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ESTEVEZ.
PERSONALIDAD DE UN CRUZADO.
AUTOR: Federico Gastón Addisi.
2008.
CAPITULO I.
LA INFANCIA. LA VIDA CIVIL.
El Teniente Roberto Néstor Estévez nació una tarde de un calor intensísimo, un 24
de febrero de 1957. La “estrella” quiso que por su fecha de nacimiento Roberto
perteneciera al signo de Piscis.
Oriundo de Posadas, provincia de Misiones, fue el séptimo de nueve hermanos, a
saber: Julio Roberto, María Mercedes del Rosario, José María, María Julia, María Josefa,
María del Carmen, Roberto Néstor, José Octavio y José Fernando.
Su padre,
Roberto Nést
Néstor
or Estévez, era de Misiones. Católico tradicionalista,
hombre de recto carácter, era hijo de José María Estévez. El abuelo de nuestro biografiado
era español y fue, por aquellos años de in
inmigración,
migración, un comerciante bastante importante
en Posadas. Casado con
con Rosario Durand, a la sazón, abuela del “Toto”, la “nona” era
argentina nativa. Cabe destacar la importancia de este “mestizaje” por línea paterna, entre
un español y una criolla, que tuvo una influencia clave –sobre todo en lo espiritual y
cultural-, en Roberto (Padre) y que éste transmitió a sus hi
hijos,
jos, pero de todos, fue Roberto
(hijo) quién más receptivo resultó, al punto de convertirse, en un auténtico criollo; único y
genuino tronco de donde proviene nuestra identidad nacional.
Su madre, se llamaba Julia Bertha Benítez Chapo. Nació en Apóstoles, un pueblo
del interior de Misiones. Era hija de Valentín Benítez; también de Apóstoles, y de
Mercedes Esther Chapo, una docente que fue a Misiones a trabajar en escuelas rurales
cuando llegaron los primeros inmigrantes polacos y ucranios.
Ambos progenitores de Estévez actualmente están fallecidos. Su madre murió
cuando éste estaba en el Colegio Militar; y su padre, sobrevino a su hijo, pasando a la vida
eterna en el año 1986.
La infancia de Roberto, como la de la mayoría de los chicos del interior del país fue
muy tranquila; andaba siempre con sus hermanas may
mayores,
ores, lo que no iimpidió
mpidió que fuera
muy compinche de todos
todos sus hermanos en general, y de María Julia en particular. Algunos
de éstos tenían pensamientos que “rompían el molde” del entorno familiar; por ejemplo:
Una de las hermanas (María Julia) estuvo casada con un compañero de promoción de
Roberto y años más adelante se divorció. Otra; María Josefa, militaba en la JP de su
provincia. De idea peronista,
p eronista, a través ddee su espo
esposo
so tuvo relación con la rrama
ama revolucionaria
de la izquierda peronista, concretamente con Montoneros. Por estos contactos fue detenida,
procesada y condenada en el año 1976, a 30 años de pprisión.
risión. Se le imputaba haber pr
prestado
estado
apoyo logístico en el copamiento al Regimiento 29 de Formosa. Estuvo purgando su
condena en la cárcel de Villa Devoto hasta que logró su libertad con el retorno de la
democracia.
Cabe señalar que efectuamos estos comentarios sobre el entorno familiar de Roberto
por un doble motivo
mo tivo que a nuestro entender, ayudan a “humanizar” la figura ddel
el héroe, y no
por un afán de
d e indagar en la vida privada de las personas, ajeno esto ––aunque
aunque muy de mod
modaa
entre ciertos “historiadores” mediáticosmediáticos- al rigor histórico que pretendemos, y al senti
sentido
do de
homenaje del que queremos dotar a este libro. Concretamente, lo que nos motivó a
mencionar estos temas familiares no es otro que demostrar que pese a los “deslices” que
ocurren en toda familia, el padre de Roberto jamás se negó a aceptar diferencias, ni mucho
menos, y a pesar de sus sólidas convicciones, a imponer su forma de pensar. Y esta misma
conducta fue la que guió los pasos del Héroe de Malvinas. Ninguna de las particularidades
de la familia modificó un ápice el profundo amor que Roberto sentía por ellos.
Su hermana María Julia, en emocionado y afectuoso recuerdo nos dijo de él: “Era
todo un personaje. Era muy inteligente; le gustaba leer y también dibujar, recuerdo
que escribió una historieta: su personaje se llamaba "Rob-Dick" y era un justiciero
que recorría la Argentina”1. Más adelante volveremos sobre la historieta a la que hace
mención la hermana del “Toto”. Es que para hacer una descripción simple pero ajustada a
su personalidad hay que decir que Roberto, desde muy chiquito se comportó como un ser
especial. Y si como suele decirse; “para muestra basta un botón”, complementamos los
comentarios de su hermana diciendo que aprendió a leer y escribir a los cuatro años de
edad.
1
Lamentablemente la familia no pudo conservar algún ejemplar de la historieta, que por el tinte de los
acontecimientos,
acontecim
ientos, y el destino de Roberto, hubieran enriquecido sobremanera su biografía.
Respecto a la historieta a que hiciéramos alusi
alusión;
ón; ésta estaba muy bien dibujada
(tanto los dibujos como el guión eran íntegramente de Roberto) y fue compuesta cuando tan
sólo contaba con ocho años. El protagonist
protagonistaa y héroe de llaa mi
misma,
sma, “Rob-Dick” (Rob, de
Roberto, y Dick, vaya a saber por qué) era un gaucho con capa que libraba distintas
aventuras, todas con un sentido nacional. Las historietas de “Rob-Dick” se extendieron
durante cuatro años, y durante ese tiempo, el superhéroe nacional iniciaba una campaña
para recuperar las islas Malvinas (de allí la mención que hace Estévez a su padre, en la
carta póstuma: “…¿Te acordás cuando era chico y hacía planes, diseñaba vehículos y
armas, todo destinado a recuperar las Islas Malvinas?…”).
Roberto cursó el ciclo primario en la Escuela N º 3 "Domingo F. Sarmiento" (vaya
paradoja del destino, porque tanto Estevez
padre, como su hijo, eran fervientes
admiradores del Restaurador Don Juan Manuel de Rosas); y el secundario en el Colegio
Nacional N º 1. Sus compañeros fueron los mismos hasta que se recibieron, por lo que
resultó un grupo m
muy
uy unido que estaban siempre juntos in
incluso
cluso en llas
as vacaciones. En esa
época solían organizar campamentos a algún lugar del interior y disfrutaban de sanas
diversiones.
Fue un alumno inquieto
inquieto y curioso, leía el diario antes de iirr al colegio y más de una
maestra lo debe haber "sufrido" ya que era de los que no se quedaba con la duda sobre
ningún tema; preguntaba, preguntaba y preguntaba... Inteligente, como quedo dicho, tenía
un agudo sentido crítico, cuestionaba todo lo que no le parecía justo o verdadero, al
extremo de que a veces las
las maestras se vieron forzadas a echarlo del aula por sus continuos
cuestionamientos. No soportaba la mentira y justamente esto fue lo que a nnivel
ivel escolar lo
lo
llevó
a
participó
cuestionar
de
un
la
“historia
concurso
oficial”.
provincial
Cursando
sobre
"El
séptimo
Santo
de
grado,
la
Estevez
Espada"
y
lo ganó recibiendo una plaqueta que le fue entregada como premio. Pero más que el
reconocimiento por su trabajo, el concurso reafirmó más aún su afición por la historia. Para
esta misma época, su inquietud intelectual lo llevó a encontrar y leer apasionadamente, un
libro que se hallaba en la biblioteca de su padre. Este libro no era otro que el clásico "La
vida de Don .Juan Manuel de Rosas" de Manuel Gálvez. Además de los clásicos del
revisionismo, Roberto leía
leía todos llos
os números de la revista de Félix Luna "Todo es
Historia", que se compraba puntualmente en la casa paterna. Fanático lector, era común que
se quedara dormido con la luz encendida.
Su padrino de confirmación fue un amigo de la familia; el Profesor Justo Alí
Brouchoud, profesor de historia y escritor, que se dirigió a Misiones desde Entre Ríos a
fundar el Instituto de Profesorado "Antonio Ruiz de Montoya" a solici
solicitud
tud del Obispo
Monseñor Jorge Kemerer. Alí (como cariñosamente le llamaba la familia) se dedicó
a
proveerle
de
material
de
lectura
a
Roberto
desde
que
descubrió
cuánto le gustaba y se interesaba por la historia. Cada vez que el padrino iba de vacaciones
al pago de la familia, eran sagradas las conversaciones y debates sobre temas de actualidad
nacional y mundial con su ahijado, que por lo general,
general, se prolongaban en apasionados
cambios de ideas hasta que un nuevo amanecer los sorprendía.
Fuera del plano intelectual, puede decirse que Roberto era una persona
extremadamente alegre y divertida; gustaba de ir a bailar con amigos y no se perdía un fin
de semana de "boliche" o de festejo de cumpleaños de alguna chica. Disfrutaba de la vida al
aire libre y fue aficionado a los deportes. Concretamente, practicó judo y remo mientras
estuvo en Posadas, y otros deportes cuando estuvo en el CMN, pero como
complemento a su formación integral y no en forma competitiva.
Como buen espíritu alegre, era Estevez amante de la música. Le gustaba desde el
chamamé hasta la clásica, y por supuesto, el folklore. En este género su predilección se
encontraba en Rimoldi Fraga, José Larralde, Los Fronterizos y
Los Chalchaleros.
Siempre quiso aprender a tocar la guitarra, se esforzó mucho para ello, pero como
era zurdo el encordado “le quedaba invertido” al final dejó de insistir, conformándose con
escuchar y cantar en las
las guitarreadas que se armaban en los asados. Respecto a esto de ser
“zurdo”, era algo que realmente le fastidiaba, al punto de decir, desengañado por lo mucho
que le costaba todo, que era producto de que escribía con la mano izquierda, porque para
los zurdos el mundo era al revés. No se daba cuenta de que justamente, él era el que
siempre estuvo por el recto camino, y que era el mundo, quien iba, y sigue yendo, al revés.
CAPITULO II.
LA MADUREZ. LA CARRERA DE LAS ARMAS.
Roberto Néstor Estevez, se decidió de pequeño por la carrera de las armas. Sin
embargo, descubierta su vocación militar, nuevamente apareció el estigma de manejarse
con la mano izquierda. Esto se debió a que un amigo le comentó al “Toto” que aquellos que
escribían con la
la izquierda, no entraban al Colegio Mili
Militar
tar porque tenían problemas para
manejar las armas y disparar. Estévez tenía diecisiete años y no estaba
estaba dispuesto a permitir
que nada obstaculice su carrera castrense. Todo lo que se proponía, Estevez no paraba hasta
lograrlo. Por lo tanto, a raíz del comentario de su amigo, y frente a la posibilidad de
quedarse sin ingresar a la Escuela Militar, aprendió a escribir y manejarse con la mano
derecha. De lo que resultó, ambidiestro…
Inicialmente, Roberto decía que quería entrar al arma de Caballería, pero una vez en
tema, se le escuchaba que prefería la Infantería porque sentía más ambiente de camaradería.
En consecuencia, y superando los escollos comentados, ingresó en el C
Colegio
olegio
Militar de la Nación y en 1978 alcanzó el grado de Sargento Cadete y el puesto in
interno
terno de
Encargado de la Sala de Armas de la Subunidad.
Desde esta época temprana en las FFAA se destacó por su voluntad y esfuerzo,
amén de su capacidad innata para sobreponerse a las dificultades que la dura disciplina del
cuartel suele imponer a sus hombres.
Estevez egresó con el grado de Subteniente, en el IV año del Colegio Militar, el 12
de octubre de 1978, por la posibilidad de una guerra con Chile, y ante la necesidad de más
personal militar. Por lo antedicho fue su primer destino el Regimiento de
d e Infantería 25, con
asiento en Colonia Sarmiento, Chubut. Allí dio sus primeros pasos como oficial,
destacándose de tal manera que recibió el premio “Al mejor Infante”, además de ser
distinguido con el honor de ser abanderado.
Logró desde el principio la estima de sus subalternos. Sobresalió entre sus
camaradas por su gran profesionalismo, su capacidad, pero también por lo divertido de su
personalidad. Esta cualidad, no era obstáculo ppara
ara que fuera inflexible eenn el ma
mando,
ndo, ya que
en él se combinaban armoniosamente la camaradería y el rigor del jefe.
Pero subrayando que los héroes no son de bronce, sino seres humanos de carne y
hueso –y por lo tanto imitables si uno se lo propone- Estevez tenía una llamativa dificultad
para todas las actividades de destreza o que demandaran gran coordinación. Es que los
hombres no son perfectos. Cualquier tarea que le exigiera alguna agilidad especial (como
por ejemplo el aandinismo),
ndinismo), le costaba un triunfo. Sin embar
embargo,
go, contrarrestaba este defecto
con una gran cualidad que también lo caracterizaba; su tenacidad. Era persistente hasta lo
increíble en el camino para alcanzar sus objetivos.
