1 2 ¿CÓMO INTERPRETAR LA BIBLIA? Justificación de mi opción hermenéutica respecto de la Biblia. Plácido Ferrándiz A., Marzo 2016 en Novelda (Alicante) 2ª Edición ampliada. © Los derechos de lo que en esta obra sea del Señor Jesús, son de Él, y por tanto de su Cuerpo; si algo no es conforme a su Palabra, no se recomienda reproducir en ningún modo por su bien, sino más bien olvidar. En el primer caso, se permite la reproducción total, con la única condición de citar la fuente, a fin de que pueda comprobarse y preservarse la autenticidad del texto. Las citas bíblicas son tomadas generalmente de la traducción Reina Valera Actualizada 2006 Publicado por: Obed Ediciones [email protected] Documento PDF en Din A5, para imprimir como libro tamaño cuartilla. 3 ÍNDICE I. La Biblia es digna de fe ........................................................... 4 II. La autoridad de la Biblia para el discípulo de Jesús ................ 6 1. Nuestros criterios de juicio .............................................. 6 2. Los cristianos creemos en la Biblia porque creemos en Jesús .................................................. 7 III. ¿Qué es la Biblia? .................................................................. 15 IV. La interpretación de la Biblia ................................................ 20 1. Actitudes necesarias para una correcta interpretación de la Biblia ................................................ 22 2. Algunos principios elementales de la sana interpretación . 27 Anexo: El valor del Antiguo Testamento para los cristianos ......... 41 1. Lo que hay de ruptura entre el Antiguo y el Nuevo Testamento ....................................................................... 41 2. Lo que hay de permanente en el Antiguo Testamento ...... 44 Nota final ....................................................................................... 48 4 5 I LA BIBLIA ES DIGNA DE FE Nadie viene a la fe cristiana por la consideración de las evidencias y pruebas de la fiabilidad y veracidad de la Biblia, sino por la iluminación del Espíritu Santo por medio de la proclamación del Evangelio, la Palabra de Cristo, que produce la fe y tiene poder para salvar: "Cuando él venga (el Espíritu Santo), convencerá al mundo de pecado, de justicia y de juicio" (Juan 16:8). "Por esto, la fe es por el oír, y el oír por la palabra de Cristo" (Romanos 10:17). "...los que fueron una vez iluminados, que gustaron del don celestial, que llegaron a ser participantes del Espíritu Santo..." (Hebreos 6:4). Pero aunque las evidencias y pruebas externas no producen la fe, existen, y pueden despejar el camino a la fe, y demuestran que la fe cristiana no es una fe ciega, no es una fe irracional, sino que es una fe en hechos reales y testimonios fidedignos. Las evidencias están ahí también para mostrar que la incredulidad se debe a que hay un problema en el corazón del hombre, no en la Biblia y su mensaje. ¿Representan las Biblias modernas lo que escribieron los autores originales? ¿Podemos saber que lo que escribieron los autores es realmente de Dios? La respuesta es sí, y para no alargarnos demasiado aquí, quien desee examinar las sólidas y contundentes evidencias al respecto, puede hacerlo leyendo mi estudio "La credibilidad y fiabilidad de la Biblia" aquí: 6 https://es.scribd.com/document/437709136/Credibilidad-yconfiabilidad-de-la-Biblia-pdf 7 II LA AUTORIDAD DE LA BIBLIA PARA EL DISCÍPULO DE JESÚS 1. NUESTROS CRITERIOS DE JUICIO. A la hora de valorar y discernir asuntos y situaciones, y tomar decisiones en nuestra vida, ¿cuáles son criterios de referencia con los que funcionamos de hecho? ¿a dónde miramos para guiarnos en nuestra vida? ¿de dónde proceden esos criterios? ¿Cuál es la fuente de nuestros criterios de valoración, de juicio, de discernimiento y decisión?. En el mundo, al margen de Cristo, funcionan varias fuentes, por ejemplo: la conveniencia personal, los gustos y preferencias personales, el propio raciocinio conforme a la educación recibida, las presiones sociales (costumbres, tradiciones, modas, 'el qué dirán'...) una ideología o filosofía, la corriente de pensamiento dominante, otra persona o personas influyentes, los medios de comunicación... Por lo que se refiere a un discípulo de Jesús, lo propio es reconocer como criterio supremo de juicio la Autoridad de Dios manifestada en Jesucristo: “49 Porque yo no hablé por mí mismo; sino que el Padre que me envió, él me ha dado mandamiento de qué he de decir y de qué he de hablar. 50 Y sé que su mandamiento es vida eterna. 8 Así que, lo que yo hablo, lo hablo tal y como el Padre me ha hablado” (Jn 12:49-50). Jesús afirmó venir del cielo, de Dios, en cuyo seno estaba como su unigénito Hijo, y por tanto el único autorizado para revelar cabalmente a su Padre y la verdad del Padre acerca de todas las cosas (Juan 1:18). Jesús mismo afirmó ser La Verdad (Juan 14:6). Seguidor y discípulo de Jesús es aquel que recibe su testimonio porque le cree digno de confianza: a) en primer lugar, digno de confianza como para recibir (creer) su testimonio acerca de quién es él: el Cristo de Dios, el Hijo del Dios viviente. b) y por eso también digno de confianza como para reconocerlo como Maestro autorizado por Dios para enseñar la verdad. Por tanto, el discípulo de Jesús se caracteriza por creer y aprender todo lo que el Maestro cree y enseña. 2. LOS CRISTIANOS CREEMOS EN LA BIBLIA PORQUE CREEMOS EN JESÚS. Por un lado, como hemos mencionado más arriba, hay evidencias sólidas más que suficientes para confiar en la credibilidad y fiabilidad de los escritos bíblicos. Específicamente podemos confiar más que razonablemente en que los escritos del Nuevo Testamento registran los hechos y enseñanzas de Jesús de Nazaret. Pues bien, una de las cosas que Jesús creía y enseñaba era que la Biblia hebrea (nuestro Antiguo Testamento) era la Palabra de Dios a Israel por medio de Moisés y los profetas. 2.1 Jesús ratificó el canon de las Escrituras hebreas. 9 En primer lugar, Jesús ratifica 'el canon' de la Biblia hebrea, es decir, el conjunto de libros autorizados que forma parte de las Escrituras Sagradas: “44 Y les dijo: —Estas son las palabras que os hablé, estando aún con vosotros: que era necesario que se cumpliesen todas estas cosas que están escritas de mí en la Ley de Moisés, en los Profetas y en los Salmos. 45 Entonces les abrió el entendimiento para que comprendiesen las Escrituras” (Lc 24:44-45). “34 Por tanto, mirad; yo os envío profetas, sabios y escribas; y de ellos, a unos mataréis y crucificaréis, y a otros azotaréis en vuestras sinagogas y perseguiréis de ciudad en ciudad, 35 de manera que venga sobre vosotros toda la sangre justa que se ha derramado sobre la tierra, desde la sangre del justo Abel hasta la sangre de Zacarías hijo de Berequías, a quien matasteis entre el santuario y el altar” (Mt 23:34-35). Jesús menciona las tres partes en que se dividía la Biblia hebrea, como ya vimos. 'Los salmos' encabezaba la tercera parte: Los Escritos. Por otra parte, al citar a Abel y a Zacarías hijo de Berequías, Jesús está citando el primer y el último libro de la Biblia hebrea, pues del asesinato de Abel se habla en el libro de Génesis (4:1-8), y del de Zacarías en el libro 2 de Crónicas (24:20-22), que era el último en el orden original en los tiempos de Jesús. 2.2 Jesús reconocía que las Escrituras hebreas eran Palabra de Dios. Las expresiones “la Escritura” o “las Escrituras” eran términos técnicos en Israel para referirse a los escritos que registraban la Palabra que Dios dirigió a Israel por medio de Moisés y los profetas. Jesús las reconoció como “la Escritura” o “las Escrituras” dadas por Dios a Israel: 10 “Pero él respondió y dijo: Escrito está: No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios” (Mt 4:4). “Entonces Jesús les dijo: ¿No es por esto que erráis, porque no conocéis las Escrituras ni tampoco el poder de Dios?” (Mc 12:24), inspiradas por el Espíritu de Dios: “35 Mientras estaba enseñando en el templo, Jesús respondiendo decía: —¿Cómo es que dicen los escribas que el Cristo es hijo de David? 36 David mismo dijo mediante el Espíritu Santo: Dijo el Señor a mi Señor: "Siéntate a mi diestra, hasta que ponga a tus enemigos debajo de tus pies” (Mc 12:35-36), y que no pueden ser quebrantadas, rotas, destruidas, anuladas, modificadas: “34 Jesús les respondió: —¿No está escrito en vuestra ley, "Yo dije: Sois dioses"? 35 Si dijo "dioses" a aquellos a quienes fue dirigida la palabra de Dios (y la Escritura no puede ser anulada)” (Jn 10:35) Como vimos, para referirse a todo el AT se usaba también la expresión 'La Ley y los Profetas', o simplemente 'La Ley'. Aquí Jesús esta diciendo que la Biblia hebrea es la Palabra de Dios, la Escritura, que no puede fallar por ser Palabra de Dios. Esta era la fe de Jesucristo. Un discípulo de Jesús no sólo cree en Jesús, sino que hace suya la fe de Jesús. ¿Podrá un discípulo suyo tener una fe diferente?. Al contrario: motivados por la Fe de Jesucristo, acatamos el Texto de las Sagradas Escrituras como inspiradas divinamente, como sopladas por el aliento de Dios a través de hombres en nada anulados ni disminuidos, pero 11 plenamente usados para consignar por escrito, sin error, la Palabra de Dios. 2.3 Jesús enseñaba que todas las Escrituras hebreas apuntaban proféticamente hacia Él: que las Escrituras daban testimonio de sí mismo (Juan 5:39), que Moisés escribió de Él (Juan 5:46), que todo el Antiguo Testamento hablaba de Él (Lucas 24: 2527), y que todo lo que estaba escrito sobre él, sobre su obra, sobre su Reino, se cumplía (Lucas 22:37). 