Subido por Viri Valencia

El amor es como un pan con mantequilla

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El amor es como
un pan con
mantequilla
De David Elías Cotos Espinoza
EL AMOR ES COMO UN PAN CON MANTEQUILLA (Diálogos)
© David Elías Cotos Espinoza, 2013
1era Edición
[email protected], [email protected]
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sanción establecida por las leyes, la reproducción parcial o total de esta obra por cualquier medio o
procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento informático, y la distribución de
ejemplares de ella mediante alquiler o préstamo público.
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Dedicado a ti
ÍNDICE
Capítulo I: Sofía, Daniel y el lagarto
Capítulo II: El amor es como un pan con mantequilla
Capítulo III: El amor y en medio un rocoto relleno
Capítulo IV: Declaración de amor
Capítulo V: Silvana
Capítulo VI: La llamada
Capítulo VII: Emilia
Capítulo VIII: Expulsado
Capítulo IX: El retorno de Sofía
Capítulo X: Epílogo
Capítulo I: Sofía, Daniel y el lagarto
Ella: En verdad eres cursi.
Él: Lo sé.
Ella: No te importa el qué dirán.
Él: En absoluto, más me importa el qué diré yo.
Es una nueva tarde de aquel Mayo del año 2004, Daniel ha salido de dictar clases en la
Universidad Nacional San Agustín, más conocida como la “UNSA”. Ha tomado una combi que
lo ha dejado ahí cerca del Mirador de Yanahuara. Ya en el lugar, se ha ubicado entre los arcos,
ha sacado una libreta de notas, un lapicero azul y se ha sentado a esperar.
Ella: ¿Qué esperas?
Él: Que aparezca.
Ella: ¿Quién?..... ¿Qué?
Él: El lagarto.
En la clase de Perú Republicano todo iba de maravilla, los alumnos disfrutaban siempre de las
apasionadas clases de Daniel. Más que un expositor parecía un narrador de historias, movía las
manos, gesticulaba, abría los ojos exageradamente, iba de aquí para allá, el aula se convertía
en un teatro con una pieza unipersonal.
Ella: ¿Cómo empezó esa historia del lagarto?
Él: Fue en la clase de Perú Republicano.
Ella: ¿Qué pasó?
Él: Jacob es un muchacho muy aplicado. Nos contó a todos, al iniciar el ciclo, que sobrantes de
sillar fueron arrojados en esta zona lo cual trajo como consecuencia que varios lagartos se
vinieran a vivir por aquí.
Ella: Yo nunca he visto uno por aquí, es más no sabía de la historia.
Él: Será porque tú andas más pensando en Roger.
Ella: Puede ser je je. Bueno y que tienen de extraordinarios esos lagartos.
Él: Jacob asegura que entre estos lagartos, hay algunos que tienen el cuello abultado porque
ahí llevan consigo una piedrita brillante. Según él, este es como un talismán que tiene
propiedades para atraer a la persona amada. La cuestión es distraer al lagarto para quitarle el
dichoso amuleto. Jacob me ha dado una estrategia que dice su papá usó para que luego su
mamá cayera hechizada en sus brazos.
Ella: Ja ja ja. Sí que me das risa. Por favor, tú ya estás bien grandecito para creer esas historias.
Él: Y si te digo que he visto a uno de esos lagartos.
Ella: ¿Qué quieres que te diga? Ohhhh…..wowwww…. ja ja ja.
Él: ¡No te burles niña!
Ella: Ahora soy una niña. Eso no me dijiste ayer.
Sofía estudiaba Comunicaciones en la Universidad Católica Santa María. Era una chica bien
curiosa, de amigas selectas, según ella. Ese fisgoneo natural le había permitido formar parte de
un club de periodismo donde editaban una revista trimestralmente. Para escribir una nota y
que luego todo el mundo se la comentara, debía buscar noticias que salieran de lo común. Su
gran olfato para hallar novedades le permitió enterarse que en un cuchitril al frente de la Plaza
España se reunían los viernes un grupo de intelectuales para hacer “cosas raras”. Entrar al
lugar no le resulto difícil, la flaca Esther fue fundamental; ya que consiguió esa especie de
“contraseña” con la que se abrían las puertas de par en par.
En aquel sitio se respiraba un ambiente caldeado, una atmósfera así de bochorno. Lo primero
que le llamó la atención fue la música, puros temas de Glenn Miller y su orquesta. Sonaba
“Verano Indio” cuando vio por primera vez el rostro de Daniel.
Él: Perdón.
A ella no le gustaba que le llamaran niña.
Ella: Te perdono, pero no lo vuelvas hacer.
Daniel llevaba siempre su libreta de apuntes para estudiar los movimientos del lagarto día a
día. Su idea era tomar nota de los desplazamientos del animal para, llegado el momento,
ejecutar la estrategia del papá de Jacob.
Ella: ¿Cuál es esa estrategia?
Él: Ves ese hueco de ahí.
Ella: Sí.
Él: Ahí siempre aparece un lagarto, al menos eso es lo que he podido darme cuenta en este
casi mes y medio que llevo viniendo acá.
Ella: ¡Asu! Dos meses y todavía andas en apuntes………….
Él: Tiene que ser algo perfecto, sin error.
Ella: ¿Cómo el día que nos conocimos?
Daniel iba al cuchitril más que todo para conversar con el Chumpi y el Gato, dos amigos que
dejaron la profesión de la docencia para convertirse en negociantes de textiles con
comerciantes de Puno. Eran unos prósperos empresarios, que gustaban de la compañía de
Daniel y sus charlas. Aquel día vieron entrar a dos muchachas, se notaba que no eran de la
UNSA, tenían más pinta de estudiantes de la Católica. Una tenía el cabello largo, unas caderas
amplias, mirada felina y labios gruesos. El Chumpi y el Gato observaron aquella anatomía y
movieron sus dedos al mismo tiempo como frotándolos. Ni cuenta se dieron de la otra chica
que andaba a su costado. Daniel más bien se interesó en esta última. Lo primero que hizo fue
mirar el reloj del cuchitril 16:43 horas. ¿Qué día es hoy? le preguntó al Gato. Miércoles 27.
Saber la fecha y el momento exacto de haberla conocido era muy importante para él. La
señorita en cuestión tenía una mirada tierna, esa fue la magia inmediata. Cabello largo como
su amiga, de rostro airoso y cuerpo fino. Notó que gustaba de ladear el rostro en diagonal
hacia su derecha, sería un tic o timidez, igual le gustaba ese detalle suyo.
Ella: ¿Te acuerdas?
Él: Sí, como lo voy a olvidar.
Daniel miró hacia el Misti imponente que se erguía frente a los ojos de ambos.
Ella: ¿Qué pasa? ¿Por qué pones esa voz?
Él: ¿Cuál? Es la misma de siempre.
Ella: No. Hace un rato pusiste una tonada como melancólica.
Daniel bajó la mirada como buscando otra vez al reptil.
Ella: Te estoy hablando, responde.
Él: Estoy medio decepcionado.
Ella: ¿De qué?
Él: De algunas personas.
Ella: ¿Quién ha osado meterse contigo? Dímelo….
Daniel sonrió, para luego mirarla a los ojos. En esa mirada podría perderse….volvió a buscar al
reptil. Dio un salto entre los arcos, caminó haciendo zigzag y se puso a hablar en voz alta.
Él: Son increíbles los tiempos que vivimos.
Ella: ¿Por qué?
Él: Decir la verdad es mal visto, la gente prefiere oír mentiras.
Ella: No generalices. ¿Qué te ha pasado?
Él: Te acuerdas de Claudia.
Ella: Tu “amiguita”, la profesora de Literatura.
Él: Uhum. El otro día le dije una de esas “verdades que alguien debe decir” para que reflexione,
no me gustaba un comportamiento suyo en la facultad, lo peor es que se lo ha tomado a mal.
O sea, imagínate, yo quiero hacerle un bien y ella piensa que soy un malvado.
Ella: Depende de cómo se lo habrás dicho.
Él: Con cuidado, en serio, guardando las formas….
El “Verano Indio” seguía vibrando cuando Daniel se acercó a Sofía y su amiga.
