El papel de la Bioética en la formación profesional La reflexión ética en el ámbito profesional El ejercicio de una profesión posee una dimensión moral innegable, por ello es necesario repensar la necesidad y el papel de la ética en la formación del profesional en general. Es preciso comprender que una Ética Profesional no está constituida simplemente por un catálogo más o menos amplio de prohibiciones que establecen una especie de moral de “mínima”, sino que es una disciplina que debe marcar e iluminar el “ethos” del profesional. Se trata de establecer criterios éticos básicos, pero sobre todo de una suerte de sensibilización de la conciencia moral de la persona para que sea capaz de ir forjando virtudes vinculadas a su profesión. Dichas virtudes se pondrán de manifiesto tanto en lo que el profesional “hace” como en la forma de resolver aquello que se le presenta. Existe una cierta “fisonomía moral” social y culturalmente establecida en algunas profesiones pero la misma debería vincularse a principios éticos fundamentales y universalmente válidos. Es decir, los códigos éticos poseen un carácter dinámico vinculado esencialmente al progreso, el desarrollo social, como así también a un continuo cambio de escenarios y condiciones. Sin embargo las prescripciones contenidas en dichos códigos deberían fundarse en valores objetivos. Se trata de encontrar un fundamento en la misma ley moral natural. Por ello, una labor seria en este sentido implicaría una redefinición de la esencia misma de una determinada profesión para descubrir aquellos compromisos morales que se hallan implícitos en ella. Es posible desde una ética eudemonista percibir el fundamento antropológico y metafísico de deber profesional. Hay una prioridad ontológica del bien respecto a la ley y no es esta última la que especifica la moralidad del un acto. Lo que especifica la moralidad de un acto es el fin intentado. Toda norma será vinculante y obligará de conciencia en la medida en que lo que preceptúe sea bueno. Es posible detectar a su vez el carácter esencialmente moral de algunas profesiones vinculadas con la ayuda y el servicio a las personas, en las mismas es difícil establecer una distinción entre el ámbito del hacer y el del obrar. Establecer una distinción total entre la destreza o pericia técnica y el sentido moral del profesional se hace aún más difícil en estas profesiones donde es imprescindible el cultivo de ciertas disposiciones morales. Dice el Profesor José María Barrio Maestre: “La palabra griega ethos -con "épsilon"- significa exactamente lo mismo que la voz latina mos, moris, de donde procede la nuestra "moral": en ambos casos, costumbre, hábito, uso, modo estable de obrar. En griego existe también la palabra ethos escrita con "eta", y significa casa, habitación, guarida o patria, de la misma forma que del tema de genitivo de mos, moris procede nuestra voz "morada". Meditando en esta anfibología, Heidegger observa que hay una profunda concomitancia entre ambos sentidos. En efecto, las costumbres firmemente asentadas en nuestra vida le suministran un cierto arraigo y cobijo, una bóveda axiológica que nos protege y permite que nos sintamos en nuestro sitio, que estemos afianzados en la existencia y que nuestra conducta no esté hecha de improvisaciones y bandazos, sino que tenga cierta regularidad, pauta o criterio. En definitiva, le dan estabilidad y coherencia. En este sentido, todo habitus es un cierto habitaculum.”1 Por ello las virtudes son las encargadas de dar una cierta predisposición moral como si se configurara una segunda naturaleza. Obviamente la dimensión moral de un profesional no es medible según los parámetros “de calidad” eficientistas, utilitaristas, hedonistas e individualistas de nuestra sociedad actual. Ser un buen profesional desde una perspectiva moral implica idoneidad, la posesión de ciertas habilidades, destrezas y pericia técnica, pero además la determinación y el esfuerzo moral para cultivar ciertas virtudes que predispongan a la búsqueda del bien. El buen hacer constituye de hecho un deber profesional que reviste sin duda una dimensión ética que deberá ser evaluada en función de su finalidad. Cabe rescatar aquí la enorme responsabilidad moral que le compete al educador en la formación moral adecuada del profesional. La tarea educativa constituye un 1 JOSÉ MARÍA BARRIO MAESTRE. “Analogías y diferencias entre Ética, Deontología y Bioética”. Profesor Titular Universidad Complutense de Madrid. http://xserra.net/unica/2003/doc/JMBarrio_01.pdf. “quehacer esencialmente humano y humanizador”2, en donde “el ethos del profesor influye en la forja del ethos del alumno”. 