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Propuesta de Programa para el Congreso Extraordinario
Diciembre 2009
Unión Nacional de los Trabajadores (UNETE)
I.- Las tareas de la clase obrera y la Transición al Socialismo
Este Congreso Extraordinario y de Refundación de la Unión Nacional de
Trabajadores UNETE del que participamos las diversas corrientes sindicales,
sindicatos y federaciones independientes se realiza en un momento crucial para
nuestro país y para el conjunto de Nuestra América.
Igualmente atravesamos una situación internacional sumamente crítica. La
crisis del capitalismo mundial que se está haciendo sentir duramente en Estados
Unidos y en Europa tuvo una primera expresión en la actual fase, en la crisis
económica mundial que se inició a principios de 2007 como una crisis de las
hipotecas basura y se extiende como un cáncer que ya ha tomado el corazón del
sistema financiero internacional. Crisis que según todos los analistas, no ha
llegado a su punto máximo. Los más serios entre ellos sostienen que este es un
síntoma descarnado del agotamiento del sistema capitalista imperialista
dominante. La carga de miseria la hemos estado pagando inmensos sectores de
los pueblos pobres del mundo y en especial la clase obrera de los países
centrales. Para finales de este año 2009 la desocupación en Estados Unidos ha
sobrepasado el 9%, una cifra histórica.
Al mismo tiempo la crisis amenaza con recorrer los caminos de las anteriores.
Es decir, buscar salidas guerreristas para mantener la dominación del capital.
Ese es el sentido que tienen tanto la instalación de la Bases yanquis en Colombia
como el golpe en Honduras, entre otras muchas atrocidades y genocidios que
están ocurriendo en la actualidad y que se han incrementado inclusive desde la
asunción de Obama.
Los trabajadores somos protagonistas de un momento histórico. Una nueva
oportunidad para comenzar a construir un mundo verdaderamente libre, sin
oprimidos ni explotados. Pero si somos derrotados se abrirá con una fuerza
nunca vista antes el camino a la barbarie capitalista. El futuro que enfrentamos
es alternativo: socialismo o barbarie, pero no solamente como perspectiva
histórica sino como situación inminente, pues la resolución de esta alternativa
está planteada para nuestra generación y la próxima. Por esto las actuales
batallas contra el fascismo en Honduras, contra la construcción de un nuevo
enclave como Israel pero ahora en Nuestra América, que se pretende concretar
con la absorción de Colombia como simple colonia estadounidense y la
conspiración contra nuestro país, son esenciales.
En este marco la clase obrera, sus dirigentes y organizaciones tienen un papel
fundamental y de enorme responsabilidad. Si seguimos aceptando la dispersión
actual de nuestras fuerzas, si no somos capaces de avanzar en caminos unitarios
para la lucha contra el capitalismo y el imperialismo, si no somos capaces de
revertir la atomización actual de nuestro movimiento obrero, no solo estarán
perdidas por anticipados nuestras luchas contra el imperialismo y el
capitalismo, sino que nuestro propio proceso revolucionario puede ser
aplastado por las clases dominantes y todos sus agentes. El programa de la
clase obrera y por lo tanto de la que pretende ser su confederación mayoritaria
no pude ser sólo un programa simplemente reivindicativista sino además debe
ser un programa de transición hacia la conquista del poder obrero y popular en
la sociedad.
II.- El programa y su marco histórico
No son las mismas las consignas o puntos programáticos que se deben
proponer para una época en la que se pueden obtener conquistas por medio de
reformas, que las tareas y consignas para una época como la nuestra, de
guerras, crisis y revoluciones. El imperialismo al entrar en su estado senil, se ha
vuelto más agresivo y voraz que nunca. No solo tiende a aumentar la
explotación de forma brutal alcanzando en algunos lugares del planeta niveles
de semiesclavitud y de opresión insoportables, sino que empieza a generar una
tendencia aguda a la destrucción del propio planeta.