Así pues pasó sus primeros años como oficial. En el año 1980 le tocó la distinción
de ser elegido como el mejor oficial de la unidad. Al año siguiente se preparó para dar otro
paso en lo que fue su brillante carrera. Este peldaño no fu
fuee uno cualquiera; más bien todo lo
contrario. La decisión de efectuar el curso de comandos lo marcaría a fuego; era prepararse
para entrar en la “élite” del ejército.
ejército . Durante la realización de dicho curso se sucedieron dos
anécdotas que pintan de cuerpo entero el temple de nuestro biografiado. La primera fue
durante un ejercicio
ejercicio conocido como “pasill
“pasilloo de fuego”. En el mismo el aspirante recorría
una pista con obstáculos para agilizar la rapidez de decisión y proceder ante situaciones
límites. El ejercicio duraba ttodo
odo un día, y antes de finalizar, después de horas y horas de
exigencia, el futuro comando entraba al pasillo de fuego propiamente dicho, el cual
consistía en un pasillo cav
cavado
ado en la tierra, que no permitía iirr totalmente parado ni de
frente; arriba estaba tejido con un “techo” de alambre de púas y conforme uno lo iba
recorriendo, detonaban cargas explosivas que iban atontando al cursante. Al final del
pasillo se enfrentaba con un grupo desplegado en semicírculo de instructores que lo
sometían a un combate cuerpo a cuerpo. Cuando lo normal para aquel que sólo deseara
“pasar” el ejercicio sería encarar la lucha por algún lateral para así tener menos
contendientes, o bien encontrar un hueco, Estevez hizo todo lo contrario. En su afán de
autoexigencia y superación arremetió directo contra el centro del dispositivo, lo cual era sin
duda el peor lugar. Al final del ejercicio fue felicitado y es una muestra más de la voluntad
de hierro de quien estaba llamado por la Providencia para ser un héroe.
El otro momento que vamos a señalar es más gráfico que el anterior. Al final de la
etapa del curso de comando que se desarrollaba en Córdoba, se realizaba un ejercicio
denominado “campo de pri
prisioneros”.
sioneros”. Allí los cursantes “caían prisioneros”, y los supuestos
enemigos los sometían a largos interrogatorios. Fue durante este ejercicio cuando el cuerpo
del Subteniente pareció no tolerar más, ya que tuvo dos paros respiratorios.
El médico que lo atendió, no obstante declararlo muerto, continuó prodigándole los
auxilios correspondientes: y milagrosamente, reaccionó. Casi de inmediato, sufrió un
segundo paro, del que volvió a recuperarse. Fue enviado al Hospital en forma inmediata.
Todos se quedaron sorprendidos cuando, al día siguiente, se presentó para continuar
el curso.
curso. Parecía como si Dios mismo le tuviera reservado un espacio de ggloria
loria en la lucha
por nuestras Malvinas, en la que Roberto ofrendó su vida y qque
ue nada podría apartarlo de
este destino. Ese destino que sólo recorren los santos y héroes.
Pese a los problemas físicos, y a que lo normal ante circunstancias como las
narradas hubiera sido la separación del aspirante del entrenamiento para comando, el Jefe
del curso le permitió continuar y Roberto completó el adiestramiento adquiriendo la
preciada especialidad.
Justamente, en la etapa final del curso, fue cuando su familia lo vio por última vez,
al estar realizando
realizando el adiestramiento en llaa parte de “selva”, en su provincia natal, Misi
Misiones.
ones.
Volviendo a lo estrictamente militar; Estevez en 1981 era comando y ascendió a
Teniente. Pese a que por su ascenso le hubiera correspondido el pase y traslado, él pidió
permanecer un año más en Colonia Sarmiento, Chubut, en el Regimiento 25, que ya
comandaba el Teniente Coronel Seineldín con quien Roberto trabó una amistad y en quien
vio reflejado el arquetipo de soldado.
Finalmente, Estevez fue en busca de la gloria defendiendo a su Patria contra la
agresión de nuestro enemigo histórico: Inglaterra. Así, partió a Malvinas el día 27 de marzo
de 1982 con el convencimiento de que no regresaría.
La carta póstuma para su padre y su familia quedó en el Regimiento, y fue
entregada a los familiares en julio de 1982, una vez conocido su fallecimiento, junto con
sus objetos personales y una carta para su novia 2.
2
Las cartas se encuentran todas en poder de la familia quien gentilmente me las facilitaron, a excpeción de la
carta para su novia a quien desgraciadamente no se puedo localizar.
CAPITULO III.
MALVINAS.
Corría el año 1982 y lo encontró a Estevez en “su” cuartel de Chubut y
perfectamente afianzado como oficial, habiéndose distinguido entre sus pares era ya un
“soldado completo”. Poco faltaba para que lo demostrara en Malvinas, aunque fuera a costa
de su vida. Porque Roberto fue a Malvinas
Malvinas,, y al igual que otros que escribie
escribieron
ron páginas de
gloria con su sangre, (basta recordar por ejemplo el caso del “Perro” Cisneros, que partió a
las islas diciendo: “No sé rendirme, después de muerto, hablaremos”, y que como toda
despedida para con su hermano Mario le manifestó: “Yo rendido no vengo. O ganamos o
no vuelvo vivo”) tenía el íntimo convencimiento de que no volvería.
Todo transcurría con normalidad en llaa Guarnición, hasta el día 23 de marzo del
citado año 1982. Esta fecha resultaría clave para lo que vendría después. Dicho día, el
Teniente Coronel
Coronel Seineldín desapareció secretamen
secretamente
te de la base Sarmiento, reapareciendo
tres días después dando un llamado para una reunión secreta de oficiales. En la reunión,
Seineldín les comunicó que se debía marchar a Malvinas. Se procedió entonces, a dar la
organización para el combate. “En la Orden de Operaciones (es la orden detallada del
plan a realizar) por él recibida, de parte del comandante de Brigada, se establecía la
formación de un escalafón anfibio que dependería del General Daher (…) Estaría
formado por el Batallón de Infantería de Marina 2 (BIM 2), la Agrupación de
Comandos Anfibios, y la Compañía “C” del Regimiento de Infantería 25. Esta última
tendría como jefe al Teniente Primero Esteban; la primera sección que era la sección
de aspirantes a oficiales de reserva de la unidad, estaría al mando de Estévez; la
segunda sección sería conducida por el Subteniente Gómez Centurión y la tercera
sección, a la sazón, la sección exploración del Regimiento, sería llevada al combate por
el Subteniente Reyes”. (MANSILLA, Alberto, Argentina tiene héroes, Buenos Aires,
Editorial Nueva Hispanidad, 2003).
Todos los nombrados precedentemente y que pertenecían al Regimiento –como
alguien dijo alguna vez, “especial”- 25, se destacaron por su heroico valor en combate,
inscribiendo para siempre sus nombres en la Gloria de la Gesta de Malvinas, y en los anales
de la historia patria.
Otorgado el plan de acción, todo se concentró en la preparación tanto del equipo y
armamento, como del espíritu de los soldados para prepararse para el combate y ofrendar
sus vidas de ser necesario. Y es importante destacar, que en esta preparación espiritual para
la lucha, no estuvo ausente en el temple de nuestro héroe, el temor. Pues nadie en su sano
juicio, y más aún si está imbuido de una filosofía cristiana, puede
pu ede pensar que no se teme por
la vida o que no se la valora. Esto es realmente importante, porque engrandece la figura del
héroe en su exacta dimensión; la de un hombre que sobreponiéndose a las flaquezas y
debilidades logra dejarlas atrás para ser enteramente protagonista de la epopeya. Esta
dimensión humana, lejana de la pureza del bronce, es lo que hace de Estevez, y tantos otros
un ejemplo a imitar.
Allí estaba nuestro biografiado, con sus luchas internas que lo enaltecieron como
hombre, sumergido en cavilaciones, pensando en sus seres queridos, en la ocasión histórica
de defender la Patria, en pisar el preciado suelo de Malvinas y sobre todo avanzaba en él un
convencimiento…moriría combatiendo en Malvinas.
El “Toto” -como lo llamaban los más íntimos-, canalizaba sus inquietudes y
ansiedades con serenidad y razonabilidad. Esto hizo que mientras tantos y tantos
pensamientos pasaban por
po r su fuero íntimo, él se sumergiera en la escritura de sendas cartas.
De ellas, una cobró gran difusión en la opinión pública Argentina. Nos referimos a la carta
que dirigió a su padre; otra tenía como destinatario a su novia.
novia. Hubo otras, escritas ya
desde las islas dirigidas siempre a su familia.
Creemos conveniente, para reflejar el pensamiento de Estevez, transcribir
completamente las misivas y dejar que el hombre-héroe hable por sí mismo.
Carta póstuma del Teniente Estevez a su padre.
"Querido Papá: Cuando recibas esta carta yo, ya estaré rindiendo mis acciones
a Dios Nuestro Señor. El, que sabe lo que hace, así lo ha dispuesto: que muera en el
cumplimiento de la misión. Pero fijate vos ¡qué misión! ¿No es cierto? ¿Te acordas
cuando era chico y hacía planes, diseñaba vehículos y armas, todo destinado a
recuperar las Islas Malvinas
Malvinas y restaurar en ell
ellas
as Nuestra Soberanía? Dios, que es un
Padre Generoso, ha querido que éste, tu hijo, totalmente carente de méritos, viva esta
experiencia única y deje su vida en ofrenda a Nuestra Patria. Lo único que a todos
quiero pedirles es, 1º) Que restauren una sincera unidad en la familia bajo la Cruz de
Cristo; 2º) Que me recuerden ccon
on alegría y no que
que mi evocación sea la apertura a la
tristeza, y muy importante, 3º) Que recen por mí.
Papá, hay cosas que, en un día cualquiera, no se dicen entre hombres pero que
hoy debo decírtelas: Gracias por tenerte como modelo de bien nacido, gracias por
creer en el honor; gracias por tener tu apellido, gracias por ser católico, argentino e
hijo de sangre española, gracias por ser soldado, gracias a Dios por ser como soy y que
es el fruto de ese hogar donde vos sos el pilar. Hasta el reencuentro, sí Dios lo permite.
Un fuerte abrazo. Dios y Patria ¡O Muerte!".
Roberto.
La carta citada precedentemente, Estevez quiso entregársela a su gran amigo y
camarada el Subteniente Gómez Centurión, pero éste no acepto produciéndose el siguiente
diálogo según relata Isidoro Ruiz Moreno en su más que recomendable libro “Comandos en
Acción”:
“- Acabo de escribir una carta para mi padre y para mi novia, por si me pasa
algo. Dígale a su señora que me las tenga, y en ese caso, que por favor se las mande.
- ¡Pero déjese de macanas, viejo, no sea agorero! ¿Quién está pensando en estos
momentos que se vvaa a morir?”
A raíz del rechazo de su camarada “decidió entregársela al maestro de banda
del regimiento, ya que éste no iría a Malvinas:
- Mi capitán (le diría Estevez), esto es para mi padre. Hágasela llegar si me
pasa algo.
- No se preocupe Estevez (diría el oficial entre turbado y sorprendido por la
mirada serena y profunda que le dirigía). No se preocupe…
Un apretón de manos confirmó la promesa y un silencio frenó las preguntas
que el capitán tenía ganas de hacer a este enigmático teniente”. (RUIZ MORENO,
Isidoro, Comandos en acción, Buenos Aires, Emecé, 1992).
El resto de las horas y los días que transcurrieron desde el 26 de marzo hasta el 1 de
abril fueron de preparación del equipo propio, y el de los soldado
soldadoss y suboficiales, como así
también, de templanza para estar pronto espiritualmente para no volver de la campaña.
Como se podrá ver en otra carta que Roberto envió a su padre, y que a continuación
transcribimos en toda su extensión, fechada la mis
misma
ma en Puerto Santiago (Ex – Goose
Green), el día 11 de abril, el hecho de estar embarcado esperando el momento de entrar en
acción ponía a nuestro héroe en un particular estado de ansiedad y nerviosismo que le hacía
desdeñar la relativa comodidad de la que gozaba en el buque que los trasladó al teatro de
operaciones.
II Carta del Teniente Estevez a su ppadre.
adre.
“Puerto Santiago (Ex Goose Green, 11 de abril de 1982. Pascua de
Resurrección del Señor).
Querido Papá: ¡Felíz Pascua! Cristo Rey venció a la muerte y ha resucitado.
