UNIVERSIDAD NACIONAL DE LA PLATA FACULTAD DE HUMANIDADES Y CIENCIAS DE LA EDUCACIÓN DEPARTAMENTO DE SOCIOLOGÍA LICENCIATURA EN SOCIOLOGÍA TESINA El consenso social de Montoneros entre 1970 y 1972 Alumna: Adamini, Marina Legajo: 82552/5 Email: [email protected] Director: Viguera, Aníbal Fecha: Noviembre, 2009 1 > Resumen La presente tesina busca analizar las características del consenso social construido por la agrupación Montoneros entre 1970 y 1972. Buscando identificar indicadores del mismo, pretendemos explorar, asimismo, las mediaciones moldeadas por la agrupación en su construcción. La construcción de consenso social se inscribe como una disputa de sentidos. Será nuestra intención identificar las relaciones simbólicas que lo alimentan, en consonancia con el análisis del contexto político que lo encuadra. Preguntándonos por el consenso social de Montoneros nos estamos preguntando por el grado de apoyo y legitimación que tuvieron sus acciones, figuras e ideología. Esta pregunta se inserta en un interrogante más amplio en el que buscaremos analizar las características de un período de nuestra historia en que las organizaciones políticomilitares emergieron como nuevos actores políticos. El proceso de construcción de consenso social de Montoneros en sus primeros años de vida es un tema relegado como problemática central de análisis en la bibliografía de las ciencias sociales. La intención de esta investigación es darle voz a este interrogante, centralizándolo como tema de análisis a través de las interpelaciones que desde esta inquietud realizaremos a los medios de la época y a los autores que se dedican a su análisis. >Términos Claves Montoneros- consenso social – organizaciones político militares – violencia política- 1970-1972 2 3 Índice >Agradecimientos……………………………………………………………p. 5 >Introducción………………………………………………………………....p.7 >Capítulo 1 Contextualizando (los)……………………………………………………p. 10 >Capítulo 2 Hipótesis sobre el consenso social de sus primeros años……….…….p.18. >Capítulo 3 Bautismo de fuego: el secuestro de Aramburu………………………..…p.26 >Capítulo 4 De muertes, mártires, pasiones y venganzas………………………….... p.35 >Capítulo 5 1971, el año entre paréntesis………………………………………..……..p.45 >Capítulo 6 Un poco antes de la explosión…………………………………………… p. 53 >Reflexiones finales……………………………………………………….. p. 64 >Bibliografía……………………………………………………………….. p. 71 4 >Agradecimientos Tomo esta ocasión como excusa para jugar con la linealidad del tiempo y agradecerles a los seres que me acompañaron en estos cinco años de carrera. Son miradas, son sonrisas, son debates internos y externos, son ganas, son sueños compartidos, los que me llevan a decirles gracias. A mis papás, por su amor incondicional y puro que siempre fue libertad. A Tony, Plana y Julia, por haber crecido y elegir seguir creciendo juntos. A Frida, por irrumpir en mi vida llenándome de vida. A Florencia, Guillermina, Pitu y Anabela, por haberme acompañado desde el inicio de este vuelo. A Mechi, Camila, Cintia, Eugenia y Paula, por haberse sumado en mitad de este viaje y elegir seguir volando juntas. A Santiago, por las sonrisas compartidas, las palabras a tiempo y los sueños en común. A Lula, Dana, Agustina, Juani, Valeria y Antonela, por burlar las distancias y formar un Macondo entre Los Toldos, La Plata y Buenos Aires. A Florencia, por dejarme compartir con ella raíces, sueños, ideología y sonrisas. Y convencerme de que eso es eterno. A Julieta, por pasar juntas miedos, domingos lejos de casa, voces roncas, por ayudarme a convertir a La Plata en otro hogar. A Lanzallamas, por encenderme, ayudarme a ser y soñar en colectivo y demostrarme que se puede transformar con alegría, encendiendo llamas que se multipliquen. 5 A los bibliotecarios de la Biblioteca del Congreso de la Nación y del CeDInCI, por el tiempo y la deferencia, por ayudarme a transitar en forma más amena las carpetas, hojas y polvos de los archivos periodísticos. A Aníbal, por su inmensa generosidad como profesor y como persona. A Santiago, Guillermina y Manuel, por darme su tiempo, correcciones y lecturas. A todos ellos, y a los demás seres implícitos que transitaron partes de este camino conmigo, muchas pero muchas gracias. Marina Adamini Noviembre de 2009 6 Introducción En el presente estudio buscaremos explorar las características del consenso social construido por la agrupación Montoneros entre 1970 y 1972, recurriendo a la problematización de las posturas teóricas de los cientistas sociales dedicados a la temática y a la lectura crítica de medios gráficos de la época. Consideramos que los medios periodísticos reflejan el acontecer cotidiano de su época, y se convierten en fuentes interesantes para el análisis de los procesos históricos. Reconociendo la parcialidad valorativa que sus escritos pueden contener, decidimos elegir a medios gráficos de tendencias ideológicas diferentes: las revistas Primera Plana, Panorama, Cristianismo y Revolución, y los diarios Crónica, Clarín y La Nación. Los medios de la época, como insumos de la investigación propuesta, se convierten así en una fuente de apoyo empírica que complementa y complejiza el análisis bibliográfico de nuestro problema de investigación. La elección de analizar el grado de legitimidad y aceptación construido por Montoneros entre los años 1970 y 1972, no fue al azar: se corresponde con un período en que la organización gozó de una amplia simpatía popular. Pilar Calveiro define esta primera etapa del accionar guerrillero como marcada por un “espíritu románticojusticiero”1. Es la etapa de génesis de Montoneros, cuando irrumpieron en la sociedad argentina asesinando a Aramburu y vengando así los fusilamientos del ´56. Cuando tomaron pueblos, asaltaron bancos y repartieron comida entre los pobres. Cuando sacerdotes fieles a las doctrinas del Movimiento de Sacerdotes por el Tercer Mundo (MSTM) fueron presos por defenderlos. Cuando cosecharon sus primeros mártires y llenaron de jóvenes sus entierros. Determinando como finalización de este período 1 Calveiro, Pilar: Política y/o violencia, Buenos Aires, Grupo Editorial Norma, 2005, p. 112. 7 diciembre de 1972, por entender que allí comienza una nueva etapa de Montoneros. Esta nueva etapa estará signada por su participación en la campaña electoral de Cámpora, y la posterior participación en su gobierno, además del crecimiento de la organización en su fusión con otras organizaciones pertenecientes a la Organizaciones Armadas Peronistas (OAP). Para el trabajo que aquí nos proponemos realizar, seleccionaremos ciertos acontecimientos ocurridos en el período 1970-1972 que nos permitirán analizar las características del consenso construido por Montoneros. En base a la lectura de bibliografía referida a Montoneros, seleccionaremos aquellas acciones protagonizadas por la agrupación entre 1970 y 1972, que aparecen mencionadas con mayor frecuencia por los autores. Se trata en su mayoría de acciones armadas llevadas a cabo por la organización, pero también de otras acciones que tuvieron como protagonistas a sus militantes y que pusieron en debate público a su ideología. El relato de los medios gráficos de la época servirá como una de las fuentes para reconstruir estas acciones y analizar la percepción social de dichos acontecimientos, sobre todo en relación a las acciones armadas, que por tener como eje de acción la violencia, pueden resultar polémicos a la hora de encontrar consenso social. El proceso de construcción de consenso social de Montoneros en sus primeros años de vida es un tema ausente, como problemática central de análisis, en la bibliografía de las ciencias sociales. Es un tema mencionado desde laterales, es un tema sugerido, susurrado. Es por eso que la intención de esta investigación es darle voz a este interrogante, centralizándolo como tema de análisis a través de las interpelaciones que desde esta inquietud realizaremos a los medios de la época y a los autores que se dedican a su análisis. Tratando de encontrar vestigios, signos, marcas, que nos ayuden a responder cómo fue el proceso a través del cual una agrupación armada formada por una 8 docena de jóvenes católicos, nacionalistas y de clase media, que irrumpen en la escena pública asesinando al ex Presidente Aramburu, logran convertirse en dos años en una agrupación de miles, ganarse las gracias del General y hasta actuar como los principales operadores proselitistas en la campaña electoral de Cámpora presidente. Nos proponemos analizar el fenómeno en su sentido original, en su contexto, pero a la luz de los interrogantes del presente. Se trata de enlazar los sentidos del pasado con los del presente, de resignificarlos, de preguntarnos e intentar responder… ¿Por qué la vía armada se convirtió en una herramienta política, legitimada por muchos, para transformar la realidad? ¿Hubo consenso en las acciones armadas efectuadas por Montoneros entre 1970 y 1972? Si lo hubo, ¿de qué sectores sociales provenía ese apoyo? Preguntarse por el consenso moldeado en sus primeros tiempos es una forma de empezar a entender la explosión geométrica y política que la organización protagonizó a mediados de la década del 70. Buscando vestigios en los medios de la época, buscaremos reconstruir, analizar, repensar qué estaba sucediendo en la sociedad argentina de esos tiempos. ¿Cómo logró Montoneros pasar de ser una organización de no más de una decena de militantes a convertirse en una de las organizaciones políticomilitares más importantes de América Latina? Sin duda, entre 1970 y 1972 Montoneros cambió, se inventó, se consolidó. No pretendemos por cierto dar cuenta en este trabajo de todas estas cuestiones, pero analizar las mediaciones moldeadas por la agrupación en esos años será una forma de empezar a responder alguno de estos interrogantes. Y de llenarnos de nuevos. 9 >Capítulo 1 Contextualizando (los) Preguntarnos por el consenso social que la agrupación armada Montoneros construyó entre 1970 y 1972 es preguntarnos por el apoyo y la legitimidad que lograron sus acciones armadas, sus figuras y su ideología en estos años. En realidad, esta pregunta forma parte de un interrogante estructural que tiene como protagonista a la violencia política. Preguntándonos por el consenso de Montoneros nos estamos preguntando por el consenso que en esos años tenía la violencia como estrategia de acción política. Y para poder empezar a respondernos, dudas puntuales y dudas estructurales, tenemos que empezar por entender el contexto en que ambos procesos se desarrollaban, en Argentina, en América Latina, en el mundo. Pilar Calveiro2 dice que si bien a los ojos de hoy las acciones llevadas a cabo por los protagonistas de la lucha armada pueden resultar demenciales, no lo eran en su contexto. Al contrario, sugiere la autora, estas acciones formaban parte del imaginario político de esos años, del “ethos de los 70”3 diría Svampa. Y es a la luz de ese contexto que hay que explicar su accionar. Si empezamos por entender lo que estaba sucediendo a nivel mundial, el significante que lo sintetiza y engloba es el de “guerra”. Eran los tiempos de Guerra Fría, donde el mundo estaba a la disputa de dos modelos económicosocial-político con similares ansias y posibilidades de triunfos: el modelo democrático liberal capitalista y el modelo de economía planificada soviético-socialista. Es por esta disputa que se realizaban revoluciones, invasiones y hasta viajes espaciales, para medir, pelear, ganar esta pulseada. Calveiro menciona como esa Guerra Fría se traducía en 2 Calveiro: op. cit., 2005. Svampa, Maristella: “El populismo imposible y sus actores” en Violencia, proscripción y autoritarismo (1955-1976), Buenos Aires, Editorial Sudamericana, 2003, p.343. 3 10 nuestro continente en guerras sucias, donde militares asumían el proceso de organización social, monopolizando el uso de la fuerza y de decisión sobre la vida de los ciudadanos. Interrumpiendo democracias, suprimiendo la política, callando lo disidente, evitando que la revolución socialista tenga cita en el territorio nacional. Desde el golpe realizado a Perón en 1955, Argentina vivió un clima de inestabilidad política4, donde cortos períodos de gobiernos civiles eran alternados por golpes militares. El peronismo se encontraba proscripto, pero continuaba siendo una fuerza política que condicionaba con sus demandas al gobierno de turno. La proscripción no logró erradicarlo de la clase trabajadora, estos siguieron organizándose y luchando por sus derechos por fuera de los marcos de la institucionalidad. Con Perón en el exilio, los jefes sindicales cumplían un importante rol de negociación con los partidos políticos, empresarios y militares. La presión sindical muchas veces creaba las condiciones suficientes para que los militares decidan interrumpir un gobierno civil. En 1966, coincidió la escasa predisposición sindical a legitimar el gobierno civil de Arturo Illia con la inclinación de la burguesía y de los sectores más liberales de apoyar la instalación de un régimen no democrático. El resultado fue el golpe militar que se autobautizó como “Revolución Argentina”. Onganía fue el Presidente de esta dictadura que intentó trasladar a la sociedad el orden ascético del cuartel: prohibiendo la política, interviniendo las universidades, impidiendo las manifestaciones y negociaciones obreras, evitando los bailes oscuros y desconfiando de todo lo distinto. Estas prohibiciones, sumadas a las tensiones económicas, que en manos del Ministro Vasena tuvieron como principales perjudicados a los sectores populares y medios, generaron una olla de presión que estalló a fines de la década del 60 en levantamientos populares protagonizados por estudiantes y obreros en 4 Cavarozzi, M.: Autoritarismo y democracia (1955-1966). La transición del Estado al mercado en la Argentina. Buenos Aires, Amorrotu, 1983. 11 las principales ciudades del país. Fue en medio de este caldo eruptivo de inconformismo y saturación que las primeras organizaciones armadas van tomando luz, naciendo para responder con más violencia a la violencia del Estado, para disputarle el monopolio de la fuerza, para transformar la realidad. El monopolio de la violencia que, desde la óptica weberiana, caracteriza a los Estados, perdió su consenso. Gramsci5 hablaría de esta circunstancia como una “crisis orgánica”, un proceso en el cual la clase dominante pierde legitimidad, donde el bloque histórico empieza a desgajarse, e irrumpen danzantes las voces y acciones de masas, hasta entonces pasivas, que ponen en riesgo el modelo de dominación. Esta “crisis orgánica”, según Portantiero6, se vivió en Argentina a partir del Cordobazo, en 1969. Este fenómeno fue un proceso de levantamiento social ante tensiones políticas, sociales y culturales acumuladas en los tres años de la Revolución Argentina. La proscripción de todos los partidos políticos, el cierre de los caminos constitucionales de hacer política, habilita la emergencia de las formas violentas de hacer política. La violencia de las organizaciones armadas surge como respuesta a la violencia institucional. La Revolución Argentina potencia esta circunstancia, oprimiendo no sólo la política, sino la universidad, la cultura, la cotidianeidad. Se prohibió el uso de minifaldas. Se prohibió el uso de pantalones en las mujeres de oficina. Se prohibió besar en las calles. Se suprimió la autonomía universitaria. Se intervinieron y disolvieron asociaciones estudiantiles y sindicales. Es en este clima de asfixia y opresión la salida violenta comienza a mostrarse como la única respuesta política posible. 5 Gramsci, Antonio: Notas sobre Maquiavelo, sobre la política y sobre el Estado moderno, México, Juan Pablos Editor, 1978. 6 Portantiero, Juan Carlos: “Economía y política en la crisis argentina (1958-1973)” en Waldo Ansaldi y José L. Moreno: Estado y sociedad en el pensamiento nacional. Antología conceptual para el análisis comparado, Buenos Aires, Cántaro, 1989. 12 Pilar Calveiro dice: “La política desaparecida, cuya vida había subsistido sólo de manera subterránea, reaparecía, a pedradas y a tiros”7. Y en esta reaparición, además, la política adoptaba nuevos ropajes. Nuevas formas de organización armada se incorporaban al sistema político argentino. Como reproducción y como respuesta a la violencia del Estado, y como reproducción y respuesta a un clima ideológico internacional, que desde Cuba demostraba que la revolución era factible, aparecieron las primeras organizaciones guerrilleras: FAP (Fuerzas Armadas Peronistas), FAR (Fuerzas Armadas Revolucionarias), ERP (Ejército Revolucionario del Pueblo) y Montoneros. “En 1969, todos los grupos guerrilleros estaban en su etapa de entrenamiento y equipamiento a punto de entrar en acción.”8 Pozzi9 descarta las hipótesis académicas que, analizando este período, describen el proceso como si la violencia hubiera aparecido en una sociedad pura con un cielo azul que repudiaba todo acto de violencia. La violencia forma parte de nuestra historia, y es en esta clave que autores como Svampa, Pozzi y Calveiro, intentan reconstruir el contexto de irrupción de las organizaciones armadas y la respuesta social que ellas tuvieron en nuestro país. Calveiro sintetiza las hipótesis generales sobre la violencia política en la Argentina de los 70. A la luz de nuestra pregunta de investigación, resulta relevante mencionar aquella en donde la autora subraya que la violencia de los 70 surgió como respuesta a un poder ilegítimo y que era esto lo que la hacía aceptable por la sociedad: “El hecho de que la Revolución Argentina fuera un Gobierno de facto sin legitimidad formal alguna, alentó la idea de que disputarle el monopolio de la violencia era un hecho políticamente aceptable.”10 7 Calveiro, Pilar: “Antiguos y nuevos sentidos de la política y la violencia” en Lucha Armada en la Argentina N° 4, 2005. 