Un único impuesto personal sobre la renta y la riqueza El IRPF debe modificarse profundamente e integrarse con el impuesto de patrimonio en una sola figura impositiva que grave conjuntamente la renta y la riqueza. Una vez unificado, se conseguirá determinar claramente la capacidad adquisitiva global de cada ciudadano. Esto permite gravar al contribuyente en función de su capacidad contributiva global y determinar el grado justo de protección social que le corresponde. De esta forma conseguimos que la progresividad técnica del impuesto se traduzca en una progresividad real y justa. Por otro lado, esta reforma evita la evasión de quienes declaran ingresos como sociedad, ya que las participaciones en dicha sociedad tributaran por este nuevo impuesto, al formar parte del patrimonio del contribuyente. Es conveniente que este impuesto equipare los tipos aplicables a la renta general y a la renta del ahorro. De esta forma se aplicará la progresividad del impuesto con la misma intensidad sobre todos los tipos de rentas. El tipo marginal aplicable a la renta del ahorro con la última reforma fiscal, el 27%, es muy parejo al tipo medio efectivo de un contribuyente con ingresos inferiores a 40.000 euros. Esto implica que las rentas medias y bajas no se verán afectadas por esta equiparación. Serán las rentas altas las únicas que realizarán una aportación mayor, aumentando la progresividad del sistema. La decisión técnica y política más importante es la determinación sobre la cuota de la ponderación de la renta y del patrimonio. De esta decisión dependerá que se incentive más el ahorro o el gasto. Este esquema técnico permitirá aplicar políticas económicas contracíclicas eficazmente, fomentando el ahorro o el gasto según resulte conveniente, con una clara facilidad en la aplicación práctica y en la liquidación del impuesto. Además, debe convertirse en un impuesto de obligatoria declaración o liquidación por parte de la Administración, ya que de esta forma dispondremos de una completa información acerca de la capacidad económica real de cada ciudadano. Este dato permitirá que las políticas de gasto social (becas, ayudas, subvenciones, etc.) se apliquen de forma transparente y justa. Un ejemplo claro de entender son las becas y ayudas universitarias. Éstas se conceden o no en función del importe de una determinada casilla de la declaración del IRPF. Esto provoca que se concedan ayudas a hijos de contribuyentes con rentas relativamente bajas pero con un posible patrimonio de mucho valor. Por otro lado se quedarán fuera contribuyentes con rentas medias pero con poco patrimonio. Desarrollo técnico de la propuesta Para conseguir los objetivos y el esquema planteado para este nuevo impuesto debe llevarse a cabo una serie de modificaciones. En primer lugar debe suprimirse el actual impuesto de Patrimonio. El IRPF se mantiene, modificando su denominación y objeto para pasar a ser el “Impuesto de las Personas Físicas” y tener como objeto la renta y el patrimonio de los contribuyentes. A partir de aquí el esquema técnico del impuesto sería el del actual IRPF con las variaciones y simplificaciones que analizaremos a continuación. 1. Se constituye como hecho imponible tanto la obtención de renta como la titularidad del patrimonio neto. 2. En cuanto a los tipos de renta, resultaría conveniente eliminar las imputaciones de renta y las ganancias patrimoniales. Las imputaciones de renta resultarían una doble tributación, ya que al gravar el patrimonio en este impuesto ya se está gravando la titularidad del bien cuya renta se imputa en el actual IRPF. En cuanto a las ganancias y pérdidas patrimoniales proponemos su supresión por varias razones: - En primer lugar, una ganancia patrimonial va a tributar en este nuevo impuesto sin necesidad de ser considerada como una renta, ya que el valor del patrimonio del contribuyente va a ser superior y por la tanto la cuota final mayor. En caso de ser gravadas también como rentas, nos encontraríamos ante un nuevo supuesto de doble tributación. - Por otro lado, este nuevo impuesto aplica la misma escala impositiva a todas las clases de renta. Esto implica que las ganancias patrimoniales tributarían en mucha mayor cuantía de lo que tributan hasta ahora. Esta situación podría generar un fuerte rechazo social a esta equiparación de tipos impositivos, por lo que la supresión de la figura de ganancias patrimoniales, además de resultar adecuada técnicamente, evitaría este fuerte rechazo social. 