Subido por Jonathan Herrera

Sigue siendo viable hoy la Catequesis - Revista Catequética

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Punto de vista
¿SI GUE SIENDO VIABLE H OY
L A C AT E Q UE SI S?
E
n todos los ámbitos actuales de reflexión catequética se plantea hoy en día el mismo
problema: las condiciones para el ejercicio de la catequesis se han transformado absolutamente: nuevo contexto, modificación de las condiciones para la transmisión de la
fe, inadaptación de los actuales procesos de catequesis... Y no es sólo un problema para nuestro país, sino que la misma constatación puede hacerse en Francia, en Italia, en Bélgica... La
pregunta es: ¿Qué podemos hacer? ¿Ha “muerto” la catequesis? ¿Cuál es y cómo el futuro de
la transmisión de la fe? ¿Estamos en un momento “catequético” o en un momento de “primer
anuncio” de la fe? Los niños y adolescentes actuales ¿son sujetos capaces de recibir el anuncio
de la fe? ¿Está capacitada la Iglesia actual para llevar a cabo un nuevo planteamiento?
Nuestra revista CATEQUÉTICA ha reunido en torno a una misma mesa a un grupo de personas cualificadas para plantearse todas estas preguntas, con el ánimo de suscitar preguntas
e intuiciones que puedan abrir un debate sobre el tema. Transcribir todo el proceso de la conversación sería imposible. Os lo ofrecemos algo más sistematizado, con el deseo de abrir en todos
nosotros un nuevo camino de inquietudes y reflexión.
LOS INVITADOS: Javier Martínez Cortés, S.J. (Sociólogo), Juan de Dios Martín
Velasco (Fenomenólogo de la religión), Donaciano Martínez (Catequeta), José Luis
Sancho (Psicólogo), Manuel Contreras (Profesor), Juancho Pérez Andrés
(Educador), y Asun Vitores (Catequista).
1. LA SITUACIÓN
Las “estructuras de plausibilidad” han
cambiado: Quizás se podría formular todo
como un problema de inculturación,
dado el desfase que parece haber entre los
contenidos que se dan en la catequesis y el
modo como se reciben. Probablemente es
la “estructura de plausibilidad” la que crea
problemas. La “estructura de plausibilidad” es un conjunto de indicadores que
hacen que, cuando algo no es verificable
de una manera inmediata y empírica se
afirma o se da como un contenido, hace
que parezca aceptable. La sociedad secular que nos rodea es una sociedad de la
inmanencia, sin referencia alguna a Dios,
Cristo, etc. Hay un bombardeo de imágenes que hace que la visibilidad de lo inmanente supere cualquier planteamiento
que pueda hacer una “catequesis”. Por
eso, lo que me parece es que han cambiado las “estructuras de plausibilidad”
externas: del ambiente cultural, familiar,
etc. que rodeaba al chico y a la chica, no
queda ya mucho que pueda servir como
“estructura de plausibilidad” (Javier
Martínez Cortés).
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Las condiciones para la transmisión
de la fe han cambiado radicalmente:
Nosotros tenemos como referencia para
la transmisión de la fe ( la propuesta del
Evangelio y la iniciación cristiana) dos
modelos. El modelo de un “primer anuncio” para la “primera conversión” y luego
un tiempo dedicado a la iniciación, está
pensado para adultos. Para los niños
bautizados, el modelo que hemos pensado es una primera vivencia en familia y el “proceso continuo de
catequización”, pues, tras
el bautizo de párvulo,
el niño no va a acceder a una fe libremente personalizada hasta que tenga
el
desarrollo
humano suficiente. Pero este planteamiento
no
asume la situación
socioreligiosa actual
más general y, en concreto, la situación real de
las familias ni, en consecuencia, la situación de vivencia creyente de los niños; sí, están bautizados y
no han llegado aún a la libertad suficiente, pero tampoco tienen, en general,
una familia que les haya proporcionado
la primerísima iniciación, la primera
vivencia religiosa cristiana para, a partir
de esa experiencia, desarrollar un proceso de crecimiento y maduración...; y la
comunidad cristiana se plantea más el
ejercicio catequético progresivo que una
iniciación experiencial. La cuestión de
fondo con la que nos encontramos, por
tanto, es la transmisión de la fe a los
niños, adolescentes y primera juventud.
