SEMIÓTICA DE LAS PASIONES De los estados de cosas a los estados de ánimo por ALGIRDAS JULIEN GREIMAS y JACQUES FONTANILLE siglo veintiuno editores, s.a. de c.v. CERRO DEL AGUA 248, DELEGACIÓN COYOACÁN, 04310, MEXICO, D.F. siglo xxi editores argentina, s.a. LA VALLE 1634 PISO 11-A C-10413AAN, BUENOS AIRES, ARGENTINA por1;1da de genn;\n lllüllla!Yo prirncra cdició11 cr1 espa!wl. 1991 scg11nc!J edición en espaúol. ~00~ ([)siglo xxi cclirores. s.a. de C.\'. ishn %8-~:1-1 ~J2:J-0 c11 coeclición con la IH.'I\Cill<.:Tilil lllli\'Cl"Sid;~d illtt6norna ele priincritcdici(>n en francés, 1~)91 v éditiom d11 sc11il. p;1rís tÍtlllO Original: 51;/1/Ío/Ífjlll' dcsjHtSSÍri/15. pt~ebla des l;/o/.5 de (//OSI'.\ f/11\ clnccllos rcscn·ados confonnc a la leY illljli'CSO y hecho e11 rnb.:ico/prinred anclnwlc in tnexico l;fo/s r!"tÍIIII' ÍNDICE 9 INTRODUCCIÓN El mundo como discontinuo, 9; La existencia semiótica, 10; El mundo como continuo, 14 1. LA EPISTEMOLOGÍA DE LAS PASIONES 21 21 DEL SENTIR AL CONOCER El aroma, 21; La vida, 22; El horizonte tensivo, 22; Las precondiciones (de la significación), 24; Las valencias, 25; Inestabilidad y regresión, 28 (La estesis, 28; La inestabilidad actancial, 29); El devenir y las premisas de la modalización, 31 (Protensividacl y devenir, 31; Las modulaciones del devenir, 33; Modulaciones, modalizaciones y aspectualizaciones, 34); Por un mundo cognoscible, 36 (El discernimiento, 36; La categorización, 38) LA SINTAXIS NARRATIVA DE SUPERFICIE: LOS INSTRUMENTOS DE UNA 39 SEMIÓTICA DE LAS PASIONES Las estructuras modales, 39; El sujeto, el objeto y la junción, 41; De la valencia al valor, 42; Las estructuras actanciales, 43; Los sujetos modales, 4 7 (La pasión y el hacer, 48; El ser del hacer, 48; Modos de existencia y simulacros existenciales, 50; Sujetos modales y simulacros existenciales, 52); Los simulacros, 53 (Los simulacros modales, 54; Los simulacros pasionales, 55); Los actantes narrativos y las pasiones, 57 DISPOSITIVOS MODALES: DEL DISPOSITIVO A LA DISPOSICIÓN 58 El ordenamiento modal del estar-ser, 58 (El excedente pasional, 59; Las paradojas de la "obstinación", 60); Descripción del dispositivo modal, 61 (Otra vez la obstinación, 62; Las contradicciones internas del sujeto, 64); Del dispositivo a la disposición, 65 (La disposición como "estilo semiótico", 67; La disposición como programación discursiva, 68; La disposición corno aspectual:zación, 68); La sintaxis intermodal, 70 METODOLOGÍA DE LAS PASIONES 72 La terminología, 72; Las taxonomías pasionales connotativas, 75 (La praxis enunciativa y los primitivos, 75; Especies y niveles de la taxonomía, 77; La [5] 6 ÍNDICE nomenclatura pasional, 79); El universo pasional sociolectal, 83 (La humillación didáctica, 83; Teoría de las pasiones y teoría del valor, 84); El universo pasional idiolectal, 86 (Una desesperación optimista, 86; Un querer pesimista, 87); Filosofía y semiótica de las pasiones, 89 (La taxonomía cartesiana, 89; Algoritmos y sintaxis en Spinoza, 91) 2. A PROPÓSITO DE LA AVARICIA LA CONFIGURACIÓN LÉXICO-SEMÁNTICA 96 97 La performance: la acumulación y la retención, 97 (La competencia pasional, 99; Una modulación comunitaria, 101); Los parasinónimos, 101 (La avidez, 101; La cicatería, la tacañería, 103; El ahorro-y la economía, 105); Los antónimos, 107 (La disipación, 107; La prodigalidad, 108; La generosidad, el desinterés y la largueza, 110) CONSTRUCCIÓN DEL MODELO 113 El microsistema y su sintaxis, 113; La doble modalización, 115; Los niveles del objeto, 117; Los simulacros existenciales del sujeto, 120; Simulacros y modos de existencia, 123; "La lechera y el cántaro de leche": ¿vertimiento o disipación?, 125 (Pasión y veridicción, 128; El reembrague sobre el sujeto tensívo, 129) DOS GESTOS CULTURALES: LA SENSIBILIZACIÓN Y LA MORALIZACIÓN 131 La sensibilización, 131 (Variaciones culturales, 131; La sensibilización en acto, 132; El cuerpo sensible, 134; La constitución pasional, 136; Esbozo de un recorrido patémico, 137); La moralización, 138 (De la ética a la estética, 138; Pasiones socializadas, 139; La estratificación del discurso moral, 140; La moralización del comportamiento observable, 142; El esbozo del esquema patémico [continuación], 144); Observaciones finales, 145 OBSERVACIONES SOBRE LA PUESTA EN DISCURSO DE LA AVARICIA 146 La praxis enunciativa, 147; La actorialización: roles temáticos y roles patémicos, 148; La aspectualización, 152 (Lá escansión, 153; La pulsación, 154; La intensi· dad, 155) 3. LOS CELOS LA CONFIGURACIÓN Apego y rivalidad, 160; Primera configuración genérica: la rivalidad, 161 (Rivalidad, antagonismo y competencia, 161; La emulación, 162; La envidia, 163; Del recelo a los celos, 164; Punto de vista y sensibilización, 165; El celoso 159 160 7 ÍNDICE en el espectáculo, 167); Segunda configuración genérica: el apego, 168 (El apego intenso, 168; El celo, 170; La posesión y el gozo, 171; La exclusividad, 173); Los celos en la intersección de dos configuraciones, 175 LA CONSTRUCCIÓN SINTÁCTICA DE LOS CELOS 177 Los constituyentes sintácticos de los celos, 177 (La inquietud, 178; iDesconftanza o difidencia?, 180; Esbozo del modelo de los celos, 183; Roles y dispositivos patémicos, 184) LOS CELOS, PASIÓN INTERSUBJETIVA 186 El simulacro del objeto-sujeto amado: de la estética a la ética, 188 (Un resto de esperanza, 188; Universalidad y" exclusividad, 189); La conversión del actante; 191; Los simulacros de los rivales y la identificación, 192 (El mérito del rival, 192; De la emulación al odio, 193; La presunción del celoso, 194); Manipulaciones pasionales, 197 (Solicitud y confesión de dependencia, 197; La escena y la imagen, 199; Contramanipulación: fingir no creer más, 201); La :{ll0ra1ización, 202 (¿Desprecio o sobreestima?, 202; Honor y vergüenza del ¿eloso; 204; La presión de la totalidad social, 205; La moral de la firmeza, 206); Dispositivos actanciales y modales de los celos, 209 (Dispositivos actanciales, 209; La sintaxis modal, 210; Macrosecu.encia y microsecuencia, 213; La macrosecuencia, 214; La microsecuencia, 215; Los simulacros existenciales, 219) LA PUESTA EN DISCURSO: LOS CELOS EN LOS TEXTOS 221 Aspectualización: el componente sintáctico, 222; Los esquemas discursivos pasionales: formas canónicas, 223 (La macrosecuencia, 223; La microsecuencia, 224); Los esquemas pasionales: realizaciones concretas, 226 (Los amores fiduciarios de Roxane, 226; Los vestigios del esquema narrativo en La celosía, 228; Diseminación y agitación en Un amor de Swann, 231; Perturbaciones y salidas prematuras, 235); Formas realizadas de la microsecuencia, 237 (La inquietud de Swann, 237; Las sospechas ele Otelo, 240; Swann y la pasión por la verdad, 243; La prueba: Otelo en el laberinto; 247; Un averiguador lobotornizado, 250; Una aspectualización sensible, 251; La ventana iluminada: simulacros figurativos y aspectualización. espacial, 252; De la escena como trampa, 253); La celosía: Ego ha desaparecido, 256); Los celos puestos en discurso: el componente semántico, 258 (El pequeño detalle concreto, 258; El mineral y lo vital, 259; El poder isotopante del sufrimiento: idiolectos y sociolectos, 262); Nota sobre la cuantificación, 268 A MANERA DE CONCLUSIÓN 272 ÍNDICE ANALÍTICO 275 INTRODUCCIÓN Una teoría semiótica concebida como un recorrido -es decir, como una disposición jerarquizada de modelos que se implican unos a otros y que son implicados por otros- debe interrogarse constantemente acerca de ese recorrido, el cual considerará como una actividad de construcción. Captada en su "historicidad", esta actividad de construcción se ve replanteada como un "recorrido generativo", en el que, en cada nivel, el sujeto constructor debe volverse competente para producir el siguiente. En esas condiciones, una teoría que pretenda ser científica está permanentemente al acecho de sus propias lagunas y fallas, para colmar las unas y rectificar las otras. Por ello, el edificio teórico no puede ser construido con un gesto fundador, al cual acompañaría una serie de deducciones teoremáticas: un des.:. cubrimiento localizado en la superficie del texto y el hallazgo de una inconsistencia no dejan de repercutir profundamente en la teoría y de provocar perturbaciones capaces de poner en tela de juicio la economía del recorrido generativo en su conjunto. Es decir, que aunque deductivo en cuanto a la forma en que despliega su recorrido, el procedimiento semiótico es "inductivo" en el momento de explorar su instancia ad quem e "hipotético" en sus formulaciones epistemológicas ab qao. Considerada como un discurso genético y generador, la construcción de la teoría busca avanzar "retrocediendo", para superarse al convertirse en un discurso generativo -es decir, coherente, exhaustivo y simple, respetuoso del principio de empirismo. No es sorprendente, por ello, que la parte mejor explorada del recorrido generativo -y quizá la más eficaz- se encuentre precisamente en el espacio intermedio, situado entre sus componentes discursivo y epistemológico: se trata principalmente de la modelización 1 de la narratividad y de su organización actancial. La concepción de un actante despojado de su envoltura psicológica y definido únicamente por su hacer es la condición sine qua non para el desarrollo ele la semiótica de la acción. EL MUNDO COMO DISCONTINUO Construida progresivamente a partir de generalizaciones y de la exhaus1 Traducción literal ele modélisation. Dada la importancia del concepto es preferible usar este neologismo a emplear una perífrasis. Los traductores agradecen al doctor Raúl Dorra su entusiasta colaboración sin la cual esta publicación no hubiera llegado a feliz término [T.]. rol 10 INTRODUCCIÓN tividad postulada de las formas narrativas -consideradas más allá de las culturales-, una semiótica como ésta implica una interrogación sobre su racionalidad y, en particular, sobre la coherencia de los conceptos que la fundan ''hacia arriba", para que las consecuencias que sean extraídas deductivamente autoricen un hacer semiótico analítico '11acia abajo". El hacer del sujeto narrativo se ve así reducido, en un nivel más profundo, al concepto de transformación, es decir, a una suerte de puntualidad abstracta, vacía de sentido, que produce una ruptura entre dos estados. El desarrollo narrativo puede ser explicado entonces como una segmentación de estados que se defmen únicamente por su "transformabilidad". El horizonte de sentido que se perfila detrás de una interpretación como ésta es el de un mundo concebido como discontinuo, lo cual, por lo demás, corresponde, en el nivel epistemológico, a la instauración del concepto indefinido de "articulación", primera condición para poder hablar del sentido en cuanto significación. A partir de ese momento, la posibilidad de una sintaxis narrativa, concebida como un conjunto de operaciones que afectan a unidades discretas, exige la presencia de una epistemología que represente las primeras articulaciones de la significación -como es el cuadrado semiótico- en forma de términos que no sean más que meras posiciones manipuladas por un sujeto de discernimiento. 2 En resumidas cuentas, se trata de un modelo epistemológico clásico que pone en relación a un sujeto cognoscente, como operador, frente a las estructuras elementales como espectáculo del mundo cognoscible. En un caso así, el sujeto de la actividad de construcción teórica no es competente más que para conocer y categorizar a costa de una d.iscretización3 del horizonte del sentido. variacion~s LA EXISTENCIA SEMIÓTICA Sin embargo, la transformación como ruptura puntual, constitutiva de lo discontinuo analizable, requiere otras condiciones y abre nuevas interrogantes: la transformación, operación abstracta, pero formulada en un nivel más superficial como un hacer del sujeto, obliga a imaginar condiciones previas a ese hacer, a imaginar una competencia modal del sujeto narrativo que permita su realización. Surgen entonces dos preguntas. Primero, uno se ve obligado a preguntarse en qué consiste aquello llamado lo·· "modal" y, en especial, si cae dentro de lo discontinuo cognoscible; acto término francés es el de somnw.tion., que no tiene eqnival~nte exacto en español [T.]. Cf.la nota anterior [T.]. . 2 El 3 INTRODUCCIÓN 11 seguido, no se puede evitar la pregunta en torno al "modo de existencia" de una competencia modal, fuente de toda operatividad. rviás precisamente, y apoyándose en la distinción saussuriana entre . lengua y habla, la tradición lingüística nos ha familiarizado con la oposición entre virtual y actual (o actualizado y realizado), términos utilizados por lo general como conceptos instrumentales sin que, hasta donde sabemos, se haya dado un debate de fondo por parte de los mismos lingüistas. La semiótica no puede contentarse con ello. Mientras simplemente se opuso el habla "fonéticamente" realizada a una lengua considerada como sistema virtual, se pudo en todo caso remitirla a un allende extralingüístico: ya sea refiriéndose a una "lógica del lenguaje" -a la lengua como "hecho social" o como manifestación del "espíritu humano"-, era importante sobre todo mantener su estatuto de "objeto científico autónomo". En el presente caso, el del estatuto del sujeto de hacer, es forzoso distinguir dos modos de existencia en el espacio del habla saussmiana; es decir, en el discurso o -lo que es casi lo mismo- en la vida captada y escenificada como discurso. Considerada como una condición previa, como una potencialidad del hacer, la competencia existe primero como un estado del sujeto; ese estado es una forma de su "estar-ser", 4 forma actualizada anterior a la realización. Más aún, la misma problemática surge si se examinan en el nivel epistemológico las condiciones bajo las cuales la significación puede aparecer en forma de unidades discretas (el cuadrado semiótico entre otras): uno se ve obligado a preguntarse, ingenuamente y como por proyección, cuál sería el modo de existencia de un sujeto operador anterior a sus primeros discernimientos. Como sujeto epistemológico, también él debería pasar por una existencia virtual, antes de actualizarse en tanto sujeto cognoscente mediante la discretización de la significación. No puede causar sorpresa el parecido entre el recorrido del sujeto epistemológico y el que ha sido reconocido en el sujeto narrativo (virtualización, actualización, realización): la contaminación de la descripción por parte del objeto descrito es un fenómeno bien conocido, al menos en las ciencias humanas. Poco importan las denominaciones que recibirán esos sucesivos modos de existencia: al igual que para Saussure en otra época, cuando postulaba la autonomía del objeto científico "lengua", algo que parece estar en juego 4 La lengua francesa no hace la distinción, como la española, entre los verbos ''ser" y "estar". Por lo tanto, se empleará la fórmula descriptivarnente más precisa, "estar-ser", con lo cual debe entenderse que el st~eto adquiere su identidad modal a partir de sus estados, es decir, de su "estar''. Sólo en los casos en que el contexto lo permita se utilizará únicamente el verbo "ser". Por otra parte, el verbo "ser" también se empleará cuando se haga referencia a la instancia epistemológica, o al "ser" corno constitutivo de la dimensión veridictoria de los discursos (opuesto a "parecer'') [T.]. 12 INTRODUCCIÓN actualmente para la semiótica es el reconocimiento de una dimensión autónoma y homogénea, de un modo de existencia semiótico, dimensión sobre la cuai se sitúan las formas semióticas, que después es posible jerarquizar distinguiendo diferentes estasis: el "potencial", el "virtual", el "actual", el "realizado"; los que, por su orden y su interdefinición, constituirán las condiciones necesarias para la semiosis. Para la semiótica, lo que está en juego consiste, pues, en afirmar esa praesentia in a.bsentia que es la existencia semiótica, como objeto de su discurso y como condición de su actividad de construcción teórica, manteniendo sin embargo la distancia necesaria con respecto a los compromisos ontológicos. Para la semiótica, sostener un discurso sobre el ((horizonte óntico" equivale a interrogar a un conjunto de condiciones y precondiciones, a esbozar una imagen del sentido a la vez anterior y necesaria para su discretización, y no a buscar que sean reconocidos sus fundamentos ontológicos. Únicamente a este costo puede justificar la teoría semiótica su propia actividad, sin llegar por ello a transformarse en una filosofía, cosa que no podría ser. Así, reconocer la homogeneidad fundamental del modo de existencia de las formas semióticas permite desplegar un espacio propio donde se ejerce el hacer semiótico; un espacio al mismo tiempo autónomo con respecto a los dos topes límite que son las instancias ab quo y ad quem, más allá de los cuales se perfila el horizonte óntico. Esto quiere decir que el objeto de la semiótica es fenoménico y, al mismo tiempo, paradójicamente "real": desde el punto de vista de la instancia ab quo, la existencia semiótica de las formas es del orden de lo "manifiesto", donde la manifestante es el "ser" del cual se sospecha la existencia y el cual es inaccesible; desde el punto de vista de la instancia ad quem, las formas semióticas son inmanentes, susceptibles de ser manifestadas durante la semiosis. Por lo tanto, el discurso semiótico será la descripción de las estructuras inmanentes y la construcción de los simulacros destinados a dar cuenta de las condiciones y precondiciones de la manifestación del sentido y, en cierta medida, del "ser". Concebir, entonces, la teoría semiótica bajo la forma de un recorrido consiste, desde luego, en imaginarla como un camino marcado por hitos pero, sobre todo, como un flujo coagulante del sentido, como su espesamiento continuo, a partir de la confusión original y "potencial", para llegar, por medio de su "virtualización" y "actualización", al estadio de la "realización", pasando así de las precondiciones epistemológicas a las manifestaciones discursivas. Entre la instancia epistemológica, nivel profundo de la teorización, y la instancia de discurso, la enunciación constituye un lugar de mediación en el que -gracias esencialmente a las diferentes formas del desembrague/embragu.e, así como de la modalización- se lleva a cabo la convocación de los universales semióticos utilizados en el discurso. La "puesta INTRODUCCIÓN 13 en discurso" es la realización misma de esta convocación enunciativa, pero también más que eso. En efecto, ella no se limita a explotar en un solo sentido los componentes de la dimensión epistemológica, sino que también engendra por sí misma -porque es una práctica histórica y cultural, es decir, sociolectal (y en cierta medida, individual-idiolectal)-las formas que se fijan y se transforman en estereotipos y que son devueltas hacia '~arriba" para ser, en cierto modo, integradas en la "lengua". Así forma un repertorio de estructuras generalizables -que podrían ser designadas co"'•~mo «primitivos" en oposición a los "universales"- que funcionan dentro de las culturas y de los universos individuales y que la enunciación puede convocar, a su vez, en los discursos realizados. Por ello, la instancia de la enunciación es una verdadera praxis, un espacio en el que se produce un vaivén entre las estructuras susceptibles de ser convocadas y las estructuras capaces de ser integradas; es una instancia que concilia dialécticamente la generación -al convocar los universales semióticos- y la génesis -al integrar los productos de la historia-. Las configuraciones pasionales, por no hablar más que de ellas, se sitúan en la intersección de todas esas instancias, ya que, para su manifestación, requieren ciertas condiciones y precondiciones específicas de orden epistemológico, ciertas operaciones propias de la enunciación y, por último, ciertas "rejillas" culturales que se presentan, o bien ya integradas como primitivos, o bien en curso de integración en un sociolecto o idiolecto. Quizá sea más fácil comprender el modo de existencia semiótico, a la vez "real" e "imaginario", en otro nivel, con otro acercamiento que sugiera cómo es que, a partir de las lenguas naturales, se puede considerar su homogeneidad interna. Se ha observado que los rasgos, las figuras, los objetos del mundo natural, que constituyen por así decir el "significante", se ven transformados por efecto de la percepción en rasgos, figuras y objetos del "significado" de la lengua, al ser sustituido el primer significante por uno nuevo, de carácter fonético. Es por la mediación del cuerpo percibiente que el mundo se transforma en sentido -en lengua-, que las figuras exteroceptivas se interiorizan y que, fmalmente, Tesulta posible considerar la figuratividad como un modo de pensamiento del sujeto. La mediación del cuerpo, cuya propiedad y eficacia es el sentir, está lejos de ser inocente: durante la homogeneización de la existencia semiótica, esta mediación añade categorías propioceptivas que constituyen en cierto modo su "perfume" túnico y, en ciertos lugares, incluso sensibiliza -más adelante se dirá que "patemiza"- el universo de formas cognoscitivas que ahí se delinean. Ya que no hay razón para pensar que el proceso de homogeneización mediante el cuerpo -con sus consecuencias tímicas y sensibles- afecta únicamente a las lenguas naturales, es posible considerar a título de hipótesis que ese proceso no perdona a ningún univeTso semiótico, cualquiera que sea su modo de manifestación. De esta manera, la homogeneización de la dimensión semiótica de la existencia se logra tanto por la suspensión del lazo que conjunta las figuras del mundo con su "significado" extrasemiótico -es decir, entre otros, con las "leyes de la naturaleza", inmanentes al mundo-, como por su puesta en relación en cuanto significados con diversos modos de articulación y de representación semióticas. Para el caso, lo que de manera más notoria les sucede es que las figuras del mundo no pueden "hacer sentido" más que a costa de la sensibilización que les impone la mediación del cuerpo. Por ello, el sujeto epistemológico de la construcción teórica no puede presentarse como un sujeto puramente cognoscitivo "racional". En efecto, durante el recorrido que lo lleva al advenimiento de la significación y a su manifestación discursiva, encuentra obligatoriament~ una fase de "sensibiliúicióú'' túnica. EL MUNDO COMO CONTINUO Postular la homogeneidad del universo de las formas semióticas permite ,regresar a los problemas concretos que plantea el despliegue discursivo y · a los instrumentos metodológicos requeridos en ese nivel para el análisis. Ya se vio que, al atribuir un estatuto formal a los conceptos de actante y de transformación -condición para la instauración de su sintaxis-, la semiótica de la acción no hizo más que desplazar la problemática de los contenidos semánticos, descargándose de ellos y remitiéndolos a la noción de estado. Ahora bien, desde la perspectiva del sujeto actuante, el estado es, o bien el resultado final de la acción, o bien su punto de partida; habría, pues, "estados" y "estados", lo que hace resurgir las mismas dificultades. En primer lugar, el estado es un "estado de cosas", del mundo que se ve transformado por el sujeto, pero también es el "estado de ánimo" del sujeto competente para la acción y la competencia modal misma, la cual simultáneamente sufre transformaciones. So capa de estas dos concepciones de "estado", resurge el dualismo sujeto/mundo. Sólo la afirmación de una existencia semiótica homogénea -convertida en tal por la mediación del "cuerpo sintiente"- permite enfrentar esta aporía: merced a esta transformación, el mundo en cuanto "estado de cosas" se vuelca sobre el "estado del sujeto"; es decir, se reintegra en el espacio interior y uniforme del sujeto. En otras palabras, la homogeneización de lo interoceptivo y de lo exteroceptivo gracias a la mediación de lo propioceptivo instituye una equivalencia formal entre los ((estados de cosas" y los ((estados de ánimo" del sujeto. N o está de más insistir aquí en el hecho de que, si las dos co~­ cepciones del estado -estado de cosas, transformado o transformable, y estado de ánimo del sujeto, como competencia requerida por la transfor- INTRODUCCIÓN 15 mación y producto de ella- se reconcilian en una dimensión semiótica de la existencia homogénea, es a costa de una mediación somática y "sensibilizante". En tal caso, en lo que se refiere a la instauración y al funcionamiento del discurso epistemológico, el sentir sería lo mínimo requerido para poder resolver la aporía que amenaza. En algunos de sus desarrollos que interesan a la semiótica, la lingüística frástica o frasal ha señalado el hecho de que el predicado era susceptible de ser sobredeterminado -modificado y perturbado a la vez- de dos maneras distintas: por medio de la modalización y por medio de la aspectualización. La modalización -al menos, taJ como ha sido desarrollada por la semiótica en el marco de las modalidades de la competencia- podría eventualmente dar cuenta de la artic~lación discontinua de la narratividad. Sin embargo, la introducción en la teoría semiótica del concepto de "estado modal" -pero sobre todo un examen más minucioso del discursodaba la imagen de una "ondulación" continua, asible entre otras formas como variaciones de intensidad y como una imbricación de procesos que podría ser considerada como su "aspectualización". Frente a la segmentación discreta de los estados, las imbricaciones de los procesos y sus variaciones de intensidad tornan imprecisas las fronteras entre los estados y enturbian frecuentemente el efecto de discontinuidad. Ahora bien: este enturbiamiento y esta ondulación no pueden explicarse -sería demasiado fácil- por la complejidad que los discursos analizados presentan en su superficie, y tampoco pueden ser representados sin más como simples "efectos de sentido". En consecuencia, las consideraciones en torno a la naturaleza de los estados y, más precisamente, en torno a su inestabilidad, aunadas a una reflexión más general sobre el estado del mundo, conducen a interrogarse acerca de la concepción de conjunto del nivel epistemológico de la teoría y a preguntarse, más allá de la aprehensión cognoscitiva de la significación que la discretiza y la vuelve "comprensible", si no hay razón para instaurar un horizonte de tensiones apenas delineadas que, situándose en un más "acá" del sentido del "ser", permitiera sin embargo dar cuenta de las insólitas manifestaciones "ondulatorias" que se reconocen en el discurso. La solución aparentemente más simple consistiría, desde luego, en considerar esas tensiones subyacentes como propiedades de la misma puesta en discurso. Pero resulta que ellas también permiten dar cuenta de la categorización y de la modaÜzación narrativas. En efecto, es precisamente sobre este horizonte de tensiones inarticuladas donde se ejercen los primeros discernimientos del sujeto operador, discretizando y haciendo aparecer las primeras unidades significativas. Dicho en otras palabras, al confrontarse con las dificultades metodológicas que surgen en el análisis discursivo de superficie, la teoría semiótica se obliga a hacerlas repercutir en el nivel epistemológico. profundo y a tratar de resolverlas ahí. Este retorno crítico es característico de la semiótica en cuanto "proyecto científico": para dar cuenta de las dificultades que 'hace surgir el análisis a ras del discurso -inducción y después generalización-, la semiótica se obliga a suponer otro modo hipotético de funcionamiento, llegando en caso necesario hasta las premisas, con el fin de proceder enseguida a instalar los procedimientos hipotético-deductivos. N o se puede considerar tal manera de proceder más que en un marco epistemológico en el que la coherencia es el valor científico por excelencia. Por el contrario, al aceptar cierta independencia de las problemáticas de unas con respecto a las otras, en perjuicio ele la coherencia, una epistemología "modular" como la que parece perfilarse en las ciencias cognoscitivas se eximiría a sí misma, en g'fan parte y por lo mismo, de efectuar el retorno crítico que, para cada nuevo avance teórico, obliga a medir ·y- repercutir las consecuencias en la totalidad de la construcción teórica. La instalación de un sujeto operador, capaz de producir las primeras articulaciones de la significación, es un paso inicial para establecer la teoría de la significación co~o una economía que administra las condiciones de producción y de aprehensión de la significación. Se trata ahora de concebir y de instalar un esbozo de las precondiciones previas al surgimiento de las condiciones propiamente dichas. El "ser" del mundo y del sujeto no compete a la semiótica, sino a la ontología: para emplear otra jerga, es la "manifestante" de una "manifestada'' que entrevemos. Por su parte, la semiótica está obligada a hacerse cargo del "parecer" y a darse un discurso epistemológico que formule tales precondiciones, como otros tantos simulacros explicativos, en particular en lo que se refiere a las dificultades y a las aporías detectadas durante el análisis discursivo. Evidentemente, este discurso hipotético, que captaría entre líneas el "parecer del sern no es apropiado para acarrear certezas; pero, en cierta medida, se trata de un discurso del mismo tipo que el de la epistemología de las· ciencias de la naturaleza, cuando habla, por ejemplo, del universo y sus orígenes, del azar y la necesidad. Sin duda se trata de algo propio de cualquier proyecto científico, el cual, al darse un mínimo epistemológico -en este caso, el imperativo fenomenológico-, al mismo tiempo crea para sí un espacio teórico "imaginario" e incluso mítico, un poco a la manera de aquellos ángeles newtonianos, conductores de la atracción universal. Es evidente que este "imaginario de la teoría", que estas escasas líneas trazadas sobre el fondo del horizonte óntico, que estos conceptos apenas esbozados no deben ser del orden de lo arbitrario; su razón de ser descansa en las coerciones epistemológicas reconocidas anteriormente y en las exigencias metodológicas que las suscitan y se les resisten. Se trata, por supuesto, de un "parecer del ser", pero fundado en la práctica operatoria y que aspira a la eficacia. En la búsqueda de materiales que permitan / INTRODUCCIÓN 17 reconstituir imaginariamente el nivel epistemológico, nos parece que dos conceptos -los de tensividad y de foria- poseen un rendimiento excepcionaL En un primer momento, la tensividad -fenómeno amplia y debidamente observado, característica inseparable de todo desarrollo procesual frástico o discursivo- parecía poder ser dominada mediante la proyección de las estructuras de lo discontinuo, aunque con ello se aplazara la construcción de una gramática aspectual que diera cuenta a la vez de las ondulaciones temporales y de las sinuosidades espaciales. Sin embargo, la .J,trgencia de completar la teoría de las modalidades, buscando equilibrar las modalidades -ya operatorias- del hacer mediante una articulación paralela de las modalidades de estado, así como la insistencia en interrogar a la naturaleza de los estados, dinámicos e inquietos, obligaban a enfrentar directamente la problemática de las pasiones. Ahora bien, de inmediato surgió un hecho inquietante: no solamente el sujeto del discurso es capaz de transformarse en un sujeto apasionado, perturbando con ello su decir programado cognoscitiva y pragmáticamente, sino que el sujeto de lo "dicho" discursivo también es capaz de interrumpir y de desviar su propia racionalidad narrativa para iniciar un recorrido pasional o, incluso, para acompañar al primer recorrido, perturbándolo con sus pulsaciones discordantes. El hecho es notable, no tanto porque revela nuevas formas de malfuncionamiento nanativo, sino porque muestra una relativa autonomía de las secuencias pasionales del discurso, una especie de autodinámica de las tensiones visible por medio de sus efectos, y sobre todo porque nos invita a situar el espacio tensivo en un más "acá" del sujeto enunciante y no únicamente como el principio regulador a posteriori de una sintaxis aspectual. Dicho lo anterior, el concepto de tensiuidad se vuelve capaz de trascender la instancia de la enunciación discursiva propiamente dicha y puede ser incorporado al imaginario epistemológico, espacio en el que se une a otras formulaciones filosóficas o científicas ya conocidas. Por ello, se nos puede aparecer como un "simulacro tensivo", como uno de los postulados que dan origen al recorrido generativo del sentido. Tratándose de la concepción del universo, no hay nada incómodo en que la tensividad se €_)ncuentre con el significado "científico" del mundo natural, formulado, por ejemplo, en términos de leyes de atracción: para el mundo humano, la tensividad no es más que una de las propiedades fundamentales de ese espacio interior que hemos reconocido y definido como el vertimiento del mundo natural en el sujeto, con vistas a la constitución del modo propio de la existencia semiótica. Aunque es una precondición necesaria, no es sin embargo suficiente para dar cuenta de nuestro imaginario óntico y, en primer término, del hecho pasional. Primeramente, el análisis de algunas "pasiones de papel" ha mostrado aquello que ningún antropólogo atento al relativismo cultu- 18 INTRODUCCIÓN ral puede ignorar, a saber: que la idea que nos hacemos de lo que es una "pasión" cambia de un lugar a otro, de una época a otra, y que la articulación del universo pasional define incluso, hasta cierto punto, algunas de las especificidades culturales. Un hecho aparentemente más sorprendente para el semiotista es que él mismo haya podido comprobar que, a pesar de que un fragn1ento de discurso (o de vida) posee una organización actancial, modal y aspectual idéntica, puede ser tomada en cuenta, de acuerdo a los casos, como una pasión, o bien como un simple ordenamiento de la competencia semántica (social, económica, etc.). Lo anterior equivale a reconocer que, en igualdad de circunstancias, existe un "excedente" patémico, y que un fragmento de discurso (o de vida) sólo se vuelve pasional mediante una sensibilización particular. En ese caso, independientemente de la tensividad que también ahí se encuentra, habría que tomar en cuenta otro factor: el de la "sensibilidad". Si, en lugar de considerar las formas cotidianas del discurso pasional en las que la sensibilización ondulante es a veces dificil de ~istinguir de la tensividad siempre presente en el desarrollo discursivo, nos volviéramos hacia los casos extremOs, hacia pasiones "violentas" como la cólera, la desesperación, el deslumbramiento o el terror, veríamos aparecer la sensibilización, en su puntualidad incoativa, como una fractura del discurso, como un factor de heterogeneidad; diríamos que como una especie de trance incipiente del sujeto que lo transporta hacia un más allá del sujeto y lo transforma en un sujeto otro. Ahí, la pasión aparece al descubierto, como la negación de lo racional y de lo cognoscitivo, y el "sentir" desborda al "percibir". Todo sucede como si otra voz súbitamente se elevara para decir su propia verdad, para decir las cosas de otra manera. Mientras que, en la percepción, el cuerpo humano tenía el papel de instancia de mediación -es decir, era un lugar de transacción entre lo extero y lo interoceptivo e instauraba un espacio semiótico tensivo pero homogéneo-, ahora es la carne viva, la propioceptividad "salvaje" la que se manifiesta y reclama sus derechos en tanto "sentir" global. Ya no es más el mundo natural el que adviene al sujeto, sino el sujeto quien se proclama dueño y seüor del mundo, su significado, y lo reorganiza figurativamente a su manera. Entonces, el llamado mundo natural, el del sentido común, se convierte en un mundo para el hombre, en un mundo que puede ser llamad~. humano. Evidentemente, este "entusiasmo" que, según Diderot, sube caliente de las entrañas para ahogarse en la garganta es un caso extremo pero necesario para dar cuenta, entre otras cosas, de la creación artística, así como de todos los excesos semióticos de la cólera y de la desesperación. Ad~más, también explica, moderato cantabile, el despliegue de la figuratividad, el carácter "representacional" de toda manifestación pasional, en la cual, merced a su poder figurativo, el cuerpo afectado se vuelve el centro de re- INTTWOUCClÓN 19 ferencia de la escenificación pasional entera. Es este "más acá" del sujeto de la enunciación, este doblez perturbante, que nosotros designamos con el nombre de foria. Cuando, después de una serie de tanteos, el proceder semiótico intenta ·construir un modelo, puede tomar dos vías distintas. Se puede tratar de imaginar el estado de cosas más simple posible -como es la estructura elemental de la significación- y conferir al modelo una vocación de complejización. Pero también uno se puede encontrar frente a una situación confusa y tratar de ver más claramente llevándola hacia sus extremos: así, por ejemplo, Hegel produce la estructura binaria a partir de la polarización excesiva y tensa del uno. Al intentar hacer pensable la foria -en el marco semiótico, evidentemente-, nos ha parecido difícil introducirla COn10 un suave acompañamiento de la narratividad ejecutado por una música de fondo patémica. Sólo las situaciones extremas y paradójicas están en condiciones de poner en evidencia la especificidad y la irreductibilidad del fenómeno, aunque después se deba contemplar la posibilidad de disminuir las distancias que existen entre lo que hay de tenso y de fórico en la ondulación del discurso. Esta especie de desdoblamiento del sujeto en sujeto percibiente y sujeto sin tiente -quizá algo "gráfica"- nos ha parecido, sin embargo, necesaria para justificar los malfuncionamientos del discurso, los trances del sujeto que se apropia del mundo y lo metaforiza, pero también para justificar la existencia de un hilo tenue, la fiducia intersubjetiva, que sostiene a la veridicción discursiva. Este paso obligado por la instancia de enunciación permite operar la transferencia de la problemática, del nivel epistemológico profundo al nivel que podrá ser inscrito en el horizonte óntico como un "simulacro fórico" que rige el recorrido generativo. Sin temor a confundirnos con ellas, así es como nos encontramos, en este punto, con las diferentes formulaciones filosóficas del "vitalismo" y de la "energética:', incluso del "impulso vital" bergsoniano, encontrando de nuevo las interpretaciones consideradas científicas acerca de la concepción del universo, en las cuales la "necesidad", especie de deber-ser encaminado hacia la unidad, se ve confrontada con el "azar", esa fractura primera,· el accidente epistemológico ..que condiciona la aparición del sentido .. Esto permite limitar el espacio teórico de la semiótica· a dos precondiciones, modelándolas bajo la forma de dos simulacros, tensivo y fórico, y concebir el velo del "ser" cómo una tensiuidad fórica. Sin embargo, lo anterior no quiere decir que, llegados a este punto, la teoría semiótica debiera unirse a una de esas filosofías: su justificación propia es la coherencia de su discurso, llamado a sostener su práctica, a integrar en su seno observaciones insólitas y perturbantes, a descifrar numerosas cajas negras en todas las etapas de su recorrido. Desde este punto de vista, es instructiva la historia de la lingüística del siglo XIX: a 20 INTRODUCCIÓN pesar de las racionalizaciones organicistas y fisicalistas de los teóricos que se sucedieron y se opusieron de una generación a otra, la lingüística no dejó de construirse. · Tomar en cuenta el componente pasional del discurso conduce a tales ajustes, los cuales repercuten hasta en los niveles más profundos de la teoría semiótica. A partir de ahí, se trata de subir progresivamente hacia la superficie, al tiempo que se verifica la validez de las premisas y de los instrumentos metodológicos. l. LA EPISTEMOLOGÍA DE LAS PASIONES DEL SENTIR AL CONOCER El aroma Las pasiones aparecen en el discurso como portadoras de efectos de sentido muy peculiares; despiden un aroma equívoco, difícil de determinar. La interpretación que la semiótica ha retenido es que ese aroma específico emana de la organización discursiva de las estructuras modales. Pasando de una metáfora a otra, se podría decir que este efecto de sentido proviene ele una cierta combinación molecular: al no ser propiedad de ninguna molécula en particular, es el resultado de su disposición de conjunto. Una primera observación se impone: la sensibilización pasional del discurso y su modalización narrativa son concurrentes, no se entienden una sin otra y, sin embargo, son autónomas, probablemente regidas, al menos en parte, por lógicas diferentes. En sehrundo lugar, captar globalmente los efectos de sentido como un <<aroma" de los dispositivos semionarrativos puestos en discurso es, en cierto modo, reconocer que las pasiones no son propiedades exclusivas de los sujetos (o del sujeto), sino propiedades del discurso entero, y que emanan de las estructuras discursivas como consecuencia de un «estilo semiótico" que puede proyectarse, ya sea sobre los sujetos, ya sea sobre los objetos o sobre sujunción. Si nos situamos ahora en el otro extremo del recorrido generativo, ahí donde acabamos de colocar, en el horizonte del sentido, una primera proyección del mundo como tensividad fórica, nos vemos obligados a decir que esta masa fórica móvil puede tomar dos vías distintas para emerger progresivamente hacia la superficie de las cosas: mientras que la modalización obedece a una organización categorial y produce estructuras modales discretas, las modulaciones pasionales, tal como se manifestan por medio de efectos de sentido, parecen provenir de ordenaciones estructurales de otro tipo, de dispositivos patémicos 1 que rebasan las simples combinaciones de los contenidos modales que estos dispositivos conjugan y que escapan, en un grado que es preciso determinar, a la categoría co[,rnoscitiva. Poder hablar de la pasión es, pues, intentar reducir la distancia entre el <'conocer" y el «sentir". Sí, en un primer momento, la semiótica se dedicó a tornar evidente el papel de las articulaciones 1 Con este neologismo traducimos el neologismo francés pathémique [T.I. 22 LA EPISTEMOLOGÍA DE LAS PASIONES modales moleculares, es tiempo ahora de que busque dar cuenta de los aromas pasionales producidos por sus combinaciones. La vida El sentir se da de entrada como un modo de ser que existe de suyo, con anterioridad a toda impresión o gracias a la eliminación de toda racionalidad; para algunos, se identifica con el principio de la vida misma. Situar a la pasión en un más allá del surgimiento de la significación, anterior a toda articulación semiótica, bajo la forma de un puro "sentir", sería como captar el grado cero de lo vital, captar el "parecer" mínimo del "ser" que constituye su velo óntico. Sin embargo, la homogeneidad del sentir difícilmente escapa al reconocimiento, igualmente ingenuo, de su polarización: el primer grito del recién nacido, ¿es un grito de alegría liberadora o el sofoco del pez que ha sido sacado del agua, el primer aprendizaje del vVeltschmerz?2 ¿Es posible reiterar sin consideración alguna la concepción según la cual el ser vivo es una estructura de atracciones y repulsiones? ¿Es posible pensar la foria antes de su división en euforia y disforia? La aporía que nos vemos obligados a evocar se presenta bajo un doble aspecto. En primer lugar, se trata de pronunciarse acerca de la prioridad de ·derecho de lo "sensitivo" con respecto a lo "cognoscitivo" o a la inversa. ¿Se encuentra el universo regido por una metalógica de las "fuerzas" (por ejemplo, a la manera de la física ondulatoria) o de las "posiciones" (según la interpretación corpuscular)? Como diría Hjelmslev, he ahí dos conceptos "indefinibles". Pero paralelamente surge otra interrogante, igualmente fundamental, que recupera las inquietudes del pensamiento presocrático: ¿el mundo es uno, desbordante en su plenitud, una estructura de lo mixto lista para estallar, o bien una mezcla caótica tendiente a la unidad? Dicho de otro modo, en términos br0ndalianos: ¿la estructura elemental del "estar-ser" -o, más bien, del simulacro formal que podemos darnos de élprocede de un término complejo susceptible de polarización, o de un término neutro, lugar de un encuentro binario irreconciliable? ¿Es posible formular y representar en términos de precondiciones una cohabitación de estas dos lógicas y visiones? El horizonte tensivo Regresemos un momento a la superficie léxica, a un acercamiento más empírico de las cosas. Observamos que algunas pasiones, la admiración, 2 Pesimismo melancólico [T.]. LA EPISTEMOLOGÍA DE LA.S PASIONES 23 por ejemplo -al menos en la acepción del francés clásico-, al igual que el "asombro" [l'étonnement] o el "estupor" [la stupeur] sugieren ya la posibilidad de un horizonte tensivo todavía sin polarizar. El asombro y el estupor se presentan como dos formas aspectuales diferentes, una incoativa y la oÚa durativa, de un mismo sentir no polarizado. No faltan incluso recorridos pasionales textualizados que se inician con tales configuraciones: es así como, en La princesse de Cleves, antes de amar a Mlle. de Chartres, el príncipe de Cleves, al encontrarla en una joyería, no deja de "asombrarse" (siempre en el sentido clásico del término) por todo lo que se refiere a ella; es decir, se ve puesto en tensión y en condición de amar (cuatro apariciones en una misma página). Igualmente, los celos y el amor de Swann no comienzan sino con el "gran torbellino de agitación" que le hace recorrer París en todos sentidos para encontrar a Odette de Crécy, agitación que se presenta como otra modulación de la misma tensión sin polarizar. La polarización en euforia/disforia puede, pues, en el nivel mismo de la manifestación léxica, ser neutralizada y aun ser considerada como no acontecida. La neutralización, en el sentido gramatical del término, remite a un sincretismo que es, por derecho, jerárquicamente superior a la oposición binaria. He aquí una de las paradojas de la semiótica en el nivel epistemológico: está obligada a dar cuenta al mismo tiempo de la "nada", del "vacío" y del "todo", de la plenitud de las tensiones fóricas. Según la lógica de las "fuerzas", al máximo de tensión le correspondería -i.e.: daría cuenta de o se explicaría mediante-la ausencia total de articulaciones. Por el contrario, la aparición de las "posiciones" características de las articulaciones del contenido requeriría una redistribución y una división de las "fuerzas"; dicho de otro modo, el "vacío de contenido", caracterizado por la ausencia de articulaciones, no puede ser llenado más que por el quebrantamiento de la plenitud tensiva. La cohabitación de dos exigencias inversas, ligadas respectivamente a las "fuerzas" y a las "posiciones", permite comprender que, antes de toda categorización, el sentir, tironeado por dos tendencias, no puede engendrar más que inestabilidad. Sin embargo, en cuanto tal, el sentir es directamente manifestable, como lo atestiguan las. figuras del "estupor" y del "asombro". Al respecto, es preciso señalar que la neutralización, tal como la formulamos aquí, se encuentra en función de la intensidad del sentir. Particularmente intensa, la admiración "clásica" es indiferente a la polarización, a la positividad o a la negatividad del objeto. Pareciera que es el reconocimiento del valor en cuanto tal el que pone en la sombra al objeto y vuelve inoperante lapolarización; podría señalarse que el sujeto que admira se desinteresa del valor vertido en un objeto, para mejor asir, antes que al valor mismo, el ((valor del valor". En cambio, en su acepción moderna, la admiración, aun cuando requiere la positividad del objeto, se ve acompañada por un debilitamiento notable. Todo sucede como si la intensidad pasional -noción por 24 LA EPISTEMOLOGÍA DE LAS PASIONES definir- neutralizara al sujeto y lo sumergiera en una capa más profunda del recorrido generativo, o como si el retorno hacia el valor del valor, a partir del objeto de valor propiamente dicho, fuera acompañado de una intimidad más estrecha con una zona "energética'' de la que nacería lapasión. Sucede lo mismo con el "estupor", el cual sufre una condensación comparable que inmoviliza al sujeto en un puro sentir, hasta que anula al sentir mismo: ¿no es la "estupidez" una regresión a un estado de tensividad de antes de la vida, un punto límite entre lo vivo y no vivo? Las precondiciones (de la significación) Para tender el velo de Isis sobre la faz del "ser", hemos propuesto anteriormente presentar las formulaciones de su parecer bajo la forma de simulacros, imaginando con ello al mundo humano en su estado ab quo como una "tensividad fórica" y conjugando de esta manera al universo -que sólo se justifica por la necesidad tensiva- con la foria introducida por el accidente, la fractura, la intrusión insólita de lo viviente. Somos conscientes de que se trata de una representación casi trivial y de que, en la medida en que sus articulaciones no rompan la coherencia teórica y sean resistentes a los "hechos", permaneciendo conformes a ella hasta las manifestaciones de superficie, su valor no puede ser medido más que a partir de sus consecuencias; es decir, a partir de la modelación progresiva de la "rriasa tímica" congruente, que es al mismo tiempo tensión y foria. Basta con que la tensividad originaria se rompa -tensión hacia lo uno y desbordamiento del exceso- para que la "puesta en posición", la polarización de aquello que deja por un instante de ser uno, se plantee como un primer acontecimiento decisivo. Sin embargo, la polarización acumulativa de las energías todavía no es una "toma de posición" y no implica la discretización dé los polos, la cual no puede derivar más que de la proyección cognoscitiva de lo discontinuo. En esas condiciones, aún no es posible hablar de las "posiciones actanciales", sino solamente de prototipos de actantes, de cuasi sujetos y de cuasi objetos, de la protensividad del sujeto, para emplear el término de Husserl, y de la potencialidad del objeto. Antes de "situar", a un sujeto tensivo frente a valores vertidos en objetos (o en el mundo como valor), conviene imaginar un nivel de "presentimiento" en el que se encontrarían, íntimamente ligados uno a otro, el sujeto para el mundo y el mundo para el sujeto. Ya anteriormente nos hemos visto obligados a reconocer una situación comparable, cuando se trató de distribuir, con vistas a la modalización, al conjunto de la masa tímica en los términos constitutivos del enunciado elemental: si la carga modal sobredete~mina primero al predicado en su función ligante (como sucede, por ejemplo, con las modalizaciones aléticas reconocidas en lógica), entonces LA EPISTEMOLOGÍA DE LAS PASIONES 25 es susceptible de distribuirse por separado, ocupando cada una de las posiciones actanciales. Si bien el vertimiento del sujeto de hacer no plantea dificultades particulares (cf. las modalidades deónticas, por ejemplo), no sucede lo mismo con el del sujeto de estado, ya que nos damos cuenta de que el sujeto como estar no puede verse modalmente afectado sino por medio del vertimiento del objeto, cuya carga modal a su vez modaliza al sujeto, a condición de que sea puesto en relación de junción con él. Dicho de otro modo, la modalización del estado del sujeto -y de eso se trata cuando se quiere hablar de las pasiones- no es concebible más que al pasar por la del objeto, la cual, cuando se convierte en un "valor", se impone al sujeto. Es preciso imaginar una situación comparable, pero anterior a la puesta en posición actancial: imaginar un sujeto protensivo indisolublemente ligado a una "sombra de valor", que de esta manera se perfile sobre el fondo de la "tensividad fórica". Las valencias En esta etapa de la investigación, la protensividad del sujeto, identificada un poco apresuradamente con la intencionalidad -que a su vez se interpreta algunas veces como un "metaquerer" o como un "rnetasaber"- no exige justificaciones complementarias. No sucede lo mismo con ese prototipo de objeto que acabamos de designar como una "sombra de valor". Conviene, pues, retornar una vez más a la superficie, a la manifestación discursiva, con el fin de volver más perceptible ese simulacro y justificar la pertinencia de nuestras palabras. Se tiene la impresión de que la forma más común que adopta esta "sombra" es cierto presentimiento del valor. Así, la lectura de Capitale de la douleur [Capital del dolor] de Éluard ofrece un buen ejemplo de una primera articulación proyectada por la protensividad. Un examen más minucioso permite darnos cuenta en esa recopilación de que el contenido de los valores importa poco. Cierto, los sujetos semióticos conocen el amor, la naturaleza, la labor, el pensamiento y la vida bajo todas sus formas, pero, sea cual sea el contenido semántico de los objetos buscados, lo que hace de ellos un valor siempre es de otro orden: el amor no es aceptable más que en sus inicios; la mirada, cuando los párpados se abren durante el despertar; el día, en el instante en que se despoja de las tinieblas; la vida humana, en su infancia. Todo sucede como si el aspecto incoativo tuviera preeminencia sobre todos los contenidos semánticos vertidos en los objetos y en los haceres, como si únicamente importara el objetivo incidente y no el objeto buscado. La aspectualidad parece estar situada, aquí, por encima del valor propiamente dicho y antes que él; se trata de un cierto "valor" del valor y, en ese sentido, se le podría llamar "valencia", en la acepción química del tér- 26 LA EPISTEMOLOGÍA DE LAS PASIONES mino -es decir, para designar la cantidad de "moléculas" asociadas en la composición de un cuerpo. Esto sucede, por ejemplo, durante el intercam~ bio, cuando dos valores semánticamente diferentes son juzgados comparables e intercambiables a partir de su (equi)valencia; se puede suponer, entonces, que hay algo constante que se intercambia, que no tiene gran cosa que ver con los objetos semántica y diferentemente cargados que son transferidos de un sujeto a otro. Por otra parte, ya se ha hecho notar que, en el discurso, la aspectualización constituye una dimensión jerárquicamente superior a la temporalización, pero también a la espacialización e incluso a la actorialización: el "amor" en Éluard es captado en su eje temporal, los "párpados al despertar" están situados en la espacialidad, la "vida humana" es captada como crecimiento del actor, toQ.o ello dominado por el aspecto incoativo. Pero hay algo más en esta valorización de la incoatividad, y nos vemos obligados a tomar en cuenta la segunda definición -"psicológica"- de la valencia, considerada como una potencialidad de atracciones y de repulsiones asociadas a un objeto: desde este punto de vista, la valencia sería el presentimiento que tiene el sujeto protensivo de esta sombra de valor, que a consecuencia de la escisión fórica, lo envuelve como en un capullo para que se manifieste más tarde bajo la forma más articulada de la incoatividad. En suma, la aspectualidad manifestaría la valencia de la misma manera en que las figuras-objeto manifiestan a los objetos de valor. No es, pues, sorprendente si los juicios éticos y estéticos, implícitos o explícitos en la recopilación de Éluard, se fundan en el carácter incoativo de los gestos y de las figuras, ya que éste restablece la disociación original en el nivel discursivo que le es propio, antes de toda polarización y de todo vertimiento semántico de los objetos. En Éluard, la valencia seleccionada proviene de una "apertura" de la protensividad; pero también podría provenir, por ejemplo, de su "cierre", que se traduciría en el nivel del discurso mediante un aspecto terminativo y, eventualmente, daría lugar a una ética del desencanto, a una estética de la evanescencia, que aprovechara las figuras del deterioro, de la delicuescencia o de la desaparición de todas las cosas. Por su parte, Camus en La chute [La caída] intentó ilustrar un mundo sin valores en ·el que la confianza estaría excluida; su descripción del Zuiderzee procede de hecho mediante la dilución de las valencias: Voila, n'est-ce pas, le plus beau des paysages négatifs! Voyez a notre gauche ce tas de cendres grises qu'on appelle ici une dune, la digue grise a notre droite, la greve livide a nos pieds et, devant nous, la mer couleur de lessive faible, le vaste ciel ou se refletent les eaux blemes. Un enfer mou, vraimentl [... ] N'est-ce pas l'eff~ce­ ment universel, le néant sensible aux yeux? 3 3 París, Le livre de poche, p. 79. LA EPISTEMOLOGÍA DE LAS PASIONES 27 [¿No es éste el más hermoso de los paisajes negativos? Mire a nuestra izquierda, ese montón de ceniza que aquí llaman una duna, el dique gris a nuestra derecha, la arena pálida a nuestros pies y, frente a nosotros, el mar color de jabonadura desleída, y el vasto cielo, en el que se reflejan las aguas descoloridas. ¡Un infierno blando, verdaderamente! [... ) ¿No es éste el borrarse universal, la nada sensible a los ojos?] Llanura indefinida, lejanías perdidas, ausencia de toda referencia topográfica y temporal, desaparición de todas las diferencias figurativas, todo se pierde en una duración estancada: he ahí el fin de toda valencia y a fortiori de los sistemas de valor articulados que podrían emerger. Todo sucede como si, para ofrecerse a la lectura de una manera clara y con alguna fuerza icónica, los componentes figurativos de la puesta en discurso presupusieran precisamente. ese nivel en el que la protensividad enfrenta las valencias en el momento de la escisión actancial. En Camus, por el contrario, campea una protensividad "blanda", captada antes de su primera articulación; esto permite entender, como por reducción al absurdo, por qué, al separar al cuasi sujeto del cuasi objeto, la primera articulación de la foria engendra la fiducia: en La chute, retornar al caos blando ele las tensiones no articuladas es, literalmente, ya no creer en nada y, sobre todo, ya nocreer en el creer. En efecto, la fe en tal o cual valor particular presupone siempre un "metacreer", que no es sino la fiducia generalizada (no específica) propia del espacio de la foria, la precondición de toda creencia particular. Por eso, el "juez-penitente" de Camus, actante sincrético por excelencia, practica, como los cínicos de la Antigüedad, el denigramiento sistemático y la provocación sarcástica. En este ejemplo parece claro que las valencias, que en·conjunto constituyen lo que hemos llamado la fiducia, proporcionan al mundo de los objetos su armazón, sin la cual no pueden recibir un valor. Es preciso mencionar también, de modo breve, el papel del "accidente" en el relato de Camus. El Zuiderzee no da pie a la actividad interpretativa del observador, ya que, cierto, no presenta ninguna diferencia sensible, ninguna referencia, pero también porque, antes de cualquier articulación, no presenta ningún "accidente" figurativo, lo que podría ser entendido como la imagen de un mundo en el que el azar no hace mella. A la inversa, es una vez más un "accidente" lo que produce un vuelco de la situación del "juez~penitente": es el azar el que puso en su camino a una desesperada que se arrojó al Sena y que él no socorrió. Lo que el azar permite construir, el azar puede destruirlo: el accidente que desencadena la caída del mundo de valores es sólo la imagen virtual e invertida del accidente que pone en marcha a la necesidad óntica, para hacer advenir en un primer tiempo la valencia, y el valor en un segundo tiempo. 28 LA EPISTEMOLOGÍA DE LAS PASIONES Inestabilidad y regresión Al atender a Camus, se llega a la conclusión de que el sustrato fórico de toda significación no es estable y de que lo que el azar construye, también lo puede destruir. Por una parte, la puesta en marcha inicial del sentido no es aún suficiente para engendrar la significación; por otra parte, la escisión debida a la intervención del azar sopre la necesidad se ve amenazada por la pregnancia de la necesidad misma. Lo "doble" tiende hacia lo "uno", con riesgo de que se produzca una recuperación de la necesidad sobre el azar de la escisión. En otro orden de ideas, al estudiar los objetos y los movimientos "difusos" del mundo natural, los matemáticos (en particular, B. Mandelbrot) han puesto a punto la teoría de la fractalización, la que, entre otras cosas, muestra de qué manera lo indiferenciado reaparece por la influencia del azar y de la recursividad; en efecto, los llamados objetos "fractales" son engendrados a la vez por el azar (los procesos estocásticos) y por la recursividad (la aplicación ilimitada de procesos estocásticos a los productos de operaciones anteriores): Ahora bien: si nada detiene u orienta la recursividad, la fractalización ·llega a un objeto que, aunque esté regido por un principio de homotecia interna, se vuelve insignificante, de una singularidad irreductible. De la misma manera, si la escisión se aplica "estocástica" y "recursivamente" a la vez, reproduce las condiciones de la "fusión" y de la plenitud tensiva o, lo que es lo mismo, de la dispersión máxima. • La estesis Esta tensión hacia la unidad es propia de la estesis, que aparece como el movimiento inverso de aquel que resuelve los sincretismos. En su nueva relación con el mundo, el sujeto experimenta el valor en la primera disociación por la cual él mismo es engendrado; la emoción estética podría ser interpretada como un "volver a sentir" esa escisión, como la nostalgia de la "tensividad fórica" indiferenciada. Esto permitiría dar cuenta del hecho de que las manifestaciones de la es tesis son acompañadas, la mayoría de las veces, por un intercambio de roles sintácticos: reinmerso en la foria, el sujeto estético vuelve a encontrar el momento en que su configuración prototípica hubiera podido instaurarse lo mismo como objeto que como sujeto. Por ello, en las representaciones figurativas algunas veces se ve al objeto estético transformarse en sujeto de un hacer estético, del que el sujeto mismo de la emoción podría tornarse a su vez en objeto. Por otra parte, frecuentemente se observa en el discurso que, cuando se trata de decidir sobre tal o cual valencia y no se puede acceder a un sistema axiológico constituido o bien se le rechaza en principio, el sujeto opta por un discurso estético. Para un sujeto que no reconoce los valores insti- LA EPISTEMOLOGÍA DE LA..S PASIONES 29 tuidos, que menosprecia los que son generalmente aceptados, el mal se vuelve fealdad, el bien se vuelve belleza; es así como el cínico, pero también el socialista revolucionario o el anarquista del siglo pasado son sensibles al éxito estético de una conducta moral (o inmoral), del mismo modo en que, mediante una escenificación caricaturesca, también buscan exhibir la fealdad de una conducta inmoral (o moral). La tensión hacia lo uno, esta amenaza -o esperanza- de retorno al estado fusiona!, abre dos posibilidades que merecen ser señaladas. En primer lugar, la concepción de la estesis como un "volver a sentir" el estado límite y como espera de un retorno a la fusión, que descansa en la fiducia, permite prever, en el nivel discursivo, la existencia de una dimensión estética. La dimensión pasional, construida a partir de la foria como su precondición y que busca su manifestación, tendría como contrapartida la dimensión estética que, por su parte, descansaría sobre la eventualidad -esperanza o nostalgia- de un retorno a la protensividad fórica, un retorno al universo indiferenciado postulado como precondición de toda significación. e La inestabilidad actancial Por otro lado, la inestabilidad de la escisión y la intercambiabilidad de los roles de sujeto y de objeto, observada en la manifestación discursiva, hace pensar que, en el intervalo que separa al estado fusional del estado escindido, la aparición de lo "doble" puede interpretarse como una prefiguración de la intersubjetividad, lo mismo que como la de la relación sujeto/ objeto. Volviendo al modo en que la emergencia del sujeto protensivo ha sido contemplada, se puede decir que éste se ve atraído por dos fuerzas congruentes pero casi contradictorias: por un lado, la protensividad, en virtud de la cual el sujeto se diferencia del objeto y le procura una imagen de su "ipseidad", y por el otro, la fiducia, esa manera de ser del "sujeto para el mundo", que en la medida en que suspende esta diferenciación, le presenta una especie de "alteridad". Basta con que prevalezca una u otra, la protensividad o la fiducia, para que la escisión de lo "uno" en lo "doble" conduzca, ya sea a un reforzamiento de las posiciones específicas del sujeto protensivo y de las "sombras de valor", ya sea a la aparición de dos "intersujetos", y las respectivas posiciones, al no estar todavía fijadas, serían intercambiables en razón misma de su imprecisión. Así pues, dentro de la foria aparecen, en un juego de intercambios tensivos, ya sea proyecciones de intersujetos, ya sea de los roles de sujeto y de objeto, a veces como dobles idénticos, a veces como dobles diferentes gracias a los cuales se construyen alternativa y congruentemente el sujeto para sí y la intersubjetividad. Este juego de alternancias permitiría comprender cómo es que, al reanudar lazos con el estado fusional, el sujeto 30 LA EPISTEMOLOGÍA DE LAS PASIONES estético guarda cierta imagen de alteridad, y por qué la manifestación discursiva ancla la emoción estética en la intersubjetividad. El conjunto de esas formas protoactanciales parece provenir de una misma instancia: la tensividad fórica. Ahora bien, en el análisis de discursos concretos, en especial de aquellos que despliegan recorridos de sujetos apasionados, se encuentra frecuentemente una inestabilidad y una intercambiabilidad comparables de los roles actanciales; más sorprendentemente aún, el imaginario del sujeto apasionado parece contener a veces toda una población actancial cuyos papeles se intercambian y se cruzan. En el ir y venir indispensable entre la conceptuación del nivel profundo y la manifestación discursiva, uno se ve obligado de hecho a suponer la existencia de un eco entre, por una parte, el funcionamiento protoactancial característico de la tensividad fórica y, por otra parte, el funcionamiento actan-. cial del imaginario del sujeto apasionado. Lejos de aparecer como un simple actor que manifestaría simultáneamente en cuanto tal varios roles actanciales, este último adopta la forma de un verdadero sujeto discursivo que hubiera "interiorizado" (o "internalizado") todo un juego actancial mediante el cual la pasión sería escenificada; mucho mejor que un sincretismo ordinario, ese sujeto a fin de cuentas se definiría principalmente por esta capacidad de suscitar toda la panoplia de roles actanciales necesarios para la escenificación discursiva de la pasión. Esta propiedad no es pensable -=-en el marco de la semiótica, por supuesto- sino a condición de instalar previamente en el espacio tensivo la posibilidad de una fragmentación de lo "uno" en varios "protoactantes". Es fácil imaginar que, en el seno de la tensividad fórica -hecha de tensiones de lo "uno" hacia lo "doble" por influencia del azar sobre la necesidad y de tensiones de lo "doble" hacia lo "uno" gracias a una recuperación de la necesidad por encima del azar-, la masa fórica tiende a polarizarse: todavía no se está frente a una verdadera polarización en euforia/ disforia, sino frente a la sola oscilación entre "atracción" y "repulsión", ya que la polarización propiamente dicha no ocurrirá más que en el momento de la categorización. La imagen de la puesta en marcha del sentido nos parece aquí apropiada: todo sucede como si el sentir mínimo confirmara o invalidara al mismo tiempo la primera inflexión de la foria, como si oscilara entre la fusión, la escisión y la reunión. Una configuración pasional, la de la "inquietud", permite reconocer en el nivel del discurso una manifestación-de esta inestabilidad constitutiva, en la medida en que es una agitación anterior a la euforia y a la disforia, que en cierto modo suspende la polarización. Al respecto, cabría señalar que la inquietud impide toda evolución de las tensiones de la foria y que, en consecuencia, obstaculiza la formación de las "valencias" y toda firme orientación de la protensividad. Ésta es la razón por la que el sujeto discursivo inquieto no tiene otra expectativa más que la de controlar la oscilación que lo arrastra; en fin, es 1 1 \ LA EPISTE~IOLOGÍA DE LAS PASIONES 31 la razón por la que la inquietud se presenta frecuentemente como una emergencia de la insignificancia en el nivel de la manifestación discursiva. El devenir y las premisas de la modalización El reconocimiento de la tensión propia de la foria permite considerar una primera representación del engendramiento de las modalidades, destinadas a convertirse, en el nivel de la sintaxis narrativa, en las modalizaciones del hacer y del estar-ser. La dificultad reside en que esas modalidades, tal como las concebimos -el querer, el deber, el poder y el saber-, son dependientes de la categorización racional, mientras que desde otro punto de vista, al considerar los efectos de sentido pasionales, parecen obedecer a otros modos de organización, más "configuracionales" que propiamente estructurales. Aquí se quisiera mostrar que, ya desde el nivel de las precondiciones de la significación, la evolución de la pretensividad delinea, entre otras cosas, prefiguraciones tensivas de las cuatro modalidades, y que éstas -que serían guardadas en memmia para decirlo así por el universo modal una vez categorizado- repercuten en el funcionamiento pasional de las modalidades. ® Protensividad y devenir La escisión del protoactante indiferenciado no puede resistirse al retorno a la fusión original más que a condición de que la tome a su cargo una "orientación" que se encuentra ya presente en el protoespacio-tiempo en el que se delinea el horizonte óntico. Tomando una cierta distancia, se puede considerar que, del conjunto de tensiones que animan la foria, las que son propicias a la escisión y las que buscan la fusión pueden o equilibrarse o prevalecer unas sobre otras; en caso de equilibrio, continúa la oscilación; si, por el contrario, las tensiones favorables a la fusión prevalecen, la necesidad recupera sus derechos y la significación no puede advenir. Por lo que se ve, para que la significación pueda desprenderse de la tensividad fórica, se requiere que predominen las tensiones favorables a la escisión: sólo en ese caso puede delinearse la protensividad como una orientación. Por otro lado, una orientación como tal es la condición necesaria para que la foria pueda prefigurar la sintaxis, ya que únicamente este tipo de desequilibrio parece propicio al surgimiento del "cuasi sujeto" y de las valencias. Se podría llamar devenir al desequilibrio "positivo" que es favorable a la escisión de la masa fórica. Para tratar de entender cómo es posible reconocer en la foria un esbozo de sintaxis, nos parece útil convocar ahora esta noción de devenir, poco utilizada en semiótica, que presentaría la ventaja de hacer repercutir, en 32 LA EPISTEMOLOGÍA DE LAS PASIONES el nivel epistemológico, las manifestaciones de lo continuo observadas en la sintaxis discursiva. En su definición común, como "paso de un estado a otrd' o como ''serie de cambios de estado", el devenir no toma en cuenta la distinción entre estar y hacer, y subsume estados y transformaciones. En otras definiciones, más filosóficas o casi semióticas, en un nivel de análisis en el que el cambio "humano" no se distingue todavía del cambio "natural", el devenir es presentado como el principio de un cambio continuo, una pura dirección evolutiva: algo llega a ser, algo deviene, podría decirse. Con respecto a las dos magnitudes discontinuas que son el estar y el hacer, el devenir sería, en cierto modo, una precondición y un sincretismo susceptible de ser resuelto; entre el "cuasi sujeto" y las "sombras de valor", no es cuestión de una junción, ni de estados y transformaciones, sino de una tensión fiduciaria, dinamizada por las oscilaciones de la atracción y de la repulsión y desequilibrada en favor de la escisión. Si se entiende la protensividad como el efecto modal arcaico de la escisión en el espacio de la foria, el devenir sería la versión "positiva" propicia a la aparición de la significación. De hecho, poca distancia separa a esas nociones: "protensividad", "orientación" y "devenir" designan, aproximadamente y con enfoques diferentes, la misma cosa; la protensividad es el primer efecto modal de la escisión, la orientación es su propiedad figura!, el devenir es el producto de un desequilibrio de las tensiones que confirma la escisión. Además de ser intuitivamente más manejable que el de "protensividad", el término "devenir" ofrece una doble ventaja. Por una parte, en tanto precondición perteneciente al nivel epistemológico, invita a afinar el análisis de la protensividad; en efecto, obliga a pensarla simultáneamente como orientación y evolución, es decir, como portadora de una historicidad. En ese sentido, el devenir es compatible con las hipótesis referentes a la evolución antropológica y biológica. Por supuesto, lo anterior no significa que constituye una "cabeza de puente" para una eventual invasión teórica sino, de manera más prudente, que en ese nivel de la construcción teórica -el de las precondiciones de la significación- es posible una discusión respecto de tales hipótesis. Por otra parte, con respecto a la manifestación discursiva, donde el término conserva alguna pertinencia, designa el despliegue y desarrollo espacio-temporal; sin embargo, en ese nivel, en el que una aspectualización concebida como la gestión del continuum discursivo es suficiente para dar cuenta de tales efectos de superficie, parece redundante el uso de ese término. En cambio, en el nivel de las precondiciones, al seleccionar un principio de orientación unilateral y de evolución de entre todas las tensiones fóricas, crea el efecto de "apuntar hacia un objetivo" [uisée1 en virtud del cual resulta pensable una sintaxis, en particular si se piensa que es posible descomponer el efecto de apuntar en un efecto origen (el sujeto) y un efecto fin (el objeto). LA EPISTEMOLOGÍA DE LAS PASIONES 33 " Las modulaciones del devenir / La resolución de ese sincretismo tomará sucesivamente dos vías: primero, la de la modulación y, después, la de la discretización que engendrará las modalizaciones. La primera constituiría una prefiguración de la aspectualización discursiva. La segunda, al reelaborar los resultados de la modulación, establecería, por una parte, el vínculo entre las variaciones de la tensión en el espacio de la foria y, por la otra, la categorización modal puesta en actividad en el nivel narrativo. El tratamiento aplicado al devenir obedece a los dos grandes procedimientos utilizados hasta hoy en día en materia de tratamiento de lo continuo: una demarcación de las variaciones tensivas, que revela las modulaciones, y una segmentación, que hace aparecer las unidades discretas. Por el momento nos interesa más la demarcación, que obedece a una lógica de las aproximaciones y procede por traslapas y rupturas de tensiones, dando así lugar a fases de aceleración o ele desaceleración, a orígenes y fines, a aperturas y cierres, a suspensiones o demoras. Estas variaciones, propiedades intrínsecas del devenir, se encuentran inscritas en su definición misma; en efecto, puesto que el devenir no es más que un "desequilibrio favorable", las tensiones en favor de la escisión no prevalecen sino globalmente para un "observador" situado a cierta distancia, mientras que, de cerca, para un "observador" próximo, los retornos, los desequilibrios inversos arriesgan localmente la continuidad de la evolución. De algún modo, es posible concebir las modulaciones del devenir como cierta manera de manejar simultáneamente la heterogeneidad de las tensiones y la homogeneidad global de la orientación. Por ejemplo, el prototipo del querer podría provenir de una "apertura" que actualizara el efecto de "apuntar hacia un objetivo" y sería reconocible en ese nivel tensivo merced a una aceleración del devenir; cada nueva aparición del querer, cualquiera que fuera su posición, provocaría una nueva apertura o una nueva aceleración. En cambio, el prototipo del saber cerraría el devenir y actualizaría un efecto de "prensión", inverso al efecto de "apuntar hacia un objetivo"; detendría el curso del devenir para medir su evolución. Como se verá más adelante, la extensión de esta modulación a la totalidad del espacio de la foria, mediante la estabilización de las tensiones, abrirá la posibilidad de una racionalización cognoscitiva del universo de sentido. En cuanto al prototipo del poder, éste se encuentra encargado de "mantener el curso" del devenir, de acompañar a sus fluctuaciones para conservar el desequilibrio favorable a la escisión. Además, las tres modulaciones -"abriente", "clausurante" y "cursiva"- prefiguran lo que, en el nivel del discurso, se convertirá en la triada aspectual "incoativo/durativo/terminativo"; aunque es preciso notar que, en tanto forma discursiva del proceso, la triada aspectual tiene poco que ver con las tres modalizaciones aquí evocadas: por supuesto, ambas triadas tienen el mis- 34 LA EPISTEMOLOGÍA DE LAS PASIONES mo fundamento, pero se obtienen mediante dos procedimientos totalmente diferentes. En efecto, si se aplica la categorización a partir de las tres modulaciones del devenir, se les hace seguir el recorrido generativo y se convierten en modalizaciones en el universo semionarrativo; en cambio, si se convoca a esas mismas modulaciones para discursivizar los procesos, entonces reaparecen en el nivel de la manifestación como "aspectos". Esta presentación ofrece la ventaja de una economía de medios (un único concepto y dos procedimientos muy generales), al tiempo que distingue entre la conversión, reservada al recorrido generativo, y la convocación enunciativa, reservada a la discursivización, tanto de las variaciones de la tensividad fórica como de los productos del recorrido generativo propio del nivel semionarrativo. Sin embargo, es preciso señalar que ella supone una representación de la economía general de la teoría en~tres "módulos" ligados mediante operaciones: el de las precondiciones, el de lo semionarrativo y el del discurso. Regresaremos a este tema más adelante. En cuanto al prototipo del deber, éste se presentaría como una suspensión del devenir, en el sentido de que lo transforma en otra necesidad; en lugar de la fusión de lo "uno", propone la coherencia del "todo", ya que una vez establecido el principio de la escisión, otro peligro amenaza: el de la dispersión. En efecto, si nada se opone a las fuerzas dispersivas puestas en marcha por el primer estremecimiento del sentido, después de la insignificancia de lo "uno" se instalará otra insignificancia, la del caos, es decir, la de la escisión indefinida, uno de cuyos efectos lo hemos encontrado en la agitación desordenada y estéril que caracteriza a la inquietud. El prototipo del deber se opone a este peligro como una fuerza cohesiva que busca constituir una totalidad de tensiones; en la práctica, esto equivale a adoptar, con respecto al devenir, el punto de vista del observador distante que, como se ha visto, homogeneíza los avatares de la foria y desdeña las variaciones y las fases. En resumen, el prototipo del deber procedería mediante la "puntualización" de la modulación, neutralizando con ello los efectos "abrientes", "clausurantes" y "cursivos". Tal hipótesis permitiría dar cuenta del funcionamiento muy peculiar de la modalización resultante. e Modulaciones, modalizaciones y aspectualizaciones La preeminencia del incoativo en Capitale de la douleur, que hemos interpretado como la manifestación de una valencia, tomaría aquí todo su sentido: señalaría el dominio de un prototipo del querer, la modulación "abriente" y su efecto de "apuntar hacia un objetivo", que en esa recopilación aparece muy explícitamente como una resistencia a la ne. cesidad. De manera más general, al entrar en el texto por vía de sus variaciones o de sus elecciones aspectuales, es posible reconocer formas dominantes de la tensividad; en la medida en que esas elecciones defi- LA EPISTEMOLOGÍA DE LAS PASIONES 35 nen un cierto modo de acceder a la significación para el sujeto epistemológico y al valor para los sujetos narrativos -como sucede con el incoatiiVO en Éluard-, es posible considerar que manifiestan los que podrían s~r llamados "estilos semióticos": la agitación del inquieto, la vacilación del veleidoso, el estilo "agresivo" del voluntarista, son otras tantas manifestaciones aspectuales de la manera en que la significación y el valor advienen en diferentes tipos de discursos o para cada uno de los sujetos así caracterizados. Desde otro punto de vista, en ausencia de una manifestación directa o indirecta de las modalizaciones, el examen de la selección de los aspectos dominantes permite plantear la existencia de tal o cual modulación dominante en el nivel profundo, que habría sido convocada prioritariamente por la puesta en discurso. Al suponer que esta modulación es predominante, resulta posible sospechar y prever que la organización modal, en caso de que exista en inmanencia, deberá ser afectada u orientada en consecuencia. De esta manera, la vacilación, que remitiría a una modulación a la vez abriente y suspensiva, permitiría prever una definición compleja del querer (querer y no querer) e incitaría a buscar en la manifestación discursiva sus eventuales huellas específicas. Igualmente, la agitación, como forma aspectual superficial, revela una forma peculiar de modulación suspensiva: la que la pura oscilación de las tensiones produce, el equilibrio imposible entre la fusión y la escisión. Es posible interpretar este equilibrio inestable como la coexistencia- de dos modulaciones cuyos efectos se anulan: por ejemplo, una modulación abriente y una modulación clausurante o, también, una modulación cursiva y una modulación puntualizante; en esa circunstancia, uno se vería incitado a plantear la hipótesis de la existencia, en el nivel narrativo, de una confrontación modal, ya sea entre querer y saber, ya sea entre poder y deber; en uno y otro caso, se delinearían los contornos de la inquietud o de la angustia. Por otro lado, parece ser que este procedimiento de descubrimiento es el mismo que utilizan, intuitivamente o con otros instrumentos de investigación, los psiquiatras, cuando infieren una disposición psíquica de tipo modal o pasional (cf. la angustia o el componente ansioso de la depresión) a partir de la forma aspectual o superficial de un comportamiento (cf. la agitación). Las tres instancias: modulación, modalización y aspectualización, distribuidas respectivamente en la tensividad fórica, el nivel semionarrativo y lamanifestación discursiva propiamente dicha, constituyen en cierto modo el triángulo teórico cuyo valor heurístico nos esforzamos por demostrar. Regresando a la tensividad fórica, el número de modulaciones posibles para el devenir es actualmente indefinido; probablemente lo es por definición: por una parte, las escasas formas que hemos sugerido y parcialmente ilustrado no agotan los posibles casos de figura, y por la otra, ya que permanecemos en un modo continuo, la lógica de las aproximaciones 36 LA EPISTEMOLOGÍA DE LAS PASIONES y los traslapas que rige en ese nivel acepta tantos tipos mixtos o intermedios como se quieran imaginar. Está claro que, si hemos identificado prio. ritariamente las modulaciones abriente, clausurante, cursiva y puntualizante, es a causa de la categorización modal que los seleccionará, de acuerdo con un principio que examinaremos pronto, para integrarlos en el nivel semionarrativo. Por un mundo cognoscible El El discernimiento El sujeto modalizado por la fiducia en el estrato fórico, cuyos rasgos principales acabamos de delinear, y asociado a las "sombras de valor" merced a la protensividad, aún no es capaz de conocer el valor, únicamente puede sentir la valencia, en particular bajo el modo de la apreciación estética. Para conocer, es preciso primero negar. Cierto es que las "proformas:' de objetos ya se le presentan, que las modulaciones del devenir introducen ya una especie de "respiración" -¿un ritmo?, ¿un tempo?- en la protensividad, pero nada se encuentra categorizado todavía, nada presenta contornos discretos. La negación es la primera operación por medio de la cual el sujeto se funda a sí mismo como sujeto operador y funda al mundo como cognoscible. En cierta manera, se trata de una especie de disjunción: la primera era la disjunción con respecto a la necesidad óntica como efecto del azar; la segunda es una disjunción con respecto a la modulación continua de las tensiones y a un mundo de valores no cognoscible. Esta negación se analiza en dos tiempos. El primer gesto es un acto puro, el acto por excelencia: un discernimiento. El sujeto operador discierne una posición que delimita la zona de una categoría a partir de una sombra de valor; este discernimiento es él mismo una negación, o más bien una aprehensión, una incautación, una interrupción de las fluctuaciones de la tensión. En efecto, el mundo como valor se ofrecería todo entero al sentir del sujeto tensivo; pero; para conocerlo, es necesario detener el flujo continuo, es decir, generalizar la "clausura" -se trata, pues, del origen de la primera negación-, delimitar una zona, discernir un lugar, es decir, negar lo que no es ese lugar. 4 Así, en Proust, antes de escuchar la frase de Vinteuil, Swann es un individuo 4 Esta concepción del advenimiento de la significación, en cierta forma, es un eco de la que ha sido desarrollada por R. Girard en Des choses cachées depuis la fondation du monde (Grasset, 1978); a partir de la indiferenciación natural y de la propagación de la violencia social, la cultura y la significación emergen merced a la elección de un chivo expiatorio. Ahí también se trata de un discernimiento-negación que, según Girard, erige al primer significante cultural. LA EPISTEMOLOGÍA DE LAS PASIONES 37 común, sin ideal ni proyecto, que subsiste intelectual y afectivamente de pequeñas cosas, que vaga en un mundo insignificante; la frase de Vinteuil es la figura de ese sujeto operador liminar, ya que efectivamente ella va a determinar un lugar, a delinear en su espíritu la zona en la cual, como escribe Proust, el nombre de Odette se inscribirá: De sorte que ces parties de l'áme de Swann ou la petite phrase avait effacé le souci des intéréts matériels, les considérations humaines et valables pour tous, elle les avait laissées vacantes et en blanc, et il était libre d'y inscrire le nom d'Odette. 5 [De modo que aquellas partes del alma de Swann en las que la frasecita había borrado la preocupación por los intereses materiales, por las consideraciones humanas y corrientes, ella las había dejado vacías, en blanco, y Swann podía inscribir ahí el nombre de Odette.J El segundo gesto, que sólo es la otra faz del primero, es una contradicción, la negación en sentido categorial. El discernimiento-negación aplicado a una sombra de valor no puede instalar más que a no-S 1, primer término del cuadrado semiótico. En efecto, el sujeto tensivo, transformado en sujeto operador mediante esta disjunción, no puede discretizar sino sombras de valor, de las que se encuentra separado merced a la escisión: no tiene otra cosa que "discernir" más que la ausencia. Dicho en otros términos, para hacer advenir la significación y estabilizar la tensividad, el sujeto operador no tiene otra solución que categorizar la pérdida del objeto, y ésta es la razón por la que la primera operación discreta es una negación; no es sino bajo esta condición que, en virtud de la introducción de lo discontinuo en lo continuo, el sujeto podrá conocer el objeto detrás de las sombras de valor. Sin la contradicción, el discernimiento no determinaría más que una pura singularidad en el continuo tensivo y fracasaría en su intento de hacer advenir la significación; es así como, después de haber aparecido como "singular" e irreductiblemente individual, la frase de Vinteuil se delinea como una red de contrastes, de negaciones internas -para ser conocida y reconocida-, y terminará por ser el signo de una ausencia, una ausencia de cuya existencia Swann no tenía idea anteriormente y a partir de la cual su vida volverá a tomar sentido. De hecho, es fácil justificar el discernimiento, si se piensa en lo que puede sucederles al sujeto tensivo y a sus valencias: una vez confirmada y sostenida como devenir, la escisión actancial y la distribución de las tensiones se equilibran globalmente. Así, se llega a una fase de equilibrio en la que la dinámica interna de la foria choca contra la estabilización del devenir. En ese momento, se presenta una alternativa: o bien la fiducia 5 A la recherche du temps perdu, t. I, Du cóté de chez Swann, París, Gallirnard, Bibliotheque de la Pléiade (Un amour de Swann, p. 237). 38 LA EPISTEMOLOGÍA DE LAS PASIONES triunfa y, con ella, la tendencia a retornar a la fusión, o bien la protensividad del sujeto se convierte en acto y ese sujeto deviene sujeto operador; una evolución como ésta se inscribe en la definición misma del devenir, ya que la conservación de un desequilibrio "positivo" no puede llevar más que a su acentuación y, en último término, a una estabilización. En última instancia, la confirmación de la escisión de alguna manera adopta la forma de un reconocimiento -que funda lo cognoscitivo- de la separación entre el mundo y el sujeto. ª' La categorización En consecuencia, el cuadrado semiótico, o cualquier otro modelo que ocupe su lugar en el recorrido generativo, instala una racionalidad significante en el lugar en que se suponía la existencia, como "horizonte del ser", de una simple necesidad. Por el contrario, a manera de ejemplo, la emoción estética parece difícilmente discretizable: o el mundo se encuentra "marcado" estéticamente o no lo está; puede estar más o menos estetizado bajo un modo continuo, pero entonces escapa al juego de las diferencias semióticas categoriales. En cambio, la protensividad "blanda" de La chute se ve acompañada por una suspensión universal de las diferencias: somos todos iguales, todos culpables, no hay valor en sentido axiológico ni valor en sentido estructural. Esta manera de engendrar las estructuras elementales de la significación permite entender al mismo tiempo su papel estabilizador. Mediante el discernimiento-negación, el sujeto operador suscita una nueva mag-. nitud: la categoría, que es como una respuesta a la solicitud de unidad que proviene de la necesidad originaria. Pero ahora esta unidad es una red de relaciones estables en la que la composición de las contradicciones, de las contrariedades y de las implicaciones, al tiempo que fragmenta la categoría en varios términos, les proporciona una imagen totalizante y, sin embargo, en devenir. Las estructuras elementales de la significación logran reconciliar un principio de evolución por medio de una sintaxis dialectizante y una forma categorial de la totalidad. De esta manera, mediante la instalación de relaciones dialécticas y discontinuas entre la categoría y sus términos, se ve resuelta la tensión entre lo "und' y lo "múltiple". Por otra parte, la discretización transforma el devenir en un sucesión de disjunciones y de conjunciones discontinuas. El primer discernimiento, seguido por las operaciones constitutivas de la estructura elemental, transmuta las modulaciones en una sucesión de "antes" y "después", en una sucesión de fases y de umbrales de fases. Desde esta perspectiva, los estados y las transformaciones serán definidos respectivamente en este nivel como las zonas aisladas por el discernimiento en el desarrollo orien- 39 LA EPISTEMOLOGÍA DE LAS PASIONES tado del devenir y como los caminos que llevan de un estado a otro. De acuerdo con lo anterior, la sintaxis elemental no se añade ulteriormente a las estructuras elementales de la significación, sino que proviene de la resolución misma del sincretismo; en especial, es posible notar que, si la estructura elemental proviene de un discernimiento de las "sombras de valor", es decir, de las valencias que se dibujan sobre el fondo de la fiducia, la sintaxis elemental de los estados y de las transformaciones proviene, ella, de un discernimiento de las fases de la protensividad. Este mismo procedimiento, esta "aprehensión-interrupción" que hemos identificado como el primer acto negador y fundador, es susceptible de engendrar simultáneamente, con una simple variación de su alcance, la categoría y su sintaxis: una aprehensión de alcance local en el primer caso, una aprehensión del efecto'dinámico global en el segundo. LA SINTAXIS NARRATIVA DE SUPERFICIE: LOS INSTRUMENTOS DE UNA SEMIÓTICA DE LAS PASIONES Una vez llegados a este nivel de la sintaxis narrativa propiamente dicha, estamos en posibilidad de definir los instrumentos conceptuales que son utilizables directamente en el análisis de las pasiones. Las estructuras modales Puesto que la discretización interviene en la modulación de las tensiones en devenir después de que ésta ha operado, en consecuencia, es posible aplicarla a los resultados de esa modulación. Este procedimiento convierte, en especial, las modulaciones obtenidas por la "demarcación" (abriente, clausurante, cursiva y puntualizante) en categorías modales. 