Ciudadanía Cultural El derecho a la cultura Marilena Chaui LIBROS ciudadania_cultural_separaciones.indd 3 16/01/2014 08:22:17 a.m. De Souza Chaui, Marilena Ciudadanía cultural : el derecho a la cultura / Marilena De Souza Chaui ; con prólogo de Horacio L. González. - 1a ed. - Caseros : RGC Libros, 2013. 176 p. ; 21x14 cm. ISBN 978-987-26263-5-8 1. Cultura. 2. Derechos Culturales. 3. Políticas Culturales. I. González, Horacio L., prolog. CDD 306 Obra publicada con el apoyo del Ministerio de Cultura de Brasil / Fundación Biblioteca Nacional Obra publicada com o apoio do Ministério da Cultura do Brasil / Fundação Biblioteca Nacional. Traducción: Lucía Tennina y Andrés Bracony Corrección: Paula Peyseré Fotografía de tapa: João Claudio de Sena. Largo da Batata, São Paulo, SP. Diseño de interior y de tapa: Ana Uranga B. ISBN: 978-987-26263-5-8 Hecho el depósito que prevé la ley Impreso en la Argentina ciudadania_cultural_separaciones.indd 4 31/01/2014 08:35:51 a.m. Derecho a la memoria. Naturaleza, cultura, patrimonio histórico-cultural y ambiental I. Naturaleza La distinción entre naturaleza y cultura es reciente; tal como la conocemos data del siglo XVIII. No obstante, la distinción entre naturaleza y acción humana (ética, política, histórica, técnica) es antigua y fue tratada de muchas maneras por la filosofía, desde sus orígenes. Aquí queremos mencionar tres aspectos que hacen que esa oposición aparezca como desprovista de sentido en el mundo contemporáneo: la concepción científica actual de la naturaleza; la naturaleza tomada como patrimonio ambiental nacional; y la naturaleza como mercancía. Si partimos de la idea de naturaleza, constataremos que se desdobla en varios sentidos. Tomada individualmente es la sustancia (materia y forma) de los seres, es principio de vida o principio activo que anima y moviliza a un ser; donde la existencia de expresiones como “dejar actuar a la naturaleza” o “seguir a la naturaleza” parecen querer decirnos que la naturaleza es una fuerza espontánea, capaz de generar y de cuidar de todos los seres por ella creados y animados. Y, como núcleo definidor de un ente, es la esencia o aquello que constituye necesaria y universalmente una ciudadania_cultural_separaciones.indd 121 16/01/2014 08:22:20 a.m. 122 Marilena Chaui cosa, determinando el conjunto de cualidades, propiedades y atributos que la hacen existir y actuar tal como existe y actúa. Tomada como realidad físico-química y biológica, o como la naturaleza, es la organización universal y necesaria de los seres según un orden regido por leyes inalterables. En este sentido, determina el ordenamiento de los seres, la regularidad de los fenómenos o de los hechos, la frecuencia, la constancia y la repetición de encadenamientos fijos entre las cosas, esto es, determina las relaciones de causalidad entre ellas. En otros términos, la naturaleza es el orden y la conexión universal y necesaria entre las cosas, expresadas en leyes naturales. En estos tres significados, un rasgo es común: se considera natural todo lo que existe en el universo sin la intervención de la voluntad y de la acción humana. Bajo esta perspectiva, la naturaleza se distingue, por un lado, de lo que es hecho por una deliberación y decisión humanas y, por otro, se opone a lo artificial, esto es, a los objetos técnicos y tecnológicos producidos por el trabajo. Esta distinción será crucial para pensar el surgimiento de la distinción entre naturaleza y cultura, dado que esta última será pensada justamente como todo aquello que depende de la voluntad y de la acción humanas. En otras palabras, la naturaleza es el conjunto de todo lo que existe sin intervención humana y es percibido como el medio y el ambiente para vivir, significando tanto el conjunto de las condiciones físicas donde vivimos, como aquellas cosas que contemplamos con emoción (el paisaje, el mar, el cielo, las estrellas, los terremotos, eclipses, tifones y erupciones volcánicas). Es el mundo visible como medio ambiente externo, incluso cuando nos afecta interiormente. Más aún, conviene no olvidarnos de algo fundamental. Para las ciencias contemporáneas la naturaleza no es solo la realidad externa, dada y observada, percibida directamente por nosotros, sino un objeto de conocimiento construido por las operaciones ciudadania_cultural_separaciones.indd 122 16/01/2014 08:22:20 a.m. Derecho a la memoria: naturaleza, cultura, patrimonio histórico-cultural y ambiental 123 científicas, un campo objetivo producido por la actividad del conocimiento con el auxilio de instrumentos tecnológicos. En este sentido, la naturaleza, paradójicamente, se torna algo que pasa a depender de la interferencia o de la intervención humana, pues, como objeto científico. La cosa natural no es simplemente constatada, si no que es construida científicamente. Este aspecto es de gran relevancia porque con él pierde nitidez la distinción entre natural y artificial (o técnico) y entre natural y humanamente voluntario; distinción que, un día, fue decisiva para separar naturaleza y cultura. A través del prisma de la ciencia contemporánea, la naturaleza se torna una noción o un concepto que producen los propios hombres y se vuelve, en ese caso, una construcción humana. En otras palabras, la propia idea de la naturaleza se torna objeto cultural. II. Cultura Si ahora volvemos nuestra atención a la cultura observaremos que son dos sus significados primeros. Del verbo latino colere, que significa cultivar, criar, ocuparse y cuidar, cultura significaba el cuidado del hombre de la naturaleza: agricultura. Significaba, también, cuidado de los hombres con los dioses: culto. Significaba, además, el cuidado del alma y del cuerpo de los niños, su educación y su formación: puericultura. La cultura era el cultivo o la educación del espíritu de los niños para que se volvieran miembros excelentes o virtuosos de la sociedad mediante el perfeccionamiento y el refinamiento de sus cualidades naturales (carácter, índole, temperamento). La cultura era, así, la intervención deliberada y voluntaria de los hombres sobre la naturaleza de alguien para formarlo conforme a los valores de su sociedad. Desde esta perspectiva, la cultura era la moral (el sistema de mores o de costumbres de una sociedad), la ética (la forma correcta de la conducta de alguien gracias a la modelación ciudadania_cultural_separaciones.indd 123 16/01/2014 08:22:21 a.m. 124 Marilena Chaui de su ethos natural por la educación) y la política (el conjunto de instituciones urbanas relativas al poder y al arbitraje de conflictos por la ley). He aquí por qué en la antigüedad surgieron dos relatos míticos encargados de explicar cómo los humanos pasaron del estado natural al estado propiamente humano: en uno de ellos, el pasaje se da cuando los hombres abandonan la animalidad gracias al conocimiento del fuego y de su manejo, esto es, cuando pasan a cocinar los alimentos, a construir lugares donde el fuego sea conservado (los hogares) y a forjar los metales; en el otro, el pasaje es narrado como la invención del lenguaje, es decir, cuando los hombres abandonan la animalidad gracias al descubrimiento de la palabra como expresión del pensamiento. En el primer mito, el pasaje de lo natural a lo humano es atribuido al trabajo; en el segundo, a la sociabilidad comunicativa. A partir del siglo XVIII, cultura, sin embargo, gana un nuevo sentido, pasando a significar los resultados de aquella formación o educación de los seres humanos, de su trabajo y de su sociabilidad; resultados que se expresan en obras, hechos, acciones e instituciones: las artes, las ciencias, la filosofía, los oficios, la religión y el Estado. En la medida en que el pensamiento de la Ilustración conserva la idea antigua de que la cultura es el advenimiento del estado social y de la vida política, esto es, de la vita civile, cultura se vuelve sinónimo de civilización, como expresión de las costumbres y de las instituciones en tanto hechos que forman y educan a los individuos, mediante el trabajo y la sociabilidad. En su sentido antiguo, la cultura era el perfeccionamiento de la naturaleza humana por medio de la educación entendida en sentido amplio, esto es, como formación de los niños a través de su iniciación a la vida en la comunidad por medio del aprendizaje de música, danza, gimnasia, arte de la guerra, gramática, poesía, oratoria, lógica, historia, filosofía, etc. Culta era la persona moralmente virtuosa, políticamente consciente y participante, intelectualmente ciudadania_cultural_separaciones.indd 124 16/01/2014 08:22:21 a.m. Derecho a la memoria: naturaleza, cultura, patrimonio histórico-cultural y ambiental 125 desarrollada gracias al conocimiento de las ciencias, las artes y la filosofía; de modo que la división social de las clases estaba determinada por la distinción entre cultos (los señores) e incultos (esclavos, siervos y hombres libres pobres), y la distinción entre los pueblos se hacía por la designación del otro como bárbaro. Podemos observar que, en este primer sentido, cultura y naturaleza no se oponen. Los humanos son considerados seres naturales, aunque diferentes de los animales y de las plantas. Su naturaleza, sin embargo, no puede ser dejada a su cuidado porque tenderá a ser agresiva, destructiva, ignorante; debe educarse, formarse y cultivarse de acuerdo con los ideales de su sociedad. Así como la agricultura toma de la tierra los mejores frutos y el adiestramiento de los animales los vuelve más provechosos para los hombres, así también un ser humano alcanza su verdadera humanidad por el cultivo de su cuerpo y de su espíritu. La cultura es una segunda naturaleza, que la educación y las costumbres agregan a la primera naturaleza; es una naturaleza adquirida, que mejora, perfecciona y desarrolla la naturaleza innata de cada uno. En el segundo sentido, esto es, en aquel formulado a partir del siglo XVIII, se inicia la distinción y, posteriormente, la oposición entre naturaleza y cultura. Los pensadores consideran, en especial a partir de Kant, que entre el hombre y la naturaleza hay una diferencia esencial: ésta opera mecánicamente, de acuerdo a leyes necesarias de causa y efecto, pero aquel es dotado de libertad y razón, actuando según opciones, de acuerdo con valores y fines. La naturaleza es el reino de la necesidad causal, del determinismo. La humanidad o la cultura son el reino de las finalidades libres, de las opciones voluntarias y racionales, de los valores, de la distinción entre bien y mal, verdadero y falso, justo e injusto, sagrado y