Lee cada uno de los poemas y selecciona uno; luego, apréndelo de memoria y prepárate para declamar. Blasón (José Santos Chocano) Soy el cantor de América autóctono y salvaje: mi lira tiene un alma, mi canto un ideal. Mi verso no se mece colgado de un ramaje con vaivén pausado de hamaca tropical… Cuando me siento inca, le rindo vasallaje al Sol, que me da el cetro de su poder real; cuando me siento hispano y evoco el coloniaje parecen mis estrofas trompetas de cristal. Mi fantasía viene de un abolengo moro: los Andes son de plata, pero el león, de oro, y las dos castas fundo con épico fragor. La sangre es española e incaico es el latido; y de no ser Poeta, quizá yo hubiera sido un blanco aventurero o un indio emperador. Mi Patria (Francisco Izquierdo Ríos) Mi patria es muy grande y de belleza sin par: la forman la selva y el ande, la costa y el mar. Larga faja es la costa (con valles, rocas, arenales, ciudades y haciendas) ... angostas tierras bañadas por el mar. La sierra es una tierra de valles y montañas con grandes pastizales; con oro y plata, en sus entrañas, y, en sus alturas, verdes trigales. La selva, inmensa llanura de árboles, sombras y luz solar. Con sus ríos, lagos y espesuras, es despensa de la humanidad. Con islas, peces y aves guaneras, otro reino opulento es el mar. Por él, con nuestra bandera en alto a otras tierras nuestros barcos van. Ronda peruana (Francisco Izquiero Ríos) Juguemos a la Ronda, muchachitos de la Costa En esta bella mañana, muchachitos de la Montaña. ¡Que linda es nuestra tierra, muchachitos de la Sierra! Mar, árbol y escarpa forman nuestra Patria. En la cumbre del Ande, bailemos muy contentos, por nuestra patria grande, a sol, niebla y viento. A orillas del Amazonas bailemos nuestras rondas. A orillas del Océano muchachitos peruanos. ¡Hurra! ¡Por el Perú! iPor el Perú! ¡Hurra! Alegres los corazones niños de las tres regiones. Costa, Sierra y Montaña bailan en esta mañana su ronda peruana. Héroe del pueblo (Washington Delgado) Yo construyo mi país con palabras, digo cielo cuando miro el cielo digo luz, agua, corazón y lo demás ignoro. El silencio es profundo, pero amo las alturas. Hombres son y mujeres los que que alumbran mis ojos y ni voz está con ellos como el aire en que viven. No me importa la muerte si es justo mi combate. Por el amor no por el odio he de sobrevivir. Yo canto en las matanzas, yo bailo junto al fuego, yo construyo mi país con palabras. Arenga al peruano (Mario Florián) No te sientas pequeño, hombre común peruano, peruano de estos días: confirma tu grandeza delante de tu huésped, delante del foráneo que llegó de muy lejos a comer de tu mesa; que llegó de muy lejos a vivir en tu espacio, y a hablarte de su origen y a hablarte de su fuerza. Tú desciendes del puma, tú desciendes del rayo. Y en tus músculos duerme colosal fortaleza. No te humilles. Despierta. Elévate peruano. Erígete. Ya es hora. Revive tu ejercicio De amansador de Mundos, de continentes bravos, De forjador de imperios sobre precipicios. Levántate peruano. Pisa otra vez tu tierra... Que el horizonte vea tu figura broncínea De semidiós, de cóndor. Despliega tu mirada Y el poder de tus alas y tu aptitud antigua. Vindícate en la tierra... Porque estás en tu tierra Desde hace eternidades... Y tu tierra te adora. ¡Exprésate peruano! ¡Exprésate de nuevo! ¡Sé heroicidad, destino! ¡Levánte! ¡Ya es hora! Yo soy peruano (Marko Polo) Yo soy peruano ¡Señores! Yo soy peruano peruano de corazón yo lIevo en la sangre coraje, valentía y tesón. Mi patria es la patria del Inca la tierra del dios Sol la raza prodigiosa que América ensalzo. ¡Señores! En este suelo nacimos y por el debemos luchar en esta tierra crecimos y por eso la debemos amar. ¡Señores! Yo soy peruano hoy un pequeño cantor por la Paz y la Justicia mañana ¡Un gran Trabajador! Mi país (Winston Orrillo) En un libro de colores me encontré con mi país: era bello y noble y fuerte como el día al despertar. Me encontré con sus montañas y encale su azul altar, y bogue yo en sus lagunas de la mano de papa. Me perdí yo entre sus bosques, caminé por la ciudad, y por todas partes todas yo quería juguetear. Mi país tiene la forma que le da mi corazón y todo esto yo lo digo al cantarle esta canción. Al Perú (Federico Barreto) ¡Patria del corazón! La suerte un dia, te hundio en el pecho con furor la espada, y hoy, abatida pero no humillada, pareces un león en la agonia. Antes, cuando