2.4 Jesús escogió a doce de sus discípulos como sus apóstoles (enviados) para que fueran testigos directos de su vida desde el inicio de su ministerio hasta su ascensión a los cielos, y aprendieran sus enseñanzas, y comprobaran el cumplimiento de las profecías acerca de Él, especialmente su muerte redentora y su resurrección de entre los muertos. “13 Entonces subió al monte y llamó a sí a los que él quiso, y fueron a él. 14 Constituyó a doce, a quienes nombró apóstoles, para que estuvieran con él, y para enviarlos a predicar...” (Mr 3:13-14) “1 Puesto que muchos han intentado poner en orden un relato acerca de las cosas que han sido ciertísimas entre nosotros, 2 así como nos las transmitieron los que desde el principio fueron testigos oculares y ministros de la palabra, 3 me ha parecido bien también a mí, después de haberlo investigado todo con diligencia desde el comienzo, escribírtelas en orden, oh excelentísimo Teófilo, 4 para que conozcas bien la verdad de las cosas en las cuales has sido instruido” (Lucas 1:1-4). 12 “1 En el primer relato escribí, oh Teófilo, acerca de todas las cosas que Jesús comenzó a hacer y a enseñar, 2 hasta el día en que fue recibido arriba, después de haber dado mandamientos por el Espíritu Santo a los apóstoles que había escogido. 3 A éstos también se presentó vivo, después de haber padecido, con muchas pruebas convincentes. Durante cuarenta días se hacía visible a ellos y les hablaba acerca del reino de Dios” (Hch 1:1-3). “44 Y les dijo: —Estas son las palabras que os hablé, estando aún con vosotros: que era necesario que se cumpliesen todas estas cosas que están escritas de mí en la Ley de Moisés, en los Profetas y en los Salmos. 45 Entonces les abrió el entendimiento para que comprendiesen las Escrituras” (Lc 24:44-45). “14 Pues como sé que dentro de poco tengo que dejar mi frágil morada, como me lo ha declarado nuestro Señor Jesucristo, 15 también procuraré con empeño que, después de mi partida, vosotros podáis tener memoria de estas cosas en todo momento. 16 Porque os hemos dado a conocer el poder y la venida de nuestro Señor Jesucristo, no siguiendo fábulas artificiosas, sino porque fuimos testigos oculares de su majestad. 17 Porque al recibir de parte de Dios Padre honra y gloria, desde la grandiosa gloria le fue dirigida una voz: "Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia. 18 Y nosotros oímos esta voz dirigida desde el cielo cuando estábamos con él en el monte santo” (2Pe 1:14-18). “1 Lo que era desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que contemplamos y palparon nuestras manos tocante al Verbo de vida 2 -la vida fue manifestada, y la hemos visto; y os testificamos y anunciamos la vida eterna que estaba con el Padre y nos fue manifestada-, 3 lo que hemos visto y oído lo anunciamos también a vosotros, para que vosotros también tengáis 13 comunión con nosotros. Y nuestra comunión es con el Padre y con su Hijo Jesucristo” (1Jn 1-3). 2.5 Jesús, después de transmitir a sus apóstoles la Palabra de Dios con hechos y palabras, los envió a proclamarla con la asistencia especial del Espíritu Santo. “26 Pero el Consolador, el Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi nombre, él os enseñará todas las cosas y os hará recordar todo lo que yo os he dicho” (Jn 14.26). “13 Y cuando venga el Espíritu de verdad, él os guiará a toda la verdad; pues no hablará por sí solo, sino que hablará todo lo que oiga y os hará saber las cosas que han de venir. 14 El me glorificará, porque recibirá de lo mío y os lo hará saber. 15 Todo lo que tiene el Padre es mío. Por esta razón dije que recibirá de lo mío y os lo hará saber” (Jn 16:13). “4 Y estando juntos, les mandó que no se fuesen de Jerusalén, sino que esperasen el cumplimiento de la promesa del Padre, "de la cual me oísteis hablar; porque Juan, a la verdad, bautizó en agua, pero vosotros seréis bautizados en el Espíritu Santo después de no muchos días” (Hch 1:4-5) “El que os recibe a vosotros a mí me recibe, y el que me recibe a mí recibe al que me envió” (Mt 10:40). Un par de ejemplos de cómo el Espíritu del Jesús resucitado les hacía recordar y entender: Jn 2:13-22; 12:12-16. 2.6 El Nuevo Testamento es el registro escrito del testimonio y la enseñanza de los Apóstoles. El Nuevo Testamento es lo que Jesús, de parte del Padre, enseñó a 14 sus discípulos con hechos y palabras, y por medio del Espíritu Santo. Eso es lo que ellos predicaban y enseñaban asistidos por el Espíritu Santo. Ellos tenían conciencia de estar transmitiendo la Palabra de Dios (1Pe 1:23; Ap 1:9; 1Tes 2:13; …). El apóstol Pedro considera Palabra de Dios las cartas de Pablo, poniéndolas al mismo nivel que 'las demás Escrituras' (2Pe 3:15-16). El testimonio de los apóstoles llegó a ponerse por escrito bajo la inspiración del mismo Espíritu de Dios que inspiró a los escritores del Antiguo Testamento, tal como les prometió Jesús. Al principio daban testimonio por medio de su enseñanza oral, pero pronto también por medio de sus cartas y escritos (evangelios). El testimonio interno de los escritos complementado con el de la iglesia primitiva nos confirma que: el apóstol Mateo escribió un evangelio; el apóstol Juan escribió otro evangelio, tres cartas y el libro de Apocalipsis; Marcos recogió en su evangelio el testimonio del apóstol Pedro, de quien era ahijado (1Pe 5:13), a lo cual Pedro se había comprometido (2Pe 1:14-18). De esto dan testimonio también algunos indicios en el mismo evangelio y la iglesia primitiva; Lucas escribió un evangelio y el libro de Hechos de los Apóstoles. Es el único escritor bíblico gentil (no judío). Él era médico, fue convertido por el ministerio del apóstol Pablo, y escribió con orden y exquisita exactitud recogiendo el testimonio de los apóstoles (Lc 1:1-4) y del apóstol Pablo, a quien acompañó en sus viajes; el apóstol Pablo escribió la mayor parte de las cartas: desde Romanos hasta Filemón (13); se duda quien fue el autor humano de la carta a los Hebreos, si Pablo, o tal vez Lucas o Apolo, porque no hay ninguna 15 referencia para resaltar la autoría del Espíritu Santo; el apóstol Pedro escribió también dos cartas; Jacobo, hermano de Jesús, escribió una carta; y Judas, hermano de Jesús y uno de los apóstoles, escribió otra carta. Ese testimonio de los Apóstoles de Jesús es el Nuevo Testamento, cumplimiento y complemento de la autorrevelación y salvación de Dios prometida y anunciada en el Antiguo. En resumen... ¿QUÉ ES LA BIBLIA? 16 III ¿QUÉ ES LA BIBLIA? La Biblia es la Palabra inspirada de Dios. “Toda la Escritura es inspirada por Dios...” (2Tim 3:16) Inspirada significa dada por el aliento de Dios, alentada, soplada o exhalada por el aliento de Dios. Es la Palabra de Dios pronunciada, soplada, por medio de su Espíritu. El Autor último de la Biblia es Dios mismo, de lo cual proviene su inerrancia (ausencia de errores), infalibilidad (no falla ni deja de cumplirse) y su autoridad. La Biblia afirma clara y abundantemente ser el libro verdaderamente dado por Dios. Reivindicaciones de origen divino por frases como “así dice el Señor”, “la Palabra de Dios”, “dijo Dios”, “vino la Palabra del Señor”, “habló el Señor”... aparecen más de 3.000 veces en la Biblia. La Biblia es el hablar de Dios por medio de hombres movidos por su Espíritu. “19 También tenemos la palabra profética que es aun más firme. Hacéis bien en estar atentos a ella, como a una antorcha que alumbra en lugar oscuro, hasta que aclare el día y el lucero de la mañana se levante en vuestros corazones. 20 Y hay que tener muy en cuenta, antes que nada, que ninguna profecía de la Escritura es de interpretación privada; 21 porque jamás fue traída la profecía por voluntad humana; al contrario, los hombres hablaron de parte de Dios siendo inspirados (movidos) por el Espíritu Santo” (2Pe 1:19-21). 17 La Biblia no es palabra meramente humana, es Palabra de Dios en palabras humanas. Es la Palabra de Dios dada a ciertos hombres por medio de Su Espíritu. Ninguna palabra de la Escritura procede de la voluntad del hombre; más bien, los hombres fueron “llevados por el Espíritu de Dios” para hablar las palabras de Dios. En el griego, el término 'ser llevados' significa ser llevado como un barco es llevado por el viento. Los escritores de la Biblia recibieron la inspiración de Dios, y estaban bajo el poder del Espíritu Santo, siendo llevados y conducidos por El para proclamar la palabra de Dios. Era Dios quien hablaba Su propia palabra por medio de esos hombres a través de sus bocas: “1 Estas son las últimas palabras de David: "Dijo David hijo de Isaí, dijo el hombre a quien Dios levantó, el ungido del Dios de Jacob, el dulce salmista de Israel: 2 "El Espíritu del Señor ha hablado por medio de mí, y su palabra ha estado en mi lengua” (2Sam 23:1-2). (Ver también Zac 7:7; Hch 3:18; 28:25; Rm 1:1-2; 1Pe 1:10-12; ). Era Dios quien les mandaba escribir o hablar su Palabra: Ex 34:27: Jr 1:7; 30:2; Tit 1:3... La Biblia es la palabra de Dios exhalada por su Espíritu a autores humanos a los que se les permitió retener sus propias personalidades y rasgos de redacción al escribir. Cada pensamiento y palabra de la Biblia, sin embargo, es de Dios como resultado de la inspiración de su Espíritu. Por ellos, los autores humanos originales fueron inerrantes e infalibles. La Biblia es el hablar de Dios a Israel por los profetas y por Su propio Hijo. “1 Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas, 2 en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo” (Hebreos 1:1-2a). 