analisi del texto pavis

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Tesis para el análisis del texto dramático
Patrice Pavis
Universidad de Paris
Gestos, año 17, Nº33 abril, 2002
Department of Spanish and Portuguese
University of Carolina, Irvine
Antes de lanzarse al análisis puntual de las obras, es prudente darse a la
búsqueda de las herramientas necesarias y tomar conciencia de las preguntas
que se desea plantearles. Pero para organizar esta interrogación, necesitamos
un esquema general, o al menos una lista abierta de preguntas a formular, un
organigrama de las principales tareas a llevar a cabo en el marco de una teoría
general del texto dramático.
¿Es, sin embargo, legítimo hablar del texto dramático en general? ¿No
convendría mejor hablar de la dramaturgia, ese arte de la composición de
obras que tiene igualmente en cuenta la práctica teatral? Habría entonces que
situar esta dramaturgia en la historia, verificar si ella es clásica, romántica,
realista, absurda, etc. Del mismo modo que resulta problemático hablar del
teatro en general, no sabríamos hacer la teoría del texto dramático en sí.
Debemos considerarla en su marco histórico específico; por lo tanto la teoría
del texto dramático deberá siempre ser verificada por consideraciones
históricas sobre la obra realizada.
Si el estudio de textos dramáticos ha sido dejado de lado en el curso de
los treinta o cuarenta últimos años, es probamente porque, por reacción a los
estudios literarios, se ha querido afirmar la especificidad de la escritura
dramática insistiendo sobre su estado transitorio, en espera de la
representación y, desde el final del siglo XIX, de la puesta en escena.
Rechazando, a justo titulo entonces hacer del teatro un género literario, se ha
contribuido al desinterés por el texto dramático y su análisis (Pavis, Vers une
théorie). Cuando la práctica escénica, en los años ’60 y ’70, casi ha eliminado
los textos o ha reducido al estado de decoración sonora, la escritura dramática
quedó completamente oculta. Cuando en los años ’80 el texto volvió con
fuerza debido al agotamiento (y alto costo) del teatro visual, se ha olvidado un
poco cómo leer una pieza y su lectura en continuidad en el libro se había
vuelto un lujo raro. La teoría del texto dramático no ha seguido el movimiento
de reconquista del texto. Todavía no nos hemos ocupado de las “nuevas
escrituras” después de Beckett y Genet. Esas escrituras, muy renovadoras,
reclaman nuevos instrumentos de análisis.
El modelo de análisis textual que proviene de nuestras lecturas
“intuitivas” “espontáneas e ingenuas” de textos está fuertemente influenciado
por las reglas de la dramaturgia clásica francesa (tragedia y comedia del siglo
XVII); esta dramaturgia sirve en efecto de punto de referencia a las nuevas
experiencias que la ponen en crisis o en abyme (autored exividad). El modelo
de análisis que proponemos deberá entonces a la vez presentar una cierta
universalidad trans-histórica y adaptarse a los diversos contextos históricos,
especialmente a los de las obras contemporáneas. Se ubica resueltamente del
lado de la recepción, de la manera en la cual el lector “activa” el texto,
“colabora” con él, utiliza diferentes mecanismos de lectura. Está entonces
fundado sobre la recepción del lector frente al texto. Esta recepción formaliza
el conjunto de operaciones cognitivas efectuadas, está en las antípodas de un
método genético que se consagre a la génesis de la obra, a sus fuentes, al
método de trabajo del autor.
Nuestro modelo de análisis se inspira en el de Eco consagrado al texto
narrativo, expuesto y probado en Lector in fabula. En el estilo de los trabajos
de Petofi (1976). Eco distingue en el texto de ficción varios niveles
estructurales “diversamente concebidos como los ideales de un proceso de
generación y/o de interpretación” (85). Nuestro propio esquema ha conservado
la infraestructura de cinco niveles y la oposición entre ficción y mundo de
referencia, pero ha sido enteramente adaptado al teatro, de modo de tomar en
cuenta esta “palabra en acción” que constituye el teatro, confrontar el modelo
ficcional y el mundo de referencia (la puesta en juego) del lector, dos mundos
que corresponden en Petofi y Eco a las dimensiones intencional y extensional
(89). La columna y los cuatro cuadros de izquierda conciernen el mundo
ficcional y sus propiedades lógicas independientemente de su existencia en
nuestro mundo de referencia. El mundo de referencia en la columna de la
derecha, es el lugar concreto desde donde el lector, y también el espectador,
interpreta y cuestiona la ficción a través del texto dramático que él pone
entonces en juego, ya sea concretamente, en una puesta en escena, o
imaginariamente en el acto de lectura. Por puesta en escena entendemos tanto
un imaginario de lectura individual del texto cuanto una práctica concreta. Es
de hecho la razón por la cual el estudio de los textos sólo es posible si se toma
en cuenta la práctica teatral en la que se puede hacer significar a esos textos,
ponerlos en tensión y en circulación. De hecho, concebimos este análisis de
textos como la continuación del análisis de espectáculos. Dicho de otro modo
los textos dramáticos no son sino huella de una práctica espectacular. La
dificultad esta en leerlos imaginando cómo ellos han sido formados en el
momento de si escritura por las exigencias de la actuación y de la
representación.
(A) TEXTUALIDAD: ESTILÍSTICA
(B) SITUACIÓN DE ENUNCIACIÓN
¿Cómo lo hacemos hablar?
¿Cómo eso habla?
(1)
Música y materia de las palabras
(2)
Tipos de palabras
(3)
Léxico
(4)
Isotopía y coherencia
(5)
Intertexto
(6)
Marcas de estilización y de literaridad
RETORICA DEL DISCURSO
(1)
(2)
(3)
(4)
(5)
(6)
Condiciones de comunicación
Máximas conversacionales
Consciencia metatextual
Ritmización, puntuación, partituras
Indicaciones escénicas
Marcas de teatralidad.
TEXTO DRAMÁTICO
MUNDO FICCIONAL
I ESTRUCTURAS DISCURSIVAS: LA INTRIGA
(1)
TEMÁTICA Y SUJETO: ¿De qué se trata
(temas, leitmotiv, topol, mitos, características)
(2)
INTRIGA: ¿Cómo eso relata
RETORICA DE TEMAS
II ESTRUCTURAS NARRATIVAS: LA
DRAMATURGIA
(1) CONVENCIONES: ¿Cómo eso se representa?
(2) FABULA: ¿Qué es lo que eso relata?
(3) CRONOTOPOS (ESPACIO/TIEMPO)
(4) DRAMATURGIA: ¿qué conflicto?/cómo eso
actúa?/ qué es lo que representa?
(5) FIGURAS TEXTUALES
(6) GÉNEROS Y DISCURSOS: Tonos, registros,
reglas
RETORICA DEL RELATO
III ESTRUCTURAS ACTANCIALES: LA ACCIÓN
(1) ACCIÓN: ¿Qué es lo que eso hace? ¿Qué
acontecimientos? ¿Qué situaciones?
(2) ACTANTES: ¿Quién reacciona? ¿Qué tipo de
personajes? ¿Qué gestus?
MUNDO DE REFERENCIA Y PUESTA EN JUEGO
HIPÓTESIS SOBRE LA PUESTA EN JUEGO DEL
SENTIDO
(1) ¿Qué es lo que eso quiere decir?
(2) Hipótesis de lectura
¿Qué es lo que puede contar?
(3) ¿Qué es lo que la lectura (o la actuación) hace surgir?
VERIFICACIÓN DE HIPÓTESIS
(1)
(2)
(3)
(4)
(5)
(6)
¿De qué códigos disponemos
¿Qué es lo que eso confirma?
¿Dónde y cuándo?
¿Qué es lo que pasa?
¿Qué interacción?
¿En el marco de qué género leemos?
¿Cómo la historia es contada
ESTRUCTURAS DEL MUNDO
(1) ¿Qué acción?
(2) ¿Qué fuerzas en presencia? ¿Cómo
figurarlas?
¿Cómo de desarrolla la acción?
