquecido con las propiedades del
objeto que se ha perdido o ha sido resignado; después se lo vuelve a erigir en el interior del yo,
y el yo se altera parcialmente según el modelo del objeto perdido. En el enamoramiento el yo
se ha empobrecido, se ha entregado al objeto, que se ha mantenido y es sobreinvestido como
tal por el yo a sus expensas.
El trecho que separa el enamoramiento de la hipnosis no es muy grande: la misma sumisión
humillada, igual obediencia y falta de crítica, no se duda del otro. El vínculo hipnótico es una
entrega enamorada irrestricta que excluye toda satisfacción sexual, mientras que en el
enamoramiento esta última se pospone sólo de manera temporaria, y permanece en el trasfondo
como meta posible para más tarde.
Es interesante ver que justamente las aspiraciones sexuales de meta inhibida logren crear
ligazones tan duraderas entre los seres humanos. Pero esto se explica con facilidad por el hecho
de que no son susceptibles de una satisfacción plena, mientras que las aspiraciones sexuales no
inhibidas experimentan, por obra de la descarga sexual, una extraordinaria disminución toda
vez que alcanzan su meta.
El amor sensual, es decir el estado de enamoramiento e idealización, está destinado a
extinguirse con la satisfacción; este proceso de desenamoramiento se da cuando se impone la
realidad frente al yo, y este da cuenta de las fallas del objeto (por ejemplo, aceptar la castración
propia y ajena). Para que la investidura perdure tiene que encontrarse mezclado desde el
comienzo con componentes puramente tiernos, vale decir, de meta inhibida, o sufrir un cambio
en ese sentido, que le agregan al objeto expectativas que van más allá de lo sexual y hará que
se acepten sus diferencias. Esto generara un tipo diferente de relación entre el yo y el objeto,
más estable, donde la confluencia entre la corriente tierna y la corriente sensual va a motorizar
a la misma.
La hipnosis nos resolvería de plano el enigma de la constitución libidinosa de una masa si no
contuviera rasgos que hasta ahora se han sustraído de un esclarecimiento acorde a la ratio, en
cuanto estado de enamoramiento que excluye aspiraciones directamente sexuales.
La fórmula de la constitución libidinosa de una masa, tiene un conductor y no ha podido adquirir
secundariamente, por un exceso de «organización», las propiedades de un individuo. Una masa
primaria de esta índole es una multitud de individuos que han puesto un objeto, uno y el mismo,
en el lugar de su ideal del yo, a consecuencia de lo cual se han identificado entre sí en su yo.
---
208
TEMA 11: CONSTITUCION DE LA ALIANZA
• Encuadres. Diferentes modalidades.
• Organizaciones defensivas. Fallas en el funcionamiento conyugal y/o
familiar. Sufrimiento vincular. Relaciones pasionales. Violencia en los
vínculos.
Bibliografía Obligatoria
o
Aulagnier, P. (2004). “El yo y el placer”. En Los destinos del placer. Alienación, amor, pasión.
o
Delucca, N. (2003). “Conceptualizaciones psicológicas sobre violencia vincular”. Revista
virtual intercambios, N° 6.
o
Giberti, E. (2005). “La violencia antigua y la actual”. En La familia, a pesar de todo.
209
El yo y el placer
Aulagnier, P. (2004).
Las relaciones de simetría y su prototipo: el amor
Poder amar exige la catectización privilegiada del yo de otro. El estado amoroso va acompañado
del sentimiento y de la ilusión de que ya no nos enfrentamos con la necesidad de hacer una
nueva elección. Una vez catectizado de amor el yo del otro la posibilidad de descatectizarlo no
es tan evidente. Amar implica que el yo haya podido diversificar y preservar cierto número de
destinatarios de sus demandas de placer, no sexual. Es necesario que haya podido conservar
esa libertad de desplazamiento, esa movilidad de las catectizaciones que le torna posible
privilegiar según los momentos de su existencia.
Durante el trabajo de descatectización que experimenta en su relación con el amado, y gracias
a esa diversificación de los destinatarios de sus demandas, el yo se asegura la posibilidad de
recuperar placeres que le permiten soportar el sufrimiento ligado al conflicto que lo opone al
amado. Repartición que el yo opera en el registro de sus necesidades, de sus objetos, de sus
metas y de sus demandas.
Para que el yo pueda existir, es necesario que un yo lo reconozca como marcado por un índice
de realidad que es el atributo mismo de su existencia. Es necesario que se preserve en la escena
de la realidad por lo menos un yo que continúe catectizandolo y al cual él continúe catectizando.
Si la operación de diferenciación y de repartición referente a los objetos ha podido hacerse y
preservarse, en el momento en el que el yo, bajo otra forma y por medio de una demanda que
ha cambiado de destinatario, se reformula un deseo de placer que concierne con igual derecho
al placer identificatorio, al placer del pensamiento y al placer del cuerpo. El yo, una vez hallado
otro yo que formule a su respecto una demanda análoga, podrá establecer una relación de
simetría. El amor presupone que se comparta algo o que se tenga la ilusión de que se comparte
algo.
Una relación amorosa simétrica es una relación, un vínculo de un yo a otro yo, en el cual
cada uno de los dos yo es para el yo del otro el objeto de una catectización privilegiada en el
registro del placer, y no exclusiva como objeto de satisfacción, en un conjunto más amplio de
objetos (no es exclusivo), y también como potencial fuente de sufrimiento. Privilegiado y no
exclusivo no solamente porque es sano que tenga otros destinatarios de placer, sino porque es
la marca, la prueba de que el sujeto no quedó atrapado en la elección narcisista y obligada.
Cada uno atribuye al otro un mismo poder de placer y de sufrimiento. Ese poder de placer y
ese poder de sufrimiento explican la potencialidad conflictiva presente en toda relación de
amor, y también la posibilidad de pasar del amor a la agresión. La simetría es una reciprocidad
en un poder afectivo del que ambos participantes gozan recíprocamente.
Simétrica porque cada uno de los yoes va a ser garante de la prueba de realidad del otro. Cada
uno de los dos yo preserva al otro como soporte de su libido gracias a un representante psíquico
210
del otro y gracias a la relación pensada en ese otro que fija la libido, y que le asegura su objeto
durante la ausencia real del amado o durante ciertos momentos de conflicto.
Para llegar a esta relación tuvo que haber antes una asimétrica (madre-hijo).
Las relaciones de asimetría y su prototipo: la pasión
Una forma de relación amorosa asimétricas es la forma propia de la relación pasional, una
variante es la alienación, en el caso de la relación pasional, el yo es inexistente para el objeto
que él ha catectizado pasionalmente, o bien el objeto, si se trata de otro yo, no reconoce al
primero más que un poder de placer. El poder de placer y de sufrimiento presente entre los dos
participantes nos enfrenta con una diferencia cualitativa.
La relación pasional es una relación en la cual un objeto se ha convertido para el yo de otro en
la fuente exclusiva de todo placer y no puede estar puesto en el lugar de detector de
sufrimiento; ha sido desplazado por él en el registro de las necesidades. No catectiza al otro
como objeto privilegiado entre tantos otros, sino, como objeto exclusivo en la demanda de
placer. De ese objeto se espera todo. Asimétrico, no recíproco, situación de desigualdad.
Ejemplo: para el hijo la madre lo es todo para él y cree el serlo todo para la madre, pero se
espera que para la madre esto no sea así, que no sea el único objeto catectizado.
En función de la naturaleza del objeto pueden diferenciarse tres prototipos:
1) la relación del toxicómano con el objeto droga
2) la relación que vincula al jugador con esa actividad que es el juego
3) la relación del sujeto con el yo de otro, la pasión amorosa.
La relación pasional es cuando es el yo de otro el que se torna su objeto. El yo sitúa al yo del
otro como objeto de necesidad y a su propio yo como privado de lo que solamente ese objeto
podría hacer posible. El otro se presenta como auto poseedor de un omnipoder, como no
careciendo de nada, como no teniendo ninguna necesidad del yo catectizador ni de cualquier
otro yo. El yo atribuye al yo del otro un poder de placer exclusivo, este yo se convierte en el
único que puede satisfacer lo que se ha tornado para el primero una necesidad de placer.
El yo se piensa como teniendo el poder de ofrecer placer al objeto pero como no teniendo el
poder de ser para ese objeto fuente de sufrimiento, esa es una de las razones de la dependencia
pasional y del sufrimiento que implica. Si el yo se piensa desposeído, del poder de hacer sufrir
al otro, se demuestra el exceso de su propia capacidad de sufrimiento, a través de este
sufrimiento el yo se demuestra cuán indiscutible es su necesidad de ese placer.
El componente sexual está presente en la relación pasional que vincula al sujeto con el yo del
otro, pero el rechazo de la satisfacción del deseo sexual que este último puede oponer no es un
obstáculo para que esa relación se preserve durante mucho tiempo. La idealización, el comienzo
de una pasión explica lo que se llama el flechazo, deslumbramiento pasional por el cual se entra
de lleno en este registro.
El yo ya no vive más que en la espera del objeto necesario, el yo vive a causa de esta espera y
gracias a esta traslación del objeto en el registro de la necesidad, también el placer de vivir y la
esperanza de experimentar placer han venido a formar parte de lo obligado.
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211
Conceptualizaciones psicológicas sobre violencia
vincular
Delucca, N. - (2003).
La violencia se entiende como fuerza, que se le hace a una cosa para sacarla de su estado, o
como ejercicio del poder mediante la fuerza. Implica diferencias jerárquicas.
Debemos pensarla como una construcción vincular y social, multidimensional. Como una
estructura de interrelación. Es importante pensarla no como “la violencia”, como categoría
abstracta, sino considerar “violencias”, con orígenes y efectos diferentes:
1. INTERSUBJETIVA: sobre sí mismo o el cuerpo propio.
2. INTERSUBJETIVA: la que surge en los vínculos.
3. INTERGRUPAL: entre grupos o de un grupo sobre otros.
4. DEL ESTADO: o de instituciones del estado sobre otros.
5. ENTRE ESTADOS: guerras.
Todo lo que se transforma en realidad psíquica en el ser humano parlante, es una realidad
interpretada. Primero interpretada por los otros significativos, luego por el propio yo. Esto
supone que construimos representaciones sobre lo vivido. La familia en su conjunto puede
atravesar en la vida cotidiana situaciones de intenso sufrimiento, desconcierto y confusión, que
ingresarán a la manera de un trauma psíquico por su imposibilidad de ser significados o
transformados en palabras, que puedan ser intercambiadas para su comprensión entre los
miembros de la misma. Este monto traumático generador de dolor psíquico, podrá expresarse,
entre otras opciones, en el pasaje al acto impulsivo, agresivo o violento. Puede ser porque algo
que se necesitaba o se necesita está ausente: una instancia amparadora y una instancia que
ordene y legisle lo prohibido y lo permitido.
Vínculos familiares:
Al formarse la pareja que dará lugar a una nueva familia, le demandaremos a ese otro que nos
ame, nos contenga, nos brinde placer y reconocimiento como sujetos autónomos. Sin saberlo,
exigimos del vínculo de pareja y más tarde a los hijos, el resarcimiento de las “deudas de la
vida” acumuladas en el trayecto anterior. Si estas expectativas y demandas están exclusivamente
dirigidas a la pareja o a los hijos, siempre quedarán parcialmente insatisfechas. Esta ineludible
zona de insatisfacción, de no ser reconocida como un ideal imposible, crea el campo propicio
para el malestar y la violencia. El afuera familiar tendrá que brindar esas posibilidades de
encuentro entre vínculos confiables y con actividades en las que sentirse reconocidos. Es
importante que el ser humano se considere formando parte de un conjunto que lo trasciende.
212
Vínculo conyugal:
El vínculo amoroso hombre-mujer implica el encuentro con lo semejante, la aceptación de lo
diferente y la tolerancia a lo ajeno del otro. Lo que “entre dos” se construye en la pareja, excede
a lo que cada uno trae como bagaje de su historia anterior. Esta nueva producción, en el mejor
de los casos, resulta creativa y enriquecedora para ambos, aunque incluya inevitablemente zonas
de conflictos. En algunos casos, una persona puede no ser violenta en otros vínculos, ni haberla
manifestado anteriormente, y ante la articulación de determinadas variables de cada uno,
generarse las condiciones para su emergencia. Suele surgir, por desconocimiento de lo
semejante del otro, o por rechazo de lo ajeno, la otredad.
Para que se configure la modalidad de relación violenta, no importa el grado solamente, sino la
cualidad de la misma y los efectos psíquicos y somáticos que produce.
El vínculo filial quedará afectado por la transmisión de este modelo relacional y por el clima
emocional que se genera.
Características de las condiciones más importantes que la definen:
La violencia debe ser repetitiva y cíclica, e implicar el ejercicio de un abuso de poder y de
fuerza, en el contexto de un vínculo asimétrico, donde se han establecido diferencias
jerárquicas. Es siempre relacional: supone un violentador y un violentado, y a su vez, que éste
avale el lugar de poder del otro, a través de su sometimiento.
El acto violento anula en alguna medida la vincularidad. Pareciera que ya no son dos sujetos. Al
otro se lo ha deshumanizado-desubjetivado. Quien borra o intenta borrar la categoría de sujeto
del otro está igualmente indiscriminado y fallido en sus propias posibilidades de sostener su
subjetividad.
El otro de la pareja, generalmente la mujer, se somete no sólo por temor sino por la idealizaciónfascinación que le produce la creencia en la realidad del poder de su compañero. Pero hay otra
gama de situaciones donde el violento sufre, padece su pasaje al acto tanto como el otro y el
acto violento borra en ese momento, la dimensión subjetiva, tras lo cual puede caer en
depresión. El sujeto es sorprendido por la irrupción, como en un retorno de lo traumático o de
lo “siniestro”.
Fines de la violencia:
• Como ejercicio del poder para reforzar la propia autoestima.
• Para sostener al otro y ubicarlo como objeto cosificado, de goce, acorde a los propios deseos.
• Como objeto de uso para descargar el malestar y hacerle experimentar una angustia y un
sufrimiento no admitidos como propios (generalmente no se piensa en dañarlo, sino
confrontarlo).
• Como intento por repetición, de anular o elaborar las experiencias traumáticas vividas
pasivamente (identificación con el agresor).
• Para anular las diferencias o por el rechazo de los diferente y autónomo del otro.
• Por percepción en el otro, de un pensamiento, actitud o conducta, que descompleta la
ilusoria unidad a que se aspiraba en la pareja o la familia.
213
• Para anular la visión en el otro, de un aspecto rechazado de sí, de lo “siniestro” lo
•
•
•
•
desconocido familiar.
Como intento de romper la barrera narcisista del otro.
Como lucha de poderes en la pareja: poder masculino contra poder femenino.
Como expresión de un vínculo sado-masoquista.
Como intento de discriminación y salida de un vínculo alienante.
Pasión del desamor:
Se constituye un vínculo enloquecedor-enloquecido, donde se hostigan, descalifican,
desvalorizan y atacan sutilmente, hasta producir el desborde en el otro. Frecuente se presenta
posteriormente a un divorcio conflictivo y hostil, donde siguen ligados por el odio.
Organizaciones dualistas en divorcios:
Cada parte constituye un nosotros cerrado y excluyentes, elaborando estrategias de ataque al
otro convertido en enemigo, usando las armas que al otro más pueden herirlo, no sólo con
violencia física. Se niega así, la continuidad de la necesidad de incluir al otro, al menos para los
hijos, negando a su vez la autonomía de éstos.
Puede ser un recurso de evitar el proceso de duelo por lo perdido o una forma de resarcirse
por viejos dolores parecidos.
---
214
La violencia antigua y la actual
Giberti, E. - (2005).
Los fenómenos identificatorios como propios de las violencias son múltiples, se entrecruzan sin
compaginar un totalidad sino una generalización fluctuante y discontinua, que se amplia y
modifica acompasadamente según sean las características de las distintas épocas. Por eso los
análisis de diversas formas de violencia se alternan, se superponen, se pierden o adquieren
especificidad, y se relacionan entre sí complejizando la descripción y la conceptualización de
un campo cuya traducción discursiva remite a la “violencia”.
Los paradigmas cambiados
Los actuales análisis acerca de las violencias en sus distintas expresiones y según las hipótesis
y conjeturas en relación con sus orígenes derivan de la modificación de paradigmas culturales.
También pueden asociarse con la denominada caída de los grandes relatos de la modernidad.
Uno de esos cambios de paradigma se sitúa en la familia, expresión que universalizo y homólogo
en un solo modelo a las distintas posibilidades de construir una familia o un grupo familiar.
Culturas de la opresión y de la resistencia
La violencia adopta varias formas, desde la violencia cotidiana, hasta la violencia como
espectáculo y la violencia moralista. Está asociada con diversas y sutiles formas de dominación
que intentan prevalecer en diversos aspectos de la vida social. Frente a ellas se instalan
“resistencias cotidianas” (diversos movimientos sociales).
Una cultura de la opresión es aquella en la que aparecen valores dominantes (el consumo, el
mercado) y se introducen violencia y coerción como elementos constitutivos de un orden por
el cual los poderosos, lo que disponen del mando y del poder, intentan mantener y fortalecer
su posición privilegiada. Aquí es cuando aparecen procesos de deshumanización que
sobrellevan los más vulnerables, las mujeres, niños, adolescentes, pobres y excluidos, que pasan
a ser vividos como peligrosos o temibles.
En las familias
El conflicto que parece inherente a la vida de la familia no genera necesariamente la violencia;
el negar la inevitabilidad del conflicto es lo que muchas veces contribuye a la aparición de la
violencia.
Podemos dar un paso más en la conceptualización de la familia como entorno propicio para las
interacciones violentas, analizando dos variables en torno a las cuales se organiza el
funcionamiento familiar: el poder y el género. Ambas categorías aluden a una particular
organización jerárquica de la familia. En ella la estructura del poder tiende a ser vertical según
criterios de género y edad.
215
La violencia intrafamiliar privilegia la violencia contra las mujeres
Las diversas formas de violencia contra las mujeres y las niñas se escondían prolijamente en la
intimidad del grupo familiar, cualquiera fuese la condición social de las víctimas y de los
victimarios. La novedad actual reside en haber logrado que estas violencias se reconozcan como
un problema de índole pública. Este tema adquirió estatuto y estatus: se la conoce, se la define,
se la describe.
Es posible registrar cómo funciona el imaginario masculino, que se caracteriza porque adscribe
a los varones no solamente inteligencia superior respecto de las mujeres, sino coraje (valentía)
y capacidad de mando. La tradición centenaria del patriarcado interviene en tales
construcciones imaginarias, pero solo el sujeto violento es el que abusa de los atributos valiosos
que la cultura le asigna. Las diferencias le resultan portables y lo conducen a generar respuestas
violentas impregnadas por una hostilidad que se autoriza a expresar.
De nomenclaturas y discursos
El sujeto privilegiado de la violencia intra-familiar es el género femenino, que incluye a las niñas.
Padecen abuso de poder por parte de quienes conviven con ellas: padres, esposos, compañeros,
hijos y hermanos.
Esta índole de violencia, cuyo común denominador es un varón a cargo de la producción,
desarrollo, mantenimiento y disfrute personal de prácticas violentas contra las mujeres que
forman parte de su familia o que conviven con ella.
La violencia familiar es un término aplicado al maltrato físico y emocional de una persona por
alguien que está en estrecha relación con la víctima. Se puede constatar en cualquier país del
mundo, sin importar el sexo ni todos los estratos raciales, étnicos, religiosos y socio-económicos.
La violencia familiar se caracteriza por el abuso de poder como expresión exasperada de la
fuerza cualquiera sea su índole, destinada a dañar a quien el sujeto agresor ha posicionado
como víctima. No se ejerce necesariamente dentro del ámbito domestico.
La violencia de género la ejercen muchas veces hombre y, algunas veces, las mujeres; porque
el género está separado de la corporeidad, ya que es propia de las relaciones instrumentales, o
sea, de las relaciones que se entablan y se mantienen para alcanzar o conservar instancias de
poder. Mientras se hipertrofia la identidad del agresor, mas se des-identifica a su víctima. La
violencia conducirá entonces a la desestructuración psicológica. Y esta desorganización
psíquica será, a su vez, la condición para ejercer más dominio.---
216
TEMA 12: ENVEJECIMIENTO.
• Delimitación del concepto. Proceso de Envejecimiento. Vejez como
construcción personal y social. Diferentes teorías.
• Trabajo de simbolización en la vejez. Cambios, adquisiciones y pérdidas.
Procesamiento de la renuncia. Resignificación y elaboración
• Transformaciones del envejecer. Significación de la edad.
Determinaciones en el aparato psíquico. Historización y proceso
identificatorio.
Bibliografía Obligatoria
o
Fajn, S. (2002). “El cuerpo en la vejez: una mirada psicogerontológica”. En Actualidad
psicológica.
o
Ferrero, G.A. (1998). Envejecimiento y vejez, nuevos aportes. Cap. 1, 2, 3 y 4.
o
Freud, S. (1916). “La transitoriedad”. Obras Completas. Tomo XIV.
o
Freud, S. (1936). “Carta a Romain Rolland”. Obras Completas. Tomo XXII.
o
Iacub, R. (2011). Identidad y envejecimiento. (partes 3 y 4)
o
Petriz, G. (2007). “El envejescente en el mundo actual; nuevos interrogantes. Viejos
problemas. Una mirada desde la Psicología”. En Ver y vivir la ancianidad. Hacia el cambio
cultural.
o
Rozitchner, E. (2012) “Consideraciones sobre el trauma y lo traumático”, “Duelo y
Depresión”, en La vejez no pensada. Clínica y teoría psicoanalítica.
o
Salvarezza, L. (1998). “A propósito de la construcción del imaginario social sobre al vejez”.
En La vejez, una mirada gerontológica actual.
217
El cuerpo en la vejez: una mirada
psicogerontológica
Fajn, S. - (2002).
Preservar la autonomía: el impacto en el orden de las transformaciones se va armando en
dirección a cambiar de posición subjetiva respecto a su modo de atravesar el envejecimiento.
Acompañando las transformaciones del cuerpo: múltiples cuerpos conviven en el suyo, el cuerpo
del dolor, el cuerpo que le devuelve el espejo, el cuerpo lento, inseguro, el que le retornan sus
seres cercanos. Cuerpo que es nuevamente contorneado, libidinizado en el encuentro con las
miradas, con los contactos. Recuperado al descubrir cómo se está en el aquí y ahora frente a la
acción, el movimiento, identificando que puede y que no puede, hallando formas de placer. Se
irá construyendo un sano envejecer, en la medida que vaya soportando el límite de aquello con
que cuenta y pueda ir explorando las alternativas novedosas que se le presentan, surcando las
oportunidades a las que el anciano esté dispuesto a autorizarse a recorrer.
Recreando la actividad física en el envejecer: la educación física en adultos mayores encarada
como actividad creativa y recreativa generara sorpresas y satisfacciones en la medida en que se
descubren o recuperan aspectos personales que se suponían perdidos o inexistentes. La
educación física con adultos mayores no debe significar la práctica preestablecida, exigente y
alejada del principio del placer, de determinados ejercicios, sino la posibilidad de darles un
espacio y un tiempo para estar consigo mismo y con los demás a través de actividades físicas
auto elegidas por el valor que cada uno les asigna en el mantenimiento del equilibrio personal.
La imagen del cuerpo es la síntesis viva de nuestras experiencias emocionales, la imagen del
cuerpo refiere al sujeto deseante, a su gozar, mediatizado por el lenguaje memorizado de la
comunicación entre sujetos. La imagen del cuerpo es la huella estructural de la historia
emocional de un ser humano. Ella es el lugar inconsciente, en el cual se elabora toda expresión
del sujeto, lugar de emisión y recepción de las emociones interhumanas, fundadas en el
lenguaje. La conciencia del tiempo como personaje activo cobra resonancia en este periodo de
la vida, en una relación intima en lo que se percibe a nivel imagen, de representación del cuerpo
(imagen del cuerpo) y también desde lo que palpita como sensorialidad (esquema corporal).
En la vejez las modificaciones corporales pueden implicar una rotunda lesión narcisista. En la
organización de la actividad físico-recreativa se debe tomar en cuenta la recuperación narcisista
como otro modo de reconocimiento corporal.
Recreando la vejez: tomar decisiones de que hacer en el tiempo libre implica también re-crear
la propia dimensión subjetiva, ya que implica sostener el deseo propio frente a los otros y
enfrentar el desafío de correrse de los roles establecidos en acuerdo explicito o implícito con
otros miembros de la familia.
Prevenir es hacer lugar: la estructura recreativa se arma gestando diversas formas a través de
las cuales cada uno de los participantes encontrara un lugar donde poder: conectarse con y
218
desplegar su deseo, hallar actividades productoras de placer, identificar sus posibilidades
actuales en lo corporal, lo social y en lo emocional, a través de la acción y reflexión. Realizar
actividades elegidas por propia iniciativa, participar en forma real, tomando decisiones en
cuestiones significativas. Apropiarse de nuevos saberes, seguir actualizándose, sentirse
valorado, encontrarse con un grupo de pares, divertirse, crear y recrearse.
Una mirada integradora: al diseñar una estructura recreativa se concibe al sujeto que envejece
desde una perspectiva integral, buscando que tenga oportunidades para seguir desarrollándose
biológica-psicológica y socialmente. Se intenta organizar actividades planteando lo físicocorporal, lo social-grupal, lo afectivo-emocional y solo a fines didácticos sin perder de vista la
interrelación e integralidad de la propuesta. El modelo recreativo de envejecer exige un trabajo
de complementariedad.
Para no caer en la vejez: pensar en un trabajo preventivo para la tercera edad en relación a
accidentes domésticos, en especial caídas, requerirá de un abordaje que articule el trabajo
psíquico con el corporal. Durante el envejecimiento el cuerpo “habla” y lo hace desde lo físico,
ya que envejecer es un proceso de transformaciones y cambios que incluyen al cuerpo. El
conflicto que impide aceptar el envejecimiento es el desfasaje que el adulto mayor enfrenta
entre lo que siente que puede y lo que puede en realidad. Envejecer es un proceso que
requiere de un trabajo psíquico de elaboración basado en re-significaciones a nivel de lo
subjetivo. El anciano enfrenta, en su cuerpo, cambios que modifican su esquema corporal y su
imagen, llevándolo a una tarea psíquica de re-conocimiento y re-elaboración entre aquel cuerpo
conocido, ya perdido y este cuerpo desconocido de la vejez, pero disponible. El cuerpo es un
lugar de inscripción de lo inconsciente y es una representación simbólica que el sujeto deberá
construir, también simbólicamente, a través de su historia, y que por ser sede pulsional estará
permanentemente abierto a re-significaciones. La mirada de los otros devuelve al viejo su nueva
representación corporal, ayudándolo a transformar la representación de su cuerpo joven, en el
trabajo de duelo que debe elaborar. Mover el cuerpo, sentirlo, preservarlos y cuidarlo ayudan
a reconocerlo. La prevención que articule lo psíquico con lo físico permitirá además que se
resignifique la relación que el sujeto tiene con el tiempo en este momento de su vida. Tiempo
cronológico, que en lo consciente denota la presencia de los limites que marca el envejecer.
Tiempo lógico, donde lo inconsciente devendrá consciente pudiendo ser reconocido como de
pertenencia. Un cuerpo flexible en un ser humano flexible.
--
219
Envejecimiento y vejez, nuevos aportes.
Ferrero, G. A. - (1998)
El concepto de Vejez.
Introducción
Sobre los autores que trabajan el concepto de vejez, son pocos los que acuerdan en ubicar la
vejez como un proceso y no como un momento determinado de la vida. Es importante recalcar
que hay multiplicidad de factores que confluyen en este proceso, y son variadas también las
formas en que se producen sus coordenadas.
La vejez como proceso da cuenta del entrecruzamiento particular y subjetivo de cada ser
humano y su propia historia. A pesar de la particularidades culturales, de las marcas sociales, y
de los momentos históricos, hay un punto que es común a todos los hombres: cada hombre lleva
consigo la impronta de su vejez a lo largo de toda su vida.
Nos negamos a reconocer nuestra condición humana y finita, cuando “nos negamos a reconocer
en el viejo que seremos”, rechazando así la posibilidad de asumir nuestra esencia; herida
narcisista que insiste generación tras generación, cultura tras cultura.
La vejez es un fenómeno transhistórico; debido a ello no es posible pensar la vejez en términos
de evolución, sino que para cada individuo representa un destino particular y singular que le es
propio. En lo que respecto al organismo del hombre es fácil observar que presenta ciertas
generalidades cuando arriba a la vejez, esto acarrea consecuencias psicológicas particulares.
También se ve modificada la relación de la persona anciana con el tiempo, el mundo y su propia
historia, con lo cual pone en jaque toda su dimensión existencial, y a prueba toda su postura
ideológica y ética.
