Por Gabriel Muscillo [De acuerdo con la primera traducción al castellano de su Testamento, realizada por el mismo y publicada por Editorial Kier, Buenos Aires, 2019] Introducción En el Diccionario que a continuación ofrecemos, podrán hallarse todos los demonios y criaturas sobrenaturales que, según el Testamento de Salomón, desfilaron ante el trono del Rey Sabio. Desfilarán, así, también ante el lector… y en el mismo orden. Pero antes deberemos brindar algunas precisiones ineludibles sobre el texto de referencia. ¿Cuáles son la naturaleza y contenido del Testamento? ¿De qué época data? ¿Qué se sabe sobre su autor, y en qué lengua escribió este? 1. Cuestión de género El Testamento de Salomón (en adelante TSal.) es texto único, en más de un aspecto. En primer lugar, se trata de un apócrifo, en el estricto sentido del término: el griego ἀπόκρυϕος, apókryphos, significa lisa y llanamente ‘oculto’. Una calificación, pues, por completo exenta de las connotaciones peyorativas que otorga al término el Diccionario de la Real Academia, para la cual refiere siempre a algo falso o, cuando menos, de dudosa autenticidad. Y, en efecto, estas páginas, revelando una sorprendente historia acerca de la construcción del Templo de Jerusalén –absolutamente disímil de la generalmente aceptada, que es aquella narrada por la Biblia–, han estado larguísimo tiempo ocultas, largo tiempo olvidadas. El TSal. es un texto griego, narrativo, con contenido seudorreligioso, y que suma elementos procedentes de dispares veneros culturales: las Escrituras 1 hebreas, antiguas tradiciones mágicas, algo de gnosis, astrología, angelología, demonología y medicina primitiva. Se trata, en suma, de un cuento folk de tipo hagádico, que se centra en la construcción del Templo por el rey Salomón, hijo de David y nieto de Jesé. Recuérdese que Hagadá (heb.: ,‘ הדגהnarración o discurso’), como término de índole general, designa un conjunto de narraciones de la tradición oral hebrea, como así también textos literarios de naturaleza no legalista, provenientes a veces de debates y escritos rabínicos (tal como sucede con el Talmud), y entre los que se incluyen fábulas, leyendas y parábolas. 2. Contenido Pero he aquí que, sobre el inevitable sustrato bíblico, se yergue una construcción anómala, desconcertante y tal vez hasta inquietante para las ortodoxias. En un reciente artículo, Augusto Cosentino resume así el argumentum de esta impresión: Salomón utiliza para la construcción [del Templo] una extraña fuerza de trabajo: se trata de demonios, que él puede someter a su voluntad por medio de un anillo de extraordinario poder. Anillo que le fue dado por Dios mismo a través del arcángel Miguel. En esta trama principal, se insertan luego varios hilos secundarios. Es evidente que entre las fuentes de referencia del texto se hallan listas […] que proporcionaron nombres y virtudes de ángeles y demonios, con objeto de hacer lugar a utilizar el poder de los primeros y contrarrestar la hostilidad de los segundos. De hecho, el conocimiento de los nombres (en particular de los nombres secretos) y las modalidades de gestión del mundo superior, se presentan como una forma de controlar los aspectos positivos y negativos que de dicho mundo derivan, a fin de no dejarse sorprender por los ataques demoníacos.1 No hay en el TSal., pues, dimensión ética propiamente dicha: aquí enfrentar al Mal (y eventualmente, vencerlo o controlarlo) no es cuestión de fe y voluntad… sino de magia –si bien blanca, de origen e inspiración divinos–; y claro está, de hallarse en posesión de cierto conocimiento esotérico: los nombres secretos de demonios y ángeles. Para decirlo de una vez y claramente: la dimensión del TSal. es exorcística. Y, según las reglas de esta dimensión, tan inédita en lo que concierne a la materia, el Templo de Jerusalén fue construido por los demonios, piedra por piedra, viga por viga, como asimismo amueblado y ornamentado por estos, esclavizados merced al influjo de un sello (el pentalfa), grabado sobre la piedra de aquel anillo que descendió del Cielo. Un signo que hoy conocemos como sello de Salomón.2 Pero el rey utiliza este poder no solo para reducir a los emisarios de las tinieblas al rango de albañiles: es su intención levantar inventario de las huestes malignas; y se hace revelar también los secretos del Submundo. Desfilan así ante Salomón sesenta demonios, descriptos con algún primor en sus 1 COSENTINO Augusto, “Il Testamento di Salomone: dall’ambiente giudaico (o giudeo-cristiano) alla riscrittura araba”, Quaderni di Studi Indo-Mediterranei VI: Le Tre Anella. Al crocevia spirituale tra ebraismo, cristianesimo e islam, Edizioni dell’Orso, Alessandria, 2013, p. 53. 2 Pentalfa: Es el clásico pentagrama, también llamado pentáculo y estrella pitagórica; se trata de una estrella de cinco puntas, dibujada con cinco trazos rectos, que delimita en su interior la figura de un pentágono. La denominación pentalfa se debe a que su diseño posee cinco letras A (gr.: alfa, α). 2 monstruosos aspectos y perversas inclinaciones, un poco al modo de los bestiarios medievales. La información se completa con el nombre del ángel que “frustra” sus andanzas y algunas fórmulas de vade retro a las que va anexa determinada operatoria. Conviene agregar, por fin, que el rey parece haber sido tan sabio como ingrato, pues una vez los demonios hubieron levantado para él tan magnífico Templo –obra por la cual todos los soberanos de la tierra lo admirarían, rindiéndole pleitesía, y por la cual la posteridad lo recordaría especialmente–, se dio a meterlos a todos en una variedad de recipientes –vasijas, odres, artesas, botellas…– que se apresuró a sellar enseguida. 3. Lengua Como ya dijimos, el texto que ha llegado hasta nosotros está redactado en griego. En 1896, Moses Gaster sugirió que se trataba de traducción de un original hebreo o arameo. Por su parte, Chester McCown proclamó, veinticinco años después, la posibilidad de que al menos un importante pasaje tuviera origen egipcio: copto, o aprovechando mecanismos de transmisión coptos. Es indudable que el TSal. tiene como trasfondo algún material escrito en lenguas semíticas y es, por cierto, muy probable que tal sea el carácter de algunas de sus fuentes; mas ello no alcanza para respaldar la hipótesis de que se trata de un documento traducido. Todo indica que el idioma nativo del escritor del TSal. era el griego koiné, aquel comúnmente hablado en época helenística y, por tanto, el del Nuevo Testamento. No sorprende que, en la mayoría de los aspectos, el lenguaje y el estilo del TSal. sean similares a los de este. 4. Autor y procedencia No hay nada en el TSal. que identifique claramente a su autor. Como apunta la discusión anterior, no parece probable que este haya escrito en hebreo o en arameo. Por otra parte, el contenido se halla en tal modo impregnado de cristianismo, que la posibilidad de hallar en su origen un judío de habla griega, tal vez alejandrino y de la escuela de Filón –como alguno dejó deslizar– se figura muy remota. Si tal fue el caso, su texto resultó luego editado por un cristiano; pero el ámbito académico acepta la opinión de que el autor era un seguidor de Cristo de habla griega. Igualmente difícil de establecer es su procedencia, porque, como la mayoría de la magia helenística (y judeohelenística), el TSal. tiene una cualidad internacional. Ciertos elementos sugieren Babilonia. La atribución de dolencias y enfermedades a demonios específicos estaba profundamente arraigada allí, al igual que el Demonio de los Vientos, que causa fiebre (TSal. 22). También hay conexiones con el Talmud de Babilonia: por ejemplo, la existencia de ayuda sobrenatural para la construcción del Templo de Salomón; o el largo tratamiento conferido a la leyenda de Ashmedai (Asmodeo). Además, la magia popular de los cuencos de encantamiento arameos de Babilonia, aunque datada alrededor del 600 d. C., es en muchos aspectos similar a la magia del TSal., especialmente en la importancia dada a Salomón como un “hijo de David”, cuyo nombre se invoca para exorcizar demonios. Sin embargo, algunos juzgan que nuestro libro es pretalmúdico en su demonología y más temprano que el tipo de magia 3 asociada con los cuencos; por lo tanto, Babilonia no es generalmente sugerida como lugar de origen. Una segunda posibilidad es Asia Menor. El Libro de los Hechos enfatiza que Éfeso era un importante centro de artes mágicas; ya sea exacto o no, se afirma que libros mágicos por valor de cincuenta mil piezas de plata fueron consumidos allí en la hoguera (He. XIX: 19). Aunque algo exigua, hay también evidencia arqueológica de actividad mágica en Asia Menor, particularmente en Pérgamo. La tercera posibilidad, y tal vez la más obvia, es Egipto, ese crisol del antiguo saber mágico. Etiopía recibió tradiciones judías y cristianas a través de Egipto, y fue ella quien conservó su magia, su demonología y, sobre todo, las leyendas en torno a la reina de Saba y la decadencia y apostasía de Salomón… similares a las encontradas en TSal. La magia de este es mucho más parecida a la de los papiros mágicos helenísticos descubiertos en Egipto (que, por cierto, mencionan a Salomón); y el relato de los treinta y seis Stoicheia que atacan varias partes del cuerpo humano (TSal. 18) es una variación de los treinta y seis decanatos o diez divisiones y deidades del zodíaco de 360°, conocidas especialmente a través de Egipto. Es de suponer que al menos los pasajes del citado capítulo del TSal. provienen de Egipto. Además, también los amuletos gnósticos se basan con frecuencia en el nombre de Salomón; y uno de los textos de Nag-Hammadi, Sobre el origen del Mundo, cita un “Libro de Salomón”, que no sería aventurado identificar con el que comentamos. Finalmente, es probable que la referencia literaria más temprana al TSal. provenga de Egipto: está en el Diálogo de Timoteo y Aquila, del cual tendremos oportunidad de hablar por extenso a no mucho andar. Una última posibilidad es Siria-Palestina. Los judíos y los samaritanos eran conocidos en el mundo grecorromano por su magia, y la tradición mágica salomónica está bien documentada en el judaísmo palestino. Por otro lado, es notoria la helenización de la región en los primeros siglos de nuestra era. En fin, el orden descendente de probabilidad respecto a la patria del TSal. parece ser: Egipto, Asia Menor, Palestina, Babilonia. 