Subido por Hernan Narvaez

leyendas-bolivia

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8/18/2019
Leyendas Bolivia
ANTONIO DIAZ VILLAMIL
Y
NDAS
DE MI
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LIBRERIA EDITORIAL "JUVENTUD"
LA PAZ - BOLIVIA
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eyapu'; La Muchacha que no conocía el sabor de la sal ,
las leyendas de la papa, la coca y el ekeko culminan en las
novelas: Plebe (1943) y `La Niña de sus Ojos (1948) en
¡s que explaya con fidelidad y vigor típicas costumbres mestizas paceñas.
LEY ENDAS DE MI TIERRA , es de los repertorios primigenios del promisor autor, que -f elizmente- mereció mu-
chos premios en su f aena literaria, pareja a la de enseñante
apostólico, tal lo deja ver la ejemplar profusión de sus textos
« ú
A PA PA
escolares.
Sin duda, Antonio Díaz Villamil como señala su último
biógrafo boliviano que vive y dicta cátedra de literatura en los
Estados Unidos de Norte América, Mario T. Soria, en toda su
vida es ejemplo de una constante labor patriótica por medio de
dos actividades: el profesorado y el teatro. Como profesor
QUIENES ERAN LOS SAPALLAS
-enfatiza Soria-, ha dejado varias generaciones de alumnos
agradecidos , inspirados y dedicados al progreso patrio. Como
investigador ha hecho obra que ha afectado la educación nacio-
En tiempos muy remotos, nuestro país estaba habitado
nal: Como dramaturgo, ha creado un teatro costumbrista que
profundiza más allá de lo típico o f olklorista. Es un teatro que
llega a la raíz del alma y angustia bolivianas.
por los sapallas. Sapallas quería decir en el lenguaje antii uo
"los únicos señores". Y esto era exacto, porque este pueblo
hacía remontar la posesión de su territorio hasta los tiempos
Aquí están las páginas actualizadas de LEY ENDAS DE
MI TIERRA, en reimpresión que hace la Librería y Editorial
juventud en callado homenaje a Antonio Díaz Villamil,
fallecido en 1948.
de la tradición. Se aseguraba que el dios Viracocha, es decir
el Supremo Creador del mundo según los aymaras, al tiempo
que distribuía a cada pueblo una región determinada para
establecerse, destinó para los sapallas la r egión más próspera y rica.
LUIS RA UL DURAN
Los sapallas estaban orgullosos de su suelo. Parecía una
región predestinada a una gran raza, así como la Tierra Prome-
La Paz , agost o 1980.
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tida para el pueblo de Israel. Sus majestuosos montes nevados,
su pampa inmensa y solemne, su cielo diáfano y purísimo,
su lago legendario, sus aves, sus flores, todo, en fin hacía del
suelo de los sapallas un país nada común en el mundo.
LA INVASION DE LOS TERRIBLES KARI5
Pero, un día trágico, ocurrió lo inesperado, lo imposible,
aquello que estaba fuera de las pasiones de los sapallas.
Los sapallas vivieron en sus tierras felices y contentos.
La tierra retribuía con prodigalidad el esfuerzo de los agricultores; el Sol les enviaba desde lo alto la dorada bendición
de sus rayos para madurar los granos, y la Luna con su luz
suave plateaba las noches serenas y presidía el cortejo de
estrellas; el lago ofrecía a los pescadores abundantes y sabrosos pececillos; hasta los ríos les traían desde su misterioso
y lejano origen brillantes arenas de oro puro, que las depositaban como un regio presente sobre la linfa de sus orillas.
En una palabra, la tierra de los sapallas era una tierra ben-
dita, y, por lo mismo, los hombres que la habitaban fueron
buenos,, honrados y trabajadores.
Hacia el norte vivía un pueblo que, lo mismo que los sapallas, poseía sus tierras desde largos siglos. Pero esas tierras
estaban dominadas por un inmenso monte, que como un cen-
tinela dominaba los valles y las llanuras. Era un monte c_ue
infundía terror, con sus faldas peladas y su liostíl cresta que
parecía una constante amenaza. Además, según contaban los
más ancianos, cuando en la tierra peleaban aun los dioses
buenos y malos por el dominio de la tierra, el dios Viracocha
había logrado vencer al genio del mal y para dejarlo aprisionado en lugar seguro lo echó en un profundo abismo sobre
él colocó la inmensa mole de esa montaña. Todo esto, que
era muy sabido por los habitantes del norte, les hacía considerar esa montaña como encantada y maldita.