Entonces, es necesario ubicar las tareas que tenemos planteadas, el programa
que debemos levantar y por el cual luchar. Estas deben ser flexibles y sometidas
a cambios de acuerdo a cada coyuntura y a cada periodo histórico. Sin embargo,
tienen un encadenamiento; tareas mínimas y otras más estratégicas se
entrelazan y es necesario que se luche por ellas simultáneamente. Esto ocurre
mucho
más en Venezuela, donde estamos atravesando un proceso
revolucionario.
Una central obrera no tiene solo la función de apoyar las luchas de los
trabajadores y reclamar por reivindicaciones mínimas como el empleo o el
salario. Tiene además la obligación de diseñar en su programa una manera de
ver el mundo, de proponer un nuevo modelo alternativo al capitalismo
dominante incluso aún hoy en nuestro país. Por eso el programa de la Unión
Nacional de Trabajadores UNETE debe ser un programa transicional que
contemple desde las consignas y reivindicaciones mínimas hasta las más de
fondo. Como por ejemplo, cuál debería ser y cómo funcionar un Estado de los
Trabajadores y el Pueblo que suplante al actual Estado Burgués. Cómo imponer
una democracia socialista y de los trabajadores contra la supervivencia de la
actual democracia representativa heredada de la IV República, capitalista,
clientelar y burocrática.
III.- La caracterización del proceso y las tareas de transición
El proceso de la Revolución Bolivariana ha contado con la clase obrera en
momentos críticos como un actor fundamental para su defensa e impulso. A
pesar de que existen algunos sectores que sostienen que en nuestro país “no hay
masa crítica obrera suficiente para impulsar la transición al socialismo”, nos
atrevemos a afirmar que junto con el movimiento popular fue la clase obrera
quién asumió la defensa del proceso e hizo retornar al presidente Chávez en las
jornadas de Abril 2002. Fueron la clase obrera y los sectores populares los que
enfrentaron exitosamente el paro sabotaje petrolero de 2002 – 2003. Durante el
2008 la lucha de los sidoristas y la nacionalización de SIDOR han provocado un
nuevo impulso a la actividad y movilización de los trabajadores como clase. El
papel de la clase obrera como motor de la revolución también lo están
demostrando hoy con sus luchas los trabajadores del sector eléctrico, que no
solo levantan justas reivindicaciones laborales sino que tienen propuestas para
atacar de fondo y resolver la grave crisis energética que cruza la revolución.
Pero, ¿cómo definir a nuestra Revolución? La Revolución Bolivariana combina
tres revoluciones simultáneas. Es una revolución democrática, es
antiimperialista y es, desde el punto de vista objetivo, una revolución socialista.
Estando, como estamos, aún bajo el dominio de un Estado Burgués, aunque
ciertamente es un Estado Burgués anormal, feudalizado y en crisis, con fuertes
elementos de Capitalismo de Estado, una parte de los avances democráticos y
antiimperialistas de la revolución se han venido llevando adelante con la
aplicación de medidas de gobierno, es decir de manera conciente, pero también,
en muchos casos estas medidas habrían sido imposibles sin el empuje de las
masas populares movilizadas. Por eso muchas de estas conquistas han quedado
en el frío texto escrito en papeles sin vida.
En cuanto a las tareas democráticas, deben tomarse en cuenta los avances de la
constitución del ’99, tanto en los derechos civiles como políticos de los
ciudadanos, como en derechos sociales, que es el caso de las tierras
improductivas y la definición de propiedad social e incluso algunas de las
nacionalizaciones de empresas básicas. Pero es un hecho que muchos derechos
civiles están hoy pendientes de reconocimiento y aplicación. El derecho de la
mujer de decidir sobre su propio cuerpo sigue penalizado o la discriminación
de género se sigue aplicando descaradamente aunque haya leyes que lo limiten
o traten de impedirlo. Muchos otros como la diversidad de la orientación sexual
son simplemente satanizados. A veces, lamentablemente se llega a cuestionar
derechos elementales en todo proceso revolucionario como el derecho a la
crítica de las acciones de gobierno que los trabajadores o los sectores populares
consideramos incorrectas.
