Subido por MARTA GONZALEZ

Trabajo semestral. González Álvarez, Marta

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ELEMENTOS CULTURALES EN
LA ESPAÑA MODERNA EN UNA
OBRA DEL SIGLO DE ORO
Cartel de la obra de teatro Las harpías en Madrid. Fuente: https://www.teatroateatro.com/
LAS HARPÍAS EN MADRID Y COCHE DE LAS ESTAFAS
(Alonso de Castillo Solórzano)
Cultura material y mentalidades
colectivas en la Historia de España.
González Álvarez, Marta
ÍNDICE
1.- INTRODUCCIÓN………………………………………………….
p. 2
1.1.-
Justificación…………………………………………………..………… p. 2
1.2.-
El autor………………………………………………………..……...…
p.3
1.3.-
Argumento de la obra …………………………………………..…….
p. 4
2.- CONTEXTUALIZACIÓN ……………………………..………….
p. 4
2.1.-
Contexto histórico: la sociedad de la época …………………….……
p. 4
2.2.-
La mujer y las estructuras familiares ………………………………... p. 7
2.3.-
La vivienda y la alimentación………………………………………….. p. 11
2.4.-
La indumentaria: vestido y accesorios ………………………….……
2.5.-
Trabajo y ocio ……………………………………………………..…… p. 15
2.6.-
Religiosidad y muerte ……………………………………….…..…….
p. 13
p. 16
3.- CONCLUSIONES ………………………………………...……….. p. 17
4.- BIBLIOGRAFÍA Y WEBGRAFÍA …………………..…………… p. 21
Portada de la primera edición.
Fuente: http://www.larramendi.es/es/
1
1.- INTRODUCCIÓN
1.1.- Justificación
Antes de comentar las características de la obra analizada y de los rasgos de la Edad
Moderna que en ella aparecen, me parece oportuno explicar por qué he elegido este texto,
Las harpías en Madrid y coche de las estafas 1, y no otro. Si bien es cierto que las
representaciones literarias son muchas veces reflejo de las sociedades en las que se crean:
“razones propias a las sociedades del Antiguo Régimen obligan a considerar que las
representaciones (mentales, literarias, iconográficas, etc.) participan plenamente de la
construcción misma de su «realidad»” (Chartier, 2002: 2), en el caso de la novela picaresca
puede ser incluso más revelador. Lo que puede parecer ficción para algunos, era la realidad
de vagabundos, mendigos y pobres en general, por lo que El Lazarillo de Tormes, El
Buscón de Quevedo o el Guzmán de Alfarache de Mateo Alemán, con sus aventuras,
picardías y sufrimientos, son muestras realistas de lo que sucedía en la España de la época
y hacen una crítica social, mostrando algunos de los problemas sociales.
Una vez decidida a extraer los elementos culturales de la Edad Moderna española
desde la novela picaresca, por lo que de realista aporta, me he inclinado a hacerlo con una
novela en la que las mujeres son protagonistas activas. Desde la literatura anterior (época
clásica, medieval) las obras presentaban a la mujer como envidiosa, pecadora y con gusto
por la manipulación. Ahí es donde aparece la astucia, rasgo inherente al pícaro, “y de la
astucia echará mano la pícara para disculpar su comportamiento cruel y atribuirlo al
inevitable paralelismo entre su condición femenina y el poder de la misoginia” (Guàrdia,
2012), a la que, si se le suma una belleza capaz de engatusar, obtendremos una verdadera
profesional del engaño, la burla y la picaresca.
1
Para las citas usaré la edición Las harpías en Madrid y coche de las estafas y
Tiempo de regocijo. Alonso de Castillo y Solórzano, 1907. Madrid: Ibérica.
2
1.2.- El autor
Alonso de Castillo Solórzano (Tordesillas, 1584 - ¿Zaragoza, 1647?) fue un autor
barroco español que nos dejó una extensa obra: comedias, entremeses, hagiografías,
novelas de corte picaresco y poesía satírico-burlesca.
Mantuvo buenas relaciones con muchos de sus colegas, como Lope de Vega y Tirso
de Molina, y consciente de que ya no iba a inventar nada nuevo tras el éxito de Góngora,
Quevedo, Lope o Cervantes, se decantó por la creación de una mezcla entre narración
picaresca y cortesana. Siguiendo la estela cervantina de la novela corta, escribe historias,
como esta que voy a analizar, con las que pretende llegar al mayor número de lectores
posibles y aumentar sus ingresos. Estando ya demostrado el éxito de la novela picaresca,
el vallisoletano insertó a sus pícaros en la vida cortesana, elaborando relatos misceláneos
que aportaran entretenimiento a un público necesitado de distracción.
