Subido por jhon alexis mosquera Blanco

Desarrollo biológico y cognitivo en el ciclo vital

Anuncio
2
Índice
Prólogo
Introducción
PARTE PRIMERA. Introducción a la psicología del desarrollo
1. Fundamentos de la psicología del desarrollo
Introducción
1. Definición y objeto de estudio de la psicología del desarrollo
1.1. Definición de desarrollo
1.2. Ámbitos del desarrollo humano
1.3. Etapas del desarrollo humano
2. Bases antropológicas y biológicas del desarrollo humano: el proceso de
hominización
2.1. Procesos biológicos
2.2. Procesos psicológicos
2.3. Procesos socioculturales
3. Disyuntivas teóricas sobre el desarrollo humano
3.1. Herencia versus medio
3.2. Períodos críticos versus sensibles
3.3. Continuidad versus discontinuidad del desarrollo
4. Historia de la disciplina
4.1. Antecedentes de la psicología del desarrollo
4.2. Surgimiento de la disciplina (1882-1912)
4.3. 1913-1960: consolidación de la psicología del desarrollo
4.4. Perspectivas teóricas actuales sobre el desarrollo humano
4.5. Síntesis
Actividades prácticas
1. Los derechos de los niños y las niñas
2. Análisis de los contextos del desarrollo
Preguntas de reflexión
Autoevaluación
Referencias bibliográficas
Conceptos básicos
2. La investigación en psicología del desarrollo
Introducción
3
1. El método científico
2. Técnicas de recogida de datos
2.1. La observación
2.2. Estudios de caso
2.3. Entrevistas y cuestionarios
2.4. El método clínico
2.5. Test estandarizados
2.6. Medidas electrofisiológicas
2.7. Resolución de problemas estandarizados
2.8. Técnicas basadas en el aprendizaje
2.9. Role playing, historias, juegos y fotografías
3. Tipos de investigación
3.1. La investigación no experimental
3.2. La investigación experimental
4. Diseños de investigación en psicología del desarrollo
4.1. Diseños transversales
4.2. Diseños longitudinales
4.3. Investigaciones secuenciales
5. Principios éticos en la investigación sobre el desarrollo humano
6. Fuentes documentales sobre el desarrollo humano
6.1. Fuentes primarias
6.2. Fuentes secundarias
Actividades prácticas
1. Análisis de artículos científicos
2. Diseño de un proyecto de investigación
Preguntas de reflexión
Autoevaluación
Referencias bibliográficas
Conceptos básicos
3. Desarrollo cerebral físico y motor hasta la adolescencia
Introducción
1. Desarrollo prenatal y el proceso del nacimiento
1.1. Fertilización y fases del desarrollo prenatal
1.2. Epigenética e interacción herencia-ambiente
1.3. Evaluación pre y posnatal
1.4. Estados y temperamento del recién nacido
2. Desarrollo cerebral y neuronal hasta la adolescencia
2.1. Estirón y crecimiento del cerebro
2.2. Desarrollo del encéfalo en los dos primeros años
2.3. Poda neuronal y neuroplasticidad
2.4. Desarrollo del encéfalo de los dos a los siete años
2.5. Desarrollo del encéfalo desde los ocho años hasta la adolescencia
4
3. Desarrollo físico
3.1. Crecimiento del cuerpo: estatura, peso y proporciones corporales
3.2. Desarrollo del esqueleto y de los músculos
3.3. Variaciones individuales y culturales del desarrollo físico
4. Desarrollo motor
4.1. Teorías del desarrollo motor
4.2. Postura, equilibrio y locomoción
4.3. Desarrollo de la motricidad fina
4.4. Desarrollo motor en la niñez y en la adolescencia
4.5. Desarrollo de la lateralidad
4.6. Alteraciones del desarrollo motriz
5. Cambios en la pubertad y adolescencia
5.1. Crecimiento físico y hormonal
5.2. Madurez sexual
5.3. Impacto psicológico de la pubertad
5.4. Salud
Actividades prácticas
Introducción
1. Práctica del vídeo: En el vientre materno
2. Práctica de vídeo: capacidades de los recién nacidos
Preguntas de reflexión
Autoevaluación
Referencias bibliográficas
Conceptos básicos
PARTE SEGUNDA. Desarrollo cognitivo en la infancia y la adolescencia
4. Desarrollo cognitivo en la primera infancia
Introducción
1. Procesos cognitivos básicos en la primera infancia
1.1. Capacidades perceptivas
1.2. Desarrollo de la atención
1.3. Desarrollo de la memoria
1.4. La representación de los objetos
1.5. La representación de las personas y el conocimiento social
2. La teoría piagetiana
3. El estadio sensoriomotor
3.1. Subestadio 1: actividad refleja (del nacimiento al primer mes de vida)
3.2. Subestadio 2: reacciones circulares primarias (de uno a cuatro meses de
vida)
3.3. Subestadio 3: reacciones circulares secundarias (de cuatro a ocho meses)
3.4. Subestadio 4: coordinación de las reacciones circulares secundarias (de
ocho a doce meses)
5
3.5. Subestadio 5: reacciones circulares terciarias (de doce a dieciocho meses)
3.6. Subestadio 6: resolución simbólica de problemas (de dieciocho a
veinticuatro meses)
Actividades prácticas
1. Ejercicio práctico: conceptos de Piaget
2. Ejercicio práctico: preguntas abiertas
Preguntas de reflexión
Autoevaluación
Referencias bibliográficas
Conceptos básicos
5. Desarrollo cognitivo en la infancia temprana
Introducción
1. Desarrollo de procesos cognitivos básicos en la niñez temprana
1.1. El control sobre la atención
1.2. La memoria: recuerdo y reconocimiento
1.3. Memoria de trabajo y aprendizaje
1.4. Función ejecutiva y estrategias de recuerdo
2. Estadio preoperacional
2.1. Avances en el pensamiento preoperacional
2.2. Aspectos inmaduros del pensamiento preoperacional
3. Teoría de la mente
3.1. Desarrollo de la teoría de la mente
3.2. Aspectos importantes de la teoría de la mente
3.3. Precursores de la teoría de la mente
Actividades prácticas
1. Ejercicio práctico: citas de Piaget
2. Ejercicio práctico: responder y razonar
3. Ejercicio práctico: responder verdadero o falso
Preguntas de reflexión
Autoevaluación
Referencias bibliográficas
Conceptos básicos
6. Desarrollo cognitivo en la niñez media
Introducción
1. El avance de los procesos mentales en la niñez media
1.1. El desarrollo de la función ejecutiva
1.2. Desarrollo de la atención y de la memoria
1.3. Planificación y solución de problemas
1.4. Desarrollo de la metacognición
2. La inteligencia en la niñez media: estadio de las operaciones concretas de Piaget
2.1. Rasgos del pensamiento operacional concreto: el surgimiento de la lógica
6
2.2. El desarrollo de la conservación
2.3. El desarrollo de la seriación
2.4. El desarrollo de la clasificación
2.5. Comprensión de la secuencia numérica y el conocimiento matemático
2.6. Objeciones a la explicación piagetiana del razonamiento basado en
operaciones concretas
3. El desarrollo de la categorización y el conocimiento del mundo
4. Desarrollo de la lectura y la escritura
Actividades prácticas
1. Ejercicio práctico: experimento 1
2. Ejercicio práctico: experimento 2
Preguntas de reflexión
Autoevaluación
Referencias bibliográficas
Conceptos básicos
7. Desarrollo cognitivo en la adolescencia
Introducción
1. Cambios en la maduración cognitiva en la adolescencia
1.1. Memoria declarativa y procedimental
1.2. Cambios funcionales de la mente adolescente
1.3. Pensamiento científico y solución de problemas
2. El razonamiento hipotético-deductivo
2.1. La construcción de teorías
2.2. La construcción de conceptos sobre uno mismo
3. Aspectos inmaduros del pensamiento adolescente
4. El estadio de las operaciones formales de Piaget
5. Evaluación crítica del estadio formal según Piaget
Actividades prácticas
1. Ejercicio práctico: la combinatoria
2. Ejercicio práctico: preguntas abiertas
Preguntas de reflexión
Autoevaluación
Referencias bibliográficas
Conceptos básicos
PARTE TERCERA. Desarrollo del lenguaje
8. Adquisición y desarrollo del lenguaje
Introducción
1. Relación entre comunicación y lenguaje
2. Dimensiones y componentes del lenguaje
7
3. Desarrollo del lenguaje en los dos primeros años de vida
3.1. Etapa preverbal
3.2. Etapa verbal
4. Desarrollo del léxico y la gramática a partir de los dos años
5. Teorías sobre el desarrollo del lenguaje
5.1. Teoría del aprendizaje
5.2. Teoría nativista
5.3. Teoría interaccionista
Actividades prácticas
1. Práctica de vídeo: Genie
2. Ejercicio práctico: preguntas abiertas
Preguntas de reflexión
Autoevaluación
Referencias bibliográficas
Conceptos básicos
PARTE CUARTA. Desarrollo biológico y cognitivo en la edad adulta y la vejez
9. Desarrollo biológico y cognitivo en la edad adulta y la vejez
Introducción
1. Cambios biológicos y cognitivos de la edad adulta
1.1. Desarrollo físico y fisiológico en la edad adulta
1.2. Desarrollo cognitivo en la edad adulta
2. Cambios biológicos y cognitivos en la vejez
2.1. Desarrollo físico en la vejez
2.2. Desarrollo cognitivo en la vejez
Actividades prácticas
1. Ejercicio práctico: edad adulta
2. Ejercicio práctico: cambios biológicos de la edad adulta y la vejez: cómo se
perciben y qué influencia tienen
3. Ejercicio práctico: cuestionario sobre el envejecimiento
4. Ejercicio práctico: preguntas abiertas sobre el envejecimiento
Preguntas de reflexión
Autoevaluación
Referencias bibliográficas
Conceptos básicos
Créditos
8
Prólogo
Agradezco sinceramente el ofrecimiento de prologar este libro titulado Desarrollo
cognitivo y biológico en el ciclo vital y me pongo a ello por muy diversas razones:
entre otras muchas, porque me obliga y me ayuda a salir de la rutina del quehacer
académico e investigador diario, últimamente tan «e-burocratizado» y sujeto a
parámetros de gestión de dudosa «calidad», porque supone una mirada atrás sobre el
camino ya recorrido y una proyección hacia el que les queda por recorrer a los
jóvenes profesores e investigadores y, principalmente, porque conozco de cerca a sus
autoras, por ser compañeras de trabajo del equipo docente de la asignatura
«Psicología del desarrollo I», que se imparte en la facultad de Psicología de la
Universidad del País Vasco/Euskal Herriko Unibertsitatea (UPV/EHU). Es un
auténtico privilegio compartir con ellas la propia asignatura, el alumnado, el trabajo,
muchas inquietudes, bastantes vicisitudes, diferentes lenguas de comunicación,
objetivos, planes..., y un larguísimo etcétera de cuestiones académicas —con todos
sus elementos didácticos y formativos— y de otras referidas a la investigación,
siempre con relación al apasionante dominio de conocimiento del conocimiento
humano y su desarrollo, valga la deliberada redundancia.
La doctora Izarne Lizaso es una joven profesora, natural de Errenteria (Gipuzkoa),
que se encuentra en plena madurez académica y científica. Aunque su ámbito de
especialización se centra en el desarrollo psicológico de la tercera edad, se mueve
también con maestría en todas las etapas del desarrollo. La doctora Joana Acha, la
más joven del equipo y nacida en Eibar (Gipuzkoa), además de más frescura, si cabe,
también aporta sus conocimientos provenientes de la psicología cognitiva y las
modernas neurociencias, apilados en su amplia experiencia investigadora y de
colaboración con el Basque Center on Cognition Brain and Language. La doctora
Luixa Reizabal, natural de Donostia-San Sebastián, también colabora con su
experiencia y entusiasmo, forjados primero en su formación y doctorado en
psicología social, adaptados después al punto de vista de la psicología del desarrollo.
Por último, el doctor Alfonso Javier García, natural de Olivares y profesor de familia,
escuela, relaciones interpersonales y cambio social en la Universidad de Sevilla, es
geográficamente el más lejano del epicentro del equipo docente y autoría del texto,
pero cercano en el conocimiento profundo de la materia y cercano por haber
colaborado con el mismo en otros trabajos, uno de ellos publicado por esta misma
editorial.
Pero para llegar hasta aquí, como ya se ha esbozado en el primerísimo párrafo de
este texto, conviene recordar el camino recorrido porque, de una manera u otra,
representa las raíces que han posibilitado la propia aparición de este manual, fruto
maduro, listo para ser deleitado y en perfectas condiciones para ser digerido por
nuestros cerebros. Empezamos nuestra andadura en Zorroaga, el original y ya mítico
9
emplazamiento de nuestra actual facultad. Allí tuvimos el privilegio de contar con
uno de sus pilares fundadores y maestro de muchos. Me refiero a Enrique Freijo, que
nos encomendó la tarea de explicar la «psicología evolutiva», tanto en castellano a
algunos compañeros, como en euskara a quien escribe estas líneas. Enrique tuvo el
genio, la intuición, la visión de futuro de la importancia de los estudios de psicología
en general y de la psicología del desarrollo, en particular, con el difícil compromiso,
en aquella época (década de los ochenta), de llevarlo a cabo también en la lengua más
antigua de Europa y parte esencial de la cultura de la que forma parte nuestra
universidad. Él nos lo encomendó y nosotros abordamos el trabajo de preparar la
materia, con la inestimable ayuda de los «Palacios, Marchesi y Carretero» y de otras
muchas fuentes originales, o contadas por otros, como Piaget, Freud, Wallon,
Vygotsky, Bowlby o Brunner, por recordar a los más clásicos y citados, y tantos más.
También es inexcusable agradecer la colaboración de otros profesores/colegas, de
nuestra facultad y de otras del Estado, siendo imposible citar a todos en este breve
texto de prefacio. Pero nos acordamos especialmente de los manuales de Modelos del
desarrollo psicológico humano de nuestro compañero y amigo Enrique Arranz que,
de alguna manera, supusieron parte del soporte inicial de la asignatura que ahora se
imparte en el actual plan de estudios, a la que pretende servir precisamente el libro
que el lector tiene entre sus manos.
Además de aportaciones a modo de textos universitarios, manuales, conferencias y
demás actividades académicas, conviene resaltar, porque forma parte de la esencia
cualitativa de la propuesta teórico-práctica de este manual, el trabajo de investigación
y, en especial, la transferencia de dicha información, realizado por las y los colegas
encargados del ámbito de la psicología del desarrollo cognitivo y del lenguaje, y de la
influencia de la calidad del contexto familiar en dicho desarrollo. Esa mirada a la
sociedad a la que nos debemos, ese ir y venir desde los estudios, investigaciones y
especulaciones hacia la experiencia real sobre el terreno y viceversa, constituye hoy
más que nunca un elemento fundamental para el avance real de nuestra ciencia.
Tampoco podemos olvidar, y no lo decimos porque sea políticamente correcto,
todas las sugerencias y magníficas aportaciones de alumnas y alumnos provenientes
de esa rica interacción anual que hemos mantenido con ellas y ellos cada uno de los
académicos aquí citados. En fin, una larga y fructífera historia de treinta y tantos años
que, gracias a los excelentes profesores que ya se han nombrado, hoy queda marcada
con un hito más en el estudio científico del desarrollo biológico y cognitivo y su
divulgación, y desemboca en este texto de indudable calidad.
Dicho texto está compuesto por distintos apartados con sus correspondientes
capítulos, en donde se desgranan las posiciones más actuales del estudio del
desarrollo biológico y cognitivo, desde la época prenatal hasta la vejez. No vamos a
adelantar o detallar ahora todas las bondades del manual, algunas de ellas clásicas e
ineludibles en el estudio de la materia y otras muchas consideradas como
aportaciones y actualizaciones. Aunque basta echar una rápida hojeada al índice de
materias para darse cuenta casi inmediatamente de lo que acabamos de afirmar;
dejamos al lector la oportunidad de irlas descubriendo en su lectura. Por nuestra
10
parte, nos limitamos únicamente a explicitar y subrayar la calidad y profundidad de
las propuestas teóricas, la actualización de las mismas según las últimas
investigaciones científicas, su enfoque ecléctico e integrador, y su indudable sentido
práctico para servir de manual y guía en materias como la psicología del desarrollo y
afines, impartidas en facultades de Psicología y de Ciencias de la Educación, así
como para ser consultado también por profesionales de la psicología evolutiva y otras
ramas de las ciencias sociales y de la salud.
Solo me queda agradecer a la editorial, más allá de cuestiones comerciales, la
sensibilidad y acierto a la hora de publicar el texto, con el convencimiento de que será
bien acogido por alumnos, profesores, profesionales y apasionados de la psicología,
en general. Como decimos en euskara cuando queremos desear una feliz ingestión y
digestión alimentaria, repetimos la expresión metafórica para la lectura de este
manual: on egin! (¡que aproveche!).
Donostia-San Sebastián, julio de 2017
FERNANDO OLABARRIETA
Cofundador del grupo universitario de investigación
Haezi (hazi eta hezi / educar y crecer)
11
Introducción
El presente manual pretende proporcionar a todas aquellas personas interesadas en
la psicología del desarrollo información sobre los fundamentos de la disciplina. Por
otro lado, analizar la investigación sobre el desarrollo humano. Y por último describir
el desarrollo biológico y cognitivo en el curso del ciclo vital.
Con respecto al primer objetivo, una vez definido el objeto de estudio de la
psicología del desarrollo, el manual analiza las bases antropológicas y biológicas del
desarrollo humano. A continuación, se presentan las disyuntivas teóricas sobre el
desarrollo humano y, por último, la historia de la disciplina, desde sus antecedentes
hasta nuestros días.
En relación con la investigación sobre el desarrollo humano, el manual describe el
método científico, analizando los procedimientos de recogida de datos, los tipos y los
diseños de investigación, sin olvidar los principios éticos en la investigación sobre el
desarrollo humano y las fuentes documentales que se utilizan en dicha investigación.
Por último, el manual incluye estudios clásicos y novedosos sobre el desarrollo
biológico y cognitivo que permiten obtener un cuadro completo sobre los
mecanismos explicativos del desarrollo de la inteligencia humana, su cambio a lo
largo del proceso evolutivo, y los factores madurativos y contextuales que influyen en
dicho cambio. Este objetivo se aborda desde una doble perspectiva, la teoría del
procesamiento de la información y la teoría de Piaget. Esto permite establecer
relaciones entre los hallazgos científicos actuales y las aportaciones clásicas,
permitiendo integrar términos y conceptos. El resultado es un manual apto tanto para
profesionales y profesorado como para el alumnado que quiera profundizar en la
psicología del desarrollo cognitivo humano.
El manual se divide en cuatro grandes bloques. En el primero, una vez realizada la
introducción a la disciplina (capítulo 1), se analiza la investigación sobre el desarrollo
humano (capítulo 2) para posteriormente describir el desarrollo cerebral, físico y
motor hasta la adolescencia (capítulo 3). El segundo bloque desarrolla todos los
contenidos relacionados con el desarrollo cognitivo desde el nacimiento hasta la
adolescencia (capítulos 4 a 7). Este bloque permite conocer qué procesos están
implicados en el desarrollo del intelecto, cómo evolucionan y cuáles son los
correlatos neurológicos de los mismos. Cada tema se inicia con las teorías del
procesamiento de la información y aborda después ese mismo período desde la teoría
de Piaget, analizándose tanto sus principios relevantes como sus limitaciones con
respecto a los nuevos paradigmas y hallazgos. El tercer bloque se centra
exclusivamente en el desarrollo del lenguaje (capítulo 8). En él no solo se abordan
las teorías sobre la adquisición del lenguaje y el patrón de desarrollo de sus
componentes, sino que también se resalta la interacción recíproca entre lenguaje y
desarrollo cognitivo. Por último, el cuarto bloque aborda el desarrollo biológico y
12
cognitivo en la edad adulta y la vejez (capítulo 9).
Centrándonos con más detenimiento en cada uno de los capítulos, en el primero de
ellos, titulado «Fundamentos de la psicología del desarrollo», analiza los conceptos
básicos sobre el desarrollo humano y los contextualiza, en la medida en que aporta
una definición del desarrollo humano y hace un recorrido por las distintas
conceptualizaciones y perspectivas teóricas a lo largo de la historia. Esto permitirá al
lector o lectora ubicar la terminología actual en un contexto histórico, comprender la
evolución de la metodología de evaluación en el ámbito del desarrollo humano, y
reconocer los distintos abordajes teóricos sobre cognición y aprendizaje sobre los que
se sustentan las visiones y estudios actuales. Este recorrido posibilitará la creación de
un marco de referencia que facilitará la comprensión de los temas posteriores.
El capítulo 2, «La investigación en psicología del desarrollo», incide en las
características del método científico aplicado al desarrollo humano: la medición del
cambio en el tiempo. Concretamente, se explican conceptos generales del método
científico, fases, tipos de variable y procedimientos, para a continuación describir los
diseños propios de la psicología del desarrollo y las principales fuentes de
información sobre este ámbito de estudio.
El capítulo 3, «Desarrollo cerebral, físico y motor hasta la adolescencia», describe
el proceso de desarrollo físico y cerebral en el período prenatal y postnatal desde el
nacimiento hasta la adolescencia, e incide en algunos factores ambientales
significativos que pueden influir en dicho desarrollo. Posteriormente describe cómo
se desarrollan las destrezas motoras desde la infancia a la adolescencia y algunos
cambios físicos característicos de este último período.
En el capítulo 4, titulado «Desarrollo cognitivo en la primera infancia», se aborda
el desarrollo de los mecanismos básicos de aprendizaje durante los dos primeros
años. Estos años son cruciales para el óptimo desarrollo de las capacidades básicas
que constituyen el andamio de nuestra evolución intelectual. El eterno debate entre
las perspectivas innatista y ambientalista puede ponerse a prueba en este período
examinando aquellos mecanismos con los que todos los bebés cuentan al nacer para
comenzar a aprender. Estos mecanismos son «expectantes de la experiencia», es
decir, requieren un cierto grado de estimulación en el momento en que son
susceptibles de activarse para que el bebé pueda adquirir los aprendizajes básicos
pero, ¿cuáles son las capacidades de un bebé? ¿Qué es capaz de percibir y de qué
mecanismos dispone para iniciar su aprendizaje? Este capítulo intenta responder a
estas cuestiones.
En el capítulo 5, «Desarrollo cognitivo en la niñez temprana», se profundiza en los
principales avances que tienen lugar desde los dos a los siete años, haciendo también
referencia a algunos aspectos inmaduros que impiden a la mente de niños y niñas
operar de forma lógica. Se incide en el valor de la experiencia y la manipulación de
los objetos como vía para la comprensión de lo que sucede alrededor y de la
capacidad simbólica, que ejercitan a través del juego, del dibujo y del lenguaje como
medio para superar sus limitaciones y utilizar sus recursos mentales de forma más
eficiente.
13
El capítulo 6, «Desarrollo cognitivo en la niñez media», aborda los cambios
intelectuales desde los siete años hasta la adolescencia. La aparición de signos de
inteligencia lógica similares a la persona adulta es muy evidente a partir de los siete
años. Esto es debido a una progresión de las conexiones neuronales hacia la zona
frontal y a una mayor exposición a temáticas y exigencias novedosas en el ámbito
académico, con el consiguiente aumento de vocabulario. La experiencia y
entrenamiento en dominios específicos a lo largo de esta etapa favorece el desarrollo
de estas conexiones y de mecanismos como la función ejecutiva, la memoria de
trabajo y la atención, implicados tanto en la adquisición de nuevos conocimientos
como en el desarrollo de las capacidades de reflexión y solución de problemas. Este
capítulo aborda las características del desarrollo de los procesos mentales en este
período y ahonda en los motivos de ese desarrollo.
El capítulo 7, «Desarrollo cognitivo en la adolescencia», describe los rasgos
característicos de la inteligencia adolescente. En la primera parte de este capítulo se
describen las principales características del pensamiento adolescente desde la
perspectiva del procesamiento de la información, y a continuación se define el
pensamiento hipotético-deductivo como resultado tanto del conocimiento adquirido
como de la evolución de los procesos mentales. Posteriormente se verá que, a pesar
de todo, el pensamiento adolescente aún adolece de la capacidad para utilizar todo
este potencial de forma objetiva y exhaustiva, y se citarán algunas limitaciones que
los adolescentes superarán con la madurez y la experiencia personal y social. Por
último, se resumirán algunas de las características de este período desde la
perspectiva de Piaget, tanto aquellas que han supuesto la base de las investigaciones
posteriores como las que han sido objeto de revisión y redefinición.
En el capítulo 8, «Adquisición y desarrollo del lenguaje», se abordan las etapas y
procesos implicados en el desarrollo lingüístico, centrándonos en la contraposición
entre las teorías nativistas y las nuevas evidencias científicas. Para responder a la
pregunta ¿qué capacidades heredamos?, tenemos que partir de dos ideas. Una, el
hecho de que los bebés estén equipados con un dispositivo innato hacia el lenguaje
implica la existencia de un conocimiento innato de las reglas generales del lenguaje,
incluso de un conocimiento innato de sus posibles variaciones. Dos, hoy día sabemos
que los mecanismos implicados en la adquisición del lenguaje son los mismos que
aquellos que intervienen en la cognición. Los bebés usan los mismos mecanismos
para adquirir el lenguaje que para adquirir conocimiento sobre el mundo físico y
social: extracción de regularidades perceptivas, aprendizaje asociativo, imitación,
comparaciones. Estos mecanismos con los que cuenta el bebé requieren además
estimulación. Asimismo la interacción social es fundamental para que el bebé ponga
en marcha su repertorio de habilidades innatas. Intentaremos conjugar las distintas
visiones abordando la evolución del lenguaje como hito cognitivo, y examinaremos
las variables influyentes en esa evolución, así como las variables en las que a su vez
influye.
Por último, en el capítulo 9, titulado «Desarrollo biológico y cognitivo en la edad
adulta y la vejez», se abordan los cambios físicos y cognitivos de la edad adulta y la
14
vejez en la primera y segunda parte, respectivamente. Partiendo de las distintas
teorías sobre envejecimiento se describen los cambios más significativos a nivel
cognitivo enmarcándolos en el campo de las teorías del procesamiento de la
información y del desarrollo cerebral. Se ofrece así un marco explicativo de esos
cambios que permita diferenciar los déficits cognitivos propios de un proceso de
envejecimiento natural, de aquellos debidos a demencias específicas.
Cada capítulo incluye preguntas de autoevaluación y de reflexión, así como
actividades prácticas con el fin de facilitar el repaso y la integración de conceptos.
Esto lo convierte en un manual completo y dedicado exclusivamente al desarrollo
biológico y cognitivo de los seres humanos.
15
PARTE PRIMERA
Introducción a la psicología del
desarrollo
16
1
Fundamentos de la psicología del desarrollo
INTRODUCCIÓN
En este capítulo introductorio se analizan los fundamentos o bases de la psicología
del desarrollo. Concretamente, se pretende definir qué se entiende por psicología del
desarrollo y cuál es su objeto de estudio. A continuación, se analizan las bases
antropológicas del desarrollo humano, es decir, los procesos biológicos, psicológicos
y socioculturales de hominización. En tercer lugar, se exponen las principales
disyuntivas teóricas sobre el desarrollo humano. Posteriormente, se realiza un análisis
diacrónico o histórico de la disciplina, así como un análisis sincrónico de la situación
actual de la misma. Para finalizar, se proponen varias actividades prácticas y
preguntas de autoevaluación con el objetivo de que el lector o lectora interiorice
adecuadamente los contenidos tratados en el capítulo.
1. DEFINICIÓN Y OBJETO DE ESTUDIO DE LA PSICOLOGÍA DEL
DESARROLLO
Se denomina psicología del desarrollo a la ciencia cuyo fin es describir, explicar y
optimizar los cambios que se producen en la persona desde la concepción hasta la
muerte (Arranz, 1998). Concretamente, la disciplina pretende describir los cambios
que acontecen en el desarrollo humano durante el ciclo vital, explicar las razones por
las que se producen, para lo cual se formulan teorías (a las que se hará referencia en
el apartado 4) e intervenir con el fin de crear las condiciones para que el desarrollo
ocurra de forma que su resultado sea el mejor posible. Además de los cambios, la
psicología del desarrollo estudia aquellas características que se mantienen estables
(Papalia y Feldman, 2012).
Son varios los términos que se utilizan para hacer referencia a esta disciplina,
entre otros, psicología evolutiva, psicología genética, psicología de la
infancia/adolescencia/edad adulta/tercera edad y psicología del desarrollo.
El término psicología evolutiva es uno de los que más se utiliza en castellano.
Proviene de la teoría darwiniana sobre la evolución de las especies (Darwin, 1859) y
tiene una connotación biológica, en tanto en cuanto relaciona el desarrollo con el
proceso de maduración biológica de las especies, incluida la humana.
Por su parte, la denominación psicología genética ha sido utilizada principalmente
en países francófonos. Está relacionada con la teoría sobre el desarrollo del
conocimiento del psicólogo suizo Jean Piaget (1896-1980), conocida como
epistemología genética, que se describirá en el apartado 4.3. Dado que existe el riesgo
17
de confundirla con la genética, su uso es cada vez menos frecuente.
Los términos psicología de la infancia/adolescencia/edad adulta/tercera edad se
refieren a las psicologías de la edad. Aunque son muy útiles para comprender los
cambios que acontecen en estas etapas de la vida, carecen de una perspectiva
evolutiva.
Por último, el término psicología del desarrollo tiene su origen en el mundo
anglosajón. Su uso está cada vez más extendido, ya que delimita de forma correcta el
objeto de estudio de la disciplina: el desarrollo humano (véase apartado 1.1).
En esta obra se ha optado por utilizar el término psicología del desarrollo pues es
el que mejor refleja el objeto de la disciplina, que no es otro que estudiar el desarrollo
humano en toda su amplitud y complejidad, con el fin de poder describirlo, explicarlo
y optimizarlo. Queda ahora por analizar cuál es el significado de desarrollo, tema que
se aborda a continuación.
1.1. Definición de desarrollo
Tal y como se decía en el apartado anterior, la psicología del desarrollo tiene como
objetivo analizar los cambios que la persona sufre desde la concepción hasta la
muerte, así como aquellas características en las que se mantiene estable.
Sin embargo, no todos los cambios que acontecen en ese lapso de tiempo son
objeto de estudio de la psicología del desarrollo. De hecho, los términos «cambio» y
«desarrollo» no son sinónimos. Como señalan Lerner, Lewin-Bizan y Alberts (2011);
donde ocurre un cambio hay desarrollo, pero no todos los cambios son evolutivos.
Para que sean considerados evolutivos, los cambios deben tener una serie de
características. Concretamente:
a) Deben ser sistemáticos, es decir, deben estar organizados en el tiempo, de
forma que ocurran en una secuencia determinada en todas o en la mayoría de
las personas.
b) Deben tener un carácter sucesivo, de forma que los cambios ocurridos en el
pasado influyan, al menos en parte, en los que acontecen con posterioridad.
c) Los cambios de los que se ocupa la psicología del desarrollo deben ser
normativos o, al menos, cuasi-normativos, en un período histórico concreto: es
decir, deben afectar a la mayoría de las personas que pertenecen a una cultura
determinada.
Un ejemplo de cambio evolutivo sería la adquisición del lenguaje (que se describe
en el capítulo 8), pues está organizada en el tiempo —se produce en una serie de
etapas que ocurren en determinados lapsos de tiempo— y tiene carácter sucesivo, ya
que está precedida de otros cambios —como, por ejemplo, la aparición del balbuceo
— que tienen como resultado que, hacia los dos años, la mayoría de los niños y niñas
de nuestra cultura desarrollen la capacidad de hablar (carácter normativo).
Los cambios evolutivos pueden ser de dos tipos: cuantitativos o cualitativos. Los
18
primeros son cuantificables, pues suceden a nivel de número o cantidad. Ejemplos de
los mismos serían los que ocurren en la estatura o en el peso de la persona. Los
cualitativos, por su parte, no son cuantificables, pues hacen referencia a cambios
relacionados con el carácter, la estructura o la organización de algo. El desarrollo de
las capacidades intelectuales sería ejemplo de estos cambios, dado que supone
cambios estructurales que conllevan nuevas formas de pensar y de razonar que no son
cuantificables.
En la memoria, por ejemplo, se producen cambios cuantitativos y cualitativos.
Pongamos por caso que mostramos a una niña de tres años una serie de objetos y le
pedimos que los recuerde y repetimos la prueba cuando la niña tiene siete años. A
nivel cuantitativo, el número de objetos que la niña puede recordar aumentará, de
forma que recordará más objetos cuando tiene siete años que cuando tenía tres. En lo
que a la dimensión cualitativa se refiere, se produce un cambio en las estrategias de
memoria o mnemotécnicas, de forma que con siete años utilizará estrategias (como
clasificar los objetos en categorías lógicas) que no era capaz de utilizar cuando tenía
tres años.
1.2. Ámbitos del desarrollo humano
El desarrollo humano es un proceso complejo y global que se produce en los
ámbitos biológico (como en la estatura o en las capacidades reproductoras), cognitivo
(por ejemplo, la memoria) y socioemocional (como los cambios evolutivos que
ocurren en las relaciones). Aunque actualmente se defiende una perspectiva holística
del desarrollo, según la cual estos ámbitos son indisociables, en tanto en cuanto están
íntimamente relacionados entre sí, con fines didácticos y de investigación, la
psicología del desarrollo distingue tres aspectos del desarrollo humano: el biológico,
el cognitivo y el socioemocional (véase figura 1.1).
Se denomina desarrollo biológico al conjunto de cambios que se producen en
cuestiones como los huesos, los músculos, el cerebro, los sentidos o la movilidad de
los seres humanos. El desarrollo cognitivo, por su parte, haría referencia a los
cambios que se producen en capacidades mentales como el aprendizaje, la memoria,
el razonamiento, la atención, el lenguaje o el pensamiento. Por último, el desarrollo
socioemocional o socioafectivo se refiere a los cambios que acontecen en la esfera de
los afectos, la personalidad, las emociones y las relaciones sociales.
19
Figura 1.1.—Ámbitos del desarrollo humano (elaborada por Kepa Etxebarría).
Tal y como se decía anteriormente, estos tres aspectos del desarrollo están
íntimamente relacionados entre sí, de forma que los cambios que se producen en uno
de ellos suelen conllevar cambios en los otros ámbitos. Por ejemplo, los cambios
biológicos que se producen en la pubertad suelen afectar al autoconcepto (dimensión
cognitiva del conocimiento de sí mismo) y a la autoestima (dimensión
socioemocional del mismo) de los y las adolescentes.
El desarrollo en estos ámbitos suele verse influido por factores de naturaleza
biológica y por variables ambientales. Los primeros hacen referencia a características
que los seres humanos poseen por el hecho de pertenecer a su especie (por ejemplo, el
hecho de caminar a dos patas o el uso del lenguaje, que se analizarán en el apartado
2), así como a las particularidades genéticas que poseen las personas.
Con respecto a las primeras, hay que decir que, al igual que ocurre en las demás
especies, las y los miembros de la especie humana nacen con un plan biológico que
determina cómo va a ser su organismo y cómo va a desarrollarse en el ciclo vital.
Hitos como el hecho de que niños y niñas comiencen a hablar a los dos años
aproximadamente serían consecuencia de ese plan biológico establecido al que se ha
hecho referencia.
Además del plan biológico, las características genéticas individuales también
influyen en el desarrollo. Así, dependiendo de su genotipo, un sujeto puede presentar,
por ejemplo, determinados rasgos físicos.
Las variables ambientales, por su parte, estarían relacionadas con los contextos del
desarrollo de las personas. Entre otros, el contexto individual en el que se desarrollan,
el nivel socioeconómico, la cultura en la que se hallan inmersas, el género al que
20
pertenecen y el momento histórico en el que transcurre su vida (es decir, la
generación a la que pertenecen).
Con respecto al contexto individual, existe evidencia empírica que demuestra que,
aunque dos personas sean genéticamente idénticas, se desarrollen en el seno de una
misma familia y sus contextos inmediatos sean los mismos, las experiencias que estas
tienen en esos contextos son únicas, algo que influye en su desarrollo.
Con respecto al nivel socioeconómico, el hecho de pertenecer a una clase social
determinada puede influir directamente en el desarrollo biológico. Es muy probable
que el desarrollo biológico de niños y niñas de familias pobres no sea el óptimo
debido a que no reciben la alimentación adecuada para que sea así.
Asimismo, pertenecer a una determinada cultura puede afectar al desarrollo. De
hecho, el proceso de desarrollo no es igual en todas las culturas. La duración de la
adolescencia, por ejemplo, varía de una cultura a otra: en nuestra sociedad comienza
con la pubertad y termina cuando la persona ha asumido los roles que la hacen ser
considerada adulta. Sin embargo, en otras culturas como las tribus aborígenes
australianas, el paso de la infancia a la edad adulta lo marca una ceremonia, por lo
que la adolescencia como tal no existe.
Suele ser común que en el seno de cada cultura se atribuyan diferentes roles,
derechos, obligaciones y características a las personas por ser hombres o mujeres, por
lo que el género sería otra de las variables ambientales que afectaría al desarrollo.
El momento histórico o la generación en la que se nace también puede influir en el
desarrollo. Circunstancias actuales como la utilización masiva de las tecnologías de la
información y comunicación van a influir en el desarrollo de las personas: los niños y
niñas de hoy no juegan igual que los y las niñas de hace 50 años, algo que va a influir
a su desarrollo.
En resumen, los factores biológicos y ambientales pueden afectar al desarrollo de
las personas, por lo que la psicología del desarrollo debe analizar cuál es la influencia
de cada uno de ellos.
1.3. Etapas del desarrollo humano
Dado que el ciclo vital es muy largo, se suele dividir en diferentes etapas.
Concretamente: prenatal (primera) infancia (0-2 años), niñez temprana o etapa
preescolar (2-6 años), niñez media o etapa escolar (de los 6 años hasta la pubertad),
adolescencia (pubertad-18 años), edad adulta (18-65 años) y tercera edad (a partir de
los 65 años). Los márgenes de edad de cada una de ellas son aproximados, pues la
cronología no suele ser el criterio más acertado para determinar cuándo una persona
entra en una u otra etapa. Así, hay quienes defienden la necesidad de distinguir entre
diferentes tipos o modalidades de edad (por ejemplo, Bentley, 2007; Bueno, Vega y
Buz, 2005; Cavanaugh y Blanchard-Fields, 2002; Huyck y Hoyer, 1982 en Reizabal y
Lizaso, 2011). Concretamente, la cronológica, la biológica, la psicológica, la
subjetiva, la social o sociocultural y la funcional.
La edad cronológica se refiere a lo que normalmente se entiende por edad, ya que
21
indica el tiempo pasado desde el nacimiento. La edad biológica, por su parte, tiene
que ver con el nivel de madurez biológica, es decir, con los cambios anatómicos y
fisiológicos que se producen en el organismo. La edad psicológica estaría relacionada
con la maduración de procesos cognitivos —atención, memoria, etc.— y
socioemocionales —habilidades sociales que facilitan relaciones interpersonales
positivas, y emocionales, como la regulación emocional— y se reflejaría en cambios
a nivel conductual, que conllevarían una mayor capacidad de adaptación y de
enfrentamiento a las exigencias del entorno. Por el contrario, la edad subjetiva sería
la edad que el sujeto siente que tiene, es decir, cómo de niña/joven/adulta/vieja se
siente una persona. La edad social o sociocultural se refiere a los roles que una
persona asume en un determinado momento histórico, así como al grado de eficacia
que la persona muestra a la hora de desempeñar dichos roles. Por último, la edad
funcional se refiere al nivel de competencia conductual, es decir, la capacidad de
tener una vida autónoma —de tomar decisiones y de llevar a cabo actividades
cotidianas como pueden ser de cuidado personal o relacionarse con otras personas—
e independiente, sin ayuda externa, por lo que serían parte de ella la edad biológica, la
psicológica y la social.
Cabe señalar que estas modalidades de edad no tienen por qué coincidir, pues cada
persona tiene su ritmo de maduración en cada una de ellas. Así, puede darse el caso
de que una persona tenga una edad cronológica según la cual sería adulta (en nuestro
entorno, mayor de dieciocho años, pues es a esa edad a la que se llega a la «mayoría
de edad») y que, sin embargo, dado que está estudiando y depende económicamente
de su familia, en cuyo domicilio reside, no lo sea a nivel social. O que esa persona
tenga una edad mental (término acuñado por Binet para referirse a la edad de una
persona en función de su nivel de desarrollo intelectual) correspondiente a una de
doce años. O que personas de la misma edad cronológica no tengan la misma edad
biológica, como puede ser el caso de dos mujeres de cincuenta años, una de las cuales
tiene capacidad de procrear, mientras que la otra la ha perdido como consecuencia de
la menopausia.
Esta diferenciación entre tipos de edad pone de manifiesto la dificultad —y, en
cierta manera, arbitrariedad— que conlleva establecer los límites cronológicos de
algunas de las etapas del ciclo vital. De hecho, son diferentes los factores que
determinan esos límites en cada una de ellas. Así, mientras que la extensión de la
etapa prenatal estaría determinada por criterios biológicos, en tanto en cuanto son los
acontecimientos biológicos —la concepción y el nacimiento— los que determinan su
duración, no ocurre lo mismo con otras etapas. Por ejemplo, el final de la (primera)
infancia estaría determinado por un hito cognitivo: la aparición del lenguaje, que
daría paso a la niñez temprana. Esta, por su parte, finalizaría con un hito social: el
ingreso en la Educación Primaria. La niñez media terminaría con un acontecimiento
biológico: la pubertad. La edad adulta, por su parte, tendría una naturaleza más social,
en tanto en cuanto su extensión estaría determinada por sucesos sociales (inicio: final
de los estudios, independencia económica, abandono del domicilio familiar; final:
jubilación). Por último, la tercera edad finalizaría con un suceso biológico universal:
22
la muerte. La tabla 1.1 resume los principales acontecimientos que se producen en
cada etapa del ciclo vital.
TABLA 1.1
Principales acontecimientos de las etapas del desarrollo humano
Prenatal
(de la concepción al
nacimiento)
• Interacción entre la naturaleza (dotación genética) y el medio.
• El organismo es muy vulnerable a los factores ambientales.
• Etapa de mayor crecimiento biológico del ciclo vital.
• El organismo humano pasa de ser una única célula a ser un embrión formado
por millones de células.
• Se forman los órganos y las estructuras corporales básicas.
• Desarrollo de la capacidad de aprender, recordar y responder a estímulos
sensoriales.
Primera infancia
(0-2 años)
• Sentidos operativos, aunque con diferentes niveles de eficacia.
• Se van desarrollando las capacidades motoras y la coordinación, las capacidades
sensoriales y el lenguaje.
• Desarrollo del apego.
• Desarrollo del conocimiento de sí mismo.
• Aprende a mostrar o reprimir la confianza/desconfianza y el amor.
Niñez temprana
(2-6)
• Crecimiento físico: aspecto más esbelto y complexión más parecida a la de la
adultez.
• Inmadurez cognitiva.
• Desarrollo del lenguaje.
• Autoconcepto y comprensión emocional más complejos.
• Aumento de la independencia.
• Desarrollo de la identidad de género.
• Interés por jugar con otros niños y niñas.
Niñez media
(6-pubertad)
• Crecimiento físico más lento.
• Aumento de fuerza y aptitudes deportivas.
• Avances en la capacidad para leer, escribir, contar, entender el mundo y pensar
de forma lógica, aunque concreta.
• También mejoran la memoria y el lenguaje.
• Autoconcepto y autoestima más complejos.
• Avances en el desarrollo moral.
• Importancia de los pares.
Adolescencia
(pubertad-18)
•
•
•
•
•
•
•
Cambios físicos y biológicos importantes.
Se alcanza la madurez sexual.
Desarrollo del pensamiento abstracto y del razonamiento científico.
Búsqueda de identidad.
Preparación para entrar en el mundo adulto.
Mayor independencia de los progenitores.
Mayor relación con las amistades.
Edad adulta
(18-jubilación)
•
•
•
•
•
A partir de los 25 años, comienzo del declive biológico.
Pensamiento y razonamiento moral más complejo.
Desarrollo de relaciones amorosas.
Se adquieren nuevos roles: trabajador/a, pareja, padre o madre, etc.
Elecciones vitales importantes.
Tercera edad
(jubilación-muerte)
• Etapa de adaptación al declive biológico.
• Adaptación a otros cambios como la jubilación o la viudedad.
23
• Desarrollo de estrategias para afrontar las pérdidas y la cercanía de la muerte.
FUENTE: elaboración propia.
2. BASES ANTROPOLÓGICAS Y BIOLÓGICAS DEL DESARROLLO
HUMANO: EL PROCESO DE HOMINIZACIÓN
Si lo comparamos con otros animales, el ser humano es más débil físicamente; no
es excesivamente rápido; es incapaz de volar por sí solo; nada más despacio que los
peces, etc. Sin embargo, actualmente la humana es una especie única, pues ha logrado
expandirse por todo el planeta e influir sobre él en un período de tiempo
relativamente corto en comparación con la historia de la Tierra. Este logro es
resultado de la evolución de la especie. Concretamente, del denominado proceso de
hominización, es decir, la progresiva adquisición de unas características determinadas
que han acabado diferenciando al ser humano del resto de los animales.
Existen diferentes teorías que tratan de explicar el proceso de hominización. Una
de ellas apunta a los cambios ecológicos y climáticos que se produjeron en la Tierra
—concretamente en el este de África— hace aproximadamente diez millones de años.
Según dicha teoría, esta región de nuestro planeta, cubierta en aquellos tiempos por
una gran masa de bosque tropical, sufrió una serie de profundos cambios
medioambientales que indujeron la transformación evolutiva de algunos de los
primates que allí residían hacia el homínido. Concretamente, se produjo una intensa
actividad sísmica y volcánica en torno al actual lago Victoria que dio lugar al
nacimiento de la falla del Gran Valle del Rift.
Esta fractura geológica originó numerosos lagos y cadenas montañosas y dividió
la región en dos territorios: la zona occidental y la oriental. Además de dividir el
territorio, el Rift también cambió el clima de esta región del planeta, ya que se
convirtió en una barrera geológica de cientos de kilómetros que impedía pasar al
oriente el viento húmedo que procedía del Atlántico. Por tanto, mientras que, debido
a la acción del viento húmedo, en la zona occidental se mantuvo el bosque tropical,
en la zona oriental el bosque fue sustituido por la sabana.
Esta transformación dividió también a los primates que habitaban la región. Así,
mientras unos siguieron viviendo en el bosque, otros tuvieron que adaptarse al nuevo
medio que constituía la sabana oriental, lo que conllevó que la vida de estos grupos
siguiera por diferentes derroteros. Concretamente, la desaparición de la masa arbórea
puso a los simios de la sabana en peligro de extinción, puesto que los recursos
alimenticios de la vida arborícola eran muy limitados. En esta situación, el instinto de
supervivencia llevó a los simios de la sabana a descender de los árboles al suelo en
busca de alimentos,
Sin embargo, el andar a cuatro patas les impedía ver a lo lejos, de forma que no
sabían hacia dónde se dirigían y, además, estaban a merced de los depredadores. Así,
instintivamente los primates se dieron cuenta de que, para evitar estas limitaciones,
debían levantarse sobre sus patas traseras. Paulatinamente, empezaron a adoptar la
24
posición erguida, aunque seguían desplazándose a cuatro patas. Ante las limitaciones
que este hecho conllevaba, en un momento dado aquellos seres comenzaron a andar
sobre las dos patas traseras durante el mayor tiempo posible, de forma que se
convirtieron en bípedos. Asimismo, empezaron a cazar y a alimentarse de otros
animales y abandonaron la dieta vegetariana para convertirse en omnívoros.
Otra de las teorías que trata de explicar el proceso de hominización afirma que el
principal impulsor de dicho proceso fue el surgimiento de las estaciones ocurrido
como consecuencia de un cambio climático. Debido a este hecho, los antiguos
primates vegetarianos podían obtener frutos y alimentos únicamente en una época
determinada del año (verano), y además en cantidad limitada, lo que les obligó a
cambiar de hábitos alimentarios. Así, pasaron a ser omnívoros e inventaron la caza.
Evidentemente, para cazar era imprescindible ver de lejos y tener las manos libres.
Por tanto, según esta teoría, fue el cambio climático el desencadenante del proceso
que llevó a los primates a adoptar la posición bípeda.
Sea cual sea la teoría que se adopte para explicar el origen del proceso de
hominización, lo que parece claro es que este proceso adaptativo que duró miles de
años está relacionado con una serie de cambios que dieron como resultado el ser
humano actual. Para analizar estos cambios recurriremos a la interpretación que,
basándose en las aportaciones de Engels (1925 en Arranz, 1998) sobre temas como la
adopción de la postura erguida, la liberación de la mano, el uso de herramientas o la
adaptación transformadora al medio, hizo el ya desaparecido profesor de la
UPV/EHU Enrique Freijo Balsebre (1925-2001).
Freijo (1977) planteó la existencia de los procesos de hominización biológicos,
psicológicos y socioculturales (véase figura 1.2) que se describen a continuación.
2.1. Procesos biológicos
Entre los procesos biológicos, Freijo (1977) distinguía los siguientes: la adopción
de la postura erguida y el bipedismo, la liberación de la mano, la encefalización, la
inmadurez y el ecumenismo, a los que habría que añadir los cambios ocurridos en los
hábitos alimentarios y en la actividad sexual.
A) Postura erguida y bipedismo
Tal y como hemos visto anteriormente, en un momento dado de la evolución
humana nuestros antepasados tuvieron que descender de los árboles al suelo y poco a
poco fueron adoptando la postura erguida, en un largo proceso que daría lugar al
bipedismo.
25
FUENTE: elaboración propia.
Figura 1.2.—Procesos de hominización planteados por Freijo (1977).
Caminar sobre dos pies implicó profundos cambios en la anatomía humana, y uno
de esos cambios fue el aumento del volumen del cráneo mediante un mecanismo que
busca el equilibrio arquitectónico del esqueleto. El aumento del cráneo supuso, a su
vez, el agrandamiento del cerebro, principalmente el encéfalo. De ahí recibe este
fenómeno el nombre de encefalización, a la que nos referiremos en un apartado
posterior.
La postura erguida, además de propiciar el aumento craneal, tuvo como
consecuencia el acortamiento y ensanchamiento de la pelvis y la cadera, en tanto en
cuanto debían sostener las vísceras del cuerpo dispuestas ahora en vertical. El canal
de parto se modificó, curvándose y tomando una postura erecta. La longitud de las
extremidades superiores disminuyó, las extremidades inferiores se hicieron más
largas y pesadas, y los pies se adaptaron para dar estabilidad al cuerpo y soportar su
peso (pies más cortos, en forma de arco, con los dedos en paralelo, etc.). La columna
vertebral, dada su función estabilizadora, sufrió cambios en su curvatura y en sus
uniones con el cráneo y las extremidades inferiores, un proceso de adaptación que,
sin embargo, no ha evitado que el ser humano actual padezca problemas físicos que
no sufren otras especies (hernia de disco, dolor de espalda, de cuello, etc.).
Además de los cambios anatómicos, el bipedismo permitió desarrollar la visión,
con la percepción de la distancia en tres dimensiones, la capacidad de distinguir una
amplia tonalidad de colores, etc.
De todos modos, una de las consecuencias más importantes de la postura erecta
26
fue, sin duda, la liberación de la mano, lo que permitió que esta adoptara funciones
como la de transportar y manipular objetos.
B) Liberación de la mano
Todas las especies animales cuentan con partes diferenciadas del cuerpo
destinadas a funciones específicas. Tal y como se ha mencionado, antes de adoptar la
postura erguida, nuestros antepasados utilizaban las manos para caminar, pero al
hacerse bípedos, dichas extremidades quedaron libres y sin una función especial. La
liberación de las manos implicó cambios en su morfología, y uno de los más
importantes fue la oposición del pulgar respecto a la posición del resto de dedos de la
mano.
Asimismo, y gracias a la encefalización que se analizará en el siguiente apartado,
las manos adquirieron funciones que resultarían de una importancia vital. Podían
usarse, entre otros cometidos, para coger objetos, cazar animales, despedazarlos y
llevarlos a la boca. Esa utilización de las manos tuvo dos consecuencias anatómicas:
el empequeñecimiento de la dentadura y la desaparición del hocico (con la
consiguiente pérdida en la capacidad olfativa). Además, las manos adquirieron otras
utilidades ligadas a funciones afectivas y sexuales.
No obstante, la función más importante fue utilizarlas para trabajar y construir
herramientas, lo cual concedió al ser humano la capacidad para alterar y transformar
el entorno en el que vivía, capacidad que se convertiría en uno de sus rasgos más
significativos: la adaptación transformadora, a la que se hará referencia en el apartado
dedicado a los procesos psicológicos de hominización.
C) Encefalización
Como ya se ha señalado, el cráneo y el cerebro humano fueron aumentando de
tamaño durante el proceso de hominización. El encéfalo fue la parte que más se
desarrolló, y es precisamente ahí donde se integran las capacidades intelectuales
superiores como el habla, la capacidad de abstracción, la capacidad de asociar ideas,
etc. Gracias a ello, y aunque no resulta fácil definir qué es la inteligencia, el ser
humano posee un intelecto de mayor capacidad que el del resto de los animales y, a
diferencia de ellos, ha sido capaz de escribir libros, componer música, viajar a la
Luna, crear ordenadores o preguntarse acerca de su origen y evolución. Por último,
cabe destacar que el aumento del volumen del cráneo supuso el retroceso de las
mejillas.
D) Inmadurez
La reducción de la cavidad pélvica y el aumento del tamaño del cráneo
dificultaron el nacimiento de los bebés humanos que, con un cráneo más grande,
tenían que venir al mundo a través de un canal de parto más estrecho. Este
27
inconveniente fue solventado por la evolución —selección natural— haciendo nacer
al ser humano prematuramente y con el cráneo aún sin madurar. Y es precisamente
esa inmadurez uno de los mecanismos más importantes para el desarrollo de la
especie humana, en tanto en cuanto el individuo recién nacido, aunque dotado de
determinadas capacidades, carece de la conducta instintiva necesaria para sobrevivir
de forma independiente.
De hecho, el bebé humano necesita la protección de sus congéneres para
sobrevivir, crecer, desarrollarse y adoptar modelos de conducta que le sirvan para
adaptarse a su medio, tanto físico como social. Al nacer el ser humano pasa de un
útero biológico a un útero psicosocial, lo que le permite desarrollar plenamente su
proceso de aprendizaje (Freijo, 1977). Así, el principal recurso de la especie humana
radica en su inmadurez, que se traduce en un largo período de crecimiento, de
desarrollo y de dependencia hacia las personas que se encargan de su cuidado. Todo
ello confiere al ser humano una gran capacidad de aprendizaje, mayor a la del resto
de especies animales.
Figura 1.3.—La inmadurez del ser humano se traduce en un largo período de crecimiento, de desarrollo y
de dependencia con respecto a las personas que se encargan de su cuidado (elaborada por Luixa Reizabal).
Aunque nacer prematuramente puede ser interpretado como un inconveniente, lo
cierto es que es considerado como una de las principales ventajas del ser humano, ya
28
que gracias a ello la criatura humana es mucho más flexible y plástica que los
animales, lo que le permite adaptarse mejor a los cambios (físicos, sociales,
culturales…) que se producen en su entorno.
E) Ecumenismo
Todos los cambios a los que se ha hecho referencia hasta ahora han dotado al ser
humano de una plasticidad o capacidad de adaptación que le ha permitido
acomodarse a todo tipo de hábitats y entornos. Además, ha logrado adaptar la
Naturaleza a sus necesidades. De esta forma ha logrado ser la especie que domina y
se sitúa por encima de todas las demás en todo el planeta. Es lo que Freijo denomina
ecumenismo o explosión ecuménica.
F) Cambios en los hábitos alimentarios y en la actividad sexual
A los citados hasta ahora, hay que añadir otros dos cambios biológicos
importantes que condicionaron el proceso de hominización: la dieta omnívora y la
actividad sexual permanente. El primero es un rasgo compartido con otras especies
animales que, en el caso del ser humano, facilitó su supervivencia, pues la comida
que se hallaba en los árboles disminuyó drásticamente.
Con respecto a la actividad sexual permanente, las hembras humanas carecen de
período de celo y tienen capacidad de concebir durante todo el año, lo que favoreció
la reproducción de la especie humana. Este hecho, junto con el nacimiento de la
familia como forma de organización social, aumentó sus posibilidades de
supervivencia.
2.2. Procesos psicológicos
En cuanto a los procesos psicológicos, cinco serían, en opinión de Freijo (1977),
los principales. Concretamente, la intelectualización perceptiva, el lenguaje
codificado, la libertad de respuesta, la adaptación transformadora y la
autorregulación.
A) Intelectualización perceptiva
El proceso de hominización hizo evolucionar al ser humano y enriqueció su
capacidad de percepción. Asimismo, los cambios biológicos propiciaron el desarrollo
de facultades psicológicas como la inteligencia o la memoria, convirtiéndose en un
ser capaz, no solo de recibir información, sino también de reflexionar y hablar sobre
ella, transmitirla, etc. De este modo, la percepción humana se diferenció
cualitativamente de la del resto de los animales y se convirtió en percepción
inteligente. Por ejemplo, la memoria nos permite pensar en hechos pasados y futuros,
y podemos recordar qué hicimos ayer y qué tenemos que hacer mañana. Es lo que
29
Freijo denomina intelectualización perceptiva.
B) Lenguaje codificado
Como es sabido, los individuos de todas las especies animales se comunican entre
sí utilizando complejos sistemas de comunicación. El ser humano, además de contar
con un sistema de señales primario, ha sido también capaz de crear un sistema de
comunicación de mayor complejidad: el lenguaje.
El lenguaje es un modo de comunicación codificado que utiliza signos lingüísticos
capaces de transmitir numerosos estímulos y mensajes. Es considerado reflejo de la
inteligencia y, por tanto, una característica específica de nuestra especie.
C) Libertad de respuesta
La conducta del resto de los animales está fijada en gran medida por su código
genético y ello tiene como consecuencia que su conducta sea rígida y estereotipada,
es decir, que respondan de la misma forma —o de forma muy parecida— ante el
mismo estímulo.
Sin embargo, el comportamiento humano no está tan determinado genéticamente,
sino que depende, entre otras cosas, de la intelectualización perceptiva (véase
apartado 2.2) y, en ese sentido, es más flexible y plástico. Como consecuencia de
ello, cada persona responde de una forma a un determinado estímulo. A esta
característica Freijo la denomina libertad de respuesta.
D) Adaptación transformadora
Todos los animales se adaptan biológicamente al medio en el que viven. El ser
humano, además, es también capaz de transformarlo mediante técnicas y
herramientas creadas por él. En consecuencia, no se trata de una simple adaptación,
sino que cada individuo proyecta su forma de ser y transforma el entorno según su
pensamiento y opinión (objetivación). Esta característica recibe el nombre de
adaptación transformadora.
E) Autorregulación
Los animales, incluido el ser humano, poseen un sistema de señales que regulan su
comportamiento. En el caso del ser humano, se le denomina conciencia moral o ética.
La conciencia moral se conforma de distintas estructuras psicológicas y surge de
un modelaje sociocultural que comienza en la infancia. Freijo (1977) distingue tres
niveles en el proceso de desarrollo de la moral: moralidad de infancia u original,
moralidad externa (extrínseca o heterónoma) y moralidad natural (intrínseca o
autónoma).
La moralidad original se refiere al instinto que tienen todos los seres humanos para
30
distinguir el bien y el mal desde su nacimiento, rasgo compartido con otras especies
de animales. La moralidad extrínseca o heterónoma, por su parte, es la que se
adquiere desde el exterior, principalmente del padre y de la madre, que enseñan a sus
descendientes lo que está bien y lo que está mal. Es, por tanto, una moralidad
subordinada a la sociedad. Por último, la moralidad intrínseca es una estructura que
se desarrolla dentro del ser humano (la moral del superyó, según el psicoanálisis) y
da lugar a normas morales que nacen de su interior.
2.3. Procesos socioculturales
Por último, los procesos socioculturales citados por Freijo (1977) son la
culturalización y la cooperación.
A) Culturalización
Los animales poseen una herencia genética. El ser humano, además, cuenta con
una herencia sociogenética e histórica, de forma que los logros y conocimientos
adquiridos a lo largo de su historia son transmitidos de generación en generación
mediante mecanismos culturales como la tradición oral o la escritura. Es a ese
proceso al que Freijo (1977) denomina culturalización.
B) Cooperación
La cooperación es uno de los rasgos que caracteriza a la especie humana. Gracias
a la cooperación entre individuos, el ser humano es capaz de llevar a cabo trabajos
que serían inaccesibles para un individuo solo: en el caso de nuestros antepasados,
construir chozas o cazar, por ejemplo.
3. DISYUNTIVAS TEÓRICAS SOBRE EL DESARROLLO HUMANO
Desde que comenzó el análisis científico del desarrollo humano, hay cuestiones
que han generado polémica entre los y las teóricas de la disciplina. Entre ellas, cabe
destacar las siguientes: herencia versus medio, períodos críticos versus sensibles y
continuidad versus discontinuidad del desarrollo.
3.1. Herencia versus medio
Una de las grandes disyuntivas de la psicología del desarrollo tiene su origen en la
discusión sobre la influencia de factores naturales, biológicos o innatos —la herencia
— y de factores externos o ambientales —el medio— en el desarrollo, es decir, hasta
qué punto son las características heredadas a través de los genes o las experiencias
externas y variables ambientales las que determinan el desarrollo.
31
El origen de esta polémica se halla en gran medida en los planteamientos radicales
de los filósofos John Locke (1632-1704) y Jean Jacques Rousseau (1712-1778) que
se analizarán con más detalle en el apartado 4 de este capítulo. Según Locke (1690),
el ser humano nace como si fuera una tabula rasa o una página en blanco y desarrolla
sus características psicológicas por influencia del ambiente. Desde esta perspectiva,
denominada ambientalista o empirista, las variables genéticas no tendrían ninguna
influencia en el desarrollo humano. Por el contrario, Rousseau (1762) tenía una visión
innatista del desarrollo, según la cual este depende de un plan natural heredado con
el que cada persona nace.
Si bien en un principio esta polémica se planteaba en términos radicales, de forma
que había una posición claramente ambientalista (como la teoría sobre el aprendizaje
de Watson y de otros teóricos conductistas) y otra totalmente innatista (reflejada,
entre otras, en teorías como la de Hall, que se expondrá en el apartado 4), con el
tiempo comenzaron a aparecer planteamientos intermedios. Entre estos se enmarcan
los denominados dualistas, que trataban de medir el porcentaje de la influencia de
cada factor en un determinado ámbito del desarrollo (por ejemplo, la inteligencia),
para lo que buscaban fórmulas que aplicaban a los resultados obtenidos en diferentes
investigaciones (Marchesi, Palacios y Carretero, 1995).
Sin embargo, actualmente estos planteamientos carecen de adeptos y la mayoría
opta por una posición interaccionista, según la cual es la interacción entre los factores
ambientales y los genéticos la que influye en el desarrollo humano (Sameroff, 2010,
en Kail, 2016). A modo de ejemplo ilustrativo de esta perspectiva, vamos a poner el
desarrollo motor; más concretamente la capacidad de andar. La mayoría de los niños
y niñas adquieren esta capacidad entre los diez y los dieciséis meses de edad. Con
respecto a la cuestión de si son los factores hereditarios o los ambientales los que
determinan esa edad, la respuesta sería que, sin duda, los factores madurativos —
relacionados con la herencia— tienen una gran influencia, pero si únicamente fueran
esos los que determinan el desarrollo de dicha capacidad, todos los niños y las niñas
comenzarían a andar a la misma edad, algo que no ocurre. La causa de esta
variabilidad estaría, por un lado, en los factores madurativos, ya que cada persona
tiene un ritmo de maduración y, por otro lado, en los factores ambientales —tales
como la estimulación temprana o las posibilidades que el entorno ofrece al niño o a la
niña para moverse—, de forma que es la interacción entre la herencia y el medio la
que determina el momento de comenzar a andar.
En resumen, actualmente se plantea que es la interacción entre la herencia y el
ambiente la que determina el desarrollo humano, de forma que el desarrollo físico,
del lenguaje o de la personalidad sería consecuencia de dicha interacción. Sin
embargo, en ciertos momentos del desarrollo la influencia de la herencia es mayor
que la del ambiente, y viceversa. El desarrollo prenatal, por ejemplo, está más
determinado por la herencia y los procesos madurativos, mientras que son los factores
ambientales los que suelen influir más en el desarrollo en la edad adulta (véase
apartado 1.3).
32
3.2. Períodos críticos versus sensibles
Las capacidades que el ser humano porta en su configuración genética
(denominada genotipo) en el momento de nacer no se desarrollan de forma repentina,
sino que van apareciendo a lo largo de la vida gracias al plan de maduración de cada
persona y su interacción con el ambiente. Como hemos visto en el apartado anterior,
la capacidad de andar se desarrolla cuando el organismo está preparado para ello
gracias a su plan madurativo y a la interacción del organismo con los estímulos del
medio que permiten su maduración (Marchesi, Palacios y Carretero, 1995).
En un tiempo, se pensaba que el plan de maduración exigía que determinadas
competencias se desarrollaran en un momento específico o inmejorable —al que se
denominó período crítico—, en el que debía darse un hecho o cierto tipo de
estimulación necesaria para dicho desarrollo y evitarse aquella que podía afectar
negativamente al mismo. Se creía que, de lo contrario, el desarrollo se vería
irreversiblemente afectado.
Un ejemplo ilustrativo de este planteamiento sería el caso de los denominados
niños salvajes, es decir, niños y niñas que fueron abandonados en la primera infancia
y que consiguieron sobrevivir gracias a los cuidados proporcionados por animales. De
entre ellos el más conocido y estudiado fue el caso de Víctor, que fue encontrado en
un bosque de la provincia francesa de Aveyron a finales del siglo XVIII. El caso de
este niño suscitó el interés del doctor Itard, a quien nombraron tutor del niño. El
doctor Itard y el ama de la casa de este, la señora Guérin, se encargaron de su cuidado
y educación. Víctor mejoró en cuanto a sus capacidades motoras, en su proceso de
socialización y en el manejo de problemas prácticos. Sin embargo, tuvo problemas en
el desarrollo del lenguaje que no tuvieron solución.
Algo similar se observó en el caso de Genie, una niña norteamericana de trece
años que fue encontrada en un granero en 1970 tras haber permanecido doce años
encerrada en él completamente sola. Basándose en estos y en otros casos similares, se
llegó a la conclusión de que existe un período crítico en la adquisición del lenguaje
(Reynolds y Flagg, 1977 en Marchesi, Palacios y Carretero, 1995), aunque es difícil
establecer los límites de dicho período.
También existen indicadores de períodos críticos en el desarrollo biológico, sobre
todo durante el período prenatal. De hecho, si, estando embarazada, una mujer se
somete a un tratamiento con rayos X, toma ciertas sustancias —como talidomida,
alcohol, tabaco u otras drogas— o sufre determinadas enfermedades —rubeola,
toxoplasmosis o zika, por ejemplo—, el desarrollo del bebé que espera puede verse
irreversiblemente afectado.
Sin embargo, no existe evidencia empírica de la existencia de períodos críticos y
de consecuencias irreversibles en otros ámbitos del desarrollo, de forma que
actualmente se plantea que, si bien es cierto que el organismo puede ser
especialmente sensible a ciertas experiencias en determinados momentos del
desarrollo, gracias a la plasticidad y la capacidad de adaptación del ser humano, sus
consecuencias negativas pueden verse neutralizadas por experiencias posteriores.
33
3.3. Continuidad versus discontinuidad del desarrollo
La continuidad versus discontinuidad del desarrollo es otra de las disyuntivas
existentes en la psicología del desarrollo. Para los defensores y defensoras de la
primera postura, el desarrollo es un proceso de crecimiento que se produce de forma
continua, estable, paulatina, progresiva y a un ritmo uniforme. Desde esta
perspectiva, las capacidades más complejas serían resultado de la suma de otras más
simples, de forma que los cambios que conlleva el desarrollo tendrían una naturaleza
cuantitativa, es decir, relacionada con la cantidad. Los psicólogos y psicólogas que
defienden la continuidad del desarrollo son ambientalistas, en tanto en cuanto
subrayan la importancia de los factores del ambiente y del aprendizaje en el proceso
de crecimiento. El desarrollo de una planta sería una metáfora de esta visión, pues va
creciendo sin parar, pero muy paulatinamente, de forma que los cambios que en ella
se producen de un día para otro no son observables.
Las personas que defienden la postura de la discontinuidad del desarrollo, por su
parte, mantienen que el desarrollo conlleva cambios cualitativos y bruscos que
conllevan a su vez la aparición de cualidades y/o competencias nuevas y que reflejan
la existencia de distintas etapas, cada una de ellas con sus características y cambios
específicos. Estos psicólogos y psicólogas son innatistas, pues subrayan la
importancia de la herencia y del proceso de maduración. El desarrollo de una rana
reflejaría esta visión, pues nace de un huevo, del cual sale un renacuajo que sufre
cambios cualitativos hasta convertirse en rana.
Con respecto a esta polémica, actualmente se plantea que en el desarrollo existen
algunos aspectos que ocurren de forma continua —como, por ejemplo, los cambios
en la estatura— y otros de forma discontinua —como es el caso del razonamiento—
(Fischer y Silvern, 1985 en Marchesi, Palacios y Carretero, 1995), es decir, el
desarrollo humano conllevaría tanto cambios cuantitativos como cualitativos.
4. HISTORIA DE LA DISCIPLINA
Tal y como se decía al inicio del presente capítulo, este apartado se va a dedicar al
análisis diacrónico o histórico de la psicología del desarrollo. El recorrido comienza
con la descripción de los antecedentes de la disciplina, para seguir con el período de
su surgimiento, que se sitúa entre 1882 y 1912 (Harris y Butterworth, 2002).
Posteriormente, se analizará la etapa en la que la disciplina se consolidó como
ciencia, para terminar con un repaso de las principales perspectivas teóricas actuales.
4.1. Antecedentes de la psicología del desarrollo
Se podría decir que la psicología del desarrollo es una disciplina joven, ya que no
fue hasta finales del siglo XIX cuando se empezó a estudiar el desarrollo humano. Una
serie de circunstancias propiciaron este hecho. Por un lado, el cambio acontecido en
34
la percepción social de la infancia; por otro lado, salen a la luz las aportaciones que
sobre la naturaleza humana y su desarrollo realizaron los filósofos Locke (1690) y
Rousseau (1762). En tercer lugar, la publicación por parte de Darwin (1859) de su
teoría de la evolución y, por último, el nacimiento de la Psicología como disciplina
científica, datado en 1879 (Lizaso, Reizabal, Aizpurua y Sánchez, 2013).
El cambio en la percepción social de la infancia
Uno de los factores que facilitó el surgimiento de la psicología del desarrollo fue
el cambio acontecido en las ideas sobre lo que son los niños y las niñas y sobre cómo
debe ser su educación, que han evolucionado a través de la historia desde el
infanticidio tolerado hasta llegar a la percepción social de la infancia de la actualidad.
Tomando como base la opinión de diferentes autores y autoras, dicha evolución
habría ocurrido de la siguiente manera (Alzate, 2001; Lefrancois, 2001; Palacios,
1999; Papalia y Olds, 1997; Shaffer, 2000, 2002).
Entre la antigüedad y el siglo IV d. C. era común el infanticidio. Diversas
investigaciones arqueológicas demuestran que ya en el año 7000 a. C. niños y niñas
eran asesinados con el fin de ofrecérselos a los dioses y diosas, e incluso en ocasiones
se emparedaban en los edificios para que sus estructuras fueran más fuertes
(Bjorklund y Bjorklund, 1992 en Shaffer, 2002). En Roma, por ejemplo, hasta el siglo
IV existió una ley que permitía a padres y madres matar a sus vástagos por diferentes
razones como no ser deseados, ser ilegítimos o tener alguna malformación.
A partir del siglo IV y hasta el siglo XII el infanticidio dejó paso al abandono. En
Roma, por ejemplo, una vez abolida la ley que daba derecho a asesinar a los vástagos
no deseados, se les dejaba morir en el desierto o se criaban hasta la niñez media para
ser vendidos como criados o para ser explotados sexualmente (deMause, 1974 en
Shaffer, 2000). Incluso aquellos que eran deseados recibían un trato que podía ser
perjudicial para su desarrollo. Por ejemplo, los niños de Esparta eran maltratados para
que llegasen a ser buenos soldados y pudieran servir al Estado militar al que
pertenecían. Concretamente, cuando eran bebés, se les bañaba con agua fría, y cuando
llegaban a la edad de siete años, eran sacados de sus hogares para llevarlos a unos
barracones públicos, en los que, además de pasar hambre, sufrían maltrato físico por
parte de los instructores.
Como señala Hart (1991 en Shaffer, 2000), si bien no todas las sociedades
antiguas fueron tan duras como las de Roma o Esparta, hasta el siglo XII niños y niñas
eran considerados «posesiones» de las familias y carecían de derechos, de forma que
podían ser maltratados, explotados e incluso asesinados —en la Europa cristiana el
infanticidio no fue considerado asesinato hasta el siglo XII d. C. (deMause, 1974 en
Shaffer, 2000)— por sus padres y madres.
Con respecto a la Edad Media, no está clara la idea que existía sobre la infancia.
El historiador Philippe Ariès (1962 en Papalia y Olds, 1997), por ejemplo, analizó
obras de arte de esa época y observó que, hasta finales del siglo XIII, se retrataba a
35
niños y niñas como si fueran pequeños adultos (con ropa, características, modos de
actuar y actitud de personas adultas). Basándose en lo observado, Ariès concluyó que
en aquella época no existía conciencia sobre lo que era la infancia y su duración se
limitaba al período en el que niños y niñas son incapaces de desenvolverse por sí
mismos. Una vez superada esa fase, pasaban a pertenecer a la sociedad adulta, de
forma que se integraban a la vida social —incluyendo el ámbito laboral— de esa
etapa.
Sin embargo, actualmente no se comparte esta visión y se afirma que el carácter
especial de la infancia estaba presente ya en la tradición Grecorromana (por ejemplo,
Cunningham, 1996 en Lefrancois, 2001; Elkind, 1987 y Pollock, 1983 en Papalia y
Olds, 1997). Concretamente, se hace referencia a factores como el hecho de que el
latín medieval adoptara la visión hipocrática, según la cual la niñez se divide en tres
fases: infantia, que se extendería desde el nacimiento hasta los siete años; pueritia
entre los siete y los doce años en las niñas y los siete y los catorce en los niños; y
adolescentia, desde los doce y los catorce respectivamente hasta los veintiuno.
También se mencionan los escritos médicos de aquella época, en los que se recogían
enfermedades que eran específicas de la infancia (Cunningham, 1996 en Lefrancois,
2001).
Independientemente de cómo fuera la percepción social de la infancia en el
Medievo, lo que está claro es que principalmente desde la segunda mitad del siglo
XVII comienzan a darse cambios importantes en dicha percepción. Estos cambios
pueden ser debidos a diferentes razones. Por un lado, ciertos movimientos religiosos
y culturales como el protestantismo y la Ilustración (Palacios, 1999) comenzaron a
subrayar que niños y niñas eran «almas inocentes y desvalidas» de Dios (Shaffer,
2000: 8) que debían ser protegidas de los abusos de las personas adultas, aunque su
terquedad y malicia debían ser enderezadas. Para lograr esos objetivos, se subrayaba
la importancia de la escolarización para que recibieran una educación y una moral
religiosa adecuada, además de que aprendieran a leer y escribir, de forma que se
pudieran modelar. Si bien hijos e hijas seguían siendo considerados propiedades
familiares, se recomendaba no abusar de ellos y tratarlos con afecto (Ariès, 1962;
Despert, 1965 en Shaffer, 2000).
Por otro lado, aparecieron una serie de aportaciones filosóficas sobre la infancia
—principalmente las de Locke y Rousseau— en las que se subrayaba la bondad de
niños y niñas y la importancia de su educación. Este hecho, junto con los
movimientos religiosos y culturales citados anteriormente, tuvieron como resultado
un cambio cualitativo en la percepción social de la infancia, de forma que niños y
niñas empezaron a ser considerados seres desprotegidos, que tienen necesidad de ser
escolarizados, aunque todavía podían ser abandonados o maltratados por sus
progenitores.
A pesar de los cambios que se acaban de describir, durante los siglos XVIII y XIX
todavía niños y niñas carecían de derechos y, mientras que los tribunales los dejaban
totalmente desprotegidos ante los abusos de las personas adultas, castigaban
rigurosamente a aquellos niños y niñas que incumplían la ley. A modo de ejemplo
36
cabe citar el caso de una niña de siete años que, a principios del siglo XIX, fue
condenada por los tribunales ingleses a morir en la horca por haber robado unas
enaguas (Siegel y White, 1982 en Lefrancois, 2001). Muy diferente era el trato que
las personas maltratadoras de niños y niñas recibían por parte de la justicia. Prueba de
ello es la impunidad con que las personas cegaban a niñas y niños sacándoles los ojos
para enviarlos a mendigar. Estas personas no recibían castigo alguno por parte de los
tribunales. La única excepción fue el caso de Anne Martin (Pinchbeck y Hewitt, 1973
en Lefrancois, 2001), que fue condenada a dos años de cárcel porque los niños y
niñas que cegaba no eran suyos. De lo contrario, no hubiera sido castigada pues
padres y madres tenían derecho a hacer lo que quisieran con sus descendientes.
Asimismo, los niños y niñas seguían trabajando duramente. Muestra de ello es la
reclamación que hicieron en 1833 los pediatras de Inglaterra, quienes reclamaban que
el máximo de horas que debían trabajar debía ser de 10, pero no por las
consecuencias negativas que el hecho de trabajar más pudiera tener en su desarrollo,
sino porque, de lo contrario, se quedaban dormidos en la escuela dominical, en la que
se les transmitían conocimientos morales (Palacios, 1999).
Esa situación no cambió hasta finales del siglo XIX, momento en el que la infancia
comenzó a ser considerada como un período de desarrollo importante y aparecieron
movimientos a favor de legislar y, posteriormente, prohibir el trabajo de los niños y
las niñas.
En el siglo XX confluyeron diversos factores que tuvieron como resultado nuevos
cambios en la percepción social de la infancia. Concretamente, disminuyó la tasa de
mortalidad, se prolongó la esperanza de vida, se redujo la necesidad de la mano de
obra y se estableció la educación obligatoria, cuyos márgenes se fueron ampliando.
Como consecuencia de todos estos factores, se estableció la idea de que la infancia es
un período muy importante en el desarrollo de las personas (Palacios, 1999). Así, se
admitió que niños y niñas tienen, al igual que las personas adultas, derechos y deberes
específicos. A consecuencia de este proceso, en 1959 la Organización de las Naciones
Unidas, aprobó la denominada Declaración de los derechos del niño, consistente en
10 principios que hacen referencia a otros tantos derechos (véase tabla 1.2).
Así, actualmente niños y niñas son considerados seres con necesidades y derechos
específicos que deben ser protegidos. Sin embargo, todavía hoy son muchos los niños
y niñas cuyas necesidades no son atendidas y que son maltratados y explotados
laboral y/o sexualmente.
Aportaciones de Locke y Rousseau
Probablemente debido a la influencia que tenían las teorías creacionistas, no es
hasta la segunda mitad del siglo XVII cuando aparecen de la mano de filósofos como
Locke (1632-1704) y Rousseau (1712-1778) los primeros planteamientos sobre la
naturaleza del ser humano y su desarrollo.
37
TABLA 1.2
Declaración de los derechos del niño (ONU, 1959)
Principio 1
Los derechos enunciados en esta Declaración serán reconocidos a todos los
niños y niñas sin excepción, ni distinción o discriminación por motivos de raza,
color, sexo, idioma, religión, opiniones políticas o de otra índole, origen nacional o
social, posición económica, nacimiento u otra condición, ya sea del propio niño o
de su familia.
Principio 2
Niños y niñas gozarán de una protección especial y dispondrán de
oportunidades y servicios, dispensados por la ley y por otros medios, para que
puedan desarrollarse física, mental, moral, espiritual y socialmente en forma
saludable y normal, así como en condiciones de libertad y dignidad.
Principio 3
Niños y niñas tiene derecho desde su nacimiento a un nombre y a una
nacionalidad.
Principio 4
Niños y niñas deben gozar de los beneficios de la seguridad social. Tendrán
derecho a crecer y desarrollarse en buena salud; con este fin deberán
proporcionarse, tanto a ellos como a su madre, cuidados especiales, incluso
atención prenatal y posnatal. Niños y niñas tendrán derecho a disfrutar de
alimentación, vivienda, recreo y servicios médicos adecuados.
Principio 5
Niños y niñas física o mentalmente impedidos o que sufran algún impedimento
social deben recibir el tratamiento, la educación y el cuidado especiales que
requieran.
Principio 6
Niños y niñas, para el pleno y armonioso desarrollo de su personalidad,
necesitan amor y comprensión. Siempre que sea posible, deberán crecer al amparo
y bajo la responsabilidad de su madre y padre y, en todo caso, en un ambiente de
afecto y de seguridad moral y material; salvo circunstancias excepcionales, no
deberán separarse a los niños y niñas de corta edad de su madre. La sociedad y las
autoridades públicas tendrán la obligación de cuidar especialmente a los niños y
niñas sin familia o que carezcan de medios adecuados de subsistencia. Para el
mantenimiento de los hijos e hijas de familias numerosas, conviene conceder
subsidios estatales o de otra índole.
Principio 7
Niños y niñas tienen derecho a recibir educación, que será gratuita y obligatoria
por lo menos en las etapas elementales. Se les dará una educación que favorezca su
38
cultura general y les permita, en condiciones de igualdad de oportunidades,
desarrollar sus aptitudes y su juicio individual, su sentido de responsabilidad moral
y social, y llegar a ser miembros útiles de la sociedad.
El interés superior de niños y niñas debe ser el principio rector de quienes
tienen la responsabilidad de su educación y orientación; dicha responsabilidad
incumbe, en primer término, a su madre y su padre.
Niños y niñas deben disfrutar plenamente de juegos y recreaciones, los cuales
deben estar orientados hacia los fines perseguidos por la educación; la sociedad y
las autoridades públicas se esforzarán por promover el goce de este derecho.
Principio 8
Niños y niñas deben, en todas las circunstancias, figurar entre los primeros que
reciban protección y socorro.
Principio 9
Niños y niñas deben ser protegidos contra toda forma de abandono, crueldad y
explotación. No serán objeto de ningún tipo de trata. No deberá permitirse a niños
y niñas trabajar antes de una edad mínima adecuada; en ningún caso se les
dedicará ni se les permitirá que se dediquen a ocupación o empleo alguno que
pueda perjudicar su salud o su educación o impedir su desarrollo físico, mental o
moral.
Principio 10
Niños y niñas deben ser protegidos contra las prácticas que puedan fomentar la
discriminación racial, religiosa o de cualquier otra índole. Deben ser educados en
un espíritu de comprensión, tolerancia, amistad entre los pueblos, paz y fraternidad
universal, y con plena conciencia de que debe consagrar sus energías y aptitudes al
servicio de sus semejantes.
Como ya se ha apuntado en el apartado 3.1, el filósofo inglés John Locke (1690),
considerado el precursor de la perspectiva filosófica denominada empirismo, defendía
que el ser humano nace como si fuera una tabula rasa o una página en blanco, de
forma que carece de ideas, capacidades, características o tendencias innatas que le
lleven a comportarse de una determinada manera. Van a ser sus experiencias, la
estimulación y la educación que reciba las que determinen sus características
psicológicas. Gracias a este planteamiento se empezó a tomar conciencia de la
influencia que en el desarrollo tienen las experiencias infantiles, el aprendizaje y la
educación. Con respecto a esta última, Locke planteaba que, para que niños y niñas
desarrollen características psicológicas positivas, es fundamental que reciban una
educación adecuada, que no esté basada en castigos y amenazas, sino en una
enseñanza disciplinada, una corrección amable, unos modelos adecuados y una
valoración positiva de las conductas correctas.
Si bien Locke afirmaba que la educación para las mujeres debía ser la misma que
para los hombres, creía que serían necesarias pequeñas adaptaciones para las
primeras, como, por ejemplo, que no hicieran deporte, que cuidaran más la belleza o
39
que realizaran tareas domésticas.
El filósofo suizo Jean Jacques Rousseau (1762), por su parte, tenía una visión
innatista del desarrollo, según la cual la persona nace con una serie de características
innatas (la bondad), así como con un plan natural heredado que van a determinar su
desarrollo. Concretamente, Rousseau creía que, al nacer, el ser humano es bueno y
sabe distinguir entre lo que está bien y lo que está mal, por lo que el objetivo de la
educación debería ser mantener esa bondad innata. En lo que al plan natural se
refiere, Rousseau proponía que la persona nace con un plan de desarrollo por el que,
según va madurando, va a ir logrando una serie de estadios de desarrollo, cada uno
con unas características psicológicas y necesidades educativas específicas (Palacios,
1999). De esta forma, la buena educación consistiría no en enseñarle cosas, sino en
facilitarle la estimulación acorde a su nivel de desarrollo, que le ayude a que sea ella
misma la que las aprenda.
Hay que señalar que Rousseau era un ferviente defensor de la subordinación de las
mujeres con respecto a los hombres (Calderón, 2005), algo que queda en evidencia en
citas como la siguiente: «La mujer virtuosa no solo debe ser digna de la estimación de
su marido, sino que ha de procurar también obtenerla; si él la censura, será
censurable; y aunque fuese inocente, tiene culpa por haber dado lugar a que
sospechasen de ella, pues las apariencias constituyen también uno de sus deberes»
(Rousseau, 1761 en Calderón, 2005: 172).
Los planteamientos de Locke y Rousseau son considerados antecedentes de la
psicología del desarrollo, pues suponen el comienzo de corrientes de pensamiento
que, pasados unos siglos, dieron lugar a grandes teorías del desarrollo humano que
todavía hoy siguen vigentes (Palacios, 1999).
Teoría de la evolución de las especies de Darwin
Otro de los factores que creó el caldo de cultivo para el surgimiento de la
psicología del desarrollo fue la publicación en 1859 de la obra titulada On the Origin
of Species (Sobre el origen de las especies), en la que Charles Darwin (1809-1888)
dio a conocer su teoría sobre la evolución de las especies, denominada darwinismo.
El darwinismo plantea que dicha evolución ocurre por selección natural, cuyos
principios básicos son los siguientes (Weinert y Weinert, 1998):
a) Existen diferencias genéticas entre los individuos.
b) Dado que existe una cantidad limitada de recursos como la comida, no todos
los individuos pertenecientes a una población pueden sobrevivir.
c) Aquellos que sobreviven son los que tienen mayor capacidad de adaptación al
medio.
d) La selección natural promueve cambios en los individuos de las especies —por
medio de mutaciones genéticas—, así como la emergencia de nuevas
características.
40
Darwin creía que las especies iban evolucionando con el tiempo, proceso al que
denominó filogénesis. Acerca de la filogénesis del ser humano propuso que este tenía
su origen en una especie parecida al mono que, a través de la historia, habría ido
evolucionando hasta llegar al ser humano actual.
Al igual que las especies son cambiantes, los individuos de cada especie también
sufrirían un proceso de cambio —al que denominó desarrollo ontogenético— que les
llevaría de la inmadurez a la madurez en el curso de su ciclo vital. En opinión de
Darwin, las características actuales de los miembros de cada especie serían el
resultado de su desarrollo filogenético. De este modo estableció la relación entre el
desarrollo individual u ontogénesis y el desarrollo de la especie o filogénesis.
Asimismo, Darwin (1871) defendió la superioridad biológica e intelectual de los
hombres sobre las mujeres, planteamiento que se expandió rápidamente entre los
científicos de la época. Sin embargo, hubo quien alzó la voz contra esta idea.
Concretamente, nos referimos a algunas estudiosas como Antoinette Brown
Blackwell, quien en su obra titulada The Sexes Throughout Nature (Los sexos a
través de la naturaleza) (Brown Backwell, 1875), sostuvo que las afirmaciones de
Darwin sobre la supuesta superioridad masculina exigían una profunda investigación.
De esta forma, Brown Blackwell decidió desarrollar una investigación en la que
defendió, por medio de un gran número evidencias y argumentos muy bien
fundamentados, la idea de que los sexos son siempre equivalentes, es decir, iguales,
aunque no idénticos (Brown Backwell, 1875).
Además de estas aportaciones teóricas, Brown Blackwell tuvo el mérito de aunar
sus planteamientos científicos con sus ideas acerca de la igualdad entre hombres y
mujeres, defendiendo que la evolución de la especie daba pie a exigir más libertad
para las mujeres. Concretamente, Brown Blackwell afirmaba que, como consecuencia
de su evolución biológica, las mujeres eran cada vez más complejas y que, en
consecuencia, el ámbito doméstico no les permitía ejercer todas sus competencias,
por lo que era necesario que se integraran y tomaran parte en los ámbitos de la vida
que estuvieran fuera del hogar.
Dejando ya de lado estas cuestiones, el darwinismo fue una teoría muy influyente
y muchas de sus ideas han sido aceptadas por la psicología del desarrollo. Entre otras,
la idea de que el desarrollo es un proceso de adaptación al medio; que el ser humano
tiene su origen en una especie similar al mono (véase apartado 2 del presente
capítulo); que las especies sufren cambios filogenéticos; que los individuos sufren
cambios ontogenéticos y que existe relación entre los cambios filogenéticos y
ontogenéticos.
Esta última idea tuvo gran repercusión y algunos autores como el embriólogo
alemán Ernts Heinrich Haeckel (1834-1919) plantearon teorías basadas en la relación
entre la filogénesis y la ontogénesis. Este autor observó que existía un gran parecido
entre los embriones de diversas especies en algunos momentos del desarrollo y,
partiendo de ese hecho, planteó la denominada Ley biogenética fundamental o de la
recapitulación (Haeckel, 1866 en Harris y Butterworth, 2002). Según esta ley, la
ontogénesis es la breve y rápida reproducción de la filogénesis, de forma que el
41
desarrollo del embrión humano, por ejemplo, sería la repetición del desarrollo de
nuestra especie. Así, los embriones, antes de tomar aspecto humano, pasarían por
todas las etapas que ha pasado nuestra especie en su filogénesis. Si bien en un
principio esta teoría tuvo éxito tanto en Europa como en Estados Unidos, actualmente
no tiene mayor influencia, ya que se ha demostrado que esos parecidos reflejan las
estructuras biológicas de los antepasados humanos.
Nacimiento de la psicología científica
La psicología como ciencia independiente de la fisiología y de la filosofía inició su
andadura en 1879, año en que Wilhelm Wundt creó en Leipzig el primer laboratorio
experimental de psicología. Este hecho supuso un espaldarazo a la aparición de la
psicología del desarrollo, en tanto en cuanto, desde el principio, fue una subdisciplina
de la psicología.
Weinert y Weinert (1998) señalan que, además, este hecho influyó en el
surgimiento de la psicología del desarrollo principalmente de dos formas. Por un
lado, el constante intercambio de científicos, teorías y temas proporcionó a la
disciplina nuevas ideas y variables que fueron adoptadas y adaptadas por esta a su
ámbito de estudio. Por otro lado, aplicó la estricta metodología de investigación que
se utilizaba en la psicología general al estudio del desarrollo humano. Así, hizo suyas
la medición objetiva, la fiabilidad, el control experimental y la necesidad de que los
estudios empíricos pudieran ser replicados. Por todo ello, se considera que la
aparición de la psicología científica supuso un gran impulso para el nacimiento de la
psicología del desarrollo.
4.2. Surgimiento de la disciplina (1882-1912)
El surgimiento de la psicología del desarrollo como disciplina se sitúa en 1882,
año en el que Wilhelm Thierry Preyer publica su obra titulada Die Seele des Kinde
(El alma del niño). A partir de ese momento y hasta 1912 diferentes personas como
Milicent Washburn Shinn, James Mark Baldwin, Sigmund Freud, Granville Stanley
Hall y Alfred Binet realizaron una serie de aportaciones que posibilitaron el
surgimiento de la psicología del desarrollo como ciencia (Cairns y Ornstein, 1995).
Wilhelm Thierry Preyer: estudios sistemáticos de la conducta infantil
A lo largo de los siglos XVIII y XIX salieron a la luz diversos documentos en los
que se describían observaciones biográficas de la conducta de algunos niños, como,
por ejemplo, el de Dietrich Tiedemann (1787 en Delval y Gómez, 1988) sobre el
desarrollo psicológico de su hijo; el del doctor Jean Marc Gaspard Itard (1802) sobre
el niño salvaje denominado Víctor de Aveyron; el de Darwin (1877) sobre el
desarrollo de su hijo Doddy; el de Jean Héroard (1868 en Delval y Gómez, 1988),
42
quien analizó el desarrollo y el crecimiento de Luis XIII desde su nacimiento hasta
que tenía 27 años, o el de Alice Mott, quien en 1899 se doctoró por la Universidad de
Minnesota con una investigación sobre un niño sordo (García Dauder, 2005).
El psicólogo de origen inglés afincado en Alemania Wilhelm Thierry Preyer
(1841-1897) analizó algunos de estos documentos y los criticó porque, en su opinión,
las observaciones eran poco precisas y, en consecuencia, generaban confusión.
Siendo consciente de estas limitaciones, Preyer decidió establecer una serie de
normas estrictas para realizar observaciones y registrar minuciosamente lo observado.
Entre otras cosas, estableció que se debía registrar inmediatamente lo que se veía
durante la observación, describiéndolo tal y como se veía; que las observaciones
debían hacerse en intervalos regulares; que se debía evitar influir en la conducta del
sujeto observado; que se debía evitar que los intereses o interpretaciones subjetivas
del observador u observadora influyeran en la observación y que se debía comprobar
la exactitud de lo registrado, comparándolo con lo registrado por una segunda
persona. Gracias a estos criterios, Preyer confirió carácter científico a la metodología
observacional.
Basándose en este método, Preyer realizó un estudio exhaustivo sobre el
desarrollo hasta los 3 años de su hijo Axel y construyó un inventario de conductas
infantiles relacionadas con la edad. El trabajo fue publicado en 1882 en su obra
titulada Die Seele des Kindes (El alma del niño), que es considerada, además del
primer manual de psicología del desarrollo, el acontecimiento que marca el
nacimiento de la disciplina (Harris y Buterworth, 2002).
El manual estaba basado en las rigurosas observaciones realizadas
sistemáticamente —mañana, tarde y noche— y en el posterior registro de los cambios
que observaba en algunos aspectos del desarrollo, como la aparición o la desaparición
de capacidades como la expresión oral, la psicomotricidad, la imitación o la acción
sensorial (cómo veía y escuchaba el niño).
La aportación de Preyer fue muy importante, ya que, además de publicar el primer
manual de psicología del desarrollo, dotó a la disciplina de un método científico para
la realización de investigaciones. Sin embargo, también recibió críticas. Al parecer, a
veces sus observaciones no eran correctas (Weinert y Weinert, 1998). Por ejemplo,
escribió que el recién nacido llega a un mundo luminoso y ruidoso, pero que todavía
no puede ver ni oír, algo que actualmente se sabe que no es cierto. Además, sus
observaciones no eran objetivas, ya que el sujeto observado era su hijo y, en
consecuencia, estaban afectivamente condicionadas.
Si bien Preyer recibió críticas, la observación sistemática se convirtió en uno de
los métodos más utilizados en el ámbito de la psicología del desarrollo. Además, su
obra suscitó el interés por el estudio científico del desarrollo de niños y niñas, de
forma que se le considera uno de los psicólogos del desarrollo más importantes del
siglo XIX.
Milicent Washburn Shinn: mujer pionera en psicología del desarrollo
43
Una de las psicólogas que contribuyó al surgimiento de la psicología del
desarrollo fue Milicent Washburn Shinn (1858-1940), aunque sus aportaciones han
sido (y todavía lo son) ignoradas en la mayoría de los documentos y manuales sobre
la historia de la disciplina. El caso de Shinn no es el único, ya que las mujeres
pioneras en psicología fueron sistemáticamente invisibilizadas y despreciadas en la
disciplina y tuvieron que superar una serie de obstáculos para conseguir, además de
unas condiciones laborales dignas, el reconocimiento de sus colegas. García Dauder
(2005: 25) se refiere a estos obstáculos como «mecanismos de exclusión», entre los
que incluye los siguientes: el carácter misógino y retrógrado de la mayoría de los
psicólogos; una serie de mecanismos institucionales que recortaban los derechos de
las mujeres en el ámbito de la psicología y, por último, el imperativo familiar y la
obligación atribuida a las mujeres de asumir la responsabilidad del cuidado de
familiares que lo necesitaban.
En cuanto al primer obstáculo, cabe destacar que muchos psicólogos (como, por
ejemplo, Baldwin o Hall) consideraban que las mujeres eran inferiores a los hombres
y que no tenían las aptitudes necesarias para investigar o trabajar en el ámbito de la
psicología.
Con respecto al segundo obstáculo, señalar que, en tanto en cuanto existía en la
sociedad un rechazo frontal a que las mujeres cursaran estudios superiores, se
pusieron en marcha una serie de mecanismos institucionales cuyo fin no era otro que
intentar evitar a toda costa que las mujeres accedieran a la universidad y, en caso de
hacerlo, que sus esfuerzos fueran baldíos, de forma que, una vez finalizados los
estudios, se les negaba el título oficial. Esta situación se repetía en el ámbito laboral,
donde las barreras eran también patentes.
El tercer mecanismo de exclusión fue el imperativo familiar y la atribución de la
responsabilidad del cuidado a la mujer. A este respecto, cabe señalar que en el siglo
XIX las mujeres, tanto si estaban casadas como si no, estaban por así decirlo
«obligadas» a abandonar sus carreras profesionales para dedicarse a la maternidad y
al cuidado de familiares que lo requiriesen.
Milicent Washburn Shinn fue una de las mujeres que, superando estas barreras,
dedicó parte de su vida al estudio del desarrollo humano. Inspirándose en los trabajos
de Preyer, Shinn observó sistemáticamente y registró minuto a minuto el desarrollo
sensorial y motor de su sobrina Ruth en los primeros tres años de su vida. Dada su
calidad y minuciosidad, estos registros obtuvieron el reconocimiento de la comunidad
científica y Shinn fue invitada a presentarlos en la World’s Columbian Exposition
(Exposición Universal de Columbia) celebrada en Chicago en 1893, algo que
sorprendió a la autora, en tanto en cuanto los había realizado por puro placer. A partir
de ese momento, Shinn recibió numerosas propuestas para realizar estudios de grado
en prestigiosas universidades como Stanford, John Hopkins o Clarck, invitaciones
que rechazó para seguir con su doctorado en Berckeley, más cercana a su domicilio
familiar (Rodkey, 2010).
En 1895 publicó en la revista Century Magazine un artículo titulado «The
marriage rate of college women» («La tasa de matrimonios en mujeres de educación
44
superior») en el que, en contra de las creencias que por aquel entonces eran
mayoritarias, defendió que la baja tasa de matrimonios entre las mujeres que
estudiaban educación superior no era debido a que tuvieran menos interés en el
matrimonio o a que tuvieran determinadas características físicas o de personalidad
que no las hicieran aptas para el mismo, sino al hecho de que, siendo independientes,
eran más exigentes a la hora de elegir compañeros. También sugirió que el rechazo
mostrado por algunos hombres por las mujeres intelectuales se debía a que preferían
mantener su rol de intelectualmente superiores al de compañeros del mismo nivel
intelectual (Rodkey, 2010).
En 1898 Shinn logró ser la primera mujer doctora de la Universidad de Berckeley,
donde defendió la tesis titulada Notes on the development of a child (Notas sobre el
desarrollo de una niña) publicada en volúmenes entre los años 1893 y 1899. Fue el
primer estudio basado en la observación sistemática publicado en inglés y tuvo tal
éxito que fue utilizado como manual básico para la enseñanza de psicología del
desarrollo (Rodkey 2010).
En 1900 publicó el trabajo The biography of a baby (La biografía de un niño), en
el que, además de ampliar los datos de su tesis, integró los resultados de las
observaciones realizadas por otras personas. Los trabajos de Shinn lograron el
reconocimiento de algunos colegas como el propio Preyer, quien solicitó que fueran
traducidos al alemán (Rodkey 2010).
A partir de ese momento, Shinn sucumbió al imperativo familiar y abandonó su
carrera para dedicarse al cuidado de su familia (García Dauder, 2005).
James Mark Baldwin: una teoría global sobre el desarrollo
Uno de los psicólogos que presuntamente contribuyó a la marginación de las
mujeres en el ámbito de la psicología fue James Mark Baldwin (1861-1934), quien,
además de luchar por que se estableciera la distinción entre «trabajo» y «trabajo de
aficionados», término este último que utilizaba para referirse a las investigaciones
realizadas por mujeres, defendía que son solo los hombres los que disponen de las
competencias y conocimientos necesarios para proporcionar observaciones válidas
(Von Oertezen, 2013, en Jaume Obrador, 2015).
Si bien para Lomax, Kagan y Rosenkranz (1978 en Reizabal, 2003) o Ausubel y
Sullivan (1970 en Arranz, 1998) Baldwin aportó poco a la psicología del desarrollo,
hay quienes consideran que fueron muchas y muy valiosas las aportaciones de este
autor a la disciplina (Arranz, 1998; Cairns y Ornstein, 1995; Harris y Butterworth,
2002) e incluso quienes llegan a considerarle el primer teórico del desarrollo (Berk,
1998).
Baldwin defendía una perspectiva dinámica del desarrollo, según la cual el cambio
es algo que ocurre constantemente a lo largo del ciclo vital. Asimismo, postuló que
todo cambio conlleva avances considerables.
45
Figura 1.4.—James Mark Baldwin (elaborada por Kepa Etxebarria).
Basándose en esas ideas, Baldwin planteó una teoría sobre el desarrollo del
conocimiento, según la cual la adquisición del pensamiento lógico se desarrollaría en
cuatro estadios: somato-sensorial (casi lógico), prelógico, lógico e hiperlógico
(Baldwin, 1895). La transición de uno a otro estadio estaría condicionada por la
interacción del sujeto con el medio, a través de las denominadas reacciones
circulares, término acuñado por Baldwin para referirse a una (re)acción del
organismo a la estimulación que le proviene del medio, que proporciona la
estimulación necesaria para su repetición o imitación.
En opinión de Baldwin, es el sujeto el que construye su conocimiento por medio
de los mecanismos denominados asimilación y acomodación. Imaginemos que
tenemos un esquema —un conocimiento— sobre algo y que un día la experiencia nos
muestra que nuestro esquema no es apropiado. En este caso, asimilaremos el nuevo
esquema, dejaremos de lado el que teníamos, y era incorrecto, y nos acomodaremos o
adaptaremos al nuevo. Pongamos un ejemplo real: para una niña de cuatro años el sol
está vivo, porque para ella todo aquello que se mueve está vivo (esquema). Sin
embargo, un día empieza a jugar con un avión de papel y se da cuenta de que no todo
lo que se mueve está vivo (asimilación). Como consecuencia de esta experiencia, la
niña reorganizará su esquema o conocimiento y lo adaptará a lo recientemente
aprendido (acomodación).
En lo que al desarrollo social y de la personalidad se refiere, Baldwin opinaba que
el ser humano no es un ser social desde el nacimiento, sino que se convierte en ser
social por medio del proceso de socialización, en el que la imitación jugaría un papel
muy importante.
Con respecto a la imitación, Baldwin distinguía dos tipos: la sugestión imitativa y
la imitación persistente. La primera se refiere a lo que en el lenguaje habitual se
46
entiende por imitación. Es decir, el proceso por el que, de un ensayo a otro, el
organismo va produciendo una conducta cada vez más ajustada a la de un modelo.
Por ejemplo, cuando un niño intenta imitar el rol de docente y, poco a poco, sus
esfuerzos van dando como resultado una aproximación cada vez más adecuada del
modelo. La imitación persistente, por su parte, sería una forma de experimentación
no meramente repetitiva, en la que el sujeto crea nuevas versiones del modelo
mediante la introducción de novedades, siendo precisamente la introducción de
dichas novedades la que daría lugar a los desequilibrios, asimilaciones y
acomodaciones que producen el desarrollo cognitivo (Cairns y Ornstein, 1983 en
Reizabal, 2003). En este tipo de imitación, en ocasiones, el resultado de la misma se
convierte en modelo a imitar. Por ejemplo, una niña imita el rol de docente, lo hace
de forma incorrecta y continúa imitando este modelo incorrecto resultado de su
propia imitación «defectuosa». En cualquier caso, la imitación sugestiva puede dar
como máximo resultado la réplica exacta de la conducta del modelo, mientras que la
imitación persistente produce reconstrucciones creativas del modelo. Ambos tipos de
imitación son importantes para el desarrollo, siendo en ocasiones necesaria la
imitación sugestiva y en otras la persistente.
Sobre el desarrollo de la personalidad, Baldwin consideraba que el yo es una
construcción social basada en las interacciones simbólicas o intercambios lingüísticos
que el sujeto mantiene con otras personas, y estudió el modo en que estas
interacciones influyen en el concepto de sí mismo. Como señala Harter (1998 en
Reizabal, 2003), Baldwin planteó que el origen del conocimiento de sí mismo está
íntimamente relacionado con el saber sobre las otras personas. Este autor describió lo
que denominaba Yo bipolar, en uno de cuyos polos se encontraría el yo, mientras que
en el polo opuesto se encontraría el otro, así como el proceso por el que niños y niñas
van haciéndose conscientes de que, al igual que ellos mismos, las otras personas
también tienen experiencias subjetivas, lo que les lleva a equiparar el yo con la otra
persona.
Otra de las aportaciones del autor es el denominado Efecto Baldwin, según el cual
la capacidad de aprendizaje de las personas puede influir en los procesos
filogenéticos de la especie. Concretamente, propuso que aquellas habilidades que una
generación requiere aprender, al cabo de varias generaciones posteriores son
reemplazadas por competencias instintivas genéticamente determinadas que no
requieren de aprendizaje (Baldwin, 1896). Ejemplos de este efecto serían el
bipedismo o los hábitos alimenticios del ser humano, fenómenos que han sido
descritos en el apartado 2. del presente capítulo.
Como veremos posteriormente, los planteamientos de Baldwin tuvieron gran
influencia y son la base de algunas de las teorías (por ejemplo, la epistemología
genética de Piaget) que han consolidado la disciplina.
Además de sus aportaciones teóricas, Baldwin fue director de la APA (1897) y
cofundador con Cattell de las revistas Psychological Review, Psychological
Monographs y Psychological Index (cuyo título actual es Psychological Abstracts),
tres de las revistas más importantes sobre psicología (Cairns y Ornstein, 1995).
47
Sigmund Freud: el psicoanálisis
El neurólogo austríaco de origen judío Sigmund Freud (1856-1939) trabajó como
médico especialista en el tratamiento de desórdenes nerviosos. Es precisamente su
experiencia en este ámbito la que le llevó a plantear su teoría psicoanalítica, ya que,
basándose en las respuestas de sus pacientes, llegó a tres conclusiones que serían la
base de la misma. Por un lado, que el origen de los síntomas de estas personas estaba
en el inconsciente (Freud, 1899 en Reizabal, 2003), de forma que vio la necesidad de
un método para analizar las expresiones del inconsciente. Así, creó diversas técnicas,
como la interpretación de los sueños, la hipnosis o la asociación libre de ideas. Por
otro lado, concluyó que la mayoría de los problemas que presentan las personas se
relacionaban con conflictos sexuales o con la insatisfacción sexual interpersonal. Por
último, planteó que el origen de muchos problemas de las personas adultas se situaba
en las experiencias traumáticas reprimidas vividas en la infancia, atribuyendo gran
importancia a esta etapa del ciclo vital (Palacios, 1999).
Para explicar estos planteamientos, Freud propuso una teoría sobre la
personalidad, según la cual esta tendría tres partes: el id o ello, el ego o yo y el
superego o superyó. El ello hace referencia al inconsciente, es decir, a los impulsos
inconscientes o instintos innatos —como la respiración, la alimentación, la
agresividad y los impulsos sexuales— que son la fuente de las motivaciones y deseos
que guían nuestro pensamiento y nuestra conducta. El ello busca satisfacer esos
impulsos, es decir, su funcionamiento se basa en el principio de placer.
Sin embargo, no siempre consigue satisfacer los impulsos. Así, el o la bebé
empieza a darse cuenta de que es un ser separado del entorno que le rodea y de esta
forma, a partir del primer año de vida aproximadamente, desarrollaría el ego o yo.
Esta instancia se refiere a la razón o el sentido común y su objetivo sería encontrar
formas reales, aceptadas socialmente, de satisfacer al ello, de manera que funcionaría
bajo el denominado principio de la realidad. El yo operaría tanto en el consciente
como en el inconsciente.
Por último, el superyó correspondería a la conciencia, es decir, a los principios
morales y éticos presentes en la sociedad y se desarrollaría aproximadamente a partir
de los cinco o seis años
Asimismo, Freud (1923, 1925 en Reizabal, 2003) describió el desarrollo de la
personalidad por medio de una teoría que denominó teoría psicosexual, según la cual
dicho desarrollo se produciría a través de cinco etapas: oral, anal, fálica, latencia y
genital.
La etapa oral se extendería desde el nacimiento hasta los 12/18 meses
aproximadamente y en ella la zona de gratificación sería la boca, de forma que niños
y niñas obtendrían placer realizando actividades que se llevan a cabo con ella
(chupar, comer, etc.).
La etapa anal, por su parte, se situaría entre los 12/18 meses y los tres años y en
ella la zona de gratificación es el ano. Así, la principal fuente de placer es la retención
y expulsión de las heces. Entre esta etapa y la siguiente se desarrolla el yo y con él los
48
primeros indicios de la moralidad, ya que aparece la primera conciencia del bien y del
mal, según la cual el bien sería aquello que agrada a la madre y/o al padre. En este
sentido sería una moral heterónoma.
Entre los tres y los seis años el sujeto entraría en la etapa fálica, en la que se
desarrollaría el complejo de Edipo (en los niños) o Electra (en las niñas), entendido
como el deseo inconsciente o enamoramiento hacia el progenitor del otro sexo y los
celos y rechazo hacia el del mismo sexo. Dicho complejo sería superado cuando el
sujeto se identifica con el progenitor del mismo sexo. Esto daría lugar a la
internalización de sus normas y prohibiciones, que pasarían de proceder del exterior a
actuar desde el interior del sujeto, controlando sus acciones, pensamientos, etc.
(Etxebarria, 1999), desarrollándose así el superyó. De esta forma, cuando no se
cumplan esas normas y prohibiciones, surgirían en el individuo emociones tales como
la vergüenza o la culpa, mientras que cuando se comporte conforme a las mismas
experimentaría el orgullo. En este sentido, niños y niñas estarían motivados a actuar
según sus principios morales para experimentar emociones positivas y evitar
negativas.
Más allá del Edipo/Electra, no se darían cambios a nivel moral. Dado que el temor
a la castración es más intenso que el miedo a perder el amor de la madre por sus
deseos edípicos hacia el padre, los niños serían más morales que las niñas.
Además de la moralidad, con la superación del complejo de Edipo/Electra y a
partir de la identificación con el progenitor del mismo sexo, se inicia el desarrollo de
la tipificación de género, proceso por el que el sujeto asume como propias aquellas
conductas, actitudes, roles, etc. que se atribuyen en su contexto a las personas de su
sexo.
Freud otorgó especial importancia a las tres etapas que se acaban de describir,
planteando que, en caso de que los niños y niñas recibieran poca o excesiva
gratificación de los impulsos en alguna de ellas, correrían el riesgo de fijarse en ella,
es decir, que su desarrollo se detuviera y necesitaran ayuda para salir de la misma. La
fijación en alguna de estas etapas se vería reflejada en la personalidad adulta. Así, por
ejemplo, si los bebés no reciben la suficiente gratificación en la etapa oral, corren el
riesgo de convertirse en comedores de uñas o de desarrollar una personalidad
excesivamente crítica. Aquellas personas que reciben excesiva gratificación, por su
parte, podrían convertirse en comedoras o fumadoras compulsivas (Papalia y Olds,
1997).
Una vez que los niños y niñas desarrollan el superyó, entran en la etapa de
latencia, en la que reprimen sus impulsos sexuales y dedican su tiempo y energía a
actividades físicas y sociales, así como al aprendizaje. Los cambios psicofisiológicos
de la pubertad y, concretamente, la maduración de los genitales, despiertan de nuevo
los impulsos sexuales, entrando así en la etapa genital, en la que dichos impulsos
deberían ser satisfechos por medio de cauces aceptados por la sociedad —en aquel
entonces, relaciones heterosexuales y exogámicas—. Con esta etapa culminaría el
desarrollo de la personalidad.
La teoría de Freud ha supuesto importantes aportaciones a la psicología del
49
desarrollo. Por un lado, fue la primera en considerar la infancia como una etapa del
desarrollo diferenciada de las demás, planteando una noción global de la misma que
abarcaría diversos aspectos como las relaciones interpersonales, el desarrollo afectivo
y de la personalidad, la evolución sexual, moral, etc., aportando explicaciones para el
desarrollo de todos estos aspectos. Por otro lado, la teoría psicoanalítica subraya la
importancia de las experiencias infantiles en el desarrollo posterior, planteando el
problema de la continuidad del desarrollo. Además, el psicoanálisis también fue la
primera teoría que subrayó la importancia de la vinculación afectiva entre el padre y
la madre y los hijos e hijas. Por último, aportó una visión del ser humano como una
entidad compleja y fue la primera teoría que subrayó la importancia del conflicto en
el desarrollo.
Granville Stanley Hall: aportaciones institucionales, teóricas y
metodológicas
Un hecho que va a suponer un gran espaldarazo al estudio del desarrollo humano
es la labor desarrollada por G. Stanley Hall (1844-1924) quien, además de dar a la
psicología en general y a la psicología del desarrollo en particular un gran empuje
institucional y realizar importantes aportaciones teóricas al estudio de la adolescencia
(Hall, 1904 en Reizabal, 2003), va a sentar precedente en el ámbito metodológico, ya
que no solo fue el psicólogo que utilizó por primera vez el método del cuestionario
como técnica de obtención de datos sobre la evolución psicológica de los seres
humanos, sino que también es considerado el creador de los estudios basados en la
metodología transversal (Weinert y Weinert, 1998), a la que se hará referencia en el
capítulo 2.
Con respecto al empuje institucional que Hall dio a la psicología, hay que señalar
que fue el primer doctor americano en la disciplina y también el primer alumno
americano en el laboratorio de Wundt (1879); por otro lado, creó el primer
laboratorio experimental en Estados Unidos. Asimismo, fue Rector en la Universidad
de Clarck (1889), fundó las revistas American Journal of Psychology y Pedagogical
Seminary (1891), y organizó y fue primer presidente de la APA (American
Psychological Association, 1892).