18 El Antiguo Testamento es el registro tanto de los hechos de Dios como de las palabras que Dios reveló a Israel por medio de los profetas, desde Moisés hasta Malaquías. Y en la plenitud de los tiempos, Dios el Padre envió al mundo a su Hijo Jesucristo, el cual es el Verbo de Dios, es decir, la Palabra viviente de Dios, el cual estaba en el seno del Padre y vino como hombre para revelarnos al Dios que nadie ha visto jamás: “1 En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios (…) 14 Y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros, y contemplamos su gloria, como la gloria del unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad (…) 18 A Dios nadie le ha visto jamás; el Dios unigénito que está en el seno del Padre, él le ha dado a conocer” (Jn 1:1.18). Por ello, no reconocemos ninguna otra autoridad fuera de Jesucristo para conocer a Dios y el punto de vista de Dios acerca de todas las cosas. El Nuevo Testamento es la Palabra de Dios que Jesucristo habló a sus apóstoles, y sus hechos en presencia de ellos. Ya hemos expuesto antes este punto. Así que aceptamos como cierto y fidedigno el testimonio de aquellos 'testigos oculares', que acompañaron a Jesús durante sus años públicos en la tierra, y fueron instruidos por Él después de su resurrección, el cual abrió sus mentes para comprender las Escrituras, para comprender cómo la totalidad de las cuales dan testimonio de Él, aquellos que testificaron 'de lo que habían visto y oído, lo que palparon su manos', y que fue recogido en los escritos del Nuevo Testamento. El conocimiento humano es limitado y engañoso. Reconociendo su debido lugar al conocimiento humano y científico, 19 que cuando son auténticos no pueden entrar en conflicto con la Palabra de Dios, aceptamos el juicio de Dios en la Escritura acerca de que los recursos de nuestra mente natural son limitados y ambiguos, sujetos a autoengaño, cargados de intereses creados, afectados por el Pecado, el cual es la decisión humana de vivir independientemente de Dios y su Palabra. __________________________________ Por todos estos motivos, como discípulos de Jesús reconocemos en las Sagradas Escrituras del Antiguo y el Nuevo Testamento, el registro escrito, inspirado y válido de la Revelación de Dios, la norma acerca de los que Dios nos ha manifestado acerca de sí mismo, de sus propósitos, del mundo, del ser humano, y del Camino de la salvación: '...desde la niñez has sabido las Sagradas Escrituras, las cuales te pueden dar la sabiduría que lleva a la salvación mediante la fe en Cristo Jesús. Toda escritura es inspirada por Dios y útil para enseñar, para reprender, para corregir, para instruir en justicia, fin de que el hombre de Dios sea perfecto, equipado para toda buena obra' (Tim 3:16-17). Creemos que el Espíritu del Dios vivo y verdadero ha guiado la experiencia del Pueblo de Dios y el proceso de elaboración de la Escritura, y ha inspirado su fijación por escrito y la selección de sus libros (el canon). Creemos que es 'Palabra de Dios' viva y permanente, en el sentido real y fuerte, y por tanto, el registro normativo para todos en todos los tiempos de la autorrevelación de Dios en Cristo. Coherentemente con todo ello, reconocemos en la Biblia la Autoridad única y suficiente de Dios a cuyo juicio someter humilde y obedientemente nuestro pensar, nuestro sentir, nuestro 20 hacer, nuestro vivir entero: “Así que no dejamos de dar gracias a Dios, porque al oír vosotros la palabra de Dios que os predicamos, la aceptasteis no como palabra humana sino como lo que realmente es, Palabra de Dios, la cual actúa en vosotros los creyentes” (1Tes 2: 13). La fe cristiana se basa, pues, en este testimonio apostólico, cuyo último fundamento es Jesús mismo. El Testimonio de Dios que ha dado por medio de Su Hijo Jesús nos llega por medio del testimonio de sus apóstoles enviados: este es el cimiento del cristianismo bíblico. Un seguidor y discípulo de Jesús, por tanto, reconoce la autoridad divina de la Biblia y se sujeta a ella. No tiene sentido que un verdadero discípulo de Jesús: - se ponga por encima de la Palabra de Dios juzgándola conforme a sus propios criterios, - seleccionando lo que concuerda con sus pre-juicios y desechando el resto, - o interpretando arbitrariamente según sus intereses sin atender a los criterios de la misma Biblia, como si no hubiera nada objetivo en la interpretación y todo valiera. Más adelante estudiaremos ese punto: los criterios para interpretar la Biblia. 21 IV LA INTERPRETACIÓN DE LA BIBLIA La hermenéutica es el conjunto de principios para interpretar correctamente el sentido de un texto: qué quiso decir el autor, qué pensaba y qué quiso comunicar. La exégesis es la interpretación misma de un texto realizada aplicando los principios hermenéuticos. Aplicado esto al Texto Sagrado, la hermenéutica tiene por objeto fijar los principios y normas que han de aplicarse en la interpretación (exégesis) de los libros de la Biblia, para guiarnos al conocimiento y la comunión con el Dios que se ha revelado en Cristo, la Palabra encarnada. Y puesto que los escritores hablaron y escribieron inspirados por Dios, la interpretación busca comprender lo que Dios ha querido comunicar por medio de sus instrumentos humanos. Es necesario interpretar correctamente lo que esos autores humanos quisieron decir, para alcanzar el significado divino el Texto sagrado. Dios ha revelado de una manera suficientemente clara lo esencial de su mensaje como para que cualquier persona pueda entender (principio de perspicuidad: inteligibilidad, claridad). El mismo Espíritu que inspiró las Escrituras abre su significado a quienes se acercan a ella con sencillez de corazón. Cualquier persona analfabeta y sin estudios puede comprender sin problemas lo que la Biblia revela acerca del plan de Dios para la salvación del hombre, y acerca de su orientación moral. Todo el mundo puede entender el significado de Juan 3:16: “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree no se pierda, mas tenga vida eterna”. Pero aún en estos casos, los textos sólo son comprendidos en la plenitud de su significado cuando se analizan por medio de un correcto trabajo de interpretación. Son muchos los obstáculos que se presentan cuando se quiere 22 interpretar atinadamente lo que fue escrito hace miles de años en el seno de un pueblo con ideas, costumbres y lenguas muy diferentes de las nuestras. Llegar a una comprensión correcta, profunda y cabal de la Escritura requiere hacer ese trabajo de interpretación, la obra del Espíritu no nos exime de nuestra responsabilidad de interpretar correctamente. La misma Biblia nos da ejemplos de esta necesidad: - En los días cuando una parte del pueblo de Israel regresó del destierro en Babilonia para restaurar el templo y la ciudad de Jerusalén, Esdras, que era un escriba entendido en las Escrituras, reunió al pueblo para leer e interpretar la Torah: “1 Entonces todo el pueblo se reunió como un solo hombre en la plaza que está frente a la puerta de las Aguas. Y dijeron al escriba Esdras que trajese el libro de la Ley de Moisés, que el Señor había dado a Israel. 2 El primer día del mes séptimo, el sacerdote Esdras trajo la Ley ante la congregación de hombres y mujeres, y de todo el que era apto para entender lo que oía. 3 Y leyó el libro desde el alba hasta el medio día, frente a la plaza que está ante la puerta de las Aguas, en presencia de hombres, de mujeres y de cuantos podían entender. Y los oídos de todo el pueblo estaban atentos al libro de la Ley (…) 8 Ellos leían en el libro de la Ley de Dios, explicando y aclarando el sentido, de modo que entendiesen la lectura” (Neh 8:1-3.8). - Jesús a menudo explicaba (interpretaba) las parábolas a sus discípulos en privado. Cuando explicaba la parábola del sembrador, enseñaba la importancia de entender la Palabra de Dios: “18 Vosotros, pues, oíd la parábola del sembrador. 19 Cuando alguien oye la palabra del reino y no la entiende, viene el maligno y arrebata lo que fue sembrado en su corazón. Este es el que fue sembrado junto al camino (…) 23 Pero el que fue sembrado en buena tierra, éste es el que oye la palabra y la entiende, el que de veras lleva fruto y produce, uno a ciento, otro a sesenta, y otro a treinta por uno” (Mt 13:18-19.23). 23 - Jesús también interpretaba el Antiguo Testamento para que entendiesen su significado y que se refería a Él mismo: “27 Y comenzando desde Moisés y todos los Profetas, les interpretaba en todas las Escrituras lo que decían de él (…) 44 Y les dijo: Estas son las palabras que os hablé, estando aún con vosotros: que era necesario que se cumpliesen todas estas cosas que están escritas de mí en la Ley de Moisés, en los Profetas y en los Salmos. 