Y ante esta cuestión hemos de reconocer
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que las condiciones – como dice una
Editorial francesa- están “bouleversées”,
es decir “patas arriba”. Y por tanto, si no
modificamos el modelo, las propuestas
que sigamos haciendo no van responden
a esas nuevas condiciones, a esa situación
verdaderamente (Donaciano Martínez)
Los hijos no reproducen los esquemas de los padres: Efectivamente, hay
una ruptura en la transmisión de la
fe, hay una crisis en el sistema
de transmisión. El modelo se ha roto y, por
tanto, hay que cambiar de estrategias
para lograr comunicar la fe a las
generaciones más
jóvenes.
Creo que la raíz
de la crisis es doble:
por un lado, ya no
existe la socialización
simultánea como español
y como católico; y por otro,
los hijos no reproducen los esquemas de los padres, ni en éste ni en ningún otro aspecto de la vida (Juan de Dios
Martín Velasco).
La fe compite con valores incompatibles: Vamos a plantear este tema, en un
principio, desde el punto de vista de lo
que es una “adicción”. ¿Qué es lo que
obtiene un chaval o una chavala al consumir una sustancia tóxica? Obtienen un
gran estado de euforia, de bienestar, de
placer que, cuando se acaba, les lleva a
un estado mucho peor que el del inicio.
Es la gran subida y la gran caída. Llegan
a una situación en la que se sienten muy
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mal y tienen que consumir. Los valores
con los que la fe compite son el poder, el
dinero, etc., que tienen esquemas adictivos: “suben” y “acaban”, nos encontramos con nuestra propia realidad insatisfecha y tenemos que volver a tirar de esos
valores...
En un segundo momento, desde la
psicología, nos encontramos con que la
individualidad se ha convertido en el
centro de la existencia. Entonces, nos
encontramos con “la pirámide” de
Maslow: vamos cubriendo nuestras necesidades de forma jerarquizada. Esta
“pirámide” de necesidades es algo abierto y flexible y, sin embargo, en el contexto social, los niños, los adolescentes y los
jóvenes tienen un proceso muy cerrado:
van cubriendo los diferentes niveles -las
necesidades básicas (pertenencia, seguridad, autorrealización)- pero no llegamos
a los de trascendencia pues estas necesidades se convierten en herramientas en
función del bienestar (José Luis Sancho).
Es posible una mayor autenticidad:
Está claro lo que pasa, pero no es un problema grande sino lógico y puede ser
hasta saludable, para sanearlo todo.
Antes no te quedaba más remedio que
ser cristiano y católico: lo tenías en la
familia, en la fiesta, en verano, en invierno, te lo decía la abuela y la vecina, y el
colegio... Era simple contagio. Ahora no
hay contagio. El que de verdad quiere ser
cristiano y católico es realmente más
auténtico (Asun Vitores).
Falla el contexto global, desde la
familia a la Iglesia, pasando por la escuela: ¿Cómo se consigue que el niño llegue
a ser una persona “plena” desde el punto
de vista de la fe? Es necesario el contexto, es decir, los testimonios, la comunidad, los profesores de religión, los demás
profesores que sean cristianos, el conjunto todo. ¿Qué pasa cuando todo esto
falla? El problema de la fe no es sólo el
problema de la fe sino que es también el
de los valores, su modo de actuar, la relación familiar, la comunicación... Y es que
hay un fallo de transmisión “global” que
afecta a todo. En cuanto a la Iglesia el
problema está en nosotros mismos, que
somos incoherentes, tenemos una fe
débil, limitada y, además, no tenemos
claro el método, el proceso, no sabemos
qué hacer y cada uno hace lo que puede,
sin que exista una acción clara de conjunto. Por otra parte, la institución eclesial tampoco ayuda mucho: debería ser
menos “doctrinal” y más didáctica, tendiendo más a ayudar que a dirigir. Y
habría que añadir el peso tan fuerte de la
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costumbre, la tradición, el modo de
actuar que siempre hemos tenido, frente
a lo cual nos da miedo plantear opciones
nuevas que lo trastoquen todo (Juancho
Pérez Andrés).
se transmite la fe en la catequesis actual
y sus claves reales de funcionamiento. A
mi modo de ver esas claves del paradigma que hoy está generalizado podrían
ser las siguientes:
La sociedad no impide la madurez de
los chavales: Quizás la ralentiza, por el
sistema de una economía dura y pura:
cuanto más tarde se incorporen al
mundo laboral, mejor para todos, porque no hay oportunidades para todos.
