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Domingo-de-la-Palabra-2022

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HOY SE CUMPLE ESTA ESCRITURA
(Lucas 1,1-4; 4,14-21)
SUBSIDIO PARA CELEBRAR EL
DOMINGO DE LA
PALABRA DE DIOS
III Domingo del Tiempo Ordinario
23 de enero 2022
COMISIÓN NACIONAL DE CATEQUESIS
Animación Bíblica de la Pastoral
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PRESENTACIÓN
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El día 30 de setiembre del año 2019, el papa Francisco, mediante una Carta Apostólica en
forma de “Motu proprio”, llamada Aperuit illis (Les abrió el entendimiento), ha querido
que cada Domingo III del Tiempo Ordinario, se celebre en adelante el DOMINGO DE
LA PALABRA DE DIOS, con el fin de que esté dedicado a la celebración, reflexión y
divulgación de la Palabra de Dios (Aperuit illis 5).
Para responder a esta iniciativa del papa Francisco para toda la Iglesia, la Comisión
Nacional de Catequesis, desde su Sección de Animación Bíblica de la Pastoral, pone
en mano de ustedes, una vez más, un subsidio para celebrar este domingo, dentro de
la celebración de la Eucaristía y fuera de ella (en una celebración de la liturgia de la
Palabra), siguiendo las pautas y sugerencias que este instrumento ofrece, para que sea de
provecho en todas las parroquias, comunidades cristianas y demás, en donde la Palabra
escrita de Dios destaque con toda su importancia, contenido y belleza.
No está demás, recordarles la necesidad de guardar los protocolos que, tanto las autoridades
del gobierno, como también de nuestros pastores, han pedido a todos los fieles observar,
en la celebración dominical de la Eucaristía, en razón del Covid-19, cuando se trata de
una celebración litúrgica en cualquiera de nuestros templos.
Que el domingo dedicado a la Palabra haga crecer en el pueblo de Dios la
familiaridad religiosa y asidua con la Sagrada Escritura, como el autor sagrado
lo enseñaba ya en tiempos antiguos: esta Palabra “está muy cerca de ti: en tu
corazón y en tu boca, para que la cumplas (Dt 30,14) …” (Aperuit illis 15).
Pbro. Mario Montes Moraga
Coordinador de la Sección de Animación Bíblica de la Pastoral
Comisión Nacional de Catequesis
AL COMENZAR LA CELEBRACIÓN DE LA EUCARISTÍA
(O LA LITURGIA DE LA PALABRA DOMINICAL)
AMBIENTACIÓN PREVIA: Preparar el lugar de la reunión o celebración (en el templo), con alguna
frase bíblica en alusión a este domingo, o se puede resaltar y colocar en un cartel la frase del Evangelio:
Hoy se ha cumplido este pasaje de la Escritura que acaban de oír
INDICACIONES PARA LA CELEBRACIÓN: La asamblea se reúne, de ser posible, en el atrio de
la Iglesia.
Es muy recomendable que, desde antes de la celebración litúrgica, se guarde silencio en
el templo, en la sacristía y en los lugares anexos. De modo que todo se disponga devota
y debidamente para la acción sagrada (ver OGMR 45).
Comienza la celebración con la monición de entrada leída por el lector asignado en el atril.
Monición de entrada
Este III Domingo del Tiempo Ordinario, recién finalizadas las fiestas navideñas, en las
que hemos podido contemplar el misterio de Dios que se ha hecho carne, celebramos
el Domingo de la Palabra de Dios, por iniciativa del papa Francisco, nos recuerda la
importancia y el valor de la Sagrada Escritura para la vida cristiana, dedicado a la
celebración, reflexión y divulgación de la Palabra de Dios.
Precisamente hoy, tanto el texto de la primera lectura como el Evangelio, nos presentan
a Esdras y a Jesús respectivamente, proclamando la Palabra de Dios desde la Sagrada
Escritura, en concreto el Antiguo Testamento, con el fin de edificar a la comunidad y de
evangelizar, cumpliendo así las esperanzas de Israel.
Hoy el Señor nos invita a descubrir que somos su familia, que domingo a domingo parte
el pan y comparte la Palabra. En la Eucaristía recibimos el Pan de Vida que se nos ofrece
“tanto en la Palabra de Dios como en el Cuerpo de Cristo”. Que entre todos podamos
encontrar caminos nuevos para caminar juntos y llevemos hasta los confines de la tierra
la Buena Noticia del Reino, que Jesús anunció en la sinagoga de Nazaret.
En el atrio, el sacerdote saluda al pueblo como de costumbre y se procede a la lectura del salmo 119 (118),
105-112 intercalando la siguiente respuesta: R./ Ilumíname, Señor, con tu Palabra.
Saludo y Salmo 119
Lámpara es tu palabra para mis pasos,
luz en mi sendero;
lo juro y lo cumpliré:
guardaré tus justos mandamientos;
¡estoy tan afligido!
Señor, dame vida según tu promesa.
R./ Ilumíname, Señor, con tu Palabra.
4
Acepta, Señor, los votos que pronuncio,
enséñame tus mandatos;
mi vida está siempre en peligro,
pero no olvido tu ley;
los malvados me tendieron un lazo,
pero no me desvié de tus mandatos.
R./ Ilumíname, Señor, con tu Palabra.
Tus preceptos son mi herencia perpetua,
la alegría de mi corazón;
inclino mi corazón a cumplir tus decretos,
siempre y cabalmente.
R./ Ilumíname, Señor, con tu Palabra.
5
PROCESIÓN INICIAL CON LA BIBLIA
(O LECCIONARIO O EVANGELIARIO)
Después de la lectura de este salmo, se inicia la
procesión de entrada encabezada por la Sagrada
Escritura (Evangeliario, Leccionario o Biblia, que
porta el diácono o el sacerdote), acompañada por
dos velas, mientras se entona el canto de entrada (se
sugiere: ‘Por ti mi Dios’ – Llamado también ‘Canción
del testigo’. A su llegada al presbiterio, se deposita el
Libro en un lugar destacado y preparado previamente,
donde puede permanecer durante todo el Domingo de
la Palabra. Junto al Libro conviene colocar una vela
encendida, resaltando así su presencia en medio de la
comunidad.
ACTO PENITENCIAL
Luego, desde la sede, el sacerdote celebrante continúa con el acto penitencial, que puede ser el siguiente:
+ Tú, que eres la Palabra que nos convoca a escucharte en comunidad,
Señor, ten piedad.
+ Tú, que eres la Palabra que en la Escritura, nos viene a dar noticias de esperanza y salud,
Cristo, ten piedad.
+ Tú, que eres la Palabra que nos impulsa a llevar la Buena Noticia del Reino a todos los
pobres, los que sufren y los marginados,
Señor, ten piedad.
ORACIÓN COLECTA (DE LA MISA)
Dios todopoderoso y eterno, dirige nuestros pasos de manera que podamos agradarte
en todo y así merezcamos, en nombre de tu Hijo amado, abundar en toda clase de obras
buenas. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina en la unidad del Espíritu
Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén.
