“De la higuera aprended la parábola. Cuando ya su rama

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“De la higuera aprended la parábola. Cuando ya su rama
está tierna, y brotan las hojas, sabéis que el verano está
cerca. Así también vosotros, cuando veáis todas estas
cosas, conoced que está cerca, a las puertas
(Mateo 24:32, 33).
l salir del templo ese día, los discípulos estaban
angustiados. Cuando las multitudes habían saludado a
Jesús como el Mesías cuando entró montado en el asno a
la ciudad, parecía que sus sueños finalmente se cumplían.
Después de que Jesús limpió el templo de mercaderes otra vez, estaban
seguros de que nadie podía pararlo.
Pero Jesús no tomó el trono sacándoselo a los romanos, ni siquiera
echó a los líderes religiosos. Simplemente salió del templo y dejó la
ciudad. Al día siguiente, sus esperanzas se levantaron otra vez cuando
Jesús fue confrontado por los fariseos en el templo. ¡Tal vez ahora Jesús
anunciaría su reino!
Pero no lo hizo. Jesús pasó el día discutiendo con los líderes judíos.
Los fariseos trataron de entramparlo con una pregunta acerca de pagar
impuestos al César. Los saduceos trataron de hacerlo aparecer ridículo
con una pregunta sin sentido acerca del matrimonio. Jesús respondió
A
Capítulo 13: “Vendré otra vez”
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hábilmente cada una y dejó avergonzados a los dos grupos ante la
gente.
Entonces los fariseos probaron otra vez hacerle decir algo para que
ellos pudieran criticarlo.
–¿Cuál de los mandamientos es el más importante?
“Jesús le dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con
toda tu alma, y con toda tu mente. Este es el primero y grande
mandamiento. Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como
a ti mismo. De estos dos mandamientos depende toda la ley y los
profetas” (Mateo 22:37–40).
Luego Jesús le preguntó a la muchedumbre:
–¿Por qué dicen ustedes que el Mesías debe ser hijo de David, cuando
David lo llama “Señor”? –Y citó un versículo del Salmo 110 para probar
su afirmación.
Luego Jesús concentró su más severa crítica sobre los fariseos y otros
líderes judíos.
–“Mas ¡ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! Porque cerráis
el reino de los cielos delante de los hombres; pues ni entráis vosotros, ni
dejáis entrar a los que están entrando. ¡Ay de vosotros, escribas y
fariseos, hipócritas! Porque devoráis las casas de las viudas, y como
pretexto hacéis largas oraciones; por esto, recibiréis mayor condenación”
(Mateo 23:13, 14).
Durante tres años, Jesús había viajado por el país, sanando y
enseñando. Con los fariseos que lo molestaban espiando cada paso, él
había refutado sus preguntas, y cuestionado sus tradiciones. Ahora trajo
la pelea a la misma puerta de ellos. Aquí en el templo, la base de su
poder, Jesús los expuso por lo hipócritas y engañadores que eran. “¡Ay
de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque sois semejantes a
sepulcros blanqueados, que por fuera, a la verdad, se muestran
hermosos, mas por dentro están llenos de huesos de muertos y de toda
inmundicia. Así también vosotros por fuera a la verdad, os mostráis
justos a los hombres, pero por dentro estáis llenos de hipocresía e
iniquidad” (versículos 27, 28).
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ENSEÑANZAS DE JESÚS
Jesús se había enardecido por lo que habían hecho los fariseos, pero
terminó con lágrimas que corrían por su rostro. “¡Jerusalén, Jerusalén,
que matas a los profetas, y apedreas a los que te son enviados!
¡Cuántas veces quise juntar a tus hijos, como la gallina junta sus
polluelos debajo de las alas, y no quisiste! He aquí vuestra casa os es
dejada desierta. Porque os digo que desde ahora no me veréis, hasta
que digáis: Bendito el que viene en el nombre del Señor” (versículos 37–
39).
Al salir del templo, los discípulos podían ver el odio en el rostro de los
fariseos. “Si no fuera por el pueblo, nos habrían arrestado allí mismo”,
se puede oír a uno de ellos. “¡Pero la gente está de nuestro lado! ¡Nada
puede impedir que Jesús sea el Rey de Jerusalén ahora!”
Pero algunos de ellos estaban profundamente turbados por las
palabras de Jesús. ¿Qué quiso decir con que el templo quedaría
desolado? ¿Sería posible que el magnífico tesoro de su nación pronto
fuera nada más que un montón de ruinas?
Mientras salían del complejo del templo, la necesidad de seguridad
llevó a que uno hablara.
–¡Maestro, mira esas murallas! ¿No son gloriosas? Ve cuán
perfectamente blancas son las piedras de mármol que están allí juntas.
Casi parece como que hubieran labrado todas ellas como si fueran un
solo bloque compacto.