6 Si se acepta que el discernimiento debe confirmar y estabilizar la 6 C. Zilberberg intenta conciliar la tensividad y la categorización al reunir en un mismo cuadrado semiótico cuatro formas tensivas que se parecen en mucho a las modulaciones del devenir: CONTENSIVO ' EXTENSIVO (= puntualizante)>< (=cursivo) RETENSIVO (= clausurante) ~' Dl;iTENSIVO (= abriente) Seductora en muchos sentidos, esta opinión sin embargo no es compatible con nuestra descripción del nivel profundo: si las formas tensivas son categorizables es porque están estabilizadas y, en consecuencia, ya no son tensivas; quizá no sea más que una cuestión de formulación. LA EPISTEMOLOGÍA DE LAS PASIONES 40 escisión, resistir a la necesidad óntica y proceder por negación, entonces la primera operación modalizante consiste en una negación del deber por el querer. Acto seguido la categoría modal se despliega como un cuadrado semiótico. s1: DEBER (cf. puntualizante) NO-s 2: SABER (cf. clausurante) s2: PODER (cf cursivo) N0-8 1: QUERER (cf. abriente) De este modo se obtienen dos ejes modales: el de las modalizaciones exógenas, modalizaciones del sujeto heterónomo (deber us poder) y el de las modalizaciones endógenas, modalizaciones del sujeto autónomo (saber us querer). También aparecen dos esquemas modales: el de las modalizaciones virtualizantes, modalizaciones del sujeto virtualizado (deber us querer) y el de las modalizaciones actualizantes, modalizaciones del sujeto actualizado (saber us poder). En consecuencia, las dos deixis aparecen respectivamente como las modalizaciones "estabilizantes" (deber vs saber) y las modalizaciones "mouilizantes" (poder us querer). Sin embargo, no está de más recordar el sustrato tensivo de las organizaciones modales y la modulación que se halla en su origen. En primer lugar, la idea misma de hacer surgir las cuatro modalizaciones a partir de una misma categoría modal no tiene sentido si esta categoría no ofrece un contenido homogéneo -que en semántica estructural era llamado un "eje semántico". Ahora bien, este contenido no es otro que el resultado de un discernimiento que opera sobre la masa tímica; en otras palabras, y sin entrar en el detalle de la construcción teórica de las precondiciones epistemológicas, se podría decir que la masa tímica sobre la que se erige el sistema modal encarna el contenido de la categoría modal. En segundo lugar, para establecer la sintaxis modal de las configuraciones pasionales, será posible eventualmente apoyarse en la modulación tensiva y en la interpretación homogénea del conjunto de modalizaciones que tal modulación autoriza. LA EPISTEMOLOGÍA DE LAS PASIONES 41 El sujeto) el objeto y la junción En las formulaciones anteriores, los diferentes términos y las diferentes relaciones reveladas en el seno de la categoría modal se refieren esencialmente al sujeto y no al objeto o a la junción; esto no significa que la modalización no ataña al objeto y a la junción. Más bien, es todo lo contrario, ya que, en el momento en que la categoría se di.scretiza, los sujetos y los objetos sintácticos de la junción aún no han sido constituidos. El único verdadero sujeto del que disponemos hasta entonces es el sujeto operador (el del discernimiento); pero el único "objeto" que le puede ser atribuido es aquel que él se da por medio del discernimiento; es decir, un conjunto de relaciones en el seno de una categoría -el cuadrado semiótico como objeto cognoscitivo formal-. Por lo demás, nos hemos enfrentado únicamente a "cuasisujetos" y a "sombras de valor". Tradicionalmente, el sujeto y el objeto son considerados como indefinibles, como los términos finales de la relación predicativa, concebida como "orientación" o "mira". En este punto podría recordarse que la "mira" ya ha sido definida aquí como un "efecto" producto del carácter unilateral y tensivo de la orientación y que, a ese respecto, el sujeto y el objeto pueden ser considerados, en el espacio de la foria, como efectos de segundo grado (efecto origen y efecto fin). El sujeto operador, constituido como tal mediante un discernimiento, evacua las modulaciones susceptibles de delinear las sombras de valor (las valencias) y las remplaza por las estructuras elementales de la significación. A partir de ese momento, al tratar los diferentes términos discretos (8 1, N0-8 1, 8 2, N0-8 2) corno distintas formas de la junción (conjunción, no-conjunción, clisjunción, no-disjunción), ese sujeto es capaz de recorrer de manera discontinua, en el seno de la categoría discernida, las estructuras elementales de la significación; esta descripción se conforma con el procedimiento ele discretización del devenir que hemos propuesto antes. Pero, en tal caso, el objeto no será sino una forma sintáctica que se ofrece como diferentes posiciones propuestas al sujeto en el seno de la categoría y, en consecuencia, se definirá en ese nivel como un conjunto de propiedades sintácticas que aparecerán como simples coerciones impuestas al recorrido del sujeto. El carácter "participativo" de un objeto sintáctico sería, por ejemplo, una de estas propiedades, ya que determina un tipo de junción. Habría, pues, que suponer que, después del primer discernimiento, por el ímpetu de una dinámica anterior, el nuevo sujeto operador prosigue un itinerario cuyo fin todavía no conoce: se puede admitir aquí que la protensividad es recursiva y que, si bien el discernimiento detiene y convierte las modulaciones, no por ello afecta a la orientación dinámica. Los dos actantes sintácticos sujeto y objeto serían instalados a partir de esta orientación dinámica recursiva: el primero como operador de las fuerzas de transformación de una posición a otra, y el segundo como LA EPISTEMOLOGÍA DE LAS PASIONES 42 conjunto de propiedades (las reglas del juego, de alguna manera) propias de cada una de las posiciones sucesivamente adoptadas. A partir de ese momento, la modalización, surgida de las modulaciones del devenir, se aplica prioritariamente a esas "reglas del juego" o a esas "propiedades" características de cada lugar ocupado por el sujeto, y no al sujeto mismo. En efecto, al liberarse de las fluctuaciones de la foria en virtud del primer discernimiento, el sujeto operador ya no se ve animado más que por la "orientación dinámica" que se mantiene en ese nivel; en cambio, como se mostrará sin dificultad en el transcurso del análisis de la avaricia y de los celos, las modulaciones subyacentes (por ejemplo, la modulación "retensiva" en el caso del avaro) se vuelven a encontrar bajo la forma de propiedades sintácticas que sobredeterminan tal o cual posición de la junción (una conjunción acumulativa con objetos indestructibles o una no-disjunción con objetos destinados a circular). En consecuencia, las valencias se ven parcialmente convertidas en propiedades de los objetos sintácticos. De la valencia al valor La pregunta que aún subsiste es la de la formación de los objetos de valor. En efecto, "valor" se emplea en semiótica con dos acepciones diferentes: 7 el "valor" que subyace a un proyecto de vida y el "valor" en sentido estructural, tal como lo concibe Saussure. Conciliar esas dos acepciones permite forjar el concepto de objeto de valor: un objeto que da un "sentido" (una orientación axiológica) a un proyecto de vida y un objeto que encuentra su significación en la diferencia, por oposición a otros objetos. De hecho, la aparición del objeto de valor depende de lo que le suceda a las valencias. La valencia es una "sombra" que suscita el "presentimiento" del valor; el objeto sintáctico es una forma, un "contorno" de objeto comparable al que proyecta frente a él el sujeto durante la percepción de la Gestalt y que es codefinitorio del sujeto; el objeto de valor es un objeto sintáctico cargado semánticamente; pero -y he ahí la clave- la carga semántica descansa en una categorÍzación surgida de la valencia misma. Está claro, por ejemplo, que la frase de Vinteuil no propone, propiamente hablando, un objeto de va~or: primero designa una valencia, por discernimiento, y después, a par- Cf. J. Petitot, "Les deux indicibles, ou la sémiotique face a l'imaginaire comme chair", en Parret y Ruprecht (comps.), Exigences et perspectiues de la sémiotique, Amsterdam, Benjamins, 1985. Si nos atenemos, como Petitot, únicamente a la confrontación entre esas dos acepciones de "valor", efectivamente existe una "aporía"; pero ello equivale a olvidar la valencia, el "valor de los valores" que rige so capa simultáneamente el engendramiento del valor en el seno de la categoría y el del valor en el objeto al cual apunta el sujeto. 7 LA EPISTEMOLOGÍA DE LAS PASIONES 43 tir de esa valencia, un tipo de objeto sintáctico se delinea como ((válido para el sujeto", sin que se pueda saber todavía cuál es su vertimiento semántico. Swann trouvait en lui, dans le souvenir de la phrase qu'il avait entendue,[ ... ] la présence d'une de ces réalités invisibles auxquelles il avait cessé de croire et auxqu.elles, comme si la musique avait eu sur la sécheresse morale dont il souffrait une sorte d'influence élective, il se sentait de nouveau le désir et presque la force de consacrer sa vie. 8 [Swann encontró en él, en el recuerdo de la frase escuchada, [... ] la presencia de una de esas realidades invisibles en las que había dejado de creer y, como si la música hubiera tenido una especie de influencia electiva sobre su resequedad moral, sentía de nuevo el deseo y casi las fuerzas de consagrar a ellas su vida.] Una vez instaladas esas determinaciones, cualquier contenido semántico puede ocupar el lugar así definido, con tal de que sea conforme a la valencia; para Swann será el amor, y ese amor satisfará las condiciones planteadas por la frase de Vinteuil. Si, semánticamente hablando, el sujeto sintáctico puede ser definido por el valor al que apunta, es porque ese valor obedece a los criterios impuestos por la valencia, que -como ya se vio- también controla las propiedades sintácticas de las posiciones ocupadas por el sujeto. Respecto de esta cuestión, de algún modo sería posible decir que el sujeto y el objeto se seleccionan recíprocamente: el sujeto, porque impone protensivamente propiedades sintácticas selectivas al objeto, y el objeto, porque semantiza al sujeto, siendo la valencia el criterio regulador de este encuentro. El vertimiento semántico reconocido como conforme a la valencia recibe entonces recursivamente las "atracciones/repulsiones" propias de la foria, las que, polarizadas esta vez, constituyen una axiología. Las estructuras actanciales En el momento en que el nivel narrativo toma a su cargo a los actantes sujeto y objeto obtenidos en la etapa anterior, éstos se convierten en "protoactantes" susceptibles de ser proyectados a su vez en el cuadrado semiótico y de ser tratados como categorías. El principio de esta categorización del protoactante es bien conocido y permite obtener cuatro posiciones principales: 8 Op. cit., p. 211. LA EPISTEMOLOGÍA DE LAS PASIONES 44 ACTANTE NEGANTIACTANTE ANTIACTANTE NEGACTANTE De este modo es posible engendrar los modelos actanciales que sirven para escenificar las estructuras polémico-contractuales. Su aparición responde, en cierta manera, a la primera "puesta en marcha del sentido", ya que la separación entre el "cuasisujeto" y la "sombra de valor", que es interpretada como la emergencia de la fiducia y la protensividad, podría perfectamente ser atribuida a la intervención de una forma de adversidad -aún no es posible hablar de antisujeto en ese nivel. En la medida en que hemos detectado tendencias cohesivas y tendencias dispersivas que pueden ser consideradas favorables o desfavorables al advenimiento de la significación, el principio mismo de una cohabitación indecisa de las estructuras contractuales y de las estructuras polémicas estaría ya en marcha en el seno de la foria. En el nivel de las estructuras semio-narrativas, el principio polémico adoptará dos facetas diferentes: o bien los sujetos apuntan al mismo objeto de valor y -en la medida en que comparten el mismo sistema de valores- se encuentran en competencia; o bien, en sus programas narrativos se encuentran incorporados sistemas de valor diferentes y, por ello, en conflicto. Además, J. Petitot ha sugerido, apoyándose en los diferentes estratos de la catástrofe de conflicto, que la contrariedad entre dos términos de una categoría puede funcionar como relación polémica entre sujeto y antisujeto o como diferencia entre dos objetos. Es preciso distinguir dos problemas diferentes. El primero es el de la aparición, en el recorrido generativo, de las relaciones polémico-contractuales en cuanto tales; el espacio fiduciario evocado anteriormente proporciona un punto de partida adecuado a la comunicación contractual de los objetos. Para explicar la aparición de las relaciones polémicas, sería conveniente una modulación del devenir que afectara a la fiducia, en especial si se admite que la escisión de lo "uno" puede engendrar tanto la pareja "sujeto/objeto" como una pareja de "intersujetos" en la que el juego de las atracciones/repulsiones prefiguraría las estructuras polémico-contractuales. Esta hipótesis es interesante en más de un sentido. En primer lugar, esclarece un fenómeno frecuentemente descrito pero rara vez explicado que se refiere a la transformación de los objetos en sujetos: el objeto 45 LA EPISTEMOLOGÍA DE LAS PASIONES se transforma en sujeto porque resiste, se sustrae, rechaza al sujeto de la búsqueda, mediante una especie de proyección sobre el objeto de los "obstáculos" que el sujeto encuentra: el antisujeto de algún modo reside en la figura-objeto, especialmente para un sujeto apasionado. Si la conversión objeto-1sujeto se ve acompañada por un efecto polémico, se debe aparentemente al retorno a la escisión tensiva y al estado de "intersujetos" que este retorno supone. Acto seguido, esto permite dar cuenta de uno de los aspectos del segundo problema que evocábamos poco antes. El segundo problema es aquel del cual tratábamos aquí mismo_, a saber: la categorización de los protoactantes y, como consecuencia, la categorización de las estructuras polémico-contractuales. Por el momento, esta última categorización se erige de la siguiente manera: COLUSIÓN ANTAGONISMO [gJ CONTRATO CONCILIACIÓN POLÉMICA DISCORDIA La cohabitación de las estructuras contractuales y de las estructuras polémicas es constante y a veces determinante, entre otras partes, en el universo pasional; en efecto, muchas pasiones aparecerán como la habilitación de una zona contractual en un universo polémico: por ejemplo, la "emulación", que se presenta corno un paréntesis contractual y un fair play 9 acompañado eventualmente por una recompensa, dentro de un campo de rivalidades; otras pasiones, por el contrario, confirman la irrupción de la polémica en un universo contractual: esto sucede con la cólera, que suscita una frustración a partir de un horizonte contractual y pacífico. Engarces como éstos, entre lo polémico y lo contractual, que de alguna manera hacen la vida soportable, entre una paz sin peripecias y un desgarramiento incontrolable, podrían ser descritos como el resultado de una aspectualización producto de la discursivización, pero no es posible explicarlos sin volver a examinar algunas modulaciones de la tensividad fórica. En efecto, si se acepta que las estructuras polémico-contractuales son prefiguradas durante la escisión y la primera puesta en marcha del sentido, entonces es posible comprender que obedecen a la lógica de las aproximaciones y ele los traslapas. Fácilmente se puede mostrar que una pasión como es el "conservadurismo" de las novelas del siglo XIX, en particular las ele Balzac y Stendhal -y no únicamente en las novelas-, al oponer resis9 En inglés en el original [T.]. 46 LA EPISTEMOLOGÍA DE LAS PASIONES tencia (una "desaceleración") al flujo del devenir político e histórico, suscita una zona conflictiva a partir de esta modulación retensiva de la que nacerán todos los antagonismos políticos y sociales. Esta visión de las cosas, que toma indirectamente de Br0ndalla idea del término complejo, supondría, en el seno mismo de las estructuras polémico-contractuales, una forma mixta que obedece a dominancias variables; en la medida en que las variaciones de la dominancia se llevan a cabo obligatoriamente de modo continuo, merced a un incremento de influencia de un término que es correlativo a la disminución de la influencia de otro término, estas variaciones confirman su anclaje en las modulaciones tensivas de la foria. A la luz de estas observaciones, el sistema (categorial) de lo polémico-contractual podría ser pensado de nuevo como una serie de desigualdades en la que cada posición sería entendida ~amo un nuevo equilibrio en las va.riaciones de dominancia; en consecuencia, el recorrido en el cuadrado sería concebido como una sucesión de inversiones de· dominancia entre las formas polémicas y las formas contractuales. En lo que se refiere al protoactante objeto, éste refleja la categorización de los sistemas de valor: después de la binarización de la foria, las "sombras de valor" marcadas por la euforia y la disforia son proyectadas en el cuadrado semiótico. En la relación entre el sujeto tensivo y las valencias no tenía sentido distinguir "antiobjetos" y "no objetos", en la medida en que en ese nivel el objeto no era más que un contorno vago; pero, después de la categorización, la multivalencia de los objetos se revela y hace aparecer "buenos" y "malos" objetos; éstos reciben por ese hecho una polarización independiente de la atracción y de la repulsión característi- · cas del sentir que el sujeto proyecta delante de sí merced a la protensividad. Sin esta objetivación de las valencias producto de la euforia y la disforia, el sujeto sólo conocería, a lo largo de su recorrido narrativo, zonas valorizadas por él y para él, zonas sentidas como atrayentes o repulsivas pero incapaces de acceder al estatuto de una axiología autónoma. Muchas historias pasionales se limitan a un recorrido de los avatares del objeto: así, cuando el narrador de A la recherche du temps perdu se plantea desposarla, Albertine se transforma en un "no objeto", fuente de aburrimiento y hastío que se piensa abandonar; después, a raíz de la revelación de las relaciones entre Mlle. de Vinteuil y su amiga, se convierte en un ".antiobjeto" del que no es posible separarse más: un sufrimiento -leemos en ese ·momento- bastó para acercarla al narrador, más bien, para "fundirlo" con ella. En ese caso, la categorización tímica parece ser independiente tanto de la junción como de la atracción/repulsión. Efectivamente, aun cuando es explícitamente disfórico, este antiobjeto -la amiga de las lesbianas- es atrayente y reanima la protensividad del sujeto: es la paradoja del amor que renace. En otros términos, la independencia adquirida de las axiologías permite varios niveles de modalización, con ries- LA EPISTEMOLOGÍA DE LAS PASIONES 47 go de que el sujeto se encuentre frente a dilemas insolubles: en nuestro ejemplo, la junción sigue obedeciendo a una modalización del objeto sintáctico a la que una "valencia" sirve de base (es decir, un "hay algo que vale la pena de ... "), mientras que la axiología modaliza el objeto de valor como disfórico. Todo sucede como si el recorrido generativo de la significación obedeciera a la vez a reglas acumulativas y mnésicas; en efecto, cuando sobreviene el siguiente nivel, el procedimiento generativo no "olvida" las propiedades del nivel anterior, así como tampoco las propiedades del nivel recientemente alcanzado anulan las propiedades del nivel anterior. La categorización del objeto de valor no impide que las lógicas de las aproximaciones y ele los traslapas preexistentes continúen haciendo sentir sus efectos; de esta manera, muchos objetos de valor categorizados bajo ciertas condiciones guardan cierto gTado de ambivalencia. Por ejemplo, en el discurso de los médicos generales con respecto a la diabetes, el "azúcar" puede perfectamente aparecer en un programa de nutrición como un objeto positivo, eufórico, y como un objeto negativo, verdadero veneno -origen ele la diabetes-, en un antiprograma de "desnutrición". Ya que, para el caso, en el nivel del discurso todo es cuestión de medida (para el objeto positivo) y de exceso (para el negativo), el cambio de estatuto es gradual y continuo; pero el exceso y la mesura no son propiedades intrínsecas del objeto, puesto que el efecto positivo o negativo del objeto está de hecho en función de la sensibilidad (fisiológica) de los sujetos. Estaríamos tentados ele acercar este funcionamiento al de algunos brebajes mágicos que lo mismo pueden decuplicar las facultades del héroe que los absorbe que destruir a aquellos que no son dignos o que no son los destinatarios predestinados. El objeto, eufórico en cuanto tal, es sin embargo nefasto para el sujeto: la ambivalencia no proviene aquí del término complejo, ya que las dos moelalizaciones no pertenecen al mismo nivel; una afecta al objeto mismo y la otra a la junción con el sujeto. No es posible dar cuenta de esta ambivalencia sin suponer que, por una parte, el discurso manifiesta a la vez los resultados ele la categorización y de la objetivación de los sistemas ele valor y, por otra parte, las valencias que definen el valor del "mundo para el sujeto". Los sujetos modales En el proceso de complejización progresiva en que ahora estamos involucrados, la recursividad de las operaciones es determinante: cada nueva conversión (discernimiento, discretización, categorización, etc.) se aplica a los resultados anteriores y de este modo multiplica las categorías o magnitudes subyacentes; por eso las modalizaciones afectan a los actantes, en LA EPISTEMOLOGÍA DE LAS PASIONES 48 particular al sujeto, mediante las modalizaciones del objeto y de la junción. Para empezar, se distinguirá un sujeto propio para cada tipo de enunciado narrativo: un sujeto de estado y un sujeto de hacer, según si las junciones son consideradas como resultado o como operación, como "fase" o como "camino". Desde ahora se planteará como principio, a modo de hipótesis de trabajo, que las pasiones atañen, en la organización de conjunto de la teoria, al "estar-ser" del sujeto y no a su "hacer", lo que por supuesto no significa que las pasiones no tengan nada que ver con el hacer y con el sujeto de hacer, aunque sólo sea porque también este último conlleva un "estarser" que es su competencia. El sujeto afectado por la pasión será, pues, siempre, en última. instancia, un sujeto modalizado según el "estar-ser", es decir, un sujeto considerado como sujeto de estado aun si por otro lado es responsable de un hacer: la cuestión ya había sido planteada y la habíamos remitido a la distinción entre estados de cosas y estados de ánimo y habíamos propuesto reconocer un procedimiento de homogeneización, que funda la pasión y descansa en la mediación del cuerpo sintiente-percibiente. " La pasión y el hacer No por ello se olvidará que la pasión del sujeto puede ser resultado de un hacer, ya sea del mismo sujeto -como en el "remordimiento"-, ya sea de otro sujeto -como en el "furor''-, y que también puede desembocar en un hacer, que los psiquiatras llaman "paso al acto": es así como, por ejemplo, el "entusiasmo" o la "desesperación" programan en la dimensión patémica un sujeto de hacer potencial, sea para crear o para destruir. La pasión misma, en tanto aparece como un discurso en segundo grado incluido en el discurso, puede ser considerada por sí misma como un acto, en el sentido en que se habla de un "acto de lenguaje": el hacer del sujeto apasionado no deja de recordar el del sujeto discursivo, al que dado el caso puede sustituir; es entonces cuando el discurso pasional, encadenamiento de actos patémicos, interfiere con el discurso que lo acoge -la vida en cuanto tal, de alguna manera-, lo perturba e influye. Además, la pasión misma se revela en el análisis como constituida sintácticamente por. un encadenamiento de haceres: manipulaciones, seducciones, torturas, búsquedas, escenificaciones, etc. Desde este punto de vista y en este nivel de análisis, la sintaxis pasional no se comporta en modo distinto a la sintaxis pragmática o cognoscitiva; toma la forma de programas narrativos, en los que un operador patémico transforma estados patémicos. Las dificultades comienzan cuando se examinan las interferencias entre las diferentes dimensiones. e El ser del hacer Regresando a las modalizaciones propiamente dichas y a los sujetos de LA EPISTEMOLOGÍA DE LAS PASIONES 49 estado susceptibles de ser afectados por la pasión, se distinguirán dos clases de ellas. Algunos sujetos son modalizados en función de los valores modales vertidos en los objetos, de acuerdo con un procedimiento que ya hemos evocado; otros más serán modalizados con vistas al hacer, a título de competencia. Esta distinción ya ha sido identificada hace tiempo merced a la oposición terminológica entre competencia modal y existencia rnoda.l. Está claro, por ejemplo, que el sujeto de la "envidia" es un puro sujeto de estado que no se transforma en sujeto modal más que por medio del querer-estar-ser vehiculado por el mismo objeto de valor o incluso, eventualmente, por intermedio de un rival; para comprender la "envidia" no es necesario apoyarse en una competencia stricto sensu. En cambio, la descripción de la "emulación" no pu~de prescindir de alguna representación del hacer y de las modalidades necesarias para llevarlo a cabo: el émulo no es un sujeto modal más que en razón del programa particular en el que interviéne y es puesta en duda su competencia. Sin embargo, en virtud del procedimiento de homogeneización ya contemplado, siempre es posible traducir las modalizaciones del segundo tipo en términos del primero; en efecto, la "emulación" instala un querer-hacer-"igual o mejor que el otro"; pero este querer-hacer proviene de un querer-ser-"aquél o como aquel que hace", es decir, proviene de una identificación con cierto estado modal ajeno; en otros términos, la emulación no tiene como finalidad la reproducción de un programa del otro, sino la reproducción de la "imagen" modal que proporciona el otro al cumplir con su programa, cualquiera que éste sea: de este modo, un "estado de cosas", la competencia del otro, se ve convertido en un "estado de ánimo", la imagen modal a la que -en sí misma apunta el sujeto de la emulación. En el marco de la semiótica de las pasiones, nos vemos pues invitados a considerar, al lado de la modalización del sujeto por intermedio del objeto o de la junción, la modalización del sujeto por intermedio del programa de hacer en el que se involucra. La pasión atañe, pues, cualquiera que sea el sujeto de primer rango involucrado, sea sujeto de estado o sujeto de hacer, a un sujeto de segundo rango) el sujeto modal que de ella deriva. Tanto en un caso como en otro, la carga modal evoluciona, ya sea en función de los avatares sucesivos de la junción, ya sea en función del grado ele avance en el programa; de hecho, el sujeto modal aparece como una serie de identidades modales diferentes; de este modo, el sujeto cambiará de equipamiento modal y recorrerá una serie de identidades modales transitorias, de acuerdo a si el objeto es modalizado como "deseable", "útil" o "necesario". Es posible representar esta serie de la siguiente manera: donde "1, 2, 3, ... n" representan las sucesivas cargas modales. Estos suje- LA EPISTEMOLOGÍA DE LAS PASIONES 50 tos modales son necesarios para establecer las transformaciones modales que nos veremos obligados a postular dentro de las configuraciones pasionales. • Modos de existencia y simulacros existenciales Por otro lado, en semiótica narrativa se reconoce una serie repertoriada de roles del sujeto que caracterizan a ·los diferentes modos de existencia del actante narrativo en el transcurso de las transformaciones. En su empleo más común, esta serie se limita a tres roles, fundados cada uno en un tipo de junción: sujeto virtualizado (no conjunto) 1 sujeto actualizado (disjunto) j, sujeto realizado (conjunto) Sin embargo, si se toman en cuenta los diferentes términos susceptibles de ser construidos a partir de la categoría de la junción, se reconoce la existencia de una cuarta posición que no aparece en el inventario de los modos de existencia: CONJUNCIÓN NO DISJUNCIÓN DISJUNCIÓN NO CONJUNCIÓN Como los modos de existencia del sujeto de la sintaxis superficial se definen en función de su posición en el seno de la categoría de la junción, es posible considerar que también la ''no disjunción" define una posición y un modo de existencia del sujeto no señalados hasta ahora. En la medida en que es producto de la negación de un sujeto actualizado y en que el sujeto realizado lo presupone, se propone denominar a ese rol "sujeto potenciado". Al respecto, se plantean dos preguntas. La primera nos obliga a efectuar un retorno: se refiere al uso que es posible hacer de este término así como de la noción que abarca en la economía general de la teoría. En efecto, desde la perspectiva de una teoría semiótica considerada como un recorrido de construcción de la existencia LA EPISTEMOLOGÍA DE LAS PASIONES 51 semiótica, los modos de existencia caracterizan a las diferentes etapas de esta construcción y señalan los hitos en el recorrido del sujeto epistemológico, desde el nivel profundo hasta la manifestación discursiva. Bajo esta perspectiva epistemológica, el sujeto del discurso puede ser llamado "realizado", aun si el sujeto narrativo todavía se encuentra "actualizado" y el sujeto operador de las estructuras elementales de la significación se encuentra "virtualizado". Como consecuencia de las tentativas de instalar y conceptuar un nivel anterior al de las estructuras elementales de la significación, es tentador reservar el rol de "sujeto potencializado" al sujeto tensivo que aparece en el espacio de la foria. Este "casi sujeto" es ciertamente del orden de lo potencial, susceptible de ser convertido en sujeto virtualizado/actualizado mediante una doble negación-discernimiento y, simultáneamente, de ser convocado directamente durante la discursivización para realizar al sujeto discursivo apasionado. Pero esta afectación no deja de plantear problemas ya que, al situarse entre el sujeto actualizado y el sujeto realizado en la sintaxis establecida a partir de la categoría de la junción, el sujeto potencializado tomaría su lugar al inicio del recorrido, antes que el sujeto virtualizado. Regresaremos a esta dificultad más adelante. La segunda pregunta se refiere a la relación con los sujetos modales anteriormente definidos. Está claro que los modos de existencia del sujeto de la sintaxis narrativa de superficie no se confunden con los roles modales evocados anteriormente, ni tampoco coinciden necesariamente con ellos en el plano sintáctico. Se sabe, por ejemplo, que, en el momento de convertir la sintaxis en sintaxis narrativa antropomorfa y en el momento de adquirir las competencias, el querer y el deber determinan al sujeto narrativo '\rirtualizado" mientras que el saber y el poder determinan al sujeto "actualizado"; es preciso esperar la performance para verlo "realizarse". Por falta de análisis concretos, no se ve claramente qué lugar es posible asignar en ese recorrido al sujeto potencializado. Provisionalmente, se podría pensar que, antes de recibir el querer y el deber, el sujeto de la búsqueda es instaurado en el momento en que descubre la existencia de un sistema de valores, y que esta instauración previa haría de él un sujeto potencializado. Pero, sea cual sea la solución adoptada, permanecería el hecho de que, a lo largo de ese recorrido, solamente dos modos de existencia corresponderían a las modalizaciones "clásicas". Los otros dos, el "sujeto potencializado" y el "sujeto realizado", parecen escapar a la serie canónica de las cuatro modalidades. En consecuencia, sería posible señalar que la instauración, que restablece el vínculo con el "presentimiento del valor", no es sin embargo extraña a la modalización, aunque no fuera más que la de la fiducia, en cuyo caso nos encontramos frente al creer. De igual manera, la performance no carece de efecto modal, ya que el hacer puede ser captado en segundo gTado como ser del hacer; intuitiva- LA EPISTEMOLOGÍA DE LAS PASIONES 52 mente, ésta sería toda la diferencia entre un sujeto "actuante", sujeto de hacer captado en primer grado, y un sujeto "activo", sujeto del ser del hacer, captado en segundo grado; en otros términos, el sujeto llamado "activo" es caracterizado en su estar-ser por la realización de la performance misma, caracterización que no conlleva ninguna consideración en cuanto a la "competencia modal" propiamente dicha. Estas breves observaciones permiten pensar que los sujetos pasionales no pueden ser definidos únicamente mediante las cuatro modalizaciones generalmente reconocidas, en especial en el marco de la competencia con vistas al hacer. Por ejemplo, se hablará de "hiperactividad" para designar un estado modalizado que no debe nada específico al querer, al saber, al poder, al deber o al creer, pero que no por ello deja de estar sensibilizado y de ser convocado, por ejemplo, como criterio de identificación de una cierta forma de ansiedad. Independientemente de las cargas modales definidas en términos de las categorías modales (querer, poder, etc.), el sujeto apasionado es de hecho susceptible de ser "modalizado" por los modos de existencia, lo que equivale a decir que la junción en cuanto tal es una primera modalización. Captado independientemente de toda configuración pasional, el modo de existencia no hace sino traducir cierta etapa del recorrido de las transformaciones narrativas; pero, dentro de las configuraciones pasionales, se vuelve modalizante para el sujeto. Examinemos brevemente, a manera de ejemplo, la "humildad": ¿será considerado el "humilde" no competente, pobre o tonto por el hecho de juzgarse de buena gana "insuficiente"? 10 Sin tomar partido en la discusión de ética religiosa, es posible señalar que la humildad no reside en un modo de existencia característico de un estado de cosas, sino en un modo de existencia característico de un estado de ánimo; en otras palabras, para el humilde, sea pobre o rico, disjunto o conjunto, lo que importa es la disjunción en la que se representa y hacia la que tiende. Para distinguir entre los dos tipos de funcionamiento, convendría indudablemente designarlos de dos maneras distintas: reservando la expresión "modos de existencia" para lo que ha servido en semiótica hasta el presente, llamaremos "simulacros existenciales" a las proyecciones del sujeto en un imaginario pasional. ca Sujetos modales y simulacros existenciales La relativa independencia de los simulacros existenciales y de las cargas modales específicas no debe hacer olvidar el hecho de que es por medio de las cargas modales que tales simulacros pueden constituirse. Por ejemplo, 10 El entrecomillado es nuestro [T.]. LA EPISTEMOLOGÍA DE LAS PASIONES 53 fuera de toda configuración pasional, un sujeto actualizado es un sujeto disjunto, y esta disjunción se comprueba no solamente desde su punto de vista, sino en el discurso-enunciado entero; pero, por ejemplo, en la "aprensión", que conlleva un querer-no-estar, si el sujeto puede proyectarse como "actualizado" y disjunto, no es en función de un estado de cosas, sino por la mediación de la carga modal del ''querer''; del mismo modo, si en la "avidez" el sujeto puede ser representado como "realizado" y conjunto, cualquiera que sea su ubicación en el estado de cosas y, por lo tanto, cualqUiera que sea el modo de existencia efectivo que lo afecta, es también por efecto de la carga modal. El examen de los simulacros existenciales modales nos conduce, pues, a otorgar un papel fundamental a las cargas modales en la constitución de los imaginarios pasionales: al insertarse entre el enunciado narrativo y su ejecución en el discurso, la carga modal abre un espacio semiótico imaginario en el que puede desplegarse el discurso pasional. Bajo tal perspectiva, lejos de nacer de una eventual psique de los sujetos individuales, los "imaginarios pasionales" son el resultado de las propiedades del nivel semionarrativo, reconocido generalmente como la forma semiótica del imaginario humano, en un sentido antropológico y no psicológico. Por esta razón, uno ele los procedimientos para el análisis de las pasiones será la confrontación entre las dos series, la de las identidades modales transitorias y la de los simulacros existenciales. De hecho, la carga modal principal que caracteriza a un sujeto apasionado no proporciona forzosa y directamente todos los simulacros existenciales que requiere la interpretación de su recorrido; por ejemplo, un sujeto "aterrado" se caracteriza por un querer-no-estar, pero su recorrido imaginario queda fundado en una conjunción (temida) con un anti-objeto, es decir, en la imagen disfórica de un sujeto realizado; en el espacio imaginario abierto por la carga modal del querer, el estado virtualizado presupone un estado realizado; por su parte, este ültimo se encuentra sobredeterminado por un creer prospectivo, una espera disfórica que lo modaliza, y así sucesivamente. Además, la superposición de las dos series tendría una virtud heurística. Los simulacros El surgimiento de un "imaginario modal" obliga a interrogarse en torno al estatuto de la dimensión pasional del discurso. En efecto, en el seno del discurso ele acogida la pasión hace presentes un conjunto de datos, tensivos y figurativos a la vez, como lo hace por ejemplo la nostalgia en una situación que fue o que hubiera podido ser, o los celos en una situación estereotipada, objeto de una fuerte aprensión, en la que se reúnen el obje- 54 LA EPISTEMOLOGÍA DE L.l\8 PASIONE: to amado y el rival. En numerosos casos, es forzoso reconocer que lapa sión es indiferente al modo de existencia efectivo que se asigna al sujet( en el estado de cosas, en el momento de referencia en el discurso. La nos· talgia y la añoranza de tiempos pasados que conlleva bien pueden invadiJ a un sujeto perfectamente feliz. <.1 Los simulacros modales Es por ello que, en el marco de la semiótica de las pasiones, la instalación de los sujetos modales debe ser acompañada por una teoría de los simulacros modales. Esta teoría puede darse perfectamente como punto de partida de una observación más general, que consistiría en tomar nota de la muy grande inestabilidad de los roles actanciales ·eri las configuraciones pasionales. Por ejemplo, en la pasión amorosa se ve al objeto amado transformarse en sujeto, lo cual es más notorio en el caso en que ese objeto no es un ser animado, como en el relato fantástico o, más trivialmente, en las conductas fetichistas. También la curiosidad tiende a transformar su objeto en sujeto, incluso en antisujeto que se resiste, huye, se esconde, etc. Tampoco faltan avaros que tratan a su "alcancía" como a un sujeto, verdadero alter ego. En fin, en la pasión el objeto tendería a transformarse en comparsa-sujeto del sujeto apasionado. De ahí la hipótesis de que, para describir la pasión, la única estructura generalizable sería la de la intersubjetividad o, más precisamente, una estructura en la que toda relación objetal abarcase una intersubjetividad potencial, una especie de interactancialidad de contornos vagos. Con respecto a la avaricia, la cual. se presenta obstinadamente como una pasión de objeto, como el prototipo de la pasión solitaria, se intentará mostrar que, en realidad, comprende una (des)regulación intersubjetiva y que lo que podría pasar como propiedades de los objetos no es más que un conjunto de reglas que funcionan en el seno de una comunidad de sujetos. La inestabilidad de los roles revela la disociación que existe entre dos universos semióticos: el del discurso que acoge a la pasión y el de la pasión misma; para el avaro, su alcancía es "objeto" con respecto al primero de ellos, y en el segundo se convierte en sujeto. Al ser proyectado en una representación de segundo grado, el mismo sujeto apasionado puede verse desdoblado en sujeto "efectivo" -manifestado como tal en el discurso de acogida- y en sujeto de estado "simulado" en la configuración pasional. Esta partición del sujeto en dos instancias es particularmente c1ara, entre otras pasiones, en la "obstinación"; en ella, un observador exterior compara a un sujeto de estado efectivamente disjunto, con un sujeto pasional cuyo simulacro es el de un sujeto realizado, y llega a la conclusión de que existe heterogeneidad entre las dos instancias; sin embargo ello no impide que, para el obstinado, la conjunción siga siendo un proyecto vigente, aun LA EPISTEMOLOGÍA DE L.A.S PASIONES 55 cuando ésta parezca poco probable en el discurso de acogida. De una manera u otra, la semiótica de las pasiones debe dar cuenta de ese desdoblamiento imaginario. Está claro que el encajonamiento discursivo evocado aquí, aun si está acompañado por operaciones de desembrague y de embrague, es una facilidad de presentación, ya que no se trata de una delegación enunciativa como otras, sino de un desdoblamiento específico. 11 La concepción de los sujetos modales como resultado, a la vez, de las modalizaciones adquiridas a lo largo del recorrido generativo de la significación y de las modulaciones de la tensividad ofrece un principio de solución. De hecho, resulta que los efectos de la masa tímica en cuanto tal, al tiempo que sufren una conversión categorial, continúan coexistiendo en el discurso con el producto de esa conversión, en particular con la modalización propiamente dicha. Una de· las consecuencias de este remanente tensivo es que conserva en el sujeto -el cual primero ha sido transformado en sujeto operador y luego en sujeto sintáctico, sujeto de búsqueda y sujeto del discurso-la posibilidad de proyectar representaciones actanciales y modales complejas -es decir, conserva, una vez más, la posibilidad de representarse como una estructura de lo mixto. Esta posibilidad se manifiesta en el discurso por medio de una doble convocatoria: por una parte, la convocatoria de las formas semionarrativas de la subjetividad y, por otra parte, la de las formas tensivas de la actancialidad. De ahí el efecto que la metapsicología llama ''de internalización", el cual permite proyectar, a partir de un sujeto apasionado aparentemente único y homogéneo, verdaderas "escenificaciones" pasionales que comprenden varios roles actanciales y varios sujetos modales en interacción. A pesar de encontrarse determinados por las modalizaciones de los sujetos de hacer y de los sujetos de estado, los sujetos modales autónomos, tal como han sido definidos aquí, son los instrumentos del desdoblamiento pasional. 1) Los simulacros pasionales Un::~. concepción como ésta no deja de tener consecuencias en la teoría de la c6municación y de la interacción en su conjunto. Una vez reconocida la existencia de los "simulacros", es posible optar por dos extensiones de ellos. En una versión restringida, la que hasta ahora hemos evocado aquí, 11 Se podría apelar aquí a una teoría de los mundos posibles en la que, para el obstinado, la conjunción siguiera siendo conceoible incluso si ya no lo es en el mundo actual; pero esto no nos dice nada de un mundo posible específicamente pasional. Tal desdoblamiento evoca también al sclf [en inglés en el original], esa relación consigo mismo que la metapsicología considera determinante en los fenómenos pasionales; falta teorizar en términos semióticos esta relación de sí consigo, ya que una importación conceptual no es fecunda sino, precisamente, a condición de que deje de ser una importación. 56 LA EPISTEMOLOGÍA DE LAS PASIONES se considera que el simulacro es una configuración que resulta únicamente de la apertura de un espacio imaginario como consecuencia de las cargas modales que afectan al sujeto: los simulacros existenciales y los cambios "imaginarios" de roles actanciales -es decir, todo lo que afecta a la representación sintáctica de los enunciados de junción- constituyen las principales propiedades de estos simulacros en sentido restringido. Estos simulacros aparecen en el discurso como producto de desembragues localizados, con los que el sujeto apasionado inserta escenas de su "imaginario" en la cadena discursiva; la confrontación de los enunciados desembragados y de los enunciados embragados puede dar pie a juicios de tipo veridictorio y epistémico. Pero, en ese caso, nos limitaríamos a dar una interpretación en términos de veridicción discursiva. Con una versión más radical, que tendría el mérito de extraer todas las consecuencias de las peculiaridades destacadas por el análisis de las pasiones, podría ser puesto en tela de juicio el estatuto de los interlocutores o de los interactantes en la comunicación en general. Este cuestionamiento se plantea ya en parte cuando, en psicolingüística o en sociolingüística, se afirma que cada locutor construye su discurso e incluso adapta su origen en función tanto de las "imágenes" que su interlocutor le devuelve como de las que tiene de sí mismo. Extraer todas las consecuencias del análisis de las pasiones consiste en postular que toda comunicación es comunicación (e interacción) entre simulacros modales y pasionales: cada quien dirige su simulacro hacia el simulacro de otro, simulacros que todos los interactantes y las culturas a las que pertenecen han contribuido a construir. U na posición como ésta no hace sino concretar las sugerencias hechas desde el nivel epistemológico, a propósito de la manera de concebir la intersubjetividad en el momento en que el sujeto tensivo sé desdobla en un "otro" e interioriza, sobre el fondo de la fiducia, el cuerpo otro como "intersujeto". Los simulacros de los actores en interacción son esencialmente disposiciones de sujetos modales fi.gurativizados y sensibilizados. Dos consecuencias vienen a la mente: en primer lugar, lejos de ser un dispositivo descriptivo ad hoc, el funcionamiento característico del universo pasional, que consiste en proyecciones imaginarias de sujetos modales sensibilizados, no es sino un caso particular de la interacción en general; en segundo lugar, toda comunicación sería virtualmente pasional, aunque no fuera sino porque basta con que uno de los simulacros modales utilizados durante la interacción sea sensibilizado en la cultura de al menos uno de los interlocutores, para que la totalidad de la interacción se vea afectada. Esta versión extensa de los simulacros, designados en consecuencia como "si~ mulacros pasionales", integra la totalidad del equipamiento modal de los sujetos; en la versión restringida, la carga modal (exterior al simulacro mismo) es la que abre el espacio imaginario del sujeto apasionado; en la LA EPISTEMOLOGÍA DE LAS PASIONES 57 versión extensa) es la comunicación entera la que descansa en la circulación de los simulacros. Los actantes narrativos y las pasiones No hemos evocado, sino incidental e indirectamente, las estructuras actanciales antropomorfas que, al lado del objeto de valor y del sujeto de búsqueda, sitúan sobre el eje de la comunicación de los valores al Destinador y al Destinatario. Estos dos roles nos serán de poca utilidad aquí: en efecto, aun si el Destinatario se encuentra directamente concernido por las pasiones, la mayoría de las veces basta con la instalación del o de los sujeto(s) de estado para dar cuenta económicamente de las configuraciones pasionales. En cuanto al Destinador, su rol se ve considerablemente reducido por la pasión; no importa que el Destinador se encuentre o no al principio del programa, basta la pasión del sujeto para desarrollar dicho programa, a tal punto que éste parece autónomo con respecto a un eventual illlandador o Manipulador. Lo anterior no quiere decir que el Destinador no pueda instalar las pasiones en el sujeto, sólo significa que, como el monstruo que escapa del doctor Frankenstein, el sujeto apasionado escapa al control de su Destinador cuando una disposición pasional sustituye al hacer hacer del Destinador. Es fácil comprender un funcionamiento como éste una vez que se admite la diferencia entre espacio fórico y sistema de valores o entre valencia y objeto de valor: para el sujeto apasionado el objeto se encuentra siempre bajo el régimen de la valencia y la fiducia se confunde con los primeros esbozos del objeto; dicho con otras palabras, todavía funciona grosso modo como una proyección de la protensividad del sujeto. En cambio, desde una perspectiva narrativa no pasional, la institución de un objeto de valor en el seno de un sistema de valores proviene de una objetivación que de alguna manera delinea el lugar de un Destinador. Cierto que es posible combinar los dos funcionamientos, pero la tendencia del sujeto apasionado siempre será la de expulsar la referencia al Destinador. Esta expulsión, que no puede ser más que una suspensión provisional, es una de las condiciones para que la sintaxis pasional pueda desarrollarse de manera autónoma. Sin embargo, el análisis discursivo hace aparecer grandes clases de pasiones fundadas en la tipología de actantes narrativos y en los diversos roles que asumen al seguir las distintas etapas del esquema narrativo canónico. Sería posible examinar, por ejemplo, las pasiones del sujeto de búsqueda, ya sea en el momento del contrato, como sucede con el "entusiasmo", o bien durante la performance, como con la "tenacidad". También habría pasiones de la sanción: desde la perspectiva de un Destinador, como en la "estima" y el "desprecio" o incluso el "furorn, en su acepción 58 LA EPISTEMOLOGÍA DE LAS PASIONES consagrada, o desde la perspectiva de un Destinatario, como en la "desesperación". Sin embargo, una clasificación como ésta sigue siendo insatisfactoria: en el mejor de los casos, permite situar tal o cual pasión dentro de una problemática más general; pero el análisis de discursos concretos muestra que cualquier actante se encuentra a disposición del conjunto de configuraciones pasionales -es decir, por ejemplo, que también un sujeto de búsqueda es susceptible de conocer el furor o el desprecio. Lo anterior tiende a probar que el sujeto apasionado efectivamente remite a un "protoactante" que habría "interiorizado" todos los roles actanciales y que, por lo tanto, estaría en capacidad de adoptarlos bajo la influencia de la pasión; esto, independientemente del rol actancial que efectivamente le fuera atribuido en la dimensión pragmática o cognoscitiva. Por otra parte, lo que tradicionalmente llamamos las "estructuras narrativas" pertenece a dos niveles diferentes: en cuanto universales sintácticos, los actantes narrativos, al'igual que sus modalizaciones, forman parte del nivel semionarrativo, mientras que, por su parte, el esquema narrativo canónico no es más que una estructura generalizable, sin duda específica de ciertas áreas culturales particulares, pero que, por efecto de la praxis enunciativa, es remitida a título de primitivo al nivel semionarrativo. En lo que se refiere a las pasiones mismas, la cuestión narrativa también se plantea en dos niveles: por una parte se buscará instalar, al lado de la dimensión pragmática y de la dimensión cognoscitiva, una dimensión tímica autónoma, intentando con ello aislar un funcionamiento propiamente pasional de los actantes y de las modalizaciones del nivel semionarrativo; por otra parte, se plantea la cuestión de saber si es posible concebir y construir un esquema patémico canónico como una estructura generalizable. En efecto, si en el nivel semionarrativo se logra mostrar la autonomía de las pasiones sobre las que se despliegan las transformaciones pasionales, es legítimo esperar que, durante el análisis de los textos, se delinee progresivamente un esquema discursivo de una generalidad suficiente como para que sea susceptible de tomar a su cargo las diferentes etapas de la pasión y organizarlas en un "relato". Pero antes de contemplar tales generalizaciones, que requieren numerosos análisis concretos, es posible comenzar con la discursivización de las modalizaciones y de los dispositivos modales. DISPOSITfVOS MODALES: DEL DISPOSITIVO A LA DISPOSICIÓN El ordenamiento modal del estar-ser La mayoría de las configuraciones pasionales se encuentran definidas en los diccionarios de lengua como "disposición para", "sentimiento que lleva LA EPISTEMOLOGÍA DE LAS PASIONES 59 a", "estado interior del que se inclina hacia" y, por su lado, la descripción de la "disposición" o de la "inclinación" se hace en términos de comportamiento o de acción. Si la disposición o la inclinación desembocan en el "hacer", podemos suponer que comprenden cierto ordenamiento del "estarser" con vistas al "hacer". Pero plantear en estos términos la cuestión de la eficacia de la pasión equivaldría a considerarla como una simple competencia, cuyas modalizaciones producirían ipso {acto un efecto de sentido pasional. ti) El excedente pasional Si nos contentáramos con ello, el universo pasional sería coextensivo del universo modal y no habría razón para distinguirlos y, a fortiori, para intentar dilucidar los principios de la· articulación entre ambos. Ahora bien: incluso cuando la pasión es parcialmente traducible como una "competencia para hacer", ésta no agota y jamás explica por sí sola el efecto pasional. Por ejemplo, la "impulsividad" puede ser traducida como una cierta asociación entre querer-hacer y poder-hacer y será descrita como una "manera de hacer", pero una pasión como ésta presenta un "excedente" modal que aparece en la superficie bajo la forma del "intensivo" y del "incoativo"; lo que caracteriza al impulsivo es, más bien, una manera de ser o estar al hacer, una manera de estar-ser (i.e. "intensivo + incoativo") que descansa en la asociación querer-hacer +poder hacer. En este caso volvemos a encontrar el gran p1incipio de homogeneización evocado al inicio, en la medida en que aquí se trata como un estado a la competencia para hacer. Sin embargo, este "excedente" modal cumple aquí un papel que hace de él mucho más que un simple suplemento de sentido. En efecto, si se considera únicamente una "conducta" impulsiva, el doble rasgo "intensivo + incoativo" se presenta como una simple sobredeterminación accidental de la competencia modal de base; pero si, por otra parte, se caracteriza al sujeto como "impulsivo", entonces se considera que esta sobredeterminación rige y patemiza a la competencia modal y asegura su actualización en cualquier circunstancia. De manera más precisa, todo sucede como si, en ese caso, el excedente modal permitiera prever la aparición concomitante del querer y del poder y garantizara de alguna manera el paso al acto. En la medida en que sea posible generalizar la advertencia anterior, la configuración pasional comprenderá un principio rector, parcialmente independiente de las modalizaciones propiamente dichas, en especial de las modalizaciones del hacer. Este principio, al menos en el ejemplo elegido, se manifestaría bajo la forma de una aspectualización y remitiría, en el nivel de las modulaciones tcnsivas, a un "estilo semiótico" específico. Por esta razón, parece necesario apelar en todos los casos a un orde- 60 LA EPISTEMOLOGÍA DE LAS PASIONES namiento modal del estar-ser, autónomo y no deducible directamente a partir de la performance, y considerar este ordenamiento como el dispositivo modal característico y definitorio de cada pasión-efecto de sentido. e Las paradojas de la "obstinación" Otro ejemplo permitirá ilustrar y precisar esta posición. Definida en lengua como una "disposición a proseguir en la ruta trazada de antemano, sin dejarse vencer por los obstáculos", 12 la "obstinación" presenta la peculiaridad de mantener al sujeto en estado de continuar haciendo, aun si el éxito de la empresa se encuentra comprometido. La "disposición" de marras pone al sujeto en estado de "hacer a pesar de x", incluso cuando x sea una previsión en cuanto a la imposibilidad del hacer; para ello, el sujeto deberá contar con las siguientes modalizaciones: - un saber-no-estar (el sujeto sabe que se encuentra disjunto de su objeto); - un poder-no-estar o un no-poder-estar (el éxito de la empresa se encuentra comprometido); - un querer-estar (el sujeto insiste, sin embargo, en estar conjunto y hará todo para eso). Aunque el conjunto de la definición esté orientado por un proyecto de hacer, el dispositivo modal característico de la pasión "obstinación" está constituido por las modalizaciones del estar-ser; en efecto, para explicar la prosecución indefectible del hacer, no basta con un simple querer-hacer, ya que se pueden encontrar tantos casos como se quiera en los que, a pesar de la presencia de un querer-hacer presupuesto por el hacer, el sujeto abandona su programa y renuncia frente al obstáculo. Es, por lo tanto, el "excedente modal" rector el que garantiza la prosecución de la performance a pesar del obstáculo y el que caracteriza específicamente a la obstinación; y es, también, la presencia de este excedente lo que obliga a formular el dispositivo pasional en términos de "ordenamiento modal del estar-ser", y no en términos de "competencia con vistas al hacer". Esta pasión es particularmente interesante, ya que acumula las paradojas: un querer-hacer que sobrevive al no-poder-hacer y que incluso se refuerza; un hacer que no cesa mientras que todo se decide en un cierto ordenamiento modal del estar-ser. En este punto, habría que suponer que los dos segmentos sintácticos -uno que forma parte de la sintaxis modal del hacer y el otro de la sintaxis modal pasional- son autónomos y a la vez se articulan uno con respecto al otro. Esta articulación se manifiesta ahí 12 Ya que el análisis se refiere a la definición del término en lengua francesa, indicaremos aquí esa definición. Obstination: "disposition poursuivre dans une voie tracée l'avance, sans se laisser décourager par les obstacles" [T.]. a a LA EPISTEMOLOGÍA DE LAS PASIONES 61 también como una forma aspectual -"continuar", "resistir"- y asimismo traduce un "estilo semiótico" merced al cual el devenir permanece abierto. Además, está claro ahora que las modalizaciones del estar-ser propias de la configuración pasional no son directamente modalizaciones de la competencia para hacer sino que, más bien, constituyen una "representación", una "imagen virtual", es decir, un simulacro; en eso que llamamos simulacro pasional de la obstinación, el obstinado "quiere ser el que hace", lo que no equivale a "él quiere hacer". Inmediatamente surgen dos problemas, que es preciso evocar aquí brevemente: por una parte, habría que preguntarse cómo es que un inventario modal como el anterior se organiza en un "dispositivo"; por otra parte, habría que tratar de delimitar el estatuto de la "disposición", como "potencialidad" de comportamientos o de programas. Uno de los corolarios de estas dos cuestiones consiste también en preguntarse si la descripción del dispositivo, de ese ordenamiento del estarser que suponemos detrás de cada pasión, agota la de la disposición y basta para caracterizar al sujeto apasionado, o si, eventualmente, esta última añade algo esencial al funcionamiento pasional. La presencia insistente de formas aspectuales y de "estilos semióticos" incita a mirar más de cerca. Superficialmente, las "disposiciones" se presentan como especies de programaciones discursivas que, como se verá, pueden conmutar con papeles temáticos, aunque, en la medida en que el fenómeno que intentamos circunscribir -entre modalización del estar-ser y modalización del hacer- parece no pertenecer todavía al nivel semionarrativo, tal señalamiento no constituye una respuesta a la pregunta planteada. Descripción del dispositiuo modal La modalización subyacente a las pasiones no se organiza como una estructura modal. Por un lado, la competencia se constituye progresivamente de manera qUe desemboca en el hacer; cada modalización que afecta al hacer constituye un predicado modal (querer-hacer, por ejemplo), el cual, por otra parte, puede ser tratado como una categoría modal y ser proyectado en el cuadrado semiótico. De algún modo, la estructura modal es una forma de describir las maneras de ser de una modalidad, que son el resultado ele proyectar esa modalidad en las estructuras elementales ele la significación, así como de distinguir entre estar-ser y hacer, de acuerdo con un procedimiento que ya ha sido descrito. Es así como la "deseabilidad", proyectada en el cuadrado, engendra las variedades del querer- estar-ser. Por otro lado, un dispositivo modal es, por definición, un conjunto he- LA EPISTEMOLOGÍA DE LAS PASIONES 62 terótopo, sobre el cual es imposible, en el nivel de las modalizaciones propiamente dichas, proyectar un modelo categorizante como el cuadrado semiótico. El dispositivo no es una estructura, sino la intersección de varias estructuras, algunos de cuyos términos se ordenan de acuerdo con un principio que queda por descubrir. Lo mismo sucede con la competencia del sujeto pragmático del hacer, ya que, si bien sabemos cómo describir cada modalización por separado, no sabemos todavía cómo describir el recorrido de un sujeto cuando pasa de una modalización a otra, es decir, no sabemos la manera en que la competencia se constituye progresivamente para desembocar en el hacer. La propuesta de J.C. Coquet, que comprende series modales ordenadas por medio de la presuposición y la determinación, constituye un primer paso para la solución de este problema; pero falta examinar cómo es que las modalidades se transforman ·~nas en otras dentro de esas series. Si sólo se toma en cuenta el caso del sujeto heterónomo, que se encuentra bajo la dependencia de un Destinador, la solución debe buscarse en el recorrido propio del Destinador, quien, al acompañar al sujeto durante la adquisición de la competencia, desempeña el rol de "adjudicador" y le transmite los objetos modales requeridos. Pero, cuando se trata de un sujeto autónomo, aun si lo es provisionalmente, el encadenamiento de las modalidades ya no puede ser explicado por una intervención externa y no puede sino resultar de una dinámica intrínseca. o Otra vez la obstinación Para mostrar la dificultad, regresemos a la obstinación: el dispositivo modal se obtiene con la intersección de las tres estructuras modales del saber-estar-ser, del poder-estar-ser y del querer-estar-ser. Pero la reunión de las categorías modales sólo se convierte en un dispositivo con la condición de que entren en juego dos tipos de relación: primeramente, como términos que se encuentran inmersos en una estructura, una vez confrontadas, las modalizaciones se encontrarán en relación de contrariedad, de contradicción, de presuposición o de conformidad. Así, en la obstinación, el querer-estar-ser contradice al poder-no-estar-ser o contraría al nopoder-estar-ser, mientras que el saber-no-estar-ser presupone al no-poderestar-ser o se conforma al poder-no-estar-ser. Luego, como conjunto de términos susceptible de ser linealizado, el dispositivo debe ordenarse de acuerdo con un principio de presuposición. En el ejemplo, el saber-no-estar-ser presupone al poder-no-estar-ser y, paradójicamente, el quererestar-ser presupone a los otros dos. En este caso, la paradoja es consecuencia de la proyección de las relaciones de no conformidad sobre el eje sintagmático (regido por la presuposición). El dispositivo así linealizado se presenta entonces como una serie modal: LA EPISTEMOLOGÍA DE LAS PASIONES 63 /poder-no-estar-ser, saber-no-estar-ser, querer-estar-ser/ La primera dificultad reside en la existencia de una "presuposición paradójica"; en semiótica, esta expresión es un verdadero oxímoron. En su acepción lógica más general, una presuposición es una relación que une dos proposicionEs, de modo tal que la negación o la falsación de la presuponente no ponga en duda la proposición presupuesta. Esta definición por vía negativa es remplazada en semiótica mediante la noción de necesidad, particularmente en el caso de las presuposiciones sintácticas: el enunciado presupuesto es necesario para el enunciado presuponente; por esta razón, es en cierto modo paradójico el hecho de que un enunciado sea necesario para su propia negación, sea por contrariedad o por contradicción. Entre la gran variedad de presuposiciones que U. Eco y P. Violi han identificado, 13 proponen algunas que son paradójicas en ese sentido: por ejemplo, en "forgive", el presupuesto, fundado en el deber-ser ("8 2 should be punished"), es negado por el presuponente ("8 1 not punish 8 2"), el cual conlleva cuando menos un no-querer-castigar o un no-querer-ser-el-quecastiga. Para estos autores, la transformación simplemente se correlaciona con un cambio temporal ( [t 1 --1 t 0]). El principio mismo de la transformación modal -es decir, el cambio en el contenido modal (deber --.¿ querer) y la negación (deber --1 no querer)- no está en contradicción con el hecho de que el presupuesto no es puesto en duda -efectivamente, el hecho de que 8 1 no quiera ser el que castiga, no pone en duda el hecho de que 8 2 deba ser castigado-, pero si se consideran las cosas desde la perspectiva de la necesidad, tal necesidad es por lo menos sorprendente: ¿cómo puede ser que el hecho de que S 1 deba ser castigado sea una necesidad para el hecho de que S 2 no quiera castigarlo? ¡Sin duda porque si S 1 no debiera serlo, 8 2 no tendría necesidad de no querer que lo sea! La "presuposición paradójica" pone, pues, en relieve las sobredeterminaciones entre modalidades: el querer-perdonar presupone el deber-castigar en la medida en que es un querer que resiste, un querer por medio del cual el sujeto individual afirma su autonomía frente a la regla colectiva. En el ejemplo propuesto, la obstinación -y sin duda con mayor razón en su versión moralizada, el "empecinamiento"-, el efecto de sentido pasional es indudablemente producido por la confrontación entre un saber que se refiere a una imposibilidad y un querer indefectible: el obstinado quiere a pesar de que sabe, a menos que no quiera porque sabe. No es posible resolver la dificultad alegando la existencia de un observador externo que reconocería la inutilidad provisional de los esfuerzos del obstinado; ese observador se encuentra ciertamente presente en el juicio de valor que conlleva precisamente la denominación francesa "obstina13 "Instructional sernantics for presuppositions", Semiotica, 64, 1987, 1/2. 64 LA EPISTEMOLOGÍA DE LAS PASIONES tion"; pero el sujeto apasionado también debe saber, él mismo, que su objeto se le escapa, de otra manera ya no sería obstinado sino "inconsciente" o "inconsecuente". e Las contradicciones internas del sujeto Existiría otra solución que consistiría en detenerse en la sola confrontación modal y en considerarla como una explicación suficiente. Pero la comparación con otra configuración pasional, la de la "desesperación", bastará para mostrar que el fenómeno quedaría de hecho inexplicado. En efecto, si se compara la obstinación y la desesperación, las difer~ncias modales son mínimas. El desesperado se encuentra modalizado por el deber-estar-ser y el querer-estar-ser y, además, no-puede-estar-ser y sabeno-estar-ser.14 En los dos casos, la modalidad rectora es el querer-estarser, que puede desembocar, por un lado, tanto en una revolución o en una depresión, como, por el otro, en un empecinado hacer. La única diferencia notable reside en la organización sintáctica del dispositivo. Concedamos que las confrontaciones entre modalizaciones puedan hacer aparecer incompatibilidades en los dispositivos: éstas traducen las contradicciones internas del sujeto. Ahora bien, esas contradicciones internas pueden ser de dos clases: o bien la modalidad rectora es afectada por otras, o bien no lo es. En el primer caso, el dispositivo modal será "paradójico": a causa de la presencia en el dispositivo de la imposibilidad, el querer del obstinado se convierte en un querer "resistente". En el segundo caso, el dispositivo modal será simplemente ''conflictiuo)J: el querer del desesperado no cambia en nada con la conciencia de la imposibilidad. En el caso de la desesperación, la cohesión modal del sujeto se ve amenazada hasta llegar a la fractura; en el caso de la obstinación, la cohesión modal del sujeto se ve confirmada. La desesperación conlleva un dispositivo modal de tipo conflictivo: el querer-estar-ser, por una parte, y el saber-no-estar-ser y el no-poder-estarser, por la otra, coexisten sin modificarse recíprocamente, se contradicen y se contrarían hasta provocar la fractura interna del sujeto. Por ello, en este caso, el querer-estar-ser no presupone las otras modalizaciones: la desesperación está constituida verdaderamente por dos universos modales incompatibles; el saber sobre el fracaso y el fracaso mismo no son necesarios para la aparición del querer, ni tampoco a la inversa. En cierto modo, el desesperado dispone de dos identidades modales independientes: por un lado, la del fracaso y la frustración y, por el otro, la de la confianza y la espera: la fractura es un efecto de su independencia y de su incompatibilidad. En consecuencia, aquí sólo es necesario el procedimiento de la 14 Sabe-no-estar-serlo sería quizá la expresión más adecuada y evitaría la ambigüedad del saber-estar-ser [T.]. LA EPISTEMOLOGÍA DE LAS PASIONES 65 confrontación modal para dar cuenta del efecto de sentido pasional ligado a este tipo de dispositivo modal. Por el contrario, ciertamente el querer-estar-ser del obstinado presupone sintácticamente su saber: no sólo es a la vez empecinado y lúcido, sino que es empecinado porque es lúcido. Es por eso que nos encontramos frente a un dispo~itivo modal paradójico, en el que la confrontación modal que se produce entre dos modalizaciones de una misma serie no es suficiente para explicar el efecto de sentido pasional. De hecho, en lugar de llegar a la fractura del dispositivo, la contradicción o la contrariedad entre las modalizaciones destacan la fuerza de cohesión que, más allá de los diversos roles modales que desempeña el sujeto, le hace conservar una misma orientación y perseverar en su estar-ser. Tanto en un caso como en el otro, los sujetos modales se encuentran en conflicto; pero, para la desesperación, el conflicto es irresoluble y no puede conducir más que a la aniquilación del estar-ser o, al menos, a una interrupción en el estar-ser del sujeto; mientras que, para la obstinación, el conflicto se resuelve. con la victoria del sujeto volitivo, lo que supone una modificación y una adaptación recíproca de las modalidades en presencia. En resumen, a pesar del conflicto, todo sucede como si, para el obstinado, el conocimiento del obstáculo suscitara el querer, como si las dos modalizaciones presupuestas produjeran o alimentaran la modalización presuponente. No está de más señalar que el efecto de sentido "resistencia" presente en la obstinación es de naturaleza aspectual y remite a un "estilo semiótico" favorable al despliegue del devenir, lo cual no sucede en la desesperación. Esto tendería a probar que los efectos de sentido pasionales no pueden encontrar una explicación suficiente únicamente en el seno del nivel semionarrativo. Los dispositivos modales pertenecen por derecho al nivel semionarrativo, son "realizables" del esquema semiótico, pero las pasiones que de ahí se alimentan se constituyen de hecho en el seno del nivel discursivo. Del dispositivo a la disposición En este punto nos encontramos en el centro de la dificultad, ya que se trata de saber bajo qué condición (o condiciones) los dispositivos modales pueden producir efectos de sentido pasionales. Al abordar la "disposición" pasional, dejamos el dominio estrictamente semionarrativo y nos preparamos para entrar en el dominio discursivo. En ese nivel es posible convocar tanto los resultados de la modulación tensiva como los del recorrido generativo categorizante, es decir, tanto las magnitudes del orden de lo continuo, surgidas de las precondiciones de la significación, como las magnitudes del orden de lo discontinuo, surgidas del nivel semionarrativo LA EPISTEMOLOGÍA DE LAS PASIONES 66 propiamente dicho. Es así como, en el nivel de las estructuras discursivas, gracias a las variaciones aspectuales propiamente dichas, los procesos se presentan modulados de un modo continuo y simultáneamente, merced a la concatenación de las etapas, de las pruebas y de las secuencias, segmentados en un modo discontinuo. La representación en tres módulos de la economía general de la teoría ha aparecido en varias ocasiones en nuestra exposición y podría dar pie a una representación como ésta: nivel de las precondiciones (tensividad fórica) - sujeto tensivo y protensividad - valencias y fiducia ~--------~ discretización convocación nivel del discurso (instancia de la enunciación, operaciones de la puesta en discurso) nivel semionarrativo (categorización) - estructuras elementales ~ conversión - estructuras narrativas En lo que se refiere a nuestro tema inmediato, a las relaciones entre los dispositivos y las disposiciones, se obtendría la representación siguiente: MODULACIONES discretización convocación ASPECTUALIZACIONES ~------------~~ MODALIZACIONES Sería posible preguntarse por qué la representación adoptada es triangular Y no lineal; la razón es sencilla, una representación lineal supone LA EPISTEMOLOGÍA DE LAS PASIONES 67 una homogeneidad mínima de las operaciones que asegure el paso de un nivel a otro. Ahora bien, pareciera cada vez más que si las conversiones propiamente dichas se definen como incremento y coagulación del sentido, éstas operan como tales sólo en el conjunto de niveles en los que reinan exclusivamente la categorización y la discretización; es decir, en el seno de lo que se ha convenido en llamar lo "semionarrativo". En cambio, el paso al nivel discursivo, debido esencialmente al vaivén que le es característico -punto sobre el que volveremos-, ya no puede ser tratado como conversión, sino únicamente como convocación; el ideal (teórico) sería proceder de manera que el discurso no inventara nada nuevo, que no hiciera más que "convocar", mediante las operaciones específicas de la puesta en discurso, lo que las otras dos instancias hubieran engendrado; sin embargo, queda el hecho de que todavía "inventaría", aunque no fuera más que los "primitivos" que envía a la "lengua" bajo la forma de estereotipos producto del uso. De igual manera, no es posible tratar como "incremento y coagulación" del sentido la evolución de las tensiones en el nivel de las precondiciones, ni tampoco el paso de las precondiciones a las estructuras elementales de la significación, puesto que la evolución de las tensiones no compete aún a la significación y puesto que el primer gesto de la categorización y de la discretización es una operación epistemológica que, aunque sea una conversión, es, empero, diferente de todas las subsiguientes. o La disposición como "estilo semiótico" Desde esta perspectiva, los dispositivos modales, que pertenecen al nivel semionarrativo, se encuentran con las modulaciones contenidas en el devenir a las que hemos ubicado en el nivel de las precondiciones. En tal caso, los dispositivos modales se convertirían en disposiciones merced a su aspectualización. En efecto, la dinámica interna que caracteriza a las disposiciones pasionales también parece dar pie a una serie de traslapas y aproximaciones y opera por deslizamientos progresivos y por síncopes, sin dejar, al mismo tiempo, de obedecer a un principio de organización tensiva que, de alguna manera, vuelve homogénea una forma superficial del "devenir" del sujeto. Se ha comprobado, por ejemplo, que si el conocimiento del fracaso o del obstáculo puede suscitar o reafirmar el querer del obstinado, esto no es posible más que en virtud de un estilo semiótico "resistente" y "durativo" (un "continuar a pesar de X") que, por una suerte de traslapo entre modalidades, tiene como efecto modificar el querer en función del no poder. Dicho en otras palabras, si las transformaciones entre modalizaciones incompatibles no aparecen como verdaderas fracturas internas, sino como simples transiciones paradójicas, es porque se encuentran condicionadas y controladas por una protomodalización, tensiva y homogeneizante, que ya hemos identificado intuitivamente como un 68 LA EPISTEMOLOGÍA DE LAS PASIONES "excedente modal rector" y que no es más que el efecto de la convocación en el discurso de las modulaciones del devenir. @ La disposición como programación discursiva A final de cuentas, esta propiedad de las disposiciones pasionales explica muchas cosas. Para empezar, la existencia de un principio rector que emana de la protensividad permite definir las disposiciones como "programaciones discursivas" y explicar cómo es posible que aparezcan, en el nivel del discurso, como potencialidades de hacer o como series de estados ordenados (lo que comúnmente llamamos "actitudes"). A ese respecto, el sujeto apasionado funciona como ciertas memorias de respaldo en informática: por una parte, los archivos son guardados de manera compacta, ilegibles e inutilizables en ese estado; por la otra, existe un comando que los restaura y los vuelve accesibles para el usuario. El dispositivo modal sería similar a esta versión "comprimida" y no accesible, el principio protensivo y rector sería el comando de restauración, y la disposición sería el resultado legible y accesible y, en consecuencia, operativo del conjunto del procedimiento. e La disposición como aspectualización Por otro lado, la sintaxis aspectual que preside la instalación de las disposiciones se traduce más superficialmente como una aspectualización temporal, que es uno de los rasgos más evidentes y más reconocibles del universo pasional, especialmente en las definiciones de los diferentes sentimientos o pasiones que proponen los diccionarios de lengua. El "rencor" [rancune] es un "resentimiento durable", la "paciencia" fpatience] es una "capacidad de soportar", la "esperanza" [espoir], el hecho "de esperar algo con confianza"; de un colérico [coléreux] se dice que está "presto a entrar en cólera". Nos parece que todo el problema consiste en saber si las formas aspectuales se limitan a sobredeterminar a posteriori las estructuras modales o si son uno de sus componentes intrínsecos. Entre los casos evocados aquí mismo, existen algunos de los que se puede afirmar sin vacilación que la aspectualización es una sobredeterminación: por ejemplo, la cólera del "colérico" es una variante incoativa e intensa de la cólera en general. En cambio, otros casos parecen contener una aspectualidad intrínseca: la esperanza, que consiste en esperar confiadamente, se funda en un deber-estar-ser y un creer-estar-ser, cuya interpretación es cuasi temporal. En la versión aspectualizada aquí propuesta, el deber-estar-ser podría estar basado en la modulación del devenir que, como ya se ha visto, opera por medio de una suspensión puntualizan te; el deber-estar-ser funda la espera en la medida en que asegura la identidad de todos los instantes con LA EPISTEMOLOGÍA DE LAS PASIONES 69 respecto al devenir: en ese caso, la duración se limita a ser un plazo, los diferentes instantes que la componen ya no conllevan ninguna potencialidad de cambio, puesto que esas "micropotencialidades" han sido neutrali~adas por la modulación. Este rápido examen muestra, en el dispositivo modal transformado en disposición, una aspectualidad específica del efecto pasional que eventualmente será temporalizada durante la puesta en discurso y que puede ser captada desde dos puntos de vista complementarios. En primer lugar, con respecto al recorrido generativo en su conjunto y con respecto a las condiciones y a las precondiciones de la significación, la aspectualidad proyectada sobre el dispositivo modal es, como ya se sugirió, el resultado de convocar las modulaciones del devenir; la aspectualidad como "forma" no puede manifestarse sino después de haber informado, ya sea el tiempo, el espacio o el actor; en suma, se trata de la forma primera del discurso, de su ritmo, de su dinámica, y, como tal, encarna en el discurso las tensiones que se delinean en el horizonte óntico. Al haber construido y definido el devenir en el espacio teórico del sentir mínimo, su encarnación discursiva es totalmente apropiada para la transformación de las series modales en disposiciones pasionales, en la medida en que esta encarnación implica al mismo tiempo una suspensión de la pura racionalidad narrativa y cognoscitiva. Desde el punto de vista del sujeto discursivo y en el marco de las operaciones de puesta en discurso, el resurgimiento del sentir mínimo se presenta como un reembrague 15 con el sujeto tensiuo. En segundo lugar, con respecto al dispositivo modal mismo, la aspectualización transforma una secuencia discontinua en un proceso homogéneo, en "programación discursiva". Sin embargo, de la misma manera en que un proceso narrativo clásico no remite únicamente a una serie de estados narrativos, sino también a las transformaciones entre los estados, al proceso pasional no le es posible basarse solamente en las series modales, pues por lo común éstas son empleadas únicamente como series de estados modales. Nos vemos, pues, obligados a suponer que, antes de su convocación como disposición en el discurso, los dispositivos modales se organizan en una sintaxis completa que comprende estados modales y transformaciones modales, la cual llamaremos sintaxis intermodal para distinguirla de la sintaxis que hace cambiar de "posición" a tal o cual modalización dentro de un sistema modal isótopo. A continuación es posible contemplar, como hipótesis de trabajo y paralelamente a la serie de conversiones que conducen de la sintaxis fundamental a la figuratividad narrativa, una serie de etapas que, en el recorrí15 En semiótica, las operaciones de desembrague y embrague son procedimientos por medio ele los cuales el enunciado c.'Jrta o restablece sus relaciones con la instancia de enun·· ciación o con sus representantes en el discurso [T.]. 70 LA EPISTEMOLOGÍA DE LAS PASIONE: do del sujeto epistemológico, serían particularmente requeridas por la teo ría de las pasiones: en el nivel de la tensividad fórica, el sentir y el deue nir; en el nivel semionarrativo, los dispositivos modales y la sintaxis in termodal que las torna dinámicas; en el nivel discursivo, las disposicione~ y la aspectualización que, las más de las veces, las rige de manera tempo ral, aunque no exclusivamente; en cuanto a la enunciación, ésta opera pm reembrague con el sujeto tensivo y, de esta manera, delimita en el discur· so los simulacros pasionales. La sintaxis intermodal Aparentemente, la sintaxis intermodal supone un postulado del quE todavía se miden mallas consecuencias y según el cual existiría una sintaxis que no descansaría en la sintaxis elemental derivada del modelo constitucional. Queda todavía una cuestión por resolver y que ya no puede ser eludida: ¿cómo afirmar teóricamente la transformación de una modalidad en otra que puede ser contraria o contradictoria con respecto a la primera y que además es heterótopa por necesidad? Se han descrito con amplitud las condiciones de la respuesta, pero la respuesta misma está aún por formular. Por ejemplo, para que un saber se transforme en querer sería necesario suponer, por una parte, dentro de una semiótica que no conociera más que lo discontinuo y lo categórico, una categoría común que se llamara IMJ y, por otra parte, rasgos distintivos que fueran objeto de la trans-. formación y que se llamaran /m 3 / y fmhf; la categoría INV garantizaría la homogeneidad de la transformación /ma -1 mbf, lo que equivaldría a introducir una coerción isotópica ahí donde, como consecuencia de la discretización, habitualmente se postula la heterotopía modal. La existencia de categorías comunes a las modalidades no resolvería nada, ya que a fin de cuentas equivaldría a hacer recaer la dificultad en los "rasgos modales distintivos". De hecho, nosotros ya disponemos de una "base modal" localizada, delimitada y descrita en numerosas ocasiones y que, por efecto de la recursividad, torna perennes las modulaciones del devenir ·en el recorrido generativo: se trata de la tensividad fórica. A.partir de esa base modal, se comprueba, por ejemplo, que el saber no puede transformarse en poder si la modulación "clausurante" que subtiende al primero no es neutralizada (después de la "detención", la "detención de la detención", como diría C. Zilberberg), o que el deber no puede sustituir al querer más que a costa de una suspensión del devenir y, por lo tanto, de una anulación de la modulación "abriente" que caracteriza al querer. La base tensiva de la sintaxis intermodal podría, pues, ser la modulación del devenir, la cual adquiere (o pierde) progresivamente su autonomía con respecto a la necesidad. Por LA EPISTEMOLOGÍA DE LAS PASIONES 71 ello, las posiciones modales sucesivas aparecen como diferentes formas de "sumisión", de "desprendimiento", de "tergiversación" con respecto a una necesidad que reclama sin cesar sus derechos. De este modo, querer, saber, poder, etc., remiten siempre a diferentes "estilos semióticos", a diferentes estilos de aprehensión de la escisión fórica. La existencia de tales "estilos semióticos", ya sugerida a propósito del devenir, es patente en las transformaciones intermodales de las pasiones; por ejemplo, en la obstinación, el poder-no-estar-ser o el no-poder-estar-ser descansan en un estilo semiótico "cursivo", en el que el sujeto modal se limita a acompañar el despliegue de acontecimientos; con el saber-no-estar-ser, el sujeto modal detiene el curso de los acontecimientos; es en ese momento cuando interviene otro estilo, el del querer, con el que el sujeto· modal despliega de nuevo el acontecimiento como devenir. Hablando epistemológicamente, la base modal común, cualquiera que sea el nombre que le demos, fundamento de la sintaxis intermodal, se origina en la resistencia a la fusión, en el juego de fuerzas cohesivas y dispersivas que permiten al sujeto tensivo escapar a la necesidad óntica. Sin embargo, ante la ausencia de articulaciones propiamente dichas y hablando teóricamente, es difícil atribuir a la tensividad fórica la propiedad de engendrar por sí misma y en ella misma los ccestilos semióticos" distintos e identificables, a pesar de las precauciones que se tomen durante su formulación. En consecuencia: ¿cuál sería el estatuto de esos ccestilos semióticos" que parecen determinantes para la sintaxis intermodal? El análisis de la obstinación, cuyo querer, como ya vimos, produce, por traslapo y retroacción sobre el no-poder, un efecto de sentido pasional específico, nos permite vislumbrar una posible respuesta. En efecto, es de notar, por ejemplo, que, en la medida en que al querer del impulsivo le sigue inmediatamente la aparición de un poder que parece desprendérsele naturalmente, ese querer no produce el mismo efecto de sentido que el del obstinado, el cual sigue a un no poder que, paradójicamente, parece nutrirlo y reforzarlo. En el nivel del discurso, esos diferentes efectos de sentido se traducen como aspectualizaciones distintas) pero también remiten, por presuposición, a diferentes maneras de modular el devenir en ·él nivel del continuo tensivo. Plantearemos, pues, la hipótesis siguiente en cinco proposiciones: l. Los dispositivos modales son convocados en el discurso y sometidos a una aspectualización que resulta de convocar las modulaciones tensivas y que los transforma en disposiciones pasionales. 2. Como resultado del uso (sociolectal o idiolectal), esos dispositivos se inmovilizan y se estereotipan para entrar después en las taxonomías pasionales connotativas. 3. Una vez estereotipados son enviados al nivel semionarrativo, donde pueden ser convocados como tales. LA EPISTEMOLOGÍA DE LAS PASIONES 72 4. En el seno de las secuencias modales estereotipadas, la sintaxis modal es la forma fijada, también estereotipada por el uso, de la aspectualización mencionada en el punto 2, y por lo tanto también de ciertas modulaciones tensivas; por ello, los efectos de sentido producto de la inserción de una modalidad dada en un dispositivo fijado resultan de la codificación por el uso de las disposiciones en el nivel discursivo. 