Subido por josefina jaraba

Rozas Bagaza Mararita Tendencias teórico epistemológicas y metodológicas

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Tendencias teórico - epistemológicas y metodológicas en
la formación profesional
Dra Margarita Rozas Pagaza 1
Agradezco la gentil invitación del Comité Organizador del XVIII Seminario
Latinoamericano de Escuelas de Trabajo Social, para participar de este panel y decirles
que es un honor para mí estar con profesionales tan prestigiosos, compartir con amigos y
colegas que desde hace muchos años y desde lugares diversos hemos transitado este largo
trayecto de reflexionar sobre la profesión. Estos Seminarios Latinoamericanos, además,
nos permiten
reencontrarnos
y enriquecernos mutuamente desde la escucha y el
intercambio de ideas.
Respecto al tema que nos convoca en esta mesa: “Las tendencias teórico,
epistemológicas y metodológicas existentes en la formación profesional”, intentaré
introducir algunas reflexiones previas antes de desarrollar el tema propiamente dicho. En
primer lugar, volver a plantear como tema de este Seminario Latinoamericano, los
fundamentos que sustentan la relación de la formación profesional con la realidad social
me parece un hecho significativo, porque en la década de los 90, en pleno auge del
neoliberalismo, la posibilidad de esta reflexión estaba obstruida por la sobrevaloración de
los medios e instrumentos de la acción, como producto de una clara visión pragmática y
utilitarista de la formación. Los que insistieron en seguir pensando los fundamentos
teóricos como base argumentativa de la intervención, eran y son considerados “atrasados”,
en tanto no son capaces de entender la complejidad de los cambios de la sociedad a luz de
nuevas teorías. Hablar de fundamentos era considerado reiterar algunas teorías ya
superadas en tanto metateorías que no alcanzaban a capturar los cambios generados en esta
etapa “del fin de la historia”. Los que sustentaban estos cambios, tomaron como base de
sus argumentos, el relativismo social y que justificaron el opacamiento de la visibilidad
que la cuestión social había adquirido durante el Estado de Bienestar Social.
1
Docente-investigadora y Directora de la Escuela Superior de Trabajo Social de la Universidad Nacional de
La Plata. Directora de la Maestría de Políticas Sociales de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad
de Buenos Aires.
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En tal sentido, no se puede hablar de las tendencias teóricas en la formación
profesional sin hacer referencia a la década de los 90, la que generó profundos cambios
económicos y sociales que transformaron la estructura de nuestros países. Particularmente
ello se observa en el caso Argentino como paradigmático de esos cambios y sus terribles
consecuencias sociales, generando modificaciones también en la vida cultural e intelectual,
que a mi juicio tienen y tuvieron un papel fundamental en una comprensión simplificada
de la “cuestión social”, al considerarla una entidad separada del proceso de la sociedad y
como constitutiva de una visión unidimensional de la realidad. Ello ha significado la base,
sobre la cual el liberalismo triunfa desde el punto de vista ideológico. Las ciencias sociales
no han estado ausentes de esta comprensión y particularmente el Trabajo Social, como
profesión.
En el marco de dichos cambios culturales, la universidad y los ministerios de
educación promovieron programas de mejoramiento de la calidad académica a través de la
reforma de los Planes de Estudio favoreciendo con financiamiento internacional, sobre
todo a aquellas carreras vinculadas al desarrollo tecnológico. Del mismo modo las políticas
de investigación y particularmente los modos de evaluación que se establecieron, tuvieron
una clara direccionalidad al afianzar las premisas de una ciencia al servicio del mercado.
Las ciencias sociales, quedaron postergadas y sin capacidad de reacción y previsión
respecto a las consecuencias de un régimen de acumulación devastador. En este marco,
algunas escuelas de trabajo social se esforzaron por llevar a cabo reformas de planes de
estudio, que han constituido un avance respecto al debate de la profesión introduciendo
aspectos referidos a la cuestión social, como fundamento constitutivo del trabajo social.
Sin embargo, creo que faltó y falta profundizar el debate sobre las directrices teóricas,
metodológicas y operativas que orientan la formación profesional de los trabajadores
sociales.2
En esta perspectiva, explorar las tendencias de la formación profesional es una tarea
compleja si partimos por entender que una tendencia significa una fuerza que impulsa un
cuerpo hacia un punto y en consecuencia, una tendencia teórica refiere a un conjunto de
proposiciones y de abstracciones que dan cuenta sobre los fenómenos sociales. En tal
sentido, como diría Alexander, una teoría “no sólo son intentos de explicar el mundo sino
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esfuerzos para evaluarlo, comprender cuestiones de sentido, amplias (1992). En definitiva,
una tendencia refiere a un conjunto coherente de ideas sobre el hombre, la sociedad y la
historia a partir del cual, se direcciona también una visión sobre la profesión en relación a
la sociedad.