Además de los méritos citados, fue el primero en escribir un manual sobre la
adolescencia en 1904, en el que planteó una teoría sobre esta etapa del ciclo vital,
basada en las aportaciones de Darwin y de Haeckel. Concretamente, Hall planteaba
que la ontogénesis era el resumen de la filogénesis, de forma que el desarrollo
psicológico del ser humano repetía el proceso de desarrollo de la especie humana
desde la infancia hasta la adolescencia, pasando por las siguientes etapas: la época
animal, la época antropoide, la época salvaje y la época civilizada, que se reflejarían
en cuatro etapas del desarrollo: la primera infancia, la segunda infancia, la juventud y
la adolescencia.
La primera infancia (desde el nacimiento hasta el cuarto año de vida) resume la
época animal del desarrollo humano y, por tanto, las actividades sensoriales son las
50
actividades principales de esta etapa. La segunda infancia (4-8 años), en cambio,
resume la era en la que el ser humano vivía de la caza y de la pesca. Es en esta época
cuando aparecen los juegos constructivos y la interacción social.
Figura 1.5.—Granville Stanley Hall (elaborada por Kepa Etxebarria).
En la juventud (8-12 años), se resume la época salvaje y, por último, en la
adolescencia (12/13-22/25 años) el ser humano se adentra en la época civilizada.
Según Hall (1904), en esta etapa suelen crearse tensiones en el ser humano, ya que
se encuentra entre dos situaciones psicológicas muy diferentes: por un lado, la
correspondiente al mundo salvaje y por otro lado, la correspondiente al mundo
civilizado. Esas tensiones o luchas muchas veces llevan al humano a tener problemas,
tanto consigo mismo como con los demás, por lo que Hall consideraba que la
adolescencia era una etapa de storm (tempestad) y stress (estrés).
Además de la teoría que acabamos de describir, en esta obra Hall expuso
claramente su oposición a la educación mixta, que consideraba un obstáculo para el
progreso de la civilización de consecuencias desastrosas como el «suicidio de la raza»
(García Dauder, 2005: 32), entendida como la raza blanca anglosajona.
Concretamente, Hall opinaba que el período entre los catorce y los veinticinco años
era crucial para el desarrollo de la civilización, ya que en él se preparaba a las
mujeres para lo que, en su opinión, era su función natural: la maternidad. En este
sentido, creía que durante la pubertad era fundamental separar a los chicos de las
chicas, pues la educación mixta podía traer como consecuencia la masculinización de
las chicas y la feminización de los chicos, lo que afectaría muy negativamente a la
51
salud reproductiva de las primeras.
Como se acaba de comentar, Hall creía que lo natural era que las mujeres fueran
madres y consideraba a las mujeres universitarias y solteras seres anormales, en
sentido médico, sexual y moral, aduciendo como razón para esta afirmación que estas
daban prioridad a sus propios intereses y no a los de la raza. Así, hacía responsables a
estas mujeres del antes mencionado «suicidio de la raza» (García Dauder, 2005).
Dejando ya a un lado los planteamientos que sobre las mujeres defendió Hall,
seguimos nuestro relato con otra de sus aportaciones teóricas, recogida en su obra
titulada Senescence: the last half of live (Senectud: la última parte del ciclo vital)
(Hall, 1922 en Villar, 2003), en la que describió la vejez como una etapa diferenciada
del ciclo vital que comenzaría a los cuarenta años. Concretamente, en esta obra
presentó el primer estudio psicológico sobre la misma, algo que le llevó a ser
considerado el primer psicogerontólogo.
Por último, cabe destacar sus aportaciones metodológicas. Por un lado, y para
poder plantear la teoría sobre la adolescencia descrita anteriormente, Hall recopiló
datos sobre el desarrollo por medio de una técnica hasta entonces desconocida: el
cuestionario (véase capítulo 2). Además, realizó comparaciones entre grupos de edad
y trató las diferencias que aparecían en estos como indicadores del desarrollo. En este
sentido, Hall es considerado el primer psicólogo que aplicó la metodología
transversal al estudio del desarrollo humano.
Las aportaciones de Hall tuvieron gran influencia en la psicología del desarrollo, y
por consiguiente, hay quienes lo consideran el fundador de la disciplina (White, 1992
en Reizabal, 2003).
Alfred Binet: primer test para medir la inteligencia
Alfred Binet (1857-1911) es muy conocido en el ámbito de la psicología sobre
todo porque, junto con Théophile Simon (1873-1961), publicó en 1905 el test para
medir la inteligencia de niños y niñas denominado The Binet-Simon measuring scale
for intelligence (Escala de inteligencia Binet-Simon).
Binet opinaba que la inteligencia era una capacidad compleja compuesta por
diversas habilidades, concretamente: habilidades para moverse y para sentir;
conocimiento global del mundo; memoria y capacidad para crear conceptos y
resolver problemas complejos. Asimismo, creía que la inteligencia cambiaba con la
edad. Partiendo de esas bases, veía necesario un instrumento capaz de medir la
inteligencia y así es como creó la escala ya mencionada.
Tras aplicarla a una amplia muestra, encontró diferencias en las respuestas de
sujetos de diferentes edades. Asimismo, estableció qué preguntas podían ser
respondidas correctamente por niños y niñas de determinadas edades cronológicas y
planteó el concepto de edad intelectual para indicar el nivel de desarrollo intelectual
de los sujetos, que no tiene por qué coincidir con su edad cronológica. De esta forma,
fue el primer autor que propuso la existencia de diferentes tipos de edad: la
cronológica y la intelectual. Por ejemplo, imaginemos que una niña de ocho años es
52
capaz de responder correctamente a las pruebas que pueden ser realizadas
correctamente por niños y niñas de su edad cronológica. En tal caso, esa niña cuya
edad cronológica es de ocho años tendría una edad intelectual de ocho años. Pero
imaginemos que esa misma niña es capaz de realizar correctamente las pruebas que
corresponden a niños y niñas de diez años. En tal caso, si bien tendría una edad
cronológica de ocho años, su edad intelectual sería de diez años.
En resumen, Binet fue el primer psicólogo que diseñó una escala para analizar la
inteligencia, así como para medir los cambios que, con la edad, se producían en ella.
Asimismo, fue pionero en la diferenciación entre edad cronológica e intelectual.
Además de estas aportaciones, Binet creó en Francia el primer laboratorio donde
se analizaba la psicología de niños y niñas (Arranz, 1998), por lo que su papel en el
surgimiento de la psicología del desarrollo fue muy relevante.
4.3. 1913-1960: consolidación de la psicología del desarrollo
Desde 1913 hasta la década de los cincuenta la psicología del desarrollo
experimenta un gran crecimiento en todo el mundo. Por un lado, surgen numerosas
revistas sobre la psicología infantil, así como diferentes institutos para la
investigación en este ámbito. Asimismo, aparecen aportaciones teóricas, algunas de
las cuales darán como resultado grandes modelos teóricos sobre el desarrollo
humano. Concretamente, nos referimos a las aportaciones de María Montessori, John
Watson, Arnold Lucius Gesell, Jean Piaget, Henry Wallon, Lev Semionovich
Vygotsky y Charlotte Büller. Por todo ello, esta etapa se considera como la de la
consolidación de la psicología del desarrollo como ciencia.
María Montessori: etapas del desarrollo cognitivo
Basándose la observación de niños y niñas de diferentes culturas, María Tecla
Artemisia Montessori (1870-1952) postuló una teoría del desarrollo centrada
principalmente en el desarrollo cognitivo según la cual los niños y niñas se
desarrollarían en cuatro etapas o planos cualitativa y cuantitativamente diferentes. A
saber: la infancia (0-6 años); la niñez (6-12 años), la adolescencia (12-18 años) y la
madurez (18-24 años). La primera y la tercera serían etapas de creación, de grandes
cambios a nivel físico y de absorción, mientras que la niñez y la madurez serían
etapas de calma física y estabilidad, y en ellas se perfeccionarían las aptitudes
logradas en las etapas anteriores. El paso de un período de desarrollo a otro se daría
gracias a la interacción del sujeto con el ambiente que le rodea.
En la primera etapa los niños y niñas son físicamente frágiles, en tanto en cuanto
su sistema inmunológico está todavía sin madurar. En esta etapa logran la capacidad
de caminar y de hablar. A nivel psicológico, se crea la conciencia de sí mismo/a y se
desarrollan capacidades cognitivas como la memoria o la razón. Se suele decir que es
la etapa del «¿qué?», pues niños y niñas quieren saber qué es todo. Dentro de esta
53
etapa, Montessori distingue dos fases: la primera de ellas se desarrollaría durante los
tres primeros años de vida y la denomina la mente absorbente inconsciente. En esta
fase los niños y niñas absorben constantemente de manera inconsciente por medio de
los sentidos toda la información que reciben del medio. En la siguiente etapa, que se
desarrolla entre los tres y los seis años y se denomina la mente absorbente consciente,
los niños y niñas organizan y clasifican la información que absorben del medio. De
esta forma, pasan de estar controlados por el ambiente a controlarlo.
Para que puedan superar esta etapa, es necesario que los niños y niñas reciban
amor, protección y seguridad, así como cierto nivel de independencia que les permita
experimentar lo que el cuerpo les pida.
En el período de la niñez, se produce cierta estabilidad. Los niños y niñas sufren
algunos cambios a nivel biológico (véase capítulo 3) y adquieren gran cantidad de
conocimiento, que les lleva a pasar de la etapa del «¿qué?» a la del «¿por qué?» y del
«¿cómo?». Asimismo, desarrollan interés sobre cuestiones como el universo, la vida
y cuestiones relacionadas con la moral y se vuelven muy colaborativos. Con el fin de
que la etapa culmine con éxito, es importante dar a los niños y niñas un mayor nivel
de independencia, tanto en el ámbito escolar como en el familiar.
Por su parte, la adolescencia se divide en dos fases. La primera se desarrolla entre
la pubertad y los quince años y es una etapa de transformación y creación, tanto a
nivel biológico como psicológico. A nivel biológico, las y los adolescentes van a
sufrir grandes cambios (véase capítulo 3), que van a ir acompañados de cambios
psicológicos como los que se producen en el autoconcepto, la autoestima o a nivel de
pensamiento. Asimismo, en esta etapa se crea la conciencia social. Para que puedan
superar esta etapa, es necesario que los y las adolescentes reciban amor, respeto y
seguridad, con el fin de que desarrollen la autoconfianza y encuentren su sitio a nivel
social.
54
Figura 1.6.—María Tecla Artemisia Montessori (elaborada por Kepa Etxebarria).
La segunda fase, que se desarrolla entre los quince y los dieciocho años, sería una
etapa de consolidación y de desarrollo de intereses y en ella prima la preocupación
por encontrar un lugar que ocupar en el mundo adulto. Asimismo, desarrollarían la
independencia moral y espiritual.
Por último, en la madurez culminaría el desarrollo, donde el sujeto encontraría su
lugar en la sociedad adulta, un trabajo, un grupo de amigos/as, una familia, etc.
Basándose en esta teoría, Montessori desarrollo el método educativo denominado
Método Montessori, cuyo principal objetivo es optimizar el desarrollo en un ambiente
estructurado, es decir, en un ambiente seguro preparado para estimular que niños y
niñas dirijan su propio aprendizaje.
John Watson: leyes básicas del aprendizaje
La aportación del psicólogo estadounidense John Broadus Watson (1878-1957)
data de 1913, año en que publica en la revista Psychological Review un trabajo sobre
el condicionamiento clásico, que constituye una de las bases del conductismo.
El conductismo, también denominado determinismo ambiental, es un modelo
«hiperambientalista» (Fernández Lópiz, 2000: 46) que tiene como objeto de estudio
la conducta observable y que entiende el cambio comportamental y el desarrollo
55
como fruto del aprendizaje, que se daría como reacción a la estimulación ambiental.
En este sentido, se considera al sujeto como un ser pasivo moldeado por el ambiente.
El condicionamiento clásico, también denominado condicionamiento
respondiente, consiste en un tipo de aprendizaje en el que un estímulo (estímulo
condicionado) adquiere la capacidad de producir una respuesta (respuesta
condicionada) que antes no producía al ser emparejado con otro estímulo (estímulo
incondicionado). La respuesta condicionada se podría extinguir al no ir precedida del
estímulo condicionado.
Años más tarde, en 1938, el psicólogo norteamericano Burrhus Frederic Skinner
(1904-1990) descubrió otro procedimiento por medio del cual también se produce
aprendizaje: el condicionamiento instrumental u operante, en el que serían las
consecuencias de una conducta las que determinarían su destino. Cuando una
consecuencia hace que aumenten las posibilidades de que dicha conducta se repita, se
denomina refuerzo. El refuerzo puede ser positivo o negativo. Positivo sería cuando
se proporciona al sujeto un estímulo positivo como un caramelo o un halago. El
refuerzo negativo, por su parte, sería quitar al sujeto un estímulo aversivo, es decir,
que al sujeto no le gusta o le resulta desagradable (por ejemplo, un fuerte ruido).
Cuando un estímulo disminuye las posibilidades de que se repita la conducta se
denomina castigo, que puede consistir bien en un estímulo aversivo, bien en quitar
algo que agrade al sujeto. En el caso del condicionamiento instrumental u operante,
las respuestas aprendidas podrían extinguirse cuando no van seguidas de refuerzo.
Si bien el enfoque conductista clásico ha ayudado a dar un carácter más científico
a la psicología en el sentido de que ha hecho posible definir con precisión los
términos, y sus planteamientos se pueden comprobar mediante rigurosos
experimentos de laboratorio, este modelo ha sido criticado, entre otras cosas, por
desestimar la importancia de la herencia y la biología, pero principalmente por no
tener en cuenta el significado que atribuyen los sujetos a los estímulos que se les
presentan, siendo este significado una importante variable mediadora entre estímulo y
respuesta (Kuhn, 1978 en Reizabal, 2003).
El modelo conductista pronto se extendió por Estados Unidos, convirtiéndose en
el modelo más influyente de la psicología en aquel país.
Arnold Lucius Gesell: escuela maduracionista y aportaciones
metodológicas
Aunque el modelo teórico más influyente en Estados Unidos fue el conductismo,
hubo quien, como Gessell (1880-1961), apostó por una concepción maduracionista
del desarrollo, según la cual el principal responsable de que el ser humano desarrolle
nuevas capacidades es el proceso interno de maduración biológica. Desde esta
perspectiva se planteaba que el papel que el ambiente tenía en el desarrollo era
secundario, dado que, si bien podía influir en su ritmo, no podía generar avances en el
mismo. Así, Gesell lideró la Escuela Maduracionista (Harris y Butterworth, 2002) y
esa fue, precisamente, una de las principales aportaciones de este autor a la
56
consolidación de la psicología del desarrollo.
Asimismo, fue el primero en hacer ver a padres y madres que era importante
conocer el desarrollo de niños y niñas para saber cómo criarlos y publicó libros en los
que aconsejaba cómo hacerlo, libros que tuvieron mucho éxito en aquella época.
Otra importante aportación de Gesell es metodológica. Estaba interesado
principalmente en el desarrollo intelectual, de la motricidad, del lenguaje y de las
relaciones sociales y para analizarlos utilizó observaciones sistemáticas realizadas
tanto en laboratorio como en el medio natural. Con el fin de registrar lo observado,
Gesell (1935) utilizó registros cinematográficos, que denominó cinemanálisis, siendo
pionero en el uso de estos métodos para el estudio del desarrollo (Salgado, 2012).
Además, inventó la denominada Cámara Gesell, que si bien en un principio fue
diseñada como un domo, actualmente consiste en una sala de observación compuesta
por dos habitaciones o ambientes separados por un espejo de una sola vía, es decir,
que permite ver desde una de las habitaciones lo que ocurre en la otra, pero no al
revés. En la habitación que se puede ver, se sitúa el sujeto a observar y en la otra el
observador u observadora, que registra lo observado, generalmente por medio de
grabaciones de vídeo y audio. Gracias al espejo unidireccional existente entre ambos
ambientes, las y los investigadores pueden observar la conducta del sujeto observado
sin ejercer influencia sobre él.
Por último, Gesell utilizó en sus investigaciones diseños innovadores.
Concretamente, realizó pequeños experimentos con parejas de personas gemelas, en
los que una de ellas era sometida a manipulación experimental, mientras la otra servía
como control. Gracias a estos experimentos, cuando las y los gemelos comparten
genotipo, se puede conocer el alcance de la influencia de los factores ambientales.
Jean Piaget: epistemología genética
La aportación fundamental de Jean Piaget (1896-1980) a la consolidación de la
psicología del desarrollo es su teoría denominada Epistemología genética o
Constructivismo (Piaget, 1926, 1932, 1946, 1970), que tiene por objeto analizar el
desarrollo del conocimiento humano. En el planteamiento de dicha teoría, Piaget
recibió la influencia de autores como Darwin y Baldwin. Coincidía con Darwin, en el
sentido de que el desarrollo es un proceso de adaptación al medio. De Baldwin, por
su parte, tomó las ideas sobre la existencia de niveles en el desarrollo intelectual,
sobre el funcionamiento de la inteligencia, así como los conceptos de reacciones
circulares, asimilación y acomodación.
Piaget utilizó el método de observación, por medio del cual analizaba los errores
de razonamiento que niños y niñas cometían. A modo de ejemplo cabe citar los
silogismos: «Marta es más alta que María y María es más alta que Ana. ¿Quién es
más alta?». Observó que los niños y niñas no respondían correctamente a la pregunta
hasta los 11-12 años. Tras estas observaciones, Piaget concluyó que el pensamiento
lógico se desarrollaba lentamente y en cuatro estadios universales que aparecen de
forma progresiva siempre en mismo orden y en un período de edad determinado.
57
Entre los estadios existe una relación jerárquica inclusiva, de forma que las
estructuras del estadio anterior se integran en las estructuras de los siguientes.
Figura 1.7.—Jean Piaget (elaborada por Kepa Etxebarria).
Concretamente, Piaget planteó que el desarrollo de la inteligencia se produce en
los siguientes estadios: el sensoriomotor (desde el nacimiento hasta la aparición de la
función simbólica, hacia los dos años), el del pensamiento preoperacional (2-7 años),
el período de operaciones concretas (7-adolescencia) y el estadio de las operaciones
formales.
1. Estadio sensoriomotor. En esta etapa los niños y niñas coordinan la información
sensorial que reciben del medio con sus capacidades motoras para formar esquemas
de conducta que les permitan actuar y conocer el medio que les rodea.
Concretamente, durante los primeros meses comienzan a actuar sobre los objetos y a
descubrir que pueden producir sucesos interesantes. Así, desarrollan una serie de
hábitos coordinados, centrados durante los primeros cuatro meses en su propio cuerpo
(las reacciones circulares primarias) y, posteriormente, en los objetos que los rodean
(reacciones circulares secundarias), gracias a los cuales descubren cuáles son los
límites y capacidades de su propio cuerpo. Asimismo, aprenden que los objetos están
58
separados de ellos, es decir, comienzan a distinguir el «yo» del «no yo», lo que
constituye la primera piedra del desarrollo del conocimiento de sí mismo (Durkin,
1995; Shaffer, 2002). Entre los doce y dieciocho meses, desarrollan las reacciones
circulares terciarias o esquemas exploratorios de ensayo y error que, en opinión de
Shaffer (2002), constituyen la génesis de una curiosidad genuina, que les llevará a
explorar tanto el mundo físico como el social.
El final de este período lo marca la aparición de la función simbólica o capacidad
de representación de objetos, personas o sucesos que no están presentes por medio de
símbolos, que pueden adoptar diferentes formas, como movimientos motores,
imágenes mentales, objetos físicos o palabras. Piaget (1946) señala que la aparición
de la función simbólica se expresa por medio de cinco tipos de conducta que
requieren de esta capacidad y que no se observan hasta este momento. A saber: la
permanencia del objeto, la imitación diferida, la resolución interna de problemas, la
aparición del lenguaje y el juego simbólico.
La permanencia del objeto, o comprensión de que los objetos siguen estando ahí
aun cuando ya no sean visibles o identificables por los sentidos, tiene un importante
papel en el desarrollo de los primeros vínculos afectivos de la criatura.
Durante la primera infancia el sujeto va a realizar grandes progresos en lo que a la
imitación se refiere, llegando al final de este período a ser capaz de imitar incluso
acciones que han sido modeladas anteriormente (imitación diferida). La imitación es
crucial, ya que por medio de la misma el sujeto va desarrollar innumerables
conocimientos y competencias.
Como se ha señalado anteriormente al final de esta etapa aparece la denominada
función simbólica que va a suponer un gran avance en la solución de problemas, que
a partir de este momento y en el curso del estadio preoperacional se vuelve más
rápida y eficaz ya que, en vez de intentar en la realidad todas las soluciones posibles,
los niños y niñas pueden ahora hacerlo mentalmente (resolución interna de
problemas). Además de los progresos en la capacidad de resolver problemas, la
función simbólica va a posibilitar la aparición del lenguaje, que va a capacitarles para
intercambiar información con otras personas, de forma que sus intercambios sociales
van a ser mucho más ricos y extensos.
Como consecuencia del desarrollo de la función simbólica, los niños y niñas
comienzan a realizar una nueva actividad: el juego simbólico, en el que representan la
realidad social por medio de conductas simbólicas. Gracias a este tipo de juego
conocen y controlan dicha realidad: se conocen a sí mismos, a las otras personas,
adquieren conocimientos acerca de las relaciones interpersonales, así como de
diferentes roles, instituciones sociales, etc.
2. Etapa preoperacional. Como señala Rodrigo (1994), este estadio, que también
ha sido denominado de la inteligencia verbal o intuitiva, fue considerado por Piaget
como una etapa de preparación para el desarrollo de las operaciones concretas.
Durante este período se van a producir grandes progresos en la función simbólica.
Asimismo, se van a desarrollar capacidades como, por ejemplo, una forma de
59
conocimiento que Piaget denominó identidad cualitativa y que consiste en el hecho
de ser consciente de que las alteraciones superficiales que pueden sufrir las cosas o
las personas no modifican su identidad (por ejemplo, aunque a un perro le pongamos
una careta de gato, seguirá siendo perro).
Otra capacidad estrechamente relacionada con la identidad cualitativa y que
también se va a desarrollar durante este período es la denominada distinción
apariencia-realidad, que consiste en diferenciar la forma que las cosas o personas
presentan de la forma que realmente tienen (aunque una persona se disfrace de un
determinado personaje, seguirá siendo la misma persona).
Sin embargo, el pensamiento de los niños y niñas tiene todavía grandes
limitaciones, en las que Piaget se centró a la hora de describir este estadio. Una de
estas limitaciones la constituye el egocentrismo o incapacidad para adoptar el punto
de vista de otras personas. El sujeto solo conoce su propia perspectiva y cree que las
otras personas perciben o piensan de la misma forma. Como señala Piaget (1926) el
egocentrismo tiene como consecuencia el animismo, el artificialismo y el realismo.
El animismo consiste en la atribución de vida e intenciones, deseos, sentimientos y
pensamientos a los objetos inanimados (por ejemplo, pensar que las nubes están vivas
porque se mueven). Por su parte, el artificialismo sería la tendencia a asumir que los
objetos y fenómenos naturales han sido creados por hombres y mujeres con fines
humanos («los montes los han hecho las personas para ir a pasear»). Por último, el
realismo consiste en ignorar la existencia del yo y tomar la perspectiva propia como
objetiva y absoluta, lo que lleva al sujeto a pensar cosas como que los nombres de las
cosas son una característica más de las mismas y que los sueños, aunque surgen en su
pensamiento, están «ahí fuera», junto a él. Así, los niños y las niñas que se
encuentran en esta etapa creen que los nombres están ligados a las cosas y que los
sueños son exteriores.
Dos de las limitaciones del pensamiento preoperacional que guardan estrecha
relación con el egocentrismo son la centración y la irreversibilidad. La centración
consiste en la tendencia de los niños y niñas a centrarse en un único aspecto de una
situación sin tener en cuenta otros posibles aspectos o puntos de vista. A modo de
ejemplo, cabe citar que niñas y niños de esta edad creen que las personas que
regentan una tienda tienen que pagar más por las mercancías que la clientela de la
misma, porque a ellas «se las llevan a la tienda», mientras que la clientela se desplaza
a la misma para adquirirlas.
La irreversibilidad se refiere a la incapacidad para deshacer mentalmente una
operación que ha sido llevada a cabo. Por ejemplo, un niño de ocho años puede
contar del uno al cinco sin ningún problema. Sin embargo, es incapaz de contar del
cinco al uno.
Estas limitaciones se manifiestan claramente en las tareas relativas a la
conservación (de líquido, materia, número, etc.) que el mismo Piaget utilizó. La
conservación se refiere a la comprensión por parte del sujeto de que ciertas
características de las cosas no se alteran aunque varíen algunos aspectos perceptivos.
Por ejemplo: a una niña que se encuentra en el estadio preoperacional le mostramos
60
cómo convertimos una bola de plastilina en un «churro» de plastilina y le
preguntamos dónde hay más plastilina, si en el churro o en la bola original.
Seguramente contestará que en el churro «porque es más largo» o en la bola «porque
es más gorda» (centración en esa característica del objeto, que para ella es más
llamativa), pero no será capaz de revertir la operación ni de darse cuenta de que,
aunque haya cambiado de forma, la cantidad de plastilina sigue siendo la misma.
Por último, entre las limitaciones del pensamiento preoperacional Piaget menciona
el razonamiento transductivo, es decir, aquel razonamiento que, lejos de basarse en la
lógica, establece conexiones asociativas inmediatas entre las cosas, razonando de lo
particular a lo particular. Imaginemos que una niña ve un gato y acto seguido se cae;
esa niña pensará que la razón de haberse caído es el haber visto un gato. De esta
forma, cada vez que vea un gato pensará que se va a caer. Como consecuencia de este
modo de razonar, niños y niñas suelen mostrar confusiones respecto al cómo y al por
qué existe una relación entre dos hechos.
El final de este estadio y el inicio del denominado estadio de las operaciones
concretas lo marca la aparición de lo que Piaget denominó operaciones, entendidas
como «la acción interiorizada, reversible y descentrada, organizada en sistema de
conjunto y que ya constituye una verdadera operación mental» (Rodrigo, 1994: 202).
3. Estadio de las operaciones concretas. Piaget considera que el cambio más
relevante que se produce entre el período preoperacional y el de las operaciones
concretas consiste en la creciente independencia entre el pensamiento y la percepción.
En la base de este cambio se encuentra el desarrollo de diversas operaciones
cognitivas de naturaleza lógica o matemática. La operación cognitiva más importante
es la reversibilidad, que implica la capacidad de deshacer los efectos de un cambio
perceptual imaginando la inversión de ese cambio.
En este estadio, los niños y niñas logran superar muchas de las limitaciones del
período preoperacional, manejando ahora capacidades como la conservación (si a una
niña que se encuentra en este estadio le mostramos cómo convertimos una bola de
plastilina en un «churro» de plastilina y le preguntamos dónde hay más plastilina, si
en el churro o en la bola original, contestará que hay la misma cantidad en ambas
bolas, pues será capaz de revertir la operación y de darse cuenta de que, aunque haya
cambiado de forma, la cantidad de plastilina sigue siendo la misma), la descentración
(capacidad para no centrarse en un único aspecto de una situación, sino tener en
cuenta otros posibles aspectos o puntos de vista), la clasificación (capacidad para
reunir los objetos en función de sus semejanzas y separarlos por diferencias), la
lógica relacional o capacidad de ordenar mentalmente elementos en función de una
dimensión cuantificable, así como la reversibilidad (capacidad para deshacer
mentalmente una operación que ha sido llevada a cabo. Por ejemplo, una niña de este
estadio puede contar del uno al cinco y viceversa sin ningún problema).
También superan el egocentrismo al desarrollar la capacidad para tener en cuenta
las perspectivas de otras personas, superando también el animismo, el realismo y el
artificialismo. Estos progresos van a suponer un gran avance en la comprensión del
61
mundo, aunque todavía existe una limitación importante y es que pueden aplicar las
operaciones únicamente a situaciones «concretas» o directamente perceptibles, pero
no a las abstractas. Esta limitación se supera con el desarrollo del pensamiento
formal.
4. El pensamiento formal. Durante la adolescencia el sujeto desarrolla la capacidad
de realizar operaciones formales o acciones mentales sobre sucesos y procesos
hipotéticos. El punto de referencia del pensamiento formal es el razonamiento
hipotético-deductivo, gracias al cual los y las adolescentes son capaces de elaborar
hipótesis sobre la realidad que les rodea. A la hora de elaborar estas hipótesis, tienen
en cuenta muchos más datos que los inmediatos, de forma que, aunque tengan delante
una situación experimental que les está proporcionando datos, sus conjeturas
incluirán conocimientos anteriores y, en general, todo aquello que saben sobre el
tema.
Además de elaborar hipótesis, gracias al pensamiento formal los y las adolescentes
adquieren capacidad para razonar acerca de ellas y extraer sus propias conclusiones,
aunque estas hipótesis no tengan una representación tangible en la realidad. Esas
conclusiones desbordan los datos inmediatos referidos únicamente a datos reales,
abarcando también elementos posibles. Así, los y las adolescentes podrán ejercer los
procesos de deducción e inducción a partir de las hipótesis y entenderán que lo real es
un caso de lo posible.
Otra de las características del pensamiento formal es que es un pensamiento
proposicional, es decir, para plantear hipótesis, los y las adolescentes sustituyen los
datos concretos por enunciados sobre los mismos o por proposiciones. A través de las
proposiciones pueden reflexionar sin límite y llegar a elaborar conclusiones válidas
lógicamente sin necesidad de que estas sean reales. Por último, el razonamiento
formal es un pensamiento combinatorio: permite elaborar múltiples combinaciones
sobre los datos reales, hecho que enriquece y aumenta la capacidad de elaborar
hipótesis sobre lo real.
Tal y como se aprecia, los y las adolescentes son capaces de diferenciar lo real de
lo posible, y esto les sitúa en una nueva posición desde la que la realidad en la que se
encuentran no es más que una de tantas posibilidades. De este modo, comenzarán a
poner en tela de juicio todo aquello que hasta ahora había sido inamovible. La
familia, la escuela y, en general, el sistema social serán seriamente cuestionados, y en
su mente empezarán a vislumbrarse posibles alternativas, lo que supondrá un paso
adelante en la comprensión de la sociedad. Igualmente, estas nuevas posibilidades
intelectuales les permitirán reflexionar acerca de sus propios pensamientos,
realizando grandes progresos en la metacognición. Asimismo, comenzarán a orientar
su afecto hacia determinadas ideas y valores, y comprometerse de algún modo con
ellos.
El pensamiento formal constituye, por tanto, un gran progreso en el conocimiento,
ya que supone, además de los progresos a los que se ha hecho referencia en el párrafo
anterior, una comprensión más rica de las perspectivas psicológicas de las personas y
62
de las causas de su comportamiento. Asimismo, es un paso adelante en el desarrollo
moral, pues gracias a él se desarrolla una mejor preparación para tomar decisiones
difíciles que impliquen ponderar cursos de acción y sus consecuencias probables,
tanto para el propio sujeto como para las otras personas.
Los cuatro estadios que se acaban de describir se desarrollan siempre en el mismo
orden y suponen cambios en la construcción del conocimiento relativo a cualquier
ámbito de la realidad, ya que Piaget afirmaba que las estructuras cognitivas tienen un
carácter general y que son las mismas, independientemente del objeto de
conocimiento. En este sentido, el avance de un estadio a otro se debería producir
simultáneamente en todas las tareas que implican la utilización de esa estructura,
independientemente del contenido de las mismas. Sin embargo, el mismo Piaget
observó que a veces el avance de un estadio a otro solo se producía en algunas de las
tareas que implicaban la utilización de esa estructura. En el ámbito de las
matemáticas, por ejemplo, observó que los niños y niñas adquirían antes la
comprensión de la conservación del número y la largura que la del área y la del
volumen. Piaget denominó a estas inconsistencias desfase horizontal, aunque no
ofreció explicación alguna para las mismas.
En opinión de Piaget, la transición de un estadio a otro se produce por medio de
dos funciones intelectuales de carácter innato que son universales para todas las
personas y todo tipo de conocimientos —sean físicos, sociales o lógico-matemáticos
— y cuyas características básicas se mantendrían sin cambios durante todo el ciclo
vital. Estas funciones son la adaptación y la organización, a las que Piaget denominó
invariantes funcionales.
Como señalan González Cuenca y Linero (1997 en Reizabal, 2003), para Piaget la
inteligencia es un proceso particular de adaptación de la estructura cognitiva al
medio. El proceso de adaptación intelectual se da por medio de dos subprocesos: la
asimilación y la acomodación. La asimilación se refiere al proceso por el que el
sujeto integra la información que recibe del medio en los conocimientos organizados
o esquemas de los que dispone, ignorando las discrepancias que pueden existir entre
ambos. En el proceso de asimilación, la estructura cognitiva no sufre ningún cambio.
Al contrario, tal y como señala Arranz (1998), se deforma la información novedosa,
lo que evita la aparición de contradicciones entre esta y la estructura cognitiva.
Imaginemos que una niña ve por primera vez un dromedario, animal que desconocía
hasta ese momento. La niña puede asimilar esa nueva información a la que disponía
anteriormente y nombrar al dromedario como «caballo», algo erróneo, pero que evita
que surjan contradicciones entre el conocimiento del que disponía y la nueva
información.
Sin embargo, ocurre que la experiencia no siempre se ajusta a los esquemas del
sujeto y en estas ocasiones, la información que recibe del exterior «se resiste» a ser
asimilada por parte de la estructura cognitiva (Arranz 1998: 105), produciéndose un
conflicto o desequilibrio entre ambas. Siguiendo con el ejemplo anterior, la niña se da
cuenta de que el dromedario tiene joroba y de que su cabeza es completamente
diferente a la de un caballo. Es en estos casos cuando entra en juego el proceso de
63
acomodación, que proporciona una forma de arreglar las contradicciones por medio
del enriquecimiento de los esquemas existentes, creándose una nueva estructura
mental cualitativamente distinta gracias a la cual se vuelve a un estado de equilibrio
(el esquema de «dromedario»). De acuerdo con Piaget, el desarrollo del conocimiento
implica la acción conjunta de los procesos de asimilación y acomodación dirigida a
resolver las contradicciones o desequilibrios en aras de acceder a estados temporales
de equilibrio cognitivo.
El desarrollo cognitivo también se produce gracias al proceso de organización
que, a diferencia del de adaptación, tiene lugar fuera del contacto con el mundo
exterior. Como señala Berk (1999 Reizabal, 2003), este proceso se refiere al hecho de
que en el curso del desarrollo, la estructura cognitiva está siempre organizada, es
decir, integra la información que recibe y la relaciona con los esquemas de los que ya
disponía el sujeto, lográndose así un sistema cognitivo con un alto grado de cohesión.
Si bien muchos de los estudios relativos al desarrollo cognitivo se inspiraron en el
modelo constructivista de Piaget, hacia finales de los setenta y durante los ochenta,
comienzan a criticarse diversos planteamientos de esta teoría. Entre otros, los
relativos al estado inicial, el papel que atribuye a los factores sociales y culturales, el
atribuido al lenguaje, su explicación acerca de la transición entre estadios, la
universalidad de los mismos y el paralelismo entre conocimiento social y no social.
En los que a la cuestión del estado inicial se refiere, Piaget opinaba que el recién
nacido viene al mundo simplemente con el equipo de reflejos innatos, con los
invariantes funcionales y con ciertas estructuras físicas hereditarias como el sistema
nervioso central. Sin embargo, gracias a los avances producidos en los métodos para
el estudio de las capacidades cognitivas de los bebés, se ha constatado que su estadio
inicial es mucho más rico y complejo de lo que Piaget suponía. Los niños y niñas
nacen con una serie de capacidades que son producto de la evolución filogenética de
la especie y que favorecen la génesis de su conocimiento sobre el mundo. Como
señalan Mehler y Dupoux (1992), por un lado, se ha observado que los bebés tienen
una serie de aptitudes perceptivas gracias a las cuales están capacitados para
discriminar entre diferentes clases de estímulos. Por otro lado, los bebés humanos
nacen con ciertas preferencias atencionales o una mayor predisposición para atender
precisamente a aquellos estímulos que son importantes y significativos para la
especie como, por ejemplo, los rostros y las voces humanas —muy especialmente los
relacionados con la lengua de su entorno, etc.—. Asimismo, se ha observado que
ciertas capacidades se desarrollan mucho antes de lo que Piaget pensaba.
Concretamente, parece que ya a lo largo del primer año de vida los niños y niñas
disponen de cierta capacidad representacional que, poco a poco, va a dar como
resultado un repertorio representacional variado, organizado y cada vez más
complejo. En lo que a la memoria se refiere, se ha observado que está presente desde
las primeras semanas del desarrollo. Por último, pruebas recientes demuestran que
para el cuarto mes aproximadamente la permanencia del objeto estaría ya
desarrollada.
El constructivismo de Piaget también ha sido criticado por la escasa atención que
64
presta a la influencia del medio y concretamente de los factores sociales y culturales
en el desarrollo (Broughton, 1981; Labou-Vief, 1992; Schaffer, 1999; Youniss y
Damon, 1992 en Reizabal, 2003). Si bien es cierto que Piaget admitió que los factores
sociales pueden influir en el ritmo del desarrollo intelectual, no consideró la
posibilidad de que estos puedan afectar también a la forma de pensar. Además, y
aunque en uno de sus primeros libros Piaget (1932) subrayaba la importancia de la
interacción entre iguales en el desarrollo moral, proponiendo que el desacuerdo
cognitivo entre estos instigaba en niños y niñas la conciencia de que puede existir
más de una perspectiva en torno a un único problema, posteriormente no prestó la
suficiente atención al papel que la interacción social juega en el desarrollo cognitivo.
Parece como si el sujeto construyese aislado sus conocimientos, cuando actualmente
se sabe que en gran medida el conocimiento se desarrolla por medio de la interacción
con otras personas. Sin embargo, esta crítica no es unánime, pues autores como, por
ejemplo, Carpendale (1997) o Chandler (1982), aun aceptando que en ciertos
aspectos Piaget solo se interesó en la «cognición fría», creen que la teoría de Piaget
tiene carácter social, ya que en ella se planteaba que «el conocimiento es básicamente
colectivo y que la vida social constituye un factor esencial en la creación y desarrollo
del conocimiento» (Piaget, 1965: 30, en Reizabal, 2003).
Carpendale (1997), en un breve repaso de la historia de esta crítica, recuerda que
en sus primeros trabajos Piaget planteaba que el pensamiento se adquiere por medio
de la internalización de la argumentación interpersonal. Este planteamiento fue
duramente criticado por Vygotsky (1934) porque para este autor Piaget daba excesiva
importancia a las relaciones sociales e ignoraba la actividad práctica que el sujeto
realizaba con los objetos. A partir de entonces Piaget se centró fundamentalmente en
las interacciones entre el sujeto y los objetos físicos y entonces fue criticado por dejar
de lado los factores sociales. Carpendale (1997) considera que el hecho de centrarse
fundamentalmente en la interacción entre el sujeto y el objeto de conocimiento no
significa necesariamente que la teoría piagetiana no atribuya al medio social papel
alguno. A este respecto, Chapman (1986 en Reizabal, 2003) sugiere que este hecho,
lejos de ser una deficiencia de la teoría, es simplemente un reflejo de los intereses de
Piaget.
Con respecto a esta crítica, Arranz (1998) plantea que Piaget sí tuvo en cuenta la
importancia del medio. Lo que ocurre es que para Piaget ese medio está
fundamentalmente constituido por objetos físicos. En este sentido, Arranz opina que
la diferencia fundamental entre Piaget y Vygotsky es que, si bien Piaget subrayaba la
interacción con el medio de los objetos físicos, Vygotsky hacía lo propio con la
interacción con el medio socio-humano.
Otra de las críticas realizadas a Piaget se relaciona con el papel ambiguo que
atribuye al lenguaje en su teoría. Como señala Carpendale (1997), en sus primeros
trabajos Piaget reconoció la importancia de las interacciones comunicativas, pero en
sus trabajos posteriores se centró fundamentalmente en la interacción entre el sujeto y
los objetos, sin integrar ambos aspectos en el proceso de adquisición de
conocimiento. Pérez Pereira (1995) señala que otra de las críticas que se ha hecho al
65
constructivismo piagetiano es que los invariantes funcionales y los mecanismos de
transición de un estadio a otro son excesivamente abstractos y es difícil
operativizarlos, ponerlos a prueba o predecir sus efectos.
También se ha criticado la hipótesis según la cual existe una progresión de
estructuras o de estadios universales que generan cambios en la construcción del
objeto sea este de naturaleza social o no social. A este respecto las críticas que se
plantean son dos. En primer lugar, numerosos estudios demuestran que los estadios
no son tan universales como cabría esperar. De hecho, se ha observado que hay una
amplia proporción de adolescentes y personas adultas que no alcanzan el estadio de
las operaciones formales cuando resuelven tareas piagetianas características de este
nivel de desarrollo cognitivo. Sin embargo, investigaciones llevadas a cabo con tareas
de la misma complejidad lógica que las piagetianas, pero de contenido menos
abstracto y más cotidiano, muestran que los sujetos no tienen problema alguno a la
hora de solventarlas. Estos resultados ponen de manifiesto la importancia de variables
como las características y el contenido de la tarea que no son tenidas en cuenta en la
teoría piagetiana.
Además, ha sido cuestionado el hecho de que los mecanismos de cambio cognitivo
sean los mismos para todos los objetos de conocimiento independientemente de su
contenido. Piaget consideraba que, teniendo en cuenta que todo conocimiento se
construye a partir de la interacción que el sujeto mantiene con objetos tanto físicos
como sociales, no era necesario plantear diferentes teorías para el desarrollo del
conocimiento físico y el social. Sin embargo, el mismo Piaget observó la existencia
de desfases horizontales, es decir, que algunas tareas que requieren las mismas
competencias cognitivas, se resuelven antes en unas áreas de conocimiento que en
otras, aunque no ofreció explicación alguna para las mismas. Por ejemplo, mientras
que la conservación del número se resuelve entre los cinco y los seis años, la
conservación del líquido a los siete u ocho y la de peso a los nueve o diez (Case, 1985
en Reizabal, 2003). Asimismo, se observó que las correlaciones entre tareas
evolutivas eran escasas o insignificantes (Pinard y Laurendau, 1969 en Reizabal,
2003).
Henry Wallon: perspectiva integradora del desarrollo
Henry Wallon (1879-1962) es otro de los autores de la época que divide el
desarrollo en estadios. Al igual que Piaget, Wallon creía que en cada etapa, en el ser
humano se dan crisis y luchas. Pero, a diferencia de Piaget, a Wallon le interesaba el
desarrollo humano en su totalidad, es decir, tanto el desarrollo biológico como el
cognitivo y el socioemocional. Según Wallon, el ser humano es un sistema global que
se está desarrollando y, debido a que existe dependencia entre diversos aspectos de
ese sistema, es imposible entender cada aspecto de forma independiente. Por tanto,
tenía una perspectiva integradora u holística sobre el desarrollo humano.
Wallon distinguió seis etapas en el desarrollo. Las etapas y las características
principales de cada una de ellas son las siguientes: la etapa de cambios en la
66
movilidad se desarrolla en los primeros seis meses de vida y en ella lo más relevante
son las funciones fisiológicas; en la etapa de la emoción (entre los tres y los nueve
meses) se crea la relación afectiva entre la madre y el o la bebé; en la etapa sensoriomotora (entre el año y los tres años) se adquiere la capacidad para caminar, lo cual
facilita la exploración del medio; en la etapa de la personalidad (entre los tres y los
seis años) los niños y niñas se dan cuenta de que son seres independientes de las
personas que los rodean y, por consiguiente, comienzan a separarse de ellas; en la
etapa del pensamiento categorial (entre los seis años y los once) tienen la capacidad
para organizar la información y, por tanto, el mundo se convertirá en algo lógico y
ordenado; por último, en la etapa de la adolescencia (a partir de los once años), por
influencia de los cambios físicos de la pubertad, las y los adolescentes deben
construir una nueva imagen de sí mismos.
Lev Semiónovich Vygotsky: teoría sociocultural
Lev Semiónovich Vygotsky (1896-1934) fue un psicólogo soviético, cuyo
principal interés fue establecer la influencia de la cultura en el desarrollo intelectual.
Las obras más importantes de Vygotsky fueron publicadas en los años 1920 y 1930
en la Unión Soviética, aunque, al estar escritas en ruso, no fueron conocidas en otras
partes del mundo hasta la década de los ochenta. A partir de ese momento, la
influencia de Vygotsky fue aumentando y hoy día numerosos investigadores e
investigadoras del desarrollo (por ejemplo, Bruner, Cole, Rogoff, Siegler, Valsiner o
Wertsch) siguen basando sus teorías en las ideas vygotskianas.
Vygotsky (1979) sugirió que el ser humano tiene una serie de características
específicas. Por un lado, tiene la capacidad para transformar voluntariamente —por
medio de herramientas— el medio que le rodea, pero, a su vez, las modificaciones
que introduce en el medio lo transforman a él. Así, Vygotsky consideraba al ser
humano como un ser activo que, a través de su interacción con el medio, participa en
su propio desarrollo.
Por otro lado, el ser humano es un ser social en el sentido de que pertenece a
grupos sociales, a una comunidad y está inmerso en un intercambio en el que se
utilizan signos, siendo precisamente esta naturaleza social la base de su propia
individualidad, ya que, a través de ella, el ser humano va a desarrollar las funciones o
procesos psicológicos superiores que lo diferencian de otras especies.
Con respecto al origen de dichos procesos psicológicos superiores, Vygotsky
(1979) planteaba la existencia de una serie de funciones mentales básicas (por
ejemplo, la atención y la percepción) con las que nacen tanto los seres humanos como
otros animales. Estas funciones elementales son inconscientes, involuntarias, no
mediadas y están determinadas por la estimulación del medio. Con el tiempo, y como
consecuencia de la influencia de las creencias, valores y herramientas de adaptación
intelectual transmitidos a los individuos por la cultura, estos procesos básicos se
transforman en procesos mentales nuevos y más complejos exclusivamente humanos,
que Vygotsky denominó procesos psicológicos superiores (por ejemplo, la atención
67
controlada y sostenida, la memorización deliberada y el recuerdo, la solución de
problemas o la autorreflexión).
Como señala Wertsch (1985), estos procesos psicológicos superiores poseen una
serie de características que los distinguen de los elementales. Por un lado, son
voluntarios, en el sentido de que están determinados por el individuo, mientras que
las funciones básicas lo están por el medio. Por otro lado, son conscientes, mientras
que las funciones básicas no lo son. Además, se derivan de las interacciones sociales,
mientras que las básicas lo hacen de la biología. Por último, los procesos psicológicos
superiores están mediatizados por sistemas de signos de origen cultural, algo que no
ocurre con las funciones básicas.
Para explicar el desarrollo de los mencionados procesos superiores, Vygotsky
(1979) planteó la Ley de doble formación, según la cual toda función psicológica
superior aparece dos veces: primero en el plano social y luego en el individual. Es
decir, primero a nivel interpsicológico y posteriormente a nivel intrapsicológico.
Vygotsky comprobó la validez de esta hipótesis en capacidades como la memoria o la
atención voluntaria, aunque el proceso psicológico superior en el que más profundizó
fue el lenguaje.
Para Vygotsky, el lenguaje es lo que posibilita el pensamiento y describe tres
formas de lenguaje que aparecen en secuencia y cumplen diferentes funciones. En
primer lugar, hacia los tres años, el lenguaje pasa por una fase social (el habla social
o externa), en la que su función es básicamente comunicativa. Sirve para controlar la
conducta de las otras personas y expresar sentimientos y pensamientos simples.
Posteriormente, entre los tres y los siete años aproximadamente, aparece el habla
privada que, aunque sea pronunciada en voz alta, es utilizada por el sujeto para
controlar su propia actividad. Por último, aparece el habla interna, que sería el habla
privada que posibilita el pensamiento y la aparición de los procesos mentales
superiores. Este tipo de habla tiene la función de planificar y regular la actividad.
68
Figura 1.8.—Lev Semiónovich Vygotsky (elaborada por Kepa Etxebarria).
El proceso por el que se da la trasferencia de los procesos psicológicos superiores
del nivel social al individual es la denominada internalización, que supone la
representación interna de una operación externa (Vygotsky, 1979). La internalización
se puede considerar un proceso constructivo, en el sentido de que el sujeto
reconstruye las funciones psicológicas que originalmente tienen lugar en el plano
social en procesos de autorregulación interna, que no son una mera réplica de los
procesos sociales.
Para ilustrar este proceso, Vygotsky (1979) recurre al famoso ejemplo de la
ontogénesis del gesto de señalar. Como señala el autor «al principio este ademán no
es más que un intento fallido de alcanzar algo, un movimiento dirigido hacia cierto
objeto que designa la actividad futura. El niño intenta alcanzar un objeto situado fuera
de su alcance; sus manos, tendidas hacia ese objeto, permanecen suspendidas en el
aire. Sus dedos se mueven como si quisieran agarrar algo. En este estadio inicial, el
acto de señalar está representado por los movimientos del pequeño, que parece estar
señalando un objeto: eso y nada más. Cuando acude la madre, le ayuda y el pequeño
se da cuenta de que su movimiento está indicando algo, la situación cambia
radicalmente. El hecho de señalar se convierte en un gesto para los demás. El
fracasado intento del niño engendra una reacción, no del objeto que desea, sino de
otra persona. Por consiguiente, el significado primario de este fracasado movimiento
69
de apoderarse de algo queda establecido por los demás. Únicamente más tarde,
cuando el niño es capaz de relacionar su fallido movimiento de agarrar con la
situación objetiva como un todo, comienza a interpretar dicho movimiento como un
acto de señalar. En esta coyuntura, se produce un cambio en esta función del
movimiento: de un movimiento orientado hacia un objeto se convierte en un
movimiento dirigido a otra persona, en un medio de establecer relaciones. El
movimiento de asir se transforma en el acto de señalar. Como consecuencia de este
cambio, el movimiento mismo queda físicamente simplificado, y lo que de él resulta
es la forma de señalar que denominamos gesto. Se convierte en verdadero gesto solo
después de manifestar objetivamente todas las funciones de señalar para otras
personas y de ser comprendido por estas como tal. Su significado y funciones se
crean, al principio, por una situación objetiva y luego por la gente que rodea al niño»
(Vygotsky, 1979: 92-93).
Como señala Arranz (1998), la ley de doble formación se complementa y concreta
con otro de los conceptos de Vygotsky que ha tenido gran influencia en la psicología
contemporánea: la Zona de Desarrollo Próximo (ZDP), que supone una teoría según
la cual el desarrollo sería consecuencia del aprendizaje, por medio del que niños y
niñas internalizarían aptitudes nuevas o reestructurarían las que ya poseen.
Por ZDP se entiende la distancia entre la capacidad de un sujeto para resolver
independientemente un problema —nivel real de desarrollo— y la capacidad para
resolver un problema con la ayuda de alguien más competente —el nivel potencial de
desarrollo— que, por medio de la interacción, proporciona al sujeto los recursos
necesarios para poder resolver la tarea (Vygotsky, 1979). En esta ZDP se
encontrarían aquellas capacidades que están en proceso de maduración, por lo que el
sujeto todavía no puede realizar por sí solo las tareas que implican su utilización. Por
consiguiente, como señala Shaffer (2002), es en la ZDP donde debe aplicarse la
instrucción formal para que se produzca desarrollo cognitivo. Para ello, el o la
docente debe localizar cuál es la ZDP de niños y niñas, y ayudarles a aprender dentro
de ella. Luego, paulatinamente, irá retirando su ayuda hasta que puedan realizar la
tarea sin apoyo alguno.
Algunos psicólogos y psicólogas han aplicado la metáfora del andamio a esta
forma de enseñanza (Wood, 1988; Wood, Bruner y Ross, 1976 en Reizabal, 2003).
Muchos de los descubrimientos importantes que hacen los niños y niñas ocurren
dentro de la ZDP por medio de diálogos cooperativos entre un tutor o tutora
experimentada que modela la actividad y transmite instrucciones verbales y un
discípulo novato, que primero trata de entender la instrucción del tutor, la imita y con
el tiempo internaliza esta información, utilizándola para guiar su propio desempeño.
Así, la internalización supone la evolución del desarrollo potencial en desarrollo real.
Vygotsky (1979) señala que en este proceso de desarrollo sería un factor básico el
juego o actividad en la que los sujetos crean una situación imaginaria que contiene
reglas de conducta, ya que, en su opinión, crea una ZDP en la que las niñas y niños
avanzan por sí solos, mientras intentan resolver gran cantidad de tareas estimulantes
que están por encima de su nivel de desarrollo real. Para Vygotsky, el juego fomenta
70
el desarrollo de dos formas; por un lado, los niños y niñas aprenden a actuar de
acuerdo con sus ideas internas. Los objetos sustitutos que utilizan en el juego
simbólico son cruciales en este proceso. Cuando los niños y niñas utilizan uno de
estos objetos, cambian su significado habitual por otro. Gradualmente empiezan a
darse cuenta de que el pensar (o el significado de las palabras) está separado de las
acciones y objetos a los que reemplaza y que las ideas pueden ser utilizadas para
guiar la conducta. Este hecho puede ayudar al desarrollo del pensamiento abstracto.
Por otro lado, por medio del juego representan papeles que suponen unas reglas de
conducta que los niños y niñas asumen, sometiéndose a ellas «voluntariamente» y, en
este sentido, existe una autorrestricción. Así, los niños y niñas acaban comprendiendo
mejor las reglas sociales y las expectativas y se esfuerzan por comportarse en función
de ellas.
Si bien la teoría sociocultural de Vygotsky ha supuesto un gran avance para la
psicología evolutiva contemporánea, también ha recibido numerosas críticas. Como
señala Eysenck (2000), Vygotsky ha sido criticado, por un lado, por exagerar la
importancia del medio social. A este respecto, Eysenck opina que el desarrollo
cognitivo está también determinado por el nivel de motivación y el interés que
muestran los niños y niñas para el aprendizaje, así como el apoyo social que reciben.
Por otro lado, se critica el hecho de que la explicación vygotskiana del papel de la
interacción es bastante pobre, pues no especifica qué tipo de interacción es la más
adecuada para promover el aprendizaje (por ejemplo, si es mejor la estimulación
general o las instrucciones específicas). Sobre esta cuestión, Eysenck (2000) señala
que, si bien Vygotsky subrayaba que las interacciones contribuyen al desarrollo
cognitivo por la instrucción que en ellas se ofrece al sujeto, existen otras formas por
medio de las cuales el niño o la niña puede beneficiarse de las interacciones, como,
por ejemplo, la facilitación social que ocurre como consecuencia del efecto
motivacional que puede tener la presencia de un compañero o compañera.
Otra de las críticas realizadas a Vygotsky se refiere a que no tuvo en cuenta ciertas
constricciones que parecen existir en el aprendizaje infantil. Eysenck (2000) señala
que en numerosas ocasiones se observa que los niños y niñas necesitan meses para
dominar ciertas capacidades de la ZDP, aunque reciban la ayuda adecuada por parte
de padres, madres y/o profesorado.
Durkin (1995) realiza también algunas críticas a esta teoría. Por un lado, señala el
hecho de que la explicación sobre el desarrollo cognitivo es bastante esquemática.
Asimismo, este autor considera que no siempre las interacciones tienen
consecuencias positivas en el desarrollo cognitivo, ya que, bajo determinadas
circunstancias pueden tener consecuencias negativas. En este sentido, considera que
hay que tener en cuenta tanto el tipo de relación que se establece entre las personas
participantes de la interacción (amistosa versus no amistosa) como su condición de
expertas versus novatas. Con respecto al tipo de relación, Durkin (1995) se hace eco
de una reflexión realizada por Goodnow (1990) y Moss (1992), según la cual la teoría
de Vygotsky da por sentado que la relación que se establece entre las personas
participantes es «benigna» en el sentido de que se basa en el respeto mutuo y de que
71
el tutor o tutora se implica para que la persona novata aprenda el máximo posible. Sin
embargo, Goodnow y Moss creen que no siempre este tipo de interacción es
productiva. En contextos naturales como, por ejemplo, la realización de las tareas del
hogar, los niños y niñas aprenden pronto las ventajas de ser incompetentes (si uno
espera lo suficiente, ya habrá una persona adulta que realice su labor).
En lo que a la condición de experto versus novato se refiere, parece ser que las
interacciones promoverían el desarrollo cognitivo siempre y cuando la persona novata
sepa que la otra persona es experta. De lo contrario, es posible que no acepte o no
asuma lo que esta le pretende enseñar.
Hay quien también critica la teoría sociocultural porque no tiene muy en cuenta la
maduración biológica, y en especial la maduración neurológica de los procesos
mentales (Wertsch, 1985). Además, se ha criticado el hecho de que conceptos como
el de ZDP son difíciles de operacionalizar (Papalia y Olds, 1997).
Como recoge Pérez Pereira (1995), la teoría de Vygotsky también ha sido criticada
porque no explicó de forma adecuada el proceso de internalización. En opinión de
Pérez Pereira (1995) otra cuestión de la teoría de Vygotsky que ha sido poco
investigada es la de la influencia de la interacción entre iguales en el desarrollo.
Tudge (1992 en Reizabal, 2003) realizó una investigación con respecto a esta
cuestión utilizando un diseño pretest-postest sobre las interacciones con niñas y niños
más, igual y menos evolucionados y observó que en la interacción con las y los más
evolucionados, niños y niñas mejoraban; con los de mismo nivel de desarrollo
cognitivo no variaban y, por último, con los de menor nivel de desarrollo regresaban
al empleo de una regla menos desarrollada, probablemente porque el aprendiz todavía
no tenía asentada la forma de solucionar el problema.
Palacios (1987 en Reizabal, 2003), por su parte, opina que otra cuestión
importante para la comprensión de la ZDP de la que Vygotsky no dio explicación
alguna es la «ZDP percibida» (ZDPP) y que haría referencia a la percepción por parte
de la persona adulta de la potencialidad del niño o la niña para el aprendizaje.
González y Palacios (1990 en Reizabal, 2003) observaron que existen diferentes
estilos de interacción en función de la ZDPP, lo que influye en la actuación de los
aprendices.
Por último, Barbara Rogoff (1989, 1990) señala, por un lado, que las
participaciones que se basan en gran parte en los tipos de instrucción verbal que
Vygotsky subrayaba pueden resultar menos adaptativas para ciertas culturas o menos
útiles para algunas formas de aprendizaje que para otras. Asimismo, como se verá
más adelante, esta autora investigó la evolución progresiva que se da en el control de
una tarea en una situación de interacción entre un niño o niña y una persona adulta,
observando que el niño o niña también maneja la interacción y no es un mero
observador pasivo, ya que, mediante contacto ocular, gritos, sonrisas, cambios de
postura, etc. va indicando a la persona adulta su nivel de participación y negociándolo
con ella. En este sentido, la autora ha criticado la teoría de Vygotsky porque no
reconoce el efecto que niños y niñas pueden tener en el contexto en el que se
desarrollan (Rogoff, 1990).
72
Charlotte Bühler: precursora de la perspectiva del ciclo vital
La psicóloga del desarrollo alemana de origen judío Charlotte Malachowski
Bühler (1893-1974) fue directora del Centro de Investigación en Psicología Infantil
de Viena. Sus aportaciones más destacadas se refieren, por un lado, al desarrollo en el
ciclo vital y, por otro lado, a la psicología existencial-humanista.
Esta autora partía de la idea de que el objeto de estudio de la psicología del
desarrollo debe ser el desarrollo humano en el ciclo vital. Según Bühler la
autorrealización es la clave del desarrollo saludable, gracias al cual el individuo logra
crecer, mejorar y alcanzar aquello que se va proponiendo en cada fase de su
desarrollo.
Figura 1.9.—Charlotte Malachowski Bühler (elaborada por Kepa Etxebarria).
En 1933, Bühler publicó un libro titulado Der menschliche lebenslauf als
psychologisches problem (El curso de la vida humana como un problema
psicológico), en el que analizaba el ciclo vital de los seres humanos, intentando
analizar el propósito de la vida y de cada uno sus períodos (Bühler, 1933 en Villar,
2003). Con ese fin, recogió información por medio de reminiscencias, biografías,
diarios u otros documentos personales de 250 sujetos. Así, llegó a la conclusión de
que existen en el ciclo vital cinco etapas, en cada una de las cuales el sujeto busca el
equilibrio entre el desarrollo psicológico y biológico relacionado con su edad. En
estas etapas predominan cierto tipo de actividades, intereses y experiencias.
Concretamente:
1. Infancia y juventud o entrada a la vida (desde el nacimiento a los quince años).
En esta etapa el individuo todavía no ha determinado cuáles son sus metas en la
vida y no se preocupa en exceso de su futuro.
73
2. Etapa de expansión vital y autodeterminación personal (de los dieciséis a los
veintisiete años). En ella las personas creen que su vida es algo propio, analizan
las experiencias pasadas y piensan en sus necesidades y potencialidades.
3. Mitad de la vida o tiempo de modificación de necesidades y tareas (de los
veintiocho a los cuarenta y siete años), en la cual las personas analizan su
pasado y revisan sus planes para el futuro.
4. Etapa de retiro, en la que las personas se retiran tras haber alcanzado algunos
logros (de los cuarenta y ocho a los sesenta y dos).
5. Etapa en la que las personas dejan de concentrarse en el logro de metas (de los
sesenta y tres hasta la muerte).
Los estudios sobre la adolescencia y el ciclo vital realizados por Bühler (Bühler,
1935, 1946 en Villar, 2003) le han llevado a ser considerada por los y las principales
representantes de la perspectiva del ciclo vital como una de las antecedentes de la
misma (Reinert, 1979; Baltes y Goulet, 1970 en Villar, 2003).
Con respecto a sus aportaciones a la psicología existencial humanista, sus ideas
fueron anteriores a las de Abraham Maslow, por lo que sería la verdadera madre de la
psicología humanista (Gavin, 1990 en DeRobertis, 2008), algo que ella misma
comenta en la siguiente cita: «Las primeras investigaciones que realicé en el primer
departamento de psicología experimental de la universidad son precursoras de la
psicología humanista, con el interés puesto en lo personal como un todo»
(https://mujeresparapensar.wordpress.com/2007/11/06/charlotte-buhler/). Por último,
cabe destacar que en 1965 y 1966 fue presidenta de la Asociación Americana de
Psicología Humanista.
Así pues, fueron importantes las aportaciones realizadas por Bühler al estudio del
desarrollo humano, por lo que, en nuestra opinión, merece tener un lugar en la
historia de la psicología del desarrollo.
4.4. Perspectivas teóricas actuales sobre el desarrollo humano
En este apartado se recogen las principales perspectivas teóricas actuales que
pretenden explicar el desarrollo humano. Concretamente, la perspectiva
psicoanalítica, la del aprendizaje, la etológica, la cognitiva, la contextual y la del ciclo
vital.
La perspectiva psicoanalítica: la teoría sobre el desarrollo psicosocial de
Erikson
La teoría psicoanalítica más relevante sobre el desarrollo humano en el ciclo vital
es la teoría sobre el desarrollo psicosocial planteada por Erik H. Erikson (1902-1994).
Basándose en las aportaciones de Freud, cuya teoría describía el desarrollo hasta la
adolescencia, Erikson planteó una teoría sobre el desarrollo de la personalidad que
abarca el ciclo vital, según la cual dicho desarrollo pasaría por ocho crisis normativas,
74
es decir, crisis que experimentaría la mayoría de la población (véase tabla 1.3).
En cada una de ellas, la persona se enfrentaría a un conflicto entre un rasgo
positivo y otro negativo, siendo la solución de las diferentes crisis el establecimiento
de un «equilibrio desequilibrado» entre ambos rasgos, según el cual es el rasgo
positivo el que debería predominar, aunque es necesaria cierta dosis del rasgo
negativo (Erikson, 1950, 1959, 1982; Erikson, Erikson y Kivnick, 1986). En caso de
solucionar las crisis con éxito, el individuo desarrollaría una virtud, mientras que de
lo contrario, tendría problemas en el desarrollo de su personalidad.
A modo de ejemplo, vamos a analizar la sexta de las ocho crisis que ocurrirían en
el ciclo vital y que se desarrolla en la juventud o adultez temprana —según Erikson,
entre los veinte y los cuarenta años—. En esta crisis entrarían en conflicto la
Intimidad (con mayúscula) y el aislamiento. Según la teoría, las personas jóvenes
necesitan y desean Intimidad; es decir, tener profundos compromisos personales con
una persona del otro sexo, sin miedo a perder su propia identidad. La Intimidad (con
mayúscula) se refiere a la interdependencia madura que se desarrolla entre dos
personas de distinto sexo, y va más allá de la mera relación sexual. En este sentido,
hace una distinción entre la Intimidad y la intimidad (con minúscula) que se referiría
a la intimidad sexual que puede tener lugar en un encuentro casual. La capacidad de
lograr la Intimidad depende de que la persona haya desarrollado una identidad fuerte,
algo que habría logrado en la adolescencia.
La solución exitosa de esta crisis consistiría en que la persona joven desarrollara
una relación de compromiso con una persona del otro sexo, aunque serían necesarios
ciertos momentos de aislamiento, en los que podría reflexionar y tomar decisiones
importantes para su vida. En tal caso, la persona desarrollaría la virtud del amor,
entendida como una dependencia recíproca que surge entre las personas que han
decidido compartir sus vidas. En caso de fracasar en la solución de la crisis y no
desarrollar una relación de compromiso, la persona podría volverse aislada y
abstraída.
En la tabla 1.3 se resumen las ocho crisis planteadas por Erickson en su teoría.
Una de las críticas que ha recibido esta teoría es su carácter androcéntrico, pues
está basada en un patrón de desarrollo masculino. Junto con esto, su afirmación de
que la identidad se desarrolla en la adolescencia también ha sido criticada, puesto que
las investigaciones muestran que la búsqueda de la identidad continúa durante la edad
adulta. Otra de las críticas que ha recibido es que limita el desarrollo «sano» a las
relaciones heterosexuales con descendencia, dejando al margen otras formas de vida
como las personas homosexuales, célibes, las que han decidido no tener descendencia
o aquellas que tienen una vida solitaria.
La perspectiva del aprendizaje: la teoría del aprendizaje social
La teoría del aprendizaje social surge en 1963, cuando Bandura y Walters
cuestionan la validez de los planteamientos conductistas clásicos por diversas
razones. Por un lado, porque la mayoría de las investigaciones llevadas a cabo desde
75
esta teoría se habían realizado bien con animales, bien con individuos aislados. Por
otro lado, porque las teorías conductistas clásicas no podían explicar la aparición de
conductas que no habían sido previamente reforzadas. En tercer lugar, porque
tampoco eran capaces de explicar por qué un sujeto, aunque tenga un refuerzo
atractivo, es incapaz de realizar una conducta que no ha observado previamente. En
cuarto lugar, porque, si como mantenían Skinner y otros, las conductas nuevas son
resultado de aproximaciones sucesivas a patrones de conducta deseables por medio
del condicionamiento operante, el aprendizaje en los seres humanos sería
necesariamente un proceso muy lento en el que se debería esperar largos períodos de
tiempo hasta que el sujeto realizara espontáneamente las conductas deseables sobre
las que actuar. Por último, porque los planteamientos conductistas clásicos tampoco
eran capaces de explicar las razones que llevan a los niños y niñas a evitar conductas
por las que otra persona ha sido castigada, independientemente de la historia de
refuerzos que estas hayan tenido.
TABLA 1.3
El desarrollo de la personalidad según la teoría de Erikson
Nombre de la
crisis
Edad en la que
ocurre
Confianza
básica versus
Desconfianza
Entre el
nacimiento y los
18 meses.
El o la bebé se debate entre la idea de que el mundo
es un lugar bueno y seguro, por lo que debe
confiar, y la idea de que no lo es y, en
consecuencia, de que debe desconfiar.
La
esperanza.
Autonomía
versus
Vergüenza y
duda
Entre los 18 y
los 36 meses.
Los niños y niñas, con la ayuda de la presencia de
sus madres y/o padres, deben lograr la autonomía y
superar la vergüenza y la duda que les impiden
relacionarse con las otras personas.
La voluntad.
Iniciativa
versus Culpa
Entre los 3 y los
6 años.
Los niños y niñas deben descubrir que son capaces
de moverse y hacer cosas con iniciativa, aunque en
ocasiones sientan culpa por sus acciones o
pensamientos.
La
deliberación.
Laboriosidad
versus
Inferioridad
Entre los 6 años
y la pubertad.
Los niños y niñas deben desarrollar el sentirse
competentes y dominar las tareas que realizan. De
lo contrario, pueden desarrollar un sentimiento de
inferioridad.
La
habilidad.
Identidad
versus
Confusión de
identidad
Entre la
pubertad y la
adultez temprana
o juventud.
Las y los adolescentes deben desarrollar su
identidad. De lo contrario, experimentarán
confusión acerca de quiénes son.
La fidelidad.
Breve descripción
76
Virtud
Intimidad
versus
Aislamiento
Entre la adultez
temprana o
juventud y la
madurez o
adultez media.
Una vez desarrollada la identidad en la etapa
anterior, la persona joven está preparada para
desarrollar relaciones afectivas con personas del
otro sexo. De lo contrario, puede caer en el
aislamiento.
El amor.
Generatividad
versus
Estancamiento
Entre la madurez
y la vejez.
La persona debe ser capaz de guiar a las nuevas
generaciones y ser creativa en otros ámbitos. De lo
contrario, se quedará estancada.
Interés en
las otras
personas.
Integridad
versus
Desesperación
Vejez.
La persona mayor debe ser capaz de aceptar su
vida, de forma que acepte también la muerte. De lo
contrario, se desesperará al ver que la vida no tiene
marcha atrás y tendrá miedo a la muerte.
La sabiduría.
FUENTE: elaboración propia.
La teoría del aprendizaje social ha sido revisada y reelaborada en diversas
ocasiones por parte de Bandura (1973, 1977) y Mischel (1973, 1979), hasta que en
1986 Bandura pasa a denominarla Teoría del aprendizaje socio-cognitivo. Dicha
teoría propone que es el mecanismo denominado aprendizaje observacional el que
explica las cuestiones que no habían sido debidamente explicadas por las teorías
conductistas clásicas que han sido expuestas en el párrafo anterior. El aprendizaje
observacional se refiere al proceso de adquisición de conductas que tiene lugar como
consecuencia de la observación del comportamiento de otras personas (modelos).
Basándose en los planteamientos de la perspectiva del procesamiento de la
información dominante en aquellos momentos en la psicología de Estados Unidos,
Bandura (1977) planteó que la relación entre el aprendizaje observacional y la
ejecución de la conducta aprendida está mediada por una serie de procesos cognitivos
y motivacionales que no habían sido tenidos en cuenta por las teorías conductistas
clásicas y que juegan un importante papel. A saber: la atención, la retención de
información, la reproducción de la acción y los procesos motivacionales.
Para que pueda producirse el aprendizaje por observación, en primer lugar es
necesario que el sujeto atienda a un modelo y, más concretamente, a la conducta que
va a imitar. La atención depende, por un lado, de las características del observador u
observadora (por ejemplo, el nivel de activación en el que se encuentre, las destrezas
sensoriales que posea, el valor funcional que la conducta tenga para él, las
disposiciones perceptivas que tenga, sus expectativas en torno al modelo o la historia
de refuerzos que haya vivido). Por otro lado, de las características del modelo
(complejidad de su conducta, atracción que ejerza hacia el sujeto, valor funcional que
atribuye el observador al comportamiento observado, tipo de conducta, etc.). El
aprendizaje observacional se verá más o menos favorecido en función de cómo se
combinen las variables del modelo y del observador.
En lo que a la retención de información se refiere, Bandura (1977) plantea que
desde el momento en que se observa una conducta hasta que se imita puede pasar un
77
largo lapso de tiempo. En este sentido, el observador u observadora debe ser capaz de
retener o almacenar la información en la memoria (aprendizaje latente), para lo que
debe crear una representación mental, bien sea verbal, bien por medio de imágenes
perceptivas. A este respecto, se debe tener en cuenta que no todo lo que se observa
tiene el mismo grado de dificultad para ser aprendido. Si el sujeto se enfrenta a algo
difícil de comprender, es menos probable que lo codifique, lo retenga y lo
reproduzca.
Una vez retenida la información, el siguiente paso sería su reproducción motora.
Para poder ejecutarla, el sujeto debe poseer las destrezas motoras necesarias, así
como las habilidades de ejecución precisas. Además, debe conseguir que su acción
sea similar a la representación mental que ha creado anteriormente.
Por último, se encontrarían los procesos motivacionales. Concretamente, se
plantea que para que una conducta observada sea reproducida, tiene que haber
motivación por parte del sujeto. La motivación depende de las consecuencias de la
conducta del modelo (castigo/refuerzo vicario) y del refuerzo que el sujeto se
proporciona a sí mismo (refuerzo autoproducido). Además, depende de otros factores
como la percepción subjetiva de control que tiene el sujeto sobre la conducta
observada, la autoeficacia o grado de probabilidad de que se desenvuelva bien en esa
situación que el sujeto se atribuye a sí mismo, las expectativas de éxito o fracaso de la
acción observada, etc.
Los resultados del aprendizaje observacional se verán influidos por la competencia
individual y las habilidades relacionadas con la edad, pero el potencial para adquirir
nueva información y ejecutar aquello que se ha aprendido no depende del hecho de
estar en un determinado nivel de desarrollo, sino que se mantiene en el curso de todo
el ciclo vital (Hurrelmann, 1988 en Reizabal, 2003).
Si bien esta teoría ha realizado aportaciones importantes como la hipótesis sobre el
papel del aprendizaje observacional y la importancia del refuerzo directo en la
adquisición de diferentes conocimientos (por ejemplo, sobre la moral o la tipificación
de género), también ha recibido diversas críticas (Durkin, 1995). En primer lugar, la
teoría ha sido criticada por no tener en cuenta el nivel de desarrollo cognitivo. En
segundo lugar, por proporcionar una explicación demasiado simple del desarrollo
humano. En tercer lugar, por no dar la importancia que merecen a los factores
biológicos y, por último, por su concepción limitada del contexto social y las
influencias sociales.
Con respecto a la primera de las críticas, si bien Bandura (1986) asume cambios
en las capacidades de procesamiento de la información como consecuencia de la
maduración y la experiencia, no comparte la hipótesis piagetiana de la existencia de
reestructuraciones estructurales generales, que serían consecuencia de los conflictos
entre los conocimientos que posee el sujeto y los descubrimientos empíricos, algo que
se considera poco acertado (Grusec, 1992, Grusec y Lytton, 1988; Maccoby y Martin,
1983. Todas en Reizabal, 2003).
Sobre la crítica según la cual esta teoría proporciona una explicación demasiado
simple del desarrollo humano, se ha señalado que las nociones de castigo,
78
recompensa y refuerzo, aunque son centrales, no están debidamente explicadas. A
este respecto Hogan y Emler (1978 en Reizabal, 2003) señalan que la definición
implícita de estas nociones es circular: algo es reforzante si el sujeto lo considera así.
En lo que a la importancia de los factores biológicos en el desarrollo se refiere,
algunas críticas sostienen que el ser humano nace con una dotación genética
individual que explicaría las diferencias entre sujetos que esta teoría considera
consecuencia del hecho de que cada persona tiene un ambiente determinado y
especial.
Por último, sobre la concepción de contexto social que subyace a esta teoría,
Durkin (1995) señala que desde esta perspectiva los principales mecanismos del
medio social son el modelado y el refuerzo, sin tener apenas en cuenta la forma en
que otras personas ayudan al sujeto a construir e introducirse en el mundo social,
cómo se adquieren las representaciones compartidas acerca de los fenómenos
interpersonales y societales (es decir, relativos a la sociedad y a la forma en que esta
está organizada: las instituciones que en ella existen, los roles desempeñados en las
mismas, etc.) y cómo las convenciones sociales hacen posible que se desarrollen
algunas conductas, habilidades, etc. y se inhiban otras.
La perspectiva etológica: la teoría del apego
La principal aportación de la etología a la psicología del desarrollo es la teoría del
apego, fruto del trabajo conjunto llevado a cabo por John Bowlby (1907-1990) y
Mary Ainsworth (1913-1999) (Bretherton, 1992). Bowlby (1969) aportó los
contenidos básicos de la teoría, mientras que Ainsworth (Ainsworth y Wittig, 1969)
contribuyó utilizando una metodología innovadora gracias a la cual, además de
proporcionar soporte empírico a muchas de las ideas de Bowlby, ayudó a ampliar la
teoría.
Bowlby (1969) creía que los lazos afectivos son necesidades básicas que hay que
satisfacer, porque, de no ser así, pueden aparecer problemas en el desarrollo. Así,
subrayó la importancia del apego, entendido como un vínculo afectivo duradero y
estable que se crea entre dos personas determinadas. Gracias a ese vínculo, el ser
humano logra la seguridad necesaria para explorar el medio físico y social.
Como consecuencia del establecimiento del apego, la persona desarrolla un
Modelo Interno Activo (MIA) (Bowlby, 1969), es decir, una representación mental
sobre sí misma, sobre la figura de apego y sobre las relaciones de apego. Esta
representación mental sería construida por los niños y niñas basándose en sus
experiencias interactivas. Sin embargo, no se trataría de representaciones de episodios
concretos de interacción con la figura de apego, sino que se construiría a partir de la
generalización de eventos relevantes de la relación de apego (Main, Kaplan y
Cassidy, 1985).
Como señala Bowlby (1969), el MIA varía en función de la calidad de las
interacciones que mantiene el sujeto con su cuidador o cuidadora e incluye
expectativas, creencias y emociones sobre su accesibilidad y disponibilidad, así como
79
sobre la capacidad de la propia persona para promover la protección y el afecto. De
esta forma, los niños y niñas que son cuidados por personas sensibles y atentas a sus
necesidades, tenderán a construir una imagen de sí mismas como aceptadas,
valoradas y competentes a la hora de promover el afecto de las demás personas.
Asimismo, elaborarán una representación de sus cuidadores como personas que
responden a sus necesidades en las que se puede confiar. Además, desarrollarán
expectativas positivas acerca de las relaciones.
Los niños y niñas cuidados por personas insensibles y poco atentas o
inconsistentes a sus necesidades, por el contrario, construirán una representación de sí
mismas como incapaces de promover protección y cariño y de no ser dignas de ser
amadas. Además, tenderán a construir una representación de sus cuidadores basada
en la desconfianza sobre la accesibilidad de su cuidado y elaborarán expectativas
negativas acerca de las relaciones interpersonales.
Ainsworth, por su parte, ideó una innovadora metodología de investigación para
analizar la calidad de las relaciones de apego entre la criatura y su figura de apego
(término acuñado por ella misma para referirse a la persona hacia la cual la criatura
desarrolla el vínculo afectivo. Esa persona constituiría una base segura a partir de la
cual la criatura exploraría el mundo físico y social que le rodea). Concretamente
diseñó la denominada situación extraña (Ainsworth y Wittig, 1969), prueba que se
desarrolla en una cámara Gessell, es decir, un habitáculo de observación compuesto
por dos salas separadas por un espejo de una sola vía, de forma que desde una de las
salas se puede observar la otra, pero no a la inversa. En la sala que se puede observar,
se dejan juguetes y dos sillas. En la sala desde la que se observa, se sitúa la persona
que realiza la observación, que registra lo observado por medio de grabaciones de
vídeo y audio. La prueba consiste en ocho breves episodios que se resumen en la
tabla 1.4.
Basándose en los resultados de las investigaciones realizadas por medio de esta
metodología, Ainsworth estableció la existencia de tres tipos principales de apego: el
apego seguro, el evitativo y el ansioso ambivalente. El primero se caracteriza por el
hecho de que la criatura se siente segura cuando se encuentra con su figura de apego,
de forma que explora activamente el entorno en el que se encuentran; por el contrario,
cuando la figura de apego está ausente, la criatura deja de explorar el entorno y
experimenta ansiedad por la separación; cuando la figura de apego vuelve, la criatura
se siente aliviada y nuevamente segura. El apego seguro se desarrolla cuando la
figura de apego se muestra atenta, sensible y disponible para responder a las
necesidades de la criatura, es decir, muestra sensibilidad materna a sus señales (Bell
y Ainsworth, 1972).
En el caso de desarrollar apego evitativo, la criatura evitará o ignorará a la figura
de apego, se mostrará independiente, no mostrará señales de que le afecte su ausencia
y, a su vuelta, no buscará acercamiento, sino que la evitará. Además, si la figura de
apego muestra conductas para acercarse a ella, la criatura la rechazará. Este tipo de
apego se desarrolla cuando la criatura percibe falta de atención por parte de la figura
de apego, de forma que cree no tener influencia alguna en la conducta de esta.
80
Por último, en el caso del apego ansioso ambivalente, cuando la figura de apego
está presente la criatura no se aleja de ella y apenas explora el entorno que le rodea.
Cuando la figura de apego se marcha, la criatura muestra ansiedad y cuando vuelve,
es difícil de consolar y se muestra ambivalente, es decir, por un lado busca acercarse
o tener contacto físico con ella, pero, al mismo tiempo, muestra su rechazo.
TABLA 1.4
La situación extraña (Ainsworth y Wittig, 1969)
Personas
presentes en
Duración
Episodio
la sala
aproximada
que se puede
observar
Procedimiento
1
Figura de
apego y
criatura.
1 minuto
Se introduce a la figura de apego y a la criatura en la sala en la
que previamente se han dejado juguetes y se les deja a solas.
2
Figura de
apego y
criatura.
3 minutos
La figura de apego se sienta, respondiendo a los intentos de
jugar o interactuar que le dirige la criatura.
3
Figura de
apego,
criatura y
persona
desconocida.
3 minutos
Una persona desconocida para la criatura entra en la sala, se
sienta y cuando pasa aproximadamente un minuto, charla con la
figura de apego durante un minuto. Entonces, se sienta en el
suelo y comienza a interactuar con la criatura durante un minuto.
4
Persona
desconocida
y criatura.
3 minutos
La figura de apego se despide de la criatura y sale de la sala por
3 minutos. La persona desconocida responde a las conductas de
la criatura. Asimismo, trata de calmarla si se enfada. La duración
de este episodio depende del grado de ansiedad generado en la
criatura. Si es muy alto, el episodio será más breve.
5
Figura de
apego y
criatura.
3 minutos
La figura de apego vuelve a la sala, saluda a la criatura y, si es
necesario, la reconforta y la consuela. Se observa la reacción de
la criatura. La persona desconocida abandona sigilosamente la
sala cuando entra la figura de apego.
6
Criatura
sola.
3 minutos
La figura de apego se va de la sala. La duración de este episodio
depende del grado de ansiedad generado en la criatura. Si es
muy alto, el episodio será más breve.
7
Persona
desconocida
y criatura.
3 minutos
La persona desconocida entra en la sala e intenta consolar a la
criatura.
8
Figura de
apego y
criatura.
3 minutos
La figura de apego vuelve a la sala. Si es necesario consuela a la
criatura e intenta que vuelva a interesarse por los juguetes.
FUENTE: elaboración propia.
Años más tarde, Main y Solomon (1990) propusieron la existencia de un cuarto
81
tipo de apego: el ansioso desorganizado, que se caracterizaría por conductas
contradictorias (por ejemplo, la criatura puede buscar intensamente a la figura de
apego, para luego rechazarla) o mal dirigidas (puede buscar la cercanía de la persona
desconocida en lugar de la de la figura de apego). Las criaturas que desarrollan este
tipo de apego pueden mostrar miedo y confusión ante la presencia de la figura de
apego, algo que puede ser debido a que esta sea insensible o abusiva.
La perspectiva cognitiva
Dentro de la perspectiva cognitiva contemporánea se distinguen tres tipos de
teorías. Por un lado, las teorías del procesamiento de la información, por otro lado, las
derivadas de la epistemología genética de Piaget y que se denominan teorías
neopiagetianas y, por último, las basadas en las aportaciones de Vygotsky,
denominadas neovygotskianas.
1. Las teorías sobre el procesamiento de la información
Las teorías sobre el procesamiento de la información tienen como objetivo
describir el desarrollo cognitivo por medio del análisis de los procesos internos
(atención, percepción, memoria, planificación, toma de decisiones y fijación de
objetivos) a través de los cuales las personas perciben, codifican, almacenan,
recuperan y combinan la información para responder a los estímulos. Algunas de
estas teorías se basan en la metáfora del ordenador, según la cual el ser humano, al
igual que el ordenador, recibe información del medio, la manipula, la almacena, la
clasifica y, cuando es necesario, la recupera.
Desde la perspectiva del procesamiento de la información el desarrollo sería un
continuo y con la edad aumentarían la velocidad, complejidad y la eficacia de los
procesos mentales, así como la cantidad y variedad de las informaciones que se
pueden almacenar en la memoria.
En el seno de esta perspectiva se distinguen diferentes teorías. Entre ellas se
encuentran los denominados modelos de dominios, que surgen a partir del debate
sobre si la mente es un sistema cognitivo unitario por medio del cual se interpreta
cualquier tipo de acontecimiento o si, por el contrario, existen sistemas cognitivos
especializados en diferentes tipos de acontecimientos (Gómez y Nuñez, 1998 en
Reizabal, 2003). Estos modelos se basan en dos postulados (Rodrigo, 1994): por un
lado, que los principales cambios evolutivos se producen en la estructura del
conocimiento. Por otro lado, se dice que estos cambios no afectan a todo el sistema
cognitivo, sino a determinadas áreas de conocimiento o dominios, de manera que el
desarrollo puede variar de un dominio a otro.
Existen diferentes modelos de dominios, que se pueden resumir en dos corrientes
teóricas: las teorías modulares y las que plantean la existencia de estructuras
conceptuales de dominio.
Las teorías modulares se denominan así porque se basan en la concepción
82
modularista de la mente del filósofo y lingüista Jerry Fodor (1983). Según este autor,
la mente humana funciona por la actuación de dos tipos de sistemas de
procesamiento: sistemas de entrada de datos y sistemas centrales. Los sistemas de
entrada consisten en una serie de módulos innatos, es decir, unidades de
procesamiento y representación de la información genéticamente especificados.
Los módulos tienen una serie de características. Por un lado, funcionan de modo
independiente unos de otros. Por otro lado, procesan solo información relativa a un
dominio concreto. Además, tienen una base neuronal fija. Su funcionamiento es
siempre el mismo y se caracteriza por activarse por medio de la estimulación y
funcionar automáticamente con rapidez y autonomía.
Además de los módulos, la mente consta de sistemas centrales, es decir, unos
procesos cognitivos centrales (aquellos que implican el pensamiento y el
razonamiento), que no se están modularmente organizados. El funcionamiento de
estos procesos cognitivos centrales o procesador central es muy distinto al de los
módulos: son lentos, procesan todo tipo de información, no tienen un carácter
obligatorio (una persona, si lo desea, puede decidir no pensar sobre algo), actúan
frecuentemente bajo control de la conciencia y están preparados para lograr objetivos
cognitivos generales.
En opinión de Fodor (1983 en Rodrigo, 1994: 36), el sistema funcionaría de la
siguiente manera: «la información que procede del medio externo pasa a través de
una serie de transductores sensoriales (para la visión, audición, tacto, etc.) que
transforman los datos en el formato que cada módulo es capaz de procesar. La
información es específica para cada módulo y es cognitivamente impenetrable para el
resto de los módulos. Cada sistema modular, después de procesar rápida y
automáticamente esta información, la produce en un formato común, denominado
lenguaje de la mente, adecuado para el conocido como procesador central».
En lo que al desarrollo de este sistema se refiere, los módulos van entrando
progresivamente en funcionamiento con la maduración del cerebro, de forma que se
desarrollan invariablemente según una secuencia característica (ontogenia universal).
Por el contrario, los procesos centrales no están sujetos a una evolución predecible.
De hecho, Fodor (1983) los considera como entidades poco susceptibles a la
investigación científica.
Esto implica una visión madurativa del desarrollo, en el que la única diferencia
que se contempla entre una persona adulta y los niños y niñas es de carácter
cuantitativo: los niños y niñas cuentan exactamente con los mismos sistemas que las
personas adultas, pero no completamente funcionales. Desde este punto de vista, el
desarrollo cognitivo «es la maduración de los procesos que sirven de base a tales
sistemas, y la ampliación gradual de los tipos de computaciones a los que pueden
aplicarse» (Fodor, 1972: 73).
Los planteamientos modularistas han sido criticados por diversas razones. Una de
las críticas es la realizada por Marslen-Wilson y Tyler (1987 en Pérez Pereira, 1995),
quienes han aportado datos que demuestran que la distinción entre los sistemas de
entrada y el procesador central no tiene fundamento. En opinión de estos autores, en
83
el procesamiento del lenguaje existe la capacidad para integrar la información diversa
en la construcción del discurso, algo que no sería posible si se concibe que el
procesamiento de estímulos lingüísticos es de carácter encapsulado y modular. Las
teorías innatistas-modularistas tampoco atribuyen al medio el papel que le
corresponde, pues se considera que simplemente desencadena conocimientos y
capacidades preprogramadas (Pérez Pereira, 1995). Además, estas teorías realizan
una descripción muy fragmentada del conocimiento (Rodrigo, 1994). Palacios (1999),
por su parte, afirma que esta perspectiva se basa en una concepción excesivamente
rígida del cerebro humano. En su opinión, la mente humana, lejos de tener
preinscritos en su interior el importante número de contenidos psicológicos cuyo
origen se ha situado en los módulos, se caracteriza básicamente por su plasticidad
inicial.
Las teorías de las estructuras conceptuales de dominio, por su parte, surgen a
partir del rechazo de la hipótesis innatista sobre el desarrollo cognitivo, planteando un
modelo teórico que intenta articular el innatismo con el constructivismo. Una de las
defensoras de este tipo de teorías es la tristemente desaparecida en el año 2016
Annette Karmiloff-Smith (1992 en Reizabal, 2003), quien partía de la base de que
existen diferentes dominios, entendidos como «conjuntos de representaciones que
sostiene un área específica de conocimiento, en el seno de los cuales existen distintos
subconjuntos de dominios concretos o “microdominios”» (Karmiloff-Smith, 1992: 23
en Reizabal, 2003). Dichos dominios estarían conectados por medio de una serie de
mecanismos de procesamiento de carácter general gracias a los cuales se produce el
desarrollo del conocimiento específico de cada dominio.
De esta forma, consideraba que el desarrollo es un proceso de dominio específico,
es decir, el almacenamiento y procesamiento de la información pueden tener
características específicas en determinados dominios, pero no es necesariamente
modular en el sentido de que no tiene por qué ser obligatorio ni estar encapsulado.
Existen algunos dominios sobre los que la mayoría de las personas adquieren
rápida y fácilmente conocimientos, mientras que el desarrollo del conocimiento en
otros dominios suele requerir más tiempo y mayores esfuerzos por parte del sujeto
(Hatano y Takahashi, 2005). Los primeros, a los que se les ha denominado dominios
esenciales o privilegiados (Siegler y Crowley, 1994; Wellman e Inagaki, 1997 en
Reizabal, 2003), se refieren a conocimientos vitales para la supervivencia de la
especie y son compartidos por la mayoría de los adultos de todas las culturas y
subculturas. Estos conocimientos son adquiridos por los niños a edades tempranas y
sin grandes dificultades, porque los seres humanos están preparados para ello.
Entre los dominios esenciales o privilegiados se encuentran las capacidades
interpersonales conocidas como teoría de la mente, a la que se hará referencia en el
capítulo 5. Aquellos dominios cuyo conocimiento requiere más tiempo y mayores
esfuerzos por parte del sujeto han sido denominados no privilegiados o periféricos y
están relacionados con conocimientos y habilidades que un sujeto adquiere por medio
de su profesión o sus aficiones.
Como crítica a esta perspectiva, se ha dicho que realiza una descripción muy
84
fragmentada del conocimiento (Rodrigo, 1994).
2. Las teorías neopiagetianas
Se denominan teorías neopiagetianas a aquellas que combinan la teoría de Piaget
con la perspectiva del procesamiento de la información. Existen diferentes teorías
neopiagetianas, pero como no es posible analizar todas ellas, a modo de ejemplo se va
a describir la propuesta por Kurt W. Fischer (Fischer, 1980; Fishcher y Bidell, 1998),
denominada Teoría dinámica de las habilidades. Dicha teoría está centrada en el
concepto de habilidad (skill), que Fischer entiende que abarca tanto a la persona
como al contexto en el que esta desarrolla una tarea específica.
Según la teoría, el desarrollo de las habilidades cognitivas sería fruto de la
interacción entre la persona con una tarea en un contexto determinado y se produciría
en 4 escalones (tiers): el reflejo, el sensoriomotor el representacional y el abstracto,
que se caracterizarían por el tipo de habilidades que poseería la persona en cada uno
de ellos. En el primero de ellos, que discurriría en loscuatro primeros meses de vida,
la criatura solo dispondría de los reflejos, que podrá ir controlando, coordinando y
organizando. En el escalón sensoriomotor (4 meses-2 años), existe la capacidad de
realizar acciones adquiridas, que se irá controlando, coordinando y organizando
progresivamente hasta desarrollar las capacidades intelectuales encontradas en los
estudios piagetianos. El estadio representacional (2-12 años) coincide con el período
preoperacional de Piaget, y en el que los niños y niñas disponen ya de destrezas
representacionales que irán aumentando, lo que les permitirá conocer las propiedades
lógicas de los objetos. Por último, a partir de entre los diez y doce años los niños y
niñas serán capaces de pensar independientemente de las características de los
objetos, merced a la adquisición de las destrezas abstractas que caracterizan este
último escalón.
3. Las teorías neovygotskyanas
La mayoría de los autores y autoras que comparten los planteamientos teóricos de
Vygotsky está de acuerdo en considerar que la teoría Vygotskiana es un proyecto
inacabado, probablemente debido a que su temprana muerte no le permitió concretar
y desarrollar totalmente su teoría. En este sentido, sus seguidores y seguidoras se han
dedicado a elaborar teorías que completan y perfilan la propuesta original. Si bien son
muchas las teorías neovygotskianas (por ejemplo, Cole, 1996, Rogoff 1989, 1990;
Valsiner, 1987, 1997, 2000, 2001 y Wertsch, 1985), se va a describir una de ellas a
modo de ejemplo, concretamente, la de la psicóloga norteamericana Barbara Rogoff.
Como ella misma señala en su página web, el grupo de investigación al que
pertenece esta autora está centrado en el análisis de la influencia de las variables
culturales en el aprendizaje, centrando especialmente su interés en la herencia cultural
de comunidades de las Américas como la indígena, la mexicana o la guatemalteca.
Concretamente, Rogoff está interesada en los aspectos culturales de cuestiones como
85
la colaboración, el aprendizaje por observación, el rol de las personas adultas como
instructoras o en las oportunidades que niños y niñas tienen para participar en
actividades culturales (https://people.ucsc.edu/~brogoff/).
Rogoff (1989, 1990) ha estudiado la evolución que se produce en el control de una
tarea durante la interacción entre el niño o la niña y una persona adulta. En diversas
investigaciones esta autora ha observado que la criatura participa activamente en el
dominio de una capacidad por medio de la interacción social. En uno de estos
estudios (Rogoff, 1990), observó a un sujeto de doce meses jugando junto con una
persona adulta con una caja sorpresa cuya tapa, al hacer girar una manivela, se abría
haciendo salir un muñeco. En el primer episodio, la persona adulta realizaba
completamente la manipulación del juguete (haciendo salir el muñeco y volviéndolo
a meter cerrando la tapa) mientras el sujeto observaba atentamente lo que hacía. En el
segundo episodio, el sujeto intentaba meter el muñeco en la caja mientras la persona
adulta le ayudaba y le animaba verbalmente. En el tercer episodio, el sujeto intentaba
dar vueltas a la manivela y en el cuarto episodio parecía pedir independencia en el
manejo de la manivela, siendo ayudado por la persona adulta.
En opinión de Rogoff (1989, 1990), el sujeto, lejos de ser un espectador pasivo,
juega un papel activo en todo este proceso ya que, mediante contacto ocular, gritos,
sonrisas, cambios de postura, etc. va indicando a la persona adulta su nivel de
participación y negociándolo con ella. En este sentido, el sujeto también maneja la
interacción. Esta participación activa del sujeto se enmarca en una concepción más
amplia de la facilitación social del desarrollo individual. Rogoff (1990) considera que
en la interacción, la persona adulta guía la participación del niño o la niña mediante
tres actividades. Por un lado, le ayuda a establecer puentes entre habilidades que le
son familiares y aquellas que se requieren en nuevas situaciones. Así, le ayuda a
comprender cómo interpretar la situación mediante formas de comunicación
emocional y no verbal (por ejemplo, la referencia social o expresiones emocionales y
miradas que los niños y niñas pueden interpretar hacia los diez meses) y
posteriormente con el lenguaje, logrando así un significado compartido de la
situación (intersubjetividad). Por otro lado, las personas adultas guían el desarrollo
estructurando situaciones, seleccionando actividades y material apropiados para el
nivel de la criatura. Pero en la disposición de la situación, también ella aporta su
granito de arena mostrando o no su interés y expresando sus preferencias por ciertas
actividades.
En estas situaciones estructuradas por la persona adulta, se establece una división
de la responsabilidad, de manera que se procura mediante el «andamiaje» la
participación del sujeto. Por último, la persona adulta también procura que se realice
la transferencia de responsabilidad en el manejo de una situación al sujeto, para lo
que debe ser sensible a la competencia que este posee en la tarea, de manera que la
responsabilidad se transfiera cuando el niño o la niña sea capaz de manejar la
situación. Esto exige la revisión permanente del andamiaje, de manera que haga
avanzar en la ZDP.
Rogoff, a diferencia de otros autores y autoras como, por ejemplo, Wertsch, no
86
cree necesario el proceso de internalización para explicar el desarrollo y sugiere que
debe considerarse al individuo como un sujeto activo que se apropia de algunos
aspectos de la actividad en la que ya está implicado como participante y observador
activo, con los aspectos interpersonales de su funcionamiento integrantes de sus
aspectos individuales. En este sentido, lo que se practica en la interacción social no
está nunca en el exterior de una barrera y no hay necesidad de proceso de
internalización separado. De esta forma, crea un todo difuso integrando persona y
cultura en una especie de fusión etérea que sustrae el objeto substancial de la
psicología del desarrollo; las relaciones entre persona y cultura.
Rogoff (1989) también considera que no es posible estudiar las capacidades y
procesos cognitivos fuera del contexto en el que se produce la actividad en tanto en
cuanto entiende que para comprender los procesos mentales es necesario comprender
los procesos sociales. La unidad de análisis psicológico debe ser la actividad
socialmente organizada. Por un lado, el sujeto vive en una cultura que tiene una
determinada estructura social y en la que se organiza un determinado tipo de
actividades cuyo significado viene dado socialmente. Por otro lado, la mayor parte de
las actividades intelectuales ocurren en contextos cotidianos de interacción con otras
personas. En el marco de estas actividades se producen procesos de guía de la
persona adulta, gracias a los que el sujeto establece los objetivos de la actividad,
negocia los medios para alcanzarlos, etc. El contexto social no solo proporciona
instrumentos útiles para la actividad cognitiva (ordenadores, sistema de escritura,
etc.), sino también provee prácticas que facilitan soluciones apropiadas a los
problemas (sistemas de archivación en oficinas, etc.). A esto le denomina
determinismo cultural.
La perspectiva contextual: la teoría bioecológica de Bronfenbrenner
Según la perspectiva contextual, para entender el desarrollo es necesario analizar
el contexto social en el que se produce. Una de las teorías contemporáneas más
representativas de este enfoque sería la teoría bioecológica de Urie Bronfenbrenner
(1917-2005), según la cual existen cinco ambientes o contextos que influyen en el
desarrollo de una persona (Bronfenbrenner 1979, 1986, 1994; Bronfenbrenner y
Morris, 1998 en Papalia y Feldman, 2012): microsistema, mesosistema, exosistema,
macrosistema y cronosistema.
El microsistema hace referencia al entorno más cercano de la persona en
desarrollo y abarca las interacciones que esta mantiene con las personas que le
rodean, los roles que asume y las actividades que realiza en los contextos en los que
participa en las diferentes etapas de su ciclo vital. La familia, la escuela o el trabajo
serían ejemplos de microsistemas. El desarrollo tendría lugar por medio de la
participación de la persona en los microsistemas de los que forma parte.
El mesosistema, por su parte, haría referencia a la interacción entre dos
microsistemas. Las relaciones entre la familia y la escuela (las reuniones entre
madres, padres y profesorado) serían ejemplos de mesosistemas.
87
El tercer contexto al que se refiere Bronfenbrenner es el exosistema. Como su
nombre lo indica, se refiere a microsistemas «externos» al sujeto, es decir, en los que
no participa activamente, pero que afectan a los microsistemas en los que participa y,
en consecuencia, a su desarrollo. Por ejemplo, aunque un niño no participe en el lugar
en el que trabaja su madre, este contexto puede afectar a su desarrollo, dado que un
ascenso puede conllevar una mejora de la relación entre la madre y su familia, algo
que afectará positivamente al desarrollo de las personas que participan en ese
microcontexto. Por el contrario, un recorte en su salario puede afectar negativamente
a las relaciones de la madre y las personas que conviven con ella y, en consecuencia,
a su desarrollo.
El micro-, el meso- y el exosistema suelen verse influidos por el macrosistema, es
decir, el sistema político, económico, la cultura, los sistemas de creencias y las
ideologías dominantes. Por último, el tiempo genera cambios o constancias en la
persona y en todos los sistemas descritos hasta el momento y, en ese sentido, influye
en el desarrollo humano. Es por eso que Bronfenbrenner hace referencia al
cronosistema, es decir, la dimensión temporal.
Para entender el desarrollo humano es necesario atender a todos estos sistemas,
cada uno de los cuales, como las muñecas rusas, se incluiría en el siguiente.
Al igual que el resto de las teorías, la teoría bioecológica de Bronfenbrenner ha
recibido numerosas críticas, entre las que destaca que no presta atención a los factores
biológicos y cognitivos en el desarrollo.
La perspectiva del ciclo vital
Desde la perspectiva del ciclo vital se plantea que la ontogénesis del ser humano
se inicia con la fecundación y dura hasta la muerte, de forma que la persona también
se desarrollaría tanto en la madurez como en la vejez, rompiendo con la idea de que
en estas etapas únicamente se producen declive y pérdidas (Baltes, 1987, 1997;
Baltes, Reese y Lipsitt, 1980; Baltes et al. 2006. Todas en Lerner, Lewin-Bizan y
Alberts, 2011).
88
Figura 1.10.—Según la teoría bioecológica de Bronfenbrenner, cada uno de los sistemas, como las
muñecas rusas, se incluiría en el siguiente (elaborada por Denys Gonzalez).
En opinión de Mavis Hetherington y Paul Baltes (1988), los principios básicos de
esta perspectiva serían los siguientes:
1. El desarrollo humano es un proceso de cambio que dura todo el ciclo vital y
tiene carácter sucesivo, es decir, los cambios ocurridos en una etapa influyen,
al menos en parte, en los que acontezcan en las siguientes. Cada etapa del
desarrollo tiene rasgos y valores determinados, de forma que ninguna es más o
menos relevante que otra.
2. El desarrollo en el ciclo vital es multidimensional, es decir, ocurre en diferentes
dimensiones que interactúan entre sí. Concretamente, las dimensiones
biológica, cognitiva y socioemocional, por lo que para analizar el desarrollo
humano es necesario tener en cuenta todas estas dimensiones.
3. El desarrollo es multidireccional, es decir, cada uno de los cambios que
conlleva puede tener diferentes direcciones, de forma que supongan tanto
ganancias como pérdidas. Así, el desarrollo no sería un proceso compacto que
únicamente supone avance y crecimiento, sino un proceso variable y
multidireccional que puede acarrear tanto crecimiento y progreso como declive
y pérdidas.
4. El desarrollo se ve influido tanto por las condiciones biológicas como por las
culturales e históricas, aunque la influencia relativa de cada una de ellas puede
variar durante el ciclo vital. Mientras que capacidades biológicas como la
coordinación o la audición con el tiempo sufren un declive, aquellas con base
89
5.
6.
7.
8.
9.
cultural aumentan, compensando el deterioro que pueden sufrir las primeras.
El desarrollo implica plasticidad, es decir, modificabilidad intrapersonal, de
forma que las experiencias y las condiciones vividas por la persona afectan a su
desarrollo en el ciclo vital. A modo de ejemplo, cabe destacar que muchas
capacidades humanas son susceptibles de mejorar con el entrenamiento y la
práctica, incluso en la vejez.
El desarrollo conlleva realizar cambios en la distribución de recursos como
tiempo, energía, dinero o talento. En tanto en cuanto los recursos pueden
utilizarse para fines como el crecimiento (como puede ser el caso de mejorar
una competencia), el mantenimiento o la recuperación (como cuando se
practica alguna actividad física para conservar o recuperar la forma) y el
afrontamiento de las pérdidas, la distribución de recursos para cada uno de
estos fines suele cambiar a medida que pasa el tiempo. De esta forma, en la
niñez y en la juventud los recursos suelen utilizarse principalmente para el
crecimiento, mientras que en la madurez se reparten entre las tres funciones y
en la vejez se suelen dirigir principalmente a afrontar las pérdidas.
El contexto histórico y cultural influyen en el desarrollo ontogenético, de forma
que este puede variar en función de las condiciones histórico-culturales en las
que ocurre. En este sentido, el desarrollo de personas pertenecientes a
diferentes generaciones es diferente.
Multidisciplinariedad: en tanto en cuanto son muchos los factores que pueden
influir en él, para entender bien el desarrollo humano es necesario analizarlo
desde una perspectiva multidisciplinar.
Contextualismo: se plantea que el desarrollo de un ser humano sería resultado
de tres tipos de influencias: las normativas relacionadas con la edad, las
normativas relacionadas con acontecimientos histórico-culturales y las no
normativas.
Detengámonos ahora en el último principio para analizar en qué consisten los tres
tipos de influencias. Una influencia normativa sería un evento que experimenta la
mayoría de las personas de una cultura de forma similar en un determinado momento
histórico. Dentro de los eventos normativos se distinguen aquellos determinados por
la edad y los determinados por la historia. Los primeros son eventos biológicos y
ambientales relacionados con una determinada edad cronológica. A modo de ejemplo
de evento biológico se puede citar la pubertad y de evento social el ingreso en la
educación formal.
Los acontecimientos normativos determinados por la historia, por su parte, son
sucesos biológicos y ambientales que se relacionan con un momento histórico o que
afectan a una generación concreta. Ejemplos de estos acontecimientos serían eventos
históricos (como, por ejemplo, las guerras) o la evolución sociocultural (por ejemplo,
las prácticas de crianza o el sistema educativo).
Los acontecimientos no normativos, por su parte, son sucesos relevantes que
ocurren a una minoría y que suelen tener un gran impacto en la vida de las personas
90
que los experimentan. No están relacionados con la edad y pueden ocurrir en
cualquier momento. El ganar un premio gordo de la lotería o sufrir una grave
enfermedad serían ejemplos de estos sucesos.
Los sucesos normativos suelen convertirse en no-normativos cuando ocurren fuera
del período de edad en el que se esperan. Por ejemplo, hoy día en nuestra cultura es
normativo tener descendencia entre los veinticinco y los cuarenta años
aproximadamente. Sin embargo, si se tiene con dieciséis o con sesenta años, ese
suceso normativo pasa a ser no-normativo. También es normativa la viudedad en la
vejez, pero no lo es en la juventud o en la madurez.
Además de aportaciones teóricas, la perspectiva del ciclo vital ha proporcionado
avances metodológicos, ya que ha supuesto un fuerte espaldarazo a los diseños
longitudinales y secuenciales, a los que se hará referencia en el capítulo 2 de este
manual.
4.5. Síntesis
Cada uno de los modelos descritos en las páginas precedentes puede ser más o
menos adecuado dependiendo de la parte de la realidad social cuyo desarrollo se
pretenda analizar. Lo que es cierto es que todos ellos han contribuido de forma
importante a la comprensión del desarrollo humano. Por un lado, la perspectiva
psicoanalítica ha puesto de manifiesto la importancia de las diferentes etapas del ciclo
vital. Por otro lado, las teorías del aprendizaje han aportado importantes reflexiones
acerca del papel contexto y, más concretamente, del refuerzo, del castigo y del
aprendizaje observacional en el desarrollo de determinadas conductas sociales (moral,
tipificada por el género, etc.). Por su parte, la teoría del apego ha aportado datos que
indican que los bebés cuentan con una serie de predisposiciones biológicas propias de
la especie que resultan fundamentales, además de subrayar la importancia que los
lazos afectivos tienen en el desarrollo de las personas. Las teorías cognitivas han
dejado constancia del papel que la participación activa del sujeto en las interacciones
sociales tiene en el desarrollo del conocimiento. Por último, los modelos contextuales
y la perspectiva del ciclo vital han puesto de manifiesto la importancia del contexto
en el desarrollo.
Por todo lo expuesto, se plantea una posición ecléctica a la hora de comprender e
investigar el desarrollo humano. Desde esta posición se reconoce, por un lado, la
importancia de las predisposiciones propias de la especie en el curso del desarrollo;
por otro lado, se reconoce la importancia de la actividad del sujeto en dicho
desarrollo; por último, también se reconoce la importancia del contexto.
ACTIVIDADES PRÁCTICAS
1. Los derechos de los niños y las niñas
91
Objetivo. Comprobar el cumplimiento de los derechos de los niños y de las niñas.
Procedimiento. Lectura del texto 1. Una vez leído, analizar si en la situación que
en él se refleja se vulnera alguno de los derechos recogido en la denominada
Declaración de los derechos del niño (ONU, 1959), que ha sido tratada en el apartado
4.
TEXTO 1
La historia de la hermana de Piyush es la misma historia que la de cualquier
otra chica nacida en el norte de la India. Nació en una familia de agricultores, era
una familia pobre. En ese contexto, las mujeres no tienen derecho a mandar y la
educación que reciben es más pobre que la que reciben los hombres. Así, cuando la
madre de Piyush vio que la recién nacida no tenía pene, se asustó y decidió
asesinarla. Para ello, hay diversas maneras: una de ellas, llenar la nariz y la boca de
arroz a la niña y colocarle un cojín en la cara hasta que se ahogue. En otra, no darle
de comer en un largo período de tiempo, hasta que fallece. La madre de Piyush
utilizó el método del arroz. Es un método común en muchos países, y se calcula
que entre las recién nacidas mueren al año un millón de ellas, por el simple hecho
de ser chicas.
2. Análisis de los contextos del desarrollo
Objetivo. Analizar los contextos de desarrollo recogidos en la teoría bioecológica.
Procedimiento. Una vez leído el apartado referido a la teoría bioecológica de
Bronfenbrenner, realizar lo siguiente:
— Elegir una persona conocida o un personaje de alguna película o serie de
televisión.
— Analizar sus contextos de desarrollo. Concretamente:
• Microsistema: identificar y analizar sus microsistemas, es decir, describir el
entorno y las personas que los conforman, los roles, las relaciones e
interacciones que tienen.
• Mesosistema: analizar la relación entre microsistemas.
• Exosistema: analizar los exosistemas que pueden estar influyendo en el
desarrollo de esa persona.
• Macrosistema: analizar el contexto cultural y sociopolítico de la persona
elegida (sistema político, económico, cultura, sistemas de valores, creencias,
costumbres, ideologías, etc.).
• Reflexionar sobre la influencia que tienen todos estos contextos en el
desarrollo de la persona que se está analizando.
92
PREGUNTAS DE REFLEXIÓN
Una vez leído el capítulo 1, trata de responder a las siguientes cuestiones:
1. ¿Qué es el desarrollo humano?
2. ¿Qué tres ámbitos se distinguen en el desarrollo humano? Pon un ejemplo de
cada uno de ellos.
3. Elige a una persona que conozcas y trata de analizar qué edad tendría en cada
una de las modalidades de edad (Bentley, 2007; Bueno, Vega y Buz, 2005;
Cavanaugh y Blanchard-Fields, 2002; Huyck y Hoyer, 1982) descritas en el
capítulo.
4. Completa la siguiente tabla con los procesos de hominización:
(Descargar o imprimir)
Procesos biológicos
Procesos socioculturales
Procesos psicológicos
5. Resume en una frase las aportaciones de los siguientes autores y autoras:
Locke, Rousseau, Darwin, Preyer, Shinn, Baldwin, Freud, Hall, Binet, Watson,
Gessell, Piaget, Wallon, Vygotsky y Bühler.
6. Resume en la siguiente tabla los principales postulados de las perspectivas
teóricas que en ella se recogen:
(Descargar o imprimir)
Perspectiva
Postulados
Psicoanalítica: teoría sobre el desarrollo psicosocial
Aprendizaje: teoría del aprendizaje social
Etológica: teoría del apego
Cognitiva: perspectiva del procesamiento de la información
Cognitiva: teorías neopiagetianas
Cognitiva: modelos neovygotskianos
Perspectiva contextual: teoría bioecológica
AUTOEVALUACIÓN
93
1. El desarrollo humano:
a) Es un proceso uniforme, que ocurre en todos los individuos al mismo
tiempo y en el mismo momento.
b) Es un proceso gradual que implica tanto cambios cualitativos como
cuantitativos.
c) Es un avance en etapas como postulaban Freud, Bühler, Erikson o Piaget,
por ejemplo.
d) Todas son correctas.
2. La filogenia:
a)
b)
c)
d)
Es la esencia de la ley biogenética fundamental de Preyer.
Es la consecuencia de la ontogenia.
Está comprendida en la ontogenia.
Todas son correctas.
3. Los procesos de hominización implican:
a)
b)
c)
d)
Posición erecta, liberación de la mano e inmadurez.
Interacción y transmisión de la información.
Procesos biológicos, psicológicos y socioculturales.
Las tres son correctas.
4. La aportación de Stanley Hall:
a)
b)
c)
d)
Es la creación de cuestionarios y de la metodología transversal.
Es la explicación del desarrollo en etapas denominadas psicosociales.
Es el esfuerzo por sistematizar la estructura y dinámica de la personalidad.
Ninguna de las anteriores es cierta.
5. Una de las aportaciones de Charlotte Bühler:
a) Es la idea de que el objeto de estudio de la psicología del desarrollo debe ser
el desarrollo humano en el ciclo vital.
b) Es la explicación del desarrollo de la personalidad en estadios.
c) Es la idea de que el desarrollo humano es multidimensional.
d) Ninguna de las anteriores es cierta.
6. Desde la perspectiva del ciclo vital:
a) El desarrollo humano puede verse influido únicamente por condiciones
culturales e históricas.
b) El desarrollo humano en el ciclo vital es unidimensional.
c) El desarrollo humano en el ciclo vital es unidireccional.
94
d) Ninguna de las anteriores es cierta.
SOLUCIONES
1
2
3
4
5
6
b
c
c
a
a
d
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
Ainsworth, M. D. S. y Wittig, B. (1969). Attachment and exploratory behaviour of
one-year-olds in a strange situation. Determinants of infant behaviour. Londres:
Foss.
Alzate, M.V. (2001). Concepciones e imágenes de la infancia. Revista de Ciencias
Humanas,
28.
Recuperado
el
5
de
julio
de
2016,
http://repository.unad.edu.co/bitstream/10596/4863/1/514517%20infancia.pdf.
