Subido por Eduardo Javier Gonzalez Mora

guia de Apuntes De La Uned Historia Del Derecho

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UNIDAD DIDÁCTICA I
SISTEMAS JURÍDICOS PRERROMANOS E HISPANO-ROMANO
Tema I: Derechos Prerromanos en la Península Ibérica
La Revolución Neolítica:
La domesticación de los animales y el dominio de las técnicas de cultivo provoca la aparición de
Nuevas Asociaciones Simbólicas, siendo estas consecuencias ideológicas lo más importante de la
Revolución Neolítica.
Se sientan las bases del nuevo concepto de régimen familiar de bienes, herencias y transmisión de la
propiedad.
La aparición de grandes núcleos urbanos en torno a grandes extensiones cultivables (civilizaciones
hidráulicas) propiciará nuevas concepciones del derecho, en especial con todo lo relacionado con la
propiedad y el comercio.
Igualmente favorecerá la aparición de organizaciones de carácter complejo, con proliferación de
cargos administrativos.
En este punto comienza la intervención de la organización política o estado en las relaciones
comerciales, contratos, empleo de mano de obra, etc., en lo que hasta ese momento no habían sido
más que asuntos privados o familiares.
Por tanto se desarrollan instrumentos de coacción para mantener el orden interno, o para extenderlo
a otros territorios, con la fuerza de las armas.
Elementos del Pensamiento Jurídico Primitivo
a) La Imitatio Dei: Para el pensamiento jurídico primitivo las cosas son reales en la medida en
que participan de lo sagrado.
La aplicación jurídica de esta creencia es clara, para el pensamiento primitivo la ley será más
perfecta, es decir, más justa, en la medida en que participe de lo sagrado.
Para la mentalidad arcaica la participación con lo sagrado se consigue por imitación, es decir, la
ley será tal en la medida en que participe de lo sagrado, y es sagrada cuando imita o reactualiza
la ley revelada por la divinidad.
En conclusión, la actuación de la divinidad, al ser ejemplar, deviene en ley suprema y modelo
perfecto para ser imitado o reactualizado en otros planos de la existencia.
La ley humana será más perfecta y real, cuanto más se acerque o imite a esa ley primordial.
b) El rito Cosmogónico como Ley Primordial: La primera actuación de la Divinidad Suprema
fue la creación del cosmos de acuerdo a un rito determinado (ritual de la creación).
Esta primera actividad, tal rito, al haber sido ejecutado por Dios es la fórmula más perfecta para
realizar cualquier otro tipo de creación (fundación de una ciudad, erección de un templo, sanción
de las leyes, entronización de un monarca, consagración de instituciones sociales, etc.).
Es más, el rito de creación del universo, al ser la primera actuación de Dios, es también la
primera ley del cosmos.
Por tanto, toda ceremonia de creación, fundación o constitución, habrá de imitar ese modelo o
rito cosmogónico para llegar a participar de lo sagrado.
Cualquier otra fórmula, una fórmula mal ejecutada, o que no se inspire o ajuste a los modelos
prefijados por las divinidades, es peligrosa porque conlleva la ruptura con el mundo de lo
sagrado de los arquetipos, suponiendo una peligrosa irrupción del caos.
Así, todo acto legislativo, en tanto creación de algo, ha de estar inspirado en el rito cosmogónico
para que goce de pleno y eficaces resultados.
De este modo la ley humana llega a ser una reactualización de la ley primordial, deja de ser
propiamente humana y se convierte en sagrada.
La legitimidad la confiere, en última instancia, la inmemoriabilidad o antigüedad de una norma.
Se supone que cuanto más antiguo es algo, más cerca estuvo de la creación del mundo, ya que
para el pensamiento primitivo una norma que ha sido aplicada durante muchos años con buen
resultado es porque participa de la sacralidad que le fue conferida por los dioses en el momento
de su promulgación.
La perennidad y la vitalidad de una norma demostraban su vinculación mágica con el momento
fuerte de los orígenes, que participaba de lo sagrado, siendo por ello digna de ser imitada.
Lo importante de esa concepción primitiva es que aquella actuación que no observa un modelo o
rito ejecutado in illo tempore es rechazada, no porque sea injusta, ilegal, irreverente o antisocial
en sí misma, sino porque no ha observado el arquetipo preestablecido por los seres superiores.
c) La Ejemplaridad de los Modelos: Las ideas y creencias sociopolíticas o jurídicas del hombre
primitivo se basan en la naturaleza Isomórfica del universo.
De esta concepción reticular del universo se explican varias creencias de alcance jurídico. Por
ejemplo, si existe una relación o afinidad entre determinados puntos de la tierra y del cielo, no se
puede afectar a aquellos sin que repercuta inevitablemente en estos (Pars pro toto).
Se deduce de esto que la primitiva concepción del delito fue su consideración de regreso al caos
primordial, amenaza directa contra el orden de las cosas y la labor cosmizadora de los dioses.
En concepto, el delito, es equiparable a pecado o error ritual, sólo redimible mediante ritual
expiatorio o sanción, cuya finalidad sería la reintegración del pecador-delincuente con los
dioses.
Así, se entendían las desgracias personales como castigos que los de “arriba” enviaban para
restablecer el orden alterado.
En contraposición a ello, las cualidades más sobresalientes de los individuos (inteligencia,
fuerza, habilidad, oratoria, etc.) eran atribuidas a la participación de cada ser humano con lo
sagrado, reconociéndolas como un privilegio otorgado por los dioses al ser consideradas como
dones divinos.
Así, determinadas opiniones personales y actos individualidades fueron imitados por el resto de
la comunidad hasta llegar a alcanzar el rango de Usos fuertes, convirtiéndose en normas de
obligado cumplimiento.
Según Ortega y Gasset los usos, costumbres y normas sociales, fueron en origen opiniones
personales o actos individuales que, por su utilidad, fueron imitados por el resto de la
comunidad.
Las mismas leyes pueden ser definidas como la institucionalización de una conducta u opinión
ejemplar. De hecho, ¿Qué es la jurisprudencia sino la imitación de precedentes jurídicos?.
Incluso las instituciones parecen tener su origen en la ejemplaridad de individuos egregios.
Según Ortega y Gasset, un hombre eminente fue dotado por la muchedumbre dócil de cierta
autoridad pública. A la muerte de este hombre se crea un hueco social que vino a ser ocupado
por otros individuos con mejor o peor suerte.
Con el transcurso del tiempo, al ser ocupado por otras personas, ese hueco llegó a convertirse en
una institución, y en algunos casos, como en el del César, el nombre de la persona queda
objetivado como nombre de la institución.
d) La Imitatio Deis: La ley puede definirse también como la institucionalización de la hazaña
ejemplar, llevada a cabo por un ser sobrenatural al combatir el caos.
Ciclo mítico en que los hombres se inspiran en los héroes para intentar llegar a ser uno de ellos,
los héroes imitan a los dioses para convertirse en tales y los dioses no hacen sino repetir y
actualizar el modelo cosmogónico primordial, protagonizado por la ejemplar y sagrada hazaña
del Dios soberano al crear el cosmos.
Los pasos básicos de todos estos mitos son los siguientes:
1º Situación de caos o desorden personificado por un monstruo, dragón o ser injusto (por
ejemplo un rey tirano).
2º El protagonista anterior intenta aniquilar cualquier intento civilizador, incluso los realizados
por sus propios descendientes.
3º Una divinidad, héroe o ser sobrenatural, normalmente emparentado con la personificación del
caos, consigue enfrentarse y vencer a este.
4º El vencedor procede a recrear (civilizar, legislar, etc.) el mundo o su mundo.
(De ahí el ejemplo del mito de Górgoris y Habis. Ver página 47 y ss. del libro)
En definitiva, toda la labor legisladora equivale, para los hombres primitivos, a la repetición de una
cosmogonía. Es la religión, más exactamente lo sagrado, lo que constituye el substrato más profundo
de la conciencia humana.
Los Pueblos de la Península:
En el último milenio a.C., la península ser puebla de multitud de pueblos de diferente procedencia
étnica y cultural.
A estos habitantes habrá que sumarles las sucesivas migraciones de pueblos centroeuropeos
(+Celtas, -Germanos) y las colonizaciones más orientales (Griegos y Fenicios fundamentalmente).
Por tanto, el nombre de íberos no hace referencia a una etnia, sino a varios pueblos orientalizados
por los contactos con las colonias griega y fenicia.
Caro Baroja realizó una clasificación de los pueblos prerromanos que habitaban en la península
ibérica, atendiendo a su ubicación geográfica y a sus características sociales y económicas.
a) Pueblos del norte: Cántabros, Astures, Galaicos, Vascones, etc.
Economía rudimentaria, condicionada por las condiciones climáticas y geográficas.
b) Pueblos de la meseta central: Celtíberos, Carpetanos y Uretanos al este, Vetones al oeste y
los Vacceos en zona nor-occidental.
Economía basada en la agricultura y la ganadería.
Según Diodoro de Sicilia los Vacceos practicaban una forma de explotación colectivista de la
tierra, lo que llevó a algunos historiadores a considerarlos como un precedente del colectivismo
agrario, como parte de una etapa o estadio inicial de la evolución del derecho de propiedad en
los pueblos antiguos.
Sin embargo no hay base para pensar eso, ya que Diodoro no afirma que el reparto fuera
igualitario, además, el hecho de que el castigo para la ocultación de frutos fuese la pena de
muerte, hace pensar que dicho reparto no era bien admitido por los campesinos.
c) Pueblos de la franja oriental de la Península: Costéanos (Tarragona) e Indigetes (Ampurdán),
Jacetanos (Jaca), Ilergetes (Lérida), Contestanos (Alicante), Bastetanos (Baza), etc.
Presentan una economía más desarrollada como consecuencia del estímulo forzado por las
colonizaciones griega, fenicia e itálica.
d) Los pueblos meridionales:
El sur de la península fue el más rico y productivo debido a la cantidad y calidad de los
yacimientos de hierro y cobre allí existentes.
Seguramente el legendario imperio de Tartessos, regido por Habis, surgió a causa de tales
riquezas, situando su capital en la entrada del antiguo lago ligustinus (actual desembocadura del
Tinto y el Odiel) para controlar y proteger los accesos a los yacimientos.
Se supone que los Turdetanos, contemporáneos de los Romanos, eran descendientes de los
Tartessos.
e) Pueblos colonizadores: Griegos y Fenicios, sus colonias se regían del siguiente modo
Fenicios: Sus colonias se regían por el derecho de la metrópolis. Diferenciaban entre los
asentamientos oficiales y las delegaciones mercantiles.
Griegos: También se regían por el derecho de la metrópolis. Diferenciaban entre colonias
políticas y comerciales, siendo su régimen interno variable.
Estructura Económica, Social y Política (de los pueblos prerromanos e Hispano-Romanos en la
península ibérica):
El Problema del Matriarcado (La Ginecocracia):
Se ha creído en la existencia de un régimen matriarcal entre los pueblos del norte peninsular, pero
realizado un detenido análisis del texto transmitido por Estrabón de Amasia, referido a los
cántabros, revela todo lo contrario.
-El padre era quien ejercía el derecho a la vida o la muerte de su familia.
-Realizaban la Covada, rito de simulación del parto por parte del padre, por medio del cual se
reconocía la paternidad (típico de las sociedades patriarcales)
-El hombre dotaba a la mujer, entendida la dote como su compra.
En definitiva, cabe concluir que, analizado lo anterior, nos encontramos ante una sociedad, no
matriarcal, sino matrilineal.
En un régimen matrilineal es la mujer la que hereda y la que transmite los derechos sucesorios sin
que posea una autoridad especialmente relevante. El varón que se despose con ella será quien ejerza
la autoridad dentro del grupo familiar.
Lo mismo sucede en los aspectos políticos, ya que es la mujer la que transmite el derecho a reinar.
(ejemplo: En el antiguo Egipto era muy común el matrimonio entre los hijos del Faraón para
impedir que el poder saliera de la familia reinante).
La Gens y las Gentilidades:
***
La estructura de los pueblos prerromanos se basaba en la agrupación de los individuos mediante un
sistema gentilicio, semejante a una pirámide social.
La unidad social básica era la familia, en sentido amplio. La unión de familias con vínculos
consanguíneos daba lugar a la cognitio (clan familiar), unidad sin peso en las relaciones gentilicias.
El conjunto de clanes familiares (cognatios) daba lugar a la Gentilitas o agrupación de familias entre
las que existe relación de parentesco real o ficticio (antepasados comunes)
Es en torno a la Gentilidad que giran todos los actos del sistema gentilicio (dioses, culto, derecho
propio, obligación de protección, etc.). Cada gentilidad forma un grupo cerrado e independiente, con
capacidad para concertar alianzas y pactos.
Una unidad superior sería la Tribu (Gens), formada por varias gentilidades de la zona. Parece que
sus dirigentes o magistrados tenían cierta autoridad e intervenían en la realización de actos que
implicaban a varias gentilidades.
Probablemente las gens o tribus fueron las poseedoras del territorio.
La unidad superior sería la Populus, pero no hay base suficiente para suponer que esa unidad se
diera entre los pueblos de la península ibérica.
El sistema gentilicio tenderá a desaparecer con la consolidación de las ciudades.
Los Pactos de Hospitalidad:
***
Son tratados por los que dos gentilidades tratan de que exista un trato de igualdad entre los gentiles
de ambas, o bien cuando una gentilidad concierta un pacto con un individuo ajeno que se acoge a su
protección como huésped, entrando bajo la protección de los dioses familiares.
Formas de ejecución de los pactos de hospitalidad:
-El Hospicio: Se recibe al huésped por ser loable a los dioses, con sanción de la divinidad a su
contravención.
-El Pacto o Tratado de Hospitalidad: Es de carácter formal, se formaliza en planchas de metal o
placas de arcilla, llamadas Tasseras de las que cada parte guarda un trozo, tras partirlas, como
contraseña del acuerdo. Con el paso del tiempo esta relación entre individuos y grupos adquirió
significación de dependencia, de manera que un grupo pasaba a depender de una persona.
La Clientela y la Devotio:
***
Clientela: Pacto por el que una persona (cliente) se acoge a la protección de y sustento de otra
(patrono) a cambio de prestarle servicios y fidelidad. Se rompe por la muerte de una de las partes y
por maltrato inmotivado del patrón.
Clientela Militar: El cliente presta servicio armado al patrono, a cambio de sustento, protección y
armas.
Devotio Ibérica: Peculiar forma ibérica de clientela militar que se acompañaba de un juramento a
una divinidad, en virtud del cual el cliente ofrecía su vida a cambio de la del patrono, en caso que la
vida de este peligrara en la batalla.
Los devotos que se encomendaban a gentes de otras gentilidades, al entrar en clientela, perdían su
propia gentilidad, por lo que este tipo de relaciones tendía a desintegrar la organización tribal.
Reyes y Asambleas Ciudadanas:
La existencia de diferentes pueblos y regiones en la península ibérica, junto a diferentes grados de
desarrollo, provocó la aparición de varios tipos de organización.
a) Jefes o reyes entronizados por derechos de sangre o por elección. La existencia de
matrimonios entre dinastías supone una voluntad de perpetuar este sistema de sucesión,
aunque se desconoce si en algún territorio la realeza fue hereditaria.
b) Comunidades regidas por una asamblea de hombres libres, llamada Concilium, de carácter
democrático, o por un consejo de ancianos aristócratas, llamado Senado, que en caso de
guerra designaban un jefe militar con poderes especiales.
Una consecuencia de la estratificación social en castas de los celtíberos, fue que el mando político
de las ciudades o asentamientos (oppida) estuviera en manos de una aristocracia u oligarquía que
pactó la integración en el modelo político-administrativo romano a cambio de la conservación de sus
prorrogativas y propiedades.
UNIDAD DIDÁCTICA 2
INTRODUCCIÓN Y FUENTES DEL DERECHO HISPANORROMANO
La Romanización: Consideraciones Generales
Con el desembarco Romano en la Península en el año 218 a.C., se inició una lenta conquista y
posterior colonización en la que, durante dos siglos, se distinguieron varias fases, a saber:
1)
2)
3)
4)
5)
6)
7)
Asentamiento en las costas desde el Pirineo hasta el Ebro, sin sobrepasarlo.
Extensión hacia el sur y ocupación de la bética.
Expulsión de los Cartagineses e inicio de la verdadera conquista.
Penetración hacia el interior, resistencia, guerras celtíbero-lusitanas.
Guerra de Sartorio, la frontera se traslada hasta el Duero.
Campaña del César, se amplían y aseguran las fronteras.
Guerras cántabro-astures. Con su final se pacificó totalmente el territorio (29 a.C.)
Durante tan dilatado período se produjo un proceso de Romanización de desigual incidencia,
dependiendo del grado de pacificación de los territorios.
Los elementos esenciales de la Romanización fueron: El ejército Romano (por su fuerte presencia y
porque los soldados licenciados solían quedarse asentados en la colonia) y los colonos (en su
mayoría procedente de la península itálica, mercaderes, funcionarios, etc.) que intervinieron como
factor de difusión de la cultura Romana y, en definitiva, de la Romanización cultural.
Junto a la Romanización cultural tuvo lugar la Romanización jurídica, que consistió en la
concesión de la Latinidad (Vespasiano, año 74 d. C.) y de la ciudadanía Romana (Caracalla,
año 212 d. C.), lo que supuso la extensión, primero parcial y luego completamente, del Derecho
Romano a todos los habitantes de la Hispanias.
El Proceso de Romanización:
El Derecho Romano no se impuso por la fuerza. El Status Civitatis era un privilegio que se
concedía, que permitía formar parte del sustrato social dominante, abandonar la condición de
súbdito y disfrutar de una serie de ventajas jurídico-políticas.
Los Romanos respetaron la constitución política de todos aquellos pueblos que se sometieron a
Roma, siempre que no perjudicase sus intereses, ni siquiera tras la consideración de España como
territorio provincial se suprimiría la organización político-administrativa de los pueblos hispánicos
primitivos
Un principio por el que se han regido los pueblos, conocido como el principio de personalidad de
las leyes, según el cual las personas se regían por el derecho de su propio pueblo, provocó que tan
sólo los Romanos con plena ciudadanía pudieran utilizar el Derecho Romano en sus relaciones
jurídicas.
*** De ahí que el proceso de Romanización jurídica en la Península fuese peculiar. En primer
lugar la Romanización jurídica, en cuanto proceso de integración dentro del ámbito Romano, fue
gradual y paulatina, no siguiendo el mismo ritmo en todas las regiones. En segundo lugar porque
jurídicamente no supuso la aplicación del derecho Romano tal como se aplicaba en Roma,
sino que éste, influenciado por los derechos indígenas y evolucionando internamente,
ocasionaría el Derecho Romano Vulgar.
Etapas del proceso de la Romanización jurídica:
1
Pre-Romanización: Desde el año 218 a. C. hasta finales del s. I d. C. (74 d. C.). Predominio
de los derechos indígenas. Lenta extensión del derecho Romano mediante concesiones
particulares de latinidad y ciudadanía.
2
Territorialización del Derecho Romano: Empieza a finales del siglo I d. C. (74 d. C.) con la
concesión de la latinidad a toda la península (Vespasiano). Finaliza a mediados del siglo III
tras la concesión de la ciudadanía por Caracalla (212)
3
Etapa de Consolidación: Desde mediados del siglo III hasta finales del siglo V, año 476
caída del Imperio Romano de Occidente. Es la época del derecho Romano post-clásico,
caracterizado por la caída de la jurisprudencia y la vulgarización del Derecho Romano en
Occidente.
La Romanización Jurídica: Foedus y Deditio.
***
A la diferencia temporal, en cuanto al grado de Romanización, hay que añadir la diferencia de
intensidad del asentamiento. Así, se distinguen dos formas de incorporación de los pueblos
indígenas: a) Foedus y b) Deditio.
A) Foedus: Tratado entre el pueblo Romano y un pueblo aliado, por medio del cual, éste último
se sometía voluntaria y pacíficamente a la Autoridad Romana. Existían dos niveles de
foedus:
Aequum: En plano de igualdad, se le reconocía la soberanía, Federado.
Iniquum: En plano de desigualdad, no se le reconocía la soberanía, pagaban estipendium.
B) Deditio: Podía ser una variante contractual, pero predomina el concepto de pueblo vencido.
Roma podía decidir entre aniquilar a los vencidos o respetarlos, en éste caso pagaban un
estipendium.
El proceso de incorporación a la Romanización se completaba con otras dos figuras, la Deductio
(fundación de una colonia en un terreno donde no existía ningún asentamiento) y con las bases
militares.
(Ver esquema siguiente).
Niveles de Relación del Individuo con el Derecho Romano. (Ciudadanos, Latinos, Peregrinos)
Ciudadanos (Civi): Eran los individuos que participaban plenamente de los derechos civiles y
políticos.
Latinos (Latini):
Latini Veteres:
los
Participaban restringidamente de los derechos. Existían tres niveles:
Habitantes de las ciudades del Lacio (alrededores de Roma). Disfrutan de
mismos derechos privados que los Ciudadanos (Civis), de los derechos
públicos sólo el Ius Sufragii en comicios tribales y el derecho a servir en la
legión como aliado.
Latini Coloniarii:
Habitantes de las colonias latinas o de los territorios a los que se les concedía
la latinidad. Participaban de todos los derechos privados excepto del Ius
Connubii (casarse). De los Públicos ni uno.
Latini Iuniani:
Esclavos liberados y latinos libertos, podían ser:
Ciudadanos: Si habían sido manumitidos, con todos los derechos.
Latinos: Si no habían sido manumitidos, en este caso y a su vez, serían veteres
o coloniarii según su adscripción geográfica.
Dediticios: Si habían observado mala conducta de esclavos.
Los Latini Iuniani tenían entre sus derechos la testamento factio pasiva, si bien para poder recibir lo
que les hubieren dejado en herencia debían adquirir previamente la ciudadanía.
Peregrinos (Peregrinii): Súbditos libres del imperio que se regían por el derecho de sus
ciudades.
Se les aplicaba el Ius Gentium, reglas extraídas del Ius Civile, por ser
comunes a todos los pueblos y estar basadas en el Derecho Natural.
Se les aplica para facilitar las relaciones de Roma con otros pueblos.
Bárbaros (Barbari):
Término no peyorativo, refiere a los extranjeros. Son sujetos ajenos al
Derecho Romano.
Enemigos (Ostes):
Todos los que luchaban contra Roma. Se les exterminaba o sometía.
Pasaban a ser considerados Dediticios, sólo se les debía respetar la vida.
ESQUEMA
Peregrini:
Barbari:
Ostes:
Ius Gentium----------> Súbditos Libres, derechos de sus ciudades.
Sujetos ajenos al Derecho Romano / Extranjeros
Los sometidos--------> Dediticios, sólo debía serles respetada la vida
Concesiones Particulares de Latinidad y Ciudadanía. (218 a.C. a 73-74 d.C.)
A la llegada de los Romanos a la Península, la mayoría de los Hispani eran considerados Peregrinii.
Sólo les era aplicado el Dcho. Romano a los ciudadanos Romanos (comerciantes, funcionarios,
soldados...) y a aquellos casos particulares a los que les era concedida la latinidad y/o la ciudadanía,
como recompensa u honor.
La primera concesión particular de la que se tiene noticia se produjo en el año 211 a.C. (Titolivio a
Moerebius) y la primera concesión colectiva en el año 89 a.C. (Cneo Pompeyo Estrabón a un
escuadrón de 30 jinetes hispanos: “La turma salluitana”), firmada en el campamento del general, con
el auxilio de su consilium militar (formado por 59 personas que representaban al senado), tiene
carácter de Lex Data por ser una concesión unilateral sin la rogatio populum (votación del
senado/pueblo).
La guerra civil supuso una ampliación del Dcho. de ciudadanía en la Península, ya que la constante
necesidad de tropa propició que se hicieran excepciones a las condiciones legales de ingreso en la
milicia Romana, así, para dar entrada a los Hispanii con un nivel aceptable de Romanización,
salvando las apariencias, se les concedía la ciudadanía a su ingreso.
Concesión General de la Latinidad por Vespasiano. (73-74 d.C.)
En el año 74 d.C. el emperador Vespasiano concedió la Latinidad a todas las ciudades de la
Península en gratitud por la fidelidad de sus habitantes en una época de momentos políticos difíciles.
Mediante esa concesión los hispanii recibieron la condición de Latini Coloniarii, lo que significó
que muchas ciudades indígenas, mediante leyes especiales, pudieran organizarse como municipios
Romanos. (curia, senado y magistraturas municipales)
La medida también comportaba la concesión de la ciudadanía a quienes hubieran ocupado una
magistratura municipii, así como a sus familiares próximos. (esta figura se llamó minuslatium)
A partir del emperador Adriano (117-138) la medida se extendió a quienes ocuparan la curia o el
senado municipal. (maiuslatium)
Los resultados de la concesión variaron por regiones. En las menos Romanizadas la estructura tribal
dificultó la adopción de la organización municipal Romana.
La Concesión de la Ciudadanía por Caracalla. (212)
Antonio Caracalla otorgó, en el año 212 y por medio de una constitución (Constitutio Antoniniana),
la ciudadanía
a todos los súbditos del imperio, exceptuando los Dediticios. En realidad el
verdadero alcance de esta medida fue pobre, ya que para esas épocas la práctica totalidad de los
habitantes habían accedido a la ciudadanía, bien por concesiones particulares o colectivas, bien por
la puerta de la Latinidad.
En hispania esto supuso la culminación del proceso de Romanización iniciado en el 218 a.C., con
una gran repercusión en el mundo jurídico, ya que con la concesión de la ciudadanía se logró la
territorialización del Derecho Romano, es decir, un único derecho para todos los habitantes del
territorio.
En cuanto a la excepción realizada con los dediticios, existen varias interpretaciones:
a) Autores que consideran que se exceptuaba a los habitantes de las ciudades dediticias.
b) Autores que consideran exceptuados a los dediticios aelianos (esclavos delincuentes que
obtenían la libertad a través de la lex aelia senctia y que pasaban a ser latinos dediticios.
c) Autores que consideran que los excluidos eran los judíos.
En todo caso, desde la concesión de Caracalla, desaparecieron las diferencias jurídicas entre todos
los hombres libres de la península. (ciudadanos, latinos y peregrinos)
Fuentes del Derecho Romano e Hispanorromano.
A la hora de estudiar el Dcho. Romano en la Península hay que tener en cuenta dos factores:
1)
2)
La evolución general del propio derecho romano.
Las distintas etapas de la historia política de Roma.
El derecho romano presentó diversas etapas; Dcho. Arcaico, Clásico, Postclásico y Justineaneo. Hay
autores que consideran que la etapa del Dcho. Arcaico puede dividirse en una etapa legendaria y
una etapa antigua, anticipando el inicio de la etapa preclásica al final de la Arcaica Antigua. En la
península sólo asistiremos al desarrollo del derecho romano clásico (en muy pequeña medida) y,
fundamentalmente al derecho romano postclásico.
El Ordenamiento Jurídico Romano.
a) El Derecho Clásico: Ius Civile / Ius Honorarium.
El Derecho Romano clásico estaba formado por el Ius Civile y el Ius Honorarium.
En un principio no existía esta distinción, pero la interpretación en la aplicación del derecho
realizada por los magistrados jurisdiccionales conformó el ius honorarium, el cual llegaría a adquirir
un sentido contrapuesto al Ius Civile.
Observemos que se dan dos binomios diferentes:
Ius Civile / Ius Gentium cuando la diferenciación de la norma se realiza considerando el ámbito de
vigencia. (ciudadanos y latinos / peregrinos.)
Ius Civile / Ius Honorarium cuando la diferenciación de la norma se realiza según la fuente.
(comicios/magistratura)
IUS CIVILE:
Tenía dos formas o fuentes de producción:
Las Leges: Procedentes de los órganos competentes, primero la república, luego el principado.
- COMICIOS El Ius: Producto de la actividad privada de los juristas, cuando ésta conseguía el apoyo oficial.
- JURISPRUDENCIA Los comicios, en cuanto órgano supremo de la soberanía popular, eran los únicos que podían
formular leyes (leges), si bien los magistrados podían proponerlas, en virtud de la Rogatio.
Además, los comicios podían nombrar magistrados y decidir sobre la paz y la guerra.
Las Leges:
Según el modo de participación de los comicios en la formulación de las leyes se distingue entre:
Lex Rogata: Votada directamente por los comicios a petición de un magistrado.
Lex Data: Promulgada por un magistrado Romano, en virtud de autorización previa de los comicios.
Cuando Adriano concede poder legislativo al senado, los comicios pierden su poder,
desapareciendo, consecuentemente, las leyes comiciales (Data y Rogata) en beneficio de los
Senado-Consultos (Senatus Consultum) los cuales se erigieron en la fuente principal del dcho.
Romano en la etapa del Imperio.
El senado fue perdiendo facultades en beneficio del Emperador, hacia el siglo II dC. los
senadoconsultos resultaban ser una mera aprobación de las Oratio del emperador. Poco a poco se
fue perdiendo incluso ese formulismo y a partir del siglo IV el senado se convirtió en el lugar donde
el emperador hacía públicos sus decretos.
El incremento del poder legislativo del emperador en el siglo II, en el que incluso llegó a abarcar el
campo del derecho privado, se concretaba en disposiciones con valor legal recogidas en colecciones
(constituciones). Tuvieron varias formas:
a) Edicta: Disposiciones dictadas por el emperador en su calidad de magistrado Romano, en
cuanto portador del Imperium.
b) Mandata: Órdenes dadas por el emperador a sus funcionarios (gobernadores de provincias),
con carácter vinculante para los ciudadanos.
c) Rescripta: Respuestas por escrito del emperador a consultas, con valor de ley, que si eran de
particulares se llamaban Subscriptionis, si procedían funcionarios Epistulae.
d) Decreta: Resoluciones del emperador sobre litigios sometidos a su conocimiento,
directamente o en apelación, que llegaron a crear jurisprudencia.
El Ius:
A través de los responsa (dictámenes que emitían los juristas a petición de las partes o del propio
juez), jugaron un papel decisivo en la ampliación de derecho.
Desde la época de Augusto se tendió a elegir a los juristas de entre la nobleza Senatorial, lo que
justifica su gran empuje.
En el siglo II existió un Consilium Principis formado por juristas de reputado prestigio. En los s. II y
III casi todos los juristas eran poderosos funcionarios, destacaron Gayo, Papiniano, Paulo, Ulpiano y
Modestino.
Desde mediados del s. III aparecieron una serie de juristas anónimos cuyos mediocres trabajos
hicieron que el Dcho. Romano clásico perdiera vitalidad, que la jurisprudencia cayera, vulgarizando
el Derecho Romano.
IUS HONORARIUM:
Resultado de la actividad jurisdiccional de los magistrados Romanos, en especial del Pretor Urbano
que formulaba Decreta para casos concretos y Edicta o bandos para cualquier acto notificado por el
Pretor. Completaba al Ius Civile.
La base jurisdiccional era el Edicto del Pretor, cargo anual, que marcaba orientaciones a seguir y
formularios a utilizar.
No obligaba a los pretores posteriores, los cuales podían mantenerlo o modificarlo mediante un
Edictum Novum.
La práctica generó el Edictum Traslaticium, que conservaba el anterior modificando sólo lo
anticuado.
Hacia el año 130 dC., por orden de Adriano, el texto del edicto se hizo fijo adoptando el nombre de
Edictum Perpetuum, siendo modificable solamente por el príncipe.
b) Derecho Postclásico: Leges y Iura
La Constitutio Antoniniana conllevó la implantación de un sistema único de fuentes: El IUS
CIVILE, compuesto por LEGES y IURA.
Desde Diocleciano la figura del Emperador se convierte, como ya se ha visto, en el único legislador.
Las fuentes del Derecho Romano Postclásico son:
LEGES:
Legislación Imperial, muy abundante, recopilada desde Diocleciano, para facilitar su
manejo y evitar confusiones, las más importantes son:
1)
Codex Gregorianus: Recoge las constituciones promulgadas desde Adriano hasta
Diocleciano (finales s. II). Iniciativa Privada posteriormente oficializada. Sus principales
fuentes son las Rescriptas de Derecho Privado.
2)
Codex Hermogenianus: Recoge las constituciones desde el Codex Gregorianus hasta
principios del s. IV (325). También de iniciativa privada.
3)
Codex Theodosianus: Promulgado para Oriente por Teodosio II y Aceptado para
Occidente por Valentiniano III. Primera obra realizada por iniciativa oficial. Recoge
legislación Imperial desde el 312 hasta el 428. A través de éste código se conoce el
Derecho Romano del Bajo Imperio aplicado en Francia, España, Italia y Portugal.
4)
Codex Justinianeus: Compilación oficial de Leges y Iura, realizada en el año 534 por la
escuela de Berito (Beirut), para determinar cual era el derecho vigente. Se realizó en
varias etapas y no tendría repercusiones en la Península Ibérica hasta mediado el s. XII.
IURA: Derecho de los Juristas. Actuaban como consejeros del Emperador. La pérdida de
contacto de estos consejeros con la literatura jurídica clásica produjo una pérdida de
conocimientos que llevó a la sustitución del Derecho Técnico por el Derecho Romano Vulgar.
A partir del s. IV y sobre todo del s. V se desarrollaron en Oriente una serie de escuelas
(Constantinopla, Beirut) cuyos profesores se dedicaron a hacer síntesis jurídicas. Así surgirán
dos colecciones mixtas:
-Fragmento Vaticana (350 - 438) que recoge textos de Papiniano, Ulpiano y Paulo, así como
Constituciones Imperiales.
-Collatio Legum Mosaicorum et Romanorum (principios del s. IV) que recoge fragmentos de
IUS de los cinco Juristas Principales, así como Constituciones muy avanzadas de derecho
Hebraico.
El Derecho Romano en Hispania.
No se conservan en la Península ejemplos de “leyes rogadas”, pero si de las “leyes dadas”, como por
ejemplo las Leyes de Colonias y Municipios (de Urso, Salpensa, Málaga e Irni) y los bronces de
Vipasca. (planchas de bronce -Vipasca I y Vipasca II- que regulan la explotación de las minas de
Vipasca -Aljustrel, sur de Portugal- de finales del s. I, o principios del II)
Entre los Senadoconsultos referidos a la Península destaca el Bronce de Itálica, que recoge una
Oratio de Marco Aurelio y Cómodo sobre la disminución del precio de los gladiadores.
También tenemos numerosas ejemplos de Disposiciones Imperiales, entre las que destacamos:
-Un Rescripto Imperial procedente de la localidad de Cástulo, sobre la venta de aceite y la
recaudación que le correspondería al Fisco.
-Una Epístula del Emperador Vespasiano a los habitantes de Sábora.
Igualmente contamos con varias Constituciones, en general dirigidas a funcionarios.
A semejanza de los Pretores, los Gobernadores Provinciales romanos también formularon Edictos
Perpetuos, así como disposiciones singulares o decretos para casos concretos. (Edicta Repentina)
Para conocer el Derecho en esta etapa contamos, junto al ordenamiento jurídico, con los
“documentos de aplicación del derecho” entre los que hay que distinguir entre documentos privados
y documentos públicos:
-Documentos Privados: Redactados por particulares. Ejem.: Mancipatios
-Documentos Públicos: Redactados por autoridades. Ejem: Pactos de Hospitalidad y Patronazgo.
El Derecho Romano Vulgar (S. III al VI., de Constantino a Justiniano)
En esa época se produjo una intromisión de juristas legos en la interpretación del Derecho que daría
como resultado la aparición del Derecho Romano Vulgar, fenómeno que surge en Roma y se
desarrolla en Occidente por la desaparición de los juristas clásicos y las Cancillerías Imperiales.
Sería el derecho practicado en las provincias.
Los factores que contribuyeron al fenómeno de vulgarización del Derecho Romano son:
1
Los contactos del Derecho Romano con el Derecho Germánico y los Derechos Indígenas.
2
La crisis del bajo Imperio. Vacío de Poder por el que en las Provincias fue adquiriendo
entidad propia el derecho que en ellas se practicaba.
3
La influencia de la Iglesia, que forzó una adecuación del Derecho romano a sus postulados.
4
Desaparición de los juristas expertos en derecho Clásico, sustituidos por funcionarios
Imperiales.
5
La enseñanza del derecho mediante la utilización de resúmenes de los textos jurídicos.
UNIDAD DIDÁCTICA 3 MUY REITERADA EN EXÁMENES
ESQUEMATIZAR MAGISTRATURAS (pag.114)
EL MODELO POLÍTICO-ADMINISTRATIVO ROMANO
Las Instituciones Políticas-Administrativas Romanas y su Proyección en el Ámbito Provincial.
La Provincia, Lex Provintiae y Divisiones Provinciales:
Una Provincia es un espacio limitado geográficamente en el que se reunían una serie de
comunidades sometidas a Roma, administradas de forma constante por un magistrado con
Imperium, enviado anualmente desde la metrópoli y obligada al pago regular de un tributo impuesto
por el gobierno Romano.
Los principios básicos de la Administración Republicana Provincial fueron muy simples: Se trataba
únicamente de conseguir el máximo provecho material, bajo un presupuesto de paz y seguridad. A
ello se dedicaron los Magistrados responsables de la jurisdicción provincial, dejando subsistir las
constituciones tradicionales en las comunidades sometidas, siempre que no estorbasen a los intereses
de Roma.
Divisiones Provinciales:
Período Republicano:
Públio Escipión (205 a.C.) establece la división de la península en dos circunscripciones: Hispania
Citerior e Hispania Ulterior, denominación dada por su situación geográfica respecto de la línea de
demarcación (límite territorial) y no por su situación de proximidad geográfica respecto de Roma,
como se crea en un principio.
La posterior anexión del territorio comprendido entre el Tajo y el Guadiana (133 a.C.), obligó al
envío de una comisión de 10 senadores (Decem Viri) con el encargo de la reorganización de las
provincias y de establecer las directrices por las que se desenvolvería su constitución
político-administrativa según un estatuto escrito o Lex Provintiae, por medio de la cual se establecía
que la mayor parte de las poblaciones indígenas quedaban en la categoría de ciudades
estipendiarias.
Etapa del Principado y Alto Imperio:
En el año 27 a.C., el emperador Octavio Augusto procedió a una reorganización de las provincias
hispánicas.
La antigua Hispania Citerior pasa a llamarse Hispania Citerior Tarraconense, con la inclusión de la
región Cántabra.
La antigua Hispania Ulterior se dividió en dos provincias, delimitadas entre sí por el río Guadiana,
resultando las provincias Hispanica Ulterior Betica e Hispania Ulterior Lusitania.
Augusto asignó la administración de las provincias romanizadas al Senado y la de las provincias que
necesitaban presencia de cuerpos del ejército al Emperador, por lo que se creó una diferenciación
administrativa entre Provincias Senatoriales y Provincias Imperiales.
A principios del siglo III (217 d.C.) el emperador Caracalla creó una nueva provincia formada por
las comarcas galaico-astures, la llamada Hispanica Nova Citerior Antoniniana, que sólo duró tres
años antes de volver a la división anterior.
Etapa del Bajo Imperio:
Desde finales del siglo III Diocleciano y Constantino acometieron una radical reestructuración del
Imperio, con el fin de proteger el poder central de las veleidades de algunos gobernadores
provinciales poderosos.
Para ello Diocleciano multiplicó el número de provincias, reduciendo su extensión y capacidad de
pronunciamiento, además (gran innovación) separó totalmente el poder civil y el poder militar.
Dividió el Imperio en dos partes independientes: El Imperio de Occidente y el Imperio de Oriente.
Cada una de estas zonas se dividió en otras dos llamadas Prefecturas (en occidente son la de Italia y
la de Las Galias), las cuales se dividían a su vez en Diócesis. (España pasó a ser la Diócesis
Hispaniarum)
La Diócesis Hispaniarum se dividía en siete provincias, cinco peninsulares: La Tarraconense, la
Bética, la Lusitania, la Cartaginense, la Gallaetia, una insular: la Baleárica y una Africana: la
Mauritania Tingitana.
Lex Provintae
Sistemas de Gobierno del Régimen Provincial: Magistrados y Asambleas Provinciales.
En los primeros momentos de la dominación Romana el gobierno de la República ordenó que las
dos provincias Hispánicas fueran dirigidas por sendos Cónsules generales del ejército, provistos de
un Imperium proconsular especial.
A partir del 197 a.C. el gobierno de cada una de las dos provincias hispánicas fue encomendado a un
Pretor investido de amplios poderes como gobernador provincial. No obstante en situaciones
especiales (sublevaciones) fue necesario nombrar un Cónsul que englobaba ocasionalmente la
autoridad del Pretor, actuando ayudado por un lugarteniente.
El equipo del Gobernador era reducido, de carácter civil (excepto los oficiales del ejército
provincial) y podía ser elegido libremente por él.
En cada Provincia estaba agregado un Quaestor que se encargaba del control de las finanzas
(Hacienda pública).
La Reforma de Octavio Augusto:
Puso al frente del gobierno de las Provincias Senatoriales a un Procónsul elegido por el Senado,
carecía de mando militar y tenía asignado un Quaestor. Las Provincias Imperiales fueron
gobernadas por el Princeps como procónsul y por un lugarteniente elegido por él. Le estaban
subordinados los legados legionarios (mandos de las Unidades Legionarias estacionadas en la
provincia).
La Reforma de Diocleciano:
Desaparece la distinción entre provincias senatoriales e imperiales y se estableció la división en
Prefecturas y Diócesis, en un sistema jerárquico riguroso.
En cada una de las siete provincias que formaban la Diócesis Hispaniarum se nombró un Praesides,
administrador con facultad inspectora en el ordenamiento financiero y con competencias judiciales,
los cuales estaban subordinados al Vicario de la Diócesis. (el vicario no era magistrado sino
delegado del emperador sin mando militar)
En la época del Principado, los habitantes de la ciudades llegaron a intervenir en el gobierno por
medio de las Asambleas Provinciales (empiezan dedicadas al culto del emperador pero llegaron a
tener significación política).
Entre las atribuciones de la Asamblea Provincial llegó a figurar el voto de censura o de aprobación.
En la época del Bajo Imperio adquirieron el derecho a dirigirse directamente al emperador, con lo
que se constituyeron como un eslabón intermedio entre la administración provincial y la local.
El Régimen Municipal:
La administración (admón.) Hispano-romana se fundamentó sobretodo en las ciudades, entendidas
como una unidad territorial, jurídica, económica y religiosa, conformada por un núcleo urbano
circundado de un territorio que le pertenece.
A) Tipos de Ciudades:
Núcleos de Población Indígena. Se relacionaron con Roma a través de diversas formas de
vinculación, de las que resultarán diferentes tipos de ciudades:
-Mediante tratado de igualdad. “Foedus Aequum”, ciudades libres federadas (federate).
Conservaban su derecho propio siempre que no perjudicase los intereses Romanos.
-Mediante tratado desigual. “Foedus Iniquum”, ciudades estipendarias. Generalmente Roma no
intervenía en los asuntos internos de estas ciudades.
-Ciudades Dediticias. Rebeldes rendidas sin condiciones. Tanto su régimen jurídico como sus
habitantes quedaban en manos de Roma que podía aniquilar, esclavizar o respetar.
-“Ciudades Libres NO Federadas”. Relación establecida por senadoconsulto o ley, no por tratado.
Conservaban su propio derecho. Su categoría era inferior a las Federadas porque Roma podía
revocar sus privilegios en cualquier momento. (Precariedad)
Núcleos Urbanos Romanos: Municipios y Colonias.
Para ser ciudadano de pleno derecho en cada una de estas comunidades era necesario poseer
individualmente el mismo derecho que el de la ciudad correspondiente, o uno superior.
Municipios: Eran antiguas ciudades no Romanas cuyos habitantes habían sido honrados
colectivamente con el derecho de la ciudadanía Romana, no eran creaciones Ex – Novo.
Existieron también los Municipios Latinos, término medio entre los municipios/colonias Romanos y
las ciudades peregrinas, aunque en realidad tenían pocas diferencias con las romanas, en especial
después de la concesión general de la Latinidad por Vespasiano (74 d.C.)
Colonias: Ciudades fundadas de nueva planta para el asentamiento de ciudadanos romanos. La
mayoría procedían del asentamiento de legionarios romanos licenciados, aunque existían otras
formadas por población civil proleteria.
Las colonias desempeñaron un papel muy activo en la romanización. En la mayoría de los casos la
población indígena permanecía en el territorio como incolae (derechos reducidos respecto de los
ciudadanos).
Ciudades Peregrinas: Carecían de privilegios jurídicos para sus habitantes. Eran los núcleos de la
población indígena. Sus habitantes tenían consideración jurídica de Peregrinos.
B) Leyes de Colonias y Municipios:
Estas leyes eran dadas para aspectos concretos. Se conocen las siguientes:
Ley de Urso (44 a.C.) Es la más antigua, fue promulgada por Marco Antonio para la colonia de
Urso (Osuna). Trata de aspectos diversos del régimen local: Magistraturas, ingresos, policía,
defensa, etc.
Leyes de Salpensa y Málaga (81-84 d.C.) Concedidas por el emperador Domiciano para organizar
como municipios latinos ambas ciudades, en aplicación de la concesión de la latinidad por
Vespasiano.
Ley de Irni. Regula las magistraturas, la jurisdicción, el nombramiento de los jueces, etc. Sus
coincidencias con las leyes anteriores confirman la existencia de una Ley Municipal General, la Lex
Iulia Municipalis, obra de augusto, que sirvió de modelo copiado en los distintos municipios.
C) Magistrados y Curia Municipal:
Los principales órganos y magistrados del gobierno municipal fueron: La Curia Municipal, Los
Magistrados, Los Sacerdotes y Los Subalternos.
1
2
La Curia Municipal o Comicios Curiados. Órgano por el que el pueblo intervenía en la
legislación y en todo tipo de temas trascendentes para la comunidad ( réplica del Senado
Romano). En el bajo imperio, al desaparecer los comicios, se convirtió en el principal órgano
del gobierno municipal.
Entre los Magistrados Municipales la función suprema les correspondía a los Duoviri Iure
Dicundo -Duunviros- (Dos magistrados municipales con facultades judiciales). Reunían
poderes jurisdiccionales y atribuciones con carácter coercitivo (imposición de multas), así
como funciones religiosas y de defensa militar de la ciudad en caso de grave peligro. Aparte
estaban los Duunviri Aediles, dos magistrados cuya función principal era el cuidado de la
ciudad.
3
La Magistratura Municipal Civil se completaba con lo Quaestors, normalmente eran dos,
aunque en Hispania aparecieron en muy pocas ocasiones.
Los candidatos a un cargo municipal habían de ser de condición jurídica libre, mayores de edad, no
haber sufrido condena, ni haber desempeñado oficios de los considerados vergonzantes.
La decadencia municipal culminó en el siglo IV, caracterizada porque la función del municipio
quedó reducida a la recaudación de impuestos para el Estado. Desaparece la intervención del pueblo
en las elecciones para las magistraturas.
UNIDAD DIDÁCTICA 4
ORGANIZACIÓN ECONÓMICA Y SOCIAL
I. La Economía Hispana en Relación con el Mundo Romano.
Características Generales.
1
Desigual grado de desarrollo económico de las regiones hispanas.
2
Durante la dominación Romana la economía hispana se desarrolló mediante la aplicación de
“formas económicas capitalistas” y dentro de ellas de “Economía Liberal de Libre
Competencia” (en especial en las épocas de la República y Principado)
Ello favoreció cierta importancia de la península en la unidad económica mediterránea y que
a partir del s. III evolucionase hacia formas de intervensionismo estatal
1
La romanización fue, ante todo, un “proceso de absorción económica” por el que se
pretendía lograr el máximo aprovechamiento de los recursos económicos, humanos y
estratégicos de las provincias hispánicas.
Evolución General de la Economía Hispana en este período:
1ª. Etapa:
Producción desarrollada únicamente en función de la necesidad de abastecer al
ejército romano destacado en Hispania.
2ª. Etapa:
De explotación (tras la aniquilación de Numancia) para compensar la menor
producción de las provincias romanas de Oriente, sumidas en guerras.
3ª. Etapa:
De depresión económica. A partir del siglo III la Península cayó en la tónica de
depresión general del Imperio.
Roma desplegó en la península una táctica económica de signo colonialista, dirigida exclusivamente
a obtener de las provincias hispánicas materias primas y alimentos para ser suministrado a precios
módicos a los romanos.
La estructura económica de la España romana, dependió de sus propias fuentes de riqueza:
AGRICULTURA, GANADERÍA, MINERÍA, INDUSTRIA y COMERCIO.
I.1. Agricultura y Ganadería:
AGRICULTURA:
Basada en el cultivo de cereales, vid y olivo (la llamada tríada mediterránea) del que España
abasteció en grandes cantidades, por lo que fue calificada por los romanos como Provincia
Frumentaria.
Durante la dominación romana se verificaron en la Península espectaculares incrementos de
producción, motivados, entre otras cosas, por los progresos técnicos. (arado romano, uso de abonos
y mejora de los sistemas de riego)
El uso del terreno provincial pertenecía al Estado Romano que lo gestionaba en nombre del Pueblo
Romano (su verdadero propietario) y pasaba a integrar el Ager Publicus en alguna de sus
modalidades más frecuentes: Ager Colonicus, Ager Compascus, Saltus o Fundus.
En las provincias hispánicas se ajustó, en la mayoría de los casos, al sistema “Ager Colonicus” que
comportaba el pago de un canon al fisco (vectigal) como reconocimiento de dominio.
Los colonos llegados de Roma para asentarse en el suelo provincial pagaban un canon simbólico.
Jurídicamente se trataba de una propiedad de hecho, estos “possessores” disfrutaban de una
cobertura legal como si de una verdadera propiedad se tratara.
En los primeros momentos de la colonización, lo predominante fue la pequeña o mediana propiedad
cultivada por el mismo “propietario/poseedor” con su familia y esclavos.
A partir del s. I se dan grandes explotaciones llamadas Fundus (1.000 a 1.500 Ha). El propietario,
que solía vivir en la ciudad dejaba la propiedad en manos de un administrador, el Villicus
(procurador) el cual actuaba en nombre del señor (dominus), dirigiendo en su nombre todos los
trabajos de la explotación agraria.
Aparecen figuras de cesión del cultivo de los predios, como por ejemplo el Precarium, cesión
gratuita rescindible en cualquier momento, o en régimen de aparcería como la Precaria o la Colonia
Partiaria.
La generalización de régimen de arrendamientos llegó a generar verdaderos vínculos de clientela
entre los trabajadores y los latifundistas (Terra Dominicata y Terra Indominicata).
En el Bajo Imperio aparece la tendencia a convertir los contratos agrarios en adscripción a la tierra
y/o en el establecimiento de relaciones de encomendación y patrocinio.
En algunos latifundios se crearon regímenes de gobierno interior que los convirtieron en unidades de
habitación prácticamente autosuficientes.
Este fenómeno daría lugar a una determinada estructuración de la propiedad rústica, que pasará, con
todas sus secuelas, al período visigótico y a la Alta Edad Media.
GANADERIA:
La ganadería gozó en este período de las ventajas de la seguridad política.
El Abigeato o hurto de ganado se redujo a proporciones desconocidas. Las variedades hispánicas de
la raza equina fueron ensalzadas en las fuentes textuales, aunque para la agricultura eran preferidos
como animales de tiro los bueyes, los asnos o los híbridos.
De igual manera se testimonia en la Hispania Romana la utilización de los ovinos para carne, lana y
cueros, así como cabras y conejos silvestres.
I. 2. INDUSTRIA, COMERCIO Y MINERÍA. Las Formas Jurídicas para su Explotación.
MINERÍA:
El desarrollo de formas capitalistas y esclavista (prisioneros de guerra) permitió la obtención de
grandes rendimientos de los ricos yacimientos del subsuelo de la Península (oro, plata, hierro, cobre,
mercurio, plomo y estaño) si bien ocasionaron una destrucción de recursos humanos y naturales sin
precedentes.
Los yacimientos de minerales y metales preciosos más importantes estaban enclavados en
Cartagena, Sierra Morena, Río Tinto, Asturias, León y Aljustrel (Portugal).
El Estado Romano era el propietario del suelo provincial y las minas se explotaron de acuerdo con
ese planteamiento, es decir, por razón de propiedad y no de monopolio.
No se generó un Derecho Minero específico para Hispania, sino que se aplicó el general para todo el
Imperio.
Durante la época de la República, la propiedad del subsuelo pertenecía genéricamente al Estado
como parte del Ager Publicus y la explotación de los yacimientos solía ser arrendada por cinco años
a empresa concesionarias (publicani).
También existieron algunas minas explotadas por particulares en su calidad de “poseedores”. Se
trataba, por tanto, de un régimen de explotación no excesivamente vigilado por el Estado.
En la primera época del Imperio, el estado Romano tomó un interés más directo en el control de las
zonas de intensa producción minera, para lo que, en el reinado de Augusto (año 13 a.C.) se realizó
una agrupación de las provincias con el objetivo de facilitar su control administrativo.
Los grandes distritos mineros fueron explotados, en esa época, bajo un sistema de concesión de
arrendamiento a particulares o a empresas, vigilado por el Estado como verdadero propietario (Lex
Metallis Dicta -bronce de Vipasca II-).
Según las fuentes de conocimiento, el Emperador no explotaba directamente los yacimientos, sino
que concedía esa facultad al ocupante del terreno quien contraía la obligación de entregar al fisco
imperial la mitad del mineral extraído, antes de fundición.
El Emperador ponía al frente de cada distrito a un funcionario (Procurator Metallis) encargado de
organizar la explotación en sus aspectos económicos y técnicos, dotado para ello con amplias
competencias político administrativas y jurisdiccionales.
En la etapa del Bajo Imperio, los arrendamientos de minas fueron sometidos a plazos más cortos y
los arrendatarios a estrecha vigilancia, quedando la explotación minera monopolizada, en gran
medida, por el Estado.
Las explotaciones se realizaban con mano de obra autóctona esclavizada, o procedente de
condenados a trabajos forzados (hasta el siglo IV frecuentemente cristianos) o legionarios, o
adscritos al trabajo minero, aunque también era posible la presencia de hombres libres que
trabajaban mediante sistemas de “arrendamientos de servicios” (Locatio Conductio Operarum).
INDUSTRIA:
Fundamentalmente derivada de la transformación manofacturada de productos agropecuarios y
orientada preferentemente a mercados extrapenínsulares.
Los trabajadores de la industria en Roma se asociaban en colegios profesionales (collegia) en los
que inicialmente había libertad de colegiación, pero desde el s. III se transformaron en instrumentos
del estado para la adscripción al oficio y la hereditabilidad de la profesión, así como el pago de los
impuestos propios de sus miembros y de los Munera.
COMERCIO:
Se dieron varias formas de comercio, fijo y ambulante, que se vió favorecido por un sistema de
comunicaciones terrestres, fluviales y marítimas importantes, junto a un sistema de pesos y medidas
unitario para todo el mundo romano.
Tanto los pequeños comerciantes (mercatores) como los grandes comerciantes (negotiatores) se
agruparon en colegios profesionales (collegia) en los que en la época de la República se practicó la
libertad de colegiación, hasta que en el Bajo Imperio llegaron a convertirse en instrumentos del
estado para la adscripción al oficio y la hereditabilidad.
En un principio la actividad comercial se desarrollo dentro de un sistema de libertad económica y
monetaria que desplegó formas acabadas de capitalismo, pero fue evolucionando hacia un sistema
de intervensionismo estatal cada vez más acusado.
En resumen, hasta el s. III la actividad económica aumentó y se fue monetizando en todas las
regiones para entrar plenamente en su régimen de economía mundial.
Hasta el s. III las principales riquezas fueron la agricultura, la industria y la minería.
Hasta este momento las ciudades constituyeron el centro de una actividad económica de libre
competencia, más que al autoabastecimiento, al lucro.
En el Bajo Imperio tuvo lugar una decadencia general:
2
Las ciudades tendieron a independizarse de su entorno, por lo que ...
3
La economía se ruralizó centrándose en la actividad agraria, lo que conllevó...
4
El descenso del comercio.
Todo ello intentó combatirlo el estado con medidas coercitivas destinadas a fracasar. (adscripción,
hereditabilidad, limitación de precios, etc.)
II. Las Clases Sociales y su Diferenciación Jurídica
II. 1. La Estructura Social. Su Evolución.
DIVISIÓN SOCIAL
GENÉRICA
ÉPOCA REPUBLICANA
PRINCIPADO Y
B
ALTO IMPERIO
H
Ar
Ari
G
B
PATRICIOS. * #
HONESTIORES * #
(Senadores Terratenientes)
Senadores, Ilustres y
Especiales
CL
Alt
INGENUOS (Libres)
ROMA *
HISPANIA #
EQUITES. * #
MEDIOCRES * #
Orden Ecuestre
Sacerdotes, Decuriones,
Militares y Negotiatores
Ciudadanos Acaudalados
PLEBEYOS. * #
Peq
Pe
H
Artesanos, Comerciantes libres
HUMILIORES * #
Gentes con Libertad Restringida
Plebeyos y Similares.
Libertos y Encomendados.
UR
Plebe U
com
poseed
clien
SIERVOS (Esclavos)
SIERVOS
(Esclavos)
II. 2. La Crisis del Imperio y sus Repercusiones:
La Adscripción y el Origen del Régimen Señorial.
SIERVOS (Esclavos)
El comienzo de la llamada crisis del Imperio se sitúa a finales del s. II, preludiado durante la etapa
de la “anarquía militar”.
Las interpretaciones más conocidas de la crisis del Imperio han recurrido para su explicación a
causas de índole social y económicas (Rostovtzeff).
Por su parte Walbank situó la causa de la crisis en el hecho que el crecimiento fabril e industrial no
estuvo a la altura del crecimiento demográfico.
También, tradicionalmente, la crisis del Imperio ha sido atribuida a las invasiones de los pueblos
bárbaros, que ejercieron un indiscutible efecto desestabilizador.
Más que una causa directa o causa única, el desmoronamiento del Imperio se debió a sus propias
contradicciones internas y a la acción sinérgica de concausas que fueron el exponente del declive de
una potencia que había de dejar paso a otras fuerzas emergentes.
Cronología de la Crisis:
Año 301, Diocleciano promulga el edicto de “Pretiis Rerum Venali” (del máximo precio de las
cosas).
Años del 364 al 410, sucesivas invasiones de bárbaros que culminan en el saqueo de Roma por parte
del caudillo visigodo Alarico I, en el mes de Agosto del año 410
Desde el punto de vista jurídico el significado de la crisis se sintetiza en torno a:
1 La adscripción de las personas a la tierra, al cargo o al oficio.
2 El intento de Diocleciano de fijar el precio de las cosas y el posterior intento de fijar a las
personas.
La adscripción al oficio pretendía asegurar la producción en la ciudades y frenar la huída masiva de
sus habitantes hacia el medio rural, donde era más fácil esquivar la acción de los recaudadores de
impuestos, cosa que hacían fingiéndose esclavos, fugitivos o forzando una situación de colonato.
También los cargos municipales se convirtieron en obligatorios e irrenunciables, los componentes de
las curias municipales (Decuriones) fueron obligados a responder con su propio patrimonio de las
cantidades que les asignaban para recaudar.
Las Magistraturas municipales dejaron así de ser un honor para convertirse en una pesada carga que
obligó con frecuencia a los Magistrados a corromperse, a entrar en lazos de clientela, o a huir al
campo, siendo esta de las causas de la destrucción del Estado.
Por otra parte, pero en estrecha relación con lo anterior, los dueños de los latifundios fueron
acaparando la economía y la administración de estos latifundios, así como de las gentes que los
habitaban, a efectos tributarios y de la administración de justicia, invadiendo con ello un campo por
definición reservado al poder público del Estado y estableciendo un sistema de autarquía casi
completo.
La generalización de esta tendencia constituyó el surgimiento del Régimen Señorial, en el que la
acción del terrateniente (propietario/señor) rebasaba de hecho el ámbito jurídico privado,
suplantando al Estado al ejercer funciones de naturaleza jurídico-pública.
SI
A modo de conclusión, una de las valoraciones más oportunas que se pueden hacer de la crisis del
Imperio, desde la perspectiva jurídica, es que cuando la base material de un sistema (infraestructura)
sufre embates tan importantes, el Derecho generado por ella se deteriora por necesidad, dada la
vinculación entre derecho y economía, lo que aplicado a este caso concreto dio lugar a la
vulgarización del Derecho Romano.
TEMA 5
INSTITUCIONES POLÍTICO-ADMINISTRATIVAS.
I. LA ADMINISTRACIÓN DE JUSTICIA Y LOS DISTRITOS JUDICIALES
La organización judicial en las provincias hispánicas discurrió por los mismos cauces que la
organización administrativa.
Así la administración de justicia correspondía al Gobernador Provincial, investido de jurisdicción
civil y criminal, el cual, con frecuencia, delegaba en legados (legati iuridici) que administraban
justicia en su nombre y a los Magistrados de las ciudades.
Durante la etapa del Imperio, en las provincias imperiales, administraban justicia los legados
nombrados por el Emperador y en las provincias senatoriales lo hacían los Pretores. En todos los
casos podía apelarse ante el Emperador.
En el Bajo Imperio, los Gobernadores Provinciales continuaron siendo los jueces ordinarios. Sus
sentencias podían apelarse ante el Vicario de la Diócesis, como juez territorial y como representante
del Prefecto de las Galias y, en última instancia, ante el Emperador.
En este período, la administración de justicia en las ciudades correspondía a los Magistrados
Municipales, aunque los jueces locales (Pedanei) delegaban en las autoridades romanas los asuntos
más importantes.
En el Bajo Imperio se institucionalizaron, en el ámbito local, un Juez de Paz (Assertor Pacis) que
debía velar por el Orden Público y el “Defensor Civitatis”, cuyo cometido implicaba algún tipo de
jurisdicción.
Desde el S. I a.C., las provincias hispánicas quedaron divididas en distritos o circunscripciones
administrativas llamadas “Conventus”. (Reunión. De la costumbre de los gobernadores de reunir
a la población, en determinados días y lugares, para impartir justicia, informar de novedades
administrativas o para recibir legaciones de cortesía)
Por lo que respecta a la administración de justicia, las nuevas circunscripciones recibieron el
nombre de conventos jurídicos (Conventus Juridicus) o Unidades Administrativas de Justicia. (La
Hispania Citerior -Tarraconense- se dividió en siete “conventus” jurídicos, la Lusitania en tres y
la Bética en cuatro)
El “conventus” constituyó una realidad institucional a media distancia entre la provincia y la ciudad,
sin embargo desaparecería con la reforma de Diocleciano.
II. LA ORGANIZACIÓN FINANCIERA
II. 1. La Hacienda Pública Hispano-romana: Órganos y Funcionarios Fiscales.
La Hacienda Provincial no tuvo nunca autonomía y dependió de la Hacienda Romana.
En la etapa Republicana la hacienda romana se fundamentó en los bienes públicos y en los ingresos
del estado. (Procedentes del “Ager Publicus” explotado directamente o por arrendamiento)
Las necesidades del estado se cubrían mediante aportaciones extraordinarias (no impuestos) que los
ciudadanos realizaban desde la consideración de privilegio de ciudadano romano (al igual que la
participación en los beneficios del estado) y de deber público.
Los territorios provinciales fueron gravados con tributos desde el primer momento, para reducir las
aportaciones de los ciudadanos romanos. Posteriormente el estado romano recurrió a gravar
sistemáticamente, con diversas cargas tributarias, a los ciudadanos romanos.
En el suelo provincial, los ciudadanos romanos sí que estuvieron sujetos a cargas tributarias desde el
principio, esencialmente simbólicas, al entenderse que como “possessores”, los colonos, debían
pagar un canon al estado por el uso del suelo.
Hay que significar que la diversidad de pueblos y culturas hispánicas invalidó, desde el primer
momento, el proyecto de aplicación de un esquema financiero homogéneo.
Las cuestiones financieras surgidas del gobierno de las nuevas provincias eran competencia del
Quaestor, funcionario que acompañaba al Cónsul o Procónsul.
El Quaestor, como jefe del “Aerario Provincial”, consignaba las distribuciones del “Ager Publicus”
a efectos de recabar las rentas por concepto de posesión y tramitaba el envío de lo recaudado a la
caja central (única caja en esa época), llamada “Aerarium Populi Romani” o “Aerarium Saturni”,
administrada por el senado.
A partir del Principado, existieron dos cajas:
1
El antiguo erario (Aerarium Saturni o Aerarium Populi Romani) donde se ingresaban los
impuestos que administraba el senado.
2
La caja del Emperador o Fisco (Fiscus Caesaris) para canalizar las fuentes financieras de las
provincias imperiales.
Para todo ello se regularizó la confección de censos, realizados cada cinco años por un funcionario
específico, el “Censor”.
La Hacienda Imperial respetó el libre desarrollo de la Hacienda Municipal, pero organizó su control
mediante un acusado y creciente centralismo.
En la etapa del Bajo Imperio, debido a que los gastos superaban a los ingresos, la Hacieda Romana
sufrió un progresivo empeoramiento.
Diocleciano organizó la hacienda en tres órganos centrales:
1
El Officium
2
La “Res Privata” (Administra la fortuna privada del Emperador)
3
Arca de la Praefectura Pretoria (Para la administración de las nuevas rentas creadas, que el
estado solía fijar según sus necesidades, sin contar con las posibilidades económicas de los
súbditos)
Igualmente dividió el Imperio en unidades impositivas de valor, llamadas “caput” y “iugum”,
aplicadas cada cinco años, para calcular el capital inmobiliario, la naturaleza de los terrenos, así
como el número de esclavos y de colonos que poseían.
En esta etapa aparecieron los “Curatore Repúblicae), agentes imperiales desplazados a los
municipios cuyas haciendas presentaban problemas.
También en esta época se empezaron a tomar las medidas contra el patrimonio de los Decuriones ya
mencionados.
II. 2. Los Ingresos del Estado: Impuestos y su Recaudación.
Los impuestos eran la partida más importante de los ingresos del Estado que recaía sobre las
provincias.
Impuestos Directos:
1
2
“Stipendium” o “Tributum Soli” (Se paga por la posesión del suelo)
“Tributum Capiti” (Impuesto Personal)
Impuestos Indirectos:
1
“Portorium” (Especie de impuesto de aduana que se pagaba tanto en las fronteras
imperiales como provinciales)
2
“Vicesima Libertatis” (Gravamen del 5% sobre las manumisiones)
3
“Vicesima Hereditatis” (Gravamen del 5% sobre las herencias)
4
“Centésima Rerum Venalium” (Gravamen del 1% en ventas de pública subasta)
5
“Quinta et Vicesima Venalium Mancipiorum” (Gravaba todas las cosas que se vendían)
6
“Aurum Coronarium” (Lo pagaban los Curiales a cada coronación Imperial)
En tiempos de Diocleciano (finales del s.III) el antiguo “stipendium” o tributo territorial, fue
denominado “Capitalio Terrena, humana et animalia”, en referencia a unidades de tierra, de esclavos
y de animales que poseía un sujeto, como elementos contributivos.
Además, el Estado Romano contó con algunos ingresos extraordinarios, como las confiscaciones de
bienes anejos a determinadas sanciones penales, o de los bienes sin dueño que se atribuían al Fisco.
Durante la época republicana, la recaudación de los impuestos fue arrendada a sociedades
capitalistas cuyos miembros recibían el nombre de “publicanos” (Publicani), más tarde, hasta los
impuestos indirectos, excepto el “portorium” fueron sustraídos al arrendamiento.
La Curia Municipal se hizo cargo de la recaudación del impuesto territorial (stipendium) dentro del
ámbito urbano y, en términos generales, todas las recaudaciones comenzaron a realizarse en
especias.
Las ciudades sometían a sus habitantes a prestaciones personales y patrimoniales denominadas
“Munera”. Más tarde los “munera” serían exigidos por el Estado, al margen de los otros impuestos,
ya que la crisis económica requirió la aportación de las ciudades.
Munera Sordida:
Prestaciones personales o serviles, no afectaban a los curiales, ni a los
estratos sociales urbanos elevados.
Munera Non Sordida:
Afectaban a todos, incluidos los anteriores.
Otros: Munera Patrimonii, Munera Personales y Munera Mixta.
Estaban exentos los menores de edad y los ancianos, excepto en las provincias, en donde la franja de
edad se ampliaba para que el Estado Romano pudiera obtener de los hispanii los máximos beneficios
durante el mayor tiempo posible.
III. LA ORGANIZACIÓN MILITAR Y ECLESIÁSTICA.
III. 1. la organización Militar.
En la etapa Republicana se provisionó a cada provincia hispánica (citerior y ulterior) de:
Un Cuerpo de Ejército, constituido por una Legión formada por ciudadanos romanos (4.000 /
5.000 soldados), ordenados en Cohortes (Unidades de Infantería) y un contingente variable de
jinetes encuadrado en Alas (Alae).
Así cada ejército pretoriano contaba con unos 12.000 soldados a los que se le sumarían los
Auxiliares (Auxiliae), indígenas de caballería e infantería ligera, que eran alistados por pactos o
mediante reclutamiento voluntario y disueltos al finalizar cada campaña.
El ejército romano nace como una milicia ciudadana, La pertenencia al cuerpo de ciudadanos
romanos de pleno derecho conllevaba la obligación de prestar servicio militar en las legiones. El
reclutamiento se basaba en el censo de bienes, por lo que quedaban excluidos los “proletarii”.
Las transformaciones económicas de Roma produjeron modificaciones en la base del ejército, ya
que el servicio en el mismo se convertía en el camino para conseguir tierras con las que asentarse
como propietario / posesor, una vez licenciado el soldado, asegurándose su posterior vida civil.
El importante papel del ejército republicano romano en el proceso de romanización, se realizó desde
una doble vertiente: La colonización agraria de los soldados veteranos y la inclusión de indígenas en
sus cuadros legionarios y auxiliares, consecuencia de la falta de efectivos (año 90 a.C.), a cambio de
concederles privilegios como la obtención de la ciudadanía romana. Los auxiliares hispanos
ocuparían un lugar imprescindible en el ejército romano.
Durante el Principado y el Alto Imperio, según la obra de estabilización de Augusto, Roma y las
provincias más romanizadas debían quedar protegidas por una serie de provincias fronterizas
afianzadas por la presencia de un ejército permanente, que se llamaron “Limitanei” y que no estaban
supeditadas a los gobernadores provinciales, sino al propio Emperador como caudillo.
Las tropas auxiliares (Auxiliae) recibían ahora, de forma sistemática al licenciarse, la ciudadanía
romana para ellos y para sus hijos, así como el reconocimiento del matrimonio, ya realizado o
incluso futuro, como Connubium.
En el Bajo Imperio las reformas de Diocleciano y Constantino condujeron a la creación de una
frontera del imperio o “Limes”. Esto hizo que se organizaran dos tipos de ejército que se
complementaban: Los “Limitanei”, acantonados en lugares fortificados a lo largo de la frontera y los
“Comitatenses”, cuerpos móviles que, a las órdenes de un “Comes” (conde), podían acudir a
cualquier punto del interior desde las fronteras.
Al final del s. IV, debido a la invasión de los godos en el interior del Imperio que vació de efectivos
el ejército romano de oriente, el Emperador Teodosio I, hubo de firmar un tratado con los godos por
el cual se les concedía a los bárbaros un lugar de asentamiento, dentro de las fronteras del Imperio, a
cambio de que proporcionasen contingentes militares que, a las órdenes de sus propios jefes,
ayudaran al ejército romano en una relación de Foederati.
Así, se produjo la trágica paradoja de un Imperio que había de ser defendido por los mismos
bárbaros que habían sido sus seculares enemigos.
III. 2. La Organización Eclesiástica.
Uno de los factores más influyentes en el proceso de romanización de las provincias hispánicas y
del surgimiento en ellas de la idea de unidad, fue el arraigo y la difusión del culto imperial y de
las instituciones que fueron su corolario.
Fueron los hispanos quienes lo idearon y sirvió de modelo a todas las provincias del Imperio. Las
razones de su triunfo fueron su carácter de culto estatal y el apoyo prestado por dos clases sociales
de gran fuerza: La Aristocracia Municipal (cuyos miembros podían acabar su carrera política con el
sacerdocio Augustal) y los Libertos Enriquecidos (que siendo designados “Servi Augustales”
satisfacían su apetencia de honores y destacaban de la plebe).
El culto al Emperador fue fomentado por los emperadores como medio de cohesión política, a través
de las asambleas Provinciales.
El Cristianismo no tropezó en las provincias con especiales dificultades para su difusión y, a pesar
de las persecuciones y presiones oficiales de los primeros momentos, se propagó intensamente (red
de vías de comunicación).
LA iglesia comenzó a poseer una organización de naturaleza jurídica y un Derecho (no público)
desde los primeros momentos de su fundación. Contaron con la figura del Obispo al frente de cada
comunidad, constituyeron la base de la posterior organización diocesana (división en distritos
religiosos o Diócesis), típica de la iglesia.
El emperador Constantino, con los edictos de Milán (313 – 314, proclamó el catolicismo como
religión oficial del Imperio y reconoció a la Iglesia Católica un ámbito de actuación
Jurídico-Público.
Esta medida tuvo importantes repercusiones ya que, además de poner fin a la persecución de los
cristianos, devolvía a la iglesia el patrimonio confiscado, el Patrimonio Eclesiástico.
El Emperador buscaba con esa medida apuntalar la estructura institucional del Imperio, ya
amenazada de destrucción, sirviéndose de la organización de la iglesia y del apoyo de y de la
sumisión de los numerosos súbditos que ya eran cristianos.
TEMA 6
LOS PUEBLOS GERMÁNICOS
***
I. INTRODUCCIÓN
El sistema jurídico visigodo lo podemos situar y definir como el conjunto de instituciones y
legislación que se desarrolla en la Península Ibérica desde el siglo V al siglo VII. Como fecha inicial
podemos citar el año 409, año en que penetraron en las Hispanias diversos pueblos de origen
germano como los Suevos, los Vándalos y los Alanos.
El rey visigodo Valia pacta con los romafirma el “foedus” (tratado / tacto) por el que recibe tierras
nos en el año 418 y para asentarse en la Galias, a cambio de combatir como pueblo federado de
Roma.
Los visigodos penetraron en las Hispanias bajo los reinados de Teodorico II y Eurico (453 a 484),
ocupando la Tarraconense y la Lusitania, siendo Eurico el primer rey visigodo de España.
I.1. La Época de las Invasiones.
Año 376, los visigodos pasan el Danubio y se asientan dentro del Imperio Romano.
Desde la firma del foedus (418), los pueblos germanos dejan de ser tribus errantes y se produce el
nacimiento de diversas comunidades políticas; asentadas en el suelo Hispánico, en condición de
pueblos aliados al Imperio romano y con la obligación de defenderlo de otros invasores.
I.2. Derecho e Instituciones de los Pueblos Germanos: Caracteres Generales. ***
Las comunidades de vida germanas estaban constituidas por grupos familiares que componían la
llamada SIPPE (Comunidad de parientes, organización agnaticia por línea masculina de un tronco
común).
La Sippe es una institución de gran importancia para el derecho germánico, teniendo un enorme
peso tanto en el aspecto público como en el privado. En éste último, su importancia se refleja en el
concepto de propiedad de los bienes raíces, ya que el título sobre los mismos los ostenta la Sippe y
se necesita el consentimiento de todos sus miembros para poder enajenarlos. Pero su primacía se ve
aún más en el ámbito penal, al ser la Sippe la depositaria del llamado Derecho de Venganza de
Sangre.
La pertenencia a la Sippe facilita el auxilio procesal, ya que el juramento particular se convierte en
solidario y genealógico por cuanto ese juramente era reforzado por el de los restantes miembros de
la Sippe, convertidos así en “Cojuradores”, institución que perduraría en la Alta Edad Media.
El esquema social de los pueblos germanos se puede definir como el de unos pueblos compuestos,
en su gran mayoría, por hombres libres, entre los que destaca la clase privilegiada de la nobleza de
sangre, junto con los simples libres y los semilibres. Finalmente quedaban los esclavos, compuestos
por prisioneros de guerra y sus descendientes, Se exigía una ceremonia especial para su
manumisión.
Los hombres libres se agruparon con frecuencia en la clientela, o séquitos, denominados Gefolge o
Comitatus, de señores poderosos.
El Derecho Germánico se inspira en los principios de:
4
Colectividad e Individualidad: los derechos se adquieren en cuanto se pertenece a una
colectividad (Sippe), cuyos intereses prevalecen sobre los del individuo.
5
Reciprocidad: Idea de reciprocidad de deberes y derechos entre los individuos que participan
de la relación.
6
Materialismo, Simbolismo y Publicidad: Actos concretos, con el empleo de símbolos y
solemnidades, que deben realizarse ante toda la comunidad o Sippe.
Se trataba de un derecho consuetudinario, tanto en su origen como en su forma, los principios
inspiradores se transmiten de padres a hijos de forma oral, es el derecho de la sippe.
Entre los pueblos germánicos fue tradicional la existencia de una asamblea General de hombres
libres, a través de la cual el pueblo intervenía en el gobierno, colaborando con el rey en la
legislación, en la administración de justicia y en la elección del propio rey.
II. LOS VISIGODOS.
II.1. El Asentamiento de los Visigodos: la hospitalidad y el reparto de tierras.
La base jurídica del establecimiento de los visigodos en el Imperio romano se encontraba en el
foedus acordado el año 418 entre el rey visigodo Valia y el emperador Honorio, foedus que luego
sería de aplicación en las Hispánias en los reinados de Eurico y Alarico II.
El tratado no se conserva y su origen está en el “Ius Hospitalitatis” romano, se practicó con el fin de
mantener guarnecidas las tierras limítrofes de las provincias. Los soldados alojados recibían, en
virtud de la hospitalidad, una participación en la tierra, normalmente un tercio de la misma.
Las partes correspondientes a los visigodos se denominaron “Sortes Gothicae” y la de los
hispano-romano “Tertia Romanorum”.
De acuerdo con el Ius Hospitalitatis, se podría afirmar hoy que junto con las tierras, debieron
compartir y repartir las viviendas y los objetos de labranza de uso en las mismas, y eso llevaría a
que en algún momento, posiblemente, se pusieran en común los esclavos.
II.2. Estructura Económica.
Continuidad y desarrollo de las formas de explotación existentes en el Bajo Imperio y la
conservación de algunos elementos germánicos. Sus ejes centrales son la agricultura y la ganadería.
AGRICULTURA: La gran propiedad latifundial se dividía en dos zonas:
7
La Terra Dominicata, explotada directamente por el señor, al frente de ella se situaba un
“Villicus” (Procurador) quien dirigía en nombre del señor todos los trabajos de explotación
agraria.
8
La Terra Indominicata, donde se dieron una serie de formas romanas de contratación agraria,
desde el arrendamiento rústico hasta el precario. Serían el origen de los señoríos que se
desarrollarán a lo largo de los dos siglos venideros: el eclesiástico, el laico o particular y el
real.
La riqueza agraria se centra en el cultivo de cereales, la vid y el olivo (Tríada Mediterránea),
destacando el trigo y la cebada en la meseta castellana, los viñedos en la zona
castellano-manchega y el aceite en la bética.
Ganadería: Pilar básico de la economía rural, en especial el ganado caballar, y los rebaños de
ovino y bovino
Minería: Con toda probabilidad perduró el régimen romano, la mano de obra serian esclavos y
condenados a trabajos en las minas.
Comercio: En la península negociaron con los orientales, su importancia fue tal que el “Liber
Iudiciorum” les dedica un título completo.
La regulación con los comerciantes extranjeros hizo nacer la figura de un funcionario llamado
“Telonerii”, que tendría la misión de dirimir los pleitos que se suscitarán entre mercaderes
extranjeros dentro del Estado visigodo.
El comercio se desarrolló tanto por medio de grandes empresas mercantiles, como por pequeños
comerciantes, mercaderes o artesanos.
La economía visigoda fue preferentemente monetaria y se basó en los modelos romanos. La
moneda que acuñaron fueron los Tremisos de oro (1/3 de los solidus romanos) y se utilizó desde
Leovigildo.
Existieron unos mercaderes especiales que montaron negocios de cambio y préstamo de dinero.
Para evitar abusos, el rey Eurico reguló el interés legal de los préstamos (12’5 % al año).
II.3. Estructura Social.
***
La sociedad visigoda se formó sobre una mayoría de población hispano-romana y una minoría
visigoda, lo que obligó a convivir con costumbres distintas y diferentes religiones, ya que los
visigodos no fueron cristianos hasta la conversión del rey Recaredo, en el siglo VI.
Todo ello implicó la prohibición de matrimonios mixtos y de ritos religiosos, la realización de
entierros diferentes y diferente legislación, hasta la unificación totalcon el “Liber Iudiciorum”
Clasificación Social en el Reino Visigodo:
a) Libres Privilegiados o Clases Elevadas: Nobleza Visigoda de carácter familiar cerrado, altos
funcionarios, terratenientes y alto clero. La pertenencia a esta clase social eximía del tormento
físico como medio de prueba.
b) Simples Libres: Se diferencia entre los Simples Libres Independientes (restos de la Curia
Romana, pequeños propietarios, artesanos, industriales, mercaderes, etc.) y los Simples
Libres Dependientes de un señor, en algunos casos unidos por lazos de encomendación, que
podía ser territorial o personal. Dentro de los encomendados se distinguen los “Bucelarios”,
cuyo servicio consistía en acudir armado al campo de batalla.
c) Hay que incluir en esta categoría a los colonos, similar al romano, no podían abandonar la
tierra que trabajaban, de ahí que su situación pueda calificarse de semilibre.
d) Los No Libres: Esclavos que alcanzan su condición por nacimiento, por prisión de guerra o
por la comisión de determinados delitos.
Los siervos se encontraban en una situación claramente precaria, eran objeto y no sujeto del
derecho, aunque algunos llegaron a incorporarse a palacio y administrar posesiones del
monarca y otros tuvieron ventajosas situaciones como siervos eclesiásticos (la iglesia admitió
la esclavitud como un hecho social y jurídico que garantizaba un determinado esquema de
propiedad y de producción), las fugas fueron muy abundantes, llegando a crear verdaderos
conflictos sociales y económicos a sus dueños.
Mención especial para los judíos y extranjeros. Los primeros pasaron por diversas etapas: desde la
tolerancia más absoluta, hasta la prohibición de contraer matrimonios mixtos, la práctica de su
religión, etc.
En cuanto a los extranjeros, se utilizo el principio de hospitalidad para los mismos, prestándoseles
protección jurídica.
ESQUEMA DE CLASIFICACIÓN SOCIAL EN EL REINO VISIGODO
Libres Privilegiados o Clases Elevadas
Nobleza Visigoda o Altos Funcionarios, Terratenientes y Alto Clero
Simples Libres Independientes
Restos de la Curia Romana, Artesanos, Comerciantes, Mercaderes, Industriales, pequeños
Propietarios, etc.
Simples Libres Dependientes o Semilibres
Lazos de encomendación territorial y/o personal.
Colonos con adscripción a la tierra
Bucelarios: Servicio Armado en Batalla
No Libres
Siervos de ley y Siervos eclesiásticos
Esclavos: Por nacimiento, prisión de guerra o comisión de determinados delitos.
Judíos:
Diversas Etapas, desde tolerancia hasta prohibiciones.
Extranjeros: Hospitalidad, incluso protección jurídica.
TEMA 7
FUENTES DEL DERECHO VISIGODO
I. INTRODUCCIÓN AL SISTEMA JURÍDICO DE LA ESPAÑA VISIGODA:
EL PROBLEMA DEL DERECHO CONSUETUDINARIO GERMÁNICO.
El hecho de que, tras la caída de la monarquía visigoda surgiera en España un Dcho. distinto al
conservado en las leyes visigodas, ha hecho suponer a los historiadores la existencia de un Dcho.
popular consuetudinario entre los godos, que permaneció reprimido o latente al margen de la
legislación oficial y romanizante mantenida por las clases cultas.
Algunas instituciones o costumbres jurídicas de los antiguos godos sucumbieron ante la influencia
del Dcho. romano, otras lograron adaptarse a los nuevos tiempos. Se discute en qué medida perduró
en España el antiguo Dcho. godo, de raíz germánica, ya que existen pocas pruebas de ello. Se podría
decir que el sistema jurídico de la España visigoda fue un Dcho. romano, incluso vulgar, con alguna
incorporación de Dcho. germánico de las Sippes.
II. TEXTOS DE DERECHO VISIGODO. (para una correcta respuesta considerar siempre
Creación/Procedencia, Ámbito de aplicación y Período de Vigencia)
II. 1. El Código de Eurico (CE) -(480)Según San Isidoro de Sevilla, lo godos comenzaron a tener leyes escritas bajo el reinado de Eurico,
pues anteriormente se rigieron por sus usos y costumbres.
El hecho de que Eurico haga mención a las “leyes de su padre” (Teodorico I) puede significar que
quizás no fuera Eurico el primero en legislar, sino que bajo su mandato comenzaron a regirse
fundamentalmente por leyes y no por costumbres.
Se conservan varios capítulos del antiguo Código de Eurico (CE) en un palimpsesto en la Biblioteca
Nacional de París.
Fue promulgado en el año 480 y su contenido acusa tal grado de romanización que se sospecha que
fuera redactado por juristas romanos.
En cuanto al ámbito de vigencia y aplicación del CE, existe unanimidad en considerar que no fue
derogado por el Breviario de Alarico (BA), sino por el Codex Revisus de Leovigildo (CR de L).
Ello lo confirma igualmente el testimonio de San Isidoro de Sevilla sobre la labor legislativa de
Leovigildo, ya que si Leovigildo corrigió las leyes de Eurico, es por que éstas seguían vigentes, pues
resultaría absurdo revisar un texto, supuestamente, abrogado por el BA 80 años antes.
Aceptando esto como un hecho probado resultaría que, o bien el CE se aplicaba a los godos y el BA
a los romanos, o que el CE y el BA formaban un ordenamiento jurídico del que el CE sería un texto
especial y el BA la legislación general subsidiaria.
Ciertamente no parece que el CE se haya redactado con ánimo globalizador, sino más bien para
resolver cuestiones concretas, especialmente en materia penal.
II. 2. El Breviario de Alarico. (BA) -(506)Llamado también “Lex Romana Visigothorum”, recopilación de Dcho. romano (leges y iura),
seleccionado fundamentalmente del Código Teodosiano. Aprobado el año 506 en una asamblea
presidida por el rey Alarico II.
La mayor parte de tales normas van acompañadas por una interpretación (interpretatio) realizadas
por juristas de la práctica que, en la mayoría de los casos, desconocían el sentido de la norma.
Por eso, tales interpretaciones son la principal fuente para el estudio del Dcho. romano vulgar.
Varias teorías discuten su finalidad y ámbito de aplicación, se afirma su vigencia sólo para romanos,
o sólo para godos, e incluso su carácter subsidiario respecto de la legislación general goda.
