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163488036-Marta-Harnecker-Los-Conceptos-Elementales-Del-Materialismo-Historico

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LOS CONCEPTOS
ELEMENTALES
DEL
MATERIALISMO HISTÓRICO
por
MARTA H A RN EC K ER
m
siglo
veintiuno
editores
ÍNDICE
m
________________________
siglo veintiuno editores, s.a. de c.v.
C ER R O DEL AGUA 248, DELEGACION COYOACÂN, 04310, MEXICO, D F.
siglo xxi editores argentina, s.a.
P R Ó LO G O A LA ÚLTIM A E D IC IO N
9
EL M A R X ISM O : UN ANTIDOGM A
15
IN TR O D U C C IÓ N
23
LAVALLE 1634 PISO 11-A C-1048AAN. BUENOS AIRES, ARGENTINA
PRIMERA PARTE: LA ESTRUCTURA SOCIAL
L LA PR O D U CC IÓ N
33
1. El tra b a jo del h om bre y las riquezas natu rales, 33; 2. El p ro ­
ceso de trab ajo : sus elem entos, 34; 3. Los trab ajad o res d irec­
tos y los trab ajad o res indirectos, 38; 4. Las relaciones técnicas
de producción, 40; 5. El papel de los m edios de trab ajo en el
proceso de trab ajo , 42
R esum en, 44; Cuestionario, 44; Bibliografía, 45; M odificaciones
introducidas en esta edición, 45
46
II. R E L A C IO N E S D E PR O D U CC IÓ N
1. La p ro p ied ad p riv ad a de los m edios de producción: origen
de toda explotación, 46; 2. R elaciones de producción en la m a­
n u factu ra y la gran industria, 48; 3. R elaciones sociales de pro­
ducción, 55; 4. S u bordinación de las relaciones técnicas a las
relaciones sociales de producción, 58; 5. Relaciones de p ro d u c­
ción. R eproducción de las relaciones de producción, 60; 6. Las
relaciones sociales de producción no son sim plem ente relacio­
nes hum anas, 62; 7. División del trabajo, 63
R esum en, 66; Cuestionario, 66; Bibliografía, 67; M odificaciones
introducidas en esta edición, 68
69
III. LAS FU ER ZA S PRO D U CTIV A S
edición al cuidado de la autora y de martí soler
portada de carlos palleiro
primera edición, 1969
sexta edición revisada y aumentada, 1971
quincuagesimoprimera edición, nuevamente aumentada y revisada, 1985
sexagesimotercera edición, 2002
© siglo xxi editores, s.a. de c.v.
isbn 968-23-1580-8
derechos reservados conforme a la ley
impreso y hecho en méxico/printed and made in mexico
1. Las fuerzas productivas, 69; 2. Socialización de las fuerzas
productivas, 72; 3. Contradicción fuerzas productivas / relacio­
nes de prod u cció n en el capitalism o, 75; 4. C orrespondencia y
no co rresp o n d en cia e n tre fuerzas p roductivas y relaciones so­
ciales de producción, 80; 5. Papel de la ciencia en el desarro llo
de las fuerzas productivas, 82
Resum en, 83; Cuestionario, 84; Bibliografía, 84; M odificaciones
introducidas en esta edición, 85
IV. LA EST R U C TU R A ECO N Ó M IC A D E LA SO CIED A D
In tro d u cció n , 86; 1. R elaciones de producción y relaciones de
distrib u ció n , 86; 2. R elaciones de producción y relaciones de
consum o, 87; 3. R elaciones de producción y relaciones de in­
tercam bio, 89; 4. El papel determ inante de las relaciones de pro­
ducción, 89; 5. La e stru c tu ra económ ica y el concepto m arxista de e stru c tu ra , 90
R esum en, 93; Cuestionario, 94; Bibliografía, 94; M odificaciones
introducidas en esta edición, 94
151
86
IN D IC E
V. BA SE Y SU PERESTRUCTURA
I . Base y su p e re stru c tu ra , 95; 2. S u p e re stru c tu ra : una noción
problem ática, 96; 3, Relaciones entre base y su p erestru ctu ra, 97
Resum en, 100; Cuestionario, 100; Bibliografía, 101; M odificacio­
nes introducidas en esta edición, 101
VI ESTRUCTURA IDEOLOGICA
1. Introducción, 102; 2. El contenido del aspecto ideológico, 103;
3. Ideología y clases sociales, 104; 4. Ideología y e stru ctu ra, 105;
5. Regiones ideológicas, 105; 6, Ideologías p rácticas e ideolo­
gías teóricas, 105; 7. T endencias ideológicas, 106; 8. O rigen del
c a rá c te r deform ado y falseado de las rep resen tacio n es ideoló­
gicas, 107; 9. E stru c tu ra ideológica y determ in ació n económ i­
ca, 110
R esum en, 112; Cuestionario, 112; Bibliografía, 113; M odificacio­
nes introducidas en esta edición, 113
7
de clase, 232; 7. C onciencia de clase e in stin to de clase, 234;
8. Clases sociales y form ación social, 235; 9. Clases de tra n s i­
ción, 238; 10. S ituación de clase, 239; 11. Clases sociales y co­
y u n tu ra política, 240; 12. Conclusión: las clases sociales com o
p o rta d o ra s de d e term in ad as e stru c tu ra s, 245
Resum en, 247; Cuestionario, 248; Bibliografía, 248; M odificacio­
nes introducidas en esta edición, 249
XI LA LUCHA DE CLASES
250
1. D esarrollo de la lucha de clases, 250; 2. El papel del p artid o
en la lucha de clases, 252; 3. El concepto de lucha de clases,
252; 4. Tipos de lucha de clases, 254; 5. C om binación de los di­
feren tes tipos de lucha. Predom inio de un tipo sobre otro, 257;
6. La revolución social: el aspecto cu m b re de la lucha de cla­
ses, 260
R esum en, 260; Cuestionario, 260; Bibliografía, 261; M odificacio­
nes introducidas a esta edición, 261
VIL EL ESTADO
1. Origen del estado, 114; 2. E stado: in stru m e n to de dom ina­
ción de clase, 115; 3. La doble función del estado, 118; 4. Tipo
de estad o y form as de gobierno, 120; 5. D estrucción del a p a ra ­
to de estad o burgués, 122; 6. A parato de estad o y sus in s titu ­
ciones, 127; 7. A paratos ideológicos del estado, 130; 8. Poder del
estado, 133; 9. Clase dom in an te y casta gobern an te, 139;
10. E xtinción del estad o p ro letario , 142; 11. El estad o en una
sociedad cap italista, 145
R esum en, 149; Cuestionario, 150; Bibliografía, 150; M odificacio­
nes introducidas en esta edición, 151
VIII MODO DE PRODUCCION, FORMACION SOCIAL Y COYUNTURA POLITICA
1. Modo de producción de bienes m ateriales y concepto de modo
de producción, 152; 2. Modo de producción servil, 155; 3. Objeto
de E l capital, 164; 4. Modo de p roducción, 167; 5. Form ación
social, 170; 6. C oyuntu ra política, 174
Resum en, 174; Cuestionario, 175; Bibliografía, 175; M odificacio­
nes introducidas en esta edición, 176
IX. LA TRANSICION
Introducción, 177; 1. El problem a de la transición en El capital,
177; 2. El m odo de producción co m unista y el socialism o como
fase de transición, 183; 3. El socialism o: sus cim ientos m ate­
riales, 187; 4. D ictadura del p roletariado y socialismo, 190; 5. La
revolución socialista en los países atra sa d o s y el co ncepto de
tran sició n al socialism o, 200; 6. T ransición al socialism o y so­
cialism o com o transició n , 208; 7. Conclusión, 215
R esum en, 216; Cuestionario, 216; Bibliografía, 217; Nota, 217
SEGUNDA PARTE: LAS CLASES SOCIALES
X LAS CLASES SOCIALES
1. Introducción, 221; 2. Clases sociales y modo de producción,
222; 3. El m odo de producción cap italista: ¿dos o tre s clases?,
226; 4. Clases sociales y reproducción del modo de producción,
227; 5. G rupo social, clase y fracció n de clase, 228; 6. In terés
TERCERA PARTE: LA TEORIA MARXISTA DE LA HISTORIA
XII LA TEORÍA M ARXISTA DE LA HISTORIA
265
1. In tro d u cció n , 265; 2. Los ap o rtes de Marx a la ciencia de la
histo ria, 266; 3. M odos de producción y teo ría m arx ista de la
histo ria, 271 ; 4. El m aterialism o histórico: p ro b lem ática gene­
ral y teo ría de cada m odo de producción, 273; 5. Niveles de rea­
lización de la teo ría del m aterialism o histórico: ciencia de las
form aciones sociales y ciencia de la co y u n tu ra política, 276;
6. El m aterialism o histórico: ciencia que se opone al dogm a­
tism o y al revisionism o, 279; 7. La teo ría m arx ista y el papel
de los hom bres en la historia, 280; 8. Dos desviaciones de la teo­
ría m arxista de la historia: el econom ism o y el voluntarism o, 282
Resum en, 289; Cuestionario, 289; Bibliografía, 290; M odificacio­
nes introducidas en esta edición, 291
BIBLIOGRAFIA MÍNIMA COMENTADA
292
PRÓLOGO A LA ÚLTIMA ED ICIÓ N
Han tra n sc u rrid o quince años desde la p rim era edición de este libro
y trece desde su segunda y últim a revisión. D urante este tiem po sus
cin cuenta ediciones han su frid o un destino m uy desigual: texto uni­
versitario en algunos países, prohibido oficialm ente en otros;
estu d iad o con interés académ ico p o r algunos, leído con pasión re­
volucionaria p o r otros; criticad o com o un trab ajo m aoista an tid ia ­
léctico y h a sta revisionista p o r algunos pensadores m arxistas, con­
siderado com o un esfuerzo serio de pedagogía p o p u lar p o r otros.
T rabajo muy controvertido pero, a la vez, p a ra sorpresa nuestra, uno
de los libros m ás difundidos en tre la joven generación de la década
del seten ta y com ienzos de la del ochenta en Am érica Latina.
Sabem os que n u e stra responsabilidad es grande. Una p a rte im ­
p o rta n te de la ju v entud de n u e stro continente se ha iniciado en el
m arxism o a través de esta o b ra y no sabem os cu án tas m ás lo h arán
en el futuro.
El hecho de que el libro se haya m antenido in alterad o d u ra n te
todos estos años no se debe a la ausencia de im perfecciones sino,
sim plem ente, a que razones políticas y perso n ales nos m antuvieron
alejados d u ra n te diez años de ¡a p rá ctica pedagógica y del estudio
sistem ático de estos aspectos del m arxism o.
D eseábam os c ele b ra r la quincuagésim a edición proporcionando
a nuestros lectores una edición revisada y corregida. El tiem po corrió
m ás rápido que n u e stras intenciones.
H aciendo a h o ra un balance de su eficacia pedagógica co m pro­
bam os que, a p e sa r de n u e stro esfuerzo por o rie n ta r al estu d ian te
hacia una visión científica, antidogm ática del m arxism o —lo que im­
plicaba una lectu ra c rític a y una aplicación c rea d o ra de lo aquí
ap re n d id o —, no pudim os ev itar que, en cierto s casos, se cayera en
un estudio m em orístico y en una repetición m ecánica de su co nte­
nido. La responsabilidad de esa form a an tim arx ista de e stu d ia r el
m arxism o no debe a trib u irse en form a exclusiva al estu d ian te. En
nuestro propio trabajo existían deficiencias que, en parte, lo explican.
En p rim er lugar, no siem pre las definiciones conceptuales se en­
co n trab an al final del necesario reco rrid o explicativo, culm inando
la exposición pedagógica. En algunos casos en lu g ar de ser el punto
de llegada eran casi el punto de p artid a.
En segundo lugar, aunque insistim os m ucho en el c a rá c te r ins­
tru m en tal de los conceptos aquí d esarrollados, no advertim os al
lector acerca de la necesidad de e stu d ia r las teorías específicas de
cada modo de producción, sin cuyo conocim iento es im posible hacer
un estudio científico de la realidad de cada país. Más que d a r in stru ­
m entos p ara an alizar la h isto ria co n creta pretendem os p ro p o rcio ­
n ar un instrum ental teórico que perm ita un estudio crítico y creador
T9]
10
PROLOGO A LA ULTIMA LUICION
del propio m arxism o. N u e stra intención no es s u s titu ir el estudio
de los clásicos sino m o tiv ar u n a le c tu ra esencialm ente antidogm á­
tica de sus textos teóricos y políticos, p a ra re sc a ta rlo s de la fosili­
zación a la que a m enudo h an sido som etidos.
En te rc e r lugar, si bien los tem as de reflexión que, en las versio­
nes an terio res, acom pañaban a cada cap ítu lo señ alaban c o rre c ta ­
m ente hacia dónde se en cam in ab a n u e stro afán educativo, los cues­
tio n ario s de au to co n tro l de lectu ra, en cam bio, se p re stab an m ás
p a ra m ed ir la cap acid ad de repetición m ecánica de las reflexiones
y conceptos d esarro llad o s en el cap ítu lo que p a ra m ed ir su a sim ila­
ción crítica.
En esta edición nos hem os esforzado p o r c o rre g ir estas deficien­
cias cam biando en algunos casos el ord en de exposición pedagógica;
agregando de o tro s elem entos teó rico s nuevos p a ra ilu s tra r m ejor
el contenido de cad a concepto, sin que ello signifique que las refe­
rencias a los m odos de p roducción servil, ca p ita lista y com unista,
agregadas en e sta edición, p u ed an co n sid e ra rse exposiciones aca­
badas de cada uno de estos m odos de producción. P or últim o, hem os
elaborad o u n tipo de cu estio n ario ab so lu tam en te d iferente, m ucho
m ás acorde esta vez con el objetivo buscado.
P ara a y u d a r a co m p ren d er m ejo r cuáles h an sido las m odifica­
ciones in tro d u cid as y su razón de ser, al final de cada cap ítu lo figu­
ra una lista explicativa de ellas.
En esta edición hem os realizado dos m odificaciones im portantes
de contenido: hem os reelab o rad o p o r com pleto el cap ítu lo sobre el
estad o y hem os agregado un largo cap ítu lo acerca del pro b lem a de
la transició n , no sólo p a ra su p e ra r el eslabón m ás débil de las edi­
ciones anteriores, sino porque consideram os que el desarrollo de este
tem a ayuda a co m p ren d er m ejo r en qué consiste el a p o rte de M arx
en relación con la ciencia de la h isto ria —ab so lu tam en te ajeno al
evolucionismo m ecanicista— y cómo esta ciencia debe aplicarse crea­
doram en te en el an álisis de situaciones concretas.
P a ra cu m p lir estos objetivos la nueva edición ha debido se r nece­
sariam en te m ás extensa. E sto explica tam bién n u e s tra decisión de
su p rim ir algunos textos: la presentación de Louis A lthusser,1 el epí­
logo acerca del p lu sv alo r y los textos escogidos.
Tam bién hem os sup rim id o los tem as referen tes a la dirección po­
lítica rev o lu cio n aria que antes fig u rab an en el cap ítu lo acerca de
la lucha de clases, debido a que han sido am p liam ente d e sarro lla­
dos en o tro libro, com plem entario a éste: In stru m en to s leninistas
de dirección política.2
Hem os co n sid erad o im p o rtan te in tro d u cir, sin em bargo, bajo el
título: “ El m arxism o: un an tid o g m a’’, fragm entos de entrevistas que
nos han sido hechas en relación con n u e stra tra y e c to ria m arxista,
el objetivo pedagógico que perseguim os, n u e stra apreciación a ce r­
1 E ste texto h a sido incluido en el libro Posiciones editado por la editorial Grijalbo, México, 1977, bajo el títu lo “M arxism o y lucha de clases”.
2 México, Siglo XXI E d itores (en preparación).
PROLOGO A LA LIT IMA LUICION
ca del papel desem peñado p o r Louis A lthusser en el d e sarro llo del
m arxism o y n u e stra a ctitu d frente al m aoísm o, cuestiones sobre las
cuales nos in teresa fijar posición.
Finalm ente querem os a g rad ecer a todos los que co lab o raro n di­
recta o indirectam en te en la gestación de esta nueva edición y espe­
ram os que las m odificaciones in tro d u cid as sirvan p a ra h acer de
ella un m ejor in stru m e n to de asim ilación c rític a y c re a d o ra del
m arxism o.
La Habana, 2 de julio de 1984
No consideramos, en absoluto, la teoría de Marx com o algo per­
fecto e intangible: estam os convencidos, por el contrario, que
no ha hecho sino colocar la piedra angular de la ciencia que los
socialistas deben desarrollar en todas direcciones, si es que no
quieren quedar rezagados en la vida.
LENIN
EL MARXISMO: UN ANTIDOGMA1
PF:
¿Cuándo y cóm o se produjo tu encuentro con el m arxism o?
MH: Mi en cu en tro teórico con e l m arxism o se produjo en F rancia
en 1964. Yo en ese m om ento e ra católica m ilitante. Pero no fue un
viraje de 180 grados com o algunos han pensado. É ste venía p re p a ­
rándose desde 1958 o 59 cuando, com o p resid e n ta de la Acción Ca­
tólica U niversitaria de Santiago, buscaba ju n to con el resto del grupo
dirigente de esa organización, y o tro s com pañeros u n iv ersitario s,
la form a de co m p ro m eter m ás n u e stra acción con las necesidades
del pueblo chileno: sentíam os que teníam os que lo g rar h acer m ás
efectivo el p rincipio cristia n o del am o r al prójim o, no podía tr a ta r ­
se sólo de una acción individual. En esta búsqueda M aritain fue nues­
tro gran guía d u ra n te un cierto período de tiem po. Su libro H um a­
nism o cristiano era una especie de Biblia p a ra nosotros.
Fue d e n tro de este contexto que se dio n u e stro p rim e r en cu en tro
práctico con una sociedad que e stab a tom ando una serie de m edi­
das p a ra lo g rar la igualdad y la ju sticia social que n o sotros b u s­
cábam os. A m ediados de 1960 pude conocer de cerca la revolución
cubana. E ran los p rim ero s m eses llenos de euforia, im provisación
y creativ id ad de una revolución triu n fa n te que todavía no h abía lle­
gado a d efinirse com o socialista, pero que ya había ad o p tad o una
serie de m edidas que habían tran sfo rm ad o al pueblo en el v erdade­
ro p ro tag o n ista del proceso y en su p rin cip al beneficiario.
NOTA
PF:
¿Qué im presión te produjo entonces la revolución cubana?
Si p a ra Lenin las épocas de crisis revolucionarias conducen a
que la población en form a m asiva se integre a la vida política del
país y a que u n a m asa h a sta entonces am o rfa se tran sfo rm e en una
fuerza social que im pulse los cam bios revolucionarios, p a ra mí la
revolución cubana produjo ese efecto individual. Al contacto con este
proceso revolucionario d u ra n te seis sem anas, en que reco rrim o s la
isla de punto a cabo y vibram os ju n to a su pueblo en sus m últiples
esfuerzos por em pezar a dejar a trás la desigualdad y la m iseria, debo
una ráp id a politización que asom bró a m is com pañeros de ru ta en
Chile. Desde entonces las preocupaciones políticas pasaron a un p ri­
m er plano y la actividad religiosa fue relegada a un segundo plano.
Todo esto todavía m uy lejos del m arxism o, aunque com o estudianmh:
A continuación las referen cias bib lio g ráficas com pletas de las o b ras m ás ci­
tad as en este texto:
La revolución teórica de Marx, México, Siglo XXI, 19a. ed.,
1981 (título original en francés: Pour Marx, P arís, M aspero, 1965).
a l t h u s s e r , l o u i s , Y BALIBAR, é t i e n n e : Para leer E l capital (edición revisada),
México, Siglo XXI, 18a. ed., 1981 (título original en francés: Lire le Capi­
tal, París, M aspero, 1967).
l e n i n . V.I.: Obras com pletas en 51 tom os, México, Ediciones de C u ltu ra Po­
pu lar, 2a. ed. correg id a y au m en tad a, 1969-1972. (Esta trad u cció n fue
pu b licada originalm ente p o r E d ito rial P rogreso de Moscú y después re­
producida tal cual p o r E ditorial Cartago de Buenos Aires, E ditorial Ayuso
y Akal E d ito r de M adrid y la ed ito rial m exicana que aquí se cita.)
MARX, k a r l : El capital (edición crítica), México, Siglo XXI, 1975-1981.
MARX. K , Y e n g e l s , f .: Obras escogidas en tres tom os, Moscú, E d ito rial P ro­
greso, 1973 (trad. de la edición ru sa de 1966).
ALTHUSSER, l o u i s :
1 R eproducción parcial de e n trev istas concedidas p o r M arta H arn eck er a la revis­
ta española Argum entos (a) en m arzo de 1978 y a la rev ista chilena Punto Final In ter­
nacional (pf) en 1983. Hem os conservado sólo sus resp u estas refe ren tes a su tray ecto ­
ria en la teo ría y la pedagogía m arx istas.
[15]
16
F.l. M A R X I S M O : U N A N T I D O G M A
te de la U niversidad C atólica tenía m enos ap reh en siones respecto
a esta teoría que los estudiantes cristianos de la Universidad de Chile,
que debían luchar en el terren o práctico por la hegem onía estudiantil
u n iv e rsita ria c o n tra los g rupos m arx istas y, en concreto, c o n tra los
com unistas. En el m edio intelectu al en que m e m ovía oía co n stan ­
tes c rític a s a la teo ría m a rx ista y, p o r el co n trario , la uto p ía de una
vía interm ed ia, ni c a p ita lista ni so cialista, e ra p a ra n o sotros el m o­
delo a c o n stru ir.
Fue así com o p o r un p rin cip io de h o nradez intelectual fue su r­
giendo en mí la n ecesidad de con o cer en sus p ro p ias fuentes esa
teo ría que tan to se c ritic a b a en n u estro am biente. Y ello explica que
al ir becada a E u ro p a en el año 63 ya tu v iera com o m eta e stu d ia r
este pen sam ien to en m is h o ras libres. Y fue un ex cura, am igo de
Jacq u es Chonchol, h isto ria d o r y m ilitan te del P a rtid o C om unista
francés, el que m e puso en co n tacto con Louis A lth u sser un año des­
pués de h a b e r llegado a Francia.
Dos textos m arx istas h abía yo leído h a sta ese m om ento: el librito
de P olitzer sob re el m aterialism o dialéctico, que lo único que logró
fue a c e n tu a r m is ap reh en sio n es c o n tra el m arxism o p o r la form a
esq u em ática y sim p lista con que a b o rd a los p rin cip ales problem as
filosóficos, y un texto sobre el su b d esarro llo de B ettelheim que en
form a m uy pedagógica echaba p o r tie rra la expandida tesis del
"círcu lo vicioso de la m ise ria ” , que el sacerd o te je su íta V eckem ans
nos había inculcado en Chile con una brillantez expositiva inigualable.
Luego vino la le c tu ra de los p rim ero s textos de A lthusser —que
aparecen en español trad u cid o s p o r mí en el libro: La revolución teó­
rica de Marx, en 1967—, textos que tra n sfo rm a ría n al au to r, pocos
m eses desp u és de s e r editados, en uno de los p en sad ores m arxistas
m ás im p o rta n te s de n u e stro tiem po.
PF:
¿Por dónde em pezaste a estudiar a los clásicos?
m h : Em pecé a e s tu d ia r d irectam en te E l capital. T res m eses de va­
caciones dedicados a un texto ap asio n an te que, desp ués de la lectu ­
ra de K ant, me p arecía un texto asequible, fácil de e n ten d e r y que
m e revelaba los m ecanism os pro fu n d o s del funcionam iento del sis­
tem a en que vivía. P o r p rim e ra vez —con la m etodología obtenida
en la lectu ra de los textos de A lth u sser y con las revelaciones que
descubría en M arx— sentía que em pezaba a ten er los pies en la tierra.
La an g u stia in telectu al en que vivía en esa época se disipó com ple­
tam ente.
Desde entonces y d u ra n te tre s fru ctífero s años p rofundicé en los
clásicos m arxistas: M arx, Engels, Lenin y Mao Tse-tung. Integrada
a un gru p o de estu d io s de co m pañeros revolucionarios de d iferen ­
tes países de A m érica L atina llegué, p o r mi dedicación exclusiva a
estos estu d io s, mi vocación pedagógica y m i co n tacto frecu en te con
A lthusser, a tra sfo rm a rm e en un p u en te e n tre este g rupo y el filóso­
fo francés. Las in te rro g a n te s su rg id as de m is estu d io s y de estos se­
m inario s estab an siem p re p resen tes en n u e stra s conversaciones
I ! M A R X I S M O : UN A N T I D O G M A
17
com o lo estab a tam bién la situación política co n creta de F rancia y
del m undo. Comenzaba entonces la polém ica ab ierta chino-soviética.
Tuve así la e x tra o rd in a ria y quizá única posibilidad de esta b le­
cer el m ás rico diálogo intelectual que jam ás pude h ab er soñado con
el pen sad o r m a rx ista que d u ra n te esos años h abía conm ovido con
sus p lanteam ientos tan to a los intelectuales m arx istas com o a los
no m arxistas; las interrogantes planteadas por mis com pañeros junto
a m is p ropias in terro g an te s m e obligaban a una búsq u ed a co n stan ­
te de resp u estas. P or últim o, p a rticip é tam bién en varios sem ina­
rios que realizaba un grupo de sus discípulos de la École N órm ale
S u p érieu re tra ta n d o de ap lic a r el m arxism o al estudio concreto de
F rancia y o tro s países.
Sólo la intensidad de estos estudios, la m etodología co rre c ta em ­
pleada y el gran apoyo que significó p a ra mí este diálogo, pueden
explicar cóm o en tan co rto tiem po —sólo tres añ o s— pude lograr
una form ación sistem ática y p rofunda, que unida a lo que yo consi­
dero mi vocación fundam ental: la vocación pedagógica, desem bocó
en ese texto que hoy reco rre las universidades y las cárceles latino­
am ericanas: Los conceptos elem entales del m aterialism o histórico.
P ero tam bién eso explica mi ignorancia respecto al pensam iento
m arx ista contem poráneo, ta n to europeo com o latinoam ericano. No
e ra posible en tan escaso tiem po a b a rc a r todo y, o rien ta d a en esto
por A lthusser, decidí ir directam en te a los clásicos y em pezar por
el libro de los libros: E l capital.
PF:
¿Cómo aplicas tu experiencia en Chile?
Con este bagaje teórico, la traducción de dos libros de Althusser
al español y mi libro sobre el m aterialism o histórico, llegué a Chile
a finales del año 68, d isp u esta a d a r clases de francés p a ra ganarm e
la vida y seg u ir tra b aja n d o en la teo ría m arx ista al servicio de la
revolución en Am érica L atina y en mi propio país.
G rande fue mi so rp re sa al c o n sta ta r que la reform a u n iv ersita­
ria llevada a cabo recientem ente en la Universidad de Chile me había
abierto las pu ertas de esa alta casa de estudios. Y en mis m anos cayó
la resp o n sab ilid ad de e la b o ra r el p rim e r pro g ram a sistem ático de
estudios de m arxism o en la E scuela de Sociología de dicha U niver­
sidad, y me tra n sfo rm é así en p ro feso ra de alguno de esos cursos.
Al m ism o tiem po se me ab rió la posibilidad de seguir investigan­
do en estas m ate rias en el C entro de E studios Socio-Económ icos, de
la F acultad de Econom ía de la U niversidad de Chile. Mi paso por
la U niversidad no fue, sin em bargo, largo. Un año y m edio después
del triu n fo de la U nidad P o p u lar la ta re a de d irig ir una nueva revis­
ta política, y la única sem anal de izquierda en el país, me absorbió
p o r com pleto y me hizo ab a n d o n a r la c á te d ra y la investigación u n i­
v e rsita ria s por la dirección y la p rá ctica p eriodística cotidiana, es­
pecialm ente en el nivel de la base popular.
Sólo tuve tiem po, gracias a un sistem a m uy útil de fichaje de los
textos m arx istas estudiados, y de la abnegada ayuda de la com pa­
MH:
18
E L M A R X I S M O : UN A N T 1 D O G M A
ñera G abriela Uribe, de e sc rib ir esa serie pedagógica de 12 libritos
de teo ría m arx ista conocida com o Cuadernos de educación popular.
Ambos tra b a jo s m e re su lta b a n ap asio n an tes. E ran dos grandes
desafíos: cóm o h a c e r un perio d ism o crítico d e n tro de la revolución
y cóm o ev itar que la teo ría m arx ista se tra n sfo rm a ra en un dogm a
que se recita, y co n v ertirla en u n in stru m e n to de trab ajo p a ra las
g randes m asas.
Tú has m encionado al filósofo m arxista francés Louis Althusser.
¿Podrías decirnos qué papel atribuyes a ese pensador en el desarrollo
del m arxism o y en tu propia form ación perso n a l?
A:
MH: A mi e n te n d e r A lthusser ha hecho un a p o rte fundam ental en
el cam po teórico y éste es el habern o s p erm itid o red e sc u b rir el m a r­
xismo. En un m om ento en que m uchos in telectu ales europeos con­
sid erab an su p erad o el a p o rte teórico de M arx, A lthusser nos revela
que M arx no sólo es un científico m ás, un p en sad o r social m ás, sino
que a trav és de sus p lan team ien to s ha provocado una verd ad era re ­
volución teó rica que el p ropio a u to r y sus seguidores no parecen
h ab e r co m prendido en toda su pro fu n d id ad .
A lthusser nos enseña no sólo que M arx no ha sido su p erad o sino
que, p o r el c o n trario , el potencial teórico de su o b ra ha sido subutilizado; que la ciencia de la h isto ria d e sc u b ie rta p o r M arx nada tiene
que v er con las in terp retacio n es dogm áticas del m arxism o, dada por
m uchos de sus in té rp re te s que la co n sid eran u n a ciencia acabada;
que gran p arte del cam ino está todavía por hacerse; que ser m arxista
no es re p e tir fó rm u las hechas y a p licarlas m ecánicam ente a reali­
dades h istó ricas co n cretas sino e x tra e r de las o b ra s de M arx a q u e­
llos in stru m en to s teóricos que p erm iten e n fre n ta r en form a c re a ­
d o ra nuevas realidades.
Y en cu an to a mí, puedo d ecirte que yo debo m i d e sarro llo te ó ri­
co m arx ista fu n d am en talm en te a A lthusser. Sus o b ras me cau saro n
tal im pacto, me h icieron v er tan c laram en te el inm enso potencial
in stru m e n ta l que tenía el m arxism o p a ra resolver los problem as
sociales que me in q u ietab an , que decidí ab a n d o n ar mi c arre ra: soy
licenciada en psicología, p a ra d ed icarm e de lleno al m arxism o.
Y lo p rim ero que logró A lthusser fue ro m p er en mí el fantasm a
del determ inism o m ecanicista del m arxism o. Yo era entonces —como
le decía a n te rio rm e n te — católica m ilitan te y mi preocupación cen­
tra l e ra el p ro b lem a de la lib ertad del hom bre; u na p ru eb a de ello
es que mi m em oria de tesis en psicología estuvo cen trad a en el tem a
de la fenom enología del acto libre. Su defensa de la dialéctica m a r­
xista com o un fenóm eno an tim ecan icista, donde la contradicción
sim ple e n tre fu erzas p ro d u ctiv as y relaciones de producción nada
explica si se es incapaz de v er cóm o ella está so b red eterm in ad a por
otras m últiples contradicciones, porque la realidad no es nunca sim ­
ple sino com pleja, me p erm itió e n te n d e r que no era c o n tra d ic­
torio a firm a r a la vez que la sociedad d eterm in a el q u eh acer del
L l. M A R X I S M O : l N A N T I D O G M A
19
hom bre pero que éste a su vez desem peña un papel en la historia.