Arranz, E. (1998). Modelos del desarrollo psicológico humano. Bilbao: UPV/EHU.
Arranz, E. y Oliva, A. (2010). Desarrollo psicológico en las nuevas estructuras
familiares. Madrid: Pirámide.
Bandura, A. (1973). Agression: A social learning analysis. Englewood Cliffs:
Prentice Hall.
— (1977). Social learning theory (2.a ed.). Englewood Cliffs: Prentice Hall.
— (1986). Social foundations of though and action: A social cognitive theory.
Englewood Cliffs: Prentice Hall.
Baldwin, J. M. (1895). Mental development of the child and the race: Methods and
processes. Nueva York: Macmillan.
Baldwin, J. (1896). New factor in evolution. The American Naturalist, 30, 354, 441451.
Bell, S. M. y Ainsworth, M. D. S. (1972). Infant crying and maternal responsiveness.
Child Development, 43, 1171-1190.
Berk, L. (1998). Desarrollo del niño y del adolescente. Madrid: Prentice Hall.
Bowlby, J. (1969). El vínculo afectivo. Buenos Aires: Paidós.
Brown Blackwell, A. (1875). Sexes throughout Nature. Nueva York: Putman’s Sons.
Bretherton, I. (1992). The origins of attachment theory: John Bowlby and Mary
Ainsworth. Developmental Psychology, 28, 759-775.
Cairns, R. B. y Ornstein, P. A. (1995). Psicología evolutiva: una perspectiva histórica.
En A. Marchesi, M. Carretero y J. Palacios, Psicología evolutiva I: teorías y
métodos (pp. 23-53). Madrid: Alianza.
Calderón, F. (2005). La mujer en la obra de Rousseau. Revista de Filosofía, 30, 165177.
Carpendale, J. (1997). An explication of Piaget’s constructivism: Implications for
social cognitive development. En S. Hala y J. Carpendale (eds.), The development
of social cognition (pp. 35-64). Londres: Psychology Press.
Chandler, M. J. (1982). Social cognition and social structure. Nueva York: The
95
Guilford Press.
Cole, M. (1996). Psicología cultural. Madrid: Morata.
Darwin, C. (1859). On the origin of species. Londres: John Murray.
— (1871). The descent of man, and selection in relation to sex. Londres: John
Murray.
— (1877). A biographical sketch of an infant. Mind, 7, 285-294.
Delval, J., y Gómez, J. C. (1988). Dietrich Tiedemann: la psicología del niño hace
doscientos años. Infancia y Aprendizaje, 41, 9-30.
De Robertis, E. M. (2008). Humanizing child developmental theory: A holistic
approach. Lincoln: Universe.
Doise, W., Mugny, G. y Perret-Clermont, A. N. (1975). Social interaction and the
development of cognitive operations. European Journal of Social Psychology, 5,
367-383.
Echeita, G. (1988). Interacción social y desarrollo de conceptos sociales. En G.
Mugny y J. A. Pérez (eds.), Psicología social del desarrollo cognitivo (pp. 243261). Barcelona: Antropos.
Erikson, E. (1950). Childhood and society. Nueva York: Norton.
— (1959). Identity and the Life-cycle. Psychological Issues, 1, 18-164.
— (1982). El ciclo vital completado. Barcelona: Paidós.
Erikson, E., Erikson, J. M. y Kivnick, H. Q. (1986). Vital involvement in old age.
Nueva York: Norton & Company.
Eysenck, M. (2000). Psychology: A student’s handbook. Hove: Psychology Press.
Durkin, K. (1995). Developmental social psychology. Oxford: Blackwell.
Etxebarria, I. (1999). El desarrollo moral. En F. López, I. Etxebarria, M. J. Fuentes y
M. J. Ortiz (eds.), Desarrollo afectivo y social (pp. 181-209). Madrid: Pirámide.
Fernández Lópiz, E. (2000). Explicaciones sobre el desarrollo humano. Madrid:
Pirámide.
Fischer, K. W. (1980). A theory of cognitive development: The control and
construction of hierarchies of skills. Psychological Review, 87, 477-531.
Fischer, K. W. y Bidell, T. R. (1998). Dynamic development of psychological
structures in action and thought. En R. M. Lerner (ed.) y W. Damon (Series Ed.),
Handbook of child psychology. Vol. 1: Theoretical models of human development
(5.a ed., pp. 467-561). Nueva York: Wiley.
Fodor, J. A. (1983). La modularidad de la mente. Madrid: Morata.
Freijo, E. (1977). Apuntes de la cátedra de antropología (inédito).
García Dauder, S. (2005). Psicología y feminismo: historia olvidada de mujeres
pioneras en Psicología. Madrid: Narcea.
Harris, M. y Butterworth, G. (2002). Developmental psychology: A student’s
handbook. Hove: Psychology Press.
Hatano, G. y Takahashi, K. (2005). The development of societal cognition: A
commentary. En M. Barrett y E. Buchanan-Barrow (eds.), Children’s
understanding of society (pp. 287-304). Hove: Psychology Press.
Hetherington, E. M. y Baltes, P. B. (1988). Child psychology and life-span
development. En E. M. Hetherington, R. M. Lerner y M. Perlmutter (eds.), Child
development in life-span perspective (pp. 1-19). Hillsdale: LEA.
96
Itard, J. M. G. (1802). Des premiers développements du jeune sauvage de l’Aveyron.
París: Imprimierie Impériale.
Jaume Obrador, M. (2015). Historia olvidada de las mujeres pioneras en la
psicología norteamericana: El caso de Milicent Washburn Shinn. Mallorca:
Universitat de les Illes Balears. Recuperado el 7 de febrero de 2017,
http://dspace.uib.es/xmlui/bitstream/handle/11201/1538/TFG_Magdalena_Jaume.pdf?
sequence=1.
Kail, R.V. (2016). Children and their development. Londres: Pearson.
Lefrancois, G. (2001). El ciclo de la vida. México: Thompson.
Lerner, R. M., Lewin-Bizan, S. y Alberts A. E. (2011). Concepts and theories of
human development. En M. H. Bornstein y M. E. Lamb (eds.), Developmental
science. An advanced textbook (6.a ed.) (pp. 3-45). Nueva York: Psychology
Press.
Lizaso, I., Reizabal, L., Aizpurua, A. y Sánchez, M. (2013). Garapenaren
psikologiaren ikuspegi historikoa: diziplinaren sorrera eta finkapena. Uztaro, 87,
71-90.
Locke, J. (1690). Ensayos sobre el entendimiento humano. México: FCE.
López, F. (1983). Etología y psicología evolutiva. En A. Marchesi, M. Carretero y J.
Palacios (coords.), Psicología evolutiva I: teorías y métodos (pp. 79-102). Madrid:
Alianza.
Main, M., Kaplan, N. y Cassidy, J. (1985). Security in infancy, childhood and
adulthood. A move to the level of representation. En I. Bretherton y E. Waters
(eds.), Monographs of the society for research in child development, 50.
Main, M. y Solomon, J. (1990). Procedures for identifying infants as
disorganized/disoriented during the Ainsworth strange situation. En M. Greenberg,
D. Cicchetti, y E. M. Cummings (eds.), Attachment in the preschool years:
Theory, research and intervention (pp. 121-160). Chicago: University of Chicago
Press.
Marrone, M. (1993). Los modelos representacionales. En M. J. Ortiz y S. Yarnoz
(eds.), Teoría del apego y relaciones afectivas (pp. 189-194). Bilbao: Universidad
del País Vasco/Euskal Herriko Unibertsitatea.
Marchesi, A., Palacios, J. y Carretero, M. (1995). Psicología evolutiva: problemas y
perspectivas. En A. Marchesi, M. Carretero y J. Palacios (coords.), Psicología
evolutiva I: teorías y métodos (pp. 265-316). Madrid: Alianza.
Mehler, J. y Dupoux, E. (1992). Nacer sabiendo: introducción al desarrollo cognitivo
del hombre. Madrid: Alianza.
Mischel, W. (1973). Toward a cognitive social learning reconceptualization of
personality. Psychological Review, 80, 252-283.
— (1979). On the interface of cognition and personality: beyond the person-situation
debate. American Psychologist, 34, 740-754.
Mugny, G., y Doise, W. (1978). Socio-cognitive conflict and structuration of
individual and collective performances. European Journal of Social Psychology,
8, 181-192.
— (1979). Factores sociológicos y psicológicos del desarrollo cognitivo: una nueva
ilustración experimental. Anuario de Psicología, 21, 4-25.
97
— (1981). La construcción social de la inteligencia. México: Trillas.
ONU (1959). Declaración Universal de los Derechos del Niño. Recuperado el 5 de
julio de 2016, http://www.humanium.org/es/declaracion-de-los-derechos-del-ninotexto-completo/.
Palacios, J. (1999). Psicología evolutiva: concepto, enfoques, controversias y
métodos. En J. Palacios, A. Marchesi y C. Coll (coords.), Desarrollo psicológico y
educación 1: psicología evolutiva (pp. 23-80). Madrid: Alianza.
Papalia, D. E. y Feldman, R. E. (2012). Desarrollo humano (12.a ed.). México:
McGraw-Hill.
Papalia, D. E. y Olds, S. W. (1997). Desarrollo humano (6.a ed.). México: McGrawHill.
Pérez Pereira, M. (1995). Nuevas perspectivas en psicología del desarrollo. Madrid:
Alianza.
Piaget, J. (1926). La representación del mundo en el niño. Madrid: Morata.
— (1932). El criterio moral en el niño. Barcelona: Fontanella.
— (1946). La formation du symbole chez l’enfant. Neuchatel: Delâchaux et Niestlé.
— (1970). Piaget’s theory. En P. Mussen (ed.), Carmichel’s manual of child
psychology (3.a ed., pp. 703-732). Nueva York: Plenum Press.
Reizabal, L. (2003). Proyecto docente. Donostia-San Sebastián: Departamento de
procesos psicológicos básicos y su desarrollo, UPV/EHU (inédito).
Reizabal, L., y Lizaso, I. (2011). Garapen Psikologikoa Helduaroan eta
Zahartzaroan. Bilbao: UEU.
Rodkey, E. (2010). Profile of Milicent Shinn. En A. Rutherford (ed.), Psychology’s
feminist
voices
multimedia.
Disponible
en
https://www.feministvoices.com/milicent-shinn/
Rogoff, B. (1989). The joint socialization of development by young children and
adults. En A. Gellatly, J. Rogers y J. A. Sloboda (eds.), Cognition and social
worlds (pp. 57-82). Oxford: Clarendon Press.
— (1990). Aprendices del pensamiento. Barcelona: Paidós.
Rodrigo, M. J. (1994). Etapas, contextos, dominios y teorías implícitas en el
conocimiento social. En M. J. Rodrigo (ed.), Contexto y desarrollo social (pp. 2143). Madrid: Síntesis.
Rousseau, J. (1762). Emilio o de la educación. Madrid: Alianza.
Salgado, E. (2012). Muybridge y Gesell: pioneros de los métodos de investigación
visual en psicología. Revista Costarricense de Psicología, 30(1), 191-210.
Shaffer, D. R. (2000). Psicología del desarrollo: infancia y adolescencia (5.a ed.).
Madrid: Paraninfo.
— (2002). Desarrollo social y de la personalidad. Madrid: Paraninfo.
Villar, F. (2003). Proyecto docente: psicología evolutiva y psicología de la
educación. Universidad de Barcelona. Recuperado el 7 de julio de 2016,
http://www.ub.edu/dppsed/fvillar/principal/pdf/proyecto/cap_01_evolutiva_y_educacion.pdf
Valsiner, J. (1987). Culture and the development of children’s action. Chichester:
Wiley.
— (1997). Culture and the development of children’s action (2.a ed.). Nueva York:
Wiley.
98
— (2000). Culture and human development. Londres: Sage.
— (2001). Process structure of semiotic mediation in human development. Human
Development, 44(2), 84-97.
Wertsch, J. (1985). Vygotsky y la formación social de la mente. Barcelona: Paidós.
Vygotsky, L. S. (1934). Pensamiento y lenguaje. Buenos Aires: Pleyade.
— (1979). El desarrollo de los procesos psicológicos superiores. Barcelona: Crítica.
Weinert, F., y Weinert, S. (1998). History and systems of developmental psychology.
En A. Demetriou, W. Doise y C. V. Lieshout (eds.), Life-span developmental
psychology (pp. 1-33). Londres: Wiley.
Lecturas complementarias
Papalia, D. E. y Feldman, R. D. (2012). Desarrollo humano (12.a ed.). México:
McGraw-Hill.
CONCEPTOS BÁSICOS
Acomodación
Exosistema
Adaptación
Figura de apego
Adolescencia
Función simbólica
Animismo
Habilidad
Apego
Herencia
Aprendizaje observacional
Hipótesis
Artificialismo
Imitación persistente
Asimilación
Innatismo
Cámara Gesell
Intimidad
Cambio cuantitativo
Internalización
Cambio cualitativo
Invariante funcional
Castigo
Irreversibilidad
Centración
Latencia
Ciclo vital
Ley de doble formación
Cinemanálisis
Lógica relacional
Clasificación
Mecanismo de exclusión
Complejo de Edipo/Electra
Medio
Condicionamiento respondiente
Mesosistema
Continuidad del desarrollo
Método Montessori
99
Crisis normativa
Metodología transversal
Cronosistema
Microsistema
Cuestionario
Modelo interno activo
Darwinismo
Módulo
Desarrollo
Niñez temprana o etapa preescolar
Desarrollo biológico
Niñez media o etapa escolar
Desarrollo cognitivo
Pensamiento formal
Desarrollo filogenético
Período crítico
Desarrollo ontogenético
Período sensible
Desarrollo socioemocional o
socioafectivo
Perspectiva holística del desarrollo
Descentración
Plasticidad
Desfase horizontal
Primera infancia
Determinismo cultural
Procesamiento de la información
Discontinuidad del desarrollo
Procesos biológicos de hominización
Dominio
Procesos psicológicos de hominización
Edad adulta
Procesos socioculturales de
hominización
Edad biológica
Procesos psicológicos superiores
Edad funcional
Psicología del desarrollo
Edad psicológica
Razonamiento transductivo
Edad social o sociocultural
Reacción circular
Efecto Baldwin
Realismo
Ego o yo
Refuerzo
Egocentrismo
Reversibilidad
Ello
Sensibilidad materna
Empirismo
Situación extraña
Epistemología genética o
constructivismo
Selección natural
Estadio de las operaciones concretas
Suceso normativo
Estadio preoperacional
Suceso no normativo
Estadio sensoriomotor
Sugestión imitativa
Etapa anal
Superyó
100
Etapa fálica
Teoría sociocultural
Etapa genital
Tercera edad
Etapa oral
Test de inteligencia
Etapa prenatal
Zona de desarrollo próximo
101
2
La investigación en psicología del desarrollo
INTRODUCCIÓN
El objetivo de la psicología del desarrollo es la descripción, explicación y
optimización de los cambios evolutivos que suceden en el ser humano en el curso de
su ciclo vital. Con el fin de lograr este objetivo, la disciplina ha desarrollado su
propia metodología de investigación basada en el método científico.
1. EL MÉTODO CIENTÍFICO
El método científico es un procedimiento de investigación sistemático y
controlado del objeto de estudio, que consta de las siguientes fases:
1. Formulación del problema o de la pregunta de investigación que debe ser
resuelta: basándose en investigaciones previas, en una teoría concreta o en la
observación y reflexión personal, se plantea una pregunta que sea relevante
para describir, explicar u optimizar el desarrollo humano. Las preguntas que se
suelen plantear en psicología del desarrollo pueden ser descriptivas (por
ejemplo: ¿cuáles son las características de la memoria en personas mayores?),
de relación (por ejemplo: ¿existe relación entre el nivel formativo-educativo de
madres y/o padres y el rendimiento académico de sus hijos e hijas?) o de
causalidad (¿la realización de deberes aumenta el rendimiento cognitivo de
niños y niñas?). Dependiendo de la pregunta, se eligen el tipo y el diseño de
investigación que se deben utilizar (véanse apartados 3 y 4, respectivamente).
2. Desarrollo de una hipótesis o predicción específica que pueda ser verificada:
una vez planteado el problema o la pregunta de investigación, se reformula en
forma de hipótesis, es decir, en una predicción específica que puede ser
demostrada. La hipótesis debe plantearse de la manera más concisa posible por
medio de una proposición afirmativa, utilizando el futuro simple o el
condicional («si... entonces...»). Para avanzar en el conocimiento científico y
poder desarrollar una hipótesis adecuada es muy importante el conocimiento
teórico del problema a analizar. Para ello, el investigador o investigadora
tendrá que realizar numerosas búsquedas bibliográficas en diferentes bases de
datos y actualizar toda la información de la que dispone (véase apartado 6 del
presente capítulo).
3. Comprobación de la hipótesis: para comprobar la hipótesis, se diseña un
proyecto de investigación, que se lleva posteriormente a cabo y que demuestra
102
la verdad o falsedad de la misma. El diseño de la investigación incluye
elementos concretos que ayudan a someter a prueba la hipótesis. Es una parte
muy delicada y que requiere de mucha reflexión pues, entre otras cosas, supone
determinar cuestiones como las variables independientes y dependientes (véase
apartado 3.2), el número de sujetos muestrales, cuál va a ser el método que se
va a utilizar para la recogida de datos o el tipo de análisis estadístico que se
empleará.
4. Extracción de una serie de conclusiones a partir de los resultados obtenidos en
la investigación: en esta fase se extraen las conclusiones a partir de los
resultados de la investigación, evitando aquellas que no estén basadas en los
mismos. Para ello, en primer lugar, se analizan estadísticamente los datos
recogidos y, a continuación, se interpretan los resultados obtenidos. Por último,
se realiza una discusión en la que se analizan los resultados en relación con la
hipótesis planteada y la teoría elegida para explicar el problema.
5. Difusión de los resultados de la investigación: una vez finalizada la
investigación, deben difundirse los resultados por medio de cauces como los
congresos, las charlas, los artículos de revistas u otras publicaciones. En todos
ellos, el o la investigadora debe describir el procedimiento utilizado en la
investigación y los datos que se han obtenido con todo detalle, para que otros
investigadores puedan evaluar las conclusiones y/o repetir la investigación.
En la figura 2.1 se resumen las fases del método científico.
2. TÉCNICAS DE RECOGIDA DE DATOS
Con el fin de comprobar las hipótesis, se deben obtener datos, para lo que se
utilizan una serie de técnicas, cuya elección depende de las características específicas
de la investigación que se pretende llevar a cabo, de sus objetivos y de sus hipótesis.
FUENTE: elaboración propia.
103
Figura 2.1.—Fases del método científico.
Las técnicas de obtención de datos deben tener dos cualidades: fiabilidad y
validez. Una técnica de recogida de datos es fiable cuando siempre que se aplica
produce resultados equivalentes, consistentes y estables. Por su parte, una técnica de
recogida de datos tendría validez si mide correctamente aquello que se desea medir.
A continuación se presentan algunas de las técnicas de obtención de datos más
utilizadas en el ámbito de la psicología del desarrollo. Concretamente la observación,
los estudios de caso, las entrevistas y cuestionarios, el método clínico, los test
estandarizados, las medidas electrofisiológicas, la resolución de problemas
estandarizados, las técnicas basadas en el aprendizaje y las técnicas de role playing,
historias, juegos y fotografías.
2.1. La observación
Se podría decir que la observación es uno de los métodos constitutivos de la
psicología del desarrollo (Arranz, 1998), ya que fueron las observaciones biográficas
practicadas por Darwin con su hijo Doddy las que ofrecieron los primeros datos
científicos sobre el desarrollo humano. Las personas que utilizan este método se
dedican a observar sistemáticamente a los sujetos y registrar sus conductas en
situaciones concretas.
Dentro de la observación científica, se distinguen la natural y la de laboratorio. En
la observación natural, se observa la conducta del sujeto en las circunstancias de su
vida cotidiana. Por ejemplo, se puede observar a niños y niñas mientras llevan a cabo
un juego simbólico —como jugar con muñecos— con el fin de analizar su
conocimiento sobre los estados mentales de otras personas (es decir, la teoría de la
mente, que se analizará en el capítulo 5). Se debe procurar que el ambiente de la
observación sea, como su propio nombre indica, «natural», es decir, tanto la persona
que observa como el sujeto o grupo observado deben comportarse espontáneamente.
En este tipo de observación no se introducen variables nuevas ni se manipulan las
existentes por parte de la persona que lleva a cabo la investigación.
Entre las ventajas de la observación natural destacan su alta validez ecológica; el
hecho de que no media la conducta verbal; que se observan los fenómenos
globalmente, tratando de asumir toda su complejidad y, por último, que es el único
método que permite conocer cómo se comportan los seres humanos en la vida
cotidiana. Sin embargo, tiene algunas desventajas. Es el caso de aquellas conductas
que son tan sumamente infrecuentes o indeseables socialmente que es difícil poder
observarlas en el ambiente natural. Otra de las limitaciones es la influencia que la
persona que lleva a cabo la observación puede ejercer con su presencia en la conducta
de los sujetos observados. Con el fin de superar esta limitación, actualmente se suelen
utilizar estrategias como grabar en vídeo desde un lugar oculto o pasar con los sujetos
observados un lapso de tiempo anterior al inicio de la observación para que se
acostumbren a la presencia del observador u observadora y se comporten de manera
104
natural.
En la observación de laboratorio, por su parte, la situación está diseñada por la
persona que va a realizar la investigación, quien produce las condiciones que pueden
dar lugar a la conducta objeto de estudio en un lugar preestablecido para dicho fin,
que puede ser un laboratorio u otro lugar como un aula. En la observación de
laboratorio se definen de antemano las conductas a observar y la manera en que se
van a registrar dichas conductas. Así, se registra la conducta de la forma establecida
cada vez que ocurre. Es importante entrenar a las personas que van a realizar la
observación, de forma que obtengan un protocolo esencialmente similar, dado que
han observado la misma conducta. En este sentido, en la observación de laboratorio
existe un control mayor y, sobre todo, una sistematización en el registro de las
conductas y en la ponderación de las mismas, por medio del cual se logra un alto
grado de fiabilidad y validez.
A modo de ejemplo de este tipo de observación, se puede citar el experimento
denominado «abismo visual» desarrollado por Gibson y Walk (1960) para estudiar el
desarrollo de la percepción de la profundidad, y cuyo procedimiento es el siguiente:
se coloca al niño o niña sobre una mesa de cristal, en la cual hay pegada una imagen
que simula un suelo de cuadros blancos y rojos. Esa imagen se extiende únicamente
hasta la mitad de la mesa y a partir de ahí únicamente hay cristal transparente, debajo
del cual se ve un suelo rojo y blanco cuadriculado real. De esta forma, se simula un
«abismo» o desnivel, al otro lado del cual se sitúa un juguete atractivo y la madre, el
padre u otra persona que sea importante para el sujeto observado. Esta persona le
llama para que vaya hacia ella a coger el juguete. En esta situación, se observa la
reacción del sujeto que está siendo observado.
Entre las ventajas de la observación de laboratorio se encuentra el hecho de que
permite centrarse sobre el aspecto concreto que se pretende estudiar y que es posible
establecer comparaciones entre sujetos. Sin embargo, también tiene sus
inconvenientes como, por ejemplo, su escasa validez ecológica y que la situación
determinada por la persona que realiza la observación puede no facilitar el
descubrimiento de conductas nuevas.
2.2. Estudios de caso
Otro método de investigación, similar a la observación natural, es el estudio de
caso, en el que se observa la conducta de una única persona en la vida real. Este
método fue empleado por psicólogos como Freud o Piaget en sus investigaciones
sobre el desarrollo psicológico. Los estudios de caso que realizó con sus pacientes,
ayudaron a Freud a mejorar su teoría y a perfeccionar sus técnicas terapéuticas.
Piaget, por su parte, desarrolló su teoría del desarrollo cognitivo (véase capítulo 1),
estudiando de forma sistemática a sus dos hijas y a su hijo a lo largo de la infancia.
Otro ejemplo de estudio de caso es el realizado por Ovide Decroly (1929 en
Reizabal, González y Sádaba, 2007) titulado Las primeras nociones de valor objetivo
y subjetivo. Observaciones relativas a la evolución de esas nociones en la pequeña S,
105
formado por observaciones del comportamiento de una niña desde los 37 meses hasta
casi los 7 años. En este estudio se describía la forma en que la niña iba desarrollando
conocimientos acerca de cuestiones como las monedas, el valor del dinero, el proceso
de compraventa, las vueltas o la relación entre el trabajo y el dinero.
Además de avances teóricos, por medio de los estudios de caso también se han
desarrollado conocimientos acerca del funcionamiento neurológico. Por ejemplo, la
observación de las consecuencias del daño cerebral en la parte frontal del cerebro de
Phineas P. Gage (trabajador que preparaba detonaciones para volar rocas para la
construcción de una vía de ferrocarril y que sufrió un grave accidente en el que una
barra de hierro le atravesó el cráneo, hecho que le provocó grandes daños en la parte
del lóbulo frontal del cerebro que afectaron a su personalidad y temperamento)
sugirió que esta parte del cerebro es importante en el control de las emociones y de
las funciones ejecutivas.
Sin embargo, los estudios de caso tienen algunas desventajas, entre las que cabe
destacar el sesgo de la persona que realiza la observación, el riesgo de que el caso
estudiado no sea representativo y que su realización requiera mucho tiempo.
2.3. Entrevistas y cuestionarios
Las entrevistas y cuestionarios son métodos muy utilizados en el estudio del
desarrollo humano. En ellos se pide a los sujetos que respondan a una serie de
preguntas o que realicen una serie de tareas para registrar sus respuestas y determinar
su grado de conocimiento, sus características personales o sus opiniones. Cuando las
preguntas se plantean oralmente se habla de entrevistas, mientras que cuando se
plantean por escrito se denominan cuestionarios.
Tanto las entrevistas como los cuestionarios pueden constar de preguntas abiertas
o cerradas. Las abiertas son preguntas sin opción de respuesta, de forma que el sujeto
puede responder libremente lo que quiera, mientras que las preguntas cerradas
conllevan opciones de respuesta entre las que el sujeto debe elegir.
Las entrevistas o cuestionarios, tanto en su versión abierta como cerrada, pueden
estar estructuradas o semiestructuradas. Una entrevista se considera estructurada
cuando se realiza a todos los sujetos muestrales las mismas preguntas en el mismo
orden. En la entrevista semiestructurada, por el contrario, se cambian las preguntas o
el orden de las mismas de un sujeto a otro.
Las entrevistas normalmente se suelen realizar de forma individual y tienen la
ventaja de que es posible utilizar preguntas de seguimiento para aclarar algunas
cuestiones. Además, las personas que realizan las entrevistas suelen atender a los
sentimientos, emociones y actitudes de los sujetos muestrales. Sin embargo, tienen
algunas desventajas. Por un lado, no pueden ser aplicadas a sujetos que no
comprenden bien el habla. Por otro lado, requieren mucho tiempo, son costosas y
generalmente cubren a un número limitado de sujetos. Asimismo, su éxito depende de
la capacidad de la persona que realiza la entrevista para conectar con el sujeto y
facilitar su expresión. Para conocer cómo poner en práctica dicha capacidad, así como
106
otras aptitudes necesarias para realizar bien una entrevista, se recomienda la lectura
de los capítulos III y IV del Manual del entrevistador Prehco (Universidad de Puerto
Rico y University of Wisconsin Madisson, 2003), disponible en Internet.
En lo que a los cuestionarios se refiere, suelen ser entregados o enviados por
correo para que los sujetos muestrales los rellenen de forma anónima. Las ventajas de
los cuestionarios estriban en que constituyen un método rápido, barato, aseguran el
anonimato y los datos están estandarizados. Sin embargo, también tienen algunas
desventajas. Por un lado, no se pueden aplicar a sujetos que no sepan leer. También
puede ocurrir que no se entiendan bien las preguntas o que los sujetos de distintas
edades las entiendan de forma diferente.
2.4. El método clínico
El método clínico tiene una larga y fructífera historia en psicología, pues ha sido
utilizado por autores como, por ejemplo, Piaget (1926).
El procedimiento por el que se aplica este método es el siguiente: en primer lugar,
se observa la conducta del sujeto en el entorno natural para poder conocer las
cuestiones que le interesan. Posteriormente, la persona que investiga desarrolla una
conversación con él basada en preguntas planteadas a partir de las hipótesis que
dirigen la investigación. Esta entrevista no está prefijada, sino que se adapta
flexiblemente a las características, formas de expresión y forma de pensar del sujeto.
Además de la entrevista, se suele plantear al sujeto una tarea que debe resolver.
Si bien el método clínico aporta importante información sobre el objeto de estudio
y permite profundizar en aspectos desconocidos del pensamiento del sujeto, también
tiene sus desventajas. Por un lado, al diferir de un sujeto a otro las preguntas que se
realizan, no pueden realizarse comparaciones interindividuales. Por otro lado, los
planteamientos teóricos de la persona que investiga pueden influir tanto en las
preguntas que realiza como en las interpretaciones de las respuestas. Asimismo, y
dado el importante papel que juega en este tipo de metodología, requiere una gran
preparación y experiencia por parte de la persona que lo utiliza. Por último, es muy
laborioso y tanto la tarea de codificar las respuestas como la de su posterior análisis
presentan grandes dificultades.
2.5. Test estandarizados
Los test estandarizados son pruebas de evaluación psicológica objetivas y
estandarizadas, es decir, que siguen procedimientos uniformes para su realización y
puntuación, de forma que a todas las personas a las que se les aplican se les
proporcionan las mismas instrucciones, el mismo material, el mismo tiempo y los
mismos criterios de calificación. Asimismo, estos test suelen ser tipificados, en el
sentido de que las puntuaciones obtenidas por una persona se evalúan por
comparación estadística con los resultados obtenidos por otras personas.
107
Dos de los más utilizados en psicología son el Wechsler Intelligence Scale for
Children WISC V (escala de inteligencia de Wechsler para niños/as) y el Wechsler
Adult Intelligence Scale WAIS IV (escala de inteligencia de Wechsler para personas
adultas), que se administran de forma individual y permiten conocer el cociente
intelectual (Intelligence Quotient, IQ) de las personas que los realizan; además,
proporcionan información sobre otras muchas variables como la memoria de trabajo
(capacidad para mantener y manipular mentalmente cierta cantidad de información
durante un período breve de tiempo), la velocidad de procesamiento (la rapidez con la
que se codifica, se selecciona, se manipula o se responde a los estímulos) o la
comprensión verbal. Estos test permiten el análisis de las habilidades en relación con
grupos normativos y, en función del sexo, la edad o el nivel cultural, ofrecen pautas
para analizar las habilidades en términos intraindividuales, de forma que permiten
identificar las debilidades y fortalezas específicas de las personas evaluadas.
Al igual que los cuestionarios, los test estandarizados tienen la ventaja de que
constituyen un método rápido, barato, aseguran el anonimato y los datos están
estandarizados. También tienen algunas desventajas como que no se entiendan bien
las preguntas o que los sujetos de distintas edades las entiendan de forma diferente.
2.6. Medidas electrofisiológicas
Como señala Palacios (1999), las medidas electrofisiológicas son equipamientos
que registran los cambios que producen determinados estímulos en ámbitos como en
la
actividad
cardíaca
(electrocardiograma),
la
actividad
cerebral
(electroencefalograma), la temperatura de la piel (termógrafo) o en el movimiento
ocular (electrooculograma).
Estas técnicas pueden ser muy útiles en el estudio de diferentes aspectos del
desarrollo humano. A modo de ejemplo cabe destacar el desarrollo de la capacidad de
distinguir entre personas y objetos o la comprensión de las emociones.
2.7. Resolución de problemas estandarizados
En ocasiones, no se puede observar de forma directa una conducta, por lo que se
suelen crear tareas o problemas con el fin de analizar el objeto de estudio.
Concretamente, se plantea a los sujetos un problema estandarizado y se observa cómo
es resuelto por estos para determinar cuáles son sus capacidades. Un ejemplo de esta
técnica es la «tarea de las tres montañas» diseñada por Piaget e Inhelder (1956) para
analizar el egocentrismo. En la tarea, se sienta al sujeto en una mesa sobre la cual hay
una maqueta que representa tres montañas. Al otro lado de la mesa, se coloca una
muñeca y se le pregunta al sujeto cómo verá la muñeca las montañas, mostrándole
fotografías correspondientes a diferentes perspectivas de las mismas, entre las que
deben elegir.
La resolución de problemas estandarizados es una técnica muy cómoda y por eso
108
se usa mucho para estudiar el desarrollo humano, aunque su principal problema es la
validez, dado que existe el riesgo de que el sujeto no resuelva el problema como lo
haría en la vida real.
2.8. Técnicas basadas en el aprendizaje
Las técnicas basadas en el aprendizaje son técnicas utilizadas por la psicología del
aprendizaje que se basan en las conductas reflejas y asociativas que generan
determinados estímulos. Estas técnicas resultan muy útiles para analizar cuestiones
como el desarrollo de las capacidades cognitivas de los niños y niñas en las primeras
etapas de la vida, en las que carecen de las capacidades necesarias para expresar sus
ideas o para realizar tareas a partir de las cuales se puedan inferir sus competencias
cognitivas (Gutiérrez y Carriedo, 2002).
Figura 2.2.—Tarea de las tres montañas (Piaget e Inhelder, 1956) (elaborada por Kepa Etxebarria).
Una de estas técnicas es la denominada habituación-deshabituación, que consiste
en lo siguiente: se presenta al sujeto un estímulo que atraiga su atención (por ejemplo,
el rostro de una persona que abre y cierra la boca) y se observa cómo se interesa por
él y lo mira. En un momento dado, cuando el sujeto se habitúa al estímulo (es decir,
por el hecho de ser presentado un largo lapso de tiempo, el sujeto deja de reaccionar
ante él y deja de mirarlo), sin que el sujeto se dé cuenta, se realiza alguna
modificación en el estímulo (por ejemplo, el rostro que se ha presentado
anteriormente se presenta, además de abriendo y cerrando la boca, abriendo y
cerrando los ojos). Si se observa que el sujeto muestra de nuevo interés por el
estímulo presentado, se puede concluir que se ha deshabituado, lo que supone que ha
sido capaz de detectar la diferencia entre el estímulo presentado la primera vez y el
presentado posteriormente (Palacios, 1999).
Otra de las técnicas basadas en el aprendizaje es la denominada conductas
109
operantes en la que se utilizan conductas que el bebé realiza de forma natural con el
fin de que tengan como resultado efectos condicionados (Palacios, 1999), es decir,
que la criatura asocie su conducta con las consecuencias que ella conlleva. Por
ejemplo, se puede utilizar la conducta espontánea, natural de agitar las piernas para
que tenga como resultado que se muevan una serie de muñecos que cuelgan de un
móvil de cuna. Con ese fin, se ata un extremo de una cinta a la pierna de la criatura y
el otro extremo de la misma al móvil en cuestión. Si se observa que cada vez que
mira a los objetos que cuelgan del móvil, la criatura agita con más fuerza sus piernas,
se podría concluir que es consciente de que es ella la que produce dicho movimiento
(algo denominado sentimiento de eficacia personal o efectancia). Si se repite el
experimento unos días más tarde y se observa el mismo patrón de conducta en la
criatura, se podría concluir que tiene capacidad para recordar lo ocurrido hace unos
días.
FUENTE: elaboración propia.
Figura 2.3.—Técnica de las conductas operantes, en la que se ata un extremo de una cuerda al pie de la
criatura y el otro extremo a un móvil de cuna.
También es muy utilizada para el estudio del desarrollo cognitivo temprano —y,
concretamente, de la percepción— la técnica denominada paradigma de preferencia
de estímulos (Gutiérrez y Carriedo, 2002) o preferencias perceptivas (Palacios,
1999), consistente en presentar —bien simultáneamente, bien sucesivamente— a la
criatura dos estímulos y registrar la atención que presta a cada uno de ellos. Si se
observa que la criatura mira durante más tiempo y de forma sistemática a uno de los
estímulos, se podría concluir que es capaz de distinguir entre ambos y que las
características de aquel al que mira más tiempo le resultan más atractivas.
2.9. Role playing, historias, juegos y fotografías
Las técnicas de role playing, historias, juegos y fotografías también han sido
110
aplicadas al estudio del desarrollo humano. El role playing, que consiste en el
planteamiento de una situación en la que los sujetos muestrales deben asumir un
papel concreto, ha sido aplicado, por ejemplo, al estudio del desarrollo de las
nociones económicas (Berti, Bombi y Beni, 1986; Jahoda, 1979 en Reizabal,
González y Sádaba, 2007). Concretamente, Jahoda (1979) utilizó una técnica que
consistía en representar la situación de la tienda en la que los niños y niñas
desempeñaban el papel de vendedor y varios experimentadores hacían de comprador
y proveedor. El comprador o compradora adquiría todos los productos que el
vendedor tenía en su tienda y, en ese momento, el sujeto observado tenía que
reemplazarlos con nuevas mercancías. Para ello, disponía de un teléfono de juguete
que le servía para llamar a la fábrica, donde debía preguntar cuánto tendría que pagar
por una lista de productos. Como el teléfono era de juguete, el sujeto tenía que
responderse a sí mismo cuál sería el precio de los productos. Por último, cuando el
proveedor o proveedora llegaba, el sujeto debía pagarle con el dinero de la tienda.
La técnica de las historias, por su parte, consiste en contar al sujeto, por medio de
diferentes procedimientos (bien sea verbalmente, bien por medio de dibujos,
marionetas, etc.), una historia para posteriormente preguntarle cuestiones acerca de la
misma. A modo de ejemplo de esta técnica se pueden citar el paradigma de la
creencia falsa (Baron-Cohen, Leslie y Frith, 1985 en Reizabal, 2007), que consiste en
contar al niño o niña una historia, al tiempo que se representa mediante dibujos o
muñecos.
Aunque existen diferentes versiones de la historia, una de las más utilizadas es la
de Baron-Cohen y cols., (1985 en Reizabal, 2007), denominada situación de cambio
inesperado (Hala y Carpendale, 1997 en Reizabal, 2007), en la que, al tiempo que se
le muestran los dibujos (elaborados por Koldo Soto), se narra al niño o niña lo
siguiente:
«Esta es X y esta Y. X e Y están en una habitación. X tiene una pelota en su caja. Y no tiene nada en su
bolso.»
111
«X sale de la habitación.»
«Entonces Y coge la pelota de la caja de X y la mete en su bolso.»
«X vuelve a la habitación. Quiere jugar con su pelota. ¿Dónde irá X a buscar su pelota?»
Los juegos también han sido aplicados al estudio del desarrollo humano. Piaget
(1932 en Reizabal, 2007), por ejemplo, utilizó el juego de las canicas para estudiar el
desarrollo moral de sujetos de entre cinco y trece años.
112
Por último, las fotografías también han sido utilizadas en el estudio del desarrollo
humano por medio de dos procedimientos: bien mostrando al sujeto fotografías
sacadas por otras personas para que elija aquellas que reflejen mejor sus ideas en
torno al objeto de estudio, bien por medio de la fotocomunicación, en la que es el
propio sujeto quien realiza las fotografías. Ambos procedimientos han sido utilizados
en investigaciones cuyo fin era analizar el desarrollo de las concepciones sobre la paz
y la guerra (Dinklage y Ziller, 1989 en Reizabal, Sádaba y González, 2007).
La tabla 2.1 resume las técnicas de recogida de datos descritas en este apartado,
así como sus ventajas e inconvenientes.
3. TIPOS DE INVESTIGACIÓN
En estrecha relación con la técnica de recogida de datos está el tipo de
investigación que se va a utilizar, que depende de los objetivos de la misma. Así, se
suele distinguir entre investigación no experimental y experimental.
3.1. La investigación no experimental
En la investigación no experimental se pretende describir o analizar las relaciones
no causales existentes entre variables. Existen dos tipos de investigaciones no
experimentales: la descriptiva y la asociativa.
La aproximación descriptiva es la forma más antigua de investigación psicológica
y tiene como principal objetivo la descripción de los fenómenos u objetos de estudio.
También permite estudiar los procesos de cambio y plantear cuestiones relativas a la
relación entre variables, pero en condiciones de escaso control. De esta forma, los
estudios descriptivos consisten en la mera observación de los sujetos y la anotación
de lo que se observa, sin intentar establecer ningún tipo de relación entre las
conductas observadas y otras variables.
TABLA 2.1
Principales técnicas de recogida de datos en psicología del desarrollo
Método
Ventajas
Desventajas
Ejemplo
Observación natural:
se observa la conducta
en una situación de la
vida diaria.
Proporciona
gran cantidad
de información
de primera
mano. La
conducta del
sujeto es más
natural y
espontánea que
las conductas
observadas en
el laboratorio.
La presencia de la
persona que observa
podría influir en la
conducta del sujeto.
La persona que
observa podría
reflejar algún sesgo
preexistente en sus
registros. Difícil la
generalización de las
conclusiones.
Observación, registro y descripción
de conductas agresivas en el patio de
un colegio de niños y niñas de 5
años.
113
Observación de
laboratorio: la
situación está
diseñada por la
persona que observa,
quien produce las
condiciones que
pueden dar lugar a la
conducta objeto de
estudio.
Permite
centrarse sobre
el aspecto
concreto que se
pretende
estudiar. Es
posible
establecer
comparaciones
entre sujetos.
Escasa validez
ecológica. La
situación
determinada por la
persona que observa
puede no facilitar el
descubrimiento de
conductas nuevas.
Observación a través de un espejo
unidireccional de una niña de 9
meses al abandonar su madre la
habitación en la que se encuentran.
Estudios de caso: se
estudia en
profundidad la
conducta de una
persona para analizar
el objeto de estudio.
Permiten
recoger una
gran cantidad
de datos de
forma muy
detallada.
El caso estudiado
puede no ser
representativo. Puede
conllevar mucho
tiempo. Sesgo de la
persona que observa.
Analizar las consecuencias que el
aislamiento social ha tenido en el
desarrollo del lenguaje de un niño o
niña que ha padecido dicha
situación. Por ejemplo, los
denominados «niños o niñas
salvajes» como Víctor de Aveyron,
aparecido en un bosque de Francia
en 1795, o Gennie, hallada en la
localidad californiana de Arcadia en
1970.
Entrevistas y
cuestionarios: se pide
a los sujetos que
respondan a una serie
de preguntas y se
registran sus
respuestas. La
entrevista se realiza de
forma oral y el
cuestionario de forma
escrita.
Entrevistas
Es posible
utilizar
preguntas de
seguimiento
para aclarar
algunas
cuestiones.
Las personas
que realizan las
entrevistas
suelen atender
a los
sentimientos,
emociones y
actitudes de los
sujetos.
Entrevistas
Requieren mucho
tiempo, son costosas
y generalmente
cubren a un número
limitado de sujetos.
Entrevistas
Utilizar la entrevista para obtener
datos sobre el impacto que tiene la
llegada del primer hijo o hija en
padres y madres.
Cuestionarios
No son aplicables a
sujetos que no saben
leer. Puede ocurrir
que no se entiendan
bien las preguntas o
que los sujetos de
distintas edades las
entiendan de forma
diferente.
Cuestionarios
Se diseña y se pasa un cuestionario a
personas de diferente edad para
analizar sus aptitudes cognitivas.
Cuestionarios
Constituyen un
método rápido,
barato, asegura
el anonimato y
los datos están
estandarizados.
Método clínico:
entrevista abierta y no
estructurada que se
realiza con el fin de
analizar el objeto de
estudio.
Aporta
importante
información
sobre el objeto
de estudio.
Permite
profundizar en
aspectos
desconocidos
del
pensamiento
del sujeto.
No pueden realizarse
comparaciones
interindividuales.
Los planteamientos
teóricos de la
persona que
investiga pueden
influir tanto en las
preguntas que realiza
como en las
interpretaciones de
las respuestas.
Requiere una gran
preparación y
114
Método utilizado por Piaget para
analizar diferentes aspectos del
desarrollo cognitivo.
experiencia por parte
de la persona que la
realiza.
Test estandarizados:
pruebas de evaluación
psicológica objetivas
y que siguen
procedimientos
uniformes para su
realización y
puntuación.
Método rápido,
barato, asegura
el anonimato y
los datos están
estandarizados.
Puede ocurrir que no
se entiendan bien las
preguntas o que
sujetos de distintas
edades las entiendan
de forma diferente.
Wechler Intelligence Scale for
Children WISC V (escala de
inteligencia de Wechsler para
niños/as).
Medidas
electrofisiológicas:
equipamientos que
registran cambios en
la temperatura de la
piel, actividad
cardíaca, actividad
cerebral, el
seguimiento visual de
los objetos, etc.
producidos por
determinados
estímulos.
Aportan
información
sobre las
reacciones
fisiológicas que
puede provocar
un estímulo.
Coste económico. En
ocasiones, los
instrumentos de
medida pueden ser
molestos para los
sujetos muestrales.
La técnica de movimientos oculares
permite analizar el reconocimiento
de los rostros por parte de niños y
niñas pequeños.
Resolución de
problemas
estandarizados:
tareas estandarizadas
que los sujetos deben
resolver.
Comodidad.
Problema de validez,
pues el sujeto puede
no resolver el
problema como lo
haría en la vida real.
Prueba de las tres montañas (Piaget e
Inhelder, 1956).
Técnicas basadas en
el aprendizaje:
técnicas
fundamentadas en los
postulados de las
teorías del
aprendizaje.
Efectivas para
analizar el
desarrollo
cognitivo
temprano.
No útiles para
analizar el desarrollo
cognitivo en etapas
posteriores.
Habituación-deshabituación y
conductas operantes.
Rol playing,
historias, juegos y
fotografías.
Permiten
analizar el
desarrollo del
conocimiento
sobre
numerosas
cuestiones.
Pueden conllevar
mucho tiempo. Sesgo
de la persona que
realiza la
observación.
Las fotografías han sido utilizadas
para analizar el desarrollo de la
concepción que los niños y niñas
tienen sobre cuestiones como la paz
y la guerra.
FUENTE: elaboración propia.
Un ejemplo de este tipo de investigación sería el Programa para la Evaluación
Internacional del Alumnado (PISA), consistente en una investigación internacional
que se realiza periódicamente con el fin de describir el rendimiento del alumnado de
diferentes países en ámbitos como las matemáticas, la lectura o las ciencias.
La investigación asociativa o correlacional, por su parte, tiene como objetivo
analizar la relación o el grado de variación simultánea existente entre variables, para
115
lo cual se mide cada una de las variables sin manipulación alguna —es decir, tal y
como están en la naturaleza— y se analizan para establecer si existe algún tipo de
relación significativa entre ellas.
Pongamos un ejemplo de investigación asociativa: imagínese que se está tratando
de comprobar una hipótesis según la cual los niños y niñas tienden a imitar lo que ven
en televisión y, en consecuencia, cuanto más a menudo observen personajes que
exhiben conductas tipificadas por el género, más tenderán a comportarse de forma
estereotipada según su género. Una vez seleccionada la muestra, se deberían medir
las dos variables que se cree que están relacionadas. Con el fin de evaluar el resultado
de la exposición a programas en los que aparecen conductas tipificadas por el género,
se debería determinar qué programa ve cada sujeto —para lo cual se podría utilizar
una entrevista o la observación natural— y contar el número de conductas de este tipo
que se observan en él. Para medir el número de conductas tipificadas por el género de
los sujetos muestrales, por su parte, se podría observar su comportamiento en el patio
del colegio y registrar el número de conductas de este tipo que muestran. Una vez
recogidos los datos, se evaluaría la hipótesis según la cual existe relación entre ver
programas en los que las personas muestran conductas tipificadas por el género y el
comportamiento tipificado por el género, de forma que cuanto más a menudo
observen los niños y niñas personajes que exhiben conductas tipificadas por el
género, más tenderán a comportarse de forma estereotipada según su género.
Las investigaciones han establecido un considerable número de asociaciones con
respecto al desarrollo humano. Por ejemplo, hay estudios que muestran una relación
positiva entre la violencia televisiva y la agresividad; esto es, los niños y niñas que
ven más violencia por televisión tienden a pelear más que los que no lo hacen
(Huesmann, Moise-Titus, Podolski y Eron, 2003). También hay estudios que
muestran una relación negativa entre el nivel de escolaridad y el riesgo de desarrollar
una demencia tipo Alzheimer o deterioro cognitivo (Rami, Valls-Pedret, Bartrés-Faz,
Caprile, Solé-Padullés y cols., 2011). Es decir, a menor nivel de escolaridad, mayor
probabilidad de desarrollar algún tipo de demencia.
Si bien los estudios asociativos permiten descubrir las relaciones entre variables en
una situación natural, así como hacer predicciones y extraer dimensiones no
evidentes, comunes a las variables, su limitación consiste en que no pueden establecer
relaciones causales entre las variables.
3.2. La investigación experimental
El objetivo de la investigación experimental consiste en analizar las relaciones
causales entre variables, para lo cual, dentro de un contexto experimental controlado,
se introducen cambios sistemáticos en una o más variables (las variables
independientes) y se observan las variaciones que esos cambios producen en otras
variables (las variables dependientes).
Con el fin de que otras variables extrañas no influyan en el posible efecto de la
variable independiente sobre la dependiente, se crea en una situación controlada las
116
condiciones necesarias para que se produzca la variable independiente y se registra
los cambios que se producen en las variables dependientes.
Una manera común de llevar a cabo una investigación experimental es dividir la
muestra en dos grupos: el experimental y el de control. El grupo experimental suele
estar formado por aquellas personas que se exponen a la manipulación experimental o
tratamiento (es decir, el fenómeno que se pretende estudiar). El grupo de control, por
su parte, está constituido por personas similares a las del grupo experimental, pero
que no se exponen a la manipulación experimental.
Por ejemplo: imagínese que se pretende verificar la hipótesis citada en el apartado
relativo a la metodología correlacional, según la cual los niños y niñas tienden a
imitar lo que ven en televisión y, en consecuencia, cuanto más a menudo observen
personajes que exhiben conductas tipificadas por el género, más tenderán a
comportarse de forma estereotipada según su género. La investigación experimental
podría consistir en la realización de un experimento de laboratorio, en el que la
variable independiente fuera el tipo de programa que ven niños y niñas, y la variable
dependiente la conducta estereotipada por el género. Se elegiría una muestra y a la
mitad de la misma se le presentaría un programa que reforzara el reparto de papeles
en función del sexo (grupo experimental), mientras la otra mitad vería un programa
en el que no se mostrarían roles sexuales estereotipados (grupo de control).
Posteriormente, se pediría a los sujetos de ambos grupos que jugaran en el
laboratorio, se observaría y registraría cuántas veces muestran conductas
estereotipadas por el género y se compararían los resultados del grupo de control con
los del grupo experimental. Si se observara que el primer grupo de sujetos muestra
mayor número de conductas estereotipadas por el género, se podría concluir que los
programas de televisión que refuerzan un modelo social de reparto de papeles en
función del sexo influyen en la conducta estereotipada por el género de niños y niñas.
Si bien las investigaciones experimentales permiten establecer relaciones causaefecto entre variables y tienen una alta validez interna o grado de confianza atribuido
a los resultados que se obtienen por medio de las mismas, tienen una serie de
limitaciones, entre las que se encuentra, por un lado, la cuestión de la falta de validez
ecológica, en tanto en cuanto la situación experimental es totalmente artificial y no
respeta el contexto natural de la conducta. En este sentido, no parece que las
conclusiones extraídas de este tipo de investigaciones sean aplicables al mundo real.
Una forma de evitar este problema es la realización de experimentos de campo,
que consisten en experimentos realizados en un escenario natural como el hogar
familiar, la escuela o el parque. En el ejemplo mencionado anteriormente,
simplemente se cambiaría el laboratorio por alguno de estos escenarios.
Otro problema que afecta básicamente a investigaciones sobre el desarrollo
humano procede del hecho de que la edad no es una variable experimental auténtica.
Puede tener un poder descriptivo, pero difícilmente puede explicar por sí misma un
fenómeno, por lo que se podría hablar de efectos asociados a la edad, pero no de
efectos debidos a la edad en sí misma.
Un tercer problema reside en la cuestión del control experimental de las variables
117
extrañas. Para poder llegar a la conclusión de que la variable independiente es la
verdadera causa de los cambios en la variable dependiente, es necesario asegurar que
todas las variables que pudieran influir en el experimento están debidamente
controladas, es decir, son las mismas en cada condición experimental. Una forma de
lograr dicho control es la asignación aleatoria, que consiste en asignar a los sujetos
unas condiciones experimentales por medio de un procedimiento imparcial. Sin
embargo, no siempre es posible realizar este tipo de asignación. En estos casos suele
utilizarse la investigación cuasi-experimental, que básicamente consistiría en una
investigación experimental en la que no se realiza asignación aleatoria de sujetos,
sino que son grupos preexistentes o naturales. La mayor limitación de este tipo de
investigación es que tiene escaso control de variables extrañas.
Una última limitación de la investigación experimental reside en el hecho de que
existen ciertos problemas a los que no se puede aplicar el diseño experimental o en
los que no debe hacerse por razones éticas. Un ejemplo podría ser la influencia que el
aislamiento social en la infancia puede tener en el desarrollo cognitivo, en tanto en
cuanto no sería ético aislar a los niños y niñas para ver cómo afecta ese hecho a su
desarrollo en ese ámbito.
4. DISEÑOS DE INVESTIGACIÓN EN PSICOLOGÍA DEL DESARROLLO
Son tres los diseños de investigación que más se utilizan en psicología del
desarrollo: los transversales, los longitudinales y los secuenciales. Estos diseños
utilizan la edad cronológica, entendida como el año de nacimiento de los sujetos,
como criterio básico para realizar el muestreo.
4.1. Diseños transversales
En los estudios en los que se utiliza el diseño transversal se analiza el aspecto del
desarrollo que es objeto de estudio en una muestra compuesta por sujetos nacidos en
diferentes momentos históricos —es decir, pertenecientes a diferentes generaciones
—, y posteriormente se realizan comparaciones de los resultados entre los diferentes
grupos de edad (véase figura 2.4).
Imaginemos que queremos analizar si la edad afecta al funcionamiento cognitivo.
Si investigáramos la cuestión por medio de un diseño transversal, elegiríamos una
muestra compuesta por personas de diferentes grupos de edad (por ejemplo, de
veinte, cuarenta, sesenta y ochenta años), a quienes pasaríamos un test para analizar
su funcionamiento en ese ámbito, y posteriormente compararíamos los resultados de
los diferentes grupos de edad. Si encontráramos diferencias entre sus respuestas,
podríamos concluir que estas son debidas a la edad.
Las principales ventajas de estos estudios serían las siguientes: por un lado,
posibilitan el estudio de grupos formados por numerosos individuos en un intervalo
corto de tiempo. Asimismo, son relativamente económicos, tanto en lo material como
118
en lo que al coste humano se refiere y son rápidos de realizar, ya que por medio de
estos diseños se puede recoger la información que por medio de otros diseños costaría
largos períodos de tiempo. Por último, dado que las mediciones se realizan una única
vez, no se producen pérdidas de sujetos muestrales.
En lo que a las desventajas se refiere, por un lado, los sujetos se seleccionan en
función de la edad cronológica, lo que no permite tener en cuenta su nivel de
desarrollo ni considerar las diferencias en el desarrollo que pueden existir entre
sujetos de la misma edad cronológica. Asimismo, teniendo en cuenta que en cada
grupo de edad puede haber sujetos con características muy diferentes (por ejemplo,
en relación con la clase social o el nivel cultural) puede darse el problema de la falta
de homogeneidad entre las muestras.
Figura 2.4.—Diseño transversal (elaborada por Kepa Etxebarria).
Estos estudios tampoco tienen en cuenta la influencia de los factores
sociohistóricos, diferentes según las generaciones, que pueden influir en la ejecución
de las pruebas por parte de los sujetos. Por este motivo, no es posible extraer de estos
estudios conclusiones válidas sobre los cambios que se producen en las capacidades
estudiadas que estén relacionados con la edad, sino únicamente sobre diferencias
entre sujetos de diferentes edades y, por tanto, pertenecientes a diferentes
generaciones (efecto cohorte). Dado que se realiza una única medición, tampoco
posibilitan el estudio del cambio intraindividual.
4.2. Diseños longitudinales
En el diseño longitudinal, las mediciones de la variable que es objeto de estudio se
realizan a una misma muestra de sujetos nacidos en el mismo año, en diferentes
momentos de su vida (véase figura 2.5). El tiempo de seguimiento puede variar de
unos meses a muchos años, dependiendo de los objetivos de la investigación.
Siguiendo con el ejemplo comentado en el punto anterior, si quisiéramos analizar
si la edad afecta al funcionamiento cognitivo por medio de un diseño longitudinal,
119
tomaríamos una muestra compuesta por personas de veinte años y les pasaríamos test
para analizar su funcionamiento en ese ámbito. Posteriormente, haríamos lo propio
cuando estas personas tuvieran cuarenta, sesenta y ochenta años.
Entre las ventajas de este procedimiento, se podría señalar las siguientes: por un
lado, el hecho de que gracias a estos estudios se pueden identificar los cambios
evolutivos que produce el tiempo en el individuo. Asimismo, muestran las
semejanzas y diferencias interindividuales que se dan en los cambios evolutivos de
los sujetos. Entercer lugar, y teniendo en cuenta que siempre se estudia a los mismos
sujetos, no existe el riesgo de falta de homogeneidad entre los diferentes grupos.
Estos estudios serían, además, los más indicados para el estudio del cambio.
Figura 2.5.—Diseño longitudinal (elaborada por Kepa Etxebarria).
En lo que a las desventajas se refiere, requieren demasiado tiempo y son costosos,
tanto en lo material como en lo humano. Otra desventaja residiría en la mortandad
experimental o reducción de la muestra, que puede ser debida a diversos factores
como enfermedad, cambios de domicilio, etc. de los sujetos muestrales. Un tercer
inconveniente se encuentra en el hecho de que, dado que los sujetos realizan
repetidamente las pruebas, estos pueden convertirse en expertos en esas tareas, lo que
contamina los resultados de la investigación. Por último, al pertenecer todos los
sujetos a la misma generación o cohorte, sus resultados no pueden ser aplicados a
otras generaciones, por lo que tienen una validez externa limitada. Dentro de los
estudios longitudinales pueden incluirse los estudios de cohorte. Estos se basan en el
seguimiento a personas que experimentaron o fueron expuestas a determinados
acontecimientos en un período determinado. Estos acontecimientos pueden ser, por
ejemplo, una guerra, una crisis económica u otras características biológicas, sociales
o psicológicas que afectaron a un grupo determinado de individuos. En este caso la
variable generación incluiría a aquellas personas que tienen aproximadamente la
misma edad, y que en un momento determinado tuvieron experiencias semejantes que
les afectaron de forma similar.
120
4.3. Investigaciones secuenciales
Como señala Shaffer (2002), las investigaciones basadas en diseños secuenciales
estudian las mismas variables, por medio de las mismas técnicas de obtención de
datos aplicadas en diferentes momentos históricos a grupos de sujetos de diferentes
edades y, en consecuencia, pertenecientes a diferentes generaciones (véase figura
2.6).
Pongamos el caso de que se desea estudiar el desarrollo del funcionamiento
cognitivo en sujetos con edades comprendidas entre los treinta y cinco y los cincuenta
años. Se podría comenzar el estudio en el año 2010 con una muestra de sujetos de
treinta y cinco años (pertenecientes a la generación de 1975) y de cuarenta años
(pertenecientes a la generación de 1970). Posteriormente, los años 2015 y 2020, se
podría volver a pasar la prueba con el fin de examinar el funcionamiento cognitivo en
ambos grupos.
Figura 2.6.—Diseño secuencial (elaborada por Kepa Etxebarria).
Este tipo de diseño permite un seguimiento de la generación de 1975 desde los
treinta y cinco a los cuarenta y cinco años y, en el caso de la generación de 1970,
desde los cuarenta hasta los cincuenta años. Asimismo, este diseño permite evaluar
los efectos generacionales al comparar a sujetos de la misma edad que nacieron en
años diferentes. En este sentido, este tipo de estudios combinan los mejores rasgos de
los estudios transversales y de los longitudinales. Según Baltes, Reese y Nesselroade
(1981) el objetivo de los estudios secuenciales es estudiar la variación intraindividual
e interindividual en un mundo cambiante y separar las influencias debidas a la edad y
la cohorte o generación.
La ventaja de los estudios secuenciales consiste en que permiten determinar si los
efectos cohorte influyen en los resultados, comparando los datos de sujetos de la
121
misma edad nacidos en diferentes momentos históricos. Por otro lado, permiten
realizar comparaciones tanto transversales como longitudinales en el mismo estudio.
Además, en ocasiones, son menos costosos y requieren menos tiempo que los
estudios longitudinales.
En cuanto a sus desventajas, estas radican en el hecho de que son más caros y
requieren más tiempo que las investigaciones transversales. Además, aunque es el
diseño que proporciona resultados más precisos, puede dejar dudas acerca de si un
cambio en el desarrollo es generalizable más allá de las generaciones estudiadas.
La tabla 2.2 resume los diferentes diseños de investigación, así como sus ventajas
y desventajas.
TABLA 2.2
Diseños de investigación en psicología del desarrollo
Tipo de
diseño
Descripción
Ventajas
Desventajas
Transversal
Se analiza en un
determinado momento
histórico el aspecto del
desarrollo que es objeto
de estudio en una muestra
compuesta por
participantes nacidos en
diferentes momentos,
pertenecientes a
diferentes generaciones o
«cohortes».
Estudio de grupos
formados por numerosos
individuos que se realiza
en un intervalo corto de
tiempo; es económico,
rápido y no se producen
pérdidas de
participantes.
No se pueden establecer
conclusiones sobre que los
cambios estén relacionados con
la edad; puede darse el problema
de la falta de homogeneidad
entre las muestras; no tienen en
cuenta la influencia de los
factores sociohistóricos; no
posibilitan el estudio del cambio
intraindividual.
Longitudinal
Las mediciones de la
variable objeto de estudio
se realizan a una misma
muestra de participantes
nacidos el mismo año, en
diferentes momentos de
su vida.
Se pueden identificar los
cambios evolutivos que
produce el tiempo en el
individuo; muestran las
semejanzas y diferencias
interindividuales; no
existe el riesgo de falta
de homogeneidad entre
los diferentes grupos de
edad.
Requieren demasiado tiempo y
son costosos; mortandad
experimental; familiaridad con
las pruebas; los resultados solo
pueden ser válidos para la
cohorte o generación analizada.
Secuencial
Se combinan técnicas
trasversales y
longitudinales.
Ayudan a evitar las
limitaciones de los
diseños transversales y
longitudinales.
Costosos y lentos; no resuelven
del todo las limitaciones de los
diseños transversales y
longitudinales.
5. PRINCIPIOS ÉTICOS EN LA INVESTIGACIÓN SOBRE EL
DESARROLLO HUMANO
Es muy importante para todas aquellas personas que investigan en el ámbito de la
psicología del desarrollo que sean conscientes de que todo estudio debe respetar la
integridad cognitiva, emocional y física de los sujetos muestrales. Con el fin de que
122
se respete dicha integridad, diversas asociaciones profesionales como, por ejemplo, la
American Psychological Association (APA, 2010), han publicado una serie de
normas éticas que se deben respetar en toda investigación.
Estas normativas recogen cuestiones, entre las que destacan la protección contra el
daño y el consentimiento informado. La primera de ellas se refiere a los
procedimientos que se pueden utilizar a la hora de realizar investigaciones y establece
que la persona que lleva a cabo una investigación no debe utilizar ningún
procedimiento que pueda producir daños físicos, emocionales o psicológicos
«permanentes, irreversibles o innecesarios» (Consejo General de Colegios Oficiales
de Psicólogos, 2010: 7) a las personas que participan en la investigación. Asimismo,
se establece que se debe utilizar aquel procedimiento de investigación que sea menos
estresante para los sujetos muestrales.
La protección contra el daño también incluye mantener la privacidad y
confidencialidad de los sujetos, eliminándose todas las formas por medio de las que
pudiera identificarse a los mismos. Estas normas establecen también la obligatoriedad
por parte de quien realiza la investigación de tratar dignamente a los sujetos
muestrales, respetando sus creencias, su intimidad y su pudor.
En lo que al consentimiento informado se refiere, la norma establece que, una vez
recibida una explicación detallada de la naturaleza, objetivos y métodos de
investigación del estudio, los sujetos muestrales deben autorizar explícitamente su
participación en el mismo. Asimismo, debe informárseles de que tienen derecho a no
participar en él o a abandonarlo cuando lo crean conveniente. Cuando los sujetos
muestrales son personas que pueden no entender de manera adecuada las
explicaciones sobre los objetivos y métodos del estudio, y es difícil que puedan dar su
consentimiento, se suele proporcionar la explicación del mismo a una persona adulta
como, por ejemplo, la madre, el padre o un tutor o tutora que puede dar su
consentimiento.
Además de estas cuestiones, estas guías establecen otras obligaciones como la
responsabilidad de corregir los daños o efectos indeseables que pueda originar la
investigación, el compromiso de no manipular los resultados, de no plagiar las
investigaciones, la obligación de divulgarlos, sin duplicar las publicaciones basadas
en los mismos resultados, y de compartir los beneficios de la investigación con las
personas que hayan participado en la misma.
Otra de las normas establece la necesidad de obtener la aprobación institucional.
Con ese fin, las universidades suelen tener comités éticos que se dedican a verificar
que las investigaciones que se pretende realizar respetan las normas éticas de la
investigación. Si el comité observa que alguna parte de un proyecto de investigación
puede violar alguna de las normas aquí citadas, puede pedir al equipo de
investigación que haga modificaciones con el fin de cumplir las normas o, si no es
respetuoso con las mismas, que lo abandone.
6. FUENTES DOCUMENTALES SOBRE EL DESARROLLO HUMANO
123
Para poder llevar a cabo una investigación o trabajo, para estudiar o para impartir
docencia sobre el desarrollo humano, es necesario consultar diferentes fuentes de
información o fuentes documentales, que se van a describir en este apartado. Con ese
fin, se ha organizado la información de acuerdo con las clasificaciones más
difundidas que parten de la división entre fuentes primarias y secundarias (Ortega y
Fernández, 1981 en Reizabal, 2003).
6.1. Fuentes primarias
Las fuentes primarias son documentos originales que ofrecen información de
manera directa, es decir, informaciones originales.
Las fuentes primarias pueden ser generales y especializadas. Las fuentes primarias
generales proporcionan información sobre amplios aspectos de un tema, como puede
ser dentro de las ciencias sociales la psicología. Por medio de la utilización de las
fuentes primarias generales se logra la comprensión de conceptos generales y, ante
todo, la delimitación conceptual de los términos usados en psicología. Entre sus
características positivas cabe destacar su sencillez, su concreción y el bajo nivel de
dificultad que supone su manejo. Las fuentes primarias especializadas, por su parte,
se utilizan con el fin de obtener información especializada sobre una temática
concreta, como puede ser el desarrollo humano.
Dentro de las fuentes primarias se incluyen publicaciones como las enciclopedias,
los diccionarios, los tesauros, los tratados generales o manuales, las compilaciones y
las revistas o las series y monografías que se describen a continuación.
Enciclopedias
Resultan muy útiles para clarificar conceptos y términos, aunque siendo muy
amplias, pues incluyen una información extensa sobre las materias tratadas, no
profundizan en los conceptos y términos que presentan. A modo de ejemplo, se
pueden citar las siguientes:
— Grohol, J. M. (2016). Psych central’s encyclopedia of psychology. Psych
Central. Disponible en http://psychcentral.com/encyclopedia/.
— Hopkins, B. (2005). The Cambridge encyclopedia of child development.
Cambridge: Cambridge University Press.
— Kazdin, A. E. (2000). Encyclopedia of psychology. Washington: APA y Oxford
University Press.
Diccionarios
Los diccionarios recogen en orden alfabético los términos que suelen utilizarse en
psicología. En las definiciones suelen utilizar un lenguaje técnico. Constituyen una
124
valiosa ayuda para precisar la definición de los términos que se utilizan. A modo de
ejemplo, cabe citar los siguientes:
— Lopez Galán, S. (2015). Diccionario de psicología y psiquiatría. Madrid:
Panamericana.
— Harré, R. y Lamb, R. (1990). Diccionario de psicología evolutiva y de la
educación. Barcelona: Paidós.
Tesauros
Los tesauros son repertorios de términos que mantienen entre sí una relación
semántica y que tienen aplicación a un dominio específico del conocimiento.
Funcionalmente, el tesauro es un medio fundamental para establecer los descriptores
de búsqueda para las bases de datos informatizadas, pues presenta la equivalencia
entre términos habituales del lenguaje natural y los correspondientes en el lenguaje
documental. A modo de ejemplo, se pueden citar los siguientes:
— Instituto de Información y Documentación de Ciencias Sociales y
Humanidades (ISOC) (1995). Tesauro ISOC de psicología. Madrid: ISOC.
Disponible
en:
http://alfama.sim.ucm.es/isishtm/psyke/TesauroPsicolog%C3%ADa95.pdf
— APA (2016). Thesaurus of psychological index terms. Washington: APA
PsychNet.
Disponible
en:
http://psycnet.apa.org/index.cfm?
fa=termfinder.displayTerms.
Tratados generales o manuales
Recogen las aportaciones de diferentes autores y autoras de reconocido prestigio
sobre una temática. Son obras de consulta en las que se encuentran trabajos teóricos,
metodológicos y bibliográficos del tema que abordan. También en algunos casos
presentan revisiones de líneas de investigación. A modo de ejemplo cabe citar los
siguientes:
— Bornstein, M. H. y Lamb, M. E. (2011). Developmental science. An advanced
textbook (6.a ed.). Nueva York: Psychology Press.
— Papalia, D. E. y Feldman, R. D. (2013). Desarrollo humano (12.a ed.). Santa
Fe de Bogotá: McGraw-Hill.
Compilaciones
Una compilación es un conjunto de trabajos de distintos autores y/o autoras que
han podido ser publicados con anterioridad o no, pero que versan sobre temáticas
125
semejantes, cuya elección suele ser realizada por el compilador o compiladora. Su
finalidad es analizar un tema desde diferentes enfoques y facilitar el acceso y
conocimiento de documentación difícil. A modo de ejemplo, citaremos la siguiente:
— Palacios, J., Marchesi, A. y Coll, C. (1999). Desarrollo psicológico y
educación (2.a ed.). Madrid: Alianza Editorial.
Revistas
Las revistas son publicaciones periódicas en las que se publican artículos que
recogen las últimas investigaciones de distintas áreas, artículos de síntesis teóricas y
artículos que revisan las últimas aportaciones sobre un tema. A modo de ejemplo de
revistas generales se pueden citar las siguientes: International Journal of Psychology
o el Psychological Review.
Entre las revistas especializadas en psicología del desarrollo, por su parte, cabe
citar revistas como Child Development, Infancia y Aprendizaje, Developmental
Psychology o Developmental Review.
Series y monografías
Las series y monografías son publicaciones sobre una misma temática que suelen
publicarse con una periodicidad irregular. Por ejemplo:
— Coll, C. y Gabucio, F. Temas de psicología. Barcelona: Paidós.
— Buskist, B. y Bernstein, D. Teaching psychological science. Londres: Wiley.
6.2. Fuentes secundarias
Las fuentes secundarias, que también pueden ser generales y especializadas, son
las que sirven para localizar y/o acceder a las fuentes primarias, y entre ellas se
encuentran las siguientes:
Revistas de resúmenes
En las revistas de resúmenes se recogen de forma abreviada artículos y otras
publicaciones, generalmente no críticas, de forma que la persona que las utiliza tiene
información suficiente para no tener que consultar el original. A modo de ejemplo,
cabe citar las denominadas Child Development Abstracts and Bibliography y
Psychological Abstracts.
Revisiones
126
Las revisiones son críticas realizadas por especialistas de trabajos recientemente
publicados sobre un área concreta de la psicología. Entre las publicaciones periódicas
que incluyen revisiones encontramos las denominadas Annual Review of Psychology
y Contemporary Psychology.
Índices
Se trata de listas ordenadas de referencias sobre temas determinados. Agrupan
trabajos por autores/as o palabras clave y también reproducen sumarios. En esta
categoría se incluyen los índices de citas, que proporcionan, además de la referencia,
el impacto que ha tenido el trabajo en investigaciones posteriores, a partir de una lista
de los estudios que lo citan en sus referencias. Como ejemplo, se pueden citar el
Social Science Index o el Índice Español de Ciencias Sociales, cuya serie A se dedica
a psicología y ciencias de la educación.
Bases de datos
La utilización de recursos electrónicos ha aumentado de manera exponencial en
los últimos años, también en el ámbito de la investigación sobre el desarrollo
humano. Uno de esos recursos lo constituyen las bases de datos, accesibles a través
de Internet, y que recogen referencias bibliográficas —y en ocasiones el texto
completo— de artículos de revistas, actas de congresos, libros y capítulos de libros,
etc. sobre un determinado tema o autor. Entre las más utilizadas en psicología se
encuentran las denominadas Psicodoc, ISOC Psicología, PubPsych, Web of Science,
PsycINFO, PsycArticles, PsycCRITIQUES, Psyke, Dialnet, SCOPUS o CSIC.
ACTIVIDADES PRÁCTICAS
1. Análisis de artículos científicos
Objetivo. Aprender a leer artículos científicos, comprender su estructura y saber
elaborar un informe resumiendo sus principales contenidos.
Material. El o la docente elegirá para la realización de esta actividad aquel
artículo que considere oportuno. Como sugerencia, se proponen los siguientes:
1. Castillo-Parra, G., Gómez, E. y Ostrosky-Solís, F. (2009). Relación entre las
funciones cognitivas y el nivel de rendimiento académico en niños. Revista
Neuropsicología, Neuropsiquiatría y Neurociencias, 9(1), 41-54.
2. Lizaso, I., Sánchez de Miguel, M. y Reizabal, L. (2009). Diferentes formas de
acceder a la jubilación y su relación con la salud psicológica. Revista Española
127
de Geriatría y Gerontología, 44(06), 311-316.
3. Goikoetxea, E. (2000). Frecuencia de producción de las respuestas a 52
categorías verbales en niños de primaria. Psicológica, 21, 61-89.
Procedimiento
— Realizar una lectura global del artículo, prestando atención al título, los
nombres de las autoras y autores, año de publicación, partes en las que se
divide, tablas y gráficos.
— Leer el artículo con detenimiento: subrayar las ideas y las palabras más
importantes. Buscar el significado de los términos que no se comprendan.
— Resumir las ideas y aportaciones más importantes con nuestras propias
palabras, siguiendo el siguiente esquema:
•
•
•
•
•
•
Objetivos e hipótesis de la investigación.
Tipo de investigación.
La técnica empleada para recoger los datos.
El tipo diseño.
Principales resultados.
Conclusiones.
2. Diseño de un proyecto de investigación
Objetivo. Aprender a diseñar proyectos de investigación para analizar el
desarrollo humano.
Procedimiento. Diseñar un pequeño proyecto de investigación, atendiendo a las
siguientes cuestiones:
—
—
—
—
—
—
—
Formulación del problema o pregunta de investigación.
Hipótesis o predicción.
Tipo de investigación.
Técnica para recoger los datos.
Tipo diseño.
Fuentes documentales que se consultarían.
Normas éticas que se deberían respetar.
PREGUNTAS DE REFLEXIÓN
1. Analiza las ventajas que ofrecen las técnicas de recogida de datos según sean de
corte cuantitativo o cualitativo.
2. ¿Qué diseño de investigación consideras más oportuno para estudiar los
128
cambios en el uso de las redes sociales de un grupo de personas en un período
de 15 años? ¿Por qué?
3. Plantea una priorización de los principios éticos en la investigación por orden
de importancia donde 1 sea lo más importante, 2 el siguiente menos importante
y así sucesivamente.
AUTOEVALUACIÓN
1. En una de las técnicas de obtención de datos para el estudio del desarrollo
humano se observa la conducta de una persona en la vida real. ¿Cómo se
denomina esa técnica?:
a)
b)
c)
d)
Observación natural.
Observación de laboratorio.
Medida electrofisiológica.
a, b y c son incorrectas.
2. En otra de las técnicas de obtención de datos para el estudio del desarrollo
humano se pide a los sujetos que respondan por escrito a una serie de
preguntas. ¿Cómo se denomina?:
a)
b)
c)
d)
Entrevista.
Cuestionario.
Método clínico.
a, b y c son incorrectas.
3. ¿En qué consiste la investigación experimental?:
a) Estudia la relación entre dos o más variables.
b) Estudia a las personas que están recibiendo ayuda psicológica de un
profesional de la salud mental.
c) Manipula de forma sistemática una o más variables y se estudia el efecto de
dicha manipulación sobre otras variables.
d) a, b y c son incorrectas.
4. ¿Cuáles son las características de los diseños transversales?:
a) Se manipula de forma sistemática una o más variables y se estudia el efecto
de dicha manipulación sobre otras variables.
b) Se analiza en un determinado momento histórico el aspecto del desarrollo
que es objeto de estudio en una muestra compuesta por sujetos nacidos en
diferentes momentos, pertenecientes a diferentes generaciones o «cohortes».
c) Las mediciones de la variable que es objeto de estudio se realizan a una
129
misma muestra de sujetos nacidos en el mismo año en diferentes momentos
de su vida.
d) a, b y c son incorrectas.
5. En un diseño longitudinal:
a) Existe el riesgo de que algunos sujetos muestrales abandonen la
investigación.
b) Los aspectos evolutivos se examinan a través de la misma muestra.
c) Se puede hacer un seguimiento de los cambios intraindividuales.
d) Todas son correctas.
6. Las fuentes documentales secundarias:
a)
b)
c)
d)
Recogen información directa sobre un determinado tema.
Pueden ser generales o concretas.
Clasifican, resumen o recopilan fuentes primarias.
Todas son correctas.
SOLUCIONES
1
2
3
4
5
6
a
b
c
b
d
c
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
APA (2016). Thesaurus of psychological index terms. Washington: APA PsychNet,
disponible en [http://psycnet.apa.org/index.cfm?fa=termfinder.displayTerms].
— (2010). Ethical principles of psychologists and code of conduct. With the 2010
amendments. Washington: APA. Disponible en [http://www.apa.org/ethics/code/].
Arranz, E. (1998). Modelos del desarrollo psicológico humano (2.a ed.). Bilbao:
UPV/EHU.
Baltes, P. B., Reese, H. W. y Nesselroade, J. R. (1981). Métodos de investigación en
psicología evolutiva: enfoque del ciclo vital. Madrid: Morata.
Bornstein, M. H. y Lamb, M. E. (2011). Developmental science. An advanced
textbook (6.a ed.). Nueva York: Psychology Press.
Consejo General de Colegios Oficiales de Psicólogos (2010). Código deontológico.
Madrid: Consejo General de Colegios Oficiales de Psicólogos.
Gibson, E. J. y Walk, R. D. (1960). The visual cliff. Scientific American, 202, 64-71.
Grohol, J. M. (2016). Psych central’s encyclopedia of psychology. Psych Central.
Disponible en http://psychcentral.com/encyclopedia/.
Gutiérrez, F. y Carriedo, N. (2002). Métodos de estudio del desarrollo cognitivo. En
J. A. García Madruga, F. Gutiérrez y N. Carriedo, Psicología evolutiva II:
130
desarrollo cognitivo y lingüístico (pp. 51-85). Madrid: UNED.
Harré, R. y Lamb, R. (1990). Diccionario de psicología evolutiva y de la educación.
Barcelona: Paidós.
Hopkins, B. (2005). The Cambridge encyclopedia of child development. Cambridge:
Cambridge University Press.
Huesmann, L. R., Moise-Titus, J., Podolski, C. y Eron, L. D. (2003). Longitudinal
relations between children’s exposure to TV violence and their aggressive and
violent behavior in young adulthood: 1977-1992. Developmental Psychology, 39,
201-221.
Instituto de Información y Documentación de Ciencias Sociales y Humanidades
(ISOC) (1995). Tesauro ISOC de psicología, Madrid: ISOC. Disponible en:
http://alfama.sim.ucm.es/isishtm/psyke/TesauroPsicolog%C3%ADa95.pdf.
Kazdin, A. E. (2000). Encyclopedia of psychology. Washington: APA y Oxford
University Press.
Lopez Galán, S. (2015). Diccionario de psicología y psiquiatría. Madrid:
Panamericana.
Palacios, J. (1999). Desarrollo cognitivo durante los primeros 2 años. En J. Palacios,
M. Á. Marchesi y C. Coll. (eds.), Desarrollo psicológico y educación I (2.a ed.,
pp. 103-132). Madrid: Alianza.
Palacios, J., Marchesi, A. y Coll, C. (1999). Desarrollo psicológico y educación (2.a
ed.). Madrid: Alianza Editorial.
Papalia, D. E. y Feldman, R. D. (2013). Desarrollo humano (12.a ed.). Santa Fe de
Bogotá: McGraw-Hill.
Piaget, J. (1926). La representación del mundo en el niño. Madrid: Morata.
Piaget, J. y Inhelder, B. (1956). The child’s conception of space. Londres: Routledge.
Rami, L., Valls Pedret, C., Bartrés Faz, D., Caprile, C. y cols. (2011). Cuestionario de
reserva cognitiva. Valores obtenidos en población anciana sana y con enfermedad
de Alzheimer. Revista de Neurología, 52(4), 195-201.
Reizabal, L. (2003). Proyecto docente. Donostia-San Sebastián: Departamento de
procesos psicológicos básicos y su desarrollo, UPV/EHU (inédito).
— (2007). Beste pertsonen ezagutzaren garapena. En L. Reizabal (ed.), Gizarteezagutzaren garapena nerabezarora arte. Bilbao: UEU.
— (2007). Gizarte-ezagutzaren garapenari buruzko datuak lortzeko teknikak. En L.
Reizabal (ed.), Gizarte-ezagutzaren garapena nerabezarora arte. Bilbao: UEU.
Reizabal, L., González, D. y Sádaba, K. (2007). Ekonimiaren inguruko ezagueraren
garapena. En L. Reizabal (ed.), Gizarte-ezagutzaren garapena nerabezarora arte.
Bilbao: UEU.
Reizabal, L., Sádaba, K. y González, D. (2007). Bakearen eta gerraren inguruko
ikusmoldeen garapena. En L. Reizabal (ed.), Gizarte-ezagutzaren garapena
nerabezarora arte. Bilbao: UEU.
Shaffer, D. R. (2002). Desarrollo social y de la personalidad (4.a ed.). Madrid:
Paraninfo.
Universidad de Puerto Rico y University of Wisconsin Madison (2003). Manual del
entrevistador
PREHCO.
Disponible
en:
http://prehco.rcm.upr.edu/sites/default/files/website_pdf/en1.pdf.
131
WISC V (2014). Wechler intelligence. Scale for children (5.a ed.). Londres: Pearson.
WAIS IV (2008). Wechler adult intelligence scale. Londres: Pearson.
Lecturas complementarias
Gutiérrez, F. y Carriedo, N. (2002). Métodos de estudio del desarrollo cognitivo. En
J. A. García Madruga, F. Gutiérrez y N. Carriedo, Psicología evolutiva II:
desarrollo cognitivo y lingüístico (pp. 51-85). Madrid: UNED.
CONCEPTOS BÁSICOS
Asignación aleatoria
Hipótesis
Comité ético
Historia
Conductas operantes
Investigación cuasi-experimental
Confidencialidad
Investigación experimental
Consentimiento
informado
Investigación no experimental
Cuestionario
Juego
Diseño longitudinal
Medida electrofisiológica
Diseño secuencial
Método científico
Diseño transversal
Método clínico
Electrocardiograma
Observación de laboratorio
Electroencefalograma
Observación natural
Electrooculograma
Paradigma de preferencia de estímulos o preferencias
perceptivas
Entrevista abierta
Privacidad
Entrevista cerrada
Problema estandarizado
Entrevista estructurada
Protección contra el daño
Entrevista
semiestructurada
Role playing
Estudio de caso
Termógrafo
Experimento de campo
Test estandarizado
Fotocomunicación
Validez ecológica
Fuente documental
primaria
Variable dependiente
132
Fuente documental
secundaria
Variable independiente
Habituacióndeshabituación
133
3
Desarrollo cerebral físico y motor hasta la adolescencia
INTRODUCCIÓN
Tal y como hemos visto en el capítulo 1, según el modelo ecológico, el desarrollo
de un bebé está condicionado tanto por factores del macrosistema (entorno cultural,
estilo de vida), como del exosistema (el espacio físico, el tamaño de la familia, el
trabajo de los padres) y del microsistema (que el niño sea deseado, la relación entre
los padres, las interacciones espontáneas con el bebé tras su nacimiento, etc.). Sin
embargo, la influencia del contexto ocurre sobre un proceso de naturaleza biológica,
es decir, cuyos ritmos están marcados biológicamente. En este capítulo describiremos
ese proceso, concretamente el desarrollo físico y cerebral en el período prenatal y
postnatal desde el nacimiento hasta la adolescencia, e incidiremos en algunos factores
ambientales significativos que pueden influir en dicho desarrollo. Posteriormente,
examinaremos cómo se desarrollan las destrezas motoras desde la infancia a la
adolescencia y describiremos algunos cambios físicos característicos de este último
período.
1. DESARROLLO PRENATAL Y EL PROCESO DEL NACIMIENTO
1.1. Fertilización y fases del desarrollo prenatal
La fertilización es el proceso por el cual se combinan el gameto o célula
reproductora femenina (óvulo) y el gameto o célula reproductora masculina
(espermatozoide), cada uno con 23 cromosomas. Esta unión formará una sola célula
llamada cigoto, que contendrá 46 cromosomas. De este modo, el cigoto acumula todo
el material genético aportado por cada uno de los progenitores. A partir de la
fecundación y a lo largo del período de gestación, tiene lugar una profunda
transformación biológicamente determinada que dura unas 38 semanas, con cierto
grado de variabilidad interindividual (Agudelo-Suárez, Ronda-Pérez, Gil-González,
González-Zapata y Regidor, 2009). Aunque como se verá más adelante, existen
factores ambientales que pueden influir en el curso de estos cambios, pero en tanto
que la secuencia de acontecimientos está biológicamente predeterminada, ocurre en
todos los nonatos humanos. En función del tipo de acontecimientos y cambios que se
dan a lo largo de este proceso, el desarrollo prenatal suele dividirse para su estudio en
tres períodos.
134
Fase germinal
Transcurre desde la fertilización hasta la segunda semana de edad gestacional, que
se calcula a partir del primer día del último ciclo menstrual de la futura madre. Hay
que tener en cuenta que en el 20 % de los casos, el proceso se ve tempranamente
interrumpido como consecuencia de problemas en la implantación, anomalías
cromosómicas o defectos en el embrión en desarrollo, dando lugar a abortos
espontáneos, que pueden incluso pasar desapercibidos para la propia mujer.
En el caso de que la fertilización ocurra con éxito, el óvulo fertilizado o cigoto se
traslada de las trompas de Falopio hasta el útero e inicia un proceso de división
celular denominado mitosis. De este modo, a las 12 horas se divide en dos, y así
sucesivamente cada doce horas. A los dos o tres días posee 16 células que constituyen
una masa compacta que se denomina mórula. A partir de este momento las células se
desplazan por la aparición de un líquido que hace que se ubiquen alrededor de una
cavidad. Esa cavidad interna será el futuro embrión y la externa la membrana
nutritiva. Esta nueva estructura se denomina blastocito, y desde este punto, a partir de
la primera semana de la gestación, se inician tres procesos: la implantación o
adherencia de la estructura al medio nutritivo del útero, la diferenciación celular y la
continuación de la división celular hasta llegar a 64-80 células. La fase germinal
finaliza con la culminación de la implantación alrededor del día 14 tras la
fertilización.
Fase embrionaria
Transcurre entre la semana tres y ocho del período gestacional. Entre las semanas
tres y cuatro el blastocito se divide en tres capas iniciales que conformarán la
estructura básica del embrión. Estas capas son el endodermo (donde irán
diferenciándose órganos internos tales como los pulmones, los intestinos, el hígado,
etc.), el mesodermo (de donde surgirán el esqueleto, los músculos, el corazón y el
sistema circulatorio, el sistema urogenital, etc.) y el ectodermo (que se diferenciará
para dar lugar al sistema nervioso, a la piel, a los órganos de los sentidos, al pelo,
etc.).
En torno a la octava semana después de la fecundación, cuando la etapa
embrionaria se considera concluida, se ha pasado de una minúscula célula inicial
indiferenciada (el cigoto) a un embrión que mide aproximadamente a 2,5 centímetros,
con millones de células especializadas; sus rasgos son ya reconociblemente humanos,
con una cabeza que representa aproximadamente la mitad del conjunto del cuerpo; se
distinguen ya los ojos, las orejas, las manos y los pies con sus dedos. Hacia la semana
ocho, tiene lugar la diferenciación sexual y el embrión es ya una gónada
diferenciada. Por tanto, al final de la fase embrionaria las estructuras internas están
formadas, al menos en sus etapas iniciales, y ya en funcionamiento: el corazón
bombea sangre desde el final del primer mes y el sistema nervioso empieza a mostrar
sensibilidad a los estímulos externos. Debido a que los cambios que ocurren en este
135
período son cruciales para el desarrollo tanto del sistema nervioso (como se verá en el
apartado de desarrollo cerebral) como de los órganos, este es un período crítico y
muy susceptible a factores nocivos del ambiente.
Fase fetal
La osificación de los cartílagos va a marcar la transición a la etapa fetal que va de
la semana 9 a la 38. Esta etapa se caracteriza por un crecimiento rápido y un
perfeccionamiento de los órganos, así como un progreso en su funcionamiento.
Seguirá diferenciándose el encéfalo, y empezará a ser más clara la diferencia varónmujer en los órganos genitales. Al final del tercer mes, el feto chupetea, traga y tiene
movimientos respiratorios básicos; hacia el quinto mes, se mueve, se estira y patalea;
hacia el final del sexto mes, la actividad eléctrica del cerebro empieza a parecerse a la
del recién nacido; el feto mide para entonces entre 25 y 30 centímetros y aunque el
peso es aún inferior a un kilo tiene ya una anatomía definida.
En la fase fetal se percibe un incremento de la actividad motriz. En esta fase es
habitual el aumento del movimiento del futuro bebé, movimiento que es claramente
percibido por la madre a partir de la semana 12 del período gestacional. Esta
posibilidad depende en parte del estado vascular de la placenta, ya que la membrana
blanda de la pared uterina y el líquido amniótico (líquido presente en el saco
amniótico o lugar en el que se encuentra el feto) favorecen el movimiento. La
percepción de movimiento por parte de la madre puede tomarse como un buen
indicador de viabilidad y salud fetal (Heazell y Frøen, 2008). De hecho, en casos de
riesgo fetal, ya sea debido a insuficiencia placentaria o a enfermedad fetal, se percibe
un descenso en los movimientos. El feto también realiza movimientos respiratorios
intrauterinos que sirven para ejercitar la capacidad pulmonar. Aunque la maduración
pulmonar se inicia en la semana 12, esta no culmina hasta la semana 34, por eso los
problemas respiratorios son frecuentes en los bebés prematuros.
En la fase fetal comienza a desarrollarse también la capacidad perceptiva del
bebé. Hacia la semana 12 el nonato comienza deglutir líquido amniótico que contiene
los compuestos que provienen del torrente sanguíneo materno y en ese momento
comienza a desarrollar el sentido del gusto y del olfato. El sentido auditivo también
se desarrolla antes del nacimiento. De hecho, el feto no solo muestra en sus
reacciones fisiológicas (aumento de la reacción cardíaca) una preferencia hacia la voz
de su madre frente a otras voces (Kisilevsky y cols., 2003), sino que demuestra
familiaridad hacia sonidos maternos recurrentes como canciones o rimas (DeCasper,
Lecanuet, Busnel, Granier-Deferre, y Maugeais, 1994).
Atención auditiva y sensibilidad a la música en el feto a partir de la semana
30. ¿Qué papel puede tener en el desarrollo?
Existe la creencia de que el feto reacciona a la música y que eso puede
despertar sus emociones. En algunas revistas incluso se ha leído que poner música
136
al feto aumenta la inteligencia. Por eso muchas mujeres escuchan música clásica o
cantan durante el embarazo para estimular a su bebé. Pero ¿tiene este
comportamiento una base científica? Investigadores del hospital de Kingston,
Canadá, examinaron si los fetos de entre 30 a 37 semanas reaccionaban a la
música. Durante 5 minutos, las madres escucharon una obra de Brahms a dos
«tempos» distintos, y observaron que tras los primeros 30 segundos los fetos de
más de 35 semanas generaban más movimientos corporales y en todos los fetos,
desde los de 30 a los de 37 semanas, aumentaba progresivamente su tasa cardíaca.
Además, esta tasa era mayor cuando el «tempo» era rápido. Eso implica que,
efectivamente, el bebé es sensible a la música y los ritmos a las 30 semanas de
gestación, y cuanto más se acerca al momento del parto, esa sensibilidad es mayor.
La naturaleza nos prepara para reconocer sonidos, ritmos y tonos desde el
nacimiento, y nuestro cerebro se programa para que así sea durante los meses
previos. Esto puede tener una función de supervivencia: hemos de reconocer los
sonidos de nuestra lengua y de nuestros congéneres. Un cerebro preparado para
esto en el nacimiento es ciertamente un cerebro más eficaz, aunque no se pueda
hablar aún de inteligencia. Una cuestión por resolver es si esta sensibilidad musical
tiene también una función emocional. ¿Qué opinas?
Kisilevsky, B. S., Hains, S. M. J., Jacquet, A. Y., Granier‐Deferre, C. y
Lecanuet, J. P. (2004). Maturation of fetal responses to music.
Developmental Science, 7(5), 550-559.
La memoria del feto comienza a funcionar el séptimo mes, momento a partir del
cual se puede constatar la capacidad de aprendizaje asociativo y de recuerdo del
futuro bebé. Debido a que la capacidad perceptiva auditiva está muy desarrollada en
esta etapa, muchos estudios se han centrado en la memoria asociativa auditiva y su
papel en el posterior reconocimiento de sonidos o voces. La capacidad de recuerdo
del bebé se mide examinando su sensibilidad y reactividad a sonidos que han
formado parte de su experiencia intrauterina con respecto a sonidos novedosos. Por
ejemplo, la sensibilidad a los patrones de sonido a los que los bebés han sido
expuestos en el útero materno se constata en su tendencia a reproducir esos y no otros
patrones sonoros cuando nacen (Mampe, Friederici, Christophe, y Wermke, 2009) o
en su preferencia (el indicador sería un aumento de la succión) hacia sonidos
similares a los escuchados antes de nacer (Dirix, Nijhuis, Jongsma, y Hornstra, 2009).
Del mismo modo, se ha observado que los recién nacidos succionan más un chupete
cuando escuchan un cuento que su madre leía en la última etapa del embarazo que
cuando escuchan otros cuentos (DeCasper y Spence, 1986).
En la fase fetal se consolidan los ritmos del sueño. Hacia la semana 23 se da un
incremento de la actividad cerebral que permite que comiencen a regularizarse los
ciclos del sueño. A partir de la semana 27 se observa un patrón de sueño estable con
ciclos MOR (Movimientos Oculares Rápidos) y no-MOR, y aunque los períodos de
cada ciclo son más largos que en los adultos, la estructura de las ondas y la
alternancia de los ciclos es ya evidente.
137
Hacia la semana 24 se marca también la denominada edad de viabilidad. A partir
del sexto mes se considera que el feto es viable, es decir, que tiene posibilidades de
sobrevivir, contando con asistencia médica, si por alguna razón su nacimiento se
adelanta. Un bebé prematuro es aquel que nace antes de finalizar el período
gestacional (alrededor de un 8 % en España según datos del INE, 2016), y la
viabilidad es tanto más probable cuanto más se adentre el feto en el último trimestre
del embarazo. Aunque los avances médicos han logrado altos índices de
supervivencia, muchos bebés prematuros tienen probabilidades de sufrir problemas
respiratorios y de salud durante los primeros años, y más probabilidad que otros niños
de presentar problemas cognitivos y motrices durante la primera infancia.
Durante esta última fase, el cerebro adquiere ya la fisonomía característica del
recién nacido y se pueden registrar patrones que indican períodos de sueño y vigilia.
El feto es sensible a la estimulación táctil, olfativa, gustativa y auditiva. Crece muy
rápidamente en tamaño y peso, aunque ese progreso se ralentiza una vez que se
alcanza el tamaño final o cuando el espacio total disponible en el vientre materno
queda ocupado. En el recién nacido a término la talla se sitúa entre 45 y 50 cm y el
peso en torno a los 3,5 kilos.
1.2. Epigenética e interacción herencia-ambiente
Cualquier comportamiento es resultado de unos genes y una experiencia. Esta
interacción entre genes y entorno da lugar a un patrón de conducta, a una serie de
rasgos físicos observables y de rasgos cognitivos evaluables. Al conjunto de genes
que determinan nuestro patrón madurativo se denomina genotipo, y al conjunto de
rasgos observables resultado del desarrollo se denomina fenotipo. Se podría decir que
un determinado genotipo se desarrolla en un entorno, y todo fenotipo será resultado
de la interacción entre un genotipo (un patrón o carga genética) y un entorno. Al
estudio de esa interacción se denomina epigenética. A partir de la epigenética se
explica la posible expresión de un rasgo hereditario. Es decir toda carga genética
tiene una posibilidad de expresión y esta dependerá de lo adecuado o inadecuado que
sea el entorno. Por tanto, se puede afirmar que la herencia genética determina
nuestras posibilidades de desarrollo, pero en última instancia, la manifestación y
expresión de esas posibilidades heredadas depende del entorno.
A las características altamente condicionadas genéticamente, como el color de los
ojos, se las denomina características altamente canalizadas. Son aquellas en las que
el peso del entorno puede ejercer una influencia mínima o nula. Sin embargo, hay
otras características como la personalidad o el desarrollo intelectual, que dependen
mucho del entorno (por ejemplo del nivel de afecto o del nivel de estimulación
recibidos, respectivamente), de forma que su canalización es baja y el rango de
variabilidad con respecto a la herencia genética es alta. Por esta razón, incluso los
gemelos que comparten gran parte de la base genética pueden desarrollar
características diferentes a nivel de carácter, empatía, lenguaje, cognición o
susceptibilidad a ciertas enfermedades (Haque, Gottesman, y Wong, 2009).
138
El modo en que el genotipo interactúa con el ambiente se examina observando y
evaluando las maneras en que determinados ambientes refuerzan la expresión
fenotípica de una tendencia genotípica. Dicho de otro modo evaluando la correlación
genotipo-ambiente (Plomin y Deary, 2015), ¿cómo varía un genotipo en función del
ambiente?
Esta variación puede mostrar una correlación pasiva (los padres/madres portan los
genes y el entorno apropiado para desarrollar esos genes, por ejemplo una
sensibilidad musical y un entorno en el que se estimula la sensibilidad musical), una
correlación reactiva (la carga genética de cada niño suscita en los padres una
respuesta determinada, por ejemplo el interés del niño hacia la lectura genera que los
padres se adapten y esfuercen en proveer al niño con los libros e interacciones
lectoras que solicita), y una correlación activa (los niños van seleccionando aquellos
elementos del ambiente en función de sus predisposiciones genéticas sobre todo a
medida que van adquiriendo independencia).
El hecho de que de alguna manera ciertos aspectos del entorno sean una respuesta
o una selección condicionada por las características genéticas del individuo hace que
en todo proceso de desarrollo se tenga que tener en cuenta, no solo el «ambiente
compartido» (dos hermanos gemelos comparten genes y hasta cierto punto, entorno),
sino también el «ambiente no compartido» (cada niño, en función de su
predisposición genética seleccionará o requerirá de los adultos unas respuestas que
serán diferentes a las requeridas por el otro, creando su propio ambiente no
compartido). Esta diferenciación es importante porque son los ambientes no
compartidos los que explican las diferencias individuales, y lo que en última instancia
habría que tener en cuenta para comprender la epigenética de la conducta.
La investigación epigenética ha puesto un especial interés en el estudio de la
influencia de aquellos factores ambientales que pueden influir negativamente en la
expresión genotípica de una manera evidente durante el período prenatal, es decir,
que pueden alterar el desarrollo embriológico normal. A estos factores se les
denomina teratógenos. El estudio del impacto de los teratógenos ha permitido romper
con la falsa idea de la barrera placentaria, y ha demostrado que las sustancias que
ingiere o a las que está expuesta la madre durante el embarazo pueden traspasar esa
barrera y trasmitirse al feto a través de la placenta. El efecto nocivo de ciertos tóxicos
ambientales, medicamentos, drogas o incluso el estrés ha sido constatado en múltiples
estudios que aportan numerosa e interesante información acerca de la extrema
vulnerabilidad del feto, y que sugieren pautas de conducta o recomendaciones
preventivas para minimizar riesgos. Todos estos estudios han servido para
sensibilizar a las madres y familias acerca del cuidado prenatal y, sobre todo, para
impulsar políticas preventivas en lo individual, social y comunitario.
Es necesario tener en cuenta que el impacto de los teratógenos puede ser muy
diferente en distintos individuos a pesar de hallarse en un mismo entorno, y que la
manifestación de los efectos puede demorarse y prolongarse en el tiempo. Al fin y al
cabo, estos efectos se evalúan en un ser en desarrollo. Precisamente debido a que el
desarrollo físico e intelectual es lento y progresivo, es posible que los efectos de los
139
teratógenos a veces no sean evidentes en edades tempranas; por eso los estudios
longitudinales de cohorte son esenciales para valorar los efectos a largo plazo. En
general, se ha observado que el efecto de los teratógenos es variable en función de la
propia base genética del feto o de la madre, del tiempo o grado de exposición, y de la
influencia de otros factores protectores del entorno (véase tabla 3.1). Teniendo esto
en cuenta, son tres los aspectos que se examinan en los teratógenos para conocer su
posible influencia:
— El momento de exposición. El período más crítico es la etapa embrionaria,
debido sobre todo a que en esa etapa acontece la formación de la estructura
básica del embrión y ciertos cambios estructurales en el tubo neural
(generación y migración neuronal) que son clave para la formación del futuro
sistema nervioso central (SNC).
TABLA 3.1
Efectos de los distintos tipos de teratógenos y factores protectores
Factores de
riesgo
Medicamentos
Tras el descubrimiento en los años sesenta de que el tranquilizante talidomida
provocaba deformidades en el bebé, la investigación sobre el efecto de los
medicamentos en el embarazo ha proporcionado información importante y ha
sensibilizado a las madres sobre el cuidado en la ingesta de medicamentos durante el
embarazo. Algunos antibióticos como la tetraciclina, y algunos barbitúricos, opiáceos, o
anticancerígenos han demostrado tener efectos nocivos (Mora y Sanz, 2004). Incluso
otros medicamentos en principio más inofensivos como el ibuprofeno también han sido
relacionados con malformaciones congénitas (Nezvalová-Henriksen Spigset y Nordeng,
2013). Por este motivo, desde los comités médicos pediátricos se recomienda evitar la
ingesta de medicamentos a las mujeres embarazas, o informarse adecuadamente de los
riesgos si la ingesta es estrictamente necesaria.
Drogas
La causa más común, y evitable, de trastornos en el desarrollo es la exposición prenatal
al alcohol. La consecuencia más grave es el síndrome de alcoholismo fetal que se
caracteriza por malformaciones en el rostro y trastornos del SNC, dificultades cognitivas
como una menor velocidad de procesamiento o una menor capacidad atencional (Davis
y cols., 2013; Pettoni, 2011). Se ha observado una influencia del nivel cultural en la
cantidad de ingesta de alcohol en las madres (Martínez-Frías, Bermejo y RodríguezPinilla, 2003), aunque es necesario incidir en que ingestas moderadas o mínimas se han
asociado también a déficits cognitivos y a la presencia de dificultades de aprendizaje y
déficit de atención en la primera infancia. Se han observado efectos similares con el
tabaco o el cannabis (Clifford y cols., 2012; Cho y cols., 2010).
Los efectos de la cafeína son inconclusos pero parecen estar relacionados con el aborto
espontáneo (Weng, Odouli y Li, 2008).
Hormonas del
estrés
Aunque un nivel mínimo a moderado de estrés materno puede tener un efecto
estimulador en el desarrollo neurológico del feto (DiPietro, 2012), niveles altos de
ansiedad y estrés se han asociado a un retraso cognitivo y a niveles de activación
excesivos en el recién nacido (Glover, 2014) así como a déficit de atención y signos de
autismo en la primera infancia (Ronald, Pennell y Whitehouse, 2011).
Edad de la
madre
Dos aspectos a tener en cuenta con respecto a la natalidad en la sociedad occidental son
por un lado el descenso de la natalidad (el índice de fecundidad en España fue de 1,3 en
el 2014 según datos INE) y por otro el aumento de la edad de las madres primerizas (en
el 2014 la edad media de las madres españolas fue de 32 años, con un aumento
140
significativo de las mujeres que desean ser madres a partir de los 40). Es necesario tener
en cuenta que a partir de los 30 la posibilidad de fecundidad disminuye y que aumentan
los riesgos de complicaciones en el embarazo: abortos espontáneos (Heffner, 2004),
complicaciones físicas en la madre, nacimiento prematuro (Seoud, Nassar, Usta,
Melhem, Kazma y Khalil, 2002), defectos congénitos o riesgos de déficits intelectuales
debido a mutaciones de novo en los progenitores (Acuña-Hidalgo et al., 2015).
Ambiente
externo
El aumento de la contaminación ambiental ha contribuido a que este sea uno de los
factores de riesgo más estudiados en los últimos años. La cantidad de hidrocarburos y
partículas de combustión en el aire, y ciertos compuestos químicos utilizados de forma
generalizada en productos de hogar o como fertilizantes pueden tener efectos graves en
el feto dando lugar a defectos congénitos, partos prematuros, o retrasos en el desarrollo
(Mirghani, Osman,
Ambiente
externo
Dhanasekaran, Elbiss y Bekdache, 2015). La ingesta de tóxicos a través del agua; y de
mercurio o plomo a través del pescado están relacionados con un mayor índice de
cáncer infantil o con trastornos del desarrollo, respectivamente (Landrigan y Goldman,
2011; Ramón y cols. 2005).
Factores
protectores
Peso y
nutrición
Las mujeres con peso y complexión normal que aumentan de ocho a 20 kilos durante el
período de gestación tienen menos probabilidades de sufrir complicaciones de parto. La
ingesta diaria de calorías adicionales para una madre embarazada es de unas 300 a 400
calorías. Una restricción de calorías puede llevar a desnutrición y problemas de obesidad
en el futuro bebe (Díaz y cols., 2006), mientras que un problema de obesidad en la
madre puede llevar a complicaciones en el parto (Hamilton, Martin y Ventura, 2009).
La aportación de ciertas vitaminas como el cinc y el ácido fólico pueden ser protectoras
de problemas en el desarrollo del tubo neural (Coyle, Cowley, Rofe y Rink, 2011), de
bajo peso en el nacimiento y de déficits de atención (Scholtz y cols. 2009).
Actividad
física
El ejercicio regular moderado de la madre durante el embarazo favorece el estado de
salud, mejora la respiración, la circulación y el tono muscular e impide el estreñimiento
(Comité de Práctica Obstetricia, 2002). Es necesario evitar el ejercicio excesivo,
jornadas de trabajo extenuantes y largas que puedan llevar a estados de fatiga o
nacimiento prematuro.
FUENTE: elaboración propia.
— El umbral o cantidad de exposición a determinadas sustancias. Por ejemplo, se
ha observado que una deficiencia de vitami-na D puede conducir a estados de
preeclampsia o toxemia del embarazo (complicación del embarazo asociada a
la hipertensión arterial y a la presencia de proteína en la orina) en la madre
embarazada (Bodnar, Catov, Simhan, Holick, Powers y Roberts, 2007); y que
una deficiencia de vitamina A y de ácido fólico se relacionan con
malformaciones del sistema nervioso (Christian, y Stewart, 2010; Obicˇan,
Finnell, Mills, Shaw y Scialli, 2010). Sin embargo existe también evidencia de
que un exceso de vitamina puede tener efecto teratógeno, como se ha
observado en el caso de la vitamina A que puede aumentar el riesgo de
anomalías en el feto (Simpson, Bailey, Pietrzik, Shane y Holzgreve, 2011).
— El tipo de teratógeno. El efecto de los teratógenos se ha estudiado en función
de su naturaleza y procedencia. Así se catalogan como químicos aquellos que
incluyen drogas como el alcohol, tabaco, anfetaminas; medicamentos como la
talidomina, u hormonas como la prolactina y tiroxina; biológicos aquellos que
141
provienen de virus o bacterias como la varicela, herpes, rubeola, sífilis, VIH; y
físicos aquellos que provienen de elementos físicos ajenos al propio cuerpo de
la madre, como las radiaciones o la hipertermia.
Tasa de fecundidad y fecundación artificial. ¿Qué sabemos sobre la
fecundación in vitro?
Las técnicas de reproducción asistida suponen aproximadamente un 4 % de los
nacimientos en los países desarrollados. El motivo es una menor fecundidad
debido al estilo de vida, la edad de los padres y factores ambientales. Al ser un
fenómeno relativamente reciente, hay muy pocos datos sobre las consecuencias de
este tipo de reproducción en el parto y en el feto. El Hospital Universitario de
Valencia realizó un estudio prospectivo de 6895 recién nacidos desde el 2004 hasta
el 2007, comparando las características de aquellos bebés procedentes de
fecundación natural (FN) y aquellos procedentes de fecundación in vitro (FIV). No
se observaron diferencias en cuanto a prematuridad, peso o necesidad de
reanimación al nacer en los casos en los que la FIV no implicaba gemelaridad. La
diferencia es que los casos FIV combinaban mayor edad materna (entre 36 y 39
años) y gemelaridad, una tasa de cesáreas más elevada y un riesgo cuatro veces
mayor de defectos congénitos (síndromes con alteración de impronta genética en el
cromosoma 15, Síndrome de Angelman, Síndrome de Wiedemann y tumor Wilms,
entre otros). Estos defectos no están relacionados con la gemelaridad, aunque es
cierto que reducir el embarazo múltiple es el mayor reto de la fecundación
artificial. En los últimos años se ha logrado reducir esta tasa y se espera que el
número de cesáreas y complicaciones en el embarazo se reduzca progresivamente.
¿Qué consideraciones podríamos extraer de esta información?
Calvo, A. S., Puig, B. M., García, L. J., Suárez-Varela, M. M. M., Gómez, A.
A., Machancosa, R. B., ... y Martí, L. C. (2009). Características de los recién
nacidos tras fecundación in vitro. Anales de Pediatría: Publicación Oficial de
la Asociación Española de Pediatría (AEP), 70(4), 333-339.
1.3. Evaluación pre y posnatal
Evaluación prenatal
El avance técnico ha permitido conocer el estado físico del bebé durante el período
de gestación. Existen numerosos instrumentos que permiten examinar anomalías
cromosómicas y evaluar el progreso de desarrollo. El reto de la investigación actual
en el ámbito del monitoreo prenatal consiste en el desarrollo de técnicas no invasivas
que ya muestran un alto porcentaje de efectividad en la detección de las trisomías 21
—Síndrome de Down— y 18 —Síndrome de Edwards— (Norton, Brar, Weiss,
Karimi, Laurent y cols., 2012) y en minimizar la probabilidad de abortos con técnicas
invasivas (Wapner, 2006).
142
Se considera técnica no invasiva la ecografía (técnica de ondas ultrasonido)
utilizada con el fin de vigilar el crecimiento, el movimiento, el volumen de líquido
amniótico, así como de calcular la edad gestacional, y detectar anomalías
estructurales graves o muerte fetal.
Por el contrario, se consideran técnicas invasivas las siguientes:
a) Amniocentesis, prueba consistente en una punción controlada por medio de una
ecografía que se realiza en la pared abdominal, de forma que la aguja atraviesa
la pared uterina y el saco amniótico hasta llegar al líquido amniótico del que se
extrae una muestra. Esta prueba se realiza hacia la 15 semana de gestación con
el fin de detectar defectos genéticos o trastornos cromosómicos en casos de
riesgo (mujeres mayores de 40 años) y su resultado suele ser un informe sobre
el cariotipo (figura 3.1).
b) El muestreo del cordón umbilical o cordocentesis, que sirve para examinar el
ADN fetal, evaluar trastornos e infecciones hepáticas y que consiste en una
punción controlada por medio de ultrasonido que se realiza en la pared
abdominal con una aguja hueca, de forma que la aguja atraviesa la pared
uterina hasta llegar al cordón umbilical, de cuya sangre se extrae una muestra.
c) El muestreo de vello coriónico o biopsia de corion, que comporta algo más de
riesgo que la amniocentesis (alrededor de 1 %, 2 % y 4 % en amniocentesis,
cordocentesis y muestreo de vello coriónico, respectivamente) en tanto que
para extraer una muestra del vello coriónico o de las células coriónicas (o tejido
externo que rodea el feto y la placenta), se debe insertar un tubo delgado y
hueco en la vagina o en la pared abdominal, hasta el útero, utilizando un
ultrasonido para guiar su inserción.
FUENTE: Hospital Donostia.
143
Figura 3.1.—Informe sobre cariotipo.
Afortunadamente, en la actualidad existe un test sanguíneo que evita la utilización
de estas técnicas invasivas. Se trata de un test genético sanguíneo totalmente inocuo,
ya que consiste simplemente en analizar en sangre materna el ADN fetal, con la
ventaja de que tiene una fiabilidad cercana al 99 %, aunque su desventaja estriba en
su alto coste económico.
Evaluación posnatal
Antes de nacer, las funciones fisiológicas de respiración, circulación, nutrición y
eliminación de residuos o regulación de temperatura se realizan a través del
organismo de la madre. Por ejemplo, la sangre del feto se filtra y limpia a través de la
placenta, y recibe oxígeno a través del cordón umbilical. Tras el nacimiento, las
funciones del bebé tienen que activarse y funcionar de forma independiente. El bebé
succiona de forma instintiva y su sistema digestivo es capaz de digerir el alimento. Su
sistema homeostático es capaz de regular su temperatura mediante su propia
actividad. Su circulación se activa y los órganos funcionan en las primeras cuatro o
seis horas tras el parto, con alguna excepción como el hígado (que tarda tres o cuatro
días en funcionar de forma óptima provocando signos transitorios de ictericia).
El sistema respiratorio también tiene que ponerse en marcha nada más nacer. La
evaluación de esta función es crucial tanto durante el nacimiento como durante los
primeros minutos posparto, puesto que la anoxia (falta de oxígeno) o hipoxia
(reducción del suministro de oxígeno) pueden provocar daños cerebrales graves.
La evaluación más inmediata tras el nacimiento se realiza por medio de la escala
de Apgar (Apgar, 1953), que ofrece una evaluación rápida y aproximada del estado
del recién nacido con respecto a cinco variables: respiración, apariencia, pulso, gestos
y actividad (véase tabla 3.2). A los cinco signos se les asigna una puntuación de 0, 1 o
2, donde 2 es la puntuación óptima. Por ejemplo, un recién nacido cuyos músculos
estén totalmente flácidos recibirá un 0, uno que muestre fuertes movimientos de
brazos y piernas recibirá un 2. Se suman las cinco puntuaciones y un 7 o más indican
que el niño está en buenas condiciones físicas. Una puntuación de 3 o menos indica la
existencia de un problema que pone en peligro la vida y que requiere atención médica
urgente.