¿Cómo les va? ¿Bien? Dios quiera que si. Yo con una alegría muy especial, que
tiene la explicación de saberme en el lugar por donde se inició, se desenvuelve y donde
seguirá el episodio más importante de lo que va del siglo XX en la Argentina. El Señor
es generoso conmigo y ha decidido que yo tenga el privilegio de integrar como Jefe de
Sección el componente de la Fuerza del Ejército de la “Operación (no Operativo como
dicen los periodistas) Rosario”. Mi Regimiento, a tal efecto, organizó una Compañía
(la C), que estuvo movilizada en pocas horas. Viajó en camión a Comodoro, de ahí en
707 a la Base Aeronaval Comandante Espora (2/3 parte de la Compañía en el ARA
Almirante Irízar, mi Sección incluída, 1/3 con el J R I 25 en el ARA San Antonio, con
la Infantería de Marina y con el staff del Comando del Teatro de Operaciones). El
Irizar es una cosa de locos: helipuerto, sauna, todo climatizado, de puente de mandos
a bodegas, telediscado a todo el país, estabilizadores, videocasetes, cantina con una
cocina de sobresaliente calidad.
Realmente en la “Navy” no se privan de nada. Que me perdone el Sr.
Vicealmirante, pero navegar me pareció algo muy semejante a un castigo, por el
sedentarismo tan burgués y tedioso que deprime (…) no me bancaba más estar allí.
No es que sea melodramático,
melodramático, pero uno esta hecho para algo diametralmente
diametralmente opuesto,
más activo, más dinámico, más variado y también más despistado, desorganizado e
ineficiente. Esa es la verdad. El Oficial de Comando Naval
Naval (no así el Infante de
Marina) “hace su vida”, no tiene más que un levísimo contacto con uno u otro suboficial y absolutamente ninguno con la tropa. ¡Ah!, excepción hecha del mozo del
“Camarote de Oficiales”, versión de ultramar de una especie de club privado: whisky,
naipes, música, etc. En realidad todo lo que uno entiende por “militar” brillan por su
ausencia a bordo. Golpes de taco, armas, “ser tropero”, explosivos, órdenes a los
gritos, acción, ¡todas esas cosas tan lindas y vitales! Nada de eso hay. Pero los tipos
con pelo muy largo (para ser militares) y modales suaves (también para ser militares)
manejan las cosas con seriedad y rendimiento. Bueno, el martes 30 nos agarró un
temporal que nos tuvo mal. Como habrá sido de fuerte que las amarras del
helicóptero “Puma” del Ejército (francés, USS 4.000.000 aprox, 20 plazas, empleo:
transporte de carga y personal), que estaba bien atadito en el hangar del helipuerto se
soltó y empezó a flamear rompiendo todo lo que encontraba. Daban ganas de llorar.
Tan lindo que era y ya no sirve para nada. Tenías que verlo al Capitán que lo
piloteaba, parecía el jinete que debe ultimar a su caballo mal herido. Te digo, ahora
estoy de Oficial de Servicio y me voy a recorrer nuestra Base en estos pagos
recuperados para Dios y la Patria.
0540 hs.- Bueno aquí estoy de regreso, para variar en esta madrugada hay
viento, cielo cerrado y lloviznas intermitentes. Después te voy a hablar del
archipiélago y sus peculiaridades. Volvamos al Irizar, viajamos en él hasta el 1 de
abril en que arribamos a la línea de Partida para el A
Ataque.
taque. Esa tarde, en una de las
bodegas se celebró la Santa Misa, a cargo del Capellán del Comando de Operaciones
Navales (…) En todo este hermoso buque se pasa la arenga del Comandante del
Teatro de Operaciones “Malvinas” y luego la del Componente Naval. Para entonces la
flota estaba formada para combate. Las fragatas “Hércules” y “Santísima Trinidad”,
el “Irizar”, transportes “Islas de los Estados” y “San Antonio”, y un poco mas atrás el
portaaviones “25 de Mayo”. Así se inicia la aproximación de la muchachada de la
Agrupación de los Buzos Tácticos y los de la Agrupación Paracaidistas, los Comandos
Anfibios, algunos de los cuales tengo el orgullo de contarlos como amigos. Ellos
llegaron a costa e iniciaron la espera. A las 0500 hs. un Batallón de Infantería de
Marina y otras fracciones de apoyo desembarcaron. Breves momentos antes, el
Primer Escalón de Buzos y Comandos, había desactivado y apagado todos los puestos
claves (usinas, teléfonos, faro, agua corriente, etc, etc). Hasta ese momento una de las
secciones de la Compañía C debía quedar como Reserva del Comandante en el
“Irizar”, mientras que a mí deberían lanzarme desde helicópteros con el Jefe de
Compañía y Sección en esta zona donde hoy estoy; Goose Green/Darwin (los dos
pueblos están separados por no más de 2 millas, a lo británico) y la otra Sección (una
Compañía de Infantería, 3 Secciones Tiradores) desembarcan atrás de los Infantes de
Marina para ocupar el aeropuerto. La acción sobre Puerto Stanley y Goose Green
debía ser simultánea (en ellos todos, en nuestras apreciaciones coincidíamos con el
planeamiento del Comandante). Cuál será mi sorpresa, la bronca y la amargura;
cuando con toda la Sección lista, con todo listo, esperaba tan sólo la orden de
embarcar en el helicóptero, veo que con cara de embole se acerca el Jefe de la
Compañía (un Teniente 1) y dice que el General García (el Comandante) decidió dejar
también a mi Sección de Reserva, por si era necesario empeñar algún elemento en
algún sector en situación desfavorable. No dudo que el General García tendría sus
razones para ordenar tal medida, pero ¡que amargo es ver desde un buque el combate
en tierra! La acción en tierra fue muy breve (…) Se aterrizó un C-130 Hércules con un
Grupo de Operaciones Especiales y el resto del Regimiento de Infantería 25. Mientras
tanto los Comandos Anfibios, los Buzos y la Infantería de Marina cercaron la Casa de
Gobierno. Estos atorrantes de los ingleses cuando se la vieron mal levantaron bandera
blanca, pero luego, cuando algunos de los integrantes del cerco iban a entrar, abrieron
fuego, así fue como hirieron a García Quiroga, al otro que no recuerdo el apellido y
como mataron al Capitán Giachino.
Giachino. ¡Son una basura! Recién al otro día echamos pie
a tierra, como para tomar contacto con los Abastecimientos del Regimiento de
Infantería 25, y luego volver a embarcar en el “Islas de los Estados”, un cascajo
torturante, ahora sí rumbo a Darwin; en esa localidad efectuamos un cerco,
requisamos armas (increíble: prácticamente cada hombre tiene su rifle o escopeta,
cuando no más de un arma). Goose Green (algo así como “Pradera del Ganso”) y
Darwin quedan en el istmo de la Isla Oriental del Archipiélago. Goose Green es una
aldea un poquito mas poblada que Bonpland y por supuesto que sus casas super
inglesas. Los pobladores de buen aspecto económico y cultural en general. Pero eso sí,
salvo los hogares, el resto de los elementos; herramientas, ropas, vehículos, no tienen
nada que envidiarle al japonés Kenoda. Son unos relajados estos gringos. Apenas el
Jefe de Compañía tuvo reunido al pueblo; con sus armas y vehículos habló educada
pero firmemente, aclarando que si nada raro se hacía, nadie se buscaría problemas.
La gente se agarró un cagazo que aún les dura.
dura. Tanto aquí como en Stanley el respeto
a la propiedad privada y al estilo de vida fue la máxima posible. Nos hemos llevado
bastante bien de entrada con los pobladores y como las reglas fueron muy claras, yo
me manejo sin problemas con el idioma pero les tengo que decir que
que hablen más
pausadamente.
Tengo más, mucho más para contarles pero ahora debo ir a organizar
prácticas de defensa de nuestra base, porque aquí no nos agarrarán desprevenidos,
que ni lo sueñen. Así que les digo, que estos se vienen, como otras tres veces también
con todo y una vez más Dios Señor de los Ejércitos y su Santa Madre, Nuestra Señora
del Rosario nos guiará a la victoria, como a Don Santiago de Liniers y como al
General Mansilla. Hoy recordamos a San Pablo: “¡Si Dios con nosotros, quién contra
nosotros!”. No nos va a faltar nada, ni astucia, ni inteligencia, ni conocimiento, ni
valor, ni saber como morir, pero menos, mucho menos, Fe en el Padre. Ya volveremos
a estar en contacto. ¡Viva la Patria! ¡Viva Cristo Rey!
Un fuerte abrazo de tu hijo que mucho los quiere (…) Que nadie deje de orar
al Señor que era y es nuestra arma verdaderamente eficaz frente al corrupto
enemigo”.
ROBERTO.-
De la carta citada se desprende la ansiedad que tenía Roberto por entrar en combate,
al efectuarse el desembarco de las tropas nacionales el 2 de abril. A su vez, no deja de ser
pintoresco, las “quejas” sobre
so bre la comodidad ddee la que disfrutaba en el buque
buq ue “Irizar” siendo
él, un soldado, comando, preparado para las penurias de la guerra. Pero volviendo a lo que
Estevez le comentaba a su padre en la misiva, en lo referente al día de la recuperación de
las islas; lo que motivó que su sección no participe activamente de la Operación Rosario e
hizo que el General García los deje embarcados como reserva para emplearlos allí donde
algún foco de resistencia complique las acciones, fue que el helicóptero que debía
trasladarlo se rompió y además se tenían informaciones que en el aeródromo de la isla
había obstáculos que era preciso remover. Nuestro biografiado, rectifica abundante
bibliografía sobre la Guerra de Malvinas, que sostiene que su Sección y él mismo, por
supuesto, eran reserva el día del desembarco, por el contrario, le manifiesta con claridad a
su padre que toda su Sección estaba dispuesta a ser desplegada sobre Darwin: “(…)
mientras que a mí deberían lanzarme desde helicópteros con el Jefe de Compañía y
Sección en esta zona donde hoy estoy; Goose Green/Darwin (…) Cuál será mi
sorpresa, la bronca y la amargura; cuando con toda la Sección lista, con todo listo,
esperaba tan sólo la orden de embarcar en el helicóptero, veo que con cara de embole
se acerca el Jefe de la Compañía (un Teniente 1) y dice que el General García (el
Comandante) decidió dejar también a mi Sección de Reserva, por si era necesario
empeñar algún elemento en algún sector en situación desfavorable (…)”.
¿Habrá sido la rotura del helicóptero el factor que más importancia tuvo en el
cambio de planes? No lo sabemos, lo cierto es que la primera misión del Teniente Estevez,
se efectuó el 2 de abril y consistió, como generalmente se dice, en permanecer embarcados
como reserva de los elementos que ya actuaban en tierra.
Nuestra hipótesis, sostenida en el documento trascripto, parece ser correcta, toda
vez que, ni bien desembarcaron Estevez y Gómez Centurión con sus Secciones –recién
pudieron hacerlo el 3 de abril-, el General Daher le ordenó a la Compañía C que tomara
Goose Green. Y esto, concuerda perfectamente con el relato de la Operación que Roberto
hacía a su padre en la carta que citamos: “ (…) Recién al otro día echamos pie a tierra,
como para tomar contacto con los Abastecimientos del Regimiento de Infantería 25, y
luego volver a embarcar en el “Islas de los Estados”, un cascajo torturante, ahora sí
rumbo a Darwin; en esa localidad efectuamos un cerco, requisamos armas (…)” Por
todo lo dicho, creemos que efectivamente, inicialmente Estevez y su sección iban a ser
participes del desembarco el 2 de abril con la misión que finalmente tu
tuvieron
vieron que realizar
(sólo que 24 horas más tarde; esto es, tomar Goose Green).
Con lo relatado quedan perfectamente delimitadas las dos primeras misiones que
tuvo que cumplir Roberto en Malvinas. No obstante sería él mismo quien en carta a su
hermana María de las Mercedes se encargaría de detallar su accionar. En ella expresaba con
claridad: “(…) Nuestra permanencia en las Islas es, como ya sabrás, desde la primer
hora y la actividad puede dividirse en: Operación Rosario (27/3 a 2/4); Ocupación
Green Goose – Darwin (4/4 a 1/5) y operaciones contra la “Task Force”, a partir del
1/5 (…)”. Transcribimos la totalidad de la misiva para proseguir el relato en palabras de su
protagonista.
Carta del Teniente Estevez a su hermana María de las
las Mercedes del Rosario.
“25 de mayo de 1982. Soberanía o Muerte.
Mi querida María de las Mercedes del Rosario: Hoy no cambiaba mi puesto
por ninguno que pueda desempeñar un argentino en cualquier lugar.
Presidí una misa, que en conmemoración del día de la Patria, celebró un
capellán para mi Sección, en un descampado próximo a nuestras posiciones. El oficio
fue en acción de gracias por tantas cosas que debemos al Señor, de las cuales ninguna
duda que la más inmediata era que, pese a la actividad de los British, el personal de la
Base Santiago no debe lamentar ni siquiera un herido, desde el 27/3 en que fuimos
asignados a la Operación Rosario hasta el presente.
Nuestra permanencia en las Islas es, como ya sabrás, desde la primer hora y la
actividad puede dividirse en: Operación Rosario (27/3 a 2/4); Ocupación Green Goose
– Darwin (4/4 a 1/5) y operaciones contra la “Task Force”, a partir del 1/5.