Nuestra revolución es antiimperialista en la medida en que conquista y
defiende espacios de soberanía política y económica del país, así como en el
terreno de la solidaridad internacional activa y la apertura de caminos hacia la
integración suramericana. Sin embargo el mecanismo del aumento del
endeudamiento del Estado, los acuerdos con transnacionales que responden a
las políticas y los gobiernos de los países imperialistas, siguen relativizando
nuestra independencia en la medida en que no luchemos consecuentemente
contra ella.
La revolución es objetivamente socialista, porque la dinámica interna de la
misma, es una dinámica que apunta o enseña elementos de ruptura con el
capitalismo y hacia la transformación de las relaciones de producción. No
obstante, esta última no es conciente, es decir, no existe un plan global que esté
direccionado a la destrucción de las estructuras del viejo Estado Burgués y su
reemplazo por nuevas instituciones obreras y populares revolucionarias y
democráticas. Afirmamos esto sin menospreciar las experiencias a nivel de
comunidades, las experiencias de poder popular, de democracia participativa y
los avances en la reforma en sectores de las fuerzas armadas. Pero, no hay un
plan central que impulse un cambio radical de las relaciones de producción. Y,
porque a pesar de ser antiimperialista y tener un sentido latinoamericanista
solidario claro, no hay una línea de acción contundente de extensión de la
revolución a todo nuestro continente, por cuanto se privilegia la relación con los
gobiernos burgueses por encima de la relación con los grandes movimientos
populares. Esto sucede porque todavía no hemos llegado a la consolidación de
un partido revolucionario, que supere las debilidades ideológicas y que
concientemente impulse las tareas socialistas a nivel nacional e internacional. Es
una de las necesidades de las propuestas programáticas que aquí debatamos,
que se tenga en cuenta esta realidad para intentar transformarla.
Tampoco la clase obrera ha logrado una poderosa organización gremial, una
central unida, clasista, democrática y revolucionaria, que luche unificadamente
contra los enemigos del proceso. He allí, ese debe ser uno de los claros objetivos
de este Congreso. Por supuesto, esto hace que recibiremos respuestas y seremos
flancos de nuestros tradicionales enemigos como lo son el imperialismo y la
oligarquía pero también nos atacarán los enemigos internos, la burocracia y
tecnocracia que medran de sus puestos de gobierno que tanto daño le hacen al
proceso revolucionario. De ella esperemos descalificaciones y golpes bajos.
De conjunto, tomado como un todo, en este proceso transicional, la lucha de
clases no cederá, sino que se agudizará y se desarrollará, tanto contra la
oligarquía piti yanqui como contra los que dentro del proceso expresan a un
sector conservador, corrupto y burocrático que busca y en muchos casos obtiene
y defiende privilegios insultantes para el pueblo trabajador. Todas las
revoluciones que han sido, tienen en su interior su propio sector termidoriano
(termino utilizado por primera vez en la revolución francesa de 1789), es decir
contrarrevolucionario. La nuestra también lo tiene. Y no solo lo tiene sino que es
el principal obstáculo para el desarrollo de la transición al socialismo y del
empoderamiento de la clase obrera venezolana.
En los últimos meses hemos observado como problemas para los que los
trabajadores tienen y venían planteando soluciones como la crisis eléctrica, las
de la empresas básicas de Guayana, la de salud y educación no fueron
escuchadas por esa tecnoburocracia y no solo la de las empresas sino la del más
alto gobierno.
Por tanto, las tareas que del programa se desprenden, son transicionales y sus
logros se obtendrán en el camino de una lucha de clases consecuente contra los
enemigos de afuera y de adentro del proceso, creando las mejores herramientas
para la lucha por alcanzar el socialismo. La reconstitución de la Unión Nacional
de Trabajadores es un paso fundamental para avanzar el la construcción de las
herramientas que nos fortalezcan en la lucha por el socialismo.
