Guerra y Cambio en la Política Mundial Robert Gilpin Traducción: Lic. Nevia Vera Título original: WAR AND CHANGE IN WORLD POLITICS Cambridge University Press. 1981. Introducción: Pp. 1 a 8 Introducción Durante los 1970 y principios de 1980 una serie de eventos dramáticos indicaron que las relaciones internacionales estaban sufriendo una convulsión importante. Conjuntos de relaciones y acuerdos aparentemente estables y establecidos desde hacía mucho tiempo, fueron dejados de lado sumariamente. Líderes políticos, observadores académicos y el tan celebrado “hombre común” se dieron cuenta de repente del hecho de que la crisis energética, los eventos dramáticos en Medio Oriente, y las tensiones en el mundo comunista eran desarrollos nuevos de un orden cualitativamente diferente de aquellos de la década anterior. Estos desarrollos y muchos otros en las esferas política, económica y militar señalaron cambios de gran alcance en la distribución internacional del poder, el desencadenamiento de nuevas fuerzas sociopolíticas y el realineamiento global de las relaciones diplomáticas. Principalmente, estos eventos y desarrollos revelaron que el sistema internacional relativamente estable que el mundo había conocido desde finales de la Segunda Guerra Mundial estaba entrando en un periodo de cambios políticos inciertos. La nuestra no es la primera época en que una repentina concatenación de eventos dramáticos revela cambios subyacentes en el poder militar, el interés económico y los alineamientos políticos. En el siglo XX, desarrollos de comparable magnitud ya habían tenido lugar en las décadas previas a la Primera Guerra Mundial y a la Segunda Guerra Mundial. Esta toma de consciencia de los peligros inherentes en periodos de inestabilidad política y cambio rápido, causa profundo malestar y ansiedad. Aumenta el temor de que los eventos puedan salirse de control y que el mundo una vez más se hunda en una conflagración mundial. Académicos, periodistas y otros recurren a la historia en busca de una guía, preguntándose si el actual patrón de eventos se parece al patrón de 1914 o 1939 (Kahler, 1979 – 80). Estos desarrollos contemporáneos y sus peligrosas implicancias plantean algunas preguntas con respecto a la guerra y al cambio en relaciones internacionales: ¿Cómo y bajo qué circunstancias puede tener lugar el cambio a nivel de las relaciones internacionales? ¿Cuáles son los roles de los desarrollos políticos, económicos y tecnológicos en los cambios de los sistemas internacionales? ¿Dónde yace el peligro de los conflictos armados intensos durante los periodos de rápidas convulsiones políticas y económicas? Y, lo más importante: ¿Son válidas para el mundo contemporáneo las respuestas derivadas del análisis del pasado? En otras palabras ¿hasta qué punto los desarrollos sociales, económicos y tecnológicos como la creciente interdependencia económica de las naciones y el advenimiento de las armas nucleares, han cambiado el rol de la guerra en el proceso de cambio político internacional? ¿Hay alguna razón para esperar que el cambio político sea más benigno en el futuro de lo que ha sido en el pasado? El propósito de este libro es explorar estos temas. En esta empresa buscaremos desarrollar un entendimiento del cambio político internacional más sistemático que el actual. No pretendemos desarrollar una teoría general de relaciones internacionales que provea una declaración explicativa general. En su lugar, intentamos proveer un marco para pensar sobre el problema de la guerra y el cambio en la política mundial. Este marco intelectual intenta ser un dispositivo analítico que ayude a ordenar y explicar la experiencia humana. No constituye una explicación científica rigurosa del cambio político. Las ideas sobre cambio político internacional presentadas aquí son generalizaciones basadas en 1 observaciones de experiencias históricas antes que un conjunto de hipótesis que han sido comprobadas científicamente por evidencia histórica. Se proponen como reportes plausibles de cómo ocurre el cambio político internacional1. Para tal fin aislamos y analizamos las regularidades más obvias y los patrones asociados con los cambios en los sistemas internacionales. Sin embargo, no pretendemos haber descubierto las “leyes del cambio” que determinan cuándo ocurre un cambio político o qué dirección tomará2. Por el contrario, la postura adoptada aquí es que los grandes cambios políticos son