Subido por Andrés Vázquez

La literatura como campo de posibilidad

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Andrés Vázquez Moreno
Universidad Autónoma Metropolitana-Iztapalapa
Maestría en Teoría Literaria
La literatura como campo de posibilidad: algunas consideraciones en torno al lector y
a la lectura en “Un escritor muy bien agradecido” de Efrén Hernández
Uno de los rasgos distintivos de los cuentos de Efrén Hernández es el juego que establecen
los textos entre la figura del autor y la del lector1. En esta ocasión fijaremos nuestra atención
primordialmente en la figura del lector para observar el funcionamiento de algunas
estrategias narrativas que destacan en la composición del conjunto de relatos reunidos bajo
el libro El señor de palo2, publicado por este autor mexicano en el año de 1932. Para precisar
nuestras observaciones hemos elegido algunos fragmentos del cuento “Un escritor muy bien
agradecido”, representativo del tema que nos ocupa.
Este cuento es ejemplar por utilizar un recurso que consiste en la interpelación
explícita al lector por parte del narrador, con lo cual se establece un diálogo que parece
difuminar por momentos los límites entre la ficción y la realidad. Consideramos que la
articulación de este recurso en el proceso creativo de la obra, establece un “campo de
posibilidad”3 para la lectura que, a su vez, nos propone perspectivas poco convencionales
para apreciar el texto literario.
1
Tanto lector y autor como texto son categorías de análisis que pueden cobrar diferente sentido, pero en su
momento precisaremos el que corresponde al término.
2
Efrén Hernández. El señor de palo, México: Acento, 1932.
3
Esta noción condensa una serie de supuestos que hemos tomado en consideración a la hora de emprender
nuestro análisis. Umberto Eco la describe como la conjugación de “dos conceptos transformados por la cultura
contemporánea y extraordinariamente reveladores: la noción de campo le proviene de la física y se
1
El relato se compone de seis apartados numerados y ordenados conforme a la sucesión
cronológica de la historia. Se cuenta el desafortunado suceso de un escritor de tinte romántico
hundido en la pobreza, condenado a una vida de miseria como consecuencia de su vocación
de poeta. Esta historia se inserta en un marco narrativo que separa la diégesis de una especie
de metadiégesis donde el narrador es consciente de su propio papel de narrador. Los primeros
tres apartados constituyen el espacio textual sobre el que se desarrollan las estrategias
narrativas que ahora nos interesan, sin embargo, su efecto permanecerá durante todo el
proceso que se desenvuelve con la lectura del texto.
Desde las primeras líneas, podemos notar cómo la narración discurre de una manera
lúdica, debido en gran medida a que el narrador mantiene un sentido irónico humorístico
sobre el sentido literal del discurso. Esta doble articulación del discurso provocará que el
lector asuma siempre una participación crítica, consciente de ese juego ambivalente en el que
bien puede adquirir la calidad de personaje dentro del relato, bien puede distanciarse como
entidad generativa del mismo.
Precisaremos lo antes señalado. Identificar al lector en la ambigüedad del discurso
que constituye “Un escritor muy bien agradecido” implica, por lo menos, reconocerlo en los
diferentes planos del relato: como sujeto del enunciado en el plano del discurso, como sujeto
de la enunciación4 en el plano de la narración y como sujeto ficcional, es decir, como
sobreentiende una renovada visión de las relaciones clásicas de causa y efecto unívoca y unilateralmente
entendidas, implicando en cambio un complejo de interacción de fuerzas, una constelación de acontecimientos,
un dinamismo de estructura. La noción de posibilidad es una noción filosófica que refleja toda una tendencia
de la ciencia contemporánea, el abandono de una visión estática y silogística del orden, la apertura a una
plasticidad de decisiones personales y a una circunstancialidad e historicidad de los valores”. Véase Umberto
Eco, “La poética de la obra abierta”, p. 90.
4
Trasladamos al ámbito del discurso literario las categorías de enunciado y enunciación, pertenecientes a la
teoría de la enunciación de Émile Benveniste, equiparando el acto de narrar con la enunciación y el enunciado
con la manifestación lingüística de esa narración. Cf., Émile Benveniste, Problemas de lingüística general II.