Algo que me im pactó m ucho fueron sus p lanteam ientos acerca
de la relación e n tre m arxism o y hum anism o, y la relación de esto
con el problem a del ateísm o. C uando m uchos in te rp re ta ro n e rra d a ­
m ente su afirm ación acerca de que el m arxism o es un a n tih u m a­
nism o teórico, pasando po r alto la p ala b ra “ teó rico ”, con lo que de­
form aban com pletam ente el pensam iento del au to r, acusándolo de
algo que ningún m arx ista puede a c ep tar porque es co n trad icto rio
con la esencia m ism a de ser m arxista: el ser an tih u m a n ista p rá c ti­
co, yo entendí perfectam en te lo que q u ería decir, quizá porque ello
estab a directam en te relacionado con mi p rá ctica teó rica de ese m o­
m ento. Lo que A lthusser so sten ía era que p a ra serv ir a los hom bres
reales M arx no fabrica una teo ría cen trad a en reflexiones acerca del
hom bre sino que busca com prender las leyes que determ inan la exis­
tencia real de los hom bres que viven en las sociedades. P ara servir
a los hom bres reales M arx no h abla del hom bre, de la natu raleza
hum ana, de lib ertad , de conciencia —habla de m odo de producción,
de relaciones de producción, de fuerzas productivas, es decir, de una
serie de conceptos científicos que nada tienen que ver con los con­
ceptos ideológicos del hum anism o. P ara po d er ser h u m an ista p rá c ­
tico e ra necesario que teó ricam en te M arx no fu era hum anista.
Y
recu erd o m uy bien su reacción cuando en 1965, de regreso de
un corto viaje a Polonia, le cuento sorprendida que los filósofos marxistas polacos estaban dedicados a e stu d ia r los m ism os au to res que
yo, como católica, había estado estudiando recientem ente: M aritain,
T eilhard de C hardin, M ounier, etc., todos cen trad o s en reflexiones
acerca del hom bre y su papel en el m undo. Reaccionó indignado:
cóm o era posible que esos pensadores se ded icaran a esos estudios
acerca de los problem as ideológicos del hum anism o en lu g ar de po­
nerse de lleno a e stu d ia r los problem as que surgen de la c o n stru c ­
ción del socialism o. Los p roblem as del h om bre en el socialism o no
iban a resolverse —según él— hablando del hom bre —tem a sobre
el cual la iglesia católica tenía una ventaja de siglos sobre el m a r­
xism o— sino afro n tan d o co n creta y co rrec tam en te los difíciles p ro ­
blem as que surgen en la con stru cció n de todo orden social nuevo.
P or eso tam bién se indignaba y co n sid erab a a n tim arx ista el que
todos los p roblem as actu ales de la URSS fueran atrib u id o s al stalinism o. Reconociendo los e rro re s personales de Stalin, lo que había
que b u sc a r —según él— p ara ev itar la repetición fu tu ra de esos
e rro re s eran las causas económ ico-sociales que explican el porqué
del surgim iento de ese fenóm eno tan nefasto p a ra el socialism o. No
b asta reconocer autocríticam ente un e rro r para poder superarlo, hay
que pro fu n d izar en el conocim iento de las razones por las cuales ese
e rro r llegó a com eterse.
A estos planteam ientos que m arcaban una clara orientación para
mi trab ajo intelectual se agregaba o tro que tenía e stric ta relación
con m is creencias religiosas de entonces: su afirm ación de que el
m arxism o, de la m ism a m an era en que teóricam ente no es un h u m a­
nism o, tam poco es un ateísm o.
20
E L M A R X I S M O : IÍN A N T I D O G M A
Aquí p refiero c ita r asp ecto s de u n a c a rta que me e scrib ie ra en
agosto de 1966:
[. . .] el ateísm o es un a ideología religiosa (ateísm o com o sistem a teórico) y
debido a ello el m arxism o no es un a teísm o (en este sen tid o preciso) [. . .] El
m arxism o no es un ateísm o en la m ism a m edida en que la física m oderna
no es una física antiaristotélica. Poco le im porta a A ristóteles el m undo lu n ar
y sublunar; las categorías de la física m oderna no se definen contra, es decir,
a partir de las categ o rías de la física a risto té lic a [. . .] El m arxism o tra ta la
religión y el teísm o y el ateísm o de la m ism a m an era que la física m oderna
tra ta la física aristo télica, luch an d o teó ricam en te c o n tra ella cuan d o co n sti­
tuye un obstáculo teórico, com batiéndola ideológica y p olíticam ente cuando
co nstituye un o bstácu lo ideológico y político. Desde el p u n to de vista te ó ri­
co, el m arxism o se opone a toda p reten sió n teó rica de la religión. T eórica­
m ente el m arxism o no es un ateísm o, es u n a d o c trin a que, en la m edida en
que la religión existe com o o bstáculo, e stá obligada a luchar contra ella.
Es n ecesario d ecir esto p orque es la verdad. A hora bien, hay leyes p a ra
la lucha teórica, ideológica y política. L u ch ar no q u iere d ec ir m a ta r a las
personas ni forzarlas a re n u n c ia r a sus ideas. L u ch ar puede ser tam b ién re­
conocer lo que c iertas ideas a b e rra n te s esconden de positivo [. . .]
Con las ideas existe, p o r lo tanto, u n a lucha sin treg u a. Con lo positivo
que las ideas indican, escondiéndolo, existen am p lias p o sibilidades de en­
tendim iento y esclarecim iento.
Hoy, cuando en los procesos revolucionarios de Am érica cen tral
m arch an ju n to s cristian o s y m arx istas, m e h a p arecid o im p o rtan te
re c o rd a r sus reflexiones, que tan to me im p actaro n en ese m om ento.
Pero, sobre todo, A lth u sser me enseñó el m étodo con que debía
e stu d ia r a los clásicos del m arxism o. Me enseñó a “ lee r” , a leer m ás
allá de lo que u n a cita dice textu alm en te, a leerla en su contexto,
a leer en p ro fu n d id ad , a d ed u cir de lo que el a u to r dice, pero ta m ­
bién de lo que no dice, su pensam ien to profundo. Sólo de e sta m a­
n e ra es posible lib e ra rse del dogm atism o, lib e ra rse de la repetición
de citas tex tu ales sacad as de su contexto, a rg u m e n ta r con razona­
m ientos y no con recitación de textos. Sólo de e sta m an era se puede
d e sa rro lla r cread o ram en te el m arxism o, extrayendo de las o b ras de
los clásicos un enorm e caudal de in stru m e n to s teóricos que serán
m uy ú tiles p a ra el estu d io de las nuevas realid ad es que van su rg ien ­
do. G racias a ese m étodo logré re c o n stru ir, p o r ejem plo, el concep­
to de clases sociales en M arx. . . d a rle de alg u na m an era vida al
capítulo inconcluso de E l capital. En ninguna p a rte de su o b ra M arx
define lo que son las clases sociales, cu an d o lo iba a h acer m uere,
p ero a lo largo de toda ella está n p resen tes los elem entos teóricos
que perm iten d arle un contenido conceptual a esa p alabra clave para
el m arxism o.
Q uiero a c la ra r, finalm ente, que mi ad m iració n p o r A lthusser y
mi g ra titu d p o r todo lo que significó su apoyo y am istad en mi d esa­
rro llo in telectu al y personal, no significa que c o m p a rta plenam ente
sus p lan team ien to s m ás recientes, especialm en te en lo que se refie­
re a la Unión Soviética. No q u iero a h o n d a r en e ste tem a porque no
he tenido todavía la ocasión de ex p resarle a él d irectam ente m is c rí­
E L M A R X I S M O : UN A N T I D O G M A
21
ticas. Pero sí qu iero a firm a r que considero que sus ú ltim as posicio­
nes no invalidan en ab soluto el gran a p o rte que ha hecho al d esa­
rrollo de la teo ría m arxista.
¿Podrías decirnos qué persigues con tus trabajos sobre teoría
m arxista?
a:
La verdad es que el objetivo fundam ental de m is tra b a jo s ha
sido y es de ord en pedagógico. P rim ero p reten d í h acer llegar a las
am plias m asas ese red escu b rim ien to del m arxism o realizado por
A lthusser y un grupo de com pañeros que tra b a ja b a n con él, cuyo
lenguaje era m uy herm ético aún p ara los propios intelectuales; cómo
h ace r llegar todo eso a los trab a ja d o res. Y luego, a m edida que iba
profundizando en el m arxism o, cóm o h acer accesible al m áxim o de
gente todas las cosas que iba descubriendo. Es ex trañ o pero creo
e s ta r en lo cierto al decir que existen m uchos m ás investigadores
y estudiosos del m arxism o que pedagogos, pero re su lta que no son
los investigadores ni los estudiosos los que hacen la historia, son las
m asas populares con la clase o b rera a la cabeza. Cómo ay u d ar a esas
m asas a d esem b arazarse de la ideología dom inante burguesa, cómo
ayudarlas a ten er una posición crítica, cómo co lab o rar en darles ins­
tru m en to s que les p erm ita n e n fre n ta rse a realidades nuevas y cam ­
biantes. Los m anuales clásicos de m arxism o no m e convencían, me
p arecía que la gente a p ren d ía a re c ita r y no a analizar, dan la im ­
presión de que existe re sp u e sta hecha p a ra todo, cuando lo que hay
que h acer es c o n stru irla en cad a instante. Mi esfuerzo estuvo en ca­
m inado entonces a d a r in stru m en to s de tra b ajo intelectual, no res­
pu estas hechas, y a tr a ta r de explicar cóm o se llega a esos in stru ­
m entos. Si se lee con atención mi libro: Los conceptos elem entales
del m aterialism o histórico, las grandes definiciones están siem pre
al final de un largo reco rrid o explicativo. Y esto es m ás claro aún
en los Cuadernos de educación popular donde, p o r ejem plo, el con­
cepto de fuerzas productivas, que se ha p re sta d o a ta n ta s sim plifi­
caciones e in terp re tacio n e s evolucionistas que n ad a tienen que ver
con el m arxism o, no ap arece en el p rim e r cuaderno, E xplotados y
explotadores, sino en el te rce ro de la actu al edición ac tu alizad a y
generalizada, de la ed ito rial española Akal.
La verdad es que he sido la p rim e ra so rp ren d id a p o r la gran di­
fusión que han tenido m is libros. N unca pensé que un texto, que
estuvo inicialm ente d estinado a un pequeño grupo de com pañeros
revolucionarios, llegara a te n er tal acogida, tra n sfo rm á n d o se de
hecho en texto de estudio de las universidades latinoam ericanas.
Tam poco im aginé que los Cuadernos de educación popular, elabo­
rados p a ra resp o n d er a las ansias de educación política de crecien­
tes sectores del p ro letaria d o y de los e stu d ia n tes chilenos d u ra n te
el gobierno de Allende, iban a se r rep roducidos y ad ap tad o s en n u ­
m erosos países de A m érica, E u ro p a y aun de África. Creo que ello
se debe a lo que decía antes, al gran vacío pedagógico que hay en
el terren o del m arxism o.
MH:
22
A:
E L M A R X I S M O : UN A N T I D O G M A
¿Es efectivo que fuiste en algún m o m en to maoísta?
Sí, y nun ca lo he negado. C uando em pieza la polém ica pública
en el cam po socialista yo estu d ié tan to los textos soviéticos como
los chinos al respecto y m e p areciero n m ás convincentes los arg u ­
m entos chinos, especialm ente en relación con su rechazo a la vía p a­
cífica y con su afirm ació n de que la fo rm a p rin cip al de d e b ilita r al
im perialism o e ra el triu n fo de las luchas de liberación nacional en
el te rc e r m undo.
Tam bién estu d ié b a sta n te a Mao Tse-tung, m e a tra ía su e x tra o r­
d in a ria cap acid ad pedagógica; sus p lan team ien to s acerca de la gue­
rr a y el c a rá c te r de la revolución y, especialm ente, sus textos dedi­
cados al estilo de tra b a jo a n tib u ro c rá tico , an tisectario , antidogm á­
tico que debían te n e r los com unistas.
Pienso que aún hoy gran p arte de estos textos tienen validez teóri­
ca y u tilid a d pedagógica y que es a b su rd o re c h a z ar en form a global
la o b ra de Mao p o r las desviaciones p o ste rio re s en que cayó; como
lo es re c h a z ar la m ay o r p a rte de la pro d u cció n teó rica de A lthusser
p o r sus últim os p lan team ien to s políticos; o d e ja r de reconocer los
ap o rte s de T rotsky p o r su posición p o ste rio r fre n te a la revolución
bolchevique.
R ecuerdo siem p re con c u á n ta ad m iració n h ab lab a Lenin de los
textos de la época rev o lu cio n aria de K austsky, e n tre ellos el que se
refiere a la cu estió n ag raria, textos que p a ra él no pierden validez
teó rica a p e sa r de su p o ste rio r a c titu d de renegado.
Dejé de se r pro-china cuando los dirig en tes de ese país em peza­
ron a p la n te a r que la Unión Soviética e ra un país social-im perialista
y lo colocaban en el cam po de los enem igos de la revolución. Al lle­
g a r a Chile ya m e hab ía d istan ciad o de las posiciones chinas, au n ­
que conservaba, reconozco, un cie rto antisovietism o, el que fue de­
saparecien d o en la m ed id a en que fui co m probando en la p rác tic a
la gran ayu d a que la URSS e sta b a p re sta n d o a los m ovim ientos de
liberació n nacional y la que de hecho h ab ía p re stad o a V ietnam ,
cau sa con la que todos nos so lidarizábam os en ese m om ento. La po­
lítica in tern acio n al de la China de hoy m e parece ab so lu tam en te re ­
pudiab le y a b so lu tam en te c o n tra d ic to ria con los p lanteam ientos de
Mao que yo conocí.
INTROD U CCIÓ N 1
Los filósofos no han hecho m ás que in te rp re ta r de diversos
m odos el m undo pero de lo que se tr a ta es de tran sfo rm arlo .
MH:
M ARX:
Tesis sobre Feuerbach,
n ú m . 11
¿Qué significa este paso de la in te rp re ta ció n del m undo a su tra n s ­
form ación anunciado p o r M arx, en la tesis 11 sobre F euerbach?
¿N ecesidad de ab an d o n ar la teo ría p a ra p a sa r a la acción?, es decir,
¿necesidad de ab a n d o n ar el esc rito rio y los libros p a ra com prom e­
terse en form a exclusiva en u n a acción política revolucionaria?
M uchos jóvenes latinoam ericanos, cansados de la v erb o rre a re ­
volucionaria que ja m ás llega a p ro d u c ir ningún hecho político que
tran sfo rm e, realm ente, las condiciones de m iseria y explotación de
las grandes m asas de trab ajad o res de Am érica Latina, caen en la ten­
tación de in te rp re ta r esta frase como un paso de la teoría a la acción,
com o si to d a teo ría fu e ra sólo in te rp re ta ció n del m undo y com o si
toda acción im p licara una tra n sfo rm a ció n de éste.
Si así fuera, p a ra ser consecuente, M arx d eb ería h a b e r ab an d o ­
nado los libros, el estudio, p a ra ded icarse en fo rm a exclusiva al tr a ­
bajo político. Sin em bargo, h a sta su m u erte, el tra b a jo in telectual
ocupa gran p a rte de sus días, sin que p o r ello descuide la acción po­
lítica inm ediata.
La vida de M arx nos plantea, p o r lo tanto, una disyuntiva: o M arx
no fue consecuente con su afirm ación de la necesidad de p a sa r de
la in terp retació n a la tra n sfo rm a ció n del m undo, o co nsidera que
no puede ex istir tran sfo rm ació n de éste sin un conocim iento previo
de la realid ad que se q u iere tra n sfo rm a r, sin un conocim iento
previo de cóm o ella e stá organizada, cuáles son sus leyes de funcio­
nam iento y desarrollo, qué fuerzas sociales existen p a ra realizar los
cam bios, es decir, sin un conocim iento científico de ella.
No cabe du d a que e sta ú ltim a es la posición de M arx.
La tesis 11 sobre F eu erbach no an u n cia la m u erte de toda teoría,
sino u n a ru p tu ra con las te o ría s acerca del hom bre, la sociedad y
su h isto ria, que h a sta ese m om ento era n te o ría s filosóficas que se
lim itaban a co ntem plar e in te rp re ta r el m undo, siendo incapaces de
tra n sfo rm a rlo porque no conocían el m ecanism o de funcionam ien­
to de las sociedades.
Lo que h a sta ese m om ento existía, en relación con la sociedad y
su histo ria, eran: o bien te o ría s filosóficas acerca de la h isto ria o
1
E sta introducción integra las ideas esenciales de las introducciones a las an terio ­
res ediciones y agrega algunas explicaciones im p o rtan tes acerca de los objetivos y li­
m itaciones de este esfuerzo pedagógico.
[23]
24
IN TR O D U CC IO N
filosofías de la h isto ria, o bien n a rra c io n es h istó ricas y análisis so­
ciológicos que se lim itab an a describir los hechos que o cu rría n en
las d istin ta s sociedades. Lo que no existía e ra un conocim iento cien­
tífico de las sociedades y de su histo ria.
La tesis 11 sobre F eu erb ach indica, p o r lo tanto, una ruptura con
todas las teo rías filosóficas acerca del hom bre y de la h isto ria que
no hacen sino in te rp re ta r el mundo, y anuncia la llegada de una teoría
científica nueva, la teoría científica de la historia o m aterialism o his­
tórico, que funda un cam po científico nuevo: la ciencia de la histo­
ria, de la m ism a m an era que la teo ría científica de G alileo funda un
nuevo cam po científico, la ciencia física.
D etengám onos un m om ento a an alizar el significado de esta p a­
la b ra " te o ría ” ta n em pleada en el lenguaje científico.
De la m ism a m an era que en el proceso de p roducción m aterial
se p reten d e tra n s fo rm a r u n a m a te ria p rim a d eterm in ad a (por
ejem plo el cobre) en un p ro d u cto d eterm in ad o (por ejem plo, cañ e­
rías, cables eléctricos, etc.) m ed ian te la u tilización p o r p a rte de los
tra b a ja d o re s de m edios de tra b a jo especializados (m áquinas e ins­
tru m en to s, etc.), en el p roceso de p roducción de conocim ientos se
preten d e tra n s fo rm a r u n a m a te ria p rim a d ete rm in ad a (una percep ­
ción superficial, d eform ada, de la realidad) en un p ro d u cto d e te r­
m inado (un conocim iento científico, riguroso, de ella). E sta tra n s ­
form ación la realizan los tra b a ja d o res in telectuales utilizando
instru m en to s de trab ajo intelectual determ inados, fundam entalm en­
te: la teoría y el m étodo científicos. Se llam a teo ría al cuerpo de con­
ceptos m ás o m enos sistem ático s de u n a ciencia. Se llam a m étodo
a la fo rm a en que son u tilizados estos conceptos.
Toda teoría científica, por lo tanto, tiene el c a rá c ter de instrum ento
de conocim iento; ella no nos da un conocim iento de una realidad con­
creta, pero nos da los m edios o in stru m en to s de trab ajo intelectual
que nos p erm iten llegar a conocerla en fo rm a rigurosa, científica.
C uando se habla, entonces, de teo ría m arx ista de la h isto ria se
está h ab lan d o de un cu erp o de conceptos a b stra c to s que sirve a los
tra b a ja d o re s in telectu ales com o in stru m en to p a ra analizar, en fo r­
m a científica, las d iferen tes sociedades, sus leyes de funcionam ien­
to y desarrollo.
Pero aquí es n ecesario h a c e r una aclaración. En la teoría m arx is­
ta de la h isto ria es n ecesario d istin g u ir e n tre los conceptos m ás ge­
nerales, que co nform an lo que M arx denom inó: el hilo co n d u cto r de
sus investigaciones, y los conceptos específicos que conform an la
teo ría de cada m odo de producción.
Los conceptos generales que p erm iten al a u to r de E l capital
a b o rd a r el estu d io de la h isto ria desde un p u n to de vista científico,
es decir, m aterialista, son los siguientes: proceso de producción, fuer­
zas productivas, relaciones de producción, in fra e stru c tu ra, sup eres­
tru c tu ra , e s tru c tu ra ideológica, e s tru c tu ra ju rídico-política, m odo
de producción, form ación social, co y u n tu ra política, determ inación
en últim a in stan cia p o r la econom ía, autonom ía relativa de los otros
niveles, clases sociales y lucha de clases, revolución, etcétera.
IN TR O D U CC IO N
25
Se tra ta de un cuerpo de conceptos que posee una organización
in terna, es decir, que está e stru c tu ra d o de una m an era sistem ática.
E sta e s tru c tu ra sistem ática típica que unifica todos los elem entos
esenciales que conform an el pensam iento de un a u to r es lo que de­
nom inarem os "p ro b le m á tic a ” .2
Los p rim ero s fundam entos de este cu erpo de conceptos, aunque
todavía m uy frágiles, se en c u en tran en La ideología alem ana
(1845-1846). P or ello, se puede co n sid era r que e sta o b ra m arca una
verdadera revolución teórica en el pensam iento de sus autores. Marx
y Engels, al a b an d o n ar la pro b lem ática antropológica de sus ob ras
an terio re s y c re a r una nueva problem ática, in au g u ran una ciencia
nueva allí donde antes reinaban las filosofías de la historia; allí donde
no existían sino filosofías de la h isto ria y n arraciones de hechos his­
tóricos em píricos.
¿Cuál es la enverg ad u ra de este d escubrim iento científico?
Para explicarlo utilicem os una imagen em pleada por Louis Althus­
ser. Si consideram os los grandes d escubrim ientos científicos de la
h isto ria hum ana, podríam os im aginarnos las d iferentes ciencias
com o form aciones regionales de grandes "co n tin en tes” teóricos. Po­
dríam os a firm a r que antes de M arx sólo habían sido descubiertos
dos grandes continentes: el continente M atem áticas p o r los griegos
(Tales o lo que el m ito de este nom bre así designa) y el continente
Física por Galileo y sus sucesores. Una ciencia com o la quím ica fun­
dada por Lavoisier es una ciencia regional del continente Física. Una
ciencia com o la biología, al in te g ra rse a la quím ica m olecular, en­
tra tam bién en este m ism o continente. La lógica en su form a m o­
d e rn a e n tra en el continente M atem áticas. P or el co n trario , es muy
posible que Freud haya descubierto un nuevo continente científico.3
Si esta m etáfo ra es útil p o d ría a firm a rse que M arx ab rió al cono­
cim iento científico un nuevo continente: el continente de la H istoria.
E sta nueva ciencia fun d ad a p o r M arx es u n a ciencia "m a te ria lis­
t a '’ com o toda ciencia, y p o r ello su teo ría general tiene el nom bre
de m aterialism o histórico. La p a la b ra m aterialism o indica sim ple­
m ente la a c titu d estric ta del sabio fren te a la realid ad de su objeto,
que le perm ite cap tar, com o d irá Engels, "la n atu rale za sin ninguna
adición d e s d e ju e r a ^ Pero, la expresión~TTmáTéríáIIirho hisTóríco”
es, sin em bargo, algo extraña, ya que las o tra s ciencias no em plean
la p a la b ra “m a teria lism o ” p a ra definirse com o tales. No se habla,
p o r ejem plo, de m aterialism o quím ico, o de m aterialism o físico. El
térm in o m aterialism o, utilizado por M arx p a ra d esignar la nueva
ciencia de la h isto ria, tiene p o r objeto estab lecer una línea de de­
m arcación en tre las concepciones id ealistas a n terio res y la nueva
concepción m ate rialista , es decir, científica de la h isto ria .4
H asta aquí hem os hablado del m aterialism o histórico y de la gran
2 Siguiendo a A lthusser, quien reconoce h ab er tom ado este concepto de Jacq u es
M artin. Véase La revolución teórica de Marx, p. 53.
3 Lenin y la filosofía (conferencia realizad a en la S orbona, 24 de feb rero de 1968).
4 Cf. ibid.
26
IN T RO D U C CIÓ N
revolución teó rica que su ap arició n provocó. A hora debem os p re ­
guntarn o s: ¿la te o ría m arx ista se red u ce al m aterialism o histórico,
es decir, a u n a te o ría científica?
No, la teo ría m a rx ista e stá co m p u esta de u n a teo ría científica:
el m aterialism o h istórico, y de u n a filosofía: el m aterialism o dialéc­
tico, que no es objeto de este libro. Sólo q uerem os a d e la n ta r aquí
que M arx no elab o ró en fo rm a sistem ática la nueva filosofía p o r él
fundada y que es en E l capital donde podem os e n c o n tra r los elem en­
tos m ás avanzados p a ra re alizar este trab ajo , ya que es en e sta obra
donde está genialm ente em pleada la dialéctica m aterialista en form a
práctica.
Igual cosa o c u rre casi siem p re con los conceptos generales del
m aterialism o histórico. Ni M arx ni Engels definen en form a m etó­
dica en lugar alguno de su extensa o b ra lo que entienden p o r fuerzas
productivas, relaciones de producción, m odo de producción, etc. Sin
em bargo, co n stan tem en te em plean estos conceptos generales p a ra
an aliz a r el m odo de p ro d u cció n ca p ita lista y situaciones h istó ricas
co n cretas en las que dom ina este m odo de producción. A través de
El capital el p ro le ta ria d o intern acio n al pudo conocer las razones de
su m iseria y los m edios p a ra a c a b a r con ella de m an era revolucio­
naria. Los prodigiosos d escu b rim ien to s de M arx y Engels p erm itie­
ron a las m asas o b re ra s d a r u n a o rien tació n c o rre c ta a sus luchas.
El régim en c a p ita lista h ab ía sido p u esto al desnudo. Se analizaban
las condiciones de su nacim iento, de su d esarro llo y de su d e stru c ­
ción. Se señ alab an así cuáles e ra n las condiciones objetivas de la
revolución. La época de las u to p ías hab ía term in ado.
E ste cuerp o de conceptos que no fue d esa rro lla d o en form a sis­
tem ática p o r sus creadores, ha sido elaborado en form a desigual por
sus sucesores. Los conceptos pertenecientes a la in fra estru ctu ra, por
ejem plo, han sido m ejo r elab o rad o s que los p erten ecien tes a la su­
p e re stru c tu ra . E sto no se debe al azar, sino al hecho de que éstos
son los conceptos utilizados m ás frecuentem ente p o r Marx en el aná­
lisis de la e s tru c tu ra económ ica del m odo de p roducción ca p italis­
ta. E stu d ian d o la fo rm a en que M arx los em plea en E l capital se ha
podido lleg ar a u n a elaboración m ás sistem ática de ellos, aunque
todavía insuficiente en m uchos aspectos. La m ayor p a rte de los otros
conceptos perm anece, p o r el contrario, en estado de “conceptos prác­
tic o s” (más que p ro c u ra r u n conocim iento indican las líneas gene­
rales que deben g u ia r la investigación).
A hora bien, el estad o poco d esa rro lla d o de m uchos aspectos de
la te o ría m a rx ista no debe d escorazonarnos, sino que, p o r el con­
tra rio , debe im p u lsarn o s a un estu d io p ro fu n d o y crítico de todo lo
que ya existe y a u n a elaboración de los conceptos generales que son
u rg e n te s p a ra el an álisis de n u e stra s sociedades. Además, no de­
bem os olvidar que los revolu cio n ario s rusos, chinos, vietnam itas,
cubanos, n icaragüenses, etc., no e sp e ra ro n que la teo ría m arx ista
estu v iera com p letam en te d e sa rro lla d a p a ra co m p ro m eterse en la
lucha revolucionaria. Y, p o r últim o, ha sido lo ap rendido en la lucha
m ism a lo que ha ayu d ad o a d e s a rro lla r la teoría.
INTRODUCCIÓN
27
Tam poco debem os olvidar que la teo ría m arx ista es sólo uno de
los aspectos de la form ación teó rica de un m ilitan te revolucionario.
Si se nos p id iera se ñ ala r cuáles deberían ser las grandes líneas
de una form ación de este tipo diríam os que:
El p rim er aspecto de la form ación de un m ilitan te revolucionario
es el estudio de la teo ría m arxista. La h isto ria nos m u e stra que es
la unión de la teo ría m a rx ista y el m ovim iento o b rero lo que dio a
los hom bres de n u e stro tiem po la posibilidad de “ tra n sfo rm a r el
m u n d o ”, de "h a c e r la revolución” .
Ahora, p ara e stu d ia r la teo ría m arx ista no b a sta con detenerse
en el exam en rig u ro so de los conceptos generales que conform an
la p ro b lem ática m a te ria lista de la histo ria. Es necesario e stu d ia r la
teo ría específica de cada m odo de producción, y en p a rtic u la r la teo­
ría del m odo de producción capitalista, sin cuya com prensión es im ­
posible c o m p ren d e r la sociedad en que vivimos.
Pero, au n q u e la teo ría m arx ista es fu n d am en tal p a ra la c o n stitu ­
ción de un m ovim iento revolucionario serio que pase del ro m a n ti­
cism o y del vo lu n tarism o revolucionario a una e ta p a de realism o y
de p rep a ra ció n efectiva p a ra la acción, ella, p o r sí sola, no basta.
El segundo aspecto que no debe olvidarse en la form ación de un
m ilitan te revolucionario es la aplicación c read o ra de la teo ría m a r­
x ista a la realid ad co n creta de su país.
No existen revoluciones en general, sólo existen revoluciones p a r­
ticu lares, ad ap tad as a la situación de cada país.
Es necesario co m b atir el estu d io que se hace frecu en tem en te del
m arxism o, no en función de las necesidades p rác ticas de la revolu­
ción, sino sim plem ente p a ra a d q u irir un nuevo conocim iento.
Es n ecesario e stu d ia r la h isto ria de n u e stro s países, conocer las
c a ra c terístic a s específicas de n u e stra s form aciones sociales. E stu ­
d ia r lo que define a n u e stra e s tru c tu ra económ ica, la form a en que
se com binan las d iferentes relaciones de producción, cuál es la re ­
lación que dom ina, dónde está el p u nto fu e rte y el pu n to débil de
esta e stru c tu ra . E stu d ia r la e s tru c tu ra ideológica, las ideas que do­
m inan en las m asas. E stu d ia r la e s tru c tu ra del poder, las co n tra d ic ­
ciones in te rn a s de ese poder, etcétera.
E ste estu d io de n u e stra s form aciones sociales concretas debe
realizarse recogiendo el m ayor n ú m ero de datos acerca de esta re a ­
lidad, criticándolos a la luz de los principios generales del m arxism oleninism o p a ra poder o b ten er conclusiones correctas.
El tercer aspecto de la form ación de un m ilitan te revolucionario
es el estudio de la c o y u n tu ra política de su país y a nivel m undial.
No b a sta conocer la h isto ria de un país, conocer su etap a actual de
desarrollo, es necesario p a sa r a un nivel m ás concreto, al estudio
del “m om ento a c tu a l” de la lucha de clases en ese país y a nivel m un­
dial, es decir, al estu d io de la co y u n tu ra política. Es fundam ental
d e te rm in a r cuáles son los am igos y los enem igos de la revolución
en cada etap a de su desarrollo, d e te rm in a r el poder económ ico, po­
lítico, m ilita r y c u ltu ra l de cada uno de los grupos que se en frentan,
etcétera.
28
INTR O D U CC IO N
P a ra ev itar el teoricism o ineficaz y el p racticism o sin sentido, es
necesario que todo m ilitan te revolucionario llegue a form arse, de
una m an era m ás o m enos p rofunda, en los tre s aspectos que hem os
señalado.
Ahora bien, el objetivo de este libro es ser útil a quienes se inician
en el estu d io del m arxism o, proporcio n án d o les u na exposición pe­
dagógica de los conceptos generales del m aterialism o histórico. Si
hem os hecho referen cias a m odos de p roducción específicos: servil,
cap ita lista , com unista, ha sido ú n icam en te p a ra a y u d a r a la com ­
prensión de los conceptos generales aquí d esarro llad o s. De m odo
alguno hem os p reten d id o ex poner pedagógicam ente, con toda la ri­
g u rosid ad y p ro fu n d id ad req u erid as, las teo rías específicas de los
m odos de p roducción a n te rio rm e n te señalados, cuyo conocim iento
es, p o r lo dem ás, ab so lu tam en te indisp en sab le p a ra llegar a dom i­
n a r los in stru m en to s teóricos sin los cuales es im posible un análisis
científico de la realid ad co n creta de cada país y de la actual situ a ­
ción m undial, ta re a p ro p ia de cada m ovim iento revolucionario.
