EL CONOCIMIENTO INTRODUCCIÓN Uno de los asuntos más típicamente filosóficos ha sido el denominado problema del conocimiento, es decir, definir: qué es conocer. qué tipos de conocimiento existen. cómo reconocer el conocimiento verdadero (el problema de la verdad). El problema de la realidad, después de Kant, es filosóficamente indisociable del problema del conocimiento y viceversa. Verdad y certeza, a su vez aluden desde Descartes respectivamente a los contenidos objetivos de nuestro conocimiento y la seguridad subjetiva con que podamos sustentarlos. Ambos pares de conceptos forman una malla, una red de relaciones que es preciso desentrañar conjuntamente. LA PERCEPCIÓN A la hora de dilucidar cómo llegamos a ver y experimentar el mundo que nos rodea, lo que parece claro es que el mundo, en una visión física, es una acumulación de partículas atómicas y una serie de ondas de energía. Este primer dato, aunque sea el punto inexcusable del que haya que partir, nos aclara bien poco cómo a partir de estas ondas y energía, nosotros y el resto de los animales, construimos de forma constante la realidad. En una primera aproximación podemos decir que los sistemas sensoriales que poseemos llevan a cabo una labor que consiste en transformar los estímulos físicos en una variada gama de impulsos nerviosos que, a través de múltiples procesos, llegan al cerebro y producen sensaciones y percepciones. A través de la Bioquímica y la Neurología se pudo llegar a saber que nuestra imagen del mundo se desarrolla en general por la actividad de las neuronas (en especial las situadas en el córtex y en el tálamo), más bien que por la energía de los estímulos que llegan al cerebro. Esta idea hizo que la Psicología se fuera diluyendo en análisis más neurobiológicos. Así hoy sabemos que: 1. la vigilia y la respuesta a los estímulos se situaría en el tronco encefálico y en el córtex. 2. Los análisis, la codificación y el almacenamiento de la información estarían localizados en la zona cerebral que va desde la región occipital a la cisura central. 3. Y la formación de intenciones y programas, así como la atención y la concentración, en la zona frontal. La existencia de organismos capaces de conducirse data de hace 1500 millones de años. La ameba es capaz de responder bajo dos modalidades: aproximación y captura. Dentro de los protozoos, el paramecio tiene el grado más alto de diferenciación y capacidad adaptativa, con filamentos pre-neuronales y memoria. Los organismos unicelulares poseen ya unos rudimentos de conducta animal, con tropismos, cinesias y taxias. Dentro de los organismos pluricelulares, los protozoos, existe ya un alto grado de especialización: motilidad y sensibilidad. El sistema nervioso parece haber surgido de un tipo hormonal. El primer sistema nervioso, el de los celentéreos, es de cuño reticular, donde se da ya la coordinación. El sistema nervioso cordal, como el de los platelmintos y nemátodos, tiene ganglios cerebroides, dos cordones nerviosos ventrales y cordones nerviosos laterales. El siguiente paso son los sistemas ganglionares, donde las excitaciones son transmitidas de manera específica a lugares determinados, lo cual implica una relativa jerarquización del sistema, pasando ciertos paquetes neuronales a tomar el mando de la conducta. El sistema nervioso anular o radial, presente en equinodermos (erizo y estrella de mar), Sistema nervioso tubular: cordados (vertebrados). Presenta un cordón nervioso (médula espinal), que se ensancha para formar el tronco encefálico y el encéfalo (SNC), Existen prolongaciones nerviosas que llegan a todos los sectores del cuerpo. (SNP). Sin embargo, no se trata de seguir un exhaustivo análisis de los diferentes sistemas nerviosos que han conducido hasta la formación del cerebro humano. Ya en el desarrollo fetal humano se ve la importancia que tiene el cerebro, donde ya al final de la 4ª semana es la parte más voluminosa del cuerpo embrionario, con un desarrollo extraordinario en las semanas posteriores. Los componentes esenciales del cerebro son las neuronas. La neurona es la unidad estructural y funcional básica del sistema nervioso central. El resultado de la interacción de millones de neuronas constituye el comportamiento. Toda esta serie de datos explicativos de las diferentes ciencias, relacionadas con los procesos del