Otra causa de ralentización es el hedonismo: hoy podemos encontrarnos con
que ese proceso de elaborar valores, de
salir de sí mismo, etc., se está convirtiendo en una forma más de gratificación de
uno mismo: “Soy bueno y me reconozco
bueno”... Son “caridades” mal entendidas... (José Luis Sancho).
1ª, que la catequesis actual está centrada y regida por procesos de sacramentalización.
Hay un mal planteamiento de la catequesis muy generalizado: Hay que ser
conscientes del paradigma desde el que
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2ª, que es una catequesis básicamente
doctrinal y que se recibe en momentos
puntuales: la clase de religión, la celebración de la Eucaristía, etc. Sin contenidos vivenciales éticos o espirituales.
3ª, la importancia que se da a la cantidad: “tantos niños” en catequesis, en
clase de religión... Estamos obsesionados
con el número.
4ª, la formación y vivencia de los catequistas, la actitud, la metodología...
Cuando planteamos el “ideal” debiéra-
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mos contar con lo que realmente contamos, que es esto y no otra cosa (Manuel
Contreras).
2. EL DESTINATARIO DE
LA TRANSMISIÓN DE LA FE
Hoy, la “estructura de plausibilidad”
tiene que ser “interna” y personal: Si lo
que fallan son las “estructuras de plausibilidad” externas, lo que debería entrar,
entonces, en su lugar, sería una estructura de plausibilidad situada en el interior
del catecúmeno, sea niño o adulto o adolescente. En este caso, pues, la estructura
de plausibilidad se traslada al interior del
muchacho o la muchacha y habría que
lograr, por tanto, que hiciera una experiencia religiosa interior (Javier Martínez
Cortés).
El niño no es “creyente” o “increyente”: está en proceso. La “catequesis” es
un período de preparación del “sujeto”:
Se habla de que, dadas las circunstancias,
hay que pasar de la “transmisión” de la fe
a la “propuesta” o “primer anuncio” de
la fe. Incluso se dice de los niños que, en
la situación actual, son posibles “no creyentes”. A mi modo de ver no se puede
pasar sencillamente del primer modelo,
el de la “transmisión”, al segundo, el de
la “propuesta” o “primer anuncio” y esto
no se debe a que se deba dar por supuesto que los niños -bautizados- son ya creyentes sin más, sino a que resulta impropio calificar a esos niños de “no creyentes”, tanto al menos como de “creyentes”. A esas edades, el destinatario, más
que “sujeto de una opción” parece ser
más bien persona en proceso de formación para poder ser creyente o no creyente, para poder hacer la opción que
significa ser lo uno o lo otro.
Por eso, independiente de la definición propia según los diversos
Documentos, a mi modo de ver, la catequesis es un período de preparación del
sujeto -lo que San Ignacio llamaría creación del “subyecto”- es decir, de una persona con capacidades para vivir espiritual y religiosamente (Juan de Dios Martín
Velasco).
El niño es capaz de una experiencia
de fe: Admito que se pueda hablar de
una cierta “incredulidad” de los niños
por la incertidumbre del futuro de esa
fe, porque no están capacitados para
escuchar un “primer anuncio” ante cual
puedan hacer una “primera opción” de
libertad. Pero yo creo que esas afirmaciones se hacen a partir de un esquema
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previo adulto en el que, luego, intentamos ver cómo metemos al niño dentro
de ese esquema. Habría que hacer otra
pregunta: ¿es posible que un niño o una
niña vivan una experiencia de fe? No
digo que hagan una opción de ser creyente desde la libertad desarrollada,
pero sí que es posible que vivan una
experiencia de fe. Un niño es una persona muy importante, con grandes posibilidades, que tiene que tener su hueco, su
protagonismo en la sociedad y en la
Iglesia. Por eso un niño puede tener una
experiencia de fe, aunque, de suyo, su
fe, como su posicionamiento humano,
etc., tienen una incertidumbre de futuro. Es una experiencia de fe inserta en su
condición de evolución humana (Donaciano Martínez).