5. Al convocar en el discurso los dispositivos estereotipados, también se convocan esas codificaciones de las disposiciones y, en consecuencia, las formas fijadas de la modulación tensiva. En esta perspectiva, los "estilos semióticos" serían el resultado de modulaciones tensivas estereotipadas, captadas e inmovilizadas por el uso al mismo tiempo que los dispositivos modales seleccionados por las taxonomías pasionales. Así como las pasiones no pueden ser pensadas sin la praxis enunciativa que las forja, tampoco los "estilos semióticos" (los "ambientes", como diría P.A. Brandt) pueden aparecer en las modulaciones tensivas sin la mediación del uso. METODOLOGÍA DE LAS PASIONES La terminología Una mirada rápida sobre el conjunto teórico que acabamos de recorrer pone de relieve varias nociones que, cualquiera que sea el grado de adhesión que puedan suscitar las sugerencias y propuestas téoricas anteriores, son indispensables para una semiótica de las pasiones. Así, pues, parece útil hacer un pequeño balance terminológico, el balance de los instrumentos necesarios para describir el universo pasional. La tensividad fórica designa al conjunto de precondiciones de la significación, entre las que hemos identificado, por una parte, la protensiuidad, que define a un sujeto tensiuo o cuasisujeto y que, bajo el efecto de las tensiones favorables a la escisión, engendra al devenir; por otra parte, la fiducia, sobre la que se delinean las "sombras de valor" destinadas a engendrar las valencias. Al abandonar el modo continuo propio de las precondiciones, enseguida nos encontramos en el nivel semionarratiuo con la discretización de las · modulaciones del devenir, la cual engendra las modalizaciones. Esas modalizaciones son de dos clases: en sentido restringido, abarcan únicamente lo que se ha llamado tradicionalmente modalidades; en sentido amplio, abarcan también los simulacros existenciales, es decir, las junciones proyectadas por el sujeto en el espacio imaginario abierto por las modalida- LA EPISTEMOLOGÍA DE LAS PASIONES 73 des. Captadas en el nivel de las estructuras narrativas de superficie, las modalizaciones que afectan a las dos dimensiones ya conocidas, la dimensión pragmática y la dimensión cognoscitiva, pueden funcionar bajo ciertas condiciones como dispositivos modales, especies de simulacros en los que los sujetos modales reciben identidades transitorias a lo largo de todo el despliegue sintáctico de los dispositivos. La especificidad de ese funcionamiento sintáctico y, en particular, de lo que llamamos la sintaxis intermodal, garantiza la autonomía de la dimensión tímica, tercera dimensión (en el orden deductivo de la construcción teórica) de la sintaxis narrativa de superficie. Las oscilaciones entre "euforia" y "disforia" forman parte de las tres dimensiones, pero en la dimensión tímica funcionan más precisamente como objetos tímicos, manifestados entre otras por las figuras del "sufrimiento" o del "placer", consecuencias de las transformaciones tímicas. Puede ser instructivo comparar la historia teórica de esta dimensión con la de la dimensión cognoscitiva. Esta última fue reconocida como parte constitutiva de la dimensión pragmática, en particular en el contrato y la sanción; después adquirió su autonomía, una vez que se reconoció que las diferencias de saber, los avatares de la circulación de la información, lo mismo que numerosas variaciones modales propias de lo cognoscitivo, podían funcionar sin referencia y sin relación necesaria con las transformaciones de la dimensión pragmática. Después de haber sido concebida como un camino sintáctico trazado transversalmente por medio del conjunto de los efectos cognoscitivos producidos por la sintaxis narrativa pragmática, la dimensión cognoscitiva se convirtió en una dimensión narrativa plena. Del mismo modo, en un primer momento, el dominio tímico se constituyó progresivamente como parte constitutiva de las otras dos dimensiones, como un resultado de los efectos "pasionales" de las series modales que acompañan a los programas pragmáticos y cognoscitivos, así como por la alternancia de la euforia y de la disforia que se desprende de la inscripción de los objetos de valor en las axiologías. En un segundo tiempo, sucede también que las coerciones modales y los efectos de euforia/disforia de las dimensiones pragmática y cognoscitiva no bastan para explicar los efectos de sentido pasionales. Es por ello que, para dar cuenta de recorridos pasionales que no le deben nada a la sintaxis narrativa pragmática y cognoscitiva, la dimensión tímica es instituida como una dimensión autónoma de la sintaxis narrativa de superficie. Como ya se sugirió, la relación entre el nivel de las precondiciones, que depende de lo continuo, y el nivel semionarrativo, que depende de lo discontinuo, no puede ser una simple relación de conversión. Efectivamente, si se toman en cuenta los dos posibles tipos de conversión -conversión "horizontal" o "transformación" y conversión "vertical"-, se constata que éstas no operan sino entre magnitudes discontinuas; lo mismo sucede 74 LA EPISTEMOLOGÍA DE LAS PASIONES con el concepto de "integración" de Benveniste, mediante el cual únicamente se pueden "integrar" las unidades discretas de un nivel dado en unidades discretas del nivel siguiente. Parece que en este caso es más conveniente la discretización, con sus dos subcomponentes, el discernimiento y la categorización. En cambio, para pasar a las estructuras discursivas, hacemos uso de la convocación, conjunto de procedimientos encargado de manifestar en el discurso las magnitudes manifestables del nivel epistemológico o del nivel semionarrativo; esas magnitudes son continuas en lo que se refiere a la tensividad fórica, y discontinuas en lo que se refiere a lo semionarrativo. A manera de ejemplo, la convocación de las modulaciones del devenir se manifiesta como aspectualización, y la convocación de la dimensión tímica se hace bajo la forma de una dimensión patémica del discurso, que abarca el conjunto de las propiedades. manifestables del universo pasional. Asimismo, los paternas se definen como el conjunto de condiciones discursivas necesarias para la manifestación de una pasión-efecto de sentido. Al respecto, se distinguirán los paternas-proceso y los roles patémicos, en función de si se desea captar los sintagmas pasionales o las identidades transitorias del sujeto discursivo dentro de esos sintagmas. Si se toma como ejemplo la "susceptibilidad", se ve claramente que el paternaproceso despliega el conjunto de la secuencia, la cual incluye la recepción, la interpretación de la herida en el amor propio y, después, la reacción y el comportamiento que de ahí deriva; en cambio, el rol patémico, susceptible de ser identificado gracias a la recurrencia de un mismo proceso de ese tipo en un mismo sujeto, puede caracterizar al sujeto, entre otras etapas, lo mismo en la de la interpretación de la herida del amor propio que en la del comportamiento "herido". Además, en caso de que sea posible reconocer una forma generalizable de los paternas-proceso a partir del análisis concreto de los discursos, ésta llevará el nombre de esquema patémico canónico. Por otra parte, la noción de "rol patémico" se traslapa con la de "disposición", ya que ambas caracterizan a una "programación discursiva" del sujeto apasionado. De hecho, si la misma propiedad discursiva del sujeto apasionado puede recibir dos nombres diferentes, es como producto de una diferencia de procedimiento. Si se reconstruyen por presuposición las propiedades del sujeto apasionado, sobre la base de una iteración funcional y por medio de un cálculo cognoscitivo basado en los resultados de un proceso -es decir, en las magnitudes discontinuas-, se los identificará y designará como roles patémicos; en cambio, si se trata de captar las mismas propiedades como una manera de sentir, como una programación que deriva de una forma aspectual, nos vemos obligados a aplicarle una lógica de las motivaciones y, en consecuencia, se los tratará como disposiciones. En suma, la disposición conlleva un componente aspectual porque el procedí- LA EPISTEMOLOGÍA DE LAS PASIONES 75 miento con el que se construye la disposición sigue siendo conforme al basamento tensivo del universo pasional; en cambio, el rol temático no lo conlleva, en la medida en que es resultado de un procedimiento de reconstrucción cognoscitiva de las clases de comportamientos pasionales. Las taxonomías pasionales connotativas El balance terminológico en cierto modo constituye la contribución de la reflexión epistemológica a la metodología; pero la construcción de los universos pasionales a partir de las pasiones-efectos de sentido, sin importar la teoría adoptada, enfrenta una dificultad considerable que ni la epistemología ni la terminología pueden resolver: se trata de la cortina que, para el analista, sea semiotista, filósofo o lexicólogo, forman las variaciones culturales presentes en el corazón mismo de los efectos de sentido pasionales. Es fácil entender que si, desde el punto de vista teórico, el análisis de las pasiones no puede prescindir de la praxis enunciativa y de la puesta en discurso, desde el punto de vista metodológico se encontrará con idiolectos y sociolectos pasionales. f) La praxis enunciativa y los primitivos La lingüística distingue entre el lenguaje como hecho humano universal que, en cuanto tal, es susceptible de incluir los "universales lingüísticos", y las lenguas, sistemas propios de las áreas culturales que completan y reinterpretan los universales. Ahora bien, tanto el uno como las otras, el lenguaje y las lenguas, pertenecen a lo virtual o a lo actualizado y dan lugar, para. su realización, al discurso. En términos de semiótica general y no de lingüística en sentido restringido, el nivel semionarrativo, ordenado como un recorrido generativo, debería incluir, por una parte, magnitudes universales que son características de la significación concebida como un hecho humano universal y, por otra parte, magnitudes generalizables dentro de una cultura dada que son características de la significación como hecho cultural. Estos dos tipos de magnitudes, que siguen perteneciendo al nivel semionarrativo y que también se distribuyen en el conjunto del recorrido generativo, pertenecen, tanto unas como otras, a lo virtual y a lo actualizado. Las "culturas", entendidas como sistemas de selección, de orientación o de complemento que se aplican a los universales de la significación, serían, con respecto a éstos, lo que las lenguas al lenguaje. Sabemos, por ejemplo, que si bien las estructuras elementales de la significación, por una parte, y, por la otra, el sistema de elementos naturales -que subyace en las axiologías figurativas más extendidaspueden figurar en la teoría como universales, no sucede lo mismo con las 76 LA EPISTEMOLOGÍA DE LAS PASIONES axiologías figurativas propiamente dichas, en las que los cuatro elementos se distribuyen, de acuerdo con los autores y con las culturas, de manera variable y específica. Existe un modo relativamente simple de abordar estas magnitudes culturales y de distinguirlas de los universales, que consiste en tratarlas como "taxonomías connotativas"; en efecto, a veces es grande la tentación de considerar las "selecciones", "orientaciones" y "complementos", cuyos universales son afectados por las culturas individuales y colectivas, como operaciones aisladas que dependen únicamente de la iniciativa del sujeto de la enunciación, así como también de hacer un inventario de ellas y atribuirlo a las operaciones enunciativas. Ahora bien, resulta que, aunque no fuera más que por incluir la "lengua", el conjunto de esas particularidades constituye un sistema que, una vez establecido, tiene derecho a un modo de existencia independiente de la enunciación: son realizables -virtualizadas o actualizadas- y no realizadas. Corresponde a la praxis enunciativa realizar ese cambio de estatuto; en efecto, los particularismos culturales se integran en el nivel semionarrativo mediante el uso: el discurso social se constituye no únicamente por la convocación de los universales, sino también mediante una especie de retorno del discurso a sí mismo, que produce configuraciones ya prestas, estereotipadas, y los estereotipos así obtenidos son remitidos al nivel semionarrativo para que figuren como primitivos, tan organizados y sistemáticos como los universales. La praxis enunciativa es este ir y venir entre el nivel discursivo y los otros niveles que permite constituir semióticamente las culturas. La mayoría de las veces, aunque no exclusivamente, los "primitivos" así obtenidos se presentan como taxonomías que subyacen en las configuraciones convocadas en el discurso y que funcionan de alguna manera como connotaciones, distintas de las denotaciones que son el resultado de la convocación de los universales. En ese sentido, la praxis enunciativa concilia un proceso generativo con un proceso genético y asocia en el discurso los productos de una articulación intemporal de la significación con los de la historia. Las pasiones ofrecen un terreno notablemente fértil para tales taxonomías connotativas; en ellas el analista reconoce de antemano un campo privilegiado para el estudio de esas "rejillas" culturales, sociales o individuales, que se proyectan en los universales. En efecto, al ser el "dispositivo" modal la magnitud en la que desemboca el recorrido generativo de las pasiones, su puesta en discurso produce "disposiciones", de acuerdo con el procedimiento de la convocación; pero, en principio, la convocación es susceptible de ser aplicada al conjunto de las combinaciones modales lógicamente posibles; de hecho, esto no sucede así y se observa que cada cultura selecciona únicamente una parte de ellas para manifestarlas como pasiones-efectos de sentido o como pasiones-lexema. Por definición, una vez LA EPISTEMOLOGÍA DE LAS PASIONES 77 afianzada en la sintaxis intermodal y en la protensividad, la disposición es más o menos previsible; cierto, es un factor de previsibilidad del comportamiento del sujeto, pero siempre conlleva cierta indeterminación e "invención"; en cambio el "rol patémico", construido por presuposición y sobre la base de una iteración, es muy previsible y tiende a implantarse en el discurso como un estereotipo. De alguna manera es el "uso" como disposición de algún dispositivo modal, en un área discursiva o cultural dada, el que lo vuelve un estereotipo y, más tarde, por retroacción, un primitivo pasional; sólo entonces, en una cultura dada, aquellos dispositivos modales que hayan seguido ese tratamiento serán objeto de una convocación discursiva dentro de las configuraciones pasionales. Si únicamente fuera cuestión de estructuras o de categorías modales, la influencia de las "rejillas" culturales sería limitada; pero, en la medida en que se trata de "dispositivos", es decir, de intersecciones entre estructuras y de combinaciones potenciales entre categorías, sólo es posible que las pasiones aparezcan como tales en el discurso a condición de que una instancia rija y actualice esas combinaciones potenciales; esta instancia es la praxis enunciativa, que crea las taxonomías pasionales con el fin de recoger los primitivos producidos por el uso. ¡¡, Especies y niveles de la taxonomía En la medida en que conceptúa al mundo natural, la lengua misma procede clasificando. En cuanto a las culturas, éstas se dividen en etnotaxonomías, que caracterizan a un área o a una época entera, y en sociotaxonomías, que especifican las diferentes capas taxonómicas de un área o de una época dada. Estas últimas podrán ser socioculturales, socioeconómicas, sociogeográficas, en función del criterio adoptado: pasiones del norte, pasiones meridionales, pasiones corsas (Mérimée) o normandas (Maupassant), pasiones aristocráticas, burguesas o populares. Desde otro punto de vista, algunas taxonomías pueden aparecer como siendo inmanentes a una cultura dada, mientras que otras, aun cuando sean constitutivas de una cultura, en la medida en que pertenezcan a un sistema más general, aparecerán como construcciones: es así como las teorías de las pasiones aparecen dentro de sistemas ideológicos, filosóficos, inclaso con vocación científica, como en biología y aun en ... semiótica. Por último, la diferencia entre socioledos e idiolectos también será pertinente en el caso de las pasiones. Se podría decir, por ejemplo, que la teoría de las pasiones de Descartes depende, por un· lado, de una taxonomía sociolectal inmanente, en la medida en que descansa en una tradición sociocultural y en que se encuentra influida por la ideología aristocrática; por otro lado, en la medida en que forma parte de un sistema filosófico, depende de una taxonomía idiolectal construida. Un ejemplo viene a la mente, que ilustra concretamente la relatividad 78 LA EPISTEMOLOGÍA DE LAS PASIONES de las taxonomías connotativas: la "ambición", la "envidia" y la "emulación" comparten una misma configuración pasional, pero de manera variable, en función de las culturas y de las épocas. Esas variaciones obedecen especialmente a la naturaleza de las distinciones socioeconómicas: la emulación se circunscribe deJ.!-tro de cada clase o grupo social, la ambición y la envidia franquean los límites; por otra parte, la ambición y la emulación son "ascendentes", mientras que la envidia supone un principio de igualdad. Por esta razón, lo que aparece como ambición en una sociedad fuertemente diferenciada, con numerosas capas sociales con fronteras bien definidas, será visto como emulación en una sociedad con pocas capas sociales y con fronteras difusas. Además, por poco que la norma social busque mantener a cada uno en su clase de origen, la emulación se transformará en ambición, y la ambición misma, en envidia; en L'enfer des choses, Dupuy y Dumouchel trataron de mostrar, siguiendo las teorías de R. Girard, que las relaciones intersubjetivas y sociales son organizadas en ese caso por una estrategia cuyo fin principal es canalizar el deseo mimético. Si se acepta, como hemos sugerido indirectamente. con la noción de "intersujeto", que un fenómeno como el deseo mimético es anterior a la existencia misma de los objetos de valor, nos vemos llevados a constatar que la selección operada por las taxonomías connotativas obra ya desde las precondiciones de la significación y que, sin ser todavía sistemas axiológicos -lo cual sería incompatible con su estatuto de precondiciones-, contienen normas y principios reguladores que definen el modo de funcionamiento del sujeto colectivo. Pareciera que el sujeto de enunciación comunitario inscribe como primitivos, dentro del propio continuo tensivo, sus propios mecanismos de regulación interna. Las sugerencias hechas antes con respecto a los "estilos semióticos" obedecen a ese mismo sentido. Se conocen varias teorías que, por ejemplo, para el nivel que llamamos de las estructuras elementales, proponen organizar los sistemas pasionales, o en general la afectividad, de acuerdo con los grandes tipos de axiologías reconocidos como dominantes por el estudio del discurso: la axiología abstracta, vida/muerte, que el psicoanálisis usa desigualmente, ya sea al oponer las pulsiones de vida a las pulsiones de muerte (S. Freud), ya sea los "buenos objetos" a los "malos objetos" a la vez devorantes y atrayentes (M. Klein), pero también la axiología figurativa, agua/ aire/tierra/fuego, que funda la teoría de los humores y, más particularmente, las taxonomías pasionales medievales. En lo que se refiere particularmente a las modalizaciones, las taxonomías connotativas operan en gran escala en el nivel semionarrativo, ya que autorizan o prohíben la manifestación como pasión de cada uno de los dispositivos modales lógicamente posibles. Así, en los siglos XVII y XVIII y, en cierta medida en el XIX, son excluidos del dominio pasional todo un conjunto de comportamientos referentes al honor, mientras que, hoy en día, 79 LA EPISTEMOLOGÍA DE L'\S PASIONES éstos serían considerados como "susceptibilidad", '~irritabilidad", "carácter difícil" o violencia colérica. Mientras estos comportamientos estén socialmente normados, codificados como roles temáticos en la competencia de los sujetos, se permanecerá en el marco de un contrato colectivo y de una competencia modal común; pero una vez que esta codificación y la norma que la acompaña caigan en desuso, los mismos comportamientos dejarán de remitir a una estructura modal isótopa, como la del deber-es-tar-ser o deber-hacer, y remitirán ahora a un dispositivo modal complejo que ningún contrato rige, que posee su propia autonomía sintáctica y que no es posible interpretar, en la nueva cultura en la que se manifiesta, sino como una "disposición" pasional. Igualmente, las actitudes de preparación para el desafío y para el respeto de la posición social de los demás, que P. Bourdieu describió con respecto a los Cabiles, son estrictamente funcionales y se regulan como poderes-hacer y como saberes-estar-ser, pero se ven frecuentemente recategorizados, por otros que no son sociólogos, como paternas: "desdén", "arrogancia", "orgullo", etcétera. 16 ~ La nomenclatura pasional La lengua propone su propia conceptualización del universo pasional, cuya primera formulación se encuentra en un campo léxico específico, el de la "nomenclatura pasional", que revela las grandes articulaciones de una taxonomía coextensiva a una cultura entera. Como es natural, estudiaremos la nomenclatura francesa. Las definiciones de las pasiones en el diccionario conllevan una serie de denominaciones taxonómicas que constituyen algo así como grandes clases de la vida afectiva; se han detectado en el francés los siguientes tipos: "pasión", "sentimiento", "inclinación", "propensión", "actitud", "temperamento", "carácter", completados por frases adjetivas como "inclinado a", "susceptible de". 17 16 Estos ejemplos muestran claramente que una serie modal que no es convocada como "disposición" durante la puesta en discurso, no aparece de hecho como un "dispositivo"; se comprueba con ello que, en cuanto intersección de categorías modales, el dispositivo permanece virtual y quesólo el efecto retroactivo de la praxis enunciativa puede actualizarlo y tornarlo manifestable y sensible para el enunciatario. Más concretamente, corresponde a la existencia de una dinámica interna del dispositivo, bajo la forma de una sintaxis intermodal, mostrarlo al analista como un dispositivo. Con ello se concluirá, pero se requiere una verificación, que la presencia en las series modales de una sintaxis intermodal es también producto retroactivo de la praxis enunciativa y de la aplicación de las taxonomías pasionales. 17 N.D. Para no interferir con el metalenguaje que hemos ido adoptando poco a poco, dejaremos de lado el término "pasión", que hemos reservado arbitrariamente para nombrar el término genérico del universo estudiado y el término "disposición", al que se le acaba de dar una definición específica, también de manera arbitraria con respecto al léxico natural. [Los tórminos en francés son los siguientes: passion, sentiment, inclination, pcnchant, émotion, humcur, disposition, attitude, tempérament, caractere, enclin susceptible de. T.] a, 80 LA EPISTEMOLOGÍA DE LAS PASIONES Antes del recorte del universo pasional que realizan los lexemas que designan pasiones-efectos de sentido, habría otra red cultural, más abstracta, que revelaría una teoría inmanente de las pasiones en el seno mismo de las culturas. Ya que esta clasificación es una primera organización etnocultural del universo pasional, a la vez que se presenta como una teorización implícita de ese mismo universo, merece ser examinada en sí misma para despejar los principales parámetros que utiliza. En efecto, las teorías psicológicas y filosóficas de las pasiones recuperan, las más de las veces sin mayor trámite, la nomenclatura de la lengua que utilizan y, sobre esa base bien relativa, se esfuerzan por justificarla dentro de su propio sistema. Al respecto, es posible mostrar fácilmente que, a pesar de este intento de dar una motivación a las definiciones, el fundamento del sistema sigue siendo relativo a una cultura dada. Con respecto al sentimiento, se retendrá que es presentado como un estado afectivo complejo, estable y durable, ligado a representaciones. En cuanto a la emoción, se trataría de una reacción afectiva, generalmente intensa, que se manifiesta mediante trastornos, sobre todo de carácter neurovegetativo. El psicólogo Théodule Ribot insiste en su carácter momentáneo. La inclinación, que remite directamente a la "propensión" y a la "disposición", se define como un deseo, como un querer constante y característico del individuo; quien se "inclina a" es "llevado por una propensión natural y permanente". Definida tautológicamente como "tendencia natural" e "inclinación", la propensión [penchant] supone de hecho el reconocimiento por parte de un observador externo de una especialización de la vida afectiva del sujeto, ya sea en cuanto a los objetos, ya sea en cuanto a las modalizaciones; a veces esta especialización es evaluada peyorativamente, lo que no sucede con la "inclinación". En cambio, quien es susceptible de puede sentir, presentar y recibir un sentimiento, una impresión; en suma, es quien posee una capacidad latente, que utiliza de acuerdo con las circunstancias. El temperamento es definido inicialmente como "equilibrio de una mezcla", lo que permite entender el uso de este término en el campo de la afectividad a partir de la definición hipocrática de los humores. Hoy en día, el término designa a un conjunto de características innatas, un complejo psicofisiológico que determina el comportamiento. El carácter también es un conjunto, aunque mucho más homogéneo que el temperamento, que reúne las maneras habituales de sentir y de reaccionar que son susceptibles de distinguir a un individuo de entre sus semejantes. Aquí, el conjunto ya no se define por el equilibrio de los componentes, sino por la dominancia. Finalmente, el humor que caracteriza al individuo es pasajero: define LA EPISTEMOLOGÍA DE LAS PASIONES 81 un momento de la existencia afectiva de ese individuo. Las variables utilizadas en esta clasificación son las siguientes: - La aspectualización, que retorna sin cesar, se refiere ya sea al impulso afectivo mismo, el cual puede ser permanente (inclinación, temperamento, carácter, susceptible de), durable (sentimiento) o pasajero (humor, emoción), ya sea a las manifestaciones pasionales, los comportamientos y los actos que le siguen; estos últimos pueden ser continuos (temperamento, carácter, inclinación), episódicos (susceptible de, humor) 0 aislados (sentimiento, emoción). Inmediatamente se aprecia que, incluso con una base tipológica tan estrecha, la nomenclatura (francesa) no cubre más que una parte de las posibilidades: ¿cómo llamar, por ejemplo, a un impulso afectivo durable con manifestación episódica? ¿Un "sentimiento episódico"? - La modalización dominante también cambia en función de los tipos: el sentimiento pone en juego al saber; por sus consecuencias y manifestaciones, la emoción afecta al poder; la inclinación y la propensión involucran más bien al querer. En el temperamento y el carácter parecen entrar en juego todas las modalizaciones, pero bajo la forma de una interacción cuyas instancias serían los sujetos modales definidos aquí mismo y que logran llegar, ya sea a un equilibrio individual y explicativo, en el que domina el poder (el temperamento), ya sea a dominancias distintivas que poseen un efecto individualizante o que, a fin de cuentas, se traducen como variantes del querer (el carácter). Todas esas clases pasionales se presentan más o menos como variedades de la competencia en sentido amplio; queda, sin embargo, el hecho de que ofrecen imágenes muy distintas de esta competencia. En las definiciones del carácter o del temperamento, la competencia, como "estarser del sujeto", es reconocida por un observador externo, capaz de identificar la dosis modal que la caracteriza. En la inclinación y la propensión, la competencia es presupuesta y reconstruida por un observador que será capaz de prever los comportamientos y las actitudes. En cambio, en la definición de la emoción, es considerada como débil o, incluso, suspendida. La nomenclatura pasional del francés se construye, en lo esencial, a partir de tres variables, en las que la aspectualidad desempeña el papel central; la taxonomía connotativa que resulta aparece en la tabla siguiente: 82 LA EPISTEMOLOGÍA DE LAS PASIONE Sentímiento Emoción Humor * *? *? Suscep- Incli- Tempe- Carácte; tible nación ramento DISPOSICIÓN permanente durable pasajera * * * * * * * *? *? * MANIFESTACIÓN continua episódica aislada * * * l\WDALIZACIÓN saber poder querer mixta * COMPETENCIA ? reconocida supuesta negada * * * * * * * * * * ? * * * A pesar de este esfuerzo de esclarecimiento y de sistematización, la nomenclatura pasional sigue siendo un conjunto difuso, en el que única-. mente se puede indicar cuáles son las variables subyacentes, pero en el cual no se puede definir unívocamente los términos. Esta nomenclatura se muestra como la cobertura lexemática incompleta, mal delimitada, de un macrosistema clasificatorio; como sistema, le falta ser jerarquizado y es prácticamente imposible determinar entre la aspectualización, la modalización y la competencialización, cuáles son los presuponentes y los presupuestos; por otra parte, este sistema no es generalizable, ya que es producto de una selección cultural que se realiza de entre todos los posibles casos de figl.Íra. En efecto, la selección cultural interviene en dos ocasiones: una primera vez''para elegir únicamente tres ejes de variación de entre todos los casos posibles -r~conozcamos que, sin embargo, son los que se encuentran en el corazón de la problemática teórica-, y una segunda vez para quedarse sólo con algunas de las variedades de entre todas las que son contemplables. En cierto modo, la nomenclatura representa un primer esbozo, intuitivo y producto de la historia, de una teoría de las pasiones elaborada dentro de una cultura. Al ser uno de los componentes del sistema lingüístico propiamente dicho -€S decir, uno de los productos de.la praxis enunciativa-, esta teoría nos invita a examinarla más de LA EPISTEMOLOGÍA DE LAS PASIONES 83 cerca para intentar comprender, por una parte, cómo es que la lengua, en tanto sistema relativo a una cultura particular, procede para engendrar los efectos de sentido pasionales a partir de universales modales y, por otra parte, cuáles son las propiedades de esas "teorías intuitivas de las pasiones", como son en general las taxonomías connotativas. El universo pasional sociolectal Para empezar, es posible distinguir el universo pasional de una cultura entera, traducido en parte en el léxico de la lengua que domina en esa cultura, de los microuniversos sociolectales que caracterizan a los discursos sociales. En ocasiones, estos últimos ofrece·n una relectura sorprendente de tal o cual pasión, es decir, una recategorización. o La humillación didáctica Así sucede, por ejemplo, en el discurso didáctico, al menos en el que se practica y codifica habitualmente: éste se encuentra fundado en la negación de un saber del "enseñado" y en una afirmación del saber del "enseñante"; a ese respecto, toda estrategia pedagógica que consista en valorar el saber del alumno no es sino una maña que permite precisamente compensar los efectos pasionales "parásitos" de la negación del saber de origen. Esta negación es necesaria para la buena transmisión y construcción del saber y para la constitución del actante colectivo, ya que el grupo en formación, cualquiera que éste sea, es agrupado a partir de una evaluación que puede ser, o arbitraria, como la edad, o motivada, como un examen de ingreso, pero que en todos los casos mide siempre lo que sabe o no sabe quien es enseñado, lo cual siempre equivale a definir lo que le falta por aprender. Por otra parte, con el pretexto de medir el saber adquirido, se multiplican las evaluaciones "de diagnóstico" o "de pronóstico", aunque en la estrategia didáctica propiamente dicha siempre se considere la extensión de la ignorancia, lo mismo que la relativá heterogeneidad del grupo en formación que de ahí deriva; esto es con el fin de programar posteriormente los aprendizajes destinados a remediar a la vez el déficit y la heterogeneidad. Ahora bien, al menos en su principio modal, esta negación de la competencia es portadora de una ''humillación", es decir, de una manipulación patémica que busca instalar en el enseñado cierto segmento modal estereotipado en el que la conciencia (saber) de la incompetencia debe llevar a una aceptación (querer) de los aprendizajes propuestos: el saber-no-estarser se transforma en no-querer-estar-ser. Freud, por ejemplo, en su introducción a la Introducción al psicoanálisis, apela insistentemente a ese rol 84 LA EPISTEMOLOGÍA DE LAS PASIONES patémico; al dirigirse a sus estudiantes, afirma explícitamente que, para venir a oír, es necesario admitir previamente que no se sabe nada, que se está en el mismo nivel de ignorancia de aquel que jamás ha estudiado medicina; no vacila en precisar que los que aún creen saber algo no deben asistir a la segunda sesión. Finalmente, a los que bajo esas condiciones aceptan permanecer, y únicamente a ellos, aconseja escucharle. He ahí, pues, un microuniverso sociolectal en el que una pasión considerada generalmente nefasta y negativa es aprovechada "positivamente" de un modo que goza de tanto consenso que en general ni los maestros (tal vez con excepción de Freud, entre otros), ni los alumnos la reconocen como tal. En otras palabras, dentro de esta taxonomía pasional no se encuentra repertoriada como una "humillación"; pero basta con que en los bordes de este microuniverso sociolectal se produzcan traslapas con otros discursos sociales, culturales o ideológicos o con universos individuales no integrados para que el efecto de sentido ''humillación" reaparezca y para que surjan conflictos de interpretación en torno al dispositivo modal: muchos debates pedagógicos resultan de ello. Por otro lado, una forma discursiva como ésta se encuentra sin duda ligada a un área cultural limitada en el tiempo y en el espacio: ¿qué sucedería con ella, por ejemplo, en la antigua India, en la que, como señala Dumézil, el maestro y el discípulo se "engullen" y "vomitan" recíprocamente? e Teoría de las pasiones y teoría del valor Si se levanta la vista para mirar los universos pasionales que organizan a las culturas enteras, más allá de la lengua, se percibe que las taxonomías connotativas afectan a más cosas que la delimitación de los dispositivos modales y su interpretación pasional. Se observa, por ejemplo, que la teoría de las pasiones de la revolución individualista del siglo XVIII fue remplazada por la teoría del valor y por la dinámica del interés. Las variaciones paradigmáticas de la historia consistieron en remplazar una focalización en el sujeto por una focalización en el objeto y, paralelamente, en modificar el equilibrio y las relaciones entre el querer y el deber. Dentro de los sistemas filosóficos, pero también, de manera más general, dentro de la episteme, la economía política ocupa el lugar de las teorías de las pasiones, que periclitan, y la teoría de las necesidades [besoins] 18 suplanta a la de los deseos; esto se traduce en particular en un cambio en la modalización de los objetos de valor: de ser deseables se convierten en necesarios o indispensables. En las teorías de las pasiones, la 18 "El francés nécessité supone una necesidad más grave y urgente que el simple besoin", R. García-Pelayo y Gross y J. Testas, Dictionnaire moderne {ran9ais-espagnol, Larousse [T.]. LA EPISTEMOLOGÍA DE LAS PASIONES 85 dimensión pragmática afecta al cuerpo, el cual por su parte afecta al alma, y suscita por ejemplo el querer; en la teoría de las necesidades, la dimensión pragmática determina al cuerpo, el cual a su vez determina al espíritu, con un saber reflexivo que sirve de intermediario y que consiste en la toma de conciencia de sus intereses por parte de los sujetos. Aparentemente, la diferencia entre las dos teorías reside en poca cosa: podría resumirse en la oposición entre "afectar" y "determinar" -el cuerpo afecta o determina al espíritu. En la teoría de las pasiones, lo tímico y lo cognoscitivo no son articulados por lo pragmático en cuanto tal, sino por sus disfunciones: por ejemplo, en Spinoza, esas disfunciones no engendran más que "ideas inadecuadas", que a su vez son reinterpretadas como pasiones; en cambio, en la teoría de las necesidades, lo cognoscitivo y lo tímico son articulados totalmente por lo pragmático en cuanto tal. A ese respecto, las teorías de las pasiones serían teorías de la disfunción narrativa, teorías aptas para captar los "restos" pasionales de la narrabvidad. Por el contrario, las teorías de las necesidades suponen y utilizan una narratividad totalmente determinada que, en la búsqueda de valores descriptivos, anula y absorbe los efectos pasionales al agotar totalmente los valores modales. En consecuencia, con el auge de la teoría de las necesidades y de la economía política, se asiste a una vasta empresa ideológica (y epistemológica) que busca reducir este "excedente modal" en el que moran las pasiones y se busca proceder de tal manera que el conjunto ele los efectos modales quede, directa o indirectamente, bajo la dependencia de la dimensión pragmática o cognoscitiva. La semiótica de las pasiones debe tomar partido en cuanto a ese punto; ya no se trata de tomar partido entre deseos y necesidades, entre pasiones e intereses -planteado así, se trata de un debate entre dos culturas-, sino de definir el mínimo epistemológico sin el cual la autonomía de la dimensión tímica no puede ser garantizada. El mínimo epistemológico que se requiere parece residir en el hecho de que los dispositivos modales pueden ser más que la simple condición de la performance. Es claro que, si detrás de toda taxonomía connotativa de las pasiones se encuentra operando una teoría, implícita o explícita, entonces los cambios culturales son susceptibles de influir en el modo en que se representan intelectualmente las pasiones; una trivialidad que es preciso recordar es el hecho ele que todo proyecto científico se inseribe en una cultura y en una episteme y que, en consecuencia, la semiótica de las pasiones no escapa a tales determinaciones. Elaborar una semiótica de las pasiones consiste, pues, en tomar partido por una representación de la dimensión narrativa de los discursos que no se reduzca a una especie de lógica de la acción y a una concepción del sujeto que se encuentre totalmente determinada por su hacer y por las condiciones necesarias para realizarlo. 86 LA EPISTEMOLOGÍA DE LA.S PASIONES El universo pasional idiolectal El universo pasional de un escritor participa en la constitución del "texto global" de su obra. Los trabajos de Ch. Mauron, que enfocan el "mito personal" de una obra, ofrecen una muestra de la construcción de universos pasionales idiolectales. El mito personal, que se presenta como una configuración que asocia temas y figuras pasionales, puede ser interpretado como la permanencia de uno o más dispositivos modales cuyas manifestaciones figurativas recurrentes se diseminan a lo largo de las situaciones narrativas o dramáticas, al igual que en las figuras retóricas. Por otra parte, el análisis de textos de Maupassant, Bernanos o .Aragon ha mostrado el modo en que las axiologías figurativas .(agua, aire, tierra, fuego), asociadas a las axiologías absh~actas (vida, muerte) y polarizadas por la euforia/disforia, constituyen l3:s formas idiolectales que son susceptibles de desplegarse en la dimensión tímica del relato. La "especificidad" del idiolecto pasional se traducirá más precisamente en: 1] la sobrearticulación de algunas pasiones, como se puede constatar en el spleen de Baudelaire; 2] el dominio isotópico o funcional de alguna modalización, como lo mostró J.C. Coquet con respecto a La ville de Claudel; 3] las orientaciones axiológicas, la valorización o desvalorización de algunas pasiones, como sucede con la generosidad en Corneílle; 4) la recategorízación de pasiones que son tomadas de los universos sociolectales y que, en el idiolecto, dejan de corresponder a la definición "en la lengua". El conjunto de estos factores contribuye a dar una nueva orientación general a la demarcación y funcionamiento de las pasiones, y a delinear una taxonomía pasional idiolectal. ~ Una desesperación optimista La Semaine Saínte de Aragon ofrece un ejemplo notable de recategorización pasional. En esa novela ha sido posible observar que la desesperación es una pasión positiva, valorizada, fuente de provecho simbólico, pero a condición de que se trate de limf desesperación histórica y política. El que perdidamente enamorado se suicida es un desesperado trivial que no tierie derecho a los honores de la historia. En cambio, los soldados de la Casa Real, desesperados por el abandono del rey y de los príncipes que interpretan como una traición, son sujetos desesperados "positivos". En .efecto, su desesperación, que se transformará en revuelta, al igual que el discurso que la expresa, muestra que después de todo no eran tari fútiles como parecían, que eran fieles y, en el movimiento que los sume en el desamparo y el temor, ellos reafirman los valores en los que se fundaba su compromiso; de alguna manera, toda la competencia y el compromiso axiológico del sujeto se ven así reactualizados con la desesperación. LA EPISTEMOLOGÍA DE LAS PASIONES 87 Sin embargo, no se trata de un simple cambio en la polarización, ni tampoco del dominio isotópico de una modalidad; si se compara, por ejemplo, la desesperación en Aragon con la desesperación en Kierkegaard, se observa que, en Kierkegaard, la especificidad de la desesperación proviene de un dominio modal, mientras que en Aragon nace de una verdadera recategorización. En efecto, en el Tratado de la desesperación, la desesperación es una forma y un producto de la conciencia, que tiene como motor una discordancia entre el yo y la desesperación misma o, dicho en términos de Kierkegaard, "la discordancia interna de una síntesis, cuya relación se refiere a sí misma" (I, 2). 19 La desesperación del inventor de la angustia existencial se ve, pues, especificada por el dominio isotópico y funcional de un saber-estar-ser reflexivo: funcional, porque rige el encadenamiento modal de la desesperación il1isma; isotópica, porque interviene tanto en la "enfermedad" -el término es de Kierkegaard- como en su cura; porque, a fin de cuentas, es lo propio del hombre. Por el contrario, en Aragon la desesperación está recategorizada en la medida en que ya no aparece como una pasión del destinatario frustrado, sino como una pasión de la asunción de los valores, por intermedio del contrato fiduciario y de la creencia. Desde este punto de vista, el estado respectivo de las creencias en Bernard, el enamorado desesperado, y en los "hijos de bueha familia", los desesperados políticos, es un indicio significativo. De hecho, poco antes de suicidarse, Bernard no deja de repetir que :'todo es mentira" y se comporta verdaderamente como si todas las cosas fueran iguales en su insignificancia; en cambio, los hijos de buena familia distinguen cuidadosamente la ruptura del contrato fiduciario que los une a los valores monárquicos: ya no creen en su Destinador, pero en contrapartida creen aún más firmemente en el sistema de valores que los ha hecho comprometerse con él. Cuando la desesperación no es sino la prueba del compromiso y ele las razones que lo fundan, dista mucho de afectar tan profundamente al sujeto semiótico como cuando es el resultado de la caída generalizada de los valores. Aunque lleven el mismo nombre y obedezcan a la misma sintaxis modal, se trata de dos pasiones asaz diferentes: una llega a afectar hasta la valencia y al sujeto tensivo; la, otra afecta solamente a la identidad del Destinador. Q Un querer pesimista Como se aprecia, la rccategorización atañe al conjunto de la configuración: a la jerarquía de las modalizacionesJ a sus manifestaciones, al hacer que de ahí deriva, pero, sobre todo, a su repercusión en las cate19 Soren Kierkegaard, Tratado de la desesperación, traducción de Carlos Liacho, Buenos Aires, Enrique Santiago Rueda Editor, s.f., p. 24. 88 LA EPISTEMOLOGÍA DE LAS PASIONES gorías profundas. Otro ejemplo viene a la mente, en el que la modali~ zación misma es recategorizada: se trata del amor y del deseo en Maupassant. De las enseñanzas de Schopenhauer, Nlaupassant retuvo que el querer era la fuente de la desgracia humana, tanto si engendraba un de~ seo insatisfecho, productor de hastío y aversión, cuanto por efecto de la frustración, fuente de sufrimiento. El querer en Maupassant se encuentra frecuentemente asociado con la insignificancia, el absurdo, la incoherencia. En el sociolecto, la misma modalización produce la búsqueda, da sentido a los proyectos de vida en la medida en que permite asumir los valores; en cambio, en el idiolecto desorganiza el hacer humano y no suscita más que pasiones bestiales, brutales o nefastas. La recategorización toma aquí otra vía distinta de la de Aragon, ya que es la modalización misma, como fundadora de las pasiones, la que se ve recategorizada, y todas las pasiones que la incluyen en su dispositivo se ven afectadas. Si nos remitimos a las modulaciones del devenir, es posible percibir que la "apertura" que engendrará al querer no es sino falta de serenidad o irrupción intem~ pestiva. En suma, las fuerzas dispersantes efectúan un retorno destructor: se podría decir que el idiolecto de Maupassant elige un estilo semiótico que especifica la modalidad del querer. Generalizando: si la recategorización puede pasar superficialmente por un simple cambio de isotopía temática -la asunción de los valores en lugar de la frustración, el absurdo y la bestialidad en lugar del "sentido de la vida"-, ella descansa más profundamente en un reordenamiento del dispositivo modal y, eventualmente, en nuevas modulaciones tensivas. Más que frente a la "especificidad" de un idiolecto, sin duda estamos frente a la "originalidad": las formas patémicas se reorganizan de tal modo que, entonces, el conjunto del universo pasional sufre una deformación coherente. Por otro lado, tanto en el caso de Aragon como en el de Maupassant, la recategorización no es totalmente obra de ellos: Aragon emplea en la desesperación un sistema de pensamiento más general que no es el único en poseer; Maupassant toma mucho de Schopenhauer, pero pertenece a una generación de escritores que sufrieron la misma influencia. Por una parte, una sociotaxonomía construida, la ideología de una corriente de pensamiento, se transforma en taxonomía idiolectal inmanente; por otra parte, una taxonomía idiolectal construida, un sistema filosófico, se transforma en sociotaxonomía inmanente. Estas mutaciones permiten entrever un posible método para el estudio de las relaciones entre texto, cotexto y contexto: una vez localizadas las constantes y los parámetros sobre los que operan las taxonomías connotativas, habiendo distinguido las diferentes especies y los diferentes niveles en que operan, sería posible considerar bajo esta perspectiva el estudio "genético" de los textos por medio de las transformaciones entre los distintos tipos de taxonomías. LA EPISTEMOLOGÍA DE LAS PASIONES 89 Filosofía y semiótica de las pasiones Existe una variedad de taxonomías connotativas que merece ser examinada aparte, puesto que presenta una sistematicidad y un carácter explícito próximos al procedimiento semiótico: se trata de las taxonomías que proponen los filósofos. Los tratados sobre las pasiones presentan la peculiaridad de que vacilan entre la clasificación de pasiones que seleccionan dentro de una cultura dada, y una taxonomía deductiva independiente de cualquier cultura en particular. N o se trata de presentar aquí tal o cual sistema filosófico, sino de mostrar rápidamente en qué ellos no pueden escapar a tal alternativa y cómo es que procede el hacer taxonómico. o La taxonomía cartesiana En Las pasiones del alma, Descartes procede únicamente por clasificación: comienza haciendo el recuento de las pasiones por medio ele una deducción progresiva, y después prosigue con el estudio de seis pasiones llamadas "primitivas", para terminar con las pasiones "particulares". El recuento ele las pasiones, así como su descripción, consiste en plantear variables, en desplegar las variedades, en proporcionar, a continuación, una descripción de las manifestaciones concebidas como síntomas y, por último, en contemplar las causas fisiológicas. Las definiciones juegan con un cierto número de parámetros que de alguna manera justifican, una vez elaborada, la representación de las pasiones que Descartes toma de sus antecesores y de sus contemporáneos. Estos parámetros son, entre otros, los actantes involucrados, la modalización, la axiologización, la aspectualización temporal. Es así como el "arrepentimiento" descansa en un sincretismo entre el sujeto de hacer, el observador y el sujeto apasionado; el querer y el poderhacer se encuentran implicados en las pasiones que afectan a la "potencia de actuar", como sucede con la "indecisión" [irrésolution]; por último, el "hastío" [ennui] y la "repugnancia" [degout] serían pasiones "durativas". Además, la moralización es omnipresente, la mayoría de las veces redundante con respecto a la polarización axiológica de los objetos, y viene a superponer una nueva taxonomía a la primera. El principio es, pues, el de una vasta combinación, que se considera exhaustiva en lo que se refiere a las seis pasiones primitivas y exploratoria para las restantes, cuyo número es "indefinido"; como se ve, la combinación se funda en un pequeño número de categorías que serían aproximadamente las que tendría que manipular una semiótica de las pasiones de carácter taxonómico. 20 20 Al respecto habría que señalar que el análisis semiótico de esta combinatoria permitiría hacer aparecer el principio en el que descansa la distinción entre las "primitivas" y las otras; en Descartes, 1a distinción es evidente: "Se puede señalar fácilmente que no hay más 90 LA EPISTEMOLOGÍA DE LAS PASIONES Por otra parte, la combinatoria no obedece a una sola taxonomía sino a dos, que se entremezclan. La primera es una etnotaxonomía inmanente, en la medida en que Descartes reordena a posteriori el universo pasional de una cultura, que es más o menos fielmente transmitido por 'la lengua; la segunda es una taxonomía idiolectal construida, aunque sólo sea por la insistente presencia de la mecánica fisiológica cartesiana, pero también a causa de los juicios morales que acompañan y determinan a cada definición. Ahora bien, esas taxonomías operan a veces de manera contradictoria y, en ese caso, las dudas en la denominación revelan la indecisión del filósofo. Por una parte, a manera de ejemplo, ciñéndose a su propio sistema, Descartes trata como pasiones a la estima y al desprecio, que en el siglo XVII eran consideradas ''opiniones"; así, también, al hacer aparecer las posiciones sin denominación en la lengua natural, les asigna arbitrariamente un nombre prestado: es así como, para hacer juego con "pesar" [regret], que es una ''tristeza ligada a un bien pasado", el "júbilo" [allégresse] es el nombre dado a "una alegría ligada a un mal pasado". Pero, por otro lado, para nombrar la pasión de quien constata que un objeto positivo es de quien lo merece, renuncia a encontrar una denominación específica y toma el nombre genérico más cercano, el de "alegría" [joie]. De lo cual se ve que lo arbitrario de la denominación, que señala la preponderancia de la taxonomía idiolectal construida, cede a veces su lugar al afán por justificar las delimitaciones lexicalizadas propias de una cultura. Por otra parte, quien, desde una perspectiva semiótica, quisiera aprovechar un procedimiento de este tipo, encontraría rápidamente un obstáculo insuperable: aparentemente, la combinatoria no tiene límites, pero tampoco un principio rector unívoco. El procedimiento taxonómico se encuentra falseado desde su origen por el hecho de que toda taxonomía de las pasiones es relativa a una cultura dada. Esto no le quita mérito filosófico, pero no permite que el semiotista lo utilice: así, entre otros aspectos, el método semiótico consiste en prever, y no en hacer el inventario de la combinatoria; prever por un lado las posiciones posibles de la combinatoria, pero en ese caso es necesario conocer el principio rector; prever por otro lado las apariciones de las pasiones en el discurso, pero entonces es necesario conocer su sintaxis. Las más de las veces, en los filósofos las transformaciones pasionales ya no pertenecen al campo pasional: en Descartes, por ejemplo, forman parte de la fisiología y de la mecánica corporal, y las pasiones en cuanto tales parecen ser meramente estáticas. que seis que sean tales", dice a propósito de las primitivas. Ahora bien, rápidamente se puede percibir que las pasiones llamadas "primitivas" son aquellas en las que no se encuentra sincretismo actancial alguno y cuyas definiciones no conllevan más que dos actantes, el sujeto y su objeto. Esta observación no sería por otra parte suficiente, ya que el criterio no se aplica más que parcialmente a la lista proporcionada por Descartes. LA EPISTEMOLOGÍA DE LAS PASIONES 0 91 .AJgoritmos y sintaxis en Spinoza Si consideramos ahora a Spinoza, encontramos en cambio, en la Ética, alrunos elementos de sintaxis pasional. En este caso, la teoría de las pasioo nes se presenta como una concatenación de proposiciones; por ejemplo, el odio es "una tristeza acompañada de la idea de una causa exterior"; el lector es remitido a la tristeza, pasión "con la que el espíritu pasa a una perfección menor", y este último proceso es explicado de la siguiente manera: Si algo aumenta o disminuye, favorece o limita la potencia de actuar de nuestro cuerpo, la idea de esa misma cosa aumenta o disminuye, favorece o limita la potencia de pensar de nuestra mente. 21 De acuerdo a Spinoza, la pasión nace de cierta articulación de la dimensión pragmática, s.obre todo del campo somático, con la dimensión cognoscitiva: la competencia del sujeto pragmático es un espectáculo para el sujeto cognoscitivo, y es este espectáculo, organizado como "pasión", el que entonces afecta a la competencia del sujeto cognoscitivo mismo. Por un lado, un funcionamiento como éste se encuentra fundado en el principio pasional más universal que existe, aquel que postula la unidad del sujeto humano, la interdependencia de las diferentes instancias que lo componen; además, el mismo mecanismo de engendramiento de las pasiones -y en consecuencia, los algoritmos deductivos que las construyen- tiene su origen en el proceso que, de acuerdo a nosotros, .homogeneíza lo exteroceptivo y lo interoceptivo por la mediación de lo proprioceptivo, proceso creador de la existencia semiótica misma: por ello, lo que afecta al espíritu puede afectar al cuerpo, y la afectación del cuerpo puede convertirse en un espectáculo pasional para el espíritu. Pero, por otro lado, el carácter idiolectal y restrictivo de esta teoría de las pasiones se transparenta aquí al menos de dos maneras. En primer lugar, es evidente que la articulación pasional de lo cognoscitivo sobre lo pragmático es considerada como perturbadora, ya que la modificación de las facultades del espíritu deriva explícitamente de ideas llamadas "inadecuadas"; ahora bien, por definición, las ideas inadecuadas son aquellas qD;e llegan al espíritu bajo la influencia de las afecciones del cuerpo y que, por ello, al dirigirse a la parte "pasiva" de nuestro espíritu pueden estar "mutiladas y confusas"; este dispositivo filosófico supone, pues, la dualidad del alma y del cuerpo, representados aquí como dos espacios cognoscitivos entre los que existe una frontera modal que perturba (mutila .y disminuye) la circulación del saber. Además de la moralización generalmente negativa que inspira a tal concepción, es claro que, en tales 21 Ética, cap. "Del origen y de la naturaleza de los afectos", proposición XI, traducción al español de José Gaos, México, UNAM, 1983. 92 LA EPISTEMOLOGÍA DE LAS PASIONES condiciones, es imposible pensar la autonomía de la dimensión patémica, puesto que la teoría de las pasiones se encuentra limitada al tratamiento de los efectos de una dimensión cognoscitiva perturbada por la dimensión pragmática. Por otra parte, únicamente la modalidad del poder parece estar involucrada: la "potencia para actuar de nuestro cuerpo" (poder-hacer) y la "potencia para pensar de nuestro espíritu" (poder-saber) son las únicas afectadas en este caso; de hecho, esto podría significar, ya sea que únicamente el poder y sus variedades engendran las pasiones, o que las otras modalizaciones, al venir a interferirlo indebidamente, producen efectos secundarios. Sea lo que fuere, esta modalidad aparece rigiendo al conjunto del sistema. Además, en la medida en que sus efectos son tratados a continuación como un espectáculo, por un entendimiento que ya no produce más que ideas inadecuadas, la modalidad del saber interviene en segundo lugar, como el filtro y el interpretante de todas las pasiones. En consecuencia, las modalidades aléticas, tomadas a su cargo por las modalidades epistémicas, constituirán la armazón de la teoría de las pasiones en Spinoza. De manera que el "temor" [crainte] será la "idea de una cosa futura o pasada cuyo resultado [modalización alética] 22 nos parece en cierta medida dudoso [modalización epistémica]". A esta sintaxis del procedimiento de definición habría que añadir una sintaxis intrínseca al funcionamiento pasional. La originalidad de la teoría de las pasiones de Spinoza reside en parte en el hecho de que algunas pasiones pueden transformarse en otras; por ejemplo, el "contentamiento" [contentement] es una alegría producto de lo que ocurre contra toda esperanza; igualmente, la "decepción" es una tristeza producto de lo que ocurre contra toda esperanza. Tales definiciones implican una verdadera secuencia modal, en la que, por ejemplo, la duda se transforma en certeza: la satisfacción presupone sintácticamente la ausencia de esperanza, y quizá también el temor, y la decepción presupone sintácticamente la esperanza. Nosotros llamaríamos más bien "espera" [attente] a lo que Spinoza llama "esperanza" [espoir], pero no hay duda de que, aquí, el sujeto apasionado está constituido por una serie de sujetos modales, en parte independientes los unos de los otros, y que algunas pasiones nacen de una transformación modal. Ahora bien, la sintaxis pasional es por sí misma un factor ilimitante de la teoría; efectivamente, las combinaciones que ofrece una taxonomía, aun cuando sean numerosas, por principio son finitas, pero en la medida en que no se impone ningun límite a la cantidad de transformaciones para cada secuencia, los sintagmas pasionales son, en principio, de número ilimitado. No obstante, la Ética jamás nos da la impresión de abrir tal ilimitación. La razón es que la taxonomía connotativa 22 En corchetes en el original. LA EPISTEMOLOGÍA DE LAS PASIONES 93 prevalece por encima de la sintaxis y que, por no haber garantizado la autonomía del principio sintáctico que a veces utiliza el filósofo, no puede producir más que una teoría idiolectaL En efecto, la aparente exhaustividad de la combinatoria, a la vez que está limitada por las premisas adoptadas -las cuales sólo toman como pasiones lo que, proveniente del cuerpo, altera el buen funcionamiento del espíritu, con lo que Spinoza se somete tanto a su tiempo como a la tradición filosófica-, también lo está por el principio de los algoritmos deduc. ti vos que rigen al idiolecto. Hacia arriba, como ha sido señalado, es la selección de una isotopía modal lo que condiciona al sistema; hacia abajo, lo que lo condiciona es la selección de un cierto número de combinaciones entre el conjunto de posibilidades. El filósofo hace notar de paso la existencia de pasiones sin nombre, indicando con ello la autonomía de su construcción con respecto a las delimitaciones culturales que transmite la lengua; sin embargo, entre todas las combinaciones y todas las secuencias modales posibles, sólo son tomadas en cuenta las que autoriza el camino deductivo adoptado. La mejor prueba es que, a pesar del potencial de ilimitación que representa, la sintaxis modal no logra exceder la taxonomía y queda sometida al procedimiento deductivo combinatorio. La admirable coherencia de la Ética no es cuestionada, ni la pertinencia de las definiciones propuestas; por el contrario, en este ejemplo, en el que el principio combinatorio es llevado al límite, se puede entender por qué, particularmente con respecto a las pasiones, un método taxonómico y estrictamente deductivo no puede sino justificar a posteriori las delimitaciones impuestas por cada cultura, y superponerles los a priori de un sistema idiolectal. Recorrer rápidamente dos teorías filosóficas de las pasiones no basta para dar cuenta del tratamiento filosófico de la pasión; de hecho, no es ése nuestro objetivo aquí. En cambio, ellas sacan a la luz los efectos connotativos de ciertas elecciones metodológicas: en la medida en que son taxonómicas, se organizan en oposiciones binarias y, por ello, difícilmente pueden escapar a un modo de pensamiento discontinuo y categórico que nos parece poco apto para tratar el universo pasional tal como se manifiesta en el discurso; en la medida en que son deductivas y que se subordinan a un sistema filosófico particular, producen taxonomías idiolectales; en la medida en que generalmente obedecen a un principio lexentático, que lleva a asociar sistemáticamente una denominación motivada a cada definición, confirman las taxonomías sociolectales inmanentes. Por supuesto, estas diferentes categorías merecen ser matizadas y ubicadas en la historia de la filosofía. Pareciera, por ejemplo, que después de un largo peiiodo en que pulularon los tratados taxonómicos, el arribo de la teoría de las necesidades y del interés detuvo la producción de ese tipo de tratados. Durante este eclipse de las taxonomías pasionales, se preparaba una concepción de la pasión que sólo se afirmaría con el romanticismo: la 94 LA EPISTEMOLOGÍA DE LAS PASIONES pasión como tal, remitida al sentir, la pasión como principio de vida, indivisible, que no deja lugar a una taxonomía. En cierto modo, la gran perturbación producida por Nietzsche y Freud confirma esta evolución, al situar la pasión, con un gesto antropológico esencial, en el origen de lo ''humano" y de la cultura, como motor de la historia colectiva y de la historia individual. Es claro que no toda teoría filosófica de las pasiones es taxonómica y deductiva, pero parece que difícilmente se puede escapar a esta alternativa: o bien es el sistema filosófico en su conjunto el que descansa en un principio pasional -y en consecuencia éste aparece prácticamente como uno de sus incognoscibles-, o bien es una taxonomía regida por el sistema filosófico la que produce la teoría de las pasiones. Precisamente, nuestro afán es promover una semiótica de las pasiones que, por un lado, asegure a la dimensión patémica su autonomía dentro de la teoría de la significación y, por otro lado, que no se confunda con la teoría semiótica entera, conservando al mismo tiempo su independencia con respecto a las variaciones culturales que l~s taxonomías connotativas traducen. La importancia epistemológica y metodológica acordada a la sintaxis pasional parece poder protegernos tanto de Caribdis -la taxonomía- como de Escila -la pasión como fundamento de toda significación: ahí reside el mínimo epistemológico que requerimos. Sin embargo, no por ello escapamos al hecho de que, en el momento en que se inicia el análisis, las pasiones no son cognoscibles más que por medio del uso que les da forma y las integra en los primitivos semionarrativos; hablando semióticamente, ignoramos (casi) todo sobre las pasiones o, cuando menos, atendiendo a lo dicho hasta ahora, debemos aparentar que así es. Ya que · ahora está claro que nadie puede escapar a las orientaciones y a las elecciones de origen cultural, continuar en la vía de la construcción teórica que parte de los fundamentos hace, a la larga, correr el riesgo de producir una taxonomía connotativa más entre tantas. En cambio, los productos de uso deben ser tomados en serio ahora y ser utilizados de manera crítica; por eso empezaremos a examinar las pasiones en los discursos realizados: discurso del diccionario, de los moralistas, discurso literario, entre otros, los que nos permitirán sacar a la luz detalladamente el modo en que los sociolectos y los idiolectos trabajan. El corpus lexicográfico y el corpus literario constituyen un punto de partida para producir eventuales generalizaciones y para suscitar nuevas interrogantes que progresivamente se integren en las primeras hipótesis teóricas. Entre dos caminos -el que consistiría, por ejemplo, en "bricolar" 23 dentro de una lengua natural para construir ahí un sistema pasional que la haría estallar, y el camino que consistiría en construir, independiente23 Intraducible al español; mantenemos el galicismo para significar "un trabajo cuya técnica es improvisada y que se adapta a los materiales y a las circunstancias" (Petit Robert). LA EPISTEMOLOGÍA DE LAS PASIONES 95 mente de toda lengua natural, un sistema arbitrario cuyo aprovechamiento concreto sería siempre problemático-, nosotros adoptamos un camino cr~ítico en el que las virtualidades de la lengua serán reconocidas, en el que las elecciones culturales serán teorizadas y en el que, en resumen, será posible reconocer a· cada quien lo suyo. 2. A PROPÓSITO DE LA AVARICIA Como las pasiones sólo tienen existencia discursiva gracias al uso, comunitario o individual, su estudio no puede restringirse a las generalidades y a los "noemas" semánticos y sintácticos que las constituyen; a ese respecto, la lengua natural es algo así como el testigo de lo que la historia de una cultura ha retenido en tanto pasiones entre todas las combinaciones modales posibles. Así, comenzaremos interrogando al diccionario, considerado aquí en cuanto un discurso sobre el uso de una cultura. dada, para reunir las primeras informaciones de la forma como funcionan las pasiones. El estudio de los lexemas pasionales exige primeramente la sustitución de una definición por su denominación; después, una reformulación sintáctica de la definición misma. Se trata, en suma, de transformar los roles patémicos, cuyos "nombres-lexemas" constatan la existencia dentro de un uso dado, en patemas-procesos, y de poner en claro, gracias al análisis y a la catálisis conjugados, las organizaciones modales subyacentes, así como las operaciones que las predisponen a participar en las configuraciones pasionales. Ese procedimiento, ya probado en varias ocasiones, se funda en la comprobación de las propiedades de condensación y de expansión del discurso, que autorizan a desplegar, a partir de un solo lexema, el conjunto de una organización sintáctica. Eso no significa, sin embargo, que el modelo sintáctico de cada pasión esté contenido, hasta cierto punto de manera natural, en su ocurrencia lingüística. La lexicalización es un fenómeno secundario de la estructura semántica; opera sobre los productos del uso, es decir, sobre las selecciones y los ordenamientos que uno observa en discurso y cuya praxis enunciativa es la responsable. Es por eso que el establecimiento del modelo no comienza sino después del análisis pragmático de las definiciones, las cuales sólo sirven para prevenirnos contra nuestras propias inclinaciones idiolectales -incluso, para compensar nuestra ignorancia-, y en el transcurso del cual uno habría podido separar los constituyentes sintácticos generalizables de aquellos que no lo son. El método preconizado, que consiste a la vez en darse una base deductiva y en explorar después los discursos y los usos manifestados por éstos para establecer los modelos sintácticos, demuestra que el objetivo es siempre compensar las debilidades de la deducción por la inducción; en una empresa que se presenta globalmente como hipotético-deductiva, las hipótesis no proceden necesariamente de la especulación axiomatizante: la parte de la inducción es a menudo dominante. [96) 97 A PROPÓSITO DE LA AVlilliCIA El examen del lexema "avaricia" y de su semantismo nos permitirá ilustrar y precisar nuestro acercamiento. LA CONFIGURACIÓN LÉXICO-SEMÁNTICA La pe1jormance: la acumulación y la retención El Petit Robert que consultamos presenta la avaricia bajo la forma de tres segmentos definicionales: 1] el apego excesivo al dinero, 2] la pasión de acumular y 3] la pasión de retener riquezas. El primero de esos segmentos supone como conocida la definición, de un lado, del "apego" y, del otro, del "exceso". El apego, a su vez, es definido como un "sentimiento que nos une a las personas y a las cosas por las cuales sentimos afecto". O sea: - Sentimiento - que nos une - a las personas y a las cosas por las cuales sentimos afecto referencia a la nomenclatura pasional modo de conjunción objetos de valor de tipo '<deseables", cletenninados por un aquerer-ser'' N.B. "Deseable', no es más que una aproximación para dar cuenta ele la "afección" y del "apego,. Se reconoce ahí intuitivamente un efecto aspectual, la duración o la repetición, y un componente fiduciario, la confianza en el valor del objeto. Regresaremos a ello. En cuanto al exceso, representa aquí una intensidad del sentimiento, acompañada de un juicio moral peyorativo. La pasión se mide entonces en una escala en la que la moral instituye umbrales de apreciación: el apego al dinero puede ser más o menos vivo; no obstante, habiendo alcanzado el umbral moral, se convierte en la avaricia. El umbral no es, empero, una frontera entre una no pasión y una pasión, sino entre dos formas pasionales que el diccionario, en su propia nomenclatura, llamaría respectivamente un "sentimiento" y una "pasión". Por otra parte, esa escala de intensidad y ese umbral moral, si aparecen en superficie como un medio ele normalización de la pasión, presuponen también una aspectualización del proceso designado como "afectar"; de hecho, si el juicio ético consiste en proyectar umbrales, eso no significa sin embargo que la propiedad sobre la cual se expresa el juicio (aquí el "exceso',) sea de la misma naturaleza: el umbral normativo no es sino el medio superficial que la ética se da para manifestar la propiedad que evalúa. N o obstante, como el enunciado del umbral normativo es el único indicio directamente observable de la presencia inmanente de una propiedad tal, nos encontramos fortalecidos en nuestra decisión táctica cle'comenzar el examen aprovechando los productos del uso, cuya moralización es aquí un ejemplo. 98 A PROPÓSITO DE LA AVARICIA Para resumir, la traducción sintáctica de la definición dada por el diccionario se presenta así: un enunciado de conjunción es sobredeterminado por una modalización, seguida de una aspectualización, ambas sobredeterminadas por un juicio de intensidad, y ese ordenamiento sintáctico está clasificado en la nomeclatura pasional. El segundo segmento definitorio, "pasión de acumular riquezas", en lo que a él se refiere, opera directament~ la clasificación dentro de la nomenclatura; el término "pasión", glosado como "viva inclinación por un objeto que se persigue, al cual uno se apega con todas sus fuerzas" r aparece como un condensado de la expresión "apego excesivo". "Acumular" es un hacer que se ejerce en provecho de un beneficiario: un querer-estar-ser, el del beneficiario en relación con el objeto, tiene aquí por condición un quere}'hacer, el del sujeto "acumulador"; se trata, además, de un proceso recurrente, en el que el valor del objeto comporta una cláusula cuantitativa. En suma, la "intensidad", ya reconocida en el primer segmento, retorna aquí en dos momentos: una primera vez, como aspectualización del proceso, bajo la forma de recurrencia, y una segunda vez, como evaluación cuantitativa del objeto, revelando así una aspectualización del objeto. Continuando ahora el examen del primer segmento, esta observación muestra que la intensidad del sentimiento, lejos de ser la última palabra del exceso, cuestiona la naturaleza misma de la intensidad: siendo concomitantes la aspectualización del proceso y la del objeto, ella nos permitiría interpretar la intensidad pasional como la manifestación de la modulación de lo continuo, susceptible de distribuirse, en el momento de su convocación en discurso, a la vez sobre el proceso y sobre el objeto, llegando así a ser definitoria de la pasión del sujeto. El tercer segmento propuesto por el diccionario, "pasión de retener riquezas", modifica sólo la naturaleza del hacer. "Retener" es un· programa narrativo de no disjunción, que se opone a acumular, programa de conjunción. Se recordará que T. Ribot, dividiendo las pasiones en "estáticas" y "dinámicas", clasificaba la avaricia entre las pasiones llamadas "estáticas"; vemos que de hecho la avaricia comporta a la vez una forma dinámica (de conjunción) y una forma aparentemente estática (de no disjunción). Esas dos formas toman su lugar en el cuadrado de la junción: avaricia 1 CON.JUNCIÓN avaricia 2 NO DISJUNCIÓN AVARICIA DISJUNCIÓN ~ NO CONJUNCIÓN A PROPÓSITO DE LA AVARICIA 99 Por otro lado, la diferencia entre las dos formas de la avaricia puede ser interpretada como la de puntos de vista, es decir, como una diferencia estrictamente discursiva. En efecto, si se supone que la avaricia es una sola pasión, independientemente de sus variaciones discursivas, la oposición entre "acumular" y "retener" puede comprenderse como la oposición entre la avaricia que se ejerce antes de la conjunción, teniendo como perspectiva la conjunción misma, y la avaricia después de la conjunción. La aspectualización difiere entonces según si tiene que ver con el proceso perfectivo de conjunción o con el proceso imperfectivo de no disjunción: iterativa (i.e. durativa discontinua) en un caso, se convierte en continuativa (i.e. durativa continua) en el otro; "perfectiva" no significa aquí otra cosa que "dirigida hacia la conjunción", e "imperfectiva", simplemente el hecho de que la conjunción ya se cumplió. Esa doble puesta en perspectiva de un proceso pasional único alienta a buscar, en el momento de la construcción del modelo, un principio sintáctico único que permita dar cuenta de la avaricia. e La competencia pasional Los tres segmentos definitorios de la avaricia invitan al comentario. Primeramente, si el programa narrativo de acumulación o de retención parece administrado por la pasión, ésta puede ser considerada como competencia: se presenta como el equivalente de un "querer", querer-estar-ser o querer-hacer, encontrándose así, en el esquema narrativo, en la fase del establecimiento del contrato entre el sujeto y el Destinador. Pero, de hecho, el avaro puede acumular o retener sin contrato y sin Destinador; podríamos decir también que la acumulación y la retención son sólo "avariciosas" cuando derogan el contrato e ignoran al Destinador, y la pasión funciona como un sustituto reflexivo de la manipulación, de la persuasión y del contrato. No obstante, lo contrario es también posible: lo es, por ejemplo, con la avaricia, considerada como característica de todo un grupo social, o con el odio declarado por todos los individuos de un grupo humano al enemigo hereditario. La presencia o la ausencia del Destinador no es entonces un criterio pertinente para la comprensión de la avaricia. Sea lo que sea, parece que se podrían reconocer dos características independientemente del Destinador, que las mismas permitirían distinguir dos formas de competencia, una de las cuales es específicamente pasional. En principio, la competencia propia de la pasión implica una programación del sujeto, independientemente de los programas mismos y dotada de formas aspectuales específicas, al grado que uno puede preguntarse si no es la aspectualización de un comportamiento asegurando una competencia -su repetición, su duración, su intensidad-lo que procura a la competencia su perfume pasional.. Mejor aún, todo transcurre como si la efica- lOO A PROPÓSITO DE LA AVARICIA cia de la competencia pasional dependiera de su aspectualización: la pasión del avaro, en realidad, no se ejerce y no es reconocible sino en razón del carácter iterativo de la conjunción y del carácter continuativo de la no disjunción. Otro rasgo distintivo: la competencia pasional puede ser interpretada como un simulacro reflexivo; de modo contrario a la competencia "normal", que sólo podemos aprehender por su reconstrucción a partir de la performance, la competencia pasional no depende de la performance; todo lo contrario, es ella quien la rige: por un lado, sobrepasa siempre el hacer que parece resultar de ahí -en efecto, incluso si el avaro experimenta una satisfacción al acumular riquezas, no deja por eso de acumularlas- y, por otra parte, aparece como la imagen fin para el sujeto, instituyendo así la orientación del objeto para sí mismo y neutralizando el sistema de valores en curso. Se podría decir, entonces, que el foco de atenCÍón del avaro ya no lo son las riquezas que acumula, sino esa imagen fin erigida en simulacro potencial en la que él se "sueña" rodeado de riquezas. Por su forma aspectual-repetitiva, durativa, intensa-, la competencia de tipo pasional plantea un problema más general, el de la adquisición de las competencias: ¿cómo la repetición de un hacer, por ejemplo, puede tener como resultado un "estar-ser", es decir, una competencia inscrita en el estar-ser del sujeto? La interrogante se extiende al problema de la adquisición de los roles en general; la adquisición de la competencia transformada en un rol, gracias a la aspectualización del hacer, supone un saber que se construye progresivamente, saber que se remite a las disposiciones de los programas de base y de los programas de uso y que, por eso, no puede ser sino discursivo; es decir, situado en un nivel más superficial que el de los mismos programas. En el caso de la pasión, el saber mencionado es un "saber figurativo" o, más bien, un "creer figurativo" cuyo contenido es la imagen fin, el simulacro ideal que postulamos, mientras que la competencia "normal" no requiere una reestructuración semejante. La competencia pasional constituye, pues, una especie de "imaginario modal" del sujeto, ya que la imagen fin está compuesta, de acuerdo con la definición que propusimos para los simulacros pasionales, por modalizaciones que caracterizan al estar-ser del sujeto, retomadas después de una transferencia cognoscitiva y fiducimia (un desembrague). Como simulacro, L:t imagen fin sería entonces el "parecer" del ser del sujeto, parecer de uso interno y reflexivo, que regiría, al menos en parte -bajo la forma de programaciones discursivas-, los comportamientos ulteriores de ese sujeto. En ese sentido, la noción de imagen fin permitiría reconciliar la lógica de las previsiones y la lógica de las presuposiciones; la imagen fin es el medio por el cual el sujeto anticipa la realización de un programa y el advenimiento de un estado, lo cual le permite, por presuposición, establecer su competencia; la combinación de una previsión, fundada en la fiducia, y de una presu- A PROPÓSITO DE LA AVARICIA 101 posición, fundada en la necesidad sintáctica, engendra el efecto de sentido motivación. El avaro que se sueña rodeado de riquezas, reconstruye por presuposición un programa de acumulación/retención, el cual aparece entonces en la configuración pasional como una motivación orientada por la imagen fin. La articulación del "imaginario modal" sobre la sintaxis narrativa no podría comprenderse sin sus idas y vueltas sobre el eje del parecer. o Una modulación comunitaria Por lo demás, la avaricia sólo puede concebirse si las riquezas son consideradas como objetos en circulación dentro de una sociedad; el exceso de acumulación, como el de retención, sólo puede ser interpretado en relación con una norma que regula los intercambios entre los sujetos dentro de una comunidad. La retención, por ejemplo, y en particular el juicio peyorativo que la acompaña, sólo puede comprenderse si uno supone una clisposición general para la redistribución. Igualmente, la acumulación aparece en el examen como una superposición entre dos procesos: adquirir nuevos objetos y, al mismo tiempo, retener los adquiridos. La avaricia no es pues la pasión del que posee o busca poseer, sino la pasión del que obstaculiza la circulación y la redistribución de los bienes en una comunidad dada. Ello corresponde a un hecho de uso por medio del cual una praxis enunciativa, propia de una comunidad, transforma en pasión un determinado dispositivo sintáctico producido en el nivel semionarrativo. Si la avaricia como pasión sólo se define indirectamente por la j unción y esencialmente por las variaciones en la circulación ele los valores, su criterio definitorio ya no corresponde, en ese nivel comunitario, al orden ele lo discontinuo categorial, sino al de lo continuo tensivo: la retención aparece entonces como una especie de modulación del devenir social, cosa nada sorprendente puesto que lo esencial del efecto pasional descansa sobre formas aspectuales que la puesta en discurso pasa por medio de una distribución temporal ele los procesos: adquirir; después, retener, y continuar adquiriendo al mismo tiempo que se retiene. Regresaremos más extensamente sobre esta propiedad, constatando simplemente, en esta etapa del análisis, que parece coincidir con una definición única de la pasión de avaricia más acá de las variaciones discursivas de perspectiva, más acá incluso de los avatares de la junción. Los parasinónimos Q La avidez Ser "ávido" es tener un "deseo inmoderado", "desear inmoderadamente" el 102 A PROPÓSITO DE LA AVARICIA alimento, los bienes o, incluso, el conocimiento. "Glotón", "goloso", "voraz", "codicioso", "rapaz", "curioso", son también los principales correlatos. Lo primero que salta a la vista es que dos grandes tipos de objetos se encuentran concernidos -unos, de tipo pragmático, consumibles o atesorables; otros, de tipo cognoscitivo-, los cuales proporcionan un criterio de clasificación para esos correlatos; el alimento para el "goloso", "glotón" y "voraz", los bienes y las riquezas para el "codicioso" y "rapaz", el conocimiento para el "curioso". Entre todos esos objetos, sólo los bienes atesorables y no consumibles (riqueza, dinero) convienen a una "avidez" que sería sinónimo de "avaricia"; los otros caracterizarían a otro semema de "avidez" que ya nada tendría que ver con la avaricia: la avidez de alimento o la de conocimientos no pueden ser tachadas de avaricia. "Atesorables" y "no consumibles" sólo caracterizan a las propiedades sintácticas de los objetos y no a su contenido semántico; más precisamente, se trataría de modalizaciones proyectadas sobre la junción e impuestas por la forma sintáctica de los objetos: "atesorable" se glosaría entonces como "poder estar conjunto con un mismo sujeto en varios ejemplares"; "no consumible", como "no poder ser destruido por la conjunción con un sujeto" -es decir, más explícitamente, "poder estar conjunto a un n sujeto después de haber estado conjunto a un (n-1) sujeto". Ese tipo de modalizaciones llevan -lo vemos- explícitamente a la junción y a un componente cuantitativo que encontramos, por ejemplo, en las nociones de "participación" y de "exclusión", a las cuales tendremos que regresar. Sea lo que sea, la especificidad de la avaricia no se apoya, desde ese punto de vista, en el semantismo de los objetos, sino en sus propiedades sintácticas. Siendo indiferente la investidura semántica de los objetos de valor, uno ya no puede considerar que el valor semántico incorporado, objeto de una orientación axiológica, tenga algún poder de atracción para el avaro: lo que hace al avaro no es el dinero, las tierras, los bienes, sino la forma modalizada de la junción y la forma sintáctica del objeto de valor. No obstante, un analisis de este tipo deja escapar otras acepciones, en especial "metafóricas" -pero se sabe hasta qué punto las expresiones estereotipadas producidas por el uso son reveladoras de lo que los guillaumianos llaman los "significados de potencia"-, como "avaro" o "ávido" de elogios, "avaro" o "ávido" de ternura, "avaro" de expresiones, etc. ¿Por qué la lengua pondría en el mismo plano la reticencia a hacer elogios, a expresar ternura y a acumular y retener riquezas, si el principio pasional subyacente no fuera idéntico? Parece que los elogios, las expresiones y la ternura, así como los bienes atesorables y no consumibles, son considerados aquí como objetos en circulación, considerados en un intercambio generalizado, social o interindividual. La avaricia se reconoce, en todos los casos, por el hecho de que la circulación es interrumpida y la redistribución trabada; así, la avidez de conocimientos no puede ser tachada de avaricia A PROPÓSITO DE LA AVARICIA 103 porque el curioso no priva a nadie, no interrumpe de ninguna manera el intercambio generalizado de conocimientos; en cambio, la retención de saber, incluso si en lengua no es posible denominarla "avaricia", está sin embargo muy cercana; por otro lado, la glotonería y la voracidad no tienen ~ada que ver con la avaricia en la medida en que no habría forma de volver a poner en circulación los alimentos una vez que se han conjuntado con un sujeto cualquiera, al menos en una cultura que rechaza todo valor simbólico a las deyecciones corporales. 1 Resulta que, en ese caso, las propiedades sintácticas del objeto dejan de ser pertinentes: el carácter atesorable y no consumible sólo es tomado en cuenta porque autoriza la redistribución y la circulación; pero no es específico si se tiene en cuenta el hecho de que otras figuras, las expresiones, los conocimientos, la ternura y los elogios, que no son atesorables, pueden ser el objeto de una retención y entrar por ese hecho en la configuración de la avaricia. En cambio, la propiedad que se presenta como propia de los objetos de la avaricia parece ser esa facultad de participar en el intercambio generalizado, de entrar en circulación, pero también de ser retenidos, acumulados. El objeto no tiene ya ni investidura semántica ni forma sintáctica semionarrativa, no es más que un efecto de las modulaciones de la circulación en el seno de la comunidad. Como encontramos, por otro lado, que la interpretación cuantitativa de los fenómenos remite, en última instancia, a la comunidad misma, concebida como un colectivo protoactancial, el análisis de la avaricia se encuentra trasladado al nivel de las precondiciones tensivas de la significación. o La cicatería, la tacañería La cicatería es una "avaricia sórdida"; el cicatero es "bajamente, vergonzosamente interesado", de una "mezquindad innoble": el juicio peyorativo domina la configuración, se despliega en especificaciones pertenecientes a varios parámetros éticos (vergonzoso, bajo, mezquino, innoble). El exceso pasional se sitúa aquí del lado del juicio moral asumido por el discurso lexicográfico: aquí el punto ele vista del observador social, responsable de la norma comunitaria, es apasionado, desdoblando así el _efecto de sentido pasional que comprende el lexema. La tacañería es una "avaricia mezquina". La recurrencia de la "mezquindad" en la configuración invita a hacer un rodeo para su redefinición: la definición de un término que forma parte de una primera definición no 1 Vénse a ese propósito, en las Mythologiques y La poitiere jalouse de Lévi-Strauss, ejemplos de culturas en las que los excrementos y el vómito participan en los sistemas semisimbólicos transmitidos por los mitos. Los trabajos de Helkin sobre los totemismos australianos hacen aparecer también, bajo ciertas condiciones, una valorización de las deyecciones humanas. 