Los conceptos generales que co nform an la p ro b lem ática del m a­
terialism o h istórico, d e sen trañ ad o s de los textos clásicos m ediante
el m étodo de tra b a jo teórico y de le c tu ra c rític a que aprendim os es­
tu d ian d o las o b ras de Louis A lthusser, prin cip alm ente, y de sus co­
lab o rad o res, sirven a su vez p a ra que n u estro s lectores puedan
ah o n d a r en el estu d io de la ciencia de la h isto ria in au g u rad a por
M arx y Engels y d e sa rro lla d a crea d o ram e n te p o r Lenin.
E ste libro no p reten d e ser una exposición enciclopédica de toda
la producción m arx ista existente en to rn o a los tem as tratados. Sólo
p reten d e p ro fu n d iz a r en la h eren cia teó rica que nos han dejado los
fundadores de la ciencia de la historia, cuya lectu ra unilateral y acrítica ha tra n sfo rm a d o m uchas veces al m arxism o en un dogm a, en
una d o c trin a fosilizada, en un antim arxism o, en lu g ar de p re se n ta r­
la com o una ciencia viva, esencialm ente d ispuesta a renovarse frente
a los nuevos desafíos teóricos y práctico s que le p resen te la historia.
P ara c u m p lir n u e stro objetivo hem os em pezado p o r el concepto
de prod u cció n ya que es el concepto-base de la teoría m arxista: es
la producción de bienes m ateriales lo que serv irá de “ hilo conduc­
to r ” p a ra ex p licar los o tro s aspecto s de la sociedad. Luego hem os
estu d iad o los conceptos de: relaciones de producción, fuerzas p ro ­
ductivas, e s tru c tu ra económ ica, in fra e s tru c tu ra y s u p e re stru c tu ra ,
e stru c tu ra ideológica, e s tru c tu ra jurídico-política, m odo de produc­
ción, form ación social, co y u n tu ra política, tran sición. Todos estos
conceptos, que son fu n d am en tales p a ra el estu d io científico de la
estructura social, son estu d iad o s en la prim era parte de este libro.
Luego viene u n a segunda parte, que estu d ia los efectos de la e stru c ­
tu ra social sob re los individuos que la h ab itan y la acción que ellos
pueden e je rc e r sobre e sta e stru c tu ra : las clases sociales y la lucha
de clases. P or últim o, la tercera parte se refiere a la teo ría m arx ista
de la h isto ria y nos da u n a visión de conjunto del a p o rte de M arx
y Engels sob re este punto. Lo ‘‘n o rm a l” ap aren tem en te hu b iera sido
em pezar p o r esta visión de conjunto, com o lo hacen todos los m a­
INTRODUCC ION
29
nuales; sin em bargo, p ara fo rm u lar esta visión de conjunto en form a
científica y com prensible para el lector es necesario recorrer el arduo
cam ino del estu d io sistem ático y riguroso de todos los conceptos
an terio res.
El c u estio n ario que fig u ra al térm in o de cada capítulo tiene por
objetivo p rin cip al ev ita r la repetición m em orística de su contenido
d irigiendo la m irad a del lector hacia el an álisis de su pro p ia reali­
dad. La asim ilación crític a y c re ad o ra de estos conceptos generales
sólo se pone a p ru e b a cuando se aplica a la h isto ria concreta, cu an ­
do sirven de in stru m e n to s p a ra conocer una realid ad que no está
contenida en dichos conceptos. Hay p reg u n tas que difícilm ente
pueden resp o n d erse sin un estu d io de la teo ría específica de cada
m odo de producción. N u estra intención es im pulsarlos a ese e stu ­
dio; no deben q u ed ar satisfechos con el m aterial pedagógico que este
libro les entrega.
La bibliografía que sigue a este cuestio n ario preten d e fa cilitar
el estudio crítico de su contenido, señalando las fuentes en las que
se basó n u e stro trabajo.
La bibliografía general que figura al final del libro señala los p rin ­
cipales textos que deben se r leídos en una p rim era etap a de fo rm a­
ción. Cada texto está acom pañado por un co m entario crítico cuyo
fin es o rie n ta r la lectu ra. Al final de esta bibliografía, en la que los
textos de cada a u to r figuran en un orden cronológico, se dan suge­
ren cias c o n cretas de la m a n e ra en que puede o rganizarse en form a
m ás efectiva la lec tu ra de ellos.
El contenido de este tra b a jo no debe ser co n siderado com o un
dogm a sino com o un esfuerzo de investigación y exposición pedagó­
gica de un cierto n ú m ero de in stru m en to s de tra b a jo teórico. Si al­
guno de estos in tru m en to s, en lu g a r de fac ilita r el conocim iento de
u na realidad social concreta, lo dificulta, no cabe duda que debe ser
m odificado, perfeccionado, o, en un caso extrem o, abandonado.
Por últim o querem os agradecer m uy especialm ente a nuestro pro­
fesor y am igo Louis A lthusser y a todos los que de una u o tra m ane­
ra han hecho posible la realización de este trab ajo que ha sido el
fru to de un verdadero trab ajo colectivo y ad v ertir a nuestros lectores
que h a b rá sido absolutam ente estéril si sólo se lim itan a au m en ta r
el cam po de los conocim ientos acerca de la teo ría m arxista. R ecor­
dem os que el objetivo ú ltim o de M arx fue 'ransform ar el m undo.
PRIMERA PARTE
LA ESTRUCTURA SOCIAL
En esta prim era parte verem os los conceptos m arxistas que p erm i­
ten estudiar en form a científica la sociedad global y sus diferentes
estructuras regionales: económ ica, ideológica y jurídico-política.
Nos detendrem os especialm ente en los elem entos de la estructura
económ ica por la im portancia que ella tiene para la teoría m arxista
de la historia.
CAPITULO i
LA PRODUCCIÓN
1. E l trabajo del hom bre y las riquezas naturales. 2. E l proceso de trabajo: sus
elem entos. 3. Los trabajadores directos y los trabajadores indirectos. 4. Las re­
laciones técnicas de producción. 5. El papel de los m edios de trabajo en el pro­
ceso de trabajo.
1. EL TRABAJO DEL HOMBRE Y LAS RIQUEZAS NATURALES
C ada país posee, en m ayor o m enor núm ero, d eterm in ad as riquezas
n atu rales, pero esas riquezas n a tu ra le s de nada sirven sin el tra b a ­
jo del hom bre.
Es, p o r lo tanto, el trab ajo hum ano el que perm ite a rra n c a r a la
n a tu rale za sus riquezas y luego tra n sfo rm a rla s en objetos ú tiles a
la sociedad.
Pero ¿a m anos de quiénes van a p a ra r esas riquezas? ¿Van a p a ra r
a m anos de los trab a jad o res?
Sólo en los regím enes socialistas las riquezas del país benefician
fu n dam entalm ente a los tra b ajad o res. En los países cap italistas, en
cam bio, quienes se benefician m ayorm ente son los grandes e m p re­
sarios, y si se tra ta de un país sub d esarro llad o , una p a rte im p o rtan ­
te de sus riquezas va a p a ra r a m anos de las grandes em presas tra n s­
nacionales.
P or su puesto que hay casos, com o el de los pequeños cam pesi­
nos que trab a jan por cuenta propia, que pueden llegar a disponer
ínteg ram en te del fru to de su trabajo. Pero son casos excepcionales
en la sociedad c ap ita lista desarro llad a.
¿A qué se debe, entonces, el hecho de que los tra b ajad o res, que
usan ta n to su energía física com o m ental p ara e x tra e r las riquezas
de la n atu ralez a y luego tra n sfo rm a rla s, no dispongan del fru to de
su trab ajo p a ra su propio beneficio?
¿A qué se debe que un grupo de cap ita lista s pueda a cu m u la r ta n ­
tas riquezas m ientras la m ayoría del pueblo vive en condiciones muy
inferio res y, en el caso de los países subd esarro llad o s, sólo tienen
lo m ínim o necesario p ara sobrevivir?
La ideología bu rg u esa a trib u y e la pobreza a la falta de capaci­
dad intelectual, a las enferm edades físicas, a la em briaguez, a la fal­
ta de c u ltu ra, a la indolencia, a la falta de e sp íritu creador, etc., y
hace c re e r al pueblo que las grandes riquezas de que dispone un pe[33]
LA E S T R U C T U R A SOCIAL.
34
queño g rupo de ciu d ad an o s se debe a sus m érito s personales, a su
esfuerzo, a su cap acid ad cread o ra.
Muy diferente es la resp u esta m arxista, p ero a ella sólo puede lle­
garse estu d ian d o p rim e ro todos los elem entos que hacen posible la
tran sfo rm ació n de las riquezas n a tu ra le s en bienes ú tiles al hom ­
bre, es decir, todos los elem entos que confo rm an el proceso de tr a ­
bajo y las relaciones que se establecen e n tre ellos.
LA P R O D U C C I O N
35
de la tie rra o el tronco del árbol que ha sido co rtad o p o r el leñador
o el cuero que se saca del ganado, y el que ya ha sufrido una tra n s­
form ación previa realizada p o r el tra b a jo hum ano, com o son las
b a rra s de cobre o las tab las a se rra d a s o el cuero cu rtido. En el p ri­
m er caso se tra ta de lo que M arx llam ó m ateria bruta, en el segundo
caso de lo que llam ó m ateria prim a.
m a t e r ia b r u t a
es la su stan cia que proviene d irectam en te de la n a tu ­
raleza.
2 . EL PROCESO DE TRABAJO: SUS ELEMENTOS
L lam arem os proceso de tra b a jo a todo proceso de tran sfo rm ació n de
un objeto determ in ad o , sea éste n a tu ra l o ya trab ajad o , en un p ro d u c ­
to determ inado, tran sfo rm ac ió n efectu ad a p o r u n a activ id ad hu m an a
determ in ad a, utilizando in stru m e n to s de tra b a jo d e term in a d o s.1
o bjeto -» tran sfo rm ació n -* p ro d u cto
\
activ id ad h u m a n a -» in stru m e n to
El m om ento de la tra n sfo rm a c ió n es el m om ento d eterm inante,
el m ás im p o rtan te del proceso de trab ajo . Se hab la de proceso de
tra b a jo cu an d o el objeto su fre u n p roceso de tra n sfo rm a ció n p a ra
lleg ar a co n v ertirse en p ro d u cto útil. E sta tra n sfo rm ac ió n se reali­
za m ediante la actividad hum an a de trabajo, utilizando p a ra ello ins­
tru m e n to s m ás o m enos p erfeccionados desde el p u nto de vista
técnico.
E ste p roceso de tra b a jo ha sido estu d iad o p o r M arx en el p rim e r
lib ro de E l capital. A poyándonos en él, redefin irem os a h o ra de una
m a n e ra m ás p re c isa los d iferen tes elem entos que form an p a rte de
este proceso.
Pongam os u n ejem plo m uy sim ple. Im aginem os un zapatero que
trab aja en su casa reparando zapatos o haciendo zapatos a la medida.
P ara p o d er tra b a ja r necesita: cuero, tijeras, aguja, hilo, tin tu ra ,
un a m esa, u n a silla, u n a m áq u in a de coser, u n lu g ar físico p a ra in s­
talarse, ilum inación, etc. No todos estos elem entos desem peñan el
m ism o papel: algunos deben s u frir un p roceso de tran sfo rm ació n
como el caso del cuero; o tro s sirven de in stru m en to s p a ra lo grar esa
tran sfo rm ació n : la tijera, la aguja, la m áq u in a de coser; p o r últim o,
son necesario s p a ra h a c e r posible que ese hom bre p u eda realizar
su trab ajo : el local, la ilum inación, etcétera.
D istinguirem os así:
a] E l objeto sobre el cual se trabaja
Podem os d istin g u ir dos tipos de objeto: el que proviene directa­
m ente de la naturaleza com o es el caso del m in eral que es extraído
1 L. A lthusser, La revolución teórica de Marx, p. 136.
m a t e r i a p r i m a es la su stan cia que h a su frid o u n a m odificación cu al­
q u ie ra e fectu ad a p o r el trabajo.
A hora bien, la m a teria p rim a puede c o n stitu ir el elem ento p rin ­
cipal de un p ro d u cto o puede in terv en ir sólo com o m a te ria auxiliar.
Las m aterias prim as auxiliares son aquellas que:
a] pueden se r ab so rb id as p o r el m ism o in stru m e n to de trabajo:
el carb ó n o la electricid ad p o r la m áquina, el aceite p o r la rueda,
etcétera.
b] pueden ser incorporadas a la m ateria p rim a principal p ara ope­
ra r en ella una tra n sfo rm a ció n de c a rá c te r m aterial: la tin tu ra p a ra
el cu ero o la lana, el cloro p a ra b la n q u ea r las telas, etcétera.
c] pueden serv ir sim plem ente p a ra a y u d a r a la ejecución de un
trabajo, com o es el caso de los m ateriales destinados a ilu m in a r o
c a le n ta r los locales en que se trab aja.
En la v erd ad era in d u stria quím ica la distinción en tre m aterias
p rim as p rincipales y secu n d arias se pierde, ya que, en el pro d u cto
final, no ap arece ninguna de las m a terias p rim as em pleadas.
bj Los m edios con los que se trabaja
Son todas las cosas que d ire c ta o in d irectam en te p erm iten al tr a ­
b a ja d o r tra n sfo rm a r el objeto sobre el cual tra b a ja en un pro d u cto
final.
M arx los llam a m edios de trabajo. D istingue un sentido estricto
de un sentido am plio.
Los M EDIOS d e t r a b a j o e n s e n t i d o e s t r i c t o son las cosas o conjunto de
cosas que el tra b a ja d o r in terp o n e d irectam en te e n tre él y el objeto so­
b re el cual tra b a ja (m ateria b ru ta o prim a). Sirven de in term ed iario s
e n tre el tra b a ja d o r y el objeto sobre el cual trab aja.
En el caso de n u e stro zapatero: la aguja, las tijeras, la m áquina
de coser.
M arx evita u sa r la expresión "in stru m en to s de tra b a jo ” porque
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LA E S T R U C T U R A S O C I A L
no sería precisa, ya que, com o verem os m ás adelante, las com plica­
das m áq u in as que ca ra c teriz a n a la g ran in d u stria cum plen las fun­
ciones de v arios in stru m en to s de trabajo.
Los m e d i o s d e t r a b a j o e n s e n t i d o a m p l i o com prenden, adem ás de los
m edios ya señalados, to d as las condiciones m ateriales, que sin in te r­
venir d irectam en te en el proceso de tran sfo rm ació n , son in d isp en sa­
bles p a ra la realización de éste.
En n u e stro ejem plo, el local en qué tra b a ja el zapatero. Tam bién
deben c o n sid erarse en este ru b ro , en los casos de desarro llo in d u s­
tria l m ás avanzado: el te rre n o donde se in stalan las ind u strias, los
talleres, las ru ta s, los canales, las o b ras de regadío, etcétera.
Debido a que la producción de bienes m ateriales no puede rea li­
zarse si no p a rtic ip a n en ella ta n to la m a te ria p rim a (o b ruta) como
los m edios de tra b a jo en su sentido m ás am plio, M arx llam ó a estos
elem entos: m edios de producción.
L lam arem os m e d i o s d e p r o d u c c i ó n a todos los objetos m ateriales que
intervienen en el proceso de trab ajo .
LA P R O D U C C I O N
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de bienes m ateriales es llam ada, co rrientem ente, trabajo. E ste tr a ­
bajo, que se expresa en una c ie rta can tid ad de productos, im plica
el em pleo de una cie rta can tid a d de energía hum ana.
Marx llam a f u e r z a
ceso de trab ajo .
d e t r a b a jo
a la energía hum ana em pleada en el pro­
La fatiga después de una jo rn a d a de trab ajo no es sino la expre­
sión física de este gasto de energía, producto de la actividad hum ana
d e sa rro llad a d u ra n te el proceso de trabajo. La buena alim entación,
el descanso, perm iten recu p erarla.
No se puede c o n fu n d ir el concepto de trabajo con el de fuerza de
trabajo. Cada uno de ellos se refiere a realidades ab so lu tam en te di­
ferentes. Un ejem plo p a ra hacer m ás cla ra la diferencia: de la m is­
m a m an era en que una m áquina produce un “ tra b a jo ” determ inado
en una cie rta can tid a d de horas (enlata una d eterm in ad a can tidad
de alim entos) y p a ra rea lizar este trab ajo em plea una c ie rta can ti­
dad de energía eléctrica, una o b re ra de una fábrica de tallarines,
en sus 8 h o ras de tra b a jo diario, logra em p a q u eta r una determ inaESO U EM A I: LO S E L E M E N T O S DEL P R O C E SO DF. TRABA JO
Los m edios de producción no deben se r confundidos con los m e­
dios de consum o, es decir, con todos aquellos bienes que se consu­
m en o se usan en form a individual; p o r ejem plo: alim entos, ropa,
casa, a rtícu lo s de hogar, artíc u lo s escolares, etcétera.
La p ropaganda b u rg u esa c o n tra el régim en socialista se esfuerza
.por a te m o riz a r a los secto res m ás a tra sa d o s del pueblo diciéndoles
qu e cuando lleguen los co m u n istas al p o d er sus perten en cias p erso ­
nales p a sa rá n a m anos del estado. E sto es ab so lu tam en te falso; lo
que el m arxism o p lan tea no es la supresió n de la pro p ied ad privada
de los m edios de c o n su m o ; p o r el c o n trario , lo que éste busca es el
estab lecim ien to de un régim en social en el que au m ente la cap aci­
dad de p roducción de bienes p a ra que toda la población tenga m ás
bienes de consum o y viva u n a vida m ás cóm oda, m ás fácil, que le
deje m ás tiem po libre p a ra actividades creativas, a rtística s, c u ltu ­
rales, de expansión recreativa. Pero p a ra que eso se logre, com o ve­
rem os m ás adelante, es n ecesario su p rim ir la propiedad privada de
los m edios de producción, cau sa de la explotación del hom bre por
el hom bre.
P or últim o, con relación a este punto, nos parece im p o rtan te se­
ñ a la r que en m uchos textos m arx istas se em plea el térm ino "m edios
de p ro d u c c ió n ” p a ra d esig n ar lo que M arx define com o “ m edios de
tra b a jo ” y que esto puede p ro v o car confusiones.
PR O C E SO DE
TRABA JO
au x iliar
c] A ctivid a d h um ana realizada en el proceso de producción
La actividad h u m an a d e sa rro lla d a en el p roceso de producción
ru tas
canales,
etcé tera
LA E S T R U C T U R A S O C I A L
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da can tid ad de kilos de tallarin es y, p a ra realizar este trabajo, gasta
una c ie rta can tid ad de energía hum ana. P or lo tanto, la energía h u ­
m ana o fuerza de trabajo se d iferencia rad icalm en te del trabajo re a ­
lizado, que no es sino el rend im ien to de esa fuerza de trabajo.
Por co n fu n d ir am bos conceptos, los econom istas clásicos fueron
incapaces de d e sc u b rir el origen de la explotación cap italista. Ellos
sostenían que el salario era el precio del trabajo realizado por el obre­
ro, pero cuando calculaban cuánto debían pagarle se olvidaban total­
m ente de este enunciado y en lu g ar de ca lc u la r el precio del tra b ajo
realizado (núm ero de zapatos term in ad o s, p o r ejemplo) calculaban
el precio de los objetos que el trab ajad o r debía consum ir para recupe­
ra r su fuerza de tra b a jo (no sólo objetos m ateriales como: alim ento,
abrigo, techo, p a ra él y su fam ilia; sino tam bién objetos culturales:
radio, cine, deportes, etcétera).
Una ú ltim a definición antes de p a sa r al siguiente tema:
L lam arem os a g e n t e s d e l a p r o d u c c i ó n a todos los individuos que de
una u o tra m an era p artic ip a n en el proceso de producción.
d] E l producto: resultado del proceso de trabajo
Se llam a
producto
al o bjeto final cread o en el proceso de trabajo.
El p ro d u cto es un valor de uso u objeto útil.
Se llam a v a l o r d e u s o a todo objeto que responde a una necesidad
h u m ana determ in ad a (fisiológica o social).
Pero es necesario señalar que aunque todo producto generalm ente
rep re se n ta un valor de uso, ya que si no fu era así no se ju stific a ría
p rodu cirlo , no todo valo r de uso puede ser definido com o producto.
E xisten objetos que responden a necesidades h u m anas sin h ab er su­
frido un p roceso de tran sfo rm ació n previo. É ste es el caso del aire
que responde a la necesidad de re sp ira r. Es un valor de uso pero
no un p ro d u c to .2
3 . LOS TRABAJADORES DIRECTOS Y LOS TRABAJADORES INDIRECTOS
Lo expuesto an terio rm en te nos perm ite llegar a la conclusión de que
los elem entos fundam entales de todo proceso de trabajo son: la fuerza
de trabajo y los m edios de producción.
2
Cuando se produce un objeto, no p ara el consum o directo, sino p ara su intercam ­
bio por o tro en el m ercado, se habla de m ercancía.
I A PRODUCCION
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E stos elem entos se en cu en tran p resentes tan to en el tra b a jo rea­
lizado por el zapatero, pequeño pro d u cto r artesanal, como en la gran
in d u stria m oderna.
Pero existe una diferencia e n tre el trab ajo aislado del p rim ero
y el tra b a jo colectivo que realizan num erosos tra b a ja d o re s en una
in d u stria m oderna de calzado.
¿Cuál es esta diferencia?
P ara resp o n d er a esta p reg u n ta pasem os a d e sc rib ir con m ás de­
talles am bos tipos de trabajo.
L lam arem os proceso de trabajo individual al que es realizado en
form a aislada transform ando una m ateria prim a determ in ad a en un
p ro d u cto determ inado. É ste es el caso del arte sa n o o del pequeño
p ro d u c to r cam pesino.
El proceso de trabajo individual se ca ra c teriz a fu n d am en talm en ­
te porque en él existe una c lara unidad del tra b a ja d o r y su m edio
de trab ajo . La calidad y el rendim iento del tra b a jo del arte sa n o de­
pende de la h abilidad p ersonal con la que pueda m an ejar su in stru ­
m ento de trabajo. Por o tra p arte, y dependiendo de lo dicho an te ­
rio rm ente, es él quien co n tro la o tiene el dom inio ab soluto de todo
el proceso de trabajo. Decide cuándo, cóm o y dónde debe tra b aja r.
L lam arem os proceso de trabajo colectivo o social al que se reali­
za con la participación sim ultánea de varios trab ajad o res en un m is­
mo sitio.
M arx distinguió dos form as: la cooperación sim ple y la co o p era­
ción com pleja.
En la cooperación sim ple todos los tra b a ja d o res realizan la m is­
m a ta re a o ta re a s m uy sem ejantes. E sta form a de cooperación se
da en las operaciones de caza de los pueblos prim itivos, en que salía
un grupo de cazadores provistos de flechas y unía sus esfuerzos p a­
ra c e rc a r al anim al, o en las m ás incipientes form as de explotación
ca p italista, donde el dueño del ta lle r se lim ita a re u n ir en un local
a un grupo de artesan o s, p ro p o rcionándoles los in stru m en to s de
trab ajo , y apropiándose del p ro d u cto a cam bio de un salario. C onti­
n úa dándose actu alm en te en el tra b a jo agrícola técnicam ente poco
d esarrollado.
Lo típico de la cooperación sim ple in d u strial es que cada tra b a ­
ja d o r produce su pro d u cto final realizando todas las operaciones
necesarias p a ra ello. Cada tejed o r tra b a ja con su te la r produciendo
determ in ad o s m etros de tela.
La cooperación com pleja se c ara cteriz a fu n dam entalm ente por
la existencia de una división del tra b ajo d en tro de la in d u stria. Las
d iversas operaciones que el o b re ro realizaba p a ra lo g rar el p ro d u c ­
to final a h o ra se dividen y cada grupo de tra b a ja d o re s asum e una
p a rte del trab ajo global. De e sta m anera el pro d u cto se convierte
ah o ra en un producto social, fru to del trab ajo de una colectividad
de artesan o s, especializados cada uno en una operación p arcial d is­
tin ta que repite constantem ente. La form a m ás extrem a de esta
cooperación com pleja se da en la m a n u fa c tu ra cap italista, ya que,
com o verem os m ás adelante, en la gran in d u stria m ecanizada es la
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LA E S T R U C T U R A S O C I A L
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m áquin a-h erram ien ta la que asum e las diversas operaciones p arcia­
les realizadas p o r el o b rero p a rc e la rio de la m an u factu ra, lim itán­
dose en este caso el papel del tra b a ja d o r a h acer an d ar, alim en tar
y m an te n e r estas m áquinas.
Ahora, “ todo tra b a jo d irectam en te social o colectivo, efectuado
en gran escala, req u iere en m ayor o m enor m edida una dirección
que m edie la arm onía de las actividades individuales y ejecute aque­
llas funciones generales d erivadas del m ovim iento del cuerpo p ro ­
ductivo total, por oposición al m ovim iento de sus órganos se p a ra ­
dos. Un so lista de violín se dirige a sí m ismo; una o rq u e sta necesita
un d ire c to r” .3
E sas funciones de dirección y control del proceso de producción
colectivo o social son d esem peñadas p o r tra b a ja d o res que no m ani­
p u lan d irectam en te los m edios de producción.
Todo proceso b asado en la cooperación a gran escala implica, por
lo tanto, que los tra b a ja d o re s individuales p ierd an el control o do­
m inio del proceso de trabajo. Se p roduce así una separación del tra ­
b ajad o r individual del conju n to del proceso de trabajo. Quien pone
en m arch a este proceso no es ya el tra b a ja d o r individual, sino el tr a ­
bajad o r colectivo que requiere, como uno de sus elemento^,, un grupo
de trab ajad o res que cum pla funciones de dirección y control del pro­
ceso de producción. Ju n to a la m anipulación d ire cta de los m edios
de producción surg e la función de dirección y control del proceso
de tra b a jo en su conju n to .4
L lam arem os t r a b a j a d o r e s d i r e c t o s a los agentes de la producción que
m anipulan d irectam en te los m edios de producción, y t r a b a j a d o r e s n o
d i r e c t o s a los que tienen u n a función de organización, vigilancia y
control, en d istin to s niveles del proceso de trabajo.
4 . LAS RELACIONES TÉCNICAS DE PRODUCCIÓN
H asta aquí hem os hab lad o del c a rá c te r com ún a todas las form as
de cooperación: la existencia de un trabajador colectivo en el que sur­
gen determ inadas funciones de dirección y control del proceso de
trabajo.
Veamos a h o ra algunos de sus rasgos d iferenciales que dependen
de los diversos tipos de relaciones que se establecen e n tre los ele­
m entos del proceso de trabajo.
Puede ex istir un proceso de p roducción co operativa que im pli­
que la existencia de una unidad entre el trabajador y su m edio de
3 K. M arx, E l capital. l/2, p. 402.
4 Se tra ta de funciones d istintas que, en determ inadas form as históricas de pro d u c­
ción, son p erso n ificad as en agentes que se sep aran del tra b a ja d o r colectivo e im ponen
su au to rid ad sobre él —pero que pueden darse, en o tras épocas históricas, com o sim ple
diferenciación d en tro del tra b a ja d o r colectivo.
trabajo, es decir, en que el tra b ajo realizado en form a colectiva im ­
plique un control o dom inio por p a rte del tra b a ja d o r individual de
su in stru m en to de trab ajo . En este caso existe una separación del
tra b a ja d o r individual respecto a la p u e sta en m archa del proceso
de trab ajo , que ah o ra e stá en m anos del tra b a ja d o r colectivo, pero
una unión de este trabajador con su m edio de trabajo, su habilidad
personal, sigue contando.
Puede ex istir tam bién el caso de un proceso de producción coope­
rativa en que el tra b a ja d o r individual haya no sólo perdido el dom i­
nio de la pu esta en m arch a del proceso de trab a jo sino que tam bién
haya perdido el dom inio del m edio de trabajo, como o c u rre en la
g ran in d u stria donde el tra b a ja d o r pasa a ser una pieza m ás de
la m áquina. En estas condiciones se constituye una nueva unidad,
que rem plaza la unidad del tra b a ja d o r con su m edio de trab ajo ya
exam inada, la unidad del m edio de trabajo y el objeto de trabajo. Es
la m áquina la que tra n sfo rm a la m ateria prim a, el tra b a ja d o r pasa
a ser su esclavo. E sta unidad m áquina-objeto constituye según Marx
“un m ecanism o inanim ado independiente de los obreros’1 y pasa a
ser un elem ento fijo del proceso de tra b a jo dispuesto a re cib ir al
o b rero que venga. Se produce así una separación total del tra b a ja ­
d o r individual de los m edios de producción. La necesidad del tra b a ­
ja d o r colectivo pasa a ser una necesidad técnica. El tra b a ja d o r co­
lectivo se tran sfo rm a en trabajador socializado.
A trav és de lo que hem os visto podem os a firm a r que el tipo de
relación que se establece en tre el tra b a ja d o r individual y el medio
de trab ajo depende fu n dam entalm ente del c a rá c te r que este m e­
dio tenga. De ahí que M arx insista en el papel decisivo que desem pe­
ña el m edio de trabajo en la form a h istó rica co n creta en que se da
el proceso de trabajo.
R esum iendo, en todo proceso de producción se establece un de­
term in ad o tipo de relación en tre los agentes y los m edios de p ro ­
ducción, relación que está ligada a las c ara c terístic a s técnicas del
proceso de trabajo: división técnica del trabajo, tipo de cooperación,
ca ra c terístic a s técnicas del m edio de trabajo, etc. E stas relaciones
se c ara cteriza n por el tipo de control o dom inio que los agentes de
la producción pueden e je rc er sobre los m edios de trab ajo y el p ro ­
ceso de trabajo.
L lam arem os r e l a c i o n e s t é c n i c a s d e p r o d u c c i ó n a las form as de con­
trol o dom inio que los agentes de la producción ejercen sobre los m e­
dios de trab a jo en p a rtic u la r y sobre la pu esta en m archa del proceso
de producción en general.
E sta relación en tre los agentes de la producción y los m edios de
producción ha sido m uy poco explicitada por M arx, Engels y Lenin.
Sin em bargo, un estudio aten to de E l capital y del m anuscrito: For­
m aciones económ icas precapitalistas, evidencia que M arx analizó el
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LA E S T R U C T U R A S O C I A L
problem a de la relación del tra b a ja d o r con los m edios de p ro d u c­
ción utilizan d o diversos térm in o s p a ra n o m b rarla: “posesión efec­
tiva”, "apropiación real”, “apropiación efectiva”, “control”, etcétera.
Es a É tienne B alibar, quien en Para leer "El capital" estudió estas
relaciones denom inándolas “ relación de apropiación re a l”, oponién­
dolas a las relaciones de propiedad, a quien debem os m uchas de las
ideas expuestas aquí.
H em os p referid o d enom inarlas relaciones técnicas de producción
debido a que se estab lecen en el in te rio r del p roceso de producción,
a cau sa de condiciones técnicas precisas: el grado de división técni­
ca del trab ajo , el tipo de tecnología em pleada, etcétera.
Por o tra p arte, nos parece que al n o m b ra rla s de esa m an era esta ­
m os establecien d o una c la ra línea de d em arcación en tre estas rela ­
ciones y las relaciones sociales de producción.
5.
EL PAPEL DE LOS MEDIOS DE TRABAJO EN EL PROCESO DE TRABAJO
j Resum iendo: todo proceso de trab ajo está form ado por tres elem en­
tos fundam entales: la fuerza de trab ajo , el objeto de tra b a jo y los
m edios de tra b a jo que establecen e n tre sí d eterm in ad as relaciones.
Sin duda, com o hem os visto, sin el hom bre es im posible conce­
b ir proceso de tra b a jo alguno.
Por eso Lenin, en m edio de la g u e rra civil, en un m om ento en que
la situ ació n de la n aciente rep ú b lica soviética e ra m uy c rític a y el
h am b re h acía estrag o s d en tro de la población, defiende la política
que luego denom ina: “com unism o de g u e rra ”. É sta propicia la adop­
ción de m edidas m uy enérgicas p a ra p ro c u ra r p o r la fuerza todo el
excedente agrícola existente en el país con el fin de evitar que la gente
m u era de inanición.