3 La especificidad de la bioética y su papel en el ámbito de las ciencias de la vida y la salud La Bioética pretende justificar la licitud del juicio ético desde una perspectiva más amplia que la deontología o la ética profesional. Para ello se vincula con una antropología de referencia y elabora desde allí su argumentación ética. Esta disciplina responde a la necesidad de un diálogo transdisciplinar que trascienda los límites epistémicos de cada ciencia en la búsqueda de una comprensión profunda y de respeto a toda la complejidad de la persona humana. Se busca resolver los conflictos morales suscitados en el ámbito de la vida y la salud desde una perspectiva integral y acabada. El juicio bioético incluye el deontológico pero lo supera en la medida que sus argumentaciones constituyen una reflexión meta-ética que pretende rastrear el fundamento de la norma deontológica. Cabe destacar además, que la Bioética posee una amplitud mayor que la ética médica tradicional, abarcando problemas éticos relacionados con el quehacer del profesional sanitario, el ámbito de la investigación con seres vivos, la biotecnología, los problemas sociales vinculados a políticas sanitarias, la educación sexual, políticas de control demográfico, organización de los sistemas de salud, la cuestión ambiental en general y su vinculación con la vida del hombre. La Bioética: sus orígenes Para hablar de la Bioética Personalista trataremos de rastrear y comprender los orígenes y significados del concepto “Bioética”, para ello debemos recordar en primer 2 CORDERO J. Ética y profesión del educador”1986. p.463. citado por CHRISTINE WNJIRU GICHURE. “La ética de la profesión docente” Estudio introductorio a la deontología de la educación. EUNSA. Ediciones Universidad de Navarra. Pamplona 1999. Cap. I. Pág. 41. 3 CHRISTINE WNJIRU GICHURE. “La ética de la profesión docente” Estudio introductorio a la deontología de la educación. EUNSA. Ediciones Universidad de Navarra. Pamplona 1999. Cap. I. Pág. 38. lugar al médico oncólogo Van Rensselaer Potter, el cual se refiere al mismo en un artículo intitulado “The Science of Survival”, el cual repitió al año siguiente (1971) bajo el título de “Survival, bridge to the future”.4 Desde el momento en que la Bioética hiciera su aparición en Estados Unidos con Potter comenzaría su gradual diseminación por diferentes ámbitos académicos y científicos. Ahora bien, aunque en la década del 70 comience a divulgarse este término, le ética en cuanto tal está presente en el ámbito médico desde Hipócrates. Se puede decir que la Bioética (en cuanto ética aplicada) siendo fiel a su raigambre filosófica no se inventa los problemas, sino que se los encuentra. Es el mismo quehacer del hombre en su interacción con los entes vivos lo que acarrea controversias y promueve reflexiones. Es posible encontrar en todo quehacer humano una dimensión moral, que se hace más marcada y evidente en el ámbito médico en particular y en el ámbito de la vida y la salud en general. Existen ciertas implicancias morales en la labor del agente de salud en cuanto se encuentra involucrada en la misma, la vida de otra persona humana. Algunos autores (como Stanley Joel Reiser) consideran que el surgimiento de la ética en el ámbito de la medicina estuvo relacionada con las dificultades que enfrentaba el médico a la hora de tomar decisiones sobre ciertos temas generalmente relacionado al uso de nuevas tecnologías (por ejemplo el respirador artificial), el tema de la distribución de los recursos, el tema del aborto que cobró gran relevancia en la década de los 60 (y continua su debate actual), la divulgación de cuestiones médicas a través de los medios de comunicación recortando información pertinente cargando las tintas en aspectos parciales de las problemáticas, oscureciendo el juicio crítico de la opinión pública (inseminación artificial como solución al problema de la esterilidad permitiendo la realización del sueño de formar una familia, el bebé medicamento capaz de salvar la vida de su hermano). Otro factor determinante para la aparición de esta disciplina es la 4 C. fr. ELIO SGRECCIA. Manual de Bioética. Capítulo 1: Orígenes, difusión y definición de la Bioética. Editorial Diana. México 1996. Pág. 15. horizontalización de las