Resumiendo, nuestro autor “integra elementos tanto de la novela cortesana, gracias
a las intrigas amorosas (aunque fingidas), como de la picaresca, a través de engaños y
hurtos típicos de los textos apicarados” (Bermúdez, 2017: 112)
Castillo otorgó a sus “pícaras” un rasgo del
que los “pícaros” carecieron, ya que ellas, en
ocasiones, consiguen llegar a las clases sociales
altas y obtener ciertos títulos.
Chica y su dueña. Esteban Murillo
Fuente: https://laclac.es/tanto-teatro-y-tanta-tonteria/
3
1.3.- Argumento
El argumento de Las harpías (me referiré así al título del libro Las harpías en
Madrid y coche de las estafas) se centra en las estafas que Teodora y sus dos hijas, Feliciana
y Luisa, realizan al trasladarse de Sevilla a Madrid para sobrevivir. Ayudadas por su belleza
y falta de escrúpulos salen airosas de todos los engaños practicados en su afán por medrar
en una sociedad que, a priori, les negaba todo lo que ellas deseaban.
Imitando a sus nuevas vecinas de la capital, se integran en la élite madrileña, donde
comienzan a embaucar y seducir a sus víctimas, logrando tal éxito que las vecinas se
apuntan a su oficio, pasando de ser las protagonistas de cada estafa cada una de las jóvenes:
Feliciana y Luisa, y Constanza y Dorotea.
Emulando la estructura teatral, cambia los actos por las estafas cometidas por las
protagonistas, presentando cuatro partes, es decir, cuatro engaños.
2.- CONTEXTUALIZACIÓN
2.1.- Contexto histórico: la sociedad de la época
Las harpías fue escrito en 1631, en el período histórico2 conocido como Barroco
(1600-1680 aproximadamente), momento de profundos cambios históricos, sociales y
económicos. Las desigualdades entre estamentos, las crisis económicas, la influencia de la
Iglesia son algunos de los rasgos más característicos de esta etapa de la Historia de España.
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Durante esta época “España vive una crisis económica profunda, acompañada de
hambrunas, guerras, pestes, quiebras estatales donde las relaciones sociales entre los
estamentos superiores (monarquía, iglesias y nobles) y la masa de súbditos entran en
especial conflicto. […] El privilegio de sangre quedó cuestionado. […] La rígida
sociedad estamental de antaño mostraba sus grietas, y por primera vez, la movilidad
social era plausible” (Vicente, 2016:47).
2
4
Una de las características más notables de la Edad Moderna fue la agrupación de
los individuos en estamentos o estados: los privilegiados y los no privilegiados.
Tal y como podemos observar en
esta pirámide estamental, las clases
no
privilegiadas:
comerciantes,
artesanos,
campesinos,
funcionarios, asalariados, etc., no
tenían manera de llegar a formar
parte de los grupos privilegiados:
realeza, nobleza y alto clero.
Por ello, las protagonistas de nuestra novela, como expondré más adelante, se ven
obligadas a fingir pertenecer a una clase social que no les correspondía, ya que, la única
manera de poder acceder a algún estamento superior era emparentar con la nobleza o
ingresar en una orden religiosa. “Las posibilidades de contraer matrimonio estaban en
relación directa con las posibilidades económicas de los futuros cónyuges” (Pereda, 2021a:
5). Para tratar de entender el contexto socioeconómico de la época y los motivos por los
que las protagonistas actúan de esa manera, hay que conocer ciertos datos, como los que
nos aporta Chartier3.
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3
Las razones socioeconómicas del aumento de la población pauperizada y a
menudo marginalizada durante los años 1570-1650 son bien conocidas: el
empobrecimiento de una parte importante de los campesinos con el crecimiento
demográfico, la repetición de las crisis cíclicas que conducen hacia las ciudades los
que buscan pan y trabajo, la pauperización interna a las ciudades con la baja de los
salarios reales debido al aumento de los precios y con la imposibilidad de la
incorporación de los nuevos inmigrantes dentro las estructuras artesanales y gremiales.
(Chartier, 2002 :4)
5
El gran pintor barroco Murillo (1618-1682)
plasmó a la perfección esas diferencias sociales
predominantes durante esa época, como podemos apreciar
en estos cuadros.
Niño espulgándose.