Él: No es recomendable.
Ella: ¿Qué “no es recomendable”?
Sofía le siguió la corriente al sujeto, este, que había venido a hacerle el habla y que ya hacía
rato que la andaba mirando.
Él: Hacer de tu vida como hacen en las películas del cine y las telenovelas.
Ella: Cierto, pero ojo, mucha gente lo hace, imitan.
Él: Y ¿cómo son sus vidas?
Ella: Puro drama.
Diciendo esto, Sofía lo miró con ojos de interés al fulano. Era de estatura mediana, entre
amarillo y trigueño, cabello ondulado y cara de buena gente. ¿Cuántos años tendría? No lo
había visto antes. De hecho no era de la Católica.
Él: Siempre sueño.
Ella: ¿Con qué?
Él: Con vivir en Cuzco, de por vida.
Ella: Tanto te gusta.
Él: Sí.
Ella: Has oído esa frase que dice “Si deseas que tus sueños se hagan realidad ¡despierta!” Vete
para allá entonces.
El tipo cambió de tema
Él: Me llamo Daniel.
Ella: Sofía.
Se dieron la mano, él formuló unas nuevas líneas.
Él: Si piensas dejar huella en la vida de una persona, empieza en este instante. No pospongas.
Quizá esa persona necesita de ti, de tus palabras, de tu aliento.
Ella: Eso se oyó muy bonito, eres poeta.
Él: No, soy docente de historia en la UNSA.
Así fue como se conocieron Daniel y Sofía, puros diálogos.
Capítulo II: El amor es como un pan con mantequilla
Ella: ¿Cuánto tiempo llevo viniendo acá?
Sofía luego de conocer que en aquel cuchitril no se hacía “nada raro”, si no que era un lugar de
charlas, se mostró particularmente interesada en formar parte de aquellas tertulias. En su
mayoría eran profesores de la UNSA que hablaban de todo, tanto de letras como de ciencias,
artes y deportes.
Él: 24 días sin incluir sábados, domingos y feriados.
Ella: Asu!!! Lo contabilizas todo milimétricamente.
La pregunta era ¿Por qué tan detallista con Sofía?
Él: ¡Que viento eh!
Ella: Sí.
Él: El viento frío me recuerda el amor.
Ella: ¿Qué hay con el amor? ¿Estás enamorado de tu compañera flacucha de la Universidad?
Él: No, para nada. Lo que ocurre es que en la actualidad a las personas les falta mucho
expresar y compartir sentimientos solidarios.
Ella: La gente tiene miedo de mostrarse, de exponer lo que piensa y peor si se trata de ideas
sobre sentimientos. En ocasiones creo que es porque piensan subconscientemente que
quedarán más vulnerables.
Él: Interesante punto de vista. ¿Qué es para ti el amor?
Ella: Hummm. Compartir cosas, momentos, aprender a tolerar y respetar ese mundo que es la
otra persona. ¿Y para ti?
Él: Compartir básicamente.
Ella: Me olvidaba de algo
Él: ¿De qué?
Ella: El tener piel con esa otra persona.
Él: ¿Te refieres al sexo?
Ella: Claro.
Él: Bueno yo hablaba del amor a nivel general.
Ella: ¿? ¿Y existen definiciones del amor a nivel “no general”?
Él: Olvídalo.
Ella: Ja ja. Aprende a defender tu punto de vista.
Luego de decir esto Sofía gritó
Ella: Ah!!!!!!!! el lagarto!!!!!!!
En efecto el lagarto se había aparecido y había seguido la misma rutina de moverse hacia su
izquierda rápidamente y correr.
Daniel, calmado, se puso a revisar su cuaderno de apuntes, ayudado por una wincha se puso a
realizar mediciones en el piso.
Ella: ¿Qué haces?
Él: Estoy viendo donde voy a colocar el señuelo.
Ella: ¿Señuelo?
Él: Sí. Le voy a dar un anisado.
Ella: ¿El aguardiente? …..lo quieres poner en “onda” al animal ja ja ja.
Él: Según Jacob, el lagarto atraído por el olor va venir a probar de la copita que le voy a dejar,
luego va querer tomarse todo, es en ese momento que va dejar la piedrita brillante hacia un
costado y ahí, zas, yo entro en acción y se la quito.
Ella: ¿Y tú crees que el animal se la va dejar quitar?
Él: De hecho que va luchar por ella, Jacob dice que te persigue como unas 5 cuadras pero ahí
ya se cansa y muere.
Ella: A ver si entiendo, vas a correr cinco cuadras fatigado por ese lagarto. A estas alturas esto
me suena medio ridículo.
Él: Déjame ser.
Ella: ¿Por qué tanta importancia le das a esa piedrita brillante? ¿Quién quieres que se enamore
de ti?
Él: Me voy.
Aquellas primeras semanas que acudió Sofía al cuchitril, Daniel se enteró que ella tenía un
enamorado de nombre Roger. Lo primero que hizo fue recordar la canción de
José Luis Perales, esa en la que decía: ¿Y cómo es él? ¿En qué lugar se enamoró de ti? ¿De
dónde es? ¿A qué dedica el tiempo libre?
Roger era un tipo con pinta de ángel y a la vez demonio, amiguero y nada celoso. Pocos datos
pero importantes. Ah, también le habían dicho que era estudiante de la Católica.
Él: ¿Qué es para ti importante en un hombre?
Ella: Cuenta todo, no solamente la personalidad. Los gestos, como mueve las manos, el cuerpo,
el caminar, todo pero en detalle.
Él: Pensé que los hombres éramos los visuales en las relaciones de pareja.
Ella: Y lo son, es su naturaleza. Pero nosotras también “tenemos nuestros ojitos para ver”.
Ahora ten en cuenta que a la hora de la hora ustedes nos entran con la palabra.
Él: Sabes hay que sumar a la belleza física y espiritual, el olor.
Ella: Claro, porque ahí entra la famosa “química”.
Él: Exacto.
Ella: Eso que llaman química es porque te gusta como huele el otro.
Él: Aja. Yo no entiendo una relación dónde no haya ese tipo de química.
Ella: Puede ser.
Él: Mmmm. Por ejemplo, me imagino que te gusta el olor de Roger.
Sofía desvió la mirada hacia el tercer arco de Yanahuara, aquel que tenía una inscripción que
decía “Ciudad con filosofía de semilla, pues donde cae un desacierto brota una revolución”.
Daniel percibió que Sofía no quería hablar de la relación que mantenía con Roger.
Ella: El amor es como un pan con mantequilla.
Él: ¿Cómo es eso?
Ella: Te voy a explicar, préstame toda tu atención posible.
Él: Ok.
Y mientras que Daniel preparaba su cuerpo y alma para escuchar a Sofía, dos lagartos habían
salido de su escondite y se desplazaban lentamente, ambos llevaban una bolsita en sus cuellos
que al parecer a nadie le interesaba.
Él: A ver, explícame.
Ella: Vamos con un ejemplo.
Él: Ya.
Ella: Supongamos que yo entro a trabajar a la UNSA como profesora de prácticas en tu
Facultad.
Él: Ok.
Ella: En la sala de profesores coincidimos siempre, tú empiezas a atraerme, no sé tus
conversaciones, lo nada común que eres respecto a los demás.
Daniel movió el rostro en diagonal como solía hacerlo Sofía, como haciéndole el espejo a ella.
Él: Ok.
Ella: De pronto siento la necesidad de compartir cosas contigo. Al cabo de un tiempo nos
acostamos y ya, estamos enamorados.
Él: ¿Enamorados?
Ella: Enamorados, no quiere decir que nos amemos.
Él: Ah, no, yo pensaba que sí.
Ella: El amor viene luego, es todo un trabajo que lleva tiempo.
Él: ¿De cuánto tiempo hablamos según tú?
Ella: Un año. Los 11 meses anteriores son puro y absoluto enamoramiento…y eso no es amor.
Él: Pero ¿Por qué no puede ser amor?
Ella: Porque, mira, volviendo al ejemplo. Yo cuando “se supone” empecé contigo era por un
deslumbramiento hacia ti, te veía como el ideal, el casi casi perfecto. Pero no, eso no eras tú,
eras sencillamente la imagen que yo había creado en mi mente. Eso no es amor, insisto.