En principio la vigencia simultánea del CE y del BA parecería demostrar que godos y romanos se
regían cada una por su cuerpo legal (principio de personalidad del Dcho.).
II. 3. El Código de Leovigildo (CR) -(580)Codex Revisus de Leovigildo, sabemos de él gracias a la mención que San Isidoro de Sevilla hace
en su “Historia de los Godos”, dado que no nos ha llegado ningún ejemplar.
El CR de L. Suprimió normas superfluas, corrigió otras y añadió “leges Praetermissas” (Leyes
Preteridas)
Si el CR de L. Añadió en el año 580 un conjunto de leyes preteridas por el CE es, sin duda, poeque
seguían socialmente vigentes desde el año 480, quizás, como derecho al margen del CE.
Sabemos que, en la mayoría de los casos, se trataba de normas escritas de Dcho. Romano, no
incluidas en el Código de Teodosio (C Th), pero no en todos los casos. Entonces ¿Qué tipo de Dcho.
era el preterido por Eurico y fijado por Leovigildo?, ¿Dcho. consuetudinario godo?, ¿romano?,
¿Dcho. de la práctica?.
II. 4. El Liber Iudiciorum (LI) -(654)-
***
Promulgado por Recesvinto en el año 654, tuvo vigencia territorial, eso es, se aplicó tanto a godos
como a hispano-romano.
Consta de 12 libros de contenido sistemático. Del LI circularon versiones oficiales, pero también
versiones vulgares (vulgatae).
En la Alta Edad Media fue traducido al romance con el nombre de Fuero Juzgo.
Para un sector doctrinal, con el LI se logró, por primera vez, la unificación jurídica entre godos e
hispano-romano.
Respecto de su vigencia y aplicación existen dos posturas:
a) La tesis germanista que afirma que el LI tuvo escasa aplicación (mantenimiento del Dcho.
consuetudinario germánico).
b) La tesis del amplio grado de aceptación de la romanizada legislación del LI.
Los documentos de aplicación del Dcho. (Pizarras, fórmulas, etc.) demuestran un significativo grado
de aplicación y observancia de las leyes del Liber Iudiciorum.
III. APLICACIÓN DEL DERECHO.
Aunque la tesis germanista niega un alto grado de aplicación del LI, suponiendo que las capas
populares preferían regirse por un Dcho. consuetudinario ajeno, o prohibido por las leyes visigodas,
el estudio comparado de las Fórmulas Visigodas, de las Pizarras y otros documentos de aplicación
del Dcho., demuestran claramente que la legislación visigoda tuvo un alto grado de aceptación.
Se conservan 104 pizarras visigodas, en las que se observa la concordancia de su contenido con el
Dcho. establecido en el BA y/o en el CR de L.
Otra documentación muy importante son las Fórmulas Visigodas (se conservan gracias a las
transcripciones que Ambrosio de Morales realizó en el siglo XVI, a la vista de las originales hoy
perdidas), se trata de 45 fórmulas relativas al Dcho. civil, procesal y canónico.
Respecto del contenido de las Fórmulas Visigodas, hay que decir que contiene, esencialmente,
Dcho. romano vulgar, no pudiendo deducirse de su contenido la existencia de textos diferentes para
godos e hispano-romano, o bien la existencia de un único texto general.
El tratamiento que los documentos de aplicación hacen de la Manumisión, de la Dote (donatio
propter nuptias), de la Donación Visigoda y de la Permuta, demuestran, en líneas generales, el
arraigo y vigencia de los códigos visigodos, así como una muy escasa observancia del Dcho.
consuetudinario germánico.
En el terreno procesal son varios los documentos de aplicación del Dcho. que conservamos y, todos
ellos, se ajustan a la legislación entonces vigente.
IV. LA TESIS DE LA TERRITORIALIDAD DEL DERECHO
IV. 1 La Tesis de la Personalidad del Dcho.
La práctica totalidad de los autores aceptan que, en los territorios sometidos a los visigodos, estos se
regían por su Dcho. Nacional (Leyes de Teodorico, CE y CR de L.), mientras que la población
galo-romana e hispano-romana lo hacían por el Dcho. Romano (CTh. y BA)
IV. 2. La Tesis de la Territorialidad del Dcho.
García Gallo afirmó que toda la legislación visigoda había sido de aplicación territorial, que al CE la
había sucedido el BA, que éste habría sido derogado por el CR de L. y, éste a su vez, abrogado por
el Liber Iudiciorum (LI).
Últimamente se abre paso la tesis que considera que las leyes de Teodorico, el CE y el CR de L.
fueron un Dcho. especial, surgido de práctica, aplicable a godos y romanos que, a su vez, se remitían
al Dcho. romano (CTh y BA) como fuente supletoria o general.
En rigor, la Europa medieval no se edificó sobre el antagonismo entre romanos y godos, sino en la
confluencia de las culturas.
El Dcho. romano vulgar mantuvo la tradición de tolerancia hacia ordenamientos jurídicos distintos
al propio, dentro de las fronteras del Imperio (Limex). En todo caso, la legislación visigoda siguió
en esto la tradición jurídica romana.
Aunque referido a los Ostrogodos, Casiodoro hace referencia a un “Ius Commune” para ostrogodos
y romanos, entendido no como un único ordenamiento obligatorio para todos, sino como un marco
jurídico dentro del cual el Dcho. Nacional es aceptado.
Si esta fuera la interpretación correcta, cabría sustituir los conceptos de Dcho. territorial y Dcho.
nacional, por los de Ius Commune y Ius Proprium. En todo caso, la aplicación del principio de
territorialidad o de personalidad del Dcho. visigodo puede dar las siguientes hipótesis:
Hipótesis A:
Personalidad del Derecho.
Para Godos
Para Hispano-romanos
CE y CR de L.
CTh y BA
Para Ambos
Liber Iudiciorum
Hipótesis B:
Territorialidad del Dcho. textos sucesivos.
CTh derogado por el CE, el CE derogado por BA, el BA derogado por el CR de L.,
que es derogado por el LI.
Hipótesis C:
Territorialidad del Dcho. Complementariedad de Textos
Leyes visigodas como Dcho. especial para godos y romanos.
Dcho. romano como Dcho. subsidiario para godos y romanos.
Hipótesis D:
Territorialidad Matizada
Hasta Leovigildo:
Leyes visigodas como Dcho. especial sólo para godos.
Dcho. romano, subsidiario para godos, general para romanos.
A partir del CR:
Unificación jurídica, las leyes visigodas como derecho nuevo
para todos, quedando el derecho romano como ordenamiento
supletorio.
V. LAS FUENTES CANÓNICAS: La Hispana.
***
Las principales fuentes del Dcho. Canónico fueron los Cánones Conciliares y las Epístolas
Pontificias.
Los cánones conciliares podían llegar a tener valor de ley civil si eran confirmados por el monarca
mediante una “Lex Confirmatione Concilii”. Por su parte el monarca podía remitir al Concilio un
conjunto de disposiciones civiles (Tomus Regii) para que obtuvieran la sanción espiritual.
La Hispana fue una redacción de Dcho. Canónico realizada por S. Isidoro de Sevilla, teniendo a la
vista textos de Concilios griegos, africanos, galicanos y españoles.
Tras la muerte de S. Isidoro de Sevilla, la Hispana fue objeto de varias redacciones, la más difundida
de las cuales se denomina “vulgata”
TEMA 8
INSTITUCIONES POLÍTICO ADMINISTRATIVAS VISIGODAS.
I. EL ESTADO VISIGODO: TEORÍAS SOBRE SU NATURALEZA.
El Proceso de formación del Estado Visigodo comenzó con el asentamiento del pueblo visigodo en
el sur de las Galias, en virtud de un pacto (foedus) firmado por el rey visigodo Valia y el Emperador
Honorio.
A mediados del siglo VI se produce un masivo traslado de godos a España, con lo que se inició la
andadura del pueblo visigodo conocida como el Reino Visigodo de Toledo, pero no será hasta la
expulsión de los Suevos y Bizantinos cuando se podrá hablar verdaderamente de un estado
Hispano-godo, en cuya configuración intervinieron elementos godos, romanos y canónicos.
Al no modificar los visigodos la estructura político-administrativa de las provincias romanas, se
dieron dos corrientes políticas llamadas a mezclarse, de un lado la del estado Germánico (carácter
popular y militar) y por otro lado la del (despótico) Estado romano.
Junto a ello, hay que valorar la fuerte influencia canónica existente en el Estado Visigodo tras la
conversión de los reyes visigodos al cristianismo, a partir del rey Recaredo (finales del siglo VI).
LA resultante sería un Estado con fuerte tendencia al Absolutismo. El rey, al frente de la monarquía,
ejercía el poder político, pudiendo distinguirse entre el rey y la corona, como se demuestra por la
existencia de un patrimonio separado.
Según el significado que se le dé a determinadas instituciones, se dará una u otra teoría acerca del
carácter del Estado Visigodo. (Ejemplos: “Fideles” entendido como fieles o como súbditos,
“Leudes” entendido como encomendados o como soldados de tropa y “Gardingos” entendido como
magnates del Aula Regia a modo de séquito -comitiva/comitatus- o como guardia personal del rey).
Pues bien, de ello depende que se entienda la existencia de un vínculo de tipo jurídico-privado, o,
por el contrario, de carácter jurídico-público, en las relaciones del individuo con el Estado.
Estas diferencias doctrinales pueden sintetizarse en dos corrientes:
1 Un sector de la doctrina (Sánchez Albornoz) considera que el Estado visigodo se basaba en las
relaciones clientelares, teniendo, por tanto, un carácter Pre-Feudal.
2 Otro sector (Torres López) sostiene que los vínculos en el estado visigodo fueron
jurídico-públicos, produciéndose la llamada “Relación General Jurídico-Pública de Súbdito”
II. LA MONARQUÍA VISIGODA
La forma de gobierno del Estado Visigodo fue la monarquía, de carácter popular, la cual tendió al
absolutismo por la influencia romana, aunque mitigado por la influencia de la ideología eclesiástica.
LA Iglesia elaboró toda una teoría sobre el poder real (origen divino), según la cual los reyes son
vicarios de Dios y son reyes porque gobiernan rectamente, pues en caso contrario pierden las
condiciones precisas para ser rey. (S. Isidoro de Sevilla -Etimologías-)
De ello resulta que el poder del monarca visigodo está limitado tanto por la justicia como por el bien
común, por el sometimiento a las leyes y por la rectitud en la actuación.
El sistema de sucesión en la monarquía visigoda ha dado lugar a discrepancias acerca del carácter de
la misma. El hecho que desde Alarico I hasta Amalarico siempre fueran elegidos los reyes entre la
familia de los Balthos, plantea la duda de si la monarquía fue siempre electiva. Existen tres teorías:
9
Los que consideran que siempre fue electiva (Torres López y Sánchez Albornoz).
10 Los que consideran que a veces fue electiva (ocupación del trono tras un golpe de estado)
11 Los que consideran que nunca fue electiva (ocupación del trono por la fuerza)
Lo cierto es que, en España, el viejo procedimiento de elección fue inviable, ya que el rey pasó a ser
elegido por un grupo reducido de magnates y prelados, con confirmación posterior del pueblo.
En el IV Concilio de Toledo (633) se reglamentó el procedimiento de elección, atribuyendo al la
capacidad electiva a los Principales del Reino y a los Obispos.
En el VII Concilio de Toledo (653), se atribuyó la facultad de elección al Aula Regia y a los
Obispos.
III. LOS CONCILIOS DE TOLEDO
Desde la conversión de Recaredo (589), la iglesia asumió un papel muy importante, no sólo en el
aspecto religioso, sino también en el moral al dictar las normas éticas por las que se debía regir el
poder político.
Los Concilios de Toledo reunían a todos los Obispos de España y por su, cada vez mayor, activa
presencia en la vida civil, tras el Concilio VIII (653) se dio entrada a los miembros del Aula Regia.
Los reyes convocaban las reuniones y proponían a los asistentes las cuestiones a debatir (Tomus
Regii). El monarca se ausentaba para no coaccionar al los presentes.
Los acuerdos que salían de las reuniones recibían el nombre de “Decretos Conciliares”, eran
promulgados y firmados por todos los asistentes, pero para que tuviera eficacia en Dcho. necesitaba
la sanción real mediante una “lex in confirmatione concilii”.
Respecto de la naturaleza de los concilios existen dos corrientes distintas:
12 Sánchez Albornoz considera que nunca perdieron su carácter de asamblea eclesiástica, pues
en puridad nunca legislaron, ni juzgaron.
13 D’Abadal considera que en realidad los concilios fueron la suprema asamblea legislativa,
como tribunal fiscalizador de la actividad legislativa.
Entre las funciones del Concilio de Toledo se encontraban: Establecer las condiciones para ser rey,
las normas para su elección y las condiciones a que debía atenerse el poder real. Llegaro a legitimar
usurpaciones y destronamientos, a instar el cumplimiento del juramento de fidelidad, sancionaron
leyes y aprobaron decisiones y edictos reales.
IV. LA ADMINISTRACIÓN CENTRAL: El Oficio Palatino y El Aula Regia.
El Oficio Palatino (Oficium Palatinum) Grupo de personas en torno al rey visigodo que realizaban
funciones públicas y privadas, por lo que se daba una confusión total entre los cargos privados y los
político-administrativos, típico de los primeros momentos del Estado visigodo en que Casa Real y
Organización Administrativa se confundían.
El Oficio Palatino estaba formado por condes palatinos (Comes Palatini) que actuaban como agentes
del monarca y por su delegación.
-Comes Cubiculorum
Cámara Real.
-Comes Scanciarum
Provisiones de Palacio.
-Comes Notarium
Servicio de Chancillería.
-Comes Patrimoniorum
Patrimonio Corona + Recaudación Impuestos
-Comes Thesaurorum
Tesoro Regio
-Comes Estabulii
Caballería
-Comes Spatariorum
Guardia Real.
El Aula Regia era un organismo cuya creación se atribuye a Leovigildo y que se compara con el
“Consistorium Principis” romano.
El Aula Regia colaboraba con el rey en el gobierno, la legislación y la administración de justicia
(como tribunal de apelaciones). Reunía entre sus funciones la elección de rey y colaborar con él en
la preparación de leyes, le asesoraba política, militar y jurídicamente, de modo continuado.
El Aula Regia fue la cuna de la Curia Alto Medieval, pero fue sólo un órgano asesor, por cuanto los
reyes no estaban obligados a solicitar su parecer, ni a aceptar su dictamen. Consultivo no vinculante.
Los miembros del Aula Regia eran nombrados por el rey, la asistencia a las reuniones era obligatoria
e implicaba una serie de deberes como la fidelidad, obligaciones militares y una especial lealtad al
rey.
Así mismo suponía la ostentación de ciertos privilegios como el de ser juzgados por un tribunal
especial de iguales (señores, sacerdotes, gardingos, etc). En general suponíaun estatuto privilegiado
que se extendía al Dcho. de familia (dote), al Dcho. penal (exclusión de penas corporales) y al Dcho.
procesal (exención del tormento y posibilidad del juramento expurgatorio como pruebas)
V. LA ADMINISTRACIÓN LOCAL: Municipio, Curia Municipal y Asambleas de Vecinos.
El Municipio: Existe una gran polémica entre la que se distinguen tres doctrinas:
14 La que considera que el municipio hispano-romano desapareció a la largo del siglo VI (S.
Albornoz) debido a la crisis del Bajo Imperio.
15 La que sostiene que el municipio hispano-romano tuvo continuidad en la etapa visigoda.
16 La partidaria de un término medio (Torres López) según la cual se conservaron algunos
elementos del municipio, pero otros desaparecieron.
La Curia Municipal: De origen romano, permaneció en la época visigoda, aunque algunas de sus
funciones se transformaron y otras desaparecieron.
El “defensor Civitatis” y el “Curator” eran cargos elegidos de entre los Curiales por el Pueblo.
Parece ser que desde el siglo V fueron perdiendo importancia las figuras del Defensor Civitatis y del
Curator, según Sánchez Albornoz porque en ese momento los Rectores Provinciae delegaban el
gobierno de las ciudades en un Iudex , considerando el mismo autor que aparecieron los “Comes
Civitatis” como funcionarios extraordinarios.
Desde Teodorico II era el rey quien designaba al “Iudex Civitatis” y al “Comes Civitatis”. El Iudex
tendría jurisdicción civil y criminal.
Los autores suponen que las Curias se extinguieron a fines del siglo VI, suponiendo que se debió
generalizar en las ciudades el gobierno mediante Iudices y Comes, a los que quedarían subordinados
el Defensor Civitatis y el Vicarius.
Las Asambleas de Vecinos: Se celebraron dos tipos de asambleas de vecinos:
“Conventus Rusticorum”: Según San Isidoro de Sevilla derivados de la costumbre de los
campesinos de reunirse en las encrucijadas de caminos para tratar temas de interés de la comunidad.
“Conventus Publicus Vicinorum”: Su papel debió ser trascendental a la hora de solemnizar ventas,
donaciones, etc. No se sabe quien las presidía, ni si los hispano-romanos asistían a ellas.
VII. LA ORGANIZACIÓN JUDICIAL: Jurisdicción Ordinaria y Jurisdicciones Especiales. ***
Jurisdicción Ordinaria:
Los funcionarios situados al frente de la administración territorial y local, eran también los
encargados de la administración de justicia.
La justicia visigoda partiría desde su impartición por la propia comunidad, hasta llegar a su
estatalización, lo que consolidó al monarca como el único con capacidad para administrar justicia.
El tema más discutido es si existió una “unidad de jurisdicciones”, o si eran diferentes para godos e
hispano-romanos. Hay teorías que van desde los que piensan que en principio existió dualidad y que
el juez de los godos era el “thiufadus” y el de los hispano-romanos el “iudex”, hasta los que
consideran que nunca existió diversidad judicial y que el “thiufadus” no era más que un funcionario
militar sin competencia judicial.
Jurisdicciones Especiales:
Aunque la legislación visigoda contemplaba únicamente la jurisdicción ordinaria del Estado, en la
práctica existieron otras varias jurisdicciones especiales.
La más característica era la MILITAR: Derecho militar especial, los jefes militares estaban
facultados para la administración de justicia, llegando a imponer penas especiales para algunos
delitos.
Otro tipo de jurisdicción especial fue la SEÑORIAL: Por cuanto los grandes propietarios tenían
jurisdicción entre los habitantes de sus tierras, gozando asimismo de inmunidades.
La jurisdicción ECLESIÁSTICA: Entendía de la fe, de la disciplina y de los negocios civiles de los
clérigos. Dispusieron del “Privilegium Fori” para asuntos civiles y se discute sí para los asuntos
criminales también.
Esta jurisdicción era ejercida por autoridades eclesiásticas que entendían también de en los casos
de delitos de superstición, idolatría e infanticidio.
Señalar la existencia del derecho de asilo, consistente en la extensión de la protección de las iglesias
a los que se cobijaban en el templo, sus pórticos o jardines circundantes.
Por último señalar que hay autores que consideran que también existió una jurisdicción FISCAL a
cargo de los “numerarii” y una jurisdicción MERCANTIL encabezada por los “Telonerii” (jueces
especiles que entendían de litigios entre extrajeros)
VIII. LA ORGANIZACIÓN MILITAR, FINANCIERA Y ECLESIÁSTICA..
La Organización Militar:
El ejército visigodo se basaba en la obligación y el derecho a servir en el mismo, de todos los
hombres capaces de llevar armas. Obligación de servicio militar limitada entre los 20 y los 50 años.
El servicio militar era así una cuestión de utilidad pública y, por tanto, un deber de los súbditos. Se
distinguía entre un ejército permanente, formado por la clase militar, y otro para casos de necesidad,
que se formaba por llamamientos.
Como tipos de soldados las fuentes mencionan a los “fideles” y “gardingos” que acompañaban a los
grandes señores a la guerra. Además existían los “Bucelarii” (soldados privados, a modo de
mercenarios, de los grandes señores) y los “Sayones”, que se hacían propietarios de las armas que
les entregaban sus señores pero no participaban del botín.
Se discute si los hispano-romanos participaron en el ejército visigodo, hay teorías para todos los
gustos. Una teoría intermedia es la de Sánchez Albornoz y Torres López, que predica que en
principio no participaron, pero que poco a poco se fueron incorporando.
La organización militar se basaba en una estructura jerarquizada entre Duces, Comites y Thiufadus
(Millenarius, Quingentenarius, Centenarius y Decanus), La figura del Thiufadus resulta muy
discutida, pues según autores pudiera ser un jefe militar, un recaudador, o juez.
La Organización Financiera:
La principal característica es la distinción entre el patrimonio del Estado y el del Rey.
La organización financiera visigoda se basaba en la romana, si bien los principios del sistema fiscal
visigodo fueron: El Principio de Economía, el de Imposición No Agobiante (presión fiscal
moderada) y el de Utilidad Pública.
Otro tema de disensión se produce acerca del “sujeto impositivo”. Hay autores que consideran que,
en un principio los godos estuvieron exentos del pago de impuestos, otros consideran que estuvieron
sometidos a las mismas cargas fiscales, y otros que consideran que la única diferencia podía venir
dada por la condición social.
Como funcionarios fiscales se pueden citar los siguientes:
Comes Patrimoniorum
Jefe de la Administración Financiera.
Tabularii
Contabilidad Pública.
Numerarii
Funcionarios Fiscales ¿con jurisdicción?
Exactores y Susceptores
Recaudadores de Impuestos.
RECURSOS FISCALES
La Organización Eclesiástica:
Se basó en la división provincial romana. La unidad básica era la Diócesis, al frente de la cual se
situaba un Obispo, elegido por el Obispo Metropolitano, aunque cada vez sería mayor la
intervención del monarca. Cada Diócesis se dividía en Parroquias, a cuyo frente había un Párroco.
Los Obispos organizaban la vida espiritual de su Diócesis en Sínodos y Asambleas Provinciales y
tenían autoridad sobre las iglesias que existían en sus Diócesis, exceptuando las “Iglesias Propias”
(levantadas por los señores en sus terrenos) en las que los señores tenían facultades de control
patrimonial, administrativo y de presentación al Obispo para la elección del rector de la misma.
(Antecedente del llamado “Dcho. de Patronato)
Con el tiempo se hizo necesaria la existencia de un órgano que aglutinase a los Obispos de una
misma provincia. Surgen así los “Concilios Provinciales” y como órgano superior los “Concilios
Generales o Nacionales”, conocidos como los “Concilios de Toledo”, de los que ya se ha hablado.
TEMA 9
INTRODUCCIÓN Y ESTRUCTURA ECONÓMICA (De la Edad Media)
I. LA RECONQUISTA.
Si bien la rebeldía organizada de los cristianos contra los musulmanes comenzó con una victoria
insignificante (Pelayo en Covadonga año 722), a partir de ese momento se hizo posible la
construcción de un nuevo poder político cristiano que pretendía ser el continuador del reino
hispano-godo, restaurando para ello las instituciones de la monarquía visigoda.
Por su parte los vascones de la ciudad y comarca de Pamplona (Navarra, Sobrarbe y Ribagorza)
también se sustrajeron a la dominación islámica, constituyéndose un nuevo Estado
Hispano-cristiano, el reino de Pamplona, que se afianzó como tal desde los comienzos del siglo X,
formando el núcleo originario del reino de Navarra.
Con la intervención militar de los francos en España, a finales del s. VIII, Barcelona y las comarcas
del Pirineo catalán quedaron conquistadas y convertidas en zona de influencia del Imperio franco
de Carlomagno.
El condado de Barcelona, desde finales del s. IX, fue prácticamente independiente del Imperio
carolingio, constituyéndose un estado feudal que llegó a vincular a los demás condados catalanes
bajo el principado del conde de Barcelona.
A principios del s. IX, los habitantes de la comarca de Jaca constituyeron un condado que fue
erigido, en el año 1035, en reino de Aragón, que en 1137 quedó bajo la potestad de los condes de
Barcelona, quienes a partir de 1162 fueron, al propio tiempo, reyes de Aragón y más tarde también
reyes de Valencia y de Mallorca.
Así quedó constituida la poderosa corona de Aragón, integrada por los reinos de Aragón, Mallorca y
Valencia, y por el Estado feudal catalán, sometidos a la soberanía de un mismo rey, aunque
organizados cada uno según su propia estructura político-constitucional.
En un principio, los impulsos del avance cristiano estuvieron motivados por razones tales como la
búsqueda de tierras cultivables.
Hasta el s. X, la correlación de fuerzas fue favorable al Islam, pero el punto de inflexión decisivo de
la reconquista se sitúa en el s. XI al producirse la desintegración interna del estado musulmán de
Córdoba y la consiguiente división en reinos independientes de taifas.
Por tanto, el progreso militar de los cristianos sobre los musulmanes, que culminó en el s. XV, debe
contemplarse como una situación que se dio en todos aquellos ámbitos de Europa en los que hubo
una demanda de tierra no equilibrada con la oferta, y como un aspecto más de la consolidación de la
sociedad feudal en Europa.
II. LA REPOBLACIÓN Y SUS CLASES.
**
A pesar de su paralelismo, los procesos de reconquista y repoblación son diferentes. Mientras que el
primero era de carácter eminentemente militar, el segundo es una empresa más compleja que exigía
para su realización un despliegue considerable de instituciones jurídicas.
Desde el núcleo geográfico occidental la repoblación, en su conjunto, se realizó en cuatro etapas
diferentes:
1)
Lenta repoblación del valle del Duero. (desde el s. IX hasta mediados del X)
2)
Estancamiento de la repoblación desde mediados del s. X hasta la conquista de
Toledo (1085) por Alfonso VI.
3)
Desde el s. XII hasta el s. XIII, repoblación del valle del Tajo.
4)
Durante el s. XIII se llevó la frontera cristiana hasta el valle del Guadalquivir.
Se dieron diferentes modalidades, clases o tipos de repoblación:
La Oficial, dirigida directamente, y a veces en persona, por el rey.
La Señorial, que podía ser monacal, eclesiástica o laica, como encargo realizado por el rey a
cualquier magnate o institución y que dio lugar a la formación de grandes dominios señoriales.
La Privada, hombres libres de cualquier clase social y religión que se asentaron en las tierras sin
dueño.
La Concejil, dirigida por los concejos, al amparo del marco legal que ofrecían sus fueros.
La de la Órdenes Militares, a cuyo auxilio hubieron de recurrir los monarcas para repoblar los
amplios territorios de la mitad sur de la Península.
Se derivaron dos consecuencias principales del proceso colonizador: Una, que los espacios
peninsulares quedaron estructurados eminentemente por los grandes dominios de los señores. Otra,
que en los espacios territoriales cristianos se fijaría una característica amalgama étnica, cultural y
jurídica.
Los instrumentos jurídicos de la colonización fueron:
**
La Presura, aprisio o scalido, confería a cualquier hombre libre la posibilidad de convertirse en
propietario de tanta tierra yerma y despoblada como pudiera poner en cultivo, tras la confirmación
real.
Sirvió de acicate a la repoblación, fue general en todos los territorios de la Península ibérica
(Castilla, León, Galicia, Aragón, Condados Catalanes y Navarra), sobre todo en la primeras etapas,
hasta el s. XI. Se encuentra descrita con exactitud en el fuero de Logroño.
El Repartimiento, es el instrumento jurídico que ordenó la repoblación en aquellas zonas en que los
pobladores cristianos ocupaban terrenos y ciudades en los que había población musulmana.
Utilizado en Aragón, Andalucía y Levante. Consistía en un distribución, ordenada por el rey, según
la condición social y los méritos de los conquistadores, de las casas y de las tierras conquistadas
abandonadas por los vencidos de manera voluntaria o forzada.
Como instrumento complementario de los repartimientos se presentan las Capitulaciones, allí donde
se pretendía conservar la población musulmana. Se establecían con los gobernadores árabes en las
tierras que pasaban a dominación y gobierno cristiano, pero en las que los musulmanes conservaban
su religión, cultura y derecho.
III. EL RÉGIMEN SEÑORIAL.
***
El Señorío era un complejo conjunto que abarcaba una serie de relaciones de dependencia de un
individuo respecto de otro, que afectaban a lo personal, a lo social y a lo jurisdiccional, proyectando
al mismo tiempo una serie de atribuciones jurisdiccionales que el señor ejercía por delegación real,
que llegaban a suplantar, o al menos a interferir, en la relación general rey-súbdito.
a) Formación de los Señoríos: A partir del s. XI la formación de los señoríos en la Edad
Media tuvo como causa general la reconquista y como causas concretas la repoblación
señorial; las donaciones de tierras del patrimonio regio otorgadas por los reyes a un
magnate, iglesia o monasterio; las donaciones de fincas que los creyentes hacían a una
iglesia para la salvación de su alma (donationes pro anima); el despojo violento de tierras de
los pequeños propietarios por parte de los grandes; las entregas como resultado de préstamos
usurarios; las composiciones o penas pecuniarias (caloñas); la usurpación de tierras a los
pequeños propietarios mediante coacción; o las simples donaciones de tierras a los grandes
para seguir cultivando en usufructo.
Tipos de Señorío:
Señoríos reales o tierras de realengo, en las que el rey, como señor eminente, constituía la
suprema autoridad tanto pública como privada.
Señoríos Eclesiásticos tenían su origen en las roturaciones hechas por los monasterios
que, mediante colonos y siervos alcanzaban grandes dimensiones de tierra.
Señoríos Nobiliarios Laicos que tuvieron su origen en los encargos de colonización que
algunos recibieron del rey.
Los señoríos mencionados podían ser a su vez, Solariegos o Jurisdiccionales según proporcionaran
a los señores el dominio de las tierras y la percepción de una serie de rentas, o el ejercicio, de una
serie de funciones que correspondían al rey o a sus oficiales por ser de índole jurídico pública, como
el cobro de impuestos, la administración de justicia y la llamada a filas, respectivamente.
En los reinos de la corona de Aragón los señoríos fueron llamados “Las Honores”
Las primeras manifestaciones feudales aparecieron en los reinos de León y Castilla hacia el s. XI, en
forma de donaciones de tierra del rey a los nobles, llamadas prestimonio, que pueden ser
equiparadas a feudos incompletos.
Esta tendencia a la suplantación se vio favorecida por las concesiones formales de Inmunidad
otorgadas por los reyes a determinados territorios que quedaban, junto a los hombres que los
habitaban, bajo la jurisdicción efectiva del propietario. Quedaba éste (por efecto de la concesión de
inmunidad) convertido en señor, la tierra en señorío y los habitantes en vasallos.
La inmunidad constituyó un elemento que hacía perder súbditos al poder real.
El señor representaba en su territorio al soberano y en su nombre ejercía, aunque en provecho
propio, percibía los tributos, administraba justicia dentro de sus dominios, imponía el orden, exigía
servicio militar y nombraba a los oficiales de la Administración. La acción de los funcionarios reales
quedaba mediatizada por el derecho de “no introito” que prohibía su entrada en los territorios
señoriales.
En el s. XIII, fuera ya del esquema feudal, los reyes comenzaron a retomar la plenitud de sus
atribuciones, aunque estos habían mantenido una posición suprema sobre los dominios señoriales
que se manifestó en su intervención en diferentes esferas de funciones, en administrar justicia en los
casos de Corte, en reunir un ejército real y en acuñar moneda.
b) Prestaciones Señoriales:
***
A cambio de radicación, protección manutención los señores recibían de sus vasallos un beneficio
conformado por un conjunto de prestaciones señoriales, consistentes en una serie de gravámenes
llamados foros o usos, que fueron :
La renta por el uso de la tierra (en reconocimiento de dominio), la facendera y castellaria (trabajos
en el exterior e interior del castillo), la anubda (vigilancia), la mandadería (servicios como
mensajero), el hospedaje y yantar (del señor y enviados en visitas).
Las mujeres de condición servil o semiservil, no podían contraer matrimonio sin permiso del señor y
lo compraban mediante el pago de las ossas o huesas.
Las rentas señoriales solían pagarse en especias. Más que por su cantidad eran gravosas porque
simbolizaban el dominio señorial.
c) Los malos usos señoriales:
En la corona de Aragón y sobre todo en Catalunya, por influencia de los francos, las prestaciones
señoriales tuvieron una manifestación más intensa y específica representada por los seis malos usos.
A mediados del s. XI se produjo un cambio trascendental en la vida de los campesinos
catalano-aragoneses, de ser rústico-libres, pasaron a quedar adscritos a la tierra y se convirtió en
siervo.
Los seis malos usos fueron:
1
Remensa (Redimir): Precio que el campesino adscrito al predio había de pagar al señor por
poder abandonar la tierra.
2
Intestia: Incautación de parte de bienes cuando el campesino moría intestado.
3
Exorquia: Penalización para quienes no tuvieran descendientes en le sucesión al predio.
4
Cugucia: Incautación de parte de bienes a la mujer adúltera.
5
Arsía o Arsina: Indemnización al señor por incendio en la finca.
6
Ferma despoli forçada: Pago que recibía el señor por autorizar la hipoteca de la tierra.
Los seis malos usos fueron abolidos por Fernando el Católico en la Sentencia arbitral de Guadalupe
de 1486.
IV. ORGANIZACIÓN ECONÓMICA.
Carácter eminentemente agrícola y ganadero, de alcance vecinal, con escaso nivel de monetización,
acorde con la poca frecuencia de las transacciones.
A partir del s. XI la España cristiana va a seguir una evolución económica, social y política, más
similar a la del resto de Europa.
El nuevo movimiento mercantil se desarrolló en los s. XI y XII, y en relación con ello se encuentran
las peregrinaciones a Compostela a través del camino de santiago, convertido en una ruta comercial
y humana de primer orden.
En el reino Astur-Leonés, la economía fue en gran parte agraria, el trueque fue la base de las
transacciones.
La ganadería tuvo tanta importancia como la agricultura en la Alta Edad Media, ya que la movilidad
del ganado hacía que pudiera ser retirado en caso de ataque musulmán.
El ganado lanar adquirió un lugar preferente a partir del siglo XII, en que se mezcló la raza ovina
autóctona con la merina procedente del continente africano.
El sector industrial era verdaderamente rudimentario. En el s. X fueron apareciendo personas libres
dedicadas a un oficio determinado, que vendían en establecimientos fijos o en mercados los
productos que fabricaban.
La industria y el comercio adquirió mayor importancia en la zona mediterránea. El comercio
marítimo catalán se desarrolló notablemente desde finales del s. XII.
En estas zonas proliferan las asociaciones gremiales de artesanos y los consulados, que eran
corporaciones mercantiles de comerciantes con ciertas competencias jurisdiccionales.
IV. 1. El Régimen Económico de las Comunidades Aldea.
Eran estructuras sociales articuladas sobre una base familiar mediante el agrupamiento primario de
familias (extensas, no mononucleares), compartían indivisamente un patrimonio territorial con el
resto de miembros de su familia y a la vez participaban de la explotación, conjuntamente con otras
familias con las que compartían asentamiento, de los bienes de uso común para todas ellas.
Estas comunidades de aldea fueron el agente principal del modo de producción germánico cuanto
familiar (concepto unitario) y colectivo (al que se supedita).
Los agentes causales de la progresiva sustitución del modo de producción germánico por el feudal
fueron:
17 La pérdida de independencia de los campesinos libres, propio del régimen señorial y, por
tanto, del sistema feudal.
18 La ampliación del espacio ocupado por los cristianos (diseminación)
19 La emigración, por causa de guerra, de numerosos campesinos de sus células familiares.
(fragmentación)
20 Las diferencias sociales propias de una sociedad que se fue jerarquizando.
IV. 2. La Agricultura: Contratos Agrarios.
El sistema de explotación agraria del gran dominio fue heredado del Bajo Imperio, la parte menos
extensa y más productiva (dominicata) se reservaba para la explotación directa del señor y la parte
más extensa y menos productiva (indominicata) la explotaban los labriegos mediante diversos
sistemas de cesión o de contratación agraria (la cesión les convertía en siervo, el contrato, colonos
libres)
Las formas más generalizadas de cesión individual de las tierras, en la Alta Edad Media, derivaba
del “Precarium” romano, que por acción del derecho vulgar evolucionó hacia la “precaria”,
asimilada al “préstamo de uso” y al “arrendamiento”, del que se distinguía por tratarse de una cesión
real y no de un contrato consensual.
En León y Castilla la figura más corriente de cesión se llamó “Prestimonio”. (cesión de tierras de un
rey a un señor)
Se dieron otros tipos de contratos agrarios de arrendamiento de carácter perpetuo, como el “foro” o
la “enfiteusis” (enajenables y transmisibles por herencia), la “aparcería” (derivado de la colonia
partiaria romana), los contratos de “coplantación”.
Hubo también contratos agrarios colectivos como las “cartas pueblas”, que se analizan más adelante.
IV. 3. La Ganadería: La Mesta y su Organización.
**
Eran juntas de pastores que se organizaron de forma compleja en la segunda mitad del s. XIII. Las
diversas Mestas locales fueron absorbidas en Castilla por una Organización de más amplio alcance.
En 1273, Alfonso X “El Sabio”, fundó la que más adelante se conocería por el “Honrado Concejo de
la Mesta”, un gremio de pastores y dueños de ganado estante y trashumante de Castilla, dotado de
organización jurídico-administrativa.
Los integrantes del Concejo de la Mesta, reunidos en asambleas, decidían su organización interna,
sobre peticiones al monarca y sobre cuestiones propias del oficio.
Conforme a sus normas y Ordenanzas propias la Mesta gozó de una jurisdicción especial, contando
con jueces (alcaldes de la Mesta) y oficiales. Había también alcaldes de alzada, procuradores y
recaudadores.
Los oficiales que representaban al rey en la Mesta eran los “alcaldes entregadores” y “el alcalde
entregador mayor”, o presidente de la Mesta, junto a un juez letrado de designación real.
IV. 4. El Comercio.
a) Comerciante y Burgueses.
Aunque la economía agraria y la vida rural continuaron predominando, en los s. XI y XII se
intensificó la actividad comercial. Además del comercio interior existieron relaciones de comercio
exterior con países del norte de Europa, Flandes e Inglaterra, así como con Francia a través del
Pirineo.
Para asegurar la circulación de todos esos individuos se concedió una protección especial similar a
la de los mercados. Los caminos así protegidos se llamaron “caminos reales” y en ellos el rey
consideró como “hombres suyos” a aquellas personas naturales, o no, del país que se dedicaban al
comercio.
El desarrollo de la actividad mercantil y artesana en algunas ciudades como León, Santiago de C., o
Barcelona, originó en ellas, en la etapa medieval, una economía urbana potenciada
fundamentalmente por comerciantes y burgueses.
b) Ferias y Mercados.
Constituyeron en la alta Edad Media los centros fundamentales de toda la actividad comercial,
aunque hasta los s. XII y XIII no adquirieron verdadera importancia económica y jurídica.
Las ferias eran grandes reuniones de comerciantes de ocho días, quince, o un mes de duración. Las
ferias más antiguas se remontan al s.XII.
Los mercados eran una reunión diaria o semanal y podían transcurrir mediante un comercio
permanente o ambulante.
Lo mismo las ferias que los mercados fueron instituciones reales, la concesión era, en un principio,
prerrogativa del rey que con el tiempo ejercieron también los señores.
Entre las ferias y los mercados se concentraba en la alta edad Media toda la vida mercantil local.
IV. 5. Las Operaciones de Crédito.
a) La letra de cambio. El problema de la usura.
La letra de cambió era usada en España en el siglo XIII (en Barcelona). En sus orígenes se trató de
un contrato de cambio entre comerciantes, pero en el siglo XIV ya era utilizada como una orden de
pago sobre una plaza de comercio extranjera, en una moneda distinta a la de la moneda de origen.
Desde entonces la letra de cambio fue un documento mercantil que servía para saldar cuentas de una
a otra plaza y en monedas diferentes, según un cálculo de equivalencias.
Uno de los fenómenos más característicos de la evolución hacia el capitalismo fue la organización
del cambio y del crédito. En la España cristiana la Iglesia prohibió el préstamo de dinero con interés.
Esto motivó, por una parte, que los prestamistas fuesen principalmente judíos y, por otra, que se
siguieran procedimientos que contribuían a aumentar el coste del dinero. El préstamo con intereses
fue uno de los puntos débiles de la economía.
b) Cambista y Banqueros.
La actividad de los mercaderes en la Baja Edad Media se veía dificultada por la diversidad de
monedas que se utilizaban para liquidar las transacciones. De ahí que en las ciudades mercantiles y
en las grandes ferias hubiese mercaderes que se dedicaban al cambio de dinero. Ya en el siglo XII
había cambistas en las ciudades de Burgos, Santiago de C. y Barcelona.
Pronto los cambistas se convirtieron en banqueros.
c) Las Sociedades Mercantiles.
***
Desde el siglo XII se constituyeron en España asociaciones de comerciantes o sociedades
mercantiles de indudable carácter capitalista.
21 La Compañía: Modalidad de sociedad mercantil con la finalidad de obtener ganancias en
una empresa mercantil. Resulta un antecedente de la Sociedad Colectiva. Sus socios podían
aportar capital o trabajo.
22 La Commenda: Usada desde el s. XII tuvo sus orígenes en un contrato por el cual un
mercader confiaba sus mercancías a otra persona para que las vendiera en un mercado lejano
y participara de los beneficios que se obtuviesen. En el s. XIV la commenda era ya una
asociación de capital y trabajo en una empresa mercantil en el extranjero repartiéndose los
beneficios.
23 La Sociedad de Mar: Asociación que adoptó diversas modalidades. Se extinguía al liquidarse
las ganancias de la empresa para la cual se constituyó.
IV. 6. El Comercio en Castilla: Las Universidades de Mercaderes y Los Consulados.
El Comercio en Aragón: El Derecho Marítimo Mercantil.
A partir del s. XIII comenzó a desarrollarse el comercio exterior de León y Castilla, debiendo su
impulso principalmente a los marinos castellanos y vascongados de la costa cantábrica.
A principio del s. XIV, el comercio exterior experimentó un enorme desarrollo de la mano de la
exportación de lana de oveja a través de los puertos del Cantábrico.
Universidad de Mercaderes:
Era una agrupación gremial de mercaderes para la defensa de sus comunes intereses. Algunas, por
autorización real, llegaron a conformarse como Consulados de Comercio.
Consulados de Comercio:
Los Consulados son instituciones gremiales con jurisdicción propia, con capacidad normativa y
jurisdiccional limitada, pero eficaz.
Pudieron elaborar sus propias disposiciones, llamadas Ordenanzas, para regular su organización y su
régimen interno.
La jurisdicción fue ejercida por un “prior” y varios “cónsules” elegidos entre los comerciantes de la
ciudad. Juzgaban en primera instancia los litigios de carácter mercantil que se generaban entre los
comerciantes. Sus sentencias podían ser apeladas ante la jurisdicción ordinaria.
Funcionaban como corporaciones profesionales integradas por comerciantes y hombres del mar, y
constituían, por autorización del poder público, verdaderos tribunales especiales.
El Comercio en Aragón: El Derecho Marítimo Mercantil.
***
Las dos áreas de vigencia del Dcho. marítimo mercantil fueron la mediterránea y la cantábrica.
Un reflejo de esta proyección del tráfico mercantil lo constituye la organización de los “Consulados
del Mar”.
Los elementos formativos del Dcho. marítimo son las costumbres, la actuación judicial de los
Consulados o tribunales marítimos que forman una especie de jurisprudencia marítima, y las
Ordenanzas de los Consulados.
En la fijación de este Dcho. se aprecian dos fases:
Una inicial que se materializó con una compilación de usos y costumbres mercantiles del
Mediterráneo (segunda mitad del s. XIII), denominada “Costums del Mar”.
Otra, definitiva, concluida en la segunda mitad del s. XIV en el “Llibre del Consolat del Mar”,
verdadera recopilación del texto originario al que se añadieron las disposiciones oficiales de los
monarcas en torno al régimen de los Consulados y a otras cuestiones relativas a la navegación.
Su difusión y vigencia fue muy amplia por todo el Mediterráneo como una norma reguladora del
tráfico mercantil, pero también fue recibido en la zona atlántica, desempeñando un papel de “Ius
Commune” del mar.
Aparte, el Derecho marítimo consuetudinario del Cantábrico y del Mar del Norte, no llegó a recibir
una amplia redacción escrita. Allí la actuación judicial se desarrolló por la costumbre.
Se elaboró una breve colección de sentencias judiciales de Derecho marítimo, conocida como
“Rôles de Olerón” (isla francesa en la destacó su tribunal marítimo), que gozó de cierta difusión
entre los comerciantes de Castilla, donde fue conocida bajo el título de “Leyes de Lairón”.
TEMA 10
ESTRUCTURA SOCIAL (En la Edad Media)
I. ORGANIZACIÓN SOCIAL
La sociedad medieval fue una sociedad estamental (estructurada en estamentos), fuertemente
jerarquizada y asentada sobre el principio básico de la desigualdad de sus miembros, que concurrían
en una armonía común, aún realizando diversas funciones. *
La estructura social de la España cristiana en esta etapa, se caracterizó:
1] Por la supremacía de las clases privilegiadas.
2] Por el estado de sujeción de unos hombres a otros, derivado del sometimiento a vínculos diversos
con sus señores.
3] En esta sociedad se dio una gran fluidez entre las diversas clases sociales (movilidad
interclasista).
4] Era una sociedad jerarquizada en la que se otorgaba a cada grupo o estamento su propia función
social.
Dos de esos estamentos eran privilegiados (la nobleza misión -de defensa del país- y el alto clero
-misión de defensa de la tierra-) y el otro era no privilegiado (el llamado tercer estamento o estado
llano). Cada grupo quedaba configurado como un “estamento”, u orden, o estado.
En cuanto a sus componentes, se dieron tres grandes grupos de población: Los libres, los semilibres
y los no libres.
El elemento social más numeroso fueron los Hispanogodos que se fueron incorporando a núcleos
cristianos donde fueron designados con el nombre de mozárabes. Pronto se incorporaron otros
elementos de población: los grupos de Francos, los musulmanes (a los que llamaron moros) que
formaron la población mudéjar y judíos.
En los países de Aragón los tres estamentos eran:
24 El de los “mayores” (mayors), integrado por los barones, obispos, priores de las Órdenes
militares, abades, condes, etc.
25 El de los “Medianos” (mitjans), formado por oficiales de la administración, juristas,
médicos, comerciantes, etc.
26 El de los “Menores” (menors), que comprendía lo que en Catalunya se llamó el pueblo
menudo, o sea, los más humildes de la población urbana y rural (labriegos o pagesos).
I. 1º. Los Estamentos privilegiados: categorías y condición jurídica.
1er. Estamento: La nobleza configuraba el grupo social dominante, tenía una base material clara
identificada con la posesión de la tierra y con la explotación de los campesinos instalados en ella. Su
papel hegemónico es la sociedad quedaba justificado por la importancia de la función de defensa
que tenían asignada. Ostentaban una serie de privilegios como la exención fiscal, el que sólo
pudieran ser juzgados por sus iguales, o que en caso de daños percibieran indemnizaciones más altas
que los no nobles.
Entre los nobles habían diferencias notables, así en el reino Astur-Leonés se formó una nobleza de
origen burocrático (reorganización de la estructura administrativa). Posiblemente también hubo allí
una nobleza de sangre descendiente de los antiguos linajes de la España visigoda, que ocuparían un
segundo orden de importancia.
A la cabeza del estamento nobiliario se encontraban los “magnates” (alta nobleza), que poseían
extensos dominios territoriales en los cuales disfrutaban de inmunidad.
Por debajo de éstos, estaban los “infanzones” y los “hidalgos” (baja nobleza). Los infanzones eran
nobles de linaje que combatían a caballo (de ahí que también se les llame “caballeros infanzones”).
Lo que daba cohesión a todos estos grupos nobiliarios era la posesión de una mentalidad similar.
Entre ellos desarrollaros relaciones personales de dependencia que tenían contenido de carácter
militar.
En tierras castellano-leonesas, a partir del siglo X, alcanzó gran importancia un grupo que
participaba de rasgos comunes con la nobleza: Los “caballeros villanos”, labriegos que podían
costearse un caballo para participar en la guerra, poco a poco, los monarcas fueron concediendo a
estos caballeros privilegios que terminaron identificándolos con la pequeña nobleza.
En el siglo XIII se observa un cambio importante al acceso a la nobleza, al intervenir la riqueza,
apareciendo así los llamados “caballeros de cuantía”.
En resumidas cuentas, tanto la caballería como la riqueza constituían los portillos de acceso a la
nobleza e imprimían a la sociedad un cierto grado de movilidad.
Los grandes dignatarios de la Iglesia procedían familiarmente del grupo de los ricos hombres y de
los infanzones, eran los arzobispos y obispos, los abades de los grandes monasterios y los maestres
de las Órdenes militares.
En los países que componían la Corona de Aragón la alta nobleza representó una minoría
numéricamente insignificante, aunque poderosa, ya que controló en gran medida el poder
económico y político, gracias a las rentas que alcanzaron como recompensa de servicios prestados a
la monarquía. En los siglos XI y XII el predominio de la nobleza se quebró con el ascenso de la
burguesía, que vino a completar el panorama social.
En Catalunya la alta nobleza estaba integrada por los “nobiles”, “rich homes”, “magnats” y
“barons”. Aparte quedaba la pequeña nobleza compuesta por “infanzones” o “caballeros” que
llegaron a figurar en las Cortes como estamento distinto de los nobles (nobiles y militibus).
La alta nobleza estaba integrada en Aragón por los “ricos hombres”, mientras que la baja nobleza
estaba compuesta por los “caballers”, “milites” “donzells”, “militars” y “generosos”
El marcado carácter rural de la sociedad aragonesa impidió su evolución posterior hacia formas
capitalistas (como fue el caso de Catalunya) e hizo de la pequeña nobleza aragonesa una clase
inadaptada y perturbadora, la mayoría de sus miembros se dedicó a la explotación de los habitantes
del lugar.
I. 2º. 2º. Estamento: Los Hombres Libres
a)
Villanos y Burgueses
En España hubo a lo largo de toda la Alta Edad Media un número considerable de hombres libres
como consecuencia del proceso repoblador (ingenuos).
Carecían de los privilegios que ostentaban los nobles, pero gozaban de libertad jurídica y
económica, dependían directamente del rey o de algún señor, pero sólo en el aspecto jurisdiccional,
estando exentos de cargas serviles. Entre ellos presentaban gran heterogeneidad: por una parte se
encontraban los “campesinos”, pequeños propietarios libres también llamados “villanos”, y por otra,
los asentados en las ciudades como pequeños comerciantes, menestrales o jornaleros, que eran los
denominados “burgueses”.
Desde el siglo XII se incrementó, en todas partes, la población libre de ciudades y villas, que va a
constituir, dentro del grupo de los “ingenuos”, una clase social: LA Burguesía.
La irrupción de los grupos burgueses puso de relieve lo inadecuado de los lazos privados de índole
feudal, para ordenar las relaciones de los gobernantes con la comunidad. Pero el peso de la
burguesía fue escaso en los reinos hispánicos, con la excepción de Catalunya y Valencia.
Villanos y Burgueses proporcionaban la fuerza de trabajo al cuerpo social participando de un estatus
carente de todo privilegio, lo que en el terreno fiscal se traducía en la condición de “pecheros”, es
decir, los que pagaban pechos y tributos.
En la cúspide de ese estatus, se encontraban los “buenos hombres” (boni homines), que eran los más
destacados de los hombres libres, eran poseedores de bienes inmuebles propios, pero habían de
pechar.
b) Cofradías y Gremios
En las ciudades la práctica de los oficios agrupó a los artesanos en corporaciones profesionales para
la defensa de sus intereses comunes y la reglamentación del oficio: Cofradías y Gremios (también
llamadas universidades), que se desarrollaron durante los siglos XIV y XV, sobre todo en Catalunya.
Las Cofradías se caracterizaron por ser asociaciones voluntarias que agrupaban a quienes ejercían un
mismo oficio, con finalidades piadosas de beneficencia, previsión social y socorro mutuo entre
cofrades, unidos bajo la advocación de un santo patrono.
Los Gremios eran corporaciones profesionales de trabajadores. Se trataba de asociaciones cerradas,
jerarquizadas y forzosas que monopolizaban un determinado oficio, tanto en su aprendizaje como en
su práctica. Se constituían con arreglo a un estatuto escrito (Ordenanzas)
A finales de la Edad Media los gremios eran corporaciones con plena competencia en la
reglamentación del trabajo, investidos de jurisdicción.
I. 3º. 3er. Estamento: Los Colonos, Siervos y Libertos
Durante la etapa altomedieval una gran masa de la población estuvo en situación intermedia entre la
libertad y la falta de ella siendo, por tanto, “semilibres”.
La “encomendación” o patrocinio representaba una relación de dependencia personal entre dos
hombres libres (uno poderoso y otro menesteroso), en virtud de la cual uno de ellos entra bajo el
patrocinio del otro para obtener defensa y protección a cambio de la prestación de servicios
personales o del pago de unas rentas.
La encomendación podía ser personal o teritorial. Los encomendados personales se comprometían a
servir a un señor y los encomendados territoriales entregaban sus tierras a un señor, total o
parcialmente, reteniendo únicamente sobre ellas un derecho de disfrute.
Unos y otros, reciben el nombre genérico de “colonos”, “collazos” o “payeses”, trabajaban en
calidad de colonos en tierras ajenas, entregando censos y realizando “sernas”, habiendo llegado
muchos a esa situación de dependencia de hecho (aunque jurídicamente fueran libres)
Entre las diversas formas de constituirse una encomendación territorial, una muy frecuente en
tierras de Galicia y de León y Castilla fue las “Behetrías” (o benefactorías), que constituían una
relación voluntaria entre dos hombres libres que podía romperse por cualquiera de las partes,
conservando el patrocinado todos sus bienes y pudiendo elegir otro patrono.
A finales del siglo XIII apareció un texto breve denominado “Las Devisas”en el que se recogían los
derechos y prestaciones que los señores de behetrías (llamados Deviseros) podían exigir de sus
protegidos. Asimismo, a mediados del siglo XIV los lugares de behetría fueron registrados en un
texto denominado “Becerro de las Behetrías o Libro de las Merindades de Castilla”.
El grado inferior de la escala social lo ocupaban los “siervos” que carecían de capacidad jurídica y
estaban bajo el dominio de otro que podía disponer de ellos como de cosas.
La necesidad de mano de obra para cultivar la tierra dio lugar al asentamiento de muchos siervos en
el campo (siervos rurales) que quedaron pronto adscritos a la tierra y que podían ser vendidos con el
predio, por lo que recibieron la denominación de “siervos de la gleba”
Aparte existieron los “siervos fiscales”, “reales” o “eclesiásticos”, quienes a veces gozaron de
condiciones de vida mejores que algunos simples libres.
La condición de servidumbre tendió a mejorar, en términos generales, en la Alta Edad Media, siendo
posibles salir de esa situación a través de ciertos mecanismos, como el rescate o la recepción del
bautismo, que convertía al siervo en “liberto”.
II.
EL FEUDALISMO.
II. 1º. Concepto y Teorías sobre el concepto de Feudalismo.
Concepto:
Forma de organización social y política extendida en al Alta Edad Media por toda la Europa
Occidental, definido por la existencia de un poder público débil e incapaz de ofrecer seguridad a
sus súbditos, lo que ocasionó la proliferación de los vínculos de dependencia entre unos hombres y
otros, y por la desmembración de la soberanía en beneficio de los poderosos, que tendieron a la
autonomía en sus tierras.
No representó la desaparición del Estado, la relación rey-súbdito no se rompe, pero se debilita por
la generalización de lazos de dependencia personal.
Teorías:
La concepción “Institucional y Técnica” o restringida (S. Albornoz y García Valdeavellano)
considera que para que existiera el feudalismo tenían que existir feudos, y que por tanto, en España,
aunque si hubo régimen señorial e inmunidades (ello supuso únicamente una concesión parcial de
jurisdicción y de poderes públicos), no hubo feudalismo.
La concepción “Socio-económica” o amplia (formación marxista) entiende el feudalismo como un
modo de producción precapitalista, para hablar de su existencia o inexistencia lo determinante es
observar si hay o no relaciones de dependencia en el sistema y en la organización social. Esto
equivale a asimilar el feudalismo con régimen señorial, y a asegurar que en España sí hubo
feudalismo desde la época de los romanos hasta el siglo XIX en que fuera abolido.
II. 2º. El Problema del Feudalismo Castellano.
Cuando Francia experimentaba la profunda transformación que había de conducir al régimen feudal,
en los siglos VIII y XIX, en España apenas existían territorios cristianos y la nobleza no había
adquirido aún sus grandes dominios.
No se daban, por tanto, los elementos propicios para el desarrollo del feudalismo (nobleza poderosa,
gran propiedad, etc.). Cuando unos siglos más tarde se iniciaron los gérmenes del feudalismo, ya
entonces resultó tarde para el florecimiento del sistema feudal, pues habían surgido los obstáculos
que en todas partes prepararían la ruina del mismo: el auge de la clase libre, el nacimiento de las
municipalidades y la recepción del Derecho Romano. Únicamente en las regiones de Extremadura,
Andalucía y Murcia los nobles recibieron grandes territorios y vino a cuajar allí un régimen señorial
que ya resultaba extemporáneo para modificar la organización fundamental sobre la que se había
asentado la sociedad en León y Castilla.
Aunque parece claro que lo más virtual de las estructuras feudales (régimen señorial e inmunidades)
si caló en todos los reinos de la península.
Lo que está claro es que hubo régimen señorial, que el régimen señorial es una institución de estirpe
feudal que representa la desmembración de la soberanía.
Las primeras manifestaciones feudales en los reinos de León y Castilla aparecieron hacia el siglo XI,
en forma de donaciones de tierra del rey a los nobles (a un “señor”), llamadas “prestimonios”.
En los reinos de la meseta se dio un cierto desarrollo de las inmunidades, pero no se llegó en ningún
caso a una independencia total respecto de los reyes.
A diferencia de lo ocurrido en Castilla, en los territorios catalanes (territorio de influencia de los
francos), el progreso de la “infeudación” se desarrolló temporalmente, cristalizando en un sistema de
características similares al régimen feudal franco.
II. 3º. Las Instituciones Feudales: Vasallaje, Beneficio y Pacto Feudal.
***
Vasallaje: Según García de Valdeavellano el vasallaje era una relación de servicio, amistad y
protección, pactada entre dos hombres de condición social noble por la que uno de ellos (el vasallo)
vinculaba su persona a otro (el señor) jurándole fidelidad, comprometiéndose a servirle,
especialmente en la guerra, y recibiendo del señor sustento, mercedes y dones especiales.
El vínculo que así se establecía no mermaba la libertad del vasallo, que sólo quedaba obligado a
guardar fidelidad al señor, a defenderle con las armas, a seguirle en la guerra y, cuando el señor lo
requiriese, su servicio, consejo o compañía.
Beneficio: Los señores acostumbraban a recompensar los servicios de sus vasallos cediéndoles
tierras en “beneficio” por el plazo de la vida del vasallo primero, y a partir del siglo IX con carácter
hereditario, siempre que el heredero fuese vasallo del señor otorgante.
En los reinos hispánicos resulto habitual la entrega de tierras en tenencia temporal o vitalicia,
constituyendo lo que se llamó “prestimonios” que, a diferencia de lo que ocurrió en otras zonas de
Europa, no recayeron siempre en vasallos y su concesión no implicó la existencia de vínculos
vasalláticos, pues siempre fueron concesiones temporales, revocables nunca objeto de transmisión
hereditaria.
El Pacto o Contrato Feudal: Se establecía en la ceremonia del “Homenaje” (que se perfeccionaba
con el juramento de fidelidad y el beso) en la que las dos partes (señor y vasallo) se comprometían
libremente: El señor a hacer bien a los vasallos y los vasallos a mantenerse en lealtad al señor.
TEMA 11
FUENTES DEL DERECHO MEDIEVAL (I)
I.
TEORÍAS SOBRE LA NATURALEZA DEL DERECHO ALTOMEDIEVAL
I.1.
Tesis Germanísta Clásica.
La existencia, en el Derecho español altomedieval, de instituciones desconocidas o combatidas por
el Liber Iudiciorum, ha llevado a algunos historiadores ha plantearse la existencia de un derecho
consuetudinario godo, de origen germánico, que habría pervivido en estado de latencia con la
romanizada legislación del “Liber Iudiciorum”.
Se supuso que tras la caída de la monarquía visigoda y del derecho oficial del “Liber”, la
población goda, refugiada en el norte peninsular, habría comenzado a aplicar abiertamente el
Derecho popular germánico, fijándolo posteriormente por escrito en las Cartas Pueblas y Fueros
Municipales.
Esta teoría Germanista cuenta todavía con defensores que afirman la naturaleza esencialmente
germánica del derecho altomedieval, su procedencia consuetudinaria goda y la escasa aplicación del
derecho escrito visigodo durante los siglos V a VIII y, por tanto, también durante la reconquista.
Se han formulado varias objeciones a esta tesis. Fundamentalmente se basan en la improbabilidad
que una minoría de godos consiguiera mantener un Derecho consuetudinario, frente al resto de la
población visigoda e hispanorromana que aplicaba el “Liber” o el Derecho romano.
Por otra parte, los autores que han estudiado el Derecho español altomedieval han trabajado
preferentemente con documentación de los siglos XII y XIII, en menor medida del XI y escasísima
de los siglos VIII al X.
Paradójicamente, es en estos siglos “mudos”, de crisis política y auge del Derecho consuetudinario,
donde constatamos una creciente aplicación de “Liber” y una mínima presencia de germanismos en
comparación con los siglos XII y XIII.
No cabe ya, por tanto, la sorprendente simplicidad con que algunos estudiosos han considerado
demostrada la procedencia germánica de alguna institución peninsular, sólo con invocar los
precedentes germánicos elaborados “idealmente” por la doctrina iushistórica alemana
contemporánea, pero sin apenas citar preceptos de leyes germánicas, suponiendo de esta forma, la
aplicación o influencia de toda clase de leyes, desde las leyes de los burgundios hasta la de los
alamanes, pasando por las de los noruegos islándicos, en el territorio peninsular.
I.2.
Otras Tesis.
A. García Gallo sugirió la hipótesis que atribuye el origen del ordenamiento jurídico altomedieval a
la influencia ejercida por el derecho de los pueblos del norte peninsular, impropiamente llamados
prerromanos.
Posteriormente García Gallo matizó su hipótesis manifestando que junto a ese factor principal había
que considerar la influencia del Derecho consuetudinario originado por las necesidades de la
práctica.
En todo caso, la tesis se basa en la relativa independencia mantenida por esos pueblos frente a los
romanos y los visigodos y, por ello, a la romanización jurídica representada por el “Liber”.
Existe una tercera teoría, llamada “romanista” que considera el Derecho altomedieval español
como una especie de prolongación de la tradición jurídica romano-vulgar.
Según esta interpretación la legislación del Liber tuvo una aplicación generalizada en el reino
visigodo y las divergencias o desfases entre el Derecho Oficial y el de la práctica, se debieron,
fundamentalmente, al creciente grado de feudalización de la sociedad visigoda y no a un divorcio
entre una supuesta legislación romanizante y un Derecho consuetudinario germánico.
Durante la alta edad media el Liber seguiría aplicándose como un Derecho general o subsidiario
respecto a los fueros municipales, que serían Derecho especial surgido para dar respuesta a las
nuevas necesidades de la práctica.
Esta tesis puede incurrir en un excesivo “reduccionismo”. Salvo que se considere el Derecho local
medieval como un paréntesis en la Historia del Derecho español, podría resultar demasiado vago
ubicar el Fuero de Sepúlveda, el de Sahagún o el de Logroño dentro de la tradición jurídica
romano-vulgar.
Para adoptar un criterio sobre el asunto, es preciso examinar la documentación jurídica de la época.
II.
EL PROBLEMA DE LA PERVIVENCIA DEL “LIBER IUDICIORUM”.
Suele afirmarse, por los partidarios de la tesis germanista, que la caída de la monarquía visigoda
supuso la desaparición de la maquinaria administrativa que imponía un Derecho romanizado (el
Liber) y, con ello, el florecimiento y revitalización del derecho consuetudinario de raíz germánica.
Sin embargo, la escasa documentación jurídica procedente del reino Astur, refleja una aplicación
del Derecho coherente, en líneas generales, con el Liber Iudiciorum.
Sabemos que la ausencia de ejemplares del Liber y la crisis política condicionaron decisivamente la
posterior evolución del derecho.
Efectivamente, las menciones expresas a preceptos del Liber sólo aparecen a partir de la segunda
mitad del siglo X, posiblemente a raíz de la llegada de más ejemplares del Liber, posiblemente
acompañando a la entrada de la población “mozárabe”. Hasta ese momento, las referencias a la ley
son todas genéricas, unas veces citando de memoria el texto visigodo, otras inspirándose
lejanamente en él, algunas siguiendo “colecciones de fórmulas” de época visigoda.
¿De donde procedía ese derecho consuetudinario?. Hemos de suponer que gran parte de él
procedería de la tradición jurídica romano-visigoda, es decir de costumbres romano-vulgares,
germánicas y otras influencias procederías de los pueblos del norte peninsular (cántabros, astures y
vascos).
Pero la mayoría de estos preceptos procederían de la necesaria adaptación del derecho del Liber
Iudiciorum a una realidad social que, al contrario que en época visigoda, el monarca se veía
incapaz de canalizar.
En cualquier caso, la presencia de derecho germánico ajeno al Liber es mínima hasta la primera
mitad del siglo XI, y el hecho de que aumente considerablemente a partir de ese momento debe
ponernos en guardia sobre su pretendido origen godo.
III.
EL DERECHO CONSUETUDINARIO Y LAS “FAZAÑAS”.
a) El Problema de la Pervivencia del Derecho Consuetudinario Germánico.
En Catalunya, la sustitución del poder político godo por el franco o por el musulmán no supuso la
desaparición del Liber. Tanto musulmanes (por motivos religiosos) como francos (por aplicación del
principio de la personalidad del derecho) permitieron que los Hispani continuaran rigiéndose por sus
leyes (se dispone de más de 500 citas directas o genéricas al Liber entre los años 832 a 1247)
“El Derecho visigodo subsistió como legislación general en todo el territorio de Catalunya hasta
finales del siglo XII, al lado de los Usatges (usos consuetudinarios) que lo suplían, especialmente,
en lo referente a las relaciones feudales” (Hinojosa).
¿Qué Derecho se aplicaba en el
Consuetudinario?
norte peninsular de los siglos VIII al XI? ¿Derecho
Entre los años 718 al 910, no puede hablarse “stricto sensu” de vigencia procesal del Liber en el
reino Astur, sino de costumbres procesales inspiradas en el Derecho visigodo, fenómeno originado
no por la existencia de un Derecho consuetudinario anterior, sino por la ausencia de ejemplares del
Liber.
Entre los años 910 a 1017 se conocen 50 referencias directas al Liber. Esta mayor precisión en las
citas pudo deberse a la entrada de ejemplares del Liber en el reino Astur-Leonés acompañando la
comprobada afluencia de población mozárabe.
Entre 1017 y 1065 casi una veintena de diplomas contienen menciones concretas a leyes del Liber,
mientras que unas 30 efectúan invocaciones genéricas a dicha ley.
En definitiva, hasta el año 1065, la documentación estudiada demuestra la vigencia y aplicación de
las leyes e instituciones contempladas en el Liber Iudiciorum. Contrariamente, hasta el último
tercio del siglo XI, no existen datos para afirmar la existencia de un ordenamiento jurídico
consuetudinario godo que hubiera sobrevivido paralelamente y al margen de la tradición jurídica
del Liber. De haber existido tal ordenamiento jurídico, los más de tres siglos que van desde el año
711 al año 1065, habrían sido tiempo más que suficiente para que se documentara la existencia
de dicho derecho popular.
b) Las Fazañas.
***
A las resoluciones judiciales se las llamó en la Edad Media Fazañas. Recogían derecho arcaico,
formalista y rudimentario que, con el tiempo, conformaría el derecho consuetudinario de un
territorio. En su acepción amplia fue denominado Fuero o Fueros (como conjunto normativo).
Los jueces sentenciaban, ya fuera aplicando el Derecho del lugar, inspirándose en la tradición
jurídica romano-visigoda, o siguiendo su propio criterio (juicio de albedrío).
Algunas Fazañas fueron recogidas en colecciones o añadidas a Cartas de población o a fueros
municipales
IV.
EL DERECHO LOCAL (CARTAS PUEBLAS Y FUEROS MUNICIPALES.
CONCEPTO:
En un momento determinado, el Derecho de un territorio se fija por escrito. Así, por ejemplo,
cuando una población solicita al rey o al señor jurisdiccional que confirme sus “fueros” mediante
una carta.
También era usual que las zonas reconquistadas a los musulmanes fueran repobladas con cristianos
a los que se incentivaba otorgándoles fueros muy ventajosos.
Cuando estos documentos tenían por finalidad contribuir a la repoblación solían denominarse
Cartas de Población o Cartas Pueblas.
Los Fueros Municipales son redacciones del Derecho vigente en una localidad o territorio que
reúnen normas de origen diverso (la carta puebla fundacional, fazañas del lugar, privilegios
otorgados a esa localidad por el monarca u otras localidades, derecho consuetudinario de la
comarca, etc.)
Algunos fueros se utilizaron como modelo para otras localidades reconquistadas. Se generaron así
las Familias de fueros.
La monarquía, para unificar el Derecho dentro de su territorio, favoreció la política de concesión de
un mismo texto como Fuero Municipal para varias localidades, creando así amplias zonas regidas
por una norma semejante.
V. GÉNESIS DEL DERECHO COMÚN.
Surge del cruce del Derecho romano justinianeo y el Derecho Canónico (como componentes
principales) y del Derecho feudal y el Derecho mercantil (como componentes secundarios). La
denominación Derecho común hace referencia al Derecho que se desarrolla en los territorios
hispánicos entre los siglos XII y XVIII.
El Ius Commune acoge la realidad de un mismo Derecho para las diferentes comunidades políticas
de la Baja Edad Media.
Como origen de ese tipo de Derecho común, se pueden considerar las siguientes causas:
El resurgir que Europa experimento hacia el siglo XII, reflejado en un notable aumento de la
población, en la revitalización de la vida agraria y en la proliferación de las ciudades, así como en la
intensificación del tráfico de mercancías propiciada por la apertura de grandes rutas comerciales y
de personas que, también en torno al siglo XII, atravesaban largas distancias del norte al sur de
Europa con motivo de las cruzadas.
La nueva ciencia jurídica fue proporcionada a corto plazo por el resurgir del Derecho romano
clásico que, habiendo pervivido de forma legendaria, sólo podía recrearse a través de su estudio en
los textos que de él se habían actualizado en la época de Justiniano.
En esa misma época, también la Iglesia poseía su propio Derecho, generado, fundamentalmente, por
los cánones de los Concilios y por las disposiciones de los papas, llamadas decretales.
A ambos elementos hay que añadir, como componentes del Derecho común, el Derecho feudal
lombardo (libri feudorum) y algunas fuentes del Derecho mercantil (Llibre del Consolat del Mar)
Las obras más destacables para la difusión del Derecho común fueron:
1
Excepciones Petri Legum Romanorum (extracto de las leyes romanas hechas por un jurista
llamado Pedro). Inspirada en el código de Justiniano, consta de cuatro libros dedicados a
temas de Derecho Penal, Procesal y Organización Judicial, de cuyo autor sólo conocemos el
nombre y que se puede datar en el siglo XI
2
Lo Codi (El Código). De origen anónimo, redactada en el período de 1149-1162. Contiene
una exposición general del Derecho realizada básicamente mediante una síntesis crítica del
Derecho Justinianeo, escrita en lengua Provenzal, se tradujo al castellano, catalán, francés
y latín, por lo que alcanzaría una amplísima difusión.
V. 1º. El Derecho romano como Derecho imperial.
A partir de Otón I, los monarcas se consideraron restauradores del Imperio carolingio, inspirándose
en la recreación del Derecho romano como único del Imperio (unum, imperium, unum ius).
Esto supuso, por una parte, la vuelta al Derecho romano clásico (desde la base de Justiniano) y, por
otra, la utilización del Derecho común como elemento unificador.
El Emperador representa una autoridad que está por encima de todos los monarcas y de sus
Estados. Así el Derecho común será el Derecho destinado a servir de lenguaje jurídico común a
todas las monarquías integradas en el Imperio que acataban la autoridad del emperador por
encima de la suya propia.
V.2º. El Derecho y los Glosadores.
* La glosa fue un método de trabajo practicado primero por el jurista Acurssio y después por otros
juristas del Derecho común (aunque utilizado antes por S. Isidoro de Sevilla).
Consistía en realizar un esfuerzo comprensivo del texto leído, tanto en su pura literalidad como en
su contexto y sentido íntimo.
Los glosadores trataban de llegar a la construcción sistemática de dogmas jurídicos armónicos y
lógicos entre sí.
* Asimismo, la elaboración de sumas o exposiciones doctrinales sistemáticas y resumidas de una
materia o rama jurídica completa, a modo de compendio, fue otra de las técnicas jurídicas utilizadas
por los glosadores
* Irnerio (Universidad de Bolonia) y sus discípulos se encargaron del estudio del Derecho
Justinianeo y muy especialmente del Digesto, obra que consideraron como la Biblia jurídica, e
intentaron hacerla comprensible vulgarizando, interpretando y sintetizando sus textos en
compendios accesibles. (sumas)
La labor de los glosadores hizo que el Corpus Iuris Civilis y el Digesto fueran posteriormente objeto
de exégesis (explicación o interpretación) facilitando su comprensión y difusión por toda Europa.
* Accursio realizó la Glosa Magna, recopilación de las glosas anteriormente realizadas al Corpus
Iuris Civilis y al Corpus Iuris Canonici.
V. 3º. El Derecho Canónico y los Decretistas.
**
Junto con el Derecho romano y el Digesto, el Derecho canónico representa otro pilar fundamental de
la recepción del Derecho común.
Partiendo de la reforma de Gregorio VII, el monje Graciano, en un impulso paralelo al realizado por
Irnerio en relación al Derecho romano, realizó entre 1140 y 1142 una obra conocida como el
Decreto de Graciano (Decretum o Concordia discordantium canonum), para sintetizar y ordenar
textos canónicos contradictorios.
Posteriormente S. Raimundo de Peñafort elaboró, en 1227, otro texto importante para la época: el
Liber Decretalium (Decretales de Gregorio IX o Liber Extravagantium, o simplemente Liber Extra)
Ambas obras (el Decreto de Graciano y las Decretales de Gregorio IX) serían estudiadas y
comentadas, la primera por los llamados decretistas y la segunda por los decretalistas y constituirían
las fuentes más directas para la formación del Corpus Iuris Canonici, así como para la posterior
elaboración del Código de Derecho canónico.
V. 4º. Los Comentaristas
a)
Mos Italicus y Mos Gallicus
Los sucesores de los glosadores se detuvieron en el Derecho propio de las distintas ciudades
italianas y ello desde un punto de libertad interpretativa. Crearon así una técnica nueva en la
elaboración del Derecho que intentaba integrar todo aquello que, frente al Derecho común, era
derecho particular o propio y estaba vigente. Con ello se pretendía acercar el Derecho romano al
Derecho vigente.
Entre los realizadores de esta técnica, que por nacer en Italia se denominó Mos Italicus (modo
italiano), hay que citar a Bártolo de Sassoferrato.
En los siglos XV y XVI se desarrolló en Francia una escuela de romanistas que elaboró el Derecho,
mediante el Mos Gallicus (modo de la galia), con una orientación distinta, acercándose a las fuentes
y reconstruyendo las instituciones. Citar aquí a Andrés Alciato y Cujacio.
La recepción del Derecho común no fue siempre bien aceptada por los diversos reyes, negando
muchos el valor de esta doctrina y mantuvieron una actitud de recelo frente al Derecho común del
emperador Alemán.
b)
Ius Commune y Ius Proprium.
En siglo XII aparecen las primeras manifestaciones del Ius Commune en Catalunya.
En un primer momento los reyes lo vieron con buenos ojos, pero luego rechazarían frontalmente la
influencia de un Derecho que, por ser el derecho del emperador, significaba el recorte de sus
competencias.
En Castilla será reiterada la prohibición de utilizar, para la resolución de los pleitos, los textos
legales diferentes a los nacionales y sólo en un momento tardío, a mediados del siglo XIV, en el
Ordenamiento de Alcalá Alfonso XI, se fijaría un orden de prelación de fuentes en el que el Derecho
común figuraría como Derecho supletorio al que se podría recurrir en el caso de que resultasen
insuficientes el Derecho real y el Derecho local. No obstante, tras sucesivas contradicciones (como
la ley de citas de 1427) , a comienzos del siglo XVI, la 1ª de la leyes de Toro de 1505 reiteraba la
prohibición de aplicar el Derecho común.
Catalunya fue el país hispánico donde más rápida e intensamente se realizó la admisión del Derecho
común a través de los Usatges.
Esto se produjo, entre otras causas, por una mayor proximidad geográfica de los centros neurálgicos
de irradiación del Derecho común.
No obstante, en el siglo XIII, en las Cortes de Barcelona de 1251 sería prohibida la alegación a los
textos del Derecho común. A pesar de tan tajante prohibición, dos siglos más tarde, el Derecho
común era admitido como Derecho supletorio.
En Aragón el nuevo Derecho fue admitido de forma sosegada y no brusca, contribuyendo a
completar el viejo Derecho, más que a sustituirlo.
A pesar de algunas prohibiciones el Derecho común penetró de forma indirecta y se propagó a
través de las decisiones judiciales y de la literatura jurídica.
En el reino de Valencia, reconquistado por Jaime I en el siglo XIII, se acogieron algunos principios
del Derecho común, quedando incorporados al ordenamiento jurídico con que se le dotó desde el
inicio.
Ello explica que los textos legales valencianos fueran los más romanizados de la península. No
obstante, el mismo rey en 1250 especificaba que las actuaciones jurídicas debían basarse en el Fuero
de Valencia y no directamente en los principios del Derecho romano-canónico (común)
En Navarra, dadas las características de su Derecho, la penetración del Dcho. Común fue escasa,
tardía y sólo efectiva en aspectos concretos. En 1576 se estableció un orden de prelación de fuentes
que sólo permitía la utilización del Dcho. Común en los casos de laguna legal y tras agotar el
Dcho. Real y el Dcho. Local de Navarra.
En Mallorca, a finales del siglo XIII, se autorizaba el uso del Dcho. Común como Dcho. Supletorio,
en especial en los asuntos canónicos respecto de los civiles, pero priorizando el uso de las costumbre
como fuente del Dcho.
V.5º. El Ius Commune y las Universidades.
La necesidad de un Dcho. vivo, regulador de las nuevas relaciones jurídicas que la sociedad
demandaba, fue atendida en los Estudios Generales, Escuelas de Derecho y en las Universidades
europeas de la Baja Edad Media.
En los primeros tiempos de este renacimiento jurídico fueron, sin duda, las Universidades de Italia y
Francia los principales focos de difusión del Derecho común.
Posteriormente aparecerían en España estudios Generales, y Universidades para la creación y
enseñanza del Derecho común, como Palencia, Salamanca, Valladolid, Lérida, Sevilla, Alcalá de
Henares, Valencia, Granada, Zaragoza y Barcelona.
En desarrollo de su labor, decretistas, decretalistas y comentarista unían el estudio del Derecho
romano y el canónico, junto con el Derecho feudal, sin separarlos. Así los estudiosos de una materia
lo eran también de la otra, y posteriormente, serían los transmisores de la idea del ius commune a sus
discípulos.
TEMA 12
FUENTES DEL DERECHO MEDIEVAL (II)
I.
LEÓN Y CASTILLA
I. 1.
Fueros Principales.
Las relaciones jurídicas se estructuraron en torno a las Cartas Pueblas y a los Fueros Municipales
(Conjuntos de normas que regulan las relaciones de sus vecinos), se distinguen dos modelos de
fueros municipales altomedievales:
1 Un primer modelo intervencionista, predominante en los territorios al norte del Duero,
caracterizado por que los Concejos son administrados por el señor del territorio (dominus villae)
o por un agentes suyo (merinus) y el en que sus habitantes carecen de facultades administrativas
o políticas (ver fueros de León y de Sahún).
2 Un segundo modelo auto normativo, castellano, nacido en tierras fronterizas de la extremadura,
caracterizado por la capacidad de autogobierno que se le concede al Concejo (es decir, a los
repobladores), el cual nombraba anualmente a sus jueces y alcaldes. Se trataba de estimular o
incentivar la repoblación de las zonas fronterizas. El merinus o el domine villae ven muy limitada
su influencia en la vida municipal.
a)
El Fuero de León (1017)
Parece claro que nace de la necesidad de completar y adaptar el Liber Iudiciorum visigodo a la
nueva realidad social del siglo XI, convirtiéndose en un “complemento a la legislación general del
Reino contemplada en el Liber”. Sin perjuicio de la existencia de varias fases acaecidas en él
durante los siglos XI y XII. Los 48 preceptos del Fuero de León pueden clasificarse así:
1) Preceptos del Fuero que regulan situaciones no previstas en el Liber, para estimular la
repoblación y atender las necesidades militares.
2) Preceptos que restablecen leyes del Liber (el precepto 19 del Fuero de León dispone la
designación real de todos los jueces, restituyéndose así una prerrogativa del monarca).
3) Preceptos que modifican leyes del Liber (para favorecer la repoblación se suavizaron penas)
4) Preceptos que regulan aspectos en abierta oposición al Liber (ya sea debido a la debilidad del
poder político, con el consiguiente aumento de las facultades de autotutela del grupo
familiar, o a las necesidades de mano de obra para combatir a los musulmanes y repoblar
tierras. Por ejemplo: se exime de sanción al que rapta a una mujer si acude a repoblar León).
En definitiva, el Fuero de León, no hace más que recoger un derecho desarrollado sobre la base de la
tradición jurídica inspirada fundamentalmente en el Liber Iudiciorum.
Destacar el significativo hecho de que los fueros peninsulares, anteriores a los denominados fueros
francos, no contienen apenas ningún elemento jurídico supuestamente germánico que no pueda
documentarse en el Liber Iudiciorum. Contrariamente, la aparición de instituciones netamente
germánicas se produce coincidiendo, claramente, con los mencionados fueros de francos y, en
general, con el desarrollo cultural, económico y social de finales del siglo XI.
b)
El Fuero de Sepúlveda. (1076 - Alfonso VI)
Representa el típico fuero de frontera. Allí se ofrecen numerosos privilegios, exenciones tributarias,
etc., a quienes se arriesguen a repoblar y defender los márgenes del Duero que, en ese momento,
constituían la frontera con los musulmanes.
Es precisamente en este fuero, donde aparece explicitada, por primera vez, la capacidad auto
normativa del Concejo.
c)
El Fuero de Sahagún. (1095 - Alfonso VI)
Fuero a los colonos que poblaban las tierras dependientes del Monasterio de Sahún. Como el fuero
se acercaba más al modelo intervencionista, las tensiones entre los campesinos y el abad del
monasterio derivaron en una rebelión antiseñorial que concluyó con un nuevo fuero que confirmó
Alfonso VII,a mediados del siglo XII.
Será en los fueros situados en las rutas jacobeas, de gran influencia franca, donde aparecen
instituciones no documentadas hasta entonces en el reino castellano-leonés, como por ejemplo la
prescripción de año y día, la ordalía del hierro candente, el duelo entre villanos, la prueba de
cojuradores, etc.
Ello permite suponer que los germanismos jurídicos que aparecen en ésta época no son de origen
godo, sino franco.
d)
El Fuero de Logroño (1095 - Alfonso VI)
Otorgado a la población de Logroño, formada fundamentalmente por francos que se establecieron a
lo largo del camino de Santiago, que vivían de las actividades comerciales generadas en torno a la
peregrinación y que los monarcas estimulaban mediante la concesión de normativa muy ventajosa.
Un ejemplo es un precepto del Fuero de Logroño que faculta a matar impunemente a los agentes del
rey que entren en la casa de algún vecino exigiendo prestaciones no contempladas en el fuero: Y si
contrariando esta carta, un Merino o Sayón quisiere entrar en casa de algún poblador, sea matado
y por ello no se pague el homicidio”.
El éxito del Fuero de Logroño hizo que se extendiera a otras localidades de Navarra, Burgos,
Santander y País Vasco.
e)
El Fuero de Toledo (1085 - Alfonso VI)
Tras la toma de Toledo (25 de mayo de 1085), Alfonso VI confió el gobierno de la ciudad al conde
mozárabe Sisnando Davidiz, no considerando oportuna una repoblación masiva de la misma, quizás
como prueba de buena voluntad hacia los mozárabes. Sin embargo pronto hubo tensiones, no sólo
con los musulmanes, sino también entre los pobladores (castellanos y francos) y los mozárabes.
Para aliviar estas tensiones es otorgado en 1101 un Fuero o Carta a los mozárabes siguiendo el
ejemplo de otra carta o Fuero concedido a los castellanos que poblaron Toledo.
Dos son, pues, los textos forales otorgados por Alfonso VI a Toledo: el Fuero o Carta de los
Castellanos (hoy perdido), poco anterior al año 1101, y el Fuero o Carta a los Mozárabes de Toledo,
de fecha 19 de Marzo de 1101, en el que les concedía, entre otras cosas, el derecho a regirse por el
Fuero Juzgo excepto en materia Penal, en cuyo caso habían de aplicar el Fuero de los Castellanos.
Durante el reinado de Alfonso VII fueron varios los fueros concedidos por éste dentro del reino de
Toledo:
.- 1128 Concesión de un Fuero a los Clérigos de la ciudad.
.- 1136 Privilegio de confirmación de sus Fueros a los Francos.
.- 1136 Privilegio de confirmación de Fueros a la Catedral y arzobispo Raimundo.
.- 1155 Confirmación del Fuero de los Mozárabes haciéndolo extensivo a todo el Concejo.
Finalmente, en una fecha cercana al año 1166son recopilados los Fueros de Toledo (con fecha
supuesta de 16 de noviembre de 1118) refundiéndose los fueros de los mozárabes y castellanos.
f)
Fuero de Cuenca (1177 - Alfonso VIII)
Redactado con intención de territorializar el Derecho.
El texto foral más importante es el Fuero de Cuenca, origen de una extensa familia de fueros que
comprende localidades como Consuegra, Alarcón, Haro, Alcaraz, Úbeda, etc.
El Fuero de Cuenca es el más extenso de todos (982 capítulos). Otorgado por Alfonso VIII a Cuenca
utilizando un texto preexistente, tal vez un modelo, que luego serviría también para ser otorgado a