8 Calveiro: op. cit., p.37. 9 Pozzi, Pablo: "Para continuar con la polémica sobre la lucha armada" en Lucha armada en la Argentina N° 5, 2006. 10 Calveiro: op. cit., p. 13. 13 Oscar Anzorena11, coincide con Calveiro en decir que fue la cerrazón de las vías políticas formales producida por la Revolución Argentina, la gran movilización y radicalización social que se generalizan a partir del Cordobazo, y el agravamiento en las condiciones económicas, los componentes del cuadro de situación en el cual se inserta la violencia política. Y al igual que la autora, resalta que “… se va generando en amplios sectores sociales un consenso acerca de la legitimidad del uso de la violencia para enfrentar la dictadura militar”12. Svampa señala que la violencia política formaba parte del sentido común de la sociedad de esos tiempos, y que su consenso se extendía incluso por fuera del ámbito de la guerrilla. “… bajo un régimen autoritario y represivo, la violencia aparecía cargada con un suplemento de legitimidad. Era la <<violencia desde abajo>>, una respuesta a la <<violencia de Estado>>. En otros términos, la posibilidad del cambio revolucionario formaba parte del sentido común de importantes sectores progresistas de la sociedad argentina”13. Gillespie14 considera que la radicalización de la que se beneficiaron agrupaciones como Montoneros, se debió más a factores sociales y políticos, que a factores económicos. Para el autor, eran el cierre de las vías constitucionales de hacer política producidos por la dictadura de Onganía y los nuevos aires que soplaban en la Iglesia Católica, los que hacían que cada vez más gente se mostraba de acuerdo con la máxima de Perón: “Contra la fuerza bruta, sólo puede ser eficaz la fuerza aplicada con inteligencia”15. La complicidad táctica y a veces explícita de Perón respecto al accionar armado se convirtió en otro factor influyente a la hora de cosechar consensos en la acción 11 Anzorena, Oscar: Tiempo de violencia y utopía. Del golpe de Onganía (1966) al golpe de Videla (1976), Buenos Aires, Ediciones del Pensamiento Nacional, 1998. 12 Anzorena: op. cit., p.94. 13 Svampa: op. cit., p. 387-388. 14 Gillespie, Richard: Soldados de Perón. Los Montoneros, Buenos Aires, Grijalbo, 1987. 15 Perón, Juan Domingo “Violencia revolucionaria” en Gilespie: op. cit., p.79. 14 armada16. El encuentro del General con sus formaciones especiales en la década del 70 hubiera sido impensado sin advertir las mutaciones ideológicas que Perón mostraba en su discurso. Desde el exilio, reformuló su doctrina de la Tercera Posición en conexión con las luchas de liberación contra el colonialismo y el neocolonialismo del Tercer Mundo. En junio de 1968, Perón decía: “el mundo cambia y nosotros cambiamos con el mundo. Si la iglesia dialoga con marxistas, ¿por qué los justicialistas no hemos de luchar junto con ellos en pro de la liberación? (…) los grupos privilegiados no se resignan a dejar su lugar, y cuando no pueden hacer fraude electoral dan un golpe de Estado. ¿Qué otro recurso le queda al pueblo, vejado en sus derechos, sino responder a la violencia con la violencia? 17”. Según Feinmann, la violencia no emerge en los 60 ni en los 70, la violencia atraviesa la historia argentina. Una historia escrita con sangre donde la violencia resultó un mecanismo de acción política para los buenos y los malos, los revolucionarios y los conservadores, los patriotas y los colaboracionistas. “Esta es nuestra historia: está tejida por la violencia y por la venganza, por la violencia y la contraviolencia.”18. La violencia marca nuestra historia, desde 1930 se sucedieron golpes de estado, torturas, levantamientos civiles y militares, atentados. Los jóvenes que ingresaron a las organizaciones armadas en los 70`, se criaron en un país en donde la violencia era un instrumento político. Pasaron su infancia y su adolescencia en un país donde el peronismo estaba proscripto, los gobiernos civiles intervenidos, los golpes militares cotidianos, las elecciones anuladas. Es en este contexto en el que se vuelve inevitable la germinación de organizaciones armadas como Montoneros y el crecimiento de su popularidad. 16 Anzorena: op. cit. Revista Primera Plana N°25, Junio de 1968. 18 Feimann, José Pablo: La sangre derramada. Ensayo sobre violencia política, Buenos Aires, Grupo Editorial Planeta, 2006, p. 66. 17 15 La introducción, por parte de Gillespie, del rol central que tuvo el catolicismo radical en la aceptación de la lucha armada resulta un aporte interesante a nuestro interrogante de investigación. Eran los nuevos aires que corrían en la Iglesia Católica los que permitieron que miles de sacerdotes se vieran seducidos por el socialismo y por la lucha armada como la vía para su realización. En un contexto de Guerra Fría, de disputa entre el modelo socialista y capitalista, estos sacerdotes encontraban confluencias entre la palabra de Jesús y el socialismo. El Concilio Vaticano II condenó la pobreza, la injusticia y la explotación como resultado del afán humano de poder y riqueza y alentó a los cristianos, en nombre del amor al prójimo, a luchar por la igualdad. En América Latina estos nuevos aires se cristalizaron en el Movimiento de Sacerdotes por el Tercer Mundo. En nuestro país, los jóvenes que formaron Montoneros, en su adolescencia trabajaron en los barrios con estos sacerdotes que se aferraban al costado más socialista de Jesús. Es la percepción de la pobreza en estos barrios, de la injusticia social, lo que los lleva a realizar la palabra de Cristo, primero utilizando sus brazos para la acción social, y luego, utilizando sus brazos con las armas. El apoyo que los sacerdotes por el Tercer Mundo otorgaban a Montoneros y su consenso implícito hacia sus métodos de lucha armada puede contribuir a articular algunos elementos de respuesta acerca del proceso de apoyo popular que protagonizó Montoneros entre 1970 y 1972. El clima de radicalización en el catolicismo latinoamericano entraba en consonancia con una América Latina en llamas. El triunfo de la Revolución Cubana demostraba que la realidad era moldeable, y que no había que esperar que se den las condiciones objetivas para inaugurarla, la misma revolución las crearía. El foquismo cobró gran importancia, sobre todo para los movimientos de liberación de los países tercermundistas. Y al compás de la expansión de la lucha armada en Cuba, Venezuela, 16 Guatemala, Perú, Colombia, Nicaragua, Bolivia, los jóvenes argentinos se convencían de que la transformación social y la liberación nacional eran urgentes y que el camino para su concreción era la lucha armada. En conclusión, la comprensión de las circunstancias nacionales, continentales e internacionales que encuadran el surgimiento de Montoneros se torna fundamental a la hora de responder nuestro interrogante de investigación. Pues bien, es la Guerra Fría, es el socialismo que se muestra factible en revoluciones consagradas, es una historia nacional marcada por la violencia, es una generación desilusionada de la vía democrática, es la represiva dictadura de Onganía, es un cristianismo que se renueva con ideas socialistas, es todo esto lo que enmarca el proceso de consenso social logrado por Montoneros en sus primeros dos años de vida. Luego vendrán los tiempos del “engorde”, de la participación electoral, de la consolidación organizacional y del encierre en la lógica militar. Pero esos años, exceden al interrogante de esta investigación. Sin embargo, empezar a responder esta pregunta acotada a sus primeros años puede tornarse el puntapié para nuevas preguntas sobre sus otros tiempos. 17 >Capítulo 2 Hipótesis sobre el consenso social de sus primeros años Montoneros nació como una organización armada formada por jóvenes de formación nacionalista y cristiana, que ante un clima de opresión política e injusticia social, encontraron en la lucha armada la vía para generar un cambio social. Amparados en el catolicismo radicalizado, les dolía la injusticia social producida por el sistema, y actuaban en consecuencia, creyendo que la palabra de Cristo se efectuaba en los hechos, en la ayuda a los pobres, los oprimidos, los olvidados. Sus deseos de transformación social se asemejaban al patrón de sociedad socialista. Obrando según la palabra de Cristo, indignados ante la opresión social, trabajando junto a los pobres, se encuentran con el peronismo. Es el amor a los pobres, pobres que eran peronistas, los que los acerca a esta ideología política. Decepcionados ante el constitucionalismo democrático, indignados por la injusticia social e impacientes del cambio social, Montoneros aparece en 1970 como una organización armada formada por una docena de jóvenes de clase media, con formación nacionalista y católica que consideraban al socialismo como su objetivo, la lucha armada como el camino y al peronismo, su identidad19. El bautismo público de la organización se dio el 29 de mayo de 1970, con el secuestro y asesinato del ex Presidente Aramburu, a quien se lo acusaba de las ejecuciones del General Valle y de otros peronistas en 1956, y de la expatriación del cadáver de Evita. Las acusaciones le valieron un juicio revolucionario, efectuado por los mismos Montoneros, del cual fue declarado culpable y cuya pena constituyó su muerte. Así fue como el 29 de mayo de 1970, en el día del aniversario del ejército, Montoneros 19 Amaral, Samuel en Lanusse, Lucas.: Montoneros, el mito de sus 12 fundadores, Buenos Aires, Ediciones B Argentina S.A., 2005, p. 20. 18 hacía su aparición pública asesinando a Aramburu como venganza ante su accionar antiperonista. Anzorena sostiene que posiblemente hoy resulte difícil situarse en ese contexto político de la Argentina de 1970 para intentar comprender “…por qué un grupo de jóvenes, hijos de acomodadas y católicas familias, se organizaban para matar a un ex Presidente. Y no sólo eso, sino que eran considerados por un importante sector de la Iglesia Católica y de la sociedad toda como mártires y héroes”20. De alguna forma este por qué es uno de los tantos que nutre el interrogante acerca del consenso social logrado por Montoneros en sus primeros años. Si bien, como se mencionó anteriormente, dicho tema está ausente como eje central de análisis por parte de los cientistas sociales, muchos de los autores citados esbozan, lateralmente, algunas hipótesis de explicación sobre este consenso, que ellos llaman “corriente de afecto”, “apoyo popular”, “simpatía” o “popularidad”. Calveiro, por ejemplo, sostiene que la primera época de Montoneros estuvo signada por un “espíritu romántico justiciero” que le otorgó una gran simpatía popular. Sus acciones consistían en acciones de propaganda armada y operaciones de “justicia popular”. Estas últimas iban desde el asesinato de personas comprometidas con la represión, el robo de camiones caudales, hasta el reparto de alimentos en zonas marginales. Todo esto le daba al accionar de Montoneros un aura al estilo Robin Hood que se traducía en una gran simpatía en importantes sectores de la población. La autora menciona que en caso de realizar robos hablaban de estos como “expropiaciones”, señalando el objetivo logístico que para ellos traía el apoderarse de armas, documentos, carnets y demás objetos ajenos. Es así como en estos primeros años los Montoneros se nutrieron de acciones logísticas y políticas, “…mientras los asaltos a bancos, cuarteles, secuestros y robos de coches o documentación les permitían reunir el dinero, las armas 20 Anzorena: op. cit., p.129. 19 y los bienes necesarios para su funcionamiento, las acciones más políticas se orientaban a ganar la simpatía de la población.”21 Gillespie, por su parte, considera que para comprender la “creciente popularidad” de Montoneros en dichos años resulta esencial examinar la naturaleza de su actividad guerrillera. Señala así, que la mayoría de sus acciones armadas eran ejemplos de propaganda armada, donde había un especial cuidado del carácter simbólico y de gracia que podrían tener en la población. Tomaban localidades, robaban bancos, y si atacaban personas o lugares, lo hacían hacia símbolos de la opulencia o hacia personajes popularmente ingratos (como el caso de Aramburu). “Se cultivaba cuidadosamente la simpatía hacia las actividades montoneras mediante un mínimo uso de la violencia ofensiva y una extremada selectividad de objetivos, en vez de practicar el terrorismo al azar. (…) Los blancos favoritos de los Montoneros para la colocación de bombas fueron, en aquellos primeros años, los símbolos del privilegio oligárquico y de la opulencia, tales como los numerosos Jockey Clubs, las instalaciones de los campos de golf y los lujosos clubes de campo. Y todo se hacía con mucho brío y estilo, para rodear de una aureola romántica a sus autores. (…) Al no matar soldados y al atacar sólo a muy pocos políticos, (…) los Montoneros en sus tres primeros años de vida pública, no dieron ocasión a sus enemigos de presentarles con éxito, a través >>.”22 de los medios de información, como <<sangrientos terroristas La consideración de las acciones guerrilleras protagonizadas por Montoneros como “terroristas” o no, resulta un objeto de debate entre las obras de los autores citados y los medios de la época. Como mencioné anteriormente, Gillespie demuestra que la selectividad de sus objetos de acción armada y su cuidado en generar simpatías populares a través de un actuar más ligado a la propaganda armada que al accionar militar, evitó que los enemigos de Montoneros tuvieran éxito en presentarlos como terroristas. Pilar Calveiro, haciendo un análisis sobre las hipótesis generales existentes acerca de la lucha armada, señala que “los movimientos armados de los 70 no fueron 21 22 Calveiro, Pilar: Política y/o violencia, Buenos Aires, Grupo Editorial Norma, 2005, p. 112. Gillespie : op. cit., p.144-145. 20 terroristas”23. Diferencia al terrorismo de la guerrilla, diciendo que el terrorismo se caracteriza por tratar de generar terror social desarrollando actos de violencia indiscriminados, de manera que cualquiera puede resultar su blanco. En cambio, las organizaciones armadas como Montoneros no realizaron acciones de este tipo. Sus acciones se orientaban principalmente a obtener recursos económicos y militares, realizar propaganda armada mediante reparto de alimentos, medicinas y otros bienes, y asesinar a miembros del aparato represivo. Anzorena señala que hacia 1971 las organizaciones guerrilleras constituían ya una realidad irreversible con un afianzado aparato militar y un creciente consenso popular. Buscando identificar las causas de este consenso, señala que fueron la vigencia de la dictadura militar, la proscripción del peronismo y el exilio de Perón los principales hechos que legitimaron el accionar guerrillero. “Los militares eran los grandes perdedores de este proceso político; tras una frustrada gestión gubernamental son visualizados por amplios sectores populares como su principal enemigo, abroquelándose desde distintas tendencias políticas en la lucha antidictatorial.24” En esta misma línea, Svampa25, Feinmann26 y Calveiro proponen encontrar en el contexto político las claves de “las simpatías y aceptación27” cosechadas por Montoneros en sus primeros años. Señalan que es en un contexto de dictadura militar, desilusión ante las vías democráticas, proscripción del peronismo, crisis económica y agitación social, donde la vía armada de las organizaciones político-militares empieza a ser aceptada como una herramienta política. Como una respuesta violenta y legítima a la violencia de una estructura de poder ilegítimo encarnada por el régimen militar de la Revolución Argentina. “La crisis económica, la agitación social y la cerrazón política 23 Calveiro : op. cit., p.15. Anzorena : op. cit., p. 144 25 Svampa : op. cit. 26 Feinmann : op. cit. 27 Calveiro : op. cit. 24 21 promovieron un nivel creciente de violencia y el accionar de una guerrilla activa, con escasos vínculos con la estructura política formal pero con un considerable grado de simpatía y aceptación por diferentes sectores.”28 Desde otra postura analítica, Gillespie identifica a la identidad peronista de Montoneros como otro de los factores claves a la hora de comprender el apoyo social recibido por la organización. El autor señala que a diferencia de otras organizaciones político-militares más cercanas a posturas de izquierda, Montoneros se insertó en el peronismo, un movimiento de gran arraigo popular, lo que le permitió vincularse con sectores socialmente importantes y numerosos. Sin embargo, dentro del Movimiento encontraron espacios de repudio: los sectores sindicales del peronismo fueron siempre el “talón de Aquiles de Montoneros29”, nunca lograron cosechar su apoyo. La amplitud ideológica de la organización también es señalada por Gillespie30 para explicar el consenso social de la organización. El autor advierte que al dar conjuntamente al catolicismo radical, al nacionalismo y al peronismo una expresión populista de socialismo, los Montoneros fueron capaces de aglutinar una riqueza de legitimidad histórica en algo que atrajo a los civiles de diversas denominaciones políticas. Católicos militantes, nacionalistas, militantes de la izquierda o peronistas combativos podían identificarse con alguno de los múltiples rasgos identitarios montoneros. “Es interesante observar aquí que ninguna diferenciación política, ideológica o de clase apareció en la hagiografía peronista de los Montoneros: al elogiar a Eva Perón, los comandos de la resistencia de los últimos 50 años, el general Valle, las guerrillas rurales uturuncas de 1959-1960 y el Movimiento Revolucionario Peronista de 1964, los Montoneros no hicieron distingo alguno entre los sectores que luchaban meramente por el retorno de Perón al poder y los que buscaban una transformación socialista de la sociedad. Se identificaron con <<todos los argentinos que luchan… porque creemos que en todos 31 ellos alienta el espíritu montonero>>” 28 Calveiro : op. cit., p. 13. Gillespie : op. cit., p. 154. 