5. Datación La historia del TSal. pretende tener lugar durante el reinado de Salomón, en el siglo X a. C. No obstante, no hay duda de que proviene de tiempos muy posteriores, no solo por su lenguaje, sino porque presupone eventos que tuvieron lugar en el siglo I d. C., aunque los exponga bajo cubierta de profecías. Por otro lado, en su mayor parte asume formas de pensamiento generalmente aceptadas como surgidas en tiempos helenísticos. Sin embargo, debido a que las referencias explícitas a eventos históricos –dejando aparte la línea argumental y las profecías– resultan insuficientes, las opiniones sobre su datación han variado grandemente. En el prefacio al TSal. en la Patrologia de Migne, Ferdinand Fleck señaló que la escritura del MS P (el único que conocía y que publicó) correspondía a la de una obra bizantina de la Edad Media; el ruso Vassili Mijailovich Istrin, que descubrió el MS D y argumentó por primera vez, en 1898, que se trataba de la base del TSal., pensó que este último había sido escrito alrededor del 1200 d. C. En 1844, el alemán Friedrich Bornemann cambió la fecha a principios del siglo IV, porque creía que su demonología recordaba a las Instituciones de Lactancio. 4 En 1898, Fred Conybeare, en el prefacio de su traducción al inglés del TSal. según Fleck, señaló que el texto era citado como uno de los auténticos escritos de Salomón en el Diálogo de Timoteo y Aquila, un documento cristiano en griego que data de alrededor de 400 d. C. Asistimos en él a una discusión entre un cristiano y un judío, en que, de cierta manera, se pone en tela de juicio si las agorerías de los profetas se aplicaban con más justicia y propiedad a Salomón o a Jesús. El cristiano acusa al rey de no haber seguido el camino del Señor: ¿acaso no había sacrificado langostas a los ídolos? “El judío respondió: ‘No las sacrificó, sino que las aplastó involuntariamente en su mano. El Libro de los Reyes no abarca estas cosas, pero está escrito en su Testamento’” (las cursivas son mías). Este pasaje se refiere inequívocamente al final del TSal. Envalentonado, Conybeare llegó a proponer que este era revisión cristiana de un documento judío, cuya forma original podría haber sido “la misma colección de encantamientos que, de acuerdo con Josefo,3 fue compuesta y legada por Salomón”; de esta forma, el texto se remontaría, al menos, al final del siglo I d. C. Conybeare también sugirió que la sección sobre los treinta y seis Stoicheia (TSal. 18) compartía una demonología común con el apóstol Pablo; y que su fe guardaba analogía con la de los esenios, secta judía que entonces solo se conocía por las descripciones de Josefo y Filón de Alejandría. Faltaban cincuenta años para que, a orillas del mar Muerto, se descubrieran los Rollos de Qumrān. En su revolucionaria edición crítica del TSal. (1922), Chester McCown admitió que el terminus post quem para este no podía ser otro que el año 400 d. C. Aunque en algún aspecto acordó con Conybeare –al afirmar que, si uno eliminaba los elementos específicamente cristianos, “el Testamento viene a ser de ayuda para reconstruir el mundo del pensamiento judeopalestino en el primer siglo de nuestra era…”–, sin embargo y en contraste, hizo hincapié en la opinión de que el TSal. era una obra cristiana (es decir, no simplemente una obra judía editada por un cristiano) de principios del siglo III d. C. Y se animó a reconstruir su historia textual. McCown sugirió la existencia, en el siglo I, de una colección de midrashim, esto es, historias judías interpretativas sobre Salomón y los demonios. Dichos midrashim habrían provenido de Palestina, tal vez de Galilea. Con ellos se vertebraría una narratio, una historia, que sería aquella conservada en el MS D, transcripción de un griego culto de época bizantina. Luego, un cristiano de principios del siglo III (su demonología es como la que se encuentra en el Contra Celso de Orígenes) habría eliminado los episodios sobre el pecado de David y la reprensión de Natán; añadido material demonológico, astrológico y mágico, y concluido con la apostasía de Salomón. Es probable que esta obra haya recibido ya el título de Testamento. Luego, otro cristiano del siglo IV o V habría sumado elementos especialmente demonológicos, pero también gnósticos, cabalísticos y de la Alude a un importante pasaje de las Antigüedades judías de Flavio Josefo, VIII: 42.5: “Y Dios le concedió [a Salomón] el don de conocer los ardides para combatir a los demonios, con vistas a conseguir ayudar y tratar a los hombres enfermos. En este sentido, compuso y nos legó un libro de conjuros con que aliviar las enfermedades, y distintos tipos de exorcismos, con los que los posesos expulsan tan radicalmente a los demonios, que ya no vuelven a apoderarse de ellos. Y este tratamiento inventado por Salomón muestra entre nosotros hasta el día de hoy una eficacia inmensa.” 3 5 primitiva teología cristiana. Finalmente, un hechicero de la Edad Media, quizás en el siglo XII o XIII, agregó fórmulas mágicas, términos con resonancias gnósticas y varias ideas de su época, particularmente alquímicas, para confeccionar la llamada recensión C. En 1922, Montague Rhodes James halló que la teoría de McCown sobre la evolución del TSal. era “plausible, pero no del todo convincente”, aunque aceptó su datación en el siglo III, al igual que la mayoría de los otros estudiosos. Una excepción a esta tendencia, sin embargo, la representa Karl Preisendanz, reconocida autoridad en papiros mágicos, quien sugirió que el original era del siglo I o II d. C. Ya sea que uno siga la primera datación de McCown, en el siglo III, o la de Preisendanz, que retrocede aún más, existe general acuerdo en que gran parte del TSal. refleja el judaísmo del siglo I en Palestina. Antes de concluir esta discusión, debemos traer a colación la llamada Biblioteca de Nag-Hammadi. En 1945 se descubrieron textos coptos de cincuenta tratados –en su mayoría gnósticos, aunque hay también algunos herméticos–, sepultados bajo la arena, en cercanías de una aldea llamada Nag-Hammadi, al sur de Egipto. Cuatro de estos citan a Salomón, y uno, Sobre el origen del Mundo, menciona “el Libro de Salomón”, en el contexto específico del abolengo de Muerte, engendrado por el Primer Padre del Caos, Ialdabaoth, y establecido sobre el sexto Cielo: Luego, dado que Muerte era andrógino, se mezcló con su propia naturaleza y engendró siete hijos andróginos. Estos son los nombres de los machos: Celos, Ira, Llanto, Suspiro, Luto, Lamento, Gemido Lloroso. Y estos son los nombres de las hembras: Ira, Pena, Lujuria, Suspiro, Maldición, Amargura, Pelea. Tuvieron relaciones sexuales entre sí, y cada uno engendró siete para que totalizaran cuarenta y nueve demonios andróginos. Sus nombres y sus funciones se encuentran en el Libro de Salomón.4 La identificación de este ha dado lugar a varias hipótesis. J. Doresse5 ofreció en principio dos sugerencias. Podría tratarse de la Epístola a Roboam, también llamada Higromancia de Salomón o La clave de la hidromancia, tal vez compuesta en el siglo I a. C. en Egipto: contiene listas de los siete planetas, de los ángeles y de los demonios que influyen en cada una de las veinticuatro horas de cada día de la semana, seguidas de oraciones a los dos primeros grupos, sus signos mágicos, y las plantas que corresponden a los zodiacales. Doresse, sin embargo, pensó que era más probable que la referencia apuntara “a algo en esa vasta colección titulada El Testamento de Salomón, que enumera una multitud de genios y menciona, por ejemplo, como gobernantes de este mundo terrestre a Decepción, Discordia, Pelea, Agitación Violenta, Error, Violencia y Perversidad”. Aunque aceptando una traducción diversa, Doresse parece referirse aquí a los siete “gobernantes mundiales” (Stoicheia) de TSal. 8. De acuerdo con nuestra propia traducción: Decepción, Contienda, Destino, Angustia, Error, Poder y Lo Peor. 4 “On the origin of the World. The untitled text (Codex XIII)”, traducción de Hans-Gebhard Bethge y Bentley Layton en James M. Robinson (ed.), The Nag Hammadi Library, Harper Collins, San Francisco, 1990, pp. 284-293. 5 En DORESSE Jean, MAIRET Philip y JOHNSTON Leonard, The secret books of the Egyptian gnostics: an introduction to the gnostic coptic manuscripts discovered at Chenoboskion, Viking Press, Nueva York, 1960. 6 Cierto es que el texto gnóstico habla de cuarenta y nueve demonios, y el TSal. pasa revista a unos diez más; y no es menos cierto que tan solo algunos de los nombres que se hallan en este, tanto demoníacos como angélicos, pueden encontrarse en el conjunto de Nag-Hammadi.6 En fin: o bien Sobre el origen del Mundo se refiere al TSal.; o uno debe admitir que la identificación precisa es aún imposible entre las muchas obras mágicas “salomónicas” que se sabe que han existido. Pero, si es cierto lo primero…, tenemos evidencia de la existencia del TSal., probablemente a fines del siglo III, y en ámbito alejandrino. 