Ramiro Antelo León La República de Olañeta (Ensayo) La Paz, junio del 2006 Las crisis que surgen de las estructuras estatales agotadas, dependen en su resolución de la actitud general de las clases sociales frente a probabilidad de un cambio en el universo de las cosas. Es natural la tendencia a proyectar visiones distintas, según el grado de pérdida previsible que intuyen los individuos en la fase del cambio. Es obvio que en el debate de la crisis se agrupan las clases en bandos conservadores, atrevidos y conciliadores y su resolución tendrá necesariamente que ver con el grado de fuerza, claridad y carisma de las vanguardias de cada uno de ellos. Existe un caso extraño de actuación de una elite social, que venciendo sus mitos internos asume la conducción del cambio, ante el agotamiento de las vanguardias que debieran ser revolucionarias. Es el caso del nacimiento de la República de Bolivia. La crisis de la administración estatal de la Corona Española, en 1808, provocada por la pésima administración de Manuel Godoy y el desencuentro ingrato entre el Rey y el Príncipe de Asturias y la torpeza genial del reinado de José Bonaparte, desencadenaron un irreversible proceso de ablandamiento de las amalgamas ideológicas que sostenían la administración colonial en la América Latina. En ese cuadro general, incluyendo las guerras cruentas entre los ejércitos, se produjo el nacimiento de la República. Los contornos íntimos del proceso son atípicos y llenaron de ironías, contradicciones e insatisfacciones el resultado final. Esa formación estatal, nacida en tales condiciones, al parecer ha agotado sus últimos restos de vida y podría ser -necesario volver a mirar todo el tramo recorrido, antes de definir un nuevo rumbo para esta realidad histórica llamada Bolivia, terca en sus ganas de seguir existiendo. Para eso estamos aquí. Como una suerte de descripción de la metodología del presente ensayo, debemos anunciar que procederemos a comentar acontecimientos a partir de afirmaciones preconcebidas, cuya deducción y/o comprobación obedecen a detenidas lecturas de la historia tradicional y que para respaldarlas o describirlas con detalle, requeriríamos de un trabajo de mayor aliento que este simple ensayo. 𝐈 El Génesis Individualizar el momento de la concepción mental de la república, es vital para identificar a sus progenitores y sus razones. Debemos comenzar afirmando que la idea de crear una república a partir del territorio, la población y los restos administrativos de la Real Audiencia de Charcas, no surgió con el Decreto del 9 de febrero de 1825 - mediante el cual Antonio José de Sucre, convocaba a la elección de representantes para una Asamblea de ciudadanos que decida los destinos de la región, ni en los momentos de la euforia victoriosa de Ayacucho, como habitualmente se suele creer y afirmar. A ese momento los sucesos resultaban casi irreversibles. El Mariscal tendría que haber utilizado todo su carisma y su autoridad moral (y su enorme fuerza militar) para imponer otro rumbo a los acontecimientos tal como los conocemos hoy. Casi podríamos decir que la república ya existía a la llegada de Sucre al Alto Perú. Por lo menos como territorio libre de toda autoridad metropolitana o virreynal. Para llegar a tal estado de cosas, Casimiro Olañeta y su entorno social, habían realizado un conjunto de acciones orientadas a provocar tal efecto. Revisemos los acontecimientos anteriores al 9 de febrero. Casimiro de Olañeta (cuyos apellidos agrupaban a toda la aristocracia desarrollada en Charcas) resumía en su persona todo el desarrollo histórico de la clase que gobernaba la Real Audiencia de Charcas. Olañeta era el prototipo de lo señorial en la Plata y con sus dotes personales, excelente orador, inteligencia completa, vasta cultura, formación jurídica, gran carisma personal, etc., tuvo necesariamente que convertirse en líder y portador de la razón de clase de la casta administrativa criolla y española, en los territorios aledaños al cerro de Potosí. Fue educado parcialmente en Córdoba, en el convento de Monserrat. Era éste un destacado colegio en la formación de las elites administrativas de la corona española. Allí, de adolescente, Olañeta presenció el fusilamiento del Virrey Liniers, ordenado por la junta Revolucionaria de Buenos Aires. Tuvo necesariamente que sufrir un fuerte impacto emocional, por su universo mental señorial y por ser el Virrey, padre de sus compañeros de estudio. Ese trágico espectáculo influyó indudablemente para que más tarde, al recibir sus merecidos títulos en la Academia Carolina en Charcas, se decida acompañar a su tío, Pedro Antonio de Olañeta, en una furibunda guerra contra los guerrilleros que luchaban por la separación del Alto Perú de la Corona española, desde artesanales refugios en valles precarios, aunque