Tan buenos eran los sapallas que consideraban a los demás
pueblos igualmente bondadosos. Perdieron toda sospecha contra los extranjeros. Tan confiados estaban en las buenas
intenciones de sus vecinos que, hasta se olvidaron de manejar armas. Suprimieron los ejércitos por considerarlos ya inútiles en su tranquilo y apacible vivir. Habían olvidado lo que
eran las guerras y sus temibles consecuencias.
Cierto día, los habitantes del norte despertaron azorados
por un extraño ruido que parecía salir del interior de la tierra.
Fonnídables truenos vibraban aterradores en el seno del suela .
Las gentes asustadas miraban al cielo y a la tierra, sin saberqué hacer, presintiendo algún mal terrible, pero sin sabe- a
quién acudir para conjurarlo.
Cayó el día, y la noche cubrió la tierra, mientras los poAsí pasaron varios siglos. Generaciones tras generaciones
se sucedieron los sapallas gozando inalterablemente de la posesión de esa tierra generosa, en la cual, desde el mandato de
Viracocha, eran los "únicos señores".
bladores seguían en su terrible angustia. De pronto, la noche
lúgubre se alumbró fantásticamente con una luz roja y cegadora. Los mortales vieron entonces que de la cima de aquel
diabólico monte brotaba hacia el suelo un enorme chorro de
fuego líquido, que, después de elevarse como una columna
altísima, se desdoblaba sobre sí misma, ramificándose como
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c p eH A B A M B A - B U M N
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un fantástico árbol o abriéndose como un descomunal para-
Ahora volvamos a nuestro relato.
guas , caía' sobre la tierra produciendo humo espeso y asfi-
xiante.
Al principio no fue más que asombro el de las gentes
Viéndose sin hogar y sin patria , los sobrevivientes resolvieron buscar otro hogar y otra patria aunque fuera en son
que presenciaron tal espectáculo; pero cuando el fuego llegó
hasta ellos como una infernal inundación y comenzó a destruir
de conquista y con perjuicio de otros pueblos.
Como tales intenciones no tardaron en fijar sus miradas en
campos, viviendas, animales y hombres, entonces, los sobrevivientes huyeron locos de terror, lanzando ayes y alaridos de
angustia.
las fértiles y apacibles tierras de los sapallas que se extendian
hacia el sur como una presa fácil.
Toda la comarca se convirtió en un momento en un formidable mar de fuego y ceniza.
Como te habrás dado cuenta, querido lectorcito, esta
dolorosa tradición, según la geografía puede ser interpretada
de la siguiente manera:
Aquel terrible monte no era otro que el volcán Misti
tan célebre por sus constantes erupciones y la catástrofe que
he referido es una de las muchas actividades funestas del mismo. El fuego interno que según algunas teorías existe en el
centro de la tierra, logra de cuando en cuando su salida a
la superficie por esos conductos que son los volcanes. Este
fuego interno sale al exterior produciendo un sonido formidable y después de elevarse por lo alto cae a la tierra destru-
yendo cuanto está a su alcance. Muchas y ricas ciudades han
desaparecido en tales catástrofes. Pregunta a tu profesor de
Conociendo el carácter tranquilo y pacífico de los sapallas, los sobrevivientes se lanzaron sobre el pueblo vecino
como un impetuoso torrente . A la señal de sus pututos de
guerra cayeron sobre las indefensas campiñas y aldeas y en
poco tiempo consiguieron cantar sobre los desventurados
sapallas su fiero himno de conquista y de victoria.
Por su parte los sapallas, sin armas, sin jefes, sin espíse quedaron anonadados por la terrible sorpresa,
ritu guerrero
no supieron ni pudieron defenderse y desde el primer momento no tuvieron más remedio que aceptar la dominación
de los invasores. Es tos tomaron el nombre de karis que
ya que efectivamente haVarones fuertes
quería decir
bían demostrado ser más fuertes y valerosos que los sapallas.
La situación de los sapallas se hizo verdaderamente miserable. Como sucede siempre, el pueblo conquistador proclamó el derecho de su fuerza y con este derecho impuso
a sus desgraciados conquistados la más cruel esclavitud.