30 Gillespie : op. cit., p. 99. 31 Gillespie : op. cit., p. 132. 29 22 Lucas Lanusse señala que el origen social de los Montoneros se correspondía con el de la mayoría de sus simpatizantes y seguidores. La reacción de apoyo de los sacerdotes del Tercer Mundo y de agrupaciones y militantes estudiantiles refleja en gran medida que la adhesión hacia Montoneros provenía de los mismos sectores de los cuales los guerrilleros provenían. Sectores medios, estudiantiles, peronismo combativo y cristianismo radicalizado eran las principales vertientes de apoyo. O´donnell reafirma esta hipótesis recurriendo a una encuesta realizada entre marzo y octubre de 1971, en la cual se buscaba medir el grado de justificación que las acciones guerrilleras tenían en la población. Esa encuesta fue realizada en Buenos Aires, Córdoba, Rosario y otras ciudades del interior, en un contexto en el cual las “las acciones y contrareacciones de la violencia se convirtieron en un componente de la vida diaria en la Argentina”32. A partir de esta encuesta de la agencia Opinómetro, el autor realiza un “índice de actitud hacia el terrorismo”, en donde encuentra no sólo que la acciones guerrilleras contaban con un amplio apoyo popular (un 53% de la población de Córdoba justificaba la violencia guerrillera, un 51% de la población de Rosario y un 45,5% del Gran Bs.As.), sino que también diferenciaba por edad y sector social la procedencia de este apoyo. Atendiendo a estas dos variables, O´donnell señala que el apoyo a la guerrilla estaba más difundido en “las posiciones sociales medias y/o altas sociales, cuanto más joven se fuera; y en el interior del país.”33 Desde otra perspectiva analítica, Lucas Lanusse realiza un interesante aporte acerca de la mirada que “los otros” tenían del éxito de Montoneros, insertando en su obra la explicación que “el enemigo” realizaba respecto a la popularidad de la agrupación. Lanusse engloba bajo el término de “enemigo” a quienes se sitúan en las antípodas de Montoneros. 32 33 O´Donnell : El Estado Burocrático Autoriario, Buenos Aires, Ediciones de Belgrano, 1982, p. 448. O´Donnell : op. cit., p. 465. 23 “El enemigo atribuye el éxito de Montoneros para insertarse con relativo éxito en la dinámica argentina de aquellos años a sofisticadas técnicas para controlar e influir en la población, graficadas elocuentemente mediante la frase que uno de ellos pone en boca de Gramsci: <<La intelligenzia tiene que apoderarse de la educación, de la cultura y de los medios de comunicación social para desde allí apoderarse del poder político y con el poder político dominar la sociedad civil. Habría existido además una segunda táctica, tan “solapada” y “maquiavélica” como la primera, conocida como “entrismo”. Consistía en “infiltrar” elementos de la “subversión” en instituciones o movimientos con raigambre en las tradiciones del país para coparlos desde adentro y hacerlos instrumentales a la causa del marxismo internacional. Tal habría sido el método intentado por el Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo con la Iglesia Católica y por los Montoneros con el 34 peronismo.” En cierta forma, “el enemigo” acertaba al pensar en términos gramscianos la influencia que Montoneros logró en importantes sectores de la población. Gillespie señala que en el transcurso de 1970 los Montoneros dedicaron mucho tiempo al desarrollo de acciones y estrategias políticas tendientes a expresar sus ideas y lograr su aprobación. Estas estrategias consistían desde la redacción de documentos hasta la concesión de entrevistas. Los medios de comunicación cumplirían un rol central en la construcción de consenso social, y Montoneros no subestimaba esta sentencia central del catecismo gramsciano. Sobre todo, la revista Cristianismo y Revolución cumplió un espacio fundamental de apoyo y escenificación de la ideología montonera. Consideramos que los medios de la época son una de las tantas fuentes que nos permiten reconstruir el imaginario colectivo de la época, con sus diferentes vertientes y perspectivas ideológicas. Los diarios de la época detallaban diariamente los acontecimientos políticos ocurridos. Montoneros, ERP, FAR y sus acciones armadas ganaban titulares, páginas, editoriales. Los medios de comunicación eran un espacio de disputa para ellas. Eran el terreno fértil para expresar su presencia pública, sus ideas y sorprender con sus acciones de propaganda armada. Eran un terreno (más) en su pelea por el poder político, mostrándose activos y en plena guerra revolucionaria. Para 34 Lanusse: op. cit., p.243. 24 amedrentar al Gobierno. Para conmover y sumar militantes. Para generar las condiciones subjetivas necesarias para establecer la revolución. 25 >Capítulo 3 Bautismo de fuego: el secuestro de Aramburu El 29 de Mayo de 1970 Montoneros hizo su primera aparición pública. En un día cargado de simbolismos, en el que se conmemoraba el día del Ejército y el primer aniversario del Cordobazo, la agrupación tuvo su bautismo de fuego secuestrando al ex Presidente Aramburu. El hecho tuvo un impacto inmediato en la prensa local. Diarios, revistas, periódicos, descargaban tinta buscando compensar la incertidumbre acerca de un hecho inédito en la escena nacional. En pleno desgaste de la Revolución Argentina, Onganía tuvo que enfrentar el impacto directo a la estabilidad política que implicaba que un ex Presidente de la Nación fuera secuestrado en su propio hogar y por personas “que vestían uniforme militar”35. Según Gillespie36, el secuestro de Aramburu estaba atravesado por tres objetivos. En primer lugar se buscaba dar a conocer a Montoneros. En segundo lugar, acarreaba una intención punitiva: castigar a destiempo al General Aramburu por los fusilamientos de 1956 en José León Suárez y por la expropiación del cadáver de Eva Perón. Y por último, se buscaba evitar el plan reformista de Aramburu, quien pretendía efectuar una retirada militar pactando con los sectores más participacionistas del sistema político a fin de aislar a la guerrilla. Montoneros saldó la mayoría de sus intenciones: el nombre de Montoneros irrumpió en la escena nacional, y pasada la etapa de desconcierto, se institucionalizó como actor político; el castigador fue castigado: Aramburu fue ejecutado luego de ser sometido a juicio revolucionario; y el plan reformista ideado por Aramburu fue postergado, recién en 1971 y con Lanusse al frente 35 36 Diario La Nación, 30 de mayo de 1970, tapa. Gillespie : op. cit., p. 120. 26 de poder, pudo comenzar a realizarse la salida electoral y elegante del régimen, enmarcados en el Gran Acuerdo Nacional (GAN). A partir de este suceso, los diarios nacionales se convirtieron en un terreno simbólico de disputa: al compás que en sus editoriales aparecían ecos de repudio ante el secuestro, el Gobierno y los Montoneros los definían como destinatarios de sus comunicados. Fue así como el mes de junio de 1970 descubrió a las páginas de los matutinos convertidas en un espacio de mediación entre el Gobierno, los Montoneros y la sociedad civil. Fue al día siguiente del secuestro, cuando el nombre de Montoneros apareció estampado por primera vez en un diario local. En las ostentosas páginas del diario La Nación se anunciaba la llegada de un comunicado de la “entidad guerrillera” en donde el “Comando Juan José Valle. Montoneros” se identificaba con Perón y expresaba que Aramburu sería sometido a juicio revolucionario. Sin embargo, el comunicado montonero no fue el único que llegó a las redacciones de la prensa local. Otras organizaciones, como el “Comando Cabral-Fuerzas Armadas Peronistas”, hacían su aparición exigiendo a cambio de Aramburu, la liberación de presos sociales y políticos. La convivencia de varias organizaciones atribuyéndose el secuestro y la manipulación de la liberación del ex presidente, no sólo sembraba confusión, sino que también, reflejaba un clima de época en donde las organizaciones guerrilleras comenzaban a tornarse actores de la cotidianeidad política. La revista Periscopio37 capitalizó la confusión acerca de la autoría del secuestro mediante un desprendimiento analítico en el que identificaba cinco hipótesis sobre el secuestro de Aramburu. “ 1) Autosecuestro: Liberales inician un golpe poniendo a salvo a su jefe. 2) Provocación nacionalista: Para enfrentar a Gobierno y Fuerzas Armadas. 37 Periscopio es el nombre que asume la revista Primera Plana después de ser clausurada por el Gobierno de Onganía el 5 de agosto de 1969, luego de algunos números (en octubre de 1970) retoma su nombre habitual. 27 3) Venganza del peronismo: Culminaría el 9 de Junio 4) Rescate: El FAL (que debutó con el cónsul paraguayo) exigiría la libertad de sus amigos. 5) Maoísmo, castrismo: Notificación del advenimiento de una nueva fuerza subversiva.”38. Peronistas, maoístas, liberales, nacionalistas, castristas, militares, guerrilleros, estudiantes… cualquiera podía ser, todos podían ser. Y es esa posibilidad múltiple la que delata un clima de época donde la violencia era una posibilidad de hacer política. Los estudiantes y obreros lo habían demostrado en las barricadas del Cordobazo. Onganía lo había demostrado en su Revolución Argentina. Castro en su Revolución Cubana. La violencia política estaba ahí, abrazando Argentina desde Cuba, desde Córdoba, desde el cuartel de militares con ansias de políticos. En ese clima cualquiera podía utilizar políticamente un secuestro a un ex Presidente. Cualquiera podía usar la violencia como un arma política. Cualquiera podía ser. Todos podían ser. Los análisis no se demoraron, y la postura común dentro de la prensa local fue de repudio ante el secuestro. Estupor nacional. Dolor. Conmoción. Condena. La cadena de violencia era reducida al eslabón. El secuestro de Aramburu aparecía reflejado como una punzada a la conciencia colectiva nacional. Sorpresiva. Brutal. Ajena. “Lo que ostensiblemente ha madurado en la conciencia popular es un unánime sentimiento de vergüenza ante la verificación de que entre nosotros puedan reproducirse fenómenos de odios irracionales capaces de reflejar el descenso a los abismos de la ferocidad gratuita”39 decía el diario La Nación. A pesar de que la postura asumida por los medios de comunicación en su repudio hacia el accionar montonero coincidía con la postura del Gobierno, no existía una correspondencia total entre ambos actores. Muy por el contrario, la circunstancia del secuestro fue utilizada por algunos medios gráficos para reflexionar acerca de las 38 39 Revista Periscopio N° 37, 2 de Junio de 1970, p. 18. Diario La Nación, 4 de junio de 1970, p. 8. 28 responsabilidades políticas que le cabían al Gobierno en la extensión del proceso de radicalización y la emergencia de las organizaciones guerrilleras. “El secuestro del Teniente General Aramburu no es un hecho aislado: es un eslabón más de una cadena de violencia y agitación cuyas verdaderas causas deben ser analizadas en profundidad con la máxima penetración y urgencia”40 advertía Clarín en su nota editorial. El diario La Nación, por su parte, decía: “Este grave acontecimiento afecta simultáneamente a las Fuerzas Armadas, al Gobierno y a la conciencia cívica de la ciudadanía, a la vez que constituye una evidencia de las formas cínicas de brutalidad.”41 En su estrategia de descalificación al accionar guerrillero, el diario La Nación se mostraba reflejando el sentir de “la nación”, una nación consternada ante la brutalidad y la violencia. El “nosotros” nacional se reforzaba en la identificación de un “otro”: violento, guerrillero, extraño. Incluso, en los días posteriores al secuestro, se insistía en que el secuestro formaba parte de un “plan foráneo”. Crónica publicaba un comunicado del Gobierno Nacional en donde éste también sostenía la “otredad” de los autores, diciendo: “El plan continental descubierto y dado a publicidad oportunamente y hechos similares ocurridos en otras partes del mundo ponen de manifiesto que estos procedimientos son extraños al accionar de los agrupamientos políticos del país, y por lo tanto, responden a intereses ajenos a nuestra forma de vida.”42 El hecho causó una gran conmoción pública que estuvo teñida de ambivalencias: hubo apoyos, repudios, silencios y complicidades. Gillespie señala que el asesinato de Aramburu dividió a la opinión pública: “Para muchos el asesinato de Aramburu fue brutal y vengativo, especialmente teniendo en cuenta el tiempo transcurrido entro los <<crímenes>> y el <<castigo>>, pero los dos citados acontecimientos de 1956 habían 40 Diario Clarín, 5 de Junio de 1970, p. 10. Diario La Nación, 31 de mayo de 1970, p. 8. 42 Diario Crónica, 2 de junio de 1970, p. 12-13. 41 29 quedado profundamente grabados en la memoria de los peronistas, por lo que los sectores más combativos lo consideraron un acto justiciero.”43 En la misma línea que Gillespie, Lanusse señala que a pesar de que el hecho generó importantes simpatías, también tuvo furibundas condenas desde distintos sectores. Respecto a las simpatías que generó el hecho, Lanusse resalta las acontecidas al interior del peronismo. Señala que la acumulación de proscripción y ofensas, hizo que para viejos militantes de la Resistencia, dirigentes gremiales y un importante número de trabajadores, el asesinato de Aramburu fuera juzgado como un acto de justicia, “… no podían evitar sentir simpatía y respeto por el puñado de militantes que habían llevado a cabo la empresa.”44 Otro de los sectores que apoyó a Montoneros fue el de los sacerdotes pertenecientes al Movimiento de Sacerdotes por el Tercer Mundo. La revista Cristianismo y Revolución fue un espacio de difusión de las ideas del catolicismo radicalizado. Fue en sus páginas donde, unos meses después del secuestro de Aramburu, el padre Benítez dio su apoyo a la organización: “Periodista:- ¿No cree usted, Padre Benítez, que los curas del Tercer Mundo, con su prédica de la violencia, son un poco responsables en el fondo del asesinato de Aramburu? Padre Benítez: -En el fondo, del asesinato de Aramburu, más responsables que los curas del Tercer Mundo es usted, soy yo, es el Cardenal Caggiano y el propio Aramburu. Porque observe usted, (…) ¿qué los lleva a reaccionar violentamente contra el medio social en que se acunaron? A mi entender dos causas: primera la convicción de que sólo la violencia barrerá con la injusticia social. Por las buenas jamás los privilegiados han cedido uno solo de sus privilegios. Estos jóvenes sienten, con una fuerza que no sentimos los viejos, la monstruosidad de que un 15% posea más bienes que el 85% restante. Viven en 45 un estado de indignación y de irritación del que apenas podemos formarnos idea…” A medida que los días pasaban, y que en las posturas se asumían posiciones más cerradas, el “otro” va siendo definido en su perfil, sumando nuevos actores. Aunque la prensa insistía en la existencia de un repudio social generalizado, se permitían sugerir 43 Gillespie : op. cit., p.121. Lanusse : op. cit., p 234. 