Por el momento acá “se puede vivir”, estamos, mis soldados, suboficiales y yo,
totalmente bien, estimo que si Dios nos permite seguir llevando en nuestro nivel las
cosas como hasta ahora, si somos empeñados en combate propiamente dicho, las cosas
pueden andar en forma relativamente positiva.
Para hablar de la Operación Rosario, me voy a tomar el tiempo, allá en
Posadas, con unos amargos dando vuelta y sin mucho apuro, ¿Sí?
En cuanto a la 2 Etapa fue bastante “divagateur” y se trató de darle un aire de
vida de cuartel con mentalidad de guerra, de forma tal que, salvo la rigurosísima
seguridad y la construcción de posiciones defensivas, la vida no se diferenciaba
mucho de la que llevábamos en Guarnición Sarmiento (Chubut). En estos días
aproveché para practicar mi inglés con los “Kelpers” (buenos tipos, pero van a seguir
siendo “british”, mal que le pese al gobierno Argentino; no quieren saber nada con la
Argentina; la prensa judaica multinacional, “The Amnesty”, Pérez Esquivel y otros
infames se están luciendo con la mano de brea que nos dieron; charlando con los
“Kelpers” uno se da cuenta).
Además empecé a leer “The Knights of the round Table” in english of course,
pero con los Sea Harriers que cada tanto mandan los muchachos de la Royal Navy,
perdimos algunas buenas costumbres, tales como vivir en edificios o carpas (desde el
1/5 vivimos en las posiciones), o leer en inglés (ya no tengo tiempo ni concentración
como para leer y darle al diccionario), entonces ahora leo castilla nomás. Eché mano a
la catarata de libros que la buena gente linda desde el continente nos hizo llegar, junto
con tanta cosa increíblemente variada y encontré “Los centuriones”, la obra preferida
de uno de mis autores preferidos. Lo terminé por 2 vez, hace poco, ahora estoy
leyendo, entre zambullida en las posiciones y otras actividades, “Regreso al país de las
sombras largas”, “Cartas del desierto” de Carlos Carreto y un libro de Lovercraft con
todo un despliegue de morbosa imaginación.
A pesar de las alertas y Alarmas (raids aéreos, probable desembarco, cañoneo
naval y otros números del circo británico), tratamos de mantenernos dentro de un
ritmo metódico de vida; Educación Física, aseo, limpieza de sectores y desde mañana,
repaso de temas de instrucción. Con las últimas luces rezamos nuestro rosario, el
arma N 1 desde siempre (las de fuego y las blancas vienen después), para lo cual
muchos de mis soldados lo deben sacar del cañón de la FAL en donde los tienen
atados.
Estamos muy bien y sabemos qué vamos a hacer y que vamos a triunfar
porque, como dice San Pablo y como es el lema de mi sección: “Si Dios con nosotros,
¡quién contra nosotros!”.
Como te dije estamos bien, pero yo quiero que mis soldados estén mejor, así
que por ello te voy a manguear algunas cosas; aquí van: una lata de cemento de
contacto (pegan cuero y goma), una bobina de hilo encerado para cueros; 2 o 3 agujas
de zapatero, (para hacer nuestro propio mantenimiento a los borceguíes y no tener
que esperar turno de taller) y unas latas de ese unto para cueros (montaduras, toldos,
etc).
Vos con esto ya estás eximida de aportar al Fondo Patriótico. Desde el frente y
con gesto patriarcal, te eximo ¿sabés?
Y ahora te dejo, estoy de jefe de seguridad y debo darme una vuelta de control.
Saludos a todos. Esto viene a ponerse interesante, hay que analizar con ojos críticos
todo lo que se está gestando en el país:
1) La gente retorna con pasión a la Fe Católica, la única.
2) Hispanoamericana se une ante la agresión (se cae la máscara de la farsa
liberal argentina europeizante).
3) Se respira un aire de unidad nacional ante la causa común.
4) Tal vez llegó la hora de prenderle fuego a 132 años de claudicaciones
históricas y hacer imperar la Argentina Eterna, Católica, Hispanoamericana, Unida
para el Bien Común y tras un destino de grandeza.
Un beso para tus guainitas, para Pauline y un fuerte abrazo para Edmond y si
lo ves a Hugo, mis más especiales saludos. Un beso de,
ROBERTO.
¡Viva Cristo Rey! ¡Viva la Patria! VENCEREMOS”.
Esta misión de “tomar y asegurar” Prado del Ganso, era de importancia estratégica y
política ya qu
quee allí se encontraba la pprincipal
rincipal emp
empresa
resa de la isla. Se trataba de la Falkland
Island Company que poseía aproximadamente 1.000.000 ovejas y dominaba la vida
económica de las islas. Era propietaria de un 46% de las tierras en el archipiélago. Sólo
había en las Malvinas treinta agricultores independientes y el resto de las tierras estaban en
manos de otras compañías. Pero la Falkland Island Company era la principal empresa
comerciante de la isla. Sus gerentes locales eran de hecho los alcaldes de las aldeas, y por
supuesto debían ser ingleses, ya que ese cargo estaba vedado para los kelpers. La FIC
controlaba
los barcos de
suministros y se ocup
ocupaba
aba
del
comercio ddee lana ddee
ovejas -principal fuente de recursos de las Malvinas-.
El mismo día 3 de abril al terminar el día, la misión de tomar, ocupar y controlar
Gosse Green y la Empresa Falkland Island estaba cumplida.
Al Teniente Roberto Estevez sólo le ffaltaba
altaba cumplir con la tercera y más delicada
misión. Las Operaciones contra la “Task Force”. Esta sería la que le costaría la vida y la
que pondría a nuestro Héroe de cara con el Creador. La Compañía C, de Estevez se ubicó
en la escuela del poblado, una zona ventajosa para la defensa. La Sección BOTE de Estevez
se encargó de fortificar la posición y la de su gran amigo, Gómez Centurión, de censar y
requisar armamento a la población civil. Como quedó dicho en los documentos transcriptos,
la postura Argentina respecto a la propiedad privada fue respetuosa en este sitio pero acorde
a tiempos de guerra. Lentamente iban ll
llegando
egando todos los elementos que constituyeron lo
que se conoce como “Base de Tareas Mercedes”, que estaba integrado por el
Vicecomodoro Pedrozo y sus componentes de F. Aérea que organizó la base con los
Pucará. Luego llegó el Subteniente Reyes, con lo que recién allí se completó la Compañía
C del Regimiento 25. Más tarde, y con exasperante lentitud (a cuenta gotas) fue llegando el
Regimiento 12 de Infantería (se completaría ya en pleno combate con los ingleses sobre la
posición nacional), que estaba al mando del Teniente Co
Coronel
ronel Italo Piaggi, qu
quien
ien qu
quedó
edó al
frente de todas las tropas que se encontraban allí destinadas.
El 1 de mayo los ingleses iniciaron el ataque sobre Goose Green y como se efectuó
con fuego naval sobre la población se procedió a darle refugio a la misma sacándolos de sus
casas y juntándolos en la Iglesia. Esta precaución no pudo evitar “cierto espionaje”
realizado por kelpers que informaban a los ingleses sobre las defensas argentinas. Se cuenta
que Hard Castle, funcionario de la FIC, desapareció de su casa y sólo volvió marchando
con las tropas inglesas cuando la posición argentina había caído.
El 21 de mayo se produjo el desembarco inglés en San Carlos y se perdió contacto
con parte de las fuerzas propias allí destinadas. El Regimiento de Infantería N 12 ya estaba
desplegado constituyendo el primer anillo de defensa, que se constituía esquemáticamente
hablando, de dos semicírculos apoyados en el mar. La parte norte, tenía como reserva a la
Sección del Teniente Estevez. La parte sur, contaba con la Sección del Subteniente Gómez
Centurión como reserva. Por lo tanto, la totalidad de la “Fuerza de Tareas Mercedes”, al
mando del Coronel Italo Piaggi estaba compuesta por: a) Regimiento 12, compañías A y C,
contaba con 439 hombres entre oficiales, suboficiales y soldados; b) Regimiento 25,
compañía C, integrada por 78 hombres; c) Un grupo de la Compañía de Ingenieros 9, con
tan sólo 11 hombres; d) Grupo de Artillería 4, sección de la Batería A, eran 45 hombres; e)
Sección del Grupo de Artillería de Defensa Aérea 601, con un total de 33 hombres; f)
Regimiento de Infantería 8, una sección de 39 hombres. El total de hombres de la “Fuerza
de Tareas” era entonces de 643 combatientes para cubrir 31 km lineales, y una superficie de
17 km cuadrados.
Desde que se produjo el desembarco británico, comenzó un fuego de ablandamiento
sobre las primeras líneas defensivas argentinas por parte de la artillería inglesa. Con el
correr de los días el fuego fue en aumento, lo que hacía prever que se acercaba el ataque
por tierra sobre las posiciones de la “Fuerza de Tareas Mercedes”.
El 28 de mayo, aproximadamente a las 2:30 AM los paracaidistas del Segundo
Batallón inglés, con apoyo de fuego de una Fragata y seis piezas de artillería, atacaron por
el norte del dispositivo de defensa argentino, tratando de quebrar por la posición del
Regimiento 12.
La Compañía A del Reg. 12 luego de soportar lo máximo posible la presión
enemiga se replegó. Algunos elementos lo hicieron en forma ordenada, otros,
lamentablemente, en forma caótica. En esos momentos el flanco izquierdo de la defensa
comenzaba a flaquear y se producía el siguiente diálogo:
- PADRE MORA: "Señor Teniente Coronel, basado en mi propia experiencia,
durante la Segunda Guerra Mundial en Italia, estimo que, por el potente fuego de
artillería enemiga que se recibe más el cansancio de los soldados, será muy difícil
sostener las líneas defensivas. Si Ud. me permite, creo que sería conveniente utilizar la
Sección de Tiradores Especiales, del Teniente Roberto Estévez, a la que le reconozco
un excelente espíritu para el combate."
El Padre Santiago Mora, Capellán del Regimiento de Infantería 12 y veterano de la
II Guerra en el Teatro de Operaciones Italia, le hizo esta proposición al Jefe de la Defensa,
Coronel Piaggi.
- TENIENTE CORONEL PIAGGI: "Gracias, Padre, lo pensaré; mis asesores
también me dieron el mismo consejo; esta Reserva es lo último de que disponemos".
Luego, se sostuvo otro
otro diálogo trascendental entre el sacerdote y Estevez al que se
sumaría –con la orden esperada- el Teniente Coronel Piaggi:
-
PADRE MORA: “Disculpe Estevez, yo le dije al Teniente Coronel Piaggi que
podría mandarlo a usted al frente para apoyar el repliegue de la Compañía A”.
-
TENIENTE ESTEVEZ: “Gracias Padre. Eso era lo que estaba esperando”.
Seguidamente el Teniente Coronel dio sus órdenes :
- TENIENTE CORONEL PIAGGI: “Teniente Estévez, como último esfuerzo
posible, para evitar la caída de la Posición Darwin-Goose Green, su Sección
contraatacará en dirección Noroeste, para aliviar la presión del enemigo sobre la
Compañía "A", del Regimiento 12 de Infantería. Tratará de recomponer, a toda costa
la primera línea. Sé que la misión que le imparto sobrepasa sus posibilidades, pero no
me queda otro camino”.
Luego, lo despidió con un fuerte abrazo.
Estevez conciente de lo difícil de la misión jamás se sintió intimidado y se dirigió a su
tropa de la siguiente manera:
-
“Por fin ha llegado el momento más importante de sus vidas como soldados; si
recuerdan toda la preparación que han tenido, la fracción tiene más posibilidades de
cumplir con la misión. Soldados, en nuestras capacidades están las posibilidades para
ejecutar este esfuerzo final, y tratar de recomponer esta difícil situación. Estoy seguro
de que el desempeño de todos será acorde a la calidad humana de cada uno de ustedes
y a la preparación militar de que disponen…Y ahora…Seguirme! ".
Efectuada la breve arenga el Héroe marchó a cumplir con su destino. Dios guiaba sus
pasos. Marchaba decidido al frente de sus so
soldados
ldados ppara
ara enfr
enfrentar
entar al
a l invasor. Se pr
preparaba
eparaba
mientras tanto para la posibilidad de la muerte, estaba dispuesto…todo estaba listo para
vencer o morir…
“A las 6 de la mañana de aquel 28 de mayo, la Sección “Bote” se puso en fila y
comenzó a avanzar hacia el norte por el ondulado y descubierto terreno en medio de la
oscuridad, tratando de cubrir lo antes posible el poco más de kilómetro y medio que la
separaba de su objetivo. Detrás, quedaban el cabo Rosales y los soldados Álamo, López y
Maina y dos conscriptos del grupo de apoyo de la Sección “Romeo”, Héctor Cabrera y José
Luis Cevallos, para dar seguridad al puesto comando de la compañía y para actuar como
escalón de recibimiento en caso de repliegue de la fracción. Estévez encabezaba el grupo de
hombres, cuya masa estaba constituida por veintiséis soldados aspirantes a oficiales de
reserva, secundado en el mando por el cabo primero Olmos y los cabos Zárate y Castro.