2
personaje en el plano de la historia. Además, al reconocernos a nosotros mismos, lectores
empíricos, en ese lector que postula el texto de forma explícita, no podremos evitar un
cuestionamiento sobre la supuesta fijeza del límite entre dos planos que convencionalmente
no se tocan: por un lado, el afianzamiento del lector en una pretendida realidad factual, y por
el otro, el estatuto ficcional del cuento.
En qué términos se presenta la figura del lector en el cuento, de forma que podamos
ejemplificar el reconocimiento que acabamos de describir, es la tarea que nos ocupara por
ahora. El texto comienza con un preludio en el que el narrador plantea en términos bastante
peculiares, con un tono entre humorístico y absurdo, su intención de evitar cualquier mención
a un espacio y un tiempo definidos en su narración, pero lo que llama verdaderamente la
atención es la forma imperiosa, inusual y hasta violenta en que, sin más ni más, reprende al
lector:
Bien, ya oigo que usted dice: -Hoy comienza la nueva era, anoche se
acabó la era pasada.
¡Qué tonto es usted! Siento por usted una profunda compasión. Casi
siempre permanece en silencio, y cuando por milagro se le ocurre algo,
suelta usted un disparate5 (p. 290).
Ese “usted” marca abruptamente la aparición del lector como sujeto del enunciado,
mientras que el diálogo en estilo directo lo instituye como sujeto de la enunciación, productor
del discurso junto con el narrador y demás enunciadores. Por otro lado, si el lector “casi
siempre permanece en silencio” es porque, evidentemente, siempre está ahí, en el ahí de la
narración, a partir de esta alusión cobrará una presencia, digamos virtual, a lo largo del
Efrén Hernández. “Un escritor muy bien agradecido” en Obras, pp.290-310. Todas las citas provienen de esta
edición; de aquí en adelante únicamente señalaré la página entre paréntesis después de cada cita. Las cursivas
son nuestras.
.
5
3
cuento; es un personaje como lo es el narrador, dispuestos ambos como elementos partícipes
del proceso creativo del cuento.
Si identificamos tan decididamente a ese “usted” con el lector es porque el mismo
texto lo hará evidente algunas líneas más adelante. En el segundo apartado dirá el narrador:
¿Se ha fijado usted, lector, en que cuando se encuentra en una postura
perfectamente cómoda, si algo viene a distraerle y usted se mueve,
cuando intenta volver a acomodarse se encuentra con que ya no es
posible por nada del mundo? (p. 294).
Volvemos a encontrarnos aquí al lector como sujeto del enunciado, y otras tantas veces más
aparecerá esa referencia a “usted” para señalarnos que el discurso se constituye siempre como
un diálogo, nunca como el discurso unilateral de un sujeto omnisciente. El uso de la segunda
persona, cabe destacar, es infalible como parte de la representación de un acto comunicativo
en el discurso del relato.
La figuración del lector en el marco del enunciado hace patente el juego de
complementariedad que establecen los textos, entre los que podría figurar “Un escritor muy
bien agradecido”, que tienden hacia un mayor grado de apertura6. En ellos, está prevista la
participación del lector, así como una multiplicidad de posibilidades de lectura, en el proceso
creativo del texto. Se entiende que dicho proceso no termina con la escritura, pues “un texto,
tal como aparece en su superficie (o manifestación) lingüística, representa una cadena de
artificios expresivos que el destinatario debe actualizar”7.
Precisemos. La presencia del lector en el nivel del discurso, como sujeto del
enunciado, adquiere una funcionalidad, ya que se trata de un elemento de sentido que
6
Algunas de las características que Umberto Eco observa en lo que denomina obra abierta corresponden a los
rasgos que intentamos destacar en el texto que nos ocupa, por ejemplo: una crisis del principio de causalidad
lógica que da paso a lo indeterminado y lo discontinuo, o la tendencia de la obra a evadir una sola lectura o
interpretación última, es decir, la capacidad de aceptar diversas lecturas complementarias sin agotarse nunca su
sentido. Véase Umberto Eco, Op. cit., pp. 71-104.