45 Revista Cristianismo y Revolución N° 25, septiembre de 1970, p.6. 44 30 que los guerrilleros contaban también con “la ayuda inconstante de muchos”46. Clarín daba espacio a las palabras del Presidente Onganía, quien señalaba que “este es el modelo extranjero que pretende ganar nuestras universidades, gobernar las estructuras sindicales, quebrantar nuestra unidad espiritual y destruir las Fuerzas Armadas y nuestro estilo de vida.”47 La dicotomía “nación-foráneo” incorporaba nuevos actores: los guerrilleros, obreros y estudiantes representaban una tríada donde la infiltración extranjera echó banderas en ideas, métodos y acción política. El Cordobazo, la toma de fábricas, las luchas estudiantiles, dejaban de ser hechos aislados, para convertirse en eslabones de una cadena de violencia política; violencia que el Gobierno, a través de sus comunicados y conferencias brindados a los medios, insistían en mostrar como la antítesis de “la nación”. En el diario La Nación, el Comandante en Jefe del Ejército decía: “…se ha visto reaparecer en establecimientos fabriles e industriales de Córdoba el procedimiento de la ocupación de los lugares de trabajo, con la captura de rehenes, e idéntico recurso ha sido aplicado recientemente en la <<toma>> de universidades. Mientras sedicentes sindicalistas actúan de manera que su influencia sirva para afectar grandes fuentes de trabajo y destruir cualquier atisbo de paz social, grupos estudiantiles de filiación bien notoria ensayan la subversión cotidiana, de la cual extraen una cobertura de ribetes doctrinarios las bandas cuya misión específica consiste en asaltar entidades de crédito, atacar comisarías apartadas y puestos militares en situación vulnerable, robar armas y 48 apropiarse de explosivos, según ha ocurrido en fecha reciente.” Por su parte, Clarín se distancia de la antinomia nacional/foránea propuesta por el Gobierno para analizar el secuestro y llama la atención acerca de las responsabilidades nacionales del asunto. “El país siente que no puede ser apta una explicación que reduce lo que ocurre en la Argentina de un tiempo a esta parte a la acción de factores extraños (…) Buenos o malos, los nuevos hábitos a menudo se contagian, la ideología de la violencia es un mal de nuestro tiempo y debemos estar 46 Diario Clarín, 3 de junio de 1970, p. 20 Diario Clarín, 3 de junio de 1970, p. 20 48 Diario La Nación, 31 de mayo de 1970, p. 8. 47 31 preparados para resistirla.”49 Clarín, sin dejar de subrayar una y otra vez su repudio al secuestro, se anima aquí a un juego analítico en donde las causas del secuestro van más allá de la decisión de sus autores. El matutino se anima a encontrar en el contexto social y político las causas que llevaron a la emergencia de estos actos de violencia: “El terrorismo es el infaltable subproducto de todo estado de frustración: la acción de los grupos que lo provocan se hace posible en un clima favorable que sólo puede determinarlo dentro de la República la ausencia, paralización o receso de las instituciones naturales sobre las que se apoyan el equilibrio, la armonía y el respeto mutuo de la ciudadanía, por encima de toda divergencia de opinión y de criterio.”50 Mediante esta contextualización analítica Clarín realiza un doble juego, en el sentido de que no sólo repudia al accionar guerrillero sino que también interpela al Gobierno en sus responsabilidades políticas frente al asunto. El 1 de junio de 1970, los diarios amanecían con las palabras montoneras resolviendo el desenlace del destino de Aramburu. En su comunicado número tres anunciaban la constitución de un “tribunal revolucionario” frente al que Pedro Eugenio Aramburu se reconocía culpable de los cargos presentados; en consecuencia, el tribunal lo condenó a muerte “en lugar y fecha a determinar”, resolviendo también “dar cristiana sepultura a sus restos”51. Montoneros trocaba la ausencia de justicia formal por la justicia revolucionaria52. El asesinato de Aramburu era legitimado discursivamente como un acto de justicia popular. Su destinatario era el pueblo peronista. La conciencia colectiva era reparada a destiempo: quince años después, los asesinatos de José León Suárez 49 Diario Clarín, 5 de junio de 1970, p.12. Diario Clarín, 5 de Junio de 1970, p. 12. 51 Diario La Nación, 1 de junio de 1970, tapa. 52 Lenci, Laura: “Justicia, política y violencia. Un análisis de los cuerpos normativos montoneros 19721975”. Ponencia presentada en la II Jornada Académica “Partidos Armados en la Argentina de los Setenta. Revisiones, interrogantes y problemas”, Unsam, 25 de abril de 2008. 50 32 eran vengados. ¿Cómo evitar (siendo peronista) no sentir simpatía por este acto pasional? En esta línea se pregunta Beatriz Sarlo por este hecho de pasión y venganza que “fue vivido por miles como un acto de justicia y reparación”53. El asesinato se llenaba de mito, no sólo el fusilador era fusilado 15 años después, sino que a cambio de la entrega de su cuerpo, se pedía el de Eva Perón, de cuya expropiación Aramburu se reconocía culpable. En un acto de artesanía simbólica Montoneros supo “tocar el nervio maestro de la sensibilidad” peronista uniendo en una sola maniobra las “las pasiones extremas del amor y el odio: el fusilador y la abanderada de los descamisados.”54 Con el correr de los días, el nerviosismo ante la ausencia de noticias del Presidente secuestrado, endurece los ceños y discursos del Presidente Onganía. En un intento de impacto simbólico más que legal, el Presidente decreta el 3 de Junio de 1970 la instauración de la pena de muerte para los delitos cometidos contra el orden público. La flamante y terminante ley contaba con un destinatario claro. No en vano “los delitos de privación de la libertad, atentando con armas, y uso ilegítimo de insignias, distintivos o uniformes correspondientes a fuerzas armadas o de seguridad55” se llevaban la pena máxima. La instauración de esta ley refleja las imposibilidades institucionales con las que contaba el Gobierno en su lucha contra la subversión. El diario La Nación cuestionó la efectividad de la misma, señalando en su editorial que la arquitectura del texto legal “pareciera haber tenido más en cuenta el efecto psicológico que los resultados jurídicos de sus prescripciones.”56 La pena de muerte nunca fue aplicada y las acciones de Montoneros contra el “orden público” continuaron. A un mes de su bautismo público, el 1 de Julio de 1970, la agrupación guerrillera tomaba la localidad cordobesa de La Calera. Robaron un banco. 53 Sarlo, Beatriz: La Pasión y la excepción, Buenos Aires, Ariel Historia, 2001, p. 136. Sarlo: op. cit., p. 154. 55 Diario La Nación, 4 de Junio de 1970, p.8. 56 Diario La Nación, 4 de Junio de 1970, p.8. 54 33 Tomaron una comisaría. Obligaron a los policías a cantar la marcha peronista. Cortaron los teléfonos. Llenaron las paredes de graffitis que anunciaban “Perón Vuelve”. Montoneros reaparecía en la prensa nacional, pero lentamente la incertidumbre de su ideología se iba disipando. Sus figuras y acciones se iban mitificando. Los matutinos comenzaban a suplir la sorpresa por la naturalización de la osadía trenzada en esta segunda acción montonera. El secuestro de Aramburu se mostraba como un hecho disruptivo en el sistema político nacional. El Estado Burocrático-Autoritario57 encarnado por la dictadura de Onganía comenzaba a disolver la imagen de orden en que encontraba su fundamento. Se inicia un proceso conjunto de desestabilización del régimen político y de emergencia de nuevos actores políticos, con nuevas herramientas de lucha, de negociación y de disputa. Las organizaciones político-militares mutarán de ser la novedad de 1970 a convertirse en uno de los actores políticos centrales que definirán al sistema político argentino a lo largo de toda la década. El Estado Burocrático Autoritario pierde la firmeza en su hegemonía, Montoneros junto con otras organizaciones político-militares comienzan un camino de lucha armada en el que disputan su monopolio de la fuerza. Perdido el consenso de la imagen de orden, la reacción del Estado Burocrático Autoritario será más fuerza. Junio de 1970 se torna el presagio de una década que marcó de violencia al sistema político argentino. 57 O´Donnell: op. cit. 34 >Capítulo 4 De muertes, mártires, pasiones y venganzas 1970 será un año marcado por la violencia. La revista Panorama la consagraba como “personaje del 1970” colocándola en la última tapa del año. “La abrumadora enumeración de los atentados terroristas que sacudieron a los argentinos durante el año, puso fin al debate: la gelinita, la metralla, los secuestros, los robos políticos eran – sumados- no sólo el personaje dominante de estos doce meses; también habían marcado a fuego la historia argentina”58 . Dentro de este escenario de violencia, la muerte se erigía como herramienta de consolidación de identidad política y como fuente de ajusticiamiento. Muere Aramburu en venganza montonera por los fusilamientos de José León Suárez en 1956. Muere el montonero Emilio Maza en un tiroteo con la policía tras la toma de La Calera. Mueren los montoneros Abal Medina y Ramus intentando escapar de la policía en William Morris. La justicia, la venganza, la pasión, la muerte: elixir de la política de 1970. Estas muertes pueden ser analizadas como terrenos simbólicos en la disputa de legitimidades y condenas. La muerte hará de los montoneros caídos, mártires. La muerte hará del enemigo caído, víctima. El asesinato de Aramburu, como señalamos en el capítulo anterior, generó furibundas condenas y tibios apoyos. Pero el hallazgo de su cuerpo el 16 de julio de 1970 actuó como un (re) activador de sensaciones. Se actualizó el duelo que se estaba viviendo desde su desaparición y con él las condenas a sus autores. “Brutal crimen”59, “salvaje atentado60”, “vergüenza de los argentinos61”, catalogaron los medios gráficos de la época al episodio y llenaron sus hojas de 58 Revista Panorama N° 192, 29 de diciembre de 1970 al 4 de enero de 1971. Diario La Nación, 18 de Julio de 1970, tapa. 60 Diario Crónica, “Suplemento Extra”, 18 de julio de 1970, p. 10. 61 Revista Periscopio N° 44, 21 de Julio de 1970, p. 13. 59 35 homenajes y recuerdos para el General Aramburu. “Desde Adán en adelante todos sabemos que a los muertos se les achacan los crímenes o se los llena de virtudes”62 dijo el Capitán en retiro Molinari, durante el velatorio de Aramburu. Por otro lado, y en otros sectores sociales, la muerte de los Montoneros también revitalizará sensaciones y potenciará adhesiones. Tanto la muerte del montonero Maza como la de Ramus y Abal Medina pueden pensarse como ocasiones para medir el consenso social de la organización. Sus entierros se llenan de miles de asistentes. Jóvenes, sacerdotes del Tercer Mundo, sindicalistas de la CGT de los Argentinos y ciertos sectores del peronismo, demuestran su apoyo en presencias y coronas. La muerte vuelve a los montoneros mártires. Sus figuras se tornarán discurso y llenarán de sentidos (de entrega y lucha) al accionar de la organización en sus futuras acciones armadas. Según Gillespie, “la muerte de Ramus y de Abal Medina provocó la primera manifestación pro-Montoneros, llevada a cabo por mil jóvenes en el poblado de barracas de Barrio Casas el 14 de septiembre, y el 7 del mismo mes pasó a formar parte del calendario de la izquierda peronista como fecha en que se celebrarían manifestaciones anuales en recuerdo de aquellos dos destacados guerrilleros63”. El 1 de julio de 1970, cuando aún estaban tibias las dudas acerca del destino de Aramburu y de sus autores, Montoneros realiza su segunda aparición pública, en un hecho que La Nación catalogó como el “más espectacular operativo realizado en nuestro país por elementos extremistas”64. Montoneros ocupa por una hora la localidad cordobesa de La Calera. Toman el banco, la comisaría y las oficinas de telégrafos y correos. Encarcelan a los policías y los obligan a cantar la marcha peronista. Pintan las paredes de la municipalidad con grafftis que anunciaban “Perón o Muerte”, y huyen del pueblo con 26000 pesos del banco, armas y una emisora de radio. Pero cuando 62 Revista Panorama N° 169, 21 al 27 de Julio de 1970. Gillespie: op. cit., p.129. 64 Diario La Nación, 2 de julio de 1970, tapa. 63 36 escapaban, uno de los coches se rompe y esto es ocasión para que dos montoneros (Luis Losada y José Fierro) fueran capturados por la policía. La captura generó una cadena de consecuencias: revelación de información, nuevas capturas y muerte. La suerte empezaba a escaparse. Con los datos obtenidos, la policía se dirigió al barrio cordobés “Los Naranjos”, donde luego de un intenso tiroteo, Montoneros gana su primer mártir: Emilio Maza. Por su parte, Ignacio Vélez Carreras y su esposa Cristina Liprandi son detenidos. Los hechos se apresuran. La estructura montonera parece develada. Los vínculos entre los autores del secuestro de Aramburu y la toma de La Calera se clarifican: Maza, Vélez, Ramus, Capuano Martínez, Arrostito, Abal Medina son identificados como los autores del secuestro. Los diarios y revistas se hacen eco de la búsqueda policial, publicando sus fotografías y requiriendo su captura65. Los datos obtenidos por la policía tras el golpe de La Calera dan las pistas para hallar el cadáver de Aramburu en una estancia de Timonte, propiedad de los padres del montonero Carlos Gustavo Ramus. Los restos de ex Presidente reciben sepultura con los honores previstos para un presidente en ejercicio. “Pueblo y Gobierno condenan el asesinato del general Aramburu”66 titula La Nación. Su entierro se llena de gente, muestras de apoyo, escenas de consternación. Los medios reflejan el estupor en suplementos especiales. El dolor se actualiza. Un mes después, el 7 de septiembre de 1970, Montoneros cosecha dos nuevos mártires en un enfrentamiento policial en una pizzería de William Morris: Abal Medina y Ramus mueren luego de un feroz tiroteo con la policía. Otros dos montoneros (Norma Arrostito y Eduardo Firmenich, según el diario Crónica) logran escapar “cinematográficamente67”. Este hecho termina por desestabilizar la estructura montonera. Septiembre de 1970 los encuentra con tres militantes muertos, sus datos 65 Revista Periscopio N° 43, 14 de Julio de 1970, p. 19; diario Crónica, 17 de Julio de 1970. Diario La Nación, 18 de Julio de 1970, tapa. 67 Diario Crónica, 8 de septiembre de 1970, p. 2. 66 37 organizacionales revelados, y sus rostros en fotografías de captura policial. A cuatro meses de su aparición pública, Montoneros había logrado notoriedad, apariciones mediáticas y resonancias en el sistema político argentino. Pero también, se encontraba expuesto en su estructura organizacional y a punto de ser aniquilado. La incertidumbre acerca de la existencia de Montoneros y su origen social, tendencia política e ideología comenzaron a desaparecer a fuerza de las detenciones y datos obtenidos tras el golpe de La Calera y William Morris. Eran jóvenes. Eran peronistas. Eran cristianos. Eran nacionalistas. Y eran miembros de sectores sociales medios y acomodados. El origen social de Montoneros causó una gran sorpresa. El Gobernador Bas decía “conozco a las familias de los detenidos, tradicionales y respetuosas de las normas institucionales del país; el caso me sorprende”68 . La revista Periscopio en su intento de reconstrucción de la identidad montonera resaltaba el hecho de que “varios guerrilleros descienden de la burguesía provincial; y como si esto fuese poco, la mayoría profesa con fervor el catolicismo. Daba la impresión de que se reiteraban los animadores del Cordobazo: estudiantes, intelectuales, gremialistas ajenos a la burocracia, sacerdotes y religiosos69”. Clarín se sumaba a la sorpresa respecto al origen social de los actores diciendo: “Los hechos de La Calera ponen de manifiesto como cunde el mal ejemplo, ya que sus protagonistas parecen reclutados en sectores sociales no sospechados en principio de tales inclinaciones”70. La mayoría de los integrantes fundacionales de Montoneros pertenecían a los sectores intermedios. Fueron estos sectores quienes protagonizaron el camino de radicalización política en un contexto dictatorial, de constricción de libertades políticas y culturales. La censura ofrecida por la Revolución Argentina potencia esa radicalización y crea un clima favorable para el encuentro de los jóvenes de clase media 68 Revista Periscopio N° 42, 7 de Julio de 1970, p. 13. Revista Periscopio N° 44, 21 de Julio de 1970, p. 22. 70 Diario Clarín, 4 de Julio de 1970, p. 12. 