Además de las funciones fisiológicas, es conveniente evaluar el estado
neurológico del bebé, que se realiza una vez pasada la primera semana y antes de los
dos meses. Para ello, los pediatras y otros especialistas en el desarrollo del niño
administran la Escala de evaluación de la conducta neonatal, o test de Brazelton
(Brazelton y Nugent, 1995), que permite no solo evaluar la respuesta del bebé a
distintas modalidades perceptivas (visual, auditiva, táctil) sino también conocer el
umbral estimular y el tipo de respuesta o actividad del bebé. Por esto, la prueba
evalúa una amplia gama de capacidades y conductas adaptativas a la vida fuera del
seno materno. Concretamente, mide reflejos, audición, vista, alerta, irritabilidad y
144
capacidad de consolarse. Esta prueba determina si el SNC del recién nacido funciona
normalmente.
Los primeros reflejos
Debido al lento y progresivo desarrollo del SNC en los seres humanos, el espectro
de funciones y conductas observables en el bebé es limitado. Las primeras áreas
corticales en madurar son las zonas inferiores del encéfalo, relacionadas con la
percepción y la actividad motriz básica. Por eso las posibilidades conductuales del
bebé son reducidas, y su repertorio se limita a una serie de reflejos, es decir,
reacciones motoras y perceptivas involuntarias. La conducta refleja es precisamente
eso, una respuesta involuntaria y automática e innata a la estimulación externa, y está
controlada, como otras funciones automáticas, por estas áreas, denominadas también
subcorticales. Con los meses, a medida que aumentan las conexiones sinápticas entre
estas y otras zonas cerebrales, esas capacidades perceptivas y motoras irán ganando
coordinación y control. La consecuencia de la inmadurez del SNC es que la
evaluación del recién nacido ha de limitarse a estos repertorios conductuales, y en
estos se centra, como hemos mencionado en el apartado anterior, el test de Brazelton
o Escala de evaluación de la conducta neonatal (Brazelton y Nugent, 1995).
TABLA 3.2
Test de Apgar
Apariencia
(color)
Pulso
(ritmo
cardíaco)
Gestos
(irritabilidad
refleja)
Actividad
(tono
muscular)
Esfuerzo
respiratorio
0
Azul, pálido
Ausente
Sin respuesta
Flácido,
flojo
Ausente
1
Rosa en el cuerpo y azul en
extremidades
Lento (<
100)
Muecas
Débil,
inactivo
Irregular, lento
2
Totalmente rosa
Rápido (>
100)
Tos, llanto,
estornuda
Fuerte,
activo
Bueno, el bebé
llora
FUENTE: elaboración propia.
El estudio de la conducta refleja en los bebés ha aportado información interesante
acerca de cuáles son las conductas innatas en el neonato, asumiendo que todo aquello
de lo que es capaz el bebé en el momento del nacimiento forma parte de su repertorio
de conductas heredadas filogenéticamente, y demuestra un óptimo funcionamiento de
las bases del SNC. Por ejemplo una ausencia temprana de algunos reflejos primitivos
relacionados con la supervivencia o su presencia después de los primeros seis meses
puede ser un indicador de problemas en el SNC (Zafeiriou, 2004). Los reflejos son
variados (unos 27) y pueden agruparse basándose en su función:
145
— Reflejos primitivos: succión, búsqueda de pezón, reflejo de Moro o de
sobresalto (cuando siente falta de apoyo debido, por ejemplo, a un cambio de
postura, el bebé extiende los brazos y abre rápidamente las manos con las
palmas hacia arriba, extendiendo los dedos con los pulgares flexionados.
Asimismo, tensa hombros y espalda y abre los ojos como asustado, pudiendo
incluso romper a llorar) y de Babinski (conducta motora que realiza el neonato
consistente en un movimiento del dedo gordo del pie hacia el empeine,
mientras el resto de los dedos se abren en abanico cuando se le frota la planta
del pie).
— Reflejos posturales: reacciones ante cambios de postura o equilibrio.
— Reflejos locomotrices: marcha o natatorio.
También pueden agruparse basándose en su durabilidad:
— Reflejos que desaparecen a los pocos meses de nacer: reflejo de Moro, reflejo
de Babinski.
— Reflejos que desaparecen y reaparecen al cabo del tiempo en forma de
conductas voluntarias: reflejo de gateo, marcha, natación.
— Reflejos que no desaparecen y se transforman en conductas voluntarias:
succión, prensión palmar, presión plantar.
— Reflejos que perduran toda la vida: deglución, estornudo, bostezo.
1.4. Estados y temperamento del recién nacido
Estados del recién nacido
El recién nacido pasa por ciclos periódicos de vigilia, sueño y actividad que
constituyen los estados de conciencia del recién nacido. Estos estados son
mecanismos adaptativos del bebé al entorno, en la medida que permiten el equilibrio
entre procesos internos y demandas del ambiente externo (Thoman, Denenberg y
Sievel, 1981). Estos estados pueden ser de alerta, de llanto o de sueño.
Estado de alerta. La alerta puede ser inactiva si el bebé está tranquilo con los ojos
abiertos y atento, parece que inspecciona intencionalmente el ambiente, o activa si
sus ojos permanecen abiertos pero no parecen estar enfocados a un objeto y sacude
los brazos o las piernas con movimientos no coordinados.
Estado de llanto. Los recién nacidos pasan de dos a tres horas al día llorando o a
punto de llorar. Los investigadores, y los padres y madres de familia, distinguen tres
tipos de llanto. Un llanto básico comienza suavemente y luego, poco a poco, cobra
mayor intensidad y generalmente ocurre cuando el bebé está cansado o tiene hambre;
el llanto de enojo es una versión más intensa del llanto básico; y el llanto de dolor
inicia con un acceso repentino y prolongado, acompañado de una pausa larga y, por
último, de sollozos. El llanto surge como respuesta a estímulos externos como
146
imposibilitar su movimiento o acostarlo, e internos como hambre, frío o dolor. Así, el
llanto representa el primer intento de comunicación interpersonal que se ve reforzado
por la respuesta de sus progenitores.
Estado de sueño. Los recién nacidos pasan el 75 % de su tiempo durmiendo. El
sueño abarca de 16 a 18 horas diarias. Casi siempre pasa por un ciclo de sueño y
vigilia a intervalos aproximados de cuatro horas (Hoban, 2004). Está despierto cerca
de una hora, luego duerme 3 horas y entonces reanuda el ciclo. Con los meses se
alargan los períodos de sueño nocturno, por ejemplo a partir de los seis meses los
bebés pueden dormir seis horas seguidas por la noche. Con el tiempo, el ritmo
circadiano se regula y el ciclo gradualmente empieza a corresponder al de día-noche y
(James, Roberts y Plewis, 1996). Aunque existe mucha variabilidad, a los dos años
los bebés pueden dormir unas 13 horas diarias, distribuidas en dos o tres de siesta y
nueve o diez horas por la noche.
Aproximadamente la mitad del sueño del recién nacido es activo e irregular,
llamado también de movimientos oculares rápidos (MOR). El bebé mueve brazos y
piernas, hace muecas y sus ojos pueden moverse rápidamente debajo de los párpados.
Las ondas cerebrales registran una actividad acelerada, el corazón palpita con mayor
rapidez y la respiración es más rápida. Durante el sueño MOR los niños mayores y
los adultos sueñan, y las ondas cerebrales se asemejan a las de una persona alerta y
despierta. Ese sueño favorece la plasticidad cerebral y asienta los aprendizajes
(Mirmiran, Maas y Ariagno, 2003). Por eso es importante que los bebés puedan
dormir de forma ininterrumpida y se respeten sus horas de sueño. El patrón de sueño
puede examinarse mediante electroencefalograma (EEG) desde el período fetal, y se
ha observado que los períodos MOR así como su duración van disminuyendo no solo
a lo largo del período postnatal sino a lo largo de la vida.
Este sueño se alterna con el sueño tranquilo o regular (sin movimientos oculares
rápidos) durante el cual la respiración, la frecuencia cardíaca y la actividad del
cerebro se mantienen estables; el recién nacido yace tranquilo sin las sacudidas que
caracterizan al sueño de movimientos oculares rápidos.
Temperamento del recién nacido
El temperamento se define como los rasgos, relativamente estables, modulados
por procesos biológicos, que marcan las diferencias individuales en procesos
emocionales y comportamentales de forma temprana. El temperamento fue definido
por Buss y Plomin (1984) en términos sociabilidad, actividad y emotividad, rasgos
que determinaban el modo de relación del bebé con el entorno, y por tanto su
desarrollo. La sociabilidad designa la preferencia de convivir con la gente. Algunos
bebés buscan el contacto con la gente, desean atraer su atención y prefieren los juegos
en los que intervienen los demás. Otros, disfrutan la soledad y les encanta jugar solos
con sus juguetes. La actividad indica el ritmo y el vigor de la actividad infantil. Los
infantes activos siempre están ocupados, les gusta explorar el ambiente y disfrutan los
147
juegos de mucha fuerza. Los inactivos muestran un ritmo más controlado en su
conducta y suelen disfrutar más los juegos tranquilos. La emotividad indica la fuerza
de la respuesta psicológica de un infante ante una situación, la facilidad con que se
desencadena y con que podemos devolverlo al estado anterior. En un extremo se
encuentran aquellos bebés cuyas reacciones emocionales son fuertes, se producen
fácilmente y no es sencillo tranquilizarlos; en el otro, aquellos cuyas respuestas son
débiles, difíciles de provocar y fáciles de calmar.
Las dimensiones de temperamento han sido posteriormente redefinidas por
Rothbart (2011) en términos de emocionalidad positiva o extraversión (implica
sociabilidad y tendencia a emociones positivas y a repetición de actividades
potencialmente placenteras), emocionalidad negativa externalizada (alto nivel de
actividad e impulsividad y agresividad) y emocionalidad negativa internalizada
(ansiedad, miedo, tristeza). En cualquier caso, los rasgos de temperamento pueden
servir para examinar el tipo de interacción entre bebé y ambiente, para definir el
«ambiente no compartido» y para comprender el modo en que la propia naturaleza
del bebé ha podido modular sus experiencias, su desarrollo y su conducta a lo largo
de la infancia.
2. DESARROLLO CEREBRAL Y NEURONAL HASTA LA ADOLESCENCIA
¿Qué es lo que permite a un bebé pasar de ser capaz solo de succionar a comer
sólidos sujetando un tenedor?, ¿y de reaccionar con movimientos a algunos estímulos
visuales o auditivos, a prestar atención y recordar su ubicación?, ¿o de gatear a
caminar erguido?, ¿o de tocar y manipular objetos a dibujarlos? Todos los cambios
físicos y comportamentales descritos en estas preguntas tienen su base en el
desarrollo del SNC, compuesto por el encéfalo y la médula espinal.
2.1. Estirón y crecimiento del cerebro
El encéfalo comienza su desarrollo en la fase embrionaria, y su crecimiento
prosigue durante la fase fetal, en la cual crece más rápidamente que el resto de los
órganos. Al nacer, el cerebro humano ha alcanzado ya el 25 % del peso que tendrá
cuando llegue a adulto; a los 3-4 años, el 80 % y a los seis años, el 90 %. La parte del
cerebro que más se desarrolla en los humanos es la corteza cerebral, donde se sitúan
las neuronas que conforman la materia gris, y que supondrán en torno a un 85 % del
peso total del cerebro. Se denomina estirón de crecimiento del cerebro a los tres
últimos meses prenatales y los dos primeros años después del nacimiento, porque más
de la mitad del peso que el cerebro tendrá al llegar a su adultez se gana en ese lapso
de tiempo. El estudio del desarrollo encefálico permite establecer una relación entre
el desarrollo de las distintas estructuras cerebrales y conexiones neuronales y la
aparición de las distintas funciones físicas y mentales.
148
2.2. Desarrollo del encéfalo en los dos primeros años
La vida de una neurona tiene tres momentos diferentes: el de su producción en el
tubo neural, el de su migración hacia la zona del cerebro que le corresponde y el de su
diferenciación y conexión con otras neuronas.
El desarrollo del tubo neural comienza hacia la tercera semana de gestación y ahí
nacen las células que componen el encéfalo, que tendrán que migrar a diferentes
regiones del cerebro. Hacia el quinto mes gestacional tiene lugar el proceso de
nacimiento de neuronas o neurogénesis, y el proceso de migración neuronal también
comienza antes de nacimiento, aunque prosigue después. La migración neuronal
sigue una progresión de dentro a fuera de forma que las neuronas se sitúan en la
superficie del encéfalo formando seis capas, primero las más internas y
posteriormente las externas. Estas capas de neuronas constituyen la materia gris. Las
neuronas migran a través de filamentos especializados denominados fibras gliales
radiales, compuestas por unas células neurales especiales llamadas glías. Estas
alimentan las neuronas y terminan encerrándolas en vainas aislantes de mielina, una
sustancia cerosa que favorece el impulso eléctrico entre neuronas, es decir, la sinapsis
o conexión entre ellas.
El proceso de migración está controlado por procesos neuroquímicos y mecánicos
que indican a cada neurona hacia dónde y por dónde debe ir. Tanto la producción de
neuronas como su migración a la parte del cerebro que le corresponda parece que
ocurren en sucesivas oleadas y siempre de abajo hacia arriba y desde las zonas
subcorticales a las frontales (o posteriores a anteriores). Una vez ubicadas, las
neuronas comienzan a desarrollar axones (es decir, prolongaciones de las neuronas
cuya función es conducir impulsos eléctricos de unas neuronas a otras) y dendritas
(prolongaciones del cuerpo de una neurona a través de las cuales recibe los impulsos
eléctricos de otras neuronas) favoreciendo la sinaptogénesis o aumento de conexiones
entre neuronas.
En este momento ocurre la diferenciación neuronal, ya que las neuronas ubicadas
comienzan a realizar su función específica. En realidad la sinaptogénesis comienza
antes de que la neurogénesis se complete; de hecho, tal y como muestran los estudios
con microscopio electrónico, en la fase embrional ya se dan algunas sinapsis de baja
densidad. Sin embargo, la proliferación de sinapsis tiene lugar desde el nacimiento
hasta el segundo año, y de forma progresiva con algunas fases de estancamiento,
hasta la adolescencia, siempre siguiendo el patrón posterior-anterior o subcorticalfrontal, es decir, primero áreas visuales, auditivas y sensorio-motoras, después áreas
integrativas y de control voluntario.
En el momento de nacer, las áreas más desarrolladas son sus centros inferiores
(subcorticales) que controlan los estados de conciencia, los reflejos innatos y las
funciones biológicas vitales como la digestión, respiración y eliminación
(Huttenlocher, 2009). Las primeras áreas del cerebro en madurar son las áreas
motoras primarias (que controlan las actividades motoras simples como agitar los
brazos) y las áreas sensoriales primarias (que controlan los procesos sensoriales como
149
la vista, el oído, el olfato y el gusto). A los seis meses de edad, las áreas motoras
primarias de la corteza cerebral han alcanzado ya un desarrollo que les permite dirigir
la mayor parte de los movimientos, la percepción auditiva es exhaustiva y adaptada a
los sonidos del entorno, y la capacidad visual ha adquirido un alto grado de
organización.
Con la progresiva mielinización hacia zonas anteriores, aumentará la coordinación
entre las áreas subcorticales más primitivas y las áreas corticales prefrontales
especializadas en el control y regulación de los procesos mentales y funciones
motoras.
Los períodos de crecimiento sináptico y estancamiento determinan los períodos
sensibles de desarrollo o fases en las que el ser humano adquiere habilidades
concretas y esenciales de las que dependen otras habilidades más complejas. Los
períodos de alta conexión sináptica son los siguientes: de tres a diez meses, de dos a
cuatro años, de seis a ocho años, de diez a catorce años y de dieciséis en adelante;
períodos que coinciden con adquisiciones cognoscitivas importantes.
En cualquier caso, hay que recordar que este proceso madurativo depende de
factores externos. A medida que el bebé avanza en edad las experiencias con el
entorno serán determinantes en el desarrollo de los mecanismos de desarrollo
sináptico y funcionalidad neuronal.
2.3. Poda neuronal y neuroplasticidad
No todas las neuronas que se generan en el proceso de neurogénesis van a ser
útiles. Por eso, a medida que el ser humano desarrolla ciertas funciones y deja de
utilizar las conexiones sinápticas implicadas en dichas funciones, los axones
implicados en estas se retractan y las conexiones sinápticas desaparecen. A ese
proceso se le denomina poda sináptica o neuronal, y está relacionado con:
a) La eficiencia de las funciones cerebrales.
b) Con el adelgazamiento de la materia gris en aquellas áreas relacionadas con las
funciones desarrolladas.
Sin embargo, esto no significa que el ser humano no sea capaz de asimilar nuevos
aprendizajes o refinar esas funciones a lo largo de su vida. Al contrario, se ha
demostrado que el proceso de formación neuronal prosigue, aunque más lentamente,
en la edad adulta (Song, Stevens y Gage, 2002) y que es posible generar y modificar
las conexiones sinápticas con nuevos aprendizajes (Blakemore y Frith, 2005).
Las neuronas no parecen estar especializadas desde su formación, lo que va a dar
lugar a uno de los rasgos más característicos del cerebro humano: su plasticidad. Así,
se denomina neuroplasticidad a la flexibilidad y posibilidad de organización del
cerebro humano. Aunque los genes ofrecen directrices generales respecto al patrón y
tiempos de desarrollo encefálico, la experiencia determina en gran medida la
estructura específica del cerebro y su flexibilidad. Esta flexibilidad asegura la
150
adaptación al contexto concreto en que nos toca vivir y favorece la diversidad de
aprendizajes. Esto explica por qué a pesar de que el desarrollo encefálico obedezca a
algunas instrucciones generales que garantizan que la mayoría de las personas
tengamos un cerebro organizado según directrices similares, nuestras posibilidades de
aprendizaje sean amplias y variadas.
A este respecto conviene resaltar el porqué de la existencia de los períodos
sensibles, es decir, etapas más susceptibles hacia determinados aprendizajes. Estas
etapas coinciden con los períodos de expansión sináptica en determinadas áreas,
siguiendo el orden posterior-anterior. Durante los primeros dos años, estas
conexiones implican a las zonas occipital y temporal, propias de la percepción visual
y auditiva y otras áreas sensoriales. Algunas conexiones a lo largo de este período
llegan hasta áreas motoras prefrontales y áreas relacionadas con la memoria
asociativa como el hipocampo. La capacidad para cambiar sutilmente el foco de
atención ante estímulos novedosos ya a los seis meses se debe al desarrollo de la
conectividad entre el tálamo, la zona temporal y la parietal, y a partir de los 8 meses
la atención voluntaria (la capacidad para mantener el foco atencional de forma estable
durante unos segundos) es posible gracias a que cierta conectividad llega a algunas
zonas del córtex prefrontal, implicado en el control y la acción voluntaria (Johnson,
2001). De hecho, las conexiones entre la zona prefrontal y zonas del sistema límbico
explican el desarrollo de un tipo de atención esencial para el mantenimiento de la
mirada y el registro de estímulos sociales, denominada atención conjunta, esencial
para el desarrollo del apego y el aprendizaje social (Dube, MacDonald, Mansfield,
Holcomb y Ahearn, 2004). En definitiva, el progresivo desarrollo de la conectividad
durante estos dos años será esencial para que la conducta del bebé pase de ser
puramente refleja y dependiente del entorno a ser cada vez más voluntaria, más
precisa y refinada. En este período la acción perceptiva y motriz será clave para
favorecer el desarrollo y para que el bebé se percate de la existencia de los objetos y
personas que forman parte de su entorno y de sus características, así como de la
función imitativa precursora del conocimiento social.
Lateralización cerebral
Se denomina lateralización a la especialización de cada uno de los hemisferios (o
mitades) que conforman el encéfalo. Esta especialización comienza de forma muy
temprana. Ya en el útero materno el feto es sensible a distintas frecuencias de ritmo y
sonido, y esa experiencia auditiva podría dirigir la arquitectura y funciones de áreas
cerebrales destinadas a la percepción de esos sonidos desde que los bebés nacen.
Precisamente esas áreas están en el hemisferio izquierdo y son las que los recién
nacidos activan ante sonidos propios del lenguaje (que requieren una percepción
rápida y una discriminación sutil), frente a otros tipos de tonos lentos o largos que
activan el hemisferio derecho (Telkemeyer y cols., 2009). Este puede ser un claro
indicador de dos aspectos importantes del desarrollo cerebral infantil: primero, que la
experiencia moldea la arquitectura cerebral y el modo en que las neuronas se
151
conectan para ejercer funciones específicas desde el nacimiento (probablemente
incluso antes). Segundo, que la especialización hemisférica se inicia desde este
momento, de forma que el hemisferio izquierdo asume las funciones que requieren
análisis y precisión, y el hemisferio derecho asume funciones más globales, como la
orientación espacial o el procesamiento visual. Algunas funciones complejas como
las atencionales, las funciones de control o regulación, y la imaginación pueden
activar ambos hemisferios, sobre todo a medida que se avanza en edad. Precisamente
porque las funciones cerebrales se van refinando y haciendo más eficientes y
complejas con la edad, la activación de ambos hemisferios indica una buena
coordinación entre ellos.
¿Cómo, teniendo funciones específicas, pueden coordinarse? Primero, por el
funcionamiento natural del cerebro. El cerebro es conectividad, unas funciones no
están aisladas de otras, aunque a través de procedimientos de laboratorio concretos
pueda conseguirse cierto grado de aislamiento. Segundo, porque durante los primeros
nueve años se desarrolla un tejido de fibras, el cuerpo calloso, que conecta los dos
hemisferios. Este tejido tiene la función de trasladar la información de un hemisferio
a otro y coordinarla.
Letras espejo en la escritura y percepción de simetrías. ¿Qué papel tiene el
desarrollo del cuerpo calloso?
Muchos padres observan asombrados que sus hijos de cinco o seis años se
equivocan con las letras b, d, p y q, y escriben palabras al revés sin problema, y
que esta conducta desaparece espontáneamente a los ocho años. ¿A qué se debe
esto? Según el investigador Stanislas Dehaene de la universidad de París, nuestro
cerebro nace filogenéticamente diseñado para unificar las simetrías y crear una
imagen única, lo que facilita el reconocimiento de los objetos. Cuando nacemos
percibimos dos objetos simétricos como distintos pero a medida que crecemos
nuestro cerebro nos prepara para unificar esas simetrías y reconocer que son el
mismo objeto. El cuerpo calloso que conecta los dos hemisferios y la conexión de
estos con nuestros ojos tienen un papel fundamental en ese proceso.
152
Sin embargo, las palabras tienen una función distinta a los objetos, y además
son mucho más complejas e infrecuentes en nuestra vida, por eso instaurar la
direccionalidad de las letras y reconocer que b y d son elementos diferentes es
costoso para un niño. Lo mismo ocurre con las letras dentro de las palabras. En
cualquier caso para los ocho años esta habilidad debería estar adquirida y si para
los nueve, momento en que el desarrollo del cuerpo calloso culmina, el error
persiste, esto puede indicar un problema de organización cerebral y derivar en
problemas de lectura. Debemos estar atentos a los errores-espejo.
Dehaene, S., Nakamura, K., Jobert, A., Kuroki, C., Ogawa, S. y Cohen, L.
(2010). Why do children make mirror errors in reading? Neural correlates of
mirror invariance in the visual word form area. Neuroimage, 49(2), 18371848.
2.4. Desarrollo del encéfalo de los dos a los siete años
Tres aspectos son característicos en este período de desarrollo encefálico. El
primero es el aumento de la conectividad hacia zonas frontales, lo cual favorece el
control motriz y la mejora de algunas funciones como la atención y la memoria.
Aunque el control total del cuerpo y las funciones mentales no es total, se observa a
lo largo del período un mayor grado de control voluntario de las acciones, unos
movimientos más controlados, una mayor capacidad para mantener la atención y una
mejora para recordar objetos, personas y secuencias de acciones en su vida cotidiana.
Por eso la zona anterior del córtex se relaciona con las funciones de control
voluntario de los procesos físicos y mentales (García-Molina, Enseñat-Cantallops,
Tirapu-Ustárroz y Roig-Rovira, 2009).
El segundo es el desarrollo del cuerpo calloso que permitirá una mayor
coordinación interhemisférica (Toga, Thompson y Sowell, 2006) y por tanto unas
153
funciones motrices y mentales más rápidas y eficientes (se pasa de caminar de forma
basta y abrupta a los dos años a chutar un balón con precisión y a mejorar en el
trazado del dibujo y la escritura de letras a los seis, por ejemplo).
El tercero es el desarrollo de las áreas involucradas en el desarrollo del lenguaje
sobre todo en el hemisferio izquierdo (Holland y cols., 2007). Las áreas parietotemporales del hemisferio izquierdo ya se especializan para la diferenciación y
ensamblaje de sonidos, y para la percepción del ritmo sonoro, que son esenciales para
la adquisición de vocabulario y la adquisición de la prosodia, y que posteriormente
serán fundamentales para la lectura y la escritura.
2.5. Desarrollo del encéfalo desde los ocho años hasta la adolescencia
Desde la niñez a la adolescencia, el desarrollo de la conectividad dependerá en
gran parte de la estimulación que proviene del entorno. La conectividad sináptica se
refina a través de la experiencia. Esto hace que las funciones sean a su vez más
exhaustivas y que la velocidad de procesamiento y de ejecución sea mayor. A medida
que se conectan y sincronizan las diferentes áreas del cerebro para las distintas
funciones (atención, memoria, control y flexibilidad) aplicadas a distintas
modalidades perceptivas (visual, auditiva, propioceptiva, etc.) y en distintos ámbitos
de conocimiento (lectura, escritura, matemáticas, ciencias naturales, etc.) esas
neuronas conectadas permanecerán y las demás irán desapareciendo mediante la poda
neuronal. Por eso a medida que aumenta la conectividad sináptica y las funciones en
distintas áreas, disminuye la densidad de la materia gris. En este período esto se
aplica sobre todo a las zonas parietal y frontal (Toga, Thompson y Sowell, 2006). La
zona parietal, relacionada con la integración de información sensorial y la orientación
espacial, alcanza su volumen máximo hacia los diez años y la zona frontal hacia los
doce años. Esto explica que a partir de los doce años los niños tengan ya un alto nivel
de control sobre sus funciones mentales (usan estrategias para recordar y para prestar
atención, y saben lo que eso significa, pueden regular voluntariamente sus estados) y
motoras (pueden decidir cuándo ejecutar una acción y cuándo inhibirla con facilidad,
y pueden planificar sus acciones). Esto es posible porque los ganglios basales,
responsables de funciones atencionales y motrices, también están conectados con esas
zonas frontales (Lenroot y Giedd, 2006). También las áreas del lenguaje siguen
evolucionando y se conectan con algunas áreas del hemisferio derecho, lo que
permite un desarrollo semántico y conceptual más rico así como la comprensión de
estructuras gramaticales más complejas.
3. DESARROLLO FÍSICO
Durante los primeros años es evidente el gran cambio que se observa en el
desarrollo físico de los bebés, tanto en cuestión de peso como de talla. Precisamente,
este subapartado se centrará en los principales cambios físicos que ocurren desde el
154
momento del nacimiento hasta la etapa de la adolescencia. En una primera parte, se
explicará cómo ocurre el crecimiento del cuerpo, incidiendo en los cambios de
estatura, de peso y de proporciones. A continuación, se analizará el desarrollo del
esqueleto y de los músculos. Por último, se recordarán algunas de las variaciones
individuales y culturales que inciden en el desarrollo físico.
3.1. Crecimiento del cuerpo: estatura, peso y proporciones corporales
En el desarrollo físico de un recién nacido, se observan cambios en las
proporciones corporales. Por ejemplo, el cráneo ya ha alcanzado el 70 % del tamaño
de adulto y representa una cuarta parte de la longitud total del cuerpo, la misma
proporción que las piernas. Los dos primeros años son los que experimentan un
mayor crecimiento corporal, a menudo duplicando el peso entre los meses 4 a 6 y
triplicándolo (entre 9,5 y 10 kg) al final del primer año. El crecimiento es poco
uniforme, a los dos años ya alcanzaron la mitad de su estatura adulta y han
cuadriplicado el peso neonatal (de 12 a 13,6 kg).
Entre los dos años y la pubertad, los niños crecen de 5 a 8 cm aproximadamente y
aumentan de 2,7 a 3,2 kilogramos cada año.
Durante la adolescencia se da un proceso rápido de crecimiento que comienza a
los nueve años de edad para las niñas y a los once para los niños. Durante su
crecimiento, la estatura de las niñas aumenta unos ocho centímetros al año, y la de los
niños unos diez centímetros. Terminado este gran estirón, se observan generalmente
pequeños cambios de estatura antes de alcanzar la talla adulta al final de la
adolescencia.
El incremento acentuado del peso coincide con el comienzo de la pubertad.
Durante la adolescencia temprana, las niñas tienden a pesar más que los niños pero, al
igual que con la estatura, aproximadamente a los catorce años de edad los niños
comienzan a superar a las niñas también en el peso.
El estudio del crecimiento y desarrollo físico sigue unos principios madurativos
que permiten hacer una clasificación sistemática del patrón de crecimiento útil para
su estudio. El desarrollo se efectúa por un lado en sentido cefalocaudal (de la cabeza
hacia abajo). El tronco crece más rápido durante el primer año. Al año de edad la
cabeza constituye apenas 20 % de la longitud total del cuerpo. Desde el primer año de
vida hasta el estirón de la adolescencia las piernas crecen rápido, representando más
del 60 % del aumento de talla. En la adolescencia el tronco vuelve a ser el segmento
de crecimiento más acelerado, aunque entonces las piernas también crecen
rápidamente. Al llegar a la estatura del adulto, las piernas representan el 50 % de la
altura total y la cabeza apenas el 12 %.
Además de crecer hacia arriba, los niños también lo hacen hacia afuera, en
dirección proximodistal (del centro al exterior) (Köhler y Rigby, 2003). Por ejemplo,
durante el desarrollo prenatal, el tórax y los órganos internos se forman primero,
seguidos por los brazos y las piernas, después por manos y pies. Durante la infancia
los brazos y piernas continúan creciendo más rápido que las manos y los pies. Sin
155
embargo, este patrón se invierte poco antes de la pubertad, cuando las manos y los
pies inician un crecimiento más acelerado y son las primeras partes del cuerpo en
alcanzar las proporciones del adulto, seguidas por los brazos y piernas, y finalmente
por el tronco. Los adolescentes dan la impresión de ser desgarbados o torpes porque
sus manos y pies (después sus brazos y piernas) aparecen de repente demasiado
grandes en comparación con el resto del cuerpo (Tanner y Tanner, 1990).
3.2. Desarrollo del esqueleto y de los músculos
Al principio, las estructuras del esqueleto que se forman en el período prenatal son
un cartílago blando que poco a poco va endureciéndose y convirtiéndose en material
óseo.
Precisamente porque sus huesos son demasiado flexibles, el recién nacido no
puede sentarse ni balancearse cuando lo colocan en posición erguida porque una de
las características más llamativas del crecimiento físico es que no todas las partes del
esqueleto crecen y endurecen al mismo ritmo. Por ejemplo, el cráneo y las manos
maduran primero, los huesos de las piernas continúan desarrollándose hasta la
pubertad o el final de la adolescencia. Podemos decir que el desarrollo del esqueleto
termina a los dieciocho años, aunque el espesor del cráneo, de los huesos, de las
piernas y de las manos aumenta poco durante toda la vida.
El desarrollo de los músculos se realiza también en dirección cefalocaudal y
próximo-distal: maduran primero los de la cabeza y el cuello, después los del tronco y
las extremidades. La maduración del tejido muscular ocurre en forma gradual durante
la niñez para acelerarse luego durante los primeros años de la adolescencia.
Prácticamente el 40 % de la energía corporal de un niño normal de dos meses se
destina al crecimiento. El resto se utiliza principalmente en las funciones corporales
básicas como la digestión y la respiración. Una proporción mucho menor se consume
en la actividad física. Dado que el crecimiento requiere tanta energía, los bebés deben
consumir enorme cantidad de calorías en relación con su peso corporal. El
amamantamiento es la mejor manera de cerciorarse de que el bebé reciba los
nutrientes que requiere, aunque eso no significa que la lactancia artificial sea dañina.
El crecimiento se desacelera a los dos años y entonces el niño necesita menos
comida. Es la época en que muchos se vuelven melindrosos. Aunque algunos niños
comen menos que antes, prácticamente todos ingieren suficiente alimento para el
crecimiento.
3.3. Variaciones individuales y culturales del desarrollo físico
No solo el desarrollo de los sistemas del organismo es un proceso desigual y
asincrónico, sino que se dan notables variaciones individuales en el ritmo en que
crecen los niños y las niñas (Köhler y Rigby, 2003). De hecho, diversas pruebas
muestran que las niñas maduran más rápido que los niños.
156
En lo que se refiere a los cambios que se dan a lo largo de la adolescencia, para la
mayoría de chicos y chicas la secuencia de cambios característicos de la pubertad
puede comenzar entre los diez años y los trece años y medio de edad. Además, puede
concluir entre los trece años y los diecisiete. En el caso de las niñas, la edad en la que
se produce la menarquía (primera menstruación) varía incluso más. Se considera
normal cuando ocurre entre los nueve y los quince años de edad.
Por lo regular, las personas procedentes de Asia, de Latinoamérica y África
tienden a ser más pequeñas que las de América del Norte, las de los países del norte
de Europa y las de Australia. Además, se dan diferencias culturales en la rapidez del
crecimiento físico. Un ejemplo: los niños norteamericanos de origen asiático y
africano suelen madurar más rápido que los de origen europeo-americano y europeo
(Herman-Giddens, 2006).
Hoy se piensa que la asincronía con que maduran varios sistemas del organismo
forma parte de la herencia de la especie: el programa de maduración común a todos
los seres humanos (Tanner y Tanner, 1990). En la tabla 3.3 se resumen las
características generales del desarrollo físico y motor, que se analiza en el siguiente
apartado.
TABLA 3.3
Desarrollo físico y psicomotor (2-5 años): habilidades motrices generales
2 años
• Disfruta de la actividad
motriz gruesa.
• Progresa control postura.
• Rodillas y tobillos más
flexibles y más equilibrio.
Correr o caminar apresurado.
• Girar, trepar...
• Saltar sobre los 2 pies.
• Chutar (tosco).
• Subir-bajar escaleras (2 pies
en cada escalón).
• Saltar desde el 1.er escalón
sin ayuda adelantando 1 pie en
el salto.
• Rigidez en parte superior del
cuerpo (salto).
3 años
4 años
• Juegos sedentarios en
períodos más largos.
• Juegos de sacar-meter.
• Correr más suave,
aumenta y disminuye
velocidad más fácilmente.
• Vueltas más cerradas y
domina frenada brusca.
• Subir escaleras sin ayuda
alternando los pies (bajar
más difícil).
• Saltar del último escalón
con los pies juntos (altura
de 30 cm).
• Pedalea en un triciclo.
• Andar con menos
balanceo y vacilaciones.
• Corre con
facilidad.
• Alterna ritmos
regulares.
• Realiza salto a
lo largo de la
carrera o parado.
• Salto con rebote
sobre una sola
pierna.
• A la pata coja
durante varios
segundos.
5 años
• Madurez en el
control motor
general.
• Salta sin
dificultad.
• Brincar varias
veces con 1 pie y
luego con el otro.
• Barra de
equilibrio.
• Para sobre un
solo pie.
• Conserva
equilibrio de
puntillas
(segundos).
• Se establece la
lateralidad.
FUENTE: elaboración propia.
4. DESARROLLO MOTOR
Todas las actividades requieren destrezas motoras, es decir, movimientos
coordinados de los músculos y de los miembros. El dominio exige que cada
157
movimiento se efectúe con exactitud, en la secuencia correcta y en el momento
preciso. Por ejemplo, para lanzar el balón, el jugador de baloncesto necesita mantener
los codos flexionados, concentrarse en la parte superior del aro y dirigir el
movimiento con un juego de muñeca. Es asombrosa la tendencia de los bebés hacia el
movimiento y la capacidad que demuestran de adquirir esas destrezas motoras con
muy poca instrucción, basta con la maduración del sistema nervioso y con un entorno
que estimule y favorezca el movimiento. A través de estrategias como el ensayo y
error, la imitación y el análisis de movimientos, irán acumulando pequeños logros
motrices.
Si bien al inicio los bebés son incapaces de desplazarse sin ayuda, pronto aprenden
a gatear, a ponerse de pie y a caminar. Sus manos y sus brazos quedan libres, una vez
que recorren erguidos el medio físico que les rodea, y eso les permite manipular los
objetos que encuentran a su alcance. Para poder realizar esta tarea, sus manos están
provistas de dedos totalmente independientes, con el pulgar frente a los cuatro dedos
restantes. A medida que avanza la edad, el movimiento corporal se vuelve más
automático y coordinado. Esto constituye la motricidad gruesa, o control de los
músculos grandes, donde se incluyen el arrastre, la locomoción, la postura corporal o
la coordinación de los movimientos de las distintas partes del cuerpo. El bebé deberá
también aprender las destrezas motoras que requieren movimientos de los músculos
pequeños que le permiten sostener y manipular objetos. A estos movimientos se les
denomina motricidad fina. Así, en el caso de la alimentación, primero otras personas
le dan de comer, después sostiene un biberón, luego come con los dedos sin ayuda y
finalmente aprende a usar los cubiertos. La motricidad fina servirá también para
realizar trazos finos en el dibujo o para que la escritura sea limpia y precisa.
4.1. Teorías del desarrollo motor
Al igual que el desarrollo físico, el desarrollo motor se efectúa en dirección
cefalocaudal (de la cabeza hacia abajo): las actividades en las que intervienen la
cabeza, el cuello y las extremidades superiores preceden a las que suponen el uso de
las piernas y de las extremidades inferiores. Al mismo tiempo, el desarrollo es
próximo-distal (del centro hacia fuera): las actividades en que intervienen el tronco y
los hombros aparecen antes que las que requieren las manos y los dedos. Los
movimientos de patear que se observan en los primeros meses de vida plantean un
problema para el enfoque cefalocaudal y suelen considerarse simples movimientos no
intencionales generados por el sistema nervioso central (Lamb y Yang, 2000).
Diferenciación (ser capaz de identificar cada movimiento de forma individual y
ejercitarlo consciente y voluntariamente), integración (ir coordinando distintos
movimientos) y automatización (realizar los movimientos de forma automática y
voluntaria pero sin esfuerzo) son mecanismos esenciales para el desarrollo motriz.
Para la explicación de la secuencia y la sincronización del desarrollo motor
temprano examinemos brevemente tres posicionamientos teóricos: la hipótesis de la
maduración (Egilea, Urtea y Gesell, 1928), la hipótesis de la experiencia (Dennis,
158
1960) y una más reciente: la teoría de los sistemas dinámicos (Kenrick, 2001; Smith
y Thelen, 2003).
La hipótesis de la maduración describe el desarrollo motor como una serie
genéticamente programada de eventos en que los nervios y los músculos maduran en
dirección descendente y hacia afuera. Los resultados indican que la maduración es la
base del desarrollo motor y que la práctica se limita a permitir al niño perfeccionar las
destrezas posibilitadas por la maduración.
Aunque nadie niega que la maduración favorezca el desarrollo motor, los
partidarios de la hipótesis de la experiencia están convencidos de que las
oportunidades de practicar las destrezas motoras son también importantes. Wayne
Dennis (1960) descubrió cuando estudiaba en Irán que varios grupos de huérfanos
que habían pasado la mayor parte de sus dos primeros años acostados en la cuna,
tardaban más en sentarse y caminar con respecto a otros niños que habían recibido
buenos cuidados y más libertad de movimiento. A partir de este hallazgo, llegó a la
conclusión de que la maduración es necesaria pero no suficiente para el desarrollo de
las destrezas motoras. Dicho de otra manera, los niños que son físicamente capaces
de sentarse, de gatear o caminar no dominarán estas capacidades, salvo que tengan la
oportunidad de ejercitarlas.
Por último, la teoría de los sistemas dinámicos plantea que el desarrollo motor es
resultado de una compleja interacción entre las capacidades físicas del niño, sus
metas y experiencias. Concretamente, se plantea que las destrezas motoras son
resultado de complejos sistemas de acción dinámicos, es decir, orientados a metas,
donde unas capacidades o esquemas de acción se van incorporando de forma
progresiva en los esquemas motrices existentes. Esther Thelen, principal defensora de
esta teoría (Thelen, 1992), se distingue de los teóricos anteriores en que, a pesar de
que todos coinciden en que la maduración y la experiencia contribuyen al desarrollo
motor, para ella la acción motriz no es una mera respuesta genéticamente programada
que tan solo emerge como lo establece la maduración sino que depende de las
oportunidades. Esta dependencia de la experiencia explica la variabilidad en el
desarrollo motor, y que muchos de los cambios sean cualitativos y no cuantitativos.
Además, esta teoría asume que el desarrollo motriz es el resultado de un
ensamblaje sincronizado de destrezas adquiridas. Adicionalmente, cada nueva
destreza implica una construcción que surge a medida que los niños adaptan y
reorganizan activamente sus capacidades motoras actuales, transformándolas en
nuevos y más complejos sistemas de acción (no se puede evitar la comparación, tanto
en términos de esquemas, como de adaptación e integración, con la teoría cognitiva
de Piaget). En un principio, los esquemas motrices tienden a ser provisionales,
ineficientes y descoordinados. Pero con el tiempo los patrones motores se
perfeccionan hasta que todos los componentes se integran y se transforman en
acciones fluidas y bien coordinadas como balancearse, gatear, caminar, correr y
saltar. Junto con la maduración neurológica, las metas y refuerzos del entorno son
elementos fundamentales en ese proceso (Whitall y Getchell, 1995).
159
4.2. Postura, equilibrio y locomoción
La capacidad de mantener una postura erguida es indispensable para caminar.
Pero esta postura es prácticamente imposible en el recién nacido debido a la forma de
su cuerpo. La cabeza es demasiado grande en ellos. Por eso, el niño cae en cuanto
pierde el equilibrio. Solo el crecimiento de sus piernas y sus músculos le permitirá
mantenerse erguido (Thelen, Ulrich y Jensen, 1989). Pocos meses después del
nacimiento, empieza a servirse de claves visuales y de un mecanismo del oído interno
para ajustar la postura. El equilibrio no es algo que los infantes dominen una vez para
siempre, deben reaprenderlo para sentarse y caminar, para gatear y para otras
posturas.
El cuerpo gira alrededor de diversos puntos en ellos. Distintos grupos de músculos
se usan para producir movimientos compensatorios cuando el niño empieza a perder
el equilibrio. Uno de los avances más impresionantes del primer año de vida es el
progreso tan notable que el infante logra en el control de sus movimientos y en el
perfeccionamiento de las destrezas motoras. Al hecho de aprender a moverse en el
mundo se le llama locomoción. Los niños caminan de manera espontánea más o
menos a los diez meses, pues deben ser capaces de mantenerse de pie para avanzar.
Muchos infantes aprenden a caminar en la relativa seguridad de los pisos planos y sin
obstáculos de su casa. Pero pronto descubren que el ambiente ofrece varios tipos de
superficie, algunos más propicios para caminar que otros. Así, utilizan los estímulos
perceptuales para decidir si no es peligroso caminar sobre una superficie (a esto
contribuyen la habilidad visual y la percepción de profundidad, Gibson y Walk,
1960). La marcha se domina entre los doce y quince meses de edad y el niño puede
caminar de forma independiente y sin ayuda.
La rapidez del desarrollo motor aumenta con la experiencia, pero solo mejoran los
movimientos que fueron ejercitados. Los niños y las niñas de dos años caminan
apresuradamente en vez de correr; mueven las piernas con rigidez y no se suspenden
en el aire como sucede al correr. Entre los cinco y seis años dominan la carrera,
cambiando rápidamente de dirección o de velocidad. Su creciente dominio se
manifiesta en el brinco. Un niño normal de dos a tres años saltará algunas veces sobre
una pierna, casi siempre manteniendo rígida la parte superior del cuerpo, podrá
ponerse en cuclillas, montar un triciclo, dar patadas a un balón o subir escaleras con
ayuda; entre los cinco y seis años puede saltar distancias de 30 cm o brincar varias
veces con un pie y luego con el otro. Al preescolar mayor le encanta jugar y
conforme domina la motricidad gruesa disfrutará del control corporal, de sentarse y
levantarse, girar sobre sí mismo, correr, saltar, lanzar y coger una pelota, pedalear o
bailar.
4.3. Desarrollo de la motricidad fina
Otros dos aspectos del desarrollo motor contribuyen de modo decisivo a que los
bebés exploren y se adapten a su entorno: el alcance voluntario y las destrezas de
160
manipulación.
Desarrollo del alcance voluntario
A partir de los tres meses, los niños y niñas son capaces de extender el brazo y
hacer correcciones en la dirección de los movimientos de sus brazos, mejorando poco
a poco la precisión hasta coger los objetos sin equivocarse (von Hofsten, 1984;
Thelen, Corbetta, Kamm, Spencer, Schnerder y Zernicke, 1993).
Al principio, el alcance se basa en información propioceptiva (es decir, en la
posición y el movimiento de las diferentes partes del cuerpo) de los músculos,
tendones y articulaciones que guía las manos y los brazos hacia cualquier objeto
interesante que se encuentre a una distancia dentro de la longitud del brazo. A medida
que se desarrolla el control voluntario del movimiento, la conducta de alcance
dependerá tanto de la información propioceptiva como de otras informaciones
provenientes del entorno, como los espacios o la posición de los objetos.
Desarrollo de las destrezas manipulatorias
Una vez que el niño se sienta bien y alcanza con la mano partes de su cuerpo,
entre los cuatro y cinco meses empieza a coger objetos interesantes con ambas
manos. En la segunda mitad del primer año de vida mejoran las habilidades dactilares
y el niño ya sabe adaptar sus actividades exploratorias a las propiedades de los
objetos.
El siguiente hito del desarrollo de las destrezas manuales ocurre hacia el final del
primer año, cuando se sirve del dedo pulgar y del índice para levantar objetos y
explorarlos (asimiento de pinza). Durante el segundo año el niño llega a dominar
mejor las manos.
A los dieciséis meses de edad garabatea con una tiza y al final del segundo año
copia una línea horizontal o vertical e inclusive construye torres de cinco o más
bloques. Todo ello concuerda mucho con la teoría de sistemas dinámicos: el niño
empieza a controlar movimientos simples para integrarlos luego a sistemas
coordinados cada vez más complejos (Fentress y McLeod, 1986). Por ejemplo, para
construir una torre primero hay que controlar el pulgar y el índice; luego se necesita
el asimiento de pinza como parte de una secuencia más amplia de movimientos que
incluyen alcanzar un bloque, tomarlo entre las manos, dejarlo encima de otro bloque
y luego soltarlo con delicadeza.
Pese a su capacidad de combinar actividades motoras sencillas en secuencias de
complejidad creciente, ni siquiera los niños y las niñas de dos a tres años muestran
gran habilidad al lanzar una pelota y atraparla, ni en cortar los alimentos con
utensilios o dibujar dentro de las líneas de sus libros de ilustraciones. Se trata de
destrezas que surgen en la niñez, a medida que los músculos maduran y que el niño
domina más el uso de la información visual para coordinar sus acciones.
161
En la tabla 3.4 se describe de forma resumida el desarrollo de la motricidad fina.
4.4. Desarrollo motor en la niñez y en la adolescencia
Con cada año que transcurre, los niños en edad escolar van corriendo cada vez
más rápido, saltan a una altura mayor y arrojan más lejos una pelota. El
perfeccionamiento de estas actividades de los músculos grandes se debe a que están
creciendo y volviéndose más fuertes, además de afinando sus destrezas motoras.
TABLA 3.4
Desarrollo físico y psicomotor (2-5 años): habilidades motrices finas
Dos años
Tres años
Cuatro años
• Bebe en vaso.
• Usa la cuchara.
• Cierra una
cremallera.
• Ayuda vestirsedesvestirse.
• (Des)abotonamiento.
• Puede hacer
garabatos.
• Pasar hojas del libro
de una en una.
• Abre y cierra
puertas.
• Ensarta cuentas.
• Construye torres de
cubos (pocos).
• Empieza a
usar
eficazmente el
tenedor.
• Come sin
que se le caiga
la comida.
• Se sirve
agua de una
jarra.
• Desata
nudos de los
zapatos.
• Se desviste
y se viste
(pero sin
abrocharse).
• Construye
torres de 9 ó
10 cubos.
• Dobla trozos
de papel a lo
largo y a lo
ancho, pero no
en diagonal.
• Come solo con tenedor.
• Se calza el zapato que
corresponde al pie.
• Se viste sin ayuda
(distingue delante-detrás).
• Capaz de abrocharse.
• Introduce una aguja en
un pequeño agujero.
• Abotona la ropa.
• Hace el nudo de
zapatillas con facilidad.
• Mayor refinamiento y
precisión en el uso de las
manos.
• Al dibujar se centra en
un detalle.
• Dibuja seres humanos
con características
diferenciadas: cabeza,
tronco y extremidades.
• Al copiar un círculo, lo
hace en sentido de las
agujas del reloj.
• Traza sobre el papel
líneas paralelas con un
centímetro de distancia
entre ellas, imitando una
demostración previa.
• Dobla tres veces una
hoja de papel, haciendo un
pliegue oblicuo.
Cinco años
• Copia un triángulo.
• Dibuja figuras con rasgos
básicos.
• Atrapa con las manos las
pelotas lanzadas (primero se
ayuda con todo el cuerpo y
posteriormente lo hace sin
requerir el apoyo del cuerpo).
FUENTE: elaboración propia.
El tiempo de reacción de los niños mayores es menor que el de los más pequeños,
lo cual explica por qué suelen vencerlos en juegos de acción como esquivar pelotas o
el pimpón.
Existen diferencias relacionadas con el sexo en el desarrollo motor. La base de
162
estas diferencias puede ser biológica: los adolescentes tienen más masa muscular y
menos grasa que las adolescentes; de ahí que las superen en las pruebas de fuerza
física. Pero los progresos biológicos no explican en su totalidad la diferencia entre
ambos sexos, ni el patrón de actividad motriz es igual. El ejercicio es el factor
fundamental de estas diferencias en la adolescencia: los chicos realizan más actividad
deportiva, pero aquellas chicas que realizan ejercicio siguen mejorando en las
actividades en las que están implicados los grandes músculos y desarrollan más las
habilidades motrices que aquellas que no lo realizan.
4.5. Desarrollo de la lateralidad
La lateralidad implica el desarrollo de habilidades perceptivas y motrices
coordinadas e integradas en el esquema corporal (Mora y Palacios, 1990). Este
desarrollo está muy ligado a la percepción sensomotriz y la propiocepción (sentir y
conocer unas partes del cuerpo), a la lateralización cerebral y especialización
hemisférica (alcanzar la especialización, dominación y coordinación hemisférica) y al
desarrollo de la motricidad gruesa y fina.
El cuerpo humano es simétrico y el niño tiene que sentir y percatarse de la
existencia de esa simetría y de que sus dos mitades corporales se complementan. A
través de la percepción del movimiento, del control del equilibrio y de la
experimentación sensomotriz, el bebé descubre sus posibilidades de acción y el modo
en que puede utilizar su cuerpo para moverse en el espacio y manipular los objetos
del entorno. Durante los primeros meses el movimiento es homolateral (los
hemisferios cerebrales aún no están ni especializados ni conectados), el bebé usa una
parte de su cuerpo sin sincronía con la otra (mueve por ejemplo solo brazo y pierna
izquierda). A partir de los seis meses comienza a usar ambas partes del cuerpo a la
vez como un bloque (para el arrastre por ejemplo, o para el agarre). A esta etapa se le
llama bilateral. Este ejercicio le lleva, sin embargo, a experimentar ambas partes de
su cuerpo. El control del equilibrio y el uso de ambas manos y piernas para
perfeccionar el gateo le llevan a una mayor coordinación de la parte izquierda y la
derecha, y a usarlas poco a poco de forma complementaria. La mejora de la visión, la
percepción de espacios y profundidades, y el control del tronco permiten esta
complementación. Así antes del primer año adquiere la capacidad de movimiento
contralateral, es decir, la capacidad de coordinar un brazo con la pierna contraria, y
mejorar así su gateo. Este movimiento mejorará con la locomoción.
Desde el primer año hasta los seis, las experiencias motrices de pie permitirán la
adaptación de las diferentes partes del cuerpo para conseguir sus objetivos (caminar,
correr, coger y manipular objetos) y la acción coordinada de los órganos perceptivos
y motrices (fijar el ojo, mover el brazo, coordinar el movimiento de la pierna). Hacia
los cinco años el niño ya conoce lo que es su izquierda y su derecha, aunque todavía
se equivoca a menudo, y sin embargo a los siete ya ha desarrollado la lateralidad y a
los ocho esta ha de estar claramente instaurada. ¿Cómo ocurre esto en tan poco
tiempo?
163
Por una parte, el niño va creando a través de la acción una representación de su
esquema corporal, de la ubicación y función de las distintas partes de su cuerpo. No
solo la experiencia motriz, sino el desarrollo intelectual (el recuerdo de esas
experiencias, la noción de constancia de los objetos y de sí mismo y esas partes del
cuerpo) y lingüístico (las etiquetas lingüísticas, «ojo», «brazo», «pierna», sirven para
reforzar ese recuerdo) favorecerán el desarrollo del esquema corporal en este período.
Por otra parte, a lo largo de estos primeros años se está delimitando la
especialización hemisférica y la conexión entre ambos hemisferios a través del cuerpo
calloso. Debido a que el hemisferio izquierdo asume las funciones analíticas y
precisas, será la mitad corporal derecha la que en principio realice esas funciones.
Esto es lo que constituye una lateralidad definida y homogénea diestra: la preferencia
o dominancia lateral de ojo, brazo y pierna es la derecha. Sin embargo, no es así en
todos los casos. ¿Qué ocurre cuando la lateralidad es homogénea, pero izquierda?
Existe un debate abierto acerca de por qué existe un 10 % de población zurda. Los
estudios apuntan a una base genética (McManus y Bryden, 1992) y hormonal,
atribuido a la testosterona, lo que explicaría que sea más frecuente en niños, O’Boyle
y Benbow, 1990), o a una patología en el hemisferio izquierdo (Satz, Orsini, Saslow y
Henry, 1985). No existen evidencias respecto a una distinta lateralización
hemisférica, de hecho en la mayoría de los zurdos el lenguaje sigue estando
lateralizado en el hemisferio izquierdo, aunque la experiencia y el uso de la izquierda
puede influir en la asunción de funciones lingüísticas en el hemisferio derecho
(Knecht, Dräger, Deppe, Bobe, Lohmann y cols., 2000), lo que demuestra que la
especialización cerebral puede ser moldeada por la experiencia. En cualquier caso, no
es conveniente modificar voluntariamente la tendencia que el niño desarrolla de
forma natural, puesto que implicaría contravenir su organización cerebral que, en
definitiva, es resultado de su propio avance madurativo y experiencia natural con el
entorno. El resultado de conseguir una lateralidad homogénea, alterando el curso de
desarrollo del niño, se denomina lateralidad contrariada.
Otros tipos de lateralidad son la lateralidad cruzada (función perceptiva ojo, y
función motora, brazo, pierna, no están homogéneamente lateralizados) y lateralidad
indefinida o ambidextrismo (uso indiferente de uno u otro lado). Estos últimos se han
relacionado con distintas dificultades de aprendizaje, aunque la evidencia no es clara,
sobre todo porque es muy difícil determinar si la lateralidad es la causa o el resultado
de una determinada organización cerebral.
4.6. Alteraciones del desarrollo motriz
Hemos mencionado que para un adecuado desarrollo motriz tan importante es la
estimulación como el desarrollo madurativo. Una insuficiente estimulación, sobre
todo en el caso de los niños con dificultades en el desarrollo, puede incidir en un
desarrollo motriz deficitario. Muchas de las dificultades motrices, sin embargo,
pueden al menos paliarse si se realiza una intervención temprana (Artigas-Pallarés,
2007). Asimismo, en ocasiones el mismo desarrollo madurativo pone impedimentos
164
al desarrollo motriz. Alteraciones del desarrollo motriz como la espina bífida o la
parálisis cerebral están directamente relacionadas con alteraciones en el tubo neural
(Jauffret, 2006) y en el encéfalo (Camacho, Pallás, de la Cruz, Simón y Mateos,
2007), respectivamente. Alteraciones como la distrofia muscular están relacionadas
con trastornos genéticos. En todos los casos es necesaria la evaluación de la
motricidad gruesa y fina, y el diseño de una intervención que permita el máximo
desarrollo del potencial motriz de cada niño.
5. CAMBIOS EN LA PUBERTAD Y ADOLESCENCIA
La pubertad constituye un período de rápida madurez física en el que se producen
cambios hormonales y corporales que tienen lugar, principalmente, durante la
adolescencia temprana.
La pubertad indica dos tipos generales de cambios físicos que marcan la transición
de la niñez a la juventud. El primero se refiere a los cambios físicos —entre ellos un
notable aumento del peso y de la altura— y los que se observan en la grasa corporal y
en el contenido de los músculos. El segundo se refiere a la maduración sexual que,
entre otras cosas, incluye los órganos reproductores y la aparición de las
características sexuales secundarias, como el vello facial y corporal así como el
crecimiento de las mamas.
5.1. Crecimiento físico y hormonal
El estirón en las mujeres empieza hacia los once años, llega a su nivel máximo
hacia los doce y alcanza la estatura de la madurez a los quince años,
aproximadamente. En los varones, comienza a los trece años, llega a su nivel máximo
a los catorce y alcanza la estatura de la madurez a los diecisiete años.
No todas las partes del cuerpo maduran con la misma rapidez. La cabeza, las
manos y los pies suelen crecer primero, seguidos de los brazos y las piernas. El
tronco y los hombros son los últimos en hacerlo.
En el período del estirón, los huesos se alargan y se tornan más densos. Este
crecimiento se acompaña de otros cambios que no son iguales en ambos sexos. El
crecimiento de los músculos es más notable en los varones que en las mujeres.
También la grasa corporal aumenta aunque mucho más rápido en ellas. Finalmente, la
capacidad cardiaca y pulmonar se incrementa más en el varón que en la mujer.
La función del sistema endocrino durante la pubertad surge de la interacción entre
el hipotálamo, la glándula pituitaria y las gónadas (glándulas sexuales).
La concentración de ciertas hormonas aumenta de forma drástica durante la
adolescencia. En el caso de los chicos, la testosterona es una hormona asociada con el
desarrollo de los genitales, el aumento de la estatura y el cambio en la voz. En las
chicas, el estrógeno es una hormona cuya función está relacionada con el desarrollo
de los senos, del útero y del sistema óseo. Hay que advertir que tanto la testosterona
165
como el estrógeno están presentes en el contenido hormonal de los chicos y de las
chicas, pero que la testosterona predomina en el desarrollo masculino durante la
pubertad, mientras que el estrógeno lo hace en el desarrollo femenino.
La influencia de las hormonas puede también hacerse patente en el desarrollo
psicológico de los adolescentes. Sin embargo, las hormonas por sí solas no son las
únicas responsables del desarrollo en la adolescencia. Frente a los factores
hormonales, los elementos sociales influyen de dos a cuatro veces más en la
tendencia a la ira y a la depresión en adolescentes. El comportamiento y los estados
de ánimo también pueden afectar a las hormonas. El estrés, las costumbres
alimenticias, la práctica de ejercicio, la actividad sexual, la tensión y la depresión
pueden activar o suprimir diversos aspectos del sistema hormonal.
5.2. Madurez sexual
La maduración sexual incluye un cambio en las características sexuales
primarias, es decir, en los órganos que intervienen directamente en la reproducción:
ovarios, útero y vagina en la mujer; escroto, testículos y pene en el hombre. Incluye,
además, cambios en las características sexuales secundarias, esto es, las señales
físicas de madurez no relacionadas directamente con los órganos reproductores:
crecimiento de senos y ensanchamiento de la pelvis en las adolescentes; aparición del
vello facial y ensanchamiento de los hombros en los adolescentes; aparición del vello
corporal y cambios de la voz y de la piel en ambos sexos.
Los cambios en las características sexuales primarias y secundarias se realizan en
una secuencia predecible en hombres y en mujeres. En las mujeres la pubertad
comienza con el crecimiento de los senos y el estirón, seguidos de la aparición del
vello púbico. La menarquía, inicio de la menstruación, normalmente ocurre hacia los
trece años de edad. Los primeros ciclos menstruales suelen ser irregulares y sin
ovulación. En los varones, la pubertad comienza con el crecimiento de los testículos y
del escroto, luego aparece el vello púbico, se inicia el estirón y el pene crece.
Aproximadamente a los trece años, los niños llegan a la espermarquia, la primera
eyaculación espontánea de líquido con espermatozoides. Las eyaculaciones iniciales
contienen relativamente pocos espermatozoides.
La adolescencia es una etapa de exploración y experimentación sexual, de
fantasías y realidades sexuales y de incorporación a la sexualidad a la propia
identidad. La adolescencia constituye un puente entre el niño asexual y el adulto
sexual. Algunas de las principales características son (en López, Sánchez y Fuertes,
1989):
— Desarrollo de la identidad sexual: el dominio sobre los nuevos sentimientos
sexuales y la formación de una identidad sexual constituyen procesos con
múltiples facetas. Este largo proceso incluye aprender a gestionar los
sentimientos sexuales (como la excitación y la atracción sexual), desarrollar
nuevas formas de intimidad, y conocer las habilidades necesarias para refutar el
166
comportamiento sexual y evitar así consecuencias indeseables. El desarrollo de
la identidad sexual va más allá del mero comportamiento sexual, ya que
incluye la interacción con otras identidades también en pleno desarrollo.
— Progreso en los comportamientos sexuales durante la adolescencia:
normalmente, se comienza con los besos, seguidos de los tocamientos. Luego
surgen las relaciones sexuales coitales y el sexo oral.
— Factores de riesgo para los problemas sexuales: los adolescentes que practican
la actividad sexual temprana constituyen el grupo que peor utiliza los métodos
anticonceptivos y, por tanto, presentan un mayor riesgo de sufrir un embarazo o
enfermedades de transmisión sexual.
— Uso de métodos anticonceptivos: si no se toman las precauciones necesarias,
los jóvenes se enfrentan a dos tipos de riesgos: los embarazos no previstos ni
deseados y las enfermedades de transmisión sexual. Ambos peligros pueden
reducirse notablemente con el empleo de métodos anticonceptivos.
— Enfermedades de transmisión sexual: las enfermedades de transmisión sexual
(ETS) se contraen, principalmente, a través del contacto sexual. Este contacto
no se limita al sexo vaginal, sino que incluye también los contactos oralgenitales y anal-genitales. Entre estas enfermedades se encuentran el VIH, el
herpes genital, la gonorrea y la clamidia.
5.3. Impacto psicológico de la pubertad
La preocupación por el aspecto físico es constante a lo largo de la adolescencia,
pero se acentúa durante la pubertad, una etapa en la que los adolescentes se muestran
más insatisfechos con sus cuerpos que durante la adolescencia tardía. En general, las
chicas se muestran menos contentas con sus cuerpos y poseen más imágenes
corporales negativas en comparación con los chicos a lo largo de la pubertad. Por el
contrario, a los varones les preocupa en los primeros años de la adolescencia, pero
quedan más complacidos a lo largo de ella conforme tienen lugar los cambios de la
pubertad. Se cree que los adolescentes son personas de estado de ánimo inestable. Se
supone que la causa son las hormonas, que están desatadas. Sin embargo, las
investigaciones muestran que no. En tal caso, ¿cuál es la causa del temperamento
voluble del adolescente?
Casi siempre los adolescentes dicen que su estado de ánimo es positivo cuando
están con amigos o divirtiéndose; tienden a decir que es negativo cuando están en
situaciones reguladas por adultos, como el aula o en un trabajo a tiempo parcial. Dan
la impresión de ser más temperamentales que los adultos porque alternan actividades
y situaciones sociales varias veces en un día.
La maduración temprana o tardía produce efectos psicológicos distintos en
función del género. Varios estudios longitudinales muestran que los varones tienden a
ser más independientes y seguros de sí mismos y gozan de mayor popularidad entre
sus compañeros. Sus inseguridades derivan más de los cambios físicos. Por el
contrario, las mujeres a menudo carecen de seguridad en sí mismas, tienden más a
167
deprimirse y sus inseguridades derivan de los cambios psicológicos. Aunque las
diferencias estriben probablemente en variables culturales, los estudios parecen
indicar que en las mujeres, la maduración, ya sea temprana o tardía, conlleva más
inseguridad y más conductas de riesgo (McCabe y Ricciardelli, 2004). Esta
información es importante para examinar los cambios que acompañan a la
adolescencia tanto en chicas como en chicos.
5.4. Salud
El crecimiento físico en la pubertad significa que el cuerpo tiene necesidades
nutricionales específicas. El crecimiento óseo requiere calcio y hierro para producir
hemoglobina adicional. Los varones la necesitan debido al aumento de su masa
muscular; las mujeres para reemplazar la hemoglobina que pierden durante la
menstruación. Un problema importante relacionado con la salud es la obesidad. La
definición técnica de la obesidad se basa en el índice de masa corporal, que es una
razón ajustada entre peso y altura. Los niños obesos son impopulares y tienen poca
autoestima. Además, son propensos a muchos problemas médicos, entre ellos
hipertensión y diabetes, durante toda su vida. La herencia es un factor importante en
la obesidad infantil, en tanto que contribuye a fijar la tasa metabólica basal, es decir,
la rapidez con que el cuerpo consume calorías.
El ambiente, determinado por las actitudes del entorno cultural, o de los padres
hacia la conducta alimentaria, o hacia una imagen determinada, es otro factor
importante. Así pues, los niños y los adolescentes obesos comen en exceso porque se
basan en las señales externas (una tentadora barra de dulce que aparece en la
televisión) y prescinden de las señales internas de que dejen de comer. La actividad
física favorece la salud mental y corporal tanto durante la adolescencia como durante
la adultez. Quienes realizan actividad física regular reducen el riesgo de la obesidad,
del cáncer, de la cardiopatía y de problemas psicológicos como depresión y ansiedad.
Actividad regular significa hacer ejercicio durante 30 minutos, por lo menos tres
veces por semana, a un ritmo que mantiene la frecuencia cardiaca a unos 140 latidos
por minuto. El deporte ofrece muchos beneficios a los niños y adolescentes. Además
de mejorar la condición física, mejora su autoestima y les ayuda a tomar la iniciativa.
Otro problema relacionado con la alimentación son dos trastornos semejantes:
anorexia y bulimia. La anorexia nerviosa es un problema que se caracteriza por la
negativa constante de comer y por un miedo irracional a aumentar de peso. Quienes
la sufren tienen una imagen corporal muy distorsionada, que les hace verse obesos.
Un problema afín es la bulimia nerviosa. Los que la sufren alternan períodos de
exceso, en los que comen sin control, con períodos de purga mediante vómitos
autoinducidos o laxantes.
La anorexia y la bulimia se parecen en muchos aspectos. Afectan principalmente a
la mujer y se manifiestan en la adolescencia, tienen su origen en ideales culturales
referentes al cuerpo femenino.
168
ACTIVIDADES PRÁCTICAS
Introducción
Para facilitar la interiorización de algunos conceptos básicos, a continuación se
proponen varios ejercicios de apoyo: en el primer ejercicio, se propone una práctica
de vídeo para conocer el proceso de desarrollo fetal y la influencia del contexto
durante este período; posteriormente, se propone la visualización de otro vídeo para
identificar los reflejos y las habilidades innatas del bebé tras el nacimiento y su
relación con habilidades motrices y cognitivas posteriores.
1. Práctica del vídeo: En el vientre materno
Objetivo. Conocer el desarrollo del embarazo durante las aproximadamente 40
semanas que dura este proceso, así como el momento del parto.
Recursos: documental En el vientre materno
Enlace al documental:
— https://vimeo.com/52520764
Ficha técnica
Título: En el vientre materno
Autor: National Geographic Channel
Año: 2005
Duración: 1h 34 min.
Idioma: castellano
Este bebé va a terminar un viaje de 9 meses. Puede distinguir sabores, escuchar,
oler, tocar y aprender. Los sonidos son más estridentes, se siente zarandeada y
apretujada, y su espacio vital es estrecho e incómodo. Está a punto de abandonar la
calma y la tranquilidad, el único mundo que ha conocido hasta ahora, para
enfrentarse a un mundo nuevo, ruidoso, luminoso y aterrador. Esta es la historia del
increíble viaje que ha vivido esta niña dentro del útero de su madre, como pasó de
ser una única célula a ser un bebé en tan solo 9 meses.
Procedimiento. Tras visionar el documental, el alumnado tendrá que responder a
las siguientes cuestiones:
a) Describir las fases de desarrollo desde la fecundación al nacimiento.
b) Analizar los distintos factores que pueden afectar a ese proceso.
169
c) Identificar comportamientos positivos y negativos maternos que pueden afectar
al proceso de desarrollo fetal.
2. Práctica de vídeo: capacidades de los recién nacidos
Objetivo: identificar los reflejos, las conductas y/o las capacidades de un niño
recién nacido.
Recursos: vídeo documental La entrada al mundo. La aventura de crecer, capítulo
2.
Enlaces para ver el documental:
— http://www.youtube.com/watch?v=rfWlw6G1Zf8
— http://www.youtube.com/watch?v=fkJMD2THPrU
— http://www.youtube.com/watch?v=65bSPLvcQ2Q
Ficha técnica
Título: La entrada al mundo (La aventura de crecer)
Autor: Juan Delval e Ileana Enesco
Año: 1990
Duración: 25 min.
Idioma: castellano
En este documental, el objeto de estudio son las capacidades de un niño recién
nacido y también los reflejos y conductas que son tan importantes para que se dé el
desarrollo psicológico. A continuación, se van a concretar algunos de ellos: por un
lado, llorar (sirve para mostrar inquietud, pedir ayuda y para expresar que se quiere
satisfacer una necesidad); por otro lado, tomar el pecho (válido para conocer el
medio gracias al reflejo de succión y gracias a la boca); además de ello está el
reflejo de búsqueda; también, el reflejo de sujetar algo con la mano (consecuencia
de la filogenia) para poder sujetar bien a la madre; asimismo, caminar; recoger
información del exterior mediante órganos sensoriales; capacidad para ver que
tienen los recién nacidos (colores concretos y grandes contrastes); atención y ganas
de aprender; proceso para mirar cada cual sus propias manos; distinguir los sonidos
(por ejemplo, la voz de la madre); y, por último, ser capaz de distinguir los sabores.
Procedimiento. Después de ver el documental, el alumnado tendrá que responder
a las siguientes cuestiones:
a) Describir las ideas sobre el proceso de aprendizaje de un recién nacido.
b) ¿Qué son los reflejos? ¿Qué funciones tienen? Describe aquellos que conozcas.
c) Identificar las capacidades de un recién nacido y completar su significado. Por
ejemplo, «succión, el reflejo del Moro (dar un abrazo), explorar la boca,
170
precisión visual, coordinación visual, que cada cual pueda mirar sus manos,
escuchar, probar sabores».
PREGUNTAS DE REFLEXIÓN
1. ¿Qué incidencia tiene la relación herencia-ambiente durante los 9 meses de
gestación en el feto?
2. Considerando la psicología del desarrollo, ¿por qué es importante considerar
los estados del recién nacido?
3. Analiza las diferencias psicofísicas en los chicos y chicas durante la
adolescencia.
AUTOEVALUACIÓN
1. La materia gris disminuye:
a)
b)
c)
d)
En todas las áreas cerebrales al mismo tiempo debido a la neurogénesis.
En la zona cortical debido a la sinaptogénesis.
A medida que progresan habilidades cognitivas debido a la poda neuronal.
Ninguna de las anteriores es cierta.
2. La lateralidad homogénea izquierda:
a)
b)
c)
d)
Implica problemas de aprendizaje.
Se da cuando ojo-oído-mano-pie izquierdos son dominantes.
Se da cuando hay predominancia del hemisferio izquierdo.
Las tres respuestas son correctas.
3. El ectodermo:
a) Está formado por los músculos, los huesos y el aparato circulatorio.
b) Se forma la segunda semana del período gestacional.
c) Está formado por el sistema nervioso, la piel y el cabello.
d) Está formado por el aparato digestivo, los pulmones y otros órganos.
4. La fase germinal dura de 10 a 12 días y va:
a)
b)
c)
d)
Desde la fecundación hasta la implantación del blastocito en el útero.
Desde la fecundación hasta el período fetal.
Desde la implantación hasta la formación del embrión.
Desde la fecundación hasta la formación de las estructuras corporales del
futuro bebé.
171
5. El estrés materno durante el período prenatal está relacionado con:
a)
b)
c)
d)
El síndrome de Angelman.
La parálisis cerebral.
El déficit de atención e hiperactividad.
Malformaciones congénitas.
6. La mielinización:
a)
b)
c)
d)
Favorece la neurogénesis.
Favorece las conexiones neuronales.
Es un proceso que ocurre solo en la etapa fetal.
Solo se da en algunos casos.
SOLUCIONES
1
2
3
4
5
6
c
b
c
a
c
b
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
Acuna-Hidalgo, R., Bo, T., Kwint, M. P., Van de Vorst, M., Pinelli, M., Veltman, J.
A. y Gilissen, C. (2015). Post-zygotic point mutations are an underrecognized
source of de novo genomic variation. The American Journal of Human Genetics,
97(1), 67-74.
Agudelo-Suárez, A. A., Ronda-Pérez, E., Gil-González, D., González-Zapata, L. I. y
Regidor, E. (2009). Relación en España de la duración de la gestación y del peso
al nacer con la nacionalidad de la madre durante el período 2001-2005. Revista
Española de Salud Pública, 83(2), 331-337.
Artigas-Pallarés, J. (2007). Atención precoz de los trastornos del neurodesarrollo. A
favor de la intervención precoz de los trastornos del neurodesarrollo. Revista
Neurológica, 44(3), 31-34.
Blakemore, S. J., y Frith, U. (2005). The learning brain: Lessons for education.
Developmental Science, 8(6), 459-465.
Bodnar, L. M., Catov, J. M., Simhan, H. N., Holick, M. F., Powers, R. W. y Roberts,
J. M. (2007). Maternal vitamin D deficiency increases the risk of preeclampsia.
The Journal of Clinical Endocrinology & Metabolism, 92(9), 3517-3522.
Brazelton, T. B. y Nugent, J. K. (1995). Neonatal behavioral assessment scale (n.o
137) Londres: Mac Keeith Press, Cambridge University Press.
Buss, A. H. y Plomin, R. (1984). Theory and measurement of EAS. Temperament:
Early developing personality traits, Hillsdale, NJ: L. Erlbaum Associates, 98-130.
Camacho-Salas, A., Pallás-Alonso, C. R., de la Cruz-Bértolo, J., Simón-de Las Heras,
R. y Mateos-Beato, F. (2007). Parálisis cerebral: concepto y registros de base
172
poblacional. Revista Neurológica, 45(8), 1-7.
Clifford, A., Lang, L. y Chen, R. (2012). Effects of maternal cigarette smoking
during pregnancy on cognitive parameters of children and young adults: a
literature review. Neurotoxicology and Teratology, 34(6), 560-570.
Coyle, P., Cowley, C., Rofe, A. y Rink, L. (2011). Zinc in pregnancy. Zinc in Human
Health, Biomedical and Health Research, 76, 305-324.
Cho, S. C., Kim, B. N., Hong, Y. C., Shin, M. S., Yoo, H. J., Kim, J. W. y Kim, H.
W. (2010). Effect of environmental exposure to lead and tobacco smoke on
inattentive and hyperactive symptoms and neurocognitive performance in
children. Journal of Child Psychology and Psychiatry, 51(9), 1050-1057.
Christian, P. y Stewart, C. P. (2010). Maternal micronutrient deficiency, fetal
development, and the risk of chronic disease. The Journal of Nutrition, 140(3),
437-445.
Davis, K. M., Gagnier, K. R., Moore, T. E. y Todorow, M. (2013). Cognitive aspects
of fetal alcohol spectrum disorder. Wiley Interdisciplinary Reviews: Cognitive
Science, 4(1), 81-92.
DeCasper, A. J. y Spence, M. J. (1986). Prenatal maternal speech influences
newborns’ perception of speech sounds. Infant Behavior and Development, 9(2),
133-150.
DeCasper, A. J., Lecanuet, J. P., Busnel, M. C., Granier-Deferre, C. y Maugeais, R.
(1994). Fetal reactions to recurrent maternal speech. Infant Behavior and
Development, 17(2), 159-164.
Dennis, W. (1960). Causes of retardation among institutional children: Iran. The
Journal of Genetic Psychology, 96(1), 47-59.
Díaz, J. A., Soblechero, B. A., Caballero, P. B., Hernández, L. D., Yepes, M. G.,
Castelar, J. L. y de Espinosa, M. G. M. (2006). Diagnosis de la obesidad:
actualización de criterios y su validez clínica y poblacional. Anales de Pediatría,
65(1), 5-14.
DiPietro, J. A. (2012). Maternal stress in pregnancy: considerations for fetal
development. Journal of Adolescent Health, 51(2), S3-S8.
Dirix, C. E., Nijhuis, J. G., Jongsma, H. W. y Hornstra, G. (2009). Aspects of fetal
learning and memory. Child Development, 80(4), 1251-1258.
Dube, W. V., MacDonald, R. P., Mansfield, R. C., Holcomb, W. L. y Ahearn, W. H.
(2004). Toward a behavioral analysis of joint attention. The Behavior Analyst,
27(2), 197-207.
Fentress, J. C. y McLeod, P. J. (1986). Motor patterns in development. En
Developmental psychobiology and developmental neurobiology (pp. 35-97).
Nueva York: Springer US.
García-Molina, A., Enseñat-Cantallops, A., Tirapu-Ustárroz, J. y Roig-Rovira, T.
(2009). Maduración de la corteza prefrontal y desarrollo de las funciones
ejecutivas durante los primeros cinco años de vida. Revista de Neurología, 48(8),
435-440.
Gibson, E. J. y Walk, R. D. (1960). The «visual cliff» (vol. 1). WH: Freeman
Company.
Glover, V. (2014). Maternal depression, anxiety and stress during pregnancy and
173
child outcome; what needs to be done. Best Practice & Research Clinical
Obstetrics & Gynaecology, 28(1), 25-35.
Haque, F., Gottesman, I. I. y Wong, A. H. (2009). Not really identical: epigenetic
differences in monozygotic twins and implications for twin studies in psychiatry.
En American journal of medical genetics part C: Seminars in medical genetics
(vol. 151, núm. 2, pp. 136-141). Nueva York: Wiley.
Hamilton, B. E., Martin, J. A. y Ventura, S. J. (2009). Births: Preliminary data for
2007. National Vital Statistics Reports, 57(12), 1-23.
Heazell, A. P. y Frøen, J. F. (2008). Methods of fetal movement counting and the
detection of fetal compromise. Journal of Obstetrics and Gynaecology, 28(2),
147-154.
Heffner, L. J. (2004). Advanced maternal age-how old is too old? New England
Journal of Medicine, 351(19), 1927-1929.
Herman-Giddens, M. E. (2006). Recent data on pubertal milestones in United States
children: The secular trend toward earlier development. International Journal of
Andrology, 29(1), 241-246.
Hoban, T. F. (2004). Sleep and its disorders in children. Seminario Neurología, 24,
327-340.
Holland, S. K., Vannest, J., Mecoli, M., Jacola, L. M., Tillema, J. M., Karunanayaka,
P. R. y Byars, A. W. (2007). Functional MRI of language lateralization during
development in children. International Journal of Audiology, 46(9), 533-551.
Huttenlocher, P. R. (2009). Neural plasticity, the effects of environment on the
development of the cerebral cortex. Cambridge: Massachusetts. Harvard
University Press.
James-Roberts, I. y Plewis, I. (1996). Individual differences, daily fluctuations, and
developmental changes in amounts of infant waking, fussing, crying, feeding, and
sleeping. Child Development, 67(5), 2527-2540.
Jauffret, E. (2006). Espina bífida. EMC-Kinesiterapia-Medicina Física, 27(3), 1-24.
Johnson, M. H. (2001). Functional brain development in humans. Nature Reviews
Neuroscience, 2(7), 475-483.
Kenrick, D. T. (2001). Evolutionary psychology, cognitive science, and dynamical
systems: Building an integrative paradigm. Current Directions in Psychological
Science, 10(1), 13-17.
Kisilevsky, B. S., Hains, S. M., Lee, K., Xie, X., Huang, H., Ye, H. H. y Wang, Z.
(2003). Effects of experience on fetal voice recognition. Psychological Science,
14(3), 220-224.
Knecht, S., Dräger, B., Deppe, M., Bobe, L., Lohmann, H., Flöel, A. y Henningsen,
H. (2000). Handedness and hemispheric language dominance in healthy humans.
Brain, 123(12), 2512-2518.
Köhler, L. y Rigby, M. (2003). Indicators of children’s development: Considerations
when constructing a set of national Child Health Indicators for the European
Union. Child: Care, Health and Development, 29(6), 551-558.
Lamb, T. y Yang, J. F. (2000). Could different directions of infant stepping be
controlled by the same locomotor central pattern generator? Journal of
Neurophysiology, 83(5), 2814-2824.
174
Landrigan, P. J. y Goldman, L. R. (2011). Children’s vulnerability to toxic chemicals:
A challenge and opportunity to strengthen health and environmental policy.
Health Affairs, 30(5), 842-850.
Lenroot, R. K. y Giedd, J. N. (2006). Brain development in children and adolescents:
Insights from anatomical magnetic resonance imaging. Neuroscience &
Biobehavioral Reviews, 30(6), 718-729.
López, F., Sánchez, F. L. y Fuertes, A. (1989). Para comprender la sexualidad (vol.
21). Ediciones Loyola.
Mampe, B., Friederici, A. D., Christophe, A. y Wermke, K. (2009). Newborns’ cry
melody is shaped by their native language. Current Biology, 19(23), 1994-1997.
Martínez-Frías, M. L., Rodríguez-Pinilla, E., y Bermejo, E. (2003). Análisis de la
situación en España sobre el consumo de ácido fólico/folinato cálcico para la
prevención de defectos congénitos. Medicina Clínica, 121(20), 772-775.
McCabe, M. P. y Ricciardelli, L. A. (2004). A longitudinal study of pubertal timing
and extreme body change behaviors among adolescent boys and girls.
Adolescence, 39(153), 145.
McManus, I. C. y Bryden, M. P. (1992). The genetics of handedness, cerebral
dominance, and lateralization. Handbook of Neuropsychology, 6, 115-144.
Mirghani, H., Osman, N., Dhanasekaran, S., Elbiss, H. M. y Bekdache, G. (2015).
Transplacental transfer of 2-naphthol in human placenta. Toxicology Reports, 2,
957-960.
Mirmiran, M., Maas, Y. G. y Ariagno, R. L. (2003). Development of fetal and
neonatal sleep and circadian rhythms. Sleep Medicine Reviews, 7(4), 321-334.
Mora, R. M. y Sanz, R. T. (2004). Medicamentos y embarazo. FMC-Formación
Médica Continuada en Atención Primaria, 11(10), 651-661.
Mora-Merchán, J. A. y Palacios, J. (1990). Desarrollo físico y psicomotor a lo largo
de los años preescolares. En A. Marchesi y C. Coll (comps.), Desarrollo
psicológico y educación (pp. 133-142). Madrid: Alianza Editorial.
Nezvalová-Henriksen, K., Spigset, O. y Nordeng, H. (2013). Effects of ibuprofen,
diclofenac, naproxen, and piroxicam on the course of pregnancy and pregnancy
outcome: a prospective cohort study. BJOG: An International Journal of
Obstetrics & Gynaecology, 120(8), 948-959.
Norton, M. E., Brar, H., Weiss, J., Karimi, A., Laurent, L. C., Caughey, A. B. y Lee,
H. (2012). Non-Invasive Chromosomal Evaluation (NICE) Study: results of a
multicenter prospective cohort study for detection of fetal trisomy 21 and trisomy
18. American Journal of Obstetrics and Gynecology, 207(2), 137-e1.
Obicˇan, S. G., Finnell, R. H., Mills, J. L., Shaw, G. M. y Scialli, A. R. (2010). Folic
acid in early pregnancy: A public health success story. The FASEB Journal,
24(11), 4167-4174.
O’Boyle, M. W. y Benbow, C. P. (1990). Handedness and its relationship to ability
and talent. Advances in Psychology, 67, 343-372.
Pettoni, A. N. (2011). Fetal Alcohol Effects. Encyclopedia of Child Behavior and
Development, 1, 649-650.
Plomin, R. y Deary, I. J. (2015). Genetics and intelligence differences: Five special
findings. Molecular psychiatry, 20(1), 98-108.
175
Ramón, R., Ballester, F., Rebagliato, M., Ribas, N., Torrent, M., Fernández, M. y
Grimalt, J. (2005). The environment and childhood research network («INMA»
Network): Study Protocol. Revista Española de Salud Pública, 79(2), 203-220.
Ronald, A., Pennell, C. E., y Whitehouse, A. J. (2011). Prenatal maternal stress
associated with ADHD and autistic traits in early childhood. Frontiers in
Psychology, 1(223), 1-8.
Rothbart, M. K. (2011). Becoming who we are: Temperament and personality in
development. Nueva York-Londres: Guilford Press.
Satz, P., Orsini, D. L., Saslow, E. y Henry, R. (1985). The pathological lefthandedness syndrome. Brain and Cognition, 4(1), 27-46.
Seoud, M. A. F., Nassar, A. H., Usta, I. M., Melhem, Z., Kazma, A. y Khalil, A. M.
(2002). Impact of advanced maternal age on pregnancy outcome. American
Journal of Perinatology, 19(01), 1-8.
Simpson, J. L., Bailey, L. B., Pietrzik, K., Shane, B. y Holzgreve, W. (2011).
Micronutrients and women of reproductive potential: Required dietary intake and
consequences of dietary deficienty or excess. Part II-vitamin D, vitamin A, iron,
zinc, iodine, essential fatty acids. The Journal of Maternal-Fetal & Neonatal
Medicine, 24(1), 1-24.
Smith, L. B., y Thelen, E. (2003). Development as a dynamic system. Trends in
Cognitive Sciences, 7(8), 343-348.
Song, H., Stevens, C. F. y Gage, F. H. (2002). Astroglia induce neurogenesis from
adult neural stem cells. Nature, 417(6884), 39-44.
Tanner, J. M. (1990). Fetus into man: Physical growth from conception to maturity.
Harvard University Press.
Telkemeyer, S., Rossi, S., Koch, S. P., Nierhaus, T., Steinbrink, J., Poeppel, D. y
Wartenburger, I. (2009). Sensitivity of newborn auditory cortex to the temporal
structure of sounds. The Journal of Neuroscience, 29(47), 14726-14733.
Thelen, E. (1992). Development as a dynamic system. Current Directions in
Psychological Science, 1(6), 189-193.
Thelen, E., Corbetta, D., Kamm, K., Spencer, J. P., Schneider, K. y Zernicke, R. F.
(1993). The transition to reaching: Mapping intention and intrinsic dynamics.
Child development, 64(4), 1058-1098.
Thelen, E., Ulrich, B. D. y Jensen, J. L. (1989). Constraints on multi-joint
movements: From the spontaneity of infancy to the skill of adults: Reaction to GJ
van Ingen Schenau (1989). Human Movement Science, 8(4), 393-402.
Thoman, E. B., Denenberg, V. H., Sievel, J., Zeidner, L. P. y Becker, P. (1981). State
organization in neonates: Developmental inconsistency indicates risk for
developmental dysfunction. Neuropediatrics, 12(01), 45-54.
Toga, A. W., Thompson, P. M. y Sowell, E. R. (2006). Mapping brain maturation.
Focus, 4(3), 378-390.
Von Hofsten, C. (1984). Developmental changes in the organization of prereaching
movements. Developmental Psychology, 20(3), 378.
Wapner, R. J. (2005). Invasive prenatal diagnostic techniques. Seminars in
Perinatology, 29(6), diciembre, 401-404.
Weng, X., Odouli, R. y Li, D. K. (2008). Maternal caffeine consumption during
176
pregnancy and the risk of miscarriage: A prospective cohort study. American
Journal of Obstetrics and Gynecology, 198(3), 279-E1.
Whitall, J. y Getchell, N. (1995). From walking to running: applying a dynamical
systems approach to the development of locomotor skills. Child Development,
66(5), 1541-1553.
Zafeiriou, D. I. (2004). Primitive reflexes and postural reactions in the
neurodevelopmental examination. Pediatric Neurology, 31(1), 1-8.
Lecturas complementarias
Gómez, J. (2009). Apego y sexualidad. Madrid: Alianza.
Kail, R. V. y Cavanaugh, J. C. (2006). Desarrollo humano: una perspectiva del ciclo
vital. Madrid: Thompson.
López, F. y Fuertes, A. (2004). Para comprender la sexualidad. Pamplona: Verbo
Divino.
Palacios, J., Marchesi, A. y Coll, C. (2001). Desarrollo psicológico y educación (vol.
1). Madrid: Alianza.
Santrock, J. W. (2006). Psicología del desarrollo. El ciclo vital. Madrid: McGrawHill.
Shaffer, D. R. (2000). Psicología del desarrollo. Infancia y adolescencia. Madrid:
Thompson.
CONCEPTOS BÁSICOS
Actividad
Llanto
Alcance voluntario
Llanto básico
Alerta activa
Llanto de dolor
Alerta inactiva
Llanto de enojo
Anorexia
Locomoción
Apgar
Menarquía
Bulimia
Movimientos oculares rápidos (MOR)
Características sexuales primarias
Neurogénesis
Características sexuales
secundarias
Neuroplasticidad
Cefalocaudal
Plasticidad
Destrezas de manipulación
Próximo-distal
Destrezas motoras
Pubertad
Destrezas motoras finas
Sinaptogénesis
177
Emotividad
Sociabilidad
Espermarquia
Sueño
Estirón del crecimiento del
cerebro
Sueño regular (sin movimientos oculares
rápidos)
Estrógeno
Temperamento
Etapa embrionaria
Teoría de sistemas dinámicos
Etapa fetal
Teratógenos
Hipótesis de la experiencia
Testosterona
Hipótesis de la maduración
Viabilidad
178
PARTE SEGUNDA
Desarrollo cognitivo en la infancia
y la adolescencia
179
4
Desarrollo cognitivo en la primera infancia
INTRODUCCIÓN
Los dos primeros años son cruciales para el óptimo desarrollo de las capacidades
básicas que constituyen el andamio de nuestra evolución intelectual. El eterno debate
entre las perspectivas innatista y ambientalista puede ponerse a prueba en este
período examinando aquellas capacidades y tendencias comunes a todos los bebés.
Así se puede llegar a la conclusión de que, si casi todos los bebés nacen con un
mismo repertorio conductual, este ha de ser de carácter innato, filogenéticamente
heredado. Efectivamente se ha observado que los bebés nacen con una serie de
predisposiciones y con unos mecanismos de aprendizaje que les permiten extraer
información del entorno y comenzar a construir conocimiento (Mehler y Dupoux,
1992). La mayoría de estos mecanismos en este período, como sabemos, son
sensorio-motrices y son «expectantes de la experiencia», es decir, requieren un cierto
grado de estimulación para activarse y asegurar la adquisición de los aprendizajes
propios de este período. Pero, ¿cuáles son las capacidades del bebé? ¿Qué es capaz de
percibir y de qué mecanismos dispone para iniciar su aprendizaje?
1. PROCESOS COGNITIVOS BÁSICOS EN LA PRIMERA INFANCIA
1.1. Capacidades perceptivas
Los bebés necesitan comprender el mundo que les rodea, qué son los objetos, qué
son las personas, sus propiedades físicas y las leyes que gobiernan los cambios que se
suceden en el ambiente. La citada frase de Aristóteles, «no hay nada en el intelecto
que no haya pasado antes por los sentidos», ejemplifica muy bien el modo en que el
ser humano comienza a construir conocimiento. Las áreas cerebrales funcionales en
el momento del nacimiento no permiten al bebé contar con un repertorio muy rico de
conducta, pero sí con una predisposición hacia el aprendizaje, un sistema sensorial
capaz de captar toda la información del entorno y unos mecanismos que lo permiten
como la percepción, la atención y la memoria, aunque sean rudimentarios. Por eso se
puede decir que nuestros primeros aprendizajes son sensoriales.
A través de sus órganos sensoriales el bebé capta sensaciones, experiencias
inmediatas generadas por los estímulos externos. Por eso se habla de capacidades
sensoriales en los bebés, y en función de la modalidad del estímulo hablaremos de
capacidad sensorial visual, auditiva, táctil, olfativa y gustativa. Para evaluar la
capacidad sensorial del bebé se puede comprobar si reacciona a la exposición de
180
distintos estímulos a través de distintas modalidades sensoriales.
Además, inmediatamente esas experiencias llegan a su cerebro para ser procesadas
y generar una experiencia interna de ese estímulo (Cohen y Salapatek, 2013). Esa
experiencia interna es una percepción y por eso se habla de aprendizaje perceptivo en
los bebés. Para evaluar si los bebés aprenden a través de este mecanismo se puede
comprobar si el bebé reconoce, distingue, relaciona o reacciona de forma distintiva
ante un estímulo sensorial frente a otros.
Hasta hace bien poco se pensaba que los bebés contaban con muy poca capacidad
de aprendizaje, pero los trabajos realizados durante las últimas décadas han
demostrado que poseen una gran capacidad para captar lo que ocurre a su alrededor y
crear conocimiento sobre ello a una velocidad asombrosa. La percepción es la
primera fuente de adquisición de conocimiento y, aunque es complementada con
otras capacidades (el bebé actúa y manipula, atiende, asocia eventos), ha sido fuente
de muchos estudios.
Algunas de las nuevas herramientas descubiertas y utilizadas por los
investigadores para estudiar las competencias y capacidades de los bebés aparecen
resumidas en la tabla 4.1. Gran parte de la investigación sobre procesamiento de
información con lactantes se basa en la habituación, un tipo de procedimiento en el
que la exposición repetida o continua a un estímulo reduce el nivel de atención del
bebé a ese estímulo. En otras palabras, la familiaridad induce la pérdida de interés y
eso indica que el bebé percibe ese estímulo.
TABLA 4.1
Métodos para el estudio de las capacidades cognitivas en bebés
Observación de conductas perceptivas sencillas
Piaget se basó casi exclusivamente en la acción motriz. Hay conductas
perceptivas sencillas que son informativas, como por ejemplo registrar el tiempo
de fijación (cuánto tiempo pasa un bebé mirando un determinado estímulo).
Preferencias perceptivas
Se utilizan dos estímulos distintos, por ejemplo, un triángulo azul y al lado un
triángulo blanco. Si sistemáticamente los bebés prefieren mirar o pasar más tiempo
mirando al triángulo azul, parece claro que se sienten menos atraídos por el blanco
que por otros colores. Se puede colocar a los bebés ante una pantalla en la que hay
dos objetos iguales (digamos dos caras humanas), uno de los cuales es estático
mientras el otro se mueve (una cara abre y cierra los ojos). Si prefieren mirar al
que se mueve, parece claro que lo dinámico les atrae más que lo estático.
Habituación-deshabituación
Ponemos ante el bebé un estímulo atractivo (el rostro humano que abre y cierra
los ojos). Vemos cómo el bebé se interesa y lo mira. Al cabo de un rato, su interés
decae, deja de mirarlo o lo mira de tarde en tarde (se ha habituado al estímulo). De
pronto, y sin que el bebé note que cambiamos de estímulo, lo que aparece ante él
181
es una cara igual a la anterior pero que además de abrir y cerrar los ojos, abre y
cierra la boca. Si el interés del bebé por el rostro aumenta de pronto, decimos que
se ha deshabituado, es decir, que ha notado la diferencia entre este estímulo y el
anterior (y de paso concluimos que ese bebé es capaz de percibir cambios en el
interior de un estímulo).
Conductas operantes
Se utilizan conductas espontáneas en los bebés para que produzcan
determinados efectos condicionados, por ejemplo, les damos un chupete que en
realidad es como un mando a distancia que opera sobre un estímulo visual: si el
bebé chupa muy deprisa, consigue que el estímulo de la pantalla se vea con toda
nitidez; mientras que si chupa despacio, el estímulo se ve borroso. Si cada vez que
el bebé mira a la pantalla chupetea con rapidez, podemos asegurar que discrimina
entre nítido/borroso y que prefiere lo nítido.
Medidas electrofisiológicas
Se puede utilizar equipamiento tecnológicamente más o menos sofisticado para
registrar aspectos tales como reacciones de sorpresa (electroencefalograma,
electrocardiograma), seguimiento visual de objetos (dispositivo que permite saber
a qué se mira en cada momento), cambios en la temperatura de la piel que se
relacionan con alteraciones emocionales (rayos infrarrojos que detectan a distancia
la vasodilatación en el rostro), actividad del cerebro (modernas técnicas de
exploración cerebral que permiten analizar la actividad neuronal mientras se
realizan ciertas actividades).
FUENTE: elaboración propia.
Los investigadores estudian la habituación en los recién nacidos mediante la
presentación repetida de un estímulo (en general, un sonido o patrón visual) y la
monitorización de distintas respuestas, tales como frecuencia cardiaca, chupeteo,
movimientos oculares y actividad cerebral. Un bebé que chupetea, a menudo deja de
hacerlo cuando se presenta por primera vez el estímulo y le presta atención. Después
de que el mismo sonido o imagen se presenta una y otra vez, pierde novedad y ya no
provoca que el bebé deje de chupetear. El reinicio del chupeteo muestra que el
lactante se ha habituado al estímulo. Sin embargo, una nueva vista o sonido capturará
la atención del bebé y de nuevo dejará de chupetear. Esta respuesta ante un nuevo
estímulo se conoce como deshabituación. A través de estas técnicas se ha observado
que los bebés no solo se habitúan a ciertos estímulos, sino que además son capaces de
comparar estímulos nuevos y percibir diferencias y similitudes. Si se habitúa a un
bebé de cuatro meses a una imagen de un círculo con líneas gruesas y después se
presenta un círculo con líneas finas, el bebé no reaccionará, puesto que está habituado
y percibe los dos estímulos como una misma cosa. Si después se presenta una cruz y
el bebé deja de chupetear mostrando una preferencia por este nuevo estímulo,
significa que lo concibe como algo diferente, como una nueva «categoría» (Slater,
Earle, Morison y Rose, 1985). Con la experiencia y muchas exposiciones el bebé será
182
capaz de discriminar los dos círculos, esto significa que el bebé no solo percibe sino
que organiza la información perceptiva en categorías. Esto demuestra que los bebés
captan las regularidades del entorno, son sensibles a los patrones o formas que se
repiten de forma regular en el ambiente (redondo sobre superficie plana será «algo»).
Además parece que la comparación perceptiva (línea vertical y horizontal sobre
superficie plana será «otra cosa») es un modo incipiente de categorización que se
inicia desde los primeros meses, y es esencial para la construcción organizada de
representaciones acerca de los objetos del entorno. A esto se le llama aprendizaje
estadístico y se basa en la percepción, retención y comparación de las características
de los estímulos. La habituación y deshabituación son en cierto modo una medida de
ese aprendizaje.
Los investigadores miden la eficiencia en el procesamiento de la información de
los lactantes mediante evaluaciones sobre la rapidez con que se habitúan a los
estímulos familiares, la velocidad con que se recupera su atención cuando se les
expone a un nuevo estímulo y el tiempo que pasan mirando al nuevo estímulo.
La eficiencia de la habituación correlaciona con otras señales de desarrollo
cognitivo, como la muestra de preferencias por estímulos nuevos y complejos,
exploración rápida del ambiente, juego complejo, solución rápida de problemas y
capacidad para equiparar imágenes. De hecho, la velocidad de la habituación y otras
capacidades de procesamiento de información son medios de predicción de la
inteligencia posterior. Los niños que a los cuatro meses muestran una mayor rapidez
de habituación y recuperación de la atención, muestran medidas de inteligencia
superiores a los ocho y doce años, en comparación con aquellos que de bebés eran
más lentos (Sigman, Cohen, Beckwith y Parmelee, 1991). La utilización de estas
nuevas técnicas de análisis cambió el conocimiento sobre el mundo perceptivo de los
bebés, asunto del que nos ocupamos en el siguiente apartado.
Distintas capacidades perceptivas en los bebés
A través de estas técnicas se ha observado que los bebés poseen amplias
capacidades perceptivas, en algunos casos desde el nacimiento, en otros a partir de
los pocos meses. Estas capacidades se estudian en función de la modalidad sensorial.
A) Tacto y dolor
Uno de los sentidos más rápidos en desarrollarse es el tacto, entre otras cosas
porque filogenéticamente estamos preprogramados para la supervivencia y el tacto es
la única vía de ingesta de alimento (a través del amamantamiento) y de búsqueda de
protección (cuidado y relación de apego). Uno de los ejemplos más claros es que los
bebés buscan el pezón y succionan automáticamente desde el nacimiento (Rakison,
2005).
B) Olfato y gusto
183
Como se mencionó en el capítulo anterior, el olfato y gusto ya están ligeramente
condicionados en el momento del nacimiento, debido a que en la etapa fetal el futuro
bebé ya se ha habituado a ciertos sabores de los alimentos que han atravesado la
barrera placentaria (Beauchamp y Mennella, 2011). Lo mismo ocurre con la leche
materna, el hecho de que esta sea ligeramente dulce hace que muestren una
preferencia por este sabor o incluso muestren aversión a los sabores amargos
(Glendinning, 1994). Aunque se considera que esta preferencia puede deberse
también a un instinto heredado es posible que sea resultado del condicionamiento al
olor materno desde la etapa fetal (Sullivan y cols., 1991). Uno de los argumentos
utilizados es que los bebés alimentados con un tipo de leche tienen preferencias
alimentarias diferentes después y que el tipo de alimentación durante los primeros
meses puede condicionar las preferencias alimenticias en la infancia e incluso en
edades posteriores (Domínguez, 2014).
C) Audición
También este sentido se desarrolla en la etapa fetal, de forma que en el nacimiento
el bebé está equipado con un sistema auditivo capaz de captar todos los rangos y
amplitudes de frecuencia y reconocerlos. Como se mencionó en el capítulo anterior,
el bebé demuestra esta capacidad porque reacciona a distintos tipos de sonidos, y
además muestra preferencias ante estímulos sonoros concretos. El sonido consiste en
una frecuencia y amplitud de onda, y en función de estas claves los bebés perciben
distintas características del sonido. Por un lado, el sistema auditivo permite al bebé
diferenciar entre distintos sonidos y crear categorías sonoras (distinguir que el sonido
/b/ y /p/ son distintos y por tanto corresponden a distintas categorías) antes de los seis
meses, y detectarlos en una cadena de sonidos aleatoria a partir de los siete (Gervain,
Berent y Werker, 2012). Cuando el bebé nace, su capacidad para discriminar distintos
sonidos es básicamente ilimitada, pero durante los primeros seis meses, la exposición
a los sonidos de su idioma hacen que esta capacidad desaparezca y se limite a los
sonidos a los que ha sido expuesto (Pons, Lewkowicz, Soto-Faraco y SebastiánGallés, 2009). Esto se debe a la distribución de su conectividad cerebral como
resultado de la adaptación a los sonidos de su entorno (Dehaene-Lambertz, Dehaene
y Hertz-Pannier, 2002). Precisamente por esto, esa «pérdida» se considera un buen
índice de desarrollo puesto que es una muestra no solo de la capacidad adaptativa de
su sistema perceptivo sino también de su plasticidad cerebral.
Por otro lado, el sistema auditivo del bebé capta la intensidad y el tono, lo que le
permite diferenciar al interlocutor. Por ejemplo, ya en el primer trimestre los bebés
prefieren escuchar sonidos humanos a no humanos (Vouloumanos y Werker, 2007) lo
que indica una posible tendencia innata hacia el aprendizaje del lenguaje o al menos
hacia la comunicación. Además, prefieren escuchar la voz de su madre (Casper y
Fifer, 1980) lo que de hecho se utiliza como indicador de la tendencia innata del bebé
a crear un vínculo. Los bebés también son sensibles a los ritmos sonoros y son
capaces de reconocer patrones rítmicos que se repiten en secuencias (Hannon y
184
Trehub, 2005). En el habla estos patrones vienen marcados por la combinación entre
sílabas tónicas y atonas, que permiten al bebé saber dónde empiezan y acaban las
palabras y cuál es el ritmo sonoro de su lengua (Kooijman, Hagoort y Cutler, 2009).
Esta habilidad temprana está directamente relacionada con la adquisición del
lenguaje, ya que el niño usa esas claves para detectar dónde se inician las palabras y
reconocer que los sonidos componen unidades más grandes con significado. En
definitiva, el auditivo es uno de los sentidos más activos en el nacimiento y más
sujeto a cambios adaptativos tempranos como resultado de la exposición al contexto.
Este hecho es esencial para evaluar y estimular el desarrollo temprano en bebés. Un
aspecto interesante de esta adaptación es el hecho de que desde bebés seamos capaces
de crear representaciones de los sonidos del lenguaje así como del interlocutor. Esto
indica que existe desde el nacimiento una capacidad para crear conocimiento acerca
del mundo físico (captar sonidos del habla) y del mundo social (identificar la voz de
la figura a la hay que vincularse) y los estudios sugieren que ambas capacidades
pueden evaluarse de forma independiente (Formisano, Martino, Bonte y Goebel,
2008).
D) Vista
En comparación con los demás este es el sentido menos desarrollado en el
nacimiento, quizá porque los otros tienen una mayor relevancia para la supervivencia
durante los primeros meses. Esto coincide con datos neuroanatómicos: las vías
nerviosas visuales están menos desarrolladas en el nacimiento que las auditivas y
durante los seis primeros meses se suceden los cambios corticales necesarios para que
la visión pueda ser funcional (Born y cols., 2000). Lo cierto es que el sentido de la
vista en el neonato es limitado y el desarrollo de su capacidad perceptiva se prolonga
durante aproximadamente diez meses, tiempo durante el cual la vista del bebé pasa a
ser organizada. Varias fases marcan el paso de un sentido desorganizado a un sentido
capaz de captar figuras organizadas y reconocerlas. Durante los dos primeros meses
los bebés apenas ven sombras aunque perciben contrastes y son sensibles a
variaciones de luz o a estímulos muy llamativos como caras humanas frente a
garabatos, o líneas gruesas frente a fondos grises.
A partir de los tres meses ocurren algunos cambios físicos que generan un
aumento cualitativo de la visión. Se desarrolla la visión estereoscópica, eso hace que
los bebés sean capaces de enfocar con los dos ojos un objeto y ver una sola imagen.
Esta posibilidad de enfoque o acomodación permite la convergencia de los ojos en un
objeto y apreciar así, a través de la visión binocular, las distancias, volúmenes y
formas del entorno. Además, se desarrolla la agudeza visual, lo que permite que sean
capaces de ver objetos con nitidez desde más lejos. Por ejemplo, un bebé de tres
meses funde dos objetos próximos entre sí, y necesita que la distancia entre objetos
sea muy grande para diferenciarlos. A medida que mejora la agudeza visual el bebé
puede distinguir dos objetos a pesar de que exista poco espacio entre ambos y a pesar
de que se encuentren lejos. La agudeza mejora hasta aproximadamente los diez meses
185
momento en el cual su visión es muy similar a la del adulto. Estos transformaciones
provocan un cambio cualitativo en la capacidad de visión del bebé a partir de los tres
meses. Por ejemplo, a los cuatro meses los niños ya muestran conocimiento de
algunas categorías naturales a través de ciertas preferencias perceptivas (colores
básicos, verticalidad y horizontalidad). A los seis meses reconocen formas y
reaccionan a rostros organizados, y a los diez meses ya perciben la profundidad y
pueden hacer abstracciones perceptivas. Esto significa que ya son capaces de percibir
objetos como totalidades significativas, como una unidad, un todo. La experiencia les
ha permitido conocer las características visuales de los objetos y saben que cada
objeto mantiene esas características independientemente de su ubicación, entonces
ese objeto conforma una totalidad. Esta totalidad es significativa porque la reconocen
cuando la ven y resalta sobre lo demás. Por tanto se puede decir que el bebé a partir
de este momento puede, gracias a su visión y su experiencia, atribuir a los objetos una
solidez o identidad (Bower, 1974). Parece algo obvio e irrelevante, pero los bebés no
perciben cosas, perciben rasgos a los que tienen que dar sentido. Esta capacidad
visual para captar un objeto en conjunto y no como una serie de rasgos sueltos y
fragmentados posibilitará la comprensión de que los objetos poseen unos rasgos
estables y permanentes en el tiempo. Este es el paso previo a reconocer, predecir sus
propiedades y saber cómo actuar con cada objeto.
Coordinación intersensorial y organización perceptiva
Como hemos visto, los bebés poseen amplias capacidades sensoriales y son
capaces de ir conociendo el entorno valiéndose de claves perceptivas que obtienen a
través de diversos canales o modalidades. Visto así, parecería que la información
visual que el bebé percibe queda registrada en su memoria, de forma independiente a
la información auditiva, o a información procedente de otros canales sensoriales. Sin
embargo, tenemos evidencias de que toda esa información que parte de nuestra
experiencia se asocia y se integra. Por un lado, sabemos que esta experiencia crea
conexiones sinápticas en nuestro cerebro, conexiones que conectan neuronas situadas
en distintas áreas. Por otro lado, sabemos que los bebés rara vez solo ven o escuchan.
En la mayoría de las ocasiones, los bebés escuchan mientras ven, incluso pueden
tocar, oler, escuchar y ver un objeto en el mismo instante. Finalmente, sabemos que
cuando somos adultos y evocamos una imagen, automáticamente esa imagen la
asociamos a un sonido, un olor, un tacto, ¿por qué? Porque ese es el modo en que esa
información, en función de nuestra experiencia, quedó asociada en nuestro cerebro.
Esta capacidad para asociar información perceptiva se denomina percepción
intermodal (o coordinación intersensorial) y ha sido avalada por muchos
experimentos que fueron diseñados para comprobar si los bebés agrupan claves
perceptivas y la utilizan de forma adaptativa. Un ejemplo de coordinación visualtáctil es la que Meltzoff y Borton (1979) comprobaron en bebés de un mes a los que
se les daba un chupete con una superficie lisa o rugosa y posteriormente se les
presentaba una imagen de un chupete igual (liso) o distinto (rugoso). Estos bebés
186
miraban más la imagen del chupete cuando su superficie coincidía con el chupete que
habían succionado previamente. Un ejemplo de coordinación visomotora es la que
observaron estos autores (Meltzoff y Moore, 1983) al comprobar que bebés de dos
semanas imitaban gestos faciales. Un ejemplo de coordinación visual-sonora se
observa ya en bebés de cuatro meses que prefieren mirar a una persona cuyo
movimiento facial coincida con el sonido del habla que escuchan (Kuhl y Meltzoff,
1982). Experimentos actuales han replicado estos hallazgos. Uno interesante que
podríamos utilizar para favorecer la coordinación motriz y auditiva: los bebés ajustan
el ritmo del movimiento corporal al ritmo sonoro (Gerry, Faux, y Trainor, 2010).
Todos estos hallazgos son evidencias de que:
a) El aparato perceptivo del bebé no se limita a detectar datos sensoriales de
forma aleatoria sino de forma coherente y unificada.
b) Que las conexiones cerebrales no solo asocian estos datos, sino que los
integran y los organizan en un sistema de categorías que facilitan el
reconocimiento posterior de esas realidades y experiencias.
Esta capacidad es un signo de desarrollo neurológico, y muchas dificultades de
aprendizaje tienen en su base esta incapacidad de integración perceptiva (DionneDostie, Paquette, Lassonde y Gallagher, 2015). Del mismo modo, los bebés que son
capaces de habituarse con rapidez a los estímulos, mostrar preferencias por estímulos
nuevos, y discriminar «categorías» con facilidad, se pueden considerar unos buenos
«procesadores de información», algo que también está ligado a la inteligencia
posterior (Rose, Feldman y Jankowski, 2001).
1.2. Desarrollo de la atención
La atención es el mecanismo implicado en la codificación de la información que
se percibe en el entorno. Este mecanismo permite poner el foco en el estímulo cuyas
características van a entrar en el sistema y ser procesadas. La evolución de la atención
va en consonancia con el desarrollo cerebral. A medida que las conexiones avanzan
hacia el córtex frontal, este mecanismo será más controlado y más sofisticado. Los
primeros meses la atención es refleja, el bebé gira hacia estímulos llamativos sonoros
o visuales porque le atraen, no es un acto voluntario. De hecho, hemos visto que los
bebés nacen con ciertas preferencias atencionales, es decir, con una mayor
predisposición a atender a unos estímulos frente a otros.
Como en sus primeras semanas de vida se puede decir que las características
atractivas de los estímulos fijan la atención del bebé (este, por así decirlo, carece de
libertad para elegir entre un estímulo verde y un estímulo blanco, para elegir entre el
sonido de la voz humana y el de un simple tono sonoro, para elegir entre una
representación de una cara cuyos ojos se abran y cierren u otra que tenga esos rasgos
estáticos), se habla de atención cautiva para referirse al hecho de que el bebé se siente
irremediablemente atraído por los estímulos que contienen los rasgos que más llaman
187
su atención. La atención cautiva se va poco a poco transformando en atención
voluntaria como consecuencia del desarrollo de la conectividad cerebral y la
experiencia. Tomemos como ejemplo la situación de coordinación intersensorial a
que antes se ha hecho referencia: un bebé frente a un altavoz, con una persona
hablando a la derecha y otra a la izquierda, pero con la voz de solo una de ellas
saliendo por el altavoz del centro. Supongamos que quienes están a izquierda y
derecha son un hombre y una mujer desconocidos para el bebé; tanto él como ella
están diciendo lo mismo, pero solo la voz de uno de ellos se oye por el altavoz: hasta
los tres meses, los bebés no han aprendido a distinguir las voces masculinas de las
femeninas, de forma que mirarán indistintamente a izquierda o derecha, no importa
cuál sea la voz que en ese momento se oiga; a los seis meses, sin embargo, los bebés
fijarán su atención en el hombre si lo que se oye es una voz masculina y en la mujer
si es femenina. De manera semejante, aunque al principio se sientan atraídos por la
voz humana en general, poco a poco esa preferencia se irá orientando claramente a las
voces humanas que hablan el lenguaje que se utiliza en su entorno, prestando una
atención creciente a los rasgos propios de esa lengua (Aslin, Jusczyk y Pisoni, 1998).