conocidos con el sonoro título de ""republiquetas" 1No e s t a mp o co ca sua l qu e e l t ío t e n ga se m e ja n te responsabilidad. Eran ellos, los Olañeta, y el entorno familiar y afectivo inmediato, el núcleo humano central de la clase dominante. Sería inútil abundar en los detalles que muestran el papel fundamental, que jugó Casimiro Olañeta, en el esquema de organización militar realista, durante ese desordenado conflicto bélico. Basta decir que fue el cerebro de todas y cada una de las enérgicas y salvajes maniobras que el tío realizó contra la insurgencia descalza en los últimos años. El la república del Altoperú y el círculo de los Olañeta, comienza dibujarse en la fase de estancamiento de la guerra entre las Provincias Unidas del Río de la Plata y el Virrey del Perú. Los porteños no pudieron independizar el Altoperú y el Virrey no pudo pacificar la zona2. Ese hecho simple motiva que después de 1820, los Olañeta asuman el mando de la zona de manera casi absoluta. Valdez, Canterac y el propio Virrey La Serna, militares españoles de academia, con vasta y destacada experiencia en los campos de batalla anti-napoleónicos, despreciaban desde Lima, el provincia no y casi artesanal esquema de estrategias de combate de Pedro Antonio El rector del Colegio cordobés, era el Deán Gregorio Funes, hombre liberal en extremo, de ideas profundas sobre el destino de América y amigo estimado de Antonio José de Sucre. Las ideas del Dean formaron una generación de revolucionarios en ese Colegio. Basta mencionar que por el aula de Funes pasaron también, Cornelio Saavedra, Bernardo de Monteagudo y obviamente Casimiro Olañeta. 1 Las infructuosas y en cierto grado torpes campañas militares de los ejércitos auxiliares argentinos, en el Alto Perú, desanimaron a las poblaciones urbanas y al clero, quedando la iniciativa revolucionaria reducida a pocas aunque insistentes personas. 2 Olañeta, comerciante adaptado por necesidad a la vida militar. Sin embargo, los resultados se mostraban favorables al chuquisaqueño y en los últimos años de la guerra los independentistas quedaron visiblemente extenuados y diezmados. Paralelamente, las labores judiciales y la actuación social cotidiana, convirtieron a Casimiro Olañeta en el centro de la vida social y cultural de Charcas, pese a su juventud3. La guerra fue larga y en su tramo final las cosas fueron mostrando una complejidad que indicaba que el asunto no se podía resolver con solamente fusiles y víctimas. Fernando VII restaurado, había decidido caminar por la rama del absolutismo, desechando violentamente la posibilidad de la monarquía constitucional que proponían todos aquellos que le habían sido fieles durante su cautiverio voluntario en Francia. Con esa suerte de traición, impulsó a vastos sectores del continente a inclinarse por la independencia total de la corona y a un estado de guerra civil en la península. Es más, esa fue la razón para la conversión de las Juntas de Gobierno, en Gobiernos efectivos, y los territorios unidos bajo lemas tales como Las Provincias Unidas del Río de La Plata en Repúblicas con nombre y apellido. Este estado de beligerancia política entre esas dos tendencias, tuvo efectos devastadores en la organización del territorio de la corona. La lealtad americana al rey, severamente afectada por los sucesos de Bayona y la entrega del Poder a Bonaparte, no soportó un embate más. Luego de 1820, las repúblicas latinoamericanas eran una realidad consolidada de manera que no era posible suponer una restauración monárquica en semejante escenario. Salvo en el Perú, alto y bajo, sitio en el que La Serna, Virrey en Lima, mantenía un ejército poderoso que se preparaba para enfrentar a Bolívar y Sucre, quienes se aproximaban con afanes libertarios desde Colombia, buscando decidir de una vez Contaba con apenas 29 años el 6 de agosto de 1825. 3 por todas el destino del continente y sus hombres, en la suerte de las armas. Este momento es vital para la clase señorial chuquisaqueña. D e s c o n o c e m o s e l d e t a l l e y l a s a c c i o n e s s o c i a l e s emprendidas y los razonamientos invertidos en lograr una estrategia clara. Pero los hechos son los siguientes: Casimiro convence al tío de adoptar el bando absolutista, mientras La Serna era conocido por pertenecer al bando constitucionalista en el debate interno español. Los Olañeta fueron duros en sus apreciaciones respecto de los constitucionalistas y se arrogaron la exclusiva legitimidad como representantes de la corona. Era previsible el choque vio le nt o an t e se me ja n te p o stu ra p or p a rt e d e lo s altoperuanos, brazo importante de las fuerzas militares realistas. El asunto no fue dejado como una simple actitud ideológica. Olañeta logró que el tío desconozca además la autoridad del Virrey, por liberal, y