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Esto ya me lo sé

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¡Esto ya me lo sé!
Mariano René Sequeira Escobar
Jueves, 28 de octubre del 2021
Agustín de Hipona plantea el tiempo como un presente constante. Es decir, la temporalidad
entendida como sucesión de un antes y un después se entiende desde el presente en cuanto
existencia fáctica de cada ser humano. Este planteamiento filosófico abre un espacio de
reflexión para la intelección de los procesos mentales que a continuación iré describiendo,
pues, estos se ven condicionados al presente de cada estudiante. En este texto paralelo
discurriré sobre algunos postulados fisiológicos sobre el aprendizaje, luego plantearé algunas
consideraciones sobre los esquemas mentales, la memoria y los conocimientos previos. Todo
lo anterior leído desde la óptica de los procesos de aprendizaje.
El ser humano posee una intelección sentiente y un sentir inteligente. En este sentido, todo
cuanto intelige pasa necesariamente por la sensación y toda sensación pasa por la intelección.
Estos procesos son mediados por la disposición afectiva de cada persona y, en este sentido,
en cuanto dispuesto a ser afectado el ser humano es receptor de una cantidad infinita de
estímulos que le llevan a generar una respuesta. No se limite la concepción de estímulos a
factores externos, pues existen estímulos internos que generan respuesta también. Siendo lo
anterior válido, todo estímulo y respuesta se da en un complejo proceso liderado por el
sistema nervioso.
El sistema nervioso central y periférico es el encargado de recibir y emitir todo tipo de
información. Existen millones de células especializadas (no sólo las neuronas) que se
encargan del sentir humano y de cómo ese sentir es intelegido. Todo proceso de aprendizaje
se gesta en esta red imbricada de sensación e intelección de nuestro cuerpo. Así aprender es
sentir y sentir es aprender. Un proceso cuya base fisiológica predominante, pero no exclusiva,
es el cerebro y sus periferias nerviosas.
El cerebro es la base fisiológica del aprendizaje porque en él se encuentran áreas, células y
conexiones especializadas para el desarrollo físico, motor y linguistico del ser humano.
Además, en él reside la memoria: lo que recordamos y lo que no recordamos en primera
instancia. La mente está conformada por las conexiones de las neuronas, quienes, en procesos
bioquímicos, se constituyen en las células privilegiadas para transportar la información
codificada en cada impulso. Este sería el primer nivel de la mente humana.
El segundo nivel, y quizá el más importante, está relacionado con los procesos psicológicos
presentes en el proceso de aprendizaje. La psicología del individuo entendida como un
amplio conjunto de lo interior y de lo exterior. En tanto lo interior me refiero a la amalgama
de personalidad, deseos, intereses, motivaciones e historia que cada uno tiene. Mismo que se
remite y está íntimamente ligado a lo exterior, es decir, a aquel contexto social, económico y
cultural en que un individuo se encuentra inmerso.
Tanto lo fisiológico como lo psicológico están imbricados en la mente humana. En ella se
dan los procesos de aprendizaje. Pero, ¿cómo aprendemos? Lo primero es desde la sensación.
Esta idea la retomaré adelante. Lo segundo es desde la memoria.
La memoria está afincada en el cerebro. Ella se asimila a una computadora porque contiene
un espacio de trabajo con una capacidad limitada y porque almacena de algún modo toda la
información del ser humano. Pero, ahí tenemos una primera diferencia. La memoria no se
asimila, por más que se intente equiparar, a una computadora porque aquella tiene la poderosa
habilidad de manejarse sola. Me refiero a lo anterior que la memoria está constantemente
operando en el ser humano sin que éste, conscientemente, haga algo para que opere. En la
memoria entran en relación muchísimos factores inexplorados que es inverosímil intentar
equipararla a un equipo electrónico. La intención es buena, pero atrevida.
