El poder. Michel Foucault. Vigilar y castigar Nacido en Poitiers (Francia), Foucault estudió psicología y filosofía en la École Normale Supérieure de París. Durante la década de 1950 ejerció la docencia en Suecia, Polonia y Alemania, y en 1959 obtuvo el doctorado. De 1966 a 1968 fue profesor en Túnez y a su regreso a París fue nombrado director del departamento de filosofía de la Universidad de Vincennes. Dos años después, Foucault fue elegido miembro del Collège de France como profesor de historia de los sistemas de pensamiento. Fue una de las primeras personalidades conocidas fallecidas en Francia a causa del sida, en 1984. Obras principales 1969 La arqueología del saber. 1975 Vigilar y castigar. 1976–1984 Historia de la sexualidad (cuatro volúmenes). El poder La cuestión del poder, ya sea con el objetivo de mantener el orden social o bien de provocar cambios sociales, se ha tratado desde el punto de vista político y económico. Hasta la década de 1960, las teorías sobre el poder se centraban en el poder del Gobierno o del Estado sobre los ciudadanos, o desde una perspectiva marxista, en la lucha de clases entre la burguesía y el proletariado. Todas estas teorías tendían a centrarse en el poder a escala macroscópica, ignorando por completo, o en el mejor caso, concediendo una importancia secundaria a las relaciones de poder en el seno de las capas inferiores de la sociedad, por considerarlas una prolongación del ejercicio primario del poder. Para Michel Foucault, estos enfoques son demasiado simplistas. En las sociedades liberales occidentales de hoy, el poder no lo ejercen solamente el estado o los capitalistas, sino también los individuos y el conjunto de la sociedad, pasando por grupos y organizaciones. En palabras de Foucault, «el poder está en todas partes y viene de todas partes». También rechazaba la concepción tradicional del poder como algo que se puede poseer y blandir como un arma o una herramienta. Según Foucault, esto no es poder, sino la capacidad de ejercerlo, y no se convierte en poder hasta que se actúa. El poder no es algo que alguien tiene, sino algo que se hace a otros, una acción que afecta a las acciones de otros. Relaciones de poder Un pastor guiando su rebaño es la analogía que emplea Foucault para explicar el poder «pastoral», que conduce a las personas a actuar de determinadas maneras y dejarse gobernar. En vez de pensar en el poder como una «cosa», Foucault lo ve como una «relación». Para explicar la naturaleza del poder examina las diferentes relaciones de poder que existen en todos los niveles de la sociedad moderna, por ejemplo, entre un individuo y el estado en el que vive, pero también entre empleados y jefes, entre padres e hijos, entre los miembros de organizaciones y grupos, etc. Foucault reconoce que el poder ha sido y sigue siendo la fuerza principal que estructura el orden social y describe también las profundas transformaciones que ha experimentado la naturaleza de las relaciones de poder desde la Edad Media hasta hoy. En la sociedad feudal, el ejercicio del que denomina «poder soberano», como la tortura y las ejecuciones públicas, era el método al que recurrían las autoridades para asegurarse la obediencia de sus súbditos. Con la difusión de las ideas de la Ilustración en Europa, la violencia y la fuerza empezaron a considerarse inhumanas y, sobre todo, ineficaces como medios de ejercer el poder. Vigilar y castigar Los castigos físicos fueron sustituidos por un medio de controlar el comportamiento más invasivo: la disciplina. El establecimiento de instituciones tales como cárceles, asilos, hospitales y escuelas caracterizó el paso del concepto meramente punitivo del poder al ejercicio de un poder disciplinario específicamente destinado a impedir determinados comportamientos. Estas instituciones no solo eliminaban la oportunidad de transgresión, sino que constituían un entorno en el que la conducta de los individuos podía ser corregida y regulada, y sobre todo, permitía mantenerlos vigilados y controlados. Esta noción de vigilancia tiene una especial importancia en la evolución de la manera en que se ejerce el poder en la sociedad moderna. Foucault analiza con detenimiento el funcionamiento del Panóptico, el eficiente diseño de prisión ideado por el filósofo británico Jeremy Bentham, con una torre central desde la que el vigilante puede ver continuamente a los presos, cuyas celdas están iluminadas desde la parte posterior para impedir que sus ocupantes se oculten en rincones sombríos. Al no poder estar nunca seguros de si están siendo observados o no, los reclusos se comportan como si lo estuvieran siempre. El poder ya no se ejerce obligando a las personas por coerción física, sino estableciendo mecanismos que garantizan un comportamiento