Ante la pregunta ¿qué tendencias sustentan hoy la formación? uno presupone que todos
estamos pensando que existe una tendencia o varias, en el sentido de una fuerza teórica,
política y ética que imprime como tal, una hegemonía en el pensamiento respecto a la
formación y fundamentalmente respecto a la formación de los trabajadores sociales. En
relación a ello cabe preguntarnos, ¿existen diversas tendencias en la formación
profesional?; ¿se visualizan como bloques articulados que disputan un espacio?. Si así
fuera, cuáles son sus características fundamentales?. A nuestro juicio existen tendencias
que emergen con grados diversos de explicitación y, en algunos casos con un interés por
reactualizar una perspectiva teórica y metodológica vinculada a diversas concepciones
acerca de la cuestión social. En esta dirección, el positivismo, el funcionalismo y el
marxismo como tendencias teóricas, siempre han estado y están presentes en la formación
profesional. Sin embargo; es necesario resaltar que estas grandes matrices, reaparecen
“metamorfoseadas” en las teorías contemporáneas que moldean de manera dispersa la
formación; planteándose a la luz de estas teorías viejos problemas aún no resueltos en la
formación, podemos mencionar el debate persistente respecto a la metodología o
metodologías para la intervención; imprecisiones respecto al objeto de intervención;
preocupación por considerar si se trata de una disciplina o profesión. Dilemas existentes
aún respecto a la producción de conocimiento; reiterada preocupación por el rol
profesional; sobre las concepciones de la intervención y la visión restringida sobre lo
público estatal y su relación con la sociedad civil; asimismo sobre las concepciones de
pobreza. La diversidad de estos problemas se han intentando resolver desde miradas
diferentes entre ellas desde la teoría de los sistemas, la teoría del interaccionalismo
simbólico, del relativismo individual, del neoparsonianismo y la teoría interpretativista
que han configurado un pensamiento identificado como conservador por un lado, y como
renovador por otro, en este último caso están sobe todo, aquellos que se consideran
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Me refiero fundamentalmente al caso Argentino, es posible que en el marco de las transformaciones
generados en las política educativa es posible que la observación que hago, con algunos matices fue el rasgo
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postmodernos. Asimismo y en contraposición a estas posturas aparece una tendencia
denominada crítica, que en algunos casos, hace referencia al marxismo o los marxismos de
libre interpretación, todo ello teniendo como telón de fondo los cambios generados en la
vida social de la década de los 90. Abarcar todo ello, en esta exposición implicaría un
trabajo más profundo y sistemático, por lo tanto, apenas quedarán esbozados.
1. LOS RASGOS DEL POSITIVISMO EN LA FORMACION PROFESIONAL
https://www.youtube.com/watch?v=GtoJMnfLHYw
Es una tendencia que surge a fin del siglo XVIII y principios del siglo XIX, con una
ideología conservadora identificada con el orden industrial/burgués y sigue vigente en la
actualidad, basado en premisas que estructuran un sistema coherente y operacional. Dichas
premisas sustentan que la sociedad está regida por leyes invariables que transcurren
independientemente de la voluntad y de la acción de los hombres. Por lo tanto, la vida
social reproduce una armonía natural, sobre todo porque la sociedad está regida por leyes
naturales y, en tanto tal, asimilada naturalmente (naturalismo positivista). Desde esta
perspectiva la sociedad puede ser estudiada por los mismos métodos y procesos
impregnados en las ciencias naturales. Dicho estudio se debe realizar por la observación y
explicación causal de los fenómenos de manera objetiva, neutra y libre de juicios de valor,
ideologías y preconceptos.
La pretensión de neutralidad valorativa en las ciencias sociales ignora el
condicionamiento histórico-social del conocimiento científico y la existencia de los
intereses socio-económicos de las clases sociales. En este sentido, desde el punto de vista
de la ideología positivista de Comte hasta nuestros días, se construye un sistema conceptual
que tiende a la defensa del orden establecido en la sociedad moderna, la que posibilita una
estabilidad social. El orden y la estabilidad implica un estado fijo y homogéneo por la cual
las ciencias del hombre y las ciencias de la naturaleza prácticamente son lo mismo
(homegeneidad epistemológica). En consecuencia para
Comte, como defensor sistemático del orden, fundamenta que el estudio de los fenómenos
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de los 90.
sociales deben ser considerados dentro del mismo ámbito de los fenómenos astronómicos,
físicos, fisiológicos sujeto a leyes invariables, es decir una suerte de física social. 2
Durkhein (185-1917) positivista consecuente, en su obra “Las reglas del método
sociológico”, sostiene que la regla fundamental es considerar a los fenómenos sociales
como cosas, cuyo funcionamiento se regula por leyes naturales. Durkhein, figura
importante de la sociología académica, además sostiene que para que la nueva ciencia, (se
refiere a la sociología) sea fundada debe extenderse la idea de las leyes naturales a los
fenómenos humanos, ello permitiría que la ciencia perfeccione la sociedad resolviendo sus
problemas o cualquier anomalía social.
Durkhein, concibe a la sociedad como un sistema de órganos diferentes en el cual cada
uno tiene un papel particular, y ciertos órganos tienen una situación privilegiada, es decir
una situación natural, funcional e inevitable y, por lo tanto es un fenómeno absolutamente
normal que se encuentra en cualquier organismo, los órganos que tienen alguna variación
se presentan como anomalías. La preocupación de Durkhein está en dar fundamento al
orden social nuevo, surgido de la Revolución Industrial y del desarrollo del sistema
capitalista, como un orden legítimo y positivo. Si bien dicho orden está consolidado, al
mismo tiempo, observa que está amenazado por las crisis y que ellas debe ser
rigurosamente tratadas para reestablecer su regularidad o absorber sus nuevas propiedades.
Asimismo establece la función del Estado como positiva, en tanto puede contribuir a
mejorar los problemas humanos sin afectar el orden orgánico de la sociedad.
La influencia del positivismo en la profesión y su apropiación abarca al menos, a mi
juicio, tres aspectos: el referido al origen de la profesión, a las funciones atribuidas y a la
preocupación recurrente respecto a los métodos de intervención, además estos aspectos
deben ser entrecruzados con esta concepción sobre la visión de sociedad. Respecto al
origen de la profesión, (que por cierto, sigue en debate), podemos señalar, que existe la
idea de que ella surge como evolución de la formas anteriores de intervención social, léase
La evolución del positivismo primero como utopía positivista desarrollado por Condorcet hasta la ideología
positivista de Comte está ampliamente desarrollado en “las aventuras de Karl Marx contra el Baron de
Munchhausen. Marxismo y postivismo en la sociología del conocimiento”.Ed. Cortez, San Pablo, Brasil
1966.