Culturas primitivas
Ya desde tiempos primitivos las agrupaciones humanas exaltaron valores como la juventud, la
fecundidad, el vigor, al mismo tiempo que temían el desgaste, la esterilidad y la vejez. Algunas
de estas comunidades adoptaron prácticas de expulsión, abandono, muerte apoyados en
rituales. En otras comunidades, la acumulación de conocimiento fue una especie de carta de
garantía para los viejos.
Pueblos de la antigüedad
Entre los pueblos antiguos, la mayoría respondieron a la categoría conocida como “familia
patriarcal”, ya que era el padre el que poseía los rebaños, ejercía sobre los hijos una autoridad
absoluta, casi despótica. Como consecuencia de estas tiranías, cuando el padre se debilitaba
los hijos le arrebataban los bienes y prácticamente lo dejaban morir, o lo expulsaban y lo
reducían a la mendicidad.
220
Daban al viejo un papel superior en la vida pública, donde continuaba teniendo trascendencia
política, aún cuando en la vida privada delegaban en el hijo primogénito el poder patriarcal que
habían detentado.
Aparentemente, la vejez en Grecia fue anudada a términos como honor o sabiduría, la menos
en cuanto a lo mítico y lo público se refiere, mientras que en la vida privada no sólo no era
amada ni deseada, sino que fue objeto de burlas y desamparos.
Para Aristóteles, la vejez lleva a los hombres a ser tibios en sus amores, a tener mal carácter y si
bien han vivido muchos años, también es cierto que con frecuencia han sido engañados y han
cometido errores, con lo cual se han vuelto mezquinos, evasivos, vacilantes y tímidos; son
desvergonzados y viven más del recuerdo que de la esperanza, parecen moderados, pero es
porque no tienen deseos, se lamentan y ya no saben reír.
Los papeles de las mujeres de edad estaban aún más estereotipados y se jugaban entre la esposa
agriada o las viejas cortesanas, más o menos alcahuetas, y donde su accionar poco contaba en
la vida. Se ve en la vejez una fuerza devastadora y se denuncia con particular violencia y
ensañamiento la fealdad de la mujer vieja, a las que se las deja fuera de la condición humana,
anudadas al carácter sobrenatural y maléfico de la bruja.
Se considera a la vejez como una aventura individual, no una condición general del ser humano,
y esta inspira amargura.
Edad medieval y renacimiento.
Entre los pueblos bárbaros, la vejez representaba una devaluación. La llegada del cristianismo
abrió caminos para la compasión y el altruismo.
En la Alta Edad Media los jóvenes dominaban tanto el mundo religioso como el bélico y hostil,
pues se hacia necesario defender tanto la religión como los feudos, por lo que se los excluía a
los viejos de la vida pública.
Ni la clase de los viejos ni la de los niños existe, no son considerados hasta que aparece la
burguesía.
Finalmente, la Edad Media, la iglesia no sólo auguró, sino que también aprobó y legitimó el
mercantilismo y como consecuencia la burguesía prosperó, surgió una nueva nobleza. La
acumulación de riqueza hace que los viejos lleguen a ser poderosos, pero pronto la literatura
ridiculizó en sus personajes a los viejos ricos, la sexualidad asqueaba y se burlaban de la
impotencia.
En el Renacimiento se utilizaban todos los medios al alcance para prolongar la juventud y la
vida: medicina, magia, brujería, etc. La vejez y la muerte constituyen el gran escándalo, las dos
caminan juntas. El rostro de los viejos será percibido como máscara de la muerte. En ese tiempo
se exaltaba la idea de la belleza del cuerpo, por lo tanto, aparece más connotada la fealdad de
los viejos y se podría decir que en la literatura y el arte jamás fue tan cruelmente denunciada la
mujer vieja.
Luego del Renacimiento y el ingreso a la modernidad, lo que había para decir de la gente vieja
pareció agotado. Surgieron diferencias conceptuales y metodologías que produjeron distintas
concepciones de la noción de “viejo”.
221
Modernidad.
Surgen concepciones asilares: el anciano, paciente irremediable, es necesario internarlo,
asilarlo. Se avanzó en el conocimiento y se llegó al punto en que se ha logrado prolongar la vida
humana, pero no por ello se detuvo el proceso de envejecimiento. A nivel de las ciencias, la
vejez sigue siendo un fenómeno esencialmente biológico, aunque no nos resulte posible todavía
comprender el mecanismo del proceso de envejecimiento.
La modernidad puso de manifiesto dos cuestiones en relación a la población anciana del mundo,
que han provocado cambios de posición y de concepción respecto de la vejez.
1. La vejez se ha convertido en un asunto público à se vincula con el más visible ritual de
transición que se observa en la actualidad en relación con los viejos: la jubilación. La vejez,
determinada así por cuestiones políticas y alrededor de una edad definida desde un pasaje
de lo activo a lo pasivo en el campo laboral. Deja de ser un asunto esencialmente privado y
familiar y se convierte en un fenómeno social importante que mantiene muy ocupada y
atenta a la administración pública, pues se tornó también en una cuestión de estado.
2. Hay muchos intereses en este grupo poblacional à está vinculada a cuestiones ligadas con
el devenir de las ciencias, la tecnología y la especificidad en la asistencia de personas con
determinadas características, que responde a presiones socio-demográficas. Nunca nuestras
sociedades occidentales habían contado con una proporción tan elevada de personas de
edad avanzada.
El mundo publicitario crea un “modelo del buen envejecer” y relanzan a los viejos al circuito
económico, al mercado de consumo del que había sido excluidos por el ritual jubilatorio.
Conclusiones.
En todos los tiempos, la vejez a sido, para la cultura occidental, un mal, una imperfección, una
edad triste que prepara la llega de la muerte. La situación vivida por los viejos muestra la
ambigüedad de la condición humana, mucho más que las demás etapas de la vida; aún cuando
viven en este mundo se los considera como seres que ya no forman parte de él. Tienen prohibido
hacer cosas de jóvenes y adultos, y el único papel permitido es inhumano: ser sensatos, sin
desfallecer, sin cometer errores ni debilidades; ya no tienen derechos a sucumbir a los deseos
carnales.
¿Cuáles podrían ser algunos de los factores que entran en juego para definir algo del estatuto
social del anciano?
1. la fragilidad física.
2. el conocimiento y la experiencia que se derivan de la duración de la vida. Las sociedades
que más favorecieron la ancianidad fueron aquellas basadas en la tradición oral y en las
costumbres, donde el anciano era el vínculo entre la generación actual y la memoria
colectiva.
3. la alteración de los rasgos físicos. Las culturas que ensalzaron la belleza e hicieron un culto
de lo corporal tendieron a menospreciar la vejez.
4. La edad no solo produce que se acumulen más propiedades, sino también más parientes y
que las alianzas matrimoniales y las nuevas generaciones aparezcan.
222
Hay una atmósfera general con respecto a los viejos que adquiere en cada época un tono
particular, con variaciones según los grupos sociales. No obstante, la situación siempre se
plantea en términos tales como: es mejor ser un viejo rico que pobre, porque los últimos solo
pueden aspirar a la caridad, la dependencia absoluta de los demás. No ha habido una edad de
oro de la vejez, sino más bien una evolución más o menos caótica, a merced e los cambios de
valor no sincronizados de las civilizaciones.
Cada sociedad, cada época, cada organización económica produce un tipo de ancianos y es
responsable del papel y de la imagen de sus viejos, pero también es a partir de ella que los
juzga. Produce un ideal al tiempo que se segrega y rechaza aspectos que no pueden asimilarse
a ese ideal; se generan entonces los aspectos denigratorios en relación con esa imagen.
Las propuestas sociales apuntan siempre a cuestiones ligadas a una imagen, idealizada o no, a
los aspectos menos esenciales, los más imaginarios. Cuando el hombre anciano salte estos
tabúes, estos imaginarios y rompa algunas de las expectativas sobre él colocadas, habrá
encontrado que es a veces la edad la que nos permite alzarnos por encima de cualquier
convención, a la que habían estado sometidos en la vida adulta, y liberado ya de obligaciones
podría dedicar su tiempo a desarrollar su creatividad.
El mercado de los restos.
En la clínica con personas mayores son recurrentes las pérdidas tanto intra como intersubjetivas
y por lo tanto los estados depresivos, las descompensaciones neuróticas y las configuraciones
sintomáticas que semejan las neurosis actuales. Sabemos que la elaboración psíquica de
cualquier pérdida requiere del trabajo del duelo , trabajo que lentamente desmantelará las
representaciones ligadas al objeto perdido, a fin de liberar la energía libidinal, que se conducirá
a revestir nuevos objetos. La vejez patológica adquiere preponderancia allí donde el desamparo
se ha constituido en el entorno de todos los días, cuando desde el mundo exterior no hay
sostenes afectivos, el mundo interno, se convierte en pura organicidad, esto es, re repliega en
los órganos o como dice Freud, da de baja los investimentos narcisistas a la manera de un
suicidio atemperado. En la vejez el monto de las pérdidas viene desde todos los frentes: en el
yo, en los procesos fisiológicos y en el mundo de las relaciones afectivas. El sujeto de edad
mayor termina siendo obediente de una cultura que lo imagina como un esto más y pone en el
mercado lo único que le consideran rentable: su cuerpo.
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223
La transitoriedad
Freud, S. ‒ (1916)
La hermosura de la naturaleza esta destinada a desaparecer, como toda belleza humana y todo
lo hermoso y noble que los hombres crearon y podrían crear, y eso hace que, en vez de amarlo
y admirarlo, parezca carente de valor por la transitoriedad a la que estamos condenados.
No aceptamos que esas excelencias estén destinadas a perderse realmente en la nada, tenemos
una exigencia de eternidad, la cual deja traslucir demasiado que es un producto de nuestra vida
desiderativa como para reclamar un valor de realidad.
Freud propone que la transitoriedad de lo bello no conlleva a su desvalorización, sino que
aumenta su valor. El valor de la transitoriedad es el de la escasez en el tiempo. La restricción en
la posibilidad del goce lo torna más apreciable. A la hermosura del cuerpo y del rostro humano
la vemos desaparecer para siempre dentro de nuestra propia vida, pero esa brevedad agrega a
sus encantos uno nuevo.
Debe ser un fuerte factor afectivo lo que enturbia el juicio, como una vuelta anímica contra el
duelo lo que desvaloriza el goce de lo bello. La representación de que eso bello es transitorio
da a un pregusto del duelo por su sepultamiento, y, puesto que instintivamente se aparta todo
lo doloroso, se siente menoscabado el goce de lo bello por la idea de su transitoriedad.
El duelo es un gran enigma; nacemos con cierto grado de capacidad de amor, llamada libido,
que en los comienzos del desarrollo se había dirigido sobre el yo propio, y más tarde se extraña
del yo y se vuelve a los objetos, que de tal suerte incorporamos a nuestro yo. Si los objetos son
destruidos o si los perdemos, nuestra capacidad de amor (libido) queda de nuevo libre. Puede
tomar otros objetos como sustitutos o volver temporariamente al yo. La libido se aferra a sus
objetos y no quiere abandonar los perdidos, aunque el sustituto ya esté aguardando. Eso es el
duelo, que por doloroso que pueda ser, expira de manera espontánea. Cuando acaba de
renunciar a todo lo perdido, se ha devorado también a si mismo, y entonces nuestra libido
queda de nuevo libre para, si todavía somos jóvenes y capaces de vida, sustituirnos los objetos
perdidos por otros nuevos que sean, en lo posible, tanto o mas apreciables.
!
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224
Carta a Romain Rolland
Freud, S. ‒ (1936)
El sujeto procesa cuestiones de muerte real y ya no la muerte simbólica. En el texto de Freud
hay dos posturas con respecto a la muerte: lo perecedero no tiene valor y desmiente que es
algo perecedero, posición desmedida de realidad. Ambas posturas son de declinación y
desmentirá, pero Freud le da valor a la transitoriedad (valor de escasez del tiempo), ninguna
de las dos posturas enfrenta un trabajo de duelo, porque solo el valor de la transitoriedad le da
energía al duelo, transitando cierto dolor se le puede dar valor a lo transitorio.
Hay trabajos psíquicos que le dan valor al devenir, el aparato psíquico es una estructura abierta
con nuevas resignificaciones, con un trabajo de duelo previo (en función del cuerpo, tiempo y
de las funciones), hay una temporalidad lógica: retroacción y acontecimiento.
El proyecto identificatorio es con posibilidades acotadas en la vejez, pero es necesario el trabajo
de duelo, hay una reformulación en relación al ideal (narcisismo), lo que aspiro a ser se ajusta
a las posibilidades del tiempo y cuerpo presentes.
Proceso de simbolización (trabajo de duelo, elaboración psíquica) y transformación en la vejez
(oportunidad para lo azaroso). Reformulaciones en cuestión del:
1) Cuerpo: en la adolescencia con la metamorfosis, cambios en el organismo. En la vejez también
hay cambios, disminución de la visión y audición, el cuerpo presenta sus limitaciones, dolores
corporales. Obliga a una transformación de la imagen inconsciente del cuerpo, desfasaje del
esquema corporal con el cuerpo real.
2) Funciones: pasivo desde el punto de vista laboral, desde lo social la sociedad les da cierto
lugar a los ancianos, muerte de los pares. Suplementación en la relación de las nuevas
generaciones.
3) Tiempo: el tiempo es más escaso, muerte real.
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225
Identidad y envejecimiento
Iacub, R ‒ (2011)
Capítulo 3:
narrativa.
el
envejecimiento
desde
la
identidad
Entre las teorías que ponen el eje en el si mismo, sus cambios y continuidades, sus procesos y
elaboraciones, se destaca la identidad Narrativa. Esta teoría tiene dos ejes centrales.
1. permite comprender y explicar los modos en que un sujeto evalúa los cambios que producen
discrepancias en la identidad
2. las formas de elaboración narrativa que otorgan un sentido de coherencia y continuidad.
Este movimiento psíquico permite reconocer la discordancia, o configuración. La integración de
causalidades requiere de conceptualizaciones de muy diverso orden para explicar la
complejidad de fenómenos que inciden en la trama de la identidad.
Identidad narrativa:
Plantea el concepto como una configuración narrativa de uno mismo, que de tiempo en tiempo
se reconfigura esta narración como si fuera la narración de un personaje. Esta narración de
como uno cree que es, se la cuenta a uno mismo, para contársela a otros y va adquiriendo
sentido en la medida en que uno va armándola. Es una faceta del proceso de historización, del
yo como historiador para dar un sentido a la experiencia vivida. La historia uno la cuenta como
la organiza para darle un sentido. Es una dimensión de la practica o procedural, en la medida
en que enfatiza la incidencia del presente como categoría de análisis, ya que la integración de
la experiencia solo toma lugar a través de los cuadros actuales de comprensión. La función es
organizar y dar mayor coherencia al conjunto de la vida, que de otro modo aparecería
fragmentada y difusa: ofrece un sentido de unidad a partir de la integración de significados, o
de versiones de si mismo, que posibilita ver al sujeto como un todo coherente en el espacio y
el tiempo y con un propósito, done se articula el presente como una progresión lógica desde el
pasado y orientada hacia el futuro.
Supone un tipo particular de sujeto, como alguien que lee su vida como si fuera otro, al mismo
tiempo que la escribe, y en ese movimiento de lectura y escritura se produce una transformación
de la representación que tiene de si. La narración de historias implica una construcción de
significados que le otorga sentido a la experiencia. Se utiliza la noción de figuración o de
representación del si mismo para dar cuenta de los modos en que un sujeto se concibe, se ve y
se comprende como tal, por si mismo como por el otro.
Podemos pensar que la identidad narrativa es la resultante de las múltiples transformaciones
que establece un sujeto en su identidad con base formas y regulaciones objetivas que tienen las
narraciones en nuestra cultura.
226
La fragilidad identitaria:
El sujeto identifica su identidad a partir del reconocimiento del otro, que de alguna manera lo
constituyen y le brindan niveles de seguridad que vuelven posible el manejo del entorno.
Las variaciones en la identidad, relativas a las diversas posiciones que enfrenta el sujeto ante el
otro, promueven experiencias de fragilización de las figuraciones identitarias. Estas
variaciones son más graves en las crisis vitales, cuando el pasaje a una nueva etapa pone en
cuestión la continuidad de la figuración del si mismo, y puede producir una “ruptura biográfica”
o narrativa ya que el sujeto siente que su nueva identidad es desconocida, negativa o
estigmatizada.
Estas evaluaciones son procesos de “reflexión vital”, actúan tratando de hallar resoluciones que
den mayor coherencia personal y seguridad y promoviendo nuevas formas de posicionamiento
ante un nuevo contexto vital.
La refiguración
Alude al cambio en la figuración a través de nuevas categorías narrativas desde la que se
pensaba el sujeto. Ponen en cuestión el quien o el autor de la acción o del relato. El sujeto se
siente interpelado por el nuevo contexto de significación o circunstancia vital y requiere una
reelaboración identitaria.
Resultan relevantes estas nociones por las importantes experiencias que marcan diferencias
del si mismo, que pueden aparecer como no intencionadas, vividas como exteriores al sujeto y
no deseadas y donde la asignación de “ese quien” (ser viejo) puede devenir una categoría
negada o mortificante. (ejemplo: jubilación)
El cuerpo es uno de los contextos donde se producen los cambios mas resonantes, ya que es
un espacio de reconocimiento social e individual y un recurso de afrontamiento. Por un lado, el
cuerpo viejo marca discordancias con el cuerpo de la juventud, significados, uno como negativo
y otro idealizado. Por otro lado, se produce un cambio biológico en los movimientos,
sensaciones, capacidades que modifican los tiempos y los recursos para enfrentar la vida
cotidiana y dar forma al si-mismo.
La dificultad de organizar una identidad como viejo se expresa en una escisión de si,
manifestada de modos muy curiosos. La dificultad del reconocimiento personal, una escisión
que parece ser entre el que puede y no puede, puede promover un sentimiento de inconsistencia
y de vacío.
La configuración.
Implica la tarea de aprehender como un todo, circunstancias discontinuas y no coherentes, y
darle un sentido que vuelva seguible y comprensible un conjunto de actos a través de un orden
de causalidades estructurados en base a una orientación relativa a un fin promedio.
La función de la narrativa es restaurar esos acontecimientos azarosos con sentido que den al
presente recordado un curso de vida coherente e integrado y generar un incremento en el
bienestar.
227
La configuración aparece como la respuesta de cierre a la refiguración, la cual tendrá diversas
modalidades y niveles, que van desde formas fragmentarias hasta las mas consolidadas. Ciertas
configuraciones requieren una directa dependencia con un relato que brinde significados al ser
y que, por lo tanto, permita asumir esa representación, así como contar con otro u otros que lo
validen. Por esta razón, el relato y el otro se vuelven soportes de identidad, y solo allí el sujeto
puede sentirse con una figuración mas clara y estable.
Esta organización que brinda unidad a través del sentido puede aparecer en relación con una
pareja o a nuevos roles y contextos en los que interactué.
El proceso configurativo requerirá de diversos modos de elaboración que permitan a las
personas de mediana edad y a los viejos darse continuidad, coherencia y posibiliten restablecer
un sentido ante ciertos limites que se presentan como disruptivos a medida que avanza el
envejecimiento.
Mayor conciencia de la propia finitud, el enfrentarse con la limitación temporal puede producir
un aplastamiento de todo proyecto que deje al sujeto en una vivencia de encierro y limitación,
aunque también puede resultar en una mayor inteligibilidad de la propia vida como una unidad
con sentido.
La temporalidad no se deja decir en el discurso directo de una fenomenología, sino que requiere
la mediación del discurso indirecto de la narración. La narración no es un simple enumeración
de los acontecimientos, sino una estructuración que los transforma, en un todo inteligible. El
sujeto requerirá de un relato que sostenga dicha necesidad y se realizaran múltiples
interpretaciones de la historia, lo cual redundara en una historia ficcionada. La ficción no
implica verdad o falsedad, sino versiones diversas de un mismo hecho o historia de vida. La
verosimilitud de la historia permitirá darle continuidad y coherencia a la situación y
circunstancia actual del sujeto. Dar coherencia a la propia narrativa implica cierto grado de
consistencia entre los elementos que componen el relato, es decir, nexos de continuidad y
causalidad, compatibilidad con ciertos patrones culturales y expectativas sociales con relación
con la edad, genero u otra.
Cada nueva experiencia nos lleva a reevaluar toda la trayectoria vital desde un nuevo eje, lo
cual promoverá secuencias de significados diversos o nuevas versiones acerca del si-mismo. La
noción de resignificación alude tanto a las modificaciones de los significados previstos como al
desplazamiento de los referentes del relato. La vejez pondrá a prueba los lazos narrativos y
podrán requerir un significado trabajo de configuración que facilite la integridad de la identidad
personal.
Variantes configurativas de la identidad.
La identidad personal es un fenómeno que solo puede ser estudiado en el presente y la
integración de la experiencia solo toma lugar a través de los presentes marcos de comprensión.
Es importante destacar el carácter cultural de la configuración. En culturas tradicionales, por su
fuerte estabilidad, la identidad personal esta orientada a la permanencia, los cambios a nivel de
la identidad suelen ser evaluados en relación al si mismo, pensar la relación del si mismo anterior
frente al actual, y su modelo es el temporal reminiscente. Por el contrario, en modelos culturales
como el posmoderno, es altamente inestable y cambiante, donde se demandan
228
transformaciones permanentes a nivel de la identidad del sujeto, se suelen producir
configuraciones que no indagan el pasado para continuarlo, sino para recrearlo.
identidad retrospectiva
Implica un ángulo de mirada del pasado desde el momento presente. Plantea un examen, una
mirada, revisión, y como adjetivo supone una retroacción, un efecto retroactivo. La
reminiscencia y la revisión de vida son dos lecturas de un fenómeno que pueden producirse en
el envejecimiento y la vejez ante situaciones disruptivas.
La revisión de la vida ocurre naturalmente, es un proceso mental universal caracterizado por
un progresivo retorno a la conciencia de experiencias pasadas, y el resurgimiento de conflictos
no resueltos. No es un proceso ordenado, sino que puede aparecer como pensamientos
olvidados e insignificantes acerca de uno mismo y pensamientos altamente visuales y claros.
No se trata de una respuesta biológica y psicológica frente a la muerte, sino que solo en la
vejez se tiene la experiencia del sentido del ciclo de vida entero, implicara una mayor
conciencia de muerte. Esta revisión puede dar resultados positivos o negativos (resolución de
conflictos y culpas, serenidad, sabiduría o desordenes depresivos).
La reminiscencia es un concepto mas amplio que el de “revisión de vida”. Alude a la
retrospección espontanea o motivada del si mismo en el pasado y es un proceso reflexivo a
través del cual el individuo es capaz de definirse o redefinirse introspectivamente. Es la cara del
proceso de historización que propicia al yo la revisión de sus recuerdos como fragmentos con
sentidos coherentes en una vida que lo desafía a confrontar con la pérdida. Es este tipo de
recuerdos del pasado que le propicia al yo la garantía de ser identificado a si mismo. Revisar el
pasado tiene que ver con encontrarle un sentido, historizar. Da la posibilidad de ver al si mismo
como otro es un separador que otorga claridad reflexiva. Una de las formas de la reminiscencia
es la nostalgia, supone un recuerdo doloroso.
Las funciones de la reminiscencia:
• Narrativa: busca la descripción de hechos del pasado con el propósito de transmitir
información. A través del recuento de anécdotas, datos y hechos del pasado, sin juicios
valorativos.
• Transmisiva: transferir conocimientos adquiridos a lo largo de la vida, que incluyen valores
éticos y morales y la herencia cultural.
•
•
Instrumental: es recordar metas y objetivos del pasado y el modo en que se llevaron acabo,
reconocer dificultades y soluciones para aplicar a nuevas situaciones.
Integrativa: intenta encarar el proceso de acoger los eventos negativos del pasado, encontrar
significado y valor a la vida que se ha vivido para lograr significado y conciliación con el
pasado, entenderlo como valioso, aceptar experiencias negativas e integrarlas con el
presente y el pasado. Sus productos principales son: aceptación propia y de otros, la
tranquilidad que brinda la resolución de conflictos y reconciliación, sentido añadido a la
vida y al valor propio.
Efectos de la reminiscencia:
Investigaciones hallaron la relación entre el trabajo reminiscente y la salud física y mental. En
medida en que promueve un sentimiento mas positivo del si-mismo, mejora la resolución de
229
problemas actuales, posibilita la preparación a la muerte y refuerza el sentimiento de coherencia
de si.
Identidad prospectiva:
Alude a lo relativo al futuro y al conjunto de análisis y estudios sobre condiciones de la realidad
futura con el fin de anticiparse a ello en el presente. Se define entonces por aquellas teleologías
o conjuntos de fines que permiten anticipar la dimensión de futuridad de un sujeto. El ser
humano es autotélico, es decir, requiere y genera sus propios objetivos o ideales que le permiten
dotarse de un sentido que organice su vida a futuro.
Proyecto:
Conjunto de deseos, necesidades, valores e intereses que logran una determinada planificación,
con el fin de lograr un objetivo vital que permita dotar de sentido la expectativa presente de
futuro. Las elecciones que se produzcan pueden ser variables y quedar sujetas a demandas
propias de ciertos momentos socio-históricos, factores subjetivos o condicionamientos físicos.
La trascendencia y la transmisión:
La trascendencia es un termino que hace referencia a una metáfora espacial, en tanto implica
pasar de un ámbito a otro, atravesando el limite que los separa. A mayor trascendencia menos
sensación de soledad en la vejez. La transmisión contiene una fuerte impronta cultural que
posibilita pensar en lo que se transmite de una generación a otra y que tiene forma de un
legado. Implica un grado de compromiso con la comunidad mucho mas fuerte que la
trascendencia. La continuidad que se genera entre unos y otros es al modo de un legado para
los que quedan, que se reviste de ideas sociales y comunitarias.
El eje contextual o del otro:
La incorporación del otro aparece como un recurso cierto a la hora de pensar la refiguración,
aunque también la configuración. Permite la integración de si promovida por el aporte de
significados y sentidos, como su reconocimiento. Las esferas sociales son una de las mas
significativas condiciones desde donde se narra la constitución del si mismo.
El contexto pareciera ser la clave para la construcción y reconstrucción de los espacios
narrativos, los cuales contienen una serie de consideraciones, valores y creencias.
Los contextos en el envejecimiento:
Los cambios contextuales inciden en el modo en que el sujeto se narra a si mismo, ya que el
contexto provee contenidos para representarse a si mismo, tendrá efectos en la salud física y
mental.
Las residencias para mayores son contextos con un alto nivel de determinación para el sujeto.
Un aumento del sentimiento de indefensión e incompetencia, y que los llamen pacientes.
230
La condición material de un jubilado limita por un lado la integración a la sociedad en general,
pero a su vez favorece su mayor identificación como grupo.
La integración y la participación comunitarias han sido consideradas entre los factores con
mayor impacto sobre los niveles de calidad de vida en la vejez.
Capitulo 4 la perspectiva psicoanalítica sobre la vejez
Introducción.
En los orígenes del psicoanálisis, se considero que la vejez producía un profundo cambio a nivel
del aparato psíquico: disminuía la cantidad de libido, incrementaba la pulsión de muerte,
producía regresión evolutiva y aumentaba la libido en el yo, generando cambios y limitando el
acceso analítico (rigidez). Esto fue modificándose. Uno de los modos mas clásicos en los que
el psicoanálisis indagó la identidad en la vejez ha sido a través de las vicisitudes del
narcisismo.
Perspectivas psicoanalíticas del narcisismo.
La diferenciación entre narcisismo primario y secundario: El 1º remite al narcisismo de los
padres, en modo que manifiestan su propio narcisismo resignado que viene a renacer y que no
deja de tener su antigua naturaleza. El 2º, una vez que el sujeto retira las cargas sobre el yo o
sobre sus fantasías. A la vuelta de las cargas sobre el yo, se lo denomina retracción y da lugar a
un estado de narcisismo.
El desarrollo del yo, consiste en un alejamiento del narcisismo primario y una búsqueda para
volver a conquistarlo, a través del desplazamiento de la libido sobre un yo ideal impuesto desde
el exterior, y cuya satisfacción depende de su cumplimiento.
La perspectiva de Erikson
Ve al desarrollo como la elaboración de una serie de estadios donde se promueven y tramitan
ciertos desafíos, los cuales desencadenarían sintonía o diastonia en un equilibrio siempre
dinámico. Cada uno de estos pone en juego deseos y temores, seguridades e inseguridades,
necesidades y carencias. Desde esta perspectiva se piensan elaboraciones positivas y negativas
que se articulan con otras anteriores, resignificándose y actualizándose en diversos momentos
vitales.