3. NECESIDAD DE
UN NUEVO MODELO
DE TRANSMISIÓN DE LA FE
Y DE CATEQUESIS
Un momento histórico: un nuevo giro
en la catequesis: En la historia de la catequesis encontramos un primer modelo
de acceso a la fe, testificado por el Nuevo
Testamento. Luego hay un giro muy
importante y aparece el segundo modelo: el catecumenado, con adultos, en el s.
III. Y hay otro gran giro y otro modo de
acceso a la fe, por socialización, en la
Iglesia “de cristiandad”, a modo de
reproducción sociológica. En estos
momentos yo creo que hay que dar un
tercer giro, muy fuerte pues estamos
ante un tránsito tan fundamental, ante
una situación tan nueva que es preciso
pensar, diseñar y operativizar un nuevo
modelo de acceso a la fe.
La Iglesia debe hacer un nuevo planteamiento desde el fondo, con mucha
creatividad y mucha libertad, sin estar
condicionados, a la hora de pensar. Y
hablo de libertad, no sólo ante la autoridad, sino ante nosotros mismos; practiquemos el derecho a imaginar sin miedo
a equivocarnos; démonos un tiempo
para pensar sin estar preocupados por
ponerlo inmediatamente en práctica ya
mañana porque, si es así, también vamos
a estar condicionados.
Pienso que, a la hora de plantearnos
un nuevo modelo hemos trabajado muy
a la contra intentando corregir o evitar
los defectos de los que veníamos. Hemos
hecho una labor “correctora” pero
hemos trabajado menos los elementos
nuevos positivos. Es una invitación a
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percibidas. Estamos respondiendo, dentro del esquema de
Maslow, completamente al revés:
empezamos por las necesidades
trascendentes y nos olvidamos
de las otras (José Luis Sancho).
superarnos, pero evolucionando hacia
adelante, no hacia atrás. Al plantear una
revisión de la situación catequética
actual, hemos de tener cuidado porque
hay nuevas fuerzas que pueden llevarnos
a la trampa involucionista. Claro que la
mejor manera de apostar por el “no” a
este riesgo, es ensayar una revisión hacia
adelante (Donaciano Martínez).
La Iglesia debe renunciar a muchas
cosas porque estamos planteando la
estrategia al revés: La Iglesia, ¿está capacitada para asumir esta situación? Sí,
pero... ¿está dispuesta a renunciar a
muchas cosas, como pueden ser las grandes concentraciones, para realizar “intervenciones” a diversos niveles? En la pedagogía del evangelio Jesús le da a la gente
primero los panes y los peces -los alimenta-, después los cura y, por último,
les da la Eucaristía. Esto corresponde
precisamente al proceso de hacerse persona que plantea Maslow: primero cubro
necesidades mínimas, después las un
poco más amplias, más vitales y, finalmente, trasciendo. La Iglesia, pues, debe
adoptar esta pedagogía planteándose
intervenciones a nivel de individuo, a
nivel de familia, a nivel de grupo de iguales, a nivel de barrio, de ciudad, de país,
y a nivel más político, desde la libertad.
Nos tenemos que plantear todo de
nuevo porque la impresión es que estamos respondiendo a necesidades no
¿Cantidad o calidad?: El problema es que nos asusta la cantidad. Pero
quizás lo que tenemos que buscar es la
calidad. Podemos ser pocos, pero si hay
coherencia, puede haber un verdadero
“enganche”. Hay que lograr que las cosas
sean auténticas y no preocuparse de que
el núcleo sea pequeño porque, si de verdad es auténtico, sí que puede ir creciendo (Asun Vitores).
Y, además, nos planteamos los procesos pastorales como nos planteamos también los mecanismos de acción social.