se proclame única autoridad monárquica en el territorio americano. La audacia de la maniobra y la energía invertida en ella, provocaron dos efectos muy claros: 1 . E l A lto pe rú se inde pend izó de f a cto de L ima. Desconocieron la legitimidad del Virrey y el Rey estaba demasiado lejos como para ser autoridad efectiva. Por tanto, los Olañeta, que viene a ser lo mismo que decir los señores de charcas, tomaron el mando efectivo del territorio con autoridad administrativa, judicial y militar debidamente consolidada. No fue traumático este golpe de estado atípico y disimulado, debido a que los operadores eran los señores de todos modos. Lo que cambiaron fueron las fuentes de su legitimidad y las formas de dependencia respecto de Lima y Madrid. Acudieron a una idea como fuente de poder y se independizaron de hecho. Por eso más tarde, en agosto de 1825, no sería para nada extraño la ausencia de un choque traumático, entre el nacimiento de una legalidad republicana y la extinción de la legalidad monárquica; la transición había sucedido antes de la Constituyente del 6 de agosto. 2. La ruptura con La Serna, significó el corte de una parte del suministro de hombres, armas, vituallas y dinero que Lima esperaba para el enfrenamiento final con Bogotá. Los Olañeta no escucharon ninguna reflexión de las que intentaron quienes comprendían lo que se avecinaba. Noquedó más alternativa para Lima, que intentar reducir militarmente al rebelde General Pedro Antonio Olañeta. Para ese momento, Casimiro había enviado varias cartas a Bolívar comunicando sus intenciones. Además había negociado con algunos guerrilleros, aconsejado por Bolívar, particularmente con la Republiqueta de Ayopaya, para que sumen a las fuerzas altoperuanas sus diezmados cuadros guerrilleros, en la perspectiva de un enfrentamiento con la Serna, cuyo resultado favorable era vital para América. Los hermanos Lanza entendieron donde estaba el enemigo principal y aceptaron sumarse a sus verdugos de años, en el afán de contribuir al debilitamiento del contingente español. Así fue. La Serna cayó derrotado frente a Sucre, mientras valiosos regimientos suyos luchaban en la retaguardia contra Pedro Antonio Olañeta 4, cuyas filas e sta ban irón icament e f ormada s po r re gim ien tos de españoles absolutistas y guerrilleros independistas. Esta actitud de claridad estratégica de los Lanza, explica el porque de su presencia en la Asamblea Constituyente originaria y en los círculos cercanos al Mariscal de Ayacucho en los primeros meses de la república. Al mismo tiempo, estos hechos militares explican la composición social de la asamblea constituyente. A esta primera asamblea nacional acudieron quienes pelearon la Batalla de Ayacucho, cuyas primeras escaramuzas suceden entre los Olañeta y los Lanza contra el ejército virreinal, en territorio altoperu ano. Por ello, por ejemplo, Moto Méndez y otros no tuvieron La Serna contaba con una fuerza militar que duplicaba en cantidad de soldados a las fuerzas de Sucre. Olañeta podría haber aportado la cantidad que habría triplicado la diferencia a favor de los españoles. El genio militar de nuestro Mariscal, no habría podido vencer una mayoría de esa contundencia. 4 invitación ese lejano 6 de agosto; habían sido guerrilleros muchos años, pero los días fundamentales de la pelea, no estuvieron atentos a los ruidos de la batalla decisiva. Los hermanos Lanza culminaron una vida gloriosa, cuando uno de ellos murió valientemente, sofocando a quienes se amotinaron contra el Mariscal de Ayacucho, en ese triste cuartelazo de abril de 1828. Bolívar consideró fundamental el apoyo brindado por los altoperuanos, al extremo de creer que el General Pedro Antonio Olañeta era patriota. Por su parte éste general no tenía ya el resto de vida que le hubiese permitido adaptarse a la vida republicana; prefirió una suerte de suicidio con honor; no así su entorno militar. Pedro Antonio Olañeta decidió luchar contra los vencedores de Ayacucho 5. Murió probablemente sin saber que su sobrino había logrado que colabore con la libertad, él, que amaba tanto a la tiranía. Sucre fue recibido en desaguadero por aquellos q ue también podían proclamarse vencedores de La Serna. El decreto de Febrero, que luego disgustaría a Simón Bolívar, era el trámite inevitable para el Mariscal y así lo explicó en diversas cartas al Libertador. El regalo de los nombres de la patria y de su capital, fue un exceso de zalamería, no la causa que definió la voluntad de los libertadores. Ellos p r o b a b l e m e n t e v e l a b a n y t e m í a n p o r l a u n i d a d confederada, no por la posibilidad de las autonomías locales. No habiendo objeciones del lado Argentino ni peruano se podía crear Bolivia. El libertador contaba con la confederación de las repúblicas que luego se llamarían bolivarianas, de hecho, hasta le escribió a Sucre afirmando que por consenso sería el vicepresidente confederado. Ante tal escenario mental en Bolívar, Bolivia con Sucre a la cabeza, no era suceso ajeno a los planes generales; sólo fue una sorpresa inesperada. En su afiebrada terquedad, Pedro Antonio se retira al sur con unos cuantos hombres, creyendo organizar alguna resistencia. Es dramática la escena cuando los soldados libertadores se acercan al supuesto campo de batalla y el contingente de Olañeta se niega a mostrar agresividad alguna. Aquí los relatos se hacen confusos, pero todos coinciden en que el General decide combatir aunque sea solo y cae mortalmente herido. 