“UN REVOLCON INDUSTRIAL” LINA MARCELA OSORIO VELEZ Hola, soy Juancho y les quiero contar una historia que pasó hace muchos, pero muchos años, no tantos como para pensar en la época de los dinosaurios, ni tampoco cuando los humanos eran nómadas, sino un poquito más acá, eso fue como por los años 1800 o hasta principios de 1900. En esta época se presentó una revolución, que para estos tiempos podríamos llamar mejor “revolcón” lo que paso es que las cosas empezaron a cambiar en Inglaterra, ya la gente no pensaba igual porque ahora empiezan a conocer el comercio y a mejorar la forma de trabajar en las empresas. Por ejemplo en la fábrica de mi papá eran unos expertos en el arte de la confección, hacían los mejores vestidos de la época y mi madre era la envidia de todas las viejas encopetadas del pueblo, pues ella era una de las mejor vestidas y eso que no teníamos mucho dinero, sino que mi padre le hacía unos trajes tan bonitos que parecía una princesa. Esto lo hacíamos por la noche, después de la cena, nos sentábamos todos juntos a contar historias mientras mi padre cosía y cosía sin parar. Pero un día, llegó a casa con una cara de emoción, que mi madre y yo no sabíamos si estaba alegre o estaba triste, mientras cenamos, mi padre parecía estar en otro lugar, su mirada estaba distante y perdida. Después de un largo silencio, dijo: “es un aparato gigante, hecho de madera con unas ruedas a los lados”. ¿A que te refieres papá?- pregunto Juancho- ahhh que pena mijito… es que como les parece que hoy han llevado a la fabrica una cosa gigante que se llama “máquina” y dicen que será capaz de tejer varios hilos de algodón a la vez, pero yo no creo, sino podemos hacerlo nosotros que llevamos más de once años haciendo lo mismo, va poder hacerlo un aparato de madera. Al día siguiente llego mas conmocionado que el día anterior, pues esta vez vio la maquina en funcionamiento y descubre que esta realiza el trabajo de diez hombres y lo hace en menos tiempo; mi padre llego hablando maravillas de ese aparato, recuerdo que hablo toda la noche del mismo tema hasta que me quede dormido. Toda la gente del pueblo quería conocer ese maravilloso invento, pues estaban igual de emocionados que mi padre, dice que algunos compañeros no hacían nada más que quedarse todo el día al frente del aparato, viendo cómo funcionaba y elogiando cada vez más a su inventor. El jefe no les decía nada pues estaba feliz con su nueva compra y se sentía muy orgulloso de ella. La fabrica día a día recibía mayores ingresos y todos los días recibía visitas de extranjeros, incluso un día fue un señor con un acento muy extraño y hablaba otro lenguaje que solo la esposa del jefe podía comprender, dijo que venía de Colombia y que quería comprar algunas telas para distribuir en su país, fue muy bien atendido, se quedo tres días y luego se fue con un paquete grande. Otro día mi padre llego a casa triste y cabizbajo y tenía toda la razón, pues a las tres semanas de haber llegado la maquina, despidieron a don José el mejor amigo de mi padre, él era un señor ya viejito y estaba muy preocupado porque no sabia de que iban a vivir, su esposa también estaba viejita y tenían un solo hijo que apenas estaba estudiando. A la semana siguiente dijo el jefe públicamente: “queridos subalternos, los he reunido hoy para que celebremos porque la fabrica ha crecido mucho, gracias a la presencia de nuestra maquina, ahora nos compran telas de muchas partes del mundo y mañana cerrare el negocio del año, vendrán unos compradores de Egipto, y están muy interesados en nuestras telas, por eso he encargado otra máquina para hilar, brindemos todos por las buenas noticias”. Y todos aplaudieron enérgicamente y con cara de felicidad. Hasta ese día, los compañeros de papá aun no sabían que estaban celebrando su desdicha, pues no se daban cuenta que ya no los necesitaban y que no solo estaban despidiendo a los que producían menos, sino que estaban saliendo de muchos empleados, poco a poco. Por ejemplo, a los tres días del exitoso negocio enviaron la carta de despido a veinte trabajadores más y entre esos estaba mi padre. Ese día llegó muy acongojado, mi madre y yo no sabíamos que hacer para subirle el ánimo. Hasta que se me ocurrió la gran idea de mostrarle a papá una tela hermosa que le había enviado la señorita tina (mi profesora) para ver si le podía hacer un vestido y con lo que sobrara le hiciera una falda a mi mamá. Dijo que no había visto una tela más suave que esa en su vida y empezó a cocer toda la noche sin parar. Así, mi padre siguió cociendo para las personas importantes del pueblo, era un costurero fenomenal, mi madre se encargaba de comprar las telas, y yo me encargaba de entregar los pedidos, ese era un trabajo genial porque todas las señoras me daban regalitos por el favor. revolcón que generó una simple máquina. Y así termina este