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caridad, filantropía y asistencia organizada. Dichas formas de intervención se han ido
perfeccionando hasta llegar a ser acciones profesionalizadas, el carácter de
profesionalización se da fundamentalmente por la modernización de sus métodos y
técnicas. Esta perspectiva evolucionista presupone un desarrollo natural de dichas formas
de intervención, desvinculada de las relaciones sociales y los procesos históricos. Al mismo
tiempo, el carácter naturalizado de dicha evolución aparece neutral, ingenua desprovisto
de conceptos.3 En esta perspectiva se encuentran muchos autores que han trabajado sobre
la historia de la profesión, entre ellos, por citar algunos; están Ander Egg, Natalio
Kisnerman. Como tesis contrapuesta está los que plantean el surgimiento de la profesión
como parte de la división social y técnica del trabajo, imbricada en la reproducción de las
relaciones sociales capitalistas, esta perspectiva ha sido desarrollada ampliamente por
Marilda Iamamoto, en su obra clásica “relaciones sociales y trabajo social”. La
unilinialidad de la perspectiva evolucionista, en su forma profesionalizante lleva a
considerar que el uso del método científico hace que la práctica de la intervención sea
también científica. En cuanto al método, los métodos y metodologías que marcaron y
siguen marcando la preocupación por el cómo de la intervención profesional, la influencia
del positivismo está en su formulación lógico-formal, caracterizado por una secuencia de
etapas, en unos casos, y en otros, según el sujeto de la acción a partir de la trilogía de los
métodos: caso, grupo y comunidad.
Leila Lima (1972) hace un análisis, respecto al “reiterado esquematismo” en el proceso
metodológica, en la que se privilegia, las etapas, sub.etapas, momentos, sub-momentos
“señalando a priori, sus funciones, sus características, sus objetivos, formas de control...
que termina en la obsesión de la fidelidad al esquema en prejuicio del movimiento de los
procesos sociales ... esto se denomina formalismo” ( Pág.34), efectivamente la ingeniería
técnica del método y su fidelidad al mismo supone una ingeniería social, capaz de resolver
las patologías sociales de ese organismo vivo, la sociedad del cual hablaba Durkheim.
Respecto a las funciones del trabajo social, en la perspectiva del positivismo,
históricamente en la profesión está presente el absorber los desequilibrios que la sociedad
Esta concepción ha sido denominada “endogenita” por Montaño, Carlos en su obra “la naturaleza del
Servicio Social: un ensayo sobre su génesis, especificidad y reproducción, Pág. 9, Ed. Cortez, san Pablo,
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a planteado, en distintos momentos históricos, a través de la educación para el cambio en
la época del desarrollismo, de la integración al sistema y los subsistemas llámese familia,
grupo y comunidad. Pero la expresión más significativa tiene que ver con la separación
de esas funciones del contexto de análisis y la investigación. Separación entre
conocimiento que genera la investigación y la acción del profesional. La marca del
positivismo ha sido tan fuerte en este sentido, que hoy seguimos en un registro de
dicotomías parcialmente resueltas.
Por otro lado, la fractura entre razón e historia, ha llevado a dicotomizar el conocer y el
hacer, y lo que es más grave, la pretensión de asignarle “objetividad” al conocimiento a
partir de la fuerza de los hechos. Ello ha llevado a considerar que el conocimiento es
neutro, desprovisto de los conflictos ideológicos y de las presunciones. La perspectiva de
Greenwood,, considera justamente que ese conocimiento científico, no puede ser parte del
Trabajo Social porque el contacto con la realidad, construida en términos de “problemas
sociales” tiene una cercanía “emocional” con la práctica y un acceso a ella a través de los
sentidos. Por lo tanto, el rol de la práctica profesional se mueve en el ámbito de la utilidad
que ella tiene para “resolver problemas” y en la eficiencia técnica que sustenta dicha
solución de problemas sociales. Al mismo tiempo que dicha eficiencia, es la base para
tener legitimidad como profesión.
La solución de los problemas planteados en estos términos implica encubre el
interrogante sobre la naturaleza de los llamados “problemas sociales”, puesto que ello
correspondería a las ciencias sociales. En consecuencia, al Trabajo Social le compete
solamente la aplicabilidad de esos conocimientos “objetivos” producidos en la esfera de
las ciencias sociales. Decimos “objetivos”, en tanto dichos conocimientos, tal como
venimos explicando están libre de interpretaciones y desligados de los contextos de
explicación. Agregando a este atributo de “objetividad” que la ciencia positiva sustenta,
está la consideración de la invariabilidad de los hechos sociales, por lo que dicha
invariabilidad refuerza la idea del dato objetivo. En tal sentido, la intervención del
trabajador social actúa sobre esa invariabilidad de los hechos, con la diferencia que la
relación que establece con los hechos tiene una implicancia “emocional”, ello impediría,
según esta concepción producir conocimiento en el sentido positivista..
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2. EL FUNCIONALISMO DE PARSONS
1998
La presencia de Parsons en la formación profesional siempre ha estado presente, a
través del funcionalismo y el estructural funcionalismo. Tendencias que moldearon el
pensamiento intelectual de posguerra, con la esperanza de forjar una teoría que además de
explicar la inestabilidad de la sociedad, contribuya al proceso por el cual se genere
consenso político y equilibrio social. Este propósito constituiría el fundamento de lo que
se debe considerar como una “buena sociedad” al estilo norteamericano. Asimismo en un
primer momento Parsons intenta explicar la crisis de 1930 en su primera obra “La
Estructura de la acción social” con la que pretende construir una teoría abstracta que
mantenga los parámetros del orden y el equilibrio para aportar a un dilema que la sociedad
occidental tiene respecto a la integridad del individuo y su capacidad para el raciocinio.
Ambos aspectos habían sido amenazados, según el autor por el fascismo y el comunismo.