relaciones de poder, ciertos cambios sociales y económicos han modificado sustancialmente la relación médico – paciente (ya no existe el médico de familia, el trato con el paciente, el diálogo ha sido reemplazado por la tecnología, existe una cierta desconfianza por parte del paciente, el cual exige ser partícipe en la toma de decisiones y a veces propone al médico propuestas de acción), la medicalización de la vida, es decir una serie de recursos médicos en situaciones que anteriormente no se requerían (diagnóstico prenatal).5 La presencia de la Bioética en diferentes ámbitos de nuestras vidas es innegable, existen en la actualidad una pluralidad de temas que reclaman una explicación y comprensión profunda desde esta disciplina. Esta presente en la escuela, la familia, los tribunales, los medios de comunicación. Es necesario por ello saber de que se trata y conocer cuáles deberían ser sus fundamentos para que sus argumentos se resuelvan a favor de una “cultura de la vida”, respetuosa con la persona humana. Marco referencial del juicio ético. Ética y Antropología Se puede afirmar que, desde una determinada perspectiva, la Bioética en el ámbito médico surge a partir de una creciente toma de conciencia de la necesidad de humanizar la medicina, de dar respuestas respetuosas con la dignidad de la persona humana, ante los interrogantes que se plantean. Se trata fundamentalmente de repensar la licitud o ilicitud de la intervención del hombre sobre el hombre. Sin embargo esto no siempre es así, en el nombre de Bioética se ha llegado incluso a legitimar la legalidad de la manipulación genética, la utilización de células madre embrionarias, los derechos sexuales y reproductivos, incluyendo el derecho a los anticonceptivos abortivos y al mismo aborto. Con ello se ha puesto de manifiesto la ambigüedad por no decir equivocidad del término Bioética, cuando permite llegar a conclusiones contradictorias con la dignidad natural del hombre6. 5 Ver: FLORENCIA LUNA Y NATALIA RIGHETTI. Material de curso virtual: Bioética y Comités de ética. FLACSO. Abril 2007. Clase 1. Pág. 3 6 P. DR. MIGUEL MANZARENA. Bioética y Persona, Escuela de Elio Sgreccia. Homenaje a S.E.R. Monseñor Elio Sgreccia en sus 80 años de vida. Compilador P. Mg. Alberto Bochatey. Artículo: Filosofía personalista de la nostridad antropoteologal. Hacia una fundamentación filosófica de la Bioética. Editorial de la Universidad Católica Argentina. Buenos Aires 2008. 1ra Edición. Pag. 216. Es necesario por ello recuperar la dimensión ética de la Bioética, reconociendo que no todo lo técnicamente posible es por ello éticamente lícito. Tomando conciencia de la imposibilidad moral de ciertas acciones. Es necesario para ello asumir la existencia de ciertos principios morales “absolutos” que deben fundamentar toda argumentación moral. Desgraciadamente toda postura que hoy sostenga la existencia de una verdad objetiva y de absolutos morales es tildada en nuestra sociedad actual de “fundamentalista”. Aún así la sujeción a la verdad objetiva es una actitud equiparable a la honestidad intelectual más que a un fundamentalismo. Frente a esta realidad, la propuesta de diálogo en una sociedad pluralista debe partir de una base común incuestionable que debe ser la dignidad de la persona humana (por supuesto este punto de partida no está exento de equívocos, es decir a veces en nombre de un supuesto personalismo defensor de la vida se defienden prácticas irrespetuosas de la dignidad e integridad de la persona). Evidentemente este planteo ético se funda y hunde sus raíces en una antropología de base. Ninguna ciencia prueba sus propios principios o propios puntos de partida, sino que los supone demostrados en una ciencia anterior. Eso ocurre con la Ética y la Antropología Filosófica. No es difícil comprender porque un cambio de antropología pone en juego la existencia misma de la moralidad. 7 Un cambio de paradigma antropológico implicará un cambio de rumbo evidente en el ámbito de la ética. Es por ello posible encontrase con una pluralidad de planteos diferentes que difieren tanto en su antropología de referencia como en las teorías sobre la fundamentación del juicio ético. Por todo lo dicho, cabe hablar de una meta-bioética como una justificación fundamental y racional de los valores, normas y principios. 