5 Sucre, luego de estabilizada la situación militar, con la muerte Pedro Antonio Olañeta en esa escaramuza inútil y pequeña, nombra a Casimiro, Intendente General del Ejército Libertador. Ese era el cargo civil de mayor jerarquía en el territorio altoperuano, en ese momento viviendo en una suerte de vacío legal absoluto. Por tanto, en los largos meses que median entre l a batalla de Ayacucho y el 6 de agosto de 1825, en el Altoperú, mandaba Sucre sobre el ejército y Gobernaba el país Casimiro Olañet a. Debemos destacar que son dos momentos ya en los que Casimiro asume el mando efectivo de la nación. Cuando su tío rompe con Lima y cuando C a s i m i r o r o m p e c o n M a d r i d y s e a b r a z a d e l o s Libertadores. Casimiro de Olañeta gobierna en Bolivia efectivamente casi desde 1822. La lógica de declararse absolutista, fue una muestra de proverbial astucia. La Serna no podía en tal situación reprimir salvajemente a un súbdito que le daba la razón al Rey. Si La Serna vencía en Ayacucho, la rebeldía de los Olañeta era algo que debía resolverse con la intervención de Madrid. Si los Olañeta optaban por la República para romper con Lima, habría sido una desproporcionada actitud de rebeldía, fácil de sofocar. Luego, si La Serna perdía en Ayacucho, y así fue, los Libertadores apreciarían la a yuda de la cua si -repúb lica ab so lu tist a de los chu qu isa qu eño s. Y así f ue. “La generación que llamaremos de laindependencia, (1810-1825), tuvo dosideales, y los pensamientos y los Afectosque se desarrollaron lentamente, entoncestuvieron una afirmación de hecho –laPatria y la LibertadPara formar una patria libreeindependiente con todas la leyes ygarantías que exigen los tiempos modernosy para conseguir una libertad verdadera yefectiva conjuraron en secreto, sufrieronlos trabajos más duros, se sublevaron acampo abierto, negociaron en asambleaspúblicas y secretas..." Carlos Piccardo 19236 6 P. Carlos Piccardo. "Los Valles del Pilaya y su Porvenir" Tarija, 1923. Imprenta la Velocidad de Adolfo León. 136.pag. 𝑰𝑰 La batalla por la vida Resultaría ocioso especular sobre el rol de las logias, que en esos momentos nacían para jugar roles centrales en la toma de decisiones y en la articulación ideológica y orgánica de las elites intelectuales de las clases pudientes. No existen datos ciertos. Lo cierto es que, aquello que Belzú llamaría más tarde el "club de Chuquisaca", surgió a la vida republicana al mando de la nación. Tenían por objetivo central, la independencia del Estado naciente. El enemigo visible era el Bajo Perú, más tarde encarnado en Agustín Gamarra, cuya muerte en Ingavi explica nuestra existencia actual en gran medida. Ese hito, Ingavi y su resultado trágico para el caudillo peruano, es fundamental para analizar el rol del Club de Chuquisaca en la creación de Bolivia. El primer paso inteligente de los fundadores de Bolivia, fue asegurar que Antonio José de Sucre acepte el mando del Poder Ejecutivo. Casimiro de Olañeta se reservó para sí el mando del Poder Judicial que ejerció hasta su muerte, sin importar que ejerciera simultáneamente cargos de canciller, ministro de guerra, constituyente y otros. La presencia del Mariscal de Ayacucho, garantizaba el respeto del entorno de repúblicas agresivas por inestables. Sucre tenía 30 años y Casimiro uno menos el año de la independencia. Las primeras leyes de la República muestran la grandeza de pensamiento y alma, a la que tuvieron que elevarse estos jóvenes en ese instante de fundación de una nueva era7. Andrés de Santa Cruz publicó en 1834 el primer volumen de leyes de la república, que comprende el periodo inicial: 1825-1826. Entre las duras líneas de las normas, se percibe el espíritu de esos liberales a u d a c e s que desmontaban la administración absolutista, construyendo escuelas públicas en los viejos conventos, fundando universidades, con Simón Rodríguez como Ministro de Ciencias e Instrucción Pública, suprimiendo impuestos, instruyendo la redacción de la codificación de la nación (casi concluida a la salida del Gobierno del Mariscal de Ayacucho y luego injustamente conocida como «Códigos Santa Cruz"), prohibiendo los remates de bienes cuyos propietarios fueron arruinados por la guerra, etc. Sobre este tema es también ilustrativo el Informe Pentland sobre Bolivia y su Gobierno, encargado por la Corona Inglesa y redactado en octubre de 1826. 