RETORICA DE LOS ACTANTES
IV ESTRUCTURAS IDEOLÓGICAS E
INCONSCIENTES: EL SENTIDO
(1) TESIS: ¿Qué es lo que eso dice?
(2) IDEOLOGÍA: ¿Qué es lo que eso
sobreentiende?
(3) INCONSCIENTE DEL TEXTO: ¿Qué es lo
que eso oculta?
(4) LUGARES DE DETERMINACIÓN
(5) ATMOSFERA: ¿Qué es lo que uno siente?
RETORICA DEL DISCURSO SOCIAL Y DEL
INCONSCIENTE
HISTORICIDAD DEL TEXTO, DE LA
REALIDAD Y DE LA PUESTA EN JUEGO
(1) ¿Qué accesibilidad al mundo ficcional
desde el mundo de referencia del lector?
(2) Código social, histórico, cultural de la
obra y del lector
(3) Sobreentendido, implícito, presupuesto,
máxima, ideología
(4) Contenido latente, texto y subtexto
(5) Efecto producido, legitimación e
interpelación.
El esquema inspirado en Eco, dispone en la columna de la izquierda, en
A, el texto en su constitución interna y en la columna de la derecha, en B, el
mismo texto, pero tal como lo ponemos en acción como somos capaces de
recibirlo y de colaborar con él para su construcción y la puesta en juego de su
sentido.
Toda recepción de un texto dramático es evidentemente relativa:
depende del lugar desde el que se hagan las preguntas. ¿Qué teoría de la
recepción proponemos? La de un lector anclado en y consciente de su
situación de enunciación, de su búsqueda de sentido (I), de sus hipótesis de
lectura (II), de las estructuras del mundo que él habita, de la historicidad de su
lectura (IV).
Las preguntas de la columna de la derecha (a excepción de las de B)
corresponden entonces, número por número, a las de la columna A, e incluso
ellas las prolongan, las ubican sobre la perspectiva más personal del lector.
Ellas las prolongan tan bien que se vuelve difícil hacer la diferencia entre las
de la izquierda y las de la derecha, puesto que no es posible separar
radicalmente el discurso ficcional y el mundo de la realidad (Shaeffer 376).
Leyendo la ficción, el lector actualiza el contenido del texto. El sondea
sus profundidades, establece en ellas los diferentes niveles: discursivos (I)
para la temática y la intriga, narrativo (II) para la dramaturgia y la fábula,
actancial para los acontecimientos, las acciones y los actantes (III), ideológica
e inconsciente (IV) para las tesis y los acontecimientos latentes.
Sumergiéndose bajo la superficie del texto, el lector accede, en una serie de
cuatro niveles cada vez más abstractos y secretos, a las capas sucesivas del
texto; en cada etapa, él se esfuerza por plantearle las preguntas pertinentes
suministrando las herramientas necesarias.
Antes de acceder a esas “profundidades” o al menos a sus capas más
abstractas y menos accesibles, el lector observa la manifestación lineal y
visible del texto, su superficie, la que resulta a la vez de su textualidad, de sus
marcas estilísticas, de sus procedimientos literarios (en A) y de su teatralidad,
de su situación de enunciación (en B). Textualidad y enunciación teatral
forman así una primera capa visible y superficial del texto, siendo esta
superficie, por supuesto, capital y central.
Este modelo de cooperación textual se organiza entonces según la
oposición entre la superficie y la profundidad, lo visible y lo invisible. Lo más
visible, y legible, está constituido por la superficie textual (A) y teatral (B);
allí está explícitamente mostrado, como una materia textual expuesta a la
vista. Lo invisible es el dominio de la ideología y del inconsciente, allí todo
está latente, implícito, destinado a ser descifrado. Entre estos dos extremos,
entre (A) y (IV) se encuentra el trinomio de la dramaturgia en sentido amplio,
y por lo tanto, del análisis dramatúrgico:
 en I, la intriga y la temática.
 en II, la fábula.
 en III, la acción y los actantes.
La fábula, es decir, la dramaturgia en sentido restringido, es el estado
intermediario, el pivote entre el detalle de los episodios y la generalidad de
una acción. En cada uno de estos tres niveles del trinomio un mismo elemento
toma una dimensión específica. Ya sea, por ejemplo, la manera de contar en
superficie (I) describiremos la intriga numerando una serie de hechos y
episodios trataremos en profundidad (II) la fábula permaneciendo en las
generalidades (“es la historia de un hombre que”), elucidaremos enseguida las
motivaciones profundas de la acción (III), antes de concluir sobre el sentido
oculto, parabólico o inconsciente, de tal o cual conducta de revelar allí la o
una tesis explicativa.
En la práctica del análisis no es siempre fácil distinguir la intriga, la
fábula y la acción, nociones a menudo empleadas una por otra, pero es
recomendable mantener la distinción para clarificar el nivel de abstracción en
el que se sitúa la observación y para atinar las preguntas que le hacemos a la
pieza.
Además de las diferencias de nivel entre superficie y profundidad, se
trata de navegar de un casillero al otro y de conectar ítems aparentemente
alejados, pero de hecho religados por una lógica interna. Las pasarelas entre
los cuadros (que la teoría trata de establecer y justificar) permiten el acceso en
todo momento y en todos los sentidos, favorecen un recorrido de lectura y
entonces un orden de preguntas jamás fijadas ni impuestas, particularmente en
el caso e las piezas contemporáneas.
La universalidad de este método válido para toda manera de contar
historias nos dispensa de definir a priori una especificidad de la escritura
dramática que los autores mismos de todas formas no llegan a establecer. Esta
universalidad deja abierta la cuestión de la escritura dramática en su relación
con la escritura en general, una apertura indispensable para el estudio de las
escrituras dramáticas contemporáneas.
Comentaremos sistemáticamente el esquema de la cooperación textual a
fin de señalar las teorías explicativas así como las disciplinas de las que ellas
provienen. Esto suministrará quizá las herramientas necesarias al análisis de la
pieza, sean éstas clásicas, contemporáneas, o “por venir”. Que este esquema
sea tomado entonces más como una caja de herramientas donde el lector esta
invitado a servirse según sus propias necesidades que como un recorrido
impuesto donde todos los instrumentos serán forzosamente utilizables.
A. TEXTUALIDAD
1. Música y materia de las palabras
Analizar el texto que no se resume a establecer la fábula, a reconstruir
las acciones, a seguir los intercambios verbales, consistente primero en
sumergirse en la textualidad, en la materia y música del texto, es también
hacer la experiencia concreta, sensible y sensual de su materialidad. Aprender
a escuchar las ondas, los ritmos, los juegos del significante.
Conforme a su etimología, el texto dramático es un entramado de
palabras, un tejido de frases, de réplicas, de sonoridades. Pero ese tejido no
está siempre hecho del mismo género, tiene la huella de una voz, de una
lengua, de una situación dada, de una representación donde el lenguaje se
mezcla con elementos no verbales. Esta huella de la práctica, esta marca de
fábrica del texto, varía entonces de una época a la otra.
El texto tiene la huella material de una práctica escénica. Hay una gran
diferencia entre un texto transcrito de unan representación preexistente, que el
autor ha puesto sobre el papel luego del espectáculo, y un texto publicado, en
espera de lectura o de una puesta en escena. El status del texto frente a la
representación no será el mismo. Analizando los textos escritos, conviene
entonces acordarse de que ellos portan las marcas de una práctica escénica,
sea anterior o posterior, por anticipación de condiciones de actuación al
momento de la escritura. La presencia más o menos marcada, de indicaciones
escénicas es a menudo la huella de las condiciones de actuación.
El análisis textual, que trabaja sobre la única huella del texto (huella por
otra parte inestable y que no es sino el reflejo momentáneo de su historia), se
renueva con la estilística, disciplina por mucho tiempo descuidada y
desconsiderada por el estructuralismo, poco desarrollada y mal adaptada al
estudio del teatro. Ella le pregunta al texto “como eso habla”. El inmenso
campo de la estilística se ofrece al lector para reconocer los procedimientos
utilizados especialmente lexicales, gramaticales, retóricos. Aplica al teatro y a
la enunciación escénica, la estilística no tiene necesidad de analizar el texto
en una puesta en escena específica, le alcanza con observar el volumen
sonoro, la visibilidad, el relevo de la voz y un cuerpo que ponen en valor un
material textual en espera de ser actuado. Ella se encargará especialmente de
estudiar:
 La estilización de la lengua, su manera de montar diversos fragmentos
simplificando, unificando, homogenizando, estetizando, materiales
heterogéneos.