Una prueba de la evolución de la capacidad atencional que los bebés muestran
desde los cuatro meses es la creación de expectativas y la anticipación, con la
consecuente orientación de sus procesos atencionales. Los investigadores Haith y
Benson (1998) presentaron a bebés de tres meses y medio estímulos en una secuencia
fija determinada (por ejemplo, derecha-izquierda-izquierda repetida varias veces); a
los bebés del grupo control se les presentaban los mismos estímulos en una secuencia
derecha-izquierda aleatoria y, por tanto, imprevisible: los bebés del primer grupo,
pero no los del segundo, mostraron pronto conductas anticipatorias, dirigiendo su
atención hacia el lugar en el que el estímulo iba a aparecer (una vez a la derecha, dos
a la izquierda, una a la derecha, etc.). Como señalan los autores de la investigación, se
trata aún de una forma rudimentaria de atención y de expectativas ante
acontecimientos pero es una prueba más de que los bebés tienen desde muy pronto en
funcionamiento una maquinaria cognitiva que les permite cierto control y
organización a la hora de codificar la información de su entorno.
Todo lo anterior significa que la exploración del entorno, que empieza siendo
controlada por las características de los estímulos (atención exógena), poco a poco va
a ir dependiendo de las características del sujeto (sus experiencias, sus
conocimientos, sus expectativas, sus motivaciones, etc.); se va haciendo cada vez más
controlada, cada vez más motivada, cada vez más experimentada y cognitiva
(atención endógena). Llega un momento en que prestar o no prestar atención a algo
ya no va a depender de las características físicas de los estímulos, sino de la voluntad
del niño. A los ocho meses la atención ya es bastante controlada, y poco a poco será
más sostenida (el bebé podrá controlar más el tiempo que presta atención a un
estímulo) y más selectiva (tendrá más capacidad de ignorar estímulos irrelevantes)
aunque a esta situación se llega tras un largo proceso de desarrollo que no termina en
la primera infancia. Debido a que la atención va en consonancia con el desarrollo de
la función ejecutiva y de control, actualmente no se estudia la atención aislada sino
188
dentro de un circuito atencional que está compuesto por tres componentes
interrelacionados (Rueda y cols., 2004): alerta o velocidad con la que el mecanismo
atencional «engancha» el estímulo, orientación o capacidad para dirigir con eficacia
la atención en una u otra dirección en función de la ubicación del estímulo, y función
ejecutiva o capacidad para controlar, monitorizar, inhibir información irrelevante, y
resolver conflictos con rapidez y flexibilidad. Como veremos más adelante, la
eficacia de este circuito depende de la maduración cerebral y la experiencia.
1.3. Desarrollo de la memoria
Memoria asociativa
El inicio del desarrollo de la memoria está muy relacionado con la coordinación
intersensorial. Si alguien se pregunta por qué no recordamos nada de lo que nos ha
ocurrido antes de los dos años tiene que buscar la respuesta aquí. Nuestras primeras
memorias son asociativas e inconscientes. Hasta que las conexiones no avanzan un
poco desde las zonas subcorticales hacia la zona frontal del córtex, no adquirimos
control ni consciencia sobre nuestros recuerdos, pero eso no significa que no estemos
generando recuerdos. Desde que somos bebés estamos construyendo memorias, solo
que estas memorias son simples asociaciones y son implícitas, no nos pueden
preguntar lo que recordamos, no sabríamos decirlo, pero la experiencia forma ya
parte de nosotros. Nuestras sensaciones y percepciones más tempranas forman parte
de nuestros recuerdos y en ellas se sustenta el conocimiento consciente posterior, que
podremos hacer explícito.
Si pensamos un poco, tanto la técnica de la habituación, como la de la preferencia
por la novedad, implican hacer uso de capacidades de memoria. El hecho de que
algunas de estas técnicas se hayan utilizado con éxito con recién nacidos muestra que
desde sus primeros días los bebés son capaces de registrar en su memoria algunos
acontecimientos, aunque sin duda se trata de estímulos o situaciones muy sencillas y
de una huella mnésica breve y frágil. El hecho de que los bebés muestren preferencias
por unos dibujos sobre otros, y sigan manteniendo esa preferencia a los dos días
cuando se vuelven a presentar esos dibujos, es una clara muestra de que los bebés
poseen memoria y reconocen los estímulos a los que han estado expuestos (Cornell,
1979).
En condiciones experimentales muy especiales se ha corroborado la existencia de
memoria en bebés de unas pocas semanas, pero a partir de los 2-3 meses se han
encontrado evidencias que prueban que la huella mnésica se extiende a períodos de
más de dos semanas, con bebés de seis meses. Uno de los paradigmas de
investigación típico para evaluar la memoria en bebés es el del condicionamiento
operante. El experimento paradigmático de memoria en bebés lo realizó RoveeCollier (1999) con esta técnica, y consistía en poner sobre la cuna del bebé un móvil
cuyos elementos tenían una característica determinada (por ejemplo, tienen todos una
letra L bien visible); el móvil estaba unido al niño a través de una cinta atada en su
189
tobillo, de forma que cada vez que movía su pierna agitaba el móvil, lo que llamaba
su atención. Lo que observaron es que no pasó mucho tiempo antes de que el bebé
hiciera la asociación pataleo-movimiento de letras L. Posteriormente se sustituyeron
las piezas con una L por piezas con un signo + y se suprimió la cinta que unía móvil y
tobillo, de forma que el bebé no pudiera mover el móvil con los signos + mediante su
pataleo. Al cabo de un cierto tiempo (dos semanas para bebés de dos meses, seis
semanas para bebés de seis meses, trece semanas para bebés de dieciohco meses), se
volvieron a colgar móviles con L o con +, observándose un incremento del pataleo
ante los primeros en comparación ante los segundos (Rovee-Collier y Shyi, 1992).
Los bebés poseen recuerdos, y estos se activan, se recuperan cuando se presenta la
señal original, y por tanto, ya en bebés podemos usar claves visuales, táctiles,
auditivas o gustativas para activar memorias asociadas a esas claves.
Memoria de trabajo
La memoria de trabajo es la encargada de mantener la información en la mente de
manera temporal mientras esa información se procesa o mientras se ejecuta otro tipo
de tarea. Es el mecanismo que media entre la percepción y la retención en la memoria
a largo plazo. Este tipo de memoria, precisamente porque requiere mantener, procesar
y manipular la información de forma transitoria para poder retenerla, es bastante
sofisticada y depende mucho del desarrollo de mecanismos de control. Por eso es
muy difícil evaluar este tipo de memoria en bebés. Sin embargo, se ha observado una
forma incipiente de memoria de trabajo en bebés de un año. Rose y colaboradores
(2001) mostraron a bebés de siete y doce meses juguetes de distintos colores, en
series de un juguete, dos, tres y cuatro juguetes sucesivamente. Después de cada
serie, cada muñeco presentado se emparejaba con uno nuevo y se observaba si el
bebé se sorprendía ante el juguete conocido igual que ante el desconocido. Lo que
observaron es que los bebés de siete meses no podían recordar los juguetes cuando se
presentaban en series de tres o más, mientras que muchos bebés de doce meses
recordaban al menos tres juguetes. La cantidad de elementos que podemos recordar
de una serie (en este caso la modalidad de presentación era visual) es un índice básico
de memoria de trabajo, y este experimento demuestra no solo que los bebés cuentan
con cierta capacidad de memoria sino que esta evoluciona desde edades tempranas y
que esta evolución se puede evaluar.
Memoria declarativa
La memoria de trabajo posibilitará no solo el recuerdo de objetos, sino de
secuencias, de qué sucesos ocurren antes y qué sucesos después, y así retener el orden
de los eventos. Por eso, los niños de un año, a los que se les muestran imágenes que
describen paso a paso una secuencia de eventos, ya demuestran capacidad de
retención de dichas secuencias (Baillargeon, 1994). La memoria de trabajo también
190
propicia que los bebés de un año sean capaces de recordar cada objeto y prestar
atención al nombre que los adultos otorgan a ese objeto reteniendo esa asociación.
Por eso comienzan a nombrar los objetos que ya conocen, creando en su memoria una
doble representación del objeto, la visual y la verbal (Waxman y Lidz, 2006). Este es
el origen de otro tipo de memorias que constituirán los contenidos de la memoria a
largo plazo y se incluyen en la denominada memoria declarativa. La memoria
declarativa está constituida por dos tipos de memorias en función de estos dos tipos
de recuerdos que mencionamos y se estudiarán en el próximo capítulo: la memoria
episódica y la memoria semántica.
1.4. La representación de los objetos
Identidad de los objetos
A través de los mecanismos que hemos descrito en los apartados previos, el bebé
tiene que construir un conocimiento del mundo. Esa construcción pasa por generar
una imagen interna, mental, de algo que está fuera, que se ha percibido y con lo que
se ha experimentado. Por eso se habla de representaciones mentales. Una
representación es un reflejo mental de un estímulo, objeto, persona o suceso externo.
Comprobamos en el apartado de la percepción visual que la capacidad para captar
la identidad de los objetos (percibir sus características físicas y reconocerlos a pesar
de los cambios en el entorno) y su permanencia (reconocer esas características como
estables en el tiempo y comprender que esas características, y por tanto el objeto,
permanecen aunque no lo veamos) es necesaria para poder iniciar la comprensión de
los objetos que nos rodean, sus características, cualidades y funciones, y eso es
posible por un lado, gracias al avance de la percepción visual, y por otro gracias al
uso de otros mecanismos cognitivos que se ponen en marcha desde el nacimiento.
Los argumentos de distintos autores difieren en cuanto a las claves utilizadas por
el bebé para conseguir esta percepción de los objetos como totalidades. Bower (1974)
indicaba que los bebés usan claves visuales como el volumen, los límites o contorno
para considerar lo que es un objeto. Moore y Meltzoff (1978) afirman que los bebés
se valen de claves tanto espaciales (posición del objeto) como figurativas (forma y
contorno del objeto) para reconocer un objeto a pesar de sus cambios de ubicación o
de apariencia, corrigiendo mentalmente los cambios que se suceden en un mismo
objeto a través de la experiencia. Los bebés aplican reglas para comprender los
cambios perceptivos y buscan los rasgos estables dentro de la inestabilidad del
mundo que les rodea (Décarie y Ricard, 1982). También para Gibson (1988) el bebé
crea esas totalidades mediante la diferenciación de rasgos perceptivos de los objetos,
la identificación de rasgos estables, y la discriminación de esos objetos como
entidades unitarias y diferenciadas. Para este autor sin embargo, la percepción visual
y la exploración actúan de forma conjunta y facilitan que el bebé extraiga
información sobre las propiedades de los objetos.
Spelke (1990) matiza estas ideas argumentando que los bebés no perciben los
191
objetos en función de sus contornos sino que agrupan claves perceptivas (líneas,
conjuntos de superficies) que están en contacto y se mueven al mismo tiempo. Para
determinar si un conjunto de claves visuales conforman un objeto, se basan en los
principios de continuidad (los objetos se mueven sobre trayectorias conectadas),
contacto (los objetos influyen en el movimiento de otros si están en contacto) y
cohesión (los objetos se mueven como unidades estables y limitadas). Estas
características guiarían el análisis perceptivo del bebé, permitiendo que comprenda
que son «totalidades significativas» y que esas totalidades son permanentes.
Los autores también discrepan respecto al origen de esta capacidad. Algunos
innatistas como Spelke (1988) argumentan que es una capacidad innata puesto que
desde los primeros días los bebés tienden a experimentar los objetos como unidades
independientes y persistentes. Otros asumen que estas capacidades no son
observables en ningún caso hasta avanzados los primeros dos meses y que por tanto
han de ser fruto del avance en el sistema madurativo cerebral y de la experiencia
(Johnson y Náñez, 1995). Los estudios avalan esta hipótesis. Por ejemplo, a los
cuatro meses los bebés asumen que lo que ven son objetos cuando están en
movimiento, por ejemplo cuando dos superficies con contornos marcados se mueven
al unísono uno al lado del otro sobre una pantalla (Johnson y Aslin, 1995; Kellman y
Spelke, 1983) y a los nueve meses son capaces de comprender que un objeto es una
totalidad en situaciones estáticas, por ejemplo cuando ven una superficie con un
contorno aunque su centro esté tapado (Bower, 1974). Por tanto, a lo largo de los
nueve primeros meses, los bebés descubren no solo que los objetos son totalidades,
sino que son totalidades con una identidad que los caracteriza a pesar de los cambios
en su posición o en su figura debido a los cambios en el contexto. Gracias a esta
habilidad perceptiva, y a la mejora de la memoria, aprenden además que esos objetos
siguen existiendo aun cuando están fuera de su vista. Cuando esto ocurre se dice que
adquieren la comprensión de la permanencia del objeto.
Permanencia de los objetos
La permanencia de objeto es la convicción de que los objetos siguen existiendo
aunque dejen de ser visibles o detectables mediante otros sentidos. Si nos quitamos el
reloj de pulsera y lo cubrimos con un tarro, sabemos que sigue existiendo. Pero como
los niños de muy corta edad se basan muchísimo en sus sentidos y apenas poseen
memoria, se comportan como si los objetos existieran solo si los perciben de
inmediato u obran sobre ellos. De hecho Piaget y otros (1954) han comprobado que
los niños de uno a cuatro meses no buscan los objetos atractivos que estén fuera de su
vista. Si algo que les interesa está cubierto, pronto pierden el interés y buscan otra
cosa.
Sin embargo, si en lugar de pedir una respuesta al bebé se usan otras técnicas se
puede comprobar que, aunque no sean capaces de demostrarlo, los bebés poseen
cierta expectativa de cómo deben ser los objetos y por tanto cierta noción de
permanencia. En experimentos de violación de expectativas, se presenta un evento
192
(muñeco que se desliza tras un panel más pequeño que el propio muñeco, de forma
que al deslizarse se le ve la cabeza tras el panel) hasta que el niño se habitúa.
Entonces se procede a presentar el mismo evento modificado, de forma que viole la
expectativa (muñeco se desliza tras el panel pero no se le ve la cabeza). El hecho de
que los bebés de tres meses y medio se sorprendan en este tipo de situaciones
(Baillargeon y De Vos, 1991) indica que tienen cierta noción de permanencia de ese
objeto, o al menos de la estabilidad de su apariencia física.
Signos más evidentes y explícitos del concepto de permanencia de objeto surgen
entre los ocho y catorce meses de edad. Los bebés ya buscan un objeto cuando este se
tapa o hacemos que desaparezca de su vista, aunque si se complica la tarea
(cambiando el espacio físico, aumentando la demora muchas horas) cometen errores
(Moore y Meltzoff, 2004). A veces, el estudio de los errores que cometen los bebés
permite comprender mucho más acerca de cómo adquieren una capacidad y los
mecanismos que utilizan, que el estudio de los aciertos. Este es el caso de la
permanencia del objeto.
La prueba más utilizada para examinar esta adquisición ha sido la prueba A-NoB
diseñada por Piaget y utilizada posteriormente por muchos investigadores. La prueba
consiste en ocultar repetidamente el objeto bajo un obstáculo A para, una vez
producida la conducta sistemática (hábito) de buscarlo allí, esconderlo bajo un
obstáculo diferente B. Supongamos ahora que, una vez escondido el objeto bajo B,
impedimos al bebé extender su brazo inmediatamente, permitiéndole la conducta de
búsqueda unos segundos después. Pues bien, si el intervalo entre esconder bajo B y
permitir al bebé buscar es de 2 ó 3 segundos, tanto bebés de siete como de doce
meses buscan en la nueva ubicación B. Pero si el intervalo es de 10 segundos, los
bebés de siete meses van directamente a B, mientras que los bebés de diez y doce
meses, vuelven a A (Diamond, 2002). ¿Por qué los mayores cometen este error?
Piaget lo atribuyó a una adquisición incompleta de la permanencia del objeto, que
denominó «error del subestadio 4», y asumió que los bebés lo «superaban» en el
siguiente subestadio. Actualmente se sabe que precisamente porque durante ese
tiempo aumentan las conexiones con las zonas prefrontales, mejora la capacidad de
mantener la información en la memoria de trabajo, pero no mejora la capacidad para
controlar e inhibir el hábito de dirigirse a A y esos dos factores explican el error. Este
error dejará de suceder a medida que las conexiones vayan llegando a la zona frontal
y los bebés puedan controlar sus movimientos, inhibir sus tendencias y someter los
impulsos a su voluntad, en definitiva cuando desarrollen un poco más su función
ejecutiva (García, Cantallops, Tirapu y Roig, 2009).
Entre los dieciocho y veinticuatro meses de edad el niño es capaz de representar
mentalmente los desplazamientos invisibles (posee ya representaciones de los
movimientos que observó) y servirse de inferencias mentales para guiar la búsqueda
de objetos desaparecidos. A esta edad entiende perfectamente que los objetos poseen
una «permanencia» y se siente orgulloso de localizar su objetivo en juegos tan
complicados como «las escondidas».
193
Otros avances cognitivos
Las investigaciones realizadas con las técnicas de habituación y de seguimiento
visual de los bebés han mostrado que desde los primeros meses, los bebés extraen
información perceptiva que, además de ayudarles a crear representaciones mentales
de los objetos, les permite conocer muchas de sus propiedades. Junto con el
descubrimiento de la identidad y la permanencia los bebés adquieren otras
capacidades importantes.
A) Causalidad y razonamiento sobre eventos
Aunque los niños comprenden la causalidad mucho más tarde (pasados los siete
años), cuando son bebés son capaces de percibir y retener cuándo dos sucesos ocurren
siempre de forma sucesiva, y así es como se sientan las bases de la comprensión
posterior de que un suceso provoca otro. Se ha demostrado a través de experimentos
de sucesos imposibles que con seis meses los bebés pueden darse cuenta de que una
pelota que toca a otra necesariamente la mueve, y se sorprenden si ese suceso
esperado no se da (Leslie, 1984).
Baillargeon, Graber, DeVos y Black (1990) demostraron que bebés de esta edad
son capaces de retener secuencias más largas y mostrar expectativas igualmente.
Estos autores mostraron una jaula junto a un bote invertido que se tapaban con una
pantalla, una mano cogía la jaula detrás de la pantalla y se la mostraba al niño.
Posteriormente en la pantalla aparecía un osito que se tapaba con una pantalla, la
mano cogía el osito y lo sacaba de la pantalla mostrándoselo al niño. En la fase
experimental el niño veía dos secuencias. En la condición posible, la primera escena
consistía en el bote y la jaula con el osito dentro de la jaula. La mano entraba, sacaba
la jaula, y luego volvía a entrar y sacaba el osito. En la condición imposible, la
primera escena consistía en el bote y la jaula con el osito dentro del bote. La mano
entraba, sacaba la jaula, y posteriormente sacaba el osito. Los bebés se sorprendían en
esta segunda situación, lo que se asumió como una evidencia de que, en función de la
experiencia previa, los bebés habían creado recuerdos de la ubicación de los objetos y
del orden posible de salida de los objetos.
Del mismo modo, con seis meses los bebés comienzan a mostrar conductas
volitivas como mover la mano para tirar un objeto, y en experimentos de preferencia,
bebés de diez a doce meses observan más un escenario en el que una mano tira una
bolsa a un escenario que en el que la bolsa sale propulsada u otro en el que un tren
ocupa el lugar de la mano (Saxe, Tenenbaum y Carey, 2005) con lo cual los bebés
demuestran que para ellos es más probable que una mano sea el agente causal de esa
acción. Aunque solo se trate de una representación mental de dos sucesos que se
suceden (acción-reacción) y no de una comprensión real de causalidad, el hecho es
que la repetición de sucesos en la experiencia hace que los bebés retengan esa
información, la repitan y generen expectativas de que esos sucesos tienen que suceder
del mismo modo.
194
B) Número
Algunos autores han intentado demostrar que los bebés aprenden también muy
pronto la noción de número o cantidad. Wynn (1992) realizó una serie de
experimentos sobre violación de expectativas presentando a bebés de cinco meses dos
muñecos de Mickey que se colocaban detrás de una pantalla. En la condición posible,
cuando se levantaba la pantalla aparecían los dos muñecos, en la condición imposible
aparecía uno más o uno menos, que se había colocado o quitado sin que el niño lo
viera. Los bebés miraron más tiempo las situaciones imposibles, mostrando así que
tenían cierto conocimiento del concepto cantidad. Algo similar observaron McCrink
y Wynn (2004) con bebés de nueve meses, solo que en este caso se aumentó la
cantidad a diez objetos, presentando cinco al quitar la pantalla. La reacción de los
bebés ante esta cantidad inesperada se consideró una evidencia que apoyaba la
anterior. Los niños poseen un sistema perceptivo y una memoria que les permite
desde bebés recordar y manipular cantidades mentalmente.
El hecho de que estos autores asuman que esa manipulación de representaciones
numéricas sea mental implicaría que los bebés poseen cierta capacidad simbólica a
esta edad tan temprana, ya que para conocer lo que es quitar o poner, sumar o restar,
necesitan poseer el símbolo o la representación de la unidad que se suma o se resta.
Sin embargo, lo que parece es que, en realidad, los bebés hacen una estimación
perceptiva, y simplemente perciben que en un caso hay más o menos masa, volumen
o contorno general que en otro. Por tanto, por ahora no poseen aún la noción
simbólica de lo que es un número, pero ciertamente hacen estimaciones aproximadas
de cantidades, y esta capacidad, como veremos más adelante, es fundamental para
que, cuando inicien el aprendizaje matemático, sí comprendan lo que es un número.
C) Sólido y líquido
Hespos, Ferry y Rips (2009) examinaron si los bebés de cinco meses eran capaces
de reconocer las propiedades de sólido y líquido. Lo que caracteriza estos dos estados
es que el sólido se mantiene invariable aunque el objeto se coja, se mueva o cambie
de lugar, mientras que el líquido no. En una primera fase hicieron delante de los
bebés una demostración. A un grupo de bebés se les mostró el paso de líquido de un
bote a otro, y a otro grupo de bebés el paso de un bloque sólido de un bote a otro. En
una segunda fase se repitió delante de cada grupo la situación congruente e
incongruente. Aquellos bebés familiarizados con el líquido se sorprendían en la
condición incongruente, y miraban el bloque sólido que no encajaba en el bote. Al
contrario, los bebés familiarizados con el bloque sólido se sorprendían al ver cómo se
vertía el líquido y se ajustaba a la forma del bote. No se puede negar que los bebés
son unos «físicos ingenuos» (Baillargeon, 2004) pero todas estas representaciones de
la realidad ya forman parte de su mente y les ayudará a saber qué pueden esperar en
distintas situaciones, adaptarse con mucha más eficacia y dedicar su atención a fijarse
en nuevos eventos y relaciones.
195
D) Formación de categorías en función de nuevas claves
La primera vía para clasificar los objetos del entorno es la perceptiva. Haciendo un
análisis visual de similitudes y diferencias, los bebés dividen el mundo en categorías
y deciden si los nuevos objetos que ven pertenecen o no a alguna categoría que
recuerdan. Con base en esta similitud visual pueden distinguir un círculo de un
cuadrado, o un perro de un gato, un vaso al uso de un biberón con asas, porque son
visualmente diferentes (Quinn, 2011). A partir del primer año, los bebés comenzarán
a fijarse en otros aspectos además de la apariencia física de los objetos, por ejemplo
para qué sirven, y comenzarán a agrupar los objetos también por su función. Pueden
jugar con una silla que tiene forro de rayas de cebra y ponerla junto a una mesa
(Pauen, 2002), o pueden hacer volar tanto a un helicóptero como a un pájaro
(Mandler y McDonough, 1998). Aunque dos objetos sean diferentes, si cumplen la
misma función, estarán en la misma categoría. En este caso, al agrupar los objetos
para jugar, los bebés no se están fijando en su apariencia física sino en su función, y
eso significa que esas categorías mentales en las que basa su agrupamiento no son
perceptivas sino conceptuales. Junto con la comparación perceptiva y la funcional,
los bebés aprenden a partir de un año a usar el lenguaje para nombrar los objetos y
sobre todo a partir del segundo año se fijarán en el lenguaje de los adultos para
categorizar. Si un adulto usa la misma palabra para dos objetos diferentes (bici = de
dos ruedas, de tres ruedas, lo común son las ruedas y el manillar) los bebés tenderán a
fijarse en lo que tienen perceptivamente en común para agruparlos en la misma
categoría (Gelman y Meyer, 2011). Si un adulto usa dos palabras para dos objetos
perceptivamente similares tenderá a fijarse en lo que perceptivamente los diferencia
(bici = con ruedas y manillar, coche = con ruedas sin manillar). De este modo a partir
de los dos años, los bebés comenzarán a formar categorías cada vez más complejas y
ordenadas jerárquicamente.
Al igual que en el caso de la capacidad numérica, muchos autores han criticado el
hecho de que se asuma que los bebés poseen, por el hecho de sorprenderse ante
eventos imposibles, una capacidad para «razonar» sobre lo posible, o una capacidad
«conceptual» para categorizar (Haith, 1998). Para estos autores lo que demuestran
estos experimentos es que los bebés tienen la capacidad de retener esas experiencias
perceptivas, de forma que pueden reconocerlas y compararlas cuando vuelven a tener
esas experiencias. Estas tareas se han diseñado para estudiar la capacidad sensorial y
perceptiva del bebé, y las reacciones del bebé se basan en su capacidad de percibir la
novedad, seguir con su atención el movimiento de los objetos y memorizar
secuencias. Efectivamente, esas huellas son representaciones mentales de los objetos
y de sus relaciones pero no se puede hablar aún de razonamiento. Sin embargo, es
importante mencionar algo.
En muchas ocasiones se ha pensado que cuando somos capaces de razonar, estas
representaciones mentales conceptuales, abstractas, sustituyen las previas, y no es así.
Toda esta experiencia perceptiva del bebé ya forma parte de su memoria asociativa, y
a estas asociaciones previas, se sumarán nuevas asociaciones que permitirán una
196
comprensión más compleja y profunda de estos objetos y eventos. Hemos visto que el
desarrollo cerebral implica conexiones entre neuronas y propagación de esas
conexiones a lo largo del córtex cerebral. La naturaleza distributiva del cerebro
implica que la naturaleza del conocimiento lo sea también, y que cuando poseamos
representaciones abstractas y complejas de la realidad, estas evoquen necesariamente
las experiencias sensorio-motrices sobre las que se crearon y que forman parte de
nuestra experiencia (Barsalou, Simmons, Barbey y Wilson, 2003). Por eso nuestra
memoria implícita es tan importante y tan interesante, y por eso las memorias que
creamos durante nuestros dos primeros años también lo son.
Experiencia multimodal y creación de conocimiento. ¿Cómo podemos
aprender de los bebés?
La hipótesis de la cognición «corpórea» es la idea de que la inteligencia emerge
a partir de la interacción del ser humano con el entorno como resultado de su
actividad sensoriomotora. La investigación con bebés corrobora esta hipótesis y
nos permite extraer una lección acerca del modo en que el ser humano crea
conocimiento. Los autores Smith y Gasser (2005) en una interesante revisión sobre
aprendizaje infantil extraen seis importantes lecciones que los adultos deberíamos
tomar de los bebés.
a) Siente y percibe: nuestra estructura neural implica que cada función puede
realizarse por más de una configuración de señales neurales, ya que los
bebés aprenden a través del movimiento, vista, sonido, espacio, y estos
sistemas interactúan unos con otros. El conocimiento solo puede surgir de la
coordinación de múltiples experiencias.
b) Acumula experiencias: las experiencias tempranas infantiles se reordenan
con la experiencia Un bebé, a medida que controla su visión, puede mirar a
aquello que encaja con lo que escucha. Esta coordinación organiza la
atención del bebé y lo que aprende. Además, las nuevas experiencias
modifican esta correlación multimodal. Cuando el bebé camina, tiene que
adecuar su vista y oído a esta nueva experiencia creando una nueva
regularidad y adaptación multimodal.
c) Señala, toca, mira: los bebés recuerdan la localización de objetos en función
de su espacio físico, basándose en el seguimiento de la mirada de dichos
objetos, o en la manipulación de los mismos. También aprenden los nombres
de los objetos que los adultos señalan o miran, y ellos también cogen o
señalan los objetos que los adultos les nombran. Este es un ejemplo de cómo
las conductas motrices sirven para crear coherencia en nuestro sistema
cognitivo.
d) Explora: el movimiento espontáneo de los bebés les otorga posibilidades y
retos para el aprendizaje. La presentación de un simple juguete genera
acción en el bebé, que tiende a cogerlo y experimentar con él a través de
acciones cada vez más estables y más eficientes. Los bebés a través de la
manipulación de los objetos descubren sus propios patrones de movimiento.
197
e) Es social: los bebés muestran interacciones coordinadas con los gestos de su
madre o figura de apego. Las expresiones faciales y las verbalizaciones de la
madre suscitan la imitación facial y verbal en los bebés y viceversa. Estas
expresiones son cada vez más diversas y ofrecen la oportunidad de que el
bebé aprenda las correspondencias entre la expresión del otro y su propio
comportamiento. La interacción social crea en el bebé las oportunidades
para aprender y refinar los gestos faciales y verbales y adaptarlas al modelo
adulto.
f ) Aprende una lengua: El lenguaje es la mayor regularidad del entorno, en la
medida que es un sistema estable de símbolos que permite crear un espacio
de comunicación compartido. Es especial porque es simbólico, pero a partir
de estos símbolos arbitrarios los bebés aprenden a diferenciar los objetos, a
clasificarlos y conocer sus propiedades. Todas las experiencias
multimodales quedan asociadas al símbolo que los designa y es imposible,
cuando nombramos o recordamos el nombre de un objeto u evento,
desligarlo de todas las experiencias asociadas al mismo. Sencillamente
porque es así como aprendimos.
Smith, L. y Gasser, M. (2005). The development of embodied cognition: Six
lessons from babies. Artificial Life, 11(1-2), 13-29.
1.5. La representación de las personas y el conocimiento social
Percepción de caras y movimiento
Los bebés necesitan de otras personas para sobrevivir, y quizá por eso desde su
nacimiento muestran una especial preferencia por las caras frente a otros estímulos.
De hecho, si se presentan varias imágenes, prefieren mirar caras normales frente a
caras donde ciertos elementos han sido invertidos, o caras agradables a caras
desagradables (Slater, Quinn, Hayes y Brown, 2000). Como sabemos, las primeras
experiencias perceptivas son reflejas, basadas en circuitos primitivos cerebrales, por
eso esta tendencia hacia las caras puede ser innata. A partir de los tres meses, una
atención algo más voluntaria y la mejora de la visión permitirán que el bebé pueda
permanecer más tiempo analizando las características de las caras y así a los cuatro
meses, pueden distinguir algunas caras diferentes entre sí, así como discriminar caras
humanas (en movimiento) y no humanas (estáticas). A los ocho meses ya reconocen
las caras familiares y rechazan las extrañas (Dupierrix y cols., 2014).
Esta preferencia por las caras, así como la capacidad de los bebés para extraer
claves visuales de los estímulos humanos en movimiento y la tendencia a la imitación
pueden explicarse por un mecanismo biológico: las neuronas espejo. Estas neuronas
se ubican en el córtex prefrontal ventral cerca del área de Broca (Rizzolatti y
Craighero, 2004), y se activan desde el nacimiento ante el movimiento humano
induciendo a la imitación. Precisamente porque estas neuronas regulan las
capacidades destinadas a iniciar el conocimiento social (extraer información sobre las
198
expresiones emocionales) y la comunicación (imitar y gesticular), se consideran clave
en el inicio del conocimiento social, y sobre todo en el desarrollo de un tipo de
atención específico para esta función: la atención conjunta. Una de las evidencias a
favor de esta hipótesis es que los bebés autistas no activan las neuronas espejo ante
estos estímulos, y no desarrollan ni la atención conjunta, ni el conocimiento social
(Dapretto et al., 2009).
El comportamiento que caracteriza la atención conjunta en el bebé es su capacidad
innata de girar y fijar la atención en la mirada del interlocutor, habilidad que se inicia
con tres meses y es estable a los 12 (Scaife y Bruner, 1975; Corkum y Moore, 1998),
y su capacidad de seguir esa mirada para localizar objetos, que se inicia con 6 meses
y se instaura a los 18 (Butterworth y Cochran, 1980). La importancia de la atención
conjunta estriba en que permite compartir una primera experiencia, y crear un espacio
de transferencia de información que facilita el aprendizaje social y físico dentro de la
tríada bebé-cuidador-objeto.
Para hacer más fácil la vida visual del bebé y para asegurar que la atención
conjunta se instaure, del rostro sale la voz que le atrae y que pronto aprende a
individualizar para crear un vínculo afectivo. Las posibilidades expresivas que lo
caracterizan hacen que el rostro sea continuamente cambiante al tiempo que mantiene
su identidad lo que lo hace especialmente atractivo para el bebé. Además, el rostro va
acompañado de un cuerpo con un olor, con un tacto, con un movimiento y emite
gestos que contienen la expresión de las emociones que pronto se aprenden a
discriminar, a codificar y a imitar. Algunos autores han afirmado que la conducta de
seguimiento de la mirada es fruto del condicionamiento, los bebés pueden aprender
que, cuando un adulto gira para mirar, es porque va a ocurrir algo interesante, y
siguen la mirada para buscar la ubicación de ese refuerzo. Para poner esto a prueba
Brooks y Meltzoff (2005) hicieron un experimento con bebés de nueve a once meses.
El experimentador fijaba la mirada en la del bebé, y después giraba su cabeza
dirigiendo su mirada hacia un objeto. Pasados siete segundos volvía a girar para mirar
al bebé. Se comprobaba entonces si el bebé estaba mirando al objeto. Este
procedimiento se realizó en dos condiciones, en una el experimentador ejecutaba esto
con los ojos abiertos y en otra con ojos cerrados. Lo que observaron es que los bebés
a partir de diez meses miraban un porcentaje de veces mayor al objeto en la condición
ojos abiertos. No solo eso sino que además producían más vocalizaciones. A partir de
esta edad los bebés sin duda interpretan la mirada del adulto como un acto dirigido a
un fin y esa es una clave esencial para el desarrollo de su propia intencionalidad
comunicativa. Si usan la atención conjunta y comprenden la intencionalidad de la
mirada y los gestos de su interlocutor, el paso siguiente será el uso de la señalización
por parte del bebé. Hacia los siete y doce meses los bebés comienzan a usar las
señales protoimperativas y protodeclarativas, respectivamente (Carpenter, Nagel y
Tomasello, 1998). El gesto protodeclarativo es aquel que tiene como fin que otra
persona atienda o reconozca algo que es interesante para el bebé (mira eso). Implica
introducir a otra persona en su mundo, o influir en la otra persona, por lo que implica
un alto desarrollo de la atención conjunta y es un gran precursor de la mentalización y
199
el aprendizaje social. El gesto protoimperativo es el que se usa para obtener o pedir
un objeto, y es una conducta instrumental (quiero eso). No implica la búsqueda del
otro, ni la comprensión de su estado mental, sino que está relacionado con el
aprendizaje instrumental.
El seguimiento de la mirada y el aprendizaje de palabras. ¿Por qué somos tan
importantes los adultos?
Algunas teorías sobre la adquisición del lenguaje afirman que el comienzo del
aprendizaje del vocabulario se basa simplemente en la asociación que los bebés
hacen entre las palabras y los objetos de su entorno. Otras afirman que esto sólo es
posible si el bebé aprende a captar la intención referencial del adulto, es decir,
comprende que el adulto se dirige a él para referirse a un objeto del entorno. De
hecho, los adultos casi siempre miramos los objetos que nombramos, y los bebés
podrían usar esta clave visual para extraer esta información. Brooks y Meltzoff
(2008) pusieron a prueba esta hipótesis examinando si los bebés de diez y once
meses seguían la mirada del adulto cuando este nombraba un objeto. A los diez
meses los bebés son capaces de hacer seguimientos al movimiento de los ojos del
adulto y distinguen cuándo lo hace con ojos cerrados (sin intención referencial) y
con ojos abiertos (con intención referencial). En el experimento los adultos
establecían contacto visual con el bebé y posteriormente dirigían la mirada hacia
un objeto que nombraban y que observaban durante 6,5 segundos. Se grabó la
conducta del bebé midiendo el número de miradas de de este hacia el objeto diana
y la cantidad de veces que el bebé señalaba el objeto. Cuando esos bebés
cumplieron dos años se evaluó su nivel de vocabulario productivo. Aquellos bebés
que mejor seguían la mirada del interlocutor y que más señalaban el objeto tenían
un nivel de vocabulario significativamente mayor que los demás, y una variable
fue especialmente predictiva: la cantidad de tiempo que los bebés pasaban
observando el objeto. Este estudio refleja la importancia de la atención conjunta y
del papel del adulto en el aprendizaje de vocabulario. El grado de desarrollo del
sistema atencional del bebé y la especial valencia que este otorga a la mirada del
adulto como acto intencional, ponen de manifiesto la importancia del desarrollo de
este mecanismo para el aprendizaje. Miremos a nuestros bebés, capturemos su
atención cuando les hablamos, mostrémonos como seres cercanos y significativos
deseosos de mostrarles el significado de lo que les rodea y estaremos sentando las
bases de su motivación y aprendizaje.
Brooks, R. y Meltzoff, A. N. (2008). Infant gaze following and pointing predict
accelerated vocabulary growth through two years of age: A longitudinal,
growth curve modelling study. Journal of Child Language, 35(1), 207-220.
Imitación
La imitación refleja es la tendencia natural de los bebés a repetir los movimientos
200
faciales del interlocutor (abrir la boca, guiñar un ojo, sonreír) y es un mecanismo de
aprendizaje social. Esta imitación se denomina invisible porque para imitar el bebé
utiliza partes de su cuerpo que no puede ver y se da desde los primeros meses
(Meltzoff y Gopnik, 1993). Esta capacidad imitativa temprana puede evaluarse con el
paradigma de la imitación provocada, en el que se induce a los bebés a imitar una
serie de acciones que están viendo, o que han visto. Lo que se ha observado es que ya
a los nueve meses algunos bebés pueden imitar una acción o una secuencia de dos
acciones (por ejemplo mover un muñeco en una pista para encender una luz) en una
situación similar con intervalos que oscilan de varios días a varias semanas.
A medida que avanza en edad, el bebé va adquiriendo cierto grado de control
sobre su capacidad imitativa, al igual que sobre el resto de capacidades y sobre todo a
partir del primer año la imitación es más voluntaria y alcanza una mayor precisión.
La imitación ya es visible, el bebé puede utilizar partes de su cuerpo que ve como
manos, brazos y piernas para intentar imitar una conducta, y es capaz de imitar
voluntariamente algunas expresiones, gestos y movimientos mientras los observa e
incluso cuando el modelo no está delante. A partir de este momento las memorias
pueden hacerse explícitas y es más fácil provocar la imitación de un gesto, una
conducta o hacer repetir una secuencia de acciones al bebé. Cuando el bebé muestra
que posee recuerdos y es capaz de imitar sin que el modelo esté delante, hablamos de
imitación diferida.
La imitación diferida constituye una prueba clara de la memoria del bebé respecto
a determinados acontecimientos y experiencias. Se ha demostrado que con un año los
bebés imitan sucesos hasta un máximo de doce meses después de haberlos
presenciado (Bauer, 2002; Meltzoff, 1995). A los dos años casi todos los niños
pueden recordar estas acciones que observaron e imitaron. Esta capacidad para
construir, almacenar y recuperar representaciones mentales, se hace más fuerte
durante el segundo año. Esto va en consonancia con una mayor conectividad cerebral
en las áreas corticales relacionadas con la memoria a largo plazo (hipocampo, zonas
temporales y prefrontales) pero también depende de otros factores (Bauer, 2004). La
conducta imitativa es mejor en función de la experiencia (número de ocasiones que el
bebé experimenta una secuencia de acciones), la participación (el recuerdo es mejor
cuando el bebé participa que cuando solo observa), la ayuda verbal (si se apoya al
bebé con indicaciones verbales, este tendrá una doble vía de recuerdo: la visual y la
verbal), y en función de si la secuencia de acontecimientos a imitar sigue un orden
lógico o representa una relación causal frecuente en la realidad cotidiana (secarse
después de bañarse). Esta capacidad es fundamental no solo para el desarrollo de la
interacción y la comunicación social, sino para el desarrollo de la memoria episódica
y la conducta adaptativa.
Sensibilidad a la contingencia
La coordinación intersensorial es un mecanismo muy útil para que el bebé
represente asociaciones de eventos, y la memoria asociativa permite que recuerden
201
esas asociaciones. Además, los bebés retienen asociaciones de acciones que realizan y
efectos que estas acciones generan, acción y efecto han de ocurrir uno
inmediatamente junto a otro (Gergely, 2001). Se ha asumido que esta capacidad del
bebé de captar contingencias acción-efecto es el mecanismo que permite al bebé crear
una representación de sí mismo. Del mismo modo los bebés son sensibles a las
acciones que realizan los adultos y reaccionan a ellas siempre y cuando exista una
contingencia entre la acción del adulto y del bebé. Striano, Henning y Stahl (2005)
exploraron las reacciones de bebés de tres meses ante distintas interacciones de sus
madres. Crearon tres condiciones: en la condición contingente, las interacciones eran
las naturales y habituales entre madre-bebé; en la condición imitación, las mamás se
limitaban a imitar los gestos del bebé sin iniciar ninguna conducta; y en la condición
no contingente las madres llevaban auriculares que les impedían reaccionar a las
señales del bebé. Los resultados mostraron que los bebés de tres meses variaban su
conducta en función de la de su madre. En la condición imitación miraban más la cara
de su madre, mientras que en la condición contingencia sonreían más. Esto demuestra
que ya desde los tres meses los bebés son sensibles a las contingencias sociales y
regulan su conducta en función de estas.
2. LA TEORÍA PIAGETIANA
Como se ha visto en el capítulo 1, gracias a Piaget, en la década de 1930 quedó
claro que ciertos logros cognitivos son anteriores al lenguaje y surgen como resultado
de intercambios constructivos entre el sujeto y los objetos que le rodean. Aunque la
descripción piagetiana tenía bastantes limitaciones, muchas de las cuales eran de
naturaleza metodológica, este autor sentó las bases de los estudios posteriores. En
efecto, Piaget dependía de lo que veía a simple vista: acciones motrices claras (coger,
alcanzar, arrastrar, buscar, etc.) en situaciones cotidianas, fueran naturales o
provocadas. Repasemos algunos conceptos clave de su teoría.
Piaget subrayó que los niños son exploradores curiosos y activos, que sin cesar
encaran el desafío de numerosos estímulos y sucesos recientes que no comprenden al
instante. Propuso que la inteligencia es «una forma de equilibrio al que tienden todas
las estructuras cognitivas» (Piaget, 1950: 6). Con ello quería decir que la actividad
intelectual se realiza con un objetivo en mente: producir una relación equilibrada
entre los procesos del pensamiento y el ambiente. Estos equilibrios cognoscitivos
entre los modos de pensar del niño y los hechos ambientales lo llevan a realizar
ajustes mentales que le permiten interpretar las experiencias nuevas y enigmáticas,
alcanzando así el equilibrio cognoscitivo. Según él, el conocimiento se construye
perfeccionando y transformando las estructuras mentales o esquemas (Piaget, 1969).
Los esquemas son sistemas mentales inobservables en los que se funda la
inteligencia. Son un patrón del pensamiento o de la acción que se construye para
interpretar algunos aspectos de la experiencia personal y es simplemente una base
duradera de conocimientos que permite al niño interpretar su mundo. Estos esquemas
varían con la edad, y precisamente porque durante los dos primeros años el modo de
202
interactuar con el mundo es sensorial y motor, este período de 0 a 2 años lo denominó
estadio sensoriomotor.
3. EL ESTADIO SENSORIOMOTOR
Durante la etapa sensoriomotora los niños coordinan los estímulos sensoriales con
las capacidades motoras creando esquemas de conducta que les permiten «operar»
sobre el ambiente y llegar a «conocerlo». A los dos años dejan de ser personas
dominadas por reflejos con un conocimiento muy limitado para convertirse en
personas que planifican acciones para obtener fines, y que ya saben mucho de los
objetos y sucesos de su mundo cotidiano. Es tan importante su desarrollo
cognoscitivo que Piaget dividió la etapa sensoriomotora en seis subetapas a fin de
describir la transición gradual de un ser reflejo a un ser reflexivo.
3.1. Subestadio 1: actividad refleja (del nacimiento al primer mes de
vida)
Para Piaget el primer mes de vida es una etapa de activad refleja, un período en el
que las acciones del niño se limitan principalmente a ejercitar los reflejos innatos, a
asimilar los objetos nuevos a esos esquemas reflejos (succionar las mantas o juguetes
como si fueran pezones) y acomodar los reflejos a otros objetos. Los reflejos son
respuestas espontáneas que son desencadenadas por un tipo específico de
estimulación.
Algunos tienen por objeto preparar al bebé para recibir los nutrientes necesarios
para el crecimiento: el reflejo de búsqueda y el de succión. Otros parecen estar
diseñados para protegerlo contra los peligros del ambiente: el parpadeo y el reflejo
palmar les ayudan a evitar estímulos desagradables. Otros sientan las bases de
patrones más grandes y voluntarios de la actividad motora: reflejo de marcha. Los
reflejos también son importantes porque son un medio útil de averiguar si el sistema
nervioso funciona bien. Nada de ello refleja una gran actividad intelectual, pero esas
adaptaciones primitivas marcan el inicio del desarrollo cognoscitivo.
3.2. Subestadio 2: reacciones circulares primarias (de uno a cuatro
meses de vida)
Los primeros esquemas no reflejos surgen entre uno y cuatro meses de vida,
cuando el niño descubre por casualidad que algunas respuestas que puede emitir y
controlar (por ejemplo, chuparse el pulgar, emitir sonidos de arrullo) le procuran
satisfacción y que por lo mismo vale la pena repetirlas. Estos actos repetitivos
rudimentarios, llamados reacciones circulares primarias, se centran siempre en su
propio cuerpo. El calificativo «primarias» obedece al hecho de que son los primeros
hábitos motores que aparecen y el de «circulares» porque se repiten.
203
3.3. Subestadio 3: reacciones circulares secundarias (de cuatro a ocho
meses)
Entre los cuatro y ocho meses de vida el niño empieza a descubrir (otra vez por
casualidad) que logra que ocurran cosas interesantes a los objetos alejados de su
cuerpo, por ejemplo, hacer que un pato de juguete grazne apretándolo. Los nuevos
esquemas, llamados reacciones circulares secundarias, también se repiten por el
placer que implican. Según Piaget, el repentino interés de los niños de cuatro a ocho
meses de vida por cosas externas indica que han comenzado a diferenciarse de los
objetos ambientales que pueden controlar.
¿Si un niño se deleita en acciones repetitivas como golpear un móvil de colores
brillantes o hacer graznar a un pato de juguete, significa que realiza una conducta
planeada o intencional? La respuesta de Piaget es negativa: no constituyen una
respuesta intencional porque el resultado interesante que producen se descubrió por
casualidad, sin que la primera vez que se emitieron hubiera una meta bien definida.
Piaget atribuye a este subestadio el inicio de la comprensión de la permanencia del
objeto.
3.4. Subestadio 4: coordinación de las reacciones circulares
secundarias (de ocho a doce meses)
Una respuesta verdaderamente planeada aparece por primera vez en este período,
durante la subetapa de coordinación de las reacciones circulares secundarias, a
medida que el niño empieza a combinar dos o más acciones para lograr objetivos
simples. Un ejemplo, si el lector pusiera un juguete atractivo bajo una almohada, un
niño de nueve meses la levantaría con una mano y al mismo tiempo lo tomaría con la
otra. En este caso levantar la almohada no es una respuesta placentera por sí misma y
tampoco se emite por casualidad. Por el contrario, forma parte de un esquema
intencional más grande en que dos respuestas inicialmente inconexas —levantar y
tomar— se coordinan como un medio para alcanzar un fin. Piaget estaba convencido
de que este tipo simple de coordinación de esquemas secundarios representa la forma
más rudimentaria de la conducta propositiva y por lo mismo una verdadera resolución
de problemas. Piaget atribuye a esta etapa el «error del subestadio 4».
3.5. Subestadio 5: reacciones circulares terciarias (de doce a dieciocho
meses)
Entre los doce y dieciocho meses de edad los niños empiezan a experimentar
activamente con objetos y tratan de inventar métodos para resolver problemas o de
reproducir resultados interesantes. Un niño que había apretado un pato de juguete
para hacerlo graznar ahora quizá decida dejarlo caer, pisarlo y apretarlo con una
almohada para ver si logra efectos iguales o diferentes. O tal vez descubra en sus
exploraciones que, para pegar la comida en la pared es mejor escupir que agitar los
204
brazos. Estos esquemas de ensayo y error, llamados reacciones circulares terciarias,
tal vez les entusiasmen poco a los padres, pero reflejan la curiosidad activa del niño:
su gran motivación de investigar cómo funcionan las cosas. Otro ejemplo: es posible
que un infante estruje un patito de goma que chilló cuando lo pisó para ver si chillará
de nuevo. Por primera vez los niños y las niñas muestran originalidad en la solución
de problemas. Piaget atribuye a este subestadio la adquisición de la permanencia del
objeto y de la imitación voluntaria.
3.6. Subestadio 6: resolución simbólica de problemas (de dieciocho a
veinticuatro meses)
El principal logro de la etapa sensoriomotora ocurre cuando el niño empieza a
internalizar sus esquemas de conducta para construir símbolos mentales —o
imágenes— que después empleará para dirigir su conducta en el futuro. Ahora puede
ensayar mentalmente y mostrar un insight (comprensión súbita) de cómo resolver un
problema. Esta resolución simbólica —o experimentación interna— la ejemplifica
elegantemente Laurent, el hijo de Piaget:
Laurent está sentado frente a una mesa y yo pongo una hogaza de pan delante de
él pero fuera de su alcance. A la derecha... coloco un palo de 25 cm
aproximadamente. En un principio Laurent trata de tomar el pan... y luego desiste...
Laurent mira otra vez el pan y sin moverse observa un instante el palo. Luego de
repente lo coge y lo dirige hacia el pan... después acerca el pan a él (Piaget, 1952:
335).
Claro que no se trata de un experimento por ensayo y error. Por el contrario, la
resolución del problema ocurrió en el nivel simbólico interno, al visualizar el palo
siendo usado como extensión de su brazo para alcanzar un objeto lejano. Para Piaget
en este subestadio la acción por fin se interioriza y se vuelve representación. En la
tabla 4.2 se recogen de manera resumida algunos de los conceptos más importantes
de este estadio.
TABLA 4.2
Resumen de la etapa sensoriomotora
Subetapa
Método de resolver
problemas
o de producir resultados
interesantes
Imitación
Concepto de objeto
1. Actividad
refleja (0-1
mes)
Ejercicio y
acomodación de los
reflejos innatos.
Un poco de imitaciónrefleja de las respuestas
motoras.
Se sigue un objeto móvil pero
sin prestar atención a su
desaparición.
2. Reacciones
circulares
primarias (1-4
meses)
Repetición de actos
interesantes que se
centren en el propio
cuerpo.
Repetición de la conducta
personal que se imita por
comparación.
Se fija la mirada en el sitio
donde desapareció un objeto.
205
3. Reacciones
circulares
secundarias (48 meses)
Repetición de las
acciones interesantes
que estén dirigidas a
objetos externos.
Igual que en la subetapa
2.
Se buscan los objetos
parcialmente ocultos.
4.
Coordinación
de los
esquemas
secundarios (812 meses)
Combinación de
acciones para resolver
problemas sencillos
(primera evidencia de
intencionalidad).
Imitación gradual de
respuestas nuevas;
imitación diferida de
acciones motoras muy
simples tras un retraso
breve.
Signos claros de un incipiente
concepto de objeto; se buscan
y encuentran objetos ocultos
que no hayan sido desplazados
visiblemente.
5. Reacciones
circulares
terciarias (1218 meses)
Experimentación para
encontrar nuevas formas
de resolver problemas o
de reproducir resultados
interesantes.
Imitación sistémica de
respuestas nuevas;
imitación diferida de
acciones motoras simples
tras un largo retraso.
Se buscan y detectan objetos
que han sido desplazados
visiblemente.
6. Invención de
medios a través
de
combinaciones
mentales (1824 meses)
Primera evidencia de
insight al resolver el
niño problemas en un
nivel interno simbólico.
Imitación diferida de
secuencias complejas de
conducta.
El concepto de objeto está
completo; se buscan los que
habían estado ocultos a través
de desplazamientos visibles.
FUENTE: elaboración propia.
ACTIVIDADES PRÁCTICAS
Para interiorizar adecuadamente lo que se ha leído en el presente capítulo, se han
propuesto varios ejercicios que pueden ser de ayuda: en el primer ejercicio se
proponen una serie de cuestiones sobre los conceptos de Piaget y, en el segundo, una
serie de preguntas abiertas relacionadas con el tema objeto de estudio.
1. Ejercicio práctico: conceptos de Piaget
El objetivo del presente ejercicio es relacionar algunos de los conceptos utilizados
en los diferentes estadios de la primera etapa sensoriomotora. A continuación, se
enumeran una serie de situaciones y posteriormente las posibles respuestas.
1. ________tendencia de los niños de 8 a 12 meses a buscar objetos donde los
encontraron antes, aun después de haberlos visto desplazarse a otro sitio.
2. ________segunda subetapa de la etapa sensoriomotora; respuesta placentera
que se centra en el cuerpo del infante y que al ser descubierta por casualidad se
repite una y otra vez.
3. ________serie de procesos que ocurren en un orden particular porque cada
proceso de la secuencia es un requisito de los subsecuentes.
206
4. ________cuarta subetapa de la etapa sensoriomotora; el infante empieza a
coordinar dos o más acciones para alcanzar objetos simples. Es la primera señal
de una conducta propositiva.
Conceptos a relacionar con las situaciones:
a)
b)
c)
d)
Secuencia invariante del desarrollo.
Coordinación de las reacciones circulares secundarias.
Error A error B.
Reacciones circulares primarias.
SOLUCIONES
1
2
3
4
c
d
a
b
2. Ejercicio práctico: preguntas abiertas
A continuación, se plantean una serie de preguntas abiertas con el objetivo de
evaluar el conocimiento sobre algunos contenidos relacionados con la teoría cognitiva
de Piaget.
1. Explique el desarrollo de la imitación durante la etapa sensoriomotora.
2. Explique el desarrollo de la permanencia de objeto en la etapa sensoriomotora.
3. ¿Cuál es la cantidad de las aptitudes memorísticas de los bebés más pequeños?
¿Cuáles son los factores que pueden fortalecer su memoria?
4. ¿Cuál es la perspectiva que aporta la teoría de Piaget al estudio del desarrollo
cognitivo en la infancia?
5. Descríbase la forma en que los cambios de las acciones del bebé a lo largo del
tiempo revelan el crecimiento de la inteligencia sensoriomotora.
6. ¿Cómo explicaba Piaget el desarrollo cognoscitivo inicial?
7. ¿Qué procesos cognitivos son importantes en la teoría de Piaget?
8. ¿Cuáles son algunas características del estadio del desarrollo sensoriomotor de
Piaget? ¿Cuáles son algunas contribuciones y críticas del estadio sensoriomotor
de Piaget?
PREGUNTAS DE REFLEXIÓN
1. Analiza las diferencias entre la atención cautiva y la atención voluntaria en
niños y niñas, tomando un ejemplo sobre un objeto concreto.
2. Realiza un mapa conceptual de los estadios propuestos en la teoría piagetiana y
reflexiona sobre las conexiones entre cada uno de ellos.
207
3. Desarrolla un cronograma que tenga en cuenta los principales hitos del
desarrollo de la memoria.
AUTOEVALUACIÓN
1. La competencia visual del neonato:
a)
b)
c)
d)
Se desarrolla antes que la auditiva.
Al igual que la auditiva es similar a la del adulto desde el nacimiento.
Se desarrolla durante los diez primeros meses.
Todas son correctas.
2. La competencia auditiva del neonato:
a) Es similar a la del adulto.
b) Se caracteriza por una mayor sensibilidad a los tonos de alta frecuencia.
c) Es una vía de exploración del entorno a través por ejemplo del cálculo de
distancias.
d) Todas son correctas.
3. Desde los primeros meses:
a)
b)
c)
d)
El aparato perceptivo del bebé detecta datos sensoriales por separado.
El aparato perceptivo del bebé integra y organiza los datos sensoriales.
El bebé no distingue categorías.
No existen datos sobre si los bebés agrupan datos en función de claves
perceptivas.
4. Cuando un niño sabe reproducir cómo bañar a un osito pero no sabe explicarlo:
a)
b)
c)
d)
Es un ejemplo de memoria procedimental implícita.
Es un ejemplo de memoria declarativa explícita.
Es un ejemplo de su capacidad de imitación refleja.
Es un ejemplo de técnica de habituación.
5. En el subestadio 2 del período sensoriomotor:
a)
b)
c)
d)
Los esquemas sensoriales se coordinan para la consecución de unos fines.
Los esquemas sensoriales se coordinan sin la intención de conseguir un fin.
La acción se vuelve representación.
Todas son correctas.
6. Los experimentos de Baillargeon indagaron en:
208
a)
b)
c)
d)
La noción de número en bebés.
La noción de causalidad en bebés.
La noción de finalidad.
Todas son incorrectas.
SOLUCIONES
1
2
3
4
5
6
c
d
b
a
b
b
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
Aslin, R. N., Jusczyk, P. W. y Pisoni, D. B. (1998). Speech and auditory processing
during infancy: Constraints on and precursors to language. En W. Damon (ed.),
Handbook of child psychology (vol. 2: Cognition, perception, and language, pp.
147-198). Hoboken, NJ: John Wiley & Sons.
Baillargeon, R. (1994). Physical reasoning in young infants: Seeking explanations for
impossible events. British Journal of Developmental Psychology, 12(1), 9-33.
— (2004). Infants’ physical world. Current Directions in Psychological Science,
13(3), 89-94.
Baillargeon, R. y DeVos, J. (1991). Object permanence in young infants: Further
evidence. Child Development, 62(6), 1227-1246.
Baillargeon, R., Graber, M., DeVos, J. y Black, J. (1990). Why do young infants fail
to search for hidden objects? Cognition, 36(3), 255-284.
Barsalou, L. W., Simmons, W. K., Barbey, A. K. y Wilson, C. D. (2003). Grounding
conceptual knowledge in modality-specific systems. Trends in Cognitive Sciences,
7(2), 84-91.
Bauer, P. J. (2002). Long-term recall memory: Behavioral and neuro-developmental
changes in the first 2 years of life. Current Directions in Psychological Science,
11(4), 137-141.
— (2004). Getting explicit memory off the ground: Steps toward construction of a
neuro-developmental account of changes in the first two years of life.
Developmental Review, 24(4), 347-373.
Beauchamp, G. K. y Mennella, J. A. (2011). Flavor perception in human infants:
Development and functional significance. Digestion, 83 (suppl. 1), 1-6.
Born, A. P., Miranda, M. J., Rostrup, E., Toft, P. B., Peitersen, B., Larsson, H. B. W.
y Lou, H. C. (2000). Functional magnetic resonance imaging of the normal and
abnormal visual system in early life. Neuropediatrics, 31(1), 24-32.
Bower, T. G. (1974). Development in infancy. Oxford: WH Freeman.
Brooks, R. y Meltzoff, A. N. (2005). The development of gaze following and its
relation to language. Developmental Science, 8(6), 535-543.
Butterworth, G. y Cochran, E. (1980). Towards a mechanism of joint visual attention
in human infancy. International Journal of Behavioral Development, 3(3), 253209
272.
Carpenter, M., Nagel, K. y Tomasello, M. (1998). Social cognition, joint attention
and communicative competence from 9 to 15 months of age. Monographs of the
Society for Research in Child Development, 63(4), serial núm. 255.
Cohen, L. B. y Salapatek, P. (2013). Infant perception: From sensation to cognition.
Basic visual processes (vol. 1). Londres: Academic Press.
Cornell, E. H. (1979). Infants’ recognition memory, forgetting, and savings. Journal
of Experimental Child Psychology, 28(2), 359-374.
Dapretto, M., Davies, M. S., Pfeifer, J. H., Scott, A. A., Sigman, M., Bookheimer, S.
Y. y Iacoboni, M. (2006). Understanding emotions in others: Mirror neuron
dysfunction in children with autism spectrum disorders. Nature Neurosciencie, 9,
28-30.
Decarie E. T. y Ricard, M. (1982). Le nourrisson face a un objet et a une personne: un
probleme de réper-toire et d’enregistrement des comportements. Etudier L’enfant
de la Naissance, 3, 125-138.
Dehaene-Lambertz, G., Dehaene, S. y Hertz-Pannier, L. (2002). Functional
neuroimaging of speech perception in infants. Science, 298(5600), 2013-2015.
Diamond, A. (2002). Normal development of prefrontal cortex from birth to young
adulthood: Cognitive functions, anatomy, and biochemistry. En D. Struss y R.
Knight (eds.), Principles of frontal lobe function. (pp. 466-503). Nueva York:
Oxford University Press.
Dionne-Dostie, E., Paquette, N., Lassonde, M. y Gallagher, A. (2015). Multisensory
integration and child neurodevelopment. Brain Sciences, 5(1), 32-57.
Domínguez, P. R. (2014). Development and acquisition of flavor and food
preferences in children: An update until 2010. Journal of Food Research, 3(1), 117.
Dupierrix, E., de Boisferon, A. H., Méary, D., Lee, K., Quinn, P. C., Di Giorgio, E. y
Pascalis, O. (2014). Preference for human eyes in human infants. Journal of
Experimental Child Psychology, 123, 138-146.
Formisano, E., de Martino, F., Bonte, M. y Goebel, R. (2008). «Who» is saying
«what»? Brain-based decoding of human voice and speech. Science, 322(5903),
970-973.
García-Molina, A., Enseñat-Cantallops, A., Tirapu-Ustárroz, J. y Roig-Rovira, T.
(2009). Maduración de la corteza prefrontal y desarrollo de las funciones
ejecutivas durante los primeros cinco años de vida. Revista de Neurología, 48(8),
435-440.
Gelman, S. A. y Meyer, M. (2011). Child categorization. Wiley Interdisciplinary
Reviews: Cognitive Science, 2(1), 95-105.
Gergely, G. (2001). The obscure object of desire: «Nearly, but clearly not, like me»:
Contingency preference in normal children versus children with autism. Bulletin of
the Menninger Clinic, 65(3: special issue), 411-426.
Gerry, D. W., Faux, A. L. y Trainor, L. J. (2010). Effects of Kindermusik training on
infants’ rhythmic enculturation. Developmental Science, 13(3), 545-551.
Gervain, J., Berent, I. y Werker, J. F. (2012). Binding at birth: The newborn brain
detects identity relations and sequential position in speech. Journal of Cognitive
210
Neuroscience, 24(3), 564-574.
Gibson, E. J. (1988). Exploratory behavior in the development of perceiving, acting,
and the acquiring of knowledge. Annual Review of Psychology, 39(1), 1-42.
Glendinning, J. I. (1994). Is the bitter rejection response always adaptive? Physiology
& Behavior, 56(6), 1217-1227.
Haith, M. M. (1998). Who put the cog in infant cognition? Is rich interpretation too
costly? Infant Behavior and Development, 21(2), 167-179.
Haith, M. M. y Benson, J. B. (1998). Infant cognition. En W. Damon (ed.), Handbook
of child psychology (vol. 2: Cognition, perception and language, pp. 199-254).
Hoboken, NJ: John Wiley & Sons.
Hannon, E. E. y Trehub, S. E. (2005). Metrical categories in infancy and adulthood.
Psychological Science, 16(1), 48-55.
Hespos, S. J., Ferry, A. L. y Rips, L. J. (2009). Five-month-old infants have different
expectations for solids and liquids. Psychological Science, 20(5), 603-611.
Johnson, S. P. y Aslin, R. N. (1995). Perception of object unity in 2-month-old
infants. Developmental Psychology, 31(5), 739-745.
Johnson, S. P. y Náñez, J. (1995). Young infant’s perception of object unity in twodimensional displays. Infant Behavior and Development, 18(2), 133-143.
Kellman, P. J. y Spelke, E. S. (1983). Perception of partly occluded objects in
infancy. Cognitive Psychology, 15(4), 483-524.
Kooijman, V., Hagoort, P. y Cutler, A. (2009). Prosodic structure in early word
segmentation: ERP evidence from Dutch ten-month-olds. Infancy, 14(6), 591-612.
Kuhl, P. K. y Meltzoff, A. N. (1982, December). The bimodal perception of speech in
infancy. Science, 218(4577), 1135-1141.
Leslie, A. M. (1984). Spatiotemporal continuity and the perception of causality in
infants. Perception, 13(3), 287-305.
Mandler, J. M. y McDonough, L. (1998). On developing a knowledge base in
infancy. Developmental Psychology, 34(6), 1274-1288.
McCrink, K. y Wynn, K. (2004). Large-number addition and subtraction by 9-monthold infants. Psychological Science, 15(11), 776-781.
Mehler, J. y Dupoux, E. (1992). Nacer sabiendo: introducción al desarrollo cognitivo
del hombre. Madrid: Alianza Editorial.
Meltzoff, A. N. (1995). Understanding the intentions of others: Re-enactment of
intended acts by 18-month-old children. Developmental Psychology, 31(5), 838.
Meltzoff, A. N. y Borton, R. W. (1979). Intermodal matching by human neonates.
Nature, 282, 403-404.
Meltzoff, A. N. y Gopnik, A. (1993). The role of imitation in understanding persons
and developing a theory of mind. Understanding other minds: Perspectives from
autism, 335-366.
Meltzoff, A. N. y Moore, M. K. (1983). Newborn infants imitate adult facial gestures.
Child Development, 54, 702-709.
Moore, M. K. y Meltzoff, A. N. (1978). Object permanence, imitation, and language
development in infancy: Toward a neo-Piagetian perspective on communicative
and cognitive development. Communicative and Cognitive Abilities-Early
Behavioral Assessment, 1, 151-184.
211
— (2004). Object permanence after a 24-hr delay and leaving the locale of
disappearance: the role of memory, space, and identity. Developmental
Psychology, 40(4), 606-620.
Pauen, S. (2002). Evidence for knowledge-based category discrimination in infancy.
Child Development, 73(4), 1016-1033.
Piaget, J. (1954). Language and thought from a genetic perspective. Acta
Psychologica, 10, 51-60.
— (1969) Language and intellectual operations. En H. G. Furthed, Piaget and
knowledge (pp. 121-130). Englewood Cliffs, NJ: Prentice-Hall,
Pons, F., Lewkowicz, D. J., Soto-Faraco, S. y Sebastián-Gallés, N. (2009). Narrowing
of intersensory speech perception in infancy. Proceedings of the National
Academy of Sciences, 106(26), 10598-10602.
Quinn, P. C. (2011). Born to categorize. The Wiley-Blackwell Handbook of
Childhood Cognitive Development, 129-152.
Rakison, D. (2005). Infant perception and cognition: An evolutionary perspective on
early learning. En D. F. Bjorklund y B. Ellis (eds.), Origins of social evolutionary
psychology and child development (pp. 317-353). Nueva York: Wiley.
Rizzolatti, G. y Craighero, L. (2005). Mirror neuron: A neurological approach to
empathy. En Neurobiology of human values (pp. 107-123). Berlín-Heidelber:
Springer.
Rose, S. A., Feldman, J. F. y Jankowski, J. J. (2001). Attention and recognition
memory in the 1st year of life: A longitudinal study of preterm and full-term
infants. Developmental Psychology, 37(1), 135.
Rovee-Collier, C. (1999). The development of infant memory. Current Directions in
Psychological Science, 8(3), 80-85.
Rovee-Collier, C. y Shyi, C. W. G. (1992). A functional and cognitive analysis of
infant long-term retention. En M. L. Howe, C. J. Brainer, y V. F. Reyna (eds.),
Development of long-term retention (pp. 3-55). Nueva York: Springer.
Rueda, M. R., Fan, J., McCandliss, B. D., Halparin, J. D., Gruber, D. B., Lercari, L.
P. y Posner, M. I. (2004). Development of attentional networks in childhood.
Neuropsychologia, 42(8), 1029-1040.
Saxe, R., Tenenbaum, J. B. y Carey, S. (2005). Secret agents inferences about hidden
causes by 10-and 12-month-old infants. Psychological Science, 16(12), 995-1001.
Scaife, M. y Bruner, J. S. (1975). The capacity for joint visual attention in the infant.
Nature, 253(5489), 265-266.
Sigman, M. D., Cohen, S. E., Beckwith, L. y Parmelee, A. H. (1986). Infant attention
in relation to intellectual abilities in childhood. Developmental Psychology, 22(6),
788-792.
Slater, A., Earle, D. C., Morison, V. y Rose, D. (1985). Pattern preferences at birth
and their interaction with habituation-induced novelty preferences. Journal of
Experimental Child Psychology, 39(1), 37-54.
Slater, A., Quinn, P. C., Hayes, R. y Brown, E. (2000). The role of facial orientation
in newborn infants’ preference for attractive faces. Developmental Science, 3(2),
181-185.
Spelke, E. S. (1990). Principles of object perception. Cognitive Science, 14(1), 29-56.
212
Striano, T., Henning, A. y Stahl, D. (2005). Sensitivity to social contingencies
between 1 and 3 months of age. Developmental Science, 8(6), 509-518.
Sullivan, R. M., Taborsky-Barba, S., Mendoza, R., Itano, A., Leon M., Cotman, C.
W., Payne, T. F. y Lott, I. (1991). Olfactory classical conditioning in neonates.
Pediatrics, 87, 511-518.
Vouloumanos, A. y Werker, J. F. (2007). Listening to language at birth: Evidence for
a bias for speech in neonates. Developmental Science, 10(2), 159-164.
Waxman, S. R. y Lidz, J. (en prensa). Early word learning. En W. Damon (series ed.),
D. Kuhn y R. Siegler (vol. eds.), Handbook of child psychology (6.a ed., vol. 2:
Cognition, perception and language). Wiley.
Wynn, K. (1992). Addition and subtraction by human infants. Nature, 358(6389),
749-750.
Lecturas complementarias
González, A. M., Fuentes, M. J., De la Morena, M. L. y Barajas, C. (1995).
Psicología del desarrollo: teoría y prácticas. Málaga: Aljibe.
Palacios, J., Marchesi, A. y Coll, C. (2001). Desarrollo psicológico y educación (vol.
1). Madrid: Alianza.
Shaffer, R. D. y Kipp, K. (2007). Psicología del desarrollo. Infancia y adolescencia.
Madrid: Thomson.
Rice, F. P. (1997). Desarrollo humano. Estudios del ciclo vital. México: PrenticeHall.
CONCEPTOS BÁSICOS
Acomodación
Imitación voluntaria
Actividad refleja
Inteligencia
Adaptación
Método clínico
Agudeza visual
Organización
Asimilación
Permanencia del objeto
Atención cautiva
Reacciones circulares
Atención voluntaria
Reacciones circulares primarias
Constructivismo
Reacciones circulares
secundarias
Coordinación de las reacciones circulares
secundarias
Reacciones circulares terciarias
Deshabituación
Reflejo
Ensayo y error
Succión
213
Epistemología genética
Presión palmar o aferramiento
Equilibrio
Parpadeo
Equilibrio cognoscitivo
Reflejo de Moro
Error del subestadio 4
Natatorio
Esquema
Reflejo de la marcha
Etapa sensoriomotora
Reflejo de presión
Habituación
Resolución simbólica de
problemas
Imitación
Secuencia invariante del
desarrollo
Imitación diferida
214
5
Desarrollo cognitivo en la infancia temprana
INTRODUCCIÓN
En este capítulo se explicarán los principales avances que tienen lugar desde los
dos a los siete años, así como los aspectos inmaduros del pensamiento en este
período. Con relación a los primeros caben destacar: la capacidad de utilizar
símbolos, la comprensión de la causalidad, la categorización, la capacidad de utilizar
números, el inicio de la lectoescritura y la teoría de la mente o capacidad de
comprender los estados mentales de los demás. Respecto a los aspectos inmaduros
hablaremos por ejemplo del pensamiento egocéntrico, de la incapacidad de
descentrar, del enfoque en estados más que en transformaciones y limitaciones que
impiden a la mente del niño operar de forma lógica. Por este motivo este período es
también denominado preoperacional. A pesar de que la maquinaria cognitiva del niño
avanza en sofisticación y rapidez, el conocimiento está en construcción, y la
comprensión de lo que sucede alrededor todavía depende mucho de la experiencia y
la manipulación. Los niños son más bien intuitivos y se basan en los resultados
frecuentes que les aporta la experiencia (aprendizaje estadístico), pero aún no tienen
un conocimiento claro de los motivos. La capacidad simbólica que ejercitan en este
período a través del juego, el dibujo y el lenguaje les ayudará a superar todas las
limitaciones y a utilizar sus recursos mentales de forma eficiente más adelante.
1. DESARROLLO DE PROCESOS COGNITIVOS BÁSICOS EN LA NIÑEZ
TEMPRANA
1.1. El control sobre la atención
La codificación de información es necesaria para la posterior retención y
recuperación de la misma. El mecanismo que permite codificar la información es la
atención. En la medida que nuestra atención puede captar más información durante
más tiempo, más información seremos capaces de codificar. Esto es lo que sucede en
este período. Desde los dos a los siete años progresa el desarrollo encefálico,
aumentan las conexiones hacia las áreas prefrontales y eso implica el desarrollo de la
función ejecutiva, es decir, una mayor capacidad de control sobre los mecanismos
mentales, sobre todo sobre la atención y la memoria. La diferencia entre un bebé de
un año y uno de cuatro es que este último somete sus mecanismos a su voluntad en
mayor medida, por eso puede prestar atención a los objetos durante más tiempo
(atención sostenida), puede cambiar el foco de atención de forma más precisa
215
(orientación de la atención), puede captar más información cuando presta atención
(amplitud del campo atencional) y aprende poco a poco a seleccionar los estímulos a
los que quiere prestar atención de forma más organizada (atención selectiva). Vemos
que la atención incluye distintos mecanismos que van haciéndose más precisos y
sofisticados a lo largo de este período de forma progresiva.
Los bebés aprenden a focalizar su atención en aquellos objetos o acciones que los
adultos observamos, nombramos o señalamos. Esta capacidad adquiere mucha más
precisión a partir de los dos años. Por ejemplo, los niños de cuatro años, a los que se
les dice que deben recordar el nombre de algunos juguetes durante un tiempo, tienden
a mirar más a menudo esos objetos (Baker-Ward, Ornstein y Holden, 1984). Un
experimento paradigmático de Miller y Seier (1994) puso de manifiesto la evolución
de la atención en niños en este período. El experimentador presentaba a los niños dos
filas de cajas con seis cajas en cada fila. Dentro de cada caja se encontraba un animal
de juguete o un objeto familiar. Enfrente de cada caja de animales estaba dibujada
una jaula, y en la del objeto una casa. A un grupo de niños se les pedía que
recordasen dónde estaban ubicados los animales y a otro grupo se les pedía que
recordasen la ubicación de los objetos. Después se les dejaba un tiempo de estudio,
durante el cual podían abrir las cajas y manipularlas para recordar los objetos o
animales que había dentro. Lo que se observó fue un sorprendente cambio en la
manera de proceder e investigar de los niños a diferentes edades. Desde los tres a los
ocho años los niños fueron cada vez más selectivos a la hora de centrar la atención en
las dos categorías relevantes y en el indicador de cada caja (fijarse en la jaula o la
casa pintada en la caja). Los niños más pequeños miraban indiscriminadamente
ambos tipos de cajas, sin embargo los de siete miraban casi exclusivamente en las
cajas de la categoría seleccionada (cajas con la jaula si se les había pedido recordar la
ubicación de los animales y cajas con la casa si tenían que recordar la ubicación de
los objetos). Esto corrobora que no solo la atención de los mayores era más
voluntaria, sino que eran más capaces de focalizar la atención selectivamente en
aquellos estímulos relevantes para su finalidad, y de sostenerla en esos estímulos. En
definitiva, utilizaban su atención de forma estratégica y eso les permitía codificar y
retener la información pertinente para su fin, y no otra. A lo largo de este período los
niños aprenden a usar su atención de forma más sistemática, organizada y estratégica.
1.2. La memoria: recuerdo y reconocimiento
Los mismos cambios que se observan en la atención se observan en la memoria,
que se vuelve cada vez más estratégica y organizada. En primer lugar, una atención
selectiva facilita la retención de información porque esta entra en el sistema cognitivo
de forma organizada. Sin embargo, los mismos procesos de manipulación,
estructuración y elaboración de la información mejoran con la edad lo que hace que la
capacidad retentiva sea mejor, y que además el niño aprenda a utilizar estrategias de
recuerdo. Esto es importante porque tanto la atención como la memoria son procesos
cognitivos necesarios para la adquisición de otras habilidades y funciones
216
psicológicas: inteligencia general, lectura, escritura, categorización, comprensión oral
y escrita, entre otras.
Vimos que la información que llega a la memoria lo hace a través del registro
sensorial o registro de entrada y el mecanismo atencional que permite la codificación.
Esta información pasa inmediatamente a la memoria de trabajo y se procesa durante
unos quince o treinta segundos. Alguna de esa información se pierde, y otra se retiene
y pasa a la memoria a largo plazo, a la cual podremos acceder a través de un esfuerzo
de recuperación. Por tanto, almacenamiento y recuperación son los dos procesos que
caracterizan la memoria, y memoria de trabajo y memoria a largo plazo los tipos de
memoria más estudiados.
A su vez los niños comienzan siendo inconscientes de esos procesos de
almacenamiento, por eso las primeras memorias de asociaciones simples, hábitos y
procedimientos o modos de realizar las acciones que son automáticos, son
inconscientes y forman parte de la memoria implícita, relacionada con el córtex
motor y las áreas cerebrales subcorticales. A partir de los dos años, los niños son más
conscientes de lo que saben y lo que recuerdan, y las nuevas memorias se pueden
traer a la consciencia de forma explícita. Los niños nos muestran su capacidad de
memoria explícita cuando dibujan un objeto que les nombramos (dibújame la casa de
campo), cuando nombran un objeto (dime qué es esto), cuando nos reproducen una
serie de acciones que les pedimos (enséñame cómo bañas al osito). Los dos primeros
son ejemplos de memoria semántica, y el último de memoria episódica. Recordemos
los trabajos de Bauer (2000, 2001, 2002) en los que observó que bebés de incluso
doce meses pueden reproducir una secuencia simple a través de unas pautas de juego.
Todas estas memorias son parte ya de la memoria a largo plazo, y con nuestras
peticiones, instamos al niño a que haga un esfuerzo de recuperación. Este ejemplo de
imitación diferida es una demostración de memoria explícita, y se incrementa con la
edad sobre todo a partir del segundo año de vida gracias a la maduración de
estructuras como el hipocampo (que transfiere la nueva información explícita a la
memoria a largo plazo), el lóbulo temporal (que integra esa información) y córtex
prefrontal (que estructura y recupera la información).
Hay que tener en cuenta que los recuerdos están construidos a partir de los
conocimientos previos y experiencias nuevas, y que el desarrollo de estas estructuras
permite que a partir de los tres años los recuerdos sean más abundantes y más
precisos (en general nuestros recuerdos sobre nuestra niñez antes de esa edad son
muy vagos y efímeros (Bjorklund y Ellis, 2014). A esto contribuyen también otros
factores como el desarrollo del lenguaje, que facilita la codificación (Fivush y
Hamond, 1990), el desarrollo del concepto de sí mismo (base de la memoria
autobiográfica) ya que el niño asocia la nueva información a su propia vivencia
(Howe y Courage, 1993), y las explicaciones de los adultos, que facilitan la
utilización de claves visuales y comunicativas de recuerdo y ayudan a estructurarlo
(Nelson, 2005). Esto significa que la memoria explícita y el conocimiento abstracto
dependen del desarrollo de la función simbólica y el lenguaje.
En este sentido, es importante subrayar que los padres que hablan más con los
217
niños sobre las experiencias vividas provocan un mayor nivel de recuerdo que los
padres que hablan menos, pero estos recuerdos son mayores si el niño intervino en
esa actividad. Por tanto, las actividades compartidas y el diálogo conjunto son
herramientas esenciales para favorecer el desarrollo de la memoria explicita y la
evocación de recuerdos en este período (Haden, Ornstein, Eckerman y Didow, 2001).
Es más, incluso el estilo de dialogo utilizado puede facilitar más o menos el recuerdo.
Un estilo repetitivo (los padres reiteran sus afirmaciones o repiten las frases y
preguntas) resulta menos efectivo que un estilo elaborado (los padres incluyen en sus
frases descripciones, comparaciones y preguntas para favorecer el aprendizaje de
nueva información) a la hora de crear memorias de eventos pasados.
1.3. Memoria de trabajo y aprendizaje
La memoria de trabajo, o «capacidad» que poseemos para mantener información
de forma temporal, procesarla mientras realizamos otra tarea o mientras estamos
expuestos a más información, se divide teóricamente en tres componentes: un
componente visual, uno fonológico o verbal y uno ejecutivo central (Baddeley y
Hitch, 1974). El primero se encarga de procesar y retener información visual y
espacial, el segundo de mantener información fonológica y acústica, y el tercero sirve
para integrar, organizar y operar con esa información, y está directamente relacionado
con la función ejecutiva. Esta división teórica se corrobora en estudios
experimentales. Por ejemplo, los niños con dislexia tienen una memoria de trabajo
visual intacta pero muestran dificultades en la memoria de trabajo verbal, esta
disociación corrobora la división teórica. Del mismo modo, a medida que mejora la
función ejecutiva, aumenta la capacidad de manipular más información (los niños
mantienen más palabras, más números y por eso mejora su comprensión o su
habilidad para realizar sumas y restas), lo que corrobora que la función ejecutiva
regula la memoria de trabajo visual y verbal. Como vemos, la memoria de trabajo
influye directamente en el aprendizaje, sin menospreciar el estudio y el esfuerzo, ya
que el mismo aprendizaje también conlleva mejoras en la memoria de trabajo (Nation
y Hulme, 2011).
Existe mucha evidencia de que los niños antes de los cinco años confían en
información visual y se basan en esta para formar sus memorias. Conrad (1971)
mostró a niños de tres a once años unas series de imágenes para recordar. En algunas
series las palabras que correspondían a las imágenes sonaban igual (condición mismo
sonido: rat, cat, mat...) y en otras no (condición distinto sonido: bus, train, fish).
Después de cada serie se daba la vuelta a las cartas y se presentaban unos ejemplares
de la serie para que, del grupo de cartas dadas la vuelta, el niño emparejara las
imágenes iguales. En los adultos, esta tarea es más difícil de realizar en la condición
«mismo sonido» porque, sin querer, utilizan la memoria verbal, el nombre de los
objetos, para recordar las imágenes, y la similitud verbal produce una interferencia en
el recuerdo. Esto es lo que el autor observó en los niños de seis años en adelante,
concluyendo que hasta los cinco años, y hasta que el vocabulario no está bien
218
instaurado los niños hacen más uso de la memoria visual que de la verbal para retener
información, mientras que a partir de esta edad ocurre lo contrario, aumenta el uso de
la memoria verbal para retener información.
La memoria de trabajo verbal puede medirse pues desde los cuatro o cinco años,
aumenta con la edad y es un buen indicador del adecuado progreso del sistema
cognitivo del niño. Por ejemplo, Hulme, Thomson, Muir y Lawrence (1984)
presentaron auditivamente series de palabras a niños de cuatro a diez años y
observaron no solo que la cantidad de palabras que los niños recuerdan en un período
breve de tiempo es mayor, sino que también aumenta la velocidad con la que las
nombran. Algunos autores como Henry y Millar (1993) asumen que esto se debe a
dos factores, uno el desarrollo del vocabulario (cuanto más grabadas están las
palabras en el léxico del niño más facilidad para retenerlas y recordarlas), y otro el
desarrollo de la velocidad de procesamiento y la función ejecutiva (cuanto más
control voluntario adquiere el niño sobre sus procesos desarrollará mejores estrategias
de retención, recuperación y producción de las palabras).
1.4. Función ejecutiva y estrategias de recuerdo
El aumento del control voluntario favorece los procesos conscientes y el uso de
estrategias atencionales y mnemónicas. Aunque a partir de los siete años este
progreso será mucho más evidente, de los dos a los siete años los niños experimentan
una mejora sustancial en el control voluntario de su cuerpo, sus movimientos y
también de sus habilidades mentales. La manifestación más evidente es el uso de
estrategias conscientes. Estas ya se observan en niños de dos años a los que se les
pide que recuerden objetos escondidos. En un estudio de DeLoache, Cassidy y Brown
(1985) se pedía a niños de veinticuatro meses que buscaran un juguete que se
escondía delante de su vista. Después se entretenía a los niños y cada 4 minutos se
interrumpía el juego de distracción para introducir una estrategia de recuerdo (mirar
el lugar, señalar el lugar, preguntar dónde está). Los niños participaban si el juguete
estaba totalmente escondido, y no si estaba a la vista. Según estos autores, esto indica
que con dos años los niños, aunque no son capaces de usarlas, reconocen la utilidad
de las estrategias de recuerdo. Estos autores también observaron que los niños de dos
a cuatro años son capaces de saber en qué contenedor hemos escondido un caramelo
y una ficha cuando estos contenedores son perceptualmente distintos. Estos niños
recordaban el orden en que el experimentador había manipulado los contenedores
pero el aspecto de los contenedores era la clave que los niños utilizaban para saber el
orden en que el experimentador levantaba los contenedores. Cuando estos eran
iguales, los niños de cuatro años no recordaban el orden de manipulación y perdían la
información de donde estaban el caramelo y la ficha. Esto no ocurría con los niños de
cinco años, que recordaban la ubicación espacial de los contenedores siguiendo el
orden de manipulación, aunque estos fueran iguales (DeLoache y Todd, 1988). Los
autores concluyeron que, además de recordar en función de las apariencias
perceptivas de los objetos, los niños a partir de esta edad pueden utilizar estrategias
219
espaciales para el recuerdo.
A partir de los cinco años aumenta la cantidad y sofisticación de las estrategias
que los niños usan para recordar. La repetición es una estrategia útil para el recuerdo
cuando hay que memorizar un contenido, como listas de números o de palabras. Los
niños en edad escolar utilizan este tipo de estrategia para memorizar este tipo de
contenidos (por ejemplo las tablas de multiplicar). A los cinco años aún necesitan que
se les enseñe y se les pida expresamente que repitan, y a partir de los seis esta
estrategia la emplean habitualmente (Siegler, 2005). Otra de las estrategias que
comienzan a emplear a partir de cinco años es la organización no solo espacial
(recuerdo de objetos cercanos, de la ubicación de un objeto respecto a otro), sino por
categorías (recordar dos objetos porque cumplen la misma función, porque
pertenecen a la misma categoría) o por criterios temporales (eventos contiguos
cronológicamente). Sin embargo, aprenderán a utilizar esta estrategia de recuerdo de
forma más efectiva a partir de los siete años.
2. ESTADIO PREOPERACIONAL
La etapa preescolar fue denominada por Piaget período preoperacional. También
se denomina en ocasiones período de la inteligencia verbal o intuitiva porque a esta
edad los niños aún no están listos para utilizar las operaciones mentales lógicas tal y
como los adultos las conocemos. Los niños están aún muy vinculados a la vivencia
física y la apariencia perceptiva, y dependen de la experiencia inmediata con los
objetos y las personas. Al mismo tiempo este período se caracteriza por una gran
expansión en el uso del pensamiento simbólico o capacidad de representación, que
surge por primera vez casi al final de la etapa sensoriomotora. Esta capacidad
requiere no tomar al objeto como lo que es en sí mismo, sino en términos de lo que
representa. Algo que es especialmente difícil cuando los niños cuentan con un largo
historial de interacciones con esos objetos como tales.
La capacidad de conferir símbolos no se agota en la comprensión de lo que es un
símbolo, sino que muy especialmente se manifiesta en su producción. Así, el dibujo,
la imitación, el juego y hasta el lenguaje son todos ellos modos de expresión
simbólica. Mediante el dibujo, el niño confiere a sus producciones gráficas un sentido
de qué representan los objetos, las personas, etc. De hecho, los niños no dibujan lo
que ven, sino lo que sienten y lo que saben, lo cual hace del dibujo no solo un medio
de expresión sino un instrumento diagnóstico de la inteligencia y de la personalidad
del niño. También la imitación y el juego simbólico son manifestaciones
características de la función simbólica.
En el juego, el niño se libera de las presiones y exigencias de la acomodación de lo
presente para representar por puro placer funcional. En su vertiente más individual, el
juego estimula una gran variedad de actividades mentales como el lenguaje, la
memoria, el razonamiento, la imaginación, la creatividad y la planificación. En su
vertiente más social, el juego de dramatización o el juego de roles contribuyen a
desarrollar las habilidades sociocognitivas de los niños, así como a ampliar su
220
conocimiento del mundo social. Todas estas actividades llevan a afianzar el uso y la
sofisticación de los símbolos mentales (números, letras), y sobre esta capacidad
simbólica se sustentan muchos de los avances que se observan en este período, cuyo
progreso es concomitante a esa función.
2.1. Avances en el pensamiento preoperacional
La función simbólica
A partir de los dos años un bebé puede referirse con palabras a objetos que no
están presentes. También puede, viendo un dibujo de un peine, ejecutar la acción de
peinarse «haciendo como» si tuviera un peine en la mano. ¿Cómo puede un dibujo
activar el concepto mental de un objeto? ¿Cómo puede el bebé mencionar el nombre
de ese objeto partiendo solo de su representación mental? Porque ya posee capacidad
simbólica.
Estos ejemplos indican que a esta edad el bebé ya no necesita necesariamente la
señal sensorial para pensar en algo. Recuerda el peine, su forma, su función, su
nombre y las acciones que ejecuta con él. Esta ausencia de claves perceptivas para
elicitar una idea, recuerdo o concepto, caracteriza la función simbólica: la capacidad
de utilizar símbolos o representaciones mentales a las que la persona ha asignado un
significado. Sin símbolos, las personas no podrían comunicarse verbalmente, no
entenderían los mapas o los gráficos, no comprenderían los números y mucho menos
las fórmulas matemáticas, no comprenderían que una serie de signos escritos
representan gráficamente los conceptos, no existiría el arte. Tener símbolos que
representan a las cosas ayuda a los niños a recordarlas y a pensar en ellas sin tenerlas
físicamente presentes.
Existen tres modos a través de los cuales los niños preescolares muestran y al
mismo tiempo ejercitan la función simbólica: la imitación diferida, el juego simulado
y el lenguaje. Vimos en el capítulo anterior que hay muestras incipientes de imitación
diferida a partir del primer año y que esta capacidad va mejorando progresivamente.
Con dos años los niños pueden retener secuencias sencillas de acción o conversación
y repetirlas mientras juegan (bañar a un muñeco, curarle heridas, darle de comer). Por
eso el juego simulado (también denominado juego de fantasía, juego dramático o
juego imaginativo) en el que los niños pueden utilizar un objeto para representar o
simbolizar alguna otra cosa, es el ideal para ejercitar la función simbólica. Por
ejemplo, pueden usar una muñeca para representar una persona.
Poseer una estructura mental sobre los eventos implica no tener que prestar tanta
atención a la actividad motriz y sus efectos durante todo el curso temporal de
ejecución. Liberarse de esto implica liberar de carga a la atención y dotar a nuestro
sistema de aprendizaje de más recursos. Esta capacidad es importante en términos
cognitivos porque el uso de una realidad mental permite utilizar más información y
hacerlo de forma más rápida, relacionando de forma simultánea el contenido mental
con el real, y esta conexión es básica para el aprendizaje.
221
Del desarrollo de la función simbólica y su impacto en la capacidad mental del
bebé
Probablemente la función simbólica es una de las más cruciales en el desarrollo
humano. Leemos literatura, conocemos personajes de dibujos animados,
interpretamos pintura abstracta, nos referimos a las cosas con palabras que nada
tienen que ver con las cosas mismas. Nuestra vida está llena de símbolos, y la
capacidad de comprender lo que son y para qué sirven se desarrolla durante los
primeros años de la infancia. Judy DeLoache (2004) ha investigado mucho sobre
cómo los niños comprenden que «existen cosas que las personas intentan que
representen arbitrariamente algo diferente a lo que son». Para examinar esto han
partido de esta misma definición. Primero, los símbolos representan cosas. Se ha
observado que cuando se presenta a niños a partir de dieciocho meses un objeto
inventado con un dibujo y se nombra «mira el whisk!», los niños rara vez cogen el
dibujo, cogen el objeto, por tanto intuyen que esa palabra desconocida
«representa» esa cosa. Segundo, los símbolos son arbitrarios, no tienen por qué
tener una relación con el objeto que representan. Muchos niños antes de comenzar
a hablar utilizan gestos o signos para referirse a una cosa. Cuando aprenden la
palabra dejan de utilizar el gesto. Lo que se ha observado es que estos niños que
son capaces de «representar» las cosas con gestos, aprenden antes el vocabulario,
quizá porque aprenden la naturaleza arbitraria del símbolo. Tercero, los símbolos
son intencionales. La intencionalidad humana está en la base de la función
simbólica porque la intención de que una entidad representa otra es necesaria y
suficiente para establecer una relación entre ambas. Los bebés son sensibles a las
intenciones de los adultos. Aprenden los nombres de los objetos solo cuando los
adultos emiten el nombre mirando a los bebés y guiándolos con su mirada hacia el
objeto. Son sensibles a las claves que demuestran intencionalidad. Cuarto, la
función simbólica implica establecer una relación entre símbolo y realidad que el
símbolo representa. Los bebés a partir de nueve meses ya son capaces de distinguir
entre las cosas reales y las que no lo son. Cuando se les presentan dibujos que
representan objetos, a veces intentan cogerlos pero rara vez responden ante estos
como si fueran objetos reales (beber del dibujo de un vaso, por ejemplo). Con
dieciocho meses incluso la exploración manual desaparece. Con la experiencia,
aprenden a tratar los dibujos simbólicamente como objetos de contemplación o
comunicación, no de acción. Para comprender esta relación, según la autora, los
bebés tienen que crear una representación dual en su mente (la cosa real y el
símbolo que representa esa cosa). En uno de sus experimentos, presentó a niños de
dos años una maqueta exactamente igual a la habitación en la que se encontraban,
y colocó un muñeco en miniatura en esa maqueta. Se pedía a los niños que
cogieran un objeto igual en la habitación real. A los dos años los niños eran
incapaces de entender la tarea, pero a los tres buscaban el muñeco en la habitación
real partiendo de la maqueta simbólica. Definitivamente un aspecto único de los
símbolos es que son de naturaleza dual. Comprender esto requiere un ejercicio
cognitivo complejo, pero los humanos lo conseguimos en apenas tres años.
Conocer los mecanismos que utilizamos para adquirir esta capacidad es importante
222
para conocer el desarrollo del bebé y posibilitar el diseño de materiales educativos
que faciliten las capacidades simbólicas tan esenciales para el aprendizaje.
DeLoache, J. S. (2004). Becoming symbol-minded. TRENDS in Cognitive
Sciences, 8(2), 66-70.
La comprensión de la causalidad
Piaget sostenía que los niños preescolares aún no pueden razonar de manera lógica
acerca de la causa y efecto. En lugar de ello, decía, razonan por medio de la
transducción. Esto es debido a que el recurso a través del cual aprenden los bebés es
la conexión de eventos que coocurren en el tiempo y el espacio aunque no exista
entre ellos relación causal. Los bebés extraen regularidades, es decir, probabilidades
de que ciertos sucesos ocurran siempre juntos. Precisamente lo que se ha criticado de
los experimentos de violación de expectativas con sucesos es que lo que miden es
este aprendizaje estadístico y no la comprensión de las causas y efectos de los
sucesos. Sin embargo, sabemos que los bebés de un año retienen esas secuencias
(Bauer, 2004), poseen conocimiento sobre la conducta volitiva y los posibles agentes
de las acciones (Saxe, Tenenbaum y Carey, 2005). Si se realizan observaciones
naturalistas de conversaciones cotidianas de niños de dos y medio a cinco años de
edad con sus padres, se puede comprobar que los niños exhiben un razonamiento
causal flexible, apropiado al tema. Los tipos de explicaciones que dan van desde las
físicas («Las tijeras tienen que estar limpias para que puedan cortar mejor») a
sociales-convencionales («Ahora me tengo que detener porque me lo dijiste»). Las
afirmaciones causales son más comunes entre los niños de mayor edad (Hickling y
Wellman, 2001). Una característica del pensamiento causal incipiente es que para los
niños, todas las relaciones causales son igual o absolutamente predecibles. Volvemos
al aprendizaje estadístico. Obviamente a esta edad los niños no han tenido
experiencia suficiente para comprobar que hay eventos más «probables» que otros.
Tampoco han recibido las explicaciones suficientes para comprender estas
probabilidades.
La categorización
A lo largo de los dos primeros años el bebé ha comprendido que los objetos
poseen una identidad, una forma y unas propiedades que los caracterizan y que son
estables en el tiempo. A través de la experiencia repetida los niños preescolares
desarrollan una mejor comprensión de las identidades: el concepto de que las
personas y muchos objetos son básicamente iguales, aun si cambian de forma, tamaño
o apariencia. Así, el mundo se vuelve más ordenado y predecible. Pero la realidad
está compuesta por muchos, muchísimos objetos, y es necesario agruparlos y
ordenarlos para poder retenerlos y recordarlos. La capacidad para agrupar y buscar
223
características comunes y diferenciales entre objetos es la capacidad de
categorización.
La categorización, o clasificación, requiere que el niño identifique semejanzas y
diferencias. A los cuatro años de edad, muchos niños pueden clasificar según dos
criterios, como color y forma. Los niños utilizan esta capacidad para ordenar muchos
aspectos de sus vidas, tanto a nivel físico (gato-perro, agua-pan, naranja-limón) como
social (categorizando a las personas como «buena» o «mala», «sonriente» o «seria»).
Esta comprensión de la identidad y de las características con las que se pueden
categorizar las personas subyacen a la emergencia del autoconcepto.
Para clasificar, los niños se basan en la información perceptiva (si los objetos se
parecen o no, si tienen el mismo color, la misma textura) y también en información
funcional (para qué sirven). Esto les permitirá saber que una fresa y una manzana son
dos cosas distintas, pero también que se comen, y por tanto sirven para lo mismo.
Así, a partir de los dos años los bebés van ordenando su mundo en función de una
estructura categorial. Aquellos elementos que manipulan, que forman parte de su
realidad cotidiana, van representándose en su mente con los rasgos perceptivos que
los definen (ese objeto triangular, rojo, blando y pringoso al apretarlo y con puntitos
negros que los adultos siempre llaman fresa; o ese otro verde, redondo, sólido que
hace ruido al caer y al morderlo que llaman siempre manzana), son las categorías
básicas (perro, lechuga, martillo, pelota, fresa, silla). Con base en su experiencia
perceptiva los bebés extraen los rasgos típicos que definen cada objeto y lo
diferencian de los demás, es decir, forman un prototipo mental de cada categoría
básica. Estos elementos pueden agruparse en función de para lo que sirven, ambos se
comen, ambos se colocan en un mismo recipiente, a veces los adultos usan el término
fruta para ambos. Esta agrupación no es perceptiva, se basa más en información
conceptual, y sirve para formar categorías superiores que agrupan y recogen las
categorías básicas. A estas se les llama supracategorías (animal, verdura, herramienta,
juguete, fruta, mueble).
Como vemos, los niños utilizan también otra fuente de información a la hora de
formar categorías mentales, la lingüística. Desde el primer año los niños se valen de
su capacidad atencional y perceptiva, pero son los adultos quienes, con sus gestos y
su lenguaje, guían la atención de los niños hacia los objetos (Abbot-Smith y
Tomasello, 2006). La mirada y los gestos permiten a los niños identificar el objeto al
que el adulto se refiere, y de la descripción que hacen del objeto el niño extrae las
palabras clave para conocer tanto sus características específicas (esto es..., esto no
es..., esto es distinto a...) como generales (esto es igual que... se parece a..., también
sirve para...) y ubicarlo en relación con otros objetos que conoce (Gelman, 2009). A
partir de los dos años los niños utilizan las palabras para identificar y re-clasificar
objetos (darse cuenta de que eso no es un perro sino un gato) (Jaswal y Markman,
2007), lo que permite que a lo largo de este período todos los objetos que conocen así
como los nuevos se ubiquen en una estructura ordenada. Los niños de cuatro años
saben que que si un adulto usa dos palabras distintas para objetos similares (naranjamanzana), tienen que fijarse en las diferencias perceptivas, mientras que si se usa un
224
mismo término para dos objetos distintos, tienen que fijarse en aquello que tienen en
común, y usan ese conocimiento para formar nuevas categorías (Gelman y Meyer
2011; Gentner y Namy, 1999). Este es un ejemplo de cómo las palabras guían al niño
en la búsqueda de características de los objetos.
FUENTE: tomado de Genter y Namy (1999).
Figura 5.1.—Aquí hay dos blickets. ¿Cuál es el otro blicket?
Un tipo de categorización que desarrollan durante este período es la capacidad
para distinguir entre seres vivos y objetos inanimados. Cuando Piaget preguntaba a
los niños pequeños si el viento y las nubes estaban vivos, sus respuestas lo
condujeron a pensar que estaban confundidos acerca de lo que está vivo y lo que no.
La tendencia a atribuirle vida a los objetos inanimados se denomina animismo. Sin
embargo, cuando en investigaciones posteriores interrogaron a niños de tres y cuatro
años de edad acerca de algo más conocido para ellos, los niños mostraron que
comprendían que las personas están vivas y que las piedras y las muñecas no lo están.
No atribuyeron emociones o pensamientos a las piedras y citaron el hecho de que las
muñecas no pueden moverse por sí solas como evidencias de que no están vivas
(Gelman, Spelke y Meck, 1983). Por supuesto, las plantas tampoco se mueven por sí
mismas, ni emiten sonidos, como la mayoría de los animales. Sin embargo, los
preescolares saben que tanto las plantas como los animales pueden crecer y
deteriorarse y que, cuando se les daña, pueden sanar. Tanto la familiaridad como la
cultura pueden afectar a estas creencias. Los niños japoneses, por ejemplo, tienen
mayor probabilidad de atribuir tales cualidades a objetos inanimados, como una
piedra, que, en su cultura, ocasionalmente se considera como si estuviese viva y
225
tuviera sentimientos (Hatano, Siegler, Richards, Inagaki, Stavy y Wax, 1993). Este
modo de clasificación de la realidad se denomina clasificación taxonómica porque
implica, en función de características perceptivas y funcionales, crear categorías de
realidad ordenadas jerárquicamente.
Aunque esta es una manera muy efectiva de catalogar y reordenar la cantidad de
información aprendida, los niños poseen también otras maneras de retener y ordenar
la realidad en su mente. De hecho, ya comentamos que los bebés son capaces de
retener secuencias y escenas, y reaccionar ante eventos inesperados que no formaban
parte de dichas situaciones a las que han sido expuestos. Esto mismo ocurre con las
secuencias de eventos y las escenas que se repiten en su día a día. A partir de su
experiencia, lo niños crean representaciones de escenas, por ejemplo saben que dos
objetos pueden estar relacionados porque suelen aparecer en la misma escena, como
un perro y la caseta del perro. Este conocimiento aumenta significativamente a partir
de los dos años y sirve para crear representaciones de las ubicaciones habituales de
los objetos (Fenson, Vella y Kennedy, 1989). Del mismo modo, los niños aprenden
secuencias temporales de los eventos que suceden en su vida diaria. Estas secuencias
cada vez son más largas y representan lo que se denomina guiones. De hecho los
niños poseen guiones para distintas situaciones en los que las distintas acciones
sucesivas están ordenadas. Con cuatro años los niños saben qué pasos tienen que
seguir para ir al cole, para ir de compras, para salir a jugar, y de hecho cuando se les
pregunta por los pasos a seguir, aportan información muy similar a la de los adultos,
salvo en comentarios sobre detalles o sobre estados anímicos (Nelson, 2005).
Este tipo de conocimiento de escenas y secuencias se denomina conocimiento
temático. Es más sencillo que la clasificación taxonómica en la medida que solo
requiere la transcripción de la realidad física a realidad mental, como si fuera una
fotografía, mientras que la clasificación taxonómica requiere una reordenación de
información, y por tanto requiere más capacidad atencional, comparativa y de
manipulación de información (Sachs, Weis, Krings, Huber y Kircher, 2008).
Concepto de número
Los lactantes de hasta cuatro meses y medio comienzan a desarrollar un concepto
rudimentario de número, basado en estimaciones perceptivas. Parecen saber que si se
añade una muñeca a otra muñeca, debería haber más cantidad de muñecas, no menos.
Comprender el concepto de cantidad y asignarle un correlato perceptivo visual es
importante para desarrollar la noción de ordinalidad. La ordinalidad (el concepto de
comparación de cantidades) parece que se inicia alrededor de los doce a dieciocho
meses y, al principio, se limita a comparaciones entre muy pocos objetos o a
diferencias muy perceptibles en las cantidades (Rittle-Jonhson y Siegler, 1998). Sin
embargo, a los cuatro años de edad, la mayoría de los niños cuentan con palabras que
comparan cantidades. Pueden decir que un árbol es más grande que otro o que una
taza tiene más jugo que otra. Saben que si tienen una galleta y reciben otra, tendrán
más galletas que las que tenían antes y que si le dan una galleta a otro niño, tendrán
226
menos galletas.
Este conocimiento les sirve para comenzar a resolver problemas numéricos
basados en la ordinalidad, es decir, en estimaciones de cantidades que ya conocen
(«Ana recogió seis manzanas y Marta recogió cuatro, ¿cuál de ellas recogió más
manzanas?») con hasta nueve objetos (Byrnes y Fox, 1998).
No es sino hasta los tres años y medio de edad o más cuando la mayoría de los
niños aplican el concepto de cardinalidad (conocimiento del término numérico que
corresponde a cada cantidad) cuando cuentan. Por ejemplo, a partir de los tres años
pueden ya hacer un conteo y recitar el nombre de los números en una serie de hasta
seis números; sin embargo, no es hasta a partir de los cuatro años cuando comienzan
a entender que la totalidad de la cantidad corresponde al último número mencionado
en la serie. Necesitan asociar la noción de cardinalidad (la cantidad que corresponderá
a cada término numérico) con la ordinalidad (conocer el término numérico y ubicarlo
en una línea mental donde se han ido colocando esos números de izquierda a derecha
de forma adyacente) (Briars y Siegler, 1984). A los cinco años de edad, la mayoría
pueden contar hasta 20 o más y conocen las magnitudes correspondientes a los
números del uno al diez. Además de manera intuitiva, los niños idean estrategias para
sumar, cuentan con los dedos o utilizan otros objetos (Naito y Miura, 2001). Con seis
y siete años, los niños ya poseen una línea mental en la que todos los números están
ubicados de forma adyacente y pueden operar con ellos combinando el conteo con
dedos y las representaciones mentales correspondientes, aunque cometen errores si en
el conteo con los dedos repiten un número.
La razón de estos errores es una baja capacidad de memoria de trabajo. Como
todavía no pueden mantener muchos números en la memoria durante mucho tiempo,
dependen aún del conteo manual (Hitch y McAuley, 1991). Por eso la memoria de
trabajo es un proceso cognitivo clave en el desarrollo de las habilidades matemáticas
y sobre todo en la manipulación mental de símbolos numéricos. La transición de la
manipulación de cantidades y operaciones matemáticas aproximadas (más que,
menos qué) a la manipulación de símbolos numéricos y operaciones exactas (uno más
uno) ocurrirá mediante la instrucción matemática en la escuela, primero manejando la
cardinalidad con plastilina, regletas, series a través de estimaciones («¿Este grupo de
puntos contiene más o menos de cinco?») y reconocimiento de patrones numéricos
(dos más dos igual a cuatro, al igual que tres más uno), y luego aprendiendo los
símbolos numéricos asociados a las representaciones mentales de esas cantidades
(Geary, Hamson y Hoard, 2000). Junto con la memoria de trabajo, el desarrollo del
lenguaje y la lectura tiene un papel fundamental en este proceso. La habilidad para
nombrar, reconocer y escribir signos numéricos facilita esta transición sobre todo a
partir de los seis años (Carruthers y Worthington, 2005).
En la tabla 5.1 se recogen las competencias básicas de los números.
TABLA 5.1
Elementos esenciales del significado de número en niños pequeños
227
Área
Complementos
Contar
• Comprensión de la correspondencia uno a uno.
• Conocimiento de los principios de orden estable y cardinalidad.
• Conocimiento de la secuencia de conteo.
Conocimiento de los números
• Discriminación y coordinación de cantidades.
• Realización de comparaciones de magnitud numérica.
Transformación numérica
• Sumas y restas sencillas.
• Cálculos en problemas verbales y contextos no verbales.
• Cálculo «mental».
Estimación
• Apróximación o estimación de tamaños de conjuntos.
• Uso de puntos de referencia.
Patrones numéricos
• Copia de patrones numéricos.
• Extensión de patrones numéricos.
• Discernimiento de relaciones numéricas.
FUENTE: tomado de Papalia y cols. (2009: 209).
2.2. Aspectos inmaduros del pensamiento preoperacional
Si bien son importantes los avances en esta etapa del desarrollo cognitivo, todavía
son numerosos los aspectos inmaduros o las incapacidades del pensamiento infantil,
como por ejemplo: el egocentrismo, la incapacidad de descentrar, el enfoque en
estados más que en transformaciones y otros fenómenos.
El pensamiento centrado
Según Piaget, una de las características principales del pensamiento
preoperacional es la centración: la tendencia a enfocar un único aspecto de la
situación e ignorar otros. Señaló que los preescolares llegan a conclusiones ilógicas
porque no son capaces de descentrar su atención: pensar acerca de diversos aspectos
de una misma situación a un tiempo. Desde la perspectiva del procesamiento de la
información el pensamiento centrado se definiría como un sesgo atencional hacia
aspectos locales de los estímulos (sin atender a la globalidad), es decir, una
incapacidad para captar y procesar varios estímulos a la vez y hacerlo de forma
integrada. Esta habilidad depende del desarrollo conjunto de la atención y la función
ejecutiva (Martos-Pérez y Pérez, 2011) y puede limitar el pensamiento de los niños
pequeños tanto para las relaciones físicas como para las sociales (López y Leekam,
2007). Dos consecuencias importantes de esta limitación en el modo de captar y
procesar la información del entorno son la conservación y el egocentrismo.
Conservación
228
La capacidad para comprender el hecho de que dos objetos que son iguales lo
siguen siendo aun cuando se altere su apariencia, siempre y cuando nada se añada o
reste, se denomina conservación. Precisamente porque de dos a seis años los niños
dependen mucho de la apariencia física de los objetos, y al mismo tiempo su sistema
cognitivo no puede captar mucha información (atención) ni mantenerla mucho tiempo
en la memoria (memoria de trabajo), son incapaces de captar las transformaciones de
los objetos ni a las causas que las provocan. Piaget evaluó esta cuestión con un tipo
de tarea de conservación, que es la conservación del líquido. Por ejemplo a un niño,
de cinco años de edad, se le muestran dos vasos transparentes idénticos, cada uno
bajo y ancho, y cada uno con la misma cantidad de agua. Se le pregunta: «¿Ambos
vasos tienen la misma cantidad de agua?». Cuando indica que sí, el investigador
vierte el agua de uno de los vasos en un tercero alto y delgado. Ahora se le pregunta:
«¿Los dos vasos tienen la misma cantidad de agua o uno contiene más? ¿Por qué?».
Sabemos ya que los bebés usan lo que ven en su experiencia para conocer las
propiedades del líquido y el sólido (Hespos, Ferry y Rips, 2009). Sin embargo, en la
segunda infancia, aun después de haber visto verter el agua de uno de los vasos cortos
y anchos en el vaso alto y delgado, o incluso después de haberlo hecho ellos mismos,
los niños dirán que uno de ambos vasos contiene más agua. Esto es porque atienden a
las propiedades del vaso y no del agua. Al preguntarles por qué, dirán: «Este es más
grande porque es así» y moverá sus brazos para indicar la altura o el ancho del vaso.
Los niños preoperacionales no pueden considerar la altura y el ancho al mismo
tiempo, ya que solo se pueden centrar en uno de ambos aspectos. Y eso les impide
pensar de manera lógica, es decir, atendiendo a diversos factores que influyen en la
situación y sopesándolos.
Una consecuencia de no comprender las transformaciones es la irreversibilidad: la
incapacidad para comprender que una operación o acción puede ir en una o más
direcciones. Si no se restaura el estado original del agua al verterla de nuevo en el
vaso original, el niño no se dará cuenta de que la cantidad en ambos vasos de agua
debe ser la misma y de que la situación se puede revertir.
De manera común, los niños preoperacionales piensan como si estuviesen viendo
un conjunto de diapositivas con una serie de marcos estáticos: se enfocan en estados
sucesivos, decía Piaget, y no reconocen la transformación de un estado al otro. En el
experimento de conservación, se centran en el agua y en la manera en que aparece
dentro de cada vaso, más que en el hecho de que el agua se vierte de un vaso al otro,
de modo que no son capaces de reconocer que la cantidad de agua es la misma.
Según Piaget, el egocentrismo se manifiesta también en las entrevistas clínicas en
las que Piaget interrogaba a los niños sobre las relaciones causa-efecto que se
establecen entre fenómenos naturales del mundo físico. A través de sus respuestas,
Piaget observó en los niños un pensamiento animista basado en la creencia de que los
objetos inanimados están vivos y dotados de intenciones, deseos, sentimientos y
pensamientos. Al preguntarle a un niño de tres años por qué se mueven las nubes, el
niño explicó que «el sol estaba enfadado con ellas y por eso ellas se movían porque
este las perseguía». Otra forma de animismo consiste en materializar los procesos
229
psíquicos: «El pensamiento es una vocecita que está dentro de la cabeza». Con cuatro
años los niños utilizan algunas claves bastantes sofisticadas para atribuir vida a los
elementos del entorno como el movimiento (Gelman y Gotfried, 1996), el
crecimiento (Margett y Witherington, 2011), la existencia de órganos o partes
internas, y la enfermedad o la cura (Legare, Wellman y Gelman, 2009).
Piaget describió otras limitaciones de pensamiento muy interesantes que
confirman los hallazgos que experimentadores actuales han obtenido en bebés y que
constatan el modo de procesar su información durante la infancia temprana: el
fenomenismo (establecer un lazo causal entre fenómenos que se dan próximos: pensar
que las ganas de dormir bastan para que llegue la noche), el finalismo (atribuir la
existencia de una causa para todo: «Las nubes se desplazan para que llueva en otros
sitios») y el artificialismo (creer que las cosas han sido construidas de modo artificial
por el hombre o por un Ser Supremo: «Las montañas se han construido colocando
piedra sobre piedra»). En todos estos casos, se observa una incapacidad básica de
diferenciar con claridad el propio mundo interior del mundo exterior, es decir, son un
modo de pensamiento egocéntrico.
Egocentrismo
El egocentrismo es una forma de pensamiento y de conducta que implica centrarse
en el propio punto de vista sin considerar el de otra persona. Según Piaget (1929),
sería consecuencia de un pensamiento centrado, incapaz de contemplar múltiples
aspectos de una realidad. El egocentrismo puede ayudar a explicar por qué los niños,
en ocasiones, tienen problemas para distinguir entre la realidad y lo que pasa dentro
de sus cabezas, y por qué pueden confundirse acerca de qué ocasiona qué. Cuando
Pedro cree que sus «malos pensamientos» ocasionaron la enfermedad de su hermano,
o que él originó los problemas maritales de sus padres, está pensando de manera
egocéntrica.