Siguiendo con el hilo impuesto por el texto, la memoria está dividida en dos grandes
segmentos: la memoria de trabajo y la memoria permanente. La memoria de trabajo es con
la que operamos en lo cotidiano cuando realizamos una tarea. Es aquella parte consciente con
la que nos movemos para poder realizar nuestras asignaciones. Por ejemplo, al escribir este
texto, la memoria de trabajo centra su atención en la línea que estoy escribiendo para ver en
ella cierta coherencia, tanto en la línea misma como con el texto entero. Probablemente, al
terminar esta tarea, la memoria de trabajo se enfocará en aquellos nuevos elementos de la
próxima tarea y mediará funcionalmente en su buena ejecución.
La funcionalidad de la memoria de trabajo está mediada por tres subsistemas, a saber:
1- Lazo articulatorio: aquella información asociado a un rasgo fonológico. Por eso es
que, por ejemplo, cuesta muchísimo leer y escuchar música, pues en ambas
situaciones hay palabras que, la memoria de trabajo no puede discriminar.
2- La agenda visoespacial: Se encarga de la conjunción del espacio en el desarrollo de
una tarea. Se evidencia más en actividades como el manejo, el ajedrez o el ir de un
lugar a otro en un edificio.
3- El ejecutivo central: Es quien dirige la orquesta, pues se encarga de distribuir los
recursos disponibles según la tarea lo demande.
La memoria de trabajo es importante en el aprendizaje porque con ella nos enfrentamos al
proceso de elaboración del mismo. Es decir, mediante la memoria de trabajo realizamos los
procesos de atención, de lectura, de discusión. Es por medio de ella que podemos llevar el
hilo de una secuencia didáctica durante un proceso de educación formal.
Pero, ¿qué sucede si en una secuencia didáctica estoy aprendiendo operaciones algebraicas y
no a restar y sumar? Ahí entra en juego la memoria permanente. Antes de responder a la
pregunta, es menester describir la memoria permanente.
Esta es la que contiene todos los contenidos, esquemas y modelos que la persona ha venido
elaborando durante su vida. En ella se almacena esta información mediante un proceso
inconsciente de selección, interpretación e integración de la misma. Atinadamente se dice
que no recordamos las cosas tal y como fueron, sino como somos nosotros (Pozo, 2000);
pues toda la información almacenada ahí tiene que ver, precisamente, con la dimensión
psicológica de la mente que se apuntó en los párrafos precedentes de este escrito.
La memoria en su integralidad es limitada. La de trabajo tiene un límite específico por lo que
no podría atender tantas actividades al mismo tiempo o retener mucha información nueva en
una sola secuencia didáctica. La permanente tiene mayor amplitud, pero, efectivamente,
elimina algunos aprendizajes a fin de hacer la vida más ligera y, a la vez, irse actualizando
con nuevos aprendizajes.
Por lo anterior, es que el olvido se constituye en una parte integral de la memoria, pues él
permite este constante actualizarse de la misma según las demandas de información que cada
contexto va brindando. El olvido se da por el desvanecimiento de la huella, especialmente
cuando la información no se usa y por la interferencia de información, es decir, aprendemos
lo nuevo con base en lo ya sabido o modificando aquello que ya sabemos.
Toda la información, tanto la consciente como la no consciente, está organizada por medio
de conceptos, esquemas y aprendizajes episódicos. Por ejemplo, tenemos el concepto
mamífero que se integra al esquema de “tipos de animales” que, a su vez, puede estar
integrado en un esquema de “seres vivos”. Otro ejemplo, de aprendizajes episódicos, es todo
lo que podemos recordar sobre el rito de matrimonio a partir de asistir a la boda de un familiar
(aprendizaje episódico emocional) o lo que puedo saber de deportes por mi pasión por los
mismos (aprendizaje temático-emocional).
Así, memoria y olvido están íntimamente relacionados, como lo están la memoria de trabajo
y la memoria permanente. Volviendo a la pregunta sobre las operaciones algebraicas como
contenido de aprendizaje nuevo, eso es posible gracias a la unión entre lo que se retiene en
la permanente y la demanda de información de la de trabajo. Es decir, al aprender un
contenido nuevo (operaciones algebraicas) hecho mano de lo que ya sé (sumar, restar, dividir,
multiplicar). Esta relación y conexión está posibilitada por otros procesos:
1. Condensación de chunks.
2. Automatización. Por ejemplo, cuando manejo no tengo que estar viendo la palanca
de velocidades para saber dónde está cada una.