Él: ……
Ella: Cuando te preparas un pan con mantequilla ¿cómo lo haces?
Él: Agarro mi pan, el cuchillo. Luego….
Ella: Eso no me interesa saber. ¿Lo haces con amor? A eso quiero llegar. Al momento de
preparar el pan lo puedes hacer de dos formas, una untándolo rápidamente y
desordenadamente de mantequilla. La otra forma es ir lentamente, untando cada rincón del
pan, observándolo, sintiéndolo,…
Él: Oye estamos hablando de un pan con mantequilla. No sé, tú pareciera que hablaras de ….
Ella: Dime una cosa. ¿Cuál pan tendría mejor sabor?
Él: Obvio que el segundo, su elaboración ha sido con más cuidado.
Ella: Exacto, ya ves que el amor es como un pan con mantequilla.
Los dos lagartos parecían escuchar a Sofía. Ni Daniel ni ella se daban cuenta lo tranquilos que
se encontraban los animales cerca de ellos.
Él: Es fácil hablar y escribir sobre el amor, pero qué difícil es vivirlo.
Ella: Si tú lo dices.
Él: ¿No lo crees así?
Ella: ……. Dime algo bonito.
A Daniel le llamó la atención la propuesta de Sofía, ¿Por qué no le hacía dicho pedido a Roger?
Él: Déjame pensar.
Pasaron un par de segundos.
Ella: ¿Por qué te demoras tanto?
Él: No quiero decirte algo que ya hayan dicho en el cine o en la tele o en la radio o lo hayan
escrito en el periódico o en una revista o lo haya leído en una novela o en un cuento. Quiero
para ti algo único, inimitable.
Ella: Para!!!
Él: ¿Qué ocurre?
Ella: Eso que dijiste, me gustó.
Daniel sintió sus cachetes calientes.
Ella: Mmmm
Él: ¿Querías decirme algo?
Ella: Pues sí.
Él: ¿Qué?
Ella: Eres un hombre muy romántico, hoy en día eres una rareza. Nunca te he preguntado algo
¿Tienes novia, enamorada, amantes, eres casado, viudo? No sé nada de ti, el único que
siempre me pregunta eres tú. No me parece justo.
Él: Este no es el momento para hablar de mí.
Ella: ¿Cuándo va ser el momento?
Él: Más adelante.
Ella: Me voy. Nos vemos la próxima semana.
Capítulo III: El amor y en medio un rocoto relleno
Ella: ¿Qué cosas? ¿no? Uno puede tener claro el tema del amor, pero el enamorarse te nubla
la razón.
Daniel se encontraba con un buzo trotando en torno a la Plaza. El sol de la mañana brillaba
más que nunca. Sofía, también con ropa deportiva, se puso a su costado y siguió con la
conversación.
Ella: ¿Qué piensas?
Él: Cierto lo que dices. Creo que deberías ponerte arriba una casaca.
Ella: ¿Por qué?
Él: Mucho cáncer a la piel está dando.
Ella: Lo tendré en consideración. Me sorprendió encontrarte hoy, sábado, a estas horas.
Él: Me estoy preparando para mi corrida de la próxima semana.
Ella: Ah …sigues con el tema del lagarto.
Él: Claro. Ves aquella casa de amarillo.
Daniel señaló desde uno de los arcos de Yanahuara, el que dice “Yo quisiera ser humilde como
tú”.
Él: ¿La ves?
Ella: Aquella junto al farol.
Él: Si. Esa es mi meta, hasta ahí debo llegar con la piedrita.
En ese momento apareció Roger en la Plaza.
Ella: Chau profesor.
No le dijo Daniel, le llamó profesor. Extraña actitud la de Sofía.
Daniel siguió trotando por un rato más. Una media hora después se dirigió al Puente Grau,
contempló el Río Chili, secó las gotas de sudor que bajaban de su frente y se encaminó hacia la
Plaza de Armas. En el camino, al pasar por el Convento de Santa Catalina vio que en la acera
del frente Sofía discutía con Roger. Se hizo el loco con su mirada, como si no se diera cuenta de
lo que estaba aconteciendo y en ese preciso instante se chocó con Mariella, su ex.
Mariella: Hola
Él: Hola
Mariella: Tiempo que no nos veíamos.
Él: Sí.
Mariella: ¿Cómo estás?
Él: Bien.
Mariella: ¿Sigues trabajando?
Él: Si.
Mariella: No te he podido olvidar.
Él: Que pena.
Mariella: Por lo visto no quieres hablar.
Él: …………….
Mariella posó su dedo de la mano derecha sobre el pecho de Daniel y le hizo como cariños.
Él: Chau.
Sofía había visto, desde su posición, todo lo que había pasado. Dejó a Roger y comenzó a
correr en busca de Daniel, quien ya se encontraba cerca de la Catedral.
Ella: ¿Quién es esa?
Él: Mi ex.
Ella: ¿Tu ex? Pero si le vi haciéndote cariñitos.
Él: ¿Qué te pasa?
Ella: Los vi a los dos y tú como un tontito dejándote. No te das cuenta que ese tipo de mujeres
son histéricas.
Él: ¿De qué diablos hablas? A Mariella no la veo hace años.
Ella: A poco crees que te voy a creer.
Él: Te digo la verdad.
Ella: Si es así, entonces te doy un consejo.
Él: Habla.
Ella: Que no te dejes calentar la cabeza, conozco a esas fulanas. Sólo buscan un ganso que les
levante la autoestima. ¿Tú crees que si le importaras se andaría con esas rufianadas para
atraer tu atención? Una pregunta.
Él: Dime.
Ella: ¿Por qué terminaste con ella?
Daniel hizo un gesto como que eso no era importante. Lo terminado, terminado está.
Ella: Ya veo.
Él: Ya ves ¿Qué?
Ella: Que la querías.
Él: Ahora resulta que ves más allá de lo evidente.
Ella: Ustedes los hombres son tan predecibles. No dejes que te estén acariciando así por así, va
pensar que eres un fácil.
Él: Ahora resulta que soy un fácil.
Ella: Claro por eso seguro quiere jugar contigo, de nuevo, y por eso es que también alguna vez
dio por terminada la relación contigo.
Él: ¿Terminó conmigo? Oye tú ni siquiera sabes mi historia con ella.
Ella: Te aseguro que es del tipo de chicas que se reía de ti a tus espaldas y quien sabe ahorita
debe estar contándole a sus amigas algunas que otras mentiras respecto de ti.
Él: Tienes una imaginación….tremenda.
Ella: La culpa es del machismo.
Él: ¿Machismo?
Ella: Si.
Él: ¿Qué tiene que ver el machismo en todo lo que estamos hablando?
Ella: Mucho, tú ni te das cuenta. Que te vas a dar cuenta, treintón y jugando a las chapadas con
un lagarto.
Él: Ja ja ja.
Ella: A mí no me da risa. Eres un caso serio.
Daniel siguió riéndose, cogió del brazo a Sofía y le hizo un giro para ir hacia el Portal de Flores.
Se permitió acariciar el brazo delicadamente y llegar hasta el hombro. Sofía no puso reparos al
“manipuleo” de él.
Terminaron almorzando juntos un rocoto relleno.
Ella: No entiendo.
Él: ¿Qué es lo que no entiendes?
Ella: Tu obsesión para estar siempre hablando del amor.
Él: Soy un romántico.
Ella: Para mí que no has olvidado a esa Mariella. Una pregunta ¿Cómo eres tú en el amor? Pero
ojo responde no me vengas con evasivas.
Él: Me gusta dar mucho, me siento mal cuando la otra persona no da con la misma intensidad
que yo.
Ella: Eso te provoca frustración. Por gusto te haces problema, en una relación no esperes que
la otra de lo mismo que tú. ¿Acaso ella te pidió que dieras todo eso que según tú, dices que
das? Respeta la forma de ser de la otra persona, que no sea como tú, acepta su forma de ser.
Daniel miró el reloj del restaurante 13:21, mozo que día es hoy: Sábado 23 de Junio.
Ella: ¿Qué pasa?