otras localidades, hacia el sur, en el proceso de repoblación.
La influencia del Derecho Común es perceptible en numerosos preceptos del Fuero.
I. 2.
Redacciones Privadas: Libro de los Fueros de Castilla y Fuero Viejo de Castilla
El Derecho local castellano fue objeto de recopilaciones privadas que trataban de fijar su contenido
ante la disparidad de versiones de un mismo precepto o costumbre.
Tal vez la intención de estos juristas fuera la de extraer los preceptos comunes a amplias zonas para
establecer así un Derecho territorial.
Es posible, que detrás de esos intentos, estuvieran los señores territoriales intentando fijar una
selección de derecho que fuera más favorable a sus intereses. Por eso, el profesor Aquilino Iglesia
propone hablar de Derecho señorial, en lugar de Derecho territorial.
Las principales redacciones privadas son:
El Libro de los Fueros de Castilla, realizada en el siglo XIV, reúne fazañas y otras normas de
Derecho local, cuya extensión territorial hacía trascender su ámbito de aplicación
El Fuero Viejo de Castilla, de mediados del XIV, anónimo y de contenido sistemático (olor a
Digesto = Ius Commune).
Como ya se ha dicho, ambas pudieron deberse a un intento de creación de un Derecho señorial.
Se ha supuesto que estas recopilaciones de viejo Derecho castellano son, en buena parte, derecho
consuetudinario germano de origen godo. Aunque algunos de sus preceptos puedan corresponder a
ese origen, la mayoría son adaptación de la tradición jurídica visigoda y romano-vulgar a las
necesidades de la práctica.
Tampoco hay que minusvalorar la influencia franca en este antiguo derecho castellano ya que, si
observamos sobre un mapa las localidades citadas en dichos textos jurídicos comprobaremos que,
todas ellas, se sitúan en torno a una línea que coincide con el camino de peregrinación a Santiago de
Compostela (asentamientos francos).
II.
LA OBRA LEGISLATIVA DE ALFONSO X
El reinado de Alfonso X fue conflictivo en todos los órdenes, desde el punto de vista demográfico
disminución de la población (esfuerzo colonizador en Andalucía), graves dificultades económicas
(en gran parte motivadas por su aspiración a ser Emperador -fecho del Imperio-), grandes fracasos
en política interior y exterior (cesión de territorios a Portugal e Inglaterra) y para finalizar, conflicto
sucesorio con su hijo no primogénito Sancho, con luchas incluidas.
*** La política legislativa de Alfonso X (rey de Castilla-León entre el 1252 y1284) constituye el
acontecimiento más interesante de la Historia del Derecho español.
Los frutos de esta política pueden ser clasificados en dos grandes apartados:
Textos de menor importancia, aunque significativos:
El Setenario: De carácter no jurídico, se compone de tema de religión, filosofía y astrología,
pretendía ser una guía de comportamiento para su propia conducta, dechado para sus sucesores en el
trono y lección moral para sus súbditos. Guarda una estrecha relación con las Siete Partidas.
El Espéculo: Texto jurídico compuesto por cinco libros, promulgado por Alfonso X en Palencia,
junto con el Fuero Real, su título corresponde a la terminología alemana de la época “espejo del
Derecho”. Existen diversas teorías sobre el sentido de la obra, de las que cabe mencionar la del
profesor Iglesia Farreirós, la cual parte de la idea de que el Rey Sabio, habiendo concedido el Fuero
Real a Castilla y las Extremaduras pretendió realizar con el Espéculo una unificación jurídica, labor
que no culminó con anterioridad por el “fecho del Imperio”, actividad que habría más tarde con las
Siete Partidas.
Las Leyes de la Mesta: Fueron dadas en 1278 para resolver los numerosos litigios que surgían,
entre los ganaderos trashumantes y los agricultores, al paso del ganado. Constituyó un apoyo
incondicional de la corona a la ganadería frente a la agricultura.
Las Leyes de los Adelantados Mayores: Dadas en el año 1255 (no se pueden atribuir con total
seguridad a Alfonso X), determinaban las atribuciones en el orden judicial de esos oficiales.
El Ordenamiento de las Tafurerías: De 1272, regulaba la actividad de las casas de juego y de los
jugadores, con el interés de recabar para las arcas reales parte de los beneficios que se generaban a
causa del juego.
Ordenamiento de la Corte de Zamora: De 1274, supuso un punto de inflexión en la Historia del
Derecho español, puesto que en él se “acotaban” para la jurisdicción real una serie de causas
llamadas “casos de Corte”, que en adelante únicamente podrían ser juzgadas por los tribunales y
jueces reales, lo que supuso un recorte de competencia sin precedentes para las jurisdicciones
señorial y eclesiástica.
Ordenamiento de la Corte de Valladolid: de 1258, norma dirigida a los alcaldes para regular el
orden de los juicios.
Las Leyes de Estilo: Colección de 252 sentencias redactadas a principios del siglo XIV, por
iniciativa privada y autor desconocido, que contiene los “estilos” (usos o costumbres) adoptados en
la corte de los reyes de Castilla
Ello es importante porque los “estilos” suplían las lagunas de la legislación, en virtud de una
competencia atribuida al rey en el Fuero Real.
Representan la aplicación práctica, mediante interpretaciones, aclaraciones y advertencias, del Fuero
Real.
Lo mismo puede decirse de la “Leyes Nuevas”.
Obras mayores: Compuesto por el Fuero Real y El Código de las Siete Partidas:
II. 1. El Fuero Real (contenido y finalidad)
El Fuero Real fue el primero realizado bajo el reinado de Alfonso X “el Sabio” y fue asimismo
conocido con los nombres de Fuero Castellano (para diferenciarse del Fuero Juzgo que se aplicaba
en León), Fuero del Libro y Fuero de Castilla.
Nació como un intento unificador del Derecho local y fue promulgado, a la vez que el texto del
Espéculo, en 1255, se presenta dividido en cuatro libros.
El libro I trata de materias religiosas, derecho público, administración de
justicia y Derecho civil.
El libro II trata de administración de Justicia.
El libro III trata de Derecho matrimonial y sucesorio.
El libro IV trata sobre Derecho Penal (delito y sus penas) y Derecho Procesal
Parece ser que Alfonso X no promulgó el Fuero Real como código general para todo el territorio
castellano, sino que lo concedió como fuero municipal a un buen número de localidades.
El profesor Jesús Lalinde Abadía, opina que la finalidad del monarca fue lograr la uniformidad del
Derecho local otorgando una regulación amplia a lugares que tenían fueros insuficientes y, de paso,
sustituir los derechos de influjo franco y de la extremadura castellana.
En cuanto a las fuentes concretas en las que se inspiró, es un tema clásico de discusión
historiográfica, con infinidad de teorías.
II. 2. Las Partidas (contenido y finalidad)
El código de las Siete Partidas (también conocido como Libro de las Leyes) constituye el texto
básico de la legislación de Alfonso X.
La obra representa el intento más ambicioso de de sustituir el viejo Derecho local de los fueros
municipales por un nuevo Derecho de carácter territorial, con gran influencia del Derecho romano
Justinianeo y del Derecho Canónico (Recepción del Ius Commune en Castilla-León).
Existe cierta polémica sobre las fechas de elaboración de las Partidas, distinguiendo entre dos
redacciones, una de 1256 finalizada en 1263 y otra posterior concluida en 1265. Lo mismo ocurre
con el lugar de su redactado, aunque la mayoría se decanta por Sevilla.
Igualmente se discute sobre el autor de las Siete Partidas, pero sea quien sea, lo que es seguro es que
se puede rechazar de plano que el monarca fuese el autor material.
DESCRIPCIÓN DEL CONTENIDO DE LAS SIETE PARTIDAS.
1
Partida I. “De todas las cosas que pertenecen a la fe católica, que face al home conocer a
Dios por creencia”. Versa en materias canónicas y en derecho eclesiástico. Sus fuentes son
las Decretales y el Decreto de Graciano. Contiene XXV títulos.
2
Partida II. Dedicada al Derecho Público. Sus XXXI títulos tratan de los poderes de los
Emperadores y Reyes, del Derecho sucesorio de los mismos, así como del Derecho de la
guerra y el arte militar. Su origen está basado en el “Libri Feudorum” y concuerda con los
libros segundo y tercero del Espéculo.
3
Partida III. Su contenido versa sobre la organización judicial y el procedimiento. Se
compone de XXXII títulos, siendo sus fuentes el “Libri Feudorum” y las Decretales.
4
Partida IV. Su contenido es de Derecho Civil, con XXVII t´tulos que incluyen desde la
regulación del matrimonio a las relaciones paterno-filiales. Sus fuentes principales son las
Summae de Godofredo, de Trano y Ronaldo; y el “Libri Feudorum”.
5
Partida V. Versa sobre los contratos en XV títulos, siendo sus fuentes las citadas
anteriormente.
6
Partida VI. Es la dedicada al Derecho sucesorio. En ella quedan contempladas, en XIX
títulos, tanto la sucesión testamentaria como la ab intestato. Es netamente encuadrable en el
Derecho romano-canónico. Para su elaboración fueron utilizados los textos de Azzo y los
canónicos ya citados (Decretales).
7
Partida VII. Está dedicada al Derecho Penal y Procesal, con XXXVII capítulos que recogen
desde el riepto (desafío entre nobles) al adulterio o el incesto, así como los diversos tipos de
perdones.
Se discute si las Partidas llegaron a ser promulgadas por Alfonso X. El profesor García-Gallo
mantuvo que las Partidas, como obra en conjunto, no son atribuibles a Alfonso X, dado que
algunos de los textos utilizados en su redacción son posteriores a la fecha en que comúnmente se
considera que fueron elaboradas.
Lo cierto es que falta un estudio jurídico crítico de las Siete Partidas y las hipótesis abiertas sobre
ellas son numerosas y muy debatidas.
III.
EL ORDENAMIENTO DE ALCALÁ.
Conjunto de leyes de carácter territorial, promulgado por Alfonso XI en las Cortes celebradas an
Alcalá de Henares en 1348. Sobre esta fuente del Derecho castellano se han elaborado diversas
teorías.
El profesor Gubert sostiene su creación respondió a un impulso de fortalecimiento del poder de la
corona. Para Galo Sánchez considera que son disposiciones del monarca para mejorar la
Administración de Justicia, una vez oídas las Cortes.
*** Se trata de 36 títulos llamados a alcanzar gran importancia en la Historia del derecho
Castellano al haber fijado, por primera vez, el orden de prelación de fuentes jurídicas aplicables en
su época, lo que hace en el título XXVIII quedando establecido para Castilla el siguiente orden de
prelación de fuentes jurídicas:
1º. Las Leyes contenidas en ese ordenamiento (Ordenamiento de Alcalá)
2º. El Fuero municipal de cada localidad, con algunas limitaciones (ha de estar confirmado por el
monarca), o bien el Fuero Real (donde hubiera sido concedido) y, en su defecto, como derecho
supletorio, el Fuero Juzgo, aunque no se menciona como fuero local.
3º. Las Partidas, sobre las que ordena una revisión.
4º. Consulta al rey.
La importancia de este orden de prelación se acentúa al estar vigente hasta el siglo XIX después de
haber quedado ratificado tanto por las Leyes de Toro de 1505, como por las diversas recopilaciones.
El Ordenamiento de Alcalá fue un elemento esencial en la recepción del Derecho romano y del
canónico, tal como había sido elaborado por los juristas franceses e italianos. Gracias a él quedó
consolidada la labor legislativa de Alfonso X, significando también el triunfo de la legislación
territorial sobre la local, el establecer que los pleitos civiles y criminales se juzgasen por el propio
Libro de las Leyes
J.F. Pacheco dijo que el Ordenamiento de Alcalá fue un gran paso en la legislación castellana,
abriendo la moderna y racional Historia del Derecho.
ÁLAVA, GUIPÚZCOA Y VIZCAYA.
IV.
Los territorios vascos se incorporan a la corona castellana entre los siglos XIII y XIV, momento en
que el Derecho Castellano pasará a aplicarse en los mismos, bien directa, bien supletoriamente.
No obstante, la incorporación no supuso la supresión de toda una serie de peculiaridades jurídicas,
entre las que destaca el predominio de un Derecho de base consuetudinaria, que poco a poco tenderá
a plasmarse por escrito, y la existencia de dos órganos fundamentales: Las Hermandades y Las
Juntas, que se encargarán de la legislación de estos territorios.
ÁLAVA
El territorio Alavés aparecía dividido entre diversos señoríos, de ahí que los reyes de Navarra
iniciaran una política de concesión de fueros y privilegios, en un deseo de reafirmar el poder real
frente al poder señorial.
Como fuentes jurídicas importantes en esta etapa, hay que destacar:
1
El Privilegio de Contrato. De 1332, por el que los terrenos de la cofradía de Arriaga
(agrupación de hidalgos del señorío de Álava), pasaron a ser tierras realengas de la Corona
de Castilla a cambio de que se les respetasen sus derechos, de ciertos privilegios y de
mantener la exención de impuestos. Este privilegio supuso que se aplicara a los alaveses el
Fuero Real y, con él, la organización judicial y el régimen tributario de Castilla.
2
El Privilegio o Fuero de Ayala. De 1373, recoge el derecho consuetudinario de la tierra de
Ayala. Cuando en 1463 se incorpore a la Hermandad de Álava conservará su derecho, pero
en 1487 sus habitantes se someten a las leyes castellanas, conservando tan sólo algunos
preceptos de dicho fuero.
3
Las Ordenanzas de la Hermandad. De 1417. esta Hermandad redactó unas ordenanzas en
1417, cuyos 37 capítulos eran de finalidad fundamentalmente punitiva.
GUIPÚZCOA
En este territorio predominó el Derecho local, incluso tras su incorporación en el año 1200 a la
Corona Castellana. Jurídicamente se produjo una dualidad de fuentes, pues por un lado fue
concedido el fuero de San Sebastián (inspirado en el de Estella9 a muchas localidades costeras,
mientras que en la zona fronteriza se otorgaría fundamentalmente el Fuero de Vitoria (y a través del
mismo, el fuero de Logroño)
La característica jurídica esencial de ese territorio fue la pervivencia tanto del Derecho foral como
de un Derecho consuetudinario de arraigada tradición.
También aquí surgió una Hermandad a finales del siglo XIV, que contó con el apoyo real y que
agrupó a todas las villas de la provincia. En el año 1397 se elaboraron unos Cuadernos de
Ordenanzas de la Hermandad, sancionadas por el rey, que contenían aspectos procesales, penales y
judiciales, y cuyas modificaciones de 1457, 1463 y 1482 constituyeron un régimen foral
independiente y completo.
Todo ello contribuyó a la creación de un Derecho propio, apoyado por los monarcas castellanos.
VIZCAYA
Incorporada a Castilla desde finales del siglo XI, la característica esencial del territorio vizcaíno fue
la dispersión de su población, pudiendo distinguir tres zonas: Vizcaya, Las Encartaciones y el
Duranguesado.
Dentro de Vizcaya el Derecho es eminentemente consuetudinario, siendo usual que se reúnan sus
vecinos en el atrio de las iglesias para debatir sus problemas, de ahí que sus comunidades se
denominen anteiglesias, destacando la existencia de juicios de albedrío.
Las ciudades (villas) no aparecieron hasta el siglo XII y su derecho se concretó en fueros que
concedían privilegios para sus pobladores (como la concesión de la Hidalguía, lo que los convertía
en Infanzones).
La parte occidental de Vizcaya (las Encartaciones), que tenían un régimen privilegiado, contaba con
un fuero, del siglo XIV, reelaborado en 1503 (Fuero de las Encartaciones), que recogía su Derecho
consuetudinario.
En 1487, el corregidor Garci López de Chinchilla redactó unas nuevas ordenanzas en las
distinguiría, radicalmente, entre la situación de la villas y de la tierra llana o anteiglesias,
prohibiéndose a aquellas acudir a las Juntas de éstas, con lo que reforzaba así el control real sobre
las villas.
TEMA 13
FUENTES DEL DERECHO MEDIEVAL (III)
I.
NAVARRA: EL FUERO GENERAL DE NAVARRA.
Los derechos navarro y aragonés se presentan estrechamente unidos debido a que, hasta el año 1035,
los territorios occidentales del reino de Navarra no se independizaron para formar el núcleo de lo
que posteriormente sería el reino de Aragón.
En la Edad Media, Navarra contaba con una sólida base jurídica, tradicional y oral, pudiendo
hablarse de textos de Derecho local tan importantes como:
1
Fuero de Estella. Concedido por Sancho IV en 1164, presenta una gran influencia del Fuero
de Jaca.
2
Fuero de Tudela. Otorgado por Alfonso I “El Batallador” en 1117, algunas de sus
disposiciones coinciden con el Fuero General de Navarra.
3
Fueros de la Novenera. Nombrado así porque esta comarca estaba exenta del pago de la
“novena” parte del diezmo eclesiástico debida al Rey.
4
Fuero de la Viguera y Val de Funes. Recopilación privada de textos atribuidos a Alfonso I el
Batallador, es afín a los fueros de la Novenera y similar al Fuero General de Navarra.
*** En Navarra los monarcas estaban obligados a jurar el Derecho tradicional,
comprometiéndose a mejorarlo y a no empeorarlo. Además, el Derecho navarro estuvo escasamente
influido por el Derecho común.
Teobaldo I ordenó, en 1238, que los fueros navarros se redactasen por escrito. Así surgió el Fuero
Antiguo de Navarra, compuesto por tan sólo XII artículos, a los que luego se añadieron, durante el
siglo XIV, una serie de preceptos. Este fue el origen del posterior Fuero General de Navarra.
El Fuero General de Navarra está compuesto por seis libros en romance con jurisprudencia,
anotaciones de juristas, parte de algunos fueros, disposiciones reales y fazañas. En él se recoge
esencialmente el Derecho tradicional navarro. Trata de la monarquía, de la nobleza, de la
organización judicial y del procedimiento, del estatus social, del Derecho privado y penal, así como
de normas de orden interno.
El primer amejoramiento del Fuero General de Navarra se aprobó en 1330, bajo el reinado de Felipe
III de Navarra, contando con el acuerdo de las Cortes.
El segundo amejoramiento se hizo en 1418, bajo el reinado de Carlos III de Navarra, con la
autorización de los estamentos. Parece ser que el segundo amejoramiento vulneraba los Derechos
del Reino, de ahí que no llegara a incorporarse al Fuero General de Navarra.
Ni siquiera la creación del Fuero General supuso en Navarra la desaparición de los Derecho locales,
que siguieron reelaborándose, ocasionando un gran confusionismo. De hecho, el propio Fuero
General de Navarra fue objeto de concesiones particulares a ciertas localidades durante el siglo XV,
extendiéndose por todo el territorio.
Tras la incorporación de Navarra a Castilla (1512), su Derecho cambió de forma importante, pues si
bien se mantuvo, sólo el Fuero General y algunas Ordenanzas posteriores a 1512, serían tomadas en
cuenta a efectos de recopilaciones posteriores.
II.
ARAGÓN
Los Fueros de Sobrarbe, Derecho de carácter privilegiado que contiene inmunidades y privilegios
concedidos a los infanzones, se extendió por todo el territorio aragonés y, en mayor o menor medida
se encuentra reflejado en los siguientes textos:
 Fuero de Alquezar. Originario de Sancho Ramírez de 1069.
 Privilegio de los Veinte. Concedido por Alfonso I “el Batallador” a Zaragoza.
 Fuero de Calatayud. Otorgado por Alfonso I en 1131
Tras su separación de Navarra Aragón quedó unido a Catalunya; desde mediados del siglo XII, bajo
un mismo rey, aunque cada reino conservó su propio Derecho.
De ahí que el Derecho común se recibiera pronto en el Derecho aragonés, de la mano de los Juristas
que rodeaban a Jaime I, que vetó, en el Código de Huesca, la utilización de cualquiera otra ley no
contenida en el mismo declarando como Derecho supletorio el sentido natural, o equidad.
Ésta será precisamente la vía de entrada del Derecho común en el territorio aragonés, al estar los
jueces encargados de aplicar ese “sentido natural”, profundamente influenciados por el Derecho
común.
Como Derecho local en Aragón destaca el Fuero de Daroca (otorgado por el conde de Barcelona
Ramón Berenguer IV en 1142), el Fuero de Alfambra (dado en el siglo XII por el conde don
Rodrigo) y el Fuero de Teruel, fechado en el año 1176, que logró gran difusión y fue objeto de
varias redacciones, se le relaciona con el Fuero General de Navarra y con el Código de Huesca.
II. 1. El Fuero de Jaca
Derecho burgués con notorias ventajas jurídicas para los pobladores, concedido en el año 1063 por
Sancho Ramírez, con la finalidad repobladora, y posteriormente ampliado y confirmado por
Ramiro II en 1134 y por Alfonso II en 1187, desarrollándose en los siglos XII y XIV.
Dado que la mayor parte de sus pobladores eran francos, su derecho será el que más predomine en el
Fuero de Jaca.
La dispersión de su población a otras localidades ocasionó la extensión del Fuero de Jaca a las
mismas, siendo utilizado como modelo que genera numerosos fueros, sirviendo como factor de
territorialización del Derecho.
II. 2. Los Fueros de Aragón. El Vidal Mayor
El Derecho aragonés medieval se encontraba disperso, por ello, desde el siglo XIII, los monarcas
ordenaron su recopilación, surgiendo así los Fueros de Aragón o Código de Huesca de 1247, que
recogían esencialmente el Derecho tradicional aragonés, pero a la luz del Derecho Común.
Los Fueros de Aragón (también Código de Huesca) y los Compilatio minor, se atribuyen al obispo
de Huesca, Vidal Cañellas (aunque su autoria se ha puesto en duda), por encargo de Jaime I, en un
deseo de concretar ese Derecho tradicional, sistematizándolo.
El Código de Huesca constituye el núcleo de los Fueros de Aragón, que son básicamente
ampliaciones de aquél, a las que se incorpora la legislación de Cortes, así como la colección de
Observancias.
Los Fueros de Aragón tratan sobre temas eclesiásticos, organización judicial, procedimiento,
Derecho privado i penal, etc. En ellos se recoge el Derecho tradicional aragonés (formado por
Derecho consuetudinario, leyes, fueros y fazañas) con la sistematización del Código Justinianeo y
las Pandectas.
También se atribuye al obispo Vidal Cañellas un texto latino (In excelsis dei Thesauris o Liber in
Excelsis) que debía servir de aclaración y comentario al Código de Huesca. Se conserva una versión
navarra, conocida con el nombre de Vidal Mayor o Compilatio Maior, se compone de nueve libros
ordenados siguiendo el plan del Digesto y del Código justinianeo y es una obra muy parecida al
Código de Huesca pero más extensa y perfecta, a la que en reinados posteriores se añadirán nuevos
libros con leyes procedentes de la legislación de la Cortes aragonesas.
II. 3. Las Observacias.
Colecciones de interpretaciones de las normas jurídicas, realizadas por juristas en virtud de la
aplicación de la “equidad” o “sentido natural” que, aunque nunca se promulgaron oficialmente,
alcanzaron gran difusión.
Su importancia dependía de su utilización, pues sólo se consideraban vigentes si se observaban.
Existen varias colecciones de observancias, siendo la más importante la de Jacobo del Hospital
(1361-1398) que sistematizó las observancias referidas a cada título de los Fueros de Aragón y
planteó questiones jurídicas sobre ellas.
En 1428, Alfonso V de Aragón ordenó al jurista Martín Díez de Aux que realizase unas nuevas
observancias, cosa que se realizó y, aunque la edición se publicó en 1437 sin obtener la “sanción
real”, tuvo mucha difusión, por lo que se incorporó a los Fueros de Aragón, no redactándose
ninguna otra observancia con posterioridad.
En el Derecho Aragonés se establece el siguiente orden de prelación de fuentes:
1º. Derecho Local consuetudinario, que siempre prevalece en Aragón.
2º. Derecho General del Reino
2. a. Fueros y Actos de Cortes posteriores a las Observancias de Aux.
2. b. “
“
“
“ anteriores
“
“
“
“
2. c. Código de Huesca.
3º. Sentido Natural o Equidad.
En definitiva, las características del Derecho aragonés, en el que siempre se aplica la costumbre (sea
escrita o no, incluso “contra legem”) son:
27 El Derecho local prevalece sobre el Derecho territorial.
28 La legislación emanada de Cortes sólo puede ser derogada por normas provenientes de
Cortes posteriores.
29 Las Observancias prevalecen sobre los Fueros y las leyes de anteriores a ellas, pero no sobre
las posteriores.
III.
CATALUNYA: CARTAS PUEBLAS, USATGES Y COSTUMS.
Con la independización de los condados catalanes del Imperio Carolingio, los condes de Barcelona
iniciaron una política de repoblación mediante concesiones de exenciones y privilegios, mediante
“cartas pueblas”. La más antigua que se conoce es la de Cardona, del año 986. Estas cartas podían
ser de tres tipos: a) Cartas Agrarias, b) Cartas de Exenciones y c) Fueros Breves.
La independización del Imperio carolingio supuso el inicio de las manifestaciones legislativas
catalanas, cuya concreción se manifiesta en los “Usatges” (Usatichi Barchinone), obra atribuida al
conde de Barcelona Ramón Berenguer III “El vell”.
En los Usatges se intentaba dar respuesta a aquellas cuestiones que el “Liber” era ya incapaz de
responder, pero sin presuponer su derogación. Esta obra se finalizó a mediados del siglo XIII.
Aunque se trataba de un Derecho dirigido al condado de Barcelona, se aplicó en todos los condados
catalanes, bien de forma directa, bien de manera supletoria y su aplicación fue indefinida, por cuanto
fue completado e incluido en las recopilaciones generales posteriores.
El Derecho común ser recibió tempranamente en Catalunya, por muy diversos factores:
30 De un lado, la existencia de estudiantes catalanes en las Universidades europeas (Bolonia) y
la pronta creación de Universidades en territorio catalán.
31 De otro, la difusión de formularios notariales italianos, debida a las fluidas relaciones
mercantiles con los puertos del Mediterráneo.
Por otra parte la necesidad de un complemento a las disposiciones reales y de Cortes, hizo que en
Catalunya arraigase el Derecho común con más fuerza que en otros territorios.
Prohibido, por Jaime I en 1251, se declara oficialmente su aceptación en un “Capítol de Cort” de las
Cortes de Barcelona de 1407, convirtiéndose en fuente del Derecho catalán.
Cuando Jaime I, en las Cortes de Barcelona de 1251, prohibió las leyes romanas, visigodas y
canónicas, permitió sólo el uso de los Usatges y de las Costums, decretándose que en defecto de una
norma apliclable se debía acudir al “sentido natural (seny)” del juzgador. Esta medida supuso, en la
práctica, su recepción, siendo aceptada de buen grado dado que afianzaba el poder condal en
Catalunya, al conferir a los condes de Barcelona la facultad de dar leyes.
En Catalunya se concedió, desde antiguo, mucha importancia a la costumbre, llamada Costums
(consuetudo, consuetut).
Las Costumbres catalanas fueron objeto de redacciones escritas, dado que era preciso regular
muchas situaciones feudales que no tenían cabida en los Usatges. Esta redacción se realizó por
iniciativa privada y su importancia deriva de su ámbito territorial, al ser estas costumbres feudales
las únicas que tuvieron alcance general. De ellas las “Costums de Catalunya” y las
“Conmemoracions de Pere Albert” lograrían gran difusión.
El Derecho Local en Catalunya se reelaboró a la luz del Derecho común, recibiendo en algunos
casos sanción oficial. Destacan los siguientes textos:
a) Costumbres de Lérida (Consuetudines Ilerdenses). No obtuvo sanción oficial, pero su
influencia se detecta en todo el valle del Ebro hasta Castellón. Fue texto supletorio de
algunas Cartas Pueblas de localidades del norte de Valencia.
b) Costumbres de Perpignan (Consuetudis Perpiniani). En ella se prohíbe la utilización de los
Usatges y las leyes góticas como derecho supletorio, ordenándose, en cambio, la aplicación
del Derecho común.
c) Costumbres de Tortosa (Llibre de les costums de Tortosa). Este texto fue aprobado hacia el
1279, siendo una de las redacciones más extensas del derecho local catalán, muy similar al
Código de Valencia y muy romanizado. Declaraba como derecho supletorio los Usatges y en
segundo lugar, el Derecho común.
d) Derecho local Barcelonés, que viene determinado por dos textos:
1
Recognoverunt Próceres
2
Ordinacions de Sanctacilia (Consuetuts de la ciutat de Barcelona)
e) Consuetudines de Gerona. Compiladas en 1439 por Tomás Mieres, contiene disposiciones
referentes al régimen feudal del norte de Catalunya.
No hubo un orden de prelación explícito hasta las Cortes de Barcelona de 1599, en las que Felipe II
determinó el siguiente:
IV.
-
Derechos Locales, escritos o no.
-
Derecho Territorial (Usatges, Constitucions y Capítols)
-
Derecho Canónico
-
Derecho Civil. (entendiendo aquí el Derecho Común interpretado por los glosadores)
MALLORCA Y VALENCIA.
Mallorca.
Su conquista en 1228/1229 por señores catalanes supuso que el Derecho feudal catalán se extendiese
por ese territorio, fuertemente influenciado por el Derecho común.
De 1230 data la Carta de Población, dada por Jaime I, en la que se establecía un Derecho general
para toda la isla y se concedían importantes ventajas a los pobladores, esencialmente la abolición de
prestaciones señoriales y exenciones de tributos.
En Mallorca, al igual que ocurrirá en Valencia, a la falta de un Derecho local, hay que añadir la
ausencia de Cortes. De ahí que el Derecho Mallorquín se base exclusivamente en la legislación del
monarca (Privilegios, Pragmáticas y Franquicias), en la costumbre no y en la instauración de un
estilo o práctica de los Tribunales. Se recopila en 1344.
Al gobernarse las Islas Baleares por un representante del soberano, los gobernadores presentan una
cierta actividad normativa. Junto a él tenemos que hablar del “Gran i General Consell”, asasmblea
popular representativa de Malorca. Cuyas disposiciones “Ordinacions” debía aprobar el
gobernador para convertirlas en leyes.
Esta dispersión normativa hace que pronto se realicen una serie de recopilaciones, destacando:
1
1270, Pedro Torrella. Franquezas y privilegios de Mallorca
2
Liber Regnum. Recopilación de privilegios reales. Siglo XIV.
3
Llibre de Sant Pere, siglo XV. Privilegios de los Reyes de Mallorca (contiene disposiciones
del libro del Consulado del Mar).
4
El Sumari e repertorio de les francheses e privilegis de Mallorca (Teseu Valentí).
5
El Llibre de Corts Generals, de 1501
El Derecho común tiene carácter de Derecho supletorio, con lo que el orden de prelación de
fuentes sería el siguiente:
1º. Derecho baleárico: costumbres y privilegios.
2º. Usatges.
3º. Derecho Común.
El rey Pedro IV de Aragón, en 1365, trató de frenar el empuje del Derecho común en Mallorca,
declarando como Derecho supletorio las Constituciones, los privilegios y los Usatges. Fue Alfonso
V quien, en 1439, derogó los Usatges volviendo, así, a atribuir al Derecho común carácter
supletorio.
Valencia.
La incorporación de Valencia al resto de los reinos cristianos fue tardía. Ello hizo que en el territorio
valenciano no existiera un Derecho tradicional.
La forma en que se realizó la reconquista valenciana repercutió en la organización jurídica y en el
Derecho resultante. Se señalan diferentes etapas de la reconquista valenciana:
1º. Etapa Castellonense (1225-1237): Repoblación eminentemente privada. Los pobladores fueron
fundamentalmente aragoneses, que llevaron su propio derecho a los nuevos territorios. Se repuebla
allí con fueros de otras localidades: Sepúlveda, Zaragoza, etc.
Junto a ese Derecho se mantuvo el Derecho Musulmán (aplicándose entre los moriscos hasta el siglo
XVII) e, incluso, se llegó a autorizar la aplicación del Fuero Juzgo en alguna localidad.
2º. Etapa Valenciana (1237-1238): En la zona de Valencia la repoblación tuvo carácter nobiliario.
3º. Repoblación del sur del Júcar (1258-1245): Dirección real de la recuperación y organización de
este resto de territorio conquistado.
Tras la conquista de Valencia, Jaime I aglutinó todo el Derecho en el Código de Jaime I, también
llamado Costums, Consuetudines y Fueros de D. Jaime. A esta obra inicial se le añaden
disposiciones en 1250 y en 1261, siendo conocida desde esta fecha con el nombre de Furs de
València, incluyendo aspectos de la organización de la ciudad, disposiciones civiles, penales,
procesales y mercantiles.
El texto fue utilizado por Jaime I para uniformar y territorializar el Derecho en la zona valenciana, al
concederlo como fuero a múltiples localidades.
Respecto de las fuentes utilizadas para su creación, se aprecian la influencia aragonesa y catalana,
así como relaciones con las Consuetudines Ilerdenses y las Costums de Tortosa. Junto a ello,
aparece una fuerte influencia romano-canónica, especialmente de Lo Codi, del Decreto de Graciano
y de las Decretales y de los Libri Feudorum, adoptando la sistemática del Código Justinianeo.
La recepción del Derecho común en Valencia fue muy rápida e intensa ya que, en caso de laguna, se
acudía al “sentido natural” o “equidad”.
Jaime II (1309-1316) ordenó que el Derecho común tuviese carácter supletorio, quedando el orden
de prelación de fuentes en Valencia, del siguiente modo:
1º. Derechos Locales.
2º. Derecho Territorial: Furs y Actes de Cort.
3º. Privilegios, legislación real y virreyes.
4º. Sentido Natural y equidad (puerta de recepción del Derecho común)
UNIDAD DIDÁCTICA IV.
EL SISTEMA JURÍDICO EN LA EDAD MEDIA
TEMA XIV.
INSTITUCIONES POLÍTICO-ADMINISTRATIVAS (I) MONARQUÍA Y CORTES.
I. LA POLÉMICA SOBRE LA EXISTENCIA DEL ESTADO EN LA ALTA EDAD MEDIA.
Algunos historiadores han cuestionado la existencia de un verdadero Estado en la Alta Edad Media,
por entender que el Feudalismo (al suplantar los señores a los monarcas en muchas de sus funciones
dentro y fuera de los señoríos) fue una realidad disolvente de la idea de Estado.
Otros historiadores entienden que las relaciones jurídico-privadas y jurídico-públicas que
vertebraron la vida en los feudos y señoríos no llegaron a suplantar por completo al Estado, y que la
relación general rey-súbdito (que es de naturaleza jurídico-pública), aunque debilitada, no llegó a
cercenarse por completo.
Hoy en día se considera que la feudalización de la política alto-medieval sustrajo parcelas a la
acción directa del poder público, si bien las estructuras feudalizantes y las relaciones de dependencia
no llegaron a determinar la eliminación de la idea de un Estado orientado a la realización de fines de
utilidad pública.
II. LA MONARQUÍA.
La pluralidad de Estado medievales en la Península no constituye un obstáculo que impida
reconocer en ellos la existencia de un modelo común, a al menos similar, de monarquía con
elementos comunes en los diferentes reinos.
El primer elemento común que define los Estados medievales es la Corona, como encarnación
superior del poder político (es decir, de los reyes).
II. 1. Fundamentación Teológica del Poder Real.
La monarquía medieval como institución se apoyaba en una concepción teocéntrica del poder
político, según la cual, el pensamiento medieval, concebía el mundo como un todo regido por Dios y
a los Estados como entes políticos particulares, que formaban parte de la totalidad orgánica del reino
universal (influencia de la Patrística y del Aristotelismo político).
De acuerdo con esto, los monarcas medievales no son dueños del poder que ostentan, ya que éste
dimana de Dios y ellos tan sólo lo ejercen por su encargo.
La monarquía medieval no fue absolutista, sino que estuvo sujeta a limitaciones impuestas por el
deber de ejercer el poder con rectitud en bien de la comunidad y no en provecho propio, por las
normas morales y religiosas; y por el Derecho y las Costumbres del país, de4biendo proteger los
intereses generales del reino y de los súbditos.
La potestad del monarca entrañaba dos vertientes:
..-
El ejercicio de la función regia o poder político que desempeñaba por encargo de Dios.
El ejercicio del poder dominical o potestad señorial que el monarca podía poseer en los
señoríos que le pertenecían.
II. 2. Limitaciones del Poder Real. (El pacto)
La convicción de que era un deber del monarca regir el reino conforme a Derecho y respetar el
ordenamiento jurídico de los súbditos, según L. García Valdeavellano, fue evolucionando hasta
concretarse en la interpretación de que el poder del rey se fundamentaba en el compromiso que el
rey aceptaba, al ser investido con la potestad real, de cumplir las leyes y costumbres del reino,
mientras que el pueblo, por su parte, se comprometía a guardar al monarca fidelidad y acatamiento.
De esta manera se entendió que el poder real encontraba su fundamento en el compromiso o pacto
contraído entre el rey y el pueblo.
De acuerdo con esta idea de monarquía pactista, la sujección de los súbditos al poder real era el
resultado de un pacto (o contrato) tácito que supedita al rey al acatamiento de las leyes del reino y
que daba al pueblo la posibilidad de resistirse a los mandatos de un rey que las incumpliera.
Esta concepción pactista de la monarquía estuvo más presente en Catalunya y Aragón, donde el
poder de los reyes estuvo limitado de hecho y no sólo en teoría, como ocurrió en Castilla.
En principio todas las monarquías de la península fueron electivas, pero en todos los reinos el
criterio electivo iría siendo sustituido por el hereditario.
El vínculo o relación general rey-súbdito se articulaba en torno a la determinación de las diversas
categorías de súbditos. A saber: súbditos naturales, súbditos no naturales y vasallos.
.- Ser súbdito natural significaba estar vinculado a una tierra y a quien la gobierna. La condición de
naturaleza desplazó a la más restringida de vasallaje, a tiempo que prevalecía sobre ella, y se
adquiría por nacimiento por residencia estable.
.- Súbdito no natural era una categoría jurídica que acogía a las numerosas gentes de origen
extranjero que, provisional o permanentemente, residían bajo la soberanía de un rey que no era el
suyo. Como que podían existir distintos reinos bajo una misma Corona, existieron súbditos no
naturales y no extranjeros.
Estos vínculos de naturaleza exigían a los súbditos el cumplimiento de las siguientes obligaciones:
a) El Deber de Consejo: Que les obligaba a acudir a la llamada del rey para darle su consejo en
los temas que éste les consultase.
b) El Deber de Contribución: Debían contribuir con prestaciones económicas a los gastos del
Estado.
c) El Deber de Defensa: Debían defender con las armas el territorio cuando era amenazado. Se
concretaba en la obligación de la prestación militar.
El rey tenía la obligación genérica de administrar justicia y gobernar, lo que se reflejaba en un haz
de competencias:
.- Administración de Justicia
.- Acuñacion de Moneda (derecho exclusivo del rey)
.- Fonsadera (derecho exclusivo de percepción de rentas para el mantenimiento de la Casa Real)
.- Los “Suos Yantares” (similar al anterior, contribución para el mantenimiento del rey)
La condición de súbdito natural podía quedar suspendida cuando éste incurría en la “ira Regia” (era
expulsado por el rey de su reino por infracción u omisión de obligaciones).
Los súbditos podían desnaturalizarse abandonando temporalmente el reino cuando el rey cometía
abusos contra ellos, o desatendía sus obligaciones.
II. 3. Delegaciones del Poder Real.
El monarca podía delegar temporalmente. En León, Castilla y Navarra actuaba el primogénito del
rey, la reina, algún pariente próximo o un magnate. Estaban investidos de amplias competencias.
En la Corona de Aragón la delegación del ejercicio del poder se hizo necesaria a partir del siglo
XIII, dada la imposibilidad de que el rey estuviese en todos los reinos que la componían. Desde
principios del siglo XIV, las delegaciones del poder real en la Corona de Aragón, quedaron
unificadas en la persona del Procurador General, también llamado Gobernador general,
Lugarteniente o Virrey.
III.
LAS CORTES.
III. 1. El Origen de las Cortes.
a) La Curia Regia.
Las Cortes medievales tuvieron su origen en la Curia Regia, hasta el siglo XI denominado Palatium,
que constituyó una asamblea que colaboró con el soberano (organismo heredero del Aula Regia de
los visigodos y que también se llamaría Concilium, Curia o Corte), asesorándole en todos los
asuntos importantes del gobierno y la administración del reino.
La Curia Regia evolucionó dando lugar a dos instituciones llamadas a ocupar un lugar importante en
la Administración del reino: Los Consejos y las Cortes.
La Curia Regia, según la forma en que fuera convocada, podía ser permanente u ordinaria, o Curia
Plena, llamada también extraordinaria, que era pregonada y convocada con suficiente antelación.
Los llamados a la Curia Plena Extraordinario estaban obligados a acudir en virtud del deber de
consejo que todos los súbditos tenían con su rey.
Los convocados pertenecían, en un principio, a la nobleza y clero (estamentos privilegiados, pero
pronto el monarca comenzó a convocar a los habitantes de los pujantes núcleos urbanos que se
habían ido formando.
De la Curia Ordinaria o permanente surgirían los Consejos en los distintos reinos. De la Curia
Extraordinaria o Plena, surgirían Las Cortes.
b)
La entrada de la burguesía en la Curia: Teorías.
C. Sánchez Albornoz, en una exposición que se ha hecho clásica, indicó como causa principal de la
incorporación de los burgueses a las tareas de la Curia plena, la reacción de las villas y ciudades
contra los abusos de la monarquía en materia de acuñaciones de moneda (acuñaban monedas de
idéntico valor nominal pero con menor cantidad de oro o plata).
Así los burgueses, según el autor mencionado, darían recursos económicos a la Hacienda real a
cambio de que las acuñaciones se hicieran ateniéndose a determinadas reglas y de que la aleación de
la moneda sólo se alterase cada siete años. Es lo que se denominó compra de la moneda que, a su
vez, será el origen del tributo llamado de la moneda forera, que se pagaría a los monarcas cada siete
años.
De todas formas, lo más importante es relacionar el asentamiento definitivo de la institución de las
Cortes (Curia) con la pujanza social y económica de las ciudades, ya que era en ellas donde los
monarcas podían encontrar los recursos económicos que necesitaban, aunque a cambio hubieran de
consentir en la participación de las ciudades en los órganos de gobierno, a través de sus
representantes. La presencia del tercer estamento en las Cortes, no significa que éstas fueran
asambleas representativas.
III. 2. Naturaleza y Competencias de las Cortes.
La naturaleza de las Cortes es un tema controvertido. Las discrepancias se han centrado
principalmente en las Cortes de Castilla.
La controversia se ha suscitado principalmente en tres posiciones doctrinales:
.- La de Martínez Marina, para quien las Cortes medievales castellanas legislaron junto al monarca y
fueron representativas.
.- La de Colmeiro, para quien el papel de las Cortes medievales castellanas no pasó de ser el de mero
órgano consultivo.
.- La de Pérez Prendes, quien considera que las Cortes sólo se pueden entender a la luz del deber de
consejo de los vasallos al rey. Rechaza también la idea de que tuvieran competencias legislativas.
Las atribuciones de las Cortes castellano-Leonesas, fueron muy amplias y aunque no tuvieron
entidad legislativa si que participaron en las tareas legislativas, puesto que el rey aprovechaba las
reuniones de Cortes para promulgar de manera solemne normas que eran dadas a conocer a los
miembros de las Cortes. De ahí surgían los cuadernos de peticiones (sin valor de ley) y los
Cuadernos de Leyes -u Ordenamientos de Cortes- (que si eran leyes promulgadas por el rey).
Estas Cortes entendieron de asuntos de interés general, pero sus competencias concretas nunca
fueron reconocidas de forma explícita. Su ámbito de acción se proyectó en lo fundamental a tres
puntos: Concesión de subsidio económico extraordinario (o servicio), reparos de agravios, e
intervención en la actividad legislativa.
III. 3. Composición, Funcionamiento y Adopción de acuerdos.
En la Corona de Aragón las Cortes se componían de cuatro brazos: Alta Nobleza, baja nobleza,
alto clero y estado llano. A diferencia de las Cortes castellano-leonesas, éstas tuvieron competencias
legislativas y se ocuparon de la resolución de agravios cometidos por el rey.
En Catalunya las Cortes se componían de tres brazos: El Eclesiástico, el militar y el popular
(también llamado real). Tenían potestad legislativa y podían conceder tributos. Las disposiciones
dadas por las Cortes, sólo podían ser revocadas por ellas y no pro imposición del soberano.
En Navarra también tuvieron las Cortes competencias legislativas.
El Estadio llano, tercer estado, o estado ciudadano, era el formado por los procuradores de las
ciudades. Su número era predominante en la asamblea de Cortes y constituía el único estamento
representativo pues participaba en las reuniones de Cortes por medio de representantes (llamados
procuradores, síndicos o diputados), generalmente en número de dos por cada ciudad o villa.
Eran estos diputados designados por su concejo a través de distintos mecanismos como la
designación directa, el sorteo o la insaculación. Los concejos concedían a los procuradores unos
poderes tasados que contenían instrucciones concretas, en realidad se trataba de un mandato
imperativo que no daba lugar a la iniciativa propia del procurador.
Paulatinamente el número de ciudades con voto fue decayendo a lo largo de toda la Edad Media.
El rey convocaba y presidía las Cortes, aunque a veces no participaran todos los estamentos del
reino (en Castilla la tendencia fue hacia convocar sólo a los procuradores de las ciudades). Cada
estamento funcionaba en ellas representado por un promovedor (portavoz y representante de un
estamento en las Cortes).
Las deliberaciones de las Cortes se centraban en las demandas del rey, en las reparaciones de
agravios solicitadas por los procuradores y en asuntos de interés general para el reino. A
continuación, el monarca promulgaba las leyes acordadas y clausuraba y disolvía las Cortes.
III. 4. La Diputación de Cortes
Como órgano derivado de las Cortes nació en cada uno de los reinos de la Corona de Aragón, y
también en Navarra, una institución: La Diputación de Cortes, que actuaba entre la celebración de
unas Cortes y las siguientes.
Se componía de un reducido número de miembros, elegidos antes de disolverse cada Cortes. Las
misiones principales de esta Diputación eran las de fiscalizar el cumplimiento de los acuerdos
aprobados y velar por la recaudación de los impuestos votados.
Con el tiempo, la Diputación llegó a convertirse en un órgano permanente, llegando adquirir en
Catalunya una importancia extraordinaria al asumir, en ocasiones, la representación política integral
del reino, denominándose Generalitat de Catalunya.
En Castilla no se llegó a formar este organismo.
UNIDAD DIDÁCTICA IV.
EL SISTEMA JURÍDICO DE LA EDAD MEDIA (II)
TEMA 15
INSTITUCIONES POLÍTICO-ADMINISTRATIVAS (II).
LA ADMINISTRACIÓN CENTRAL
I.
EL OFICIO PÚBLICO: ACCESO Y CONTROL DE LA GESTIÓN.
Partiendo de la teoría del origen divino del poder real, se considera que las funciones del monarca
son gobernar, legislar y administrar justicia, siendo también a quien corresponde organizar el
entramado institucional de figuras que deben auxiliarle en dicha labor.
El rey era quien nombraba directamente a los oficiales en los que delegaba parte de sus funciones,
siendo el nombramiento de los mismos, en principio, una concesión graciosa que terminó siendo una
regalía (derecho exclusivo del rey).
La designación se basaba con frecuencia en la relación de amistad, de confianza y, a veces, de
parentesco entre el rey y el oficial, si bien se acudió a menudo a la concesión de oficios por interés
político.
No obstante, se acabó imponiendo la necesidad de conocimientos técnicos en las personas
encargadas del desempeño de las funciones públicas.
Con el término “oficial” se designaba a aquellos que desempeñaban un oficio, tanto a los oficiales
del rey, como a los del concejo, como a los de los señores. Trataremos aquí de los que se refieren a
servidores reales, entendiendo como tales no sólo a los de la Casa y Corte del rey (primero
servidores de la Casa del rey, luego oficiales de la Casa y Corte), sino también a sus representantes
en los distintos territorios y villas (alcaldes, oidores, escribanos, alguaciles, etc.).
El oficial era un servidor que accedía a su cargo, en los primeros tiempos, con carácter revocable y
temporal, si bien la característica general fue la de ir hacia la fijación y la patrimonialización de los
oficios (se inició dicho proceso sobre el siglo XIII, llegando a sus momentos álgidos en el siglo
XVII)
Podemos distinguir entre los siguientes tipos de oficios:
1 Oficios a “término”, establecidos con carácter temporal
2 Oficios “de por vida”, vitalicio sobre el oficial.
3 Oficios concedidos “por juro de heredad”, transmisibles hereditariamente, pudiendo
revocarlos únicamente el rey.
4 Oficios “ad beneplacitum regis” que eran intemporales pero concedidos “a precario” por el
rey.
* Modos de acceso: Mediante compra, a través de las cartas expectativas (el rey concedía un oficio
antes de que quedara vacante creando una “expectativa de derecho”) y por arrendamiento (se accede
al ejercicio del cargo mediante el pago de una renta).
Requisitos:
(De carácter físico y moral)
1
2
3
4
Tener una determinada edad mínima (en Las Partidas se establece en 20 años).
Ser de sexo masculino.
No padecer enfermedad, ni defectos físicos.
Profesar la fe católica.
(De carácter económico y social)
1
2
3
4
5
Poseer bienes
Pertenecer a la nobleza (para determinados cargos próximos al rey, Casa Real)
No haber adquirido el oficio ilícitamente
No ser extranjero
No estar afectado por causas de incapacidad temporal (ejecer varios oficios o estar en
servidumbre)
6 Cualificación técnica para el desempeño del oficio (no siempre se exigió, comenzó a implantarse
con carácter general en la Edad Moderna).
Una vez designado, el oficial debía prestar juramento de fidelidad al monarca, de respeto al orden
jurídico y de justo cumplimiento de su misión. A veces debía garantizar su gestión con la entrega de
una fianza.
A continuación se le entregaba el nombramiento por escrito, expedido por la cancillería, y tomaba
posesión del cargo.
Derechos de los Oficiales: Cobro de una retribución y ciertos privilegios e inmunidades.
Deberes de los Oficiales:
Residir en el lugar de desempeño de la función y obedecer al soberano
en todo momento.
El Oficio podía extinguirse por cumplimiento de edad, o por fallecimiento, del oficial, transcurso del
plazo para el que se dotó al oficio, por remoción del rey, por la renuncia, venta o enajenación a favor
de tercero, o por la muerte del monarca otorgante.
Control del Oficio Público.
Podían ejecutarse los mecanismos de control tanto mientras se desempeñaba el mismo, o cuando
éste llegaba a su término.
Cuando se realizaba durante el desempeño del mismo podía ser realizado por oficiales ordinarios,
incluso por el mismo rey, aunque fue usual el nombramiento de oficiales extraordinarios tales como:
1 Pesquisidores: Tenían amplias facultades, podían actuar de oficio o a instancia de parte.
2 Veedores: Creados tras las Cortes de Alcalá de Henares (1345), para investigar la actuación de
los oficiales de la administración de justicia, contaban con amplias facultades como la disciplina,
o la posibilidad de sustitución del oficial infractor.
3 Visitadores: Aparecen en las Cortes de Toro (1371), encargados de vigilar la actividad de
adelantados, merinos, jueces, alcaldes y otros oficios, Tuvieron facultades disciplinarias y
judiciales.
El Pesquisidor era quien, en teoría, tenía unas competencias más amplias, mientras de Veedor y
Visitador realizaban una labor meramente de fiscalización. En última instancia el monarca era
siempre quien actuaba.
Al final del ejercicio de un oficio, todos los oficiales estaban obligados a rendir cuentas de su
actuación, fundamentalmente los que ostentaban funciones económicas y judiciales. A esos efectos
se estableció en Castilla el Juicio de Residencia, y en la Corona de Aragón la Purga de Taula.
* JUICIO DE RESIDENCIA (Castilla): En principio sólo se aplicaba a los jueces al estar revestidos
de jurisdicción, y como tal lo recogen las Partidas.
Se trataba de un mecanismo que suponía que el oficial cesante debía permanecer, al término de su
cargo, residenciado durante un plazo de 50 días (las Cortes de Toledo 1480 redujeron el plazo a 30
días), en el que su sucesor podía investigar sus actuaciones.
* LA PURGA DE TAULA (Aragón): Juicio para exigir responsabilidades a los oficiales reales, pero
que se realizaba a instancia de parte, se originó en 1283, siendo su inicial denominación “tener
taula” (mantener ficticiamente la actividad), no apareciendo el nombre de purga hasta el siglo XVI.
Se utilizaba en los casos de negligencia, fraude, incumplimiento de lo establecido en Cortes, injurias
y, en general, contra cualquier acto ilícito realizado por un oficial en el desempeño del cargo y que
supusiera el perjuicio de un tercero.
La condena suponía la inhabilitación para el desempeño de cualquier otro oficio real y mientras
duraba el procedimiento, el oficial era suspendido cautelarmente en su oficio.
En caso de absolución, el oficial perjudicado, tenía la posibilidad de emprender acciones contra el
que había iniciado el procedimiento, recuperando su oficio.
Este procedimiento era realizado por unos jueces especiales, los “jueces de taula” (Jutges de
Taula), elegidos y pagados por el rey (utilizando los depósitos en concepto de fianza),
convirtiéndose, a partir de 1311, en un órgano colegiado formado por un caballero, un ciudadano y
un jurista que se reunían un día fijo cada tres años. De sus decisiones cabía apelación al rey.
* En Catalunya eran cuatro los procedimientos para exigir responsabilidades. La Purga de Taula,
La Visita, El Procedimiento de Greuges (o agravios) y el Procedimiento de Contrafuero.
Los dos primeros persiguen la ilegalidad de los actos, los dos últimos trataban de perseguir la
vulneración de las leyes fundamentales del principado, interviniendo, en el caso de agravios
(greuges) unos jueces especiales en las Cortes, declarando la Audiencia, en el caso de existencia de
contrafuero, la anticonstitucionalidad de la norma. Casos de vulneración de leyes fundamentales
II.
LA CORTE Y SUS OFICIALES.
Dado que el rey era quien detentaba la función administrativa y no podía ejercerla personalmente,
necesitaba de gentes que le auxiliaran. De ahí que, partiendo de la tradición visigoda, el monarca
apareciese rodeado de un grupo de personas cercanas que formaban su Palatium (establecido en el
siglo IX por Alfonso II), o Corte.
La Corte se componía de “Las Cortes” (lo que actualmente serían Cortes Generales) y de los
“Consejos” (actualmente serían los Ministerios)
Siguiendo a L. García de Valdeavellano, la estructura de ese primer Palatium fue la siguiente:
1 Secretario del Rey (S. XVI será el Valido, lo que actualmente sería Primer Ministro)
2 Consejeros del Rey, grandes señores y dignidades eclesiásticas estrechamente relacionadas con
él, quizás por vínculos de naturaleza privada.
3 Oficiales palatinos con cargo en el servicio personal del rey o la administración..
4 Condes palatinos.
5 Señores territoriales, laicos y seglares, de paso en la Corte.
6 Séquito o comitiva del monarca.
A partir del siglo XI el término Palatium se sustituyó por el de Curia Regia (de influencia franca), o
Corte (versión romanceada que terminó por generalizarse en todo el territorio).
Las Curias ordinarias de los distintos reinos presentaban unas estructuras muy similares en Castilla y
León, Aragón y Navarra, se configuran como un Consejo del Príncipe, con amplias competencias,
dado que el monarca solía solicitar asesoramiento para todas las cuestiones importantes: designación
de oficiales, treguas, paces, declaraciones de guerra, repoblaciones de territorio, concesiones forales,
etc., siendo también tribunal de justicia regio, entendiendo de los casos que le eran sometidos, así
como de las apelaciones de los tribunales inferiores.
Los Oficiales de la Corte.
Las funciones de los Oficiales de la Casa del rey (posteriormente de la Casa y Corte), podían ser de
carácter público (como las de Alférez), o privado (como las de Mayordomo o Senescal)
La figura de Alférez procede del conde de los espaderos visigodo. Se encontraba al frente de la
milicia y guardia del rey, llevando su enseña y guiando al ejército en combate en ausencia del rey.
El Mayordomo, por el contrario, se encontraba al frente de la Casa del Rey, de la que era primer
oficial, al dirigir todos los servicios de la misma. En la Corona de Aragón se denominó Senescal y
dirigía también las campañas militares.
En la alta Edad Media funcionaban toda una serie de oficiales palatinos que desempeñaban
funciones privadas bajo las órdenes del Mayordomo:
1 El camarero, encargado del aposento del príncipe, que en la Corona de Aragón recibió el nombre
de Camarlengo y se ocupaba de todo lo referente a la persona del príncipe.
2 El Tesorero, procedente de los condes tesoreros, custodiaba el tesoro regio hasta la baja Edad
Media.
3 El Copero o Maestresala, encargado del servicio de mesa del monarca.
4 El Despensero, a cargo de la despensa de palacio.
5 El Repostero, encargado de los objetos de uso personal del monarca.
6 El Aposentador o Posader, que velaba del hospedaje del rey y la corte en los desplazamientos.
7 El Caballerizo, procedente de los condes de los establos (visigodo), fue el jefe de las caballerías
reales.
8 Otros Oficiales fueron miembros de la guardia palatina, los monteros, el halconero, los sayones
(mandatarios reales), mensajeros, etc.
Durante la Baja Edad Media se incrementó considerablemente el número de oficios, pudiéndose
distinguir entre los oficiales Mayores (Oficiales de la casa y Corte) ocupados por las altas
dignidades de la Corte y la alta nobleza, y los Oficiales Inferiores, fundamentalmente letrados o
juristas.
Desde el siglo XIII se trató de delimitar las funciones de los oficiales, ocupándose de ello las
Partidas y varias Ordenanzas de Corte de la Corona de Aragón.
III.
LOS CONSEJOS
***
Órganos de la Administración Central, encargados fundamentalmente de asesorar al monarca
cuando éste lo solicite.
De la Curia ordinaria derivaron los Consejos. En Castilla se denominó Consejo Real, en Aragón
tuvo su origen en el apoyo de los nobles al rey y en Catalunya será mayor la influencia de las
ciudades en el Consejo que el de la nobleza.
Una de las obligaciones de “naturales” y vasallos era el deber de consejo (el auxilium atque
consilium), utilizado en la Alta Edad Media como fundamento de las relaciones señoriales e incluso
feudales. De ahí que deba el vasallo acudir a la Curia cuando es convocado y deba dar en ella
consejo al monarca.
Con la recepción de Ius Commune (Derecho Común) se potenció el deber de consejo debido a que
va a prestar una fundamentación ética, moral y social al principio de soberanía.
Creemos que ello supondrá la consolidación del deber de consejo hasta la categoría de principio
político, esencial en la Administración moderna.
La transformación de la Curia en Consejo fue progresiva, se operó entre los siglos XII y XIV debido
fundamentalmente a la paulatina incorporación de juristas o letrados en la misma.
El Consejo se constituye como un órgano consultivo, llegando a ser, también, tribunal de justicia.
Van a ser los Consejos órganos preparatorios de los asuntos para que el monarca obtenga diversos
puntos de vista con los que poder actuar y tomar una decisión.
El Consejo, que en sus orígenes estaba formado por nobles, prelados y ciudadanos, teniendo todavía
carácter representativo, pasó a ser un órgano administrativo en el que prevaleció el interés público.
El punto de inflexión entre un tipo de Consejo y el otro, puede establecerse en las Cortes de Toledo
(1480), donde se estructuró el sistema de gobierno.
a) El Consejo (Real) de Castilla.
En Castilla fue Juan I el que organizo el Consejo Real y le dio una Planta fija en las Cortes de
Valladolid de 1385, en las que estableció que debía estar formado por cuatro prelados, cuatro
caballeros y cuatro ciudadanos o burgueses. Entendía de todo lo que no fuera administración de
justicia y se estableció que los acuerdos del Consejo debían tomarse por mayoría y se recomendaba
el secreto de lo acontecido en las deliberaciones.
En las Cortes de Briviesca (1387) se reguló la actuación del Consejo y se llegó a repartir las
competencias entre el Consejo y el monarca, al reservarse éste ciertos asuntos (o más bien limitarse
los que entendía)
La estructura del Consejo Real de Castilla varió en distintas ocasiones. En 1406 se reguló el
funcionamiento del Consejo y su régimen interno. En 1442 una Ordenanza reproducía el
ordenamiento anterior y limitaba el número de consejeros, que se había ampliado
desproporcionadamente. En 1459 otra ordenanza trataba de regular el Consejo, pues al parecer no se
reunía.
Habría que esperar al reinado de los Reyes católicos para que se produjera una reorganización
sustancial del Consejo Real de Castilla. Las Cortes de Toledo de 1480 marcaron un punto de
inflexión en la trayectoria de este Consejo.
A partir de las Cortes de Toledo, el Consejo Real de Castilla, se convirtió en un núcleo más
tecnificado, con facultades jurisdiccionales, se determinó su organización, estableciéndose que el
Consejo se ocuparía de la mayoría de los temas administrativos, contando con una fuerte presencia
de técnicos en derecho.
Para ello se dividió se dividió en una serie de las que se ocupaban de las cuestiones internacionales,
de justicia, de Hermandades, de Aragón, Catalunya, Valencia y Sicilia. Con ello se convirtió en el
elemento básico de gobierno de la mobnarquía, coincidiendo su auge con la decadencia de las
Cortes, en especial por tener importantes funciones en justicia, estando el Consejo capacitado para
traer en su conocimiento causas civiles o criminales, además de ser competente en las apelaciones.
b) Los Consejos de Aragón y Navarra.
No hay unanimidad acerca del origen y evolución del Consejo de Aragón. En Aragón, siglo XIII, se
distinguía de la Curia Regia, un Consejo personal del rey que estaba formado por militares y
oficiales de la Corte, y un segundo Consejo más numeroso y de carácter asesor. Desde el siglo XIV
el Consejo Real de Aragón se unificó y funcionó de forma permanente.
J.A. Escudero considera que éste no es más que el precedente del Consejo de Aragón, creado por
Fernando el Católico en 1494 ya que la reforma del monarca habría sido de tal magnitud que se
puede hablar de dos instituciones distintas. Según la reforma, en una sala aparte del Consejo Real de
Castilla se reunían los caballeros de Aragón, Valencia, Catalunya y Sicilia a deliberar, señalándose
la estructura y funciones del Consejo e imponiendo la obligatoriedad de que todos sus miembros
fuesen letrados.
En Navarra se podía distinguir entre la Corte y el Tribunal de Justicia. En el siglo XV apareció un
Consejo que se encargaba de las apelaciones.
En Catalunya, a finales del siglo XIV, apareció una Audiencia i Conseyl formeda por el canciller, el
vicecanciller, jueces y letrados.
IV.
LAS CANCILLERÍAS
* La Cancillería se configura como un organismo burocrático y técnico cuya función básica es la de
redactar los documentos reales, autentificarlos, registrarlos y expedirlos a los interesados.
Al tener a su cargo lo organización burocrática de Palacio, existieron cancillerías en los distintos
reinos.
a) La Cancillería Castellana.
La Cancillería Real fue en los reinos de Castilla y León uno de los organismos más importantes de
la administración central.
El Canciller Mayor era el que se encontraba al frente de la Cancillería, siendo responsable de su
funcionamiento, una especie de jefe de personal responsable de los oficiales. Junto a él aparecía el
Canciller de la Poridad, que era el oficial que se ocupaba de las cartas de la poridad (cartas secretas
destinadas a la actividad de gobierno que iban selladas con el sello de la poridad o secreto).
Como oficiales superiores dependientes del Canciller se encontraban los Notarios mayores y los
Escribanos. Los notarios mayores eran los verdaderos artífices de la actividad de las Cancillerías
(controlaban, sellaban y registraban los documentos), tuvieron competencias judiciales en materias
económico-administrativas, eran designados por el rey, existiendo también los notarios de la
poridad.
En el Espéculo hay una distinción entre escribanos de Cámara real, que dependían directamente del
rey (creados por Alfonso X a modo de secretarios particulares, responsables de la redacción de las
cartas de la poridad, por lo que se les puede llamar escribanos de la poridad, ya que guardaban el
sello de la poridad) y los escribanos de la Cancillería, dependientes de la Cancillería.
b) La Cancillería Aragonesa
En Aragón el Canciller era una figura esencial, que además de ser el jefe de la Cancillería, presidía
el Consejo Real y nombraba a los Oficiales de la Cancillería, llegando a estar facultado para
designar a otros funcionarios de la Administración.
A mediados del siglo XIV la Cancillería de Aragón se estructuró existiendo, subordinado al
Canciller, un Vicecanciller por cada una de los estados de la Corona, que le sustituían en caso de
necesidad, llegando a firmar por él.
Junto a ellos hay que citar al Pronotario, que conservaba y custodiaba los sellos, y al Regente de la
Cancillería, que era quine la dirigía a diario. Por último existieron selladores y mensajeros de maja,
que eran los agentes ejecutivos de la Cancillería.
V.
LOS SECRETARIOS DEL REY.
*
Los secretarios personales del monarca eran aquellos oficiales que estaban vinculados directamente
al rey y que gozaban de su confianza plena. Escribano de cámara y secretario eran cargos distintos,
pero desde el siglo XV son dos términos análogos.
J.A. Escudero establece como época en la que pasan de ser colaboradores a desempeñar un puesto
político-administrativo, en el reinado de Juan II.
Los Secretarios aparecen caracterizados como oficiales públicos de la Casa y Corte del rey,
ocupando el puesto más cercano a él, caracterizándose, frente a otras figuras similares (notarios y
escribanos), por encontrarse al servicio personal del rey y gozar de su confianza.
Los rasgos que les caracterizaba y que se les exigía para desempeñar el puesto eran: Lealtad,
Fidelidad, Suficiencia, Guarda del Secreto y Limpieza.
J.L. Bermejo ha indicado que no debió existir limitación en el número de Secretarios, ni reglas sobre
la duración del cargo, ni sobre sus competencias, que no fueron nunca fijadas por escrito, si bien,
con carácter general se centraban en despachar con el rey y librar su documentación, además de
refrendar, no resultando muy infrecuente que actuasen como embajadores de los reyes.
Durante el reinado de los Reyes Católicos, la importancia de Secretario del rey como figura de la
Corte se acrecentó, interviniendo en todos los asuntos concernientes al gobierno y administración,
considerándose en las Cortes de Madrigal (1476), la no existencia de limitación de documentos
controlados por los secretarios.
En Navarra, los Secretarios también estaban muy vinculados al monarca, perteneciendo
generalmente al Consejo.
TEMA XVI.
INSTITUCIONES POLÍTICO-ADMINISTRATIVAS (III)
LA ADMINISTRACIÓN TERRITORIAL Y LOCAL
LA ADMINISTRACIÓN TERRITORIAL.
I.
Como características generales de la ordenación territorial en la Edad Media hay que señalar:
a) La gran diversidad de demarcaciones territoriales, en las que la aparición de una nueva
demarcación no supone la desaparición de aquella a la que había de sustituir.
b) La tendencia generalizada en todos los reinos peninsulares hacia la unificación de la
ordenación del territorio
c) La necesidad de distinguir la coexistencia de la ordenación del territorio dependiente de la
corona (única que analizaremos) y la de los territorios señoriales. Se destaca también que el
control espacial aún se asienta, en la Baja Edad Media, en la nobleza.
I. 1)
Castilla y Navarra: Tenencias, Merindades y Adelantamientos.
Los primeros esquemas de organización territorial en los núcleos políticos de la reconquista se
redujeron a la creación de pequeños distritos militares, a cuyo frente quedaban magnates y señores,
respecto a los cuales el monarca es un primus inter pares (excepto en Castilla)
En Asturias-León aparecieron pronto las Mandaciones, de límites inciertos, coincidentes o no con
comarcas naturales. Sus encargados eran los Mandans, que actuaban en nombre del Rey.
Posteriormente se empezó a hablar de Condes, tratándose de una dignidad personal no
necesariamente ligada al gobierno de un condado.
Jueces, Potestades y Condes estaban encargados de la defensa y orden público, pero también eran
administradores de justicia y recaudadores de tributos, dirigían la repoblación y dictaban
ordenamientos.
Los Gobernadores de distrito iban nombrando sus propios agentes ejecutivos: Vicarios y
Administradores, que desde finales del siglo X solían aparecer con el nombre de Maiorinus
(Merinos).
El rey tenía sus propios merinos en los dominios que se reservaba, al tiempo que los distritos
inicialmente confiados a nobles iban progresivamente escapando del control real y su administración
se convertía en un beneficio, tenencia u honor.
Este proceso fue parecido en todos los reinos. En los núcleos del Pirineo oriental la influencia del
Imperio carolingio, y sus esquemas feudales, facilitaron la temprana organización del territorio en
condados. En Aragón y Navarra las demarcaciones encomendadas a los magnates fueron conocidas
como las honores y su gobierno conferido en beneficio (recuerda el prestimonio)
En Castilla, durante la Baja Edad Media, el territorio se ordenaba en Tenencias, a cuyo frente el rey
situaba, como tenente, a un noble. La Tenencia era una concesión del rey a un magnate (en principio
revocable, pero de hecho hereditable) sobre unas determinadas tierras o lugares de especial valor
estratégico (como murallas o defensas de una ciudad), para ejercer funciones gubernativas y
jurídico-públicas (como percibir las rentas que correspondían al rey en concepto de tributos).
Con anterioridad al siglo XII ya habían aparecido en Castilla y Navarra las Merindades, a cuyo
frente aparecía un Merino, figura que experimentó un importante incremento de funciones que
condujo a convertirlo en oficial público. Los merinos de los dominios regios de una misma zona
fueron puestos bajo el control de un Merino Mayor.
En el siglo XIII (Fernando III) el solar comprendido por los reinos de León, Castilla y Galicia
(unidos bajo el mismo cetro) quedó ordenado en tres grandes circunscripciones territoriales o
distritos, situándose al frente de cada uno un Merino mayor.
Alfonso X comenzó a poner al frente de los territorios recientemente reconquistados
(Adelantamientos) a un Adelantado de la frontera, y posteriormente a un Adelantado mayor, los
cuales tenían amplias competencias gubernativas, judiciales, militares y económicas.
Los Adelantados mayores no llegaron a sustituir a los Merinos mayores, dándose más bien una
actuación simultánea de ambos sin que se confundieran sus competencias, puesto que mientras que
los adelantados ejercían competencias judiciales propiamente dichas, los merinos se limitaban a
materializar los efectos de esas sentencias dentro del contenido de “facer justicia de fecho”.
Esta organización territorial se alteró pronto, al ser sustituidos los adelantados por los Alcaldes
mayores y por los Corregidores (siglo XIV), reforma que tuvo carácter político y grandes
repercusiones, ya que suponía la posibilidad de administrar el territorio con criterios centralizadores
que favorecían los intereses de la corona.
Las ciudades con voto en Cortes elegían a los procuradores que las representaban sin contar con los
alcaldes de su tierra, lo que fue anulando paulatinamente la funcionalidad de todas y cada una de las
ordenaciones del territorio que hasta entonces habían sido operativas, a favor del eje urbano y de los
oficiales que la corona destacaba en ese ámbito.
En el reino de Navarra la administración territorial siguió articulada principalmente por Merindades.
I. 2)
Corona de Aragón: Juntas, Veguerías, Baylías y Justiciazgos.
Tampoco en la corona de Aragón la administración territorial fue uniforme, el monarca designaba en
los territorios unos representantes suyos, investidos de amplias facultades sobre todo en el orden
judicial, denominados genéricamente procuradores, procuradores generales y lugartenientes, que
eran verdaderos “alter ego” del monarca.
En Aragón los distritos eran las Honores, las Universidades y los Merinatos, dirigidos por un
merino. Además los municipios se asociaron para defender el orden público, constituyendo las
Juntas, órganos con jurisdicción sobre el territorio global de los municipios confederados, dirigidas
por el Sobrejuntero. El territorio de Aragón se dividía en Honores, Municipios, Merinatos y Juntas.
En Catalunya la articulación y administración del territorio descansó, durante mucho tiempo, en las
estructuras feudales del comienzo, centradas en la existencia de condados y vizcondados (aunque
esta subdivisión en vizcondados es sumamente confusa).
Los Batlles o Bayles eran simples administradores de zona por encargo de los condes y señores, que
a partir del siglo XII se afianzan como oficiales públicos, jueces locales y agentes fiscales, y en
general, en defensores de las regalías del patrimonio real.
Se produjo en torno de estos oficiales una acumulación de funciones locales que impide que se les
pueda considerar como oficiales territoriales propiamente dichos, ni a la baylía como
circunscripción administrativa, puesto que ese papel correspondía a las veguerías desde el siglo XII
y a sus titulares, los veguers, que acumulan funciones de policía, paz pública, jefatura de tropas,
represión de la criminalidad y recaudación de tributos, teniendo a sus órdenes varios sotsveguers.
Catalunya, Valencia y Mallorca ya formaban en la Baja Edad Media tres Baylías a cuyo frente se
encontraba, en cada una, un bayle o batlle general como administrador del monarca y alto
magistrado territorial. Sometidos a estos existía en cada lugar un batlle local que añadía a las
competencias del antiguo veguer otras de tipo administrativo y financiero.
En Valencia, el territorio quedó dividido en distritos formados sobre la base de una circunscripción
territorial denominada Justiciazgo, al frente del cual se hallaba un Justicia con autoridad en
cuestiones judiciales, de orden público y de recaudación de impuestos. Los Jurados elegían al bayle.
En Mallorca existieron en esta época dos Veguers, competentes uno en la ciudad, y otro en el resto
de la isla.
DEMARCACIONES TERRITORIALES Y DELEGADOS
QUE LAS TIENEN A SU CARGO
II.
LA ADMINISTRACIÓN LOCAL
III.
1) La Aparición del Municipio.
En León y Castilla el desarrollo de los municipios como instituciones locales de gobierno fue
extraordinario entre los siglos XI-XII. Se configuraban como entidades de Derecho público con
jurisdicción y autonomía, constituidas por el Concejo local, regidas y administradas por sus
propios magistrados y oficiales.
**
Los municipios medievales no fueron continuadores de los municipios romanos, sino
producto de las especiales circunstancias de los siglos X al XII, su germen se encuentra en el
concilium o concejo altomedieval y por encima de estas asambleas se encontraba la autoridad de los
condes en cuyo distrito se ubicaba el poblado.
Las villas y ciudades de Castilla y León fueron escenario, en los siglos XI-XII, de una lucha por la
conquista del poder político en los municipios entre los representantes del poder real, integrados en
el “Palatium” y los del Concilium, que aspiraban a lograr una autonomía de gobierno.
A medida que ganaba importancia la asamblea de vecinos del concejo, se iba desdibujando la
importancia de los representantes del poder real.
Los pasos concretos a través de los cuales los concejos fueron adquiriendo nuevas atribuciones, no
son bien conocidos y difieren de una ciudad a otra. En términos generales las ciudades o villas
tuvieron un territorio en su entorno de amplitud variable denominado alfoz y dentro del recinto
urbano las ciudades estaban divididas en parroquias o collaciones.
Los cargos concejiles fueron variadísimos. La magistratura principal era el Iudex cuyas funciones
eran la convocatoria y presidencia de la asamblea, así como la dirección de la hueste local. Por
debajo estaban los alcaldes, cuya misión era juzgar, y los jurados, sayones, pregoneros,
almotacenes, fieles, escribanos, alguaciles, andadores, portazgueros, etc.
La elección de todos estos cargos solía ser de un año, aunque había diferencias notables entre la
organización concejil en tierras de señoría y en tierras de realengo.
Las instituciones político-administrativas que aparecen en los fueros municipales son: la ciudad y su
tierra, los vecinos y la vecindad, la ciudad medieval, el concejo y los oficios concejiles.
A lo largo de la Baja Edad Media se produjo en las ciudades españolas de cierta importancia, la
sustitución del concejo general de vecinos, o concejo abierto, por el concejo cerrado (o reducido),
que representaba a la comunidad de vecinos.
Estaba formado por una junta de magistrados (iudex i alcalds) y por algunos hombres buenos
elegidos por los vecinos, entendía de los asuntos ordinarios de gobierno y de la administración de la
ciudad, contando con alguna actividad de tipo judicial.
II. 2) Castilla: Los Corregidores.
La relativa autonomía que disfrutaban los municipios castellanos de realengo desde comienzos del
siglo XI, no impidió que el monarca tratara de fiscalizarlos, para beneficiarse de la pujante vida
económica que se había desarrollado en muchos de ellos, a través del señor de la ciudad (dominus
villae), del merino y de los jueces-alcalde del rey.
Alfonso XI ordenó en 1345 la sustitución del concejo abierto por unas juntas nombradas
directamente por él, denominadas regimientos, compuestas por regidores nombrados por el propio
rey (aunque a veces las ciudades podían proponerlos), quienes, a su vez, elegían los cargos del
concejo.
Aseguró además el rey su control sobre los regimientos mediante el nombramiento de tres diferentes
tipos de oficiales que los fiscalizaban: Los Corregidores (1348), los asistentes y los gobernadores
(siglo XV).
La figura del Corregidor quedó definitivamente institucionalizada con los Reyes Católicos, período
en el que era representante del monarca fijo en cada ciudad, elegido entre personas de la clase
media con preparación jurídica.
Las funciones de los Corregidores fueron esencialmente judiciales, actuando como jueces ordinarios
en determinadas causas y sobre todo, como jueces de alzada en las apelaciones de las sentencias de
los alcaldes ordinarios.
En el ámbito municipal, el Corregidor, participaba con voz y voto en las reuniones del concejo,
ejerciendo la potestad reglamentaria y dictando ordenanzas, cuidando del orden público, ocupándose
de los problemas de abastecimiento y de la hacienda municipal.
Tanto asistentes como gobernadores fueron figuras efímeras en la ordenación político
administrativa, al ser la funciones de ambos absorbidas por la tendencias expansiva de los
corregidores.
II. 3) Catalunya, Valencia y Mallorca: Los Consells.
A partir del siglo XIII, cuando los municipios aragoneses evolucionaron hacia una mayor
complejidad, los Jurados comenzaron a hacerse aconsejar por un cuerpo restringido de consejeros
denominado Consell, mientras que el concejo, o asamblea general, se reunía sólo en casos
excepcionales o, una vez al año, para elegir oficiales. De esta manera, las atribuciones originarias
del concejo pronto quedaron absorbidas por el consell.
De igual manera, en los tres territorios de la Corona de Aragón, la antigua asamblea de vecinos fue
sustituida por el consell.
Estas asambleas podían llegar a ser muy numerosas en las grandes ciudades, como en Barcelona,
donde fue llamada “El Consell de Cent” (el Consejo de Ciento). En estas asambleas estaban
representados todos los estamentos.
En Valencia el consell quedó establecido a raíz de la conquista de Jaime I de Aragón, siendo su
función principal la de asesorar a los consejeros locales llamados allí Jurats. Administraba justicia el
Batlle local.
En Mallorca existieron (1/2 XIII) el Gran i General Consell, compuesto por los jurats de la ciudad,
y el Consell compuesto por los representantes de la población no urbana. Además había diversos
consells parroquiales, a los que acudían los jurados de cada villa. La función judicial coría a cargo
del veguer del rey.
En Catalunya, en la cúspide del municipio medieval, se hallabas el Batlle y el Veguer (en las
ciudades con cabeza de veguería), ue se perfila como jefe del municipio sin perder su carácter
originario de funcionario real o señorial.
En realidad, las autoridades municipales de la ciudad (consellers, jurats o cónsols) actuaban como
asesores suyos y sólo podían reunirse con su autorización y bajo su presidencia. El batlle, o en su
caso el veguer, sancionaban los acuerdos y cuidaban de su ejecución.
Las autoridades municipales eran en principio elegidas por el vecindario, pero pronto (XIV) se fue
introduciendo el sistema de la insaculación, especialmente en las grandes ciudades, lo que dejó más
atribuciones en ese sentido al soberano y a sus oficiales.
Se puede apreciar una evolución similar en los municipios castellanos y en los de la Corona de
Aragón.
II. 4) Aragón y Navarra: El Zalmedina.
En Aragón y Navarra, desde el siglo XI y a lo largo de toda la Edad Media, la organización gravitó
sobre la figura del Zalmedina, un magistrado local con funciones gubernativas y judiciales,
designado por el rey de entre los boni homines de la población y que hacía las veces de jefe político
y judicial del concejo.
El zalmedina estaba investido de jurisdicción sobre una población y un territorio determinados,
administraba personalmente la justicia como juez ordinario, rodeado de una Curia o tribunal.
TEMA 17
INSTITUCIONES POLÍTICO ADMINISTRATIVAS (IV):
LA ADMINISTRACIÓN DE JUSTICIA, LA IGLESIA, LA HACIENDA, EL EJÉRCITO.
I.
LA ADMINISTRACIÓN DE JUSTICIA.
* En un primer momento, la administración de justicia altomedieval, presentó dos órdenes de
actuación: junto a la acción pública aparece la acción punitiva de los particulares, en utilización de
la venganza privada. En los primeros años de la reconquista prevalecerá la justicia privada y no será
hasta los siglos XI y XII cuando prevalezca la justicia pública.
La justicia, en la primera época medieval, se entendía como reparadora de la paz perturbada, pues se
consideraba que existía un cierto orden jurídico que se englobaba genéricamente bajo el término de
paz (paz = orden).
Para lograr una eficaz garantía de seguridad, se acudió a la creación de paces especiales. Ciertas
zonas, actos, cosas o personas, como pueden ser la vivienda del rey, el camino, las iglesias,
mercados, etc., estaban protegidas por una paz especial, hablándose así de la paz del camino, la paz
del mercado, etc.
* Los jueces altomedievales no tenían una preparación jurídica, sino que eran jueces legos que
procedían del pueblo y que frecuentemente debieron “crear” Derecho a partir de la costumbre. Así
ocurrió en Castilla, donde los jueces dictaban sentencias (fazañas) en virtud de su albedrío, dando
lugar a los juicios de albedrío, utilizando esas sentencias como derecho de referencia para pleitos
posteriores.
La organización judicial en la Baja Edad Media presentaba las siguientes características:
1) El rey era la única fuente de jurisdicción (tenía el deber de dar audiencia).
2) Inexistencia de una organización jurídica específica, la función judicial formaba parte de las
funciones de índole gubernativa o administrativa. En la Baja Edad Media tuvo lugar su
institucionalización mediante la creación de órganos judiciales y la implantación de jueces
técnicos.
3) Existencia de numerosas jurisdicciones especiales, reflejo de la fragmentación de
jurisdiccional medieval, reducto de privilegios, que quedaron limitadas y ordenadas dentro
del organigrama general de la jurisdicción real.
I. 1) La Curia Regia y la Asamblea Vecinal (Concilium).
El organismo jurisdiccional para la administración de justicia fue la Curia Regia, que presidía el
mismo rey, o conde en Catalunya. Actuaba en primera instancia y también como tribunal de
apelación, además de ser el único tribunal competente para intervenir en los pleitos entre nobles,
delitos más graves y causas civiles importantes. En Catalunya el conde impartía justicia rodeado de
Boni Homines.
Desde el siglo XI la organización judicial se perfeccionó en todos los reinos, aparecen en la Curia
regia de Castilla y León los jueces palatinos (iudices palatinii), en Aragón aparece el juez de
Palacio (iudex palatii) y en Navarra el justicia de Curia (iudices curiae).
Éstos son los inicios de la tecnificación de la administración de justicia y de la casi completa
asunción de la función judicial por parte de los jueces, dado que son fruto de una evolución de los
jueces de prueba, presentes en la asamblea vecinal, o Tribunal condal, cuya finalidad esencial era
dirigir la prueba y valorar los efectos de la sentencia.
La Asamblea Vecinal.
En los territorios reales cabía la posibilidad de que el rey convocase una asamblea de hombres libres
dirigida por alguien que él designase (conde, potestad o imperante, que actuaba como delegado real
y quien, a su vez, podía nombrar delegados). Esta asamblea vecinal administraba justicia en los
territorios y era un tribunal de carácter popular (lo que ha llevado a García de Valdeavellano,
Sánchez Albornoz, Hinijosa y otros, a hablar de su naturaleza germánica). En esta asamblea general
o Concilium se dirimían las causas, bien contando con la participación de todos, bien mediante
jueces elegidos.
Hay que señalar que no existió una jerarquía entre la Curia regia y el Concilium, por cuanto ambos
tenían las mismas funciones y el procedimiento utilizado era idéntico para ambas instituciones: un
procedimiento público y oral, en el que los boni homines intervenían en la determinación de las
pruebas a realizar y en valorar los resultados de las mismas.
Cuando la vida local comenzó a tener mayor relieve, los condes y los reyes se encargaron de
nombrar jueces en las principales ciudades y villas, que les sustituían en las asambleas.
Los jueces de prueba fueron sustituidos por unos alcaldes de carácter asesor, elegidos por los
vecinos. Jueces y Alcaldes pasarán a ser los primeros responsables de la administración local.
I. 2)
Chancillerías y Audiencias Castellanas.
La organización judicial castellana de la Baja Edad Media tuvo su origen en el siglo XIII y se
desarrolló a lo largo de los siglos XIV y XV.
El monarca, al consolidar su poder, desarrolló una política centralizadora en el terreno de la
administración de justicia (entendida ya como una actividad encaminada a castigar conductas
antijurídicas).
Se instituyeron unos órganos judiciales, únicamente dependientes del rey, y se generó un aparato
judicial preparado para aplicar un Derecho cada vez más tecnificado.
Siguiendo un orden cronológico, puede ordenarse de la siguiente manera:
1 * Cortes de Zamora, 1274. Alfonso X organizó la administración de justicia, creando su
estructura orgánico-funcional. Estableció un Tribunal de la Corte, compuesto por jueces oficiales
llamados Alcaldes de Corte (residentes en ella) que actuaban por delegación y entendían de los
llamados Casos de Corte, fueron dotados con elementos auxiliares como escribanos, monteros,
porteros, etc.
2 * A lo largo del siglo XIV ese Tribunal de la Corte -que posteriormente se llamaría Audienciafue reorganizado en varias ocasiones y, poco a poco, acentuó su vinculación y su
interdependencia con otro organismo bien distinto como era la Chancillería. Entre ambas
instituciones, en origen diferentes, se establecería una relación jerárquica de subordinación a
favor de la Chancillería (Los alcaldes de Corte y los escribanos cobraban su soldada en la