El desafío especifico de la vejez es la integridad, definida como un sentimiento de coherencia
y totalidad que corre riesgo de fragmentación cuando aparecen perdidas de vínculos en tres
procesos organizativos: el soma, la psique y el ethos, contra la desesperación, considerada como
un proceso de desintegración en el que el sujeto no encuentra lazos que lo articulen y brinden
seguridad. La noción de organización psíquica, relativa al anudamiento vincular en dichas
esferas, permite al sujeto darse un sentido de integración que se confronta con la desesperación.
Erikson remarca la importancia del compromiso con las otras generaciones en la integridad, lo
cual es un modo de anudamiento vincular mas abstracto que permite trascender las limitaciones
de los procesos organizativos y que es lo contrario al desdén de si.
231
La fuerza es el elemento necesario en cada desafío vital. Tiene como objetivo propiciar salidas
sintónicas o de equilibrio positivo en cada uno de los desafíos.
La sabiduría permite articular la preocupación informada y desapegada por la vida misma,
frente a la propia muerte. Es considerada un saber cierto sobre la incompletud del ser, pero
que permite re-articular un relato que posibilite el deseo de vivir.
la perspectiva del narcisismo transformado en Kohut.
Kohut considera el narcisismo desde una vertiente positivista. Sostenía que, en tanto carga
libidinal del si mismo, no es nociva ni patológica. Utiliza el modelo del narcisismo primario ya
que el sujeto y el otro son pensados como dentro de su visión del mundo. El narcisismo infantil
sigue persistiendo como un importante residuo directo de la posición original, como un tono
narcisista básico que impregna todos los aspectos de la personalidad.
Control y transformación del narcisismo: Entiende que mas allá de las estructuras narcisistas
existe una capacidad del yo para controlar las energías narcisistas y transformarlas en
configuraciones psicológicas nuevas y diferenciadas. Señala que una serie de logros complejos
y autónomos de la personalidad madura derivan de transformaciones del narcisismo, es decir,
de la capacidad del yo de dominar las cargas narcisistas y utilizarlas al servicio de sus metas
mas altas.
La capacidad del hombre para reconocer la finitud de la existencia y para actuar de acuerdo
con este descubrimiento puede constituir el logro psicológico mas importante. La aceptación
de la finitud es un logro del yo que se realiza de a través de analogías con otras perdidas y
separaciones. La mayor dificultad no esta en reconocer que los objetos queridos no son
permanentes, sino en la aceptación emocional e intelectual de que el si mismo cargado con
libido narcisista no es permanente. Por lo que la capacidad de comprenderlo y aceptarlo no se
debe solo a un acto racional, sino también a la creación de una forma superior de narcisismo.
Sostiene que la posibilidad de no temer a la muerte se debe a la trasformación del narcisismo
en una mas amplio que denomina “cósmico”. Las cargas narcisistas van desde el si mismo hasta
una existencia supra individual e intemporal, se encuentra predeterminada por la identidad
primaria del niño con la madre. Permite un resultado de un yo autónomo y perdurable, pero
pocos pueden lograrlo.
El narcisismo cósmico al igual que el humor constituyen transformaciones del narcisismo que
ayudan al hombre a alcanzar un dominio sobre el si mismo narcisista y tolera la muerte. Es un
sereno triunfo interior con cierta melancolía no negada. El acto final de la cognición es el
reconocimiento de limites y de la finitud de si mismo. La sabiduría se caracteriza también por
mantener las cargas libidinales y por la expansión creadora.
La perspectiva de Salvarezza.
Propone una critica abierta a las lecturas acerca del aumento de la libido en el yo en la vejez,
aunque al mismo tiempo rescata esta perspectiva de análisis.
Busca plantear los términos en un eje que de cuenta como la autoestima tiene una relación
estructural con el ideal. Define el narcisismo (siguiendo a Bleichmar) como la valoración que el
232
sujeto hace de si mismo colocado dentro de una escala de valores, en cuyo extremo mas alto
esta el ideal, la ubicación que el sujeto alcance dará lugar a la autoestima conseguida.
Para Bleichmar el ideal surgirá a través de identificaciones tempranas que forjarían
personalidades narcisistas, que se definen por funcionar con una lógica binaria de dos
posiciones y con la lógica del rasgo único prevalente. Esto llevaría a un interjuego entre rasgos
muy positivos y negativos interactuando permanentemente.
La vejez se ofrecería como un campo propicio para incidir negativamente en la problemática
de aquellos con personalidad narcisista, debido a que no permitiría contar con flexibilidad del
ideal frente a los cambios que propone el envejecer y los prejuicios y estereotipos.
Una lectura desde Lacan.
La posición del sujeto es la de intentar persistir en el lugar de objeto que causa deseo, ya que
la única manera en que se sostiene el deseo es en relación con otro que lo desea. El yo cambia
sus imágenes para complacer al ideal del yo (valorizaciones de los padres)
En la vejez aparece el deseo del otro, el yo siente que no alcanza a colmar, y carece de recursos
adecuados acusados al envejecimiento. No podrá defenderse de sus intenciones (aquello que
se quiere de nosotros sin contar con nuestra voluntad)
Esto da una experiencia de desamparo, siente que puede ser abandonado, excluido o manejado.
La metamorfosis que deberá experimentar el yo dará cuenta de un proceso esperable en
relación a los ideales sociales actuales y a la propia relación del sujeto con el otro. Es allí donde
surge la dificultad del sujeto de posicionarse frente al otro cuando su lugar es cuestionado por
falta de ideales sociales sobre esta etapa vital.
Ante no ser interesante, atractivo o deseable aparecen otras alternativas por fuera de los marcos
del deseo, las experiencias gozosas, las cuales no refieren al disfrute, sino relación con otro por
vía del padecimiento.
Lacan se refiere a un narcisismo suficiente cuando puede llegar a libidinizar el cuerpo propio y
a un narcisismo insuficiente cuando aparece una rigidificación del yo con una incapacidad de
libidinización del yo.
---
!
233
El envejescente en el mundo actual; nuevos
interrogantes, viejos problemas. Una mirada desde
la Psicología.
Petriz, G. (2007).
A modo de introducción.
Hemos sido convocados para aportar "acerca de lo que significa ver y vivir la ancianidad".
Recorriendo diccionarios encontramos dos acepciones:
• la que refiere a la edad y la estética.
•
la que mira la posición social que podrán ocupar tales sujetos en la antigüedad.
El concepto de ancianidad aparece como lugar de llegada, estación, antesala, último tramo, de
lo que se desprende una concepción congelada, cristalizada, cerrada, donde la única
expectativa sería la muerte.
La longevidad es una realidad indiscutible para una gran proporción de personas. Conforma
una tendencia que se acentúa e incluye a todos los pueblos civilizados. Hecho que genera una
serie de interrogantes y una preocupación en relación al logro de un envejecimiento saludable,
con buenos niveles de satisfacción.
Vemos surgir nuevas actitudes, representaciones, acciones y prácticas respecto del
envejecimiento que representan un salto cualitativo en tanto ya no se habla de vejez o
ancianidad como única posibilidad sino que se han ido estableciendo nuevas categorías que
contemplan la singularidad de los procesos, abriendo el abanico y generando espacios en los
que se exploran, cuestionan los diversos modos de envejecer así como se generan centros para
el desarrollo de las personas mayores, ya sea propiciando la participación social: clubes,
instituciones, o para el desarrollo personal: educación, capacitación, siendo aún muy aisladas
las propuestas que contemplen la capacidad productiva de los envejecentes.
La realidad actual, marco posible del envejecer hoy.
La realidad se ha transformado: también los modos de interpretarla.
En la actualidad ya no disponemos más de una teoría universal de la sociedad, no sólo porque
la interrogación actual no se refiere más al hombre, sino a los hombres, a las sociedades, a las
culturas diversas y diferentes, a las comunidades humanas indefinidamente variadas, sino
porque a su vez, entre las dimensiones de la vida social existen situaciones impredecibles que
son imposibles de explicar desde una única perspectiva.
Debemos agregar el retroceso de la marca instituyente del estado como institución reguladora,
que afectan el carácter de las instituciones, familia, escuela y trabajo, que fueron los pilares
nacidos de la modernidad y que continuaban de modo articulado la autoridad del Estado,
234
estableciendo claramente la diferencia de las generaciones, las clases y los géneros (sexos). Los
avances tecnológicos, el consumo generalizado y la acción de los medios masivos de
comunicación, contribuyen al desdibujamiento de las diferencias generacionales. El
reconocimiento de un futuro incierto, la pérdida de las protecciones sociales, el borrado de las
fronteras generacionales conlleva a la crisis de las relaciones familiares sustentadas en las
jerarquías simbólicas.
Los mayores son sorprendidos por las transformaciones que aportan las nuevas tecnologías, las
nuevas lógicas en el funcionamiento social, los modos de vincularse y las nuevas organizaciones
familiares. Por la desarticulación de la estructura familia, pareciera que la familia quedara
reducida a ser un entramado vincular. Desde esta perspectiva, resultaría incierto el lugar de la
transmisión transgeneracional ya que es lo que garantiza la continuidad de la herencia simbólica.
Si las mutaciones han venido para quedarse, quizá sea entonces importante pensar y
considerarla transmisión entre generaciones desde la concepción de un tiempo en torsión, en
espiral, donde los hijos-nietos también transmiten sin saberlo.
Acerca de las transformaciones psíquicas en el proceso de envejecer.
Entendemos el envejecimiento como proceso, hecho singular, considerando la diversidad que
adquiere en cada sujeto. Es preciso insistir en la conceptualización de estructura psíquica que
permite considerar un sujeto abierto a cambios constantes en los que tienen lugar tanto el azar
como ciertos determinantes previos. Exploraremos las transformaciones psíquicas del envejecer,
las elaboraciones a partir de ellas se producen y las formas que adquiere la subjetividad según
los atravesamientos socioculturales, interpretados a la luz de los paradigmas vigentes en las
ciencias humanas y sociales.
Partiremos de considerar el "proceso" de envejecimiento como un suceder, en movimiento,
dinámico, abierto, por tanto, sujeto a cambios, otro "momento" del desarrollo en el devenir del
sujeto, que requiere de un trabajo de elaboración para significar los cambios que conlleva.
Como "momento" también significa corte, novedad. Saliendo del parámetro de la edad en la
consideración del envejecimiento, es el proceso de historización el que adquiere valor central
en el procesamiento de los cambios que se producen. Momento de metamorfosis, de balance;
intereses, proyectos, tendencias caen para permitir la reformulación del proyecto de vida.
La historia no está tomada en sentido lineal de sucesión de hechos y experiencias, sino como
proceso en el que el sujeto, a través del yo, realiza la tarea de activo "historiador", otorgando e
inscribiendo el sentido de todos y cada uno de los actos de su vida. El envejecente se enfrenta
a la tarea de resolver en torno a dos marcas distintas:
• una previa (la adolescencia cuando construyó su proyecto de vida conjugando su deseo con
los ideales, mandatos y valores de su época)
• una actual (frente a deseos, aspiraciones y presentaciones sociales nuevas acerca del
envejecer).
Procesamiento de la renuncia donde reconoce que algo de lo deseado, de lo proyectado no
podrá ser. Trabajo del duelo, simbolización de lo perdido, la reminiscencia permitirá recordar
los puntos de afirmación de un yo debilitado ante el reconocimiento de lo que no será. La tarea
del yo consistirá en transformar esos documentos fragmentarios en una construcción histórica.
Sólo con esta condición podrá anudar lo que es a lo que ha sido y proyectar al futuro un devenir
235
que conjugue la posibilidad y el deseo de un cambio en la preservación de esa parte de cosa
propia, singular, no transformable, que le permita reconocerse, en la nueva imagen "compromiso
identificatorio" que el Yo establece entre sus anhelos y deseos inconscientes y los fines y deseos
de los otros, donde el sujeto transita entre los principios de permanencia, algo que persiste en
su coherencia y algo que cambia construyendo su historia.
Proceso identificatorio, cara oculta, proceso inconsciente del trabajo de historización que
transforma lo inaprensible del tiempo físico en tiempo subjetivo, que puede ser relatado a través
del lenguaje como "narrativas" de una vida, de una identidad.
Freud al referirse a los modos de constitución psíquica no hace referencia a la identidad, sino
a los procesos identificatorios, y los entiende como proceso, construcción, por ende, dinámica,
que se produce en contextos de intercambios múltiples. Este exige el trabajo de elaboración
respecto de lo igual y lo diferente, ya que la vida implica mutabilidad. Cada una de las historias
que uno cuenta sobre sí, es decir las múltiples interpretaciones, narrativas, le permiten
orientarse en la realidad, movilizar su fantasía, imaginando.
Freud plantea un desplazamiento del sujeto cognoscente, en tanto el yo se constituye como
precipitado de identificaciones (inconscientes) por lo que se encuentra sometido a las
demandas pulsionales, a los requerimientos del medio y a los de su propia historia (relación con
los ideales) "vasallajes del yo", en lucha permanente con amos que le impiden sostener de
manera inequívoca y monolítica una identidad absoluta. Lacan también excluye el concepto de
identidad, pensando al sujeto desde la imagen y desde la relación consigo mismo, donde lo que
surge es la no coincidencia y captura por el deseo del otro. Así, entonces "el otro" aparece como
la condición de afirmación de una identidad, así como su descentramiento. Por ello es que
pensamos que las identificaciones son mecanismos constitutivos (yo es otro) se construye al
modelo de otros y se mira como imagen, representación de si, construcción dinámica del sujeto
a través del proceso de historización, proceso identificatorio en el que "el yo, no es más que el
saber del yo por el yo", en su doble actividad como identificado, es decir a predominio del
modelo del otro y como identificante, para la satisfacción de sus demandas y sostén para las
identificaciones de otro. He aquí el desafío del envejecente producir respuestas creativas frente
las novedades que le plantea su devenir, su “tiempo" y su "historia", una vida que se abre a
nuevos interrogantes y el desafío de permanecer reconociéndose en los cambios.
Estos movimientos en la constitución psíquica implican realizar un nuevo acto de autonomía en
relación con las figuras primarias, en tanto representan las bases de la relación del sujeto
consigo mismo y con la realidad; también reconocer haber dado un matiz propio al mandato y
límite recibidos en los tiempos cruciales de su constitución psíquica.
Es una encrucijada para el sujeto mayor reconocer lo realizado: se autonomiza como yo, y a la
vez acepta la finitud como destino posible, ante lo cual se dispone a ceder su lugar, su poder,
sus posesiones, sus legados, para que otros los lleven a cabo, ocupando ese lugar simbólico del
"Padre Muerto". Este trabajo psíquico intenso lo enfrenta, con la vivencia de soledad y
desamparo, de la cual se protege poniendo en marcha mecanismos de defensa que le permiten,
por un lado, reconocer su envejecimiento y finitud, y por otro, desmentirla para abrirse
nuevamente a la posibilidad de expresar y dirigirse hacia la realización de nuevos deseos o a
recuperar viejos anhelos postergados. El compañerismo, los intercambios entre pares, los
proyectos compartidos, la transmisión intergeneracional, son los carriles por donde el sujeto se
despliega, desprendiéndose definitivamente de los emblemas idealizantes con los que orientó
236
su existencia en los tiempos de la adultez. Viraje, que le permite también reconocer los
"irrealizables", aquello, deseado, soñado y no logrado. Trabajo de duelo sin melancolía que lo
habilita, por el trabajo de simbolización, para colocarse en posición de trasmisor, memoria e
historia entre las nuevas generaciones.
La colaboración de otros, el intercambio, disminuye la tensión y facilita los movimientos de
apertura que atenúan la lucha ante la exigencia superyóica.
El sujeto mayor, si no responde con su desempeño al mandato del superyó y del ideal cultural,
ni encuentra caminos alternativos en lo que lo rodea, queda a manos de la exigencia imperativa
y la culpa. Dilema al que sólo podrá responder con la enfermedad, el repliegue narcisista al
acecho de autorreproches, aislamiento.
Al encontrarse con otros descubre diferentes modos de relación, nuevos objetos para investir
reabriendo la cadena significante con otros contenidos (refugiarse en la religión, ideas y las
creencias).
En las transformaciones socio-históricas y la estructura psíquica, se conjuga la relación
individuo-medio-socio-histórico, produciendo la dimensión de la subjetividad, entendida como
interioridad psíquica producida a la vez que productora de los cambios.
Si en lo social, el sujeto mayor encuentra espacios para su realización y un lugar acorde a sus
posibilidades, el proceso de reconstrucción de sus identificaciones no tendrá tinte tan
angustiante, lo que no implica restarle importancia a este proceso complejo por el gran
montante de angustia que despierta.
Interrogantes respecto de las posibilidades y dificultades del envejecer actual.
Posibilidades y dificultades en el envejecer actual:
a) Los modos actuales de envejecimiento que se infieren de lo expresado por los entrevistados,
en relación con el ideal, a la percepción de su funcionamiento efectivo y sentimiento de
satisfacción vital.
b) Las significaciones imaginarias y simbólicas, que pudimos inferir, circulan entre ellos acerca
de sus diferentes funciones (jubilado/a, abuelo/a, viejo/a).
Es necesario señalar la diferencia, entre lo que se enuncia y lo que se infiere: aunque
cuestionada, aún persiste en el imaginario la representación del envejecimiento como
declinación, fundamentalmente la idea de pasividad, ligada al ideal de viejo retirado de la vida,
del deseo, más allá de las necesidades de lo humano. En su funcionamiento efectivo aspiran y
trabajan para ser sujetos activos, deseantes, participantes, útiles.
La mayoría de los mayores señalan la viudez; migración de los hijos; enfermedad; jubilación;
muerte del último de los padres; enlentecimiento corporal y psíquico, como situaciones que los
pusieron cara a cara con el paso del tiempo.
Necesitan actualizarse en el nuevo marco, para así permanecer integrados y ocupando su lugar
en el mundo. Ante la posibilidad de incluirse en algún nuevo aprendizaje, surge la exigencia y
el temor a no estar a la altura de los requerimientos, a poco de andar crece el sentimiento de
autovaloración al descubrir que sus posibilidades superan lo pensado y lo requerido, generando
un sentimiento ele autoafirmación y placer que se incrementa en el diálogo e intercambio con
otros.
237
Sus planes a futuro se centran en llegar bien al final y dejar como legado el reconocimiento de
la longevidad plena.
Los envejecentes tienen una actitud consciente, responsable y comprometida, asumiendo los
cambios (a veces no muy satisfactorios), descubrir la falta de modelos pertinentes, tomar una
posición crítica hacia sus primeros objetos, hacia su propia historia, hacia sus ideales y modelos
identificatorios y soportar la angustia de no contar con referentes claros para este tiempo.
Podemos concluir que los mayores construyen su modo de envejecer sobre la base de la revisión
y cuestionamiento de los referentes identificatorios previos y generan estrategias que permiten
transitar y superar los obstáculos que se les plantean desde si o desde la realidad, logrando un
buen nivel de satisfacción vital.
Desarrollos posibles.
Me permito reflexionar sobre su título: "Ver y vivir la ancianidad". Ver y vivir remiten sobre la
existencia y sobre los modos de mirar el envejecimiento, y "hacia un cambio cultural" deja
traslucir la persistencia de los tintes "viejistas.
Pensando en los desarrollos posibles habría que:
a) Integrar socialmente de forma igualitaria y la promocionar de la calidad de vida de los
mayores propiciando una escucha abierta y desprejuiciada hacia sus demandas y propuestas.
b) Transmitir los conocimientos acerca de la temática en la sociedad amplia, desde los niños
hasta los mismos viejos, que estas se incluyan en los planes curriculares de las diferentes
instancias educativas, para que resulten la letra en la que se nutran todas las acciones a ellos
dirigidas.
Reflexión final y planteo de propuestas.
Al finalizar el camino, en un intento de síntesis es posible decir que:
• Estamos en presencia de un tiempo en el que se ha instalado la revisión acerca de las temáticas
del envejecimiento, con la aspiración que esta realidad alcance los mejores niveles de
satisfacción vital posible.
• Los envejecentes son partícipes activos, dispuestos a generar estrategias que los habiliten para
una buena calidad de vida.
• Descubren sus potencialidades y reconocen que la participación, la actualización, el
intercambio son soportes privilegiados en los que apuntalan su envejecimiento de manera
saludable.
• Se impone la creación de espacios comparados que faciliten el intercambio intergeneracional.
• Son múltiples los desarrollos posibles, en términos de investigación, propuestas de integración
y capacitación, que aporten al mejor conocimiento, en el marco de un diálogo fluido,
enriquecedor, implicado y comprometido en las acciones que cada uno realice.
-
!
238
La vejez no pensada. Clínica y teoría
psicoanalítica.
Rozitchner, E. - (2012)
Consideraciones sobre el trauma y lo traumático.
El “síndrome por estrés postraumático” es un nuevo capítulo de la psiquiatría que se presenta a
consecuencia de catástrofes exteriores y, a veces, personales.
En 1920 Freud plantea la pulsión de muerte a partir del estudio de traumas de guerra. Una de
las características principales del trauma es la tendencia a la repetición psíquica del mismo y el
desarrollo de recuerdos y de sueños traumáticos, a partir de un mecanismo económico del
psiquismo en función de la necesidad de desgaste del trauma, con el objetivo de lograr una
nueva ligadura de la energía libidinal y de recuperar el equilibrio del aparato psíquico.
El “síndrome de estrés postraumático”.
De los cuadros de la psiquiatría aparece como el paradigma del intento de poner en un mapa
farmacológico una multiplicidad de situaciones humanas, tratables sólo desde una perspectiva
única pero extraordinariamente vaga e inespecífica. El “síndrome” no está en correspondencia
con ninguna etiología, engloba desde las catástrofes naturales hasta eventos traumáticos en lo
persona, y de esta manera, todo lo que le sucede a un sujeto desde el nacimiento mismo es
susceptible de convertirse en traumático. Como el estrés significa la adecuación del sujeto al
trauma, el “síndrome” debería indicarnos si esta respuesta se modifica en la vejez y cómo lo
hace en los casos de una salud física deteriorada o enferma, y también si los tratamientos de
los adultos mayores traumatizados coinciden o difieren respecto a otras etapas de la vida. Los
cuadros de estrés postraumático son diferentes en los adultos jóvenes que, en los adultos
mayores, y en estos últimos también varía el curso del trauma: cronicidad por trauma temprano,
intermitencia del “síndrome”, inicio tardío por trauma temprano.
La prevalencia del cuadro es diferente a la encontrada en otras etapas de la vida. Las razones
son varias: la diversidad de la edad en que el trauma resulta en síndrome, los tipos de traumas
diferentes, la abundancia de los disparadores y eventos que facilitan la emergencia y la diferente
sintomatología que manifiestan.
Se presenta con los adultos mayores el problema de la dificultad del diagnóstico, porque los
síntomas son habitualmente atribuidos por los mismos adultos a factores físicos, o los
profesionales los confunden con depresiones, enfermedades, etc., también por fallas de
evaluación y consideración del amplio rango de los agentes de estrés. Esto tiene que ver con
que la mayoría de los estudios se refieren a que lo “traumático” se relaciona con la guerra o
catástrofes naturales, y no a los cambios propios del envejecimiento: la viudez, el retiro, etc.
Hay muchas razones para pensar que la prevalencia del “síndrome” tiende a aumentar en los
adultos mayores, ya que habitualmente se ven envueltos en situaciones de pérdida o de
239
emergencia médica que funcionan como disparadores; además, habitualmente ellos transcurren
la última etapa de la vida en condiciones menos favorables y con menos soporte social que
otros grupos etarios.
En el caso de los adultos mayores, el diagnóstico del “síndrome” podría asociarse a la percepción
del envejecimiento y la cercanía de la muerte, en la medida en que la vejez es considerada
traumática en sí misma; los duelos o el dolor físico, tan comunes en esta etapa de la vida,
también pueden considerarse eventos traumáticos. El trauma se define por un suceso
inesperado que rebasa la capacidad de defensa del sujeto y lo conduce a experimentar una
sensación extrema de peligro; todo accidente, en principio, es un evento traumático, PERO NO
TODO ACCIDENTE DESENCADENA EL “SÍNDROME DE ESTRÉS POSTRAMÁTICO”. Para que
éste alcance el estatuto de diagnóstico, tenemos que observar síntomas de reexperimentación
del trauma (reminiscencias, pesadillas, recuerdos intrusivos, flashes recurrentes), síntomas de
evitación (desapego de la realidad como medio de protección ante el trauma, conductas
dirigidas a evitar todo recuerdo del evento traumático), y síntomas de activación (híper alerta
del sujeto, insomnio, irritabilidad, miedos, umbral bajo de tolerancia).
La vejez obligaría a redefinir el concepto de lo traumático en general; muchos eventos negativos
adquieren características traumáticas en esta etapa de la vida. El duelo, la enfermedad
discapacitante y la institucionalización geriátrica son considerados sucesos negativos mayores
que pueden generar un efecto devastador en los adultos mayores: estrés psicológico
permanente, alteración de relaciones estables, ajustes muy prolongados o declinación terminal;
quizá algo muy parecido al “síndrome”, una especie de catástrofe personal y privada pero que
se presenta desvinculada de grandes eventos traumáticos como la guerra o un accidente
violento. De modo que la teoría del desapego en la vejez es compatible o complementaria con
el “síndrome”; al entender que la desconexión y la discapacidad ante la vivencia catastrófica de
la vejez expresa lo normal, favorece la geriatrización. Esta derivación del “síndrome” quizá
permite discriminar qué es lo traumático en la vejez y qué no, ya que podemos admitir un trauma
mínimo necesario (ciertas dificultades de la vida), pequeños estresores que cumplen el rol
psicológico de contribuir a un estado de bienestar y vitalidad. La vejez no es una subespecie de
lo traumático.
Breve historia del trauma.
¿Cuándo el trauma psicológico se convierte en un motivo explicativo de la enfermedad mental?
Pinel es el primero que sistematiza las enfermedades mentales. En 1859, por primera vez se
diagnostica la histeria en relación con historias previas de trauma. Se formulan, por un lado, los
traumas de origen psicológico (histeria, abuso sexual) y, por el otro, los derivados de catástrofes
(guerra).
Con Charcot, en 1877, hay una primera descripción del estrés nervioso. En la época de Charcot,
lo psíquico está alojado en el cerebro y la ciencia que le corresponde en sentido estricto es la
neurología.
En 1980, cuando el concepto de disociación fue redescubierto en la composición del
“síndrome”, los trabajos de Janet sobre trauma y memoria y tratamientos de estados disociativos
en la histeria se valorizaron nuevamente. En Janet, el efecto traumático provoca una alteración
en el flujo de la conciencia de manera tal que el recuerdo queda marginado del encadenamiento
240
asociativo. La diferencia sustancial entre Janet y el psicoanálisis reside en la teoría del sujeto.
Para el psicoanálisis, el sujeto está dividido en consciencia e inconsciente, para el Janet es una
consciencia única.
Además, los traumas derivados de catástrofes han dado lugar a teorías acerca de la neurosis
traumática de guerra.
El concepto freudiano de trauma.
La teoría del trauma evoluciona complejamente en Freud, desde los estudios sobre la histeria y
la problemática de la neuropsicosis de defensa.
En Freud se va modificando la consideración del trauma y las relaciones con el síntoma y el
aparato psíquico, así como con respecto a los cuadros psicopatológicos. En general, Freud
atiende en la neurosis siempre 3 factores: el factor traumático psíquico-infantil, el pulsional y
el de las alteraciones del yo.
En Freud el concepto de trauma psíquico sufre una ampliación progresiva y un alejamiento cada
vez mayor del paradigma médico de trauma (herida o lesión, choque nervioso) hacia una
metapsicología más compleja.
La complejidad del concepto freudiano de trauma aumenta cuando integramos el contenido del
trauma (real o fantaseado) y la exigencia de precisar dónde residen los efectos de la experiencia
traumática. Freud relativiza la causa externa del trauma en función del proceso de la fantasía.
En las concepciones del “síndrome” que engloba los cuadros psiquiátricos del estrés
postraumático, hay una repuesta directa del sujeto -normal y sano- que se enferma a causa del
impacto del enveto traumático. Para Freud, este evento carece de importancia, ya que un hecho
mínimo o solamente la fantasía de un evento traumático basta para generar el traumar.
Según la descripción freudiana, el suceso traumático de la infancia es reactivado habitualmente
en la pubertad, con una nueva oleada instintiva. En toda situación traumática hay algo libidinal
en juego. En tanto la vejez constituye un nuevo estadio de la libido, del mismo modo que las
situaciones traumáticas infantiles son recreadas en la adolescencia, también en la vejez se sufre
una reformulación del suceso traumático de la infancia. Freud utiliza la palabra alemana
Nachträglich para definir ese efecto de reformulación, en otra etapa de la vida, del trauma
infantil; es por la reformulación, precisamente, que adquiere un impacto traumático nuevo. El
inconsciente ignora la sucesión temporal, permite la emergencia de algo muy anterior al lado
de lo nuevo y la coexistencia aleatoria y a la vez de diferentes estratos cronológicos. La vejez
no se reduce solamente a la reactivación de estos traumas, sino que está abierta a procesos de
re significación y neoformación de eventos traumáticos y de creación de nuevas neurosis a partir
de la capacidad de relatarse la propia vida otra vez.