3. Atribución de significado: Asocio lo nuevo con lo viejo. Asocio una experiencia con
otra experiencia.
En todo caso, se trata de utilizar la información de la memoria permanente para hacer más
efectiva el proceso de información en la memoria de trabajo.
Los contenidos de aprendizaje están codificados en los esquemas mentales y los modelos
mentales. Ambos están implicados el uno con el otro, pero, con fines analíticos, he de
presentarlos por separados. Los esquemas mentales hacen referencia a esa estructura
compleja por la cual nos representamos una parte de la realidad. Los modelos mentales se
podrían decir que es lo mismo, pero con la diferencia de que estos son más episódicos, es
decir, tienen parámetros espaciales, temporales, intencionales y causales. Por ejemplo, puedo
tener el esquema genérico de una boda que se generó en un modelo mental, a saber, la primera
boda a la que asistí.
Todo esquema mental tiene una jerarquía horizontal y una vertical. Por ejemplo, el esquema
de la boda es un supraesquema (jerarquía vertical) que incluye la presencia de un sacerdote,
de los novios y de los invitados (jerarquía horizontal) así como el lugar donde ha de hacerse
y bajo qué condiciones (mezcla entre la jerarquía vertical y horizontal). Siendo así, los
esquemas mentales se han clasificado genéricamente en los siguientes:
-
Situacionales: el esquema de bañarse.
-
Sociales: el esquema de un sacerdote.
-
Autoconcepto: el esquema de autoestima y lo que se espera de mí.
-
Género: qué se espera de un hombre y de una mujer.
-
Narración: cómo escribir o contar una historia
-
Conversación: cómo iniciar una plática y qué se puede dialogar con determinada
persona.
Todos estos esquemas entran en juego en una misma situación. Por ejemplo, volviendo a la
boda. Ahí hay un esquema situacional en el que puedo tener un rol: ser el novio y, como tal,
me presento desde mi autoconcepto y, en mayor o menos medida, me comporto como se
espera que se comporte el novio y un hombre. Además, al momento de establecer relaciones
dentro de la boda, usualmente, lo haré en torno a la novia o a la boda misma y no hablaré
sobre trabajo. Todo cuanto sabemos, sentimos y organizamos en nuestros propios esquemas
es aprendido socioculturalmente y por medio de la experiencia. El proceso más nutricio de
ello es durante las edades tempranas y son esquemas que se van actualizando durante toda la
vida.
Aterrizando algunas ideas. Somos lo que sabemos y olvidamos desde lo que somos. El saber
entendido desde el sentir que ya se explicó someramente al inicio. El conocimiento o los
contenidos de aprendizaje se encuentran en la memoria permanente y son usados
constantemente por la memoria de trabajo. Todo ello organizado, para mayor facilidad, en
esquemas y/o modelos mentales. ¿Qué tiene que ver el aprendizaje acá?
El aprendizaje formal no se deslinda de los conocimientos previos que un alumno ya tiene.
Por ello, estos son realmente influyentes en los procesos pues se constituyen en la base con
la cual haremos la deconstrucción y construcción de los nuevos esquemas. Los conocimientos
previos no son solo los contenidos, también es la posición personal que un alumno tiene: qué
me motiva para aprender; las capacidades, instrumentos y demás cuestiones personales con
las que cuento y aquellos contenidos previos adquiridos por la educación formal. Y, todo lo
anterior, mediado por la experiencia.
Además, los conocimientos previos se convierten en un punto de partida en una secuencia
didáctica. Por ejemplo, cuando hablamos de filosofía en IV curso hay conocimientos previos
que, usualmente, suelen ser erróneos. Estos conocimientos previos pueden estar dados con el
simple hecho que cada alumno sabe que estudiará filosofía. Otro conocimiento previo puede
ser preconcepciones de la filosofía o, incluso, ideas como “filosofía de vida”. Todo ello es
un conocimiento previo que te permite, como educador, establecer pautas y puentes para el
proceso de aprendizaje.
