UN VUELO HACIA EL PASADO “Cristóbal Colón descubrió América en 1492”. Este es uno de los primeros “hechos” que los estudiantes estadounidenses usualmente aprenden sobre la historia Latinoamérica. Sin embargo, existen otros hechos que a pesar de menos conocidos, exigen una revalorización de nuestros supuestos. I. El encuentro de culturas Según el diccionario, el verbo “descubrir” significa “hallar lo que estaba ignorado”. Cuando Cristóbal Colón llegó a la isla de Guanahaní en octubre de 1492, se estima que la población de las Américas era entre 50 y 100 millones de personas. Algunas de éstas vivían en sociedades muy complejas y avanzadas, en ciudades aún más grandes que las capitales europeas de la misma época. Para esta gente indígena, el continente en que vivían no era desconocido. Por esta razón, en años recientes muchos historiadores y otros expertos han cambiado su enfoque acerca de lo que sucedió cuando Cristóbal Colón llegó a la tierra que él llamó las Indias. Como parte de este nuevo enfoque, en vez de “descubrimiento”, hoy se habla de un “encuentro” de culturas. Según este modo de pensar, la palabra “descubrimiento” implica que todo la contribución cultural, social y económica fue de parte de los europeos. En cambio, hoy se reconoce que las culturas americanas también contribuyeron mucho al modo de vivir de los europeos. Sin embargo, la influencia de América en la cultura de Europa no eliminó las instituciones políticas que ya existían. El efecto de la invasión europea en América Latina, en cambio, fue mucho más repentino y destructivo. II Cristóbal Colón: Razones por la exploración La naturaleza del encuentro y conquista de las Américas fue determinada en gran parte por la situación que existía en Europa a fines del siglo XV. La exploración marítima era muy común en esa época, tanto por los progresos en las técnicas de navegación y construcción de barcos como por el deseo de encontrar nuevas rutas para el comercio entre Europa y Asia. Durante el siglo XV, Portugal estaba a la cabeza de Europa en la exploración marítima. Cuando al principio del año 1492 los reyes Fernando e Isabel de España decidieron apoyar las expediciones de Colón, fue en parte porque querían competir con Portugal. El factor más importante de esta decisión, sin embargo, fue las circunstancias en las cuales se hallaba España. La península ibérica había sido invadida por los moros en el siglo VIII, y los cristianos llevaban siglos recobrando su territorio en un proceso llamado la Reconquista. En enero de 1492, siete siglos después, Fernando e Isabel completaron la Reconquista al tomar la ciudad de Granada, la última ciudad árabe de España. El éxito de la reconquista creó un fuerte espíritu de optimismo y un ímpetu psicólogo que darían gran apoyo a las exploraciones en el Nuevo Mundo. Además, los miembros de la nobleza había pasado sus vidas enteras luchando por la tierra y la religión, y cuando esta misión fue cumplida se encontraron sin una ocupación y sin rumbo. El descubrimiento del nuevo continente les dio oportunidad de continuar su lucha y el estilo de vida al cual estaban acostumbrados. Después de su famoso viaje en 1492, Colón regresó varias veces a las Américas y fue seguido por otros exploradores españoles. Establecieron sus primeras colonias en las islas de Cuba y la Española (la isla caribeña que ahora se divide entre Haití y la Republica Dominicana), y desde estas islas organizaron expediciones hacia el oeste y el sur. Los portugueses también hicieron exploraciones y en 1494 los reyes de España y Portugal y el papa Alejandro VI firmaron el Tratado de Tordesillas que dividió todos los nuevos territorios entre España y Portugal. De esta manera lo que conocemos como Brasil fue colonizado por los portugueses y el resto de la América Latina a ser territorio español. Este acuerdo demuestra claramente la actitud que los europeos tenían hacia el Nuevo Mundo; creyeron que el hecho de “descubrir” y explorar estos territorios llevaba consigo el derecho de poseerlos, a pesar del hecho de que ya existían varias civilizaciones en el “nuevo” continente. Cuando los primeros europeos llegaron a las Américas, las civilizaciones indígenas ya tenían más que 3.000 años de existencia. Había tres grupos principales (los Mayas, los Incas, y los Aztecas) además de otros grupos menos conocidos. Los Mayas, que habitaban lo que es Guatemala y la península de Yucatán en México, habían desarrollado técnicas muy avanzadas en las matemáticas