dichosa te veia, fuiste por mi con entusiasmo amada; pero hoy, que veo que eres desgraciada no te amo ya… ¡te tengo idolatria! ¡Oh! ¡Quien pudiera, Patria, quien pudiera disipar las tinieblas de tu cielo y sucumbir envuelto en tu bandera! Yo, tal fortuna es todo lo que anhelo, ¡y que me echen de cara cuando muera, para besar el polvo de tu suelo! Perú en alto (Alejandro Romualdo) Según mi modo de sentir el fuego soy del amor: sencillamente ardiendo. Según mi modo de sufrir el mundo, soy del Perú, sencillamente siendo. Tierra de Sol, marcada al negro vivo, llorando sangre por los poros, sombra a media luz del bien, a media noche del día por venir. Yo estoy contigo. Golpe, furia, Perú: ¡Todo es lo mismo! Saber, a ciencia incierta, lo que somos, buscando, a media luz, otro destino, con todo el cielo encima de los hombros. Por eso quiero alzarte, recibirte con los besos abiertos, junto a la luz, ardiendo de alegría. Patria Querida (Lilian Goicochea Ríos) Es mi Patria querida, el rincón donde nací, a la que venero y canto cada día con amor, desde Los Andes que cruzan avecillas hasta el mar, pasando por la espesura de la Selva y su calor; le canto a toda mi Patria porque en ella hay riquezas, los corales en el mar, la minería y la pesca, la dulzura de la caña, su sol y su primavera, todo lo tiene mi PATRIA desde la Sierra a la Selva; ante el pendón bicolor hago una real reverencia, cantando el Himno Patrio, rasgo el alma en cada nota y me encanta ver lucir en mi pecho, a la izquierda, la roja y blanca, de seda, la hermosa escarapela, honor y honor al Perú, en todos los actos míos, en cada nota del canto, en el verso y mi canción porque te llevo en mi alma te saludo Perú mío, ofreciéndote la ofrenda con sangre del corazón. La escuelita (A cocachos aprendí) (Nicomedes Santa Cruz) A cocachos aprendí mi labor de colegial en el Colegio Fiscal del barrio donde nací. Tener primaria completa era raro en mi niñez (nos sentábamos de a tres en una sola carpeta). Yo creo que la palmeta la inventaron para mí, de la vez que una rompí me apodaron “mano ‘e fierro”, y por ser tan mataperro a cocachos aprendí. Juguetón de nacimiento, por dedicarme al recreo sacaba Diez en Aseo y Once en Aprovechamiento. De la Conducta ni cuento pues, para colmo de mal era mi voz general “¡chócala pa’ la salida!” dejando a veces perdida mi labor de colegial. ¡Campeón en lingo y bolero! ¡Rey del trompo con huaraca! ¡Mago haciéndome “la vaca” y en bolitas, el primero…! En Aritmética, Cero. En Geografía, igual. Doce en examen oral, Trece en examen escrito. Si no me “soplan” repito en el Colegio Fiscal. Con esa nota mezquina terminé mi Quinto al tranco, tiré el guardapolvo blanco (de costalitos de harina). Y hoy, parado en una esquina lloro el tiempo que perdí: los otros niños de allí alcanzaron nombre egregio. Yo no aproveché el Colegio del barrio donde nací… Los heraldos negros (César Abraham Vallejo Mendoza) Hay golpes en la vida, tan fuertes… ¡Yo no sé! Golpes como del odio de Dios; como si ante ellos, la resaca de todo lo sufrido se empozara en el alma… ¡Yo no sé! Son pocos; pero son… Abren zanjas oscuras en el rostro más fiero y en el lomo más fuerte. Serán tal vez los potros de bárbaros Atilas; o los heraldos negros que nos manda la Muerte. Son las caídas hondas de los Cristos del alma de alguna fe adorable que el Destino blasfema. Esos golpes sangrientos son las crepitaciones de algún pan que en la puerta del horno se nos quema. Y el hombre… Pobre… ¡pobre! Vuelve los ojos, como cuando por sobre el hombro nos llama una palmada; vuelve los ojos locos, y todo lo vivido se empoza, como charco de culpa, en la mirada. Hay golpes en la vida, tan fuertes… ¡Yo no sé! Masa (César Abraham Vallejo Mendoza) Al fin de la batalla, y muerto el combatiente, vino hacia él un hombre y le dijo: «¡No mueras, te amo tánto!» Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo. Se le acercaron dos y repitiéronle: «¡No nos dejes! ¡Valor! ¡Vuelve a la vida!» Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo. Acudieron a él veinte, cien, mil, quinientos mil, clamando «¡Tánto amor, y no poder nada contra la muerte!» Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo. Le rodearon millones de individuos, con un ruego común: «¡Quédate hermano!» Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo. Entonces todos los hombres de la tierra le rodearon; les vio el cadáver triste, emocionado; incorporóse lentamente, abrazó al primer hombre; echóse a andar… Piedra blanca sobre piedra negra (César Abraham Vallejo Mendoza) Me moriré en París con aguacero, un día del cual tengo ya el recuerdo. Me moriré en París -y no me corrotal vez un jueves, como es hoy, de otoño. Jueves será, porque hoy, jueves, que proso estos versos, los húmeros me he puesto a la mala y, jamás como hoy, me he vuelto, con todo mi camino, a verme solo. César Vallejo ha muerto, le pegaban todos sin que él les haga nada; le daban duro con un palo y duro también con una soga; son testigos los días jueves y los huesos húmeros, la soledad, la lluvia, los caminos… A mi hermano Miguel (César Abraham Vallejo Mendoza) ¡Hermano, hoy estoy en el poyo de la casa, donde nos haces una falta sin fondo! Me acuerdo que jugábamos esta hora, y que mamá nos acariciaba: «Pero hijos…» Ahora yo me escondo, como antes, todas estas oraciones vespertinas, y espero que tú no des conmigo. Por la sala, el zaguán, los corredores. Después, te ocultas tú, y yo no doy contigo. Me acuerdo que nos hacíamos llorar, hermano, en aquel juego. Miguel, tú te escondiste una noche de agosto, al alborear; pero, en vez de ocultarte riendo, estabas triste… Y tu gemelo corazón de esas tardes extintas se ha aburrido de no encontrarte. Y ya cae sombra en el alma. Oye, hermano, no tardes en salir, ¿Bueno? Puede inquietarse mamá. La niña de la lámpara azul (José María Eguren) En el pasadizo nebuloso cual mágico sueño de Estambul, su perfil presenta destelloso la niña de la lámpara azul. Ágil y risueña se insinúa, y su llama seductora brilla, tiembla en su cabello la garúa de la playa de la maravilla. Con voz infantil y melodiosa con fresco aroma de abedul, habla de una vida milagrosa la niña de la lámpara azul. Con cálidos ojos de dulzura y besos de amor matutino, me ofrece la bella criatura un mágico y celeste camino. De encantación en un derroche, hiende leda, vaporoso tul; y me guía a través de la noche la niña de la lámpara azul. Caricia (Gabriela Mistral) Madre, madre, tú me besas, pero yo te beso más, y el enjambre de mis besos no te deja ni mirar... Si la abeja se entra al lirio, no se siente su aletear. Cuando escondes a tu hijito ni se le oye respirar... Yo te miro, yo te miro sin cansarme de mirar, y qué lindo niño veo a tus ojos asomar... El estanque copia todo lo que tú mirando estás; pero tú en las niñas tienes a tu hijo y nada más. Los ojitos que me diste me los tengo de gastar en seguirte por los valles, por el cielo y por el mar... Obrerito (Gabriela Mistral) Madre, cuando sea grande, ¡ay..., qué mozo el que tendrás! Te levantaré en mis brazos, como el zonda al herbazal. O te acostaré en las parvas o te cargaré hasta el mar o te subiré las cuestas o te dejaré al umbral. ¿Y qué casal ha de hacerte tu niñito, tu titán, y qué sombra tan amante sus aleros van a dar? Yo te regaré una huerta y tu falda he de cansar con las frutas y las frutas que son mil y que son más. O mejor te haré tapices con la juncia de trenzar; o mejor tendré un molino que te hable haciendo el pan. Cuenta, cuenta las ventanas y las puertas del casal; cuenta, cuenta maravillas si las puedes tú contar... Rima LIII (Gustavo Adolfo Bécquer) Volverán las oscuras golondrinas en tu balcón sus nidos a colgar, y otra vez con el ala a sus cristales jugando llamarán. Pero aquellas que el vuelo refrenaban tu hermosura y mi dicha a contemplar, aquellas que aprendieron nuestros nombres... ¡esas... no volverán!. Volverán las tupidas madreselvas de tu jardín las tapias a escalar, y otra vez a la tarde aún más hermosas sus flores se abrirán. Pero aquellas, cuajadas de rocío cuyas gotas mirábamos temblar y caer como lágrimas del día... ¡esas... no volverán! Volverán del amor en tus oídos las palabras ardientes a sonar; tu corazón de su profundo sueño tal vez despertará. Pero mudo y absorto y de rodillas como se adora a Dios ante su altar, como yo te he querido...; desengáñate, ¡así... no te querrán! El beso (Federico Barreto) Con candoroso embeleso y rebozando alegría, me pides morena mía que te diga... ¿Qué es un beso? Un beso es el eco suave de un canto, que más que canto es un himno sacrosanto que imitar no puede el ave. Un beso es el dulce idioma con que hablan dos corazones, que mezclan sus impresiones como las flores su aroma. Un beso es...no seas loca... ¿Por qué me preguntas eso? ¡Junta tu boca a mi boca y sabrás lo que es un beso!