Las palabras pronunciadas por Sofía iban a quedar grabadas en su mente como el día que la
conoció. Mozo quién canta esa canción. No lo sé creo que es una chica mexicana.
Ella: Tanta cosa haces por esa canción tonta de la radio. Las canciones de amor empeoran
todo. Tú lo que necesitas es dejar de andar juzgando y aprender a ser más tolerante. Me
parece que este tema ya lo hemos hablado antes.
Él: Mmmm.
Ella: No te sientas mal tampoco. Todos hemos sentido en algún momento de nuestras vidas
que hemos dado más que el otro, y ojo en todos los ámbitos de la vida. Sigue adelante no más.
La próxima vez quizá te vaya mejor.
Él: Oye, me hablas …. no sé.
Ella: Te hablo como amiga. Tú me caes bien, eres muy bueno. Deseo lo mejor para ti.
Sofía sonrió.
Él: Existen mujeres hermosas, pero en tu caso me gusta que exageres.
Ella: Perdón ¿Qué dijiste?
Él: A veces pienso que la belleza de las mujeres es ilimitada, en otras que sólo es la tuya.
Ella: No me digas esas cosas.
Él: ¿Por qué?
Ella: Sólo no me las digas.
Daniel no insistió.
Él: El problema es que mucha gente tiene miedo a sufrir cuando en el pasado han tenido
experiencias amorosas traumatizantes. Como si les entrara un miedo a la vida, andan a la
defensiva armando sus muros protegiéndose…
Ella: … y por eso ya no quieren arriesgarse a enamorarse y peor a amar.
Él: Tiran la toalla pronto. Falta de espíritu de lucha.
Ella: Ya déjate de estar juzgando que ese parece ser tu caso….. y el de muchos y muchas. La
gente anda difícil con esto de los sentimientos y expresar sus emociones.
Él: La gente necesita esperanza, el mundo necesita esperanza.
Ella: Así es mi estimado.
Él: En el fondo no es que no tengan sentimientos.
Ella: ¿Entonces?
Él: Si que sienten, sólo que hacen como que no se les nota nada. A veces pienso que estas
personas mientras más frías parecen, más sentimentales son. Pero eso tienen que ocultarlo. La
pregunta sería ¿Qué ganan no mostrándose vulnerables?
Ella: Buena pregunta. Pienso que no aceptan a los demás, como es tu caso, porque no se
aceptan a sí mismas. Deben sufrir mucho, como tú.
Él: Si yo soy parte del problema, tú lo eres también. ¿Si no dime qué pasa con Roger?
Ella: ……………….
Ella: Tú, yo, la mayoría andamos creándonos defensas para protegernos. El quid pasa por
encontrar una persona o varias personas que nos ayuden a sanar y a demostrarnos que hay
gente buena que no nos quiere hacer daño.
Él: Yo te encontré a ti.
Ella: Y yo a ti. Hacemos un buen equipo. Oye no hemos hablado de un tipo de personas.
Él: ¿Cuáles?
Ella: Las que en verdad se han endurecido tanto que ya no sienten nada.
Él: Pobres. ¿Te imaginas una relación de pareja con una persona así?
Ella: Mejor no juzgar.
Él: Algunas personas andan muy pendiente del qué dirán.
Ellas: ¿Algunas?....yo diría varias.
Él: Vivir pendiente de lo que digan otros no sirve de nada, nunca puedes complacer a todos.
Ella: Es como ser un tanto superficial.
Él: Exacto, hay un vacio subyacente.
Ella: Ja ja. Mejor sigamos comiendo el rocoto, está riquísimo.
Capítulo IV: Declaración de amor
Él: Hay mujeres que aplaudiría de pie y no me cansaría nunca.
Ella: Seguro que piensas en tu madre.
Él: Si.
Ella: Ejemplo de lucha seguro.
Él: Claro y ¿la tuya?
Ella: A ella yo también la aplaudiría así de fuerte.
Plaf, plaf, plaf.
Él: Muy bueno. Sabes, admiro a aquellas mujeres que ….
Ella: …son como yo.
Sofía sonrió.
La sonrisa de ella despertaba en él, AMOR.
Ella: ¿Cuándo es el gran día?
Él: El domingo a las doce.
Ella: Pésimo día, pésimo horario, que vergüenza.
Él: He analizado todas las posibilidades, he practicado con mi cuy.
Ella: ¿Tienes un cuy?
Él: Tenía.
Ella: ¿Cómo tenía?
Él: Se murió el otro día, creo que de tanto perseguirlo.
Ella: A ver, tú eras el lagarto y él era tú.
Él: Aja, había que adquirir velocidad, formaba parte de mi entrenamiento.
Ella: Este domingo voy a venir sólo para tener algo que contar a mis nietos.
Él: Ni estás casada y hablas de nietos.
Ella: Déjame ser.
Él: Ok.
Ella: Oye, sigamos hablando de tu admiración por mí.
Él: ¿Qué quieres saber?
Ella: Todo. ¿Soy sólo un gusto para ti?
Él: ¿?
Ella: Claro, estás enamorado de mí pero no pretendes amarme. Tienes miedo de que yo no te
llegue a amar. ¿Es eso? ¿Verdad?
Él: ¿En qué basas tanta seguridad para tus afirmaciones?
Ella: Ese afán por el lagarto. Tú no necesitas de un talismán para que yo te quiera.
Él: Déjame explicarte.
Ella: No tienes nada que explicarme. Soy sólo un gusto como te puede gustar la chicha morada
o el chicharrón.
Él: Para mí tú no eres ni chicha morada ni chicharrón, eres Sofía y me gusta cómo eres.
Ella: Ves que vuelves a repetir “me gustas”.
Él: Es que no quiero faltarte el respeto.
Ella: ¿Faltarme el respeto? Lo reconozco, haz sido todo un caballero este tiempo, es cierto,
gracias. Pero no basta con eso. Me voy.
Él: No, por favor…. no te vayas. Es fácil quejarse y buscar los defectos a la otra persona.
Sofía hizo un giro con la cabeza para ver que más tenía por decir Daniel.
Él: Es difícil comprender y entender mi situación, que factores me han llevado a ser así como
soy.
Ella: ¿Tu pasado?
Él: Si.
Ella: No me interesa tu pasado, sólo me interesa tu presente.
Él: Entonces porque te vas.
Ella: No quiero vivir una historia de amor dónde yo tenga más de perder.
Él: Tienes miedo al amor y todas esas cosas bonitas que me dijiste estos meses.
Ella: Antes de irme, quiero darte un regalo.
Él: ¿De qué tipo?
Ella: ¿Cómo de qué tipo? Algo que te he comprado.
Él: No lo quiero.
Ella: ¿Cómo lo vas a rechazar, si ni siquiera lo has visto?
Él: Yo sólo quiero un regalo, el mejor de todos: TÚ y todo lo que me haces sentir.
Sofía se fue.
Capítulo V: Silvana
Tuvo suerte Daniel, el lagarto se apareció aproximadamente a las 12:13 horas, los turistas que
abundaban a esas horas lo habían visto previamente dejar una copa de anisado en el suelo.
Algunos tomaban fotos a Daniel, otros lo filmaban. Menos mal que lo creyeron medio chalado
y se olvidaron de él por un rato, en efecto el lagarto salió en busca de la bebida. Daniel fue por
su piedrita brillante y echó a correr con el animal detrás persiguiéndolo. Otra vez los turistas
cogieron sus cámaras y a perennizar al pintoresco del anisado.
Siendo las 12:25 horas, Daniel tenía el trofeo en sus manos: una piedra pequeñita y de un brillo
cobrizo. Se dirigió al departamento donde vivía en Vallecito y la puso en una vitrina especial.
El viernes en la reunión con los intelectuales del cuchitril, el Gato le contó que había una fiesta
en Selva Alegre. Que iban a ir con el Chumpi, que se apuntara.
Cuando llegaron al local, el olor a licor y la melodía de un huayno ayacuchano les dio la
bienvenida. El Gato y Chumpi de inmediato se embarcaron en plan de conquista. Daniel ya
planeaba la partida cuando una mujer de unos cuarenta y tantos años se le acercó. Usted es
Daniel, soy Silvana, la mamá de Mariella.