Un modo de estudiar el egocentrismo es constatar si el niño es capaz de situarse al
menos en la posición física que ocupa la otra persona. Dado que los niños dependen
de la apariencia física de la realidad y tienen dificultades para valorar las situaciones
mentalmente, un primer paso para superar el egocentrismo es darse cuenta de que la
ubicación física de cada persona en el espacio determina cómo percibimos esa
realidad física. Para evaluar esto, Piaget diseñó la tarea de las tres montañas. Un niño
se sienta frente a una mesa que tiene tres grandes montículos. Se coloca un muñeco al
otro lado de la mesa. El investigador pregunta a los niños cómo se verían las
montañas desde la perspectiva del muñeco. Piaget encontró que, por lo general, los
niños pequeños no podían responder a la pregunta de forma adecuada; en lugar de
ello, describían las montañas desde su punto de vista. Piaget consideraba que esto era
evidencia de que los niños preoperacionales no pueden imaginar un punto de vista
diferente del propio (Piaget e Inhelder, 1967).
230
FUENTE: tomado de Papalia y cols. (2009: 300).
Figura 5.2.—Tarea de las tres montañas.
Otros hallazgos han demostrado que el tipo de tarea y el modo en que se pregunta
al niño pueden tener efectos en sus respuestas. Cuando en lugar de incluir al niño, se
juega con dos personajes, el niño es más capaz de evaluar que ambos personajes
tienen perspectivas espaciales diferentes. En un paradigma ideado por Hughes (1975),
se coloca al niño frente a un tablero cuadrado dividido en cuatro secciones mediante
«paredes». Un oficial de policía de juguete se coloca a la orilla del tablero, se mueve
a un muñeco de una sección a otra. Después de cada movimiento, se le pregunta al
niño: «¿El policía puede ver el muñeco?». Entonces, se añade otro policía de juguete
y se le dice al niño que esconda al muñeco de la vista de ambos policías. Usando este
paradigma, treinta niños entre los tres y medio y cinco años de edad son capaces de
hacerlo de forma correcta en nueve de cada diez ocasiones.
¿Por qué estos niños pudieron asumir el punto de vista de otra persona cuando
aquellos que realizaron la tarea de las montañas no pudieron? Por un lado, se juega
con muñecos concretos, estos están fuera del «yo», y la posición de todos ellos es
perceptivamente visible, constatable. A medida que avanzan en edad los niños podrán
superar estas limitaciones y evaluar las perspectivas espaciales y físicas ajenas en
situaciones más allá de su experiencia inmediata. Además, los niños están
aprendiendo a evaluar las perspectivas mentales. Esta será la capacidad que realmente
les ayudará a superar el egocentrismo y requerirá avances cognitivos sustanciales
como veremos a continuación. En la tabla 5.2, se especifican los aspectos inmaduros
del pensamiento preoperatorio.
TABLA 5.2
Ejemplos de aspectos inmaduros del pensamiento preoperatorio
Limitación
Ejemplo
Egocentrismo
Ana no se da cuenta de que necesita voltear el libro para que su papá pueda ver el
dibujo que ella le está pidiendo que le explique. En lugar de ello, lo mantiene
directamente frente a ella, de modo que solo ella puede verlo.
Centración
incapacidad para
Juan molesta a su hermana menor diciendo que tiene más zumo que ella porque el
zumo de su envase se ha vertido en un vaso delgado y alto, mientras que el de su
hermana se ha vertido en un vaso corto y ancho.
231
descentrar
Irreversibilidad
Juan no se da cuenta de que el zumo en cada vaso se puede verter de nuevo en los
envases de donde vino, contradiciendo su afirmación de que él tiene más zumo que
su hermana.
Enfoque en
estados más que
en
transformaciones
En la tarea de conservación, Juan no comprende que transformar la forma de un
líquido (verterlo de un contenedor a otro) no cambia la cantidad del mismo.
Razonamiento
transductivo
Ana se portó mal con su hermano. Después él se enfermó. Ana concluyó que ella
ocasionó que su hermano se enfermara.
Mamá tuvo un bebé la última vez que fue al hospital, de modo que la próxima vez
que vaya al hospital se esperará erróneamente que traiga a casa otro bebé.
Sincretismo
Sentado un niño frente a una mesa con múltiples objetos, se le pide que los agrupe:
«este camión azul va con el rojo porque los dos son camiones, y esta “cosa” va con
ellos porque es azul y uno de los camiones es azul». «Esta pelota (amarilla) y esta
canica (verde) van juntas porque son redondas y junto a ellas va este lápiz porque es
amarillo y la pelota también es amarilla».
Animismo
Ana dice que la primavera ya quiere venir, pero que el invierno dice: «¡No me voy!».
Si todo objeto que ejerce actividad está vivo, entonces el reloj está vivo porque se
mueve.
«El pensamiento es una vocecita que está dentro de la cabeza».
Realismo
Cuando le preguntamos al niño qué piensa del sueño, dice que el sueño viene de
fuera, tiene lugar dentro del cuarto y se sueña con los ojos.
Artificialismo
«Las montañas se han construido (por el hombre) piedra sobre piedra».
Finalismo
Las montañas grandes son para que suban los mayores y las pequeñas para los niños.
Las nubes se mueven para que llueva en otros sitios.
Fenomenismo
¿Por qué llueve? «Porque se ha mojado».
Piensa que las ganas de dormir es motivo suficiente para que llegue la noche.
FUENTE: elaboración propia.
Para finalizar este apartado, en la tabla 5.3, se recogen algunos ejemplos de
conceptos importantes que caracterizan la transición del pensamiento típico en esta
edad al pensamiento típico en niños a partir de los siete años.
TABLA 5.3
Pensamiento preoperacional versus pensamiento de las operaciones concretas
Conceptos
Egocentrismo
Pensamiento preoperacional
Los niños suponen que los
demás comparten su punto de
vista.
232
Pensamiento de las operaciones
concretas
En ocasiones los niños pueden
relacionar de modo egocéntrico
pero ahora se dan cuenta mucho
más de que la gente no comparte su
punto de vista.
Animismo
Los niños tienden a suponer
que los objetos desconocidos
que se mueven sin ayuda tienen
cualidades vitales.
Los niños conocen mejor las bases
biológicas de la vida y no atribuyen
cualidades vitales a los seres
inanimados.
Causalidad
Poco conocimiento de la
causalidad. A veces los niños
muestran el razonamiento
trasductivo, suponiendo que
uno de dos eventos
correlacionados debió causar el
otro.
Los niños comprenden mejor los
principios causales (aunque el
conocimiento de la causalidad
sigue desarrollándose en la
adolescencia y posteriormente).
Pensamiento ligado a la
percepción/centración
Los niños emiten juicios
basándose en las apariencias
perceptuales y se fijan en un
solo aspecto de la situación
cuando buscan la respuesta a un
problema.
Los niños prescinden de las
apariencias engañosas y se fijan en
más de un aspecto de la situación
cuando buscan la respuesta a un
problema.
Reversibilidad/irreversibilidad
Los niños no son capaces de
deshacer mentalmente una
acción presenciada por ellos.
Tampoco pueden recordar
cómo era un objeto o situación
antes de cambiar.
Los niños pueden negar
mentalmente los cambios
presenciados, hacer comparaciones
de antes/después y reflexionar
sobre cómo los cambios alteraron
una situación.
Desempeño en las pruebas
piagetianas del razonamiento
lógico
Su egocentrismo y su
razonamiento (centrado y
vinculado a la percepción)
significa que los niños a
menudo fracasan en las tareas
de conservación, les cuesta
mucho agrupar objetos en
jerarquías de clases y subclases,
y tienen escasa capacidad para
ordenar mentalmente los
objetos en dimensiones
cualitativas como altura o
longitud.
Su decreciente egocentrismo y la
adquisición de operaciones
cognoscitivas reversibles les
permite a los niños aplicar el
principio de conservación,
clasificar sin error los objetos en
varias dimensiones y ordenarlos
mentalmente en dimensiones
cuantitativas. Ahora las
conclusiones se fundan en la lógica
(en cómo deben ser
necesariamente) más que en su
apariencia.
FUENTE: elaboración propia.
3. TEORÍA DE LA MENTE
La superación del egocentrismo depende del desarrollo de la capacidad para
comprender posiciones, perspectivas y estados mentales ajenos. A esta última
capacidad se denomina teoría de la mente, se desarrolla en este momento y es crucial
para el desarrollo de las relaciones sociales, la comprensión del autoconcepto y la
empatía. Sabemos que los niños a los dos años distinguen entre objetos y personas,
adquieren una noción de que ellos son identidades independientes de los mismos.
Además, atribuyen a las personas capacidad de acción sobre los objetos con
finalidades concretas pero, ¿qué otras capacidades tienen que adquirir para
233
comprender que tanto ellos como los demás poseen motivaciones, deseos, impulsos
internos, no observables, que motivan esas acciones observables?
3.1. Desarrollo de la teoría de la mente
Del mismo modo que la observación y la experiencia con los objetos convierte a
los bebés en «físicos inocentes» (Baillargeon, 2004), las observaciones y experiencias
con los seres vivientes los dota de una «psicología inocente». Por ejemplo, sabemos
que los bebés atribuyen a la conducta de las personas una intencionalidad, asumen
que cada acción tiene un propósito (abrir la caja para coger una galleta, subir una
valla para coger una pelota que está al otro lado). A partir de los dos años y sobre
todo entre los cuatro y siete los niños y niñas desarrollan la capacidad de
mentalización, es decir, de comprender que existen los estados mentales y de atribuir
a las personas dichos estados.
Piaget (1929) fue el primer estudioso en investigar las teorías de la mente de los
niños, la conciencia de sus propios procesos mentales y de los de las demás personas.
Les planteó a los niños preguntas tales como «¿De dónde vienen los sueños?» y
«¿Con qué piensas?». Con base en sus respuestas, concluyó que los niños menores, a
los seis años de edad, no pueden distinguir entre pensamientos o sueños y verdaderas
entidades físicas y, por tanto, no tienen una teoría de la mente. Sin embargo,
investigaciones más recientes indican que entre los dos y los cinco años de edad y, en
especial, alrededor de los cuatro años de edad, los niños desarrollan una comprensión
inocente de las relaciones entre comportamiento y mente, y así el conocimiento que
los niños tienen acerca de los procesos mentales crece de manera espectacular. Una
vez más, la metodología es la que ha permitido descubrir estos cambios.
Las preguntas de Piaget eran abstractas y esperaba que los niños pudieran expresar
sus ideas en palabras. Los investigadores contemporáneos observan a los niños en
actividades cotidianas o les dan ejemplos concretos. De esta manera, hemos
aprendido, por ejemplo, que los niños de tres años de edad pueden distinguir la
diferencia entre un niño que tiene una galleta y un niño que está pensando en una
galleta; saben cuál de los niños puede tocarla, compartirla y comérsela (Astington,
1993).
Uno de los mayores estudiosos actuales de esta teoría (Wellman, 2002, 2012)
afirma que los niños pasan por distintas fases en el desarrollo de esta capacidad.
Primero tienen que comprender que, además de una realidad física, existe una
realidad mental no observable, y la primera de la que se percatan son los deseos,
comprenden que las personas poseen distintos deseos y por eso hacen cosas diferentes
(deseo por tanto actúo). En la segunda fase se dan cuenta de que las personas tienen
distintas creencias, el papá puede creer que el cuaderno está sobre la mesa, y la mamá
que está en el cajón, y esa creencia tendrá que constatarse en la realidad (creo por
tanto constato). En la tercera fase comprenden que las distintas personas pueden
variar en sus estados de conocimiento. Si yo he visto el cuaderno en el cajón, yo sé lo
que hay en el cajón, pero el papá no. Finalmente comprenden que el comportamiento
234
de las personas depende de esas creencias, incluso cuando son incorrectas. Cuando
llegan a este estadio los niños comprenden la falsa creencia, el hecho de que los
demás pueden creer algo que no es cierto en la realidad, y comportarse en función de
su creencia (su contenido mental) no de la realidad.
Una de las tareas más conocidas para el estudio de este tema es la diseñada por
Wimmer y Perner (1983) para el estudio de la competencia de los niños en la
atribución de estados mentales. Esta tarea, denominada de la falsa creencia, solo se
puede solucionar si el niño se da cuenta de que es posible que las personas tengan
creencias que no son ciertas. Una persona lleva al niño a una habitación donde hay un
investigador. Los tres esconden una muñeca en un cajón y, a continuación, sale la
persona que iba con el niño dejando a este solo con el investigador. El investigador
esconde la muñeca debajo de una caja. Una vez realizada esta operación se le
pregunta al niño donde buscará la persona que ha salido de la habitación la muñeca
cuando vuelva. La respuesta va a depender de la edad del niño. La mayoría de los
niños menores de cuatro años opinan que buscará la muñeca debajo de la caja. Esta
respuesta está basada en la situación real de la muñeca, que se corresponde con el
conocimiento que tiene el niño de los hechos, pero no con el conocimiento de la
persona que estaba ausente cuando se cambió la muñeca de localización. A partir de
los cuatro años, aproximadamente, los niños no suelen tener problemas para dar la
respuesta correcta; ya asumen que la persona que ha salido de la habitación tiene una
creencia falsa sobre la situación de la muñeca.
La última fase del desarrollo de la teoría de la mente según Wellman (2012) sería
la comprensión de que las personas pueden tener un sentimiento pero mostrar otro
(fingir). Con estas capacidades los niños irán creando un mapa explicativo causal que
les permita predecir con exactitud, a partir de lo que observan en los demás, las
motivaciones internas que subyacen a sus conductas. Es decir, hacer inferencias.
Como se ha visto, en las tareas de falsa creencia a los niños se les pregunta por la
predicción de la conducta, y no explícitamente sobre la creencia del personaje. Esto
es así porque Wimmer y Perner (1983) entienden que, desde un punto de vista lógico,
para predecir correctamente la conducta es necesario haber inferido previamente, a
partir del acceso de la información que ha tenido el personaje, su creencia. La idea de
que la actividad mentalista requiere llevar a cabo procesos de inferencia es una de las
que ha dominado el panorama teórico en este campo. En este sentido, otro de los
términos con que se hace referencia en la literatura a la teoría de la mente es el de
capacidad de inferencia mentalista.
Teoría de la mente y autismo. ¿Qué información puede aportar la tarea de la
falsa creencia?
La falta de habilidad para atribuir estados mentales, como los deseos o las
creencias, podría explicar los problemas de comunicación e interacción social en
niños con autismo. Uta Frith (2001) revisa y discute en esta revisión una teoría
basada en evidencia científica que intenta explicar esta relación. Su teoría asume
que la capacidad de desarrollar la teoría de la mente, lejos de ser un producto de
235
una inferencia lógica compleja, depende de un mecanismo neuro-cognitivo cuya
disfunción daría lugar a esta incapacidad. Actualmente existe un consenso sobre la
base genética del autismo. Este persiste a lo largo de la vida, varía en severidad y
no tiene tratamiento médico, aunque un tratamiento conductual puede tener efectos
muy beneficiosos. Los niños con autismo muestran limitaciones en las relaciones
sociales y la comunicación verbal y no verbal, y aunque muestran otros síntomas,
esta es la marca que caracteriza el desorden. Esto puede ser consecuencia de un
gran número de déficits pero parece que la causa más clara es una incapacidad para
desarrollar la teoría de la mente. Para esta autora, la capacidad de representar los
estados mentales ajenos implica dos actividades cognitivas: separar realidad y
ficción, y transformarlas en dos representaciones que se manejan a la vez en la
memoria. Esa capacidad es lo que permite que un niño no se confunda cuando
jugamos con un plátano como si fuera un teléfono. Esto no interfiere en el proceso
de aprendizaje del significado real de plátano. En un niño autista sí. Los niños
nacen equipados con los mecanismos mentales para desarrollar esa capacidad,
como la percepción de caras y movimientos, la tendencia a seguir la mirada de las
personas, la capacidad de imitar conductas ajenas y de registrar la intención
referencial del adulto. Estas capacidades están ausentes en los niños con autismo.
De hecho, cuando se comparan niños con y sin autismo se observa que los
primeros no muestran la preferencia temprana al lenguaje humano, ni a las caras y
movimiento humano, ni comprenden las tareas de falsa creencia. Además, se ha
observado que al realizar estas tareas, la activación cerebral de niños autistas y no
autistas se diferencia en tres áreas: la zona prefrontal medial, la zona temporoparietal y la amígdala. Quizá esa es la razón por la que no activan las neuronas
espejo, y por las que les cuesta comprender las emociones y dar coherencia a
situaciones sociales en las que hay que separar realidad visible de intención, deseo
o creencia invisible. Estos datos aportan mucha información sobre los mecanismos
implicados en la teoría de la mente y la comprensión de la falsa creencia, y pueden
servir para diseñar intervenciones muy precisas cuando se observan signos de
alerta en edades tempranas. Sin duda, se trata de una gran aportación científica a la
psicología del desarrollo cognitivo.
Frith, U. (2001). Mind blindness and the brain in autism. Neuron, 32(6), 969979.
3.2. Aspectos importantes de la teoría de la mente
Ateniéndonos a esta información podemos decir que entre las diferentes
características de la teoría de la mente se pueden destacar: la distinción entre fantasía
y realidad (diferencias entre los acontecimientos reales e imaginarios); el
conocimiento acerca del pensamiento y los estados mentales (la mayoría de los niños
y niñas cree que el pensamiento está dentro de la cabeza); las creencias falsas (el niño
o la niña hasta aproximadamente los cuatro años no entiende que otras personas
pueden tener creencias falsas); la distinción entre apariencia y realidad (la diferencia
236
entre lo que parece ser y lo que realmente es).
Distinción entre fantasía y realidad
En algún momento entre los dieciocho meses y los tres años de edad, los niños
aprenden a distinguir entre eventos reales e imaginarios. Los niños de tres años de
edad saben cuál es la diferencia entre un perro real y un perro dentro de un sueño, y
entre algo invisible (como el aire) y algo imaginario. Pueden simular y pueden decir
cuándo alguien está simulando (Flavell, Green y Flavell, 2000). A los tres años de
edad y, en algunos casos, a los dos años de edad, saben que la simulación es
intencional; pueden distinguir entre tratar de hacer algo y simular estar haciendo lo
mismo (Rakoczy, Tomasello y Striano, 2004).
Conocimiento acerca del pensamiento y los estados mentales
Entre los tres y cinco años de edad, los niños entienden que el pensamiento sucede
dentro de la mente; que esta puede lidiar con cuestiones reales o imaginarias; que
alguien puede estar pensando en algo al mismo tiempo que hace o mira algo más; que
una persona que tiene los ojos y orejas tapados puede pensar acerca de los objetos;
que alguien que se ve pensativo probablemente está pensando, y que pensar es
diferente de ver, de hablar, tocar y saber.
Creencias falsas y engaño
Un investigador muestra una caja de dulces a Ana, de tres años de edad, y le
pregunta qué hay dentro de ella. «Dulces», contesta. Pero cuando Ana abre la caja,
encuentra canicas, no dulces. «¿Qué pensará un niño que no ha abierto la caja que
hay dentro de ella?», pregunta el investigador. «Canicas», dice Ana, sin comprender
que otro niño se vería engañado igual que ella por el aspecto de la caja. Y después de
afirmar que originalmente pensó que habría canicas dentro de la caja (Flavell, 1993).
La comprensión de que las personas pueden tener creencias falsas se deriva del
reconocimiento de que las personas tienen representaciones mentales de la realidad
que en ocasiones pueden ser incorrectas. Los niños de tres años de edad, como Ana,
parecen carecer de este entendimiento. La incapacidad de los niños de tres años de
edad por reconocer las creencias falsas puede provenir del pensamiento egocéntrico.
A esa edad, los niños creen que todos los demás saben lo que ellos y que opinan lo
mismo que ellos y, al igual que Ana, se les dificulta comprender que sus creencias
pueden ser falsas (Lillard y Curenton, 1999).
Distinción entre apariencia y realidad
237
Según Piaget, no es sino hasta los cinco o seis años de edad que los niños
comprenden la distinción entre lo que parece ser y lo que es. Una gran cantidad de
investigadores lo apoya, aunque algunos estudios muestran que esta capacidad
comienza a surgir antes de esa edad (Friend y Davis, 1993; Rice, Koinis, Sullivan,
Tager-Flusberg y Winner, 1997).
3.3. Precursores de la teoría de la mente
A pesar de la importancia de este avance cognitivo, aún existe mucho debate
acerca del origen de esta capacidad humana, de sus precursores y de los factores que
influyen en su desarrollo. Como vimos en el capítulo anterior, los bebés nacen
equipados con un mecanismo biológico que los predisponen captar e imitar
movimientos y expresiones humanas, es decir, signos sociales. Según esta hipótesis,
las neuronas espejo podrían ser un mecanismo biológico y la atención conjunta un
mecanismo cognitivo innatos, que nos predisponen a reconocer los gestos y las
conductas asociadas a distintos estados mentales y además imitarlos de forma
automática. Por tanto, el origen de la teoría de la mente sería innato. Una prueba que
corrobora esta hipótesis es como mencionamos la ausencia de estos mecanismos en
bebés y niños autistas (Peterson, Wellman y Slaughter, 2012). En cualquier caso la
activación temprana de estos mecanismos aun siendo necesaria, no es suficiente para
la comprensión de las situaciones sociales y de los conceptos mentales.
Estas capacidades se desarrollan como hemos visto sobre todo a partir de los
cuatro años y que esto ocurra depende de varios factores. Uno es la experiencia, la
cantidad y tipo de interacciones que tienen los niños con los adultos y la cantidad de
veces que los adultos hacen alusiones a deseos, creencias o motivaciones son
esenciales para que los niños extraigan estas claves a partir de sus observaciones
(Dunn y Brophy, 2005; McAlister y Peterson, 2013).
En relación con lo anterior, otro de los factores que ha mostrado ser clave en el
desarrollo de la teoría de la mente es el lenguaje. Concretamente el nivel de
vocabulario y la complejidad de las estructuras gramaticales que son capaces de
comprender y usar los niños son fundamentales en la comprensión de estos términos
(Farrant, Maybery y Fletcher, 2012). Por ejemplo, un niño que ya posee la capacidad
para comprender la estructura gramatical «Yo me siento», dedicará su atención a
extraer las diferencias entre «yo me siento triste/yo me siento en la mesa», en lugar de
atender al modo en que están unidas las palabras o a los significados aislados de cada
una de ellas.
Finalmente, se ha atribuido un papel esencial a la función ejecutiva en el
desarrollo de la teoría de la mente. Aquellos niños con una mejor ejecutiva poseen un
mayor control sobre sus procesos atencionales, son más flexibles y son capaces de
procesar más información (Zelazo, Müller, Frye y Marcovitch 2003). La evidencia
indica que los niños con mejores funciones ejecutivas superarán antes las limitaciones
del pensamiento preoperacional y adquirirán antes las capacidades que les posibiliten
comprender las falsas creencias (Benson y Sabbagh, 2010).
238
ACTIVIDADES PRÁCTICAS
Para interiorizar adecuadamente lo que se ha leído en el presente capítulo, se han
propuesto varios ejercicios que pueden ser de ayuda: en el primer ejercicio, se
presentan una serie de situaciones que el alumnado tiene que relacionar con algunos
de los conceptos más importantes de Piaget; la siguiente práctica consiste en
responder a una serie de preguntas abiertas; y finalmente, se plantean una serie de
afirmaciones y el alumnado tiene que pensar si son verdaderas o falsas.
1. Ejercicio práctico: citas de Piaget
En este ejercicio se presentan una serie de situaciones que el alumnado tiene que
relacionar con algunos de los conceptos más importantes de Piaget que se exponen
posteriormente.
Situación 1
El objeto A (pájaro) vuela y el objeto B (avión) también vuela, luego A y B son la
misma cosa, es decir, pájaros.
Situación 2
—«¿Sabes lo que es pensar?
—Sí.
—Piensa en tu casa, ¿quieres?
—Sí.
—¿Con qué piensas?
—Con la boca.
—¿Puedes pensar con la boca cerrada?
—No.
—¿Y con los ojos cerrados?
—Sí.
—¿Y con las orejas tapadas?
—Sí.
—Cierra tu boca y piensa en tu casa. ¿Piensas?
—Sí.
—¿Con qué has pensado?
—Con la boca.»
Situación 3
Adulto: «¿Tienes una hermanita?».
Niño: Sí.
239
Adulto: Y tu hermana ¿tiene una hermana?
Niño: No ella no. Yo soy mi hermana.
Situación 4
Adulto: «¿Por qué no se cae el sol?».
Niño: «Porque hace calor. El sol se queda ahí».
Adulto: «Y eso ¿Cómo?».
Niño: «Porque es amarillo».
Adulto: «¿Cómo anda una bicicleta?».
Niño: «Con ruedas».
Adulto: «¿Y las ruedas?».
Niño: «Son redondas».
Adulto: «¿Cómo giran?».
Niño: «Es que la bicicleta las hace girar».
Situación 5
«Papá está poniendo agua caliente así que se va a lavar».
«No me he echado la siesta, así que no es por la tarde».
Situación 6
Adulto: «¿Por qué se mueven las nubes?».
Niño: «Porque el sol estaba enfadado con ellas y las perseguía».
Situación 7
Niño: (A propósito del sol) «Viene a mirarnos».
Adulto: «¿Para qué viene a mirarnos?».
Niño: «Para ver si somos buenos».
Situación 8
Adulto: «¿Cómo es que la luna crece?».
Niño: «Porque se vuelve más grande».
Adulto: «¿Cómo es que sucede?».
Niño: «Porque nosotros también crecemos».
Adulto: «¿Qué la hace crecer?».
Niño: «Las nubes».
Adulto: «¿Cómo empezó esto?».
Niño: «Porque nosotros empezamos a vivir».
Adulto: «¿Cómo la luna se hizo para estar ahí?».
Niño: «Porque nosotros nos hicimos para estar ahí».
240
Adulto: «¿Y acaso eso hizo que la luna creciera?».
Niño: «Sí».
Adulto: «¿Cómo?».
Niño: (...)
Adulto: «¿Por qué?».
Niño: Porque las nubes la hicieron crecer», etc.
Este niño también nos cuenta que el viento camina «porque nosotros también
caminamos», o que el sol está tratando de escaparse «porque a veces nosotros nos
escapamos».
Situación 9
Lucienne vio que por la calle venía una furgoneta en dirección nuestra y se asustó.
«No quiero que venga hacia aquí. Quiero que se marche para allá».
Tal como ella quería, la furgoneta pasó de largo.
«¿Ves? Ha pasado de largo porque yo he querido.»
Situación 10
«Pataleo porque la sopa no está buena. Y si pataleo, se va a poner buena.»
Situación 11
—«¿Por qué hay olas en el lago?».
—«Porque las han puesto».
Situación 12
—«El sol ¿ha tenido siempre su nombre?
—Sí, tenía su nombre cuando había nacido.
—¿Cómo nació el sol?
—Como nosotros.»
La misma respuesta para las nubes, la montaña, etc.
Situación 13
—«¿Por qué tenemos sueños?
—Porque los hace la luz.
—¿Por qué?
—Porque ellos (los sueños) quieren venir.
—¿Por qué?
—Para fastidiarnos.
—¿Por qué?
—Porque nos despiertan.»
241
Situación 14
—«Los sueños vienen de la noche.
—¿Dónde va esto?
—Todo por todas las partes.
—¿Con qué se sueña?
—En la noche.
—¿Dónde ocurre?
—Todo por todas partes. En las casas, en las habitaciones.
—¿En qué sitio?
—En las camas.
—¿Se puede ver?
—No, porque está cerca de nosotros.
—¿Se podría tocar?
—No, porque se duerme cuando se sueña.
—¿El sueño es pensamiento?
—No.
—¿Dónde se encuentra?
—En la noche.
—¿Dónde?
—Cerca de nosotros.
—¿Es pensamiento con el cual se reflexiona?
—No.»
Y todavía:
—«¿Se puede ver?
—No, porque si se le mira, se marcha.»
Situación 15
Se pone a llorar porque acaba de caer al suelo una fotografía colgada en la pared, y
dice que las señoras se han hecho daño al caer.
Conceptos a relacionar con las situaciones
a) Transducción.
b) Animismo.
c) Sincretismo.
d) Egocentrismo.
e) Finalismo.
f) Centración.
g) Fenomenismo.
h) Artificialismo.
i) Irreversibilidad.
j) Realismo.
242
2. Ejercicio práctico: responder y razonar
A continuación, se trata de contestar a las siguientes preguntas abiertas con el
objetivo de evaluar el conocimiento sobre algunos contenidos relacionados con la
teoría cognitiva de Piaget.
1.
2.
3.
4.
Piense en diferentes ejemplos de egocentrismo infantil.
Piense en algún ejemplo de realismo infantil.
¿Cuáles son las características de la denominada Teoría de la Mente?
¿En cuál de ellos se fundamenta la idea de que la teoría de la mente es una
actividad de carácter inferencial?
5. Según Piaget, ¿cuáles son las características centrales del pensamiento
preoperacional?
6. Según el punto de vista de Piaget, ¿cuáles son los puntos fuertes y los puntos
débiles del razonamiento de los niños preescolares?
7. ¿Cuáles son los logros intelectuales más importantes de los preescolares?
3. Ejercicio práctico: responder verdadero o falso
Indica a continuación si las siguientes afirmaciones son verdaderas o falsas.
1. Para Piaget el habla egocéntrica ayuda al niño a organizar su acción (V/F)
2. Solo los niños pequeños y los adultos que padecen enfermedades psiquiátricas
hablan para sí en voz alta (V/F)
3. Según Piaget, los niños hablan en alto con mucha frecuencia porque aún no han
interiorizado su lenguaje egocéntrico (V/F)
SOLUCIONES
1
2
3
V
V
F
PREGUNTAS DE REFLEXIÓN
1. Analiza cómo se produce la comprensión de los objetos en el espacio durante la
infancia.
2. Distingue las diferencias entre la inteligencia intuitiva y la verbal,
reversibilidad e irreversibilidad.
3. Indica y justifica los avances que supone el período preoperacional en la niñez.
243
AUTOEVALUACIÓN
1. En la etapa preoperatoria:
a)
b)
c)
d)
El niño entiende las transformaciones y los procesos.
El niño usa un lenguaje no egocéntrico.
La acción real se convierte en acción mental.
Todas son incorrectas.
2. La capacidad de mentalización:
a)
b)
c)
d)
Implica la capacidad de captar estados mentales.
Implica comprender que tras una acción hay una motivación no observable.
Requiere distinguir entre creencias propias y ajenas.
Todas son correctas.
3. Durante el período preoperatorio:
a)
b)
c)
d)
El niño comienza a interiorizar secuencias temporales.
El niño interioriza relaciones espaciales.
El niño va desarrollando una estructura categorial.
Todas son correctas.
4. La centración es una característica del pensamiento preoperatorio que:
a)
b)
c)
d)
Está en íntima relación con el egocentrismo.
Ha de superarse para alcanzar el nivel operatorio.
Consiste en centrarse en una característica sin tener en cuenta las demás.
Las tres son correctas.
5. La etapa de 2-6 años se denomina:
a)
b)
c)
d)
Preescolar.
Primera infancia.
Primaria.
Ninguna de las anteriores es cierta.
6. La irreversibilidad:
a)
b)
c)
d)
Impide comprender las transformaciones.
Se relaciona con el pensamiento centrado.
Es una limitación del pensamiento preoperacional infantil.
Todas las respuestas anteriores son ciertas.
SOLUCIONES
244
1
2
3
4
5
6
c
d
d
d
a
d
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
Abbot-Smith, K. y Tomasello, M. (2006). Exemplar-learning and schematization in a
usage-based account of syntactic acquisition. The Linguistic Review, 23(3), 275290.
Astington, J. W. (1993). The child’s discovery of the mind (vol. 31). Cambridge, MA:
Harvard University Press.
Baddeley, A. D. y Hitch, G. (1974). Working memory. Psychology of Learning and
Motivation, 8, 47-89.
Baillargeon, R. (2004). Infants’ physical world. Current Directions in Psychological
Science, 13(3), 89-94.
Baker-Ward, L., Ornstein, P. A. y Holden, D. J. (1984). The expression of
memorization in early childhood. Journal of Experimental Child Psychology,
37(3), 555-575.
Bauer, P. J. (2002). Long-term recall memory: Behavioral and neuro-developmental
changes in the first 2 years of life. Current Directions in Psychological Science,
11(4), 137-141.
— (2004). Getting explicit memory off the ground: Steps toward construction of a
neuro-developmental account of changes in the first two years of life.
Developmental Review, 24(4), 347-373.
Bauer, P. J., Wenner, J. A., Dropik, P. L., Wewerka, S. S. y Howe, M. L. (2000).
Parameters of remembering and forgetting in the transition from infancy to early
childhood. Monographs of the Society for Research in Child Development, 65(4,
serial núm. 263).
Bauer, P. J., Wiebe, S. A., Waters, J. M. y Bangston, S. K. (2001). Reexposure breeds
recall: Effects of experience on 9-month-olds’ ordered recall. Journal of
Experimental Child Psychology, 80(2), 174-200.
Benson, J. E. y Sabbagh, M. A. (2009). Theory of mind and executive functioning: A
developmental neuropsychological approach. En P. D. Zelazo, M. Chandler y E.
Crone (eds.), Developmental social cognitive neuroscience (pp. 63-80). Nueva
York: Psychology Press.
Bjorklund, D. F. y Ellis, B. J. (2014). Children, childhood, and development in
evolutionary perspective. Developmental Review, 34(3), 225-264.
Briars, D. y Siegler, R. S. (1984). A featural analysis of preschoolers’ counting
knowledge. Developmental Psychology, 20(4), 607-618.
Byrnes, J. P. y Fox, N. A. (1998). The educational relevance of research in cognitive
neuroscience. Educational Psychology Review, 10(3), 297-342.
Carruthers, E. y Worthington, M. (2005). Making sense of mathematical graphics:
The development of understanding abstract symbolism. European Early
Childhood Education Research Journal, 13(1), 57-79.
245
Conrad, R. (1971). The chronology of the development of covert speech in children.
Developmental Psychology, 5(3), 398-405.
DeLoache, J. S. y Todd, C. M. (1988). Young children’s use of spatial categorization
as a mnemonic strategy. Journal of Experimental Child Psychology, 46(1), 1-20.
DeLoache, J. S., Cassidy, D. J. y Brown, A. L. (1985). Precursors of mnemonic
strategies in very young children’s memory. Child Development, 56(1), 125-137.
Dunn, J. y Brophy, M. (2005). Communication, relationships, and individual
differences in children’s understanding of mind. En J. W. Astington y J. A. Baird
(eds.), Why language matters for theory of mind (pp. 50-69). Nueva York: Oxford
University Press.
Farrant, B. M., Maybery, M. T. y Fletcher, J. (2012). Language, cognitive flexibility,
and explicit false belief understanding: Longitudinal analysis in typical
development and specific language impairment. Child Development, 83(1), 223235.
Fenson, L., Vella, D. y Kennedy, M. (1989). Children’s knowledge of thematic and
taxonomic relations at two years of age. Child Development, 60(4), 911-919.
Fivush, R. y Hamond, N. R. (1990). Autobiographical memory across the preschool
years: Toward reconceptualizing childhood amnesia. En R. Fivush y J. A. Hudson
(eds.), Knowing and remembering in young children (pp. 223-248). Nueva York:
Cambridge University Press.
Flavell, J. H. (1993). The development of children’s understanding of false-belief and
the appearance-reality distinction. International Journal of Psychology, 28, 595604.
Flavell, J. H., Green, F. L. y Flavell, E. R. (2000). Development of children’s
awareness of their own thoughts. Journal of Cognition and Development, 1(1), 97112.
Friend, M. y Davis, T. L. (1993). Appearance-reality distinction: Children’s
understanding of the physical and affective domains. Developmental Psychology,
29(5), 907-914.
Geary, D. C., Hamson, C. O. y Hoard, M. K. (2000). Numerical and arithmetical
cognition: A longitudinal study of process and concept deficits in children with
learning disability. Journal of Experimental Child Psychology, 77(3), 236-263.
Gelman, R., Spelke, E. S. y Meck, E. (1983). What preschoolers know about animate
and inanimate objects. The acquisition of symbolic skills (pp. 297-326). Springer
US.
Gelman, S. A. (2009). Learning from others: Children’s construction of concepts.
Annual Review of Psychology, 60, 115-140.
Gelman, S. A. y Gottfried, G. M. (1996). Children’s causal explanations of animate
and inanimate motion. Child Development, 67(5), 1970-1987.
Gelman, S. A. y Meyer, M. (2011). Child categorization. Wiley Interdisciplinary
Reviews: Cognitive Science, 2(1), 95-105.
Gentner, D. y Namy, L. L. (1999). Comparison in the development of categories.
Cognitive Development, 14(4), 487-513.
Haden, C. A., Ornstein, P. A., Eckerman, C. O. y Didow, S. M. (2001). Mother-child
conversational interactions as events unfold: Linkages to subsequent
246
remembering. Child Development, 72(4), 1016-1031.
Hatano, G., Siegler, R. S., Richards, D. D., Inagaki, K., Stavy, R. y Wax, N. (1993).
The development of biological knowledge: A multi-national study. Cognitive
Development, 8(1), 47-62.
Henry, L. A. y Millar, S. (1993). Why does memory span improve with age? A
review of the evidence for two current hypotheses. European Journal of Cognitive
Psychology, 5(3), 241-287.
Hespos, S. J., Ferry, A. L. y Rips, L. J. (2009). Five-month-old infants have different
expectations for solids and liquids. Psychological Science, 20(5), 603-611.
Hickling, A. K. y Wellman, H. M. (2001). The emergence of children’s causal
explanations and theories: Evidence from everyday conversation. Developmental
Psychology, 37(5), 668-683.
Hitch, G. J. y McAuley, E. (1991). Working memory in children with specific
arithmetical learning difficulties. British Journal of Psychology, 82(3), 375-386.
Howe, M. L. y Courage, M. L. (1993). On resolving the enigma of infantile amnesia.
Psychological Bulletin, 113(2), 305-326.
Hughes, M. (1975). Egocentrism in preschool children (tesis doctoral). Edinburgh
University.
Hulme, C., Thomson, N., Muir, C. y Lawrence, A. (1984). Speech rate and the
development of short-term memory span. Journal of Experimental Child
Psychology, 38(2), 241-253.
Jaswal, V. K. y Markman, E. M. (2007). Looks aren’t everything: 24-month-olds’
willingness to accept unexpected labels. Journal of Cognition and Development,
8(1), 93-111.
Legare, C. H., Wellman, H. M. y Gelman, S. A. (2009). Evidence for an explanation
advantage in naïve biological reasoning. Cognitive Psychology, 58(2), 177-194.
Lillard, A. y Curenton, S. (1999). Do young children understand what others feel,
want, and know? Research in review. Young Children, 54(5), 52-57.
López, B. y Leekam, S. R. (2007). Teoría de la coherencia central: una revisión de los
supuestos teóricos. Infancia y Aprendizaje, 30(3), 439-457.
Margett, T. E. y Witherington, D. C. (2011). The nature of preschoolers’ concept of
living and artificial objects. Child Development, 82(6), 2067-2082.
Martos-Pérez, J. y Paula-Pérez, I. (2011). Una aproximación a las funciones
ejecutivas en el trastorno del espectro autista. Revista de Neurología, 52(1), 147153.
McAlister, A. R. y Peterson, C. C. (2013). Siblings, theory of mind, and executive
functioning in children aged 3-6 years: New longitudinal evidence. Child
Development, 84(4), 1442-1458.
Miller, P. H. y Seier, W. L. (1994). Strategy utilization deficiencies in children:
When, where, and why. En H. W. Reese (ed.). Advances in child development and
behaviour, 25, pp. 107-156. San Diego, CA: Academic Press.
Naito, M. y Miura, H. (2001). Japanese children’s numerical competencies: Age-and
schooling-related influences on the development of number concepts and addition
skills. Developmental Psychology, 37(2), 217-230.
Nation, K. y Hulme, C. (2011). Learning to read changes children’s phonological
247
skills: Evidence from a latent variable longitudinal study of reading and nonword
repetition. Developmental Science, 14(4), 649-659.
Nelson, K. (2005). Evolution and development of human memory systems. En B. J.
Ellis y D. F. Bjorklund (eds.), Origins of the social mind: Evolutionary psychology
and child development (pp. 354-382). Nueva York: Guilford.
Peterson, C. C., Wellman, H. M. y Slaughter, V. (2012). The mind behind the
message: Advancing theory‐of‐mind scales for typically developing children, and
those with deafness, autism, or Asperger syndrome. Child Development, 83(2),
469-485.
Piaget, J. (1929). The child’s concept of the world. Londres: Routledge y Kegan Paul.
Rakoczy, H., Tomasello, M. y Striano, T. (2004). Young children know that trying is
not pretending: A test of the «behaving-as-if» construal of children’s early concept
of pretense. Developmental Psychology, 40(3), 388-399.
Rice, C., Koinis, D., Sullivan, K., Tager-Flusberg, H. y Winner, E. (1997). When 3year-olds pass the appearance-reality test. Developmental Psychology, 33(1), 5461.
Rittle-Johnson, B. y Siegler, R. S. (1998). The relation between conceptual and
procedural knowledge in learning mathematics: A review. En C. Donlan (ed), The
development of mathematical skills (pp. 75-110). Hove, Inglaterra: Taylor y
Francis.
Sachs, O., Weis, S., Krings, T., Huber, W. y Kircher, T. (2008). Categorical and
thematic knowledge representation in the brain: Neural correlates of taxonomic
and thematic conceptual relations. Neuropsychologia, 46(2), 409-418.
Saxe, R., Tenenbaum, J. B. y Carey, S. (2005). Secret agents inferences about hidden
causes by 10-and 12-month-old infants. Psychological Science, 16(12), 995-1001.
Siegler, R. S. (2005). Children’s learning. American Psychologist, 60(8), 769-778.
Wellman, H. M. (2002). Understanding the psychological world: Developing a theory
of mind. En U. Goswami (ed.), Handbook of childhood cognitive development (pp.
167-187). Oxford, Inglaterra: Blackwell.
— (2012). Theory of mind: Better methods, clearer findings, more development.
European Journal of Developmental Psychology, 9(3), 313-330.
Wimmer, H. y Perner, J. (1983). Beliefs about beliefs: Representation and
constraining function of wrong beliefs in young children’s understanding of
deception. Cognition, 13(1), 103-128.
Zelazo, P. D., Müller, U., Frye, D. y Marcovitch, S. (2003). The development of
executive function in early childhood. Monographs of the Society for Research on
Child Development, 68(3), 1-137.
Lecturas complementarias
Palacios, J., Marchesi, A. y Coll, C. (2001). Desarrollo psicológico y educación (vol.
1). Madrid: Alianza.
Gutiérrez, F., García-Madruga, J. A. y Carriedo, N. (2003). Psicología evolutiva II.
Desarrollo cognitivo y lingüístico (vol. 2). Madrid: UNED.
Shaffer, R. D. y Kipp, K. (2007). Psicología del desarrollo. Infancia y adolescencia.
248
Madrid: Thomson.
Papalia, D., Olds, S. y Feldman, R. (2009). Psicología del desarrollo. De la infancia
a la adolescencia. Madrid: McGraw-Hill.
CONCEPTOS BÁSICOS
Animismo
Inteligencia verbal
Artificialismo
Irreversibilidad
Cardinalidad
Juego simulado
Categorización
Número
Causalidad
Ordinalidad
Centración
Pensamiento lógico
Comprensión de los objetos en el espacio
Pensamiento simbólico
Conservación
Período preoperacional
Conservación del líquido
Razonamiento transductivo
Descentración
Realismo
Egocentrismo
Reversibilidad
Estadio preoperacional
Sincretismo
Fenomenismo
Teoría de la mente
Finalismo
Transducción
Identidad
Transformación
Inteligencia intuitiva
249
6
Desarrollo cognitivo en la niñez media
INTRODUCCIÓN
El estudio del desarrollo cognitivo y lingüístico en la niñez media ha puesto de
manifiesto los importantes cambios y logros que se producen en esta etapa del ciclo
vital, lo que indica que la niñez media es un período evolutivo con características
propias que lo diferencian del período precedente. Los cambios y logros de esta etapa
se deben en parte al desarrollo cerebral, concretamente al aumento de las conexiones
entre las distintas áreas cerebrales, y en parte a la experiencia social y a la
estimulación en nuevos ámbitos del aprendizaje, como el académico, que permite a
los niños y niñas experimentar en dominios de conocimiento específicos que hasta
ahora les eran ajenos y expandir su curiosidad de una forma más intensa, más
profunda y más organizada.
Como consecuencia de todo ello, los niños y las niñas de entre siete y once años
de edad adquieren más conocimientos pero, sobre todo, un nuevo modo de pensar,
más planificado, lógico y estratégico. Es fácil observar cómo a medida que avanzan
en edad los niños y niñas utilizan un mayor número de estrategias de solución de
problemas en la vida cotidiana y en los diversos entornos educativos, al tiempo que
desarrollan una mayor capacidad de procesamiento de la información, así como un
mayor control de sus propios recuerdos, sus acciones y sus procesos mentales.
1. EL AVANCE DE LOS PROCESOS MENTALES EN LA NIÑEZ MEDIA
La aparición de signos de inteligencia lógica similares al adulto es muy evidente a
partir de los siete años. Esto es debido a una progresión de las conexiones neuronales
hacia la zona frontal y a una mayor exposición a temáticas y exigencias novedosas en
el ámbito académico, con el consiguiente aumento de vocabulario. La experiencia y
entrenamiento en dominios específicos a lo largo de esta etapa favorece el desarrollo
de estas conexiones y de mecanismos como la función ejecutiva, la memoria de
trabajo y la atención, implicados tanto en la adquisición de nuevos conocimientos
como en el desarrollo de las capacidades de reflexión y solución de problemas.
1.1. El desarrollo de la función ejecutiva
Desde que son bebés, los niños y niñas progresan en su capacidad para regular y
mantener su atención y controlar sus movimientos corporales. A partir de los cuatro
250
años y sobre todo a partir de los siete, los cambios más evidentes y observables son
los relacionados con la capacidad para procesar y retener información y planificar su
conducta. Si observamos a niños y niñas de esta edad, vemos que desde los siete años
en adelante son capaces de estudiar mucho más, de retener más contenidos, de hacer
asociaciones sobre los nuevos aprendizajes con eventos vividos y/o con aprendizajes
anteriores, de organizar su agenda y planificar sus tareas, incluso los tiempos de
juego y de estudio... También nos sorprende su capacidad de transmitir a través del
lenguaje un pensamiento más complejo, enlazando pasado y futuro, y explicando los
por qué de las cosas según sus observaciones y experiencias. Es el desarrollo de la
función ejecutiva el que posibilita esta sofisticación.
En psicología cognitiva se define la función ejecutiva como todos aquellos
procesos que permiten el control y la regulación de comportamientos dirigidos a un
fin (Welsh, Pennington y Groisser, 1991). Este concepto incluye el control voluntario
de la acción y de la actividad mental (someter nuestra acción o nuestro pensamiento a
nuestra voluntad), la capacidad inhibitoria (ser capaces de no realizar una acción o
un impulso aunque nos apetezca), la flexibilidad mental (ser capaces de modificar
nuestra conducta y cambiar un hábito, o modificar nuestro pensamiento) y la
planificación y la toma de decisiones (ser capaces de pensar en todos los pasos a
seguir antes de realizar una acción para que esta sea ordenada y coherente).
La función ejecutiva sería el equivalente al ejecutivo central que Baddeley y Hitch
(1974) definieron como la parte de la memoria de trabajo destinada al control y
monitorización de la información antes de pasar a la memoria a largo plazo. Por
tanto, ya desde 1974 se atribuía a la capacidad de control y planificación una
relevancia especial en el desarrollo cognitivo e intelectual, puesto que sin ella el resto
de los mecanismos mentales carecerían de un director de orquesta que los controle,
coordine su actividad y dote a las funciones mentales de unidad. Así, gracias al
desarrollo de la función ejecutiva el conocimiento adquirido es un conocimiento
conectado, unificado y coherente.
Existe evidencia empírica de que la función ejecutiva está relacionada con el
desarrollo de la conectividad neuronal en el área prefrontal (García, Enseñat, Tirapu y
Roig, 2009). Por un lado, existen investigaciones que muestran que las personas
adultas con lesiones en esta zona pierden la capacidad de control y su conducta es
más impulsiva, más rígida y menos controlada y estratégica (Milner, Branch y
Rasmussen, 1964). Por otro lado, se ha observado que los niños y niñas adquieren
capacidades de control inhibitorio y flexibilidad mental a medida que aumenta la
conectividad entre las otras áreas corticales y el área prefrontal, lo que indica que la
función ejecutiva depende de la maduración cerebral en esta zona y, precisamente
porque esto ocurre paulatinamente, el desarrollo de la función ejecutiva es tan lento y
progresivo (Lamm, Zelazo y Lewis, 2006).
Una de las habilidades relacionadas con la función ejecutiva que se considera
signo de madurez es la de inhibir la conducta o el pensamiento. La importancia del
papel que la inhibición tiene en el desarrollo cognitivo fue defendida por Demster
(1991), quien asumía que la inteligencia no puede ser comprendida sin un elemento
251
regulador. Así, propuso que la ausencia de control inhibitorio puede ser una
explicación de las dificultades que algunos niños y niñas muestran a la hora de
controlar su conducta. Más recientemente, algunos autores como Carlson y Moses
(2001) han afirmado que el control inhibitorio se manifiesta de dos modos: por un
lado, con la capacidad de inhibir una conducta y, por otro, con la capacidad de
resolver conflictos mentales.
La capacidad de inhibir una conducta puede evaluarse con tareas simples como la
siguiente: presentar al niño una serie de estímulos (por ejemplo, una cesta llena de
muñecos) y pedirle que pulse una tecla o emita una respuesta ante uno de ellos
(siguiendo con el ejemplo, que coja el osito). A partir de los seis años, sin embargo,
es necesario utilizar procedimientos más sofisticados. Por ejemplo, Durston, Thomas,
Yan, Ulug˘, Zimmerman y Casey (2002) crearon un juego de ordenador para niños y
niñas de ocho años, en el que se presentaban en la pantalla, uno tras otro, personajes
de la serie de dibujos animados Pokemon. La tarea consistía en pulsar una tecla cada
vez que apareciera un personaje, salvo cuando aparecía Meowth, momento en el que
debían inhibir la respuesta de pulsar el botón. Los investigadores manipularon el
grado de dificultad de la tarea, variando el número de estímulos (concretamente, 1, 3
y 5) que precedían a la presentación de Meowth. Esta prueba también la realizaron
personas adultas. En este caso, además de contar los errores (es decir, ocasiones en
las que aparecía Meowth y pulsaban el botón), se registraba su actividad cerebral
mientras realizaban la tarea, por medio de medidas de resonancia magnética. Los
datos indicaron que, aunque el número de errores era mayor en la muestra de niños y
niñas que en la de personas adultas, ambos grupos mostraban el mismo patrón, es
decir, les era más difícil inhibir la conducta de pulsar cuando el número de estímulos
que precedían a la presentación de Meowth era mayor, y más fácil cuando era menor.
Además, encontraron que ambos grupos de edad activaban las mismas áreas
cerebrales, sobre todo la zona prefrontal. Esto demuestra claramente que la inhibición
requiere el desarrollo del control ejecutivo y que esa función está asociada al
desarrollo del córtex prefrontal. Aunque la capacidad de inhibición se comienza a
observar a partir de los dos años, es a partir de los siete cuando es más evidente y
puede evaluarse por medio de tareas sofisticadas como la utilizada por estos
investigadores.
También es más evidente a partir de los siete años la capacidad de resolver
conflictos mentales, es decir, la capacidad de cambiar de contenido o criterio mental y
pasar rápidamente a otro voluntariamente o bajo demanda de un adulto. Para analizar
dicha capacidad, se suele utilizar la «tarea de cambio de criterio» o dimensional card
sort task muy similar a la tarea A-NoB diseñada por Adele Diamond (1985) que
explicamos en el capítulo anterior. La diferencia es que en esta tarea, en lugar de
inhibir una conducta, se exige al niño inhibir una regla mental. Para ello, se presentan
una serie de cartas con cuadrados y círculos de colores azul o rojo. Primero, se pide al
niño que clasifique las cartas por color y se repite este juego varias veces. Cuando el
niño ha aprendido esa regla, se le pide que la cambie y que clasifique las cartas por
las formas que en ellas se reflejan (Zelazo, Müller, Frye y Marcovitch, 2003). Lo que
252
se ha observado con esta tarea es que los niños de cuatro años muestran dificultades
para seguir la nueva regla de clasificación y siguen clasificando según el primer
criterio, mientras que los niños de cinco años son capaces de anular mentalmente el
primer criterio y atenerse a la nueva regla, ejecutando bien la segunda tarea. Se ha
observado, sin embargo, que, si en lugar de usar formas geométricas, se facilita la
tarea, por ejemplo, clasificando dibujos de conejos y barcos de distintos colores,
incluso niños de cuatro años pueden mejorar su ejecución. Aunque esto indica que el
tipo de materiales utilizados puede influir en la estimación que hagamos acerca de la
capacidad cognitiva de un niño, se ha asumido que la razón por la que antes de los
cinco años los niños tienen dificultades para realizar estas tareas es que son
cognitivamente rígidos. Debido al esfuerzo que les supone enfocar su atención en un
aspecto de las cartas para clasificarlas, tienen dificultades para redirigir la atención
hacia el otro aspecto y mantenerlo en su memoria anulando el anterior. Cuando esto
ocurre, se puede redirigir la atención del niño, haciendo explícita la nueva regla,
comparando formas y dibujos y aportando al niño ayuda verbal («Mira: antes
colocábamos aquí este color; ahora mira este otro color, es diferente. Aunque tengan
distinto color, tienen el mismo dibujo, ¿qué dibujo es?...»). Esto facilita la
comprensión de la tarea y mejora la flexibilidad cognitiva (Kirkham, Cruess y
Diamond, 2003), al tiempo que demuestra que la flexibilidad cognitiva es,
efectivamente, un componente importante de la función ejecutiva.
En esta misma línea, Carlson y Moses (2001) han identificado dos tipos de tareas
que evalúan el control inhibitorio y el conflicto. Una de ellas es la demora de la
gratificación, en la que el niño tiene que inhibir una respuesta como coger un objeto
gratificante (se deja al niño solo delante de unos caramelos y se le pide esperar a que
vuelva el adulto sin tocarlos), y una variante de la tarea de reglas clasificatorias, que
consiste en mostrar al niño dos tarjetas con la foto de una luna y un sol, y pedirle que
diga «día» cuando le mostramos el dibujo de la luna, y «noche» cuando le mostramos
el dibujo del sol. Estos autores han observado que entre los cuatro y los siete años los
niños avanzan progresivamente en la capacidad para ejecutar de forma eficaz estas
tareas y que la ejecución mejora a partir de esa edad. Además, aquellos niños que
realizan bien estas tareas son aquellos que muestran mejores puntuaciones en tareas
de lenguaje, control de la conducta y planificación.
Algunos autores han observado que la función ejecutiva está directamente
relacionada con la teoría de la mente (capacidad para comprender los contenidos
mentales de los otros). Aquellos niños que obtienen mejores puntuaciones en tareas
de control inhibitorio y flexibilidad mental son aquellos que mejor realizan las tareas
de falsa creencia (capacidad para comprender que otra persona puede creer algo
distinto a nosotros porque su experiencia ha sido distinta) y aquellos que desarrollan
una teoría de la mente más sofisticada (Hughes y Devine, 2015). Como vemos, a lo
largo de esta etapa la capacidad de control aumenta y con ella la posibilidad, la
planificación y el uso de estrategias para el aprendizaje. Sin duda, todas estas
evidencias subrayan la importancia de que la función ejecutiva vaya progresando
adecuadamente desde edades tempranas para el desarrollo del razonamiento y la
253
actividad mental compleja en este período y en los posteriores. Por eso, puede ser
interesante trabajar todos los aspectos mencionados (planificación, regulación, orden,
demora de la gratificación, inhibición y control de los impulsos) desde la niñez
temprana. Así, a partir de los siete años la función ejecutiva permitirá al niño realizar
acciones mentales con bastante grado de control y facilitará un aumento de
conocimiento a nivel cuantitativo (cantidad de información que se retiene y aprende)
y cualitativo (nuevos modos de organizar e integrar mentalmente esta información).
También se ha observado que la función ejecutiva está relacionada positivamente con
el aprendizaje matemático (Brock, Rimm-Kaufman, Nathanson y Grimm, 2009).
Otros estudios se han centrado en investigar qué factores del entorno pueden
afectar al desarrollo de la función ejecutiva. A pesar de que el papel de la maduración
cerebral está claro, se ha observado que, en tanto que esta maduración es lenta, son
muchos los factores del entorno que influyen en su desarrollo. Entre estos factores se
encuentran la cantidad de estimulación y la disposición de la familia y de los entornos
cercanos para ofrecer experiencias, instrumentos y contextos estimulantes a lo largo
de la niñez, el estilo educativo y pautas de crianza y el nivel de conflicto y estrés en el
hogar (Cuervo, 2010; Froyen, Skibbe, Bowles, Blow y Gerde, 2013). Algunos
estudios también han demostrado de forma sólida que la depresión parental afecta
directamente al desarrollo de la función ejecutiva a lo largo de la niñez (Hughes,
Roman, Hart y Ensor, 2013), y que la sensibilidad y predisposición de los padres
hacia el aprendizaje de sus hijos, concretamente las conductas de andamiaje,
favorecen el desarrollo de la función ejecutiva desde la niñez temprana (Hughes y
Ensor, 2009).
Es necesario indicar en este punto que, junto con la función ejecutiva, en esta
etapa mejora también la velocidad de procesamiento. La velocidad con la que
realizamos las tareas mentales está relacionada con la poda neuronal y la eficacia de
las conexiones sinápticas. Una vez establecidas aquellas conexiones necesarias, y
eliminadas las innecesarias, las funciones psicológicas serán más eficaces.
Imaginemos que arreglamos la instalación del cableado de un sistema lumínico
eliminando los cables de las luces que no necesitamos, y asegurando mejor las
uniones entre cables de aquellas luces que queremos que se enciendan. Así,
mejoraremos el rendimiento del sistema, así como la rapidez de encendido cuando
presionamos el interruptor. Esta metáfora refleja por qué la velocidad de
procesamiento es un aspecto importante del funcionamiento mental. Cuanto más
rápidos y automáticos sean nuestros procesos, más breve será nuestro tiempo de
reacción, más facilidad tendremos para responder a los estímulos y más tiempo y
capacidad mental podremos destinar a procesar información, elaborar estrategias o
planificar nuestra respuesta. De hecho, se ha observado que la baja velocidad de
procesamiento es un problema común en niños de entre siete y doce años que poseen
dificultades de lectura, lenguaje e inatención (Gooch, Snowling y Hulme, 2011;
McGrath y cols., 2011). Tanto la velocidad de procesamiento como el control
ejecutivo son factores esenciales de la cognición que muestran una evolución
significativa en este período.
254
1.2. Desarrollo de la atención y de la memoria
El control voluntario de los procesos está directamente relacionado con la atención
y la memoria. A medida que mejora la capacidad de control voluntario, la atención y
la memoria son más sofisticadas. Es fácil percibir que los niños a partir de los seis
años son capaces de estar realizando una tarea durante mucho más tiempo, mostrando
niveles de concentración más altos. Esto es porque mejora la atención sostenida.
Otro aspecto de la atención que mejora es la capacidad de enfocar la atención en
los aspectos relevantes, obviando los irrelevantes. Por ejemplo, los niños de entre
siete y doce años saben qué información es la más relevante a la hora de recordar un
dibujo, una historia, o realizar una tarea, y prestan atención a aquello relevante y no a
otros detalles que les distraen de su finalidad. La atención sostenida y selectiva
depende, pues, de la función ejecutiva, sobre todo del control inhibitorio, puesto que
tanto para atender a algo durante mucho tiempo como para no atender a lo
innecesario o irrelevante, el niño tiene que inhibir (suprimir) voluntariamente
respuestas o estímulos no deseados.
La capacidad de enfocar y sostener la atención está directamente ligada a la
función ejecutiva. Por eso durante este período, los niños pueden manipular
mentalmente mucha más información y retenerla durante más tiempo. Esto favorece a
su vez el desarrollo de la memoria. De hecho algunos estudios ya han demostrado que
el desarrollo de la atención y la memoria de trabajo a lo largo de la niñez van de la
mano y que existe una interacción entre ambos (Guion y Pederson, 2007). La
capacidad para almacenar información —no solo académica, sino sobre eventos de la
vida diaria— está directamente ligada a la mejora en la memoria de trabajo (Bayliss,
Jarrold, Baddeley, Gunn y Leigh, 2005). Esto permite que los niños a partir de los
siete años empiecen a utilizar estrategias de memoria de forma sistemática. Por
ejemplo, los niños de siete y ocho años usan en ensayo (repetir en alto el nombre de
lo que tienen que recordar, repetir la tarea que se les pide recordar) para asegurarse de
que recuerdan algo. A partir de los ocho años, por su parte, comienzan a usar la
estrategia de la organización, que consiste en clasificar el material por similitud
perceptiva o funcional para agruparlo y recordarlo mejor (por ejemplo para recordar
una lista de objetos los agrupo mentalmente en objetos que uso en el colegio y
objetos que uso para jugar). Este es el paso previo al uso de la estrategia de
elaboración, que es más sofisticada y no se empieza a observar hasta más tarde
(Schwenck, Bjorklund y Schneider, 2009). Ante la ausencia de relación entre objetos,
los niños pueden ensamblar la información en función de criterios propios (para
recordar los objetos me invento una historia en la que un personaje que transporta los
juguetes a un lugar los va depositando en distintos objetos). En este período los niños
también aprenden a usar claves externas, como tomar notas, hacer resúmenes o poner
pegatinas en el calendario para recordar eventos (Eskritt y McLeod, 2008).
Programas de intervención en memoriade trabajo. ¿Para qué son efectivos?
255
El doctor Torkel Klingberg, en su laboratorio del instituto del cerebro de
Estocolmo, ha creado programas de intervención en memoria de trabajo que
mejoran el control y las funciones ejecutivas en niños con déficit de atención con
hiperactividad. La evidencia del papel de la memoria de trabajo en el aprendizaje
ya ha sido corroborada en múltiples estudios, y el hecho de que su entrenamiento
afecte a habilidades
de control y planificación es muy sugerente. Entre las preguntas que han
surgido de los estudios previos, está la siguiente: ¿es posible que la mejora en
memoria y control ejecutivo observada en el laboratorio se generalice a otros
ámbitos? Holmes y colaboradores (2009) examinaron si el entrenamiento en
memoria de trabajo en niños de diez años podría influir positivamente en su
rendimiento lector y matemático. Antes del entrenamiento se evaluó a los niños en
memoria a corto plazo verbal y visual (recuerdo de palabras y de posición de
bloques, respectivamente) y en memoria de trabajo verbal y visual (recuerdo al
revés y recuerdo de bloques en movimiento). También se evaluó su capacidad
lectora y matemática. El entrenamiento consistió en la realización de tareas
similares con pequeñas variantes adaptadas del programa de Klingberg (2005),
realizadas en la escuela durante 35 minutos al día, todos los días a lo largo de siete
semanas. De todos los niños entrenados, un grupo poseía problemas de memoria
de trabajo al inicio de la intervención. Lo que observaron es que tras finalizar la
intervención, tanto los niños sin problemas como con problemas de memoria
mejoraron las puntuaciones en memoria de trabajo y de matemáticas, incluso
después de seis meses. Estas mejoras se atribuyen a que la intervención en
memoria de trabajo promueve la conciencia de los procesos mentales y la
planificación así como el uso de estrategias en áreas en las que los niños tienen
dificultades. Esto es más fácilmente observable en tareas de memoria y
matemáticas que en tareas de lectura, que requieren otras habilidades lingüísticas y
fonológicas muy específicas. En cualquier caso, este estudio es un ejemplo de que
la intervención temprana en memoria de trabajo puede favorecer el desarrollo de
habilidades mentales necesarias para el aprendizaje académico y prevenir algunas
dificultades de aprendizaje.
Holmes, J., Gathercole, S. E. y Dunning, D. L. (2009). Adaptive training leads
to sustained enhancement of poor working memory in children.
Developmental Science, 12(4), 9-15.
1.3. Planificación y solución de problemas
Los niños durante la primera infancia y la niñez temprana tienen dificultades para
solucionar problemas porque no son capaces de captar y codificar toda la información
existente en el entorno. A medida que consiguen descentrar su atención, pueden
codificar más información y esta formará parte de sus representaciones mentales. Así,
cuando se encuentren en una situación que ya han vivido, podrán recurrir a las
representaciones mentales que configuran esa situación y resolverla adecuadamente.
256
A menudo, a lo largo de la niñez esas representaciones son incorrectas o parciales y
los niños recurren al ensayo y error para encontrar soluciones. Estas experiencias
matizan y refinan las representaciones. A partir de la niñez media, los niños tienen
dificultades para resolver problemas más sofisticados, y para ello tienen que aprender
a analizar los datos existentes y planificar sus respuestas. La resolución de problemas,
particularmente los complejos, requiere una capacidad de reflexión y planificación.
Por ejemplo, conseguir estar listo para ir a la escuela requiere planificar, puesto que
implica coordinar diferentes objetivos como lavarse, vestirse, tomar el desayuno,
cepillarse los dientes, coger la mochila, etc., y todo en un tiempo limitado. Realizar
este tipo de tareas de forma organizada no se consigue hasta los siete años
(McCormack y Atance, 2011). Niños más pequeños son capaces de observar y repetir
acciones, o solucionar pequeños juegos de laberintos cuando se les explica y muestra
la tarea (Gardner y Rogoff, 1990), pero aún creen que pensar en lo que tienen que
hacer basta para realizarlo. Para conseguir un grado mayor de sofisticación
planificadora, aún necesitan aprender a pensar en un plan secuenciado en pequeños
objetivos y ser capaces de conseguir esos pequeños objetivos en ese orden para lograr
la meta final. Además, los niños más pequeños delegan en los adultos esa labor. Por
eso servir de guía, acompañarles en esos pasos y dotarlos de autonomía es clave para
darles las bases de su futura capacidad para resolver tareas ellos solos.
La resolución efectiva de problemas dependerá del desarrollo de procesos
generales y del conocimiento en ámbitos específicos. Por un lado, tienen que
desarrollar la capacidad de ver las diferencias existentes entre la situación real y la
situación deseada, tienen que ser capaces de nombrar los pequeños objetivos que les
pueden llevar a esa situación deseada y tener el suficiente control y paciencia para
realizarlos. Por otro lado, los distintos conocimientos que adquieren en la escuela les
permiten conocer diversos tipos de problemas y soluciones aplicados a diferentes
ámbitos. La motivación que el niño percibe del adulto, así como su colaboración y
estrategias de andamiaje, son de nuevo un aspecto fundamental para que el niño
interiorice habilidades de planificación y solución de problemas y vaya avanzando en
autonomía (Rogoff, 1998).
1.4. Desarrollo de la metacognición
Vimos en el capítulo 5 que antes de los seis años los niños comienzan a desarrollar
conocimiento acerca del contenido de las mentes ajenas (teoría de la mente). Esta
capacidad está directamente ligada a la metacognición, o conocimiento acerca de la
propia cognición. A partir de esta edad los niños desarrollan conocimiento sobre los
contenidos de su propia mente. La idea de que el desarrollo de las propias ideas
mentales es importante para el desarrollo intelectual fue propuesta inicialmente por
Flavell (1979). Este autor definió la metacognición como cualquier actividad mental
o conocimiento que tiene como objeto un aspecto de la misma actividad mental.
Según esta definición, la metacognición incluye factores como el conocimiento sobre
las habilidades de procesamiento de información, la supervisión de la propia
257
actividad mental, la regulación de las estrategias que se usan para mejorar la
ejecución de una tarea e incluso el conocimiento de la dificultad que suponen para
uno las distintas tareas cognitivas. Aunque la metacognición engloba todo lo que el
niño sabe acerca de su propia mente, algunos aspectos de la metacognición son
dominios en sí mismos. Los dos más importantes son la función ejecutiva y la
metamemoria. Obviamente sin función ejecutiva sería imposible ejercer tal control
sobre nuestra mente y adquirir semejante conocimiento sobre nuestros propios
contenidos y posibilidades mentales.
La metamemoria es el conocimiento que uno posee acerca de su memoria, sus
posibilidades y estrategias de recuerdo. A medida que los niños comprenden más
sobre cómo funciona su memoria, son más sensibles a la idea de que ciertas tareas de
memoria van a ser más sencillas si se usan determinadas estrategias, y ellos mismos
aprenden a conocer sus fortalezas y debilidades para conseguir recordar distintos
tipos de información. A medida que la metamemoria aumenta, los niños deben
comenzar a usar activamente esas estrategias, de forma que, a medida que la
metamemoria aumenta, los errores de recuerdo que cometen los niños descienden.
Existen diferentes tipos de metamemoria. Concretamente, podemos memorizar y
retener información sobre las características de la tarea, sobre las estrategias que
usamos para realizarla, o sobre los pasos que damos para conseguir un fin.
Metamemoria de la tarea. Un ejemplo de metamemoria es que los niños sean
capaces de evaluar lo difícil que puede ser para ellos una tarea. Wellman (1978)
presentó a niños de entre cinco y diez años unas imágenes y les pidió que las
recordaran. En algunos casos, les pidió que recordaran tres imágenes (condición
fácil). En otros casos les mostró 18 imágenes (condición difícil). Además, después
del ejercicio les propuso la situación hipotética de darse un paseo largo o corto para
recordar y mantener los ítems de la condición difícil. Lo que observó es que todos los
niños de entre cinco y diez años fueron capaces de evaluar la dificultad de la tarea en
función del número de ítems a recordar (obviamente, es más difícil recordar 18), pero
solo los de diez años comprendían que darse el paseo largo (más tiempo para repetir y
retener) podría servir para afianzar el recuerdo más que el corto. El autor concluyó
que los niños de cinco años pueden juzgar las tareas en función de una variable
(cantidad de información que recordar) y que un aspecto importante de la
metamemoria consiste en relacionar diferentes variables (cantidad de material y
condiciones de aprendizaje por ejemplo).
Metamemoria de las estrategias. Otro ejemplo de metamemoria es la habilidad
para evaluar la validez de las distintas estrategias de recuerdo. Justice (1985) pidió a
niños de siete a once años que hicieran juicios acerca de la efectividad de cuatro
estrategias: repetición, categorización, atender con la mirada y nombrado,
mostrándoles vídeos en los que un personaje usaba esas estrategias para recordar
tarjetas con imágenes. Los niños de siete años no fueron capaces de identificar la
repetición o categorización como las mejores estrategias, logro que sí consiguieron
los niños de nueve. Estos autores realizaron posteriormente una prueba con niños de
258
cuatro, seis y ocho años en la que, además de recordar una serie de imágenes, los
niños tenían que informar al experimentador cómo habían logrado recordarlas. La
respuesta de los niños más pequeños era «no lo sé» y con la edad aumentaban las
respuestas de contenido mental «repitiendo, visualizando». Lo curioso es que los
niños que daban este tipo de respuestas eran los que recordaban más imágenes. Esto
es una muestra de que, aunque la memoria declarativa está presente en estados
previos, a estas edades muestra un desarrollo considerable gracias a los factores
control y conciencia.
Metamemoria de la supervisión. Otro aspecto de la memoria es la supervisión, la
capacidad de seguir la pista de las acciones que realizamos para conseguir un fin, en
este caso para retener una información, aspecto muy relacionado con la función
ejecutiva y la memoria de trabajo. Dufresne y Kobasigawa (1989) examinaron si
niños de seis, ocho, diez y doce años podían distribuir su tiempo de estudio de forma
eficiente según la dificultad del material. Les entregaron librillos con material fácil
(pares asociados de imágenes semánticamente relacionadas y por tanto sencillas para
retener, como gato-perro, zapato-calcetín) y otros con material difícil (pares
asociados sin relación como libro-rana, patín-bebé). Se grabó el período de estudio de
los niños, sumando los tiempos de estudio de cada librillo. Los autores observaron
que a los seis y ocho años los niños utilizaban el mismo tiempo para el material fácil
y difícil, mientras que los mayores destinaban más tiempo a los pares difíciles. Por
esto estimaron que aunque los niños menores de ocho años sean capaces de evaluar la
dificultad de una tarea, tienen más problemas para regular y supervisar su acción de
acuerdo con esa dificultad.
En definitiva, el desarrollo del control voluntario de la acción y los procesos
mentales, el uso de estrategias de atención y memoria, el aumento de la capacidad en
la memoria de trabajo y la metacognición son grandes logros y además esenciales
para el adecuado desarrollo intelectual durante esta etapa y las siguientes.
2. LA INTELIGENCIA EN LA NIÑEZ MEDIA: ESTADIO DE LAS
OPERACIONES CONCRETAS DE PIAGET
Una vez superada la etapa preoperacional, los niños y niñas están preparados para
entrar en el estadio de las operaciones concretas. Piaget considera que el cambio que
se produce entre el período preoperacional y el de las operaciones concretas consiste
en la creciente independencia entre el pensamiento y la percepción. En la base de este
cambio se encuentra el desarrollo de diversas operaciones cognitivas de naturaleza
lógica o matemática.
Estas operaciones mentales constituyen la esencia del pensamiento y la
inteligencia del individuo y consisten en actividades mentales que permiten organizar
y reorganizar las representaciones mentales de los objetos, dando lugar a estructuras
lógicas. Precisamente, el hecho de que esas transformaciones mentales se integren en
sistemas o agrupamientos con propiedades estructurales bien definidas es lo que
259
confiere identidad a este estadio. El hecho de que el pensamiento no sea intuitivo, de
que el niño sea capaz de hacer operaciones mentales claras y precisas acerca de los
objetos y eventos que ha vivido y experimentado, permite hablar de operaciones
mentales reales sobre esos objetos y eventos. Operaciones como la clasificación, la
seriación de objetos atendiendo a ciertos criterios, la correspondencia entre los
elementos de dos conjuntos, etc. permitirán al niño no intuir, sino comprender por
qué los objetos son como son, por qué se transforman y cuáles son las causas que
subyacen a esas transformaciones.
En tanto que todavía estas operaciones se aplican a lo real, a lo manipulable,
observable, Piaget habla de operaciones mentales concretas. Por tanto, el principal
cambio del estadio de las operaciones concretas es el desarrollo de una nueva forma
de pensar capaz de realizar operaciones mentales basadas en la lógica, si bien se trata
de una lógica cuyo punto de partida es, de momento, la realidad concreta inmediata
(Carey, 1991).
Existen muchos estudios realizados por Piaget y los teóricos de la escuela de
Ginebra que nos permitirán desvelar los principales avances cognitivos que supone el
logro del pensamiento operatorio concreto que, en términos generales, es más
flexible, lógico y organizado que el preoperatorio.
2.1. Rasgos del pensamiento operacional concreto: el surgimiento de la
lógica
A partir de los seis o siete años, por término medio, los niños y niñas pueden
llegar a conclusiones lógicas manipulando representaciones mentales y lo hacen,
además, con la misma facilidad que si lo hiciesen con objetos (Siegler, 1991). Para
ilustrar esta idea, es frecuente observar que los niños que están aprendiendo a contar,
lo hagan emparejando físicamente sus dedos con los objetos que cuentan;
posteriormente, el proceso se interioriza y llegan a contar mentalmente sobre la
realidad, pero lo que para Piaget es propio de la operación, a diferencia de la
intuición, es que se trata de una acción interiorizada e integrada en un sistema de
acciones, en el sentido de que una acción puede anular o compensar otra acción
anteriormente ejecutada, o que dos acciones pueden combinarse en una nueva acción.
La teoría piagetiana sostiene que este avance cognitivo se debe a la emergencia de
una nueva capacidad intelectual en el individuo que le permite operar mentalmente
sobre una realidad ligada, de momento, a hechos tangibles. Los rasgos más
sobresalientes que, a juicio de Piaget, caracterizan al pensamiento humano durante
este período evolutivo se resumen en la tabla 6.1.
Para Piaget, el primer elemento definitorio atañe a la descentración del
pensamiento. En efecto, a lo largo de la niñez temprana se desvanece la centración
propia del pensamiento preoperatorio, de modo que, a partir de los seis o siete años,
los niños y niñas son capaces de tener en cuenta simultáneamente más de una
dimensión de un objeto, de atender a diferentes propiedades de la realidad, así como
de considerar el punto de vista de otras personas, además del propio. Recordemos que
260
a edades más tempranas analizaban y comprendían su entorno atendiendo a un solo
rasgo del objeto, con frecuencia, el más sobresaliente, aunque fuese irrelevante. A lo
largo del período operatorio ya coordinan dos dimensiones de la entidad que observan
para resolver una situación o tarea. Por ejemplo, un escolar de Educación Primaria
puede considerar simultáneamente tanto la forma del vaso como el nivel que alcanza
el líquido en el mismo cuando debe escoger, entre varios, el que contiene más
refresco. Asimismo, un ejemplo ilustrativo del avance cognitivo que supone la
capacidad de considerar diferentes puntos de vista fue puesto de manifiesto por Piaget
e Inhelder (1956) en la ya famosa tarea de las tres montañas (véanse capítulos 2 y 5).
El segundo rasgo del pensamiento operatorio concreto concierne a la distinción
entre apariencia y realidad, gracias a la cual los niños y niñas son capaces de inferir
conclusiones que van más allá de los datos observables. Por ejemplo, si presentamos
a un niño de Educación Primaria un cuadrado de cartón que reposa sobre uno de sus
lados, junto a un cuadrado idéntico girado y apoyado solamente sobre uno de sus
vértices, ante la pregunta: «¿La segunda figura es un cuadrado probablemente nos
dirá que ambas figuras, a pesar de parecer diferentes, en realidad son un cuadrado
porque, en ambos casos, tienen los cuatro lados iguales (Piaget, Sinclair y Bang,
1968). Este mismo ejemplo nos permite poner de manifiesto que el avance cognitivo
que supone este hecho se ve reflejado, asimismo, en la calidad de los juicios que
aportan los escolares entre los seis o siete y los once o doce años cuando abordan
tareas en las que deben razonar y argumentar sin dejarse llevar, erróneamente, por la
percepción o apariencia. Así, mientras que en las respuestas del niño preoperatorio
hallamos con frecuencia, ideas inconexas e, incluso, contradictorias, sin embargo, en
la infancia tardía el discurso se organiza con mayor coherencia en torno a
deducciones lógicas propias.
TABLA 6.1
Estadio de las operaciones concretas
Definición
Ejemplo
Descentración. Se tiene en cuenta
simultáneamente más de una
dimensión de un objeto, se atiende a
distintas propiedades de la realidad,
se considera el punto de vista de
otros.
Un escolar puede considerar simultáneamente tanto la anchura
del vaso como la altura que alcanza el líquido cuando debe
escoger el que contiene más refresco.
Distinción entre apariencia y
realidad. Son capaces de inferir
conclusiones que van más allá de los
datos observables.
Si presentamos a un escolar un cuadrado de cartón que reposa
sobre uno de sus lados, junto a un cuadrado idéntico girado y
apoyado solamente sobre uno de sus vértices, ante la pregunta:
«¿La segunda figura es un cuadrado?», probablemente nos dirá
que ambas figuras, a pesar de parecer diferentes, en realidad son
un cuadrado porque, en ambos casos, tienen los cuatro lados
iguales.
261
Reversibilidad. Comprensión de que
un fenómeno determinado puede
volver a un estadio o condición
anterior.
Reversibilidad por inversión. Las transformaciones pueden ser
invertidas por la transformación inversa.
Puede verter de nuevo el líquido en el vaso inicial y, así, el líquido
volverá a estar como antes.
Reversibilidad por reciprocidad o compensación.
Compensación de los efectos de otra acción.
El líquido llega más alto al echarlo en el segundo vaso, pero este
es más estrecho que el inicial, así que la cantidad permanece
igual.
Transformación. Comprende que
toda transformación supone un
proceso de cambio. En lugar de
fijarse solo en los estados inicial y
final, pueden seguir el proceso y
poner en relación el estado actual con
otros pasados o futuros.
FUENTE: elaboración propia.
La tercera característica relevante del pensamiento durante este período evolutivo
es su mayor grado de flexibilidad con respecto al descrito para el estadio
preoperacional. La adquisición del pensamiento operatorio ayuda a niños y niñas a
tener una comprensión más compleja y, en consecuencia, más exacta de la realidad,
merced a que ahora, dentro de un conjunto de operaciones mentales internamente
consistentes, el pensamiento es reversible. Progresivamente, comprenden que, ante
un fenómeno determinado, puede haber unas acciones que bien anulen o nieguen los
efectos de su acción inversa —reversibilidad por inversión—, conduciendo al punto
de partida, o bien compensen los efectos de otra acción —reversibilidad por
reciprocidad o compensación—. Este logro cognitivo se pone de manifiesto de forma
especialmente clara en la habilidad para solucionar correctamente las tareas de la
conservación. Recordemos el ejemplo de la tarea de conservación del líquido o de la
cantidad continua, en la que, niños y niñas que se encuentran en el período
preoperatorio concluyen que la cantidad no se conserva cuando se trasvasa a un
recipiente de distinta forma. Lo que nos interesa destacar es que, hacia los siete años
aproximadamente, esos mismos niños concluyen que el líquido se conserva. Y los
argumentos que dan son, precisamente, el de la reversibilidad por inversión: «puede
verter de nuevo el líquido en el vaso de partida y, así, el líquido volverá a estar como
antes», o el de reversibilidad por reciprocidad o compensación de las relaciones: «el
líquido llega más alto al echarlo en este segundo vaso, pero este es más estrecho que
el inicial, así que la cantidad permanece igual». Por tanto, hacia los siete años la
mente infantil no suele tener dificultades para considerar la existencia de una posible
acción que anula o compensa la transformación efectuada previamente y devuelve la
situación a su estado inicial. Además, puede aducir una de estas posibilidades en su
juicio de conservación.
Aun siendo un pensamiento más flexible que el preoperatorio, el pensamiento
concreto todavía se encuentra limitado por la necesidad de operar sobre objetos
concretos y experiencias directas con el entorno. Habrá que esperar hasta la
262
adolescencia para que se desarrolle la capacidad de pensar en abstracto.
Por último, el pensamiento operatorio concreto es capaz de seguir y de tener en
cuenta las transformaciones de una misma entidad. Así, en este estadio las personas
son capaces de imaginar que, potencial o realmente, existen estados y
transformaciones relacionados entre sí. Dicho de otro modo, alcanzan a entender que
toda transformación supone un proceso de cambio y, en lugar de fijarse solamente en
los estados inicial y final (actuación más propia de los niños preoperatorios), puede
seguir el proceso y poner en relación el estado actual con otros pasados o futuros. Por
ejemplo, se dan cuenta de que el número de elementos no varía aunque sí lo haga la
longitud de la fila en la que se disponen, puesto que siguen la trasformación que
supone el distanciamiento de tales elementos.
En resumen, la idea relevante es que todos estos avances se deben a que en este
período evolutivo lo que prima es el conocimiento de carácter operatorio, es decir, un
pensamiento que, más allá de los datos puramente perceptivos y de representaciones
simbólicas aisladas, es capaz de construir relaciones lógicas entre objetos o
fenómenos concretos. Esta actuación es posible porque las representaciones mentales
se organizan en estructuras organizadas y asociadas, lo que permite comprender que,
a pesar de ciertas transformaciones aparentes, algunas propiedades de objetos (masa,
longitud, volumen o peso) permanecen invariantes, así como establecer
correspondencias y relaciones espacio-temporales entre objetos y fenómenos
concretos.
2.2. El desarrollo de la conservación
Para lograr una mejor comprensión y conocimiento del mundo es preciso entender
que los objetos poseen propiedades que permanecen invariables, a pesar de que se
produzcan ciertos cambios irrelevantes en su apariencia: es lo que Piaget denominó
invariantes cognitivas. Estas invariantes cognitivas se desarrollan particularmente
desde el período sensoriomotor (véase capítulo 4), en el que se logra la permanencia
del objeto, pasando por la construcción de la identidad (conocer cuáles son las
características estables de los objetos) en el período preoperacional hasta llegar a la
completa comprensión de la conservación en este período (las características se
mantienen a pesar de que sufran transformaciones o haya cambios en el entorno,
véase tabla 6.1). Desde la perspectiva piagetiana, posiblemente, el mejor indicador de
la llegada a este nuevo estadio sea que los niños y las niñas adquieren la noción de
conservación y la aplican correctamente a diversas magnitudes, entre otras, longitud,
peso y volumen. Ello supone comprender que las relaciones cuantitativas entre dos
objetos permanecen invariables, aunque se produzcan cambios irrelevantes en la
apariencia de los mismos. En este sentido, debemos aclarar que una transformación se
considera irrelevante cuando se refiere a cualquier cambio que no implique la adición
o la sustracción de una cantidad cualquiera a la original. Por ejemplo, dos recipientes
de forma diferente pueden contener el mismo volumen de líquido, por lo que este se
conserva cuando se trasvasa de uno a otro.
263
La comprensión de esta noción requiere que los niños dispongan de dos
operaciones lógicas básicas: la identidad y la reversibilidad. Para comprender la
identidad necesitan comprender que, si no se añade ni se resta nada a un «todo»,
entonces este permanece igual. La reversibilidad implica comprender que si se
efectúa una transformación en un sentido y, a continuación, se realiza en sentido
contrario una trasformación que la anula o compensa, entonces el «todo» permanece
igual. Lo primero requiere prestar atención a las características perceptivas estables.
Lo segundo a los cambios y las transformaciones, lo cual es posible gracias a la
atención descentrada, una atención capaz de enfocar múltiples aspectos a la vez. Estas
dos operaciones lógicas, reunidas, forman un agrupamiento lógico y constituyen la
base de la noción de conservación que se logra en este período.
Lo que Piaget observó es que esta noción se va adquiriendo progresivamente. Una
de las primeras nociones de conservación que se observan en los niños es la
conservación del líquido. Piaget realizaba esta tarea presentando al niño o a la niña
idénticas cantidades de líquidos en dos recipientes idénticos (véase tabla 6.2): «A y A
′».
Una vez que manifiesta su conformidad con que ambas son iguales, se vierte a la
vista del niño todo el líquido de uno de los recipientes en un tercer vaso, B, más
estrecho y más alto. A continuación, se le pregunta si, después del cambio, las
cantidades de líquido son iguales o diferentes en los vasos A y B. Por último, se
realizan preguntas y sugerencias en contra de su afirmación, a fin de constatar la
argumentación que subyace al juicio lógico emitido.
A partir de las respuestas que ofrecen niños y niñas de distintas edades podemos
comprobar qué tipo de argumento lógico utilizan. Pueden afirmar que la cantidad
inicial debe ser, necesariamente, la misma (argumento de la identidad). De igual
modo, invirtiendo mentalmente la secuencia de pasos, por ejemplo, imaginando que
el agua se vierte de nuevo en el recipiente original, los niños llegan a la conclusión de
que hay la misma cantidad porque, al volver a la situación inicial, se comprueba que
hay lo mismo (argumento de reversibilidad); o bien, se basan en la compensación de
las dos dimensiones (largo y ancho) para justificar que la cantidad permanece
invariante (argumento de compensación).
¿Qué ponen de manifiesto este tipo de respuestas? A juicio de Piaget (1975), los
argumentos esgrimidos por los niños para justificar sus conclusiones nos muestran
que comprenden tanto la reversibilidad de las acciones como las transformaciones
asociadas que se observaron. Las operaciones mentales de identidad y reversibilidad
les permiten, por una parte, comprender que el «todo» permanece invariante y, por
otra, representar mentalmente la posibilidad de realizar una transformación y su
inversa. Este cambio es el que permite a Piaget sostener que nos encontramos ante un
nuevo estadio en el desarrollo cognitivo infantil.
TABLA 6.2
Desarrollo de la conservación (Descargar o imprimir)
264
FUENTE: elaboración propia.
Piaget y colaboradores (1964, 1975) sistematizaron un grupo de tareas de
conservación aplicadas a diferentes contenidos o magnitudes, que sirvieron,
265
asimismo, para constatar que las respuestas varían en función del tipo de
característica de conservación, y por tanto para caracterizar el paso del pensamiento
preoperatorio al operatorio concreto.
De hecho, las tareas relativas a la conservación de diversas magnitudes, aunque
tengan la misma estructura subyacente, son resueltas correctamente a distintas edades
dependiendo del contenido que se manipule: la conservación de la cantidad (líquido
o bolas) es la primera que se adquiere, aproximadamente, a los siete u ocho años;
hasta los nueve o diez años no se admite la conservación del peso; y no será hasta los
11-12 años cuando se reconozca la conservación del volumen. A esta falta de
sincronía en la adquisición de la noción de conservación para distintos contenidos es
a lo que Piaget denominó desfases horizontales. La existencia de estos desfases pone
de manifiesto, por una parte, la influencia del contenido en la realización correcta de
la tarea de conservación y, por otra, la dependencia de unas conservaciones con
respecto a otras: la conservación de la cantidad parece ser un requisito para entender
la conservación del peso y, esta, para la conservación del volumen. En cualquier caso,
los desfases subrayan la dependencia entre la operación y el contenido concreto sobre
el que se aplica.
Ahora bien, a pesar de la constatación de estos desfases horizontales, se han
descrito tres estadios o fases características en la adquisición de la noción de
conservación, por las que pasan todos los niños y niñas:
— Estadio I: no conservación. En el estadio preoperacional, el razonamiento y la
conclusión se basan en una sola dimensión de los objetos a considerar, por lo
que, cuando se realiza alguna transformación perceptiva sobre un objeto, los
individuos tienden a responder que la relación cuantitativa que existía ha
variado si así le induce a pensar la apariencia de las cosas. Por ejemplo, los
niños menores de seis años suelen decir que hay más monedas en la fila de
mayor longitud.
— Estadio II: reacciones intermedias. Los niños en esta fase algunas veces
conservan y otras no, dependiendo de lo llamativa que sea la transformación
desde el punto de vista perceptivo. En principio, pueden ser conservadores,
pero son sensibles a sugerencias en contra o cambian de opinión cuando ven
que la deformación perceptiva es grande.
— Estadio III: conservación. En este estadio los niños predicen la conservación
antes de la realización de la tarea, y comprenden y afirman que las relaciones
cuantitativas entre dos objetos se conservan aunque se produzcan cambios
irrelevantes en la apariencia de los mismos. Se corresponde, pues, con el
período de las operaciones concretas.
Además de la conservación, Piaget (1975) sistematizó otro grupo de tareas que
sirvieron también para caracterizar el paso del pensamiento preoperatorio al
operatorio concreto, y que también han servido para sentar las bases de los
posteriores procedimientos experimentales y teorías acerca del desarrollo cognitivo
infantil en este período.
266
2.3. El desarrollo de la seriación
La comprensión de la identidad favorece la posibilidad de comparar objetos
basándose en sus dimensiones (longitud, tamaño, color), comprender sus relaciones y
ordenarlos con base en esas relaciones (de corto a largo, de pequeño a grande, de
claro a oscuro). En esto consiste la operación de seriación, es decir, en tomar una
propiedad o dimensión concreta, y agrupar y ordenar los objetos en función de ciertas
diferencias apreciables en esa dimensión. Así, se trata de realizar la ordenación
unidimensional de un conjunto de elementos fijándose en las diferencias que se dan
entre los objetos a seriar.
La comprensión de la noción de seriación requiere el dominio de: las relaciones
asimétricas unidireccionales que se dan entre los elementos de un conjunto: «si A es
más alto que B, entonces B no puede ser más alto que A» (véase figura 6.1), y las
relaciones transitivas: «si A es mayor que B y B es mayor que C, entonces A es
mayor que C» (véase figura 6.2).
FUENTE: elaboración propia.
Figura 6.1.—Relaciones asimétricas: «si A es más alto que B, entonces B no puede ser más alto que A».
FUENTE: elaboración propia.
Figura 6.2.—Relaciones transitivas: «si A es mayor que B y B es mayor que C, entonces A es mayor que
C».
Por tanto, adquirir la lógica de la seriación es lo que permite a los escolares de
primaria conseguir dos nuevas conquistas: las nociones de tiempo y de espacio y, con
ellas, la capacidad de ordenar los objetos de acuerdo con dimensiones espaciales (la
altura, el ancho, la longitud) y conforme a un orden temporal. Esto solo es posible
una vez que el individuo es capaz de considerar que un objeto puede ser, a la vez,
mayor y menor que otros. Así, hacia los ocho años, se coordinan las relaciones de
267
orden temporal (antes y después), con las duraciones (más o menos tiempo), y ello
facilita la elaboración de la noción de tiempo común para todos los movimientos. Con
respecto al espacio, se empiezan a estructurar las relaciones cuantitativas de longitud,
superficie, elaboración de un sistema de coordinadas, etc.
Veamos como ejemplo ilustrativo de tarea de seriación una utilizada por Piaget.
Para llevar a cabo esta tarea, se muestra al niño o niña un conjunto de varillas de
distinta longitud para que las ordene, por ejemplo, de menor a mayor; es decir, el
sujeto ha de construir una serie ordenada, pero tomando como referencia una
diferencia entre los objetos. Ante esta tarea, los niños y niñas que están en el estadio
de las operaciones concretas (a diferencia de los que tienen pensamiento
preoperacional) ya saben que una varilla puede ser más larga que otra y, al mismo
tiempo, más corta que una tercera, conocimiento que les permitirá construir
correctamente la serie.
Esta tarea nos sirve, asimismo, para ilustrar tres tipos de respuestas o fases en el
desarrollo de la seriación:
a) En una primera fase, los niños preoperatorios solo son capaces de hacer grupos
de dos o tres varillas ordenadas entre sí, sin llegar a construir la serie, o de
alinear la parte superior o la inferior de las varillas, ignorando la longitud.
b) En un segundo momento de transición, ya son capaces de construir la serie
mediante un procesamiento de tanteo o ensayo-error. Esta forma de actuar
demuestra que no existe todavía un dominio de la reversibilidad y de la
transitividad; de hecho, si se les pide que coloquen una nueva varilla, vuelven a
empezar toda la serie o comparan la nueva varilla con todas las anteriores.
Además, la ordenación se realiza en una sola dirección, es decir, toman un
único criterio y son incapaces de seriar los dos extremos.
c) Finalmente, en la etapa de las operaciones concretas, los escolares que han
construido la lógica de relaciones utilizan un método sistemático para construir
la serie: primero, buscan el elemento más pequeño o el más grande y,
sucesivamente, completan la serie con este sistema. Además, intercalan
directamente un nuevo elemento de la serie, sin tanteo, y comparan elementos
tomando como referente cualquiera de los extremos.
Así pues, la seriación supone la comprensión de la reversibilidad recíproca y de la
transitividad (dos acciones sucesivas que se coordinan en una sola: las comparaciones
sucesivas A < B y B < C se coordinan en una sola A < C). De esta manera, es posible
realizar la seriación completa. No obstante, el esquema de la transitividad solo se
aplica a estas edades cuando se puede ver y manipular los objetos, no cuando el
problema se presenta verbalmente.
2.4. El desarrollo de la clasificación
Piaget también asumió que la capacidad para categorizar es un reflejo y al mismo
268
tiempo un potenciador del desarrollo de las operaciones lógicas. Por eso se centró en
el estudio de la capacidad de clasificación infantil observando avances espectaculares
en este período. Si la seriación implica ordenación espacial teniendo en cuenta una
dimensión, la clasificación se refiere a ubicación jerárquica de los objetos en clases o
categorías supraordenadas y subordinadas. Es decir, clasificamos objetos cuando los
agrupamos en función de algún criterio de semejanzas, de modo que es preciso
aprender a establecer relaciones de clase o de pertenencia entre los elementos y los
conjuntos en que se incluyen. Por tanto, para lograr el dominio de la operación de
clasificación es preciso:
a) Comprender que un objeto no puede ser miembro de dos clases opuestas.
b) Elaborar un criterio de clase, por ejemplo, la forma de los objetos, y entender
que los miembros de una clase son semejantes en algo.
c) Saber que una clase se puede describir enumerando todos los elementos que la
componen.
d) Comprender los distintos niveles de una jerarquía.
A fin de indagar acerca del desarrollo de la operación de clasificación, Piaget
(1968) utilizó dos tipos de tareas: la tarea de clasificación libre y la tarea de inclusión
jerárquica de clases. La primera de ellas consiste en presentar al niño o niña un
conjunto de objetos —por ejemplo, un conjunto de figuras geométricas de distintas
formas, colores y tamaños— y solicitarle que ponga juntas las figuras que son
semejantes (por ejemplo, que junte solo los cuadrados). La segunda tarea comienza
mostrando un conjunto de elementos —por ejemplo, flores como tulipanes y narcisos
— y, a continuación, se le pregunta si hay más elementos pertenecientes a una
subclase (tulipanes) o una clase (flores).
A partir de estos dos tipos de tareas y de las respuestas ofrecidas por los
participantes, Piaget e Inhelder (1959) identificaron tres etapas: Las colecciones
figurales, observada en menores de cinco años, que consiste en agrupar sin ningún
tipo de plan e, incluso, ir cambiando de criterio de agrupación a medida que se
incorporan nuevos objetos a la colección. Las colecciones no figurales, que consiste
en agrupar los objetos en función de una semejanza perceptiva. Por ejemplo, agrupan
figuras geométricas en función de la forma o del color, algo que también observaban
en niños menores de siete años. La inclusión jerárquica de clases consiste en
comprender las relaciones de un todo y sus partes, y de reconocer atributos que sean
comunes a muchos ejemplares y los aúnen. Este es un aspecto del razonamiento
deductivo basado en el conocimiento de que una clase superior (flores) siempre es
mayor que las clases básicas (tulipanes, narcisos). Para Piaget, alrededor de los ocho
años los niños y niñas ya entienden que estas cuestiones se refieren a diferentes
aspectos del problema —al conjunto y al subconjunto— y pueden realizar sin
dificultad clasificaciones jerárquicas.
Si bien las teorías actuales han matizado mucho estas ideas, es importante
subrayar dos grandes aportaciones de Piaget (1968) que han permitido el desarrollo
de esas teorías. Primero, Piaget observa que la clasificación taxonómica es el
269
resultado de un proceso que pasa de la comparación de objetos en función de sus
características perceptivas a la extracción de aquellas características que son comunes
a muchos elementos y los recogen o incluyen, formando agrupaciones ordenadas que
facilitan la comprensión de la realidad. Segundo, Piaget asume que el desarrollo
óptimo de este proceso depende de la adquisición de otras capacidades cognitivas que
lo posibilitan como la atención descentrada, la identidad, la transitividad y la
comparación de objetos particulares (razonamiento inductivo).
2.5. Comprensión de la secuencia numérica y el conocimiento
matemático
A los seis o siete años muchos niños y niñas pueden contar mentalmente. Con
ocho ya aprenden a contar hacia delante y hacia atrás a partir de un número para
realizar sumas y restas (para sumar tres a cinco, comenzarían por contar desde cinco
en adelante, y para restas, tres de cinco hacia atrás). Esto les permite comenzar a
solucionar pequeños problemas utilizando los conceptos numéricos abstractos (pensar
en un número y escribir los signos correspondientes para hacer la operación). Aunque
parten de la experiencia concreta (comparar cantidades, contar regletas, unir y quitar
elementos), esta experiencia permite la comprensión del signo numérico escrito y la
utilización de ese signo como representación mental (abstracta) del número.
La numeración surge a partir de la combinación de la clasificación y la seriación.
Según sostiene Piaget (1968), clases, series y números son dominios cognitivos que
se desarrollan de forma sincrónica e interdependiente. En este sentido, cabe recordar
que, durante la primera infancia, los niños y niñas tienen alguna comprensión de la
noción de número, discriminan distintas magnitudes en función de apariencias
perceptivas y pueden contar pequeños conjuntos de objetos. Sin embargo, Piaget
sostiene que el principal avance en el período de las operaciones concretas es que la
seriación y la clasificación permiten comprender los números como una secuencia y
clasificarlos como un conjunto de clases y subclases. Además, la comprensión de las
transformaciones proporciona las bases para la multiplicación y la división. Por
ejemplo, un grupo de ocho elementos puede verse como dos grupos de cuatro
elementos, o cuatro grupos de dos (véase figura 6.3).
En suma, la capacidad para resolver satisfactoriamente la diversidad de tareas que
hemos expuesto revela que se ha producido un cambio crucial en el pensamiento
humano: se agrupan en un todo organizado las relaciones que se habían adquirido a
nivel intuitivo en el período anterior, lo que permite ciertas habilidades lógicas
ligadas, de momento, a la presencia física de los objetos. Como ya hemos señalado,
pese a los avances que supone con respecto al período preoperatorio, el razonamiento
infantil todavía sigue teniendo muchas limitaciones: por una parte, opera sobre lo
concreto y, por tanto, está todavía muy ligado a la acción; por otra, este razonamiento
puede resultar más difícil con unos contenidos que con otros, lo que da lugar a los
denominados desfases horizontales.
270
Figura 6.3.—Comprensión de la transformación numérica.
2.6. Objeciones a la explicación piagetiana del razonamiento basado en
operaciones concretas
Los trabajos de Piaget han sido objeto de estudio posterior, no solo porque
supusieron una nueva visión sobre el desarrollo intelectual del ser humano, sino,
como es habitual en el mundo científico, porque sus trabajos suscitaron diversas
controversias en el ámbito del desarrollo infantil. Como ya hemos subrayado, sus
investigaciones han permitido explicar numerosos aspectos del desarrollo y, al mismo
tiempo, inspiraron una cantidad ingente de investigaciones que abordaron el
desarrollo cognitivo hasta la adolescencia. Analizando de manera global las
aportaciones piagetianas, podemos afirmar que el pensamiento operatorio concreto es
una consecución universal del final de la niñez.
Sin embargo, los estudios posteriores de replicación (dentro y fuera de la Escuela
de Ginebra) muestran que las niñas y niños tienen más capacidades de lo que Piaget y
colaboradores (1956, 1968) les suponían. De las críticas efectuadas a la teoría
piagetiana, destacamos los siguientes argumentos (García-Madruga, Martínez y
López, 2002).
Piaget basa su conceptualización teórica en la observación de la ejecución en
determinadas tareas y, a partir de ahí, infiere la presencia o la ausencia de ciertas
competencias en los niños y niñas cuya edad está comprendida en determinado rango
o período. Sin embargo, se ha comprobado que algunos factores relacionados con la
tarea, como la adecuada comprensión de las instrucciones o de la demanda, la
familiaridad con el material, la presentación de la situación como un juego, etc. tienen
efectos notables en el resultado. De hecho, cuando las tareas se simplifican en esta
línea la ejecución mejora significativamente. Las tareas utilizadas por Piaget pueden
ser demasiado difíciles para evaluar explícitamente la ejecución, a veces los niños
conocen cómo resolver la tarea pero no saben mostrarlo de forma explícita y
autónoma.
También el desarrollo lingüístico puede ser una limitación. La capacidad para
comprender y producir el lenguaje puede verse reflejada en el tipo de respuestas de
los niños y niñas, por lo que es posible que conozcan cómo resolver la tarea y, sin
embargo, no sepan justificarla verbalmente. La psicología cognitiva actual ofrece
alternativas a la explicación piagetiana, tratando de superar algunas de sus
limitaciones, entre otras, la consideración de la influencia de los contenidos o de
271
factores culturales en la ejecución de la tarea.
3. EL DESARROLLO DE LA CATEGORIZACIÓN Y EL CONOCIMIENTO
DEL MUNDO
La categorización se considera una actividad cognitiva pero requiere realizar
operaciones mentales para clasificar y ordenar los estímulos que forman parte de
nuestra experiencia. Una de las operaciones mentales que las niñas y niños tienen que
realizar para esto es comparar estos estímulos perceptivamente y encontrar los puntos
comunes para agruparlos en un concepto mental. Este mecanismo es el razonamiento
inductivo y es la base de la construcción del conocimiento. Es el mecanismo más
utilizado en la infancia ya que implica partir de la realidad material, de la experiencia,
para asociarla con otras realidades y experiencias. Cuando el conocimiento está
construido, y podemos partir de ese conocimiento para elaborar una hipótesis y
después constatar si es cierta en la experiencia, hablamos de razonamiento deductivo,
propio de estadios evolutivos posteriores. Digamos que pasar de la experiencia
concreta al conocimiento general y abstracto es un mecanismo inductivo, y constatar
el conocimiento abstracto en la experiencia es un mecanismo deductivo. Debido a
que en este período los niños aún están muy ligados a la experiencia, su razonamiento
es principalmente inductivo.
Neisser (1987) definía la categorización como la habilidad para tratar un conjunto
de cosas como si fueran equivalentes, como si formaran parte del mismo conjunto,
como si pudieran llamarse del mismo modo o se pudieran utilizar para el mismo fin.
Esta habilidad es una actividad cognitiva imprescindible porque el mundo consiste en
un número infinito de estímulos diferentes y es imposible tratarlos como si cada uno
fuera único. Reconocer un objeto nuevo como familiar porque pertenece a una
categoría nos ayuda a saber más sobre ese objeto que simplemente examinando su
apariencia. Categorizar es, por tanto, algo más que hacer un análisis perceptivo,
aunque los procesos perceptivos están implicados en esta habilidad. Eleanor Rosch
(1978) afirmaba que todos los elementos que componen el mundo tienen una serie de
atributos y características básicas y que las características perceptivas son aquellas
que los niños antes perciben. Estas características están presentes en los elementos
que ella denominaba «nivel básico». La mayoría de los objetos que nos encontramos
forman parte de las categorías de nivel básico porque son las que reúnen las
características básicas que los definen (el pájaro tiene pico y plumas, el perro tiene
pelo, hocico y orejas grandes, la naranja es rugosa, brilla y es naranja, etc.). Estas
características básicas definitorias de una categoría son las que definen cada uno de
los objetos que las constituyen, y esos objetos que reúnen esas características son los
ejemplares. Un ejemplar de perro sería aquel que reúne esas características en un
grado considerable y que permiten al niño, cuando lo ve, saber que es un perro. Para
Rosch, la categorización de ejemplares como similares sugiere que en el niño se ha
formado una representación prototípica de esa categoría (como este objeto reúne en
un grado considerable las características que yo he visto en un perro en mi
272
experiencia, se ajusta al prototipo mental de perro que yo he creado y, por tanto, lo
categorizo como tal). Los experimentos descritos en el capítulo 4 muestran el papel
clave que el aprendizaje perceptivo-estadístico juega en la formación de estos
prototipos. Los bebés extraen regularidades perceptivas y comparan todas aquellas
cosas que se parecen perceptivamente o que comparten características a ese nivel
perceptivo. Para ello codifican la estructura correlacional entre diferentes objetos.
Ante la repetición continuada de distintos objetos los bebés ven en qué medida ciertas
características coocurren (por ejemplo, las alas coocurren con el pico siempre) y en
función de esa coocurrencia los bebes estiman en qué se parecen distintos objetos y
en qué se diferencian.
Cuando ciertas características aparecen siempre en esos objetos, los niños y niñas
asumen que existe una «estructura correlacional» entre ellos, es decir, esos rasgos son
estables y comunes, por tanto los definen y van formando prototipos basándose en
esas características definitorias. Los objetos de las categorías básicas poseen, según
Rosch, el mayor número de características perceptivas en común entre miembros de
la misma clase (todos los miembros de la categoría pájaro tienen más cosas en común
que todos los miembros de la categoría animal), y por eso este es el nivel a partir del
cual los niños comienzan a establecer categorías.
La representación mental que recoge todas las características de los miembros de
una categoría básica es el prototipo. Rosch demostró esto con el efecto de tipicidad.
Cuando se pide a los niños reconocer un pájaro entre diversas fotografías, estos
reconocen más rápido y mejor aquellas fotografías que más se ajustan al prototipo de
pájaro (canario), y no de pájaros «inusuales» (pingüino) aunque ciertamente cumplen
algunas características (Rosch y Mervis, 1975). Esto demuestra que a través de la
experiencia nuestra mente crea prototipos, imágenes mentales de los objetos que
reúnen sus características más definitorias y más básicas. Es una buena y eficiente
forma de comenzar a organizar el mundo.
Sin embargo, otros autores sugieren que, aun siendo cierto que durante los
primeros años de la infancia los niños se fijan sobre todo en la apariencia física de los
objetos, la visión de Rosch es algo reduccionista. Las categorías básicas (perro, gato,
pájaro) pueden agruparse en otras categorías más amplias (animal) que recogen otro
tipo de características comunes a varias categorías básicas (todos respiran, se mueven,
no hablan). Estas no son características perceptivas, y sin embargo los niños se fijan
en ellas. Un estudio de Mandler y Bauer (1988) mostró que bebés de uno a dos años
utilizan los juguetes fijándose en su función o utilidad y no solo en sus características
perceptivas. Estos autores mostraron a los bebés durante una sesión juguetes de
coches y perros (nivel básico). En otra sesión les dieron juguetes que incluyen
distintos vehículos y animales (nivel supraordenado que incluye distintos elementos
básicos). Se midió la cantidad de veces que los bebés tocaban de forma secuencial
objetos de la misma categoría. Lo que observaron es que con un año las secuencias de
juego y agrupación eran por categorías básicas, pero con veinte meses jugaban bien
con todos los animales o con todos los vehículos. Esto les llevó a concluir que desde
bebés los niños y niñas se fijan también en características funcionales de los objetos,
273
es decir, para qué sirven y cómo se comportan, y por tanto consideran dos niveles de
clasificación: el nivel perceptivo y el nivel conceptual.
Más recientemente, Pauen (2004) intentó demostrar que efectivamente los niños
clasifican a un nivel conceptual mediante un paradigma de exploración de objetos
usando objetos «inventados». Se proporcionó a bebés de un año una serie de juguetes
de madera pertenecientes a una supracategoría (animales) que tenían que examinar de
forma manual uno a uno hasta que se familiarizaran con ellos. Luego se unían a esos
juguetes otra serie de piezas de madera (muebles) y se comprobaba si los niños
comenzaban a jugar con estos más que con los anteriores, lo que significaba que los
discriminaban y catalogaban como diferentes. Lo curioso es que todos estos juguetes
eran muy similares en forma y estaban pintados de los mismos colores (una mesa era
muy similar a una tortuga en forma y color, o una cama a un cocodrilo), incluyendo
dos ojos. Estos elementos fueron juzgados por un grupo de adultos como muy
similares perceptivamente. A pesar de eso, los autores observaron que los niños
reaccionaban a los muebles como nuevos, mostrando que para ellos eran otra
categoría, independientemente de la similitud perceptiva. Esto supuso la
confirmación de que los niños, aunque efectivamente realizan un análisis perceptivo
de los objetos, basan su categorización en otro tipo de conocimiento que incluye las
características funcionales.
A partir de estas dos estrategias, perceptiva y funcional, los niños durante la edad
preescolar van creando una estructura jerárquica donde en un nivel más básico están
ordenados todos los ejemplares de las categorías básicas, pero donde estos a su vez se
van incluyendo en supracategorías a medida que los niños van descubriendo las
características funcionales y relacionales mínimas que las agrupan. El lenguaje
favorece este desarrollo tanto durante la edad preescolar como escolar. A través del
lenguaje los niños van poniendo etiquetas verbales a esos objetos. Que ciertos objetos
compartan la misma etiqueta verbal ayuda a fijarse en las similitudes. Que ciertos
objetos se denominen de forma distinta ayuda a fijarse en las diferencias. Los adultos
pueden, a través del lenguaje, ayudar a los niños a realizar este ejercicio diario
(Gelman y Coley, 1990), a través del uso de etiquetas (mira esto es), a través de la
explicación de similitudes y diferencias (se parece a... y es distinto de...), a través del
uso de adjetivos que se refieren a atributos (es grande, es peligroso) y a través del
establecimiento de relaciones (el perro es un animal porque... pero la silla no es un
animal porque...). Esto favorece el establecimiento de jerarquías mentales donde
todos los objetos de la realidad están clasificados y ordenados.
En la etapa escolar, el aprendizaje académico permitirá una mayor experiencia con
nuevos ejemplares y términos. Esto ayudará a fijarse en otros aspectos (el cambio
biológico y el crecimiento, naturaleza y artefactos, herencia y especies) y también
ayudará a la construcción de una clasificación taxonómica mucho más ordenada y
jerárquicamente definida a través de infracategorías (jilguero, paloma/caniche,
bulldog), categorías básicas (pájaro/perro) y supracategorías (animal).
4. DESARROLLO DE LA LECTURA Y LA ESCRITURA
274
A partir de los siete años los niños desarrollan también una habilidad simbólica
crucial junto con el lenguaje: la lectura como aprendizaje de signos visuales
asociados al lenguaje. Aunque desde pequeños los niños conocen que existen signos
visuales asociados a las palabras (decimos el nombre perro mostrándoles el dibujo
correspondiente en un cuento; decimos que en un cartel los signos que se ven se
refieren a una marca, por ejemplo), y antes de los siete comienzan a tener
experiencias con algunas palabras escritas y el conocimiento de las letras, es a partir
de los seis cuando aprenden a asociar cada una de esas letras a cada uno de los
sonidos del lenguaje. A esta habilidad se llama decodificación y consiste en ir
asignando de izquierda a derecha el sonido correspondiente a cada letra. Este es el
paso esencial que permite una lectura exacta, para que un niño no se equivoque. Para
que lea cada letra en su posición y consiga leer la palabra correcta y no otra (casa y
no cosa, guarida y no guardia), es necesario que domine esta estrategia de lectura. A
esta estrategia de decodificación se denomina también subléxica, porque implica el
ensamblaje de unidades pequeñas (letras, sílabas) para construir las grandes
(palabras).
Sin embargo, a partir de los ocho años los niños tienen que leer textos largos,
comprender y memorizar problemas, y no basta con leer con exactitud sino que hay
que hacerlo rápido, con fluidez. Para eso es necesario el ejercicio de la lectura, la
exposición recurrente a las palabras, para interiorizarlas, memorizarlas y poder leerlas
a golpe de vista. A esta estrategia se denomina léxica y es la consecuencia natural de
una buena decodificación y de una amplia experiencia lectora (Treiman y Kessler,
2003). Así, las palabras conocidas se leerán bien y rápido usando la estrategia léxica,
y las palabras nuevas y desconocidas se leerán despacio pero correctamente usando la
estrategia subléxica. La fluidez permitirá poder prestar atención a otros aspectos del
texto, como la sintaxis, el modo en que las ideas están estructuradas o la integración
de los significados de las distintas palabras para una comprensión adecuada de las
frases (Vellutino, Tunmer, Jaccard y Chen, 2007). Los niños que consiguen
decodificar adecuadamente pero no logran la fluidez, destinan menos recursos a estos
aspectos y pueden mostrar problemas de comprensión.