IV.- Una confederación obrera autónoma, democrática y para la
lucha contra el capitalismo, el imperialismo y la burocracia
contrarrevolucionaria.
Forman parte de este programa para que sean vigilados por los dirigentes y
trabajadores y se luche por ellos, los principios en relación a los objetivos,
funcionamiento y métodos de la central obrera que aspira a organizar a la clase
obrera como fuerza revolucionaria. No por ser principios deben estar por fuera
del alcance del programa, estos son:
Democracia de base: todas las grandes decisiones deben ser tomadas por los
trabajadores con mecanismos democráticos, como referéndum, plebiscitos,
asambleas, plenarios, congresos, etcétera. Es decir, todos aquellos instrumentos
que garanticen la expresión más libre y democrática posible de los trabajadores
que esta central organiza.
Lo mismo que la elección y la remoción de los dirigentes debe ser un
mecanismo sin mayores trabas. Sobre todo en lo que hace a la renovación de
los mismos. La posibilidad de la revocabilidad de los mandatos debe ser
accesible a los trabajadores y organizaciones de base que no tengan que reunir
requisitos incumplibles, para los alcances de esos trabajadores u organizaciones.
La rotación de los dirigentes, de acuerdo a un cierto tiempo, debe ser al
mismo tiempo un punto de honor. No separarse de sus bases del trabajo que
realizan de las condiciones que viven y en general sufren los trabajadores es
uno de los mecanismos que limitan la burocratización y la obtención de
privilegios de los dirigentes. El primero de todos esos privilegios es no tener
que cumplir con las agotadoras jornadas laborales a la que son sometidos los
simples trabajadores.
Autonomía del Estado y los partidos políticos: gran parte de los afiliados y los
dirigentes de la Unión Nacional de Trabajadores, hacen parte del PSUV, sin
embargo eso no significa que la Central deba seguir los lineamientos de ese
partido, también integran esta central y debe ser la aspiración de la misma, gran
parte de trabajadores que simpatizan o militan en otras corrientes políticas,
algunas revolucionarias y otras reformistas. Esa condición de los trabajadores o
los dirigentes no puede ser un obstáculo ni se puede petrender la hegemonía de
un partido que ordene y sindicatos, mucho menos confederaciones que
obedezcan los lineamientos de un partido o del partido. Las experiencias
históricas demuestran que esta sumisión corresponde a regimenes políticos
totalitarios, donde el partido se confunde con el Estado y la confederación con
el partido.
De la misma manera la confederación no puede ser dependiente del Estado en
ningún aspecto. Ni financieramente ni en su funcionamiento interno. Sus
elecciones, sus mecanismos de gestión y decisión deben estar atados a otras
leyes. No serán otras que las propias leyes internas decidas por los trabajadores
democráticamente.
La autonomía del estado es imprescindible para la lucha incluso hasta contra el
propio patrono Estado, y también para enfrentar a Estados reaccionarios o
contrarrevolucionarios. Lo mismo que la independencia de los partidos permite
que las decisiones de la clase obrera sean consideradas con todos sus matices y
diversidad política. Ninguna clase en la sociedad es homogénea y aunque la
clase obrera sea la más homogénea de todas también dentro de ella hay
diversas y diferentes corrientes de pensamiento de opinión de creencias y hasta
de fe.
V.-Propuestas Económicas
La Unión Nacional de Trabajadores UNETE no es sólo una organización de
lucha reivindicativista. Es también una expresión política de los trabajadores
venezolanos. Por es tenemos el deber, el derecho y la obligación de proponer un
modelo de país. En ese sentido y desde el punto de vista de las propuestas
económicas en la transición al socialismo, planteamos:
V 1.-Nacionalización de todo el sistema financiero.