 La valorización de la lengua, la manera en que ella se adapta a las leyes
fonéticas de la dicción, a la puesta en boca del texto por los actores.
 La plasticidad del texto su facilidad para moldearse sobre la voz y el
cuerpo de los actores.
2. Tipos de palabra
Conciernen la forma utilizada para generar esta materia de palabras. No
se trata o al menos no todavía de “figuras textuales” (Vinaver 901), de la
estrategia del empleo de las palabras en el universo de la ficción sino de
formas verbales utilizadas de la distribución de las palabras entre los locutores
de sus masas de palabras.
Se establece si se trata de prosa o de verso de una lengua “natural” o de
un lenguaje “formalizado”. El alejandrino obedece a leyes y restricciones muy
particulares, las cuales no son simplemente estilísticas o decorativas, sino que
comprometen la dramaturgia y el sentido global de la pieza.
Los tipos de palabras se remiten a algunas formas simples, monólogos,
soliloquios, parlamento, dialogo, polilogo. Cada uno tiene una función
particular, el dialogo será por ejemplo a veces dramático, filosófico, lírico, etc.
La forma varía: parlamento largo, aparte, intercambio vivo, interpelación al
público.
Examinaremos las propiedades específicas de cada tipo de palabra. Lo
mismo para el diálogo:
 El orden de los turnos de palabra
 El número y la naturaleza de los locutores
 La segmentación visible del texto (secuencias, escenas, actos,
cuadros)
 La fuente, la dirección y el objetivo de la palabra, su
vectorización (Pavis, 1996)
 El silencio y la palabra
 La palabra del personaje o le mot d’ auteur (una sentencia del
autor)
 Las marcas de oralidad (examinadas más lejos como un aspecto
de la teatralidad)
3. Léxico
El estudio del léxico nos informa sobre el vocabulario utilizado. El
campo lexical se constituye a partir de ocurrencias verbales que expresan la
misma idea, lo que permite captar un tema (en I). Así el campo lexical del
deal en la pieza de Koltes, En la soledad de los campos de algodón, cubre
todos los términos del intercambio: el de los golpes, de las armas, de las
caricias, de las drogas o de las palabras. El campo semántico de un mismo
término,. El del deseo, por ejemplo, en la misma pieza, abre el abanico de las
interpretaciones, sin jamás dar una respuesta definitiva.
4. Isotopía y coherencia
La isotopía es el hilo conductor guiando al lector a través de los campos
semánticos y lexicales, organizando esos campos en redes más o menos
coherentes. El lector experimenta la necesidad de saber según que línea
directiva podrá organizar las informaciones y los índices que su lectura revela.
Leeremos por ejemplo, En la soledad como la crónica de una transacción
comercial, un deal sobre la droga, pero también un duelo verbal por quedarse
con la última palabra y gozar del placer de la palabra.
La coherencia del texto depende de la forma en la que encontramos y
acercamos los términos o los temas compatibles. Ella se manifiesta por una
caracterización en las palabras del léxico (“retórica de la frase” en A), por la
emergencia y la retórica de los temas (en I), la lógica de los argumentos y del
relato (retórica del relato en II), la lógica de las acciones (III) y en fin en las
asociaciones libres del inconsciente y de la ideología que el análisis trata por
poner en relato (IV)
5. Intertexto
El intertexto comprende la suma de las alusiones o de fuentes de otros
textos que el lector esta en condiciones de identificar. No es solamente
lingüístico o literario, es también visual, gestual, mediático o cultural. El texto
dramático se sitúa al centro de varias redes de textos que lo han reducido tanto
como enriquecido; entonces jamás está aislado, sino imbricado en diferentes
intertexto. Atravesando los diferentes intertextos culturales, mediáticos o
artísticos, el texto no deje de transformarse. El concentra, acumula, amalgama
una serie de propiedades específicas que el análisis debe, casi
desesperadamente, reconstruir y redesplegar.
La competencia intertextual del lector es la facultad de asociar al texto
leído innumerables otros textos, ya sea temáticamente, genéricamente,
mediáticamente o estilísticamente gracias a la huella dejada en ellos por otras
obras, especialmente visuales.
6. Marcas de literariedad
Cuando nos situamos en la superficie del texto observamos como a
través de un vidrio o un lente de aumento, las características lingüísticas, los
procedimientos estilísticos, las figuras retoricas, en resumen todo lo que
pertenece a la literariedad del texto, lo que distingue el texto literario de un
texto “ordinario”, lo que construye su “función poética” (Jakobson). El
primer mandamiento del análisis es el permanecer en la superficie del texto
para apreciar su textura y su materialidad. A continuación, nos esforzamos por
religar esta superficie a las preguntas más “profundas” (menos visibles) que
plantea su análisis dramatúrgico (en I, II, III, IV).
El carácter literario de un texto no depende de su calidad literaria o de
su refinamiento estilístico, sino de la insistencia sobre sus propios
procedimientos estilísticos. Así, el argot hablado por los jóvenes de Ganas de
matar a la punta de la lengua, proviene de un sabio montaje de expresiones
tomadas prestado a varias épocas y medios que Xavier Durringer ha
cuidadosamente reunido para dar la impresión de un medio auténtico. La
literariedad se expresa en el arte de la composición y del montaje de discursos
y no en las calidades estéticas intrínsecas del argot.
El análisis literario del texto dramatúrgico utiliza ciertamente
numerosos procedimientos de los textos literarios en general, pero el los
adapta a la posibilidad de una representación teatral de ese texto.
Prácticamente, eso quiere decir que podemos analizar las piezas como obras
literarias con toda la sofisticación del análisis y de la teoría literaria, pero que
debemos además adaptarlas a la enunciación teatral (a la dramaticidad y a la
teatralidad, lo que no es, recordémoslo, la misma cosa que la puesta en escena)
A las marcas de la literariedad corresponden en B, las marcas de la
teatralidad en las cuales anclan el texto en una situación escénica.
B. SITUACIÓN DE ENUNCIACIÓN
La situación de enunciación (o situación de discurso Schaeffer 764-765)
da al texto “sobre el papel” una vida escénica imaginaria ella suministra al
lector una representación mental de la escena y de la actuación ella figura la
circulación de la palabra. Estudiando la influencia de la situación sobre los
enunciados (los discursos en A) apelamos a la pragmática.
1. Las condiciones de la comunicación
Son reconstituibles a parir de la situación de los locutores y de las
“circunstancias dadas” (Stanislavski) de sus palabras, de sus hechos y gestos
Se trata de determinar quién habla, a quién y con que fines, de identificar los
enunciadores verbales y no verbales, de precisar en qué momento de la pieza
nos situamos y en qué situación dramática. Comprender la escena es captar su
apuesta, su “superobjectif” (Stasnislavski). Los personajes producen actos de
lenguaje que están sumidos a un intercambio constante. La enunciación teatral
es una “progresión dinámica de actos de lenguaje en interacción” (Schaeffer
746)
2. Las máximas conversacionales
Son indispensables para que se establezca la comunicación. Grice
(1976) nombra así los principios de cooperación (aceptar y facilitar el
diálogo), de pertinencia (hablar solamente a propósito) de verdad (afirmar
cosas ciertas) de cantidad (no mencionar que lo estrictamente necesario) de
manera (evitar las ambigüedades). En efecto el teatro, estas máximas de la
buena comunicación son regularmente violadas; de allí una fuente constante
de comicidad o de tensión dramática.