45 Entonces les abrió el entendimiento para que comprendiesen las Escrituras...” (Lc 24:27). En la Escritura operan conjuntamente el elemento humano y el divino, por eso es necesario tener en cuenta tanto los principios comunes de interpretación de la sana razón, como los principios de interpretación que suministra Dios mismo en su Palabra. Dios mismo dice cómo debe interpretarse su propia Palabra, y cuáles son las disposiciones correctas para poder entender bien. 24 1. ACTITUDES NECESARIAS PARA UNA CORRECTA INTERPRETACIÓN DE LA BIBLIA 1.1 Debemos comprender el origen y naturaleza de la Biblia para recibir sus palabras como lo que verdaderamente son: Palabra de Dios, por tanto, con fe y obediencia: "Por esta razón, nosotros también damos gracias a Dios sin cesar; porque cuando recibisteis la palabra de Dios que oísteis de parte nuestra, la aceptasteis, no como palabra de hombres, sino como lo que es de veras, la palabra de Dios quien obra en vosotros los que creéis" (1Tes 2:13). Sólo la obediencia a la Palabra da un verdadero conocimiento de la misma (Stg 1:21-25; Jn 7:17; 1Jn 2:3-6), no aprovecha sin una actitud de fe y obediencia (Mt 7:21-27; Mc 4:2-20; Hb 4:2). Es necesaria una actitud de discípulo, es decir, con afán de recibir, de aprender, de ser enseñados por Dios, de acatamiento y obediencia, aplicando la Palabra a nuestras vidas: “Prosiguiendo ellos su camino, él entró en una aldea; y una mujer llamada Marta le recibió en su casa. Esta tenía una hermana que se llamaba María, la cual se sentó a los pies del Señor y escuchaba su palabra. Pero Marta estaba preocupada con muchos quehaceres, y acercándose dijo: —Señor, ¿no te importa que mi hermana me haya dejado servir sola? Dile, pues, que me ayude. Pero respondiendo el Señor le dijo: — Marta, Marta, te afanas y te preocupas por muchas cosas. Pero una sola cosa es necesaria. Pues María ha escogido la buena parte, la cual no le será quitada” (Lc 10:38-42). “Por tanto, Jesús les respondió y dijo: Mi doctrina no es mía, sino de aquel que me envió. Si alguien quiere hacer su voluntad, conocerá si mi doctrina proviene de Dios o si yo hablo por mi propia cuenta” (Jn 7:16-17). 25 “Respondió Jesús y le dijo: Si alguno me ama, mi palabra guardará (=atesorará para obedecer). Y mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos nuestra morada con él” (Jn 14:23). Cuando decimos “Amén” a la Palabra de Dios, todas las promesas de Dios se harán reales para nosotros (2Cor 1:20), y el Señor nos suministra el Espíritu (Gal 3:2-5). La Palabra de Dios se cierra ante los que dudan de ella, ante los que echan a correr tan pronto como tropiezan con algo que no entienden sus orgullosas cabecitas, que trastorna sus esquemas, que denuncia su comportamiento... Sólo a los que se humillan, a los que tienen la valentía de permanecer cara a cara ante ella -aún cuando no entienden-, dejándose confrontar por ella, dispuestos a despojarse de sus propios juicios y prejuicios y de sí mismos, dispuestos a obedecer... sólo a estos la Palabra de Dios entrega su verdad y sus profundidades, sólo para estos es efectivamente Palabra de Vida. Ella tiene su dignidad, no se entrega a cualquiera. La Biblia tiene, pues, a Dios como su Autor principal, de donde proviene su inerrancia (ausencia de errores), infalibilidad y autoridad. Las palabras de la Biblia son verdad (Jn 17:17) y son vida (Hch 5:20), porque hablan de la Revelación de Dios y la Salvación de Dios. 1.2 Por tanto, hemos de acercarnos a la Biblia no con la mente curiosa de un espectador, o la fría de un científico, mucho menos como sus jueces, sino con el espíritu de humildad y reverencia propio de quien toca cosas sagradas: “Entonces se le apareció el ángel de Yhaveh en una llama de fuego en medio de una zarza. El observó y vio que la zarza ardía en el fuego, pero la zarza no se consumía. Entonces Moisés pensó: “Iré, pues, y contemplaré esta gran visión; por qué la zarza no se consume.” Cuando Yhaveh vio que él se acercaba para mirar, lo llamó desde en medio de la zarza diciéndole: — ¡Moisés, Moisés! Y él respondió: —Heme aquí. Dios le dijo: — 26 No te acerques aquí. Quita las sandalias de tus pies, porque el lugar donde tú estás tierra santa es. Yo soy el Dios de tus padres: el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob. Entonces Moisés cubrió su cara, porque tuvo miedo de mirar a Dios.” (Ex 3:2-6). 1.3 Sin pre-juicios, sin intereses ni decisiones previas en el corazón: “Algunos hombres de los ancianos de Israel vinieron a mí (el profeta Ezequiel) y se sentaron delante de mí. Entonces vino a mí la palabra de Yhaveh, diciendo: “Oh hijo de hombre, estos hombres han erigido sus ídolos en sus corazones y han puesto delante de sus rostros aquello que les hace caer en la iniquidad. ¿Habré yo de ser consultado por ellos? Por tanto, háblales y diles que así ha dicho el Señor Yhaveh: ‘A cualquier hombre de la casa de Israel que haya erigido sus ídolos en su corazón, que haya colocado delante de su rostro aquello que le hace caer en la iniquidad, y que luego acuda al profeta, yo Yhaveh me dignaré responderle como merece la multitud de sus ídolos, a fin de prender a la casa de Israel en su propio corazón. Porque todos ellos se han apartado de mí por causa de sus ídolos.’ “Por tanto, di a la casa de Israel que así ha dicho el Señor Yhaveh: ‘Arrepentíos y volved de vuestros ídolos; apartad vuestro rostro de todas vuestras abominaciones. Porque cualquiera de los de la casa de Israel, o de los extranjeros que residen en Israel, que se haya apartado de en pos de mí, que haya erigido sus ídolos en su corazón, que haya colocado delante de su rostro aquello que le hace caer en la iniquidad, y que luego acuda al profeta para consultarle acerca de mí, yo, Yhaveh, le responderé por mí mismo. Fijaré mi rostro contra aquel hombre, lo convertiré en señal y refrán, y lo eliminaré de entre mi pueblo. Y sabréis que yo soy Yhaveh.” (Ez 14:1-8). 1.4 Toda la palabra escrita de Dios es digna de ser deseada apasionadamente, amada y estudiada, porque da testimonio de la 27 Palabra viva de Dios, que es Cristo mismo (Jn 1:1). “Escudriñáis las Escrituras, porque os parece que en ellas tenéis vida eterna, y ellas son las que dan testimonio de mí. Y vosotros no queréis venir a mí para que tengáis vida” (Jn 5:40). “Cuando descubrí tus palabras las devoré; son mi gozo y la delicia de mi corazón, porque yo llevo tu nombre, oh SEÑOR Dios de los Ejércitos Celestiales” (Jr 15:16). “Abre mis ojos, para que vea las maravillas que hay en tu instrucción... Tus testimonios son mi delicia, y también mis consejeros... He escogido el camino de la verdad; he puesto tus juicios delante de mí... ¡Mi herencia eres tú, SEÑOR! Me he propuesto obedecer tus palabras. ¡Cuánto amo tu Ley! Todo el día es ella mi meditación... ¡Cuán dulces son a mi paladar tus palabras! ¡Son más dulces que la miel a mi boca!... Lámpara es a mis pies tu Palabra, y luz para mi camino... Yo soy tu siervo; dame entendimiento, para que conozca tus testimonios... La exposición de tu palabra alumbra; hace entender a los ingenuos... Afirma mis pasos con tu palabra; que ninguna iniquidad se enseñoree de mí... Sumamente pura es tu palabra; tu siervo la ama..; Tu justicia es justicia eterna, y tu Ley es la verdad... Justicia eterna son tus testimonios; dame entendimiento, para que viva... A TI CLAMO: ¡SÁLVAME PARA QUE PUEDA OBEDECER TUS LEYES!... La suma de tu palabra es verdad; eternos son todos tus justos juicios... Yo me gozo en tu palabra, como el que halla abundante botín... Mucha paz tienen los que aman tu instrucción, y no hay para ellos tropiezo…" (Salmo 119: 8.24.57.97.103.105.125.133.140.144.146.160.162.165. Todo el salmo es un himno a la Palabra de Dios) Por tanto buscamos en ella no meros conocimientos mentales, sino a Cristo, tener contacto con Él para tener 'vida', tocarlo por la fe con nuestro espíritu: 28 “Y una mujer, que padecía de hemorragia desde hacía doce años (la cual, aunque había gastado todo su patrimonio en médicos, no pudo ser sanada por nadie), se le acercó por detrás y tocó el borde del manto de Jesús. De inmediato se detuvo su hemorragia. Entonces dijo Jesús: —¿Quién es el que me ha tocado? Y como todos negaban, Pedro le dijo: —Maestro, las multitudes te aprietan y presionan. Jesús dijo: —Alguien me ha tocado, porque yo sé que ha salido poder de mí. Entonces, cuando la mujer vio que no había pasado inadvertida, fue temblando; y postrándose delante de él, declaró ante todo el pueblo por qué causa le había tocado, y cómo había sido sanada al instante. El le dijo: —Hija, tu fe te ha salvado. Vete en paz. (Lc 8:43-48). 1.5 No esperes comprenderlo todo a la primera. El conocimiento vivo de la Palabra de Dios es progresivo, dependiente de la iluminación del Espíritu, de la perseverancia y la humildad con que el creyente se acerque a ella, y del grado en que vaya poniendo en práctica lo que sí va comprendiendo. 1.6 Con un corazón recto y bien dispuesto, si deseamos que la Palabra dé fruto: ver Mt 13:1-23. 2. ALGUNOS PRINCIPIOS ELEMENTALES DE LA SANA INTERPRETACIÓN: 2.1 Interpretar cada texto en su contexto, porque “texto sin contexto es un pre-texto”. Cada pensamiento es una parte de un texto dado que está conectada con las demás partes y pensamientos del texto formando un todo coherente. El contexto ilumina el significado de cada una de sus partes. Si sacamos una frase o pensamiento de su contexto, podemos cambiar el significado que le quiso dar el autor. 