Chancillería y las sentencias debían ser autentificadas con el sello de la poridad -o secretocustodiado en la Chancillería).
Una parte de la doctrina fija los orígenes de la Audiencia en las Cortes de Toro (1371), reinado de
Enrique II, aunque otro sector entiende que sus orígenes se remontan años atrás y que su nombre no
procede de “oír y escuchar pleitos”, sino a la imitación del modelo romano-canónico de Audientia
episcopal.
En cualquier caso, la Audiencia fue el órgano supremo de la administración de justicia, integrado
por siete oidores (tres eclesiásticos y cuatro juristas) que habían de reunirse tres veces por semana
para administrar justicia. Orgánicamente estaba presidida por un gobernador nombrado por el rey.
Los oidores eran los jueces delegados (no ordinarios) que actuaban en nombre del rey
colegiadamente, siendo ese carácter corporativo el que la diferencie radicalmente de los oficiales de
justicia que actuaban individualmente (como los alcaldes de Corte). A su cargo corría la verdadera
tares técnica de la aplicación del Derecho.
La Audiencia se dividía en salas: La de los Hidalgos (para asuntos de nobles), la de Vizcaya (para
problemas de ese territorio), etc. Contaba con otros oficiales como secretarios, relatores, preceptores
y alguaciles.
A la Audiencia le correspondía la apelación en materia civil y criminal de los órganos
jurisdiccionales inferiores y, en primera instancia, los casos de Corte.
En 1442 se le concedió sede en Valladolid y, en 1494, los Reyes Católicos establecieron otra
Audiencia y Chancillería en Ciudad Real, trasladada a Granada en 1505 en virtud de un criterio de
distribución geográfica, a efectos de que la Audiencia de Valladolid atendiera las alzadas de los
pleitos procedentes del norte del río Tajo y la Audiencia de Granada atendiera los del sur del río
Tajo.
Ésta organización judicial, aparte de los alcaldes oficiales del rey residentes en la corte (alcaldes
ordinarios), estableció los alcaldes de alzada que entendían de las apelaciones contra las sentencias
de los alcaldes ordinarios en sus respectivas demarcaciones, materializando así la Instancia
Intermedia.
Las competencias de las Audiencias y Chancillerías, al ser reguladas a finales del siglo XV,
resultaron recortadas respecto de las primitivas, al limitar la facultad de los oidores a la jurisdicción
civil. Las materias criminales quedaron reservadas al entendimiento de unos alcaldes de Corte
específicos (alcaldes del crimen).
A partir de finales del siglo XIV se empezó a admitir la posibilidad de recurrir las sentencias de la
Audiencia ante el monarca, para finalizar, en el siglo XV, siendo absorbida esta función de máximo
tribunal por el Consejo Real de Castilla.
Otros tipos de jueces fueron los alcaldes de los hijosdalgos, dedicados a resolver litigios entre
personas con un status jurídico privilegiado. Representó una fórmula de transición entre el poder
nobiliario y el monárquico, en el terreno judicial.
El juez de las suplicaciones actuaba en caso de súplica o instancia jurisdiccional última que remitía
al supremo juicio del monarca la revisión de sentencias dictadas por los jueces, o incluso por el
mismo rey.
Tras la incorporación á Castilla del señorío de Vizcaya, quedó establecido como órgano unipersonal
el juez de Vizcaya, que dirimía las causas de los vizcaínos oyendo sus apelaciones.
En 1351 surgió un tipo de juez especial para entender en los pleitos habidos en la sede regia y en el
distrito circundante de cinco leguas (rastro del rey), llamado alcalde del rastro.
La vertiente material de la administración de justicia, la ejecución, corría a cargo de los Justicias,
que auxiliaban a los alcaldes. El Justicia era el encargado del mantenimiento del orden y de la
ejecución de las órdenes del juez.
I. 3)
El Justicia Mayor de Aragón.
***
A diferencia de Castilla, el Justicia mayor de Aragón sí tuvo, a partir del siglo XII, jurisdicción
propia y competencias judiciales propiamente dichas,
La oligarquía nobiliaria logró, de Jaime I, el acuerdo de que ese funcionario fuese siempre
designado de entre los caballeros, como juez intermedio, para juzgar los pleitos habidos entre el rey
y la nobleza, así como entre los propios nobles y para defender las libertades aragonesas frente al
poder real.
Posteriormente se acrecentaron sus competencias cuando el rey aceptó la capacidad de estos jueces
para oír causas en primera instancia en cualquier lugar del reino, y para revisar en apelación las
sentencias de los jueces locales.
En el Privilegio de la Unión, de 1287, la nobleza consiguió que sólo tras sentencia del Justicia
Mayor de Aragón, pudieran ser impuestas por el rey determinadas penas a los nobles aragoneses.
A mediados del siglo XIV volvieron a aumentar los poderes del Justicia Mayor, al convertirse en
intérprete del Derecho aragonés y en el máximo juez del Contrafuero.
J. M. Pérez Prendes analizó los llamados cinco procesos forales aragoneses. Esos procesos
estuvieron en realidad dirigidos a configurar sentencias interlocutorias (resoluciones de las fases
previas de un proceso que preparan, ayudan y facilitan el cumplimiento de la justicia), que nada
tenían que ver con la elaboración de la sentencia definitiva, la cual correspondía al juez que juzgaba.
Los mal llamados “procesos” forales aragoneses son:
1) El proceso de firmas de derecho. El Justicia toma prendas en calidad de fianza, pero sin llevar
implícita la decisión sobre el fondo del asunto.
2) El proceso de Manifestación. Acción del Justicia encaminada a garantizar la integridad de los
sujetos y de los bienes inmuebles involucrados en un proceso.
3) El proceso de aprehensión. Custodia de bienes inmuebles para mantener un determinado orden.
4) El proceso de inventario. El Justicia se ocupa de los bienes muebles involucrados en un proceso.
5) El proceso de emparamiento. Embargo de bienes para evitar que pudieran separarlos
dolosamente del patrimonio.
El Justicia Mayor era nombrado por el rey y actuaba auxiliado por dos lugartenientes, pero sólo
podía ser controlado, removido y juzgado por las Cortes mismas.
I. 4)
Jurisdicciones especiales: Señorial, Eclesiástica y Mercantil. Otras Jurisdicciones (Municipal,
Mercantil y Universitaria).
Junto a la Jurisdicción ordinaria del Estado, aparecieron las Jurisdicciones especiales, que en esta
época serán, esencialmente, la jurisdicción señorial y la eclesiástica.
1 La Jurisdicción Señorial procedía de los privilegios de inmunidad concedidos por el rey a los
señores, mediante los que se prohibía la entrada en los territorios del señorío a los oficiales
regios.
Los señores administraban justicia en sus territorios, justicia que tenía un marcado carácter
privado. No todos los señoríos gozaron de inmunidad jurisdiccional, además, el rey se reservó el
conocimiento de los delitos más graves y notorios, así como las apelaciones.
Con la consolidación del régimen señorial, los titulares de los dominios pudieron nombrar a los
jueces de los diversos núcleos de población que integraban su señorío. De las sentencias de esos
jueces se podía apelar al señor o al corregidor señorial, y las de esta instancia intermedia, ante la
Chancillería correspondiente.
* En Castilla, los reyes reservaron para su jurisdicción el conocimiento de los casos de Corte,
pero en Aragón los señores lograron plenitud jurisdiccional, el llamado mero y mixto imperio, lo
que equivalía a entender en cualquier tipo de cuestiones civiles y criminales.
La organización de los municipios señoriales era similar a la de los municipios de realengo, con
la diferencia de que en aquellos la elección de los cargos de la administración municipal era
supervisada, o incluso directamente realizada, por el señor.
2 La Jurisdicción Eclesiástica estaba administrada por los órganos de la Iglesia, básicamente el
obispo o su sustituto el arcediano. De sus sentencias cabía apelación al obispo metropolitano o
arzobispo y las de éste al primado. En última instancia ante el Papa, ante el Tribunal de la Rota.
La competencia se extendía a toda cuestión que afectase a la fe católica y, desde el siglo X,
también a cuestiones civiles directamente relacionadas con la religión, como el matrimonio, y a
algunos delitos como la herejía, hechicería y usura.
También era de su competencia el privilegio del fuero (privilegium fori), en virtud del cual
intervendría en las causas civiles y criminales en las que estuviese implicado un eclesiástico,
privilegio que se extendió también a la servidumbre del mismo y a sus familiares. No obstante, en
los casos penales, sólo tenía la facultad de imponer penas espirituales y si el delito era
sancionable por la jurisdicción ordinaria (como el caso de la herejía), una vez sentenciado, pasaba
a la justicia ordinaria.
Durante la Baja Edad Media, la expansión y el arraigo de esta jurisdicción especial fue contenida
por la monarquía. Desde el comienzo de este período, la corona acotó y restringió la jurisdicción
común eclesiástica, reduciéndola y sometiéndola a la jurisdicción ordinaria.
El otro principio sobre el que se sustentaba la jurisdicción eclesiástica era el derecho de asilo, (en
virtud del cual se acogía, protegía y daba asilo a perseguidos por otra jurisdicción, a los que no se
podía entrar a perseguir dentro del recinto eclesiástico), derecho limitado por la realeza, si bien
no llegó a desaparecer.
En Europa, los problemas de la herejía dieron lugar al establecimiento del tribunal de la
Inquisición, o Santo Oficio (Castilla 1478), jurisdicción que estuvo sometida a la autoridad de la
corona, que nombraba al inquisidor general, con la aprobación del papa.
3 La jurisdicción municipal también gozó, en un primer momento, de cierta autonomía. A partir
del siglo XII apareció un juez en cada ciudad, el cual recibió distintos nombres: juez, justicia,
zalmedina, alcalde (Aragón), veguer y batlle (Catalunya), con jurisdicción sobre los habitantes y
sobre su territorio.
Este juez era nombrado por el rey, hasta que el municipio adquiere importancia, momento en que
pasa a ser designado por el Concejo Municipal. Aparecen así en Castilla y Aragón tribunales
especiales que juzgan con el fuero de la localidad.
4 La jurisdicción Mercantil. Desde mediados del siglo XIII aparece en los territorios
mediterráneos una jurisdicción especial para asuntos mercantiles, desempeñada por batlles y
veguers.
A finales de ese mismo siglo (XIII) surgen en Valencia, Barcelona y Mallorca unos tribunales
mercantiles llamados Consulados que amparaba a los profesionales de las empresas marítimas,
aunque con el tiempo alcanzó igualmente a todos los mercaderes en general y con ello el derecho
marítimo quedaría encadenado al derecho mercantil.
La característica principal del proceso mercantil era su urgencia y brevedad. Las sentencias de los
cónsules podían apelarse ante un juez de apelaciones de la jurisdicción ordinaria.
5 La jurisdicción Universitaria. Las Universidades fueron en su origen gremios o corporaciones
en las que se integraban maestros y estudiantes. En cada Universidad había un juzgado propio
para asuntos referentes a los miembros universitarios.
La jurisdicción universitaria trataba de impedir que la ordinaria alcanzase a ninguno de los
estudiantes ejercitando el derecho de no introito, que impedía la intromisión de cualquier
funcionario judicial en el recinto de la Universidad.
Así mismo, la organización militar, la Mesta, las Hermandades, etc., constituían corporaciones
dotadas de facultades jurisdiccionales, conferidas en etapas anteriores y que a lo largo de esta época
verán reducido su ámbito de actuación cediendo parte de sus competencias a la jurisdicción real.
II. LA ORGANIZACIÓN ECLESIÁSTICA.
La Invasión musulmana supuso para la Iglesia quedar divida en dos: la de los núcleos de resistencia
en el norte, que se irá reorganizando conforme avance la reconquista, y la iglesia mozárabe en los
territorios musulmanes, que mantendrá la disciplina visigoda y sus ritos litúrgicos (conocidos como
mozárabes).
Al principio fue necesario que los temas eclesiásticos quedaran subsumidos en los generales del
Estado, sin apenas distinción, dada la dificultad de contactos de las iglesias entre sí y de éstas con
Roma.
La asunción de temas espirituales llegó hasta el punto de que la misma Curia regia será la que tome
las decisiones en materia eclesiástica: nombramientos de obispos, diócesis, iglesias, clero, etc.
* Fruto de esta unión surgirá el Regalismo o derecho del monarca a intervenir en aquellos problemas
de la Iglesia relacionados con el Estado.
Conforme fue avanzando la reconquista del territorio, se va restableciendo el sistema organizativo
eclesiástico visigodo, consistente en dividir el país en diócesis, a cuya cabeza figura un obispo. El
sistema visigodo fue restablecido de forma oficial en el Concilio de Coyanza, 1055.
Este concilio tomó muy importantes medidas, entre ellas la reafirmación de la jurisdicción
episcopal, decretar la independencia del clero, la necesidad de la reforma monástica y la corrección
de los desórdenes morales.
La unidad básica y más trascendental en el esquema organizativo va a ser la parroquia, cuya
influencia fue decisiva en la vida diaria de la comunidad. La agrupación de parroquias genera un
arciprestazgo, y la de éstos, un arcedianato. La unión de arcedianatos constituye una diócesis.
III. LA ADMINISTRACIÓN DE HACIENDA.
La hacienda altomedieval presentaba como característica básica que los ingresos tenían carácter
privado por cuanto procedían de los territorios de la corona. Desaparece la distinción entre bienes
públicos de la Corona y privados del rey, propios de la etapa visigoda.
Los impuestos perdieron su característica de sufragar las necesidades del Estado con bienes de los
particulares, confundiéndose con las rentas señoriales que se deben satisfacer al señor del territorio
donde se vive.
Todo ello dificulta que pueda hablarse de una Hacienda pública, si bien, conforme aumentaron las
necesidades del Estado, la organización financiera, que en principio era muy rudimentaria, fue
haciéndose más compleja.
Sólo debían tributar los libres, siervos y semilibres, de carácter rural, que son denominados
pecheros. Los nobles y clérigos estaban exentos de tributar, (pagaron algunas contribuciones
extraordinarias). Junto a ellos hay que situar a los excusati (excusados, también llamados
paniaguados), que eran personas a las que se esxtiende la exención tributaria de los señores por vivir
con ellos.
Los funcionarios encargados de la administración territorial fueron los encargados de la percepción
de los recursos, siempre que los ingresos no hubiesen sido cedidos o vendidos a un señor.
La administración financiera adquirió un gran alcance y autonomía con el Estado Moderno. Su
organización en la Baja Edad Media se cifró principalmente, en Castilla, en la institucionalización
de las figuras del Tesorero mayor y de los Contadores Mayores como oficiales económico-fiscales.
El Tesorero mayor (antiguo Almojarife) fue un cargo subordinado al Mayordomo (por tanto,
insertado en la administración doméstica de la Casa real y de la Hacienda regia, es decir, dándose la
confluencia entre lo público y lo privado característica de la Hacienda medieval), que muy pronto
sería desplazado -siglo XIV- por la figura del Contador mayor.
En el siglo XV existiría la Contaduría Mayor de Hacienda con dos altos oficiales al frente (los
Contadores mayores), que se ocupaban de todo lo relativo a la exacción de impuestos y a la
administración de los recursos del reino.
Las competencias principales de los Contadores mayores eran la recaudación de tributos,
elaboración de presupuestos (rudimentarios), arrendar el cobro de algunos tributos, asumir la
jefatura de los oficiales fiscales y asentar en los libros los pagos que realizaba el fisco real.
Junto a este organismo existió la Contaduría Mayor de Cuentas, compuesta también por Contadores
Mayores, siendo el organismo encargado de tomar las cuentas a aquellos que hubiesen administrado
dinero real.
Fue un órgano de control cuya actuación dependía de la Contaduría de Hacienda, creada en 1437
(reinado de Juan II) y reorganizada por los Reyes Católicos, entre sus principales competencias
específicas se encontraban la custodia del tesoro real, la devolución o cancelación de fianzas (dadas
por los oficiales fiscales) y la contratación de obras y suministros mediante subasta.
Los Contadores mayores tenían atribuciones judiciales para juzgar asuntos concernientes a las rentas
reales y a sus recaudaciones.
En la Corona de Aragón, las funciones de Mayordomo y del Procurador real, a cuyo cargo corría la
gestión de las finanzas, se refundieron en 1283 en un nuevo alto oficial llamado Maestre Nacional,
como consecuencia de la influencia siciliana. Junto a él y bajo su dependencia actuaban el tesorero y
el escribano de ración, que completaban la base de la estructura hacendística de la corona.
En Catalunya y Valencia fue el batlle general quien recaudaba las rentas, ostentando facultades
jurisdiccionales en las causas que afectaban al patrimonio del monarca.
En Navarra, la organización hacendística de la Baja Edad Media fue gestionada por la Cámara de
los Comptos. Eses organismo exigió la rendición de cuentas a los recaudadores de rentas, veló por la
adecuada exacción de los derechos de rey y dio su parecer en cuestiones relativas a la política
impositiva. Asimismo, ostentó atribuciones judiciales, sustanciándose en ella los pleitos de esa
índole.
III.1) El Patrimonio del Príncipe
Está formado por los dominios fiscales, territorios que son propiedad de la corona, y por las
regalías.
Los habitantes de los dominios fiscales pagaban una renta anual por el uso y disfrute de la tierra
propiedad del rey, al igual que ocurría con cualquier otro señor.
Esta renta, en Castilla y León, se llamó foro (forum) y, en Aragón, treudo. Su pago se realizaba en
especias y solía ser una cuota de la cosecha, además los dominios territoriales producían otras
rentas: fumazga (por encender el hogar), nuncio o luctuosa, mañería, ossas, castellaje, hospedaje y
yantar.
* Las principales regalías, en cuanto que derechos del rey a determinados bienes, fueron:
6 La de bienes vacantes. Facultad del rey de ocupar los bienes abandonados por sus dueños, así
como las tierras yermas.
7 El montazgo en Castilla, forestatge en Catalunya, que se pagaba por uso y aprovechamiento de
los montes del territorio.
El herbazgo se pagaba por el aprovechamiento de los prados. En León y Castilla tuvo carácter de
impuesto de tránsito y se denominó servicio y montazgo. En Aragón éste tributo se llamaba
carneraje y herbaje.
En Castilla y Navarra también se percibió la assadura, derecho a escoger una res del ganado
transhumante.
1 La regalía de la moneda, que fue la más importante, se obtenía por la diferencia entre el valor
nominal de la moneda y el valor del metal en que estaba acuñada.
2 La regalía de minas. Rentas por la explotación de minas.
3 La regalía de salinas. Rentas por la explotación de salinas.Desde Alfonso VIII se arrendaban las
salinas a cambio del pago anual de una suma concertada. Alfonso XI organizó esta actividad
como un verdadero monopolio, monopolio que no llegó a establecerse en la Corona de Aragón.
Con carácter general, la administración de las regalías corría a cargo de un Mayordomo,
perteneciente a la Corte, directamente encomendado por el rey y que estaba auxiliado por un
Tesorero real.
Pronto será un oficial real el que administre los bienes del rey, recibiendo distintos nombres:
Mayordomo, merino (León y Castilla), batlle (Catalunya) y preboste (Navarra).
Excepto en León y Castilla, fueron los oficiales ordinarios los que entendieron de la recaudación, si
bien frecuentemente se acudía al arrendamiento, sobre todo en el caso de los impuestos indirectos.
III.2) Ingresos Ordinarios y Extraordinarios.
* Recordar la confusión entre patrimonio Personal del Rey y el Público de la Corona
Los recursos de la Hacienda pueden ser de dos tipos: ordinarios y extraordinarios. Si bien en
ocasiones un recurso comenzaba teniendo carácter de extraordinario, convirtiéndose en ordinario al
llegar a la Baja Edad Media.
VER CUADRO
IV. LA ORGANIZACIÓN MILITAR
El monarca era quien dirigía y convocaba al ejército, del que era el mando supremo.
Las características que presenta el ejército en esta etapa son:
1 Que no era un cuerpo armado de forma permanente, excepto la milicia real o mesnada de
hombres que acompañan al rey.
2 Las tropas mercenarias no fueron desconocidas.
3 Los soldados se reclutaban para la ocasión.
A finales de la Baja edad Media, un importante eslabón de la cadena militar lo formaban las
Órdenes Militares. Al desaparecer las milicias señoriales y concejiles manteniéndose las
mercenarias junto con el reclutamiento forzoso, se sentaron las bases del ejército moderno.
La estructura del ejército en la baja Edad Media estaba formada por tropas a caballo (nobleza),
tropas de a pie o infantería (clases sociales inferiores).
Los habitantes de las ciudades no pertenecientes a la nobleza (villanos), pero con capacidad
económica para costear caballo y armas conformaron la caballería villana, que facilitaba la
posibilidad de acceder a la nobleza, aunque fuera a su escalón inferior, lo que entre otros privilegios
confería la exención del pago de tributos.
Los oficiales militares más relevantes eran: Almirante, máxima autoridad naval, figura paralela al
Adelantado y, por tanto, con atribuciones judiciales. Capitán de la mar (ligado al Almirante).
Condestable (supremo jefe militar del ejército de tierra, que actúa en sustitución del rey. También
tiene facultad de administrar justicia) y Mariscal.
IV. 1) El Fonsado. **
Desde el siglo X en el reino Astur-Leonés el ejército se conoce indiferentemente con las
denominaciones de Fonsado o hueste, sin ser la misma cosa.
Era el monarca quien hacía la movilización de todos los obligados a combatir para una expedición
militar o hueste y era, además, quien lo conducía.
Las especiales circunstancias del reclutamiento dependieron en cierta medida de las acciones
militares que se fueran a emprender:
1 La Hueste: Expedición para realizar conquistas o para defender la frontera.
2 La Cabalgada: Expedición destructiva para debilitar al enemigo y capturar botines.
3 La Corredura: Acción rápida y de pocos combatientes
4 El Apellido: Acción militar local de defensa o ataque, con pocos efectivos. También es el
nombre con el que se conoce genéricamente la llamada a las armas.
5 La Vigilancia (anubda, arrobda, guaita y mirall): Formas de alertar al territorio ante un ataque.
6 La Castellaria: Forma de mantener y construir fortalezas.
La composición del ejército era en base a las mesnadas del rey, las huestes de los señoríos y las
tropas reclutadas, que desde el siglo XI constituían las milicias de los concejos, agregándose, casi al
final del período, las fuerzas de las Órdenes Militares.
La Hueste real la formaban los vasallos directos del rey, las tropas reclutadas en los territorios de
realengo y su guardia personal, mientras que la hueste señorial y concejil se formaba con gentes
reclutadas en los territorios señoriales.
No existió una jerarquización de mandos, ni se estructuró el ejército en cuerpos o unidades. Lo
mandaba el rey o, en su lugar, el Condestable (Senescal en Catalunya), quedando al cargo de las
tropas reclutadas los condes o los señores y, posteriormente, los alféreces de los concejos (en el caso
de las milicias concejiles).
Con el tiempo será posible pagar una cantidad para eximirse de la prestación militar: La Fonsadera.
Cada vez fue mayor el número de exentos, hasta el punto de llegar a anular la obligación de servir
en el servicio militar, que quedó reducida a los caballeros. Este sistema entró en declive en los siglos
XII-XIII.
IV. 2) Milicias Señoriales y Concejiles.
A las tropas reclutadas por el rey, en la Baja Edad Media su unían las movilizadas por los señores en
sus dominios (las milicias señoriales) y las reclutadas por los concejos (milicias concejiles). Pese a
la colaboración de las milicias señoriales y municipales, las crecientes necesidades bélicas y el
numeroso cupo de exentos determinaron el recurso a tropas mercenarias de carácter permanente.
IV. 3) Las Órdenes Militares.
A partir del siglo XII se fundarán en la península unas Órdenes con carácter nacional: en Castilla, la
Orden de Calatrava, y en León, la de Alcántara, ambas con carácter fuertemente militar. Tiempo
después se estableció en el noroeste la Orden de Santiago dedicada a la protección de los peregrinos
que iban al sepulcro del Apóstol.
Hubo dos Órdenes en la Corona de Aragón de menor entidad: la de San Jorge de Alfama y la de
Montesa (surgida para sustituir la desaparecida Orden del Temple).
Compuestas por monjes guerreros cuyo régimen de vida eran las armas y la vida religiosa, las
Órdenes militares eran organizaciones armadas que irrumpieron en España a raíz de la reconquista
para unir sus huestes a las de los monarcas en la lucha contra el Islam.
Su espíritu caballeresco propició que la nobleza se incorporara a ellas aportando cuantiosos bienes.
Al frente de cada orden existía un Maestre, con jurisdicción y mando militar, un Comendador
mayor, un Prior y una serie de Comendadores menores, que se encargaban de la dirección de las
encomiendas.
Cuando las Órdenes militares aumentaron su poder y sus señoríos (llamados maeztrazgos), era el
Maestre de la Orden quien ejercía una autoridad señorial sobre sus diferentes estados, ubicados
mayoritariamente en los territorios del sur de la Península.
TEMA 18
EL DERECHO HISPANO-MUSULMÁN
INTRODUCCIÓN.
I.
En Arabia se había producido un movimiento religioso, iniciado por Mahoma año 622, denominado
Hégira, que se había expandido por el norte de África, Siria y Egipto
Este movimiento partía de la existencia de una comunidad de creyentes gobernada por Alá, que
había convertido el vínculo religioso en un vínculo político.
La invasión del año 711 (Tariq ben Ziyad), supuso la islamización y el sometimiento del territorio
sin apenas enfrentamientos, en un proceso gradual, al ocupar los árabes primero (y casi
exclusivamente) los núcleos urbanos.
Tras la conquista la península se incorporó a la comunidad política musulmana, cuya base es el
precepto religioso de obediencia a la ley y al hombre justo (Imán), el cual dirige la vida religiosa,
social y política.
El asentamiento de los musulmanes en el territorio se produjo de dos formas:
a) Mediante la Ocupación Militar. Implica que el territorio es propiedad de la comunidad de
Creyentes a modo de botín de guerra. No obstante, no se repartió entre la comunidad islámica
toda la península, sino aquellas tierras que pertenecían al antiguo estado visigodo,
permaneciendo el resto en poder de sus antiguos propietarios.
b) Mediante el Sometimiento por capitulación. Los territorios que se sometían voluntariamente
tuvieron un régimen especial, consistente en que por medio del pago de un tributo anual,
conservaban su religión y un amplio grado de autonomía.
FUENTES DEL DERECHO (MUSULMÁN): CORÁN, SUNNA, IYMA’, QUIYAS.
LA CIENCIA JURÍDICA Y SUS ESCUELAS.
II.
La característica principal del derecho Musulmán es la vinculación entre la ley divina y la ley
natural. De ahí que la principal fuente del derecho musulmán sea la revelación divina (sari’a). Pero
como la revelación divina se puede producir de diversas formas, son varias las fuentes:
1.
Corán: Texto escrito, revelado a Mahoma por la divinidad. La décima parte de
sus normas es Derecho. (Al-korán)
2.
Sunna:
Transmitida oralmente se convertirá en la tradición oral (hadit).
Es la conducta de mahoma, es decir, lo que dijo el profeta, lo que hizo y lo que
consintió (silencio positivo)
3.
Iyma’:
Es el consentimiento, o consenso, de la comunidad islámica.
Corrientemente se atiende a la opinión de los juristas (alfaquíes). Su
importancia se debe a que sanciona la interpretación de las otras fuentes,
además de consagrar la costumbre.
Quiyas:
Es la Analogía, a la cual se acudía en caso de defecto de norma
escrita, oral o sancionada por la comunidad.
4.
La existencia de tantas fuentes motivó la necesidad de su interpretación, lo que llevó a la
creación de una ciencia jurídica (fiqh), que se ocupó de la aplicación y sistematización de los
resultados obtenidos. A esta tarea se dedicaron los alfaquíes, cuyos dictámenes se denominaron
fatwas, los cuales por su volumen fueron agrupados en colecciones.
Se dieron distintas escuelas:
a) Escuelas Ortodoxas: Formadas por aquellos que admitían la tradición oral, o sunnies
(Sunnitas). Son las siguientes:
1. Hanefí:
Escuela Jurídica de la Opinión, fundada por Abu Hanifa, muy abierta y
tolerante
2. Hanbalí:
Escuela Jurídica de la Renovación, se mueve dentro de la más pura ortodoxia,
crea el “Santo Precedente” (vuelta a las fuentes originales del Islam), que es el
motivo del fundamentalismo actual.
3. Malekí:
Escuela Jurídica de la Tradición, creada por Malik Ibn Anas. Se puede decir
que es la más importante para nosotros ya que tiene raíces en España. Se
introdujo hacia el siglo VIII por el apoyo de los Califas.
4. Xafei:
Escuela Jurídica Sincrética entre la Hanefí y la Malekí. Abierta a la tradición
romano-greco-bizantina.
b) Escuelas Heterodoxas: Consideraban la existencia de un jefe designado o imán descendiente de
Mahoma, por lo que su tendencia era derribar los gobiernos existentes, substituyéndolos por
regímenes autocráticos dirigidos por el imán. Se llaman Xiítas y entre ellas destaca la escuela Zaidí.
Al-Hakam I reconoció como oficial el rito Malekí, sin que ello presuponga la impracticabilidad de
otros ritos jurídicos. Los juristas Malekíes se preocuparon de la creación de preceptos acordes a las
circunstancias de al-Andalus (nombre con el que los musulmanes designaron a España).
III.
ESTRUCTURA ECONÓMICA Y SOCIAL
La estructura económica de la España musulmana presentó peculiaridades propias.
Fundamentalmente, fue el desarrollo del comercio en las ciudades y de la industria manufacturera.
En cuanto al aspecto agrario, la explotación y el régimen de la tierra presentaron aspectos visigodos,
señalando la aparcería (o aprovechamiento a medias) como la forma en que se van a explotar la
mayoría de los grandes latifundios.
En la zona levantina, los árabes practicaron un sistema especial de regadío procedente de
Mesopotamia que permitió la horticultura y el desarrollo de nuevos cultivos, hasta entonces
inexistentes en la península.
Los árabes se asentaron en las llanuras, mientras que los beréberes prefirieron los terrenos
montañosos, dedicándose preferentemente a la ganadería y al pastoreo.
Lo más destacable de la civilización musulmana en la península fue el grado de desarrollo alcanzado
por las ciudades.
La actividad económica por excelencia de la España musulmana fue el comercio, que se desarrolló
en todas las grandes ciudades y que supuso la adquisición de un nivel considerable de actividad
mercantil e industrial. También el comercio exterior estuvo muy evolucionado, en especial con
Oriente, existiendo muy importantes puertos comerciales, como el de almería, y una marina
mercante desarrollada.
Respecto a la estructura social se dio la presencia en la Península de varias etnias bajo un mismo
control político.
De un lado estaban los beréberes, mayoritarios en número, y de otro los árabes, menos numerosos
pero con un nivel económico superior.
También se contaban los neomusulmanes (hispanos convertidos al Islam, denominados muladíes),
los arrendatarios cristianos libres (mozárabes) y los Judíos (que permanecieron al margen de lo que
ocurría en el territorio).
El establecimiento de una estructura social no dependía de las circunstancias económicas, sino que
será el parentesco, la etnia y la religión, los factores que determinan dicha estructuración.
Sólo bajo esta premisa podemos distinguir entre las siguientes clases sociales:
1. Clase Baja: Formada por los exarico (sharik), arrendatario de tierras a perpetuidad a cambio de
una renta fija, y los muladíes (término que se puede asimilar a encomendado), que eran los más
numerosos.
2. Clase Media: Tal como se concibe en la órbita cristiana no existió. A todos los efectos, lo único
asimilable a una clase media fueron la élite de los juristas (alfaquíes), que ocuparon un papel
esencial en la Administración.
3. Clase Alta: Formada por la nobleza y la aristocracia de carácter tribal y militar.
IV.
IV.I
INSTITUCIONES POLÍTICO-ADMINISTRATIVAS
El Estado Musulmán.
La formación del Estado hispano-árabe presenta varios períodos:
Período de Iniciación (715-822): Comenzó a organizarse el territorio hispano como provincia del
Califato Omeya con sede en Damasco. En el año 750 fue derrocado el Califa y la familia Omeya se
extinguió, con la excepción de uno de sus miembros, Abd al-Rahman, que desembarcó en la
península en el año 755, proclamándose Emir de al-Andalus. Intentó estabilizar el régimen no
dependiendo de Damasco más que en lo religioso. Así surgió el Emirato Omeya, en el que se
sucederán varios príncipes.
Período de Transición (822-852): Reinado de Abd al-Rahman II. El Emirato estuvo consolidado
pero descontento (continuas revueltas sociales), Al-Andalus se configura como un centro de poder
independiente.
Período de Consolidación (852-1010): Abd al-Rahman III se autoproclama CALIFA (afirmación
de independencia respecto de autoridad política superior) y rompe definitivamente los lazos con
Oriente. Continuó el descontento popular, afianzándose, poco a poco, la idea de crear pequeños
estados independientes, no tanto para romper con Damasco, sino para vencer la corriente Xiíta que
se había extendido por el norte de África y que amenazaba con extenderse en la península, entre los
beréberes descontentos. El Califa logró restablecer la unidad y consiguió muchas victorias contra los
cristianos, cuyos reyes llegaron a pagar un tributo anual al Califa, en reconocimiento de su
soberanía.
Período de Declive (1010-1492): Tras la muerte de al-Mansur el Califato se colapsó,
desmembrándose en pocos años, apareciendo docenas de pequeños estados árabes y beréberes, que
llevaron el nombre de Reinos de Taifas. El gobierno central perdió el control, produciéndose luchas
continuas entre reinos y dentro de los propios reinos motivadas por conseguir el gobierno del
territorio.
Tras un período de confusión (llamado Segundas Taifas que se extienden hasta el año 1170),
al-Andalus se convierte en provincia del imperio magrebí de Marruecos, tras la conquista de la
península por los Almohades.
Tras la batalla de las Navas de Tolosa (1212), se produjeron unas Terceras Taifas que, ante el
avance de la reconquista cristiana, quedaron reducidas territorial y políticamente al reino Nazarí de
Granada, reconquistado por los Reyes Católicos en 1942.
Este estado tenía carácter autocrático, al encontrarse todos los asuntos bajo la responsabilidad del
Califa, o del Emir, existiendo, no obstante, la facultad de delegar ese poder. Los Califas hacían
ostentación de su poder mediante símbolos, siendo sólo los juristas los que podían imponer un cierto
control al mismo.
IV.2. La Administración Central y Territorial.
La administración central.
En un primer momento la mayor parte del territorio pasó a estar gobernada por un Valí (Wali),
delegado del Califa de Damasco, el cual se encontraba al frente de la Administración, de la
Hacienda, de la Justicia y del Ejército, pero sin que existiera una organización
político-administrativa en sentido estricto, gozando de mucha autonomía.
En el año 756 al-Andalus se proclamó Estado independiente, quedando tan sólo un reconocimiento
tácito de la autoridad religiosa.
La idea dominante sería la de la Descentralización del poder político, siendo abd al-Rahman II quien
inició una reforma administrativa siguiendo el modelo Abbasí, concentrando el poder en la figura
del Emir y situando bajo él al hayib y al wazir.
Abd al-Rahman III aportó un toque de estabilidad con la instauración del Califato, cuya piedra
angular fue la figura del Califa. El Califa (Jalifa) era un monarca absoluto y a la vez jefe espiritual,
que reunía en su persona la cualidad de juez de última instancia, superior del ejército y acuñación de
nmoneda, teniendo como única limitación la propia ley. Los Emires no contaron con la condición de
máxima autoridad religiosa.
La persona más cercana al Califa y director del Gobierno era el Hayib o hachib. Sus funciones era
sustituir al príncipe cuando éste delegaba su autoridad en él y ser jefe directo de la administración
central, militar y provincial.
Por debajo del Hayib se encontraban los Visires, al que rendían cuentas, existiendo uno por cada una
de las ramas de la Administración y juntos constituían un Consejo.
El esquema de gobierno de la Administración Pública (Diwan) se completa con una Cancillería o
Secretaría de Estado (Kitaba) a cuyo frente se encontraba el jefe de la cancillería califal (Katib),
que ostentaba el rango de Visir y numerosas funciones.
Abd al-Rahman III reestructuró la Cancillería en cuatro órganos, a cuyo frente situó a un visir. Cada
uno de ellos se ocupaba de la correspondencia provincial, la correspondencia fronteriza, la ejecución
de los decretos del Califa y la atención a las reclamaciones. También fue un funcionario importante
el jefe de correos (saib al-barid). Además de la cancillería, el Califa contaba con su propio
secretario privado.
Los reinos de taifas estaban basados preferentemente en aspectos militares y, en un primer
momento, los reyes se denominaron Hayib para mantener las apariencias, aunque pronto tomaron el
nombre de Emir o Sultán (soberano), salvo en la Taifa de Córdoba, que se rigió por un Consejo de
Personalidades.
La presencia de los almohades en el siglo XI supuso un nuevo régimen, instaurándose la ocupación
militar del territorio. Se nombró un Valí (walí) dependiente del Emir marroquí y bajo él se situaron
los gobernadores de las ciudades. Por ello las Cancillerías quedaron muy limitadas al desviarse las
funciones a Marruecos.
Por último, el reino Nazarí de Granada, que presentó una serie de peculiaridades. Por un lado, a la
cabeza de la comunidad política se situaba el Sultán, nombre con que se designaban los reyes
granadinos. Por debajo de éste se encontraba el Visir (wasir) que hacía las veces de primer ministro,
era nombrado por el monarca, por tiempo ilimitado, no siendo imprescindible que perteneciera a la
nobleza.
El Visir actuaba por delegación del monarca, o en casos en que interviniese directamente él mismo,
a sus órdenes. Era un funcionario de competencias diversas.
Administración Territorial.
Los musulmanes aprovecharon el esquema administrativo de la provincia romana, fruto de la
división constantiniana en diócesis. De ahí que en un principio existiese un Gobernador, el qaid
al-Kura, equivalente al dux provincial, según la práctica Omeya de organizar el tesoro, ejército y
administración de justicia, de acuerdo con las limitaciones territoriales.
Durante el califato se organizaron distritos administrativos o Coras (Kuwar, singular Kura), que
estaban centradas en las ciudades y su territorio circundante, de forma que cada Cora tenía varios
distritos o partidos (iqlims) y una capital (hadra). Al frente de la Cora había un gobernador o valí
(walí o amil) que nombraba el Califa.
En las ciudades se situaba al saib al-madina, figura que proviene del comes civitatis (que pasó a
nuestro ordenamiento como zalmedina), encargado de la administración y policía urbana. Existía
también un muhtasib, jefe de mercados con jurisdicción.
Los no musulmanes tenían autonomía y se organizaban en comunidades a cuya cabeza se
encontraba un comes.
Junto a las Coras tuvieron especial trascendencia la Marcas (Thugur), que eran territorios
militarizados, para defender las zonas más pobladas. Existieron tres Marcas: La Superior, con
capital en Zaragoza, la Media con capital en Toledo y la Inferior con capital en Mérida. Al frente de
las mismas se colocaba un jefe militar, que gozaba de poder e independencia, lo que supuso que en
ocasiones llegasen a oponerse al gobierno central e incluso en algunos momentos se declarasen
independientes. Desaparecerán junto con los Reinos de Taifas.
IV.3. La Administración de Justicia.
La jurisdicción ordinaria correspondía a los Cadíes, o jueces, eran nombrados por el soberano y
debían reunir una serie de requisitos como por ejemplo: ser musulmán, tener entendimiento, haber
llegado a la pubertad, ser varón y hombre libre. Estos requisitos eran imprescindibles hasta el punto
de que si el juez no lo reunía, las sentencias que pronunciara eran nulas. Respecto de otros
requisitos, como tener conocimiento, integridad moral, etc., las sentencias sólo serían anulables.
Entre sus atribuciones no sólo figuraban las judiciales, sino también las funciones religiosas y
administrativas.
Dentro de los cadíes destaca la figura del Gran Cadí de Córdoba en quien el Califa delegaba la
facultad jurisdiccional, pero que gozaba de independencia total del mismo, y que era el encargado de
delegarla, a su vez, a los cadíes locales que existían en las capitales de cada Cora y grandes Marcas.
Entre los distintos Cadíes no existía una estructura jerárquica, dado que, en principio, no eran
posibles las apelaciones, ya que el Derecho musulmán tan sólo autoriza la reforma de una sentencia
por el juez que la había dictado.
No existía el principio de “cosa juzgada”, por lo que con el tiempo cualquier litigio podía verse otra
vez. Sí que era importante el principio de “unidad de juez”, casi todas las escuelas coinciden en que
sólo un juez podía juzgar en un tribunal, pues en caso contrario las sentencias eran nulas.
La especialización de los asuntos hizo que el cadí contase con una especie de consejo de
especialistas en Derecho musulmán (Sura), formado por alfaquíes de las ciudades, que realizaban
consultas o dictámenes jurídicos (fatwas) y que generaron una especie de jurisprudencia. La
presencia de este consejo era obligatoria en la escuela Malequí.
Paralelamente existieron dos magistraturas especiales: el mazalim (sahib al-mazalim) o juez de las
injusticias, que se ocupaba de los casos en que podían existir abusos de poder e injusticias por parte
de los magistrados (por ello hay autores que lo consideran el origen del Justicia Mayor de Aragón) y
el raad (sahib radd) que dictaba sentencias en aquellos asuntos dudosos que le enviaba el cadí. Se
ha llegado a considerar que, en realidad, revisaba las sentencias dudosas.
Subordinados al cadí debemos citar al al-muhtasib (almotacén) (policía); la hisba, magistratura
encargada de vigilar el buen comportamiento de los musulmanes en las transacciones comerciales;
el zabalsorta (sahib al-surta), encargado de la policía urbana con facultades penales para aquellos
casos en los que no intervenía el Cadí; y el juez de las herencias (sahib al-mawarit), encargado de la
administración y absorción por el tesoro de aquellos bienes de los que habían muerto sin herederos.
IV.4
La Organización Financiera y Militar
La administración financiera estaba centralizada en la provincia, contando con sus propios
funcionarios.
El Tesoro Público y el Tesoro Privado del Califa (o tesoro real) eran distintos. Con el privado el
Califa hacía frente a los gastos de su casa real y se nutría de sus propias rentas y de alguna
contribución que hacía el Estado.
Aparte de esos dos tesoros, existía un tercer tesoro: el Tesoro de la Comunidad de Creyentes, cuyo
administrador era el Gran Cadí y estaba destinado a conservar las mezquitas, pagar a su personal y a
la beneficencia.
El Tesoro Público se abastecía de tributos de vasallaje, impuestos directos e indirectos, y de los
grandes ingresos que la acuñación de moneda les reportó.
TEMA 19
EL ESTADO EN LA EDAD MODERNA
Antes de iniciar el tema y los siguientes es importante tener definidas las épocas en las que puede
hablarse de Autoritarismo o de Absolutismo en las monarquías. Esquema:
AUTORITARISMO: Siglo XVI - Reyes Católicos - Carlos I - Felipe II. (Secretarios)
Siglo XVII - Felipe III - Felipe IV - Carlos II. (Secretarios  Validos)
ABSOLUTISMO:
I.
Siglo XVIII - Felipe V. (Validos)
MONARQUÍA CENTRALIZADA Y ABSOLUTISMO MONÁRQUICO
Genéricamente se denomina así a las monarquías europeas que durante la Edad Moderna alcanzaron
un fuerte grado de centralización del poder político en manos de la institución real.
La centralización y concentración del poder político en España se desarrolla, fundamentalmente, con
los Reyes Católicos, los cuales:
.- Abocaron a la corona los maestrazgos de las Órdenes Militares y, con ellos, su potencial militar.
.- Crearon y apoyaron la Inquisición como instrumento de unificación religiosa y, por tanto, política.
.- Desarrollaron un programa de revocación y revisión de mercedes y privilegios de la nobleza y alto
clero (en buena medida patrimonialización de recursos y funciones públicas).
.- Reforzaron las Hermandades, etc.
Carlos I continuó esta política de centralización del poder político, que en gran medida iba en
perjuicio de la alta y baja nobleza.
El proceso de centralización del poder político en manos del monarca como personificación del
Estado, vino también apoyado por el crecimiento y desarrollo de la Administración, es decir, por la
profesionalización y especialización de los técnicos, funcionarios y burócratas.
La base jurídica e ideológica de la monarquía absoluta arranca, en la baja Edad Media, del repertorio
de ideas desarrollado por los juristas del derecho Común para justificar las pretensiones
hegemónicas del Emperador sobre el Papa y los demás monarcas, proceso que luego es retomado
por los consejeros de los monarcas centro-europeos para justificar la desvinculación e independencia
de los reyes respecto del Emperador. La fuerza de la ley descansa, exclusivamente, en la voluntad
del rey (Quod pricipi placuit, legis habet vigorem), hasta el extremo de que, el rey, no está obligado
a cumplirla (Princeps legibus solutus est).
El absolutismo político implica el predominio del poder público por encima de jurisdicciones y
poderes privados de tipo estamental, señorial o feudal.
A partir del siglo XVI se afianza la idea de que el poder del rey sólo viene remotamente de Dios,
pues, inicialmente es depositado en la comunidad, quien lo encomienda o delega en el soberano, no
como mandatario, sino como órgano de la comunidad. Todo ello en virtud de un pacto de sujección.
El cumplimiento de dicho pacto de obediencia por parte de la sociedad se condiciona a que el
soberano atienda el bien público, pues, de incumplir esa condición, el monarca se convierte en tirano
y cesa la obligación de obediencia de sus súbditos. Autores como el Padre Mariana desarrollaron la
idea del derecho de resistencia al rey tirano, incluso justificando el tiranicidio.
II.
LA INTEGRACIÓN TERRITORIAL.
El matrimonio de Isabel y Fernando marca el inicio de la unidad política y de la constitución de la
monarquía en España.
La monarquía de los Reyes Católicos se componía de la Corona de Castilla (Isabel) (excepto el reino
de Granada -1492- y el reino de Navarra -se incorpora en 1512-) y la Corona de Aragón (que
comprendía los reinos de Aragón, Valencia, Mallorca, Sicilia, Cerdeña y Nápoles, así como los
condados de Barcelona y del Rosellón). Ampliarán las fronteras de la monarquía con la conquista de
tierras a los infieles (reino de Granada -1492-), la incorporación de la Islas Canarias y el
descubrimiento de América.
Todo ello fue heredado por Carlos I, que además incorporó, por derecho de conquista, el
Milanesado.
Felipe II prosiguió la expansión en América y asumió la corona de Portugal por título de herencia,
dando origen, aunque por breve tiempo, a la Unión Ibérica.
El monarca tenía la titularidad del supremo poder político (denominado en la Edad Media Plena
Potestas y en la Edad Moderna Soberanía) de cada uno de esos reinos y territorios que, aún así,
conservaban su personalidad jurídico-política particular y sus instituciones propias (Cortes,
Administración de justicia, Hacienda, etc.).
III.
LA UNIFICACIÓN JURÍDICA: LOS DECRETOS DE NUEVA PLANTA
La lógica del centralismo político y del absolutismo se encaminaba a la unificación jurídica e
institucional de todos los reinos. Para ello los monarcas tendieron a extender las leyes e instituciones
de Castilla al resto de España, por considerarlas más cómodas y permeables al poder real.
Recuérdese que cuando las necesidades financieras y militares, derivadas de la guerra de Flandes o
de Italia no pudieron ya ser satisfechas por Castilla, los monarcas intentaron recaudar más tributos
en los otros reinos y territorios de España, los cuales obstaculizaron tales pretensiones aduciendo sus
fueros e instituciones seculares.
Al fallecer sin descendencia el último rey de la dinastía de los Austria (Carlos II), se abrió la crisis
sucesoria. El propio rey había designado sucesor, en testamentos sucesivos, al archiduque Carlos de
Austria y a Felipe de Borbón.
Castilla y Navarra acataron la última voluntad de Carlos II y aceptaron como rey a Felipe V de
Borbón, que por razones evidentes fue apoyada por Francia.
Cataluña y luego Aragón, decidieron apoyar al archiduque Carlos (fundamentalmente por la política
de abierta hostilidad seguida por Francia hacia el comercio Catalán en las últimas décadas y el
recelo hacia los modos absolutistas de los Borbones), apoyados por Alemania, Inglaterra y Holanda,
tradicionales rivales de Francia.
La victoria de Felipe V en Almansa en 1707 y la entronización del archiduque Carlos como
emperador de Alemania (que apartó a Inglaterra y Holanda de la guerra para evitar la reaparición de
la unión de las coronas de España y Alemania) facilitó la victoria de Felipe V, quien procedió a
realizar una serie de reformas políticas e institucionales en los territorios rebeldes, invocando el
derecho de conquista.
Dichas reformas se llevaron a cabo mediante los Decretos de Nueva Planta, el primero de los cuales
se promulgó en 1707, poco después de la batalla de Almansa.
La consecuencia más importante de los Decretos de Nueva Planta, fue la de reducción de las leyes
de Aragón, Cataluña y Valencia a las leyes e instituciones de Castilla.
A partir de estos decretos de Felipe V, los cargos en la Administración dejaron de estar reservados a
los naturales de Cataluña, Aragón y Valencia, de modo que los funcionarios castellanos que entraron
a ocupar los cargos, contribuyeron, en buena medida, consciente o inconscientemente, a la política
borbónica de castellanización de España.
Sin embargo, en una serie de Decretos posteriores, Felipe V fue reconociendo a los reinos
“rebeldes” parte de su antiguo Derecho. Restableció el Derecho Civil Aragonés, las antiguas leyes
civiles, penales, procesales y mercantiles de Mallorca, siendo esto lo mismo que ocurrió en
Cataluña. Únicamente el reino de Valencia perdió definitivamente su Derecho Público y Privado.
IV.
LA UNIFICACIÓN RELIGIOSA
Las tendencias unificadoras del estado centralista encontraron en la religión católica el más firme
apoyo y aliado. La unidad de la fe era ahora una un imperativo del Estado.
Las dificultades de asimilación de judíos (usura) y también de moriscos, se intentaron resolver con
las sucesivas expulsiones del territorio español (en 1492 los judíos y los moriscos entre 1609 y
1613) de aquellos que no se convirtieron al cristianismo, lo que no hizo más que agravar la crisis
económica por la escasez de mano de obra.
Los Reyes Católicos habían solicitado del Papa la reinstauración de la Inquisición en España para
vigilar la ortodoxia del dogma, especialmente para descubrir a los falsos conversos judíos, moriscos
y a los cristianos sospechosos de Luteranismo.
Pero la Inquisición se convirtió en un formidable instrumento político cuando los reyes obtuvieron
la facultad de nombrar a los inquisidores e incorporaron el Tribunal del Santo Oficio dentro de la
Administración central del Estado.
Paulatinamente la inquisición fue extendiendo sus competencias hasta convertirse en un órgano de
control y represión de conductas, no solo contra la religión o la moral, sino también de una
determinada concepción del orden social y político.
TEMA XX
LA INCORPORACIÓN DE AMÉRICA
I.
LOS INSTRUMENTOS LEGALES: LAS CAPITULACIONES DE SANTA FE Y LA
CUESTIÓN DE LAS BULAS PONTIFICIAS.
Fue en virtud de las Capitulaciones de Santa Fe (Granada) en 1492, firmadas por los Reyes
Católicos y Cristóbal Colón, que éste recibió el título de Almirante, Virrey y Gobernador de las
tierras que descubriera, así como el diezmo de las riquezas de esos territorios.
En este sentido, las Capitulaciones actuaron como una concesión administrativa de los monarcas al
peticionario, otorgando determinados derechos y deberes.
A consecuencia del descubrimiento de las Indias por Colón, Portugal trató de reivindicar dichos
territorios alegando una Bulas Pontificias que le otorgaban el dominio de las tierras occidentales de
África e islas atlánticas.
En pocos meses los Reyes Católicos consiguieron del Papa Alejandro VI varias Bulas en las que se
donaba a Castilla todas las tierras e islas descubiertas más allá de las Azores, reconociendo a los
Reyes Católicos como señores de tales tierras “con plena, libre y absoluta potestad, autoridad u
jurisdicción”, pero con la obligación de evangelizar a sus habitantes. Las protestas de Portugal se
resolvieron en el tratado de Tordesillas (1494), en virtud del cual la línea de demarcación fue
desplazada en perjuicio de España a 300 leguas al oeste de las islas de Cabo Verde (por eso en
Brasil se habla portugués)
¿Cuáles fueron los motivos por los que las Indias se incorporaron al reino de Castilla y no al de
Aragón?
LA tesis tradicional, defendida por el profesor Manzano, supone que el rey Fernando el Católico
permitió la incorporación del nuevo mundo al reino de Castilla porque en dicho reino la monarquía
no se encontraba tan controlada por la nobleza y podría administrar tierras y recursos con más
comodidad.
Pero, sin perjuicio de lo anterior, es incuestionable el hecho de que el hecho de existir una disputa
territorial previa, entre España y Portugal, en la que actuaba como mediador el Papa Alejandro VI
(proclive a los intereses castellanos), la entrada de Aragón en el conflicto hubiera reforzado las
pretensiones de Portugal.
II.
EL PROBLEMA DE LOS “JUSTOS TÍTULOS”
Los “Justos Títulos” amparan los derechos de Castilla a colonizar las Indias y exigir obediencia a
sus habitantes.
El problema tuvo tres aspectos que conviene distinguir.
En primer lugar la discusión sobre el título de adquisición (que es el problema sobre los justos
títulos en sentido estricto).
En segundo lugar, los métodos o medios de adquisición, debate iniciado por el padre Montesinos y
que dio lugar a conocidos documentos y textos legales como el Requerimiento, las Leyes de Burgos,
las Leyes Nuevas, etc.
Finalmente, la forma de integración o incorporación de las Indias a la corona española.
Nos referiremos al primer aspecto mencionado, enumerando los principales títulos aducidos para
legitimar la presencia española en América.
Fundamentos de los “Justos Títulos:
1) Se basan en el derecho al libre tránsito y circulación por el orbe.
2) Se fundamentan en la obligación cristiana de predicar los evangelios
3) Justifican la guerra a los príncipes indígenas en caso de que toda la población, o gran parte
de la misma, se hubiera convertido al cristianismo.
4) Se entiende la guerra como justa sí es con objeto de dar a los indígenas un rey cristiano
derrocando al infiel
5) Legitima la intervención de los españoles, al margen de la autoridad del pontífice en el caso:
1
2
Que el gobierno indígena sea tiránico
Antropofagia
6) Cuando los infieles hubieran adoptado voluntariamente como rey al de España
7) En las guerras justas entre indios, si una de las partes llama a los españoles, éstos, por la
ayuda prestada, podrán compartir el premio de la victoria (territorios)
8) En el supuesto que los indígenas no tuvieran capacidad de gobernarse, en función de la
caridad cristiana, podrían gobernar los españoles.
II.1.
La Polémica Sepúlveda - Las Casas.
Las matanzas de Cortés en Cholula, de Pizarro en Cajamarca y las “ejecuciones” de Moctezuma y
Atahualpa, habían avivado el clima de desconfianza hacia los móviles de los conquistadores. En este
contexto, el Papa Pablo III, tras recibir en Roma a Fray Bernardino de Minaya, en representación de
Bartolomé de las Casas y otros, decidió promulgar la Bula “Sublimis Deus”, en la que censura a
quienes consideran que “los indios deben ser tratados como brutos, creados para nuestro servicio,
pretendiendo que son incapaces de recibir la fe católica”.
Esta Bula acoge las tesis de los Dominicos: “Los indios son verdaderos hombres que no sólo son
capaces de entender la fe católica, sino que se hallan deseosos de recibirla... No pueden ser
privados de su libertad por medio alguno, ni de sus propiedades, aunque no estén en la fe de
Jesucristo”
La Bula fue ampliamente utilizada por Bartolomé de las Casas en defensa de su tesis de la pacífica
conversión de los indios “único modo de atraer a todos los pueblos a la religión verdadera”
Por todo ello Carlos I convocó en 1542 una Junta en Barcelona en la que se tocaron temas como la
supuesta inferioridad natural del indio, la supresión de las encomiendas, el estatuto jurídico de los
indios y el modo de ocupación de las tierras conquistadas.
El resultado de las deliberaciones fueron las “Leyes Nuevas” que prohibían la esclavitud de los
indios y la creación de nuevas encomiendas (forma encubierta de esclavitud), revirtiendo a la corona
los que ya estuvieran adscritos conforme murieran sus titulares.
No sólo desaparece el término conquista y se sustituye eufemísticamente por el de descubrimiento,
sino que se prohíbe toda guerra contra los indios sea cual fuere el motivo “aunque sea so título de
rrevelión”, excepto la defensiva.
La supresión de las encomiendas duró poco pues los encomenderos, alegando que ello producía
contrafuero, se sublevaron.
La controversia llegó a su punto álgido en 1550. En dicha fecha Carlos I convocó en Valladolid una
Junta de juristas y teólogos para que emitieran un dictamen. Al efecto se convocó a los dos máximos
representantes de cada postura: Bartolomé de las Casas y Ginés de Sepúlveda, éste último defendía
la licitud de la conquista para combatir la idolatría, la antropofagia, etc.
La corona optó, lentamente, por las tesis de Bartolomé de las Casas, lo que tuvo eco definitivo en las
Ordenanzas de 1573. Quedaba claro, como sostenía Bartolomé de las Casas, que quedaba probada la
capacidad moral e intelectiva del indio, por lo que había de respetarse su libertad personal.
Según Las Casas, la Bula otorgaba a los reyes españoles el derecho a ser reconocidos como
soberanos de los indios, con exclusión de los demás monarcas cristianos, pero únicamente cuando
los indios lo decidieran libre y voluntariamente. Insistía en que la Bula de Alejandro VI había
concedido a España el Principado Supremo o dignidad imperial, pero no el dominio o posesión, por
lo que los reyes indios tenían derecho a conservar sus Estados, dignidades, tierras y demás derechos
sobre sus súbditos mientras tales pueblos “no consientan libremente en la institución hecha acerca
de ellos en la Bula papal, no la admitan como jurídicamente válida y no entreguen la posesión a
nuestros ínclitos reyes”.
Por tanto declaraba nulos y sin valor los nombramientos y actuaciones de los virreyes,
gobernadores, audiencias y denunciaba las usurpaciones de funciones cometida por los reyes de
España pues “Nuestro rey, y ciertamente por necesidad de salvación, está obligado a abandonar
aquel mundo y restituir en todo a sus naturales”.
II.2.
Los “Justos Títulos” según el Padre Francisco de Vitoria.
Por su parte Francisco de Vitoria rechazaba la Bula como “Justo Título” porque el Papa no podía
otorgar ningún derecho exclusivo en el nuevo mundo, únicamente el de predicar y, en
compensación, el de comercio con sus habitantes.
Tanto Las Casas como Vitoria niegan el derecho a guerrear con los indios si estos, una vez
convertidos al cristianismo, no reconocían la soberanía de España. Ninguno reconoce el derecho a la
guerra para cristianizar. Vitoria la admite contra quienes impidan a los españoles la pacífica
evangelización.
A pesar del distinto valor dado por ambos a la Bula pontificia (Las Casas la reconoce mientras que
Vitoria la impugna), las tesis lascasistas fueron las más temidas.
Mientras que Francisco de Vitoria proponía unos “nuevos títulos” que contribuirían a subsanar
política y jurídicamente los defectos de los “viejos títulos”, Las Casas llegaba a la conclusión que
los violentos métodos empleados por los españoles convertían en ilegítimos sus títulos y, por tanto,
nulos de pleno derecho los nombramientos y actuaciones de todas las autoridades españolas, tesis
que se extendería velozmente.
El dominico Francisco de Vitoria razonaba que los indios eran libres y legítimos soberanos de sus
tierras. Afirmaba que ni el Emperador ni el Papa eran soberanos de todo el orbe, ni tenían poder
temporal o espiritual sobre los indios o infieles.
Consecuentemente no se podía alegar la negativa de los indios a reconocer la supuesta soberanía del
Papa o Emperador para hacerles la guerra.
Según el padre Vitoria, no cabía admitir ningún “viejo título” como la idolatría y demás pecados de
los indios, o su inferioridad natural. Sin embargo proponía otros “nuevos títulos” justos: cabía hacer
la guerra a aquellos pueblos que impidieran a los españoles usar el derecho a recorrer libre y
pacíficamente esas tierras, residir en ellas y desarrollar el comercio. También si se impidiera
“predicar y declarar el Evangelio en países bárbaros” o defender a los ya convertidos de la
agresión de otros indios.
El manuscrito del padre Vitoria tuvo tal eco que Carlos I prohibió, en vano, que se discutiera el
tema, ahora las críticas de Vitoria y sus discípulos se unían a las del padre Bartolomé de las Casas.
Aunque Las Casas admite la validez de la donación pontificia, sus tesis eran más radicales, la Bula
no otorga a los reyes españoles el pleno dominio y jurisdicción de las Indias, sino únicamente el
soberano y universal imperio. Con ello no se privaba a los indios de su poder político, considerando
que los derechos de los reyes castellanos en las indias eran plenamente compatibles con la plena
potestas de los reyes y señores naturales de los indios.
Los reyes y señores naturales de las indias sólo deben reconocer la soberanía de los reyes de España
después de “aver recibido de su propia y libre voluntad nuestra sancta fée y sacro baptismo”, de
modo que si se negaran a ello “no pueden ser por algún juez o justicia punidos” y mucho menos
hacerles las guerra. Con ello llega Las Casas a la conclusión de que todas las guerras llevadas a cabo
contra los indios han sido injustas y sus efectos nulos de pleno derecho.
II.3.
La Solución de las Ordenanzas de 1573
En el transcurso del último cuarto del siglo XVI hay una mayor receptividad del legislador hacia las
tesis lascasistas de la evangelización.
Sabemos que en 1571 el Presidente del Consejo de las Indias solicitaba los manuscritos de
Bartolomé de las Casas para redactar unas nuevas Ordenanzas.
Las Ordenanzas de 1573 excluyen (como las de 1556) toda actividad bélica para “ayudar a unos
indios contra otros”.
Los consejeros de Felipe II trataron de conciliar la libertad y soberanía del indio con los derechos
expresados en la donación papal. La “conquista” no puede ser considerada un “justo título” (de
hecho las Ordenanzas prohíben que se utilice tal término) y sí que lo es la incorporación pacífica y
voluntaria de los indios.
Sin embargo hay un elemento que huele a sofisma: aunque no se mencionan los derechos derivados
de la bula pontificia, se ordena al descubridor que tome formal y solemnemente posesión del
territorio, y que combata a los indios que impidan el ejercicio pacífico de ese derecho.
Por un lado se determina que sólo cabe completar el pleno dominio sobre los indios convenciéndoles
a reconocer libre y pacíficamente la soberanía del rey español (Las Casas), mientras que, por otro
lado, se aceptan algunos actos contradictorios con el espíritu de las Ordenanzas, como el de tomar
como rehén a los hijos de los caciques bajo el pretexto de educarlos, o construir fuertes cerca de sus
poblados.
Se admite la guerra sólo con fines defensivos, aunque no parecía razonable esperar una actitud
pacífica de los indios si unos recién llegados se instalan en su territorio y comenzaban a construir
recintos defensivos.
La mayor parte de las Ordenanzas de 1573, fueron recogidas en la Recopilación de Leyes de Indias
de 1680.
La solución oficialmente adoptada en 1680 sobre el problema de los “justos títulos” no contiene
innovación alguna. Hay una remisión absoluta a la donación papal: “Por donación de la santa sede
Apostólica y otros justos y legítimos títulos…”. Sin embargo, se alude a otros justos y legítimos
títulos que aparecen explicitados en otros preceptos: “la donación divina”, “el descubrimiento” y, en
relación con éste último, la evangelización.
TEMA 21
ORGANIZACIÓN ECONÓMICA Y SOCIAL (DEL ESTADO MODERNO)
I.
ORGANIZACIÓN ECONÓMICA
La situación de España en la Edad Moderna fue bastante compleja debido a la disparidad de reinos
que integran la monarquía hispana. Los factores que enmarcaron la organización de la economía en
esa época fueron:
1. Un potencial desarrollo económico considerable, propiciado por la llegada del metal precioso de
América. Ese potencial fue frenado por la existencia de una organización de corte corporativo,
gremial y señorial sobre la que el Estado desplegó un excesivo número de medidas
proteccionistas.
2. El crecimiento económico se centró fundamentalmente en las ciudades, en detrimento de otros
sectores económicos.
3. La llegada de grandes cantidades de metales preciosos procedentes de América, produjo una
caída de los precios generalizada que se tradujo en una drástica reducción del poder adquisitivo y
en un aumento desmesurado de precios
4. Frecuentes reformas monetarias y empréstitos como intento de ajustar los ingresos al ritmo de
gastos que imponía el mantenimiento de una política imperial.
5. Un cierto resurgimiento económico propiciado por el reformismo ilustrado, que influido por las
doctrinas fisiocráticas y difundido por las Sociedades Económicas de Amigos del País, impulsó
la agricultura y liberalizó el comercio.
I.1
Mercantilismo y Arbitrismo
Mercantilismo: se trata de trata de una tendencia sustentada en los siglos XVI y XVII que
consideraba el dinero y los metales preciosos como un factor de producción y que propugnaba la
regulación estatal del comerció exterior para acrecentar la entrada de dinero mediante el incremento
de las exportaciones sobre las importaciones.
El mercantilismo castellano se vio propiciado por la prolongada caída de los precios a finales del
siglo XV, que exigió medidas de control de la situación monetaria. Las medidas tomadas con el
objeto de mantener e incrementar el “stock” monetario pueden reducirse a tres grupos:
a) Estímulo para descubrir y explotar las minas de oro de América.
b) Atesoramiento del metal en España mediante la prohibición de exportarlo al extranjero.
c) Restricciones a la salida de materias primas mediante la imposición de fuertes tasas aduaneras.
La conciencia de la crisis económica que se extendió por España ya era general a finales del siglo
XVII. Con esa conciencia proliferó la doctrina del:
Arbitrismo: Alcanzan su máximo esplendor en el siglo XVII, pretenden hacer un diagnóstico de los
males del país y proponer los remedios pertinentes, pueden ser divididos en dos grupos, según se
muestren partidarios o contrarios al ordenamiento económico del momento:
a) los que en líneas generales estaban acordes con la política económica observada, exigiendo pasar
de la política de expansión a la de conservación del imperio, la prohibición de la saca de
materias primas y el establecimiento de de un fuerte sistema aduanero.
b) Los que en contra de la política económica seguida por la monarquía, de corte mercantilista,
reaccionaron contra el ideal de acumulación de metales preciosos y de moneda.
1.2
Agricultura (La Mesta), Industria y Comercio
La característica más evidente de la agricultura castellana en la Edad Moderna, hasta el siglo XVIII,
fue su desprotección legal dentro de un panorama que se orientaba a la potenciación del comercio,
que, de acuerdo con la doctrina económica del mercantilismo, podía proporcionar mejores
beneficios a corto plazo.
A pesar de algunas medidas puntuales, muchos terrenos continuaron baldíos, por lo que fue
frecuente tener que importar trigo. La mayor dificultad para la agricultura era la ganadería
trashumante, representada por el Concejo de la Mesta, que para disponer de pastos se oponía
sistemáticamente tanto a la enajenación de los terrenos baldíos, como a la roturación de las dehesas
y tierras comunes.
El gran florecimiento de esta estructura gremial de pastores se produjo en le siglo XVI y estuvo
relacionado con el comercio de la lana a gran escala y con su exportación como materia prima a los
telares de Flandes y Manchester, donde era elaborada como tejido.
La corona ejercía un control directo de la organización ganadera, pues el cargo de Presidente de la
Mesta se fijó en el rey. Gracias a esta protección la Mesta pudo adoptar una actitud ofensiva en
relación con la agricultura.
En el siglo XVII la Mesta alcanzaría la cumbre de su poder, pero en el siglo XVIII se renovaron ya
sus leyes y se dio paso (por influjo de la fisiocracia), al predominio de la agricultura.
El Consejo de Castilla (1779) autorizó a los labradores a cercar las fincas de cultivo, lo que
entorpecía notablemente el paso libre del ganado por los campos.
La industria experimentó en la primera mitad del siglo XVI un verdadero impulso debido a la rápida
y extensa colonización de las Indias, pero pronto entró en crisis al no poder competir los precios de
sus manufacturas con los de las industrias extranjeras.
Las medidas intervencionista que desplegó la Corona en torno al comercio, estuvieron dirigidas a
proteger sus puntales más importantes: El comercio interior y exterior de lanas, así como la Carrera
de Indias (ruta comercial).
1.3
El Comercio con América:
Desde 1503 la Corona intentó ejercer un monopolio absoluto del comercio entre Castilla y el Nuevo
mundo. Así, cuando empezaron a afluir a España los metales preciosos y fue preciso controlar
estrechamente su circulación, surgió una institución destinada a dirigir tal monopolio: la casa de
Contratación de Sevilla.
Su organización estaba planteada como un consulado especial (y en calidad de tal gozó de
jurisdicción sobre los temas de su competencia) a través del cual el Estado percibía los impuestos
correspondientes al comercio con las Indias.
Por más que Castilla intentara aferrarse al control de la riqueza, el mercado americano cedió ante la
presión de la competencia exterior. Ello fue debido a que los países extranjeros se vieron afectados
en menor medida que España por el alza de los precios, pudiendo producir a un coste más reducido.
Durante el siglo XVIII Inglaterra fue un rival de España en el comercio americano, lo que acabó
provocando la liberación del comercio con América en 1778.
1.4
Las Reformas de la Ilustración
Con el establecimiento de la dinastía de los Borbones en el trono español (Felipe V), se inició un
período de influencia francesa, que tendía a llenar el vacío de la decadencia de la última etapa de los
Austria con reformas que pretendían elevar el país al nivel de Europa.
Los reformistas ilustrados creían en un Estado que debía imponer las medidas necesarias para lograr
el progreso.
Las principales medidas que se tomaron en este sentido fueron la uniformidad política y
administrativa, y el fomento de la agricultura, el comercio y la industria, mediante la habilitación de
una serie de instrumentos como las Sociedades Económicas de Amigos del País, o la instrucción
popular.
a) La fisiocracia
La fisiocracia es una doctrina económica del siglo XVIII, surgida en Francia e Inglaterra, cuyos
representantes principales fueron Quesnay y Mirabeau. Sus teorías se basaban en dos principios:
3
La existencia de leyes naturales que rigen los fenómenos económicos
4
La preeminencia de la agricultura, considerada la única actividad productiva.
Las Sociedades Agrarias (algunas Sociedades Económicas de Amigos del País se denominaron
también así), pedían su intervención en la economía y exigían una política agraria. El ideal fisiócrata
se plasmó en la consecución de la libertad de comercio de cereales (que estaba anquilosado por un
nefasto intervencionismo cuajado de tasas, sisas y monopolios que no lograban vencer la carestía).
b) La reforma agraria
Por influencia de las concepciones fisiócratas, desde mediados del siglo XVIII el Estado introdujo
una serie de reformas dirigidas a la protección de la agricultura frente a la ganadería y que
consistieron, principalmente, en la mejora de cultivos, la realización de grandes obras públicas y la
liberalización del comercio de granos (cereales).
Carlos III se pronunció a favor de de que los municipios dispusiesen de sus tierras comunales para
hacer nuevas roturaciones de tierra para el cultivo. En 1777, Campomanes, solicitó a la Sociedad
Económica de Amigos del País de Madrid un informe sobre la situación del campo, informe que se
conoció como Expediente de la ley agraria.
El informe sobre la ley agraria propugnaba una política agraria no intervencionista y liberal en la
que se potenciara la propiedad privada de los particulares y su acceso a las tierras vinculadas,
baldías y comunales (que estaban fuera de la posibilidad de poder ser adquiridas en mercado),
principal causa de la escasez de tierras para el cultivo y del consiguiente estancamiento económico.
c) Las Sociedades Económicas de Amigos del País
Al fomento de la economía contribuyeron las Sociedades Económicas de Amigos del País como
centros culturales nacidos por influjo de las ideas de la ilustración, que contribuyeron a la difusión
de las ideas ilustradas.
El fin de estas agrupaciones locales era introducir los más recientes progresos técnicos y prácticos
de las ciencias y las artes en el país, interesándose también por el fomento de la vida económica de
cada región o ciudad a la que pertenecían.
Descollaron por sus publicaciones periódicas de memorias las Sociedades de Madrid, Valencia,
Segovia y Palma de Mallorca. Fueron una especie de escuelas públicas de la teoría y la práctica de la
economía política en todas las provincias de España. Su objetivo: Instruirse las provincias en el
estado de su agricultura, artes y comercio, reduciendo los hechos a memorias y cálculos”.
1.5
Las Ordenanzas de Consulados
El auge del mercantilismo propició el desarrollo de los Consulados (universidades de mercaderes), o
instituciones mercantiles que canalizan la actividad mercantil, dotadas de cierta jurisdicción.
La separación de la jurisdicción mercantil de la ordinaria fue hecha por los Reyes Católicos en 1494
y provocó la necesidad de que cada Consulado elaborase sus propias ordenanzas, en las que además
de regularse su jurisdicción se trataban aspectos diversos: el seguro marítimo, la organización del
Consulado, el comercio con América y las normas de aplicación al comercio terrestre y marítimo.
II. ORGANIZACIÓN SOCIAL: LAS CLASES SOCIALES.
Pese a que la sociedad de la Edad Moderna siguió como en la Edad Media dividida en estamentos, la
diversidad de elementos que componían ésta (cristianos, judíos, musulmanes, mudéjares, francos,
etc.) fue dando paso desde el siglo XV a una sociedad más homogénea, como consecuencia de las
conversiones forzosas de musulmanes y judíos a la fe católica y de las expulsiones en masa de
judíos y moriscos a finales del siglo XV y a principios del siglo XVII respectivamente.
La expulsión de los judíos fue decretada por los Reyes Católicos el 30 de Marzo de 1492 para toda
la población hebrea de castilla y Aragón que no se convirtiese. Los conversos que quedaron en
España se mezclaron profundamente con los cristianos viejos, de manera que a mediados del siglo
XVI parecía concluida la asimilación de los cristianos nuevos. Pero en el siglo XVII se vieron
numerosos casos judaizantes.
Los musulmanes conversos que quedaron en España siguieron practicando sus ritos y
relacionándose con corsarios y berberiscos, lo que dio lugar a numerosos desórdenes (como la
sublevación de los moriscos de la Alpujarra en 1572) y a la determinación de Felipe III de su
expulsión sucesiva de los reinos españoles: Valencia 1608, Castilla y Extremadura 1609, Andalucía
y Aragón 1610.
En Aragón esta expulsión planteó la necesidad de repoblar los terrenos abandonados, debido a los
graves desajustes que la medida provocó en la agricultura y en la población, y que, según Fernández
Navarrete, fueron una de las causas de la decadencia de España.
Un elemento nuevo de la población española de la Edad Moderna fueron los gitanos, de procedencia
desconocida (probablemente procedentes de Egipto, egipcianos). Asimismo entre los elementos
integrantes de la población española de la Edad Moderna figuraron numerosas extranjeros
(franceses, alemanes, flamencos e italianos principalmente).
La nobleza seguía constituyendo el primer estamento social, dotado de privilegios especiales. Los
nobles siguieron ejerciendo cierta influencia en el gobierno del Estado, al confiárseles cargos
importantes en la Administración, de los que, no obstante, serían desplazados por los letrados.
Los nobles, en esta época, mantuvieron su estatuto jurídico privilegiado como: exención tributaria
(aunque empezaban a pagar algún impuesto directo como la Lanza o la Media Annata), numerosos
privilegios en el orden civil, penal y procesal, exenciones del servicio militar obligatorio, exclusión
de la pena de prisión por deudas, de tormento o de penas infamantes, del embargo de bienes, etc.)
Gozaron, además, de la protección de una jurisdicción especial cuya competencia correspondía a las
Chancillerías.
Por su parte el Clero constituyó, en la Edad Moderna, un grupo social muy numeroso y
heterogéneo, entre cuyos miembros se presentaban grandes diferencias. No obstante, todos estaban
dotados de privilegios análogos a los de la nobleza en el orden civil, penal, procesal y tributario.
Los no privilegiados o pecheros, también llamados estado llano o tercer estamento, tampoco
formaban una clase social homogénea:
En primer lugar, conformaba este grupo la burguesía de las ciudades, en las que se había constituido
una oligarquía municipal integrada por los grandes comerciantes, los burgueses dedicados a
profesiones liberales y los letrados.
En segundo lugar, un estrato inferior al anterior era el constituido por los artesanos o menestrales,
agrupados (como en la Edad Media) en gremios de profesionales.
En tercer lugar, las clases rurales, constituidas por los pequeños propietarios libres, llamados
villanos. En situación social inferior se encontraban los villanos que trabajaban como jornaleros por
no poseer tierras, así como los que estaban en condición de vasallos vinculados al señor, no por
lazos de dependencia, sino por contrato (arrendamiento, enfiteusis, etc.), independientemente de que
fueran vasallos jurisdiccionales.
Los semi libres eran los llamados collazos o colonos en Castilla, siervos en Aragón y forans en
Mallorca.
El grupo de los No libres fue verdaderamente escaso en la Edad Moderna y quedaba formado por los
prisioneros, los indios y los negros.
En la Edad Moderna no faltaron los conflictos sociales entre nobles y plebeyos, de los que fueron
una muestra las guerras de las Comunidades (comuneros) en Castilla y de las Germanías de
Valencia y Mallorca.
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TEMA 22
LA EDAD MODERNA. FUENTES: EL PROCESO RECOPILADOR
I.
LAS RECOPILACIONES CASTELLANAS
El gran número de textos jurídicos en vigor complicaba de forma extraordinaria el conocimiento de
la norma que era aplicable a cada supuesto.
Por tanto, las recopilaciones que se realizaron durante la Edad Moderna en los distintos reinos
hispanos respondían a una necesidad evidente: La de contar con un conjunto normativo que reuniera
en un solo cuerpo y de manera sistematizada las numerosas leyes y pragmáticas de una misma
procedencia.
Características Generales de las Recopilaciones:
1) Contienen materiales fundamentalmente de carácter legislativo: disposiciones regias y
disposiciones de las Cortes.
2) Su finalidad es conservar el derecho antiguo de cada reino, con una mentalidad historicista.
3) El método utilizado, en algunos casos, fue aplicar un criterio sistemático, en otras lo fue
cronológico.
4) En todas se trataba de incluir todo el Derecho de forma unitaria.
5) Algunas recopilaciones gozaron de carácter oficial, ya que alcanzaron la sanción regia. Otras son
redacciones privadas hechas por juristas de la época que sirvieron en el orden doctrinal y en el
práctico a los letrados y jueces, así como para el estudio y la aplicación del Derecho.
Textos Recopilatorios de Castilla:
I.1
El Ordenamiento de Montalvo
A finales del siglo XV eran ya continuas las peticiones en Cortes para recopilar el derecho
castellano, por lo que los Reyes Católicos encargaron, en 1480, al jurista Alonso Díaz de Montalvo
la realización de una recopilación que no recogiera aquellos preceptos que no fueran útiles por haber
quedado obsoletos y también aquellos que fueran contradictorios.
Se imprimió la obra en 1484 con el título de Libro de las Leyes y Ordenanzas Reales de Castilla,
pero se conoce indistintamente con los nombres de Ordenamiento de Montalvo y Ordenanzas
Reales de Castilla. Los Reyes Católicos no le otorgaron el reconocimiento oficial.
Su contenido está formado por Pragmáticas, Leyes de Cortes, Reales Cédulas de los Reyes de
Castilla dadas después del ordenamiento de Alcalá (1384) y alguna disposición del Fuero Real.
Está estructurada en ocho libros que contemplan Derecho público, Derecho privado, Asuntos
eclesiásticos, Régimen municipal, Hacienda, Régimen Señorial y Derecho penal. Pero se trata de un
trabajo incompleto que presenta además errores varios, pudiendo ser estas las causas por las que
nunca alcanzó carácter oficial pese haber sido mandada realizar por los propios Reyes Católicos. En
efecto, su autor no sólo no recogió la totalidad de las leyes vigentes, sino que mutiló algunas de las
incluidas, aparte de incluir otras que ya no regían e incurrir en confusiones y contradicciones.
A pesar de sus innegables defectos, la trascendencia de este primer esfuerzo recopilador fue mucha.
Durante el mismo reinado fue realizado el Libro de las Bulas y Pragmáticas por Juan Ramírez. Se
trata de una recopilación que incluye exclusivamente las disposiciones (bulas y pragmáticas) del
reinado de los Reyes Católicos, procedentes de la jurisdicción real.
Aparte de las recopilaciones, aunque en relación con ellas, en esta misma etapa hay que referirse a
las Leyes de Toro. Se trata de un texto jurídico posterior al Ordenamiento de Montalvo y anterior a
la Nueva Recopilación promulgada en las Cortes de Toro de 1505 y conocida como las Leyes de
Toro.
Son un conjunto de 83 leyes dedicadas a aclarar, corregir y suplir el derecho civil anterior, en las
que, entre otras cuestiones, se regula la institución del Mayorazgo y se reproduce el orden de
prelación de fuentes jurídicas fijado en el Ordenamiento de Alcalá de 1348.
Las Leyes de Toro fueron posteriormente recogidas, tanto en la Nueva Recopilación como en la
Novísima Recopilación.
I.2
La Nueva Recopilación
Como el Ordenamiento de Montalvo no resolvió la problemática de dispersión del Derecho
Castellano, no alcanzando la sanción real, se reiteró la necesidad de hacer una Nueva Recopilación.
Los trabajos preparatorios de esta obra tardaron en realizarse más de treinta años, siendo examinada
a su finalización por el consejo de Castilla durante cinco años y promulgada en el año 1567 por
Felipe II.
Sus materiales proceden de Las Partidas, Las Leyes de Toro, las Leyes del Fuero Juzgo, del Fuero
Real, del Ordenamiento de alcalá, etc. En ella se siguió el modelo del Ordenamiento de Montalvo,
incluidos los mismos defectos.
Las materias de su contenido abarcan desde los temas de la Iglesia, pasando por los de familia,
sucesiones, Derecho publico, Derecho penal y procesal, Régimen municipal, Hacienda, etc. En el
siglo XVII fue añadido un volumen nuevo que recogía los Autos Acordados.
Ha sido un texto muy criticado por adolecer de los defectos de la recopilación anterior, aunque no
hay duda de que es un texto de incuestionable valor para los historiadores del Derecho y de obligada
consulta para cualquier investigador.
I.3
La Novísima Recopilación
Carlos III encargó a Lardizábal la realización de un suplemento para la Nueva Recopilación que no
culminó con éxito, habiendo de ser Carlos IV (1798) quien, en vista de la necesidad de reeditar la
Nueva Recopilación y deseando utilizar los materiales que Lardizábal había reunido, encargara un
nuevo suplemento al jurista Juan de la Reguera Valdelomar, relator de la Chancillería de Granada,
quien una vez realizado, al presentarlo al rey para su aprobación, lo acompañó de un proyecto de
recopilación nuevo que fue aceptado de inmediato, dejando sin efecto el suplemento hecho a la
Nueva Recopilación.
La Novísima Recopilación de las Leyes de España se compone de doce libros que agrupan leyes,
pragmáticas y autos acordados. Se ocupa de temas eclesiásticos, del derecho de la Corte, del
Consejo de Castilla, del derecho público, del Gobierno civil, del Régimen municipal, de la
Hacienda, del Derecho de familia, Arrendamientos y contratos y de derecho penal y procesal.
La Nueva Recopilación no perdió su vigencia con la publicación de ésta, aplicándose en los casos no
contemplados por la Novísima.
Pero en la Novísima Recopilación se repitieron los defectos anteriores, tratándose de nuevo de un
intento fracasado, aunque al ser el trabajo recopilatorio más próximo al proceso codificador, estuvo
llamado a alcanzar enorme vigencia en España y América aún después de la independencia de los
países americanos, por servir de base a sus diferentes códigos.
Según Martínez Merina la Novísima Recopilación sigue arrastrando los defectos de la anterior
recopilación.
II.
LAS RECOPILACIONES EN EL PAÍS VASCO, ARAGÓN, VALENCIA, NAVARRA Y
CATALUÑA
País Vasco
Vizcaya. En el año 1528 se imprimió y se hizo pública la revisión que se había realizado del Fuero
de Vizcaya de 1452, sancionada por Carlos I recibió el título de Fuero, Privilegios, Franquezas y
Libertades del Señorío de Vizcaya. La obra quedó distribuida en 36 títulos y en su preámbulo se
indica que a falta de ley han de aplicarse las leyes generales del reino castellano.
Álava. No se realizó en este territorio una recopilación legal sistemática, pero las leyes de este reino
fueron coleccionadas en varias ocasiones. En 1825 se publicó una de esas colecciones bajo el
nombre de Cuaderno de Leyes y Ordenanzas con que se gobierna esta provincia de Álava. Contiene
las Ordenanzas de Hermandad de 1463, el Privilegio de Contrato de 1332, varios privilegios y
cédulas promulgadas hasta la fecha de 1825.
Guipúzcoa. En el año 1696 fue publicada una Recopilación de los fueros, privilegios, buenos usos y
costumbres, leyes y ordenanzas de la provincia de Guipúzcoa. En ella se recogían los Cuadernos de
Hermandad de la Edad Media. En el siglo XVIII le fueron agregados a esa recopilación, con la
intervención de Consejo de Castilla, los Fueros, Privilegios y Ordenanzas.
Aragón
Se dieron allí dos tipos de recopilaciones: las cronológicas y las sistemáticas:

Entre las recopilaciones cronológicas hay que citar la obra conocida como Fueros y
Observancias del reino de Aragón. Recoge el Código de Huesca y las observancias de Díaz de
Aux y trata cuestiones eclesiásticas, fueros relativos al Derecho civil y la Organización Judicial.

En cuanto a las recopilaciones sistemáticas se encargó una recopilación que se denominó
Fueros, Observancias y Actos de Corte, compuesta por nueve libros (a imitación del Código
Justiniano) y recibió múltiples críticas por estar llena de erratas.
Valencia
Hubo allí dos recopilaciones, una cronológica con el título de Furs y Ordinacions de València, que
contiene el Código de Jaime I y otra sistemática denominada Fueros del Reino de Valencia.
Navarra
Se citan aquí únicamente las recopilaciones realizadas desde la incorporación del reino de Navarra a
la corona de Castilla en 1512, que son dos:
1. La obra titulada Fueros del reino de Navarra desde su creación hasta su feliz unión con Castilla
y recopilación de las leyes promulgadas desde dicha unión hasta el año de 1685, o más
escuetamente la Recopilación de Chavier.
2. La Novísima recopilación de las leyes del reino de Navarra, realizada por encargo de las Cortes
de Pamplona en 1701. En ella se recoge fundamentalmente la legislación de Cortes de Navarra
hasta !716.
Cataluña
Se realizaron en la Edad Moderna tres recopilaciones con gran continuidad:
1. La primera fue la encargada en las Cortes de Barcelona de 1413 para verter a lengua romance los
Usatges, las Constituciones de Cataluña y los Capítulos de Corte, que estaban en latín y
recopilarlos metódicamente. Clasificó los preceptos de los textos latinos de los Usatges en diez
libros. Por motivos que se desconocen no se promulgó oficialmente este importante este
importante texto que también seguía el esquema del Código justinianeo.
2. La segunda recopilación del Derecho catalán fue la titulada Constitucions y altres drets de
Catalunya, realizada entre 1588 y 1589. Se divide en diez libros y es una continuación de la
anterior.
3. En 1704 se realizó, con el mismo nombre que la anterior, una tercera recopilación del Derecho
catalán, pero en realidad fue una puesta al día de lo contenido en las precedentes.
III.
EL DERECHO INDIANO
Entendemos por Derecho indiano aquel conjunto de disposiciones promulgadas por las autoridades
para regular el régimen jurídico específico de las Indias.. Debemos incluir en él las costumbres
indígenas, las bulas pontificias referentes a las Indias y las Capitulaciones firmadas entre la Corona
y los descubridores o colonos. Sus principales textos son:

Las Capitulaciones de Santa Fe, firmadas por los Reyes Católicos y Cristobal Colón en 1492

Las Bulas pontificias que pueden considerase como las iniciadoras del Ordenamiento jurídico
indiano. Las bulas concedidas a estos efectos por el Papa Alejandro IV (papa Español) fueron:
1. Inter Coetera I (1494) Concede a perpetuidad a los Reyes de Castilla y León la propiedad y
soberanía de las Indias y de las tierras que se descubrieran y que pertenecieran a otro príncipe.
2. Eximie Devotionis (1494) Concedía a los Reyes Católicos los mismos privilegios de que
gozaban los portugueses
3. Inter Coetera II (1493) Fijaba la demarcación entre los dominios castellanos y portugueses.
4. Piis Fidelium (1493) Concedía la labor misional y amplias facultades a una orden religiosa.
5. Dudum Siquidem (1943). Apliaba la demarcación de la Inter Coetera II al permitir la navegación
a occidente de América.

Las Leyes de Burgos de 1512, que pretenden regular la situación de los indios y establecer unas
limitaciones a la encomienda de indios.

Las Leyes Nuevas de 1542, que establece la extinción de las encomiendas a la muerte de los
titulares lo que provocó tales revueltas y conatos de independencia en el Perú que Carlos V tuvo
que derogar varias de sus disposiciones, entre ellas las referidas a extinción de la encomienda.

Instrucciones diversas.

Recopilaciones.
III. 2 Recopilaciones no oficiales: Código de Ovando y Cedulario de Encinas
Las recopilaciones del Derecho indiano fueron elaboradas con arreglo a dos sistemas distintos: el
territorial y el general.
Corresponde al primer sistema el Cedulario de Vasco Puga, recopilación de cédulas y provisiones
reales dictadas para Mexico en la década de 1552 - 1562.
Con arreglo al segundo sistema fue realizado el Código de Ovando, considerado como la primera
recopilación de las leyes de Indias. Se ignora si se llegó a culminar, pues se supone que la obra se
componía de siete libros pero sólo nos han llegado tres y un esquema del cuarto.
Se realizaron diversos proyectos antes de llegar a la Recopilación de 1680, como el proyecto de
Alonso Zorita y el Cedulario indiano recopilado por Encinas.
III.3
La Recopilación de 1680
Tras los diversos proyectos citados, en mayo de 1680, Carlos II aprobó el texto oficial. Consta de
nueve libros y recoge un orden de prelación de fuentes muy importante, dado el caos legislativo que
existía en el Derecho indiano.
Según este orden de prelación, el Derecho indiano debía ser aplicado atendiendo a las siguientes
prioridades:
1º. La Recopilación de 1680.
2º. Las Cédulas, ordenanzas y provisiones dictadas con anterioridad a la Recopilación para las Indias
y no derogadas.
3º. Las Leyes de las Partidas, de conformidad con la ley primera de las Leyes de Toro.
Ésta obra trata del Derecho eclesiástico, el gobierno de las Indias, el Derecho penal, la Hacienda, las
Universidades, el derecho de patronato, etc.
UNIDAD DIDÁCTICA VI.
SISTEMA JURÍDICO DE LA EDAD MODERNA (II)
TEMA 23
INSTITUCIONES POLÍTICO-ADMINISTRATIVAS (I):
LA MONARQUÍA Y LAS CORTES.
I.
LA MONARQUÍA Y EL ESTADO MODERNO
En la edad Moderna, el Estado es un ente natural que orienta sus actuaciones y sus órganos a la
consecución del bien común entendido como res pública y tiene personalidad propia distinta de la
del monarca (hasta el siglo XVIII, en que se confunden).
El poder deriva de Dios y es depositado en los ciudadanos, que delegan su ejercicio en un príncipe o
soberano, mediante un pacto de sujección que no es permanente. De ahí que sea posible ejercitar el
derecho de resistencia si la actuación del príncipe no se orienta hacia el bien común.
La tiranía aparece limitada por la consecución del bien común y por ello el príncipe está sujeto,
además de a las leyes divinas y naturales, al derecho positivo, quedando reconocida la facultad de
deponer al soberano que se convertía en tirano.
Los fines del Estado son, por tanto, lograr el bien común, mantener el orden interno, defender la
nación frente al exterior, administrar justicia y, sobre todo, defender la fe y la Iglesia católica.
El advenimiento de los Borbones al trono español produjo una identificación entre el rey y el
Estado, conforme al legado absolutista francés, si bien, gracias a la ilustración, se procuró lograr el
beneficio del pueblo. Junto a ello se llevó a cabo la unificación y homogeneización de los reinos
mediante los llamados Decretos de Nueva Planta de Felipe V, por los que se abolieron las
instituciones político-administrativas de Valencia (1707), Aragón (1711), Mallorca (1711) y
Cataluña (1716), quedando vigente, únicamente, el Derecho privado (excepto en Valencia).
Desde el matrimonio de los Reyes Católicos, en la segunda mitad del siglo XV, la Península se
encuentra dividida en dos Coronas: Castilla y Aragón (tras el breve período de incorporación de
Portugal -1580-1640-), que mantendrán diferenciadas sus instituciones y su Derecho.
Con Carlos I se alcanzó la unidad dinástica pero no se produjo la unidad territorial, por cuanto, pese
a existir un solo Estado y una sola Monarquía, el soberano lo era por separado de cada uno de los
territorios que la componían, al conservar los reinos su personalidad jurídico-política.
La Monarquía era hereditaria, si bien el titular del poder real debía ser un príncipe fiel, católica y
políticamente prudente. Las reglas de sucesión al trono siguieron en Castilla el orden legitimado en
las Partidas.
Estas reglas de sucesión fueron modificadas por Felipe V, que mediante un Auto Acordado de 1713
anteponía el derecho de todos los varones a las hembras, para el acceso al trono (ley Sálica)
Carlos IV, en 1789, quiso derogar la Ley Sálica, pero la pragmática que debía hacerlo no se llegó a
publicar hasta 1830, cuando Fernando VII derogó la Ley Sálica, restableciendo la ley de Partidas, en
lo referente a la sucesión.
Desde 1388 el heredero de la Corona española lleva el título de Príncipe de Asturias. El poder real
abarca, además de facultades en el orden civil, facultades en el orden religioso, manifestadas en
instituciones como el patronato real y el pase regio.
Los súbditos estaban sometidos al rey por vínculos de naturaleza jurídico-pública, existiendo por
tanto una tendencia a eliminar cualquier vinculación privada que pudiera debilitar dicho lazo.
Se era súbdito natural por nacer en el territorio, o bien, por adquirir carta de naturaleza (vivir
durante un tiempo determinado en un territorio), pero en realidad, los naturales de los distintos
reinos se consideraban extranjeros entre sí, no teniendo en común nada más que ser súbditos del
mismo rey.
II.
EL PODER REAL COMO POTESTAD ABSOLUTA
La forma de gobierno de la España Moderna fue la monarquía, con fuerte tendencia a la
concentración del poder político en el príncipe, hasta llegar a la monarquía absoluta de los
Borbones. La monarquía, en cuanto forma de gobierno, no fue formulada mediante un concepto
claro.
Los reyes son vicarios de Dios y reyes por gracia divina, aunque se consideraba que el poder lo
recibían del pueblo o del Papa.
Fue precisamente en esta época cuando se extendió la idea de que el derecho del príncipe estaba
limitado por la llamada Constitución política del reino, y que se podían suspender, incumplir o
derogar las disposiciones del rey que contradijesen ese derecho, mediante determinadas fórmulas
jurídicas que a continuación se verán.
La concentración de poder se consumó bajo los reinados de los Borbones cuando la persona del rey
se identificó con la del Estado, si bien la Ilustración procuró que existiese una cierta preocupación,
en el gobierno, por el bienestar de los súbditos, idea contenida en el lema “todo para el pueblo, pero
sin el pueblo”.
II. 1. Limitaciones del Poder
Los intentos de limitar el poder real se produjeron en los siglos XVI y XVII, pues hasta ese
momento sólo se contaba con meras recomendaciones de carácter moral.
Las limitaciones jurídicas impuestas al rey, tienen como base la existencia de unas leyes
fundamentales o normas básicas, que se encuentran en la estructura del reino.
Fue esencial la difusión de las ideas de Bodino que consideraba la existencia de un poder real
absoluto de los príncipes, pero que estos tenían la obligación de respetar cierto orden preestablecido
(fundamentalmente la propiedad privada de los súbditos y ciertas leyes del Estado).
Este pensamiento fue pronto acogido en la Península, siendo su principal representante el Padre
Mariana, que consideraba que el pueblo no delegaba todo el poder en el rey, debido a la existencia
de unas leyes fundamentales que debe respetar y que se encuentran por encima de él. Si el rey
desobedece esas reglas, se convierte en tirano, quedando justificados la rebelión y el tiranicidio.
Pronto estas teorías fueron aplicadas por las instituciones y las clases superiores para conservar la
Corona y el Derecho de cada reino, surgiendo peculiares mecanismos de defensa en cada uno de los
territorios.
EN CASTILLA: La cláusula “obedézcase pero no se cumpla” justificaba que algunas disposiciones
del monarca, contrarias al derecho del reino, no se cumpliesen. Esta cláusula tuvo escasa eficacia
debido a la inexistencia de un reconocimiento a las Cortes de la capacidad legislativa, llegando al
punto de que muchas leyes dadas en Cortes eran revocadas por pragmáticas reales.
EN NAVARRA se extendió la cláusula de “obedézcase pero no se cumpla”, aunque pronto se
comprobó que no era suficiente, por lo que fue esencial arbitrar, sobre todo desde el siglo XVI, otras
medidas específicas, apareciendo la sobrecarta (supervisión -sobrecarteo- de todas las disposiciones
reales por parte del Consejo Real de Navarra) para comprobar si se producía Contrafuero, y el
Reparo de Agravios. Desde el siglo XVII, la Diputación Foral de Navarra ejerce un control previo a
la sobrecarta conocido como pase foral.
EN GUIPÚZCOA, VIZCAYA Y ÁLAVA, el control se realizaba mediante el pase foral, por el que
admitían o rechazaban las disposiciones reales según fuesen, o no, contrarias a los privilegios y
fueros de estos territorios. En Vizcaya existió también la posibilidad de utilizar la cláusula
“obedézcase pero no se cumpla”.
EN CATALUÑA las disposiciones contrarias al derecho foral eran nulas de forma automática,
desde que una Constitución de Fernando el Católico (la Constitució Poc Valdria) estableció que no
se obedeciesen las disposiciones contrarias al derecho principal al ser nulas. La reparación de
agravios (Greuges) se realizaba en las Cortes como medida previa a la concesión de cualquier
impuesto.
EN ARAGÓN, era el Justicia Mayor de Aragón el juez de contrafueros, estando facultado para
juzgar los agravios tanto en las Cortes como fuera de ellas.
II. 2. Movimientos Políticos y Sociales de posición. Grupos Políticos.
La tendencia hacia la concentración absoluta del poder político en el rey, propia del Estado
Moderno, provocó en ocasiones la resistencia del pueblo ocasionando sublevaciones domo la de las
Comunidades de Castilla o las Germanías de Valencia.
La revuelta de las Comunidades de Castilla (1520), se produjo como movimiento de repulsa por la
ingerencia de los ministros flamencos que llegaron a la corte acompañando a Carlos I, producidas
por la necesidad de financiar con dinero castellano la empresa imperial.
Por su parte, las Germanías de Valencia, también desarrolladas durante el reinado de Carlos I,
tuvieron una vertiente social por la implicación de moriscos y campesinos, pero constituyeron un
intento de recuperar el poder municipal.
Hoy se coincide en señalar que las Comunidades supusieron una revolución de la burguesía
industrial y de la baja nobleza, en un intento de limitar los poderes del monarca en el gobierno de las
ciudades a través de su representación en Cortes.
Ambos movimientos consiguieron moderar la tendencia absolutista del poder real.
El reinado de Felipe II, por el contrario, supuso un reforzamiento del poder real, con base en el
alzamiento de Aragón y la negativa a entregar al secretario real Antonio Pérez, que, huyendo de la
justicia castellana, se había amparado en la jurisdicción del Justicia Mayor de Aragón por su
condición de aforado. El suceso culminó con la penetración del ejército real en Aragón y con la
modificación de los fueros aragoneses para conceder mayores prerrogativas al rey.
En el reinado de Felipe IV, los intentos del Conde-Duque de Olivares de implantar en los territorios
no castellanos su política centralizadora fueron respondidos en Cataluña (1640) con la Guerra dels
Segadors, rebelión con connotaciones antiseñoriales e independentistas.
En la lucha contra las variadas manifestaciones del poder real, llama la atención, ya en el siglo
XVIII, la actitud de la población ante la prohibición de usar capa larga, sombrero redondo y
embozo, que terminó en el conocido Motín de Esquilache, reacción que, más allá de lo aparente,
entraba de lleno en el campo de la contestación política reformista del primer ministro extranjero
Esquilache y en el descontento popular por la carestía del pan.
Por lo demás, desde Carlos I se puede detectar la existencia de grupos de presión política que
persiguen unos intereses determinados.
Unas veces serán manifestaciones nacionales (grupo castellano frente a grupo flamenco -Carlos V-),
otras, una determinada forma de actuación, otras serán manifestaciones estamentales, o el apoyo a
una determinada potencia extranjera, o la misma condición de extranjeros de los ministros.
II. 3. Poder Real y Poder Señorial
Tradicionalmente se ha presentado el reinado de los Reyes Católicos como el triunfo del poder real
sobre el poder señorial cuando en realidad sólo se produjo una disminución del poder señorial. Tan
sólo en el siglo XVIII se harán intentos serios de reducir los señoríos existentes.
Las relaciones del poder real con los señoríos han sido sintetizadas por J.A. Escudero de la siguiente
manera:
1 La tesis que señala la imposibilidad de la existencia de los dos poderes juntos, por lo que
considera que la presencia del poder señorial supone la inexistencia del Estado en la Edad
Moderna.
2 La tesis que señala la persistencia del régimen feudal en la Edad Moderna, en el que se apoyó la
monarquía ocasionando un feudalismo centralizado.
3 La tesis que parte de la coexistencia de un Estado absoluto con unos señoríos que comparten el
poder político, produciendo un Estado señorial absolutista.
4 La del profesor González Alonso, que señala la inexistencia de conflicto entre la admisión del
principio de soberanía real en coexistencia con las facultades jurisdiccionales señoriales, por
cuanto en última instancia pertenecen al rey. Identifica las facultades señoriales con grupos de
presión que, en ocasiones, tuvieron en jaque a la Corona.
II. 4. Delegación del Poder Real: Virreyes, Privados y Validos
El monarca, en determinadas ocasiones, se vio obligado a delegar el poder, apareciendo la figura del
Virrey. En determinada circunstancias, los monarcas débiles de carácter y poco expertos en el
gobierno, recurren a ceder el poder a personas de su máxima confianza. Surge así un personaje en
estrecha relación con el monarca y que será quien gobierne en su lugar: El Valido.
El Valido, o Privado, del monarca, es un precedente del Primer ministro y, aunque existía desde la
Baja Edad Media, desempeñará en la Edad Moderna (siglos XV y XVIII) un papel esencial en la
historia institucional, figura que absorbió competencias de algunos funcionarios, pese a no ser
estrictamente funcionarial.
Fue durante los reinados de los Austrias Menores (Felipe III, Felipe IV y Carlos III) cuando más
proliferaron estas figuras, hasta el punto de tener el control total del gobierno. El profesor Tomás y
Valiente señaló cómo eran dos las características propias del Valido: una estrecha amistad con el
monarca y la intervención en los asuntos de gobierno.
No se puede realizar la misma valoración de todos ellos: los Validos de Felipe III fueron preparando
el terreno, siendo en realidad el Valimiento del Conde-Duque de Olivares el que destaca sobre los
demás.
Esta institución, aceptada en un principio como un mal menor, fue pronto atacada por la nobleza,
que se preocupó de configurarla y, sobre todo, de establecer límites a la actuación de estos
personajes.
III.
LAS CORTES
Las Cortes fueron objeto de una evolución importancia durante esta época, si bien las Cortes
Castellanas tendieron hacia su decadencia sometidas al poder real, aunque siga siendo su
fundamento el Deber de Consejo.
No ocurrió lo mismo con las Cortes de la Corona de Aragón, que se configuraron en esta etapa como
órganos de resistencia y conservaron sus facultades legislativas.
Por lo que respecta a la composición de las Cortes, en Castilla, desde 1538, el rey decidió convocar
tan sólo a los representantes de las ciudades, ya que le interesaba que acudiera únicamente el
estamento que pagaba el servicio. Además los nobles y el alto clero, cuyos poderes habían pasado a
la Corona, no asistían a las Cortes.
En Aragón y Navarra, nobleza y alto clero aún estaban presentes en las asambleas de Cortes, pero en
Cataluña y Valencia sólo asistían en calidad de representantes de su brazo y de los intereses de éste.
Respecto al número de ciudades convocadas, en Castilla se redujo hasta 18 debido a la intención real
de limitar la representación del Reino y a que para las ciudades suponía una gravosa carga.
En Navarra y en la Corona de Aragón, el procedimiento fue inverso pues la asistencia de las
ciudades (Universidades) aumentó en la primera hasta 38 y en Valencia llegaron a ser más de 30.
La frecuencia de celebración de Cortes dependía de la voluntad del rey, si bien la tendencia fue
distanciar las reuniones. En Cataluña en el siglo XVI se celebrarían reuniones de Cortes cada siete
años, en Castilla, entre los siglos XV al XVII, cada tres años y en Navarra varió, pasando de
realizarse cada dos o tres años en el sgilo XVI, a cada diez años en el siglo XVIII.
La celebración de Cortes contaba con la presencia del Rey en Aragón, pero en Castilla el rey dejó de
asistir desde 1506, siendo presididas desde el siglo XVI por el presidente del Consejo de Castilla. En
Navarra presidía el Virrey o su representante.
Llegados al siglo XVII, se suprimieron las Cortes de Aragón, al incorporarse a las de Castilla,
formando las llamadas Cortes Nacionales, bajo la presidencia del Consejo de Castilla. Dejaron de
plantearse los agravios y las Cortes se limitaron a ratificar las decisiones reales, a la vez que
acordado en ellas debía recibir la sanción real.
La Diputación de Cortes es quizás el elemento más característico de este periodo. En Cataluña el
origen de esta institución está en la Diputación del General o de la Generalitat (órgano permanente
que actuaba entre la celebración de unas Cortes y las siguientes), que se había convertido desde el
siglo XV en un órgano político que actuaba frente al rey. En Aragón se creó, en 1412, una
Diputación del reino a imagen y semejanza de la catalana, y en Valencia otra en 1419.
En Navarra, la Diputación apareció en el siglo XV pero hasta 1576 no se organizó de forma
permanente.
La formaban un exiguo número de diputados nombrados por las Cortes. Entre sus competencias,
además de comprobar el cumplimiento de las leyes y de ocuparse de los subsidios, estaba la de
denunciar los Contrafueros y dar el Pase Foral o autorización para que las disposiciones dictadas
por el rey se aplicasen en el reino. Debían actuar de acuerdo con las instrucciones recibidas de las
Cortes.
En Castilla la Diputación de Cortes apareció tarde, no teniendo la importancia que tuvieron la s otras
al ser la Comisión o Cámara de los Millones la encargada de la recaudación del Servicio de Millones
(nombre que recibía la cantidad, expresada en millones de Maravedíes, que el reino concedía al rey
en Cortes) concedido por las Cortes.
TEMA 24
INSTITUCIONES POLÍTICO-ADMINISTRATIVAS (II)
LA ADMINISTRACIÓN CENTRAL
I.
EL OFICIO PÚBLICO Y SU CONTROL
Dada la acentuación de la práctica de venta de oficios va a ser esencial el desarrollo de mecanismos
de control del oficio público: Pesquisas y Visitas, si se producen durante el desempeño del cargo, y
Juicios de residencia, si el control se produce una vez finalizado el desempeño de l cargo. Estos
mecanismos de control también se trasladaron a las Indias.
La Visita se configura como la forma de control más utilizada y se presentará como una forma de
control sumamente eficaz en Indias.
Para su realización deben darse una serie de circunstancias como abuso de autoridad,
malversaciones de caudales, abandono del oficio o desobediencia al rey. La confirmación de los
cargos puede suponer el despido, el destierro e, incluso, la muerte.
La confusión entre la Visita y la Pesquisa desaparece en el siglo XVII. Para distinguirlas se acudió a
diversos factores como:

Considerar la visita como un procedimiento más amplio que la pesquisa, la cual estaba limitada
a las denuncias de particulares.

Considerar que la visita depura responsabilidades civiles y administrativas, mientras que la
pesquisa va dirigida a esclarecer aspectos relacionados con la jurisdicción criminal.

Considerar que el objeto de la visita eran los organismos y el de la pesquisa los oficiales.
B. González alonso ha presentado las características de la pesquisa en el siglo XVIII: La Pesquisa
va dirigida a inquirir sobre actos determinados, generalmente delictivos, realizados por oficiales, que
son denunciados por particulares y su tramitación supone la suspensión en el desempeño del oficio.
El Juicio de Residencia fue un procedimiento de control de la actividad de los funcionarios que se
realiza cuando termina el desempeño de la función. En este período lo más destacable de esta figura
es su extrapolación a las instituciones del Derecho indiano.
II.
EL RÉGIMEN POLISINODIAL: CONSEJOS Y JUNTAS
La Administración en la Edad Moderna presenta unas pautas de comportamiento sobre las que se
sustenta: el de flexibilidad administrativa de las instituciones, el de delegación y el de interrelación
de poderes.
Por encima de los tres principios y aglutinándolos, se situaría el principio de soberanía.
Precisamente es por la idea de que sólo el príncipe es soberano que los órganos de la administración
se van a hacer flexibles, para que éste pueda transformarlos a su voluntad según sus necesidades y
las fluctuaciones del gobierno. Como reflejo de esta idea se acudía a la delegación de funciones en
diversos órganos.
El deber de consejo es el que daba entelequia moral al principio de soberanía. De ahí que veamos
que está en la esencia , no sólo de las Cortes, sino en la de los Consejos y las Juntas.
II. 1. Los Consejos
Partiendo de los Consejos reales de Castilla, Aragón y Navarra, en el Estado Moderno se irán
desgajando de ellos otros Consejos según se vaya ampliando la Administración. El punto de partida
del sistema está en las Cortes de Toledo (1480), en que fue reorganizada la administración,
distinguiéndose entre la política exterior (sobre la que nacerá el Consejo de Estado), la justicia (que
quedará vinculada al Consejo de Castilla), las materias aragonesas (específicas del Consejo de
Aragón) y la hacienda (de la que se ocupará el Consejo de Hacienda).
Los Consejos fueron órganos consultivos, pero que asumirán funciones judiciales, legislativas o
administrativas según que participase, o no, el rey en las deliberaciones.
El Consejo Real de Castilla.
Su Presidente era la primera figura de la monarquía después del rey y precedía a los demás
consejeros, Las extensas competencias de este Consejo eran tanto consultivas, como gubernativas,
judiciales e incluso legislativas. Su competencia territorial se extendía al reino de Castilla.
Deriva de este consejo el Consejo de Cámara de Castilla, encargado de aquellos asuntos que atendía
el rey directamente.
También del Consejo de Castilla surgirá, en 1523, el Consejo de Indias. Sus competencias eran las
mismas que las del Consejo de Castilla pero para las Indias, regulando también el comercio, la
navegación y el tránsito hacia América. Del Consejo de Indias se desgajará el Consejo de Cámara
de Indias.
El Consejo de Aragón
Se institucionalizó en el reinado de Fernando el Católico (1494), sobre la tradición del Consejo Real
Aragonés, equivalente en Aragón al Consejo de Castilla, si bien menos importante.
Su competencia territorial y material se extendió a todos los asuntos de la Corona de Aragón,
actuando también como tribunal supremo para Valencia, Mallorca y Cerdeña. Su competencia
territorial se amplió al incorporarse Nápoles, Milán y otros territorios italianos, hasta que se fundó
un consejo específico.
El Consejo de Italia empezó a funcionar el año 1559, en que Felipe II le dio una planta u
organización idéntica a la del Consejo de Aragón. Su competencia se extendía a todos los negocios
referentes a Sicilia, Nápoles y Milán (excepto Cerdeña que continuó siendo competencia del
Consejo de Aragón), salvo los de Estado y Guerra, así como los de alta justicia (apelaciones o casos
expresamente reservados).
La incorporación de Flandes y Portugal a la Corona castellana supuso la creación de dos nuevos
Consejos: el Consejo de Flandes creado en 1588 en Madrid y que subsistiría incluso después de la
pérdida del territorio (1720) y el Consejo de Portugal, creado también en Madrid en 1582. Sus
competencias eran en cierta forma distintas a las de otros Consejos territoriales al entender de la
ejecución de asuntos de guerra, en coordinación con los Consejos de Estado y Guerra, y no gozar de
facultades judiciales.
El Consejo de Navarra, tenía su sede en Pamplona y era el competente para conocer de los asuntos
de Navarra, además de ser tribunal supremo de justicia. Asesoraba al Virrey en el gobierno del reino
y tenía facultades legislativas al poder dar autos acordados.
Junto a estos Consejos territoriales, existían otros tres con competencias en todos los territorios: EL
Consejo de Estado, el de Guerra y el de la Inquisición.
El Consejo de Estado actuaba independientemente de los demás y por encima de todos los
Consejos, dado que su misión era asesorar al monarca en todas las cuestiones de Estado o asuntos
graves, de ahí que no tenga competencias regladas, dependiendo de lo que el rey quisiese que
analizase.
Perdió importancia bajo los Borbones, sustituyéndose en 1787 por la Junta Suprema de Estado,
siendo restablecido en 1792.Estado.
El Consejo de Guerra deriva del Consejo de Estado, al introducirse en el mismo la práctica de
expertos militares que formasen parte de las reuniones que afectaban a temas militares.
El Consejo de la Inquisición, actuaba como tribunal de última instancia de las sentencias del
tribunal inquisitorial, siendo la máxima autoridad en materia de fe.
Hubo, por último, tres consejos que actuaban básicamente en Castilla y cuya competencia se
establecía en orden de la materia: El Consejo de Órdenes, el de Cruzada y el de Hacienda.
El Consejo de Órdenes se creó en 1499 por los Reyes Católicos para la administración de los
Maestrazgos de las Órdenes Militares de santiago, Calatrava y Alcántara, tras su incorporación a la
Corona, y tiempo después, el de Montesa (Aragón).
El Consejo de Cruzada creado en 1534 para administrar la bula de Cruzada, es decir, las gracias
espirituales concedidas por el Papa a los que con su persona o aportaciones contribuían a la lucha
contra el infiel. Tenía jurisdicción especial, exclusiva y suprema en todos los temas relacionados con
la bula. Lo suprimió Fernando VI.
El Consejo de Hacienda fue creado en 1523 sólo para la Corona de Castilla, sustituyendo en cierta
forma a las dos Contadurías Mayores (Hacienda y Cuentas), centralizando la materia. También tuvo
funciones judiciales al entender de los litigios de operaciones de la Tesorería general y de los litigios
del propio Consejo.
En general la organización de todos los Consejos era similar:

Al frente un gobernador o presidente, salvo en los Consejos de Estado y Guerra, en que el
presidente era el propio rey.

Estaban formados por consejeros togados (letrados) y los llamados “consejeros de capa y
espada” (nobles). Poco a poco los consejeros togados desplazarán a los de capa y espada.

El número de consejeros era variable, además uno o varios fiscales, así como una serie de
oficiales inferiores.
El sistema de Administración mediante Consejos recibe el nombre de Régimen Polisinidial.
II. 2. Las Juntas
Son Juntas “ad hoc”, o junta extraordinarias, es decir, reuniones de carácter temporal, carentes de
jurisdicción y, en principio, de regulación específica, convocadas por quien detenta el poder (rey o
valido) para que le asesorasen sobre una cuestión concreta, y que en un principio van a estar
formadas preferentemente con persona “especializadas” en la materia objeto de deliberación.
No obstante también existieron Juntas Permanentes que se configuraban (de hecho recibían esa
denominación) como tribunales permanentes de la Corte caracterizados por su intemporalidad, es
decir, que no se extinguían una vez que dictaminaban sobre un asunto, sino que permanecía para
entender de todos los asuntos similares.
Estos grandes organismos, con el tiempo, adquirieron perpetuidad y configuración jurídica, llegando
muchos de ellos a tener el carácter de Juntas Supremas y a gozar de una gran importancia en el
engranaje administrativo moderno.
Por último estaban las Juntas de Gobierno, que eran órganos intermedios que presentan rasgos de
intemporalidad, pero que carecían de los caracteres de colegiación y jurisdicción que las diferencian
de las Juntas permanentes.
III.
LOS SECRETARIOS DEL REY
III. 1. Los Secretarios de Estado
Cada Consejo tenía un Secretario cuyo papel comenzó a resaltar: Cuando Carlos I dejó de asistir al
Consejo de Estado, el Secretario del Consejo de Estado se convirtió en una figura puente entre el
rey y el Consejo. De hecho era el secretario quien transmitía al Consejo los temas que el rey quería
que se debatieran y, al finalizar las deliberaciones, le informaba. El Secretario de Estado pasó a ser
así la persona de máxima confianza del rey.
El propio Carlos I reguló el cargo en 1551, determinando las competencias y dividiendo la
Secretaría de Estado en dos: la Secretaría de Estado para Asuntos del Norte y la Secretaría de Estado
para los Asuntos de Italia.
III. 2. Los Secretarios Privados y el Secretario del Despacho Universal.
Junto a las Secretarías de Estado aparecieron las Secretarías Privadas, configuradas como secretarías
personales del rey, que llegaron a reunir, en ocasiones, competencias importantes.
Al llegar al siglo XVII el despacho directo con el rey quedaría reservado a los Validos. De ahí que el
Secretario de Estado viera reducida su labor a la de ser secretario del Consejo de Estado.
Por otra parte, al ser el Valido una persona que pertenecía a la nobleza, el despacho de los papeles se
dejó a los Secretarios del Despacho Universal, encargados de centralizar toda la documentación
procedente de los Consejos. Gracias a su eficaz labor se pudo evitar el desmembramiento de la
maltrecha Administración central. Ridiculizados por sus contemporáneos fueron llamados
“plumillas” y “covachuelistas”, pasaron desapercibidos políticamente, pero cargaron con todo el
peso de la Administración.
III. 3. Las Reformas Borbónicas
Los Secretarios del Despacho vieron su puesto revalorizado con el cambio de dinastía, pasando a
llamarse Secretarios de Estado y del Despacho. La revalorización de sus funciones se inició en 1705
cuando Felipe V multiplicó las Secretarías.
La reforma consistió en una progresiva división por materias, y de ella resultarán: La Secretaría de
Guerra, la de Gracia y Justicia y la de Marina e Indias, quedando la de Hacienda en manos de un
Superintendente.
Estos Secretarios del Despacho fueron absorbiendo las funciones de los Consejos hasta convertirse
en personales tan importantes que el nombre de Ministros (que se aplicaba a cualquiera que
perteneciese a un Consejo) quedaría reservado para ellos.
En 1787 fue creada la Junta Suprema de Estado, que reunía a los Secretarios de Despacho, y que era
presidida por el primer Secretario de Estado. ESTE ÓRGANO SERÁ EL ORIGEN DEL CONSEJO
DE MINISTROS.
TEMA 25
INSTITUCIONES POLÍTICO-ADMINISTRATIVAS (III):
LA ADMINISTRACIÓN TERRITORIAL Y LOCAL
I.
LA ADMINISTRACIÓN TERRITORIAL
Los Reyes Católicos acometerán una reforma profunda en la Administración territorial que sometió
a los adelantamientos (división territorial existente en Castilla) a una mayor rigidez. En la Corona
de Aragón se conservó el sistema virreinal, que se extenderá a otros territorios.
Esta será básicamente la Administración territorial desarrollada por los Austrias. La organización
territorial no se uniformizó y centralizó hasta el tiempo de los Borbones, momento en el que se
unificó el sistema, excepto en Navarra y en los territorios vascos.
I. 1.
Virreinatos, Provincias e Intendencias.
Dada la incorporación de nuevos territorios, el rey no podía estar en todos a la vez, de ahí que
hubiera de ser sustituido en determinados territorios por unos delegados que actuasen en su nombre.
Estos personajes fueron denominados Virreyes, también Regentes, Lugartenientes o Gobernadores,
en los territorios que gobernaban en nombre del rey.
El sistema virreinal quedó fijado en la Corona de Aragón antes que en ningún otro territorio
peninsular. Allí el ordenamiento territorial quedaría integrado por los virreinatos de Cataluña,
Aragón, Valencia y de Nápoles. Carlos III extendería esta estructura al resto de la monarquía,
excluido el reino de Castilla que, por su parte, cada vez contaba con menos Adelantamientos.
Los Virreyes eran elegidos por el monarca, en principio por un período de tres años (período que
variará con el tiempo) y le representaban como si fuese él mismo, por lo que, en teoría, sus
facultades eran similares. Cuando accedían al cargo recibían unas Instrucciones en las que se les
orientaba sobre el modo de proceder y se indicaban las acciones que tenían prohibidas. Debían
respetar las instituciones del territorio al que eran destinados. Al ser meros representantes del rey,
sus facultades cesaban cuando éste entraba en ese territorio.
Los Virreyes actuaban en todo el territorio controlando a las autoridades inferiores, así como la
Hacienda, siendo nombrados, en ocasiones, Capitanes Generales, si entre sus funciones se contaban
las militares. No tenían competencia en materia de Justicia, la cual quedaba reservada a las
Audiencias y a los Consejos.
Con la idea de que era el primogénito del rey quien debía ser Gobernador General del territorio, se
hizo necesario que éste fuese representado por otro delegado, apareciendo la figura de los Gerents o
Portaveus en Cataluña, Valencia y Mallorca, y Regente de la general Gobernación en Aragón, que
se encontraban subordinados al Virrey, si bien eran competentes en materias civiles y criminales
contando con su propio tribunal. Actuaba como suplente del Virrey en ausencia del mismo
recorriendo las Vegueries.
En León y Castilla se extenderá la práctica de dividir las circunscripciones territoriales en distritos
administrativos más pequeños: los Corregimientos. No obstante los Adelantamientos no
desaparecieron totalmente aunque, a veces, quedaron asimilados a los Corregimientos.
Por lo demás, permanecieron de etapas anteriores las Juntas en Aragón, los Justiciazgos en Valencia
y las Veguerías en Cataluña.
Tras los decretos de Nueva Planta, fruto de la tendencia a la concentración del poder real, los
virreinatos desaparecieron (excepto en Navarra), hablándose de Provincias, término que entonces
tenía un significado distinto del actual, al aplicarse a cualquier división administrativa, fiscal o
judicial.
En el siglo XVI se instituyeron 18 provincias (una por cada ciudad y villa con voto en Cortes).
Floridablanca, en 1785, estableció una división provincial que alcanzó 48 provincias.
También se crearon unas circunscripciones territoriales llamadas Capitanías Generales, a cuyo
frente se situaba un Capitán General, máximo jefe militar, con facultades políticas, económicas y
gubernativas.
Junto a los capitanes generales aparecen los Intendentes, cuyas competencias estuvieron en principio
referidas a temas fiscales. La figura del intendente se creó en 1711 en la Corona de Aragón, desde
donde se extendió al resto de la península, aunque se han señalado como precedentes más remotos la
figura de los superintendentes.
Las funciones de estos intendentes se centraban, esencialmente, en la Hacienda (impuestos) y la
guerra (abastecimiento de los ejércitos), pero se extendían a la policía y a la justicia.
Esta bifuncionalidad hace que haya que distinguir entre Intendentes del ejército, o militares e
Intendentes de Provincia. Carlos III separó los cargos quedando las tareas de justicia y policía en
manos de los Corregidores y las de Hacienda y guerra en las de los Intendentes.
Capitanías e Intendencias estaban subdivididas en distritos o partidos que, en cierta forma, eran una
continuación de los Corregimientos.
Se considera que la Intendencia sustituye al Virreinato y prepara la organización provincial que se
establecerá en el siglo XIX.
I. 2.
La Administración Territorial de las Indias
La Administración territorial indiana fue fruto de una larga evolución que se inició con los poderes
atribuidos a Colón en las Capitulaciones de Santa Fe de 1492. En virtud de los mismos, los Reyes
Católicos concedieron a Colón el gobierno y la jurisdicción de los territorios que descubriera,
nombrándole Almirante de la Mar Océana, Virrey y Gobernador General.
La gran extensión de los territorios americanos hizo que pronto se organizasen allí del Virreinatos:
el de Nueva España (1535) y el del Perú (1542).
En el siglo XVIII los Borbones segregaron el Virreinato del Perú, creando el de Nueva Granada
(1718), el del Rio de la Plata (1778), la Comendación General de las Provincias Internas (1176) y la
Capitanía General de Venezuela (1777).
Estos Virreinatos tenían las mismas características que los peninsulares, existiendo a su frente un
virrey que, por razones obvias, tenía más poder al ser más difíciles las comunicaciones. Este virrey
era también Gobernador, Presidente de las Audiencias, Capitán General con plena soberanía y
facultades legislativas y ejecutivas, como las de suspender o modificar disposiciones. El período de
duración de su mandato era de tres años prorrogables a cinco, aunque a veces tuvieran una duración
indeterminada. El cargo era objeto de fiscalización por parte de los visitadores y/o de los
pesquisidores reales y estaban sometidos a Juicio de Residencia.
A finales del siglo XVIII (1786) las facultades de los virreyes disminuyeron por la introducción en
Indias de la figura del Intendente. También en Indias surgieron Adelantamientos y Gobernaciones
en las que el adelantado era gobernador de su jurisdicción.
Por otra parte, los Virreinatos se dividieron a su vez en distritos o provincias pudiéndose hablar de
varias clases de provincias:

Provincias Virreinales: El Virrey era Gobernador, presidente de la Audiencia y Capitán general.