104 A PROPÓSITO DE LA AVARICIA. puede más que refinar nuestro saber. Mezquino es quien "está ligado a lo que es pequeño, mediocre", "quien carece de generosidad", "quien da muestras de avaricia, de espíritu retacero". La carencia de generosidad nos remitiría simplemente a rechazar la redistribución, a hacer circular el objeto de valor; en cambio, el retaceo nos conduce a las "pequeñas cosas", a las economías de cabos de vela y a hacer aflorar otra vertiente del código moral. En efecto, no se puede reprochar a un tacaño retirar de la circulación los objetos a los que se les niega además el valor. El exceso de querer-estar-ser sólo tiene sentido aquí por contraste con la insuficiencia de valor. Eso no impide que tacañería y cicatería, avaricias mezquinas, sean de cualquier manera dos formas de la avaricia y que la negación del valor en el objeto buscado haga surgir aquí un problema. La primera observación por hacer se refiere al alcance de esa negación: se recusa el hecho de que el objeto retenido tenga un valor, cuando visiblemente tiene uno para el sujeto apasionado; en otros términos, cicatería y tacañería se fundan en una mala evaluación del valor, es decir, en un desacuerdo entre el sujeto individual y el sujeto social que soporta a la valencia. Las nociones de imagen fin y de simulacro ayudarán a aclarar ese desacuerdo: en el caso que nos ocupa, es "pasión" para el observador exterior, lo que implica una imagen fin ilusoria (parecer+no ser), lo que descansa en el enceguecimiento axiológico del sujeto y, especialmente, en el desconocimiento de la valencia. Situados dentro de la configuración de la avaricia, el cicatero y el tacaño acumulan y retienen objetos de valor no apropiados para el intercambio, haciendo aparecer, en el seno de la circulación, objetos señuelos, falsos objetos (como, por ejemplo, el cordel de maese Hauchecorne en Maupassant). El principio general de la circulación comunitaria es aquí burlado dos veces: una primera vez, por el obstáculo que lo interrumpe, y una segunda vez, por la introducción en el intercambio de "no valores" que de ninguna manera podrían tener destinatarios en esa comunidad y que, por consiguiente, desvían el intercambio. Otra precisión proveniente de esa redefinición parece también sugestiva: "sórdido" puede significar "bajamente interesado". Estar interesado es al mismo tiempo "tener interés por ... " y, sobre todo, confesar ostensiblemente su interés, hacer alarde: cuanto más abiertamente interesado aparece, tanto más el juego es insignificante. Por otra parte, lo peyorativo lleva, en lo esencial, a esa confesión. Se ve aquí que el avaro, reteniendo y acumulando -es decir, obstaculizando el libre movimiento de los bienes-, actualiza una proforma de valor y designa su ubicación: se trata por consiguiente de la manifestación discursiva de una valencia, de esa "sombra de valor" que se dibuja en el espacio de la tensividad fórica. Además, confesándose "interesado", el avaro se plantea explícitamente como un actor sincrético acumulando el sujeto apasionado, el sujeto de hacer y el sujeto beneficiario, lo que tiene por efecto impedir al observador, quien juzga A pROPÓSITO DE LA AVARICIA 105 peyorativamente un comportamiento semejante, el plantearse a sí mismo como Destinatario. El observador social que fija en el uso tal configuración con un estatuto pasional opera siempre por una puesta en perspectiva subjetivante. Planteada la regla general de la circulación de bienes, cuya aplicación controla al colocarse a sí mismo como destinatario potencial de los objetos, constata en el caso de la tacañería que, por dos razones combinadas -la retención y la no valencia-, le está prohibido el rol de Destinatario; entonces, da término a la pasión del otro y lo manifiesta en su discurso bajo la forma de "intensidad", de "exceso" o de "insuficiencia". iil El ahorro y la economía El juicio moral se atenúa en el caso del ahorro y de la economía, al punto de desaparecer, a menos que no se invierta para convertirse en positivo. De hecho, el ahorro y la economía no son, para el diccionario, verdaderas "pasiones"; una es simplemente "la acción de administrar, de utilizar una cosa con moderación", y la otra caracteriza a quien "gasta con medida, a quien sabe evitar todo gasto inútil". La moralización valoriza aquí la "mesura" oponiéndola al exceso de los lexemas precedentes, indicando que, en la medida en que la escala graduada de los comportamientos económicos se halla dotada de un umbral, éste aquí no es traspasado. De cualquier forma, el examen de la avaricia y de la tacañería nos ha enseñado a desconfiar de la aparente simplicidad del dispositivo del exceso y de la mesura, de esas "escalas argumentativas" que abarcan de hecho las tensiones comunitarias. Hay que señalar también que la definición del diccionario utiliza, en relación con la nomenclatura, el término genérico aparentemente antinómico, el de "acción": la economía y el ahorro aparecen como haceres. Esto no significa, por lo tanto, que el economizador y el ahorrador no estén dotados de competencia: uno y otro disponen al menos de un "saberhacer", la habilidad de gastar con entero conocimiento, de consumir justo lo necesario; dentro de la serie modal que constituye esa competencia, el saber rige al querer, mientras que, en los casos precedentes, lo contrario resulta verdadero. Pero lo esencial no está ahí. La competencia del economizador y del ahorrador es parecida a la historia de las gentes felices: no hay nada que decir al respecto, la competencia es presupuesta estrictamente por la performance, no excede en nada a la realización del programa económico. Ese saber hacer no engendra el "excedente modal" que hemos ya reconocido como el indicio habitual de la pasión-efecto de sentido. Desde entonces, basta por sí misma la definición del hacer. De cualquier forma, como rol económico, "economizador" y "ahorrador" pertenecen a la clase de roles temáticos: la repetición de un mismo hacer instala en el estar-ser del sujeto una competencia fijada, un saber- 106 A PROPÓSITO DE LA AVARICIA hacer que la moralización reconoce como un estereotipo social. El dispositivo modal subyacente es registrado pues como un producto del uso, pero no es considerado como una "disposición pasional". Se podría observar aquí que la repetición afecta al conjunto del programa y no constituye de ningún modo una aspectualización específica del dispositivo modal mismo: este último necesita la dinámica interna de la sintaxis intermodal, a falta de lo cual no está en la mejor situación para aparecer como una disposición. Por otro lado, cuando se trata de "evitar todo gasto inútil", estamos frente a un programa de no disjunción, y cuando conviene "gastar con moderación", se delinea un programa de disjunción. Pero en ningún caso esas dos opciones se excluyen mutuamente: hay que gastar, sin gastar demasiado, y no gastar, gastando un poco; la econGmía y el ahorro descansan entonces sobr.e un equilibrio entre los contradictorios, sobre una alternativa siempre resoluble entre la disjunción y la no disjunción. La decisión está aquí regulada por la modalidad del deber-estar-ser (la utilidad). El deber-estar-ser se presenta al sujeto como una necesidad, por oposición al querer-estar-ser del avaro, que se traduce en el deseo; pero la avaricia comporta también su deber-estar-ser, bajo la figura del apego: ¡sorprendente sinonimia de la economía y de la avaricia, de dos deberestar-ser que producen efectos tan diferentes como lo son la utilidad y el apego! Pero subrayamos sin dificultad que esos dos deber-estar-ser se distinguen por sus propiedades sintácticas. Primeramente, la del apego se transforma en un querer-estar-ser, que sólo se manifiesta directamente, y dicha transformación caracteriza a la dinámica de las disposiciones pa- . sionales; por otro lado, la modalización no tiene la misma incidencia sintáctica: el deber-estar-ser de la utilidad modaliza al objeto de valor incorporado semánticamente, y sólo lo modaliza a él, lo que se traduce superficialmente como una "ventaja"; en cambio, el deber-estar-ser del apego modaliza a la junción misma y dibuja el lugar de un objeto que puede no ser incorporado, pero que, puesto que lo será, proyectará su incorporación sobre el sujeto: en ese momento el sujeto "apegado" es enteramente definido (de ahí el efecto de enajenación del sujeto a su objeto), semántica y sintácticamente, por la junción modalizada._ . Sólo nos queda comprender por qué, en'la atmósfera cultural que se dibuja detrás de nuestra configuración, la economía y el ahorro no están "sensibilizados", no son reconocidos como pasiones. Los dos se presentan también como dispositivos modales susceptibles de funcionar en calidad de competencias, están integrados en el nivel semionarrativo por el uso, pero no se les reconoce la dinámica sintáctica interna que los convertiría en pasiones. Es necesario, para ir más lejos, regresar sobre el equilibrio entre la disjunción y la no disjunción: encubierto por la moderación, el economizador ·es también alguien que gasta y que por consiguiente no opone A PROPÓSITO DE LA AVARICIA 107 ninguna resistencia a la circulación de los bienes dentro de la comunidad; ni retarda ni acelera el intercambio: lo acompaña, a su propio ritmo. Los roles de "economizador" y de "ahorrador" no manifiestan en suma nada más que la adaptación del ritmo individual de tal o cual sujeto al del intercambio generalizado que descubrimos detrás de la configuración. Un rodeo por los antónimos se impone antes de ir más lejos en ese sentido. Desde el punto de vista del método, el análisis de los segmentos definitorios de la avaricia y de los parasinónimos -que depende de la semántica lexical- ha puesto de relieve un conjunto de juicios morales dependiendo de axiologías sociales que están sobreañadidas a lo patémico, pero que revelan ciertos aspectos esenciales, en particular al englobar la pasión, comprendida la individual, en un vasto campo intersubjetiva, cuya regulación está asegurada por las normas impuestas a la circulación de los valores. Por otro lado, ha hecho aparecer programas y roles temáticos, presentados como comportamientos estereotipados fuertemente previsibles. Definir el nivel patémico, asegurar la autonomía de la dimensión patémica, es primero que nada extraerla de esas sobredeterminaciones que, permitiendo la manifestación de las pasiones y haciendo aflorar algunos de sus basamentos más profundos, enmascaran en parte el funcionamiento. La moralización invasora oblitera frecuentemente el mecanismo pasional y la tematización fija la manifestación en "bloques" estereotipados más fáciles de identificar dentro de una cultura. Se ha constatado, por ejemplo, que el "exceso" y la "insuficiencia", que se dan en las definiciones y, más generalmente, en los análisis lingüísticos como criterios de identificación de la pasión, deben ser tomados en cuenta con circunspección, ya que no hacen más que trasponer las axiologías y los códigos entremezclados al funcionamiento pasional propiamente dicho. Los antónimos G La disipación La disipación es "la acción de disipar gastando con prodigalidad". Disipar es "gastar locamente", hablando de un bien. Se confirma aquí que el "exceso", presentado como criterio de la pasión por medio del adverbio "locamente", resulta de una moralización peyorativa. Se podría decir que el exceso, característico y definitorio de la pasión, es el rasgo puesto en la mira por la peyoración; los _análisis precedentes prueban que lo contrario es lo verdadero: el acto peyorativo proyecta el exceso sobre el dispositivo pasional, cuyo criterio entonces hay que buscarlo en otra parte. La definición, partiendo de la acción, transforma la disipación en rol temático que aprehendemos -cpmo para el ahorro- a partir de la performance; pero, al 108 A PROPÓSITO DELA AVARICIA mismo tiempo, ella juega la carta de la pasión. Esa supuesta pasión crea entonces problemas ya que resulta del reencuentro de un rol temático económico con un rol patémico, todo moralizado peyorativamente; se mide en ese caso el parentesco que une al rol temático y al rol patémico, puesto que basta con hacer variar la iluminación para hacer aparecer ora a uno ora al otro en la definición. Además, se puede constatar aquí -lo que no aparecía ni en el caso de la avaricia ni en el de la economía- que los dos tipos de roles son compatibles y no se excluyen de ningún modo; como resultan los dos de la praxis enunciativa, obligan a imaginar dos procedimientos independientes y compatibles a la vez, uno integra los roles fijados por la repetición después de haberlos inscrito en una isotopía temática, el otro integra los roles sobre la base de la relativa autonomía sintáctica del dispositivo modal que los subtiende después de haberlos inscrito en una taxonomía pasional. La disipación ocupa en el cuadrado de la junción el polo de la disjunción, pero con una propiedad que conviene resaltar desde ahora; en efecto, "disipar" es también "aniquilar por dispersión", borrar sin dejar huella de una magnitud cualquiera. El núcleo sémico, independientemente de la configuración específica de la avaricia, es pues el de la destrucción del objeto; el disipador gasta, cierto, pero sin que nadie se pueda beneficiar de los bienes así destruidos; la imagen de la dispersión, si se la interpreta como una operación cuantitativa, es bastante clara .a ese respecto: hay para todo el mundo, es decir que no hay para nadie. e La prodigalidad Una persona pródiga es una persona que realiza "gastos excesivos", que "dilapida su bien". Los correlatos "desinteresado" y "generoso" se oponen término a término, al "cicatero" y al "tacaño". Por otra parte, en sentido "figurado", siempre también revelador, los objetos de valor, como sucede con la avaricia, son sustituibles dentro de la misma clase: se puede ser pródigo en elogios, en buenas palabras, en ternura, etc. La prodigalidad sería entonces un antónimo de la avaricia para el conjunto de sus acepciones. La configuración se organiza ahora como una microestructura semántica; primeramente, cada enunciado de junción engendra programas, los cuales pueden ser traducidos bajo la forma de procesos prototipos: CONJUNCIÓN adquirir NO DISJUNCIÓN no gastar DISJUNCIÓN gastar NO CONJUNCIÓN no adquirir 109 A PROPÓSITO DE LA AVftJUCIA Los procesos prototipos podrían ser reformulados más generalmente como archipredicados del enunciado elemental, en el que cada uno es característico de una de las formas de la junción: ADQUIRIR GASTAR tomar dar NO ADQUIRIR NO GASTAR guardar dejar Los diferentes roles, temáticos y patémicos, descubiertos en la configuración, se definen cada uno en relación con uno de esos CJ.rchipredicados, al cual es aplicado previamente un juicio de exceso o de mesura. Se obtiene así el microsistema semántico de la configuración considerada: avaricia 1 avidez } ? ? ....... avaricia 2 tacañería exceso exceso TOMAR DAR l mesura l mesura exceso cicate1ia J economía ] ahorro } GUARDAH mesura ¡ disipación prodigalidad economía 2 exceso ?? mesura ?? DE,JAH Como en toda construcción, desde el momento en que se abandona la observación empírica y el levantamiento de los parámetros con vistas al establecimiento del modelo, se dibujan posiciones que no tienen equivalente en el léxico; definidas en el sistema, son entonces previsibles en los discursos en los que la configuración aparece: se trata en nuestro caso de la conjunción moderada -el sujeto torna. lo que le corresponde y se contenta con su parte- y de la no conjunción excesiva, una forma ele desinterés ascético, la cual cuestionaría el principio mismo de la circulación de los valores. Observando más de cerca a los dos antónimos, "prodigalidad" y ''disipación", comprendiendo allí su sentido "figurado)), ellos transgreden también las reglas del intercambio gcneralizaqo. Esas reglas, que uno reconstruye siempre por presuposición, estipulan que la cantidad global de los bienes es limitada y que la parte de cada uno lo es también, por lo que re- 110 A PROPÓSITO DE LA AVARICIA sulta el valor de los bienes en la comunidad de esa rareza relativa. Ser pródigo, en suma, es hacer como si la parte de cada uno, y la suya para comenzar, no estuviera limitada, lo que por un lado compromete el equilibrio del intercambio y por el otro cuestiona el valor del valor; es decir, la valencia. Lo cual, por otra parte, es confirmado por el hecho de que los dos antónimos conciernen exclusivamente a los bienes que, justamente, podrían ser considerados como la "parte" fija atribuida a cada uno: se dilapida un patrimonio, una herencia, una fortuna -es decir, bienes no renovables-, pero no se dilapida un salario, una utilidad- renovables. Asimismo, vimos que la disipación destruía el objeto: literalmente, la parte desaparece como parte, sin poder ser transmitida a quienquiera que sea. Lo cual condu-ce a iilterrogarse retroactivamente sobre la avaricia. Aquel que pone la mira en la obtención de grandes beneficios o en un salario más importante será eventualmente considerado como "ambicioso", pero no como "avaro"; la "pasión de acumular" concierne entonces a los bienes no renovables, que son objeto de un reparto fijo entre los miembros de una comunidad. Aunque contrarios, la avaricia y la prodigalidad transgreden la misma regla: el avaro es quien usurpa la parte de los otros y el pródigo es el que destruye su parte; en cambio, el "economizador" y el "ahorrador" saben administrar su parte. Una vez más, en la configuración pasional que exploramos, el vertimiento semántico de los objetos es de poca importancia; en cambio, sus propiedades sintácticas, definiéndolas y modalizándolas con vistas a la junción con el sujeto, son determinantes; lo mismo ocurre con los rasgos "no renovable" y '~partitivo". Pero, por otro lado, la aparición en la configuración de objetos que no obedecen usualmente a esas propiedades sintácticas, como los elogios y la ternura, muestra que tales propiedades modalizan la junción y no los objetos mismos: ¿para quién puede la ternura presentarse como una parte, sino para los sujetos que sólo consideran como valor lo que les corresponde por derecho en el intercambio y en el reparto intersubjetiva? Tocamos aquí a la valencia, al criterio que decide sobre el valor. Es entonces cuando uno comprende que, en ese nivel, la disipación y la prodigalidad manifiestan otra modulación de las tensiones comunitarias y de la circulación de los valores: una aceleración, un enloquecimiento (de ahí la expresión "gastar locamente") que dispersa y perturba el intercambio. Queda por definir la noción de "parte" en el marco de ese íntercambio y dé la circulación de los valores. Regresaremos a ello. 1') La generosidad, el desinterés y la largueza La generosidad es una "disposición a dar más de lo debido". La intensidad no es interpretada aquí como un exceso y la moralización es positiva. No se traspasa el umbral de la disipación porque, sin duda, el observador A PROPÓSITO DE LA AVARICIA 111 social tiene aquí la posibilidad de plantearse como beneficiario potencial del don; como la "largueza" y la "liberalidad", la generosidad se define desde el punto de vista de la atribución, es decir, de un eventual sujeto conjunto, en un programa de transferencia -de objeto. Ese observador social que se plantea como destinatario potencial, ya presente en la avaricia, virtualizado en el caso de la disipación y de la prodigalidad, es pues asociado al conjunto de la configuración como delegado de una praxis enunciativa, como testigo de lo que el uso clasifica como "pasión", "disposición" o "acción"; es el delegado de una enunciación colectiva en la medida en que es él quien opera las puestas en perspectiva y quien sirve de referente para saber si algún otro beneficiario, aparte del sujeto apasionado, es concebible. Pero, en este caso, para comprender el rol de ese observador social) no basta con constatar· el cambio de punto de vista. Si él no puede reconocerse en el eventual destinatario de la prodigalidad es porque no existe ningún destinatario de los objetos destruidos; si se reconoce en el destinatario de la generosidad es porque el sujeto generoso, aumentando la parte de otro, implica al mismo tiempo un destinatario, incluso si no destruye por eso su propia parte. Contrariamente a toda previsión, y estructuralmente hablando, se emplea al generoso en el mismo sentido que al economizador: su gasto es regulado, su parte salvaguardada, la parte de otro respetada. Esa sinonimia inesperada se explica sin duda por la superposición, como saldos del uso, de dos momentos diferentes de la demarcación cultural del universo pasional; las connotaciones obsoletas ligadas a ciertas acepciones de la "generosidad" y a la "liberalidad" y la "largueza" irían en el mismo sentido: en otra época, a ciertas capas sociales les estaba reservado el papel de facilitar la circulación de los bienes y de los valores; más recientemente, a otras capas sociales, el de contenerla y frenarla. Ahí tampoco entra en consideración el vertimiento semántico de los objetos del don: sólo cuentan el respeto de las partes, en el nivel sintáctico, y la modulación puesta en marcha, en el nivel de las valencias. Si la economía y el ahorro son valorizados a pesar de su tendencia "demoradora", es sin duda porque se les atribuye un papel regulador en un medio "acelerado"; asimismo, si se evalúa positivamente la generosidad, a pesar de su tendencia a la "aceleración", es gracias a su papel regulador en un medio "demorado". Las modulaciones subyacentes en cada figura de la configura_ción corresponden por consiguiente a cierto estado de cosas, a un estado dado de tensiones en la configuración entera. Los "estilos semióticos" del avaro, del generoso o del pródigo resultarían entonces de la selección -por el uso- de las inflexiones que aportan a la modulación dominante en el estado de cosas, las cuales son convocadas por medio de su hacer modalizado y estereotipado. Por otra parte, la generosidad presupone el "desinterés", otro antónimo ele la avaricia. Éste se define por un "desapego de todo interés persa- 112 A PROPÓSITO DE LA AVARICIA nal". El sujeto desinteresado sería al sujeto generoso lo que el sujeto "apegado" es al sujeto avaro, homología fundada sobre una misma relación de presuposición; esa misma relación podría en su momento ser homologada, grosso modo, con la relación entre la competencia y la performance: el desapego y el apego, por el hecho de su carácter virtual, no concernirían más que a la competencia y, más particularmente, volitiva y deóntica, sin perspectiva de paso al acto, mientras que la generosidad y la avaricia, por el hecho del carácter actual de la competencia inducida y de la previsibilidad de su hacer (dar, acumular, retener), comprenderán ya sea a la performance ya sea a la competencia, aprehendida en la perspectiva del paso al acto. Se observará, por ejemplo, que si la generosidad es definida como "disposición a dar más de lo que se debe", la liberalidad -otra versión del desinterés-, es una "disposición a dar generosamente", es decir, en suma, una "disposición de disposición". Las variaciones de la demarcación lexical que sobresalen al examinar las definiciones de la generosidad, del desinterés y de la liberalidad son de naturaleza estrictamente sintáctica, en la medida en que al parecer se procede por la toma de muestras aparentemente aleatorias, dentro de la cadena de las presuposiciones que ordena la competencia pasional. Pero, a pesar de esos imprevistos, dichas variaciones revelan con todo la existencia de una secuencia modal. La primera etapa de la secuencia, definida como "apego" o "desapego", lleva a la relación de los valores, un modo de relación lo suficientemente general como para que llegue a ser definitorio, para el sujeto, de una manera de ser en el mundo (cf "apegado" vs "desapegado"): desde el punto de vista del recorrido generativo, esa primera etapa se encarga de la valencia; desde el punto de vista del recorrido sintáctico, traduce la modalización de la junción, independientemente de los objetos. La segunda etapa se presenta como un verdadero sustituto de competencia, lo que hasta ahora hemos llamado una "disposición", y la última etapa abarca las formas del paso al acto, identificadas como "actitud" o como "conducta". O sea: apego/desapego -7 disposición -7 actitud/conducta Sin que nada nos autorice a generalizarla, esa secuencia aclara, sin embargo, un proceso de construcción del actor apasionado. Tiene uno la impresión de que la acumulación de rasgos que lo caracterizan a lo largo del discurso no surgen del azar; serían los mismos roles pasionales (desapego, desinterés, generosidad) que -desde el fondo de la sintaxis modalse ordenarían y se pondrían en proceso. El recorrido pasional soportaría en ese caso una aspectualización del actor, que sería la forma discursiva de su "vida interior". 113 A PROPÓSITO DE LA AVARICIA CONSTRUCCIÓN DEL MODELO El microsistema y su sintaxis A continuación del análisis de semántica lexical que acabamos de realizar, todas las posiciones del cuadrado de la junción se encuentran ahora ocupadas y la configuración de la avaricia se encuentra reducida a un microsistema: el desinterés está del lado de la no conjunción y la generosidad -según las definiciones del diccionario-, y ocupa, o bien la posición de la disjunción, o bien la de la no conjunción. Además, la relación de contradicción entre la avaricia acumulativa y el desinterés está confirmada por la contradicción existente entre el apego y el desapego que los caracterizan. La distribución obtenida se presenta entonces como: avaricia 1 avidez ??? (mesura) avaricia 2 cicatería tacañería ah orTo economía 1 N.B. ¡ ¡ disipación prodigalidad economía 2 generosidad 1 ??? (exceso) generosidad 2 desinterés liberalidad Las figuras del exceso están en itálicas y las figuras de la mesura en redondas. Las cuatro grandes posiciones así obtenidas definen cuatro actitudes fundamentales del hombre frente a los objetos de valor, alrededor de las cuales se organizan cuatro grandes tipos de imágenes fines, las cuales, en su oportunidad, van a inscribirse como proyectos en programas eventuales. La organización lógico-semántica del modelo obtenido (cf supra) aclara singularmente los encadenamientos sintácticos señalados intuitivamente antes: se ha visto que la avaricia acumulativa presupone a la avaricia retensiva; igualmente, la generosidad según el don presupone a la generosidad según el desinterés. Los antecedentes y subsecuentes de las variedades pasionales y modales se explican aquí por las relaciones y las transformaciones identificables en el microsistema: así, la cicatería se transforma en avaricia acumulativa por implicación, lo que Balzac traduce a su manera al afirmar que "la avaricia comienza cuando termina la pobreza". Apoyándose en la interdefinición que caracteriza a tal microsistema semántico, se podrían reconstituir las posiciones no lexicalizadas. La no 114 A PROPÓSITO DE LA AVARICIA conjunción excesiva sería un presupuesto de la prodigalidad, es decir, un desp:recio exhibido por todos los bienes, que constituiría en sí mismo una transgresión de la axiología colectiva y supondría la ausencia de toda valencia: en suma, una forma de nihilismo y, desde el punto de vista del observador social, otro enceguecimiento, lo contrario de aquel que consiste en buscar "pequeñas cosas"; además, ese desprecio de los valores, porque está "exhibido", forma pareja con "la confesión del interés", lo que permite considerar la "no conjunción excesiva" como un contrario de la cicatería. En cuanto a la "conjunción mesurada", sería otra forma del desinterés, una forma de adquisición que consistiría solamente en satisfacer las necesidades. En efecto, un desinterés que no tolerara la satisfacción de las necesidades admitidas por todos seria considerado como excesivo y nos llevaría al caso precedente;. el desinterés es mesurado, justamente, dado que deja lugar para las adquisiciones indispensables. El equilibrio que consideramos aquí es el mismo que ha sido reconocido ya para la economía: evitar el gasto sin dar lugar a los gastos indispensables es demostrar avaricia; evitar los gastos inútiles es ser economizador. Las definiciones del diccionario no hacen el paralelo entre la economía y el desinterés, pero vemos que eso se deduce sin mucho trabajo dentro del microsistema. Aparece, a la luz de lo que precede, que las variedades mesuradas y las variedades excesivas de la configuración constituyen, en el microsistema, dos subconjuntos casi estancos, al grado que podrían ser fácilmente separados uno del otro. El principio de interdefinición continuaría siendo respetado. Todas las relaciones, efectivamente, se establecen de modo exclusivo entre las variedades de un mismo subconjunto: entre el ahorro, la economía, la generosidad, el desinterés y la adquisición mesurada, de un lado; entre la avaricia, la cicatería, la tacañería, la disipación, la prodigalidad y el desinterés excesivo, del otro. Una vez separados, esos dos microuniversos revelan sus particularidades: el exceso y la mesura, así como las formas socioeconómicas que traducen, pueden ser interpretados en el nivel de las estructuras elementales como dos tipos de distribución taxonómica y dos tipos de funcionamiento sintáctico diferentes. Se observará que, desde el punto de vista taxonómico, en el subsistema de la mesura los parasinónimos están curiosamente situados a uno y otro lado de los esquemas de contradicción: la economía 1 y la economía 2 para uno, el desinterés y la adquisición mesurada para el otro. Ya que la mesura consiste, justamente, en el reparto entre las cosas necesarias y las cosas inútiles o superfluas, en mantener un equilibrio entre gastar y no gastar, adquirir y no adquirir, el estallido de la categoría que se supone producen las contradicciones permanece relativo, gradual, y se presenta aquí como una alternativa de extensión variable. En cambio, en el subsistema del exceso, los parasinónimos están situados sobre la deixis, en relación de presuposición (avaricia 1 y 2, prodigalidad y desprecio de los A PROPÓSITO DE LA AVARICIA 115 bienes): más allá, las oposiciones son fuertes e irreductibles. Desde el punto de vista sintáctico, la diferencia es todavía más sorprendente; en el microsistema de la mesura, atraviesa uno los esquemas y las deixis sin interrupción, el recorrido sintáctico es continuo y parece obedecer más a las fluctuaciones de una demanda exterior que a los imperativos de una axiología; en efecto, para pasar del ahorro a la generosidad, no es necesario cambiar de sistema de valores, basta, después de un cambio de punto de vista, pasar de la posición del beneficiario a la del donador. En el subsistema del exceso, por el contrario, no es posible traspasar los esquemas sin el trastorno total del sistema de valores, ya que sólo las presuposiciones son practicables sin daño; en cambio, para transformar a un avaro retensivo en pródigo o a un avaro acumulativo en desinteresado excesivo se necesita una conversión importante, pero de modo distinto al del subsistema precedente. Añadamos, además, que parece casi imposible transformar a un avaro en generoso, es decir, pasar del subsistema del exceso al de la mesura. Parecería que el microsistema de la avaricia comporta al menos tres capas antonímicas diferentes: oposiciones débiles, alternativas equilibradas de la mesura; oposiciones fuertes, inversiones de tendencia del exceso; oposiciones absolutas, entre el subsistema del exceso y el de la mesura. Se comprende que, cuando todos los tipos de oposiciones son combinadas (de la avaricia a la generosidad, por ejemplo), se obtiene un efecto máximo de antonimia. Esas diferentes formas de antonimia remiten, lo hemos visto, a niveles semióticos diferentes. La doble modalización Remontando el hilo del análisis, nos damos cuenta de que la avaricia pone en juego dos tipos distintos de modalización. Del apego, primeramente, no se retiene más que el apego a las cosas, la junción con el objeto; pero notamos también que el sujeto puede sentir afecto tanto por los objetos deseables (el dinero, la vida) como por los objetos no deseables (la muerte, la soledad). El querer, entre otras modalidades, opera aquí en dos registros diferentes: por un lado, como modalización del objeto de valor, planteado como deseable o no deseable y, por el otro, como modalización de la )unción, reconocida a su vez como deseable o no deseable. El desinterés, por ejemplo, comporta necesariamente esos dos efectos modales: de un lado, los objetos son clasificados como deseables en el sistema de valores colectivo -ya que no habría forma de considerar como desinteresado a alguien que estuviera separado de objetos sin valor- y, del otro, la junción con esos mismos objetos es considerada como no deseable por el sujeto individual. El potlatch, por ejemplo, versión codificada de la disipación, 116 A PROPÓSITO DE LA AVARICIA podría comprenderse como una pasión de destrucción aplicada a los objetos considerados como deseables. La doble modalización tiene como efecto garantizar la libertad de elección del sujeto individual en el "infierno de cosas" que la colectividad codifica y le propone. El efecto pasional no resulta sólo de la modalización que concierne directamente al sujeto apasionado, sino de su confrontación; la disipación, así como el desinterés, no pueden ser considerados como pasiones si los objetos involucrados no son, en sí mismos y para la colectividad, deseables. En el caso de la tacañería, el querer-estar-ser aplicado a la junción se opone a la modalización de los objetos, considerados como no deseables: el efecto de sentido pasional y, sobre todo, la codificación, por el uso, de esos dispositivos como pasiones, se explicarían en parte en esos casos por la oposición entre las dos modalizaciones. Pero las dos modalizaciones no difieren únicamente por la instancia sintáctica -objeto o junción- que afectan, ni por su exponente, positivo o negativo, sino también por su grado de intensidad. Es así como la avaricia, por ejemplo, se caracteriza por un querer-estar-conjunto de una intensidad mayor que la deseabilidad de los objetos ambicionados. Podríamos entonces imaginar un eje graduable de las dos modalizaciones que se despliega entre los dos polos extremos de la deseabilidad positiva y negativa. Así, la tacañería confrontaría una deseabilidad positiva máxima de la junción con una deseabilidad negativa de los objetos; o aun, la generosidad podría componer, junto con la deseabilidad positiva máxima de los objetos, la deseabilidad negativa de la junción. Una graduación semejante de los ejes de las modalizaciones no deja de dar problemas; en efecto, si bastara con atribuirla a la instancia de la puesta en discurso, su carácter graduable sería un simple epifenómeno resultante de la aspectualización. Y sin embargo, esas confrontaciones graduales cuestionan la axiología en cuanto tal y la definición misma de los valores. Es necesario que nos refiramos una vez más a un sistema de regulación social de los deseos y de la circulación de los bienes. La modalización tiene por función regular, entre otras, la relación de los sujetos individuales con la axiología colectiva. Ésta se encuentra presente bajo dos formas diferentes: de un lado como sistema, de valores ob]etuales, proyectando quereres y deberes sobre los objetos; y del otro, como una red de códigos de buena conducta y de buen uso que permiten saber bajo qué condiciones la junción de un objeto con un sujeto dado no traba la circulación en el conjunto de la comunidad. Se comprende mejor entonces la sobremoralización que contiene la définición de la cicatería y de la tacañería en los diccionarios. Ella se apoya a la vez en las dos modalizaciones: en la transgresión de las reglas del buen uso, que se aplican a las modalizaciones de la junción, y en la transgresión de los sistemas de valores que rigen la modalización de los A PROPÓSITO DE LA AVARICIA 117 objetos. Se comprende también por qué la avaricia y la economía, aunque fundadas ambas sobre un deber-estar-ser --Bl del apego en un caso y el de la utilidad en el otro--, son opuestas sin embargo a causa de la moralización: en el caso de la "avaricia-apego", el deber-estar-ser es una modalización de la junción, imputable al sujeto individual; en el caso de la "economía-utilidad", el deber-estar-ser es una modalización del objeto, imputable a la colectividad en la cual el sujeto se reconoce. Por consiguiente, la falsa sinonimia de los dos roles, así como la de los dos deber-estar-ser que los subtienden, sólo puede ser aclarada teniendo en cuenta las dos instancias de la modalización y reconociendo que la evaluación moral y la proyección de los códigos de buen uso son susceptiblBs de afectar sea a una sea a la otra. El análisis del campo de la avaricia nos conduce a considerar la modalización del objeto como dependiendo de la ideología -colectiva en el caso de la configuración retenida- y la modalización de la junción como nutriendo a las pasiones propiamente dichas. Los niveles del objeto La distinción entre los dos tipos de modalización, si bien aporta alguna claridad, no hace más que extender la problemática. En efecto, tal distinción nos ha conducido a reconocer nuevas formas de variaciones continuas, administradas por axiolof:,rías que conducen al buen uso de la junción, y no ya únicamente a las investiduras de los objetos. Por eso parece necesario regresar a los diferentes modos de existencia del objeto, ya que su pertinencia dentro del campo pasional no está tampoco asegurada. Primeramente, podemos considerar como un hecho que el contenido semántico de los objetos, el vertimiento que los hace participar en los sistemas de valores, no es pertinente para el análisis de las pasiones: los objetos considerados por la avaricia, la avidez y la generosidad varían libremente, sin que la pasión en sí misma sea afectada. En cambio, ciertas propiedades sintácticas, de orden más general y más abstracto que los vertimientos semánticos, nos han procurado una base taxonómica para la descripción. Así, el rasgo /atesorable, no consumible/, al igual que la noción de "parte" fija de cada uno, que comprende el rasgo /partitivo/, nos han permitido entender ciertos aspectos específicos de los objetos puestos en circulación dentro de la configuración. Esos rasgos que hemos designado como sintácticos son independientes de las clases semánticas a las cuales los objetos de valor pueden pertenecer. De manera general, parece que esas propiedades sintácticas sirven de relevo a una interpretación cuantitativa y, no obstante, tensiva de la modulación ele lo continuo. Así, la noción de "parte" remite al rasgo /partitivo/; como el principio del intercambio generalizado impone a la vez una libre circula- 118 A PROPÓSITO DE LA AVARICIA ción de los objetos y una permanencia de la distribución de las partes, podemos concluir que se trata de mantener dentro de la totalidad social el carácter "partitivo" de los objetos, de hacer de tal manera que cada uno conserve su parte sin que se convierta en una unidad "integral". Desde ese momento, el avaro puede ser considerado como un sujeto que usurpa la parte de otro, pero que, sobre todo, transforma su parte, limitada y constreñida a la circulación -es decir partitiva-, en una unidad integral, extensible y excluida de la circulación -es decir, exclusiva. La avidez consiste solamente en querer más que su parte y, entonces, en considerarla (ilegítimamente) como extensible. El economizador y el ahorrador saben proteger su parte, en un medio que la amenaza, pero sin cercarla: permanece, entonces, partitiva. El pródigo y el disipador destruyen la unidad partitiva misma. El generoso disminuye su parte, por una apertura que no la cuestiona: es, entonces, reafirmada como partitiva. Nuestras reflexiones tradicionales sobre la sintaxis nos han habituado a considerar el objeto sintáctico como un puro objetivo del sujeto, como un blanco cuya trayectoria está regida por la protensividad. La inscripción del objeto entre otros objetos, de una "cosa" dentro del mundo de las "cosas", no omite plantear, como en semiótica pictórica, por ejemplo, la pregunta situada en el nivel de las precondiciones epistemológicas sobre las fronteras demarcativas, los registros y los márgenes de los objetos. La solución puede buscarse en la aplicación de la categoría de "totalidad" a la masa tímica, considerada como un "pastel" cuyas partes serían distribuidas según las exigencias de los sujetos. La recursividad de esa categoría que reaparece en el recorrido patémico, al superponer en el recorrido generativo la construcción racional de los objetos, permite dar cuenta de una sintaxis circulatoria subyacente en un microuniverso pasional. Por otro lacio, el examen de las definiciones del diccionario mostró que las modalizaciones eran de intensidad variable y demandaban por ese hecho un tratamiento de tipo continuo. Las propiedades del objeto comportan en sí mismas variaciones casi aspectuales: así, la unidad partitiva puede ser "abierta" por la generosidad o "cerrada" por la economía. La oposición misma entre partitivo e integral conoce grados y umbrales: la constitucióg de una unidad integral aparece, en el caso de la avaricia, como el resultado de un "cierre" y como efecto de una resistencia a la libre circulación de los bienes; una doble modulación está en marcha, a la vez acumulativa y retensiva. Además, ·aun cuando se pueda imaginar -"por metáfora"- lo que sería la "parte" de saber, de ternura o de elogios debida a cada uno, la definición sintáctica del objeto considerado como una magnitud discontinua es poco satisfactoria. Esas particularidades del universo pasional examinado nos invitan a invocar una representación de tipo continuo y tensivo. En la medida en que en el nivel discursivo las normas sociales se aplican .a un proceso de A PROPÓSITO DE LA AVARICIA 119 circulación, es lícito suponer que, más profundamente, el devenir de la colectividad exige que las tensiones por las que pasa sean reguladas. Parece que~ en la configuración que examinamos, fuerzas dispersoras y fuerzas cohesivas interactúan y que el devenir mismo de la colectividad depende de una relación de fuerzas favorable a las segundas. En ese nivel de abstracción, se puede uno representar el intercambio generalizado -la circulación de bienes, entre otros- como un aspecto del devenir social, un flujo en el que las modulaciones tenderían a estabilizar o a desestabilizar al protoactante colectivo. Dos "lógicas" están en marcha en ese devenir social: una lógica de las fuerzas, las del cambio (cohesivas y dispersoras), y una lógica de los lugares, las de las unidades y de la totalidad que se dibujan sobre el fondo de una interactancialiaad. Las diferentes pasiones encontradas hasta ahora intervienen con respecto a ese "flujo", sea en el sentido de la cohesión, sea en el de la dispersión. La avaricia) por ejemplo, dibuja un islote de desaceleramiento y de resistencia y provoca por ese hecho la aparición de un "lugar" que desvía el flujo y cuyas fronteras se opacan y devienen impenetrables al cambio: uno reconoce ahí algo así como un eco de lo que dice la economía política sobre el atesoramiento y la acumulación de las ganancias. El ahorro, en cambio, nace de una modulación retardatoria que modera un cambio demasiado rápido y dibuja un lugar individual transparente y penetrable; el generoso, lo hemos visto, actúa en sentido inverso, en beneficio del cambio. Por el contrario, la disipación y la prodigalidad suponen una aceleración dispersora, que amenaza el flujo de otra manera, e impide la formación de todo lugar: el flujo no tiene nada más que atravesar, se enloquece y se anula. El devenir cohesivo estaría entonces amenazado de dos maneras: o por desaceleración o por aceleración; además, dos umbrales aparecen: el umbral de creación de una unidad integral, por un lado; y el umbral de desaparición de una unidad partitiva, por el otro: el paso del uno o del otro de los dos umbrales pondría en duda a la totalidad partitiva. Son valencias el devenir social dibujándose sobre el fondo de la tensividad fórica, los "lugares" que aparecen y desaparecen al ritmo de las modulaciones que se le apliquen. Desde entonces, lo que permite a no importa qué objeto del mundo -cualesquiera que sean por otra parte sus propiedades sintácticas y semánticas- tomar un lugar en la configuración es el estilo de la modulación que lo acoge. Desde el punto de vista del observador social, los únicos objetos evaluados positivamente son aquellos que participan en un estilo "cursivo", favorable a las fuerzas cohesivas; desde el punto de vista del avaro, es el estilo "suspensivo", de tipo acumulativo y retensivo, lo que caracteriza a los objetos dignos de ser buscados. Los "estilos semióticos" prefiguran por consiguiente la modalización, tal como la trabajan las pasiones. 120 A PROPÓSITO DE LA AVARICIA En efecto, cada uno de esos "estilos" es, de un lado, convertido e integrado a la sintaxis modal, en el seno de la cual suscita efectos de sentido específicos y, del otro, convocado como aspectualización durante la puesta en discurso. Por ejemplo, el "mantenimiento" del devenir, la modulación cursiva del flujo, prefigura el poder susceptible de modalizar al sujeto social y a los objetos que éste entrevé. Los islotes de resistencia y de desaceleramiento prefiguran el querer y el no querer del avaro. La desviación del flujo sobre las "no valencias" es una primera modulación de lo que aparecerá en los dispositivos modales como el querer y el no saber del tacaño. Los simulacros existenciales del sujeto Regresando ahora al microsistema que nos ha permitido establecer una tipología local de las formas pasionales, podemos constatar que cada uno de los grupos de antónimos y de parasinónirnos puede ser -en partedefinido en función de las variedades de la junción, con la condición de interpretar los enunciados de junción, comprendidos por los archipredicados "tomar", "dejar" y "guardar", como objetivos del sujeto, y no como enunciados efectivamente constatados en el enunciado. Por eso, como la expresión "modos de existencia del sujeto" ha sido puesta ya en uso para designar los diferentes estatutos del sujeto de estado en el recorrido narrativo racional, hemos propuesto denominar simulacros a las diferentes posiciones que el sujeto se da en su propio imaginario pasional. Propusimos el modelo de base siguiente, susceptible de recibir la sintaxis elemental del cuadrado semiótico: REALIZACIÓN sujeto realizado POTENCJALIZACIÓN sujeto potencializado ACTUALIZACIÓN sujeto actualizado VIRTUALIZACIÓN sujeto virtualizado El recorrido de los simulacros existenciales constituirá uno de los basamentos sintácticos de los dispositivos modales dinamizados y de la pasión. Así, el avaro retensivo es un sujeto potencializado (no disjunto) que se transforma convirtiéndose en un avaro acumulativo, en sujeto realizado (conjunto); de igual forma, el desinteresado es un sujeto virtualizado (no conjunto) que se actualiza (disjunto) cuando se muestra generoso. Las modalizaciones que sobredeterminan el recorrido no son obligatoriamente isótopas: la transformación de una modalidad en otra modalidad es un problema distinto, que tratamos anteriormente en su principio y del cual evocaremos la puesta en marcha concreta más adelante. El recorrido 121 A PROPÓSITO DE LA AVARICIA de los simulacros existenciales abarca de hecho las posiciones sucesivas del parecer del ser. Así, el sujeto potencializado de la avaricia, aquel que "no quiere gastar", se caracteriza, con relación al apego que lo liga a los objetos, por un deber-no-estar-disjunto y, con respecto al deseo de acumularlos, por un querer-estar-conjunto. Las modalizaciones del avaro acumulativo se obtienen entonces gracias a una doble transformación: l. no estar disjunto 2. deber -1 querer -1 estar conjunto Por la intermediación de la carga modal que lo afecta, el sujeto apasionado construye, gracias a la primera transformación, un escenario imaginario en el que ocupa sucesivam~nte las posiciones de sujeto potencializado y de sujeto realizado. La sintaxis intermodal daría cuenta de la segunda transformación, sobre el fondo de las modulaciones del devenir. El recorrido de los simulacros permite dar cuenta de las trayectorias específicas de cada sujeto apasionado, en particular de la manera en que el imaginario pasional pone en perspectiva las variedades de la junción. En efecto, la mira del sujeto apasionado está puesta en la imagen fin que constituye el último simulacro del recorrido. Es así como el pródigo no puede ser, para comenzar, más que un poseedor consciente del estar-ser, según el saber-estar-ser, ya que la disipación a la cual se libra es sólo considerada si es libre de deshacerse de sus bienes, según el poder-no-estar-ser. Su recorrido existencial será el siguiente: realizado -1 virtualizado -1 actualizado (conjunto) (no conjunto) (disjunto) La serie de estos roles está presentada desde la perspectiva de la disjunción, pero ella presupone en ese caso tanto a la no conjunción como a la conjunción. Nombraremos trayectoria existencial al recorrido finalizado, construido por presuposición, de los simulacros que el sujeto apasionado se da a sí mismo. Por otra parte, el recorrido de los roles modales administra las transformaciones entre los contenidos de modalización, como: saber (saber-estar-ser) -1 poder (poder-no-estar-ser) -1 querer (querer-no-estar-ser) La diferencia entre los dos recorridos puede ser interpretada como un doble proceso imaginario. De un lado, sobre su trayectoria existencial, el sujeto apasionado pone en perspectiva las diferentes eventualidades de su relación con los objetos de valor, pudiendo regir toda la cadena una de las posiciones eventuales: así, la avaricia está bajo la dependencia de la no 122 A PROPÓSITO DE LA AVARICIA disjunción, es decir, de la potencialización: el avaro sólo acumula para retener. Por otro lado, gracias a la sintaxis intermodal, el sujeto modifica su modo de acceso a los objetos de valor; el conjunto se presenta desde la perspectiva de una sola modalidad, considerada como regente: el avaro es así un sujeto apasionado del querer, el cual rige a la vez el saber y el poder. La diferencia podría ser precisadq: soñándose potencializado, el avaro construye su imagen fin; en cambio, el encadenamiento de las modalidades que se transforman las unas en las otras define su disposición. La superposición de las dos -la trayectoria existencial que se organiza en imagen fi.n y la sintaxis intermodal que engendra una disposición- constituye la base sintáctica de las configuraciones pasionales. En la medida que la trayectoria existencial es imaginaria únicamente en razón de la carga modal que afecta a la junción y suspende la realización narrativa, se puede considerar que las transformaciones de esa carga modal traducen las fluctuaciones de la relación imaginaria que el sujeto guarda con su propio simulacro. No es corriente en semiótica tratar separadamente, en un enunciado modalizado, el predicado y su modalización. Desde el punto de vista sintáctico y en el universo pasional, constatamos sin embargo que su autonomía respectiva es considerable. El ejemplo de la avaricia es bastante claro en ese punto, ya que los simulacros existenciales son suficientes por sí mismos, independientemente de las modalizaciones asociadas, para diferenciar sintácticamente las grandes posiciones pasionales del sistema. Por lo demás, si suscribimos la hipótesis según la cual la sintaxis intermodal resulta, de un lado, de las modulaciones de la tensión y, del otro, de la aspectualización gracias a la praxis enunciativa, dicha sintaxis no puede confundirse con una trayectoria existencial, la cual resulta de transformaciones entre posiciones discontinuas del estar-ser, obtenidas por proyección de la categoría de la junción en el cuadrado semiótico. Entonces se plantea realmente la cuestión de su superposición. La diferencia de funcionamiento puede ser aclarada por un examen de lo que comprende el concepto de "transformación" en un caso y en el otro. En la trayectoria existencial, los cambios de estado están ordenados según un principio lógico-semántico discreto, regido por un operador, el, sujeto apasionado, quien fija uno de ellos como término resultante del recorrido; es, pues, a partir de ese estado final, clave de la imagen fin, que· toda la cadena puede ser reconstituida por presuposición: también el generoso debe ser realizado, después virtualizado, antes de ser actualizado. En cambio, las cosas no se desarrollan exactamente así en la sintaxis intermodal: las modalidades se encabalgan, se acumulan, se transforman por·transición o síncopa, obedeciendo en eso al principio tensivo que las nutre. Además, nada impide que la modalidad regente pueda estar en la A. PROPÓSITO DE LA AVARICIA 123 mitad de la cadena, al principio o al final: la sintaxis intermodal no puede ser reconstituida por presuposición, ya que gracias al uso resulta de la asociación estereotipada de una aspectualización y de una serie modal, fijadas juntas a título de primitivo pasional. La avaricia comienza por un apego, una forma de necesidad que liga al sujeto y al objeto -es decir, un deber-; continúa con un deseo que se puede identificar como un efecto del querer, y para terminar, no hay que olvidar otra habilidad, ya que el avaro no es solamente aquel que quiere acumular y retener, pues sabe también cómo manejarse -es decir, dispone de un saber. El querer rige el conjunto, ya que, por una parte, transforma el deber del apego en deberquerer del apego posesivo y, del otro, hace del saber de la habilidad una esp.ecie de saber-querer: de la misma manera como el ánimo llega a las muchachas enamoradas, la astucia llega a los avaros. La sintaxis inter:modal no es pues ni discreta, ni lineal: el deber engendra el querer, el cual, a su vez, lo modifica retroactivamente; el querer se acompaña de un saber, modificándose los dos recíprocamente. Resumamos: 1] en el nivel semionarrativo, se constituyen series de predicados modalizados; 2] su sensibilización les permite ser convocados por el discurso; 3] cuando ocurre la puesta en discurso, la serie de las posiciones del estar-ser se orienta en la perspectiva de sólo una de entre ellas que se convierte en la imagen objetivo, y la serie de cargas modales es aspectualizada dado que una de ellas modifica los efectos de sentido de todas las otras; 4] la doble serie que compone el dispositivo modal, una vez estereotipada por el uso e integrada en una taxonomía connotativa, conserva las dos disposiciones sintácticas: una "sintaxis" intermodal que se sustenta en una trayectoria existencial. Simulacros y modos de existencia Si examinamos ahora los modos de existencia del sujeto sintáctico ordinario, volvemos a encontrar las mismas posiciones, pero ellas designan las posiciones del sujeto en el recorrido narrativo fuera del simulacro pasional. La pregunta que se plantea ~s la de la articulación de los enunciados de junción simulados pertenecientes al imaginario pasional y que habíamos denominado "simulacros existenciales" con los enunciados de junción efectivos, aquellos que certifica el enunciado, ya que, incluso si nuestro sujeto se encuentra en posibilidad de proyectar transformaciones imaginarias, no queda más que la continuación de sus "aventuras", paralelamente a lo que imagina. Se trata de saber lo que acontece cuando pasa de un estrato a otro. Los modos de existencia, concebidos como estados, presuponen haceres que los producen: la uírtualización, operada por un mandador o un 124 A PROPÓSITO DE LA AVARICIA manipulador, produce un sujeto virtualizado; la actualización, operada por un conjuntar, que otorga el saber y el poder, produce un sujeto actualizado; la realización, por último, es el efecto de la performance principal y produce el sujeto realizado. Queda la potencialización, la cual, en la medida en que el sistema de los modos de existencia obedece a las reglas de la sintaxis elemental, debería ubicarse entre la actualización y la realización; en efecto, el modelo que hemos propuesto se presenta así: sujeto actualizado (u) sujeto virtualizado (no n) sujeto realizado (n) sujeto potencializado (no u) La secuencia de los modos de existencia se ordenaría como sigue: virtualización ---1 actualización ---1 potencialización ---1 realización De los cuatro modos de existencia del sujeto sintáctico, sólo la posición "sujeto potencializado" no ha recibido hasta ahora ninguna interpretación narrativa; introducida de manera puramente deductiva, se presenta en el seno de un recorrido narrativo establecido a partir del análisis concreto de los relatos, como una síncopa en el encadenamiento de las presuposiciones, una caja negra cuya misma existencia no habría parecido necesaria hasta entonces para la comprensión de la narratividad. Todo sucede como si, desde el punto de vista de la semiótica de la acción, la potencialización no fuera pertinente al reconstruirse por presuposición las posiciones previas a la realización del hacer. Una de las explicaciones que deben considerarse consistiría en concebir esa posición como una puerta abierta sobre el imaginario y el universo pasional, en el seno del recorrido narrativo. Sólo la potencialización sería susceptible de soportar el despliegue pasional, por varias razones. En primer término, la disposición pasional no puede remplazar a una competencia si no se inserta entre la competencia de tipo clásico y la performance: antes de la performance, porque es en un sentido presupuesta por ella, y después de la competencia ordinaria, que se integra y se funda de alguna manera en ella; de hecho, curiosamente, el avaro sabe y puede economizar de entrada; el sádico, hacer sufrir, y el desesperado, lamentarse: es como si la disposición, insertada en el recorrido narrativo "efectivo", ahorrara un aprendizaje. De hecho, una vez establecida como competencia con vistas al hacer, la secuencia modal puede ser interpretada como el "ser del hacer", un estado del sujeto susceptible de ser sensibilizado. Enseguida, la potencialización, que sería algo así como una suspensión A PROPÓSITO DE LA AVARICIA 125 obligada del programa narrativo entre la adquisición de la competencia y la performance, podría ser definida como la operación por la cual el sujeto, calificado para la acción, deviene capaz de representarse tratando de hacer -es decir, de proyectar en un simulacro toda la escena actancial y modal que caracteriza a la pasión-; estando todas las modalizaciones en su sitio, el camino imaginario que abren se dibuja bajo la forma de la trayectoria existencial. Eso permite comprender, entre otras cosas, que la pasión aparezca frecuentemente en el despliegue narrativo como una escapada delante de la performance: una vez manipulado, o persuadido, o vuelto apto, el sujeto apasionado se refugia o se encuentra arrastrado por su imaginario, antes de renunciar a la acción o de precipitarse en ella. Así, por ejemplo, funciona el miedo o, como se verá luego, los celos. Insertada en ese sitio dentro del recorrido narrativo, la imagen fin es al hacer lo que la receta de cocina es a la preparación de la comida: en la representación que el sujeto se da de su hacer, todo está en su sitio, todo está presentificado, y puede por consiguiente ser puesto en discurso tal cual. El paralelo no se detiene ahí, ya que, como el gastrónomo puede permanecer en la contemplación discursiva de su receta, el sujeto apasionado puede, sin pasar al acto, saborear la puesta en escena pasional que se da a sí mismo. ((La lechera y el cántaro de !echen: ¿vertimiento o disipación? El sujeto sintáctico, habiendo llegado a esa fase en la que es posible representarse el hacer y el recorrido en su conjunto, es capaz de proyectar una trayectoria imaginaria bajo la forma de simulacros. Es toda la historia de Perrette, la lechera de La Fontaine, 2 quien a punto de llegar a la ciudad 2 Fables, lib. VII, fábula 10, "La laitiere et le pot au lait": Perrette, sur sa tete ayant un pot au lait 1 Bien posé sur un coussinet, 1 Prétendait arriver sans encambre a la ville. 1 Légere et court vetue, elle allait a grand pas, 1 Ayant mis ce jour-la, pour etre plus agile, 1 Cotillon simple et souliers plats. 1 Notre laitiere ainsi troussée 1 Comptait déja dans sa pensée 1 Tout le prix de son lait, en employait l'argent; 1 Achetait un cent d'oeufs, faisait triple couvée: 1 La chose allait a bien par son soin diligent. 1 "Il m'est, disait-elle, facile 1 D'élever des poulets autour de ma maison;/ Le renard sera bien habile 1S'il ne m'en laisse assez pour avoir un cochon, 1 Le porc a s'engraisser coO.tera peu de son; 1 Il était, quand je l'eus, de grosseur raisonnable: 1J'aurai, le revendant, de l'argent bel et bon." 1 [... ] [Perrette, con un cántaro de leche eri su cabeza 1 Bien puesto sobre un cojinete, 1 Pretendía llegar a la ciudad sin ningún contratiempo. 1Ligera y vestida cómodamente, alargaba el paso, 1 Habiéndose puesto ese día, para estar más ágil, 1 Faldón sencillo y zapatos bajos. 1 Así ataviada nuestra lechera, 1 Contaba ya en su pensamiento 1 Con la ganancia de su leche, el dinero invertía; 1 Compraba un centenar de huevos, hacía triple pollada: 1 La cosa marchaba bien por su diligente esmero. 1"Me es fácil, decía, 1 Criar polluelos alrededor de mi casa; 1 El zorro será muy hábil 1 Si no me deja lo suftciente para tener un cochino, 1 Engordar al pUerco costará poco salvado; 1 Estaba, cuando lo tuve, de tamaño razonable: 1 Tendré, revendiéndolo, dinero contante y sonante".] 126 A PROPÓSITO DE LA AVARICIA donde va a poder vender su leche, se pone a soñar con antelación el uso que le podría dar a su dinero y despliega en cadena toda una serie de simulacros existenciales y de predicados asociados -vender, ganar, comprar, ceder, ganar, etc.- con el resultado que sabemos cuando la realidad la despierta: un movimiento demasiado brusco basta para hacer caer el cántaro y, al derramarse la leche, el sueño se evapora. El texto de La Fontaine es claro en lo concerniente a la competencia: Perrette es un sujeto actualizado, competente en todos los sentidos para llegar a la ciudad y realizar la transacción que previó ("un pot au lait bien posé sur un coussinet", "légere et court vetue" ["un cántaro de leche bien puesto sobre un cojinete", "ligera y vestida cómodamente"] ). Sin embargo, ella no es un sujeto realizado y el fabulista la toma justo en esa fase intermedia, la potencialización, que se presta a todas las fantasías; en el ejemplo, esas fantasías la conducen a representarse el hacer y a construir una trayectoria existencial de "especulación apasionada"; El recorrido de Perrette sería el siguiente: virtualización -7 actualización -7 potencialización (-7 realización) 1-7 ESPECULACIÓN [mandato del marido] [precauciones] IMAGINARIA -7 FRACASO DE LA PERFOR!'vl:Al"!CE En el nivel discursivo, el cambio de registro es operado por desembrague: la fantasía especulativa de Perrette se presenta como un "relato de pensamientos" que comienza como un discurso indirecto condensado: Notre laitiere ainsi troussée Comptait déja dans sa pensée Tout le prix de son lait, en employait l'argent ... " [Así ataviada nuestra lechera, contaba ya en su pensamiento con la ganancia de su leche, el dinero invertía ... y continúa como un discurso directo: "Il m'est, disait-elle, facile D'élever des poulets autour de ma maison" ... ["Me es fácil, decía, criar polluelos alrededor de mi casa ... ") A partir de la serie de los modos de existencia narrativos, el desembrague es el que permite pasar al de los simulacros; la mayoría de las ve- A PROPÓSITO DE LA AVARICIA 127 ces no está tan claramente marcado como en la fábula de La Fontaine y para identificarlo hay que contentarse con los desplazamientos veridictorios que lo acompañan. En efecto, desde el punto de vista del discurso de llegada a partir del cual es operado el desembrague, el imaginario del sujeto apasionado está situado en el eje del parecer con relación a los enunciados de junción efectivamente verificados, situados sobre el eje del ser; inversamente, desde el punto de vista del sujeto apasionado, la trayectoria existencial que proyecta surge del ser y los enunciados del discurso de llegada se presentan para él sobre el modo del parecer. Cualquiera que sea la perspectiva adoptada, el sujeto apasionado está sometido en el nivel discursivo a pruebas ueridictorias que son a menudo el único indicio observable de un funcionamiento pasional; es así como el tacaño sólo parece un economizaclor desde su propio punto de vista, pero la prueba veridictoria a la cual lo somete el observador social, anclada en el discurso de acogida, denuncia su carácter apasionado. Igualmente, el sueño de Perrette podría pasar hoy como un simple "proyecto de inversión (para obtener ganancias)", pero el comentario del moralista subraya el carácter apasionado: la veridicción alimenta a la moralización y detrás de la moralización se asoma la sensibilización: Chacun songe en veillant; il n'est ríen de plus doux: Une flatteuse erreur emporte alors nos ames. [Cada uno sueña despierto; nada es más dulce: un error lisonjero anastra entonces a nuestras almas.] Pero habiendo sido destruido el objeto de valor, Perrette no se reencuentra como lo estaba "antes de sufrir la desilusión", como lo afirma el fabulista, y el "error lisonjero" es una verdadera disipación. 3 3 Un examen atento del discurso interior de Perrette revelaría otros signos del carácter apasionado y "disipador" ele su soñar despierta; se obse1vará, por ejemplo, que la leche pierde su estatuto de objeto de valor descriptivo para convertirse en un simple objeto modal, una especie de poder hacer que autoriza una especulación en cadena, ya que cada nueva adquisición (huevos, pollos, cochinos, etc.) sufre la misma mutación; además, el encadenamiento de los predicados (vender, ganar, comprar, ceder, etc.) parece obedecer a una ley de circulación de los bienes cursiva y acelerada. Esto explica aquello: en el simulacro pasional proyectado por Perrette, los objetos de valor han desaparecido corno tales, ya que el enloquecimiento de la circulación, propio de la disipación, suspende incluso a las valencias mismas. En fin, la manifestación somática que interrumpe el sueño, al intervenir aquí como un reembrague sobre el cuerpo sintiente del sujeto tensivo, subraya de otra manera el carácter "sensible" y apasionado del proceso de disipación. 128 e A PROPÓSITO DE LA AVARICIA Pasión y veridicción Encontramos en Balzac -incomparable experto en avaricias burguesas, campesinas o incluso aristocráticas- pruebas veridictorias comparables. En las Illusions perdues [Ilusiones perdidas], Mme. de Bargeton deja Angouleme y se va a París; basta con eso para que se opere en ella una mutación singular: Les moeurs de la province avaient fini par réagir sur elle, elle était devenue méticuleuse dans ses comptes; elle avait tant d'ordre qu'a Paris elle allait passer pour a vare. 4 [Las costumbres de la provincia habían terminado influyendo en ella, llegó a ser meticulosa en sus cuentas; era tan ordenada que en París la iban a considerar una avara.] La transformación es explícitamente formulada como una transformación veridictoria, entre "llegar a ser meticulosa" y "pasar por avara" ("étre devenue méticuleux" y ''passer pour avare"). En el contexto discursivo llamado "provincial", su ser se transforma ("deviene") bajo el efecto de la costumbre; una simple competencia económica sostenida por una axiologia colectiva es transformada en rol temático, que define en suma, el ser modal de la dama, fijado por la repetición e identificado como un rol socioeconómico en la taxonomía "provincial". Pero, en el contexto discursivo parisiense, el mismo ser está dotado de un parecer pasional, lo que supone que el observador social adopte otra taxonomía y haga variar, en consecuencia, los efectos pasionales. Dentro de un mismo universo discursivo, un mismo hacer al presuponer una misma competencia puede ser referido a dos instancias culturales diferentes y ser interpretado, o bien como rol socioeconómico, o bien como rol patémico; el cambio de estatuto es acompañado entonces por una transformación veridictoria. En el caso de Mme. de Bargeton, tres instancias son de hecho necesarias: de un lado, la instancia de referencia, el sujeto de enunciación que certifica lo que hace efectivamente Mme. de Bargeton (gastar moderadamente, como todos los nobles de provincia) y, del otro, dos instancias de evaluación: una provincial y la otra parisina. Las pruebas veridictorias que permiten articular discursivamente las dos series de enunciados de estado (los modos de existencia y los simulacros existenciales) determinan de alguna manera las entradas y las salidas de la configuración pasional y, en los casos más simples, facilitan la segmentación de unidades discursivas en las que la dimensión pasional lleva ventaja sobre las otras. Así sucede con el discurso interior de Perrette, en La Fontaine; se desarrolla completamente en el modo de la ilu4 París, Garnier-Flammarion, pp. 174-175. A PROPÓSITO DE LA AVARICIA 129 sión (parecer + no ser), entre el desembrague que permite entrar en el simulacro y el reembrague correspondiente a la caída del cántaro y de la leche. En el texto narrativo las pruebas veridictorias son acompañadas a menudo por delegaciones enunciativas, lo que permite textualizar los simulacros pasionales bajo la forma de "relatos de pensamiento", discursos apasionados insertados en el discurso de acogida. o El reembrague sobre el sujeto tensivo Perrette "transportada" por su propio sueño salta al mismo tiempo que el becerro que imagina poder comprar e introduce en la configuración un elemento que las definiciones del diccionario han olvidado: el cuerpo, el cuerpo sintiente del sujeto apasionado. La descripción modal o incluso la veridictoria del simulacro pasional no basta para explicar la irrupción del cuerpo en la configuración de la avaricia y de la disipación. Para eso hay que regresar a los modos de existencia. Sólo hemos considerado la interpretación narrativa: proyectada sobre el recorrido del sujeto narrativo, la serie de los modos de existencia organiza las diferentes transformaciones de la junción. Pero la misma serie puede también ser proyectada sobre el recorrido de construcción teórica, desde las precondiciones de la significación hasta la manifestación discursiva. En efecto, la noción misma de "modo de existencia" resulta de la distinción entre la instancia ab quo y la instancia ad quem, distinción operatoria abstracta que describe a la vez el recorrido narrativo y el recorrido de construcción teórica. De cualquier forma, en el caso del recorrido teórico, los modos de existencia ya no son los del sujeto narrativo, sino los del sujeto episte- nwlógico. Al preguntarnos sobre los antecedentes de una semiótica de las pasiones, hemos tenido que reconocer, anteriormente al recorrido del sujeto epistemológico propiamente dicho, una fase tensiva en la que es prefigurado por un ucasi sujeto", un sujeto sintiente; interviene enseguida una fase de discretización y de categorización en la que llega a ser un sujeto conocedor; la ubicación de la sintaxis narrativa de superficie lo convierte en sujeto de búsqueda; en fin, durante la puesta en discurso, puede ser asimilado al sujeto discurrente. Siendo el sujeto discurrente el sujeto de la instancia ad quem, es llamado realizado, al haber completado la totalidad del recorrido hasta la performance discursiva, conforme con la cadena de presuposiciones que rige el recorrido de los modos de existencia. El sujeto de búsqueda es llamado actualizado al estar situado en el nivel de las estructuras sernionarrativas de superficie; éste presupone al sujeto conocedor, quien instala las "estructuras elementales", término ab quo del recorrido generativo y que podemos considerar por eso como uirtualizado. ¿Qué hacer con el 130 A PROPÓSITO DE LAAVARICIA sujeto potencializado en ese caso? Este último, recordémoslo, está situado deductivamente entre el sujeto actualizado y el sujeto realizado: ¿a qué instancia correspondería un sujeto epistemológico situado entre las estructuras semionarrativas de superficie y las estructuras discursivas? La única respuesta plausible -y coherente con nuestras proposiciones iniciales- seria la siguiente: el sujeto potencializado es el de la praxis enunciativa, instancia de mediación dialéctica entre la instancia semionarrativa y la instancia discursiva. Como el sujeto narrativo potencializado, es susceptible de explotar la competencia adquirida con vistas a la performance, con otros fines en especial imaginarios. Ahora bien, si el imaginario del sujeto narrativo consiste en simulacros, el imaginario del sujeto epistemológico, imaginario de la teoria misma, no puede ser más que el espacio tensivo de ... la foria, aquél en el que esbozamos un "casi suJeto", un sujeto sin tiente. En la economía general de la teoría, la potencialización sería, entonces, esa praxis mediadora que, conjugando los productos del recorrido generativo y aquéllos de la tensividad fórica, los fijaría, los almacenaría como "potencialidades" del uso, al lado de las "virtualidades" del esquema. Desde ese momento y en el recorrido de la construcción teórica, el sujeto potencializado representaría la única instancia en la que el cuerpo tendría todos sus privilegios, como constitutivo de los efectos de sentido. Al resultar la existencia semiótica de una mutación interna de los productos de la percepción -lo exteroceptivo engendra lo interoceptivo por medio de lo propioceptivo-, guarda la memoria del propio cuerpo. Una vez discretízado y categorizado, sólo guarda huellas de lo propioceptivo en la polarización de la masa tímica en euforia/disforia. Por la potencialización del uso, sólo la enunciación podrá de nuevo solicitar al "sentir" y al cuerpo como tales. Un reembrague sobre el sujeto sintiente también es necesario para convocar en el discurso los efectos somáticos de la pasión. La "perturbación" que afecta a Perrette la disipadora es la manifestación lexical, en francés clásico, de ese reembrague. Uno de los indicios más significativos de ese regreso del sujeto tensivo en el discurso tiene que ver con la aparente incapacidad del sujeto discurrente para dominar los encadenamientos sintácticos; las trayectorias se pierden, la sintaxis parece sumisa a la influencia de las oscilaciones y de los cambios de equilibrio de la tensividad. Es como si la aspectualización, en lugar de manifestar transformacion~s programadas, rigiera el encadenamiento de los predicados: el estilo semiótico rebasarla entonces a la lógica de la acción. Es así como Perrette, sujeto discurrente apasionado, parece no dominar más el relato de sus ·futuras transacciones: oscila entre la venta y la compra, especula indefini. damente y parece no poder terminar, dejando por así decir la última palabra a una "perturbación" somática. El "estilo", en suma, es el sujeto sintiente que reclama sus derechos por medio de una modulación tensiva fijada y potencializada. A PROPÓSITO DE LA AVARICIA 131 DOS GESTOS CULTURALES: LA SENSIBILIZACIÓN Y LA MORALIZACIÓN La sensibilización es la operación por la cual una cultura interpreta una parte de los dispositivos modales, considerados deductivamente como efectos de sentido pasionales. En la lengua, la sensibilización se manifiesta, o bien en condensación -gracias a la lexicalización de los efectos de sentido-, 0 bien en expansión -bajo la forma de sintagmas que comprenden uno de los términos genéricos de la nomeclatura y una serie .que enuncia un comportamiento, una actitud o un hacer. En el discurso, es reconocida concretamente, entre otras cosas, o bien gracias al distanciamiento entre los roles temáticos y los roles patémicos propiamente dichos, o bien merced a la imposibilidad de reducir una disposición a una simple competencia, en la medida que el paso al acto no agote ahí los efectos. La moralización es la operación por la cual una cultura remite un dispositivo modal sensibilizado a una norma, concebida principalmente para regular la comunicación pasional en una comunidad dada. Sea de origen individual o colectivo, la moralización señala, entonces, la inserción de una configuración pasional en un espacio comunitario. Ella se manifiesta en lengua por la presencia de la peyoración o del mejoramiento, en gene,. ral por medio de juicios de exceso, de insuficiencia o de mesura, ya sea la condensación en los lexemas que nombran la pasión, o bien en expansión en las glosas que las definen. En discurso, la moralización se reconoce por el hecho de que un observador social está encargado de evaluar el efecto de sentido y es susceptible, con el fin de producir tales juicios, de atribuirse un rol actancial en la configuración. La sensibilización • Variaciones culturales Las diferentes culturas, áreas o épocas tratan de manera variable los mismos dispositivos modales, como lo testimonia la configuración de la avaricia. La generosidad, por ejemplo, ha conocido tales avatares. Para comenzar, ha cambiado la modalización regente que define la isotopía modal: del poder, que subtendía la generosidad ligada a la "grandeza", al "coraje" y, más generalmente, a todas las acepciones que invocan los "grandes recursos" del sujeto, se ha pasado al querer, en el sentido de que el generoso es aquel que "da más de lo que debe", y aquí el "más" es la manifestación de una motivación endógena, independiente de las obligaciones. Enseguida, el querer-(estar-)ser mismo ha sido tratado sucesivamente como "cualidad" ("cualidad de un alma orgullosa, bien nacida"), como "sentimiento" ("sentimiento de humanidad que lleva a mostrarse benévolo, caritativo, a per- 132 A PROPÓSITO DE LA AVARICIA donar, a aceptar a un enemigo"), y, en fin, como "disposición" (disposición a dar más de lo que uno debe). La sensibilización del dispositivo modal de la generosidad es muy superior en la época clásica y se acompaña además de una moralización positiva extrema, ya que esa "cualidad" es el criterio de un nacimiento noble, que define el ser "hereditario" del sujeto. La sensibilización disminuye gradualmente, ya que en la generosidad clasificada como "disposición:' se reconoce, en todo caso, una competencia inscrita como "tendencia" del sujeto, pero no un "sentimiento" o una "pasión". Sin embargo la disposición, en la última acepción, en el sentido que le dimos en el metalenguaje, realiza su función: se presenta como una progi·amación del sujeto discursivo, instalado permanentemente en el estarser del sujeto, sin especificación de la isotopía que lo debe incorporar (¿económica?, ¿social?, ¿guerrera?, o ¿afectiva? ... ). El dispositivo modal subyacente está, pues, dotado de una sintaxis y las transformaciones entre modalidades -del saber-estar-ser al querer-no-estar-ser-, son considerables, de manera tal que el comportamiento del generoso sea previsible en todas las circunstancias. Dicho de otra forma, todo está en orden para que el efecto de sentido pasional surja en el discurso; sin embargo, ése no es el caso en el discurso lexicográfico contemporáneo, ya que esa disposición no es considerada por la cultura que representa como una pasión. La instalación de una sintaxis intermodal en el nivel semionarrativo y su convocación en discurso bajo la forma de una disposición aspectualizada no es pues suficiente para producir un efecto de sentido pasional: es únicamente la condición necesaria y la sensibilización debe hacer el resto. Por ejemplo, lo que sobresaldría de la imagen fin del generoso --es decir, la puesta en perspectiva de toda la trayectoria existencial alrededor de la disjunción- es susceptible de no producir, en tanto efecto de sentido, sino una actitud moral, despojada de todo componente afectivo, si la sensibilización no entra en juego. La sensibilización es pues la primera fase realizante de la puesta en discurso de las pasiones; la praxis enunciativa seleccionó, después potencializó segmentos modales fundándose en su sensibilización en un uso anterior; pero es necesario, en. cada nuevo caso discursivo, que dichos segmentos sean de nuevo sensibilizados para ser realizados en el discurso como pasiones: la recategorización es así siempre posible. o La sensibilización en acto Sin embargo, la sensibilización así definida es sólo comprendida en sus efectos, una vez que, habiendo hecho su parte la praxis enunciativa, el efecto de sentido pasional se convierte en un estereotipo, y el estereotipo, en un primitivo pasional dentro de un uso dado. Esos efectos suponen un A PROPÓSITO DE LA AVARlCIA 133 proceso, es decir, operaciones que pertenecen a la puesta en discurso. ¿Qué pasa con la sensibilización "en acto"? Para responder a esa pregunta, se puede regresar a las aventuras de Mme. de Bargeton en París: Au moment ou [Lucien] sortit de chez madame de Bargeton, le baron Chátelet y aniva, revenant de chez le Ministre des Affaires Etrangeres, dans la splendeur d'unc mise de bal. I1 venait rendre compte de toutes les conventions qu'il avait faites pour madame de Bargeton. Louise était inquiete, ce luxe l'épouuantait. Les moeurs de la province avaient fini par réagir sur elle, elle était devenue móticuleuse dans ses comptes; elle avait tant d'orclre, qu'a París, elle allait passer pour avare. Elle avait emporté pres de vingt mille francs en un bon du ReceveurGénéral, en destinánt cette somme a couvrir l'excédent ele ses clépenses penclant quatre années; elle craignait déja de ne pas avoir assez et de faire des dettes.5 [Cuando [Lucien] salió de la casa de la señora de Bargeton, el barón Chátelet, que había estado en la casa del ministro de Asuntos Extranjeros, llegó en el esplendor ele los preparativos para un baile. Venía a dar cuenta de todos los arreglos que había hecho para la señora de Bargeton. Louise estaba inquieta, ese lujo la espantaba. Las costumbres ele la provincia habían terminado influyendo en ella, llegó a ser meticulosa en sus cuentas; era tan ordenada que en París la iban a considerar una avara. Tenía en un bono del receptor general alrededor de veinte mil francos, suma que destinó para cubrir el excedente de sus gastos durante cuatro años. Temía ya no tener bastante y contraer deudas.] Mme. de Bargeton se convierte en avara a los ojos de un observador parisiense: ése sería el resultado de una sensibilización que procedería únicamente por reclasificación de los dispositivos modales y que sólo tendría efecto en los paradigmas pasionales. Pero encontramos que Mme. de Bargeton es verdaderamente afectada por el contraste entre sus hábitos económicos y el tren de vida parisiense; su nuevo estatuto pasional no es pues solamente el efecto de una prueba veridictoria y de una evaluación exterior. Ese estatuto nuevo resulta de una operación discursiva que transforma su ser, produciendo efectos patémicos en su recorrido sintáctico y no solamente en el juicio de un observador. El comentario de Balzac atrapa entonces la sensibilización a punto de realizarse y pone en evidencia la manera en que el rol socioeconómico es sensibilizado en la misma cadena discursiva; un rol temático brutalmente cambiado de contexto discursivo se transforma en inquietud, espanto y temor; es decir, que la sensibilización no es solamente una operación abstracta necesaria para la teoría de las pasiones, sino que además es observable en los discursos concretos, bajo el mismo tenor que otras operaciones de la sintaxis discursiva. La sensibilizacón tiene, así, como explicación, su lugar dentro de la 5 Op. cit., pp.174-175. Cursivas nuestras. 134 A PROPÓSITO DE LA AVARICIA. economía general de la teoría, y, a la vez, como descripción dentro del re~ corrido discursivo de construcción del sujeto apasionado: de alguna mane~ ra, verticalmente, construye las taxonomías culturales que filtran los dis~ positivos modales para manifestarlos como pasiones en el discurso y, hori~ zontalmente, toma su lugar en la sintaxis discursiva de la pasión, como un proceso en toda la extensión de la palabra. Por eso, Mme. de Bargeton es clasificada como una avara en la cultura parisina, lo cual permite una nueva interpretación discursiva dé su competencia, pero también es transformada, de manera que ciertos acontecimientos patémicos aparecen en su recorrido. Por esa razón podemos convenir en denominar patemización a la sensibilización concebida como una operación perteneciente a la sintaxis discursiva. De hecho, desde un punto de vista genético, la patemización precedería a la sensibilización concebida como·una instancia cul~ tural; ella puede no ser más que un caso aislado, pero puede también ·en~ trar en el uso; desde ese momento, las secuencias modales que afecta son identificadas como pasiones en ese uso y la praxis enunciativa realiza su obra. La sensibilización como operación enunciativa es, pues, secundaria. (i) El cuerpo sensible lVIás allá de las preguntas de método que están asociadas a todo relativis~ mo cultural; tiene uno el derecho de preguntarse si a la semiótica incumbe el interrogarse sobre las razones y la naturaleza de ese gesto cultural. En efecto, las respuestas, ¿pueden no ser ontológicas, incluso metafísicas? El mínimo epistemológico que nos sirve de parapeto parece tambalearse. La vocación de una semiótica de las pasiones es la de describir y también de explicar los efectos discursivos de la sensibilización, pero no ciertamente la de tomar para sí y sin más ni más lo que otras disciplinas dicen al respecto. De ello no se colige, empero, que esté prohibido interrogarlas para, eventualmente, sacar provecho de ellas. En el afán de las explicaciones extrasemióticas o parasemióticas, se podría, por ejemplo, imaginar que la sensibilización es una operación de origen psicosomático y que ciertos dispositivos modales actuarían sobre el soma como "en terreno favorable". De todas maneras, esa hipótesis plantea más problemas de los que resuelve, ya que habría entonces que demostrar cómo las culturas pueden determinar los "terrenos favorables" que les serían específicos. En el caso de las "pasiones del asma", por ejemplo, una hipótesis como ésa sería, ciertamente, tentadora pues haría que el análisis semiótico fuera compatible con la explicación alérgica y genética de esa perturbación; pero el examen de los discursos concretos no resiste tal hipótesis, discursos en los que los familiares y ·los amigos del asmático adoptan el mismo dispositivo modal sensibilizado que el del A pROPÓSITO DE LA AVARICIA 135 enfermo, sin compartir no obstante el "terreno favorable". 6 El relativismo cultural obliga también a descartar la solución que consistiría en invocar directamente las pregnancias biológicas, ya que caracterizan a la especie como tal y no a la cultura. El concepto de habitus social propuesto por P. Bourdieu, 7 en la medida que articula formalmente el cuerpo, las imágenes del cuerpo y las determinaciones socioculturales, parecería en cambio más apropiado. P. Encrevé, en su introducción a la traducción francesa de Sociolingidstica de vV. Labov, 8 demostró todo el provecho que se podía sacar: la "postura articulatoria" propia de un grupo social que lo hace, por ejemplo, pronunciar tal diptongo de manera "tensa" o "relajada", se explica por una cierta respuesta del tono muscular a un "esquema de postura". El esquema de postura en cuestión se presentaría como una especie de imagen del mismo cuerpo modelado por el habitus social. En ese sentido, el "esquema de postura" sería un esquema motor fijado por el uso y característico de una sociotaxonomía. Esas nociones sociológicas dejan, no obstante, la parte del león a lo "adquirido"; ahora bien, nada permite afirmar que la sensibilización cultural pasa más bien por lo adquirido que por lo innato. De hecho, en la medida que la sensibilización sobredetermina el proceso por el cual los semas exteroceptivos e interoceptivos son homogeneizados por lo propioceptivo, trasciende la oposición entre lo innato y lo adquirido. Pero, lamentablemente, carecemos de informaciones sobre la manera como e1 propio cuerpo puede intervenir en el proceso. A la vista de las axiologías y de la oposición entre la euforia y la disforia, nos hemos contentado con imaginar que la propioceptividad actuaba únicamente por atracciones y repulsiones. Pero nada dice que el cuerpo no sea capaz de producir simbolizaciones elementales más complejas, las cuales, sin suscribírse aún a un funcionamiento semiótico, prepararían la sensibilización de las formas significantes. El seguimiento de las investigaciones en el dominio de la antropologia y de la semiótica médica podría aportar elementos de respuesta en ese terreno. Falta que la noción misma de "esquema sensible", e incluso aquélla, más trivial, de "terreno favorable", interrogue a la semiótica de las pasiones. En el nivel del discurso y en el recorrido de construcción del sujeto apasionado, la sensibilización no sería, en suma, ni la última ni la primera palabra de la pasión. Desde un punto de vista epistemológico, si el relativismo cultural de la aprehensión patémica de los significados del mundo 6 Cf. J. Fontanille, "Les passions de l'asthme", Nouueaux Acles Sémiotiqu.es, Limoges, Trames-Pulim, 6, 1989. 7 Esqaísse d'une théorie de la pratique, Génova, Droz, 1972. S Sociolinguistique, presentación de P. Encrevé, París, Ed. de Minuit, 1976. 136 A PROPÓSITO DE LA AVARICIA natural pudiera explicarse por la presencia de "esquemas sensibles" en el imaginario humano, resultaría que la existencia semiótica misma sería afectada. Si desde un punto de vista sintáctico se puede postular un "terreno favorable" para la manifestación de las pasiones, se debe a que el recorrido del sujeto apasionado no comienza con la sensibilización. o La constitución pasional Podríamos pensar aquí en el concepto griego de hexis, que significa a la vez la "manera de (estar-)ser", la "constitución" -en el sentido médico, por ejemplo- o el "hábito", ya sea del cuerpo, o del espíritu. 9 Benveniste hace notar que el verbo correspondiente, "ekhó", que significa primero "tener" y "poseer", es un "(estar-)ser a" invertido, lo que explica que el verbo mismo en ·sus empleos intransitivos, y sobre todo en su derivado nominal, pueda designar formas de estar-ser tanto adquiridas (cf. ''hábitos") como innatas (cf. "constitución"). A manera de hipótesis de trabajo, se podría entonces considerar a la hexis sensible como una sobredeterminación cultural de las pregnancias biológicas, que se traduciría por una articulación específica de la zona propioceptiva y que proyectaría "esquemas sensibles" sobre la existencia semiótica. Las disposiciones y las imágenes finales convocadas en los discursos realizados encontrarían o no encontrarían un eco en esos esquemas sensibles y, por ese hecho, producirían o no producirían efectos de sentido pasionales. La sensibilización presupondría en ese caso, en el nivel de las precondiciones de la significación, una "constitución" del sujeto sintiente. Por otro lado, si se admite que la sensibilización puede ser aprehendida a la vez por sus efectos en la praxis enunciativa y como operación discursiva, puede uno preguntarse si la "constitución" del sujeto apasionado no podría también ser considerada desde dos puntos de vista diferentes. A manera de hipótesis difícilmente verificable en la actualidad, hasta ahora sólo hemos examinado la eventualidad de una "predisposición" del sujeto sin tiente en el recorrido de la construcción teórica, partiendo de la idea de que la propioceptividad podría ser constitutiva ya del sujeto apasionado. Se puede uno preguntar aquí cuál sería la forma discursiva de una constitución "en acto", es decir 1 cómo se instala el terreno favorable para la eclosión pasional en el recorrido sintáctico del sujeto. En la configuración de la avaricia encontramos en varias ocasiones figuras que, sin ser ellas mismas pasiones, aparecen como condiciones presupuestas, como el terreno sobre el cual justamente la sensibilización va a poder operar; así, la sensibilización del dispositivo modal de la avaricia sólo se puede tomar en consideración si cierto "apego" liga el sujeto a los 9 Trascendería en eso tanto la oposición innato/adquirido como la dualidad cuerpo/espíritu. A PROPÓSITO DE LA AVARICIA 137 objetos; igualmente, la generosidad presupone una forma de desapego. El apego y el desapego intervienen incluso si el dispositivo modal no está ubicado y, a fortiori, todavía cuando no está sensibilizado. Ambos caracterizan a la relación entre el sujeto y el mundo, independientemente de todo objeto ele valor o aun de sistemas de valores particulares. Para un sujeto que no conoce todavía los objetos de valor, el apego y el desapego definirían de algún modo dos maneras diferentes de entrar, una vez interiorizados, en relación con los significantes del mundo natural. En ausencia de objetos de valor y de sistemas de valores, el sujeto sólo tendiia que ver con las "sombras de valor" que le propone la fiducia, y el apego o el desapego serían dos posiciones extremas sobre la graduación continua de la fiducia. Pero en la configuración que nos interesa más particularmente, el apego corno el desapego ocupan una posición en el recorrido sintáctico del sujeto y no solamente en la construcción teórica; en efecto, ambos son presupuestos por las figuras propiamente pasionales y pueden ser manifestados en el discurso con el mismo criterio que la sensibilización. l'v1me. de Bargeton no se hubiera vuelto avara y no estaría espantada por el tren de vida parisiense si antes no hubiera estado preparada. Ya que, si el cambio de contexto basta para transformarla en avara desde el punto de vista del observador social, eso no puede explicar por sí solo la aparición de nuevas pasiones (inquietud, espanto, temor) en su propio recorrido discursivo; en otros términos, la sensibilización que se observa no hace más que actualizar en el discurso una propiedad del sujeto, anterior a este último y de la misma naturaleza que el "apego" o el "desapego". Observando más de cerca, se encuentra el rasgo de una propiedad: "las costumbres de la provincia habían terminado influyendo en ella"; la explicación dada por Balzac no se puede reducir al emplazamiento de un rol temático gracias a la repetición; en efecto, las "costumbres" son "hábitos" codificados e integrados en una cultura y no se confunden con la repetición. Es un hecho que el rol temático del "cazador" se construye por aprendizaje y repetición; sin embargo, no induce ipso {acto un "hábito" y "costumbres". Volvemos a encontrar aquí la hexis, lo que permite decir que Mme. de Bargeton está "constituida" para ser avara antes incluso de llegar a serlo y que la sensibilización propiamente dicha, provocada por el cambio de contexto discursivo, tiene su raíz en ese estado previo. El hábito no es, por supuesto, sino una de las formas posibles (adquirida, en el ejemplo) de la constitución del sujeto apasionado. ; ) Esbozo de un reconido patémico Independientemente de su carácter "adquirido" o "innato", la constitución se presenta como una predisposición general del sujeto discursivo para los 138 A PROPÓSITO DE LA AVARICIA recorridos pasionales que le esperan, definiendo su modo de acceso al mundo de los valores y seleccionando de antemano ciertas pasiones antes que otras. Así, remontando el curso de la sintaxis discursiva a partir de la manifestación pasional, encontramos sucesivamente: la sensibilización, que se aplica a una disposición, que prolonga ella misma una constitu~ ción. En el otro sentido, no se puede razonar más que en términos de probabilidades: Mme. de Bargeton habría podido sufrir la influencia de las costumbres y de los hábitos provinciales, sin por la· mismo, adquirir una verdadera disposición a la avaricia; esa disposición jamás habría podido ser sensibilizada si el cambio de contexto no hubiera intervenido. De ahí que la sintaxis discursiva del sujeto apasionado se establezca provisionalmente así: CONSTITUCIÓN -7 DISPOSICIÓN -7 SENSIBILIZACIÓN La moralización e De la ética a la estética Numerosos juicios éticos señalan la actividad de un actante evaluador en la configuración de la avaricia. Esos juicios moralizan comportamientos que, en sí mismos, serían neutros; el econ.omizador es un rol no moralizado -o evaluado positivamente- y el avaro es evaluado negativamente; el comportamiento llamado "interesado" es evaluado negativamente en la configuración estudiada, mientras que en economía política es evaluado positivamente, a partir de A. Smith, entre otros, pero también en pedagogía, en la que es considerado una llave del éxito. La moralización puede tomar otras vías aparte de las de la ética o de la justicia. El dandismo reorganiza el universo pasional alrededor de un saber-estar-ser, 10 oponiéndolo a los valores económicos burgueses organi~ zados esencialmente en torno a la utilidad; en ese sentido, todas las pasiones son juzgadas entonces en función de la "actitud" o del ''obrar" que permiten controlar las manifestaciones, y la evaluació_n del saber-ser se apoya por lo tanto en una estética de la vida cotidiana. Con otras referencias, Tendremos cuidadode di~tinguir un saber-estar-ser que se glosaría como "saber conduciendo al contenido del estar-ser", de un saber-estar-ser que se glosaría como "saber organizar y pr~sentar el estar-ser"; ésa sería, en suma, la diferencia entre el conocimiento y el obrar. Comparada con las modalízaciones del hacer, la primera versión del saber-estar-ser correspondería a un "saber dirigido al contenido del hacer", y la segunda versión, al saberhacer definido como habilidad. El saber-estar-ser que nos interesa aquí, el de la segunda acepción, es una forma de la inteligencia sintagmática, en la misma forma que el saber-hacer en su acepción más común. 