conocimiento humano, no nos ofrecen una teoría que pueda englobar los hechos del conocer. . APRENDIZAJE Y MEMORIA Es imposible tratar el problema de conocimiento si hacer alusión a los conceptos de aprendizaje y memoria. El aprendizaje es la adquisición o desarrollo de nuevas conductas, mientras que la memoria sería el recuerdo de tales conductas. Las teorías sobre el aprendizaje han girado en torno a dos tipos de aprendizaje: 1. Un aprendizaje involuntario, el condicionamiento clásico de Pavlov. En este proceso el estímulo condicionado (EC) se presenta junto con un estímulo incondicionado (EI). Por ejemplo, la comida, que provoca una respuesta incondicionada (RI), la salivación. Después de aparear cierto tiempo, comida (EI) con la luz (EC), éste provoca, por sí mismo y sin la ayuda de comida, la misma respuesta que ésta (RC). COMIDA (E.I.) SALIVACIÓN (R.I.) . COMIDA (E.I.) SALIVACIÓN LUZ (E.C.) LUZ (E.C.) SALIVACIÓN (R.C.) 2. El condicionamiento operante de Skinner. Estudia el comportamiento que opera con el fin de obtener un cierto resultado, siendo el campo del aprendizaje operante la adquisición de respuestas que son instrumentos de algún tipo de gratificación. En este aprendizaje el estímulo condicionado (EC) es presentado junto con la oportunidad de responder de varias maneras; la respuesta correcta está reforzada. Después de administrar varias veces un refuerzo, cuando la respuesta condicionada es la deseada, el estímulo sirve como señal para realizar la respuesta aprendida. RESPUESTA A LUZ (E.C.) RESPUESTA B COMIDA (REFUERZO) RESPUESTA C LUZ (E.C.) RESPUESTA B COMIDA La diferencia entre los dos tipos de aprendizaje residiría en que, en el condicionamiento clásico, el estímulo y la respuesta deben tener cierto tipo de afinidad natural (comida, salivación), mientras que en el operante el refuerzo puede fortalecer cualquier tipo de respuesta. En el condicionamiento clásico se trata de descubrir cómo aprende el animal las asociaciones; en el operante, cómo aprende el animal a interrelacionarse con su ambiente. Otro ejemplo de una situación de aprendizaje aparentemente sencilla en la que es necesario contar con la memoria: habituación de la respuesta de paralización en un gusano. Muchos animales, cuando se les toca responden “haciéndose los muertos”. Esta respuesta de paralización se habitúa, es decir, si tocamos sucesivamente al gusano, cada vez está menos tiempo haciéndose el muerto. Si, por ejemplo, repetimos la experiencia 10 veces, puede que nos encontremos con una serie de paralizaciones. La primera vez que presentamos el estímulo (una determinada presión sobre el gusano) el gusano estaba paralizado durante 260 segundos, mientras que en la décima vez solo permanece inmóvil 7 segundos. ¿Cómo se puede explicar este cambio de comportamiento como reacción a la misma estimulación? Cuando en el 10º ensayo el gusano responde de un modo distinto a como lo hizo en el ensayo anterior, podemos suponer que hay algo que, sin estar físicamente presente, determina la actividad del gusano, puesto que lo que está físicamente presente en el 1º ensayo y lo que está físicamente presente en el 10º es exactamente lo mismo. Eso que no está físicamente presente, son los ensayos anteriores. Sólo teniendo en cuenta toda la serie de actividades de paralización sucesivas ante la misma estimulación, podemos explicar lo que se conoce como habituación. Por tanto, la habituación es un proceso que requiere el uso de la memoria. Es importante resaltar la presencia de la memoria en esta situación de habituación. Si no retuviéramos nada de la experiencia previa no se podría realizar aprendizaje. Aprendizaje y memoria son fenómenos interrelacionados; el primero centra su interés en la adquisición de todo tipo de conocimiento, mientras que la memoria hace hincapié en la retención y uso de ese conocimiento. Sin el proceso de la memoria todos los sucesos pasados se desvanecerían, la inteligencia no podría tener lugar. En una primera aproximación, la memoria es la elaboración de una impresión a partir de los datos de la experiencia, de esa impresión se retienen ciertas características que entran en los registros de la conciencia o conducta. La memoria es un proceso en el que interviene toda una compleja actividad cognoscitiva, a través de etapas diversas que van, progresivamente, incluyendo