Provincias Audiencias: En las que el Presidente de la Audiencia era Gobernador y Capitán
General.

Gobernaciones: Regidas por un Gobernador, que a la vez era Capitán general, pero que no tenían
Audiencia.
Las provincias se dividían en distritos de varios municipios que podían ser gobernaciones,
corregimientos o alcaldías mayores.
Las Intendencias se implantaron en las Indias por la Instrucción de 1782 para el Rio de la Plata, que
en 1787 se extendió al Perú y, después, al resto de territorios, excepto Nueva Granada. Los
Intendentes tenían muy amplias facultades: Hacienda, justicia, gobierno civil, guerra y vicepatronato
regio.
Por último destacar la existencia de los llamados “Pueblos de indios” o “Reducciones”, colonias
donde los misioneros residían junto a los indios en terrenos exentos dirigidos por un cura doctrinero
o sotocura, con oficiales municipales elegidos por la población y aprobados por el corregidor.
II.
LA ADMINISTRACIÓN LOCAL
La Administración Local de la Edad Moderna es una evolución de la medieval con pocas
variaciones.
II. 1. El Municipio
Desde el reinado de los Austrias se hace patente la decadencia del Municipio Castellano, al perder
su carácter autónomo por efecto del fuerte control del poder real.
El pueblo casi no intervenía en la elección de los cargos que pasaron a ser de nombramiento real o
vendidos por el propio concejo.
El municipio castellano suponía la confluencia de tres instituciones: el Regimiento, el Ayuntamiento
o Cabildo, y el Corregimiento. Los municipios estaban sometidos al Consejo de Castilla, que
aprobaba sus Ordenanzas municipales, entendía de las apelaciones a sus acuerdos y fiscalizaba su
hacienda.
Durante la Baja Edad Media, el Ayuntamiento asumió funciones que correspondían al Concejo
abierto, situándose al frente del municipio.
El Regimiento estaba formado por un número variable de regidores (si bien solían ser 24, de ahí que
se les llame Caballeros veinticuatro). Ya en el siglo XIV los regidores eran nombrados por el rey,
siendo un cargo vitalicio, o en ocasiones hereditario. Desde el reinado de Carlos I los cargos podían
ser enajenados, excepto los jurisdiccionales.
En el siglo XVI se intentará que los cargos fuesen anuales y que los Cabildos o Ayuntamientos los
comprasen a las oligarquías, además de reducir el número de oficios, pero no se llevo a la práctica.
El Regimiento va a ser controlado a través del Corregimiento, que se convertirá en el eje de la
Administración local. Fueron los Reyes Católicos los que enviaban Corregidores a los municipios
más importantes para sustituir a los Alcaldes de fuero.
Los Corregidores compartían con los Regidores la actuación y el poder municipal, al ser quienes
presidían las sesiones del Ayuntamiento. Entre sus competencias estaban: la Administración de
justicia, excepto en los casos de Corte, el mantenimiento del orden en la ciudad y en el
corregimiento, la defensa de la jurisdicción real frente a la señorial y, en caso de guerra, era el jefe
de las milicias de la ciudad.
El Consejo de Castilla era el superior de los corregidores, pudiendo apelarse las decisiones de éstos
ante aquél como ante la Audiencia. Eran elegidos por el rey, por un período de uno, tres o cinco
años y estaban sometidos al juicio de residencia.
En el caso de que el Corregidor no fuese letrado se le nombraban, a veces, dos Alcaldes Mayores
togados, uno para la jurisdicción civil y otro para la criminal.
Para completar la intervención municipal estaban los jurados o síndicos que eran elegidos por el
pueblo y que con su asistencia a las sesiones controlaban la actividad de los regidores, no obstante,
su influencia fue tan escasa que llegaron a desaparecer.
En los municipios señoriales, el señor era el corregidor de todos los municipios de su señorío. Allí el
Ayuntamiento proponía al señor los Alcaldes ordinarios y demás oficios del concejo para que
procediera a nombrarlos.
En los municipios Navarros y Aragoneses, aún conservando su propia estructura
político-administrativa, existió una mayor dependencia del poder real.
Así en Aragón, Fernando el Católico introdujo una serie de reformas en el municipio de Barcelona
que hicieron que perdiera su carácter democrático al sustituir el sistema de elección por el de sorteo
(insaculación)
También varió la composición del Consell de Cent barcelonés, que pasó a estar formado por 114
miembros, estableciéndose que de los cinco Consellers o magistrados supremos, tres debían ser
ciutadans (pertenecientes al patriciado urbano), uno mercader y uno artesano o menestral.
II. 2. Reforma Municipal a partir de Felipe V
Tras los Decretos de Nueva Planta, la organización municipal castellana fue trasplantada a la Corona
de Aragón, que perdió la suya propia, siendo gobernada cada ciudad principal por un corregidor
nombrado por el rey. La Veguería fue sustituida en Cataluña por el Corregimiento.
Barcelona estaba regida por un corregidor y un Ayuntamiento compuesto por 24 regidores y lo
mismo ocurrió con el resto de las ciudades, si bien el número de sus regidores fue de ocho. No
obstante, subsistieron los batlles, que eran nombrados por la Audiencia. Al aparecer los Intendentes,
éstos en ocasiones, asumieron las facultades de los corregidores
En Valencia también el justiciazgo quedaría sustituido por el corregimiento. En Mallorca, en
cambio, casi ni se alteró su organización municipal. A Navarra y el País Vasco se les respetó su
organización municipal.
Carlos III intentó suprimir el carácter patrimonializado de los oficios municipales, iniciando una
serie de reformas en 1766, que supusieron un germen de democratización del municipio, al admitir
el acceso de las clases inferiores a los cargos municipales. Introdujo, además, dos instituciones
nuevas en la vida municipal: los Diputados del Común y los Síndicos Personeros.
a) Los Diputados del Común: De número variable su misión consistía en fiscalizar los servicios de
abasto, contando con potestad disciplinaria.
b) Los Síndicos Personeros: Sustituyó al Procurador General del Síndico en su labor de defensa de
los intereses de la comunidad en el Ayuntamiento.
Ambos cargos eran nombrados por mediante un sistema de elección en segundo grado, mediante
compromisarios.
Por su parte las grandes ciudades se dividieron en barrios, que eran vigilados por los Alcaldes de
barrio.
Las reformas Borbónicas tendieron además a lograr un mayor control central de la Hacienda local.
Así Fernando VI, en 1751, ordenó que los municipios enviasen sus cuentas anualmente a la Cámara
de Castilla y Carlos III, en 1760, dio una orden en el sentido de que el Consejo de Castilla
inspeccionase las Haciendas locales mediante una Contaduría General de Propios y Arbitrios.
II. 3.
El Municipio Indiano
El Municipio Indiano se organizó de acuerdo con el modelo peninsular, siendo trasplantada a las
Indias la organización municipal castellana, que se adaptó a las peculiaridades de los nuevos
territorios.
La conquista de América obligó a los colonizadores a fundar cierto número de ciudades. En la
fundación de estas nuevas ciudades podemos distinguir entre pueblos de españoles y pueblos de
indios (Reducciones).
Respecto de los pueblos de españoles, se puede hablar de ciudades metropolitanas o diocesanas y
de ciudades sufragáneas o villas y lugares. Cada ciudad constituyó un municipio en el que existía
un Cabildo local o regimiento bajo el gobernador del territorio (Corregidor en Perú y Alcalde Mayor
en México).
Respecto de las funciones del Cabildo, intervenía en la redacción de sus propias Ordenanzas
municipales, en la elección de los cargos, el reparto de tierras y, en general, en cualquiera de las
funciones propias de un Ayuntamiento castellano y, judicialmente, era la segunda instancia de las
apelaciones de los alcaldes ordinarios del municipio.
Por su parte los Pueblos de indios o reducciones, presentaban una serie de peculiaridades: A veces
estaban divididos en cercados o barrios, y el cabildo estaba formado por dos alcaldes de indios y un
número indeterminado de regidores. Junto a ello, en algunos pueblos de indios, figuraba un
corregidor español. Existían una serie de figuras peculiares como los Caciques -que eran los jefes
indígenas de los indios-, el Tucuirico (“el que todo lo ve”) -que era un indígena que pasaba por las
reducciones controlando la actividad del cacique-, y, por último, el Cura Doctrinero -que era el
sacerdote español encargado de adoctrinar a los indios de la reducción-.
TEMA 26
INSTITUCIONES POLÍTICO-ADMINISTRATIVAS (IV):
LA ADMINISTRACIÓN DE JUSTICIA, LA IGLESIA, LA HACIENDA, EL EJÉRCITO
1.
LA ADMINISTRACIÓN DE JUSTICIA
En las Cortes de Toledo de 1480, la Administración de justicia se reorganizó estableciéndose una
Sala de Justicia en el Consejo Real de Castilla. Este sería el inicio de las reformas y de la aparición
de toda una serie de Audiencias en España e Indias.
La característica principal de la Administración de justicia en esta etapa fue la imposibilidad de
cualquier actuación judicial privada, por considerarse que la justicia era una facultad propia del
Estado, cuyo ejercicio se atribuyó a los oficiales públicos, lo que conllevó la generalización del
procedimiento inquisitivo, que desde el siglo XIII había venido sustituyendo al acusatorio.
Para ello, los Reyes Católicos, en 1480, crearon la figura de los procuradores fiscales cuyo cometido
era realizar las acusaciones en las Chancillerías y Audiencias.
La tendencia generalizada fue la presencia, en los cargos de la Administración de justicia, de
expertos en Derecho, jueces togados que van, paulatinamente, desplazando a los nobles y a los
jueces no letrados (de capa y espada). Sólo subsistieron como jueces no togados los alcaldes
ordinarios y los alcaldes de fuero.
Esta presencia de expertos en derecho también se notó en la asistencia a los juicios, de un lado con
la generalización de la figura del abogado (procedente del antiguo adsertor, advocato o vocero), los
cuales se organizaron en Colegios o corporaciones desde el siglo XVI, y, de otro lado, con la
asistencia de los procuradores, antiguos personeros, que representan a las partes en juicio y cuyas
funciones se regularon en 1495.
Es esencial en esta nueva administración, el carácter centralizador que reviste.
1. 1.
La Jurisdicción Ordinaria: Jueces, Audiencias y Chancillerías. Audiencias en Indias.
Tres fueron los grados en que se estructuró la jurisdicción ordinaria en la Edad Moderna:
I.
La Jurisdicción Superior, ostentada por el Consejo Real de Castilla.
II.
La Jurisdicción Intermedia, o segunda instancia, ubicada en las Chancillerías y Audiencias con
competencia sobre un determinado territorio.
III.
La Jurisdicción Inferior, o primera instancia, que correspondía a los corregidores, alcaldes
mayores, alcaldes ordinarios, veguers y batlles.
I.
Jurisdicción Superior: La justicia suprema quedaba reservada al rey y su Consejo. Cada vez
con más frecuencia el rey dejará de participar directamente en la administración de justicia,
siendo el Consejo el encargado de realizarla (tanto el Consejo Real de Castilla, como el
Consejo de Indias en su territorio de actuación).
El Consejo de Castilla, desde el siglo XVII, se dividió en Salas, tres de las cuales eran de
justicia. Su competencia era amplísima, estando facultado para avocar para sí el conocimiento
de cualquier asunto.
En primera instancia sólo entendía en casos de Mayorazgos y conflictos de competencias entre
tribunales, configurándose fundamentalmente como Tribunal Supremo.
Para que los asuntos le llegasen en segunda suplicación, la cuantía de los mismos debía ser
superior a 3.000 o 4.000 doblones. En primera suplicación sólo entendía de ciertos asuntos y
previo depósito, por parte del demandante, de 1.500 doblas, razón por la que se denominó a
esta sala “Sala de Mil y Quinientas”.
También entendía de las apelaciones de los asuntos producidos en veinte leguas a la redonda
del lugar en que se encontraba la Corte.
Por lo que respecta al Consejo de Indias, también fue Tribunal Superior. Desde 1524 entendía,
en primera instancia, de pleitos sobre repartimientos de indios y, en apelación, de las causas
civiles cuantiosas y de las criminales falladas por la Casa de Contratación y el Consulado de
Sevilla. De todos estos asuntos era la última instancia o segunda suplicación.
II.
Jurisdicción Intermedia: Las Chancillerías y Audiencias fueron los tribunales intermedios
supeditados al Consejo Real, las cuales eran iguales jurisdiccionalmente, aunque las
Chancillerías de Valladolid y Granada tenían una competencia algo más amplia que las
Audiencias.
Estaban presididas por un Presidente y tenía oidores, que enjuiciaban las causas civiles, así
como Alcaldes del Crimen, que se encargaban de los asuntos penales.
Las Chancillerías se dividían en cuatro Salas de lo civil, una de Alcaldes del crimen y una de
Hijosdalgo. En la Chancillería de Valladolid había también una Sala de Vizcaya, en la que el
Juez Mayor de Vizcaya entendía de las apelaciones de las causas del País Vasco.
En cuanto a su competencia, entendían, en primera instancia de aquellos supuestos especiales
que hemos visto que les estaban reservados y, en apelación, en las causas procedentes de las
Audiencias.
Por su parte las Audiencias se dividían en una o dos Salas de lo Civil y una de Alcaldes del
crimen. Entendían en primera instancia de los casos de Corte, de herejías y de asuntos
producidos en cinco leguas a la redonda. En apelación entendía de los asuntos civiles y
criminales fallados en primera instancia por un juez inferior. De sus sentencias cabía apelación
a la Chancillería en los casos en que se hubiese impuesto una pena de muerte, entendiendo la
propia Audiencia de las apelaciones de lo civil en procedimiento de revisión, excepto si
excedían de determinada cuantía, a partir de la cual entendía la Chancillería.
De las sentencias de la Chancillería y Audiencias cabía apelación al Consejo de Castilla
consignando, como ya hemos visto, una cantidad establecida.
La Casa de Contratación de Sevilla tuvo jurisdicción, en primera instancia y civilmente, para
aquellos casos de protección del comercio y Real Hacienda de Indias y, criminalmente, en los
casos de delitos cometidos durante la navegación. A partir del siglo XVI se puede considerar
como una Audiencia más.
Por lo que respecta a la Corona de Aragón, existían Audiencias en Aragón, Cataluña y
Valencia, creándose la de Mallorca en 1571.
La Audiencia de Aragón se reorganizó en 1528, entendiendo sólo de apelaciones. Junto a ella
estaba la jurisdicción del Justicia Mayor de Aragón, pero los disturbios sucedidos durante el
reinado de Felipe II supusieron que el Justicia Mayor de Aragón quedase bajo la autoridad del
Justiciazgo (Audiencia).
La Audiencia en Cataluña fue reorganizada en 1493 por los Reyes Católicos, nombrándose
Doctors para los asuntos civiles y Jutges de Cort para los criminales. La Audiencia se
estructuró en dos Salas de lo civil y una de lo criminal, que en 1564 fue sustituida por un
Consell Reyal Criminal. Cada Sala entendía en suplicaciones de las sentencias de la otra sala y
las revisiones se llevaban al pleno. En 1585 se creó una tercera Sala y se suprimió el Consell.
Los Decretos de Nueva Planta sustituyeron el modelo aragonés implantando el castellano.
Felipe V situó al frente de todas las Audiencias de Aragón a los Capitanes Generales por él
designados.
Este monarca reorganizó también los Alcaldes de Casa y Corte, creados para los asuntos
criminales en las ciudades donde se encontrase la Corte y que formaban parte de la Sala de
Casa y Corte del Consejo de Castilla, siendo competentes, en primera instancia, de todos los
delitos cometidos en cinco leguas a la redonda y en los asuntos criminales fallados por jueces
inferiores, así como de los civiles que no excediesen de determinada cuantía. Con ello la Sala
de Casa y Corte se convirtió, de hecho, en una Audiencia para Madrid.
Carlos III dividió las circunscripciones de las Audiencias en quarteles o distritos, surgiendo
los alcaldes de quartel. A su vez, el quartel se dividió en barrios, encomendándose su control
a los alcaldes de barrio.
III.
Jurisdicción Inferior: En primera instancia estaban los jueces locales, cuya principal figura,
desde los Reyes Católicos, será el Corregidor -juez ordinario civil (excepto asuntos de
determinada cuantía) y criminal (excepto los casos de Corte), de primera instancia en el
corregimiento si era letrado. De no serlo designaba dos alcaldes mayores togados, uno para lo
civil y el otro para lo criminal.
En la Corona de Aragón eran los Veguers, Batlles y justicias locales los que administraban
justicia. Las reformas de Felipe V, con los Decretos de Nueva Planta, supusieron extender a
Aragón la figura del corregidor.
Cuando aparecieron los Intendentes de provincia, fueron los que asumieron las funciones de
los Corregidores
Audiencias de Indias
El sistema de audiencias fue trasplantado a las Indias de forma que durante los siglos XVI y XVII
cada Virreinato aparecía dividido en Audiencias, que eran presididas por el Virrey o, en su caso, por
el Capitán General.
La primera Audiencia se creó en Santo Domingo (1511), a la que siguió la Audiencia de México
(1527). Desde entonces la creación de nuevas Audiencias se fue produciendo conforme avanzaba la
conquista.
Las primeras Ordenanzas que regularon las Audiencias datan de 1528. En ellas se regulaba la
residencia, el territorio jurisdiccional y los funcionarios y magistrados de la Audiencia de México.
No obstante, la peculiaridad de las Audiencias en Indias se centra en que eran diferentes, en su
composición y actuaciones, a las españolas. No sólo eran los órganos supremos para la justicia en
las Indias, sino que también fueron un órgano de control y de gobierno que actuaba junto al Virrey.
Con todo, su función primordial fue la administración de justicia.
1. 2.
Jurisdicciones Especiales
Tres son las jurisdicciones extraordinarias admitidas y reconocidas por el poder público en la Edad
Moderna: La jurisdicción señorial -que tiende a restringirse-, la Jurisdicción eclesiástica (común y
de la Inquisición) y la Jurisdicción mercantil.
Jurisdicción Señorial
Algunos señores mantuvieron la jurisdicción civil y criminal en sus señoríos, aunque esta facultad
fue restringiéndose con el tiempo y estuvo sometida, en todo momento, a la fiscalización del Estado.
No eran los propios señores los que administraban justicia directamente, sino que nombraban
Alcaldes ordinarios en cada localidad, de cuyas sentencias cabía apelación al señor (que en
definitiva actuaba en el señorío como si fuese el Corregidor). En última instancia cabía apelación al
Consejo Real.
En el reino de Aragón, desde el siglo XVI, se amplió el número de casos de competencia real. Los
Decretos de Nueva Planta supusieron que los señoríos Aragoneses se rigiesen por las mismas
disposiciones que los castellanos.
Jurisdicción Eclesiástica
En cada Diócesis el obispo era el competente, tanto de los asuntos religiosos como del Privilegium
Fori.
Dado que se empezaron a producir intromisiones de los Obispos en los asuntos que no eran de su
competencia, desde 1525 se admitió, en Castilla, que las partes apelaran al Consejo de Castilla, o a
las Audiencias, interponiendo un Recurso de Fuerza. El Tribunal civil no se pronunciaba sobre la
sentencia pero podía revocarla o confirmarla, en virtud de si se había observado, o no, la existencia
de vicios.
Junto a ello se admitió el Tribunal de la Nunciatura (que venía funcionando de forma permanente
desde 1537), tribunal que en 1771 se transformó en el Tribunal de la Rota, formado por seis jueces
nombrados por el Papa a propuesta del Rey.
Junto a la jurisdicción eclesiástica ordinaria, ya vista, pero independientemente de ella, surgió la
jurisdicción del Tribunal de la Santa Inquisición (Castilla 1478) para descubrir los casos de herejía y
castigarlos. Este tribunal se organizó, en muy poco tiempo, en un modo distinto, dependiendo
directamente de la autoridad real.
El Santo Oficio estaba formado por el Inquisidor general, que estaba a su cabeza, por varios
inquisidores y familiares de la fe, que se encargaban de asuntos de la fe católica y de la defensa de
la religión.
Como organismo encargado del control de todo el engranaje, se creó, en 1484, el Consejo Supremo
de la Inquisición, que entendía de las apelaciones a las sentencias de los tribunales inquisitoriales.
El Tribunal de la Inquisición entró en decadencia en el siglo XVIII por las intromisiones del poder
real.
Jurisdicción mercantil
Quedó reservada a los Consulados de Comercio, que cumplían las funciones de tribunales
mercantiles. Al frente de los Consulados había un Prior y varios Cónsules, elegidos por los
comerciantes. Juzgaban en primera instancia los asuntos mercantiles y los fraudes entre
comerciantes, cabía apelación al Corregidor y después as Intendente de la provincia.
El Consulado del Mar de Barcelona también tuvo carácter de juez de primera instancia. Junto a él,
desde el siglo XVIII, apareció un Juzgado de Marina, encargado de los asuntos civiles y criminales
del comercio marítimo de los que no entendía el Consulado del Mar.
2.
LA IGLESIA Y EL ESTADO
En esta época la Iglesia fue configurándose como un Estado y adaptando a ello sus instituciones,
hasta el punto de que el Vaticano enviará un Nuncio, o representante diplomático, a cada uno de los
Estados.
La Nunciatura se organizó en varias secciones, siendo una de gracia y otra de justicia y funcionando,
ésta última, como tribunal de primera instancia en ciertas causas, y de apelación en el resto, hasta la
llamada Concordia Fachinetti (siglo XVII), que mermó sus facultades a favor de las de los Obispos.
Los órganos de gobierno de las Diócesis fueron:
1 El Cabildo Catedral, que se configura como órgano asesor del Obispo, tenía un peso
importante en el gobierno de la Diócesis al contar con su propio patrimonio llamado Mesa
Capitular. Fundamentalmente intervenía cuando el Obispo se encontraba ausente o dejaba su sed
vacante.
2 El Obispo, verdadera autoridad de la Diócesis, las cuales se potenciaron al atribuirles la facultad
de intervenir en los asuntos que antes estaban mediatizados por el Cabildo Catedral. Los Obispos
eran nombrados por el Papa pero existía un Derecho de Presentación del monarca al Papa.
3 La diócesis estaba dividida en Parroquias, a cuyo frente se situaba un Párroco. En ocasiones
estas parroquias se agrupaban en un Arciprestazgo o arcedianato, que se encontraba dentro de la
Diócesis.
4 Junto a las Diócesis existieron los llamados Territorios Exentos y las Jurisdicciones
privilegiadas, que son territorios controlados por otras dignidades eclesiásticas. El ejemplo más
claro de jurisdicción privilegiada son la Órdenes Militares.
La Iglesia contaba con una riqueza patrimonial proveniente de su propio patrimonio y de las
aportaciones económicas que recibía. Su patrimonio se encontraba muy consolidado debido a la
gran afluencia de territorios procedentes de donaciones de particulares y de las rentas que dichas
posesiones producían. Patrimonio que se vio incrementado en los siglos XVI y XVII
Respecto a las rentas eclesiásticas, destacar las Primicias (primeros frutos de cada cosecha) y los
Diezmos, siendo estos últimos una fuente esencial de ingresos de la Iglesia, ya que no desaparecería
hasta el siglo XVIII.
3.
LA ADMINISTRACIÓN DE HACIENDA
La Hacienda se diversifico en la Edad Moderna, debido a la complejidad de organismos, a la
amplitud del territorio y al aumento de los gastos del Estado.
3. 1.
Caracteres Generales
Las Contadurías Mayores de Hacienda y de Cuentas quedaron bajo el control del Consejo de
Hacienda, que asumió sus funciones. Desde 1602 englobaron en su trayectoria a otros órganos que
tuvieron funciones financieras, como la Junta de Millones.
Desde 1687 un Superintendente General de Hacienda dirigía la administración de Hacienda,
ramificándose por los territorios mediante Superintendentes de provincia. Por su parte los
Corregidores se encargaron de asumir la administración de las Haciendas locales.
El reinado de Felipe V supuso una reorganización de la administración financiera. En 1709 creó el
cargo de Veedor general y Superintendente de todos los Negocios de la Nación, que en 1726 pasó a
ser Secretario de Estado y Superintendente de Hacienda, asumiendo las funciones del Consejo de
Hacienda. Por debajo de este secretario se encontraba el Tesorero General, a cuyo mando trabajaban
los Intendentes de Provincia.
La recaudación de impuestos y rentas era realizada mediante el sistema de arrendamiento, pero,
dados los abusos que conllevaba, fue sustituido por el de Encabezamiento, sistema que consistía en
dividir el importe a recaudar por cabezas, encargándose cada municipio de su recaudación.
3. 2.
Impuestos, Regalías, Servicios y Juros
El Patrimonio real fue una importante fuente para los recursos ordinarios, fundamentalmente a
través de las rentas de los territorios de la Corona. Este patrimonio tuvo momentos de esplendor,
como en el reinado de los reyes Católicos, no ocurriendo así bajo los Austrias.
Los impuestos directos tenían distinto fundamento, pues unos se satisfacían por parte de
determinadas clases sociales (derecho de lanzas) y otros por obtener determinados beneficios (media
annata). Los impuestos directos más importantes eran:
1 El Impuesto de Hermandad, pagado para mantener a la Santa Hermandad.
2 La Renta de Población, pagado por los repobladores de las tierras abandonadas por los moriscos.
3 La Contribución de Paja y Utensilios, creada por los Borbones para toda España, así como el
Real Catastro para Cataluña, que pagaban los propietarios de casas y tierras y los que obtenían
rentas del comercio.
4 El Subsidio de Galeras, pagado por los clérigos para armar las escuadras contra el infiel. La
Renta del Excusado, diezmo que pagaba la casa más rica de cada parroquia. La Bula de la Santa
Cruzada, que se pagaba para no ir a luchar contra el infiel.
Los impuestos indirectos procedían, esencialmente, de la Edad Media y eran el Peaje, Portazgo,
Pontazgo, Servicio y Montazgo (posteriormente Renta de las Lanas). Pero algunos se englobaron en
las Rentas Provinciales, como la Alcabala (10% del valor de las ventas).
Quizás la fuente de ingresos más importante fueron las Regalías que aumentaron por la
incorporación de las Indias. A las tradicionales regalías de montes, prados, aguas, acuñación de
moneda, salinas, etc., se incorporan otras gracias a los escritos de los arbitristas, como la Regalía de
Aposentamiento (de la Corte), Las Siete Rentillas (por la fabricación y venta de pólvora, plomo,
azufre, almagre, bermellón, naipes y lacre), el Estanco del Tabaco y la Lotería (1759 en Indias y
1763 en España).
Alunas Tasas también contribuyeron a incrementar el volumen de la Hacienda. Así el Papel Sellad
que se usaba en los documentos públicos y por el que se pagaba la cantidad establecida en el mismo.
Entre los Recursos Extraordinarios figuran los Servicios (peticiones extraordinarias de subsidios
que el rey hacía a las Cortes, que por repetidas llegarían a ser ordinarias, como por ejemplo el
Servicio de Millones), para cuya recaudación se fijó un impuesto que gravaba el consumo del vino,
el aceite, el jabón, el azúcar y las velas de sebo que se recaudaba mediante “sisa” (rebaja en el peso).
También fueron recursos extraordinarios los Donativos, las Confiscaciones de Bienes, los Expolios y
Sedes Vacantes, Los Empréstitos y los Juros (cuyo origen está en las compensaciones a los
propietarios de l oro y plata llegados de América de que se había apropiado el soberano). Los Juros
supusieron la creación de una deuda pública, que en la mayoría de las ocasiones llegó a suponer una
carga para el Estado, que sufrió gran descrédito pues los monarcas no amortizaron sus deudas.
3. 3.
Las Reformas del Siglo XVIII
Todos los intentos de la Administración se centraron en el deseo de unificar la diversidad impositiva
existente estableciendo una única contribución. Así en Valencia se implantó el Equivalente, un
impuesto que aunque empezó a gravar la riqueza, pronto se centró en el consumo. En Aragón la
Contribución Única, que perseguía la misma finalidad. Ambos impuestos fueron rechazados
taxativamente por la población.
En el año 1716 se implantó en Cataluña el Catastro, impuesto que debía recaudarse anualmente,
para lo que se gravaban las fincas, el trabajo personal y los beneficios obtenidos por el comercio.
En Castilla también se intentó establecer una contribución única, existiendo un proyecto del
marqués de la Ensenada para establecer un catastro, si bien nunca pasó de proyecto.
Los Borbones crearon en 1780 una nueva fórmula de crédito público, los Vales Reales, documentos
por los que se reconocía una deuda del 4% de interés a pagar por el Estado tras un período de
amortización de 20 años.
4.
LA ORGANIZACIÓN MILITAR
En un principio el ejército desde los tiempos de los Reyes Católicos se fundamentó en la existencia
de voluntarios y mercenarios de todas las nacionalidades que pasaron a engrosar las filas buscando
aventuras o huyendo de la justicia. Dado que no existía un tiempo fijo por el que alistarse pronto se
convertiría en una especie de ejército profesional.
Como complemento y cuando era necesario se acudía a una Leva Forzosa. Este sistema de
reclutamiento tenía carácter de reserva y empezó realizándose mediante sorteo, pero los Austrias lo
convirtieron en obligatorio para todo el que tuviera entre 15 y 60 años, formando las Milicias
provinciales.
Carlos III volvió al sistema de sorteo para el reclutamiento obligatorio, por el que uno de cada cinco
hombres debía prestar servicio por un período de ocho años. Este sistema se llamó de Quintas y no
fue muy bien recibido por la población, originó graves conflictos en Cataluña y en el País Vasco.
Junto a ello los Borbones introdujeron la Leva Forzosa de los vagabundos para contribuir a reclutar
el ejército.
Los Reyes Católicos organizaron una estructura del ejército jerarquizando los mandos. Crearon una
Unidad superior llamada Coronelías o escuadrones, a cuyo frente se encontraba un Coronel o jefe
militar, dividida cada una en doce Compañías o capitanías, al mando de Capitanes.
Carlos I reorganizó estas unidades sustituyendo las coronelías por Tercios. Al mando del Tercio
estaba un Maestre de Campo, que sustituía al Coronel que quedó reservado para las tropas de
mercenarios.
Desde el siglo XVII, por la importancia de las armas de fuego, los Tercios fueron sustituidos por
nuevas unidades llamadas Regimientos, mandados por Maestres de Campo o Coroneles. Los
Coroneles tenían un lugarteniente llamado Teniente de Maestre de Campo o Teniente Coronel.
Durante el reinado de los Borbones formaba parte del ejército la Guardia Real. Por otro lado la
jerarquía del mando se incrementó al añadirse la figura del Capitán General, como jefe supremo y la
de Teniente General como su lugarteniente.
En el siglo XVIII apareció una jurisdicción militar especial o Fuero de Guerra, con lo que empezó
a surgir una administración territorial militar.
Señalar que en un primer momento no existió una marina de guerra, sino que cuando era preciso se
arrendaban barcos a los particulares, siendo en los siglos XVI y XVII cuando comenzaron a
aumentar los barcos de guerra del Estado. La tripulación de los barcos de guerra estaba formada por
mercenarios y por levas forzosas de vagabundos, utilizándose para remar en las galeras a los
cautivos de guerra y a los condenados con pena corporal.
Fue durante el siglo XVIII cuando se introdujeron mejoras en los arsenales, cuando se creó la
Escuela de Guardias Marinas, se redactaron unas Ordenanzas Generales de la Armada Naval para
la Marina (1793) y se dividió territorialmente la administración marítima.
TEMA 27
EL MARCO POLÍTICO DE LA ESPAÑA DEL SIGLO XIX
I.
LA CAÍDA DEL ANTIGUO RÉGIMEN
Se conoce por Antiguo Régimen el período de tiempo, vertebrado políticamente en torno a la
Monarquía Absolutista, que se extendió desde el siglo XV hasta el siglo XVIII (siglo XIX en
España) y que desaparece con la llegada del Régimen Liberal.
En España la recepción de la ideología liberal fue tardía y desigual, ni habiendo una doctrina
unánime sobre el alcance de su alcance y significado.
En lo político, el liberalismo defiende el reconocimiento de la soberanía nacional, de la separación
de poderes, de la igualdad ante la ley y de algunos derechos básicos como la propiedad. La defensa
de la igualdad no estaba guiada por motivos altruistas, sino que se trataba, en realidad, de sustituir a
los estamentos privilegiados (nobleza y clero) en el control de la sociedad por una naciente clase: la
burguesía.
A este proceso se le conoce como Revolución Burguesa o Revolución Liberal, según se incida en la
clase social protagonista o en la ideología que enarbolaban.
Estos principios liberales de primera época, conocidos como liberalismo originario o liberalismo
radical, sufrieron una importante modificación que dio paso al denominado liberalismo doctrinario,
que fue el que se desarrollo en España.
El Liberalismo Doctrinario implantó una serie de restricciones a los principios defendidos por el
liberalismo originario o radical, para que también pudieran ser asumidos por los nostálgicos
absolutistas. Las principales modificaciones fueron:
1.
Introducir una interpretación restrictiva del principio de soberanía nacional que permitía su
traslado a determinadas instituciones políticas.
2.
Se elaboró un concepto de Constitución, la Constitución Histórica o interna, que expresaba
el conjunto de instituciones históricamente consolidadas en el país. En España formaban la
denominada Constitución Histórica la Corona y las Cortes.
3.
Como consecuencia de lo anterior, Benjamín Constant elaboró su teoría de la Monarquía
como poder moderador, un cuarto poder junto con los tres clásicos (Ejecutivo, Legislativo,
Judicial). Este poder moderador tiene como fin principal mantener el equilibrio entre ellos y
su posición preeminente le hace un receptor idóneo de la soberanía.
4.
Conforme a la teoría del liberalismo doctrinario, el Poder Legislativo debía articularse en un
Parlamento bicameral, de tal modo que siempre exista una Cámara alta, de carácter
hereditario, que sirva de reflejo (y de apoyo) a la Monarquía.
La Cámara baja podría ser electiva, eso sí, cuidando de que estuviera formada por propietarios y
grandes comerciantes, pues se entiende que sólo éstos pueden dar un voto libre e ilustrado. La
riqueza avala (B. Constant) la existencia de la capacidad y del interés necesario para emitir un voto
responsable. Los grandes propietarios son los que pueden resultar más perjudicados por una mala
gestión de los asuntos públicos y serán ellos los más interesados en la buena marcha de la política.
Con este argumento el liberalismo doctrinario defendió el sufragio censitario (tanto activo como
pasivo), paralelamente, se reconocía este derecho de participación política a todos aquellos que, sin
ser propietarios o comerciantes, tuvieran un alto nivel de conocimientos y de instrucción e, incluso,
a los que gozasen de cierto prestigio social (miembros destacados del ejército, las universidades, la
iglesia…). Es el derecho de sufragio capacitario o, en lenguaje de entonces, las capacidades.
Significativas constituciones españolas de ese siglo respondieron a este modelo teórico. El
liberalismo doctrinario, también conocido en España como moderantismo, supuso una importante
restricción de las aspiraciones transformadoras del liberalismo originario o radical, de tal suerte que
muchos de los postulados que pretendía el liberalismo y que fueron la fuerza transformadora en
otros países, no llegaron a atisbarse en el nuestro como consecuencia de que aquí, muy escasamente,
llegó ha hacerse una política auténticamente liberal.
I. 1.
La Junta Central Suprema
En 1789 estalló la Revolución Francesa y los acontecimientos siguientes, en el vecino país, acabaron
con el reinado de Luis XVI y llevaron al poder a Napoleón.
En abril de 1808, Napoleón, cuyas fuerzas habían ya pisado suelo español y se habían apoderado de
algunas plazas, logró atraer a bayona a Fernando VII, a Carlos IV y a otros miembros de la Familia
Real, consiguiendo allí que Fernando VII le devolviese el Trono a su padre, Carlos IV, quien
previamente había acordado con Napoleón la cesión de la corona española con dos condiciones: el
mantenimiento en España de la monarquía y de la religión católica.
Fernando VII, antes de partir para Bayona, había constituido una Junta Suprema de Gobierno a la
que, sin embargo, sólo había habilitado para la toma de decisiones de carácter gubernativo y
urgentes, debiendo consultar con el monarca todas las demás cuestiones.
A principios del verano de 1808, con Fernando VII todavía cautivo en Francia, un movimiento
revolucionario en nombre del Deseado (Fernando VII), alentó y consolidó gobiernos autónomos en
distintos puntos del territorio, al frente de los cuales se pusieron personas notables de cada localidad.
Estos gobiernos se organizaron en las denominadas Juntas provinciales, que culminaron con la
constitución, el 25 de setiembre de 1808, en Aranjuez, de la Junta Central.
Este movimiento organizó la resistencia al ejército francés aunque la liberación no llegaría hasta
1813 y la vuelta de Fernando VII en 1814. El período comprendido entre 1808 y 1814 se conoce
como el de la Guerra de la Independencia y realmente representa un punto de inflexión en la
Historia de España, que marca el desmoronamiento del antiguo Régimen y el tránsito -largo y
costos- al régimen constitucional.
En los comienzos de la Guerra de la Independencia, el fenómeno de las Juntas, alentado por el
movimiento fernandino (partidarios de Fernando VII) contribuyó a una ruptura
político-administrativa con carácter revolucionario, aunque socialmente fomentaron, con una
contradicción evidente, posturas contrarrevolucionarias.
Paralelamente a este movimiento, un sector políticamente influyente, mantuvo una opción distinta
que hemos llegado a conocer como la de los afrancesados (colaboradores con el ejército francés).
La Junta Central se ocupó de los asuntos de la guerra y empezó a preparar una convocatoria de
Cortes, cuyo primer paso se formalizó en el Decreto de 22 de mayo de 1809 y en la creación de una
Comisión de Cortes, a la que se le asignó la tarea de preparar dicha convocatoria.
I. 2.
El Consejo de Regencia
El 29 de enero de 1810, la Junta Central, que había sufrido un importante desgaste como
consecuencia de sus propios enfrentamientos internos y de los escasos logros militares, decide
disolverse pero nombrando un Consejo de Regencia al que trasladó todos sus poderes. Las
facultades de carácter ejecutivo del Consejo de Regencia fueron confirmadas en el Decreto de
Constitución de Cortes de 24 de setiembre de 1810 y desarrolladas en el Decreto sobre el
Reglamento Provisional del Poder Ejecutivo de 16 de enero de 1811. Fue el Consejo de Regencia el
que, en nombre de Fernando VII exiliado fuera de España, promulgó la Constitución de 1812.
El Tratado de Valençay (11 de diciembre de 1813) puso fin a la guerra de la independencia y en él,
Napoleón, reconoció a Fernando VII como rey de España y de las Indias. Sin embargo, los Cortes y
la Junta de Regencia no reconocieron validez al tratado en tanto en cuanto Fernando VII no jurara la
Constitución de 1812.
Las Cortes de Cádiz realizaron una importante labor legislativa, pero su mejor legado fue, sin duda,
el texto constitucional de 1812, el cual tuvo una vigencia entrecortada pero que sirvió para iniciar la
andadura constitucional en España, extendiéndose a algunos reinos de Italia y Portugal.
II.
LAS CRISIS LIBERALES Y ABSOLUTISTAS (1814-1833)
II. 1. La Restauración Absolutista (1814-1820)
El 24 de marzo de 1814 Fernando VII pisó de nuevo territorio español y llegó a Madrid el 13 de
mayo, con la clara idea de restablecer el absolutismo. Su intención fue secundada por un grupo de
diputados de las Cortes de Cádiz.
Estos diputados elevan al rey su opinión mediante el denominado Manifiesto de los Persas, en el
que se manifiestan a favor de la Monarquía absoluta y proponen una serie de medidas para regresar
al Antiguo Régimen, entre las, la convocatoria de unas nuevas Cortes estamentales. El Manifiesto de
los Persas puede considerarse la primera declaración programática, si no de un partido político, sí de
un grupo parlamentario, pues como tal actuaron estos diputados de Cádiz.
Fernando VII derogó la Constitución de 1812, y prácticamente toda la obra legislativa de las Cortes
gaditanas, por medio del Real Decreto de 4 de mayo de 1814.
Sin embargo, la vuelta al Antiguo Régimen no era fácil. Desde 1814 el enfrentamiento entre
absolutistas y liberales era creciente y el rey precisaba apoyarse en la burguesía para conseguir
financiación, por lo decidió mantener algunas libertades como la de comercio y detener la
persecución política en 1816.
II. 2. El Trienio Liberal (1820-1823)
A principios de 1820, en Cabezas de san Juan (Sevilla), el Teniente Coronel Riego proclamó
nuevamente la Constitución de 1812. El movimiento triunfó y Fernando VII, adaptándose a las
circunstancias, decidió jurar la Constitución.
El período comprendido entre 1820 y 1823 se conoce como el Trienio Liberal, en él se profundizó
en medidas liberalizadoras de la economía, se restituyó la libertad de imprenta y se crearon
espontáneamente las Sociedades Patrióticas.
II. 3. La Década Ominosa 1823-1833)
El Trienio Liberal acabó con la ocupación del país por un ejército enviado por una coalición de
fuerzas conservadoras europeas, denominado Los Cien Mil Hijos de San Luis, con la aprobación de
Fernando VII, que declaró nula la Constitución y restauró el absolutismo. Pero de nuevo la vuelta al
absolutismo era muy difícil, tanto dentro de España como internacionalmente
Fernando VII procuró ganarse las simpatías del poder económico y financiero. No restableció la
Inquisición y la represión política fue cediendo y remitió hacia 1826. Esta actitud componedora le
generó la enemistad de las fuerzas más conservadoras, apareciendo una nueva oposición que tomó
como líder y aspirante al trono al Infante Don Carlos, hermano de Fernando VII.
A la muerte de éste se abrió el problema sucesorio, pues Don Carlos no reconoció los derechos de la
hija de Fernando VII, Isabel II -a la sazón menor de edad- y pretendió poseer mejores derechos
defendiendo la vigencia en España de la Ley Sálica que impedía reinar a las mujeres.
Los derechos de Isabel eran indiscutibles según la constitución de 1812 que, como ya se ha dicho,
establecía la preferencia del varón sobre la mujer pero no excluía a éstas del Trono. Pero el texto
gaditano había sido declarado nulo por el propio Fernando VII, de manera que tales derechos
sucesorios se sustentaban en una Pragmática Sanción que, anulando la Ley Sálica, permitía reinar a
las mujeres en defecto de varón.
Aunque aprobada por Carlos IV en 1789, nunca fue promulgada, llevándose a cabo tal
promulgación por Fernando VII en 1830, cuando la Reina María Cristina se encontraba ya
embarazada.
Las reivindicaciones sucesorias de Don Carlos contra los derechos de su sobrina Isabel, negando
validez a la Pragmática Sanción plantearon la cuestión sucesoria en la familia Borbón, que costó a
España tres guerras civiles (las guerras carlistas).
III.
LA CONSOLIDACIÓN DEL RÉGIMEN LIBERAL
Tras el motín de La Granja de 1836 y siguiendo las reivindicaciones de los insurrectos, se
convocaron Cortes extraordinarias (constituyentes). Las Cortes constituidas designaron una
Comisión que se encargó de elaborar unas Bases para la reforma constitucional, sobre las cuales las
mismas Cortes redactaron, no una reforma constitucional, sino una nueva Constitución que fue
aceptada y jurada por la Reina Gobernadora, en nombre de su hija Isabel II, el 18 de junio de 1837.
III. 1. La Regencia de Espartero (1841-1843)
Las victorias militares llevaron a Espartero al protagonismo político. Defensor de los ideales
progresistas, inició, hacia 1840, una política de presión sobre la Reina Gobernadora hasta que logró
que ésta le nombrase ^residente del Gobierno, no sin la ayuda del fenómeno de las Juntas, que había
surgido nuevamente en varias localidades, y de la Milicia Nacional que se había sublevado en
diversas partes del territorio.
Las peticiones del nuevo Gobierno y, en especial, la exigencia de una Regencia colegiada, provocó
la renuncia y el exilio de la Regente (12-X-1840), quedando el propio Espartero como Regente
interino -y único-, hasta que en 1841 se institucionalizó el Ministerio Regencia.
Espartero fue el árbitro de la política nacional hasta su caída en 1843 por la presiones de una
coalición de moderados y progresistas.
III. 2. La Década Moderada (1844-1854)
Agotado el régimen de la Constitución de 18937, la victoria electoral de los moderados condujo a
nuevos principios políticos y, tal y como venía sucediendo habitualmente, la nueva fuerza política
elaboró, en 1845, su Constitución.
Los moderados en el poder se propusieron lograr cierta modernización, pero no entraba en sus
planes abordar una reforma política en profundidad, ni abordar el desarrollo de los derechos y
libertades que la Constitución de 1845 había recogido.
Durante este período se produjo la escisión tanto del Partido Moderado como del Partido
Progresista.
Del Partido Moderado se escindió una fracción, la más conservadora, que creó un nuevo partido que
se llamó Partido Monárquico, que mantenía posturas claramente absolutistas. Se distinguió también
la llamada fracción puritana que defendía la unión de todos los liberales.
Del Partido Progresista se fraccionó un sector, de inclinación republicana, a los que se denominó
demócratas y que se articuló como partido político a partir de 1849. En general, durante esta época,
los progresistas fueron marginados y reprimidos, lo que explica que se sintieran estimulados a
buscar el acceso al poder a través de los pronunciamientos militares.
III. 3. La Revolución y el Bienio Progresista (1854-1856)
Las conspiraciones de los progresistas iban en aumento hasta que en el verano de 1854 triunfó una
que convirtió en nuevos hombres fuertes a Espartero y O’Donnell.
Se pusieron en marcha algunas reformas políticas y económicas y se convocaron Cortes
Constituyentes, conforme a la ley electoral de 1837 (más progresista que la de 1846) que, con todo,
consagraba el sufragio censitario y masculino.
III. 4. La Unión Liberal (1856-1863)
La sustitución de Espartero por O’Donnell puso fin al bienio progresista e inició una década de
gobierno del segundo, sostenido por un partido de nueva creación, la Unión Liberal que aglutinaba a
sectores progresistas y moderados unidos por un mismo sentido pragmático de la política.
La primera medida que se tomó fue el restablecimiento de la vigencia de la Constitución de 1845
complementada con un Acta Adicional en la que se recogían algunos preceptos de la Constitución
nonata de 1856, por lo que, al menos parte de ella, tuvo vigencia efectiva.
O’Donnell se mantuvo hasta 1863 gracias a cierto eclecticismo y al fraude electoral. Después de su
caída se derogó la Ley de Reforma de 1857, lo que supuso el restablecimiento íntegro de la
Constitución de 1845.
De cualquier modo, la Monarquía Isabelina estaba seriamente dañada y moriría poco tiempo
después. Desde 1866 el régimen estaba condenado, se oponían al régimen isabelino los Carlistas y
el Partido demócrata y los aires de levantamiento militar se hacían, cada vez, más y más palpables.
III. 5. La Crisis Prerrevolucionaria (1863-1868)
La Unión Liberal que había liderado O’Donnell se resintió del fallecimiento de su líder y en 1868 se
unió a la conspiración revolucionaria. Por su parte, el Partido Demócrata se mostraba proclive a la
revolución que diera fin a la dinastía, acercándose a los grupos republicanos aunque Castelar
defendía un republicanismo individualista, mientras que Pi i Maragall propugnaban un socialismo
federal. Unos y otros, sin embargo, compartían la lucha antidinástica.
Los demócratas (republicanos) fueron finalmente apartados por los generales que lideraron la
Revolución Gloriosa de setiembre de 1868, que provocó la salida de Isabel II de España, todo ello
consecuencia de que una amplia oposición, que aglutinaba a diversas fuerzas políticas, estuvieran
convencidos de la necesidad de acabar, no tanto con la Monarquía, sino sobre todo, con el reinado
de Isabel II.
III. 6. El Sexenio Revolucionario (1868-1874)
Tras el exilio de la Reina, se constituyó en Madrid un Gobierno Provisional, presidido por Serrano,
en el que Prim asumió el Ministerio de la Guerra.
La rapidez con que el nuevo Gobierno abordó las reformas palió, en parte, las diferencias. Antes de
finalizar el año 1868 ya se habían regulado mediante decreto, las libertades de enseñanza, reunió y
asociación, se habían tomado algunas medidas tendentes al restablecimiento de la libertad religiosa
y se reconoció el sufragio universal masculino. Todo ello culminó el día 2 de enero de 1869, con la
convocatoria a Cortes constituyentes.
Las guerras carlista y cubana, la oposición de los republicanos y de los alfonsinos (que habían
comenzado a defender los derechos dinásticos de Alfonso XII), la desaparición de Prim, la falta de
conocimiento de Amadeo de Saboya tenía de la realidad del país, junto con los titubeos
gubernamentales, impidieron la estabilización de la situación política y social.
Amadeo de Saboya optó por la abdicación apenas dos años después de su llegada al Trono. El
mismo 11 de febrero de 1873 en el que se leyó ante el Congreso el Mensaje del Rey abdicando de la
Corona, se proclamó la I República.
Se celebraron elecciones y la victoria correspondió a los Republicanos Federalistas. Constituida
definitivamente la Asamblea el 8 de junio de 1873, se propuso declarar la República Federal.
Castelar, desde el Gobierno, inclinó decisivamente la política hacia la derecha. Las Cortes fueron
suspendidas desde setiembre de 1873 a enero de 1874, cuando volvieron a reunirse, el 2 de enero de
1874, la I República agonizaba. El Pronunciamiento del General Pavía dio el poder a Serrano que
declaró nuevamente vigente la Constitución de 1869 aunque, al mismo tiempo, suspendió dicha
vigencia alegando que el país precisaba antes restablecer el orden público perdido.
IV.
LA RESTAURACIÓN Y LA POLÍTICA CANOVISTA
La República, proclamada con una evidente fuerza, había comenzado un proceso de desintegración
que los políticos avezados -como Cánovas- intuyeron que sería irreconducible. Comenzó entonces
Cánovas su labor a favor de la restauración borbónica en la persona del hijo de Isabel II: Alfonso
XII.
La labor de Cánovas se centró, en un principio, en la formación del que sería rey de España, que
debía cubrir dos aspectos: la instrucción civil y política (que debía comprender inexcusablemente los
principios del sistema parlamentario y del régimen constitucional) y la formación militar (para la
cual el mismo Cánovas eligió el colegio de Sandhurts donde Alfonso XII era cadete en el momento
de ser proclamado Rey de España).
El valedor de la Restauración deseaba presentar al país un Rey instruido en los principios
constitucionales, pero también un Rey soldado que sirviera de referente al ejército.
Para Cánovas la única posibilidad de estabilidad radicaba en la articulación de un sistema
bipartidista en el que dos partidos accedieran al poder mediante el denominado turno pacífico.
Con ello se garantizaba que estas dos formaciones no tuvieran que acudir a los pronunciamientos
militares para conseguir introducir sus principios políticos, sino sólo esperar su turno en el marco de
una Constitución que permitía la realización de distintas políticas.
A pesar de la esmerada construcción de Cánovas, el turno de partidos no se apoyó nunca en la
opinión pública ni en el resultado electoral, que fue, durante la Restauración, sistemáticamente
manipulado desde el Ministerio de la Gobernación.
TEMA 28
LA ESPAÑA DEL SIGLO XIX
ORGANIZACIÓN ECONÓMICA Y SOCIAL
I.
ORGANIZACIÓN ECONÓMICA
I. 1.
La Disolución del Régimen Señorial
Puesto en marcha el sistema constitucional a partir de las Cortes de Cádiz y de la elaboración de la
Constitución, se planteó la abolición del régimen de los señoríos.
Esta operación fue realizada por un Decreto de 6 de agosto de 1811 en el que se estableció la
abolición de la jurisdicción señorial y de los derechos señoriales, pero la medida no se extendía a los
señoríos territoriales o meramente solariegos por lo que de hecho, estos, se convertían en
propiedades privadas.
Aparte, la interpretación exacta sobre si las diversas rentas que percibían los señores eran de
jurisdicción señorial, o no, se produjeron numerosos pleitos ante la justicia, por lo que la cuestión
señorial se convirtió en cuestión agraria.
En los años posteriores, con la vuelta de Fernando VII, la muerte del Antiguo Régimen quedaba
aplazada.
Fue la sublevación de Riego la que volvió a dar paso al espíritu de las leyes de la Constitución de
1812. En efecto, en 1820 se aprobó un Decreto que abolía las vinculaciones, lo que afectaba en
primera instancia a los mayorazgos.
Tanto mayorazgos como vinculaciones serían restablecidos en 1823 tras la vuelta de Fernando VII.
Fue a la muerte del monarca, en 1833, cuando se tomaron medidas decisivas y definitivas en orden a
la supresión de las relaciones económicas del antiguo Régimen. En 1837 un Decreto de 26 de agosto
(inspirado directamente en el de 1811) acababa con el régimen señorial, aunque las tierras,
formalmente, permanecían en las mismas manos.
EL MARCO LEGAL DE LA ABOLICIÓN DE LOS SEÑORÍOS
A) CORTES DE CÁDIZ (1810-1814)
Decreto de abolición de los derechos
jurisdiccionales de los Señores (1811)
RESTAURACIÓN ABSOLUTISTA
Aplazamiento de la muerte del Antiguo
Régimen
B) TRIENIO LIBERAL (1820-1823)
Decreto de “Desvinculación” (1820)
DÉCADA OMINOSA
Invasión 100.000 hijos de San Luis. Vuelta a la
situación anterior a 1820.
C) PERÍODO PROGRESISTA (1835-1843)
Restablecimiento del decreto de 1820.
D) DÉCADA MODERADA (1843-1854)
E) BIENIO PROGRESISTA (1854-1856)
La Ley de desamortización general de 1855
afectaba tanto a los bienes procedentes de
señoríos como a los bienes municipales, o a los
eclesiásticos. Fue suspendida en 1856.
F) Sucesivos GOBIERNOS MODERADOS Ley de 1858 poniendo en vigor la de 1855 a los
(1856-1860) efectos de la desamortización
I. 2.
La Desvinculación de los Mayorazgos
El Mayorazgo, institución citada por primera vez en las Partidas y, posteriormente regulada en las
Leyes de Toro, conllevaba que el titular de la herencia no pudiera enajenar los bienes, pudiendo
disfrutar de las rentas, pero no de los bienes, generando que la propiedad de la tierra quedara
reducida a unas pocas familias.
Desde el siglo XVIII, puesta en marcha la revolución industrial inglesa, se había intentado abolir
esta forma de propiedad, y tendría que ser de nuevo durante el trienio liberal cuando se presentó una
ley protectora de la libre circulación de la riqueza nacional, en la que se establecía que quedaban
suprimidos todos los mayorazgos, fideicomisos, patronatos y cualquier otra especie de vinculaciones
de bienes raíces, muebles, semovientes, censos, juros, foros, o de cualquier otra naturaleza, los
cuales se restituían desde entonces a la clase de bienes absolutamente libres.
Fruto de esta ley se produjo la transición histórica de la nobleza, hasta el momento propietaria de la
tierra, y la burguesía, que hasta entonces, por el problema de la vinculación, no podía comprarla.
Fueron diversos los avatares hasta que en agosto de 1841 y posteriormente el Código Civil de 1889
consagraron definitivamente la desvinculación de la propiedad de la tierra, estableciendo la
prohibición de la alienación perpetua de bienes.
I. 3.
La Desamortización
La desamortización fue la consecuencia jurídica, política y económica de la idea revolucionaria de
sustraer la propiedad acumulada en manos muertas, es decir, en personas jurídicas como la Iglesia o
los municipios.
No se trata de una desvinculación, sino que supone que al propietario de las tierras el Estado se las
arrebata, previa compensación, para posteriormente sacarlas a subasta pública y se privatiza.
Tendremos que distinguir tres pasos en el proceso de desamortización:
Primera Etapa: Desde el siglo XVIII hasta principios del XIX. En ella se fue generando la idea de
que era necesario hacer una verdadera revolución, romper con las propiedades de la Iglesia y de los
municipios, en especial de la Iglesia. Fue Godoy en 1798 el impulsor del primer intento
desamortizador. La idea fue recogida en un decreto de 1813 de las Cortes de cádiz, aunque este
intento fracasó por el restablecimiento del absolutismo es la figura de Fernando VII.
Segunda Etapa: Sería en 1836 cuando el ministro Mendizábal pondría en marcha lo que
comúnmente se conoce por desamortización, mediante la expropiación de los bienes de las órdenes
religiosas. Seguidamente, la desamortización la continuó el general Espartero y se llegaron a vender
las tres quintas partes de los bienes totales de la Iglesia en España.
Tercera Etapa: En mayo de 1855 Madoz retomó la idea de la desamortización y la amplió a todos
los bienes pertenecientes tanto al Estado como a los municipios. Esta ley estaría vigente hasta 1924
y supuso un enorme avance en la extinción de los bienes de manos muertas.
I. 3. a. Consecuencias de la Desamortización
Está claro que, desde luego, lo que no se llevó a cabo fue un reparto de la propiedad de la tierra a los
menos favorecidos, de las manos de la Iglesia y el Estado, las tierras pasaron a manos de los más
ricos. Fueron los burgueses quienes adquirieron los bienes de la Iglesia y de la nobleza.
Junto a esto se logró que se iniciara una reforma agraria encaminada a invertir en las tierras y a
obtener mejores cosechas. No hay que olvidar que muchas de esas tierras estaban literalmente
abandonadas.
I. 4.
La Revolución Industrial
Pese a la insistencia de algunos historiadores, en España faltaron los factores necesarios para que se
llevase a cabo una revolución industrial. En primer lugar, no se dio un gran aumento demográfico
(factor imprescindible que sí se dio en Inglaterra), tampoco hubo en España una burguesía con
visión de futuro, como la de los propietarios inglese, que realizara una revolución agrícola que
sirviera de soporte a la expansión de la industria.
Sin embargo, nos convertimos en una de las grandes potencias productoras de hierro, tras el reino
Unido y Alemania, aunque tardamos en rentabilizar la cuenca asturiana y la de Vizcaya.
Tampoco se llevó a cabo en España una gran revolución en los medios de transporte, en la época de
Carlos IV se tardó más de cuarenta años en construir 40.000 Kmts. De carretera, siendo la mayoría
de ellas meros caminos. El ferrocarril también se incorporó tarde, el primero de ellos se inauguró en
1848, cuando Europa ya estaba inmersa en las revoluciones burguesas, y hay que tener en cuenta
que utilizamos un ancho de vía diferente, lo que nos aisló del resto del continente.
La política económica se desarrolló entre los principios del proteccionismo y del librecambismo,
fruto del ir y venir de los gobiernos conservadores y liberales.
Con este panorama nació en 1829 el Banco Español de San Fernando, origen del Banco de España,
y a su alrededor surgió la banca privada.
En 1874 se concedió el monopolio de emisión de billetes al Banco de España, simultáneamente, en
1831, se creó la Bolsa de Madrid, en 1890 la de Bilbao y en 1915 la de Barcelona.
II.
ORGANIZACIÓN SOCIAL
II. 1. Las Clases Sociales
El espíritu revolucionario del liberalismo y el impulso de la burguesía, rompieron el esquema de la
sociedad estamental configurándose la base de una sociedad clasista (o de clases) donde se agrupan
lo que podríamos llamar las Clases Favorecidas o privilegiadas económicamente, que serían la
antigua nobleza y la burguesía.
La burguesía estaba integrada por las clases acomodadas de las ciudades y por los cargos públicos y
profesionales liberales. Junto a ella estaba la antigua clase rural, en la que se incluyen tanto los
grandes propietarios como los pequeños, iniciándose rápidamente una tendencia a la protección de
la clase campesina (el siervo pasó a ser un asalariado que trabajaba por un sueldo mísero la tierra del
propietario), protección que culminará en el artículo 47 de la Constitución de 1931.
La esclavitud no se abolió en España hasta 1880, pese a que ya se había recomendado su
desaparición en el Congreso de Viena de 1815.
II. 2. El Nacimiento de los Movimientos Obreros
En el siglo XIX desaparecieron asociaciones tan tradicionales como la Mesta y los Gremios y
empezaron a surgir nuevas sociedades, o agrupaciones, dentro de la nueva clase social que constituía
el proletariado, tanto agrícola, como minero u obrero.
Sería en 1868 cuando surgiera la Asociación Internacional de Trabajadores en España (fundada por
Carlos Marx en Londres en 1864), sección española de la primera internacional culminó, por
influencia de Bakunin, con la creación de la Federación Regional de Trabajadores Españoles, de
signo anarquista.
En 1888 surgió la Unión General de Trabajadores (UGT), procedente de la Asociación General del
Arte de Imprimir, presidida por Pablo Iglesias.
El anarquismo dejó sentir su idea de rechazo al sistema capitalista y a la Iglesia Católica. Esto se
consolidaría en 1911 con la aparición de la Confederación Nacional de Trabajadores (CNT), que
integraba una gran mayoría del proletariado industrial, en especial en Cataluña.
Tanto la CNT como la UGT pusieron de manifiesto su capacidad de sindicación para la defensa de
los intereses de los obreros a raíz de los sucesos de la Semana Trágica de Barcelona de 1909.
De los graves hechos acaecidos en la misma se abrió cauce a un intento de concordia y de
negociación, intento que fracasó, lo que llevó a una situación sin salida que los sectores
conservadores y burgueses no pudieron aceptar y que culminó en la dictadura de Primo de Rivera y
en el golpe de Estado de 1936, que nos llevó a la guerra civil, acabando con el gobierno legítimo de
la Segunda República.
TEMA 29
LAS CONSTITUCIONES ESPAÑOLAS
ESQUEMA:
1808 ESTATUTO DE BAYONA
1812 CONSTITUCIÓN DE CÁDIZ
1834 ESTATUTO REAL
1837 CONSTITUCIÓN
1845 CONSTITUCIÓN
1856 CONSTITUCIÓN NONATA
1869 CONSTITUCIÓN
1876 CONSTITUCIÓN
1.
LA CONSTITUCIÓN POLÍTICA: CONCEPTOS GENERALES
Estado Constitucional es aquel modelo de Estado donde se limita el poder del mismo, se regula su
actividad y se garantiza la libertad de los ciudadanos. Sus principios están recogidos en la División
de poderes formulada por Montesquieu y que comprende:

Un poder legislativo ubicado en una o dos Cámaras (sistema unitario o bicameral)

Un poder ejecutivo, reservado generalmente al Jefe del Estado, ya sea un rey o un presidente,
que lo ejerce junto con sus ministros.