6. El Testamento y la Inquisición La preservación del TSal. en quince manuscritos distintos demuestra claramente el interés que despertó esta obra, tanto en la Antigüedad Tardía cuanto en el Medievo. Y aun en el Renacimiento, ya que el más moderno fue copiado en el siglo XVI. Sin embargo, el TSal. no figura en el Index Librorum Prohibitorum, al menos no bajo dicho título; ni tampoco en los documentos inquisitoriales. Posiblemente se deba a que compitió –y perdió– con otro libro mágico también atribuido a Salomón, la Clavicula, concebido este con más sentido práctico, a modo de manual, y de más fácil lectura entonces, por hallarse en latín. No sería descabellado suponer que ambos textos puedan haberse confundido en ocasiones, ya que nos consta que al menos una vez se fusionaron, y en el MS L aparecen copiados juntos, uno tras el otro y sin solución de continuidad. Al respecto podemos arrimar al fueguito algunas astillas. Sabemos que los inquisidores Nicolau Eymerich y Arnau Busquets mandaron quemar en Barcelona cierto grande y grueso Liber Salomonis, dividido en siete partes, que contenía sacrificios, oraciones, oblaciones y “muchas nefandas consultas a los demonios” (nefanda quam plurima fieri dæmonibus consultata).7 Tal vez sea lícito identificarlo con el TSal. o suponerlo más o menos influido por este.8 Un singular texto, que desdeñosamente Menéndez Pelayo sentencia a “no pasar nunca de extravagante curiosidad bibliográfica”, demuestra a las claras que la tradición acerca de las aficiones mágicas de Salomón –y su hobby de encerrar demonios en botellas– corría libremente y desde temprano por España; aun tal vez demuestre, además, que dicha tradición tenía raíz árabe. De hecho, también se discurre allí acerca de los libros salomónicos. Se trata del Virgilii Cordubensis Philosophia, atribuido a un fantástico filósofo musulmán, que llevaba el imposible nombre del autor de la Eneida. Este “Virgilio Hispano”, supuestamente profesor en Córdoba de “Nigromancia o 6 Por ejemplo, Error y Poder (TSal. 8). Uno también encuentra en los textos de Nag-Hammadi a Orneos, que podría ser Ornias; y, en el rubro angélico, a Miguel, Gabriel, querubines, serafines y varias formas del nombre Uriel. 7 EYMERICH Nicolau, Directorium Inquisitorum, Venecia, 1591, libro II, quæstio XXVIII, p. 316. 8 Si bien Marcelino MENÉNDEZ PELAYO (Historia de los heterodoxos españoles, Librería Católica de San José, Madrid, 1880, t. I, cap. 3, p. 591) lo cree escrito por Raimundo de Tárrega, neófito de la Orden de Predicadores, opinión a la que adhiere Julio CARO BAROJA (Vidas mágicas e Inquisición, Itsmo, Madrid, 1992 –colección Fundamentos n° 121–, t. I, cap. VII, p. 161). 7 Refulgencia” (sic), habría compuesto su tratado fundándose, sobre todo, en las revelaciones de ciertos espíritus, a quienes interrogó. Expone Menéndez Pelayo: Nos habla del Arte notoria, “quæ est Ars et scientia sancta”, la cual solo el que esté sin pecado puede aprender. Autores de ella fueron los ángeles buenos, y la comunicaron al rey Salomón. Este encerró los espíritus en una botella, fuera de uno que era cojo, el cual logró libertar a los demás. Cuando Alejandro tomó a Jerusalén, su maestro Aristóteles, hasta aquel día hombre rudo, logró saber dónde estaban encerrados los libros de Salomón, y se hizo sabio.9 La precisa reunión en el Virgilii Cordubensis de varios de los topos del TSal. resulta sugestiva: que la ciencia mágica la recibió el rey de los ángeles buenos; que este embotellaba demonios; y que tenía libros que contenían las claves de su saber.10 Ya Francisco de Torreblanca había referido la “común tradición” según la cual se creía que, entre los libros del impío marqués de Villena, incinerados por orden del obispo de Cuenca, Lope Barrientos, “eran algunos salomónicos”. Dicha hoguera se encendió el año del Señor de 1434.11 Después de consignar tales noticias, que debemos reconocer asaz endebles, nos toca señalar que solo nueve libros atribuidos a Salomón resultan mencionados en los donosos escrutinios. Dado que tenemos constancia de la existencia de muchos otros, es dato que permite sospechar que muy bien pudieron haberse anotado bajo títulos generales o meramente descriptivos varios textos distintos e, incluso, que esto haya ocurrido a menudo. Así el TSal., acollarado a la Clavicula o al más raro pero más temido Liber Razielis, pudo haber terminado por compartir su mismo y ardiente destino: los varones del Santo Oficio no destacaban precisamente por establecer distingos demasiado sutiles acerca de los pútridos frutos de la hechicería, la necromancia y la herejía.12 7. Manuscritos 9 MENÉNDEZ PELAYO, ob. cit., cap. 2, p. 579. Al fin del Virgilii Cordubensis se lee: “Anno Domini millesimo ducentessimo nonagessimo”. El códice parece de la segunda mitad del siglo XIV. 10 Quizá guarde alguna relación con las iluminaciones del “profesor de Refulgencia” la alusión a un Tractatus Exorcismorum que en 1595 formuló el obispo de Segorbe, Juan Bautista Pérez, afirmando que en él se citaba “una obra salomónica, escrita en arábigo, hallada por Virgilio en los montes de Arabia”. CARO BAROJA, ob. cit., cap. VII, p. 163. 11 CARO BAROJA, ob. cit., cap. VII, p. 161. 12 En algunos casos, el sesgo bien puede haber sido inadvertidamente introducido por los propios estudiosos, que a menudo han adscripto ligeramente a la remanida Clavicula cualquier referencia vaga a Salomonis scriptum, por ser esta la obra atribuida al Rey Sabio más frecuentemente copiada, citada, perseguida y condenada, usando así de un criterio de probabilidad estadística cuando menos discutible. Richard Sharpe (“Titulus”: identifying mediaeval latin texts, Turnhout, Brepols, 2003) ha elaborado un tan útil como interesante catálogo de los titulus de textos medievales en latín, en el que no se contienen solo los del Index inquisitorial. En él hallamos los siguientes vinculados a Salomón, todos de materia mágica: Claviculæ Salomonis (primera y segunda partes, que también circularon por separado bajo los nombres respectivos de Clavis minoris y majorem); Picatrix; Lamen o Lamene; De officiis spirituum, subtitulado In hoc libro sunt secreta omnium artium; Vinculum spirituum; Liber pentaculorum Salomonis; Rubeus Draconis; Liber Razielis; Quatuor Annulorum Solomonis; y De novem candariis. La descripción de al menos cuatro de estos diez libros concuerda en líneas generales con el contenido del TSal.: Lamen (¿corrupción de Lumen?), De officiis spirituum, Vinculum spirituum y Quatuor Annulorum Solomonis. 8 La edición estándar del texto griego del TSal., presentado y editado por McCown, comenta sobre la existencia de catorce manuscritos griegos; aunque posteriormente se conocieron otro más en forma completa y un fragmento, ambos griegos también. Una descripción de seis de dichos manuscritos, en orden de importancia de acuerdo con el citado autor, es la siguiente: 1. D: Monasterio de Dionisio, monte Athos, n° 132, siglo XVI, titulado Peri tou Solomontos (‘Acerca de Salomón’). El manuscrito no corresponde exactamente al TSal. o, al menos, no tan solo a este: se trata más bien de una biografía del rey, caracterizada por un fuerte interés demonológico, a la que se incorporó material procedente del TSal. McCown consideró que la narración de este manuscrito “estaba por detrás del Testamento”, constituyendo su sustrato, de modo que lo editó aparte, como apéndice. El MS D incluye elementos previos a los sucesos que se relatan en el TSal. y que proceden de la Biblia: el pecado de David con Betsabé (2Sa. XI); la severa reprensión que Natán dirige a David (2Sa. XII: 1-14); el nacimiento de Salomón (2Sa. XII: 24); su reinado, poder y sabiduría (1Re. I a V); la construcción del Templo (1Re. VI: 1-38; 2Cr. III). Es aquí donde entronca con el material del siervo favorito de Salomón, vampirizado por el demonio Ornias, episodio que constituye el comienzo propiamente dicho del TSal. 2. H: Biblioteca privada del conde de Leicester, Holkham Hall, Norfolk, Inglaterra, n° 99. Manuscrito del siglo XV, que tal vez proceda de Grecia y se titula Diegesis peri tes diathekes Solomontos… (‘Un reporte sobre el Testamento de Salomón…’). Presenta un texto claro, tiene muchas abreviaturas y coloca rúbricas antes de las principales divisiones de la historia. Su título y las letras iniciales de las secciones menores están en rojo. Omite partes de TSal. 14 y TSal. 16. 3. I: Bibliothèque Nationale de France, París, “Supplément grec” n° 500. Manuscrito del siglo XVI. Su título comienza “Solomontos…” (‘[Sobre] Salomón’), con “diatheke t” (‘Testamento d[e]’) escrito descuidadamente en el margen superior. El manuscrito está bien conservado. En el códice, siguen inmediatamente al TSal. otros dos textos “salomónicos”: el Eclesiastés y el Cantar de los Cantares. El copista parece haberse cansado de los muchos demonios, porque se interrumpió en plena oración, en medio de una columna, en TSal. 5. 4. L: Harleian MS, British Museum, n° 5596. Este manuscrito del siglo XV es descripto en el catálogo “Geomantica, exorcismi, divinationes et huius modi” (‘Geomántica, exorcismos, adivinaciones y cosas de este tipo’), con la adición “quædam Salomonis” (‘ciertas cosas de Salomón’). Está bien conservado. Contiene el TSal. incompleto, omitiendo los mismos pasajes de 14 y 16 que el MS H, y terminando con 18. Otras partes de L componen MS T, porque representan para McCown la recensión C. El TSal. ha sido trabajado aquí por un hechicero medieval, que incluyó el saber mágico, astrológico y demonológico de su época, más algún toquecito de alquimia. La sección más grande del manuscrito está ocupada por la Clavicula Salomonis, que es probablemente, como hemos ya señalado, el documento salomónico más conocido en la Edad Media. Los títulos para las secciones de la Clavicula, un gran sello circular que 9 contiene signos mágicos, y los números del MS T, están pintados con plata sobre rojo. Los lugares que dirigen al lector hacia un remedio mágico para alguna enfermedad están marcados con una cruz y un círculo. 5. N: Biblioteca del Patriarcado Griego, Jerusalén, Sancti Saba, n° 422. Manuscrito del siglo XV o XVI. Faltan el comienzo y el final del códice. Su texto carece a menudo de sentido, pero está prácticamente completo, y McCown lo juzgó más cercano a la forma original del TSal. Es el único otro manuscrito, además de P, que contiene los pasajes de TSal. 14 y 16, que ya señalamos como faltantes en MSS H y L. Finalmente, debe notarse que el manuscrito N iguala cada uno de los treinta y seis decanatos de TSal. 18 con diez días del mes copto. Esta ecuación relaciona directamente al manuscrito con Egipto. 6. P: Bibliothèque Nationale de France, París, “Anciens fonds grecs” n° 38 (Colbert 4895). Manuscrito del siglo XVI. Su título comienza “diatheke Solomontos”. El manuscrito, que pertenecía a la biblioteca de “Monsieur le Président de Mesmes”, fue cuidadosamente escrito y trabajado por un editor. Aunque conocido y ocasionalmente citado por eruditos en el siglo XVII, fue impreso por primera vez por F. F. Fleck (Leipzig, 1837). Esta versión del TSal. se convirtió en el trabajo estándar hasta Istrin (véase arriba, MS D), pero la labor de este vio la luz en ruso, de modo que no resultó de fácil acceso en Occidente. El texto del MS P fue reimpreso como parte de la colección de las primeras escrituras cristianas en griego (J. P. Migne, Patrologia græca, 1864, vol. 122). McCown ha criticado duramente la versión de Fleck. 