y un calendario más exacto que el europeo. El imperio inca se extendía por toda la costa oeste de Sudamérica. Tenía un gobierno eficiente y centralizado, como el antiguo imperio romano, así como técnicas de ingeniería, arquitectura, y agricultura aún superiores en algunos aspectos a la tecnología del siglo XX. Los aztecas, en lo que hoy es el área central de México, también poseían un gran imperio, basado en una clase de guerreros famosos por su valor. Estas civilizaciones estaban bastante desarrolladas y avanzadas al momento de llegar los españoles. III Hernán Cortés y la conquista del imperio azteca Los primeros exploradores europeos encontraron algunos indios nativos en el Caribe, pero no comprendieron lo extenso y complejo de las sociedades indígenas del resto de la región. En 1517 unas expediciones desde la isla de Cuba establecieron contacto con unos indígenas en la península de Yucatán y el 1519 Hernán Cortés partió con un grupo de más de 100 marineros y 500 soldados para investigar la situación. Encontró y logró conquistar la cuidad de Potonchán (hoy Tabasco), donde recibió como regalo de los vencidos un grupo de veinte mujeres. Entre ellas se encontraba una princesa azteca llamada Malinche, quien además de su propio idioma, náhuatl, sabía el idioma de los mayas. Malinche era la hija de aztecas nobles, pero su propia madre la vendió como esclavo a los Tabascos para asegurar la herencia de un hijo menor. Malinche tenía catorce años cuando los Tabascos la regalaron a los españoles después de la conquista de Potonchán. Por lo tanto ella sirvió como guía e intérprete de Cortés, y fue conocida entre los cristianos por el nombre de Doña Marina. Su colaboración fue importantísima para Cortés y los conquistadores. Sin embargo, para muchos mexicanos, Malinche es considerada una traidora de su raza no solo porque ayudó a Cortés sino también porque fue amante de Cortés. Malinche guió a Cortés hacia la cuidad de Tenochititlan, la capital del imperio azteca, gobernada por el emperador Moctezuma II. Llegaron a Tenochititlan, y Cortés encontró varios grupos de indígenas que estaban bajo el dominio azteca y guardaban gran resentimiento hacia el emperador. Uno de estos grupos era los Tlaxcalas, y con su ayuda los exploradores pudieron llegar a la cuidad imperial donde pasaron un tiempo de huéspedes de Moctezuma. El emperador azteca tenía una fuerza militar muy grande y podría haber derrotado fácilmente a los españoles. Pero la llegada de estos hombres fue un evento tan extraño que algunos de los aztecas (incluso el emperador) pensaron posiblemente que eran seres divinos, agentes de su dios Quetzacóatl. La mayoría de la población azteca, sin embargo, no estuvo de acuerdo con esta idea. Cuando Cortés empezó a ordenar la destrucción de los símbolos de la religión azteca para reemplazarlos por la cruz y la Virgen María, la gente empezó a pedir la expulsión de los españoles. Cortés estaba esperando un refuerzo de soldados y armas de Cuba, y salió Tenochititlan para negociar su llegada, dejando la mitad de sus fuerzas en la cuidad. Cuando regresaba, supo que el grupo de españoles que había quedado allí había provocado una confrontación con los aztecas que resultó en pura guerra. Cortés llevó sus tropas, que ahora consistían en más de 1.000 soldados y caballería, a la cuidad para ayudar a las fuerzas españolas. El emperador Moctezuma murió en la batalla, pero los españoles fueron derrotados y tuvieron que huir de la cuidad. Trataron de escapar durante la noche, pero fueron descubiertos por los soldados aztecas. Más de 800 de los soldados españoles murieron en ese ataque y en los días siguientes, junto con 4.000 de sus aliados indígenas. Esta derrota, que tuvo lugar el primer de julio de 1520, se conoció después de la Noche Triste. Los españoles que sobrevivieron la batalla, incluyendo a Cortés, encontraron apoyo de sus aliados Tlaxcalas y se refugiaron entre ellos. Cortés quería hacer un nuevo intento de conquistar Tenochititlan, aunque había perdido muchas de las ventajas que había tenido sobre sus adversarios. Los aztecas se habían dado cuenta que los europeos no eran dioses, y habían perdido el temor de sus armas y caballos; ahora sabían defenderse mejor. Cortés pasó los meses siguientes haciendo alianzas con otros grupos indígenas y haciendo arreglos para traer más fuerzas españolas del Caribe. Mientras tanto, una epidemia, probablemente de viruela, había devastado la capital azteca. Con esto a su