Los recursos de acción social se están
midiendo actualmente desde un punto
de vista “económico”: nº de personas
atendidas y coste. Y lo mismo a nivel pastoral. “¡Mira la cantidad de niños a los
que damos la 1ª comunión, la cantidad
de adolescentes...!”, decimos a veces...
Siguiendo con el paralelismo de los
programas de acción social, cuando
alguien no se adapta al recurso, quien
falla es el sujeto, no el recurso. Si ha
hecho una parte del recurso, consignamos: “ha hecho una parte” y nos damos
por contentos: no hemos fracasado. Igual
en la pastoral: ha hecho la 1ª comunión,
“ha tragado”... : no hemos fracasado...
Pero si el sujeto no encaja del todo, decimos: esta sociedad incrédula no nos permite transmitir la fe... Atendemos mucha
gente, pero ¿realmente estamos haciendo
una oferta salvífica? (José Luis Sancho).
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4. CLAVES PARA UN NUEVO
MODELO DE CATEQUESIS
Una “mistagogía” como iniciación a
la experiencia religiosa: Es muy probable
que, como en otros terrenos, el método
sólo se desarrolle en contacto con los
contenidos y que, por tanto, el “subyecto” espiritual sólo pueda desarrollarse en
contacto con los valores espirituales así
como el sujeto creyente sólo pueda ir
creciendo como tal con esa “presencia”
que se da en la dimensión de trascendencia. En ese caso estaría la presentación de la figura de Jesús, de su vida, de
sus palabras, pues Jesús, como “parábola
de Dios”, puede ir suscitando el despertar del sujeto al misterio. La catequesis
así entendida puede constituir una verdadera mistagogía o iniciación en la
experiencia de la vida del espíritu que
capacite para la opción creyente ulterior
(Juan de Dios Martín Velasco).
Un proceso pastoral más que sólo
catequético. Nuevas claves: Hay que
hacer la opción por un nuevo modelo
de transmisión de la fe a la infancia-adolescencia que supere lo meramente
“catequético”, alcance toda la radicalidad y amplitud “pastoral”, y que acentúe lo misionero; al interior de este
planteamiento estaría la propuesta catequética.
Para pensar y elaborar ese proceso
pastoral, lo primero es tener de fondo
un buen paradigma de transmisión de la
fe. Yo suscribiría la clave y perspectiva de
reelaboración personalizada que plantea
Juan de Dios Martín Velasco1.
Pensando en los sujetos destinatarios
de nuestra reflexión, creo que la imagen
que nos puede ayudar es la de “gestación
humano-creyente”, que nos facilitaría
realizar bien el acompañamiento y nos
evitaría caer en falsas expectativas.
Atendiendo a las distintas situaciones
de vida cristiana en las familias y otros
aspectos de la experiencia de los niños y
adolescentes, otro punto a tener en
cuenta es la necesidad de establecer una
diversificación de procesos.
Claro que el más importante desafío,
como acabo de señalar, es, una nueva
concepción del proceso continuo, no de
catequización, sino de pastoral o, mejor,
de acompañamiento: un proceso continuo de acompañamiento. Y luego, al
interior de este proceso de acompañamiento, estaría el diseño de un nuevo
proyecto de lo que sea estrictamente
catequético. Y, habrá que replantear las
etapas, que no serán todas tan estrictamente “catequéticas”.
Para mí, ese “proyecto” debería tener
dos momentos especiales: uno en la
infancia, que estaría caracterizado sencillamente por vivir una experiencia, una
especie de “mistagogía”, esa sería la
clave. Y otro, que llamaríamos de reelaboración personalizada, en la adolescencia o primera juventud. En cuanto a lo
primero, ¿es posible, por tanto, una
“catequesis de iniciación” que consista,
más que en una transmisión de conocimientos, en un taller de experimentación cuya metodología sea, consecuentemente, iniciática contando, además, con
1. Juan de Dios Martín Velasco, “La transmisión de la fe en la sociedad contemporánea”, Ed. Sal Terrae,
Santander 2001.
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una participación especial de la familia y
con una mayor relación grupo-comunidad? Yo creo que sería, por decirlo en
otro leguaje, un “taller de experimentación”, con una metodología “iniciática”,
que es, fundamentalmente, dar la mano
a alguien, o a un grupo, para vivir una
experiencia. Una metodología de este
tipo es una metodología más iniciática,
en la que el método es vivir experiencias.