O también la siguiente oración, si la celebración no es eucarística
Tu Palabra, Señor, es eterna y siempre se cumple. Se ha cumplido con Abraham y en él
has cumplido tu Alianza eternamente, por tu Palabra dada por mil generaciones. Y en
Isaac, Jacob... nos has conducido hasta nuestros días, siempre fiel a tu Palabra. Gracias
Dios mío, porque hoy también se cumple tu Palabra.
Y en ella me refugio, me congratulo, me fortalezco. Mantén mi pobre mirada atribulada
en tus ojos y vuelve tu mirada, Señor, hacia mi pobre persona. Haz que mi corazón palpite
según el tuyo y sostén mi vida en la tuya.
Convierte mi corazón en tierra y árbol fecundo, cosecha de buenos frutos, que canten tu
alabanza y den gloria a tu Palabra y Amor. Dame la serenidad y la paciencia, para que
mis humildes esfuerzos sean cultivados en tu Gracia, y den en el atardecer de mi vida, los
frutos que Tú esperas de mí. Y que ellos sean un canto a tu Gloria, Señor del universo,
Creador de todo lo visible e invisible. Amén
Luego se realiza la procesión con la Biblia y entronización (si no se ha hecho al comienzo, este es el momento
para hacerlo, siguiendo las pautas que hemos puesto al comienzo de la celebración o reunión grupal).
PROCLAMACIÓN DE LA PALABRA DE DIOS
Conviene dar la mayor solemnidad posible a la proclamación de la Palabra de Dios en este domingo, con el
fin de remarcar su centralidad en la comunidad e importancia en la liturgia. Puede hacerse mediante el canto
del Salmo responsorial, incensando el Evangeliario…
LECTURAS DEL PROPIO III DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO CICLO C
Monición general a la Palabra de Dios (a todas las lecturas)
Dios ha querido ser condescendiente con la humanidad. Además de mostranos el
camino de la vida, nos da la ayuda que necesitamos para ir por ese sendero. Las
lecturas de hoy nos hablarán de uno de esos medios que Dios emplea para salvarnos,
nos mostrarán lo que puede hacer en nosotros para que nuestro corazón acepte su
ofrecimiento de salvación. Escuchemos atentos.
6
Lectura del Libro de Nehemías 8, 2-4a. 5-6. 8-10
En aquellos días, Esdras, el sacerdote, trajo el libro a la asamblea,
formada por los hombres, las mujeres y todos los que tenían uso de razón.
Era el día primero del mes séptimo, y Esdras leyó desde el amanecer
hasta el mediodía, en la plaza que está frente a la puerta del agua,
en presencia de los hombres, las mujeres y todos los que tenían uso de razón.
Todo el pueblo estaba atento a la lectura del libro de la ley. Esdras estaba de pie
sobre un estrado de madera, levantado para esta ocasión. Esdras abrió el libro a la
vista del pueblo, pues estaba en un sitio más alto que todos, y cuando lo abrió, el
pueblo entero se puso de pie. Esdras bendijo entonces al Señor, el gran Dios, y todo
el pueblo, levantando las manos, respondió: «Amén», e inclinándose, se postraron
rostro en tierra. Los levitas leían el libro de la ley de Dios con claridad y explicaban
el sentido, de suerte que el pueblo comprendía la lectura.
Entonces Nehemías, el gobernador, Esdras, el sacerdote y escriba, y los levitas que
instruían a la gente, dijeron a todo el pueblo:
–Este es un día consagrado al Señor, nuestro Dios: No estén tristes ni lloren (porque
todos lloraban al escuchar las palabras de la ley). Vayan a comer espléndidamente,
tomen bebidas dulces y manden algo a los que nada tienen, pues hoy es un día
consagrado al Señor, nuestro Dios. No estén tristes, porque celebrar al Señor es
vuestra fortaleza.
Salmo
Sal 18, 8. 9. 10. 15
R. Tú tienes, Señor, palabras de vida eterna.
La ley del Señor es perfecta
y reconforta el alma;
inmutables son las palabras del Señor
y hacen sabio al sencillo. R.
En los mandamientos del Señor hay rectitud
y alegría para el corazón;
son luz los preceptos del Señor
para alumbrar el camino. R.
La voluntad de Dios es santa
y para siempre estable;
los mandamientos del Señor son verdaderos
y enteramente justos. R.
Que sean gratas las palabras de mi boca,
y los anhelos de mi corazón,
Haz, Señor, que siempre te busque,
pues eres mi refugio y salvación. R.
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Lectura de la primera carta del Apóstol San Pablo a los Corintios 12, 12-30
Hermanos:
Así como el cuerpo es uno y tiene muchos miembros y todos ellos, a pesar de ser
muchos, forman un solo cuerpo, así también es Cristo. Porque todos nosotros, seamos
judíos o no judíos, esclavos o libres, hemos sido bautizados en un mismo Espíritu,
para formar un solo cuerpo, y a todos se nos ha dado a beber del mismo Espíritu.
El cuerpo no se compone de un sólo miembro, sino de muchos. Si el pie dijera:
«no soy mano, entonces no formo parte del cuerpo», ¿dejaría por eso ser parte del
cuerpo? Y si el oído dijera: «Puesto que no soy ojo, no soy del cuerpo», ¿dejaría por
eso de ser parte del cuerpo? Si todo el cuerpo fuera ojo, ¿con qué oiríamos? Y si todo
el cuerpo fuera oído, ¿con qué oleríamos? Ahora bien, Dios ha puesto los miembros
del cuerpo cada uno en su lugar, según lo quiso. Si todos fueran un solo miembro,
¿dónde estaría el cuerpo?
Cierto que los miembros son muchos, pero el cuerpo es uno solo. El ojo no puede
decirle a la mano: «no te necesito»; ni la cabeza, a los pies: «Ustedes no me
hacen falta». Por el contrario, los miembros que parecen más débiles son los más
necesarios. Y a los más íntimos los tratamos con mayor decoro, porque los demás
no lo necesitan. Así formó Dios el cuerpo, dando más honor a los miembros que
carecían de él, para que no haya división en el cuerpo y para que cada miembro se
preocupe de los demás. Cuando un miembro sufre, todos sufren con él; y cuando
recibe honores, todos se alegran con él.
Pues bien, ustedes son el cuerpo de Cristo y cada uno es un miembro de Él. En
la Iglesia, Dios ha puesto el primer lugar a los apóstoles; en segundo lugar a los
profetas; en tercer lugar a los maestros; luego a los que hacen milagros, a los que
tienen el don de curar a los enfermos, a los que ayudan, a los que administran, a los
que tienen el don de lenguas y el de interpretarlas. ¿Acaso son todos apóstoles? ¿Son
todos profetas? ¿Son todos maestros? ¿Hacen todos milagros? ¿Tienen todos el don
de curar? ¿Tienen todos el don de lenguas y todos las interpretan?