Por ello, para salvar la integridad del individuo y sostener su capacidad de razonar es
preciso modificar y reformular la teoría Liberal. Su marco de referencia parte a través de
lo que él denomina “acto unidad” que se combina en una suerte de modelo, aspectos como:
esfuerzo, finalidades o metas con condiciones, medios y normas. Según esta perspectiva
cada persona tiene la posibilidad de ser “agente” en tanto actúa en función de propósitos y
voluntad. Sin embargo, reconoce que el alcanzar estas metas no es un acto automático, es
decir producto de la simple manifestación del esfuerzo; en tanto que los actos, las metas,
se consiguen dentro de ciertas circunstancias, estas circunstancias son los elementos
materiales que restringen la agencia. Estas restricciones se pueden combatir y orientar los
propósitos de los actores; en ese sentido se transforman en medios para la acción, pero
algunos de esos elementos son inalterables y se convierten en las condiciones de la acción.
En su obra, “La estructura de la acción social”, que da sustento al funcionalismo, Parsons
desarrolla el concepto de Estructura en un sentido más específico, en la que plantea un
modelo de sociedad en tanto sistema funcional, estableciendo tres sistemas de acción: de
la personalidad, de la sociedad y la cultura. Dichos sistemas, se relacionan con diversas
dimensiones de la vida social, ya sean éstas una persona, una situación social o una
institución. En el sistema de la personalidad están las necesidades de la persona individual
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que pueden ser orgánicas y emocionales, que se expresan de manera combinada y
organizan la identidad individual a través del proceso evolutivo de socialización y
experiencia del individuo en la sociedad. En el sistema de la vida social se dan las
interacciones que pueden ser de cooperación o de antagonismo. Presupone la existencia de
más de dos personas en este proceso de interacción en la que aparece un problema de
distribución de bienes. Por otro lado el sistema social está sometido a procesos de escasez
y organización, a partir de los cuales las instituciones y las estructuras tienen como función
enfrentar la escasez y organización. A su vez estas funciones plantean el problema de la
legitimidad y de la justicia. Por último identifica el sistema cultural que hace alusión a
patrones simbólicos de sentido y valor. Estos tres sistemas están relacionados y se
corresponden, pero al mismo tiempo, la diferencia entre estos sistemas permite ver los
procesos de socialización y de interdependencia que puede permitir una evaluación de la
precariedad o no de estos procesos.
Por otro lado, según Parsons los sistemas sociales tienen dos mecanismos: el de
asignación y el de integración. “Los procesos de asignación distribuyen disponibilidades,
personal y recompensas, los procesos de integración mantienen bajo control estos procesos
distributivos. La asignación se relaciona con la producción; la integración brinda a la
producción un efecto de amortiguación y un marco. La asignación se concentra sobre los
medios e inevitablemente crea conflictos; la integración se relaciona con los fines, la cual
según Parsons crea estabilidad.” (Alexander:pág 55)
Como podemos observar, la influencia de este pensamiento en la formación
profesional está planteada a través del auge de la teoría de sistemas, asimismo del análisis
mecanicista de la realidad, en tanto la relación recurso-demanda de la realidad, se aproxima
al sentido que se le da a la asignación y a la integración como instancias necesarias para la
satisfacción de las necesidades. Por otro lado,
la estrategia profesional desde esta
perspectiva, se centra en ecuasionar recursos y demanda en términos de establecer una
relación de equilibrio que favorezca al equilibrio individual, grupal y comunitario. La
perspectiva simplificadora de la práctica social del profesional, está limitada a la
administración de recursos y a la generación de recursos, tendencia que se acentúa ante el
crecimiento de la pobreza, el cambio de las políticas sociales y el desarrollo de programas
sociales de emergencia, como producto del achicamiento de la función social del Estado.
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La ausencia de generar reflexiones sobre las tensiones problemáticas de los sujetos como
producto de la forma de organización de la sociedad, lleva a una visión estática de los
problemas sociales y, a una reproducción igualmente estática de sus soluciones. Por lo
tanto, la orientación de la intervención desprovista de conocimiento en ese sentido estaría
dado por el carácter utilitario de la funciones asignadas, entendidas dichas funciones, como
el rol asignado para trabajar en las problemáticas que la sociedad asume a partir del
supuesto de la existencia de disfunciones que alteran el funcionamiento regular del cuerpo
vivo, que constituye la sociedad.
El rol como función pre-establecida no tiene implicancia en los procesos de la vida social,
más que al nivel de externalidad en la relación con dichos procesos, situación que implica
el piso necesario para atribuirse que la eficiencia de la acción, consiste justamente en la
operatividad técnica, que tiene como fin, fortalecer dichas funciones y roles
3.
EL INTERACCIONALISMO SIMBOLICO - LA TEORÍA DE LA
ELECCIÓN RACIONAL Y OTRAS TEORIAS POS-PARSONIANAS
Estas teorías tienen como punto de referencia al individuo y el ejercicio de su libertad.
Los problemas de la distribución de recursos se resolverá por la interacción de los
individuos y por el equilibrio natural que genera dicha interacción. La autoregulación entre
individuos maximiza los recursos materiales y simbólicos, la riqueza y el poder. Estas
teorías son las que dominan el pensamiento social de los años 90 y son el fundamento del
neoliberalismo. Todas estas teorías aparecen como crítica a las concepciones sociales
explicativas de las relaciones sociales capitalistas del Estado de Bienestar, tanto
norteamericano como europeas.
Tiene su origen en las investigaciones realizadas en la Escuela de Chicago, la que
adquiere importancia por sus investigaciones empíricas y su perspectiva casuística de la
comprensión de los fenómenos sociales. El nombre de interaccionalismo simbólico fue
acuñado por Herbert Blumer en 1938. El mismo, desde el punto de vista sociológico,
refiere a los procesos de interacción social, caracterizada por una orientación
inmediatamente recíproca, en la que se pone acento al carácter simbólico de dichas
interacciones. La principal crítica que se hace al interaccionalismo simbólico es el
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tratamiento de los fenómenos sociales desde la inmediatez interpersonal y que ignora las
cuestiones relativas al poder y la dominación, además de considerar los fenómenos
macrosociales como un simple horizonte (Hans Joas, 1990).4 Si bien es cierto que esta
tendencia no está explicitada de manera sistemática en la formación profesional, se observa
una gran influencia en la visión microsocial de la acción profesional, la ausencia de la
comprensión más amplia de las relaciones sociales, en tanto relaciones de dominación y
poder, acentúa la centralidad que adquiere el individuo en tanto persona que demanda, al
margen de las condiciones estructurales que definen las condiciones de la demanda. Existe
una clara separación entre la configuración de los problemas y los procesos sociales. En
esta dirección la intervención profesional es apenas un conjunto de acciones que constata
la existencia de la demanda y opera sobre ella con los mismos criterios que tienen los
dispositivos pre-establecidos
para satisfacer dichas demandas. En consecuencia la
intervención transcurre sobre la acción como texto divorciado del contexto.