7
Id., ”El lector modelo”, p. 73.
4
correlaciona a todo un conjunto de enunciados para configurar el carácter dialógico del texto.
Por otra parte, al identificarse con el pronombre “usted”, el lector echa a andar otro
mecanismo en la estrategia narrativa que produce lo que denominaremos un efecto de
transferencia, ya que la realidad textual puede transferir algunas de sus cualidades a la
realidad empírica y viceversa.
La efectividad de este mecanismo cobra fuerza en la medida que el lector, además,
logra identificarse como sujeto de la enunciación del texto. Como consecuencia de este efecto
de transferencia, el lector entra en un juego que oscila entre dos posibilidades de lectura8. La
primera le permite al lector colocarse, por así decirlo, en el nivel de la narración y tomar el
papel de coenunciador9; en este caso el lector se concibe como sujeto (no individualizado)
de la enunciación del texto literario ficcional, elemento constitutivo de una estrategia textual.
La segunda posibilidad juega con el traslape del acto elocutivo ficcional sobre el ámbito de
la experiencia de lectura factual. Así, al llevar al plano empírico el proceso de enunciación
del texto literario, en su carácter de sujeto, de individuo, el lector disemina el carácter
ficcional de la obra, sustrayendo su cualidad literaria.
El efecto de transferencia entre el plano ficcional y el plano empírico comprende,
quizá, el aspecto más lúdico y sugerente de la figuración del lector en el texto, ya que nos
permite considerar una serie de presupuestos que resaltan su tendencia a la apertura y en
consecuencia propician una pluralidad de lecturas. Ejemplo de ello es suponer que, si el lector
opta por la segunda de las posibilidades de lectura mencionadas, el espacio y el tiempo de la
narración pueden trasladarse al aquí y al ahora en el presente factual de la enunciación. El
8
No queremos decir con esto que sean las únicas posibilidades que permite el texto, únicamente respondemos
a los presupuestos y limitaciones de nuestro análisis.
9
De acuerdo con la teoría de la enunciación, “el yo enunciador precisa, por el mero hecho de existir, de un noyo: el tú enunciatario o también denominado coenunciador”. Véase s. n., “Enunciación”.
5
propio discurso permite este cruce al utilizar recursos lingüísticos perfectamente
identificables; el presente del indicativo es uno de ellos, ya que la voz del narrador emula el
diálogo como un hecho que sucede en el momento en que se enuncia:
Nuestro protagonista, en este momento del relato, ya terminó de comer
sus jaletinas, ya va caminando como antes; pero ahora no va con la
despreocupación, con la tranquilidad pasadas. Es muy sencillo, a usted
le ha pasado muchas veces; a mí también. ¿Por qué voy a negarlo? Yo
soy, ante todo, muy sincero. Por lo demás, me parece que no tiene
importancia (p. 295).
El propio narrador hará énfasis en este carácter performativo del enunciado al
concebir la sucesión de los hechos en la narración como acontecimientos:
La portera es una vieja de corazón avaricioso, extraordinariamente
floja y con el carácter agrio. Pero no adelantemos los acontecimientos
(p. 296)
De este modo se incrementa el efecto que permite percibir la realidad representada en el texto
ficcional literario con valores propios de la experiencia del lector. Aquí nos surge una
interrogante: si el lector se mueve fuera del marco de la convención literaria, entonces ¿qué
es lo que tiene frente a sí? ¿En que se ha convertido el cuento? ¿Sigue leyendo o vive el
acontecimiento, al menos virtualmente? La formulación de estas incertidumbres nos hace
cuestionar una vez tanto el estatuto genérico, cuanto el propio carácter literario del texto.
Debemos precisar aquí que el efecto de transferencia no sólo disemina los límites
convenidos en el ámbito de la lectura, también moviliza el marco que delimita la figura del
narrador. Como podemos observar, en el enunciado “Nuestro protagonista, en este momento
del relato, ya terminó de comer sus jaletinas”, el narrador se asume como una especie de
autor situado en otro tiempo y en otro espacio que enmarcan la diégesis dentro de ese nivel
metadiegético que ya señalábamos. Es significativo, además, que la historia enmarcada tenga
como protagonista a un escritor. De este modo, el juego de la trasferencia entre planos
6
evocados por el discurso se diversifica, pues comprende la movilidad del sujeto (lector, autor,
narrador o personaje) en, al menos, tres niveles.