Daniel: Wow, Sra. Silvana, no la reconocí ¿cómo le va? Tiempo que no nos veíamos.
Silvana: 5 años desde lo de Mariellita.
Daniel: Ajá.
Silvana: ¿No tomas?
Daniel: Sí, lo que pasa es que hace un rato….
Ni terminaba la frase y Silvana ya le echaba un líquido en su vaso.
Silvana: Tómatelo rápido.
Por acción reacción Daniel ingirió la bebida apresuradamente
Daniel: ¿Qué era?
Silvana: Un preparado especial de mi tierra.
Daniel: ¿De dónde es usted? Siempre pensé que era de Arequipa.
Silvana: Mi difunto esposo era de aquí, pero yo no. Yo soy de Iquitos.
Daniel: Ah mire usted.
Silvana fue a un rincón a dejar la botella. Daniel se le quedó mirando, de caderas anchas la
mujer se le presentaba atractiva. El jean apretado resaltaba más sus formas.
Silvana: Vamos a bailar…..han puesto una salsa así rica.
Daniel: Ok.
Daniel examinó el rostro de Silvana. De nariz picuda, labios delgados, lo mejor que tenía era su
mirada de gata. Su sonrisa era pícara, al bailar buscaba pegar sus senos al cuerpo de Daniel. Él
la sentía.
Silvana: Que bien bailas Danielito.
Daniel: Me enseñó su hija.
Silvana: No me digas.
Daniel: Con decirle que antes de conocerla yo no daba ni un paso.
Silvana: Ja ja. ¿Qué vas hacer luego?
Daniel: Descansar, mañana tengo clase de inicio de ciclo en la Universidad.
Silvana: ¿Sigues en la UNSA?
Daniel: Si.
Silvana: Que bien. Oye me puedes hacer un favor.
Daniel: Dígame.
Silvana: Tengo una movilidad contratada para las 11, no me quiero ir solita. Acompáñame
¿quieres?
Daniel: Siguen viviendo en…..
Silvana: Si.
Daniel: Está un poco lejos de Vallecito.
Silvana: No te preocupes en esa misma unidad, le digo al chofer para que te lleve a tu
domicilio. ¿Qué dices?
Daniel: Ya, no veo problema.
El Gato y el Chumpi se acercaron a Daniel. Flaco, te gusta el queque. Je je je.
A las 11 llegó la movilidad de Silvana, fueron al asiento de atrás ambos. Daniel no supo cómo
pero al rato los dos se estaban mirando como queriendo juntarse. Él puso su mano sobre los
muslos de ella y luego fue hacia su centro vital, acariciándola. Ella puso cara de asombrada y él
se abalanzó sobre su cuerpo, empezó no a besarla, más bien lo que hacía era lamerla. Que rico
sabor, saladito. Silvana buscó el miembro de él y lo aprisionó con sus manos, él le metió mano
al trasero y prosiguió con sus senos. Quemaban, estaban erectos en su puntita. Terminaron
besándose. El chofer se calentaba mirando por el retrovisor.
Al llegar a la vivienda de Silvana, se bajaron ambos. Él preguntó si Mariella o su otra hija se
encontraban en casa. Silvana le respondió que no, se encontraban en la casa de playa de
Camaná. Entraron al cuarto de ella, Daniel cerró la puerta.
A la mañana siguiente mientras Daniel dictaba su clase, sintió que su celular hizo un ruido. Era
un mensaje de texto. Pospuso la revisión del mismo para cuando terminara su hora. Cuando lo
leyó, decía “Me fascinó. Silvana”. Daniel sonrió. Se encontró con Jacob, su alumno del ciclo
anterior, pretendía contarle la historia del lagarto cuando recibió un nuevo mensaje de texto.
“Te quiero hoy en casa. Silvana”. Permiso Jacob, te cuento la próxima.
Daniel: Aló.
Silvana: Daniel, amor ven.
Daniel: Uy no sabes cómo me provoca estar ahorita contigo.
Silvana: ¿Qué esperas? Ven. Estoy con una tanguita rosadita.
Daniel: Como te deseo.
Silvana: Y yo. Un besito “ahí” para ti.
Pero ¿Qué había pasado con Daniel?, ¿Dónde andaba el romántico intelectual que hacía una
semana decía estar enamorado de Sofía?
Lo de Daniel era una pasión fuerte, intensa, a Silvana la veía perfecta, deliciosa, apetecible. Ella
jugaba con él como le daba la gana, le enviaba mensajes de texto a toda hora. En otras
ocasiones cuando se cansaba de los mensajitos, le llamaba por teléfono para tener
conversaciones eróticas. Daniel se prestaba para esos pasatiempos de ella.
El Gato le dijo un día a Daniel que ya acabara con esa “distracción”, porque para el Gato, lo de
Daniel con Silvana era sólo eso una “distracción” de su amigo, lo que no sabía es que este se la
estaba tomando medio en serio.
Daniel y Silvana empezaron a dejarse ver juntos los fines de semana. Iban a hacer las compras,
y hasta en esos lugares jugaba con él. Cualquier situación se prestaba, ella compraba un chicle,
lo ponía hasta la mitad de su boca y le indicaba a él para que fuera en busca de la otra mitad,
de tal manera que acababan lengua con lengua, boca con boca, mano con piel.
Daniel: Me agrada hacer el amor contigo, quedarme convertido en nada al haberte dado todo.
Silvana: Sigue, sigue…………
Daniel: Tú no sabias lo que era un beso, le preguntaste a mi lengua y hallaste la respuesta.
Silvana: Mmmm si…….. es emocionante estar contigo.
Daniel: ¿Por qué?
Silvana: Porque te apasionas en todo lo que haces, y wow cuando estás conmigo, eres
increíble!!! Te quiero hacer una pregunta. ¿Puedo?
Daniel: Dime.
Silvana: ¿Existe algo tan igual a cómo hacer el amor?
Daniel: Sí.
Silvana: ¿Qué?
Daniel: Darse un abrazo de oso o brindarse besos inagotables.
Silvana: A ver quiero que me abraces ahorita.
Esos abrazos que le daba Daniel a ella eran intensos, su cuerpo parecía protegerla toda, su
calor parecía introducirse en sus pechos, ombligo, en los mismos huesos.
Silvana: Bésame, bésame hasta que me duelan los labios.
La lengua de Daniel buscaba ejecutar el movimiento perfecto, sin embargo Silvana sí que lo
hacía mejor que él. Dar un buen beso tiene que ver más con la técnica del que lo hace, le decía
ella. Espero no extrañar nunca estos días que al besarte me sentía único en el mundo, le
respondía él. Nunca va existir otra mujer que me bese, que me toque como tú.
Los meses iban pasando pero seguían viviendo por separado. Ella insistía en que él se mudara
a su casa.
Una noche sonó el celular de él a las 00:21 horas
Daniel: Aló.
Silvana: ¡Te quiero! ¡Te amo!
Daniel: ……
Silvana: No podía dejar de pensar en ti, tenía que decírtelo.
Otra mañana lo llamó en plena clase, como no le contestó, le mandó varios mensajes de texto.
Daniel tuvo que apagar el celular. Unas horas más tarde marcó su número.
Daniel: Te puedo pedir un favor.
Silvana: El que quieras.
Daniel: No me llames al celular.
Silvana: ……………seguro que ……….
Daniel: No es eso. Déjame extrañarte.
La decisión de Daniel no tardó en llegar. Mudarse a la casa de Silvana. Ahora iba a ser una
especie de padrastro para su ex. No le importaba, al final lo que más le interesaba es que
ahora iba estar calientito a diario con Silvana. Ya no más llamadas.
Capítulo VI: La llamada
Los meses siguientes la pasión entre Daniel y Silvana se mantuvo con la misma intensidad. Para
que no bajara la misma, todos los días Silvana preparaba una mezcla de maca con
chuchuhuasi, especialmente para su “profesor”.
Marisol, la otra hija de Silvana, llegó a ser muy amiga de Daniel. Siempre le pedía consejos. Él
la quería como si fuera su hija. Mariella, imitando a su hermana reinició la amistad con quien
alguna vez fue enamorada. Silvana no se hizo problemas con la amistad de ambas hijas con su
pareja, al fin y al cabo, las tenía controladas al milímetro y conocía sus puntos débiles.