También había sido agregado al contingente el cabo Miguel Ángel Ávila, jefe del grupo de
apoyo de la sección del subteniente Gómez Centurión, y cuatro de sus conscriptos
(Buffarini, Culasso, Bartolucci y Arce) portando una ametralladora MAG y un
lanzacohetes. Si bien estos últimos estaban acoplados a la Sección “Bote” sólo desde los
principios del mes de mayo, habían desarrollado una buena camaradería con los hombres
del teniente Estévez como así también con el propio cabo Ávila, un jujeño de diecinueve
años de edad. Varios minutos después de haber partido, los adelantados de la fila se
encontraron con algunos efectivos del Regimiento de Infantería 12, replegados desde lo que
había sido la primera línea del combate observado en aquella madrugada; se encontraban en
sus antiguas posiciones y contaban con un jeep, desde cuyo interior podían oírse el
intercambio de tráfico radioeléctrico. A cargo de esa pequeña porción de tropas estaban el
teniente primero Manresa, jefe de la Compañía A de aquella unidad, y el teniente Alejandro
Garra, compañero de promoción de Estévez. En la breve charla que se produjo en medio
del campo y la oscuridad, aquellos le comentaron al oficial del 25 qué era lo que había
pasado durante el combate y le indicaron hacia dónde estaban las posiciones que debía
ocupar, facilitándole dos guías para una mejor orientación; tras la despedida, la Sección
“Bote” continuó con la marcha. En las proximidades de la zona que debían alcanzar, los
infantes cruzaron por una tranquera que estaba abierta.
Apareciendo por la retaguardia, ya muy cerca de los pozos en donde estaba establecida
la sección de los servicios, la fracción sorprendió al subteniente Peluffo. Sin tener un aviso
previo de la llegada ddee refuerzo
refuerzos,
s, Peluffo ppensó
ensó que el enemigo lo había sobrepasado, pero
cuando uno de sus soldados le dijo que esos eran los hombres del 25 que estaban con ellos
en la zona de Pradera del Ganso, el joven subteniente salió a recibirlos. A la vez, el teniente
Estévez impartía a su sección la orden de desplegarse en cadena con el mismo frente que
traían en la marcha. Luego de que Peluffo se presentara, Estévez le inquirió: - ¿Cuál es la
situación? El subteniente le informó acerca de los movimientos que el enemigo había
hecho durante la noche, incluido el fuego de ablandamiento efectuado por su artillería en el
sector, y del repliegue de parte de la Compañía A; también le comentó la disposición de su
tropa y el armamento de que disponía, remarcándole que la altura que tenían a la derecha se
encontraba desocupada. Obrando en consecuencia, el teniente le ordenó que tomara un
grupo de tiradores y una de las ametralladoras MAG y que se ubicara cubriendo ese flanco
para evitar un
u n prob
probable
able envolvimiento del sitio. Los jefes de grupo de la Sección “Bo
“Bote”
te” se
habían acercado también para recibir las directivas acerca del despliegue de la fracción.
Con la Sección “Bote” desplegada todavía sobre el faldeo sur de la hondonada que se abría
ante ella, el cabo Luis Miño y el soldado Alberto Moschen fueron designados para efectuar
el reconocimiento y avanzaron hacia la tropa observada. Momentos más tarde, una
ametralladora enemiga abrió el fuego desde el sector de su aproximación y la ráfaga
alcanzó al cabo y al soldado, quienes murieron en forma inmediata. Al mismo tiempo, todo
el sector de la defensa comenzó a ser intensamente saturado por el fuego de armas
automáticas, el que encontró a los soldados del Regimiento 25 sin ninguna protección. A
los gritos, el teniente Estévez les dijo a sus hombres que se tiraran cuerpo a tierra ya que los
estaban atacando los ingleses y les ordenó que cada uno se arrastrara hasta el primer pozo
que encontrara. En la medida de lo posible y aún con la oscuridad cernida sobre ellos,
apoyados por los infantes del Regimiento 12 que también disparaban a discreción sobre las
bocas de fuego enemigas, los soldados
so ldados de la sección fueron cumpliendo con este propósito
y desde las protecciones que iban obteniendo comenzaron a responder con mayor eficacia
al ataque inglés; el intercambio de disparos se generalizó por ambos bandos y el combate se
transformó en una situación caótica y feroz. El subteniente Peluffo, quien había pensado en
cumplimentar la orden de Estévez de cubrir el flanco derecho de la posición llevando
consigo un grupo de tiradores y una de las ametralladoras del cabo primero Ríos, no tuvo
tiempo de ejecutarla ante la precipitación de los acontecimientos. Se arrastró hasta uno de
los pozos y empezó a combatir. Eran, aproximadamente, las siete y media de la mañana. La
ametralladora del conscripto Sergio Rodríguez había logrado abrir el fuego. Pero los
servidores de la pieza no estaban todavía a cubierto y, cuando se encontraban en busca del
reparo de los refugios, un proyectil de mortero cayó muy cerca de ellos. El soldado Arnaldo
Zabala, uno de los asistentes, recibió de lleno varias esquirlas en su cuerpo muriendo en
forma casi instantánea, y Rodríguez fue herido gravemente por una de ellas entre ambas
piernas, en la zona ddel
el periné. Lu
Luego
ego de recuperarse a medias de
dell shock inicial, pudo llegar
arrastrándose hasta un pozo sin soltar su MAG (la que tenía colocada aún una de sus
bandas) y allí se eencontró
ncontró con algunos soldado
soldadoss del Re
Regimiento
gimiento 12, uuno
no de los cuales to
tomó
mó
el arma (…) Unos metros a la izquierda y desplazados hacia atrás ya estaban combatiendo
el cabo primero Olmos y los soldados Pecchio y Orellana, aunque con un frente algo
distinto al de la MAG. Eric Langer se despojó rápidamente del lanzacohetes, un elemento
sumamente incómodo en caso de sostener un combate de encuentro, y de los seis
proyectiles que
q ue llevaba repartidos entre su pecho y su espalda. Arrastrándose en med
medio
io de
las balas que pegaban a un lado y otro de su cuerpo cayó de pronto en un pozo; ya estaban
allí su compañero Brión y el cabo Zárate. Momentos después, desplazándose desde la
derecha del sector, el teniente Estévez llegó corriendo hasta el mismo pozo, ubicado hacia
el extremo oeste de las posiciones argentinas, y se tiró en él. Desde allí se asomó y le gritó
al cabo primero Olmos: - ¡Bien Olmito, bien esa MAG! ¡Organizame el fuego y no
dejen de tirar! Después se volvió y le preguntó a Langer: - ¿Qué hiciste con el
lanzacohetes? Cuando este contestó que lloo había dejado tirado,
tirado, le ordenó que lloo buscara.
El soldado salió del agujero y nuevamente comenzó a ser acosado por decenas de impactos
los que, milagrosamente, no dieron en su cuerpo. Regresó con el arma en sus manos y
Estévez le dijo que la cargara y que se dispusiera a seguirlo. A su vez, Langer le pidió a
Brión, su abastecedor de munición, que fuera con él. Cuando Estévez se expuso
nuevamente para tratar de llegar corriendo hasta el pozo en donde veía una MAG
disparando, dos proyectiles enemigos impactaron en él: uno en una pierna y el otro en un
brazo, ambos del lado izquierdo, haciendo que su cuerpo diera una vuelta en el aire
Arrastrándose, el teniente llegó hasta la trinchera que buscaba. Además del soldado
Rodríguez, que se encontraba en el fondo de aquel pozo con su complicada herida, unos
seis efectivos resistían desde aquella posición. La MAG que Estévez pudo observar en
acción era la que pertenecía a Rodríguez y había sido empuñada, con una gran decisión, por
uno de los soldados del Regimiento 12. Este conscripto logró tirar en dirección a la tropa
enemiga desde los primeros momentos del combate hasta que una esquirla o un proyectil
inglés pegó en el arco protector del gatillo del arma, quebró parte de la cola del disparador
y le arrancó una porción del dedo. Sin titubear, el apuntador improvisó un vendaje sobre la
herida y siguió combatiendo con su otra mano. Pero minutos más tarde, una bala impactó
en su cabeza y cayó muerto en el fondo del pozo. Roberto Frattari, otro de los integrantes
de la Sección “Bote”, continuó disparando con la ametralladora después de quedarse sin su
FAL y sin un FAP, ambos fuera de servicio luego de una serie de disparos. Cuando el
teniente Estévez ordenó que la sección se desplegara en cadena, la formación resultante
quedó en posición oblicua a la línea de los pozos de la defensa; por tal razón, los que
venían marchando al frente quedaron mucho más cerca de estos y lograron refugiarse antes
que los que conformaban la retaguardia, muchos de los cuales permanecieron varios
minutos totalmente expuestos al fuego enemigo. Adrián Sachetto fue uno de ellos: cuerpo a
tierra, tiraba para donde le habían dicho que lo hiciera sin tener la certeza de pegarle a
algún enemigo en medio de la penumbra (…) Cuando el soldado Langer vio que al teniente
Estévez lo habían herido ni bien salió corriendo del pozo, le preguntó a Zárate: - ¿Qué
hago, mi cabo, voy o no voy? El suboficial le dijo que se quedara, ya que el riesgo de salir
del lugar era muy grande. De pronto, comenzaron a escuchar unos gritos a unos pocos
metros detrás de ellos: era Fabricio Carrascull. - ¡Vení, vení, arrastrate al pozo! comenzaron a pedirle desde esa posición, pero lo único que alcanzaron a escucharle en dos
o tres oportunidades
oportunidades fue que no podía hacerlo, que le
le habían dado. Pocos segundos más
tarde llegaron al agujero Adrián Sachetto (quien cayó encima de sus ocupantes) y Sergio
Bartolucci, después de que ambos hubieran estado durante mucho tiempo sin ninguna
cubierta frente a las balas enemigas que los buscaban en la semi oscuridad. Cuando fueron
preguntados por Fabricio, los do
doss ddijeron
ijeron que
q ue había sido herido y, en el íínterin,
nterin, éste ya no
volvió a ser oído. La ametralladora MAG que traía Bartolucci, de la cual era su apuntador,
estaba completamente inoperable al estar llena de barro y no pudo ser puesta en servicio
pese a los intentos de limpieza realizados. Tampoco funcionaban el lanzacohetes de Langer,
perforado por algunos impactos, ni uno de los dos fusiles FAL ni el FAP que
qu e había en aquel
pozo. Armados con un solo FAL, aquellos hombres comenzaron a responder el ataque en
forma por demás limitada. - ¡Rodríguez! ¿Qué le pasó? - preguntó Estévez a su conscripto
cuando lo vio herido. Éste le respondió de inmediato pero le inquirió, a su vez, por las
heridas que él tenía: - No es nada lo mío... - contestó el teniente. Una vez que estuvo
ubicado en esa posición, el teniente Estévez efectuó varios disparos de fusil con su brazo
derecho, no sin un gran esfuerzo, mientras alentaba a los gritos a sus soldados para que
sostuvieran el combate. En forma casi simultánea, logró establecer comunicación con la
artillería de campaña que estaba tirando desde Pradera del Ganso para corregir su puntería,
ya que los primeros impactos de los obuses de 105 milímetros habían caído peligrosamente
cerca de los pozos ocupados por los argentinos, sin que llegaran a afectar a los ingleses;
durante varios minutos más sostuvo este enlace con la batería propia, oficiando de
improvisado observador de tiro (…)” (TEVES, Orlando, "Pradera del ganso (Goose Green)
- Una batalla de la Guerra de Malvinas", Bs As, Edición del Autor, 2007). - TENIENTE
ESTEVEZ: "Para la Sección, sobre las fracciones enemigas que se encuentran detrás
del montículo, ¡fuego! Artilleros, sobre el lugar, deriva 20 grados, alza 400 metros,
¡fuego! Esté atento Cabo Castro, en dirección a su flanco derecho, puede surgir
alguna nueva amenaza..." - diversas órdenes se cruzaban en medio del fragor del combate
y; finalmente, se logró bloquear el avance, y aliviar en parte la presión ejercida por los
ingleses. En medio de la lucha y frente al desorden general de la Compañía A, Estevez
pidió por radio apoyo
apo yo de fuego de morteros al tiempo que afirmaba, “Usted que me conoce
sepa que yo no me voy de acá. Yo no me voy a replegar”. Contenido momentáneamente,
como se ha dicho, el avance inglés, insistió con el pedido de los morteros que no le
mandaron (…)
“A unos siete u ocho metros del oficial, protegido solo por un pequeño parapeto de
tierra al no haber podido llegar a ninguno de los pozos, el soldado Buffarini tenía en sus
manos su propio lanzacohetes. Sin proyectiles, ya que su abastecedor estaba un poco más
adelante, recibió una orden de Estévez: - ¡Buffarini, tire con el Instalaza pero tire para el
cementerio! - Después de dos o tres minutos de putearse con su compañero Culasso, quien
no quería arriesgarse a salir de su refugio para alcanzarle la munición, éste se arrastró y le
alcanzó tres o cuatro proyectiles. Buffarini cargó y efectuó el primer disparo hacia el
antiguo cementerio rural, que estaba ubicado hacia la izquierda de su frente, y desde donde
varios ingleses hacían fuego con armas automáticas. - ¡Bien soldado, tire otro! - gritó
Estévez, al observar la eficacia lograda por el conscripto de la Sección “Romeo”. En
aquellos momentos, dos esquirlas pegaron en la cabeza de Sergio Rodríguez y unos hilos de
sangre comenzaron a correr por su rostro. Al ver eso, el teniente le alcanzó al conscripto el
casco del soldado del Regimiento 12 muerto en el pozo y le dijo que se lo pusiera. A pesar
de las heridas que había recibido, Estévez no cejaba en su voluntad de lucha y en uno de
sus últimos contactos radioeléctricos con Pradera del Ganso manifestó que no pensaba en
replegarse y que continuaría la misión que le había sido asignada. Entonces, al asomarse al
borde del pozo para hacer una nueva observación, recibió otro balazo que le entró por el
pómulo derecho y lo tiró hacia atrás; después de caer encima de Rodríguez, balbuceó
algunas palabras y murió rápidamente (…)” (TEVES, Orlando, “Pradera del ganso (Goose
Green) - Una batalla de la Guerra de Malvinas", Bs As, Edición del Autor, 2007).