Fuente: https://es.wikipedia.org/
Retrato del Marqués de Legarda
Fuente: https://www.illanromerorestauracion.com/
Otra característica de la vida en el siglo XVII fue que “los extranjeros adinerados
siempre tuvieron abiertas las puertas de las élites locales de la nobleza y de la Corte”
(Pereda: 2021b: 16), lo que queda reflejado en la novela al ser las primeras víctimas de
nuestras harpías dos ciudadanos italianos: “Puso los ojos en un rico milanés que había
poco que estaba en la Corte” (p. 31), “donde supo que vivía un genovés rico” (p. 71).
Tampoco se escapa de la astucia de nuestras protagonistas otro de los estamentos
privilegiados, ya que, Constanza estafa a un religioso de los pertenecientes al alto clero:
“No vino desnudo á la posesión del curato, porque de su patrimonio él tenía renta, sin más
de 1000 escudos de pensiones que le pagaban dos obispos” (p. 107).
Siendo este el contexto social de la época, resulta casi lógico que la literatura y otras
expresiones artísticas abandonaran ciertos rasgos de movimientos anteriores, como el
Renacimiento, y se creara un tipo de arte más oscuro, realista, capaz de plasmar el
desencanto imperante en aquellos años.
En cuanto a la obra en sí, cuenta con todos los requisitos previos a la impresión de
cualquier obra literaria de la época. En el caso de nuestro autor, interesado en que sus obras
6
gustaran al público y le reportasen ganancias “Castillo Solórzano dedicaba
sistemáticamente sus obras a distintos mecenas […] y cumple con notable regularidad su
cita anual con la imprenta” (Collantes, Özmen y Pérez, 2019: p. 16) y, como queda
reflejado en las primeras páginas de la obra, cuenta con todas las aprobaciones necesarias
para publicar, la del Consejo Real Provincial y la de la Iglesia, sin cuyos beneplácitos las
creaciones artísticas no llegaban al público debido a la censura4.
2.2.- La mujer y las estructuras familiares
Tras comprender cuál era el contexto de nuestra obra, no es de extrañar que el papel
de la mujer en la literatura variara: de mostrar una heroína perfecta en la narrativa
caballeresca y pastoril, Castillo nos muestra una mujer
más acorde al momento real, de baja case social y vida
difícil. Si los varones de la época podían ascender
socialmente mediante el trabajo, el ejército o el dinero,
la mujer lo tenía más difícil, pues su papel estaba
determinado por la familia, el estado y la Iglesia, que la
mantenían controlada, y su única manera de progresar
en la vida 5 era a través del matrimonio.
Retrato de Dulcinea del Toboso. Roux, Georges.
Fuente:
http://www.cervantesvirtual.com/
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4
Las obras de Castillo tienen como objetivo: el reclamo de la risa, el recreo o la
fiesta para seducir a los lectores, sin caer en lo licencioso ni pecaminoso, aspectos que
para los moralistas de la época eran censurables (Vicente, 2016: 286).
Como, acertadamente, recoge en su tesis Vicente (2016: 48): “El sexo femenino
se identificó con unos dones genéricos (la belleza y la astucia), capaces de despertar
pasiones irreprimibles en los hombres. La mujer, conocedora de sus cualidades, podía
aspirar a un ascenso social, y desplazar a los varones de su puesto de mando.
5
7
La mujer en el siglo XVII era considerada como un ser peligroso y el sentimiento
misógino imperaba en la sociedad: “El poder, y al mismo tiempo el miedo, que suscitaba
la sexualidad femenina sobre los varones, activó un absoluto control para evitar el
descalabro del orden patriarcal” (Vicente, 2016: 49).
Presentando la situación de las protagonistas al comienzo de la obra: “éstos eran
dos damas que, por faltarles su padre (que murió en la carrera de las Indias), quedaron
huérfanas, en la compañía de su madre que, viuda y pobre perdió cerca de la Habana,
marido y hacienda á un tiempo” (p. 7) y su decisión de buscar una vida mejor en otra
ciudad: “Es Madrid […] la corte es el lugar de los milagros y el centro de las
transformaciones” (p. 9), nos adelanta las dificultades a las que se enfrentaban las tres
mujeres, sin un hombre y con deudas, y cómo decidieron acercarse a la corte madrileña
con la intención de escalar en la sociedad estamental.