69 38 con la lucha armada. El origen social de los Montoneros se corresponderá con el de la mayoría de sus simpatizantes y seguidores71. El origen católico de los Montoneros también genera sorpresa, sobre todo, por la utilización de la lucha armada como metodología. Los asaltos, tomas de localidades, asesinatos, parecían ser ajenos al “ethos católico”. Sin embargo, como mencionamos anteriormente, es al calor del cristianismo revolucionario que los jóvenes montoneros resignifican la palabra de Cristo en la lucha armada. Los Montoneros se apropiaron del mensaje de Camilo Torres, para quien “la revolución no sólo está permitida, sino que es obligatoria para todos los cristianos que vean en ella la manera más eficaz de hacer posible un mayor amor para todos los hombres”72. Los sacerdotes del Tercer Mundo fueron uno de los sectores que apoyó a Montoneros en forma explícita. Muchos sacerdotes fueron presos por defenderlos. Tal fue el caso de los padres Mugica y Benítez, quienes tras oficiar en las misas de entierro de Ramus y Abal Medina, fueron detenidos por “incitación a la violencia”73. Una de las oraciones que generó esta detención fue la pronunciada por el padre Hernán Benítez, quien dijo: “Abal Medina y Ramus fueron cristianos. Pido perdón a Dios por la muerte de ellos, que fueron asesinados por la Nación, que no supo comprenderlos, darles un camino, colmar su sed de justicia. Su muerte, ante Dios, es un holocausto. La sociedad los ha juzgado, castigado y destruido, pero si tienen que responder ahora a la inquisitoria del Señor -¿has dado de comer al hambriento y de beber al sediento?- ellos pueden responder que han dado sus vidas para que en el mundo no hubiera hambre ni sed. Nos sentimos responsables de estas vidas jóvenes tronchadas. (…)Señor: te damos muchas gracias por 74 estos muchachos. No eligieron el camino fácil…” La reacción de apoyo de los sacerdotes del Tercer Mundo y de agrupaciones y militantes estudiantiles refleja que, en gran medida, la adhesión hacia Montoneros provenía de los mismos sectores de los cuales los guerrilleros provenían. Sectores 71 Lanusse : op. cit., p. 106. Camilo Torres, 3 de agosto 1965 en Gillespie: op. cit., p.82. 73 Diario Crónica, 15 de septiembre de 1970, p. 12. 74 Diario La Nación, 12 de septiembre de 1970, p. 6. 72 39 medios, estudiantiles, y cristianismo radicalizado eran las principales vertientes de apoyo. Sin embargo, había un elemento crucial de la identidad montonera que no tuvo una correspondencia inmediata en cuanto al reflejo de apoyo: el peronismo. Montoneros se identificó desde un primer momento como una organización peronista75, sin embargo esto no fue recibido gustosamente por todos los sectores del Movimiento. Fue claro el gesto de repudio de José Paladino, delegado de Perón en Argentina, tras el secuestro de Aramburu, diciendo “condenamos sin reticencias el hecho en que ha sido protagonista el teniente General Pedro Eugenio Aramburu. Los peronistas hemos pasado muchos días trágicos en estos 15 años y no le deseamos una experiencia similar a nadie (…) Los peronistas no somos resentidos ni revanchistas. Y no lo somos porque el pueblo argentino no lo es.”76 Sin embargo, a pesar de la resistencia que los sectores sindicales presentaban frente a Montoneros, hubo apoyo por parte de los grupos más revolucionarios del peronismo y hasta del mismísimo Perón. Para enfatizar su identidad peronista, y generar consenso dentro del Movimiento, Montoneros no escatimaba en detalles simbólicos. Entre sus estrategias, podemos mencionar al hecho de incorporar en todos sus comunicados el gráfico de un óvalo con la “P” y la “V” de Perón Vuelve. Asimismo, cuando tomaron la ciudad de La Calera, llenaron las paredes de la municipalidad con esta inscripción. En sus comunicados se definían como una organización peronista que ha elegido “el camino de la resistencia armada para abrir paso al acceso de los trabajadores al poder”77. Esta dualidad de apoyos y condenas dentro del mismo Movimiento Peronista se afilará con el correr de los años. Las fuerzas sindicales y sus bases serán, como 75 Diario La Nación, 30 de mayo de 1970, p. 4. Diario Clarín, 3 de junio de 1970, p. 25. 77 “Hablan los Montoneros”, documento de la revista Cristianismo y Revolución N°26, noviembrediciembre de 1970. 76 40 señalamos anteriormente, “el talón de Aquiles de los Montoneros desde 1970”78. Desde la aparición de la organización, cuando la CGT condenó el secuestro de Aramburu calificándolo de “inspirado desde el extranjero”79, se perfilaba la actitud crítica que este sector del peronismo tendría hacia Montoneros. Actitud que se mantendría y agudizaría en los años siguientes, y que explotaría en 1973 con los enfrentamientos de Ezeiza. Las reacciones disímiles que Montoneros generaba dentro del peronismo quedaron evidenciadas el 17 de octubre de 1970, en un acto organizado por las 62 Organizaciones en Córdoba. En este acto de homenaje a la lealtad peronista se enfrentaron los sectores del peronismo que apoyaban y se oponían a Montoneros. El hecho mismo de convertirse en objeto de un enfrentamiento demuestra la presencia adquirida por Montoneros dentro del Movimiento Peronista y las pasiones generadas en él. Esto se puede ver cuando, en un momento del acto, desde un sector del público se empezaron a escuchar gritos a favor de Montoneros y se pretendió realizar un homenaje a los Montoneros convertidos en mártires: Abal Medina, Ramus y Maza. Esta iniciativa irritó a los sectores adherentes a Paladino, quienes enfurecidos empezaron a gritar que había que echar “a los comunistas80”. Las figuras de Abal Medina, Ramus y Maza fueron capitalizadas simbólicamente por la organización. Los militantes caídos fueron resignificados como mártires, emblemas de lucha y entrega, vociferados en canciones de actos, se volvieron bandera. Los caídos se vuelven mártires, y esa mutación evidencia una dimensión significante que buscaba impactar en el imaginario social de esos tiempos. El imaginario social como red simbólica de sentidos es un terreno de disputa. Montoneros entrará en esta lucha semiológica buscando asociar en el imaginario social la muerte de Maza, Ramus y Abal con el heroísmo, la entrega, la lucha. La construcción de estas 78 Gillespie: op. cit., p. 154. Diario Buenos Aires Herald, 3 junio 1970. 80 Revista Primera Plana N° 403, 20 de Octubre de 1970, p.23. 79 41 relaciones simbólicas pretende generar consenso en cierto sector de la sociedad. La muerte fascina, genera solidaridad, simboliza entrega. “Lo único que se puede perder es la vida (las consignas repiten esta alternativa de varios modos: patria y victoria o muerte) y, si eso sucediera, como sucedió poco después del secuestro con varios de sus protagonistas, el nombre quedaría inscripto en la lista de los mártires”81. La muerte era para el militante montonero más que dar la vida por la causa, era la entrega absoluta. Era el honor materializado en acto. “La disposición al sacrificio y a la muerte fue un tema presente desde los primeros documentos y comunicados de la organización. Emerge, como consigna verbal, que acompaña el nombre de Montoneros y su representación gráfica. Es repetido como rezo y promesa en ocasión de muertes o de victorias, cuando se recuerda a los héroes y las acciones pasadas”82. José Pablo Feinmann cuenta que nuestro propio himno tiene sus estrofas montoneras, cuando nos interpela diciendo “coronados de gloria vivamos o juremos con gloria morir83”. Los Montoneros que caían, morían con gloria y se volvían mártires. Sus entierros se presentaban como los espacios de construcción de sus figuras en mártires. Esta martirización conmueve y legitima sus acciones. La asociación de los militantes caídos con los significados de entrega y la lucha puede analizarse como otra de las estrategias simbólicas recurridas por Montoneros en la construcción del consenso social. La efectividad de la estrategia puede observarse en el hecho de que sus velorios se llenaron de miles de asistentes, de coronas, y banderas argentinas. En el velorio de Abal Medina, “momentos antes de que fuera retirado el ataúd del domicilio, los presentes entonaron el 81 Sarlo: op. cit., p. 179. Sarlo: op. cit., p. 177-178. 83 Feinmann: op. cit., p.58. 82 42 himno nacional”84. También se escucharon exclamaciones: “¡Viva la Patria! ¡Viva Perón! ¡Patria sí, colonia no!85”. Desde el cristianismo revolucionario, las palabras pronunciadas por los sacerdotes Mugica y Benítez otorgaban el contenido discursivo para la consolidación de los caídos en mártires. “No puedo sino pronunciar unas palabras de despedida para quienes fueron mis hermanos Carlos Gustavo y Fernando Luis, que eligieron el camino más duro y difícil por la causa de la dignidad del hombre. (…) Recuerdo cuando con Carlos Gustavo hicimos un viaje al norte del país y allí lo vi llorar desconsolado al ver la miseria y el triste destino de los hacheros. Fue fiel a Cristo, tuvo un amor concreto y real por los que sufren: se comprometió con la causa de la justicia, que es la de Dios, porque comprendió que Jesucristo nos señala el camino del servicio. Es un ejemplo para la juventud, porque tenemos que luchar para alcanzar la sociedad justa y superar el mecanismo que quiere convertirnos en autómatas. Que este holocausto –el de Abal Medina y Ramus- nos sirva de 86 ejemplo.” En sintonía a nuestro problema de investigación, podemos considerar a los entierros como indicadores del apoyo social recibido por Montoneros. “Con la muerte de Emilio Maza esa adhesión adquiere perfiles incondicionales. Mientras la ciudad de Córdoba estaba prácticamente ocupada por las fuerzas represivas (…) tres mil personas se hicieron presentes en el entierro del combatiente caído. En el cementerio, frente a su tumba, vitorearon a Perón y a los Montoneros.”87. Los entierros de Abal Medina y Ramus fueron análogos en las muestras de apoyo. Entre las entidades que se adhirieron al duelo por sus muertes se encontraban: Juventud Peronista de La Plata, Fuerzas Armadas Peronistas, Alianza Libertadora Nacionalista, Movimiento Nacionalista Tacuara, Movimiento de la Reconquista Argentina, 62 Organizaciones, CGT de los Argentinos, Sindicato Universitario de Derecho y Sindicato Universitario Argentino. También se hicieron presentes adherentes de la Acción Católica, ex condiscípulos del 84 Diario Crónica, 12 de septiembre de 1970, p. 4. Diario Crónica, 12 de septiembre de 1970, p. 4. 86 Diario La Nación, 12 de septiembre de 1970, p. 6 87 Revista Cristianismo y Revolución N° 25, septiembre de 1970. 85 43 Colegio Nacional Buenos Aires y hasta había una corona a nombre de Juan Domingo Perón. 88 Estas muestras de apoyo recibidas en ocasión de los entierros muestran que el “arco ideológico89” en el cual Montoneros encontró consenso social era correspondiente con los sectores de los cuales ellos mismos provenían: sectores peronistas, universitarios, cristianismo radicalizado. El hecho de que su identidad política esté atravesada por estas (distintas) vertientes hacía que el apoyo se distribuyera en diferentes espacios: universitarios, sindicales, eclesiásticos. En parte, este apoyo posibilitó la supervivencia de Montoneros en 1970 tras los duros golpes sufridos en La Calera, Timonte y William Morris. La muerte, la persecución y la revelación de datos organizacionales habían expuesto a la organización al punto del aniquilamiento. Pero el apoyo social cosechado en sus primeros meses se capitalizó en ayuda y se tornó una estrategia vital de supervivencia en un año marcado por la muerte y el asecho. Un año marcado por la violencia política. “La violencia endémica, una jugarreta que los argentinos nunca creyeron merecer, parece instalada definitivamente en la vida cotidiana del país” decía la revista Primera Plana. El imaginario político de Montoneros se tejía a fuerza de idealismo, muerte, pasión y venganza. En un contexto político marcado a sangre y fuego por la violencia política, será este peculiar imaginario político una de las claves del apoyo popular obtenido, y a partir de él, de su supervivencia como organización político-militar. 88 89 Diario La Nación, 12 de septiembre de 1970, p. 6. Lanusse: op. cit., p. 236 44 >Capítulo 5 1971, el año entre paréntesis 1971 fue un año “entre paréntesis” para Montoneros. Puente. Bisagra. Enlace del año de su bautismo y del año de su explosión. Del comienzo de su explosión. En 1971 Montoneros perdió la capacidad de sorpresa. Ya se sabía quienes eran. Se los buscaba mediante carteles. Se los juzgaba en oficinas de gobierno y en tinta de editoriales matutinos. Sin tapas ni marquesinas, estuvieron presentes, de todas formas, mediante pequeñas grandes acciones. Era difícil superar el poder simbólico que tuvieron en 1970 al secuestrar a un ex presidente y tomar una localidad en menos de 30 días. Pero, a pesar de sus bajas, de la persecución policial, del desarme y rearme organizacional continuo, Montoneros sobrevivió 1971. Atravesó en silencio un año que se volvió puente para que la organización creciera. Creciera geométricamente en los años siguientes en número de militantes, de seguidores, de papel político. Aunque no pasó demasiado, algo debe haber pasado en 1971 para que Montoneros pasara de ser la sorpresiva organización armada de una docena de veinteañeros autodenominados peronistas a ser una de las formaciones especiales del General Perón, a la que en diciembre de 1972 designó como organizadora de la campaña de su candidato presidencial Héctor Cámpora. “Desde nuestra aparición pública los distintos personeros del régimen, sus funcionarios, sus políticos, sus generales y obispos, su prensa y sus mercenarios, han tratado de desvirtuar nuestros hechos e intenciones, acusándonos de delincuentes comunes, aventureros, provocadores y fascistas. Hasta llegar a dudar de nuestra existencia como es el caso del gorilaje aramburista”90 decían los Montoneros en un comunicado publicado en diciembre de 1970 en la revista Cristianismo y Revolución. 90 Revista Cristianismo y Revolución Número 26, diciembre de 1970. 45 1971 fue utilizado para reafirmar su identidad y disipar dudas utilizando como “estrategia comunicacional” la publicación de cartas, comunicados y la realización de entrevistas. Los medios de comunicación se convertían así en un espacio de disputa en la legitimación de sus acciones. En búsqueda de la construcción del consenso, Montoneros presentará en sus comunicados sus valores, ideales, enemigos y mártires. Cristianismo y Revolución fue un medio de comunicación privilegiado por la organización para llevar a cabo esta estrategia. La correspondencia ideológica con la revista facilitaba la publicación de sus militantes. Montoneros trataba de demostrar que, aunque tomaban pueblos, robaban armas, bancos, registros civiles, y mataban, no eran delincuentes comunes, ni aventureros, ni provocadores, ni fascistas: eran Montoneros. El 2 de junio de 1971, esta revista publicaba un comunicado montonero al pueblo de la Nación, en donde estos decían: “Nuestro compromiso de combatientes peronistas nos suma diariamente a esta lucha sin cuartel que la guerra revolucionaria del pueblo desarrolla contra los gorilas y vendepatrias entregados al imperialismo. Así, fieles a esta consigna, hemos ganado una nueva batalla para devolver al pueblo lo que por derecho propio le corresponde.” Como parte de su “estrategia comunicacional” peronismo, pueblo y patria aparecían como los significantes que atravesaban el discurso montonero, buscando mostrarlos como nodos de su identidad. Se presentaban así como peronistas que luchaban por la patria en nombre del pueblo. Y en ese juego semiológico definían a sus enemigos: los gorilas y vendepatrias. Beatriz Sarlo91 señala que al asumirse peronistas, los Montoneros, asumen también su herencia de amigos y enemigos. Heredan su distribución del terreno político. “La verdadera disyuntiva del país es peronismo o antiperonismo92”, dirán en un reportaje en abril de 1971. 91 92 Sarlo: op. cit. Revista Cristianismo y Revolución Número 28, abril de 1971. 46 La identidad peronista de los Montoneros les valió una protección93. Protección que se materializaba en apoyo, especialmente de parte de los grupos de jóvenes peronistas. En cambio, los sectores sindicales resultaron un sector difícil de conquistar dentro del Movimiento. Por su parte Perón, si bien nunca había desautorizado a la guerrilla, a partir de 1971 explicitó su apoyo. Puso en palabras su simpatía hacia la organización mediante un intercambio epistolar mantenido en el verano de 1971. Montoneros se encargó de capitalizar esa simpatía dentro del peronismo dando a conocer esas cartas, demostrando que eran “las formaciones especiales” del General. El 9 de febrero de 1971, Montoneros le escribe al General Perón hablándole, fundamentalmente, del ajusticiamiento de Aramburu y de sus razones. Le advierten que para algunos este hecho había entorpecido sus planes y le piden una opinión al respecto. La respuesta de Perón no tarda en llegar, fechada el 21 de febrero, les contesta: “Estoy completamente de acuerdo y encomio todo lo actuado. Nada puede ser más falso que la afirmación que con ellos ustedes estropearon mis planes tácticos porque nada puede haber en la conducción peronista que pudiera ser interferido por una acción deseada por todos los peronistas. 