Lectura del santo Evangelio según San Lucas 1, 1-4; 4, 14- 21
Muchos han tratado de escribir la historia de las cosas que pasaron entre nosotros, tal y
como nos las transmitieron los que las vieron desde el principio y que ayudaron en la
predicación. Yo también, ilustre Teófilo, después de haberme informado minuciosamente
de todo, desde sus principios, pensé escribírtelo por orden, para que veas la verdad de lo
que se te ha enseñado.
8
(Después de que Jesús fue tentado por el demonio en el desierto), impulsado por 9
el
Espíritu, volvi´a Galilea. Iba enseñando en las sinagogas; todos los alababan y su fama
se extendió por toda la región. Fue también a Nazaret, donde se había criado. Entró en la
sinagoga, como era su costumbre hacerlo los sábados, y se levantó para hacer la lectura.
Se le dió el volumen del profeta Isaías, lo desenrrollo y encontró el pasaje en que estaba
escrito:
«El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido para llevar a los pobres la
Buena Nueva, para anunciar la liberación a los cautivos y la curación a los ciegos, para
dar libertad a los oprimidos y proclamar el año de gracia del Señor.»
Enrolló el volumen, lo devolvió al encargado y se sentó. Los ojos de todos los asistentes
a la sinagoga estaban fijos en Él. Entonces comenzó a hablar, diciendo: Hoy mismo se ha
cumplido este pasaje de la Escritura que acaban de oír.
GUÍA PARA LA HOMILÍA DEL CELEBRANTE (o comentario
de la persona que dirige la reunión grupal)
El 30 de septiembre del año 2019, en la memoria de San Jerónimo, el papa Francisco hacía
pública una carta apostólica, en la que instituía el III Domingo del Tiempo Ordinario como
DOMINGO DE LA PALABRA DE DIOS. Es un día dedicado a la celebración, reflexión y
divulgación de la Palabra de Dios; una excelente ocasión para profundizar en la centralidad
de Ella y en la vida y misión de la Iglesia.
El año antepasado, otra vez de la mano de san Jerónimo, al cumplirse los 1600 años de su
muerte en Belén, el papa Francisco subrayaba en una nueva carta apostólica, la herencia
que nos ha dejado este gran amante de la Biblia:
Una estima por la Sagrada Escritura, un amor vivo y suave por la Palabra de Dios
escrita.
Y desde el Centro Nacional de Catequesis, en el mes de la Biblia, recordábamos esta
consigna de San Jerónimo:
Desconocer la Biblia es desconocer a Cristo
Pero que quisimos poner como lema en positivo:
Conocer la Biblia es conocer a Cristo
Este DOMINGO DE LA PALABRA DE DIOS, debe animarnos a sentir el mismo afecto
por las Escrituras que tuvo san Jerónimo. Así nos ponemos a la escucha de la Palabra para
encontrarnos con Dios y abrirnos a su voluntad.
Este domingo, en el que subrayamos la centralidad de la Palabra de Dios, coincide con los
textos propios de la misa correspondiente al Domingo III del Tiempo Ordinario, en el ciclo
C, tanto de la explicación de la Escritura que hace Esdras el sacerdote, como Jesús en la
sinagoga de Nazaret. Pareciera como algo providencial que precisamente este DOMINGO
DE LA PALABRA DE DIOS, se nos presenta a Jesús y a Esdras, como modelos de
hombres que proclaman la Palabra, como lo hacemos nosotros, cada vez que nos reunimos
en asamblea litúrgica, para escuchar sus textos.
En la primera lectura, vemos a Nehemías proclamando los textos de la ley, en presencia de
la comunidad. En la práctica, la lectura de la ley se acompañaba con la instrucción (que hoy
llamaríamos homilía o catequesis). Se trata de una gran asamblea litúrgica, donde todos
están atentos a escuchar la Palabra, en un clima de alegría, tristeza y expectación. Lo cierto
es que podemos darnos cuenta de cómo la Palabra proclamada tenía fuerza e influjo en el
pueblo que recién se reconstruía como comunidad después del destierro de Babilonia, de la
mano de Esdras y Nehemías.
El salmo responsorial, en su segunda parte, es una alabanza a la ley del Señor, ofrece una
pausa meditativa en la que proclamamos que la Palabra de Dios es espíritu y vida. Pedimos
al Señor que nos ayude a saborear su palabra, descanso del alma, pues sus preceptos son
verdaderos y alegran el corazón, son justos y más valiosos que el oro y que los metales más
finos.
Por su parte, san Pablo en la segunda lectura de hoy, invita a los cristianos de Corinto a vivir
como un cuerpo, donde todos los miembros están íntimamente unidos. Es la concreción
del plan de Dios, revelado plenamente en Cristo Jesús. Los discípulos del Señor están
llamados a hacer efectiva la propuesta del Reino anunciado por Jesús. La comunidad de
fe no es una simple organización filantrópica y de bienestar, es un cuerpo conformado por
muchos miembros, ligado interiormente por la Palabra de Señor que es “espíritu y vida”. El
Evangelio de Jesús se concretiza en la comunión fraterna; ese debe ser el signo que ha de
identificar a los discípulos de Jesús de todos los tiempos.
El Evangelio de san Lucas presenta el inicio de la actividad de Jesús en Galilea tras su
bautismo y las tentaciones en el desierto, comienzo que quiere ser programático, desde la
proclamación de un texto del profeta Isaías, en la sinagoga de Nazaret, un día sábado. En la
primera parte del pasaje, Jesús anuncia una buena noticia para los pobres, la libertad a los
cautivos, la vista a los ciegos y el anuncio del año de la gracia del Señor, es decir, del año
del Jubileo anunciado en los profetas, en el que se perdonaban las deudas y se liberaba a los
presos y esclavos.
Y concluye diciendo:
Hoy, en presencia de ustedes, se cumple esta Escritura que acaban de oír
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Jesús se presenta como aquel que viene a realizar el plan de Dios: libertad, liberación, vista
a los ciegos, gracias y plenitud del amor de Dios, que ha de transformar y salvar a los seres
humanos. Esto causa inquietud y admiración en aquellos sencillos paisanos de la aldea de
Nazaret.
Hoy, DOMINGO DE LA PALABRA DE DIOS, somos invitados a alegrarnos, a comer
y beber, como invita Nehemías al pueblo de Israel. Aplicada a nosotros esta invitación,
después de la escucha de la Palabra, se nos llama a disfrutar de la mesa de la Eucaristía,
no sin antes de habernos alimentado por la Palabra proclamada. Que escuchemos atentos a
Jesús, como los galileos en aquella sinagoga, que “tenían clavados sus ojos en él” al oír las
palabras de gracia que salían de su boca. Que experimentemos esta salvación y vida plena
que nos ha traído Jesús, como antaño lo vivieron los habitantes de Nazaret.
Este domingo, pues, es una oportunidad que nos da la Iglesia, de valorar la Biblia en la
vida personal y comunitaria, como Palabra de Dios escrita, inspirada por el Espíritu Santo
y entregada a la Iglesia para su lectura, meditación, proclamación y puesta en práctica,
en especial, desde la escucha en la asamblea litúrgica. Somos llamados a atender a sus
enseñanzas, para que la Biblia no quede como un libro en nuestras manos, sino que se
convierta, más bien, en una continua llamada a la oración, la lectura, la meditación y el
estudio. Este domingo especial, quiere llamar a todos los cristianos a no dejar la Biblia
como uno de los muchos libros en el estante de casa, quizás lleno de polvo o “tirado por
allí”, sino como un instrumento que despierte nuestra fe.