Las mujeres solteras de la época no tenían muchas opciones a la hora de planificar
su futuro: o contraían matrimonio o permanecían solteras, lo que “suponía vivir el resto de
su vida bajo la tutela de sus padres o de algún pariente, o abrazar la vida religiosa” (Pereda,
2021a: 9). Otra característica de las relaciones familiares la encontramos a lo largo de la
Estafa I, cuando inventado la historia de su padre para engañar al rico milanés, Feliciana le
cuenta: “pudo obligar a sus padres que se la diesen por esposa y, en dote, una herrería,
que es hacienda de calidad en aquella tierra, por ser la saca del hierro della para toda
España” (p. 44). El aportar una dote, cuanto más alta, mejor, al matrimonio era requisito
indispensable para casar a las hijas, ya que, el matrimonio de aquella época era un contrato
relacionado con los bienes que los contrayentes aportaban. Con aceptación y naturalidad
lo relata Feliciana al engañar a Horacio: “valedme, amparadme […] que por fuerza pierda
mi libertad con un casamiento a disgusto” (p. 35), “vino el novio en que me quería con lo
8
que mi madre quisiera darme” (p. 45), “era yo su esposa, dotándome en 20.000 pesos
ensayados” (p. 111).
Obviamente, el hecho de contar con un apellido de renombre, ayudaba a encontrar
un hombre rico, por lo que Teodora no duda en inventar una viudedad que la ayude en su
propósito, acercar a sus hijas a un noble: “Luisa y Feliciana son hijas de un calificado
caballero de Méjico que dejó su vida y hacienda en los profundos senos del mar y á mí en
Sevilla, viuda” (p. 20), al igual que sus hijas: “Don Lope Zapata y Meneses, del hábito de
Calatrava, fué mi padre” (p. 43), y sus vecinas “allí nací de nobles padres, con el apellido
de Monsalve” (p. 109). “Las hijas de Teodora en Las Harpías ... huyen de las deudas que
tienen en Sevilla, y se proveen de apellidos
ilustres (Toledo y Cardona) al llegar a
Madrid” (Arredondo, 1993: 19).
Matrimonio arreglado en 1697, de María Adelaida de Saboya.
Otras costumbres de la Edad Moderna referente a la familia y la mujer son los
embustes que preparan las harpías para hacerse pasar por destinatarias de títulos o
suculentas herencias y dotes: “dos hermanos mozos y no deseaban que su hermana tomara
estado por heredar de ella cierta hacienda que una tía suya la había dejado, antes
quisieran que se entrara monja por gozársela ellos, y así todos los casamientos que la
venían los estorbaban” (p. 110), “la había de hacer su heredera de todo cuanto traía, que
serían más de 80.000 escudos” (p. 74), haciendo referencia a las particularidades en cuanto
a la importancia de las herencias de la época.
Otro aspecto a tener en cuenta en lo referente a la mujer y la familia es el caso de
Teodora, la madre viuda: “La viudedad permitía a las mujeres poder recuperar su capacidad
9
jurídica (autorizar matrimonio a sus hijos, preparar las dotes a las hijas…)” (Pereda, 2021a:
7). Al ser viuda, no se veía sometida a un marido, pero su situación económica, sin un
salario masculino que las mantuviese, fue, casi con absoluta seguridad, lo que la llevó a
perpetrar las estafas en Madrid en compañía de sus hijas.
En cuanto a la educación de la mujer, siendo el que era su papel en la vida cotidiana,
eran educadas para ser capaces de llevar una casa (abastecimiento, limpieza, cuidado de
los miembros de la familia y del ganado doméstico y crianza de los hijos), desatendiendo
aspectos como la alfabetización. La visión de la mujer por parte de muchas voces
influyentes, como el filósofo, humanista y pedagogo Luis Vives (1492-1540) las retrataba
como dispersas mentalmente y poco preparadas para desarrollar cualquier actividad al
margen del cuidado de la casa y la familia. Sin embargo, “en las ciudades, las clases medias
y altas exigían a la mujer algo más que las destrezas y habilidades en el ámbito doméstico”
(Pereda, 2021a: 13), por lo que nuestras protagonistas, preparadas desde pequeñas por
Teodora para saber manejarse en esos ambientes, se
instruyeron en estas artes: “su maestro de danza” (p.
12), “cantada con tanta gracia y destreza por las dos
hermanas” (p. 80), al igual que sus vecinas: “Yo he
leído el libro del `Laurel de Apolo´, y me acuerdo que
v. m. no está en aquella lista de los cofrades del
Parnaso” (p. 147).