Jesús levantó la vista, y vio la belleza y majestad del templo, pero a
través del velo de su tristeza. Les dijo:
–Las veo. Realmente son maravillosas. Ustedes las ven como si fueran
indestructibles, pero oigan mis palabras: Vendrá el día cuando serán destruidas. Esos muros serán derribados de modo que no quede piedra sobre
piedra.
Chasqueados y desanimados, siguieron a Jesús a través del valle al
Monte de los Olivos. Sus elevadas esperanzas estaban ahora
aplastadas otra vez. ¿Cómo podría Jesús hacerse rey de una ciudad
que pronto sería destruida?
Después de que el grupo se sentó para descansar, Pedro, Santiago,
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Juan y Andrés se acercaron a Jesús, que estaba a corta distancia de los
demás. Sus mentes estaban asimilando lo que Jesús había dicho.
Suponían que Jesús estaba hablando acerca del fin del mundo, porque
¿qué otra cosa podría destruir su templo?
–Dinos, Maestro, ¿cuándo ocurrirán estas cosas? ¿Qué señales nos
advertirán que el fin del mundo está cercano?
Jesús debe de haber respirado hondo y mirado a través del valle
donde los brillantes muros del templo se veían muy sólidos. No podían
soportar escuchar acerca del futuro que Jesús conocía. Así que él mezcló
la descripción de la destrucción de Jerusalén y el día de su segunda
venida, dejando que ellos estudiaran el significado por sí mismos. “Mirad
que nadie os engañe. Porque vendrán muchos en mi nombre, diciendo:
Yo soy el Cristo; y a muchos engañarán. Y oiréis de guerras y rumores de
guerras; mirad que no os turbéis, porque es necesario que todo esto
acontezca; pero aún no es el fin. Porque se levantará nación contra
nación, y reino contra reino; y habrá pestes, y hambres, y terremotos en
diferentes lugares. Y todo esto será principio de dolores” (Mateo 24:4–8).
Jesús les advirtió que sus seguidores serían odiados, traicionados y
muertos. “Y por haberse multiplicado la maldad, el amor de muchos se
enfriará. Mas el que persevere hasta el fin, éste será salvo. Y será
predicado este evangelio del reino en todo el mundo, para testimonio a
todas las naciones; y entonces vendrá el fin” (versículos 12–14).
Después de palabras de advertencia que prepararía a sus seguidores
para huir de Jerusalén antes de que fuera destruida, al cabo de unos
pocos y breves años, Jesús pasó rápidamente a los eventos que ocurrirán
justo antes de su regreso. Los largos siglos de tinieblas y persecución que
estaban por delante fueron apenas mencionados. “Porque habrá
entonces gran tribulación, cual no la ha habido desde el principio del
mundo hasta ahora, ni la habrá” (versículo 21).
LA LECCIÓN DE LA HIGUERA
Entonces Jesús habló específicamente acerca de señales inconfundibles mostrando que su retorno estaba cerca. “E inmediatamente después
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ENSEÑANZAS DE JESÚS
de la tribulación de aquellos días, el sol se oscurecerá, y la luna no dará
su resplandor, y las estrellas caerán del cielo, y las potencias de los cielos
serán conmovidas. Entonces aparecerá la señal del Hijo del Hombre en
el cielo; y entonces lamentarán todas las tribus de la tierra, y verán al Hijo
del Hombre viniendo sobre las nubes del cielo, con poder y gran gloria. Y
enviará sus ángeles con gran voz de trompeta, y juntarán a sus escogidos,
de los cuatro vientos, desde un extremo del cielo hasta el otro” (versículos
29–31).
Jesús sabía que estaba hablando a hombres que caminaban por el
país, hombres que habían aprendido a observar la naturaleza que los
rodeaba. “Aprendan de la higuera”, les dijo. “Cuando ven que las ramas
están generando hojas, ustedes saben que el verano viene pronto.
Cuando vean todas estas señales, sepan que el fin viene pronto, ¡muy
pronto!”
Jesús también se refirió a observar la naturaleza cuando los fariseos
le pidieron una señal. Qué triste sería, si como los fariseos, pudiéramos
predecir el tiempo y el clima, pero no seamos capaces de leer las señales
de los tiempos. “Mas él respondiendo, les dijo: Cuando anochece, decís:
Buen tiempo; porque el cielo tiene arreboles. Y por la mañana: Hoy habrá
tempestad; porque tiene arreboles el cielo nublado. ¡Hipócritas! Que
sabéis distinguir el aspecto del cielo, ¡mas las señales de los tiempos no
podéis!” (Mateo 16:2, 3).
VELAD Y ESPERAD
Solo podemos imaginarnos cuán angustiados estaban Pedro,
Santiago, Juan y Andrés después de su conversación con Jesús. ¿Cómo
podrían entender lo que dijo acerca del futuro cuando estaban tan
confundidos con lo que sucedía en el presente? Jesús pronto sería
arrestado y crucificado, y ellos se verían forzados a decidir si habían
estado equivocados al creer en él. Pero, al recordar sus palabras y sus
promesas, se aferraron a su fe.