Freud postula el concepto de series complementarias, concepto con el que trata de organizar
los factores que determinan la aparición de neurosis, en cuanto la constitución sexual y la
experiencia infantil se proponen como los antecedentes Primeros en el surgimiento de la
enfermedad; también se incluyen entre los factores la fijación de la libido y la experiencia adulta.
El concepto de series complementarias explícale a etiología de la neurosis con el fin de superar
la alternativa entre factores exógenos y endógenos de modo que articula los factores propios
del sujeto con los desencadenantes de la neurosis; tales factores son complementarios y puede
uno de ellos fortalecerse mientras más débil es el otro o ambos potenciarse.
241
Freud localiza el trauma en dos momentos diferentes: en la prehistoria constitucional del sujeto
y en la experiencia adulta, que actúa por retroactividad sobre el trauma originario. El trauma
tendría dos tiempos, donde el actual establece cierta interacción con el pasado, que no es
solamente el trauma infantil sino también el histórico-cultural. Sin embargo, el concepto de las
series complementarias se modifica a partir de las investigaciones freudianas de la neurosis de
guerra; el mecanismo traumático en dos tiempos ya no aparece tan importante. Ahora el trauma
es la respuesta del sujeto al efecto masivo desatado por un trauma único procedente del
impacto de la guerra, debido a la ruptura de la barrera antiestímulo, provocando un cuadro de
angustia; el aparato psíquico muestra la imposibilidad de absorber cierta cantidad alta de
energía y por lo cual se pone en marcha el mecanismo de repetición del trauma por medio de
los sueños, los recuerdos, etc.
Esto contradice el principio de placer como rector del aparato psíquico. Por eso Freud plantea
la existencia de otro principio: la pulsión de muerte. El objetivo de la repetición sería
transformar en energía psíquica la energía libre que ha desorganizado el aparato. Si bien esto
en apariencia es placentero, sigue cumpliendo con el objetivo de transformar lo puramente
económico en representaciones manejables. En contradicción con el principio de placer, lo
único que haría el aparato psíquico es nombrar el dolor; pero lo hace con la finalidad de
procesarlo y quizás fusionarlo con el placer.
En “inhibición, síntoma y angustia” (1926), Freud da un vuelco respecto de su teoría de la
angustia y reconsidera el concepto de trauma, así como su importancia en el origen de la
neurosis. Desde 1895, la angustia se mantenía en correspondencia con las neurosis actuales
como productos del estancamiento de la libido. Al principio, Freud relaciona los cuadros de
angustia con un tipo especial de neurosis: de la angustia. Esta se presentaba en aquellos cuadros
donde la angustia carecía de objeto representado. La causa de las “neurosis actuales” se
correlaciona con la inhibición de la descarga sexual. La energía sexual se convierte en angustia.
Cuando no hay o cuando la descarga sexual no es la adecuada surge la angustia: se descarga
por otro lado para mantener el principio de constancia de energía libidinal.
Con “Inhibición, síntoma y angustia” se produce el gran cambio en la teoría sobre la angustia;
desde ese momento Freud la concibe como una reacción regida por un modelo particular frente
a situaciones de peligro. La angustia ahora se adueña del yo que reconoce como peligro
situaciones internas o externas; la excitación aumenta, rebasa al YO y desencadena los estallido
de angustia. A partir de 1933 establece que la neurosis se expresa siempre como reacción ante
una situación traumática.
Freud distingue angustia automática y angustia señal, aunque esta distinción no configura dos
tipos distintos de angustia. La primera de ellas constituye la reacción directa frente al trauma,
la segunda anuncia la inminencia de un trauma o de un peligro. En la angustia automática, el
factor determinante es una situación traumática y siempre incluye una vivencia de desvalimiento
del yo. Implican siempre separación o pérdida del objeto amado. Este desvalimiento del YO se
corresponde con la situación originaria como consecuencia de la separación de la madre, lo
cual provocaría la emergencia de la angustia. A lo largo del desarrollo del sujeto, cualquier
evento que lleve a una situación semejante al desvalimiento originario desata una angustia
automática. El modelo freudiano que rige la angustia ya no es el del coito, si no la
desorganización de la primera vivencia de desamparo: el nacimiento.
242
En el envejecimiento vuelve a emerger la angustia ante la sumatoria de pérdidas, la
insatisfacción, el deterioro corporal, etc., y la vivencia de angustia de desamparo se vuelve
dramáticamente real.
Vejez y trauma originario.
La emergencia de la angustia en la vejez es un hecho característico y no siempre evidente. En
el momento de la crisis vital, el sujeto se encuentra en una lucha entre el intento de mantener
regida sus defensas y la pulsión que emerge a través de la angustia. A partir de allí se produce
la crisis del envejecimiento, con la posibilidad de establecer una nueva organización psíquica.
Éste es el aspecto positivo de la angustia; el adulto mayor se debate entre resistirse a ella o
tratar de dominarla; junto con la angustia aparecen afectos dormidos o latentes y la posibilidad
de revisión de la propia historia. La angustia representa un elemento positivo, un elemento que
acerca a la solución de los problemas, si bien el sujeto se resiste a ella porque teme caer en el
estado de desamparo; en cambio, la elaboración de la angustia le permitiría seguir adelante la
propia vida. El ataque de angustia tiene que historizarse.
Así como otras etapas de la vida implican ciertos traumas, en la vejez la mayoría de las pérdidas
se experimentan subjetivamente como catástrofes al reeditar el trauma originario. El adulto
mayor, en la medida en que han atravesado otras etapas de la vida con éxito, muchos están
protegidos de la angustia automática y del retorno al estado de desamparo; en estos casos al
desconocer o evitar la angustia, estos sujetos se pierden la experiencia de la reanimación de
pulsiones en el proceso de envejecimiento.
No necesariamente la angustia expresa un valor negativo. Las tres grandes angustias señaladas
por Freud, ante el superyó, ante la pulsión sexual y ante el otro, se atraviesan como parte de la
experiencia vital. Si el sujeto no se conecta con la angustia ante la pulsión, anula la sexualidad;
si rechaza la posibilidad de perder al otro perdería toda la relación con este; Y si no enfrenta
la angustia ante el superyó quedaría atrapado en una identificación absoluta con el padre.
La vejez da la oportunidad de renovar esa estructura adquirida en una etapa muy temprana; el
superyó, como heredero del Complejo de Edipo, es mayormente inconsciente y forma parte de
las resistencias últimas al psicoanálisis. La vejez constituye un momento ideal para reformular
el superyó a partir de la necesidad de una transmisión cultural de la generación a la que el
adulto mayor pertenece.
Existe la posibilidad de una apertura a partir de la angustia, la reflexión sobre sus propias
identificaciones superyóicas, la modificación de estas y, en consecuencia, un aporte cultural
nuevo. Esto, para el adulto mayor, es traumático. La única manera de modificar el propio
superyó consiste en reeditar algo del complejo de Edipo por medio de la angustia. Lo paradojal
reside en que el adulto mayor debe aceptar la angustia de lo traumático para salir de la vejez
como trauma; hay una diferencia entre la vejez como trauma y la angustia traumática que
aparece en la vejez. Esto torna lo traumático y la angustia en un proceso meta psicológico
dinámico y nos aleja de la ideología de la vejez-trauma tan difundida en la cultura actual.
Duelo y depresión.
Bajo el concepto de depresión se engloba una serie bastante grande de cuadros con distintos
grados de gravedad. Se trata de un síndrome que en la vejez presenta ciertas particularidades.
243
Presentaciones.
Lo característico del cuadro a nivel de los afectos sería el humor triste o el dolor psíquico,
incluso del aspecto físico se muestra triste y descuidado. El humor depresivo, además, se
acompaña de un entramado de ideas que ponen en juego la desvalorización personal; lo que
comienza siendo un trastorno afectivo alcanza en los procesos del pensamiento y la organización
de la personalidad completa. El paciente pierde la voluntad y el deseo de actuar, de moverse,
se queda más en la cama etc.
Las depresiones aparecen en toda edad, aún en la infancia o en la adolescencia. El síndrome
depresivo está muy ligado a los ciclos vitales y a determinados cambios en la evolución del
sujeto. Desde que la población de los adultos mayores aumentado se sabe bastante acerca de
las características de la depresión en la vejez. En la psiquiatría se sostuvo que había cuadros
depresivos propios del envejecimiento. Es evidente que en la vejez se presentan más
disparadores que eventualmente pueden llevar a depresiones, tanto las pérdidas y duelos con
los que se enfrenta el adulto mayor como las modificaciones biológicas: en los
neurotransmisores, las hormonas y en el sistema nervioso.
Aparentemente hay más depresión en la vejez que en otros momentos del ciclo vital. Sin
embargo, la vejez no supone necesariamente depresión, sin descuidar que esta presenta
ciertas características propias. A partir de la asociación entre vejez y depresión se origina un
doble prejuicio que conduce, por un lado, al subdiagnóstico en las consultas de adultos
mayores, y, por otro lado, en el caso del duelo normal, al tratamiento excesivo.
Metapsicología y psiquiatría.
La depresión, es definida por Bleichmar, como un estado que tiene por condición la pérdida de
una relación objetal, y en la cual el contenido ideativo hace imposible la realización de un deseo
al que está intensamente fijado; esto se caracteriza por un estado de ánimo muy doloroso,
sensación del interés por el mundo exterior, inhibición de la capacidad de amar y de todas las
funciones psíquicas, junto con la disminución de la autoestima. Se trata de una definición
psicoanalítica y, por consiguiente, se encarga de los aspectos dinámicos de la depresión. Duelo
y depresión tienen el mismo motivo, pero los mecanismos son distintos y sólo coinciden en que,
ante la pérdida del objeto se retira la carga de éste.
En la vejez emergen pérdidas muy antiguas, funcionando como disparadores de la depresión;
es como si situaciones especialmente traumáticas de duelo o de pérdidas no elaboradas
permanecieron en el psiquismo para retornar, con mucha fuerza en el envejecimiento.
Los duelos son parte del proceso de organización de la personalidad y de la evolución del
aparato psíquico. Las distintas etapas psíquicas de individuo acción que recorre el sujeto, desde
la separación de la madre a la resolución del Edipo, no son más que duelos. Ese primer objeto
perdido, la madre, inscribe el comienzo de los mecanismos del deseo para reencontrar lo de
algún modo. El duelo se encuentra, en la teoría freudiana, en la escena central del desarrollo
psíquico y de la organización más temprana de la cultura. Tanto en el yo del placer originario
como en el psiquismo primitivo no hay duelo, si no una satisfacción alucinatoria frente a la
pérdida; el duelo indica precisamente la salida de la alucinación, el tránsito hacia el deseo.
244
Freud y la melancolía.
El proceso de duelo se inicia cuando se acepta la realidad de la pérdida y se lo realiza, pieza
por pieza y con una gran gasto de energía, como si fuera un desmontaje; entretanto, el objeto
perdido continúa en lo psíquico. En los adultos mayores, quizás a partir de las organela a la
muerte, se acepta más fácilmente la realidad o, por el contrario, la imposibilidad de encontrar
nuevos objetos que reemplacen al perdido a veces produce la coexistencia de mecanismos
alucinatorios del duelo; influye mucho, en el acatamiento a la realidad, la capacidad de la familia
para acompañar el dolor del adulto mayor.
Un nuevo equilibrio narcisista.
El duelo y la melancolía se superponen en la crisis vital de la vejez, momento en que se despliega
una gran movilización Afectiva e imágenes del recuerdo que deben elaborarse en ese periodo.
La crisis vital es, como tal, un duelo para adaptarse a la nueva situación y no define la vejez; a
lo largo de la vida del sujeto otra vez a distintos duelos, desde que nace hasta que muere. El
duelo en la crisis vital se presenta como una oportunidad de modificar estructuras defensivas.
El duelo, como parte del ciclo vital, exige que se soporten las pérdidas para ensanchar la
perspectiva de la vida y renovar el yo. Los adultos mayores que no pueden hacer duelos quedan
detenidos en el tiempo.
El duelo es también una forma de revivir situaciones del pasado en el presente, historias de la
propia vida del sujeto que se han perdido. En los duelos del envejecimiento hay que llegar a
una renovación de la estructura narcisista. En cuánto el sujeto tiene que comenzar a trabajar
en su vejez para lograr un equilibrio narcisista, es sorprendido en ese proceso por la presencia
de aquellas historias antiguas. Esto transforma el duelo normal de la crisis vital del
envejecimiento en un cuadro depresivo o melancólico; la estabilización de todo duelo requiere
de la recomposición de las identificaciones narcisistas primarias y de los contenidos objetables.
Exige que el sujeto no quede atrapado en estos vínculos y, de este modo, se oriente hacia la
realidad buscando un objeto nuevo de satisfacción. Una vez que en el duelo se desarman pieza
por pieza y a través de la reminiscencia aquellas situaciones ligadas al objeto perdido, se libera
la energía necesaria para que el adulto mayor pueda establecer una relación más realista con la
vida y proponerse una nueva relación afectiva y nuevos proyectos a sus condiciones vitales. A
partir del balance de las identificaciones narcisistas positivas y negativas se utilizará algo de
esas experiencias tempranas para recuperar la autoestima del yo y aceptar las pérdidas de una
manera menos dramática. De esa forma, el sujeto se despega de las viejas identificaciones al
salir del estado regresivo que con lleva el duelo, luego de soportar el dolor de la pérdida.
En la vejez, el peso de las identificaciones antiguas puede ser inmodificable, como si el adulto
mayor quedara atrapado por el dolor de su propia historia narcisista.
---
245
TEMA 13: TRANSFORMACIONES EN LA
POSICION SUBJETIVA
• Abuelidad. Relaciones intersubjetivas e intergeneracionales.
• Transitoriedad. Trascendencia. Significatividad de la muerte.
• Reformulación del sistema de ideales. Proyecto vital. Reminiscencia.
Transmisión generacional.
• Sexualidad. Erotismo. Amor. Organizaciones vinculares.
• El pensar. Memoria. Relaciones intrageneracionales.
Bibliografía Obligatoria
o
Bodni, O. (2013). “La existencia doble y la clínica del legado” en La delegación del
poder en el envejecimiento humano.
o
Iacub, R. (2006). Erótica y vejez Perspectivas de occidente.
o
Iacub, R. (2009). “Estéticas de la existencia: ¿la vida es bella en la vejez?”. En Desafíos
y logros frente al bienestar en el envejecimiento: VII Jornadas de Psicología de la Tercera
edad y Vejez.
o
Petriz, G., Bravetti, G., Canal. M: (2008) “Tiempo, temporalidad, finitud en el sujeto
mayor”. En Perspectivas vinculares en Psicoanálisis Las prácticas y sus problemáticas.
o
Petriz, G. (2003). “Proceso de envejecimiento: transformaciones en la subjetividad”. En
Nuevas dimensiones del envejecer: Teorizaciones desde la práctica.
o
Rozitchner, E. (2012) “Del crepúsculo pulsional a la reactivación erótica”, en La vejez no
pensada. Clínica y teoría psicoanalítica.
o
Singer. D. (2005) El trabajo psíquico en el paso del tiempo, en Revista de Psicoanálisis
y Grupos. Vol. 3, Número 3. México
o
Zarebsky, G. (1990). Lectura teórico cómica de la vejez.
246
La existencia doble y la clínica del legado
Bodni, O. - (2013).
En el análisis de personas mayores, intentamos circunscribir el término “transmisión” a una
función psíquica activa destinada a generar diacrónicamente una perduración. Es un acto que
tiende a controlar el tiempo extendiendo la memoria de los otros a través de la transmisión de
legados, personales y colectivos.
La responsabilidad de conservar la cultura constituye una exigencia de trabajo para el psiquismo
adulto, y el impulso a investir objetos sucesores se constituye evolutivamente, a partir de una
psique que en sus momentos iniciales fue puramente receptividad y aprendizaje.
La ancianidad no es la etapa vital de mayor relevancia en la transmisión generacional, pero
nuestros interrogantes apuntan a la extensión de la vida y la producción de una transmisión
estereotipada, por insistencia pulsional, y, por otro lado, a la confrontación generacional. La
angustia de castración toma así una nueva forma, como temor fantasmático a quedar fuera de
la memoria de la especie.
La estructuración de la subjetividad presenta un doble origen: el sujeto es siempre fin para sí
mismo y además eslabón de una cadena generacional. En este último sentido ha sido
estructurado como receptor, ha debido apropiarse de los estándares con los que construyó su
identidad, y llegado el caso, debe transportar la herencia recibida hacia un destino nuevo más
seguro. El viejo se convirtió ya hace mucho en “derecho habiente del mayorazgo”; en su
momento acepto como padre la plenitud de su función de transmitir los emblemas
identificatorios y ahora es responsable de doblegar su poder.
La pulsión de conservación de la especie, como impulso a legar, es una condición humana
necesaria para completar la insuficiencia de la transmisión biológica y tiene su meta en la
transmisión de la genética y la cultura a un sucesor.
Piera Aulagnier se refiere a un “contrato narcisista” en el que la sociedad asegura su futuro
reemplazando los sujetos muertos por voceros nuevos que van a repetir sus mensajes. La
amenaza de castración se expresa como imposibilidad de transmisión de los emblemas
identificatorios.
La propuesta clínica es considerar en la crisis de la vejez el impulso insistente a la producción
del sucesor con la misión de preservar la cultura, interpretando el doloroso efecto de tarea
inconclusa relacionado con una transmisión frustrada.
Atendiendo a la función de cronista del adulto mayor, podemos ayudarlo a aceptar que, aunque
el sucesor no podrá ser su doble ni transportar toda su transmisión, siempre llevará inscripta
alguna marca, alguna señal de su discurso. Pide garantías de ser reconocido como denunciante
para un conjunto social que muchas veces no lo puede escuchar, activando la angustia de
castración como un doloroso sentimiento de intrascendencia o vida inconclusa.
Desde el punto de vista de la cadena generacional, la amenaza de olvido e intrascendencia es
constituyente de una intensa angustia de castración. Esto es producido por la tendencia actual
a no escuchar a los ancianos, a descalificarlos. --247
Erótica y vejez Perspectivas de occidente.
Iacub, R. - (2006).
Se abren una serie de dicotomías o tensiones polares en relación con LO ERÓTICO EN LA
VEJEZ. La erótica no tiene una definición precisa. El término proviene de Eros, dios del amor,
una fuerza fundamental del mundo que no sólo aseguraba la reproducción de las especies, sino
también la cohesión interna del cosmos. El retiro de la sexualidad era asociado a un sentimiento
de alivio por haberse librado el sujeto de aquellas pasiones que lo arrebataban, y había un
llamado a la templanza en lo referente al erotismo en la vejez.
Los emblemas eróticos de la masculinidad fueron alejándose de toda referencia a vejez. Ésta
aparecía generalmente como impedimento de los placeres, como prolegómeno de la muerte, y
fuertemente asociada a la enfermedad y la ausencia de belleza. Otra referencia habitual era la
de presentar el rechazo erótico por el cuerpo de los viejos, representaba la imagen de lo
distinto y rechazable. En muchos textos, el erotismo aparecía como negación de la muerte y del
aspecto más humano del cuerpo.
El futuro se convirtió en un espacio temible de cambios y transformaciones corporales (la
pérdida de la belleza y del éxito social) así como también en el horizonte de la enfermedad, la
vejez y la muerte.
Las representaciones del cuerpo del viejo se anudaban a las de la muerte a través de la imagen
corporal, en tanto que las metáforas sobre él no aludían a una figura visible o identificable, sino
que remitían a indicios de un cadáver o a alguien irreconocible, generaba un claro rechazo
desde el punto de vista erótico, lo cual nos permite comprender por qué resultaba predominante
el repudio por la fealdad de los viejos.
La crítica al erotismo de los viejos remitía mucho más allá a su lujuria que a la dificultad que
ésta podía suponer para ellos, lo cual daba cuenta de restricciones claras al ejercicio de un goce
que, consideraban, debía evitarse.
La belleza parecía funcionar como un velo que ocultaba lo más humano del hombre, su ser
efímero, lo que abría una fuerte polarización entre lo joven y lo viejo, en una clara analogía entre
el cuerpo de los dioses y el de los hombres.
El giro en la percepción en la vejez produjo el surgimiento de nuevas significaciones en su
erótica. Como veremos, los discursos sobre la vejez dieron lugar en el SXX, al surgimiento de
dos disciplinas: la gerontología y la geriatría.
El cuerpo del viejo comenzó a ser caracterizado entonces a partir de su desgaste y su
disminución energética, con lo cual se creó una sinonimia cada vez más frecuente entre vejez y
enfermedad, y entre vejez e invalidez. Un sentimiento de culpabilidad y vergüenza (asociado a
la antigua noción de pecado) fue emergiendo en relación con el cuerpo deteriorado y enfermo,
propio de ciertos envejecimientos.
La representación del cuerpo y la sexualidad estuvo atravesada por otra variable: la
temporalidad. En la sociedad del SXIX, el tiempo de una vida consistía en la suma de épocas
diferentes y distinguibles, por lo que esta resultó más segmentada en fases de desarrollo que
en ningún otro memento histórico.
248
Al considerar al sexo como una herramienta natalista, se subrayaba su profunda desconexión
respecto del amor, de tal modo que éste resultó vaciado de toda referencia a lo sexual y todo
aquello que excediera sus fronteras fue reputado como perverso.
A partir de ese momento, muchos autores comenzaron a considerar las transformaciones
patológicas y psicológicas del envejecimiento como una consecuencia de los cambios sexuales
producidos en este período.
Estas descripciones del envejecimiento, que oscilaban entre la sexualidad, la locura y la muerte,
dieron lugar a discursos acerca de la importancia del control del erotismo en esta etapa vital.
Prolongevidad: termino para referirse a la significativa extensión de la vida debido a la acción
humana. Este ideal fue una respuesta a diversos cambios que se presentaron a mediados del
siglo XX, entre los que pueden mencionarse el avance de la tecnología y el énfasis en los
principios individualistas, que hallaban en la prolongación de la vida del hombre y en su espíritu
de conquista sobre los bienes naturales en un escenario promisorio.
---
249
Estéticas de la existencia:
¿la vida es bella en la vejez?
Iacub, R. - (2009).
La vejez sitúa una problemática asociada al disgusto, a un criterio como el de “a nadie le gusta
ser viejo” o “la vejez es fea”. Donde la razón estética aparece como escenario de fondo desde
donde se debate el valor social de la vejez en la actualidad. La politización de la temática es un
elemento necesario para su desnaturalización y la construcción de una estética de la existencia.
Quizás uno de los desafíos que nos toque sea poder encontrar nuevas configuraciones en donde
la vejez no sea definida por un más o menos en relación a la adultez, ya que esta posición lleva
a negar las particularidades que esta etapa aporta, y que su diferencia puede enriquecernos
como sociedad.
La carencia de un bien tan estimado como el tiempo, se vuelve potencia en la vejez y el ser
mayor aparece como una interesante condición de existencia.
La particular sensibilidad hacia la muerte reduce y quita recursos simbólicos para integrar en el
conjunto de la existencia ese final necesario en toda trama narrativa o historia de vida.
Pensar en un bello final, alude a recomponer, desde una lectura personal, una presencia activa
y una ineludible toma de decisiones que lleven a que el final realice y tenga valor de cierre, en
la medida en que condense significados personales y de sentido a esa vida en particular.
Esta estética supone la estilización de un posicionamiento personal ante la vida, lo cual puede
implicar lograr asignaturas pendientes o posibilitar una renovada lectura del sí mismo que
promueva un alcance trascendente, es decir, lograr un salto por sobre las acotadas fronteras
del yo a través del legado, de las obras, en un autodescubrimiento artístico, moral o religioso
que realice del si mismo su propia obra maestra. Este proceso puede ser pensable en la medida
en que el sujeto reconoce su finitud y una sociedad habilita la elección heroica mas que al
repliegue ante un final que solo parece devenir del lado de la medicina.
Hay una tendencia central de un intento de obtener una mediana edad extendida, la cual se
considera como una etapa no marcada aún por la vejez. Esta tendencia lleva a evitar los cambios
promovidos por la edad desde variantes diversas que incluyen desde los hábitos hasta
transformaciones corporales.
--
250
Tiempo, temporalidad, finitud en el sujeto mayor
Petriz, G., Bravetti, G., Canal. M: - (2008)
En lugar de tiempo, hablamos de temporalidad en la cual el sujeto está comprometido. Por un
lado, está el tiempo de lo vivido, de lo simbolizado, y por otro, el tiempo de lo cronológico, de
los relojes. Tiempo, no como dimensión “natural”, mensurable, sino tiempo producido por el
atravesamiento de un sujeto que le otorga un sentido.
Si la posibilidad de una longevidad saludable para quienes transitan el envejecimiento (debido
al avance tecnológico y científico) no es significada por los sujetos, puede convertirse en un
largo y penoso tiempo de espera, para sí y para los otros. Tiempo vacío que dificulta al Yo a
sostenerse en un tiempo subjetivado favorablemente. La brecha entre la imagen del yo actual
del yo futuro, se tiñe de imposibilidad, dejando al sujeto en la “nada” desvitalizada.
Tiempo historizable, que enlace presente, pasado y futuro posible. Implica resolver el trabajo
de apropiarse, producir simbólicamente, para darle un sentido que permite inscribirlo en el
circuito de lo realizable.
Futuro, “ajeno, existente, no inscripto”, ajeno, en tanto desconocido de si mismo, qué desea,
qué le es posible, cuanto tiempo. Y ajeno en tanto perteneciente a un conjunto social, que
determina (o no) los modos de envejecer.
Tiempo futuro, implica incertidumbre a la par que supone cierto orden, por lo que la idea de
proyecto implica el desafío de decidir su solución entre tantas posibles. Acto de
responsabilizarse ante su propia vida.
Esta extranjeridad (ajenidad) que resulta la longevidad saludable para los viejos actuales nos
pone frente al reconocimiento, de que la falla o la inconsistencia puede ser una puerta de acceso
a lo nuevo siempre que se reconozcan los cambios, y si el sujeto esta dispuesto a producir una
transformación, y descubrirse transformado por ella.
La historia es una herramienta para resolver los problemas que le presenta su realidad.
Valiéndose de ella construye los propios modos de envejecer, de superar las dificultades y
aceptar limites y limitaciones. Valiéndose de sus experiencias y aprendizajes, reconocen su
transitoriedad y se ponen en posición de transmisor que puede dejar su legado, enseñar, guiar,
e indicar caminos posibles, situación que también contribuye a la recomposición narcisista del
sujeto mayor.
---
251
Proceso de envejecimiento:
transformaciones en la subjetividad.
Petriz, G. ‒ (2003).
La vejez, en cuanto acto previsible en la vida de los seres humanos, genera expectativas en
cuanto a lo a lograr, ultimo escalón, o antesala de la muerte (tan negada). Al pretender ignorar
las marcas del paso del tiempo, se intenta mantener indemne la representación ideal, ligada a
la representación de su narcisismo más temprano.
A pesar de que todos reconocemos los efectos del paso del tiempo, el momento de reconocerse
envejecido siempre sorprende. Incluso puede desarrollarse cierta preparación en el registro de
algunas señales que, fundamentalmente, envía el cuerpo.
En el proceso de envejecer y reconocerse envejeciendo, el sujeto se enfrenta a la realidad de
procesar las dimensiones de un:
• Tiempo: acotado, qué es el tiempo del ahora y unos años más. El tiempo que queda por
vivir. El tiempo adquiere la dimensión de lo finito, tiempo de hoy.
•
•
Cuerpo: con cambios físicos, qué declina, arrugas, enfermedades, imagen desconocida, a
veces temida, que se hace presente: horror. Desfasaje del cuerpo real a la imagen
inconsciente del cuerpo.
Funciones: cambiadas, de productor a jubilado pasivo, de reproductor a garante. Cesación
de la función genitora, proveedora.
Consideraremos la concepción de tiempo propuesta por Freud y retomada por Lacan, tiempo
en retroacción: un acontecimiento actual o un hecho madurativo vivencial actual que resignifica
lo anterior. Concepción qué es válido aplicar al proceso de envejecimiento si consideramos lo
psíquico como estructura abierta, es decir, con posibilidades de transformar, resignificar las
experiencias y encontrar un nuevo sentido a lo anterior o darle una nueva eficacia psíquica,
donde cada acontecimiento puede adquirir valor determinante produciendo un nuevo sentido
a los ya significado. A esto se agrega el aporte de las disciplinas de la complejidad que
consideran el valor del acontecimiento : posibilidad de incluirlo nuevo, la diversidad, la
diferencia, otorgando al sujeto la capacidad de significarlo e inscribirlo o no en su cadena de
significaciones. La vejez como un hecho del devenir, el sujeto que lo significa y le da lugar a la
vejez. Elaboración a nivel imaginario y simbólico,
Desde la teoría psicoanalítica sabemos que el yo se constituye como representación, tomando
su imagen proyectada, en un comienzo en la mirada materna y luego reconocida como imagen
propia (unificada) al descubrir su imagen en el espejo. El elemento que sostiene esas imágenes
es la imagen del cuerpo. Representación compleja que excede la condición de lo orgánico,
pero que no lo desconoce.