8. Ediciones del Testamento El TSal. hubo de esperar más de un milenio, hasta 1837, para su rescate y primera edición, la conocida como “de la Triple F”, por deberse a Ferdinand Florenz Fleck. Esta publicación reprodujo el griego del MS P, al que accedió y estudió en la Bibliothèque Nationale de París: de hecho, formó parte de la Patrologia Græca, serie que dirigía Jacques Paul Migne. De las tres versiones primitivas del TSal. a lenguas modernas, la alemana de Bornemann (1844) y la inglesa de Conybeare (1898) no acudieron a fuente original alguna: se limitaron a traducir la edición de Fleck; la tercera, realizada el mismo año que la del británico por V. M. Istrin, el cual sí trabajó directamente sobre un manuscrito (el D, conservado en el Monasterio de Dionisio del monte Athos)…, vio la luz en ruso. Lo cual, claro está, resultó una barrera infranqueable para su difusión en Occidente. Las versiones alemana e inglesa conocieron también escasa divulgación, constreñida a los círculos eruditos de entonces, cerrados hasta lo impermeable. La dependencia de Fleck constituyó sin duda un agravante, aunque quedó fuera de consideración hasta que en 1921 McCown nos donó su excelente edición crítica, compulsando ocho manuscritos: “Fleck se basó en una transcripción descuidada e imprecisa de un solo manuscrito”, escribió en su “Prefacio”, “confundiendo muchas letras y provocando […] a los que tuvieron que depender de su edición muchas dificultades”.13 13 McCOWN Chester Charlton, The Testament of Solomon, Hinrichs’sche Buchhandlung, Leipzig, 1922, “Prefacio”, p. 5. 10 Desde este punto de vista, el contenido del TSal. continúa oculto aún hoy para el lector de habla castellana, dado que, hasta el momento en que la Editorial Kier de Buenos Aires publicó mi propia traducción del mismo, nunca antes se había volcado a la lengua de Cervantes esta suerte de “biografía no autorizada” del Rey Sabio. Cierto es que existe, circulando en las vastas entrañas de la Web, una versión en nuestro idioma; pero, además de que se funda en Conybeare –y no en McCown, o en el posterior e inclusive más ajustado Dennis C. Duling–, es tosca hasta la barbarie, incurriendo en muchos absurdos y dando, en general, la penosa impresión de haberse fraguado a golpes de traductora automática. Ello delinea una situación de “injusticia cultural” –podría decirse–, tanto más frustrante e irritante cuanto inexplicable, gratuita y arbitraria. Los angloparlantes nos llevan casi un siglo de ventaja en el manejo de este material, si paramos mientes en McCown; incluso respecto a la más reciente traducción, la de Dennis Duling (incluida por James H. Charlesworth en el volumen I de The Old Testament Pseudepigrapha), nos separa ya la friolera de tres décadas. Durante esta auténtica brecha, los hablantes de castellano, particularmente en Latinoamérica, hemos tropezado con sensibles dificultades incluso en la consecución del referido material en inglés, que circuló agónicamente, en circuitos muy restringidos y solo tras costosas gestiones especiales. Hay que reconocer, empero, que también fallaron los mecanismos de publicidad académica: la publicación de Charlesworth (una biblioteca de libros raros y preciosos) pasó prácticamente inadvertida en nuestro medio. Así, la mayor parte de los estudiosos –y la totalidad del público meramente curioso por cuestiones de interés puntual– debieron contentarse con conocer el TSal. tan solo por citas parciales, desgajadas de su contexto y completamente desnudas de referencias, que aparecían eventualmente, aquí y allá, diseminadas en artículos o papers, en antologías o repertorios misceláneos como los diccionarios de ocultismo o las enciclopedias de ciencias ocultas, rodeadas y casi asfixiadas allí por el más heterogéneo y variopinto material, con el cual guardaban por lo general una relación anecdótica y más bien ligera, cuando no vaga. Hoy esta situación se ha visto sensiblemente mitigada por la aparición de las librerías digitales, impulsadas por muchas de las más importantes universidades del mundo, las que han colocado a nuestro alcance un sinfín de textos extranjeros nunca distribuidos en nuestros pagos, más aquellos transformados en joyas de coleccionista por sus magras tiradas iniciales y la ausencia de reedición. Asimismo, las principales bibliotecas (por ejemplo, la Nationale de France, la British Library, la Deutsche Nationalbibliothek) han contribuido a democratizar el acceso, digitalizando sus fondos de manuscritos antiguos y ofreciéndolos en Internet. De esta manera, ¡hasta los Rollos del Mar Muerto han sido puestos a disposición del público por el Museo de Israel! Tenemos, no obstante, mucho camino por recuperar. Y, en el caso del Testamento salomónico, deberemos hacerlo a trote vigoroso, si queremos dar alcance a aquellos que, en Europa y Estados Unidos, se vieron motivados por similares inquietudes. A mi entender, con la edición de Kier comenzamos discretamente a descontar kilómetros. No solo es la primera traducción al castellano: por sobre todo, no traduce de ninguna lengua moderna, sino directamente del texto original griego, según 11 los dos manuscritos del TSal. conservados en la Bibliothèque Nationale de France (I y P). Es decir: no se trata de la traducción de una traducción. No obstante, hemos tenido siempre a la vista las ediciones de McCown y Duling, a efectos comparativos y contrastantes, y particularmente, para rellenar lagunas acudiendo al MS Q; al tropezar con pasajes particularmente problemáticos, se han consignado fielmente las versiones alternativas, de acuerdo con dichos autores; cada vez que se ha preferido la lectura de alguno de ellos para palabras individuales o determinadas frases, se advirtió escrupulosamente en nota al pie; por último, en algunos casos, se ha procedido a reconstruir ciertos pasajes corruptos por composición, fusionando varias lecturas de varios manuscritos. 9. El Diccionario Demoníaco Como ya dijimos, el lector podrá topar aquí a todos los demonios que subyugó Salomón con su anillo y su sello de pentalfa: por orden de aparición. Los encontrará escoltados por el ángel que “frustra” sus trapisondas. Cuando ha sido posible, se los ha puesto en relación con figuras presuntamente idénticas o análogas de La Higromancia de Salomón, según la exquisita versión de este texto que nos legó Pablo Torijano. Sólo dos de los sesenta demonios que revistamos se hallan registrados con continuidad histórica en otras fuentes: Ashmedai (Asmodeo) y Beelzebul (Belcebú). Esta particularidad se debe a que el TSal. revela los nombres secretos de los Infernales, en principio desconocidos por el común de las gentes, que no recibieron, como Salomón, el don infuso de la Sabiduría divina, y el poder mágico-exorcístico del anillo, que bajó desde el Cielo el mismísimo arcángel Miguel. En este Diccionario se consignan solamente los datos que acerca de ambos consigna el propio TSal., salvo alguna referencia puntual de contexto; se omiten deliberadamente, pues, todos aquellos que pudieren aparecer en las aludidas fuentes alternativas, escritas o arqueológicas. 12 1. Ornias (TSal. 1, 2, 3 y 20). Demonio de características vampíricas. Suele actuar después de la puesta del sol. A manera de íncubo, drena la energía vital de los durmientes succionando el pulgar de su mano derecha. Los atacados languidecen a lo largo de los días, empalideciendo y adelgazando extraordinariamente, hasta que por fin mueren. En el TSal. se lo califica de “fastidioso”, por cuanto su acción repetida y sistemática configura lo que posteriormente los demonólogos llamarían obsesión. Reside en la constelación de Acuario y, tal vez por esta razón, su destino guarda alguna clase de relación, para nosotros oscura, con el de los monstruos marinos, como Leviatán. Se dedica también a estrangular a hombres nacidos bajo el signo de Acuario y que demuestran pasión por mujeres vírgenes, o bien por aquellas nacidas bajo el signo de Virgo. Cuando se manifiesta en forma visible, lo hace como una llama de ardiente fuego, pero puede además asumir tres formas diversas: la de un hombre que desea cuerpos de muchachos afeminados (o de niñas pequeñas), quienes sufren gran dolor con su toque; la de una criatura alada, capaz de volar entre las estrellas; y la de un león. Ornias conoce el futuro y, por tanto, puede profetizar: ascendiendo hasta el Cielo, alcanza a escuchar desde fuera las decisiones de Dios acerca de los destinos de los hombres. Es descendiente de un arcángel sin identificar y resulta frustrado por el arcángel Uriel. El toque del hierro lo aterroriza. Por último, cabe señalar que en la Higromancia de Salomón el demonio Ornai –que aparece rigiendo la segunda hora del Día del Señor, domingo– no resulta frustrado por Uriel, sino por el ángel Argphnaēl. En TSal., es él quien aprisiona a Beelzebul y lo trae ante Salomón. El rey lo condena al corte de piedras para el Templo. 2. Onoskelis (TSal. 4). Demonio femenino, de formas hermosas y tez clara, pero con piernas de asno, aunque existe también la posibilidad de que carezca de ellas, al modo de una serpiente o gran gusano. Es un espíritu forjado bajo Shabtai, palabra que tal vez aluda a Saturno, lo que lo colocaría bajo el signo de Capricornio. Sus más frecuentes moradas son los precipicios, cuevas y barrancos. Sus actividades son muy variadas: a veces estrangula a los hombres, y otras, los pervierte de sus verdaderas naturalezas, tal vez incitándolos a la sodomía. Se relaciona carnalmente con los hombres que adoran a su estrella, quienes se distinguen por tener la piel del color de la miel. Estos también ejecutan en su honor ciertos ritos de conmemoración, rogándole por oro, aunque por lo general con escaso éxito. Su origen es de lo más extraño: “Fui generada a partir de una voz inesperada, que es llamada voz del eco, de un cielo plomizo, emitida en la materia”. Otra versión quiere que se trate del eco de la deyección de excrementos humanos en un bosque. Viaja con la luna llena y es frustrada por el ángel Joel. En TSal. Salomón la condena a trenzar el cáñamo para las sogas utilizadas en la construcción del Templo. 