Veamos qué implica para el narrador, en primer momento asociado con la figura del
autor, la confluencia de niveles que opera en el efecto de transferencia. Como hemos podido
apreciar, el narrador se perfila como el sujeto generador del relato y es a través del reflejo de
su discurso que el lector puede ser convocado como otro sujeto de la enunciación literaria.
Ahora bien, qué sucede si cuestionamos su identidad fuera del marco de la ficción. ¿Podemos
decir que sus cualidades son transferibles al autor empírico e identificarlo plenamente con
él?, ¿se trata de otro sujeto al que el autor ha cedido la voz enunciativa? o ¿es una
construcción que convoca múltiples, como ese “tejido de citas provenientes de los mil focos
de la cultura”10? Sólo proponemos algunos ejemplos, pero toca al lector asumir una
posibilidad entre todas las que pueda imaginar y de acuerdo con ello establecer un tipo de
relación particular con su propia figuración del autor-emisor-locutor.
Cada figuración que responda a cualquiera de estas preguntas será, a su modo,
verdadera, y llevará aparejada, presupuesta, una figuración de su interlocutor, es decir, de su
lector-receptor-alocutario11. En tanto que sujetos de un acto comunicativo, cada uno precisa
de la participación del otro para establecer ese diálogo que, no sólo dará forma a una realidad
(factual o ficcional) en el acto de la enunciación, sino que los constituirá a sí mismos.
Esta relación de implicación y cooperación entre los sujetos del discurso toma otro
matiz en el siguiente ejemplo. Se introduce ahora la narración en segunda persona para
establecer un diálogo entre el narrador y el personaje de su relato:
10
Roland Barthes, El susurro del lenguaje. Más allá de la palabra y de la escritura, p. 69.
Benveniste plantea esta relación en los siguientes términos: “En cuanto se declara locutor y asume la lengua,
implanta al otro delante de él, cualquiera que sea el grado de presencia que atribuya a ese otro. Toda enunciación
es, explícita o implícita, una alocución, postula un alocutario”. Véase Émile Benveniste, Op. cit., p. 85.
11
7
A pesar de todo, tú, sentado en la Alameda, no puedes cerrar las
ventanas de tus ojos; porque en cuanto lo haces, se te abren otros ojos,
que no te sirven para ver el mundo, sino para ver dentro de ti. Con estos
ojos tedas cuenta de una infinidad de cosas más negras que el
cansancio y que la noche, más frías que el frío que clava las uñas en tu
espalda, más opacas que el sueño (p. 297).
En este pasaje, el cruce entre planos no supera en primera instancia el ámbito de la
ficción, pero debido a esa correlación propia de la enunciación que hemos señalado, el “tú”
del personaje y el “yo” pueden ser intercambiables: “tú” también significa “yo” y viceversa;
queremos decir que, gracias a la movilidad del juego de transferencia que sigue presente en
la lectura, el pronombre “tú” bien podría referirse al personaje, bien al narrador, bien al propio
lector. Diseminados así los límites que en principio parecían enmarcar la competencia de los
sujetos en el discurso, los planos ficcional y empírico vuelven a confundirse.
A partir de las reflexiones anteriores, podemos constatar que el proceso creativo que
constituye un cuento como “Un escritor muy bien agradecido”, postula entre sus términos a)
la participación activa del lector, b) la movilidad dinámica de los diferentes sujetos
implicados (sean empíricos, como el lector y el autor, sean construcciones textuales, como el
narrador y el personaje), c) la diseminación y el aplazamiento de un límite definido entre dos
realidades de orden diverso, la ficcional y la factual, d) la articulación de diferentes
procedimientos narrativos, y e) la multiplicidad de lecturas o interpretaciones, ya que, como
mencionamos antes siguiendo a Umberto Eco, el texto como superficie lingüística sólo
representa una cadena de artificios expresivos que deben ser actualizados.