E n un pais arruinado —dice— la tarea principal es salvar a los trabajadores.
La principal fuerza productiva de ¡a sociedad h um ana en su conjunto son los
obreros, los trabajadores. Si ellos sobreviven, lo salvarem os y lo re s ta u ra re ­
m os todo.5
Pero, si bien el hom bre es im prescindible en todo proceso de tr a ­
bajo, ¿puede decirse que es la v oluntad h u m an a la que determ in a
cóm o tra b a ja n los hom bres?
No, esto no es así. H istó ricam en te ha quedado d em ostrado que
son los in strum entos o m edios de trabajo en sentido estricto los que,
en últim a instancia, d eterm in an el tipo de activ id ad que deben de­
s a rro lla r los tra b a ja d o re s p a ra la fabricación de un determ inado
p roducto.
Ya hem os visto lo d istin ta que es la actividad que desem peña un
zap a te ro a rte sa n o que fab rica zapatos a la m edida con sus tijeras,
5
V I. Lenin. “ I Congreso de toda Rusia de enseñanza p a ra a d u lto s" (6-19 de mayo
de 1919), en Obras com pletas, t. 31, p. 231.
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su aguja y su propia m áquina de c o s e rá la que desem peñan los obre­
ros en una fáb rica de zapatos en que cada uno realiza un trab ajo
m uy m ecanizado y especializado que depende de la m oderna m aqui­
n a ria que se em plea actu alm en te p a ra p ro d u c ir zapatos.
El trab ajo agrícola, por ejem plo, cam bia com pletam ente cuando
se in tro d u ce el trac to r. En lu gar de necesitarse 20 o b rero s agríco­
las p ara tra b ajar la tierra, con sus respectivas palas y azadones, basta
un solo hom bre p a ra m an ejar un tra c to r y p ro d u cir el m ism o rendi­
m iento. Por o tra parte, el trab ajo deja de ser un trab a jo fundam en­
talm ente m anual. Y qué decir de los cam bios que se p ro ducen en
el co rte de la caña al in tro d u c ir las m áquinas c o rtad o ra s de caña.
¿C uánto trab a jo hum ano no se elim ina?
El que los m edios de trab ajo sean los elem entos que, en últim a
instancia, determ in an la form a en que se tra b a ja nos p erm ite com ­
p re n d e r la siguiente afirm ación de Marx: “ Lo que diferencia unas
épocas de o tra s no es lo que se hace, sino cómo, con qué m edios de
tra b a jo se hace.”6
Lo que distingue el régim en c a p italista de producción de la in­
d u stria a rtesa n a l no es lo que se hace, p o r ejem plo, zapatos, sino
con qué in stru m en to s de trab ajo se hacen esos zapatos: con la m á­
quina de coser c asera o con grandes m áq u in as-h erram ien tas que
tran sfo rm a n al o b rero del calzado en un sim ple o p erad o r de ellas.
Lo que distingue la producción cap italista de la producción se r­
vil o sem iservil en el cam po, no es el tipo de cultivo que se haga:
el cultivo del maíz, por ejem plo, sino con qué in stru m en to s se c u lti­
va; si se hace p o r m edios m uy ru d im e n tario s que im plican un gran
em pleo de m ano de o b ra o si se em plean tra cto re s, trillad o ra s, etc.,
que obligan a una d eterm in ad a organización del tra b ajo a b so lu ta ­
m ente diferente a la que existía an tes de la introducción de estas
m áquinas.
P or esta razón se puede decir que d e n tro del proceso de trab a jo
que, com o hem os visto, no puede p re sc in d ir del hom bre, el elem en­
to que determ ina, en últim a instancia, cóm o se trabaja, es decir, las
c a ra c terístic a s de este proceso, no es el hom bre sino los m edios de
trabajo.
Pero, el hecho de que los m edios de trabajo desem peñen un papel
d eterm in a n te en el proceso de trab a jo no significa que siem pre ocu­
pen el lugar m ás d estacado en él.
En los países con un bajo nivel tecnológico, por ejem plo, la fuer­
za de trabajo ocupa el lu gar m ás destacado. Éste es el caso de las
Saciedades prim itivas, esclavistas, serviles y, en general, de las so­
ciedades llam adas “ su b d e sa rro lla d a s” . Una cosa d iferen te o cu rre
en el capitalism o avanzado, donde el tipo de m edio de producción
em pleado —la m áquina altam ente perfeccionada— dom ina todo el
proceso, som etiendo al tra b a ja d o r a su propio ritm o, c o n v in ié n d o ­
lo en un au tó m a ta de la producción.
6 K. M arx, E l capital, i/l, p. 218.
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LA E S T R U C T U R A S O C I A L
Son, entonces, ju sta m e n te los in stru m en to s o m edios de trabajo
los que, con sus c a ra c te rístic a s d eterm in ad as, hacen que sea uno u
o tro elem ento del proceso de tra b a jo el que ocupe el papel prep o n ­
derante.
De todo lo visto h a sta aquí podem os concluir:
Primero: que sin trabajo h u m a n o n ad a se produce.
Segundo: que sin los m edios de producción el hom bre no puede
tra b a ja r.
Tercero: que d e n tro de los m edios de p roducción son los instrum entos o m edios de trabajo los que desem peñan un papel d eterm i­
n an te en todo el proceso de trabajo:
RE SUM E N
En este capítulo hem os visto p rim ero la relación que existe e n tre el trab a jo
del hom bre y las riquezas m ateriales. Luego hem os definido los diferentes
elem entos del proceso de trab ajo . H em os estab lecid o la d iferen cia e n tre
m edios de producción y de consum o. H em os distin g u id o dos tipos de tra b a ­
jad o res según el papel que desem peñan en relación con los m edios de p ro ­
ducción: trab a ja d o re s d irecto s o no directo s, y hem os definido el concepto
de relaciones técnicas de producción. Por últim o hem os insistido en el papel
determ in an te en ú ltim a in stan cia de los m edios de tra b a jo en sentido e stric ­
to sobre el proceso de p roducción en su conjunto.
Hemos visto los siguientes conceptos: proceso de trabajo — fuerza de traba­
jo — m ateria bruta — m ateria prim a — m ateria prim a p rincipal — m ateria
prim a a u x ilia r— m edios de trabajo en sentido estricto — m edios de trabajo
en sentido am plio — m edios de producción — m edios de consum o — pro d u c­
to — agentes de la producción — trabajadores directos — trabajadores no di­
rectos — relaciones técnicas de producción.
12. ¿E xiste p equeña producción a g ra ria en su país? ¿P odría d a r cifras de la
cantidad de pequeños cam pesinos y de obreros agrícolas que en él existen?
13. ¿Qué es lo que d eterm in a que la tie rra se trab aje en form a individual o
colectiva? ¿Se tra ta de una decisión de los propios p ro d u cto res?
14. ¿Qué tran sfo rm acio n es ha producido la introducción de a lta tecnología
en la p roducción agrícola de su país? ¿E stas tran sfo rm acio n es benefi­
cian a los cam pesinos?
15. ¿P o r qué el régim en de esclav itud excluye el em pleo de tra c to re s?
16. ¿Se puede d ecir que una co stu re ra que tra b a ja en su casa tiene el control
del proceso de p roducción? Y si vende sus p ro d u cto s no a sus clientes
p a rtic u la re s sino a un cap italista, ¿cam bia en algo su control del proce­
so de producción?
17. ¿E xisten coop erativ as de producción en su país?
18. ¿Cuál es la fáb rica m ás im p o rtan te de su país? ¿P ara d e te rm in a r esto
usó u ste d el c rite rio del nú m ero de trab a ja d o re s que tra b a ja n en ella, la
calid ad de las m áquinas u o tro s criterio s?
19. En esa fábrica, ¿qué papel desem peñan el obrero, el capataz, el adm inis­
tra d o r y el cap ita lista desde el punto de vista de las relaciones técnicas
de p roducción?
20. ¿Cómo calificaría u ste d al zapatero rem endón que se dedica a re p a ra r
zapatos, o a u n a c o stu rera, desde el p u n to de vista de las relaciones téc­
n icas de producción?
21. ¿C ree u sted que con los conceptos vistos en este capítulo puede an alizar
la producción de bienes m ateriales en su país?
BIBLIOGRAFIA
La revolución teórica de Marx, p. 136, y Para leer E l capital,
pp. 185-188; ed. francesa, ii, pp. 144-148 (sobre el concepto de proceso de
trabajo).
MARX, K .: E l capital, i / l ( c a p . v), p p . 216-223 ( s o b r e e l p r o c e s o d e t r a b a j o ) ; l/2
( c a p . X I), p p . 391-408 ( s o b r e l a c o o p e r a c i ó n ) .
ALTH USSER, L.:
CUESTIONARIO
MODIFICACIONES INTRODUCIDAS EN ESTA EDICIÓN
1.
2.
3.
4.
¿U sted calificaría a su país de rico o pobre?
¿C uáles son las p rin cip ales fu en tes de riqueza de su país?
¿C ree usted que existen fuentes de riqueza aún no ex plotadas?
¿P or qué no se explotan? ¿P o r falta de m ano de obra, o p o r falta de
h erra m ie n ta s o m áquinas o p or o tra s razones?
5. ¿Cuál es el salario m edio de un o b rero in d u stria l en su país?
6. ¿Cuál es el salario m edio cam pesino?
7. ¿P odría usted co m p ro b a r que ese salario no refleja el v alo r de los bienes
producidos por su trab ajo ?
8. ¿Cuál es el prin cip al ru b ro de expo rtació n de su país?
9. ¿P odría señalar, d en tro de ese proceso de trabajo: cuál es el objeto sobre
el cual se trab aja, con qué m edios se tra b a ja y cuál es el p ro d u cto
term inado?
10. ¿Cree usted que ese p ro d u cto term in ad o p o d ría tran sfo rm a rse en m ate­
ria prim a de o tro proceso de p roducción d en tro del pro p io país? Si es
así, ¿p o r qué razón se ex p o rta esa m a te ria p rim a?
11. ¿Los cam pesinos de su país usan todavía a ra d o de m ad era o a ra d o de
h ie rro o ya han ab and o n ad o el uso de estas h e rra m ie n tas a tra sa d a s p ara
su stitu irla s por trac to res, cosechadoras, e tcé tera?
En este p rim e r cap ítu lo se m antiene sin m odificaciones co n ceptuales todo
lo refe re n te al proceso de trab ajo y sus elem entos. Sólo cam bia en un sen ti­
do m ás pedagógico la form a de a b o rd a r el problem a. Luego se introducen
aquí dos conceptos que en las ediciones a n terio res se en co n trab an d e sa rro ­
llados en ei cap ítu lo II: trab a ja d o re s d irectos y no d irectos y relaciones téc­
nicas de producción, sin que estos conceptos su fran m odificaciones. Nos
p arece m ás co h eren te p a sa r del análisis del proceso de trab ajo a las diferen ­
cias e n tre el tra b a jo individual y el tra b a jo colectivo, y de ahí a la diferen ­
ciación e n tre tra b ajo d irecto y trab ajo de vigilancia y control del proceso
de producción, con lo que se p ro porcionan los elem entos p ara d efin ir las re ­
laciones técnicas de producción. Por últim o, se am plía el desarrollo del punto
referen te al papel de los m edios de tra b a jo en el proceso de trab ajo . Y se
tra sla d a al cap ítu lo II el tem a sobre la división del trabajo.
CAPÍTULO II
R E L A C IO N E S DE PRODUCCION
RELACIONES DE PRODUCCIÓN
1. La propiedad privada de los m edios de producción: origen de toda explota­
ción. 2. Relaciones de producción en la m anufactura y la gran industria.
3. R elaciones sociales de producción. 4. Subordinación de las relaciones
técnicas a las relaciones sociales de producción. 5. Relaciones de producción.
R eproducción de las relaciones de producción. 6. Las relaciones sociales de
producción no son sim p lem en te relaciones hum anas. 7. División del trabajo.
1. LA PROPIEDAD PRIVADA DE LOS MEDIOS DE PRODUCCION:
ORIGEN DE TODA EXPLOTACIÓN
D espués de h a b e r definido todos estos conceptos, podem os ahora
volver a n u e stra p re g u n ta inicial:
¿P or qué, siendo los tra b a ja d o re s los que a rra n c an las riquezas
de la natu raleza, y siendo ellos los que pro d u cen nuevas riquezas,
la m ayor p a rte de estas riquezas va a p a ra r a o tra s m anos: a las
m anos de un g ru p o m in o rita rio de la población?
A e sta p re g u n ta sólo p odrem os resp o n d er si nos preguntam os:
¿en m anos de quién están los m edios de p roducción? ¿En m anos de
quién están los g rand es m in erales? ¿E n m anos de quién está n las
fábricas y las tie rra s?
Y lo p rim e ro que podem os c o n te sta r es que no están en m anos
de los tra b a ja d o res, sino que está n en m anos de los c ap italistas lo­
cales y ex tran jero s y de los dueños de las tie rra s.
Y ¿p o r qué es im p o rtan te que nos hagam os e sta p regunta?
Porque los m edios de pro d u cció n son, com o veíam os en el punto
an te rio r, las condiciones m ateriales de toda producción. Sin estos
m edios no se puede p ro d u cir. Y debido a esto, los que han logrado
a c a p a ra r y m a n te n e r en sus m anos estos m edios pueden obligar a
quienes no los poseen a som eterse a las condiciones de trab a jo que
ellos fijen.
P ara a c la ra r esto pongam os un ejem plo: el cam pesino dueño de
un pedazo de tie rra suficien tem en te gran d e com o p a ra que le p er­
m ita vivir de sus fru to s a él y a su fam ilia, y dueño de sus in stru ­
m entos de trabajo, puede d edicarse a tra b a ja r p a ra sí mismo, no ne­
cesita ir a ninguna p a rte a o frecer su fuerza de trab ajo. Pero en una
situación m uy d istin ta está el cam pesino sin tierra, aquel hijo de una
fam ilia de pequeños ag ric u lto re s p a ra quien la tie rra fam iliar no da
abasto. É ste se ve obligado a sa lir a b u sc a r trab ajo en los alrededo[46]
47
res y va a o frecer su fuerza de tra b ajo al te rra ten ien te, dueño de
grandes terren o s, quien p a ra poder tra b a ja rlo s necesita c o n tra ta r
m ano de o b ra asalariad a. El cam pesino sin tierra , p a ra no m orirse
de ham bre, se ve obligado a a ce p ta r las condiciones de tra b a jo que
le ofrece el p atró n . Debe a c e p ta r tra b a ja r por un salario m uy pe­
queño, debe a c e p ta r que el p atró n se quede con una p a rte im p o r­
tan te de los fru to s de su trabajo.
E sto m ism o sucede con los obreros industriales. Para poder vivir
necesitan ofrecer su fuerza de trab ajo a los capitalistas; éstos pagan
a los o b rero s un d eterm inado salario y obtienen gracias a su tra b a ­
jo grandes ganancias que no van a p a ra r a m anos de los tra b a ja d o ­
res, sino a m anos de los em presarios. Si los obrero s reclam an, el
p a tró n les dice: “¿De qué se quejan? Yo los c o n tra té por una jo rn a ­
da de ta n ta s ho ras a tan to la hora; ¿acaso no es eso lo que les estoy
pagando? Yo soy el dueño de esta fábrica; si no les g u stan las condi­
ciones de trabajo, vayan a b u sc a r tra b a jo a o tra p arte ." Pero, como
los o b rero s saben que a donde vayan les d irán lo m ism o, tienen que
resig n arse a tra b a ja r p a ra que el dueño de los m edios de p ro d u c­
ción se enriquezca.
P artiendo de los ejem plos que hem os visto podem os d ecir que en
el proceso de trab ajo se establecen d eterm in ad as relaciones entre
los p ro p ie tario s de los m edios de producción y los p ro d u cto res di­
rectos o trab ajad o res. Los que son dueños de los m edios de p ro d u c ­
ción explotan a los que no tienen estos medios.
Ahora bien, esto no sólo sucede así en el sistem a capitalista, ocurre
igualm ente en los sistem as de producción a n terio re s a él.
En el sistem a esclavista, p o r ejem plo, el am o e ra dueño no sólo
de la tierra y otros m edios de producción, sino que tam bién era dueño
de los hom bres que tra b a jab an la tierra, que rem aban en sus barcos,
que servían en sus casas. E stos hom bres eran considerados p o r él
com o un “ in stru m en to de tra b a jo ’’ más, y por ello los obligaba a tra ­
b a ja r h asta donde d ieran sus fuerzas, dándoles de com er y perm i­
tiéndoles descansar solam ente p a ra que pudieran reponer la energía
gastada d u ra n te el trab ajo , de m odo que estu v ieran listos p a ra tr a ­
b a ja r al o tro día.
En el sistem a servil, el te rra te n ien te dueño de la tierra, el m edio
de producción m ás im p o rtan te, en treg ab a pequeños te rren o s a los
cam pesinos. Éstos, a cam bio de la tie rra recibida, se veían obliga­
dos a tra b a ja r en el te rre n o del te rra te n ie n te una gran can tid ad de
días al año sin recib ir ningún pago p o r ese trabajo, y debían so b re­
vivir con los fru to s obtenidos en su pequeño terreno.
En resum en, en todos los sistem as de producción que hem os ana­
lizado, en que los m edios de producción están en m anos de unos
pocos, los dueños de estos m edios se ap o d eran del trab a jo ajeno,
explotan a los trab ajad o res; es decir, se establecen relaciones de ex­
plotación e n tre estos grupos.
Sin em bargo, la explotación no ha existido siempre. En los pueblos
prim itivos, donde se produce apenas p a ra sobrevivir, no existe p ro ­
piedad privada de los m edios de producción; éstos pertenecen a toda
48
LA E S T R U C T U R A S O C I A L
la com unidad y los fru to s del tra b a jo de sus m iem bros se rep arten
e n tre todos en fo rm a ig u alitaria.
En estos pueblos no existen relaciones de explotación sino re ­
laciones de colaboración recíp ro ca e n tre todos los m iem bros de la
sociedad.
La explotación no es, p o r tanto, algo eterno, tiene un origen h is­
tórico bien d eterm inado. Ella ap arece cuando un grupo de indivi­
duos de la sociedad logra c o n c e n tra r en sus m anos los m edios de
produ cció n fun d am en tales despojando de estos m edios a la m ayor
p a rte de la población. Y ella d esap arece cuando se elim ina la p ro ­
piedad p riv ad a de los m edios de p roducción y éstos pasan a ser
pro p ied ad colectiva de todo el pueblo.
H asta aquí hem os visto cóm o todo proceso de trab ajo es un
proceso h istó ricam en te d eterm in ad o y cóm o en él se establecen
relaciones específicas e n tre los p ro p ie ta rio s de los m edios de p ro ­
ducción y los tra b a ja d o re s o p ro d u c to re s directos.
A estas relaciones que se establecen en tre los hom bres, d ete rm i­
nadas p o r la relación de p ro p ied ad que éstos tienen con los m edios
de producción las llam arem os relaciones sociales de producción. Más
adelan te p recisarem o s m ás su definición.
Podem os d istin g u ir dos tipos fu n d am en tales de relaciones socia­
les de producción: la relación ex p lotador/explotado y las relaciones
de co laboración recíproca.
a] La relación explotador/explotado se da cuando los p ro p ietario s
de los m edios de producción viven del tra b a jo de los p ro d u cto res
directos. Las p rin cip ales relaciones de explotación son las siguien­
tes: las relaciones esclavistas, en las que el am o no sólo es propietario
de los m edios de producción, sino que tam bién lo es de la persona
m ism a del esclavo y, p o r lo tanto, de su fuerza de trabajo; las rela­
ciones serviles, en las que el señ o r es p ro p ie ta rio de la tie rra y el
siervo depende de él y debe tra b a ja r gratu itam en te para él una cierta
can tid a d de días al año y, p o r últim o, las relaciones capitalistas, en
las que el ca p ita lista es el p ro p ie ta rio de los m edios de producción
y el obrero, que no tiene ningún m edio de producción, debe vender
su fuerza de tra b a jo p a ra p o d er vivir.
b] Relaciones de colaboración recíproca. E stas relaciones se e sta ­
blecen cuando existe una p ro p ied ad social de los m edios de p ro d u c­
ción y cuando ningún secto r de la sociedad explota a otro. Por
ejem plo, las relaciones de colaboración recíp ro ca que existen en tre
i los m iem bros de las com unidades p rim itiv as o las relaciones de co! laboración que ca ra c teriz a n a la so c ie d a d c o g u im sto r
2 . RELACIONES DE PRODUCCIÓN EN LA MANUFACTURA Y LA GRAN INDUSTRIA
H asta aquí hem os hablado de dos tipos de relaciones de producción:
las relaciones técnicas de pro d u cció n y las relaciones sociales de
producción.
P ara p ro fu n d izar m ás estos conceptos ex am inarem os a con-
R ELA C IO N ES DE PRODUCCION
49
tinuación la form a que ad optan en las dos etapas del d esarro llo
del capitalism o: la m a n u fa c tu ra y la gran industria.
a] La m anufactura
La m anufactura capitalista nace cuando un cap italista, p ro p ie ta­
rio de los m edios de producción (instrum entos de trabajo, local, etc.),
reúne una can tid ad relativam ente grande de ob rero s que trab a jan
al m ism o tiem po, en un m ism o lu g ar y bajo el m ando del m ism o
capitalista.
M arx d irá que las condiciones necesarias p ara que esto o c u rra
son fu n dam entalm ente dos: una c ie rta c a n tid a d de dinero acum ulada p o r un secto r de la población: los capitalistas, y la presencia de
un tra b a ja d o r libre, desposéfdó H é'lodo medio de pfóduccíoñT que
p a ra p o d e r su b sistir debe vender su fuerza de trab ajo al c ap italista
que es quien posee estos m edios.
En la m an u fa ctu ra el tra b a jo tom a, p rim eram ente, la form a de
u na cooperación sim ple. C ada tra b a ja d o r realiza la m ism a o p era ­
ción con la sola diferencia de que a h o ra tra b a ja en com ún con otros
trab a jad o res. Por eso M arx dice que la diferencia del talle r a rte s a ­
no y de la m a n u fa c tu ra es, al com ienzo, p u ram en te cu an titativ a. La
c a ra c te rístic a esencial de am bos procesos de trab ajo es la unidad
que existe entre el trabajador y su m edio de trabajo.
Ahora bien, la m a n u fa c tu ra que com ienza como una form a m ás
de cooperación sim ple, pero som etida a h o ra al ca p ita lista —debido
a que es éste el p ro p ie tario de los m edios de p roducción— evolucio­
na rápidam ente, im pulsada p o r el deseo de a u m e n ta r las ganancias
del cap italista, hacia form as de cooperación cada vez m ás com ple­
jas. N ace así la división técnica del tra b a jo den tro de la m an u factu ­
ra. Los tra b a ja d o re s se van especializando en diferentes tarea s de
acuerdo con sus ap titu d es. E stas ta re a s van teniendo un c a rá c ter
cada vez m ás parcial, m ás lim itado.
El c a rá c te r técnico del tra b a jo en la m a n u fa ctu ra tiene, por lo
tanto, dos c a ra c te rístic a s fundam entales: es p rim eram en te un tra­
bajo m anual que depende en gran m edida de la fuerza, habilidad,
ap titu d , seguridad, rapidez de la form a en que el o b rero m aneja su
h e rra m ie n ta de trabajo. En segundo lugar, es un trabajo parcelario,
es decir, un trab a jo en el que cada o b rero se~éspeciaTiza en una ta ­
rea m uy co ncreta y sólo la sum a de estos trab ajo s p arcelario s llega
a c o n stitu ir el objeto global. E sto tiene efectos positivos ya que im ­
plica un aum ento del rendim iento en el trabajo; ello quiere decir que
con el m ism o esfuerzo, en el m ism o tiem po, se producen m ás p ro ­
ductos. Pero tiene tam bién efectos negativos: parcela al tra b a ja d o r
a tal extrem o que h a sta su cu erpo llega a d eform arse p a ra res­
p o n d er m ejor a la actividad m anual altam en te especializada que
debe ejecutar.
Los elem entos sim ples de la m an u factu ra son, por lo tanto, el tra­
bajador parcelario y su instrum ento.'
1
E xisten tam bién o tro s tra b a ja d o re s que son sim ples peones y que ayudan en el
tra n sp o rte de la m ateria prim a, en la lim pieza, etcétera.
50
1.A E S T R U C T U R A S O C I A L
A hora bien, estos elem entos sim ples están com binados en un
m ecanism o específico que es el trabajador colectivo form ado por un
conjun to de obreros parcelarios.
La existencia de este tra b a jo colectivo, en el que cada tra b a ja d o r
d e sa rro lla ta re a s altam en te especializadas, hace necesaria la exis­
tencia de u n a d irección que arm o n ice las d istin ta s actividades indi­
viduales y ejecute las funciones generales n ecesarias p a ra la pu esta
en m arch a del p roceso de prod u cció n global.
E sta función de control, vigilancia y dirección se convierte en una
función del capital ta n p ro n to com o el tra b a jo som etido a él reviste
la form a de u n tra b a jo colectivo.
E sta función que nace com o u n a de las ta n ta s ta re a s del tra b a ja ­
d o r colectivo, se se p a ra de él y se tra n sfo rm a en u n a función que
lo dom ina y aplasta. El tra b a ja d o r colectivo p ierde el dom inio sobre
el proceso global de trab ajo .
Ahora bien, lo im p o rta n te es e stu d ia r la fo rm a en que esta
función, en sí de c a rá c te r técnico, está so b re d ete rm in a d a por
la función social que desem peña el capital.
Como el p roceso de prod u cció n c a p ita lista tiene com o finalidad
fu n d am en tal a u m e n ta r el p lu sv alo r (trabajo no-pagado), el papel di­
rectivo que el c a p ita lista (o uno de sus rep resen tan tes) cum ple en
el proceso de p roducción no se lim ita solam ente a la realización de
\ ta re a s técnicas, sino que, al m ism o tiem po, estas m ism as ta re a s téc1nicas de control, vigilancia y dirección están so b redeterm inadas por
'la necesidad de e x tra e r el m áxim o de plusvalor. Los tra b a jad o res
no-directos se tran sfo rm an en fiscalizadores del proceso de pro d u c­
ción, exigen a los o b rero s el m áxim o de rendim iento, se aum entan
así, m ás allá de las n ecesidades técnicas, los cargos de vigilancia y
co ntro l p a ra im p ed ir que los tra b a ja d o re s le saquen la vuelta al tr a ­
bajo, etcétera.
Veam os lo que dice M arx al respecto:
Por consiguiente, si conform e a su contenido la dirección c a p ita lista es dual
porque lo es el proceso de p ro d u cció n m ism o al que debe d irig ir —de una
p a rte proceso social de tra b a jo p a ra la elaboración de un producto, de otra,
proceso de valorización del c a p ital—, con arreg lo a su form a esa dirección
es despótica. Con el d esarro llo de la cooperación en m ayor escala este d es­
potism o desenvuelve sus form as pecu liares. Así com o el cap italista, no bien
el capital ha alcanzado esa m ag n itu d m ínim a con la cual com ienza la p ro ­
ducción v erd ad eram en te cap italista, se desliga p rim e ro del tra b a jo m anual,
ahora, a su vez, abando n a la función de v igilar d ire c ta y co n stan tem en te a
¡os diversos o b rero s y g rupos de o b rero s, tra n sfirié n d o la a un tipo especial
de asalariad o s. Al igual que u n ejército req u iere oficiales m ilitares, la m asa
o b re ra que coopera bajo el m ando del m ism o cap ital necesita altos oficiales
(dirigentes, managers) y suboficiales in d u striales (capataces, forem en,
overlookers, contre-m aîtres) que d u ra n te el proceso de tra b a jo ejerzan el
m ando en nom b re del capital. El tra b ajo de supervisión se convierte en
función exclusiva de los m ism os [. . .] El c a p ita lista no es cap ita lista p o r ser
d ire c to r in d u strial, sino que se convierte en jefe in d u stria l p o rq u e es c a p ita ­
lista. El m ando suprem o en la in d u stria se tra n sfo rm a en a trib u to del cap i­
R ELA C IO N ES DE PRODUCCIÓN
51
tal, así com o en la época feudal el m ando suprem o en lo bélico y lo judicial
e ra a trib u to de la p ro p ied ad te rrito ria l.2
Tenem os, p o r lo tanto, en la m a n u fa c tu ra una d eterm in ad a com ­
binación de relaciones técnicas y sociales que sería la siguiente: el
ca p ita lista es al m ism o tiem po el p ro p ieta rio y el que co n tro la (per­
sonalm ente o a través de un re p re se n ta n te suyo) el proceso de p ro ­
ducción en su conjunto. El trab ajad o r no es propietario de los m edios
de producción pero co n tro la todavía el m anejo de los m edios con
los cuales trab aja . R ecordem os que lo propio de la m a n u fa ctu ra es
la u n id ad que existe e n tre el tra b a ja d o r y su m edio de trab ajo . To­
davía no existe, por lo tanto, un dom inio to tal de todos los elem en­
tos del proceso de producción p o r p a rte del capitalista.
En la e ta p a de la m an u fa c tu ra la p ro p ied ad ju ríd ic a del c a p ita ­
lista sobre los m edios de producción no corresponde todavía a una
plena ap ropiación de los m edios de producción. El trab ajo , al de­
p e n d er de la h abilidad del obrero, no e stá to talm en te su bordinado
al capital. El cap italista, m uchas veces, debe ced er an te la presión
de los tra b a ja d o re s p a ra no p e rd e r un tra b a ja d o r hábil, que ha lo­
grado a u m e n ta r su ren dim iento gracias a su larga experiencia de
tra b ajo especializado m anual.
Ahora bien, en un determ inado m om ento del desarrollo del m odo
de producción cap italista, la base técnica de la m an u factu ra: la
unidad trabajador parcelario/instrum ento, que im plica que el ren d i­
m iento del tra b a jo en c u en tre lím ites en la capacidad física del tr a ­
bajador, e n tra en contradicción con la necesidad de la acum ulación
cap italista. De esta m an era se busca rem p lazar el trab a jo m anual
p o r el trab a jo m ecánico realizado por la m áquina.
b] La gran industria
La gran industria capitalista se diferencia de la m an u fa c tu ra en
la form a que ha ad quirido en ella el m edio de trabajo. La revolución
en lo que se refiere al m edio de tra b a jo va a p ro d u c ir una revolu­
ción en el proceso general de producción: la llam ada revolución
industrial.
¿En qué consiste esta revolución?
En la introducción de m áqu in as-h erram ien tas en el proceso de
producción. E stas m áquinas integran en una unidad técnica los ap a­
rato s y h e rra m ien tas con los que tra b a ja b a el o b rero m anual de la
m anufactura. Ahora reaparecen, “pero ya no como h erram ientas del
hom bre sino de un m ecanism o, com o h erra m ie n tas m ecán icas” .3
M arx define la m áq u in a-h erram ien ta com o "u n m ecanism o que,
una vez que se le tra n sm ite el m ovim iento co rrespondiente, ejecuta
con sus h erram ie n tas las m ism as operaciones que an tes efectuaba
el o b rero con h erra m ie n tas análogas [. . .] Con la tran sferen cia, a un
m ecanism o, de la h erra m ie n ta pro p iam en te dicha, antes m anipula2 K. M arx, E l capital, i/2, pp. 403-404.
3 K. M arx, E l capital, i/2, p. 454.
52
LA E S T R U C T U R A S O C I A L
da po r el hom bre, la m áquina rem plaza a la m era h e rra m ie n ta ”.4
La m áq u in a-h erram ien ta p erm ite así s a lta r la b a rre ra orgánica
que su rg ía en tre el tra b a ja d o r y el m edio de tra b a jo en la m anufac­
tu ra y a u m e n ta r con ello co n sid erab lem en te la producción.
Ella tra n sfo rm a com p letam en te la relación e n tre el tra b a ja d o r
y los m edios de producción. La p u e sta en acción de los m edios de
tra b a jo ya no depende m ás de la a p titu d p erso n al del trab a ja d o r.
La organización de la p roducción p asa a se r com pletam ente inde­
pendiente de las c a ra c terístic a s de la fu erza h u m an a de trabajo.
