La paz más allá de los acuerdos: territorio, participación política yfuerza pública en el posacuerdo 21 SANTOS ALONSO BELTRÁN BELTRÁN PROFESOR UN-ESAP L a paz no se consigue con la firma de los acuerdos entre las guerrillas y el Gobierno. Aunque esta pareciera una afirmación simplista. Algunos sectores del poder y orientadores de opinión nacional les confieren a los acuerdos una capacidad casi maravillosa de eliminar los conflictos sociales que han azotado el país, y que se encuentran entre las causas estructurales de la guerra interna que nos ha desangrado durante los últimos cincuenta años. La paz demanda un largo proceso de reacondicionamiento institucional del Estado que permita honrar los compromisos suscritos. Más y mejor Estado es la condición necesaria para garantizar la paz que debe vivirse en los territorios. Hasta ahora nos hemos concentrado mucho en la mecánica de la negociación, incluidos los sobresaltos de ánimo de las partes, y hemos descuidado la necesaria reformulación de la acción estatal. 64 Mayo de 2016 Bogotá, Colombia Contenido 22 La paz demanda un largo proceso de reacondicionamiento institucional del Estado que permita honrar los compromisos suscritos. Más y mejor Estado es la condición necesaria para garantizar la paz que debe vivirse en los territorios. Hasta ahora nos hemos concentrado mucho en la mecánica de la negociación, incluidos los sobresaltos de ánimo de las partes, y hemos descuidado la necesaria reformulación de la acción estatal. CONFLICTO Y SOLUCIÓN POLÍTICA 64 Mayo de 2016 Bogotá, Colombia El orden territorial Un primer punto que debería preocuparnos, pero que no tuvo la importancia necesaria en la Mesa de conversaciones, es el problema del Ordenamiento Territorial. La organización del territorio nacional responde a un arreglo de poder de principios del siglo pasado que solo ha sufrido muy leves modificaciones. Ni siquiera en la ANC, que produjo la Constitución de 1991, el tema logró el consenso necesario para adoptar una reforma profunda que permitiera salir del atolladero que ha producido un orden territorial anacrónico, inflexible y con serias fallas de legitimidad institucional y de representación política. Las recomendaciones de la comisión accidental que se formó en su momento, durmieron el sueño de los justos y sirvieron apenas para sesudos análisis de expertos académicos, nunca como norte de una nueva organización territorial del país. Así, el orden territorial nunca se sincronizó con las transformaciones sociales y económicas de las poblaciones generando contendores territoriales desconectados de las realidades políticas, simples cascarones vacíos sin capacidad de gestión y articulación entre los diversos niveles del gobierno. Tal vez lo que ha hecho tan refractario el orden territorial instituido, ha sido su vinculación con la representación política de las entidades territoriales en el nivel nacional. La relación entre división política administrativa y circunscripciones electorales aunó los intereses políticos de las elites regionales con el mantenimiento de una estructura territorial constante. Los feudos políticos son arreglos de poder y clientelas que solo se pueden mantener si el orden territorial no se modifica. La sobrerrepresentación política de algunas regiones, el desarrollo desigual de otras, la continuidad de castas y familias en el poder y en general las brechas económicas, sociales y políticas de las regiones pueden explicarse por el bajo dinamismo del orden territorial que ha permitido la privatización de la representación política en la Colombia profunda. Contenido 23 A esta realidad habría que sumarle la existencia de un conflicto armado prolongado que ha medrado en esta incapacidad institucional para garantizar la gestión del desarrollo nacional y en brindar una participación política equilibrada. La subversión creció en los espacios de inconformismo social que dejaba la falta de acción estatal, se nutrió del descontento social por el centralismo exagerado del poder y la inversión, y se potenció con la mezcla explosiva entre cultivos ilícitos y abandono del sector agrario. La misma situación puede predicarse de los grupos armados delincuenciales de derecha que vieron en la captura del poder local para defender sus intereses ilegales, la manera de consolidarse y luego proyectar la conquista del poder nacional. La implementación de los acuerdos de paz deberá tocar de alguna manera este orden territorial o por lo