la consecuencia de la circunstancia de un conjunto único e impredecible de desarrollos. Sin embargo, se asume que es posible identificar patrones recurrentes, elementos comunes y tendencias generales en los puntos de inflexión más importantes de la historia internacional. Como el distinguido economista W. Arthur Lewis afirmó: “el proceso de cambio social actual es bastante parecido al de hace 2000 años… podemos decir cómo ocurrirá el cambio si es que ocurre; lo que no podemos predecir es qué cambio ocurrirá” (Lewis, 1970, pp. 17-18). La concepción de cambio político presentado en este libro, como en casi todas las ciencias sociales, no es predictivo. Aun la economía es predictiva solo en un rango estrecho de temas (Northrop, 1947, pp. 243-5). La mayoría de las supuestas teorías en el campo de la ciencia política y en el subcampo de las relaciones internacionales son, de hecho, constructos analíticos, descriptivos; como mucho proveen un marco conceptual y un conjunto de preguntas que nos ayudan a analizar y explicar un tipo de fenómeno (Hoffmann, 1960, p. 40). De esta forma, Kenneth Waltz, en su estimulante libro “El Hombre, el Estado y la Guerra” proveyó una explicación de la guerra en términos generales, pero no los medios para predecir ninguna guerra particular (1959, p. 232). De manera asimilar, este estudio busca explicar en términos generales la naturaleza del cambio político internacional. La necesidad de comprender mejor el cambio político, especialmente el cambio político internacional, fue bien expuesta por Willbert Moore en la última edición de la “Enciclopedia Internacional de las Ciencias Sociales”: “Paradójicamente, mientras el cambio social se ha acelerado en el mundo real de la experiencia, las disciplinas científicas que lidian con las acciones y productos del hombre han tendido a enfatizar interdependencia metódica y continuidad estática” (Moore, 1968, p. 365). La opinión de Moore con respecto al tratamiento inadecuado del cambio político por parte de los cientistas sociales es confirmada por análisis de libros y trabajos teóricos de relaciones internacionales. A pesar de que hay algunas excepciones recientes sobresalientes (Choucri y North, 1975; Keohane y Nye, 1977; Waltz, 1979), pocos de estos libros han abordado el problema del cambio político de forma sistemática. Como David Easton comentó, “los estudiantes de la vida política han sido… propensos a olvidar que los problemas realmente cruciales de la investigación social se preocupan por los patrones de 1 Sin embargo, en principio, estas ideas son traducibles en hipótesis comprobables específicas. Al menos argumentaríamos que esto es posible para una parte importante de ellas. Llevar a cabo esa tarea, o parte de ella, requeriría otro volumen. 2 El término ley es utilizado varias veces en este libro. En cada caso, la ley debe ser interpretada como una tendencia general que puede ser contradicha por otros desarrollos. Este concepto de ley es tomado de Baechler (1975, p. 52) 2 cambio (Easton, 1953, p. 42)3. Vale la pena notar que, como señaló Joseph Schumpeter, el desarrollo natural de cualquier ciencia se hace desde un análisis estático a uno dinámico (1954b, p. 964). La teoría estática es simple, y sus supuestos son fáciles de explicar. Desafortunadamente, hasta que la teoría estática de un campo no esté lo suficientemente desarrollada y uno tenga una idea acabada de los procesos repetitivos y fenómenos recurrentes, es difícil, si no imposible, proceder al estudio de lo dinámico. Desde esta perspectiva, el estudio sistemático de las relaciones internacionales es un campo joven y mucho de lo que se considera dinámico en realidad es un esfuerzo por entender aquello que hay de estático en las interacciones de sistemas internacionales particulares: la negociación diplomática, el comportamiento de alianzas, el manejo de crisis, etc. La pregunta sobre si nuestra comprensión actual de estos aspectos estáticos está suficientemente avanzada o no como para asistir en el desarrollo de una teoría dinámica, plantea un serio desafío a la actual empresa. Un segundo factor que ayuda a explicar el aparente descuido, hasta años recientes, del problema del cambio político, es lo que K. J. Holsti ha llamado el declive de la “teoría de gran alcance” (1971, pp. 165 – 177). El realismo político de Hans Morgenthau, la teoría de sistemas de Morton Kaplan y el neofuncionalismo de Ernts Haas, así