Daniel llegó a sentirse feliz, una mujer que lo amaba, dos hijastras que lo adoraban. ¿Qué más
podía pedirle a la vida? Su piedrita del lagarto la había puesto en un pequeño acuario junto
con la tortuga miniatura que era la mascota de Marisol.
Marisol: ¿Qué bonita esa piedrita?
Daniel: Te gusta entonces.
Marisol: Claro. Me la regalas.
Daniel: No, por más que quisiera. Es mi tesoro.
Marisol: Ohhh, un tesoro. Eres un romántico.
Daniel sonrió.
Marisol: ¿Dónde la conseguiste?
Daniel: En los arcos de Yanahuara.
Marisol: A ver si vamos un día por más. ¿Ya?
Daniel: Ok.
Ni Silvana ni Mariella le pusieron atención a la piedrita, mucho menos a la tortuga. Los únicos
que la alimentaban eran Marisol y Daniel.
Transcurrieron cinco años hasta el día que murió la tortuga. En ese lapso de tiempo Marisol le
había regalado su pequeño acuario a Daniel y se había marchado de casa a realizar sus sueños
de estudiar arte en la Católica de Lima. Mariella, había tenido muchos novios en Arequipa,
pero nada serio. Con Silvana la pasión ya no era la de antes, cada día que había transcurrido
entre el segundo y quinto año de la relación con Daniel, este se había puesto “cada vez más
cursi” en palabras de ella.
Daniel: Yo siempre he sido así, decías que te gustaba que fuera así, ahora no entiendo de qué
te quejas.
Silvana: Eso es falso, cada vez es peor lo ñaño que te pones.
La muerte de la tortuga coincidió con una llamada de Lima. Silvana le dijo a Daniel que era un
tal Sr. Morales.
Daniel: Aló.
Sr. Morales: Daniel soy el papá de Esther.
Daniel: Sr. Adolfo que grata sorpresa. Le mande la mensualidad a su señora el 08 de Julio
pasado, disculpe la demora.
Sr. Morales: No es eso….
Daniel: ¿Qué ocurre entonces?
Se notaba preocupación en la voz del Sr. Morales.
Sr. Morales: Se trata de Emilia.
Daniel: ¿Qué le ha pasado? Dígame por favor.
Sr. Morales: Mi mujer y yo ya estamos viejos, no podemos seguir encargándonos de ella.
Daniel: Pero, teníamos un trato.
Sr. Morales: Usted todavía es joven, le puede dar una buena vida. Ella es ahora una
adolescente muy vivaz. Compréndanos Daniel.
Daniel: Yo ya tengo una vida. De mi pasado nadie sabe aquí en Arequipa.
Sr. Morales: Compréndanos Daniel. No podemos.
Daniel: …………..
Sr. Morales: Siempre estaremos en deuda con usted, tanta felicidad que nos dio y cómo fue
usted maltratado por nuestra hija.
Daniel se encontraba triste por la muerte de la tortuga, peor se puso cuando viajó en sus
recuerdos a Lima, 15 años atrás.
Capítulo VII: Emilia
En los primeros años de los 90, Daniel estudiaba los ciclos finales de historia en la Universidad
Católica de Lima. Como siempre había que sacar copias de libros y apuntes, optaba por irse a
una librería cercana a la Universidad. El hecho de caminar más de lo acostumbrado lo hacía
porque ahí trabajaba una chica de nombre Carla, la cual le gustaba. Esos labios carnosos tenían
que ser suyos algún día.
Esa chica no es para tu vuelo. Le dijo una vez un compañero de Facultad que lo notaba
entusiasmado a Daniel cuando le hablaba de Carla.
Daniel era tímido, como caerle a ese mujerón.
Éntrale no más. Le dijo Ricardo, un compañero bien avispado.
En efecto Daniel empezó una conversa trivial acerca de los libros que también vendían en
aquella librería. Carla lo observó, lo midió y le siguió la corriente. Un día salieron a Plaza San
Miguel, otro a un Parque de Diversiones, y así a distintos sitios. Para Carla, Daniel era sólo un
niño. Ella tenía su “firme” bien guardadito por donde vivía, en Villa María del Triunfo.
El padre de Daniel era dueño de una empresa de textiles que exportaba a Estados Unidos. El
negocio marchaba bien y parecía que tenía mucho futuro. A Daniel se le ocurrió contarle lo de
su padre a Carla. A ella se le abrieron los ojos, el chibolo tenía plata.
Carla: ¿Qué te parece si vamos a un karaoke el sábado?
Daniel: Suena bien.
En el karaoke tomaron un par de tragos, ella luego lo besó de una forma que a Daniel le
pareció increíble. Por otro lado le dijo que le dolía la pierna, se alzó el jean y llevó la mano de
él para que tocara su piel suave y resbalosa.
No transcurrió mucho tiempo para que ella quedara embarazada y aducir que el padre del
niño era Daniel. El Sr. Morales y Sra., padres de Carla, fueron donde los padres de Daniel y
exigieron que el muchacho se casara. Lo hicieron sólo por civil.
Al tiempo, Daniel partió a Arequipa por una plaza de profesor de prácticas del curso de Historia
en la UNSA. La idea era que luego Carla le diera el alcance con la recién nacida Emilia.
En efecto tras unos meses, Carla le dijo a sus padres que se iba a Arequipa a reunirse con su
marido, pero que por favor se quedaran con la niña por unos días ya que iba volver con él para
recogerla. El Sr. Morales y Sra. no pusieron reparos, les gustaba jugar con la nieta, su sola
presencia los hacía felices.
Una semana después, Daniel llamó por teléfono a la casa de la familia Morales
Daniel: ¿Y Carla?
Sr. Morales: No entiendo. Hace una semana viajó a Arequipa.
Daniel: Aquí no ha venido.
El Sr. Morales buscó investigar que había pasado con su hija, se enteró que había partido a
Ecuador con su “guardadito” de toda la vida. Y ahora ¿Qué decirle a Daniel?. La verdad, le
respondió su Sra.
Enterado de la triste realidad, Daniel estableció un acuerdo con el Sr. Morales y Sra. Que ellos
criaran a la niña como si fuera su hija, él se iba encargar de enviar una mensualidad.
Daniel no sólo cumplió con enviar la mensualidad esos quince años, también se daba sus
escapaditas a Lima para ver a la niña. Mi papá llega siempre con regalos, decía Emilia.
Capítulo VIII: Expulsado
Daniel: Una vez leí que la única competencia que debe existir en una relación de pareja es
quien escucha más y mejor al otro.
Silvana: ¿Y? …eso a mí que me interesa.
Daniel buscaba, según él, hacerle entrar en razón a Silvana, pero era en vano, la relación entre
ambos iba de mal en peor. El acabóse fue cuando Daniel le contó lo de Emilia y que la iba traer
a vivir con ellos.
Silvana: Elige ¿ella o yo?
Daniel: ¿Qué estás hablando? Conócela primero, es un amor.
Silvana: Te he realizado una pregunta. Estoy esperando tu respuesta.
Daniel: No puedes ser tan mala.
Silvana: …..
Daniel: La elijó a ella. Se encuentra sola en el mundo.
Silvana: Bueno, agarras todos tus cachivaches y te vas hoy mismo de aquí.
Daniel: Amor, yo te quiero!!!!
Silvana: He dicho.
Daniel logró conseguir alquilar un piso en una quinta cerca del centro de la ciudad. Emilia llegó
unos días después y así los dos empezaron una nueva vida.
Capítulo IX: El retorno de Sofía
Los golpes de la vida lo habían remecido tanto a Daniel que mostraba un aire depresivo fuera
de aulas, menos mal que dentro de las mismas “aparentaba” la misma vehemencia de siempre
por las historias que contaba a sus alumnos.
Por aquellos días Sofía llegó a la ciudad y de inmediato se dirigió al cuchitril.
Gato: Hey Chumpi, ven acá.
Chumpi: ¿Qué hubo?
Gato: Mira quien viene.
Chumpi: Es la flaquita esa que le gustaba al Dani. Uyuyuy …..