Historia y te contará cómo en tiempos antiguos desapare-
cieron las ciudades romanas Herculano y Pompeya. La misma ciudad de Arequipa, que al presente se encuentra al pié
del Misti, está constantemente amenazada por las furias del
volcán.
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Los karis arrebataron a los sapallas todo cuanto en su vida
pacífica y laboriosa se habían proporcionado: sus lindas y
cómodas casitas sus numerosos rebaños de llamas, sus fértiles campos, sus templos y sus jardines.
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Además, los vencedores resolvieron no trabajar en los cam-
pos y obligaron a sus esclavos sapallas a qué los mantuvieran
con el producto de sus cosechas, mientras ellos se dedica-
ban-a sus diversiones y al descanso.
Año tras año, los desgraciados sapallas después de arar,
sembrar y regar constantemente sus inmensos campos, cuando
llegaba el día de la cosecha, miraban con estupor y llenos de
indignación como llegaban los karis y recogían con sus propias manos los abundantes frutos que tanto trabajo y fati-
ga les había costado.
Los karis, después de colmar sus depósitos y graneros, recién permitían a sus esclavos entrar a los campos a recoger los
desperdicios de la cosecha.
como le parecía . En fin, era el único ser relativamente altivo
y libre entre todos los sapallas.
Los orgullosos karis, sabiendo que Choque era de noble.
origen, querían humillarlo más que a los demás y le orden..ban cumplir los más bajos oficios. Pero, el valeroso ni^i de
mostrando la entereza de carácter, como corresponr'.:' ; e s;u
noble sangre, jamás quiso cumplir las órdenes de los
Esta conducta enfurecía a los crueles invasores que varice
veces lo sometieron a los más duros castigos. Su débil cuerpecito soportó estoicamente centenares de azotes sin que sus
verdugos lograran doblegar su entereza.
Los pacientes sapallas, los antiguos súbditos de su padre,
que presenciaban aterrorizados los terribles tormentos que
sobre el hijo de su Curaca hacian llover sus despóticos señores,
lamentaban en silencio la heroica terquedad del niño, pero no
sentían contra los verdugos el menor asomo de rebeldía.
CHOQUE EL PEQUEÑO HEROE
Muchos años hacía que los sapallas soportaban esta in-
fame dominación. Parecía que su servidumbre ya no tenía remedio . Todos estaban resignados a seguir soportando su mi-
Un día que Choque había recibido como de costumbre una
abundante tanda de palos y que por consiguiente estaba ensangrentado y desfalleciente ein su miserable lecho, entró a
verlo una comisión de sus antiguos súbditos.
serable destino , por lo menos hasta que su dios los salvara
milagrosamente.
El más anciano de los sapallas delegados le habló así:
Por ese tiempo vivía entre la raza de los sapallas un ni-
-Pequeño, querido y desgraciado jefe nuestro, venimos a
manifestarte en nombre de toda nuestra desdichada raza, que
ño llamado Choque. Tenía apenas quince años y era el úl-
timo descendiente de los jefes sapallas.
ya no tenemos valor para presenciar el diario espectáculo
de tus crueles martirios.
Cuando los karis quisieron obligarle a servirles lo mismo
que los demás sapallas, Choque apesar de su corta edad se resistió con admirable entereza desempeñar para sus dominadores aun los menores mandatos. Hacía su vida por su cuenta y
El niño que se retorcía de dolor, al oír esas palabras se
incorporó haciendo un esfuerzo sobrehumano y les contestó
de esta manera:
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-Os agradezco por la pena que demostráis por la suerte del
hijo de vuestro infortunado jefe. Pero, decidme, ¿qué puedo
yo hacer para evitar los suplicios a que me someten estos malditos, opresores?
-Es bien sencillo, respondió el anciano-. Debes cumplir
las órdenes de nuestros amos, como lo hacemos nosotros.
-Eso ¡jamás -respondió con indignación el niño-. Si
vosotros estáis contentos con vuestro destino de esclavos, yo
no debo, no puedo aceptar igual suerte.