La heroica muerte de Estevez fue recordada más tarde por dos de sus soldados. El
soldado Rodríguez dijo: “(…) Llegó a mi posición el Teniente Estevez, herido con dos
balazos en el cuerpo, en la pierna derecha y en el brazo, que lo tenía colgando.
Llevaba el arma con el otro y la radio. Me preguntó si estaba herido, que lo de él no
era nada (…) seguía dando órdenes y haciéndonos sostener el combate, mientras él
con su único brazo sano se comunicaba con el puesto comando dando toda la
información del enemigo. No sé cómo los ingleses habían tomado posiciones tan
elevadas. Estaba hablando por radio cuando recibió otro balazo en la cabeza que le
entro por el pómulo derecho. El impacto del proyectil lo tiró para atrás a Estevez. Yo
ya no tenía miedo ni nada. Era como que esperaba tener a tiro a algún inglés, o lo
mato yo o me mata él a mí. Y el Teniente desangrándose (…) Hubo un momento en
que me rozaron dos esquirlas en la cabeza y el Teniente Estevez que agonizaba en
silencio, me habla y me dice que me ponga el casco de un muerto. Me caían unos
hilitos de sangre por la cara. Cuando volví a mirarlo, mi Teniente Estevez había
muerto…” En tanto el soldado Huircapán recordaba las acciones de la
la siguiente manera:
“Parecía que todo se había aquietado, pero de repente apareció el Teniente y nos dijo
que teníamos que trasladarnos desde la zona de la escuela en la que estábamos
apostados, hacia el cerro Darwin, más al norte, donde estaba el Regimiento 12. El
Teniente recibió la orden de iniciar un contraataque, nos alistamos y empezamos a
avanzar en fila india por una pradera muy plana. Caminamos en silencio unos 2.500
metros hacia el norte y de repente tomamos contacto con una sección del 12. Primero
se adelantó el Teniente Estévez y, mientras nosotros nos preparábamos para iniciar el
contraataque, vimos movimientos de soldados abajo, hacia el mar, a unos setecientos
metros. Todavía estaba muy oscuro y no estábamos seguros si eran tropas inglesas, así
que Estévez mandó a una patrulla a verificar. Habrán pasado unos veinte minutos,
escuchamos un tiroteo y prácticamente ahí se armó el combate. Estábamos al
descubierto todavía y empezamos a recibir ráfagas de ametralladoras de todos lados.
Nos fuimos arrastrando como pudimos hacia las trincheras y desde ahí intentamos
repeler el ataque. El Teniente Estévez iba de un lado a otro organizando la defensa
hasta que de repente lo hirieron en un hombro. Pero así y todo, malherido, él siguió
arrastrándose por las trincheras, dando órdenes, alentando a los soldados,
preguntando por todos. Poco después lo hirieron en el costado, pero igual, desde la
trinchera siguió dirigiendo el fuego de la artillería por radio. Ahí empezó el duelo de
artillería, los ingleses querían avanzar y no podían. Hubo una pequeña tregua y
después los ingleses reiniciaron el ataque, intentaron avanzar y nuevamente los
rechazamos. En ese momento hubo un desbande y yo me quedé con dos compañeros,
Ledesma y Testoni. Tratábamos de relevarnos entre nosotros como podíamos. Se nos
había trabado la ametralladora de Ledesma y de repente vimos que venían avanzando
tres ingleses que todavía no nos veían. Avanzaban hacia la trinchera de tres
correntinos que estaban mirando hacia el norte y me quedó esa imagen, la
desesperación que teníamos por destrabar la ametralladora. Era el culote de una
munición que se había quedado pegado en el percutor. La destrabamos desesperados,
Ledesma pudo disparar y ahí vimos cómo cayeron dos de los ingleses y el otro
desapareció. Después ubicamos al inglés que guiaba la artillería de ellos, le veíamos la
antena pero no lo veíamos a él. Vimos que se arrastraba y que hablaba por radio y le
disparamos. Yo tenía tres antitanques y tres antipersonales y le tiré los seis. Ahí nos
enteramos de que el Teniente Estévez había muerto. Junto con él habían caído el Cabo
Castro y Fabricio Carrascull, el radiooperador. Porque cuando cayó Estévez, el Cabo
siguió operando la radio hasta que le dieron y después siguió Fabricio, hasta que
también cayó (…)” (SPERANZA Graciela; CITTADINI, Fernando, Partes de Guerra, Bs
As, Grupo Editorial Norma, 1997, pp. 133-135).
Los ingleses comenzaron un nnuevo
uevo repliegue. Se los había detenido y obligado a
retirarse. Habiendo cumplido con su misión, sin Jefes, agotadas las municiones y
transportando la mayoría de sus muertos y heridos, la veterana y gloriosa Sección de
Estevez se retiró hacia sus posiciones iniciales, habiendo cumplido con su objetivo. En el
combate de Darwin murieron: Regimiento 25, compañía C, sección Bote: el Tte. Roberto
Estévez, y sus subordinados, Cabo Mario Castro, Soldado Fabricio Carrascul, Soldado
Horacio Giraudo, Soldado Arnaldo Zabala; Regimiento 12: Cabo Primero José Luis Ríos,
Cabo Luis Miño, Soldado Gabino Ruiz Diaz, Ireneo Mendoza, Alberto Moschen, Ireneo
Maciel, Rubén Horacio Gomez3.
Respecto de los sucesos ocurridos en Darwin/Goose Green, en particular lo referido a
los decesos del Cabo Mario Castro, y el soldado Fabricio Carrascul, es importante señalar
la existencia de dos versiones opuestas. Una de ellas, que denominamos “oficial” es la que
hemos adoptado y narrado precedentemente. La misma tiene sus fuentes en: a- Testimonio
del Mayor ERNESTO ORLANDO PELUFFO, b- Testimonio del soldado NELSON
GUILLERMO HUIRCAPÁN, c- Testimonio del Sr. HECTOR CISNERO (Presidente de
la Comisión de Familiares de los Caídos en Malvinas), d- Testimonio del Mayor JUAN
JOSE GOMEZ CENTURION, e- Testimonio del Teniente General ROBERTO BENDINI,
f-
Página
Oficial
del
Arma
de
Infantería
del
Ejército
Argentino
(http://www.infanteria.ejercito.mil.ar/unidades/unidades/RegimientodeInfanteriaMecanizad
o25/historia.htm).
Sin embargo, el otro relato referido a las muertes del Cabo Castro y el soldado
Carrascul no puede dejarse de lado, y dada nuestra imposibilidad durante la investigación
de llegar a establecer cuál de las dos historias es la real, preferimos mencionar ambas. Esta
segunda versión de los hechos, la denominamos “Libro del 25” y sostiene que: a- Muerte en
combate del Cabo Castro y el soldado Carrascul: El Cabo Mario Castro se encontraba
reunido con el Jefe de Sección para recibir órdenes, juntamente con los Jefes de los demás
escalones. Fue en ese momento en que comenzó el combate recibiendo intenso fuego la
Seción corrió bajo el fuego enemigo para ubicarse en el centro de su escalón e impartirles
3
Según el historiador y amigo, que gentilmente colaboró con este trabajo, aportando datos del suyo, la
nómina de bajas es mayor; llegando a 15 muertos, entre componentes del Reg 12, Secciones del Reg 25.
las órdenes adecuadas a la situación imperante en esos momentos. Fue en ese preciso
instante que cae mortalmente herido presuntamente por un disparo de fósforo blanco y un
disparo en el estómago.
estómago. La herida por el fósforo motivó que comenzó a salirle humo de la
la
espalda quemándose la chaquetilla por esta razón y en su agonía pedía a un AOR que
estaba próximo que lo matara. Aproximadamente al cabo de 1 hora se produjo el deceso
final.
El soldado Fabricio Carrascul, en el momento que comenzó el combate se arrastraba
buscando una cubierta para poder contrarrestar con su arma el fuego enemigo. En ese
trayecto fue herido mortalmente. Sus compañeros recuerdan sus últimas palabras “¡Me
dieron!”. Dicho relato tiene su fuente en el Libro Histórico de la Compañía A del Reg. 25,
a- Testimonio del soldado SERGIO DANIEL RODRIGUEZ, b- Investigación del Sr
ORLANZO TEVES (entrevista con el autor).
A pesar, de estas opiniones divergentes de cómo se produjeron exactamente los sucesos
en la batalla de Darwin/Goose Green, ninguna fuente niega el valor y heroísmo con que se
batieron nuestros soldados, tanto es así, que ganaron para la historia el sobrenombre de
“Los bravos del 25”4.
El Teniente Roberto Estevez había conquistado un lugar en llaa constelación de Héroes
de nuestra Patria. Un lugar al lado de los más valientes y brillantes hombres de la Nación.
Así lo recordaba su subordinado, el soldado Guillermo Aliaga: “Estévez fue herido en
la pierna derecha y en el brazo, pero siguió sosteniendo a los soldados en el combate
hasta el final. Con su único brazo sano se comunicaba con el puesto de comando
dando toda la información sobre el enemigo. Era un tipo muy especial. Desde el
principio supo lo que le iba a pasar y se preparó para eso con un convencimiento casi
4
Las
Las versiones contradictorias
contradict orias respecto de las m
muertes
uertes del Cabo Oviedo y del Soldado Carrascul llegan al
extremo de que, en una misma publicación se den las dos versiones opuestas como ciertas. Así en el libro
“Malvinas 20 Años, veinte héroes, Bs. As, Círculo militar, 2003, p. 304, Selva Echagüe escribe la versión no
oficial del Ejército, es decir, la muerte por herida de fósforo blanco de Oviedo, y la muerte de Carrascul
posterior a la de Oviedo pero
pero anterior a la de Estevez,
Estevez, por lo cual era imposible
imposible que tanto Oviedo
Oviedo como
Carrascul
Carrasc
ul hubieran operado la radio muerto Estevez.
En tanto, en el mismo libro, en la p. 290, Antonio Rodríguez Villar, sin ser muy preciso respecto de la muerte
de Fabricio Carrascul, acerca su relato a la versión oficial del Ejército, toda vez que su narración se apoya en
las declaraciones de los familiares y amigos de Fabricio. Todos ellos sostienen que el soldado murió después
de Estevez y del Cabo Oviedo intentando
intentand o comunicars
comunicarsee con P. Argentino.
místico. Porque uno se puede jugar en el combate y si te toca morir, te toca, pero la
convicción con la que él asumió su muerte, lo hacía diferente. Los soldados veían eso y
les quedó la marca del tipo que estaba preparado para todo”. (SPERANZA Graciela;
CITTADINI, Fernando, Partes de Guerra, Bs As, Grupo Editorial Norma, 1997, pp. 136)
Le fue otorgada la condecoración: "LA NACIÓN ARGENTINA AL HEROICO
VALOR EN COMBATE", por: "Dirigir un contraataque durante la noche, en una zona
ocupada por fuerzas enemigas superiores, para permitir el repliegue de efectivos propios
comprometidos. Pese a resultar herido seriamente, continuar en la acción, ocupar el
objetivo asignado y mantenerlo en situación desventajosa, rechazando sucesivos ataques,
oportunidad en la cual ofrenda su vida".
Fue un excelente amigo y compañero. Rindió su existencia como un Cruzado, con fe en
la causa justa que defendía y en la certeza de que su vida no le pertenecía.
APENDICE DOCUMENTAL.