profano, bello y feo. Si la naturaleza es el reino de la necesidad, la cultura es el reino de la voluntad, de la finalidad y de la libertad, y esto se manifiesta en la ética, en la política, en las artes, en las ciencias y en la filosofía. ciudadania_cultural_separaciones.indd 125 16/01/2014 08:22:21 a.m. 126 Marilena Chaui A medida que este segundo sentido fue prevaleciendo, cultura pasó a significar, en primer lugar, obras humanas que se expresan en una civilización, pero, en segundo lugar, pasó a significar relación que los humanos, socialmente organizados, establecen con el tiempo y con el espacio, con los otros humanos y con la naturaleza; relaciones que se transforman y varían en condiciones temporales y sociales determinadas. Ahora, cultura se vuelve sinónimo de historia. La naturaleza es el reino de la repetición; la cultura, el de la transformación racional; es, por lo tanto, la relación de los humanos con el tiempo y en el tiempo. Entendida como civilización, la cultura pasa a significar el perfeccionamiento de la humanidad. Entendida como historia, introduce la idea de progreso. Desde esta perspectiva, la Ilustración retoma la distinción antigua entre cultos y bárbaros y define grados y estados de civilización para clasificar las culturas en atrasadas y avanzadas, clasificación que tendrá un peso ideológico decisivo en el momento en que la antropología social, bajo el signo del etnocentrismo y del colonialismo, distinga las culturas en primitivas y modernas. III. Cultura e historia Fueron Hegel y, después de él, Marx quienes hicieron énfasis en la concepción de cultura como historia. Para el primero, el tiempo es el modo en que el Espíritu Absoluto o la razón se manifiesta y se desenvuelve a través de las obras e instituciones –trabajo, religión, arte, ciencia, filosofía, instituciones sociales, instituciones políticas–. A cada período de su temporalidad el Espíritu o razón engendra una cultura determinada, que expresa el estado de desarrollo espiritual o racional de la humanidad en una secuencia de civilizaciones que se inician en Oriente y terminan en Occidente –China, India, Egipto, Israel, Grecia, Roma, Inglaterra, ciudadania_cultural_separaciones.indd 126 16/01/2014 08:22:21 a.m. Derecho a la memoria: naturaleza, cultura, patrimonio histórico-cultural y ambiental 127 Francia, Alemania, serían fases de la vida del Espíritu o de la razón, cada una expresándose con una cultura propia, y siendo superada por la siguiente, en un progreso continuo–. Para Marx, el espiritualismo o idealismo hegeliano es, evidentemente, inaceptable. La historia-cultura no es el desarrollo de la vida del Espíritu Absoluto, sino el modo en que, en condiciones determinadas y no escogidas por ellos, los hombres producen materialmente (por la división social del trabajo y por la organización económica) su existencia y dan sentido a esta producción material. La historia-cultura no narra el movimiento temporal del Espíritu, sino las luchas reales de seres humanos reales que producen y reproducen sus condiciones materiales de existencia, esto es, producen y reproducen las relaciones sociales, por las cuales se distinguen de la naturaleza y se diferencian unos de otros en clases sociales antagónicas. Desde esta postura, el movimiento de la historia-cultura es realizado por la lucha de las clases sociales para vencer formas de explotación económica, opresión social y dominación política. Despotismo asiático, modo de producción antiguo (Grecia, Roma), modo de producción feudal (Edad Media), capitalismo comercial o mercantil, capitalismo industrial, son las maneras por las que surgen y se organizan las formaciones sociales, internamente divididas por luchas, y cuyo fin dependerá de la capacidad de organización política y de conciencia de la última clase social explotada (el proletariado, producido por el capitalismo industrial) para eliminar la desigualdad y la injusticia histórica. A pesar de la diferencia entre el idealismo de Hegel y el materialismo de Marx, hay un aspecto común en lo que respecta a la relación y la distinción entre naturaleza y cultura: para ambos, la emergencia de la cultura se da con el surgimiento del trabajo. De hecho, con el trabajo los hombres no transforman simplemente la naturaleza, sino que la humanizan, pues un producto del trabajo expresa la subjetividad del productor, quien niega la naturalidad ciudadania_cultural_separaciones.indd 127 16/01/2014 08:22:21 a.m. 128 Marilena Chaui del objeto al imprimirle su voluntad, su deseo y sus fines. Una mesa de madera es un no-árbol, una estatua de mármol es una no-piedra, un tejido de lino es una no-planta. La humanización o subjetivación de la naturaleza por el trabajo indica, por lo tanto, que la cultura es una negación determinada de la naturaleza, en tanto mera naturaleza. Con el trabajo, la cultura surge como desnaturalización de la naturaleza. Bajo este aspecto, podemos decir que Hegel y Marx retoman la idea fundadora de la Modernidad, que se encuentra explicitada por primera vez en la obra de Francis Bacon, en el siglo XVII. En el primer aforismo del Novum Órganon, Francis Bacon introduce la figura del hombre como “ministro e intérprete de la naturaleza”. Al mismo tiempo, afirma que el hombre opera y comprende de acuerdo a lo que es capaz de observar de las cosas naturales, no pudiendo saber más ni ir más lejos que esto. En el cuarto aforismo, declara que la operación humana es la de retirar o reunir, porque el resto la naturaleza lo hace sola. Al hombre le corresponde el trabajo, y es un trabajo particular: restaurar el Jardín del Paraíso, reconstituyendo la obra de la creación por medio de las ciencias y las artes. La naturaleza es movimiento. Esto significa que posee en sí misma la fuerza para crear y cambiar las cosas, o mejor, la forma de las cosas, la esencia y la estructura secreta de ellas. Calor interno, la naturaleza es vida, fecunda y femenina, como indica su nombre natura, de nasco-nascor; nacer y ser nacido. Actúa desde dentro de sí misma y a partir de sí misma. Existe en tres estados diferentes: en libertad –cuando engendra las especies–, en errancia –cuando “sometida a la revolución y corrupción de la materia” engendra monstruos– y en forma yugular –cuando, sometida por el arte y por el misterio humano, produce las cosas artificiales–. Femenina, la naturaleza pide un macho, un agente que dirija su movimiento o que también la ponga en movimiento: esta es la acción del hombre y del arte, actuando para que la naturaleza haga ciudadania_cultural_separaciones.indd 128 16/01/2014 08:22:21 a.m. Derecho a la memoria: naturaleza, cultura, patrimonio histórico-cultural y ambiental 129 nacer, de su interior, su prole. Si el arte (esto es, la técnica) no es, como suponían los antiguos, imitación de la naturaleza, sino que es “el hombre desarrollando la naturaleza”, es porque las cosas naturales y artificiales no difieren en la forma, “sino solamente por una causa eficiente”. De modo que el hombre tiene poder sobre la naturaleza cuando puede actuar sobre su causalidad. El tercer aforismo del Novum Órganon afirma que “saber es poder”, pero agrega una condición fundamental para esto: “la naturaleza no es vencida, sino cuando se le obedece”. Obedecerla es conocer sus formas y su movimiento. Vencerla es alterar su movimiento para alterar sus formas. La naturaleza, escribe Bacon, ofrece sus secretos no tanto cuando está en libertad, sino, y sobre todo, cuando es constricta et vexata, esto es, cuando el hombre la atormenta, cuando la arranca de su estado natural para modelarla. Según la perspectiva de Marx, lo oposición entre naturaleza y cultura tiende a deshacerse, sobre todo a partir del modo de producción capitalista, en el cual todo (cosas y humanos) se reduce a la condición de mercancía. Bajo el reino de la mercancía, la naturaleza se vuelve un conjunto, supuestamente inagotable, de materias primas para la acción económica y ya no tiene sentido suponer que lo natural y lo cultural se distinguen, pues lo natural se volvió mercadería, como efecto de la apropiación y explotación humana de la naturaleza. Estamos, así, ante dos resultados históricos que tienden a borrar la distinción entre naturaleza y cultura: por un lado, como observamos arriba, para la ciencia contemporánea, la naturaleza es una construcción intelectual; por el otro, para el marxismo, la naturaleza es una mercancía como cualquier otra. El hecho de que paguemos por el agua o por habitar un lugar donde el aire no esté contaminado, así como la existencia de la industria del turismo (que vende emociones para quien desea disfrutar paisajes) son pequeñas pruebas de que la naturaleza, como realidad externa e ciudadania_cultural_separaciones.indd 129 16/01/2014 08:22:21 a.m. 130 Marilena Chaui independiente de los hombres, se tornó ficción. Y, como veremos después, la expresión “patrimonio ambiental” implica claramente que “la naturaleza” se volvió un hecho cultural. IV. El orden simbólico El problema que ocupó a la antropología social en su nacimiento, fue el de determinar en qué momento y de qué manera los humanos se afirman como diferentes de la naturaleza, dando origen al mundo cultural. Tradicionalmente, como vimos, la filosofía afirmaba que los humanos se separan de la naturaleza gracias al lenguaje y a la acción racional, voluntaria, o a la libertad. El antropólogo, sin negar esta afirmación, procuró algo más profundo para marcar el inicio de la cultura. Así, desde Lévi-Strauss, se considera que la diferencia hombre/naturaleza se inicia cuando los humanos decretan una ley que no podrá ser transgredida sin llevar a la muerte al culpable, una ley exigida por la comunidad: la de la prohibición del incesto, desconocida por los animales. También, desde Lévi-Strauss, la diferencia hombre/naturaleza se establece cuando los humanos definen una ley que, si es transgredida, causa la ruina de la comunidad y del individuo, la ley que separa lo crudo y lo cocido, desconocida por los animales. Podemos observar que Lévi-Strauss toma dos mitos (el de Edipo y el de Prometeo dándoles el fuego a los hombres) para explicar el pasaje de la naturaleza a la cultura. Es posible percibir que la antropología social busca algo que marque el momento de separación humano/natural como un instante de surgimiento de la cultura. Este algo es una regla o una norma humana que opera como ley universal; esto es, que es válida para todos los hombres y para toda la comunidad. En otras palabras, así como la naturaleza es el reino de la ley de la