94” La repuesta tranquiliza, el General avala el ajusticiamiento de Aramburu y amplía su sentido al decir que fue “una acción deseada por todos los peronistas”. El apoyo explícito otorgado por Perón a Montoneros puede pensarse como uno de los factores que influyó en el consenso construido por la organización dentro del peronismo. Este gesto del General los reafirmaba y legitimaba como peronistas. A mediados de 1971 circulaba el documento “Perón habla a la Juventud” en donde éste teñía sus palabras de halagos a la “juventud maravillosa”: “yo tengo fe absoluta en nuestros muchachos, que han aprendido a morir por sus ideales. Y cuando una juventud 93 94 Gillespie: op. cit. p.129. Revista La Causa Peronista N° 9, 3 de septiembre de 1974. 47 ha aprendido y ha alcanzado esto, ya sabe todo lo que una juventud esclarecida debe saber.95” El reconocimiento por parte del General Perón les daba acceso al Movimiento Peronista, “un movimiento de masas, amplio, vital y contradictorio.”96 Como parte de su “estrategia comunicacional” de presentación, Montoneros no sólo buscaba demostrar su identidad peronista sino que también resaltaba un lateral nacionalista. Este lateral montonero, presente en el pasado de algunos de sus miembros, emergía en guiños semiológicos a través de sus comunicados, de sus comandos y hasta de su propio nombre. Nación es un significante extenso, aún más extenso que el significante peronismo, con el que Montoneros buscaba interpelar a numerosos sectores sociales. Fue precisamente en nombre del pueblo, y en defensa de la patria, como el 3 de febrero de 1971 hicieron gala de su nacionalismo tomando la casa de Tucumán “como homenaje y recuerdo de la Independencia económica que el general Perón declarara, junto al pueblo en dicho lugar en 1947”97. Redujeron a la guardia policial, y en el salón donde se juró la independencia nacional estamparon las figuras de Perón y Evita y llenaron las paredes con graffitis que decían “Unidad Básica Combatiente Evita”, “Perón Vuelve”, “Montoneros” y “Perón o Muerte.”98 Clarín titulaba “Increíble: asaltan la Casa Histórica de Tucumán99” y en su editorial se explayaba diciendo “constituye un hecho grave y especialmente condenable (…) Ninguna parcialidad tiene derecho a apropiarse del pasado común, sin agraviar al resto de la comunidad que no comparte sus ideas.100” Montoneros se estaba apropiando del “pasado común”, así lo dejaba explícito en el comunicado enviado y reproducido por los matutinos, en donde decían que la ocupación de la Casa y la “recuperación para 95 Revista Cristianismo y Revolución N° 29, junio de 1971. Calveiro: op. cit., p. 13 y 14. 97 Diario Clarín, 15 de febrero de 1971, p.17. 98 Diario Crónica, 15 de febrero de 1971, p. 5. 99 Diario Clarín, 15 de febrero de 1971, p. 17. 100 Diario Clarín, 16 de febrero de 1971, p. 10. 96 48 el pueblo” de un arma y un uniforme, forman parte del programa de acción en que se encuentran empeñados en su lucha por la liberación de la patria, en “esta nueva guerra de la independencia.101” Montoneros construía a partir de sus acciones y discursos su propia tradición nacional. Se mostraba como parte de un proceso histórico más extenso que se inició en las luchas por la independencia nacional, sumándose así a una historia que empezó San Martín y siguió Perón. La elección de su nombre y del nombre de sus comandos102 transmite esta visión de la historia nacional como una historia de luchas de las cual ellos también formaban parte. Llenos de romanticismo y nostalgia, con resonancias plebeya y nacional, Montoneros toma su nombre de las formaciones gauchas originarias que participaron de las guerras civiles del siglo XIX, milicias irredentas que se alzaban frente a los autoritarismos de los gobiernos provinciales. Esa rebeldía popular y militar es la que buscan rescatar de esas “montoneras” para encarar la segunda guerra de la independencia nacional. Así lo demostraban en su comunicado: “… desde nuestro primer comunicado nos hemos identificado como peronistas y montoneros, no creemos que las luchas populares comiencen con nosotros, sino que nos sentimos parte de la última síntesis de un proceso histórico que arranca 160 años atrás, y que con sus avances y retrocesos da un salto definitivo hacia delante a partir del 17 de octubre de 1945. A lo largo de este proceso histórico se desarrollaron en el país dos grandes corrientes políticas. Por un lado la de la oligarquía liberal, claramente antinacional y 103 vendepatria: por el otro lado, la del pueblo.” Su tradición nacionalista se nutre de un peculiar revisionismo en el cual Montoneros busca plegarse a las luchas históricas por la emancipación nacional. Se encolumnaban detrás de figuras como San Martín y Perón y leían la historia desde un tamiz dicotómico: de patriotas contra vendepatrias, del pueblo contra la oligarquía. Esta construcción montonera de la historia, visible en sus comunicados y entrevistas, puede 101 Diario Crónica, 15 de febrero de 1971, p.5. Comando Eva Perón, Comando Uturunco, Comando General José San Martín, entre otros. 103 Revista Cristianismo y Revolución N°26, noviembre-diciembre 1970, p. 11. 102 49 pensarse como otra de las estrategias empleadas en la búsqueda de la legitimación de su ideología. La toma de la casa de Tucumán representaba el perfil de las acciones políticasmilitares características de Montoneros. Acciones particulares más cercanas al impacto psicológico que a la acción militar. La toma de la casa de la independencia, la toma de localidades como La Calera y San Jerónimo Norte, el secuestro de Aramburu, los asaltos a bancos y registros civiles marcan y definen un modo de actuar montonero. Eran acciones que buscaban hacerse de recursos e impactar a la opinión pública, demostrando la vulnerabilidad del régimen y haciéndose de seguidores. Había un especial cuidado simbólico de sus acciones, no se hacía un uso excesivo de las armas, bombas, robos y secuestros. Había un tamiz selectivo que determinaba un mensaje popular: si se atacaban bancos, parte de lo robado se repartía. “Su dinero será bien empleado104” dijo un montonero luego de secuestrar el banco de Villa Bosch en enero de 1971. Si se mataba, se mataba enemigos del pueblo (peronista), como Aramburu. Si se ponían bombas era a espacios de la oligarquía, como el Jockey Club de Córdoba en noviembre de 1971105. Este especial cuidado simbólico de sus acciones de propaganda armada, mediante un uso moderado de la violencia y una especial selectividad de los objetivos, puede analizarse como otra de las estrategias utilizada por Montoneros en su proceso de construcción de consenso social. La mayoría de sus acciones de propaganda armada tenían como destinatario predilecto al pueblo peronista. Por él se secuestro y ejecutó a Aramburu, se exigió el cuerpo de Eva Perón, se tomó la casa de Tucumán como el General lo hizo en 1946, se estampó en cada comunicado un grito de “Perón o Muerte”, se obligó a los policías de La Calera a cantar la marcha peronista. Así se llenaba a sus acciones de una aureola de 104 105 Diario Crónica, 30 de enero de 1971, p. 4 Revista Cristianismo y Revolución N° 27, p. 24-26. 50 romanticismo, pasión y venganza peronista, rasgo que las distinguía del resto de las organizaciones armadas. Altamirano106 señala que Montoneros, a diferencia de otras organizaciones guerrilleras de izquierda, no definió su contraposición política en términos de oposiciones sociales, sino a través de la antinomia peronismo-antiperonismo. Esto lo diferenciaba particularmente del ERP, quien miraba con desconfianza al peronismo. Esta visión se profundizó cuando en 1971 comenzaron las negociaciones entre Perón y Lanusse, en el marco del GAN, para encontrar una salida político-electoral al régimen. Montoneros a diferencia del ERP, creía ver en las negociaciones políticas del General una brillante estrategia política que tenía tácitos sus propósitos revolucionarios. Confiaban en Perón y creían que todo formaba parte de una "maniobra táctica destinada a mantener al régimen en la mesa de negociaciones mientras el Movimiento profundiza sus niveles organizativos y sus métodos de lucha para emprender las próximas etapas de la guerra”107. En 1971 comenzaron a trazarse los primeros lazos y realizaciones de acciones en conjunto entre las organizaciones político-militares. Montoneros fijó una sólida alianza con Fuerzas Armadas Peronistas y Fuerzas Armadas Revolucionarias. En julio de 1971 realizaron su primera acción conjunta en un golpe de mano contra la Cárcel Correccional de Mujeres N°3, el Asilo del Buen Pastor, liberando a cuatro guerrilleras108. Del bautismo de acción al bautismo de justicia en común: el 29 de julio de 1971 realizaron su primer ajusticiamiento revolucionario conjunto. Fieles a su “estrategia comunicacional”, publicaron un comunicado en Cristianismo y Revolución firmando “Sólo la guerra del pueblo salvará al pueblo, caiga quien caiga y cueste lo que cueste, venceremos. Libres o muertos, jamás esclavos. Perón o muerte. Viva la patria. 106 Altamirano, Carlos: Peronismo y cultura de izquierda, Buenos Aires, Temas Grupo Editorial, 2001. Revista Cristianismo y Revolución N° 30, septiembre de 1971, p. 13-15. 108 Revista Panorama N° 219, 6 al 12 de julio de 1971, p. 12. 107 51 FAP-FAR-Montoneros109” En estas primeras acciones conjuntas se encuentra le génesis de las Organizaciones Armadas Peronistas, fusión que buscaba aglutinar el brazo armado peronista en una única organización. Para 1971 las organizaciones guerrilleras resultaban ya una realidad irreversible con un afianzado aparato militar y un creciente consenso popular110. Lanusse intentará impedir que este consenso se transforme en insumo de un colapso revolucionario, por medio de su Gran Acuerdo Nacional. Su estrategia de negociación tenía como propósito realizar una salida pacífica del régimen del poder, negociando con los sectores más conciliadores de la oposición. El principal interlocutor con quien pretenderá acordar será con el peronismo, un peronismo fortalecido, ambiguo, polifacético, capaz de confluir en un mismo movimiento a Montoneros y a una dirigencia sindical de derecha. Perón emergía como síntesis de estos dos sectores antagónicos, y por eso Lanusse destinaba a él su interpelación de acuerdos. El riesgo estaba en el poder que Perón tenía sobre ambos sectores. Los años siguientes se transformaron en una pulseada entre los dos sectores para determinar quien tenía la verdadera correspondencia sobre el General. El riesgo estaba en que en que el General se lo atribuía a ambos. El riesgo estaba en que ambos le creían. Y entre riesgos y ambigüedades, obviando proscripciones y exilios, el peronismo reaparecía en la escena política nacional consolidándose como actor ineludible a la hora de negociar y determinar el destino político nacional. 109 110 Revista Cristianismo y Revolución N°27, septiembre de 1971, p. 64. Anzorena: op. cit. 52 >Capítulo 6 Un poco antes de la explosión Lanusse asume el gobierno en marzo de 1971, con el correr del tiempo y el agravamiento de las condiciones económicas, el crecimiento de la guerrilla y las presiones de los partidos políticos, encuentra su campo de acción cada vez más condicionado. Su desafío será lidiar con los actores políticos que lo acorralan con sus demandas, para lograr una salida airosa del régimen militar. La estrategia para lograrlo será otorgar un tratamiento de relación diferenciado a los diferentes actores según su grado de radicalización. Combinará la represión con la negociación política. La espada y la palabra. A los sectores guerrilleros y al sindicalismo clasista, que habían engrosados sus filas, apoyos y capacidad de acción, les dará cárcel y represión. A los sectores menos radicalizados, como los partidos políticos (incluyendo el mismo Perón) y sectores más participacionistas del sindicalismo, les otorgará la posibilidad de negociar una salida electoral compatible con sus intereses. El GAN era la materialización del intento de poner en palabras un acuerdo nacional con los actores del sistema político menos radicalizados, a fin de aislar a los revolucionarios. Perón era considerado un actor fértil de palabra y negociación. Montoneros, un actor irredento, ajeno a la negociación, a quien había que aislar de los sectores menos radicalizados del Movimiento Justicialista. Tarea difícil de realizar en 1972, cuando Montoneros había construido numerosos lazos de relación y simpatía en las filas del peronismo y contaba con el apoyo del General. Tarea difícil de realizar con un Perón fortalecido desde el exilio, que imponía sus exigencias y daba guiños de complicidad a “la juventud maravillosa”. 53 Las organizaciones político-militares habían crecido, se habían consolidado en su capacidad de ofensiva militar y en sus acciones políticas. Pero también el Gobierno Militar había alcanzado éxitos en su persecución a la guerrilla, logrando encarcelar a una gran cantidad de militantes. La cárcel de Rawson era una de las cárceles destino de los presos políticos. Allí eran destinados miembros de organizaciones político-militares y del sindicalismo combativo. Ubicada en medio del desierto patagónico, alejada de la ebullición revolucionaria de los centros urbanos, el Gobierno creía que encerrando allí a los principales miembros de las organizaciones guerrilleras y sindicales combativas, impedirían la contraofensiva revolucionaria. Rawson quedaba demasiado lejos para que los guerrilleros intentaran comunicarse con sus camaradas. Rawson quedaba demasiado aislada para intentar una fuga. Era el lugar indicado. Lejos de todo, de todos, protegido por la inmensidad patagónica parecía una cárcel moldeada para amortiguar la irradiación revolucionaria. Parecía sólo parecía, porque el 15 de agosto de 1972, burlando seguridades, aislamientos y lejanías, 25 presos políticos pertenecientes a FAR, ERP y Montoneros lograron fugarse del penal. “Copan el penal de Rawson y el aeropuerto de Trelew. Secuestran un avión y lo desvían a Santiago de Chile”111 titulaba Clarín. En una acción cargada de romanticismo, tres de las organizaciones guerrilleras más importantes del momento deciden emprender una acción conjunta fugándose del penal de Rawson, dirigiéndose al aeropuerto de Trelew, secuestrando un avión comercial y escapando a Chile. Lo hicieron, pero no todos lograron tomar el avión. Sólo seis guerrilleros logran arribar a las tierras de Allende, los 19 restantes, luego de resistir durante un tiempo tomando el aeropuerto de Trelew, deciden entregarse a las fuerzas de seguridad que los acorralaban. El impacto político y mediático es inmediato. La fuga del penal de Rawson, uno de los más seguros 111 Diario Clarín, 16 de agosto de 1972, p. 18-19. 54 y alejados, evidenciaría la vulnerabilidad del régimen, debilitando la imagen de Lanusse y consolidando la imagen heroica de los guerrilleros, demostrando su capacidad de acción conjunta y su eficiencia operativa. Los 19 guerrilleros que no lograron alcanzar el avión exigieron la presencia de un médico que certificara su estado físico antes de entregarse, para que pudiera constarse si posteriormente sufrían algún maltrato. El Gobierno respondió a este pedido diciendo que se trataba de una estrategia de victimización por parte de los guerrilleros: “la táctica extremista consiste ahora en confundir a la opinión pública, dando la sensación de que su vida corre peligro, como lo señala el hecho de clamar por la presencia de un médico en el aeropuerto de Trelew cuando se vieron rodeados por las fuerzas del orden”112. La sección de Capital Federal del Partido Justicialista envió un telegrama al Ministro del Interior en donde decían “Reclamamos respeto por los derechos humanos de los presos políticos unidad carcelaria Rawson, responsabilizándolo por su integridad física amenazadas por medidas de represión anunciadas”113. Este comunicado puede tomarse como un indicador del apoyo recibido por Montoneros de parte de la estructura partidaria peronista. Más allá del oportunismo que el partido podría obtener al posicionarse en la oposición al Gobierno y responsabilizarlo de la situación, el hecho manifiesta en sí el grado de presencia que Montoneros tenía en el Movimiento Peronista. Era el mismo Partido Justicialista quien interpelaba al Gobierno pidiendo por sus derechos. Esto no había sucedido con los montoneros presos por el secuestro de Aramburu, donde la actitud oficial del peronismo (encarnada por Paladino) fue de repudio. 112 113 Diario Clarín, 16 de agosto de 1972, p. 18-19. Diario La Nación, 18 de agosto de 1972, p. 6. 