8 7 DOMINGO BASSO. Los Fundamentos de la Moral. Capítulo 1: Introducción, ¿Qué es la ética? Editorial Educa. Buenos Aires 1997. Segunda Edición. Pág. 14 8 ELIO SGRECCIA. Manual de Bioética. Capítulo 2: Justificación epistemológica, fundamentación del juicio bioético y metodología de la investigación en el juicio bioético. Editorial Diana. México 1996. Pág. 60. Ahora bien, como dice Mons. Elio Sgreccia 9 encontramos en Bioética criterios diferentes difícilmente conciliables entre si en dos aspectos: la antropología de referencia y las teorías de fundamentación del juicio ético. Es por lo tanto fundamental encontrar puntos de referencia válidos a fin de fundamentar en ellas un conjunto de orientaciones axiológico- prescriptivas10 que guíen el accionar del agente de salud en el ámbito médico. La Bioética Personalista Dentro de este marco es posible hablar de de una Bioética Personalista, haciendo referencia específicamente al personalismo ontológicamente fundado. El personalismo ontológico pone como fundamento más profundo una existencia constituida en unidad cuerpo-espíritu.11 En el hombre, la personalidad subsiste en la individualidad constituida por un cuerpo animado y estructurado por un espíritu.12 Es evidente que esta mirada de la Bioética se fundamenta sobre una antropología filosófica personalista ontológicamente fundada. Desde este fundamento, todo dinamismo humano encuentra una explicación adecuada. Existe un núcleo metafísico fundamental que constituye a la persona humana en cuanto tal, el ser persona no es algo que se va haciendo o alcanzando progresivamente, desde el momento de la concepción cabe hablar de un estatuto personal del embrión, pues ya “es” una persona aunque no pueda aún desplegar actos personales. Se ha desencadenado un proceso coordinado, autónomo, continuo. Por su naturaleza el hombre es igual a todos los de su especie, pero por ser persona es único original e irrepetible. Es más, si pensamos en la naturaleza humana nos 9 ELIO SGRECCIA. Idem. Pág. 60. ELIO SGRECCIA. Idem. Pág. 61. 11 ELIO SGRECCIA. Idem. Pág. 73. 12 ELIO SGRECCIA. Idem. Pag. 73. 10 encontramos con una composición de materia y forma (cuerpo y alma espiritual), constituyendo una unidad sustancial 13. Ahora bien, ¿qué es lo que constituye a esa materia y a esa forma, a esa sustancia y a sus accidentes en un “sujeto”? Para dar una respuesta debemos hablar de una composición fundamental: la de esencia y acto de ser. El acto de ser confiere realidad a la esencia, el constitutivo real del sujeto será precisamente el acto de ser. Subsistir, ser sujeto, no es otra cosa que tener el acto de ser substancial, que con la esencia constituye el ente singular, sin intermediario alguno.14 Es por tanto el acto de ser el constitutivo fundante de la persona. Todas los demás dinamismos identificables en la persona encuentran su fundamento último en el acto de ser. La persona es por tanto una unidad. Introducir niveles separables no sólo es algo sin fundar metafísicamente, sino que además en la práctica lleva a consecuencias disolventes de la persona (y de la personalidad).15 Es posible comprender desde aquí que el dinamismo de la persona, sus capacidades y su accionar solo son manifestaciones empíricas de un fundamento no empírico y no directamente cognoscible para el conocimiento racional discursivo (forma de conocimiento habitual del ser humano). La evidencia de la dignidad propia de la persona humana y de su superioridad ontológica respecto al resto de los entes vivos, es fácilmente apreciable a partir de una observación atenta de sus potencialidades y destrezas, las cuales evidencian una posibilidad de conducción racional y por ende no 13 Materia es un principio indeterminado pero determinable, en sí misma no es nada, recibe su determinación de la forma. Forma es un principio determinante y determinado, es lo que actualiza e informa la materia. 14 RAFAEL GÓMEZ PÉREZ. Introducción a la Metafísica. Capítulo V: Sobre el ser. Ediciones Rialp. Madrid 1990. 4ta Edición. Pág. 120. 