El sujeto que descubre su envejecimiento recibe de su cuerpo señales, variaciones en el
esquema corporal. Estas señales se organizan por medio del yo, en representaciones según el
252
atravesamiento de su propia historia, cuál ha sido su relación con la imagen de sí, con sus
experiencias libidinales y sociales y cuál es el lugar que en su narcisismo desempeña el cuerpo,
cuál es su relación con el ideal y con las representaciones sociales respecto del envejecer.
En el recorrido por la vida, ante los cambios corporales y los nuevos requerimientos, la
genitalidad ha perdido su lugar de ordenador, son otras las tensiones por donde se organiza el
funcionamiento psíquico. La sexualidad genital no caduca, pero pierde el lugar de
estructurante, cediendo el lugar a la ternura, cordialidad, mirada comprensiva, propia de quien
ha podido elaborar las múltiples caídas del sostén imaginario rector de la adultez, cuando las
condiciones del encuentro sexual resultan exigentes.
Transitar el envejecimiento es elaborar la imaginaria narcisista, la metamorfosis del “yo soy”,
tomando contacto con un pasado vivo, asumiendo la función de conservar la alianza con la
generación pasada, cediendo a favor de la nueva, aceptar la transformación reconociendo los
“irrealizables” de ciertas ilusiones del proyecto de juventud; reformularlo acatando la realidad
e invistiendo lo nuevo, dentro de lo posible.
Hay diversos modos de envejecer. Es un proceso individual. Trabajamos sobre las invariantes,
los mecanismos que subyacen a la diversidad de formas que asume en cada sujeto el
envejecimiento.
En algún momento se patentiza la transformación del cuerpo , ante la cual el sujeto no puede
más que realizar el trabajo de investir este nuevo cuerpo, esta nueva imagen. Acepta y reconoce
los cambios, acepta y libidiniza este nuevo cuerpo y nueva imagen; abriendo de esta manera la
proyección a su futuro.
La elaboración psíquica de esta metamorfosis, ardua, larga y penosa, se realiza en dos
sentidos:
• Del cuerpo real y su representación imaginaria, produciendo un movimiento de investidura
alrededor de esa nueva imagen.
• La elaboración simbólica de su representación-cuerpo, que le habilita el procesamiento y
elaboración de los cambios, dirigiendo su mirada hacia otras representaciones respecto de
este nuevo lugar.
Esta posibilidad de establecer nuevas metas, mantiene al sujeto ligado a contenidos de la vida;
entretanto encuentra las nuevas formas de relacionarse con el tiempo y con su cuerpo y asoman
las nuevas posiciones identificatorias. La relación cuerpo-tiempo, entonces es un articulador
fundamental para entender algunos de los procesos del sujeto frente a su envejecimiento.
Historización y proyección de futuro
La historia del sujeto, de sus vínculos, de sucesos, de experiencia, de su modo de procesarlos,
metabolizarlos, nos permitirá establecer una relación entre el registro subjetivo y el tiempo
cronológico, ante los requerimientos de un “contrato narcisista” con su grupo y con su tiempo.
Cuando el envejecimiento no significa limitación, estos procesos siguen invariantes aun en la
gran masa de “viejos nuevos”. Viejos interesantes, proyectos, tendencia caen para permitir la
reformulación del proyecto de vida, ahora centrado en otros organizadores.
Nuevas posiciones, nuevas investiduras
253
El desafío del yo es responder hasta últimas consecuencias, al mandato de la vida. En todo este
proceso interviene y no podemos sino introducir el marco de representaciones imaginarias y
simbólicas con las que cada sociedad y cada tiempo significan a la vejez.
Entretanto el sujeto se enfrenta al trabajo de subjetivación de estos nuevos requerimientos
apoyado en las transformaciones que desde, el imaginario social y las representaciones sociales
se vienen dando, nos encontramos con esta gran masa de envejecentes activos, apropiándose
de una longevidad que les pertenece.
---
254
Del crepúsculo pulsional a la reactivación erótica
Rozitchner, E. - (2012)
La disminución del ejercicio de la sexualidad en los adultos responde fundamentalmente a
razones psicosociales. El interés sexual, identidad sexual, rol de género, capacidad de
enamoramiento, afecto no involucionan ni se retiran en la vejez. Es un gran riesgo para estos
sujetos quedar atrapados en el modelo falocéntrico que está difundido masivamente.
La sexualidad cambia a medida que se envejece, lo que produce modificaciones en los juegos
sexuales y roles en la saludad y enfermedad. Los roles estereotipados llevan a una
desexualización de la pareja en la vejez y pérdida de intimidad. Pero la realidad es que la
vejez no representa realmente ningún obstáculo para el desarrollo de una intimidad erótica
y el cuidado de la vida sexual.
La autoestima se nutre de tres fuentes: los restos del narcisismo infantil, la confirmación por las
experiencias y la gratificación de los vínculos amorosos. En la vejez se encuentran afectados
estos tres aspectos.
La insatisfacción sexual encuentra vías de manifestación neuróticamente en la vejez, el conflicto
del adulto mayor se parece al de la adolescencia y esto es por la intensidad de la búsqueda
de gratificación, como por la prohibición ; recuperación de las paciones en la vejez, permite
que la vida sexual recupere toda su vitalidad y se produzca un nuevo reordenamiento pulsional,
nuevas elecciones, enamoramiento, pasiones.
---
255
El trabajo psíquico en el paso del tiempo
Singer. D. - (2005)
Se ha prolongado el promedio de duración de la vida y esto hace necesario plantearnos la vejez
como una etapa vital.
La subjetividad se apoya, se sostiene y modela en los grupos, el cuerpo, la cultura y el aparato
psíquico, y cambia con el paso del tiempo.
Describiré dos posiciones que transita la subjetividad y que dependen de un tiempo lógico y
no necesariamente cronológico, aludiendo a la presencia de una constelación fantasmática y su
ansiedad correspondiente:
El síndrome de Dorian Gray o el riesgo de desinvestir:
Para el sujeto que envejece, su padre viejo es aquel al que en una época lejana se ha fantaseado
matar, y el hijo propio, aquel que fantasea la muerte de uno. En este nuevo lugar la muerte está
doblemente presente.
Estas fantasías de muerte solo pueden ser excluidas si se establece una conexión entre
transmisión de la ley y aceptación de la muerte. Será entonces necesario que sean reemplazadas
por el deseo de que el hijo llegue hacer quien satisfaga sus deseos irrealizados y no aquel que
lo arranque de su lugar, sino alguien a quien se le da el derecho de ocupar lugares semejantes
y ejercer sus mismas funciones.
VER DEFINICIÓN “YO HORROR”,
El lugar y el legado del ideal:
Un nuevo movimiento sacude la estructura edípica. La resolución del complejo de Edipo
aseguró la entrada del sujeto en un orden social y cultural, merced a las identificaciones con los
padres de la infancia que le permitieron encontrar su lugar. El grupo, proveedor de vínculos, es
el mejor apoyo para transitar entre los obstáculos que encuentra la vida que avanza en el tiempo.
La escasez de un lugar para el viejo, lleva a realizar un trabajo psíquico (representacional)
que es casi la inversa del realizado en el complejo de Edipo.
Se asume una angustia de desamparo por la ausencia de aquellos padres fatalmente perdidos
en lo imaginario y el debilitamiento de los garantes simbólicos de la realidad exterior, donde
también pueden haber desaparecido sustitutos (vínculos con la calidad de objetos únicos como
el trabajo y la mujer amada). Esta vez no se puede odiar al prohibidor, fantasear matarlo, pero
sí se puede despreciar reactivamente al hoy que se escapa y que en el fondo se desea. Uno y
significado por la presencia de los otros y su relación con ellos. El viejo Edipo conoce la
presencia del otro y su necesidad de él, pero lo en culpa de sus limitaciones. El deseo por el
objeto y la interdicción con lleva siempre la amenaza de castración, y la muerte del semejante
actúa en la vida como recuerdo de esa amenaza.
256
Se impone aquí la formulación del legado y su inscripción en el proyecto vital. La relación con
el ideal del yo se la puesta en manos de los sucesores, brindando continuidad al YO más allá
del fin de la vida. Sabe que sus ideales seguirán siendo perseguidos por seres queridos que
albergarán sus ideas y proyectos y los van a sobrevivir, que la vida sigue la familia que el
engendro. La muerte es sólo el fin de un desarrollo individual.
---
257
Lectura teórico cómica de la vejez
Zarebsky, G. - (1990).
Temática de la vejez:
Desde el punto de vista sociológico y de la psicología social
• La problemática del anciano empobrecido y enfermo, segregado de la sociedad y su
búsqueda de protección, de asilo.
•
El rechazo social.
• La veneración
Desde el punto de vista de la psicología de la vejez:
• La vivencia de desamparo
•
La necesidad de contar con alguien que le sirva de bastón, de soporte
Desde el punto de vista de las relaciones familiares:
• La cuestión del poder en el enfrentamiento entre padres e hijos.
¿Qué es la sabiduría del viejo?
La vejez en tanto caída de ilusiones, confrontación con la perdida y la muerte, suele ser el
momento de máximo enfrentamiento con la Verdad del sujeto. El viejo pierde roles, pierde
funciones, objetos del yo, pierde órganos y miembros, pierde vínculos, pierde afectos. Son
todas perdidas en lo imaginario, en a realidad y en su yo, que remiten a la pérdida Real, a la
falta constitutiva de todo ser, por lo tanto, a la Verdad, si entendemos por Verdad lo que falta
al Saber.
La sabiduría tendrá que ver con la posibilidad de pasaje de un enunciado efectuado con él
como objeto a un apoderamiento de ese discurso. Así, en la clínica, nos topamos con viejos
resignados para los cuales el Destino lo explica todo, justificando así su inercia, su pasividad,
su sometimiento ‒generalmente de toda su vida-, frente a otros viejos que siguen forjando su
destino.
Como psicoanalistas ¿Al viejo lo abordamos a partir de lo que vemos, o lo escuchamos?
¿Y qué escuchamos y desde dónde?
En el viejo se produce una hiancia, un momento privilegiado de apertura, por donde se filtra su
ser en tanto sujeto de deseo, ser enfrentado a la nada del más allá y a la nada de su ser.
La vejez puede llegar a ser una hiancia privilegiada y, sin embargo, constituirse en engaño
privilegiado para los analistas: solo cabe suturar. Cuando las condiciones emocionales permiten
sobre llevar un envejecimiento normal, se produce un incremento de la interioridad que produce
como efecto la propensión a las “reminiscencias”, las cuales, en su condición de eslabones entre
el pasado y el presente dan cuenta de que lo que sostengo s un momento privilegiado de
apertura y de facilitación al abordaje terapéutico.
258
Aquellos viejos que pueden hacer uso de la reminiscencia, encuentran en ella el recurso
terapéutico propio que reafirma su autoestima y les permite transitar y elaborar en paz consigo
mismo esta etapa.
Son las llamadas personalidades narcisistas y las “caracteropatias”, las que acusan una vejez más
conflictiva y desesperada, viejos nostálgicos en lugar de reminiscentes. El envejecimiento
favorece los colapsos narcisistas y las descompensaciones caracteropaticas,
Estará en la escucha del analista discernir qué aspecto y en qué proporción, viene a pedir el
paciente que le reestructuremos ese yo grandioso perdido y en qué proporción, viene a
preguntarse en que se equivoco o a pedir que alguien lo escuche en su reconocimiento de una
posición equivocada en la vida. Poder seguir creando es poder seguir diciendo: “me falta ser...”.
En relación con esto, el dicho popular: “se envejece de acuerdo a como se vive”, remite entonces
a la cuestión de cómo se posiciona el sujeto respecto de su castración.
¿Qué le pasa al psicoanálisis cuando de la vejez se trata?
Se suele apelar al recurso de comprender el contexto social y los determinantes biológicos, de
quedarse en los enunciados del yo y describir su psicología; lo difícil es meterse con la cuestión
del deseo en un sujeto que envejece ‒ sexualidad y muertes -, deseo del viejo.
El psicoanálisis en viejos permite, sin rengar de su condición decrepita, sino atravesándola,
acceder a lo específicamente atemporal del sujeto.
El viejo nombra algo a los otros. El problema que el viejo le plantea a la sociedad ‒y a los
psicoanalistas-, no es tanto por su aspecto, la carga que representa, o su improductividad, sino
por lo que es en tanto efecto de lo siniestro, manifestación de algo que debería permanecer
oculto; de ahí los intentos de suturar la imagen del viejo: que quede armada de nuevo, que no
aparezca la muerte.
La vejez se vislumbra como siniestra y se constituye en crisis vital en aquellas organizaciones
psíquicas basadas en el deseo de fusión propio del vínculo primordial materno- filial.
Teoría biológicas, sociológicas, psicológicas, pueden explicar desde un enfoque gerontológico
multidisciplinario bio-psico-social, al individuo que en la vejez está solo y aísla y pueden aportar
acciones preventivas y terapéuticas. El psicoanálisis aporta el análisis del sujeto en tanto
dividido, la dinámica inconsciente que lo lleva a sentirse solo y encontrarse aislado, a pesar de
estar sano, activo y relacionado.
Sobrellevar la soledad no significa resignarse a vivir solo. El no poder sobrellevar la soledad
ocurre cuando existe la ilusión de que hay algo que la completara totalmente y, al no tenerlo,
está vacía, no es nada.
Soledad y aislamiento: dos conceptos que permiten, cada uno, su propio despliegue de sentido.
Pero se trata de su interrelación, de su entrecruzamiento.
Se podría hablar de un sentimiento de soledad normal y patológico, en paralelismo con el duelo.
Cuando el sentirse solo se torna patológico, a pesar de no estar en la realidad aislado, es un
síntoma, es manifestación del más real aislamiento, el de la enfermedad psíquica. Actúa como
angustia-señal, que desencadenara una serie de mecanismo que llevaran al aislamiento total.
---
259
Glosario Evolutiva 2
Estructura: el psiquismo se podía estructurar como una matriz invariable de
funcionamiento psíquico, que permitía mantener la estabilidad de esta organización a
pesar de las transformaciones del tiempo. Cuando hablamos del concepto de estructura
como estructura psíquica, damos cuenta de aquellas organizaciones que, en el curso
del devenir, van a tender a permanecer como modos de funcionamiento psíquico, a
diferencia de pensar una estructura psíquica inamovible. Hay una conjunción de
elementos mínimos medianamente estables, pero que frente a la aparición de lo nuevo
esta cambia y se reorganiza, porque también es dinámica; se reestructura incluyendo lo
previo desde otro lugar. Interdependencia de los lugares, cada elemento ocupa en la
estructura un lugar y la significación de este lugar está en relación al lugar que ocupa el
otro. Se trata de un YO que está siempre presente en la medida que se va modificando y
complejizando en el devenir.
Constitución psíquica: NO NACEMOS SUJETO PSÍQUICOS. Nuestro estado de
prematuración inicial y de dependencia con otro humano propicia un arranque
significativo en tanto necesitamos de otro humano para humanizarnos. No todo ser
humano podrá constituirse psíquicamente de igual manera, vamos a tener que explicar
en qué consiste este proceso de construcción psíquica, no solamente teóricamente sino
en cada sujeto particular. Se requiere el proceso de hominización (cómo nos convertimos
en humanos más allá de las condiciones necesarias de la especie) y un proceso
constitutivo singular, que da origen a la posibilidad de un yo que pueda enunciarse como
un sujeto autónomo. Es necesaria la presencia de otro humano como condición
suficiente, pero a la vez azarosa, en tanto no está de antemano garantizado quién y cómo
se va a ser cargo de esa tarea; este encuentro tendrá un efecto sobre el infans e inaugura
el discurrir deseante, una actividad psíquica que no se agota en los criterios de la
adaptabilidad al medio. La actividad psíquica es un plus, un excedente de una respuesta
adaptativa a las necesidades biológicas y a la vez inaugura una flecha del tiempo, una
complejidad del tiempo (los 3 tipos de tiempo) como una forma de ensamblar los efectos
y modo de funcionamiento psíquico en una historia. Los efectos de encuentro son el
ofrecimiento de una realidad humana ya elaborada, ya metabolizada como realidad
psíquica de un otro adulto hacia el infans, le brindan información que va a poder empezar
a ser metabolizada como información psíquica: primero rudimentariamente y luego
mediante otras operaciones psíquicas se irá dando la posibilidad de ir armando con estos
sincrónico una organización psíquica.
La organización psíquica será estos procesos psíquicos como producto de este encuentro
que va a ir organizando la información va a ir escribiendo como resto de la experiencia
vivida. Se relacionan los términos de FREUD los signos de percepción, la fantasía
inconsciente, la representación cosa, la representación palabra, y los términos de
AULAGNIER pictograma, lo originario, lo primario, sus fantasías, el enunciado, el
lenguaje en el proceso secundario.
Pensamos la organización psíquica como el establecimiento de determinadas
regulaciones de funcionamiento en un aparato el cual tendrán como PRINCIPAL
-1-
OBJETIVO representar y transcribir una información que tenga un sentido, es dadora de
significación, lo que necesita ser representado primero.
Esta construcción psíquica, de tiempo en tiempo, de momento a momento, se
va reorganizando y articulando en este devenir, presenta elementos que permanecen en
esa construcción y elementos nuevos. Esto da acceso a un grado más complejo de
organización psíquica.
tres niveles de construcción de subjetividad que encontramos en los 4
momentos claves del devenir subjetivo
Intrapsíquico
Intersubjetivo
Transubjetivo
Procesos psíquicos que
Relación del sujeto con
Procesos psíquicos
organizan la actividad del
otro sujeto, co-creación
constituidos
aparato, produciendo
del psiquismo de uno con
y atravesados por la
cambios de la adaptación
el otro, en y por los
presencia de
singular al interior del
vínculos. A partir de esa
significaciones
aparato para
presencia de ese otro,
compartidas por un
complejizarlo, pero
tanto yo como el otro se
conjunto social que
siempre abierto al exterior
reorganizan, se
establece los valorado, lo
con la posibilidad de
diferencian, se identifican no valorado, lo permitido,
incrementar información y de una manera novedosa,
lo no permitido, los
complejidad.
se constituyen en
significados, etc. LAS
presencia a lo largo del
MARCAS DE LA
devenir.
CULTURA son el material
Ejemplo: en la relación
que nos hace sujetos a
de la madre con el infans
medida que nosotros
se están construyendo
creamos y recreamos
psíquicamente ambos. El
estas significaciones
otro que está allí está
compartidas.
haciendo un trabajo de
constitución psíquica que
difiere, que es asimétrica,
pero un trabajo que
potencia y organiza la
presencia de este otro.
Uno y otro se constituyen
en el vínculo. Implica la
construcción de una
representación de un
sujeto con otro, con
efectos recíprocos con
ese otro.
-2-
A NIVEL INTRAPSÍQUICO estas estructuras van a estar presentes en todo
momento del devenir subjetivo, como dos entrecruzamientos en la constitución
psíquica que van a permitir una matriz de funcionamiento que ofrecen al sujeto
una referencia del ser y del tener, que de tiempo en tiempo, van a reorganizarse
generando otros efectos, otros actos psíquicos y otra relación con la temporalidad.
Estructura narcisista
Estructura edípica
Constituida en la relación dualimaginaria madre-bebé (simbiosis).
Estos primeros tiempos de no
diferenciación y la ilusión especular
imaginaria, le atribuye a ese ser una
imagen y un significado (hay un yo antes
de que nazca, por el deseo familiar que
lo espera), abrocha una experiencia
psíquica
a
una
representación
imaginaria.
La imagen como producto de estos
primeros tiempos del narcisismo
inauguran
así
un
proceso
del
advenimiento del yo. Marca la lógica
inconsciente más originaria. Regula el
funcionamiento de un yo con la
posibilidad de representarse a sí mismo
y de tener una significación para sí y para
el otro y esto lo largo del devenir.
Esta se ensamblará y transformará en el
interior mismo de las leyes de
funcionamiento de la lógica edípica, sin
que caduquen sus marcas fundantes.
Es la estructura lógica organizante del
deseo del sujeto singular, de las
identificaciones resultantes, que marca
el lugar y función del sujeto y de los
personajes de su escena familiar, es
decir le permite al sujeto ubicarse en
relación a ellos. Es la instalación de una
matriz de significados
Entrada del tercero como palabra, ley,
mediador simbólico, que permite la
ruptura
de
la
especularidad
narcisista,
el
reconocimiento
y
diferenciación del uno y del otro, quién es
qué será, qué puede tener y qué no
tener, el ingreso en la ética de lo
prohibido y lo permitido
Desde esa estructura se posiciona el
sujeto desde un lugar en relación a los
otros significativos en un momento de su
vida y le da sentido en función de esos
elementos que estaban allí.
Esta estructura antecede al sujeto,
desde el cual se estructuran y pautan los
intercambios sexuados que anteceden al
sujeto y definen su inserción simbólica
en la cultura.
La
estructura
edípica
jugará
dialécticamente con la estructura
narcisista.
*(EN: DELUCCA UNIDAD 1)
Lo narcisista no deja de funcionar una vez que el yo se separa del otro, no estamos
hablando de este momento de indiferenciación, estamos hablando de una estructura que
regula justamente el funcionamiento de un yo con la posibilidad de representarse a si
mismo y de tener una significación para sí y para el otro, y esto a lo largo del devenir.
¿Cómo es la reorganización edípica en el envejecimiento? ¿Qué pasa con la estructura
narcisista en el trabajo adolescente? ¿Qué pasa con la estructura narcisista en el
momento de la conjugación de un vínculo de pareja?
-3-
Tema I
Acaecido: (EN: BLEICHMAR) Lo que ocurre en lo real, lo que pasa, lo que se observa
de una situación.
Acontecimiento: (EN: BLEICHMAR) Algo que marca un antes y un después,
experiencia que marca la ruptura con la continuidad. El acontecimiento que interesa es el
que se acopla con la producción traumática del encuentro. El elemento vivencial que
puede producir efectos en la vida psíquica. Algo no acaecido sino producto de lo
acaecido.
Acontecimiento: (EN: LEWKOWICZ) El hecho capaz de promover la suplementación.
La estructura ya no es la misma, se modifica generando un movimiento de novedad, una
irrupción, un corte entre lo que venía haciendo antes y lo que es ahora. Es una
significación novedosa, será siempre cuando se genere un efecto de suplementación,
nuevo, novedad que propicie una transformación de lo previo donde algo de los previo se
mantiene, pero se transforma y produce una nueva organización.
Curso vital: (EN: URBANO Y YUNI) es un conjunto de premisas surgidas de la
investigación científica que orienta la descripción, interpretación y análisis de los procesos
de desarrollo evolutivo a lo largo de todo el Curso Vital. No se puede pensar al desarrollo
como una sucesión de etapas progresivas, sino como un fluir de un curso vital; el
desarrollo se produce por la ocurrencia de ganancia (fenómeno de crecimientomaduración y de apertura de nuevas posibilidades) y de pérdidas (fenómenos de declive,
deterioro, regresión y pérdida efectiva de capacidades o facultades). El Enfoque del
Curso Vital subraya la discontinuidad entre las distintas fases del desarrollo evolutivo. Es
decir que la niñez, la adolescencia, la adultez y la vejez constituyen ciclos en los que los
sujetos experimentan profundas transformaciones. Estos ciclos son cualitativamente
diferentes unos de otros y no necesariamente guardan una relación de continuidad en la
que los ciclos precedentes determinan de modo inamovible y permanente los siguiente.
De ese modo, este enfoque resalta no solo las diferencias entre los sujetos que cursan la
misma fase evolutiva, sino también las variaciones y transformaciones en el curso de la
vida de cada sujeto individual.
Ningún momento es superador del todo del anterior: sino que cada momento de
organización de este curso presenta, en relación al otro momento, pérdidas y ganancias.
Este discurrir permite construcción subjetiva dinámica y flexible.
En relación al concepto de crisis: momento de discontinuidad que propicia
reorganización con pérdidas y ganancias. Entonces crisis ya no sería lo que hay que
evitar, sino sería mediante lo cual este trayecto vital continúa y sigue su curso.
Las características del CURSO VITAL son:
Multidimensional: afectividad, motricidad y sociabilidad van todas juntas y cada una con
sus crisis y acomodaciones. Los cambios ligados a lo evolutivo presentan pluralidad y
diversidad.
Variabilidad intra-individualmente: hay momentos donde este curso vital se encuentra con
mayores transformaciones y estas dimensiones van cambiando, transformándose a un
ritmo distinto.
-4-
Variable inter-individualmente: no todos los sujetos podrían estar en sintonía con estas
transformaciones, entonces no podríamos agrupar a un conjunto de personas definidos
por una etapa en tanto presenta estas mismas características, porque el curso vital se
transforma de una forma variable inter-individual.
Hay momentos privilegiados del devenir de transformación psíquica que articulan
transformaciones del curso vital. Ejemplos à el concepto de CRISIS DE LA MEDIANA
EDAD: es una crisis que posiciona a la persona en la confrontación con una
transformación del curso vital. Entonces, no se puede pensar que la crisis de la mediana
edad tiene que ver con cumplir tantos años, al contrario, son las características de las
crisis, sin importar la edad que tenga.
Desarrollo: (EN: DELUCCA) Los procesos madurativos biológicos, evolución y sucesión
de etapas que el individuo va transitando. Limitado a las condiciones de posibilidad
necesaria, pero no son condición suficiente para pensar el surgimiento de lo psíquico =
APOYATURA INFRAESTRUCTURAL. Marcado por un tiempo irreversible, no
homogéneo. Tiene que ver con esta idea del desarrollo progresivo, darle curso a algo que
está en potencia y que en condiciones óptimas va a encontrar su posibilidad de desarrollo.
Estructura disipativa: (EN: HORNSTEIN) Movimiento de autoorganización, de
determinados elementos que propician un incremento de mayor complejidad, y por la
tanto de mayor energía, lo cual permite al sujeto una construcción continua de lo psíquico
garantizando una estabilidad. Cuando hablamos de complejidad, no es algo mayor, sino
un incremento de posibilidades para poder dar continuidad a la estructura. Estructuras
ordenadoras que aparecen en el seno del desorden.
Estructura psíquica/aparato psi: (EN: DELUCCA) Organizaciones o conjuntos de
elementos mínimos que van a tender a permanecer como modos de funcionamiento
psíquico, como una matriz de procesos de funcionamiento psíquico, que pueden asumir
después otras combinaciones siendo así posibles de reorganizarse. Es compleja, abierta,
donde se conectan determinación y azar, flexible, cambiante, heterogénea y
autoorganizada. La psique está en relación de intercambio con la realidad (lo exterior) y
su propio sistema heterogéneo que son el yo, el superyó y el inconsciente. Realiza una
alianza entre permanencia y cambio, entre identificaciones y transformaciones que
surgen en el encuentro del fuera de sí.
Flecha del tiempo: (EN: NAJMANOVICH) La irreversibilidad, la temporalidad trae
complejidad, pero a la vez marca un punto de no retorno, nunca lo mismo de antes: esto
es la flecha del tiempo. El tiempo es el factor de complejidad de los sistemas y es lo que
promueve la transformación de los mismos y que se generen nuevas estructuras. Lo que
nos aporta este paradigma, es que los seres vivos, humanos no escapamos a esta
conceptualización de sistemas abiertos y complejos, es decir, vamos a pensar también
estos momentos del desarrollo como momentos de irrupción, de pérdida de equilibrio.
Historización: (EN: CABRAL) (re)significación subjetivada del tiempo pasado a partir
de un tiempo reciente. Trabajo psíquico del yo, en el que hace una historia con estas
huellas o marcas para dar una significación que propicie una referencia identificatoria que
hace que alguien pueda decir “este soy yo” cuando todo ha cambiado. Permite que
determinados elementos permanezcan y propicia una transformación psíquica.
-5-
Sistemas Abierto: (EN: HORNSTEIN – concepto que va en todos los temas) en
oposición a la idea del psiquismo como sistema cerrado, se postula la idea de pensar al
psiquismo como un sistema abierto y complejo; esto permite reflexionar acerca de la
trama relacional constituida por otros primordiales y sus realidades psíquicas singulares
e implica consecuencias para la temporalidad y el determinismo. Esta concepción
conduce a una mayor complejidad, ya que se considera que la psique estaría en
permanente contacto con el exterior, con diferentes sistemas y niveles de información.
Los sistemas abiertos son sistemas complejos porque son vulnerables a la modificación,
a aquello aleatorio no previsto que permite que suceda lo imprevisible.