causalidad, la cultura solo tendrá sentido universal si puede contraponer a la ley natural una ley humana, pues una ley significa la ciudadania_cultural_separaciones.indd 130 16/01/2014 08:22:21 a.m. Derecho a la memoria: naturaleza, cultura, patrimonio histórico-cultural y ambiental 131 presencia de una norma y de una regla que se experimentan como universales y necesarias. Esto significa que, paradójicamente, la antropología social no va en busca, a la manera de la filosofía de la Ilustración y del Idealismo alemán, del instante en que naturaleza y cultura se oponen gracias a la oposición entre necesidad y voluntad, o entre necesidad y libertad, sino que procura como instante de emergencia de la cultura la presencia de algo que posea, para los humanos, el peso de una necesidad universal. Si la cultura no posee necesidad y universalidad, no tendrá fuerza para separarse de la naturaleza. La ley de la prohibición del incesto y la ley de la prohibición de ingestión de alimentos crudos deben, por lo tanto, ser sentidas como universales y necesarias, aún cuando sean frutos de una decisión humana. La ley humana es un imperativo social que organiza toda la vida de los individuos y de la comunidad, determinando el modo en que son creadas las costumbres, el modo en que se transmiten de generación en generación, y el modo en que fundan las instituciones sociales (religión, familia, formas de trabajo, guerra y paz, distribución de las tareas, formas de poder, etc.). La ley no es solamente una disposición sobre la prohibición de ciertas cosas y la obligación de otras, es la afirmación de que los humanos son capaces de crear un orden de existencia que no es simplemente natural (físico y biológico). Este orden es el orden simbólico. Un símbolo, sabemos, es cualquier cosa que se presenta en el lugar de otra y hace presente algo ausente. Decir que la cultura es la invención de un orden simbólico, es decir que en ella y por ella los humanos atribuyen a la realidad significaciones nuevas por medio de las cuales son capaces de relacionarse con lo ausente. Hacer presente lo ausente es obra del lenguaje, del trabajo, del sentimiento de la diferencia temporal (pasado, presente, futuro); por lo tanto, de la percepción de lo posible y de lo imposible, y de la diferenciación espacial (próximo, distante, grande, pequeño, ciudadania_cultural_separaciones.indd 131 16/01/2014 08:22:21 a.m. 132 Marilena Chaui alto, bajo). Gracias a ello los hombres instituyen la diferencia entre lo permitido y lo prohibido, lo visible y lo invisible (los dioses, el pasado, lo distante en el espacio), lo sagrado y lo profano, así como valores atribuidos a las cosas y a los humanos (bien, mal, justo, injusto, verdadero, falso, bello, feo). Lenguaje (palabras, gestos, señales, escrituras, monumentos), trabajo (humanización de la naturaleza), relación con el tiempo y el espacio en tanto valores, diferenciación entre sagrado y profano, determinación de regla y normas para la realización del deseo, percepción de la muerte y atribución de sentido a ésta, percepción de la diferencia sexual y atribución de sentido a ésta, interdicciones y castigos de las transgresiones, determinación del origen y la forma del poder legítimo e ilegítimo, creación de formas expresivas para la relación con el otro, con lo sagrado y con el tiempo (danza, música, rituales, guerra, paz, pintura, escultura, construcción de la vivienda, cocina, tejido, vestuario, etc.); son las principales manifestaciones del surgimiento de la cultura. En términos antropológicos cultura tiene tres sentidos principales. La cultura es: 1. la creación del orden simbólico de la ley, esto es, de sistemas de interdicciones y obligaciones, establecidos a partir de la atribución de valores a las cosas (buenas, malas, peligrosas, sagradas, diabólicas), a los humanos y a sus relaciones (diferencia sexual y prohibición del incesto, virginidad, fertilidad, puro/impuro, virilidad; diferencia etaria y formas de trato a los más viejos y más jóvenes; diferencia de autoridad y formas de relación con el poder, etc.) y a los acontecimientos (significado de la guerra, de la peste, del hambre, del nacimiento y de la muerte, obligación de enterrar a los muertos, prohibición de ver el parto, etc.); ciudadania_cultural_separaciones.indd 132 16/01/2014 08:22:21 a.m. Derecho a la memoria: naturaleza, cultura, patrimonio histórico-cultural y ambiental 133 2. 3. la creación de un orden simbólico del lenguaje, del trabajo, del espacio, del tiempo, de lo sagrado y de lo profano, de lo visible y de lo invisible. Los símbolos surgen tanto para representar como para interpretar la realidad, dándole sentido gracias a la presencia de lo humano en el mundo; el conjunto de prácticas, comportamientos e instituciones por las cuales los humanos se relacionan entre sí y con la naturaleza y de ella se distinguen; actuando sobre ella o a través de ella, modificándola. Este conjunto funda la organización social, su transformación y su transmisión de generación en generación. Cultura es, entonces, la manera por la cual los hombres se humanizan y, por medio del trabajo, desnaturalizan la naturaleza por medio de prácticas que crean la existencia social, económica, política, religiosa, intelectual y artística. El trabajo, la religión, la cocina, el vestuario, el mobiliario, las formas de habitar, las formas en la mesa, las ceremonias, el modo de relacionarse con los más viejos y los más jóvenes, con los animales y con la tierra, los utensilios, las técnicas, las instituciones sociales (como la familia) y políticas (como el estado), las costumbres ante la muerte, la guerra, las ciencias, la filosofía, las artes, los juegos, los tribunales, las relaciones amorosas, las diferencias sexuales y étnicas; todo esto constituye la cultura como invención de la relación con el Otro: la naturaleza, los dioses, los extranjeros, las etnias, las clases sociales, los antepasados, los enemigos y los amigos. V. Patrimonio histórico-cultural Aún más reciente que la idea de cultura es la de patrimonio cultural, pues surge recién con el surgimiento de la idea de nación, en el siglo XIX. ciudadania_cultural_separaciones.indd 133 16/01/2014 08:22:21 a.m. 134 Marilena Chaui La idea de patrimonio cultural, o histórico-cultural, como prefieren algunos, suele asociarse a tres aspectos: 1) al conjunto de monumentos, documentos y objetos que constituyen la memoria colectiva; 2) a las edificaciones cuyo estilo desapareció y cuyos ejemplares deben ser conservados a título de recuerdo del pasado de la colectividad; 3) a las instituciones públicas encargadas de cuidar lo que fue definido como patrimonio de la colectividad: museos, bibliotecas, archivos, centros de restauración y preservación de monumentos, documentos, edificaciones y objetos antiguos. a. Los soportes de la memoria Monumentos, documentos, colecciones, objetos antiguos e íconos constituyen los soportes de la memoria, o sea, la expresión objetivada del recuerdo colectivo. Monumento viene del latín, monumentum, derivado de tres vocablos latinos: monere, recordar o evocar; memini, acordarse; mementum, el recuerdo o evocación. Monumentum significa: señal del pasado; lo que evoca el pasado; lo que perpetúa el pasado. En la antigüedad eran monumentos las obras conmemorativas, como los arcos del triunfo, los trofeos y las estatuas, pero también los mausoleos y los actos escritos de quienes detentaban el poder, esto es, sus decretos (por eso, en la Biblia está dicho que Moisés recibió de Dios la ley grabada en la piedra, los romanos se referían a la ley fundadora de la Roma Republicana como la Ley de las Doce Tablas, y el célebre Código de Hammurabi estaba escrito en una columna de mármol). El monumento se ofrece como testimonio del pasado desde la perspectiva del vencedor (las expresiones del triunfo) y del poder (la institución de la ley). Documento viene del latín, documentum, derivado del verbo latino docere, enseñar. Documentum era la prueba judicial presentada como testimonio escrito en un tribunal. Cuando, en los ciudadania_cultural_separaciones.indd 134 16/01/2014 08:22:21 a.m. Derecho a la memoria: naturaleza, cultura, patrimonio histórico-cultural y ambiental 135 siglos XVI y XVII, juristas franceses se vuelven historiógrafos, los documentos son considerados pruebas y fuentes del pasado, fundamento de una historia veraz. Esta concepción fue mantenida por los historiadores cuando, a partir del siglo XIX, la historia se volvió una ciencia. En los años transcurridos entre 1960 y 1990, los historiadores realizaron lo que se hizo conocido como “revolución documental”, articulando la historia a otras ciencias humanas (antropología, sociología, lingüística, sociología, arqueología) con el fin de determinar las condiciones de producción de los propios documentos, la historia de las pruebas históricas. Más allá de esto, del punto de vista cualitativo, la “revolución documental” llevó a la ampliación del concepto de documento más allá de lo escrito, abarcando la memoria oral para constituir una nueva disciplina, la historia oral, e incluyendo pinturas, esculturas, fotografías, películas, postales. Desde el punto de vista cuantitativo, esto condujo a la elaboración de bancos de datos informatizados, puestos a disposición de los interesados. Las colecciones de la memoria se refieren al control del tiempo, del espacio y del lenguaje. Así, el calendario es la colección del tiempo numerado, esto es, de los días, semanas y meses como referencias de lo profano a lo sagrado (por ejemplo, la distinción antes de Cristo y después de Cristo; sábado es el día del dios Saturno –en ingles saturday–; domingo, el día del Señor –en latín, dominus35–; janeiro (enero), es el mes de Jano y marzo, de Marte); de lo social al Estado (por ejemplo julio está dedicado al linaje Julia, al que pertenecía Julio César; agosto, al emperador romano Augusto); y de lo social a sí mismo o del Estado a sí mismo (como los nombres de los meses en el calendario instituido por 35. En otras lenguas (italiano, francés, español, inglés), los días de la semana conservan un origen religioso: lunes, monday, lundi –día de la diosa Luna–; martedi, mercredi –día del dios Marte–; viernes, vendredi –día de la diosa Venus; samedi, saturday –día del dios Saturno–, etc. ciudadania_cultural_separaciones.indd 135 16/01/2014 08:22:21 a.m. 136 Marilena Chaui la Revolución Francesa de 1789, en el año I de la República; o la expresión III Reich, en el que el “tercero” no se refiere a la cronología sino a la