7 Pero, demasiado pronto, Lima rompió con Bolívar y Sucre ya no era garantía de independencia para Bolivia, todo lo contrario. Andrés de Santa Cruz y Agustín Gamarra maniobraron desde Lima, para que Antonio José de Sucre salga de Bolivia bajo dura amenaza a la existencia de la república. Militarmente se venció a los properuanos, en la calles de la capital boliviana, cuando el motín contra el Mariscal, en abril de 1828; pero Gamarra, mientras el Mariscal convalecía bajo los cuidados de las mujeres chuquisaqueñas, ingresó al altiplano al mando de un poderoso ejército. El Congreso en un acto instintivo de supervivencia del grupo fundador de Bolivia, nombró a Andrés de Santa Cruz como Presidente de la República, quien había sido recientemente separado de la silla presidencial del país vecino8. Las comunicaciones de la época evitaron que el futuro Mariscal de Zepita ingrese inmediatamente a Bolivia y ello permitió que se produzcan los desordenes que enlutaron la transición. Blanco, hombre de obediencia jurada al caudillo peruano y enemigo de la idea independista, asumió el mando del poder ejecutivo de manera excesivamente torpe para la sensibilidad del Congreso. Consecuente con ello, fue asesinado como un recurso para salvar la república. Esa es la razón que explica semejante acto de barbarie política en una época tan temprana. En el ínterin es José Miguel Velasco quien asume el mando, iniciando a partir de ello una carrera como presidente de transición, de aparición imprescindible cada vez que Casimiro y el Club se vieron obligados a deliberar el nombre de un nuevo Presidente. Este rol extrañamente definido, hizo de José Miguel Velasco cuatro veces presidente de la nación. En los momentos de confusión y revuelo, los sujetos que logran destacarse en medio de la multiplicación vertiginosa de los hechos, imprimen su rostro en la memoria colectiva de modo fácilmente aprovechable en la posterior calma. El que sería años más tarde el héroe de Ingavi, fue incorporado al entorno de Casimiro Olañeta en los célebres salones Andrés de Santa Cruz fungía además como vicepresidente de Sucre para fines de sucesión constitucional. Así lo decidió El Mariscal de Ayacucho mediante un Decreto, para casos de ausencia obligada o muerte. Si Sucre moría en el cobarde atentado del cuartel, Andrés de Santa Cruz era presidente ese día. 8 de la casa de la señora Rojas9, en los días previos a la crisis. Durante ella, Ballivián y un cuerpo de oficiales leales a Olañeta, cumplieron las tareas militares frente al fugaz gobierno de Blanco, incluyendo la desaparición física de éste. Hubo un pacto y una acción coherente de parte de Sucre y Olañeta. Si se trataba de salvar Bolivia, bien se podía sacrificar a Sucre y mandarlo al exilio. Ambos estuvieron de acuerdo y en ello demostraron la consecuencia de ve r d a d e ro s a m a n t e s d e la l i b e r t a d b o l i vi a n a . E s relativamente infeliz la leyenda de una traición alevosa por parte de los chuquisaqueños hacia el Mariscal. La multitud estuvo con el Mariscal en la retoma de la ciudad, pero el país estaba invadido y su existencia corría grave riesgo. Existen algunas versiones en la historia oficial que retratan un diálogo entre Sucre y Olañeta, en los tensos momentos previos a la salida del Mariscal, diálogo absolutamente imposible en esas circunstancias.10 El Mariscal de Ayacucho, se fue de Bolivia rumbo a Bogotá, sin escalas. Restituido al mando del Ejército de la Gran Colombia, terminó vengando la afrenta del 28 de abril al derrotar al Perú como sólo el podía hacerlo. En el acto de la rendición, obligó a los peruanos a firmar el respeto absoluto a la independencia de Bolivia11. Pero esa garantía no era eterna. Con Agustín Gamarra en el Altiplano, rodeado de 5.000 peruanos armados, los señores de Charcas apostaron a la Presidencia de Santa Cruz; sólo él garantizaba en esos momentos el respeto de los limeños. Luego del susto se embarcaron Antonio José de Sucre y ésta señora tuvieron un hijo. Años más tarde, Casimiro Olañeta también tuvo una relación sentimental intensa con la dama y fruto de ella nació un niño a quien Casimiro le llamó Jano, igual que el dios griego de las dos caras. Este hijo acompañó al jurisconsulto hasta el último de sus días en esta tierra. 9 Derrotado el motín del 28 de abril, Olañeta salió de la ciudad de Sucre, con escolta y dinero que le proporcionó el Mariscal, quien entendía obviamente que su victoria era momentánea y que Gamarra no se iba detener fácilmente. 