La lección de música. 1660. Vermeer. Fuente: https://www.artycultura.net/
En cuanto a las estructuras familiares, aparecen en la novela algunas de las
posibilidades que en aquella época se daban: tanto Teodora y sus dos hijas como Estefanía
y las suyas forman grupos domésticos simples, lo que ahora llamamos célula familiar,
10
mientras que, por ejemplo, don Horacio, vive solo en Madrid, sin estructura familiar, a
pesar de que con él viven varios sirvientes.
2.3.- La vivienda y la alimentación
Las viviendas decían mucho sobre las personas en aquel entonces, al igual que hoy
en día. En el siglo XVII, las casas debían de cumplir con ciertos requisitos para que fueran
tomadas como viviendas honradas, de gente de bien. Por eso mismo, nuestras
protagonistas, al mudarse a Madrid, buscan alojamiento en una zona que les permitiera
contactar con ciertas personas y que por apariencia les ayudara a presentarse como mujeres
con recursos: “Deseaba Teodora asentar real en buena parte, digo, buscar casa en buenos
barrios” (p. 14), “los barrios cerca de San Sebastián eran los más frecuentados de todo
Madrid, de la gente moza, así por estar cerca los dos corrales de las comedias” (p. 14),
“la calle del Príncipe […] una buena casa” (p. 15) que no tardan en engalanar al estilo del
de doña Estefanía: “con aderezos de casa de viuda, colgaduras honestas, estrado negro,
sillas, bufete y lo demás al tono de esto” (p. 17).
El Madrid de la época se hallaba en pleno crecimiento6, acogiendo a ciudadanos
de otras muchas regiones, por lo que era el lugar idóneo para comenzar una nueva vida:
una ciudad en expansión, con miles de personas entre las que pasar desapercibido y lo
suficientemente grande como para cambiar de zona si fuese necesario.
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6
Población cercana a los 130.000 habitantes y una extensión de 400 hectáreas, a
las que habría que añadir otras 300 hectáreas correspondientes a los reales sitios.
[…].Las dimensiones que había alcanzado la ciudad se mantendrán prácticamente
inalterables durante los próximos doscientos años. Esto se debió a la construcción en
1625 de una nueva cerca que envolvía la ciudad y que tenía la finalidad de fiscalizar, a
través de sus puertas, los abastos que entraban en la ciudad.
(http://www.madridhistorico.com/).
11
En contraste con esos barrios en los que ellas se instalan, “se tomó cuarto en
Madrid, en los barrios de Antón Martín” (p. 141) en busca de potenciales víctimas,
mencionan en la novela otros barrios no tan afortunados: “á ponerse en salvo, en
una casilla de los barrios de Santa Bárbara”
(p. 102), y también se habla de otro tipo de
viviendas, no tan urbanas, como la quinta que
el genovés César poseía: “desde allí tomó el
camino de la quinta” (p. 102) y de otras
ciudades, como Illescas, en Toledo.
Mapa topográfico de Madrid en el siglo XVII.
Fuente: http://www.madridhistorico.com/
La alimentación, por supuesto, también dependía de la clase social a la que
pertenecieran los individuos. Empieza la presentación de la novela avisando de la falta de
comida acuciaba a Teodora y sus hijas al quedarse viuda y cargada de deudas: “con el poco
caudalejo que tenía, se quedaban sin comer” (p. 7). Ciertos productos eran tan caros, por
diferentes motivos, como la falta o encarecimiento de los mismos, que sólo las clases
privilegiadas podían permitírselos. Las harpías, al tratar con hombres ricos, se buscaron el
sustento de esta manera: “sino para sustento de su comida, para que las sustentase” (p.
19). Con sus engaños eran invitadas a degustar ciertos manjares, pudiendo comer
opíparamente: “El se ofreció á que les daría comida
y merienda muy abundante” (p. 100), “mandó
prevenir lo necesario para la fiesta de comida y
dulces” (p. 101). Hemos de tener en cuenta que en
aquella época los dulces eran muy caros.
Cesta y caja con dulces, 1622. Hamen y León. Fuente: https://www.museodelprado.es/
12
Era tal la importancia de las comidas, que incluso don Tadeo, en la cuarta estafa,
pretende conquistar a Dorotea obsequiándola con viandas: “llovían presentes en su casa,
si bien eran todos de cosas de comer” (p. 145), “que cenase su dama un capón de leche”
(p. 149). Si bien en la actualidad esta manera de enamorar nos parece poco romántica,
hemos de pensar que en la Edad Moderna “El consumo de carne en la dieta era un elemento
distintivo de posición social elevada y por lo tanto estaba restringida a muchos sectores de
la sociedad de la época” (Pereda, 2021e: 9), por lo que agasajar a un ser querido con una
suculenta carne era una muestra de afecto y gran consideración.