favor, los españoles comenzaron el sitio1 de Tenochititlan en mayo de 1521, y después de meses de una guerra intensa, los españoles tomaron la ciudad en agosto del mismo año. Conquistaron el centro del imperio azteca, a costa de destruir casi totalmente la majestuosa ciudad y de perder sus tesoros en el lago que la rodeaba. Empezaron a construir una nueva cuidad sobre sus ruinas, llamada México, capital de la Nueva España. IV La caída de las civilizaciones indígenas La conquista de este gran imperio fue rápida y relativamente fácil, a pesar del poder y fuerza militar de lsa civilizaciones azteca, debido a varios factores importantes. Uno era la tecnología europea: los españoles tenían armaduras de acero, cañones y armas de fuego, y caballos, todo lo cual no existía en las Américas. Aunque esto fue una ventaja, las armas de fuego no mataron a tanta gente como lo hicieron la viruela y el sarampión, enfermedades europeas contra las cuales los indígenas no tenían inmunidad natural. En México y Perú, más de 90% de la población indígena murió de estas enfermedades en el primer siglo después del contacto inicial con los europeos. Otro factor decisivo fue las circunstancias políticas de la civilización azteca. Si no fuera por el apoyo de grupos como los Tlaxcalas, que querían rebelarse contra el dominio azteca, los españoles no habrían conquistado el imperio. Estos factores fueron también decisivos en la conquista de las otras civilizaciones indígenas. Aunque el proceso no siempre fue tan rápido, una por una las grandes civilizaciones de americanas cayeron ante los conquistadores españoles. Una vez consolidada la conquista azteca, los españoles iniciaron exploraciones hacia el norte y el sur. En 1524, llegaron por primera vez al imperio inca, en lo que es actualmente Perú. El imperio inca era extenso y centralizado, con la capital en la ciudad de Cuzco. Así como el imperio azteca, los incas tenían conflictos internos, y los españoles aprovecharon la situación para debilitar el imperio. El emperador inca, Huayna Capac, había muerto en 1527. Sus hijos Huascar y Atahualpa peleaban entre sí por el control político y esto había provocado una guerra civil. La figura principal entre los españoles era Francisco Pizarro, y a su llegada en 1532 trató de agravar la situación política para dividir el imperio. Cuando Atahualpa finalmente venció a su hermano, Pizarro aprovechó la oportunidad para atacar la cuidad imperial y tomó como rehén al nuevo emperador. Tomó el control de Cuzco un año después, lo cual le dio autoridad sobre el imperio entero. Sin embargo, Cuzco estaba situado en las montañas, y los españoles querían un lugar más accesible a la costa. Pizarro fundó la cuidad de Lima en la costa en 1535, pero la decisión de cambiar el centro de poder resultó en la pérdida de control sobre el resto del imperio. Además, el terreno montañoso de Cuzco permitió un gran nivel de resistencia de parte de los incas que duró muchos años. El último dominio de los incas no cayó sino hasta 1572, y la resistencia contra el dominio español continuó por gran parte de la época colonial. Los españoles llegaron a conquistar las civilizaciones azteca e inca porque el poder político estaba bien centralizado. Así, pudieron llegar a controlar el imperio entero al dominar una sola cuidad. Por el contrario, la sociedad maya, en la península de Yucatán y Guatemala, a pesar de ser igualmente sofisticada como los otros imperios, no tenía tanta centralización política. Francisco de Montejo comenzó la conquista de Yucatán en 1527, pero no tuvo mucho éxito. Incluso después de muchas décadas, los españoles no habían logrado adquirir control total sobre la península. Otros grupos indígenas, como los araucanos en Chile y los Chichimecas en el norte de México, se pusieron fuertemente a los españoles. Estos grupos pusieron fin a la expansión del poder español, limitando a los conquistadores a establecerse en su mayor parte en las áreas ocupadas por los aztecas y los incas. V La época colonial Este período entre 1519-1540 caracteriza a la conquista militar de América Latina, en la cual los españoles y portugueses establecieron su presencia en el Nuevo Mundo. La época siguiente fue una de consolidación y expansión de la influencia europea en términos de burocracia y cultura. Aunque las exploraciones y conquistas habían sido hechas por varios individuos, como Cortés y Pizarro, las hicieron en el nombre de sus reyes. El territorio conquistado, por lo