15 RAFAEL GÓMEZ PÉREZ. Idem. Pág. 124. determinada por la especie.16 De igual manera el valor de la persona humana no proviene de sus dinamismos externos sino de su fundamento ontológico.17 Para un ente vivo, vivir es ser y la vida representa un valor supremo en la persona humana que debe ser reconocido desde el momento de la fecundación hasta su muerte. A partir de esta base filosófica debemos comprender la Bioética personalista ontológicamente fundada, la cual pone su punto de referencia en la persona misma, en su real estatuto ontológico y desde aquí reflexiona sistemáticamente sobre la licitud del accionar de la persona en el ámbito de la vida humana. Es fundamental una toma de conciencia que nos permita repensar la base, el lugar, el punto de referencia desde el cual fundamentamos nuestros juicios éticos y desde el cual evaluamos acontecimientos y decisiones. El modelo personalista requiere no solo un reconocimiento del otro como persona, sino además la exigencia de encarnar valores y cultivar virtudes, “humanizando” el quehacer del médico y del científico, que no es motivado simplemente por el cumplimiento de una norma “externa” sino que es susceptible de responder a una exigencia moral que emana de la misma realidad de la persona humana. El modelo “Principialista” frente a la propuesta Personalista La bioética angloamericana se queda esencialmente en un plano normativo, mientras que la bioética europea busca una fundamentación universal de la conducta 16 El vegetal y el animal poseen posibilidades de acción “filogenéticamente programadas” todas las potencias vegetativas y sensitivas (nutrición, crecimiento, reproducción, muerte, conocimiento sensible en el caso del animal y apetito sensible). Por ejemplo el apetito de un animal se encuentra volcado hacia una realidad determinada, por ejemplo el alimento, cuando el animal tenga hambre, deseará y buscará este alimento y al saciarse su deseo cesará. La persona humana en cambio es un ser carenciado fisiológicamente, el cual no está determinado a actuar de cierta manera, sino que debe “inventar” y aprender permanente mente, desde las capacidades más elementales como la nutrición adquieren un significado nuevo y más trascendente y sofisticado en el ser humano. En el ser humano como unidad sustancial, el alma espiritual posee una superioridad y perfección mayor por lo cual su animalidad se encuentra asumida y perfeccionada por una forma espiritual, esto capacita al hombre a conducir racionalmente su vida canalizando sus pasiones. Sin embargo a veces la pasionalidad invade al sujeto humano haciéndolo capaz (contrariamente al animal) a sostener el deseo aún cuando haya satisfecho aquella necesidad que lo inclinaba a la búsqueda de un bien (no moral). En el orden animal no son posibles los excesos en el orden de la comida y la bebida. No ocurre lo mismo en ámbito humano. 17 Desde una filosofía actualista (Scheller, el espíritu es un plexo de actos) los actos (segundos) son los que van configurando la esencia del ente. Una persona sería tal en la medida que pudra desplegar acciones personales (pensar, sentir, amar). Desde una mirada realista existe un fundamento ontológico de donde emanan acciones adecuadas al mismo. Esto responde al principio filosófico: “el obrar sigue al ser”. El embrión tendría entonces un estatuto ontológico de persona aunque aún no pueda desplegar actos personales. que sólo puede ser, asumida con una fundamentación antropológica donde el ser humano es entendido como persona, vale decir, se trata de una Bioética que puede llegar a ser expresión de un genuino humanismo.18 Cuando uno se aleja del personalismo y se deja de considerar el ser de la persona como criterio y fundamento normativo, se cae en modelos ético subjetivistas, las cuales intentan ser reemplazadas por éticas intersubjetivas al experimentar su insuficiencia en el ámbito social. En este ámbito surge el principialismo anglosajón, en el intento de dar un marco de referencia para la resolución de diversas problemáticas surgidas en el ámbito médico. Esta propuesta igual que otras que siguen esta misma línea terminan cayendo en un subjetivismo de la mayoría, rechazando toda metafísica, cuestionando la capacidad racional de alcanzar la verdad y por lo tanto negando la posibilidad de normas válidas universalmente en el plano moral. El principialismo esbozado en el Informe Belmont y luego desarrollado por Beauchamp y Childress propone cuatro principios (autonomía, beneficencia, no maleficencia y justicia). Estos principios constituyen máximas rectoras con cierto grado de generalidad para orientar el accionar del agente de salud. El principialismo bioético se presenta frente a otros esquemas conceptuales como una propuesta que posiblemente tenga más utilidad instrumental que solidez teórica, ya que aquí la Bioética queda concebida como mera aplicación en el campo de las ciencias de la vida de un saber ético ya constituido de antemano. Hay conciencia que los principios enunciados no agotan las categorías de valores, no