concepción milenarista en la cual el “tercer tiempo” es el tiempo de la perfección y la felicidad). El calendario es, pues, emblema del poder de sacerdotes, reyes, emperadores, autócratas y revolucionarios, incluso cuando su confección sea obra de astrólogos o astrónomos, explicando la aparición de un objeto en el cual se cruzan todos estos elementos, el almanaque. El atlas o mapamundi es la colección del espacio como colección de lugares. Aún cuando sea confeccionado por cartógrafos y geógrafos, su propiedad y su uso están definidos, inicialmente, por los detentores del poder, dado que los mapas están al servicio de la guerra, del mercado y de la geopolítica. El diccionario y la enciclopedia son colecciones del lenguaje, de los nombres propios y comunes, de los hechos y objetos, de las artes, las ciencias y técnicas que constituyen la memoria social total y la controlan. El objeto antiguo es aquel que algunos estudiosos llaman “objeto marginal”, o sea, el objeto que perdió funcionalidad práctica y ganó la función de signo, pasando a significar el tiempo. Para ser un soporte de la memoria, el objeto antiguo o marginal debe ser algo definitivo o terminado (nada puede serle agregado o quitado), debe traer en sí mismo las marcas de su autenticidad (no puede ser forjado), figurar un “Mito de origen” (esto es, ser un talismán), ser anacrónico (no tener relación con el tiempo presente, pues es el anacronismo el que le da valor) y organizar el mundo como constelación simbólica. Necesita ser un objeto único, pues no se refiere al tiempo industrial de los productos en serie, sino al tiempo artesanal, en el que cada artefacto es diferente a todos los otros. A diferencia del monumento y del documento, el objeto antiguo no está referido al poder sino al prestigio. Por eso, aunque puedan verse objetos antiguos en museos, su espacio preferencial es el mercado de antigüedades. ciudadania_cultural_separaciones.indd 136 16/01/2014 08:22:21 a.m. Derecho a la memoria: naturaleza, cultura, patrimonio histórico-cultural y ambiental 137 A estos soportes de la memoria le corresponden instituciones públicas de cuidado, preservación, restauración e investigación, esto es, museos, bibliotecas y archivos. O instituciones privadas: colecciones abiertas o no al público, mercados de antigüedades y fundaciones de bancos de datos. b. La idea de patrimonio histórico-cultural En un ensayo sobre el origen de los objetos que constituyen el patrimonio histórico-cultural Krisztoff Pomian36 observa que los primeros objetos que formarían la idea de patrimonio fueron los semióforos (del griego semeion, señal, y phoóos, exponer, cargar, brotar). Personas, lugares, objetos, animales, meteoros, constelaciones, acontecimientos, instituciones, estandartes, pinturas en navíos y en escudos, reliquias, todos pueden ser semióforos pues un semióforo es cualquier cosa o acontecimiento cuyo valor no es medido por su materialidad sino por su fuerza simbólica, por su poder para establecer una mediación entro lo visible y lo invisible, lo sagrado y lo profano, el presente y el pasado, los vivos y los muertos, y están destinados exclusivamente a la visibilidad y a la contemplación, porque así es como se realiza su significación y su existencia. Un semióforo es algo único (dotado, por eso, de aura); una significación simbólica dotada de sentido para una colectividad. Mediador entro lo visible y lo invisible, es dotado de valor sacro y político, pero no de valor de uso. Los semióforos, explica Pomian, dieron origen a los colecciones. Estas poseían los siguientes rasgos distintivos: 1) un conjunto de objetos naturales o de artefactos mantenidos temporaria o definitivamente fuera de las actividades económicas; 2) tales conjuntos son mantenidos en un lugar especial o son rodeados de 36. Krisztoff Pomian (1987). “Entre le visible et l’inivisble”, Lire, no 3. ciudadania_cultural_separaciones.indd 137 16/01/2014 08:22:21 a.m. 138 Marilena Chaui acciones especiales en pos de su protección; 3) estos conjuntos de objetos tienen como finalidad ser expuestos a la mirada de un contemplador o de un espectador; 4) los objetos así protegidos son considerados dotados de valor especial, esto es, son considerados preciosos, aunque estén fuera del circuito económico –no poseen valor de uso y poseen valor de cambio, pero fuera del circuito económico, es decir, poseen valor de mercado–; 5) tales objetos no poseen ninguna función sino la de ser contemplados y de conferir prestigio a quienes los poseen. Este tipo de colección estuvo ligada, en la antigüedad, a algunas instituciones específicas: el museo (en el sentido religioso del término, esto es, el lugar conferido a las musas, diosas protectoras de las artes y de las ciencias), donde los objetos eran traídos como ofrenda, sacralizados, concebidos como mediadores entre los hombres y los dioses o entre lo profano y lo sagrado, y puestos para la contemplación de visitantes, creyentes y peregrinos; los tesoros de los príncipes, en general piedras preciosas y metales preciosos, los regalía exhibidos en las ceremonias principescas, en las fiestas regias y en los cortejos fúnebres; los botines de guerra y las donaciones de las embajadas, retirados del circuito económico y guardados en los tesoros de reyes y de comandantes militares, preservados y exhibidos para círculos restringidos como signo de prestigio; los tesoros de los templos, esto es, reliquias, objetos sagrados (vestimentas, armas, partes del cuerpo de un héroe) y los objetos funerarios, eran guardados por órdenes sacerdotales y religiosas como signos de prestigio. Todos los objetos naturales y todos los artefactos, todos los monumentos y documentos, todos los botines y reliquias que se vuelven semióforos presuponen, por un lado, una jerarquización de los objetos, donde los inferiores están dotados de simple valor de uso y de valor de cambio y los superiores o significativos están dotados de poder y prestigio. Esta jerarquía, a su vez, distingue, según ciudadania_cultural_separaciones.indd 138 16/01/2014 08:22:21 a.m. Derecho a la memoria: naturaleza, cultura, patrimonio histórico-cultural y ambiental 139 el poder y el prestigio, a los individuos o grupos que no poseen de los que sí poseen semióforos, son sus propietarios, guardianes, preservadores y exhibidores. Jefaturas político-militares detentoras del saber sobre lo profano, y jefaturas religiosas detentoras del saber sagrado; reyes, príncipes, pontífices, fueron los primeros detentores de semióforos. A ellos, la sociedad moderna agregó a los humanistas (que por el estudio del pasado traspasan las fronteras del tiempo), los científicos (que por el estudio de las cosas amplían las fronteras del espacio) y los artistas (cuyas obras traen perennidad y eternidad al mundo); a todos ellos, los siglos XIX y XX les sumaron a los detentores del dinero, que como mercancía universal, tienen el poder de hacer crecer la cantidad de objetos semióforos que se vuelven insignia no solo de poder y prestigio, sino también de riqueza. La jerarquía política, la religiosa y la de la riqueza pasaron a disputar la posesión de los semióforos, así como la capacidad para producirlos y exhibirlos. La religión, estimula los milagros (que generan nuevos lugares sagrados, nuevos santos y nuevas reliquias); el poder político, estimula la propaganda (que produce nuevos lugares, nuevas personas y fechas para el culto cívico) y el poder económico, estimula tanto la adquisición de objetos para convertirlos en semióforos (por medio de colecciones privadas) como el surgimiento de nuevos saberes encargados de producir nuevos semióforos (arqueología, paleontología, tecnología, historia del arte). Es en esta disputa de prestigio, poder y riqueza que el Estado-nación inventa la idea de patrimonio cultural de la nación como patrimonio artístico, histórico y geográfico; o sea, aquello que el poder político detenta contra el poder religioso y el poder económico. En otras palabras, los semióforos religiosos son particulares de cada creencia y los semióforos de la riqueza son propiedad privada, pero el patrimonio cultural es nacional o colectivo, y su función es celebrar los hechos de la nación. ciudadania_cultural_separaciones.indd 139 16/01/2014 08:22:21 a.m. 140 Marilena Chaui ¿Por qué el Estado-nación se vio compelido a inventar el patrimonio cultural nacional: museos públicos, bibliotecas públicas, archivos públicos, monumentos, medio ambiente? Por dos motivos principales. En primer lugar, por la presión de una clase media creciente, que, no teniendo ni poder ni riqueza, desea tener acceso a los objetos-significaciones, forzando al estado a la creación de las instituciones públicas de patrimonio cultural y ambiental. En segundo lugar, como consecuencia de la lucha de clases; porque si cada clase social instituye sus propios semióforos, definiendo su manera de relacionarse con el tiempo, el espacio, lo invisible y lo sagrado, los conflictos sociales no podrían ser controlados por la clase dominante ni por su Estado. Por este motivo, el primer semióforo instituido por el Estado fue la propia idea de nación, sujeto y objeto de los cultos cívicos que se presta a sí misma. A partir de la nación se instituyen los semióforos nacionales y con ellos el patrimonio cultural y ambiental y las instituciones públicas encargadas de resguardarlos, conservarlos y exhibirlos. Es este acontecimiento histórico el que lleva, gradualmente, con la idea de patrimonio ambiental, a integrar al medio ambiente entre los objetos semióforos. No se trata, como en la antigüedad, de la elección de lugares, estrellas, planetas, constelaciones, montañas, lagos y ríos en los que lo sagrado y lo invisible se manifiestan, sino de la idea de que la naturaleza, en tanto territorio nacional, debe tener algunas de sus partes preservadas y públicamente exhibidas. En otras palabras, así como en la antigüedad el semióforo natural era un objeto cultural, con el estado-nación, la naturaleza es un objeto cultural, es una idea, una significación y no una simple cosa externa. En resumen, la oposición naturalezacultura no tiene validez aquí. En la sociedad contemporánea, en la cual está en vigencia la idea posmoderna, a la idea de patrimonio cultural y ambiental se le agregan tres innovaciones: ciudadania_cultural_separaciones.indd 140 16/01/2014 08:22:21 a.m. Derecho a la memoria: naturaleza, cultura, patrimonio histórico-cultural y ambiental 141 • • • la idea posmoderna de que las ciudades son “emporios de estilos y de imágenes”, sistemas