I-
DOCUMENTO
TRANSCRIPTO
DEL
DIARIO
EL
TERRITORIO. JUEVES 12 DE AGOSTO DE 1982.
ESCRITO POR EL PROFESOR JUSTO ALI-BROUCHEUD,
PADRINO DE ROBERTO ESTEVEZ.
“Evocación de un soldado”.
“Todo hombre debe amar a su patria y procurar su mayor bien. Por consiguiente de be
cuando la vea invadida por los enemigos, defenderla con todas sus fuerzas, aunque sea a
costa de su vida” (Tratado de las Obligaciones del Hombre).
PATRIOTISMO ARGENTINO.
La Guerra de las Malvinas avivó en el pueblo argentin
argentinoo la virtud del patriotismo con una
unanimidad que no se conocía desde las grandes gestas emancipadoras, por ello afirmamos
en su momento que el acto recuperatorio argentino tenía la trascendencia de una segunda
independencia nacional.
Seguramente deberá transcurrir el tiempo para tener la verdadera perspectiva de la
dimensión de la grandeza de esta epopeya argentina.
No será la opinión mezquina, interesada, ni ma
malintencionada,
lintencionada, ni aún aquella que de buena
fe busca por razonamientos más o menos válidos explicar la inoportunidad del hecho o de
las carencias de que adoleció, lo que ha de quitar el valor de esta lucha argentina por su
soberanía. Esto es lo trascendente, lo que debemos rescatar de esta batalla por las Malvinas;
esto es lo que se puede exaltar en estos momentos de duro pesar y de duro pasar; en que el
temple de un pueblo se debe probar para obtener, por la experiencia vivida de un cruento
contraste, la fortaleza y la preparación para la victoria.
La Guerra de las Malvinas nos ha dejado testimonios que nos muestran por sobre la
hojarasca de la publicidad de los mercaderes de adentro como de afuera, el sentido
profundo del patriotismo argentino.
LA LECCION DE UN TESTIMONIO.
Un joven oficial de nuestro Ejército nos dejó una lección póstuma sobre el significado del
patriotismo y la ofrenda
o frenda ddee la vida po
porr la Patr
Patria;
ia; el Teniente 1 Roberto Néstor Estévez, hijo
de esta tierra misionera, en la que transcurrieran su niñez y su adolescencia.
El día 27 de marzo, en la sede de su Regimiento, el 25 de Infantería, de Colonia Sarmiento,
en la provincia de Chubut, a pocas horas de partir para el frente de las Malvinas, sin duda
recogido en el silencio de su habitación, dejó trazado de su pluma estos párrafos que
siguen, cuya lectura despiertan la emoción y aviva el sentimiento patrio.
Es una carta premonitoria de su destino que dirige a su padre, don Roberto Estévez antes
de partir y que deja para ser entregado si no alcanzaba a regresar:
“Cuando recibas esta carta yo, ya estaré rindiendo mis acciones a Dios Nuestro Señor. El,
que sabe lo que hace, así lo ha dispuesto: que muera en el cumplimiento de la misión. Pero
fijate vos ¡qué misión! ¿No es cierto? ¿Te acordas cuando era chico y hacía planes,
diseñaba vehículos y armas, todo destinado a recuperar las Islas Malvinas y restaurar en
ellas Nuestra Soberanía? Dios, que es un Padre Generoso, ha querido que éste, tu hijo,
totalmente carente de méritos, viva esta experiencia única y deje su vida en ofrenda a
Nuestra Patria. Lo único que a todos quiero pedirles es, 1º) Que restauren una sincera
unidad en la familia bajo la
la Cruz de Cristo; 2º) Que me recuerden con alegría y no que mi
evocación sea la apertura a la
la tristeza, y muy
muy importante, 3º) Que recen por mí.
Su amor de hijo lo deja expresado en el párrafo:
Papá, hay cosas que, en un día cualquiera, no se dicen entre hombres pero que hoy
debo decírtelas: Gracias por tenerte como modelo de bien nacido, gracias por creer en el
honor; gracias por tener tu apellido, gracias por ser católico, argentino e hijo de sangre
española, gracias por ser soldado, gracias a Dios por ser como soy y que es el fruto de ese
hogar donde vos sos el pilar. Hasta el reencuentro, sí Dios lo permite”.
Brilla en esta sentida carta la virtud y la humildad y el vivo amor a Dios, a la Patria y al
Hogar, síntesis magnífica de los valores de los hombres, como los cuales, como el Teniente
1 Estevez no dudaron como posible en ofrendar la vida.
La enseñanza que nos deja la vida y la muerta de este joven oficial, como la de otros
argentinos que ofrendaron la vida bajo la Cruz del Sur, debe ser para cada uno de nosotros
el momento de asumir, unidos el amor a la Patria, por la que ellos entregaron sus vidas
(…)”
II-
COMBATE DEL CERRO DARWIN
Mayor de Infantería ERNESTO ORL
ORLANDO
ANDO PEL
PELUFFO.
UFFO.
1.
Desarrollo
El 28 de mayo de 1982 a las 0800 hhoras,
oras, mi sección se encontraba ocupando una
posición defensiva en las alturas Norte del CERRO DARWIN; durante toda la noche
anterior habíamos
habíamos recibido fuego de artillería sobre la posición y observado el combate
por el fuego que libraba la compañía “A” del RI 12, al Norte
Nor te de la embocadura ddel
el ISTMO
DE DARWIN que conducía hacia la salida, y posteriormente A GOOSE GREEN, el
asentamiento isleño más importante de la zona.
Así amanecimos ese día, sin dormir, agotados por la tensión de los fuegos de
artillería que a Di
Dios
os gracias no nos habían ocasionado bajas y con la iincertidumbre
ncertidumbre de nnoo
saber qué nos aguardaría; era un día gris y la llovizna nos mojaba constantemente.
De pronto, una fracción desplegada apareció a nuestras espaldas, se trataba de la
sección BOTE (1RA Sección de la Compañía C del RI 25), del Teniente ESTEVEZ
constituida por los soldados Aspirantes a Oficiales de Reserva (AOR) y por entonces
agregada a la Fuerza de Tareas (FT) MERCEDES (RI 12), la que venía realizando un
contraataque desde retaguardia, para apoyar
apoyar a las ttropas
ropas que mantenían el contacto con el
enemigo.
Inmediatamente tomé contacto con la sección BOTE e informé a su Jefe acerca de la
situación que vivíamos, por lo que luego, el aludido Teniente dispuso reforzar nuestra
posición con sus hombres, quedando
quedand o de hecho a cargo de la posición por
po r ser el más antiguo.
En dicha circunstancia le materialicé en el terreno, sobre el flanco derecho de las
posiciones, una altura no oocupada
cupada po
porr las ppropias
ropias tr
tropas,
opas, oordenándome
rdenándome el Teniente que la
ocupara con una ametrall
ametralladora,
adora, para evitar que desde allí
allí se envolviera llaa posición. De
pronto, el Sarg 1ro JUMILLA se aproxima y nos informa qu
quee en el fre
frente
nte de las secc
secciones
iones
se divisaban tropas desplazándose en actitud ofensiva, por lo
lo que de inmediato
inmediato ordeno que
dos hombres se adelanten para observar si dichos efectivos pertenecían al enemigo o a las
propias fuerzas que
qu e se replegaban, tarea que les fuera encomendada al Cabo MIÑO con el
Soldado RUBEN GOMEZ.
Todo era muy confuso, pues en esos momentos también recibíamos fuego de
mortero sobre la posición, arrastrándose los integrantes de la sección hasta sus pozos de
zorro. El combate cercano había empezado y nuestras ametralladoras hacían fuego sobre
los efectivos ingleses que buscaban refugio en una barranca próxima a la playa, desde
donde continuaban batiéndonos con fuego de morteros.
En esas circunstancias la sección supo que el Cabo
Cabo MIÑO y el Soldado GOMEZ, al
aproximarse, habían sido muertos por el enemigo, y yo no llogré
ogré ocupar la altura del flanco
este de la posición, a consecuencia de lo cual y dado la diversidad de fuegos que
recibíamos, los paracaidistas británicos empezaron a envolvernos desde esa dirección.
Inicialmente los ingleses intentaron un ataque frontal pero fueron rechazados, en
parte merced a la intervención ddel
el Cabo Primero RÍOS qu
quee conducía dos
do s ametralladoras, el
que luego de combatir toda la noche se había replegado a llas
as posiciones
posiciones de llaa sección
permaneciendo en dicho lugar. E
Este
ste heroico suboficial instantes después, fue batido por uunn
misil que le ocasionó la muerte cuando se encontraba realizando fuego con una de las
ametralladoras.
El combate se hacía cada vez más intenso, el Teniente ESTEVEZ fue herido
reiteradamente en un brazo y en una pierna, sin que por ello dejara de conducir su sección.
Murió como consecuencia de un tiro que hizo impacto en su rostro mientras operaba un
equipo de radio por el cual transmitía a la artillería las ubicación de las posiciones enemigas
para que las batiesen. Al morir el Teniente ESTEVEZ, se hizo cargo de la radio el Cabo
CASTRO, quien también
también perdió la vida por un iimpacto
mpacto de bala, operando entonces la radio
el Soldado CARRASCUL,
CARRASCUL, quien imi
imitando
tando a sus jefes, moría en la acci
acción,
ón, no sin antes
transmitir la posición del enemigo y la situación que vivía su sección.
A pocos metros de allí, fui herido primero en una pierna por una ggranada
ranada de
mortero que estalló cerca de mi posición antes de que pudiera refugiarme en mi pozo de
zorro, por suerte llaa herida no me limitó para continuar combatiendo. Conduje el combate
de la sección, alenté a mi gente con mi grito característico de correntino, “EL SAPUCAY”,
ya que también eran correntinos la mayoría de mis soldados. En oportunidad de ser herido
herido
un soldado apuntador de un fusil ametrallador, luego de buscarle refugio, me hice cargo del
arma y abrí fuego en dirección al ataque enemigo.
Los ingleses ya
ya estaban próximos, la Sección combatía en las distancias cortas,
entre los cien y cincuenta metros, ellos avanzaban cubiertos por cortinas de hhumo
umo y
protegidos por los intensos fuegos de artillería y de morteros sobre nuestra posición. Su
avance era jalonado con fumígenos de colores, para no ser batidos por el fuego de su propia
artillería, yo no dejaba de disparar con el fusil ametrallador. De pronto una bala impactó en
mi cabeza y caí desplomado en el fondo del pozo, el proyectil había perforado mi casco
quedando fuera de combate debido a una herida en el rostro. Fue el Soldado PONCE, que
desde su posición me auxilió, me ven
vendó
dó y me alentó para continuar conduciendo
El combate entonces transcurría sin mengua, los integrantes de la Sección desde
cada pozo luchaba contra su enemigo. En una oportunidad, un soldado que se había puesto
mi casco, al salir a tirar desde la posición, recibió un impacto sin consecuencias, ya que el
tiro rebotó, suceso que provocó un asombro general.
En otra ocasión, un soldado que operaba un lanzacohetes antitanque y antipersonal,
al salir de la posición para disparar, fue alcanzado por un impacto que perforó su tubo
anterior inutilizándolo. El combate era muy violento, los ingleses se preparaban para asaltar
la posición habiendo conquistado alg
algunos
unos pozos del flanco derecho.
Los hombres de la sección, que ocupaban esos pozos, habían sido reducidos y
sacados de la posición, por lo que era imposible hacer fuego sobre los ingl
ingleses
eses que estaban
entre ellos. En esa circunstancia, restando ya escasísima munición para continuar el
combate y sin posibilidades de recibir refuerzos, decidí ordenar la rendición, ya que no
había posibilidades de éxito. Resistir el asalto significaba un derramamiento inútil de
sangre, con el consecuente aumento de pérdida de vidas. El combate es
estaba
taba perdido.
Un soldado sacó un fusil fuera del pozo con una servilleta blanca atada en su
extremo como bandera de rendición, cumpliendo así lo ordenado por el Jefe de Sección. Al
principio este hecho no fue debidamente interpretado y se le disparó
disparó,, dando los impactos
en el arma. Ordené entonces que se insistiera y el enemigo detuvo el fuego. De esta manera
pudimos salir de las posiciones y fuimos tomados prisioneros.
pr isioneros.
Al revisarnos los ingleses nos hicieron un “cacheo” violento, pues habíamos
luchado duramente y los ánimos estaban muy alterados. Luego fuimos llevados a un lugar
de reunión de prisioneros de guerra próxi
próximo
mo a las posiciones de la sección pero como la
propia artillería empezaba a batirlos, tuvieron qque
ue llevarnos a una pendiente en dese
desenfilada,
nfilada,
que reunía condiciones de seguridad.
Estuvimos todo el 28 de mayo a la intemperie y también durante la noche. Los
ingleses no pudieron hacer mucho por los heridos. Los combates continuaban en GOOSE
GREEN. No obstante, algunos soldados ingleses, mostrando un gesto humanitario,
entregaban su único paquete de vendas en favor de los heridos argentinos.