Antes, al menos en dos ocasiones, hemos sugerido que existen una serie de principios
convencionales a los que se contrapondría el texto que analizamos. Es nuestro deber
preguntarnos, ¿cuáles son? ¿En qué términos se contraponen a nuestro texto? Conviene
situarnos en contexto para dar una respuesta coherente. Como ya hemos señalado en otro
8
estudio sobre la obra de Efrén Hernández12, del cual éste es complementario, la narrativa de
este autor al momento de su producción dialoga con el modelo surgido del realismo
decimonónico, definido por características tales como la presentación de personajes
arquetípicos, una ubicación espacial delimitada y definida, la secuencia lógica lineal del
tiempo, un pretendido lenguaje denotativo, y la preferencia por la narración objetiva de los
hechos puesta en perspectiva (espacial y temporal) sobre la descripción subjetiva.
Bajo este conjunto de presupuestos podemos agrupar un conjunto de obras que se
conciben como un reflejo de la realidad y de la acción del individuo, entre las que la novela
de la Revolución resalta como paradigma. Esta corriente “realista” pasa los acontecimientos
de la realidad por una especie de filtro estetizante que todo lo ordena en un conjunto lógico
y armónico, sin hacer evidentes los mecanismos que operan en el aparato narrativo. Es este
marco convencional que, cabe señalarlo, sigue presente con cierta vigencia en el campo
literario actual, al que se contrapone un texto como “Un escritor muy bien agradecido”, que
intenta diluir los filtros que distinguen al texto del acontecimiento, moviéndose en el umbral
que separa a lo real de lo ficticio.
En el cuento de Hernández, la revelación de los mecanismos narrativos resulta
significativa como recurso que articula la estructura del texto. Entendida también como un
acontecimiento, esta estructura es siempre falible si se concibe como un esquema o como una
concreción formal última y absoluta. Al contrario de esa búsqueda en la obra de un sentido
unificador, conceptualizable, que proclama el realismo, la narrativa de Efrén Hernández está
12
Andrés Vázquez, La metaficción en “El señor de palo” de Efrén Hernández.
9
configurada de modo que, en concordancia con la propuesta que hará Roland Barthes en su
concepción de lo literario, “el sentido no está al final del relato, sino que lo atraviesa”13.
Podemos interpretar estas características del cuento de Efrén Hernández como
síntoma de una manifestación que marca un punto nodal en las reflexiones ontológicas sobre
el sujeto propias de la época: la desconfianza en la búsqueda del absoluto, sea en la divinidad,
sea en la naturaleza, sea en el propio sujeto. Esto explicaría en cierta medida la confrontación
con una narrativa realista que pugna por la unicidad y el orden. Marcada por el
descentramiento, la diseminación de los límites, el acontecer del presente y la ruptura, la obra
hernandiana prefigura un cambio sustancial en la narrativa dentro del ámbito del campo
literario mexicano.
13
Roland Barthes, “Introducción al análisis estructural del relato”, p. 15.
10
Bibliografía
Barthes, Roland. El susurro del lenguaje. Más allá de la palabra y de la escritura,
Barcelona: Paidós, 1994.
-------------------. “Introducción al análisis estructural del relato” en Análisis estructural del
relato, trad. Beatriz Dorriots, Buenos Aires: Editorial Tiempo Contemporáneo,
1978, pp. 9-78.
Benveniste, Émile. Problemas de lingüística general II, trad. Juan Almela, México: Siglo
XXI, 1977.
Eco, Umberto. “La poética de la obra abierta” en Obra abierta, trad. Roser Berdagué,
Barcelona: Ariel, 1979, pp. 71-104.
-----------------. “El lector modelo” en Lector in fabula, Barcelona: Lumen, 1987, pp. 71-95.
Hernández, Efrén. El señor de palo, México: Acento, 1932.
---------------------. “Un escritor muy bien agradecido” en Obras, México: Fondo de Cultura
Económica, 1965, pp. 290-310.
S. n. “Enunciación”, Centro Virtual Cervantes, consultado en 6 de junio de 2019.
https://cvc.cervantes.es/ensenanza/biblioteca_ele/diccio_ele/diccionario/enunciacion
.htm
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