10 A PROPÓSITO DE LA AVARICIA 139 pero de la misma manera, el "hombre honorable" debe, en la Francia de la época clásica, dar muestras de una calidad que, a falta de disponer del lexema adecuado, se designa por una perífrasis: "El hombre honorable no se inmuta por nada." Se trataría en ese caso de un saber-no-estar-ser evaluado positivamente, que permite no expresar pasiones, y que participa también en un proyecto estético aplicado a la vida interior. De hecho, la moralización introduce en el universo pasional un relativismo más general que causa problemas. En las definiciones de los diccionarios, los juicios morales establecen umbrales en una escala de intensidad, una escala orientada que permite concluir en el exceso o en la insuficiencia, según si se coloca uno más allá o más acá del umbral; así, el deseo, el apego, el sentimiento o la inclinación son calificados, en la configuración que examinamos, de "vivos", "excesivos", "bajos", etc. Pero llegamos muy pronto a un callejón sin salida, ya que, para esos mismos diccionarios, la "pasión" ya se· ha definido en cuanto tal por un exceso: moralizar en función del exceso o de la insuficiencia sería simplemente reconocer que tal o cual dispositivo modal pertenece o no pertenece al registro pasional, lo que conllevaría un doble empleo con la sensibilización. Desde el punto ele vista del observador social, la moralización presupone y comprende a la sensibilización; pero ésa no es una razón para confundirlas. s Pasiones socializadas Para comprender mejor la moralización, podemos por lo pronto interrogarnos sobre quién es el responsable. Cuando se encuentra en semiótica una evaluación sobre el hacer o el estar-ser de un sujeto, ordinariamente se buscan las huellas de un Destinador-juez y se considera que su hacer judicativo pertenece a la etapa terminal del esquema narrativo canónico. Pero no se trata aquí del esquema narrativo canónico y el recorrido del sujeto apasionado se encuentra atrapado en un simulacro que no permite tratarlo como un recorrido narrativo clásico. Además, el juicio puede ejercerse sobre las formas pasionales de la competencia, sobre la disposición misma, antes de pasar al acto: se hablará de "sentimiento malo", de "inclinación mezquina". Si el hacer del. economizador sólo es juzgado como hacer desde el punto de vista de su eficacia o ele su oportunidad, no sucede lo mismo con el avaro; este último será juzgado sobre la existencia, en su competencia, de una ·disposición pasional excedente: así, Mme. de Bargeton, antes incluso de haber tenido el tiempo de gastar o de economizar tan siquiera un franco en París, será juzgada por la única aprehensión que manifiesta, es decir, por su facultad de representarse a punto de gastar o de economizar. No son ya el hacer o el estar-ser los juzgados, sino una manera de hacer o una manera de estar-ser; en la práctica, el matiz es a veces fino, pero constituye toda la diferencia: se refiere a cierto arde- 140 A PROPÓSITO DE LA AVARICIA namiento modal y a una manera de manifestarlo. En consecuencia, en sentido estricto, el responsable del juicio no puede ser un Destinador-juez que no tendría que juzgar más que el éxito o la conformidad del hacer. Se ha visto al actante evaluador confundirse con un Destinatario frustrado (la cicatería, la disipación) o un Destinatario satisfecho (la generosidad). Tales observaciones incitan a pensar que el actante evaluador puede ser cualquiera de los compañeros potenciales del sujeto apasionado en la configuración; pero eso quiere decir que no hay pasión solitaria, ya que en principio toda pasión es evaluable y moralizable y el evaluador pertenece a la configuración con el mismo derecho que el sujeto apasionado. Toda configuración pasional sería intersubjetiva, comprendiendo al menos dos sujetos: el sujeto apasionado y el sujeto que asume la moralización. El carácter _intersubjetiva de las pasiones -o, más generalmente, interactancial- no está limitado a la puesta en discurso y a la intervención del observador social. El análisis de las modulaciones subyacentes en la configuración de la avaricia ha puesto en evidencia la existencia de fuerzas cohesivas y de fuerzas dispersivas, entre las cuales los equilibrios y los desequilibrios inestables dibujaban el lugar de los valores colectivos e individuales. La escisión del protoactante del espacio tensivo libera así fuerzas adversativas, que se pueden interpretar como la prefiguración de los actantes: en ese caso podemos hablar de interactantes. Si la configuración está organizada exclusivamente desde el punto de vista del sujeto apasionado, durante la convocación en discurso sólo la sensibilización es manifestada; y si la configuración está organizada desde el punto de vista del observador social, la moralización aparece, presuponiendo y ocultando a la vez a la sensibilización. el La estratificación del discurso moral Además, después de haber constatado la inestabilidad del actante observador, se podría uno preguntar si esa inestabilidad no resulta de la naturaleza de las evaluaciones mismas. De hecho, esa inestabilidad se explica en gran parte por la presuposición de los criterios de evaluación. En las definiciones del diccionario, por ejemplo, se subraya que tal pasión puede ser evaluada negativamente porque descansa en una opinión errónea -como la vanidad o la pretensión- o porque es simplemente excesiva -como el orgullo-; o tal otra pasión es evaluada positivamente porque está fundada en una opinión justa (la estima). De un caso al otro, el evaluador establece sujuicio a partir de consideraciones veridictorias (lo falso para la vanidad, pero también para la tacañería, el secreto para la hipocresía), epistémicas (para la pedantería o la presunción), aspectuales (el exceso), etc. Pero, cualquiera que sea la categoría modal en nombre de la cual el A pROPÓSITO DE LA AVARICIA 141 juicio es enunciado, el motivo que parece suscitar el juicio mismo es siempre del orden de lo "demasiado" o de lo "demasiado poco". El avaro y el ávido desean demasiado fuerte, el disipador gasta demasiado; el tacaño economiza de más en pequeñas cosas; el cicatero hace demasiado alarde de su tacañería; el vanidoso y el orgulloso tienen una opinión demasiado buena de sí mismos; el fatuo y el presuntuoso la anuncian demasiado ostensiblemente. Es como si el basamento tensivo de un universo pasional restaurara la superficie tomando la apariencia de una categoría modal y/o aspectual; los juicios éticos se toman de las moclalizaciones (vericlictorias, epistémicas, volitivas, deónticas, etc.) y de las aspectualizaciones para proyectar ahí escalas ele intensidad dotadas de umbrales, como para reactualizar las modulaciones tensivas. El observador social no tiene entonces directamente acceso más que a los roles éticos, los cuales comprenden, según el caso, roles epistémicos, roles veridictorios, roles deónticos, reformulados las más de las veces como roles patémicos. N o obstante, parecería que de este lado ele todos esos roles, se interesa más particularmente en el sentido de la mesura. De ahí que la evaluación de las pasiones ponga al descubierto un criterio subyacente a todas las axiologias superpuestas y que remita, como ya se ha sugerido, a una regulación del devenir. Una vez reconocidas la diversidad y la estratificación ele los sistemas de referencia de la moralización, se comprende mejor también el rol del observador: su "inestabilidad" es en sí misma funcional. En efecto, gracias a la variación de los puntos de vista adoptados, y a la de los sincretismos en los cuales el evaluador puede entrar con los actantes de una configuración pasional dada, el sujeto de enunciación hace variar la iluminación de una pasión a la otra, explora la combinatoria y la taxonomía para hacer aparecer los ordenamientos modales reconocidos en una cultura dada y para poder agregarle, en vistas de la moralización, las axiologias propias de tal o cual acompaüante del sujeto apasionado. La inestabilidad de la evaluación y la superposición aparentemente aleatoria de las axiologias de referencia no deben sin embargo disuadirnos ele considerar a la moralización como una dimensión autónoma del discurso, ya que, a pesar de las apariencias, están reunidas las condiciones de esa autonomía. En efecto, la moralización está asegurada por un actante que, perteneciendo a la configuración pasional, no es menos independiente del sujeto apasionado. Además, no debe nada a la orientación de las trayectorias existenciales o a la polarización tímica. De un lado, la avidez (realización) como la disipación (actualización) están igualmente condenadas; del otro, el ahorro (potencialización) como el desinterés (virtualización) están igualmente valorizados. La tristeza puede ser muy moral -cuando testimonia, por ejemplo, algún duelo sincero-, y la ausencia de 142 A PROPÓSITO DE LA AVARICIA reacción, la atimia, puede ser también reprochada violentamente a Meursault en L'étranger [El extranjero], como vivamente aconsejada al hombre honesto del clasicismo francés. Los roles éticos entonces serían igualmente independientes de los roles modales, de los roles patémicos y de los roles temáticos, y esa independencia traduciría la existencia de una isotopía que les sería propia y común: la isotopía de la mesura. Los roles éticos serían, en una cultura dada, los términos de una taxonomía connotativa coextensiva a la de la sensibilización, pero que presentaría una fragmentación diferente. La sobredeterminación moral de los dispositivos modales pasionales "pervierte" de alguna manera la taxonomía de los roles patémicos al redistribuirlos en vicios y en virtudes, ya sea explícitamente -y el rol es entonces considerado como una "cualidad" o un "defecto" en el discurso-, o bien implícitamente, gracias a la proyección de los sernas ((mejorable" o "peyorativo". El conjunto de esas distorsiones, en un texto o en un corpus de texto, aparecerá como una deformación coherente del universo pasional, pudiendo ser construida en el análisis como una isotopía moral; la recurrencia de los mismos criterios de juicio (i.e. de un mismo tipo de escala de intensidad, de una misma posición actancial de evaluación) garantiza entonces una lectura homogénea del universo moral del sujeto de enunciación. En el marco de los lenguajes de connotación, el desdoblamiento del dominio analizado permite considerar el estudio del discurso moral. Un discurso que se apoya en la mesura y en el exceso, en la lucidez y en la ilusión, en la discreción y en la indiscreción de las manifestaciones pasionales y, más generalmente, en el respeto de las reglas y códigos implícitos y vigentes en una cultura dada. El estudio del discurso moral, paralelamente al del discurso pasional, desemboca en una clasificación de las culturas en la medida en que, permaneciendo constantes los dispositivos modales, la sensibilización y la moralización que los afectan constituyen dos clases de variables por las cuales las culturas -las áreas y las épocas- se distinguen . . o La moralización dél comportamiento obs;ervable · Respecto al recorrido de la construcción teórica, la moralización parece así descansar en una regulación del devenir social, en axiologías modales superpuestas (en el nivel semionarrativo) y en el sentido de la mesura (en el nivel discursivo). A semejanza de la sensibilización, puede ser también considerada como una operación discursiva. Para asir el rol del sujeto apasionado en el recorrido discursivo, se puede ahora partir de algunas pasiones moralizadas de manera particularmente vigorosa, como la cicatería -en la configuración de la avaricia-, y la vanidad -en la de la esti- A PROPÓSITO DE LA AVA.RICIA 143 rna. Ambas son evaluadas por medio de manifestaciones paralelas en el recorrido pasional principal. A la retención de bienes, nudo modal y aspectual de la pasión, se agregan manifestaciones "sórdidas"; es decir, una manera de ser avaro, calificada de "bajamente interesada". A la opinión desproporcionada de su propio valor, el vanidoso agrega manifestaciones "exageradas": no sólo está ilegítimamente satisÍecho de sí mismo, lo que constituye el nudo modal de la pasión, sino, además, "ostenta" esa manifestación; en eco a la "confesión del interés", es la confesión ostensible de la satisfacción por sí misma la que traduce específicamente los parasinónirnos: fatuidad, pedantería, pretensión. I\1oralizando la pasión, se evalúa no sólo una cierta manera de hacer o de estar-ser, sino también una cierta manera de estar-ser apasionado, ya que en la.vanidad, por ejemplo, un primer rol ético es definido a partir de una evaluación veridictoria (la opinión desproporcionada), en cierta forma independientemente ele la manifestación pasional, y un segundo a partir de la manifestación pasional misma (el exceso). La moralización según el sentido ele la mesura supone entonces que el recorrido discursivo del sujeto apasionado esté acabado, que las consecuencias sean maniíestadas y observables bajo la forma de figuras de comportamiento. En nuestros dos ejemplos, la cicatería y la vanidad, la reprobación apunta más directamente a la ostentación de esas figuras de comportamiento; la ostentación podría ser interpretada como la confrontación (intersubjetiva) entre el querer-hacer-saber (en el caso de la vanidad) o el no-poder-no-hacer-saber (en el caso del cicatero) del sujeto apasionado, por una parte, y el no-querer-saber del evaluador, o al menos del interactante de quien toma el lugar, por la otra. La moralización afectaría aqui todavía a las moclalizaciones, pero solamente a aquellas que conciernen a las propiedades informativas del comportamiento pasional; se trata, de hecho, de las modalizaciones interactivas de la pareja informador/observador. Mme. de Bargeton no escapa a la regla: después de la sensibilización que le procura una gran variedad de pasiones secundarias injertadas en la avaricia manifiesta, a pesar de ella misma, la repugnancia que le inspiran los grandes gastos: ... elle éraignait déja de ne pas avoir assez et de faire des de_ttes. Chatelet luí apprit que son appartement ne luí coutait que six cents francs par mois. -Une misere, dit-il en voyant le haut-le-corps que fit Nai:s. Vous avez a vos ordres une voiture pour cinq cents francs par mois, ce qui fait en tout cinquante louis. Vous n'aurez plus qu'a penser a votre toilette. Une femme qui voit le granel monde ne saurait s'arranger autrement [... ] Ici l'on ne donne qu'aux riches.l 1 [... temía ya no tener suficiente y contraer deudas. Chatelet le informó que su 11 Op. cit., p. 175. Cursivas nuestras. 144 A PROPÓSITO DE LA AVARICIA apartamento sólo le costaba seiscientos francos por mes. -Una miseria, dijo, viendo el sobresalto de Nai"s. Por quinientos francos al mes tiene usted a sus órdenes un coche, lo que hace un total de cincuenta luises. Sólo tendrá usted que pensar en su vestuario. Una mujer que aspira al gran mundo no podría establecerse de otra manera[ ... ] Aquí uno no le da más que a los ricos.) El comportamiento observable, un "sobresalto", es una ocasión soñada por el observador, Chatelet, quien se lanza en una especie de lección de moral social a la parisiense. Comprendemos entonces retrospectivamente que el juicio de avaricia, repercutido por el sujeto de enunciación, es de hecho llevado por el mismo Chatelet en la interacción enunciada; el observador social entra en ese caso en sincretismo con uno de los acompañantes del sujeto apasionado, no en la configuración de la avaricia, sino en la de la seducción, que se encuentra aquí implicada en la precedente. El sobresalto es el mensaje final que emana del recorrido pasional de Mme. de Bargeton, mensaje puesto en circulación en la interacción y susceptible como aquí de dar motivo a la estrategia manipuladora de los acompañantes. La naturaleza de la respuesta de Chatelet, la lección de moral económica, inscribe explícitamente ese "sobresalto" en una isotopía moral. El ejemplo elegido se compone de dos segmentos: el comportamiento manifestado y la moralización que le sigue; el comportamiento manifiesta la conjunción del sujeto apasionado con el objeto tímico (la disforia, en ese caso), y la moralización viene a sancionar esa conjunción. El comportamiento pasional pertenece a la clase de las manifestaciones somáticas de la pasión: rubor, palidez, angustia, sobresalto, crispación, temblor, etc. Podemos convenir en denominar emociones a tales manifestaciones. El efecto de "irrupción" de lo somático en la superficie del discurso, que caracteriza muy frecuentemente a la emoción, resulta del reembrague sobre el sujeto tensivo que hemos postulado para justificar la instalación del simulacro pasional en el discurso: al convocar en la cadena discursiva las modulaciones del sentir y del devenir, el reembrague prepara la irrupción somática de la emoción; en efecto, es en ese preciso momento del recorrido pasional que el sujeto sintiente se acuerda de que tiene un cuerpo. " El esbozo del esquema patémico (continuación) Estamos ahora en condiciones de considerar en su conjunto, como hipótesis de trabajo, el esquema patémico que permite reconstituir el estudio de la avaricia y del cual se sospecha que es capaz de organizar la sintaxis pasional discursiva en general. La moralización interviene al final de la secuencia y afecta a su con- A PROPÓSITO DE LA AVARICIA 145 junto, pero más particularmente al comportamiento observable. Presupone entonce~ la manifestación pa~émí:~' d:n?minada emoci~n, cuya aparición en el discurso señala que la JUncwn hm1ca se ha cumphdo, dando la palabra al propio cuerpo. La sensibilización es presupuesta por la emoción: es la transformación tímica por excelencia, la operación por la cual el sujeto discursivo es transformado en sujeto sufriente, sintiente, reaccionante, conmovido. Ella misma presupone esa programación discursiva que hemos denominado disposición, y que resulta de la convocación de los dispositivos modales dinamizados y seleccionados por el uso; pone en marcha una aspectualización de la cadena modal y un "estilo semiótico" característico del hacer patémico. A la cabeza de la secuencia, la constitución determina, en fin, el estar-ser del sujeto, con el fin de que esté en posibilidades de acoger a la sensibilización; esa etapa obliga a postular en el nivel del discurso una determinación del sujeto discursivo anterior a toda competencia y a toda disposición: un determinismo -social, psicológico, hereclitario, metafísico, cualquiera que éste sea- preside entonces a la instauración del sujeto apasionado. El simulacro pasional, que es por definición reflexivo, no abarca, por ese hecho, la totalidad de la secuencia, puesto que el sujeto proyecta ahí su propia trayectoria existencial y su disposición modal: se entra en el simulacro con la disposición y se sale con la emoción; la constitución, porque supone una especie de necesidad externa sobre la cual el sujeto apasionado no tiene ningún control, y la moralización, porque pone en marcha una evaluación externa, son etapas transitivas de la secuencia y no pertenecen al simulacro pasional propiamente dicho. Todas esas proposiciones deben ser, por supuesto, precisadas y validadas ulteriormente en vista de su eventual generalización. Observaciones finales Desde el punto de vista de la teoría como desde el punto de vista del método, el estudio de la moralización presupone el de la sensibilización. En efecto, en la medida que se admite que la moralización interviene al final de recorrido, señala la terminación. Si nos colocamos desde una perspectiva de construcción del actor, la moralización constituye la fase final: todo juicio ético presupone -con razón o sin ella, poco importa-, que el actor haya "probado" y haya mostrado de lo que era capaz; la moralización comporta entonces en sí misma el rasgo terminativo y el rasgo cumplido. Es como si, en el momento en que interviene el juicio ético, el actor fuera detenido en su desarrollo, fijado en la última imagen que el juicio selecciona para hacer un rol ético. Por otro lado, el juicio moral inscrito en las figuras de comportamiento 146 A PROPÓSITO DE LA AVARICIA presupone una disposición del sujeto, sin la cual las figuras en cuestión podrían pasar como accidentales y sin relación con el estar-ser del sujeto. La moralización no puede aprehenderse sino por los comportamientos observables que presuponen una disposición; para eso es necesario que sea reconocida previamente una intencionalidad de la pasión, bajo la forma de una imagen fin y de un dispositivo modal sensibilizado. Por todas esas razones, la moralización presupone a la sensibilización, y por eso el estudio del discurso moral descansa en el cémocimiento de los universos pasionales. Como procedimientos constitutivos de las taxonomías culturales, la sensibilización y la moralización desempeñan también un papel en la regulación de la. inter,subjetividad. En efecto, clasificando a los actores en función de los roles patémicos y de los roles éticos que están en posibilidades de desempeñar en la escena de la comunicación, esos dos procedimientos permiten prever el comportamiento de los individuos. En las relaciones sociales o interindividuales, el conocimiento de las taxonomías pasionales y morales permite a cada uno anticipar las conductas de los otros y adaptar las suyas: el sujeto identificado como "colérico", "avaro", "pródigo" o "crédulo" ofrece un motivo a la manipulación en la medida en que, conociendo con anterioridad la sintaxis de· su recorrido, las estrategias y contraestrategias pueden ser programadas en gran medida desde el principio de la interacción. Los roles patémicos y los roles éticos, al no poder ser reconstruidos por presuposición a partir de las performance, sino solamente conservados "en bloque" en la memoria de una cultura, anuncian de entrada el "modo de empleo" del sujeto, y el observador-manipulador dotado de la rejilla cultural adecuada puede desempeñarse entonces con la clave modal más apropiada. La sensibilización y la moralización no son pues solamente procedimientos de descripción; son verdaderas operaciones disponibles por los actantes del enunciado y de la enunciación; también las taxonomías culturales que contribuyen a edificar son una de las posturas de las estrategias de comunicación: ellas presiden en gran parte el intercambio de los simulacros, y aquel que domine las taxonomías pasionales en un.~ interacción puede actuar con ventaja en ese intercambio. OBSERVACIONES SOBRE LA PUESTA EN DISCURSO DE LA AVARICIA Al construir la configuración de la avaricia, se edifica al mismo tiempo el basamento semionarrativo de un universo pasional y se dispone lo que concierne a la puesta en discurso. Habiendo constatado que la mayoría de las teorías de las pasiones permanecían deudoras de universos discursivos A PROPÓSITO DE LA AVARICIA 147 particulares, parecía poco razonable producir una teoría que, con tintes de trascendencia y de deducción, habría, como las otras, racionalizado y sistematizado una taxonomía ligada a una cultura particular. Pero el precio que hay que pagar, en lo que al método concierne, no es despreciable: a partir de manifestaciones discursivas, y sobre el fondo de un pequeño número de hipótesis teóricas, es necesario separar progresivamente lo que pertenece (a título de hipótesis) a los universales y lo que pertenece a la puesta en discurso. No es éste el lugar para rehacer la teoría del discurso, pero sí para comprender cómo se articulan las diversas instancias que han aparecido en el estudio de la avaricia y de su configuración. Primeramente, en el nivel de la tensiviclad fórica, un pequeño número de modulaciones determina los "estilos semióticos" en el marco ele un principio general de circulación del valor. Enseguida, en el nivel semionarrativo, los recorridos existenciales, así como los dispositivos modales sensibilizados, fijados y almacenados como "primitivos", constituyen la base sintáctica de los efectos de sentido pasionales. Por último, en el nivel discursivo, la convocación de las magnitudes precedentes suscita las imágenes fin y las disposiciones que se reúnen para formar los simulacros pasionales. La praxis enunciativa La dificultad principal, en el tratamiento de los universos pasionales, tiene que ver con el regreso obstinado de la instancia cultural, que interviene en diferentes lugares y en todos los niveles. La hemos encontrado en el nivel discursivo con las dos operaciones de sensibilización y de moralización, características de la praxis enunciativa en el dominio estudiado, pero también en el nivel semionarrativo, por la selección que opera, de retorno, entre todos los dispositivos modales considerados. Pero -lo que era menos esperado- parece que ella se manifiesta también en el nivel de las precondiciones tensivas; las modulaciones características de la configuración estudiada parecen, en efecto, inseparables de un componente cuantitativo, de manera que el compromiso de las tensiones entre las fuerzas cohesivas y las fuerzas dispersivas reside en la estabilización de un actante colectivo; además, el devenir es aquí el objeto de una interpretación restrictiva, que lo reduce a un principio de circulación de un flujo de valores en el seno de la comunidad. Por otra parte, ni la sensibilización ni la moralización reciben una explicación satisfactoria sin referencia a tal o cual fenómeno propio en el nivel epistemológico, como, entre otros, la "hexis sensible". Hemos considerado hasta ahora, a manera de hipótesis de trabajo, que la praxis enunciativa podía resolver todas esas dificultades; en efecto, 148 A PROPÓSITO DE LA AVARICIA gracias al ir y venir entre lo semionarrativo y lo discursivo, basta con explicar cómo las taxonomías connotativas, elaboradas primero por el uso, se integran enseguida a la "lengua" instalando allí los primitivos. Pero parecería que la cultura interviene también de otra manera: si se admite que la existencia semiótica se constituye gracias a la homogeneización de lo interoceptivo y de lo exteroceptivo gracias a lo propioceptivo, se plantea al mismo tiempo la existencia de macrosemióticas del mundo natural, que aguardan de alguna manera al sujeto de la percepción para llegar a ser significantes. Ahora bien, las "morfologías" del mundo natural no son únicamente físicas o biológicas; son también, entre otras, sociológicas y económicas; es decir, en un sentido, específicas de las áreas culturales y de las épocas históricas. En otros términos, los significantes del mundo que son integrados a la existencia semiótica por la percepción no serían todos "naturales", y el horizonte del ser que se dibuja detrás de la tensividad fórica estaría determinado culturalmente en parte, incluso económicamente, como en el caso que nos ocupa. Así, parecería que en la configuración de la avaricia las tensiones estuvieran ya, antes incluso de la categorización y de la formación de los actantes sintácticos, desviadas en parte por lo que hemos denominado el "flujo circulante del valor", que sería algo así como la huella dejada sobre el horizonte óntico por las determinaciones socioeconómicas. Nada impide, por otra parte, pensar que esa desviación resulta también del uso y de la praxis enunciativa; efectivamente, ésta no puede actuar sobre la presencia de los primitivos culturales en el nivel semionarrativo si no es estereotipando los productos de la convocación en discurso: las magnitudes convocadas son seleccionadas, modeladas por el uso y devueltas a la memoria semionarrativa; uno se podría imaginar que sucede lo mismo con el nivel tensivo, puesto que es también objeto de "convocaciones" en el discurso: así es como hemos concebido los estilos senúóticos. Si regresamos ahora a la puesta en discurso propiamente dicha, distingu.iremos dos órdenes de fenómenos: por un lado, un conjunto de fenómenos relativamente bien conocidos en semiótica, como la actorialización o la aspectualización, sobre los cuales el estudio de la avaricia y de su configuración difunde una nueva luz; por otro lado, un conjunto distinto de fenómenos poco o mal conocidos, como el esquema patémico canónico o los simulacros pasionales, sobre los cuales parece prudente antes de tomar alguna posición recabar más información, especialmente gracias al estudio de los celos. Para los primeros, se puede considerar desde ahora un balance provisional. La actorialización: roles ternáticos y roles patémicos La actorialización es un procedimiento que consiste en proyectar por A PROPÓSITO DE LA AVARICIA 149 desembrague a los actores que tienen el estatuto del "no Yo" y que recibirán vertimientos sintácticos, bajo la forma de roles actanciales y modales, así corno vertimientos semánticos, bajo la forma de roles temáticos. Dentro de ese procedimiento muy general conviene interpretar la aparición de los roles patémicos y de los roles éticos. Con respecto· a los roles actanciales, cuyo encadenamiento obedece a la sucesión de las pruebas y de las moda1izaciones, el rol patémico aparece globalmente como un segmento del recorrido actancial, segmento dinamizado por la sintaxis intermodal; para la puesta en discurso, la enunciación podrá recurrir a esos segmentos acabados, estereotipados, a fin de manifestar las zonas sensibilizadas del recorrido actancial. En lo concerniente a los roles temáticos, que se pueden encatalizar sobre el fondo de un recorrido temático a partir de la diseminación de los contenidos semánticos, el rol patémico será un segmento sensibilizado del recorrido temático, que es ya en sí mismo un estereotipo. En los dos casos, el actor es investido con segmentos de roles sensibilizados y moralizados. No obstante, la distinción entre roles temáticos y roles patémicos presenta a veces cierta dificultad y merece un examen más atento. A la vista de los análisis que preceden, se puede señalar una primera diferencia relacionada con la orientación de los procedimientos de construcción. Entre el avaro y el econornizador, no hay diferencia de competencia si únicamente se examina el contenido de las modalidades en cuestión, pero aparece una cuando se torna en cuenta el procedimiento. De hecho, para el analista, la competencia del economizador es exclusivamente retrospectiva: el economizador es alguien del que se sabe solamente después, a la vista de los resultados obtenidos, que es capaz de moderar sus gastos; en cambio, la del avaro parece prospectiva, en la medida en que el avaro es alguien del que se puede prever, antes de todo resultado, que no va a gastar. Pero las cosas son más complejas, puesto que el rol temático comporta también una programación discursiva del actor y, en consecuencia, un factor de previsión. La diferencia, un poco sutil para ser operatoria, tiene que ver con el hecho de que el rol patémico es prospectivo antes incluso de su construcción, mientras que el rol temático llega a serlo después de su construcción. Uno podría, al parecer con más fortuna, interrogarse sobre la aspectualización de cada tipo de roles. La competencia del economizador sólo se manifiesta si la situación se presta a ello -es decir, cuando se presenta la ocasión de economizar-; la competencia del avaro es siempre manifestable, independientemente de la situación narrativa -por ejemplo, en una fisonomía, en una mímica o en una gestualidad- ya que el papel patémico afecta al actor en su totalidad. El rol temático es iterativo y el rol patémico permanente; por eso se buscará, en la descripción del avaro, localizar 150 A PROPÓSITO DE LA AVARICIA en su rostro, en sus miradas, manifestaciones de la pasión, mientras que a nadie se le ocurriría la idea de escudriñar en la fisonomía de un economizador para descubrir rasgos de sus capacidades. La explicación es relativamente simple: la manifestación del rol temático obedece estrictamente a la diseminación del tema en el discurso, mientras que la del rol patémico obedece a la lógica de los simulacros pasionales, a una diseminación imaginaria independiente del tema. Una distinción así debería permitir no sólo diferenciar los dos tipos de roles, sino también localizar en el discurso el paso de lo temático a lo patémico: cuando la recurrencia del rol parece anárquica -es decir, cuando ya no obedece a la diseminación del tema-, se puede considerar que se trata de un rol patémico; el economizador llega a ser avaro cuando la resistencia a la circulación de los valores interviene en el discurso "a despropósito", ahí cuando no se la esperaba. Esa particularidad aspectual tiene que ver tanto con la permanencia que caracteriza a toda disposición cuanto con la forma obsesiva que puede tomar una pasión como la avaricia. 12 Como en el aprendizaje, la recurrencia del hacer y la recurrencia modal son constitutivas del rol temático: por la repetición, el control y el espaciamiento de los hacer, el economista aprende su rol. Habría que distinguir aquí la "recurrencia" del aspecto "iterativo". El avaro es un rol "permanente", mientras que el colérico es un rol "iterativo": se trata en ese caso de la aspectualización interna del rol, y la oposición "permanente/iterativo" tiene un valor distintivo entre las dos figuras. Pero, como estereotipos, el avaro y el colérico presentan ambos una recurrencia funcional que permite identificar el rol como una clase de comportamientos. De esta forma, la recurrencia funcional asegura la previsibilidad del comportamiento. De alguna manera y sobre otra dimensión, las clases de comportamiento, temáticos o pasionales, son homólogos de las clases funcionales de Propp. N.B. 12 Es perfectamente observable, por ejemplo, que un rol como el de la "madre" pueda aparecer como una pasión cuando la interacción del hacer "maternal" es diseminado "a despropósito". lVIme. Bridau, en La rabouilleuse de Balzac, es el prototipo perfecto de una madre apasionada. Por un lado, con respecto a Joseph, su hijo menor, es simplemente madre tematizada: lo ayuda, lo cuida, le prepara su comida, etc.; por otro lado, con respecto a su primogénito Philippe, el sujeto malo, es una madre apasionada, es decir, sobre todo cuando las siLuaciones narrativas no se prestan a ello: en el caso de diversas malversaciones, endeudamiento, expoliaciones, de las que es culpable su hijo Philippe. Incapaz de reconocer en los comportamientos de su hijo aquellos que implican el tema "filial-maternal", perdona todo, olvida todo, se deja arruinar, después rechazar; es mucho más significativo que ese rol patémico, esencialmente localizable por su recurrencia aparentemente anárquica, sea, por otra parte, el objeto de un juicio irremediablemente moral, en el momento de una confesión que precede justo a la muerte de la culpable. A PROPÓSITO DE LA AVA..l{ICIA 151 La recurrencia productora de estereotipos permitiria también redefinir ciertos términos de la nomenclatura pasional de las lenguas naturales, como, por ejemplo, el "carácter" y el "temperamento". El "carácter" deriva directamente de la recurrencia funcional: se define siempre como clase, como permanencia de un mismo tipo de respuestas temáticas y pasionales ante situaciones que varían, y en ese sentido, el carácter como estereotipo reduce el equipamiento modal y temático del actor a un pequeño número de isotopías y de roles. En cambio, el "temperamento" que se funda en los equilibrios y en las jerarquías entre varios roles y varias isotopías modales podria definirse como la dominación de un rol patémico sobre los otros. De la misma forma como se encuentran en un dispositivo modal modalizaciones regentes, en el conjunto de los roles recorridos por un mismo actor se encontraría un segmento modal que sería un segmento regente en relación con la totalidad del recorrido. No se trata de buscar alguna vía para salvar los términos de la nomenclatura pasional, sino de señalar en esta ocasión que, acumulando los actores en el transcurso del discurso los dispositivos modales y varios tipos de roles, uno puede ser llevado a considerar "macrodispositivos", dentro de los cuales pueden aparecer los fenómenos de rección. Por otra parte, roles temáticos y roles patémicos guardan relaciones jerárquicas fundadas esencialmente en la presuposición. Cuando desde el punto de vista semántico un rol patémico presupone un rol temático~ la recurrencia es coherente -es decir, isótopa-, y el segmento modal estereotipado y sensibilizado sustituye al segmento modal solamente estereotipado. Además, el rol patémico ve sus virtualidades semánticas reducidas por el rol patémico: así, decir de alguien que está "ávido de honores" conduce a restringir el rol patémico del avaro al agregarle una temática social. Cuando un rol patémico no presupone un rol temático, desde el punto de vista semántico la recurrencia es en gran parte aleatoria, es decir, anisótopa; todas las virtualidades semánticas del rol pueden entonces ser actualizadas. Otras asociaciones más complejas, pero también más reveladoras, son previsibles. Por ejemplo, el maquiavelismo supone, por un lado, una secuencia de comportamientos y de estrategias fijadas en competencia sobre la isotopía política y, por otro, una disposición pasional. La secuencia temática es cierta forma sofisticada, pero estereotipada, de saber-hacer y de poder-hacer -el primero rige en este caso al segundo-; la disposición es la que da la desconfianza. En lugar de sustituir a la totalidad del segmento modal tematizada, como el avaro sustituye al economizador, la disposición pasional del sujeto maquiavélico se inserta en el recorrido temático y sólo ocupa allí una parte. Los recorridos temáticos de tipo político comportan una etapa en la que se decide la naturaleza contractual y/o polémica del hacer, en la que el sujeto es susceptible de ser modalizado por el creer; en 152 A PROPÓSITO DE LA AVARICIA el caso del maquiavelismo, la desconfianza ocupa el lugar de la creencia. Este ejemplo no es aislado: la mayor parte de las. configuraciones encontradas en los discursos concretos ofrecen roles mixtos e imbricaciones de ese tipo. En última instancia, la diferencia con el avaro es quizás puramente lexical: en las inserciones de roles y de recorridos que, en los discursos realizados, serían tan complejos en un caso como en el otro, la lexicalización retiene únicamente, de un lado, el segmento sensibilizado (el avaro) y, del otro, la totalidad del recorrido (el maquiavélico). Por lo tanto, a este respecto se plantea una cuestión de fondo: en ese conglomerado de roles (modales, patémicos, temáticos) articulados entre ellos, ¿en qué se convierte el sujeto? El actor que comprende varios de esos roles ¿tiene todavía la posibilidad de producir un "efecto de sujeto"? Si nos atuviéramos a las asociaciones de roles, todos los actores-sujetos serían esquizofrénicos en potencia, pero la aspectualización restablece cierta coherencia. Gracias al desembrague, la puesta en discurso permite el despliegue de un universo discursivo autónomo; pero ese desembrague es pluralizante y es necesaria la intervención del embrague para restablecer cierta homogeneidad. Recursivamente, el discurso es presa también de las fuerzas cohesivas y dispersivas, como las modulaciones del devenir. En el ejemplo, la fuerza cohesiva que permite al actor reencontrar a pesar de todo su homogeneidad es la aspectualización. Efectivamente, más allá de la aglomeración más o menos regulada de los roles, se dibuja un proceso de construcción del actor que podría tomar la forma de la secuencia pasional, esbozo de esquema patémico canónico que hemos creído reconocer: la constitución, la disposición, la sensibilización, la emoción y la moralización serían entonces interpretables como la apertura, el detonador, el desarrollo y la instalación de los roles patémicos, y consecuentemente integrarían los conglomerados de roles subyacentes. Regresaremos a ello. La aspectualización En general, distinguimos dos procedimientos aspectualizantes: la demarcación, que establece los umbrales y los límites en un modo continuo (~f. perfectivo/imperfectivo), y la segmentación, que tiende a fijar las etapas en un modo discontinuo (cf. incoativo/durativo/perfectivo). Pero para la puesta en discurso las cosas son sin duda un poco más complejas cuando se convoca a la vez magnitudes continuas y moduladas y magnitudes discontinuas y modalizadas. El esquema patémico, por· ejemplo, aspectualiza el proceso en un modo discontinuo; pero, por otra parte, como acabamos precisamente de sugerirlo, reintroduce continuidad y homogeneidad ahí donde las diferentes etapas de la modalización, tanto en el recorrido gene- A PROPÓSITO DE LA AVARICIA 153 rativo como en el desembrague, habían engendrado a fin de cuentas una pulverización de los roles. De hecho, la aspectualización de las pasiones reviste varias formas. Sin buscar aquí tratar in extenso toda la cuestión, quisiéramos sacar solamente algunas de las enseñanzas que nos sugiere el estudio de la avaricia y de su configuración. Hemos encontrado ya al menos cuatro niveles diferentes de la aspectualización; primeramente, la recurrencia funcional de los roles temáticos y patémicos, que está excluida de entrada, al pertenecer no a los sememas analizados, sino al procedimiento que los ha construido; enseguida, hemos señalado una aspectualización que procede por segmentación de las etapas de la pasión, pero que aún no está suficientement© apuntalada; queda, de un lado, la aspectualización de las ocurrencias de la pasión, que está encargada de alguna manera de administrar lo continuo y lo discontinuo de las manifestaciones pasionales en el discurso, y, de otro lado, la aspectualización interna de cada ocurrencia, que sería de alguna manera constitutiva de la pasión en cuanto tal, independientemente de sus ocurrencias en discurso. tD La escansión La aspectualización de las ocurrencias del comportamiento apasionado escande la manifestación: se distinguirán así pasiones escandidas (la del colérico, por ejemplo) y pasiones no escandidas (la del avaro). En el caso de las figuras no escandidas, basta con el reconocimiento de la pasión para prevenir el comportamiento: reconocer a un avaro procura un poder de previsión máximo; en el caso de las figuras escandidas, se distinguirán las pasiones previsibles de las que no lo son: algunas serán frecuentatiuas, y el conocimiento de su periodo de manifestación permitirá prever el comportamiento; otras serán puntuales, es decir, no previsibles. 13 Un mismo dispositivo modal sensibilizado puede recibir cada una de esas formas aspectuales; así, el de la cólera aparecerá, ya sea como durativo y no escandido (i.e. irritable), como frecuentativo (i.e. colérico) o como puntual l3 Théodule Ribot utiliza esas categorías, en otras denominaciones, para distinguir los sentimientos (no escandidos), las pasiones (frecuentativas) y las emociones (puntuales). Las mismas distinciones se encuentran también en el discurso de los médicos generales que, frente a un síntoma, en particular en el dominio de los padecimientos inmunitarios, están obligados a apoyarse en categorías aspectuales para hacer un diagnóstico: por ejemplo, frente a un padecimiento que se repite pero en el que no reconocen ninguna regularidad y ningún factor de previsión, concluyen en la puntualidad y establecen el tratamiento según ese diagnóstico. La analogía tiene su fundamento, ya que en el caso de los padecimientos inmunitarios, corno en el de la semiótica de las pasiones, el procedimiento de análisis debe hacer aparecer hasta qué punto el estar-ser del sujeto está implicado en las manifestaciones concretas observadas. 154 A PROPÓSITO DE LA AVARICIA (i.e. furioso); en principio, no importa qué rol patémico pueda recibir toda la panoplia de las formas de la escansión, pero de hecho el léxico sólo se lo concede a algunos de ellos. La categoría de la escansión pasional desempeña un papel esencial en la regulación interindividual y social, en la medida en que pone las ocurrencias del comportamiento pasional bajo el control de un observad{)r que aspectualiza. En efecto, más allá de su papel descriptivo y distintivo en el análisis, necesitamos ver bien que, una vez que ella está integrada en una taxonomía cultural como uno de los rasgos definitorios de los roles patémicos, permite a un acompañante eventual del sujeto apasionado prever los accesos, las crisis y los éxtasis afectivos en el recorrido de este último. 0 La pulsación La aspectualización interna de cada ocurrencia procura a la manifestación pasional una pulsación que regula las tensiones y las distensiones del proceso pasional propiamente dicho. La pulsación comprende, entre otras, la triada clásica "incoativo/durativo/terminativo". En un sentido, la pulsación no es otra cosa que la forma discursiva que toma la sintaxis intermodal y que permite explicar cómo los dispositivos modales pueden llegar a ser las disposiciones en discurso. Pero, en otro sentido, puede haber sufrido desviaciones y esas variaciones desempeñan entonces un papel distintivo entre las pasiones. Así, entre las variantes del "miedo" se señalan, como rasgos aspectuales distintivos, la anterioridad en la "aprensión", la incoatividad en el "pavor", la dura.tividad en el "terror". De hecho, en la serie "aprensión-pavor-terror" la aspectualización de la pasión es inseparable del recorrido del antisujeto mismo, ya que el sujeto apasionado es él también, en este caso, el observador que aspectualiza gracias a una puesta en perspectiva: según si toma la amenaza anteriormente, incoativamente o en coincidencia, experimenta una u otra de esas pasiones. Eso no tiene nada de sorprendente, en la medida en que la mayor parte del tiempo la aspectualización de los programas pragmáticos en sí mismos es función de las peripecias y de la interacción entre el sujeto y el antisujeto. Ésa sería, por otra parte, una propiedad que merecería ser examinada más ampliamente y, dado el caso, generalizada: las variaciones de tensión que se observan en el componente aspectual del discurso se explican frecuentemente por variaciones de equilibrio entre fuerzas antagónicas. Las variaciones de tensión y de distensión que regula la pulsación pa' sional son inherentes ·también a la trayectoria existencial que se, da el sujeto apasionado; el avaro, por ejemplo, conoce la tensión en "no conjunción", una tensión superior en "disjunción", una tensión máxima en "no disjunción" (él retiene), después la distensión en "conjunción" (él acumu- A PROPÓSITO DE LA AVARICIA 155 la). Variaciones como ésas repercuten de manera general en las modulaciones tensivas del devenir. De hecho, parece cada vez más difícil mantener la aspectualización en un nivel determinado del recorrido de la construcción teórica. Un gran número de investigaciones sugieren casi unánimemente que se trata de una determinación semiótica de gran generalidad, equivalente quizás a la del cuadrado semiótico. Como para el modelo constitucional, situado en las estructuras profundas y que no cesa en la práctica de escapar de ese lugar, la aspectualización parece abarcar las propiedades que escapan también a toda asignación de ese tipo. Es por eso que hemos previsto, en el nivel de las precondiciones de la significación, un conjunto ele modulaciones tensivas que prefiguran ya la aspectualización discursiva propiamente dicha. ~ La intensidad El análisis concreto de una configuración pasional como la avaricia hace resaltar la categoría de la intensidad en todos los contornos de la estructura. Ésta pertenece a los procedimientos de la aspectualización: por una parte, es una de las formas de la distribución de las tensiones y de las distensiones en el desarrollo del proceso; por la otra, implica un actante observador capaz de comparar las intensidades, de orientar las escalas graduadas por una puesta en perspectiva y de establecer los umbrales. Basta, además, con reencontrar en la escala de intensidad de la pasión, de un lado, el exceso; y del otro, la insuficiencia para comprender que la demarcación cumplió su tarea. Ya se ha señalado en el campo de la avaricia que la intensidad del deseo remitía siempre a una cierta representación del reparto y ele la circulación de los bienes en la comunidad y a ciertas modulaciones del flujo social. Es decir, que la intensidad es una forma discursiva que manifiesta magnitudes semionarrativas o tensivas que, en sí mismas, nada tienen de "intenso". El hecho es patente también en otras configuraciones como aquélla, por ejemplo, ele la "estima-admiración-veneración". La estima es definida como un "sentimiento nacido de la buena opinión que se tiene del mérito, del valor de alguien"; la admiración es "un sentimiento de gozo o de regocijo frente a lo que se juzga superiormente bello o grande"; la veneración es "un gran respeto hecho de admiración y de afecto", que toma a menudo una acepción religiosa, en la que la admiración se mezcla con el temor. Para el enunciatario de un discurso en el que aparecen sucesivamente esas tres pasiones, el efecto producido es el de una intensidad creciente. Pero un examen más profundo revela que la intensidad comprende aquí cambios estructurales. En cuanto a la estima, procede por comparación 156 A PROPÓSITO DE LA AVARICIA con otros individuos (supuestos o reales) para concluir en el mérito o en el valor; la admiración compara al individuo con la totalidad de los individuos pertenecientes a la misma categoría: del superlativo relativo se pasa al superlativo absoluto; por último, en el caso de la veneración, es el observador-evaluador en sí mismo, respetuoso y temeroso y por lo tanto dominado, quien se hace humilde comparando al que es mesurado con el comparado. La aparente graduación de la evaluación descansa entonces de hecho en una serie de variaciones discontinuas del término de referencia, y las variaciones de intensidad abarcan sucesivamente: un superlativo relativo transitivo (para la estima), un superlativo absoluto transitivo (para la admiración) y un superlativo absoluto transitivo y reflexivo a la vez (para la veneración). Para eso, la intensidad sería un efecto de sentido de variaciones cuantitativas en la estructura actancial y modal de la configuración. Ello no quiere decir que no los traduzca en discurso en un modo continuo y tensivo. Haría falta, sin duda, distinguir entre la función distintiva de la intensidad y su función constitutiva. Es distintiva cuando permite diferenciar superficialmente, por ejemplo, la estima y la admiración; en ese sentido, la intensidad es una información que los acompaüantes del sujeto apasionado pueden aprovechar para identificar inmediatamente el rol patémico que tendrán que tomar en cuenta en la interacción. Merced a la intensidad, el sujeto apasionado deviene informador para su acompaüante observador; por lo demás, ese seüalamiento vale para toda intensidad, puesto que un azul intenso es, entre otros, un azul que atrae la mirada, como una "pena violenta" es, para comenzar, una pena que se impone al observador más desatento. En ese momento, la intensidad aparece como la manifestación sensible de un hacer-saber que se supone debe alertar a los acompañantes del sujeto apasionado. Pero esa función distintiva superficial actúa sobre las variaciones de la intensidad constitutiva de la pasión, intensidad que permite establecer la diferencia entre lo que es pasión y lo que no lo es; en ese sentido, la intensidad manifiesta la sensibilización del dispositivo modal. Para comprender cómo los fenómenos discontinuos, los cambios ele posición del observador -como en la avaricia, la generosidad o la disipación- y los cambios de referencia -co1no en la estima, la admiración y la veneración- pueden ser manifestados de manera continua y tensiva, es necesario sin duda volver a las modulaciones del devenir. Ya hemos sugerido que la intensidad del deseo del avaro podía ser interpretada como un desequilibrio entre las fuerzas de cohesión y las fuerzas de dispersión colectivas e individuales: la constitución de un lugar individual y exclusivo en detrimento de la cohesión del colectivo está en ese caso en el origen del efecto de intensidad. Esa sugerencia podría ser generalizada, tomando las precauciones A. pROPÓSITO DE LA AVARICIA 157 que se imponen. En la serie "estima-admiración-veneración", los lugares respectivos del objeto-sujeto evaluado y del observador apasionado evolucionan en sentido contrario: a medida que se afirma y se impone el lugar del otro, el del observador se atenúa; sin que eso se traduzca explícita y categorialmente por las variaciones modales, se comprende que la relación de fuerzas se invierte y que esa inversión podría ser explicitada, eventualmente, gracias a las transferencias de poder o de saber. El fenómeno que tratamos de comprender estaría, por consiguiente, situado más acá de la modalización y de la categorización. Es como si en la intersubjetividad toda emergencia pasional pudiera poner en duda el lugar de cada uno de los interactantes, como si la pasión los volviera a sumergir en un estrato presemiótico en el que la identidad de cada uno es todavía inestable y depende de la identidad de otro; una identidad interactancial se compartiría y cada identidad individual se establecería a expensas de los otros. Surge otra vez la idea de que la intensidad, como toda aspectualización, descansa en las variaciones de equilibrio entre la cohesión y la dispersión, cuyo desafío es la estabilización de los lugares actanciales. Ésa sería por el momento la única explicación plausible de la cual podríamos disponer para intentar conciliar una cuantificación que se expresa por variaciones de equilibrio entre fuerzas adversas y variaciones de intensidad que manifiestan cambios discontinuos. Tal hipótesis abre nuevas perspectivas para comprender cómo se esbozan en un espacio presemiótico las regulaciones, las axiologías arcaicas. Retornemos al exceso, definido como una "cantidad demasiado grande, un propasarse de la mesura y de los límites"; la intensidad está aquí dotada de un umbral, de una frontera más allá de la cual algo ha cambiado. En el campo de la avaricia, el exceso aparece corno un desequilibrio destructor: el exceso de la retención pone en peligro la circulación en la comunidad, el exceso del gasto pone en peligro los "lugares" individuales, y la insuficiencia de los objetos deseados hace aparecer trampas en las que se pierde el flujo social; igualmente, la veneración filial o amorosa puede ser considerada como excesiva cuando pone en peligro la identidad misma del sujeto apasionado. Lo mismo se podría decir del exceso de desesperación o de autoridad. Cada vez que un dispositivo interactancial ha alcanzado cierto gTado de estabilidad, toda figura pasional que pueda hacerle retroceder a un estado anterior menos estable será considerada como excesiva. El juicio ético que aparece entonces en discurso no hace más que reformular la regresión que amenaza al devenir interactancial. Se observa a menudo que el exceso señala un cambio de isotopía en el nivel discursivo, lo que no es en general el caso ele la intensidad. Así, entre una pena ordinaria y una pena "intensa" o, incluso, "violenta", sólo es modificado el equilibrio entre la eufmia y la disforia; pero, un límite es traspasado con 158 A PROPÓSITO DE LAAVARICIJ una pena "excesiva" que nos hace pasar a otra isotopía: aquélla, por ejem. plo, de la afectación o de la patología. Cualquiera que sea finalmente le: interpretación aceptada, no está por demás anotar que comenzará siem. pre por volver a cuestionar el estatuto del sujeto: ya sea su estatuto veri· dietario (hace demasiado), o bien su estatuto mismo de sujeto semióticc (hay una falla en algún lado); el cambio de isotopía que se observa en superficie, el paso de una frontera, remite siempre a una desestabilización de los dispositivos interactanciales. De un lado, el de la intensidad, se trata de un devenir en vías de evolución, de los dispositivos protoactanciales que buscan estabilizarse y en los que la sensibilización se incorpora literalmente. De otro lado, el del exceso, se trata de un devenir ya evolucion~do, pero que amenaza con retroceder hacia los dispositivos protoactanciales deséstabilizados; el observador social, al tomar partldo contra esa regresión que amenaza, moraliza la manifestación pasional para reafirmar un estado de cosas a expensas de un estado de ánimo. 3. LOS CELOS El primer objetivo ele un estudio consagrado a los celos era el de disponer, junto con una pasión que en un primer acercamiento podía pasar como una "pasión de objeto" -la avaricia-, de una pasión intersubjetiva que contuviera, por lo menos potencialmente, tres actores: el celoso, el objeto, el rival. Ciertamente, la avaricia se reveló intersubjetiva, al menos implícitamente, y sobre todo en el momento de la moralización. Pero los celos ofrecen la ventaja de hacer explícita una escena pasional con varios roles, un entrelazamiento de estrategias, una verdadera interacción dotada ele una historia y de un devenir, desde la manifestación lexical de la configuración, y a forúori en el discurso. Por cierto, en el reconido discursivo del avaro, las relaciones intersubjetivas sólo aparecen en el momento de la evaluación; desde luego que en profundidad son el resorte del "flujo circulante del valor", pero en el nivel discursivo tienden a borrarse en provecho de las relaciones de objeto; es pues solamente a la luz de la moralización como nos damos cuenta de que las riquezas acumuladas y retenidas lo son a expensas de otro. En cambio, los celos aparecen de entrada sobre el fondo de una relación intersubjetiva compleja y variable, presente por definición a todo lo largo del recorrido pasional: el temor de perder el objeto no se comprende aquí más que por la presencia de un rival potencial o imaginario, y el temor del rival nace de la presencia del objeto ele valor que tiene la función de desafío. Señalamos desde ahora que el recorrido pasional es aquí función de relaciones duales entre tres actantes y el conjunto está orientado por la perspectiva adoptada por el celoso; los celos, en ese sentido, pueden ser tanto un desamparo y un sufrimiento como un temor y una angustia, según si el acontecimiento decisivo es anterior o posterior a la crisis pasional. Si el acontecimiento -la junción del rival con el objeto- es tomado antes de su advenimiento, la relación de rivalidad -S/S 2- pasa al primer plano y suscita el temor: se trata entonces de vigilar al otro, ele desbaratar sus acercamientos, ele desviarlo del objeto, de acaparar a este último para excluir al rival. Si e1 acontecimiento es tomado una vez realizado, es eviuente que para el celoso, a menos que busque vengarse, no hay mucho que hacer con el rival; en cambio, la relación de apego -S/O,S~j- pasa al primer plano. El celoso se vuelve entonces hacia el objeto, sobre el cual se pregunta a quién ama verdaderamente y hasta qué punto puede confiar en é1. Es sólo entonces cuando el sufrimiento se nutre de variaciones fiduciarias y epistémicas. [159] 160 LOS CELOS Pero ésa no es más que una variación de perspectiva, en el eje de la anterioridad y de la posterioridad, que presupone un dispositivo actancial único y que depende de la puesta en discurso; de un lado, focaliza los efectos de una sintaxis, ya que las formas de los celos evolucionan al mismo tiempo que las de la junción; del otro, presupone la constancia de una configuración. La descripción de la pasión como tal comienza por la de las constantes subyacentes a la puesta en discurso y a sus variaciones. Por otra parte, el análisis lexical, habiendo revelado sus límites y sus presupuestos, será ahora estrictamente ancilar y la construcción de los celos se sustentará, en lo esencial, en el aporte de los moralistas, de los dramaturgos y de los novelistas. De hecho, merced a un estudio "en expansión" de la pasión, y con base en datos textuales más numerosos y más variados, entrevemos ahora la posibilidad de enriquecer los modelos sintácticos y de aprender la organización completa de una configuración. LA CONFIGURACIÓN Apego y rivalidad Un primer acercamiento, inspirado por la semántica lexical, consistirá en dejarse guiar un momento por las definiciones del diccionario. Para tener una primera idea de lo que son los celos, parqcería útil saber a qué configuraciones más extensas pertenecen. A la vista de las definiciones, de los correlatos, de los sinónimos y de los antónimos, parece que los celos se ubican en la intersección de la configuración del apego y la de la rivalidad, que corresponden respectivamente a la relación entre el celoso y su objeto -S/0,83- y a la relación entre el celoso y su rival-S/8 2. Todas las definiciones de los celos dan cuenta, directa o indirectamente, de un antisujeto que amenaza con hacer estragos o que ya los ha hecho. Por ejemplo, un antónimo como "bonachón" se glosa, entre otros, por "complaciente", "inofensivo", "pacífico", lo que lleva a confirmar el carácter "combativo" y "ofensivo" del celoso y, por lo tanto, la presencia al menos potencial de un rival en su territorio. Además, el celoso es ante todo -y por su misma etimología- alguien "particularmente apegado a ... ", que "depende absolutamente de ... '', y es por eso que los celos remiten también al deseo, al celo y a la envidia. El apego está también pr-esente en los antónimos, en negativo esta vez: "indiferente" se glosa como "insensible" o "apartado", por ejemplo. Pero hay que ver bien que esas dos configuraciones están, si no muy próximas entre sí, por lo menos cuidadosamente articuladas en los celos. En una especie de presuposición alternada, el apego se refuerza con la LOS CELOS 161 rivalidad y la rivalidad se agudiza con el apego que la motiva. La consecuencia de esa articulación de dos configuraciones en gran parte autónomas no es nada despreciable; por una parte, la rivalidad nunca será, para el celoso, alegre y conquistadora, sino que aparecerá más bien como dolorosa y amarga, teniendo como perspectiva la pérdida del objeto; por la otra, el apego será profundamente inquieto y preocupado, ya que la amenaza del rival está latente: por ejemplo, puesto que lo único que cuenta es la relación con el ser amado, una inquietud guarda la huella de la actividad amenazadora y más o menos imaginaria de un antisujeto. Por eso es que Proust hace observar, a propósito del amor que Swan confiesa a Odette de Crécy, que el amante al esforzarse sin cesar por conservar a su amante para él solo, en lo único que sueña es en deleitarse con lo que, al principio, hacía sus delicias. La intersección entre las dos configuraciones no es una simple acumulación semántica o una conexión de isotopías: cada una es modificada considerablemente por influencia de la otra, como si cada modalidad fuera modificada en sus efectos de sentido por la influencia de las otras, dentro de un dispositivo modal ftiado. Una de las explicaciones posibles se puede encontrar sin duda en el dispositivo actancial que postulamos desde el inicio: el triángulo S/Sj0-83 no es la suma aritmética de dos relaciones duales, sino una interacción. Asimismo, el celoso es un sujeto acosado entre dos relaciones que lo solicitan cada una por completo, pero a las cuales jamás puede consagrarse exclusivamente: preocupado por su apego cuando lucha, está, a la inversa, obsesionado por la rivalidad cuando ama. Primera configuración genérica: la rivalidad o Rivalidad, antagonismo y competencia La "rivalidad" sería, según el diccionario Petit Robert, la "situación de dos o más personas que se disputan algo" (especialmente, el primer lugar, el primer puesto). "Situación" remite a un dispositivo actancial y narrativo, independientemente de toda manifestación pasional; ése sería el núcleo sintáctico de toda la configuración. Se notará la existencia de una relación polémica arquetípica, eventualmente organizada alrededor de un objeto (el "algo"), pero más a menudo en torno a una calificación de los sujetos (la superioridad), que podría ser interpretada como el resultado de una comparación entre competencias modales. El "antagonismo", "rivalidad entre varias personas o varias fuerzas que persiguen un mismo objetivo", especifica la rivalidad al atribuir a los antagonistas un mismo enfoque de objeto y programas narrativos paralelos. En la rivalidad, el objeto no es más que un lugar vacío, un "algo" que 162 LOS CELOS la interacción entre los dos rivales parece plantear como objetivo; la iden~ tidad de ese objeto se precisa sólo en los correlatos -aún muy alusiva~ mente- como "resultado" o "ventaja". Lo mismo sucede con la "competen~ cia", que agrega una "búsqueda simultánea" a la especificación prece~ dente, es decir, un recorrido discursivo temporalizado y aspectualizado. La categoría de la junción y la estructura polémica presentan aquí una articulación muy particular: la primera no sería más que una variante de la segunda, mientras que el "objeto" nó es otra cosa que la identidad de enfoque de los rivales. En otros términos, ese lugar vacío al que apuntan los rivales, lo crean al apuntarlo, y la convergencia de sus esfuerzos diseña un objeto. Eso es también lo que traduce la simultaneidad de los recorridos, realzada a propósito de la competencia: la superposición aspectual no es un accidente discursivo, es el signo de la identidad de los enfoques. o La emulación La "emulación", "sentimiento que lleva a imitar o a superar a alguien en mérito, en saber, en trabajo", es un antiguo sinónimo de "rivalidad'' y de "celos". La emulación aporta a la rivalidad una nueva especificación. Lejos de proseguir el mismo camino que el antagonismo y la competencia, en las que veíamos dibujarse un objeto, la emulación se focaliza en la compara·ción entre las competencias de sl y 82; esa competencia puede ser aprehendida tal cual, como saber-hacer o poder-hacer, o por medio del juicio ético que la transforma en "mérito". Ya que es un objeto modal el ol~jeto que emerge de la rivalidad, el antagonismo toma aquí por objetivo al ser mismo de los sujetos. En la lengua contemporánea, el "mérito" ha llegado a ser, no obstante, el "mérito de algo", mérito que se mide con referencia a un objeto de valor adquirido o esperado. La focalización del objeto es entonces restablecida, pero es sometida a una condición de competencia y de reconocimiento. De hecho, el mérito de un sujeto es apreciado por el conjunto de su recorrido y no solamente por el resultado obtenido: se evalúa su manera de hacer, su manera de ser, su conducta en el curso de las peripecias y su actitud frente a los obstácu_los encontrados. El mérito así definido parece descansar sobre los mismos efectos modales que la pasión: es una forma de la competencia que no se agota en fa realización de la performance, que no es reconstruido por presuposición a partir de la competencia, sino que aparece como un "excedente modal", caracterizador del ser del sujeto más acá o más allá de la competencia requerida para la realización del programa. Además, la emulación por medio del mérito separa radicalmente el hacer polémico asociado a las pruebas calificantes y decisivas de la atribución del objeto, asociado a la prueba glorificante. Es sólo en el momento del reconocimiento, bajo la responsabilidad de un Destinador, cuando el LOS CELOS 163 sujeto recibe la recompensa que merece. Esa distribución en dos etapas confirma la doble interpretación que pueden recibir las modalizaciones de la competencia: por un lado, en términos de eficacia y de necesidad -es así como aparecen por presuposición a partir del éxito o del fracaso-, por otro, en términos de manera de hacer o de estar-ser del sujeto -así aparecen por medio del juicio ético. En fin, la emulación aporta una última especificación nada despreciable a la configuración de la rivalidad: defmida como un "sentimiento que lleva a ... ", en ese conjunto es la primera figura que accede al rango de pasión. Cuando el mérito del émulo parece apoyarse ya en un "excedente modal" semejante al de los efectos pasionales, la nomenclatura se constituye como un rol patémico incluye una competencia sensibilizada, lo que nos incitaría a seguir persistiendo en la idea de que lo ético, como la pasión, aparece en el discurso cuando los efectos modales del estar-serparecen desolidarizarse de la competencia con vistas al hacer. Por otra parte, el dispositivo modal y actancial de la rivalidad se encuentra sensibilizado justo cuando el conjunto es puesto en la perspectiva de un solo sujeto. La rivalidad, el antagonismo y la competencia, que no presentan ninguna puesta en perspectiva particular, no son tratadas como roles patémicos sino como "situaciones". Para que exista la emulación, es necesario que 8 2 haya hecho sus pruebas; luego, que sl iguale o supere a 82, lo que hace de S 1 el "émulo" y de S2 el modelo, el sujeto de referencia; la rivalidad o la competencia no son ya simétricas: no estamos más ante una pareja de procesos aspectualizados en simultaneidad, sino frente a un proceso no terminado, el de 8 1, en relación con otro, el de 8 2, tratado como concluido, y que indica a S 1 un límite, un umbral de competencia que hay que alcanzar. En ese momento, la emulación sólo tiene sentido si la rivalidad es tomada en la perspectiva de 8 1, y es así como llega a ser una pasión. (1 La envidia En las definiciones del diccionario encontramos dos formas de "envidia": por un lado, es un "sentimiento de tristeza, de initación o de odio que nos anima contra quien posee un bien que nosotros no tenemos" y, por otra, puede también entenderse como el "deseo de gozar de una ventaja, de un placer similar al del otro". La configuración de la rivalidad parece deber ahora escoger entre la relación polémica y la relación de objeto. La particularidad de la envidia radica en no poder manifestar a la vez sino una sola de las dos relaciones; hay que precisar a ese respecto que la selección es únicamente necesaria en razón de la actualización cada vez más clara del objeto (un bien, una ventaja, un placer). La figura comprende entonces dos s~memas que eran complementarios en las figuras precedentes y que dentro de ésta parecen convertirse en excluyentes uno del otro. 164 LOS CELOS Sin embargo, en cada uno de los dos sememas el tercer actante no ha "desaparecido" ni tampoco ha sido ocultado; ha sido más bien relegado a un segundo plano como mediador de la relación focalizada. En la envidia del tipo S/S2 , el actante objeto O mediatiza la envidia de S 1 con respecto a S2; en la envidia S¡IO, el actante 8 2 mediatiza el deseo de 8 1. En el ejemplo, el rol de mediador podría ser interpretado a partir de la intención del sujeto 8 1: por medio de O, 8 1 mira a 8 2 y, por medio de 8 2, S 1 mira a 0. 1 Estos tipos de mediaciones sólo son pensables si no se ha estabilizado aún el dispositivo actancial; parecería que en la intención protensiva del sujeto apasionado el interactante pudiera todavía dudar entre el estatuto de objeto y el estatuto de sujeto, de manera que más acá del rival se dibuja para S 1 el lugar del objeto, y más acá del objeto se dibuja el lugar del rival. La mediación supone entonces como condición que el sujeto 8 1 sea susceptible de representarse una escena actancial "internalizada", en la que el conjunto de los roles actanciales puedan todavía intercambiarse. En discurso, la mediación interactancial se manifestará en dos direcciones complementarias: por una parte, en la primera puesta en perspectiva que localizamos a propósito de la emulación, y que sensibiliza el conjunto del dispositivo -la orientación en la perspectiva de 8 1-, se agrega otra perspectiva, siempre desde el punto de vista de sl, que focaliza o bien al rival o bien al objeto; por otra parte, la relegación del otro actante en posición de mediador se traduce por una intensidad superior de la relación focalizada: la mediación por el objeto intensifica la rivalidad y la mediación por el rival intensifica el deseo de objeto. Una vez más, en discurso, la intensidad es sólo la manifestación de la inestabilidad del dispositivo actancial subyacente. o Del recelo a los celos El "recelo" es un "sentimiento de desconfianza", un "temor a ser eclipsado, hundido en la penumbra por alguien". La particularidad del recelo salta a la vista cuando se le compara con la envidia y la emulación. De la envidia queda muy poco, ya que el objeto pasa a un segundo plano y el deseo ya no es manifestado. Sobre la emulación, al parecer, el recelo invierte la estructura: en lugar de tratar de rebasar, eclipsar a otro, el sujeto teme esta vez ser rebasado o eclipsado; la emulación presupone la superioridad del rival, el recelo la aprehende. El dispositivo de base es siempre el mismo: la configuración de la rivalidad, sin objeto definido, pero aprehendida desde la perspectiva de uno solo de los sujetos. Únicamente ha cambiado la forma 1 R. Girard utiliza la noción de mediación para describir el funcionamiento del deseo mimético en sus diversas variantes; el mimetismo, tanto en el·ejemplo, como en su versión psicoanalítica, la identificación, remiten a un estadio arcaico de la cultura o de la psique. LOS CELOS 165 discursiva: por un lado, mientras que la emulación toma como referencia la competencia de 8 2 , el recelo toma como referencia la competencia de 8 1; podríamos imaginar por otra parte una situación única que induciría el recelo hacia el sujeto de referencia y la emulación hacia el otro. Nos encontramos pues con otra variación de perspectiva en la que la emulación se construye en la perspectiva de aquel que trata de rebasar al otro y el recelo se construye en la perspectiva de aquel que es susceptible de ser rebasado. Dentro de esa configuración, los "celos" se dan como un resultado de la serie de especificaciones y de articulaciones ya señaladas en las figuras precedentes: desde luego, es la más compleja de todas las que hemos considerado hasta ahora. Se apoya en el dispositivo actancial S/S/0,8 3; está fundada también sobre la perspectiva de un solo sujeto, S 1; puede focalizar, ya sea en la relación de la rivalidad, especializándose así en prospección como un "temor", o bien en la relación de objeto, especializándose entonces en retrospección como un "sufrimiento". Además, se emparentará más bien con el recelo que con la emulación, ya que la perspectiva será siempre la de aquel que teme ser rebasado o que sufre por haberlo sido; dicho de otra forma, la competencia de referencia es la del celoso y, desde que el sistema se invierte, al convertirse la competencia del rival en referencia, se sale de los celos para entrar en la emulación. Q Punto de vista y sensibilización En la configuración de la avaricia, las variaciones del punto de vista eran atribuidas solamente a la moralización; en efecto, puesto que se podía oponer las dos variantes morales de la disjunción, la prodigalidad y la generosidad, partiendo sólo del cambio de punto de vista (no destinatario/ destinatario), ocurría que los juicios éticos se apoyaban en las transformaciones discursivas del observador. Tanto más si la diferencia entre un rol temático no sensibilizado como el ahorro y un rol patémico sensibilizado como la avaricia no debía nada a los cambios de punto de vista. En cambio, en la configuración de la rivalidad a la cual pertenecen los celos, la sensibilización descansa sobre las variaciones del punto ele vista; en el ejemplo se trata tanto de los angostamientos de la focalización como ele los cambios de punto de vista stricto sensu. Los angostamientos y cambios de punto de vista actúan en varios niveles de la configuración, como una serie de puestas en perspectiva que se sobredeterminan unas y otras. La primera puesta en perspectiva es la que reorganiza el triángulo actancial S/S/0,8 3 sólo desde el punto de vista de S 1, produciendo así la serie "emulación-envidia-celos", que de esa manera se encuentra separada ele la serie de las no pasiones. El umbral así cruzado es el de la sensibilización propiamente dicha, gracias a la orientación del dispositivo en la perspectiva de uno solo de los actantes. Los dispositivos sensibles son 166 LOS CELOS reconocidos merced a esa orientación. La segunda puesta en perspectiva es la que, en el punto de vista de 8 1, coloca en primer plano, ya sea a la relación S/0, o bien a la relación S/82 . En la emulación, la relación S/82 se destaca, gracias a una focalización/ocultación del esquema narrativo subyacente; efectivamente, la relación polémica y la atribución del objeto están disociadas sintácticamente, una precede a la otra, y la segunda es ocultada por el despliegue de la rivalidad y acantonada en el rol de recompensa eventual para aquel de los rivales que se distingue. A esa puesta en perspectiva de los despliegues sintagmáticos de la narratividad se opone la perspectiva paradigmática que permite distinguir también dos envidias y dos celos diferentes: en ese caso, la relación ocultada no es relegada a otro segmento narrativo diferente del que nos ocupa;· sino mantenida en un segundo plano de la relación focalizada. Debido a que la puesta en perspectiva participa aquí de la sensibilización de los dispositivos actanciales y modales, puede ser tratada a la vez como una operación discursiva que interviene en el recorrido del sujeto apasionado y como un procedimiento explicativo en el recorrido de la construcción teórica. Por un lado, como operación discursiva, la puesta en perspectiva parece ser una transformación patémica, tanto más intensa cuanto que la perspectiva es compleja, y por eso pasa por las operaciones clásicas de la construcción de los puntos de vista. Por otro lado, como procedimiento de construcción teórica, desempeñará su papel en la praxis enunciativa y remitirá, si es necesario, al análisis tensivo de una interactancialidad mal estabilizada. La mediación que identificamos en la envidia y en los celos actúa en los dos tableros: como un dispositivo figurativo y actorial y como una manifestación de la inestabilidad tensiva del interactante; de hecho, la relación ocultada continúa manifestándose a la vez como "mediatizante" e "intensificante" con respecto a la relación focalizada. 2 El procedimiento de escisión del protoactante que habíamos imaginado, una vez bajo la responsabilidad concreta de un encajamiento de puestas en perspectiva, a título de precondición tensiv~, se precisa: después de haber librado a un interactante que le permite representarse frente a C(otro" (es el nacimiento del ''sí para sí"), orientando la protensividad, buscará susCitar por detrás de ese interactante,· sea un objeto, sea un sujeto. La realización en discurso de tales variaciones de tensión, y sobre todo su manifestación como efectos de sentido distintos, requieren un observador susceptible de convocarlos en forma de variaciones de la perspectiva; el su2 Partiendo de la catástrofe llamada "mariposa", J. Petitot ha demostrado que para co· menzar encontramos ahí un estrato de puro conflicto; después, estratos mediatizados por el objeto, valorizándose así, siguiendo la sugerencia del autor, dos formas diferentes de la intencionalidad, comparables a las dos formas de la envidia y de los celos, 8--10 y 81--182 (Morphogenese du sens, París, PUF, 1986). LOS CELOS 167 jeto apasionado, envidioso o celoso, es ese sujeto discursivo "focalizando".3 !) El celoso en el espectáculo Se puede hacer observar a ese respecto que los celos especifican al actante observador encargado de orientar el dispositivo actancial. El celoso sufre por "ver a otro gozar" o "teme perder"; en un caso, 8 2 es focalizado, en el otro, es 0,8 3 ; pero la particularidad de los celos radica en apuntar siempre hacia la relación Sz'O,S 3 poniendo en un primer plano, o bien a un actante, o bien al otro; por eso, cualquiera que sea la perspectiva adoptada, el espectáculo que se ofrece a 8 1 es siempre el de la junción entre el rival y el objeto. Que algún otro goce de O o que O pueda ser perdido en provecho de otro, la misma escena engendra siempre la misma pasión más allá de la variación de perspectiva. Los celos obedecerán a la misma distinción que la envidia, pero desde el fondo de una especificación propia. Si el espectáculo fundamental de los celos es el de la junción modalizada del rival y del objeto, el celoso como observador es excluido de la relación de junción. El envidioso podía escoger entre dos perspectivas, en las que siempre era el polo principal: o bien S 1 /8 2 , o bien S/0,8 3; por su parte, en última instancia, el celoso sólo puede escoger entre dos perspectivas sobre Sz'O,S3 , por lo que se encuentra siempre a sí mismo en un segundo plano: sea (8 1) s¡o sea (S 1) Sz'O,S 3 . Por esa razón, el sujeto celoso se encuentra en la imposibilidad de segmentar el dispositivo actancial de manera distinta y la escena detestada o temida se le impone; con respecto a su propio simulacro pasional, él mismo se presenta como un sujeto virtualizado, un sujeto sin cuerpo que no puede acceder a la escena. Esa posición muy particular en el dispositivo actancial va a traducirse en el nivel discursivo por la atribución de una posición de observación es3 Por cierto, no hay que conceder ni mucho ni muy poco a las estructuras discursivas. Si se considera, por ejemplo, la noción de punto de vista, conviene distinguir entre el punto de vista corno configuración discursiva y el punto de vista como herramienta metodológica de la descripción. El primero caracteriza al tratamiento del saber durante la puesta en discurso; el segundo apunta, entre las virtualidades de las estructuras semióticas, a los dispositivos particulares que pueden presentar. Se sabe, por ejemplo, que los enunciados complejos con dos sujetos y un objeto comprenden virtualmente a la vez el punto de vista de la renuncia y el de la atribución, entre otros; pero sin embargo no se trata de una estructura discursiva. La estructura actancial permite prever los dispositivos actancia1es, las combinaciones que son comparables con las combinaciones que se obtienen por cruce de las estructuras modales y que hemos llamado "dispositivos modales". La enunciación estará encargada de seleccionar algunos de esos dispositivos con vistas a la linearización de los programas. En ese momento, habiéndose hecho la selección entre las combinaciones posibles, se puede considerar una ubicación discursiva del punto de vista, a partir de un observador y de sus hacer cognoscitivos. No es pues sorprendente que los mecanismos de la sensibilización se manifiesten, como mecanismos de clasificación y de selección, en cuanto puntos de vista discursivos, pero como tales son no obstante independientes de las estructuras discursivas que los manifiestan. 168 LOS CELOS pecífica: el observador de los celos será de hecho un "espectador", es decir un observador cuyas coordenadas espacio-temporales se refieren a las del' espectáculo que le es dado, pero que en ningún caso puede figurar como actor en esa misma escena. En efecto, como se verá pronto, cualquiera que sea la posición espacial o temporal del celoso con relación a la escena en la que el rival y el objeto se conjuntan, esta última está siempre "presente" en su imaginación -es la obra de sus determinaciones espacio-temporales-, pero siempre es excluido. Segunda configuración genérica: el apego e El apego intenso Nos limitaremos aquí al examen del "apego" propiamente dicho y luego de los correlatos "posesión" y "exclusividad". En la definición misma de los celos, el apego está asociado, por un lado, con la intensidad, ya que es "vivo", y, por el otro, con el "deseo de posesión exclusiva". La intensidad del apego sobredeterminaría la junción, puesto que el diccionario precisa que es "un sentimiento que nos une ... ". En la medida en que el apego aparece como la constante subyacente a todas las eventualidades de la relación entre el sujeto y el objeto, puede ser interpretado como una necesidad que las variaciones de esa relación no afectan, de la misma forma que en lingüística un presupuesto es considerado como necesario en la medida en que no está interesaqo por las variaciones (negación, interrogación, etc.) que afectan a lo planteado. El apego descansaría en un deber-estar-ser que modalizaría no al objeto sino a la junción, cualquiera que ésta sea. Un deber-estar-ser que compromete en alguna medida la existencia semiótica del sujeto; sucede en efecto como si, estando roto el apego, el sujeto debiera regresar a un estadio presemiótico en el que nada tendría ya ningún valor para él. No se ve cómo la intensidad podría afectar directamente a esa modalidad, ya que es categorial: ¿cómo una necesidad que se respete puede ser más o menos fuerte que otra necesidad? Las únicas respuestas que vienen a la mente son de tipo discursivo o tensivo: se puede admitir que ciertas necesidades sean jerárquicamente superiores a otras, que algunas sean más urgentes, prioritarias. La necesidad, en suma, no conocería otras gradaciones ni otras diferencias de intensidad que las que obligan a distribuir temporal y espacialmente los programas con vistas a su linearización, durante la puesta en discurso: la intensidad del apego se reconocería especialmente, ya sea en la anterioridad de los programas o de los comportamientos correspondientes al objeto, o bien por su ubicación en primer plano en la representación figurativa que el sujeto da de su hacer. LOS CELOS 169 Pero uno difícilmente puede admitir que esa traducción figurativa de la intensidad no esté más o menos prefigurada en inmanencia; en calidad de manifestada, presupone un manifestante. Quizá la solución se encuentra en las modulaciones tensivas que prefiguran las modalidades. En ese nivel, el deber es prefigurado por una modulación puntualizante que suspende el devenir, lo transforma en una simple dilación puntal y neutraliza todas las potencialidades de cambio. Para el sujeto tensivo, eso significa que las zonas de valencias están todas unificadas: el conjunto de las modulaciones de su devenir se reunifica alrededor de una sola valencia, la del objeto del apego. En el espacio tensivo de la foria, la intensidad del deber-estar-ser es entonces pensable, ya que el efecto de la modulación puntualizante puede ser más o menos extenso. Hablando figurativamente, mientras más fuerte es el apego, más tendencia tiene el sujeto apasionado a confundirse con su objeto de valor: lo que en términos tensivos se puede traducir por el hecho de que una intensidad superior manifiesta un volver a poner en duda la diferenciación actancial. Si consideramos ahora a los actantes narrativos y a las junciones podemos constatar, para comenzar, que la intensidad del apego se traduce por el grado de incorporación del sujeto por su objeto. Ese."grado" abarca de hecho dos fenómenos; por un lado, la incorporación del sujeto por el objeto es más o menos fuerte según si puede todavía acoger o no a otros objetos; así como hay objetos "exclusivos" o "participativos" que pueden entrar en junción con un solo sujeto o con varios·sujetos a la vez, habría sujetos "exclusivos" o "no exclusivos" que podrían admitir a un solo objeto o a varios. Volvemos a encontrar aquí el componente cuantitativo que habíamos encontrado ya en el caso de la avaricia, así como sus efectos cohesivos y dispersivos. A ese respecto, un sujeto "apegado" a un objeto sería un sujeto cuya totalidad integral estaría consagrada a ese objeto. Por otra parte, el sujeto permanece apegado al objeto, ya sea que esté disjunto o que esté conjunto; comúnmente, se considera que el objeto es semantizado por el objeto de valor en la junción; por su parte, el sujeto apegado es semantizado por su objeto, sin importar el modo de junción, de alguna manera antes que la junción sea categorizada como disjunción/conjunción, es decir, cuando todavía no es más que fiducia. Entre otras cosas, eso significa que se puede medir la intensidad del apego (y entonces del deber-estar-ser) con la importancia de las eventualidades narrativas que el sujeto atraviesa; según esto, la intensidad sería también un efecto de sentido de la resistencia del apego a las eventualidades de la junción: resistencia a la pérdida, a la ausencia, al abandono, así como también al goce y a la saciedad. El apego que resiste a la destrucción del objeto, el apego más allá cle)a muerte, revela claramente el principio de la intensidad: manifiesta una cierta manera de estar-ser del sujeto fiduciario, independientemente del objeto de valor que lo ocupa. 170 LOS CELOS Habría de hecho dos tipos de relaciones posibles entre el sujeto y el objeto de valor. En efecto, no significaría gran cosa el decir que el deberestar-ser modaliza la junción con el objeto si todas las variedades de la junción estuvieran implicadas; en cambio, si se considera que la modalización abre un simulacro, se puede entonces concebir que el deber-estarser modaliza un simulacro de realización. El simulacro es inicialmente desembragado, para disociarlo de los enunciados de junción demostrados en otra parte, después reembragado sobre el sujeto tensivo, para poder convocar directamente la modulación que prefigura el deber-estar-ser y actuar sobre su extensión: la resistencia del nuevo simulacro a un eventual regreso al discurso de llegada es función de la amplitud de la modulación. El desembrague y el reembrague permiten comprender por qué el apego puede permanecer intangible a pesar de la evolución efectiva de las relaciones entre el sujeto y el objeto: el sujeto puede así continuar soñándose conjunto a su objeto de valor, más allá incluso de la muerte o de la desaparición de este último. 111 El celo El celo intensifica y moraliza a la vez el apego. Es, se dice, "un vivo ardor por servir a una persona o a una causa, a la cual se está sinceramente consagrado". La intensidad se manifiesta aquí como "calor", el sentimiento se ha convertido en una disposición a hacer (a servir), y el apego es sólo presupuesto; además, el apego es reformulado como "abnegación", lo que, si se pone entre paréntesis el hecho de que la relación sea en ese caso intersubjetiva y jerarquizada, viene a señalar el investimiento exclusivo del sujeto por su objeto: está "consagrado", incluso "sacrificado" a su objeto, y los correlatos "fidelidad", "lealtad", confirman la independencia del deber-estar-ser con respecto a las peripecias narrativas, una vez que ha sido suspendida la moralización que los sobredetermina. 