menos diseñar mecanismos y herramientas para superar la rigidez que lo caracteriza y que, como se ha dicho, ha impedido la reducción de las brechas políticas, económicas y sociales que han fragmentado el país y que han atizado la guerra. La oportunidad más clara en esta vía estuvo en expedición de la pasada ley de Ordenamiento Territorial, que, si bien avanzó en algunos aspectos de asociatividad territorial, no logró tocar la estructura medular del ordenamiento. Con seguridad, implementar los acuerdos significará ocuparse de diseñar o profundizar la acción de herramientas que tiendan a solucionar este anacronismo de la división territorial. La clave puede estar en la profundización del proceso de descentralización para que lentamente pueda ir moviéndose hacia una lógica de reorganización territorial, que atienda a la socio-geo-historia de los territorios. Por supuesto este ca- 64 Mayo de 2016 Bogotá, Colombia Contenido 24 Tal vez lo que ha hecho tan refractario el orden territorial instituido, ha sido su vinculación con la representación política de las entidades territoriales en el nivel nacional. La relación entre división política administrativa y circunscripciones electorales aunó los intereses políticos de las elites regionales con el mantenimiento de una estructura territorial constante. Los feudos políticos son arreglos de poder y clientelas que solo se pueden mantener si el orden territorial no se modifica. CONFLICTO Y SOLUCIÓN POLÍTICA 64 Mayo de 2016 Bogotá, Colombia mino será largo y difícil toda vez que implica tocar actores con claros intereses políticos, que no estarán dispuestos a ceder fácilmente su influencia en las regiones. La participación y la oposición política Es un lugar común decir que la democracia en Colombia ha sido recortada, y que en medio del conflicto armado interno ha marginado de manera violenta a la oposición. La historia del sistema político colombiano no solo reafirma esta visión, sino que abunda en trágicos sucesos históricos de profunda significación para la historia de la oposición política democrática. Desde inicios de siglo XX, la persecución y eliminación física de los disidentes políticos fue un recurso constante de las elites en el poder, así fueron invisibilizados, diezmados, cooptados o simplemente desaparecidos del espectro político nacional el PSR, la UNIR, el MRL, la ANAPO, la UP, etc. La implementación de los acuerdos con seguridad implicará un ejercicio más complejo que la simple legalización de las aspiraciones políticas de las guerrillas mediante la inclusión de partidos políticos que los representen en el espacio electoral. De lo que se trata es de construir una cultura democrática real, cuyo principal objetivo sea conseguir que las elites reconozcan públicamente la forma ilegal y violenta con la que se han desarrollado la política y sus alianzas macabras con sectores mafiosos, para que, desde allí, la dirigencia política nacional condene abiertamente los métodos violentos y corruptos de hacerse con el poder que han utilizado durante prácticamente toda la vida republicana del país. Un acto de contrición no es por supuesto la única medida a tomar: a renglón seguido se deben desarrollar procesos de ambientación en la sociedad colombiana para el inicio de una lucha política en la que las insurgencias puedan empezar a ventilar sus expectativas políticas y sus apuestas en la consecución del poder por la vía electoral. En esta misma vía se deben Contenido construir un estatuto de la oposición que dé garantías a las minorías en su lucha contra el solipsismo del poder en que han caído los sectores dominantes. Un paso inmediato debería ser construir un gobierno de reconstrucción y reconciliación nacional que permita la entrada de sectores de la izquierda al gobierno nacional en cargos de relevancia. En este caso, una medida para construir la tolerancia política que debe arraigarse de manera más profunda en la cultura política nacional pasa por llamar a la izquierda para que ocupe cargo claves del gobierno nacional mediante la concertación con partidos y movimientos de esta tendencia política. En esta iniciativa debe irse más allá de la acción de cooptación y pragmatismo del gobierno nacional, pero también más allá del minimalismo burocrático y del maximalismo ideológico de algunos sectores de izquierda. Hasta ahora estos vicios no se han superado y el gobierno nacional construye de manera unilateral un gabinete que denomina para la paz, sin