son homogéneos en su vertebración, ni tienen límite siempre nítidamente demarcados. Tanto los autores principialistas como sus detractores reconocen estas limitaciones, pero es ampliamente aceptado que los cuatro principios son necesarios como instrumentos de análisis, como guías de acción – de un comité por ejemplo- y como orientadores en la enseñanza de la bioética.19 18 MARILA GARCÍA PUELPAN. Bioética principialista y Bioética personalista: una complementación necesaria. http://humanidades-medicas.espacioblog.com/post/2007/08/13/bioetica-principialista-ybioetica-personalista-una. 23/04/09 19 MARILA GARCÍA PUELPAN. Idem. 23/04/09 La propuesta de Beauchamp y Childress se inspiran en gran medida en la filosofía de David Ross quien distingue entre deberes prima facie y deberes efectivos. Ross dice que las normas prima facie son universales y gozan por lo tanto de cierto grado de obligatoriedad, pero la misma no es total sino solo prima facie. No todas las normas tienen para Ross tal grado de obligatoriedad para convertirse en deberes reales y efectivos. Si estos principios exigen como deberes prima facie, no podemos de decir que haya una jerarquía entre ellos, careciendo además de un sistema de referencia moral que guíe las decisiones y el accionar ¿no es esto acaso, caer en cierto relativismo? Reconociendo sin embargo el valor de estos principios como orientadores del análisis bioético, cabría fundamentarlos quizás en una antropología de base con corte personalista, desde la cual sería posible realizar un adecuado orden prioridad, en función de la dignidad de la persona. El riesgo de que el análisis principialista conlleve decisiones contrarias a la dignidad de la persona, se comprueba fácilmente cuando se prioriza muchas veces el principio de autonomía en detrimento inclusive del bienestar del paciente (principio de beneficencia/no maleficencia). Sosteniendo de alguna manera la errónea idea que una acción por el hecho de ser autónoma es buena. Frente a esta propuesta se presentan los principios de la Bioética Personalista, los cuales se fundamentan en el valor intrínseco de la persona humana, reconociendo en ella no solo el valor de su vida, sino además de bienes espirituales superiores. Es necesario detenerse a repensar el paradigma Principialista, ya que el mismo se ha transformado en la teoría vedette de la argumentación Bioética actual. Es posible descubrir desde el planteo personalista que los principios enunciados por esta teoría no constituyen el fundamento último del obrar, sino que requieren fundamentación metafísica. Asimismo, es necesario establecer una jerarquía de principios en función de los bienes que estos protegen. Conclusión Los fundamentos metafísicos de la Bioética Personalista se encuentran en la subsistencia individual de la unidad sustancial de cuerpo y alma espiritual. Esta estructura trascendente constituirá un criterio de discernimiento y distinción en el ámbito moral en general y de la ética médica en particular. El modelo que propone la Bioética Personalista involucra la totalidad de la persona humana y de su quehacer moral, porque no entiende la moralidad del acto como una mera adecuación a normas y principios externos. Este modelo supone una ética de las virtudes, es decir un cultivo de ciertos hábitos moralmente buenos que faciliten el reconocimiento del bien moral y su realización y la sensibilización ante la persona y su dignidad. En este marco, los principios serán solo guías y orientación de la acción. El personalismo propone un sujeto comprometido y responsable con el acto moral, y no la aplicación de meros principios que desvinculan a la persona de todo compromiso moral. Es por ello, que desde la mirada personalista ontológicamente fundada, la Bioética adquiere un rostro más humano, que permite realizar un abordaje más realista y comprometido con la dignidad de la persona humana. No debemos olvidar en el ámbito del bicentenario nuestro compromiso como educadores católicos en la formación de una moral profesional de nuestros alumnos. Sobre todo en el ámbito de las ciencias humanas pero también en la formación integral de laicos comprometidos es necesario tener presente una Bioética de corte personalista que pueda iluminar el proceso de deliberación y toma de decisiones en el ámbito laboral, científico y personal. En síntesis, promover una cultura respetuosa de la vida y la persona, capaz de realizar una tarea humanizadora y humanizante.