Y que nunca dejemos de escuchar a Jesús y meditar sus textos, como un día lo hicieron
los habitantes de Jerusalén, escuchando a Esdras y los galileos de Nazaret, cuando ambos
proclamaron los textos sagrados en sus sinagogas.
ENTREGA DE LA BIBLIA O DEL NUEVO TESTAMENTO
Si lo tienen a bien hacerlo, después de la homilía o comentario de los textos bíblicos de hoy domingo, se puede hacer un rito
de entrega de la Biblia o del Nuevo Testamento, a los catequistas, evangelizadores, lectores, etc de la comunidad (o a algunos
participantes de la celebración), con el fin de estimularlos en su servicio a la Iglesia o como llamada a la comunidad, a apreciar el
valor de la Biblia, en las celebraciones familiares, grupales y comunitarias, en que se requiere su presencia (ver la carta del papa
Francisco Aperuit illis, 3), con la siguiente indicación, al entregarla a cada uno:
Celebrante: Recibe con amor esta Biblia. Es la Palabra de Dios escrita, hoy Domingo
de la Palabra de Dios. Que ella sea tu luz y tu guía, alimento de tu vida espiritual y
fuente límpida de caridad. Que sus enseñanzas sean tu fuerza, tu alegría y tu acción
en la familia en la comunidad y en donde la Iglesia te destine a enseñarla, meditarla,
celebrarla y especialmente, vivirla. Que seas hoy y en adelante, hombre o mujer de la
Palabra.
VENERACIÓN DE LA BIBLIA COMO PALABRA DE DIOS
Si no se hace entrega de la Biblia o del Nuevo Testamento, se puede hacer algún rito de veneración de la Biblia,
explicando a la asamblea su significado. Aprovechando que la Biblia ya está entronizada en el lugar adecuado, se puede
invitar a quienes deseen hacerlo, a venerarla con algún gesto (beso, genuflexión, inclinación de cabeza…), como se hace
con la Santa Cruz el Viernes Santo o con la imagen del Niño Dios, en Nochebuena, acompañando el gesto con cantos
apropiados.
ORACIÓN DE LOS FIELES
Se puede hacer siguiendo el formulario de La Misa de cada Día), o el siguiente:
Celebrante: Oremos a Dios Padre, que nos envió a su Hijo, Buena Noticia
para el mundo; diciendo: Transfórmanos, Señor, con tu Palabra.
+ Por todos los que en la Iglesia tienen el encargo de anunciar la Palabra de Dios, para
que sepan actualizarla con creatividad, la hagan resonar con fuerza y la compartan con
alegría, iluminando la vida de los oyentes, roguemos al Señor.
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+ Por nuestra comunidad cristiana, llamada a vivir de la escucha de la Palabra, para que
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sepamos crear ambientes adecuados en los que se produzca el diálogo con Dios, a través
de su Palabra, roguemos al Señor.
+ Por todos los que andan desorientados en el camino de la vida y no conocen la Buena
Noticia de Jesús, el Señor; para que lleguen a descubrir la luz que solo la Palabra de Dios
puede dar, roguemos al Señor.
+ Por nuestra Diócesis y nuestra comunidad, para que animemos e iluminemos todos los
proyectos pastorales con la luz del Evangelio y, fiados en la fuerza de la Palabra, hagamos
presente el Evangelio en todos los ámbitos de nuestras vidas, roguemos al Señor.
+ Por todos los que cada domingo y, en especial en este Domingo de la Palabra,
podemos participar de la mesa donde se nos parte el Pan y se nos da la Palabra de Vida,
para que, saciada nuestra sed de plenitud, seamos testigos de la alegría del Evangelio,
roguemos al Señor.
Celebrante. Señor, Dios nuestro, lleguen a tu presencia los deseos de nuestros
corazones y las súplicas de nuestros labios. Por Jesucristo, nuestro Señor.
PRESENTACIÓN DE LAS OFRENDAS
Junto al pan y el vino, se puede llevar como ofrenda una Biblia.
PAN Y VINO
Traemos a tu altar, Señor, este pan y este vino. Ellos son el alimento básico y cotidiano
que nos invita a ir a lo esencial y a hacerlo con alegría. Con ellos nutres a tu pueblo que
se reúne en torno a la mesa de tu casa. Que, convertidos en tu Cuerpo y en tu Sangre,
alimenten a todos los que nos sabemos miembros de tu gran familia.
BIBLIA
Cada día, en cada Eucaristía, Tú, Señor, nos preparas una mesa, en la que nunca nos falta
tu Palabra. A través de ella nos alientas, nos corriges, nos nutres y nos invitas a soñar y a
compartir. Ayúdanos a comprender que, sin tu Palabra, estamos condenados a perder las
fuerzas que necesitamos y el rumbo correcto en el camino hacia la Vida.
Cantos sugeridos:
+ ‘Cristo nos da la libertad’ (Comunión)
+ ‘Alma misionera’ (Despedida).
Si se celebra la Eucaristía, se continúa con la liturgia eucarística, hasta el final de la Misa. Si no, se termina con la siguiente oración/
canto, acompañada del Padrenuestro, Avemaría y Gloria:
Gracias, Señor, por tu palabra, gracias, Señor, por tu manjar. Fuente de fe y de
esperanza, fuente de eterna caridad. Dios permanece con nosotros, presencia viva es
su manjar, donde el Señor del universo como alimento se nos da. Llenos de fuerza en u
mesa, juntos podemos avanzar y construir la nueva tierra en la justicia y la hermandad.
Dios es la luz de nuestra ruta, Él es camino de la paz, y en el desierto de la vida, Dios
es la fuente, el manantial.
Hoy la palabra nos congrega con su mensaje fraternal. Hoy su manjar nos alimenta
hacia la Pascua celestial. Dios peregrina con nosotros, Él nos ofrece su amistad y
en los caminos de la vida siempre nos guía su verdad. Junto a su mesa, los amigos,
nuestra familia, nuestro hogar, junto a su mesa nos ha unido en un abrazo fraternal.
Gloria al Señor que nos reúne en esta fiesta de hermandad. Gloria al Señor que nos
espera en el convite celestial....
Se termina la reunión, compartiendo el gesto de la paz, si se hace en grupo. Podría repartirse algún recuerdo, estampa, entre otros,
de este domingo especial. Y finalmente, si es posible, alguna comida para todos acompañada de música, algarabía, algún concurso
bíblico u otra actividad, con la participación especial de los niños y de los jóvenes, teniendo en cuenta las orientaciones sanitarias y
pastorales, sobre el Covid-19.