10 En esa guerra fugaz entre Perú y Colombia, Andrés de Santa Cruz y Olañeta, declaran la guerra a Colombia en apoyo al Perú. Sucre vence a los peruanos para garantizar la independencia de Bolivia. Estas a p a r e n te s c o n tr a d ic c io n es , s o n e n r ea lid a d una p r u eb a d e l entendimiento entre Sucre y Olañeta. El declarar Bolivia la guerra a Colombia, fue una estratagema para evitar las represalias peruanas, mientras Sucre armaba su ejército en Bogotá. Sin embargo, esa acción diplomática contribuyó notablemente a incrementar la fama de traidor de Casimiro 11 entusiastas en la aventura confederada de Santa Cruz, a la que jugaron todas sus esperanzas: Casimiro ocupó en Lima todos los ministerios en uno y acompañó a Santa Cruz hasta el barco que lo sacó de la derrota de Yungay. Para entonces dos jóvenes brillantes se destacaban en la nutrida corte de funcionarios de Olañeta: José María Linares y Tomás Frías12. El Gobierno de Santa Cruz fue una etapa de suspenso en la fase inicial del proyecto de los señores de Chuquisaca. No podían pedir más; no tenían un caudillo militar propio y guardaban alguna esperanza en ese militar destacado. Santa Cruz era pro peruano quizá tanto como era pro boliviano13. Es posible que pudiese ser correcta su postura en esa etapa. Lo palpable es que los bolivianos estaban pensando en la supervivencia antes que en la unidad y que en el Perú se entendía a la confederación como mero trámite hacia la reunión de los perúes. El rol deslumbrante de Casimiro en el Gobierno Confederado, quizá convenció a los limeños de utilizar la fuerza pura y simple contra la provincia rebelde14. Olañeta intentó consolidar Tacna y Arica, como puertos bolivianos, logrando la aceptación de los peruanos, a quienes les sobraban playas en su extenso litoral. Santa Cruz, en su terca perspectiva unitaria, considero inútil distraer esfuerzos en algo tan formal; Para Andrés de Santa Cruz Bolivia tenía acceso a todos los puertos de la Confederación. Olañeta menos iluso, sabía que aquello venía con fecha de vencimiento. Pudo ser y no fue, que Bolivia tenga un litoral más extenso con todas sus consecuencias posteriores, incluso militares. Ambos muchachos, que eran miembros destacados de la sociedad c h u q u is a q u e ñ a d e l m o m e n to , o c u p a r o n c a r g o s in te r m e d i o s importantes en la administración de la Confederación. Algo así como subsecretarios actuales. 12 Era jefe y fundador de la logia "Independencia Peruana" y fue triste el desaire ocasionado al Cónsul Ingles en Sucre, cuando Santa Cruz le dijo que no lo recono cía pues su Majestad Británica tenía un representante en Lima y para él eso era suficiente. El Perú era uno sólo y su capital Lima; tal el pensamiento de Andrés de Santa Cruz 13 De manera extremadamente tosca, Santa Cruz nombró a Casimiro Olañeta Ministro de todas las carteras. Ello y el manejo inescrupuloso de ciertos fondos públicos por parte de Santa Cruz, ayudarían a debilitar el edificio confederado 14 Con el derrumbe de la confederación, Bolivia se sentía sola en medio de una tormenta de rencor. Casimiro volvió a la ciudad de Sucre bajo una copiosa lluvia de insultos y Velasco se hizo cargo del Poder Ejecutivo nuevamente, esta vez para enfrentar a Gamarra que consideraba llegada la hora del ajuste de cuentas con los altoperuanos. Casimiro inició una furiosa campaña de motivación de la opinión nacional y Ballivián se dio a la tarea de preparar sus hombres para la pelea. Belzu y Melgarejo fueron oficiales claves en la organización de la vanguardia del enfrentamiento15. Fue un momento intenso de agregación de la conciencia nacional hasta esos días casi inexistente. Casimiro mostró sus grandes dotes personales al motivar a una nación que inicialmente no visualizaba con claridad el peligro inminente16. Más allá de la inestabilidad casi folclórica de esos días, por las pugnas entre Ballivián y Velasco, la mente de Casimiro produjo sus mejores páginas. Llegado el momento culminante, Velasco dio patrióticamente un paso al costado y Ballivián asumió mando de la nación en guerra; decisión acertada del Club. Gamarra cruzó el desaguadero para encontrar Bolivia de pie y unida. Eso salvó a la nación para el resto de la historia; el club de Chuquisaca había cumplido cabalmente su rol histórico: fundar el nuevo estado, desmantelar eledif icio administrativo absolutista y garantizar la supervivencia de la República liberal. Hasta allí Olañeta había visto pasar varios Gobiernos, en todos ellos fue Presidente de la Corte Suprema y canciller o ministro de guerra o Presidente del Congreso, de manera simultánea inclusive. Cuando alguna vez, en la parte final de su existencia, alguien insinuó que se acomodaba muy bien en todos los gobiernos, él dijo: no era yo el que cambiaba, lo que cambiaba era el nombre del Presidente. Tenía razón. Cuentan que el joven Melgarejo habría sido quien dio muerte a Gamarra, en un acto de suprema audacia. En todo caso, luego de la batalla, él y Belzu llevaron a Ballivián la casaca ensangrentada del Presidente Peruano. 