4 Por lo demás, 4 En L 'homme qui rit [El hombre que ríe] (libro I, cap. I), V. Hugo traza un retrato particularmente detallado de la fidelidad y de sus consecuencias narrativas. Lord Clancharlie, contemporáneo de Cromwell, es un par de Inglaterra que ha sido seducido por los principios republicanos y les ha sido fiel bajo la Restauración, cuando reinaban Carlos II y luego Jacobo II. En una extensión de diez páginas que ilustra magistralmente la independencia del apego con respecto a las transformaciones narrativas, Víctor Hugo evoca paralela y simultáneamente, por un lado, la evolución histórica de Inglaterra y las adaptaciones sucesivas a las cuales son obligados aquellos que se someten a las transformaciones propias del contexto y, por otra, el inmovilismo del republicano fiel. De ahí que lord Clancharlie, ligado por su "apego" a una idea históricamente "rebasada", sólo puede aparecer ante los ojos de aquellos que se han adaptado a la nueva distribución política como un sujeto encerrado en un simulacro pasional, un sujeto que ha escogido vivir en su imaginario antes que en la realidad política; por ese hecho, no es sorprendente que le sean atribuidos roles patémicos, que aparecen como florecimientos pasionales del "apego": locura, orgullo, "obstinación pueril", "obs- 171 LOS CELOS presuponiendo la confianza, esos dos últimos correlatos nos recuerdan que, de este lado de la moralización, el deber-estar-ser engendra la espera o que, más profundamente, la modulación que lo prefigura se dibuja sobre el fondo de la fiducia. Se puede uno preguntar por qué, a partir de un semema común, el del "apego intenso", se obtiene, por un lado, una pasión moralizada positivamente, así como todos sus correlatos (el celo) y, por el otro, una pasión moralizada negativamente (los celos). La cuestión es tanto más sorprendente porque, en varias lenguas europeas, todas esas figuras pasionales están perfectamente unificadas alrededor del étimo zélos del que derivan, a la vez, el "celo" y los "celos"; notemos también que zélosis, el derivado del verbo zelo, agrupaba sin distinguirlos los significados "emulación, rivalidad, celos". Surge así una hipótesis que permitiría comprender lo que sucedió en parte: a medida que el apego y el celo se desolidarizan de la rivalidad, las formas mixtas como los celos (y, en menor medida, la envidia) son moralizadas negativamente, y las formas "puras", como la emulación de un lado y el celo del otro, son moralizadas positivamente: es una prueba suplementaria de la preeminencia de la moralización en las redistribuciones culturales de las taxonomías pasionales. Mientras los griegos aceptaban que el celo por el objeto y la rivalidad se mezclan, e incluso derivaban uno del otro, parece que hoy nosotros valorizamos su distinción . ., La posesión y el gozo La posesión exclusiva que reclama el celoso abre dos vías de investigación paralelas: una relativa a la posesión, y la otra, a la exclusividad. Entendemos a veces por "actitud posesiva" una actitud exclusiva, pero esa contaminación de un término por el otro no es más que un efecto de sus frecuentes asociaciones. La "posesión" sería la "facultad de hacer uso de un bien del que se dispone" y remitiría así a "detentar", "servirse de", "poder gozar de". El sujeto de la posesión no es un sujeto de hacer que apunte a la .conjunción, sino un sujeto ya conjunto que apunta al goce de su objeto. Se observa también un sujeto de hacer que da placer al sujeto de estado, pero estaría situado en la dimensión tímica y no en la dimensión pragmática que ha llevado a la conjunción con el objeto: se escoge y compra una casa (dimentinación senil", etc. Además, el desembrague y el reembrague pasionales reciben aquí una representación espacial y temática: lord Clancharlie se exilió a las orillas del lago de Ginebra, lejos del teatro del cambio político, y el desembrague pasional aparece hasta en su actitud:" ... on apercevait ce veillard vetu des memes habits que le peuple, pa.le, distrait, [. .. ] c'L peine attentif la tempete et l'hiver, marchant comme a u hasard" [" ... uno veía a ese viejo vestido como el pueblo, pálido, distraído, [... ] apenas atento a la tempestad y al invierno, caminando como sin rumbo"] (L'homme qui rit, París, Garnier-Flammarion, vol. 1, p. 247). a a 172 LOS CELOS sión pragmática) y se goza de ella una vez que se la tiene (dimensión tímica). El objeto pierde de alguna manera su estatuto pragmático y se transforma en objeto tímico una vez conjunto al sujeto, objeto de gozo que es fuente de euforia (o de disforia: la casa puede ser cómoda o incómoda). Lo más importante en el ejemplo se refiere al hecho de que, habiendo adquirido la conjunción pragmática y no siendo cuestionada, continúa pasando algo; para que la historia no se detenga ahí, es necesario entonces que aparezca un sujeto operador competente. ''Disponer" de algo sería, entre otras cosas, "servirse de'' o ''hacer de eso lo que se quiere". El sujeto de la posesión sería entonces antes que nada) ya que se presupone que debe disponer del objeto, un sujeto volitivo que, una vez conjunto, desplegaría toda la extensión dé su querer sobre el objeto. El estudio de la posesión parece aclarar de otra manera el excedente modal que encontramos sin cesar en el universo de las pasiones: la búsqueda del objeto, una vez realizada, no ha agotado el ''querer-estar(-ser)-conjunto", y otra forma toma el relevo, la misma sin duda que hace que el avaro quiera gozar de sus tesoros y que no le baste con acumularlos. Más precisamente, "hacer lo que se quiere" es siempre hacer, pero en la dimensión tímica. No obstante, el cambio de dimensión es acompañado por la emergencia discreta de una cláusula cuantitativa: ''hacer lo que se quiere" equivale también a dominar la totalidad integral del objeto; la figura objeto se ha transformado en imagen del querer del sujeto, no es ninguna otra cosa que ese querer. De hecho, no se trataría tampoco de otro querer, de un "querer-gozar" por ejemplo, sino, a la inversa, de un gozo que nace del hecho de que el querer-estar-ser es coextensivo al objeto, que el objeto de valor descriptivo, susceptible de pertenecer a cualquier otro sujeto, ha llegado a ser ahora el objeto modal característico de un sujeto en particular. Por otra parte, la posesión permite asir en su inicio un proceso que encontraremos frecuentemente, aquél, en apariencia, de la transformación del objeto en sujeto. En efecto, si el gozo es la acción de sacar de una cosa ''todas las satisfacciones que es capaz de procurar", el objeto es to·· davía considerado como un objeto modal, es decir, un poder-hacer; el gozo resultaría de alguna manera de cierta adecuación entre el querer proyectado por el sujeto y el poder que parece emanar del objeto (la cosa poseída es "capaz", "susceptible" de dar satisfacciones). Hay que tomar en serio las metáforas del habla cotidiana y los sentidos "figurados" como los más significativos. Por un lado, el sujeto poseedor, queriendo extender su querer a la totalidad integral del objeto, actúa como si la menor fragmentación de ese objeto constituyera una resistencia; en ese momento, el poseedor, al modalizar una versión cuantificada de su objeto, proyecta en ella una competencia susceptible de transformarlo en sujeto: la "parte" más pequeña del objeto que se le escapara haría de él un sujeto resistente. Por LOS CELOS 173 otro lado, el reparto de las modalizaciones entre los dos actantes supone que es el poseedor quien dispone del querer y lo poseído del poder. El microanálisis modal muestra que, habiendo pasado el discurso por la dimensión tímica, las modalizaciones proyectadas por el sujeto apasionado sobre el objeto de valor suscitan un sujeto competente: así, la figura objeto contiene a la vez un objeto de valor pragmático y un sujeto operador tímico. e La exclusividad La "exclusividad", así como el adjetivo "exclusivo" y el verbo "excluir", comportan a la vez una modalización, según el deber-no-estar-ser, y una cuantificación. Toda exclusión supone una totalidad y una parte de esa totalidad considerada como una unidad; lo que en realidad delimita a la exclusión es una unidad salida de la totalidad, individuo, grupo o fracción; se puede extraer esa unidad, ya sea de manera transitiva -un partido excluye de sus filas a uno de sus miembros-, o bien de manera reflexiva -un grupo o un individuo afirma sus derechos exclusivos a tal o cual privilegio. Por otra parte, ser exclusivo equivale a "rechazar compartir, rechazar toda participación", de manera que la exclusión puede también tener que ver con la distribución de los objetos de valor en una sociedad dada. Habría entonces dos maneras de compartir (o de rechazar compartir) los objetos de valor en una comunidad: sea en el eje diacrónico -cada uno espera tener su parte de un momento a otro, con la condición de que la circulación de los bienes no sea obstaculizada-, sea en el eje sincrónico -en que cada uno puede participar simultáneamente en el gozo de los bienes disponibles. Si la avaricia y sus antónimos perturbaban la circulación de los bienes en el eje diacrónico, la exclusividad es un obstáculo para la participación en el eje sincrónico. La circulación de los bienes se basa en la noción de "parte", correspondiente al "partitivo definido" de la gramática; la participación supondría, en cambio, una indiferenciación ele las partes, correspondiente a los "indefinidos" gramaticales, ya que los objetos permanecen en todo momento libres de acceso para todos los sujetos; la exclusividad determina una unidad singular, ausente de la participación, que correspondería al "definido singular" de la gramática. Dos asuntos permanecen en suspenso: el estatuto de la unidad en el seno de la totalidad y el estatuto de los objetos frente a los sujetos exclusivos. Los sujetos exclusivos interrumpen o cuestionan el proceso de constitución del actante colectivo. Al principio se puede suponer a los individuos tratados como unidades integrales, en el sentido de que, como unidades, comprenden rasgos de individualización; la colección de rasgos que les son comunes los transforma en unidades partitivas; el discernimiento de esas unidades partitivas constituye entonces una totalidad partitiva que, a] 174 LOS CELOS presentar como totalidad esos rasgos de individualización, directamente salidos de los rasgos comunes que han sido recolectados en el recorrido, puede llegar a ser una totalidad integral. La exclusividad concierne a las "unidades sujetos" que se individualizan en detrimento de la colectividad y que afirman rasgos diferenciadores contra los rasgos comunes constitutivos de esa totalidad: esto se puede interpretar como una resistencia a la constitución de una totalidad partitiva. El razonamiento referido a la distribución de los objetos de valor en la comunidad implicaría que la unidad partitiva y posteriormente la totalidad partitiva sean definidas a partir de los objetos de valor que les sirven de rasgo común; en ese momento, el sujeto exclusivo obstaculizaría la operación afirmando unilateralmente la originalidad de un objeto de valor. Ya habíamos encontrado ese fenómeno en la avaricia, y su recurrencia en el universo pasional es por lo menos curiosa; sin embargo, para el avaro, se trataba sobre todo de moderar o de detener el flujo de una circulación, y por esa demora transformaba su parte (unidad partitiva) en unidad integral; como lo habíamos sugerido, el sujeto exclusivo inventa su parte y se la apropia inmediatamente: dos operaciones son pues necesarias, primeramente la creación de una unidad partitiva, después su transformación en unidad integral; ni los celos ni la exclusividad presuponen cualquier tipo de circulación, ya que las partes no están aún instaladas en la comunidad contemplada. Si se considera ahora el estatuto de los objetos, no se resuelve nada declarándolos "participativos" o "no participativos"; anotamos ya que el carácter participativo no era propio de los objetos de valor como tales: por un lado, las tierras pueden ser repartidas o hacerse comunitarias; por otro, el saber puede ser celosamente conservado. El carácter participativo de los objetos no es otra cosa que el efecto de sentido del consenso de los sujetos, con vistas a la constitución de la totalidad partitiva: basta con que uno de los sujetos no dé su aprobación (rechace el reparto) para que su objeto sea considerado como "no partitivo", y él, como "exclusivo". Los individuos son capaces de estatuir en ese dominio: uno puede estar celoso de su mujer, de su prestigio o de sus descub1imientos; pero también las culturas, que decretan que los bienes o las mujeres son comunitarios, o que el saber es propiedad de los clérigos o de los brujos. La exclusividad descansa, por lo demás, en un deber-no-estar-ser; ya sea cognitiva o lógica -dos proposiciones irreconciliables son declaradas excluyentes la una de la otra-, epistémica -es "excluido" lo que es reconocido imposible- o jurídica -es declarado "exclusivo" un privilegio o un derecho reservado a una persona o a un grupo designado-, la extracción de una unidad integral fuera de la totalidad partitiva es regulada por el deber-no-estar-ser, y ello en dos planos: primeramente, es la relación del sujeto colectivo con el objeto de valor escogido la que debe no estar-ser; en LOS CELOS 175 segundo lugar, es la relación entre el sujeto único y la colectividad la que igualmente debe no ser. En suma, la exclusividad prepara el terreno de la rivalidad. También en el apego de alguna manera la colectividad se introduce en forma negativa como una presencia actancial con la cual el sujeto guarda relaciones polémicas por presuposición. El rival emergerá desde el fondo de esa ruptura de consenso, de ese rechazo de la totalidad partitiva. En ese sentido, el rival no es otra cosa que la concreción (la actorialización) de esa presencia rechazada y postulada a la vez por la exclusividad. El acercamiento con la rivalidad saca a luz una simetría sorprendente. En la perspectiva de la rivalidad, en el conflicto entre los antagonistas presentado primero como una búsqueda de la superioridad, podía darse enseguida un objeto, cuya aparición era de alguna manera suscitada por el antagonismo mismo. Por el contrario, en la perspectiva del apego la decisión de retirar el objeto de la comunidad, de afirmar la "originalidad para sí" del objeto y de rechazar el reconocimiento del rasgo partitivo que funda al actante colectivo suscita la sombra de un rival, dibuja el espacio en el que el antagonista vendrá a instalarse. En la precaución de escapar a las taxonomías culturales, debemos evitar escoger entre esas dos soluciones: o bien el conflicto engendra el objeto, o bien el objeto engendra el conflicto. Pero las dos alternativas presuponen igualmente una ausencia de consenso en la comunidad o, más generalmente, una dificultad en la constitución del actante colectivo. A ese respecto, ni el objeto ni la rivalidad son pertinentes: en el seno de una constelación actancial dislocada, trabajan fuerzas cohesivas por la reunión en un actante colectivo, y fuerzas dispersivas vienen a oponérseles. Los rasgos "participativo" y "exclusivo" son, por ese hecho, propiedades interactanciales adecuadas para la elaboración de lo colectivo, propiedades interactanciales que para manifestarse tomarán prestada ulteriormente ya sea la mediación del objeto o la del rival. Se confirma aquí una cierta imagen del universo pasional que no es ni específica ni, sin duela, universal, sino solamente generalizable: las pasiones que examinamos aparecen como configuraciones que administran las relaciones entre el individuo o el grupo y la colectividad, cuyas dinámicas convocan con obstinación la constitución (en curso) del actante colectivo. Al parecer, es la única explicación para la recurrencia de los fenómenos cuantitativos; y es a partir del fondo de los equilibrios y los desequilibrios así creados como se perfilan tanto la sombra del rival como la sombra del objeto. Los celos en la intersección de dos configuraciones Si ahora se consideran los celos en la intersección de la rivalidad y del 176 LOS CELOS apego, se presentan varias tareas. Primeramente, los celos como figura mixta podrían ser el objeto de un estudio que se sujetaría a las variaciones de equilibrio entre la rivalidad y el apego, a partir del mismo principio de las variaciones de dominio dentro del término complejo; se trataría entonces de un estudio intercultural en el que los cambios en la representación cultural de los celos, entre las áreas tanto como entre las épocas, serían función del respectivo peso de cada una de las dos configuraciones; por medio de una breve alus1ón a los celos "griegos", ya hemos subrayado el interés de un estudio así, pero ése no es nuestro propósito. La intersección entre las dos configuraciones no consiste en una simple yuxtaposición, pero engendra, como lo habíamos sugerido, múltiples interacciones. A ese respecto convendría, por un lado, examinar los efectos del apego sobre la rivalidad y los de la rivalidad sobre el apego, y, por otro, en una perspectiva sintáctica, estudiar la distribución de los componentes respectivos de las dos configuraciones alrededor de los celos propiamente dichos. Consultando de nuevo las definiciones del diccionario, notamos que distinguen cuatro sememas, caracterizados cada uno por un término genérico. Se encuentra así un apego: "apego vivo y receloso"; un mal sentimiento: "mal sentimiento que se experimenta viendo a otro gozar ... "; una inquietud: "inquietud que inspira el temor de compartir ... "; y por último, un sentimiento doloroso: "sentimiento doloroso que hace nacer, en el que lo experimenta, las exigencias de un amor inquieto, el deseo de posesión exclusiva de la persona amada, la sospecha o la certidumbre de su infidelidad". Hemos visto que la diferencia entre el "mal sentimiento" y "la inquietud" se refiere en gran parte a una variación de perspectiva que jerarquiza de manera diferente la relación con el objeto y la relación con el rival. El primer semema -con el "apego"- implanta explícitamente los celos en la relación con el objeto, reservando a la rivalidad el papel de sobredeterminación superficial (el recelo); el cuarto adopta la misma jerarquía, centrando el conjunto del dispositivo pasional en el "amor", forma específica del apego, luego lo sobredetermi'na gracias a los efectos de la rivalidad (inquietud, sospecha, etc.). En el conjunto, las dos opciones se encuentran entonces realizadas: el primero y el cuarto semema acuerdan la preeminencia al apego, el segundo y el tercero, a la rivalidad, todo lo cual permite observar más precisamente los efectos de la "intersección" sobre cada una de las configuraciones. Paralelamente a la aparición del "recelo", notamos la rer::urrencia de la "inquietud"; puesto que por otra parte el recelo comporta también, en al menos una de sus acepciones, la indicación de inquietud, uno puede suponer que esa última figura es una de las innovaciones importantes de los celos en relación con el apego: el enamorado celoso sería primero un LOS CELOS 177 inquieto. Si creemos en las definiciones de la inquietud, el celoso conocería la "agitación", la insatisfacción perpetua y la "preocupación". Esa ausencia de descanso, ese trastorno que impide gozar apaciblemente el objeto deseado, se fundan esencialmente en una oscilación entre la euforia y la disforia, de tal manera que el celoso no está ni verdaderamente eufórico ni verdaderamente disfórico. El principio mismo de una oscilación semejante habría que encontrarlo en una dificultad para polarizar los términos de la foria: la conjunción con el objeto amado tampoco es suficiente para hacer al sujeto eufórico. Por supuesto, lo que impide al sujeto gozar de su objeto es la rivalidad: es ella la que al contacto con el apego toma la forma patémica de la inquietud y del recelo, puesto que la rivalidad, al sobredeterminar al apego, sufre su influencia y ofrece así un ejemplo de las mutaciones que se operan dentro de los macrodispositivos pasionales. En el otro extremo, vemos desarrollarse la desconfianza, la sospecha y el temor: tenemos ahí a un valeroso combatiente o a un émulo que busca un mérito, el mismo que cuando tiene un bien celosamente amado que defender es capturado por la aprensión; en efecto, además de preservar su propia integridad o demostrar su superioridad, le hace falta también preocuparse por el objeto que conserva exclusivamente para sí. La desconfianza, la sospecha y el temor descansan todos sobre una perturbación fiduciaria que modifica los datos originales del apego. De hecho, este último presupone un deber-ser que funda la confianza, no una confianza intersubjetiva, ya que uno se puede apegar también a un objeto, sino una confianza generalizada, la posibilidad para el sujeto de dar un sentido a su vida. La emergencia de la rivalidad en el horizonte del apego cuestiona esa confianza, hasta tal punto que la relación con el objeto amado puede ser afectada: bajo la influencia de la rivalidad, el apego se transforma entonces en desconfianza. Incapaz de gozar serenamente del objeto, trabado en sus combates contra el rival, el celoso se agita en lugar de actuar y desconfía en lugar de confiar. Las distorsiones aportadas a cada una de las dos configuraciones por aquella que la sobredetermina engendran figuras específicas de su intersección, es decir, las figuras mismas de los celos. La construcción de los celos pasará entonces por el estudio de esas figuras de sobredeterminación. LA CONSTRUCCIÓN SINTÁCTICA DE LOS CELOS Los constituyentes sintácticos de los celos Los celos se organizan alrededor de un acontecimiento disfórico que puede estar situado, sea en prospectiva, sea en retrospectiva, transformando así 178 LOS CELOS al celoso en un sujeto temeroso o en un sujeto sufriente. Además, según ese acontecimiento escenifique en primer plano al rival gozando de su objeto, o a su objeto escapándosele, será receloso o desconfiado. Esas variaciones de los roles patémicos desplegados en la puesta en discurso no afectan a los "celos en sí", que ahora se trata de construir a partir de los datos recogidos en los discursos realizados. Por otra parte, el simulacro pasional de los celos en el discurso mismo, y en particular la escena que el celoso se da, no es afectado por las variaciones de perspectiva. Si nos interesamos una última vez por las diversas variedades de los celos, constatamos en efecto una extraña y paradójica indiferencia de la pasión hacia la junción; ciertamente, el sujeto celoso, en sus diversos roles patémicos, no es por supuesto indiferente al hecho de estar conjunto o no con el objeto y al hecho de que su rival posea o no al objeto; pero la pasióp. permanece idéntica a sí misma cualesquiera que sean los enunciados convocados. Todas las combinaciones convienen en que: S 1 conjunto 182 conjunto (ver a otro gozar de una ventaja que se desearía poseer exclusivamente); - S 1 conjunto 182 disjunto (el temor de compartir o de perder); - 8 1 disjunto/82 conjunto (ver a otro gozar de una ventaja que uno no posee); - S 1 disjunto/ 8 2 disjunto (el temor de que otro obtenga lo que uno no posee, pero que se desea poseer). Sin embargo, los celos sólo son indiferentes a las variedades de la junción que conoce el sujeto cuando está celoso, puesto que los celos admiten como constante un dispositivo sintáctico, aquél en el que el rival posee el objeto mientras el sujeto se encuentra privado de él. Pero ese dispositivo es actualizado por la pasión misma, independientemente de la situación narrativa en la que se encuentran los tres actantes, y aparece como el contenido "existencial" del simulacro. Las variaciones de perspectiva inherentes a la puesta en discurso son entonces, en parte, el efecto de los distanciamientos entre esos dos tipos de junción, las junciones efectivas y las junciones simuladas, y la construcción de los celos como tales no puede ser más que la construcción del dispositivo propio del simulacro, la única constante discursiva en este caso. G La inquietud La inquietud parece ser más general que el temor o el recelo, razón por la cual será considerada como uno de los constituyentes ,sintácticos fundamentales de los celos. El temor solo no supone más que un saber y un creer, una espera, modalizada a la vez conflictivamente por el poder-estarser (la eventualidad) y por el querer-no-estar-ser (el rechazo). Por el contrario, la inquietud introduce, con la permanencia y la iteración, un rol LOS CELOS 179 patémico estereotipado, una constante de la competencia pasional del sujeto. Circunscritos al temor, los celos no serían más que un sentimiento puntual, incidental, ya que el temor no tiene otra razón que un acontecimiento por venir, que aquí cumple la función de objeto de saber y quemoviliza la espera; eso sería, de alguna manera, unos celos dictados por las circunstancias. En cambio, con la inquietud que por definición no tiene objeto preciso, los celos llegan a ser una propiedad del sujeto mismo, inscrita no en la circunstancia, sino en la competencia, como una manera de estar-ser del celoso. Comparada con el recelo, la inquietud conserva también una posición genérica, puesto que el recelo no es más que una fase efímera de los celos o de la inquietud, aquella en la que se perfila la sombra del rival. Por consiguiente, desde el punto de vista de la sintaxis la inquietud rige toda la cadena y se traduce pasajeramente, ya sea por el recelo, cuando el rival se manifiesta, o bien por el temor, cuando el evento disfórico es esperado. La inquietud puede injertarse particularmente, tanto en la espera del acontecimiento como en la espera del sufrimiento propiamente dicho. En ese sentido, hace revivir al sujeto apasionado el estremecimiento fórico fundamental, aquel que engendra el "sentir'' mínimo. Además, si la agitación entre euforia y disforia impide al sujeto inquieto la polarización que lo haría un verdadero sujeto de búsqueda, por una regresión en el recorrido generativo lo hace volver a la tensividad fórica, anterior a la categorización. La oscilación, en efecto, no puede ser interpretada como un recorrido entre dos posiciones extremas: el inquieto no es un ciclotímico; es más bien una indecisión perpetua dentro de una figura mixta que no llega a fijar sus términos. Por eso el inquieto puede ser comprendido como un sujeto sumergido en las modulaciones tensivas. El sujeto inquieto podría pasar por el prototipo del sujeto apasionado, ya que, a falta de poder recorrer posiciones discontinuas dentro de las categorías modales -Bn el seno de las cuales no puede más que "oscilar"-, el único recorrido que se le ofrece es un recorrido de una modalización a la otra, es decir, por el interior de los dispositivos modales. La inquietud, al impedir al sujeto las transformaciones discontinuas que ofrecen las categorías modales, lo predispone para plegarse a la sintaxis intermodal dentro de los dispositivos pasionales. El inquieto sería también un prototipo del sujeto apasionado en otro sentido, complementario del precedente. En efecto, si se trata de identificar su dispositivo modal específico o su recorrido existencial, no se llega a él: el querer, el saber, el poder y el deber pueden igualmente fundar la inquietud; los sujetos realizados, virtualizados, actualizados y potencializados son todos susceptibles de estar-ser inquietos por razones diferentes. La inquietud no es otra cosa que esa oscilación que instala un simulacro disponible para alguna otra pasión, que opera el reembrague sobre 180 LOS CELOS el sujeto tensivo con vista a efectuar recorridos más específicos. En cierto modo, la inquietud prepara el terreno para otras pasiones: define una cierta constitución del sujeto; sólo se particulariza en función de las pasiones que luego van a incorporar el simulacro y darle un armazón modal. Así, si la inquietud afecta a un apego, llega a ser la inquietud de alguien que tiene algo que perder, la inquietud de un sujeto realizado, y también una inquietud que turba a un deber-estar-ser. En ese caso se podrá hablar de una ''preocupación". La preocupación es por lo tanto una figura híbrida que resulta del encuentro entre el apego y la inquietud; el término mismo puede designar en lengua tanto al objeto que absorbe y preocupa al sujeto como a la preocupación misma, incluso al sufrimiento moral que de ello puede resultar. Toma prestado, entonces, de un lado el apego -es la absorción del sujeto por el objeto, ese vertimiento integral y enajenante del sujeto- y del otro a la inquietud -es la sumisión a las oscilaciones de la foria. La preocupación se presenta entonces como una inquietud que habría recibido el armazón modal del apego. e~ ¿Desconfianza o difidencia? La desconfianza y la difidencia son componentes tanto del recelo y de la sospecha como del temor, pues explotan el componente fiduciario subyacente al apego. A ese respecto habría que distinguir dos ocurrencias distintas de la difidencia en la configuración: de un lado, hay una difidencia presupuesta por los celos y que tiene su fuente en la rivalidad, es la difidencia con respecto al adversario, que le es necesaria pero no es específica de los celos en absoluto. Enseguida, hay la difidencia suscitada por los celos, difidencia con respecto del ser amado del cual se sospecha la infidelidad, por ejemplo. Ella resulta, entonces, más precisamente de una perturbación de la confianza propia al apego; esa difidencia implicada no es necesaria a los celos, es solamente una de las variantes ocasionales, que puede ser suspendida, por ejemplo, en el caso en que el celoso accede de entrada a la certidumbre y se contenta, si se puede decir, con sufrir la traición. Examinemos por el momento la difidencia presupuesta e inherente a la rivalidad. Para comenzar, hay que ver que la dimensión fiduciaria está inscrita a la vez en la definición modal del apego y en la de la exclusividad: el deber-estar-ser determina una espera fiduciaria que restringe el horizonte del sujeto a un solo objeto; luego, el deber-no-estar-ser determina otra forma de espera fiduciaria -negativa esta vez- merced a la cual el sujeto protege su territorio. Pero, por otro lado, la confianza y la difidencia emergen de la fiducia, ese conjunto de modulaciones tensivas en el que se dibujan las valencias; una vez terminada la discretización y la categorización de las modalidades, la fiducia es convertida en dimensión fiduciaria. Sin 181 LOS CELOS embargo, esta última y en particular la confianza y la difidencia no se pueden derivar directamente sólo a partir de las modalidades. Después de una primera etapa, las modalizaciones aléticas -ya se expresen bajo la forma de deber-estar-ser o bajo la forma de poder-estarser- permiten al sujeto cognoscitivo emitir juicios de adecuación, que en su momento proyectan las modalizaciones llamadas epistémicas sobre las junciones convertidas en objetos de saber; el paso de un poder-estar-ser a un no-poder-no-estar-ser, por ejemplo, será reformulado en ese nivel superior de articulación como un paso de lo "probable" a lo "cierto". Las modalizaciones epistémicas son después moralizadas para engendrar la categoría fiduciaria. El juicio ético que interviene entonces sobredeterminará cada modalización epistémica en función de una taxonomía preestablecida: la certidumbre aparecerá, por ejemplo, según el caso, ya sea como "confianza" o como "credulidad". En cierto modo el conjunto de esos estratos del proceder generativo da cuenta de la forma como el creer se constituye, desde la fiducia generalizada y privada de articulaciones hasta las finas estructuraciones de la dimensión epistémica y de su moralización. En el caso de los celos, la "certidumbre" será siempre valorizada, ya sea positiva o negativa; certidumbre positiva antes de la crisis pasional, certidumbre negativa durante la crisis misma. La certidumbre positiva, nacida del apego, se manifestará como una "confianza" (y no como una "credulidad"); la certidumbre negativa, nacida de la exclusividad, se manifestará como difidencia generalizada, una especie de pesimismo intrínseco a los celos; el celoso, en efecto, dice que prefiere siempre "saber" sin importar el precio, lo que visto desde el exterior del simulacro pasional es en general interpretado como una gran aptitud para creer. Una vez proyectada sobre el cuadrado semiótico, la dimensión fiduciaria se organiza de la manera siguiente: CONFIANZA ¿PREFIANZA? DIFIDENCIA DESCONFIANZA Regresando a los celos, uno se da cuenta de que la difidencia, fundada en una certidumbre negativa, sólo puede intervenir después de la "prueba" -real o imaginaria- del triunfo del rival; lo cual será entonces una culminación del recorrido fiduciario, en el caso en que es todavía esperado el acontecimiento cuando se manifiestan los celos, y un punto de partida del recorrido, en el caso en que el acontecimiento ha sido ya cumplido. En lo concerniente al recelo, por el cual el celoso percibe al menos la 182 LOS CELOS "sombra" de un rival eventual, provoca simplemente la suspensión de la confianza, es decir, la desconfianza (8 1 cesó de ser confiado). Esta última se depliega en "sospechas", por las cuales, incluso si el sujeto no sabe verdaderamente a qué atenerse ya que no tiene aún ninguna prueba, supone que hay algo escondido. La suspensión de la confianza no procede pues de una adquisición de saber, sino de la adquisición de un metasaber, un saber dirigido a la presencia de los objetos de saber. El recelo es un rol patémico del celoso, inducido por un hacer del rival; ahora bien, ese hacer desempeña de hecho un rol informativo, dado que transmite un metasaber. En los celos, la relación polémica es primero una hipótesis de 8 1 que le sugieren los presupuestos asociados a la exclusividad y que refuerza la inquietud. Se podría considerar que en esas condiciones la confianza es particularmente frágil; ciertamente es requerida por el apego, ya que el sujeto debe creer en el valor de su objeto para creer en su propia identidad, pero es al mismo tiempo minada por el rechazo de la participación, que en el caso de los celos es coextensiva del apego mismo. Desde la formulación modal de esos roles patérnicos, era patente que un conflicto entre el sujeto del deber-estar-ser y el del deber-no-estar-ser era previsible, ya que esas dos modalizaciones, al fundar dos roles del mismo sujeto, apegado y exclusivo, lo ponen en contradicción consigo mismo. La contradicción tiene que ver aquí con el hecho de que, para tener una garantía contra toda pérdida, el celoso debe ser difidente, mientras que para perennizar su apego, debe permanecer confiado. A partir de la hipótesis según la cual un rival se perfila en los alrededores, el sujeto celoso proyecta escenarios probables para todo lo concerniente a su apego que lo van a instalar en la desconfianza; esos escenarios constituyen la puesta en escena figurativa de la relación S/0,8 3 . Para transformar uno de esos escenarios probables en certidumbre, hará falta enseguida una prueba. El recorrido del celoso comporta por consiguiente dos transformaciones fiduciarias: una para pasar de la confianza a la desconfianza, la otra para pasar de la desconfianza a la difidencia. Habiendo sido establecida la situación conflictiva desde el origen, antes incluso de la crisis. de celos, la primera se cumple en la menor ocasión: el más pequeño ·• detalle, el menor signo, comprometerá el equilibrio inestable del apego exclusivo, dando así la preeminencia a la vertiente negativa de la contradicción interna. En esa etapa, el celoso es un puro receptor de indicios y de signos; luego, la suspensión de la confianza desencadena una búsqueda cognoscitiva que hace posible el metasaber. Lá segunda transformación deberá provocar una selección entre las hipótesis; esa selección pertenece exclusivamente a la secuencia de los celos y tendremos oportunidad de regresar a ella más extensamente, apoyándonos en otros textos. El conjunto del recorrido se presenta así: 183 LOS CELOS CONFIANZ.<\ DIFIDENCIA A ~~, 1 ~,{indicios) (prueba) "'-.."'-..~ (sionos) b._____ ~. DESCONFL<\NZA Sin embargo, un sujeto inquieto cuya identidad está asegurada por reembrague sobre el sujeto tensivo no puede esperar un recorrido tan cla. ro. Aunque desconfiado y sospechoso con respecto a las sombras rivales que se aiitan alrededor de él, permanece confiado con respecto al objeto amado hasta el término del recorrido y a veces más allá. Por cierto, todos los casos de figura son considerables, entre la confianza ligada al apego y la difidencia ligada a la estructura polémica; pero el celoso estará siempre dividido entre dos roles fiduciarios, ya que dentro del simulacro pasional no podría comprenderse su difidencia sin su apego y por consiguiente continúa presuponiéndolo. Por eso, por ejemplo, cuando ele un lado es confiado y del otro desconfiado, el estado en el cual se encuentra no se podrá describir jamás como "término complejo": será una oscilación, una aserción y una negación simultáneas que repercutiendo en la sacudida fórica ele la inquietud sólo podrán amplificada. Las modulaciones tensivas sacuden la masa fórica y la dimensión fiduciaria agrega la inestabilidad de una aserción/negación simultánea de los contrarios: he ahi la primera figura del autoengendramiento, de la autoamplificación, que encontraremos frecuentemente en los discursos realizados y que parece caracterizar a la pasión celosa. ~ Esbozo del modelo de los celos En su versión más compleja, los celos explotan una estructura actancial compuesta de tres actantes, 8 1, S 2 y 0,8 3 , que es convertida en dispositivo sensible por tres puestas en perspectiva sucesivas: la estructura es puesta en la perspectiva de S 1; dos puestas en perspectiva secundarias son enseguida propuestas paralelamente: S/8 2 , por una parte, y S/0,8 3, por la otra; y una última puesta en perspectiva -que consiste en los dos casos en reconstituir la pareja S/0,8 3 bajo la forma ele una escena de la que 8 1 está excluido- es aplicada a los resultados de las dos precedentes. A manera de balance provisional, se podría considerar que las relaciones de junción entre esos actantes son modalizadas como sigue: S/0-3.'3 es modalizada por el deber-estar-ser (apego) y el querer-estar-ser (posesión); S/3 2 es modalizada por el deber-no-estar-ser (la exclusión en 184 LOS CELOS relación con la comunidad); SjO,S3 es modalizada por el deber-no-estarser y el querer-no-estar-ser (exclusividad). Todas esas modalizaciones son proyectadas por supuesto desde el punto de vista de sl, quien procurando una primera orientación al dispositivo sensibilizó las modalidades. Por otra parte, la inquietud y la preocupación, definidas como "oscilación" y "absorción", sólo pueden recibir interpretación como modulaciones en el nivel tensivo. En suma, los "celos en sí" convocarían para su definición: 1] la conversión de las estructuras actanciales en dispositivos perspectivos; 2] las modalizaciones sensibilizadas que se afirman en las modulaciones tensivas; y 3] las modulaciones tensivas directamente convocadas en el simulacro. Dos de los elementos de construcción parecen disputarse el estatuto de presupuesto: el apego y la inquietud; su rol sintáctico es sin embargo muy diferente. El primero da al conjunto de los celos -en cuanto configuración y recorrido- una rección modal que incluso si descansa sobre un fenómeno tensivo se encuentra expresada como la categoría del deber en un momento dado del recorrido generativo; la segunda, en cambio, no puede recibir formulación modal específica, pero procura, sin embargo, a la vez un motivo de desencadenamiento y un estilo semiótico al conjunto del recorrido sintáctico que, superficialmente, podrá aparecer como aspectual; por el "desencadenamiento" comprende el reembrague sobre el sujeto tensivo, y por el "estilo semiótico" asegura las transiciones entre las diferentes etapas de la crisis de celos y mantiene una homogeneidad más allá de las transformaciones modales y de los cambios de roles patémicos. El apego sería entonces el presupuesto modal de los celos, mientras que la inquietud sería ahí el presupuesto fórico. 0 Roles y dispositivos patémicos Podemos ahora considerar que los celos se presentan bajo dos formas: una vasta configuración en la que no son más que una de las eventualidades pasionales que hay que considerar y un acontecimiento pasional específico, que hasta el momento hemos designado intuitivamente como "crisis pasional" o "crisis de celos". La crisis pasional propiamente dicha comprendería lo siguiente: la sospecha, que es una forma de saber cuyo objeto permanece secreto -un .metasaber-, la administración de la prueba y la puesta en escena decisiva, que inducen a la adquisición de una certidumbre de la cual nacerá la difidencia, después el sufrimiento, que podrá ser, según el caso, o bien una aflicción (retrospectivo), o bien un temor (prospectivo). Por otra parte, dada la complejidad de su organización, los celos no pertenecen a una configuración y a un microsistema patémico, sino a varios: el del apego, el de la exclusividad, el de las estructuras polémico-contractuales y el de las pasiones fiduciarias, entre otros. Los celos no sola- 185 LOS CELOS mente no son una pasión aislada porque pertenecen a microsistemas en los que sólo son una posición entre otras, sino, además, porque participan en varias constelaciones patémicas. El juego de las intersecciones y las confrontaciones, que ha permitido pasar de las categorías modales a los dispositivos modales, se reproduce aquí y nos hace pasar de las estructuras patémicas -como la de la avaricia- a los dispositivos patémicos -como el ele los celos. Así como la intersección de varias estructuras modales engendra un dispositivo modal y, en consecuencia, un rol patémico, la intersección de varios roles patémicos engendra un dispositivo patémico. A la manera de las modalidades dentro de un dispositivo modal, los roles patémicos se encadenan y se transforman los unos en los otros dentro de un dispositivo patémico, definiendo así un grado suplementario de articulación sintáctica del universo pasional. Una pasión como la envidia, por ejemplo, hubiera podido ser enteramente circunscrita dentro de la configuración de la rivalidad y en el microsistema de las estructuras polémico-contractuales; la cólera, en cambio, participa de varios rnicrosistemas corno los celos. Se podrían oponer así las pasiones "simples" y las pasiones "compuestas"; para evitar recaer en las taxonomías y en el estudio de las pasiones aisladas, parece preferible por lo tanto retener la expresión "dispositivo patémico". La construcción de los celos previamente requiere, pues, el establecimiento de los microsistemas patémicos sobre el fondo de los cuales se dibuja su dispositivo específico. Por ejemplo, el microsistema del apego regulado por la estructura modal del deber se presentaría así: APEGO (deber-estar-ser) ¿TOLERANCIA? (no-deber-no-estar-ser) FOBIA (deber-no-estar-ser) DESAPEGO (no-deber-estar-ser) El microsistema de las estructuras polémico-contractuales aplicadas al apego haría aparecer, junto a los celos -que es una pasión del antagonismo- pasiones de la discordia -como la "exigencia", la "dureza"-, pasiones de la conciliación -como la "indiferencia"- y, por último, pasiones de la colusión -como la "complacencia", a menos que no encontremos en esa posición a la "abnegación" en una versión moralizada de manera diferente. Si se considera ahora al sistema del actante colectivo e individual que funda la exclusividad, los celos ocuparían esta vez un lugar en un micro- 186 LOS CELOS sistema en el que la distribución se basaría en el estallido de la categoría cuantitativa, es decir, en las unidades partitiva (Up) e integral (Ui) y en las totalidades partitiva (Tp) e integral (Ti): PASIONES (Up) SIMPÁTICAS (Ti) PASIONES IDENTIFICADORAS PASIONES (Ui) EXCLUSIVAS (Tp) PASIONES COMUNITARIAS El metatérmino constituido por la reunión de las pasiones simpáticas y exclusivas define el conjunto de las pasiones indiuidualizantes; el otro metatérmino, constituido por la reunión de las pasiones identificadoras y comunitarias, define el conjunto de las pasiones colectivizantes. Los celos pertenecen por derecho a las pasiones individualizantes exclusivas; la "compasión" sería una pasión individualizante simpática que caracteriza al sujeto individual partitivo, puesto que comparte, por la pasión, un rasgo común con sus semejantes. La "convivialidad" sería una pasión colectivizante comunitaria; y, si se acepta hacer de la "opinión pública" un tema apasionado, puede serlo en el marco de las pasiones colectivizantes, ya sean comunitarias o identificadoras. Por último, las pasiones del sujeto colectivo integral son aquellas por las cuales todo un grupo determina su identidad: la "conciencia de clase" sería una, pero también todas esas pasiones nacionales que, según sean aprehendidas desde el exterior o desde dentro, pueden pasar, ora por estereotipos desgastados, ora por fermentos ele identidad colectiva. Este rápido recorrido por algunos de los microsistemas a los que pertenecen los celos no pretende ser exhaustivo -la exhaustividad no tendría aquí ningún sentido-, pero permite de alguna forma comprender por qué es un "dispositivo de dispositivos"; las pasiones que ocupan las diferentes posiciones en cada microsistema descansan en efecto sobre dispositivos sensibilizados; en la medida en que los celos participan de todos esos microsistemas, articulan las pasiones particulares que reúnen en un macrodispositivo. En esas articulaciones fijaremos ahora nuestra atención. LOS CELOS, PASIÓN INTERSUBJETIVA Una vez perfilado el triángulo S/S/8 3 , los celos aparecen como un vasto campo de maniobras y de acontecimientos pasionales, en los que se puede LOS CELOS 187 prever desde ahora algunos desarrollos. La intersubjetividad se analizará en cinco tipos de interacciones: a] 8¡10,83 : las vicisitudes de la relación amorosa, b] 8¡18 2 : las variaciones sobre la rivalidad, e] 8<)8 3 : la conjunción temida, d] S¡IS 2 + 8 3 ,0: el celoso y su espectáculo, e] 8¡18 1: el celoso es su propio juez. Todas esas interacciones implican confrontaciones, dominaciones, manipulaciones y contramanipulaciones en las cuales no entraremos sistemáticamente en detalle; en el marco de los celos, algunas son más rentables que otras; para explorarlas nos ayudaremos con . el· discurso de los moralistas y las dificultades que presenta su análisis. Así, encontraremos en el camino a Barthes, Beaumarchais, La Bruyere, La Chaussée, La Rochefoucault, Racine, 8tendhal. En relación con los enunciados de junción constatados en el discurso de acogida, tres actantes han sido definidos previamente dentro de la configuración. Lo propio de las interacciones pasionales es suscitar dentro de la configuración una comunicación en la que los objetos-mensajes intercambiados son exclusivamente o ante todo objetos modales; efectivamente operan dentro de un simulacro que resulta del desembrague pasional e incluso la "infidelidad" que, desde otro punto de vista, puede pasar por una transformación eminentemente pragmática, funcionará dentro de la configuración pasional como un objeto modal. La primera consecuencia es que los "actantes" del triángulo inicial van todos a escindirse en sujetos modales y en diversos roles que no coinciden ya obligatoriamente con la segmentación inicial. La segunda consecuencia que resulta de la primera se refiere al estatuto de esos sujetos modales en relación con los actantes narrativos que son el "celoso", el "rival" y el "objeto-sujeto amado"; en la medida en que lo que se intercambia en la comunicación celosa es exclusivamente modal, la sensibilización que obra en el conjunto de la configuración opera sobre los dispositivos modales puestos en circulación: dentro del macrosimulacro aparecen entonces roles patémicos que son otros tantos simuhicros que intercambian los copartici pan tes. Apelamos aquí a dos especies de simulacros: por un lado, la pasión se inscribe enteramente en un simulacro; por el otro, los participantes intercambian simulacros que son dispositivos modales sensibilizados. De hecho, la significación es la misma, sólo cambia la extensión, puesto que los celos se presentan como un macrodisposítivo patémico -Bl primer tipo de simulacro- que comprende numerosos roles patémicos -Bl segundo tipo de simulacro. N.B. 188 LOS CELOS El estatuto del rival en los celos es de por sí incierto; para comenzar, el hecho de que sea constatado o de que no lo sea, de que sea un actante narrativo del discuro de acogida o que sea solamente una construcción del imaginario del celoso, no le quita nada de su eficacia pasional; enseguida, basta con que SI rechace entrar en la totalidad partitiva para que por presuposición se instale un antisujeto virtual y para que, desde ese momento, la menor "sombra" que se extienda sobre el objeto amado dé cuerpo a ese antisujeto. Que S 2 sea un actante comprobado o una creación de SI, el resultado es siempre el mismo, ya que el "rival", efectivo o soñado, no desempeña otro rol en la configuración que aquel que le atribuye el celoso, y el "rival" no es otra cosa que el simulacro que SI proyecta a partir de las modalizaciones del apego, de la posesión y de la exclusividad. Hemos constatado ya hasta qué punto el estatuto del objeto-sujeto amado era profundamente modificado por las modalizaciones proyectadas por S 1: el querer del poseedor lo convierte en objeto tí mico y modal. De hecho, a los celos les basta con un deseo de posesión exclusiva y con una conjunción simplemente deseada; en ese sentido, el objeto mismo no tiene otros roles en la configuración que los que proyecta el celoso, bajo la forma de un simulacro por medio del cual persigue su propio sueño de posesión exclusiva. Se mostrará por último que la identidad misma del sujeto apasionado está enteramente modelada por la interacción, en particular por los dispositivos modales que ahí nacen, circulan y se intercambian. El estudio que sigue es entonces el de los simulacros puestos en marcha en la comunicación celosa y el de las transformaciones que sufren por efecto de las diversas estrategias y manipulaciones en las que el motivo es la pasión celosa. El simulacro del objeto-sujeto amado: de la estética a la ética • Un resto de esperanza On an-ive au cambie des tourments, c'est-a-dire d'un reste d'espérance.5 a !'extreme malheur empoisonné [Se llega al colmo de los tormentos, es decir, a la desgracia extrema de un resto de esperanza.} La única salida para el celoso infeliz sería la de no amar más, de romper el apego, puesto que la confianza intrínseca al apego permanece independiente de las desconfianzas y de las difidencias nacidas de la actividad 5 Stendhal, De l'amour [Del amor], Garnier-Flammarion, XXXV, pp. 122-123. LOS CELOS 189 del rival; la confianza sirve de basamento a todas las transformaciones fiduciarias propias de los celos, pero no será afectada mientras la identidad de S 1 no sea cuestionada; especialmente, el hundimiento fiduciario que provoca la intervención de 8 2 en el debate, incluso las preferencias marcadas de 8 3 por S 2 , no puede afectar al creer fundamental por el cual el sujeto asume su incorporación semántica. El "resto de esperanza" mantiene entonces el sufrimiento, puesto que perenniza el presupuesto último de los celos. Pero queda claro que si todo comienza y perdura con ese creer presupuesto, todo puede también terminar con él. Se ha demostrado en varias ocasiones que la negación de un presupuesto sintáctico es un volver a cuestionar el universo de discurso que funda (cf. Eco y Violi 87). 6 Ahora bien, el apego es el presupuesto fundador del universo de discurso que constituye el macrosimulacro pasional, esto es, el que implica y contiene a la vez a todos los demás. El creer que acompaña al apego no puede desaparecer sin que el universo pasional entero sea arruinado. También la disociación entre el creer fundamental -ese "resto de esperanza"- y las diversas confianzas y difidencias ligadas a los imprevistos de la estructura polémico-contractual implica una estratificación del macrosimulacro en subespacios pasionales que estarían dotados de una autonomía relativa; el rol del celoso comprendería ya dos sujetos "fiduciarios" distintos: el del apego y el de la posesión exclusiva; la perennidad del primero y la resistencia a los avatares del segundo son la condición para que la pasión dure y, con ella, el sufrimiento. ~ Universalidad y exclusividad Chaque perfection que vous ajoutez a la couronne de l'objet que vous aimez, loin de vous procurer une jouissance céleste, vous retourne un poignard dans le coeur. Une voix vous crie: Ce plaisir si charmant, c'est ton rival quien jouira. 7 [Cada perfección que usted añade a la corona del objeto que ama, lejos de procurarle un goce celestial, le devuelve una puñalada en el corazón. Una voz le grita: tu rival gozará de ese placer tan encantador.] El hacer cognoscitivo por el cual el sujeto reconoce su objeto de valor es aquí el programa de uso de un hacer tímico; en efecto, el sujeto "poseedor" tortura al sujeto de estado "gozoso" por medio de la contemplación del objeto. 8tendhal encuentra aquí las operaciones propiamente cognoscitivo-tímicas asociadas al ejercicio de la "posesión". Se reconoce así la operación por la cual el objeto amado es transformado en objeto modal: la proyección del "querer-estar-ser" por el poseedor; pero, por efecto de la exclusividad, esa proyección modal suscita al mismo tiempo el simulacro de 6 7 Op. cit., pp. 11-14. Stendhal, De L'amour, op. cit., x.,xx.v, p. 122. 190 LOS CELOS otro poseedor virtual, aquel que reclamaria los derechos de la totalidad partitiva. Desplazando el alcance de la modalización de la junción sobre el objeto, crea su propia desgracia; de hecho, al "objetivar" la espera de gozo -es decir, situándola en el objeto-, el celoso le confiere una autonomía que la hace accesible al rival. En la construcción del simulacro del objeto amado, lo que se halla directamente en el centro de la discusión es su universalidad. Una contradicción insoslayable aparece entre un objeto sintáctico que no se puede compartir y un valor reconocido como universal o, por lo menos, general. Aquí se nos lleva a considerar al celoso a la vez como un sujeto individual y como un sujeto social: al constituir su objeto como "amable", el sujeto social como objeto modal inscrito en un sistema de valores provoca la desgracia del sujeto individual exclusivo. La contradicción residiría finalmente en la oposición entre la universalidad y la exclusividad. La universalidad se reanuda con la totalidad partitiva o, al menos, le da garantías, puesto que las "perfecciones" que crean la espera de un "gozo celestial" obedecen a criterios axiológicos que son comunes a todos los sujetos del actante colectivo, mientras que la exclusividad permanece fundada sobre una unidad integral. La contradicción entre universalidad y exclusividad haría entonces de los celos una pasión que sería a la vez, paradójicamente, comunitaria y exclusiva: fijando su deseo de reservarse el objeto de valor, el celoso presupone que podría interesar a mucha gente. Se podría también hacer notar que la contradicción toma la forma de un conflicto ele simulacros: el simulacro del objeto, modalizado de manera independiente y que participa en la consolidación del actante colectivo, y el simulacro del sujeto, que comprende una especie de objeto interno, modalizado diferentemente. En última instancia, en el momento del vertimiento semántico el sujeto inscribe el "objeto interno" en un sistema de valores al cual se suscribe, pero que desgraciadamente no le es específico. La estetización del objeto es una indicación preciosa sobre el proceso de construcción del simulacro de 0,8 3. Visto más de cerca el objeto amado, se constata que no es considerado aquí solamente corno un objeto particu-. lar, lleno de los valores semánticos característicos de una axiología. También es presentado como una potencialidad de objeto en la cual pueden verterse toda una serie de contenidos. A1 hacer alusión directamente a cánones de belleza que suponen un vertimiento semántico, el término mismo de "perfección" es a ese respecto significativo. Por cierto, él remite a un hacer creador, a un "obrero divino" cuya criatura particularmente acabadadaría testimonio de talento; pero esa reconstrucción permanece insatisfactoria, ya que no es rnás que una extrapolación mecánica, una catálisis que aprovechan, por ejemplo, los blasones del cuerpo femenino. Sin que sea necesario extrapolar, lo que en cambio nos da a entender LOS CELOS 191 el aforismo de Stendhal es una aspectualización del objeto estético; la "perfección" asumida o no por un saber-hacer, es una figura estetizada de la terminatividad. Si el lector se acuerda de la incoatividad característica de los objetos de valor en Capitale de la douleur (cf. supra, capítulo primero), deducirá fácilmente por sí mismo que la "perfección" evocada por Stenclhal manifiesta una valencia. Lo anterior significaría que gTacias al apego el celoso encuentra la estesis original; como es reembragado sobre el sujeto tensivo, está en posibilidad de re-sentir la escisión tensiva que hemos interpretado como el primer estremecimiento del sentido. El conflicto entre los dos simulacros no puede sin embargo explicarse por un conflicto entre una valencia exclusiva y una valencia "perfectiva)), ya que no vemos lo que podría oponerlos. Pero, de otro lado, la valencia "perfectiva" prosigue su camino en el recorrido generativo: esa valencia es convertida en objeto de valor sintáctico, después en objeto modalizado y, por último, en objeto de valor inscrito en una axiología colectiva. La valencia "exclusiva" permanece en cambio como valencia y será directamente convocada durante la puesta en discurso para cuantificar los recorridos de los actores en presencia. La contradicción nacería por consiguiente de la diferencia de procedimiento: la exclusividad define un objeto ''interno" propio del sujeto individual, en la medida en que continúa atándose directamente a una valencia sólo accesible al sujeto tensivo; la universalidad define un objeto que, aunque salido también de una valencia, ha sido "externalizado", semantizado, axiologizado y estetizado a todo lo largo del reconido generativo. La oposición entre la universalidad del valor y la exclusividad de la valencia confiere al celoso dos roles distintos: un sujeto cognoscitivo que toma a su cargo la estetización del objeto y que la reclama de la totalidad partitiva, y un sujeto tímico que hace suya la posesión exclusiva. El primero tortura al segundo haciéndole saber que su gozo celestial no es exclusivo. Por oposición a la tortura física, la "tortura" moral se definiría entonces como una transformación tímica negativa cuyos medios serían cognoscitivos; además, como proceso, se presenta bajo el aspecto iterativo y durativo. El paso en la dimensión tím1ca es aquí aprehendido desde el punto de vista del sujeto exclusivo, el que sufre; a pesar suyo, este último lleva consigo en cierta forma al sujeto cognoscitivo que decreta la universalidad del objeto, confirmando así en el seno de la interacción el carácter "contagioso'' de los efectos pasionales. La conversión del actante La jalousie a beau s'imputer al'amour, c'est toujours un manque d'estime. 8 8 P.C.N. de La Chaussée, Le retour impréuu, acto ll, escena 8. 192 LOS CELOS [Es muy fácil culpar al amor de los celos, pero ellos son en realidad siempre una falta de estima.] ¿Contradicción? ¿Cómo puede uno a la vez reconocer y desconocer? De hecho, se ha cambiado de dimensión: con La Chaussée se ha pasado de la estética amorosa a la ética amorosa. La estética trataba al ser amado como objeto, la ética lo trata como sujeto: por esa razón, el reconocimiento estético y doloroso concierne al actante O, y la falta de estima concierne al actante 8 3 . El recurrir a la estesis permite explicar esa transformación: el reembrague sobre el sujeto tensivo actualiza ese estrato presemiótico y casi fusiona! en el que los estatutos de objeto y de sujeto son aún apenas decidíbies y donde la única diferencia tiene que ver con un reparto desigual de la intencionalidad (bajo su forma protensiva). Entre los múltiples escenarios probables que el celoso proyecta a partir de la primera sospecha, en algunos que el ser amado se muestra como sujeto competente, capaz de aliarse con 8 2. La "falta de estima" se afirma en uno de esos escenarios. Por otra parte, en el nivel pasional propiamente dicho, la falta de estima resulta de la generalización de los simulacros y de una sensibilización que se difunde en toda la interacción. Cuando ocurre la crisis celosa se podría uno representar el macrosimulacro pasional como un espacio interactancial integralmente ocupado por las modalizaciones sensibilizadas susceptibles de afectar a cualquiera de los interactantes; un actante objeto también puede captar las modalizaciones que le son necesarias para adoptar un rol patémico en el simulacro. La formulación misma de La Chaussée que sitúa la modalización y la moralización de 0,8 3 en la perspectiva de sl (la falta de estima), presupone y confirma que el rol de "infiel" es un simulacro proyectado por 8 1. Los simulacros de los rivales y la identificación e El mérito del rival Lajalousie est comme un aveu contraint du mérite. 9 [Los celos son algo así como una confesión forzada del mérito.] El envidioso es evaluado como un sujeto merecedor, tanto o más merecedor que el celoso. Pero en ese caso, al contrario de la emulación -en la que S 2 es de entrada planteado como referencia de 8 1, el rival es en cierta forma la figura del Destinador delegado (quien designa por su solo ejem9 J. de La Bruyere, Les caracteres [Los caracteres], capítulo XI. LOS CELOS 193 plo el resultado que hay que esperar) y el recorrido que se seguirá para llegar al fin propuesto- y los celos implican una "confesión forzada", modalizada por un no-poder-no-hacer. Como en el "recelo", la comparación de las competencias toma en ese caso por referencia, no la competencia del rival, sino la del celoso. El "forzamiento" en cuestión podría no ser más que una presuposición: temiendo que el rival lo venza y gane su objeto, el celoso presupone que es capaz o, en el sentido de la lengua clásica, que lo merece. En ese sentido, la manifestación pasional funcionaría como un hacer-saber, proponiendo como mensaje explícito el "temor de perder" y como mensaje implícito presupuesto la "confesión del mérito". Pero, en otro sentido, la confesión es obligada porque va contra los intereses del celoso: para este último, reconocer el mérito del rival es aumentar a la vez las posibilidades del otro -al reconocerle el derecho al objeto de valor- y sus propias razones para temer. En fin, hay ('confesión" -es decir, reconocimiento de un error o de una falta-, en la medida en que, en última instancia, es su propia inferioridad la que el celoso presupone. Una gran parte de la interacción se decide ciertamente en el peso respectivo de los méritos y de las competencias de 81 y 82. ~ De la emulación al odio La jalousie des personnes supérieures devient de l'émulation, celle des petits esprits de la haine. 10 [Los celos de los seres superiores provienen de la emulación; los de los espíritus mediocres, del odio.] El reconocimiento de la superioridad de 8 2 hace las veces de contrato para un eventual programa de adelantamiento (la emulación) e introduce en la rivalidad un componente moral positivo; pero puede también virar al puro conflicto y la rivalidad es entonces moralizada negativamente. Tenemos aquí un equilibrio inestable que puede inclinarse tanto en un sentido como en otro: Balzac atribuye el desequilibrio positivo a la superioridad moral del celoso y el desequilibrio negativo a su "espíritu mediocre". Se trata evidentemente de una competencia cuyo contenido hay que de~ terminar; se sabe sin embargo que es esa competencia la que ubica el simulacro del rival, ya sea como referencia y ejemplo que se seguirá por identificación positiva y atracti_va, o como enemigo odiado por identificación negativa y repulsiva. Al parecer, esa competencia creadora de simulacros está construida por dos tipos de contenidos. Primeramente, un contenido axiológico. En efecto, la moralización que ID H. de Balzac, Le contrat de mariage. 194 LOS CELOS acompaña a las dos pasiones subsecuentes de los celos, la emulación y el odio, indica por presuposición que el celoso hubiera debido respetar un código compartido por todos. Respecto al otro contenido, es modal y rige el proceso de identificación. Se puede suponer que la superioridad del rival, al ser evaluada con relación al celoso, reclama previamente un cierto nivel de competencia en este último; en otros términos, cuando el celoso elabora el simulacro de su rival, es él mismo y para sí mismo un simulacro. De ahí que el proceso de identificación pasé por la comparación entre dos imágenes modales: la del envidioso con respecto a la del celoso. La evaluación de su propia competencia por el celoso mismo, implícita y presupuesta desde que se compromete en el proceso comparativo que pone en marcha los celos, como lo vamos a ver, puede ser cuestionada de manera hiriente por el encelado mismo, por poco que no aprecie en nada ser tratado, so pretexto de celos, igual que el primer advenedizo; el ataque es de Racine, en el prefacio que escribió para Bérénice. 5 La presunción del celoso Toutes ces c1itiques sont le partage de quatre ou cinq petits auteurs infortunés, qui n'ont jamais pu par eux-memes exciter la curiosité du public. Ils attendent toujours l'occasion de quelque ouvrage qui réussisse, pour l'attaquer, non point par jalousie} car sur quels fondements seraient-ils jaloux? mais dans l'espérance qu'on se donne la peine de répondre, et qu'on les tirera de l'oubli ou leurs propres ouvrages les auraicntlaissés toute leur vie. 11 [Todas esas críticas son la ración de cuatro o cinco desafortunados autorcitos que no han podido nunca suscitar la curiosidad del público por su propia capacidad. Ellos esperan siempre el momento en que alguna obra tenga éxito para atacarla, no por celos} pues} ¿cuáles serían sus razones para estar celosos?, sino porque esperan que uno se dé el trabajo de responderles y que así se les saque del olvido en que sus propias obras los habrían dejado toda la vida.] Si los críticos no pueden ser celosos es porque son muy inferiores, porque no tienen ninguna competencia: ningún poder hacer, ningún saber hacer, y la sanción del público es suficientemente clara al respecto. El razonamiento por presuposición permite definir las modalidades de la competencia partiendo del objeto considerado y los valores modales deben ser adaptados a los objetos de valor buscados; puesto que la gloria literaria (us la "oscuridad") es el objeto de valor que los críticos se afanan en disputar a Racine, queda claro que ellos carecen de la competencia requerida. La ausencia de competencia de los sujetos de hacer conlleva la disjunción irremediable de los s~jetos de estado; hasta el momento de la enunciación de ese prefacio, los críticos no han podido conocer la gloria; rechazando citar sus nombres y responderles personalmente -es decir, de 11 J. Racine, Bérénice, prefacio. Las cursivas son nuestras. 195 LOS CELOS conjuntarlos con el objeto de valor "gloria"-, Racine los modaliza seg1Ín el deber-no-estar-ser. Y la falta de competencia, causa ya de la disjunción, les impide ser celosos por añadidura. Para que 8 1 pueda ser celoso, hace falta que presente las mismas modalidades de 8 2, y la diferencia entre las dos competencias debe ser solamente gradual. Para ser comparados, los dos simulacros de los rivales deben ser comparables: tautologia, por cierto, pero que no deja de resistirse al análisis. La dificultad radica en el hecho de que 8 1 y 8 2 deben estar igualmente modalizados (para ser comparables), y sin embargo diferentes (para que la superioridad de uno de ellos pueda ser pronunciada). La diferencia sería entonces gradual, incluso aspcctual; la regla subyacente podría ser definida como "principio de identidad aproximada". Puede, sin embargo, ser considerada una interpretación no gradual y categorial. La identidad y la alteridad pertenecen por cierto a un mismo microsistema, en el cual puede aparecer un recorrido discontinuo: MISMO IDÉNTICO OTRO DIFERENTE El principio de identidad aproximada se interpreta, entonces, a partir de un recorrido que llevaría del "otro" al "mismo", como una captura del proceso de identificación en la etapa de la contradicción, es decir, en laposición "idéntico". El rival no puede ser ni el "mismo" ni el "otro"; la comparabilidad de los rivales se interpreta así como presuposición sobre el cuadrado, y la comparación entre ellos, como implicación de lo "idéntico" hacia lo "mismo". Se comprende entonces por qué el celoso que respeta los códigos éticos opera él mismo la implicación, al igualar su modelo por emulación, mientras que el celoso odioso tenderá a retornar, regresivamente, a la posición "otro". La hipótesis según la cual las competencias sólo cleberian diferir por grado sigue siendo aceptable con la condición ele aspectualizar el proceso ele identificación antes descrito; se representarían así los dos recorridos posibles: MISi\IO OTRO ~~---~~-~----------------~ identidad aproximada 196 LOS CELOS La identificación del celoso con el rival debe entonces ser interpretada como un proceso discursivo: durante la construcción de los simulacros, el celoso intenta captar la identidad modal del otro, apropiársela; si lo consigue, se convierte en émulo; si se aproxima, es un celoso aceptable; si no lo consigue, no puede incluso pretender el título de celoso. Comparando ahora el mérito de S 2 -según La Bruyere- y las competencias necesarias para los celos -según Racine-, se hace aparecer un "derecho" en los sujetos. Por su mérito, recordémoslo, que es una evaluación moral de la competencia que acarrea una recompensa, 8 2 tiene derecho al objeto; en otros términos, una vez reconocido su mérito, su relación con el. objeto es modalizada por el deber-estar-ser. 8 1 por su parte sólo tiene derecho a ser celoso si es comparable a S 2; es decir, si su competencia puede ser reconocida como suficiente: henos ahí de vuelta otra vez, pero implícitamente, al mérito; es decir, al derecho a la recompensa conquistada durante las pruebas calificantes. Pero entonces, si el acceso al objeto es regulado por el mérito de cada uno, no hay ninguna exclusividad: el objeto de valor vuelve a todos aquellos que hayan demostrado la calificación adecuada y la totalidad partitiva vuelve a encontrar sus derechos. Ahora comprendemos por qué la confesión del mérito es "forzada": introduce en los celos un sistema de valores que le es contrario, un universo regulado por contrato que comporta un Destinador que reconoce méritos y otorga recompensas y en el que la polémica debe obedecer a las reglas de una competición perfectamente determinada. En cambio, la exclusividad es una estrategia que recusa todo contrato y por la cual el sujeto individual se retira de la comunidad. Una vez más, el universo de valores opuesto al del celoso no cesa de irrumpir en su imaginario para torturarlo: hace poco, en Stendhal, por medio del simulacro del objeto -su universalidad-; ahora, en La Chaussée y en Racine, por medio de los simulacros del rival y del celoso -los rivales casi idénticos por el mérito. Para terminar este punto, la expresión confesión obligada exige imaginar una manipulación: he ahí al celoso manipulado por medio de los simulacros que construye, en particular el que se da del rival; un no-poderno-hacer le es transmitido, sin que podamos decir quién lo ha transmitido: en este caso, la pasión parece figurar aquí, indirectamente, como "manipulador", aunque sólo sea porque dispone del sujeto apasionado para estallar en varios roles patémicos independientes, susceptibles de manipularse unos a otros. LOS CELOS 197 Manipulaciones pasionales e Solicitud y confesión de dependencia La jalousie peut plaire aux femmes qui ont de la fierté, comme une maniere nouvelle de leur montrer leur pouvoir. 12 [Los celos pueden gustar a las mujeres altivas, como una nueva manera de demostrarles su poder.] Por la pasión misma, el celoso demuestra su "apego". Desde el punto de vista metodológico, es verdad que la pasión dificulta la reconstitución ele los presupuestos, ya que "dispone" al sujeto gracias a una orientación prospectiva; pero como pasión, y una vez reconocida como tal dentro de una taxonomía cultural, presenta en sí misma cierto número de presuposiciones modales que un coparticipante del sujeto apasionado está en condiciones de reconstituir. El hecho de que uno pueda reconocer el apego a los signos de los celos prueba de alguna manera que la pasión es de naturaleza sintáctica, ya que las manifestaciones odiosas, agresivas y los diversos sufrimientos de los celos no pueden presuponer el apego como segundo plano paradigmático; sólo puede tratarse de una presuposición de antecedentes sintácticos. En este caso, las manifestaciones de los celos, hasta las agresivas o disfóricas, reactualizan como presuponientes el apego que es el presupuesto. Pero en el enunciado citado, el apego de S 1 a 0,8 3 reaparece después por presuposición en la interacción pasional, llega a ser el soporte de una estrategia y aparece por ese hecho como una solicitud de dependencia, por un lado, y una confesión de dependencia, por el otro. En efecto, una vez que el deber-estar-ser es puesto en circulación en el simulacro -como todas las modalizaciones que se encuentran en ese caso--, es susceptible ele ser aprovechado en el intercambio entre los interactantes. Proyectado sobre la relación que se colocó entre los simulacros de S 1 y S3 , el deberestar-ser introduce ahí una relación jerárquica que induce una manipulación: tal sería s3, que manipularía a sl para obtener esa "confesión ele dependencia" que son los celos. Al parecer estamos frente a un fenómeno semejante a la atracción. En efecto, la atracción de un sujeto por un objeto supone que una fuerza cohesiva, exterior al propio sujeto, lo atrae hacia el objeto; en el marco de lo que hemos llamado el sentir mínimo, la fuerza tensiva es primero y suscita los ;'efectos" fuente y meta, sujeto y objeto, pero en el nivel discursivo el sujeto deberá suponer que otro sujeto es responsable de racionalizar esa fuerza, en el ejemplo, su "objeto", que llega a ser competente para atraer. 12 Stendhal, De l'amour, op. cit., p. 128. 198 LOS CELOS Asimismo, el sujeto que resulta afectado por la modalización que engendra el apego supondrá que viene de otro sujeto, en el ejemplo, el "objeto" del apego. Por consiguiente, una vez que la modalización es introducida en el simulacro pasional, cada uno de los copartícipes puede ser llevado, desde su punto de vista, a atribuir la responsabilidad al otro; también SI puede imaginar que S3 le pide que manifieste los efectos de la atracción que resiente, y S 3 creer que atrae a SI. Por eso, 8 3 pasa por ser un sujeto manipulador que habría modalizado merced al deber-estar-ser la relación entre SI y su objeto. La reconstrucción a la cual se entrega el sujeto apasionadD dentro del simulacro no es pues la misma que aquella que podemos establecer desd~ el exterior con los recursos del análisis. En el simulacro, el apego receloso del celoso sería en cierta forma un amor que guardaría la memoria de una derrota, ya que el apego es reinterpretado como una enajenación, la cual sólo podría resultar de un enfrentamiento. Habría entonces que suponer aquí una prueba anterior al propio apego, la cual, en el transcurso del nacimiento del amor, terminaría con la dominación de s3 sobre sl y que, en el momento mismo de los celos, se saldaría por una reafirmación de la dominación. Por lo tanto, el celoso está bien definido como exclusivo, posesivo, captatorio; hay que suponer entonces que el gesto de posesión por medio del cuál acapara al ser amado hace posible una dominación inversa. Es una banalidad decir que uno llega a ser dependiente de los objetos que posee cuando se está apasionadamente ligado a ellos; la cosa se aclara si uno se acuerda de que el celoso ha puesto todo su estar-ser -sintáctico y semántico- en la junción con un objeto de valor exclusivo y que ese objeto es susceptible de dejar su lugar a un sujeto competente e independiente. Es verdad que por la conquista y la apropiación en la dimensión pragmática S 1 somete a O a su poder y a su querer; pero en la dimensión tímica del gozo posesivo, es SI quien está a merced de O,S 3 . El recorrido figurativo del amor, al comprender el reel}.cuentro, la seducción recíproca y la confesión del amor, es el objeto de una relectura dentro del simulacro, bajo la doble influencia de la modalización del deberestar-ser y de las nuevas interacciones que se establecen bajo la égida de los celos; esa relectura reorganiza el recorrido en prueba, comportando las tres etapas canónicas: confrontación-dominación-apropiación. El fenómeno más interesante aquí es sin duda el de la diseminación de las modalizaciones sensibilizadas en el simulacro y en los copartícipes de la interacción. Parecería que esas modalizaciones una vez asumidas por el simulacro, pueden ser capturadas por cualquiera de los interactantes para enriquecer la comunicación pasional con un nuevo recorrido figurativo. Por eso, desde. el punto de vista del celoso, lo que se lee como un "apego exclusivo" llega a ser, desde el punto de vista de las mujeres que aman los celos, una "dependencia" lisonjera. Esencialmente, diferen- LOS CELOS 199 cia de sincretismo, porque cada uno de los dos copartícipes se da a sí mismo o atribuye al otro, según el caso, el rol del operador modal que proyecta el deber-estar-ser sobre la relación 8 1-0. Otro hecho relevante: una vez desencadenada la interacción pasional por uno de los copartícipes, una vez diseminados los dispositivos modales en el simulacro, se fijan sobre tal o cual interactante -a merced de las estrategias y de los cambios de punto de vista- y lo patemizan. La competencia del sujeto manipulador 8 3 es aquí tan pasional como la del celoso manipulado, puesto que los celos de uno encuentran respuesta en el arrojo del otro; en efecto, Stendhal precisa que las mujeres capaces de reinterpretar los celos como confesión de dependencia son "mujeres que tienen arrojo". Ellas, entonces, están. "dispuestas" a una interpretación que les da la posición dominante, y los celos no hacen otra cosa que reactualizar esa disposición ofreciéndole el dispositivo modal adecuado y ya sensibilizado. La comunicación dentro del simulacro pasional toma así la forma de una interacción entre las "disposiciones" pasionales de cada uno, que se reactivan recíprocamente gracias al poder de transmisión de las modalizaciones sensibilizadas que circulan entre los copartícipes. Es característica de la manipulación pasional la sustitución de los roles patémicos por las competencias ordinarias del manipulador y del manipulado; al "hacer-hacer" se opondrá entonces el "hacer-padecer" y el "hacer-gozar". En lugar de incitar al sujeto manipulado a realizar un programa pragmático, el manipulador lo "apasiona" para hacerlo realizar un programa tímico. En el dispositivo modal que nos ocupa, el poder de 8 3 se transforma en deber de S 1, y el hacer padecer consiste en proyectar la disforia sobre la modalización de S 1. De esa forma, el apego se convierte en enajenación dolorosa; el hacer gozar, inversamente, consistiría en transformar el deber de sl en poder de s3 y en proyectar la euforia sobre lamodalización de este último; es así como Stendhal sostiene que los celos gustan a las damas. e La escena y la imagen ... Dans le champ amoureux, les blessures les plus vives viennent davantage de ce qu'on voit que de ce qu'on sait. [... ] Voici done, enfin, la définition de l'image, de toute image: l'image, c'est ce dont je suis exclu [... ], je ne suis pas dans la scene. 13 [En el campo amoroso, las más vivas heridas provienen más de lo que se ve que de lo que se sabe [... ] He aquí, pues, la definición de la imagen, de toda imagen: la imagen es aquello de lo que estoy excluido [... ],yo no estoy en la escena.] 13 R. Barthes, Fragrnents d'un discours amoureux, París, Ed. du Seuil, "Tel Quel", p. 157. [Ed. esp.: Fragmentos de un discurso amoroso, México, Siglo XXI, 1982, p. 154.] 200 LOS CELOS La transformación pasional central de los celos es presentada por Barthes como un "espectáculo" de la relación entre el rival y el objeto, dado a ver al celoso; es lo que permite desplegar figurativamente los fines y los medios de la tortura infligida al sujeto de estado por el sujeto cognoscitivo. El celoso es aquí un espectador, es decir, un observador cuyas coordenadas espacio-temporales están fijadas respecto a la escena, pero que no puede entrar como actor en la escena misma. En el caso particular de los celos, esa posición específica resulta de la exclusividad instalada por el mismo celoso; de ahí que, una vez cumpiida la exclusión, S3,0 sólo puede estar en conjunción con un solo sujeto a la vez y la conjunción de los otros es modalizada por el deber-no-estar-ser; en el dispositivo presupuesto por los celos, el sujeto conjunto es S 1, y el sujeto excluido, S2 . Pero en la medida en que las modalizaciones sensibilizadas son diseminadas en la interacción, es suficiente con que, en uno de los escenarios suscitados por las sospechas de S 1, 8 2 se encuentre en relación con el objeto, para que la exclusión sea aplicada al mismo celoso, que se convierte entonces en el importuno surgido de la totalidad partitiva. De hecho, el principio de la diseminación de la modalización sensibilizada dentro del simulacro se vuelve de nuevo contra aquel que lo introdujo, y; por la tercera vez, el sufrimiento que de ahí resulta tiene por origen un hacer cognoscitivo del celoso mismo. La "imagen" o la "escena" designan aquí el simulacro pasional figurativizado; es deGir, espacializado, temporalizado, actorializado y semantizado. El hecho de que las coordenadas espacio-temporales del espectador puedan coincidir con las de la escena -y eso, cualquiera que sea la posición espacial y temporal de la pareja SrjS 3 respecto al celoso como actorconstituye una de las explicaciones del efecto de "presentificación" que procura el simulacro pasional, ya que cualquiera que sea el lugar o época en que esté el celoso como actor, el celoso en cuanto espectador estará presente en la escena. Pero, desde otro punto de vista, ese embrague espaciotemporal es sólo la manifestación figurativa del reembrague sobre el sujeto tensivo. De ahí resulta que el simulacro se encuentra en un presente eterno respecto al discurso de acogida, lo que explica su indiferencia hacia la perspectiva adoptada; que la infidelidad sea realizada, esperada o incluso a punto de cumplirse, es de todas maneras presentificada en el curso de la crisis celosa. Por lo tanto, no habrá mejor director de escena que el celoso: incluso en relación con la escena actual, que eventualmente se desarrolla ante sus ojos, los actores sólo son para él simulacros que proyecta y de los que dispone a su agrado. En cierta forma, el celoso es susceptible de intervenir en la temible escena, pero solamente como "director de actores" que realiza in vivo los simulacros que lo obsesionan. Un dispositivo de ese tipo ofrece un gran número de posibilidades pa- LOS CELOS 201 ra recorridos cognoscitivos ocasionales; efectivamente, si S 1 es espectador, la pareja SjS 3 es informador; como todo objeto cognoscitivo, y a fortiori en una interacción pasional en la que las modalizaciones están diseminadas, es susceptible de transformarse en sujeto cognoscitivo que "sabe que tiene algo que hacer saber" y que disimular eventualmente. Pueden entonces florecer las estrategias veridictorias y epistémicas, así como las variaciones polémico-contractuales del intercambio de informaciones. o Contramanipulación: fingir no creer más Comme on n'a de pouvoir sur vous qu'en vous ótant ou en vous faisant espérer des choses dont la seul passion fait tout le prix, si vous parvenez a vous faire croire indifférent, tout a coup vos adversaires n'ont plus d'armes. 14 [Como sólo se tiene poder sobre vosotras despojándoos o haciéndoos esperar cosas a las que únicamente la pasión pone precio, si vosotras llegáis a haceros creer indiferentes, de golpe vuestros adversarios quedarán desarmados.] Si un creer puede desencadenar todo, el fin del creer puede también detenerlo todo. Pero no se trata aquí de no creer más, sino de hacer creer que no se cree más. La estrategia está enteramente fundada en el simulacro de 8 1, ya que el celoso no sólo construye el simulacro de sus copartícipes en los celos, sino también el suyo propio, sobre el cual se fundan las manipulaciones de las que es objeto. Modificando su propio simulacro, puede interrumpir el curso de la manipulación o modificarlo: las "armas" de que disponen los sujetos en la polémica amorosa son armas modales. Pasando del apego a la indiferencia sobre el modo del parecer, el celoso remplaza un deber-estar-ser por un no-deber-estar-ser, y las diversas estrategias de dominación y de crueldad de las cuales es víctima pierden momentáneamente su soporte modal hasta la próxima contramanipulación. En ese tipo de manipulación pasional, la apuesta no es la búsqueda directa de un objeto efectivamente demostrado en el enunciado -es verdad que puede concurrir, pero indirectamente-, sino el control de una representación, el dominio de los simulacros. Ese control se obtiene por las intervenciones en los dispositivos modales que son diseminados en la interacción, gracias especialmente a las transformaciones veridictorias que permiten a cada uno de los copartícipes presentar al otro sólo las mutaciones modales que concibió para su uso. 14 Stendhal, De l'amour, op. cit., p. 124. 202 LOS CELOS La moralización • ¿Desprecio o sobreestima? Vous étes réduit a vous mépriser comme aimable: ce qui rend la douleur de la jalousie si aigue, c'est que la vanité ne peut aider a la supporter.l5 Suzanne: Pourquoi tant de jaolusie? La comtesse: Comme tous les maris, ma chere, uniquement par orgueil. 16 [Vosotras os reducís a despreciaros como amable: lo que hace tan agudo el dolor de los celos es que la vanidad no puede ayudar a soportarlos.] [Susana: ¿Por qué tantos celos? La condesa: Como todos los maridos, querida, sólo por orgullo.] El celoso, que apareció a la vez como un sujeto de estado y como un sujeto cognoscitivo evaluador de los méritos, se toma aquí como sujeto de evaluación y moraliza su propio dispositivo modal. Stendhal concluye con su indignidad; en Beaumarchais, el celoso se sobreestima; la contradicción es sólo aparente. "Amable" -literalmente: "que puede ser amado"- comprende la modalidad poder-(estar-)ser; esa modalización del (estar-)ser es luego moralizada, sobredeterminada por un juicio ético que permite concluir que (estar-)ser amable es estimable, y no (estar-)serlo, despreciable. La expresión "despreciaros como amable" presupone ciertamente que el celoso se haya reconocido ante todo como no siendo amado, y después solamente como no siendo amable; vemos aquí, en detalle, cómo las modalizaciones se desplazan en el simulacro, puesto que el celoso plantea para comenzar que el objeto puede no estar conjunto con él y deducir -de ahí, para terminar- que él · mismo no puede estar conjunto con ningún objeto de la misma naturaleza. El "orgullo" se basa en una sobrevaluación de su propia competencia, la cual, si no formula directamente un deber-estar-ser, prepara, sin embargo, la actualización. En efecto, se trata aquí de un saber que tiene por objeto el "valor" del sujeto, que este último adquiere al atribuirse el rol de Destinador encargado de sopesar los méritos y de distribuir proporcionalmente las recompensas: la conjunción se convierte entonces en un derecho. Se nos ocurren dos explicaciones para esa divergencia entre Stendhal y Beaumarchais. Primeramente, no adoptan la misma perspectiva. El menosprecio se construye en un primer punto de vista, el de 8 3, cuya falta de afecto es imputada a una falta de estima; después, un segundo punto 15 16 !bid., p.123. P.A.C. ele Beaumarchais, Le mariage de Figaro, acto 11, escena l. LOS CELOS 203 de vista, el de S 1, permite confirmar el primer juicio y moralizarlo. La sobreestima es edificada a partir de un primer punto de vista, el de S 1, que se evalúa positivamente; enseguida, un segundo, el de S 3, que afirma el primer juicio, lo encuentra erróneo y moraliza ese error. En los dos casos, los mismos dos puntos de vista son solicitados e intercalados uno dentro del otro, pero con una inversión jerárquica tal que según el caso la moralización es la obra, en última instancia, de S 1 o de S 3. Por otra parte, Stendhal y Beaumarchais no hablan exactamente de la misma cosa. Stendhal define el menosprecio a partir del no-poder(estar-)ser-amado, es decir, a partir de un dispositivo modal instalado por los celos y en el que el ser amado se ha convertido en un sujeto autónomo a los ojos del celoso. Beaumarchais convoca en cambio el sentido de la dignidad y de la superioridad por derecho; el orgullo del celoso, al basarse en cierta forma en el sentimiento de "lo que le es debido", depende entonces ele un deber-estar-ser, y no de un poder-estar-ser; hace, pues, referencia a las modalizaciones que presuponen los celos y no a las que implican e instalan. Ese deber-estar-ser es homologable al del apego, no obstante que en el texto de Beaumarchais se regulan los derechos del marido y no el apego de un sujeto apasionado. La configuración pasional recibe aquí, pues, un bloque modal estereotipado que define el rol temático del marido en lugar de un rol patémico; pero una vez sumergido en la configuración y reactivado por la interacción pasional, el bloque modal temático es sensibilizado y se manifiesta también como un rol patémico, el del orgullo. La diferencia es más bien aquí de procedimiento, ya que por un lado el deberestar-ser tiene por efecto el apego, si es directamente presupuesto a partir de los celos, y por el otro lado el orgullo, si es convocado a partir del rol temático. Según que reactive un deber-estar-ser presupuesto o que constate un no-poder-estar-ser que le toca dentro de la interacción, el celoso será entonces, o bien tachado de orgulloso -en el estilo "receloso"-, o bien "reducido a despreciarse a sí mismo": el cambio de evaluación no descansa entonces en una contradicción interna de tipo paradigmático, sino en una transformación modal, entre una modalización presupuesta y una modalización implicada. De todos modos, ahí tenemos como resultado una contradicción interna, pero de tipo sintagmático, que define un dispositivo paradójico resultante del encabalgamiento de las dos modalizaciones; es gTacias a la reactivación de todos los presupuestos dentro del simulacro que los celos provocan la confrontación de las dos modalizaciones y de las dos evaluaciones que se derivan de allí. La confrontación es un desgarramiento, puesto que la última modalización cuestiona la primera; pero, por otro lado, confirma la coherencia modal del sujeto, ya que si la primera modalización fuese anulada efectivamente por la segunda, no habría confrontación posible; el orgullo aparece entonces como la mani- 204 LOS CELOS festación de un sujeto que no ha renunciado a su identidad, a pesar de los imprevistos encontrados. Por ese hecho se comprende por qué uno de los efectos de sentido de ese dispositivo paradójico, al basarse en la presentificación global de las modalizaciones, puede ser un efecto de dignidad recuperada. a Honor y vergüenza del celoso On a honte d'avouer qu'on a de la jalousie, et on se fait un honneur d'en avoir eu ct d'étre capable d'en avoir.l 7 [Se tiene vergüenza de declarar que se es celoso, pero se considera honorable haberlo sido o tener la capacidad de serlo.] En su autoevaluación, 8 1 distinguiría la manifestación momentánea y localizada de la pasión -"tener celos"- y la capacidad -"ser capaz de tenerlos"-, eventualmente confirmada por los antecedentes -"haberlos tenido". Esa distinción comprende, de hecho, varios, de diferentes órdenes. Ante todo, una distinción temporal: aquí y ahora, los celos serían vergonzosos; entonces o ulteriormente, ya no lo serían, y uno podría incluso ufanarse de ellos. El sujeto de enunciación -la confesión es, entre otras cosas, una enunciación- no puede confesar más que unos celos que él no experimenta -es decir, desembragados-; puede tener en ese caso un discurso pasional -i.e. que habla de sus pasiones-, y no un discurso apasionado -i.e. en el que su pasión se expresa directamente. La moralización positiva de un desembrague no está hecha para sorprender, ya que en suma conduce a la "buena distancia", y porque ese criterio está bastante difundido en los juicios éticos. Pero en el caso de los celos -y sin duda en la mayoría de las pasiones-, la moralización positiva descubre un código de honor particular que merece examinarse. Si el sujeto no confiesa sin vergüenza los celos que experimenta -en un discurso apasionado y embragado en el que ellos se expresen directamente-, es, para comenzar, en nombre del "dominio de sí mismo", lo que sería de alguna manera la versión pasional del código más general de la "buena distancia". Pero, por otra parte, si confesar sus celos es enunciar la confesión, implica un enunciatario que se va a encontrar atrapado en el simulacro pasional: enunciando su pasión, el sujeto pone en circulación un dispositivo modal sensibilizado con los efectos de "contagio" que conocemos. Otro código, pues, que proviene del pudor y de una forma de cortesía que quiere que no se implique muy profundamente al enunciatario en los efectos en espiral de la sensibilización. Por lo demás, la pasión aprehendida aquí y ahora es un sentimiento 17 F. de La Rochefoucauld, Maximes. LOS CELOS 205 que se expresa, una transformación tímica que se manifiesta, un placer o un sufrimiento ostensibles, mientras que la pasión aprehendida como capacidad, potencial o ya probada, es una competencia pasional, una disposición implícita que caracteriza al estar-ser del sujeto. La disposición indicada reagrupa, en este caso, lo esencial de los presupuestos: apego, posesión exclusiva y desconfianza, entre otros. Si seguimos a La Rochefoucault en sus juicios éticos, la vergüenza se dirigiría a la transformación pasional manifestada aquí y ahora corno un sufrimiento que reclama venganza y que los diccionarios estigmatizan siempre como "sentimiento malo"; en cambio, el honor se dirigiría a los presupuestos, permitiendo al sujeto ufanarse solamente de lo que permite estar-ser celoso, de lo que la transformación tímica presupone y reactiva como identidad modal. o La presión de la totalidad social Importa sobre todo localizar en qué estriban los juicios éticos y en nombre de qué. Se señalará, para comenzar, que el reparto hecho aquí es homólogo del que nos ha permitido articular el orgullo y el menosprecio de sí: modalización presupuesta por un lado, modalización implicada e instalada por el simulacro por el otro. Las moralizaciones que hemos señalado hasta aquí permiten avanzar al menos sobre tres puntos, sin que se pueda saber aún cómo se organizan las axiologías subyacentes. En primer lugar, parecería que falta distinguir claramente los presupuestos de los celos y la transformación tímica propiamente dicha, además de su entorno modal específico; esa autonomía relativa de las dos secuencias modales había aparecido ya a propósito de la distinción entre la desconfianza que suscita el recelo del rival y la difidencia que se traslada luego al ser amado. Los presupuestos tienen el estatuto de modalizaciones siempre aprobadas aun si los celos no estallan, mientras que las modalizaciones propias de la crisis pasional tienen el estatuto de enunciados ficticios que pertenecen a un simulacro de segundo grado, proyectado a partir del aquí/ahora del espectador celoso. En segundo lugar, el observador evaluador -aun en los casos en que ese rol se confunde con el del celoso-, es un observador social que introduce en la configuración pasional sistemas de valor que le son ajenos o contrarios: las evaluaciones del mérito, por ejemplo, constituyen en cierta forma un desquite del sujeto colectivo sobre el sujeto individual exclusivo, al igual que la universalidad del objeto de valor. Para el celoso, la dificultad reside en no poder resistir en todos los frentes la presión de la totalidad social: toda evaluación del objeto, como de los sujetos, es una brecha de la que esa presión se aprovecha, ya que las evaluaciones se basan en códigos comunes compartidos y son subtendidos por las fuerzas cohesivas de lo colectivo. A ese respecto, aunque los celos descansan en fenómenos tensivos y cuantita- 206 LOS CELOS tivos de la misma naturaleza que los que han sido propuestos para la avaricia, se distinguen por otro tipo de desequilibrio: en la avaricia observábamos la aparición de un lugar individual que desviaba una parte del flujo circulante del valor y lo retenía; en los celos, al estar constituido ese lugar, somos llevados a constatar los efectos de la presión colectiva sobre ese lugar; por un lado, las fuerzas cohesivas ceden ante la fuerza de añadidura de un lugar individual; por el otro lado, la fuerza cohesiva de un lugar individual -dispersivo con respecto a lo colectivo- es atacada por la atracción más fuerte ejercida por lo colectivo. Por último, hay que seguir preguntándose por qué el juicio ético valoriza las posiciones presupuestas y desvaloriza las posiciones implicadas en el simulacro. A manera de hipótesis, podría uno pensar que el juicio mejorativo 18 sanciona la actitud de un sujeto que defiende o que está listo para defender su apego contra la adversidad, mientras que el juicio negativo sanciona la actitud de aquel que no participa en el juego de la concurrencia hasta el fin y que huye de alguna manera de la adversidad, refugiándose en una crisis fiduciaria y pasional. Es como si los celos sustituyeran a la secuencia de resistencia pragmática del rival, cosa que se podría esperar en vista de los antecedentes pólémicos del celoso, por una secuencia tünica que se desarrolla dentro del simulacro; esa sustitución es la que sería condenada. Pero lo uno no impide lo otro, ya que no falta un celoso que esté en condiciones de acumular a la vez la actitud "honorable" y la actitud "vergonzosa". " La moral de la firmeza Todas esas observaciones tenderían a probar que varios códigos éticos entrecruzan sus efectos en la configuración. El hecho de que los presupuestos -comprendidas la exclusividad y la difidencia- sean valorizados o al menos bien tolerados y que una ética del mérito venga a inmiscuirse en los asuntos amorosos tendería a probar que un sistema de valores colectivo regula las relaciones conflictivas en la colectividad y provee una especie de código del buen uso de la polémica. Ésa sería una especie de concepción del honor, según la cual las rivalidades deben resolverse "por las buenas" y con referencia a los juicios de un Destinador que estatuye sobre el valor respectivo de los adversarios, sin atascarse en las interacciones tortuosas del simulacro pasional. Otro código ético, esta vez de tipo individual, moralizaría el apego, así como las dichas y las desdichas que lo acompañan: muchos celosos consideran de hecho que la e~clusividad del apego responde a una exigencia moral, y no desde el punto de vista del ser amado, lo que resultaría en mo18 Neologismo, por oposición a "peyorativo" [T.J. 207 LOS CELOS ralizar la fidelidad de otro, aunque desde el punto de vista del celoso, todo lo cual resulta en moralizar la fidelidad a sí mismo; es decir, la permanencia de una constitución pasional. En otro sentido, el celoso moraliza positivamente la posesión exclusiva, ya que representa lo que se debe a sí mismo; es decir, una selección drástica de las junciones dignas de él. Parecería que en ese caso lo que aprehendimos intuitivamente como aquello que es "digno de ... " abarca un criterio del valor; es decir, una 'ilalenciR ..AJ moralizar el apego exclusivo desde el punto de vista individual del celoso, se reconoce que la propiedad de "exclusividad" es el criterio mismo de todo valor en la configuración. Notaremos por último la intervención de un tercer tipo de código ético que no tendria nada de específico para los celos, puesto que ya lo hemos encontrado a propósito de la avarü:ia. Lo que da vergüenza es la transformación tímica misma, embragada en un discurso apasionado que, porque es una confesión, sólo puede manifestarla directa y ostensiblemente. Ése sería uno de los últimos avatares de la ética clásica, para la cual la vida afectiva debe permanecer secreta; en ese sentido, la moralización de los celos llevará a los comportamientos o a las actitudes observables, aun ostensibles, porque eso precisamente es lo que se considera como vergonzoso. La falta de reserva, la indiscreción de la pasión remite, al parecer, a un no-saber-no-estar-ser; la "reserva" es una actitud observable y es considerada en los diccionarios de lengua como una "cualidad" -y su contrario, como un "defecto"-, cualidad que consiste en "no darse indiscretamente, en no comprometerse imprudentemente". Como lo hace notar Stendhal: "Las mujeres altivas disimulan sus celos por orgullo." El sistema del saber-estar-ser podría ser interpretado en ese caso como el sistema de saberes que organizan el estar-ser de un sujeto. Igual que los saber-hacer pueden aparecer como saberes que organizan el hacer, bajo la forma de una inteligencia sintagmática, habria una organización del estar-ser que demostraría una "inteligencia del corazón". De hecho, la sintruüs intermodal puede ser objeto de una regulación y de una optimización, de la misma forma que la sintaxis narrativa. Esa regulación y esa optimización pueden a veces ser objeto de juicios estéticos -como en el caso del honorable caballero de la época clásica o del dandy posromántico-, pero serán más frecuentemente evaluados en la dimensión ética, definiendo una moral de la firrneza. Para dar cuenta de la "firmeza" se puede proponer el modelo siguiente: FIRMEZA (saber-estar-ser) AUSENCIA DE RESERVA (no-saber-no-estar-ser) RESERVA (saber-no-estar-ser) AUSENCIA DE FIRMEZA (no-saber-estar-ser) 208 LOS CELOS El sujeto apasionado moralizado es un sujeto que sabe comportarse o que no sabe comportarse -encontrándose entonces ''desafirmado", a menos que no "salga de su reserva". En cuanto a nuestro celoso, tendería más bien a salir de su reserva. Hay que señalar que la moralización del sistema mismo puede ser obtenida a partir de un código que anule los efectos del primero y que dé testimonio de otra cultura patémica: SEGURIDAD (firmeza) ESPONTANEIDAD (ausencia de reserva) DISTANCIA (reserva) TIMIDEZ (ausencia de firmeza) La diferencia entre los dos tipos de moralización podría explicarse gracias al cambio de apreciación concerniente a las manifestaciones de la vida afectiva; en un caso son privilegiados la retención y la filtración de la información; en el otro, el criterio positivo retenido es la transparencia afectiva, el libre acceso a la vida interior de otro. Todo depende finalmente de la manera como cada cultura se represente la regulación de las relaciones interindividuales. El saber-estar-ser está acompañado de un hacersaber que supone, en el informador (el sujeto apasionado) y en el observador social a la vez, una competencia completa y en particular los querer que presiden la emisión y la recepción de la información. El querer de uno y el del otro entran en confrontación y determinan así un conjunto de regímenes intersubjetivos que no hay lugar para desarrollar aquí, pero que se comprende que pueden ser moralizados en función, por una parte, de la "firmeza" adoptada por el sujeto apasionado y, por la otra, de la espera propia del observador social. Por eso, la "falta de reserva", aun si es involuntaria (no querer no informar), aun si es irreprimible (no poder no informar), encontrará un observador que podrá tanto querer como no querer asistir a las manifestaciones pasionales. En un caso, se considerará que la falta de reserva es un factor de regulación interindividual, ya que la manifestación de la pasión permite reconocerla, prever sus desarrollos y adoptar una actitud adecuada como respuesta; será entonces denominada "espontaneidad". En el otro caso, se podrá considerar, inversamente, que la falta de reserva es un factor de desregulación en la colectividad; por ejemplo, si 8 1 reafirma la presencia de un objeto de valor por sus manifestaciones pasionales al expresar su deseo y su apego, tendrá por efecto, estando el deseo de cada uno mediatizado por el otro, reactivar o mediatizar el deseo de 8 2 , intensificar la concurrencia, y así sucesivamente ... LOS CELOS 209 La moralización negativa haría aquí eco a una necesidad social: para que la circulación de los roles patémicos en la colectividad permanezca controlable, cada quien debe demostrar modestia y discreción. He ahí dos versiones posibles de la ética social según el saber-estar-ser: una que valoriza la espontaneidad, y la otra, la reserva. Si reconciliamos ahora ese balance con los resultados obtenidos a propósito de la avaricia, se observará que están en marcha dos grandes tipos de moralización, y cada uno de ellos es más especialmente aprovechado en una o en otra de las configuraciones: por una parte, una ética de la circulación de los objetos de valor y, por la otra, una ética del intercambio de los simulacros modales en la comunicación, la primera tiene que ver esencialmente con los valores descriptivos, la segunda, con los valores modales sensibilizados. En el nivel semionarrativo y en la medida en que el universo de las pasiones descansa enteramente sobre los dispositivos modales sensibilizados, se puede considerar que los códigos que regulan la circulación de esos dispositivos en la interacción son específicamente y por definición códigos de la ética pasional. Dispositivos actanciales y modales de los celos 0 Dispositivos actanciales Una vez comprometidos en el simulacro pasional de S 1 los actantes 8 1, S 2, 0,8 3 , se encuentran de alguna manera desmultiplicados en un conjunto de roles, necesarios para la puesta en escena de los celos. Tres tipos de roles han aparecido hasta ahora: roles actanciales, roles patémicos y roles temáticos. Los actantes de base corresponden frecuentemente a tres actores: el celoso, el rival y el ser amado; pero ese dispositivo estereotipado sería de alguna manera la versión "fácil" del sistema. En las versiones teatrales más sofisticadas, intervienen otros actores para desempeñar tal o cual papel aislado: en Shakespeare, Yago, por ejemplo, que es a la vez el investigador y el director de escena de Otelo, o en Racine, Enana, que contribuye a hacer nacer la sospecha y la desconfianza de Fedra. Lo cual significa que la pasión no está limitada al mundo interior de un actor, sino que también puede ser socializada y distribuida entre varios actores, en especial en lo concerniente a los roles cognoscitivos y a los operadores de la transformación tímica. · En otra parte encontramos tres tipos de roles actanciales: primeramente, dos sujetos de estado concurrentes (S/8 2), entre los cuales circula el objeto de valor; enseguida, sujetos manipuladores (S 2 y S 3 con respecto a S 1, y 8 1 con respecto a 8 2 y 8 3 ); por último, sujetos cognoscitivos que evalúan, averiguan y recorren las diversas posiciones fiduciarias. 