el material recibido en cada vez más crecientes sistemas de relaciones, haciendo que cada huella impresa se incluye en un sistema multidimensional. Entre los factores que coadyuvan a plasmar las actividades mnésicas los neurotransmisores parece que desempeñan un papel central. Habría una conexión bastante estrecha entre la consolidación de la memoria y la elaboración de las proteínas en el cerebro. Los neurotransmisores producen muchos y muy diversos efectos en la sinapsis; pues al existir distintos tipos de poros en la membrana celular, éstos se abren o cierran ante la presencia de neurotransmisores, permitiendo que los iones atraviesen la membrana de la neurona. Por ejemplo, las llamadas “morfinas endógenas”, tanto las encefalinas como gran parte de las endorfinas pueden influir, facilitando o inhibiendo, el aprendizaje y el recuerdo de una tarea aprendida. Existen, pues, un grado muy alto de seguridad de que, si se extraen macromoléculas del cerebro de animales entrenados, y se inyecta en ratas no entrenadas, el aprendizaje de estas ratas que recibieron RNA se encuentra muy facilitado. Habría, según esto, una memoria bioquímica que, incluso, podría transferirse de un animal a otro. Los cerebros de animales entrenados tienen más repliegues que los de animales no entrenados. Las ratas que se han criado en ambientes enriquecidos tienen más células gliales que las de los empobrecidos; también el ambiente enriquecido da lugar a cuerpos celulares y núcleos más grandes. En las interconexiones sinápticas entre las neuronas del cerebro y los procesos internos que se producen en las neuronas residen las características de cada memoria. La memoria del hombre posee una estructura compleja y no es un simple registro, conservación y cotejo de la información. Se parte de un cierto número determinado de impresiones aisladas, que se van combinando en estructuras complejas, para incluirse luego en sistemas de conexiones conceptuales dados con una estructura propia. Esto explicaría el que ciertas huellas, al ser recuperadas, sufran cambios considerables, volviéndose, a veces, más generales y esquemáticas y no invariables. La memoria es, pues, una actividad mnésica que no se circunscribe a un mero registro de la información, sino que la elabora activamente. LA INTELIGENCIA Centenares de experimentos se llevaron a cabo para intentar demostrar la no existencia de una singularidad intelectual en cualquiera de los escalones de la jerarquía evolutiva de los animales. Si existen diferencias de una especie a otras, es sólo cuestión de grado. La etología ha introducido una serie de conceptos nuevos para explicar los procesos inteligentes, desde la perspectiva de su incardinación biológica: “imprinting” “instinto”, “etogramas”, “mimetismo”. La propia fulguración que habría dado lugar a la inteligencia humana no sería más que un caso particular de procesos más generales de fulguración (o anamorfosis) por el que dos o más sistemas independientes entre sí se enlazan en una misma unidad que manifiesta propiedades cualitativamente distintas a las de sus elementos. Tanto desde el punto de vista filogenético como ontogenético ha existido siempre un proceso continuo de adaptación al medio ambiente exterior por el organismo. Es, pues, normal que dicha adaptación tome un sesgo más complicado cuando el medio exterior se vuelve progresivamente más complejo. La percepción supone un conocimiento del mundo por pura contigüidad. Se necesita tener los objetos en un tiempo y en un espacio cercanos, de modo que puedan ser aprehendidos en su misma presencia temporal y espacial. Sin embargo, existe otra clase de actividades psíquicas que cuando alcanzan un determinado nivel de complejidad cambia también su estructura y funcionamiento interno a la hora de aprehender el mundo objetual. Estas actividades psíquicas suelen denominarse intelectuales, y la inteligencia es su paradigma más representativo. En la inteligencia, los objetos pueden subsistir en el conocimiento, aunque no estén presentes; las distancias espaciotemporales entre el sujeto y los objetos marcan la diferencia significativa frente a otro tipo de conocimiento, y es precisamente este alejamiento del sujeto de los objetos, lo que permite a éste conocerlos mejor, transformarlos, al permutar sus posibles apariciones pasadas y, por