3. Ashmedai (Asmodeo) (TSal. 5). Este y Beelzebul son los únicos demonios que, además de aparecer en TSal., se hallan registrados con continuidad histórica en otras fuentes. En nuestro texto aparece como una criatura arrogante, 13 orgullosa de ser uno de los nefilim, esto es, fruto de la unión de una mujer humana y un ángel infiel, según Gen. VI: 4. Su constelación es la Osa Mayor. Declara proceder de Asiria. Conoce el porvenir y, por ende, posee capacidad de profetizar. Hace que la maldad de los hombres se esparza por todo el mundo. Continuamente incuba complots contra los recién casados, provocando que la belleza de las vírgenes se aje y los corazones se enfríen. También difunde a través de las estrellas la locura respecto a las mujeres, lo que causa matanzas. Es frustrado por el arcángel Rafael, y el humo del hígado y la hiel de un pez llamado Glanos –procedente de los ríos de Asiria–, quemados sobre brasas de carbón vegetal; oportunamente Salomón utiliza para ello una rama de estoraque. La crítica ha identificado a este pez con un siluro. Ashmedai rehúye el hierro (el rey lo amenaza con revestirlo por completo con este metal), y teme también al agua, hallándose imposibilitado de cruzarla: Salomón logra confinarlo con solo rodearlo por diez cántaros de agua. Una de las revelaciones más importantes que esta criatura hace al Rey Sabio es que, si los hombres desconocen los verdaderos nombres demoníacos, sus dueños podrán ser adorados como dioses. Ashmedai –cuya figura, en última instancia, deriva de Aeshma-Daeva, Demonio de la Ira en el Zend-Avesta persa– aparece también en To. III: 8 bajo el nombre de Asmodeo, comportándose allí en modo análogo al detallado por el TSal.: mata uno tras otro a los siete esposos de Sara “al tiempo de querer acercarse a ella”, impidiendo así que cumplieran con su deber marital. En To. VI: 5, el ángel Rafael (bajo aspecto humano y tomando el nombre de Azarías) ordena a Tobías apartar el hígado, la hiel y el corazón del monstruoso pez que había intentado engullirlo a orillas del Tigris. En VI: 8-9, instruye específicamente: “Si pusieres sobre las brasas un pedacito del corazón del pez, su humo ahuyentará todo género de demonios, ya sea del hombre, ya de la mujer, con tal eficacia que no se acercarán más a ellos. La hiel sirve para untar los ojos que tuvieren alguna mancha o nube, con lo que sanarán”. En VIII: 2-3, por fin, quema no solo un trozo del corazón del pez, sino también uno de hígado, espantando así al demonio, a quien destierra “al desierto del Egipto Superior”. En la Higromancia de Salomón hallamos al demonio Asmodai rigiendo la primera hora del Día del Señor, y frustrado por el arcángel Miguel. En el TSal., Salomón lo condena a moldear arcilla para todos los vasos del Templo. 4. Beelzebul (Belcebú) (TSal. 3 y 6). Fue el único con derecho a llevar el título de Primer Ángel mientras residió en el Primer Cielo. Allí lo acompañaba Abezethibud. Hoy es el Príncipe de los Demonios, “gobernante de los espíritus del aire, de la tierra y de debajo de la tierra”, mientras Abezethibud guarda en el Tártaro a los hombres que allí encadenó. Al parecer, comparte el dominio del océano con Kunopegos. Trae destrucción por medio de tiranos, hace que los demonios reciban adoración de los hombres y excita el deseo en hombres santos y escogidos sacerdotes. Provoca celos y asesinatos, e instiga guerras. Reside en la Estrella de la Tarde, es decir, el planeta Venus, llamado Véspero y Lucifer por los romanos. Brinda consejo al resto de los demonios acerca de sus actividades particulares; en TSal. 16, Kunopegos sale del mar para consultarlo. Beelzebul es frustrado tan solo por el Dios Todopoderoso, “llamado Patike por los hebreos, el que desciende desde las alturas”, y llamado Emmanuel por los griegos. Le teme grandemente, hasta el punto de echarse a temblar. Desaparece 14 cuando es conjurado por el juramento llamado “el Elo’i”. Aunque en el MS Q se hace decir a Beelzebul que resulta frustrado “por el Santo y Precioso Nombre de Dios Todopoderoso, llamado por los hebreos [a través de] una secuencia numérica, cuya suma es 644... Y si uno de los romanos me conjura por el Gran Nombre de la Potencia, Eleéth, desaparezco de inmediato”. Compelido a hablar de las cosas celestiales, Beelzebul revela a Salomón una operación mágica de ejecución o consecuencias al parecer peligrosas, que le permitiría asentar firmemente su hogar y ver, además, al romper el alba, a los dragones celestes tirando del carro del sol. En TSal. el rey Salomón condena a Beelzebul a cortar bloques de mármol tebano. 5. Lix Tetrax (TSal. 7). Demonio del Viento. Su cuerpo aparece como un torbellino o tornado, en tanto el rostro, en la parte superior, semeja suspendido en el aire. Crea divisiones entre los hombres y torna disfuncionales a las familias. En forma de torbellino, causa destrucción y muerte. Provoca incendios en campos y casas; en este menester, se muestra particularmente activo en verano. Sin embargo, tiene también una actividad positiva: puede ser persuadido a sanar la-fiebre-del-día-y-medio (fiebre terciana), si se ora invocando los nombres Baltala, Thallal, Melchal. Se proclama descendiente directo de El Grande, sin que podamos saber a quién alude de esta forma. Reside en aquella estrella a la que apunta el cuerno más agudo de la luna del sur. Es frustrado por el arcángel Azael. El rey Salomón logra doblegarlo escupiendo en el suelo, sobre el polvo, utilizando luego además el sello de su anillo mágico. En el MS Q del TSal. se presenta como “Tephras, el Espíritu de las Cenizas”. Efectivamente, téfra (τέφρα) es la palabra griega para ‘ceniza’, lo que guarda relación con su actividad incendiaria. En la Higromancia de Salomón, aparece un demonio con este nombre, que gobierna la vigésima hora del tercer día (martes) y es frustrado por el ángel Marniēl. Clemente de Alejandría, citando a Androcydes el Pitagórico, nos informa que Lix es un término mágico para ‘la Tierra’, en tanto Tetrax refiere al año, dividido en cuatro por la sucesión de las estaciones. Todo ello remite a las llamadas Ephesia Grammata (Ἐφέσια Γράμματα), antiguas fórmulas mágicas griegas, atestiguadas desde el siglo V a. C. y que tal vez remonten al IV. La más difundida estaba constituida por un grupo de seis palabras: ΑΣΚΙ(ΟΝ) ΚΑΤΑΣΚΙ(ΟΝ) ΛΙΞ ΤΕΤΡΑΞ ΔΑΜΝΑΜΕΝΕΥΣ ΑΙΣΙΟΝ (o ΑΙΣΙΑ), aski(on) kataski(on) lix tetrax damnameneus aision (o aisia). Salomón ordena a Lix Tetrax levantar piedras y lanzarlas hasta las alturas del Templo, para los obreros allí ocupados. 6-12. Gobernantes de este mundo de tinieblas (TSal. 8). Siete espíritus, de hermosas formas, llenas de gracia, tal vez en figura femenina. Quizá se hallen asociados al grupo estelar de las Pléyades. Presentados como stoicheia, criaturas elementales, se autotitulan “gobernantes de este mundo de tinieblas”, esto es, Kosmokrator: en las religiones helenísticas, deidades menores que controlaban ciertas partes o aspectos del cosmos. Se trata de personificaciones o encarnaciones: Decepción, Contienda, Destino, Angustia, Error, Poder y Lo 15 Peor. Residen alternativamente en Lidia, en el Olimpo o “en la gran montaña”, probablemente no más que una distinción entre el etéreo Olimpo de los dioses y el Olimpo material, de tierra y roca. • Decepción teje engaños y concibe las más malvadas herejías. Es frustrado por el ángel Lamechiel. • Contienda causa enfrentamientos y suministra armas a aquellos a los que solivianta, o sugiere a sus imaginaciones en qué modo podrían aprovechar como tales los objetos a su alcance: piedras, palos, ganchos, etc. Es frustrado por el ángel Baruchiel. • Destino hace que los hombres enzarzados en batalla luchen hasta el final, sin rendirse si llevan las de perder, y sin concertar la paz en caso contrario. Es frustrado por el ángel Marmaroth. • Angustia causa que los hombres carezcan de moderación. Los divide en facciones y los mantiene separados. Trabaja en consonancia con Contienda. Es frustrado por un ángel denominado el gran Balthiul. • Error guía equivocada y torcidamente a las gentes. Es responsable de los errores cometidos por el rey Salomón, señaladamente, del asesinato de su hermano Adonías. Induce al error del saqueo de tumbas y enseña cómo localizarlas y exhumarlas. Aparta las mentes de los hombres de la religión. Es frustrado por el arcángel Uriel. • Poder alza tiranos y depone reyes. Proporciona fuerza a aquellos que se levantan en rebeldía. Es frustrado por el ángel Asteraôth. • Lo Peor ata con los lazos de Artemisa. Tal vez, los lazos de la lujuria. Salomón ordena a los siete cavar los cimientos del Templo. 13. Asesinato (TSal. 9). Demonio acéfalo. Suele arrancar cabezas con sus manos y las coloca luego sobre sí, consumiéndolas por el cuello, merced al fuego que arde en su interior. Según el MS Q, este procede del sol naciente. A pesar de no tener cabeza, Asesinato puede ver a través de sus pechos y también puede hablar: se ha apoderado de la voz de muchos, atacando con preferencia para ello a los bebés de días que lloran en demasía por las noches. Además, inflama las extremidades, infecta los pies y los llena de llagas purulentas. Lo frustra el destello de un relámpago. 14. Elburion (MS Q). Demonio relacionado tal vez con el sol naciente. No es este su verdadero nombre, únicamente conocido por los Siete Demonios que él aprecia; si nos fuera revelado, solo con pronunciarlo se vería obligado a acudir. Los hombres le ofrecen plegarias y encienden candelas. 15. Cetro (TSal. 10). Demonio con aspecto de gigantesco perro. Alguna vez fue un hombre, tan poderoso que podía refrenar las estrellas del cielo, y también 16 ducho en letras. Realizó entonces muchos actos impuros y, quizá, resultó maldito por ello. Ahora engaña a los hombres que lo siguen y los transporta al seno de la estupidez. Asimismo, somete a los corazones a través de la garganta. Es él quien consigue para Salomón una portentosa piedra de esmeralda, con la que el rey manda fabricar los soportes del altar del Templo. Lo frustra el gran Briathos. 