Prof.: Mirna Ruiz Cueva EXPERIENCIA DE APRENDIZAJE – 18.1 4° SECUNDARIA VER UNA MIRADA A LA REALIDAD CONFRONTANDO LA REALIDAD 1- ¿Qué observamos en las imágenes? 2- ¿Cómo se demuestran los valores en nuestra cultura? 3- ¿Las tradiciones y costumbres ayudan o no a fortalecer la fraternidad y el amor en Cristo? Reconocernos como un país culturalmente diverso constituye una oportunidad para nuestro desarrollo. Sin embargo, las distintas manifestaciones muchas veces no son respetada ni valorada, ni tomamos en cuenta que el ser humano es un ser que se relaciona con los demás. Es por eso que la convivencia entre los distintos individuos es un pilar básico y elemental de la vida humana. Toda persona tiene una naturaleza dotada de inteligencia y voluntad libre, que le permite relacionarse con los demás con serenidad y respeto. Vale la pena reflexionar por qué en nuestra sociedad no nos reconocemos como sujetos en igualdad de oportunidades y derechos. Ante esta situación, nos planteamos el siguiente reto: ¿Qué acciones podemos proponer para promover una convivencia fraterna y en unidad, con pleno ejercicio de nuestros derechos y deberes, en favor del bien común? JUZGAR ILUMINAR LA REALIDAD A LA LUZ DE LA PALABRA 1Pedro 3, 8-11: “En fin, vivan todos unidos, compartan las preocupaciones de los demás, ámense como hermanos, sean misericordiosos y humildes. No devuelvan mal por mal, ni injuria por injuria: al contrario, retribuyan con bendiciones, porque ustedes mismos están llamados a heredar una bendición. El que ama la vida y desea gozar de días felices, guarde su lengua del mal y sus labios de palabras mentirosas; apártese del mal y practique el bien; busque la paz y siga tras ella”. Proponemos relacionarnos apreciando los Valores propios de nuestra Tradición La Tradición Apostólica Este mensaje escuchado por boca de Jesús, vivido, meditado y transmitido oralmente por los Apóstoles, se llama «la Tradición Apostólica». Cuando aquí hablamos de la Tradición» (con mayúscula), nos referimos siempre a la «Tradición Apostólica». No debemos confundir «la Tradición Apostólica» con la «tradición» que en general se refiere a costumbres, ideas, modos de vivir de un pueblo y que una generación recibe de las anteriores. Una tradición de este tipo es puramente humana y puede ser abandonada cuando se considera inútil. Así Jesús mismo rechazó ciertas tradiciones del pueblo judío: «Ustedes incluso dispensan del mandamiento de Dios para mantener la tradición de los hombres» (Mc.7,8). La Tradición Apostólica se refiere a la transmisión del Evangelio de Jesús. Jesús, además de enseñar a sus apóstoles con discursos y ejemplos, les enseñó una manera de orar, de actuar y de convivir. Estas eran las tradiciones que los apóstoles guardaban en la Iglesia. El apóstol Pablo en su carta a los Corintios se refiere a esta Tradición Apostólica: «Yo mismo recibí esta tradición que, a su vez, les he transmitido» (1 Cor. 11, 23). Resumiendo, podemos decir que Jesús mandó «predicar», no «escribir» su Evangelio. Jesús nunca repartió una Biblia. El Señor fundó su Iglesia, asegurándole que permanecerá hasta el fin del mundo. Y la Iglesia vivió muchos años de la Tradición Apostólica, sin tener los libros sagrados del Nuevo Testamento.