tanto, al lograr un grado cada vez más elevado de libertad constructiva frente al mundo. Las conductas humanas, que ahora deben analizarse desde este punto de vista, operan a distancias cada vez más amplias, y el equilibrio con el medio en el que se desarrollan se vuelve mucho más móvil a la vez que complejo, y es en este proceso en donde reside la posibilidad de que la acción conductual de determinados organismos se extienda en principio a distancias infinitas, a todo el universo. La inteligencia posee esa capacidad infinita de lanzarse a recorrer distancias infinitas, a través de infinitos recorridos que, aunque en ocasiones sean caminos fallidos, equivocados, puede siempre la inteligencia volver a retomar la bifurcación exacta e idónea; esta es una de las características más importantes de nuestra inteligencia, frente por ejemplo a la inteligencia de los ordenadores, en éstos una mínima equivocación lineal supone el derrumbamiento total del proceso deductivo, nuestra inteligencia, sin embargo, puede equivocarse en un paso, tomar otro camino, sin que el proceso deductivo al que se pretende llegar sea alterado. Esta caracterización general de las actividades intelectuales superiores nos permite definir la inteligencia humana como un proceso de conocimiento heurístico cada vez más complejo. La inteligencia heurística se basa, para la resolución de los problemas, en un modo de operar muy similar a las prácticas del tanteo. Emplea procedimientos de búsqueda de soluciones que son relativamente fáciles de usar y suelen estar basados en su anterior efectividad para resolver problemas pasados. Esta inteligencia heurística se diferencia de la algorítmica, en que en ésta la solución correcta viene dada por un continuidad fija, que implica una contigüidad en la realización de las operaciones, mientras que en la inteligencia heurística los nexos que usen las operaciones no tienen que estar, en principio unidos por una contigüidad espaciotemporal, lo cual hace que sus colaboradores no sean siempre correctos; pero cuando se produce un error en una de las posibles conexiones, la búsqueda final de la solución no tiene por qué quedar interrumpida, ya que se puede reanudar el proceso eligiendo nuevos enlaces que no estaban previstos en las secuencias iniciales de las reglas. CONOCIMIENTO Y REALIDAD Debemos empezar por aclarar que una cosa son las palabras y otra los conceptos. El concepto perro se refiere a un tipo de animal doméstico, aunque lo podemos llamar perro, can, chucho, guau-guau. Es cierto que los términos no son exactamente iguales, sino que introducen algunos matices, pero el concepto (el perro) es el mismo. Sin embargo, el concepto de perro no es el perro real, porque de serlo no necesitaríamos hablar del concepto de perro, sino que hablaríamos del perro directamente. El ejemplo anterior nos sitúa ante el problema filosófico del conocimiento: la distinción entre el conocimiento y la realidad. La realidad no es lo mismo que el conocimiento, porque si lo fueran no diríamos conocimiento de la realidad, sino que diríamos sólo conocimiento o sólo realidad. La filosofía ya desde antiguo reconoció este problema básico y por eso estableció dos partes distintas para abordar esos problemas por separado. El problema es que no se pueden abordar por separado, porque la separación sólo llevará a confusiones. Pero la distinción es clara: el conocimiento y la realidad. A cada una de estas dos “cosas” les corresponderá una parte o disciplina diferente de la filosofía. El conocimiento será objeto de la gnoseología (del griego gnosis que significa saber y logos, que significa razón) mientras que la realidad será objeto de la ontología (de onto, que significa cosa). Desde el punto de vista del materialismo no es posible separar la gnoseología de la ontología, por lo que las escuelas que pretendan hacer esa separación hacen lo que se denomina metafísica. El enfoque materialista del problema del conocimiento es la dialéctica. Según la dialéctica el conocimiento y la realidad están separados al principio del proceso dialéctico de conocimiento, proceso que termina en una unidad que llamamos concepto, en la que conocimiento y realidad ya no están separados. El problema es que ningún concepto es perfecto, para siempre, sino que conocer, significa precisamente mejorar nuestros