Un poder judicial que se encarga de la administración de justicia y que goza de
independencia.
Para que exista un equilibrio o contrapeso entre esos poderes tiene que darse, como dijo Rousseau,
que la Constitución emane del pueblo por medio del sufragio universal, mediante el cual, se eligen
los representantes del mismo.
Podemos definir la Constitución como el conjunto de normas escritas, dotadas por lo general de
rango superior, que regulan la organización de poderes y define los derechos y deberes de los
ciudadanos.
Es, por lo tanto, una ley de rango superior, recogida en un texto escrito, por encima del cual no
puede haber otra. En ella ha de establecerse claramente la separación de poderes y de declararse
expresamente los derechos y deberes de los particulares.
Las constituciones deben recoger los derechos y deberes de los individuos basándose en la
declaración de derechos del hombre y del ciudadano, considerándose como fundamentales: la
libertad, la conciencia y la libertad de expresión.
En su forma las Constituciones pueden clasificarse en breves y en extensas. Las primeras son
aquellas que contienen principios fundamentales relativos a las formas de Estado, a la organización
y funcionamiento del gobierno y, en ocasiones, a las libertades individuales, remitiendo el desarrollo
de aquellos principios a las leyes ordinarias. Las segundas, además, contiene preceptos relativos a la
organización administrativa y judicial, principios de derecho civil y penal y régimen electoral.
Las constituciones también pueden clasificarse por la facilidad de poder llevar a cabo su reforma en
Flexibles y en Rígidas.
2.
EL ESTATUTO DE BAYONA
Consumada la invasión francesa de 1808, fue convocada la Asamblea de Constituyentes bajo la
supervisión del Emperador Napoleón en Bayona. En ella se elaboró lo que podríamos llamar una
Carta Otorgada mediante la cual el rey se desprende de determinadas prerrogativas.
Constaba de 13 títulos diversos y 146 artículos, siendo promulgada por José Napoleón I en julio de
1808. En los títulos se ocupaba de la religión, la sucesión en la corona, ministerios, Senado, etc.
No rigió pero se cita siempre como el inicio de la transición entre el absolutismo y el
constitucionalismo español. Sus principios “revolucionarios” fueron recogida más tarde en la
Constitución de 1812.
3.
LA CONSTITUCIÓN DE CÁDIZ
Es el primer texto constitucional español y surgió de las Cortes Constituyentes convocadas por la
Junta Central, que iniciaron sus sesiones en septiembre de 1810. En ellas se declaró como rey
legítimo a Fernando VII y se dictaminó la nulidad del Estatuto de Bayona.
Está inspirada en los principios del a Revolución francesa y podríamos clasificarla como una de las
llamadas constituciones extensas.
Consta de un preámbulo, 10 títulos y 384 artículos, estableciendo un sistema unicameral. En ella se
establecía como religión oficial la católica, y un poder ejecutivo compartido entre el Rey y las
Cortes, fijando que éstas estuvieran compuestas por diputados que son representantes del pueblo y
reservando, en realidad, el poder ejecutivo al monarca.
Los poderes del rey eran amplísimos pudiendo nombrar y cesar a los ministro a los llamados
Secretarios del Despacho, que a la larga serían sus ministros. En un principio quedó establecido el
sufragio casi universal, pero en la segunda fase se convirtió en censitario.
La Constitución de Cádiz tuvo diversas fases de vigencia y, técnicamente, respondía al concepto
clásico de constitución, debida a un acto de soberanía nacional e impuesta a un poder real en la
persona del deleznable rey Fernando VII, que apodado el “Deseado”, cuando reinó acabó con los
deseos de media España.
4.
EL ESTATUTO REAL
El Estatuto Real de 1834 estuvo inspirado en la idea de ser un texto muy breve, una Carta Otorgada
a modo de adaptación de la Carta francesa de Luis XVIII.
Constaba apenas con 5 títulos y 50 artículos. Fue promulgada por la Reina Gobernadora (regente) en
abril de 1834. Dividía a las Cortes en dos estamentos: los Próceres y los Procuradores. Apenas tuvo
vigencia, ya que un golpe militar en 1836 obligó a restaurar la Constitución de 1812.
5.
LA CONSTITUCIÓN DE 1837
Después del motín de los sargentos de La Granja, se proclamó nuevamente la Constitución de Cádiz
como símbolo de la vuelta a un Estado Liberal frente a la idea de Estatuto real. Argüelles y Olózaga
fueron los artífices de una nueva Constitución, que se concibió con carácter de transición. La
Constitución de 1837, promulgada ese año por Isabel II, es de las constituciones que podríamos
clasificar como texto breve (13 títulos y 88 artículos) y flexible a la hora de su reforma. No se
declaraba expresamente en ella la división de poderes y se le daba un protagonismo especial al rey
en el poder legislativo.
Las Cortes quedaron, según esta Constitución, divididas en dos Cámaras: el Congreso y el Senado.
Ésta última se componía de los individuos nombrados por el rey a propuesta (en triple lista) de los
electores de cada provincia y se renovaría, por terceras partes, cada vez que hubiera elecciones a
diputados. El Congreso de los Diputados se elegía con arreglo a sufragio directo y censitario.
La Constitución de 1837 estuvo vigente hasta la promulgación de la Constitución de 1845.
6.
LA CONSTITUCIÓN DE 1845
El general Narváez propició una reforma de la Constitución de 1937, siendo así presentada la
Constitución de 1845. Contiene un Preámbulo y 13 títulos divididos en 79 artículos, recogiendo uno
adicional relativo a las provincias de ultramar.
Se volvió a la confesionalidad del Estado de 1812, manteniendo el bicameralismo entre el Congreso
y el Senado, pasando éste último a depender prácticamente de la corona, ya que para pertenecer a él
había que pagar una renta muy alta.
El monarca siguió conservando enormes poderes, entre ellos el de disolver las Cámaras, el derecho
de sufragio quedó aún más reducido, votaba el 1% de la población frente al 3,9% de 1837.
Castelar llegó a afirmar años más tarde, que la Constitución de 1845 era la más reaccionaria que ha
habido en España.
La Constitución de 1845 fue prácticamente derogada por la Vicalvarada (pronunciamiento de
O’Donnell) que intentó elaborar una nueva constitución, la de 1856, que no llegó a estar vigente
aunque fue un texto más radical que los anteriores, donde se recogía una verdadera declaración de
derechos inspirada en los principios de la democracia individualista.
7.
LA CONSTITUCIÓN DE 1869
Es el texto nacido de la revolución de Prim, en septiembre de 1868, que destronó a Isabel II.
Está inspirada en los principios liberal-democráticos y de soberanía nacional. Por primera vez se
recogían todos los derechos individuales de los españoles: libertad de domicilio, propiedad privada,
libertad de expresión, de reunión, asociación y, como novedad, la libertad de culto, aunque se
adquiría la obligación de sufragar los gastos de culto y de clero de la Iglesia Católica. Igualmente se
contemplaban las asociaciones de clase, es decir, los sindicatos, que por primera vez gozaban de
protección institucional.
En cuanto al poder legislativo, se mantuvo el bicameralismo, pero el senado debía ser elegido por
sufragio universal. El Congreso estaba compuesto por diputados elegidos en proporción de 1 por
cada 40.000 habitantes y se establecía el juicio por jurados para los delitos políticos.
Amadeo de Saboya mantuvo vigente esa Constitución hasta febrero de 1873, fecha en que se
proclamó la Primera República española.
8.
LA CONSTITUCIÓN DE 1876
Después del intento de República federal de 1873 de Pi y Maragall, se produjo la restauración
monárquica a través de Cánovas del Castillo, que redactó el anteproyecto de la Constitución, siendo
la que más tiempo ha estado vigente en la historia del constitucionalismo español. Es una
constitución que respondía a la idea de conservadurismo de su impulsor y encarna el principio de
monarquía doctrinaria.
Para Cánovas la monarquía era más que una forma de gobierno, era parte sustancial de la
constitución histórica de España y estaba por encima de la política cotidiana, siendo una fuerza real
y efectiva, decisiva, moderadora y directora, porque habría otra en el país. Para Cánovas no había
más soberanía que la ejercida por la Corona y las Cortes.
La Constitución de 1876 no decía nada sobre el derecho de sufragio y el artículo 28 remitía tal
materia “al método que determine la ley”. En el artículo 11 se establecía la libertad de culto, pero
prohibiendo aquellos que no respetasen a la moral cristiana.
El Rey se reservó el derecho a disolver las Cortes, cosa que ejerció no volviendo a convocarlas
cuando terminó la dictadura de Primo de Rivera.
Quizás sea éste el texto constitucional que más tiempo ha estado vigente, puesto que prácticamente
lo estuvo hasta la proclamación de la Segunda república española en 1931 (55 años)
Fernández Almagro elogió esta Constitución de 1876 en cuanto que la definió como moderada y
flexible. Por el contrario, A. Posada y su discípulo N. Pérez Serrano la definan como un texto de
carácter cerrado y estrecho, pero a la vez hecho con una cierta habilidad, dejando bastante libertad a
los poderes públicos. También posibilitó el que se estableciera, en 1907, el sufragio universal
masculino.
TEMA 30
LA CODIFICACIÓN PENAL, MERCANTIL, PROCESAL Y CIVIL
1.
EL CONCEPTO DE CÓDIGO Y EL PROCESO CODIFICADOR EN EUROPA
Frente al sistema de Recopilación o acarreo de leyes vigentes, promulgadas con anterioridad por
monarcas distintos siglos atrás y generadas para salir al paso de necesidades concretas, así como
frecuentemente contradictorias y obsoletas por el transcurso del tiempo, se instala el Código, que
revoluciona esta trasnochada concepción del derecho escrito: Se pretendía un solo texto por cada
materia, ordenada sistemáticamente, de acuerdo con un plan previo, que tratase de regular
todos los aspectos imaginables con un lenguaje breve y conciso.
Por otro lado, la burguesía ilustrada quería un derecho completo y conocido para que su
interpretación y aplicación no estuviera en manos de la discrecionalidad de jueces y juristas.
2.
LA CODIFICACIÓN PENAL.
2. 1.
Fundamentos Ideológicos y Filosóficos de la Reforma Penal
La Ilustración, el Liberalismo y, en el plano jurídico, el Racionalismo, supusieron una lenta, pero
imparable reforma, de las concepciones penales.
El postulado revolucionario de la Igualdad se tradujo en la paulatina supresión de los privilegios
penales para la nobleza y de ciertas jurisdicciones especiales.
La Libertad implicó la limitación de la arbitrariedad de los jueces mediante leyes que determinasen
las penas, así como el fortalecimiento de la seguridad jurídica mediante el principio de que no hay
delito sin ley anterior que lo tipifique.
Finalmente, la Fraternidad conllevó la humanización y dignificación, en lo que ello era posible, de
las penas.
Hay que destacar a Cesare Beccaria, que en 1764 publicó “De los delitos y de las penas”
-traducida al castellano en 1774-, cuya difusión fue permitida por la autoridad civil a pesar de la
prohibición de la Inquisición. Entre sus ideas cabe mencionar las siguientes:

La necesidad de una proporcionalidad entre el delito y la pena, tomando como medida el
daño producido a la sociedad.

La prohibición de las acusaciones secretas que únicamente servían para estimular las
delaciones falsas.

La proscripción del tormento que solo servía para condenar al inocente débil y absolver al
culpable fuerte.

El derecho a una justicia rápida.

La supresión de la trascendencia penal a la familia.

Aplicación selectiva de la pena de muerte

Sustitución de las penas arbitrarias por otras previamente establecidas para cada delito, en
función del daño causado.

Igualdad ante la ley penal.

Benignidad y humanización en la aplicación de las penas.
2. 2.
Los Códigos Penales de 1822, 1848 y 1870
En España las reformas legislativas en materia penal arrancaron de la Constitución de 1812.
La pena de horca fue abolida, la trascendencia a la familia se prohibía, también se suprimió la pena
de azotes por ser contraria al pudor y dignidad de los hombres libres. La tortura también fue
suprimida, así como las esposas a brazos vueltos, grillos prensa aplicada a los pulgares, etc.
En 1823 el regreso al absolutismo provocó la nueva aplicación de la legislación del Antiguo
Régimen. Con la excepción de algunas leyes penales especiales, este derecho tradicional estaría
vigente en España hasta el Código penal de 1848.
A pesar de estos ejemplos de transformación (más lenta en la legislación militar) del sistema
punitivo español, todavía contenían nuestros Códigos penales decimonónicos penas claramente
atrasadas.
Prueba de ello es que los Códigos penales de 1848 y de 1870, aplicaban la pena del talión al falso
testigo, al juez prevaricador o al vigilante que dejaba escapar presos, admitían la trascendencia
económico-penal a los herederos, o dictaban disposiciones que estimulaban al reo a suicidarse para
permitir que su familia no perdiera la pensión, además, el texto penal de 1848 establecía un macabro
ceremonial para la aplicación de la pena de muerte.
El Código de 1848, producto del régimen moderado Isabelino, aun siendo técnicamente muy
correcto, era excesivamente severo en sus penas y en la consideración delictiva del ejercicio de
algunos derechos (prohibía la libertad de imprenta, de reunión, huelga, cultos, etc.). Tuvo el mérito
de acabar con el arbitrio judicial al fijar previamente, a cada tipo penal, una pena, dividida esta, a su
vez, en grados (lo que se ha denominado aritmética penal). No obstante tuvo algunas deficiencias
técnicas como, por ejemplo, castigar como autores a los cómplices, además de mantener penas como
la del talión al falso testigo, al juez prevaricador, al que amenazara con causar un mal, al funcionario
de prisiones que libera a un preso, etc.
Como consecuencia del régimen de libertades establecido en la Constitución de 1869, el Código
penal de 1848 fue adaptado en algunas cuestiones: El nuevo texto de 1870, por ejemplo, no
criminaliza el ejercicio de algunas libertades (cultos, imprenta, etc.)
Respecto a la codificación del Derecho Procesal Penal, mencionar que, a pesar de la crítica de los
Ilustrados al procedimiento penal contemplado en la legislación antigua (tortura, secreto de la
acusación, indefensión del reo, etc.), la primera Ley de Enjuiciamiento Criminal no entró en vigor
hasta 1872 (fruto del sexenio revolucionario).
Hasta ese momento, estuvo vigente en España el derecho procesal absolutista con algunas mejoras
introducidas por los liberales.
3.
LA CODIFICACIÓN DEL DERECHO MERCANTIL: LOS CÓDIGOS DE COMERCIO
DE 1829 Y 1885
Tradicionalmente, el Derecho mercantil había sido, en gran medida, un derecho de los comerciantes,
es decir, un derecho estamental. De manera paulatina se fue extendiendo la idea de que era la
naturaleza del acto, y no la calidad de las personas, lo que quedaba sometido a la jurisdicción
especial mercantil. El Código de comercio napoleónico, de 1807, ya determinaba que el derecho
mercantil se basaría, no en los comerciantes, sino en los actos de comercio.
El Código de comercio de Fernando VII, 30 de mayo de 1829, que se justificaba en su preámbulo
diciendo “se carecía de leyes generales que determinasen las obligaciones y derechos que proceden
de los actos de comercio”, acusa la influencia del Código de comercio francés de 1807, así como la
legislación mercantil tradicional española (Ordenanzas del Consulado de Bilbao de 1737). Todos los
litigios derivados de los actos de comercio se resolverían ante la jurisdicción mercantil; a tal efecto,
el 24 de julio de 1830, se promulgó la Ley de enjuiciamiento sobre los negocios y las causas de
comercio, que para evitar la complejidad, dilaciones y lentitud del procedimiento común, diseñó un
proceso breve y muy fluido.
El Decreto de Unificación de fueros, de 6 de diciembre de 1868, suprimió, entre otras, la
jurisdicción especial mercantil.
El Código de comercio de 1885 fue consecuencia de la necesidad de adaptar el viejo Código de
1829 a la nueva realidad mercantil. Ya existía una Ley de Sociedades Anónimas, de 1869, que
rompía con el intervencionismo estatal contemplado en el texto de 1829 y en la anterior ley de
sociedades anónimas de 1848. El nuevo texto de 1885 reinstauraba la libertad de crear Bolsas de
comercio, Lonjas, Alhóndigas y todo tipo de Casas de contratación.
4.
LA CODIFICACIÓN DEL DERECHO PROCESAL
El derecho procesal histórico español se basaba, fundamentalmente, en el Derecho procesal
romano-canónico, caracterizado por la primacía de la tramitación escrita sobre la oral y por su
complejo sistema de fases o etapas, que dilataban en el tiempo su tramitación.
La codificación del derecho procesal apenas consiguió resolver este y otros problemas,
precisamente, por la gran carga política de todo ordenamiento procesal.
Y es que el derecho procesal no era sólo un conjunto de normas reguladoras de cuestiones formales,
sino fundamentalmente un código dirigido a proteger y a amparar los derechos civiles y políticos
mediante un sistema de garantías. Por ello era extremadamente difícil que los grupos y partidos
políticos llegasen a ponerse de acuerdo en cuestiones que indirectamente afectaban a su concepción
del derecho, la libertad, los poderes del Estado y de la Administración.
Respecto a la codificación del Derecho Procesal Civil, tras la malograda Instrucción del
procedimiento civil, de 1853, que no duró un año, fue sancionada la Ley de Enjuiciamiento Civil, de
1855. A pesar de su vocación reformadora y de que contribuyó a ordenar los diferentes
procedimientos, no resolvió el problema esencial: la lentitud impuesta por la tramitación escrita.
Un nuevo texto, la Ley de Enjuiciamiento Civil de 1881, fue el texto legal más extenso de España
y de Europa, lo que lejos de ser una ventaja, demostró su incapacidad se sistemática y de síntesis.
Por eso mismo el profesor Guasp lo calificó de “medieval”.
Respecto de la codificación del Derecho Procesal Penal, a pesar de que desde la Constitución de
1812 se ordenaba la redacción de un texto procesal penal que erradicara los vicios y errores del
antiguo Régimen y adoptara los principios liberales, en materia procesal criminal, lo cierto es que el
primer código es de 1872.
Tuvo como novedades la introducción del juicio oral y la institución del jurado popular. Dicha Ley
de Enjuiciamiento Criminal fue reformada por otra de 1882, de talante más liberal y de mejor
técnica jurídica. A modo de ejemplo, cabría citar el sistema de garantías y fianzas procesales
previstas en casos relativos a la prisión preventiva.
5.
LA CODIFICACIÓN DEL DERECHO CIVIL
5. 1.
El Proyecto de Código Civil de 1851
Durante la mayor parte del siglo XIX el derecho civil vigente era el recogido en las Partidas,
Ordenamiento de Alcalá, Leyes de Toro y disposiciones de la Novísima Recopilación (1805). Las
razones de que el Código Civil fuera promulgado en una fecha tan tardía como la de 1889
obedecieron a varias causas:
Un primer proyecto de 1821 no pudo llevarse a término porque la comisión que lo elaboró estaba
formada exclusivamente por políticos y no por juristas. El resultado fue un texto excesivamente
amplio (regulaba materias no solo propiamente civiles, sino también procesales, administrativas y
mercantiles) y tan difíciles de armonizar, que devino inviable.
El proyecto de 1851 se inspiraba en la estructura de Código civil francés de 1804 y ha sido elogiado
por su buena técnica jurídica. No obstante el rechazo de sectores muy poderosos de la población
impidió su sanción. En el se reconocía la separación matrimonial -lo que predispuso a los sectores
más conservadores contra el citado proyecto-, impedía a las Iglesias, cabildos y ayuntamientos
recibir por vía testamentaria bienes inmuebles (o muebles sin permiso especial del Gobierno) -lo que
supuso el rechazo de la Iglesia-, en tercer lugar, derogaba “todos los fueros, leyes, usos y costumbres
anteriores a la promulgación de este Código” -lo que fue rechazado por los partidarios de los
derechos forales, movimientos en pleno auge a partir de la recepción en España de la Escuela
Histórica del Derecho.
5. 2.
Las Leyes Civiles Especiales
Al no prosperar el citado proyecto de 1851, se decidió “codificar por partes”. De esta manera se
sancionaron leyes civiles especiales como la Ley Hipotecaria, la Ley del Notariado, la Ley de
Aguas, la Ley del registro Civil y la Ley del Matrimonio Civil.
5. 3.
El Código Civil de 1889
Paralelamente se seguía trabajando en la elaboración de un proyecto de Código Civil. A tal efecto,
se presentó ante las Cortes la Ley de Bases del Código Civil, de 22 de octubre de 1881, pero éstas la
rechazaron exigiendo conocer y debatir artículo por artículo.
El Congreso de jurisconsultos, celebrado en 1886, dejó bien claro que todo proceso de codificación
del derecho civil había de respetar las peculiaridades forales. En efecto, el Gobierno, a través del
Ministro de Gracia y Justicia volvió a presentar el proyecto de Ley de Bases en el que expresamente
se establecía el respeto a los derechos forales. Una vez desbloqueado el asunto, la Ley de Bases del
Código Civil fue sancionada el 11 de mayo 1888.
El Código Civil fue promulgado el 6 de octubre de 1888, aunque fue corregido en 1889. Su
filosofía es conservadora, pues no en vano fue elaborado por juristas y hombres de la Restauración,
determinaba la indisolubilidad del matrimonio civil para los que profesaban la religión católica y un
modelo familiar fuertemente patriarcal.
El compromiso de respeto a los derechos forales se tradujo en la recopilación de tales normas en
Apéndices al propio Código, elaborados por comisiones de juristas conocedores del derecho de cada
territorio.
UNIDAD DIDÁCTICA VIII
SISTEMA JURÍDICO CONSTITUCIONAL (II)
TEMA 31
INSTITUCIONES POLÍTICO-ADMINISTRATIVAS (I)
I.
EL REY
La monarquía fue la forma de gobierno del estado constitucional español durante el siglo XIX, salvo
el breve período republicano de 1873-1874. A diferencia de la monarquía absoluta, la monarquía
constitucional se caracterizó por la sujeción del poder real a las normas fundamentales establecidas
por la Constitución del Estado, las cuales regulaban o limitaban, en mayor o menor medida, la
potestad del príncipe y atribuía la soberanía, bien a la nación, bien a la nación junto con el rey, en
cuyo nombre la ejercían asambleas representativas de la misma.
La monarquía constitucional nació como reacción contra la monarquía absoluta y se caracteriza por
la base del sistema político, consistente en la existencia de un conjunto de normas fundamentales a
las que está sometido todo el ordenamiento legal del Estado, eso es: La Constitución que enmarca lo
que entendemos como Estado de Derecho.
En España la monarquía constitucional quedó instaurada por la Constitución de 1812, pero siguió las
vicisitudes de los cambios políticos. En ella el poder del rey fue variable, aunque siguió siendo el
jefe del estado. Su persona era sagrada e inviolable y no estaba sujeta a responsabilidad, siendo
responsables del gobierno los ministros. Como línea general en las distintas constituciones, el
monarca encarnaba el poder ejecutivo y compartía, frecuentemente, con las Cortes la potestad
legislativa, ya que sancionaba y promulgaba las leyes.
El rey ostentaba la representación de la nación y cuidaba de que se administrara justicia en su
nombre, salvaguardaba el orden público y nombraba y cesaba a los ministros, reservándose la
potestad de disolver las Cámaras.
La monarquía constitucional fue hereditaria y la Constitución de 1812estableció que el reino de las
Españas era indivisible, y que la sucesión de su monarquía seguiría el orden regular de
primogenitura y representación entre los descendientes legítimos del rey, varones y hembras.
En todas las constituciones del siglo XIX el monarca debía pedir autorización a las Cortes para
contraer matrimonio. Asimismo, en todas ellas, se regulaba la Regencia para los casos en hubiera de
subir al trono un príncipe que no tuviera la mayoría de edad (18 años).
A su advenimiento al trono, el nuevo rey constitucional debía prestar juramento ante las Cortes de
respetar y observar la constitución y las leyes. La Constitución de 1812 disponía que el rey jurase
observancia de la religión católica, así como el respeto a las libertades individuales.
II.
LAS CORTES
Se denominan Cortes, en el régimen constitucional, a la asamblea o conjunto de asambleas
encargadas del poder legislativo. Las Cortes no fueron un organismo del gobierno sino que, en
principio, constituyeron la representación de la nación y les correspondía el poder legislativo, en
algunas ocasiones compartido con el monarca.
Las atribuciones de las mismas y su capacidad legislativa estaban en función de cada una de las
Constituciones que ya se han examinado.
En el estado constitucional las Cortes, en cuanto representan a toda la nación, son el instrumento a
través del cual se manifiesta y ejerce la soberanía nacional, y en ellas reside el poder legislativo, que
comparten con el rey, correspondiéndoles hacer y aprobar las leyes y al monarca sancionarlas y
promulgarlas.
La Constitución de Bayona disponía que hubiera Cortes o Juntas de la Nación, divididas en los tres
estamentos. La Constitución de 1812 declaró que las Cortes eran la reunión de todos los diputados
que representaban a la nación, elegidos por los ciudadanos en sufragio indirecto. El Estatuto Real,
en cambio, dispuso la división de las Cortes en dos Cámaras que funcionarían separadamente: la del
estamento de próceres del reino y la del estamento de procuradores del reino, elegidos, éstos
últimos, por un sistema indirecto.
A partir del Estatuto Real, todas las constituciones españolas del siglo XIX establecieron el sistema
bicameral, disponiendo que las Cortes se compusieran de dos cuerpos colegisladores iguales en
facultades: el Congreso de los Diputados y el Senado.
II.1.
El Congreso de los Diputados
El Congreso de los Diputados fue establecido con este nombre en la Constitución de 1837, según la
cual los diputados eran elegidos cada tres años por un sistema de designación, que pasaría a ser de
sufragio universal en la Constitución de 1869. En el texto constitucional de 1876 se estableció que
se eligiera un diputado por cada 50.000 almas, por un período de cinco años.
La constitución de 1812 disponía que las Cortes se reunieran todos los años en la capital de la
nación, y el Estatuto Real declaraba que sólo al rey correspondía convocar, suspender y disolver las
Cortes. Las constituciones de 1837, 1845, 1869 y 1876, establecieron que las reuniones de las Cortes
tuvieran periodicidad anual.
Según la Constitución de 1812, las sesiones de Cortes eran públicas y no podían celebrarse en
presencia del rey.
Asimismo la Constitución de 1812 estableció una Diputación permanente de Cortes que había de ser
nombrada por el Congreso antes de separarse. Tuvo la doble misión de ser un organismo
administrativo, que atendía las funciones de las últimas Cortes y tramitaba asuntos para las próximas
Cortes, que podía convertirse en el primer órgano político de la nación, al ser transitoriamente la
cabeza de todos los poderes y magistraturas en caso de peligro del régimen constitucional.
II.2.
El Senado
En el estatuto de Bayona era un organismo compuesto por 24 miembros nombrados por el rey y
encargado de velar por las libertades individuales y de imprenta, facultada para suspender, a
propuesta del rey y en circunstancias especiales, la vigencia de la Constitución.
El primer Senado (o Cámara Alta) propiamente dicho (aunque no llevase tal nombre) fue el
estamento de próceres establecido por el Estatuto Real, cuyos miembros (hereditarios y vitalicios)
eran elegidos por el rey.
Desde la Constitución de 1837 todas las constituciones del siglo XIX instauraron una Cámara Alta
con el nombre de Senado. El sistema de elección de sus miembros y su permanencia variaron de
unos textos a otros.
En la Constitución de 1837 los senadores eran temporales y elegidos directamente. En la de 1845
eran vitalicios y nombrados por el monarca. En la de 1869 eran elegidos por sufragio indirecto. En
la de 1876 quedaban divididos en tres categorías: por derecho propio, vitalicios por designación real
y los elegidos por la corporación del Estado entre los mayores contribuyentes.
Convocatoria, Reunión y atribuciones de las Cortes
II.3
La estructura de las Cortes se inspiró en las doctrinas políticas de los demás países constitucionales,
especialmente Francia e Inglaterra). La composición y la función política de las Cortes de España
variaron al compás de la evolución del Régimen Constitucional. Sus atribuciones han sido más o
menos extensas, según el mayor o menor grado de liberalismo de la Constitución que las
reglamentaba.
Misión privativa de las Cortes, ha sido siempre la aprobación de nuevos impuestos, pero en cuanto a
sus poderes legislativos y la forma de elegir a sus miembros varía en cada caso.

Estatuto de Bayona: Reguló minuciosamente las llamadas Cortes o Juntas de la Nación,
dividiéndolas en tres Estamentos, Clero, nobleza y el pueblo, las dos primeras de elección real,
mientras que el estamento del pueblo se componía de:

Diputados de las ciudades, elegidos por los Ayuntamientos.

Diputados de las provincias, elegidos por Juntas reguladas por una ley especial.

Quince Diputados comerciantes.

Otros Diputados de las Universidades, elegidos por el rey sobre listas presentadas por los
organismos correspondientes.
Estas Cortes reflejan claramente el carácter netamente autoritario del Estatuto de Bayona, inspirado
en la Constitución francesa. Las Cortes en tal sistema tenían un papel más decorativo que real. Se
preveía el nombramiento de Diputados (22) por América.

Constitución de Cádiz: Establecía el sistema unicameral, Cámara única formada por la reunión
de todos los diputados que representan la Nación.

Elección de Diputados: La realizarían todos los ciudadanos, incluyendo los territorios de
América, de una manera indirecta (compromisarios).

Funcionamiento: Las Cortes se reunían anualmente y se renovaban en su totalidad cada dos
años. Ejercían el poder legislativo juntamente con el rey, pero la intervención de éste se
limitaba al derecho de veto suspensivo.

Diputación: Una Diputación permanente velaba por los derechos de las Cortes y por la
integridad del régimen constitucional, incluso en la época en que aquellas no estuvieran
reunidas.
La Constitución de Cádiz, al conceder a las Cortes la función preponderante dentro del Estado y al
sustraerlas de la voluntad regia, instauraron por primera vez en España el Régimen Constitucional.

Estatuto Real 1834: En él se convocaban las Cortes Generales del reino con arreglo a lo
dispuesto en las Partidas, se les daba una nueva organización , dividiéndolas en dos estamentos:
el de Próceres y el de Procuradores.
Las atribuciones de estas Cortes eran limitadísimas. Sólo tenían derecho a deliberar sobre
materias que el rey les sometiera a examen y el de hacer peticiones al Rey en la forma que
determinara el Reglamento, además del tradicional de aprobar los nuevos tributos y
contribuciones. Este sistema reducía virtualmente las Cortes a un organismo asesor.

Constitución de 1837: Establecía de nuevo el sistema parlamentario. Organizó las Cortes en
forma bicameral: el Senado y el Congreso, términos estos que aparecen entonces por vez
primera en nuestra historia constitucional.
Al Senado, se le da ya el carácter peculiar de una Cámara Alta. Sus miembros eran elegidos
por el rey, pero sobre una lista triple presentada por los electores que en cada provincia
elegían a los Diputados, se renovaban por terceras partes, por orden de antiguedad, cada vez
que había elecciones generales a diputados.
Condiciones de edad (40 años), económicas y el mismo sistema de renovación parcial,
tendían a asegurar al Senado el carácter de equilibrio y freno que tradicionalmente se asigna
a la Cámara Alta, dentro del régimen constitucional.
El Congreso se elegía por elección directa y se renovaba en su totalidad cada tres años. La
potestad legislativa correspondía a la Cámara con el rey. Si el Senado les negaba su
aprobación, pasaban a ser ley si eran nuevamente aprobadas por el Congreso y obtenían la
sanción real. El rey tenía veto suspensivo por una legislatura.

Reforma de 1845: Marcó un avance del espíritu liberal y democrático sobre la de 1812, en
cuanto a la composición y las atribuciones de las Cortes, y constituyó el primer ensayo de
sistema bicameral en España. Encauzó, de nuevo, el sistema parlamentario por vías
autoritarias.

Constitución de 1869: Aceptó también el sistema bicameral implantado por la ley de 1837.
El Senado se elegía por provincias a través de una junta formada en cada una de ellas por la
Diputación Provincial y por compromisarios elegidos por sufragio universal. Se renovaba
por cuartas partes mientras que el Congreso se renovaba en su totalidad cada tres años.
En cuanto a las facultades de ambas Cámaras, eran análogas a las que les señalaba la
Constitución de 1837. El rey tenía la facultad de disolver una o ambas Cámaras, pero
convocando elecciones en el plazo de tres meses. No se admite en esta Constitución el veto
regio. La función moderadora de la Corona sólo podía ejercerse a través de esa facultad de
disolución y suspensión.
La Constitución concedía a las Cortes la posibilidad de excluir de la sucesión al trono a las
personas que hubieran hecho algo por lo que merezcan perder su derecho.
Las Cortes alcanzaron en este sistema rango de órgano supremo como representante de la
Nación, en la que reside esencialmente la soberanía y de la que emanan todos los poderes.

Proyecto de 1873: La República preparó un Proyecto de Constitución que no llegó a
aprobarse. Consagraba también el sistema bicameral.
El Senado debería cumplir la función de Cámara territorial, al determinar como forma de
gobierno la república FEDERAL.

Constitución de 1876: Establecía también el sistema bicameral: Senado y Congreso. El
Senado estaría constituido por Senadores de tres clases:

Senadores por derecho propio: hijos del rey y sucesores de éste y del príncipe de Asturias,
renta anual, altas personalidades eclesiásticas, militares y civiles

Senadores vitalicios, nombrados por la Corona.
 Senadores por elección de las Corporaciones del Estado y los mayores contribuyentes.
El número de Senadores por derecho propio y vitalicios no podía exceder de 180, igual que los
electivos. Renovación por mitades cada cinco años o en caso de disolución.
Existían incompatibilidades como que no podían admitir empleo, ascensos, títulos ni
condecoraciones, ni del rey ni del Gobierno. Únicamente podían aceptar el cargo de Ministro.
El Congreso tenía que ser elegido por votación popular.
Requisitos: Ser español, seglar, mayor de edad y gozar de todos los derechos civiles. Por ley se
determinabas las incompatibilidades. Cesarán inmediatamente en el cargo de Diputado si no
renuncian a las citadas prebendas en el plazo de 15 días.
Las Cortes, en cuanto a atribuciones, ejercían la potestad legislativa, juntamente con el rey. La
negativa del rey o de cualquiera de las Cámaras a sancionar un Proyecto de Ley, impedía que
pudiera presentarse hasta la legislatura siguiente.
Se reunían todos los años, convocaba el rey, que podía suspender las sesiones y disolverlas. Si
las disolvía tenía que reunirlas en el plazo de tres meses.
Cada Cámara elaboraba su propio Reglamento. Las sesiones eran públicas salvo cuestiones
reservadas. La iniciativa de las Leyes correspondía al rey y a las Cámaras.
III.
LOS PARTIDOS POLÍTICOS
El sistema constitucional comenzó desconociendo las distintas formas de asociación nacidas a lo
largo de la historia, no reconociendo como miembros del Estado nada más que a los individuos,
aunque, en la práctica, surgieron otros grupos de acción social y política, que llegaron a
articularse en partidos políticos. Pese a que ni las constituciones ni las leyes, ni los tratadistas de
Derecho Público aludan a ellos hasta el siglo XX, los partidos políticos fueron elementos
esenciales en el régimen político del siglo XIX.
Podemos definir los partidos políticos como “un grupo de personas que se organizan con el fin
de ejercer o influir en el poder del estado, de acuerdo con unos fines señalados previamente en
un programa de carácter general”.
Los partidos políticos se constituyeron en España como una consecuencia del Régimen
constitucional y, entre ellos, se distinguen los absolutistas y los Constitucionales o liberales, que
en 1820 se fraccionarán en exaltados y moderados. De los primeros saldrá el partido progresista.
Todos ellos se disputan el gobierno del Estado.
En 1858 se constituyó, bajo la inspiración de O’Donnell la Unión Liberal. Aparte, del ala
izquierda del progresismo nació también el partido democrático, y durante la República de 1873
se distinguieron especialmente los partidos republicanos federal y unitario.
La Restauración contó con dos grandes partidos que se turnaron: el Conservador de Cánovas y
el Fusionista o liberal de Sagasta. Las masas obreras profesaron el credo del anarquismo o del
socialismo. También fueron notables las representaciones regionalistas, como la Lliga y la
Solidaridad (catalana y bizcaitarra). El Carlismo desembocó en el llamado tradicionalismo o
integrismo, y los elementos confesionales se agruparon en la Unión Católica.
TEMA 32
INSTITUCIONES POLÍTICO-ADMINISTRATIVAS (II)
LA ADMINISTRACIÓN CENTRAL
I.
LA ORGANIZACIÓN MINISTERIAL
A partir del siglo XIX se da el nombre de Ministerios a los grandes Departamentos de la
Administración central. Como ocurre con sus titulares (ministros), el nombre de Ministerio aparece
ya utilizado a principios de siglo, junto con el tradicional de Secretario de Despacho y termina
prevaleciendo, si bien la antigua denominación se volvió a utilizar transitoriamente a mediados de
siglo.
Los Ministerios tienen dos funciones simultáneas, la función de especialización -porque a través de
ellos se diversifica la actividad administrativa estatal- y la función integradora -porque por ellos se
reconduce a la unidad la enorme variedad de órganos a la que lleva el principio de división del
trabajo-.
Desde el Estatuto de Bayona y hasta finales del siglo XIX, l número de los ministerios varió según
los diferentes períodos políticos. Además, la denominación entre Ministerio y Secretaría de
Despacho se alternarían por igual motivo.
El número de ministerios varía constantemente lo mismo que las funciones que se les encomiendan.
Pero, en todo caso, es posible advertir la existencia de rasgos comunes. Efectivamente, todos los
ministerios tienen que ocuparse de una serie de cuestiones como las relacionadas con otros Estados,
atender a las necesidades internas y conseguir alcanzar los fines superiores.
Los fines a conseguir pueden depender de la idea de tutela jurídica o de la injerencia social. Los
medios, pueden consistir en fuerzas Armadas para la defensa o, simplemente, en los medios
económicos.
A medida que se va intensificando el intervencionismo administrativo, aumentan los Departamentos
ministeriales.
El primer lugar entre los órganos de la administración central, lo ocupan aquellos que, colocados
directamente bajo la autoridad del Jefe del Estado, obran como delegados directos de éste, y se les
denomina Ministros, siendo los jefes superiores de todos los ramos asignados a sus respectivos
Departamentos, correspondiéndoles, en ese concepto, la autoridad y funciones propias de su
cometido director.
La posición política de los Ministros dependía del régimen establecido. Mientras que en épocas
absolutistas su posición era análoga a la de los antiguos Secretarios de Despacho, en el sistema
constitucional, los Ministros aparecían como los rectores de la vida nacional.
Su nombramiento, en este período, correspondía al Rey, pero en la práctica dependían del
Parlamento, debiendo dimitir cuando éste les retiraba su confianza.
La denominación de Ministro aparece ya en el Estatuto de Bayona, pero la Constitución de Cádiz
vuelve a recoger el antiguo nombre de Secretarios de Despacho. Desde los primeros años del
reinado de Fernando VII, ambas denominaciones se utilizarán como sinónimas. La Constitución de
1837 utilizó el término de Ministros que a partir de entonces será el habitual.
Los ministros, como jefes que son de sus departamentos, ejercen la iniciativa, dirección e inspección
de todos los servicios de aquellos y de los organismos adscritos a ellos. Sus disposiciones y actos
necesitan del refrendo del poder regio, con su firma, ya que sin este requisito carecen de validez.
II.
EL CONSEJO DE MINISTROS
II.1.
Creación y Antecedentes
El Consejo de Ministros constituye el más importante de los Órganos Colegiados o colectivos de la
Administración Activa.
El Consejo de Ministros fue creado en Francia y en Prusia (1791/1808). Puede decirse que se estaba
gestando en Europa un proceso de despersonalización del poder, que abrió las puertas para la
configuración de lo que se ha dado en llamar “Estado Contemporáneo”. En lo sucesivo, el Rey ya no
decidirá por sí sólo, sino que necesitará la colaboración y asesoramiento de un consejo, que desplazó
a la multiforme variedad polisinodial absoluta.
En España, los orígenes del Consejo de Ministros se remontan al Consejo de Gabinete -instituido
por Felipe V, con sus Secretarios de Despacho. En realidad, se trataba de un órgano poco
institucionalizado, eran, más bien, reuniones de personas de confianza del monarca, para evitar los
inconvenientes de la dispersión de los asuntos.
El Decreto 257 de la Regencia, de 8 de abril de 1813, aludía a una Junta de Ministros, que parece
ser, que se reunía periódicamente y con responsabilidad conjunta. En realidad, los orígenes del
Consejo de Ministros, se encuentran en el Real Decreto de 19 de noviembre de 1823, dictado por
Fernando VII.
El Consejo de Ministros quedó constituido por los cinco Secretarios de Estado y del Despacho
entonces existentes. Reunidos en Consejo, los Ministros resuelven todas las cuestiones de interés
general, y se ponen de acuerdo sobre la marcha, tanto política como administrativa, que deben
seguir, para que los movimientos que parten de los diferentes departamentos ministeriales no
resulten discordantes.
El Consejo de Ministros tiene su primera regulación como órgano político en una ley de fecha 30 de
enero de 1838. Sus reuniones recibían también el nombre de Consejo de Gabinete.
II.2.
La Presidencia del Consejo
En el período Constitucional, la función coordinadora la realizaba el Consejo de Ministros, que es,
de hecho, la reunión de éstos, y que sólo alcanzó una categoría especial en las Constituciones
republicanas, en las que, con su Presidente, constituyó el Gobierno de la Nación, verdadero poder
ejecutivo.
Originariamente lo presidía el Primer Secretario de Estado y Despacho, que el la primera mitad del
siglo XIX aparece como cargo autónomo. Puede decirse, que en éste, como en muchos otros
aspectos, es la Constitución de Cádiz el puente que dio entrada a instituciones tan arraigadas en
Europa.
II.3.
La Supresión de los Antiguos Consejos
La Administración Central consultiva estaba principalmente representada, a partir de la instauración
del régimen constitucional, por el Consejo de Estado, ya establecido en la Constitución de Bayona,
para preparar las leyes y colaborar con la actividad legislativa.
Las Cortes de Cádiz crearon en 1812 un Consejo de Estado cuyo dictamen había de ser oído `por el
Rey en los asuntos graves de gobierno. Pero con la Restauración del absolutismo todo ello quedaría
sin efecto, y tampoco los textos constitucionales posteriores reactivaron esta institución.
Por una ley de 1845 se organizó un Consejo Real, presidido por el Presidente del Consejo de
Ministros y que se constituía por éstos y por un número variable de consejeros, que tenía carácter de
órgano consultivo de la Administración central y que, a la vez, ejercía determinadas funciones
judiciales.
Esta variante del Consejo de Estado quedó organizada en 1860 como el cuerpo consultivo supremo
del gobierno en los asuntos de gobernación y administración y en lo contencioso-administrativo, así
como en órgano judicial contencioso (hasta 1875).
III.
EL CONSEJO DE ESTADO
Como se vio, entre los diversos Consejos destacaba el Consejo de Estado como órgano que venía a
asumir la unidad total del reino, creados por Carlos I en 1526.
El propio monarca era su presidente, pero no asistía regularmente a sus sesiones para no quitar
libertad al deliberar. Su competencia se extendía a los grandes problemas de política internacional y,
en general, de cuestiones referentes a toda la Monarquía.
Según el parecer de algunos historiadores, se trató de un Consejo privado y superfluo, sin una
regulación legal.
Con los Borbones perdió buena parte de su influencia, dada la instauración del sistema de
Secretarías. Sustituido en 1787 por un Junta Suprema de Estado, es restaurado de nuevo por Carlos
IV.
Las reformas de la época constitucional (Bayona y Cádiz) erigieron el Consejo de Estado como
Consejo único, absorbiendo a los demás y dándole el carácter de alto cuerpo consultivo de la
Nación, cuyo dictamen era indispensable para muchos asuntos. Con tal carácter fundamental ha
llegado hasta nuestros días. Tenía también como misión dar estabilidad al Gobierno y unificar y dar
orientación constante a la labor de los Ministros.
En las constituciones políticas se estructuró el Consejo de Estado como consejo único y a él le
atribuyeron todas las competencias de los restantes Consejos y se le dio el carácter de alto cuerpo
consultivo. La Constitución de Cádiz disponía que sus componentes fueran inamovibles y
retribuidos. Prestaban juramento previo de guardar la Constitución, de fidelidad al Rey y dar sus
consejos para el bien de la Nación.
Lo presidía el Rey y podía asistir a sus sesiones el Príncipe heredero. Se consideraban miembros
natos los Ministros y el Presidente del Consejo Real, que pueden asistir pero no forman parte de las
secciones. También contaba con Consultores, Asistentes y Abogados.
A partir de 1858 se le denominó de nuevo Consejo de Estado y pasó por un período de apogeo por
su intervención decisiva en lo contencioso. Además se le atribuyó la preparación de los proyectos de
Ley, la intervención en los tratados internacionales y la difusión de un espíritu común en todas las
ramas de la Administración, procurando imprimir un impulso uniforme a todos los servicios.
Por Ley de 17 de agosto de 1860 se define el Consejo de Estado como órgano consultivo de
gobierno (y de la Administración) y se le atribuyen facultades para asuntos de Gobernación y
Administración, además de las relativas a lo contencioso. Desde 1868 fue objeto de reformas y en
1888 se le suprimieron las facultades contencioso-administrativas, al crearse el Tribunal de lo
Contencioso.
Fue en 1904 cuando se organizó el Consejo de Estado como órgano de carácter técnico e
independiente, con un número permanente de consejeros.
TEMA 33
INSTITUCIONES POLÍTICO-ADMINISTRATIVAS (III)
LA ADMINISTRACIÓN TERRITORIAL Y LOCAL
I. LA ADMINISTRACIÓN TERRITORIAL
I.1. La División Provincial
La Constitución de 1812 supuso también una nueva regulación del régimen provincial y local. Las
reformas siguieron el ritmo de los acontecimientos políticos.
La nueva estructura político-administrativa se realizó mediante la adaptación de las antiguas
instituciones a los principios innovadores del constitucionalismo francés, adoptando un carácter
centralizado y jerarquizado, de estrecha subordinación al poder estatal (que no reconoció las
divisiones históricas regionales), y que se fundamentó en la distribución del territorio del Estado en
provincias y pueblos.
La provincia, de raigambre romana, utilizada ya en España en la Edad Moderna con carácter de
circunscripción fiscal y militar, fue concebida en la etapa constitucional como una creación legal
basada en dos elementos: uno, el territorio, compuesto de un ámbito territorial más o menos
extenso, delimitado por ley, y de otro, orgánico, integrado por una corporación representativa de la
provincia, encarnada en la Diputación provincial, y por una autoridad directiva delegada del poder
central; el Jefe político o Gobernador.
Este régimen provincial fue abolido por Fernando VII en 1814 y restaurado de nuevo en 1820,
gracias a lo cual, en 1822, se promulgó un decreto dividiendo provisionalmente el territorio en 52
provincias. De este modo quedarían reguladas las nuevas atribuciones de las Diputaciones
provinciales y de los Jefes Políticos.
En 1823, al restablecerse la monarquía absoluta, quedó también restaurada la organización
provincial anterior e la Constitución de 1812. No obstante, el Ministro de Fomento, Javier de
Burgos, en 1832, estableció la división de España en 49 provincias, creación artificial y abstracta
que no se acomodaba a las antiguas divisiones históricas, ni a una extensión territorial homogénea y
racional, pero que estaría destinada a prevalecer como la estructura geográfica de la Administración
española.
LA medida fue completada instituyendo al frente de las provincias a los Subdelegados principales
de Fomento (con residencia en las capitales de aquellas) y los Subdelegados subalternos de Partido
(en las poblaciones de mayor extensión comprendidas en dichas provincias), concebidos como un
órgano de gobierno para fomentar en las provincias la prosperidad material y central como agentes
ejecutivos del poder. Eran éstos los jefes inmediatos de los ayuntamientos, aunque no los presidían.
En 1834 cambiaron su nombre por el de Gobernadores civiles de las provincias, aunque una vez
restablecido el orden constitucional de Cádiz, en 1836, volvieron a llamarse Jefes Políticos,
manteniéndose, en cambio, la división en 49 provincias.
Las Vascongadas siguieron rigiéndose por fueros especiales, que en sus aspectos económicos se
mantendrían durante todo el período constitucional. También Navarra conservó intacta su antigua
estructura político-administrativa, hasta la promulgación en 1841 de la Ley Paccionada, que
modificaba los fueros navarros. Se organizó Una Diputación Foral, presidida por el gobernador de la
península.
La Ley Provincial de 1845 reguló las atribuciones de los Jefes superiores políticos de las provincias,
confiriéndoles funciones interventoras en muy diferentes áreas y estableciendo unos Consejos
provinciales presididos por ellos. En 1849 los Gobernadores civiles asumieron las competencias
económicas que en su día tuvieron los desaparecidos Intendentes, ejerciéndoles hasta 1891 en que
fueron creados los Delegados de Hacienda.
El régimen provincial de 1845 experimentó una profunda crisis, únicamente superada con el
régimen instaurado a consecuencia de la revolución de 1868, que contenía ya una cierta orientación
descentralizadora. En 1882 se promulgo la Ley Provincial que rigió durante todo el resto del siglo
XIX, hasta el estatuto Provincial de marzo de 1925, punto de enlace legal con la organización
provincial hoy vigente.
I.2.
Provincias, Gobiernos Civiles y Diputaciones
LA Constitución de Cádiz estableció que el gobierno político de las provincias residiría en un jefe
superior llamado Gobernador Civil, nombrado por el Rey en cada una de ellas. Asimismo estableció
que en cada provincia habría una Diputación provincial, presidida por un jefe provincial, y
compuesta por el Intendente de la misma y siete individuos elegidos por electores del partido
judicial.
A la Diputación provincial le correspondía intervenir y aprobar el repartimiento de contribuciones
hechas a los pueblos de la provincia, promover la educación y fomentar la agricultura, la industria y
el comercio. En cuanto al Jefe Político, era en cada provincia la máxima autoridad, corriendo a su
cargo el mantenimiento del orden y la seguridad de las personas y bienes en ese ámbito, así como la
ejecución de las leyes y órdenes del Gobierno. Eran nombrados por el rey y les correspondía presidir
la Diputación provincial.
II.
LA ADMINISTRACIÓN LOCAL: EL MUNICIPIO
Con la Instauración en España del régimen constitucional, los municipios españoles experimentaron
importantes transformaciones y las Cortes de Cádiz manifestaron una especial preocupación por lo
que en adelante serían los Ayuntamientos constitucionales que estarían compuestos por Alcaldes,
Regidores y Procurador Síndico y presididos por un Jefe Político (el antiguo Corregidor). Todos
ellos habían de ser nombrados por elección en los pueblos, suprimiéndose los oficios perpetuos y de
nombramiento real. Anualmente los vecinos elegían unos electores que designarían a los cargos
municipales. En todos los Ayuntamientos habría, además, un Secretario, elegido por aquellos, y
cada corporación municipal quedaba bajo la inspección de la Diputación provincial respectiva.
El pueblo se constituiría o no en Municipio, según lo dispusiera la ley, ya que se trataba de una
prerrogativa conferida al gobierno con arreglo a ciertas normas. Con esto se inició una concepción
del municipio como una entidad legal cuya expresión era el Ayuntamiento como representación de
Concejo. El antiguo Concejo abierto sólo sobreviviría, al margen de la ley, por derecho
consuetudinario, en algunos pueblos de León y Asturias. La posición del ayuntamiento fue la de
institución subordinada al poder central bajo la presidencia de un jefe político. Esta será,
básicamente, el régimen municipal que perdurará durante toda la etapa constitucional.
Restablecida la monarquía absoluta de 1814, fueron disueltos los Ayuntamientos constitucionales,
posteriormente serían restaurados en 1820 y el régimen local quedó regulado por ley en 1823, ley
que concebía al ayuntamiento como órgano corporativo, representativo y deliberante y al alcalde
como un órgano político-administrativo y ejecutivo con carácter propio, siendo todos los alcaldes
iguales en autoridad y jurisdicción, aunque podía haber en las grandes poblaciones Alcaldes de
barrio y regidores a cargo de un distrito o cuartel.
Restablecida la Constitución de Cádiz en 1836, en julio de 1840 se promulgó una nueva Ley de
Ayuntamientos que atribuía al rey el nombramiento de los alcaldes y tenientes de alcalde de todas
las capitales de provincia y, al jefe político, el de los alcaldes de las poblaciones mayores de 500
vecinos, así como la inspección de los Ayuntamientos. Una nueva ley de Ayuntamientos fue
promulgada en 1845, en términos aún más centralizadores.
Como consecuencia de la revolución de 1868 se promulgó la Ley Municipal de 1870, que atribuyó
autonomía a los municipios en lo relativo a su administración propia, aunque considerándolos
delegados del gobierno en el orden político, y estableciendo que los Ayuntamientos se compusieran
de tres tipos diferentes de concejales: los Alcaldes, los Tenientes de Alcalde y Regidores. Los
concejales eran elegidos por todos los vecinos y los alcaldes y tenientes de alcalde por los
ayuntamientos. El alcalde presidía el Ayuntamiento y lo correspondía el gobierno político del
distrito municipal.
El Estatuto Municipal de 8 de marzo de 1924 recogió las tendencias descentralizadoras del Proyecto
de Reforma de la Administración Local de 1907 y viene a ser el punto de enlace con el régimen
municipal vigente.
III.
LA ADMINISTRACIÓN DE JUSTICIA
III.1. Caracteres Generales
La Constitución de 1812 estableció la unidad de legislación al declarar que las Españas y las Indias
se gobernarían por un solo código, así como la unidad de fuero en las causas civiles y criminales
para toda clase de personas, aunque manteniéndose la jurisdicción eclesiástica y de guerra.
Por un Decreto de las Cortes de Cádiz de 1811 se suprimieron los señoríos jurisdiccionales,
asimismo quedó suprimida la jurisdicción especial del Tribunal de la Inquisición. En 1829 los
antiguos Consulados fueron sustituidos por Tribunales de Comercio.
La Revolución de 1868 llevó a la práctica unidad de fuero suprimiendo el Tribunal Supremo de
Guerra, Marina y extranjería y refundiendo en el Tribunal Supremo de Justicia el de las Órdenes
Militares.
Por ley de 1868 se declararon abolidas las jurisdicciones especiales, si bien la jurisdicción
eclesiástica subsistió en lo referente a las causas sacramentales, beneficiales y de divorcio y nulidad
matrimonial.
La jurisdicción de Guerra y marina se mantuvo en asuntos criminales para determinados delitos,
creándose un Consejo Supremo de Guerra y otro del Almirantazgo.
Por efecto de la Constitución de 1812 la Administración de Justicia correspondería, en adelante, a
los alcaldes constitucionales de los pueblos, a unos jueces letrados de partido, a las Reales
Audiencias y al Tribunal Supremo de Justicia.
Los alcaldes constitucionales de los pueblos conocerían de los actos de conciliación, de las
demandas civiles que no excedieran en cuantía de 500 reales de vellón y, en lo criminal, de las
injurias y faltas livianas. Los jueces letrados de primera instancia se establecían en las cabezas de
partido y entendían en primera instancia en asuntos criminales y en las causas civiles de cuantía
superior a los 500 reales. Las Reales Audiencias se establecían en cada una de las provincias y les
correspondía conocer en segunda y tercera instancia de todas las causas civiles y criminales que les
remitieran los jueces letrados de partido.
Derogada la Constitución de Cádiz por Fernando VII, quedó restaurado el viejo orden judicial. Tras
su muerte en 1834 se procedió a una reorganización básica de la Administración de Justicia, según
la cual se uniformaron los tribunales superiores, disponiéndose que todos se denominasen Reales
Audiencias, a excepción del Consejo Real de Navarra.
Con arreglo a éstas y otras disposiciones, la Administración de Justicia quedó confiada a los
Alcaldes y Tenientes de alcalde de los pueblos (con la misión de jueces de paz y para entender en las
causas civiles de cuantía menor y, en lo criminal, en las faltas que sólo mereciesen pena leve), a los
jueces letrados de primera instancia de los partidos judiciales (que entenderían en todos los asuntos
criminales, en las causas civiles de cuantía mayor), a las Reales Audiencias (competentes para
conocer la segunda y tercera instancias de todos los asuntos civiles y criminales, y en los recursos
de nulidad que se interpusieran de las sentencias dadas por los jueces de primera instancia). Por
último, el Tribunal Supremo de España e Indias ejercía la inspección de todas las Audiencias y le
correspondía conocer de los recursos de nulidad en los procedimientos de los tribunales superiores.
Por otro Real Decreto de 1868, la jurisdicción contencioso-administrativa fue conferida al Tribunal
Supremo y a las Audiencias.
III.2. El Tribunal Supremo
Al Tribunal Supremo de Justicia le correspondía, como máximo órgano de la Administración de
justicia constitucional, conocer en los recursos de nulidad y casación interpuestos contra las
sentencias dadas en última instancia y dirimir competencias entre Audiencias. En él quedaron
refundidas en 1868 las competencias que había ostentado el Tribunal de las Órdenes Militares y de
los Tribunales de Comercio.
III.3. La Ley Orgánica del Poder Judicial de 1870
La ley provisional de organización del Poder judicial de 1870, o Ley Orgánica del Poder Judicial,
que enlaza con la estructura actual de la Administración de justicia, estableció: El Tribunal Supremo
de Justicia en Madrid, quince Audiencia territoriales, un Tribunal de Partido en cada partido judicial
y uno o más jueces municipales en cada término municipal.
En 1882 una Ley de 14 de octubre, adicional a la Ley Orgánica de 1870, estableció y organizó
ochenta Audiencias de lo criminal en las capitales de provincia y en otras poblaciones, además de
las salas de lo criminal de las Audiencias Territoriales. En 1888 se creó un Tribunal de lo
Contencioso-Administrativo. En 1904 se suprimió este Tribunal y se creó en su sustitución la Sala
Tercera del Tribunal Supremo.
III.4. La Ley del Jurado
La Constitución de 1812 ya aludía a la institución del Jurado como aspiración futura. En 1820 se
creyó llegado el momento, pero hubo de ser aplazado. En 1837 se produjo un nuevo aplazamiento.
Los motivos de estos sucesivos aplazamientos era los problemas técnicos que planteaba la
instauración y el recelo de que acarreara más trastornos que beneficios, ello junto al temor a la
manipulación política de sus miembros.
Sería la Constitución de 1869 la que estableciera definitivamente la institución del jurado dentro de
nuestro Derecho. No obstante, volvería a ser suspendida más a delante en períodos intermitentes,
hasta 1931 en que quedó incorporada en la Constitución de la II República. Española.
IV.
LAS RELACIONES IGLESIA-Estado
Las relaciones iglesia-estado fueron altamente conflictivas durante el siglo XIX, debido
principalmente a la política desamortizadora. De hecho en la Constitución de la I República se llegó
a proclamar la separación entre la Iglesia y el Estado, así como la libertad de culto.
Hubo en general un marcado clima anticlerical que llegó a su máxima expresión en el gobierno de
Espartero, en el que sólo se libraron de la desamortización algunos establecimientos eclesiásticos
dedicados a la beneficencia. Agravado el conflicto por los enfrentamientos entre Carlistas e
Isabelinos la crisis llegó a culminar con la ruptura de las relaciones diplomáticas entre España y la
Santa Sede en 1836 (Gregorio XVI).
En 1840 las tensiones cedieron y el gobierno español firmó con Roma un Concordato en 1851 que
enmarcaba finalmente las cuestiones más importantes de la espinosa relación Iglesia-Estado, esto es:
la ordenación territorial eclesiástica, el patrimonio de la Iglesia, la jurisdicción eclesiástica y la
ordenación del real patronato.
V.
LA ADMINISTRACIÓN DE HACIENDA
Los constituyentes de Cádiz estuvieron inspirados por la vieja ilusión de implantar una única
contribución directa (que se pensó que debía de gravar la renta). Así la Constitución de 1812
proclamó que las Cortes establecerían o confirmarían anualmente las contribuciones, que éstas se
repartirían entre todos los españoles (sin excepciones ni privilegios), que no habría aduanas más que
en los puertos de mar y en las fronteras y que anualmente las Cortes establecerían y aprobarían el
presupuesto general de ingresos y gastos. El Rey disfrutaría de una dotación anual y del patrimonio
que las Cortes le asignasen. En 1813 un decreto de las Cortes de Cádiz abolió las rentas provinciales
y estableció una contribución general directa.
La restauración de la monarquía absoluta en 1814 impidió la efectiva instauración de las reformas
financiera de la Constitución de Cádiz. La reacción fue absolutista mantuvo el viejo sistema
tributario, sin embargo, el ministro López Ballesteros introdujo algunas reformas y, en 1828, se
confeccionaron los primeros Presupuestos.
La guerra civil (1ª. Carlista) que siguió a la muerte de Fernando VII, agravó enormemente la
situación de la Hacienda y del crédito público. Los gastos aumentaron y el presupuesto se liquidó
con abundante déficit, la situación era hasta tal punto crítica que, en 1844, cuando subió al poder el
gobierno moderado de Narváez y se le encargó el ministerio de Hacienda a Alejandro Mon, éste
realizó una trascendental reforma tributaria que puso fin a todo el arcaico sistema de la Hacienda
española y sentó las bases del actual sistema tributario.
Las contribuciones indirectas fueron: la contribución de inmuebles, cultivo y ganadería, industrial y
de comercio, el derecho de hipotecas, los impuestos sobre inquilinato, aduanas y del sello, los
derechos de consumo y de puertas.
Esta reforma tributaria fue completada en 1851 con una reforma de la deuda pública. Al frente de la
Administración financiera del Estado se situaba el Ministro de Hacienda, desaparecieron los
antiguos Intendentes siendo sus funciones ejercidas en las provincias por los Gobernadores, hasta
que en 1881 fueron creados los Delegados de Hacienda.
VI.
EL EJÉRCITO
El Ejército contemporáneo se organizó en España a partir de la Constitución de 1812, que estableció
que hubiera una milicia nacional permanente de tierra y de mar, para la defensa exterior del Estado y
la conservación del orden interior. Dispuso asimismo que se establecieran escuelas militares y
señaló como obligación inexcusable de todos los españoles la prestación del servicio militar, en la
forma en que fuesen llamados por la ley.
A partir de la Constitución de 1837 quedó establecido para el reclutamiento de los hombres
necesarios, un reparto entre todas las poblaciones y la designación, según el cupo fijado, de los que
habían de incorporarse al Ejército mediante sorteo.
La Guardia Civil, creada en 1844, y el Cuerpo de Carabineros, fueron institutos militares
establecidos para velas por el mantenimiento del orden público y para complementar las estructuras
militares españolas.
En 1878 se promulgó la Ley constitutiva del Ejército, que implicó algunas reformas importantes en
la estructura del mismo.
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