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INTRODUCCIÓN
El 30 de septiembre del año 2020, se cumplían 1600 años de la muerte de san Jerónimo. Con
motivo de esta efeméride el papa Francisco escribió la Carta Apostólica Scripturae Sacrae
Affectus (que significa “Una estima por la Sagrada Escritura”), que precisamente comienza
con unas palabras tomadas de la liturgia de ese día:
Una estima por la Sagrada Escritura, un amor vivo y suave por la Palabra de Dios escrita
es la herencia, que san Jerónimo ha dejado a la Iglesia a través de su vida y de sus obras
Con la celebración del Domingo de la Palabra de Dios, el papa Francisco desea que en cada
creyente y en toda la Iglesia, se haga realidad ese mismo afecto por la Palabra Divina que
tuvo san Jerónimo, el cual poniéndose a la escucha, se encontró a sí mismo en la Sagrada
Escritura, como también el rostro de Dios y de los hermanos. El proyecto de construir un
mundo fraterno, que es el proyecto de Dios para este mundo, necesita asiduos oyentes de la
Palabra.
Lee muy a menudo las Divinas Escrituras, o mejor, nunca el texto sagrado se te caiga
de las manos
Esta exhortación que san Jerónimo hacía a sus contemporáneos, citada por el papa Francisco
en su Carta apostólica, nos mueve a volvernos a la Palabra, a leerla con mucha atención, a
meditarla en nuestro corazón y en medio de nuestra comunidad. Por medio de la Palabra, Dios
sigue saliendo a nuestro encuentro para hablar como se hace con un amigo. En la Palabra
contemplamos a Dios y reconocemos su proyecto de salvación para todos los hombres y
mujeres de la Tierra.
Hoy precisamente se celebra en la Iglesia Universal, el Domingo de la Palabra (III Domingo
del Tiempo Ordinario) y tanto Esdras en presencia de la comunidad judía, como Jesús en
presencia de su pueblo de Nazaret, nos ofrecen la lectura de los textos del Antiguo Testamento,
que han de construir a la comunidad a quienes se dirigen, como hoy lo hace la Iglesia desde
la Eucaristía.
Que la lectio divina del texto de Nehemías 8, como primera lectura de este domingo especial,
nos anime a la lectura orante de la Biblia y a la familiaridad con la Palabra de Dios, conscientes
de lo que decía san Jerónimo:
Ignorar las Escrituras es ignorar a Cristo,
pero que nosotros lo decimos en positivo:
CONOCER LA BIBLIA ES CONOCER A CRISTO
LECTIO DIVINA 1
Domingo de la Palabra- 23 de enero 2022
Lectio divina de Neh 8,2-6.8-10 - Primera lectura
Domingo III Tiempo Ordinario, ciclo C
GUÍA DE LECTURA
Todos escuchaban con atención la lectura del libro de la ley
(Neh 8,3b)
Primera lectura
Ambientación
Hemos comenzado, desde hace dos domingos, el Tiempo Ordinario, habiendo pasado el
tiempo de Navidad y Epifanía, en los cuales hemos celebrado el acontecimiento de la encarnación y
el nacimiento de nuestro Salvador. El pasaje que escucharemos hoy en la primera lectura y dentro
de la litúrgica dominical, es de Neh 8,2-6. 8-10 donde Esdras, sacerdote judío, abre las Escrituras
y proclama la Palabra de Dios ante la comunidad de Jerusalén, compuesta de niños, jóvenes y
adultos, hombres y mujeres.
Y ha sido providencial que, en este Tercer Domingo del Tiempo Ordinario, llamado desde hace
dos años Domingo de la Palabra, los textos bíblicos traten precisamente de la Sagrada Escritura,
especialmente proclamada por Jesús en la sinagoga de su pueblo (Lc 4,16) y Esdras, haciendo otro
tanto, leyendo el libro de la Ley en la asamblea que le escucha, muy atenta…
Que, en este Domingo de la Palabra, los textos bíblicos proclamados y celebrados en nuestras
comunidades cristianas, especialmente en la celebración de la Eucaristía, nos hagan amar la
Palabra de Dios y llevarla a la práctica.
Oración inicial
Espíritu Santo, ilumina nuestro entendimiento, para que, al escuchar, leer o
estudiar la Sagrada Escritura, sintamos la presencia de Dios Padre, que se manifiesta
a través de tu Palabra. Abre nuestro corazón para darnos cuenta del querer de Dios
y la manera de hacerlo realidad en nuestras acciones de cada día. Instrúyenos en tus
sendas para que, teniendo en cuenta tu Palabra, seamos signos de tu presencia en
el mundo. Amén.
Miramos nuestra vida
La proclamación de la ley de Moisés es un momento muy importante en el conjunto
formado por los libros de Esdras y Nehemías (ver Neh 8-10), después que el autor
sagrado, al que llamaremos El Cronista, nos ha presentado la restauración del templo
de Jerusalén, ha purificado al pueblo y se han reconstruido las murallas de la ciudad santa. La
lectura pública de la ley es la última etapa de este proceso, en el que vemos la actuación tanto de
Esdras como de Nehemías.
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- Al entrar en cualquiera de nuestros templos, por humildes que sean, vemos un mueble
llamado ambón ¿Qué nos recuerda el ambón y para qué sirve o está puesto en el templo o
iglesia?
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La Biblia o Sagrada Escritura ocupa un lugar preponderante en la celebración litúrgica ¿Cómo
lo notamos y con cuáles gestos se le da la debida importancia y veneración?
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¿Qué es el leccionario de la Misa? ¿Se destaca en nuestras celebraciones, por su presencia
y belleza? ¿O no lo tenemos o conocemos?
¿Bastaría con proclamar la Palabra desde un libro cualquiera, un boletín o folleto? ¿Qué
piensan ustedes?
En nuestras parroquias hay lectores ¿Por qué son importantes? ¿Cualquier
persona puede proclamar las lecturas bíblicas o se necesita algo más que
simplemente “leer”?
¿Cómo ven ustedes que se ejerce el ministerio de la Palabra en su comunidad
cristiana? (catequistas, lectores, proclamadores)
¿Qué es el Evangeliario y cómo distinguirlo de cualquier otro libro común y
corriente?
¿Qué es la homilía? ¿Un sermón? ¿Una plática cualquiera? ¿Un curso de
Biblia? ¿Cuáles elementos tendría que tener una verdadera homilía, para ser
verdaderamente bíblica? ¿Cómo ven ustedes que lo hacen los sacerdotes o
diáconos que ustedes conocen?
¿Han sabido lo que es el Domingo de la Palabra en su comunidad? ¿Cómo lo
han celebrado en estos dos años anteriores? ¿Por qué es importante celebrarlo?