conceptos o lo que es lo mismo establecer significados. EL PROBLEMA DEL SIGNIFICADO Conocer es comprender lo que nos ha pasado. Lo que nos ha pasado es nuestra experiencia. Conocer es, pues, comprender o conceptualizar nuestra experiencia. Es el problema del significado o del símbolo. Dicho problema está detrás de la distinción gnoseológico/ontológico, haciendo referencia a la distinción entre el conocimiento o el significado de una cosa (gnoseología) frente a la cosa (ontología). ¿Cuál es el problema del significado? El problema es porqué el dibujo esquemático de un perro hace que no entremos en la finca en donde está colgado. No hay nada que físicamente nos impida abrir la puerta de la finca y entrar, pero el dibujo del perro hace que no lo hagamos. ¿Por qué? Por lo que el cartel significa. El significado es una poderosa forma de influir en el comportamiento de la gente (y de los otros animales). Hay que entender bien esta peculiar forma de influencia que es el significado (porque es lo mismo que el conocimiento). No es algo espiritual, sino físico lo que influye en nosotros. Algo físico tiene que haber siempre. Lo físico es el dibujo del perro que está hecho en pintura visible pero el referente físico también podría ser el ladrido, por ejemplo. El ladrido no es el perro, pero implica que hay un perro que ladra. El ladrido significa que hay un perro. El cartel también. Si nosotros no entramos es porque interpretamos, sabemos o atribuimos un significado a ese cartel: hay un perro en esta finca. Por tanto, nosotros con el dibujo (símbolo) hacemos presente al perro real (significado). Otra manera de decir lo mismo es que el dibujo hace que nuestra memoria nos traiga al presente el perro real. Por tanto, una forma de expresar el concepto de “significado” es decir que hace presente lo que está ausente, o sea, por medio del significado nos comportamos como si los objetos mismos estuvieran presentes, aunque lo que está físicamente presente no es el objeto, sino la palabra o, en general el símbolo. Así cuando vemos un cartel que dice “PERRO” no hay nada en los trazos de las letras que nos haga ser precavidos, sino que es el significado. Es el perro real, que no está físicamente presente, el que nos hace ser precavidos. Aunque no se vea el perro desde la puerta de entrada, actuamos como si estuviera. LA CAUSALIDAD PARADÓJICA: LA PRESENCIA DE LO AUSENTE Hemos visto que en la habituación es necesario usar el concepto de memoria. Hemos visto que el mismo concepto está presente, por ejemplo, en la actividad artística (planificación “mental” de una obra de arte). Por lo tanto, el rango de fenómenos que tienen que ver con la definición de conocimiento que manejamos, es muy amplio, (coincide con todo fenómeno en el que esté involucrado un sujeto). Cuando analizamos el conocimiento individual hablamos de psicología (por ejemplo, el estudio del desarrollo del conocimiento infantil o el estudio de las habilidades de caza de los depredadores). Cuando hablamos del desarrollo del conocimiento del sujeto “humanidad” nos referimos al desarrollo de la técnica, las ciencias, las tecnologías, la filosofía, el arte y la religión. El problema del conocimiento es el concepto de significado, el cual es el mismo concepto que el de memoria, pero desde dos puntos de vista ligeramente diferentes. Al mismo tiempo, no podremos dejar de ver que el conocimiento es una contradicción (tener presente lo ausente). El modo en que el problema del conocimiento puede ser manejado es mediante lo que se conoce como dialéctica y es lo que vamos a ver a continuación. La gnoseología tiene que ser esencialmente dialéctica. LA DIALÉCTICA: AVANZAR NEGANDO La historia del pensamiento debe verse como la historia de un mismo objeto: la verdad. La verdad es la comprensión completa de todo. Ese todo se ha conceptualizado de muchas formas. Esas formas están conectadas entre sí, cada una se apoya en otras y la verdad es la que es capaz de explicar los errores de todas las demás, aunque las haya necesitado para constituirse a sí misma. Por lo tanto, los distintos sistemas (filosóficos, psicológicos, concepciones del Estado, etc.) no son opiniones que se puedan exponer unas al margen de las otras, como una exposición de esculturas. Se trata, más bien, de un mismo bloque de barro en el que los distintos sistemas