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FAMILIA PATRIMONIO DE HUMANIDAD
MONS JAIME FUENTES (Obispo de Minas) - síntesis
El día del patrimonio nacional me toca asumirlo desde la óptica de la familia. Dijo el Papa en el VII
Encuentro de las familias en Milán: “La familia debe ser redescubierta como el patrimonio
principal de la humanidad, pues es un signo de cultura a favor del hombre”.
Este patrimonio es atacado desde diferentes frentes. Dijo Juan Pablo II en Uruguay: ”Son las
familias cristianas las que harán que nuestro mundo vuelva a sonreír”; será posible si las familias
asuman su misión.
¿Qué es el Patrimonio?
Es el conjunto de bienes que hemos recibido como herencia de nuestros antepasados. Evoca la
patria, pater (padre), algo espiritual en bien de la patria. ¿Cómo se forma? En el compromiso que
el hombre y la mujer asumen en el matrimonio: enriquecerse para enriquecer a los hijos. Sobre
todo a través de la madre que trasmite las creencias, los valores claves…
La palabra clave que dice Jesús es: Padre. El tiene un patrimonio muy especial: Hijo. Ese
patrimonio divino se hace realidad en la Madre y en el Hijo. Jesús le debe a María y José
muchísimo: lo más divino como es ser Hijo es al mismo tiempo lo más humano. Tiene su patria y al
mismo tiempo su referencia es hacia el Padre: “Salí del Padre y vine al mundo, ahora dejo el
mundo y me vuelvo al Padre”: la nueva patria de todos los hombres. Jesús inicia una cultura
totalmente nueva: el patrimonio divino vivido en una familia como el plan original de Dios para el
hombre y la mujer abiertos a la procreación, santificados como hijos de Dios con vistas a una
patria eterna. Hablar de familia patrimonio de humanidad, es plantearse el valor de la familia, en
la que un hombre y una mujer forman el patrimonio, fundamento de la patria reconocido por la
Constitución.
Un planteo más existencial
Cuando dos novios deciden casarse, tienen el propósito de formar un patrimonio para sus hijos, se
llama humanidad: enseñar a sus hijos a amar, lo propio del ser humano. Decidir formar una familia
es disponerse a invertir todo lo que cada uno es al servicio de la formación del patrimonio. La
vocación innata del hombre es el amor, no hay que enseñarlo sino cultivarlo. Es en la familia
donde se es amado por lo que uno es.
Cómo llevar a cabo esa misión
Decía el Papa Juan Pablo que el amor es la norma que inspira y guía la educación y la enriquece
con dulzura, constancia, bondad, servicio, desinterés, espíritu de sacrificio…frutos preciosos del
amor. En un tiempo de confusión de términos, la familia es patrimonio de humanidad porque en
ella se aprende a querer, a amar a Dios y al prójimo. La primera escuela es el amor que se tienen
los padres. Un desafío de hoy es que los padres se metan más en la casa, con amor creativo que
suple con mayor intensidad el vínculo con los hijos con el tiempo que se tiene para trasmitirle
valores.
Educación de la libertad
Si la familia es el ámbito para aprender a amar, es necesario plantearse la libertad y la educación a
ella: no puede haber amor sin libertad. La libertad es la capacidad de ser dueño de uno mismo
para dirigirse al bien verdadero. Implica ser educado ;forma parte del patrimonio que los padres
dejan a sus hijos: amar el bien, no porque está mandado sino porque es bueno. Se realiza más con
lo que ellos ven vivir con coherencia que con las palabras, dando razones de lo que se vive. Se
educa en la libertad si hay un ambiente de alegría, de confianza, de cariño, de respeto a cada uno
como es, de amor a la verdad... De nacimiento traemos una disociación: no hacer el bien que
queremos y sí el mal que no queremos, como dice San Pablo; es corregible y más aún con la Gracia
de Dios. Benedicto XVI dice que educar en la libertad es quizá el punto más delicado de la obra
educativa: encontrar el equilibrio adecuado entre libertad y disciplina. La educación es, ante todo,
el encuentro de dos libertades para el uso correcto de la libertad. Una base útil en la que conciliar
exigencia y libertad es recordar que la fe y la moral cristianas son la clave de la felicidad del
hombre. Ser cristiano es exigente, pero no opresivo sino que nos posibilita vivir el amor. Los
padres, en definitiva, enriquecieron el patrimonio en humanidad que los hijos heredan y van a
vivir en su vida cotidiana.
Influencia de la sociedad y los MCS
No tenemos que tener miedo de educar a los hijos enlos valores que consideremos esenciales para
su felicidad. Pueden pensar que están en desuso, y quieren razones… Los padres lo podrán
transmitir si los viven. Lo que más llega a los hijos es hablar con claridad de las actitudes que
engendran los actos que se realizan y del tipo de vida que esos actos van configurando. Que
descubran el vínculo indisoluble que existe entre libertad y responsabilidad para elegir lo mejor.
Implica tener tiempo para estar juntos y escucharlos… hablar de los temas centrales de las
distintas etapas de la vida. Dice Benedicto XVI: sería muy pobre la educación que se limitara a dar
informaciones dejando de lado la gran pregunta a cerca de la verdad que puede guiar la vida.
En conclusión: ser buenos padres es todo un desafío, supone esfuerzo, pero con la Gracia de
Dios del sacramento del matrimonio y la entrega alegre y enamorada de los esposos lo posibilita
con gusto. La educación de los hijos no es un oficio determinado por el amor a Dios, esto
engrandece a los padres. Que las familias cristianas hagan que el mundo vuelva a sonreír como
decía Juan Pablo II, es un gran empeño. Así la familia patrimonio de humanidad, es el patrimonio
para toda la humanidad
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