Gato: Lo mismo digo, uyuyuy.
Chumpi movió su lengua por su labio superior. El Gato lo imitó.
Sofía: ¡Hola chicos!
Gato: ¿Cómo le va señorita? ¿Qué fue de su hermosa vida? Tiempo que no la veíamos por
aquí, seguro estuvo por Lima.
Sofía: No. Hace cinco años partí a Buenos Aires.
Chumpi: Buenos Aires. Mmmmm ¿Y qué estuvo haciendo por ahí?
Sofía: Finalicé mis estudios de comunicaciones.
Chumpi: La felicito.
Sofía: Gracias.
Gato: Yo también la felicito. ¿Qué la trae por acá? Visitando seguro a la familia.
Sofía: Si y también….
Gato: …quería saber sobre Daniel.
Sofía: Sí.
Chumpi: Mejor olvídese de él, la vemos muy bien, eh.
Sofía: Soy una testaruda, no lo he olvidado en todos estos años.
El Chumpi y Gato se miraron, hicieron un gesto espejo de sonrisa.
Sofía: Sigue viviendo en aquel departamento de Vallecito.
Chumpi: Han pasado muchas cosas en cinco años. Siéntese aquí.
El Gato le acercó una silla.
Las dos horas siguientes le actualizaron al detalle, y con exageraciones, todo lo que le había
pasado a Daniel.
Sofía: Hay algo que no entiendo.
Gato: ¿Qué?
Sofía: ¿Por qué tanto empecinarse en tener esa piedra del lagarto?
Chumpi: Inseguridad, por si acaso, que se yo.
Gato: A estas alturas eso ya no es importante, tendría sus motivos. Los hombres tenemos
tantos motivos para nuestros actos, algunos con mucho sentido y otros un tanto locos.
Chumpi: Cierto Gato.
Sofía: ¿Y sigue deprimido?
Chumpi: Yo creo que sí, ya no se aparece por acá. El otro día lo vi de compras por Mercaderes,
le pasé la voz pero sólo me miró, ni un gesto de saludo, pareciera que tuviera la cabeza en otro
mundo.
Sofía subió a la camioneta Ford azul en la que había llegado al cuchitril, de inmediato se dirigió
a la quinta que le había mencionado el Chumpi.
Dueña de la Quinta: Daniel salió hace un ratito no más, me dijo que se iba a Yanahuara.
Sofía: Gracias.
Al llegar a Yanahuara encontró un tumulto de gente alrededor de alguien. Sofía miró hacia
todos los lados, no lo vio a Daniel. Se internó entre aquel alboroto y lo halló. Tirado en el piso,
parecía como golpeado en el rostro, había sangre en el piso a la altura de la cabeza.
Horas más tarde, en la Clínica, le dijeron que lo de Daniel había sido un desmayo producto de
un agotamiento severo y falta de alimentos. Este señor necesita descanso, le dijeron.
Un mes y sus días estuvo internado Daniel. Sofía lo visitaba todos los días, sólo iba a mirarlo
desde lejitos, de tal manera que él no se diera cuenta de su presencia. Los remedios lo dejaban
medio zombi. Cuando lo llevaban a almorzar, tenía la mirada enterrada en la mesa. Él que
había sido tan hablador, ahora más se limitaba a escuchar a los otros internos como él.
El día que le dieron de alta, Sofía fue a buscarlo.
Él: ¡Hola! Me sentía tan solo, que bueno verte.
Daniel la abrazó con un gran vigor a Sofía, parecía deshacerla.
Ella: El Chumpi, el Gato y la dueña de la Quinta te envían saludos.
Él: ¿Y Emilia?
Ella: Se encuentra en la sala de espera.
Daniel se fue corriendo en la dirección de dicho lugar.
Ella: Espera, espérame…..
Al llegar Sofía, lo vio sonreír y abrazar a la chiquilla.
Ella: Suban a la camioneta.
Él: Caramba…. que bien te ha ido. Después me cuentas TODO.
No fueron a la Quinta, fueron al antiguo barrio de Daniel, Vallecito. En uno de los
recientemente construidos edificios, quedaba el departamento de Sofía. De paredes de un
color ocre claro, cuadros de imitación de pinturas famosas, bodegones, mesas de vidrio, ese
era el hábitat creativo en el que vivía ella.
Él: Bonito.
Ella: Gracias. Tenemos que conversar.
Él: Después, quiero darme un duchazo. E ir a la UNSA para….
Ella: No te preocupes por ellos, tienes dos meses más de vacaciones.
Él: Pero…
Ella: Los convencí que te dieran este mes, más otros dos a cuenta de vacaciones. Hay que
hablar hombre, hablando se puede lograr mucho.
Él: Gracias. Y Emilia con quién estuvo todo este tiempo.
Ella: Entre la dueña de la quinta y yo nos la arreglamos.
Él: Wow que bien, tengo tanto que agradecerte.
Daniel estuvo un rato en silencio, como pensando que decir o mejor que ya no decir.
Ella: Date un duchazo y luego salgamos a comer, como en los viejos tiempos, conversemos.
¿Te parece?
Él: Genial!!!
Ella: Ese de ahí es tu cuarto, ahí tienes parte de la ropa tuya que traje de la quinta y también
nueva que compré el otro día con Emilia, pensando en que debes renovarte. El jabón, champú,
toalla y sandalias están en tu baño esperándote.
Daniel movió la cabeza de arriba hacia abajo, como diciendo si ok.
Capítulo X: Epílogo
Hacía sol ese día de Agosto, algunas personas caminaban con camisa por el tema de la capa de
ozono. Era domingo y en el Pueblo de Tingo, al que habían llegado Daniel y Sofía, vendían
anticuchos y buñuelos. Ambos saborearon con mucho placer esos manjares.
Él: Sabes me encantan las personas fieles y leales.
Ella: ¿Así como yo, entonces?
Él: Ajá. Eres como anómala.
Ella: Ja ja, y tú eres un anormal.
Él: ¿Por qué me ofendes? ¿Por qué pretendes herir mi ego?
Ella: Porque no eres de mentir. Y todos mentimos.
Él: Mmmm, bueno yo prefiero quedarme callado a decir mentiras.
Ella: Pero ese silencio también encierra mentiras, de donde finalmente deducimos que no eres
un anormal. Eres uno más, como yo.
Él: Total, decídete ¿Qué soy?
Ella: Olvídalo, aunque mejor….dime ¿Qué piensas sobre la gente que le gusta criticar?
Él: En esta vida siempre van a existir personas que nos van a criticar negativamente, van a
buscar nuestros defectos hasta hacernos sentir mal. Lo que debemos hacer es ponernos una
coraza mental para poder resistir todos esos ataques, censuras y luego poder seguir adelante.
Ella: Tengo amigas que sólo parecieran buscarme para encontrarme defectos o hallarlos en
otras.
Él: Tampoco es para que te sientas mal.
Ella: Lo sé, pero no me gustan.
Él: Pero no me estás diciendo que son tus amigas.
Ella: Si pero amigas de verdad, son otras.
Él: Entonces ¿Ellas qué son?
Ella: Amigas no más.
Él: Mmmmmmm. Hablar contigo me hace bien.
Ella: Sabes que a mí también. Estos cinco años lejos de Arequipa fue lo que más extrañé.
Él: ¿Por qué te fuiste?
Diciendo esto tomó la mano de Sofía.
Sofía miró hacia la pequeña laguna de Tingo, una pareja en un bote se paseaban
tranquilamente.
Ella: Cuando uno quiere realmente a alguien, apuesta por el compromiso. No duda.
Él: ¿?
Ella: Tú no estabas preparado para una relación conmigo. Mi presentimiento fue atinado, y
mira que yo siempre fallo.
Él: Es verdad y mira todo lo que me aconteció después.
Ella: Lo ves. En Buenos Aires pude darme cuenta que hay que construir la felicidad.
Él: Me vas a venir con ese rollo de que cada momento es propicio para ser feliz.
Ella: También puedes estar triste, no hay problema. Siempre se tú mismo.
Él: Ok, pero ¿Y la felicidad?
Ella: Se construye con el amor y la paz interior.