Uniendo estos dos aspectos, la vivienda y la comida, encontramos que “La despensa
era una estancia que sólo tenían las casas de los grandes señores” (Pereda, 2021e: 20), por
lo que en las casas de los estafados por nuestras protagonistas sí podían improvisar y
organizar comidas, no como la gente pobre, e incluso aburrirse de repetir comidas: “comer
siempre de una vianda, aunque sea buena, enfada” (p. 77).
2.4.- La indumentaria: vestimenta y accesorios
De igual manera a lo que sucede actualmente con la ropa y los complementos, que
nos ayudan a hacernos una idea del nivel económico de quien los lleva, también en el siglo
XVII servía para ese propósito: la indumentaria y la complejidad ornamental decía mucho
del status de los individuos, y en el caso de
las mujeres, reflejaba el pudor. Nuestras
protagonistas utilizan el vestir a modo de
disfraz, utilizando en cada momento la
indumentaria que más les beneficie. Así, por
Gorguera. Fuente: https://historiadeltraje.com/tag/gorguera/
13
ejemplo, Luisa, al preparar su primer encuentro con el genovés utiliza: “el traje con que
quiso entrar fué de viuda” y “no dejando en reclusión el cabello, sino sacándole con tufos
por los lados y tal vez coa algunos vivos que adornan el bien acicalado frontispicio de las
viudas” (p. 72), utilizando ropajes adecuados a su simulada posición: “convirtiéndolo en
gorguerán” (p. 72).
Todos los personajes se adecúan en cuanto a la indumentaria a los momentos y
propósitos en los que se encuentran, presentando, por ejemplo, a las hijas de la dueña de la
pensión, pilladas de improviso “salieron medio vestidas, con sólo enaguas y pretinillas de
lana verde con mucha guarnición de oro, los cabellos sueltos y la mayor parte de ellos
esparcidos por las espaldas” (p. 16), y el resto de los personajes, como los que les ayudan
en sus engaños: “entró un mozo vestido como paje” (p. 81), “acortó la barba y púsose unos
venerables anteojos con que disimuló la fachada” (p. 107).
Las mujeres se las ingenian para ir consiguiendo vestimenta y accesorios con los
que aparentar lo que no son engañando y pidiendo: “era una sortija de 300 escudos no
más, y ésta veo que es de mucha cantidad” (p. 42), “le mandó buscar joyas de botones,
cintillos, cadenas y sortijas” (p.100), “un vestido de mujer de tabí azul y plata, muy
guarnecido de alamares y pasamanos que había mandado hacer para ella” (p. 101), “sacó
de él lo que bastaba para vestido muy cumplidamente” (p. 148).
En cuanto a la indumentaria masculina, hace referencia el autor, por ejemplo, a la
vestimenta con la que Horacio está en casa, cómodamente: “gozando el
fresco á una reja de una ventana baja en calzas y jubón” (p. 33).
Calzas.
Fuente: http://opusincertumhispanicus.blogspot.com/
Jubón. Fuente:https://danielsanztorresblog.wordpress.com/
14
No puedo dejar de mencionar en este apartado el coche, otro de los protagonistas
de la novela que, al igual que sus dueñas, aparece tal y como requiere la ocasión: “volvió á
la corte, trayendo el coche (capa de estos embelecos) nueva cubierta, diferentes caballos
y cochero” (p. 71) y que da muestra del poderío económico que las protagonistas fingen
poseer: “Toda nuestra felicidad y descanso consiste en conservar este coche y que la Corte
nos juzgue poderosas y con hacienda para poder sustentarle” (p. 29). Desde el principio
de la obra deciden que usarán el coche
que se han agenciado como si uno de
sus vestidos o joyas se tratara: el
coche las ayuda a simular un nivel
económico y social, abriéndoles las
puertas a esa sociedad cortesana a la
que esperan pertenecer.
Coche de finales del siglo XVI. Fuente: https://arterural.com/
Al fin y al cabo, lo más importante de esta novela son los engaños, y las argucias
que nuestras harpías diseñan para llevarlos a cabo se basan, aparte de en su astucia, en la
indumentaria para realizar un “robo a unos incautos, amparadas por la impunidad de un
coche, tan disfrazado para cada lance como las autoras del mismo” (Arredondo, 1993: 31).