29 Por ejemplo, podemos sacar de contexto la frase 'no hay Dios' y decir que la Biblia dice que no hay Dios. Pero si respetamos el contexto vemos claramente que lo que la Biblia dice es “Dijo el necio en su corazón: No hay Dios” (Sal 53:1). Cambia totalmente el significado de la frase. Como consecuencia de este principio, y dada la unidad de la Biblia, no se debe fundar una doctrina en uno o unos pocos versículos sueltos, sino atendiendo a todo lo que la Biblia dice sobre el asunto, y poniéndolo en relación con el mensaje principal de la Biblia y con el resto de verdades bíblicas, sin enfatizar desequilibradamente una verdad o un aspecto de la verdad. A esta relación orgánica de cada verdad con el conjunto se la llama 'analogía de la fe'. Toda verdad bíblica ha de situarse e interpretarse en el conjunto/contexto de toda la Escritura. La verdad bíblica está en la suma de toda ella (Sal 119:160), en el plan íntegro de Dios (Hch 20:27), es un todo orgánico, y tiene un hilo central y transversal de toda la Biblia, que tiene que ver con: el Propósito o Plan eterno del Dios trino de hacer al Hombre (Gn 1:26) conforme a la imagen del Hijo (Rm 8:29), dispensándose/administrándose/dándose a sí mismo a este Hombre, individual y corporativamente (la Iglesia), para ser contenido y expresado por él, de modo que pueda gobernar en Su Nombre toda la Creación, después de haberlo redimido y haber tratado con su enemigo. Ninguna verdad debe aislarse del conjunto ni del centro del mensaje de la Biblia. Es este el significado del principio: “la Escritura se interpreta a sí misma”: la Escritura debe ser interpretada en su contexto, desde sus propios conceptos, con los criterios de interpretación que proporciona ella misma, comparando la Escritura con la Escritura para permitir que ella misma compruebe y confirme la interpretación que uno hace de ella. 30 No siempre ocurre esto entre los cristianos y las iglesias mismas. Cristianos, teólogos y autoridades eclesiásticas, a menudo introducen instancias ajenas a la Escritura, por medio de las cuales esta es interpretada: presupuestos filosóficos, prácticas establecidas, 'tradiciones de los hombres' (Marcos 7:5-13).., de esta manera se rechaza de hecho la Palabra de Dios como criterio supremo. La Reforma evangélica del s. XVI vino a restaurar este principio de la Palabra de Dios como criterio supremo ('Sola Scriptura'), por encima de las tradiciones eclesiásticas y teológicas (aunque no siempre se ha aplicado después...). Así como el principio del libre examen: cada discípulo tiene el derecho y la responsabilidad de leer, estudiar e investigar libremente la Biblia por sí mismo, sin imposiciones eclesiásticas. Lo cual no significa que cada uno puede interpretar como le plazca o convenga, sino sometiéndose a la interpretación que la Palabra de Dios hace de sí misma de acuerdo a sus propios principios, y de acuerdo a los principios racionales de interpretación. Como escribe el hermano Gino Ianfrancesco, 'la misma Iglesia no tiene autoridad sobre las Escrituras para cambiarlas, omitir alguna de sus partes, o hacerlas decir algo diferente de lo que por sí mismas dicen; es el Espíritu Santo el que tiene Autoridad sobre la Iglesia y le impone las Sagradas Escrituras, enseñándole con ellas, para que ella testifique al mundo. Y cuando la Iglesia obedece al Espíritu de Cristo que enseña con la Escritura, es guiada a toda verdad. La autoridad de la Iglesia descansa, pues, en la medida en que ella esté bajo la autoridad del Espíritu que le enseña con las Escrituras y las establece; asimismo, la autoridad de la 'tradición' descansa en la medida en que tal tradición sea fiel al Espíritu que enseña con las Escrituras y las establece. La Iglesia no tiene ninguna autoridad inherente en sí misma que sea independiente del Espíritu y de las Escrituras'. Y si la Iglesia no tiene autoridad sobre la Escritura, ¡cuánto menos el creyente individualmente!. 2.2 Sujetarse al sentido gramático-histórico del texto: el 31 significado del texto sobre la base de lo que sus palabras expresan en su sentido llano y simple a la luz del contexto histórico en que fue escrito, de acuerdo a las reglas semánticas y gramaticales comunes, en el marco de la situación del autor y los lectores de su tiempo. No es correcto tratar de buscar primeramente algún significado oculto o diferente del obvio. Por estar la Palabra de Dios 'encarnada' en palabra humanas, nos interesa mucho conocer lo más exactamente posible qué quisieron decir los autores humanos, para lo cual es muy provechoso: ● El análisis lingüístico: - las lenguas originales con su estructura propia de expresión; - el análisis gramatical; - los modismos: expresiones particulares de una cultura que expresan ideas diferentes de lo que literalmente indican las palabras (Lc 14:26); un caso frecuente son lo antropomorfismos, en los que Dios es presentado con características y reacciones típicamente humanas ('el dedo de Dios', 'Dios lamentó haber creado al hombre' Gn 6:6-7, ...) - los géneros literarios usados: narración histórica, enseñanza doctrinal, exhortación, leyes, poesía... - las figuras del lenguaje usadas, en las que se expresan ideas diferentes al sentido literal, por ejemplo: ♦ lenguaje metafórico: una comparación, ya sea explícita (Sal 42:1), ya sea implícita (Jn 6:35); ♦ la hipérbole: una exageración evidente para aumentar el efecto de lo que se dice (Jn 21:25); ♦ la sinécdoque: la designación de un todo con el nombre de sus partes o viceversa (Hch 27:37) ♦ la ironía: por la que se da a entender lo contrario de lo que se declara (1Re 18:27) ♦ la paradoja: expresiones que envuelven una contradicción aparente (Mt 10:39) ♦ la personificación: atribuir características o acciones propias de personas a seres que no lo son (Sal 114) 32 ♦ la alegoría: una sucesión de metáforas, generalmente combinadas en forma de narración, de cuyo significado literal se prescinde (Gal 4:21-31) ♦ la fábula: una composición literaria en la que por medio de una ficción se da una enseñanza moral (Jue 9:1-21) ♦ el símbolo: un ser u objeto que representa un concepto abstracto, invisible, por alguna semejanza o correspondencia. Por ejemplo, el fuego como símbolo de purificación (1Pe 1:7) o de juicio (Is 66:24); el agua, símbolo de lavamiento espiritual Ef 5:26) o la vida abundante del Espíritu (Jn 7:38-39); el número 7 como símbolo de perfección, simbología de los metales y piedras preciosos, de los colores ... ♦ el tipo: es una clase específica de símbolo, propia de la Biblia, por la que determinados hechos, personas o cosas históricas (tipos) del Antiguo Testamento representan realidades o personas históricas del Nuevo Testamento. Entre unos y otros hay una correspondencia, una analogía; el tipo predice o describe el antitipo. Es Dios mismo quien establece estas correspondencias, y han de estar avaladas por el Nuevo Testamento. Los tipos del AT se refieren principalmente a Cristo, a obra salvífica, y a la experiencia cristiana (ver una lista en el anexo 1). ● El contexto del pasaje dentro del libro y de toda la Biblia, y posibles pasajes paralelos. ● El estudio del contexto histórico y cultural de los escritos: - datos geográficos - época históricas - circunstancias políticas, sociales (costumbres), culturales, religiosas - circunstancias del autor y los destinatarios - ocasión del escrito y propósito del autor - información de la arqueología y la literatura e historia extrabíblicas Atribuimos pues al texto en primer lugar el significado más simple y llano, el significado manifiesto de las palabras, identificando también las figuras del lenguaje para interpretarlas adecuadamente. Gracias a 33 Dios hoy disponemos de traducciones interlineales griego-español, diccionarios de hebreo y griego bíblico, buenas traducciones de la Biblia al castellano, buenos diccionarios bíblicos, atlas bíblicos, el legado de grandes maestros de la Biblia... Hay muchas y buenas herramientas para el estudio personal de la Biblia. Si el intérprete menosprecia el sentido histórico-gramático de un texto, corre el riesgo de atribuir a un pasaje significados acordes con una 'comprensión previa' o pre-juicios propios, pero ajenos a la intención del autor, lo cual no es interpretar, sino violar el texto. También viola el texto tratar de establecer una diferencia entre los que los autores bíblicos pensaban y lo que escribieron; esto tiene para el intérprete la cómoda consecuencia de poder introducir en el texto sus propias intenciones, alegando que el texto no quiere decir lo que aparenta decir. (J.M. Martínez). 2.3 Toda lectura alegórica, tipológica o simbólica debe basarse en el sentido gramático-histórico, y siempre que la misma Escritura nos autorice a hacerlo porque dé alguna clase de indicación al respecto. Si la interpretación alegórica, simbólica o tipológica no está bien arraigada en el sentido llano del texto, se le puede conferir al texto arbitrariamente cualquier significado fruto de la pura especulación, imaginación o intereses del propio intérprete. Esto es muy propio del gnosticismo, imaginando significados en el texto que en ningún modo están allí. Por ejemplo, Col 2:16-17 dice que todas las prescripciones de la Ley de Moisés sobre alimentos, días de fiesta y el sábado eran sólo sombra de Cristo. Cristo es 'el cuerpo', la realidad, de esas sombras. Por tanto el Espíritu Santo nos autoriza por la misma Escritura a interpretar aquellas sombras como tipos o símbolos de Cristo y las realidades espirituales que Él ha traído. 2.4 Entender el propósito de la Escritura. 