210 LOS CELOS Conviene distinguir también dos tipos de roles patémicos: los de S 1, quien aparece sucesivamente como posesivo, receloso, orgulloso, celoso ... , y los de S 2 y S 3 que, siendo aquí completamente accesorios, no interactúan menos con los primeros; la crueldad, la coquetería, la falta de delicadeza de intervienen, lo hemos visto, en la evolución de los los dos copartícipes de celos. Finalmente, los roles temáticos pueden sobredeterminar tal o cual rol pasional o sustituirlo, sin que uno pueda preverlos en la configuración de los celos; eso pasa con el "marido", que instala en el lugar del apego un deber-ser institucional y estereotipado. La aparición de esos roles temáticos depende de hecho de los vertimientos semánticos particulares -en Le mariage de Fígaro, se trata del "casamiento"- que puede recibir el objeto de valor, vertimientos frente a los cuales los celos propiamente dichos permanecen indiferentes. Sea lo que sea, para insertarse en el dispositivó· general de la pasión, esos bloques modales estereotipados deben ser los mismos, salvo la sensibilización, que aquellos a los que remplazan. sl e La sintaxis modal En la intersubjetividad y en el transcurso de las diferentes fases de la interacción, todos esos roles constituyen arreglos variables, que se deshacen y se rehacen sin ·cesar. El análisis del discurso de los moralistas ha permitido aprehender algunos; varios más podrían considerarse. A reserva de sacrificar momentáneamente la variedad discursiva de sus evoluciones, falta ahora establecer los grandes principios de su encadenamiento y de las transformaciones modales que los subtienden. Si se quiere permancer en la isotopía amorosa para caracterizar a la totalidad del recorrido modal del celoso, se puede comenzar por observar la transformación que se opera: el amor cambia de naturaleza y deviene agresivo, exclusivo, sospechoso. Esa modificación es por cierto discutible; a propósito de Swann y de Odette, en Un amour de Swann (Proust), Merleau-Ponty (Phénoménologie. de la perception) rechaza la idea de una transformación de ese tipo. En una primera lectura, como nos lo hace ver el mismo Swann al final del relato, podría parecer en efecto que la preocupación por no dejar a Odette con ningún otro priva a Swann del tiempo libre que seria necesario para contemplarla y amarla como al principio; el filósofo propone por el contrario considerar qu~., desde el principio, el amor de Swann era tal; era unaforma de amar en que se revela y, al mismo tiempo, se lee "todo el destino de ese amor". Swann se inclina por Odette, ciertamente, pero, prosigue Merleau-Ponty, ¿qué es "inclinarse por alguien"? Proust responde en otra parte: es sentirse excluido de esa vida, querer entrar allí y ocuparla enteramente. El amor de Swann no provoca lo~ celos; es ya, desde el principio, enteramente celos; el placer de LOS CELOS 211 contemplar a Odette era el placer de estar solo para contemplarla. Y Merleau-Ponty agrega que habría ahí como una "estructura de existencia" que caracterizaría al mismo 8wann en persona. El dispositivo modal sensibilizado sería, para retomar una expresión del filósofo, un "proyecto global de personalidad", es decir, atemporal en cuanto tal. Estaríamos gustosamente de acuerdo con lVIerleau-Ponty para decir que los celos como tal escapan a la duración, así como a las leyes que rigen los acontecimientos de tipo narrativo. Pero eso no significa que no cuente con una sintaxis y que no sufra transformaciones, aun si esas transformaciones son a temporales. Para empezar bien, comencemos por el final. El celoso es en cierta forma "reactivado" en su amor, pero mucho menos para contemplar (cf. Proust) -lo que provoca en ese momento más sufrimiento que placer (cf. 8tendhal)- que para defender su bien. Esa reactivación se manifiesta en dos direcciones: por un lado, el deseo se hace más fuerte, al grado de que se podría tener a veces la impresión de que los celos hacen nacer el amor (cf. Proust, a propósito de Albertine), aun cuando no es más que el revelador; por el otro lado, aparece un comportamiento posesivo ostensible. En ese estadio, pues, querer-estar-ser y querer-hacer están asociados. El querer sería entonces aquí el punto final de la secuencia modal: modaliza la relación entre el sujeto de estado 8 1 y su objeto y modaliza a 8 1 como sujeto de hacer "posesivo" o "exclusivo". Ese querer presupone los celos en sentido restringido; es decir, como crisis pasional y transformación tírnica. Tviás precisamente, presupone paradójicamente un creer-noestar-ser, la certidumbre de la infidelidad o del fracaso, el cual se basa en un no-poder-estar-ser que define la exclusión del celoso de la "escena". Las modalizaciones propias de la crisis celosa presuponen por sí mismas la desconfianza y el recelo, nacidos a la vez. de un entorno hostil y de la actitud exclusiva; la desconfianza descansa sobre un no-creer-estar-ser. Por último, como lo hemos visto, la desconfianza y el recelo sólo se comprenden si se presupone un apego confiado, es decir, a la vez un deberestar-ser y un creer-estar-ser. Paralelamente, el simulacro del rival se ve constituido y evoluciona él también en función ele las moclalizaciones ele la relación 8:/S 3, y en correspondencia con las cuatro graneles etapas de la secuencia modal del celoso. Precisamente, puesto que los celos suponen la puesta en perspectiva del conjunto ele la configuración a partir del punto de vista de 8 1, esas moclalizaciones son las que el celoso proyecta sobre el rival. Al final del recorrido, sl quiere quitarle definitivamente 83 a su rival (querer-no-estar-ser), lo que presupone que él cree en su éxito ante 8 3 (creer-estar-ser): en efecto, en la "escena", 8 2 y 8 3 están reunidos; creer en el éxito del rival es postular la posibilidad misma de su intervención (poder-estar-ser) y suscitar así la "sombra" del rival. Hay, por último, que remontarse hasta la decisión 212 LOS CELOS de exclusividad para encontrar un deber-no-estar-ser que impide a S2, en principio, todo acceso al objeto. Se obtienen así dos secuencias modales asociadas que se presuponen recíprocamente: (S¡) deber-estar-ser creer-estar-ser (S2) deber-no-estar-ser J. -1. no-creer-estar-ser poder-estar-ser -1. l no-poder-estar-ser creer-no-estar-ser creer-estar-ser J. l querer-estar-ser querer-hacer querer-no-estar-ser El no-creer-estar-ser de S 1 y el poder-estar-ser de 8 2 se presuponen en la medida que la irrupción del rival en el territorio del celoso lo hace perder la confianza, a menos que no sea una falta de confianza lo que suscita la sombra del rival; sucede lo mismo con las dos creencias de los celos: creencia de S 1 en su exclusión y creencia de S 1 en €1 éxito de S 2. En la medida en que el examen de las series modales se limita a aquellas que sobresalen sólo desde el punto de vista del sujeto celoso, las presuposiciones que los unen proceden directamente del principio de exclusividad: con algunos matices, cada modalización de S 1 presupone la modalización contraria en S2, y recíprocamente. Aunque hayamos optado por limitarnos al punto de vista de 8 1, puesto que nuestro propósito sólo radica en la construcción de los celos y de ningún modo en las diversas eflorescencias pasionales que se pueden injertar, no hay que olvidar que los dispositivos modales que circulan en la interacción pueden descomponerse y recomponerse según si el punto de vista adoptado es el de S 2, el de S3 o el de 8 1. Si no hay pasiones solitarias, no puede haber pasiones aisladas, ni desde el punto de vista taxonómico (cf. la avaricia) ni, como aquí, desde el punto de vista sintáctico. El conjunto de la secuencia modal se presenta entonces como una reorganización regulada e interactiva de varias series modales. En esas reorganizaciones del equipo modal de los sujetos en interacción se dibuja un recorrido sintáctico canónico e isótopo, el del creer-ser, que articula confianza; desconfianza y difidencia, y en el que se podría ver la modalización que rige el conjunto del dispositivo; pero no se puede extraer ese recorrido del conjunto, so pena de destruir el efecto de sentido pasional 213 LOS CELOS específico de los celos. Cada uno de esos arreglos sucesivos de la modalización corresponde a un rol patémico, por lo que ocupa aquí una posición definida en la secuencia pasional: (Sl) deber-estar-ser creer-estar-ser (82) ROL PATÉMICO deber-no-estar-ser APEGO EXCLUSIVO t 1 poder-no-estar-ser no-creer-estar-ser poder-estar-ser 1 1 no-poder-estar-ser creer-no-estar-ser creer-estar-ser 1 1 querer-estar-ser querer-hacer t DESCONFIAl"TZA querer-no-estar-ser RECELOSA 1 CRISIS CELOSA 1 MIORIODIO REACTIVADOS El conjunto se lee en dos dimensiones: cada rol comporta su propio dispositivo modal, sus confrontaciones y sus transformaciones internas; los dispositivos mismos se transforman unos en otros, en particular bajo el efecto de los recorridos del creer y del poder, que modifican el equilibrio específico y que convierten así cada rol patémico en otro. Esa doble lectura permite distinguir, para los celos, dos secuencias interpuestas una en la otra: la Inicrosecuencia y la macrosecuencia. o Macrosecuencia y microsecuencia Se puede considerar la sintaxis de los celos de dos maneras complementarias: ya sea por medio de la macrosecuencia pasional, característica de la configuración entera, englobando entonces los presupuestos (o antecedentes) y los implicados (o subsecuentes) de la pasión, subsumiendo las transformaciones entre los dispositivos; o bien por medio de la microsecuencia pasional, que toma a su cargo uno solo de esos dispositivos, aquél en el que se produce la transformación pasional específica de los celos. Pero es necesario observar que la microsecuencia es la de los celos sólo en la medida en que se inserta en la macrosecuencia, al igual que la macrosecuencia es dada como la de los celos en la medida en que comprende la microsecuencia. En suma, macrosecuencia y microsecuencia se interdefinen, ya que todo dispositivo patémico es un ordenamiento de los roles patémicos, es decir, un dispositivo de dispositivos, en el cual se encuentra el rol característico de la configuración. Esa proposición puede 214 LOS CELOS ser representada como una sintaxis en dos niveles, que tendría la siguiente forma: 19 ,.... Pn ~ La macrosecuencia El estudio de la macrosecuencia concierne siempre al nivel semionarrativo: se trata ahora de examinar en qué condiciones las categorías modales consideradas se organizan en un dispositivo. El conjunto puede también leerse de manera retrospectiva, por presuposición, como lo hemos hecho al construirlo, así como de manera prospectiva, siguiendo las transformaciones intermodales; en ese segundo caso, el apego se transforma en apego receloso, que a su vez se transforma en celos, los cuales para terminar reactivan el apego en forma de deseo posesivo y aun de odio destructor. Una lectura como ésta impone algunas dificultades de detalle: la ruptura del contrato fiduciario se comprende aquí sólo en relación con el apego o con un sustituto estereotipado y tematizado como el rol del "marido", puesto que previamente hace falta una confianza y no un simple deseo. Además, la ruptura del contrato fiduciario se comprende sólo si la sombra de un rival (su poder-estar-ser) ha sido señalada: sin la rivalidad, ese accidente del amor únicamente puede concluir en el '<despecho" o en la "pena", pero no en los celos; por otra parte, el recelo, que sería de alguna manera una toma de conciencia de la rivalidad, sólo tiene sentido aquí si está lógicamente precedido por el apego; de otro modo se sale del cuadro estricto de los celos, para volver a encontrar una forma de "antagonismo" o de "emulación". Por último, el hecho de que los celos puedan ser provocados por el ser amado con el fin de obtener la "confesión de dependencia" o un amor más notorio, muestra que la pasión del "amor" es, en esa estrategia, a la vez un antecedente de los celos, bajo la forma del apego, y un subsecuente, bajo la forma del "deseo reactivado"; el apego amoroso puede 19 Ese modelo general ya ha sido -abordado empíricamente e ilustrado en algunas monografías: a propósito de la cólera, en particular (A.J. Greimas, "De la colere", Actes sémiotiques, Documents, París, CNRS, lll, 1981, 27; versión española, A.J. Greimas, Del sentido !l, ~tladrid, Editorial Gredas, S.A., 1989, pp. 255-280) y de la desesperanza (J. Fontanille, "Le désespoir", ibid., 1980, 16); su construcción ha sido esbozada y ha recibido una primera formulación teórica en "Le tumulte modal" (J. Fontanille, Acles sémiotiques, Bulletin, París, CNRS, Xí, 1987, 39). LOS CELOS 215 permancer subyacente, secreto o disimulado por pudor, y su carácter in- , trínsecamente posesivo y exclusivo es entonces la "palanca" modal en la cual se apoya 8 3 para obligar a 8 1 a manifestar la totalidad del dispositivo subyacente. Es como si, a partir del "apego exclusivo", una de entre las numerosas variaciones posibles fuera más particularmente sensible y provocara el sufrimiento y la confesión de 8 1: la estrategia de 8 3 consistiría entonces en buscar esa variante que es más sensible que las otras y hacerla aparecer en la interacción; globalmente, dentro de la secuencia pasional, la manipulación se presenta como un "hacer-parecer" que consistiría en hacer pasar el apego del estatuto de presupuesto implícito (el antecedente) al de comportamiento observable (el subsecuente). Todas esas dificultades, que pueden ser abordadas tanto en el nivel de los efectos de sentidos pasionales como en el nivel de las modalizaciones, garantizan la homogeneidad de los celos como macrosecuencia, ya que cada modalización produce un efecto de sentido particular que depende a la vez de su contenido modal propio y de su inserción en un lugar determinado del dispositivo global. De hecho, en última instancia, la especificidad de esos efectos de sentido se explica en todos los casos por la presencia de modalizaciones regentes, las del apego y la rivalidad. El principio de "todo se sostiene" que subtiende este análisis sintáctico del dispositivo pasional puede ser formulado de dos maneras: el efecto de sentido del dispositivo resulta de la asociación de los componentes y el efecto de sentido de c8.da componente resulta de su lugar en el dispositivo de conjunto. Esa coerción recíproca se aplica especialmente a las relaciones entre la microsecuencia y la macrosecuencia. o La microsecuencia Cada constituyente de la macrosecuencia es él mismo un dispositivo modal. Entre los cuatro retenidos para la macrosecuencia, sólo estudiaremos el de los celos en sentido restringido; es decir, situado en el momento de la crisis pasional. La microsecuencia -a la vez presuponente respecto de los antecedentes y presupuesta respecto de los subsecuentes- será llamada "constitutiva" de la pasión estudiada, en la medida en que contiene la transformación tímica especifica identificada hasta ahora como ''crisis pasional". La reactivación, complejo de amor y de odio que se puede traducir también, por .ejemplo, tanto por una adoración incondicional como por un secuestro o una venganza (cf La prisonniere [La prisionera] de Proust), presupone en general todos los celos, pero, más particular, e inmediatamente, un comportamiento o una actitud observables, por los cuales el celoso se manifiesta ostensiblemente como tal. En efecto, los querer (estarser y hacer) que surgen' en esta última etapa de la macrosecuencia presu- 216 LOS CELOS ponen una movilización global del sujeto apasionado: todos los roles que puede abarcar el actor -tímicos, cognoscitivos, pragmáticos- son afectados en bloque, lo que se traduce entre otros por el carácter figurativo mixto de la "actitud" o del "comportamiento" en cuestión, a la vez somático y físico. Ya habíamos observado el "sobresalto" de avaricia de Mme. de Bargeton; Alejandro Dumas nos ofrece, en El conde de Montecristo, una muestra de movilización pasional, pero más inquietante, en un celoso italiano: De son cóte, Luigi sentait naitre en luí un sentiment inconnu: c'était une douleur sourde qui le mordait au coeur d'abord, et la, toute frémissante, courait par ses vaines et s'emparait de tout son corps; il suivit des yeux les moindres mouvements de Teresa et de son cavalier; lorsque leurs mains se touchaient il ressentait des éblouissements, ses arteres battaient avec violence, et l'on eut dit que le son d'une cloche vibrait a ses oreilles. Lorsqu'ils se parlaient, quoique Teresa écoutat, timide et les yeux baissés, les discours de son cavalier, comme Luigi lisait dans les yeux ardents du beau jeune homme que ces discours étaient des louanges, il luí semblait que la terre tournait sous lui et que toutes les voix de l'enfer lui souffiaient des ídées de meurtre et d'assassinat. Alors, craignant de se laisser emporter asa folie, il se cramponnait d'une main a la charmille contre laquelle il était debout, et de l'autre il serrait d'un mouvement convulsif le poignard a u manche sculpté qui était passé dans sa ceinture et que, sans s'en apercevoir, il tirait quelquefois presque entier du fourreau. Luigi était jaloux! il sentait qu'emportée par sa nature coquette et orgueilleuse, Teresa pouvait lui échapper. 20 [Por su parte, Luigi sentía nacer en él un sentimiento desconocido: era un dolor sordo que le mordía primero el corazón, y ahí, estremeciéndose, corría por sus venas y se apoderaba de todo su cuerpo; seguía con los ojos los menores movimientos de Teresa y de su acompañante; cuando sus manos se tocaban, experimentaba un deslumbramiento, sus arterias latían con violencia y uno hubiera dicho que el sonido de una campana vibraba en sus oídos. Cuando se hablaban, aunque Teresa escuchaba, tímida y con los ojos bajos, el discurso de su acompañante, corno Luigi leía en los ojos ardientes del hermoso joven que sus discursos eran lisonjas, le parecía que la tierra giraba bajo sus pies y que todas las voces del infierno le soplaban palabras de muerte y de asesinato. Entonces, temiendo dejarse arrastrar por su locura, se agarraba con una mano a la bóveda contra la cual estaba parado, y con la otra oprimía con movimiento convulsivo el puñal de mango esculpido que estaba atado a su cinturón y que, sin darse cuenta, sacaba algunas veces casi enteramente de la vaina. ¡Luigi estaba celoso! Sentía que por su naturaleza coqueta y orgullosa, Teresa podía escapársele.] Encontramos en esa reproducción de los celos "italianos" todos los ele20 Le Comte de Monte-Cristo, cap. xxxm, "Bandits romains", París, Gallimard, Bibliotheque de la Pléiade, 1981, pp. 386-387. LVb l.iELV;:J mentos del dispositivo; en particular los de la microsecuencia pasional: el espectáculo ofrecido a 8 1, el sufrimiento, el poder-no-estar-ser ("ella podía escapársele") y la exclusión del espectador: Teresa completó una cuadrilla en la que no había ya lugar para ningún muchacho, y el texto, jugando así figurativamente con la cifra impar, traduce superficialmente la posición de la unidad integral respecto a la totalidad partitiva. Pero retendremos aquí sobre todo el hecho de que, por medio de las figuras que describen la manifestación celosa, un entremezclamiento de lo somático, de lo cognoscitivo, de lo fiduciario y de lo pasional se impone a la primera lectura: brutalmente, el dolor opera una conexión; después, una ruptura de isotopía en favor de lo somático, lo que remite a la imagen del propio cuerpo como un posible arquetipo del sujeto de estado. Además, en ese fragmento, el paso al acto, inminente pero retenido, y sobre todo el querer-hacer que supondría, está explícitamente presentado aquí como un efecto inmediato de la movilización global de los roles comprendidos por el actor; enamorado, receloso, violento, bandido, impulsivo, cruel: Luigi es todo eso sucesivamente, en función de las situaciones narrativas que se presentan, pero lo es todo a la vez en esa etapa precisa de los celos que sigue al sufrimiento y que precede el paso al acto. Tampoco es solamente un sujeto del quererhacer, ya que la movilización global de los roles que son suyos inserta aquí otras disposiciones aparte de la de los celos; es así, por ejemplo, en la irresistible tensión incoativa hacia el hacer que debe ser tan vigorosamente combatida y que resulta de la "impulsividad". Siguiendo hacia atrás el itinerario modal del celoso, en la cadena de las presuposiciones encontraríamos entonces, antes de un eventual paso al acto, la moralización (que retiene o anima a la mano armada con el puñal...); ésta recae sobre un comportamiento observable que es -lo vemos en el texto de Dumas- el recorrido figurativo asociado con la última modalización de la cadena. El comportamiento observable es una emoción, que se define aquí a la vez como una movilización de todos los roles y como apoyada en un no poder-no hacer; esa modalización da cuenta tanto de la agitación irreprimible, exterior e interior, que afecta al celoso, como de la manipulación tímica (y en parte reflexiva) por la cual el sujeto es completamente movilizado; en la dimensión cognoscitiva, tal modalización caracteriza además el hacer-saber incontrolable por el cual se traiciona ante los ojos de un observador y que podrá ser, al final del recorrido, el objeto de una evaluación ética. La emoción es aquí disfórica, puesto que es un sufrimiento resultado de una transformación tímica; en la secuencia modal, el sufrimiento conesponde a la adquisición del creer-no-estar-ser que da al celoso la certidumbre de su despojo o de su fracaso; llegado a ese punto, este último alcanzó la fase terminativa del recorrido fiduciario. Resumamos: en una misma etapa encontramos un estado tímico que 218 LOS CELOS resulta de una transformación (en el nivel semionarrativo), una emoción (en el nivel discursivo) y un comportamiento (el recorrido figurativo). En esa etapa se superponen dos modalizaciones, una modalización del estarser (creer-no-estar-ser) y una modalización del hacer (no-poder-hacer); pero esta última parece específica del ejemplo examinado y resulta de la inserción, dentro del recorrido propio de los celos, de un bloque modal específico del actor Luigi, la "impulsividad". En cuanto a los celos propiamente dichos, el sufrimiento, la emoción y el comportamiento descansan únicamente sobre el creer-no-estar-ser. El sufrimiento y la emoción presuponen ellos mismos la operación que los suscita, el "hacer-sufrir". Ahora bien, en el caso de los celos la transformación tímica es de naturaleza esencialmente cognoscitiva; está en efecto mediatizada por un "espectáculo", el de la "imagen" según Barthes, que traduce figurativamente el no-poder-estar-ser que resulta de la exclusión. Literalmente, la exclusión es puesta en escena figurativamente bajo la forma de un espectáculo ofrecido al celoso, y ese espectáculo que funciona a la vez como objeto de saber y como sujeto del hacer-creer, persuade a 8 1 de su infortunio y provoca la transformación disfórica; en Dumas se ha visto que el carácter exclusivo de la escena era traducido por la figura cerrada de la cuadrilla. La "puesta en escena", el "espectáculo", la "imagen" comprenden entonces una estrategia cognoscitiva cuya consecuencia es tímica. Si nos representamos la transformación tímica como un hacer, ella comporta un estado resultante (el sufrimiento), una operación (el espectáculo exclusivo), unos operadores (los actores de la escena) y un sujeto de estado (el celoso sufriente); el celoso puede desempeñar varios roles y ser a la vez, del lado del operador, director de escena y, del lado del sujeto de estado, sujeto sufriente. El espectáculo mismo cristaliza la "prueba" esperada y requiere para eso una competencia cognoscitiva; puesto que la transformación tímica adopta, esencialmente, un programa de uso cognoscitivo, hay que prever para este último una etapa de adquisición de las competencias cognoscitivas. Dados los lazos estrechos que unen lo cognoscitivo y lo tímico, el saber-hacer-sufrir consistirá entonces frecuentemente en un querer-observar y en un saber-indagar. El conjunto de la competenciacognoscitiva del celoso se reduce a veces al sentimiento de que "hay algo que saber", ese metasaber que hemos reconocido en la "sospecha". La ruptura del contrato fiduciario -susceptible de algunos otros desarrollos en la fase previa a la crisis celosa- prepara sin embargo la aparición de un nuevo tipo de sujeto: un sujeto cognoscitivo "suspicaz", verdadero Sherlock Holmes desgraciado. Quiere decir que la sintaxis pasional comporta una "memoria" y que, a pesar de las transformaciones modales que uno observa, cada posi-ción encontrada en el recorrido no cesa de producir sus efectos aun cuando está rebasada. LOS CELOS 219 En todo caso, la sospecha y la competencia cognoscitiva que condensa no se bastan con una desconfianza anterior, y la ruptura del contrato fiduciario sólo explica parcialmente el desencadenamiento de la búsqueda cognoscitiva. Es, por cierto, necesario saber que hay "algo que saber", pero hace falta todavía que ese "algo" no sea "casi nada"; la sospecha no desemboca en una indagación si el "algo que saber'' coincide con una valencia, es decir, con una sombra de valor que, por definición, no puede ser conocida por un sujeto cognoscitivo, sino solamente captada por un sujeto tensivo; nuestro Sherlock Holmes celoso no está animado por la curiosidad, sino por el sentimiento de que el dispositivo de exclusión que ha instalado está amenazado. Faltaría entonces suponer -para explicar que la sospecha celosa selecciona por así decir una categoría potencial de objetos- que en la microsecuencia él mismo presupone una posición modal indeterminada que seüalaría el reembrague sobre el sujeto tensivo; esa posición será identificada aquí como una inquietud. La inquietud es al hacer tímico lo que la emoción es al hacer somático: una movilización del sujeto tímico, obtenida por reembrague. Tuvimos la ocasión de anotar que el celoso estaba "agitado", "preocupado", "inquido", es decir, enteramente absorbido por la oscilación fórica que engendra la tensión entre el apego y la rivalidad, tensión insoluble que subtiende el conjunto de la configuración. Para que el conjunto de la configuración pueda ser puesto en discurso como un simulacro, un desembrague debe asegurar 1a disjunción con el discurso de acogida y un reembrague sobre el sujeto tensivo desencadenar la crisis pasional propiamente dicha. Por eso la inquietud, que apareció ya como uno de los presupuestos de la crisis celosa, nos parece especialmente designada para ocupar esa posición presupuesta por la sospecha. También la "movilización tímica" es aquí tensiva: los presupuestos de los celos, el apego y la rivalidad, son condensados y convertidos en inquietud por el reembrague; la desconfianza es convertida en sospecha, y, en cierta forma, el metasaber del cual procede opera como un "discernimiento" sobre una valencia cognoscitiva en las oscilaciones de la foria, discernimiento que va a permitir después conocer y no solamente sentir. Lo que hemos llamado intuitivamente la "crisis pasional" abarca de hecho dos operaciones decisivas que permitirían definir la microsecuencia constitutiva y distinguirla de los otros componentes de la macrosecuencia: ellos son el reembrague sobre el sujeto tensiuo y la transformación túnica. Al final de la "crisis", un desembrague interviene gracias a la emoción que autoriza eventualmente el paso al acto, pero que puede desembocar también en una nueva pasión. 0 Los simulacros existenciales La hipótesis de partida era que dentro del simulacro pasional una trayec- 220 LOS CELOS toria existencial venía a superponerse a la sintaxis intermodal y le aportaba una armadura sintáctica previsible. La hipótesis se verifica aquí, puesto que se puede mostrar sin dificultad que la microsecuencia se desarrolla desde el fondo de una trayectoria existencial canónica. La inquietud, esa preocupación del sujeto absorbido por un apego amenazado, resulta de una posición de conjunción al menos imaginaria --esa especie de conjunción simulada que resiste a todos los azares de las junciones efectivas. El sujeto inquieto sería entonces un sujeto que tiene algo que perder, un sujeto realizado. La sospecha y el querer-saber que de ahí resulta disocian al celoso de su objeto: la conjunción no está más en un segundo plano, en la medida en que por la sospecha el celoso es desviado del objeto de valor y parte en busca del saber sobre sus copartícipes a partir del simple discernimiento de una valencia: se ha convertido, pues, en un sujeto virtualizado. La exclusión puesta en escena por el espectáculo dado por SjS 3 pone al sujeto frente a su objeto, pero en el modo de la disyunción; frente al espectáculo que se le ofrece, 8 1 mide la distancia que lo separa de 8 3; por ese hecho llega a ser un sujeto actualizado. Por último, la emoción en cuanto tal produce para el celoso un comportamiento observable, al menos interiormente, hace de nuevo salir al celoso del área de la junción: la relación con el objeto de valor importa menos en esa etapa que la relación de sí consigo o la relación de sí con los otros. La figuras ulteriores del dominio de sí, de la moralización de las manifestaciones pasionales, dan testimonio de ese cambio. Además, por la movilización de todos los papeles que lo constituyen, el celoso reafirma su identidad de sujeto discursivo y prepara también una eventual reafirmación de sus derechos y de sus deseos. La emoción acaba entonces el recorrido instalando al celoso en la posición del sujeto potencializado. Los dos recorridos están entonces en fase, sea como "imagen objetivo" común -la de un celoso en el que el apego posesivo y exclusivo es reactivado-, sea como un querer bajo la forma de deseos de venganza, de posesión o de secuestro. El conjunto puede ser resumido así: SUJETO REALIZADO SUJETO ACTUALIZADO moralización/inquietud visión exclusiva A 1 emoción sospecha SUJETO POTENCIALIZADO SUJETO VIRTUALIZADO LOS CELOS 221 A pesar de su aparente complejidad, la organización general de la disposición y de la trayectoria existencial se basa en una transformación global muy simple: un dispositivo modal fundado en "deberes" engendra un dispositivo modal fundado en "quereres"; la casi totalidad de los cambios observados en la macrosecuencia como en la microsecuencia convergen en esa modificación progresiva del equipo modal del celoso. Ésa sería de alguna manera la historia de un sujeto inquieto que la adversidad "fija" y orienta, incluso convierte en una monomanía, pero también la de un sujeto que en su relación con los objetos de valor aprende a no contar más pasivamente con cierto "estado de cosas", en un orden del mundo en el que él tendría su sitio, y que, por el contrario, se pone a quererlo intensamente e incluso, eventualmente, a hacer como que lo obtiene. LA PUESTA EN DISCURSO: LOS CELOS EN WS TEXTOS Dado que era observada esencialmente a partir de un corpus lexicográfico, la puesta en discurso de la avaricia ponía al descubierto las dos operaciones fundamentales de la convocación colectiva o individual de las estructuras semionarrativas, la sensibilización y la moralización, y, en menor grado, la aspectualización de la pasión. La puesta en discurso de los celos será observada en los textos literarios y esa elección permitirá explorar más adelante la aspectualización bajo todas sus formas. En efecto, durante la puesta en discurso en los textos, el procedimiento de expansión obliga a emplear en gran escala las reglas del despliegue sintáctico de la pasión, así como sus transgresiones. Vemos cómo, por ejemplo, los cinco componentes de la microsecuencia, la inquietud, la sospecha, el espectáculo, el sufrimiento y la emoción moralizada son atemporales tal y como la presuposición los ha construido: pueden perfectamente invertirse, manifestarse simultáneamente o sucederse en el orden canónico. Falta entonces examinar, entre otras, las condiciones en las cuales esas disposiciones pueden ser espacializadas, temporalizadas y, para comenzar, desplegadas en un esquema patémico canónico. Además, el modelo construido es puesto a prueba frente a los textos. Si el modelo es adecuado, su aplicación debe corresponder a la intuición de un lector cultivado; si es heurístico, debe hacer aparecer en el texto articulaciones del contenido que una lectura intuitiva no habría notado; si es explicativo, debe permitir dar cuenta de las manifestaciones que desvían y de las incompletas. El texto aparece desde ese punto de vista como un laboratorio en el que son estudiados experimentalmente los casos límite, en el que la pertinencia es provocada en sus últimos baluartes; si el modelo permite responder a la pregunta ¿por qué fulano o perengano es celoso?, debe 222 LOS CELOS permitir también decir por qué algún otro no lo es. Con el estudio de los celos en los textos de Otelo,. de Shakespeare, Un amor de Swann y La prisionera, de Proust, La celosía, de Robbe-Grillet, así como de algunas escenas de Racine, pasamos entonces en cierto modo a los ejercicios prácticos. Dos componentes de .la puesta en discurso serán distinguidos a continuación: el componente sintáctico, por un lado, que comprende la aspectualización del proceso y sus diferentes figuras espaciales, temporales y actoriales y, por el otro, el componente semántico, que comprende los vertimientos semánticos y las manifestaciones figurativas de las diferentes modalizaciones. Aspectualización: el componente sintáctico La convocación de las transformaciones en discurso, que las convierte en proceso, implica sacar partido del cambio. Lo que puede ser aprehendido como una transformación entre dos enunciados de estado asegurada por un hacer en el nivel semionarrativo, aparecerá en el nivel discursivo como un encadenamiento de etapas, de pruebas y de actos. _El "sacar partido" de la transformación consiste en desplegar durante la manifestación los constituyentes discursivos de lo que, en inmanencia, podía ser pensado como una operación narrativa única, conjunción o disjunción. De ahí que postulemos un desembrague que pluraliza la transformación para hacer un proceso, paralelamente a la convocación discursiva. Pero la transformación semionarrativa no es la única en ser convocada en discurso para constituir el proceso: las modulaciones del devenir, el cambio tensivo y continuo, también lo son; por esa razón, la aspectualización del proceso produce a la vez efectos continuos y efectos discontinuos. También va a vacilar esa aspectualización, según si el punto de vista adoptado se decide por las primeras o las segundas, entre la demarcación y la segmentación. La cohabitación de esos dos tipos de propiedades en el discurso es sin duda el precio que se debe pagar para que, más allá de la fragmentación que engendra el desembrague, el proceso comprenda una homogeneidad que, no obstante, manifiesta la unicidad de la transformación; se podría entonces considerar que la intervención de la tensividad en el proceso se acompaña de un reembrague homogeneizante en respuesta al desembrague pluralizador. Puede entonces concebirse a la aspectualización como la gestión discursiva de la pluralidad obtenida por el desembrague fundador. Para comenzar, más acá incluso de la manifestación figurativa, se distinguirán dos grandes formas que sólo intervienen en última instancia. Una primera forma que engendra esquemas discursivos canónicos consiste en proyectar una organización lógica que transforma la pluralidad en con- LOS CELOS 223 catenación ordenada. El esquema narrativo canónico, reconstruido por presuposición y que define las etapas lógicas del proceso, 21 es el ejemplo más conocido de ese tipo de aspectualización. El responsable de esa proyección es lo que tradicionalmente denominamos "narrador'', quien tendría en cierta forma "almacenado" todo el saber hacer narrativo elaborado por la cultura en la cual es realizado el discurso. En cambio, el otro tipo ele aspectualización hace inten·cnir un ~~obser­ vador", dotado con una competencia cognoscitiva variable y susceptible de ser desembragada en el enunciado. Ese observador pone en perspectiva las diferentes etapas del proceso, establece las demarcaciones y produce por ejemplo la serie "incoativo, durativo, terminativo", así comoJas chferentes formas de la duratividad -"puntualidad, iteratividad ... "- a propósito de las cuales habíamos ya notado que suponían una variación de la competencia de observación, especialmente en lo que concierne a la capacidad de prever y de identificar las diferentes ocurrencias. Los esquemas discursivos pasionales: fonnas canónicas 0 La macrosecuencia A partir de los segmentos intuitivamente reconocidos y ele los lazos de presuposición que unen a los diversos avatares del dispositivo modal ele los celos, hemos podido establecer un vasto sintagma modal que combina una macrosecuencia englobante y una microsecuencia constitutiva. La macrosecuencia es una especie de dispositivo patémico, mientras que la microsecuencia da cuenta más particularmente ele los encadenamientos modales propios de la crisis pasional. Su encajamiento da el resultado del esquema de la siguiente página: La macrosecuencia adopta aquí globalmente el desarrollo de una secuencia polémica, testimoniando el rol rector ele la rivalidad en la con- 21 El esquema narrativo canónico es frecuente e impropiamente considerado como perteneciente de manera legítima al nivel semionarrativo; ele hecho, no tiene nada de un universal, porque se presenta como una construcción ideológica propia para dar cuenta de la manera como, superficialmente, el sujeto narrativo organiza su recorrido para dar un sentido a su proyecto ele vida y porque funciona como una rejilla de lectura cultural -Paul Ricoeur diría que nuestra comprehensión del relato pasa por una primera aprehensión en que las herramientas son proporcionadas por la cultura a la cual pertenecemos. En ese sentido, el esquema narrativo canónico sería a lo más un primitivo instalado en el nivel semionarrativo por el procedimiento retroactivo que hemos considerado para las disposiciones pasionales: el uso colectivo da origen a un estereotipo cultural, que figura después en el almacén disponible para una nueva convocación en discurso. 224 APEGO -7 EXCLUSIVO LOS CELOS DESCONF~ZA RECELOSA -7 inquietud sospecha visión exclusiva emoción moralización -1 AMOR ODIO figuración. La confrontación es implicada a la vez por el apego exclusivo y por el recelo, concebido como una toma de conciencia de la rivalidad y de la amenaza. La desconfianza se presenta como una forma de la dominación al desencadenar la crisis fiduciaria; en efecto, en esa etapa el celoso puede reconocer los méritos de su rival y su "derecho al objeto", incluso se devalúa a sí mismo, lo que es otra manera de considerar que el rival lo va a superar. En el modo del simulacro, la crisis celosa misma ocupa el lugar de la apropiación y del desposeimiento, porque da a S 1 el espectáculo de la conjunción entre S2 y 0,8 3 . Para terminar, se puede identificar por una y otra parte de la prueba un equivalente del contrato previo en el apego inicial, y una contraprueba en la reactivación final, gracias a la cual el celoso retoma la iniciativa. Se podría adelantar aquí, por generalización, a título de hipótesis, que la macrosecuencia de un dispositivo patémico obedece a la lógica aspectual del esquema narrativo canónico. Durante la puesta en discurso, las presuposiciones entre los dispositivos modales específicos de cada rol patémico de base son reinterpretadas desde el punto de vista de la lógica sintáctica discursiva, de manera que la secuencia modal aparece, entonces, como un encadenamiento de etapas generalizable que rige la competencia discursiva de un narrador. e La microsecuencia Por el contrario, la microsecuencia parece obedecer a una lógica estrictamente patémica. La aspectualización de la secuencia modal constitutiva produce ciertamente un esquema en el que se ha reconocido progresivamente las etapas sucesivas a propósito de la avaricia y luego de los celos. La inquietud constituye al sujeto apasionado, puesto que comporta un reembrague sobre el sujeto tensivo; independientemente del apego mismo, ella determina en efecto una cierta "propensión" a la crisis pasional, cualquiera que ésta sea. La inquietud pone en movimiento la dinámica modal y desemboca en la crisis de celos si el reembrague opera en el campo de un apego exclusivo. La pregunta que se plantea es: ¿dónde comienza el proceso pasional propiamente dicho? De ahí la segunda cuestión: ¿en la cadena discursiva, dónde comienza la tensión patémica específica de la pasión estudiada? Se denominará constitución a la etapa que corresponde LVu vDDVu al reembrague en que previamente es definido el estilo tensivo del sujeto apasionado, que en el caso de los celos toma la forma de una oscilación tímica que no llega a polarizarse. Según las épocas, las culturas y los autores, la constitución será interpretada como un "temperamento" (en Stendhal o en Proust), como un <'destino" (en Racine) o incluso como el surgimiento del caos vital (en Shakespeare). La constitución del sujeto apasionado es pues, la fase que procura al conjunto del proceso su estilo semiótico. 1 Está por realizarse el estudio de los estilos semióticos, a partir de las modulaciones de la tensión; se trata, para la semiótica por venir, de un importante dominio de investigación que tendría corno objetivo a la vez una teoría de la aspectualización y una exploración de las manifestaciones pasionales. Las evasivas de la veleidad, la languidez del aburrimiento, junto a la agitación de la inquietud, serían algunas de la fom1as por elucidar. N.B. La sospecha y la búsqueda que de ahí resultan procuran luego al celoso las calificaciones requeridas para la visión exclusiva, como en una búsqueda de las modalizaciones necesarias para la performance tímica. Además, el que conduce la búsqueda no es forzosamente el celoso: Swann comparte las dificultades con sus amigos o incluso con profesionales. Desde ese punto de vista, los estereotipos sociales de los celos casi han entrado en las instituciones, puesto que una gran parte de la actividad de los detectives privados está tradicionalmente consagrada a ese género de búsqueda. Otelo, por su parte, no se rebaja al punto de contratar a un investigador, pero solicita después de todo a Yago el "hacerle ver" la cosa. La sospecha y la búsqueda, en la medida en que concurren para instalar en el celoso un dispositivo modal sensibilizado, corresponden a la disposición. Se notará a ese respecto que, aun si el hacer cognoscitivo es delegado a otros actores, el celoso continúa siendo el sujeto de estado (sospechoso, difidente) que recibe las modalizaciones sensibles. La visión exclusiva y la adquisición de la certidumbre que abarcan la transformación tímica principal podrían ser generalizadas y denominadas patemización. El resultado de la patemización será una emoción, definida como un estado patémico que afecta y moviliza todos los roles del sujeto apasionado. En fin, la emoción se manifiesta por medio de un comportamiento observable, que es el objeto principal de las evaluaciones éticas y estéticas que hemos convenido en llamar moralización. Si la crisis celosa es "narrable", se debe a que obedece a una lógica discursiva proyectada por aspectualización en las presuposiciones modales y porque se organiza en un esquema patémico canónico que tendría la forma siguiente: 226 LOS CELOS CONSTITUCIÓN SENSIBILIZACIÓN MORALIZACIÓN , DISPOSICIÓN PATEMIZACIÓN EMOCIÓN La constitución, la sensibilización y la moralización han sido reconocidas como los tres grandes modos de construcción de los universos pasionales connotativos que controlan las culturas individuales y colectivas. 22 Por esa razón, esos tres segmentos comportan,· en el esquema· patémico canónico, referencias a las axiólogías pasionales y, más particularmente, a aquellas que aseguran la regulación de las relaciones sociales e interindividuales; para eso, convocan rejillas ideolectales y sociolectales de representación de la pasión, de sus causas, de sus efectos, de sus criterios de identificación y de evaluación. Finalmente, la disposición, la patemización y la emoción son las etapas sucesivas del proceso pasional propiamente dicho, por el cual el sujeto se encuentra conjunto con el objeto tímico. Los esquemas pasionales: realizaciones concretas e Los amores fiduciarios de Roxane La sintaxis general de los celos procura unidades discursivas y no unidades textuales; tampoco la ubicación de una forma aspectual del proceso permite prever el orden de aparición lineal de las etapas de la pasión durante la manifestación. El examen de algunas realizaciones concretas debería permitir esbozar un principio de variación textual. Por ejemplo, se puede buscar la confirmación y la verificación en Racine. Alrededor del personaje de Roxane, Bajazet ofrece una realización casi íntegra y particularmente detallada de la macrosecuencia. El apego es, para comenzar, cuidadosamente justificado, sobre el modo del deber"estar-ser: ... meme témérité, périls et crainte commune Lierent pour jamais leurs coeurs et leurs fortunes.23 [...·la misma. temeridad, peligro y temor comunes unirán para siempre sus corazones y sus fortunas.] 22 2.., Cf. supra, "A propósito de la avaricia" ) "La sensibilización". ':Acto I, escena l. Cursivas nuestras. 227 LOS CELOS La confianza es también solicitada, pero ahora como el negativo de la desconfianza: Je veux que devant moi, sa bouche ét son visage Me décomTent son coeur sans me laisser d'ombrage. 24 [Quiero que en mi presencia, su boca y su rostro me revelen su corazón sin dejarme receloso.] Puede uno obtenerla también gracias a un primer "don de la fe", que repercute la "confesión de dependencia": J ustifiez la foi queje vous ai donné ... 25 [Justificad la fe que os he dado ... ] El acto II está enteramente consagrado a la proposición y a la aceptación del contrato fiduciario; el otorgamiento del contrato se sitúa entre los actos II y III y sólo es evocado por presuposición al inicio del acto m; aparecen muy rápido el recelo y el estremecimiento fiduciario. Los actos III y rv son, para Roxane, los de la crisis celosa; para comenzar, encontramos la inquietud: Ce jour me jette dans quelque inquiétude. 26 [Este día me infunde alguna inquietud.] Sigue la difidencia, después la visión exclusiva suscitada por la misma Roxane (S 1), bajo la forma de una trampa tendida a Bajazet y Atalide, es decir, a S 3 y S 2, respectivamente. El aspecto "espectacular" de la visión exclusiva no procede solamente de las exigencias de la representación teatral, es dictado aquí por el esquema patémico de los celos: al lado de las transformaciones epistémicas y veridictorias que revelan a Roxane la indiferencia de Bajazet para con ella y su amor por Atalide, transformaciones suficientes en una lógica que sólo sería cognoscitiva, hay que tener en cuenta la transformación tímica que únicamente puede acaecer por la puesta en escena del simulacro figurativo de la conjunción entre S 2 y S 3 . En ese momento de la secuencia pasional, S 1 (Roxane) y S 3 (Bajazet) no tienen otra cosa para intercambiar que manifestaciones de crueldad y de indiferencia, así como manipulaciones tímicas. Por lo demás, la realización canónica de la macrosecuencia es cuida24 1, 2fi 11, Acto Acto 26 Acto escena 3. Cursivas nuestras. escena l. lll, escena 6. 228 LOS CELOS dosamente articulada en el recorrido de las transformaciones fiduciarias. Cada puesto de ese recorrido procura una forma particular al apego de Roxane; sucesivamente: el apego confiado, el apego desconfiado y receloso, el apego difidente. Pero Bajazet ofrece además una realización del cuarto puesto, anterior al apego confiante mismo que correspondería a un apego por "abandono de difidencia", bajo la forma ya encontrada del "don de la fe". El don de la fe se describe más específicarmente como una renuncia (una negación) por la cual S 1 se rinde a 8 3, por la cual la amante se pone a la merced del amado; lo que permite comprender retrospectivamente por qué, en Stendhal, los celos gustan a las mujeres, quienes los suscitan como para obtener un reconocimiento de su poder. El encadenamiento de las diversas formas del apego se basa, por consiguiente, en una estrategia amorosa compleja, en la que la confianza y la difidencia suponen una reciprocidad entre S 1 y 8 3 . Se trata de un intercambio de beneficios tímicos en un caso e intercambio de malos procederes en el otro, y en el que la desconfianza y la ausencia de difidencia suponen en cambio la ausencia de reciprocidad, una actitud amorosa unilateral en la que 8 1 se compromete o se libera según el caso, pero siempre sin contraparte. En suma, el recorrido de las transformaciones fiduciarias revela un recorrido figurativo en el amor que tendría la siguiente forma: reciprocidad intercambio amoroso ·~ prueba amorosa reserva amorosa don amoroso unilateralidad Este tipo de recorrido explica en parte la recurrencia de la secuencia pasional: los celos, aunque globalmente organizados en el principio del esquema discursivo, pueden recorrer varias veces la secuencia, pero guardando en cada intervalo el "recuerdo" de las traiciones, de las defecciones y de las renuncias anteriores. 0 Los vestigios del esquema narrativo en La celosía Si nos volvemos ahora hacia las realizaciones no canónicas, como la novela de Robbe-Grillet La celosía, se descubre una opción muy diferente: la sintaxis de los celos es respetada globalmente, pero de manera paradójica la dimensión tímica está ausente de la novela. También la confianza, la difidencia, el sufrimiento y sus equivalentes están excluidos de la manifestación. En cambio, en cada una de las etapas de la secuencia pasional, todo lo que toca a lo pragmático y a lo cognoscitivo está cuidadosamente restituido. El apego se deja ver, pero únicamente como contemplación de la belleza sensual del personaje denominado A ... (i.e.: S')) y sin que uno pueda verdaderamente diferenciarlo de la contemplació; del ciempiés o de la de los plátanos también tan frecuentes, si no es que más. Igualmente, el recelo está ahí, pero sin que se manifieste ninguna desconfianza; uno nota a lo más comentarios sobre la indiscreción de S 2, y una serie de observaciones prácticas que señalan la presencia invasora de un tercer personaje masculino en la pareja: Bien qu'il ne se livre a aucun geste excessif, bien qu'il tienne sa cuillere de fa<;:on convenable et avale le liquide sans faire de bruit, il semble mettre en oeuvre, pour cette modeste besogne, une énergie et un entrain démesurés. [... ] il manque de discrétion. 27 [Aunque no se abandona a ningún gesto excesivo, aunque sujeta su cuchara correctamente y traga el líquido sin hacer ruido, para esa modesta tarea parece aplicar una energía y una pujanza desmesuradas. [... ] carece ele discreción.] Franck raconte une histoire de voiture en panne, riant et faisant des gestes avec une énergie et un entrain démesurés. 28 [Riendo y haciendo gestos con una energía y una pujanza desmesuradas, Franck cuenta una historia de un auto descompuesto.] El texto es explícito al menos en un punto: el carácter invasor del personaje no se debe a un comportamiento objetivamente excesivo o impropio ("aunque no se abandona a ningún gesto excesivo"); lo que él intenta implícitamente aprehender por medio de la manifestación de una energía extraüa en el campo exclusivo de 8 1 es la emergencia de la sombra de un rival, de un sitio hostil que se dibuja en el territorio visual de 8 1. La "discreción", en este caso, sería la transposición cognoscitiva del respeto de la unidad exclusiva que 8 1 ha creado, y la falta de discreción la de una usurpación cualquiera en esa unidad exclusiva; reprochar a 8 3 su falta de discreción es pues presuponer la existencia de la exclusividad. La ruptura del contrato fiduciario y la desconfianza son patentes, pero únicamente por presuposición y catálisis: a partir de posiciones de ob27 París, Ed. de Minuit, 1957, p. 23. p. 110. 28 !bid., 230 LOS CELOS servaciones incómodas, por ejemplo, el narrador emite discretamente clusiones que presuponen su desconfianza respecto a 8 2 o a 8 3: con~ ... impossible de contr8ler .. ." [. .. imposible controlar ... ] ... le visage de Franck, presque a contre-jour, ne liure pas la moindre impression. [... casi a contraluz, el rostro de Franck no revela la menor impresión.] ".. .les traits de A... , de trois quarts arriere, ne laissent ríen apercevoir. [.. .los rasgos de A ... , de tres cuartos por atrás, nada dejan distinguir.] La ausencia de saber, constatada incidentemente en el transcurso de la descripción, es atribuida no a una incapacidad intrínseca del observador, sino a un ocultamiento del informador, quien no "deja" ver que no "da" nada; ciertamente, se trata de una estrategia de descripción bastante trivial, consistente en proyectar sobre el objeto las coerciones impuestas por la focalización y en atribuirles una pretendida intención; sin embargo, esa trivialidad comprende una conversión actancial que está lejos de ser trivial en sí misma (la conversión de un objeto en sujeto): es una de las fluctuaciones posibles de los dispositivos actanciales en el interior de los simulacros suscitados por los celos. Además, esa desconfianza nacida del no saber de 8 1 presupone al menos un metasaber, que se apoya en el hecho de que habría algo que ver (en el rostro de A ... o en el de Franck); es así como nace la sospecha. Ya no encontramos la emoción entre las etapas de la microsecuencia, puesto que es exclusivamente timica y está fundada en el sufrimiento; en cambio, queda algo de la inquietud en la medida en que puede manifestarse como una simple oscilación, sin otra precisión que tenga que ver con la euforia y con la disforia; también toma aquí la vía de alternativas cognoscitivas no decidibles, que surgen a cada instante: A... ¿comió o no (p. 24)? A... ¿regresará antes del anochecer o no (pp. 122-130)? Por otra parte, se reconoce sin dificultad la búsqueda celosa, ya que es esencialmente cognoscitiva; se asiste a la compilación de índices, a la constitución de una red cognoscitiva. Pero falta siempre la prueba y la certidumbre; comparando esa ausencia con la de toda manifestación tímica, somos llevados a pensar que la segunda explica la primera: la prueba y la certidumbre sólo ocurrirían en los celos, llamadas por una espera inquieta, a la cual estarían en posibilidades de aportar un alivio de naturaleza tímica y ya no cognoscitiva. También el pesquisidor de Robbe-Grillet se queda en los ires ··y venires entre los indicios, en la repetición de las mismas figuras y de las mismas escenas s:in que ninguna parezca decisiva: la contracción textual de lo tímico impide toda manifestación del creer. LOS CELOS 231 Para terminar, constatemos en esa novela la omnipresencia de la visión exclusiva; 8 2 y 8 3 están en sus sillones, 8 1 está en un sillón apartado; 8 2 y 8 3 son de la misma opinión, 8 1 tiene otra opinión; 8 2 y 8 3 han leído la misma novela, que 8 1 no conoce, y así sucesivamente. La representación de la pareja S:/8 3 está en el centro de los motivos narrativos: la comida, el aperitivo, la salida, el regreso, la lectura; la descripción invade el texto porque el relato no es otra cosa que la yuxtaposición de las "escenas" ofrecidas a 8 1 por S:/8 3 . Así es como la técnica propia de la Nueva Novela (JVouueau Roman) se encuentra resemantizada, remotivada dentro de la configuración de los celos. Con la ausencia de la dimensión tímica, el texto de Robbe-Grillet sólo guardó la huella de la sintaxis pasional: como algunas rocas duras resistentes a la erosión, uno sólo encuentra las modificaciones y modalizaciones proyectadas por el recorrido pasional en las dimensiones pragmática y cognoscitiva, pero sin que este último esté directamente textualizado. La huella como procedimiento de textualización encuentra un eco metadiscursivo explícito en las '~huellas", figuras del mundo natural, descritas en la misma novela: huella del ciempiés aplastado sobre el muro o huella de palabras y de letras sobre la carpeta de un escritorio. Los límites impuestos al saber del narrador no son suficientes para dar cuenta de ese procedimiento, puesto que no se trata solamente de focalización; el efecto de "huella" resulta de una verdadera erosión discursiva, una forma de textualización que rebasa la cuestión del modo narrativo. En esa novela la configuración pasional es tratada como un marco de reglas discursivas implícitas, que no aparecen como tales pero que determinan el texto por completo. Esa tentativa literaria prueba a la vez la dependencia y la autonomía de la dimensión tímica con respecto a las otras dos: dependencia, porque el efecto de sentido pasional no está menos presente en las modalizaciones de las otras dos dimensiones; autonomía, porque puede estar totalmente implícita sin que eso afecte a la inteligibilidad del texto. G Diseminación y agitación en Un amor de Swann En Proust, por el contrario, es el conjunto de las presuposiciones y de los encadenamientos sintácticos el que se encuentra cuestionado. Por una parte, el principio es reafirmado, porque la presuposición sintáctica es una de las herramientas explicativas más poderosas del análisis psicológico proustiano; por la otra, ese principio es sin cesar trastornado por la permanencia y la recurrencia de las mismas crisis o disposiciones pasionales a lo largo de toda la novela. Nos enteramos así de que un amor puede nacer sin el deseo inicial, como una historia puede comenzar in medias res: 232 LOS CELOS En reconnaissant un de ses [de l'amour} symptómes, nous nous rappelons, nous faisons renaitre les autres. Comme nous possédons sa chanson, gravée en nous tout en ti ere, nous n'avons pas besoin qu'une femme nous en dise .le début [.. .} pour en trouver la suite.29 [Al reconocer uno de sus síntomas [del amor}, nos acordamos, hacemos renacer a los otros. Como poseemos su canción, grabada toda entera en nosotros, no necesitamos que una mujer nos diga el principio [. .. ] para encontrar la continuación.] Pero hay que observar inmediatamente que el enamorado que se muestra capaz de ese tipo de presuposiciones es un hombre de experiencia que "ha sido varias veces tocado por el amor", y ya que dispone del metasaber necesario puede comportarse como el narrador de su propio recorrido pasional; en ese sentido, la pasión llega a ser una cadena de sucesos inscrita en competencia, que uno puede sin pe:rjuicio tomar por la mitad: todo el resto se reconstituye por presuposición. En cierta forma, Proust subraya así el estatuto de estereotipo cultural de esos esquemas discursivos: habiendo "grabado en nosotros" toda la secuencia, la experiencia o la memoria resurgirá siempre en un solo bloque. Otra manifestación de la competencia discursiva del sujeto apasionado: por un simple recuerdo uno puede sufrir durante mucho tiempo de la misma manera y con la misma intensidad: La souffrance ancienne le refaisait tel qu'il était avant qu'Odette ne parlat: ignorant, confiant; sa cruelle jalousie le repla9ait, pour le faire frapper par l'aveu d'Odette, dans la position de quelqu'un qui ne sait pas encore. 30 [El antiguo sufrimiento lo colocaba de nuevo en el estado que estaba antes de que hablara Odette: ignorante, confiado; sus crueles celos, para hacerlo temblar por la confesión de Odette, lo volvían a poner en la posición del que todavía no sabe ... } La capacidad para operar presuposiciones aparece aquí todavía como una propiedad del sujeto apasionado, como un componente de su competencia tímica; aquímismo el sufrimiento resucita el apego confiado inicial, como si merced a la presuposición el celoso estuviera programado para revivir, en cada ocurrencia, todas las etapas de su pasión: ilustración esplendorosa de la preeminencia de la sintaxis en el mecanismo pasional, puesto que el sufrimiento de los celos sólo puede serlo a condición de que el sujeto reconstruya y recorra en cada momento todas las etapas anteriores, regresando al principio mismo, y que vuelva a conocer de nuevo todos los imprevistos modales. No obstante, eso no impide que la sintaxis canónica sea perturbada y complicada por la recurrencia de las crisis celosas. Es como si, en cada 29 30 A la recherche du temps perdu, op. cit., t. 1, pp. 196-197. A la recherche du temps perdu, op. cit., t. I, p. 368. LOS CELOS 233 una de las etapas de la macrosecuencia -apego exclusivo, recelo y desconfianza ... - el sujeto apasionado desempeñara ya la escena crucial de los celos propiamente dichos. Por ejemplo, un esbozo de microsecuencia celosa aparece desde la ubicación del apego exclusivo: De tous les modes de production de l'amour, de tous les agents de dissémination du mal sacré, il est bien l'un des plus efficaces, ce grand souffie d'agitation qui passe parfois sur nous. Alors l'etre avec qui nous plaisons a ce moment-la, le sort en est jeté, c'est lui que nous aimerons. [... ] Ce qu'il fallait, c'est que notre gout pour lui devint exclusif.31 [De todos los modos de producción del amor, de todos los agentes de diseminación del mal sagrado, ese gran soplo de agitación que pasa a veces sobre nosotros es uno de los más eficaces. Entonces la suerte está echada, el ser con quien coqueteamos en ese momento será a quien amemos [... } Sólo haria falta que se convirtiese en exclusivo nuestro gusto por él.] Antes de experimentar ese gusto exclusivo por Odette, Swann sólo la había notado como objeto estético (un Botticelli). Esa tarde, cuando la busca en París, la agitación que lo atrapa transforma en inquietud y sufrimiento la certidumbre tranquila que tenía de encontrarla en la casa de los Verdurin; ese sufrimiento transforma el deber-estar-ser de la primera confianza en querer-estar-ser y querer-hacer, que Proust traduce como "la insensata y dolorosa necesidad de poseerla" (p. 231), de la misma forma que el sufrimiento de la crisis celosa propiamente dicha conlleva una reactivación del amor. Lo que hace decir a varios comentaristas que el amor nace aquí de los celos. Es verdad que, al leer Un amor de Swann, podría uno estar tentado de pensar que los celos están presentes por entero en cada una de las etapas que los constituyen. Así, Proust puede afirmar: ... ce que nous croyons notre amour, notre jalousie, n'est pas une me me pass ion continue, indivisible. Ils se composent d'une infinité d'amours successifs, de jalousies différentes et qui sont éphémeres, mais par leur multitude ininterrompue donnent l'impression de la continuité, l'illusion de l'unité. 32 !bid., pp. 230-231. Habría mucho que decir sobre esa dialéctica de lo continuo y de lo discontinuo. Proust tomaría aquí el partido de considerar lo discontinuo como primero y lo continuo como segundo, resultando éste de alguna manera de la infinitización del primero: cuando la segmentación de un proceso es llevada a los límites, aparece como continuo. Es necesario ver que todo depende de la capacidad de acomodación del observador o ele la distancia desde la que observa. Esa presentación es característica de la teoría del conocimiento que está en la base de toda En busca ... , según la cual el saber sólo se construye en In dialéctica entre la pluralización y la homogeneización de lo.s figuras, gracias a un ir y venir entre las posiciones de observación. 3l 32 234 LOS CELOS [.. .lo que creemos nuestro amor, nuestros celos, no es una misma pasión continua, indivisible. Se compone de una infinidad de amores sucesivos, de celos diferentes que son efímeros, pero dan la impresión por su multitud ininterrumpida de la continuidad, la ilusión de la unidad.] De hecho, la dispersión de la crisis celosa en todas las etapas de la macrosecuencia se explica de dos maneras. Primeramente, como cada rol pertenece al dispositivo patémico, es súsceptible de ser también tratado como una microsecuencia específica, y el apego exclusivo, por ejemplo, puede ser analizado como "inquietud-sufrimiento-necesidad de poseer"; como, por otra parte, cada rol patémico recibe todo su sentido del conjunto al cual pertenece, cada uno de ellos prese.nta fuertes semejanzas con el rol específico, aquél; aquí, de los celos, en el nivel del efecto de sentido, que es en el que se coloca el novelista. Además, la dispersión de las crisis celosas es un efecto de la aspectualización temporal y de la posición del observador: para un observador que hiciera la síntesis de manera retrospectiva, la pasión se presentaría como única y continua, susceptible de ser contada como un proceso homogéneo; para un observador que practicara el análisis, situándose en coincidencia con cada manifestación, la pasión no sería más que una sucesión de crisis distintas. Ello confirmaría la utilidad de la oposición entre la aspectualización "segmentativa", creadora de los esql}emas discursivos, y la aspectualización "demarcativa", creadora de los efectos de continuidad y de discontinuidad en los discursos. Porque, de hecho, la temporalización discontinua y aparentemente recurrente de la macrosecuencia no impide a la pasión desarrollarse según .· el esquema canónico que hemos establecido: el sufrimiento, por ejemplo, está presente sin cesar, pero el sufrimiento nacido de la incertidumbre (la desconfianza recelosa) es diferente del nacido de la certidumbre (la visión exclusiva); cuando Odette confiesa sus relaciones homosexuales -una de sus raras confesiones-, el narrador constata: Cette souffrance qu'il ressentait ne ressemblait a rien de ce qu'il avait cru [... ] paree que, meme quand il imaginait cette chose, elle restait vague, incertaine, dénuée de cette horreur particuliere qui s'était échappée des mots "peut-etre deux ou trois fois", dépourvue de cette cruauté spécifique aussi différente de tout ce qu'il avait connu qu'une maladie dont on est atteint pour la premiere fois. 33 [Ese sufrimiento que resentía no se parecía a nada de lo que él había creído [. .. ] porque, incluso cuando imaginaba esa cosa, permanecía vaga, incierta, privada de ese horror particular que se había escapado de las palabras "dos o tres veces quizás", desprovista de esa específica crueldad tan distinta de todo lo que había conocido como una enfennedad que se padece por vez primera.] 33 A la recherche du temps perdu, op. cit., t. 1, p. 363. LOS CELOS 235 Aun si hay recuriencia del sufrimiento en la historia de los celos de Swann, de la misma manera cada sufrimiento permanece sin embargo específico del rol patémico del que nace; en el ejemplo precedente, Odette acaba de dar un ejemplo concreto de un encuentro homosexual, cuyas circunstancias son conocidas por Swann; todas las condiciones están pues reunidas para que esa confesión se transforme para él en visión exclusiva, en "escena" de la conjunción s¡s3: Ce second coup porté a Swann était plus atroce encare que le premier. [... ] Odette, sans etre intelligente, avait le charme du naturel. Elle avait raconté, elle auait mimé cette scene avec tant de simplicité que Swann, haletant, voyait tout: le baillement d'Odette, le petit rocher. 1l Fentendait répondre -gaiment, hélas!-: «Cette blangue!"34 [Para Swann ese segundo golpe fue aun más cruel que el primero [... ] Odette, sin ser inteligente, tenía el encanto de la naturalidad. Ella contó, ella imitó esa escena con tanta sencillez que Swann, anhelante, veía todo: el bostezo de Odette, el peñasco pequeño. La oía contestar -alegremente, ¡ay!-: "¡Esa charlatanería!"] Todas las etapas de la macrosecuencia comportan su parte de sufrimiento, pero sólo esta última es característica de la certidumbre del celoso y presupone a todas las otras. Reconocemos ahí inmediatamente a un espectador ':que percibe todo", pero excluido de la escena, y al ser amado que, literalmente, como un buen actor, desempeña su papel en la escena para la edificación del celoso: el hacer cognoscitivo del que sl es el destinatario, para ser eficaz y fundar su creencia, debe entonces desplegar concretamente los recorridos figurativos esperados; desde otro punto de vista, sí uno buscara criterios distintivos para identificar superficialmente los procesos pasionales, la eficacia figurativa podría ser uno de esos criterios, en la medida en que requieren un recorrido figurativo susceptible de solicitar una actividad perceptiva en el sujeto. • Perturbaciones y salidas prematuras En lo esencial, la canonicidad de la macrosecuencia depende del buen funcionamiento de las presuposiciones. Desde que un presupuesto hace falta, la secuencia pasional se desvía, se interrumpe, desemboca en pasiones que no pertenecen más a la configuración de los celos; de manera que tal o cual, que podría ser celoso -ateniéndose estrictamente a la situación amorosa aprendida in medias res-, sin embargo no lo es. El teatro de Racine, en el que los celos son un resorte dramático omnipresente, ofrece varios ejemplos de ese desvío pasional. Si los celos de Teseo (Fedra) se transforman sin más desde la desean34 /bid., p. 366. Cursivas nuestras. 236 LOS CELOS fianza y viran hacia el furor vengativo, es porque falta aquí el presupuesto de "rivalidad" y sobre todo el de la comparabilidad de los rivales: Teseo está en posición de Destinador en relación con Hipólito y dispone de una competencia -en particular, del orden del poder-hacer- que falta a su hijo. Si los celos de Antioco (Berenice) se deslizan indefinidamente en la etapa de la inquietud y se reducen al suplicio infligido por la oscilación indefinida entre las fases de esperanza y las fases de desesperanza, se debe a que le falta desde el inicio el deber-estar-ser y el creer; tampoco los puede presuponer su sufrimiento. Antioco es un enamorado transido, cuyo apego es unilateral (sobre el modo del "don de la fe"), y que no puede ser celoso al no haber adquirido jamás el derecho de esperar. Basándose en la variación de los presupuestos, sería importante calcular las derivaciones posibles a partir de la macrosecuencia; aquí esbozaremos sólo las grandes líneas de ese cálculo. Para comenzar, como lo hemos hecho al entrar en el tema, habría que distinguir entre los dos grandes tipos de puesta en perspectiva: o bien la conjunción entre 8 2 y 8 3 es anterior, y los celos son entonces un temor -un sufrimiento prospectivo-, o bien esa conjunción está por venir, y los celos son entonces un pesar -un sufrimiento retrospectivo-, reflejando así la dicotomía entre las dos grandes tendencias del imaginario humano, representadas por un lado por las pasiones de la espera y por el otro por las de la nostalgia. Cualquiera que sea la puesta en perspectiva, como en Proust, la inquietud del celoso recae siempre sobre un acontecimiento presente en el simulacro pasional. Pero el cálculo de las derivaciones debe tener en cuenta ese desdoblamiento que reencuentra sus derechos desde que el presunto celoso sale del recorrido canónico: en cada salida, dos vías se le presentan a este último. Así, para un "celoso temeroso", la salida en la etapa del apego confiado será una forma de "esperanza", mientras que para un "celoso apesadumbrado" será una "seguridad" o un "alivio" (i.e. el rival ya no está allí). La derivación a partir del recelo dará una "aprehensión" para el "celoso temeroso" y un "resentimiento" para el "celoso apesadumbrado", y así sucesivamente. No estando ya solidarizadas por una sintaxis coherente, las pasiones derivadas retoman su autonomía y ya no es posible entonces considerar que, por ejemplo, cada una de las parejas "esperanza/alivio" o "aprehensión/resentimiento" constituyan una sola pasión susceptible de variar en función de un cambio de perspectiva: se trata de pasiones diferentes. El conjunto de las derivaciones pasionales insertadas en la macrosecuencia constituye una configuración patémica en la que se despliegan las potencialidades sintácticas de los celos: en cada etapa -porque uno de los presupuestos está ausente o mal asegurado- se esbozan escapatorias que son aprovechables en el momento de la textualización, ya sea en condensación o bien en expansión, hasta el punto de hacer cambiar bruscamente el desarrollo de la rama principal. Formas realizadas de la microsecuencia El desencadenamiento de la crisis pasional requiere dos operaciones discursivas: por una parte, el reembrague sobre el sujeto tensivo y, por la otra, la inscripción del dispositivo sensibilizado en el eje del parecer. Esas dos operaciones tienen corno efecto de sentido la "entrada" en el simulacro pasionaL o La inquietud de Swann La etapa inicial de la microsecuencia, alrededor de la inquietud y de sus variantes figurativas, ofrece en Proust numerosas manifestaciones de lcls propiedades tensivas de la foria. El más bello ejemplo de la desemantización del objeto ele valor, reducido a ser únicamente una valencia, es sin duda la asociación de Odette con la pequeña frase de Vinteuil. Detrás de la descripción figurativa y sensorial de la frase musical, se dibuja una armadura sintáctica fundada enteramente en las disposiciones aspectuales: retardos, dilaciones, esperas, sorpresas, incidencias y decadencias. Esas figuras aspectuales están explícitamente asociadas a Odette de Crécy, el objeto de valor; en una época en que cada audición de la frase evoca la imagen de Odette, Proust cuenta: C'est que le violan était monté á des notes hautes ou il restait comme pour une attente, une attente quise prolongerait sans qu'il cessat ele les tenir, clans l'exaltation ou il était d'apercevoir cléja l'objet de son attente qui s'approchait, et avec un effort désespéré pour tacher de durer jusqu'a son arrivée, de l'accueillir avant cl'expirer, de luí maintenir encore un moment de toutes ses dernieres forces le chemin ouvert pour qu'il pút passer, comme on soutient une porte qui sans cela retomberai t. 35 [El violín permanecía en las notas altas a las que había subido como en espera de algo, una espera que se prolongaría sin que él cesara de sostenerlas, exaltado como estaba de ver ya aproximarse al objeto de su espera y esforzándose desesperadamente para tratar de durar hasta que llegara, para acogerlo ant~s de expirar, para todavía mantenerle por un momento con sus últimas fuerzas el camino abierto para que pudiera pasar, de la misma forma como se sostiene una puerta que sin eso caería.] La metáfora musical no es inocente: permite reducir la totalidad del recorrido pasional-espera, exaltación, desesperación- a esa disposición aspectual que proponen los verbos "prolongar", "cesar de", "aproximar", "durar", "tratar de", "expirar", "sostener". Por eso, el objeto en cuestión no es ya hablando .con propiedad un objeto de valor, puesto que no es más que un 35 !bid., p. 345. 238 LOS CELOS operador de retardo o de avance, de incidencia o de decadencia aspectual; lo que resulta en extravasarlo como objeto de valor, en reducirlo a propiedades de tipo tensivo: el "objeto" de la pasión sería de hecho una valencia. También el gozo (antes de la decepción) experimentado por Swann es un .. .jouissance qui elle non plus ne correspondait a aucun objet extérieur et qui pourtant, au lieu d'etre purement individuelle comme celle de l'amour, s'imposait aSwann comme une réalité supérieur aux choses concretes. 36 [... gozo que ella tampoco relacionaba con ningún objeto exterior y que, no obstante, en vez de ser puramente individual como el del amor, se imponía a ~lijann como una realidad superior a la de las cosas concretas.) El "ella tampoco" hace referencia a una impresión parecida procurada por la asociación de Odette con otra forma estética. El objeto de Swann es una "sombra de valor"; por otra parte, como valencia, está explícitamente manifestada en este comentario: De sorte que ces parties de l'ame de Swann ou la petite phrase avait effacé le souci des intérets maté1iels, les considérations humaines et valables pour tous, elle les avait laisséss vacantes et en blanc, et il était libre d'y inscrire le nom d'Odette. 37 [De modo que esas partes del alma de Swann en las que la frasecita había borrado la preocupación por los intereses materiales, las consideraciones humanas y válidas para todos, ella las había dejado vacantes y en blanco y él era libre de inscribir en ellas el n01nbre de Odette.] Las modulaciones de la tensión, cuidadosamente traducidas aquí bajo la forma de variaciones en el continuo de la frase musical, dibujan en cierto modo el lugar de un objeto cualquiera, pero que deberá todo su valor -ulteriormente definido- a la "proforma" en la cual se inserta; y por eso no importa qué nombre de objeto aceptable puede inscribirse allí. Por cierto, el sujeto se vuelve a ligar aquí con el sentir mínimo: no es más que percepción fundida en su objeto, y se encuentra consecuentemente aleJada de la comunidad humana:· Grand re pos, mysté1ieuse rénovation pour Swann [... ] de se sentir transformé en une créature étrangere a l'humanité, aveugle, dépourvue de facultés logiques, presque une fantastique licorne, une créature chimérique ne percevant le monde que par l'ou1e. 38 [Gran descanso, misteriosa renovación para Swann [... ] al sentirse transformado 36 !bid., pp. 236-237. !bid., p. 237. Cursivas nuestras. 38 !bid., p. 237. 37 239 LOS CELOS en una criatura extraña a la humanidad, ciega, desprovista de facultades lógicas, casi un fantástico unicornio, una criatura quimérica que sólo percibe el mundo por el oído.] Las propiedades que habíamos prestado a la tensividad fórica nos hacen poner atención especial a los comentarios que acompañan a esa estesia; notamos, por ejemplo, que la percepción auditiva está asociada con el sentir, mientras que la percepción visual participa en la elaboración cognoscitiva de la significación; la visión es en efecto incapaz de operar esa regresión más acá de lo cognoscitivo, a diferencia del oído que permite ... entrer en contact avec un monde pour lequel nous ne sommes pas faits, qui _ nous semble sans forme paree que nos yeux ne le per~oivent pas, sans signífication paree qu'il échappe a notre intellígence .. 39 o [... entrar en contacto con un mundo para el cual no estamos hechos, que nos parece sin forma porque nuestros ojos no lo perciben, sin significación porque ésta escapa a nuesLra inteligencia.] La visión comportaría un discernimiento de tipo gestaltista, por ejemplo, y acarrearía la categorización del mundo percibido, mientras que el oído se reservaría la aprehensión de modulaciones infracognoscitivas (Proust habla en otra parte de "un mundo ultravioleta") que "no tendrían forma" por definición. Se podria pensar también que Proust considera la identificación de las "sombras de valor" corno si se produjeran en el horizonte óntico, representado como un incognoscible manifestado cuya valencia sería la manifestante; pero se contenta con tocar apenas esa idea: Peut-étre est-ce le néant qui est le vrai et tout notre réve est-il inexistant, mais alors nous sentons qu'il faudra que ces phrases musicales, ces notions qui existent par rapport aluí, ne soient rien non plus. 40 [Quizás la nada es la verdad y todo nuestro sueño inexistente, pero entonces sentimos que esas frases musicales, esas nociones que en relación con ella existen, lampoco sean nada.] El motivo de la pequeña frase de Vinteuil nos lleva, por consiguiente -siguiendo en eso toda la evolución del espacio tensivo-, de la pantalla óntica que está solamente presupuesta por las modulaciones tensivas de la melodía hasb el discernimiento de un lugar que es el primer acto necesario para entrar en el dominio cognoscitivo en el que se elabora la significación. ;)g Ihid. 40 Jbid., p. 350. 240 LOS CELOS Al instalar al celoso en la dimensión tímica, la fase de agitación inquieta acaba el reembrague tensivo y la entrada en el simulacro pasional en el que como sujeto apasionado constituido será susceptible de sufrir y de gozar. Literalmente, la inquietud hace de Swann un ser nuevo, y el narrador describe la "esquicia" que se produce entre el sujeto narrativo y el sujeto apasionado, como una enajenación y un desdoblamiento de personalidad bajo el efecto del reembrague tensivo: Il fut bien obligé de constater que dans cette méme voiture qui l'emrnenait chez Prévost il n'était plus le rnérne, et qu'il n'était plus seul, qu'un étre nouveau était la avec lui, adhérent, amalgamé a lui, duquel il ne pourrait peut-étre pas se débarrasser, avec qui il allait étre obligé d'user de rnénagements comme avec un maí:tre ou avec une maladie.41 [Se vio en la necesidad de comprobar que en ese mismo coche que lo llevaba con Prevost él ya no era el mismo, y que ya no estaba solo, que un nuevo ser estaba ahí con él, adherido, amalgamado a él, del cual no podria quizás deshacerse, con quien iba a tener que ser cuidadoso como si se tratara de un amo o de un enfermo.] El desdoblamiento del actor en un sujeto narrativo ordinario que se desplaza en auto y busca a una mujer joven y a un sujeto apasionado "entrado en simulacro" comienza ya -recordémoslo-, con el "unicornio", esa "criatura quimérica" suscitada por la percepción auditiva, esa forma cercana del sentir mínimo; porque la inquietud es "agitación", no hace más que confirmar o amplificar la rareza de ese nuevo tipo de sujeto. Luego de esa disociación del universo pragmático y cognoscitivo en la que ha permanecido, el primer Swann puede a la vez favorecer los designios del sujeto apasionado (llevándolo al lado de su amada, por ejemplo), pero también cumplir el rol de un observador exterior. Así, toda la historia del amor de Swann está hecha de alternancias de agitación y de calma, de inquietud y de serenidad reencontrada; cada fase de inquietud inaugura un esbozo de crisis celosa, una microsecuencia en la que el desarrollo textual más o menos importante depende de la solidez de la sospecha y de la competencia patémica -la capacidad de sufrir, entre otras- de la cual el celoso dispone entonces. o Las sospechas de Otelo Distinguiremos tres fases modales en la sospecha: primeramente, la especificación y la amplificación cognoscitiva de la inquietud; enseguida, la modalización epistémica de las fases de la búsqueda, y para terminar, la modalización veridictoria y la pasión por la verdad. 41 !bid., p. 228. LOS CELOS 241 En Swann, la sospecha nace de una contradicción en los comportamientos o en las palabras de Odette; en eso, él procede de un metasaber, puesto que es necesario que el sujeto cognoscitivo pase a un nivel superior para comparar dos saberes y para concluir en una contradicción. En Otelo, también, pero con la particularidad de que el metasaber se presenta aquí como un saber que tiene por objeto la pasión· misma. Por ejemplo, recordando que Desdémona pasó por encima de la hostilidad declarada por su padre con respecto a Otelo y que ella incluso ha escarnecido públicamente, el moro sabrá reconocer en ella una disposición para vivir las pasiones intensas y para someterse. 42 El saber sobre la pasión, y más precisamente el conocimiento de los roles patémicos ajenos, tiene sin embargo por lo común un papel regulador que permite prevenir los comportamientos y las estrategias en la intersubjetividad; pero, al contrario, en el caso de los celos todo saber sobre la pasión -y para eso basta con que el celoso se examine a sí mismo o examine al ser amado- es desregulador y alimenta a la pasión misma. En efecto, el celoso puede decidir unilateralmente sobre la exclusividad del objeto de valor, pero no tiene ese poder sobre los simulacros pasionales y los dispositivos sensibilizados, que continúan circ~lando e intercambiándose. El saber sobre la pasión y especialmente sobre las pasiones del rival y del amado(a) es, pues, para un celoso preocupado por la exclusividad, un saber que recae sobre el carácter en gran parte imprevisible e incontrolable de la circulación de los roles patémicos; un saber como ése no puede sino aumentar la inquietud, puesto que el celoso descubre por esa vía una brecha en su sistema de exclusividad. De ahí la metáfora recurrente en Shakespeare, del "monstruo que se nutre de sí mismo", metáfora que en cierto sentido traduce la propiedad de propagarse en la intersubjetividad que habíamos reconocido a los dispositivos sensibilizados. En cuanto a la amplificación cognoscitiva de la inquietud, está particularmente bien expuesta en Otelo: Je erais que ma femme est honnete et erais qu'elle ne l'est pas; je erais que tu [lago] est probe et erais que tune l'es pas; je veux avoir quelque preuve. 43 [Creo que mi esposa es honrada y creo que no lo es; creo que tú [Yago] eres justo y creo que no lo eres. Quiero tener alguna prueba.] 42 W. Shakespeare, Othello, Gallimard, "Bibliotheque de la Pléiade", acto Ill, escena 3, p. 829. Las citas en inglés son tomadas de la edición de K. Muir, New Penguín. 43 !bid., acto m, escena 3, p. 833. Edición inglesa, p. 119, w. 380-382: "By the world, I think my wife be honest, and think she is not; I think that thout artjust, and think thou art not." 242 LOS CELOS El sufrimiento, que no es todavía aquí precisamente el de los celos, es provocado por la inestabilidad fiduciaria; como sufrimiento, como junción disfórica, es un pedido de estabilización, es decir, en este caso, una espera del otro sufrimiento, aquel que procuran la certidumbre y la visión exclusiva. La inquietud no es pues solamente "incoativa" porque se sitúa al inicio de la crisis, sino sobre todo porque reclama una estabilización ulterior; la falta de estabilidad fórica es pues más fuerte que el temor a la verdad, ya que mantiene al sujeto en el universo insignificante de las tensiones no articuladas y no polarizadas; ahora bien, uno sólo puede salir de esa inestabilidad "abriendo" una fase del devenir, lo que se traduce por una modalización de tipo volitivo (el querer-saber) y por una aspectualización de ti-· po incoativo (el desencadenamiento de la búsqueda). La sospecha es la figura cognoscitiva que asume esa modulación, amplificando la inestabilidad túnica hasta hacerla intolerable e instaurando el quererwsaber. El futuro celoso puede no tener, como Otelo, ninguna disposición anterior a los celos -es decir, aquí, ni inquietud ni sospecha-; el héroe de Shakespeare es de hecho sereno, seguro de sí mismo, moderadamente apegado a Desdémona. Por lo tanto, para conocer los celos y para adquirir en particular la competencia patémica requerida, debe ser manipulado; otro actor, Yago, también celoso y fino conocedor de los mecanismos de la pasión, va a valerse de ello para vengarse. Scmiotista intuitivo, comienza entonces por procurar a Otelo el metasaber de la sospecha y por poner en movimiento la inquietud: no dice nada consistente, no sabe nada sobre seguro, pero lo dice; expresa vagas dudas, las rechaza, pero las deja en suspenso (acto m, escena 3, principio de la escena). 