Temporalidad: (EN: LEWKOWICZ) La dimensión subjetiva del tiempo es la apropiación
de cierto registro de la vivencia temporal ligada por un lado a la significación del paso del
tiempo: a la diferenciación de un antes, un ahora y un después y a cierto límite que como
ser vivo presenta nuestro eje temporal: nacemos y encontramos el mundo ya empezado
morimos y el mundo continúa somos seres finitos.
Tres tipos de tiempo: (EN: DELUCCA) *en el resumen del texto*
Retroacción: (EN: DELUCCA // HORNSTEIN) nachträglich Freudiano, traducida como
a posteriori, posterioridad (aprés coup en francés) o resignificación. Nuevo hecho que
otorga sentido al anterior. Para que un nuevo sentido surja se necesitan por lo menos 2
sucesos y un intervalo de tiempo entre ellos (tiempo de latencia, no solo referido a la fase
prepuberal, sino a un tiempo de elaboración psíquica) se articulan diferentes experiencias
que facilitarán su comprensión. El suceso, se constituye entonces en un acontecimiento
para el sujeto, en tanto algo nuevo vivenciado puede hacer surgir nuevas posibilidades
de historia. Lo traumático y sus retornos pueden o no ser resignificados a posteriori por
la emergencia de lo nuevo.
-
-6-
Tema Familia
FAMILIA: Construcción vincular multifacética donde las variables históricas, culturales
y económicas, tienen que ver con su conceptualización y con su construcción como
institución social humana, por lo tanto, no es una condición natural. Es un entramado de
vínculos productora de subjetividad, una matriz relacional que articula una forma
particular en que sus elementos van a relacionarse con movimientos de apertura y
transformación en esos vínculos.
La familia supone 3 elementos: la alianza, la afiliación y la transmisión. FAMILIA es una
estructura abierta, compleja, heterogénea y en permanente intercambio entre sí y con el
afuera, como toda construcción de la cultura y como las estructuras psíquicas internas;
por eso está expuesta a transformaciones (a lo largo de la historia como en su propio
devenir), pero se mantiene la matriz relacional: para que nazca una familia se necesitan
dos familias (sistema de parentesco), la regulación cultural relacionado a la prohibición
del incesto y a la exogamia. Por esta heterogeneidad, es más pertinente hablar de “las
familias”.
Otra característica de la familia como estructura abierta es que hay una ausencia de un
modelo hegemónico que marca qué es una familia, aumenta la fragilidad e incertidumbre
de qué es ser una familia, pero permite nuevos significados, engendra nuevas formas y
complejiza la estructura familiar. A pesar de todas estas transformaciones, los seres
humanos necesitamos crecer con otros y organizar esa vivencia vincular, regulada de
alguna forma, avalada por un conjunto que lo registre como lícito, como posible.
LA FAMILIA COMO UNA ESTRUCTURA ESTRUCTURANTE: la familia como
una configuración vincular productora de subjetividad: A partir de este
entramado relacional, organizado y regulado, con vínculos discriminados pero
interdependientes, es que pensamos justamente que es estructurante porque los
efectos recíprocos de las funciones que se ejerzan entre los sujetos que ocupan estos
lugares, y que propiciarán movimientos de construcción psíquica. Además, la familia es
el contexto privilegiado mediador entre el sujeto en construcción y la cultura, porque
transforma o reproduce los valores, ideales y lo denigrado por dicha cultura.
Constitución subjetiva (en relación a la familia) en la familia se dan un entramado
de vínculos que propician la constitución subjetiva. Para la construcción psíquica es
necesario este modelo de estructura estructurante: es en y por los vínculos de la familia
(la presencia de otro) en los que nos constituimos sujetos regulados a la vez por cierta
legalidad que le confieren legitimidad a esa organización y a la vez en función del ejercicio
de las funciones simbólicas en la familia. Matriz de relación estructurante de la
subjetividad, mediadora entre el sujeto y la cultura.
UNI II
escena primaria/originaria: (EN: HORNSTEIN – SOBRE PIERA, CONCEPTO DE
FREUD 1897). Escena de relación sexual entre los padres, observada o supuesta
basándose en ciertos indicios y fantaseada por el niño. Éste la interpreta generalmente
como un acto de violencia por parte del padre (como coito anal en el marco de una teoría
-7-
sexual infantil). Provoca una excitación sexual en el niño al mismo tiempo que
proporciona una base a la angustia de castración. Indica ciertas experiencias infantiles
traumatizantes organizadas en guiones, en escenas (fantasías), sin que entonces se trate
especialmente del coito parental. Forma parte de lo que Freud denomina las fantasías
originarias.
Familia en desorden (EN: ROUDINESCO) la familia actual ha venido a desordenar un
orden preestablecido irrumpiendo con su novedad en cuanto a su organización, a sus
criterios de funcionamiento, a su lugar como institución de lo social, y viene a destituir un
modelo que se ha naturalizado de familia: la familia monógama, occidental, cristiana
reconocida por el estado. Cuando hablamos de cambio hablamos de: cantidad de
integrantes, de sus formas de organización, de qué lugar ocupa la representación de la
familia en el imaginario cultural y cuál es su función en dicho imaginario.
Invariantes: (SIGUIENDO LA TEORÍA DE LEVIS-STRAUSS) lo que no cambia, lo que
tiende a permanecer de sus producciones: una matriz relacional, lugares organizados
en función de ciertas regulaciones culturales (prohibición del incesto y diferenciación
generacional y sexual), la familia como estructura estructurante. Los lugares de una
estructura están dados según el sistema de parentesco y vienen con una significación
otorgada por una construcción cultural y de acuerdo a ello es que regulan lo permitido y
lo prohibido, a partir de vínculos posibles o no posibles y también de acuerdo a ciertos
ideales o modelos (lo transubjetivo) del ejercicio de esas funciones en cada cultura. Estas
invariantes no significan que sean inmodificables, ya que cada tiempo histórico las ha
interpretado, de acuerdo a la lógica imperante de esa construcción de sentido de ese
momento.
-
Matriz relacional: la regulación de lugares y funciones de acuerdo a un sistema
de parentesco, que no varía. No es una estructura congelada, sino que propicia un
modo de organización de estos elementos dando lugar a la transformación de
estos elementos, por ejemplo, quiénes ocupan estos lugares. Por ejemplo, en una
familia los hijos podrán ser en algún momento padres, pero nunca podrán ser
padres de sus padres. Una matriz relacional son determinados lugares en esa
matriz y esos lugares los vamos a pensar con determinadas funciones. Es una
estructura que propicia un modo de organización de estos elementos dando lugar
a transformación.
Vínculo: (EN: ABELEIRA Y DELUCCA) *en el resumen del texto*
UNI III
Coparentalidad: (EN CARDORET) tienen hijos en común, pero no son pareja.
Estructura familiar: (EN: ALBERTI Y MENDEZ) organización simbólica que le da
significado a la organización, es donde subyacen los significados latentes de esa
organización, es lo que permite armar al teórico o al psicoanalista de la familia, qué lugar
está ocupando (“él se dice padre” pero qué lugar ocupa en el vínculo). Y en este nivel de
la estructura, es donde se da la apropiación de esas regulaciones culturales al interior de
cada familia.
-8-
Funciones simbólicas en la familia: (EN: DELUCCA) Las funciones son operatorias
necesarias para la constitución y construcción de la organización psíquica de los sujetos.
La función es lo que la cultura espera como ideal a cumplir de los lugares de parentesco
y a cómo se ponen en juego en los vínculos intersubjetivos. Estas provienen del conjunto
familiar, y tanto esos miembros como la sociedad necesitan que sean ejercidas. Son un
ejercicio de prácticas humanas dotadas de un sentido, tienen efecto en el otro sujeto y
las condiciones suficientes para la humanización, lo cual no tiene una correspondencia
directa ni con los sanguíneos ni con lo biológico ni con lo sexual. Se infieren de lo que
cada sujeto interioriza, inscribe en su psiquismo y con lo que se identifica. Las funciones
que se esperan que se cumplan desde lugares diferentes del parentesco, no son
propiedades del lugar específicamente. Las funciones son solidarias entre sí y se
constituyen mutuamente (mujer y hombre se convierten en madre y padre sólo si hay un
hijo y viceversa). Los lugares de parentesco tienen una función de cada uno de esos
lugares donde la cultura plantea que se espera que se ejerza, no es en sí mismo sino en
función del otro elemento de la estructura.
FUNCIÓN “MATERNA”: DE
AMPARO Y SOSTEN
Es el conjunto de cuidados que la madre,
padre o sustituto brinda al infans como
“asistente” de las necesidades del recién
nacido. Para sobrevivir y constituirse
como sujeto humano, el infans en
crecimiento necesita, además del
alimento y abrigo, que quien ocupe este
lugar le provea de amparo y sostén
biológico y psíquico, o sea que alguien
(otro u otros) lo catecticen, libidinicen,
deseen que este viva y que le signifiquen
al comienzo cada una de las
experiencias sensoriales y vitales con
los objetos de su entorno y con los otros.
Esta función puede ser encarnada por
quienes incluyan a ese infans en su
proyecto vital transmitiendo anhelos
conscientes, e ilusiones y deseos
inconscientes, le darán un lugar dentro
de una cadena de objetos deseados y
que representan un valor para este
adulto, y así será como el anhelo
proyecta enunciados identificatorios
anticipatorios de un yo.
FUNCIÓN “PATERNA”:
SIMBÓLICA DE CORTE Y
DIFERENCIACIÓN:
Para que el deseo materno puesto en
juego en el bebé que la completa y la
hace sentir plena no sea abusivo y no
borre su autonomía y singularidad,
pasando a ser propiedad exclusiva de
ella, será necesario que un tercero
(padre o sustituto) representa un
espacio diferente para el bebé, que
habrá una brecha en la unidad narcisista
madre y un bebé e inaugure su entrada
en la lógica de la presencia y la
ausencia. El corte y el proceso de
diferenciación que el hijo irá realizando
es entre él y la madre, él y el padre para
paulatinamente ASUMIRSE COMO
OTRO CON DESEOS PROPIOS MÁS
ALLÁ
DE
LOS
ENUNCIADOS
IDENTIFICATORIOS FAMILIARES.
Es la función ordenadora de los vínculos
intersubjetivos ejercida desde las
instancias
parentales,
en
tanto
representante para el hijo del acceso a
lo simbólico, al lenguaje, y al discurso del
conjunto de esa cultura y sociedad
En tal sentido, ese otro u otros que determinada. Se ubican como referentes
encarnen esta función, se convertirán de una ley de la cultura y le transmiten
-9-
para
el
infans
en
el
otro de manera explícita e implícita los
primordial/privilegiado y constituirán el valores,
ideales,
y
modelos
PRIMER PORTAVOZ DE LA CULTURA. predominantes
que
ellos
han
y
el
PRIMER
CONTEXTO interiorizado.
IDENTIFICATORIO que fundará el yoà
desde el contacto cuerpo a cuerpo y sus
deseos inconscientes, el otro funda la
sexualidad del infans y funda el Yo.
Esta función lo introduce a las categorías
de lo permitido y lo prohibido, a la
construcción psíquica del superyó y los
ideales del yo. Función simbólica regula
la autoridad, del poder del otro, siempre
por delegación. La representación de la
terceridad como aquello que viene a
drenar libido de la madre para otro lado,
estos regulan y significa que él no es un
objeto total para la madre y la madre no
podría ser un objeto total para él. Corte
porque implica un fin, diferenciación con
el otro de totalización, de quedar como
objeto del otro y el otro también como
objeto. Diferenciación porque aparecen
las diferencias generacionales que luego
serán diferencias sexuales.
Esta
función
posibilita
la
erogeneización del cuerpo del bebé
como fuente de placer y sufrimiento; las
vivencias de unificación narcisizantes
como efecto de la ternura que los otros
le
transmiten;
la
indicación
y
significación de sus experiencias
tempranas a través del discurso
parental, siempre desde las propias
interpretaciones que ellos hagan de las
mismas; mediante el apuntalamiento,
permite que las necesidades del infante
puedan ir transformándose en su propia
demanda y el deseo singular.
La delegación en el padre de la
de
la
ley
como
Para la función de amparo y sostén es transmisión
necesario que esté operando la función representante de la autoridad familiar =
de diferenciación y corte (que la representación social del patriarcado à
psique materna haya pasado por el función simbólica de que es quien dona
sepultamiento del complejo de Edipo, la el apellido.
internalización del súper yo, la
internalización
de
la
regulación
simbólica que le permite decir a este
bebe, que tendrá un futuro lejos de ella).
para ocuparse del amparo y sostén, la
persona que ocupa esa función deberá
inscribirse a esta regulación simbólica.
Cuando hablamos de las funciones no estamos hablando de que lo ejerza una mujer o
un hombre. Tampoco vamos a poder decir materna y paterna porque en realidad son
funciones simbólicas que, más allá del sexo biológico, podrán ser ejercidas si se cumplen
determinadas condiciones simbólicas por quienes las ejerzan. La función puede ser
desempeñada en grado variable desde diferentes lugares de la estructura familiar, y hasta
por fuera de ella.
Llamaremos ejercicio de parentalidad a la forma del ejercicio de estas funciones, la
parentalidad como una construcción inédita de cada familia de significar la experiencia
vincular de las funciones en la estructura familiar, y la parentalidad no tiene que ver con
- 10 -
lo que hace la mamá o lo que hace el papá, sino la interdependencia de esta funciones
entre sí.
El concepto de VIOLENCIA PRIMARIA en relación a la función de amparo y
sostén: Aulagnier plantea que lo que es violento es este otro primordial, que le interpreta
y le anticipa a un Yo que todavía no advino, su experiencia vital, le enchufa significado,
lo obliga a ser eso que todavía no es; pero si esto no fuera así, no habría posibilidad de
relación psíquica para el infans. En esta violencia primaria, deben estar incluidas como
anticipación, las posibilidades que tiene el yo de pensar por su cuenta: “debe estar
anticipado por la madre, las posibilidades que tenga ese infans de contradecir esa
violencia, si eso no está anticipado, y si esto perdura en el tiempo como una propiedad
del otro primordial de ser quien le anticipa, le decodifica y le interpreta todo, sucede la
violencia secundaria (un exceso). Es ese exceso donde justamente el yo no ha podido
tomar como revelo de este anhelo, un pensamiento propio autónomo, por eso decimos
que la función simbólica regula y contextualiza que estos lugares estén acotados y sean
siempre por representación, por delegación.
Función filial: (EN: DELUCCA) Implica lo novedoso que el nuevo bebé le impone a la
organización familiar. El hijo no sólo se constituye sobre las imágenes, afectos y modelos
parentales, sino que a través de su singular metabolización-apropiación de lo transmitido,
aporta nuevas significaciones, que, en el advenimiento de la adolescencia, cuestionan y
reformulan lo heredado en una forma novedosa. Podrá anunciar lo transmitidos no
realizado y los vacíos de significación, los hijos pueden abrir un interrogante o hacer
preguntas acerca de sus secretos familiares y propiciar allí una nueva significación.
Función donante = familias de origen/ancestros: (EN: DELUCCA) Este acto implica
la donación por parte del abuelo de su lugar de padre o madre. Ocupa el lugar de dador
en la estructura familiar, el que sede o renuncia un hijo para abrir el intercambio con otros
grupos. Al cumplir esta función se ubican como los terceros de la relación del niño con
sus padres, facilitando su apertura a otros vínculos. Tiene que ver con ser los
representantes de un orden que legitima la circulación de la generación, es la garantía de
que operó el principio de intercambio la prohibición del incesto. Incluye las tradiciones
familiares a través de creencias y mitos que la familia conyugal sostiene, que constituye
el relato de su origen como familia. Desde ese lugar, avalan y son garantes de la nueva
familia, o pueden obstaculizar los acuerdos y transacciones de la pareja. Los modelos e
ideales heredados pueden contraponerse a la hora de iniciar una nueva pareja conyugal.
Hay diferentes tipos de transmisión, siempre por el lenguaje. Se transmite el relato y lo
no significado, lo reprimido, lo no contestado, lo evitado. Se transmite lo representado y
lo no representado, incluye lo inconsciente.
Función de transmisión: (EN: DELUCCA) Tiene que ver con ser los representantes
de un orden que legitima la circulación de la generación. Cada sujeto metabolizar a la
transmisión de los valores de la cultura que las funciones materna y paterna le ofrecieron,
creando así representaciones subjetivas sobre lo recibido, en el marco de los vínculos
intersubjetivos entre él y sus objetos primordiales. Pero muy tempranamente irá
construyendo las representaciones transubjetivas (trans: “más allá de”, “a través de”) que
le permitirán saber si incluido en un conjunto más amplio que la familia que es el conjunto
social.
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Microambiente (EN: AULAGNIER) *en el resumen del texto*
Nombres propios: (EN TESONE) los nombres de pila, en esta articulación entre lo
DISCURSIVO este juego de palabras que se usan para nombrar a los yoes de una familia
y los DESEOS INCONSCIENTES que circulan en una transacción de una relación
vincular que propician al yo, sea llamado de tal forma. Siempre hay una historia para el
nombre, y esta historia de dar un nombre es una producción, familiar, singular a la familia
pero a la vez implica el reconocimiento de cierta legalidad, cultural, simbólica acerca de
cómo cada cultura en un tiempo histórico, va reorganizando el nombrar. El nombre está
asociado también con la línea genealógica del apellido y por lo tanto reconoce y sostiene
la diferencia de las generaciones. Y aparte posibilita un campo de significaciones
novedosas en nominar a cada una de los yoes de esa familia. Condensa las marcas de
las otras generaciones, las marcas de los significados heredados transmitidos por otras
generaciones → LA TRANSMISION GENERACIONAL. Esta alienación del significado
inconsciente del nombre, propicia todo un trabajo de construcción, vivenciándose allí
condicionamientos identificatorios alienantes. Alienantes porque el nombre que es dado
liga a los que lo donan y al que lo recibe, en un pacto identificatorio. Cuando hablábamos
de la sombra hablada y de los enunciados identificatorios que anteceden a la presencia
del infans, el nombre espera a quien lo porte, pero hay un trabajo de apropiación de ese
nombre, una apropiación de las significaciones inconscientes de esa familia en particular,
que dona el nombre.
Portavoz de la cultura (EN: AULAGNIER) *en el resumen del texto*
Sistema de parentesco: (EN: ALBERTI Y MENDEZ // BERENSTEIN) Es un sistema de
denominaciones que la cultura adscribe, a los diferentes nombres – lugares de la familia,
una función (padre/ madre/ hijo/ abuelo); esto establecen relaciones y actitudes
específicas a esas denominaciones. Estos son la manifestación más evidente de los
invariantes, pero que a su vez manifiestan singularidades dentro de cada cultura y
momento histórico. Todas las formas que adquieren los sistemas de parentesco son
siempre intentos para el logro del equilibrio social, que asegure la satisfacción de los
ideales éticos. El sistema de parentesco da lugar a los vínculos, como también es de
donde derivan la red de relaciones referidas a prohibiciones y prescripciones sexuales.
LAS FUNCIONES DE ESTOS LUGARES à EN RESUMEN DE BERENSTEIN.
Cuando hablamos del parentesco cultural estamos hablando que se favorece desde
la organización cultural una trama de significados que diferencian lugares y
denominaciones del sistema de parentesco, a los cuales la cultura les adscribe
determinadas funciones.
Sombra hablada (EN: AULAGNIER) *en el resumen del texto*
Vínculo (EN: BERENSTEIN) *en el resumen del texto*
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Tema Cuerpo IV
Cuerpo: (EN: DELUCCA) *en el resumen del texto*
Organismo: (EN: DELUCCA) *en el resumen del texto*
Ser un cuerpo: (EN: DELUCCA) El primer acto psíquico (primera huella y primera
inscripción) refiere al autoerotismo y la búsqueda de identidad de percepción en la
vivencia alucinatoria, este YO CORPORAL, necesita para su constitución, de la
articulación entre lo que el infans metaboliza, simboliza, del otro-madre, y lo que pasa la
madre significa la existencia de ese hijo. Esos enunciados identificatorios son el primer
don libidinal que cavan el lugar al que el yo del infans podrá advenir y posibilitarán que
desde los comienzos de la vida: madre, padre, y otros significativos le provean de
experiencias unificantes sensoriales (caricias, acunamiento.) que le posibilitarán esa
experiencia como “SIENDO CUERPO”, “SER UN CUERPO”. Tiene que ver con el
narcisismo primario. Es en y por la relación con la madre que el infans accede y dispone
a una identificación primaria, directa, inmediata, donde adquiere el sentimiento,
sensación de ser un cuerpo.
La constitución de la corporeidad: (EN: DELUCCA) *en el resumen del texto*
Narcisismo primario: (EN: FREUD) *en el resumen del texto*
Narcisismo secundario: (EN: FREUD) *en el resumen del texto*
Ideal del yo: (EN: FREUD) instancia psíquica, grado diferencial en el interior del yo.
Instancia con la que el yo se mide constantemente. No necesariamente un ideal de
perfección. Originalmente no está en el yo, implica una introyección de aspiraciones,
valoraciones, emblemas y marcas. Implica una estrategia para intentar recobrar el yo
ideal. Está relacionado con la salida del complejo de Edipo.
Yo ideal: (EN: FREUD) *en el resumen del texto*
Imagen inconsciente del cuerpo: (EN: NASIO) *en el resumen del texto*
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Tema Adolescencia
ADOLESCENCIA: Lo pensamos como otro momento de construcción psíquica, como
un movimiento de la estructuración psíquica para darle lugar a esta novedad (la
PUBERTAD), no solamente como un momento de la vida que viene después de la
infancia. La adolescencia no vendrá a ser para nosotros una etapa de sucesión ni
tampoco un fenómeno cultural, ni algo productivo ligado al crecimiento biológico, ni sólo
un proceso de subjetivación socio-histórico particular que depende de las épocas. Tendrá
estos 3 elementos:
1. la marca real del cuerpo,
2. la significación social compartida
3. el trabajo psíquico de significación (acto psíquico de dar significación)
Este proceso no es natural, es psíquico, social, también ideológico, por lo que la
significación de la edad en sí misma no va a determinar nada.
Es importante entender a la adolescencia como un tiempo de pasaje donde el transito no
ocurre sin dolor. Se ubica dentro de la dependencia de la juventud infantil y la
independencia del adulto. Tenemos que entender que mas allá de que el concepto varíe,
hay marcas que siempre se repiten en dicho trayecto.
El proceso adolescente va a darle otra organización a lo que es la pubertad, es lo que
se hace con ella, dar significación y ubicar al sujeto con la otra representación de sí. La
adolescencia es este trabajo simbólico y de elaboración, el tiempo y el trabajo psíquico
en función de hacer algo con esta novedad y en diferentes planos: la reorganización
edípica, la reorganización narcisista y el panorama identificatorio.
PUBERTAD: una serie de transformaciones en el plano del cuerpo, de la sexualidad, de
la maduración de los órganos sexuales, los caracteres sexuales primarios y secundarios,
la puesta en funcionamiento de un sistema complejo, hormonal que se viene preparando
años antes, que dan lugar a estas manifestaciones novedosas en el cuerpo ya sean de
caracteres sexuales primarios o secundarios, el funcionamiento hormonal, pero NO
ALCANZA CON LO BIOLÓGICO. Eso que acontece como realidad desde lo biológico
para que se instale como una nueva realidad subjetiva tiene que haber un sujeto que la
signifique como tal. Lo madurativo nunca es lo madurativo solo, es lo madurativo más la
significación social que tenga, más la mirada, más el discurso, más una significación que
ello pueda tener también desde la mirada del otro y una tarea de dar significación psíquica
a eso que acontece, ya instala al sujeto en otro plano. La pubertad tiene que ver con el
registro de esta transformación y el efecto, la tensión, el conflicto, que se genera allí como
desafío a la actividad psíquica, el proceso de poner todo esto nuevamente. La pubertad
como disrupción puede provocar todo un trabajo de reorganización psíquica que es la
adolescencia.
La sombra (AULAGNIER) que ha dejado como sedimento las primeras marcas
identificatorias para el yo, es lo que va a entrar en crisis en lo puberal. Tiene que incluir
la posibilidad de que el infans se diferencie de la sombra, deje un margen de no certeza
que implicará que el otro pueda decir: “no eso es lo que vos pensas de mi”. Ahí se
resignifica.
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Hablamos de condiciones de posibilidad, que son necesarias, pero no suficientes, es que
hay ahí un sujeto que signifique, en ese caso está el registro de la pubertad en el plano
biológico, lo que no sabemos es si va a haber, un trabajo de elaboración psíquica de esto
que acontece y este trabajo de elaboración psíquica que acontece es la adolescencia,
no es la pubertad.
uni V
Adolescencia/adolescente: (EN: DIAZ Y HILLERT // GRASSI Y CÓRDOBA) deriva de
la voz latina adolescere = crecer o desarrollarse hacia la madurez, comenzar a crecer,
estar creciendo. Adolescente es esencialmente “el que está creciendo”. Sentidos de
cambio, transformación, acontecer y transcurrir. La adolescencia es un tiempo de pasaje
donde el tránsito no se realiza sin dolor.
Adolescencia como estructura: (EN: TUBERT) *en el resumen del texto*
Características que se repiten en todos los pasajes a la adolescencia: (EN: DIAZ
Y HILLERT) *en el resumen del texto*
Cuatro elementos a metabolizar en la adolescencia: (EN: GRASSI Y CÓRDOBA)
*en el resumen del texto*
La adolescencia es la primavera del significante: (EN: GRASSI Y CÓRDOBA) *en
el resumen del texto*
uni VI
La lógica de la genitalidad: (EN: FREUD) va a ser entonces la consecuencia de esta
nueva organización, no nos vamos a referir con genitalidad al uso de un aparato, sino
que la lógica de la genitalidad implica una nueva reorganización de lo previo en función
de este primado, de este sustrato corporal a una nueva realidad fáctica que implica un
goce diferente. Por primera vez, el púber podrá adscribir a su diferencia sexual una nueva
forma de goce. Él podrá saber la diferencia entre hombres y mujeres por la diferencia
anatómica, lo que no podrá comprender era la diferencia en cuanto al goce y la
imposibilidad de saber cómo goza el otro. Esto no era una pregunta infantil, el niño podía
preguntarse que tienen las nenas o los nenes, pero la experiencia vivencial de un goce
diferente es una pregunta a partir de la adolescencia, es la lógica de la genitalidad de
ubicar a un goce masculino y un goce femenino porque aparece justamente en la
adolescencia la de representar los órganos sexuales diferentes y no la ausencia o
presencia de uno como en la lógica infantil, y a parte como poder reconocerse en una
modalidad de goce masculino o femenino diferente, y la imposibilidad de reconocer o
saber lo que le pasa al otro. Entonces la identidad sexual que se construye más allá del
sexo biológico y no como una propiedad instintiva ligada a la reproducción, sino como
una lógica de la obtención de placer que se construye, se reconstruye también como un
ensamblaje, ahora lo masculino y lo femenino tiene otra oportunidad de comprensión en
función de esto nuevo que sucede.
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La metamorfosis de la pubertad: (EN: FREUD) otro momento de transformación y de
producción de un nuevo escenario de reestructuración psíquica que, en el mejor de los
casos, se complejizan estructuras.
La pubertad son las transformaciones del cuerpo que propician todo un trabajo de
organización psíquica; demanda que el sujeto se apropie de esta nueva realidad que es
propia como el propio cuerpo, pero es tan ajena que aún no es algo con lo que el sujeto
se identifique. No solamente está cambiando el cuerpo, no solamente es darle una
significación, sino las consecuencias, las implicancias que tiene esto que es dejar de ser
un niño, dejar un lugar, dejar el mundo de la infancia.
No hay pubertad si no hay un sujeto que significa como un corte con una novedad y que
desafíe todo un trabajo de elaboración psíquica que propicia esta novedad. La
adolescencia será un tiempo de trabajo psíquico para reordenar este temblor en el plano
de lo pulsional, de lo afectivo y lo de representacional, reorganizando categorías
libidinales y representaciones psíquicas, generando nuevos efectos de sentido, retranscribiendo las marcas previas y resignificando las estructuras infantiles para dar lugar
a esta novedad organizándolo previo.
Que halla algo madurativo en la pubertad no significa que lo puberal sea simplemente
biológico, ya que estamos hablando que se da una re-sexualización de las
representaciones de los padres, que promueva todo un trabajo de la organización
psíquica que es la adolescencia.
No tiene que ver con la edad cronológica, tiene que ver con dejarse interpelar con esto
que le acontece y que promueve un trabajo psíquico novedoso sobre qué hacer con estas
representaciones de la genitalidad, este nuevo goce, esta nueva identidad del yo que ya
no se reconoce o que no cabe en la representación de niño que tenía construida con sus
padres hasta ese momento.
