Subido por Corporación Ancestros de las Américas

ASI ERAMOS LOS QUIMBAYAS

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ERAMOS
·LOS
QUIMBAYAS
María de la Luz G iraldo de Puech
Diana Castellanos
Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia.
América fue poblada hace miles de años
por gentes que venían del Asia.
Con el tiempo, se fueron formando grupos
diferentes que ocuparon diversas regiones.
Hacia los años 1300, los quimbayas
llegaron del norte y se instalaron
sobre las riberas del Río Cauca
y sobre las faldas de la Cordillera Central
de los actuales departamentos
de Caldas, Quindío y Risaralda.
Estas tierras ya estaban ocupadas
por gente que sabía trabajar el oro y la arcilla.
De estos antiguos pobladores,
los quimbayas aprendieron muchas técnicas y costumbres.
Cuando llegaron los españoles, en 1535,
toda esta región estaba muy habitada.
Los quimbayas tenían numerosos vecinos:
ansermas, carrapas, irras, armas, y muchos otros.
Todos vivían de una manera muy parecida.
Por esto, los objetos arqueológicos de esta región
pertenecen a diferentes épocas y diferentes pueblos
y conforman la llamada "Cultura Quimbaya".
Tarira, una niña quimbaya nos va a contar cómo vivían.
Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia.
Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia.
Colección Rafael Pombo
ASI
ERAMOS
LOS
QUIMBAYAS
Textos: María de la Luz Giraldo de Puech
Ilustraciones: Diana Castellanos
Fundación de
In·:estig2~ion es
Arqueológicas Nacionales
Banco de la República
Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia.
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N uestra tierra era verde y muy fértil, toda ondulada
cruzada por quebradas cristalinas y ríos encañonados.
Veíamos, no muy lejos, varios nevados: Ruiz, Cisne, Quindío,
T olima y Santa Isabel. El volcán del Ruiz nos asustaba
a veces, botando cenizas con gran estruendo.
Eramos 60.000 quimbayas y vivíamos en pequeños poblados,
situados arriba en la serranía, sobre las colinas
y abajo en las vegas de los ríos. Cada poblado estaba formado
por muchas casas dispersas y tenía su propio jefe.
Las casas eran redondas, con techo de hojas de palma
y soportes de guadua.
El fogór1<-para cocinar, quedaba bajo otro techo cercano.
Dormíam9s _e n hamacas o sobre esteras.
No muy leJOs de mi casa. vivían nuestros parientes y vecinos
y cuando qtteríamos v1sitarlos, atravesábamos las sementeras
por angostos caminos que cruzaban el poblado.
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C ada año cultivábamos un pedazo de tierra
mientras otro lo dejábamos descansar
para que más tarde diera una cosecha mejor.
Los hombres quemaban primero la vegetación,
luego tumbaban con hachas lo que quedaba parado.
Después, cavaban con palos formando surcos
donde las mujeres sembraban maíz, arracacha,
frijol, fique y yuca.
Los hombres aplanaban las laderas
más pendientes para formar terrazas
y las separaban con zanjas angostas,
por donde corría el agua lluvia.
\sí, la tierra no se rodaba
y se podía sembrar.
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Los alrededores del poblado
estaban cubiertos por guaduales,
árboles frutales y palmas reales.
Salíamos a recoger frutas y
~
regresábamos con canastos llenos de guamas,
pitahayas, guayabas, aguacates y caimitos.
Además mis hermanos se subían
a las palmas reales donde cortaban
hojas y ramas gruesas que servían
para cubrir los techos
y tejer canastos y esteras.
De la fruta de la palma, sacaban manteca
para prender las lámparas.
Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia.
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N
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o habfa un solo jefe para todos los quimbayas,
sino 80 caciques independientes,
de los cuales 5 eran los principales .
Algunos eran ancianos sabios, otros eran jóvenes
emprendedores. Cada uno gobernaba en su poblado,
castigaba ladrones y traidores
y era capitán en la guerra.
Desde pequeños, como a todos los hijos
de gobernantes, les alargaban el cráneo
y les recortaban los dientes
para que se vieran más imponentes.
Los caciques eran tan importantes que no podían
tocar el suelo. Por eso, siempre los cargaban
en andas y se sentaban sobre sus mujeres.