44 Después da un contenido a ese metasaber: él mismo, gracias a una verdadera estrategia didáctica, enseña a su amo el mínimo necesario sobre los mecanismos de la pasión. La inquietud suscita entonces, retroactivamente y por presuposición, los primeros componentes de la macrosecuencia, el apego exclusivo y el recelo, desencadenando enseguida el proceso pasional de la microsecuencia. En Otelo, como en Swann, es como si la agitación inquieta una vez puesta en movimiento actualizara una competencia ya adquirida, que permite al sujeto apasionado a la vez reconstituir todos los presupuestos faltantes y encadenarlos en la continuación del proceso. La posibilidad de considerar, como aquí, la ubicación de una disposición pasional por manipulación demuestra claramente que la competencia 44 Por ejemplo y entre otras (p. 104, vv. 35-36): lago: Ha! I like not that. Otelo: What dost thou say? lago: Nothing, my lord; or if -1 know not what. [Yago: ¡Ah! No rue agrada esto. Otelo: ¿Qué dices? Yago: Nada, señor; o si ... no sé qué.] LOS CELOS 243 pasional no surge de una "psicología individual". Dos actores son aquí convocados para hacer un sujeto apasionado y hacen prorrumpir los sincretismos acostumbrados. 45 El reparto de los roles modales y de las etapas de la microsecuencia permite afirmar que Yago es aquí el sujeto cognoscitivo, sujeto operador del hacer tímico, mientras que Otelo es el sujeto de estado tímico (y' cognoscitivo) conjunto con-los resultados disfóricos del hacer de Yago; no se convertirá en sujeto de hacer hasta el momento de la reactivación, que en él toma la forma de un odio mortífero. La distribución de los roles pone aquí en claro el funcionamiento canónico de los celos que la mayoría de las veces disimulan los sincretismos: un sujeto de hacer tímico-cognoscitivo tortura a un sujeto de estado tímico. Además, se verifica aquí que los dispos.itiv~s modales sensibilizados no son propiedades intrínsecas de los sujetos individuales, sino simulacros que se intercambian dentro de verdaderos sintagmas intersubjetivos. ~ Swann y la pasión por la verdad El metasaber propio de la sospecha es un elemento de competencia en dos sentidos. Por una parte, como lo hemos visto, instala la disposición del sujeto celoso amplificando las oscilaciones de la inquietud; por la otra, como sospecha, instala el querer-hacer de un sujeto de búsqueda cognoscitiva. Esa búsqueda va a desarrollarse en dos planos distintos: de un lado, en el de las transformaciones epistémicas, que determinan la transformación fiduciaria y tímica, y, del otro, en el de las transformaciones veridictorias, aprehendidas desde el punto de vista del sujeto celoso o desde el punto de vista de un observador exterior. Desde luego, hay que tener en cuenta los dos sistemas de referencia, ya que engendran dos tipos de efectos de sentido diferentes. En primer término, globalmente, concierne a la verídicción la inscripción del simulacro pasional en el eje del parecer; enseguida, en esa misma etapa de la búsqueda) ella es solicitada por la emergencia en el celoso de una verdadera pasión por la verdad. Ese encajamiento confirma el estatuto veridictorio fundamental de las articulaciones semióticas del imaginario: interpretables por completo en el modo del parecer, son puramente fenomenales, y el ser -lo "noumenal"- sólo sería, para la semiótica, un presupuesto conjetural, no obstante hecho sensible en el discurso pasional por los efectos de sentido del reembrague en el espacio de la tensividad. Se ha observado ya que la inquietud creaba dos roles distintos a par. tir del personaje de Swann; el nacimiento de un nuevo Swann, según el 45 También aquí habría que recordar que un buen número de teorías psicológicas y metapsicológicas de hoy son interactivas y requieren un sistema de varios actores. En general, son más oien todavía hoy las teorías filosóficas de las pasiones las que se fundan en un sujeto único, egopático, única sede considerable de la pasión. 244 LOS CELOS parecer, que se compromete con la pasión, hace por contraste del antiguo Swann un sujeto según el estar-ser. Todo un universo de discurso se instala alrededor del nuevo Swann, comportando otra forma de espacio, otra percepción del tiempo, otros sistemas de referencia, merced a la generalización del simulacro y a la propagación del dispositivo sensibilizado sobre todos los actores, lugares o momentos: Les étres nous sont d'habitude si indífférents que, quand nous avons mis dans l'un d'eux de telles possibilités de souffrance et de joie pour nous, il. nous semble appartenir a un autre univers, il s'entoure de poésie, il fait de notre vie comme une étendue émouvante ou il sera plus ou moins rapproché de nous. 46 [Los seres por lo regular nos son tan indiferentes que, cuando hemos depositado en alguno de ellos grandes posibilidades de sufrimiento y de gozo para nosotros, se nos figura que pertenece a otro universo, se envuelve en poesía, hace de nuestra vida una conmovedora extensión en la que estará más o menos junto a nosotros.] Es de notar que la expresión "se envuelve en poesía" evoca a la vez la propagación de la sensibilización y el vehículo de esa propagación: el universo figurativo; en efecto, la vida sólo se convierte en ''una conmovedora extensión" en la que se difunde el dispositivo modal sensibilizado en la medida en que la poetización de las figuras del m un do se encarga de esa difusión. Un poco más adelante examinaremos despacio el principio de ese ((vehículo" figurativo de la sensibilización. Visto desde dentro del simulacro y por el nuevo Swann, esa extensión conmovedora parece poética; pero, vista desde el exterior y por el antiguo Swann, parece totalmente ficticia. Swann-observador constata, por ejemplo, que el nuevo Swann cambia de tono cuando evoca a los actores de su universo pasional; denuncia que ... ton un peu factice qu'il avait pris jusqu'ici quand il détaillait les charmes du petit noyau et exaltait la magnanimíté des Verdurin. 47 (... tono un tanto artificial que hasta entonces había adoptado cuando detallaba los encantos del pequeño grupo y exaltaba la magnanimidad de los Verdurin.l Se trata de una verdadera prueba veridíctoria en la que se confrontan dos puntos de vista: el primero, instalando la ilusión (parecer y no-ser), y el segundo, falsificando esa ilusión; la facticidad sería por ese hecho una especie de falsedad obtenida por la denuncia de una ilusión, luego moralizada. 46 A la recherche du temps perdu, op. cit., t. I, pp. 235-236. Cursivas nuestras. 47 !bid., p. 286. Desde el fondo de una primera ilusión fundadora, van a desarrollarse las transformaciones veridictorias propias de los celos. Aunque pertenezcan en principio a dos niveles diferentes de modalización, esos dos tipos de transformación son presentados en el texto proustiano como manifestaciones complementarias de una misma facticidad de las relaciones sociales e interindividuales. Además, desde el punto de vista de Swann, quien con respecto al simulacro abriga dos roles -uno interno; el otro, externo-, se trata siempre de los mismos juegos de sombra que acompañan el recorrido pasional; de manera que, para él, descubrir la verdad es a la vez satisfacer las exigencias de sus celos y probar que tiene razón. Es como si, al estar sincretizados el rol del sujeto apasionado y el del sujeto observador, la única forma de hacer detonar la verdad en el simulacro pasional fuera salir, paradójicamente, del simulacro. Sucede también que, dentro de ese simulacro, las posiciones veridictorias son igualmente afectadas por la sensibilización y tratadas como disposiciones. Cuando, por ejemplo, Swann busca comprender por qué Odette le miente, se plantea la pregunta de saber si esas mentiras son accidentales o si manifiestan un rol patémico, una disposición permanente. En cierto sentido uno podría atreverse a responder positivamente: Swann observa en ella un verdadero saber-hacer veridictorio, que consiste en introducir una parcela de verdad en cada mentira con el fin de autentificada (p. 278). Pero el artificio es evidente para un celoso dotado del metasaber: Swann reconnut tout de suite dans ce dire un de ces fragments d'un fait exact que les menteurs piis de court se consolent de faire entrer dans la composition du fait faux qu'ils inventent. 48 [Swann reconoció inmediatamente en esas palabras uno de esos fragmentos de un hecho exacto que los embusteros, en un aprieto, se consuelan agregando en la composición del hecho falso que inventan.] Esa competencia veridictoria -el arte de autentificar la mentira- está explícitamente presentada como una disposición, dotada de su propia dinámica sintáctica y engendradora de una microsecuencia pasional. Para comenzar, uno observa en Odette manifestaciones de la constitución y de la disposición del sujeto apasionado: ... des qu'elle se trouvait en présence de celui la prenait, toutes ses idées sJeffondraient .. .49 a qui elle voulait mentir, un trouble [... cuando ella se veía delante de la persona a quien quería mentir, se turbaba, todas sus ideas se derrumbaban ... ] 48 !bid., 49 !bid. p. 278. Cursivas nuestras. 246 LOS CELOS las cuales son seguidas por la patemización y la emoción: .. .l'air douloureux qu'elle continuait d'avoir finit par l'étonner. [... ] Illui avait déja vue une fois une telle tristesse [... ] quand Odette avait menti en parlant a Mme Verdurin [... ] Quel mensonge déprimant était-elle en train de faire a Swann pour qu'elle eüt ce regard douloureux, cette voix plaintive qui semblaient fléchir sous l'effort qu'elle s'imposait, et demander grace? 50 [... acabó por sorprenderle aquel aire dolorosó. [... ] Ya alguna vez había visto una tristeza semejante[. .. ] cuando Odette mintió al hablar con la señora Verdurin [. . .] ¿Qué mentira deprimente estaba a punto de decirle a Swann como para que pusiera esa mirada de dolor, esa voz quejumbrosa que parecía rendirse ante el esfuerzo que se imponía y demandar gracia?] De conformidad con el esquema canónico, la emoción es aquí seguida de la vergüenza y de la molestia experimentadas con respecto a la víctima de la mentira, es decir, de la moralización. La existencia de una microsecuencia completa señala, para el observador perspicaz que es Swann, la presencia eficaz de un rol patémico, de una dinámica modal sensibilizada y estereotipada, luego moralizada. De cualquier forma, el rol no puede sin embargo ser elevado al rango de "rasgo de carácter", puesto que Swann se da cuenta de que para Odette no se trata de un sistema general, sino de "un expediente de orden particu- lar"51 (p. 291). En Swann, en cambio, la verdad es una pasión susceptible de afectar duraderamente al carácter y es comparada con la que puede experimentar un sabio en su investigación. Encontramos también en su caso los principales constituyentes de la microsecuencia; entre otros, la moralización: Et tout ce dont il aurait eu honte jusqu'ici, espionner devant une fenetre, quit sait? demain peut-etre, faire parler habilement les indifférents, soudoyer les domestiques, écouter aux portes, ne lui semblait plus, aussi bien que le déchiffrement des textes, la comparaison des témoignages et l'interprétatíon des monuments, que des méthodes d'ínvestigation scientifique d'une véritable valeur intellectuelle et appropriées ala recherche de la vérité.52 50 !bid., pp. 280-281. Ese matiz proustiano permitiría quizá afinar la diferencia entre un "rol patémico" Y un "rol temático". El rol patémico se reconoce en el nivel de la manifestación discursiva por la canonicidad de la microsecuencia que engendra; en cambio, el rol temático se reconoce en la recurrencia sistemática de la misma competencia y del mismo comportamiento en una circunstancia dada. La particularidad de las mentiras de Odette radica justamente en que no son sistemáticas, ya que, si puede elegir entre la verdad y la mentira, prefiere siempre la verdad. Ella no es una "mentirosa" (rol temático) es simplemente llevada pasionalmente a la mentira (rol patémico) cuando la sensibilización de la interacción por el hecho de su intensidad se presta a ello. 52 1\ la recherche du temps perdu, op. cit., t. 1, p. 274. Cursivas nuestras. 51 LOS CELOS 247 [Y todo aquello que hasta entonces lo había avergonzado, espiar al pie de una ventana, ¿quién sabe?, mañana quizás, hacer hablar hábilmente a los indiferentes, sobornar a los criados, escuchar detrás de las puertas, ya no sólo le parecían, al igual que el desciframiento de textos, la comparación de los testimonios y la interpretación de los monumentos, más que métodos de inuestigación científica de un verdadero valor intelectual y apropiados para la búsqueda de la verdad.] Curiosamente, la pasión por la verdad parece desensibilizar la búsqueda; eso sólo puede comprenderse si uno recuerda que Swann está dotado también con el rol temático del "intelectual" y que, por consiguiente, su pasión por la verdad puede ser asumida en una isotopía temática de tipo cognoscitivo, sensibilizada y moralizada con toda autonomía. Además, la búsqueda de la verdad comprometida en el simulacro para satisfacer los celos puede desembocar, si persiste más allá de la simple adquisición ele una certeza negativa, en una salida del simulacro de los celos, prueba veridictoria final; el celoso escapa entonces al sufrimiento, al fundirse de nuevo con el antiguo Swann, capaz de juzgar sanamente cualquier cosa. Por eso, asistimos aquí a una verdadera recategorización de la "difidencia/desconfianza" celosas, que transforman al desdichado Shcrlock Holmes en una especie de arqueólogo de la vida de Odette, gracias a un desembrague que clausura el simulacro de los celos, a reserva de abrir otro, el de la curiosidad científica . .n La prueba: Otelo en el laberinto En este caso, al parecer lo más característico de los celos es que nuestro detective/arqueólogo no respeta completamente las reglas ordinarias de la constitución de la prueba. Así lo hace resaltar Yago en Shakespeare: Des babioles légeres comme l'air sont pour les jaloux des confirmations aussi fortes que des preuves de l'Ecriture sainte. 53 [Bagatelas tan ligeras como el aire son para los celosos pruebas tan poderosas como las afirmaciones de la Sagrada Escritura.] El hacer cot,'1loscitivo es aquí sobredeterminado por una espera, por esa tensión hacia la estabilidad que hemos identificado en la inquietud y en la .sospecha. De esta manera, la prueba no responde a una exigencia estrictamente cognoscitiva, sino a una demanda tírnica: que cese al fin la oscilación fórica, aun si la disforia debe asumirla; y es sin duda esa espera 53 Othello, op. cit., acto m, escena 3, p. :382. Edición inglesa, p. 116, vv. 319-321: "Triff1es light as air Are for the jealous confirrnations strong As proofs of holy writ." 248 LOS CELOS de estabilización tímica la que permite explicar por qué la búsqueda de la verdad se transforma en Swann al punto de llegar a ser una "pasión" por la verdad. Nuestro desdichado Sherlock Holmes es en suma un mal detective y un sabio poco escrupuloso, ya que él sabe con anterioridad lo que va a encontrar y sólo adopta las formas superficiales de la búsqueda para probarse a sí mismo que tenía razón. Para ello, bastará con dar consistencia a la sospecha, con dar cuerpo a los hechos dispersos. Como en el diagnÓstico médico, en el que el establecimiento del cuadro sintomático completo de la enfermedad puede remplazar, bajo ciertas condiciones, el conocimiento directo del "ser" de la enfermedad, mientras que los síntomas aislados no son más que el "parecer", la búsqueda del celoso debe producir el marco completo de la traición: Fais-moi voir la chose, ou du moins prouve-la-moi si bien que la preuve ne porte ni charniere ni te non auquel puisse s'accrocher un do ute. 54 [Házmelo ver, o, al menos, pruébalo de tal suerte, que la prueba no deje ni gozne ni perno de que pueda colgarse una duda.] La metáfora traduce aquí la clausura del cuadro esperado. La gestión adoptada evoca la abducción. En un estudio consagrado a ese procedimiento, P. Boudon observa que el hacer cognoscitivo del investigador surge de la abducción, ya que consiste, para comenzar, en reunir los indicios que deben formar una red; 55 pero la lógica laberíntica de la red conduce a la prueba sólo por medio de una operación que podríamos denominar por metáfora una precipitación: "eco múltiple" entre los indicios, ''hapax colectivo" del que resulta la totalización. Pero en el caso de los celos, la estabilización .cognoscitiva no explica todo; el proceso de totalización cognoscitiva está de hecho sobredeterminado por la espera fiduciaria, que hace al sujeto pasionalmente competente para anticiparse a la prueba en sentido estricto y a la conclusión del proceso cognoscitivo propiamente dicho. El efecto figurativo de integridad, producido por "la más pequeña fruslería", será suficiente para precipitar la red de indicios en un cuadro totalizado. Por eso la abducción no es aquí un proceso de orden "lógico" y obedece, en lo esencial, a dificultades fiduciarias; desde un punto de vista semiótico, la cuantificación, en este caso, descansa siempre sobre los fenómenos tensivos. 54 !bid., acto m, escena 3, p. 833. Edición inglesa, p. 118, vv. 361-363: Make me to see't: or, at least, so prove it That the probation bear no hinge nor loop To hang a doubt on ... 55 P. Boudon, "L'abduction et le champ sémiotique", Acles sérniotiques, Documents, op. cit., VIII, 1985, 36. N.B. Entendamos "cuadro" como inventario jerárquico y ordenado y como representación icónica, porque la prueba que da consistencia a la red debe ser figurativa y debe suscitar de entrada el espectáculo, al menos imaginario, de la conjunción S.j S3 . Una vez más, la eficacia pasional es figurativa ya que sólo el celoso, o cualquier otro sujeto apasionado, aceptaria por prueba un pequeño hecho concreto aislado. Las metáforas y figuras que describen la transformación de los indicios en cuadro concluyente, tanto en los discursos literarios como en un análisis intuitivo, manifiestan todas la detención, la fijación, la conclusión: "consistencia", "dar cuerpo", 56 "precipitar", "espiga", "bisagra". Reconoceremos ahí dos componentes: un componente aspectual y un componente figurativo. Desde el punto de vista aspectual, el acceso a la prueba supone un saberterminar muy particular, que permite acelerar un proceso para hacerlo llegar a su término más pronto de lo que su curso estrictamente cognoscitivo autorizaría: en suma, una especie de accidente aspectual. Desde el punto de vista figurativo, la prueba debe producir un efecto de "solidez" (cf. la "congruencia", P. Boudon, ibid.); reconocer la solidez y la congruencia de una red de indicios es poder asociar con certeza una manifestación figurativa a las posiciones modales, a los roles actanciales y temáticos, a los valores abstractos. Además, el efecto de "solidez" se sustenta en la modalidad poder y, más precisamente, en una resistencia a toda prueba; ahora bien, imaginar una resistencia del objeto cognoscitivo es prestarle una competencia y transformarlo en sujeto. En pocas palabras, el averiguador celoso no está satisfecho sino hasta que triunfa para transformar el objeto de su búsqueda en sujeto que resiste a sus dudas. Más generalmente, la "precipitación" de la prueba autoriza una inferencia que, a partir de un parecer manifiesto, reconstituye un ser inmanente. Aun el pañuelo -dado no hace mucho a Desdémona- entre las manos de Cassio equivale para Otelo a hacer una inferencia por medio del recorrido generativo, que podría descomponerse así: a] reconstituir el itinerario de ese pañuelo (recorrido figurativo); b] imaginar el encuentro entre S 2 y 8 3 (dispositivo actancial); e] adquirir la certeza, a partir de un no-poder-no-estar-ser (modalización epistémica y fiduciaria); d] suponer, para terminar, en Desdémona, el abandono de todos los valores sobre los cuales descansaba su amor: pureza, nitidez, entre otros. 56 W. Shakespeare, Othello, op. cit., p. 120, v. 426-428: "And this may help to thicken other proofs Than do demonstrate thinly." ["Y esto puede ayudar a justificar otras pruebas que parecen demasiado menudas."] 250 LOS CELOS La precipitación es, en resumen, el final, por una especie de travesía catalítica por todos esos niveles del proceso cognoscitivo; y la prueba aparece entonces como el elemento figurativo decisivo que despeja toda duda del conjunto de las conversiones inmanentes del recorrido generativo. No obstante, el aspecto propiamente cognoscitivo del fenómeno no debe ocultar el rol acelerador de la espera, ya que es ella, por su poder sensibilizante, lo que alienta a prestar al objeto el rol de sujeto resistente. e Un averiguador lobotomizado La novela de Robbe-Grillet ofrece la contraprueba que de alguna manera confirma una proposición como ésa. Por una parte, la búsqueda resbala, hasta el punto de no parecerse a una búsqueda, puesto que se queda en el establecimiento de la red de indicios; por la otra, como lo hemos observado ya, la dimensión tímica está ausente y el tomar partido novelesco sólo manifiesta los efectos indirectos sobre las dimensiones pragmática y cognoscitiva. ¿Qué le hace falta a la red de índices para "precipitar"? Al parecer, el creer: la desaparición de toda huella fiduciaria o tímica impide la desaparición de la prueba y el proceso cognoscitivo no hace más que repetir el inventario de los índices y de las correlaciones. Se puede por el contrario imaginar lo que pasaría si uno de esos índices figurativos fuera elevado al rango de prueba: por presuposición, uno sería llevado a reconstituir una espera, un pedido de estabilización y, por consiguiente, una dimensión ücluciaria. Se comprende ahora por qué la búsqueda no puede ser contada, ya que no tiene ni principio ni fin ni demarcación aspectual, al igual, por ejemplo, que la melopea emblemática cantada por un empleado de la plantación. El narrador vagabundea en el laberinto de sus indicios, vuelve a pasar en varias ocasiones por cada uno de ellos, extrae nuevas figuras de desconfianza, pero embrolla así toda lectura cronológica, puesto que la temporalización de un proceso presupone su aspectualización por derecho. Lo textualizado aquí no es la historia de una infidelidad y de unos celos -que cada quien está obligado a reconstituir por catálisis y a partir de lo que uno sabe, por otra fuente, de la organización sintáctica de la pasión-, sino la vagancia de un narrador lobotomizado, es decir, atímico. 57 Confrontando el ejemplo y el contraejem,plo, las condiciones de apari·57 La "desaparición de Jo tímico" en La celosía de Robbe-Grillet podría ser comparada con la "desaparición de la e" en La desaparición de Perec. Tanto en un caso como en el otro, al parecer a los lectores y críticos les ha tomado cierto tiempo darse cuenta del procedimiento puesto en marcha por el novelista; vemos muy bien cuáles pueden ser los efectos y los límites . de ese tipo de operación sobre el significante, pero sucede todo lo contrario cuando afecta al significado: se trata entonces de una verdadera experimentación de la puesta en discurso Y de la textualización. 251 LOS CELOS ción del creer en el celoso se dibujan ahora más netamente por deducción. La certidumbre de la traición presupone de entrada: 1] un recorrido en todos los sentidos de los índices que los transforma en una red, concebida como una totalidad partitiva; luego, 2] una anticipación tímica sobre el resultado del hacer interpretativo, asiendo el menor pretexto "icónico" para detener el recorrido, y por último, 3] la clausura de la red, que constituye una totalidad integral y congruente. El objeto cognoscitivo y fiduciario es tratado como un actante colectivo, cuya transformación en totalidad integral haría de él un sujeto resistente. a Una aspectualización sensible De la inquietud a la adquisición de la certidumbre gracias a la prueba se despliega un recorrido aspectual que acompaña a la segmentación canónica de la microsecuencia: incoativo durativo, iterativo terminativo "inquietud" y "sospecha" "búsqueda" y "abducción" "precipitado de la prueba" y "certidumbre" (aumento de las tensiones) (alivio) -------- (puesta en movimiento) El sufrimiento es casi permanente a todo lo largo del recorrido del celoso, pero al mismo tiempo es siempre renovado: su origen, su intensidad y sus consecuencias cambian ciertamente en cada etapa. Siguiendo paso a paso a Swann y a Otelo, se puede incluso distinguir, en la crisis de celos, dos sufrimientos de naturaleza diferente: la inquietud y la inestabilidad fiduciaria provocan un sufrimiento "arcaico", el mismo de las tensiones originales de la insignificancia; la certidumbre negativa y la "escena" provocan el sufrimiento específico de los celos. La segunda es el precio que se paga por el relajamiento de la primera. Tendríamos que suponer aquí que la sensibilización opera en dos niveles distintos: además de la sensibilización de los dispositivos modales propiamente dichos, que uno reconoce en el segundo caso, habría una sensibilización de las formas aspectuales que hace intolerable lo incoativo y que el celoso pueda estar relajado justo cuando la conjunción s¡s3lo tortura. La independencia de esos dos niveles de sensibilización y de los dos recorridos túnicos que de allí resultan se reconoce también por el hecho de que, in el uso tranquilizado sobre la fidelidad de 8 3 , el celoso que da "trastornado" por el primer sufrimiento; es así como Swann, luego del episodio 252 LOS CELOS de la ventana iluminada -que resulta después no ser la de Odette- continúa padeciendo por el incidente y permanece listo para recibir nuevas sospechas. La existencia de esos dos niveles de sensibilización -uno que afecta a las modalidades y el otro a las aspectualidades- tendería a confirmar el hecho de que la sensibilización afecta también a las modulaciones tensivas, produciendo, como lo habíamos sugerido, estilos semióticos que el uso fija y que pueden ser en su momento convocados durante la puesta en discurso, al mismo tiempo que los bloques modales estereotipados a los cuales están asociados. 0 La ventana iluminada: simulacros figurativos y aspectualización espacial En la ((escena", el simulacro recibe un vertimiento figurativo completo: el rival toma forma, si no es que ya lo hizo; según el principio de exclusión, las relaciones de conjunción y de disjunción se espacializah; el conjunto es presentificado, cualquiera que sea la época efectiva de la conjunción SjS 3 en el relato. En Proust, la independencia de la escena de exclusión con respecto a los actores y a la época revela la pregnancia de la aspectualización espacial. Así, cuando la madre recibe en Combray, la exclusión del niño es identificada con la exclusión del amante cuando la mujer amada está sola en una fiesta; poco importan los actores y la época, se trata siempre de ... cette angoisse qu'il y a a sentir l'etre qu'on aime dans un lieu de plaisir oi:J. l'on n'est pas, ou l'on ne peut pas le rejoindre.58 [... esa angustia que surge por sentir al ser que uno ama en un lugar de diversión donde uno no está, donde uno no puede unírsele.] La constante es, en este caso, un dispositivo modal (un querer-estarser contradicho por un no-poder-estar-ser) y su manifestación espacial, la cual parece ser emblemática de las relaciones abstractas de exclusión; en este caso, el tipo pasional dominante es una variable: esa "angustia", según Proust, puede ser espacializada a la vez por los actores que están presentes y por las épocas de la vida; esa espacialización es una tematización, puesto que la angustia en cuestión puede llegar a ser, según el caso, "celos de niño" (con respecto a la madre), "celos de amigo" (con respecto al amigo), "celos de enamorado" (con respecto a la amante). Parecería pues que la espacialización estuviera encargada aquí de manifestar la constante modal y pasional, de naturaleza estrictamente sintáctica, mientras que la actorialización y la temporalización estarían encargadas de los diversos vertimientos semántico-temáticos. 58 A la recherche du temps perdu, op. cit., t, I, p. 41. 253 LOS CELOS De ahí que todos los espacios de exclusión celosa se parezcan: un englobamiento determina las fronteras del lugar prohibido al celoso; una dirección indica la zona posible por donde cruzar esa frontera. Las únicas operaciones posibles sobre ese tipo de dispositivo son: 1] paso -entradas o salidas-, es decir, movimientos direccionales a las fronteras del englobamiento, y 2] rodeos del englobamiento, movimientos "peritópicos" para el celoso, que no puede cruzar la frontera) y movimientos "paratópicos" para los otros dos que permanecen confinados en el espacio englobado. Esa disposición espacial define también el dispositivo espectacular, el cual instala un enunciatario delegado en un espacio disjunto de aquel en el que los actores de la enunciación hablan y actúan. Para Swann como para el público de un espectáculo, el espacio englobado y prohibido es una escena, que esconde los bastidores, y ese espacio es a la vez expuesto en la dimensión cognoscitiva según el modo del no-poder-no-uer, y rechazado en la dimensión pragn1ática según el modo del no-poder-acceder. La escena de la ventana iluminada, en Un amor de Swann, es ejemplar a ese respecto: un espacio englobado, la recámara, que se supone contiene la escena de conjunción entre 8 2 y S 3, comporta una abertura, la ventana iluminada; con respecto a ese espacio, Swann sólo puede efectuar movimientos peritópicos, los cuales manifiestan entre otros la inquietud y la agitación. No es sino hasta el final de una larga deliberación que se arriesga a ser "visto tratando de ver" y toca (las tres llamadas para levantar el telón) a la ventana. El texto es claro en ese punto: la sensibilización lleva a un dispositivo espacial que manifiesta un dispositivo modal; por eso la ventana iluminada, que señala a la vez la presencia de los actores en el interior y la posibilidad de un acceso visual a partir del exterior, es el instrumento espacial y modal de la tortura: .. .la lumiere [... ] qui maintenant le torturait en lui disant: "elle est la avec celui qu'elle attendait ... " [... ] l'autre vie d'Odette [... J, il la tenait la, éclairée en plein par la lampe, prisonniere sans le savoir dans cette chambre ou, quancl il le voudrait, il entrerait la surprendre et la capturer. .. 59 [.. .la luz [. .. ] que ahora lo torturaba al decirle: "allí está ella con quien esperaba ... " [... ] la otra vida de Odette [... ], estaba allí, iluminada de lleno por la lámpara, prisionera sin saberlo en esa habitación donde él podía entrar cuando quisiera sorprenderla y capturarla ... ] o De la escena como trampa Pero, como lo demuestra la última frase, el dispositivo espacial es ambiguo: la escena de exclusión que tortura a S 1 se convierte en trampa para 59 !bid., p. 273. LOS CELO~ 254 s¡S 3; puede incluso ser concebida para eso desde el inicio por el mismc celoso. Así, este último, en particular en Racine y Shakespeare, es siemprE más o menos el director de escena de la visión exclusiva; puesta en escena que permite condensar en un solo lugar y en un solo momento dos etapas de los celos: la adquisición de la certidumbre negativa y la venganza. Trátese de Otelo relegado a los bastidores en la escena montada por Yago, de Nerón escondido en la antecámara de la escena que preparó él mismo (Britannicus) o Roxane mantenida aparte por las reglas del serrallo (Bajazet), todos son a la vez, de un modo u otro, observadores presentes en la escena por la mirada, el oído o un comparsa, y actores excluidos como tales, pero que han ma~ipulado a los otros y han dirigido la puesta en escena. Roxane suscitó el encuentro entre Atalide y Bajazet; Nerón indicó a Junie el papel que desempeñáría delante de Britannicus; casi literalmente, Otelo ordenó a Yago montarle un espectáculo convinceJ!.te. La manipulación de la representación confiere al sujeto apasionado una propiedad ya sugerida: es un enunciador de segundo grado, por lo cual también es excluido de la escena, ya que el reembrague sobre su propio "discurso enunciado" le está prohibido, so pena de volver a cuestionar la puesta en discurso misma. El celoso no puede entonces entrar en la escena sin destruirla como escena: en cierta forma, el celoso sería un enunciador muy rudo o no muy perverso para inscribirse gracias a un reembrague parcial en la escena que él mismo ha suscitado. Como enunciador delegado, tiene el poder de hacer variar la perspectiva y de cambiar la orientación del espacio modalizado, sin tocar los dis- . positivos modales como tales; así, el no-poder-entrar llega a ser un nopoder-salir, y la mirada cautivada se convierte en mirada cautivante. Es como si la adquisición de la certidumbre debilitara el poder de captación de con respecto a e, inversamente, restaurara el poder de captura de respecto a 83. Reconoceremos ahí sin dificultad a la vez el poder de un narrador convertido en omnisciente, capaz de derivar y de interpretar los efectos modales secundarios del dispositivo espacial que ha contribuido a colocar, y la competencia de un sujeto discursivo que ha "internalizado" una escena actanci.al y puede, por ese hecho, hacer variar las posiciones y las polaridades. Es en ese momento que se da cuenta de que la sensibilización de la clausura del lugar está en función del punto de vista adoptado: exclusión y sufrimiento, desde el punto de vista del sujeto disjunto, trampa y amenaza de represalia, desde el punto de vista de los sujetos conjuntos; como enunciador pasional, le basta pues con adoptar el segundo punto de vista para invertir los signos de la sensibilización y de la orientación del espacio. La homologación entre el funcionamiento pasional y la puesta en discurso (puesta en escena, variaciones de la perspectiva) confirma en cierto sl s3 sl 255 LOS CELOS sentido que todo simulacro pasional se presenta en el discurso como otro discurso intercalado. La vuelta del espacio de exclusión entrampado repercute en la ambivalencia de la exclusividad misma. Swann, por ejemplo, termina por comprender que si él es el único en estar excluido de los lugares donde Odette hace la fiesta, es porque él es su amante exclusivo (p. 349); los otros, que no tienen ese privilegio, no sufren tampoco las consecuencias. Esa primera vuelta, previsible a partir del análisis de la exclusividad (cf. supra), puede entonces ser seguida de una segunda vuelta, transformando la visión exclusiva en captura. La sucesión de esas vueltas lleva a interrogarse sobre el funcionamiento sintáctico de la exclusividad: en un primer tiempo, el de la posesión exclusiva, S 1 captura a S 3 y excluye a S2; en un segundo tiempo, el de la visión exclusiva, S2 captura a S 3 y excluye a S 1; en un tercer tiempo, verdadera superación dialéctica de los dos primeros, S 1 captura a S 2 y a S 0 , sorprendidos en su complicidad (¡la nota del hecho policial!); ese tercer ti~mpo prepara una renovación de la posesión exclusiva, la cual podría ser entonces un verdadero secuestro que tendría en cuenta la experiencia adquirida. Falta, sin embargo, una etapa; para invertir la exclusividad, es necesario previamente que la posesión de s3 por sl haya sido cuestionada: el recelo y la inquietud de S 1 son testigos de ese suceso. La sintaxis de b exclusividad podría entonces ser representada así: POSESIÓN EXCLUSIVA VISIÓN EXCLUSIVA (S 1 captura a S 3 y excluye a 8 2) (S 2 captura a S3 y excluye a S 1) V /~ TRAMPA DEL CELOSO RECELO DEL CELOSO (S 1 captura a S2 y a S3 juntos) (S 3 escapa de S 1 y S 2 reaparece) A cada nuevo paso en la posición "posesión exclusiva", las estrategias se complican o se endurecen: las transformaciones de la exclusividad conservan el recuerdo de las posiciones anteriores, dramatizando de alguna manera el recorrido pasional. Universo pasional de vueltas y de ambivalencias, los celos son por excelencia el campo de maniobras en el que se propagan los dispositivos sen- 256 LOS CELOS sibilizados; la existencia de una sintaxis de la exclusividad que articula el conjunto del recorrido pasional prueba al menos dos cosas. La primera: que, cualesquiera que sean las posiciones respectivas de los copartícipes, el dispositivo modal característico de la pasión -aquí, el de la exclusividad- es una constante atemporal que rige la interacción pasional en su conjunto. La segunda: que la variación de esas posiciones es regulada, ordenada y relatable. Podríamos también pensar que esa sintaxis pertenece a la competencia pasional del celoso, bajo la forma de una "inteligencia patémica"; en efecto, cuando él programa la puesta en escena de la visión exclusiva, puede ya saber que funcionará como trampa para el ser amado y el rival; además, hemos visto que decretando la exclusión de 8 2 , preparaba la suya propia. La sintaxis de la exclusividad funciona de algún modo como una "disposición", es decir, como una programación discursiva que está dotada de su propia dinámica y que se despliega por sí misma si nada la detiene en su camino. "La celosía: Ego ha desaparecido A propósito de la visión exclusiva, La celosía es todavía el laboratorio en el que son probadas nuestras hipótesis y donde son dibujados los límites de su validez. El texto está por entero circunscrito al simulacro; su enunciación no es otra cosa que la enunciación pasional, paradójicamente atímica, cierto, pero que no da cabida a 'la enunciación primera; el espacio enunciado es por completo el espacio englobado en el que el celoso es excluido, un espacio aprehendido por un espectador que está presente en las escenas que cuenta, pero en las que no participa como actor. El discurso enunciado de acogida desapareció, la historia está fuera de campo y sólo el trabajo paciente del lector podrá reconstituir algunos fragmentos. Esa constatación es suficiente para explicar varias particularidades del texto; por ejemplo, la dislocación temporal y aspectual: ya no hay observador exterior que disponga de una distancia aceptable para ordenar y delimitar los procesos. Además, puesto que en su enunciación el texto mismo es la verbalización del simulacro pasional, y porque el celoso no puede ser un protagonista de ese simulacro, el sujeto del discurso, que se confunde aquí con el celoso, ha desaparecido. Otra desaparición, pues: la del Yo; en efecto, el sujeto del discurso está presente como actante, pero ausente como actor de la escena y de su escritura a la vez. Por eso, pudiendo ser perfectamente superpuestos el sujeto del discurso y el celoso, la exclusión del celoso se traduce por la exclusión lingüística del Yo: imposible para Ego decirse Ego, porque sería hacer aparecer a 8 1 (Yo) en la escena de la escritura. Así, el sujeto del discurso no es más que un lugár vacío, reconstituible sólo por deducción a partir de observaciones como éstas: J:.JVI Pour se rer.dre a l'office, le plus simple est de traverser la maison [. .. ] Les chaus- sures légeres a semelles de caoutchouc ne font aucun bruit ... 6o [Para llegar a la .oficina, lo más sencillo es atravesar la casa [... ] Los zapatos con suelas de hule no hacen ningún ruido ... ] Pour plus de sureté encare, il suffit de lui demander si elle ne trouve pas que le cuisinier sale trop la soupe. "Mais non, répond-elle, il faut manger du sel pour ne pas transpirer. 61 [Para estar todavía más seguro, bastará con preguntarle si no le parece que el cocinero le echa mucha sal a la sopa. ('De ningún modo, responde, hay que comer sal para no transpirar."] Franck sourit a son tour, mais i1 ne répond rien, comme s'il était gené par le ton que prend leur dialogue -deuant un tiers. 62 [Franck también sonríe, pero nada responde, como si estuviera molesto por el tono que toma su diálogo -frente a un tercero.] En La celosía) a falta de poder enumerar todas las transformaciones lingüísticas que tienen por objetivo hacer implícito el caso Agente o Dativo cuando no podría ser denominado de otra forma que por uyo" o "me", destaquemos algunos tipos representativos en los enunciados citados: transformaciones impersonales ("basta con"), paso a la tercera persona por perífrasis ("un tercero"), transformaciones infinitivas y generalizaciones ("para llegar a"), o aun, elevación del caso Instrumento a la posióón de sujeto frástico o frásico ("los zapatos") en el lugar del Agente. El lector debe entonces hacer la comparación entre las manifestaciones indirectas de un tercer actor y las modalizaciones que, remitiendo a la subjetividad del naITador implícito, deben ser atribuidas a ese mismo tercero; es el caso de la cuestión narrativizada y modalizada "bastará con preguntarle", cuya respuesta está en discurso directo. La modalización concierne al tercero indirecto ("basta con"), pero estando la respuesta en discurso directo, uno supone que el interlocutor se confunde con el tercero modalizado. Ejercicio de virtuosismo que sólo adquiere todo su sentido si se integra a la sintaxis de los celos. Muy frecuentemente, la deducción que permite encontrar el lugar vacío del sujeto del discurso es simplemente aritmética: hay cuatro asientos sobre la terraza, uno está desocupado, dos están ocupados por 8 2 y 8 3, el siguiente está ocupado por un tercero quien no puede ser otro que S 1, el nanador-observador; efectivamente, para seA. Robbe-Grillet, Lajalousie, op. cit., p. 48. Cursivas nuestras. p. 24. Cursivas nuestras. 62 !bid., p. 194. Cursivas nuestras. 60 61 !bid., 258 LOS CELOS ñalar que el asiento está ocupado, se nos explica largamente que su posición es incómoda, a un lado, al sesgo, lo que impide ver bien a 8 2 y a 8 3. El lugar vacío del sujeto del discurso es pues textualizado como posición y competencia de observación, y eso por medio de los límites impuestos a esa competencia en el espacio descrito. Una de las consecuencias de esa estrategia de discurso, consistente en hacerse cargo del simulacro del celoso con la exclusión de cualquier otro, es la de implicar al enunciatario en ese simulacro: este último es sin cesar solicitado por ese lugar vacío, conducido a realizar inferencias, obligado a ocupar mentalmente ese lugar para comprender las posiciones de cada uno y la organización de las escenas descritas. Estrategia semiótica y hermenéutica a la vez que transforma al lector en sujeto discursivo celoso: ¿los celos serían la pasión prototípica de los enunciatarios?" Los celos puestos en discurso: el componente semántico 9 El pequeño detalle concreto El celoso es un maniaco del detalle, un fetichista indefectible. El sufrimiento propio de los celos está intrínsecamente ligado a lo "concreto", es decir, a la vez a los "efectos de realidad" y a las axiologías figurativas. Hasta el punto de que en la interacción, para hacer sufrir a S 1, es suficiente con "dar detalles"; Odette, por ejemplo, no falta allí bajo la presión de 8wann. Pero, por otro lado, ya que lo abstracto y lo concreto son graduables, el celoso puede en parte controlar la intensidad de su sufrimiento haciendo variar· el grado de abstracción o de figuratividad de la representación que se da a sí mismo: Il se rendait compte que toute la période de la vie d'Odette écoulée avant qu'elle ne le rencontrat, période qu'il n'avait jamais cherché a se représenter, nétait pas l'étendue abstraite qu'il voyait vaguement, mais avait été faite d'années particulieres, remplies d'incidents concrets. Mais en les apprenant, il craignait que ce passé incolore, fluide et suportable, ne prit un corps tangible et immonde, un visage individue! et diabolique. Et il continuait a ne pas chercher ale concevoir, non plus par paresse de penser, mais par peur de souffrir.63 [Se daba cuenta: de que todo el periodo de la vida de Odette transcurrido antes de que la encontrara, periodo que nunca había intentado representarse, no era la abstracta extensión que vagamente entreveía, sino una trama de años particulares, llena de incidentes concretos. Pero temía que al conocerlos aquel pasado incoloro, fluido y soportable tomara un cuerpo tangible e inmundo, un rostro indi63 A la recherche du temps perdu, op. cit., t. I, p. 368. LOS CELOS 259 vidual y diabólico. y no hacía ningún intento para concebirlo, no por pereza de pensar, sino por miedo de sufrir.] El carácter "concreto" del simulacro no compromete sólo a la figurativización sintáctica -actorial, temporal, espacial-, sino también al conjunto de las isotopías semánticas convocadas por la representación de la pasión, cuyo poder de figuración es, lo hemos visto, una de las claves del sufrimiento. En ese sentido, las metáforas de Proust podrían constituir una vía de exploración, puesto que consideran la invasión de la representación por lo concreto como un remontarse del cuerpo en el discurso, "un cuerpo tangible e inmundo, un rostro individual y diabólico". Por otro lado, la invasión de lo concreto se basa en una competencia del celoso, competencia para enunciar figurativamente y para elaborar una representación discursiva del simulacro: un saber-relatar o saber-representar; lo cual demuestra que para ser celoso no basta con ser exclusivo: falta todavía un mínimo de imaginación. Esa competencia no es obligatoriamente la del actor apasionado; el saber-representar y la imaginación pueden muy bien pertenecer a otro actor: Odette estará en el lugar de Swann y Yago en el lugar de Otelo. La concreción de la escena remite pues a dos componentes: por un lado, al principio mismo de la figurativ:ización (opuesto a la abstracción) y, por el otro, a la competencia necesaria para la enunciación pasional. Por eso, en el discurso celoso, la preocupación por el detalle concreto es la marca distintiva de un tipo de escritura figurativa y representativa regulada por figuras isotopantes y por las leyes de un "género": Yago es dramaturgodirector de escena, Odette es narradora, llena de encanto, de naturalidad, dotada para las imitaciones, y el celoso de Robbe-Grillet es un descriptor obsesivo que de alguna manera hablia re inventado la Nueva Novela. En el simulacro pasional, hemos evocado en varias ocasiones la "presentiticación" de un enunciado, de un acontecimiento, de una situación; otro aspecto de ese efecto de sentido aparece aquí. Una simulación, una reproducción iconizada, que obedece a las leyes discursivas de la representación propias de cada cultura y de cada género en cada cultura, asumen el simulacro; al desembrague y al embrague que instalan a este último convendría pues agregar una operación de textualización. De esa forma, la nostalgia se prestaría más bien a la poesía como escritura figurativa, al menos en una cultura romántica, mientras que los celos, lo vemos, vacilan entre la escena dramática y la pausa descriptiva novelesca según sean abordados clásica o modernamente. 0 El mineral y lo vital _ El afecto puro, el estado tímico en bruto no se dice más; a menos de repe- 260 LOS CELOS tir los elementos de un campo léxico rápidamente agotado: sufrir, dolor, etc., la descripción del estado disfórico no puede ser sino lacónica. Sin embargo, abundan los textos sobre ese tema, gracias a los procedimientos simbólicos o semisimbólicos que asume la manifestación del estado disfórico: ciertas isotopías figurativas se especializan entonces en esa tarea. En Otelo, retendremos de manera particular el "veneno": Je SUP90nne fort le More lascif [c'est lago qui parle] d'avoir sailli ama place. Cette pensée, comme un poison minéral, me ronge intérieurment. 64 [Tengo la sospecha de que el lascivo moro [habla Yago] ha tomado sitio en mi lugar. Pensamiento que, como un veneno mineral, me roe las entrañas.] ... des idées funestes sont, par nature, des poisons qui font d'abord sentir leur mauvais goüt, mais qui, des qu'ils commencent a agir sur le sang, brülent comme des mines de soufre ... 65 [.. .las ideas funestas son, por su naturaleza, venenos que en principio hacen sentir su mal gusto; pero, desde que comienzan a obrar sobre la sangre, queman como minas de azufre ... ] En esas metáforas, el mineral destruye al animal, ataca el principio vital mismo. Tales figuras, que tienen la ventaja de despsicologizar lapasión, separando explícitamente el sujeto y el antisujeto, recuerdan oportunamente que la prueba tímica y su consecuencia, el sufrimiento, obedecen al reembrague sobre el sujeto tensivo y amenazan a la vida misma o, al menos, a su simulacro. En la enunciación verbal, el estado disfórico se traduce en Otelo, en el momento de la crisis, por un aniquilamiento del sujeto del discurso: exclamaciones, desorden de la sintaxis, síncopas y parataxis terminan en la abolición de la palabra y en el desvanecimiento del actor. En Proust, también el sufrimiento del celoso es "como un veneno que uno absorbiera" (p. 42.8), y el amor celoso sólo produce "frutos envenenados" (p. 429); de nuevo, el veneno se opone a la animalidad y más precisamente al principio vital, porque el celoso que sufre de un simple recuerdo es como 64 Othello, op. cit., acto II, escena 1, p. 813. Edición inglesa, p. 87, vv. 286-288: Ido suspect the lusty Moor Hath leaped into my seat, the thought whereof Doth, like a poisonous mineral, gnaw my inwards ... 65 !bid., acto m, escena 3, p. 832. Edición inglesa, p. 116, vv. 323-326: Dangerous conceits are in their natures poisons, Whitch at the first are scarce found to ditaste, But, with a little act upon the blood, Burn like the mines ofsulphur. :¿t)l LOS CELOS ... un animal expirant qu'agite de nouveau le sursaut d'une convulsion qui semblait finie. 66 [... un animal expirando que se agita .de nuevo en el sobresalto de una convulsión que parecía terminada.] Lo que obliga al celoso (y al analista) a interrogarse sobre la ambivalencia de 8 3 : objeto de valor bajo ciertas condiciones, antiobjeto de valor bajo otras condiciones, 8 3 fluctúa a merced de las etapas de los celos. La sintaxis pasional le procura también un recorrido ordenado porque, después de haber figurado como "veneno", tiene también vocación de convertirse en un "calmante" o en un "antiveneno". Ello equivale a decir que en la perspectiva del sujeto apasionado, 8 3 no es más que una valencia no polarizada y sólo recibe la categorización y la polarización por medio de los simulacros sensibilizados que sucesivamente proyecta 8 1. Proust no escapa tampoco a la metáfora del mineral que ataca lo vital, esta vez bajo la forma de la herida: Il se répétait ces mots qu'elle avait dits: [. .. ] "Deux ou trois fois", "Cette blague!", mais ils ne reparaissaient. pas désarmés dans la mémoire de Swann, chacun d'eux tenait son couteau et lui en portait un nouveau coup. 67 [Se repetía las palabras que ella había dicho: [... ] "Dos o tres veces", "¡Esas habladurías!", pero esas palabras al reaparecer en la memoria de Swann no iban desarmadas, cada una de ellas llevaba su cuchillo y le asestaban una nueva puñalada.] Sucede como si la expresión literaria de los celos, y del sufrimiento que ahí nace, obedeciera aquí a un vertimiento semántico estereotipado, que remitiría al estatuto del sujeto apasionado como cuerpo sintiente y al de la crisis pasional como puesta en discurso del sentir mínimo. El instrumento del sufrimiento (el antisujeto tímico) debe ser representado como un no viviente, y la crisis, como un conflicto de lo viviente y de lo no viviente; el cuerpo del celoso, que en el plano sintáctico era excluido de la escena, reclama ahora sus derechos a la semántica del padecer. En la medida en que 8 3 no aparece polarizado en sí y fuera de los simulacros proyectados por 8 1, y puesto que como veneno o antiveneno debe ser "absorbido" por 8 1, se nos lleva a pensar que toda la red figurativa construida alrededor del conflicto del viviente y del no viviente manifiesta directamente la prehistoria del protoactante: regreso a la fusión, pero regreso destructor que sólo se resuelve por un aniquilamiento en la insignificancia. 66 A la recherche du temps perdu, op. cit., t. 67 !bid., p. 367. l, p. 429. 262 @ LOS CELOS El poder isotopante del sufrimiento: idiolectos y sociolectos N o nos sorprenderá no encontrar nada de esto en Robbe-Grillet, puesto que ha sido suspendida la dimensión tímica: el cuerpo del celoso se tiene que callar y tomar prestadas otras vías diferentes de las del conflicto del viviente y del no viviente para manifestar, calladamente, su sufrimiento. De hecho, en la medida en que la escritÚra misma llegó a ser aquí la instancia pasional propiamente dicha, las figuras de la descripción van a encargarse de manifestar indirectamente el semantismo de los celos, tanto en el nivel de la expresión como en el nivel del contenido. La ísotopía de la cuantificación es ejemplar a ese respecto. Como tal, primeramente, invade la de·scripción: lo múltiple, lo fragillentado, se reencuentran en algunas figuras que retornan sin cesar: las balaustradas, las celosías (de las ventanas), la cabellera de· A ... , los crujidos y el canto de los grillos, los platanales en las plantaciones y sobre todo el ciempiés apachurrado sobre el muro. La descripción de este último indica claramente el alcance y el funcionamiento de esa isotopía invasora: L'image du mille-pattes éerasé se dessine alors, non pas intégrale, mais composée de fragments assez précis pour ne laisser aucun doute. 68 [Se dibuja entonces la imagen del ciempiés aplastado, no de manera íntegra, sino compuesta de fragmentos bastante precisos como para no dejar ninguna duda.] En lugar de la figura del mundo natural, aparece su huella enunciada, el grafismo de una forma de la cual se precisa que no tiene ya ningún espesor, que es como la tinta: un simulacro detenido en el tiempo. Por otro lado, el ciempiés, aunque identificable, resiste la totalización y la integración; para poder identificarlo, la única certidumbre es proporcionada por el reconocimiento de algunos fragmentos típicos, es decir, de unidades en las que podernos hacer sobresalir ciertos rasgos característicos: reconocimiento, pues, de unidades partitivas, en detrimento de la totalidad integral. Ahora bien, la cuestión de lo integral y de lo partitivo ha retornado en dos ocasiones en el estudio de los celos: para la definición de la exclusividad y para la descripción de la abducción; la recurrencia del motivo remite a la omnipresencia de la cuantificación y de la constitución del actante colectivo en la configuración de los celos. En un sentido, la isotopía de lo fragmentado concebido como "múltiple no integrable" manifiesta figurativamente la abducción abortada, el imposible precipitado de la prueba en esa novela; en otro sentido, lo fragmentado, como colección de unidades partitivas ~olección fascinante, obsesiva, sensibilizada por lo tanto-) ma68 Lajalousie, op. cit., p. 56. Cursivas nuestras. 263 LOS CELOS nifiesta el conflicto de lo participativo y de lo exclusivo, de lo partitivo y de lo integral, que está en el centro del apego celoso. El conflicto gira aquí en favor de lo partitivo y en pe:rjuicio del celoso, campeón de las unidades integrales. En la misma isotopía genérica de la cuantificación, el apego celoso recibe una segunda manifestación: la exclusividad se expresa en esa novela bajo la forma de una verdadera aritmética de los celos. La categoría "par us impar" provee el argumento principal. Para comenzar, en el enunciado se observa un conjunto de manipulaciones aritméticas frecuentemente orquestadas por A... y que apuntan a establecer la recurren cía de la cifra 3, ya sea por adición (2+ 1), o bien por sustracción (4-1): entre otros tres sillones, uno de los cuales está apartado, cuatro cubiertos, uno de ellos está retirado. Pero la categoría "par vs impar" tiene un uso mucho más general: los platanales están dispuestos en tres bolillo (4+ 1) y en líneas cuyo recuento irregular -el descriptor se entretiene en ese recuento- obedece también siempre al principio de la adición y de la sustracción de una unidad. Esa categoría manifiesta, pues, al mismo tiempo la exclusividad y la exclusión: la exclusividad porque el recuento, esa mitmética celosa, impone siempre la aprehensión de las unidades partitivas en detrimento de la totalidad; la exclusión, porque, para el juego de las adiciones y de las sustracciones así como de los dispositivos proxémicos, en el número concurre siempre un individuo excluido. La contaminación semántica de las figuras del texto por el dispositivo de los celos no es pues el resultado de una simple metáfora: sólo habría metáfora si ese dispositivo estuviera explícito en el texto, lo que no sucede aquí, y tanto más porque no es un dato textual sino el resultado de una reconstrucción por catálisis. Es necesario convenir aquí que la proliferación de las dos categorías de la cuantificación: par vs y fragmentado vs Impar integrado, funciona como un rasgo de competencia enunciativa, como una forma del no-poder-no-decir que equivale, en un texto cuya sintaxis pasional se refugia en la escritura, al no-poder-no-hacer-saber que caracteriza habitualmente al comportamiento ostensible del celoso. Ese rasgo de competencia referido a la microsecuencia de los celos, correspondería así al comportamiento observable y moralizable. No es por azar que varios de los comentadores han interpretado la repetición, la recurrencia de las mismas imágenes y la invasión del texto por la cuantificación como una obsesión que expresaría el sufrimiento del celoso. La rccurrencia de las mismas categorías semánticas en el discurso se expli- 264 LOS CELOS caría entonces por el poder isotopante del sufrimiento; resulta de ahí que la intensidad de la emoción puede medirse con la expansión de las isotopías figurativas que asumen la manifestación. Esa expansión determina a un sujeto enunciativo según el poder (no-poder-no-decir), mientras que el pequeño detalle concreto, fundamento de la simulación de la representación, determinaba un sujeto enunciativo según el saber (saber decir). En cierta forma, según un modelo muy extendido en la literatura moderna y contemporánea de Marivaux a Proust, entre otros, La celosía nos cuenta las circunstancias en las cuales un observador ha adquirido la competencia para describir las cosas tal y como nos son presentadas de hecho en el discurso. La existencia en Robbe-Grillet de una isotopía de lo fragmentado y de una isotopía de lo impar, en ausencia de toda isotopía que asumiera directamente la manifestación del sufrimiento, lleva a interrogarse sobre la naturaleza de los vertimientos semánticos figurativos de la pasión. Por un lado, se ha resaltado la existencia de vertimientos sociolectales, que se reconocen por su aspecto estereotipado, encargados de una manifestación del sufrimiento que sólo pasa por directa y evidente en razón de su carácter estereotipado en una cultura dada: la motivación de las figuras está pues ligada, en este caso, a su pertenencia a una taxonomía connotativa. Por otro lado, La celosía ofrece un ejemplo de vertimiento idiolectal, que únicamente pasa por indirecto e implícito en razón de su carácter no estereotipado. Todo discurso apasionado es pues susceptible de asociar los dos tipos de vertimiento semántico; se nos hace entonces suponer que en Proust o en Shakespeare la pasión recibe también vertimientos figurativos idiolec- . tales, que pueden estar disimulados por los estereotipos del veneno, de la herida, de lo viviente y de lo no viviente. De hecho, en Proust, por ejemplo, encontramos una isotopía figurativa que correspondería a esa definición: el aliento. El "gran aliento de la agitación" aparecido con la inquietud recibe por repercusión la imagen de un Swann "jadeante" en el momento del sufrimiento, cuando Odette acaba de confesarle sus amores homosexuales. Como puede preverse, para el celoso, calmarse, recuperar la confianza, es "recobrar su respiración" (p. 429). Esa isotopía es, por otra parte, demostrada en la novela entera por medio de las figuras contrarias de lo "aireado" y de lo "confinado" -puestas en evidencia hace tiempo por J.P. Richard-69 y que en todas sus ocurrencias son la manifestación de la sensibilización de los dispositivos modales, incluso acompañadas de anotaciones explícitamente eufóricas o disfóricas. Shakespeare, en cambio, se contenta· con volver a dar vida al estereo69 Proust et le monde sensible, París, Ed. du Seuil, 1974, p. 44 ss. 265 tipo, desarrollándolo, apropiándoselo, y en particular combinando la animalidad y la anormalidad: tales son las figuras del "monstruo" y del furibundo: Quelque monstre trap hideux peut etre mis aujour ... 70 [Algún monstruo demasiado horrible para mos.trarse ... ] C'est le monstre aux yeux verts qui produit l'aliment dont il se nourrit. 71 [Es el monstruo de ojos verdes el que produce el alimento del que se nutre.] Morbleu, de la patience! ou je dirai que vous etes décidément un frénétique et non plus un homme.7 2 [¡Caramba!, paciencia, o diré que sois entera y absolutamente un frenético y no ya un hombre.] El celoso "frenético", "monstruoso", pierde en Otelo una parte de su humanidad. La "humanidad" se caracteriza en este caso por la sociabilidad y el dominio, es decir, esencialmente por la regulación de las mani~ festaciones pasionales; lo que más choca a los venecianos del Moro es la pérdida de la compostura en público, la pérdida del saber-estar-ser social y el desencadenamiento de los instintos. Por otra parte, Otelo, hablando de Desdémona, había predicho: Excellente créature! que la perdition s'empare de mon ame si je ne t'aime pas! Va! quand je ne t'aimerai plus, ce sera le re tour du chaos. 73 [¡Excelente criatura! ¡Que la perdición se apodere de mi alma si no te quiero! ¡Y cuando ya no te quiera, será de nuevo el caos!] Había entonces en Otelo una especie de apego regido por el deberestar-ser, pero ese deber-estar-ser no tiene nada de subjetivo; aquí, el 70 Othello, op. cit., acto Ill, escena 3, p. 827. Edición inglesa, p. 108, vv. 106-107: ... sorne monster in his thought Too hideous to be shown. 71 !bid., p. 828. Edición inglesa, p. 110, vv. 164-165: It is the green-eyed monster, which doth mock The meat il feeds on. 72 !bid., acto rv, escena 1, p. 843. Edición inglesa, p. 135, vv. 87-88: Marry, patience! Or I shall say you're al! in all in spleen And nothing of a man. 7 3 !bid., acto III, escena 3, p. 826. Cursivas nuestras. Edición inglesa, p. 107, vv. 90-92: Excellent wretch! Perdition catch my soul But I do lave thee! And when I !ove thee not, Chaos is comme again. 266 LOS CELOS apego amoroso inspira la confianza en un orden humano, y en la contingencia su debilitamiento sólo puede traer de nuevo el caos animal, antes de aniquilarse en el conflicto con lo no viviente. Los órdenes de la naturaleza: lo humano (saber y deber-estar-ser), lo animal (no-saber y no-deberestar-ser) y lo mineral (no-estar-ser) son en Shakespeare instancias modales jerarquizadas y ordenadas en un vasto recorrido epistemológico y pasional que el celoso sigue regresivamente hasta la insignificancia. El vertimiento figurativo del sufrimiento presenta en los tres textos examinados una excepcional coherencia semántica, la cual estimula a investigar la organización sintáctica. El vertimiento idiolectal provee primeramente la isotopía para la constitución del sujeto apasionado: la agitación es un aliento que, en Proust, devora la respiración del sujeto; es un subir cuesta arriba del caos anterior al deber-estar-ser en Shakespeare; en Robbe-Grillet, lo que cumple ese papel es la fragmentación de las figuras del mundo natural. Encontramos el mismo vertimiento figurativo para manifestar la consecuencia tímica, es decir, el sufrimiento y la emoción por los cuales se agota el principio vital puesto en movimiento precedentemente, ya sea por un paro -el aliento es bloqueado-, o bien por un gasto excesivo -el caos lleva a la autodestrucción. En el momento de la moralización, puede servir también de referente para evaluar el comportamiento pasional y en particular el grado de dominio (del aliento, de los instintos y de sus desbordamientos) que revela. Por último, en el caso en que el sujeto apasionado se convertirá en sujeto de hacer, el vertimiento figurativo procurará la isotopía en la cual se inscribirá el hacer. Con la muerte de Desdémona, Otelo espera borrar la mancha animal por la cual la acusa, pero al mismo tiempo se va a conducir como un "frenético" y adoptará una conducta caótica, más destructora aún que la pasión. Swann no actúa más, salvo como sujeto cognoscitivo, pero ulteriormente el narrador, en La prisionera, pasará al acto y en cierto sentido "confinará" a Albertine en el campo cerrado y sofocante de los celos. La isotopía figurativa del aliento es en efecto retenida también para manifestar los imprevistos tímicos del joven Marcel. Para comenzar, en una forma de razonamiento por analogía esos imprevistos son comparados con los del asma: .. .la jalousie est de ces rnaladies intennittentes dont la cause est capricieuse (.. .] Il y a des asthmatiques qui ne calment leur crise qu'en ouvrant les fenetres, en res- pirant le grand vent, un air pur sur des hauteurs, d'autres en se réfugiant au centre de la ville, dans une chambre enfumée. Il n'est guere de jaloux dont la jalousie n'admette certaines dérogations. Tel consent [... ], tel autre ... 74 74 M. Proust, A la recherche du temps perdu, op. cit., t. III, La prisonniere, p. 29. 267 LOS CELOS [.. .los celos son una de esas enfermedades intermitentes cuya causa es caprichosa [... ] Hay asmáticos que sólo calman sus crisis abriendo las ventanas, respirando aire libre, un aire puro de las alturas, mientras que otros se refugian en el centro de la ciudad, en un cuarto lleno de humo. Apenas existen celosos cuyos celos no admiten ciertas derogaciones. Uno consiente [... ] otro .. .] También la inquietud es un confinamiento, y el alivio, una llegada de aire fresco. Al menor signo tranquilizador: ... l'atmosphere de la maison devenait respirable. Je sentais qu'au lieu d'un air raréfié, le bonheur la remplissait. 75 [.. .la atmósfera de la casa se hacía respirable. Sentía que en lugar de un aire enrarecido la llenaba la felicidad.] Un verdadero sistema semisimbólico ancla la isotopía del aliento en la dimensión tímica: aireación : confinamiento : : felicidad : desdicha, de tal manera que, por metáfora, la felicidad puede remplazar a un aire enrarecido en el espacio de la casa. Por consiguiente, todo está en su lugar para que el paso al acto, para terminar, tome también prestada su expresión a la isotopía del aliento: de hecho, la posesión amorosa de Albertine piisionera se cumple como una aspiración del aliento; después de una larga ensoñación sobre el aliento de la durmiente, el narrador constata: Sa vie m'était soumise, exhalait vers moi son léger souffle. J'écoutais cette murmurante émanation mystérieuse, douce comme un zéphir marin, féerique comme un clair de lune, qu'était son sommeil. [... ] j'avais son souffle pres de ma joue, dans ma bouche que j'entr'ouvrais sur la sienne, ou contre ma langue passait sa vie. 76 [Su vida me estaba sometida, exhalaba hacia mí su tenue aliento. Escuchaba aquella murmurante emanación misteriosa, dulce como un céfiro marino, mágica como un claro de luna, que era su sueño [. .. ] tenía su aliento junto a mi mejilla, en mi boca que yo entreabría sobre la suya y a la que por mi lengua pasaba su vida.] Si la asociación del aliento y de los celos fuera una simple analogía, no hubiéramos dejado el campo de la comparación entre el asma y la pasión, ya que el asma es para el narrador el prototipo de todo sufiimiento; pero la asociación se prolonga en el hacer amoroso, fuera del sufrimiento. 75 1bid., p. 57. 76Jbid., pp. 70-74. 268 LOS CELOS Metáfora hilada, cierto, pero no sin razón: el vertimiento figurativo debe aparecer en todas las etapas de la microsecuencia pasional, la cual procura en cambio su armazón modal y sintáctica a la isotopía solicitada. Debemos entonces reconocer al sujeto apasionado en general y al celoso en particular, junto con la competencia modal constituida por dispositivos modales sensibilizados y reunidos en una disposición, una competencia semántica constituida por isotopías figurativas sensibilizadas que selecciona, ya sea como sujeto social o bien como sujeto individual, para representar específicamente los recorridos pasionales. La figuratividad sirve en suma a la pasión, desplegando motivos (el veneno, el ciempiés, la herida) e isotopías en la sintaxis pasional propiamente dicha. Excluidos los objetos de valor pasionales a causa de la preemineneia de la sintaxis modal, los contenidos semánticos figurativos hacen aquí un regreso discreto a los sistemas semisimbólicos que asocian las diferentes etapas de la secuencia a las figuras patemizadas. Nota sobre la cuantificación A lo largo de nuestros análisis de las configuraciones patémicas, se ha podido constatar que hemos tenido que recurrir a tal o cual aspecto de la cuantificación de los fenómenos considerados; las isotopías figurativas patemizadas en sí mismas, al entrar en relación semisimbólica con las categorías pasionales, explotan las figuras cuantificables: el fragmento y el ciempiés en uno, las espigas y las muescas en el otro, que remiten de algún modo a la dialéctica del todo y de sus partes, de lo uno y de lo múltiple. Así, el avaro apareció como moralmente condenable, ya que parecía perturbar cierto orden de las cosas al tratar de acumular o rechazando compartir, es decir, afirmando la exclusividad de sus relaciones con los objetos de valor. Esa perturbación sin embargo sólo podía comprenderse · si uno admitía por presuposición una "no exclusividad" en la circulación de los valores. Por poco que se considere cada universo axiológico como una totalidad cerrada y fragmentada en partes que corresponden a cada uno, los objetos de valor adquieren un estatuto de unidades partitivas, propias de los sujetos pero no exclusivas. La intrusión del avaro consiste entonces en una transformación de unidad partitiva en unidad integral o, mejor, en la adquisición de un doble estatuto para esa unidad como parte de un todo y al mism~ tiempo como integralidad, es decir, una magnitud autónoma. Lo que para el sujeto era un modo de participación en la totalidad de los valores se convierte ahora en una forma de su autonomización, ya que esa transformación comprende de alguna manera la transformación de un sujeto sumergido en los sis.tema's de valores de su cultura en un sujeto apasionado. . LOS CELOS Por la misma acción encontramos así el modelo bien conocido propuesto por Lévi-Strauss, según el cual la circulación de los objetos -o su comunicación- es fundadora de las estructuras sociales -la de los bienes, de las mujeres y de las comunicaciones-, dando lugar a las tres dimensiones fundamentales de toda sociedad. Pero haría falta entonces considerar la distinción entre dos niveles diferentes del intercambio generalizado: por un lado, los objetos discretos, que uno puede acumular, dividir, distribuir e intercambiar con base en equivalencias discontinuas; por el otro, los objetos patémicos, que participan también en el intercambio, pero de modo continuo y adoptando las formas de la diseminación, de la fluctuación y del contagio. Y, al igual que en los microuniversos pasionales el flujo circulante puede dispararse o bloquearse, en la evolución de las sociedades se puede concebir tanto un proceso destructor que por una aceleración no regulada de los intercambios (potlatch o dumping) ponga en peligro a la colectividad, como un proceso de disminución exagerada en el que la apropiación individual (atesoramiento o acaparamiento) se haga en detrimento de la cohesión social. Por eso, no es sorprendente que las mutaciones o los acci~ dentes socioeconómicos -Bl nacimiento de la propiedad privada, el acaparamiento especulativo, la colectivización, los eraes bursátiles ...- sean también acontecimientos patémicos. Vemos entonces con qué facilidad es posible deslizarse) ayudándose de los celos, hacia la exclusividad proclamada de las mujeres, garantizada por las estructuras del parentesco que permiten cierta libertad de circulación al mismo tiempo que la apropiación individual. La elección de los celos es, a ese respecto, ejemplar; hemos anotado que éstos no se interpretan únicamente en el marco del intercambio generalizado, en el que sustituyen ventajosamente a los rigores del matrimonio que han llegado a ser insoportables, sino que hacen intervenir dos veces la exclusión, como proceso cognoscitivo e imaginario, apuntando, ya sea para preservar la exclusividad del objeto cuando se encuentra en peligro, o bien para excluirse de la escena en trio reconociendo -de hecho, si no de derech(}-la exclusividad de la cual se beneficia el rival. Más interesante en ese último caso es que no opera solamente circunscribiendo el objeto de valor que es el ser amado en beneficio del sujeto, sino que el velo de exclusividad abarca el conjunto de la intersubjetividad -la pareja o el doble, poco importa-, estableciendo una línea de demarcación entre la totalidad y una nueva "unidad partitiva" y apoyando el problema de la anterioridad del uno o del doble. El último ejemplo de la exclusión en marcha, por así decir, se manifiesta en la manera de conducir las operaciones cognoscitivas durante la búsqueda de la prueba. El sujeto celoso, al mismo tiempo que desea verdaderamente conocer la verdad, rechaza sin embargo todo saber parcial, y así aparece aquí la exclusividad en la manipulación de las modalidades 270 LOS CELOS epistémicas, como la supresión de los términos intennedios entre la certidumbre y la exclusión por el rechazo de la duda o de la probabilidad. La búsqueda de la certidumbre a cualquier precio puede interpretarse entonces como una sed de la totalidad que uno teme perder, como una precipitación de la unidad partitiva ansiosa de reencontrar su integralidad. Las formas de la cuantificación que encontramos aquí se encuentran en las gramáticas tradicionales -y menos tradicionales- bajo la etiqueta de "indefinidos", que hemos propuesto en otra ocasión considerar como "cuantitativos indefinidos". Ese raro conjunto de magnitudes insólitas -pronombres, adjetivos, adverbios o artículos-, desde hace mucho rompecabezas de los lingüistas más avisados como Brondal o Guillaume, por mencionar algunos, ha llegado a ser desde hace algún tiempo uno de los problemas arduos de la filosofia. Así, cuando Paul Ricoeur, al plantear la cuestión de la identidad del sujeto y más precisamente del "sujeto narrativo", para evitar una confusión previa nos invita a distinguir entre los conceptos de mismidad y de ipseidad, encontramos alú semejanzas sorprendentes con la definición del unus de Brandal -término complejo de dominación variable, compuesto del elemento discreto (es decir, la "mismidad") y del elemento integral (es decir, la "ipseidad")-, en que el primero permite distinguirlo del "otro" y el segundo asegura allí la consistencia, el todo oponiéndose al concepto de totalidad. Desde otro punto de vista, si se interroga el devenir, especialmente el de las comunidades, se presenta, decíamos, como una variación continua de los equilibrios y los desequilibrios entre fuerzas cohesivas y dispersivas, cuyo antagonismo tiene como propósito la emergencia de la significación misma y también, más específicamente, de la interactancialidad. Por un lado, los sujetos patémicos, ya sean colectivos o individuales en la descripción de las configuraciones pasionales, parecían frecuentados por toda una cohorte de sujetos modales, cuya puesta en fase plantea problemas. En efecto, ese sujeto plurimodalizado, como el atleta en el estadio, puede desunirse o reunirse, congregar o dejar dispersarse las cargas modales que lo determinan. Por eso ha sido necesario hacer un llamado a los "estilos semióticos" y a los estilos aspectuales que los manifiestan en discurso, concebidos como equilibrios/desequilibrios entre fuerzas antagonistas, para procurar en la mira del sujeto tensivo formas relativamente estables, que puedan perdurar a pesar de los imprevistos modales. Por otro lado, los diversos aspectos cuantificables de los objetos parecen distribuirse en tres estratos principales: las figuras-objeto iconizadas se constituyen primero en clases, establecidas sobre la base de propiedades modales y sintácticas que permiten hablar de los objetos de valor. Son esas clases de figuras iconizadas las que reciben las determinaciones gramaticales de la cuantificación (indefinidos, partitivos, integrales, definidos, etc.); que abarcan a la vez la cua.11tificación de los sujetos y la de los LOS CELOS 271 objetos. Se puede considerar a ese respecto que es la junción en sí misma la que se encuentra entonces cuantificada: un solo sujeto para n objetos, un solo objeto para n sujetos, un sólo sujeto para un sólo objeto, etc., distinciones que permiten fundar y diferenciar por ejemplo el atesoramiento, el consumismo, la distribución, el compartir ... Se plantea entonces la cuestión del criterio que permite decidir sobre los valores: ¿por qué tal o cual clase, definida cuantitativamente, puede representar un valor para tal o cual sujeto? Son las valencias las que proveen el criterio, con lo que permiten constituir las clases de objetos de valor, a partir, entre otras, de sus· propiedades participativas o exclusivas. En fin, más acá de las valencias, se dibujan para el sujeto tensivo "sombras de valor" en las fluctuaciones de una interactancialidad en devenir, en los combates con las fuerzas cohesivas y dispersivas. El caso del "objeto" en la configuración de la avaricia es ejemplar a ese respecto. Se presenta de entrada como un islote de resistencia en la circulación generalizada, como una zona de aflojamiento, hasta de bloqueo, del ílujo comunitario: es la "sombra de valor". La discretización del flujo y su reformulación en términos de intercambio hacen de esa ('sombra" una valencia, bajo la forma de la exclusividad. Como objeto de valor, en fin, el objeto del avaro subsumirá todas las figuras iconizadas obedeciendo a la definición de una unidad integral. Cualesquiera que sean las interpretaciones y las soluciones adoptadas, ellas justifican nuestra preocupación por situar -como lo habíamos hecho- los problemas de la cuantificación y de las primeras articulaciones del concepto indefinido de magnitud en el centro mismo de la epistemología que trata de enunciar las precondiciones de la aparición del sentido. Nuestra evocación del pensamiento presocrático, preocupado por el problema de lo uno y de su detonación, de las tensiones que apuntan hacia la reconstitución de la totalidad, pudo parecer un poco desplazada. Nuestra referencia a una necesaria cohabitación, si no a una conciliación, de la doble concepción del universo considerado ora como discontinuo ora como continuo, parece justificarse ahora cuando vemos en diversos niveles del recorrido generativo la necesidad de recurrir por intermitencia, o a la vez, a los cuantitativos definidos y discretos y a los cuantitativos indefinidos que, después de la repartición de la totalidad, son susceptibles de acceder al estatuto de integrales, lo cual permite comprender, entre otras cosas, cómo la exclusión puede ser un concepto lógico y una actitud pasional. A MANERA DE CONCLUSIÓN Es curioso constatar que el problema de la cuantificación que acabamos de retomar haya podido plantearse de modo tan insistente cuando se ha tratado de introducir en la teoría semiótica su componente pasional. Eso se comprende en parte si se tiene en cuenta el hecho de que la cuestión del estatuto de las magnitudes -sujetos u objetos de valor- sólo podía reaparecer necesariamente cuando la tensividad de fluctuaciones y contornos vagos era postulada en el horizonte de las cosas. La concepción del universo, doble y complementario, continuo y discontinuo, debía entonces acoger la comprensión de la totalidad como portadora de un doble devenir, el de la división y el de la diseminación. Todo eso tenía que repercutir enseguida en el nivel de la instancia de enunciación) dando cuenta de la existencia, aliado de las estructuras articuladas con discreción, de las comunidades integradas y de las instituciones socioculturales, de las culturas y de los sociolectos. Podemos ahora comprender el juego incesante que asocia, por un lado, a unidades partitivas e integrales que dan lugar a individuos participativos y sin embargo integrados y, por el otro, a sujetos integrados y discretos, dotados de la "ipseidad" y de la "mismidad". En esa perspectiva, la historia aparece como un devenir perpetuo en el que se forman, se deforman y se reforman personas y culturas. Así, las sociedades comerciales pueden ser constituidas como totalidades vivientes, a partir de individuos discretamente articulados, al igual que las sociedades denominadas arcaicas pueden engendrar personas íntegras e incluso dotadas del sentido de la propiedad. Asimismo, nos parece posible considerar que ciertas herramientas cuantitativas de esa naturaleza puedan servir de marco para definir el "proyecto global de personalidad" que no se reduzca a la simple "identificación", sino también para abordar una tipología de los humores y de la constitución de las personas. Puesto que -se tiende muy frecuentemente a olvidarlo-la semiótica es y debe permanecer, para no perder su espíritu, como un proyecto científico situado a "escala humana": si el mundo de los olores nos es accesible como un conjunto de efectos de sentido, existe un más allá molecular, nuclear, etc., que surge de una forma que no es ya semiótica, sino científica stricto sensu. Dentro mismo de la aprehensión semiótica, de algún modo y haciendo variar la distancia epistemológica para acomodar la mirada, a partir de los mismos fenómenos se puede obtener imágenes diferentes: modulaciones y fluctuaciones a gran distancia, categorización y modalización a [272} A ivLWERA DE CONCLUSION 273 corta distancia; pero para la mirada semiótica queda un horizonte infranqueable: el que separa el "mundo del sentido" del "mundo del estar-ser". Las confusiones, es verdad, son a veces difíciles de evitar; sólo nos queda insistir en la percepción corno interacción del hombre y de su entorno que es la piedra de toque en nuestros esfuerzos para comprender el mundo del sentido común, donde es el propio cuerpo el que permite a ese mundo el acceso al universo del sentido. Cuerpo sintiente, percibiente, reaccionante; cuerpo que moviliza todos los roles dispersos del sujeto en una tirantez, un sobresalto, un arrebato. Cuerpo como barrera y suspensión que conduce a la somatización dolorosa o dichosa del sujeto, pero también lugar de tránsito y de patemización que administra la apertura sobre los modos de existencia semiótica. Si todavía creeemos en el viejo adagio según el cual es el punto de vista sólidamente mantenido el que constituye un dominio cualquiera en "disciplina" y le confiere el estatuto de objeto de investigación, es ese espacio semiótico poblado de formas cognoscitivas patemizadas -donde loracional y lo irracional se han fusionado en racionalidades diversas y en configuraciones patémicas múltiples- el lugar homogéneo de nuestras exploraciones. Homogeneidad del lugar, pertinencia de la mirada: la coherencia en las cosas y en los espíritus es lo único que nos queda como fundamento de nuestro quehacer cuando los otros criterios de verdad han llegado a ser obsoletos. "Com-prender" -es decir, asir los fenómenos a la vez- es la prolongación esperada del "todo se sostiene" saussuriano, en el que la búsqueda del sentido para el mundo se reúne con la intención del sujeto que se interroga sobre su propio recorrido. Comprender el mundo es oponerse a parcelario en modelos locales, postular su coherencia, único medio para abordar las "complejidades" que dan miedo o que parecen muy costosas: al integrar nuestras reflexiones sobre las pasiones se ha buscado satisfacer esa condición, cuyo éxito se juzgará a posteriori en la teoría semiótica de conjunto. Habiendo sido llevados a interrogarnos sobre la manera de estar-ser de los valores y sus organizaciones, quisiéramos inscribir alú en un buen lugar la cuestión que nos ha guiado a lo largo de este trabajo. Ya sea que la cuestión del objeto propio del quehacer semiótico se plantee en el nivel de las precondiciones, en el nivel del discurso o en los niveles intermedios, las diferentes soluciones deben suscribir la e:xigencia de coherencia: fuerzas cohesivas en el universo tensivo, modelo constitucional y dialéctica sintáctica en el nivel semionarrativo, isotopía y aspectualización en el nivel discursivo. La coherencia nos parece ser esa "sombra de valor" que refleja la aspiración del universo a la unidad, pero también la valencia que comprende los valores a todo lo largo del recorrido epistemológico: esperanza del Yo inencontrable del sujeto, sostén del investigador en búsqueda de eficacia. ÍNDICE ANALÍTICO abducción: 248, 251, 262 apego: 97, 98, 106, 112, 113, 115, 117, 123, 136, 137, 139, 160, 161, 168171, 175-177, 180-185, 188, 189, 191, 197-199, 201, 203, 205-208, 210, 211, 214, 215, 219, 220, 224, 226, 228, 229, 232-234, 236, 242, 263,265,266 aspectualidad: 25, 26, 68, 69, 81, 252 aspectualización: 15, 23, 30, 31, 33, 34, 36, 38, 42, 43, 45-47, 67, 83, 129, 148, 157, 179, 180, 239, 24 7, 261,272 categorización: 15, 23, 30, 31, 33, 34, 36, 38, 42, 43, 45-47, 67, 83, 129, 148, 157, 179, 180, 239, 247, 261, 272 competencia: 10, 11, 14, 15, 18, 44, 48, 49, 51, 52, 59-62, 79, 81-83, 86, 91, 99, 100, 105, 106, 112, 124-126, 128, 130-132, 134, 139, 145, 149, 151, 161-163, 165, 172, 179, 193196, 199, 202, 205, 208, 218, 219, 223, 224, 232, 236, 240, 242, 243, 245, 249, 254, 256, 258, 259, 263, 264 . competencia pasional: 99, 100, 112, 179,205,242,256 confianza: 26, 64, 68, 177, 180-183, 188, 189, 212, 214, 227-229, 233, 264, 266 configuración: 28, 30, 52-54, 56, 59, 61, 64, 78, 86, 87, 101, 103-111, 113, 114, 117, 119, 128, 129, 131, 136-142, 144, 146-148, 153, 155, 156, 159-161, 163-165, 180, 184, 187, 188, 203, 205-207, 210, 211, 213, 219, 223, 231, 235, 236, 262, 271 constitución: 17, 53, 83, 86, 118, 136- 138, 145, 152, 156, 173, 175, 197, 207, 225, 226, 230, 247, 262, 271, 272 continuo: 12, 32, 33, 37, 65, 71-73, 78, 98, 101, 115, 117, 118, 152, 153, 156,157,222,238,269,271,272 conversión: 45, 47, 55, 67, 73, 115, 184, 230 convocación: 12, 13, 67, 68, 74, 76, 77, 98, 132, 140, 145, 147, 148, 221, 222 crisis pasional: 181, 205, 211, 215, 219,223,224,237,261 cuerpo sensible: 134 desconfianza: 151, 152, 164, 17~ 180, 182, 188, 205, 209, 211, 212, 219, 224,227-230,233-23~ 247 devenir: 31-39, 41, 42, 44, 46, 61, 6.5, 67-72, 74, 88, 101, 119-121, 141, 142, 144, 147, 152, 155-159, 169, 222,242,271,272 difidencia: 180-184, 188, 189, 205, 206,212,227-229,247 dimensión estética: 29 dimensión tímica: 58, 73, 74, 86, 171173, 191, 198, 229, 231, 240, 250, 262,266 discernimiento: 10, 173, 219, 220, 239 discontinuo: 10, 17, 24, 37, 65, 66, 70, 73, 93, 101, 152, 153, 156, 157, 195,222,271,272 disposición: 9, 21, 35, 57-61, 65, 67-69, 74, 75, 77, 79, 80, 101, 106, 110112, 122, 124, B1, 132, 136-139, 145, 146, 151, 152, 170, 199, 205, 221, 226, 2.'37, 241, 242, 245, 253, 256, 268 dispositivo : 21, 56, 58, 60-62, 64-69, 71-73, 76-79, 84-86, 88, 91, 101, 105-108, 123, 131, 132, 134, 136, [275] 276 137, 139, 146, 151, 153, 156, 157, 160-162, 164-167, 176, 178, 179, 183-186, 198-200, 202-204, 209211, 213, 215, 219, 221, 223-225, 234, 237, 244, 249, 252-254, 256, 263 dispositivo actancial: 160, 161, 164, 165,167,249 dispositivo modal: 60-62, 64, 65, 68, 69, 77, 79, 84, 88, 106, 108, 123, 131, 132, 134, 136, 137, 139, 146, 151, 153, 156, 161, 163, 179, 185, 199, 202-204, 211, 213, 221, 223, 225,244,252,253,256 dispositivo patémico: 185, 223, 224, 234 emoción: 28, 30, 38, 81, 144, 145, 152, 217-221,225,226,230,246,264 escena: 56, 125, 146, 159, 164, 167, 168, 178, 182-184, 199, 200, 209, 211, 218, 220, 222, 227, 230, 231, 233, 235, 242, 251-254, 256, 258, 259,269 esquema patémico: 144, 148, 152, 225-227 estilo semiótico: 21, 59, 61, 65, 67, 71, 88, 145, 184, 225 estructura modal: 61, 79, 185 ético: 26, 97, 103, 138, 141, 142, 145, 146, 149, 157, 162, 163, 165, 181, 195, 202, 204-207 etnotaxonomía: 77, 90 exclusión: 102, 173, 183, 200, 211, 212, 217-220, 252-256, 258, 263, 269,270 exclusividad: 168, 171, 173-175, 180182, 184, 185, 188-191, 196, 200, 206, 207, 212, 229, 241, 255, 256, 262,263,268,269 existencia semiótica: 12-14, 17, 50-51, 91,130,136,148,168,273 fiducia: 19, 27, 29, 32, 36, 37, 39, 44, 51, 56, 57, 87, 100, 137, 159, 169, 171, 180-184, 189, 206, 209, 214, 217-219, 224, 226-229, 242, 243, 248-251 firmeza: 206-208 ÍNDICE ANALÍTICO foria: 19, 22, 24, 27-34, 37, 41-44, 46, 51,130,169,177,180,219,237 horizonte óntico: 12, 16, 19, 31, 69, 148,239 identificación: 49, 52, 107, 193-196, 226,239,272 idiolectal: 13, 71, 77, 86, 88, 90, 91, 93, 96,264,266 inquietud: 30, 31, 34, 35, 133, 137, 161, 176-180, 182-184, 218-221, 224, 227, 230, 233, 234, 236, 237, 240-243, 247, 251, 253, 255, 264, 267 intensidad: 15, 23, 97-99, 105, 110, 116, 118, 139, 141, 142, 155-158, 164,168-170,232,251,258,264 interactancialidad: 54, 166, 270, 271 intersubjetividad: 29, 30, 54, 56, 146, 157,187,210,241,269 intersubjetiva: llO, 140, 208, 243 lógica de las fuerzas: 22, 23, 29, 34, 41, 71, 88, 97, 118, 119, 140, 147, 152, 154, 156, 157, 161, 175, 205, 206,270,271 lógica ele posiciones: 22, 32, 35, 45, 46, 74,85, 100,118,130,149 macrosecuencia: 213-215, 219, 221, 223,224,226,227,233-236,242 mediación: 12-15, 18, 47, 72, 91, 130, 164, 166, 175 mediador: 164 microsecuencia: 213, 215, 217, 219221, 223, 224, 230, 233, 234, 237, 240, 242, 243, 245, 246, 251, 263, 268 microsistema: 109, 113-115, 120, 184186, 195 modalización: 9, 21, 24, 25, 34, 35, 42, 46, 47, 49, 51, 52, 61, 62, 69, 82, 84, 86, 88, 89, 92, 98, 106, 112, 115-117, 119, 121, 122, 131, 152, 157, 173, 179, 181, 190, 192, 198200, 202, 203, 205, 212, 213, 215, 217,218,240,245,257,272 modo de existencia: 11-13, 50, 52-54, 76, 129 modulación: 23, 33-36, 39, 40, 42, 44, 46, 65, 68-70, 72, 101, 110, 111) 117-120,130,169-171,242 modulación comunitaria: 101 moralización: 89, 91, 97, 105-107, 110, 116, 127, 131, 132, 138-146, 152, 159, 165, 170, 171, 181, 192, 19.3, 203, 204, 207-209, 217, 220, 221, 226 motivación: 80, 101, 131, 264 negación: 18, 36-38, 40, 50, 51, 63, 83, 104,168,183,189,228 nomenclatura: 79-82, 97, 98, 105, 151, 163 objeto:11-13, 21, 23-29, 32, 36, 37, 4149, 53, 54, 57' 60, 62, 64, 73, 78, 80, 84, 89, 90, 98, 100-106, 108, 110-113, 115-123, 12'7, 137, 144, 14 7) 148, 157) 159-184, 187-198, 200-202, 205, 207-212, 217-221, 224-226, 230, 233, 237, 238, 241, 249-251, 261, 268-273 objeto de valor: 24, 42, 44, 47, 49, 57, 104, 106, 127, 136, 159, 162, 169, 170, 172-174, 189-191, 194-196, 198, 205, 208-210, 220, 237, 238, 241,261,269,271 orientación: 30-33, 40-42, 64, 75, 86, 100, 102, 141, 149, 164-166, 184, 197,254 parte: 91, 110, 111, 117, 11~ 172-174 participativo: 41, 169, 174, 175, 263, 272 partitivo: 110, 117, 118, 173-175, 186, 262,263,270 paterna: 74, 79 paternas-proceso: 74 posesión: 168, 171, 172, 176, 188, 189, 191,198,205-207,220,255,267 potencialización: 122, 124, 126, 130, 141 potencializado: 51, 120-122, 124, 130, 179,220 praxis enunciativa: 58, 72, 75-77, 82, 96, 101, 108, 111, 122, 130, 132, 134, 136, 147, 148, 166 precondición: 17, 27, 29, 32, 166 primitivo: 13, 58, 67, 75-78, 94, 123, 132, 147, 148 protensividad: 25-27, 29-32, 36, 38, 39,41,44,46,57,68, 77,118,166 recorrido generativo: 9, 17, 19, 21, 24, 34, 38, 44, 47, 55, 65, 69, 70, 75, 76, 112, 118, 129, 130, 184, 191, 249, 250, 271 reconido patémico: 118, 137 reembrague: 70, 129, 130, 144, 170, 179, 183, 184, 192, 200, 219, 222, 224,225,237,240,243,254,260 reserva: 207-209 secuencia modal: 92, 124, 211, 212, 217,224 sensibilización: 14, 18, 21, 123, 127, 132-137, 139, 140, 142, 143, 145147, 152, 156, 158, 165, 166, 187, 192, 204, 210, 221, 226, 244, 245, 251-254, 264 sentir: 13, 18, 21-24, 28-30, 36, 46, 69, 74, 80, 94, 130, 144, 179, 197, 238240,261 simulacro: 17, 19, 22, 25, 5L!, 56, 61, 100, 104, 121, 123, 125, 129, 139, 144, 145, 167, 170, 178-181, 183, 187-190, 192, 194, 196-201, 203206, 209, 211, 219, 227, 236, 237, 240, 243-245, 247, 252, 255, 256, 258,259,262 simulacro existencial: 50, 52, 53, 55, 120-123, 126, 128, 219 simulacro modal: 54, 56 simulacro pasional: 61, 129, 144, 145, 167, 178, 181, 183, 189, 192, 198200, 204, 206, 209, 219, 236, 237, 240,243,245,255,256,259 simulacro pasional figurativizado: 200 sintaxis intermodal: 70, 71, 77, 106, 121-123,132,149,179,207, 220' sintaxis modal: 40, 60, 72, 87, 93, 112, 120, 210, 268 sociolectal: 13, 71, 77, 83, 84, 86, 93, 226,264 sociotaxonomía: 88, 135 sombra de valor: 25, 26, 36, 37, 44, 104,219,238,271,273 taxonomía connotativa: 81, 85, 92, 94, 278 123,142,264 taxonomía pasional: 84, 86, 108 tensividad: 17, 18, 21, 24, 25, 28, 30, 31, 34, 35, 37, 45, 55, 70, 71, 74, 104, 119, 130, 14 7' 148, 179, 222, 239,243,272 tensividad fórica: 21, 24, 28, 30, 31, 34, 35,45, 70, 71, 74,148,179,239 totalidad partitiva: 119, 173-175, 188, 190,191,196,200,217,251 transformación patémica: 166 transformación tímica: 145, 191, 205, 207, 209, 211, 215, 217, 218, 225, 227 unidad integral: 118, 119, 174,·190, 217,268 ÍNDICE ANALÍTICO unidad partitiva: 118, 119, 174, 268270 valencia: 26-28, 30, 31, 34, 36, 37, 39, 41-43,46,47, 57,87, 104,105,110112, 119, 120, 169, 180, 191, 207, 219, 220, 237-239, 255, 261, 271, 273 valor: 16, 23-29, 34-39, 41-44, 46, 47, 49, 51, 57,63, 72, 73, 78,84-88,98, 100, 102-104, 106-110, 112-117, 121, 122, 127, 137, 138, 140, 142, 147, 148, 150, 155, 156, 159, 162, 168-170, 172-174, 182, 189-191, 194-196, 198, 202, 205-210, 218, 220, 221, 237, 239, 241, 249, 261, 268, 269, 271-273 irn¡m:so l'll jli'Ogl'~t!ll:ts cdtrcttilm ..\.d. lk e''· c:d1.. 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