descentrados de señales, exigiendo por esto la multiplicación cuantitativa de los objetos del patrimonio, con la multiplicación de “objetos históricos”, surgiendo el museo del teléfono, el de la radio, el del disco, el del cine, el del telégrafo, el del avión, el del sello, el automóvil, y así para todo; la idea de que las ciudades en tanto tales son museos en un sentido nuevo: se conservan edificios y espacios públicos, parques y ríos, lagos y bosques a los cuales se les atribuye la calidad de semióforos, de forma tal de garantizar, por un lado, que todo lo restante pueda ser devastado por la especulación inmobiliaria y, por el otro, que la preservación cultural y ambiental produzca el “retorno positivo de imagen” a los gobernantes, más allá de exenciones fiscales para empresas privadas que se disponen a la “preservación”. En otras palabras, el patrimonio cultural y ambiental, que era fuente de poder para el estado-nación, se volvió simplemente una cuestión económica y política de “marketing”; a inversión del sentido originario de semióforo, a partir del surgimiento del mercado de “antigüedades”. De hecho, como vimos, el semióforo es justamente el objeto retirado del circuito económico porque posee función simbólica. Con el surgimiento y crecimiento del mercado de “antigüedades”, surge la idea de que cualquier objeto, documento o texto puede acceder a la condición de objeto-significación, o de objeto histórico a partir de las decisiones de determinado tipo de mercado sobre lo que es “antiguo”. Bajo la acción del autodenominado posmodernismo nuevamente la oposición entre naturaleza y cultura pierde validez, ahora ciudadania_cultural_separaciones.indd 141 16/01/2014 08:22:21 a.m. 142 Marilena Chaui se debe, sin embargo, a que todo es mercancía y objeto de marketing. La universalización del mercado capitalista es exactamente lo que permite la “defensa” del llamado patrimonio ambiental, en la medida en que se instituye en el momento exacto en que la naturaleza es devastada, pues el “patrimonio” elige, según criterios económicos, lo que debe y puede ser retirado del circuito de la actividad económica. Lo que no nos debe sorprender, ya que la naturaleza se volvió una construcción científica y mercantil. VI. Derecho a la memoria: otra política cultural “Nunca hubo un monumento de cultura que no fuera también un monumento de barbarie.” Walter Benjamin En el ensayo “El lenguaje indirecto y las voces del silencio”37, el filósofo Merleau-Ponty afirma que el museo y la biblioteca no son siempre buenos; frecuentemente llevan al abandono de la forma noble de la memoria para celebrarla en su forma mísera y pomposa. Esta forma mísera y pomposa de la memoria pretende ofrecer una sobrevida a las obras de arte y de pensamiento, al arrancarlas del contexto en que tenían sentido. Busca producir una unificación y una continuidad externa a las obras, recalcando el hecho de que artistas y pensadores no ignoran a sus ascendentes y sucesores, es decir, no ignoran la unidad y la continuidad interna de las obras, aquello que les permite tener una historia. Lo que esta forma ofrece a la contemplación es la historia de lo muerto, de lo consagrado y lo oficial, fabricando una historia de eventos que 37. Maurice Merleau-Ponty (1975). “A linguagem indireta e as vozes do silêncio”. San Pablo, Editora Abril, colección Os Pensadores. ciudadania_cultural_separaciones.indd 142 16/01/2014 08:22:21 a.m. Derecho a la memoria: naturaleza, cultura, patrimonio histórico-cultural y ambiental 143 ignoran u ocultan la historia de lo que va sucediendo, en la que lo vivo y la nuevo retoman el pasado en un presente que lo transforma y que le cambia el sentido. La forma noble de la memoria recoge las obras de arte y pensamiento como instituyentes, porque abren campos de creación y de pensamiento que no podrían existir sin ellas, y como instauradoras de posteridad, porque suscitan nuevas creaciones y nuevos pensamientos; pues una obra solo es memorable gracias al exceso de sus significaciones en relación a los significantes o a los signos disponibles con los que se expresa. Este exceso hace que otros vuelvan a ella y la continúen, la transformen o la destruyan. En su presente, la obra instaura lo posibilidad de un futuro. Así, la forma noble de la memoria recoge las obras de arte y de pensamiento como trabajo, que se realiza para dar expresión y sentido a lo que todavía no fue visto, ni dicho, ni pensado ni hecho; aquello que en el presente pide y exige expresión. Por eso, dice Merleau-Ponty, no se puede ir al museo y a la biblioteca como van los espectadores, para contemplar bajo una luz mortecina obras colgadas en paredes, cercadas de vidrios protectores, libros ordenados en estantes mal iluminados y polvorientos, olvidando los dolores y alegrías, los conflictos y descubrimientos, la soledad y solidaridad que le dieron existencia. Es necesario ir al museo y a la biblioteca como van los artistas y pensadores, para participar de las luchas y aventuras, de las venturas y desventuras, de los infortunios y glorias del trabajo de creación y descubrimiento; para retomar el pasado para la invención del futuro. La miseria pomposa no es, sin embargo, el único aspecto a señalar respecto de la concepción oficial y festiva del patrimonio histórico-cultural. Cuando observamos la invención de los semióforos pudimos notar que son instituidos para afirmar una historia determinada, la de los poderosos y vencedores, concebida como ciudadania_cultural_separaciones.indd 143 16/01/2014 08:22:21 a.m. 144 Marilena Chaui una y única, lineal, continua y progresiva. Por eso, es necesario retomar las consideraciones de Walter Benjamin, cuando, en la tesis 7 de Sobre el concepto de historia, escribe: “Todos aquellos que se hicieron de la victoria hasta nuestros días marchan en el cortejo triunfal de los dominadores de hoy, que avanza por encima de aquellos que hoy yacen en el suelo. Y como ha sido siempre la costumbre, el botín de guerra es conducido también en el cortejo triunfal. El nombre que recibe habla de bienes culturales, los mismos que va a encontrar en el materialista histórico un observador que toma distancia. Porque todos los bienes culturales que abarca su mirada, sin excepción, tienen para él una procedencia en la cual no puede pensar sin horror. Todos deben su existencia no sólo a la fatiga de los grandes genios que los crearon, sino también a la servidumbre anónima de sus contemporáneos. No hay documento de cultura que no sea a la vez un documento de barbarie. Y así como éste no está libre de barbarie, tampoco lo está el proceso de la transmisión a través del cual los unos lo heredan de los otros. Por eso el materialista histórico se aparta de ella en la medida de lo posible. Mira como tarea suya la de cepillar la historia a contrapelo.”38 Las políticas de patrimonio histórico, cultural y ambiental, ¿están condenadas a la forma mísera y pomposa de la memoria y a la celebración de la historia del vencedor? ¿O es posible otra política? La respuesta a esta segunda pregunta es: sí. De 1989 a 1992, durante el gobierno municipal del Partido de los Trabajadores en la ciudad de San Pablo, el Departamento de Patrimonio Histórico (DPH), órgano de la Secretaría Municipal de Cultura, realizó el proyecto Derecho a la Memoria cuyo punto de partida fue luchar contra 38. Walter Benjamin (1985). “O conceito de história”. En: Obras escolhidas. Magia e técnica. Arte e política. San Pablo, Brasiliense, pág. 225. ciudadania_cultural_separaciones.indd 144 16/01/2014 08:22:21 a.m. Derecho a la memoria: naturaleza, cultura, patrimonio histórico-cultural y ambiental 145 “una sociedad destituida de ciudadanía en sentido pleno, si por esta palabra entendemos la formación, la información y la participación múltiples en la construcción de la cultura, de la política, de un espacio y un tiempo colectivo. […] Hacer que nuestra producción incida sobre la cuestión de la ciudadanía implica hacer pasar la historia y la política de preservación y construcción del pasado por el tamiz de su significación colectiva y plural. […] La construcción de otro horizonte historiográfico se apoya en la posibilidad de recrear la memoria de los que perdieron no solo el poder, sino también la visibilidad de sus acciones, resistencias y proyectos.”39 Memoria que impugna el triunfalismo de los poderes establecidos que desorganizaron el espacio, el tiempo y la participación, construir una historia del los vencidos (en contraposición a lo que Benjamin designó como historia del vencedor) no es sacralizar y construir una historia continua y única, pues eso sería simplemente transferir a los movimientos populares y sociales los mismos procedimientos de apropiación del pasado usados por la historia del vencedor. De hecho, “es necesario tener claro que el espacio de la ciudadanía, que permite la producción de una historia y de una política democrática de patrimonio histórico, no necesita ser abarcado por un nuevo héroe.”40 ¿De qué se trataba? De hacer visible la disputa por la memoria social, haciendo aparecer acciones hasta entonces invisibles, capaces de cuestionar las significaciones institucionalizadas con que la sociedad construyó para sí misma su propio significado. Por eso mismo, se trataba de una práctica reflexiva sobre la concepción del patrimonio histórico, cultural y ambiental: 39. Maria Célia Paoli (1991). “Memória, história e cidadania: o direito ao passado”, en Maria Clementina Pereira Cunha (comp.), O direito à memória. Patrimônio histórico e cidadania, San Pablo, Departamento do Patrimônio Histórico, págs. 26-27. 