En la fábrica, es decir, en el ta lle r que se caracteriza por el empleo
de m áquinas, reap arece la cooperacióij sim ple. En su p rim era etapa
se tra ta de m áq u in as-h erram ien tas de la m ism a especie que funcio­
nan en un m ism o local en fo rm a sim ultánea.
Poco a poco las m áquinas se hacen m ás com plejas form ando un
sistem a artic u la d o de diferen tes m áq u in as-h erram ien tas o lo que
M arx denom ina “com binación de m áq u in as de tra b a jo ”.
La m a te ria p rim a p asa así cad a vez en fo rm a m ás in in te rru m p i­
da de su p rim e ra a su ú ltim a fase. Si lo que c a ra c teriz a a la m an u ­
fa c tu ra es el prin cip io del aislam ien to de los p rocesos p artic u lares
p o r la división del trab ajo , lo que c a ra c te riz a a la fáb rica es, por el
contrario, la continuidad in in terru m p id a de esos m ism os procesos.5
En cu an to sistem a organizado de m áq u in as de tra b a jo que sólo reciben su
m ovim iento de un autómata central, p o r m edio de la m aq u in aria de tra n s ­
m isión, la in d u stria m aquinizada rev iste su fig u ra m ás d esarro llad a. La m á­
quina individual es desplazada aquí p or un m o n stru o m ecánico cuyo cuerpo
llena fábricas e n teras y cuya fu erza dem oniaca, o cu lta al prin cip io p o r el
m ovim iento casi solem nem ente aco m p asad o de sus m iem bros gigantescos,
estalla ah o ra en la danza locam ente febril y vertig in o sa de sus in n u m e ra ­
bles órganos de trab ajo .6
En la m an u factu ra, la o rganización del pro ceso social de tra b a jo es
puramente subjetiva, combinación de o b rero s p arciales; en el sistem a de las
m áquinas, la gran in d u stria posee u n org an ism o de p roducción to talm en te
objetivo al cual el o brero encuentra com o condición de producción m aterial,
preexistente a él y acabada. En la cooperación sim ple, e incluso en la que
se ha vuelto específica debido a la división del trab a jo , el desplazam iento
del tra b a ja d o r aislado p or el o b rero socializado sigue siendo m ás o m enos
casual. La m aquinaria, con alg u n as excepciones que h ab rem o s de c ita r m ás
adelante, sólo funciona en m anos del tra b a jo d irec tam en te socializado o co­
lectivo. El carácter cooperativo del proceso de trabajo, pues, se convierte ahora
en un a necesidad técnica d ictad a p o r la n a tu ra le z a m ism a del m edio de
trab ajo .7
4 Ibid.. pp. 454-455.
5 Ibid., p. 463.
6 Ibid., p. 464.
1
Ibid., pp. 469-470. Ahora bien, com o la revolución que p ro d u ce la m áquina, al ser
in tro d u cid a en un se cto r de la produción, req u iere la tran sfo rm ac ió n análoga de los
o tro s secto res de la p roducción (el hilado m ecánico im plicó la necesidad de im p lan tar
el tejido m ecánico y am bos llevaron a la revolución m ecánico-quím ica de la im presión,
teñido, b lanqueado, etc.), re su lta que el p ro d u cto final, com pletam ente elaborado, es
cada vez m enos el p ro d u cto de los tra b a ja d o re s que realizan la últim a etap a de su
producción.
RELA C IO N ES DE PRODUCCION
53
La división del trab ajo en la fábrica consiste en la d istrib u ció n
de grupos de obrero s en sus d iferentes d ep artam en to s donde se
en cu en tran las d istin tas m áquinas especializadas, que son m uy p a­
recidas en tre sí y están alineadas unas ju n to a las o tras, en un
régim en de cooperación sim ple.
El grupo orgánico de la m an u factu ra, donde cada o b rero desem ­
peñaba un papel parcial dentro del trabajo total, es rem plazado aquí
por la distinción e n tre los o b rero s que tra b a ja n en contacto directo
con las m áq u in as-h erram ien tas, incluyendo e n tre ellos a los que las
vigilan o alim entan y los sim ples peones que ayudan a estos obreros
lim itándose a su m in istra r a las m áquinas los m ateriales tra b aja d o s
por ellas.
A demás existe el p ersonal encargado del control de toda la
m aquinaria y de las reparaciones continuas: ingenieros, m ecánicos,
c arp in tero s, etc.8 Se tra ta aquí de una división “puram ente tecno­
lógica'' del tra b a jo .9
Y
en relación con e sta división del trab a jo M arx hace una o b se r­
vación que nos parece im p o rtan te en cu an to al papel que pu d iera
d esem p eñ ar la in d u stria m ecanizada p a ra h acer m enos penoso el
trab ajo hum ano.
Todo trab a jo con m áq u in as req u iere un aprendizaje tem p ran o del obrero,
p a ra que éste pueda a d a p ta r su propio m ovim iento al m ovim iento uniform e­
m ente co n tin u o de un a u tó m ata. En tan to la m aq u in aria global constituye
un sistem a de m áq u in as múltiples, o p eran tes sim ultáneam ente y com bina­
das, la cooperación fu n d ad a en ella req u iere tam bién una distribución de
g ru p o s h eterogéneos de o b rero s e n tre las m áquinas heterogéneas. Pero la
in d u stria m aquinizada su p rim e la necesidad de consolidar m a n u fa c tu re ra ­
m ente esa distribución, esto es, de asignar de m anera perm anente los mism os
o b re ro s a la m ism a fu n ció n ,10
dice, y aclara esta idea citando a un econom ista inglés, el doctor Ure,
que en sus o b ras hace una exaltación de la gran industria:
Dice que "en caso de necesid ad” los obreros "pueden desplazarse de una m á­
quina a otra, a voluntad del d ire c to r”, y exclam a en tono triunfal: "Tal cam bio
está en co n trad icció n flagrante con la vieja ru tin a que divide el trab ajo y
asigna a un o b rero la ta re a de m oldear la cabeza de un alfiler, a o tro la de
ag u zar su p u n ta .”
El producto del últim o trab ajad o r se agrega a los trab ajo s ya efectuados por m uchos
o tro s trab ajad o re s en o tro s secto res de la producción.
La e s tru c tu ra del proceso del tra b a jo propio del m odo de producción cap italista
tiene, por lo tanto, un carácter contradictorio: la separación del trab ajad o r de los medios
de producción y, p o r lo tanto, el so m etim iento del tra b a ja d o r individual al p ro p ietario
privado de los m edios de producción se con trad ice con el c a rá c te r cada vez m ás socia­
lizado que ad q u iere el tra b a ja d o r colectivo, p o r una parte, y con el au m en to cad a vez
m ás gran d e de la dependencia en tre los d istin to s procesos de trab ajo d en tro de la so­
ciedad. D esarrollarem os m ás este p u n to en el próxim o capítulo.
8 Marx sostiene que "se tra ta de u n a clase su p e rio r de o b rero s [. . .] al m argen del
círcu lo de los o b rero s fab riles" (ibid., p. 513).
9 Loe. cit.
10 Ibid., p. 513.
54
LA E S T R U C T U R A S O C I A L
R efiriéndose a este texto de Ure, M arx exp resa que el a u to r
debió p reg u n tarse, m ás bien, p o r qué en la fáb ric a a u to m ática sólo “en caso
de necesid ad ” se aban d o n a esa ‘‘vieja ru tin a ”.11
Como el m ovim iento global de la fáb rica no p a rte del ob rero , sino de la
m áquina, pueden verificarse con tin u o s cam bios de p erso n al sin que se in te ­
rru m p a el proceso de tra b a jo —sostien e el a u to r de E l capital y agreg a m ás
adelante—: La velocidad con que en la edad juvenil se ap ren d e el trab a jo con
las m aquinarias, suprim e asim ism o la necesidad de a d ie stra r exclusivam ente
com o ob rero s m ecánicos a u n a clase p a rtic u la r de o b re ro s.12
M arx, reconoce, sin em bargo, que si bien las c a ra c terístic a s téc­
nicas de la gran in d u stria p o d rían e c h a r p o r tie rra la vieja división
del trabajo, el cap italista tiene in terés en rep ro d u cirla y consolidarla
de m an era sistem ática y b ajo una fo rm a aún m ás repulsiva, com o m edio de
explotación de la fuerza de trab ajo . La esp ecialid ad v italicia de m an ejar
u n a h erram ien ta p arcial se convierte en la esp ecialid ad vitalicia de serv ir
a un a m áquina parcial. Se u tiliza abusivam ente la m aq u in a ria p a ra tra n s ­
fo rm a r al obrero, desde su infancia, en p a rte de u n a m áq u in a parcial. De
esta suerte no sólo se reducen co n siderablem ente los costos necesarios p ara
la reproducción del ob rero , sino que a la vez se consum a su desvalida de­
pendencia respecto al co njunto fabril; resp ecto al cap italista, pues [. . .]. En
la m an u factu ra y el artesan ad o el tra b a ja d o r se sirve de la herram ien ta; en la
fábrica, sirve a la m áquina. Allí p a rte de él el m ovim iento del m edio de tr a ­
bajo; aquí, es él quien tiene que seg u ir el m ovim iento de éste. En la m an u ­
factu ra los obreros son m iem bros de u n m ecanism o vivo. En la fáb rica existe
un m ecanism o inanim ado indepen d ien te de ellos, al que son in co rp o rad o s
com o apéndices vivientes [. . .] Un rasgo com ún de to d a la p ro d u cció n cap i­
talista, en tan to no se tr a ta sólo de pro ceso de trab ajo , sino a la vez de proce­
so de valorización del capital, es que no es el o b rero q uien em plea a la condi­
ción de trab ajo , sino, a la inversa, la condición de tra b a jo al o b rero . Pero
sólo con la m aquinaria ese trastocam iento adquiere una realidad técnicamente
tangible. M ediante su tran sfo rm ació n en au tó m ata, el m edio de tra b ajo se
en fren ta al obrero, d u ra n te el proceso m ism o de trabajo, com o capital, como
trab ajo inanim ado que dom ina y succiona la fuerza de tra b a jo vivo. La esci­
sión e n tre las potencias intelectuales del proceso de p ro d u cció n y el tra b a jo
m anual, así como la transform ación de las m ism as en poderes del capital sobre
el trabajo, se consum a, com o ya indicáram os, en la g ra n in d u stria, erigida
sobre el fundam ento de la g ran m aq u in a ria [. . .] La subo rd in ació n técnica
del o b rero a la m arch a un ifo rm e del m edio de tra b a jo y la com posición pe­
c u lia r del cuerpo de trab ajo , in teg rad o p o r individuos de uno u o tro sexo
y perten ecien tes a diversos niveles de edad, crean u n a disciplina c u a rte la ria
que se desenvuelve h asta c o n stitu ir un régim en fabril pleno y que d e sa rro lla
com pletam ente el trabajo de supervisión —ya m encionado con a n terio rid ad —
y, p o r tanto, a la vez, la división de los obreros e n tre o b rero s m an u ales y ca­
p ataces, e n tre soldados rasos de la in d u stria y suboficiales in d u s tria le s .13
11 Ibid., p. 513, no ta 182. La cita de A ndrew Ure es de su The philosophy o f m a n u ­
factures, Londres, 1835, p. 22.
12 Ibid., pp. 513-514.
13 Ibid., pp. 515-517.
RELA C IO N ES DE PRODUCCIÓN
55
Tenem os, p o r lo tanto, en la gran in d u stria la siguiente com bi­
nación de relaciones técnicas y sociales: el c ap ita lista es al m ism o
tiem po el p ro p ieta rio y el que co ntrola y dirige (personalm ente o a
través de sus representantes) el proceso de producción global. El tra ­
b a jad o r individual se en cu en tra, p o r o tro lado, totalm ente separa­
do de los m edios de producción: no es su p ro p ietario ni tam poco los
controla y por ello se en cu en tra totalm ente som etido aljcapital social
y técnicam ente.
.
E sta coincidencia e n tre las relaciones sociales y técnicas de p ro ­
ducción, en tre las relaciones de pro p ied ad y apropiación real —que
hace que la separación del tra b a ja d o r de sus m edios de producción
sea to ta l— es lo que le da el c a rá c te r to talm ente irrev ersib le al p ro ­
ceso de d e sarro llo cap italista en esa etapa. O tra cosa o cu rre cu an ­
do el proceso se e n cu e n tra en la etap a de d esarro llo m an u fac tu rero
donde p rim a todavía el tra b a jo m anual y el o b rero puede d ejar la
fáb rica y volver, de alguna m anera, a su an tig u a producción artesan al.14 E sto ha ocurrido con algunas reform as ag rarias en que el pro­
ceso de colectivización de la tie rra no ha ido acom pañado de la crea­
ción de la base tecnológica correspondiente. Se m antienen todavía
m étodos y técnicas de tra b a jo individual, sólo que ah o ra se realizan
d e n tro de un te rre n o que es de pro p ied ad colectiva. C ualquier re ­
troceso político puede im plicar, en este caso, u n a vuelta a trá s en la
producción agrícola hacia la pequeña pro p ied ad independiente.
3.
RELACIONES SOCIALES DE PRODUCCIÓN
En páginas a n terio re s hem os definido en form a provisional lo que
entendem os p o r relaciones sociales de producción. Ahora, an tes de
p re c isa r su definición debem os a c la ra r lo que se entiende p o r p ro ­
piedad privada de los m edios de producción, distinguiendo tres con­
ceptos: el derecho de propiedad, pro p ied ad real y posesión efectiva.
Derecho de propiedad es el derecho que tiene quien posee un bien
aT IsarT ^o zaT ^^ d lsp o ñ éin S e él. E xpliquem os cada uno de estos
térm inos:
Derecho a usar, es decir, a h acer uso del bien que se posee de
acuerdcTcon sus características naturales. Por ejemplo: u sa r la tierra
es cultivarla; u s a r un vehículo es conducirlo.
Derecho a eozar, es decir, el goce de los fru to s que produce ese
bien. P or ejem plo, gozar de los fru to s obtenidos por el cultivo de
la t i e r r a . _________________________________________ ______
(Se llam a usufructo el derecho a uso y goce de ese bien'j
OgTecño a <fÍ5poMey, cs dccTr, a ásTgñár“et bieri-que'SC'posée a de­
term in ad o s fines o delegar este derecho en terc eras personas.
E ste derecho de pro p ied ad puede p ro v en ir de un sim ple consen14
. .donde el p ro d u cto no es m ás que un todo in teg rad o de m an era p u ram en te
m ecánica p o r pro d u cto s parciales, los trab ajo s p arciales pueden re c u p e ra r su au to n o ­
m ía, convirtiéndose nuevam ente en arte sa n ía s [oficios] in d ep en d ien tes” (K. M arx, El
capital, i/2, p. 430).
56
LA E S T R U C T U R A S O C I A L
tim ien to colectivo m otivado p o r razones p o líticas o ideológicas, o
puede to m a r form as ju ríd ic a s a c a b a d a s .15 Además, su contenido
varía según las d iferen tes épocas h istó ricas. El contenido del d ere­
cho de p ro p ied ad c a ra c terístic o de la sociedad m o derna occidental
no puede aplicarse, p o r lo tanto, en form a m ecánica, a cualquier tipo
de sociedad. No se puede a p lic a r a la sociedad feudal el concepto
de p ro p ied ad p riv ad a pro p io del sistem a c a p ita lista de producción.
En el sistem a feudal existen d istin to s grados de pro p ied ad privada:
"p ro p ied ad em inente pero no efectiva de los p ersonajes m ás pode­
rosos [de la je ra rq u ía feudal] sobre te rre n o s inm ensos; propiedad
d ire c ta pero no abso lu ta, ya que e stá ligada a obligaciones y servi­
cios de los señores pequeños y m edianos. E sta je ra rq u ía de derechos
sobre la tie rra se iba im poniendo h a sta la base, es decir, h a sta los
cam pesinos ex p lo tad o s.” 16
A hora bien, es im p o rtan te d istin g u ir e n tre el derecho de carácter
jurídico y el p oder real de u sar, gozar y d isp o n er de un bien.
V eam os a h o ra cóm o se aplica lo dicho h a sta aquí al p ro b lem a de
la p ro p ied ad de los m edios de producción. D istinguirem os e n tre el
derecho de propiedad privada sobre los m edios de producción y la
propiedad real sobre ellos. Cuando el derecho de propiedad se tra n s­
form a en un poder real de u sa r, gozar y d isp o n er de los m edios de
producción y, p o r lo tanto, de los p ro d u cto s obtenidos en el proceso
de producción, direm os que existe propiedad real.
\ A hora bien, p a ra que pued a e x istir esta p ro p ied ad real es necesa­
rio que el dueño de los m edios de producción pueda poner en m archa
el proceso de producción. En este caso, p o r lo tanto, un d ete rm in a ­
do tipo de tenencia de los m edios de pro d u cció n debe com binarse
con un d eterm in ad o tipo de dom inio o co n tro l del proceso de tra b a ­
jo. La p ro p ied ad ju ríd ic a necesita, en consecuencia, una d e term in a­
da base técnica, es decir, u n a d ete rm in a d a e s tru c tu ra del proceso
de trab ajo , p a ra tra n sfo rm a rse en p ro p ied ad real.
E sto es p recisam en te lo que o c u rre en la g ran in d u stria c a p ita ­
lista, com o lo vim os con d etalle en el p u n to a n te rio r. En ella vemos
cóm o se in te rp e n e tran en fo rm a in sep arab le las relaciones técnicas
y las relaciones sociales de producción; cóm o las relaciones técn i­
cas co rresp o n d en p lenam ente a las relaciones sociales.
L lam arem os posesión efectiva a la cap acid ad que tienen los po­
seedores de los m edios de prod u cció n p a ra ponerlos en acción.
L lam arem os propiedad real de los m edios de producción (M. PR.)
a la situación que se da cuando se ju n ta n en las m ism as m anos la
posesión efectiva de estos m edios y el p o d er de disposición de éstos
y de los p ro d u cto s que ellos producen.
15 H ab larem o s de posesión cuando existe una sim ple d etentación de un bien, es
decir, sin que en ella intervengan relaciones de derecho.
16 B. Parain, “É volution du systèm e féodal européen” , en Cahiers du c e r m , núm . 59,
1958: Mode de production féodal et classes sociales en système précapitaliste, p. 8.
57
R ELA C IO N ES DE PRODUCCIÓN
pro p ied ad real
=
p oder de disposición
+
posesión efectiva
M. PR.
M. PR.
m
. pr.
P roductos
Ahora bien, cuando los cap italistas, p ro p ie tario s juríd ico s de los
m edios de producción, llegan a te n er la p ro p ied ad real de ellos en
la gran in d u stria cap italista, los p ro d u c to re s directos ya están to­
talm ente separados de estos medios: son no-propietarios que han per­
dido todo dom inio sobre los m edios con los cuales tra b a ja n y sobre
el proceso de trab a jo global.
Pero puede o c u rrir que la pro p ied ad real y la pro p ied ad ju ríd ic a
no estén en las m ism as m anos. E ste sería el caso de un pro g ram a
ag rario que nacionalizara la tierra , es decir, la tra n sfo rm a ra en p ro ­
piedad del estado, pero que delegara su derecho a disponer de ella
a las com unas o centros regionales. El estado ten d ría la propiedad
ju rídica y la com una la propiedad real. O tro caso de separación entre
pro p ied ad ju ríd ic a y pro p ied ad real es el del in terv en to r en u n a em ­
presa. El ca p ita lista co n tin ú a siendo, desde el pu n to de vista ju ríd i­
co, el pro p ietario , pero es el in terv en to r el que dispone ah o ra de los
m edios de producción y de sus productos. Ahora bien, no sólo existen
casos de no-correspondencia en tre pro p ied ad ju ríd ic a y propiedad
real, sino que pueden ex istir o tra s form as de com binación de los ele­
m entos propios al derecho de propiedad.
Puede d a rse el caso de una p ro p ied ad ju ríd ic a que esté sep arad a
de una posesión efectiva, es decir, que exista el derecho a disponer
de los m edios de producción y de los productos del trabajo que están
en m anos de te rc e ras perso n as que los hacen pro d u cir. É ste es el
caso del régim en de producción servil en que el te rra te n ie n te tiene
la pro p ied ad ju ríd ic a de la tie rra y el p ro d u c to r directo, el siervo,
a quien el señor ha concedido un pedazo de tie rra , tiene la posesión
efectiva de ella ya que con sus propios m edios de trab ajo la hace
p roducir.
El te rra te n ien te tiene aquí un derecho ju ríd ic o que e n tra en con­
trad icció n con la posesión efectiva que tienen los cam pesinos p ro ­
du cto res directos. Cuando existe esta no-correspondencia en tre las
relaciones de propiedad ju ríd ic a y de posesión efectiva, el derecho
a disp o n er de los pro d u cto s sólo se tra n sfo rm a en poder m ediante
la intervención de factores extraeconóm icos (políticos e ideológicos).
El siervo, que puede vivir de su producción, sólo va a tra b a ja r la
tie rra del señor bajo el látigo del capataz. Una cosa m uy diferente
o cu rre en el capitalism o, donde el c a p italista no sólo tiene la p ro ­
p iedad ju ríd ic a sino tam bién la pro p ied ad real del proceso. Al tr a ­
bajador no le queda, en este caso, sino una alternativa: m o rir de ham ­
bre u o frecer su fuerza de tra b a jo al cap italista.
O tro caso in tere sa n te es la sociedad p o r acciones. En este caso
existen m uchos p ro p ietario s en el sentido ju ríd ico del térm ino, pero
58
1.A E S T R U C T U R A S O C I A L
generalm en te sólo un grupo m uy pequeño de ellos tiene la p ro p ie ­
dad real de los m edios de producción.
D espués de las co nsideraciones a n te rio re s podem os defin ir las
relaciones sociales de pro d u cció n de la siguiente m anera:
L lam arem os r e l a c i o n e s s o c i a l e s d e p r o d u c c i ó n a las relaciones que se
establecen e n tre los p ro p ie ta rio s de los m edios de p roducción y los
pro d u cto res directo s en un proceso de prod u cció n d eterm in ad o , re la­
ción que depende del tipo de relación de p ropiedad, posesión, disp o si­
ción o u su fru cto que ellos estab lezcan con los m edios de producción.
4 . SUBORDINACIÓN DE LAS RELACIONES TÉCNICAS
A LAS RELACIONES SOCIALES DE PRODUCCIÓN
Al e stu d ia r el proceso de tra b a jo nos detuvim os p rim ero en el an á li­
sis de sus elem entos m ás sim ples y generales: fuerza de tra b a jo y
m edios de producción. Luego señalam os cóm o el hom bre al tr a b a ­
ja r establece d eterm in ad as relaciones e n tre él y los m edios de p ro ­
ducción: relaciones que denom inam os relaciones técnicas de produc­
ción. P or últim o vim os cóm o los hom bres, al e fec tu ar el proceso
de trab ajo , estab lecen e n tre sí d eterm in ad as relaciones sociales de
pro d u cció n : relaciones de co laboración y ayuda m utua, relaciones
de explotación o relación de tra n sic ió n e n tre am bos extrem os. E s­
tas relaciones que los h om bres estab lecen e n tre sí en el proceso de
tra b a jo son las que d eterm in an el c a rá c te r que tom a este proceso
en un a sociedad h istó ricam en te d eterm in ad a. E xiste una gran dife­
ren cia e n tre el tra b a jo realizado bajo el látigo de un capataz de es­
clavos y el tra b a jo realizado b ajo la m ira d a vigilante del cap italista.
M arx llam a a estas relaciones: relaciones de producción e insiste
en que todo proceso de tra b a jo se da bajo d eterm in ad as relaciones
de producción, es decir, que la form a en que los hom bres tra n s fo r­
m an la n atu ra le z a no está nun ca aislada, sino que, p o r el co n trario ,
está d eterm in ad a p o r el tipo de relación que ellos establecen en el
proceso de trabajo.
L lam arem os p r o c e s o d e p r o d u c c i ó n al proceso de tra b a jo que se da
bajo d eterm in ad as relaciones de p ro d u c ció n .17
E sta distinción en tre proceso de tra b a jo y proceso de producción
nos explica por qué M arx no acepta h a b la r de producción en general.
17
La d istinción en tre proceso de tra b a jo y proceso de producción se la debem os
a la lectu ra del lib ro de C harles B ettelheim , Cálculo económico y formas de propiedad,
México, Siglo XXI, 1972.
R ELA C IO N ES DE PRODUCCIÓN
59
P ara M arx no existe la producción en general, la producción está
siem pre h istó ricam en te d e te rm in a d a .18
Ahora bien, en una sociedad co n creta es posible verificar, en ge­
neral, que existen individuos que son propietarios de los m edios de
p roducción e individuos que deben tra b a ja r p a ra aquéllos.
Ahora, en las sociedades en que existe la propiedad priv ad a de
los m edios de producción, los propietarios de estos m edios tienen
un papel en el proceso general de producción, sin fig u ra r n ec esaria ­
m ente com o p ro d u cto res directos, pues al ser dueños de los m edios
de producción hacen posible el proceso. Como los m edios de
producción son las condiciones m ateriales indispensables a todo
proceso de producción, com o es im posible p ro d u cir sin m edios de
producción, los hom bres que no poseen estos m edios, o que dispo­
nen de u n a can tid a d dem asiado pequeña de ellos, term in an p o r tr a ­
b a ja r p a ra aquellos que poseen los m edios fundam entales de
producción.
De acuerdo con lo analizado an terio rm en te, podem os clasificar
a los agentes de la producción desde dos pu n to s de vista:
1] desde el p u n to de vista técnico: tr a bajad o res directos y tra b a ­
ja d o re s no-directos.
2] desde el punto de vista social: t r a b ajad o res no-propietarios y
p ro p ie tario s de los m edios de p ro d u cció n .19
Es im p o rtan te señ a la r que se tra ta de dos puntos de vista p a ra
e stu d ia r a los m ism os agentes y no de ta re a s técnicas o sociales que
deben ser cum plidas p o r agentes diferentes.
Cada agente de la p roducción está así doblem ente determ inado.
E stá determ in ad o tan to p o r su función técnica com o p o r su función
social. Si tom am os com o ejem plo el sistem a c a p ita lista vem os que
el o b rero es, desde el p u n to de vista técnico, un tra b a ja d o r directo
y, desde el punto de vista social, un tra b a jad o r privado de los medios
de producción; el cap italista, a su vez, es, desde el p u nto de vista
de su función social, el p ro p ie ta rio de los m edios de producción y,
desde el p u nto de vista técnico, puede d esem p eñ ar el papel de tr a ­
b a ja d o r no-directo (adm inistrador), com o o cu rre en las pequeñas
in d u stria s donde el p ro p ie ta rio y su fam ilia trab ajan , o pueden no
desem p eñ ar ningún papel en el proceso de producción m ism o, tr a ­
tándose, en este caso, de un no-trabajador. Por o tra p arte, tam bién
el técnico debe se r co n siderado desde estos dos puntos de vista.
Desde el p u n to de vista técnico es un tra b a ja d o r no-directo y, desde
el p u n to de vista social, es un no-propietario que, sin em bargo, de­
sem peña en el interior de la in d ustria la función social del capitalista.
A hora bien, es im p o rtan te señ a la r que si bien cada agente de la
18 "P o r eso, cuando se habla de producción, se está h ab lan d o siem p re de p ro d u c­
ción en un estad io d eterm in ad o del d esarro llo social. . .” (K. Marx, Introducción gene­
ral a la crítica de la economía política, México, C uadernos de P asado y P resen te núm . 1,
16a. ed., 1984, p. 35).
19 Con todos los m atices que analizam os acerca de la d iferen cia en tre derech o de
p ropiedad y posesión efectiva.
60
LA E S T R U C T U R A S O C I A L
p roducción e stá doblem ente d eterm in ad o p o r la función técnica y
social que desem peña en el p roceso de p roducción es esta últim a
función la que desem peña un papel preponderante. La función téc­
nica de vigilancia, con tro l y d irección de todo p roceso de p ro d u c­
ción com plejo tiene, p o r ejem plo, un c a rá c te r m uy diferente cuando
está su b o rd in a d a a las relaciones de pro d u cció n c ap italistas que
cuando e stá su b o rd in ad a a las relaciones de producción socialistas.
D espués de an alizar la form a en que se da la unión de las relacio­
nes técnicas y sociales de p roducción d e n tro de la m a n u fa c tu ra y
de la g ran in d u stria ca p ita lista podem os co m p ren d er m ejor de qué
m an era las relaciones sociales de pro d u cció n desem peñan el papel
dom inante en este proceso, provocando un cam bio en la e stru c tu ra
técnica del proceso.
Es el afán de g a n a r m ás lo que lleva al cap ital a b u sc a r nuevas
fórm u las p a ra a u m e n ta r el p lusvalor. Ya no b a sta p ro lo n g ar la jo r­
n ad a de trab ajo , ésta tiene un lím ite fisiológico y un lím ite político
im puesto p o r las luchas de la clase o b rera, se hace necesario lo g rar
dism inuir la p arte de la jo rn ad a de trabajo dedicada a pagar la fuerza
de tra b a jo del o b re ro au m en tan d o así la p a rte de la jo rn a d a no p a­
gada que la clase ca p ita lista a c a p a ra p a ra sí.
P a ra que ello o cu rra, es n ecesario b u sc a r fo rm as de a u m e n ta r la
productividad del trabajo aum entando su intensidad (sistem a Taylor,
etc.) y rem plazando el trab ajo m anual p o r el trab ajo de las m áquinas.
La relaciones técnicas p ro p ias de la g ran in d u stria han sido
originadas y están so b red eterm in ad as p o r las relaciones sociales ca­
p ita lista s de producción.
No existen, p o r lo tan to , relaciones técnicas independientes de
un a d eterm in ad a form a de su b o rd in ació n a relaciones sociales
de producción, y, a su vez, si estas relaciones cam bian debería
ca m b ia r tam bién la fo rm a en que se e s tru c tu ra el proceso de tra b a ­
jo, es decir, las relaciones técnicas de producción.
En el cap italism o los agentes que cum plen la función de control
y dirección se m ultiplican m ás allá de las necesidades técnicas ya que,
al m ism o tiem po que sus funciones p ro p iam en te técnicas, cum plen
la función social de ex p lo tar al m áxim o la fuerza de tra b a jo que cae
bajo su co n tro l y dirección. En el socialism o, u n a vez que los o b re ­
ros ad q u ieren u n a au to d iscip lin a cad a vez m ás consciente, e sta fun­
ción va q u edando releg ad a al m ínim o técn icam ente necesario.
5. RELACIONES DE PRODUCCIÓN.
REPRODUCCIÓN DE LAS RELACIONES DE PRODUCCIÓN
En los p u n to s a n te rio re s hem os d em o strad o que existen dos tipos
de relaciones de producción: las relaciones técnicas de producción o
"relacio n es del ho m b re con la n a tu ra le z a ” y las relaciones sociales
de producción o "relacio n es de los h om bres e n tre sí a través de los
m edios de p ro d u cció n ”. H em os visto adem ás cóm o estas relaciones
form an u n a unidad inseparable. Podem os concluir, por lo tanto, que:
R ELA C IO N ES DE PRODUCCIÓN
61
Las relaciones de p ro d u cción están form adas p o r las relaciones técn i­
cas y las relaciones sociales de producción.
En la m ayor p a rte de los textos m arx istas se em plea en form a
indiferente: "relaciones de p ro d u cció n ” o "relaciones sociales de
p ro d u cció n ” .
Sin em bargo, si se leen aten tam e n te los textos de M arx se com ­
p ru e b a que, cuando éste hab la de "relaciones de p ro d u cció n ”, no
restrin g e su significado sólo a las relaciones sociales de producción,
sino que incluye los dos tipos de relaciones de producción a n te rio r­
m ente señalados: técnicas y sociales.