55 Los medios de comunicación, como espacio de representación de prácticas sociales, asumieron una vez más el rol de terreno de disputa entre los actores políticos en pugna. Las organizaciones político-militares exigían garantías dando notas en el aeropuerto a diarios, radios y programas de TV. El Gobierno respondía con comunicados, enviados a los medios de comunicación, en donde acusaba a la guerrilla de sus intentos de victimización y resaltaba la brutalidad de la fuga: “en su criminal acción asesinaron a un oficial de servicios penitenciario e hirieron a otro integrante del cuerpo114”, publicaba Clarín. Esta disputa mediatizada, dio un giro rotundo el 22 de agosto de 1972, cuando 15 de los 19 fugitivos apresados en el aeropuerto de Trelew fueron ejecutados. El Gobierno pretendió justificar las ejecuciones diciendo que los presos estaban intentando fugarse. Si bien los diarios Clarín, La Nación y Crónica, se hicieron eco de la versión oficial señalado que “cayeron en un tiroteo con fuerzas navales al intentar huir de la base donde estaban detenidos”115, predominaba un clima de incertidumbre y conmoción. En las universidades de Buenos Aires, La Plata, Córdoba, Rosario y Tucumán se organizaron tomas y actos en repudio a los sucesos de Trelew. “Los estudiantes de la Universidad Nacional del Sur (…) abandonaron las aulas y fue enarbolada allí una bandera negra”116. El Consejo Superior Peronista decidió “ante la gravedad de los sucesos ocurridos, declarar duelo el día de hoy y constituirse en sesión permanente”117. Desde otra ala política, el ex Presidente Frondizi declaró: “Los trágicos hechos que acaban de ocurrir en Trelew obligan a todos los argentinos a detenerse a reflexionar sobre las sombras perspectivas que se ciernen sobre el país. En mi carácter de presidente del Comité Nacional del Movimiento de Integración y Desarrollo (…) señalo que el camino de la violencia, respondiendo a la violencia, no puede sino conducirnos a los más graves enfrentamientos(…) Más allá de cualquier otra consideración el gobierno debe asumir sus propias responsabilidades en la actual 114 Diario Clarín, 16 de agosto de 1972, p.18-19. Diario La Nación, 23 de agosto de 1972, tapa. 116 Diario La Nación, 23 de agosto de 1972, p. 4. 117 Diario Crónica, 23 de agosto de 1972, p. 14. 115 56 circunstancia (…) Se evidencia igualmente incapaz de garantizar la vida de los argentinos, 118 se encuentren en libertad, sean guardianes del orden público o estén detenidos. ” La Masacre de Trelew generó un clima de conmoción en el que distintos sectores manifestaron su apoyo social a las organizaciones político-militares. No sólo los jóvenes universitarios y peronistas se vieron conmovidos por los sucesos, sino que otros actores políticos, como la UCR y MID, repudiaron los sucesos. En ocasiones, este apoyo brindado a los guerrilleros también era utilizado por los partidos en su oposición al gobierno dictatorial como estrategia de debilitamiento del mismo. Tomando en consideración esto, de todas formas, coincidimos con Anzorena en pensar que “Si la fuga de Rawson permite verificar el nivel operacional alcanzado por la guerrilla y poner en crisis al gobierno militar, la masacre de Trelew desata una ola de indignación en la población y aumenta el sentimiento de simpatía hacia los guerrilleros en amplios sectores populares119”. La estrategia simbólica montonera de capitalizar a los militantes caídos como mártires se repetía, los ejecutados pronto se volvieron protagonistas de cánticos y banderas “Así, a las fuertes consignas que levantaba la JP, entre las cuales se destacaba, como hecho fundador, la reivindicación de la ejecución de Aramburu, se unió la promesa de vengar a los muertos de Trelew, alimentando la lista de los (jóvenes) mártires del Movimiento, encabezada por el general Juan José Valle”120. Los velorios de los guerrilleros caídos se convierten en actos políticos que nos indican el apoyo hacia las organizaciones político-militares y el repudio hacia el Gobierno y sus acciones. Incluso el Partido Justicialista presta su sede partidaria para que tres de los asesinados de Trelew (dos de ellos pertenecientes al ERP) fueran velados. La reacción de la policía 118 Diario Crónica, 23 de agosto de 1972, p.14. Anzorena: op. cit., p. 195. 120 Svampa: op. cit., p. 391-392. 119 57 intentando sacar los cuerpos del lugar genera la reacción de los asistentes, quienes son reprimidos con el avance de tanques y gases lacrimógenos. Esta situación profundiza el malestar popular frente al gobierno de Lanusse, quien debilitado y acorralado por las demandas de los distintos actores políticos cuenta con menos poder para manipular la salida electoral. Podemos considerar este clima de tensión ante la dictadura como uno de los factores que predispone al consenso social de las organizaciones político-militares. Es decir, consideramos que el consenso construido por Montoneros en estos años no puede ser analizado sin considerar el contexto político, marcado fundamentalmente por la dictadura de la Revolución Argentina y la proscripción al peronismo. Creemos que estos factores nodales pueden influir y generar cierta predisposición hacia la legitimación de las acciones guerrilleras. El apoyo otorgado por actores políticos como el MID, UCR e, incluso, el mismo Partido Justicialista, deben entenderse en el enfrentamiento que estos actores tenían con el gobierno dictatorial en funciones. Dar su apoyo a las organizaciones político-militares, en hechos como los de Trelew, era una oportunidad para debilitar aún más al gobierno de Lanusse. Por otra parte, la identificación que los Montoneros realizaban de su organización como peronista, en un contexto donde el peronismo estaba proscripto, se transformaba en un nodo de legitimación en sí mismo. Es decir, la lucha emprendida por Montoneros por el regreso de Perón y el fin de su proscripción como actor político, a través del lema “Perón Vuelve”, pueden analizarse como otras de las estrategias de legitimación a las que la agrupación recurría en su propósito de generar consenso dentro del Movimiento Peronista. En conclusión, consideramos que la vigencia de la dictadura 58 militar y la proscripción del peronismo constituyen un contexto proclive a la legitimación social del accionar montonero.121 El malestar creciente que numerosos actores políticos manifestaban frente al Gobierno de la Revolución Argentina facilitaría el regreso de Perón a la Argentina. El 17 de noviembre de 1972, Perón regresa al país luego de casi 18 años de exilio. Una multitud lo espera en el aeropuerto, pero no logra verlo. El ala más conservadora y el ala más radicalizada del peronismo esperaban con expectativas contradictorias su regreso. A pesar de eso, Perón logró continuar articulando con ambos sectores por medio de la propuesta electoral, que cada uno de los sectores del peronismo llenaba de sus propios sentidos. Para los sectores revolucionarios, la elección era un paso temporal para instaurar el socialismo nacional. Para los sectores gremiales, era un paso para recuperar los derechos y el poder político perdidos. Más allá de estas diferencias, Perón logró mantener la unidad del Movimiento con el objetivo electoral como elixir de una unión forzada. Mientras tanto, Montoneros no abandonó sus acciones militares, pero las disminuyó a medida que avanzaba 1972; dando un giro decisivo y estratégico hacia la actividad política, orientaron entonces sus energías hacia una labor de masas en la campaña de retorno de Perón y después en la propia campaña electoral122. La aceptación de la salida electoral por parte de Montoneros lo diferenciaba de otras organizaciones político-militares, como el ERP y FAL, que veían los comicios como una estrategia del reformismo burgués. Montoneros en cambio, veía en las elecciones un medio para sus fines revolucionarios, y creía en Perón como el actor político adecuado para consolidar su proyecto político. Basaban esa confianza en el giro izquierdista que el General había hecho en sus discursos desde el exilio, apoyando sus 121 122 Anzorena: op. cit., p.144. Gillespie: op. cit., p.151-152. 59 acciones y justificando la violencia revolucionaria. Desde el exilio, Perón decía: “Lo que está entronizado es la violencia. Y sólo puede destruirse por otra violencia. Una vez que se ha empezados a caminar por ese camino no se puede retroceder un paso. La revolución tendrá que ser violenta.”123 El apoyo del General Perón fue otro de los factores que influyó en su crecimiento como organización y en la construcción del consenso dentro del Movimiento Peronista. A mediados de 1972, Perón designa a Juan Abal Medina (hermano del montonero Fernando Abal Medina) como Secretario General del peronismo y a Rodolfo Galimberti como representante oficial de la Juventud Peronista. Estas designaciones pueden analizarse, también, como indicadores del apoyo otorgado por el General a los sectores más radicalizados del Movimiento. El reemplazo, a fines de 1971, de su delegado personal Paladino por Héctor Cámpora, puede considerarse en esta misma línea. Frente al rasgo moderado y participacionista de Paladino, Cámpora se mostraba proclive a trabajar con el ala revolucionaria del peronismo. Montoneros se apropió de estas designaciones resignificándolas como un gesto de reconocimiento del General, y estableciendo un vínculo de diálogo constante con cada uno de los designados, con quienes encontraba una correspondencia ideológica. Para Anzorena estas acciones significaban que Perón estaba otorgando la “ciudadanía peronista124” a las formaciones especiales. Sin embargo, Gillespie advierte que estos nombramientos no significaban un giro hacia la izquierda por parte de Perón, sino que todo eso formaba parte de una estrategia en donde el General buscaba demostrar al régimen militar que “si las elecciones no tienen efecto, estamos preparados para algo más.”125 A pesar de que Lanusse había tenido que ceder permitiendo el regreso de Perón al país, se mostró intransigente en la cláusula que indicaba que Perón no podría 123 Juan Domingo Perón, Marcha, 27 de febrero de 1970 citado por Calveiro: op. cit., p. 128 Anzorena: op. cit., p. 159. 125 Gillespie: op. cit., p. 136-137. 124 60 presentarse como candidato a presidente. Superando estas restricciones formales, el General dio uso a su poder de hecho y se concentró en la constitución de un frente electoral que le garantizara al peronismo un triunfo seguro en las elecciones de marzo de 1973. Nació así el Frente Justicialista de Liberación (FREJULI). La elección de los candidatos dentro del Movimiento generó rispideces y evidenció los enfrentamientos entre el ala sindical y el ala juvenil. Ambos tomarían las designaciones efectuadas por el General como una resolución fáctica del empate discursivo en el que Perón los colocaba. “Las candidaturas provocan crisis interna en el justicialismo” titulaba Clarín126 luego de que Perón diera a conocer su lista de candidatos el 10 de diciembre de 1972, con Cámpora como candidato presidencial y candidatos menores pertenecientes a los distintos sectores del Movimiento. Los sectores gremiales del peronismo vivieron la designación de Cámpora y la presencia de candidatos pertenecientes a sectores juveniles radicalizados como un “embate”127 , consideraban que el porcentaje asignado al gremialismo, en paridad con la rama juvenil, no estaba proporcionado al volumen y gravitación que la rama gremial tenía en el Movimiento Nacional Justicialista. Para Montoneros, en cambio, la designación de Cámpora como presidente fue vivido como un éxito y como un reconocimiento de Perón hacia su organización. La alegría fue sublimada en acción, en el verano de 1972-1973 focalizaron su accionar en la campaña electoral de Cámpora presidente, quien pronto fue bautizado como “el Tío”. “Cámpora al gobierno, Perón al poder” era la consigna electoral. Montoneros se lanzó a la organización y movilización de importantes sectores populares, a los que no había tenido acceso antes. Esto influyó en su consolidación como referentes juveniles de la Tendencia Revolucionaria del Movimiento Peronista. Creían que esa campaña era 126 127 Diario Clarín, 17 de diciembre, p.11 Revista Panorama, 4 al 20 de diciembre de 1970, p. 14. 61 producto de su lucha, por ello se la apropiaron y la llenaron de color, cánticos y tambores. Más allá de las interpretaciones que Montoneros podría realizar de este suceso, consideramos relevante destacar que el rol asumido por la agrupación en la campaña electoral, entre fines de 1972 y principios de 1973, puede leerse como un indicador de la “pertenencia real128” que tenían dentro del peronismo y del grado de consenso que habían logrado en él. Es en este momento que comienza el crecimiento masivo de Montoneros, “la explosión” y su consolidación como la organización que hegemoniza políticamente a las otras organizaciones armadas peronistas y se transforma en referente de la Tendencia Revolucionaria del Movimiento. En dos años, Montoneros pasó de ser una organización que a fines de 1970 “no pasaba de veinte militantes129” a movilizar a miles de jóvenes peronistas. En el medio pasaron muchas cosas, en las que supieron sobrevivir y reinventarse como organización. Con Perón en el exilio, Montoneros se construía el Perón que más quería, recortando sus discursos desde su tamiz revolucionario. Con la llegada de Perón, se aferraron a la idea de que las elecciones eran un “mientras tanto” para la construcción de su proyecto de socialismo nacional. Pero el “mientras tanto” se tornó cada vez más largo, y el Perón construido en el exilio comenzó a desdibujarse en los años posteriores, a fuerza de desaires y guiños de complicidad hacia los sectores más conservadores del Movimiento. “La única verdad es la realidad” diría el General. La comunión construida entre Montoneros y el Perón del exilio comenzaría a quebrarse en los años siguientes. La presencia, la realidad, la verdad, mostraba las diferencias entre ambos. Tenían proyectos políticos, ideologías y metodologías políticas diferentes. El distanciamiento de Perón implicará el alejamiento de la política para Montoneros. La construcción de 128 129 Calveiro: op. cit., p.115. Gillespie : op. cit. 62 consenso social, perseguido como objetivo en las estrategias de cuidado simbólico de sus acciones político-militares entre 1970 y 1972, dejará de ser prioridad. Volverán a las armas, y con ellas, quedarán subsumidos en el encierro de la lógica militar.130 130 Calveiro: op. cit. 63 >Reflexiones finales Empezamos este trabajo de investigación buscando explorar las características del consenso social construido por la agrupación Montoneros entre 1970 y 1972, para lo cual construimos una línea temporal señalando las principales acciones políticas y militares protagonizadas por la agrupación. El propósito de esta construcción era analizar en esas acciones posibles indicadores del consenso social de Montoneros, así como también explorar algunas de las características y estrategias de construcción del mismo. Utilizamos como insumos para este análisis la problematización de las posturas de los cientistas sociales dedicados a la temática en complemento de una lectura crítica de medios gráficos de la época. Por momentos el objeto de nuestra investigación resultó inasible, fundamentalmente por las dificultades metodológicas que acarreó analizar el proceso de construcción de consenso en un actor histórico. El aporte empírico de los medios gráficos de la época resultó interesante en la reconstrucción de las acciones protagonizadas por Montoneros pero resultó más endeble a la hora de reconstruir las percepciones sociales de las mismas. Sin embargo, intentamos saldar estas dificultades proponiendo una perspectiva analítica propia de las acciones armadas y políticas protagonizadas por la agrupación entre 1970 y 1972 a fin de analizar las características de su consenso social. Esta perspectiva consistió en construir una línea temporal con las principales acciones protagonizadas por Montoneros buscando encontrar en ella indicadores del consenso social construido y a partir de ellos, intentar explorar sus características y estrategias de construcción. Entre 1970 y 1972, Montoneros se construyó como organización político-militar. En este periodo hubo cambios y reinvenciones que influyeron en su consolidación como 64 actor político. Pretendiendo un análisis en el final del período señalado, podemos señalar que la participación protagónica que asumieron en la campaña electoral de Héctor Cámpora a presidente, a fines 1972, puede pensarse como un indicador en sí mismo de la consolidación y el consenso social logrados por Montoneros dentro del Movimiento Peronista. En cierta forma, fue la percepción de esta consolidación la que nos llevó a preguntarnos las razones del crecimiento montonero. Preguntarnos por el consenso social construido por Montoneros en sus primeros años de existencia es una forma de intentar entender el crecimiento geométrico y político vivido por la organización a partir de 1973. Entender como pasó de ser una organización de una docena de jóvenes católicos que se autoproclamaban peronistas a ser una organización de miles a la que Perón designaba como sus “formaciones especiales.”Es volver a la génesis para entender la explosión. Rastrear sus primeros lineamientos para comprender su extensión. Analizar las características del consenso social y su construcción en los dos años que median es una de las formas de empezar a respondernos algunas de estas cuestiones. A la hora de buscar qué hubo de consenso social en las acciones políticas y militares protagonizadas por Montoneros entre 1970 y 1972, encontramos posiciones sociales contradictorias: hubo repudios y apoyos. Esta situación la observamos en las reacciones sociales ante acciones polémicas emprendidas por la organización, como el secuestro de Aramburu, la toma de La Calera, la toma de la casa de Tucumán o la fuga del penal de Trelew. Los medios de comunicación analizados manifestaron, en su mayoría131, una actitud de repudio frente al accionar montonero. Sin embargo, también pudimos observar que con el correr del tiempo, la aparición de nuevas organizaciones y la multiplicación de sus acciones-político militares hicieron que naturalicen la violencia 131 A excepción de la revista Cristianismo y Revolución. 