A todas partes, iban acompañados por
esclavos, músicos y guerreros.
Usaban mantas largas y adornos de oro.
Con frecuencia, nos invitaban
a su casa, la más amplia
y lujosa del poblado, para
ofrecernos un gran banquete.
Nosotros trabajábamos
para ellos y les dábamos
tributos de alimentos,
mantas y sal.
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Vvíamos entre inmensos guaduales y por .:;o
todos los quimbayas éramos especialistas
en trabajar la guadua.
Apenas fui capaz de manejar el hacha de piedra,
aprendí a cortar la guadua con ella y a fabricar
pequeñas flautas con las varas más delgadas.
Mi mamá me enseñó a armar cajas, sillas
y telares mientras mis hermanos tallaban
lanzas, tiraderas y herramientas.
Con las varas más gruesas,
los hombres construían casas, cercados,
puentes y canales de agua.
También las usábamos para cargar
canastos y bultos pesados sin cansarnos.
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La cantidad de árboles frutales
que había cerca al poblado atraía
muchas abejas que tenían sus colmenas
entre cuevas o en medio de los guaduales.'
Allá iban los hombres a sacar miel,
~
con la que nosotros endulzábamos
los jugos de frutas y las arepas de maíz molido.
También sacaban cera,
con la que llenábamos grandes totumas,
que mis tías vendían en el mercado.
Los orfebres adquirían cera
para fundir las piezas de oro
y los olleros, para pintar
sus vasijas más finas.
Los sacerdotes la necesitaban
para embalsamar a los muertos
y hacerles máscaras de colores
a las estatuas de los dioses.
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E n Consota, Cori, Coinza y Caramanta
y en otras muchas partes, nadan fuentes saladas.
Existían también otras fuentes salobres
entre las quebradas de agua dulce
donde se colocaban largos tubos de caña o de arcill2
para separar el agua salada
y sacarla fuera del río, sin que se mezclara.
Por entre estos tubos, el agua pasaba a grandes vasijas de barro.
Cuando éstas se llenaban, las mujeres las ponían sobre el fogón
de piedra y leña para evaporar el agua y así espesar la sal.
De esta manera, produciamos mucha sal, que guardábamos
en casas especiales para pagarle tributos al cacique
o cambiarla por oro con las tribus vecinas .
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L as selvas cercanas eran muy tupidas y pobladas de animales.
Al atardecer, los hombres salian en sus canoas
y se deslizaban suavemente por el río.
Sacaban tortugas y pescaban con finos anzuelos de oro.
Otros se metían al monte, muy atentos a cualquier movimiento
de zarigüeyas, osos hormigueros o dantas.
Muchas veces, lograban cazarlos y además regresaban
con venados y guatinajas. La carne se repartía
y cada familia la cocinaba o la salaba.
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Entre el monte, mis hermanos andaban despacio y en silencio
para no dejarse sorprender por el jaguar.
Siempre evitaban las ciénagas, donde podían quedarse enterrados.
Además, sabían reconocer las culebras venenosas.
También trepaban por peñas y ceibas muy altas para caz.-1r,
con redes y cuchillos, guacamayas, gavilanes y halcones.
Les quitaban las plumas multicolores
para hacerse collares y coronas
que se ponían los días de fiesta.
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Desde muy pequeña, le ayudé a mi mamá
a fabricar nuestras ollas con rollos de greda
o usando como moldes vasijas viejas y canastos.
Los antiguos pobladores fabricaron alcarrazas,
vasijas que silbaban al cargarlas llenas de agua.
Los que más sabían trabajar la arcilla
pintaban las piezas finas
y las decoraban con dibujos grabados.
Los caciques les encargaban figuras
que los representaban, incensarios
para quemar resinas, urnas donde metían
los huesos de sus parientes muertos
y silbatos y ocarinas para sus músicos.
Con cerámica hice mi propio volante de huso.
lo pasaba por entre un palito cargado de aJgoaun
y lo hacía girar para formar hilos.
Con hilos de algodón, las mujeres fabricaban
en sus telares bolsas, guayucos y mantas.
Los mayores preparaban, con plantas y cortezas,
tintes rojos, azules y negros para pintar las telas.