han intentado plasmar lo que veían. La “realidad”, la verdad que estaban intentando abarcar, es tan compleja que en cada momento histórico los avances en el conocimiento permiten criticar las posiciones hasta entonces adoptadas. Pero sólo en la medida en que el conocimiento nunca empieza de cero, podemos ir construyendo un sistema, una teoría cada vez más globalizadora. Las teorías serán mejores o peores porque permiten abarcar más puesto que todas pueden abarcar algo. Lo que debemos ver claro es que la totalidad será aquello que logremos abarcar con nuestro conocimiento. Por lo tanto, los distintos sistemas sólo se pueden entender cuando se ven en movimiento, cuando se descubre la necesidad interna que llevó a un cambio. Entender los cambios, es entender la lógica general de la construcción del conocimiento. Eso es lo que nos proponemos, no tanto explicar la historia íntegra del pensamiento, pero sí aquellos aspectos relevantes para percatarse de la lógica de la construcción. El modo de enfocar el problema del conocimiento debe, mucho a una tradición filosófica llamada dialéctica. Podemos caracterizar la dialéctica por dos conceptos: a) Incorporación de la negación. b) Conceptualización del cambio o del movimiento. La incorporación de la negación se refiere al hecho de que un punto de vista dialéctico considera lo negativo como algo positivo. La negación es una forma de acercarse a una realidad. Es tan importante saber lo que se sabe, como saber lo que no se sabe. Al saber que no sabes tal cosa, sabes ya algo de esa cosa. Si no supieras absolutamente nada, ni siquiera podrías decir que no sabes tal cosa. Si hablamos de teorías gnoseológicas, el punto de vista dialéctico (o constructivista) afirma que un sistema teórico es siempre el resultado de la superación de las contradicciones de las teorías anteriores. Esto permite entender la evolución de las disciplinas porque la idea de la incorporación de la negación se convierte en la descripción de las negaciones establecidas entre las distintas teorías. La descripción de las negaciones mutuas da como resultado una lógica de las contradicciones. Si hay una lógica de las contradicciones, el avance se produce por esta lucha de contrarios, es decir por esta dialéctica. Dialéctica es avanzar negando y conceptualizar el movimiento que se produce por negación es explicar la realidad de eso que se mueve. Explicar el movimiento de un objeto, por ejemplo, una bola que cae por un plano inclinado es indicar qué posición ocupa en cada momento. La posición que ocupe en un momento determinado es una negación de la ocupación de cualquier otra posición. En definitiva, la dialéctica significa avanzar negando. EL CONOCIMIENTO COMO DIÁLECTICA DEL SUJETO Hemos mostrado alguna de las líneas de investigación científica posibles, para poder llevar a cabo una comprensión de mecanismos que hacen posible nuestra comprensión del mundo. Nos hemos centrado sobre los fenómenos de la visión, por ser ésta uno de los mecanismos a partir del cual se pueden llevar a cabo deducciones más amplias sobre el conocimiento. Ahora bien, esta serie de datos que nos ofrecen las diferentes ciencias en relación con los procesos del conocimiento humano, no nos ofrecen una teoría que pueda englobar, totalizar los hechos del conocer. Desde un punto de vista filosófico es necesario considerar en el problema del conocimiento, y más concretamente en la explicación de la percepción, dos términos: sujeto/objeto. Estos dos términos se pueden relacionar según dos variantes: 1. 2. El sujeto es absorbido por el objeto (realismo). El objeto es engullido por el sujeto (idealismo). La idea del conocimiento, y la percepción como una parte de ese conocimiento debe ser tratada teniendo siempre en cuenta al sujeto cognoscente (S) y al objeto conocido (O). Todas las teorías intentan establecer algún tipo de identidad entre ambos, bien absorbiendo el objeto en el sujeto o viceversa. Desde nuestra perspectiva, se verá al sujeto como la misma unidad de los objetos y recíprocamente. Las sensaciones no son una especie de conocimiento a partir del cual la razón, como si fuera la reina de las facultades construyese tipos de conocimiento, sino que las sensaciones son más bien los materiales mismos conocidos, en una fase de múltiples y posibles composiciones. La razón no es una