3. La conciencia metatextual
La conciencia metatextual de la pieza se pone en marcha cuando la
pieza hace referencia a su propia enunciación, cuando habla del acto de hablar
en lugar de representar el mundo rompiendo así la convención de una ficción
intangible. En Genet, Pinget o Beckett, el texto parece más preocupado por
una reflexión sobre el mismo y sobre la teatralidad que por una descripción o
una representación del mundo. A veces esa consciencia de una teatralidad tan
narcisista se alía a un mecanismo de conducción de la recepción; el texto da
entonces a entender cómo debe ser comprendido, él puede igualmente hacer
todo por desestabilizar al lector negándole toda explicación de conjunto, toda
cooperación. Este mecanismo de conducción acompaña la búsqueda de
lugares de indeterminación (en IV, A); conciernen igualmente al efecto
producido sobre el lector y la interpelación de 4ste último (en IV, B).
Cuando el texto de los personajes se refiere a la lengua para verificar
sus procedimientos, su manera de comunicar, su léxico y su sintaxis,
hablaremos más exactamente de función metalingüística (Jakobson)
4. La ritmización
Es el arte de dar al texto leído un cierto ritmo; es el resultado del acto
concreto de lectura, un acto voluntario que compromete inmediatamente una
cierta comprensión del texto, de su sintaxis posible, de sus prioridades, de su
estrategia de palabra, de su entonación y por lo tanto de la identidad de los
locutores.
Darle ritmo a un texto es seguir o establecer una cierta puntuación,
identificar las recepciones, las constantes, las isocolias de la frase (las
longitudes iguales de sus partes), es determinar la partitura de los silencios, de
las desaceleraciones, vigilar la emergencia del sentido, probar varios ritmos y
significaciones. Es también ser capaz de cortarlo según diferentes sistemas
longitudinales que el análisis aborda en cada uno de los niveles, de I a IV:
-Narratológico: según la lógica temporal y causal del relato, la
segmentación en actos, secuencias, escenas, movimientos, cuadros, etc.
-Retórico: en la progresión de los argumentos/los apoyos del discurso
-Dramatúrgico: en el ordenamiento de los acontecimientos, de las
situaciones, de las acciones.
-Respiratorio: según un verdadero plan de acción, por sus “unidades de
aliento” (Claudel).
Son los desfasajes y las diferencias entre estas redes de ritmos diferentes
los que producen una impresión de puntuación variada y abierta.
En su respiración y su enunciación, el texto está marcado de diversos
momentos que organizan el desarrollo de la acción (cf. Más lejos en III, A).
La ritmización llega a crear una partitura musical destinada al actor, con sus
puntos de apoyo, sus puntos de giro, su entonación, su tiempo, sus momentos
de pausa o de aceleración, allí donde el espectador toma conciencia del paso
del tiempo y donde, en el espíritu brechtiano, puede además “intervenir con su
juicio” (Pavis, Vers une théorie 67-93)
5. Las indicaciones escénicas (o didascalias)
Estas son identificables por la convención tipográfica que las distingue
del texto pronunciado por los actores. Contienen informaciones útiles al lector
para imaginar la escena tal como la proyecto el autor. Como un texto
dominado controlando y dominando el diálogo explícitamente pronunciado,
ellos son a veces la clave del texto dialogado y de la pieza en su conjunto.
Todo análisis profundo debe imaginar su función dramatúrgica, su relación al
texto dicho, su manera de soldar literariedad y teatralidad. El siguiente análisis
propone una tipología para evaluar qué elementos de la actuación y de la
representación son enunciados por las indicaciones escénicas.
El título de la pieza o de los cuadros, la lista de los personajes, el
prefacio o la advertencia, las notas o los consejos para la puesta en escena
forman igualmente parte de las indicaciones del autor, ellas constituyen el
paratexto (Thomasseau). Nos cuidaremos de considerar como didascalias
internas las indicaciones espacio-temporales del texto. Estas últimas forman
parte del diálogo y no del texto escrito por el autor para uso de actores y
directores. Las verdaderas didascalias, las del texto en itálica no pronunciadas
por los actores, no forman la puesta en escena del texto, sino que constituyen
una serie de directivas para hacer significar las palabras de los personajes.
6. Las marcas de la teatralidad
Estas marcas en el texto (a distinguir entonces de la teatralidad escénica
llevada por la actuación) se reconocen en las herramientas de la comunicación
y de la situación teatral: intercambio entre un yo y un tu, referencia al tiempo,
al espacio, a la acción escénica, autodesignación del teatro de la artificialidad
y de las convenciones, marcas de oralidad.
La oralidad es un dominio importante de la teatralidad, y como ella, esta
inscrita más o menos implícitamente en el texto. Buscaremos especialmente la
huella en los indicios siguientes:
 Las vacilaciones, los silencios, las pausas, la presencia insistente
de un no dicho
 Las rupturas semánticas o rítmicas, la construcción defectuosa o
vacilante indicando las reticencias o la dificultad de la palabra del
locutor (figuras del anacoluto “ruptura en el encadenamiento de
las dependencias sintácticas” (Molinié 47) o de las aposiopesis
(interrupción en la sucesión esperada de dependencias sintácticas)
(61)
 Las marcas fáticas del discurso
 El estilo argótico, familiar, con todos los avatares de la
comunicación cotidiana
Las marcas de la literariedad y las marcas de la teatralidad no son idénticas,
pero tienden a fundirse. En el teatro, la literariedad—la belleza de un verso o
de una imagen por ejemplo—no tiene en sí importancia. Ella debe ser tomada
a cargo por la situación dramática. Hay un teorema implícito que consiste en
decir que el efecto poético del texto está multiplicado por la eficacia dramática
de la escena; por lo tanto, por la facultad de traducir teatralmente ciertas
propiedades estilísticas de la lengua. Sin embargo, para afirmarse y
desplegarse, la función literaria (poética, según Jakobson) y la función teatral
(dramática) necesitan confrontarse al mundo ficcional y a su construcción, de
la I a la IV. Podremos por lo tanto definir la estructura dramática como la
relación entre textualidad-teatralidad y mundo ficcional.
Pero cual es la relación entre la superficie textual (en A y B) y loa
mecanismos dramatúrgicos en I-II-III-IV. Según Vinaver, autor y teórico de
Ecritures dramatiques (1993), el método de “análisis de textos de teatro” se
funda sobre el postulado siguiente: “a) comprender un texto de teatro es,
principalmente, ver como funciona dramatúrgicamente; b) el método de
funcionamiento dramatúrgico se revela por una exploración de la superficie
de la palabra” (895). La primera proposición de Vinaver parece irrefutable:
ciertamente es la dramaturgia la que da la clave del funcionamiento de la
pieza, por lo que concierne sobretodo a la acción y a los personajes. La
segunda hipótesis es más discutible. Ella se verifica, es cierto, en la mayor
parte de los casos, pero ocurre que una textualidad, una estilística de
vanguardia recubre una dramaturgia clásica o a la inversa. Es el caso de las
piezas neo-clásicas que bajo un barniz de novedad retoman recetas probadas
(como en Le viviteur, de E. E. Schmitt). A veces la textualidad “audaz” no es
sino la máscara de una dramaturgia y de una ideología pasadas de moda.
Conviene entonces verificar cuidadosamente el postulado de Vinaver y
observar eventuales desfasajes entre la forma del texto y el contenido de la
dramaturgia.
Recordaremos que Szondi ha hecho de este criterio de desfasajes el
fundamento de su teoría de la evolución del drama de 1880 a 1950.
Una vez más la superficie y la materialidad del texto experimentadas
por el lector, el contenido temático, narrativo y actancial del testo se hacen
accesibles y se pueden entonces examinar los temas, la fábula, y la acción de
la pieza.
I. ESTRUCTURAS DISCURSIVAS: LA INTRIGA
Las estructuras son la armadura formal que a la vez sostiene la organización
de los diferentes niveles textuales y permite observar los cuatro pasos o capas
de la superficie visible del texto. En el primer, el de las estructuras del
discurso, es decir, de la percepción casi inmediata de la intriga y de los temas
el lector percibe dos ejes fundamentales el eje horizontal, el sintagma (los
acontecimientos relatados) y el eje vertical, el paradigma (los temas
abordados).
El se sitúa en la intersección de esos ejes, de esos conjuntos y de esos dos
tipos de mirada.