Nosotros podíamos marcarlas
con sellos y pintaderas.
Siempre terminábamos
con la cara y el cuerpo
llenos de mamarrachos.
Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango
\~ del Banco de la República, Colombia.
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'
L os antiguos pobladores de estas tierras conodan,
desde hace muchísimos años, las técnicas para trabajar el oro.
Más tarde, se las enseñaron a nuestros orfebres.
El oro provenía de los ríos. Cuando éstos se secaban, el oro
quedaba sobre las playas y familias enteras iban a buscarlo.
Escarbaban con macanas y lo recogían
en bateas de madera para lavarlo.
Algunas veces, canalizaban las quebradas para desviar el agua
sobre terrazas donde era más fácil separar el oro de la arena.
Las tribus vecinas también sacaban oro
cavando pozos profundos en las minas.
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La gente molla el oro bruto con piedras muy duras.
Luego, lo derretfa entre crisoles y hornillas,
avivando el fuego con sopladores.
Lo mezclaba con sal y arcilla para sacarle todas las impurezas.
As~ se obtenian tejuelos o pepitas de oro y se fabricaban narigueras
como clavos retorcidos llamados caricuries que eran llevados
a los talleres especializados en trabajar el oro.
Allá, los jóvenes aprendfan el arte de la orfebrerfa.
Fundfan oro con cobre, para obtener tumbaga, mezcla que se derretfa
con menos calor que el oro puro y permitfa decorar las piezas
con detalles más perfectos.
Martillaban el oro sobre el yunque de piedra para convertirlo
en láminas con las que se fabricaban pectorales, cascos y brazaletes.
Para que las piezas no se agrietaran,
utilizaban el templado: recalentar las láminas de oro,
enfriarlas, hundiéndolas entre agua y de nuevo martillarlas,
repitiendo esta operación varias veces.
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En la época de los antiguos pobladores
la técnica que más se usó fue la fundición
a la cera perdida.
Para elaborar orejeras y pendientes de collar,
el orfebre hacía primero la pieza con cera de abejas
y le añadía un embudo y algunos conductos
para poder después llenarla de oro derretido.
Luego la recubría con varias capas de arcilla
casi líquida y para terminar formaba
un molde exterior con greda más dura.
Cuando ese molde estaba bien seco, lo calentaba.
Entonces, la cera de adentro se derretía
y quedaba libre un espacio por donde
podía derramar oro fundido o tumbaga liquida.
A medida que el molde se iba enfriando,
el metal se endurecía.
El orfebre podía entonces romper el molde
y sacar la pieza de oro para limpiarla.
Le quitaba el embudo. los conductos y la alisaba.
Esta técnica era complicada y había que conocer
muy bien los diferentes metales y sus mezclas.
El orfebre además utilizaba muchas herramientas
de oro, piedra o hueso con las que repujaba
cascos, pectorales y diademas
para hacerles lindas formas geométricas.
Pulía y brillaba las joyas de los caciques
raspándolas con agua y arena fina.
Doraba por fuera los objetos de tumbaga
calentándolos y frotándolos
con hierbas especiales.
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Todos nos reuníamos con frecuencia
en la plaza principal frente a la casa del cacique.
Allí, se levantaba el templo a los dioses.
Bailábamos y quemábamos incienso
para pedir buenas cosechas y protección.
A veces, el sacerdote sacrificaba
dos jóvenes esclavos bien fuertes
y todos bebiamos su sangre y comíamos sus cuerpos.
Llenos de ellos, nos sentíamos con suficiente valor
para luchar en los próximos combates.
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A sí como lo hacían los antiguos pobladore:, ;;
cada cacique debía ser enterrado con una gran ceremonia.,
Los sacerdotes ahumaban su cuerpo, lo pintaban, · 1
lo adornaban con todas sus joyas y lo envolvían en mantas.
El muerto permanecía en su casa durante varias sémanas.
Todos íbamos a contemplarlo y a oír contar sus hazañas.
El día del entierro, salíamos en gran cortejo
hacia lo alto de una colina.
Los jefes amigos cargaban el cadáver. (_
Las esposas del cacique llevaban sus armas, ~
su bastón de mando y su poporo de oro,
--=-'--_,
bien lleno de cal para que pudiera masticar coca.