El 29 de mayo, después de la caída de GOOSE GREEN, fuimos separados. Los
ilesos fueron llevados a retaguardia, y los heridos transportados en helicóptero al hospital
de campaña inglés de SAN CARLOS, donde fuimos atendidos.
Así terminó el combate del CERRO DARWIN.
2. Conclusiones
a. El 28 de mayo
mayo de 1982, en las alturas del cerro Darwin, se desarrolló uno de los
combates más cruentos de la Guerra de MALVINAS. Fue el primero y el único de
los combates diurnos de magnitud superior a una compañía de infantería. De allí en
más, los ingleses sólo atacaron de noche, dado el costo en vidas y materiales que les
ocasionara.
b. El segundo Batallón de Paracaidistas del Reino Unido de Gran Bretaña se enfrentó
en el cerro Darwin con una sección de los servicios del RI 12 “GENERAL
ARENALES”, reforzada con armas automáticas y con la Sección BOTE del RI 25.
c. El resultado del combate fue adverso para las tropas argentinas. Luego de más de
tres horas de lucha, los ingleses tomaron la posición, y las pocas resistencias
argentinas que aún se sostenían debiero
debieronn rendirse. El saldo fue de doce muertos y
más de veinte
veinte heridos, sobre un total de aproximadamente setenta hombres.
d. Los ingleses perdieron en esta acción doce hombres, mientras que vversiones,
ersiones, luego
confirmadas, indicaban que durante el ataque también había muerto el Jefe del
Batallón, Teniente Coronel H. JONES.
e. En el combate del CERRO DARWIN ofrendaron sus vidas en cumplimiento del
sagrado deber militar de defender nuestra Soberanía Territorial, los siguientes
soldados:
1. Teniente
2. Cabo Primero
3. Cabo
4. Cabo
5. AOR
6. AOR
7. AOR
8. S/C 62
9. S/C 62
10. S/C 62
11. S/C 63
12. S/C 63
ROBERTO ESTEVEZ
JOSE LUIS RÍOS
MARIO CASTRO
LUIS MIÑO
FABRICIO CARRASCUL
ARNALDO ZABALA
HORACIO GUIRAUDO
GABINO RUIZ DIAZ
IRENEO MENDOZA
ALBERTO MOSCHEN
IRENEO MACIEL
RUBEN HORACIO GOMEZ
RI 25
RI 12
RI 25
RI 12
RI 25
RI 25
RI 25
RI 12
RI 12
RI 12
RI 12
RI 12
III-
Yo vi morir a nuestro querido Teniente Estévez
Por el ex soldado conscripto Ser
Sergio
gio Daniel R
Rodríguez
odríguez
El dramático relato de uno de los soldados que combatió en Darwin a las órdenes de ese
inolvidable oficial que fue jefe de la Sección Bote del Regimiento de Infantería 25.
Pertenezco a la clase 63 e ingresé en febrero de 1982 en el Regimiento de Infantería 25, que
tiene asiento en la localidad de Sarmiento, provincia del Chubut. A poco de haber llegado,
los que teníamos estudios fuimos separados del resto de los soldados conscriptos. Yo estaba
cursando la carrera de analista de sistemas en el primer año; me ubicaron en la sección de
aspirantes. El Teniente Roberto Néstor Estévez, quien posteriormente dejaría un recuerdo
imborrable en todos nosotros, fue el que nos seleccionó personalmente uno a uno.
Comenzó una instrucción, que no vacilo en calificar de dura y severa, hasta el 24 de marzo
a cargo de Estévez, que pertenecía el grupo de Comandos, y su segundo jefe de sección, el
Cabo
Primero
Faustino
Olmos,
también
de
esa
misma
especialidad.
La instrucción era diurna y nocturna con todo tipo de armamentos, teorica–práctica, y
estaba destinada solamente a este grupo seleccionado, que yo, gracias a Dios, tuve la suerte
de integrar. Debo añadir que esta instrucción fue altamente valiosa a la hora del combate y
Estévez, un jefe calificado que no sólo se preocupaba por nuestro estado físico sino también
por nuestra espiritualidad, no cesaba de darnos ánimo y valor con sus propios gestos
personales. Les cuento un ejemplo: Allá, en el sur, hay unos pastos ásperos y filosos
llamados coirones y durante nuestros habituales “cuerpo a tierra” y posteriores
deslizamientos, tratábamos de evitarlos. Al darse cuenta de esto, Estévez hizo él mismo el
ejercicio, sin importarle las lastimaduras que tales matas le ocasionaron, y luego nos dijo:
“Si están en pleno combate, no van a tener tiempo de bordearlos, la guerra es así”.
Este tipo de ejemplos estaban muy a tono con su naturaleza de persona de una alta moral,
ética y honor. Y sólo tenía 24 años. Nosotros, los AOR (Aspirantes a Oficiales de Reserva)
en la mitad de la noche, más de una vez fuimos levantados y nos hacían salir
a
correr
sorpresivamente
pantaloncitos
cortos
y
bajo
fina
ballenera
lluvia
o
(remera
nevizca, sólo vestidos con
de
manga
corta).
Y como decía Nietzsche, lo que no te mata te fortifica. Ese fue nuestro caso. Del inicial
grupo escogido, cuarenta y cinco, quedamos cuarenta. Y esos cuarenta fuimos a Malvinas.
Aquel inolvidable 2 de abril nos tocó desembarcar al mediodía y nos sentíamos muy
orgullosos en razón de pertenecer al único elemento del Ejército que participó de la
operación de neto corte aeronaval en aquel momento. A bordo del Almirante Irizar fuimos
partícipes de una tocante ceremonia que nos concernía de un modo muy especial.
Como no habíamos tenido tiempo de jurar la bandera se organizó para nosotros una jura de
nuestra enseña nacional, que tuvo el carácter de provisoria y levantó nuestro orgullo hacia
las nubes. Y ahí nos enteramos de que íbamos a Malvinas. Puedo afirmar que, entre
lágrimas
y
abrazos,
ahí
mismo
se
terminó
de
consolidar
nuestro
grupo.
Estuvimos brevemente en Puerto Argentino y luego, a bordo del barco Isla de los Estados
fuimos enviados a Darwin con el objetivo de tomarlo. Nuestro grupo de AOR era parte de
la Compañía C, formada por tres secciones, Gato, Bote (la de Estévez) y Romeo, a cargo de
Gómez Centurión. Entre el 4 y 5 de abril nos asentamos en Darwin y comenzamos nuestras
tareas de limpieza, minado y excavación de “pozos de zorro” y puestos de ametralladora.
Nuestro jefe directo era Estévez y el jefe de la compañía, el Teniente Primero Daniel
Esteban. Yo era tirador de MAG (ametralladora pesada) y fui elegido para eso debido a mi
buena puntería en aquellos ejercicios anteriores en Chubut. Disponíamos de 2 MAG, 2
lanzacohetes y fusiles FAP y FAL. Nuestra base de operaciones era una escuela kelper
construida íntegramente de madera, que constaba de dos pisos; ahí estaba ubicada la
compañía C. Recuerdo que, faltando algo de raciones, algunos oficiales y suboficiales se
fueron a cazar avutardas y durante tres días esos pajarracos fueron parte distinguida de
nuestro menú. Disponíamos de un buen equipo de abrigo, muchas medias de recambio
y
guantes
que
nos
protegían
manos
y
pies
del
frío.
El 1º de mayo, a las 8 de la mañana, los Harrier ingleses atacaron a los Pucará estacionados
en el aeropuerto de Darwin. Nosotros estábamos ubicados a unos 500 metros del aeropuerto
y vimos perfectamente todo. Darwin es un caserío, una especie de pequeña bahía, todo
bastante plano geográficamente hablando. Luego ddel
el ataque abandonamos la escu
escuela
ela y nos
instalamos en nuestros “pozos de zorro”. De ahí en más, el agua y el frío fueron nuestros
íntimos compañeros. Recuerdo que rezábamos al levantarnos y al acostarnos. En los
respiros que nos daban los desayunos hablábamos de nuestras respectivas familias y el
hecho histórico y singular que estábamos protagonizando. Todas esas cosas no hacían más
que reforzar la alta moral que, inculcada por la labor encomiable de Estévez, existía en el
grupo. Debo añadir que el día 24 de abril hicimos nuestro juramento oficial a la bandera en
suelo malvinense, privilegio que, creo, nadie lo tuvo. La compañía se dividió. Rumbo a San
Carlos marcharon Esteban y los suyos al caserío de Darwin, Gómez Centurión con su gente
y nosotros quedamos en nuestros “pozos de zorro” a cargo de Estévez. Y permanecimos en
aquel sitio hasta el 27 de mayo, momento en que el Teniente Coronel Piaggi le ordenó a
Estévez que debíamos marchar hacia la primera línea de combate, debido a que los
ingleses, que habían desembarcado en San Carlos el 1º de mayo, avanzaban hacia Darwin y
ya se habían producido enfrentamientos con efectivos del Regimiento de Infantería 12.
Según nos testimonió el capellán militar padre Mora, al recibir la orden, Estévez se puso
contento. “Era lo que estaba esperando”, dijo. A las 2 de la madrugada del 28 de mayo
llegamos a Boca House (Casa Boca), sitio cercano al cementerio de Darwin que ya era zona
de combate. Al hacerlo, nos cruzamos con gente del Regimiento 12, a cargo del
Subteniente Peluffo, que venía de combatir. Estévez nos hizo desplegar en abanico y
quedamos distribuidos allí. Luego, a la derecha del abanico, entró en contacto con el
enemigo y nosotros, que aún no estábamos en las posiciones que debíamos ocupar, según
las órdenes recibidas, nos unimos con los del 12 para permitirles un respiro pues, mientras
ellos se replegaron, nosotros contraatacamos. Al hacerlo, chocamos con la compañía A del
batallón de paracaidistas ingleses, qque
ue tenía unos ciento cincue
cincuenta
nta efectivos y estaban mu
muyy
bien armados. Se peleó muy duro, sin dar ni pedir cu
cuartel,
artel, en un combate que desde
desd e las 5 de
la mañana se prolongó hasta casi las 10. Fueron casi cinco horas de auténtica estadía en el
infierno. Nosotros efectuamos tres repliegues y sucesivos contraataques. Ellos tenían
apoyos de las fragatas que estaban en San Carlos y de artillería, combinada con los
Blowpipe (misiles antiaéreos) que barrían el terreno. La disparidad de fuerzas era
abrumadora a favor del enemigo. Al hablar de lo que fue ese combate, recuerdo las balas
trazantes que iluminaban la oscuridad, los morterazos, los gritos de dolor y de furia con que
unos a otros nos animábamos. Debido a la elevada preparación física espiritual con que
contábamos, durante el combate estábamos calmos, tranquilos. La angustia previa al
choque con el enemigo nos había tenido nerviosos, pero ahora, en plena lucha, las cosas se
revelaban tan simples como terribles. Y en la sencillez del “matar o morir” todo estaba
resumido. Yo estaba a cargo de una de las dos MAG que teníamos y Zabala, otro soldado
conscripto, era mi cargador de municiones. Desde nuestro puesto disparaba a todo lo que
veía o creía ver frente a mí. De pronto, un proyectil de mortero cayó muy cerca de nosotros.
El pobre Zabala recibió de lleno las esquirlas y murió en el acto. Yo recibí impactos de
esquirlas
en el
atontado
por
perineal
la
izquierdo. Recuerdo
onda
explosiva,
que
le
antes de perder la lucidez,
pedí
a
Dios
que
no me dejara morir allí. Realmente no sé cuánto tiempo estuve inconsciente o atontado.
Luego, sin soltar mi MAG, me arrastré hasta un pozo cercano mientras sentía la tibieza de
la sangre en mi piel y no sabía qué tan herido estaba. Me zambullí en el pozo y encontré
que allí había soldados del 12. Ese pozo era como tener una butaca para contemplar el
infierno. El Cabo Castro había intentado llegar también al pozo donde yo estaba cuando un
proyectil de fósforo lo alcanzó y lo envolvió, convirtiéndolo en una antorcha humana.
Oíamos sus gritos desgarradores. El pobre decía: “¡Rodríguez, máteme!”- gritaba mientras
se quemaba vivo. A Romero, otro soldado que estaba allí, le gritó lo mismo,
pero
nadie se atrevió a dispararle y terminar con su agonía. Un rato después no
escuchamos
más
su
voz;
que
Dios
lo
tenga
en
la
gloria.
Y llego en mi relato a lo que considero el instante supremo del combate, desde mi situación
personal por
p or supuesto. No hay qu
quee oolvidar
lvidar que en med
medio
io ddee ese caos del combate muchos
estaban sufriendo experiencias únicas e indelebles. La que les narro a continuación fue la
mía:
El Teniente Estévez estaba recorriendo las posiciones, gritando órdenes a derecha e
izquierda, todo esto, repito, bajo el terrible fuego enemigo. Al salir del pozo contiguo al
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