Me gustaría avanzar sobre todo en la filosofía pragmática que sustenta esta corriente
de pensamiento y que ha sido realimentada desde las investigaciones de la Escuela de
Chicago. Como todos sabemos, desde siempre hemos recusado al pragmatismo de la
profesión, sin embargo cabe preguntarse sobre su vigente en la profesión y en la formación,
y si efectivamente se han realizado rupturas significativas. Considero que a pesar del
intento de rupturas, ella está presente, aún para aquellos que consideran que han roto con
el pragmatismo. El pragmatismo es una filosofía de la acción vinculada al orden social.
Dicha acción tiene una dimensión de racionalidad e ideal normativo, en definitiva una
acción autorregulada, guiada por una concepción de control social de autorregulación y
resolución de problemas concretos. El concepto de acción, para el pragmatismo es
fundamentalmente instrumentalista que concibe los fines de manera estrecha y demasiado
práctico, en la cual el sujeto es visto de manera pasiva. Esta visión ha influido en la
formación a partir de considerar la práctica profesional como el proceso de afianzar la
eficiencia técnica en la solución de los problemas.
Ampliar en Alexander, c.J, “las teorías sociológicas desde la segunda guerra mundial”, Gedisa Editorial,
barcelona 1987.
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También a esta tendencia, se le ha denominado tecnicista, basada fundamentalmente en
el desarrollo de un conjunto de instrumentos que permitan mejorar la gestión social. Esta
postura se afianzó en la Argentina de la mano del neoliberalismo y de los organismos
internacionales como el Banco Mundial y el Banco Interamericano de Desarrollo, quienes
después de los resultados de las políticas de ajuste, respecto al crecimiento de la pobreza,
empezaron a orientar políticas para “combatir la pobreza”. Para ello se propuso buscar la
efectividad de los programas sociales en relación al parámetro costo-beneficio. En esta
dirección se plantea la necesidad de ser rigurosos en definir la población-objetivo, elaborar
diagnósticos más exactos y proyectar el éxito de los programas para garantizar su
efectividad. La formación profesional fue rápidamente influenciada por esta tendencia al
analizar la cuestión social y particularmente la pobreza como un problema estático y como
expresión transitoria, “necesaria” hasta que se genere el crecimiento económico.
Por otro lado, la existencia de una tendencia tecnicista que alimenta el pensamiento
tecnocrático y que opera como base de las perspectivas más conservadoras, están
articuladas con las concepciones neofilantrópicas, que naturalizan a la pobreza e intentan
simplemente “elevar la productividad de los pobres”. La comprensión de la pobreza y las
formas de enfrentarla, durante esa década han estado orientadas a la justificación de su
existencia y a un conjunto de dispositivos técnicos, cuyo “tratamiento” de la misma, está
centrado en desvincularla de las relaciones sociales y las transformaciones del régimen de
acumulación capitalista, al considerarla un fenómeno transitorio y puntual. En esta
perspectiva se construyó un discurso hegemónico, en el que se separó la existencia de la
pobreza de las transformaciones estructurales de la economía y fundamentalmente del
trabajo. El lugar de construcción de este registro discursivo y desde donde se han
financiado diversos estudios sobre la pobreza, han sido los organismos internacionales y
muchos intelectuales se han ocupado del estudio del mismo. Asimismo se ha gastado
mucho dinero en financiamiento de diversos programas; sin embargo, el crecimiento de la
pobreza no ha cesado y aún nos cuesta asimilar que nos hemos convertido en un países
pobres y empobrecidos. La pobreza sería un problema de producción, es decir de las formas
de utilización de recursos que la sociedad y los individuos poseen, incluida su fuerza de
trabajo. Por lo tanto, los pobres sólo tendrían la posibilidad de mejorar sus condiciones de
vida si la sociedad es capaz de producir más bienes y servicios. En consecuencia la
solución, estaría atada al crecimiento económico y a los mecanismos técnicos de la
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eficiencia en la producción y la eficiencia en el uso de la fuerza de trabajo. Esta concepción
no incluye en el análisis el modelo económico que la sustenta, solamente hace
recomendaciones sobre medidas de política económica, basándose en premisas de carácter
fáctico y utilitarista, en las que se privilegian los hechos sobre los juicios de valor y la ética.
Es importante esta visión sustentada por Pareto que pone la mirada sobre las preferencias
y no sobre las necesidades, porque privilegia una estructura de diferencias de carácter
individual y relativa, lo que Doyal y Gough han denominado relativismo individual y
cultural. En definitiva, esta concepción privilegia la lógica privatista del mercado y de la
eficiencia económica sobre la racionalidad colectiva del bienestar y sobre el carácter social
de las necesidades.
La influencia de esta perspectiva se observa en la insistencia que tiene el trabajo social
respecto a que, las posibilidades de solución relacionadas a las condiciones de vida de
los agentes, depende de sus capacidades y potencialidades, pero al mismo tiempo define
estas condiciones de vida como aspectos vinculados exclusivamente a la demanda, lo cual
restringe la lectura de la realidad a una mera descripción de dichas condiciones. Por otro
lado, en los años 90, se incorpora al discurso neoliberal la “economía de bienestar”, visión
que considera, que los individuos no padecen una carencia absoluta, porque al menos
poseen un recurso: su fuerza de trabajo. Por lo tanto “la economía de bienestar pretende
revelar, ponderar o evaluar la pobreza mediante el análisis de los comportamientos de las
personas, observando su esfuerzo por ganar más ingresos, la composición de su canasta
de consumo, su actitud, etc. La conclusión de este razonamiento y de estos métodos de
estimación es que la pobreza es un problema de las características personales y de las
conductas de los propios pobres” (Lo Vuolo, 1999:21).