Varios esclavos llevaban vasijas llenas de comida y vino de palma. 1
E1 ,..acique era enterrado con sus esposas y esclavos preferidos- /-.:::::.~•
•
para tener así todo lo necesario
(
en la otra vida que lo esperaba después de la muerte.
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L s regiones vecinas eran muy pobladas.
Del otro lado del Rio Cauca, vivían los ansermas y los irras.
Al Sur, permanecían los quindos y por el Norte,
más allá del Rio Guacaica, los carrapas, picaras,
pozos, paucuras, armas y caramantas.
Cada tribu tenia entre 20.000 y 40.000 personas.
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Todos esos grupos se parecían a nosotros porque también
vivían en poblados sobre las lomas o al borde de las quebradas
Y eran campesinos, guerreros valientes y hábiles artesanos.
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Los ansermas eran muy numerosos y sus caciques ricos y poderosos.
Los pozos y los armas, los más caníbales de todos,
siempre estaban en guerra con sus vecinos.
Algunas tribus hablaban como nosotros,
pero para comunicarnos con la mayoría, necesitábamos
intérpretes o traductores que sabían diferentes lenguas.
As{, cuando se reunían los caciques de varios grupos vecinos,
estos podían establecer alianzas, organizar matrimonios
o declarar la guerra a un enemigo común.
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A penas las tribus vecinas bloqueaban
los caminos o invadían nuestras tierras,
nuestros centinelas y espías daban la alerta.
Estábamos listos para defendernos en cualquier momento
y todos sabíamos pelear, niños y grandes, hombres y mujeres.
Algunos hombres cavaban hoyos enormes donde metían largas estacas
envenenadas que luego disimulaban con maleza y paja.
{;~
Eran unas trampas excelentes. Otros, se escondian en fortines
construidos sobre los árboles para sorprender al enemigo
en emboscadas, tirándole lanzas y dardos envenenados.
:lf
Las mujeres lanzaban agua hirviendo, piedras y brasas encendidas
de lo alto de las peñas. Los niños cargábamos las banderas
de cada tribu durante las batallas.
Todos pintados de negro, rojo y amarillo y gritando,
parecíamos verdaderas fieras temibles.
Convertíamos en trofeos los cráneos y los cuerpos de los muertos.
Los enemigos podían capturarnos y convertirnos
en esclavos. El combate era violento.
Los pueblos quedaban destruidos, los campos arrasados. e,
~
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Para festejar las victorias, nos reuníamos
todos los del poblado en la plaza principal.
Mientras dos hombres tocaban tambor, los abuelos cantaban
las aventuras de nuestros héroes y antepasados.
Después todos bailábamos al son de pitos, maracas y cascabeles,
tomando chicha, jugo fermentado de maíz molido, hasta emborracharnos.
Poco a poco los que bailaban iban formando
dos bc...1dos compuestos por hombres, mujeres, y jóvenes.
Al grito de "¡batatabati! ¡batatabatW'
(¡juguemos! ¡juguemos!), se lanzaban
contra el grupo adversario y luchaban
con maz?'" ·' macanas hasta que todos
termin·
en el suelo heridos o muenos.
-
-
~
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Cuando no había guerra, se organizaban grandes mercados.
Se avisaba a los pueblos con tambores y trompetas
que resonaban a través de las montañas durante varios días.
Iban llegando así, centenares de comerciantes de todas partes.
De Buriticá, venían con oro en bruto. Del Pacífico, traían pescado
y caracoles marinos, de los cuales se sacaba la cal
para poder masticar la coca.
Los ansermas atravesaban el Río Cauca trayendo esclavos.
Los pijaos y los panches cruzaban los páramos cargando coca y algodón.
Los quimbayas ofrecían joyas de oro y de cristal de roca,
también sal, carne, frutas, y muchos otros alimentos.
Con una chaguala o pectoral de oro fino, se obtenía un esclavo
y una manta pintada se cambiaba por dos cargas de algodón.
Había reglas para el trueque de cada producto.
A la entrada de cada puente, los centinelas en sus casetas de guardia
protegían a los comerciantes y dejaban pasar a los intérpretes.
Estos ayudaban a que todos pudieran comunicarse.