65 política. Esta naturalización amenguará el estupor que los medios gráficos presentaban frente a Montoneros. A pesar de esta actitud crítica mantenida por los medios, pudimos rastrear en sus páginas signos de apoyos hacia la agrupación por parte de algunos sectores como el peronismo combativo, sectores universitarios y cristianismo radicalizado. Los indicadores de este apoyo los encontramos en los comunicados enviados a los medios gráficos por parte de las agrupaciones a las que pertenecían estos sectores. Así como también en actos concretos de legitimación montonero como fueron la presencia de Juventud Peronista, Fuerzas Armadas Peronistas, Movimiento de Sacerdotes por el Tercer Mundo y la CGT de los Argentinos en los entierros de los montoneros caídos en combate; el encarcelamiento de sacerdotes del MSTM acusados de apología a la violencia por su defensa pública a militantes montoneros; las cartas de apoyo enviadas por Perón; las tomas de las universidades de Buenos Aires, La Plata, Córdoba, Rosario y Tucumán protagonizadas por los estudiantes en solidaridad con los militantes ejecutados en Trelew; las manifestaciones de apoyo en cánticos y banderas en los actos peronistas y, también, en las mismas designaciones de Juan Abal Medina como Secretario General del peronismo y de Rodolfo Galimberti como representante oficial de la Juventud Peronista. El análisis de los sectores que brindaron su apoyo a Montoneros nos permite sugerir que existió una correspondencia entre el origen social de Montoneros y el de sus seguidores132. La amplitud identitaria de la agrupación multiplicó los sectores sociales en los que podían encontrar legitimidad sus acciones. El apoyo brindado a Montoneros es parte de un proceso de radicalización existente en distintos ámbitos de la vida social. La dictadura de Onganía, y sus represiones políticas y culturales, en sintonía con el 132 Lanusse: op. cit. 66 clima de alzamientos revolucionarios que se estaba generando en Latinoamérica, sirvió de contexto para la emergencia de la radicalización y la disputa a la autoridad en diferentes sectores sociales. Los estudiantes se levantaban contra las autoridades universitarias. Los sacerdotes contra la autoridad clerical. Los obreros contra la autoridad gremial. Montoneros cosechará en estos sectores radicalizados apoyos para su accionar. Es decir, el propio consenso hacia Montoneros se nutre de algo que lo excede, que es el proceso de radicalización política. Creemos entonces que el consenso social de la agrupación sólo puede entenderse en sintonía con el análisis de su contexto político. Continuando en esta misma línea de análisis, consideramos relevante destacar el rol condicionante hacia la legitimación del accionar montonero que tuvo la circunstancia política de proscripción del peronismo. La identificación peronista asumida por Montoneros en sus comunicados, junto con el rol activo emprendido en la campaña de su regreso al país, en un contexto en el que el peronismo estaba proscripto, potenciaba su significación y se traducía en signos de apoyos dentro del Movimiento. El apoyo explícito que el General Perón otorgó a Montoneros desde el exilio es otro elemento que contribuyó en a su legitimación como peronistas. Consideramos entonces que para comprender el consenso construido por Montoneros dentro del Movimiento, es necesario tener en cuenta la situación de proscripción del peronismo, el rol emprendido por la agrupación en esos años bajo el lema “Perón Vuelve” y el apoyo manifiesto otorgado por el líder del Movimiento. Sin ánimos de desarrollar una postura definitiva y concluyente, creemos interesante señalar también algunas aproximaciones acerca de las estrategias de legitimación utilizadas por Montoneros en su proceso de construcción de consenso social. Como señalamos en el párrafo anterior, la identidad peronista asumida por Montoneros, se convirtió en un factor de legitimación en sí mismo dentro del 67 Movimiento. La agrupación buscaba sostenerlo otorgando signos de esa identidad. Su bautismo público secuestrando al ex presidente Aramburu puede analizarse en esta línea. Buscando legitimar esta acción resaltaron que el asesinato fue una venganza emprendida en nombre de todos los peronistas contra el “fusilador del 56”. También resaltaron su identidad a partir de detalles simbólicos como la inscripción del slogan “Perón Vuelve” en sus comunicados y en las paredes de las ciudades que tomaban. El cuidado político y simbólico que hicieron de sus acciones militares puede ser analizado como otra de las estrategias de legitimación social. Este cuidado define lo que llamamos un modo de actuar montonero. Siguiendo a Calveiro133, podemos señalar que Montoneros hacía un uso mínimo de violencia en sus acciones y seleccionaba de manera muy política sus objetivos. Esto lo pudimos ver en la toma de la casa de Tucumán, en la toma de La Calera o incluso en el secuestro de Aramburu. Había un especial cuidado simbólico en que sus acciones no perdieran la simpatía de la población. El hecho de asesinar a un fusilador o tomar la casa de la independencia en memoria a la emancipación declarada allí en años anteriores nos habla del cuidado político realizado por la organización en sus acciones de propaganda armada. Por otra parte, pudimos identificar como otra estrategia de legitimación, en este caso de su ideología, el hecho de resaltar su nacionalismo y presentarse como parte de una lucha histórica por la independencia nacional que comienza con San Martín y continúa con Perón. Montoneros construía así su propia tradición nacional, otorgando su propia visión de la historia y encolumnándose detrás de próceres históricos. Muchas veces estos próceres eran utilizados para bautizar los operativos militares que realizaban. El heroísmo era un factor crucial en el imaginario montonero. Esto se evidencia también en la “martirización” emprendida con los primeros montoneros 133 Calveiro: op. cit. 68 caídos en combate. A través de una operación simbólica, buscaban relacionar las figuras de los militantes muertos con la de mártires que entregaron su vida por la patria. Estas construcciones simbólicas pueden ser analizadas como otra de las estrategias empleadas por Montoneros para la legitimación social, en este caso de sus figuras. En conclusión, a lo largo de esta investigación pudimos realizar algunos acercamientos analíticos al proceso de construcción del consenso social de Montoneros entre 1970 y 1972. Sin lograr un análisis definitivo de la temática, creímos encontrar algunos elementos que nos ayudaron a entender el proceso. El apoyo otorgado por Perón, el cuidado político y simbólico de sus acciones junto con sus estrategias comunicacionales de presentación como peronistas, patriotas y mártires, pueden pensarse como algunos de los elementos a tener en cuenta a la hora de comprender este fenómeno social. También consideramos relevante destacar que el consenso social de Montoneros no puede entenderse sino es en conjunto al análisis de su contexto político. Un contexto político marcado por la dictadura y la proscripción del peronismo. Estos elementos predisponen a la legitimación de las acciones político-militares de la agrupación. Es este mismo contexto de opresiones el que genera un clima de radicalización en distintos ámbitos sociales en los cuales Montoneros construirá su consenso. Si bien puede sonar tautológico encontrar en el peronismo radicalizado, el cristianismo radicalizado y en los universitarios radicalizados a los sectores que brindaron su apoyo social a Montoneros, consideramos necesario decir que existió una correspondencia entre el origen social y político de Montoneros y el de sus principales seguidores134. Entre 1970 y 1972, Montoneros nació, cambió, se inventó como organización político-militar. Actuaron fuerte, con pasión y romanticismo, pero manteniendo claro su 134 Lanusse: op. cit. 69 objetivo político de cosechar apoyo social, fundamentalmente entre los sectores peronistas. Para ello realizaron un clara búsqueda de equilibro entre la política y la fuerza. Equilibrio que les permitió pasar de ser una agrupación de una docena de militantes en 1970 a ser una organización de miles en 1973. Podemos sugerir al consenso social construido por Montoneros en sus primeros años como uno de los elementos que nos permiten entender la explosión política y geométrica vivida por la organización en los años siguientes. Quedan por examinar muchos otros. Pero empezar a encontrar algunas respuestas a esa gran pregunta es el puntapié para la llenarnos de nuevos interrogantes. Interrogantes que burlando la linealidad del tiempo, nos permiten encontrar en nuestra historia vestigios de la sociedad que somos. Rastros, huellas, signos, que emergen desde la prisa del presente y nos llevan a encontrar parte de lo que somos en lo que fuimos. Enlace de sentidos, tiempos e historia (s). 70 >Bibliografía Altamirano, Carlos: Peronismo y cultura de izquierda, Buenos Aires, Temas Grupo Editorial, 2001. Altamirano, Carlos: Bajo el signo de las masas (1943-1973), Buenos Aires, Ariel Historia, 2001. Amonín, José: Montoneros: la buena historia, Buenos Aires, Catálogos, 2005. Anzorena, Oscar: Tiempo de violencia y utopía (1966-1976), Buenos Aires, Ediciones del Pensamiento Nacional, 1998. Baschetti, Roberto: De la guerrilla peronista al gobierno popular. Documentos 1970-1973, La Plata, De La Campana, 2004. Bonasso, Miguel: El presidente que no fue, Buenos Aires, Planeta, 1997. Calveiro, Pilar: Política y/o violencia. Una aproximación a la guerrilla de los años 70, Buenos Aires, Grupo Editorial Norma, 2005. Calveiro, Pilar: "Antiguos y nuevos sentidos de la política y la violencia" en Lucha Armada en la Argentina N°. 4, 2005 Caparros, Martín y Anguita, Eduardo: La voluntad –una historia de la militancia revolucionaria en la Argentina 1966/1973, Tomo 2, Buenos Aires, Editorial Planeta, 2006. Cavarozzi, Marcelo: Autoritarismo y Democracia, Buenos Aires, Amorrortu, 1983. Chavez, Gonzalo y Lewinger, Jorge Omar: Los del 73, Memoria montonera, La Plata, De La Campana, 1998. De Riz, Liliana: La política en suspenso 1966/1976, Buenos Aires, Paidós, 2000. 71 Eloy Martínez, Tomás: La pasión según Trelew, Buenos Aires, Grupo Editorial Planeta, 1997. Esquivada, Gabriela: El diario Noticias. Los Montoneros en la prensa argentina, La Plata, EPC, 2004. Feimann, José Pablo: La sangre derramada. Ensayo sobre la violencia política, Buenos Aires, Grupo Editorial Planeta, 2006. Feinmann, José Pablo: Timonte. Secuestro y muerte del general Aramburu, Buenos Aires, Grupo Editorial Planeta, 2009. Flaskamp, Carlos: Organizaciones político-militares. Testimonio de la lucha armada en la Argentina (1968-1976), Buenos Aires, Ediciones Nuevos Tiempos, 2002. Gasparini, Juan: Montoneros: Final de cuentas, Buenos Aires, Puntosur Editores, 1988. Gillespie, Richard: Soldados de Perón. Los Montoneros, Buenos Aires, Grijalbo, 1987. Gramsci, Antonio: Notas sobre Maquiavelo, sobre la política y sobre el Estado moderno, México, Juan Pablos Editor, 1978. Giussani, Pablo: Montoneros: La soberbia armada, Buenos Aires, Editorial Sudamericana, 1984. Jauretche, Ernesto: No dejés que te la cuenten. Violencia y política en los 70, Buenos Aires, Ediciones del Pensamiento Nacional, 1997. James, Daniel: Nueva historia Argentina. Violencia, proscripción y autoritarismo (1955-1976), Buenos Aires, Editorial Sudamericana, 2003. Lapolla, Alberto: El cielo por asalto (1966-1972), La Plata, De La Campana, 2004. 72 Lanusse, Lucas: Montoneros, el mito de sus 12 fundadores, Buenos Aires, Ediciones B Argentina S.A., 2005. Lanusse, Lucas: “Caer y volver a levantarse. La situación de Montoneros entre fines de 1970 y comienzos de 1972.” Ponencia presentada en la Jornada académica “Partidos armados en la Argentina de los setenta”, Universidad Nacional de San Martín, 27 de abril de 2007. Lenci, Laura: “Justicia, política y violencia. Un análisis de los cuerpos normativos montoneros 1972-1975”. Ponencia presentada en la II Jornada Académica “Partidos Armados en la Argentina de los Setenta. Revisiones, interrogantes y problemas”, Universidad Nacional de San Martín, 25 de abril de 2008. Mero, Roberto: Conversaciones con Juan Gelman. Montoneros y la revolución perdida, Buenos Aires, Contrapunto, 1988. Morillo, Gustavo: Cristianismo y Revolución. Los orígenes intelectuales de la guerrilla argentina, Córdoba, Editorial de la Universidad Católica de Córdoba, 2003. O’ Donnell, Guillermo.: El estado Burocrático Autoritario, Buenos Aires, Ediciones de Belgrano, 1982. Ollier, Matilde: La creencia y la pasión. Privado, público y político en la izquierda revolucionaria, Buenos Aires, Ariel, 1998. Ollier, Matilde: El fenómeno insurreccional y la cultura política, 1969/1973, Buenos Aires, CEAL, 1986. Perdía, Roberto: La otra historia. Testimonio de un jefe montonero, Río Negro, Grupo Ágora documentos de la Argentina, 1997. 73 Portantiero, Juan Carlos: “Economía y política en la crisis argentina (19581973)” en Waldo Ansaldi y José L. Moreno (comp.): Estado y sociedad en el pensamiento nacional. Antología conceptual para el análisis comparado, Buenos Aires, Cántaro, 1989. Pozzi, Pablo: "Para continuar con la polémica sobre la lucha armada" en Lucha armada en la Argentina, N° 5, 2006. Pozzi, Pablo y Schneider, Alejandro: Los setentistas. Izquierda y clase obrera: 1969-1976, Buenos Aires, Eudeba, 2000. Pucciarelli, Alfredo (editor): La primacía de la política, Lanusse, Perón y la Nueva Izquierda en tiempos del GAN, Buenos Aires, Eudeba, 1999. Robles, Horacio: “Los Montoneros en la periferia platense. Una aproximación a las actividades barriales <<reivindicativas>> de la juventud peronista articulada con Montoneros en la ciudad de La Plata (1972/74).” Ponencia presentada en el XXVII Congreso de la Asociación Latinoamericana de Sociología, Universidad de Buenos Aires, 2009. Rodrigo Alsina, Miguel: La construcción de la noticia, Barcelona, Paidós, 1989. Svampa, Maristella: “El populismo imposible y sus actores” en James, Daniel (dir.): Violencia, proscripción y autoritarismo (1955-1976), Buenos Aires, Editorial Sudamericana, 2003. Sarlo, Beatriz: La batalla de las ideas (1943-1973), Buenos Aires, Ariel Historia, 2001. Sarlo, Beatriz: La pasión y la excepción, Buenos Aires, Ariel Historia, 2001. Sidicaro, Ricardo.: La política mirada desde arriba. Las ideas políticas del diario La Nación, 1909-1989, Buenos Aires, Sudamericana, 1993. 74 Sigal, Silvia y Verón, Eliseo: Perón o muerte. Los fundamentos discursivos del fenómeno peronista, Buenos Aires, Hyspamérica, 1988. Tarrow, Susan: El poder en movimiento. Los movimientos sociales, la acción colectiva y política, Madrid, Editorial Alianza, 1997. Terán, Oscar: Nuestros años sesenta, Buenos Aires, Editorial Puntosur, 1991. Urondo, Francisco: La Patria fusilada. Entrevista de Francisco Urondo. Testimonios de Maria Antonieta Berger, Alberto Miguel Camps y Ricardo Rene Haidar (sobrevivientes de Trelew), Ediciones de Crisis, 1973. Tcach, César (compilador): La política en consignas. Memorias de los setenta, Buenos Aires, Homo Sapiens Ediciones, 2003. Vélez Carreras, Ignacio: “Montoneros, los grupos originarios” en Lucha Armada en la Argentina N° 2, Buenos Aires, 2005. Zapata, Edgar Antonio: Guerrilla y Montoneros. Ensayo sobre el origen y evolución, Rosario, Fundación Ross, 2000. 75 >Fuentes periodísticas consultadas135 135 Diario Clarín, 1970-1972. Diario La Nación, 1970-1972. Diario Crónica, 1970-1972. Revista Cristianismo y Revolución, 1970-1971. Revista Panorama, 1970-1972. Revista Periscopio, 1970. Revista Primera Plana, 1970-1971. Las fechas refieren a los años consultados. 76