tanto, llegó a ser parte de los imperios España y Portugal. Los europeos obtuvieron ganancias inmediatas en forma de oro y plata de las minas de México y Perú. Pero también hicieron esfuerzos por desarrollar la agricultura americana, introduciendo nuevos plantas y animales y aprendiendo usar los productos nativos. Existían múltiples oportunidades para el comercio entre Europa y América, y los otros países europeos no tardaron en seguir el ejemplo de España y Portugal para establecer lazos comerciales. Inglaterra, Francia, y Holanda colonizaron pequeñas áreas de América Latina para sacar provecho del nuevo comercio. El haber obtenido repentinamente tanto territorio presentó un problema serio para España y Portugal: el de extender su gobierno hacia el otro lado del Atlántico. España había desarrollado nuevas instituciones durante el proceso de la Reconquista, y las aplicó a sus colonias en América. Una de estas era la institución de la encomienda. Este era un sistema casi feudal, en el cual el rey daba encomiendas a los conquistadores como una especie de premio por sus servicios. La encomienda no consistía en tierra, sino el derecho de utilizar una extensión de tierra. El encomendero tenía el derecho de recoger tributos de los indígenas que vivían en esa área, a cambio de “civilizarlos” y cristianizarlos. En la práctica, sin embargo, los indígenas nunca podían pagar el tributo de modo que el encomendero empezó a pedir su fuerza de trabajo. Los cultivos más importantes en el Nuevo Mundo, como el azúcar y el algodón, necesitaban de muchos trabajadores y los españoles preferían usar a los indios en lugar de trabajar ellos mismos. Aunque este sistema fue creado con buenas intenciones, resultó en esclavitud y abuso de los indígenas. Otra institución importante que España estableció en sus colonias fue la del virreinato. Los nuevos territorios del imperio español fueron divididos en regiones distintas, cada una gobernada por un virrey, quien era el representante directo del rey de España. A finales del siglo XVIII la America española se dividía en cuatro virreinatos, Nueva España, Nueva Granada, Perú y Río de la Plata, mientras Portugal tenía el virreinato de Brasil. VI Cambios raciales que trajo el encuentro de culturas Los historiadores casi siempre se refieren a la “conquista” del Nuevo Mundo. Aunque sí fue una conquista en el sentido político, en cuanto a la cultura lo americano se mezcló con el europeo. La fusión de las dos culturas produjo una nueva sociedad mestiza. Esta fusión no fue solamente cultural sino también racial, ya que los europeos se casaron con los indígenas y produjo el fenómeno del mestizaje. Una dimensión adicional fue añadida cuando muchos africanos llegaron a la América Latina como esclavos y gradualmente se mezclaron con la población. Se puede decir que el mestizaje fue más común en América Latina que en Norteamérica por las circunstancias siguientes: los conquistadores españoles eran hombres solos, sin familia, que muchas veces se casaron con mujeres indígenas. Los colonizadores ingleses, en cambio, vinieron con sus familias y con la intención de establecer su propia cultura en la colonia sin ninguna influencia indígena. Además, la mayoría de los indígenas norteamericanos eran nómadas, y por lo tanto no había tanto contacto entre ellos y los colonizadores como lo había en Latinoamérica. Esta situación dio origen a un sistema complejo de clases sociales durante la época colonial. Existían docenas de clasificaciones basadas en la combinación racial y cada una tenía un nombre y un rango social. En esta jerarquía, los que ocupaban los puestos sociales más altos casi siempre eran españoles nacidos en España o los “peninsulares”. Las personas de herencia europea nacidas en América se llamaban “criollos”. Aunque casi todos los españoles originalmente provenían de la clase media o baja de España llegaron a ser la clase alta de las colonias. La gran parte de la población era una combinación entre los españoles e indígenas. La combinación entre el español y el africano se llamaba “mulato” y la de africano e indígena “zambo”. Los mestizos no tenían los mismos derechos que los peninsulares y criollos y éstos los consideraban una clase inferior. Los grupos sociales del nivel más bajo eran los africanos y los indígenas. Después de muchas generaciones la mayoría de la población llegó a ser mestiza, y hoy día los pueblos latinoamericanos reconocen y empiezan a tener orgullo de su herencia mestiza.