ceder en carteras claves para el redireccionamiento del país, más aún, en la simple vía de la ampliación simplista de su base de aceptación como proyecto político. Por su parte, en la izquierda no hemos logrado organizar una forma de confluencia en torno a la paz que –más allá de la grandilocuencia retórica del apoyo a los diálogos– se concrete en una plataforma de diálogo con los sectores del poder en la vía de participar de un gobierno que incluya a las minorías en los cargos de ejecución de la política publica estratégica del nivel nacional. Las transformaciones estructurales del régimen político y del sistema electoral deben implementarse, pero no es posible que en pos de lo importante se olvide lo urgente. La doctrina militar El ejército colombiano ha sido construido en el marco de un conflicto armado interno, prolongado y degradado. Esta situación ha generado un crecimiento hipertrófico de las fuerzas de tierra, que, además, se han concentrado en el combate contra la insurgencia como única tarea a desarrollar en su misionalidad como cuerpo armado del Estado. Esta situación se torna aún más compleja cuando se tiene en cuenta que la orientación ideológica mediante la cual fueron construidas las bases doctrinarias de las fuerzas militares en nuestro país abreva directamente de la Doctrina de la Seguridad Nacional. Así pues, en desarrollo de la Guerra Fría en América Latina, el imperialismo norteamericano orientó desde la Escuela de Las Américas la formación de los militares como fuerzas de contención contra el avance de los partidos y movimientos de izquierda, que consideraba solidarios con los intereses soviéticos en la región. La insurgencia armada, la resistencia política de izquierda y los movimientos sociales en general fueron incluidos dentro del espectro de enemigos internos de las democracias y, de contera, de los intereses de los Estados Unidos en la región. En ese orden de ideas, los militares colombianos fueron un capítulo más en la construcción de esa dinámica antiinsurgente que mediante el terror de Estado se ensañó contra todas las organizaciones sociales, políticas y populares que se enfrentaron a las políticas de los gobiernos de turno. Más de cinco décadas de guerra interna ha formado a los militares colombianos como una fuerza refractaria a los cambios políticos, hostil a las organizaciones de 64 Mayo de 2016 Bogotá, Colombia Contenido 25 26 La implementación de los acuerdos de paz deberá tocar de alguna manera este orden territorial o por lo menos diseñar mecanismos y herramientas para superar la rigidez que lo caracteriza y que, como se ha dicho, ha impedido la reducción de las brechas políticas, económicas y sociales que han fragmentado el país y que han atizado la guerra. CONFLICTO Y SOLUCIÓN POLÍTICA 64 Mayo de 2016 Bogotá, Colombia izquierda y cifrada en el mantenimiento de sus prerrogativas en desmedro de los intereses de la población colombiana. Aquí la paz debe comenzar no solo por el silenciamiento de los fusiles sino por la transformación radical de la fuerza pública. En este sentido el primer paso debe ser la reducción del número de efectivos hasta construir un cuerpo armado para una nación que no está en guerra exterior ni soporta ninguna amenaza violenta contra su institucionalidad. Una fuerza pública reducida en su tamaño deberá liberar recursos que deben ser destinados a nuevos frentes de inversión social. En segundo lugar, se debería considerar la necesidad de un cambio de la doctrina militar que desmonte el terrorismo de Estado como práctica ejercida por los militares y que, en su lugar, instale un horizonte de formación militar respetuoso de la democracia y de la disidencia política. En esa misma línea, debe operar un redireccionamiento de las funciones de los militares hacia tareas de garantía de los derechos humanos y el desarrollo social en los territorios. Una fuerza de paz debe orientarse al desarrollo de la infraestructura económica y social que la nación demanda y que el Estado ha negado históricamente a los territorios. Finalmente, debería pensarse en la posibilidad que las fuerzas guerrilleras pudieran hacer parte de algunos mecanismos de garantía de la seguridad y la convivencia en las regiones. La paz es una construcción larga y exigente que demandará un esfuerzo adicional de la institucionalidad pública. Más y mejor Estado será la tarea en los días posteriores al acuerdo. Contenido 27 64 Mayo de 2016 Bogotá, Colombia Contenido