Por ejem plo, en el libro III de E l capital, cuando se refiere al
proceso social de p ro ducción dice:
E ste últim o es tan to u n pro ceso de producción de las condiciones m a te ria ­
les de existencia de la vida h u m an a com o un proceso que operándose en es­
pecíficas relaciones histórico-económ icas de producción produce y reproduce
estas relaciones m ism as de producción y ju n to con ello a los p o rta d o re s de
este proceso, sus condiciones m ateriales de existencia y sus relaciones recí­
pro cas, vale d ecir su fo rm ación económ ico-social d eterm inada, pues la to ta ­
lid ad de esas relaciones con la naturaleza y entre si en que se e n c u en tran y
en que p ro d u cen los p o rtad o res de esa producción, esa to talid ad es ju s ta ­
m ente la sociedad, co n sid erad a según su e s tru c tu ra económ ica.20
E n este texto se ve que M arx engloba el concepto de relaciones
de producción tan to las relaciones técnicas com o las relaciones so­
ciales de producción (las relaciones de los agentes de la producción
con la n a tu rale za y la relación de los agentes de la producción
e n tre sí).
Exam inem os ah o ra el texto del libro II de E l capital:
S ean cuales fu eren las fo rm as sociales de la producción, sus facto res son
siem p re los tra b a ja d o re s y los m edios de producción. Pero unos y o tro s sólo
lo son po ten cialm en te si e stán separados. P ara que se produzca, en general,
deben com binarse. La fo rm a especial en que se lleva a cabo e sta com bina­
ción distin g u e las d iferen tes épocas económ icas de la e s tru c tu ra social.21
C uando se lee este texto se tiende a id en tifica r erró n eam en te su
com binación com o relaciones sociales de producción. La p alab ra
"com binación” en el texto se refiere, sin duda, a dos tipos de com bi­
naciones: 1] la com binación e n tre los agentes de la producción y la
natu raleza, las relaciones técnicas de producción, y 2] la com bina­
ción de los agentes e n tre sí a través de los m edios de producción,
las relaciones sociales de producción.
No debe ex tra ñ a rn o s que se confundan tan a m enudo los té rm i­
nos "relaciones de p ro d u cc ió n ” y "relaciones sociales de produc20 K. M arx, E l capital, m/8, p. 1042 (las cu rsiv as son n uestras).
21 K. M arx, E l capital, n/4, p. 43.
62
LA E S T R U C T U R A S O C I A L
c ió n ”, ya que al m ism o tiem po M arx los em plea a veces en form a
poco precisa.
Ahora bien, h a sta aquí hem os analizado las relaciones de p ro ­
ducción desde un p unto de v ista estático o e stru c tu ra l. Ahora nos
referirem o s brevem ente a ellas co n sid erán d o las com o un proceso,
es decir, desde el p u n to de v ista dinám ico.
Todo proceso de p roducción no sólo p roduce p ro d u cto s m a te ria ­
les, sino que tam bién p roduce y rep ro d u ce sus condiciones sociales
de producción, es decir, rep ro d u ce co n stan tem en te las relaciones
de producción d e n tro de las cuales o p era el p roceso de producción
capitalista. Así, al m ism o tiem po que produce m ercancías, reproduce
las relaciones c a p ita lista s de producción: el capital y el trab ajo
asalariad o .
En esta rep ro d u cció n de las relaciones c a p ita listas intervienen
factores su p e re s tru c tu ra le s .22 P or ejem plo, las fo rm as ju ríd ic as de
p ro p ied ad p riv ad a y c o n tra to de trab ajo , y la p resencia de un e jé r­
cito d isp u esto a e n tra r en acción cuando se pone en peligro el siste­
m a capitalista, son elem entos su p e re stru c tu ra les necesarios p a ra la
repro d u cció n del sistem a ca p ita lista . Con m ayor razón son necesa­
rios los facto res s u p e re stru c tu ra le s p a ra re p ro d u c ir las relaciones
de producción donde no existe co rresp o n d en cia e n tre propiedad ju ­
rídica y posesión efectiva de los m edios de p ro d ucción.23
Del tipo específico de relación que se establece en tre los pro p ie­
tario s de los m edios de p roducción y los p ro d u c to res d irectos de­
pende el tipo de intervención de los elem entos su p e re stru c tu ra les.
No intervienen de la m ism a m anera, com o acabam os de ver, los
elem entos su p e re stru c tu ra le s cu an d o existen relaciones de p ro d u c ­
ción c ap italista que cuando existen relaciones de producción de tipo
servil.
63
R ELA C IO N ES DE PRODUCCIÓN
nes e n tre o b rero s y p atro n es no po d rán se r “fra te rn a le s ” m ien tras
las relaciones de éstos con los m edios de producción no cam bien.
Además, es im p o rta n te se ñ alar que estas relaciones sociales de
producción son relaciones que se establecen independientem ente
de la voluntad de los hom bres. El c a p ita lista explota y ex p lo tará al
o b rero aunque no se lo proponga conscientem ente, aunque luche
co n tra esa explotación, ya que las leyes objetivas del sistem a capi­
ta lista son inflexibles.
Si el c a p italista paga salarios m uy altos, y si a p esar de ello
m antiene los m ism os precios p a ra po d er vender, lo que sucede es
que dism inuye sus ganancias. A hora, com o una p a rte de ellas debe
ser rein v ertid a en la em p resa p a ra po d er perfeccio n ar su tecnolo­
gía y, de esa m anera, poder co m p etir en el m ercado, lo que o cu rre
es que este cap italista se va quedando a trá s, h a sta que llega un m o­
m ento en que ya no puede co m p etir con los costos m ás bajos de los
o tro s ca p italistas que han m ejorado sus tecnologías y, p o r lo tanto,
quiebra.
En el sistem a cap italista, p o r consiguiente, a los tra b a ja d o res se
les p re se n ta u n a sola altern ativ a: o su explotación o la desaparición
del em p resario cap italista.
Ahora bien, cuando el m arxism o afirm a que es necesario d e stru ir
las relaciones ca p italistas de producción, que es necesario que de­
saparezca el em presario, no está afirm ando que los capitalistas deben
ser destru id o s físicam ente. Sostiene algo m uy diferente: lo que debe
d esap a rece r no es la p erso n a del cap italista, sino su función de ex­
plotación, es decir, el papel de exp lo tad o r que éste desem peña. Si
el ca p ita lista acepta ser expropiado y ofrece sus servicios al nuevo
sistem a económ ico que se preten d e im p lan tar, d esaparece com o ca­
p italista, com o explotador, pero no d esaparece como hom bre, por
el co n trario , puede c u m p lir ah o ra una función de real servicio a la
sociedad.
6 . LAS RELACIONES SOCIALES DE PRODUCCIÓN
NO SON SIM PLEMENTE RELACIONES HUMANAS
7.
Las relaciones sociales de p roducción no pueden ser co nsideradas
solam ente com o relaciones hum anas, relaciones en tre hom bres. Son
relaciones e n tre agentes de la producción, es decir, en tre hom bres
que tienen una función bien d eterm in ad a en la producción de bienes
m ateriales, que depende de la fo rm a en que ellos se relacionan con
los m edios de producción: entre propietarios de los m edios de pro­
ducción y productores directos. E sta relación e n tre hom bres pasa,
p o r lo tanto, a través de u n a relación con los objetos: los m edios de
producción.
Este punto es de gran im portancia, ya que destruye todas las ideas
utópicas de "colab o ració n e n tre o b rero s y p a tro n e s”. Las relacio­
22 Los estu d ia rem o s d etallad am en te m ás adelante.
23 Véase acerca de fo rm as de com binación de los elem entos del derecho de p ro p ie­
dad, las pp. 55-58.
DIVISIÓN DEL TRABAJO
''j
En todaprtJthiCcloíT^ocial existe una rep artición de tareas, es decir,
una división del trabajo. M ientras m ayor es la com plejidad de la so­
ciedad y m ás alto es su nivel de desarrollo, m ayor es e sta diferencia
de tareas.
Debem os d istin g u ir los siguientes tipos de división del trabajo:
división de la producción social, división técnica del trab a jo y divi­
sión social del trabajo.
L lam arem os d i v i s i ó n d e l a p r o d u c c i ó n s o c i a l a la división de la produc­
ción social en d iferen tes ram as, esferas o sectores.
Ejem plos: división en tre el trab ajo agrícola y el trab ajo in d ustrial;
64
LA E S T R U C T U R A S O C IA L
división d en tro del tra b a jo in d u stria l (m etalurgia, quím ica, textil,
etc.); división e n tre tra b a jo in d u stria l y com ercial, etcétera.
L lam arem os d i v i s i ó n t é c n i c a d e l t r a b a j o a la división del trab a jo
d en tro de un m ism o proceso de producción.
E sta división técnica del tra b a jo se e n c u e n tra especialm ente de­
sarro llad a en la in d u stria m oderna. Cada o b rero o grupo de obreros
realiza un tra b a jo específico que co rresp o n d e a u n a p a rte del p ro ­
ceso. En una in d u stria de autom óviles, p o r ejem plo, existen diver­
sas secciones que se com plem entan unas a o tra s h a sta llegar a
p ro d u c ir el autom óvil term inado. P or lo tanto, ningún o b rero p ro ­
duce un p ro d u cto final. Lo que se convierte en p ro d u cto final es el
p ro d u cto com ún de todos ellos. E sta división técnica de las ta re as
d en tro de un m ism o proceso de p roducción p erm ite una m ayor efi­
cacia y, p o r lo tanto, un au m en to del ren d im ien to del trab ajo de los
o b rero s.
A hora bien, la división técnica puede co n d u cir a la división de
la prod u cció n social. É ste es el caso de la activ id ad quím ica que co­
m enzó com o u n a sim ple división técn ica d e n tro del proceso de p ro ­
ducción textil p a ra luego convertirse en u n a ram a autónom a, en una
v erd ad e ra in d u stria quím ica.
¿Cómo d istin g u ir, entonces, cla ra m e n te e n tre la división técnica
del tra b a jo y la división de la p roducción social?
M arx nos da los elem entos fu n d am en tales en el texto de E l capi­
tal que se refiere a la división del tra b a jo y la m a n u fa c tu ra.24
Lo que c a ra c teriz a a la división técnica es que los trab a jo s espe­
cializados aislados no producen m ercancías, es decir, valores de uso
que puedan ir al m ercado p a ra ser intercam b iad o s p o r otros. Lo que
cad a tra b a jo especializado p ro d u ce es sólo u n a p a rte del pro d u cto
final. Sólo éste, que es el re su lta d o de un tra b ajo colectivo, se
co n stitu y e en m ercancía, es decir, en valo r de uso intercam biable
en el m ercado.
P or ello es p o r lo que la actividad quím ica, que nació com o un
trab a jo especializado m ás d en tro de la in d u stria textil, debe ser con­
sid erad o en este caso d e n tro de la división técnica del trabajo. Los
objeto s que e sta actividad p ro d u ce no salen al m ercado sino que
p asan d irectam en te a ser in co rp o rad o s al p roceso de teñido de
las telas.
Pero no o cu rre lo m ism o cuando la actividad quím ica se indepen­
diza del proceso de producción textil y p asa a c o n stitu irse en una
in d u stria autónom a. En este caso sus p ro d u cto s van al m ercado y
no d irectam en te a un proceso de p roducción d eterm inado. En este
caso la división técnica ha p asad o a c o n stitu irse en división de la
producció n social.
24 K. M arx, E l capital, i/2, pp. 409-449.
R ELA C IO N ES DE PRODUCCIÓN
65
P or últim o, debem os a c la ra r que la división técnica del tra b ajo
no debe se r referid a solam ente a la división del trab a jo d e n tro de
una fábrica. No es lo m ism o h a b la r de división del tra b ajo den tro
de un m ism o proceso de producción que h a b la r de división del tr a ­
bajo d e n tro de una m ism a fábrica.
En los países socialistas, a m edida que avanza el d esarro llo eco­
nóm ico, unidades de producción que antes co n stitu ían p a rte de la
división de la producción social pasan a depender cada vez m ás unas
de o tras, de tal m odo que las relaciones en tre ellas no pueden ser
dejadas al a zar del m ercado una vez term in ad a s las operaciones de
producción. De ah o ra en adelante, estas relaciones deben ser p re ­
determ in ad a s de antem ano en lo esencial y, p o r lo tanto, previstas
con anticipación y regidas por un plan. Cuando esto ocu rre el destino
de los pro d u cto s está p red eterm in ad o de u n a m anera socialm ente
consciente, elim inándose, de esta m anera, el papel del m ercado. Las
unidades de producción en lu gar de c o n stitu ir procesos de p ro d u c ­
ción autónom os "p asan a ser células de una división técnica del tra­
bajo”, elevándose ésta a un grado su p e rio r.25
E sto ocurre, por ejem plo, cuando se producen com binados in d u s­
triales. Las in d u strias ex tractiv as de petróleo, las refin erías y las
em p resas d istrib u id o ra s pasan a c o n stitu ir un solo proceso de p ro ­
ducción en que las unidades de producción rep resentan una división
técnica del trabajo. Sólo el p ro d u cto final de este proceso de p ro ­
ducción com binado llega al m ercado. En los pasos an terio res no hay
co m p ra ni venta, sólo hay tra sla d o de un p ro d u cto de una unidad
de producción a otra, de acu erd o con un plan preestablecido.
Llam arem os d i v i s i ó n s o c i a l d e l t r a b a j o a la rep artició n de las diferen­
tes ta re a s que los individuos cum plen en la sociedad (tareas económ i­
cas, ideológicas o políticas) y que se realiza en función de la situación
que ellos tienen en la e s tru c tu ra social.
E sta división social del trab ajo em pieza h istóricam ente con la di­
visión en tre el trab ajo m anual y el tra b ajo intelectual. A este últim o
sólo tenían acceso los individuos que provenían de las clases
dom inantes.
Veam os de qué m an era se da esta división social en el proceso
de producción capitalista.
En este proceso intervienen, por ejem plo, ob rero s especializados,
técnicos e ingenieros que cum plen determ inadas funciones técnicas.
Ahora bien, la rep artició n de los individuos de la sociedad en estas
diferentes ta re a s no depende de c riterio s p u ram en te técnicos
(m ejores ap titu d es, m ayor preparación) sino de c rite rio s sociales.
Ciertas clases sociales tienen acceso a ciertas tareas, otras clases no.
25
Ch. B ettelheim , La transition vers l ’économ ie socialiste, M aspero, París, 1968, pp.
57-58. El tem a es tra ta d o en varios cap ítu lo s del libro.
66
LA E S T R U C T U R A S O C I A L
Son las relaciones sociales de producción, com o hem os visto, las
que d eterm in an esta división social del trab ajo .
RE SUM E N
En este cap ítu lo hem os visto, en p rim e r lugar, la relación que existe en tre
la pro piedad privada de los m edios de prod u cció n y la explotación de los
trab ajad o res, tan to en el régim en c a p ita lista com o en los regím enes escla­
vistas y servil; las relaciones de explotación y las de colab o ració n recíproca,
adelantando una definición provisional de relaciones sociales de producción.
H em os dem o strad o cóm o las relaciones técn icas y sociales de p roducción
form an u na u nidad in sep arab le en la m a n u fa c tu ra y la g ran in d u stria. Nos
hem os detenido en el térm in o p ropiedad p rivada p a ra p o d er d istin g u ir en tre
el derech o ju ríd ico y el p o d er real de u sar, gozar y d isp o n e r de un bien y
lo g ra r así d a r u na definición m ás ex acta de lo que entendem os p o r relacio­
nes sociales de producción. H em os señalado la su b o rd in ació n de las re la ­
ciones técnicas a las relaciones sociales de p roducción p a ra d efin ir luego
al conjunto de estas relaciones com o "relacio n es de pro d u cció n ". H em os in ­
dicad o cóm o el proceso de p ro d u cció n tiende a re p ro d u c ir estas relaciones
y p o r qué no deben ser co n sid erad as com o sim ples relaciones hum anas, ya
que se establecen indep en d ien tem en te de la v oluntad de los hom bres. Por
ú ltim o, hem os definido los d istin to s tipos de división del trabajo.
En este cap ítu lo hem os visto los siguientes conceptos: derecho de propie­
dad — propiedad real y posesión efectiva — relaciones sociales de produc­
ción — agentes técnicos de producción — agentes sociales de la producción
— relaciones de producción — división de la producción social — división
técnica del trabajo — división social del trabajo.
CUESTIONARIO
1. ¿Q uiénes se ap o d eran de la m ayor p a rte de las riquezas en su país?
2. ¿E xistieron en su país relaciones de tipo esclavista?
3. ¿Qué características ad o p taro n las relaciones de producción en el cam po
después de la independencia? ¿E l cam po e ra u n a realid ad hom ogénea o
coexistían diversas relaciones de producción?
4. El cam pesino que tra b a ja en los g ran d es latifundios ¿tra b a ja con sus p ro ­
pios in stru m en to s de trab ajo ?, ¿recib e pago en especie?, ¿vive d en tro de
la propiedad del te rra te n ie n te ?
5. ¿Puede a firm a rse que todavía existen relaciones serviles? Señale en qué
d ato s estad ístico s se b asa su resp u esta.
6. ¿Cómo cree usted que puede m ovilizar m ejo r al cam p esin ad o de su país:
si se lucha p o r la en treg a de la tie rra a los cam pesinos o p o r la fo rm a­
ción de g ran jas colectivas?
E xplique las razones de su s resp u estas.
7. S eñale las d iferen tes relaciones de p ro d u cció n que existen en su país y
el peso específico de cad a u n a de ellas.
8. ¿Puede co n sid erarse a los g ran d es te rra te n ie n te s agentes de la p ro d u c­
ción si jam ás p artic ip a n en el p ro ceso de prod u cció n ? De hecho viven en
las ciudades, sus tie rra s son a d m in istra d a s p o r o tro s, etcé tera.
9. ¿Conoce usted algún caso en que el capitalista sea a la vez un agente social
y técnico en la producción?
10. E xisten en su país casos de cam pesinos que tienen una p ro p ied ad real
RELA C IO N ES DE PRODUCCION
67
sobre el proceso de producción y cam pesinos que sólo tienen un a pose­
sión efectiva del m ism o. ¿E n qué se diferencian am bos casos? ¿Cuál de
los dos g rupos e stá m ás m otivado en lu ch ar p o r la tierra ?
11. ¿Las e stad ística s de su país hacen u na c o rrecta diferenciación e n tre las
in d u stria s m a n u fa c tu re ra s o talleres y las in d u strias altam en te m ecani­
zadas o fá b ricas? Si ello no existe, ¿qué c riterio s estadísticos u sa ría n u s­
tedes p a ra d istin g u ir e n tre un ta lle r y u na fábrica? ¿Sirve el crite rio del
n ú m ero de tra b a jad o res?
12. ¿Cuál es la u n id ad técnica que caracteriza al proceso de tra b a jo en un
talle r de rep aració n de calzado? ¿Qué diferencias existen en tre este taller
y la m ay o r fáb rica de calzado de su país en relación a los rasgos que a su ­
m e el proceso de trab ajo ? ¿Quién es el m áxim o responsable de este
cam bio?
13. ¿ P o d ría u ste d p o n er ejem plos de form as de trab ajo colectivo en las dife­
ren tes etap a s h istó ricas p o r las que ha p asado su país? ¿E n todas ellas
la función de d irección del proceso en su conjunto ha desem peñado el
m ism o papel?
14. ¿Cuál es la situ ació n de la clase o b re ra de su país? ¿C uántos o b rero s tr a ­
bajan en talleres y cu án to s tra b a ja n en fábricas?
15. ¿P o d ría p o n er un ejem plo de cóm o la función técnica de control y vigi­
lancia está so b red e term in ad a p o r las relaciones sociales cap italistas de
p rod ucció n ?
16. ¿C ree usted que es posible que un grupo de em presarios cristian o s pueda
elim in ar la explotación cap italista en sus in d u strias estableciendo com u­
n idad es de tra b a ja d o re s en las que los p atro n o s cu m p lirían sólo el papel
del d ire c to r de o rq u esta?
17. ¿P o d ría in d ic a r los g ran d es ru b ro s y su b ru b ro s en que e stá dividida la
p ro d u cció n social en su país?
18. ¿En qué consiste la división técnica del trabajo en el m ás im portante taller
de c o stu ra de su país? Investigue las diferentes operaciones parciales que
p erm iten la obtención del p ro d u cto final. ¿C uántos tipos d iferen tes de
tra b a ja d o re s existen y cuáles son sus diferencias de salario?
19. ¿E n qué consiste la división técnica del trab ajo en la m ayor fáb rica de
su país? ¿C uántos son los tipos de trab a ja d o re s que existen y cuál es su
salario ?
20. C om pare la situación de los trab ajad o res en el taller y en la fábrica. ¿Qué
conclusiones saca?
21. ¿P o d ría clasificar a los h a b itan tes de su país según el crite rio de la divi­
sión social del trab ajo ?
BIBLIOGRAFIA
, L., "E l objeto de E l capital", en Para leer “El capital", pp. 188-196;
ed. fran cesa, II, pp. 149-159 (sobre las relaciones de producción).
b a l i b a r , É ., "A cerca de los conceptos fu n dam entales del m aterialism o h istó ­
ric o ”, sólo § I ("De la periodización a los m odos de p ro d u cció n ”) y § II
(“Los elem entos de la e s tru c tu ra y su h is to ria ”), en Para leer “E l capital",
pp. 228-276; ed. francesa, II, pp. 201-251 (sobre las relaciones de
producción).
e s t a b l e t , R., "P rese n ta tio n du plan du Capital", en Lire Le Capital, II,
pp. 385-386 (sobre la división del trabajo).
l e n i n , V I , “ El e stad o ” (11 de julio de 1919), en Obras com pletas, t. 31, pp.
341-346 (sobre las d iferen tes relaciones sociales de producción).
a lth u sser
68
LA ESTRUCTURA SOCIAI
E l capital, t . l/2, cap. x i l (“División del tra b a jo y m a n u fa c tu ra ”) y
cap. XIII ("M aquinaria y g ran in d u s tria ”), pp. 409-613 (sobre las relacio ­
nes de producción y sobre la división del trabajo).
m a r x , K , E l capital, libro I, cap ítu lo VI (inédito), México, Siglo XXI, 1983,
pp. 60-77 (sobre las relaciones de producción).
m a r x , K ., Formaciones económ icas precapitalistas, México, C uadernos de Pa­
sado y P resente núm . 20, 1984, pp. 49-97 (sobre el concepto de a p ro p ia ­
ción real).
M ARX, K.,
CAPÍTULO III
LAS FUERZAS PRODUCTIVAS
1. Las fuerzas productivas. 2. Socialización de las fuerzas productivas.
3. C ontradicción fuerzas productivas / relaciones de producción en el capita­
lismo. 4. Correspondencia y no correspondencia entre fuerzas productivas v
relaciones sociales de producción. 5. E l papel de la ciencia en el desarrollo
de las fuerzas productivas.
MODIFICACIONES INTRODUCIDAS EN ESTA EDICIÓN
Se inicia el cap ítu lo m o stran d o en form a m uy sim ple la relación que existe
e n tre la pro p ied ad priv ad a de los m edios de p ro d u cció n y la explotación de
los trab a ja d o re s tan to en el régim en c a p ita lista com o en los regím enes es­
clavista y servil. E sto nos perm ite a d e la n ta r una definición aproxim ativa del
concepto de relaciones sociales de producción. C ontando con ella y la defi­
nición de relaciones técnicas de p roducción ab o rd am o s el p u n to que se
refiere a las relaciones de prod u cció n en la m a n u fa ctu ra y la g ran in d u stria,
que se m antiene en esencia igual aun q u e se am plía su d esarro llo . El concep­
to de relaciones de producción no su fre m odificaciones. Se p rofundiza en
cam bio en el tem a acerca de la su b o rd in ació n de las relaciones técn icas a
las relaciones sociales de producción. Se m antiene sin m odificaciones tan to
el d esarro llo del concepto de relaciones de producción, salvo el paso a texto
de lo que an tes fig u rab a en la n o ta m ás extensa, com o el p u n to a cerca de
la im posibilidad de re d u c ir las relaciones sociales de p roducción exclusiva­
m ente a relaciones hum anas. Se agrega, p or últim o, aquí el pu n to acerca de
la división del trab ajo que a n tes se situ a b a en el cap ítu lo i p o r e stim a r que
sólo a h o ra se cu en ta con todos los conceptos teó rico s que perm iten esta b le ­
cer las diferenciaciones re q u erid as en este punto.
1. LAS FUERZAS PRODUCTIVAS
En los capítulos anteriores hemos estudiado los elem entos del proce­
so de trabajo y hem os visto que los m edios de trabajo son los elem en­
tos determ inantes de este proceso, aquellos que determ inan la form a
en que se va a p ro d u c ir y, p o r lo tanto, el tipo de relaciones técnicas
que se pueden estab lecer en tre los tra b aja d o res y los m edios de p ro ­
ducción. H em os visto, adem ás, cómo estas relaciones técnicas están
sobredeterm inadas p o r las relaciones sociales de producción. Y todo
esto nos ha servido p a ra c o m p ren d er uno de los conceptos fu n d a­
m entales del m arxism o, el concepto de relaciones de producción.
Ahora debem os ex am inar o tro concepto fundam ental: el concep­
to de fuerzas productivas.
M arx nos dice en el Prólogo a la contribución a la crítica de la
econom ía política:
En la producción social de su existencia, los hom bres establecen determ inadas
relaciones, necesarias e independientes de su voluntad, relaciones de produc­
ción que co rresp o n d en a un d eterm in ad o estad io evolutivo de sus f u e r z a s
p r o d u c t i v a s m ateriales [. . .] En un estadio determ inado de su desarrollo, las
fu erzas pro d u ctiv as m ateriales de la sociedad e n tra n en contrad icció n con
las relaciones de p roducción existentes [. . .]
¿Qué e n ten d e r entonces p o r fuerzas p ro d uctivas? Las fuerzas p ro ­
ductivas no serían ap aren tem en te sino los elem entos del proceso de
trab ajo considerados desde el punto de vista de su potencialidad pro­
ductiva, especialm ente la fuerza de tra b a jo 1 y el m edio de tra b ajo .2
1 En este proceso de trab ajo "el hom bre se en fren ta a la m ateria n atu ral m ism a co­
m o un poder n atu ral. Pone en m ovim iento las fuerzas naturales que perten ecen a su
corporeidad, brazos y piernas, cabeza y m anos, a fin de ap o d erarse de los m ateriales
de la n atu raleza bajo una form a útil p a ra su p ropia v id a” . K. M arx, E l capital, i/l,
p. 215 (cursivas nuestras). En una ca rta a Annenkov, M arx habla de "facu ltad es p ro ­
ductivas del h o m b re” (28 de d iciem b re de 1846).
2 En el cap ítu lo acerca de la g ran in d u stria M arx h ab la de la p ro d u ctiv id ad de la
[69]
70
LA E S T R U C T U R A S O C I A L
Sin em bargo, p a ra d a r c u en ta de las fuerzas p roductivas p ro p ia ­
m ente tales no es posible ex am in ar los elem entos del proceso de
tra b a jo en form a aislada.
Cuando M arx e stu d ia la m a n u fa c tu ra, p o r ejem plo, nos m u estra
cóm o la división técnica del tra b a jo d en tro de ella y las form as de
trab a jo colectivo que allí se establecen no sólo au m entan las fuerzas
p ro d u ctiv as individuales, sino que pro d u cen fuerzas productivas
nuevas que no se lim itan a se r u n a sim ple sum a de las fuerzas que
allí se com binan.
1 El solo hecho de que los o b rero s tra b a je n en un local com ún,
aunq u e sólo sea bajo form as de cooperación sim ple, aum enta la p ro ­
ductiv id ad de la fuerza de tra b a jo al d e sa rro lla r el e sp íritu de
com petencia en tre los d iferentes trab ajad o res. Luego, cuando se es­
tablecen form as de cooperación com pleja, la especialización de los
o b re ro s en d iferen tes ta re a s y la coordinación del conjunto de ellas
en un solo tra b a ja d o r colectivo p ro d u ce un au m ento notable de las
fuerzas productivas de ese grupo de trabajadores. La diferencia entre
la su m a de las fu erzas p ro d u ctiv as individuales y la fuerza p ro d u c­
tiva del tra b a ja d o r colectivo es cad a vez m ayor. N ace así una fuerza
p ro d u ctiv a nueva que, bajo las condiciones c a p italistas de p ro d u c­
ción, pasa a ser propiedad del capitalista sin que éste tenga que pagar
p o r ella la m ás m ínim a can tid a d de dinero.
Después de lo dicho anteriorm ente, podem os com prender por qué
sostenem os que p a ra d a r c u en ta de las fuerzas p ro d uctivas reales
no podem os p e n sa r en los elem entos aislados unos de otros.
A hora bien, el fa c to r decisivo en h acer que los elem entos p o ten ­
cialm en te prod u ctiv o s pasen a te n e r u n a p ro d u ctiv id ad real es la
fu erza de tra b a jo del hom bre. Él es el único que puede p o ner en
acción los m edios de producción. Sin el tra b a jo del hom bre, los
m edios de prod u cció n sólo tienen un c a rá c te r potencialm ente p ro ­
ductivo. P or eso M arx, al p e n sa r en el d esarro llo de las fuerzas
p ro d u ctiv as, p ien sa en la form a en que la p ro d u ctiv id ad del trab a jo
hum an o au m en ta al u tiliz a r tal o cual m edio de producción.
Después de lo dicho an terio rm en te pensam os que deberíam os dis­
tin g u ir en tre fuerzas jjmduciivéts-ptJT&ñciales, que serían los elem en­
tos del p roceso de tra b a jo co n sid erad o s en fo rm a aislada, y fuerzas
productivas propiam ente dichas, que serían aquellas que nacen de
u n a com binación h istó ric a m e n te d ete rm in a d a de estos elem entos.
C reem os que es en este sentido en el que puede in te rp re ta rse el
sigu ien te texto de Marx:
Sean cuales fueren las fo rm as sociales de la producción, sus facto res son
siem pre los tra b a ja d o re s y los m edios de producción. Pero unos y o tro s sólo
lo son potencialm ente si están separados. P ara que se produzca, en general,
deben com binarse. La form a especial en que se lleva a cabo esta com bina­
ción distingue las diferentes épocas económ icas de la estructura social.
m áq u in a y dice que puede m edirse com parándola con la prod u ctiv id ad de la fuerza de
tra b a jo hum ana.
3 K. Marx, E l capital, n/4, p. 43 (cursivas nuestras).
I.AS F U E R Z A S P R O D U C T I V A S
71
A hora bien, estas d istin ta s com binaciones producen diferentes
resultados productivos, los que pueden m edirse por el grado de pro­
d uctividad del trab ajo .4
Las fuerzas productivas de una sociedad crecen, se d esarrollan,
se perfeccionan, en el tra n sc u rso de la h isto ria. Y este d esarro llo
e stá determ inado, fun dam entalm ente, p o r el grado de d esarro llo de
los m edios de trabajo.
El paso de los instrum entos de piedra a los instrum entos de m etal
p erm ite, p o r ejem plo, un aum ento im p o rtan te de la productividad
del trabajo en los pueblos prim itivos, aum entando así el desarrollo de
las fuerzas productivas.
Lo m ism o ocu rre con la introducción de la m áquina-herram ienta
en la producción cap italista. El grado de desarro llo de las fuerzas
pro d u ctiv as crece, desde entonces, en u n a form a vertiginosa.
Ahora bien, es im portante señalar que el ritm o y carácter que tom a
este d esa rro llo de las fuerzas p ro d u ctiv as depende en form a d irec­
ta de la n atu ralez a de las relaciones de producción bajo las cuales
se d esarro lla el proceso de trabajo.
Es la form a cap ita lista de acum ulación pro p ia de la e tap a prem onopolista la que produce la integración m asiva de la m áquinah e rra m ie n ta en el proceso de producción, dando a través de ello un
gran im pulso al desarro llo de las fuerzas productivas en este modo
de producción.
Sin em bargo, este m ism o proceso de acum ulación es el que, pos­
terio rm en te, en la etap a m onopolista, tiende a fre n a r el desarrollo
de las fuerzas productivas, com o lo verem os m ás adelante.
El d esarro llo de las fuerzas productivas no es, por lo tanto, un
d esa rro llo lineal ni acum ulativo: es un d esarro llo que depende de
la e s tru c tu ra del proceso de producción: de las relaciones de los
agentes entre sí y de los agentes con el m edio de producción, es decir,
de las relaciones de producción.