La pregunta que se plantea espontáneamente el lector es de orden
hermenéutico: ¿qué es lo que esta pieza quiere decir para mí, de que habla y
quién soy yo para comprenderla así? Habría que precisar inmediatamente ¿soy
en lector ingenuo que ha encontrado el libro de la pieza por azar y lee por
placer o un lector-director profesional, decidido a montar el texto que lee? Es
la perspectiva del actor (¿cómo actuaría yo?) o el director (¿cómo interpretar
el conjunto?) lo que nos parece la más completa y exigente, la mejor adaptada
a su objeto y es la que propondremos para estas reflexiones. Ella no es sin
embargo la única la del historiador, del filólogo, del especialista de la estética,
la del experto cultural o intercultural es igualmente válida y posible.
Deseamos, sin embargo, poner a estos especialistas al servicio de un lectoractor (o director) suponiendo que estos últimos leen ara concretar enseguida
su actor de lectura en una puesta en escena (real o virtual)
1. La temática es el conjunto de temas, motivos, leitmotiv y topos que
identificamos en el momento de la primera lectura sin saber todavía cómo
organizar ese material. No está observada en una forma o una estructura
precisa (una dramaturgia); no está tampoco formulada a la luz de tesis
explicitas o implícitas incluso si todo tema aspira a afirmarse bajo la forma de
una tesis.
El tema está presente a lo largo de todo el texto, el lector se esfuerza en
identificarlo e integrarlo según oposiciones semánticas o una constelación de
matices y variaciones. El tema es puntual, identificable, se orienta
dramáticamente hacían una tesis que termina por estructurar el conjunto de las
ocurrencias temáticas
El motivo sería más bien el telón de fondo, la situación fundamental, el
marco general al interior de una narrativa más amplia.
Temas y motivos no existen en estado puro, “se integran horizontalmente en
una intriga, una manera de relatar, de encadenar acontecimientos. La intriga
no se aclara sino en relación a una fábula, la cual se constituye en un
contenido narrativo global, que no adquiere verdaderamente sentido sino en
función de la lógica causal y temporal de la tesis.
La cuestión de la temática (¿de qué habla eso?) es planteada por el
lector desde su mundo de referencia: el lector se pregunta lo que el texto
puede querer decir(le), que hipótesis de lectura y de relato serían capaces de
organizar y de funcionalizar los temas, porque ellos, mientras no sean unidos a
otros casilleros permanecen como “electrones libres” de impresiones
subjetivas y fugitivas, de hipótesis a verificar, de tesis implícitas que deben ser
traducidas en palabras por el lector para existir en tanto lenguaje.
La retórica de temas se traduce a veces por un leitmotiv (un tema
recurrente) o un topos (“una configuración estable de motivos que vuelven a
menudo en los textos literarios”, según Curtis). Ella da entonces a conocer una
temática ya codificada, incluso estereotipada en espera de una estructuración
dramatúrgica (puesta a prueba del sentido de la fábula y de la acción) y de una
confirmación ideológica (puesta a prueba del sentido, así como del discurso
social e inconsciente)
2. La temática se organiza a lo largo de la intriga, en su movimiento mismo,
porque el teatro no acepta (salvo excepciones) pausas temáticas prolongadas
donde los motivos estarían explicados; él está inserto en una dinámica
incesante donde se inscribe la acción dramática.
Descubrir y resumir la intriga invita a identificar los momentos de la
pieza, su dispositio en dramaturgia clásica, distinguiremos meramente la
exposición, el nudo, la peripecia, el desenlace. El teatro épico procederá
diferentemente, pero será también disociable en episodios distintos. La intriga
es el encadenamiento de los acontecimientos de la pieza, la parte narrativa y la
figurativa de la estructura discursiva, y especialmente de la segmentación del
texto.
La segmentación exterior visible, se traduce en actos, escenas, cuadros,
secuencias, fragmentos. No coincide jamás enteramente con la segmentación
interior que es resultante de diferentes ritmos (narrativo, retórico,
dramatúrgico, respiratorio) que el lector trata de reconstruir.
Para no aplicar demasiado mecánicamente el molde de la intriga clásica
(exposición, nudo, complicación y desenlace) utilizaremos más bien el modelo
del análisis del relato en general, en que las cinco fases se aplican mutatis
mutantis a la mayor parte de las intrigas: el de Labov (1976) comprende los
cinco momentos siguientes:
 resumen-anuncio
 definición de la situación u orientación
 complicación
 evaluación
 resolución y cierre
Este esquema narrativo se aplica tanto a la tragedia raciniana como al drama
romántico o a la farsa beckettiana.
Lo que varía de un caso a otro, es la manera en la que estas etapas del relato
son temáticamente motivadas y sobre todo en que espíritu se organizan la
acción y la dramaturgia.
II.-ESTRUCTURAS NARRATIVAS: LA DRAMATURGIA
La narratividad, la manera de relatar con el teatro, tal es el objeto de la
dramaturgia. Las estructuras narrativas están situadas entre los temas y las
tesis, entre el estudio de las formas explícitas, en la superficie del discurso, en
(A) y I, y el estudio de los componentes implícitos (en III y IV). Se trata en
suma, según el espíritu de un Szondi (1983), de hacer encontrarse una forma y
un contenido al interior de la dramaturgia, que es el pivote del análisis que
plantea dos cuestiones distintas, pero complementarias: ¿cómo eso actúa?
¿qué es lo que representa?
1.- Primero hay que separar las convención es de actuación utilizadas por el
texto, observar la manera en que ellas participan en la representación del
universo dramático, el tipo de codificación que ellas implican. Toda escritura
escénica presupone el conocimiento de convenciones escénicas, ella se
inspira, incluso para hacer lo contrario, de la práctica escénica de su época o
de una época anterior. Toda lectura tiene la necesidad de este mismo
conocimiento de la práctica y de sus convenciones.
Notemos que las convenciones operan en todos los niveles del texto y
no solamente en el de la dramaturgia. Hay en efecto, convenciones estilísticas
(A), convenciones del relato (I), convenciones de acciones humanas (III),
convenciones ideológicas (IV) encargadas de precisar cómo el texto reenvía a
las ideas y a las tesis. Es gracias a estas convenciones, a todos los niveles, que
el texto se representa al mundo, se sitúa en una relación de mimesis respecto
al mundo exterior
2.- La fábula comprende el conjunto de acontecimientos que componen la
historia, el contenido del relato (“¿qué es eso que se relata”?) y no se interesa
en los detalles ni en los meandros de la intriga. La fábula es por lo tanto el
contenido narrativo, el significado del relato, la acción reducida a su más
simple expresión y resumible a una sola frase. A ese nivel de abstracción, el
lector o el dramaturgo (aquel que realiza el análisis dramatúrgico para el
director) trata de comprender las principales hipótesis para verificar si la
fábula confirma bien, en un nivel más profundo y general, lo que la intriga
relata detalladamente. El lector reconstruye y construye la fábula
representando un espacio y un tiempo donde las acciones pueden
desarrollarse. No se puede sin embargo, aplicar mecánicamente la narratología
al estudio de la fábula, porque el texto dramático se presenta (habitualmente)
bajo la forma de un diálogo, es decir, como “progresión dinámica de actos de
lenguaje en interacción” (Schaeffer 745).
3.- Esta alianza de un espacio y de un tiempo, que Bakhtine (1978) llama
cronotopo, la “fusión de los índices espaciales y temporales en un todo
inteligible y concreto” (137), constituye una unidad indisociable de la ficción
de la que ella deviene la marca íntima. A veces llegamos a descubrir los
cronotopos de un texto haciendo el relevamiento de los lugares y de los
acontecimientos, buscando el tema y el término que designen esta unión
singular. Podríamos entonces, por ejemplo, hablar del cronotopo del margen
en Ganas de matar en la punta de la lengua; del deal “en espacios neutros,
indefinidos y no provistos para ese uso” (7) en En la soledad de los campos de
algodón; de la casa de la infancia en Yo estaba en mi casa…Gracias a esos
cronotopos, el sentido se despliega y la acción encuentra su figuración.