Compartamos en grupo o en familia nuestras experiencias bíblicas
Escuchamos la Palabra de Dios
Desde la experiencia de Israel, que nos cuenta el libro de Nehemías, pasando por Jesús
de Nazaret, en la sinagoga de su pueblo (Lc 4,14--30) y hasta nosotros, la Iglesia, ha
profesado una especial veneración y cariño por la Palabra escrita de Dios, como lo indica
el Concilio Vaticano II, en el capítulo 6 de la Constitución Dei Verbum, que enseña, entre varias
cosas, lo siguiente:
La Iglesia siempre ha venerado las Sagradas Escrituras, como lo ha hecho con el
Cuerpo de Cristo, pues sobre todo en la sagrada liturgia, nunca ha cesado de tomar
y repartir a sus fieles el pan de vida, que ofrece la mesa de la palabra de Dios y del
Cuerpo de Cristo. La Iglesia ha considerado siempre como norma suprema de su fe,
la Escritura unida a la Tradición, ya que, inspirada por Dios y escrita de una vez para
siempre, nos transmite inmutablemente la palabra del mismo Dios, y en las palabras
de los Profetas y de los Apóstoles hace resonar la voz del Espíritu Santo.
1. Hacemos un momento de silencio para prepararnos a la escucha de la Palabra de Dios.
2. Proclamamos la lectura: Neh 8,2-6.8-10.
3. Reflexionamos en silencio. Para ello nos puede ayudar releer atentamente el texto fijándonos en
diversos detalles, en los personajes, en lo que dicen, en lo que hacen…
4. Tratamos de responder a las siguientes preguntas:
- En este episodio, ¿en dónde se encuentra reunido el pueblo elegido?
- ¿Qué hace Esdras y qué dice? ¿En dónde se encuentra situado este sacerdote?
- ¿Cuál es el texto bíblico que proclama delante de la asamblea?
- ¿Cuál es la actitud del pueblo al escuchar los textos de la ley, en especial, al abrirse el libro
de la Palabra?
- ¿Quiénes aparecen finalmente instruyendo al pueblo? ¿Qué le dicen al pueblo?
- ¿Cuál es la reacción de la comunidad al escuchar a estos dos lectores?
- ¿A qué los invita Nehemías, al terminar la lectura bíblica?
Volvemos sobre nuestra vida
Hoy, Domingo de la Palabra, Esdras proclama la Ley a una comunidad celebrante, reunida como
“un solo hombre” en torno a la Palabra. Preguntémonos:
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¿A qué lo invitó en su momento y a qué nos invita hoy, con respecto a la Escritura proclamada
en la Iglesia?
En palabras del papa emérito Benedicto XVI, se nos enseña lo siguiente:
La Iglesia honra con una misma veneración, aunque no con el mismo culto, la
Palabra de Dios y el misterio eucarístico y quiere y sanciona que siempre y en todas
partes se imite este proceder… (cf. VD 55)
¿Qué nos enseña esto, con respecto a la Palabra de Dios proclamada en la celebración de
la Eucaristía? ¿Cómo vivirlo y celebrarlo toda vez que participamos de la doble mesa del
Señor, el pan de la palabra y el pan eucarístico?
Las sagradas Escrituras contienen la Palabra de Dios y, por ser inspiradas, son, en verdad,
Palabra de Dios (cf. DV 24) ¿Cómo lograr que esto se haga realidad, por ejemplo, en el
ministerio de la palabra, en la homilía, la predicación, la catequesis y en toda la instrucción
cristiana?
¿Qué vamos a realizar, como grupo, para que realmente la Palabra de Dios sea tan venerada
como el Santísimo Sacramento, desde lo aprendido en este encuentro?
Jesús y Esdras proclamaron la Escritura al pueblo que la escuchaba, explicando su sentido
(Lc 4,14-21; Neh 8,2-6.8-10.) ¿A qué nos invitan hoy estos pasajes, en este Domingo de la
Palabra y cómo debemos leer e interpretar nosotros la Palabra de Dios escrita?
¿Vale la pena celebrar el Domingo de la Palabra? ¿Qué hemos de hacer para darle
importancia y valor, de hoy en adelante?
Oramos
En la oración, los cristianos reconocemos actualizada la invitación del Señor a escuchar su palabra.
En ella aprendemos lo que significa ser oyentes de la Escritura y llevarla a la práctica, en cada
momento de nuestra vida.
- Traemos a un momento de oración todo lo que hemos descubierto juntos en la escucha de
la Palabra de Dios.
- Escuchamos de nuevo Neh 8,2-6.8-10.
- Cada uno de los participantes, si lo desea, expresa en una oración espontánea, lo que ha
vivido y aprendido en este encuentro con la Palabra. Y finalmente oramos desde el salmo
119 (118), 97 -104
¡Cuánto amo tu ley, todo el día la medito!
Tus mandamientos me hacen más sabio que mis enemigos,
porque siempre me acompañan.
Soy más prudente que todos mis maestros,
porque siempre medito tus prescripciones.
Soy más inteligente que los ancianos,
porque observo tus preceptos.
Yo aparto mis pies del mal camino,
para cumplir tu palabra.
No me separo de tus juicios,
porque eres tú el que me enseñas.
¡Qué dulce es tu palabra para mi boca,
es más dulce que la miel!
Tus preceptos me hacen comprender:
por eso aborrezco el camino de la mentira.
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Compromiso y canto final
Dejamos un momento de silencio, para que cada uno haga suya esta
Palabra y terminamos compartiendo con los demás miembros del grupo,
nuestra oración y formulando un compromiso, desde la siguiente pregunta:
- ¿A qué me invitan Esdras y Nehemías, el sacerdote y su compañero ayudante,
proclamador de la Palabra, en este Domingo de la Palabra?
- ¿Qué hemos de hacer para que la Biblia cobre importancia o la amemos más y
saboreemos sus textos?
Podemos acabar la reunión cantando juntos: “Tu Palabra me da vida”. Terminamos rezando
juntos el Padrenuestro y un Avemaría y si lo desean, un pequeño convivio en familia o en grupo,
compartiendo alguna comida, preparada de antemano.
EXPLICACIÓN DEL PASAJE
Todos escuchaban con atención la lectura del libro de la ley (Neh 8,3b)
El tema central de las lecturas bíblicas de hoy domingo, es el de la Palabra de Dios proclamada
a su pueblo. Esdras reorganiza a la comunidad judía después del destierro, mediante el
anuncio público de la Ley (primera lectura). Jesús da inicio a su vida pública y a su ministerio
evangelizador, comentando la Sagrada Escritura en la sinagoga de su pueblo Nazaret
(Evangelio). San Pablo explica cómo la Palabra de Dios ha tomado cuerpo en Cristo y se
manifiesta en los diversos carismas, concedidos a la comunidad de los creyentes (segunda
lectura).
Leían el libro de la Ley (Neh 8,2-6.8-10)
Después del regreso del destierro del pueblo judío, además de la reconstrucción del templo de
Jerusalén y la reedificación de las murallas de la ciudad, era necesario reconstruir la comunidad.
Y nada mejor que la Palabra
de Dios (la Ley) para lograrlo.
Por eso, Esdras ayudado por
Nehemías, completa la obra de
sus predecesores, promulgando
solemnemente la Ley del
Señor, en presencia del pueblo.
De esto trata el pasaje de la
primera lectura de este domingo.