Los recursos financieros de todo el país deben estar al servicio del Plan
Nacional de Desarrollo y Bienestar (PNDB). Los ahorros de los ciudadanos, los
dineros del Estado, todos estos recursos hoy depositados de manera
mayoritaria en bancos transnacionales están en riesgo por el desarrollo
vertiginoso de la crisis financiera internacional. Lo mismo que los depósitos de
las reservas del país y de los fondos del Fonden, y otros fondos especiales que
se encuentran en el exterior.
La concentración de todos estos depósitos en manos del estado, a través de un
sistema bancario estatal único, controlado democráticamente por los
trabajadores y el pueblo, permitirán una distribución planificada y eficiente de
los mismos, lo mismo que el otorgamiento de crédito barato a los pequeños
productores nacionales que hoy se ven casi imposibilitados de recibir crédito
barato del sector privado y deben recurrir al Estado para poder realizar sus
inversiones.
V 2.- Monopolio Estatal del Comercio Exterior.
Es real que existe una profunda distorsión en la economía venezolana
sustentada sobre todo en la renta petrolera. Con un déficit enorme de desarrollo
industrial y agropecuario, lo que hace extremadamente dependiente del
mercado mundial a nuestra economía. Los planes de soberanía alimentaria y
desarrollo tecnológico que impulsa el gobierno nacional representan una parte
de la salida de fondo a esta dependencia. Sin embargo, son planes de mediano y
largo plazo que pueden y seguramente pasarán por dificultades y
contratiempos. Por eso la necesidad de que todo el comercio exterior sea
monopolizado por el Estado, la planificación de las compras de alimentos, de
medicinas, de repuestos, de máquinas y de plantas de producción de energía,
por ejemplo, no pueden quedar en manos privadas, como tampoco la
distribución y la asignación de las mismas. Si sigue funcionando así, se segurá
facilitando la especulación y el saboteo, se pierden los fondos invertidos por el
Estado en el subsidio de alimentos y se alienta la incorporación de inflación
exterior a nuestro circuito económico. De esta manera nos hacemos cargo de
una parte de la crisis económica mundial que no provocamos. Alentando
además el fortalecimiento del capitalismo que queremos combatir.
V 3.- Nacionalización del conjunto de las industrias básicas
Nadie puede negar el avance que en este sentido se ha logrado en los últimos
años. PDVSA, CANTV, las Eléctricas y ahora el sector cementero, el siderúrgico
y el transporte interno de combustible, son pasos fundamentales. Pero es cierto
también que para el desarrollo integral del proyecto aguas abajo y aguas arriba
es fundamental que el Estado tenga bajo su control la totalidad de las industrias
básicas, tanto las transformadoras como las extractivas de materias primas.
Un ejemplo de ello es el complejo siderúrgico de los márgenes del Orinoco;
todo él debe ser unido en una gran corporación siderúrgica, como lo propuso el
presidente Chávez. En este sentido, estas medidas tienen el valor agregado de
que son industrias que además generan desarrollo tecnológico independiente.
Por las particularidades de nuestra economía deben ser consideradas, además,
como industrias básicas, las que tienen que ver con la producción de alimentos.
Por ejemplo, los frigoríficos y la producción agropecuaria y agroindustrial en
general.
V 4.- Nacionalización de las empresas involucradas en conspiraciones y
golpismo, de las abandonadas por sus patronos, las que sabotean y de las
ocupadas por sus trabajadores.
El Estado debe nacionalizar sin pago a los empresarios involucrados en
conspiraciones golpistas o intentos de magnicidio y todo tipo de maniobras.
Lo mismo debe suceder con las abandonadas por sus patronos y por las
ocupadas por sus trabajadores en un proceso de lucha. El objetivo debe ser
incorporarlas a una red al servicio de la aplicación del PNDB, incorporándolas
al financiamiento, al registro de proveedores del Estado y ayudándolas con
formación técnica y apoyo tecnológico.
V 5.-Participación democrática de los trabajadores en los procesos de control
de producción, gestión y administración de los sectores estatales.