Ahora bien, ¿cóm o e n ten d e r entonces las afirm aciones de Marx
que dicen relación con el c a rá c te r d eterm in an te que las fuerzas pro­
ductivas tienen sobre las relaciones de producción? ¿Acaso al decir
que son estas relaciones las que d eterm in an el ritm o y la form a de
d e sarro llo de las fuerzas p ro d u ctiv as estam os negando lo p lan te a­
do p o r M arx?
Pensam os que no. Pensam os que cuando Marx, Engels y Lenin
em plean las p alabras: base, raíz, condiciones, condiciones sine qua
non, soporte, etc., p a ra explicar la relación que existe e n tre fuerzas
productivas y relaciones de producción, lo que están haciendo es se­
ñ a la r el papel d eterm inante que tiene el desarrollo del m edio de tra ­
bajo en la creación de cie rta s condiciones m ateriales que hacen po­
sible el establecim iento de d eterm in ad as relaciones de producción.
Cada vez entendem os m ejor entonces el texto de M arx que afirm a
que los in stru m en to s de tra b a jo indican por una p a rte el grado de
4
Es decir, el núm ero de p ro d u cto s que se logra p ro d u c ir en una d eterm in ad a can­
tidad de tiem po.
las
fu erza s
pr o d u c tiv a s
73
LA E S T R U C T U R A S O C I A L
72
d esa rro llo de la fuerza de tra b a jo del ho m b re y, p o r o tra, las condi­
ciones sociales en que se trab aja.
Indican el grado de desarrollo de la fuerza de trabajo del hom bre
porqu e la p ro d u ctiv id ad de su tra b a jo depende fundam entalm ente
del tipo de m edio de tra b a jo que utiliza. No se puede co m p ara r el
grado de p ro d u ctiv id ad de un tra b a jo realizado con un tra c to r al de
un tra b a jo realizado con una c a rre ta de bueyes.
Indican las condiciones sociales en que se trabaja porque las ca­
ra c te rístic a s técnicas del in stru m e n to de tra b a jo dan lu gar a un de­
term in ad o tipo de e s tru c tu ra del proceso de trab ajo , sobre el cual
se apoyan d eterm in ad as relaciones de producción. Ya hem os visto,
en el cap ítu lo a n te rio r, cóm o la in tro d u cció n de la m áq u in a-h erra­
m ien ta produce un cam bio m uy im p o rtan te en la e stru c tu ra del p ro ­
ceso de trab ajo , que se caracteriza, p o r u n a p a rte, p o r con v ertir el
proceso de tra b a jo en un proceso altam en te socializado en que
el tra b a jo colectivo responde a u n a necesidad técnica y, p o r otra,
al e s ta r los m edios de p roducción en m anos de los cap italistas, la
m áquina, en lu g a r de lib e ra r al tra b a ja d o r, lo esclaviza m ás. Sin las
m áqu in as de o peraciones com binadas no p o d ría e x istir la explota­
ción c a p ita lista a gran escala, pero, a la vez, estas m áquinas, bajo
o tras relaciones de producción, pueden tran sfo rm arse en in stru m en ­
tos p a ra lib e ra r al ho m b re en lu g a r de em b ru tecerlo.
Antes de e stu d ia r qué se entiende p o r ca rá c ter cada vez m ás social
de las fu erzas pro d u ctiv as, con lo cual p odrem os d e sa rro lla r m ás
lo que se entiende p o r co n trad icció n e n tre fu erzas productivas y re ­
laciones de producción, definam os algunos conceptos.
■| L lam arem os f u e r z a s p r o d u c t i v a s p o t e n c i a l e s a los elem entos del proj ceso de trab ajo cuan d o ellos son con sid erad o s, en fo rm a aislad a de
¡ éste, desde el p u n to de v ista de su p ro d u ctiv id ad potencial.
L lam arem os f u e r z a s p r o d u c t i v a s p ro p iam en te tales a las fuerzas que
re su ltan de la com binación de los elem entos del proceso de tra b a jo
bajo relaciones de producción d eterm in ad as. Su resu lta d o es una de­
term in ad a productiv id ad del trab ajo .
M e d ire m o s
g ra d o 'd é
_eLgra£te‘3e~tl^sarrollo de las fu erzas p ro d u ctiv as po r el
del trab ajo .
p ro d u c tiv id a d
de los elem entos que conform an el proceso de trab ajo y que p erm i­
ten al hom bre h acer su tra b a jo cada vez m ás productivo.
Por una p arte, se d esarro lla la h abilidad del tra b a ja d o r p ara
m an ip u la r su in stru m en to de trabajo; por o tra p arte, el hom bre va
perfeccionando estos instrum entos; p o r últim o, surgen form as de
trabajo colectivo que aum entan el rendim iento del trabajo individual.
La producción a rte sa n a l que se c ara c teriz a p o r ser un proceso
de producción individual es su p erad a por la producción in d u strial
en la que el proceso de producción tiene un c a rá c te r social. Los
m edios de producción sólo pueden ser puestos en m arch a por un
conjunto de trabajadores y, por lo tanto, ninguno de ellos puede decir
que el p ro d u cto de su tra b a jo especializado es su producto. La p ro ­
ducción se transform a de una serie de actos individuales en una serie
de actos sociales, y los p roductos, de pro d u cto s individuales en p ro ­
d u ctos sociales.
E ste c a rá c te r cada vez m ás social que van tom ando las fuerzas
pro d u ctiv as no debe ser reducido solam ente a la socialización del
proceso de trab ajo d en tro de la fábrica, com o parecen p la n te a r al­
gunos textos m arxistas.
La socialización de las fuerzas productivas desborda am pliam ente
el m arco de la fábrica. Ella depende p rin cip alm en te de dos facto­
res; a] el origen cada vez m ás social de los m edios de producción,
y b] el destino cada vez m ás social del producto.
a] Origen cada vez más social de los m edios de producción 5
P o r origen cada vez m ás social de los m edios de producción debe
en ten d erse el hecho de que estos m edios de producción provengan
de un n ú m ero cada vez m ayor de ram as de la producción económ i­
ca. Así, la a g ric u ltu ra prim itiva, por ejem plo, se b a sta a sí mism a,
es decir, el núm ero de m edios de producción de origen no agrícola
que u tiliza son m uy lim itados. Pero progresivam ente la ag ricu ltu ra
necesita p a ra su propia producción m edios de producción de origen
cad a vez m ás diverso: h e rram ien tas m ás com plejas, desinfectantes,
en erg ía eléctrica, m a teria l eléctrico, etc. Lo m ism o o c u rre en cada
ram a de la industria, trátese de las in d u strias extractivas o, m ás aún,
de las in d u stria s de transform ación.
La socialización creciente de las fuerzas productivas se m anifiesta,
p o r lo tanto, en el hecho de que cada ram a de la producción necesi­
ta de m edios de producción que tienen orígenes cada vez m ás diver­
sos. E ste proceso es una c o n tra p a rtid a de la m ayor división del
tra b ajo y de la especialización creciente de las actividades
económ icas.
b] Destino cada vez más social del productob
P or destino cada vez m ás social del pro d u cto es necesario com-
IALIZACIÓN DE LAS FUERZAS PRODUCTIVAS
Ahora, cu ando M arx se refiere al d esarro llo de las fuerzas p ro d u c ti­
vas está, sin duda, p en sando en el d esarro llo y perfeccionam iento
5 E ste p unto es una trad u cció n textual de algunos p árra fo s del texto del p ro feso r
B ettelheim : “ Les cad res sociaux-économ iques et l’o rg an isatio n de la planification sociale” , ap arecid o en la revista É tudes de Planification Socialiste, 1-2, p. 23.
6 Ibid., pp. 24-25.
74
LA E S T R U C T U R A S O C I A L
p re n d e r el hecho de que los p ro d u cto s que son el re su ltad o de un
proceso de p roducción están d estinados, g eneralm ente, a un núm e­
ro crecien te de utilizadores, sea d ire c ta o ind irectam ente.
E ste fenóm eno im plica diversos aspectos, especialm ente los si­
guientes:
1] Cada ram a de la p roducción tra b a ja d ire c ta o ind irectam en te
p a ra un n ú m ero crecien te de o tra s ram as. E sto no es sino la o tra
c a ra de la crecien te división del tra b a jo social. Así, p o r ejem plo, la
in d u stria quím ica, que cuando aparece p o r p rim e ra vez como sector
d istin to de la p roducción no tra b a ja sino p a ra un núm ero pequeño
de in d u strias, ve m u ltip licarse progresiv am en te el cam po de la u ti­
lización de sus p ro d u cto s. En la actu a lid a d el cam po de utilización
de la in d u stria quím ica es casi universal. Se extiende a la a g ricu ltu ­
ra, a las in d u stria s extractivas, a las in d u stria s m etalúrgicas (espe­
cialm ente en el tra ta m ie n to de los m etales), etc. Si se tiene en cuenta
las utilizaciones ind irectas, se ve que actu alm en te cada ram a de la
produ cció n tra b a ja p o r todas las o tra s ram as y sufre, p o r lo tanto,
tam b ién las rep ercu sio n es de to d as las v ariaciones que pueden
o c u rrir en cu alq u ier secto r de la econom ía.
2] El destino cada vez m ás so cia1 del p ro d u c to se m anifiesta
tam b ién bajo o tra form a, si se exam ina la dim ensión de la colectivi­
d ad que es servida p o r u n a unid ad de pro d u cto . Con el progreso de
las fu erzas p ro d u ctiv as e sta dim ensión va g eneralm ente (aunque no
necesariam en te) creciendo. Así va pasan d o sucesivam ente de local
a m icro rreg io n al, regional, nacional e internacional.
La n ecesidad de la p ro p ied ad del estad o sobre cierto s m edios de
p ro du cció n es ta n to m ás fu e rte cu an to m ás son utilizados estos
m edios en actividades (o u n id ad es económ icas) m ás fuertem en te in­
tegradas en la división del trabajo social, sea por la naturaleza m ism a
de los m edios de producción que son p u esto s en acción en ella, sea
p o r el destino de sus produ cto s.
En resum en, la socialización de las fu erzas p roductivas no se li­
m ita sólo a lo que o c u rre d e n tro de las fábricas, sino que se refiere
fun d am en talm en te a la in terd ep en d en cia crecien te de los diversos
secto res de la econom ía nacional y m undial.
Se llam a s o c i a l i z a c i ó n d e l a s f u e r z a s p r o d u c t i v a s al c a rá c te r cad a vez
m ás socializado del proceso de tra b ajo en un proceso de producción
determ in ad o y a la in terd ep en d en cia cad a vez m ayor que existe e n tre
los diversos sectores de la p roducción social.7
Cada ca p ita lista depende cada vez m ás de todos los cap italistas.
Éste no e ra el caso de las pequeñas in d u strias aisladas unas de o tras
y tra b a ja n d o p a ra un m ercado m uy reducido. Si una de ellas se p a­
raba, no se provocaba sino u n a p e rtu rb a c ió n local. P or el co n trario ,
una paralizació n en una g ran e m p resa co n sag rad a a una in d u stria
7
actual.
E sto últim o es lo que caracteriza fundam en talm en te al d esarro llo cap italista
LAS F U E R Z A S P R O D U C T I V A S
75
m uy especializada, cuyos productos son utilizados en innum erables
o tra s em presas, puede provocar un tra sto rn o en toda la sociedad.
P or o tra p arte, es e sta socialización creciente de las fuerzas p ro ­
ductivas de la sociedad lo que ha llevado, aun a los países que se
rigen p o r las leyes del sistem a cap italista de producción, a recono­
ce r la necesidad cada vez m ás urg en te de planificar la econom ía y
de transform ar en propiedad del estado aquellos sectores que son
fu n dam entales a la m arch a de la econom ía global.
3.
CONTRADICCIÓN FUERZAS PRODUCTIVAS / RELACIONES DE PRODUCCIÓN
EN EL CAPITALISMO
Los pequeños p ro d u c to re s independientes p re ca p italistas, por
ejem plo: un pequeño cam pesino, un ca rp in te ro , etc., son personas
que tra b a ja n con sus propios m edios de producción (son dueños de
sus in stru m en to s de trabajo; com pran, si es necesario, la m ateria
prim a) y venden sus pro d u cto s en el m ercado. En estos casos nadie
du d a de que el fru to obtenido por la venta de sus pro d u cto s les p e r­
tenezca: se tra ta del fru to de su propio trab ajo personal.
Pero, posteriorm ente, surge la concentración de los m edios de pro­
ducción en los grandes talleres y fábricas. É stos ya no pueden ser
pu esto s en acción por un individuo aislado: requieren del concurso
de un gran núm ero de trab ajad o res y el producto obtenido es el fruto
del trabajo colectivo de todos ellos.
Sin em bargo, quien se ap ro p ia de la m ayor p a rte de este fru to
no son los tra b a ja d o res que lo pro d u jero n , com o o c u rre en el caso
visto recientem ente, sino el p ro pietario de los m edios de producción:
el cap italista.
Los p roductos creados a h o ra socialm ente no pasan a ser pro p ie­
d ad de aquellos que realm ente ponen en acción los m edios de p ro ­
ducción, es decir, de los verd ad ero s pro d u cto res, sino que pasan a
m anos del dueño de los m edios de producción.
A m edida que se d e sa rro lla y expande el capitalism o e sta c o n tra ­
dicción en tre el c a rá c te r social de la producción y la form a privada
de ap ropiación c a p italista se va agudizando.
Decim os que e n tra en contradicción cad a vez m ás aguda, ya que,
com o hem os explicado, desde el com ienzo del m odo de producción
ca p ita lista ha existido una contradicción e n tre el c a rá c te r privado
de la p ro p ied ad c a p italista de los m edios de producción y el carác ­
te r social que tuvo desde su inicio la fuerza de trabajo, c o n trad ic­
ción que no existía en la producción artesa n al. Ahora bien, ha sido
ju sta m e n te esta contradicción la que ha servido de m ayor im pulso
al d e sarro llo de las fuerzas productivas en las p rim eras etap as del
desarrollo capitalista. El capitalista, movido por el afán de ganancia,
al re u n ir bajo su m ando a un cierto n úm ero de trab ajad o res,
estim uló enorm em ente el desarrollo de las fuerzas productivas: p ri­
m ero, especializando al m áxim o a los trab ajad o res; después, in tro ­
duciendo la m áquina.
76
LA E S T R U C T U R A S O C I A L
E ste desarrollo, im pulsado p o r la com petencia capitalista, im pli­
ca, en u n a p rim e ra etapa, la d esap arició n de los pequeños p ro d u c­
tores independientes y, luego, la desaparición de los capitalistas m ás
débiles, co n cen trán d o se la prod u cció n en un n úm ero cada vez
m ás restrin g id o de p ersonas, las que p o r ser d ueñas de los m edios
de prod u cció n disponen tam bién de la m ayor p a rte de la riqueza
social o b ten id a a trav és de ellos.
En un determ in ad o m om ento del d esarro llo del capitalism o, esto
choca con la fo rm a cada vez m ás social en que se produce esta
riqueza y la necesidad de que é sta se re p a rta en beneficio de toda
la sociedad.
Podem os e n te n d e r ah o ra p o r qué M arx afirm ó que la contra­
dicción fu n d a m en ta l del capitalism o es la co n tradicción entre el
carácter cada vez m ás social de las fuerzas productivas y la propie­
dad privada capitalista, cada vez m ás co n cen trad a, de los m edios de
producción. Es e sta co n trad icció n la que explica el dinam ism o con
que se d e sa rro lla el sistem a.
Sin em bargo, de v erd ad ero m o to r del d e sa rro llo cap italista se
llega a tra n sfo rm a r, en un m om ento d eterm in ad o de su existencia,
en un freno para su desarrollo. La p ro p ied ad p riv ad a de los m edios
de p rod u cció n en el capitalism o, que en u n com ienzo era una cam i­
sa adecuada al grado de d esarro llo de las fuerzas productivas, pasa,
al cre c e r éstas, a tra n sfo rm a rse en u n a cam isa d em asiado estrecha,
de la que es n ecesario d esh acerse p a ra p o d er p e rm itir la lib ertad
de m ovim ientos que req u iere la planificación de la producción al
servicio de la sociedad.
Al d e sa rro lla rse la co n trad icció n fu n d am en tal del sistem a cap i­
ta lista se van generando a la vez las condiciones m a teriales y socia­
les que perm iten su superación, van surgiendo o tras contradicciones.
a] C ontradicción entre la organización de la producción dentro de la
fábrica y la anarquía de la producción en el seno de la sociedad
En la p rim e ra p a rte vim os de qué m an era la in terdependencia
cad a vez m ayor de los d istin to s secto res de la pro d ucción hace ne­
c esa ria la planificación social p a ra que é sta pued a re sp o n d e r a las
n ecesid ad es de la sociedad. Sin em bargo, esta planificación y d esti­
no social de la p roducción no p ueden realizarse porque chocan con
la p ro p ied ad p riv ad a ca p ita lista sobre los m edios de producción.
Ella, al c re a r u n id ad es indep en d ien tes de producción, obliga a que
é sta s se relacionen a trav és del m ercado, es decir, a través de las
leyes ciegas de la o fe rta y la dem anda. Pongam os un ejem plo: un fa­
brican te de telas se relaciona, a través de la com praventa de las telas
en el m ercado, con los in d u stria le s que necesitan telas com o m ate­
ria p rim a p a ra sus in d u stria s (confecciones de ropa, fábricas de sá ­
b anas, tap icerías, etc.). No existe u n plan que le p erm ita sab er al
in d u stria l textil cu án to debe p ro d u c ir y cu án to debe d a r a cada
cliente, ya que existen o tro s in d u stria le s textiles que se pelean por
v ender a los m ism os clientes.
Se produce así u n a gran a n arq u ía de la producción a nivel social,
LA S F U E R Z A S P R O D U C T I V A S
77
lo que c o n tra sta con la organización cada vez m ayor de la p ro d u c ­
ción d en tro de cada em presa. En el in te rio r de las fábricas, algunos
cap italistas, m ovidos p o r la com petencia, intro d u cen todo tipo de
m edidas y adelantos técnicos p ara lo g rar e x tra e r la m ayor cantidad
de tra b a jo en el m enor tiem po posible de los obreros. E stos c a p ita ­
listas consiguen así su objetivo de o b ten e r m ayores ganancias que
sus com petidores prod uciendo a costos m enores y pagando iguales
o m ejores salarios que ellos. El re su lta d o social de e sta organiza­
ción y co ntrol estric to d en tro de la fáb rica es un au m en to gene­
ralizado de la producción, ya que todos los ca p italistas term in an
in tro duciendo estos adelantos. Sin em bargo, com o a nivel social no
existe ningún control ni organización de la producción, rige la ley
ciega de la o ferta y la dem anda. Ella hace v a ria r los precios de los
p ro d u cto s a espaldas de los cap italista s y puede ech ar p o r tierra ,
en c u alq u ie r m om ento, las ganancias que los ca p italistas individua­
les se han esm erado ta n to en lograr. Así, debido a leyes que nadie
controla, unos pocos capitalistas pueden ob ten er grandes ganancias
m ien tras los o tro s se arru in a n .
La necesidad de plan ificar la producción social se plantea, enton­
ces, com o una necesidad p a ra la pro p ia clase cap italista, que se ve
obligada a to m a r en c u en ta este c a rá c te r social de las fuerzas p ro ­
ductivas. Los cap italistas tra ta n de a fro n ta r esta an arq u ía de la pro­
ducción social, en el grado que ello es posible, den tro de los m arcos
del sistem a capitalista.
Los gran d es p ro d u cto res de una m ism a ram a de la producción
se unen p a ra fo rm a r un tru st, es decir, una agrupación a trav és de
la cual ellos d eterm in an la can tid ad total que debe pro d u cirse, la
cu ota que le co rresp o n d e a cada m iem bro y el precio com ún de la
venta de los p roductos. En esta form a, los cap italista s logran una
cierta regulación de la producción pero, como cada uno de ellos cuida
ante todo su pro p ia ganancia, estos tru s ts se desm oronan a la p ri­
m era m ala rach a en los negocios. Los ca p italistas se ven, entonces,
obligados a d a r un paso m ás en la socialización de cada ram a: cada
ram a in d u strial tiende a convertirse en una gran sociedad anónim a.
E sto significa que no sólo los grandes c ap ita listas se asocian, sino
que ah o ra la m ayoría de los c ap italistas de la ram a se encu en tran
agrupados, lo que facilita la planificación de la producción den tro
de ella.
P or últim o, el sistem a va obligando al estado, que rep re se n ta los
in tereses de la clase dom inante ca p italista, a hacerse cargo de
aquellas em presas que, p o r su escasa re n tab ilid ad o p o r su im p o r­
tancia estratégica p a ra el resto de la producción, conviene que dejen
de p e rten ec er a cap ita lista s privados y pasen a pro p ied ad del e sta ­
do. Así, el estado cap italista e n tra a "o rie n ta r” al conjunto de la eco­
nom ía. Sin em bargo, e sta solución a la exigencia de organización y
planificación de la econom ía falla co n stantem ente porque ella sólo
puede te n e r un c a rá c te r indicativo, es decir, un c a rá c te r de consejo.
La pro p ied ad priv ad a hace que cada cap italista decida finalm ente
de acuerdo con sus propios intereses, pasando por encim a de las po­
78
LA E S T R U C T U R A S O C I A L
líticas económ icas de conjunto. En todo caso, a p e sa r de estos lím i­
tes y del hecho de que quien se beneficia es la m in o ría capitalista,
esto p erm ite a la m ay o ría v islu m b ra r la v erd ad era solución: que la
sociedad entera tom e posesión de los m edios de producción a través
del estad o para hacerlos pro d u cir de acu erd o con u na planificación
y organización de la pro d u cció n que beneficie a toda la sociedad.
b] Contradicción entre la producción y el consum o
E sta co n trad icció n tiene dos aspectos: el p rim e ro es la contra­
dicción entre el vo lu m en de la producción y las posibilidades de con­
su m o de la población.
En el régim en c ap italista la producción crece con u n a enorm e ra ­
pidez, m ien tras el consum o, si bien crece tam bién, lo hace de una
m an era m ucho m ás débil: la situ ació n de pob reza en la que viven
las gran d es m asas de la población no p erm ite que el consum o indi­
vidual aum en te con rapidez.
El cap italism o tiende a p ro d u c ir cad a vez m ás bienes, pero p ara
sobrevivir debe p a g a r bajos salarios. Y estos bajos salario s crean
un a dem an d a lim itada de productos. É sta es u n a contrad icció n que
no tiene salida dentro del m arco del sistem a capitalista, y tiende a
provocar crisis periódicas de sobreproducción. En la sociedad se pro­
duce un exceso de p ro d u cto s que no se consum en po rq u e ellos han
reb asad o la cap acid ad de co m p ra de la población. Los pro d u cto s se
acum ulan, b aja su precio p o r la m en o r dem an d a h a sta el pu n to de
que m uchos ca p ita lista s q u ie b ra n al no p o d er re c u p e ra r el dinero
invertid o en la producción. P a ra e v ita r que los p recios de todas las
m erca d e ría s se vengan al suelo, los c a p ita lista s se lanzan desespe­
ra d am en te a d e s tru ir las m ercan cías elab o rad as, a q u e m a r los p ro ­
ductos, a p a ra liz a r la producción, a c e rra r las fáb ricas, es decir, a
destruir las fuerzas productivas.
Y ¿que repercusión tiene esto sobre los trabajadores?
Se p ro d u cen el p a ro forzoso, el ham bre, la m iseria. Y todo ello
no porque escaseen las m ercancías, sino precisam ente porque se han
p ro du cid o en exceso, sin planificación.
Pero com o el cap italism o no puede so p o rta r estas crisis p erió d i­
cas, ya que ellas lo van d eb ilitan d o cada vez m ás, b u sca diferentes
form as de su p e ra rla s.
Una de ellas es la b ú sq u ed a de m ercad o s extern os que les p e rm i­
ta n a los c a p ita lista s de u n p aís ven d er en o tro s p aíses el excedente
de pro d u cció n que no puede c irc u la r en el m ercado in tern o de su
pro p io país. O tra es el d esarro llo de la in d u stria de g u erra. Ella
p erm ite, p o r u n a p arte, a b so rb e r u n a g ran c a n tid a d de m ano de
o b ra y de excedentes, y, p o r o tra, crea las condiciones m ateriales
que p erm iten a los cap ita lista s ase g u ra rse p o r la fuerza los m e rc a­
dos externos.
Segundo: la contradicción entre el tipo de productos que se fabri­
ca y las necesidades de los consum idores.
La producción se d esarrolla no en aquellos sectores donde los pro­
du cto s son m ás necesario s y u rg e n te s p a ra la inm ensa m ayoría de
LA S F U E R Z A S P R O D U C T I V A S
79
la población, sino en aquellos donde los cap ita listas pueden ob te­
n e r m ás ganancias. Así, Se invierte m ucho m ás en p ro d u cto s como:
cosm éticos, bebidas alcohólicas, autom óviles de gran tam año, etc.,
que en ropa b a ra ta , alim entos, tra n sp o rte popular, etc. De esta m a­
n era, se deform a la producción: se p roducen artícu lo s de lujo que
sólo pueden co m p ra r las capas m ás acom odadas de la población,
m ien tras el resto carece de los pro d u cto s m ás necesarios.
Pero no sólo se defo rm a en este sentido la producción, sino que,
al m ism o tiem po, se deform a p o r la necesidad de la com petencia
e n tre cap italistas, en tre m onopolios. Así, p o r ejem plo, p a ra poder
co m p etir con su rival u n a in d u stria de p astas debe p ro d u c ir alred e ­
dor de c u a re n ta form as d istin ta s con la m ism a m a te ria prim a, lo
que im plica una serie de gastos en m áquinas especiales p a ra darles
estas d istin ta s form as, envases d istintos, etc. M ucho m ás racional
sería sacar una variedad m enor de form as, pero a un precio m ás con­
veniente p a ra la m asa de la población.
c] Contradicción entre el proletariado y la burguesía
El avance tecnológico, la división del trab ajo , la m asa de in stru ­
m entos de producción puestos en acción p o r la clase tra b a ja d o ra
p roducen un grado ta l de d esarro llo de las fuerzas pro d u ctiv as que
éstas generan un excedente económ ico capaz de resp o n d er a las ne­
cesidades de toda la sociedad. P or p rim e ra vez en la h isto ria se ab re
la posibilidad de un d esa rro llo pleno del hom bre al lib e ra rlo de sus
necesidades m ás elem entales. Sin em bargo, el aum ento de la p ro ­
ductividad del trab ajo , el aum ento de la riqueza acu m u lad a no han
generado un au m en to del bienestar general ni un aum ento del tiem ­
po libre para los productores directos de esta riqueza en el sistem a
capitalista. La introducción de las m áquinas en la in d u stria no tuvo
p o r finalidad la liberación del tra b a ja d o r, sino el aum ento de su ex­
plotación; en lu gar de d ism in u ir la jo rn a d a de trabajo, ésta tendió
a aum entar. Sólo la lucha organizada de los trab ajad o res fue logran­
do re d u c irla a la jo rn a d a de ocho h o ras que hoy existe.
Por o tra p a rte , la in troducción m asiva de las m áquinas va echan­
do al m ercado de tra b a jo a un núm ero creciente de m ano de obra
asalariad a. E stos o b rero s cesantes form an el llam ado ejército de re­
serva del capitalism o, ya que co n stituyen una fuerza de trab ajo
siem pre disponible p a ra se r em pleada en las nuevas in d u stria s que
su rja n o p a ra rem p lazar a los obrero s m ás com bativos que son des­
pedidos p o r sus p atrones.
De esta m anera, a m edida que se d esarrolla la contradicción entre
la socialización de las fuerzas p ro d u ctiv as y la propiedad privada
capitalista de los medios de producción, se desarrolla tam bién la con­
trad icció n en tre el p ro le taria d o y la b u rg uesía, es decir, en tre los
actores de la producción social y los a ca p arad o res de sus fru to s, de­
bido a que son propietarios de los m edios de producción. Además,
e sta co n tradicción e n tre el p ro letariad o y la b u rg u esía se agudiza
por el hecho de que los p ro d u cto res d irectos no controlan la org an i­
zación del proceso de producción. E stán som etidos a las relaciones
80
LA E S T R U C T U R A S O C I A L
técnicas de producción que im pone el c ap italista (o sus re p rese n tan ­
tes) p a ra a u m e n ta r la explotación de los trab ajad o res. De esta m ane­
ra, los tra b a ja d o re s no pueden im p ed ir que los adelantos técnicos
que p o d rían lib erarlo s sirvan, p o r el co n trario , p a ra esclavizarlos
a un tra b a jo m ecánico y ag o tad o r que no les perm ite realizarse
com o individuos.
A hora bien, la creciente concentración y centralización de la p ro ­
ducción en un núm ero cada vez m ás reducido de capitalistas aum enta
la m asa de los desposeídos, de los que tienen que vender su fuerza
de tra b a jo p a ra sobrevivir, som etiéndose a las condiciones de tr a ­
bajo que im pone el cap italista.
Pero, con el d e sa rro llo del sistem a, la clase o b re ra no sólo crece,
sino que va concentrándose en zonas in d u striales, lo que facilita la
identificación de los obreros com o una clase social explotada por el
sistem a: so m etida al con tro l ca p ita lista d en tro de la fáb rica y cre a ­
d o ra de riquezas que van a p a ra r a m anos de los cap italistas.
Por o tra p arte, la socialización del tra b a jo d e n tro de la fábrica
c rea hábitos de d iscip lin a y so lid arid ad que ayudan a que e sta clase
logre darse una organización que le perm ita d estruir el sistem a de
explotación al que se ve som etida.
P or eso M arx afirm ó en el M anifiesto Comunista:
[. . .] el d esarro llo de la g ran in d u stria socava bajo los pies de la b u rg u esía
las bases sobre las que ésta p roduce y se ap ro p ia de lo producido. La b u r­
guesía produce, an te todo, sus propios sep u ltu re ro s. Su hu n d im ien to y la
v icto ria del p ro letariad o son ig u alm ente inevitables.8
4 . CORRESPONDENCIA Y NO CORRESPONDENCIA
ENTRE FUERZAS PRODUCTIVAS Y RELACIONES SOCIALES DE PRODUCCIÓN
El m arxism o sostiene que las fu erzas p ro d u ctiv as y las relaciones
de producción se d e sa rro lla n en u n a fo rm a desigual. En general, el
d e sa rro llo de las fuerzas p ro d u ctiv as es un d esarro llo constante
(aunque pueden e x istir períodos de estancam iento). Por el c o n tra ­
rio, las relaciones de p roducción no cam bian cad a día, y tienden,
p o r lo tanto, a q u e d a r re tra sa d a s respecto al d esarro llo de las fu e r­
zas p roductivas. Poco a poco se p ro d u ce u n a no correspondencia,
las relaciones de p roducción em piezan a ser inadecuadas p ara la
expansión de las fu erzas p roductivas, com ienzan a obstaculizar, a
fre n a r su d esarrollo: un ejem plo de esta no correspondencia es el
sistem a c a p ita lista m onopolista, en el que las fu erzas productivas,
que han alcanzado un alto grad o de socialización, se ven frenadas
p o r el c a rá c te r privado de las relaciones de propiedad.
P or o tra p arte, el d esarro llo de las fu erzas p ro ductivas se ve fa­
vorecido y estim ulado cuando las relaciones sociales de producción
8
K. Marx-F. Engels, M anifiesto deI Partido Com unista, en K. Marx y F. Engels,
Obras escogidas en 3 tom os, t. i, p. 122.
LAS F U E R Z A S P R O D U C T I V A S
81
corresponden al grado de desarrollo de las fuerzas productivas. Ésta
es la llam ada LEY DE CORRESPONDENCIA en tre las fuerzas productivas
y las relaciones de producción.
E sta noción de "c o rresp o n d e n cia ” es em pleada frecuentem ente
p or M arx y Engels. En el Prólogo a la contribución. . ., M arx escribe:
En la pro d u ció n social de su existencia, los hom bres establecen d eter­
m in ad as relaciones, n ecesarias e independientes de su voluntad, relaciones
de producción que co rresp o n d en a un d eterm in ad o estad io evolutivo de sus
fu erzas pro d u ctiv as m ateriales.