4.-La naturaleza del conflicto da una indicación de la dramaturgia utilizada:
nudo/desenlace;enigma/revelación;embrollo/reconocimiento;intriga/aclaración
en el caso de una dramaturgia “cerrada” clásica. La dramaturgia estudia la
apuesta de la acción, sus condiciones, su finalidad; ella establece (con
Stanislavski) la tarea principal o el superobjetivo de la pieza y la línea
continua de la acción que permita acceder a este superobjetivo
5.- La dramaturgia es la ciencia de los conflictos que ella aborda según una
tipología de “figuras textuales” (Vinaver 901). Vinaver enumera una veintena
que él establece a partir del tipo de conflicto entre las réplicas del teatro
occidental, de los griegos hasta nuestros días. Toda tipología, incluso la de
Vinaver, no es sin embargo más que un ensayo de clasificación de formas de
intercambio entre los personajes. Las “figuras textuales” de Vinaver recuerdan
las categorías de “figuras de pensamiento” de la retórica clásica: la puesta en
relación del orador y du discurso. Fundamentalmente, esas figuras textuales
van del conflicto abierto, violento, rápido (las stichomithia), por ejemplo, a la
ausencia del conflicto (sucesión de observaciones, de acotaciones de líricas, de
constataciones absurdas). El conflicto clásico comporta la serie de figuras del
ataque, de la defensa, de la respuesta o del esquive (según Vinaver 902). El
conflicto atraviesa a veces la consciencia individual del héroe: casos de
consciencia, dilema, elección trágica.
Hay que distinguir cuidadosamente estas “figuras textuales” que describen las
relaciones conflictuales de los protagonistas y los tipos de palabra (A) que se
definen por medio de la escritura, la superficie textual o las formas verbales
empleadas.
6.- Si consideramos que el teatro es un género, tanto como lo son la poesía y la
novela, hablaremos de sub-géneros, no solamente para la dicotomía
tragedia/comedia, sino para todas las formas históricas existentes.
Distinguiremos esas formas según los temas, estilos y estructuras dramáticas.
El conocimiento de géneros y de discursos del texto provee de
indicaciones sobre las reglas, los registros, los tonos de la obra analizada. El
conocimiento del género y de la hipótesis emitida a propósito del género de la
obra estudiada determinan en gran parte su interpretación.
Las reglas de un sub-género están más o menos codificadas por el canon
literario, la invención de formas nuevas obliga a enunciar las reglas renovando
o transformando un sub-género.
El registro o el tono de la palabra concierne a la manera de hablar, el
nivel de estilo y las implicaciones de ese tipo de palabra para la acción y el
universo ficcional.
La determinación de todos estos factores de la dramaturgia ayuda al
lector a comprender poco a poco qué historia es contada y cómo. La retórica
del relato resultante da la clave de la fábula y de los intercambios conflictivos,
ella se establece a partir y a través de “figuras textuales” ejecutadas por los
personajes en sus transacciones.
La dramaturgia concierne tanto la producción de textos (y de la puesta
en escena) desde el punto de vista del autor y del dramaturgo (en el sentido
alemán) cuanto a la recepción de textos (y de la puesta en escena) por el
lector-director que debe reconstituir a partir del objeto teatral las opciones
hermenéuticas que han sido las de autores. Se trata siempre de una hipótesis
que debe ser precisada y verificada sin cesar en cuanto al sentido de la acción
y del maro en el cual ella adquiere su sentido.
III.-ESTRUCUTRAS ACTANCIALES: LA ACCIÓN
Una vez que la pieza ha sido abordada por su superficie textual, que la retórica
de las palabras, de los temas y de las figuras textuales han comparado lo que
relata la fábula y cómo la intriga lo relata, la lectura continua su progresión de
lo particular a lo general, de lo concreto hacia lo abstracto y alcanza
finalmente los niveles más distantes de la acción (III) y de las ideas (IV)
El lector identifica poco a poco las fuerzas que rigen las acciones y las
motivaciones de los personajes y más generalmente, los actantes, esas fuerzas
no necesariamente antropomórficas que alimentan los conflictos. Si el teatro
consiste, como lo afirma Brecht, en “elaborar reproducciones vivas de
acontecimientos, reales o inventados que se producen entre los hombres” (11),
el lector reconstituye esos acontecimientos, él da “a sus acciones móviles
sociales que varían con la época” (51). Esas Acciones, esas situaciones, esas
motivaciones aclaran los acontecimientos, ya sea a partir del texto dramático,
de las didascalias o de los comportamientos de los personajes encarnados en
los actores.
1.-La acción es lo que es dado a ver, la serie continua de acontecimientos. Ella
se organiza según una “línea continua” (Stanislavski) o al contrario, de manera
fragmentada. Ella es central o multiplicada en acciones parciales paralelas. Su
progresión es continua y regular o bien entrecortada y aleatoria.
La línea continua de la acción forma la espina dorsal del drama; notaremos
especialmente:
 Los puntos de giro. Las peripecias de la acción, allí donde ella toma de
repente un curso inesperado, donde el relato entra en otra fase.
 Los puntos de apoyo, tanto dramatúrgicos como gestuales o vocales,
sobre los cuales el lector, luego el actor, se fundan,
 Los puntos de pasaje de la acción: obstáculos, conflicto, clímax, pausas.
2.-El actante, noción heredada de la semiótica de Greimas (1966), es más o
menos abstracto y antropomorfo. Es conveniente distinguir todos los matices y
gradaciones del personaje desde el actante abstracto hasta el individuo
concreto y permitir un pasaje continuo y regular entre la abstracción del hacer
y lo concreto del ser. Bajo su forma humana, los actantes-personajes tendrán
caracteres psicológicos, de comportamientos, morales, culturales. Bajo su
forma abstracta, ellos serán líneas de fuerza, de contradicciones, de
“interpersonales”. Veremos que el acercamiento de los personajes se hace a
través de mecanismos textuales, discursivos, actanciales y no según una
identificación psicológica con el personaje, la cual utiliza a menudo
categorías mal definidas.
3.-El modelo actancial es útil para hacerse una imagen de la configuración de
fuerzas, para testear los diversos personajes a su turno bajo los aspectos de un
actante y su confrontación con los otros. Es importante no reducir los actantes
a personajes existentes en la pieza, sino, por el contrario, movilizar todas las
fuerzas vivas del drama. Nos cuidaremos de no equivocarnos (como a
menudo) en la flecha sujeto/objeto y situar la pareja destinador-destinatario al
lado del objeto de los valores y no del sujeto y de situar al eje ayudanteoponente en relación al sujeto de la acción
Destinador
Objeto
Ayudante
Sujeto
Destinatario
Oponente
Se gana al fundir el modelo semiótico gremasiano, demasiado abstracto y
general, con la teoría de Stanislavski a menudo psicologizante y anecdótica.
Los textos contemporáneos, al menos los que continúan utilizando personajes
actuantes, pueden ser analizados gracias al esquema actancial, pero la
importancia en estos textos de otros niveles, especialmente estilísticos,
rechaza el uso de categorías de la acción y de la fábula, en provecho de una
palabra-acción donde el personaje no es más la fuerza actuante central. Esa es
la razón por la cual la categoría del personaje individual no es central en
nuestro esquema de la cooperación textual, siendo toda huella mimética
individualizada reenviada a los actantes más generales o las propiedades
discursivas o estilísticas del texto.
Para describir las grandes categorías de la acción, es sabio partir de la
distinción hecha por Vinaver entre “palabra-acción” y la “palabra-instrumento
de la acción”. La palabra-acción “cambia la situación, dicho de otro modo ( )
produce un movimiento de una posición a otra, de un estado a otro” ( )la
palabra instrumento de la acción “sirve para trasmitir informaciones
necesarias a la progresión de la acción de un conjunto o de un detalle” (900)
Describir los actuantes no debe reducirse a un análisis psicológico de los
personajes, sino que debe aclarar las líneas de fuerzas de contradicciones. A
veces esas oposiciones se observan en el gestus de los personajes, en “las
actitudes que los personajes unos hacia otros” (Brecht 61). El lector
imaginativo sabrá reconocer esos gestus que el autor sugiere por la evocación
de las relaciones de fuerza y de la gestualidad que marcan las jerarquías,
relaciones que él podrá figurarse. De allí resultará entonces la retórica de los
actantes, a saber, el conjunto de las figuras que contribuyen a la dinámica del
drama, lo que Stanislavski llamaba la línea continua de la acción con el
superobjetivo de la pieza y de la tarea principal de cada personaje.