Se ha descubierto que, en este proceso de aprendizaje, el conocimiento de los
sonidos y de las letras es esencial para la adquisición tanto de una lectura exacta
como fluida (McBride-Chang y Treiman, 2003); que un buen nivel de vocabulario es
el paso previo para una buena comprensión lectora (Nation y Norbury, 2005) y que
trabajar estos aspectos en la infancia es importante para asegurar una buena
adquisición lectora en la etapa escolar. Además, esto favorecerá también el desarrollo
de la escritura. La escritura implicará recuperar de la memoria las representaciones
mentales de las palabras escritas y trasladarlas a través de la acción motora al papel.
En la medida que los niños en edad escolar hayan tenido más exposición al
vocabulario visual sus representaciones mentales de las palabras serán más exactas y
más fáciles de recordar. Cuanta más exposición hayan tenido a las letras mejor
conocerán sus formas y características diferenciales. El ejercicio visomotriz (hacer
letras con plastilina, copiar formas y figuras, pintar líneas y círculos en línea con
275
precisión) permitirá que, además de saber lo que tiene que plasmar en el papel (el
recuerdo o representación de la palabra), sea capaz de ejecutarlo (realizar los
movimientos oportunos para dibujar esa representación).
A medida que aumenta el conocimiento en la edad escolar, los niños además
aprenden a valorar la lengua escrita como medio para narrar historias o para plasmar
sus conocimientos. Esto ayuda a que la escritura pase de ser algo mecánico a algo
comunicativo, y que los niños aprendan a coordinar y estructurar las palabras
escribiendo frases cada vez más claras y dotadas de significado (Olinghouse, 2008).
Predictores de la lectura. ¿Qué tenemos que potenciar para favorecer el
desarrollo lector durante los primeros años de escolaridad?
Los predictores de la lectura son aquellas capacidades que el niño tiene que
adquirir antes de comenzar a leer y que favorecen el aprendizaje de la lectura. El
conocimiento fonológico (la capacidad que los niños tienen para reconocer los
sonidos dentro de las palabras o de ensamblar sonidos para formar palabras), el
conocimiento del nombre de las letras, la velocidad de denominación (la capacidad
de nombrar con rapidez y sin trabarse series colocadas en filas de dibujos,
números, letras, colores) y la memoria de trabajo verbal (la capacidad de recordar
series de letras o dígitos relativamente largos) son capacidades que se desarrollan
antes de los seis años pero que son imprescindibles para que un niño adquiera la
destreza de la lectura. En este estudio de González y cols., (2013) realizado en
España con niños de cuatro a seis años, se constató que aquellos niños que recibían
un apoyo específico durante estos años en algunas de estas habilidades —
concretamente conocimiento fonológico y velocidad de denominación—
desarrollan mejores capacidades lectoras (precisión y rapidez) que los niños que
siguen el curriculum oficial. Este estudio corrobora que trabajar las capacidades
analíticas que permiten a los niños desglosar las palabras en sonidos y jugar con
ellos, así como los procesos visuales y fonológicos seriales (el proceso de nombrar
dirigiendo la atención a los objetos de izquierda a derecha) facilita la adquisición
de las dos capacidades básicas de la lectura: la decodificación y la fluidez. Dado el
alto porcentaje de niños que descubren sus problemas de decodificación pasados
los 7 años, ¿compensaría incorporar este tipo de actividades al curriculum infantil?
¿Qué opinas?
González Seijas, R. M., López Larrosa, S., Vilar Fernández, J. y Rodríguez
López-Vázquez, A. (2013). Estudio de los predictores de la lectura. Revista
de Investigación en Educación, 11(2), 98-110.
ACTIVIDADES PRÁCTICAS
Para interiorizar adecuadamente lo que se ha leído en el presente capítulo, se han
propuesto dos ejercicios prácticos que pueden ser de ayuda: se proponen dos
276
experimentos con el objetivo de observar y conocer el desarrollo cognitivo de los
niños y niñas de entre seis y doce años; por último, una autoevaluación con el
objetivo de evaluar el conocimiento sobre el desarrollo cognitivo en la edad
preescolar.
1. Ejercicio práctico: experimento 1
Realice la siguiente actividad práctica. Si tiene acceso a niños o niñas de diferente
edad, unos menores de seis años y otros mayores, le proponemos que les muestre un
lápiz en posición vertical. Luego, a la vista del niño, tumbe el lápiz y colóquelo en
posición horizontal sobre la mesa. A continuación, pídales que dibujen el lápiz en
diferentes posiciones por las que va pasando desde la vertical a la horizontal (como
alternativa, puede presentarles las diferentes posiciones ya dibujadas en unas tarjetas).
Indague a qué edad consideran tanto la posición inicial y final como las intermedias.
Anote las respuestas y edad de cada participante. Analice los resultados en función de
la teoría piagetiana.
2. Ejercicio práctico: experimento 2
Prepare un texto o un conjunto de instrucciones que contengan, en cualquier caso,
una serie de contradicciones, omisiones y ambigüedades. Proponga su lectura a
estudiantes de ocho y doce años aproximadamente. A continuación, indague sobre los
siguientes aspectos en cada edad: ¿Han detectado las contradicciones, omisiones y
ambigüedades que se incluían en el texto? ¿Considera usted que han comprendido el
texto? ¿Qué recuerdan? ¿Qué diferencias se aprecian en relación con la edad? ¿Qué
se puede concluir con respecto a los procesos metacognitivos?
PREGUNTAS DE REFLEXIÓN
1. Reflexiona acerca del desarrollo de la adquisición de la capacidad de seriación
en esta etapa.
2. Enumera y justifica los factores que inciden en el hábito lector.
3. Analiza la influencia de los procesos de categorización en la elaboración del
conocimiento sobre el mundo.
AUTOEVALUACIÓN
1. Las características del pensamiento de las operaciones concretas son:
a) Descentración.
277
b) Distinción entre apariencia y realidad.
c) Reversibilidad y transformación.
d) Las tres son correctas.
2. «Definición de operación: acción representada mentalmente, compone sistemas
integrados y obedece a ciertas ...........»
a)
b)
c)
d)
Reglas lógicas.
Reglas matemáticas.
Características inapropiadas.
Leyes físicas.
3. La definición «Se tiene en cuenta simultáneamente más de una dimensión de un
objeto, se atiende a distintas propiedades de la realidad, se considera el punto
de vista de otros», está relacionada con el concepto de:
a)
b)
c)
d)
Reversibilidad.
Distinción entre apariencia y realidad.
Transformación.
Descentración.
4. La definición «la relación cuantitativa entre dos objetos es invariable a pesar de
cambios perceptivos» corresponde al siguiente concepto:
a)
b)
c)
d)
Clasificación.
Conservación.
Seriación.
Operación concreta.
5. En los experimentos de conservación, la «reversibilidad por inversión» se
aprecia en la respuesta...
a) «El vaso es más alto pero más estrecho».
b) «Si pasamos el agua al vaso anterior tendremos la misma cantidad de agua».
c) «Si no hemos añadido ni quitado agua del vaso, queda la misma cantidad de
agua».
d) Las tres respuestas son incorrectas.
6. Según Gelman y Coley (1990):
a) El lenguaje puede ayudar a los niños a fijarse en la estructura correlacional
de la realidad.
b) Lo importante son las características perceptivas.
c) Lo importante son las características funcionales.
d) Las tres respuestas son incorrectas.
278
SOLUCIONES
1
2
3
4
5
6
d
a
b
b
b
a
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
Baddeley, A. D. y Hitch, G. (1974). Working memory. Psychology of Learning and
Motivation, 8, 47-89.
Bayliss, D. M., Jarrold, C., Baddeley, A. D., Gunn, D. M. y Leigh, E. (2005).
Mapping the developmental constraints on working memory span performance.
Developmental Psychology, 41(4), 579.
Carey, S. y Gelman, R. (eds.) (1991). The epigenesk ofmind. Hillsdale, NJ: Erlbaum.
Carlson, S. M. y Moses, L. J. (2001). Individual differences in inhibitory control and
children’s theory of mind. Child Development, 72(4), 1032-1053.
Cuervo, A. (2010). Pautas de crianza y desarrollo socioafectivo en la infancia.
Diversitas: Perspectivas en Psicología, 6(1), 111-121.
Dempster, F. N. (1991). Inhibitory processes: A negleted dimension of intelligence.
Intelligence, 15(2), 157-173.
Diamond, A. (1985). Development of the ability to use recall to guide action, as
indicated by infants’ performance on AB. Child Development, 4, 868-883.
Dufresne, A. y Kobasigawa, A. (1989). Children’s spontaneous allocation of study
time: Differential and sufficient aspects. Journal of Experimental Child
Psychology, 47(2), 274-296.
Durston, S., Thomas, K. M., Yang, Y., Ulug˘, A. M., Zimmerman, R. D. y Casey, B.
J. (2002). A neural basis for the development of inhibitory control. Developmental
Science, 5(4), 9-16.
Eskritt, M. y McLeod, K. (2008). Children’s note taking as a mnemonic tool. Journal
of Experimental Child Psychology, 101(1), 52-74.
Flavell, J. H. (1979). Metacognition and cognitive monitoring: A new area of
cognitive-developmental inquiry. American Psychologist, 34(10), 906-911.
Froyen, L. C., Skibbe, L. E., Bowles, R. P., Blow, A. J. y Gerde, H. K. (2013).
Marital satisfaction, family emotional expressiveness, home learning
environments, and children’s emergent literacy. Journal of Marriage and Family,
75(1), 42-55.
García-Molina, A., Enseñat-Cantallops, A., Tirapu-Ustárroz, J. y Roig-Rovira, T.
(2009). Maduración de la corteza prefrontal y desarrollo de las funciones
ejecutivas durante los primeros cinco años de vida. Revista de Neurología, 48(8),
435-440.
Gardner, W. y Rogoff, B. (1990). Children’s deliberateness of planning according to
task circumstances. Developmental Psychology, 26(3), 480-487.
Gooch, D., Snowling, M. y Hulme, C. (2011). Time perception, phonological skills
and executive function in children with dyslexia and/or ADHD symptoms. Journal
279
of Child Psychology and Psychiatry, 52(2), 195-203.
Guion, S. G. y Pederson, E. (2007). Investigating the role of attention in phonetic
learning. En O. S. Bohn y M. Munro (eds.), Second language speech learning. The
role of language experience in speech perception and production: A festschrift in
honour of James E. Flege (pp. 57-77). Ámsterdam: John Benjamins.
Hughes, C. y Devine, R. T. (2015). A social perspective on theory of mind.
Handbook of Child Psychology and Developmental Science, 3(14), 1-46.
Hughes, C., Ensor, R., Wilson, A. y Graham, A. (2009). Tracking executive function
across the transition to school: A latent variable approach. Developmental
Neuropsychology, 35(1), 20-36.
Kirkham, N. Z., Cruess, L. y Diamond, A. (2003). Helping children apply their
knowledge to their behavior on a dimension‐switching task. Developmental
Science, 6(5), 449-467.
Lamm, C., Zelazo, P. D. y Lewis, M. D. (2006). Neural correlates of cognitive
control in childhood and adolescence: Disentangling the contributions of age and
executive function. Neuropsychologia, 44(11), 2139-2148.
Madruga, J. A. G., Martínez, F. G. y López, N. C. (2002). Psicología evolutiva II.
Universidad Nacional de Educación a Distancia, UNED.
Mandler, J. M. y Bauer, P. J. (1988). The cradle of categorization: Is the basic level
basic? Cognitive Development, 3(3), 247-264.
McBride-Chang, C. y Treiman, R. (2003). Hong Kong Chinese kindergartners learn
to read English analytically. Psychological Science, 14(2), 138-143.
McCormack, T. y Atance, C. M. (2011). Planning in young children: A review and
synthesis. Developmental Review, 31(1), 1-31.
McGrath, L. M., Pennington, B. F., Shanahan, M. A., Santerre‐Lemmon, L. E.,
Barnard, H. D., Willcutt, E. G. y Olson, R. K. (2011). A multiple deficit model of
reading disability and attention‐deficit/hyperactivity disorder: Searching for
shared cognitive deficits. Journal of Child Psychology and Psychiatry, 52(5), 547557.
Milner, B., Branch, C. y Rasmussen, T. (1964). Observations on cerebral dominance.
En A. V. S. de Reuck y M. O. O’Connor (eds.), Disorders of language. Londres:
Churchill Livingstone. También en Oldfield and Marshall (1968).
Nation, K. y Norbury, C. F. (2005). Why reading comprehension fails: Insights from
developmental disorders. Topics in Language Disorders, 25(1), 21-32.
Neisser, U. (1987). Concepts and conceptual development: Ecological and
intellectual factors in categorization. Cambridge, Inglaterra: Cambridge
University Press.
Olinghouse, N. G. (2008). Student-and instruction-level predictors of narrative
writing in third-grade students. Reading and Writing, 21(1-2), 3-26.
Pauen, S. (2002). Evidence for knowledge-based category discrimination in infancy.
Child Development, 73(4), 1016-1033.
Piaget, J. y Inhelder, B. (1956). The child’s conception of space. Londres: Routledge
y Kegan Paul.
Piaget, J., Sinclair, H. y Bang, V. (1968). Epistémologie et psycologie de l’identité.
París: Presses Universitaires de France.
280
Rimm-Kaufman, S. E., Curby, T. W., Grimm, K. J., Nathanson, L. y Brock, L. L.
(2009). The contribution of children’s self-regulation and classroom quality to
children’s adaptive behaviors in the kindergarten classroom. Developmental
Psychology, 45(4), 958-972.
Rogoff, B. (1998). Cognition as a collaborative process. En D. Kuhn, R. S. Siegler y
W. Damon (eds.), Handbook of child psychology, vol. 2: Cognition, perception,
and language (5.a ed., pp. 679-744). Nueva York: Wiley.
Rosch, E. (1978). Principles of categorization. En E. Rosch y B. B. Loyd (eds.),
Cognition and categorization (pp. 28-71). Hillsdale, NJ: Erlbaum.
Schwenck, C., Bjorklund, D. F. y Schneider, W. (2009). Developmental and
individual differences in young children’s use and maintenance of a selective
memory strategy. Developmental Psychology, 45(4), 1034-1050.
Siegler, R. S. (1991). Children’s thinking. Englewood Cliffs, NJ: Prentice-Hall.
Treiman, R. y Kessler, B. (2003). The role of letter names in the acquisition of
literacy. Advances in Child Development and Behavior, 31, 105-138.
Vellutino, F. R., Tunmer, W. E., Jaccard, J. J. y Chen, R. (2007). Components of
reading ability: Multivariate evidence for a convergent skills model of reading
development. Scientific Studies of Reading, 11(1), 3-32.
Wellman, H. M. (1978). Knowledge of the interaction of memory variables: A
developmental study of metamemory. Developmental Psychology, 14(1), 24-29.
Welsh, M. C., Pennington, B. F. y Groisser, D. B. (1991). A normative‐
developmental study of executive function: A window on prefrontal function in
children. Developmental Neuropsychology, 7(2), 131-149.
Zelazo, P. D., Müller, U., Frye, D. y Marcovitch, S. (2003). The development of
executive function in early childhood. Monographs of the Society for Research in
Child Development, 68 (3, serial núm. 274).
Lecturas complementarias
Palacios, J., Marchesi, A. y Coll, C. (2001). Desarrollo psicológico y educación (vol.
1). Madrid: Alianza.
Gutiérrez, F., García-Madruga, J. A. y Carriedo, N. (2003). Psicología evolutiva II.
Desarrollo cognitivo y lingüístico (vol. 2). Madrid: UNED.
Delgado, E. B. (2009). Psicología del desarrollo. Desarrollo cognitivo y lingüístico
(vol. 2). Madrid: McGraw-Hill.
Papalia, D., Olds, S. y Feldman, R. (2009). Psicología del desarrollo. De la infancia
a la adolescencia. Madrid: McGraw-Hill.
CONCEPTOS BÁSICOS
Clasificación
Inclusión jerárquica de clases
Clasificación libre
Invariantes cognitivas
Compensación
Numeración
281
Conservación
Permanencia del objeto
Conservación de la cantidad
Relaciones asimétricas
Conservación de líquidos
Relaciones transitivas
Conservación del peso
Reversibilidad
Conservación del volumen
Reversibilidad de las acciones reversas
Descentración
Seriación
Desfases horizontales
Tiempo
Distinción entre apariencia y realidad
Transformación
Espacio
Unión de las acciones reversas
Identidad
282
7
Desarrollo cognitivo en la adolescencia
INTRODUCCIÓN
En este séptimo capítulo se hablará del desarrollo cognitivo durante la
adolescencia, debido a que a partir de los once años, el desarrollo cerebral y cognitivo
proporcionan al adolescente una forma más flexible, clara y sistemática de manipular
la información. Piaget (1954) denominó a este período el estadio de las operaciones
formales, precisamente para diferenciar el tipo de actividad intelectual del
adolescente (abstracta, hipotética y de naturaleza mental) de la del niño (concreta,
empírica y basada en lo material, lo observable, lo palpable). En la primera parte de
este tema se explicarán las principales características del pensamiento adolescente
desde la perspectiva del procesamiento de la información y a continuación se definirá
el pensamiento hipotético-deductivo como resultado tanto del conocimiento adquirido
como de la evolución de los procesos mentales.
Esto propicia que el adolescente sea capaz de construir nuevas teorías y hacer
predicciones acerca de la realidad y de las personas. Posteriormente veremos que, a
pesar de todo, el pensamiento adolescente aún adolece de la capacidad para utilizar
todo este potencial de forma objetiva y exhaustiva, y citaremos algunas limitaciones
que los adolescentes superarán con la madurez y la experiencia personal y social. Por
último, se resumirán algunas de las características de este período desde la
perspectiva de Piaget, tanto aquellas que han supuesto la base de las investigaciones
posteriores como las que han sido objeto de revisión y redefinición.
1. CAMBIOS EN LA MADURACIÓN COGNITIVA EN LA ADOLESCENCIA
Los jóvenes a partir de los once años tienen una capacidad de control de sus
mecanismos mentales, un grado de conocimiento sobre las cosas, y sobre sí mismos y
sus capacidades que no poseen los niños antes de esa edad. El desarrollo intelectual a
esta edad no es tan visible como el desarrollo físico, pero sin embargo aparecen
ciertos rasgos de razonamiento, metacognición y pensamiento independiente que
marcan un antes y un después con los períodos anteriores. El desarrollo de la
conectividad de todas las áreas cerebrales con un creciente aumento de las conexiones
en la zona prefrontal propicia que las percepciones, los conocimientos sean más
fácilmente accesibles y estén más integrados, y que además la capacidad reflexiva
aumente considerablemente.
A partir de esta edad los adolescentes son capaces de pensar de forma más
analítica, ordenada y sistemática. Pueden analizar los diferentes efectos de una acción
283
o decisión, evaluando las distintas opciones una a una y hacerlo exclusivamente de
forma mental sin tener que constatar cada una de las opciones. Tanto la experiencia
como la capacidad de planificación les proporcionan las bases para proyectar en su
mente la consecuencia de cada una de las opciones. También pueden pensar en
símbolos (pensar en contenidos numéricos, lingüísticos, ideas abstractas) y utilizar
símbolos que representen símbolos (despejar una X que representa a un número en
una ecuación) lo que les permite mejorar en habilidades matemáticas y álgebra.
Pensar en términos abstractos les facilita comprender aquello que no se refiere a la
realidad como la ironía, la metáfora y el sentido no literal de muchas expresiones. Por
eso son capaces de comprender textos y recursos literarios. Todo ello contribuye al
avance de un razonamiento lógico, analítico y moral mucho más rico y profundo.
1.1. Memoria declarativa y procedimental
El descubrimiento de que el desarrollo de la zona prefrontal continúa incluso
durante la adolescencia ha sido relativamente reciente. Gracias a los estudios con
resonancia magnética se ha observado que la materia gris aumenta hasta los once o
doce años para disminuir a partir de ese momento como consecuencia de nuevas
sinapsis y posterior poda en esta zona. Esto implica una mielinización progresiva de
las conexiones neuronales en esta zona en función de las nuevas experiencias y
explica los cambios que se producen en el modo en que los adolescentes procesan la
información (Somerville, Jones, Ruberry, Dyke, Glover y Casey, 2013). La
conectividad entre la zona prefrontal y las demás zonas cerebrales explica también
una mayor coordinación y eficacia de las funciones físicas y cognitivas. Estos
cambios que ocurren en la estructura cerebral (cambios estructurales) promueven por
tanto cambios en las funciones (sofisticación funcional). Este cambio se manifiesta en
la memoria y en las funciones de control inhibitorio, flexibilidad y planificación.
Aquellas memorias implícitas que forman parte de nosotros desde la infancia y
que se refieren al modo en que hemos aprendido a comportarnos, las asociaciones y
respuestas automáticas, los hábitos, los procedimientos y modos de hacer, forman
parte ya de la memoria a largo plazo del adolescente. Este es un tipo de memoria
automática y procedimental que forma parte de nuestra memoria a largo plazo. Para
esa edad, somos capaces de montar en bici, hacernos un bocadillo, multiplicar o
responder a una frase hiriente de forma automática sin apenas conciencia de cómo lo
hemos hecho. El contenido de nuestra memoria procedimental es denominado por
ello conocimiento procedimental (el cómo). Al mismo tiempo, como consecuencia de
la mejora en la memoria de trabajo (podemos procesar más cantidad de información)
y de la capacidad de categorización y organización del conocimiento (si el
conocimiento puede agruparse y ordenarse, queda más espacio para introducir nueva
información), aumenta la cantidad de contenidos de la memoria a largo plazo. Este
tipo de memoria es la declarativa y los datos, contenidos y hechos que la componen
constituyen el conocimiento declarativo (el qué). Ambos tipos de memoria permiten
explicar por qué algunos niños con dificultades de aprendizaje tienen problemas para
284
comprender procedimientos implícitos (asociar sonidos a letras, aprender reglas
gramaticales) y no para retener datos o contenidos (Ullman y Pullman, 2015).
1.2. Cambios funcionales de la mente adolescente
Otros cambios funcionales junto con la memoria, son los relacionados con la
velocidad de procesamiento (se percibe, reconoce, reacciona y recupera información
de su mente muy rápido) y el desarrollo de la función ejecutiva. Por eso se observa
una mejora en la atención selectiva, el control de la impulsividad, la flexibilidad
mental y la capacidad reflexiva para la toma de decisiones. Estas capacidades
aumentan progresivamente hasta los veinte años y no todas al mismo tiempo. La
mejora en la atención y control inhibitorio son evidentes antes que la velocidad de
procesamiento y estos parecen contribuir al desarrollo de la memoria de trabajo
(Luna, Garver, Urban, Lazar y Sweeney, 2004).
1.3. Pensamiento científico y solución de problemas
La capacidad de pensamiento más sofisticado permite a los niños usar mejores
estrategias para la solución de problemas. Hasta este momento la solución dependía
de que el objeto del problema estuviera presente y del conocimiento específico del
niño respecto a esa realidad concreta. Ahora la experiencia se ha ampliado y los
mecanismos mentales son más sofisticados. Los adolescentes usan esos mecanismos
que ya han puesto en práctica previamente en situaciones diversas para solucionar
problemas generales acerca de realidades no presentes. Un ejemplo es que el
adolescente determina la diferencia entre la situación real y la deseada (hacer una
fiesta) y pone los medios para reducir esa diferencia a través del análisis de los
distintos medios (llamar, enviar cartas, mandar mensajes de texto) existentes para
conseguir un fin (reclutar amigos). Esto se observa también cuando aprenden un
nuevo juego. Al principio intentan solucionar las situaciones nuevas de muchas
maneras distintas pero, tras varios ensayos, repiten aquellas que son más eficaces
(Siegler, 2000). A medida que se descubren las estrategias más útiles en distintas
situaciones se van refinando hasta conseguir aquellas más rápidas, más acertadas y
que requieren menos esfuerzo. Un tipo de estrategia utilizado en la adolescencia, que
muchas veces se contrapone a la lógica racional, es el uso de heurísticos o reglas que
no garantizan una solución pero son útiles para resolver una amplia gama de
problemas. Algunas veces los adolescentes usan procedimientos analíticos, lógicos o
matemáticos para solucionar problemas (las estadísticas dicen que fumar mata).
Otras, buscan soluciones rápidas a través de heurísticos (mis padres fuman y están
vivos). Los heurísticos son formas de solucionar las dudas acerca de una verdad o
realidad a partir de la experiencia personal o la imitación de personas que obtienen
resultados en la dirección esperada. La solución analítica, sin embargo, implica
analizar la información y pensar en términos estadísticos (tendré que fijarme en la
285
proporción de muertes en la población fumadora y en esa proporción en la población
no fumadora). Los adolescentes son más capaces que los niños de utilizar métodos
analíticos para la búsqueda de soluciones, aunque eso no implica que nunca se usen
métodos heurísticos (Kail, 2012).
La capacidad de solucionar problemas de forma cada vez más analítica y menos
sesgada es lo que posibilita el pensamiento científico. Hasta la adolescencia los niños
adquieren datos a partir de los cuales construyen teorías sobre la realidad. Estas
teorías son a menudo consideradas informales porque carecen del rigor de las teorías
científicas y porque los niños rara vez ponen a prueba esas teorías en la práctica. El
adolescente sin embargo, piensa en situaciones posibles y trata de contrastarlas en la
realidad a través de la experimentación, elaborando todas las situaciones posibles a
través de una comprobación sistemática en la que un factor se mantiene constante
mientras se manipulan los demás. A pesar de eso, muestran aún algunas limitaciones
y muchos puntos en común con niños más pequeños. Primero, tanto los niños como
los adolescentes tienen concepciones equivocadas de los fenómenos científicos y esto
interfiere en su pensamiento. A partir de la experiencia en el mundo físico y social los
niños y adolescentes construyen modelos mentales que les ayudan a comprender el
mundo pero muchas veces esos modelos son erróneos y necesitan modificarlos. Por
ejemplo, pueden creer que la energía es una propiedad exclusiva de los seres vivos y
no de objetos o sistemas físicos (Nordine, Krajcik y Fortus, 2011). Segundo, tanto
niños como adolescentes pueden llegar a conclusiones prematuras sin basarse en
suficiente evidencia, sin explorar alternativas o confundiendo variables. Por ejemplo,
ante una serie de coches pueden pensar que el más veloz será aquel con mayor motor
y mejores ruedas sin tener en cuenta la combinación de estos factores en los distintos
vehículos (Zimmerman, 2007). Por último, tanto niños como adolescentes tienen
dificultades en el uso de los datos que evalúan sus teorías, Por ejemplo, si los datos
no avalan su pensamiento tienden a infravalorar esos datos, mientras que si los avalan
tienden a tomarlos como válidos aunque las condiciones de evaluación no hayan sido
muy fiables (Jacobs y Klaczynski, 2002). Autores recientes han mostrado que estas
limitaciones pueden superarse a través de entrenamiento, y que la instrucción
explícita por parte de un adulto en el manejo de variables, junto con el
descubrimiento y la experimentación guiada, pueden favorecer el desarrollo del
pensamiento científico en los niños (Lorch et al., 2010).
2. EL RAZONAMIENTO HIPOTÉTICO-DEDUCTIVO
El pensamiento hipotético es el pensamiento que implica razonar sobre
proposiciones que pueden reflejar o no reflejar la realidad. Las posibilidades
adquieren una vida propia en la cual el aquí y ahora es solamente una de entre
muchas posibilidades alternativas. Para el niño más pequeño, las posibilidades
imaginadas (como en el juego de simulación) siempre están sujetas al mundo de lo
cotidiano, tal como lo conoce, o tal como desea que exista. Para el adolescente, la
posibilidad adquiere una vida propia y la realidad es solamente una de entre muchas
286
posibilidades. (Flavell, Lindberg, Green y Flavell, 1992) presentan un ejemplo de la
capacidad del adolescente para ignorar lo real y pensar sobre lo posible. Si se ofrecen
50 euros a un estudiante universitario con dificultades económicas para argumentar a
favor de la opinión de que el gobierno nunca debería dar o prestar dinero a
estudiantes universitarios en dificultades económicas, lo más posible es que se ganen
ese dinero ofreciendo un argumento convincente (aunque no sea sincero). En
contraste, los niños en edad escolar tienen mayores dificultades para argumentar en
contra de sus propias creencias e intereses personales. La capacidad para divorciarse
de las propias creencias, manipular mentalmente dos ideas contrapuestas, y
argumentar como si uno mismo creyera algo diferente o contrario a lo que cree, hace
a los adolescentes mucho más interesantes y expertos en el debate intelectual.
También les lleva a invertir cualquier supuesto y a examinar de forma crítica la lógica
de todo en lo que creen. La capacidad para pensar de forma hipotética también
supone que los adolescentes pueden analizar las realidades de la actualidad dentro del
marco de los valores abstractos, como los que refieren al amor, la justicia, el papel de
lo divino y el sentido de la vida humana. Están dispuestos a criticar «cómo son las
cosas» a la luz de las hipótesis sobre «cómo serían las cosas si...», y sobre cómo se
interrelacionarían las personas en un mundo en el que la justicia fuera una realidad, el
amor fuera sincero o el sentido de la vida humana se pudiera reconocer de verdad.
Esta es una de las razones por las que la adolescencia constituye a menudo una época
de reflexiones agonizantes sobre el mundo y nuestro lugar en él, enfrentando al
adolescente con ideas y sentimientos que son novedosos, provocativos y a veces
atemorizadores.
Durante los años escolares los niños avanzan precipitadamente en el dominio del
razonamiento inductivo, haciéndose cada vez más capaces de utilizar sus
conocimientos acumulados de hechos concretos, así como sus experiencias
personales, para alcanzar conclusiones sólidas sobre sus experiencias prácticas con
los objetos, las personas, los acontecimientos naturales y los temas escolares.
Básicamente, su razonamiento funciona así: «Si tiene el aspecto de un pato y suena
cómo un pato, entonces debe de ser un pato». Durante la adolescencia, cuando los
jóvenes desarrollan su capacidad para pensar de forma hipotética, pronto se hacen
más capaces de utilizar el razonamiento deductivo. Es decir, pueden empezar a partir
de una premisa o teoría general y deducir inferencias lógicas de ella, y después
comprobar la validez de estas inferencias. El razonamiento hipotético-deductivo
permite al adolescente desarrollar hipótesis y diseñar experimentos para poner a
prueba esas predicciones hipotéticas en la realidad. Le permite considerar todas las
hipótesis que puede imaginar y examinarlas de una en una para eliminar aquellas que
son falsas y llegar a la verdadera. Este tipo de pensamiento es pues una herramienta
para resolver problemas, pensar en posibilidades o situaciones ideales y planificar las
acciones necesarias para acercarse a ellas. Esto no implica abandonar el razonamiento
inductivo, al contrario, implica una mayor capacidad para utilizar ambos tipos de
razonamiento en función del tipo de problema o situación. De hecho, los
investigadores han mostrado que los adolescentes y adultos combinamos el
287
razonamiento racional analítico con el pensamiento intuitivo y emocional
(caracterizado por el uso de heurísticos) y que la utilización de ambas vías de
procesamiento permiten que la mente a partir de la adolescencia sea más flexible y
que durante este período aprendamos a equilibrar el uso de la intuición, la emoción y
reflexión.
Reflexividad e impulsividad en los adolescentes. ¿Cómo podemos comprender
su mente?
La percepción en nuestra sociedad respecto a la adolescencia es contradictoria.
Por un lado, atribuimos a los adolescentes las capacidades del adulto, y les
exigimos seriedad, responsabilidad y autonomía. Por eso a menudo nos sorprenden
y defraudan sus conductas arriesgadas, conflictivas e impredecibles. De ahí que la
visión de los adultos acerca de este período sea muchas veces negativa. Algunos
investigadores han intentado comprender esta contradicción y han aportado datos
que Alfredo Oliva (2007) recoge en esta interesante revisión. Es cierto que en la
etapa de la adolescencia se producen ciertos cambios en la corteza prefrontal que
promueven un desarrollo evidente de la capacidad reflexiva y autoreguladora. Esta
zona cerebral es la que más tarda en madurar en comparación con otras zonas
como las sensoriales o motoras, que maduran muy temprano en la infancia. Sin
embargo, aunque ciertos avances sean evidentes, estas capacidades de control
siguen evolucionando a lo largo de la adolescencia y no culminan hasta al menos
los veinte años. Además, durante este período, otro fenómeno tiene lugar, y es el
desarrollo de las estructuras mesolímbicas (amígdala, hipocampo, núcleo
accumbens), cuya función es la regulación de las emociones y el procesamiento de
las recompensas. Este circuito es muy sensible a los cambios hormonales que
ocurren en este periodo y, precisamente a este desequilibrio se atribuyen las
intensas experiencias emocionales, la búsqueda de nuevas sensaciones y conductas
arriesgadas de los adolescentes. A medida que se instauran las conexiones entre el
lóbulo prefrontal y las estructuras límbicas, y a su vez se alcanza el equilibrio
hormonal, más controlada es la conducta y mayor la capacidad para la toma de
decisiones. Este desequilibrio temporal entre circuito motivacional mesolímbico y
circuito cognitivo prefrontal nos ofrece un marco excelente para comprender el
comportamiento adolescente y percibirlo como un período de vulnerabilidad que
requiere una alta dosis de sensibilidad, vigilancia y comprensión por parte de los
adultos.
Delgado, A. O. (2007). Desarrollo cerebral y asunción de riesgos durante la
adolescencia. Apuntes de Psicología, 25(3), 239-254.
2.1. La construcción de teorías
Como resultado de todo este desarrollo cognitivo, los adolescentes se convierten
en constructores de teorías en su vida cotidiana. Mientras que los niños más pequeños
288
suelen generalizar a partir de su experiencia y conocimiento inmediatos sobre hechos
específicos para derivar conclusiones relativas al mundo que les rodea, los
adolescentes intentan crear teorías más globales e integradoras que sean coherentes
con las múltiples formas de evidencia e información. Así pues, sus teorías son más
amplias y generalizables porque están cuidadosamente consideradas y comprobadas
en un ámbito de más experiencia y conocimientos nuevos, a consecuencia de lo cual
se presentan de forma más elaborada. Además, en particular, los adolescentes
mayores son bastante capaces de desmontar sus propias teorías y construir otras
nuevas.
Según algunos autores, la gente muchas veces suscribe de forma obstinada una
teoría encarecidamente defendida, incluso ante la evidencia de pruebas en contra,
hasta que diseñan una teoría alternativa para sustituirla, y después suscriben la nueva
teoría con la misma fuerza con la que defendían la anterior. Normalmente los
adolescentes y los adultos tienen dificultades para pensar en teorías alternativas a las
que defendían previamente o para imaginar lo que supondría aceptar una
demostración que desmantele la teoría anterior, aunque hay factores como la
fiabilidad y credibilidad que perciben en quienes sostienen teorías que los cuestionan
(Kellough y Kellough, 2008). En resumen, la adolescencia es testigo del inicio de la
actividad de la mente teórica, con un largo camino por recorrer. Los adolescentes
intentan diseñar teorías que proporcionen una explicación satisfactoria sobre la
experiencia de la vida. Pero su capacidad para hacerlo, con coherencia ante las
experiencias y evidencias diversas, se desarrolla gradualmente, prolongándose hasta
la edad adulta.
2.2. La construcción de conceptos sobre uno mismo
Avanzar hacia el reino de lo posible, lo hipotético y lo abstracto tiene importantes
consecuencias personales para los adolescentes, permitiéndoles un nuevo nivel de
autoexamen. El análisis de las propias ideas y sentimientos, la predicción del futuro
de uno mismo y la reflexión sobre las propias experiencias subyacen a una mayor
actividad de reflexión y de consciencia de uno mismo y también una capacidad
creciente para centrarse en uno mismo. Estas nuevas expediciones introspectivas
constituyen una parte esencial de la conciencia sobre uno mismo que se expande en la
adolescencia, pero a menudo están distorsionadas por un cierto grado de
egocentrismo, ya que el descubrimiento de todas las posibilidades intelectuales
emergentes y el deseo de formar una identidad propia centra su atención en el propio
yo. El egocentrismo adolescente se define como una opinión de sí mismo en virtud de
la cual uno se considera mucho más central y significativo en la escena social de lo
que lo es en realidad. Así, los adolescentes tienden a suponer lo que otros pueden
pensar (especialmente de ellos) y después convertir esta suposición en un hecho. Este
egocentrismo adolescente aparece porque los adolescentes no logran diferenciar entre
lo único y lo universal.
Este egocentrismo permite la formación de una identidad, ya que favorece la
289
búsqueda del propio sentido de la individualidad (Knowles y Brown, 2000). Para ello,
aunque centrados en sí mismos, buscan identificarse con ciertos adultos y necesitan la
aprobación de sus iguales. Esta búsqueda de identidad y descubrimiento personal
(solo conocemos lo que somos en comparación a lo que los otros son) puede
exacerbar sentimientos de vulnerabilidad en los momentos en los que afrontan la
disonancia entre lo que ellos sienten, perciben, o piensan, y lo que piensan o ven en
los demás. A pesar de que estas comparaciones y disonancias generan sentimientos
de rabia, inseguridad, ciclos de pérdida o aumento de la autoestima, les ayuda a
desarrollar la capacidad de la autocrítica y formar una teoría acerca de sus propias
características y personalidad; a formar, en definitiva, una identidad.
Resumiendo, durante la adolescencia, los jóvenes se hacen más capaces de
especular, emitir hipótesis y deducir a partir de la teoría, destacando tanto las
posibilidades como la realidad. A diferencia del niño más pequeño, cuyo pensamiento
está ligado a realidad tangible y «a la forma como son las cosas», los adolescentes
pueden construir sistemas formales y teorías generales que transcienden a la
experiencia práctica. Su razonamiento puede ser formal y abstracto en lugar de
empírico y concreto. Esto también les permite considerar principios abstractos como
los del amor por los demás, la justicia y el sentido de la vida humana.
3. ASPECTOS INMADUROS DEL PENSAMIENTO ADOLESCENTE
En el apartado anterior hemos visto que, a pesar de las capacidades emergentes en
este período, el egocentrismo adolescente supone una limitación para la expansión
intelectual, aunque favorece el desarrollo de la identidad. El egocentrismo
adolescente muestra que la capacidad para reflexionar sobre las ideas, los
sentimientos y los motivos es una experiencia con consecuencias mixtas: permite a
los adolescentes considerar sus vidas de forma más reflexiva, pero a menudo a costa
de una mayor autocrítica y una visión de la realidad sesgada por la propia
individualidad.
De hecho, parece incongruente que los adolescentes nos sorprendan con su
capacidad para discutir lógicamente una idea o una posición aportando argumentos
novedosos e inusuales, y en otras ocasiones sean incapaces de tomar una decisión
sencilla, se muestren inflexibles o se muestren irritados o groseros por motivos
aparentemente irracionales.
Según el psicólogo David Elkind (1985, 1998), estos comportamientos son
consecuencia de los intentos fallidos de los adolescentes para utilizar sus nuevos
recursos de pensamiento. A medida que van poniendo a prueba sus habilidades
lógicas, hipotéticas y planificadoras, irán superando estas limitaciones. Mientras
tanto, su inmadurez se manifiesta sobre todo en las siguientes características (no
todas negativas):
— Idealismo y tendencia a la crítica. La posibilidad de pensar un mundo ideal, de
constatar las discrepancias con el real y muy conscientes de todo aquello
290
mejorable a su alrededor. Son sensibles a la hipocresía, atacan a aquellos
adultos que no se comportan según sus ideales y comienzan a gestar ideas
acerca de las características morales e intelectuales de los políticos y
gobernantes.
— Tendencia a discutir. Cualquier motivo puede ser objeto de debate y discusión.
Su deseo constante de poner a prueba sus capacidades de razonamiento les
lleva a buscar oportunidades para discutir a medida que ponen a prueba su
capacidad de organización de ideas o análisis de hechos.
— Indecisión. Debido a que pueden tener varias alternativas en su mente, pero al
mismo tiempo carecen de estrategias claras para elegir la mejor de entre ellas, a
menudo muestran gran indecisión. Por ello los programas de toma de
decisiones para ejercitar la predicción de posibilidades y análisis de
consecuencias son muy útiles en esta etapa.
— Sentimiento de invencibilidad e invulnerabilidad. Existen diferentes
consecuencias posibles, fruto del egocentrismo adolescente. Una es la fábula de
la invencibilidad, en virtud de la cual algunos jóvenes piensan que nunca
caerán víctimas, como otros, de las repercusiones de una conducta peligrosa o
ilegal. Por consiguiente, asumen todo tipo de riesgos, sintiéndose erróneamente
seguros de que nunca se pondrán enfermos, ni morirán, ni les detendrán. Un
ejemplo es lo que Elkind define como fábula personal, para referirse al hecho
de que los adolescentes imaginan y fantasean que sus propias vidas son únicas,
heroicas o incluso míticas. Se perciben como diferentes de los demás,
diferenciados por experiencias, perspectivas y valores únicos. No es de
sorprender que en ellas el adolescente sea el héroe. Las fantasías tienen varios
temas que las identifican, de los cuales los más comunes son: «soy especial»,
«no me quedaré embarazada», «no me haré adicto a estas drogas; las tomo solo
por diversión». Un ejemplo de ello sería una joven que se enamora por primera
vez y queda prendada de la experiencia, que es totalmente nueva y
estremecedora. Pero no logra diferenciar entre lo que es nuevo y estremecedor
para ella y lo que es nuevo y estremecedor para la humanidad. Así, no debe
sorprendernos que esta joven le diga a su madre: «pero mamá, tú no sabes lo
que se siente al enamorarse». Una de las características de la fábula personal es
una sensación de invulnerabilidad. Elementos de la fábula personal perduran a
lo largo de la vida. Creemos que somos especiales de alguna manera.
— Autoconciencia. Los adolescentes pueden pensar acerca del pensamiento
propio y de otras personas, sin embargo en su preocupación con su propio
estado mental, a menudo suponen que todos los demás están pensando lo
mismo al mismo tiempo. Para Elkind (1998) el adolescente crea una audiencia
imaginaria a esa conciencia de uno mismo, audiencia que presta atención y
reacciona a su apariencia y conducta. Es el conjunto hipotético de todos los que
podrían estar interesados en el yo y la conducta del muchacho. Es el ellos
implícito en expresiones como «dicen» o «predicen». Los psicólogos sociales
afirman que todos nos comportamos como si «ellos» nos vieran con interés.
291
Pero el público imaginario de los adultos es menos importante que el de los
adolescentes. La audiencia imaginaria surge a partir de la suposición que hacen
los adolescentes en el sentido de que otras personas están tan interesadas por
ellos como lo están ellos mismos. Es como si creyeran que los demás están tan
interesados en ellos como ellos mismos lo están y que constantemente los
estuvieran juzgando. Por la misma razón muchos se preocupan tanto por su
pelo, su ropa y otros aspectos de su apariencia.
Algunos de estos conceptos son complejos y difíciles de evaluar y de demostrar
empíricamente. Los estudios muestran que los adolescentes pueden ser tanto muy
impulsivos como muy reflexivos, dependiendo del nivel de madurez cerebral (Luna,
2009) o del contexto y las posibilidades para ejercitar sus capacidades reflexivas
(Hofmann, Friese y Wiers, 2008).
Adolescencia, orientación escolar y decisiones académicas y profesionales.
¿Qué sabemos?
La orientación escolar es concebida actualmente como proceso a lo largo de
toda la vida escolar. Esto la convierte en una dimensión educativa enfocada al
aprendizaje de estrategias reflexivas que faciliten la toma de decisiones, integrada
en las distintas etapas escolares, y especialmente relevante en la adolescencia. La
definición de la identidad y el rechazo a la autoridad y a lo académico dificultan
muchas veces los procesos de toma de decisiones en esta etapa, en la que por otra
parte el proceso de autoconocimiento y las decisiones respecto al futuro académico
y laboral pueden ser cruciales. En este trabajo, García y colaboradores (2007)
examinan en qué medida los adolescentes que se encuentran en 4.o de la ESO han
sido capaces de desarrollar un proyecto más o menos definido acerca de su futuro
académico y profesional. Para ello, a través de encuestas detalladas, evalúan las
preferencias de 2.260 alumnos de distintos colegios de Asturias, y describen las
posibilidades y necesidades detectadas. Los datos muestran que la toma de
decisiones de la mayoría se basa en las preferencias personales, y después influyen
la opinión de sus padres y la orientación del colegio, en ese orden. No parecen
existir diferencias de género en este aspecto, ni tampoco en función del centro
(público o privado). Es llamativo que un gran porcentaje de alumnos se encuentra
indeciso (18 %) o tiene en mente distintas opciones y proyectos (50 %). Un
aspecto positivo es que cuando se les pregunta por las profesiones preferidas,
existe una gran correlación entre la modalidad de bachillerato o FP elegida y las
profesiones preferidas, lo cual indica que al menos poseen información sobre las
rutas que les conducen a determinadas actividades profesionales. Este estudio
demuestra que la valoración que los adolescentes realizan de los procesos de
orientación es relativamente baja en comparación con otros elementos como las
preferencias personales o la opinión de los padres, e indica que los programas de
orientación y toma de decisiones deberían contemplar e integrar estos dos factores
para garantizar intervenciones más realistas y eficaces.
292
García, C. M. F., Calvo, J. V. P., Hernández, M. P. V. y López, S. T. (2007).
Los procesos de orientación escolar y la toma de decisiones académica y
profesional. Revista Complutense de Educación, 18(2), 87-103.
4. EL ESTADIO DE LAS OPERACIONES FORMALES DE PIAGET
Piaget (1954) denomino pensamiento operacional formal al razonamiento que
caracteriza la adolescencia, que en su teoría es la cuarta y última etapa cognitiva, la
cual es producto de una combinación de la maduración y la experiencia.
Este tipo de pensamiento utiliza como base las operaciones concretas, pero es
cualitativamente distinto del exhibido por los niños que se encuentran en la etapa
anterior y permite enfocar los problemas y razonar de otra manera. Algunas de las
distinciones importantes entre las operaciones formales y las concretas se ilustran en
las respuestas que dan los niños a los problemas de naturaleza científico-matemática
planteados por Piaget. El problema consiste en presentar a los participantes cinco
tubos de ensayo que contienen sustancias químicas sin identificar; una combinación
de estas dará un líquido amarillo. A los quince años, las personas podemos resolver el
problema combinando sistemáticamente los tubos en dos, tres y por último cuatro
para agotar todas las posibilidades. Los experimentos de este tipo no solo muestran
cómo a esta edad comenzamos a diseñar y aplicar principios simples al razonamiento,
sino que también ponen de relieve la importancia de las habilidades deductivas para
inferir estos principios. En esta etapa se empieza por imaginar todas las posibilidades
para luego ponerlas a prueba. El experimento ilustra la capacidad lógica de
razonamiento del adolescente. A diferencia de los niños y niñas en las etapas
anteriores, los adolescentes consideran primero toda la gama de posibles
combinaciones. La lógica concreta que bastaba para las clases y la seriación es
remplazada por lo que Piaget denomina lógica de las proposiciones. La diferencia
entre el pensamiento propio de la etapa de las operaciones concretas con respecto al
de las operaciones formales se ilustra en la tabla 7.1.
TABLA 7.1
Comparativa entre el pensamiento concreto y formal
Pensamiento concreto
Pensamiento formal
Resuelve problemas al azar.
Resuelve problemas planteando hipótesis.
Apegado a la realidad concreta.
Razona sobre lo posible.
Utiliza datos inmediatos.
Incorpora conocimiento previo.
Actuación sobre los objetos.
Razonamiento verbal.
Combina elementos comparando combinaciones anteriores.
Combina elementos de forma sistemática.
Multiplicación de clases.
Aislamiento de factores.
293
Lógica de clases.
Lógica proposicional.
Razonamiento empírico-inductivo.
Razonamiento hipotético-deductivo.
FUENTE: elaboración propia.
Esta forma de lógica es un medio mucho más poderoso para ocuparse de lo
hipotético, de los enunciados que no se relacionan por fuerza con la realidad sino que
se distinguen solamente por la posibilidad de que sean verdaderos o falsos. De hecho,
una de las características más distintivas del pensamiento adolescente es su capacidad
para pensar en términos de la posibilidad en lugar de pensar solo en términos de la
realidad. Esta capacidad para pensar en términos de lo posible permite a los
adolescentes hacer fantasías, especular y emitir hipótesis con mucha mayor facilidad.
Las operaciones formales constituyen para Piaget el último período del desarrollo,
es decir, la forma de pensamiento más compleja que se puede alcanzar a lo largo de la
vida, y por tanto la evidencia de que el desarrollo cognitivo ha llegado a su fin. A
partir de aquí y durante toda la edad adulta se pueden acumular conocimientos sobre
distintas materias, pero la manera de pensar ya no cambiará. La descripción que hizo
Piaget (1954) del pensamiento formal dividía su adquisición en dos etapas: etapa
emergente (11-12 años) y etapa de consolidación (14-15 años). Las características
específicas de esta nueva cognición son: el pensamiento hipotético, el razonamiento
deductivo, la capacidad para la construcción de teorías y el egocentrismo. Como
vemos, esta teoría sentó las bases de los estudios posteriores y ha determinado el
curso de las teorías cognitivas del desarrollo.
Para finalizar este apartado, en la tabla 7.2 se resumen las principales funciones
del pensamiento formal.
TABLA 7.2
Características funcionales del pensamiento formal
Características
Definición
Pensamiento
hipotético
El pensamiento que implica razonar sobre proposiciones que pueden reflejar o no reflejar
la realidad.
Supone que los adolescentes pueden analizar las realidades de la actualidad dentro del
marco de los valores abstractos, como los que se refieren al amor, la justicia, el papel de
lo divino y el sentido de la vida humana.
Razonamiento
deductivo
El razonamiento que deriva inferencias y conclusiones lógicas de premisas generales.
Razonamiento
hipotéticodeductivo
El pensamiento que implica razonar sobre proposiciones que pueden reflejar o no reflejar
la realidad.
Elabora conclusiones (particular) a partir de premisas (generales).
La
construcción
de teorías
Intentan crear teorías más globales e integradoras que sean coherentes con las múltiples
formas de evidencia e información.
294
Crear
conceptos de
uno mismo
Egocentrismo
Una característica del pensamiento adolescente que a veces lleva a los jóvenes a
centrarse en sí mismos excluyendo a los demás, por ejemplo, creyendo que sus
pensamientos, sentimientos o experiencias son únicos.
Crear
conceptos de
uno mismo
Fábula de la invencibilidad
Algunos jóvenes piensan que nunca caerán víctimas, como otros, de las repercusiones de
una conducta peligrosa o ilegal. Por consiguiente, asumen todo tipo de riesgos,
sintiéndose erróneamente seguros de que nunca se pondrán enfermos, ni morirán, ni les
detendrán.
Fábula personal
Los adolescentes imaginan y fantasean que sus propias vidas son únicas, heroicas o
incluso míticas. Se perciben como diferentes de los demás, diferenciados por
experiencias, perspectivas y valores únicos.
Audiencia imaginaria
Se refiere a la idea egocéntrica de que los demás nos están constantemente observando.
FUENTE: elaboración propia.
5. EVALUACIÓN CRÍTICA DEL ESTADIO FORMAL SEGÚN PIAGET
La formulación de Piaget sobre el período formal recibió en su día numerosas
críticas. Estas críticas se dirigieron principalmente a cuatro aspectos.
En primer lugar, Piaget afirmaba que este estadio era universal, sin embargo no
todos los sujetos alcanzan este nivel de desarrollo cognitivo. Muchos estudios
hallaron que la mayor parte de los sujetos no aplicaban patrones de pensamiento
formal ante tareas que debían incitar este tipo de operaciones matemáticas que tienen
un marcado componente cultural. En segundo lugar, se observó que la edad de
adquisición no era tan temprana como Piaget había supuesto. Además, Piaget
afirmaba que este pensamiento era uniforme y homogéneo, es decir, un sistema de
conjunto al que accedemos simultáneamente. Sin embargo, muchos adolescentes y
adultos solo eran capaces de resolver algunas tareas formales y no otras, y el
contenido y la familiaridad afectaban a su resolución. Estos datos ponían en duda la
existencia de la estructura de conjunto postulado por Piaget. Por último, otros autores
dudaron de que el pensamiento formal constituyera el punto final en el desarrollo
cognitivo y plantearon la existencia de otras formas de pensamiento más complejas y
tardías.
Así pues, el desarrollo pleno del pensamiento formal depende, en gran medida, de
la educación formal. No es que a través de la educación se «enseñe» directamente a
pensar de manera formal, sino que el tipo de actividades que se suelen realizar en los
últimos años de la escolarización requieren el uso de habilidades formales. En
muchos casos el pensamiento formal no surge de forma espontánea porque necesita
cierto entrenamiento. Además, de manera sistemática se ha encontrado que las
personas de niveles sociales más elevados resuelven mejor las tareas de pensamiento
formal. En definitiva, parece que la cultura y el nivel socioeconómico influyen de
forma relevante en la utilización de las operaciones formales, es decir, de métodos de
295
razonamiento hipotético-deductivos.
ACTIVIDADES PRÁCTICAS
Para interiorizar adecuadamente lo que se ha leído en el presente capítulo, se han
propuesto dos ejercicios prácticos que pueden ser de ayuda: por un lado, se pretende
que el alumnado explore el grado de adquisición del pensamiento formal de los
adolescentes mediante la evaluación de algunas tareas formales, en concreto con la
tarea de combinatoria; por otro lado, se plantean una serie de preguntas abiertas con
el objeto de analizar el conocimiento sobre algunos contenidos relacionados con la
teoría cognitiva de Piaget; por último, una autoevaluación con el objetivo de evaluar
el conocimiento sobre el desarrollo cognitivo en la adolescencia.
1. Ejercicio práctico: la combinatoria
Las operaciones combinatorias constituyen un procedimiento para combinar de
una manera sistemática los elementos (objetos o proposiciones) de una determinada
situación de todas las formas posibles, de tal manera que el sujeto puede generar
todas las combinaciones posibles de una serie de elementos. Esta capacidad permite
al adolescente utilizar nociones matemáticas como combinaciones, permutaciones y
variaciones.
Inhelder y Piaget (1955) describen el proceso de adquisición del esquema de
combinatoria del siguiente modo:
a) En el estadio de las operaciones concretas cuando se pide a los niños y niñas
que hagan todas las combinaciones posibles de cierto número de elementos no
lo consiguen. La mayoría hacen combinaciones incompletas, mezclando los
elementos al azar o utilizando el procedimiento de ensayo y error, y si algunos
llegan a obtener todas las combinaciones posibles, tardan mucho tiempo y se
les hace tedioso porque siguen un procedimiento (ensayo y error) que les exige
comparar cada una de las posibles combinaciones generadas con todas las
demás anteriormente producidas ya que no tienen un criterio para saber si ya
han hecho o no esa combinación concreta de elementos.
b) En una etapa intermedia entre las operaciones concretas y formales comienzan
a emplear procedimientos con cierto grado de sistematicidad, por ejemplo para
combinar distintos colores primero eligen un color y van añadiendo otros
sucesivamente, pero todavía no logran agotar todas las posibilidades de
combinación siguiendo el criterio elegido.
c) En el nivel formal los adolescentes ya logran realizar todas las combinaciones
posibles siguiendo un método sistemático.
Estos autores sostienen que la combinación lógica, al igual que otros esquemas
296
operatorios, se construye sobre la acción pero además se necesita una estructura que
posea ciertas leyes que afectan a la totalidad de dicha estructura. Es decir, las
operaciones combinatorias constituyen un esquema operatorio bastante general que se
logra a partir de un cierto nivel de desarrollo: el pensamiento formal.
La tarea de combinatoria consiste en presentar a los sujetos un conjunto de fichas
(60 por ejemplo), de seis colores distintos (10 de cada color) y pedirle que realice
todas las combinaciones de 3 elementos que sea posible hacer con esas fichas,
teniendo en cuenta estas dos condiciones:
1. Que no se puede repetir el mismo color en el mismo trío, por ejemplo no vale la
combinación: azul, rojo, azul.
2. Que dos tríos son iguales si están formados por los mismos colores, sin
importar el orden de colocación, por ejemplo la combinación verde-rojo-azul es
la misma que rojo-verde- azul.
Para que los chicos y chicas comprendan las instrucciones de la tarea se les puede
plantear una situación cuyo contenido sea familiar para ellos, por ejemplo se les
puede decir: «Imagínate que tienes un montón de vagones de tren de distintos colores
(en total hay seis colores: blanco, negro, amarillo, rojo, verde y azul) y quieres
construir todos los trenes posibles de tres vagones que se puedan hacer con colores
distintos». Para construir los vagones hay que respetar dos condiciones:
1. En un tren no puede haber dos vagones con el mismo color. Por ejemplo, no
podrás poner rojo-verde-rojo.
2. No se pueden repetir los tres mismos colores en más de un tren, aunque se
cambie el orden de los colores. Por ejemplo, si en un tren pones los colores
rojo-verde-azul, no podrás poner otro tren con los colores rojo-azul-verde.
Una vez que el adolescente ha entendido bien la tarea y las condiciones anteriores,
se le dan las fichas de colores y se anotan las combinaciones que realice. Se le
permite experimentar si utiliza un procedimiento de ensayo y error tantas veces como
quiera hasta que considere que ya ha hecho todas las combinaciones posibles con
esos elementos.
Cuando el sujeto ha comenzado a realizar la tarea hay que preguntarle cómo lo va
a hacer para que verbalice su forma de entender y resolver el problema, por ejemplo
se le puede decir «¿por qué colocas ahora ese color?».
Para evaluar el nivel de resolución en esta tarea se tendrá en cuenta el método
seguido por los sujetos (sistemático, por ensayo y error, al azar) y el número de tríos
que ha sido capaz de realizar, sabiendo que las combinaciones de seis elementos
tomados de tres en tres hacen un total de 20 combinaciones posibles y que el método
sistemático para realizar tríos de seis elementos (A, B, C, D, E, F) es el siguiente:
ABC
BCD
CDE
ABD
BCE
CDF
DEF
ACF
ACE
297
BEF
ABE
BCF
CEF
ADE
ABF
BDE
ADF
ACD
BDF
AEF
Objetivos. Con esta práctica se pretende que los alumnos exploren el grado de
adquisición del pensamiento formal de los adolescentes mediante la evaluación de
algunas tareas formales, en concreto con la tarea de combinatoria.
Sujetos. Esta práctica se realizará con un sujeto adolescente de edad comprendida
entre los once y los dieciséis años al que se le pasará la tarea de combinatoria.
Procedimiento. Los estudiantes deberán:
— Buscar un sujeto adolescente y pasarle las pruebas de combinaciones
anteriormente descritas.
— Las pruebas se realizarán en una situación familiar para el adolescente, a poder
ser en su casa, colegio o instituto. El entrevistador se sentará frente al chico o
chica y encima de la mesa se colocará únicamente el material necesario para
realizar la tarea.
Los materiales necesarios para realizar las tareas formales son:
— Para la tarea de combinatoria se requieren 60 fichas de 6 colores distintos (10
fichas de cada color). Si no se posee este material, el alumnado lo construirá
con cartulinas de distintos colores, por ejemplo: amarillo, rojo, verde, azul,
negro y blanco.
2. Ejercicio práctico: preguntas abiertas
A continuación, se plantean una serie de preguntas abiertas con el objetivo de
evaluar el conocimiento sobre algunos contenidos relacionados con la teoría cognitiva
de Piaget.
1. ¿Qué nuevas habilidades cognitivas suelen emerger durante la adolescencia?
2. ¿Qué es el pensamiento deductivo y cómo se compara con el pensamiento
inductivo de los niños más pequeños?
3. ¿Qué avances tienen lugar en el razonamiento teórico del adolescente? ¿Cuáles
son las limitaciones que siguen afectando al pensamiento teórico durante esta
edad?
4. ¿Qué es el egocentrismo adolescente?
5. ¿Cuáles son algunas de las características del egocentrismo adolescente?
6. ¿Cuáles son las características del desarrollo en la adolescencia?
298
PREGUNTAS DE REFLEXIÓN
1. Argumenta qué estado emocional supone la fábula de invencibilidad en la etapa
adolescente.
2. Revisa los cambios que supone pasar del pensamiento operacional al
pensamiento formal.
3. Qué importancia tiene la construcción del autoconcepto y la autoestima en la
etapa adolescente.
AUTOEVALUACIÓN
1. Una característica funcional del pensamiento formal:
a)
b)
c)
d)
Es la adquisición de la combinatoria.
Es el uso del pensamiento hipotético-deductivo.
Es que el adolescente adquiere la función simbólica.
Es la comprensión de las proposiciones.
2. Señala la opción verdadera:
a) El período formal es universal.
b) En el período formal las operaciones se aplican de forma uniforme y
homogénea.
c) En el período formal la realización satisfactoria de las tareas depende del
contenido.
d) El período formal tal y como lo formuló Piaget es la cima del
funcionamiento intelectual.
3. En el estadio de las operaciones formales:
a) El niño elabora todas las situaciones posibles mediante la comprobación
sistemática.
b) El niño elabora todas las situaciones posibles mediante el ensayo y error.
c) Todos los niños pueden solucionar la tarea de la flexibilidad de las varillas.
d) Todas son correctas.
4. La poda neuronal culmina:
a)
b)
c)
d)
En todas las áreas cerebrales al mismo tiempo debido a la neurogénesis.
En la zona cortical debido a la sinaptogénesis.
En la zona frontal como resultado del desarrollo de funciones sofisticadas.
Ninguna de las anteriores es cierta.
5. El razonamiento deductivo se utiliza:
299
a)
b)
c)
d)
En el pensamiento transductivo.
Adquiridas las operaciones formales.
En el estadio preoperacional.
Todas las respuestas son correctas.
6. En una clase de secundaria la profesora explica lo que es un compuesto
químico, y pone ejemplos de cómo los mismos elementos se combinan para
formar distintos compuestos. Algunos alumnos no lo entienden. ¿Qué puede
hacer la profesora?
a) Explicarlo mostrando las fórmulas, ya que se asume que todos tienen la
misma capacidad de conocimiento abstracto y todos lo aplican por igual.
b) Darles la tabla de compuestos químicos puesto que visualizar las fórmulas
les ayudará a memorizar.
c) Poner un ejemplo con piezas de distintos colores, donde cada una es un
elemento y mostrarles las combinaciones de forma manual y visual, puesto
que el pensamiento formal ni es homogéneo, ni es uniforme.
d) Recomendarles un libro de física y química.
SOLUCIONES
1
2
3
4
5
6
b
c
a
c
b
c
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
Elkind, D. (1985). Egocentrism redux. Developmental Review, 5(3), 218-226.
— (1998). Reinventing childhood: Raising and educating children in a changing
world. Rosemont, NJ: Modern Learning Press.
Flavell, J. H., Lindberg, N. A., Green, F. L. y Flavell, E. R. (1992). The development
of children’s understanding of the appearance-reality distinction between how
people look and what they are really like. Merrill-Palmer Quarterly 1982, 513524.
Hofmann, W., Friese, M. y Wiers, R. W. (2008). Impulsive versus reflective
influences on health behavior: A theoretical framework and empirical review.
Health Psychology Review, 2(2), 111-137.
Jacobs, J. E. y Klaczynski, P. A. (2002). The development of judgment and decision
making during childhood and adolescence. Current Directions in Psychological
Science, 11(4), 145-149.
Kail, R. V. (2012). Children and their development. Londres: Pearson Education.
Kellough, R. D. y Kellough, N. G. (2008). Teaching young adolescents: Methods and
resources for middle grades teaching (5.a ed.). Upper Saddle River, NJ: Pearson
300
Merrill/Prentice Hall.
Knowles, T. y Brown, D. F. (2000). What every middle school teacher should know.
Portsmouth: Heinemann.
Lorch, R. F., Lorch, E. P., Calderhead, W. J., Dunlap, E. E., Hodell, E. C. y Freer, B.
D. (2010). Learning the control of variables strategy in higher and lower achieving
classrooms: Contributions of explicit instruction and experimentation. Journal of
Educational Psychology, 102(1), 90-101.
Luna, B. (2009). The maturation of cognitive control and the adolescent brain. En F.
Aboitiz y D. Cosmelli (eds.), From attention to goal-directed behavior (pp. 249274). Berlín: Springer Verlag.
Luna, B., Garver, K. E., Urban, T. A., Lazar, N. A. y Sweeney, J. A. (2004).
Maturation of cognitive processes from late childhood to adulthood. Child
Development, 75(5), 1357-1372.
Nordine, J., Krajcik, J. y Fortus, D. (2011). Transforming energy instruction in
middle school to support integrated understanding and future learning. Science
Education, 95(4), 670-699.
Siegler, R. S. (2000). The rebirth of children’s learning. Child Development, 71(1),
26-35.
Somerville, L. H., Jones, R. M., Ruberry, E. J., Dyke, J. P., Glover, G. y Casey, B. J.
(2013). The medial prefrontal cortex and the emergence of self-conscious emotion
in adolescence. Psychological Science, 24(8), 1554-1562.
Ullman, M. T. y Pullman, M. Y. (2015). A compensatory role for declarative memory
in neurodevelopmental disorders. Neuroscience & Biobehavioral Reviews, 51,
205-222.
Zimmerman, C. (2007). The development of scientific thinking skills in elementary
and middle school. Developmental Review, 27(2), 172-223.
Lecturas complementarias
Palacios, J., Marchesi, A. y Coll, C. (2001). Desarrollo psicológico y educación (vol.
1). Madrid: Alianza.
Gutiérrez, F., García-Madruga, J. A. y Carriedo, N. (2003). Psicología evolutiva II.
Desarrollo cognitivo y lingüístico (vol. 2). Madrid: UNED.
Berger K. y Thompson, R. (1998). Psicología del desarrollo. Infancia y
adolescencia. Madrid: Panamericana.
Delgado, B. (2008). Psicología del desarrollo: desde la infancia a la vejez (vol. 2).
Madrid: McGraw-Hill.
Santrock, J. (2006). Psicología del desarrollo. El ciclo vital. Cognición en la
adolescencia. Madrid: McGraw-Hill.
CONCEPTOS BÁSICOS
Audiencia imaginaria
Función ejecutiva
301
Egocentrismo adolescente
Lógica de las proposiciones
Estructuras mesolímbicas
Operaciones formales
Etapa de consolación
Pensamiento hipotético
Etapa emergente
Razonamiento deductivo
Fábula de la invencibilidad
Razonamiento inductivo
Fábula personal
Teoría
302
PARTE TERCERA
Desarrollo del lenguaje
303
8
Adquisición y desarrollo del lenguaje
INTRODUCCIÓN
El lenguaje es una de las características específicas del ser humano y que se
estudie en un tema separado no es casual. Por un lado, la importancia del lenguaje y
su desarrollo requieren un espacio relevante. Por otro lado, la adquisición del
lenguaje se ha abordado de forma separada de la cognición, asumiendo que si algunas
adquisiciones cognitivas son previas al lenguaje, en cierto modo la separación entre
cognición y lenguaje podrían regirse por mecanismos distintos y eso justificaría su
separación. Por ejemplo, el hecho de que los niños estén equipados con un dispositivo
innato hacia el lenguaje (Chomsky, 1968) implica la existencia de un concomimiento
innato de las reglas generales del lenguaje, incluso de un conocimiento innato de sus
posibles variaciones. Hoy día sabemos que los mecanismos implicados en la
adquisición del lenguaje son los mismos que aquellos que intervienen en la
cognición. Los bebés usan los mismos mecanismos para adquirir el lenguaje que para
adquirir conocimiento sobre el mundo físico y social: extracción de regularidades
perceptivas, aprendizaje asociativo, imitación, comparaciones. Estos mecanismos con
los que cuenta el bebé requieren además estimulación. La interacción social es
fundamental para que el bebé ponga en marcha su repertorio de habilidades innatas
con lo cual la riqueza de sus interacciones serán determinantes para un adecuado
desarrollo lingüístico.
Este desarrollo es complejo y se inicia antes del nacimiento, en tanto que ya desde
el vientre materno el feto se familiariza con ciertos fonemas específicos de lo que será
su lengua materna. Posteriormente, cuando nace, el desarrollo del lenguaje pasa por
los gritos, llanto, murmullos, arrullos, balbuceos, gestos, la primera palabra, frases de
dos palabras, etc. hasta alcanzar la capacidad de utilizarlo con soltura. En este
capítulo se describe este proceso de desarrollo. Concretamente, en la primera parte, se
analizarán las diferencias entre dos conceptos que están íntimamente relacionados: la
comunicación y el lenguaje. A continuación, se profundizará en las principales
dimensiones y componentes del lenguaje: fonología, morfología, sintaxis, semántica
y pragmática. En la tercera parte, se explicarán las dos grandes etapas del desarrollo
del lenguaje: la etapa preverbal que abarca el primer año de vida y la etapa verbal,
que se extiende entre los uno y los seis años. En la última parte del capítulo se
resumirán las principales teorías explicativas del desarrollo del lenguaje. A saber: la
teoría del aprendizaje, la teoría nativista y la teoría interaccionista. Al final del
capítulo, se proponen varios ejercicios prácticos con el objetivo de interiorizar
adecuadamente los contenidos tratados en el capítulo.
304
1. RELACIÓN ENTRE COMUNICACIÓN Y LENGUAJE
En tanto que muchas veces generan confusión, en el presente apartado se
clarificará el significado de dos conceptos estrechamente relacionados: la
comunicación y el lenguaje.
Comunicación
La capacidad de comunicar es una de las características que definen al ser
humano. A pesar de que existen diferentes definiciones, se puede decir que, en
general, por comunicación se entiende la transmisión de mensajes. A pesar de su
enorme poder, el lenguaje no es esencial para la comunicación. Los animales por
ejemplo, aunque carecen de lenguaje, pueden comunicar el peligro. También se da la
comunicación entre los seres humanos y otros animales. Un entrenador que enseña a
su perro a rodar se comunica con el animal.
De hecho, se suele distinguir entre comunicación verbal, preverbal y no verbal. La
comunicación verbal se refiere al lenguaje y se utiliza para transmitir información. La
comunicación preverbal, por su parte, se relaciona con el uso de la voz y de sus
cualidades, mientras que la comunicación no verbal se refiere al lenguaje corporal,
por medio del cual se transmiten estados y actitudes. Albert Mehrabian (1971, 2009)
señala que mientras que las palabras influyen en un 7 % en el impacto que tienen los
mensajes, la voz y la forma de usarla influyen en un 38 % y los gestos y señales no
verbales un 55 %. Este planteamiento, conocido como «la regla 7-38-55 » deja claro
que mientras que la comunicación preverbal y no verbal suponen el 93 % en la
transmisión del mensaje, únicamente le corresponde el 7 % a las palabras. Este autor
subraya que para conseguir que la comunicación sea efectiva y significativa y evitar
desconfianza por parte de la(s) persona(s) que recibe(n) el mensaje, se debe intentar
que haya congruencia entre estos tres tipos de comunicaciones (Melero, 2016). En
caso de incongruencia, se debe tener en cuenta que el receptor o receptora pondrá más
atención en la voz y el lenguaje corporal que en las palabras, por lo que son aspectos
que deben cuidar especialmente.
Lenguaje
El lenguaje, ya sea por medio de palabras, signos o gestos a los que hemos
atribuido un significado, es una herramienta cultural y social, específica de los seres
humanos que nos permite comunicarnos tanto con nosotros mismos como con los
demás y, en consecuencia, expresar nuestros pensamientos y convivir en comunidad.
Existen diferentes clases de lenguaje. Por un lado, el auditivo, cuya expresión
verbal es el lenguaje oral al que se suele referir por medio del término habla. El
lenguaje auditivo puede también tener forma no verbal, utilizando otros signos
sonoros como pueden ser sirenas, morse, toques de campana, etc. Además del
auditivo, existe el lenguaje visual, que como expresión verbal utiliza el lenguaje
305
escrito y en su forma no verbal se basa en otros signos como el lenguaje de signos o
alfabeto dactilológico, las señales de tráfico, la mímica, las banderas, jeroglíficos,
códigos científicos, etc.
Otros tipos de lenguaje serían el táctil (braille, caricias, saludos o despedidas) y el
olfativo, que se expresa por medio de olores. Cada comunidad posee un conjunto de
signos orales, gestuales y escritos que sirven para la comunicación entre las personas
de esa comunidad lingüística. A ese conjunto de signos se le denomina lengua o
idioma. Todas las lenguas tienen algunas características comunes, incluyendo reglas
organizativas y generativas.
2. DIMENSIONES Y COMPONENTES DEL LENGUAJE
Dentro del lenguaje, se suelen distinguir tres dimensiones (forma, contenido y uso)
que resultan altamente útiles para comprender los componentes del mismo. A saber:
fonología, sintaxis, semántica y pragmática (Gallardo y Gallego, 1995), que se
recogen en la tabla 8.1.
TABLA 8.1
Dimensiones y componentes del lenguaje
FORMA
Fonología
Sistema de sonidos del lenguaje (qué sonidos se utilizan y cómo se pueden
combinar).
Fonemas → sonidos + simples (unidad sonora + pequeña que afecta al
significado).
x: 2 fonemas /ks/ b y v: mismo fonema.
Sintaxis
Forma en la que se combinan las palabras para formar frases u oraciones
correctas.
CONTENIDO Semántica
Significado de las palabras y las frases.
Cada palabra tiene un grupo de características semánticas o atributos
requeridos relacionados con el significado (redes semánticas).
Niña, mujer, limón, cítrico, fruta, comida, cereales, pescado, carnes.
USO
Reglas implícitas que gobiernan los aspectos de la comunicación
lingüística: cómo conducirse en las conversaciones, expresiones, reglas de
entonación, acentos...
Lenguaje formal: «¿Me podría explicar el significado de la palabra
cinegético?».
Lenguaje coloquial: «Tío, esto está muy visto, vámonos de aquí».
Utilización de una pregunta para expresar una orden.
Pragmática
FUENTE: elaboración propia.
Con respecto a la forma, los componentes del lenguaje serían la fonología y la
sintaxis. La fonología se refiere al sistema de sonidos o fonemas —unidad básica de
sonidos—, así como la forma en que se pueden combinar. Por ejemplo, el inglés tiene
el grupo consonántico inicial spr como en spring, pero no existen palabras con el
306
grupo consonántico inicial rsp. La fonología proporciona la base para la construcción
de una gran cantidad de palabras a partir de dos o tres docenas de fonemas. Los
fonemas suelen combinarse para formar los morfemas, es decir, los elementos más
pequeños de la palabra que tienen significado, de forma que no se pueden dividir en
unidades menores con significado. Los morfemas pueden estar constituidos por
sonidos o por palabras completas y tienen muchas funciones en la gramática, como
marcar el tiempo verbal y el número.
La sintaxis, por su parte, implica la forma en la que se combinan las palabras para
formar frases u oraciones correctas. Por ejemplo, si alguien dice «Ana besó a Juan» o
«Ana fue besada por Juan» se sabe quién dio el beso a quién en cada caso porque se
tiene una comprensión sintáctica de las estructuras de las oraciones. También se
puede comprender que la frase «Tú no te quedaste, ¿a qué no?» es una oración
gramatical correcta, pero que «Tú no te quedaste, ¿a que sí?» es incorrecta en tanto
que su mensaje es totalmente ambiguo.
Cuando se aprende otro idioma suele ser de gran ayuda la sintaxis de la lengua
materna. Por ejemplo, en castellano normalmente un adjetivo suele seguir al nombre,
mientras que en inglés el adjetivo normalmente precede al nombre. Una de las
características del aprendizaje del idioma consiste en interiorizar las posiciones de los
distintos componentes sintácticos dentro de la frase creando un «esquema mental»
sintáctico de la propia lengua.
Con respecto a la dimensión del contenido del lenguaje, el componente del mismo
sería la semántica, que se refiere al significado de las palabras y las frases. Cada
palabra tiene un grupo de características semánticas o atributos requeridos
relacionados con el significado. Por ejemplo, niña y mujer comparten muchas
características semánticas, pero difieren semánticamente con respecto a la edad.
Los usuarios de una lengua saben los significados de miles de palabras y las
almacenan en redes semánticas. Por ejemplo, sabemos que un limón es un tipo de
cítrico, que un cítrico es una variedad de fruta y que la fruta está dentro de la
categoría de comida. También sabemos que hay otras categorías de comida como
cereales, pescado o carne.
Por último, la pragmática estaría relacionada con la dimensión del uso del
lenguaje, en tanto se refiere a su uso apropiado en diferentes contextos.
Concretamente, la pragmática consiste en una serie de reglas no verbalizadas que
determinan cómo debe llevarse a cabo una conversación dependiendo de la situación
y del interlocutor. Por ejemplo, cuando se participa en una discusión, o cuando se
utiliza una pregunta para expresar una orden se está demostrando un conocimiento de
la pragmática. También se hace uso de la pragmática cuando se utiliza un lenguaje
formal en situaciones que así lo requieren o cuando se cuentan historias interesantes,
chistes graciosos o mentiras convincentes.
Las reglas de la pragmática pueden ser complejas y diferir de una cultura a otra.
Por ejemplo, cuando se está estudiando japonés se debe tener en cuenta numerosas
reglas de pragmática que determinan cómo se debe conversar con individuos de
diferentes clases sociales.
307
3. DESARROLLO DEL LENGUAJE EN LOS DOS PRIMEROS AÑOS DE
VIDA
El desarrollo del lenguaje es un proceso complejo y fascinante que aún no se
entiende con claridad.
En las primeras etapas, normalmente los niños pueden entender muchas más
palabras de las que utilizan en sus propias expresiones. Y antes de empezar a hablar,
muchos niños desarrollan una amplia gama de gestos comunicativos (Bates, Thal,
Whitesell, Fenson y Oakes, 1989).
El aprendizaje del lenguaje se puede dividir en dos grandes etapas: la etapa
preverbal (cuyo desarrollo se resume en la tabla 8.2) y verbal. En la etapa preverbal,
que se extiende al primer año de vida, aparecen de manera gradual los sonidos
articulados. En la etapa lingüística, por su parte, el niño progresa de las primeras
palabras a un conocimiento cada vez más acertado de la gramática, la pragmática y la
conversación.
3.1. Etapa preverbal
La etapa preverbal abarca el período desde que los bebés comienzan a percibir
sonidos y producirlos hasta que los ensamblan para poder producir la primera
palabra. Se podría decir que en esta etapa se desarrollan las capacidades lingüísticas
relacionadas con la comprensión y producción de sonidos, el nivel fonológico.
Percepción y categorización de sonidos
El desarrollo fonológico incluye el conocimiento de los sonidos y sus
combinaciones permisibles en una lengua de forma que el cerebro pueda crear
representaciones de la estructura sonora de las distintas palabras. También incluye la
capacidad para producir esas representaciones sonoras una vez se han retenido. En el
primer caso estaremos estudiando la capacidad receptiva a nivel fonológico. ¿Es el
bebé capaz de reconocer y discriminar sonidos? ¿Los discrimina del mismo modo
cuando se presentan aislados que cuando se presentan dentro de palabras? En el
segundo caso nos referimos al nivel productivo. ¿Es capaz el bebé de imitar y repetir
sonidos? ¿Es capaz de repetir o producir palabras de forma clara y exacta?
La investigación ha mostrado que el lenguaje receptivo se desarrolla muy pronto y
que los bebés aprenden los fonemas de su lengua nativa durante los primeros seis
meses aproximadamente. Además, en este período pierden la capacidad con la que
nacen de distinguir entre un rango muy amplio de sonidos. El hecho de que los bebés
limiten el rango perceptivo a aquellos sonidos a los que han sido expuestos durante
sus primeros meses es fruto de la poda neuronal y funcionalidad en las áreas
auditivas, y es por tanto indicador de un buen sistema perceptivo del bebé (Kuhl,
1991). En términos cognitivos, se dice que el bebé capta las categorías básicas de
sonidos en su idioma y son esas categorías las que registra y reconoce para distinguir
308
y producir las palabras posteriormente. A este primer paso en la adquisición del
lenguaje se llama percepción categórica de sonidos.
A modo de ejemplo, a pesar de que existen múltiples formas de pronunciar el
sonido /b/ los bebés acaban formando una categoría de sonido que recoge las
múltiples formas que se parecen a ese sonido, al tiempo de que lo distinguen de otros
que se parecen más al sonido /p/, por ejemplo. De este modo, crean categorías
perceptivas basándose en la similitud o diferencia entre sonidos hasta retener y
reconocer todos los sonidos frecuentes en su idioma. En ese momento han formado
«prototipos» de cada una de las categorías sonoras registradas y para ello han usado
el mismo procedimiento que para la formación de otras categorías: extracción de
regularidades perceptivas y aplicación de reglas de comparación en función de la
similitud perceptiva y covariación de dichas regularidades. En niños monolingües
este proceso puede culminar muy pronto entre los cuatro y seis meses (Werker y
Tees, 2002) y en niños bilingües expuestos a más variabilidad y alternancia de
sonidos, este proceso puede culminar hacia los ocho meses (Albareda-Castellot, Pons
y Sebastián-Gallés, 2011). Junto con la percepción de sonidos aislados, los bebés
desarrollan la capacidad de discriminar las palabras dentro del habla continua, y para
ello también se valen de claves perceptivas como el acento y los espacios, dos claves
que marcan el punto en el que empiezan y acaban las unidades sonoras largas.
Al mismo tiempo, los bebés también van reteniendo las combinaciones de sonidos
que forman estas palabras, de forma que para los siete meses ya reaccionan ante
combinaciones ilegales (una l tras una d, por ejemplo) que no son habituales en su
idioma (Curtin, Mintz y Christiansen, 2005). Con ocho meses los bebés discriminan
dos palabras inventadas que se diferencian en un sonido /bih-dih/, y con diecisiete
meses ya son capaces de distinguirlas dentro de una frase. Esta habilidad para
reconocer distintos sonidos permitirá al bebé producirlos adecuadamente, y la
capacidad de reconocer patrones de grupos de sonidos que conforman unidades
mayores (palabras) le permitirán conocer que son esos grupos de sonidos los que se
asocian a un significado. De hecho la capacidad de los bebés de discriminar sonidos,
discriminar ritmos y métrica (por ejemplo distinguir caso y casó) y reconocer
palabras dentro de frases son predictores del nivel léxico y lingüístico posterior
(Kuhl, Conboy, Coffey-Corina, Padden, Rivera-Gaxiola y Nelson, 2008; Gervain y
Werker, 2008). La producción sonora depende en gran medida de esta capacidad
perceptiva así como del desarrollo del aparato fonador del bebé.
Llanto, gritos, murmullos y balbuceos
Los bebés son personas ruidosas, que gritan, susurran y hacen una serie de
sonidos, incluso desde las primeras semanas de vida. Estos ruidos cada vez adquieren
mayor variedad durante los primeros meses, así que a los cinco meses los chillidos,
gruñidos, gemidos, canturreos y gritos, además algunos sonidos parecidos al habla,
forman parte del repertorio verbal de la mayoría de los bebés. Después, a los seis o
siete meses las expresiones de los bebés empiezan a incluir la repetición de ciertas
309
sílabas («ma-ma-ma», «da-da-da», «ba-ba-ba»), un fenómeno conocido como
balbuceos por la forma como suena. El momento de aparición del balbuceo se
considera crítico porque representa el punto de desarrollo en que los bebés producen
sílabas naturales que pueden funcionar como bloques con los que construyen las
palabras. Es más fácil para un bebé emitir una vocal después de una consonante, y
además esa combinación constituye una unidad muy útil que le ayudará a formar
palabras completas después (Shaffran, Newport y Aslin, 1996).
En cierto sentido, el balbuceo es universal, pues es común a todos los bebés y los
sonidos que emiten son parecidos, sea cual sea el idioma en el que hablan sus
progenitores. De hecho, se ha observado que las combinaciones CV con bilabiales
/b/p/ o nasales /m/n/ son las más frecuentes. Hay quienes piensan que las palabras
mamá, papá y bebé son las primeras en pronunciarse porque contienen los primeros
sonidos sistemáticos que profieren los niños. Con el tiempo, el balbuceo empieza a
incorporar cada vez más sonidos de la lengua nativa, probablemente porque los bebés
imitan los sonidos que escuchan. Esto demuestra que la experiencia auditiva es
esencial para moldear el sistema perceptivo del bebé.
En la medida que los bebés son capaces de percibir y categorizar los sonidos como
«elementos» diferentes, serán capaces de emitirlos. Estos primeros sonidos son los
precursores de los balbuceos, a partir de los cuales, entre los siete y los diez meses,
los niños acabarán por pronunciar las primeras sílabas bien formadas con consonantes
y vocales articuladas con claridad. Antes los niños profieren sonidos desarticulados:
gorjeos, chillan, gruñen, susurran y gritan. Poco a poco van produciendo estructuras
sonoras que se asemejan a las unidades funcionales de su lenguaje. Los primeros
sonidos de los bebés son «suaves», pero con el tiempo adquieren el control de su
aparato fonador. Asimismo, descubren que emitir sonidos es divertido, de forma que
los niños contentos pueden dedicar horas a los balbuceos sin ningún estímulo. Para
los diez meses casi todos balbucean de manera clara, sistemática y repetida. Los
niños con problemas de audición, precisamente porque no han memorizado
categorías de sonidos claras, tardan más en producir sonidos con claridad.
Los numerosos estudios que han investigado las emisiones sonoras de bebés
expuestos a diversos ambientes lingüísticos corroboran que el balbuceo depende
mucho de la audición y la exposición a distintos sonidos. Blake y de Boysson-Bardies
(1992) analizaron los balbuceos de tres niños canadienses criados en ambientes de
habla inglesa y de tres niños parisinos criados en ambientes de habla francesa. Al
principio, los balbuceos de estos niños eran bastante parecidos, pero después de un
año se volvieron distintos. Del mismo modo, un estudio longitudinal de niños
franceses y estadounidenses reveló diferencias progresivas en los balbuceos que se
relacionaban directamente con el ambiente lingüístico de cada uno. Y comparaciones
del balbuceo en niños franceses y japoneses muestran aumentos constantes en las
emisiones francohablantes de los niños franceses, a los que correspondieron
disminuciones rápidas de las mismas emisiones entre los niños de lengua japonesa a
los dos años (Levitt y Utman, 1992).
310
TABLA 8.2
Desarrollo de la etapa prelingüística del lenguaje: gritos, murmullos y balbuceos
Edad
Etapa prelingüística
Recién nacido
Comunicación refleja: llantos, movimientos, expresiones faciales.
2 meses
Gama de ruidos con significado: murmullos, quejidos, llantos, risas.
3-6 meses
Nuevos sonidos: gorjeos, chillidos, refunfuños, canturreos, sonidos vocálicos.
6-9 meses
Balbuceo, con sonidos vocálicos y consonánticos repetidos en sílabas.
FUENTE: elaboración propia.
Gestos
Uno de los logros más importantes de la etapa prelingüística es la aparición de la
intención de comunicarse, que se manifiesta con señales y gestos que tienen
claramente un significado tanto para el niño como para quien lo cuida. Las palabras
son representaciones sonoras que sirven para designar los objetos y eventos que
existen en el mundo y los gestos permiten referirse a esos objetos demostrando que se
conoce su significado aunque no se pueda producir su nombre.
Uno de los gestos más comunes es la mirada. Los niños se valen de la mirada no
solo para indicar lo que quieren sino también para llamar la atención de los demás.
Retroceder y mirar fijamente la botella de leche son formas pragmáticas de decir «Si
no me das pronto esa botella, voy a chillar».
Señalar es otro gesto extremadamente importante para los niños que, además de
señalar, sirve para dirigir la atención. Este gesto cambia con el tiempo, a medida que
los niños se vuelven más conscientes de que es un buen medio de comunicarse. Otros
gestos comunes son agitar la mano, estirarse, hacer muecas, etc. Algunos gestos son
tan comunes y tan importantes que su ausencia puede ser una advertencia precoz de
problemas en la adquisición del lenguaje.
Hay que tener en cuenta que para aprender el significado de los objetos los bebés
tienen que retener las palabras (léxico) y asociarlas a un significado (semántica). Por
eso el desarrollo léxico va íntimamente ligado al desarrollo conceptual (ya vimos en
los capítulos 5 y 6 que el lenguaje contribuye a y depende de la formación de
categorías básicas y prototipos). Partiendo de la información que aportan los padres,
sabemos que la comprensión de las palabras comienza entre ocho y diez meses, que
su producción comienza entre los once y trece meses y que existe una gran
variabilidad en el crecimiento de vocabulario posterior. Estos informes también
indican que la primera habilidad comunicativa evaluable en bebés es la comprensión
311
del significado de palabras, la segunda la comunicación con gestos y finalmente la
producción de palabras. Por esta razón, los gestos protoimperativos (señalar algo para
pedirlo) y protodeclarativos (señalar algo para atraer la atención del adulto y
compartir ese referente) son modos de expresar o lexicalizar significados que
corresponden a las palabras y constituyen un puente entre la comprensión y la
producción léxica (Volterra y Erting, 1998). A partir de los dieciocho meses los
gestos son utilizados junto con las palabras para complementar o enriquecer los
mensajes.
Tipos de producción sonora
La comunicación mediante el lenguaje depende de la capacidad del niño para
distinguirlos y producirlos. Los niños parecen que son capaces de distinguir sonidos a
edades muy tempranas aunque necesitan escucharlos de forma clara. Moffitt (1971)
realizó un experimento en el que supervisó el ritmo cardiaco de niños de cinco y seis
meses mientras oían grabaciones de los sonidos «bah» y «gah». Las modificaciones
del ritmo de cada vez que cambiaba el sonido indicaron que estos niños los
diferenciaban. Estudios más recientes con las mismas dos sílabas revelan que los
pequeños necesitan sonidos algo más fuertes que los adultos para discernirlos,
especialmente en ambientes ruidosos. Quizá el «maternés», o lenguaje utilizado por
los adultos, es una forma innata de proveer al niño de sonidos claros enfatizando las
sílabas y las propiedades específicas de cada sonido. Esto resalta la importancia del
proceso de diferenciar sonidos en el comienzo de la adquisición del lenguaje para
poder producir los sonidos pretendidos.
Niños de incluso tres semanas emiten tres clases de sonidos. Sonidos melódicos
prolongados que se caracterizan por una intensidad variable; sonidos vocálicos que
son emisiones cortas y más nasales con una intensidad relativamente uniforme; y
sonidos emocionales, como reír, llorar y quejarse.
Una de las cosas notables de los primeros sonidos infantiles es que su emisión
depende del contexto. En una investigación longitudinal de ocho niños de tres a
veinticinco semanas, Legerstee (1991) descubrió que los sonidos melódicos ocurren
por lo regular cuando las madres conversan con sus hijos, que los sonidos vocálicos
son más comunes con los adultos indiferentes y que los sonidos emocionales suceden
con más frecuencia en contextos que atañen a otras personas más que en situaciones
en las que los niños se ocupan de objetos inanimados como una muñeca. Otro
ejemplo es que los niños bilingües tardan un poco más en llegar a la fase de
discriminación de sonidos y, por tanto, la producción exhaustiva de sonidos y
consolidación de vocabulario también es más tardía (Bialystok, Luk, Peets y Yang,
2010). Como la producción sonora va de la mano y depende de la capacidad
receptiva, la producción de las primeras palabras tendrá lugar aproximadamente al
año y de forma muy evidente a los dieciocho meses.
312
3.2. Etapa verbal
La etapa lingüística comienza cuando el niño pronuncia la primera palabra. Vamos
a ver cuáles son las características principales de esta etapa. El aprendizaje léxico
tiene lugar hacia el primer año, aunque el período de expansión de las primeras
palabras está en torno a los dieciséis meses y el de la combinación de dos palabras
entre los veinte y veinticuatro meses que se resume en la tabla 8.3.
La comprensión
Entre los ocho y los doce meses los bebés a menudo dan señales de su primera
comprensión de palabras. De media, los bebés comprenden aproximadamente unas 50
palabras a los trece meses, pero no pueden pronunciar todas ellas hasta los dieciocho.
Es decir, durante la primera infancia el vocabulario receptivo excede
considerablemente el vocabulario hablado o expresivo.
Cuando se les pregunta «¿dónde está mamá?», por ejemplo, muchos niños de diez
meses mirarán en la dirección en la que ella se encuentra; o cuando se les pregunta
«¿quieres que venga papá a buscarte?», extenderán sus brazos. Además, a medida que
el bebé va aprendiendo a anticipar mejor los acontecimientos, las palabras como
«¡quema!», «¡no!», o «adiós» empiezan a adquirir significado. Obviamente, el
contexto y el tono de voz ayudan de forma significativa a transmitir ese significado.
Por ejemplo, cuando los padres ven que el niño va gateando hacia un enchufe
eléctrico y dicen «¡No!» con voz suficientemente cortante como para sorprender y así
detener al bebé en su carrera. Normalmente, después apartan al niño, señalando el
peligro y repitiéndole «No. No». Dada la frecuencia con la que la conducta del bebé
que gatea provoca esta respuesta, no es de extrañar que muchos bebés entiendan
«No» muchos meses antes de que puedan hablar.
Una cuestión que ha atraído la atención de los lingüistas y psicólogos es cómo
descubren los bebés la palabra que corresponde a cada objeto. Baldwin y Markman
(1989) fueron los primeros en explorar cómo los bebés aprenden estos significados.
Para ello mostraron a bebés de entre diez y catorce meses objetos nuevos
desconocidos, algunos de los objetos fueron nombrados por un adulto y otros solo se
presentaron visualmente. Evaluaron el interés del bebé en esos objetos midiendo el
número de veces que fijaban la mirada en cada uno de ellos. Curiosamente desde los
diez meses los bebés prestaban más atención a los objetos que habían sido
nombrados. Esto demuestra que el lenguaje es una clave excelente para guiar la
atención del bebé y favorecer la asociación imagen-significado. Un trabajo más
reciente de Xu (2002) ha mostrado que enseñar distintos objetos con distintos
nombres hace que los bebés se percaten mejor de su individualidad. Presentaron a
bebés de diez a doce meses algunos objetos que para los bebés eran muy difíciles de
distinguir visualmente (un patito y una pelota). Estos juguetes se presentaban uno a
uno visualmente y se corroboraba que la cantidad de tiempo que los bebés miraban
cada objeto era similar, lo cual es un indicador de que no los discriminaban
313
(recordemos que la habituación implica una menor respuesta fijatoria mientras que la
sorpresa implicaría un mayor número de miradas hacia el objeto percibido como
novedoso). Posteriormente se repetía el procedimiento nombrando cada objeto «mira
un pato», «mira una pelota». A otro grupo de bebés denominado grupo control se les
decía en ambos casos «mira un juguete». Lo que observaron es que si después se
presentaban los dos juguetes y se nombraba uno, los bebés en el grupo experimental
los discriminaban mejor (mirando bien a uno bien a otro) que los del grupo control
(que miraban a los dos). Definitivamente, atraer la atención del bebé y nombrar el
objeto facilita que los bebés los clasifiquen como distintos y favorece que presten
atención a sus características distintivas. Este conocimiento favorece la motivación y
exploración. Los bebés manipulan y exploran más aquellos objetos cuyos nombres
conocen (Waxman y Markow, 1995). Según la autora Ellen Markman (1989) existen
unos principios que rigen el proceso de establecimiento de los referentes a las
palabras. Estos son el objeto completo (cuando escuchan una palabra los bebés
tienden a asociar esa palabra con un todo, no con una parte), la relación taxonómica
(cuando dos objetos son nombrados de forma diferente se asumen como
pertenecientes a categorías distintas) y la mutua exclusividad (cada objeto tiene un
solo nombre; por tanto, ante dos objetos de los cuales solo se conoce el nombre de
uno, el bebé asociará un nombre desconocido al nuevo objeto por exclusión).
La primera palabra
Aunque muchos niños se han estado comunicando con sus padres a través de los
gestos y utilizando sus propios sonidos especiales, la primera palabra es un hito
esperado con entusiasmo por todos los padres. Normalmente este evento se produce
de los diez a los quince meses y de media aproximadamente a los trece meses. Las
primeras palabras del niño incluyen los nombres de personas importantes (mamá,
papá), animales conocidos (gato), vehículos (coche), juguetes (pelota), comida
(leche), partes del cuerpo (ojos), ropa (sombrero), cosas de casa (reloj) y saludos
(adiós). Estas son las primeras palabras que pronunciaban los niños hace 100 años y
son también las primeras palabras para los bebés de hoy en día.
El vocabulario hablado de los niños aumenta rápidamente una vez que pronuncian
su primera palabra. De media, un niño de dieciocho meses puede decir unas 50
palabras, número que aumenta hasta las 200 a los dos años. Este rápido aumento en el
vocabulario que comienza aproximadamente a los dieciocho meses se denomina
explosión del vocabulario. A los dos años los niños aprenden unas 10 palabras nuevas
al día. Eso significa que tienen que ser muy precisos a la hora de limitar el significado
de cada una de las palabras que escuchan. Para ello, utilizan la información del
contexto (qué elemento nuevo existe aquí cuyo nombre desconozco) y la posición de
la palabra en la frase (si está en primer lugar será una persona o un actor, si está al
final será un objeto). A este procedimiento se denomina «asociación rápida»
(Heibeck y Markman, 1987) y permite eliminar candidatos potenciales para el
significado de una palabra de forma rápida y eficiente. Sería algo así como un
314
aprendizaje por eliminación, partiendo del conocimiento que ya se posee y de la
nueva información.
La palabra frase (holofrase)
Entre los catorce y los quince meses se desarrolla la etapa holográfica, en la que
los niños utilizan frases de una única palabra o palabras con varios significados, es
decir holofrases. Por ejemplo, «galleta» puede significar «eso es una galleta» o
«quiero una galleta» (véase figura 8.1).
Figura 8.1.—Las holofrases. Tomado de Shaffer y Kipp (2007, p. 400).
Emisiones de dos palabras
La progresión de la adquisición del habla va de una a dos palabras y luego a más
de dos, es decir, no va de dos a tres, de tres a cuatro, etc., palabras, sino que se pasa
de frases de dos a otras de unas cinco o más.
A modo de resumen, se puede decir que hay tres hitos muy reconocidos en el
aprendizaje del lenguaje durante los primeros dos años. El primero es la adquisición
de gestos comunicativos en la segunda mitad del primer año; el segundo es la
aparición de las primeras palabras hacia el año de vida, y la tercera es el notable
aumento del vocabulario hacia los diecisiete o dieciocho meses.
¿Sería posible el desarrollo cognitivo sin lenguaje? Evidencias a favor del
lenguaje como instrumento del desarrollo cognitivo
La exposición al lenguaje desde la edad temprana favorece algo más que el
propio desarrollo del lenguaje. Favorece también las capacidades cognitivas y
sociales. A partir de un mes la respuesta del bebé al habla humana ya se halla
localizada en el córtex temporal del hemisferio izquierdo. Esta especialización
implica un proceso de poda y especialización que condiciona la preferencia del
bebé hacia sonidos humanos y el modo en que construye conocimiento. Evidencias
recientes muestran que desde los primeros meses escuchar el lenguaje es un
potente motor de la cognición. En esta revisión, Vouloumanos y Waxman (2014)
resumen algunas de las capacidades que están condicionadas y son posibles gracias
315
a esta especialización y preferencia tempranas.
El lenguaje facilita la extracción de regularidades. Desde el nacimiento, los
bebés escuchan el lenguaje y reconocen unidades de sonido en sus posiciones
dentro de una secuencia sonora. A los siete meses ya reconocen grupos de sonidos
habituales, es decir, patrones de sonidos que se repiten. La métrica y ritmo del
lenguaje humano favorece la extracción de estos patrones en comparación a
cuando escuchan patrones de sonidos en los que se ha eliminado la información
prosódica. Los bebés aprenden del habla humana.
El lenguaje facilita la categorización. Los bebés de entre tres a doce meses
que han visto imágenes de objetos (dinosaurios) mientras escuchan la palabra son
capaces de reconocer una nueva categoría cuando la ven (se sorprenden cuando,
después de ver dinosaurios, se presenta un pez). Esto no ocurre si lo que acompaña
a las imágenes es un tono artificial. Los bebés muestran una preferencia hacia el
lenguaje, y también una tendencia natural a asociar el lenguaje con los objetos que
ven en el entorno.
El lenguaje ayuda a identificar interlocutores potenciales. Para transmitir
información, los interlocutores debemos integrar, codificar y decodificar símbolos
lingüísticos como los sonidos y los significados, y gestos y señales paralingüísticas
como la entonación. Desde los primeros meses los bebés distinguen a las personas
como entidades distintas de los objetos, y con seis meses esperan que personas y
objetos se comporten de forma diferente. Si se les presentan caras humanas y de
monos, desde los cinco meses observan las caras humanas cuando escuchan el
habla humana y no las de monos. Eso implica que para esa edad ya saben que los
humanos, y no otros animales, son la fuente del habla humana. Con seis meses
prestan atención especial a claves comunicativas como la mirada del adulto y sus
movimientos, utilizando estas claves como guías de su aprendizaje. Parece que los
bebés utilizan las claves del lenguaje para identificar a aquella clase de persona
con la que se pueden comunicar y de la que pueden aprender.
El lenguaje permite la transferencia de información. Cuando escuchamos
una conversación en una lengua extranjera tenemos que inferir qué información va
en ese mensaje aunque no comprendamos el contenido. Los bebés tienen que hacer
lo mismo. Con seis meses un bebé apenas conoce el significado de unas pocas
palabras pero sí es sensible a la función comunicativa, y se vale de la información
visual para extraer el significado de la situación. Cuando observa un actor
intentando coger un objeto al que no llega, el bebé infiere que este actor puede
recibir ayuda de otro actor si utiliza el lenguaje, pero no si tose. Esta capacidad
permite al bebé deducir el foco de atención de una persona, y hacer inferencias
sobre qué información quiere esa persona compartir con el bebé o con otras
personas. Esta capacidad es un mecanismo excepcional para extraer y codificar
información sobre los objetos, las situaciones y sus significados.
El lenguaje proporciona información sobre las mentes ajenas. Las bases del
316
conocimiento social comienzan a formarse durante el primer año. A partir de esta
edad los bebés saben que las personas poseen intenciones y distinguen entre
agentes que actúan de forma intencionada e inintencionada. También aprenden que
el lenguaje es lo que nos permite transmitir nuestros estados mentales, deseos y
creencias. Descubren que hay distintos tipos de palabras para referirse a objetos,
categorías o eventos, y ya con catorce meses tienden a imitar las conductas de los
adultos sólo cuando estas van acompañadas de lenguaje. En definitiva, a medida
que las diferentes funciones del lenguaje son más precisas, también lo son los
modos en los que el lenguaje esculpe la cognición.
Vouloumanos, A. y Waxman, S. R. (2014). Listen up! Speech is for thinking
during infancy. Trends in Cognitive Sciences, 18(12), 642-646.
TABLA 8.3
Etapas en la adquisición infantil del habla
Etapa del desarrollo
Características
Ejemplos
1. Preverbal (antes de
los 12 meses).
Llorar, balbucir.
«Uaahh», «tatata»,
«dadadada».
2. Verbal: primeras
palabras (hacia los 12
meses).
La comunicación verbal se complementa con la
comunicación no-verbal (gestos).
«Ttattatta» (que
significa «Papá,
¿podrías jugar
conmigo?»).
3. Oraciones de dos
palabras (hacia los 18
meses).
Se añaden modificadores a la palabra principal para
formar estructuras declarativas, interrogativas,
negativas e imperativas.
«Muñeca bonita»
(declarativa).
«¿Dónde mamá?»
(interrogativa).
«No zumo» (negativa).
«Más galletas»
(imperativa).
4. Oraciones de varias
palabras (hacia los 24
o 30 meses).
Las oraciones incluyen sujeto y predicado. Los
morfemas gramaticales sirven para cambiar el
significado.
«Qué bonita muñeca»
(declarativa).
«¿Dónde mamá está?»
(interrogativa).
«Quiero no zumo»
(negativa).
«Dame más galletas»
(imperativa).
FUENTE: adaptado de Lefrancois (2000, p. 150).
4. DESARROLLO DEL LÉXICO Y LA GRAMÁTICA A PARTIR DE LOS
DOS AÑOS
La evolución del léxico infantil a partir de los dos años tiene un carácter tanto
cuantitativo como cualitativo. A nivel cuantitativo desciende el número de errores en
317
la pronunciación. Es habitual que los niños que comienzan a hablar lo hagan
cometiendo errores de simplificación como la sustitución de un sonido por otro (ratadata), la asimilación de un sonido por otro (globo-bobo) o la reducción de la
estructura silábica (tren-ten, diente-dente, caramelo-melo). Estos errores van
desapareciendo a medida que los niños ejercitan el aparato fonador para la
producción de todo el abanico sonoro, y a medida que retienen las palabras con todas
sus características (se retendrán antes las cortas y frecuentes que las largas e
infrecuentes o con combinaciones de sonidos poco habituales). La adquisición de
vocabulario, el aprendizaje de las letras y el inicio de la lectura hará que los niños
sean más conscientes de qué sonidos son exactamente los que componen una palabra
y serán más capaces de discriminarlos auditivamente. A esto se le llama desarrollo
metafonológico, y culmina hacia los cinco años, momento en el que estos errores
desaparecen por completo. Se ha demostrado que el desarrollo metafonológico no
solo favorece la articulación sonora eficiente en el habla oral, sino que facilita el
proceso de alfabetización lectora.
A nivel cualitativo el cambio más evidente es el de la descontextualización. Las
primeras palabras tienen sentido en un contexto concreto y en un momento
determinado porque están relacionadas con una situación o acción que tiene lugar en
ese contexto. A medida que las palabras se escuchan en contextos variados, los bebés
aprenden su significado general y las utilizan en diversos contextos. La
descontextualización va de la mano de dos factores principales, la interacción rica y
variada con los adultos (eso permitirá ver y mencionar la palabra «perro» en la calle,
en la montaña, en la perrera o atado a una farola en el quiosco del barrio) y de la
categorización. Dos errores básicos en niños de dos años son la infraextensión (llamar
perro solo al perro del barrio y no a otros ejemplares con los que no se ha tenido
experiencia) y la sobreextensión (aplicar un nombre a elementos de varias categorías,
por ejemplo llamar perro a un perro, un gato, o cualquier animal) y estos errores
desaparecen a partir de los tres años.
Pero quizá lo más llamativo a partir de los dos años es el aprendizaje y uso de
reglas gramaticales. Cuando los niños comienzan a producir las primeras
combinaciones de palabras su finalidad es expresar un significado o un mensaje y
utilizan combinaciones muy básicas como una negación (no leche), una atribución
(casa fea) o una cantidad (una casa). Un fenómeno interesante que se observa cuando
ocurre esto es que los niños muestran sensibilidad a las reglas de concordancia de
género y número. El hecho de que a veces cometan errores de «falsa regularización»
(casa azula, un leche, casas bonita) demuestra una capacidad implícita para extraer
este tipo de reglas gramaticales a partir de la experiencia lingüística (Berko, 1958). El
caso de la sobrerregularización verbal es especialmente llamativo. Entre los dos y
cuatro años los niños aplican las reglas verbales para todos los verbos, incluso para
las excepciones (he rompido, poní), incluso cuando demostraron conocimiento de las
formas correctas previamente (Marcus et al., 1992). A partir de los cuatro años se van
percatando de qué verbos pueden ser sujetos a las reglas y qué verbos son
excepciones que han de memorizarse. Debido a que las unidades que componen las
318
palabras son morfemas, a este desarrollo se le llama ajuste morfofonológico. Este es
el paso previo al aprendizaje de otro tipo de reglas gramaticales como el orden
canónico en su lengua (sujeto-verbo-objeto), el modo de usar conectores y
pronombres o la distinción entre activa y la pasiva. En la medida que adquieran estas
capacidades sus frases serán más ricas y complejas. Por eso, junto con el nivel de
vocabulario, un buen indicador del desarrollo lingüístico del niño es la «longitud
media del enunciado», término acuñado por Brown y Hanlon (1970) que se calcula
contabilizando las palabras de las frases emitidas por el niño en un período
determinado de observación. Otros autores han afirmado que a estos dos indicadores
se puede añadir la complejidad sintáctica de la frase (Fenson y cols., 1994). En
cualquier caso, todas estas medidas son un reflejo del modo de proceder del niño a lo
largo del proceso de adquisición del lenguaje. Este modo de proceder incluye
reconocer patrones, usar esos patrones para descubrir las reglas que gobiernan la
estructura interna de las palabras y las frases, y descifrar la manera de combinar las
palabras para producir distintos significados.
5. TEORÍAS SOBRE EL DESARROLLO DEL LENGUAJE
Uno de los aspectos más sorprendentes del desarrollo humano es la rapidez con
que los niños y las niñas desarrollan el lenguaje. Los niños progresan de los simples
arrullos y balbuceos de sonidos a la adquisición de un vocabulario compuesto por
miles de palabras, además de la comprensión de las reglas básicas de la sintaxis y la
gramática. ¿Cómo explicar este desarrollo tan rápido? Al abordar la pregunta anterior
nos encontramos con la controversia naturaleza versus crianza a la que se ha hecho
referencia en el capítulo 1. Así, las teorías del aprendizaje plantean que el desarrollo
del lenguaje es consecuencia del aprendizaje, es decir, de la crianza: los niños
japoneses y las niñas japonesas aprenden el japonés y los franceses el francés.
Sin embargo, otras teorías como la nativista o biológica defienden que los niños y
las niñas de todo el mundo parecen mostrar logros lingüísticos similares a la misma
edad aproximadamente: todos balbucean entre los cuatro y seis meses, emiten su
primera palabra significativa de los doce a los trece meses, empiezan a combinar
palabras al final del segundo año, conocen el significado de miles de palabras y
construyen una serie extraordinaria de oraciones gramaticales entre los cuatro y cinco
años. Según estos teóricos, estos universales lingüísticos indicarían que la adquisición
del lenguaje está biológicamente programada.
Entre estos dos extremos existe un punto de vista intermedio, que podría
denominarse interaccionista. Para los defensores de esta perspectiva la adquisición
del lenguaje refleja una compleja interacción de las predisposiciones biológicas y de
las características del entorno lingüístico. A continuación, se analizan con más detalle
estas perspectivas teóricas.
5.1. Teoría del aprendizaje
319
La teoría del aprendizaje sugiere que el lenguaje se aprende como cualquier otra
conducta: por imitación, condicionamiento, asociación y reforzamiento (véase
capítulo 1). En 1957 Skinner publicó un libro titulado Conducta verbal, donde
sostenía que los niños aprenden a hablar sin errores porque se refuerza el habla
gramaticalmente correcta. Estaba convencido de que el adulto empieza a moldear el
habla infantil al reforzar de modo selectivo los aspectos del balbuceo que se asemejen
más a las palabras, acrecentando así la probabilidad de que sean repetidos. Los niños
escuchan hablar a otros e imitan los sonidos. Los padres señalan objetos y los
nombran, y los niños repiten las palabras. Por ejemplo, mientras se visten pueden ir
nombrando prendas de vestir como «zapatos», «camisetas», «pantalones» y
«calcetines». Si en otro momento los niños repiten esas palabras, su conducta es
reforzada con una respuesta positiva. Si dicen «mamá» o «papá» reciben sonrisas,
alabanzas y muestras de afecto, lo que los anima a repetir la palabra. No solo
aprenden a asociar «mamá» o «papá» con los padres, sino que llamar a mamá o papá
puede proporcionarles comida, un pañal limpio y caricias. Su uso de la palabra es
reforzado positivamente porque la repetición de la misma atrae la atención y el
cuidado de los padres. De modo similar, aprenden a decir «bibi» cuando quieren su
leche, o que al decir «galleta» pueden recibir un dulce.
Otro teórico del aprendizaje, Albert Bandura, padre de la teoría del aprendizaje
social (Bandura, 1971) agrega que el niño o la niña adquiere gran parte de su
conocimiento lingüístico escuchando de manera atenta e imitando el lenguaje de
compañeros mayores.
La teoría del aprendizaje supone un avance en la explicación de la adquisición del
lenguaje, pero tiene sus limitaciones. Los niños y las niñas crean sonidos, palabras,
frases: «señor Fester, Mester, Pester». A los niños y a las niñas parecen gustarles los
sonidos que crean. O pueden inventar palabras para las cosas de las que desconocen
el nombre correcto, por ejemplo, un moratón puede convertirse en «didi»; además,
pueden componer oraciones que no han escuchado antes: «adiós, papi, gran camión».
El hecho de que casi todos los niños sean sensibles a la función comunicativa del
lenguaje, que tiendan a atribuir un nombre a una totalidad u objeto y no a una
característica del mismo, y que su sistema cognitivo esté preparado desde el
nacimiento para extraer reglas lingüísticas, sugiere que existe un componente innato
para el desarrollo de esta habilidad. Esta visión es la que defiende la teoría nativista.
5.2. Teoría nativista
La teoría nativista o biológica dice que el niño o la niña hereda la predisposición a
aprender el lenguaje a cierta edad (Chomsky, 1968). Chomsky sostenía que los niños
llegan al mundo con una disposición para la adquisición del lenguaje (DAL) que les
permite aprender creativamente su lengua, y entender y comprender expresiones que
no han manejado hasta ese momento. Esta predisposición permite que los niños y las
niñas (independientemente de su lengua, origen étnico o nacionalidad) produzcan
fonemas aproximadamente a los seis meses, la primera palabra alrededor del año y la
320
primera oración más o menos a los dos años.
Esta disposición para la adquisición del lenguaje implica la existencia de un
mecanismo de aprendizaje del bebé que contiene ya una gramática universal, una
preestructura o conocimiento innato de las reglas comunes a todos los idiomas. En
consecuencia, sin importar el idioma (o idiomas) que un niño o una niña haya estado
oyendo, ese mecanismo le permitirá, al igual que hizo con los sonidos, extraer las
reglas estructurales y ubicar el vocabulario dentro de la estructura, combinando
palabras en nuevas expresiones sujetas a esas reglas y comprendiendo gran parte de
lo que escucha. Así, los partidarios de la teoría nativista subrayan los siguientes
puntos:
a) Por una parte los niños y las niñas de todo el mundo alcanzan ciertos hitos más
o menos a la misma edad. Esta observación indicaría que el lenguaje está
guiado por un mecanismo biológico propio de la especie. Otra prueba a favor
de la teoría nativista es que el lenguaje es propio de la especie.
b) Por otra parte, habría que tener en cuenta la especialización del cerebro como
órgano lateralizado con los grandes centros del lenguaje en el hemisferio
izquierdo. El daño en una de estas áreas suele ocasionar afasia, es decir, la
pérdida de una o varias funciones del lenguaje (los síntomas dependerán de la
localización y la extensión de la lesión). Las lesiones en el área de Broca —
región cercana al lóbulo frontal del hemisferio izquierdo— afectan usualmente
a la producción del habla más que a la comprensión. Los pacientes con una
lesión en el área de Wernicke, situada en el lóbulo temporal del hemisferio
izquierdo, quizá hablen con fluidez, pero les cuesta mucho entender el habla
(Martin, 2003).
c) Por último, habría que mencionar la hipótesis del período sensible (véase
capítulo 1). El nativista Erik Lennenberg (1967) propuso que el lenguaje se
adquiría más fácilmente entre el nacimiento y la pubertad, período en el que el
cerebro humano lateralizado empieza a especializarse cada vez más en sus
funciones lingüísticas. Esta hipótesis del período sensible se basa en las
observaciones de que el niño afásico o la niña afásica a menudo recuperan las
funciones perdidas sin una terapia especial, en tanto que los adultos suelen
requerir una amplia intervención terapéutica para recobrar por lo menos una
parte de las habilidades perdidas. Lennenberg da una explicación sencilla a esta
fascinante diferencia de edad en la facilidad con que se aprende el lenguaje; el
hemisferio derecho de un cerebro poco especializado está en condiciones de
asumir las funciones lingüísticas perdidas cuando el hemisferio izquierdo se
lesiona. Por el contrario, el hemisferio izquierdo de una persona que ya pasó
por la pubertad está totalmente especializado en el lenguaje y en funciones
analíticas específicas. Por tanto, la afasia puede persistir en adolescentes y
adultos porque el hemisferio derecho ya no está en condiciones de asumir las
habilidades perdidas a causa de una lesión en el lado izquierdo del cerebro.