conforme al deseado. El Panóptico diseñado por Bentham es el ojo supremo del poder para Foucault. El espacio circular permite una visibilidad permanente que mueve a los presos a someterse a su propia disciplina y controlar su comportamiento. Según afirma Foucault, todas las estructuras jerárquicas (las prisiones, pero también hospitales, fábricas y escuelas) han evolucionado de acuerdo con este modelo. Regular la conducta Los mecanismos mediante los que se ejerce el poder, la «tecnología del poder», se han convertido en una parte integrante de la sociedad. En el mundo moderno occidental, las normas sociales no se imponen a la fuerza, ni mediante una autoridad que obliga a actuar de una manera determinada o prohíbe comportarse de un modo diferente, sino mediante el poder que Foucault llama «pastoral», que orienta el comportamiento de los individuos. Cada uno es parte interesada de un complejo sistema de relaciones de poder, operativo a todos los niveles, que regula la conducta de los miembros de una sociedad. Este tipo de poder omnipresente se ejerce mediante el control de las actitudes, creencias y prácticas de las personas a través del sistema de ideas que Foucault llama «discurso». El sistema de creencias de cualquier sociedad, el conjunto de ideas y conceptos a las que las personas se adhieren, evoluciona a medida que se van aceptando ciertas actitudes hasta que estas se integran en la sociedad y define lo que está bien y lo que está mal, lo que es normal o lo que es desviado. Las personas regulan su comportamiento en función de estas normas, generalmente sin ser conscientes de que es el discurso el que guía su conducta haciendo inconcebibles los pensamientos y las acciones contrarios. Regímenes discursivos El discurso se refuerza constantemente, ya que es a la vez un instrumento y un efecto del poder: controla los pensamientos y las conductas, que a su vez modelan el sistema de creencias. Además, al determinar lo que es verdadero y lo que es falso, crea un «régimen de la verdad», un corpus de conocimientos comunes considerados innegables. Frente a la idea de que «el saber es el poder», Foucault afirmó que ambos están vinculados de una manera más sutil y acuñó la expresión «saber-poder» para designar dicha relación: el saber crea el poder, pero también es producido por este. Hoy en día, el poder se ejerce controlando qué formas de saber son aceptables, presentándolas como verdaderas y excluyendo otras formas de saber. Al mismo tiempo, el saber aceptado, el discurso, se produce de hecho durante el proceso del ejercicio del poder. A diferencia del poder tradicional, que mueve o fuerza a las personas a comportarse de determinada manera, el saber-poder no tiene un agente o una estructura inmediatamente identificables. Además, al ser omnipresente, parece que nada pueda oponérsele. Foucault señala que, de hecho, la resistencia política y la revolución pueden no ser efectivas para lograr el cambio social porque solamente atacan el poder del estado, no la manera ubicua y cotidiana en que se ejerce el poder hoy. No obstante, sostiene Foucault, existe una posibilidad de resistencia: la oposición al discurso mismo, que puede ser desafiado por discursos contrarios. El poder que depende del consentimiento deja algún grado de libertad a los sometidos a él. Para que el discurso sea un instrumento del poder, estos deben mantener con él una relación de poder. Si existe esta relación, existe también la posibilidad de resistencia. Sin resistencia, no hay necesidad de ejercer el poder. El despliegue del poder Los conceptos de saber-poder y de discurso de Foucault son muy sutiles y fueron rechazados por muchos de sus contemporáneos que los consideraron vagas especulaciones. Sin embargo, sus conferencias y sus escritos suscitaron un gran interés, a pesar de la dificultad conceptual de su pensamiento y de la complejidad de su estilo, a veces enrevesado. Las ideas sobre el poder que expone en Vigilar y castigar e Historia de la sexualidad fueron ganando aceptación entre algunos sociólogos (más que entre historiadores y filósofos) y acabaron influyendo en el análisis de la utilización del discurso en la sociedad como instrumento de poder en ámbitos muy diversos. El feminismo moderno, la teoría queer y los estudios culturales deben mucho a Foucault, en particular a su explicación de cómo se imponen las normas de comportamiento. Hoy persiste la división de opiniones respecto a sus teorías: para algunos únicamente son vagas conclusiones de un trabajo de investigación falto de rigor; para otros, hacen de Foucault uno de los pensadores más importantes y originales del siglo XX dentro del campo de las ciencias sociales. El texto y las imágenes de esta entrada son un fragmento de: “El libro de la Sociología”