16. Mahomet [Μαχονμέτ] (recensión C). Demonización del profeta Muhammad, padre del islam, de que da cuenta Juan P. Monferrer-Sala y que, tal como éste dice, se ejecuta “a través de una de las variantes de esta forma nominal que circulaban entre los autores bizantinos”. Se dice que domina a doscientos espíritus y provoca que unos hombres se rían de otros. Hace que los cuadrúpedos hablen como los seres humanos y que los hombres aparezcan sin cabeza. A veces se muestra más benévolo y se contenta tan solo con obligarlos a desnudarse en público. También hace que las bestias tengan a sus semejantes por fieras. Si bien no aparece en los manuscritos del TSal. utilizados como material para la edición de Kier, su inclusión me pareció interesante para ilustrar el proceso por el cual, en la figura de un rival religioso, se realiza el pasaje desde la formal herejía al diabolismo sobrenatural. 17. Leontophôros (TSal. 11). Demonio con forma de león. Busca a los enfermos postrados y hace imposible que recuperen su salud. Tiene bajo su control a una legión de demonios, a los que arrastra consigo, de modo que siempre se hallan juntos. No está claro si es descendiente de Araps o de ascendencia árabe; sin embargo, nos inclinamos por la primera opción, teniendo en cuenta que, en la Higromancia de Salomón, Araps es el demonio que rige la hora 20 del Día del Señor, siendo frustrado por el ángel Inhouēl; y no es difícil hallar en este nombre una corrupción de Emmanuel. Precisamente, Leontophôros y su Legión son frustrados por Emmanuel, que en el futuro habrá de arrojarlos al agua desde el borde de un acantilado. Así, se lo identifica con el espíritu inmundo que atormenta al endemoniado de Gerasa (Mc. V: 1-13), al que expulsó Jesús. Salomón condena a la Legión a acarrear madera desde la arboleda, y a Leontophôros, a reducirla a astillas con sus garras, para quemarla como leña en el horno inextinguible. 18. Caudillo de Dragones (Koruphê según Conybeare) (TSal. 12). Demonio con aspecto de dragón de tres cabezas. Su piel tiene un horrendo color. Se presenta a sí mismo como “un espíritu tres veces espinoso (tribolaios), que domina siguiendo tres vías”. Su figura tal vez guarde relación con Zahhāk o Aži Dahāka, “la crudelísima serpiente”, a la que el Zend-Avesta describe como un monstruo “con tres bocas, seis ojos y tres cabezas”. Vuelve sordos, ciegos y mudos a los fetos en el vientre de sus madres. Golpea los cuerpos de los hombres, derribándolos por tierra, mientras echan espuma por la boca y rechinan los dientes; es decir, provoca epilepsia. Es frustrado por el “Lugar de la Calavera”, el monte Gólgota, donde Jesús ha de sufrir y morir en la cruz, y un “ángel del Maravilloso Consejero”, que previó tal sacrificio. Revela a Salomón que en los cimientos del Templo se halla enterrado mucho oro. El rey le ordena que fabrique ladrillos. 17 19. Obyzuth (TSal. 13). Demonio femenino de cabellos despeinados, tal como habitualmente son representadas las lilim, es decir, los demonios-hembra descendientes de Lilith. En nuestro texto, Salomón no alcanza a distinguir el cuerpo de Obyzuth, pues se halla en sombras. Otras versiones sugieren que se trata solo de una cabeza, lo que hace pensar en una demonización de la Medusa decapitada por Perseo. Nunca descansa, pues viaja alrededor del mundo entero, y hace rondas incluso en las áreas más remotas. Visita mujeres embarazadas y acecha la hora en que darán a luz, para enseguida intentar estrangular a sus hijos recién nacidos. Se jacta de que “no pasa una sola noche sin éxito”. Por otra parte, lesiona ojos, condena bocas y destruye mentes. Es frustrada por el Arcángel Rafael: su nombre, escrito sobre un pedazo de papiro, la pone en fuga. Salomón ordena que sea atada con su propio cabello y colgada de este en lo alto del frente del Templo. 20. Dragón Alado (Pterodrákun) (TSal. 14). Demonio con forma de dragón, alas en la espalda, y rostro y pies humanos. Adorado como dios entre los hombres, practica el coito anal con mujeres de hermosos cuerpos, llamadas Touxylou o relacionadas con una estrella de tal nombre. Toda mujer así atacada termina gestando un niño, que al nacer se convierte en Eros (dios pagano del amor) o Erō (uno de los decanatos, deidades zodiacales del Egipto helenizado). Sin embargo, puesto que los humanos no pueden tolerar tal descendencia, la madre fatalmente muere. El Dragón Alado es frustrado “por el gran ángel que está sentado en el Segundo Cielo”, llamado Bazazath. En TSal., este demonio incendia con su aliento el bosque del Líbano, quemando también, al mismo tiempo, toda la madera reservada para la construcción del Templo. Salomón lo condena a cortar mármol. 21. Enêpsigos (TSal. 15). Demonio femenino bicéfalo, de naturaleza fiera e indómita. Algunas veces tomada como una diosa por los hombres, revolotea cerca de la luna y es invocada por los sabios como Kronos. Al parecer, estos conocen medios mágicos para “tirar” de ella “hacia abajo”, obligándola así a descender y adoptar figura humana; la operatoria descripta recuerda fuertemente la atribuida a las brujas de Tesalia, capaces de hacer lo mismo con la propia luna. Enêpsigos posee el don de la profecía y, aunque se sabe que puede asumir tres formas, solo conocemos las dos antedichas: reina sospechoso silencio acerca de la tercera. Pero resulta obvio que todas se hallan asociadas a las fases de la luna: creciente, llena y menguante. Por ello, Enêpsigos parece guardar relación con Hécate, la terrible Diosa Triforme de los griegos. Es frustrada por el ángel Rathanael, que toma su asiento en el Tercer Cielo. Salomón la sella y la aprisiona con cadena de triple enlace. 22. Kunopegos (TSal. 16). Demonio con la parte superior del cuerpo en figura equina, y la inferior, de pez. Es un cruel espíritu marino. Transformado en grandes olas, provoca el naufragio de los buques. Su objetivo es apoderarse de los cuerpos de sus tripulantes, desdeñando los tesoros, que deposita sobre las playas. Por esta razón, causa asimismo mareos y náuseas a los navegantes, para hacerlos caer por la borda y ahogarlos luego. También puede salir a tierra, aunque por corto tiempo, asumiendo para ello forma humana. Al parecer, desfallece ya al tercer día sin agua de mar. 18 Toma consejo directamente con Beelzebul, con quien, según el MS Q, comparte el gobierno del océano. Guarda una oscura relación, no muy bien establecida, con el escaramujo, popularmente conocido como zarza canina; utilizado en gran cantidad de recetas brujeriles y tradicionalmente tenido como eficaz repelente de licántropos, esta especie de rosal silvestre –llamado cynobaston y neuropaston por los griegos– aparece curiosamente antropomorfizado en la Historia natural de Plinio el Viejo, quien asegura que sus hojas se asemejan a la huella de un pie humano y que sus semillas poseen nervios. Kunopaston llama el MS Q a la forma humana de nuestro demonio, subrayando que tal nombre “expresa verdad”. El maligno Caballo Marino es frustrado por el ángel Iameth. Salomón ordena que sea echado en una artesa ancha y plana, con diez cubas de agua de mar sobre él, a la que tapa luego con mármol, cáñamo y brea. 23. Espíritu Cachondo (¿Ocheikon?) (TSal. 17). Demonio que adopta el aspecto de un hombre sombrío, de ojos brillantes. Es el espíritu cachondo de un gigante (esto es, de uno de los nefilim, descendientes de la coyunda de ángeles infieles con mujeres humanas, según Gen. VI: 4), muerto en la masacre que Dios ordena desatar a sus ángeles fieles, y con la cual concluye, precisamente, la Edad de los Gigantes, de acuerdo con el primer Libro de Enoc (1En. XV: 12 y XVI:1). Habita en sitios inaccesibles. A medianoche se aposenta cerca de las tumbas y, asumiendo el aspecto de los muertos, mata a los viandantes con una espada, o hace que otro demonio los posea, obligándolos a roer la propia carne y hacerla pedazos, mientras “la saliva fluye hacia abajo desde su mentón”. Es frustrado por el Salvador o por su marca (el signo de la cruz) escrita en la frente. Salomón lo encierra, sin más. 24-59. Los 36 Stoicheia (TSal. 18). Poseen diversas formas, aunque los principales de entre ellos parecen llevar cabeza de perro. Se mencionan formas humana, de toro, de dragón; y rostros de bestia, de pájaro o de esfinge. Se presentan como Kosmokrator, al igual que los Siete Espíritus de TSal. 8: son “gobernantes mundiales de la oscuridad de esta era”. Pero están estrechamente relacionados con los decanatos del zodíaco grecoegipcio. Son ellos: • Ruax. Su nombre puede estar relacionado con el latín rex, ‘rey’, por tratarse del primero y más importante de los decanatos. En MS Q se presenta como el Carnero. Causa dolor de cabeza y palpitación de sienes. De acuerdo con el citado manuscrito, hace por añadidura que las cabezas de los hombres funcionen con más lentitud o, directamente, permanezcan ociosas. Y para colmo: provoca calvicie. Es frustrado por el arcángel Miguel, de acuerdo con la fórmula “Miguel, aprisiona a Ruax”. • Barsafael. Hace que los hombres nacidos en el período de tiempo de su dominio (en sentido astrológico) sufran dolores “en los costados de la cabeza” (¿las sienes?, ¿los parietales?). Es frustrado por el arcángel Gabriel, de acuerdo con la fórmula “Gabriel, aprisiona a Barsafael”. En la Higromancia de Salomón se menciona a un ángel Pharsaphaēl, en regimiento de la segunda hora del día lunes, y frustrante del demonio Skoliōn. 