El desarrollo de lenguaje es paralelo a los cambios neurológicos que ocurren como
321
resultado de la maduración. Sin embargo, el enfoque biológico no explica los
orígenes del lenguaje, solo dice que los niños aprenden el lenguaje porque poseen la
estructura neurológica y el equipo biológico que les permite aprenderlo. Si los niños y
las niñas no son expuestos a un lenguaje particular, no lo aprenden.
5.3. Teoría interaccionista
Las investigaciones de los últimos años sugieren que tanto las teorías de Skinner
(1957) como las de Chomsky (1968) tienen cierta validez, aunque ninguna de ellas es
capaz de explicar al 100 % el desarrollo del lenguaje. Una de las razones que se
aducen es que el proceso de aprendizaje del lenguaje tiene lugar en un contexto
social, enmarcado por la sensibilidad del adulto de cara a la enseñanza y por la
capacidad del niño para el aprendizaje. Los bebés están genéticamente preparados
para recoger la información lingüística y los que cuidan a los niños, en general, están
sorprendentemente dotados para facilitar el aprendizaje del lenguaje al niño (Akhtar,
2004; Bohannon y Bonvillian, 1997; McKee y McDaniel, 2004; Tomasello, 1995,
2003).
El proceso del aprendizaje del lenguaje empieza a partir de los primeros días de
vida, cuando los bebés giran la cabeza y abren los ojos prestando toda su atención a
las voces que oyen, expresando entusiasmo cuando alguien les habla y mostrando
preferencias por ciertas voces. A medida que pasa el tiempo, los bebés se van
ajustando a las entonaciones específicas, al orden de los vocablos y a las distinciones
fonéticas del idioma que oyen cada día. Por ejemplo, los bebés japoneses prestan
menor atención a la diferencia entre la «ele» y la «erre» porque no existe el sonido
«erre» en el idioma japonés. Los bebés que se crían oyendo inglés, por otra parte, se
acostumbran muy bien a la distinción entre estas dos letras, observando las
diferencias de pronunciación mucho antes de ponerlas a articular por sí mismo.
Por su parte, los adultos hablan a los bebés, incluso en los primeros días de vida,
utilizando una forma especial de habla que se llama lenguaje proinfantil (baby talk),
que se ha bautizado como el idioma mamaés (motherese). Tal como los consideran
los investigadores, el término «lenguaje proinfantil» o «mamaés» no se refiere a la
forma como los adultos piensan que hablan los bebés, es decir, las expresiones que
usan algunos bebés como «gu-gú-ga-gá». Más bien, se refiere a la forma particular en
que hablan los adultos a los bebés. El idioma «mamaés» se diferencia de la forma
como hablan normalmente los adultos por una serie de características que se
mantienen constantes en todas las comunidades lingüísticas: es distintivo por su tono
de voz (más agudo), por su entonación (más fluctuaciones de abajo arriba), por su
vocabulario (más sencillo y más concreto) y por la longitud de sus frases (más
cortas). También utiliza más preguntas, órdenes y repeticiones, y menos tiempos del
pasado, pronombres y frases complejas, comparado con la forma de hablar de los
adultos.
Las características del mamaés y su importancia en el aprendizaje
322
El mamaés se refiere al habla musical con prosodia exagerada que proporciona
al lenguaje un carácter sonoro y que usamos habitualmente con los niños. Posee un
tono mayor, unos contornos tonales más marcados y un mayor rango de tonalidad,
un tempo más pausado y es más rítmico que el lenguaje que utilizamos entre
adultos. Estas características son comunes al mamaés en todas las lenguas y el
hecho de que los adultos utilicemos esa forma de hablar cuando nos dirigimos a los
niños demuestra su carácter natural. Existen varias teorías explicativas de esta
prosodia única y característica del mamaés. Una es que sirve para capturar la
atención del bebé. Otra es que favorece el aprendizaje del lenguaje porque enfatiza
la estructura léxica y gramatical. Una tercera teoría afirma que esta prosodia sirve
para enfatizar distintos contextos y extraer significados a partir del tono, por
ejemplo las ondas sonoras resultantes de solicitar la atención del bebé, de
enfadarse o de prohibirle una conducta, producen distintos patrones de onda
perfectamente identificables por ordenador. Trainor, Austin y Desjardins (2000)
proponen una cuarta hipótesis, que el mamaés es un lenguaje que posee carga
emocional y que su finalidad principal es establecer un lazo afectivo con el niño.
Para poner eso a prueba reclutaron 23 madres con sus bebés. Las instrucciones
fueron las siguientes: las madres debían interactuar con los bebés utilizando frases
que transmitieran cuatro sentimientos distintos: amor, confort, sorpresa y miedo.
Posteriormente, se pidió a las madres que utilizaran esas frases con un adulto
intentando voluntariamente transmitir los mensajes emocionalmente. Todas las
interacciones se grabaron y se comparó el registro de ondas de esas madres cuando
hablaban con sus hijos y cuando trataban de expresar esas emociones a un adulto.
Curiosamente los registros eran muy similares en todos los parámetros con la
ligera diferencia de que los mensajes a los bebés tenían un tono más alto (muy
habitual en otras especies en situaciones de apareamiento, sumisión o afecto).
Estos resultados indican que el mamaés, además de favorecer la adquisición del
lenguaje, constituye un medio de transmisión de información emocional. Primero,
debido a que los bebés no pueden comprender las palabras, la prosodia se
convierte en algo esencial para la comunicación. Segundo, los lazos emocionales
fuertes con los adultos cuidadores son vitales en la infancia no solo para el
desarrollo emocional sino también para el lingüístico e intelectual. Tercero, debido
a que el lenguaje se basa sobre todo en la modalidad auditiva, la expresión vocal
de la emoción juega un papel clave en el desarrollo emocional temprano. ¿En qué
estriba la relevancia de este dato?
Trainor, L. J., Austin, C. M. y Desjardins, R. N. (2000). Is infant-directed
speech prosody a result of the vocal expression of emotion? Psychological
Science, 11(3), 188-195.
Las personas de todas las edades, tanto los progenitores como los que no lo son,
utilizan este lenguaje proinfantil con los bebés y estos prefieren escuchar el idioma
«mamaés» al lenguaje normal. En parte, el atractivo y el impacto que produce el
lenguaje proinfantil puede ser fruto de su energía y de su expresividad exagerada. Las
investigaciones han mostrado que el lenguaje proinfantil de las madres deprimidas es
323
demasiado anodino en su entonación y demasiado lento en sus respuestas durante una
conversación para mantener el interés del bebé.
La función del lenguaje proinfantil se manifiesta claramente cuando se trata de
facilitar un aprendizaje temprano del lenguaje, puesto que los sonidos y las palabras
de esta forma de hablar son las que captan los bebés y las que dicen con mayor
facilidad. Además, se evitan los sonidos difíciles: las consonantes como la «ele» y la
«erre» se omiten regularmente, o las palabras de pronunciación difícil se simplifican
con terminaciones que muchas veces son diminutivos o abreviaciones en «-i». De
esta forma, padre se convierte en «papi», bicicleta se convierte en «bici» y orinar se
convierte en «hacer pipí», porque si no fuera así los bebés y los padres tendrían
dificultades para hablar de estas cosas. Además, las entonaciones y el énfasis especial
del lenguaje pro-infantil ayudan a los bebés a establecer conexiones entre palabras
específicas y los objetos o acontecimientos a los que se refieren.
En las primeras fases del lenguaje proinfantil, por supuesto, la conversación es
más bien unilateral. Sin embargo, a medida que el niño va respondiendo y
comunicándose mejor, la interacción general entre los padres y el niño adquiere un
formato más próximo a la conversación con su intercambio alterno de palabras, y
juegos en los que se alternan el dar un trozo de tela, y aparecer al quitarla con las
consiguientes expresiones de sorpresa y alegría.
El aspecto de «conversación» de la interacción entre padres y niños se refuerza
entre los cinco y siete meses de edad del bebé; a pesar de que este parece que no está
haciendo nada, el padre o la madre probablemente seguirá con la conversación como
si se tratara de un diálogo activo en los dos sentidos. La madre puede decirle al niño:
«¿No quieres dormir una siesta ahora?», esperar unos segundos, como si le dejara
tiempo al bebé para contestar y después decir: «Claro que sí».
De hecho, la respuesta no está solo en la mente de la madre. Los bebés muestran a
través de sus expresiones faciales que están escuchando lo que dice su madre, y
cuando quieren oír algo más lo indican con su expresión.
A los nueve meses, muchos bebés han desarrollado la habilidad de conversar
hablando por turnos, igual que lo hacen los adultos, tanto vocalizando como mirando
con intensidad a la madre cuando la están escuchando.
El «mamaés» promueve el aprendizaje temprano del lenguaje también porque
cada uno de los participantes comparte el mismo centro de interés. Cuando el niño se
mira las manos, la madre normalmente hace un comentario que contiene la palabra
«mano». Si el niño se fija de repente en un juguete cercano, seguramente la madre
comentará algo sobre ese juguete. El hecho de hablar a un niño sobre el tema de
atención en el que se fija en un momento dado contribuye de forma importante a
ampliar el vocabulario del niño.
Una vez que el niño empieza a hablar, muchas de las conversaciones entre los
padres y el niño muestran cómo el padre o la madre interpreta el habla imperfecta del
niño, y después le responde con frases cortas y claras que el niño puede entender, a
menudo, poniendo un énfasis especial en las palabras importantes. La observación
naturalista es el mejor método para estudiar este tipo de interacción porque la
324
expresión facial y la entonación constituyen una parte tan importante del lenguaje
proinfantil como las palabras que se pronuncian. Sin embargo, el carácter de este tipo
de comunicación se capta bien en diálogos grabados como el que aquí se transcribe
entre una madre y su hijo (Halliday, 1979):
Madre: Y cuando te levantes por la mañana, irás a dar un paseo.
Ana: Tik.
M: Y verás palos, sí.
A: Uh.
M: Y unos agujeros, sí.
A: Da.
M: Sí, ahora se está haciendo de noche.
A: Yo quer (repetido tres veces).
M: ¿Qué?
A: Yo quer (repetido siete veces). Faor.
M: ¿Qué es lo que quieres en la cama? ¿Quieres a Teddy? (su muñeco).
A: ¡No!
M: ¿Quieres tu edredón? (colcha).
A: (Muecas) ¡Sí!
M: ¿Por qué no me lo has dicho? Tu edredón.
A: Yatá (tres veces).
En la mayoría de los episodios del lenguaje proinfantil, el bebé es un participante
activo, que responde al que le habla y que da a conocer sus necesidades. En este caso
Ana pide su colcha un total de 20 veces, insistiendo hasta que su madre lo capta. El
análisis del habla de los niños muestra que, especialmente después de que empieza la
eclosión del vocabulario, las primeras conversaciones nunca son tranquilas. Los
bebés parecen interesados en comunicar sus necesidades y deseos así como en
comentar sus propias acciones.
Vygotsky y sus seguidores sostienen que las competencias intelectuales del niño
emergen a través de un «aprendizaje para pensar», en la medida en la que los tutores
cualificados no solamente proporcionan al niño una instrucción activa, sino también
una participación orientada en las actividades que comparten para facilitar el
desarrollo de sus habilidades.
Como resumen, se puede subrayar que tres han sido las principales teorías sobre el
desarrollo del lenguaje: la teoría del aprendizaje, la teoría instintivista y la teoría
interaccionista (véase tabla 8.4).
Con respecto a la primera teoría, el hecho de fijarse en la enseñanza del lenguaje
surgió a partir de la teoría del aprendizaje de Skinner (1957), que defendía que los
procesos de condicionamiento podían explicar la conducta verbal de la misma forma
que podían explicar otros tipos de conducta. Según esta teoría, por ejemplo, si se
refuerza a los bebés con comida y atención cuando emiten sus primeros sonidos
balbuceantes, pronto dirán «mamá», «papá» y «baba» cuando quieran a su madre, a
su padre o el biberón. De forma parecida, muchos teóricos del aprendizaje creían que
325
la cantidad y la calidad de conversación de los padres con el niño afectan al índice de
desarrollo del lenguaje del niño, desde las primeras palabras hasta las frases más
complejas.
TABLA 8.4
Teorías del desarrollo del lenguaje
Teoría
Idea principal
Teoría del
aprendizaje
El lenguaje se
aprende de la
misma manera
que se
aprenden otras
conductas.
Teoría
nativista
Teoría
interaccionista
Los niños
heredan una
predisposición
a aprender el
lenguaje a
cierta edad.
Los niños
aprenden el
lenguaje, por
un lado
porque están
dotados para
aprenderlo, y
por otro
porque se les
enseña.
Autores
Skinner
1957
Los niños aprenden el lenguaje
porque se les enseña, esto es,
por imitación,
condicionamiento, asociación y
reforzamiento.
Bandura
1971
El niño o la niña adquiere gran
parte de su conocimiento
lingüístico escuchando de
manera atenta e imitando el
lenguaje de compañeros
mayores.
Chomsky
1968
Los niños llegan al mundo con
una disposición para la
adquisición del lenguaje (DAL)
y conocen las reglas comunes a
todos los idiomas (gramática
universal).
Martin
2003
Las lesiones en el área de Broca
o en el área de Wernicke
pueden suponer el déficit de la
producción del habla o de
alguna que otra función del
lenguaje.
Lennenberg
1967
El lenguaje se adquiere más
fácilmente entre el nacimiento y
la pubertad, por ello, defiende
la hipótesis del período sensible
(la edad influye a la hora de
aprender una lengua o al
recuperar dicha lengua).
Vygotsky
1934
Las competencias intelectuales
del niño emergen a través de un
«aprendizaje para pensar», en la
medida en la que los tutores no
solo proporcionan al niño una
instrucción activa, sino también
una participación orientada en
las actividades que comparten
para facilitar el desarrollo de
sus habilidades.
FUENTE: elaboración propia.
326
Críticas
La teoría del
aprendizaje es
importante para la
comprensión en la
adquisición del
lenguaje, pero no lo
explica del todo, ya
que los niños y las
niñas crean sonidos,
palabras y frases que
no han aprendido.
Esta teoría no
explica los orígenes
del lenguaje, solo
dice que los niños
aprenden el lenguaje
porque poseen la
estructura
neurológica y el
equipo biológico
que les permite
aprenderlo.
Esta teoría cubre las
lagunas que las dos
anteriores presentan.
Con relación a la segunda teoría, el interés por la aptitud lingüística innata surgió a
partir de las teorías de Noam Chomsky (1968) que creen que el lenguaje es
demasiado complejo para que se pueda dominar tan pronto y tan fácilmente a través
del condicionamiento. Según Chomsky, el hecho de que los niños dominen los
rudimentos de la gramática con tanta rapidez y aproximadamente a la misma edad
supone que existe un facilitador innato del lenguaje, denominado el dispositivo de
adquisición del lenguaje (DAL), presente en el cerebro humano. El DAL permite a
los niños deducir con facilidad y eficiencia las reglas gramaticales del lenguaje
hablado que oyen cada día, tanto si su lengua materna es el inglés, como el chino o el
urdu.
Por último, las investigaciones de los últimos años sugieren que tanto la teoría del
aprendizaje como la teoría nativista no explican el desarrollo del lenguaje
plenamente. La teoría interaccionista asume que lenguaje se adquiere a través de una
compleja interrelación entre madurez biológica, desarrollo cognitivo y un ambiente
lingüístico siempre cambiante en el que influyen profundamente los intentos del niño
o la niña por comunicarse.
ACTIVIDADES PRÁCTICAS
Para interiorizar adecuadamente lo que se ha leído en el presente capítulo, se han
propuesto varios ejercicios que pueden ser de ayuda: en el primer ejercicio, se
propone una práctica de vídeo para conocer la influencia de los períodos críticos en la
adquisición y desarrollo del lenguaje; posteriormente, se plantean una serie de
preguntas abiertas relacionadas con el tema objeto de estudio; por último, una
autoevaluación con el objetivo de evaluar el conocimiento sobre la adquisición y
desarrollo del lenguaje en los primeros años de la vida.
1. Práctica de vídeo: Genie
Objetivo. Conocer la influencia de los períodos críticos en la adquisición y
desarrollo del lenguaje.
Recursos. Documental sobre Genie.
Enlaces para ver el documental:
— http://www.dailymotion.com/video/x925hd_genie-la-nina-salvaje-1_school
— http://www.dailymotion.com/video/x925dl_genie-la-nina-salvaje-2_school
— http://www.dailymotion.com/video/x925cf_genie-la-nina-salvaje-3_school
Ficha técnica
327
Título: El secreto de la niña salvaje
Autor: Documentos TV (TVE)
Año: 1970
Duración: 55 min.
Idioma: castellano
Es un documental basado en un caso real. Concretamente, trata un caso que
sucedió en Los Ángeles, Estados Unidos, en 1970. Genie (no es su nombre real)
vivió trece años aislada, ya que sus padres la tuvieron encerrada en un cuarto
durante todo este tiempo. En aquella época, el caso de Genie despertó gran interés
tanto social como científico.
Interés científico porque podía dar respuesta a dos conflictos: por un lado,
porque podía analizar la influencia que el medio tenía sobre el desarrollo cognitivo
y físico, y por otro porque podría ser útil para entender las consecuencias que tiene
el hecho de estar aislado del grupo. En cuanto al interés social, estaría relacionado,
por un lado, con el hecho de que el padre se suicidó, y por otro, con que no había
motivos para aislarla (¿es posible que tuviera una discapacidad y que por ello
decidieron aislarla?); además de ello, la madre era medio ciega. Asimismo el hecho
de que apareciera el caso de Genie coincidió con el estreno de una película acerca
de un caso conocido que pasó hacía 200 años en Francia.
En este documental, se plantea una discusión importante sobre el lenguaje.
Concretamente, se preguntaban si existía o no un período crítico para hacerse con
el lenguaje.
Procedimiento. Después de ver el documental el alumnado tendrá que responder
a una serie de preguntas en grupos pequeños o individualmente.
—
—
—
—
—
—
Según la película, ¿cuál es el mayor castigo para un ser humano?
¿Qué es lo que nos hace humanos?
Explicar la hipótesis de Lennenberg acerca del período crítico.
¿Qué significa que Genie no tiene sensaciones corporales?
¿Las primeras palabras que dijo Genie son las palabras que aprende un niño?
¿Qué quiere decir que existen diferencias entre el diccionario y el sentido
gramatical?
— ¿Hay que analizar este tipo de casos? ¿Por qué? ¿Dónde está el límite?
2. Ejercicio práctico: preguntas abiertas
A continuación, se plantean una serie de preguntas abiertas con el objetivo de
evaluar el conocimiento sobre algunos contenidos relacionados con la adquisición y
desarrollo del lenguaje.
1. ¿Cuál es la secuencia básica de la adquisición del lenguaje al comienzo de la
infancia?
328
2. ¿Qué es la comunicación?
3. ¿Qué es el lenguaje?
4. ¿Cuáles son los elementos del lenguaje?
PREGUNTAS DE REFLEXIÓN
1. Reflexiona sobre la importancia de los sonidos emocionales en el idioma
«mamaés».
2. Analiza cuál de las tres teorías del aprendizaje, nativista o interaccionista
explica mejor el desarrollo del lenguaje y justifica tu respuesta.
3. En qué sentido tener disposición para la adquisición del lenguaje optimiza su
desarrollo.
AUTOEVALUACIÓN
1. En relación con los elementos del lenguaje la parte que hace referencia a los
sonidos fundamentales que sirven para formar palabras se denomina:
a)
b)
c)
d)
Semántica.
Gramática.
Sintaxis.
Las tres son incorrectas.
2. La etapa preverbal se desarrolla en torno a:
a)
b)
c)
d)
12 meses.
18 meses.
24 meses.
Las tres son incorrectas.
3. La secuencia básica de la adquisición del lenguaje al comienzo de la infancia
(primer año) es:
a) Gestos; gritos, murmullos y balbuceos; la comprensión; discriminación y
producción sonora; la primera palabra.
b) Gritos, murmullos y balbuceos; gestos; discriminación y producción sonora;
la comprensión; la primera palabra.
c) Gritos, murmullos y balbuceos; gestos; la comprensión; discriminación y
producción sonora; la primera palabra.
d) Las tres son incorrectas.
4. Los sonidos melódicos son:
329
a) Emisiones cortas y más nasales con una intensidad relativamente uniforme
(con los adultos indiferentes).
b) Reír, llorar y quejarse (en contextos que atañen a otras personas).
c) Sonidos prolongados que se caracterizan por una intensidad variable (por lo
regular cuando las madres conversan con sus hijos).
d) Las tres son incorrectas.
5. El concepto de holofrase hace referencia a:
a) La primera palabra con sentido que pronuncia el bebe a los 12 meses pero
que su significado no se limita solo a un acontecimiento.
b) Un modificador que se añade a la palabra principal para formar estructuras
declarativas, interrogativas, negativas e imperativas.
c) Oraciones que incluyen sujeto y predicado.
d) Las tres son incorrectas.
6. El habla telegráfica hace referencia a:
a) Primera palabra con sentido que pronuncia el bebe a los 12 meses pero que
su significado no se limita solo a un acontecimiento.
b) Modificador que se añade a la palabra principal para formar estructuras
declarativas, interrogativas, negativas e imperativas.
c) Oraciones que incluyen sujeto y predicado.
d) Las tres son incorrectas.
SOLUCIONES
1
2
3
4
5
6
d
a
b
c
a
d
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
Akhtar, N. (2004). Nativist versus constructivist goals in studying child language.
Journal of Child Language, 31, 459-462.
Albareda Castellot, B., Pons, F. y Sebastián Gallés, N. (2011). The acquisition of
phonetic categories in bilingual infants: New data from an anticipatory eye
movement paradigm. Developmental Science, 14(2), 395-401.
Baldwin, D. A. y Markman, E. M. (1989). Establishing word-object relations: A first
step. Child Development, 381-398.
Bandura, A. (1971). Social learning theory. Nueva York: General Learning Press.
Bates, E., Thal, D., Whitesell, K., Fenson, L. y Oakes, L. (1989). Integrating
language and gesture in infancy. Developmental Psychology, 25, 1004-1019.
Berko, J. (1958). The child’s learning of English morphology. Word, 14(2-3), 150330
177.
Bialystok, E., Luk, G., Peets, K. F. y Yang, S. (2010). Receptive vocabulary
differences in monolingual and bilingual children. Bilingualism: Language and
Cognition, 13(4), 525-531.
Blake, J. y De Boysson-Bardies, B. (1992). Patterns in babbling: A cross-linguistic
study. Journal of Child Language, 19, 51-74.
Bohannon, J. N. y Bonvillian, J. D. (1997). Theoretical approaches to language
acquisition. En J. B. Gleason y N. Bernstein (eds.), The development of language
(4.ª ed., pp. 254-314). Boston: Allyn and Bacon.
Brown, R. y Hanlon, C. (1970). Derivational complexity and order of acquisition in
child speech. Cognition and the development of language. Nueva York: Wiley.
Chomsky, N. (1968). Language and mind. Nueva York: Harcourt, Brace, World.
Curtin, S., Mintz, T. H. y Christiansen, M. H. (2005). Stress changes the
representational landscape: Evidence from word segmentation. Cognition, 96(3),
233-262.
Fenson, L., Dale, P. S., Reznick, J. S., Bates, E., Thal, D. J., Pethick, S. J. y Stiles, J.
(1994). Variability in early communicative development. Monographs of the
Society for Research in Child Development, 59, vol. 3, i-185.
Gallardo Ruiz, J. R. y Gallego Ortega, J. L. (1995). Manual de logopedia escolar.
Málaga: Aljibe.
Gervain, J. y Werker, J. F. (2008). How infant speech perception contributes to
language acquisition. Language and Linguistics Compass, 2(6), 1149-1170.
Halliday, M. A. K. (1979). One child’s protolanguage. En M. Bullowa (ed.), Before
speech: The beginning of interpersonal communication (pp. 171-190). Cambridge,
Inglaterra: Cambridge University Press.
Heibeck, T. H. y Markman, E. M. (1987). Word learning in children: An examination
of fast mapping. Child Development, 58, 1021-1034.
Kuhl, P. K. (1991). Human adults and human infants show a «perceptual magnet
effect» for the prototypes of speech categories, monkeys do not. Perception &
Psychophysics, 50(2), 93-107.
Kuhl, P. K., Conboy, B. T., Coffey-Corina, S., Padden, D., Rivera-Gaxiola, M. y
Nelson, T. (2008). Phonetic learning as a pathway to language: New data and
native language magnet theory expanded (NLM-e). Philosophical Transactions of
the Royal Society of London B: Biological Sciences, 363(1493), 979-1000.
Legerstee, M. (1991). Changes in the quality of infant sounds as a function of social
and nonsocial stimulation. First Language, 11(33), 327-343.
Lenneberg, E. H. (1967). Fundamentos biológicos del lenguaje. Madrid: Alianza
Editorial.
Levitt, A. G. y Utman, J. G. A. (1992). From babbling towards the sound systems of
English and French: A longitudinal two-case study. Journal of Child Language,
19(1), 19-49.
Marcus, G. F., Pinker, S., Ullman, M., Hollander, M., Rosen, T. J., Xu, F. y Clahsen,
H. (1992). Overregularization in language acquisition. Monographs of the Society
for Research in Child Development, 57, vol. 4, i-178.
Markman, E. M. (1989). Categorization and naming in children: Problems of
331
induction. Cambridge, MA: MIT Press.
Martin, N. (2003). Cognitive neuropsychological evidence for common processes
underlying generation and storage of language representations. Commentary on
Ruchkin, Grafman, Corcoran and Berndt, «Working memory retention systems: A
state of activated long-term memory». Brain and Behavioral Sciences, 26(6), 747748.
McKee, C. y McDaniel, D. (2004). Multiple influences on children’s language
performance. Journal of Child Language, 31(2), 489-492.
Mehrabian, A. (1971). Silent messages (1.a ed.). Belmont, CA: Wadsworth.
— (2009). «Silent messages» – A wealth of information about nonverbal
communication (body language). Personality & emotion tests & software:
Psychological books & articles of popular interest. Los Ángeles, CA:
autopublicado. Recuperado el 6 de abril de 2010.
Melero, M. (2016). Cómo meterse a la audiencia en el bolsillo al hablar en público.
Manual del alumno. Palma: Universidad Islas Baleares.
Moffitt, A. R. (1971). Consonant cue perception by twenty- to twenty-four-week-old
infants. Child Development, 42, 717-731.
Saffran, J. R., Newport, E. L. y Aslin, R. N. (1996). Word segmentation: The role of
distributional cues. Journal of Memory and Language, 35(4), 606-621.
Tomasello, M. (1995). Language is not an instinct. Cognitive Development, 10, 131156.
— (2003). Constructing a language: A usage based theory of language acquisition.
Estados Unidos: Harvard University Press.
Volterra, V. y Erting, C. J. (eds.) (1998). From gesture to language in hearing and
deaf children. Washington: Gallaudet University Press.
Waxman, S. R. y Markow, D. B. (1995). Words as invitations to form categories:
Evidence from 12- to 13-month-old infants. Cognitive Psychology, 29, 257-302.
Werker, J. F. y Tees, R. C. (2002). Cross-language speech perception: Evidence for
perceptual reorganization during the first year of life. Infant Behavior and
Development, 25(1), 121-133.
Xu, F. (2002). The role of language in acquiring object kind concepts in infancy.
Cognition, 85(3), 223-250.
Lecturas complementarias
Berger, K. (2006). Psicología del desarrollo: infancia y adolescencia. Madrid:
Panamericana.
Gallardo, J. R. y Gallego, J. L. (1995). Manual de logopedia escolar (2.a ed.).
Málaga: Ediciones Aljibe.
Lefrancois, G. L. (2001). El ciclo de la vida. Madrid: Thompson.
Palacios, J., Marchesi, A. y Coll, C. (2001). Desarrollo psicológico y educación (vol.
1). Madrid: Alianza.
Rice, R. (1997). Desarrollo humano. Estudio del ciclo vital. México: Prentice-Hall.
Santrock, J. W. (2006). Psicología del desarrollo. El ciclo vital. Madrid: McGrawHill.
332
CONCEPTOS BÁSICOS
Afasia
Lenguaje
Área de Broca
Morfema
Área de Wernicke
Morfología
Balbuceo
Murmullos
Comunicación
Pragmática
Discriminación y producción sonora
Red semántica
Disposición para la adquisición del lenguaje (DAL)
Semántica
Etapa prelingüística
Sintaxis
Etapa lingüística
Sonidos emocionales
Explosión de vocabulario
Sonidos melódicos
Fonema
Sonidos vocálicos
Fonología
Teoría del aprendizaje
Gestos
Teoría interaccionista
Gramática universal
Teoría nativista
Gritos
Vocabulario hablado
Hipótesis del período sensible
Vocabulario receptivo
Holofrase
333
PARTE CUARTA
Desarrollo biológico y cognitivo en
la edad adulta y la vejez
334
9
Desarrollo biológico y cognitivo en la edad adulta y la
vejez
INTRODUCCIÓN
La edad adulta y la vejez son etapas cada vez más importantes del ciclo vital.
Teniendo en cuenta que la edad adulta comienza alrededor de los dieciocho años y
que la esperanza de vida en la mujer son ochenta y cinco años y en el hombre setenta
y nueve años, son numerosos los cambios que se pueden observan durante todos esos
años en los aspectos biológicos, cognitivos y sociales. En este capítulo nos
centraremos en el desarrollo biológico y cognitivo de la edad adulta y la vejez. Al
final del capítulo, se han propuesto varios ejercicios prácticos con el objetivo de que
el lector interiorice adecuadamente los contenidos analizados en el mismo.
1. CAMBIOS BIOLÓGICOS Y COGNITIVOS DE LA EDAD ADULTA
Tal y como hemos visto en el capítulo 1, cronológicamente la edad adulta
comenzaría a los dieciocho años y finalizaría a los 65-67. Teniendo en cuenta el largo
período que abarca esta etapa, se suele dividir en dos períodos: la juventud o edad
adulta temprana (entre los 18 y los 40/45 años) y la madurez o edad adulta
intermedia (40/45-67 años).
A continuación se describen los principales cambios biológicos y cognitivos que
acontecen en esta etapa del ciclo vital.
1.1. Desarrollo físico y fisiológico en la edad adulta
Si bien en la juventud el cuerpo humano está totalmente desarrollado y, desde el
punto de vista de funcionamiento, en su punto álgido, pronto comienzan a observarse
ciertos cambios físicos y fisiológicos de algunas funciones de manera muy gradual.
En este apartado analizaremos cómo se producen dichos cambios en la salud general,
apariencia física, altura y peso, la fuerza, articulaciones y huesos, los sentidos, la
capacidad reproductiva, el sistema cardiovascular, la capacidad pulmonar, el sueño u
otros.
Salud
En términos de salud, el grupo más saludable de la población son los adultos
335
jóvenes. La mayoría de las hospitalizaciones de este grupo poblacional se producen
como consecuencia de los accidentes de tráfico o partos. Las causas del fallecimiento
están relacionadas con accidentes de tráfico, con suicidio, ahogamiento, sobredosis o
como consecuencia de hechos externos similares. A partir de esa edad, las cosas
cambian y las enfermedades físicas son la principal causa de muerte.
En la edad adulta intermedia, la salud, en términos generales es inferior a la edad
adulta temprana. A pesar de que la mayoría de las personas de esta etapa gozan de
buena salud, la principal causa de fallecimiento son las enfermedades. Muchas de
estas enfermedades son el resultado de la pérdida de capacidad física, como
consecuencia de la pérdida de capacidad de los órganos y del cuerpo al esfuerzo que
realizan ante situaciones de estrés.
Apariencia física
Los cambios en la apariencia física comienzan a partir de los veinticinco años
aproximadamente. Estos cambios suelen ser muy pequeños y continuados, de forma
que al principio son casi imperceptibles (Spence, 1989 en Reizabal y Lizaso, 2011).
Entre los veinte y los treinta años comienzan a aparecer las primeras arrugas en torno
a los ojos y comienza el proceso de envejecimiento cutáneo, que es más llamativo en
aquellas personas que se exponen mucho al sol. Esto es debido a que los rayos UVA
son perjudiciales tanto para la producción de ADN como para la síntesis de las
proteínas de la piel (Hoffman, Paris y Hall, 1996 en Reizabal y Lizaso, 2011).
También aparecen manchas en la piel en algunas zonas pequeñas y limitadas,
especialmente en las áreas expuestas a la luz solar, como las manos o la cara.
Asimismo, la piel comienza a volverse más flácida debido a la pérdida de depósitos
grasos y de colágeno en las capas inferiores. A nivel capilar, el pelo se vuelve más
fino y canoso debido a una menor tasa de sustitución de los cabellos perdidos y a una
disminución en la producción de melanina, y muchos hombres empiezan a sufrir la
caída del cabello.
Altura y peso
Si bien no existen cambios en la altura durante la juventud, comienza a disminuir a
partir de los cincuenta años, al tiempo que suele aumentar el peso. Los adultos
pierden aproximadamente 1,25 centímetros de altura cada década a partir de los
cincuenta años. Por término medio, la grasa corporal constituye el 10 % del peso total
del individuo durante la adolescencia, un porcentaje que aumenta al 20 % en la
madurez. El tejido adiposo suele distribuirse de manera distinta en hombres y
mujeres. Este exceso de grasa por lo común se sitúa alrededor de la cintura en los
hombres; en las mujeres es más probable que se deposite en las caderas. El sobrepeso
representa un grave problema de salud en esta etapa evolutiva.
336
Fuerza, articulaciones y huesos
Como se ha mencionado anteriormente, en la juventud el cuerpo humano está
totalmente desarrollado y, a nivel de funcionamiento, en su punto álgido, pronto
comienzan a observarse ciertos cambios en el cuerpo.
El término sarcopenia se usa para describir la pérdida de masa y de fuerza
muscular que tiene lugar durante el proceso de envejecimiento. La pérdida de masa
muscular debida al envejecimiento se produce a un ritmo del 1 al 2 % cada año
después de los cincuenta años de edad. La pérdida de fuerza física es especialmente
evidente en la espalda y las piernas, y más débil en los músculos del brazo (Bromley,
1974). La agilidad y capacidad del movimiento de la mano empieza a descender
desde la segunda mitad de la tercera década (Troll, 1985). A partir de los treinta y
cinco años, la fuerza y la coordinación disminuye, y se necesita más tiempo para
reaccionar pero, afortunadamente, estos cambios no se ven afectados porque van
mejorando con la experiencia.
Los elementos que amortiguan el movimiento de los huesos pierden eficacia en los
años de la madurez. Las mujeres padecen un índice de pérdida de masa ósea que
duplica al de los varones. Al final de la etapa de la madurez, los huesos son más
vulnerables a las roturas y el proceso de curación se ralentiza.
La capacidad motora forma parte de la capacidad funcional. Implica la capacidad
para mover los dedos, manos, brazos, piernas u otras partes del cuerpo. Declina con la
edad. La mayor parte del deterioro ocurre después de los treinta años. La rigidez de
las articulaciones es una causa importante de incomodidad e incapacidad en las
personas mayores.
Con respecto a la resistencia y la fatiga, decir que la tasa máxima de trabajo que
puede realizarse sin fatiga empieza a disminuir aproximadamente a los treinta y cinco
años.
Los sentidos
La fuerza muscular disminuye con la edad. Respecto a los sentidos, ocurre algo
similar, la agudeza sensorial es mejor en la edad adulta temprana en comparación a la
edad adulta tardía. A pesar de que todos los sistemas sensoriales se deterioran, las
deficiencias asociadas con la edad son mucho más obvias en la vista y el oído. La
agudeza visual empieza a declinar alrededor de los cuarenta, mientras que la pérdida
gradual de la audición empieza típicamente antes de los veinticinco años. En cambio,
el gusto, el olfato y la sensibilidad al dolor y a la temperatura generalmente no
muestran ninguna disminución hasta cerca de los cuarenta y cinco o cincuenta años.
En relación con el sistema auditivo, la pérdida gradual de la audición durante la
adultez intermedia, especialmente en lo que respecta a los sonidos de frecuencias más
altas, se conoce como presbiacusia. En esta pérdida de capacidad auditiva participan
principalmente tres factores biológicos: el sexo, los genes y la edad. Las mujeres
empiezan a mostrar algunas deficiencias sobre los cincuenta años como media,
337
mientras que a partir de los treinta los hombres pierden la audición el doble de rápido
que ellas. En los países denominados avanzados aparece antes la presbiacusia debido
a la contaminación acústica.
Suelen aparecer dificultades para despertarse cuando suena el despertador o para
oír el timbre de la puerta o el teléfono que suena en la distancia, mientras que los
sonidos del habla suelen escucharse hasta la vejez. La pérdida de agudeza en el oído
interno es el deterioro del sistema auditivo que más se asocia con el paso de los años.
La exposición prolongada al ruido es otro factor que contribuye a la pérdida de
audición, aunque la mayoría de las pérdidas auditivas que se presentan tienen fácil
solución (desde pedir que se hable más alto y claro hasta los aparatos auditivos).
Con respecto al sistema visual, una vez pasada la pubertad, los factores
hereditarios afectan la agudeza visual (o capacidad de enfocar objetos a diferentes
distancias) mucho más que la edad, por lo que las variaciones que se presentan son
mayores en la capacidad visual que auditiva. Antes de los veinte años, es raro
necesitar gafas para ver de lejos (miopía), mientras que después es habitual presentar
hipermetropía y necesitar gafas para leer. Así, existen más probabilidades de padecer
astigmatismo (pérdida de elasticidad y del cristalino y consecuente dificultad para
enfocar de un punto cercano a uno lejano), por lo que en la madurez muchas personas
necesitan lentes bifocales o dos pares de gafas. Cabe mencionar el glaucoma,
enfermedad que se caracteriza por el endurecimiento del globo ocular provocado por
el aumento de presión dentro del mismo. Este endurecimiento presiona el nervio
óptico, lo que a la larga puede destruir el nervio (no tiene cura: prevención precoz o
prueba optométrica para detectarlo en las primeras fases).
La capacidad gustativa es también peor después de cincuenta años, sobre todo la
capacidad de distinguir pequeñas diferencias (Troll, 1985). Desde la infancia se
reduce el número de papilas gustativas y se pierde la sensibilidad, algo dulce para una
persona joven puede no tener sabor o parecer soso para una persona de sesenta años
de edad. La capacidad olfativa es el último de los sentidos que sufre cambios con la
edad.
Capacidad reproductiva
Un cambio biológico importante que ocurre en la fase intermedia de la adultez se
relaciona con la capacidad reproductiva, que se reduce. El efecto de este cambio varía
según el sexo. En las mujeres, su capacidad de fecundar desaparece en algún
momento de la madurez intermedia. Los hombres, en cambio, mantienen su
capacidad reproductora, si bien, puede reducirse la potencia sexual. A continuación,
se describirán los principales cambios que afectan a la capacidad reproductiva de las
mujeres y los hombres.
Como hemos mencionado, las mujeres pierden su capacidad reproductiva en la
edad adulta intermedia, en torno a los cincuenta años de edad. Esa pérdida se conoce
como menopausia y, en consecuencia, la menstruación desaparece de forma
permanente. La menopausia no es un fenómeno repentino casi nunca, las
338
irregularidades menstruales comienzan entre dos o cinco años antes, hasta que el
ovario deja de responder. De hecho, es normal que en este período en un par de meses
no aparezca la menstruación. El período anterior de la menopausia se llama
climaterio y en este período la mujer todavía tiene la capacidad de reproducir.
Después de un año sin la menstruación, se puede decir que esta es permanente.
Después de la menopausia, se reduce la secreción en la producción de estrógeno
en el cuerpo de una mujer, y como resultado algunas mujeres por lo general tienen
algunos síntomas físicos desagradables. El más común (70-80 % de las afectadas) es
el bochorno. El bochorno es una sensación repentina de calor que se siente también
en la parte superior del cuerpo, el cuello, el pecho, la cara y el cuero cabelludo. Con
él, aparecen enrojecimiento y sudores. En algunas ocasiones, la ropa termina
empapada de sudor. La frecuencia del bochorno es muy variable: algunas mujeres lo
sufren una vez por semana mientras que otras varias veces al día. La duración del
bochorno es muy variable: a veces simplemente dura unos segundos; otras, sin
embargo, pueden durar hasta 15 minutos. Los bochornos en su mayoría ocurren
durante la noche y a menudo producen el insomnio. En cualquier caso, los bochornos
son fenómenos naturales, sin ningún riesgo, son manifestaciones del cuerpo tratando
de adaptarse a un equilibrio interno nuevo. Además, con el tiempo (de dos a cinco
años) desaparecen.
Además de los bochornos, la menopausia también tiene otras consecuencias.
Algunas de ellas se producen en la vagina. Sus paredes se aprietan, pierden
flexibilidad y se vuelven frágiles. Además, las membranas tienden a secarse. Estos
cambios pueden tener como resultado la dispareunia; es decir, mantener relaciones
sexuales dolorosas. Además, de la reducción del tracto urinario, también se pueden
producir cambios físicos (pérdida o ganancia de peso, reducción de senos, un
aumento en el trasero, etc.) y un mayor aumento de la fatiga.
Al cabo de un año desde la desaparición de la menstruación, el 25 % de las
mujeres sufren de osteoporosis. La osteoporosis es una pérdida de tejido óseo como
resultado de la pérdida de calcio en los huesos. Como consecuencia de la osteoporosis
los huesos se vuelven más porosos y pierden su resistencia. Puede haber muchos
síntomas de la osteoporosis. Entre otros, dolor de la cintura o de la espalda; pérdida
de altura, y al más mínimo toque se pueden romper los huesos. En la actualidad, todas
estas complicaciones tienen solución. Con este fin, es esencial ir al ginecólogo, para
que este pueda poner el tratamiento hormonal que corresponda.
Hace algunos años, se creía que la menopausia tenía unos efectos psicológicos
adversos como la depresión y similares. Sin embargo, no hay ninguna razón para
pensar así. Es probable que los problemas psicológicos de la edad adulta intermedia
se relacionen como resultado de la actitud negativa respecto a la vejez que existe en
nuestra sociedad. En las culturas donde las mujeres mayores son mejor valoradas, los
problemas psicológicos relacionados con la menopausia son menores (Ballinger,
1981).
Hasta el momento, parece que las consecuencias de la menopausia son
principalmente negativas. Sin embargo, hay que recordar las ventajas de la
339
menopausia: la disminución del riesgo de embarazos no deseados y que las relaciones
sexuales pueden ser más satisfactorias.
Para los hombres, la producción de esperma continúa hasta la muerte. Sin
embargo, el número de la producción de esperma disminuye desde los cuarenta años
y, por otra parte, son más lentos. Además, a partir de los 40/50 años, se reduce la
producción de andrógenos o de la testosterona. Como resultado, los hombres sufren la
llamada climaterio sexual o andropausia. La andropausia puede tener algunos
síntomas. Entre otros, insomnio, fatiga, pérdida de apetito, dolor en los huesos y
articulaciones, tendencia a la obesidad y cambios en la piel. Además de todo esto, los
hombres pueden sufrir bochorno, sudoración excesiva y palpitaciones.
Además de estas consecuencias, la andropausia puede conllevar problemas
sexuales, donde la próstata que produce el semen puede causar problemas. Entre otras
cosas, pueden perder el deseo y el poder sexual; necesitan una mayor estimulación
para poner erecto el pene y alcanzar el orgasmo; disminuye el tiempo para mantener
el pene erecto; al estar de pie, el ángulo es menor; la eyaculación es menor y
necesitan más tiempo para recuperarse (24-48 horas) y, si se interrumpe la erección,
tienen más dificultades para la recuperación.
Por último, la andropausia puede causar efectos psicológicos. Entre otras cosas,
depresión, problemas de concentración, irritabilidad, pérdida de interés, mal humor,
ansiedad, disminución de la productividad y la pérdida de confianza en sí mismo. Al
parecer, todas estas consecuencias, como en el caso de las mujeres, pueden ser
causadas o estar relacionadas por el entorno cultural. Sin embargo, algunas de estas
consecuencias pueden estar relacionadas por la enfermedad de la pareja, problemas
de trabajo, la muerte de los padres y otros eventos estresantes.
Sistema cardiovascular
El sistema cardiovascular experimenta diversas transformaciones durante la
madurez. Los depósitos grasos y los tejidos cicatrizantes se acumulan lentamente en
las paredes de los vasos sanguíneos, con lo que se reduce de forma gradual el flujo
sanguíneo dirigido a varios órganos, incluyendo el corazón y el cerebro.
La tensión arterial también aumenta entre los cuarenta y los sesenta años de edad.
Durante la menopausia, la tensión arterial de una mujer se incrementa de forma
brusca y suele permanecer en niveles más altos que la de los hombres durante las
últimas etapas de la vida.
Capacidad pulmonar
En torno a los cincuenta y cinco años de edad, las proteínas de los tejidos
pulmonares pierden elasticidad. Este cambio, junto con una mayor rigidez de la
cavidad torácica, disminuye la capacidad de los pulmones para traspasar el aire
respirado al flujo sanguíneo.
340
Sueño
Al entrar en la cuarentena, los períodos de vigilia se hacen más frecuentes y se
reduce el sueño más profundo. Durante la madurez, los problemas relacionados con el
sueño son más frecuentes en el caso de los individuos que han consumido un mayor
número de medicamentos, en las personas obesas, en las personas con enfermedades
cardiovasculares y con episodios de depresión.
En la tabla 9.1 se pueden observar los principales cambios físicos en la edad adulta
y en la vejez.
1.2. Desarrollo cognitivo en la edad adulta
En el apartado anterior se ha mencionado que el deterioro del desarrollo físico es
progresivo hasta aproximadamente los cincuenta años, si bien es insignificante. La
mala salud suele ser una excepcionalidad. En relación con el desarrollo cognitivo en
la edad adulta, han de realizarse ciertas matizaciones, la mayoría de ellas relacionadas
con las funciones cognitivas. Esto es, el desarrollo de cada una de las funciones
cognitivas es diferente y cada una de ellas tiene sus propias características, por
ejemplo, cuando se habla de la memoria, no se puede hablar de una sola memoria,
sino de diversos sistemas de memoria. Así, en algunos casos no hay grandes cambios
pero no ocurre así en algunos otros.
TABLA 9.1
Cambios físicos en la edad adulta y en la vejez
Cambios físicos en la edad adulta
Cambios físicos en la vejez
Signos visibles: piel, pelo, uñas, etc.
Envejecimiento cerebral → peso, arquitectura y
conectividad neural
Altura y peso.
Sistema inmunológico → Radicales libres +
factores medioambientales.
Fuerza, articulaciones y huesos: sarcopenia (pérdida
degenerativa de masa muscular y fuerza al ir
envejeciendo o al llevar una vida sedentaria).
Aspecto físico y movimiento.
Pérdida de la capacidad visual.
Capacidades sensoriales:
Pérdida de la capacidad auditiva.
• Visual: presbicia (disminuye capacidad del
enfoque del ojo, dificultad para ver nítidamente los
objetos cercanos).
• Auditiva: presbiacusia (pérdida progresiva de la
capacidad para oír altas frecuencias);
envejecimiento del sistema vestibular (equilibrio).
• Olfato (pequeño declive) y gusto (prácticamente
intacto).
• Tacto y percepción de dolor (disminución de
receptores).
• Regulación temperatura (insensibilidad
Sistema cardiovascular: reducción del flujo
sanguíneo y aumento de la tensión arterial.
Capacidad pulmonar: disminuye la capacidad de los
pulmones.
Sueño: períodos de vigilia más frecuentes y
reducción del sueño más profundo.
341
Mujer: disminución de las capacidades
reproductoras → Menopausia y período climatérico
→ osteoporosis y problemas psicológicos.
temperaturas extremas).
Hombre: climaterio 10 años después que mujeres →
Disminución de fertilidad y frecuencia de orgasmos.
Sistemas circulatorio y pulmonar; gastrointestinal;
sistema urinario; sexualidad.
FUENTE: elaboración propia.
Pensamiento operacional formal
Decir que un individuo ha alcanzado el pensamiento operacional formal quiere
decir que ha desarrollado la habilidad de presentar cuatro procesos distintos de
pensamiento: introspección, pensamiento abstracto, pensamiento lógico y
razonamiento hipotético (véase capítulo 7). Aproximadamente la mitad de la
población adulta puede no alcanzar nunca la etapa plena del pensamiento formal
(Khun, 1979). Algunos adultos son capaces de utilizar el pensamiento operacional
formal en su campo particular de especialización, pero no en otros campos. El
desarrollo del pensamiento operacional formal está influido, entre otros factores, por
los años de educación formal y el nivel de inteligencia de los individuos.
Inteligencia
El funcionamiento intelectual está generalmente en un nivel alto en la vida del
adulto joven. Durante muchos años se creyó que la actividad intelectual llegaba a su
punto máximo en los veinte años, conclusión basada en estudios transversales que
comparaban el rendimiento de jóvenes y mayores. Los estudios longitudinales, en
cambio, han mostrado un incremento de la inteligencia en general por lo menos hasta
los cincuenta años.
El planteamiento se complica por la existencia de diferentes clases de habilidades
intelectuales. Así, la inteligencia fluida comprende el proceso de percibir relaciones y
formar conceptos, razonamiento y abstracciones; se considera dependiente del
desarrollo neurológico y relativamente libre de las influencias de educación y cultura.
Los procesos como la atención, la memoria de trabajo, la velocidad de
procesamiento, la inhibición y flexibilidad mental constituyen la inteligencia fluida y
se miden mediante tareas originales (que supongan novedad para las personas) que no
dependen ostensiblemente del conocimiento (por ejemplo, las matrices progresivas de
Raven).
La inteligencia cristalizada, por otra parte, comprende la habilidad de recordar y
usar la información aprendida y, por consiguiente, depende más de la experiencia y
educación cultural; se mide mediante pruebas de vocabulario o información general.
La inteligencia fluida parece alcanzar su desarrollo completo en los últimos años
de la adolescencia declinando en los primeros de la etapa adulta. Sin embargo, la
inteligencia cristalizada va en aumento hasta cerca del final de la vida. En este
342
sentido coinciden los estudios tanto transversales como longitudinales.
Procesamiento de la información
Los cambios que se producen en el procesamiento de la información durante la
madurez están relacionados con la velocidad de procesamiento, la memoria, el
conocimiento experto y las habilidades para resolver problemas prácticos. Esto es
debido a que la conectividad neuronal comienza a perderse en orden inverso a como
se desarrolló, es decir, las zonas que se desarrollaron más tarde son las primeras en
perderse, por eso la velocidad y las facultades de planificación y memoria de trabajo,
ligadas al córtex prefrontal, son las primeras manifestaciones del deterioro cognitivo
debido al envejecimiento.
Una manera habitual de evaluar la velocidad de procesamiento consiste en realizar
una tarea para medir el tiempo de reacción, haciendo que los individuos presionen un
pulsador en cuanto se encienda una luz. Los adultos maduros efectúan esta tarea de
manera más lenta que los adultos jóvenes.
Procesos cognitivos básicos
Según la teoría del procesamiento de la información, durante el desarrollo existen
cambios relacionados con los procesos cognitivos básicos implicados: atención,
memoria, aprendizaje y razonamiento.
Atención. En tareas de atención sostenida las personas adultas son menos precisas
en el nivel de partida de la detección (por ejemplo, al comenzar a conducir tienen una
atención menos precisa de los estímulos del entorno). Además, el hecho de cometer
errores aumenta a medida que transcurre la realización de la tarea
independientemente de la edad. La capacidad de prestar atención a varias tareas al
mismo tiempo (atención dividida) disminuye, siendo mayor el descenso cuanto
mayor es el número de tareas implicadas y su grado de dificultad. El rendimiento es
menor en tareas que consisten en seleccionar información relevante en un contexto de
mucha información irrelevante, pero no cuando la tarea de atención selectiva es
sencilla y no hay que procesar mucha información irrelevante. Finalmente, aunque no
hay consenso al respecto, la eficacia con que se realiza el cambio de atención parece
disminuir con la edad.
Memoria. Se podría afirmar que en la memoria sensorial el envejecimiento solo
tiene pequeños efectos carentes de importancia. En cuanto a la memoria a corto
plazo, el declive más acusado se observa a partir de los setenta años; así, las
habilidades para manipular información se ven afectadas en la adultez tardía sobre
todo con estímulos no familiares. En contraste, el rendimiento de la memoria a largo
plazo se muestra más claramente afectado por la edad, de manera que presenta una
disminución significativa de la juventud a la adultez. Frente a la memoria de
343
procedimiento, que no se ve afectada por la edad, en lo que a la memoria declarativa
se refiere tradicionalmente se ha sugerido que los recuerdos episódicos pueden verse
afectados por el envejecimiento —parece ser que se recuerdan mejor los sucesos
agradables que los desagradables—, mientras que los semánticos no. Cabe destacar
que las estrategias de memoria ayudan a elaborar la información y situarla en un nivel
más profundo de procesamiento cognitivo, haciendo más fácil que la información sea
codificada y más tarde recuperada. En este sentido, es posible que las diferencias en
las capacidades de memoria se deban a que los adultos mayores no emplean estas
estrategias de forma espontánea.
Aprendizaje. Las investigaciones realizadas muestran que el aprendizaje es
posible tanto cuando se trata de adquisición de nuevos contenidos como de
habilidades y procedimientos. No cabe duda de que a lo largo de la edad adulta la
persona incrementa considerablemente sus conocimientos, lo que sucede es que lo
hace en áreas distintas a las materias académicas, como son su ámbito específico de
trabajo o el de las relaciones interpersonales. Así, por ejemplo el adulto aprende las
preferencias, hábitos y actitudes de su pareja, aprende a criar al bebé y a educar a los
hijos, a participar en la vida como ciudadano, a abrirse camino entre las normas de
sus grupos de referencia, a tomar decisiones políticas, etc.
Razonamiento. Las habilidades cognitivas de razonamiento y resolución de
problemas se mantienen esencialmente estables hasta la madurez tardía. En cuanto a
la resolución de problemas, diversos trabajos demuestran que el adulto es más eficaz
y eficiente a este respecto en función de la edad. A pesar de esto, conviene matizar
que esta mayor eficacia se hace notar en aquellos dominios en los que el adulto es
experto y no en cualquier ámbito.
2. CAMBIOS BIOLÓGICOS Y COGNITIVOS EN LA VEJEZ
La principal tendencia demográfica del siglo XX ha sido el enorme aumento del
número de personas mayores de sesenta y cinco años (Abellán y Pujol, 2016). Este
fenómeno ha sido denominado como envejecimiento de la población. Desde un punto
de vista demográfico, el envejecimiento de la población es el aumento del porcentaje
de personas a las que se considera viejas en relación con la población total (Vinuesa y
Moreno, 2000).
En opinión de la mayoría de los autores, dos han sido los factores principales para
que ocurra ese envejecimiento: de un lado, la disminución de la tasa de natalidad y de
la tasa de mortalidad; y de otro, el aumento de la esperanza de vida (Agulló, 2001).
Hay que recordar que a principios del siglo anterior los mayores de sesenta y cinco
años solo eran el 5 % (Muñoz, 2002). En la actualidad, en cambio, llegan al 19 %
(INE, 2014). Esa tendencia al alza se está convirtiendo en un envejecimiento
progresivo de la población, especialmente en el caso de las mujeres (lo que se
denomina la feminización de la vejez), y en el caso de las personas de más de setenta
344
y cinco años (el denominado envejecimiento de la vejez). Hoy en día, es el sector de
población de más de ochenta y cinco años el que más está creciendo. España se
encuentra entre los países de Europa que cuentan con mayor número de habitantes de
más de ochenta años, siendo el quinto país más envejecido (INE, 2014).
Debido a la gran variabilidad en el proceso y ritmo de envejecimiento, la edad
cronológica (la que se determina por la fecha de nacimiento) ya no es el único
marcador para determinar el estado y punto vital de una persona. Actualmente se
habla también de edad biológica que es la edad en relación con el grado de
envejecimiento. La edad biológica viene determinada por nuestra base genética y la
acumulación-producción de radicales libres según nuestro modo de vida, que son las
que determinarán nuestra longevidad y, sobre todo, el modo de envejecer. En relación
con esto, y para referirse al proceso de envejecimiento cerebral y cognitivo, se habla
de reserva cognitiva. La reserva cognitiva se refiere a la constatación de ciertos
factores protectores del declive mental, dando lugar a un funcionamiento superior al
esperado según el envejecimiento cerebral observado (Díaz-Urieta et al., 2010). Este
concepto apoya la idea de la existencia de mecanismos compensadores del deterioro
cognitivo, como el nivel educativo, la inteligencia o el estilo de vida. Estos factores
podrían favorecer la plasticidad, y esta plasticidad mitigaría los efectos del
envejecimiento cognitivo. Es un concepto reciente que está siendo explorado, y que
es indicador de que un estilo de vida saludable (hacer ejercicio, una alimentación
sana) y el ejercicio intelectual (aprender idiomas, socializarse, leer) pueden ralentizar
la aparición de síntomas de declive cognitivo. La edad psicológica es la determinada
por los rasgos psicológicos de cada grupo de edad y tiene que ver con la percepción
que uno tiene de ser o no mayor. Finalmente, la edad social es aquella marcada por
circunstancias económicas, laborales y familiares. De este modo, la jubilación marca
una edad social por pertenencia a un grupo social con importantes cambios en
diferentes aspectos (laboral, económico y de recursos).
Factores protectores del envejecimiento. Una aproximación a la reserva
cognitiva
Soledad Ballesteros, una de las mayores investigadoras sobre envejecimiento en
nuestro país, repasa con sus colaboradores (2015) los factores que pueden
favorecer el mantenimiento de las funciones cerebrales y retardar el
envejecimiento. La elección de las intervenciones se sustenta en las tres principales
teorías actuales de la prevención del envejecimiento: la reserva cognitiva, el
andamiaje neurológico y la implicación social. De acuerdo con los trabajos
revisados, la actividad física como el deporte aeróbico mejora la eficiencia
funcional cerebral y la conectividad en las zonas frontal y temporal. También se
han observado mejoras en la velocidad de procesamiento y memoria de trabajo con
sesiones continuadas de baile y artes marciales. Los efectos de la intervención en
el ámbito de la actividad social han demostrado que aquellas personas con mayor
actividad social (comidas en restaurantes, viajes, trabajos voluntarios, visitas a
familiares, participación en grupos o servicios sociales o religiosos) muestran un
345
deterioro cognitivo un 70% menor que aquellas personas con menor actividad
social (medido en cinco dominios: memoria episódica, semántica, de trabajo,
velocidad perceptiva y habilidad visoespacial). Además, este tipo de actividades
también está relacionado con una mortalidad más tardía. Los programas en este
campo incluyen este tipo de actividades además de sesiones de ejercicio y baile.
Los programas computarizados para la mejora de las funciones cognitivas han
demostrado su efectividad con ciertas limitaciones, no siempre se observan
mejoras, y las habilidades parecen mejorar en aquellas tareas que se han entrenado
sin garantía de la durabilidad o de la generalidad de esos resultados a las
actividades de la vida diaria. Lo mismo ocurre con los entrenamientos en memoria
episódica. En definitiva, los estudios revisados demuestran que los programas
multicomponentes serían los más adecuados para preservar las funciones
cognitivas y prevenir el deterioro asociado a la edad.
Ballesteros, S., Kraft, E., Santana, S. y Tziraki, C. (2015). Maintaining older
brain functionality: A targeted review. Neuroscience & Biobehavioral
Reviews, 55, 453-477.
2.1. Desarrollo físico en la vejez
Junto con los cambios en la apariencia física (tales como encanecimiento del
cabello, piel arrugada y flácida, manchas oscuras en la piel, etc.) y la alteración
general de la estatura y el peso corporal (debido a la reducción de los tejidos
musculares), en el proceso de envejecimiento ocurren cambios en el funcionamiento
biológico del organismo. En este apartado analizaremos cómo se producen dichos
cambios en la apariencia física, la fuerza, articulaciones y huesos, los sentidos, la
sexualidad, el sistema cardiovascular y respiratorio, el sistema gastrointestinal, el
sistema inmunológico, el sistema urinario y el envejecimiento cerebral.
Apariencia física
En la vejez, se acentúan los cambios físicos en comparación a los que ocurren en
la edad adulta. El cambio más espectacular ocurre en el aspecto externo, es decir, en
la piel y en el cabello. A continuación, se describirán estos cambios.
En cuanto a la piel, debe tenerse en cuenta que esta se compone de tres capas: la
epidermis, la dermis y el tejido subcutáneo o la hipodermis. La capa externa de la
epidermis está formada por queratina. Da flexibilidad y resistencia a la piel. Las
escaras constantemente se pierden y se renuevan. En cambio, en la dermis, están las
terminaciones nerviosas sensoriales, los folículos pilosos, los vasos sanguíneos y las
glándulas sudoríparas. Además de estos cambios en la piel, los vasos sanguíneos y las
glándulas sudoríparas se reducen al mínimo y como resultado se reduce la
sudoración. Además, la piel está seca y delgada, pierde flexibilidad y, por tanto, las
arrugas aumentan y se profundizan, y son más evidentes la acumulación de grasa, los
346
vasos sanguíneos y similares. Así, es más difícil sanar las heridas y hacer frente al
frío y al calor. En algunos casos, pueden aparecer las pecas y la pigmentación
desigual.
En cuanto al cabello, se vuelve blanco (a veces totalmente), más fino y pálido y
con frecuencia se cae. Además, los folículos pilosos se pierden progresivamente,
tanto en la cabeza, debajo de la axila y en el pubis. A algunas mujeres, sin embargo,
les aparece vello en la cara (se denomina hipertricosis). Por último, se pierde la grasa
facial.
Fuerza, articulaciones y huesos
Al envejecer también disminuye nuestra estatura. Los cambios en la postura y en
la estatura son uno de los signos más evidentes de la edad avanzada. Hay varias
razones que explican la disminución de la estatura. Con la edad se observa cierta
pérdida de masa ósea y un aplanamiento de los discos vertebrales; los músculos se
encogen, los ligamentos y tendones pierden elasticidad, se encogen y endurecen.
Una enfermedad importante que afecta al sistema esquelético de las personas
mayores es la osteoartritis. La osteoartritis es una enfermedad degenerativa de las
articulaciones. Los hombres parecen sufrir formas más graves de esta enfermedad que
las mujeres. La incidencia y severidad de dicha enfermedad se incrementa a la edad
de ochenta años con un sorprendente decremento después de los noventa. Los
factores hereditarios pueden tener cierta influencia en la probabilidad de sufrir la
enfermedad. La pérdida de masa ósea es una causa importante de fracturas en la gente
mayor.
La artritis reumatoide es otra enfermedad que afecta a las articulaciones, aunque
es menos frecuente que la osteoartritis. Por lo general, afecta a las pequeñas
articulaciones de las manos y las muñecas.
Normalmente, el peso corporal disminuye a partir de los sesenta años de edad, lo
que tal vez ocurra por la pérdida de masa muscular que también da lugar a un aspecto
más blando del cuerpo.
La ralentización general de los movimientos que se produce en los individuos
mayores resulta evidente en actividades cotidianas. De hecho, los mayores son más
lentos y, en muchos casos, necesitan ayuda para caminar. Además, de los cambios
mencionados anteriormente, ocurren otros cambios que están relacionados con la
grasa corporal y la altura. En cuanto a la distribución de la grasa corporal varía: en la
parte superior de la cara, pies y brazos se reduce, y en la parte inferior del abdomen y
la cara (mentón y papada) aumenta. La altura disminuye (como promedio, los
hombres 5 cm y las mujeres 3 cm), como consecuencia de que las vértebras y los
músculos espinales pierden flexibilidad. Como resultado, aumentan los problemas
para mantenerse en posición vertical y aparece la tendencia para inclinarse hacia
adelante.
347
Los sentidos
Los cambios en la vejez se producen en todos los sentidos: vista, oído, gusto,
olfato y tacto. Así como en la percepción del dolor o de la temperatura. Sin embargo,
los cambios más importantes ocurren a menudo en la visión y en el oído. A
continuación, se analizarán todos estos cambios.
Respecto a la visión, el deterioro ocular más común relacionado con la edad
avanzada es la presbicia. Mucha gente de más de sesenta y cinco años tiene serios
problemas de visión que afectan a su vida diaria: dificultades para percibir la
profundidad o el color y adaptarse a cambios bruscos de luz, sensibilidad a la luz
intensa y problemas para ver bien en la oscuridad. Cuando estos problemas no son
severos pueden remediarse con el uso de gafas, tratamiento médico o quirúrgico o
con cambios en el ambiente.
En cualquier caso, el cambio más importante que se produce en la vista es el
empeoramiento de la retina, que tiene varias consecuencias: en la agudeza visual, en
la capacidad de detectar los colores y captar la profundidad de los mismos.
Respecto a la agudeza visual, hay que decir que esta disminuye con la edad. Así,
la pupila se reduce al mínimo y como resultado responde con lentitud a los cambios
de luz; por ejemplo, se reduce la tolerancia frente a los brillos y la capacidad de
adaptarse a la oscuridad. Además, el campo visual, es decir, la capacidad de la
persona de ver bien en su campo de visión se reduce. Por tanto, puede que no vea lo
que está ocurriendo más allá de su campo de visión.
La capacidad de percibir los colores también se reduce, especialmente, el amarillo,
verde y morado, porque el cristalino se ha «amarillado». Por tanto, las personas
mayores pueden tener dificultades para combinar colores similares (por ejemplo, azul
oscuro y negro).
Como se ha mencionado anteriormente, la capacidad de detectar los cambios en la
profundidad de la visión empeora, así como la capacidad de detectar distancias. Por
tanto, puede ser difícil calcular las distancias y las alturas. Las aceras, las escaleras y
similares pueden convertirse en un problema.
En relación con el oído, el deterioro auditivo más común relacionado con la edad
avanzada es la presbiacusia. Suelen aparecer dificultades para escuchar los sonidos
de alta frecuencia, por lo que surgen problemas para poder escuchar las
conversaciones, especialmente en presencia de ruido. Otros problemas relacionados
serían la detección del origen de un sonido y el descifrar palabras habladas
transmitidas electrónicamente (por ejemplo, por teléfono). Hacia los setenta años,
casi todo el mundo es consciente de que ha perdido agudeza auditiva. Sin embargo,
estas dificultades pueden superarse incluso sin recurrir al audífono. Otro trastorno que
sufre alrededor de un 10 % de los mayores es el tinnitus, que consiste en un zumbido
o tintineo en los oídos, y cuyo origen está en el oído y en el cerebro, por lo que el
único tratamiento por el momento es quirúrgico.
Además de los cambios visuales, hay enfermedades relacionadas con la edad. Las
más comunes son las cataratas, el glaucoma y la degeneración macular.
348
Una enfermedad frecuente entre las personas mayores consiste en el
engrosamiento del cristalino (cataratas), que provoca que la visión se vuelva borrosa,
opaca y distorsionada. A los cincuenta años, cerca de la mitad de los adultos ve
borroso y a los setenta, el 30 % padece alguna pérdida visual a causa de las cataratas.
En algunas ocasiones es suficiente con el uso de unas lentes, y en otras ocasiones es
necesaria la intervención. Actualmente es muy sencilla y el paciente vuelve a casa el
mismo día de la intervención.
El glaucoma (mencionado en el apartado 1.1 del presente capítulo) es una
enfermedad que se caracteriza por los aumentos de flujo en el ojo. Como resultado,
aumenta la presión intraocular, lo que debilita el nervio visual. Las personas con esta
enfermedad no pueden ver bien lo que está sucediendo en la periferia y en ocasiones
ven «moscas». El glaucoma no se puede curar, pero sus efectos se pueden retrasar
con el tratamiento adecuado (gotas, pomadas y similares medicamentos o cirugía).
Además de las cataratas y el glaucoma existe la degeneración senil de la mácula,
que consiste en el deterioro de la retina. Al igual que las cataratas graves, esta
enfermedad es difícil de tratar clínicamente y afecta a una de cada 100 personas entre
sesenta y seis y setenta y cuatro años. Las personas que tienen esta enfermedad
pueden ver bien lo que está sucediendo en su periferia. No en cambio, lo que está
delante de sus ojos. Si se detecta precozmente la enfermedad, se puede curar con
gotas, medicamentos o cirugía láser. Pero, si no se detecta a tiempo, es difícil de
curar. Por tanto, es una de las principales causas de la ceguera.
Como se ha mencionado al inicio de este apartado, con la edad ocurren cambios en
todos los sentidos. También en el gusto, olfato y tacto. En relación a los cambios del
gusto, hay que tener en cuenta lo siguiente: se debilitan los dientes y las encías y
disminuyen las papilas gustativas y las glándulas salivales (órganos sensoriales de la
lengua). Como resultado, aparece sequedad de boca y disminuye el gusto. Por último,
disminuye el disfrute de la comida, lo que puede afectar a la satisfacción con la vida.
Respecto al olfato y a la nariz, hay que señalar que esta aumenta de tamaño y
también aumenta el pelo nasal. La capacidad olfativa, sin embargo, se ve disminuida.
Por este motivo, entre otros, podrían aparecer los problemas para oler el humo.
El sentido del tacto también disminuye. Las extremidades inferiores (rodillas,
tobillos, etc.) tienen una sensibilidad menor que las de arriba (muñecas, hombros,
etc.).
En cuanto a la percepción del dolor y la temperatura, se debe mencionar que hay
una disminución a la sensibilidad del dolor. En algunos casos, puede ser beneficiosa,
por ejemplo, para no sentir las heridas. En otros casos, sin embargo, puede ser
perjudicial si las personas no sienten la necesidad de curar las heridas. Además,
disminuye la sensibilidad a la temperatura. Al cuerpo le cuesta más adaptarse al frío
pero se enfría antes en comparación a cuando la persona era más joven.
Sexualidad
El envejecimiento provoca ciertos cambios en el rendimiento sexual de los seres
349
humanos, lo que resulta más evidente en el varón que en la mujer. En el caso de los
hombres, el orgasmo se alcanza con menor frecuencia. Además, para conseguir la
erección se hace necesaria una estimulación más directa. La sexualidad puede
entenderse a lo largo de toda la vida si no se producen dos circunstancias concretas:
una enfermedad y la creencia de que las personas mayores son o deberían ser
individuos asexuales. Incluso cuando una enfermedad impide el contacto sexual, aún
existe la posibilidad de que exista otro tipo de relaciones como la cercanía, la
sensualidad y la valoración como hombre o como mujer.
Hay algunas diferencias en la respuesta sexual de los jóvenes y los mayores. En
las mujeres, después del climaterio el útero se encoge paulatinamente y pierde
elasticidad, las paredes de la vagina se adelgazan y esta pierde tejido graso y
elasticidad. Además la lubricación es más lenta y menos abundante. Como resultado,
algunas mujeres sufren dolor e irritación durante el coito. Aunque la actividad sexual
definida en términos de coito o de orgasmo disminuye con los años, hay pocas
pruebas de que ocurra otro tanto con el interés sexual (López y Olazábal, 1998).
Sistema cardiovascular y respiratorio
La incidencia de las enfermedades cardiovasculares, entre ellas los ataques
cardíacos, el latido cardíaco irregular y la hipertensión aumenta drásticamente con la
edad (National Center for Health Statistics, 2001). Las probabilidades de un accidente
cerebrovascular (apoplejía) aumentan con la edad. Se debe a la interrupción del flujo
sanguíneo en el cerebro al bloquearse una arteria o al producirse una hemorragia. A
menudo, los adultos mayores sufren ataques isquémicos transitorios —interrupción
del flujo sanguíneo al cerebro— que son una señal de apoplejía. Cuando los
accidentes cerebrovasculares son pequeños y numerosos, puede sobrevenir la
demencia vascular, la cual puede aparecer repentinamente o avanzar en forma
gradual. Además, los patrones sintomáticos varían mucho de un individuo a otro,
según las áreas del cerebro que hayan quedado dañadas.
En la actualidad se sabe que, cuando las personas mayores no sufren de
enfermedades cardíacas, la cantidad de sangre bombeada puede ser la misma que
cuando era más joven, sin importar la edad del individuo. El aumento de la tensión
arterial que se produce con la edad puede estar asociado con la aparición de
enfermedades, obesidad, ansiedad, endurecimiento de los vasos sanguíneos o falta de
ejercicio físico. Los pulmones pierden elasticidad, el pecho se encoge y el diafragma
se debilita.
Con la edad ocurren varios cambios en el corazón. Se da un incremento
característico en la presión sanguínea sistólica (la presión producida por el corazón
para expulsar la sangre). Los cambios de los vasos sanguíneos en el corazón
ocasionan una disminución en su eficiencia de bombeo y en el volumen expulsado.
Además, la tasa de latidos cardíacos disminuye gradualmente.
Las enfermedades del corazón constituyen la principal causa de muerte entre las
personas de edad avanzada.
350
Como se ha mencionado anteriormente, si las personas mayores no sufren de
enfermedades cardíacas, la cantidad de sangre bombeada puede ser la misma que
cuando era más joven. Sin embargo, es posible que cambien las arterias y los vasos
sanguíneos. Si aumenta el espesor de las arterias como consecuencia de la obesidad,
la ansiedad o falta de ejercicio físico, el tubo para pasar sustancias puede perder
flexibilidad y aparece lo que se conoce como la arteriosclerosis.
La arteriosclerosis tiene efectos en todas las arterias, pero no ocurre al mismo
tiempo. Puede empezar por las piernas (dolor constante, dolor al caminar, úlceras,
gangrena, etc.), el corazón (infarto de miocardio, angina de pecho) y el cerebro
(trombosis, embolia, demencia, derrames de sangre y similares). Estos cambios
perjudican la circulación. Por un lado, se reduce la cantidad de sangre bombeada al
corazón. Por otro lado, las arterias endurecidas reciben menos cantidad de sangre y,
como resultado, el tejido recibe menos oxígeno y nutrientes del que necesita. Así, se
respira con más dificultad y se tiene menor resistencia física.
Durante el envejecimiento pueden ocurrir varias cosas importantes que reducen la
eficiencia pulmonar. La tasa respiratoria permanece constante mientras que
disminuye la capacidad respiratoria, y ello significa que el volumen inhalado en cada
respiración disminuye. Es por esta razón por lo que las personas mayores tienen
menor resistencia que los jóvenes. En las personas mayores de sesenta y cinco años
las enfermedades respiratorias más comunes son la tuberculosis, la neumonía
bronquial y las infecciones pulmonares. El tipo más común de problema respiratorio
incapacitante entre los adultos mayores es la enfermedad pulmonar obstructiva
crónica.
Sistema gastrointestinal
Para la edad de setenta y cinco años el hígado ha encogido aproximadamente en
un 20 % y, aun así, la mitad del órgano puede ser eliminado y seguir funcionando
adecuadamente, pues tiene la notable capacidad de hacer crecer nuevas células
cuando se necesitan. Cuando el hígado no está funcionando adecuadamente se
desarrolla ictericia, una condición en la que la piel se torna amarilla. La cirrosis es
una condición en la que el tejido conectivo se engrosa y luego se encoge, lo que
ocasiona que el hígado se vuelva duro, grumoso y arrugado. La cirrosis es la octava
causa de muerte entre las personas mayores. Los problemas de la vesícula biliar
también son comunes entre estas personas.
Las personas mayores a menudo se quejan de indigestión y gases, lo que puede ser
resultado de una inflamación crónica del recubrimiento del estómago.
Sistema inmunológico
Parece existir una reducción en el funcionamiento del sistema inmunológico al
envejecer. Entre otras cosas, puede deberse a la duración prolongada de una situación
351
de estrés y la disminución en los procesos reparadores que se detectan en adultos
mayores. También está relacionada con un mayor deterioro del sistema inmunológico
una dieta en la que se consuman cantidades insuficientes de proteínas. Para la mejora
de dicho funcionamiento es recomendable practicar ejercicio físico y vacunarse
contra la gripe.
Sistema urinario
La capacidad de la vejiga para almacenar orina disminuye en la edad avanzada.
Casi una tercera parte de los adultos mayores de sesenta y cinco años se vuelve
incontinente, perdiendo el control de la vejiga. En los hombres este síntoma suele
asociarse con problemas de la próstata.
Envejecimiento cerebral
Disminución del tamaño y ralentización cerebral: por término medio, el cerebro
pierde de 5 a 10 % de su peso entre los veinte y los noventa años de edad. Esta
disminución del cerebro se va dando conforme declina la materia gris, pero esto se
debe a una disminución en el tamaño y no a la muerte de las células cerebrales. Este
encogimiento puede contribuir a cierta pérdida del vigor mental, pero la capacidad
intelectual de las personas mayores normales permanece en gran medida intacta. La
eficiencia del cerebro depende principalmente de la cantidad de oxígeno y de sangre
que reciba. Al mismo tiempo, también disminuye el volumen cerebral.
Aunque muchos comparen el cerebro con un ordenador, hay que decir que a
diferencia del ordenador, el cerebro posee una increíble capacidad regeneradora. Así,
incluso durante la vejez, el cerebro tan solo pierde una parte de su capacidad
funcional.
Cambios en las neuronas: los principales cambios normativos del envejecimiento
son las alteraciones estructurales en las neuronas y en su comunicación (Withbourne,
1996). Dos estructuras son muy importantes para entender el envejecimiento: las
dendritas, que recogen información proveniente de otras neuronas, y el axón, que
transmite información dentro de una neurona desde las dendritas a las ramas
terminales. Las fibras que componen el axón se tuercen a veces para formar masas
espirales llamadas marañas neurofibrilares. Estas merman la capacidad de la neurona
para transmitir información a través del axón. Las neuronas deben comunicarse a
través de sustancias químicas llamadas neurotransmisores, pues no tienen contacto
físico entre sí. Los niveles de los neurotransmisores disminuyen con los años.
Neurotransmisores: algunos de los neurotransmisores más estudiados son la
acetilcolina y la dopamina. Una pequeña disminución de los niveles de acetilcolina
puede dar lugar al descenso en el funcionamiento de la memoria asociado con el
funcionamiento normal. Además, se considera que una reducción mayor en los
niveles de esta sustancia puede dar lugar a pérdidas graves de memoria que se
352
relacionan con la enfermedad de Alzheimer. Las reducciones normales de los niveles
de dopamina que están relacionadas con la edad pueden ocasionar problemas en la
capacidad para planificar y en la ejecución de actividades motoras. Las enfermedades
relacionadas con la edad que se caracterizan por una merma en el control de la
capacidad motora, como la enfermedad de Parkinson, están asociadas con una
reducción drástica en la producción de dopamina.
Capacidad de adaptación del cerebro: hay distintos estudios acerca de la
capacidad que tiene el cerebro para adaptarse. Una de ellas señala que a lo largo de la
vida el ser humano tiene la capacidad de ir creando nuevas células. Sin embargo, ello
va a depender de la estimulación medioambiental que cada uno obtenga a través de
actividades como el ejercicio físico y el aprendizaje. Por tanto, según concluyó un
estudio, la carencia de crecimiento de dendritas en los individuos mayores podría
deberse a la falta de estimulación medioambiental y de ejercicio.
En la tabla 9.1 se pueden observar los principales cambios físicos en la edad adulta
y en la vejez.
2.2. Desarrollo cognitivo en la vejez
El principal hallazgo a este respecto es que el funcionamiento intelectual se
caracteriza por la variabilidad y la multidireccionalidad del cambio que está sujeto a
influencias culturales y ambientales. Así, en algunas personas las habilidades
empiezan a descender durante la década de los treinta y las de otros no lo hacen hasta
los setenta. El funcionamiento cognitivo está influido por factores como la salud, el
tipo de trabajo y la educación, y lo normal es que, si la persona vive lo suficiente, su
funcionamiento intelectual comience a descender en algún punto. Por otro lado, como
ya mencionamos anteriormente, la inteligencia cristalizada aumenta o permanece
estable hasta los setenta (frente a la inteligencia fluida que empieza a descender a los
treinta) y después disminuye, pero el descenso puede deberse a la mayor necesidad de
tiempo para responder del adulto y no a sus habilidades. Finalmente, cabe destacar
que, como resultado de diferentes clases de experiencias de la vida, otros factores
(educación formal, televisión, trabajo, etc.) influyen en las diferencias intergrupales.
En cualquier caso, cabe destacar que los mayores muestran una plasticidad
(modificabilidad) cognoscitiva considerable en el desempeño intelectual. Su
respuesta positiva hacia un ambiente intelectualmente sustentador demuestra que
puede y que realmente aprende.
Cambios en el procesamiento de la información
Cabe mencionar que el envejecimiento afecta de distinta forma a las diferentes
partes del cerebro. Principalmente, se ha encontrado que los declives son
especialmente acusados en las capacidades subyacentes de velocidad de
procesamiento y de capacidad numérica. Más concretamente, los investigadores han
353
analizado los cambios en el registro sensorial y en la memoria.
— Registro sensorial: en la vejez tiende a producirse una cierta degeneración de
los sistemas sensoriales, a pesar de que en la capacidad de mantener
información no se produce un declive paralelo. Para que la información
sensorial sea registrada, los sistemas sensoriales deben poder detectar los
estímulos importantes. A causa de los deterioros comentados en el apartado
anterior, algunas personas mayores no pueden registrar cierta información y
esta pérdida puede tener consecuencias en la cognición. Por ejemplo, en una
prueba cognitiva concreta una gran parte de la menor puntuación de los
mayores puede deberse, por un lado, a que el registro sensorial disminuye y,
por otro, al deterioro de la agudeza sensorial.
— Memoria (véase figura 9.1): al igual que en otros aspectos, el funcionamiento
de la memoria de los adultos mayores varía ampliamente. Por un lado, la
memoria sensorial parece mantenerse completamente en la vejez. En cuanto a
la capacidad de la memoria de trabajo, que es la que procesa la información,
suele ser menor en las personas mayores que jóvenes. Consecuentemente,
tienen más problemas para conservar en la mente varios aspectos de una
información nueva al mismo tiempo mientras los analizan de un modo
complejo. Esta menor capacidad influye mucho más cuanto más se requiere
procesar (ya sea por la complejidad de la tarea o por las distracciones).
Normalmente, el envejecimiento solo tiene un efecto significativo en la
memoria a largo plazo para sucesos recientes.
Las principales dimensiones relacionadas con la memoria a largo plazo que han
sido objeto de estudio son la memoria episódica y la memoria semántica.
FUENTE: elaboración propia.
Figura 9.1.—Estructura de la memoria.
354
Los investigadores han establecido la existencia de una relación entre el
envejecimiento y los cambios que se producen en la memoria. La memoria explícita
es la memoria de los acontecimientos y experiencias que los individuos, de manera
consciente, conocen y pueden comunicar. También se denomina memoria declarativa.
La memoria implícita es la memoria en la que no se produce un almacenamiento
consciente de los datos. Está relacionada con las capacidades y los procedimientos
rutinarios que se realizan de manera automática. Resulta menos probable que la
memoria implícita se vea afectada negativamente por el envejecimiento en mayor
medida que la memoria explícita. De esta manera, los adultos de mayor edad suelen
olvidar qué desean comprar en un comercio, pero no olvidan cómo conducir un
coche. La memoria explícita se subdivide en memoria episódica y en memoria
semántica.
La memoria episódica consiste en la retención de información acerca del «dónde»
y el «cuándo» de los sucesos de la vida. La memoria episódica de los adultos jóvenes
es mejor que la de los individuos de mayor edad. En el caso de los adultos de mayor
edad, cuanto más alejado en el tiempo esté el recuerdo, menor será la exactitud con la
que se recupere la información.
La memoria semántica constituye el conocimiento que se posee acerca del mundo.
Este concepto incluye el campo en el que un individuo se considera experto. La
memoria semántica parece ser independiente de la identificación con el pasado que
muestre un individuo. En general, la memoria episódica disminuye más en individuos
de mayor edad que la memoria semántica (Backman, Small y Wanlin, 2001).
En resumen, algunos aspectos de la memoria, aunque no todos, disminuyen
durante la vejez. Esta reducción resulta más evidente en la memoria episódica, pero
no en la memoria semántica ni en la implícita.
En la tabla 9.2 se pueden observar los principales cambios cognitivos en la edad
adulta y en la vejez.
Deterioro cognitivo debido al envejecimiento y Alzheimer. ¿Qué los
diferencia?
Existe una gran variabilidad individual en el proceso de envejecimiento.
Algunas personas preservan sus facultades mentales relativamente intactas hasta
sus últimos años, otras sin embargo muestran grandes problemas de atención y
memoria. Más allá de las diferencias individuales se ha observado que la edad
influye más en ciertos dominios y tipos de memoria. También se ha constatado que
son múltiples los factores que determinan el modo y la progresión del deterioro y
aunque la mayoría de las personas muestran déficits en la memoria de trabajo
manteniendo las capacidades perceptivas y de vocabulario, puede hablarse de dos
perfiles. Uno de ellos es el perfil de deterioro inicial en la función ejecutiva, el otro
en la memoria declarativa a largo plazo. El primer perfil obedece a un deterioro
normal por vejez, el segundo a una demencia por Alzheimer. En el primer caso la
causa es una pérdida de conectividad neuronal en el circuito frontal, cambios en la
materia blanca (a lo que contribuye la hipertensión) y un descenso del nivel de
355
dopamina. En el segundo la causa son los cambios en la zona temporomedial y el
hipocampo debido a la formación de placas amiloides en esta zona, por esto los
síntomas de pérdida de memoria son tempranos y más evidentes que en un proceso
de deterioro cognitivo debido a la edad. Recientes estudios genéticos corroboran
esta división, proporcionando evidencias de que dos distintas mutaciones genéticas
están relacionadas con cada perfil cognitivo, lo que indica que estos dos tipos de
déficit son susceptibles a diferentes factores de vulnerabilidad. Los autores hacen
referencia a un descubrimiento reciente que arroja luz sobre el funcionamiento del
cerebro en la vejez y aporta cierta esperanza a aquellos que desean contribuir a la
preservación de sus facultades en la medida de lo posible. La pérdida de
conectividad neuronal en estas zonas puede ser compensada por la activación de
otras zonas cerebrales. En experimentos de resonancia los ancianos que usaban
estrategias para el recuerdo activaban zonas compensatorias, lo cual indica que la
pérdida cognitiva podría prevenirse o aminorarse a través del esfuerzo cognitivo y
gracias al mecanismo de neuroplasticidad cerebral. Algunas condiciones como el
nivel educativo, el nivel de inteligencia fluida o haber llevado un estilo de vida
saludable pueden favorecer esta neuroplasticidad y facilitar estas respuestas
compensatorias a nivel cerebral.
Buckner, R. L. (2004). Memory and executive function in aging and AD:
Multiple factors that cause decline and reserve factors that compensate.
Neuron, 44(1), 195-208.
TABLA 9.2
Desarrollo cognitivo en la edad adulta y en la vejez
Desarrollo cognitivo en la edad
adulta
Desarrollo cognitivo en la vejez
Pensamiento operacional
formal/posformal.
Memoria sensorial → Efectos pequeños del envejecimiento: nivel
de memoria más superficial; información muy temprana en el
tiempo; retención durante un segundo.
Inteligencia fluida: la capacidad
para razonar de manera abstracta.
Inteligencia cristalizada: la
información y las capacidades
verbales acumuladas por un
individuo.
MCP (de trabajo o primaria) → Declive más pronunciado a partir
de los setenta: información proveniente la memoria sensorial; se
mantiene 15 segundos; si la información no es «atendida
conscientemente» y procesada, se perderá.
Procesamiento de la información:
los cambios están relacionados con
la velocidad de procesamiento.
MLP (o secundaria) → Claramente afectada por la edad: la
información proviene de la MCP; la capacidad es ilimitada.
Memoria procedimental → No afectada por la edad.
Memoria: la memoria de trabajo se
ve limitada, puede relacionarse con
la ralentización del aprendizaje de
nueva información.
Memoria declarativa. Referida al conocimiento sobre el mundo:
episódica y semántica.
Habilidades estables hasta la madurez tardía.
356
Aprendizaje: la mayoría de la gente
mantiene durante la vida adulta su
capacidad para aprender.
Razonamiento: profundizando con el tiempo.
Resolución de problemas: el adulto es más eficaz y eficiente a este
respecto en función de la edad. Esta eficacia se hace notar en los
dominios en los que el adulto es experto.
FUENTE: elaboración propia.
ACTIVIDADES PRÁCTICAS
Para interiorizar adecuadamente lo que se ha leído en el presente capítulo se han
propuesto varios ejercicios que pueden ser de ayuda: en el primer ejercicio, se
realizan una serie de preguntas relacionadas con los cambios físicos y cognitivos de
la edad adulta; a continuación, se reflexiona sobre cómo se perciben los cambios
biológicos de la edad adulta y la vejez; posteriormente, se ofrece un cuestionario
sobre los conceptos erróneos más comunes acerca del envejecimiento; en el cuarto
ejercicio, se preguntarán diversas cuestiones relacionadas con el envejecimiento; por
último, una autoevaluación con el objetivo de evaluar el conocimiento sobre el
desarrollo físico y cognitivo en la edad adulta y la vejez.
1. Ejercicio práctico: edad adulta
A continuación, se enumeran una serie de preguntas relacionadas con la edad
adulta, por una parte, los cambios que afectan, en general, a la edad adulta, y por otra
los cambios físicos y cognitivos. Intenta responder a cada una de las preguntas.
— ¿En qué se diferencia la madurez en la actualidad de la madurez en las
generaciones pasadas?
— En tu opinión, ¿cómo se diferenciará la forma en que vivas la madurez con
respecto a la de tus padres o abuelos?
— ¿Cuáles son algunos de los cambios físicos fundamentales que se producen
durante la madurez?
— ¿Cómo puede describirse la salud y la enfermedad en la madurez?
— En tu opinión, ¿cuáles son los efectos de las cohortes generacionales que
pueden influir en el desarrollo de la inteligencia durante la madurez? ¿De qué
manera pueden cambiar estos efectos en el futuro?
2. Ejercicio práctico: cambios biológicos de la edad adulta y la vejez:
cómo se perciben y qué influencia tienen
Objetivo. Conocer los cambios que se producen en la edad adulta y en la vejez,
estudiar cómo se perciben esos cambios y conocer su influencia en las personas.
357
Participantes. Un hombre y una mujer mayores de sesenta y cinco años.
Procedimiento. A cada uno de los participantes le pediremos que traiga fotos de
cuando era joven, adulto y de hoy en día (una foto de cada etapa). Cuando nos
faciliten las fotos, les haremos una entrevista abierta. A poder ser, se grabarán las
entrevistas para poder escribir las respuestas de cada persona. Las preguntas que
aparecen a continuación pueden ser algunas de las preguntas de la entrevista:
— ¿Cómo te veías cuando eras joven? ¿Cómo te sentías en esa etapa? ¿Qué
capacidades y límites físicos tenías?
— ¿Y cómo te veías en la edad adulta? ¿Cómo te sentías en esa etapa? ¿Qué
capacidades y límites físicos tenías?
— Y ahora, ¿cómo te ves? ¿Cómo te sientes? ¿Qué capacidades y límites físicos
tienes?
— ¿Qué cambios físicos notaste desde la juventud a la edad adulta? ¿Esos
cambios tuvieron alguna influencia en tu vida?
— ¿Y qué otros cambios observaste desde la juventud hasta la edad adulta? ¿Esos
cambios tuvieron alguna influencia en tu vida?
— ¿Qué cambios físicos notaste desde la edad adulta hasta la vejez? ¿Esos
cambios tuvieron alguna influencia en tu vida?
— ¿Y qué otros cambios observaste desde la edad adulta hasta la vejez? ¿Esos
cambios tuvieron alguna influencia en tu vida?
Qué hacer con las fotos. Analizar los cambios que se han producido en su imagen
(la nariz, los ojos, la boca, la cara, expresión facial, forma corporal, la postura, etc.).
¿Cuáles son los cambios principales que demuestran que está en la etapa de la vejez?
INFORME
Prepara un informe que recoja toda la información que aparece a continuación:
—
—
—
—
—
Datos del sujeto: edad, sexo, con quién vive, etc.
Circunstancias de la práctica (el contexto en que se realizó, la hora, etc.).
La transcripción de la entrevista y un análisis de las respuestas.
Las fotos y los cambios de imagen que se observan en ellas.
La conclusión de las prácticas, las dificultades que se han observado,
opiniones, críticas, etc.
3. Ejercicio práctico: cuestionario sobre el envejecimiento
El siguiente examen elaborado por Erdman Palmore (1977) está diseñado para
conocer los cambio físicos, mentales y sociales básicos y los conceptos erróneos más
comunes acerca del envejecimiento. Selecciona la respuesta correcta con un círculo y
argumenta la respuesta.
358
(Descargar o imprimir)
1. La mayoría de las personas mayores de 65 años son seniles.
V
F
2. Los cinco sentidos tienden a declinar con la edad.
V
F
3. La mayoría de la gente mayor no tiene interés ni capacidad para mantener relaciones sexuales.
V
F
4. La capacidad pulmonar tiende a decaer en la vejez.
V
F
5. La mayoría de las personas mayores se siente miserable la mayor parte del tiempo.
V
F
6. La fuerza física tiende a decaer en la vejez.
V
F
7. Al menos una décima parte de las personas mayores vive en instituciones de estancia larga
(por ejemplo, asilos, hospitales mentales, etc.).
V
F
8. Los conductores mayores tienen menos accidentes por persona que los conductores menores
de 65 años.
V
F
9. En su mayoría los trabajadores mayores no pueden trabajar tan efectivamente como los
trabajadores más jóvenes.
V
F
10. Aproximadamente el 80 % de las personas mayores son lo suficientemente saludables para
realizar sus actividades normales.
V
F
11. La mayoría de las personas mayores tiene costumbres establecidas y les resulta imposible
cambiar.
V
F
12. A las personas mayores suele llevarles más tiempo aprender algo nuevo.
V
F
13. A la mayoría de la gente mayor le resulta casi imposible aprender cosas nuevas.
V
F
14. El tiempo de reacción de la mayoría de los ancianos tiende a ser mas lento que el tiempo de
reacción de la gente joven.
V
F
15. En general, en su mayoría las personas mayores son muy parecidas.
V
F
16. La mayoría de las personas mayores rara vez se aburre.
V
F
17. La mayoría de la gente mayor es socialmente aislada y solitaria.
V
F
18. Los trabajadores mayores sufren menos accidentes que los trabajadores jóvenes.
V
F
19. La mayoría de las personas mayores tiene ingresos por debajo del nivel de pobreza.
V
F
20. La mayoría de las personas mayores trabaja o le gustaría tener algún tipo de trabajo.
V
F
21. Las personas ancianas tienden a ser más religiosas conforme envejecen.
V
F
22. La mayoría de los ancianos rara vez se irrita.
V
F
SOLUCIONES: los ítems pares son verdaderos y los ítems impares son falsos.
4. Ejercicio práctico: preguntas abiertas sobre el envejecimiento
359
A continuación, se preguntarán diversas cuestiones relacionadas con el
envejecimiento. Intenta responder a cada una de las preguntas planteadas en los
siguientes apartados:
Analizar los aspectos biológicos del envejecimiento:
— ¿Cuáles son los cambios físicos más comunes de la etapa de la vejez?
— ¿En qué se diferencian los conceptos de ciclo vital y de esperanza de vida?
¿Cuáles son las características de los individuos centenarios? ¿Cuáles son las
diferencias entre sexos que influyen en la longevidad?
— ¿Cómo pueden resumirse las diferencias existentes entre los ancianos-jóvenes,
los ancianos y los ancianos-ancianos?
— Si pudiéramos aumentar el límite máximo del ciclo vital humano, ¿resultaría
positivo? Si fuera así, ¿quién resultaría beneficiado?
Describir los cambios que afectan al cerebro y al cuerpo durante la vejez:
— ¿Cuánta plasticidad y capacidad de adaptación muestra el cerebro durante el
proceso de envejecimiento?
— ¿De qué manera cambia el sistema inmunológico al producirse el
envejecimiento?
— ¿Qué cambios en el aspecto físico y el movimiento caracterizan a la vejez?
— ¿De qué manera cambian la capacidad visual y auditiva, el olfato, el gusto, el
tacto y la percepción del dolor en las personas mayores?
— ¿Qué cambios sufre el sistema circulatorio durante la vejez? ¿Qué alteraciones
se producen en los pulmones en esta misma etapa?
— ¿Cuáles son las características de la sexualidad durante la vejez?
Describir el funcionamiento cognitivo de las personas mayores: inteligencia y
memoria:
— ¿Cuáles son los cambios intelectuales más comunes de la etapa de la vejez?
— ¿Por qué la cognición es multidimensional y multidireccional en las personas
mayores? ¿Qué cambios se producen en los procesos cognitivos de estos
individuos?
— ¿De qué manera influyen la educación, el trabajo y la salud en la cognición de
las personas mayores?
— ¿A qué se refiere la idea de «o se usa o se pierde»?
— ¿En qué medida pueden entrenarse las capacidades cognitivas de las personas
mayores?
— ¿En qué se diferencian la inteligencia fluida y la inteligencia cristalizada?
¿Cómo cambian cada una de ellas?
— ¿Cómo afecta la edad a cada una de las partes del sistema de procesamiento de
la información?
360
— Compara las diferencias que con la edad se dan entre la memoria a corto y
largo plazo y entre la memoria explícita e implícita.
PREGUNTAS DE REFLEXIÓN
1. Revisa los principales cambios que definen la edad adulta temprana, intermedia
y tardía.
2. En qué sentido algunos autores hablan de la feminización de la vejez. Qué
implicaciones tiene.
3. Realiza una tabla resumen con los distintos tipos de memoria a corto y largo
plazo, explícita, implícita y sensorial.
AUTOEVALUACIÓN
1. La disminución de la capacidad del enfoque del ojo y que como consecuencia
existe dificultad para ver nítidamente los objetos cercanos se denomina:
a)
b)
c)
d)
Presbicia.
Presbiopia.
Hipoacusia.
Presbiacusia.
2. El tipo de inteligencia que está relacionado con la capacidad para razonar de
manera abstracta se denomina:
a)
b)
c)
d)
Inteligencia bifactorial.
Inteligencia fluida.
Inteligencia cristalizada.
Las tres son incorrectas.
3. Las principales características de la memoria sensorial son:
a) La capacidad es ilimitada; memoria claramente afectada por la edad.
b) Se mantiene 15 segundos; si esta información no es «atendida
conscientemente» y procesada, se perderá; declive a partir de los setenta
años.
c) Información muy temprana en el tiempo; retención durante un segundo;
efectos pequeños del envejecimiento.
d) Las tres son incorrectas.
4. Las principales características de la memoria a corto plazo son:
361
a) La capacidad es ilimitada; memoria claramente afectada por la edad.
b) Se mantiene 15 segundos; si esta información no es «atendida
conscientemente» y procesada, se perderá; declive a partir de los setenta
años.
c) Información muy temprana en el tiempo; retención durante un segundo;
efectos pequeños del envejecimiento.
d) Las tres son incorrectas.
5. Las principales características de la memoria a largo plazo son:
a) La capacidad es ilimitada; memoria claramente afectada por la edad.
b) Se mantiene 15 segundos; si esta información no es «atendida
conscientemente» y procesada, se perderá; declive a partir de los setenta
años.
c) Información muy temprana en el tiempo; retención durante un segundo;
efectos pequeños del envejecimiento.
d) Las tres son incorrectas.
6. El tipo de memoria que está relacionado con conocimiento objetivo organizado
y que no se puede afirmar nada sobre su declive se denomina:
a)
b)
c)
d)
Memoria semántica.
Memoria procedimental.
Memoria episódica.
Las tres son incorrectas.
SOLUCIONES
1
2
3
4
5
6
a
b
c
b
a
a
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
Abellán, A. y Pujol, R. (2016). Un perfil de las personas mayores en España, 2016.
Indicadores estadíscos básicos. Madrid, Informes Envejecimiento en Red, 14, 22
de
enero.
http://envejecimiento.csic.es/documentos/documentos/enredindicadoresbasicos16.pdf.
Agulló, M. S. (2001). Mayores, actividad y trabajo en el proceso de envejecimiento y
jubilación. Madrid: IMSERSO.
Belsky, J., Jaffe, S., Hasieh, K. y Silva, P. (2001). Child-rearing antecedents of
intergenerational relations in young adulthood: A prospective study.
Developmental Psychology, 37, 801-813.
Bromley, D. B. (1974). The psychology of human ageing. Harmondsworth: Penguin.
362
Díaz-Orueta, U., Buiza, C. y Yanguas, J. J. (2010). Reserva cognitiva: evidencias,
limitaciones y líneas de investigación futura. Revista Española de Geriatría y
Gerontología, 45(3), 150-155.
Hoffman, L., Paris, S. y Hall, E. (1996). Psicología del desarrollo hoy. Madrid:
McGraw-Hill.
Kuhn, D. (1979). The significance of Piaget’s formal operations stage in education.
Journal of Education, 161, 34-50.
López, F. y Olazábal, J. C. (1998). Sexualidad en la vejez. Madrid: Pirámide.
Muñoz, T. (2002). Envejecimiento de la población y métodos de investigación en
psicología del envejecimiento. En T. Muñoz (ed.), Psicología del envejecimiento
(pp. 29-40). Madrid: Pirámide.
Reizabal, L. y Lizaso, I. (2011). Garapen psikologikoa helduaroan eta zahartzaroan.
Bilbao: UEU.
Troll, L. E. (1985). Early and middle adulthood: The best is yet to be-maybe.
Monterey, California: Wadsworth Pub Co.
Vinuesa, J. y Moreno, A. (2000). Sociodemografía. En R. Fernández-Ballesteros
(ed.), Gerontología social (pp. 55-78). Madrid: Pirámide.
Whitbourne, S. K. (1996). The aging individual. Nueva York: Springer.
Lecturas complementarias
Palacios, J., Marchesi, A. y Coll, C. (2001). Desarrollo psicológico y educación (vol.
1). Madrid: Alianza.
Fernández-Ballesteros, R., Moya, R., Iñiguez, J. y Zamarrón, M. D. (1999). Qué es la
psicología de la vejez. Madrid: Biblioteca Nueva.
Papalia, D., Olds, S. y Feldman, R. (2010). Psicología del desarrollo. De la infancia
a la adolescencia. Madrid: McGraw-Hill.
Lefrancois, G. L. (2001). El ciclo de la vida. Desarrollo físico y cognoscitivo: etapa
adulta avanzada. Madrid: Thompson.
Santrock, J. W. (2006). Psicología del desarrollo. El ciclo vital. Madrid: McGrawHill.
CONCEPTOS BÁSICOS
Agudeza visual
Memoria a largo plazo
Atención
Memoria episódica
Atención sostenida
Memoria semántica
Atención dividida
Memoria procedimenal
Atención selectiva
Memoria explícita
Edad adulta
Memoria implícita
Edad adulta temprana
Memoria sensorial
363
Edad adulta intermedia
Menopausia
Edad adulta tardía
Presbiacusia
Envejecimiento
Presbicia
Feminización de la vejez
Razonamiento
Inteligencia cristalizada
Sarcopenia
Inteligencia fluida
Vejez
Memoria a corto plazo
364
Edición en formato digital: 2017
Director: Francisco J. Labrador
Ilustraciones: Kepa Etxebarria
© Izarne Lizaso Elgarresta, Joana Acha Morcillo, Luixa Reizabal Arruabarrena, Alfonso Javier García
González
© Ediciones Pirámide (Grupo Anaya, S.A.), 2017
Calle Juan Ignacio Luca de Tena, 15
28027 Madrid
[email protected]
ISBN ebook: 978-84-368-3845-9
Está prohibida la reproducción total o parcial de este libro electrónico, su transmisión, su descarga, su
descompilación, su tratamiento informático, su almacenamiento o introducción en cualquier sistema de
repositorio y recuperación, en cualquier forma o por cualquier medio, ya sea electrónico, mecánico, conocido
o por inventar, sin el permiso expreso escrito de los titulares del Copyright.
Conversión a formato digital: REGA
www.edicionespiramide.es
365
Índice
Prólogo
Introducción
Parte primera. Introducción a la psicología del desarrollo
1. Fundamentos de la psicología del desarrollo
Introducción
1. Definición y objeto de estudio de la psicología del desarrollo
1.1. Definición de desarrollo
1.2. Ámbitos del desarrollo humano
1.3. Etapas del desarrollo humano
2. Bases antropológicas y biológicas del desarrollo humano: el proceso
de hominización
2.1. Procesos biológicos
2.2. Procesos psicológicos
2.3. Procesos socioculturales
3. Disyuntivas teóricas sobre el desarrollo humano
3.1. Herencia versus medio
3.2. Períodos críticos versus sensibles
3.3. Continuidad versus discontinuidad del desarrollo
4. Historia de la disciplina
4.1. Antecedentes de la psicología del desarrollo
4.2. Surgimiento de la disciplina (1882-1912)
4.3. 1913-1960: consolidación de la psicología del desarrollo
4.4. Perspectivas teóricas actuales sobre el desarrollo humano
4.5. Síntesis
Actividades prácticas
1. Los derechos de los niños y las niñas
2. Análisis de los contextos del desarrollo
Preguntas de reflexión
Autoevaluación
Referencias bibliográficas
Conceptos básicos
2. La investigación en psicología del desarrollo
Introducción
1. El método científico
2. Técnicas de recogida de datos
2.1. La observación
366
9
12
16
17
17
17
18
19
21
24
25
29
31
31
31
33
34
34
34
42
53
74
91
91
91
92
93
93
95
99
102
102
102
103
104
2.2. Estudios de caso
2.3. Entrevistas y cuestionarios
2.4. El método clínico
2.5. Test estandarizados
2.6. Medidas electrofisiológicas
2.7. Resolución de problemas estandarizados
2.8. Técnicas basadas en el aprendizaje
2.9. Role playing, historias, juegos y fotografías
3. Tipos de investigación
3.1. La investigación no experimental
3.2. La investigación experimental
4. Diseños de investigación en psicología del desarrollo
4.1. Diseños transversales
4.2. Diseños longitudinales
4.3. Investigaciones secuenciales
5. Principios éticos en la investigación sobre el desarrollo humano
6. Fuentes documentales sobre el desarrollo humano
6.1. Fuentes primarias
6.2. Fuentes secundarias
Actividades prácticas
1. Análisis de artículos científicos
2. Diseño de un proyecto de investigación
Preguntas de reflexión
Autoevaluación
Referencias bibliográficas
Conceptos básicos
3. Desarrollo cerebral físico y motor hasta la adolescencia
Introducción
1. Desarrollo prenatal y el proceso del nacimiento
1.1. Fertilización y fases del desarrollo prenatal
1.2. Epigenética e interacción herencia-ambiente
1.3. Evaluación pre y posnatal
1.4. Estados y temperamento del recién nacido
2. Desarrollo cerebral y neuronal hasta la adolescencia
2.1. Estirón y crecimiento del cerebro
2.2. Desarrollo del encéfalo en los dos primeros años
2.3. Poda neuronal y neuroplasticidad
2.4. Desarrollo del encéfalo de los dos a los siete años
367
105
106
107
107
108
108
109
110
113
113
116
118
118
119
121
122
123
124
126
127
127
128
128
129
130
132
134
134
134
134
138
142
146
148
148
149
150
153
2.5. Desarrollo del encéfalo desde los ocho años hasta la adolescencia
3. Desarrollo físico
3.1. Crecimiento del cuerpo: estatura, peso y proporciones corporales
3.2. Desarrollo del esqueleto y de los músculos
3.3. Variaciones individuales y culturales del desarrollo físico
4. Desarrollo motor
4.1. Teorías del desarrollo motor
4.2. Postura, equilibrio y locomoción
4.3. Desarrollo de la motricidad fina
4.4. Desarrollo motor en la niñez y en la adolescencia
4.5. Desarrollo de la lateralidad
4.6. Alteraciones del desarrollo motriz
5. Cambios en la pubertad y adolescencia
5.1. Crecimiento físico y hormonal
5.2. Madurez sexual
5.3. Impacto psicológico de la pubertad
5.4. Salud
Actividades prácticas
Introducción
1. Práctica del vídeo: En el vientre materno
2. Práctica de vídeo: capacidades de los recién nacidos
Preguntas de reflexión
Autoevaluación
Referencias bibliográficas
Conceptos básicos
Parte segunda. Desarrollo cognitivo en la infancia y la
adolescencia
4. Desarrollo cognitivo en la primera infancia
Introducción
1. Procesos cognitivos básicos en la primera infancia
1.1. Capacidades perceptivas
1.2. Desarrollo de la atención
1.3. Desarrollo de la memoria
1.4. La representación de los objetos
1.5. La representación de las personas y el conocimiento social
2. La teoría piagetiana
3. El estadio sensoriomotor
3.1. Subestadio 1: actividad refleja (del nacimiento al primer mes de
368
154
154
155
156
156
157
158
160
160
162
163
164
165
165
166
167
168
169
169
169
170
171
171
172
177
179
180
180
180
180
187
189
191
198
202
203
203
vida)
203
3.2. Subestadio 2: reacciones circulares primarias (de uno a cuatro
meses de vida)
3.3. Subestadio 3: reacciones circulares secundarias (de cuatro a ocho
meses)
3.4. Subestadio 4: coordinación de las reacciones circulares
secundarias (de ocho a doce meses)
3.5. Subestadio 5: reacciones circulares terciarias (de doce a
dieciocho meses)
3.6. Subestadio 6: resolución simbólica de problemas (de dieciocho a
veinticuatro meses)
Actividades prácticas
1. Ejercicio práctico: conceptos de Piaget
2. Ejercicio práctico: preguntas abiertas
Preguntas de reflexión
Autoevaluación
Referencias bibliográficas
Conceptos básicos
5. Desarrollo cognitivo en la infancia temprana
Introducción
1. Desarrollo de procesos cognitivos básicos en la niñez temprana
1.1. El control sobre la atención
1.2. La memoria: recuerdo y reconocimiento
1.3. Memoria de trabajo y aprendizaje
1.4. Función ejecutiva y estrategias de recuerdo
2. Estadio preoperacional
2.1. Avances en el pensamiento preoperacional
2.2. Aspectos inmaduros del pensamiento preoperacional
3. Teoría de la mente
3.1. Desarrollo de la teoría de la mente
3.2. Aspectos importantes de la teoría de la mente
3.3. Precursores de la teoría de la mente
Actividades prácticas
1. Ejercicio práctico: citas de Piaget
2. Ejercicio práctico: responder y razonar
3. Ejercicio práctico: responder verdadero o falso
Preguntas de reflexión
Autoevaluación
369
203
204
204
204
205
206
206
207
207
208
209
213
215
215
215
215
216
218
219
220
221
228
233
234
236
238
239
239
243
243
243
244
Conceptos básicos
6. Desarrollo cognitivo en la niñez media
Introducción
1. El avance de los procesos mentales en la niñez media
1.1. El desarrollo de la función ejecutiva
1.2. Desarrollo de la atención y de la memoria
1.3. Planificación y solución de problemas
1.4. Desarrollo de la metacognición
2. La inteligencia en la niñez media: estadio de las operaciones
concretas de Piaget
2.1. Rasgos del pensamiento operacional concreto: el surgimiento de
la lógica
2.2. El desarrollo de la conservación
2.3. El desarrollo de la seriación
2.4. El desarrollo de la clasificación
2.5. Comprensión de la secuencia numérica y el conocimiento
matemático
2.6. Objeciones a la explicación piagetiana del razonamiento basado
en operaciones concretas
3. El desarrollo de la categorización y el conocimiento del mundo
4. Desarrollo de la lectura y la escritura
Actividades prácticas
1. Ejercicio práctico: experimento 1
2. Ejercicio práctico: experimento 2
Preguntas de reflexión
Autoevaluación
Referencias bibliográficas
Conceptos básicos
7. Desarrollo cognitivo en la adolescencia
Introducción
1. Cambios en la maduración cognitiva en la adolescencia
1.1. Memoria declarativa y procedimental
1.2. Cambios funcionales de la mente adolescente
1.3. Pensamiento científico y solución de problemas
2. El razonamiento hipotético-deductivo
2.1. La construcción de teorías
2.2. La construcción de conceptos sobre uno mismo
3. Aspectos inmaduros del pensamiento adolescente
370
249
250
250
250
250
255
256
257
259
260
263
267
268
270
271
272
274
276
277
277
277
277
279
281
283
283
283
284
285
285
286
288
289
290
4. El estadio de las operaciones formales de Piaget
293
5. Evaluación crítica del estadio formal según Piaget
Actividades prácticas
1. Ejercicio práctico: la combinatoria
2. Ejercicio práctico: preguntas abiertas
Preguntas de reflexión
Autoevaluación
Referencias bibliográficas
Conceptos básicos
295
296
296
298
299
299
300
301
Parte tercera. Desarrollo del lenguaje
8. Adquisición y desarrollo del lenguaje
INTRODUCCIÓN
1. Relación entre comunicación y lenguaje
2. Dimensiones y componentes del lenguaje
3. Desarrollo del lenguaje en los dos primeros años de vida
3.1. Etapa preverbal
3.2. Etapa verbal
4. Desarrollo del léxico y la gramática a partir de los dos años
5. Teorías sobre el desarrollo del lenguaje
5.1. Teoría del aprendizaje
5.2. Teoría nativista
5.3. Teoría interaccionista
Actividades prácticas
1. Práctica de vídeo: Genie
2. Ejercicio práctico: preguntas abiertas
Preguntas de reflexión
Autoevaluación
Referencias bibliográficas
Conceptos básicos
303
304
304
305
306
308
308
313
317
319
319
320
322
327
327
328
329
329
330
333
Parte cuarta. Desarrollo biológico y cognitivo en la edad adulta y
334
la vejez
9. Desarrollo biológico y cognitivo en la edad adulta y la vejez
Introducción
1. Cambios biológicos y cognitivos de la edad adulta
1.1. Desarrollo físico y fisiológico en la edad adulta
1.2. Desarrollo cognitivo en la edad adulta
2. Cambios biológicos y cognitivos en la vejez
371
335
335
335
335
341
344
2.2. Desarrollo cognitivo en la vejez
Actividades prácticas
1. Ejercicio práctico: edad adulta
2. Ejercicio práctico: cambios biológicos de la edad adulta y la vejez:
cómo se perciben y qué influencia tienen
3. Ejercicio práctico: cuestionario sobre el envejecimiento
4. Ejercicio práctico: preguntas abiertas sobre el envejecimiento
Preguntas de reflexión
Autoevaluación
Referencias bibliográficas
Conceptos básicos
Créditos
353
357
357
357
358
360
361
361
362
363
365
372
Descargar