Hay que terminar con la vieja división del trabajo entre los que saben y los que
hacen, entre los que administran y gestionan y los que producen. Un primer
paso en el cambio de las relaciones de producción capitalista no arranca solo del
cambio de propiedad de los medios de producción. Esta es una condición
resultante, necesaria pero no suficiente del camino transicional hacia una nueva
sociedad. La propiedad de los medios de producción es la expresión jurídica,
superestructural de lo que en realidad modela la sociedad que aspiramos a
construir, lo fundamental resulta del cambio de la relaciones de producción. De
allí la importancia que el control y participación democrática no sea
simplemente en las tareas de producción sino, por el contrario, en todas las
tareas de gestión, administración, ventas y compras. El cambio de las relaciones
de producción pasa por un primer cambio en la división del trabajo entre los
que hacen y los que supuestamente saben. La consigna de la Universidad
Bolivariana de los Trabajadores, Jesús Rivero, sintetizada en Aprender haciendo
y hacer aprendiendo, apunta a este cambio profundo.
V 6.- Control democrático de los trabajadores también en el sector privado
En la medida en que la peculiaridad de nuestra revolución incluye que en la
transición el sector privado tiene mucho peso económico, por eso el control
obrero y popular del funcionamiento del mismo es fundamental.
El conocimiento democrático por parte de los trabajadores del sector privado de
la marcha de los negocios de este sector impedirá la especulación, el saboteo y
la ganancia excesiva. Las sobre o sub facturación para burlar el control de
cambios, el contrabando y otras prácticas que están instaladas y probadas, las
realizan los grandes empresarios. El conocimiento de estos datos debe ser
accesible para toda la sociedad. La existencia de Internet, bien utilizada es una
fuente de democratización de la información para que los trabajadores y toda la
sociedad puede actuar como contraloría social.
V 7.- La propiedad de los medios de producción, las relaciones sociales de
producción y la planificación central democrática
Como señalamos anteriormente el modelo capitalista no es solamente el modelo
de la propiedad privada de los medios de producción. Esta es, según el propio
Marx, la expresión jurídica de relaciones sociales de producción específicas,
donde la división del trabajo entre los que mandan y los que obedecen, los que
dirigen y los que hacen, está organizada en un sistema piramidal que el sistema
capitalista reproduce mucho más allá de las distintas formas de propiedad que
puedan tener esos medios. Por ejemplo, aunque el conjunto de los medios de
producción sean propiedad del Estado, siendo este un estado capitalista y sin
posibilidad de revolucionar las relaciones de producción, estaríamos en
presencia simplemente de un capitalismo de Estado. Al igual que, si se
mantienen las mismas relaciones de producción en unas supuestas empresas de
producción social de las que sus propietarios serían los mismos trabajadores
bajo la forma legal de cooperativas u otro tipo de figura del derecho burgués,
también estaríamos en presencia de otra forma de capitalismo.
Hay dos condiciones estructurales para avanzar en la transición al socialismo.
Una es un cambio radical en las relaciones de producción. Donde el control, la
gestión, la administración y la producción sean desarrollados por el conjunto de
los trabajadores y las comunidades bajo una forma organizacional horizontal y
democrática rompiendo la jerarquía capitalista cuya propiedad sea de un nuevo
tipo de Estado, no ya burgués capitalista, sino proletario.
La otra es la necesidad de una planificación central, construida desde abajo
hacia arriba y desde arriba hacia abajo en un ida y vuelta de debates y
decisiones democráticas entre los productores, los consumidores y las
comunidades juntos con un nuevo Estado y un nuevo régimen político
proletario, donde la planificación Central recogería toda la elaboración hecha
desde democráticamente desde la base y aplicaría los recursos para el
desarrollo de ese plan. Todo esto en la medida que se lucha por el socialismo a
nivel internacional.
VI.- Justicia Social: en el camino de la igualdad socialista
El problema de la justicia social, de la igualdad, de la vieja consigna que reza “a
cada uno según su necesidad y de cada quien según su capacidad” se vuelve
fundamental en un periodo de transición como el que atravesamos.