3. La base imponible del impuesto se compone de la base imponible de la renta y de la base imponible del patrimonio. La base imponible de la renta será la suma de todas las rentas del contribuyente, minorada en las reducciones correspondientes. La base imponible del patrimonio será el 0,1% del valor neto del patrimonio del contribuyente, calculado de acuerdo con las normas establecidas en este impuesto. Este “factor de conversión” del patrimonio en base imponible será la herramienta a utilizar para ponderar el peso de la renta y del patrimonio en la cuota final del impuesto. El porcentaje elegido corresponde a la cifra media de los tipos impositivos establecidos en la escala del actual impuesto de patrimonio. La suma de ambas bases dará como resultado la base imponible del contribuyente. Esta base imponible define la capacidad contributiva global de cada contribuyente. 4. Solo habrá una base liquidable total, a la que se aplicarán las reducciones establecidas. 5. Los mínimos personales y familiares serán de aplicación a esta única base liquidable. 6. En cuanto al cálculo del impuesto existirá una única escala aplicable a la base liquidable que exceda del mínimo personal y familiar. Esto supone una fuerte simplificación técnica y la aplicación de la progresividad que se estime conveniente a la capacidad contributiva real y global del contribuyente. 7. En cuanto a las deducciones, no se plantean modificaciones. No obstante, debe tenderse a simplificar la aplicación del impuesto minorando este tipo de figuras. 8. Gestión del impuesto. Este impuesto debe ser de autoliquidación obligatoria en los supuestos que excedan de determinados mínimos de renta o patrimonio, y de liquidación automática por parte de la administración en el resto de los casos. Este cambio nos permite conocer para cada persona física su capacidad económica, de tal forma que sea posible la aplicación de políticas de gasto y de protección social en función de sus necesidades reales. Mejoras que se consiguen con esta modificación: - - - - - Simplificación técnica del sistema tributario (se suprimen dos impuestos para integrarse en unos solo) y simplificación del propio impuesto (unificación de escalas y bases imponibles, eliminación de imputaciones y ganancias patrimoniales). Los niveles de esfuerzo fiscal considerados en cada momento (escala de tipos impositivos) serán de aplicación a la capacidad contributiva global, y no solo al nivel de renta, o de patrimonio. Con el esquema impositivo actual, la progresividad aplicable a las rentas de dos contribuyentes será la misma independientemente del patrimonio que ambos tengan; y la progresividad aplicable al patrimonio de dos contribuyentes será la misma independientemente de sus rentas. Con la modificación planteada, quien disfrute de más renta y patrimonio conjuntamente contribuirá más, y quien disponga de menos tributará menos. Permite aplicar una política económica eficaz, siendo este impuesto una herramienta de gran utilidad en políticas económicas contracíclicas. Mediante el cambio de la ponderación de renta o patrimonio en la cuota final del impuesto, según aconseje el ciclo económico, se aplicará una política expansiva o contractiva eficaz. La forma técnica de modificar el peso de la renta y el patrimonio en la cuota es modificar el “factor de conversión” del patrimonio en base imponible. De esta forma, si se eleva este factor tributará más el patrimonio, fomentándose el gasto frente al ahorro; y si se reduce este factor se fomenta el ahorro tributando menos el patrimonio. Permite aplicar ordenadamente la progresividad fiscal a aquellos contribuyentes que pretenden tributar por sociedades con fines evasivos. Las participaciones en dichas sociedades se gravarán al integrarse dentro del patrimonio del sujeto, y se aplicará el esquema de progresividad acumulándose al resto de sus rentas. Por último, permite aplicar de una forma justa y equilibrada las políticas de gasto y de protección social. Como resultado de este nuevo impuesto obtendremos una “casilla” correspondiente a la cuota del contribuyente que refleje la capacidad económica global del sujeto, y no solo su nivel de renta o de riqueza aisladamente. Además obtendremos una “casilla” para todos los ciudadanos, bien por autoliquidación o por liquidación directa de la Administración. Esto nos permite determinar fácilmente la capacidad económica no solo individual sino familiar. Toda beca, ayuda o asistencia social se concederá de forma justa en función de la capacidad económica real.