IV.-ESTRUCTURAS IDEOLOGICAS E INCONSCIENTES: EL SENTIDO
1.-Habiendo detectado los temas, su puesta en forma (y su deformación)
dramática, su despliegue en la acción de un espacio-tiempo, plantearemos la
pregunta ideológica de la tesis política e inconsciente: ¿qué es lo que eso dice
a quien intenta acceder al mundo de la ficción? ¿Cómo es que el lector se
proyecta y se identifica desde su mundo de referencia? Este recuadro es la caja
negra del no dicho. La ideología y el inconsciente, como bien lo ha
demostrado Althusser (1965), operan allí lado a lado, dado que las apuestas
del drama tanto como los lugares de indeterminación son el terreno de sus
encuentros y de sus manipulaciones; lugares tan móviles que los efectos
producidos sobre el lector son tan imprevisibles. La historia de las
mentalidades, la sociología tanto como la psico-crítica preocupada por el
inconsciente del autor y de las figuras textuales, serán las disciplinas-faro de
este acercamiento. “Porque solicita la emoción ‘en directo’, el teatro tiene
siempre una dimensión ideológica” señala pertinentemente Alain Viala (17)
2.-El lector como el espectador estará atento a la historicidad del texto, lo
leerá en su contexto político, cultural y social. El estará atento a la historicidad
de la realidad representada, la de la ficción tal como era considerada
antiguamente, como a la de nuestro punto de vista actual; a la historicidad de
la puesta en juego, la de nuestro punto de vista de la obra, que no está fijado
eternamente. La lectura ideológica es colectiva, es la del grupo, se interesa
más en el grupo que en el lector individual. Reagrupa las convenciones
colectivas de ese público en un momento dado, que renombramos “horizonte
de expectativas” junto a Jauss (1978) “repertorio” con Iser (1985),
“comunidad interpretativa” con Fish (1980). Esta dimensión colectiva de la
recepción, que en el teatro se realiza directamente a través de la presencia del
público, es sensible a todos los niveles de la columna de la puesta en juego.
3.-El inconsciente del texto−fórmula un poco rápida y enigmática para
designar lo que oculta el texto−concierne tanto a los contenidos ideológicos
cuanto a los pensamientos inconscientes del autor y del lector quienes, cada
uno a su manera, intentan acceder a los diferentes sentidos posibles. En el
teatro, el contenido implícito, latente, pasa a menudo por el sub-texto donde se
refugia lo esencial del mensaje, mientras que no percibimos sino la superficie
del texto. Para comprender el sub-texto−lo que el texto sobre-entiende o
sostiene, lo que él porta y soporta−recurriremos a diversas nociones:
El sobre-entendido: esta sugerido por el texto como una consecuencia
de su enunciación, una cosa que no necesita ser dicha. Es “un razonamiento
que el destinatario hace, y que el locutor prevé, a partir de este acontecimiento
particular que constituye la enunciación” (Ducrot citado por Schaeffer 570)
El presupuesto: Es llevado por el conjunto de acontecimientos sobre los
cuales cuenta el texto para afirmar unza proposición nueva. Una indicación
presupuesta “es presentada como un dato a partir del cual se habla, pero que
no está precisamente en juego la palabra (…) Gracias al fenómeno de
presuposición, también es posible decir ciertas cosas haciendo como si eso no
hubiera sido dicho, posibilidad que nos lleva a ordenar la presuposición entre
las formas del implícito” (Ducrot 23). Por ejemplo, el principio de En la
soledad de los campos de algodón: “Si usted camina afuera, a esta hora y en
este lugar es que usted desea algo…” El dealer presupone como verdadera la
idea que el cliente camina y saca la conclusión irrefutable de que está movido
por el deseo.
El implícito: se opone a lo que el texto dice explícitamente. Hay sentido
implícito más allá del sentido lexical, sintáctico, semántico de las palabras. El
personaje dialoga no solamente haciendo enunciados explícitos, sino
planteando como adquirido o como lo que está explicado implícitamente,
“diciendo sin decir”.
El ideologema: constituye una unidad a la vez textual e ideológica al
interior de una formación social, ideológica y discursiva. Por ejemplo, el
término y la noción de deal en la pieza de Koltés, que está definido fuera de la
pieza y no está retomado en los diálogos, pertenece a un cierto medio social;
se escucha en un tipo muy particular de discurso y juega un rol de elemento
vacío, enigmático, que el lector está sin cesar invitado a determinar. Este
ideologema corresponde perfectamente a la estrategia de la pieza y a la
dinámica de una investigación sin fin de la alteridad.
4.-Los lugares de indeterminación: sean hermenéuticos, ideológicos o
inconscientes no reenvían necesariamente a la teoría de la concretización de
vistas esquemáticas del texto (Ingarden, Jauss, Iser). Obligan al lector a
figurarse a los actantes y los acontecimientos, a restablecer una coherencia y
una isotopía a partir de elementos aislados y silenciosos, a colmar los olvidos
y los silencios de la intriga y del mundo ficcional evocados por el texto.
Constituyen el enigma del texto que el lector se fuerza, en vano, de resolver el
recorrido o el paseo de este lector en el laberinto textual, el lugar donde el
texto y el lector son susceptibles de encontrarse. El texto propone, el lector
dispone (y el director se queda con la recaudación)
Finalmente el lector es invitado a legitimar, es decir a comprender y
admitir una cierta visión de mundo. No siempre existe libertad de poner en
duda o de rechazar esta visión, como sería posible para la distanciación
brechtiana, él está a menudo forzado por el texto a aceptar loa retorica social e
inconsciente−incluso si enseguida va a rechazarla en bloque.
5.-La atmosfera de la pieza: esta noción algo pasada de moda utilizada por
Stanislavski, describe de una manera intuitiva la impresión general que se
desprende de la fábula, de la acción, del efecto producido por el lector ¿Qué
sentimos globalmente e intuitivamente al término de la lectura? Precisamente
el resultado final de todos los indicios, de la forma de presentar la acción, de
hacer surgir, a través del actor, emociones en el lector y el espectador. Lectorespectador (deberíamos decir lectador o mejor lectactor, porque el teatro es
siempre ya o todavía un poco espectador y actor, desde que imagina una
escena, una actuación, una gestualidad, algo teatral que excede el texto)
El efecto producido oscila entre identificación y distancia. En la identificación
el lectactor se proyecta cuerpo y alma en la situación, él es atrapado por la
ilusión dramática; en la distancia él permanece alejado del acontecimiento, se
aleja de manera política (Brecht) o estética.
Se trata, más generalmente, de poner el dedo sobre lo que, en la obra teatral,
toca al lectactor. “A todo texto de ficción podemos y debemos plantearle,
además las preguntas ya formuladas, una pregunta suplementaria: ¿Qué es lo
que eso desea? (¿Qué es lo que eso teme?)” (Monod 106)
Este esquema de la cooperación textual del lector del texto dramático no tiene
interés y no funciona verdaderamente sino cuando se conciben los distintos
niveles como las etapas de un recorrido abierto más que como una jerarquía
fija o una vía impuesta e inmutable. Tiene el mérito de situar los niveles y las
grandes categorías del análisis. La estilística: I-La intriga. II-La dramaturgia.
III-La acción. IV-El sentido.
Hay que cuidarse de separar autoritariamente los niveles y de cerrar
herméticamente los casilleros; ajustaremos más bien las pasarelas entre ellas.
Así, por ejemplo, los temas (en I) son todavía tributarios de la textualidad (A),
de la música y de la materia de palabras y ellos no toman su sentido sino
cuando se los ancla en la forma dramatúrgica (en I y III) y se los problematiza
a través de una tesis (en IV). En cuanto los actantes (III), ellos están separados
entre los efectos del personaje, sensibles en el análisis dramatúrgico en II, y
las fuerzas ocultas del drama, esbozadas en la configuración ideológica.