2.5.- Trabajo y ocio
Partiremos del hecho de que el trabajo en la Edad Moderna, al menos entre las clases
privilegiadas, era considerado casi como una deshonra: “Los oficios que requerían de una
actividad manual eran rechazados […] en nuestro país el trabajo era considerado como una
maldición bíblica” (Pereda, 2021c: 3) y de que nuestra novela se centra en ese círculo, el
15
de las clases pudientes del Madrid del setecientos, por lo que son pocas las referencias
laborales que encontramos en sus páginas, a no ser que incluyamos en la lista de posibles
oficios el estafar, claro está. Lo que sí encontramos reflejado es el poco gusto por el trabajo:
“No poca envidia había en las dos damas del cuarto bajo, viendo que sus empleos eran
muy inferiores á éste” (p. 23)
En cambio, sí encontramos muestras de cómo y en qué empleaban los personajes
su tiempo ocioso. Así aparece en la obra que se entretenían con fiestas: “Ofrecióse una
fiesta en el convento de la Santísima Trinidad, cuyo templo es frecuentado por lo más grave
y lucido de la Corte” (p. 17), los toros: “los tres amigos de don Fernando, ida á ver unos
toros á Alcalá” (p. 24), la música y la poesía: “ella era algo aficionada á la música y se
quería entretener” (p. 46), “un par de horas de divertimiento, […] gozándose de oir los
mejores músicos y poetas de la Corte” (p. 114), el teatro: “la fiesta del entremés” (p. 87),
“lo bien que todos habían representado, y en particular su dama, que con el vestido de
hombre parecía un serafín” (p. 100), o los juegos de cartas: “tener fama de gran tahúr,
pero muy dichoso en el juego” (p.
145), “se jugó largamente á las pintas
en casa de los novios” (p. 174).
Grabado de una corrida de toros del siglo XVII.
Fuente: https://www.elnacional.cat/
2.6.- Religiosidad y muerte
Al abordar el tema de la religión hemos de basarnos en la idea de que “Lo sagrado
estaba presente en todos los aspectos de la vida de los hombres en la España Moderna”
(Pereda, 2021d: 3). El poder de la Iglesia era tal, que influía en cualquier vertiente de la
16
vida cotidiana: urbanismo de la ciudad (en la obra se mencionan varios centros religiosos
cercanos a las viviendas de las protagonistas), calendario y festividades “Fueron á la fiesta
y habiendo procesión por el claustro del convento” (p. 18), y por supuesto, cumplir con
los mandatos divinos, como la castidad femenina o el respeto a lo sagrado: “cuánto se
ofende á Dios con hacer sus templos lonjas de amorosos empleos” (p. 69),
Sin ser especialmente abundantes las referencias a este tema, Castillo Solórzano sí
lo aborda, por ejemplo, en la tercera estafa, cuando Constanza le cuenta al rico sacerdote,
que ha elegido como víctima, que fue nombrada por su difunto marido encargada de
gestionar su obra pía: “quiere que en ella haya cuatro capellanes, con 200 ducados cada
uno de renta, y uno mayor con 500” (p. 111). No podemos pasar por alto que “Los hombres
y mujeres del mundo moderno tenían como principal preocupación la salvación de su alma”
(Pereda, 2021d: 11) y esto se hacía a través de estas obras pías, de bulas, de misas, etc.
3. CONCLUSIONES
Una de las principales conclusiones a las que me lleva el estudio de esta obra es a
la distinta concepción que se tenía sobre las “pícaras” y los “pícaros” como recoge en su
tesis7 Martínez. Castillo Solórzano no presenta a sus protagonistas como rameras, son
capaces de llevar a cabo sus engaños sin llegar a practicar sexo, pero no era lo normal: “La
ramera –personaje por lo demás habitual en la novela picaresca hispana– fue considerada
en el Antiguo Régimen como un mal necesario que era preciso mantener bajo cierto
control” (García, 2018:20).
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“Mientras que el pícaro está constantemente hambriento debido a su pobreza y
proviene de un entorno indigente, la pícara no sufre hambre porque se vende para
evitar la pobreza […] cuestiones como la prostitución o la delincuencia, que son
esenciales para comprender la novela picaresca femenina” (Martínez, 2020 : 16)
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17
Resumiendo la idea, podría afirmarse que mientras en el imaginario colectivo se
relaciona al pícaro con un bellaco divertido, la pícara va asociada a la prostitución.