Esta visión adjudica a la
pobreza un atributo personal, en tanto ella depende de la capacidad que las personas tengan
para obtener un empleo remunerado, en definitiva ellos serían responsables de su propia
situación de pobreza. La otra visión de pobreza está relacionada con la satisfacción de
necesidades básicas, por la cual habría un conjunto de necesidades que serían básicos para
la condición humana y otros no. Esta concepción ha dado lugar a algunas ambigüedades
que son necesarias de aclarar. En primer lugar. es necesario definir cuáles son los
indicadores más adecuados para evaluar la satisfacción de necesidades básicas y cuál sería
el techo y el mínimo de esas necesidades básicas. Según Potyara, hay dos tendencias que
polarizan las posibles respuestas: una mayoritaria, la que “identifica las necesidades
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básicas con estados subjetivos y relativos de carencias y, minoritariamente de otro, los
que encaran esas necesidades como fenómeno objetivo, posible de generalización”
(2002:47).
Esta concepción dará lugar a la necesidad de ampliar el mercado
socioocupacional introduciendo formas de intervención profesional, relacionadas con el
gerenciamiento social, lo que se desprende de la preocupación de ampliar la formación
profesional con estos saberes específicos. Estas formas de intervención pueden ser
interesantes como ampliación sociocupacional del trabajador social y como incorporación
de instrumentos de intervención. Cabe señalar que lo que está en discusión no es si se usan
más y modernas formas de instrumentos de intervención, sino los fundamentos y los
objetivos con las que se encaran dichas formas. El objetivo de “combatir la pobreza” es
un objetivo fundamental, sin embargo las diversa lecturas sobre lo que ello significa,
necesitan ser problematizados y, en consecuencia las cursos de acción a seguir, en tal
sentido hay diferencias respecto a los planteos del liberalismo sobre el combate a la
pobreza y la cuestión social. Ello implica que la distinción de perspectivas deben ser
rigurosamente analizadas en la formación profesional, porque ello garantiza una
intervención profesional fundada y con una clara direccionalidad, ético-política
Los intelectuales orgánicos de la década de los 90 y muchos actores entre ellos,
gestores y ejecutores de intervenciones sociales, apoyados en las diferencias culturales
existentes en la sociedad, han privilegiado los elementos subjetivistas y el relativismo en
el tratamiento de la pobreza. Esta visión ha influenciado en el dominio intelectual de la
Nueva Derecha, léase neoliberalismo y neoconservadurismo, basándose en el
razonamiento de que si no existen necesidades comunes vividas colectivamente y que
sirvan de base para la formulación de las políticas sociales, debe ser el mercado el que se
encargue de la satisfacción de las necesidades
4. EL ECLECTICISMO
Junto a la tendencia anterior coexiste en el Trabajo Social el “eclecticismo”.
Entendemos este concepto en términos generales, en el sentido de un método que consiste
en reunir lo mejor de la doctrina de varios sistemas. Desde una perspectiva filosófica, es
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una mezcla que no obedece a principios determinados de un punto de vista: concepciones
filosóficas, premisas teóricas, valoraciones políticas; distintos a menudo o contrapuestos.
El principal defecto teorico-metodológico del eclecticismo estriba en su incapacidad para
delimitar, en la suma de nexos y relaciones, los lazos fundamentales del objeto. Ello incide
en la imposibilidad de hallar el eslabón principal en la cadena de acontecimientos y
establecer una estrategia adecuada. En tal sentido, se plantea para el trabajo social una
apropiación indiscriminada de teorías contrapuestas o una mezcla de corrientes
teóricometodológicas, acompañada de modismos que, en definitiva no posibilita que el
trabajo social desarrolle tendencias diferenciadas y, en consecuencia también se
diferencien la miradas sobre los campos de intervención profesional. La carencia de una
formación teórica sólida (y su actualización permanente) hace que los profesionales
realicen una incorporación “indiscriminada” de referencias teórico-metodológicas, de tal
manera que al intervenir reproducen este eclecticismo sin generar tendencias e
intervenciones fundadas en cada perspectiva teórico-metodológica”. A mi juicio el
eclecticismo se traduce en el trabajo social, también en la idea del relativismo individual
en el que la diferenciación de necesidades individuales y satisfactores hacen que el
concepto de necesidades sociales, diluya en indicadores que diferencian los grados de
necesidades según su cultura y sus preferencias individuales.
Es importante señalar que el eclecticismo se inscribe en el debate teórico iniciado en los
años ochenta en torno a la condición post- moderna o, lo que es lo mismo, a la crítica de
la modernidad. El núcleo de este debate se encuentra “en la conciencia generalizada del
agotamiento de la razón, tanto por su incapacidad para abrir nuevas vías de progreso
humano como por su debilidad teórica para otear lo que se avecina” (Picó, J. 1994:13)
El mismo autor señala que esta constatación se observa en las diversas dimensiones de
la vida social: en la política por la finalización del Estado de Bienestar y la vuelta a
posiciones conservadoras de economía monetarista; en el ámbito de la ciencia asistimos
al boom de las tecnologías, (la cibértnética, la robótica, la informática) que abren un
horizonte incalculable a la capacidad humana; en el arte, se ha llegado a la imposibilidad
de establecer normas estéticas válidas y se difunde el eclecticismo en el campo de lo moral,
el que se traduce en la secularización sin fronteras de los valores, constituyéndose éste en
una fuerza subversiva incalculable. Del mismo modo, en las ciencias sociales, distintas
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orientaciones epistemológicas y enfoques, privilegian el excesivo pluralismo y
fragmentación como la propia post-modernidad plantea.