34 Por la voluntad de Dios y con su asistencia providente, la Escritura recoge y registra lo que Dios ha revelado a la Humanidad por medio de hechos y palabras, para darse a conocer a Sí mismo y sus propósitos y su salvación, de modo que el Hombre pueda alcanzar el propósito para el que fue creado. Las Sagradas Escrituras nos pueden hacer sabios para la salvación por medio de la fe que es en Cristo Jesús. Toda la Escritura es útil para la enseñanza, para la reprensión, para la corrección, para la instrucción en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente capacitado para toda buena obra (2Tim 3:15-17). Por tanto, cuando nos acercamos a la Escritura nunca debemos perder de vista que su objetivo es introducirnos más y más en la comunión con el Dios vivo. Es con este objetivo que la Escritura cuenta la historia, o hace afirmaciones acerca de la creación física. La Biblia no es un libro de historia o de ciencias al estilo moderno, aunque narra hechos reales y su cosmovisión está en armonía con los datos de la verdadera ciencia, pues el mismo Dios que se revela en la Biblia es el que ha creado el universo y el que ha dotado de razón a hombre. Existe, pues, armonía y complementariedad entre la Palabra de Dios y la ciencia 'genuina', es decir, que busca honestamente la verdad de las cosas ciñéndose rigurosamente al ámbito y método que le es propio, sin manipular los datos que presenta la observación y experimentación de la realidad para que encajen con creencias previas. La Biblia estimula la investigación de la realidad creada, como en tantos y tan relevantes científicos creyentes se ha puesto de manifiesto, y la ciencia desentraña y exhibe al entendimiento humano las maravillas del Creador, sus atributos reflejados en la armonía, complejidad, diversidad y belleza tanto del macro-cosmos como del micro-cosmos. El objeto de la Biblia no es sustituir los saberes humanos, pero una de sus funciones es marcar los límites de la verdad de los saberes 35 humanos, preservar a la razón, que es limitada y caída, de errores que afecten a la salvación del hombre. Cuando una hipótesis científica pone en cuestión datos bíblicos que afectan a la salvación del hombre o entran en colisión con la cosmovisión bíblica, el creyente puede empezar a sospechar que ahí hay gato encerrado. Como ha ocurrido con la hipótesis evolucionista, sustentada por pre-supuestos ideológicos que condicionan el trabajo científico, que propone afirmaciones que van más allá de su ámbito propio, y que conforme al método científico ha sido 'falsada' por los datos de la investigación, por más que un poderoso aparato propagandístico haya conseguido imponerla como un 'hecho científico'. 2.5 Es el Espíritu mismo de Cristo, que inspiró las Escrituras, el que las interpreta. Los que la transmitieron y escribieron el Texto Sagrado lo hicieron en base a la inspiración del Espíritu de Dios (2Tim 3:16; 2Pe 1, 1921; Jn 14:16-18.26; 15:26; 16:13-15) y es bajo esa misma guía del Espíritu que debe interpretarse (1Jn 2:20.27), no caben interpretaciones privadas, personales, por cuenta propia (2Pe 1:2021), porque es el propio Espíritu quien define los conceptos y significados de la Escritura que Él mismo ha inspirado. Del mismo modo que el Señor explicaba las Escrituras a los discípulos y les abría el entendimiento para que las comprendiesen (Lc 24:2527.32.44-45), hoy sigue haciendo lo mismo por medio de su Espíritu que mora en nosotros, individualmente y como el Cuerpo de Cristo, la Iglesia. Este es el elemento esencial de la hermenéutica cristiana. El Espíritu en nosotros y la Escritura fuera de nosotros operan, pues, conjunta e inseparablemente para que podamos comprender la Palabra de Dios: a) el Espíritu Santo habita en los creyentes genuinos, como individuos y como Iglesia. Jesucristo, muerto, resucitado y ascendido, derramó el Espíritu Santo sobre los creyentes, el cual mora en nosotros, nos enseña interiormente acerca de todas las cosas 36 (la Unción (1Jn 2:20.27), y nos guía a toda verdad (Jn 14:16-17.26). b) y las Sagradas Escrituras inspiradas por el mismo Espíritu de Dios (la Biblia). Un cristiano adecuado debe ser equilibrado respecto a estos dos lados. Si solamente tenemos el Espíritu Santo que habita en nosotros, pero no tenemos la Escritura objetiva fuera de nosotros, fácilmente nos equivocaremos. El Espíritu Santo nunca va a contradecir la Escritura que Él mismo inspiró; ni va a decir cosas nuevas o diferentes a lo que dijo Cristo (Jn 16:13-15), sino explicitar todas las riquezas que están en Cristo. Pero si solamente tenemos la Escritura objetiva, pero no atendemos al Espíritu Santo por dentro, nos volveremos muertos, sin vitalidad. Las Sagradas Escrituras y el Espíritu que las inspiró, van juntos, y concuerdan siempre, pues el Espíritu que enseña internamente a los creyentes, es el mismo que inspiró las Escrituras, y es usando las Escrituras que nos enseña. Ejercitar nuestro entendimiento y nuestro espíritu. Para alcanzar este equilibrio, necesitamos tener un entendimiento entrenado e iluminado para comprender la letra de la Biblia y un espíritu ejercitado para tocar su significado espiritual y recibir la Vida que hay en la Palabra: ● El Señor desea que usemos toda nuestra mente (inteligencia, entendimiento, imaginación, memoria...) para buscarle y conocerle: “35 Uno de ellos, intérprete de la ley, preguntó para probarle: 36 -Maestro, ¿cuál es el gran mandamiento de la ley? 37 Jesús le dijo: —Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma y con toda tu mente. 38 Este es el grande y el primer mandamiento” (Mt 22:35-38). Hemos de aplicar todas las potencias de nuestra mente para conocer y comprender los conceptos y términos especiales que usa la Biblia 37 en sus contextos, ayudarnos del trabajo de otros hermanos antes que nosotros, y orar para que sean iluminados los ojos de nuestro entendimiento para poder comprender (Ef 1:18), porque nuestro espíritu difícilmente puede tocar el Espíritu y la Vida en la Palabra si no la comprendemos con nuestra mente. ● Pero el conocimiento mental es insuficiente por sí solo, quedaría sin fruto, sin vida, sin poder de transformación, pues sólo nuestro espíritu está capacitado para la comunicación con Dios, para aprehender las realidades divinas y tener comunión con Él. El espíritu es la parte más interna de nuestro ser; por medio de la fe en el Evangelio el pecador nace de nuevo, su espíritu, antes muerto en delitos y pecados, ahora es regenerado y habitado por el Espíritu de Cristo. Ahora el creyente debe aprender a prestar atención al Espíritu que mora en su espíritu, y que late en las Escrituras, acercándose a ellas en actitud de oración, buscando al Señor. Ambas cosas: la mente y el espíritu, son necesarias y complementarias en nuestra comunión con el Señor (1Cor 14:1-10). El Espíritu y la letra de la Biblia. Algunos, interpretando mal (sin atender al contexto) el pasaje de 2Cor 3:6 (“...la letra mata, pero el Espíritu vivifica”), menosprecian la literalidad de la Escritura con el pretexto de no limitar la libertad del Espíritu para expresarse. Pero ese pasaje no enseña eso. Si se presta atención al contexto, la 'letra' de la que habla no se refiere a la letra de la Escritura, sino a la Ley de Dios (los 10 mandamientos 2Cor 3:3) dada por Dios para poner en evidencia la pecaminosidad del hombre caído, y acusarlo por sus pecados y demostrar que merece la muerte (Rm 3:20b; Rm 7; Col 2:14). Por eso es letra 'que mata'. Esa es su función: un 'ministerio de de muerte', un 'ministerio de condenación' (3:4-11), para que el pecador descubra la necesidad que tiene de Cristo y su salvación (Gal 3:19-25). Una función necesaria dispuesta por Dios mismo, que no se puede rechazar. Pero en cuanto que han sido inspiradas por el Espíritu de Dios, son el 38 vehículo adecuado escogido por Dios para transmitir su Revelación. Son palabras enseñadas por el mismo Espíritu para hablar adecuadamente de las realidades espirituales reveladas por Dios, por eso debemos apreciarlas y guardarlas con reverencia en nuestros corazones: “De estas cosas estamos hablando, no con las palabras enseñadas por la sabiduría humana, sino con las enseñadas por el Espíritu, interpretando lo espiritual por medios espirituales” (2Cor 2:13). No obstante, también hemos de procurar no separar la letra de la Biblia del Espíritu que la inspiró, y la vivifica, actualiza e interpreta, para no caer en un conocimiento de la Biblia meramente formal, vacío, sin vida... Pues la Biblia está escrita para dirigirnos a Cristo, la Palabra viviente de Dios, para tener vida: 'Examináis las Escrituras porque pensáis que en ellas tenéis vida eterna; y ellas son las que dan testimonio de mí. Y no queréis venir a mí para que podáis tener vida eterna' (Jn 5: 3940). 2.6 Toda la Escritura apunta a Cristo (Jn 5:39), en toda la Escritura se habla de Él, y desde Él como centro se interpreta. El Antiguo Testamento promete, anuncia, prefigura y profetiza a Cristo (Lc 18:31; 24:27.44-46; Jn 1:45; Hch 10;43; 28:23; Col 2:1617; Hb). La Revelación que Dios va haciendo en el Antiguo Testamento es progresiva, adecuándose pedagógicamente a la capacidad del hombre caído, hasta alcanzar su plenitud en Cristo (Heb 1:1-3). El Antiguo Testamento se lee desde el Nuevo, pues aquel es figura y profecía de este, y el Nuevo es cumplimiento y plenitud de aquel (Rm 15:4; 1Cor 10:6.11; Col 2:16-17; Hb 8:3-13; 9:1-10.23; o en los 39 evangelios la expresión 'para que se cumpliesen las Escrituras). Ambos se iluminan mutuamente, y existe una complementariedad entre el testimonio de ambos: el testimonio profético, y el testimonio apostólico (2Pe 1:16-21; 2Pe 3:1-2). Jesucristo es el Alfa y la Omega, el primero y el último, el principio y el fin (Ap 22:13). 