Él: Eso suena a tener la conciencia tranquila.
Ella: Claro.
Él: Antes nunca me hablaste de la paz interior.
Ella: Ahora si pues. Mira, esa paz te permite paso a paso ir realizando tus metas. En el camino
van a existir momentos felices y tristes. Pero siempre debes continuar adelante y no desmayar.
Él: Mmmmm Suena medio floro todo eso que hablas. Para mí que ahí en Argentina ¿Qué te
habrá pasado?
Ella: Nada fuera de lo normal, tuve ahí unos amores.
Él: Ajá, lo confesaste.
Ella: ¿?
Él: Ellos son los que te han lavado la cabeza.
Ella: Ja ja. No cambias ah.
Él: ¿Y te casaste?
Ella: No, como tú, rompí con mi pareja, un cuerito de Mar de Plata y regrese aquí. O sea como
tú y esa Silvana…………..Dios mío, que mal gusto tienes……..
Él: Quieres que te cuente algo. Esa rufiana me había chamiqueado.
Ella: Andaaaa, ¿en serio?
Él: Si. Aquel día que me encontraste tirado en Yanahuara, me había enterado una hora antes
que esa mujer me puso un bebedizo, tiempo después que te marchaste. Desde ahí me convertí
en su perrito faldero.
Ella: Que terrible ¿Y cómo te enteraste?
Él: No vale la pena contarlo.
Ella: Ah, bueno.
Él: Lo que no sabes tú ni nadie es que luego de descubrir lo que ella había hecho, fui a
Yanahuara con la intención de suicidarme.
Ella: ¡¡¡¡¿Cómo?!!!!
Él: Sí, sólo que en el camino me tropecé con una vereda que está media alzada y rota, al caer
me di en el cachete con el suelo, pudo ser peor pero mis brazos amilanaron la caída.
Ella: ¿No te desmayaste entonces?
Él: No, para nada. Me sentía mal, eso sí, escuché a la gente arremolinarse y luego llegaste tú.
Me sacaste de ahí, me salvaste!!!!
Ella: …..
Él: Percibí tu olor. Canela con cacao más tu aroma a sudor.
Ella: ….yo nunca te dije que perfume usaba….
Él: Cerré los ojos, me trajiste a la clínica. Dijeron un montón de cosas. Yo sólo tenía ese aroma
tuyo impregnado en mí.
Ella: Hace unas horas….. te sorprendiste cuando fui a recogerte.
Él: Tenía que mentir. Lo ves.
Ella: ……..
Él: Me tendría que hacer poeta para escribir lo que siento al verte, al olerte, al sentirte cerca.
Ella: No puedo.
Él: ¿Qué no puedes?
Ella: Permitir mis sentimientos por ti.
Él: Tú me sigues queriendo ¿verdad? Para ti yo podría ser tu pan con mantequilla.
Ella: Quiero….
Él: ¿Qué quieres?
Ella: Que asumas un compromiso.
Él: ¿Cómo un compromiso?
Ella: Sí, conmigo.
Él: ¿Me estás diciendo que te quieres casar conmigo?
Ella: No, no…..
Él: ¿Entonces?
Ella: Mira, una relación es compleja en la medida de lo que la pareja busque.
Él: ¿Qué buscas tú?
Ella: Yo quiero algo estable, duradero. Esto implica compromiso, entrega y tiempo. Eso busco.
¿Qué buscas tú?
Él: Yo quiero alguien del cual pueda aprender. Alguien con defectos, una persona no perfecta
pero perfectible. Lo difícil es encontrar a esa persona adecuada y ser adecuado para esa
persona.
Ella: ¿Por qué difícil?
Él: La adaptación mutua. Hoy en día todos tiran la toalla rápido.
Ella: No generalices tampoco. Eso es porque se quedaron en la etapa de enamoramiento y no
se atreven a llegar al amor, es una responsabilidad tremenda.
Él: El amor es una responsabilidad, entonces.
Ella: Claro, cuando no es romántico, es una responsabilidad pero la más bella de todas.
Él:…..
Ella: En el amor es bueno dar y no esperar nada a cambio, si no vas a sufrir. Deja que la otra
persona de lo que buenamente pueda.
Él: La tolerancia y el respeto.
Ella: Primeramente aceptarnos a nosotros mismos, perdonarnos, para luego poder aceptar a
los otros como son y perdonarlos. Si uno mismo no se conoce bien como puede atreverse a
juzgar a la otra persona por esto o por aquello.
Él: Sí.
Ella: Saber que todos los días no vas a ser el mismo. Hoy puedes ser cariñoso pero mañana
puedes ser más frío. ¿Entiendes?
Él: Uhum.
Ella: A ti te falta ser flexible. Eres muy rígido, en esta vida no se puede ser así todo el tiempo.
Daniel se acercó a Sofía e intento darle un beso.
Ella: ¿Qué te pasa? Dijiste que me ibas a respetar.
Él: Pero…
Ella: Ese beso nos lo vamos a dar pero primero …. grita que me amas.
Daniel contempló el panorama de Tingo, la gente, los niños, los botes, la laguna.
Él: ¡¡¡Te amo!!!
Ella: Más fuerte
Él: ¡¡¡¡¡Te amo!!!!!
Ella: Eso sonó mejor.
La gente los miraba con entusiasmo, sólo las vendedoras de buñuelos comentaban entre ellas
que quisieran un hombre así que gritara a los cuatro vientos lo mucho que las querían.
Él: Ahora tú grita que me amarás por siempre.
Ella: No puedo… todavía. Recuerda que el amor es como un pan con mantequilla.
Nunca es tarde cuando la felicidad llega, pensó Daniel.
Ella: Respóndeme unas preguntas
Él: Más…. ¿a ver?
Ella: En tu primer beso ¿Había una cámara fotografiándote?
Él: Que rara pregunta. No.
Ella: Ok. La primera vez que tocaste a una mujer ¿Había una cámara fotografiándote?
Él: No.
Ella: La primera vez que hiciste el amor….
Él: No. A ¿Dónde quieres llegar con estas preguntas?
Ella: Te has dado cuenta que en los mejores momentos de tu vida no necesariamente hubo
una cámara captando ese instante, hubiera sido genial pero más allá de eso, lo más importante
fue lo que sentiste en el conjunto de esos instantes.
Él: Sí.
De improviso, Sofía sacó una cámara que guardaba en el bolsillo, estiró su mano y tomó una
foto a los dos. Luego lo miró fijamente a los ojos, él hizo lo mismo. Se acercaron los rostros.
Parecían olerse. Sofía cogió de su otro bolsillo una pequeña grabadora y la encendió: empezó a
sonar “Verano Indio”, aquella canción con la que se conocieron en el cuchitril. Él la tomó de la
cintura en el lado derecho, ella unió su mano derecha a la izquierda de él, comenzaron a bailar.
Los primeros focos de los postes de luz se habían encendido, iluminaban la laguna y a ellos
dos. Las vendedoras de buñuelos los observaban con alegría y un poco de envidia. Las
melodías de la canción hacían más tierna la escena entre ambos. El primer roce de labios se
produjo. Para Daniel ella era la mujer más hermosa del mundo. Para Sofía él era el hombre
más bueno del mundo. Luego de aquel primer piquito se miraron de nuevo a los ojos, ella
sonrió, se le formaron unos hoyuelos al costado de los labios. Él, en cambio, sonrió con los
ojos. La canción acabó. Sofía había hecho que el casette repitiera una y otra vez la canción.
Siguieron bailando. Sus aretes, su collar, su piel brillaba. Acercaron sus labios de nuevo. Sofía
estiró sus brazos hacia el cuello por detrás de Daniel. Fue un beso lento, húmedo, saboreando
el labio inferior uno y el labio superior el otro, intercalando luego. La música continuaba. La
lengua de él entró suavemente en la boca de ella, exploró el íntegro de sus rincones, degustó,
probó, cató, gozó, se recreó. Al rato salió y dulcemente le dio besos en el rostro hasta llegar a
la frente, bajo dándole besos en la nariz y nuevamente penetró en su boca. Ella pegó su cuerpo
más y provocó a la lengua de él nuevamente.
Ambos exclamaron: Te amo.
Fin.
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