40. Ibíd, págs. 26-27. ciudadania_cultural_separaciones.indd 145 16/01/2014 08:22:21 a.m. 146 Marilena Chaui “queremos tratarlo no solo en el ámbito restringido de las técnicas de intervención o de los criterios de identificación y preservación y sus conceptos operacionales. Más allá de estos aspectos es necesario politizar el tema, reconociendo las condiciones históricas en que se forjaron muchas de sus premisas, y articulándolas con las luchas por la calidad de vida, por la preservación del medio ambiente, por los derechos a la pluralidad y, sobre todo, por el derecho a la ciudadanía cultural.”41 ¿Cuáles fueron las líneas maestras del trabajo realizado por el DPH? • • • • concepción del patrimonio histórico, cultural y ambiental como práctica social y cultural de múltiples y diferentes agentes culturales; memoria como derecho del ciudadano, por lo tanto, como acción de todos los sujetos sociales y no como producción oficial de la historia; en lugar de una memoria social ilusoriamente única, afirmación de memorias en plural, historias en lugar de una historia; tener presentes las determinaciones de clase, etnia y género y de las luchas sociales y políticas como constitutivas de la producción de la memoria y de la historia. Para esto, se implementaron proyectos de historia oral, con la recolección de entrevistas relativas a lo cotidiano en la ciudad, a la memoria del trabajo fabril y de los movimientos sociales, buscando ampliar el universo de la historia de la ciudad; desestabilizar la memoria, es decir, el derecho a la memoria exige que quienes lo ejercen, los memorialistas, no sean despojados de sus tradiciones, y no sean 41. Déa Ribeiro Fenelon. “Políticas culturais e patrimônio histórico”, en Maria Clementina Pereira Cunha (comp.) O direito à memória. Patrimônio histórico e cidadanía, pág. 21. Déa Fenelon dirigió el Departamento do Patrimônio Histórico (DPH) de 1989 a 1992. ciudadania_cultural_separaciones.indd 146 16/01/2014 08:22:21 a.m. Derecho a la memoria: naturaleza, cultura, patrimonio histórico-cultural y ambiental 147 • • • manipulados para producir memoria oficial triunfalista. Por este motivo, el DPH (por medio de cursos, talleres y puesta a disposición de instrumentos técnicos y espacios) socializó conocimientos y ofreció subsidios técnicos a los movimientos sociales y populares, apuntando al registro y preservación de su memoria, sus tradiciones y sus referencias culturales propias, asegurando la autonomía de los memorialistas; afirmación de una política de información con la difusión y divulgación de las actividades del DPH y el esclarecimiento de sus prácticas y sus instrumentos de acción, a fin de establecer canales amplios de comunicación con todos los segmentos de la sociedad; afirmación de una política de participación basada en tres puntos: 1) ampliación y democratización del Consejo Municipal de Preservación del Patrimonio Histórico, con representantes de la sociedad con poder deliberativo y no solo consultivo; 2) instalación de foros de discusión, reunión de representantes de las instituciones de preservación federales, estatales y municipales, para intercambio de experiencias y discusión de criterios y líneas que transforman el significado de la preservación; 3) audiencias públicas para proponer y recibir propuestas concernientes al relevamiento y revitalización de zonas de la ciudad; rechazo del museo como folclore, despojo, pillaje e invención de un pasado común; afirmación de una nueva política museológica, capaz de contemplar diferentes sujetos históricos y una multiplicidad de experiencias históricas, de manera que el museo articule pasado y presente y sea un espacio de diálogo cultural y de formación de la ciudadanía; ciudadania_cultural_separaciones.indd 147 16/01/2014 08:22:21 a.m. 148 Marilena Chaui • • • • • por consiguiente, rechazo del supermercado cultural y afirmación de un nuevo modo de ocupación de las Casas Históricas, con actividades de historia oral, exposiciones hechas por los propios memorialistas, cursos, talleres, música de época y piezas teatrales referentes a la historia de cada Casa; rechazo de la historia como celebración de efemérides nacionales y afirmación de la sociedad histórica, de una visión reflexiva y crítica de las efemérides –quién las instituyó, con qué sentido y con qué finalidad–, y de una visión que valore otros calendarios, que fueron construidos por diversas memorias sociales; nuevo concepto de preservación histórica y urbana: la ciudad vista a través de su historia económica, social, política y artística, permitiendo el relevamiento, no de edificios y monumentos aislados, sino un relevamiento histórico y ambiental “por manchas”, es decir, por zonas definidas por una historia específica, incluyendo bienes muebles e inmuebles, y revitalizadas cuando fuese necesario o solicitado por la población; este nuevo concepto de preservación llevó al mantenimiento de los monumentos en los lugares en que fueron instalados, aún cuando, en el pasado, existieron equívocos respecto del lugar, pues allí donde están se volvieron una referencia para los habitantes y pasaron a ser parte de la historia local y de la ciudad; el nuevo concepto de preservación también aseguró, en las obras de restauración de edificios históricos, la visibilidad de los trabajos y materiales con que fueron construidos, dejando a la vista partes internas de paredes y techos; o sea, la restauración mantuvo visible la memoria del trabajo de los constructores (esclavos y obreros); ciudadania_cultural_separaciones.indd 148 16/01/2014 08:22:21 a.m. Derecho a la memoria: naturaleza, cultura, patrimonio histórico-cultural y ambiental 149 • • • • la nueva concepción de la memoria social determinó la forma y el contenido de exposiciones internas y en la calle; las exposiciones eran temáticas y organizadas a partir de cuatro fuentes: por sugerencia de los memorialistas (por ejemplo, la exposición “Por Conta Própria”, sobre el trabajo informal); por recolección de exposiciones de memorialistas y frecuentadores de Casas Históricas (por ejemplo, la exposición “Paulicéias Perdidas”, sobre la ciudad en el siglo XIX e inicios del siglo XX); por decisión de deconstruir la memoria oficial de la clase dominante y del Estado, dando visibilidad a la memoria no oficial de los vencidos, dominados y explotados (por ejemplo, las exposiciones “Centenário do 1º de mayo”, “Pátria Amada Esquartejada”, reflexión crítica sobre las numerosas muertes de Tiradentes y la construcción del origen de la nación a partir de la imagen crística (el Cristo da Paixão) de la conspiración minera; por la conjugación de los estudios de historiadores con la memoria de los sujetos de la exposición (por ejemplo, la exposición “Bandeira nos Olhos”); las exposiciones (de fotografías, objetos, pinturas), realizadas en diferentes puntos de la ciudad y de forma itinerante, aseguraron la proyección hacia fuera de los acervos de la municipalidad, alcanzando un público tradicionalmente excluido de los circuitos culturales; rechazo del documento como colección dotada de valor en tanto colección, para valorarlo como instrumento de investigación, como información abierta a todos los ciudadanos y como fuente de conocimiento de y para la ciudad; reorganización y ampliación del acervo documental y fotográfico, tanto en lo relativo a las condiciones físicas de su ciudadania_cultural_separaciones.indd 149 16/01/2014 08:22:21 a.m. 150 Marilena Chaui cuidado, como a los procesos tecnológicos y de informatización, para garantizar su conservación y amplio acceso al público, no solo para los investigadores sino también para los registros memorialísticos de la población; • afirmación del derecho a la información y la investigación, preparando las instalaciones y los equipamientos técnicos de la Casa de la Memoria Paulistana (que debería ocupar el edificio Ramos de Azevedo, antigua Escuela Politécnica de San Pablo, cuyos trabajos de reforma y restauración estaban en vías de conclusión en octubre de 1992) para albergar los archivos y documentos del DPH, el archivo de fotografías y negativos también del DPH y el Sistema Municipal de Archivos, constituido por decreto de la gobernadora Luiza Erundina, abriéndose a los investigadores y a la población para consultas; • inicio de la implementación del Sistema Municipal de Archivo, que debe reunir todas las unidades archivísticas de la administración municipal y otras instituciones similares de la ciudad para que, sobre bases comunes, sea organizado y preservado su acervo documental en diferentes soportes (textual, gráfico, pictórico, fotográfico, filmográfico, etc.); • cursos, congresos internacionales y nacionales interdisciplinarios (sobre historia, ciencias sociales, antropología, psicología social, lingüística, literatura, museología, filosofía, informática), todos destinados a la formación de los empleados, tanto desde el punto de vista de su actualización tecnológica, como desde el punto de vista de su participación en un nuevo concepto de patrimonio y de relación con los ciudadanos. Peinando la historia a contrapelo, el Departamento de Patrimonio Histórico propuso una política de patrimonio histórico ciudadania_cultural_separaciones.indd 150 16/01/2014 08:22:21 a.m. Derecho a la memoria: naturaleza, cultura, patrimonio histórico-cultural y ambiental 151 cultural anti-museo, anti-folclore, anti-colección, anti-efeméride, anti-celebración, anti-simulacro, anti-saqueo, anti-vigilancia y antireificación de la memoria. Trabajó con la multiplicidad y la diversidad de las memorias, garantizando el derecho a la diferencia. Al mismo tiempo, trabajó con diferentes soportes de memoria, buscando unificarlos temáticamente. Así se afirmó la práctica de un servicio público que garantiza los derechos de la ciudadanía y que no define la memoria desde una perspectiva estatal, ni intenta imponer un consenso sobre los semióforos. ciudadania_cultural_separaciones.indd 151 16/01/2014 08:22:21 a.m. ciudadania_cultural_separaciones.indd 152 16/01/2014 08:22:21 a.m. Cultura, democracia y socialismo I. Algunas observaciones sobre la cultura Si vamos a los orígenes de la palabra cultura veremos que significa cultivo, cuidado. Inicialmente era el cultivo y el cuidado de la tierra (agricultura), con los niños (puericultura) y con los dioses y lo sagrado (culto). Cultura significaba acción que conduce a la plena realización de las potencialidades de una cosa o de alguien. Significaba: desarrollar, hacer brotar, dar frutos, florecer y llenar de beneficios. En el transcurso de la historia de Occidente, este sentido va perdiéndose hasta que, en el siglo XVIII, la palabra cultura resurge pero relacionada a otro concepto, el de civilización. Sabemos que civilización deriva de la idea de vida civil, por lo tanto, de vida política y de régimen político42. Durante el siglo XVIII, la cultura es el patrón o el criterio que mide el grado de civilización de una sociedad. Así, la cultura pasa a ser tomada como un conjunto de prácticas (artes, ciencias, técnicas, filosofía, oficios) que permite evaluar y jerarquizar las sociedades según un criterio de evolución. En el 42. En latín, ciudadano se dice cives y ciudad (entendida en sentido político) se dice civitas; de ahí, civil. ciudadania_cultural_separaciones.indd 153 16/01/2014 08:22:21 a.m. 154 Marilena Chaui concepto de cultura se introduce la idea de tiempo, pero de un tiempo muy preciso; esto es, continuo, lineal y evolutivo, de modo