'Alfa' es la primera letra del alfabeto, y 'omega' la última. Esto significa que Cristo es el Alfabeto, y a través de ese Alfabeto Dios se expresa; entonces descubrimos que esas letras están en todas partes, es decir, Cristo está en toda la Escritura. Cristo es la Palabra viviente de Dios (Jn 1:1-18), la Biblia es la Palabra escrita de Dios. Dios reúne todas las cosas entorno a Cristo como Cabeza (Ef 1:910). Así es también con Su Palabra, Cristo es el centro de las Escrituras, y la clave para su interpretación (2Cor 3:14-16). “Dios no nos ha presentado (en primera instancia) un conjunto de verdades, temas, asignaturas, aunque la Biblia puede estar llena de todo eso. Él no nos ha presentado eso, sino a un Hombre. Toda verdad, toda doctrina, cualquier tema, cualquier asignatura que no sea una revelación de Cristo, y una ministración de Él, que no lo exalte y lo torne más admirado, pierde su propósito, se ha divorciado y separado del propósito de Dios, y eso no es aprobado por Dios de ninguna manera. Todo lo que viene Dios, de eternidad a eternidad, está inseparablemente ligado a un Hombre. El valor práctico es esto es que nunca comprenderemos el significado y el valor de los temas bíblicos, aunque los estudiemos durante toda nuestra vida, si son tomados como asuntos en sí mismas. El único dinámico y real sentido en cualquier verdad es el Cristo viviente. Estoy alertando del peligro de disociar la enseñanza sobre Cristo de la Persona de Cristo. 40 Nunca percibiremos todo el valor y significado de Cristo por mera comprensión mental u objetiva. Solamente cuando lo probamos subjetivamente, cuando nos unimos a Él, somos introducidos en el propósito divino. La base del éxito de Dios (en el cumplimiento de su propósito) es la unión vital con Cristo, lo que a veces hablamos como de la identificación con Cristo. El éxito de Dios depende totalmente del Cristo interior, y por lo tanto, como hemos dicho antes, de la única cosa que Dios está detrás, y de la única cosa que el diablo está en contra, y se opone por todos los medios que signifiquen sustitución, imitación, falsificación, y así sucesivamente, es que Cristo more en el interior de los hombres. El objetivo de Dios es alcanzado con relación a ese punto de partida, y todo es posible. La base del éxito de Dios es Cristo en vosotros, la unión con Cristo, la identificación con Cristo de una manera interior. Así se establece en la Palabra de Dios como el principio en el que Dios obra en esta dispensación de principio a fin (‘La economía del misterio’, A. Sparks). “Toda experiencia de valor para Dios tiene que haber sido alcanzada pro medio de un nuevo descubrimiento del significado de la Persona y de la obra del Señor Jesús” (‘La vida cristiana normal’, W. Nee). 2.7 La Escritura no puede contradecirse a sí misma. Los diferentes libros de la Biblia no pueden contradecirse entre sí, pues los inspira el mismo Espíritu. La verdad puede tener aspectos o ángulos diferentes, pero complementarios. 2.8 Distinguir lo permanente y lo temporal en la Escritura. La Palabra de Dios no está sujeta a la transitoriedad, es permanente (Mt 5:17-19; 1Pe 1:23-25). Pero eso no quiere decir que todo lo que registra las Escrituras está vigente para nosotros en su literalidad. Aquí es preciso comprender la relación entre el Antiguo 41 Pacto/Testamento y el Nuevo Pacto/Testamento, su continuidad y su contraste, los principio permanentes y las disposiciones transitorias que han sido abolidas por Cristo. Veamos esto más despacio en el anexo. 2.9 Interpretar los pasajes oscuros desde los que están más claros, no al revés. 2.10 No debe alterarse la integridad de la Escritura (Dt 4,2; Mc 7, 9; Jn 10, 35; 2Cor 2, 17; 2Pe 3, 15-18; Ap 22, 18); quien conoce a Dios sabe que de Él sólo procede el bien, por eso cuando tropezamos con algo que hiere nuestra sensibilidad hemos de pensar que todavía no lo comprendemos bien, que los caminos de Dios son más altos que nuestros caminos; 2.11 La Escritura fue dada al Pueblo de Dios, y es en el seno de la comunidad cristiana que encuentra el contexto y clima adecuado para su interpretación; una comunidad cristiana que respete los criterios anteriores; que se considere discípula, y no maestra de la Palabra. Es necesario 'comprender junto con todos los santos', contando inclusivamente con el sentir de todos los santos a lo largo de todos los tiempos: “14 Por esta razón doblo mis rodillas ante el Padre, 15 de quien toma nombre toda familia en los cielos y en la tierra, 16 a fin de que, conforme a las riquezas de su gloria, os conceda ser fortalecidos con poder por su Espíritu en el hombre interior; 17 para que Cristo habite en vuestros corazones por medio de la fe; de modo que, siendo arraigados y fundamentados en amor, 18 seáis plenamente capaces de comprender, junto con todos los santos, cuál es la anchura, la longitud, la altura y la profundidad, 19 y de conocer el amor de Cristo que sobrepasa todo conocimiento; para que así seáis llenos de toda la plenitud de Dios” (Ef 3:14-19). 42 Es necesario equilibrar el principio del libre examen con este otro. Aunque todo magisterio humano debe examinarse a la luz de la Escritura, no podemos desechar el patrimonio de la Iglesia de todos los tiempos como si la verdadera interpretación de la Biblia comenzara con nosotros. 2.12 Usar bien la numeración de capítulos y versículos. Los capítulos y los versículos no forman parte del texto de la Biblia, fueron puestos para facilitar la localización de un pasaje en la Escritura. Y es para eso y sólo para eso que debemos prestarles atención, porque no siempre respetan el desarrollo natural de los parágrafos, es decir, ideas o unidades de sentido. Es necesario prestar atención a cuando comienza un tema, su desarrollo y ver donde termina, para no cortar un idea o narración de la Escritura. Habitualmente los editores de las biblias también colocan títulos, como los titulares de los periódicos, para recordar de un vistazo el contenido o tema de un pasaje. Son útiles pero hay que saber que tampoco forman parte del texto bíblico original. Conclusión De la fidelidad a estos criterios depende que cuando interpretamos la Biblia hagamos verdadera 'ex-egesis', no 'eis-egesis'; es decir, que extraigamos el significado que contiene el texto, no que introduzcamos en él nuestras propias opiniones. 43 ANEXO: EL VALOR DEL ANTIGUO TESTAMENTO PARA LOS CRISTIANOS 1) Lo que hay de ruptura entre el Antiguo y el Nuevo Testamento. Los dos Testamentos son los dos pactos que Dios hizo con el hombre, los cuales establecen los dos regímenes sobre los que el hombre puede tener una relación con Él. El Nuevo testamento es una continuación del pacto que Dios hizo con Abraham. En Gn 12:1-3 Dios dio una promesa a Abraham, y más tarde también le hizo un juramento (Gn. 22:16). Por tanto, la promesa vino a ser un pacto hecho por Dios con Abraham (Gál. 3:15-17). Dos mil años más tarde, Dios envió a Su Hijo Jesucristo al mundo, y Él derramó Su sangre en la cruz y promulgó el nuevo pacto (Lc. 22:20). En ese momento, el nuevo pacto fue establecido; además, éste se convirtió en un testamento debido a la muerte del Señor. El Antiguo Pacto, el cual vino 430 años después que Dios hiciera el pacto con Abraham, fue promulgado en el monte Sinaí, donde Dios dio la ley a los hijos de Israel. Hablando con propiedad, el antiguo pacto no abarca todo el período del Antiguo Testamento, desde Génesis hasta Malaquías; de hecho, comenzó a partir de Éxodo 19 y continuó hasta la época de Juan el Bautista (Mt. 11:12-13). El período que transcurrió desde el tiempo de Juan el Bautista hasta antes de la muerte y resurrección del Señor Jesús, fue un período de transición entre los dos Testamentos. Dios se relacionó con el hombre en el Antiguo Testamento según el Antiguo Pacto: conforme a La Ley, mientras que en el Nuevo Testamento Él se relaciona con el hombre conforme al Nuevo Pacto: conforme a la gracia que Cristo trajo con su muerte y resurrección: “La ley fue dada por medio de Moisés, pero la gracia y la verdad nos han llegado por medio de Jesucristo” (Jn 1:17). { Pacto del Sinaí } Promesa/Pacto con Abraham Nuevo Pacto 44 Características del Antiguo Pacto: a) un pacto que fue añadido y abolido. No figuraba en la intención original de Dios, ni tampoco era lo que había ordenado originalmente al hombre. Fue introducido más tarde (Rm 5:20; Gal 3:17) en la pedagogía de Dios por varias razones: - la ley expresa la justicia y la santidad de Dios ante el hombre caído y corrupto (Lv 20:26); - le señala y hace manifiestas sus transgresiones, sus pecados (Rm 3:20; 7:7-13) - hace evidente su condición caída y corrupta, incapaz de obedecer a Dios y vivir en justicia y santidad (Rm 7; 8:7-8) - guardó al pueblo de Dios como un tutor hasta la venida de Cristo y la revelación de la justificación por la fe (Gal 3:23-24) - conduce al hombre a creer en Cristo y recibirle como gracia, para que por medio de Él la justa exigencia de la ley pudiese cumplirseen nosotros. Puesto que el antiguo pacto fue algo añadido y no era la intención original que Dios tenía para el hombre, dicho pacto no podía permanecer permanentemente; más bien, envejeció, caducó y desapareció (Heb 8:13). b) Fue ordenado por medio de ángeles en mano de un mediador: Moisés (Gal 3:19). c) Dedicado con la sangre de toros y machos cabríos (Heb 9:1829; Ex 24:6-8). No era posible establecer el pacto sin resolver el problema de los pecados, que crean separación entre Dios y el hombre. El pecador debe morir, porque la paga del pecado es la muerte (Rm 6:23), por tanto, para poder perdonar los pecados sin menoscabar la justicia de Dios, es necesario el derramamiento de sangre (Heb 9:22). En el Antiguo Pacto, era la sangre de animales sacrificado en lugar del pecador. d) Dios trata con el hombre conforme al régimen de la Ley: para 45 alcanzar la bendición, la justicia y la vida, es necesario el cumplimiento de toda la ley (Gal 3:12); de no ser así, la Ley juzga, maldice y condena (Dt 6:1-3; Gal 3:10; Stg 2:10). Pero a causa de la condición caída del hombre, la Ley no puede dar vida, ni dar poder al hombre para cumplirla, solo juzgarlo y condenarlo (Rm 7:7-25; Gal 3:21). Fue dada sólo para dar conocimiento del pecado (Rm 3:20). e) Estuvo vigente sólo en la era del Antiguo Testamento, de Moisés a Juan Bautista (Jr 31:31-34; Heb 7:18; 8:13; Lc 16:16). Características de Nuevo Pacto: a) Es un Pacto mejor (Heb 8:6) y eterno (Heb 13:20), constituido según el poder de una vida indestructible (Hb 7:16); b) Fue efectuado por el mismo Jesucristo, el Hijo amado de Dios; c) Establecido con Su Sangre (Lc 22:20); d) Basado en la gracia, la cual da vida y poder para vivir según Dios (Rm 6:14; 3:21-26; 8:1-4), por medio de la fe (Rm 11:6; Jn 3:15); e) Está vigente a partir de la muerte y resurrección de Jesucristo para siempre. Resumamos qué elementos del viejo Pacto fueron abolidos por Cristo y su muerte en la cruz: el régimen de la Ley, es decir, el cumplimiento de toda las obras de la Ley en su totalidad para poder tener bendición, para poder ser justo ante Dios, para poder tener vida. Ya no estamos bajo el régimen de la Ley, sino bajo el de la gracia; El Templo de Jerusalén como el lugar para el culto y la adoración de Dios (Jn 4:21-24; Heb 9:1-11); 46 Todo el sistema cultual y sacrificial, junto con la clase sacerdotal y levítica (Heb 7 – 10:22); La obligación de guardar los sábados y las fiestas (Col 2:16-17; Rm 14:5-6); Las prescripciones dietéticas e higiénicas (Hch 10:9-16; Heb 9:10; Col 2:16-17; Mc 7:1-23); Todo el sistema veterotestamentario entorno al Templo, con todas sus leyes y ceremonias rituales, sólo contenía “figuras de las cosas celestiales y del verdadero Santuario” (Hb 9:23-24), ahora ha sido abolido al llegar la realidad del Cuerpo de Cristo y su sacrificio en la cruz (Jn 2:19:21; 1Cor 9:12-14; Ef 2:20-22; 1Cor 6:19; 2Cor 6:16; Flp 2:17; Hb 3:5-6; 9:1-10.23-24). Ahora los creyentes somos “edificados como piedras vivas en casa espiritual para ser un sacerdocio santo, a fin de ofrecer sacrificios espirituales, agradables a Dios por medio de Jesucristo” (1Pe 2:4-5). Pero aquellas figuras nos ayudan a entender estas realidades. 2) Lo que hay de permanente en el Antiguo Testamento. El hecho de que el cristiano ya no esté bajo el viejo régimen de la Ley, sino bajo el régimen de la gracia, no significa que esté sin ley, sino bajo “la Ley de Cristo” (1Cor 9:21). Cristo dijo: "No penséis que he venido para abrogar la Ley o los Profetas. No he venido para abrogar, sino para cumplir. De cierto os digo que hasta que pasen el cielo y la tierra, ni siquiera una jota ni una tilde pasará de la ley hasta que todo haya sido cumplido” (Mt 5:17-18). Por un lado, Jesucristo perfeccionó la Ley llevándola hasta las intenciones del corazón (Mt 5-7). Conforme al principio de la Revelación progresiva, algunos mandamientos morales del Antiguo Testamento se debían a la deplorable condición del 47 hombre, pero no expresaban el propósito original de Dios, por ejemplo la ley del divorcio (Mt 19:3-9), leyes sobre la esclavitud... Por tanto, a la luz de la plena revelación neotestamentaria, debemos distinguir qué prescripciones morales eran transitorias. Por otro lado, Él fue el único que cumplió toda la Ley, el único que nunca cometió pecado, de modo que“ahora, aparte de la ley, se ha manifestado la justicia de Dios atestiguada por la Ley y los Profetas. Esta es la justicia de Dios por medio de la fe (fidelidad, obediencia) de Jesucristo para todos los que creen...” (Rm 3:2122); “Porque Dios hizo lo que era imposible para la ley, por cuanto ella era débil por la carne: habiendo enviado a su propio Hijo en semejanza de carne de pecado y a causa del pecado, condenó al pecado en la carne; para que la justa exigencia de la ley fuese cumplida en nosotros que no andamos conforme a la carne, sino conforme al Espíritu” (Rm 8:3-4). “Porque el fin (la finalidad, el cumplimiento) de la ley es Cristo, para justicia a todo aquel que cree” (Rm 10:4). Ya no nos regimos por la Ley de Moisés, sino por Cristo, el Justo, que mora por el Espíritu en nosotros, y nos capacita con su Vida para cumplir toda la justicia de Dios, para obedecer sus mandamientos, y vivir como Él vivió (1Jn 2:3-6), dejándonos guiar por Su Espíritu (Rm 8:4). Por medio de la fe en Cristo, y no por cumplir las obras de la Ley, es que recibimos el don de la justicia. Lo cual no significa que ya no hay lugar para las obras de justicia; significa que no somos salvos por las obras de la Ley, somos salvos por gracia, mediante la fe, “para buenas obras”: “Porque somos hechura de Dios, creados en Cristo Jesús para hacer las buenas obras que Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas” (Ef 2:10). Las obras no son condición para la salvación, sino su resultado, su manifestación, la evidencia de haber recibido el don de la justicia (Stg 2:14-26). Cristo confirmó el núcleo ético del Antiguo Testamento: al amor a 48 Dios sobre todas las cosas, y el amor al prójimo como a uno mismo (Mt 22:35-40; 7:12). Aquellos elementos del Antiguo Testamento que han sido abolidos, han sido abolidos porque han alcanzado su cumplimiento en Cristo: eran promesa de Cristo, figura de Cristo, sombra de las realidades que ha traído Cristo, tipos de Cristo y su obra salvadora. Por tanto, una vez venido Cristo, tenemos todo eso cumplido. Si tenemos a Cristo, tenemos cumplidos también todos esos aspectos del viejo Pacto: el sábado, porque Cristo es el verdadero sábado, el verdadero día de reposo (Col 2:16-17), que nos libra del yugo de la Ley, de la necesidad de hacer obras para alcanzar la justicia (Mt 11:28-30), es Él en nosotros quien cumple las exigencias de la Ley. De manera que los que entramos en Su reposo, por medio del creer en Él, aparte de las obras de la Ley, entramos con Él por fe en el reposo de Dios con el cual Él reposó el séptimo día (Hb 3:7-13); las diferentes fiestas (Lv 23), porque se cumplen en Cristo (Col 2:16-17; 1Cor 5:7-8); los antiguos sacrificios (Lv 1-5) también eran figura de los diferentes aspectos del sacrificio de Cristo, ya cumplido (Heb 9:11 – 10:22) el templo, que era figura del Cuerpo de Cristo, la Iglesia. También el Señor enseñó por medio del apóstol acerca del uso legítimo del Antiguo Testamento: “25 y que desde tu niñez has conocido las Sagradas Escrituras, las cuales te pueden hacer sabio para la salvación por medio de la fe que es en Cristo Jesús. 16 Toda la Escritura es inspirada por Dios y es útil para la enseñanza, para la reprensión, para la corrección, para la instrucción en justicia, 17 a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente capacitado para toda buena obra” (2Tim 3:15-17). Porque las historias del Antiguo Testamento acontecieron como ejemplos 49 para enseñarnos a nosotros (1Cor 10:1-11; Rm 15:4). Siempre, por debajo de lo transitorio del Antiguo Testamento, subyacen principios y enseñanzas permanentes para nosotros. Y en particular, en cuanto al uso legítimo de la Ley (los Mandamientos): “8 Sabemos, sin embargo, que la ley es buena, si uno la usa legítimamente. 9 Y conocemos esto: que la ley no ha sido puesta para el justo, sino para los rebeldes e insubordinados, para los impíos y pecadores, para los irreverentes y profanos, para los parricidas y matricidas, para los homicidas, 10 para los fornicarios, para los homosexuales, para los secuestradores, para los mentirosos, para los perjuros, y para cuanto haya contrario a la sana doctrina, 11 según el evangelio de la gloria del Dios bendito, que me ha sido encomendado (…) 20 Porque por las obras de la ley nadie será justificado delante de él; pues por medio de la ley viene el reconocimiento del pecado” (1Tim 1:8-11; Rm 3:20). *** 50 Nota final: ¿Soy literalista o fundamentalista bíblico? Algunos me acusan de esto. Si a la opción hermenéutica expuesta se le quiere llamar "fundamentalista" o "literalista bíblica", entonces sí: soy fundamentalista y literalista bíblico. Ahora bien, es realmente significativa esa otra opción hermenéutica tanto de parte de ateos, como de 'cristianos liberales'-, que propone prescindir del sentido llano, histórico-gramático, de un texto (exégesis). ¿No resulta eso ideal para atribuirle arbitrariamente cualquier significado, es decir, para proyectar en él los propios prejuicios, ideas e intereses (eiségesis)? En cualquier caso, estoy dispuesto a escuchar la justificación hermenéutica de los que no comparten la mía. Pongamos todos nuestras cartas sobre la mesa... Resumo una vez más la mía: soy "cristiano", es decir, seguidores y discípulos de Jesús el Cristo, porque hago mía la fe 'de' Jesús el Cristo, no sólo la fe 'en' Jesús. *** Bibliografía: - “Sílabo”, Gino Iafrancesco. - “Hermenéutica Bíblica”, J.M. Martínez, ed. Clie 51