Se trataría de ir entregando al niño o
niña elementos básicos para el futuro.
Por ejemplo, hoy todos afirmamos la
necesidad de una experiencia religiosa; y
no olvidemos lo que en otro momento
hemos insistido de desarrollar actitudes
humanas. Y creo que el encuentro con
Jesús es necesario desde el principio,
aunque su presentación no alcance toda
la amplitud cristológica.
Esto conlleva una nueva concepción
del grupo como ámbito de la experiencia, y una nueva relación del grupo con
la comunidad cristiana y con la familia.
Está, también, el tema de la metodología. Creo que ha de ser muy plural.
Opto por una pedagogía más “iniciática” de fondo y más plural en metodologías concretas.
Y no olvidemos que, antes de todo,
hay que atender a la maduración de los
catequistas. Hacer un buen perfil del
catequista y trabajarlo. El nuevo modelo
no puede llevarlo a cabo cualquier catequista (Donaciano Martínez).
Hacer pensar, hacer experimentar: Yo
tengo mucho contacto con adolescentes
y es así: inmediatez, sin exigencias... ¿Por
dónde se les puede entrar? Pues a veces
basta con explicarles las cosas en vez de
que sean “porque sí”. Otras cosas no
serán, pero lo que es conocimientos,
informaciones, tienen de sobra. Hay que
lograr que piensen las cosas antes de
rechazarlas o pensar que lo que hace la
abuela es ridículo... Y otro tema son las
sensaciones. Es lo único que, a veces,
puede hacerles cambiar. Contacto con
otros, conocer... Y lo mismo pasaría con
los niños: tener momentos para explicarles las cosas antes de que las rechacen y
provocar momentos de contactos que les
“enganchen”... (Asun Vitores).
El contexto: ¿parroquia, comunidad,
escuela?: Hemos hablado del contexto.
Yo creo que es necesario que los sujetos,
además de vivir experiencias, entren en
contacto con una comunidad real que,
de alguna manera, viva lo que predica. El
contexto familiar y el contexto eclesial.
Para que nuestra fe no se reduzca al
grupo (Juancho Pérez Andrés).
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Yo creo, además, que hay que implicar a la comunidad en este proceso de
manera que no sean los catequistas los
únicos responsables sino que la comunidad tenga también intervenciones bien
programadas (Juan de Dios Martín
Velasco).
Mi pregunta es si la escuela es un
espacio de catequesis. Cuando hablamos
de educación de la fe, hablamos básicamente de la catequesis y de la enseñanza
de la religión en la escuela (ERE). Desde
mi punto de vista hay una grave identificación entre ambas.
Hablamos, pues, de escuela. Pero
¿qué
entendemos
por
escuela?
Hablamos de la escuela como sistema
educativo y como institución. Como sistema educativo, evidentemente la escuela no es el espacio para la catequesis.
Como mucho es el espacio para la ERE
que, elegida fundamentalmente por
alumnos de Primaria y en un 60% por
alumnos de ESO, puede ser pensada
como “primer anuncio”.
Por lo que se refiere a la institución,
la organización de la escuela como tal,
evidentemente los centros públicos no
son espacio para la catequesis. En cuanto
a los centros privados católicos, no podemos confundir el “grupo de clase” con el
“grupo de catequesis” ni la clase de religión con planteamientos y metodologías
con finalidades claramente catequéticas.
Haríamos, desde mi punto de vista, un
flaco servicio a la educación de la fe.
Mi duda es si los espacios fuera de la
clase de religión pueden aprovecharse
como espacios para la catequesis. Porque
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yo pienso que la identidad de un centro
católico tiene que estar, no tanto ni básicamente en la enseñanza de las distintas
asignaturas, en el currículum, sino en
ese ambiente organizativo, en esos procesos, en unas relaciones auténticas, en
la opción preferencial por los pobres, en
el educar “hombres y mujeres para los
demás” que decía el P. Arrupe, en el proceso de la educación en valores, etc. Y
luego, a través de esa presentación de la
fe, de ese talante que se respira, de ese
estilo, puede haber un grupo o comunidad que quiera crecer más en la fe,
entrar en un proceso claramente catequético, de celebración litúrgica, de profundización en los misterios de la fe, de
una opción claramente ética y moral
desde los presupuestos católicos y ese
sería un grupo “de catequesis” (Manuel
Contreras).