-Nuestros dioses nos han abandonado -replicó con amargura el anciano-- y no nos queda sino aceptar la fatalidad de
nuestra suerte. Si nuestros dominadores nos han perdonado la
vida, gocemos siquiera de ella. Que, de todas maneras es mejor vivir de cualquier modo, antes que perecer.
lierramientas cíe labranza Ese día los dioses volverán a cobi
nos y nos haremos dignos de reconquistar la libertad.
Desgraciadamente las sublimes palabras del abnegado
Choque no llegaron al corazón de sus súbditos . La humillación:
y el servilismo de tantos años les había hecho incapaces de
apreciar su propia dignidad.
Fracasados en su delegación, los ancianos sapallas s.:
fueron, silenciosos y decepcionados, a sus trabajos a scgu^r :.
papel de bestias domésticas de sus vencedores. "Todos e'
creían que el pequeño Dijo de su jefe estaba loco.
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LOS DIOSES SOLO ABANDONAN A LOS PUEB LO- C UE
PIERDEN LA ESPERANZA EN SU PORVENIR
-Entonces Choque, exaltado por el bajo concepto que sus
compañeros tenían del honor y de la vida, les habló así:
Como muy bien había dicho el pequeño Choque a
súbditos: los dioses y el destino sólo abandonan a los ho:-Eso que pensáis es infame e indigno, de los hombres de
una raza ilustre como la nuestra. Los dioses solo abandonan a
los que tienen alma de esclavos y nosotros no la tenemos. Y
por último, si me dáis la triste nueva de que estáis contentos
con vuestra indigna suerte, sabed que yo, yo solo, mantendré
en mi corazón el fuego de nuestra antigua independencia. Por
lo tanto, os anuncio solemnemente que seguiré como hasta
ahora, desafiando impávido la ira de nuestros opresores, hasta
morir en mi empeño o lograr que con el espectáculo diario de
mis tormentos suba la sangre a vuestras caras y la indignación a
vuestros espíritus. Si esto último ocurre por dicha nuestra,
en lugar de encorvaros dócilmente sobre la tierra para servir
al amo os lanzaréis sobre él aunque sea para dañarlo con las
bres y a los pueblos incapaces de rebelarse contra los rev.v.,se-.
de su suerte.
Los dioses ¿le los sapallas llegaron a saber la aboeñada
nobilísima actitud del pequeño curaca. Vieron por ello c _
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en la raza sapalla s que en el delicado p echo d c un .no
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vía se conservaba
pa del venerado amor a la patria vencida; que en medio de ese
pueblo al que la desventura habia tornado en mansos corderos, existia un espiritu altivo y capaz de salvar la dignidad de
toda la raza degradada En consecuencia, resolvieron ayudar a
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los sapallas para que lograran su independencia.
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Pachacamaj el Dios de los dioses, resolvió basar a l t erra en forma de un bellísimo cóndor blanco. Desde la altura
cirniéndose majestuosamente comenzó a a.isorar el sitio en que estaba Choque. Al fin lo divisó trepado en-
de las nubes
tre las breñas de u na cumbre donde el niño acostumbraba
asilarse para no frecuentar el trato de sus opresores . El cóndor, rápido como un rayo se dejó caer verticalmente deteniéndose sobre una roca, junto a la cual estaba el pequeño tocando su flauta de carrizo.
Choque, azorado por la presencia del raro animal, echó
mano de la honda que siempre llevaba ar rollada en la cintura,
disponiéndose a lanzarle un proyectil. Pero el cóndor, a v'er
la actitud hostil del hiño, le habló de esta manera:
-Hijo mio, deja en paz tu honda y escúchame.
Choque, entre asombrado y lleno de curiosidad, se acercó al cóndor.
-¿Quién eres que as¡ me hablas como un ser humano'
-le dijo.
-Hijo mio, los dioses han resuelto proteger a ti y a tu raza contra la crueldad de vuestros opresores . Por encargo del
cielo vengo a decirte que no desfallezcas en tu santo adío .e
levantar el espíritu de tu pueblo. Tus
heroisr^os han ^no^.i
do favorablemente los dioses. En cuanto ten;n un ;ruge
de los tuyos que esté dispuesto a la lucha, la protección di
vina se dejará sentir cn favor de vosotros.
-Hermosísvno o buen cóndor, mensajero de los dioses.