Cuando había mercado cerca, mis tías preparaban carne
tostada de saíno y ya eran famosas
por el caldo de frijoles con ají que servían.
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Mi abuelo me contaba que cuando él era niño,
llegaron a nuestras tierras unos hombres blancos : · Je barbas.
Para no perderse trafan guías e intérpretes de otras tribus vecinas.
Venían dirigidos por el Mariscal Jorge Robledo y buscaban oro.
Muchos quimbayas huyeron al saber que habían cruzado
el Río Cauca con sus caballos y sus perros feroces.
Pero, como se mostraron amistosos, nuestros caciques los recibie
con grandes regalos de joyas, mantas y bandejas de comida.
Con el tiempo esos hombres se fueron instalando.
Trajeron ganado, marranos y gallinas y fundaron pueblos.
Formaron encomiendas, grandes haciendas,
donde nosotros y sus esclavos negros teníamos que trabajar
....,,_,·,..:..
pagándoles impuestos.
moryjes y frailes a enseñarnos la religión católica.
) )ps caCiques les entregaron todo su oro,
elldtÍ no •abfan apreciar nuestro arte.
El <>ro sólo les interesaba para pesarlo,
fundirlo y mandarlo a España.
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N uestros jefes no soportaron el mal trato
que los españoles le daban a su tribu y comenzaron a rebelarse.
Al principio, mataron caballos y esclavos, incendiaron haciendas
y destruyeron sementeras con la esperanza
de que esos nuevos invasores se fueran.
Después, organizaron juntas de guerra donde
hasta 20 caciques se ponían de acuerdo para atacar
en varios puntos a la vez a los capitanes españoles.
Pero los espías los delataban y casi todos murieron torturados,
quemados vivos, devorados por los perros o ahorcados.
Mi papá y sus hermanos participaron en la gran guerra de 1557
cuando también combatieron los pijaos, los más valientes y rebeldes
de todos los pueblos vecinos.
Pero, algunas tribus seguían sometidas a los españoles
y no se atrevían a pelear contra ellos
porque tenían armas de fuego, arcabuces y caballos.
La guerra se perdió y nos tocó someternos al yugo español.
Nos trataban tan mal que muchos se morían
y cada vez, éramos menos. Los más desesperados
huyeron hacia el Chocó por entre el monte.
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Tarira te contó que los quimbayas vivían en una región
donde se intercambiaban constantemente productos,
conocimientos, técnicas y creencias.
También te explicó que después de la llegada de los españoles
en el siglo XVI, su pueblo y sus vecinos
fueron lentamente desapareciendo.
Ahora sabemos que esas tierras
quedaron despobladas durante largo tiempo
y que hace más de 100 años, a principios del siglo XIX,
los antioqueños las colonizaron y establecieron sus fincas.
También descubrieron las tumbas donde se habían conservado
bellísimas piezas de oro que ahora llamamos
"El tesoro de los Quimbayas"
y que puedes conocer en los museos.
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'
DICCIONARIO
Alcarraza
Batea
Caricuri
Crisol
Chaguala
Danta
Guatinaja
Hornilla
Macana o Coa
Oso Hormiguero
Pintadera
Poporo
Saíno
Sello
Soplador
Tejuelo
Volante de huso o tortero
Zarigüeya
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11
Mapa de la región
Quimbaya
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Algodón
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Cobre
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Cristal de roca
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Esclavos
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Orfebrería
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Oro bruto
Íl
Sal
~ Textiles
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t.ste libro, dmg1do al público mjantzl, constituye
una atractiva introducción a la vida de los quimbayas,
antiguos habitantes de los actuales departamentos colombianos
de Caldas, Quindío y Risaralda.
Está basado en textos históricos, material museográfico e
investigaciones arqueológicas, para reconstruir
de una manera fiel y detallada el mundo de este pueblo.
Además de ser rigurosamente científico, contiene elementos
fantásticos que recrean al niño y estimulan su imaginación.
El joven lector visitará poblados, participará en cacerías
y fiestas y podrá descubrir entre otros, talleres de orfebres,
explotaciones de guadua y mercados.
Comprenderá que, a pesar de las diferencias de tiempo,
tecnología y cultura, los quimbayas fueron un pueblo muy
semejante al nuestro y digno de ser ccnocido.
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