15 Es imprescindible leer los folletos publicados por Olañeta en la prensa de la época. 16 Luego de Ingavi, Casimiro es un hombre cansado que se dedica exclusivamente a la literatura y la organización fecunda del Poder Judicial17, hasta su muerte algunos años después. Es probable que sintiera haber cumplido con su razón de vivir. Es probable que además ello fuese cierto. La idea que alguna vez acariciaron los señores de Charcas, allá por 1820, de asumir el poder total allí donde ya eran señores, era una consolidada realidad. Con Ballivián victorioso y al mando del Poder Ejecutivo, Casimiro Olañeta tuvo algún altercado menor con el militar y se sintió ofendido en su omnipotencia y se distanció del gobierno sin mayores traumas. Sin meditarlo probablemente, una noche y en algún salón señorial se encontró con Belzu. Ese coronel, de rasgos arabescos, tenía un sólido prestigio de militar al servicio de la nación. Olañeta le puso una mano al hombro y le dijo suavemente: Coronel, ¿cuándo le va a dar un día de gloria a la patria? Esa autorización sutil para romper la legalidad constitucional, proviniendo de Olañeta, fue el rompimiento de un dique que arrastraría en su ímpetu los anhelos más caros de Bolivia en la búsqueda del desarrollo de sus instituciones. Cientos de civiles, a lo largo de la historia, repitieron esa frase infeliz de Olañeta., en tabernas y otros sitios similares, para envalentonar al uniformado de turno. Esa puerta sólo Olañeta, con la autoridad moral acumulada, la podía abrir y en un momento de debilidad se dejó arrastrar hacia la irracionalidad por un orgullo infantil, ajeno habitualmente en su sobria personalidad. No puede ser casual que los hombres vinculados a los momentos bélicos de consolidación de la república, sean los primeros en sentirse autorizados a utilizar la prepotencia militar como recurso administrativo de gobierno y que además gocen de cierto apoyo social. Ballivián, Belzu y Melgarejo fueron los instrumentos militares del Club y acumularon popularidad inevitablemente, a la par de la inutilidad crónica de los doctores en medio de las masas. Irreparablemente, el remedio incubó el veneno. Instituyó la costumbre del Informe anual del Presidente de la Corte Suprema, al inicio del año judicial. Algunos de sus informes, invalorables piezas de oratoria y jurisprudencia, fueron habitualmente utilizados en las Universidades de Buenos Aires y Bogotá, como instrumentos para la enseñanza del Derecho. 17 𝐼𝐼𝐼 La renuencia de los privilegios Las profundas causas que crearon la suficiente confusión como para que naciera una república como la de Bolivia, son más bien sencillas de enumerar: profundas injusticias económicas, producto de odiosas distinciones sociales que decidían que una persona tenga una vida económica distinta, por razones de color o nacimiento. Una sólida terquedad de la clase privilegiada, que impidió la realización de reformas inteligentes; reformas ejecutadas años después, luego de mucha sangre derramada. Un sistema político excluyente en extremo y un mundo en transformación radical avanzando hacia una democracia liberal. La traición incomprensible de los reyes de España, guiados como si fuesen ciegos, por Manual Godoy, dueño del poder real, a cometer la estupidez de Bayona; estupidez reprochable como reyes y más aun como padres, y la traición de Fernando VII al volver al absolutismo, olvidando la lealtad y los sueños de sus súbditos, y finalmente, la guerra no resuelta entre el Virrey de Lima y la Junta de Buenos Aires, que dioorigen a un movimiento revolucionario atrofiado por las derrotas y por tantoincapaz de conducir un proceso de constitución estatal, etc., forman también parte de la lista de causas para el nacimiento de Bolivia, pero en calidad de anécdotas que cumplen funciones de detonante. En suma, teníamos una organización estatal con sus posibilidades agotadas, sus paradigmas ideológicos extenuados y los individuos presionados por la desesperación de sentir un cambio en sus vidas, mientras el mundo parecía ingresar en una transformación vertiginosa. No es en absoluto necesario destacar que este inventario inconcluso de causas, pareciera tener demasiada vigencia actual. La república que luego se llamaría de Bolivia, nace, como hecho político, mucho tiempo antes del 6 de agosto de 1825. Nació de facto en manos de Pedro Antonio Olañeta, algún tiempo años antes. Es posible afirmar que el gestor fundamental de la República es Casimiro Olañeta y su círculo familiar y social inmediato. La gestación y concreción de la república no sucedió como un hecho democrático, ni siquiera en lo