Por eso es imprescindible que se tomen todas las medidas necesarias que
tiendan a una justa distribución salarial entre los trabajadores, rompiendo las
diferencias aberrantes que aun hoy se siguen manteniendo. No es posible que
un pequeño sector de la sociedad: los jueces, los políticos profesionales, los
legisladores, tengan privilegios insultantes en relación con sus salarios,
comparados con los salarios de los que producen la riqueza del país, los
trabajadores.
Por eso, una primera medida debe ser, que la función política sea una función
de servicio.
El salario de los funcionarios políticos no puede ser superior a tres veces el
salario mínimo o al promedio del salario de los trabajadores y trabajadoras
del sector estatal de la economía. Ningún funcionario puede ganar un salario
superior al del presidente de la república. La diferenciación salarial entre este
tipo de funcionarios y los trabajadores es una de las bases de la burocracia.
Una segunda medida es la actualización de los salarios de los trabajadores de
acuerdo a la inflación. No es posible que pase un año antes de que se actualice
el salario mínimo mientras que la inflación mensual se come por anticipado el
siguiente ajuste del salario, ya sea el mínimo o el que se acuerde en los contratos
colectivos. La escala salarial debe ser móvil, con varios ajustes al año, de
acuerdo a la inflación.
La reducción de la jornada laboral como estaba propuesto en la reforma
constitucional es un paso importante para que la clase trabajadora pueda
avanzar en múltiples terrenos. En primer lugar la ocupación plena y de
calidad, pero más importante es la posibilidad de la utilización del tiempo libre
por parte de los trabajadores para su desarrollo cultural, de conocimientos,
deportivo, familiar, para un desarrollo de manera integral que apunte a
terminar con la alienación capitalista del trabajo.
Son necesarios además avances legislativos garantistas de las libertades y
reivindicaciones de la clase trabajadora: como una Nueva LOT, la
recuperación del Régimen Prestacional y un verdadero Sistema de Seguridad
Social.
De la misma manera es preocupación central de la Unión Nacional de
Trabajadores UNETE la formación política-ideológica de los trabajadores,
situación sin la cuál los esfuerzos de lucha y organización para la transición al
socialismo pueden perderse, o demorarse más de lo necesario.
VI 1.-Justicia Social fundamental es educación, salud y vivienda.
Son innegables los logros alcanzados en estos temas. El reconocimiento a las
misiones y a las políticas sociales del gobierno debe estar siempre presentes y
debemos reivindicarlos. Pero es evidente que esos avances son insuficientes.
Solo pondremos un ejemplo: En el terreno de la educación, el currículo
bolivariano debe ser sometido a debate del pueblo revolucionario para ser
corregido y aprobado. Pero todavía tenemos en este terreno una tarea
pendiente, una tarea democrática elemental. Siguiendo el ejemplo de la
revolución Francesa de 1789: Toda la educación debe ser pública, estatal y
gratuita. La educación no es un negocio, no puede ser privada o estar en
manos de las multinacionales o de los sectores que ideológicamente son
contrarrevolucionarios como la Iglesia Católica. Lo mismo que el de la Salud.
Es imposible seguir sosteniendo una multitud de sistemas de salud simultáneos
donde el que se beneficia siempre es el sector capitalista. La lucha por una
verdadera salud y calidad de vida de marca socialista pasa por la lucha por la
construcción de un sistema nacional único de salud que transicionalmente
garantice la eliminación de los prestadores privados.
En lo que hace al tema salud, tenemos el trabajo pendiente todavía del papel
activo y protagónico de los Delegados de Prevención junto a la UNETE. La
Salud Ocupacional es una conquista de la revolución que debe ser defendida y
extendida. Cuando se habla de prevención en la salud, nunca se dice por donde
empieza la verdadera prevención entre los trabajadores. Y esta tiene que ver
con las condiciones de Trabajo. La lucha por condiciones dignas de trabajo es
también la lucha por la salud de los trabajadores.