La sexualidad infantil tiene este carácter de destino porque está implantada por
la sexualidad del adulto en los cuidados precoces del adulto hacia el niño, que tiene una
satisfacción autoerótica, parcial e implantada (implantada es un término que usa Silvia
Bleichmar que toma de Laplanche) por el adulto. La sexualidad infantil como destino,
tiene que ver con que el destino humano es humanizarse con el otro y el efecto es
construir la sexualidad infantil. Entonces el destino propio de la especie es ser humano
mediante esta actividad y presencia de un otro humano. No estamos adaptados al medio
con información que nos propicie una autonomía precoz. Toda cría animal necesita un
tiempo de sostén, tiempo marcado genéticamente con cierta información instintiva que
propicia la adaptación al medio y esto es lo que Freud plantea en Tres Ensayos. Por esto,
LA LATENCIA no es un momento o una etapa evolutiva que le sigue a la primera infancia,
sino que es un destino de la organización psíquica, es una consecuencia de una
operatoria psíquica que es la idealización de la legalidad mediante esta heterogeneidad
psíquica. En latencia el latente busca que el mundo confirme que esta parte que le toca
(su microambiente) sea parte del mundo, la constatación de que hay una visión del mundo
compartida, un discurso del conjunto. Entonces en la latencia no alcanza con la verdad
absoluta de las palabras de los padres sino con el cotejo de que el mundo tiene que
funcionar de una forma por eso tanto interés y tanta curiosidad en cómo funciona el
mundo, porque la opción es encontrar la regularidad.
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Lo puberal: (EN: GUTTON) la cualidad de la exigencia psíquica de la segunda oleada
pulsional cambia la dinámica libidinal, lógica económica del psiquismo, por la
sobreexcitación en función de esta nueva meta y fuente de la pulsión. La condición
necesaria para esto es la nueva base madurativa biológica (la condición somato
psíquica). Pero no solamente hay una nueva excitación de órgano, sino que hay efectos
diferentes frente a esta. Si la pulsión es lo que lleva esa excitación somática a un plano
psíquico con el representante representativo de esa excitación, hay un nuevo caudal de
excitación. Ya no es una satisfacción de zonas erógenas aisladas, sino que hay una zona
erógena que se vuelve fundamental, jerárquicamente diferente, concentra toda la
atención, y por primera vez la acumulación de tensión no provoca placer, sino displacer,
si no hay descarga. Esto rompe con la latencia.
Dice Gutton, lo puberal se instala como una nueva dinámica psíquica cuando toda esta
energía sexual pulsional que tiene esta nueva característica reinscribe las huellas de la
pulsión, de la fuente, de la meta y del objeto construidas en la infancia, tiene que ver con
la resexualización de las representaciones de los padres. Se expande esta excitación
genital con esta nueva carga pulsional sobre las huellas preexistentes. Por lo tanto, se da
no solamente un nuevo pictograma, una nueva inscripción pictográfica, una nueva
inscripción de una nueva zona de borde pulsional (eso sería el proceso originario), sino
que con lo puberal se reinscriben las escenas fantasmáticas, las fantasías (que es el
proceso primario para Aulagnier). Hay una nueva fantasía: las escenas puberales. Se
reinscriben las fantasías, más que nada las fantasías edípicas ligadas a la historia
libidinal, pulsional y del objeto infantil, con el tinte pulsional de la pubertad. El púber
genitaliza o sexualiza la fantasía infantil. El Edipo se hace genital. Toda la fantasía
incestuosa se reedita, como una nueva tensión. Esta es la nueva realidad psíquica a
procesar.
Como está esta nueva cualidad psíquica ahora de la pulsión con el primado genital, y se
sexualiza la fantasía incestuosa, es requerido volver a prohibir, ya no con el mandato
desde afuera, o sea desde lo intersubjetivo, con la mirada y la función de un otro, sino
bajo el conflicto intersistema del propio psiquismo en función de que se instaló durante la
latencia: el superyó. Todo lo que sea familiar, endogámico, se vuelve entonces
incestuoso. Reedita la cuestión incestuosa. No solamente del lugar privilegiado para la
dinámica pulsional de los padres, sino la propia representación infantil como objeto de
seducción y de atracción. Si se pierde la representación del otro idealizado, se pierden
también los beneficios. Si no hay esta cuestión de la recarga pulsional sobre la fantasía
edípica no tenemos salida exogámica, no tengo conflicto para donde salir, no tengo
necesidad.
LO PUBERAL ES UN CONCEPTO QUE EXPLICA LA PUBERTAD. LO PUBERAL ES LA
CUALIDAD PSÍQUICA DE LA PUBERTAD. La pubertad es un hecho, lo plantea en
términos de una metamorfosis del aparato psíquico. Y esto puberal, esa cualidad psíquica
será la materia prima sobre lo que el trabajo adolescente operará. No depende tanto de
la situación biológica en sí misma sino, de que el psiquismo entre en el modo de lo puberal
y exija un trabajo de simbolización para que no se convierta en un traumatismo que rompa
un psiquismo y lo deje inerme frente a sus posibilidades de construcción. Lo puberal se
va a dar en lo intersubjetivo con todo el trabajo intrapsíquico.
Pubertad: (EN: HORSTEIN) *en el resumen del texto*
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Pubertad (EN: MORENO): El acontecimiento adolescente implica la producción de algo
nuevo, irreductible a lo previo, aun cuando lo infantil y las expectativas sociales influyan
en su desarrollo. La pubertad siempre es traumática porque es perturbadora,
desorganiza, es un movimiento de impacto. La adolescencia es el tiempo de trámite de
ese impacto. No hay pubertad si no hay quien signifique este momento, como un corte,
como una interrupción, un desequilibrio, una crisis.
Trabajo de la pubertad: (EN: HORSTEIN) *en el resumen del texto*
Trabajo de la adolescencia: (EN: HORSTEIN) *en el resumen del texto*
uni VII
Identidad: (EN: HORNSTEIN) *en el resumen del texto*
Sobre los efectos del trabajo adolescente, hay que diferenciar el TRABAJO DEL
DUELO de los EFECTOS DE RESIGNIFICACIÓN (reorganización psíquica). Hay un
efecto de resignificación ligada a este trabajo de duelo, tiene que ver con la SALIDA
EXOGÁMICA en tanto que aquello que ya no está y en tanto que yo ya no soy aquel niño
edípico, tengo que ir a buscar a otro lado y resignifico lo edípico prohibido, pero promuevo
una reorganización de lo previo con otra cosa y aparece otro objeto: el objeto
exogámico. Se resignifica el Edipo con una nueva significación genital que no tenía y
aparece una estructura disipativa en relación a la salida exogámica como efecto de la
resignificación edípica y como efecto del trabajo de duelo de los padres como objeto.
Resignificación Edípica: REFORMULACIÓN DEL OBJETO. Esta nueva modalidad de
goce hace inviable la satisfacción plena con el propio cuerpo y reenvía el sujeto de la
búsqueda de la complementariedad de una zona para esta nueva modalidad de goce.
Con los primeros objetos que se encuentra en este camino es mediante la representación
fantaseada del objeto parental: se sexualiza, se genitaliza las representaciones
incestuosas edípicas que se habían desexualizado en el inicio de la latencia, pero ahora
esta internalizada la barrera de la prohibición del incesto y hay todo un trabajo de
doblegamiento y desestimación, dice Freud, de las fantasías incestuosas. Para doblegar
y desestimar es necesaria una contracatexia, una contrainvestidura, un redoblamiento de
catexia en contra de esta investidura para desprenderse. Hay un monto de energía
necesario puesto como dique, como barrera para doblegar esta pulsión que se dirige
hacia esa representación; el incesto es posible, está más cerca que nunca: la relación
con los adultos está cargada con esta investidura genital, y también se comprende que
lo que une a estos dos adultos, o a los adultos en general es la energía sexual genital.
Aparece un trabajo de búsqueda que reconduce al sujeto a buscar un objeto que cumpla
las condiciones aptas en relación al funcionamiento de la prohibición del incesto y del
súper yo, pero apto también en función del mapa erógeno, en función de esta fantasía
novedosa que es la posibilidad del encuentro sexual genital con el otro. Esto se construye.
En esta reorganización psíquica el superyó se transforma. El superyó siempre tiene dos
caracteres: es prohibitivo y prescriptivo. A la salida del complejo de Edipo la prescripción
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es mediante la salida del ideal del yo: cuando el yo no puede contentarse consigo mismo,
mediante el ideal del yo le propone al yo una imagen a alcanzar para completar sus
ideales, ser u obtener ese objeto para acercarnos a esta imagen idealizada que podría
aspirar el yo. Esta salida del “ahora no, con estos no, pero después sí o con otros si” es
lo que se resignifica a partir de esta situación como TRABAJO DE LA ADOLESCENCIA,
que es “anda, goza, ahora sí, con estos no pero ahora sí”. Este mandato de goce es
también un mandato de reorganización interna à relación con Moreno: salida traumática
de la pubertad.
Se mantiene esta complejidad del superyó, hay un sostén acerca de la prohibición ligada
a un desasimiento de la autoridad parental escribiendo una forma autónoma la prohibición
como nombre propio lo que se puede y por otro lado la prescripción del goce: la
preinscripción la búsqueda del placer habilitado.
Hay un trabajo de reencausar todas estas excitaciones y estas catexias con otras
representaciones que es el trabajo adolescente.
En esta resignificación edípica en la adolescencia los objetos parentales nuevamente
hay que perderlos, perderlos desde objetos genitales, pero hay otro trabajo elaborativo
con el cual se pierde el lugar que tenía el niño edípico: se pierde la representación del yo
como niño edípico de aquellos otros parentales.
Para que haya resignificación Freud plantea que es necesario dos escenas y un tiempo
en el medio; en la genitalidad, como lógica para el adolecente, descubre el Edipo genital
una vez que salió porque lo tuvo que volver a prohibir; se comprende un nuevo sentido,
hay una resignificación de aquella escena que antes no era posible. Para que haya un
trabajo de resignificación edípica tiene que haber sustitución, es decir, un verdadero
sepultamiento del complejo de Edipo porque hay un otro al que se le demandara
satisfacción narcisista y sexual, porque se unieron las dos corrientes que se habían
bifurcado en la latencia y se vuelcan en un solo objeto. Se espera que ese objeto de una
modalidad de satisfacción que tenga que ver con un reencuentro de algo que implique
para el sujeto la ilusión de haber encontrado aquello que perdió à una ilusión de
complementariedad pero también del hallazgo en tanto este otro es otro, no reedita aquel
que la precede sino que aporta un encuentro novedoso (relación con noción de vínculo)
Resignificación narcisista: REFORMULACIÓN DEL PROPIO YO en tanto su
estructura narcisista, aquello con lo cual el yo pudo advenir: los enunciados
identificatorios, que le dieron al yo una entidad. (relación con sombra hablada). Si
hablamos de los enunciados identificatorio estamos hablando de la representación que
el otro tiene de uno, el yo se identifica no solamente con el predicado que el otro le decía,
sino que se identifica con la función anticipatoria que tuvo el otro primordial.
La resignificación narcisista está en relación también al abandono del lugar que ocupaba
el yo para estos padres: lo extrafamiliar de la salida exogámica implica y está
relacionado totalmente con el estreñimiento de lo familiar. El adolescente se aleja, se
extraña, tiene que sacarse de encima lo familiar para recrear el lugar que el yo puede
tener en esta esfera de lo familiar. Estos otros que antes tenían cierta imagen idealizada
de garantes de cómo funcionaba el mundo y cómo funcionaba el yo, ya no entienden
nada. El hijo adolecente no se conoce, sino que además se desconoce. Este
extrañamiento de lo familiar tiene que ver con que ya no están allí las claves
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identificatorias que definen al yo y el yo tiene que volver a responder la pregunta ¿Quién
es?, ¿Qué quiere? y ¿Qué puede? Pero en clave propia. El yo deja de mediatizar su
relación con el discurso del conjunto por medio del discurso parental. Antes entre el
discurso del conjunto y el yo mediatizaba el microambiente, pero ahora el yo se las ve a
solas, mas allá o más acá de lo que los padres quieren o desean.
Para hacer ese trabajo de resignificación narcisista y de reestructuración identificatoria
para el yo, para volver a responder el yo quien es y que puede, se da un pasaje de la
predominancia del YO IDEAL a la predominancia del IDEAL DEL YO, que es la
adolescencia (EN: RODULFO). El ideal del yo aparece en escena psíquica antes de la
adolescencia: el ideal del yo es este otro componente del superyó. El ideal del yo le
propone al yo una imagen con la cual contentarse con la modalidad del narcisismo
originario, que es vía narcisismo pero que es vía este rodeo de una imagen que se
propone lograría la satisfacción, así como en algún momento el niño pensaba que se
autosatisfacía él sin el reconocimiento de ningún tipo de falta. Por lo tanto decimos que
el ideal del yo entro en la escena psíquica en la infancia, como efecto de la salida del
Edipo y el yo ideal es esta representación del yo absoluto que puede ser todo y puede
tener todo, al que nada le falta.
El yo ideal nunca se va del todo, el inconsciente nunca sabe nada de la falta. Entonces
por un lado inconscientemente perdura esta ilusión de tenerlo todo. Lo que Rodulfo
plantea es que durante la infancia, el ideal del yo infantil funcionaba como un circulo ideal
con los padres: “está bien, yo acepto que yo no soy todo ni lo tengo todo, pero vos sí”,
entonces mi ideal del yo es la imagen idealizada del otro, y mientras ese otro idealizado
me quiera y me ame podemos armar como una especie de circulo narcisista: “yo no lo
tengo y yo no lo soy todo, pero alguien es, ese alguien son estos otros idealizados”
Entonces el ideal del yo infantil se mantiene en la ilusión del yo ideal parental. ¿Qué pasa
en la adolescencia? Eso es lo que cae, cae el otro como garante de lo ideal. Lo más duro
de tramitar en la adolescencia, no es no serlo todo y no poderlo todo, es que el otro no
sea todo y no pueda todo. Esa caída puede llevar a desinvestir el mundo.
Entonces el pasaje al ideal del yo tiene que ver con que el ideal del yo ya no como una
presentación parental, la garantía del mundo adulto parental sobre el yo, sino la relación
cuerpo a cuerpo del yo adolecente con los ideales, no con el ideal de mama y papa, sino
con el conjunto de ideales sociales, el magma de ideales sociales que el yo ira tomando,
rechazando, evaluando, pero más allá de verlos encargando en uno de los adultos como
garantía de que eso va a suceder, tiene que ver con la preponderancia de una modalidad
en el ideal y pasar a la búsqueda de los ideales más allá de lo parental.
Trabajo de duelo: (EN: DREIZZEN // FREUD) Una de las formas para pensar cómo se
logra la elaboración que sucede en la adolescencia es pensando en la elaboración
psíquica y el concepto de trabajo de duelo à una oportunidad de autoorganización
psíquica porque implica una reorganización de las marcas previas en función de la
novedad. Es una reorganización a nivel de las representaciones. Es un mecanismo que
dispone el aparato para un trabajo elaborativo en función del registro de una pérdida
porque la simbolización de la pérdida tiene que ver con darle el carácter de perdido de no
actual a una representación.
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El trabajo de duelo no es la pérdida psíquica, no es el dolor de la pérdida sino es un
trabajo psíquico frente a la pérdida, hay un mecanismo psíquico, en función del registro
de una pérdida, por eso Freud plantea diferentes momentos de este trabajo, es un
proceso lleva tiempo y un gasto de energía psíquica. El principio de realidad va a dar una
señal frente a la pérdida del sustrato real de un objeto representado como fuente de
satisfacción. Puede ser una persona amada, o una abstracción, una representación
especular del yo (una imagen del yo), una porción de sí mismo, es decir, una
representación libidinizada significativa para la economía psíquica. El yo resiste a perder
una de sus posiciones libidinales, pero tiene que aceptar este dato. Hay un
reconocimiento consciente de lo perdido. Matar al muerto sería que lo que ya no existe
en la realidad deje de tener vigencia como representación psíquica.
El trabajo psíquico del duelo que viene con la carga dolorosa sufriente del registro de la
pérdida que implica un trabajo de reorganización de representaciones, de desatar, retirar
cada una de las ligaduras libidinales que tenía el yo con la representación de lo perdido.
El yo se abstrae del mundo porque está abocado a esta tarea. Invierte esta libido que
saca en el propio trabajo de duelo, un capital libidinal para desprenderme del objeto con
la libido que tiene el objeto. Algunos aspectos de este objeto se mantienen, simbolizan
como perdido, el yo no se deshace de todo el objeto, sino que lo inscribe como aquello
que ya no está que ya no tiene, pero si lo tuvo. Se identifica con rasgos parciales de lo
perdido.
uni VIII
Contrato identificatorio: (EN: AULAGNIER) Para que el yo pueda mantenerse como
enunciante de enunciados posibles tienen que permanecer determinadas marcas
identificatorias como garantes de que el yo no se va a diluir si estos enunciados cambian.
Este contrato identificatorio tiene cláusulas que habilitan el PRINCIPIO DE CAMBIO y el
PRINCIPIO DE PERMANENCIA.
Es como si el yo, antes de constituirse, hubiera firmado un pacto identificatorio con los
enunciados identificatorios que provenían del otro parental. El yo se vuelve consignatario,
es decir, firma junto con el yo parental para decir “yo soy este, vengo de acá, puedo esto”.
El otro parental como cosignatario es el que presta los recursos de la significaciones, de
los enunciados de los que el yo pueda hacer, es referente también de la relación que
tiene el yo del niño con el discurso del conjunto. El yo durante el tiempo de la infancia se
apropia de este pacto identificatorio, lo metaboliza, ensambla sus piezas propiciando el
marco de referencia identificatoria.
Luego del complejo de Edipo, es el tiempo del fin de la infancia, ahí es el momento de
concluir, concluye en el sentido de sacar conclusiones, hacer una especie de
recapitulación de quien soy yo, quienes son estos, como es el mundo, qué exige la
realidad, como me las arreglo con mi goce, con mi frustración. Este momento de concluir
será en donde el yo deberá asumir un LUGAR DE SIGNATARIO ÚNICO DE ESTE
CONTRATO IDENTIFICATORIO, en donde se pierde al otro parental como consignatario
de las posiciones identificatorias y, el yo negocia a nombre propio con los tres tipos de
vasallajes, con las exigencias del principio de realidad, se las tiene que arreglar con el
ello, con sus funciones, con el superyó, con lo que internalizo del superyó y de los ideales
parentales y con la realidad.
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Del mismo modo, el trabajo de la adolescencia es un tiempo de pasar en limpio las
referencias identificatorias, dejar en claro lo que va a permanecer y lo que va a
modificarse. Esto se relaciona con el deshacimiento de la autoridad parental,
perdiendo así la garantía del otro, quedando como único signatario
El contrato identificatorio sería lo que permanece a pesar de las transformaciones, lo
que más me identifica; no tiene que ver solo con un rasgo, sino con una modalidad de
goce, una modalidad de sufrimiento, un tinte que ubica a ese sujeto como singular a
condición de que ciertos elementos permanezcan y otros puedan cambiar.
Proceso de historización (EN: AULAGNIER) El poner en relación y sacar conclusiones,
sobre los materiales: los enunciados identificatorios ofrecidos por los Otros y por las
propias experiencias libidinales, los efectos de los encuentros subjetivos con los otros.
Con esos elementos, construir un relato identificatorio que le permita al yo garantizar que
determinados elementos, aunque se cambie, no van a modificarse, dando coherencia a
la referencia identificatoria. La solidez de este relato permite que en momentos de crisis
o cambios abruptos no sucumba el conocimiento del yo por el yo y no se de una
desorganización psíquica à articulación con tema VEJEZ.
Este proceso está ligado al PRINCIPIO DE PERMANENCIA y el PRINCIPIO DE
CAMBIO, los cuales regulan el panorama identificatorio. El principio de permanencia
tiene que ver con la permanencia de la regulación que le dio origen al Yo (por ejemplo: el
lugar que tiene el yo en el sistema de parentesco, por más de que sea adulto y tenga
hijos, nunca va a ser padre de sus padres), y el principio de cambio tendría que ver con
la libertad del yo de poder automodificarse. Estas posibilidades están presentes en las
cláusulas del contrato identificatorio.
El proceso de historización tiene un marco de conciencia, el yo sabe algo del yo, pero
también tiene aspectos inconscientes que son las huellas de memoria.
El PROCESO Y PROYECTO IDENTIFICATORIO como proceso de construcción y
deconstrucción del yo a lo largo del recorrido vital del yo, de estos dos procesos, como
ejes del trabajo de simbolización de la adolescencia, podemos suponer que hay una
finalización de esa elaboración que nos permitiría pensar el fin de la adolescencia. Esta
tramitación simbólica de las transformaciones puberales da lugar a un reposicionamiento
simbólico (en relación con otros sujeto y con otros significados) de uno mismo, a ocupar
un nuevo lugar para el Yo. Mediante EL PROCESO Y EL PROYECTO el yo accede a la
categoría de temporalidad, reconociendo la diferencia entre un pasado del yo, un
presente del yo y un futuro del yo. Este acceso a la temporalidad siempre va a ser efecto
del reconocimiento de la diferencia como proceso intrapsíquico, ligado al efecto del
encuentro con cierta regulación que marque los límites, lo incompleto, lo que no se puede,
la regulación de la inscripción de la castración en todos los planos. Se relaciona con el
proceso de historización.
Este nuevo momento del proceso y proyecto identificatorio, que es la ADOLESCENCIA
en tanto único signatario del contrato identificatorio, implicará un trabajo: cuando el
adulto le dice al joven, construye todo un porvenir, el trabajo del adolescente, para
construir su futuro tendrá que reorganizar su pasado identificatorio para de allí sacar las
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claves para continuar su proyecto identificatorio. Reorganizar el pasado en función del
trabajo de historización para promover allí una imagen que el yo pueda articular con
respecto a su propio futuro, una imagen que puede aspirar a ser, que tenga relación con
quién fue y quien es. Dar sentido a esa historia que fue contada y a lo vivido infantil
propiciará entonces una versión siempre ficticia, porque no está hablando de lo que
ocurrió verídicamente, sino de la apropiación del sentido de lo que el yo puede
reorganizar de lo vivido.
Proceso identificatorio: (EN: AULAGNIER) es una de las propiedades del aparato
psíquico. Es un proceso inconsciente de construcción del yo que comienza estrictamente
cuando hay un Yo advenido, tanto haya un yo que puede operar como agentes, como
anunciantes, como identificante, pero que tiene que incluir en este proceso todo un tiempo
previo donde el Yo puede advenir. Aulagnier toma como organizadores del
microambiente al discurso parental de donde el infans metaboliza lo heterogéneo
haciéndolo homogéneo a la actividad de su psique, con dos efectos:
• metabolizando un enunciado identificatorio que le da consistencia al yo antes de que
el yo advenga
• un proceso mediante el cual el Yo pueda reconocerse enunciante del enunciado.
Entonces hay un OTRO PRIMORDIAL que cumple esta doble función de ponerle voz a
aquel que todavía no la toma como propia, y de representar el mundo para el infans y al
infans para el mundo. Todos estos elementos presentes en esta relación primordial,
libidinal con este Otro, es un material que tiene que ver con el discurso, con el lenguaje,
con enunciados posibles y con una carga afectiva que también va a estar propiciando
una posterior traducción del infans de la carga libidinal a los sentimientos sentidos por el
yo. Estos materiales presentes allí en el ambiente le darán consistencia al yo y le
imprimirán un predicado, un ser algo, un tener algo, y como consecuencia, la asunción
de un sujeto. Este enunciado y el hallar una persona gramatical diferente al que enuncia
va preparando el espacio al que yo puede advenir, constituye entonces parte del
PROCESO IDENTIFICATORIO que propicia que el yo, una vez que advenga y se
organice como instancia separada de otro, pueda reconocerse en un lugar que ya estuvo
antes, que ya lo catectizó, que tiene un historia libidinal identificatoria, antes de que el yo
pueda decir “yo soy esto, me gusta esto, quiero tal cosa” (poder enunciarse).
El Yo, mediante este PROCESO IDENTIFICATORIO se propone un saber del yo (“Saber
del yo por el yo”), un saber algo acerca de si mismo que le permite catectizar el mundo y
auto-catectizarse como un polo estable de las identificaciones. Este saber del Yo, primero
fue el saber del Otro sobre el yo (la anticipación del microambiente) que una vez que el
Yo adviene, toma como propio estos enunciados y pasa a ser ahora el enunciante de
estas referencias identificatorias. Cada vez que el yo tenga que resolver algo en relación
a lo que él sabe de sí mismo, a lo que él cree ser, se pondrá en juego allí estas referencias
identificatorias.
El proceso identificatorio, en tanto proceso de construcción del yo comienza ANTES
que yo; la clave de este proceso es que podrá haber un Yo que haga este proceso
identificatorio, en tanto hubo un proceso que lo anticipó, esa es la trampa: hay proceso
identificatorio a partir de que hay un yo, pero para que haya un yo, tuvo que haber un
proceso antes y para el yo. A partir del advenimiento del yo, este debe tomar a su cargo
la anticipación que otros han tenido con él “Ahora yo debo enunciar: yo quiero, yo no
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quiero, me gusta, no me gusta” el saber del yo. Por eso Aulagnier plantea que EL
PROCESO IDENTIFICATORIO es el saber del yo por el yo, es lo que el yo sabe de sí
como instancia separada del otro, será el proceso por el cual el yo metaboliza un material
anticipado y brindados por los otros primordiales, que le permiten al yo luego, ser propio
anunciante de estos significados.
Mediante el proceso identificatorio el yo historiza, encuentra un nombre, un origen, un
sentido y en el mejor de los casos una garantía que le permita al yo seguir siendo el
mismo a pesar de los cambios.
Proyecto identificatorio: (EN: AULAGNIER) *definición en el resumen del texto*
Es un trabajo paralelo y anudado al proceso identificatorio, donde el yo necesita del
proceso de historización para llevar a cabo este trabajo. Se da una vez que el yo accede
a la lógica de la temporalidad, será un proceso lógico que le permite al yo reconocer que
hubo un antes de que el Yo exista y un después. Acceso a la temporalidad y acceso a
una historización de lo experimentado van de la mano: la entrada en escena del Yo es,
al mismo tiempo, entrada en escena de un tiempo historizado.
Para proyectar el futuro hay que actualizar el pasado, armar está anticipación del yo a
futuro, lo que va de la mano con el proceso de historización, primero armar su pasado.
Hay que construirse un pasado, un fondo de memoria, capitalizar lo vivido y armar una
especie de apuntes que tienen que estar siempre a la mano para que yo pueda garantizar
quién era para salir a la búsqueda; destinar la actividad psíquica, la actividad
representacional a historizar el origen del yo, el origen identificatorio y el origen libidinal
del yo.
Hay una posibilidad de la adolescencia de salir a buscar nuevas referencias
identificatorias extra familiares. En la adolescencia esta elaboración del proyecto
identificatorio debe dejar la posibilidad de armar un plan estratégico qué es el proyecto
vital: tiene que ver cómo organiza para llegar a esto son modificaciones deseadas y
posibles de estas identificaciones en relación a sus propios identificados.
Identificación: (EN: FREUD) Un mecanismo psíquico (momentos inaugurales de la
actividad psíquicadonde) donde se toma el otro como modelo total. Freud plantea
identificación primaria al padre pre-edípico, al modelo de la incorporación caníbal del
padre de la horda, y es una hipótesis ligada a la filogenética, a esta especie de explicación
causal de cómo una generación toma elementos de la generación anterior para
humanizarse: proceso de humanización. Esta modalidad primaria de identificación es la
ligación a un objeto libidinal más temprano, previa a la elección de objeto, es una ligazón
a un objeto como modelo y no como objeto: es lo que se quiere ser y no lo que se quiere
tener. Después de la construcción del yo, se produce la diferenciación del yo con el objeto
y se producen las identificaciones secundarias posteriores a la encrucijada edípica donde
ya está la diferencia entre el yo y el objeto en tanto aspiración de tener un objeto e
identificación parcial al rasgo, sobre un aspecto del objeto representado para el yo.
Cuando tomamos los aportes de Aulagnier, lo que Freud explica como mecanismo, ella
lo va a plantear como un proceso de construcción del yo a lo largo del devenir. Freud no
habla de proceso, sino que, habla de identificación. El tomar un aspecto del otro, pero del
otro que ya no es el otro que existe fuera de la realidad, sino un aspecto de lo
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representado del otro tomado como modelo para el yo, consiste en uno de los
mecanismos centrales para pensar la Génesis del yo o su construcción.
