La hoja azul del sable brilló con un chisporroteo de energía, cerneando de lleno la extremidad lánguida que cayó al suelo de piedra, levantando una leve estela de polvo. El grito que retumbó en la caverna fue imperioso, e hizo mella en sus oídos. —Con este, ya van varios —las palabras salían como un murmullo de sus labios, y cuando sintió la porosa superficie contra su espalda, supo que no había salida. Desde un inicio, su misión estaba condenada al fracaso. Reprimiendo una maldición por lo bajo, centró sus ojos en la mas profunda oscuridad que se cernía frente a él. La humedad le hacía sudar, y el calor de la batalla provocaba que el sudor se adhiriera a sus túnicas con una agria. Su sable de luz zumbaba con cada movimiento que hacía, y la estela de brillo que dejaba a su paso, era la única iluminación con la que contaba. Recortadas entre la luz y la oscuridad, Galias Fhankt, Caballero Jedi de la Antigua República Galáctica, veía ante él cientos y cientos de formas insectoides. Sus armaduras de quitina, podía resistir varios de los embates de su sable de luz. —Mas todo termina por ceder —enunció con un murmullo, mirando de soslayo la extremidad como una pinza que terminaba de convulsionarse en el suelo. La irradiación azulada de su arma apenas y le permitía un leve atisbo de aquello, pero no debía dejarse distraer. Volviendo a centrar su vista hacia el frente, sus pies se arrastraron por el suelo. Una leve estela de polvo su alza, y la gravilla suelta crujió ante sus sendas botas. Aquello no se suponía que debía terminar así. Mas en su interior, sabía que no había otra resolución posible. —Devastadoras criaturas —maldijo, mientras apretaba el brillante mago de su arma, y el cuero de sus guantes chirriaba conta el metal Zuuunss, silbaba su sable, mientras lo usaba para iluminar a los enemigos que yacían frente a él. Estos podían contarse por cientos. Alienígenas insectoides de al menos dos metros de altura. Con sendas mandíbulas que podían partirle a la mitad, si se dejaba atrapar. UN par de antenas salían de su cráneo como de las hormigas que había visto cientos de veces en Naboo, y sus extremidades, lánguidas, flacuchas, pero fuertes en armaduras de quitina, eran su principal ventaja. —Se supone que esto sería de otra manera —volvió a murmurar, dando un trémulo paso hacia el frente. Aquella acción le hizo flaquear. Reprimió una maldición y se palpó un costado. A través de su enguantada mano, podía sentir el calor que exhumaba la sangre. Clap-Clap, crepitaba el eco de líquido al escurrirse por sus túnicas marrones, y tintar la roca de los suelos. Había sido descuidado, y aquellas criaturas se lo habían hecho pagar caro. Zuuunss, volvió a silbar su sable, al iluminar hacia el frente. Los exoesqueletos de las criaturas brillaban con un brillo azulado. Sus mandíbulas trinaban y chasqueaban, creando un idioma que era del todo incomprensible para Galias. —Devastadoras Criaturas —maldecir esa su afición favorita. Y su mayor don, la lucha con sable de luz. Volvió a apretar el mago de su espada, y dio un nuevo paso al frente. Las criaturas, dejando salir unos trinos inteligibles desde sus mandíbulas, retorcieron lo propio. Galias se permitió el lujo de soltar una leve sonrisita. Pero esta ventaja no durará mucho, era consciente de aquello. Su fin era inminente. Al menos, R7 logró escapar, y aquel pensamiento le reconfortó internamente. Zuuunss, silbó su sable, al dar un paso al frente. Mas en esta ocasión, las criaturas no retrocedieron. —Hasta aquí llega Galias Fhankt —dijo el Caballero Jedi, con un deje de melancolía. Inspiró profundamente. Sus fosas nasales se dilataron con el gesto, y sus pulmones se llenaron de la humedad en el ambiente. Apretó el mango de su sable, y el chillido del cuerpo le reconformó. Sentía su cabello, oscuro y largo, cayendo sobre su rostro, escurriendo sudor. El rumor de líquido se deslizó por su nariz, y cayó al suelo, y el eco que provocó, trinó con fuerza en sus oídos. Con aquel compás, Galias abrió los ojos, y ante a él, halló la muerte. Mas Galias no se inmutó. Mas Galias era un Caballero Jedi, y había jurado proteger a la República Galáctica de cualquier amenaza. Los Siths, ya eran cosa del pasado, pero en ese preciso momento, se encontró pensando que desearía caer ante una hoja carmesí, antes que caer ante unas deformidades quitinosas. Mas un Jedi no escogía su suerte o destino. Reprimió una maldición. Dio un paso, y después otro. La negrura comenzó a rodearle. La oscuridad se cernió sobre él como unas hambrientas fauces. Mas Galias Fhankt era un Caballero Jedi, y moriría por la República. Lo último que la galaxia supo de Galias Fhankt, fue que murió luchando. (QUIZÁS MEJORAR ESTA NARACCIÓN. O CAMBIARLA POR UN SINFÍN DE SABLES CARMESÍES QUE ROMPEN LA OSCURIDAD).