Para utilizar este esquema de manera viva y productiva, tenemos que
establecer transversales entre los niveles y encontrar las herramientas y las
nociones que favorezcan esta función. La noción de retórica y de figura sirven
por ejemplo de guía de un nivel al otro:
(A)Las figuras de estilo organizan el texto según sus propios tropos, sus
imágenes; se aplican a la partitura y a la teatralidad de la situación de
enunciación (B).
I Las figuras coreográficas, el “ballet de palabras, “el dis-cursus,
“originalmente la acción de correr en todos los sentidos, son las idas y
venidas, las “audanzas, las intrigas” (Barthes 7), organizadas en redes, en
leitmotiv, en maneras de contar.
II Las figuras textuales (Vinaver) son las de la esgrima verbal y dramatúrgica
de los personajes en conflicto. Incluso el espacio y el tiempo, cuando se
manifiestan bajo la forma de cronotopos, son figuras a la vez abstractas y
concretas.
III La figura, en el sentido del alemán die Figur, que designa el personaje y a
la silueta, recorta en ella la acción y el actante, a saber, las acciones y los
caracteres en el sentido aristotélico: centro vacío, pero neurálgico donde se
realiza La unión de la fábula y de los caracteres.
IV La figura como trabajo del sueño o de la ideología, a saber tanto la
figuración (Darstellbakeit) cuando la desfiguración (Entsellung) lo figural en
el sentidos de Lyotar (1971), y la figura de Deluze.
Las relaciones de transición son también las que se tejen entre el mundo
ficcional (columna izquierda) y el mundo de referencia (columna derecha).
La retórica del discurso social e inconsciente se liga a nuestro propio mundo,
especialmente a través de la creencia, la evidencia, la identificación, el efecto
producido, el efecto catártico, sobre el lector, o el lectactor. Para el texto
dramático, el mundo de referencia del lector está constituido por la, puesta en
juego de los locutores, de sus fuerzas psíquicas y sociales a través del actor de
lectura. Apropiarse de la ficción por la interpelación y la legitimación del
lector, es llevarlo hacia nosotros, es instalarlo pragmáticamente en el contexto
concreto de una situación de enunciación
La cooperación textual obliga al lector a elegir su recorrido de sentido,
decidiendo por qué casillero, y por consecuencia con qué grado de
abstracción, comenzamos el recorrido y cómo lo continuamos.
El recorrió clásico, el de la dramaturgia del mismo nombre, consistirá en
descender cada vez un piso desde la textualidad hasta la ideología, luego a
remontar gradualmente verificando los resultados abstractos obtenidos c0on el
discurso de superficie y la textualidad.
El recorrido contemporáneo, por el contrario, es muy subjetivo y
aleatorio. En lugar de comenzar sistemáticamente y clásicamente por la
temática (I) y las formas dramatúrgicas (II), demasiado ligadas a la figuración
y a la noción de personaje psicológico, el recorrido contemporáneo partirá a
menudo de la descripción de la situación de enunciación (especialmente de un
ensayo de intronización), luego irá enseguida al casillero ideológico, dejando
de lado la investigación de la intriga y del personaje, de la fábula y de la
acción. Lo constataremos en el análisis de las piezas, el texto dramático
contemporáneo conoce a menudo un recorrido de elecciones aleatorias,
relativizando toda pretensión de una interpretación global, rechazando al
infinito la lectura y la interpretación por nuevas puestas en enunciación del
texto.
Queda saber si la estructura dramática contemporánea utiliza de
preferencia un cierto número de circuitos típicos entre las instancias de la
cooperación y si estamos habilitados para intentar una tipología de escrituras a
partir de esos circuitos.
Volviendo a la hipótesis de Vinaver de una homología entre superficie y
dramaturgia, examinaremos si la escritura no nace de una relación nueva, y a
menudo conflictiva, entre la textualidad de superficie y la dramaturgia
profunda. Para las piezas contemporáneas, la textualidad es el “producto
disolvente” de la dramaturgia; ella mezcla incluso elimina las categorías
clásicas, de la acción y del sentido.
Pero, ¿qué es lo que distingue exactamente la obra clásica y el texto
contemporáneo, aquel de los años 80 y 90 del siglo XX, y cómo adaptar
nuestro esquema de la cooperación al análisis de las piezas? Hagamos una
simple constatación: por el hecho de la distancia temporal, por la distancia
histórica e ideológica con nuestra época, la obra clásica nos impone sus
elecciones dramatúrgicas y su circuito sistemático de una distancia a la otra; al
contrario, la proximidad temporal del texto contemporáneo, la inmediatez de
las ideologías que lo constituyen, incitan al lector a arriesgar todo y a tratar
todo, puesto que todo recorrido es admisible siempre que ayude a desplegar el
texto y a sorprender al lector. El recorrido contemporáneo será entonces a
menudo expeditivo, incompleto, gratuito ya que no tiene otra misión que la de
explicar o de convencer. En suma, la lectura del texto contemporáneo ha
cambiado de sentido: ya no está obligado a realizar un recorrido perfecto y
visiblemente trazado con anterioridad. Ella debe decidir, más bien
arbitrariamente, en un dispositivo destinado a hacer reencontrarse diferentes
series casi independientes (discursivas, narrativas, actanciales, ideológicas) en
lugar de encadenarlas y de recorrerlas metódicamente.
Esto nos incita, por su parte, a modificar la presentación del esquema,
para evitar la impresión de jerarquía y el dualismo de la superficie y de la
profundidad. Una disposición de niveles como circuitos concéntricos estaría
más cercana del intercalamiento de instancias y de la realidad de los
intercambios. Cada nivel está en efecto contenido y englobado por el
siguiente, el paso de uno al otro se efectúa como una sucesión de ondas de
choque que nos alejan cada vez de la identidad y de la materialidad textual.
En el centro, la textualidad (A) esta rodeada de su situación de
enunciación (B) Los discursos y los temas (I) están incluidos en la historia
relatada, la fábula, en II, la cual se lee en una sucesión de acciones físicas y de
acontecimientos (III), que están ellos mismos englobados en la mar sin orillas
del inconsciente y de la ideología (IV)
Definiremos la escritura como la suma de la textualidad/teatralidad (A y
B) y de la dramaturgia (I, II, III, IV)
De (A)-(B) a IV, pasamos de lo visible a lo invisible, de la huella a lo
que no deja huella.
La fábula (II) está en el corazón de la dramaturgia, atrapada entre la
intriga y la acción
I y II, la alianza de la intriga y de la fábula forman un aglomerado
repitiendo una historia general y parabólica.
II y IV, la alianza de la fábula y la acción, se sitúan allí donde el relato
se traduce en una sucesión de acciones.
En los análisis de las piezas, trataremos de diferenciar, para cada
casillero, as herramientas empleadas, en función de la historicidad de la obra y
de la lectura.
En el análisis de las obras, y particularmente de las piezas más
recientes, deberá mostrar todas las categorías del análisis son necesarias y
suficientes o si conviene eliminar algunas o, al contrario, inventar otras
herramientas. El programa esbozado se quiere maximalista, previendo todas
las preguntas posibles, pero puede que la escritura contemporánea renuncie a
ciertos aspectos, proponga otros y establezca un circuito inédito entre
instancias. Es igualmente probable que los textos contemporáneos serán
particularmente ilegibles si uno no sabe imaginar una situación de enunciación
y una práctica escénica al interior de las cuales ellos se insertan y sean puestos
en juego, es decir, manipulados, desplegados, vectorizados, sostenidos por el
lectactor. Es decir que este modelo general aquí propuesto, necesariamente
ahistórico, deberá ser adaptado, actualizado teniendo en cuenta las
circunstancias históricas del momento, especialmente para las condiciones de
actuación y las expectativas ideológicas y legitimantes del espectador (su
práctica de lectura)
Quedará a determinar si cada tipo de pieza contemporánea corresponde
un circuito específico, con sus prioridades y sus olvidos, en suma, a verificar
si la teoría más “amplia y generosa” posible está todavía en medida de dar
cuenta de la lujuriosa y anárquica riqueza de los textos dramáticos de hoy en
día.
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