5. TALLER DE EXPERIENCIAS
5. (Primer momento)
Experiencias humanas y experiencias
religiosas. Precaución: La preparación
del sujeto para la opción de fe podría
tener muchos sentidos: despertar el uso
de las facultades indispensables para la
adopción de esas opciones; la razón,
pues en esos momentos se está desarrollando; la libertad; la capacidad para las
relaciones interpersonales; la capacidad
de escucha, de admiración, de apertura
a lo espiritual, el fortalecimiento de la
capacidad de tomar determinaciones, la
formación de la voluntad, la superación
de tendencias y caprichos, la capacidad
de superar los influjos del exterior y el
medio ambiente, la apertura a la comunicación con el otro y los otros superando el ensimismamiento o el refugio en la
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fantasía, la tendencia al narcisismo..., disposiciones todas ellas indispensables
para que pueda producirse la decisión
de fe. Parte sustancial de ese proceso
sería favorecer el despertar del sujeto a la
dimensión de trascendencia.
Pero convendría no precipitar experiencias que quizás suponen pasos ulteriores. Ir facilitando experiencias humanas, lo más plenamente humanas que se
pueda, porque donde el hombre entra
en juego, todo él, entra también en
juego la trascendencia, la relación con lo
que nosotros llamamos Dios. A mí me
parece que lo fundamental es que se
cree ese sujeto humano, en el sentido
más pleno de la palabra. Pero sin intentar poner lo religioso desde el principio
porque se puede pervertir el sentido de
lo religioso y llevar a una especie de vacunación, asociándolo más tarde con algo
infantil. Que cuando surja, surja...
Una experiencia que me parece que
puede ser útil tiene que ver con el “trascendimiento”, una acción compleja, difícil para cualquier sujeto, sobre todo el
sujeto individualista actual. Pero creo
que se pueden ir preparando opciones
de trascendencia abriendo al sujeto al
ejercicio de dimensiones que lo son de
trascendencia, como es la relación con el
otro, la relación con el bien (es decir, la
actitud ética), y la dimensión estética, la
admiración ante ese “plus” que tiene la
realidad y le hace ser bella. A mí me
parece que el cultivo de estas experiencias ya es cultivo de trascendencia.
Y en esas edades primeras hay un
paso que me parece imprescindible, que
es ayudar al sujeto a interpretar y formu-
lar su propia experiencia, porque no hay
experiencia si no es interpretada y formulada de alguna manera. Ayudarles a
que formulen con su propio lenguaje
proponiéndole fórmulas que le ayuden a
encontrar la suya (Juan de Dios Martín
Velasco).
6. LA FAMILIA
Modelos de identificación. ¿Catequesis familiar?: Unos psicólogos consideran más los procesos de maduración del
propio sujeto, y otros piensan más en el
contexto, en los modelos de identificación en la familia, que son cruciales. Y
los primeros son los padres. Y esto nos
remite a la catequesis familiar... Pero hay
dificultades que vienen de otra parte. La
relación de pareja está tan cuestionada,
lo mismo que la concepción del matrimonio “para siempre”... Yo creo que es
difícil implicar a muchas familias en un
proceso catequético (Javier Martínez
Cortés).
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Otra pedagogía: Ese tema de la interiorización de modelos creo que se
corresponde también con la situación
anterior, en la que había una continuidad de las generaciones y donde se interiorizaban los modelos de la generación
anterior. Pero eso ahora está sufriendo
un corte y está ganando la necesidad,
desde muy temprano, de rehacer la propia identidad, de reformularla. Quizás
deberíamos tener esto en cuenta a la
hora de pensar cauces de comunicación
de la fe distintos de lo que la familia
hacía antes (Juan de Dios Martín Velasco).