19 • Artosael. Su nombre tal vez pueda derivar del griego arktos, ‘oso’. Hace mucho daño a los ojos. Es frustrado por el arcángel Uriel, de acuerdo con la fórmula “Uriel, aprisiona a Artosael”. • Oropel (Horopel, Horopolos, Aropolos). Tal vez esté relacionado con el dios egipcio Horus. Ataca las gargantas, causando en ellas llagas o úlceras, y mucosidad. Es frustrado por el arcángel Rafael, de acuerdo con la fórmula “Rafael, aprisiona a Oropel”. • Kairoxanondalon. Gundel observa que en la composición de este nombre se halla el griego dalos, ‘antorcha’, y sugiere que el personaje podría ser análogo al decanato Lampadias, “el Portador de la Antorcha”. Causa obstrucción de oídos. Es frustrado por el ángel Ourouel o Uruel, de acuerdo con la fórmula “Ourouel/Uruel, aprisiona a Kairoxanondalon”. • Sphendonael. Produce tumores de la glándula parótida e incurvación tetánica. Es frustrado por el ángel Sabael, de acuerdo con la fórmula “Sabael, aprisiona a Sphendonael”. • Sphandor. Debilita la fuerza de los hombros, amortigua los nervios de la mano y paraliza las extremidades. Según MS Q, machaca y quiebra los huesos del cuello y succiona las médulas. Es frustrado por el ángel Arael, de acuerdo con la fórmula “Arael, aprisiona a Sphandor”. • Belbel. Pervierte los corazones y las mentes de los hombres. Es frustrado por el ángel Karael, de acuerdo con la fórmula “Karael, aprisiona a Belbel”. • Kourtaēl. Envía fuertes cólicos a los intestinos. Es frustrado por el ángel Taôth, de acuerdo con la fórmula “Taôth, aprisiona a Kourtaēl”. Gundel sugiere para este nombre las raíces kouros, ‘juvenil’, o kourizō, ‘corte’, refiriendo quizá a una deidad emasculada o que se automutila. En la Higromancia de Salomón Kourtaēl es un ángel, que preside la hora 17 del día miércoles, y frustra al demonio Bleminch. • Metathiax. Causa dolores en los riñones. Es frustrado por el ángel Adonael, de acuerdo con la fórmula “Adonael, aprisiona a Metathiax”. • Katanikotael. Desencadena peleas y banderías en los hogares. Sus ángeles frustrantes son Ángel, Eae, Ieo y Sabaôth. Para ponerlo en fuga es menester escribir estos nombres sobre siete hojas de laurel, empaparlas luego en agua y por fin rociar la casa con ella. • Saphthorael. Pone disensiones en las mentes de los hombres y se deleita con sus tropiezos. Para frustrarlo es necesario escribir en un pergamino (tal vez al revés) las palabras “Iae, Ieo, hijos de Sabaôth” y llevarlo alrededor del cuello. Gundel cree que es probable que el nombre se construya con sapha, ‘claramente’, y Thoraíon (Θοραίον), epíclesis de Apolo. Sin embargo, es más probable que Thoraíon sea una forma variante de theós ton thiríon 20 (θεός των θηρίων), ‘dios de las bestias’. Aunque en el Lexicon de Hesiquio figura como una epíclesis laconia, es casi seguramente beocia: había un templo dedicado a Apolo Thourios en la Queronea de Beocia. Los hijos de Sabaôth son mencionados en uno de los manuscritos de NagHammadi, el gnóstico Sobre el origen del Mundo, en tanto el aciago demiurgo Ialdabaoth porta un nombre que es fusión de Iao y Sabaôth. Su progenie totaliza allí 49 demonios, y se dice que “sus nombres y funciones” pueden encontrarse detallados en el “Libro de Salomón”. • Phobotel. Afloja los tendones. Es frustrado por el ángel Adonai, de acuerdo con la fórmula “Adonai, aprisiona a Phobotel”. Gundel sugiere una personificación de phobos, ‘miedo’. Pero, de hecho, esta personificación ya existía en la mitología griega: allí, Fobos se presenta como hijo de Ares, dios de la guerra, y de Afrodita, diosa del amor. Véase Ilíada XIII, 298 y ss.. • Leroel. Trae chuchos de frío y temblores, y dolor de garganta. Para ponerlo en fuga, es necesario recitar el siguiente exorcismo: “Iax, no te mantengas firme, no seas ferviente, porque Salomón es más justo que los Once Padres”. Tal vez esto refiera a los once antecesores inmediatos de Salomón por vía paterna, según el llamado árbol de Jesé (Lc. III: 23-38): David, Jesé, Obed, Booz, Salmón, Naasón, Aminadab, Aram, Esrom, Fares y Judá. Gundel conjetura que el nombre remite a la vez a un globo, bolsa llena de aire; por extensión, a un mentiroso o charlatán… e incluso un bufón; y también a un conjunto de baratijas y joyas de bisutería. • Soubelti. Desata entumecimiento e insensibilidad. Es frustrado por el ángel Rizoel (a quien el MS Q llama “Zôroêl”), de acuerdo con la fórmula “Rizoel, aprisiona a Soubelti”. • Katrax. Inflige fiebres incurables. Para recuperar la salud, el enfermo debe frotar sus labios con coriandro pulverizado, diciendo: “Te conjuro por Zeus, retírate de la imagen de Dios”, circunloquio para designar a todo hombre, siguiendo a Gen. I: 26. El MS Q recomienda, en cambio, recitar la siguiente fórmula: “Fiebre, que procedes de la inmundicia. Te exorcizo por el Trono de Dios Altísimo: retrocede, de regreso a la inmundicia, y abandona a esta criatura creada a semejanza de Dios”. • Ieropa (Jeropa, Ieropael). Se sienta sobre el estómago de los hombres –presumiblemente mientras duermen, al modo de los alp, demonios de la pesadilla europeos–, les causa convulsiones cuando se hallan en el baño, y los derriba al suelo cuando se hallan en la calle. Para obligarlo a retirarse, hay que decir tres veces en el oído derecho del afligido: “Iouda Zizabou” (o “Iudarizé, Sabuné, Denoé”, como quiere el MS Q). • Modebel (Buldumēch). Separa a la esposa del esposo. Huye cuando se escriben sobre las puertas de la casa los nombres de los Ocho Padres, con lo cual tal vez se aluda a la Ogdóada, las ocho deidades primordiales de la mitología egipcia, que se agrupaban en cuatro parejas: Nun y Naunet 21 (las aguas originales, el caos); Heh y Heket (el espacio infinito); Kuk y Kauket (las tinieblas); y Nia y Niat (la vida), sustituidas estas, a veces, por Tenemu y Tenemet (lo oculto), o por Amón y Amonet (el principio de los misterios, el saber esotérico); o bien, en cambio, a los ocho antecesores inmediatos de Salomón por vía paterna, según el árbol de Jesé: David, Jesé, Obed, Booz, Salmón, Naasón, Aminadab y Aram. En abono de esta última posibilidad puede aducirse el texto del MS Q, según el cual este demonio asegura al Rey Sabio que solo se retira “si alguien escribe los nombres de tus ocho padres, Salomón [la cursiva es nuestra], en pergamino, y lo coloca en la antecámara de su casa…”, pronunciando la siguiente fórmula de exorcismo: “El Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob te ordenan: retírate de esta casa en paz”. • Mardero. Funciones duplicadas de las atribuidas antes a Katrax. Según sugiere Gundel, su nombre podría traducirse como la mano que desuella o que mutila. Huye si este se escribe, en cualquier modo, en algún punto de la casa. • Rhyx Natotho. Tal vez relacionado con el dios egipcio Thoth. Atormenta las rodillas de los hombres, posiblemente mediante la enfermedad conocida como gota. Huye cuando se escribe en un trozo de papiro el nombre “Phounebiel”, presuntamente el de su ángel frustrante, al que Gundel supone basado en la deidad egipcia Phtah-Nun, padre de Atum. El MS Q pone: “Si alguien escribe en una hoja de libro: ‘Sphénēr, Rafael, retírate y no me arrastres contigo, ni me desuelles’, y lo ata en torno a su cuello, al punto retrocedo”. • Rhyx Alath. Produce tos ferina en los bebés. Se lo frustra escribiendo “Rarideris” –nombre que tal vez derive del de la diosa egipcia Thueris– sobre algún soporte (no se especifica si papiro, madera, arcilla, piedra o metal), y se lo lleva encima o se toca con él al bebé afectado. • Rhyx Audameoth. Provoca dolor de corazón. Su fuga se logra escribiendo “Raiouoth” o “Rorêx”. Gundel afirma que el autor del TSal., que él supone hebreo, escondió en el nombre de este demonio a un cuasi ignoto dios sirio del sol, Aumos. Sin embargo, en la actualidad se descree firmemente en la existencia de esta deidad, leyéndose en forma diversa la única inscripción en que al parecer se la mencionaba: theos Aumou no sería “Dios Aumos” sino “el dios de Aumos”, siendo éste tan solo el nombre de un sacerdote. • Rhyx Manthado. Funciones duplicadas de las atribuidas antes a Metathiax. Se lo ahuyenta escribiendo los que suponemos nombres de sus ángeles frustrantes: “Iaoth, Uriel”. El MS Q dice que ha de agregarse “Nefthada” y que la inscripción debe hacerse sobre un plato de estaño, que el oficiante llevará atado a las caderas. • Rhyx Aktonme (Akton). Provoca dolor de costillas. Se lo frustra escribiendo sobre un trozo de madera de algún barco encallado “Marmaraôth de niebla”. Según el MS Q, la inscripción debe hacerse “en 22 algo de cobre, tomado de un buque que [se] haya perdido”, y rezar: “Marmaraôth, Sabaôth, perseguid a Akton”. El objeto así intervenido se fijará por fin “en los lomos” del oficiante. • Rhyx Anatreth. La naturaleza del mal que provoca resulta confusa en nuestro texto. Este demonio se presenta diciendo: “Envío zezeis (‘burbujeos, efervescencias, ebulliciones’) y quemo hasta las entrañas”. Podría significar: “Hago bullir (la sangre)…”, etc.. Duling traduce extrañamente: “I send gas”. O tal vez no tan extrañamente, si estableció una asociación implícita con Crépito, el dios latino… del pedo, el cual, según ciertas fuentes, era objeto de adoración marginal en Egipto. Para poner a Rhyx Anatreth en fuga debe decirse “Arara, Arare” o “Arara, Charara”, fórmulas muy recurridas en los papiros mágicos alejandrinos. • Rhyx el Enautha (o Enenuth). Roba las mentes, es decir, causa alienación o locura, y altera los corazones, entendiéndose esto en sentido no anatómico. Se retira al escribirse “Kalazael” o, según el MS Q, “Allazoôl”. Gundel sugiere que el nombre Enautha contiene el de la diosa egipcia del cielo, Nut; o bien que deriva del verbo griego enaud, ‘iniciar un fuego’. • Rhyx Axesbuth (Axiôpheth). Provoca diarrea y hemorroides. Debe ser conjurado en vino puro, que luego se dará de beber al afectado o afectada. En el MS Q, el vigesimoséptimo espíritu es Phéth, que causa consunción y hemorragia. Se lo exorciza con vino de olor dulce y sin mezcla, “del undécimo Eón”, diciendo: “Yo te exorcizo por el undécimo Eón, y exijo que te detengas, Phéth”. Por fin, el enfermo/a puede degustar el producto último de la vid. La alusión al undécimo Eón refiere al más complejo de los sistemas gnósticos, que contempla treinta Emanaciones: la N° 29 –undécima de la Dodécada– es Makariótes, esto es Felicidad, alegría. O Deseado, según Ireneo. • Rhyx Hapax (Harpax). Señala Gundel que la variante Harpax remite, al mismo tiempo, a las ideas de ‘ladrón’, ‘robo’ e ‘instrumento para picar’. El dibujo de este dios decano en el astrónomo y astrólogo Abū Maʿšar (llamado Albumasar en latín y Apomasar en griego bizantino) le atribuye dientes largos y afilados, y lo presenta provisto de una cuerda… y de un anzuelo de pesca. En TSal. desata el insomnio. Para provocar su huida, débese escribir “Kok, Phedismos” y colocar el material sobre el que se hizo esto “bajo un templo”, sea simplemente poniéndolo a la sombra de su techo o enterrándolo en sus cimientos. • Rhyx Anôster. Parece concentrarse en blancos femeninos, pues desata histeria (o la manía uterina) y causa dolores de vejiga. Recuérdese que en griego hysteron significa ‘útero’ y que el orgasmo femenino era llamado en la antigüedad ysterikó paroxysmó (υστερικό παροξυσμό), ‘paroxismo histérico’. Las víctimas deben machacar semillas de laurel en aceite puro, y masajear su cuerpo con esta mezcla diciendo: “Te conjuro por Marmaraôth”. 