como otras “teorías de gran alcance” tienen un elemento en común: la búsqueda de una teoría general de política internacional. Cada una a su modo, con variado éxito ha buscado, en palabras de Morgenthau, “reducir los hechos de la experiencia a meras instancias específicas del proposiciones generales” (citado por Holsti, 1971, p. 167). Y sin embargo, ninguno de estos ambiciosos esfuerzos para entender los asuntos (guerra, imperialismo y cambio político) ha tenido aceptación general. En su lugar, “la mayor preocupación de los teóricos durante la década pasada ha sido la de explorar problemas específicos, formar hipótesis o generalizaciones explicando rangos limitados de un fenómeno, y particularmente, obtener información para comprobar esas hipótesis” (Holsti, 1971, p. 171). En resumidas cuentas, el reciente énfasis en las llamadas teorías de mediano alcance, aunque valioso, ha tenido la desafortunada consecuencia de desviar la atención de problemas teóricos más generales4. Una tercera razón para el descuido del estudio del cambio político es la parcialidad Occidental en el estudio de las relaciones internacionales. Para ser una profesión cuyo compromiso intelectual es el conocimiento de las interacciones de las sociedades, las relaciones internacionales como disciplina son marcadamente parroquiales y etnocéntricas. Es esencialmente un estudio del sistema de Estados occidental, y una parte considerable de la literatura existente está dedicada a los desarrollos desde el final de la Segunda Guerra Mundial. Así, la profesión ha hecho hincapié en desarrollos recientes dentro de un sistema particular de Estados. Aunque hay excepciones, quienes practican esta disciplina no han sido forzados a aceptar las dinámicas de este sistema de Estados o de cualquier otro5. Como sugirió Martin Wright (1966), las relaciones internacionales carecen de una tradición de teorización política. En gran medida, por supuesto, esto es por la escasez de 3 Es sintomático de esta negligencia general continuada que el Manual de Ciencia Política no contenga una sección dedicada específicamente al problema del cambio político (Greenstein y Polsby, 1975), y que tampoco aparezca una entrada de “cambio político” su índice acumulativo. 4 Varios libros importantes han indicado recientemente un renovado interés en la teoría general (Choucri y North, 1975; Bull, 1977; Keohane y Nye, 1977; Hoffmann, 1978; Pettman, 1979; Waltz, 1979). Los académicos marxistas, por supuesto, nunca perdieron el interés en las teorías de gran alcance. 5 Tres excepciones recientes son Luard (1976), Wesson (1978), y Wight (1977). 3 estudios secundarios confiables sobre sistemas no occidentales. La situación en sí misma es un gran obstáculo para el desarrollo de una teoría de cambio político internacional. Una cuarta razón para el descuido del problema teórico del cambio político es la convicción extendida de la futilidad de la tarea. Prevaleciente entre los historiadores, esta visión también es sostenida por muchos cientistas sociales (Hirschman, 1970b). La búsqueda de las “leyes del cambio” se cree inútil debido a la singularidad y complejidad de los eventos históricos. Así, la búsqueda de generalizaciones o patrones en los asuntos humanos es vista como una empresa imposible. Tal postura en su valor aparente, niega la posibilidad misma de la ciencia o la historia de una sociedad; y sin embargo, uno debería prestar atención a sus advertencias sobre la inexistencia de las leyes inmutables del cambio y sobre el hecho de que a pesar de la posible existencia de patrones repetitivos, el cambio social es en última instancia, contingente a conjuntos de eventos históricos únicos. Finalmente, el desarrollo de una teoría de cambio político ha sido inhibido por la ideología y la emoción. Esto se debe en parte a la influencia conservadora en las ciencias sociales occidentales. La mayor parte de los cientistas sociales de la academia tiene una preferencia por la estabilidad o al menos, para el cambio ordenado. La idea de cambios radicales que amenacen los valores y los intereses aceptados no es atractiva. Este asunto es especialmente agudo para los teóricos del cambio político internacional, quienes deben enfrentarse directamente al problema fundamental de las relaciones internacionales: la guerra. El efecto inhibidor de este terrible asunto ha sido bien resumido por John Burton en una dramática acusación a los eruditos