tal que poco a poco cultura se volvió sinónimo de progreso. Se evalúa el progreso de una civilización por su cultura y se evalúa la cultura por el progreso que le trae a una civilización. Este concepto de cultura, profundamente político e ideológico, reaparece a fines del siglo XIX, cuando se constituye una rama de las ciencias humanas, la antropología, el estudio del hombre43. En el inicio de la constitución de la antropología, los antropólogos vinculaban el concepto de cultura y el de evolución. Por tomar la noción de progreso como medida de cultura, la antropología necesitó de un patrón para medir la evolución o el grado de progreso de una cultura. Este patrón fue, evidentemente, la Europa capitalista. Las sociedades pasaron a ser evaluadas según la presencia o la ausencia de algunos elementos que son propios del Occidente capitalista; y la ausencia de estos elementos fue considerada señal de falta de cultura o de una cultura poco evolucionada. ¿Cuáles eran esos elementos? El Estado, el mercado y la escritura. Por consiguiente, todas las sociedades que desarrollasen formas de intercambio, comunicación y poder diferentes al mercado, a la escritura y al Estado occidentales fueron definidas como “primitivas”. La noción de primitivo puede elaborarse a partir de la figura de lo no-primitivo, por lo tanto, a partir de aquel que concretó la “evolución”. Esto implica no solo un juicio de valor, sino también, y sobre todo, que se tomen los criterios de la escritura, del mercado y del Estado como definidores de la esencia de la cultura. Siempre que ésta fue concebida como evolución y progreso, se consideró que esas sociedades que “todavía” estaban sin mercado, sin escritura y sin Estado llegarían necesariamente a ese estadio algún día. La cultura europea capitalista fue, así, colocada como la referencia 43. En griego, hombre se dice antrops. ciudadania_cultural_separaciones.indd 154 16/01/2014 08:22:21 a.m. Cultura, democracia y socialismo 155 u objetivo final para el desarrollo de toda cultura o de toda civilización y, evidentemente, para “ayudar” a los primitivos a salir de su estado de atraso, esta cultura justificó los colonialismos. No llama la atención, por lo tanto, la cantidad de prejuicios y de ideologías montadas sobre esta visión eurocéntrica de cultura, en la cual el Occidente capitalista –colonialista e imperialista– se presenta como modelo y fin universales. Va a ser recién en la segunda mitad del siglo XX que los antropólogos (algunos por su formación marxista, otros por sentimiento de culpa) abandonarán esta perspectiva, dando inicio a la antropología social y a la antropología política, en las cuales cada cultura es vista como una singularidad, una individualidad propia dotada de una estructura específica. A partir de ese momento el término cultura gana un alcance que no tenía antes, pasando a significar el campo de las formas simbólicas. Con esta idea, que ya había sido desarrollada por el pensamiento alemán del siglo XIX, la cultura pasa a ser entendida como creación colectiva del lenguaje, de la religión, de los instrumentos de trabajo, de las formas de habitar, el vestuario y la cocina, las manifestaciones del ocio, de la música, de la danza, de la pintura y de la escultura, de los valores y las reglas de conducta, de los sistemas de relaciones sociales y, particularmente, de los sistemas de parentesco y de las relaciones de poder. Desde entonces, la cultura es comprendida como el campo en el cual una comunidad instituye las relaciones entre sus miembros y con la naturaleza, dándole sentido a la elaboración de símbolos y signos, de prácticas y valores, al definir para sí misma lo imposible y lo posible, la línea de tiempo (pasado, presente y futuro), las distinciones en el interior del espacio, lo verdadero y lo falso, lo bello y lo feo, lo justo y lo injusto, lo permitido y lo prohibido, la relación con lo visible y lo invisible, con lo sagrado y lo profano, la guerra y la paz, la vida y la muerte. ciudadania_cultural_separaciones.indd 155 16/01/2014 08:22:21 a.m. 156 Marilena Chaui No obstante, este concepción de cultura como campo de las formas simbólicas producidas en condiciones históricas determinadas se topa con una dificultad: la diferencia entre comunidad y sociedad. La característica principal de la comunidad es la no división interna y la idea de bien común; sus miembros están siempre en una relación cara a cara (sin mediaciones institucionales), poseen el sentimiento de una unidad de destino, o de un destino común, y afirman la encarnación del espíritu de la comunidad en algunos de sus miembros, en ciertas circunstancias. Ahora, el mundo moderno desconoce la comunidad: el modo de producción capitalista da origen a la sociedad, cuya marca primera es la existencia de individuos, separados unos de otros por sus intereses y deseos. Sociedad significa aislamiento, fragmentación o atomización de sus miembros, y esto lleva al pensamiento moderno a indagar sobre cómo los individuos aislados pueden relacionarse, volverse socios. En otras palabras, la comunidad es percibida por sus miembros como natural (su origen es la familia biológica) u ordenada por una divinidad (como en la Biblia), pero la sociedad impone la exigencia de que se explique el origen de lo social mismo. Tal exigencia conduce a la invención de la idea de pacto social o de contrato social firmado entre los individuos, que instituye la sociedad. La segunda característica, aquello que hace que sea propiamente una sociedad, es la división interna. Si la comunidad se percibe regida por el principio de indivisión, la sociedad no puede evitar que su principio sea la división interna. Esta división no es un accidente, algo producido por la maldad de algunos y que podría ser corregido, sino que se trata de una división originaria, comprendida por primera vez por Maquiavelo, cuando en El príncipe afirma que “toda ciudad está dividida por el deseo de los grandes de oprimir y comandar y el deseo del pueblo de no ser oprimido ni comandado”; y fue reafirmada por Marx cuando abre el Manifiesto comunista diciendo: “hasta ahora, la historia ha sido la historia de la lucha de clases”. ciudadania_cultural_separaciones.indd 156 16/01/2014 08:22:21 a.m. Cultura, democracia y socialismo 157 ¿Cómo mantener ante una sociedad dividida en clases, el concepto tan amplio y abarcador de cultura como expresión de comunidad indivisa que propone la antropología? En verdad, es imposible, pues la sociedad de clases instituye la división cultural. La división cultural recibe diferentes nombres: se puede hablar de cultura dominada y cultura dominante, cultura opresora y cultura oprimida, cultura de elite y cultura popular. Sea cual sea el término empleado, lo que se evidencia es un corte en el interior de la cultura, entre aquello que se resolvió llamar cultura formal, o sea, cultura letrada, y cultura popular, aquella que circula espontáneamente en las venas de la sociedad. Ahora, cultura popular tampoco es un concepto sencillo. Basta recordar los tres enfoques principales que recibió. El primero, en el Romanticismo del siglo XIX, afirma que cultura popular es la cultura del pueblo bueno, verdadero y justo; aquella que expresa el alma de la nación y el espíritu del pueblo; el segundo enfoque, proveniente de la Ilustración francesa del siglo XVIII, considera cultura popular al residuo de tradición, mezclado con superstición e ignorancia que debe ser corregido por la educación; y el tercero, proveniente de los populismos del siglo XX, combina la visión romántica y la iluminista; de la visión romántica toma la idea de que la cultura hecha por el pueblo solo por ello es buena y verdadera; y de la visión iluminista toma la idea de que esa cultura, por ser hecha por el pueblo, tiende a ser tradicional y atrasada en relación a su tiempo, y necesita, para actualizarse, de una acción pedagógica realizada por el Estado o por una vanguardia política. Cada una de estas concepciones de la cultura popular configura opciones políticas bastante determinadas: la romántica busca universalizar la cultura popular por medio del nacionalismo, o sea, busca transformarla en cultura nacional; la ilustrada o iluminista propone la desaparición de la cultura popular mediante una educación formal que debe realizar el estado; y la populista pretende ciudadania_cultural_separaciones.indd 157 16/01/2014 08:22:21 a.m. 158 Marilena Chaui traer la “conciencia correcta” al pueblo, para que la cultura popular se vuelva revolucionaria (en la perspectiva de las vanguardias de izquierda) o para que se vuelva sostén del Estado (en la perspectiva de los populismos de derecha). Así como la valoración de la cultura popular no implica que todos estemos en el mismo barco, la desvalorización de la cultura popular tampoco significa que todos estemos en él. Por eso mismo, vale la pena cambiar el enfoque del tema. Gracias a los análisis y críticas de la ideología, sabemos que el lugar de la cultura dominante es bastante claro: es el lugar a partir del cual se legitima el ejercicio de la explotación económica, de la dominación política y de la exclusión social. Este lugar también hace que la cultura popular sea más nítida; es aquello que elaboran las clases populares y, en particular, la clase trabajadora, según lo que haga el polo dominante, como repetición o como rechazo, dependiendo de las condiciones históricas y de las formas de organización populares. II. La cultura como derecho: la idea de ciudadanía cultural Lo dicho arriba sugiere que quizás la pregunta más interesante sea: ¿qué puede hacer la cultura cuando es tratada desde el punto de vista de la democracia? ¿Qué sería una cultura de la democracia y una cultura democrática? ¿Cuáles son los problemas de un tratamiento democrático de la cultura, esto es, de una cultura de la democracia? ¿Y de la realización de la cultura como visión democrática, o sea, de una cultura democrática? Estas preguntas señalan cuáles serían, al menos en un principio, los problemas a enfrentar. En primer lugar, el problema de la relación entre cultura y Estado; en segundo lugar, la relación entre cultura y mercado; en tercer lugar, la relación entre cultura y creadores. Si examinamos el modo en que el Estado opera en Brasil podemos decir que, en el abordaje de la cultura, su tendencia es ciudadania_cultural_separaciones.indd 158 16/01/2014 08:22:21 a.m. Cultura, democracia y socialismo 159 antidemocrática. No porque el estado esté ocupado por éste o aquel grupo dirigente, sino por el modo mismo en