Sin duda las palabras de Jesús ese día sobre el Monte de los Olivos
volvieron a ellos más tarde. Siempre que temían esos eventos venideros,
Capítulo 13: “Vendré otra vez”
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recordaban la crisis de la muerte de Jesús, y cómo Jesús había regresado
a ellos así como lo había prometido. Sabían que podían creer lo que él
había prometido: que volvería otra vez.
Y ¿qué sucede con nosotros? ¿Podemos también permanecer fieles
mientras esperamos y velamos?
No podemos saber el tiempo exacto del regreso de Jesús, de modo
que tenemos que velar y esperar. Pero hay mucho que debe hacerse
mientras esperamos. Podemos purificar nuestras almas obedeciendo las
enseñanzas de Jesús. Podemos cooperar con los ángeles en alcanzar a
otros con las buenas noticias acerca de Jesús. Como Enoc, Noé, Abrahán
y Moisés en sus tiempos, tenemos una advertencia especial para nuestra
generación.
Jesús les contó a sus discípulos una historia de un siervo malo que se
dijo a sí mismo: “Mi señor se tarda en volver”. Este siervo entonces
comenzó a golpear a sus consiervos y a embriagarse. Cuando el señor
regresó inesperadamente, el siervo fue arrojado afuera con los hipócritas.
El siervo malo representa a los creyentes supuestamente fieles que
afirman que el retorno de Jesús se ha demorado, que no vuelve muy pronto. Influyen sobre otros para que no se concentren en Dios y en las cosas
eternas, y para que piensen sencillamente en los placeres de la vida
diaria. Producen dolor a los demás creyentes, acusándolos de ser infieles.
El regreso de Jesús sorprenderá a muchos creyentes infieles y falsos.
Muchos persiguen solo el placer y la riqueza, ansiosamente procurando
saber más acerca de todo, menos de las verdades que se encuentran en
la Biblia. Para estas personéis, Jesús regresará como un ladrón en la
noche, en forma totalmente inesperada.
Las señales del fin que nos rodean son alarmantes. Mientras el Espíritu
de Dios se retira del mundo, tragedia tras tragedia ocurre en cada país.
Terremotos, incendios, inundaciones, crímenes y asesinatos afectan a
cada familia. ¿Quién puede sentirse seguro acerca del futuro?
La crisis del tiempo del fin está acercándose a nosotros gradualmente.
El sol sale y brilla cada día, la gente edifica casas,y come y bebe. Los
comerciantes compran y venden mientras la gente lucha para obtener
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ENSEÑANZAS DE JESÚS
más dinero y más poder. Las personas buscan los placeres y las
diversiones en los teatros, estadios deportivos, y casinos. Pero en medio
de toda esta excitación, el fin del tiempo de prueba se acerca
rápidamente. El destino eterno de cada persona pronto se decidirá.
Satanás está trabajando hasta fuera de horario para mantenernos
engañados, divertidos y ocupados hasta que la puerta del cielo se cierre
para siempre.
“Velad, pues, en todo tiempo orando que seáis tenidos por dignos de
escapar de todas estéis cosas que vendrán, y de estar en pie delante del
Hijo del Hombre” (Lucas 21:36). (Messiah, capítulo 69, pp. 340, 341.)
“YO SOY EL CAMINO”
En su última noche con los discípulos, Jesús no les advirtió acerca
de los eventos del tiempo del fin o les describió el difícil camino que
tenían por delante. En cambio, hizo que la promesa les quedara más
clara que nunca. “No se turbe vuestro corazón; creéis en Dios, creed
también en mí. En la casa de mi Padre muchas moradas hay; si así no
fuera, yo os lo hubiera dicho: voy, pues, a preparar lugar para vosotros.
Y si me fuere y os preparare lugar, vendré otra vez, y os tomaré a mí
mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis. Y sabéis a
dónde voy, y sabéis el camino” (Juan 14:14).
Tomás, que siempre tenía preguntéis, no estaba seguro.
–Señor, no sabemos a dónde vas; ¿cómo, pues, podemos saber el
camino?
Entonces vinieron aquellas preciosas palabras a las que todos nos
aferramos cuando dudamos si estamos en el sendero correcto. “Jesús
le dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre,
sino por mí” (versículo 6).
Cuando conocemos a Jesús, conocemos el camino.
Cuando conocemos a Jesús, podemos esperar y velar en paz.
Cuando conocemos a Jesús, estamos comprometidos a presentar a
Jesús a otros.
Cuando conocemos a Jesús, tenemos fe en su promesa de
Capítulo 13: “Vendré otra vez”
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salvarnos.
Cuando conocemos a Jesús, tenemos fe en su promesa de
cambiarnos a su semejanza.
Cuando conocemos a Jesús, podemos descansar en su promesa de
que regresará.
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