Otras corrientes profesionales parten de una concepción de intervención vinculada a la
salud; la definen como “clínica social donde se busca transformar, modificar o aminorar el
padecimiento
del
sujeto
que
llega
a
un
servicio
social,
...las
tendencias
teóricometodológicas se adaptan a las mutaciones anteriores (a la clínica social); pasan por
acceder a la subjetividad de la persona que se acerca a un servicio social, a un conocimiento
en profundidad del caso. De ahí el aporte de las teorías sociales que se relacionan con el
interpretativismo y el comprensivismo” las mismas que dan le dan importancia al
comprensión de la acción humana y al significado que dicha acción tiene. Lo social es
entendido a partir de la relación de dos o más personas y la acción como conducta a la cual
se le debe adjudicar un significado.
A esta postura ecléctica agregamos la de aquellos profesionales que incorporan las
llamadas teorías de posmodernidad, las cuales confunden aún más la explicitación de un
campo problemático que direccione la intervención profesional. Todas estas posturas, a mi
juicio, ayudan a encubrir la gravedad de la actual cuestión social a nivel de la intervención
y crean una gran confusión respecto al posicionamiento que el profesional debe tener en el
marco de las reglas de juego establecidas para direccionar las respuestas a la cuestión
social, desde la esfera política del Estado y la sociedad civil.
También hay cierto eclecticismo en algunos sectores que combinan inescrupulosamente
diferentes matrices, con estricto sentido coyuntural y sin demasiada reflexión al respecto.
Asimismo no puedo dejar de señalar que sobrevive, y en algunos casos se incrementa, por
el auge de la refilantropización de la asistencia, pero también porque en algunas unidades
académicas no ha perdido espacio, la concepción “comunitarista” con fuerte peso del
pensamiento de la Iglesia católica. Algunas características de esta línea constituyen
acciones de control social, por una parte; apelación al carácter solidario de las acciones,
por otro, asimismo el crecimiento del voluntariado y el tercer sector, constituyen formas
de intervención que afianzan el ideario neoliberal. Lo comunitarista manifiesta además un
posicionamiento anti-estado que termina siendo funcional al modelo neoliberal”. La vuelta
a la concepción comunitarista, tiene su base en la premisa de que la sociedad civil es lugar
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puro de donde emana la verdad para la transformación de la sociedad, al mismo tiempo se
recusa al Estado como el lugar de todo los males. Desde el punto de vista ideológico estas
posiciones encubren la responsabilidad estatal sobre la cuestión social.
5. TENDENCIA CRITICA
La tendencia crítica es denominada así por profesionales que sostienen que las
desigualdades sociales no son naturales y que deben ser parcial o totalmente atenuadas y,
que no necesariamente se sustenta en la teoría marxista. En todo caso, este sector de
profesionales hacen una interpretación libre de ella, teniendo como base la influencia de
pensadores europeos como Bourdieu, Rosanvallon, Castel, Castoriadis, Giddens y
Habermas, entre otros. La visión crítica se opone a la visión positivista, asimismo a la
razón técnica, y en consecuencia aporta una crítica a la sociedad capitalista.
El común denominador de esta tendencia es el cuestionamiento a la estructura de las
desigualdades sociales y el debilitamiento de los derechos sociales. Por otro lado, se
considera que los derechos sociales es constitutivo de la condición de ser trabajadores
sociales profesionales, en tanto el campo profesional tiene como objetivo garantizar dichos
derechos sociales, tan enunciados como poco respetados; derechos a una vida digna, al
trabajo, a una educación adecuada, a recibir justicia, atención de la salud y seguridad
social. Esta es la direccionalidad ético-política sobre la cual se traza la divisoria entre la
intervención profesional en trabajo social,
y las propuestas
profesionales
técnicoadministrativas
En esta dirección algunos profesionales opinan que esta tendencia denominada crítica,
tiene su origen en el pensamiento crítico de las ciencias sociales que reconoce la relación
ineludible entre conocimiento e interés, que se sigue preguntando por las posibilidades de
un mundo más inclusivo para todos. Las implicancias que esta interrogación se expresa en
la formación profesional, respecto al lugar que tiene la profesión en la sociedad
contemporánea y asimismo en la configuración del campo profesional, en tanto sea a capaz
de interpretar la reconfiguración del mundo social en la que se inscribe dicho campo
profesional. Otros profesionales ponen énfasis en el discurso crítico sobre el anclaje entre
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trabajo social y ciudadanía, en tanto esta categoría y la de condición de ciudadanos, es un
camino que posibilita la inclusión en un espacio común y de lucha por los derechos
sociales, ubicando a la profesión en un lugar importante respecto a la reconstrucción de
relaciones sociales..
En esta misma dirección, otros profesionales entienden que existe una tendencia crítica
(en el sentido amplio del término) en tanto hay una preocupación por “trascender el carácter
inmediatista de la acción profesional, y ubicarla en una perspectiva estratégica de mayor
alcance. En esta dirección hay un reconocimiento que la acción voluntarista y la deficiente
formación teórica del profesional, constituye una limitación para capturar las tensiones que
se expresan en la sociedad, en la esfera de la producción, la esfera del Estado y las esfera
de las políticas públicas, y en consecuencia para poder decifrar la vida social en la cual
transcurren las trayectorias e individuales y colectivas de los sujetos. Para lo cual se
reconoce la importancia de la investigación como constitutiva de la formación profesional.
En esta perspectiva hay una intento de ruptura respecto a las dicotomías instaladas en
relación a la teoría/práctica, academia/intervención profesional.
La tendencia crítica, recupera la cuestión social como fundamento teórico-metodológico
de la profesión, sin embargo su reciente incorporación al debate profesional y al estudio
más sistemático sobre ella, tiene sus implicancias en ocasiones en una simplificación de la
relación de la cuestión social con la intervención profesional y, en general con la formación
profesional. Sabemos que hay diversas lecturas sobre la cuestión social que no
necesariamente son críticas; esto nos muestra que es necesario seguir indagando y
problematizando sobre dichas concepciones.