El libro de la Ley de Moisés se
convierte en el elemento central
del pueblo, lo que identifica al
pueblo de Dios como tal. En los
versículos 5-6 encontramos
algunas características de la
liturgia sinagogal, donde el
elemento central es la lectura
de la Ley (en hebreo), con su
correspondiente traducción al
arameo, la lengua del pueblo.
La celebración litúrgica comienza cuando el sacerdote Esdras está de pie sobre una tarima de
madera (Neh 8,4a), abre el Libro ante el pueblo, que se pone de pie (Neh 8,5). La sinagoga en
los tiempos de Jesús, era la casa de oración, donde se reunían los judíos a escuchar la Palabra
de Dios. Esdras bendice al Señor (Neh 8,6a) y todo el pueblo levanta las manos y aclama
diciendo: ¡Amén, Amén! (Neh 8,6b). Después, postrados, adoran al Señor (Neh 8,6c). En
este ambiente de celebración, de adoración y recepción, se lee la Ley y se actualiza. Por eso,
contemplamos a Esdras, dirigiendo aquella “liturgia de la Palabra”, proclamando solemnemente
sus textos, en presencia del pueblo llorando a lágrima viva al escuchar su proclamación (v.9),
luego celebrando una fiesta y comiendo todos juntos (v. 10-12), organizándose al siguiente día
para celebrar la fiesta de las Tiendas (vv.13-18); seguido de una liturgia penitencial (Neh 9),
y renovando finalmente la alianza (Neh 10). Todo esto gracias a la Palabra de Dios y a quien
la proclamó con entusiasmo, alegría y convicción: el sacerdote y maestro Esdras, desde su
estado de madera (Neh 8,4) y como Jesús en la sinagoga de su pueblo natal.
Toda esta escena nos recuerda el Evangelio de hoy: Jesús se pone de pie y actualiza la
Escritura, en la sinagoga de Nazaret.
LECTIO DIVINA 2
Domingo de la Palabra- 23 de enero 2022
Lectio divina de Lc 1,1-4.14-21- Evangelio
Domingo III Tiempo Ordinario, ciclo C
GUÍA DE LECTURA
Hoy se ha cumplido este pasaje de la Escritura que acaban de
oír (Lc 4,14)
Evangelio
Ambientación
Hemos celebrado, hace ya varias semanas, el misterio de la Navidad recordando la
encarnación y el nacimiento de nuestro Salvador. El pasaje que escucharemos hoy en la celebración
litúrgica dominical, trata del comienzo del ministerio de Jesús en Nazaret y que nos acerca al Señor
en los primeros pasos de su vida pública (Lc 1,1-4.14-21).
Y ha sido providencial que, en este Tercer Domingo del Tiempo Ordinario, llamado desde hace dos
años Domingo de la Palabra, los textos bíblicos, traten precisamente de la Sagrada Escritura,
especialmente proclamada por Jesús en la sinagoga de su pueblo (Lc 4,16). Así lo vemos anunciando
los tiempos de la salvación, especialmente al terminar su lectura del profeta Isaías, al decir:
Hoy se ha cumplido este pasaje de la Escritura que acaban de oír (Lc 4,14).
Que, en este Domingo de la Palabra, los textos bíblicos proclamados y celebrados en nuestras
comunidades cristianas, especialmente en la celebración de la Eucaristía, nos hagan amar la
Palabra de Dios y llevarla a la práctica.
Oración inicial
Espíritu Santo, ilumina nuestro entendimiento, para que, al escuchar, leer o
estudiar la Sagrada Escritura, sintamos la presencia de Dios Padre, que se manifiesta
a través de tu Palabra. Abre nuestro corazón para darnos cuenta del querer de Dios
y la manera de hacerlo realidad en nuestras acciones de cada día. Instrúyenos en tus
sendas para que, teniendo en cuenta tu Palabra, seamos signos de tu presencia en
el mundo. Amén.
Miramos nuestra vida
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San Lucas, a diferencia de san Marcos y san Mateo (Mc 1,14-15; Mt 4,12-13), nos
presenta los comienzos del ministerio de Jesús en Galilea, en concreto en su tierra
Nazaret, en la sinagoga del pueblo, donde Jesús proclama un texto del Antiguo
Testamento, enseñando que las esperanzas de los profetas se han cumplido en su
persona. Y nos enseña, desde el estrado de la Palabra, en el culto sinagogal, cómo
la Palabra de Dios, leída desde la Escritura, adquiere importancia y fuerza, ilumina
y conduce a sus oyentes, para descubrir a ese Jesús lector, Palabra encarnada del
Padre, que sigue evangelizando a su Iglesia y que a ella le confía hacer otro tanto.
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En nuestra vivencia personal ¿Qué papel juega la Biblia en nuestra vida cristiana?
¿Qué importancia le damos? ¿Cómo el contacto con la Palabra de Dios nos ha
cambiado o transformado? ¿Qué tiempo y espacio dedicamos a leer, escuchar y
meditar sus textos?
¿En qué lugar o en dónde, especialmente podemos escuchar sus textos? ¿Es
un libro para ser leído individualmente (solamente) o nos lleva a la asamblea
celebrante, a la comunidad?
¿Han sabido lo que es el Domingo de la Palabra en su comunidad? ¿Cómo lo
han celebrado en estos dos años anteriores? ¿Por qué es importante celebrarlo?
Compartamos en grupo o en familia nuestras experiencias bíblicas
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Escuchamos la Palabra de Dios
Desde el momento en el que Jesús comienza su ministerio público, está impulsado por el
Espíritu y éste lo lleva, primero al desierto (Lc 4,1) y luego a su pueblo (Lc 4,14). Desde
sus comienzos dedica buena parte de su tiempo a enseñar, provocando la admiración y
aprobación de sus oyentes. Especialmente, cuando se trata precisamente de proclamar las buenas
nuevas de la salvación, desde la Palabra de Dios, escuchada en los textos de los profetas.
1. Hacemos un momento de silencio para prepararnos a la escucha de la Palabra de Dios.
2. Proclamamos el Evangelio: Lc 1,1-4. 14-21.
3. Reflexionamos en silencio. Para ello nos puede ayudar releer atentamente el texto fijándonos en
diversos detalles, en los personajes, en lo que dicen, en lo que hacen…
4. Tratamos de responder a las siguientes preguntas:
- En este episodio, ¿qué hace Jesús, ¿qué ve, ¿qué dice? ¿Dónde tienen lugar los
acontecimientos?
- ¿Cuál es el texto profético que proclama Jesús a la sinagoga de Nazaret? ¿Qué les anuncia
a sus paisanos? ¿Cómo concluye su presentación? ¿Qué tipo de homilía hace Jesús, desde
este texto del profeta Isaías?
- ¿Cuál es la reacción de la comunidad al escuchar a Jesús en su proclamación bíblica?
Volvemos sobre nuestra vida
La visita de Jesús a Nazaret en los comienzos de su ministerio y la proclamación de la Palabra de
Dios, condensada en un texto del Antiguo Testamento, no es sólo un hecho del pasado. Tiene gran
actualidad y se sigue dando cumplimiento a aquel primer anuncio, entre nosotros los cristianos. El
Señor sigue hablando desde los textos bíblicos, que escuchamos en la celebración litúrgica, en
nuestra lectura personal y comunitaria de la Palabra de Dios escrita, que es la Escritura.