VII.- Las propuestas de la clase obrera para la guerra de los medios
La lucha de Clases es, como diría Lenin “lucha política de ideas”, esta batalla,
que en la etapa de senilidad del imperialismo se ha vuelto guerra, se da a través
de los medios de comunicación. La Clase Obrera debe tener hoy su voz en este
tema.
El principio revolucionario que debe guiar toda propuesta programática en
relación a los medios de comunicación es la democratización de los mismos.
Pero democratización entendida como participación de las clases sociales
explotadas.
Los medios de comunicación no pueden estar en manos de aquellos que tienen
el dinero suficiente para poseerlos, dinero que por otra parte proviene de la
superexplotación de los trabajadores y del saqueo de las riquezas del país (no se
trata de aquellas organizaciones sociales que poseen sus propios medios, como
es el caso de los medios comunitarios afiliados a la Anmcla).
El aire o el espacio radioeléctrico, el papel, las imprentas y toda la tecnología
necesaria para la comunicación, deben ser un bien del Estado, bajo control
social, con acceso y uso distribuido proporcionalmente, de acuerdo a la
dimensión y escala de los sectores sociales y políticos del pueblo. No puede
ser que existan grupos gigantescos como Globovisión mientras que haya
sindicatos, comunidades y corrientes políticas del proceso que no puedan editar
sus periódicos o tener sus televisoras y radios. Los avances que el gobierno a
través del MINCI, CONATEL, CANTV, ha realizado, son importantes, pero es
en este campo donde son imprescindibles medidas revolucionarias, de
verdadera transición al socialismo. La democratización socialista de la
información es una de ellas; todos los organismos del poder popular deben
tener medios de comunicación en la relación con su ámbito de acción.
VIII.- La institucionalidad obrera y popular revolucionaria en el
camino de la transición al socialismo.
Es evidente también que hay avances en la organización del poder popular.
Consejos Comunales, Consejos Campesinos, Consejos de Trabajadores, los
Comités de Salud y las Mesas Técnicas, son un capital acumulado significativo.
Hay que estudiar la utilidad y lo que hay que corregir de las experiencias de
poder popular. Sin embargo, todos ellos ahora mismo actúan aislados unos de
otros, incluso las experiencias existentes de Comunas con participación popular
democrática son escasas, por no decir que hay algún ejemplo único.
Una red que enlace todos estos organismos de poder popular es fundamental
para ir construyendo la planificación democrática que el proceso revolucionario
necesita para enrumbarse al socialismo.
Es necesario un organismo nacional de poder popular para dar el paso del
Estado Burgués en el que hoy vivimos a un verdadero Estado de Transición. Es
necesaria la conformación de un gran Consejo Nacional, Obrero, de
Trabajadores, Campesino y Popular (CNOTCP), con representantes electos de
acuerdo a su ubicación en la producción y en los servicios, y a su ubicación
territorial, mediante elección directa, con posibilidad de revocabilidad
inmediata.
Internacionalismo proletario. Avanzar en el proceso de transición al impulso
conciente de la revolución socialista dentro del proceso bolivariano, debe tomar
en cuenta la necesidad de un internacionalismo activo.
Solidario con los trabajadores y los pueblos que luchan en nuestro continente y
el mundo. Un internacionalismo que se manifieste en acciones de organización
continental, buscando la unidad de los trabajadores latinoamericanos.
Un internacionalismo activo revolucionario, que crea instancias de coordinación
y de vocerías internacionales, rompiendo con los viejos modelos del
sindicalismo socialdemócrata y amarillo expresado en las viejas centrales
sindicales internacionales.
Un internacionalismo que organice
movilizaciones contra el golpe en
Honduras y, la lucha en solidaridad con los Electricistas Mexicanos, por
ejemplo.
Un internacionalismo heredero de aquellos luchadores obreros internacionales
que lograron realizar la gran huelga internacional por la conquista de las 8
horas de trabajo.
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