Las expectativas también forman parte del conocimiento previo de un estudiante. La razón
de ello es porque estas se montan sobre los esquemas y modelos de cada persona. Es decir,
con base en lo que ya sé o intuyo, tengo ciertas expectativas que van más o menos en
conformidad con lo que el nuevo conocimiento puede proporcionarme. Incluso, aún sin las
pruebas del caso, podría intuir desde esta postura que hay un indicio de maleabilidad para los
esquemas al movernos desde las expectativas; por lo cual resultaría peligroso en el proceso
de aprendizaje que una persona se diga a sí misma: no tengo expectativas.
Existen tres grandes criterios planteados por Miras para la identificación de los
conocimientos previos, a saber: aquel contenido básico sobre el que se centrará el proceso de
enseñanza-aprendizaje; el objetivo en relación a dichos contenidos y al tipo de aprendizaje y
plantear cuáles son los criterios realmente necesarios y pertinentes para llevar un determinado
proceso de aprendizaje. (Miras, 2002).
Durante este 2021, en la materia de Filosofía, me he centrado en el tercer criterio. Esto porque
se han discriminado aquellos contenidos esenciales para el desarrollo de las competencias de
pensamiento a propósito del análisis filosófico. Siendo así, también tenía que plantearse los
conocimientos previos realmente necesarios por los cuales se podía contribuir al
conocimiento en dichas competencias. Una constante durante el proceso fue encontrarme con
varios conocimientos previos erróneos, pero fructíferos sobre la filosofía. Erróneos porque,
a nivel de contenido conceptual, estaban equivocados. Fructíferos porque, en términos
filosófico y aunado a la competencia de pensamiento crítico propia de la filosofía, dio pie a
realizar precisamente el análisis y la crítica de lo que se sabía (competencia) en vistas de
clarificar el contenido erróneo.
La construcción de los esquemas a propósito de los procesos de aprendizaje han de sostenerse
por una base sólida. Es importante tener presente este suelo en el que nos movemos para así
poder emprender secuencias didácticas fructíferas. El conocimiento previo, entonces, se
vuelve en punto de partida e, incluso, de llegada en una secuencia. Así, es importante para el
profesor y el alumno saber dónde están y cómo, desde ahí, se dirigen a un punto distinto.
¿Cómo? Pues existen diversos ejercicios psicopedagógicos que permiten este conocimiento
constante, no sólo al inicio, sino durante el proceso.
Aunque no tuvo mayor desarrollo, recuérdese el planteamiento del presente al inicio del
texto. Todo proceso de aprendizaje está en un constante devenir, es decir, todo aprendizaje
es una constante actualización del sujeto en sus esquemas mentales desde la intelección
sentiente en el presente. Por ello, la memoria, los conocimientos previos y el olvido son
elementos que se entiende únicamente desde el presente. Mismos que quedan supeditados a
esa inextricable presencia del intelegir en el sentir y del sentir en el intelegir. Por ello es que
se planteó que sentir es aprender y viceversa.
Todo proceso de elaboración de conocimiento está asociado a nuestra capacidad sensitiva
estimúlica desde lo afectivo como lo netamente sensorial. Aprendemos con el cuerpo.
Nuestro cuerpo tiene memoria. Él mismo es quien olvida. También nuestro cuerpo tiene
olvido. ¿Quién no ha sentido grande alegría cuando, en una secuencia didáctica, cae en cuenta
que esto ya me lo sé?
Fuentes documentales:
 Miras, M. (2002). Un punto de partida para el aprendizaje de nuevos contenidos. Los
conocimientos previos. En Cesar Coll. El constructivismo en el Aula. Barcelona:
Grao.
 Pozo, J.I. (2000). Aprendices y maestros. La nueva cultura del aprendizaje. Madrid:
Alianza.
 Rodrigo, M. y Correa, N. (2004). “Representación y procesos cognitivos: Esquemas
y modelos mentales”. En Coll, C., Palacios, J y Marchesi, A. Desarrollo psicológico
y educación escolar. Madrid: Alianza.
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