23 Gundel sugiere que Anôster podría contener la palabra griega nostos, ‘regreso a casa’, refiriéndose tal vez a un malvado demonio que evita los felices retornos al hogar y, por extensión, también “el logro de un objetivo establecido”. A su entender, esta deducción se vería apoyada por el Picatrix –traducción al castellano, ordenada por Alfonso X el Sabio alrededor de 1256, del tratado de magia talismánica Gāyat al-hakīm–, donde el 29 es el decanato “de la búsqueda de lo que uno no puede saber o no puede lograr”, búsqueda “donde no hay final a la vista”. • Rhyx Phisikoreth. Demonio de las enfermedades crónicas. Es frustrado mediante una sencilla operatoria mágica (masajeando el cuerpo enfermo con aceite de oliva en el que previamente se ha diluido sal) e invocando a los querubines y serafines. • Rhyx Aleureth (Alleborith). Demonio cuya función tal vez se limite a perseguir a las personas que comen pescado, atragantándolas con sus espinas. Tan maléfica acción se frustra con operatoria de magia simpática: débese tomar otra espina del mismo pescado, colocarla en la boca, toser y expulsarla, obligando así a la que se encuentra atravesada en la garganta, por simpatía, a eyectarse fuera. • Rhyx Ichthuon. Despega los tendones del cuerpo. Se retira al escuchar “Adonai, malthé”. • Rhyx Achoneoth. Funciones en parte duplicadas de las atribuidas antes a Oropel, ya que causa dolor de garganta y amigdalitis. Huye cuando se escribe el nombre “Leikourgos”, varias veces y una sobre otra, en hoja de hiedra, quitándole una letra por línea; se forma así un triángulo con el vértice hacia abajo, que evoca un racimo de uvas. Λυκούργος υκούργος κούργος ούργος ύργος ργος γος ος ς Nos hallamos ante un procedimiento de “erosión mágica”, del que, de hecho, poseemos otros ejemplos: “Antes de beber por la noche, y para librarse del demonio que hace perder la vida, debe golpearse la tapadera del jarro que contiene el agua y decirse en voz baja: Tú, un tal hijo de un tal (el propio oficiante), tu madre te advirtió y te dijo: Guárdate de SHABRIRI, BRIRI, IRI, RI, I.” Maurice Bouisson, que transcribe este conjuro del Talmud de Babilonia (Aboda Zara 12b), comenta: “El encantamiento hace reabsorber al demonio... Después de recitar esta fórmula puede beberse sin temor, suponiéndose que Shabriri ha ido pereciendo conforme se fueron recortando las sílabas de su nombre”. 24 Leikourgos (Licurgo) probablemente refiera al rey tracio que, según nos transmite Apolodoro (Bibl. III, 5, 1), prohibió el culto a Dioniso y apresó a las Bacantes junto con una multitud de sátiros. Encolerizado, el dios castigó al monarca con la locura: terminó asesinando a su hijo Driante de un hachazo, al confundirlo con un sarmiento de vid, planta consagrada a Dioniso; para evitar la esterilidad de la tierra, los súbditos de Licurgo lo hicieron descuartizar por caballos. Esta identificación parece válida, por cuanto el principal símbolo del poder de Dioniso era un báculo al que se enroscaban hojas de hiedra, con las cuales también solía aparecer coronado; y por fin, el descuartizamiento físico del Licurgo tracio guarda relación con el “descuartizamiento simbólico” del nombre, letra a letra. • Rhyx Autoth (Autotith). Provoca celos y disputas entre los que se aman. Es frustrado por las letras alfa y beta, o bien alfa y omega. En razón de ser estas la primera y la última letra del alfabeto griego, usualmente simbolizan el Principio y el Fin. Jesús, por ejemplo, aparece aplicándoselas a sí mismo (Ap. XXI: 6). • Rhyx Phtheneoth. Demonio del mal de ojo o aojamiento. Es frustrado por el dibujo, pintura o grabado del ojo afectado, en un amuleto muy recurrido en Medio Oriente: el ojo que mucho sufre. Es frecuente que tal representación incluya el nombre de Salomón o su sello. En Phtheneoth, Gundel ve a Ptah, el dios egipcio Señor de la Magia, Maestro Constructor, inventor de la albañilería, patrón de los arquitectos y artesanos. “Pero esta interpretación no es absolutamente necesaria. Porque hay una personificación del dios egipcio Phtheneutes, que lleva como símbolos al halcón de Horus y al carnero de Ammon o Khnum”. • Rhyx Mianeth (Bianakith). Guarda rencor contra el cuerpo, demuele casas y hace que la carne se pudra. Tal vez se presuma aquí una relación de analogía o simpatía entre el cuerpo humano y la casa, de humani corporis fabrica y la fabrica propiamente dicha: de tal modo, la corrupción de los muros correría paralela a la de la carne; las cañerías deterioradas se reflejarían en venas y arterias enfermas, et sic. De hecho, la relación casa-cuerpo puede verse ya en Lev. XIV: 34-53, donde se habla de “la lepra de los muros” y se prescribe un ritual de limpieza mágica. Rhyx Mianeth huye cuando se escribe sobre la entrada principal de la casa “Melto Ardad Anaath”. Gundel dice que Ar-ta, un dios creador egipcio, está escondido en Ardad; en Anaath, en cambio, estaría Neith, el dios cocodrilo de Egipto. Cabe señalar, empero, que en el texto pahlavi del Zend-Avesta se hace mención a los Arda Fravaš, Santos Ángeles Guardianes del zoroastrismo; y que la raíz -ard aparece en la composición de varios nombres angélicos, como Ard, Ardâ Vîrâf, Ardâî-Fravard y Ardavahist. En los textos medievales, Ardad es tanto un ángel que guía a los viajeros extraviados como un demonio que extravía a los viajeros. Por otro lado, tal vez pueda reconocerse en Anaath a la primitiva diosa semita de la fertilidad, Anat o Anu. 25 60. Ephippas (TSal. 22, 23, 24). Demonio árabe del viento. Reside en el desierto de Arabia. Según la carta de Adarkes, rey de dicho país, se manifiesta como una fresca y recia ráfaga de viento, que sopla desde la mañana temprana hasta la hora tercera, y a cuyo terrible choque perecen hombres y bestias, sin que ninguna defensa física o espiritual resulte suficiente para detenerla o frustrar su ponzoña. Es capturado por un joven sirviente de Salomón –siguiendo expresas instrucciones del rey y con ayuda de su mágico anillo– en el interior de un odre de cuero. Ephippas es un demonio tan poderoso que, aun de tal modo prisionero, alcanza cierta libertad de movimientos: frente a Salomón, hace que el odre se yerga y camine; incluso, entrando bajo la pesadísima piedra angular, que hasta entonces ni obreros humanos ni demonios habían logrado desplazar, la levanta, y a continuación sube con ella encima un tramo de escaleras, colocándola, por fin, donde el rey quería: en lo alto de una esquina, cerca de la entrada del Templo. Es Ephippas quien libera a Abezethibud, atrapado en el fondo del mar Rojo; con él lleva a Jerusalén la Columna de Nube. Se dice que ambos tienen poder para trastornar el mundo entero en algún momento del tiempo. Por ello Salomón los engaña y los somete a sostener en el aire la Columna hasta el día del Juicio Final. En el MS Q, Ephippas declara que es frustrado por “el Dios Soberano…, el que nacerá a través de una virgen y será crucificado por los judíos en una cruz, al que ángeles [y] arcángeles adoran”. En la Higromancia de Salomón, Ephippas aparece como un demonio que alcanza poder en la hora 19 del día miércoles, y resulta frustrado por un ángel llamado Peraniēl. 61. Abezethibud (TSal. 25). Demonio del mar Rojo que posee solo un ala, no está claro si por naturaleza propia, como castigo divino o por haberla perdido en alguna de sus andanzas. Una vez se sentó en el Primer Cielo, junto a Beelzebul, y tal vez su nombre haya sido allí Ameluth. Se trata de una criatura sumamente hostil, incluso hacia sus congéneres: se dice que conspira contra cada espíritu bajo el cielo. Beelzebul le ha confiado la custodia de los hombres que encadenó en el Tártaro. Fue Abezethibud quien endureció el corazón del faraón cuando Moisés intercedió por la libertad de su pueblo. Fue el invocado por los magos egipcios Jannes y Jambres, que compitieron con el líder hebreo en la realización de prodigios. Al emprender por fin los judíos su Éxodo, fue también responsable de la persecución acometida por el ejército faraónico. Cuando Moisés escindió las aguas del mar Rojo, gracias a lo cual los fugitivos lograron cruzar a la opuesta orilla, el demonio acompañó a los soldados, que se lanzaron tras sus huellas procurando imitar la hazaña. El paso se cerró y, sorprendido Abezethibud, se vio sumergido por las turbulentas olas, junto con los egipcios; quedó así inmovilizado en el fondo del mar, atrapado bajo la Columna de Nube desde donde, durante el día, Dios guiaba a los hebreos. Fue rescatado por Ephippas, a quien ayudó a trasladar dicha Columna hasta Jerusalén. Salomón lo condenó, al igual que a su asociado, a aguantarla sobre sus espaldas hasta el Fin del Mundo. Como ambos demonios son iguales al aire y, por tanto, invisibles, la Columna parece flotar ingrávida; pero, si se la mira con atención, se notará que su parte inferior se ladea un tanto. 26 BIBLIOGRAFÍA A. Bibliografía técnica 1. Ediciones del Testamento de Salomón BORNEMANN Friedrich A., “Das Testament des Salomo. Aus dem Griechischen übersetzt”, Zeitschrift für die historische Theologie, 1844, vol. 14, nº 3, pp. 9-56. BUSCH Peter, Das Testament Salomos. Die Älteste Christliche Dämonologie Kommentiert und in Deutscher Erstübersetzung, Walter de Gruyter, Berlín, 2006. CONYBEARE Fred C., “The Testament of Solomon”, The Jewish Quaterly Review, University of Pennsylvania Press, oct. 1898, vol. 11, n° 1, pp. 1-45. COSENTINO Augusto, Testamento di Salomone, Città Nuova, Roma, 2013 (Testi Patristici). DULING Dennis C., “Testament of Solomon”, en James H. Charlesworth (ed.), The Old Testament Pseudepigrapha, Doubleday & Co., Nueva York, 1983, vol. I, pp. 948-987. 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