En el ámbito de esta tendencia es necesario rescatar a los pensadores brasileños,
especialmente a Marilda Iamamoto, Paulo Netto, entre otros que han realizado estudios
rigurosos sobre el trabajo social, su génesis y su desarrollo contemporáneo desde la teoría
marxista, asimismo han aportando a la reflexión de la cuestión social en relación a la
profesión.
Por otro lado, existen estudios sobre la cuestión social en relación a la intervención
profesional desde una perspectiva histórico social, en tal sentido se recupera la
particularidad que la cuestión social adquiere en cada formación social. En esta
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perspectiva, considero importante rescatar la relación entre cuestión social e intervención
profesional
como
constitución del campo problemático, en tanto expresión de las
desigualdades generadas en la sociedad capitalista. En esta dirección considero que el
aporte a la concepción crítica desde la construcción del campo problemático nos permite
señalar una direcionalidad en la comprensión de la reconfiguración del mundo social de
los sujetos: y alcanzar un concepto de intervención entendida como campo problemático
en trabajo social a partir de las siguientes premisas:
1.
Ella se constituye a partir de la comprensión crítica e histórica de la cuestión social
contemporánea cuya particularidad es la expresión agravada de sus manifestaciones que
desde su origen, responden a la relación capital-trabajo generada en la organización de la
sociedad capitalista. El rumbo que tomó la sociedad constituye una fractura, una aporía o
un disloque social que invierte una lógica y sentido de la sociedad al ponerla al servicio
del mercado, argumentado en un primer momento por el liberalismo clásico y resignificado
por el neoliberalismo.
2.
En esta perspectiva, la particularidad que adquiere la cuestión social debe ser
problematizada y mediada por las condiciones socio-históricas de cada sociedad. Estas
condiciones constituyen el contexto inmediato que permite reconocer las coordenadas de
la cuestión social. Al mismo tiempo dichas coordenadas se manifiestan en la vida cotidiana
de los sujetos que son operacionalizadas como demandas y constituyen la expresión más
específica de la relación contradictoria sujeto-necesidad, como producto de la lógica
invertida sobre la que emergió la cuestión social.
3.
La visibilidad pública que adquirió la cuestión social se fundó sobre el
reconocimiento de las desigualdades sociales existentes a partir de la cual se construyeron
los “problemas sociales” vistos de manera estática y clasificatoria teniendo como base la
consideración de su carácter transitorio. Este carácter transitorio a su vez, es la forma
cómo se construyeron y entendieron los términos de la cuestión social; en consecuencia
ello define la orientación de las decisiones, las reglas de juego y las prioridades en la
definición de la importancia de los problemas sociales que el Estado debe enfrentar.
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4.
En esta perspectiva, el vaciamiento del lugar del sujeto como constructor de
relaciones sociales lo ha convertido en un consumidor y lo que es más grave, sin la
mediación del Estado, sometido a la barbarización de su existencia. Por otro lado, se va
debilitando el horizonte emancipatorio y su posibilidad de autonomía al ser sometido a la
mera lucha por su subsistencia. En tal sentido la ecuación consumidor-demanda es
absolutamente pertinente dentro los parámetros que establece el neoliberalismo respecto a
las condiciones de reconstitución de la crisis del capitalismo. Los términos de la
integración desigual de estos consumidores al mercado marca un camino peligroso para el
funcionamiento de la sociedad.
5.
La comprensión de campo problemático, en tanto expresión de las manifestaciones
de la cuestión social, establece un conjunto de relaciones entre sujetos, instituciones y
saber profesional. Dichas relaciones establecen miradas diferenciadas sobre la cuestión
social; en tal sentido, debería incorporarse la lectura política de la cuestión social, además
de su comprensión teórica. Por ello, la definición ético- política y teórica es una dimensión
central que atraviesa el campo problemático. Esta perspectiva implica al menos,
direccionar la intervención hacia la comprensión de la cuestión social en el lugar de la
instancia pública del Estado y la sociedad, aún cuando sabemos que ello no significa la
resolución definitiva de dicha cuestión social. Pero dejar que ello se pulverice en la
refilantropización de las acciones privadas y aisladas, puede ser aún más peligroso para
una gran mayoría de la sociedad.
6.
La perspectiva teórica que desarrollamos para la comprensión de la intervención
profesional en tanto campo problemático sienta las bases para entender la particularidad
de la cuestión social como apropiación teórica de la realidad. En tanto tal no existe una
lógica interna que se formalice en una metodología de intervención o en implementación
de modelos de intervención que puedan ser aplicados, su efectividad no depende de la
adecuada aplicación de dichas metodologías. Por lo tanto, solamente en la medida que
exista una apropiación fiel de la realidad, se puede establecer procedimientos operativos
que faciliten la intervención profesional. Dicho de otro modo, la preocupación por
racionalizar y normativizar la intervención a través de metodologias formalizadas sin el
contexto de explicación al que venimos haciendo referencia a lo largo de este trabajo, no
aportan a la comprensión del campo problemático. Reconocemos que en los últimos
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tiempos recobran importancia los procedimientos formales como indicativos de una lógica
a seguir para hacer eficiente la intervención profesional.
7.
Las herramientas operativas de la intervención serán eficientes, y desde luego
pienso que es necesario que la sea, en tanto constituya parte de una perspectiva teórica que
haga a la comprensión del campo problemático. Es más, el profesional de Trabajo Social,
y cualquier profesional que trabaje en el campo de lo social necesita incorporar
instrumentos operativos; sin embargo la consideración que la intervención se reduce a
ellos es una manera de debilitar el campo disciplinar aún cuando en lo inmediato pueda
tener algún efecto positivo para legitimarse en el espacio socio-ocupasional.
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