facultad que tome los datos de los sentidos y trabaje sobre ellos según sus propias leyes, sino que es la misma relación entre las percepciones, en unidades de complejidad creciente. En el hecho de conocer no nos limitamos a registrar, reflejar o proyectar entidades ya preexistentes, sino que son esas mismas entidades las que se nos ofrecen como conocidas en los propios actos de conocimiento. Cuando yo percibo, aquí y ahora, al sol (un objeto), este aquí y ahora es necesario anularlo como elemento único que nos pueda llegar a explicar totalmente el mecanismo de una percepción del sol, porque estoy ocultando otras percepciones anteriores sin las cuales esta percepción, no podría llevarse a cabo; así diremos que el sol empírico es real porque está siendo vinculado por mí a través de “esquemas perceptuales” que ligan mis otras percepciones pretéritas del sol con las presentes e incluso futuras y con otras percepciones que pertenecen a otros sujeto, e incluso animales. El dualismo mente-cuerpo quedaría, pues, roto, atravesado por un tercer tipo de realidad (ideas, esquemas perceptuales) que sería la que hace posible la coordinación mente-cuerpo y su coexistencia. El hecho de llevar a cabo una percepción supondría todo un proceso de construcción de los objetos, que van apareciendo bajo diferentes aspectos a lo largo del tiempo, y estos diferentes aspectos en los que va apareciendo el objeto, constituyen transformaciones de dicho objeto, que irán sedimentando las diversas percepciones (tanto individuales como colectivas) que yo pueda tener, a lo largo del tiempo de un objeto, precisamente porque las invariantes de esas transformaciones, no son sólo físicas ni psicológicas, sino que poseen, también, un nivel esencial respecto al cual podemos percibirlas No podremos, pues, considerar las conciencias como algo subjetivo, propio de los sujetos, el lugar donde éstos se representan las cosas, que serían de este modo una suerte de reflejos, de imágenes especulares. Ni tampoco podremos considerar que las conciencias puedan reducir a los objetos a simples imágenes cerebrales, puesto que los objetos poseen, por sí mismos, una objetivad propia. El objeto no está en mi cráneo, sino fuera de mí a una distancia dada y, por tanto, la explicación de la percepción como imagen del objeto es una construcción del sujeto, que construye el propio concepto de reflexión especular. No se pueden reducir los contenidos psicológicos, caso por ejemplo del fisicalismo de Viena, a meros contenidos físicos; en este caso, la Psicología sería un mero apéndice de la Física. Ni tampoco se puede decir que el mundo ser resuelva en percepciones de los sujetos: sería muy difícil, por ejemplo, sostener que las ideas universales se resuelven en pensamientos subjetivos. El nivel filosófico se alcanza cuando consideramos al Sujeto y al Objeto como conceptos conjugados, es decir, conceptos que se conjuntan en mutua relación dialéctica. El Sujeto (o más bien convendría decir los sujetos: S1, S2, S3….Sn) se nos manifiesta como la unidad de los objetos y recíprocamente. Y esta unidad reside en la propia actividad de construcción de los objetos, que se constituyen como tales en el seno de la actividad subjetiva, que, a su vez, no es nada al margen de las realidades objetivas que brotan de los objetos, constituyéndolos. Una vez expuesto el esquema filosófico sobre el conocimiento, es necesario aplicarlo al proceso del conocimiento perceptual. En primer lugar, clasificamos las distintas actividades psicológicas dentro de tres géneros: 1. Este género estaría asociado con los sentidos externos (oído, vista, tacto…, o sea, lo que se considera la percepción externa. 2. El segundo género entraría en relación con los denominados sentidos internos o intraceptores, es decir, con todas las sensaciones cenestésicas. 