contemporáneos de las relaciones internacionales: El principal fracaso de la ortodoxia ha estado vinculado al cambio. El rasgo sobresaliente de la realidad es la naturaleza dinámica de las Relaciones Internacionales. Ninguna teoría general es apropiada si no toma en cuenta el ambiente tecnológico, social y político rápidamente cambiante en el cual se exige que las naciones vivan en paz. Pero el único mecanismo de cambio fundamental posible en el contexto de la política de poder es aquel de la guerra, por cuya razón la guerra es reconocida como un instrumento legítimo de política nacional. No es sorprendente que las Relaciones Internacionales hayan tendido a ser discutidas en términos estáticos, y que la estabilidad haya tendido a ser interpretada en términos del mantenimiento del status quo. Un abordaje dinámico a las Relaciones Internacionales enfrentaría inmediatamente al analista con ninguna otra posibilidad más que la de reconocer a la guerra como el único mecanismo de cambio (Burton, 1965, pp. 71-2). El desafío de Burton a la teoría de relaciones internacionales ortodoxa va al corazón del presente estudio. En años recientes, teóricos de relaciones internacionales han tendido a poner énfasis en las influencias moderadoras y estabilizadoras de desarrollos contemporáneos en el comportamiento de los Estados, especialmente la creciente interdependencia económica entre Estados y la destructividad de las armas de destrucción masiva. Estos importantes desarrollos han alentado a muchos individuos a creer que la evolución pacífica ha reemplazado al conflicto militar como el principal medio de ajustar las relaciones entre los Estados-nación en el mundo contemporáneo. Esta suposición ha Estado acompañada por la creencia de que los objetivos económicos y de bienestar han triunfado por sobre los objetivos tradicionales de los Estados de poder y seguridad. Así, muchos creen que la oportunidad para relaciones económicas pacíficas y los 4 constreñimientos impuestos por la guerra destructiva moderna han servido para disminuir la probabilidad de una gran guerra. En este estudio tomamos una postura diferente, una postura basada en el supuesto de que la naturaleza fundamental de las relaciones internacionales no ha cambiado a lo largo de los milenios. Las relaciones internacionales continúan siendo una lucha recurrente por riqueza y poder entre actores independientes en un estado de anarquía. La historia clásica de Tucídides es una guía importante al comportamiento de los Estados hoy como cuando fue escrita en el siglo V a.c. Sin embargo, han ocurrido cambios importantes. Uno de los subtemas de este libro, de hecho, es que la política moderna difiere de la premoderna en aspectos significativos, una situación primero observada por Montesquieu, Edward Gibbon y anteriores estudiosos del tema. No obstante sostenemos que las cuestiones fundamentales no han sido alteradas6. Por esta razón las ideas de los escritores anteriores y la experiencia histórica se consideran relevantes para comprender las formas en que los sistemas internacionales funcionan y cambian en la era contemporánea. Así, aunque obviamente hay un elemento importante de verdad en la creencia de que los desarrollos económicos y tecnológicos contemporáneos han alterado las relaciones entre los Estados, los eventos en Asia, África y el Medio Oriente en los años 1970 y principios de los 1980, nos obligan una vez más a reconocer el continuo problema no resuelto de la guerra y el papel de la guerra en el proceso de cambio político internacional. Incluso más que en el pasado, en las últimas décadas del siglo XX, necesitamos entender la relación de la guerra y el cambio en el sistema internacional. Solo de esta manera podemos esperar crear una alternativa más pacífica. Como E. H. Carr (1951) nos recordaba, esta es la tarea básica del estudio de las relaciones internacionales: “establecer métodos de cambio pacífico es… el problema fundamental de la moralidad internacional y de la política internacional”. Pero si la paz fuera el objetivo final del gobierno, entonces la solución al problema del cambio pacífico sería fácil. La paz siempre se podría obtener rindiéndose frente al Estado agresor. La tarea real para el Estado pacífico es buscar una paz que proteja y garantice sus intereses vitales y su concepto de moralidad internacional. 6 Las razones en las que se basa esta creencia son explicadas en el capítulo 6. 5