El amigo íntimo: (EN: RODULFO) tiene este valor, este otro extraño que le permite al
yo ser el mismo con el otro, como un doble narcisista. El diario íntimo, el amigo íntimo
tiene esta fuerza, es como que entre los dos somos uno: las ideas, la ropa, los gustos,
todo se comparte y es intenso. Tiene que ver porque lo que está en juego es esta
identificación narcisista en el otro: yo soy lo que el otro es, y yo soy porque el otro me
dice lo que yo soy. Esto a la vez permite salir, como el objeto transicional, permite
alejarme de lo familiar y salir a explorar. El iniciador en la salida al otro familiar ya no
solamente en cuanto al objeto sexual sino también al objeto social, los otros, tiene la
función de ser aquel al que se le proyecta un saber sobre el afuera. El iniciador inicia a
un sujeto en un saber hacer en lo extra familiar. No es el reemplazo de la figura parental
porque a diferencia de la figura parental no mantiene con el adolescente una relación de
dependencia, de asimetría sino que el iniciador promueve y legitima lo que el yo puede
hacer afuera.
Crisis de la adolescencia: (EN MANNONI) el yo adolescente, revisando los enunciados
identificatorios y haciendo el proceso de historización, podrá tener disponibilidad
libidinal e identificatoria para apoyarse en otras referencias, en otros enunciados
identificatorios. Esta es la crisis identificatoria en la adolescencia. Para que esto no
sucumba la organización del yo, el yo deberá entonces mantener determinados
elementos estables, y ahí es donde Aulagnier plantea todo un trabajo interesante
respecto del proyecto identificatorio. El proyecto identificatorio en la adolescencia tiene
que ver con esta crisis identificatoria y la posibilidad de salir a buscar nuevas referencias
en otros. El yo presente toma como propio las referencias identificatorias (el grupo de
pares, las referencias del conjunto) que va tomando el adolescente, las hace propias el
yo, desconociendo que el yo ya hizo esto con otros elementos prestados. Esto es un
segundo momento de tomar los aspectos prestados del otro. Es la categoría entonces de
estas otras referencias identificatorias extra familiares.
¿Cuál es la diferencia entre el ideal del yo en el antes y después de la adolescencia?
La función psíquica es la misma: propiciar al yo una construcción futura, un saber acerca
del yo futuro, pero en lo concreto es diferente. Acá (T1) con armarse una imagen del yo
futuro alcanza y el niño ahí permite una libertad de movimiento de esta imagen idealizada
del ideal del yo. Ahora, a la salida de la adolescencia esta elaboración del proyecto
identificatorio debe dejar al yo la posibilidad de armar un plan estratégico que es el
proyecto vital. Son modificaciones deseadas y posibles de estas identificaciones en
relación a sus propios identificados. El yo en este segundo tiempo se vuelve autónomo y
desde allí en cada encuentro significativo ya sea con otros sujetos, con la realidad, el yo
va a tener que revisar quien es, quien quiere ser, como se ve, como se piensa.
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uni IX
Contrato narcisista: (EN: AULAGNIER) Así como el YO es anticipado por el discurso
del deseo parental también hay un contrato narcisista de anticipación entre el discurso de
un conjunto y cada uno de los nuevos yoes: el conjunto social también anticipa un lugar
antes de que los futuros yoes aparezcan en escena. El discurso social es un lenguaje
compartido de un grupo de referencia de pertenencia que le da una identificación como
sujeto a cada uno de los yoes que lo componen.
Metáfora de coro: cuando llega un nuevo coreta es responsabilidad del coro enseñarle la
nueva letra, no solamente para enlozar al coro sino también para garantizar que la
canción siga sonando.
Ahí hay un contrato narcisista doble: el conjunto social se garantiza la estabilidad en
función de incluir un nuevo miembro que lo reproduzcan y el nuevo miembro se garantiza
la identidad al formar parte del conjunto obtener allí modelos de identificación. Por eso es
un contrato narcisista, porque narcisista a los dos puntos de ese contrato (lo social y el
sujeto).
El contrato narcisista implica (tiene a su base) que cada cual va a tener un lugar
anticipado también por el conjunto que lo nombra lo espera y deposita en ellos la
expectativa narcisista de permanecer ilimitadamente. Este no termina cuando el niño
crece, continúa, lo que cambia es la relación que tiene el yo infantil o el yo adolescente
con el discurso del conjunto. La transmisión tiene que ver con la lógica del contrato
narcisista. Lo nuevo en la adolescencia es que el adolecente va a encontrar allí un
material que lo anticipó a él, que existe antes que él, pero que ahora tiene la posibilidad
de tomar o rechazar más allá o más acá de la metabolización primera que hicieron los
padres con respecto de estos materiales.
Asesinato al padre – Desasimiento de la autoridad parental: (EN: WINNICOTT)
Plantea la adolescencia como el tiempo de madurez, la inmadurez necesaria, el
adolescente no necesita otra cosa que tiempo para tramitar psíquicamente estas tareas.
La adolescencia es el tiempo que le lleva a un sujeto de reposicionarse en su lugar
respecto al yo, a sus deseos y al mundo. Es el tiempo que necesita el adolescente para
poder asumir una posición de crecimiento con respecto a un otro, y este otro deberá poder
soportar y sostener tanto esa pérdida de consistencia del yo infantil; como soportar la
confrontación: “¿y vos viejo que entendes? No sabes nada.”
La adolescencia es un trabajo elaborativo que lleva tiempo y energía psíquica, y se
consume, como todo trabajo de duelo (Freud), usando la misma energía; termina
cuando se consumió todo ese gasto.
El desasimiento de la autoridad parental tiene que ver con una operatoria simbólica
que Winnicott plantea llamada asesinato simbólico al padre.
DESASIMIENTO DE LA AUTORIDAD PARENTAL es una posición simbólica, un
reposicionamiento indispensable para la salida del trabajo adolescente el dejar de ser
hijo, dejar de ocupar ese lugar. Rodulfo dice que el trabajo adolescente más doloroso no
es sólo registrar que no es el niño ideal, sino que los ideales no están encarnados en los
padres, que el otro no es garantía de nada: desestimar, rechazar el modelo identificatorio
parental, la palabra autorizada, garantizada del mundo adulto y posicionarse desde otra
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vereda, la famosa confrontación generacional: nosotros los jóvenes contra ustedes los
viejos, lo nuevo contra lo viejo.
ASESINAR SIMBÓLICAMENTE AL PADRE significa hacer caer la representación
idealizada del adulto como garantía de la creencia del poder del ideal à un nuevo
trabajo intrapsíquico que tiene que ver con el trabajo edípico pero ahora en otro plano.
Crecer significa ocupar el lugar del padre, situación que implica su muerte para establecer
el dominio. Es simbólico porque un asesinato para ocupar un lugar. Antes de la
adolescencia se deseaba que el desaparezca, en la confrontación; la hostilidad, propicia
posiciones en donde el niño se confronta con el otro deseando y que el otro desaparezca
y habilite el lugar de acceso al objeto deseado. En este momento del crecimiento (en la
adolescencia) esa fantasía de que el otro desaparezca se transforma en la fantasía de
asesinato, yo tengo qué matarlo, el otro no desaparece por si sólo, es por sobre el cadáver
de un adulto que el adolescente resuelve su adolescencia. Esta fantasía inconsciente de
asesinato tiene que ver con mandar ahí la representación del otro como garante de un
saber, es la caída: “soy yo el que digo que ahora, vos no sabes”. Sacarle a otro el lugar
de garante. También implica un duelo porque significa saber de alguna manera que el
padre no siempre va a estar, que es finito, mortal. El asesinato simbólico del padre es
una posición simbólica, un reposicionamiento indispensable para la salida del trabajo
adolescente, el dejar de ser hijo, dejar de ocupar ese lugar.
Este trabajo doloroso y culposo está articulado con un trabajo intersubjetivo: un
reposicionamiento generacional, el ubicarse como generacionalmente la otra generación
de recambio, la fuerza ya no está en unos, sino que está en otros. Ahora hay otro que
puede, es parte del clan, es uno a la par, y la competencia y confrontación es real. El
asesinato simbólico al padre no es para ocupar el lugar del padre en tanto tener hijos, es
ocupar el lugar del adulto ahora que paga con su costo esta relación con la realidad.
Muchas veces para hacer ese trabajo el adulto necesita reconocer en este otro joven
alguien que pueda sucederlo, y a la vez el adolescente tendrá que posicionarse como
sucesor, pero posicionarse como sucesor es también elaborar algo del duelo (el otro no
va a estar siempre, el otro es un otro fallido, castrado, y a la vez mortal, finito).
Pensamiento Formal (EN: CASTORINA) Tiene que ver con un acceso a un tipo de
pensamiento que permite pensar más allá de lo concreto, elaborar hipótesis, etc. Tiene
que estar para poder pensar un proyecto vital, un proyecto identificatorio. *ampliar*
Trabajo exploratorio del púber: (EN: WASSERMAN) necesario que haya una
separación del medio familiar que posibilite la exploración de quien soy, que soy. Los
primeros objetos de amor dejan una huella, en la pubertad hay un reencuentro con un
objeto sexual. En la pubertad los mandatos familiares son necesarios para la constitución
del yo, pero hay una revisión donde el sujeto ve más allá de lo parental. (tiene que ver
con el desasimiento y el pasar a ser el único signatario del contrato identificatorio).
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Tema Vinculo amoroso
Para la SALIDA EXOGÁMICA, tiene que haber una desestimación de las fantasías
incestuosas, pero esta salida implica a la vez el desasimiento de la autoridad parental.
Esto implica una salida de la no repetición, la posibilidad de diferenciarse, del correrse de
esa palabra, de ese modelo, de ese enunciado identificatorio y también de esos objetos.
Ahí la cosa es doble: edípica y narcisista. Si estamos hablando de enunciados
identificatorios, estamos hablando de la representación que el otro tiene de uno, estamos
hablando de estructura narcisista, de la construcción de la identidad con y bajo la mirada
y la palabra del otro.
UNI X
Estado de enamoramiento (EN FREUD): La sobreestimación sexual no implica la
construcción de un lazo con el otro, la pulsión se satisface parcialmente, no es un estado
duradero, para que haya algún tipo de lazo y continuación con el objeto interviene el
proceso de la idealización. Se lo resguarda del miramiento del principio de realidad y la
critica que el yo puede hacerle.
Mediante el enamoramiento el yo ubica al objeto en este espacio, por el cual el ello
obtiene la gratificación narcisista de ser uno con su ideal. La ganancia narcisística es que
el otro me ame, mientras yo soy puro vasallo del otro y su placer. Siempre habrá una
expectativa de satisfacción de lo que el otro pueda darme para alimentar al yo, no
solamente gratificación sexual, sino gratificación narcisista del otro.
Freud plantea que el enamoramiento es, en primer lugar un estado psíquico que, ya
cuando decimos estado sabemos que es un momento que comienza y termina, es un
momento perentorio
Desenamoramiento (EN BRENGIO) *en el resumen del texto*
Diferenciación deseante (EN BRENGIO) *en el resumen del texto*
Enamoramiento: (EN BRENGIO) *en el resumen del texto*
Estado del enamoramiento (EN BRENGIO) Para este autor el estado de
enamoramiento es un intento por abolir la castración, esta tentación del lado de ese ideal
de abolir la marca, la huella de que somos parecidos, de que somos castrados, de que
algo nos falta y que al otro también le falta. Es una ilusión de engañar un poco la lógica
del proceso secundario, hacer una trampa a la castración y volver a ser uno con el otro,
así como lo fuimos o soñamos haberlo sido con nuestro primer objeto de amor. Tiene que
ver con volver esta satisfacción del ideal, en esta visión de la unión del niño con su madre,
como la madre del narcisismo primario. Retoma la huella de la alucinación de la
satisfacción, del deseo. En esta ilusión es la abolición de la castración mediante el
enamoramiento hay también una anulación de la temporalidad: todo empezó cuando
empezó el amor. Muchas veces en cuanto a esto hay una dificultad con el pasado (El
mundo no nació cuando nos conocimos) y con el futuro de armar un proyecto juntos que
implica salir de la ilusión de que con el otro lo tengo todo, implica el reconocimiento de
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cierta insatisfacción actual, se quiebra la ilusión y aparece la X. El trabajo de
desenamoramiento implica asumir el proyecto conjunto.
Proyecto vital compartido: (EN BRENGIO) *en el resumen del texto*
Tipos de enamoramiento (EN BRENGIO) *en el resumen del texto*
Índice de realidad: (EN AULAGNIER) *en el resumen del texto*
Representación ideica (EN AULAGNIER) representación de un saber acerca de esa
relación, de lo que representa para mí la relación con el otro. Tiene la función de sostener
la catectización del otro, no solamente en momentos de ausencia del otro real, también
conflictos y frustración, preservando esta catectización del otro pensado, mantengo la
catectización del otro real, la libido tiene la seguridad de la preservación en el espacio
psíquico de un soporte-objeto: el otro no existe y desaparece de acuerdo a si me satisface
o no, sigue existiendo como objeto catectizado en tanto hay una representación ideica de
la relación del yo con el otro yo. El carácter que tiene es su definibilidad, que sea
comunicable, al estilo de un dialogo interno que se tiene con ese objeto. Esto se construye
con la síntesis de los restos vividos con el otro, en función de lo gratificante y del
reconocimiento de lo diferente. La prueba de realidad es que de tanto en tanto el otro real
tiene que aparecer para seguir sosteniendo esta representación del otro pensado como
un factor de comunicación. El encuentro pensado (dialogo interno) es indispensable el
encuentro real como prueba de amor de que el otro exista, demande, satisfaga. El placer
pensado tiene que ver con que el yo catectice un tiempo anterior, una experiencia
placentera previa que es soporte. El tiempo pasado lleva en si el deseo, la espera de
retorno a esa vivencia de placer (lo mismo sucede en el proceso identificatorio para
catectizar un tiempo futuro el yo necitas pruebas de haber experimentado o alucinado
placer) La representación ideica es la única construcción psíquica que se pliega a las
leyes del lenguaje, puesto que es el lenguaje el que constituye su material y ella es, una
construcción que posee el carácter y la exigencia de la comunicabilidad.
Vínculo de pareja: (EN BIANCHI) *en el resumen del texto*
La constitución del vínculo de pareja es otro momento de apertura del sistema abierto y
complejo, otro momento de reorganización psíquica en donde determinados elementos
previos podrán reorganizarse en función de esto nuevo elemento azaroso (lo azaroso acá
es esta dimensión azarosa que tiene lo ajeno del otro).
Trabajo del vínculo (enamoramiento): (EN: BERENSTEIN) Es un trabajo con lo
ajeno, de que no podemos acomodar la realidad a la fantasía. Hay un momento de
enamoramiento en el cual esa persona tiene que entrar en el relato, en el guion de mi
fantasía previa. El otro se resiste porque es diferente. Esto significa que por más que
haya dos nunca van a ser la suma de uno en total, completo, siempre va a haber un
espacio que dificulte el ser tomado como pura idealización, como puro objeto para el yo.
Aquí empieza el momento de diferenciación deseante.
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UNI XI
Relación amorosa simétrica (EN AULAGNIER) *en el resumen del texto*
Relación amorosa asimétrica (EN AULAGNIER) *en el resumen del texto*
Tres dimensiones del placer: (EN AULAGNIER) en la relación amorosa: placer sexual,
placer de pensamiento y placer identificante.
● Placer de pensamiento: en tanto el yo puede ser pensado por el otro y si el otro me
piensa es porque existo (Prueba de realidad) con la respuesta que el otro da (palabras,
gestos, actitudes...) de que el yo es legítimo.
● Placer sexual: lugar de descarga del deseo sexual y como fuente de placer, que el yo
registre allí en esta dimensión de los cuerpos la existencia del yo en tanto tiene efecto
en el otro. Ser efecto del placer del otro, que el otro registre que está causando placer
de acuerdo a mi respuesta de goce. Tiene que ver no solo con descarga pulsional sino
también el registro del placer del yo como fuente de placer del otro.
● Placer identificante: hay un enunciado que proviene del discurso del otro, de lo que yo
soy como objeto privilegiado de sus demandas. Es este placer identificatorio que se
juega en cada encuentro amoroso, pone en juego el placer narcisista de ser reconocido
con una identidad particular. Tiene que ver con poder ser allí para el otro una referencia
que da sentido en función de este vínculo particular.
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TEMA ENVEJECIMIENTO XII, XIII
El envejecimiento es un proceso diferenciado de la vejez.
Vejez: una construcción cultural socio-histórica y humana como último momento de la
vida asociado a tales características de acuerdo al momento histórico. Tiene carga
negativa y prejuicios. Ahora hay una novedad en la que hay una concientización respecto
a las practicas sociales y los estudios profesionales. Caída de la significación de la edad
como un parámetro de significación univalorativa. Hay crisis vitales propias de ese
momento: la jubilación, la llegada de los nietos, la pérdida del conyugue, son marcas
propias de este momento vital pero no podemos decir que estas marcas en si misma
conllevan la significación del proceso de envejecimiento sino qué hace el sujeto con
eso, y en un conjunto social que significará esta cuestión.
Envejecimiento (SALVAREZZA): un momento del desarrollo particular donde
nuevamente estamos frente a procesos de reorganización psíquica, de inscripciones
novedosas y de efectos retroactivos. Las teorías del curso vital, al plantear este trayecto
vital, plantean justamente que este trabajo finaliza cuando finaliza la vida. Confronta con
un punto de angustia: reconocer el propio envejecimiento y el de los más cercanos, tiene
que ver con el concepto de finitud y fin de la vida, algo muy moralizante y movilizante.
Puede promover entonces un rechazo pendular: o idealizar sin reconocer las
particularidades o negarlo como si no existiera
• Significación del envejecimiento: depende de una construcción cultural
sociohistórica y humana, ligado a representaciones prejuiciosas y también a la
conciencia de finitud. Esta imagen de que todos llegamos a viejos y nos morimos, en
realidad es una especie de ilusión porque la gente se muere antes de ser viejo, no se
mueren solamente los viejos, pero no por eso todos los momentos de la vida en que
uno puede morirse está significado con la carga negativa de la finitud, sino que se la
reserva a lo que supuestamente es el último tramo de la vida.
Proceso de envejecimiento: (EN FERRERO // PETRIZ // ROZITCHNER) trabajo
metabólico de elaboración psíquica en tanto una reorganización representacional,
afectiva, identificatoria frente a las transformaciones que el paso del tiempo imprime en
la propia vida. El proceso de envejecimiento es singular, no es social en el sentido de que
no es colectivo, no podemos decir cómo se da el proceso de envejecimiento en todos los
sujetos a la vez, sino que vamos hablar del proceso elaborativo individual, subjetivo que
hace esa persona en función de su propio envejecimiento y de lo que se entiende en ese
momento por ser viejo. Lo podría hacer el sujeto en función a sus marcas del pasado.
Implica trabajos psíquicos propios del envejecer, que impondrán el registro de lo que se
pierde, lo que cambia y lo nuevo. Este proceso empieza biológicamente, psíquicamente
cuando el sujeto lo registra, cuando el sujeto se deja sorprender por las connotaciones
que implican el reconocimiento del paso del tiempo de una manera particular. Tendrá que
reorganizar entonces sus representaciones de sí mismo, su esquema corporal, imagen
inconsciente del cuerpo, su lugar con respecto a los otros, lo que puede hacer o no, el
proyecto vital, etc. Estamos frente a un envejescente si es un sujeto comprometido con
esa significación.
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No tiene que ver con la edad, es un momento de ruptura, crisis, vacío que confronta al
sujeto con una nueva percepción de sí mismo y con una representación que todavía no
tiene destino. Una experiencia en sí misma no tiene la demarcación unívoca de hacer
entrar a alguien en una etapa o proceso específico es la significación de esa vivencia que
marca a esa persona particular. Lo que si estamos en condiciones de decir es cuáles son
los mecanismos psíquicos que están en juego en el proceso de elaborar las
transformaciones del paso del tiempo. Nuevamente la tarea del yo es el reconocimiento
mediante el principio de realidad anoticiando los cambios y en función de allí los trabajos
psíquicos, los mecanismos que sabemos que dispone el aparato para reorganizar, son
nuevamente llamados a dar significación a esas diferencias. Estos trabajos son el trabajo
del duelo, el proceso de historización, el concepto de transitoriedad y la simbolización de
la pérdida.
El trabajo de envejecimiento implica un trabajo elaborativo arduo y difícil como otros,
sumándole una complejidad mayor en tanto el sujeto tiene conciencia que es la última
gran transformación subjetiva, es un último trabajo de reorganización psíquica. Está el
registro de la finitud que en otro momento de la vida no sucede.
Hay procesos de envejecimiento que ligan al sujeto a una posibilidad de reorganización
psíquica saludable y también hay dificultades en el proceso de envejecimiento que
implicarán patologías, no elaboración.
RELACIONAR CON concepto de estructura psíquica abierta y compleja, el concepto
de acontecimiento, el concepto de temporalidad retroactiva, la temporalidad compleja: los
registros de los tiempos lógicos, cronológicos. También el proceso y proyecto
identificatorio como los recursos de los cuales dispone el yo para hacer ese trabajo.
Cuerpo (EN: FERRERO) el cuerpo en la vejez es el tiempo, el cuerpo no representa la
imagen que el yo tiene de si mismo, el cuerpo marca justamente el paso del tiempo. La
posibilidad en función del trabajo elaborativo del proceso de envejecimiento con
respecto al tiempo confronta con el peso de este escenario particular y privilegiado que
es el cuerpo.
Envejecimiento poblacional: no solamente que las personas envejecen o viven más
años, sino que las sociedades enteras envejecen.
Identidad narrativa (EN: IACUB) *en el resumen del texto*
Reminiscencia: (EN: IACUB) *en el resumen del texto*
Transitoriedad: (EN FREUD) El registro de la temporalidad conforta al sujeto con un
trabajo difícil que es reconocer lo transitorio, que hoy puede estar y mañana ya no. La
transitoriedad es agregarle a este valor acotado de la duración del tiempo un valor extra
positivo en tanto sus posibilidades de disfrute son perecederas. Conceptualización del
tiempo acotado como valioso es un trabajo elaborativo del yo. Se necesita de un trabajo
de duelo realizado. La condición de lo vivo es lo perecedero (relación con flecha del
tiempo de Prigogine)
El registro de la temporalidad es la que le da sentido a esa vivencia del devenir, renueva
la idea de la finitud como condición humana irreversible y general, que se subjetiviza. La
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lógica de la finitud es un segundo tiempo de aquel tiempo adolecente; primero hubo que
construir la categoría adolescencia y ahora, en la vejez, es una subjetivación de este otro
momento. La diferencia entre la finitud como logro de pensamiento y reordenamiento
subjetivo que se realiza en la vejez a la finitud en la adolescencia es que en la
adolescencia es genérica: los hombres son mortales, pero una cosa es hablar de los
hombres y otra cosa de mí, de mi vida. Se subjetiviza entonces la finitud y en el mejor de
los casos, trabajo elaborativo mediante, nos encontraremos con una posición de lo
transitorio, transitoriedad en tanto justamente una elaboración posible de la finitud propia.
Este es uno de los puntos de más difícil elaboración psíquica ya que no hay
representación de la propia muerte, no hay posibilidad de pensarse no existiendo.
Esta vivencia del tiempo como finito va a plantear allí un trabajo de reorganización
psíquica con respecto a la significación del tiempo y una revisión que haga el yo. Lo que
encontramos aquí en relación al yo, es el concepto de ideal del yo y proceso
identificatorio. Este momento de corte, de ruptura, lo marca al yo con un antes y un
después, y a partir de allí es inevitable valerse. La revisión identificatoria pasa allí por el
trabajo arduo de historización en donde se evalúa lo logrado y lo no logrado. El yo se
mide en este trabajo identificatorio con el ideal y salda la cuenta; el trabajo como ideal del
yo es crudo porque no es que veo como me salió lo que pude hacer, sino que, no pude
hacerlo y queda sin poder concluirse, esto es lo que plantea en este momento de balance.
Si hay un trabajo de duelo por aquello que no pudo ser, el sujeto podrá significar el
tiempo futuro finito como lo que me queda por vivir, lo que me queda por hacer.
Entonces parte de este reconocimiento de la finitud y de la transitoriedad tiene que ver
con esto que planteaba Freud, que es hacer más valioso el tiempo que queda por vivir en
tanto se sabe que es finito.
Viejismo: es el prejuicio epistemológico ligado a la edad. Salvarezza tradujo el término
con toda la carga significante, no es solamente el prejuicio por la edad sino por la vejez:
es un viejismo, como redobla la apuesta en la significación prejuiciosa. Este viejismo
como representación social que nos atraviesa hasta que la revisamos y podemos tomar
una posición frente a eso, atraviesa prácticas, saberes y construcciones subjetividades,
y esto no es novedoso. Ser abuelo implicaba ser bueno y sabio, no puede enojarse, ni
excitarse, es viejo, y esto es, en el movimiento pendular, otro prejuicio. Entonces estamos
negándole la posibilidad de ser uno más. Este momento va a ser significado en función
también de las representaciones y construcciones sociales vigentes para cada momento.
Yo horror (EN: SINGER) La imagen que devuelve el espejo en quien envejece provoca
una inquietante extrañeza, irritante tensión psíquica; No devuelve la imagen esperada;
falta de coincidencia entre esa imagen que aparece y la que se tiene de sí mismo. El yo
horror es este momento de confrontación del yo con una imagen de sí mismo que no
reconoce. No es verse al espejo y verse feo, es verse al espejo y confundirse, no saber
quién es. Es una vivencia psíquica inconsciente, contrapuesta a la vivencia del yo ideal
à el yo ideal se conformaba con ese momento de anticipación, que la imagen del espejo
le anticipaba al yo una imagen unificada entonces era placentera y capturaba la atención,
porque el niño se veía unificado. Esta es una vivencia opuesta, el yo tiene una percepción
como entera aún, y esta representación lo fragmenta, le hace perder esa vivencia de
unicidad, no solamente porque se ve feo.
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El yo ideal cae y aparece su negativo, el “YO HORROR”, en el que se cristalizan la
aniquilación, la indefensión, en fin, la castración radical de la muerte. Es un momento,
una vivencia, de desorganización psíquica, de mucho malestar y angustia, momentánea,
puntual. Es un efecto de no reconocimiento y de riesgo de fragmentación del yo; hay
elementos donde el yo se reconoce y hay elementos donde no se reconoce.
Se cuestiona la fantasía de inmortalidad, la cual desencadena este proceso; en esa
fantasía aún quedan involucradas todas aquellas fantasías de omnipotencia, completitud
y perfección. Estas fantasías inconscientes se filtran en el yo ocasionando reacciones
que oscilan entre lo desagradable que consterna y lo horroroso que desespera.
La tensión creada entre el yo ideal y su negativo el yo horror se disuelve en las
satisfacciones obtenidas persiguiendo los ideales. Los proyectos en curso y un cuerpo
que continúa siendo una fuente de placer, terminan de hacer retroceder lo indeseable.
Se instala la conciencia de finitud. Hay un compromiso identificatorio en seguir siendo,
pero a la vez ser otro, y es lo que va a permitir salir de la vivencia del yo horror, apropiarse
de ese otro en el espejo, negociar entre los aspectos que permanecen y los que cambian,
y así, construir una historia de continuidad para el yo. à mediante el proceso
identificatorio: Representarse un tiempo nuevo que aún no conoce, va armando un
camino para el yo que le permita transitar estas transformaciones, y también lo hará
reorganizando las marcas de quien era yo. Mediante el trabajo de reminiscencia,
mediante el trabajo de historización y de sus referencias identificatorias el yo va a
propiciar un trabajo de reconocimiento: reconocimiento de este cuerpo que puede y que
no puede, con el riesgo muchas veces de desconocerlo.
El Yo Horror se presenta como una vicisitud del narcisismo en el envejecimiento. Como
una vivencia ligada a la extrañeza y a la crisis narcisista en el proceso de envejecimiento.
Sería lo inaugural de esa vivencia de no reconocimiento en el envejecimiento.
Envejecimiento en relación a contrato narcisista: Cuando veamos en el
envejecimiento el trabajo psíquico, el cambio en la función de la estructura familiar en el
envejecente, vemos que a esto se llega cuando hay toda una elaboración del
posicionamiento identificatorio en relación a las generaciones. Ser el que transmite es ser
también el que ya no va a estar y necesita de otro para seguir estando narcisísticamente,
reconoce la distancia generacional, la posibilita y a la vez proyecta, le da identidad a ese
otro transmitiéndole algo, pero a la vez admite que cuando él no esté el otro va a seguir
con algo propio, seguir con el apellido, seguir con la costumbre, seguir con una línea
identificatoria. Lo propio transformado en algo del otro puede ser una referencia
identificatoria, una forma de ser, una producción del yo que persiste mas allá del límite
indiscutible que es la propia muerte, estamos hablando de la referencia identificatoria,
estamos hablando de un plano simbólico, hay algo mío que persiste en el otro entonces
eso implica un doble trabajo: es reconocer eso mío en el otro, ya es de otro y esto es una
herida importante, que hay que trabajarla; y a la vez es decir “pero aun así algo mío
permanece, no soy yo, es algo mío que permanece”.
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