BAUTISMO DE JESÚS VocTEO Bautismo se deriva del verbo baptein-baptizein, que significa « sumergir» o «lavar». indica simbólicamente una purificación que se hace por medio del agua; se encuentra como un dato común en la fenomenología de las religiones. Aquí se considera ante todo el hecho de si Jesús fue bautizado y cuál es el valor que su bautismo tiene para la teología. Hay que indicar en primer lugar que la simbología de la purificación a través del agua está a menudo presente en el Antiguo Testamento. La carta de Pedro ve en el agua del diluvio un signo que prefiguraba el bautismo ( 1 Pe 3, 20-21); Ezequiel vislumbra en el agua que purifica la acción futura que se realizará con el don del Espíritu (Ez 34, 24-27); otros muchos textos hablan de las abluciones con valor de purificación. También en tiempos de Jesús, sobre todo entre los esenios, las abluciones tenían un significado similar. El bautismo dado por Juan es de un signo totalmente distinto del de estas abluciones. Adquiere su significado del hecho de que los bautizados son introducidos en la parte elegida del pueblo de Israel, la que ha comprendido Y - a el sentido de la conversión y de la penitencia como camino para llegar a él. Como nos atestiguan los datos neotestamentarios, es un bautismo que se da con vistas al arrepentimiento Y al perd6n (Mc 1,4), que no exige nada más y nada menos que una conducta de vida coherente con la pureza moral de la Ley, privada de todo formalismo. Jesús recibió ciertamente el bautismo de Juan. Este hecho está presente en todas las fuentes neotestamentarias, pero sobre todo está en el origen de la nueva comprensión del bautismo que celebraba la primera comunidad como signo evidente de la conversión y de la adhesión a la buena nueva del evangelio. El hecho de que Jesús fuera bautizado por Juan está atestiguado además en virtud del criterio de discontinuidad con la praxis y la predicación de la Iglesia primitiva. Jamás la comunidad habría podido predicar el bautismo de Jesús si éste no lo hubiera recibido de veras. Para la comunidad, el bautismo iba destinado a los pecadores, pero este hecho habría estado plenamente en contradicción con la proclamación que ella hacía de Jesús como Hijo de Dios y sin pecado. Con el bautismo, Jesús expresó en su vida su adhesión plena a la voluntad del Padre en cuyas manos ponía todas las cosas (Mt 4,15); se convirtió en imagen del cordero que toma sobre sí los pecados, Ya que solamente así pueden ser destruidos (Jn 1,29); sumergió su existencia terrena dentro de dos bautismos: el recibido en el agua y el que él mismo realizó en la muerte, cuando de su costado salió «sangre y agua». En efecto, los Padres de la Iglesia interpretaron siempre la observación de Jn 19,34 como el comienzo de la Iglesia en la simbología de los sacramentos de iniciación. En el momento de recibir el bautismo, el Espíritu desciende sobre Jesús, que, junto con la voz del Padre que entonces se escucha, es signo de la misión que recibe, de la que no quiere sustraerse, y de una investidura que lo acredita ante todos como el Hijo de Dios. R, Fisichella Bibl.: J Guillet, De Jesús a los sacramentos, Verbo Divino, Estella 31991; A, Manrique Teologia bíblica del bautismo, Escuela bíblica, Madrid 1977; 1. de la Potterie. L'onctio,l du Christ, en NRTh 80 (1958) 225-252.