¿Lo supimos hacer?: Lo que yo veo es
que en comunidades de base, de cristianos militantes, han sabido transmitir a
sus hijos valores (honradez, laboriosidad, solidaridad...), pero no han sabido
transmitir la visión religiosa. Y no es que
sean “irreligiosos” por no ir a misa, sino
que la práctica les parece una cosa inútil
(Javier Martínez Cortés).
La familia no transmite valores: Hay
un nuevo modelo. Estamos en un nuevo
campo. Y el problema no es que haya
más o menos fe. El problema es que
desaparece el modelo, los valores... Está
en juego todo. Las familias no transmiten valores, lo cuestionan absolutamente
todo..., han perdido un poco el norte...
Depositan la labor educativa en los centros escolares porque ellas mismas no se
sienten capaces... Estamos en un nuevo
campo de juego en el que las intervenciones deben ser más globales pues no
podemos aislar al niño, al adolescente,
del medio (José Luis Sancho).
Un nuevo modelo de presencia e
implicación familiar: La “catequesis
familiar” no puede ser unívoca por la
enorme diversidad de las familias. Con
algunas familias pudiera ser francamente
inviable. En este campo creo que tendríamos que hacer también un nuevo planteamiento de presencia e implicación de
la familia. Ni la pequeña vieja relación
CATE
QUE
TICA
0. Catequéticia 5/2003 _GFO
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que había de la catequesis de la comunidad cristiana con la familia ni copiar tal
cual la llamada “catequesis familiar”; formulemos una alternativa que suponga
no sólo implicación sino presencia de la
familia; hagamos propuestas viables, con
unos criterios para valorar la situación de
cada cual (Donaciano Martínez).
¿Escuelas de padres?: A mí no me
parece tan difícil. Yo trabajo con muchos
separados. Si yo, día a día, consigo unir a
separados con objetivos comunes, un
hijo en situación de riesgo por ejemplo,
y ambos se ponen a hacer algo juntos,
entran en un proceso junto con el hijo. A
lo mejor es el sistema es la escuela de
padres, acompañarles como padres en la
educación de sus hijos. Impliquémosles
en valores humanos, que son también
evangélicos. Todos los modelos de intervenciones en conductas de riesgo, a
muchos niveles, que se están diseñando y
poniendo en práctica obteniendo algún
resultado positivo, son aquellos que
están orientados a dar capacidades a los
padres ayudándoles a enseñar, a transmitir (José Luis Sancho).
7. REELABORACIÓN Y
ACOMPAÑAMIENTO
(segundo momento del proceso)
Reelaboración personalizada y acompañamiento: Este sería un segundo
momento, tras el “taller de experiencias”, en clave del planteamiento de Juan
de Dios Martín Velasco, de reelaboración
personalizada, o de reapropiación, etc..
Hemos, pues, de plantear ese momento
no a partir de una mera preparación al
sacramento sino a partir de esa clave de
reelaboración, de reapropiación perso-
nalizada, sabiendo y evitando el riesgo
de que se llegue a una identidad excesivamente particularizada y ayudando a los
que son más débiles para poder realizar
esa elaboración.
Para todo esto es absolutamente
necesario un acompañamiento. Es
impensable que en grupos de confirmación no se tengan encuentros personalizados. También en las otras etapas debe
haber acompañamiento y personalización El acompañamiento puede estar
hecho a base de actividades, no sólo de
sesiones de catequesis, a base de programas de acción y de diálogos personales...
(Donaciano Martínez).
Pluralidad de jóvenes: Yo, lo que
constato a través de las encuestas sociológicas sobre los jóvenes es que no hay
un tipo de joven, de creyente o increyente, sino una pluralidad de tipos, lo que
viene a decirnos que los sujetos reelaboran lo que han recibido y reconstruyen
sus identidades. Eso no se puede eliminar del proceso como se eliminaba
antes, cuando el niño no hacía otra cosa
que asumir y reproducir lo que los
padres vivían. Y habrá que ayudar a la
reconstrucción de esas identidades,
dejando un amplio margen al sujeto, su
circunstancia, sus contextos, su libertad,
su opción personal. No podemos pensar
en unos destinatarios “in genere”. El proceso va dirigido a cada persona (Juan de
Dios Martín Velasco).
CATE
QUE
TICA
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