-contesto con profunda gratitud el niño- hace va tiempo
que he ofrecido mi sangre y mi vida por la libertad de mi
pueblo. Ordena lo que debo hacer. Que por mi parte estoy dispuesto a todo. Lo único que me apena es que la gran raza s aPero el cóndor, al ver la actitud hostil del niño .. .
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COCHABAMBA
- BO LIVIA
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palla olvide su dignidad y se resigne a vivir en la ignominia.
Ellos mismos han venido a pedir me que yo también me someta
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y esclavice a los infames opresores.
-Es cierto cuanto dices -aradi6 el cóndor-. Pero no debes desalentar en tu noble empresa.
LA PROMESA DEL CONDOR BLANCO
Llegada la época de la siembra, los sapallas, aunque con
mucha desconfianza a los deseos de su jefe, en lugar de sembrar como hasta entonces las semillas conocidas, echaron en
los surcos de la tierra labrada las misteriosas semillas que habian encontrado en la cumbre de la montaña.
Por lo que a mi toca estoy resuelto a todo: pero des-
confio de todos mis compañeros.
Sigue con entereza.
-Seguiré pero mi obra te rminará estérilmente con mi
Durante todo el tiempo del brote y desarrollo de la planta nueva, los sapallas estaban inquietos. Algunas veces hasta
casi se arrepentían de haber accedido a los deseos de Choque.
Pero, éste , lleno de fe, no cesaba de contestar:
último sacrificio, pues tantos tormentos como sufro creo que
-Esperad esperad. Cuando llegue la cosecha conoceréis
que los dioses no nos han abandonado.
no tardarán en agotarme.
-Esa ayuda que vienes a o firecerme yo quisiera más bien
que se la emplee en mo ver el corazón de mis compañeros.
Es en ellos que se debe dejar sentir la voluntad de los dioses.
-En todo se ha pensado
c ontestó con voz alentadora el
cóndor blanco-. Y ahora, sube a la cumbre más a lta de aquel
monte . Allí encontrarás un mo ntbn inmenso de una semilla
Al fin, pasaron algunos meses , y las lindas plantas verdes,
alineadas en el borde de los surcos como filas de soldaditos,
comenzaron a adornarse con vistosas florecitas blancas y li-
las. Casi al mismo tiempo , en la extremidad de apunas ramitas brotaron frutos verdes en forma de bolitas.
hasta ahora desconocida para los hombres. Cuando llegue la
noche, reúne secretamente a los tuyos y ordénales que, reco-
giendo esa semilla, cuando, llegue el tiempo de la siembra, la
echen en los surcos en lugar de la quinua, oca, kañahua y
otros productos que hasta ahora- cultivan. Cuando venga la co-
secha y vean sus resultados, entonces comprenderán los sapallas que cuentan con la ayuda de los dioses.
Tales cosas le dijo el ave, y, después de hacer prometer al
pequeño jefe que todo se haría como indicara, extendió sus
enormes alas blancas y levantó s u majestuoso vuelo hasta perderse entre las nubes.
Un día, el gran cóndor blanco, aparecióse a Choque Y
dijo:
-Cuando llegue la cosecha, deja que los karis cosechen
todo cuanto quieran . No te inquietes. Ordena a los tuyos
que esperen tranquilamente a que las nuevas plantas se marchiten completamente.
-Esta bien . Cumpliré tu orden, -manifestó el niño y se
fue lleno de esperanza a comunicar la orden a los sapallas.
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LA NOBLE ENTEREZA DE UN NIÑO Y
EL PRODIGIO DE UNA PLANTA
Llegado el mes de las cosechas , los karis comenzaron
la recolección de los nuevos frutos. Y fue tal su ambición
o
que no dejaron ni una sola para sus esclavos.
Los sapallas resignados , aunque sin mucha corrí ia^^za
en los resultados de la promesa de su pequeño jefe, des}:ués
de presenciar desde cierta distancia la ávida cosecha; se retiraron a sus casas con las manos vaciar.
Al fin cuando las últimas hojas de las plantas se hubieron agotado , el ave blanca ordenó a Choque:
-Lleva a tus sapallas a los campos cultivados ^ , afro
vechando de las noches de luna, diles que ocultamer,e. escarben entre la tierra de los surcos.
La orden del cóndor fue fielmente cumplida.