que el Estado enfoca la cultura. Tradicionalmente, busca capturar toda creación social de la cultura bajo el pretexto de ampliar el campo cultural público, transformando la creación social en cultura oficial, para hacerla operar como doctrina e irradiarla a toda la sociedad. Así, el estado se presenta como productor de cultura, confiriéndole generalidad nacional al quitar de las clases sociales antagónicas el lugar donde la cultura efectivamente se realiza. Hay también otra modalidad de acción estatal, más reciente, en que el Estado propone el “abordaje moderno de la cultura” y considera arcaico presentarse como productor oficial de cultura. Por modernidad, los gobernantes entienden los criterios y la lógica de la industria cultural, cuyos patrones el estado busca repetir a través de las instituciones gubernamentales de cultura. De esta manera, pasa a operar en el interior de la cultura rigiéndose por los patrones del mercado. Si, en el primer caso, se ofrecía como productor e irradiador de una cultura oficial, en el segundo caso el Estado se ofrece como un mostrador que atiende demandas y adopta los patrones de consumo de los medios masivos de comunicación, en especial el patrón de la consagración de lo consagrado. Si imaginásemos otra relación de los órganos estatales con la cultura, tal vez deberíamos retomar la concepción antropológica, más amplia –la cultura como práctica social que instituye un campo de símbolos y signos de valores y comportamientos–, agregando además que hay campos culturales diferenciados en el interior de la sociedad, en consecuencia, diferenciados por la división social de las clases y por la pluralidad de grupos y movimientos sociales. En esta visión múltiple de la cultura, en su definición incluso antropológica, se vuelve evidente la imposibilidad, de hecho y de derecho, de que el Estado produzca cultura. El propio Estado pasa a ser visto como uno de los elementos integrantes de ciudadania_cultural_separaciones.indd 159 16/01/2014 08:22:21 a.m. 160 Marilena Chaui la cultura, es decir, como una de las maneras en las que, en condiciones históricas determinadas y bajo los imperativos de la división social de clases, una sociedad crea para sí misma los símbolos, los signos y las imágenes del poder. Es producto de la cultura y no productor de la cultura. Y es un producto que expresa la división y la multiplicidad sociales. Podemos rechazar, ahora, la perspectiva estatal que adopta la lógica de la industria cultural y del mercado cultural, considerando la cultura como un campo específico de creación: creación de la imaginación, de la sensibilidad y de la inteligencia que se expresa en obras de arte y obras de pensamiento, cuando buscan superar críticamente lo establecido. Este campo cultural específico no puede ser definido por el prisma del mercado, no sólo porque éste opera de acuerdo al consumo, la moda y la consagración de lo consagrado, sino también porque reduce esta forma de la cultura a la condición de entretenimiento y pasatiempo; contraria al sentido creador y crítico de las obras culturales. No es que la cultura no tenga un lado lúdico y de ocio que le es esencial y constitutivo, sino que una cosa es percibir lo lúdico y el ocio en el interior de la cultura, y otra es manipularla para que se reduzca a eso, superflua, un postre, un lujo en un país donde los derechos básicos no están atendidos. Es necesario no olvidar que, bajo la lógica del mercado, la mercancía “cultura” se vuelve algo perfectamente mensurable. La medida está dada por el número de espectadores y de venta, es decir, el valor cultural deriva de la capacidad para agradar. Este parámetro tiene otro sentido más: indica que la cultura se considera de acuerdo al resultado, al momento en que las obras son expuestas como espectáculo, dejando a la sombra lo esencial, esto es, el proceso de creación. ¿Qué sería una relación nueva con la cultura, en la cual la consideráramos desde su proceso de creación? Implicaría entenderla como trabajo. Tratarla como trabajo de la inteligencia, de la sensibilidad, de la imaginación, de la reflexión, de la experiencia ciudadania_cultural_separaciones.indd 160 16/01/2014 08:22:21 a.m. Cultura, democracia y socialismo 161 y del debate, y como trabajo en el interior del tiempo. Implicaría pensarla como institución social, determinada, por lo tanto, por las condiciones materiales de su producción. El trabajo, como sabemos, es la acción que produce algo inexistente, gracias a la transformación de lo existente en algo nuevo. El trabajo libre modifica y va más allá de lo existente. Como trabajo, la cultura produce cambios en nuestras experiencias inmediatas, abre el tiempo como lo nuevo, hace emerger lo que todavía no fue hecho, pensado ni dicho. Captar la cultura como trabajo significa, en fin, comprender que el resultado cultural (la obra) se ofrece a otros sujetos sociales, se expone ante ellos, se ofrece como algo a ser recibido por ellos para ser parte de su inteligencia, su sensibilidad y su imaginación; para ser retrabajada por los receptores, sea porque la interpretan, sea porque una obra suscita la creación de otras obras. La exposición de las obras culturales le resulta esencial; existen para ser ofrecidas a la sensibilidad, la percepción, la inteligencia, la reflexión y la imaginación de los otros. El mercado cultural explota esta dimensión de las obras de arte; las hace espectáculo y las somete al show business. Si el Estado no es productor de cultura ni instrumenta su consumo, ¿qué relación puede tener con ella? Puede concebirla como un derecho del ciudadano y, a partir de ello, garantizar el derecho de acceder a las obras culturales que se producen, particularmente, el derecho a disfrutarlas, a crear obras, es decir, producirlas, y el derecho a participar de las decisiones sobre políticas culturales. ¿Qué significa el derecho a producir obras culturales? Si consideráramos la cultura como el conjunto de las bellas artes se podría entonces suponer que este derecho significaría, por ejemplo, que se promueve el derecho de todos a ser pintores. Cada uno de nosotros, un día u otro, siente la voluntad de pintar con acuarelas, un guache, un dibujo, y podría establecerse una política cultural que ciudadania_cultural_separaciones.indd 161 16/01/2014 08:22:21 a.m. 162 Marilena Chaui dispusiese por las ciudades talleres de pintura, clases y grupos de pintura. Esta política no garantizaría el derecho a producir obras de pintura, promovería un hobby, un pasatiempo, y, en el mejor de los casos, una ludoterapia. ¿Qué es la pintura? La expresión del enigma de la mirada y de lo visible: el enigma de un cuerpo vidente y visible, que realiza una reflexión corporal porque se ve viendo; enigma de las cosas visibles que está simultáneamente allá afuera, en el mundo, y aquí dentro, en nuestros ojos; enigma de la profundidad, que no es una tercera dimensión al lado de la altura y de la anchura, sino aquello que no vemos y, no obstante, nos permite ver. Enigma del color, pues un color es sólo una diferencia entre colores; enigma de la línea, pues al ofrecer los límites de una cosa no la cierra sobre sí, sino que la coloca en relación con todas las otras. El pintor interroga estos enigmas y su trabajo es dar a ver lo visible que no vemos cuando miramos el mundo. Si, por lo tanto, no todos son pintores, pero prácticamente todos aman las obras pictóricas, ¿no sería mejor que estas personas tuviesen el derecho a ver las obras de los artistas, disfrutarlas, acercarlos a ellas? ¿No le correspondería al Estado garantizar el derecho de los ciudadanos a tener acceso a la pintura? Ahora, estas mismas personas, que no son pintores ni escultores ni bailarinas también son productoras de cultura, en el sentido antropológico del término: son por ejemplo sujetos, agentes, autores de su propia memoria. ¿Por qué no ofrecer condiciones para que puedan crear formas de registro y preservación de su memoria, de la cual son sujetos? ¿Por qué no ofrecer condiciones teóricas y técnicas para que, conociendo diferentes soportes de la memoria (documentos, escritos, fotografías, fílmicos, objetos, etc.), puedan preservar su propia creación como memoria social? No se trata, por lo tanto, de excluir a las personas de la producción cultural sino de, extendiendo el concepto de cultura más allá del campo restringido de las bellas artes, garantizarles que, en aquello que son sujetos de sus obras, tengan derecho a producirlas de la mejor manera posible. ciudadania_cultural_separaciones.indd 162 16/01/2014 08:22:22 a.m. Cultura, democracia y socialismo 163 Finalmente, el derecho a la participación en las decisiones de política cultural es el derecho de los ciudadanos de intervenir en la definición de las líneas culturales y de los presupuestos públicos, a fin de garantizar tanto el acceso como la producción de cultura por los ciudadanos. Se trata, entonces, de una política cultural definida por la idea de ciudadanía cultural, en la que la cultura no se reduce a lo superfluo, al entretenimiento, a los patrones del mercado, a la oficialidad doctrinaria (que es ideología) sino que se realiza como derecho de todos los ciudadanos; derecho a partir del cual la división social de clases, o la lucha de clases, pueda manifestarse y ser trabajada. En el ejercicio del derecho a la cultura los ciudadanos, como sujetos sociales y políticos, se diferencian, entran en conflicto, se comunican e intercambian experiencias, rechazan formas de cultura, crean otras nuevas y movilizan todo el proceso cultural. Afirmar la cultura como derecho es oponerse a la política neoliberal, que abandona la garantía de los derechos, y que los transforma en servicios vendidos y comprados en el mercado y, por lo tanto, en privilegios de clase. III. Consideraciones sobre la democracia y el socialismo: la política cultural como cultura política Algunos rasgos caracterizan a la democracia. En primer lugar, la legitimidad y la necesidad del conflicto. La democracia es el único régimen político en el que el conflicto no es algo necesario de exorcizar, ocultar o eliminar, sino que vivifica el régimen político, porque, al contrario de otras formas políticas, la democracia tiene la peculiaridad extraordinaria de ser el único régimen en el que el conflicto es constitutivo de su modo de ser. El conflicto no es un obstáculo, es un elemento constitutivo del proceso democrático. Esta tal vez sea una de las mayores originalidades de la democracia. ciudadania_cultural_separaciones.indd 163 16/01/2014 08:22:22 a.m.