militar. Sabemos que los acontecimientos- sucedieron de tal manera que las tropas españolas de Gral. Olañeta, irónicamente, y el Ejército Libertador colombiano, fueron quienes dieron la batalla decisiva en favor del destino del Altoperú. La complejidad de la sociedad boliviana y su geografía, que exigían un máximo de delicadeza en el diseño estatal, no fueron obstáculo para eludir la necesidad de un pacto social originario, capaz de garantizarle raíces sólidas a una nación abigarrada en extremo. No hubo ninguna forma de consenso con el entorno geográfico y menos aun con las clases o naciones subalternas. Fue un acto que sucedió en el interior de una clase y propagó sus efectos a los demás. Fue el acto inteligente de una clase que entendió el rumbo de la historia y avanzó sacrificando mitos internos y aprendiendo amar aquello que creían odiar. La actitud hegemónica y la agresividad de la clase líder de los sucesos, motivaron que los asuntos se resuelvan por la vía carismática y personal y como un acto estrictamente unilateral. No dejará jamás de sorprender que Olañeta y sus doctores, que fueron enemigos militantes de la libertad, un día lograron lo que ninguno de sus amantes: destruir la fuerza militar realista e ingresar victoriosos en las ciudades liberadas, del brazo de los más grandes libertadores de la historia. Es importante anotar que los resultados jurídicos de la primera Asamblea Constituyente, son aquellos que se debían esperar de una revolución liberal republicana. La república, sueño imposible para un altoperuano durante demasiados años, se hizo realidad de manos de los absolutistas. Igualdad jurídica, democracia, Independencia de los Poderes, Educación Pública, libertad de conciencia, de Prensa, etc. Estos dos factores deben ser anotados delicadamente, estamos hablando de la ausencia del pacto social y la unilateralidad en el logro de los alcances históricos, en el fundamental paso del absolutismo monárquico a la democracia republicana; en el mágico momento en que la sociedad decide enfrentar el cambio de sus intimidades. La ausencia de un pacto original puede explicar fácilmente las razones que motivan que la República no asuma como suyo todo el territorio nacional ni como ciudadanos, también suyos, a todas las personas que habitan dentro sus límites. La historia de las desmembraciones territoriales de la nación es una muestra de la relación perversa entre estado y territorio en una república sin alma, es decir, sin el consenso interno que despliegue soberanía efectiva en su geografía. La historia de las clases y la administración del estado boliviano, es un relato triste de la incapacidad de una minoría que trata de suplir a una nación. Por ello no debe extrañarnos que no exista ninguna forma de apego social hacia los logros de la república, salvo aquellos que tienen directa vinculación, en la memoria colectiva, con sucesos aislados de furia popular.18 Ese el déficit con que nace la república señorial. Tenemos una estado estructuralmente dislocado: el territorio y la población no corresponden con el estado, o si se quiere puede decirse al revés. En todo caso, lo repetimos, ese desencuentro histórico entre territorio, población y estado, hace entendibles todas las anécdotas de la historia nacional y nos aclara el porque de la visión señorial incapaz de entender al país y sus posibilidades efectivas y el porque de esa rebeldía perenne en las clases populares que se manifiesta hacia todas y cada de las políticas y acciones del estado. Y adicionalmente, el porque de las Por ello Belzú que fue ilegal, tiene un recuerdo legítimo en la memoria colectiva. Zavaleta señala como momentos de democracia real, precisamente momentos de gobiernos no institucionales: Toro, Busch, Villarroel y la misma revolución del 52, que perdió arraigo p o pul ar en l a me d i d a que tr atab a d e ad ap tar s e a l as f o r mas epidérmicas de la democracia liberal. 18 identidades regionales y sus desafectos hacia la nación, pese a los varios sucesos nacionalizadores de la identidad que se tuvieron a lo largo de la historia. Lo señores de Charcas tenían sedimentado en sus corazones, el sentimiento de propiedad sobre la tierra y sus habitantes. Se sentían ellos los legítimos dueños del Alto Perú, todos los demás eran vistos como usurpadores, tengan vestiduras reales o revolucionarias. Simplemente fueron consecuentes con esos sentimientos. “…Eso es lo que nos hace falta: un alma, un alma en lo más alto, al frente de los destinos del país; un alma que sienta nuestros dolores, que padezca con la patria, que llore yrece con ella. Eso es lo que nos hace falta: un alma que entienda por patria, no la de los comerciantes y politicastros y burócratas..." Guerra Junqueiro19 ESTA É A DIOTSA PATRIA MINHA AMADA. Lisboa. 1896. Poema en prosa. 19