Los sapallas vieron con gran sorpresa que las raíces de
las plantas que habían sembrado terminaban en unos raros
tubérculos . Los partieron y vieron que bajo la capa oscura y terrosa había una pulpa blanquísima. Cocieron algunas en el fuego y comprobaron que era un alimento exquisito cual nunca habían conocido.
Era tan abundante la nueva cosecha que tuvieron que
emplear treinta noches en transportarla, guardándola cui-
..echaron en los surcos de lca tierra labrada las misteriosas
semillas.. .
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dadosamente en ocultas cuevas de las montañas.
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Fue entonces que recién los sapallas comenzaron a
pensar en su triste condición, en la ayuda de los dioses y en
la posibilidad de reconquistar su perdida independencia.
El pequeño jefe, lleno de entusiasmo al notar el cambio
que se operaba en el espíritu de sus compañeros, les habló
cálidamente del ideal de libertad y aceptado por ellos éste,
les ordenó que fueran preparando secretamente sus hondas
y sus flechas para el día del levantamiento. Como los sapallas ya habían olvidado el uso de las armas guerreras, fue
preciso hacer sigilosamente los manejos y los ejercicios de
adiestramiento para el combate.
VII
LA FE PUEDE SER LA FORTALEZA
DE LOS DEBILES
Mientras tanto, los karis, que tan avaramente habían
guardado los frutos verdes de la última cosecha, cuando co-
menzaron también a sufrir terribles transtomos en su organismo. Era que las verdes bolitas que ellos tomaron como excelente alimento no sólo no eran alimenticias sinó hasta en cierta manera venenosas.
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La situación de los dominadores se hizo cada vez más
crítica. Cada día morían centenares de karis. Los restantes,
o enfermaban gravemente o caían en una completa pos-
tración y debilidad.
Muy tarde ya se dieron cuenta de que los nuevos frutos
eran la causa de su desastre. Entonces, encolerizados contra
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Los sapallas fuertes y decididos, salieron a luchar contra
sus opresores.
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También te habrás dado cuenta de que la misteriosa senci-
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los esclavos quisieron castig arlos cruelmente . Mas el mismo
día Choque, desde lo alto de una cumbre, tocó su cuerno
de guerra dando la señal del levantamiento.
lla de que se trata en esta leyenda no fue otra que la papa,
Leyendas Bolivia
que tiene su remoto origen en nuestro país. Este precioso
alimento se difundió a los demás países del continente. A rafz
Los sapallas, fuertes y decididos, salieron a luchar contra
sus opresores . Los karis, sorprendidos por el repentino denuedo de los sapallas, no atinaron a atacar, ni siquiera a defenderse. Y cuando quisieron tornar las armas, estaban tan débiles que no tenían fuerzas para el combate.
Entretanto, Choque, a la cabeza de los suyos, cayó con
ímpetu nunca visto sobre los karis y los derrotó comple-
tamente.
de la conquista española fue introducido en Europa y actualmente constituye uno de los alimentos más generaliza
dos en casi todo el mundo, especialmente en Rusia, Alemania,
España, Polonia, etc.
El frutito verde que cosecharon los karis de la leyenda no
es otro que la baya o "makkunkku" que hoy se emplea solamente en los juegos y diversiones de los pastores en riernpo ele
las cosechas, no sirve para la alimentación, pues, por el cont
no, encierra un terr ible veneno que científicamente se llama
"solamina".
Los invasores sobrevivientes a la derrota, no tuvieron
más remedio que abandonar esa tierra en la que tanto tiempo
habían dominado y regresaron a sus antiguas tierras dominadas por el volcán.
BIBLIOTECA ETNOLOGICA
C O C H A B A M B A 6 01 1V 1 A
La raza sapalla, ya libre, organizó su pueblo. Aclamó como
a su caudillo
salvador a su pequeño príncipe
le obsequió
una corona de oro y esmeraldas como símbolo de su autoridad. Y desde entonces la planta preferida fue la que habían
sembrado por indicación de Choque. Se la cultivaba con cariño y se la consideraba como un don de los dioses tutelares.
Los sapallas, bajo el gobierno de Choque vivieron felices
y su pueblo fue uno de los más poderosos de su tiempo.
Aquí termina la leyenda. Como habrás podido notar,
inteligente amiguito, la abnegación de un ser pequeño y débil pero valeroso pudo reavivar el muerto sentimiento de
dignidad de todo un pueblo vencido y miserable.
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