3. El tercer género se correspondería con relaciones (percepciones) de un nivel mucho más complejo, vinculadas con la corteza, tales como: la deducción, abstracción, imaginación… Comprender el problema del conocimiento es comprender la constitución del concepto de sujeto. La historia de la constitución del concepto de sujeto supone entender lo que Kant llamó el giro copernicano del problema de la experiencia. Para ello hemos de empezar por sospechar de la certeza sensible. Esto puede entenderse fácilmente desde la crítica a la imposibilidad para permanecer en el aquí y el ahora si la verdad proviniera de los sentidos (pues éstos solo nos proporcionan impresiones completas en el presente). Dado que no podemos permanecer presos del aquí y el ahora, ello se debe a que una característica esencial de nuestro conocimiento es la memoria. Hasta reconocer como “campana” cierto conjunto de sonidos es un acto que no se resuelve exclusivamente en el aquí y el ahora. Por lo tanto, conviene comenzar sospechando de la certeza sensible. Hay muchas formas de clasificar las teorías del conocimiento. Nosotros vamos a usar una. Distinguimos entre constructivismo, realismo (objetivismo) e idealismo (teoría de la copia) y entendemos que las dos últimas son momentos del desarrollo de la única posible solución que es el constructivismo. A. Cuando todo el conocimiento se entiende como algo que emana directamente del objeto estamos ante el realismo. Para esta teoría el conocimiento del objeto es una imposición del objeto. Al ser el objeto como es, nuestro conocimiento de él es el que es. En definitiva, según el realismo, conocer es describir. B. Si por el contrario el que lo hace todo es el sujeto (idealismo) estamos ante una forma de “subjetivismo” que denominamos teoría de la copia. Para esta teoría del conocimiento, éste consiste en elaborar copias de la realidad. Las teorías son copias que de alguna manera el sujeto se encarga de elaborar. Esta teoría tiene un problema muy evidente: ¿cómo podemos saber que la copia está bien hecha, es decir, que es fiel al original? Sólo hay una forma: comparando la copia con el original. Pero si pudiéramos “conocer” la realidad sin copias, entonces la teoría de la copia sería falsa. Y si no podemos tener acceso al original sino es por medio de la copia, entonces no tenemos forma de comprobar la verdad de nuestra teoría del conocimiento. C. La alternativa es el constructivismo radical. Este no consiste sólo en decir que el conocimiento se construye, sino que afirma algo más radical: el conocimiento es su propia construcción o, si se prefiere, la construcción dialéctica mutua de objeto y sujeto en el plano filogenético y ontogenético. Si consideramos que el conocimiento es su propia construcción las cosas se entenderán de otra forma. En primer lugar, hemos de entender la construcción del objeto y la del sujeto, pues, si los diéramos por reales ya desde un principio, caeríamos en el mismo error que denunciábamos, es decir en partir del problema ya resuelto: el objeto es lo que hay que conocer, y el sujeto el que lo conoce. Para poder desarrollar estas ideas hemos de despiezar el problema pues así, en crudo, resulta muy difícil de manejar. De ese despiece se ocupa la filosofía. RECAPITULEMOS Conocer es usar la memoria. La memoria se usa en la habituación, en el condicionamiento y cuando percibimos, porque conceptualizamos nuestras experiencias. Cuando conocemos, construimos objetos y eso lo hacen los sujetos. También es habitual definir el conocimiento como la relación dialéctica que establecen un sujeto y un objeto. Como conocer también es describir la génesis de eso que conocemos, también se dice que el conocimiento es una construcción. El objeto, entonces, es algo que hace el sujeto cuando conoce. En este sentido se dice que el objeto se construye y a la tradición filosófica que señaló esto como fundamental se denomina constructivismo y Kant es su pionero. Pero el constructivismo del objeto es sólo la mitad del problema del conocimiento. La otra mitad es el sujeto. ¿Se construyen los sujetos también? Pues sí y además doblemente: nosotros somos un producto de dos evoluciones, la de nuestra especie y la nuestra desde el nacimiento. A la primera nos solemos referir como evolución filogenética (de “filum”, hijo o linaje y genético, que quiere decir desarrollo; sería, pues, el desarrollo del linaje). La evolución individual desde el nacimiento se llama evolución ontogenética (de “onto”, que significa “ser” como ya hemos visto; sería, pues, el desarrollo del individuo). Así el problema del conocimiento es relativamente sencillo. Conocer es usar la memoria, y es una actividad típicamente orgánica, de organismos, o sea de animales. Por tanto, los primeros conocimientos han de ser las destrezas de los animales que supongan el uso de la memoria.