Hoy, Domingo de la Palabra, se nos invita a acoger a Jesús y especialmente su palabra, a acoger
con alegría sus enseñanzas y a seguirlo en la hermosa tarea de construir el Reino desde la Palabra.
Mirando a Jesús y fijándonos en la preciosa conclusión de la lectura, nosotros nos preguntamos:
¿Cómo escuchamos a Jesús hoy? ¿Cómo acogemos su Palabra?
¿Valoramos la Escritura que se hace vida en la asamblea litúrgica?
¿Qué nos quiere enseñar Jesús, cuando concluye: “Hoy se ha cumplido este pasaje de la
Escritura que acaban de oír”? ¿A qué nos invita, cuando leemos los textos bíblicos y como Jesús,
cerramos cada día la Biblia…? ¿Termina todo ahí?
Jesús y Esdras proclamaron la Escritura al pueblo que la escuchaba, explicando su sentido
(Lc 4,14-21; Neh 8,2-6.8-10.) ¿A qué nos invitan hoy estos pasajes, en este Domingo de la Palabra
y cómo debemos leer e interpretar nosotros la Palabra de Dios escrita?
¿Vale la pena celebrar el Domingo de la Palabra? ¿Qué hemos de hacer para darle
importancia y valor, de hoy en adelante?
Oramos
En la oración, los cristianos reconocemos actualizada la invitación del Señor a escuchar su palabra.
En ella aprendemos lo que significa ser oyentes de la Escritura y llevarla a la práctica, en cada
momento de nuestra vida.
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Traemos a un momento de oración todo lo que hemos descubierto juntos en la escucha de
la Palabra de Dios.
Escuchamos de nuevo Lc 1,1-4.14-21.
Cada uno de los participantes, si lo desea, expresa en una oración espontánea, lo que ha
vivido y aprendido en este encuentro con la Palabra.
Se termina este momento de oración con la siguiente plegaria:
Gracias Señor por invitarnos a meditar tu Palabra,
porque nos enseñas que lo más importante
es ir siempre a los más necesitados,
por darnos la oportunidad de estar en comunión con nuestras familias,
con los hermanos de nuestras comunidades,
y por todos los momentos de gracia que nos regalas.
Por eso te damos gracias, gracias Señor.
Perdón por las ocasiones que no he sabido escuchar tu Palabra
y no ponerla en práctica;
por no reavivar el don del Espíritu Santo que he recibido,
por no llevar tu Palabra a mis hermanos más necesitados
y de no saber compartir lo poco que tengo para ayudar a mis hermanos.
Por eso te pedimos perdón.
Perdón Señor, perdón Señor.
Compromiso y canto final
Dejamos un momento de silencio, para que cada uno haga suya esta Palabra y terminamos
compartiendo con los demás miembros del grupo, nuestra oración y formulando un compromiso,
desde la siguiente pregunta:
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¿A qué me invita Jesús, el lector y proclamador de la Palabra, en este Domingo de la
Palabra?
¿Qué hemos de hacer para que la Biblia cobre importancia o la amemos más y saboreemos
sus textos?
Podemos acabar la reunión cantando juntos: “Anunciaremos tu Reino”.
Terminamos rezando juntos el Padrenuestro y un Avemaría y si lo desean, un pequeño
convivio en familia o en grupo, compartiendo alguna comida, preparada de antemano.
EXPLICACIÓN DEL PASAJE
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Hoy se cumple esta Escritura (Lc 1,1-4; 4,14-21)
San Lucas nos presenta una narración en dos volúmenes (Evangelio y Hechos de los Apóstoles,
ambos con su correspondiente prólogo Lc 1,1-4; Hch 1,1-2).
Hoy escuchamos el de su Evangelio. En ambos, dedicados a Teófilo (que es el nombre o,
tal vez, el título de honor de la persona a quien ambas obras son dedicadas), le presenta la
“historia de Jesús” y el nacimiento de la Iglesia.
Hoy, después de escuchar en este prólogo o fragmento inicial la justificación, es decir, el
porqué de su Evangelio y la seriedad de su empresa, san Lucas, como buen historiador e
investigador, lo ha comprobado todo minuciosamente, la lectura bíblico- litúrgica da un “salto”
(infancia de Jesús y predicación de Juan el Bautista), pasando a la proclamación de la Palabra,
hecha por Jesús en la sinagoga de Nazaret.
San Lucas inicia la narración con un resumen, que ofrece una síntesis de todo el ministerio
de Jesús en Galilea (Lc 4,14-15). Jesús aparece lleno de la fuerza del Espíritu, enseñando
lo mismo que se ofrece a Teófilo (nombre que significa “amante de Dios”, como vemos en el
prólogo de Lc 1,1-4). Y Jesús lo hace en las sinagogas, el lugar donde el pueblo de Israel
escucha la Palabra de Dios.
Lo primero que nos cuenta, sucede en el lugar donde Jesús se había criado. Este hecho
prefigura toda la narración del ministerio de Jesús, que ya había sido anticipado por las
palabras proféticas del anciano Simeón (Lc 2,34). San Lucas presenta la acción del Espíritu
que anima y fortalece toda la vida de Jesús, sintetizado en el texto del profeta Isaías (Is 61,12), y que ahora se cumple, se hace actual. Lo que se cumple “hoy” es la Escritura, la promesa
de salvación se hace presente. Y este cumplimiento es la idea base del anuncio del Evangelio
al pueblo de Israel, si lo comparamos con la segunda parte de la obra de Lucas (ver Hech
3,18; 9,20; 13,5.14.44-47; 28,23).
Hoy, pues, escuchamos a Jesús que, con las palabras del profeta Isaías, viene a inaugurar su
proyecto de liberación de los hombres y mujeres, especialmente de los pobres, los ciegos y
los oprimidos, de la carga que suponían las normas impuestas por sus líderes religiosos y del
dominio del Imperio Romano. Él se identifica como profeta y declara:
Hoy se ha cumplido ante ustedes esta profecía (v.21).
A partir de Jesús, la liberación de los pobres es todo un programa, para los cristianos de todos
los tiempos. Pues también en el “hoy” de nuestra vida de cada día, a través de la Iglesia y
de los sacramentos, se cumplen esas promesas de salvación. Es en los sacramentos y en la
liturgia sagrada -la oración “pública y oficial” de la Iglesia- en donde esa maravillosa historia
pasada se hace “eternamente presente”. En cada Eucaristía, en la celebración de la liturgia se
“actualiza” nuestra salvación, proclamada desde los textos de la Escritura, en la Liturgia de la
Palabra. No son simples recuerdos o evocaciones de nuestra memoria o de nuestra fantasía,
sino acontecimientos que vuelven a revivirse y a realizarse en el tiempo, como si estuvieran
sucediendo en el momento presente. Dios es eterno y para Él no hay tiempo ni distancias.
Para Él existe sólo el HOY.
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