La Edad Moderna, y más concretamente el siglo XVII, que es en el que se desarrolla
la novela de Castillo Solórzano fue un período inestable y lleno de desigualdades
socioeconómicas, ya que la división de la sociedad en estamentos marcaba, desde la cuna
prácticamente, el modo de vida que los ciudadanos iban a llevar: qué trabajo desempeñar,
qué alimentos iban a poder adquirir, en qué tipo de vivienda podrían habitar, qué
indumentaria vestirían…
Todas estas desigualdades son las que algunos y algunas pretendieron superar, aunque
para ello debieran emplear malas artes y engaños. Sin juzgar lo real o ficticio que presentan
la novela picaresca, hemos de aceptar el hecho de que en una sociedad tan desigual surgiera,
dentro de las clases no privilegiadas, un sentimiento que les llevara a intentar medrar y
mejorar sus vidas, por lo que es fácil asumir que dentro de los marginados, pobres y
oprimidos naciera un tipo de delincuencia que, sin emplear la violencia, pretendiera
engañar a los ricos.
En Las harpías el autor no se centra en mostrarnos la forma de vida de los pobres, sino
que nos describe la vida ociosa y sencilla que llevaban los poderosos, dando muestra de su
poderío
económico
(coches,
comidas
abundantes,
elegantes
trajes
y
joyas,
entretenimientos, casas con personal de servicio, etc.), presentando ese modo de vivir como
objetivo a conseguir por las pícaras.
Si bien en otros libros de la época y del género picaresco se refleja con detenimiento
la miseria y las penurias que sufrían los no privilegiados, en este caso, Castillo Solórzano
nos presenta, por oposición, la sociedad de las clases nobles. Plasmando lo que las
protagonistas están dispuestas a hacer y a sacrificar (su libertad si fuesen atrapadas
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delinquiendo) por entrar en esa clase privilegiada, nos hacemos una idea de aquello de lo
que huyen: hambre, trabajo duro, sometimiento a alguna figura masculina, mendicidad, etc.
En el libro Las harpías en Madrid y coche de las estafas aparecen reflejadas, como he
ido comentando a lo largo de estas páginas, muchas de los aspectos que definieron la Edad
Moderna en la vida cortesana del Madrid del siglo XVII. Adecuándose al gusto del público,
el autor crea una novela en la que, desde el humor, sin pretender moralizar, (a excepción
de los pequeños “aprovechamientos” que cierran cada estafa), va mostrando cómo era la
vida para los privilegiados y la bajeza de ciertas mujeres, sin escrúpulos, dispuestas a todo
por alcanzar lo que a ellas no les correspondía por derecho.
La misoginia imperante en el barroco, heredada de épocas anteriores, y apoyada por la
postura de la Iglesia, que consideraba a la mujer como un ser inferior al hombre en lo físico
y en lo moral, no es ni ligeramente disimulada por el autor: presenta a unas mujeres que
desafían el orden establecido sin un motivo de peso, ya que no pasan hambre o frío.
Simplemente engañan y roban porque son cínicas y crueles. Puede ser por el auge de los
movimientos feministas que buscan la igualdad entre hombres y mujeres que este texto sea
representado en la actualidad, ya que, ver lo poco que ha evolucionado la mentalidad
colectiva en este aspecto, puede ayudar a intentar superar esa visión de la mujer.
Castillo Solórzano no arremete sólo contra la figura femenina: los varones que presenta
en su novela representan varios de los vicios o defectos que abundaban en la vida cortesana.
El primero de los engañados, el ingenuo milanés, está comprometido en su tierra, de modo
que se le presenta como un adúltero en potencia; el segundo, el genovés, aparece retratado
como un “viejo verde” avaro que pretende a una jovencita; el tercero, un cura codicioso, y
el último, un joven de muy baja estatura y un tanto pedante. El resto de los personajes,
cómplices de las pícaras en las estafas, tampoco son dechados de virtudes, ya que, a cambio
de alguna recompensa económica, se prestan a ayudar a engañar a las víctimas.
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Esta colección de personalidades tan poco ejemplares es debida, probablemente a la
visión pesimista del barroco y a la evidente hipocresía existente en la época, en la que todo
se basaba en simulaciones y apariencias.
Para terminar, quería comentar lo útil que llegan a ser los textos literarios para conocer
la Historia: lo que reflejan las narraciones de otras épocas es fuente de conocimiento para
llegar a comprender cómo se vivía, qué preocupaciones les acuciaban y qué tipo de
sociedad existía. Sin perder de vista lo ficcional de la novela, Las harpías, con sus
protagonistas y sus “engañados”, presentan de una manera realista la vida del siglo XVII
en la corte de Madrid.
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