Es im p o rtan te deten erse en esta noción de correspondencia, ya
que ella im pide esta b lec er una relación en sentido único: fuerzas
productivas -» relaciones de producción. Es decir, im pide p e n sa re n
las relaciones en tre las fuerzas productivas y las relaciones de pro­
ducción com o relaciones de causa-efecto.
Las relaciones de producción, com o hem os visto, no son sim ple
efecto de las fuerzas productivas. P or ejem plo, E l capital nos hace
ver que el establecim iento de la m an u fac tu ra ca p ita lista en el seno
de la sociedad feudal no se produjo sólo com o un sim ple efecto de
la división del trab ajo social ni del perfeccionam iento de los in stru ­
m entos de producción. Tam bién fue n ecesaria la p a rticip ació n de
un elem ento externo a las fuerzas productivas: la acum ulación
de una cie rta can tid ad de dinero en las m anos de un cierto grupo
de personas. El sistem a de producción cap italista, p a ra e sta b lece r­
se, req uiere de lo que M arx llamó: una acum ulación originaria. É sta
no se explica p o r el solo d esarro llo de las fuerzas productivas. Las
fuerzas productivas, por lo tanto, son sólo d eterm in an tes en últim a
instancia. Es im p o rtan te no olvidar el térm ino "en últim a in stan ­
c ia ” ya que sirve p a ra esta b lec er una línea de dem arcación entre
la determ inación m ecánica en la que el elem ento determ in ad o es un
sim ple efecto del elem ento d ete rm in a n te o causa, y este tipo dife­
rente de determ inación que se realiza den tro de una e stru c tu ra com­
pleja en la que los otro s elem entos de la e s tru c tu ra actúan, a su vez,
sobre el elem ento d eterm in an te en últim a instancia.
Ahora bien, la expresión: “determ inación en últim a instancia" no
resuelve el problem a teórico. Tiene una u tilidad negativa, sirve para
d e sc a rta r el d eterm inism o m ecanicista; pero ¿cuál es su contenido
positivo? É ste parece ser el de in d icar los lím ites m ateriales dentro
de los cuales pueden estab lecerse d eterm in ad as relaciones de
producción.
Antes de que exista un sobreproducto en un grupo social no puede
estab lecerse ningún tipo de relación de explotación.
Antes de que exista un grado im p o rtan te de socialización de las
fuerzas productivas, no se pueden estab le ce r las relaciones socia­
listas de producción.
Por lo tanto, al e stu d ia r el tipo de determ inación realizada por
las fuerzas productivas es necesario ev itar dos erro res im portantes:
el determ inism o m ecanicista afirm a, p o r ejem plo, que la socializa­
82
LA E S T R U C T U R A S O C I A L
ción de las fu erzas p ro d u ctiv as p ro v o cará com o re su ltad o inevita­
ble el establecim iento de relaciones socialistas de producción, y que,
p o r lo tanto, no q u eda sino e sp e ra r que ello o c u rra en form a espon­
tánea.
El segundo e rro r consiste en el m e n o s p r e c io d e lo s lím ite s m í n i ­
m o s n e c e sa r io s p a r a e s ta b le c e r la s re la c io n e s s o c ia lis ta s d e p r o d u c ­
c ió n . Si no se puede esp e ra r que las condiciones estén absolutam ente
m a d u ra s p a ra esta b le c e r las relaciones so cialistas de producción,
tam poco se pueden im p la n ta r estas relaciones p o r una decisión de
tipo político. O bligar, p o r ejem plo, a los cam pesinos que están afe­
rra d o s a sus tie rra s y que las cultivan en form a individual, con ins­
tru m e n to s m uy ru d im en tario s, a tra b a ja r en form a colectiva, es im ­
p la n ta r u n a m edida id ealista que no se ad ecú a a las condiciones
m ateriales m ínim as n ecesarias. En cam bio, la in troducción de tra c ­
to res y o tra s m áq u in as en la a g ric u ltu ra hace que los cam pesinos
com prendan, p o r las nuevas condiciones de trabajo, la necesidad de
un tra b a jo colectivo y, así, las relaciones de pro ducción socialista
p o drían estab lecerse sobre una base firm e.
5 . PAPEL DE LA CIENCIA EN EL DESARROLLO DE LAS FUERZAS PRODUCTIVAS
Nos referim os, por últim o, al problem a de la relación entre la ciencia
y las fu erzas p roductivas, debido al papel cada vez m ás im p o rtan te
que ocupa la ciencia en el m undo actual.
Algunos teóricos de la II In tern acio n al se esfo rzaro n p o r b u sc ar
la causa determ in an te del desarrollo de las fuerzas productivas en el
p ro g reso del conocim iento, en los avances de la ciencia. É ste fue
el p u n to de vista de K austsky, p o r ejem plo.
Es evidente que el p rogreso de la ciencia, especialm ente de la
ciencia de la naturaleza, ha ejercido una influencia im portante sobre
el d e sa rro llo de las fu erzas p ro d u ctiv as y en p a rtic u la r sobre el de­
sarro llo de la técnica. La g ran in d u stria co n tem p o rán ea sería im po­
sible sin la aplicación de los d escu b rim ien to s científicos m odernos
en el cam po de la m ecánica, de la física, de la quím ica. La gran ag ri­
c u ltu ra de n u e stro tiem po e stá b a sad a en la aplicación de la quím i­
ca, de la agrobiología, etcétera.
Pero, aunque los conocim ientos científicos desem peñan un papel
m uy im p o rta n te en el d e sa rro llo de las fu erzas productivas, es
e r r ó n e o b u s c a r e n e lla s la c a u sa fu n d a m e n ta l y d e te r m in a n te d e su
d e sa r ro llo .
En una c a rta a B orgius, el 25 de enero de 1894, Engels escribía:
Si, com o usted dice, la técnica depende en gran m edida del esta d o de la
ciencia, ésta depende a su vez m ucho m ás del estado y de las necesidades
de la técnica. C uando la sociedad tiene u n a n ecesidad técnica, esto im pulsa
m ás a la ciencia que diez universidades. Toda la h id ro stá tic a (Torricelli, etc.)
surgió de la necesidad de re g u la r los to rre n te s de las m o n tañas en la Italia
de los siglos XVI y xvn. En electricid ad no se hizo nada im p o rtan te h asta que
LAS F U E R Z A S P R O D U C T I V A S
83
no se d escu b rió su aplicab ilidad técnica. P ero desgraciad am en te en Alema­
nia se ha tom ado la co stu m b re de e sc rib ir la h isto ria de las ciencias como
si ésta s h ubiesen caído del cielo.9
Las condiciones económ icas y sociales de la producción no
d eterm in an solam ente la adquisición de ciertos descubrim ientos
científicos, sino tam bién su aplicación.
Por ejemplo, la propiedad del vapor como fuerza m otriz había sido
d e sc u b ierta ya en la an tig u a Grecia. Pero, en ese m om ento, la exis­
tencia del sistem a de esclavitud hacía in necesaria la utilización de
ese descubrim iento, y se opta por el aprovecham iento de la gran can­
tid ad de m ano de o b ra existente.
Las leyes de la com petencia ca p ita lista rep resen tan , p o r el
c o n trario , un gran estím ulo p a ra el d e sa rro llo de la técnica y, como
consecuencia de ello, de la ciencia. Se necesitan co n stantem ente
nuevas m áquinas, capaces de un m ayor rendim iento, p ara poder pro­
d u cir a costos m ás y m ás bajos, y p o der ganarse, de esta m anera,
el m ercado. La situación cam bia cuando el capitalism o ha llegado
a tra n sfo rm a rse en c ap italism o m onopolista. Los m onopolios aca­
p a ran las paten tes de los inventos p a ra im pedir que éstos lleguen
a m anos de sus com petidores. Una p a rte ínfim a de ellos llega a ser
aplicada.
R esum iendo, los descu b rim ien to s científicos crean solam ente la
posibilidad del d esa rro llo de las fuerzas productivas, pero depende
de las relaciones sociales de producción el que esta posibilidad llegue
a co n v ertirse en realidad, es decir, que los descubrim ientos científi­
cos se apliquen realm ente a la producción.
RESUM EN
En este cap ítu lo hem os definido qué entendem os p o r fuerzas productivas
de qué m an era podem os en te n d e r que las fuerzas p roductivas sean d e te r­
m inan tes en últim a in stan cia de las relaciones de producción, au nque sean
estas ú ltim as las que d eterm in en el ritm o y natu raleza de su desarrollo.
H em os explicado qué se debe en ten d e r por socialización de las fuerzas
p rod uctivas y cóm o esta socialización e n tra en contradicción con las rela­
ciones de p roducción c ap italistas. H em os expuesto la form a en que los clá­
sicos p lan tean la co rresp o n d en cia y no corresp o n d en cia en tre fuerzas p ro ­
ductivas y relaciones de p roducción aplicando los alcances de los térm inos
correspondencia y determ inación en últim a instancia. Por últim o, hemos visto
brev em en te la relación que existe en tre el d esarro llo científico y el d e sa rro ­
llo de las fu erzas productivas.
En este cap ítu lo hem os visto los siguientes conceptos: fuerzas producti­
vas — socialización de las fuerzas productivas — determ inación en últim a
instancia.
y
9 K. M arx y F. Engels, Correspondencia, Buenos Aires, Cartago, 1973, p. 412.
84
LA E S T R U C T U R A S O C I A L
CUESTIONARIO
1. ¿Sabe u sted si las in d u stria s de su país funcionan a plena cap acid ad in s­
talada, es decir, si su m aq u in aria funciona al m áxim o de su rendim iento?
Aplique los conceptos de fu erzas p ro d u ctiv as poten ciales y fu erzas p ro ­
ductivas reales a este problem a.
2. Los países de A m érica L atina h an p asad o p o r c risis económ icas ligadas
a la crisis m undial del im p erialism o en estos ú ltim o s años. ¿Cómo se
m anifiesta esta crisis en su país en relación con el d e sarro llo de las fu e r­
zas p ro du ctivas?
3. ¿P or qué en Cuba y en los países so cialistas los efectos de esta c risis son
m ucho m enores, y p o r qué, a p e sa r de se r m enores, sin em bargo afectan
en alguna m edida sus econom ías?
4. La baja productividad del trab ajo de los países de escaso desarrollo, com ­
p a rad a con la a lta p ro d u ctiv id ad de los p aíses d esarro llad o s, ¿se debe
a factores hum anos o a facto res técnicos? ¿Qué h a ría u sted p a ra a u m en ­
ta r la p ro d u ctiv id ad del tra b a jo en su país? ¿Tiene algo que ver el siste ­
m a educacional en el m ayor o m en o r ren d im ien to del trab ajo ?
5. ¿Se puede d ecir que el d esarro llo de relaciones cap italista s en el cam po
en su país ha estim u lad o el d esa rro llo de las fu erzas p ro d u ctiv as?
6. ¿Cuál es el papel que han desem peñado las em p resas tran sn acio n ales en
el desarro llo de las fu erzas p ro d u ctiv as de su país?
7. ¿E n qué sentido favorece la lucha de la clase o b re ra la crecien te sociali­
zación de las fuerzas pro d u ctiv as?
8. A nalizando el grado de socialización que estas fu erzas han alcanzado en
su país, ¿cuáles son los sectores estratégicos cuya paralización h aría m uy
difícil el funcionam ien to del re sto de la econom ía nacional?
9. ¿Cómo se m anifiesta la contradicción fuerzas productivas / relaciones de
producción en su país? ¿Cree u ste d que puede d ecirse que esta c o n tra ­
dicción ha llegado a su fase antagónica?
10. ¿Puede colectivizarse co m p letam en te el agro en el caso de u n a revolu­
ción socialista en su país? ¿D ecisiones de este tipo deben ten er en cu en ta
el d esarro llo de las fu erzas p ro d u ctiv as o pued en p re sc in d ir de él?
11. ¿Cómo se m an ifiesta en los p aíses de escaso d e sa rro llo el problem a de
la corresp o n d en cia o no co rresp o n d en cia e n tre fu erzas p ro d u ctiv as y re ­
laciones de producción? ¿Puede este problem a resolverse sólo en el nivel
in tern o o hay que te n e r en cu en ta el d e sa rro llo c a p ita lista m undial?
BIBLIOGRAFIA
"Les cad res sociaux-économ iques et l’o rganisation de la p la­
nification sociale”, en É tudes de P lanification Socialiste, núm s. 1-2,
pp. 23-25 (sobre la socialización. . .)
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Obras com pletas, t. 1, pp. 186-187 (sobre la socialización. . .)
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pp. 451-480 (sobre el concepto de fu erzas p ro d u ctiv as com o re su lta d o de
la com binación de los elem entos del proceso de tra b a jo b ajo relaciones
de producción determ inadas); especialm ente pp. 466-467 (sobre la socia­
lización. . .)
m a r x , k ., c a r t a a A nnenkov d e l 28 d e d i c i e m b r e d e 1846, e n Obras escogidas
BETTELH EIM , c h .,
LAS F U E R Z A S P R O D U C T I V A S
85
en 3 tom os, t. 1, pp. 531-542 (sobre co rresp o n d en cia fuerzas p ro d u c ti­
vas / relaciones de producción).
M ODIFICACIONES INTRODUCIDAS EN ESTA EDICIÓN
E ste capítu lo , uno de los que m ás reestru c tu ra c io n e s sufrió p a ra la 6a. edi­
ción revisada, ahora no sufre ninguna transform ación de fondo. Sólo se agrega
el p u n to 4 p a ra ilu s tra r la form a en que se m anifiesta en el capitalism o la
co n trad icció n fuerzas p ro d u ctiv as / relaciones de producción.
CAPITULO IV
l.A E S T R U C T U R A E C O N O M I C A D E LA S O C I E D A D
LA ESTRUCTURA ECONÓMICA DE LA SOCIEDAD
Introducción. 1. R elaciones de producción y relaciones de distribución.
2. Relaciones de producción y relaciones de consum o. 3. R elaciones de
producción y relaciones de intercam bio. 4. El papel determ in a n te de las rela­
ciones de producción. 5. La estructura económ ica y el concepto m arxista de
estructura.
INTRODUCCIÓN
Los cap ítu lo s a n te rio re s nos p ro p o rcio n an todos los elem entos teó­
ricos n ecesarios p a ra co m p ren d er el concepto m a rx ista de e stru c ­
tu ra económ ica. Sin em bargo, no em pezarem os p o r su estu d io sino
que llegarem os a él p artien d o de u n a crítica a una definición de eco­
nom ía que refleja m uy bien la form a en que se p lantean el pro b le­
m a los econom istas burgueses.
En el d iccionario de Lalande la econom ía política se define de la
siguiente m anera:
C iencia que tiene p o r objeto el conocim iento de los fenóm enos y [. . .] la d e­
term inación de las leyes que co n ciern en a la d istrib u ció n de las riquezas,
ta n to com o a las de su producción y consum o, en c u an to estos fenóm enos
e stá n ligados al de la distrib u ció n .
En e sta definición se acen tú a en form a cla ra el papel prep o n d e­
ra n te de la d istrib u ció n sob re el resto de los asp ectos de ciclo eco­
nóm ico. N osotros ex am inarem os cad a uno de estos aspectos p a ra
luego d e te rm in a r cuál de ellos es el que d eterm in a todo el proceso.
E m pecem os p o r ex am in ar la relación que existe en tre las
relaciones de d istrib u ció n y las relaciones de producción.
87
Y llam arem os pro d u cto social global al conjunto de bienes p ro ­
ducidos p o r una sociedad en un año.
El gran m érito de M arx es h a b e r dem ostrado, a través de su e stu ­
dio del m odo de producción capitalista, que la d istrib u ció n desigual
no depende de la existencia de n atu ralezas hum anas m ás o m enos
dotadas, sino que depende, fundam entalm ente, de la propiedad o no
pro p ied ad de que gozan los individuos de los m edios de producción.
Debido a que los c ap ita lista s son los p ro p ietario s de los m edios de
producción in d u strial y a que los te rra te n ie n te s son los p ro p ie ta ­
rios de la tie rra, es que pueden ellos ap ro p iarse de la m ayor p arte
del p ro d u cto social.
La lucha de los tra b a ja d o res por m ejores salarios significa en el
fondo una lucha por una m ejor distribución del producto social. Pero
m ien tras la pro p ied ad priv ad a de los m edios de produción esté en
m anos de un pequeño grupo de individuos de la sociedad, este grupo
se o p ondrá a una distrib ución m ás ju sta, no h ará sino pequeñas con­
cesiones p a ra c alm a r la p ro te sta de los trab ajad o res.
La d istrib u ció n del p ro d u cto social depende, p o r lo tanto, de una
d istribución previa de los m edios de producción. Es la form a en que
han sido d istrib u id o s los m edios de producción (elem entos del p ro ­
ceso de producción) lo que d eterm in a fu n d am entalm ente la form a
en la que será distribuido el producto social. A firm ar esto es afirm ar
que las relaciones de d istrib u ció n está n d e term in ad as p o r las rela­
ciones de producción.
Es esto lo que dice M arx en el siguiente texto:
Exam inem os, p or lo dem ás, las llam adas relaciones de distribución m ism as.
El salario supone el tra b a jo asalariado: la ganancia, el capital. E stas form as
d ete rm in a d as de distrib u ción, pues, suponen d eterm inados ca ra c te re s so­
ciales de las condiciones de producción y d eterm in ad as relaciones sociales
e n tre los agentes de la producción. O sea que la relación d eterm inada de dis­
trib u ció n no es o tra cosa que expresión de la relación de producción h is tó ri­
cam en te d e te rm in a d a .2
Y luego en la página siguiente:
Las d en o m inad as relaciones de d istrib u ció n co rresponden a form as especí­
ficam ente sociales e h istó ricam en te d eterm in ad as del proceso de p ro ­
ducción. . ,3
1. RELACIONES DE PRODUCCIÓN Y RELACIONES DE DISTRIBUCIÓN1
2 . RELACIONES DE PRODUCCIÓN Y RELACIONES DE CONSUMO4
La d i s t r i b u c i ó n es la form a en la que el p ro d u cto social global se re ­
p arte e n tre los d iferen tes m iem bros de la sociedad.
1
K. M arx, E lem entos fundam entales para la critica de la econom ía política (Grun­
drisse) 1857-1858, México, Siglo XXI, 1982, t. 1, pp. 15-19.
[86]
Se entiende p o r consum o el acto de u sa r un objeto p a ra satisfacer
una necesidad determ inada. Por ello, no sólo se debe h a b la r de
consum o de alim entos, sino tam bién de consum o de autos, radios,
etcétera.
2 El capital, m/8, p. 1119.
3 Ibid., p. 1120.
4 K. Marx, E lem entos fundam entales. . ., c it., t. 1, pp. 10-15.
88
LA E S T R U C T U R A S O C I A L
I.A E S T R U C T U R A F X O N O M I C A D E LA S O C I E D A D
Si nos situam os en el nivel de la sociedad global, vemos que no
todo s los objetos p roducidos en el p roceso de p roducción son con­
sum idos d irectam en te p o r los individuos. P or ejem plo, los tra c to ­
res, la m áquina de coser, todos los p ro d u cto s de la in d u stria ex trac ­
tiva en general, etcétera.
E stos p ro d u cto s no son consum idos d irectam en te sino que son
utilizados com o m edios de pro d u cció n en o tro s procesos de
producción.
Se distin g u en así dos tipos de consum o:
a] E l consum o individual
y C onsum o d irecto de los valores de uso p o r los individuos de la
sociedad. Ejem plo: alim entos, a rtíc u lo s de vestir, auto, etcétera.
b] E l consum o productivo
^-^Aquí los valores de uso no son consum idos d irectam en te p o r los
individuos de la sociedad sino que intervienen en nuevos procesos
de producción como m edios de producción. Son consum idos produc­
tivam ente, es decir, se usan en la p roducción de nuevos valores de
uso. Por ejem plo, el tra c to r es consum ido p ro d u ctiv am en te en la
p ro d u cció n agrícola.
Se llam a c o n s u m o i n d i v i d u a l al consum o d irecto de los valores de uso
p o r los individuos.
Se llam a c o n s u m o p r o d u c t i v o al consum o de valores de uso como
m edios de producción.
H em os visto, h a sta aquí, que es a p a r tir de la producción como
pueden p recisarse los distintos tipos de consum o. Exam inem os ahora
el papel de la p roducción en el consum o individual.
1] La p roducción p ro p o rcio n a al consum o su objeto. Un consu­
mo sin objeto no es consum o. ¿Cóm o co n su m ir un auto si no se ha
p ro d u cid o p reviam ente?
2] Como el producto no es un objeto en general sino un objeto bien
determ in ad o que debe ser consum ido de u n a m an era d eterm inada,
el objeto de consum o im pone tam bién, por lo tanto, la form a de con­
sum o. El hecho de co n su m ir un auto, p o r ejem plo, im plica el saber
m an e ja r ese auto, etcétera.
¡ 3] La pro d u cció n no sólo p ro p o rcio n a el objeto de consum o y de/ te rm in a la form a de éste, sino que tam bién c rea continuam ente
/ nuevas necesidades de consum o. Si observam os la sociedad c a p ita ­
lista actual, vemos cóm o los p ro d u c to re s de m ercancías se e sfu e r­
zan, m ediante la publicidad, por crear nuevas necesidades. El cambio
de la m oda es uno de los casos m ás evidentes. En resum en, la pro-
89
ducción produce: el objeto de consum o, la form a de consum o y el
in stin to de consum o.
Pero las relaciones e n tre producción y consum o no son u n ilate­
rales. El consum o tiene tam bién un papel en la producción. Si los
objetos producidos no son consum idos se produce una paralización
de la producción. Es el consum o el que crea la necesidad de una
nueva producción.
3. RELACIONES DE PRODUCCIÓN Y RELACIONES DE INTERCAMBIO5
La necesidad de intercam bio nace de la división del trabajo. Cuando
el h o m bre no produce todos los objetos que le son necesarios para
sobrevivir, necesita in te rc a m b ia r los pro d u cto s que le sobran por
o tro s pro d u cto s que le son necesarios.
El intercam bio de productos es un fenóm eno in term ediario entre
la producción y la distribución.
La intensidad, extensión y form a del in tercam bio están de­
te rm in a d as p o r las relaciones de producción. A una producción
re strin g id a co rresponde un in tercam b io restringido. A una p ro d u c ­
ción priv ad a co rresp o n d e un intercam bio privado, etcétera.
4 . EL PAPEL DETERMINANTE DE LAS RELACIONES DE PRODUCCIÓN
D espués de an alizar las diversas relaciones que se producen den tro
del proceso económ ico podem os llegar a co n cluir que son las rela ­
ciones de producción las que constituyen el elem ento determ inante:
Una producción d eterm inada, p o r lo tanto —dice M arx—, determ in a un con­
sum o, una distrib u ció n , un intercam b io determ in ad o s y relaciones recípro­
cas determ inadas de estos diferentes m om entos. A d ecir verdad, tam bién la
p roducción, bajo su form a unilateral, está a su vez determ in ad a por los otros
m om entos [. . .] E n tre los d iferen tes m om entos tiene lu g ar u na acción recí­
proca. E sto o c u rre siem pre en todos los conjunto orgánicos.6
Es este c a rá c te r d eterm in an te de las relaciones de producción lo
que explica que M arx haga in te rv en ir exclusivam ente estas relacio ­
nes en la definición del nivel económ ico.
V eam os cóm o define M arx este nivel:
En el libro III de E l capital, en el capítulo sobre la fó rm ula trin i­
taria, dice que "la totalidad de esas relaciones con la naturaleza y
entre sí en que se encuentran y en que producen los portadores de
esa producción, esa totalidad es justam ente la sociedad, considerada
según su estructura económ ica".1
En este texto se e stá refiriendo tan to a las relaciones técnicas
5 K. M arx, E lem entos fundam entales. . ., cit., pp. 19-20.
6 K. M arx, E lem entos fundam entales. . ., cit., t. 1, p. 20.
7 K. M arx, E l capital, ih/8, p. 1042 (las cu rsiv as son n uestras).
90
LA E S T R U C T U R A S O C I A L
(agentes / n atu raleza) com o a las relaciones sociales de producción
(agentes / agentes).
Por o tra p arte, el texto del Prólogo a la contribución a la crítica
de la econom ía política co n firm a e sta definición:
LA E S T R U C T U R A E C O N O M I C A D E LA S O C I E D A D
91
junto. Es esta organización la que d ete rm in a la función que desem ­
peña cada elem ento den tro de la totalidad.
El siguiente dibujo p erm ite co m p ren d er m ejor lo que querem os
decir:
En la producción social de su existencia, los ho m b res estab lecen d ete rm in a ­
das relaciones, necesarias e independientes de su voluntad, relaciones de p ro­
ducción que corresponden a un determ inado estadio evolutivo de sus fuerzas
p ro d u ctiv as m ateriales. La totalidad de esas relaciones de producción cons­
tituye la estructura económ ica de la sociedad. . .
Pero este texto no sólo con firm a la definición de que la e stru c tu ­
ra económ ica debe ser co n sid erad a com o el conjunto de relaciones
de p roducción de una sociedad d eterm in ad a, sino que agrega algo
m ás que es im p o rtan te: la base m a te ria l sob re la cual se establecen
estas relaciones de producción, es decir, el g rado de d esa rro llo de
las fu erzas pro d u ctiv as. E sto es im p o rtan te p a ra en te n d e r el c a rá c ­
te r dinám ico de la e s tru c tu ra económ ica, la que es al m ism o tiem po
una estructura y un proceso.
H asta aquí hem os visto que son las relaciones de producción las
que definen el nivel económ ico según M arx, que e stas relaciones
están condicionadas p o r las fuerzas productivas, y que M arx em plea
el concepto de estructura p a ra d a r c u en ta de su form a de com bina­
ción específica en las d iferen tes épocas h istó ricas.
Pero ¿qué entien d e el m arxism o p o r e stru c tu ra ?
5 . LA ESTRUCTURA ECONÓMICA Y EL CONCEPTO MARXISTA DE ESTRUCTURA
Al desarro llar el concepto m arxista de e stru c tu ra pretendem os llegar
a exp licar p o r qué M arx no tom a en cu en ta p a ra d efinir la econom ía
los o tro s aspectos del ciclo económ ico: la d istrib u ción, el in te rc am ­
bio y el consum o, cuando la m ay o r p a rte de las definiciones lo hace.
Debem os p a r tir p o r d ife re n c iar dos conceptos: el concepto de to­
talidad del concepto de estructura.
El concepto de totalidad es una noción m uy am plia que es com ún­
m ente ap licad a en fo rm a no d iferen ciad a a cu alq u ier conjunto de
elem entos, desde los conjuntos m ás sim ples h a sta los conjuntos m ás
com plejos com o la sociedad m ism a.
N osotros definirem os com o totalidad, en sentido estricto, a aquel
" to d o ” que está form ado p o r un conjunto de elem entos yu x tap u es­
tos que no tienen ninguna form a específica. Por ejem plo, un p aq u e­
te de azúcar. E ste “ to d o ” está form ado p o r u n a cierta can tid a d de
pequeños c rista le s de a zú car que to m arán la fo rm a del recipiente
que los contenga, sin que el cam bio de lu g ar d en tro de la totalid ad
afecte en n ad a a cada c ristal.
El concepto de estructura, en cam bio, se refiere a un “ todo” en
el que los elem entos no se yuxtaponen sino que, p o r el co n trario ,
se en c u e n tra n d istrib u id o s en ella según u n a organización de con-
Los elem entos que se com binan son: un círculo y c u a tro trazos
pequeños. En la prim era e stru c tu ra los cu atro trazos form an un cua­
d ra d o en el cen tro de la figura; en la segunda, los dos su p eriores
rep re sen tan los ojos, el del c en tro la nariz y el in ferio r la boca. Aquí
vemos claram en te que los m ism os elem entos cum plen un papel di­
feren te según sea la organización del todo y lu gar que ocupan en él.
E sto es lo que M arx qu iere decir cuando escribe, refirién d o se a
los elem entos que form an p a rte del proceso de trabajo:
. . .el hecho de que un valor de uso ap arezca com o m ateria prim a, m edio de
trabajo o producto depende p o r en tero de su función determ inada en el pro­
ceso laboral, del lu g ar que ocupe en el mismo', con el cam bio de ese lugar
cam b ian aq u ellas d eterm inaciones.8
Sin em bargo, el concepto de e s tru c tu ra en M arx va m ás allá de
una sim ple organización de los elem entos en un todo h a sta aquí
analizada.
Lo fundam ental en el concepto m a rx ista de e stru c tu ra es el tipo
de relación que se establece e n tre los distin to s elem entos del todo.
No la relación de un elem ento aislado con el todo sino las d iferen ­
tes relaciones que se establecen en tre los elem entos, que son las que
determ in an , en últim a instancia, el tipo de organización del todo.
Ya hem os visto cómo los distin to s elem entos del proceso de trab ajo
se en cu e n tra n com binados en dos relaciones fundam entales: las re­
laciones técnicas y las relaciones sociales de producción.
A hora bien, estas relaciones que a rtic u la n de una d ete rm in a d a
m an era los distin to s elem entos del proceso de tra b a jo tienen un
c ará c ter relativam ente estable..Los elem entos pueden cam biar, pero
si se m antienen las relaciones se h ab la rá de una m ism a e stru c tu ra .
R ecordem os el caso de la m an u fa ctu ra. En este caso la e s tru c tu ra
se c a ra cteriza b a p o r una com binación de relaciones sociales capi­
ta lista s de producción (capitalista / asalariado) y p o r relaciones
técnicas en que el tra b a ja d o r colectivo e stab a form ado p o r un con­
junto de trabajadores parcelarios de tal modo que la relación de éstos
con los m edios de trab ajo form aba todavía una un id ad inseparable.
M ientras existan estas relaciones se deb erá h a b la r de m a n u fac tu ra
8 K. M arx, E l capital, i/l, p. 221.
LA E S T R U C T U R A S O C I A L
iunq u e cam bie la calid ad y el c a rá c te r de los in strum entos: m artilos, telares, palas, etc., y au n q u e cam bie el tipo de tra b a jo especiaizado y su núm ero.
E sta e stru c tu ra sólo cam bia cuando cam bian las relaciones en tre
os elem entos al in tro d u c irse la m áq u in a-h erram ien ta. La relación
le un id ad e n tre tra b a ja d o r y m edio de trab ajo se rom pe y se constiuye u n a nueva u n id ad e n tre el m edio de tra b a jo y el objeto de tr a ­
bajo que d eterm in a a su vez un cam bio de c a rá c te r en el tra b a ja d o r
zolectivo que p asa a ser socializado.
A hora bien, estas relaciones no son visibles a p rim e ra vista.
C ualquier o b serv ad o r su p erficial a firm a ría que la diferencia en tre
la m a n u fa c tu ra y la gran in d u stria se lim ita a u n grado m ayor de
desarrollo tecnológico de los in stru m en to s de trabajo.
Y
son tan poco visibles que sólo pueden ser sacadas a luz a través
de un serio tra b a jo científico. Ya hem os dicho cóm o m uchos escri­
tores se h ab ían referid o an tes de M arx a la situ ación de explotación
de la clase tra b a ja d o ra bajo el capitalism o, pero nadie antes que él
fue capaz de d e sc u b rir las relaciones p ro fu n d as que e stab a n en
el origen de e sta explotación. Se d escrib ían los efectos del sistem a
cap italista pero no se conocía su estru c tu ra , sus relaciones internas.
P or últim o, el concepto de e stru c tu ra en M arx es inseparable del
concepto de proceso. Cuando M arx estudia la m anufactura, al m ism o
tiem po que estu d ia las relaciones de producción que la caracterizan
com o tal, e stu d ia la fo rm a en que, a trav és de las contradicciones
in te rn a s p ro p ias a esa e s tru c tu ra , se van p re p a ra n d o las condicio­
nes p a ra que el tra b a jo altam en te especializado del o b rero p a rc e la ­
rio se transform e en trabajo parcelario de una m áquina-herram ienta.
M uestra, p o r o tra p arte, cóm o el lím ite físico, o rgánico que im plica
la unidad tra b a ja d o r p arcelario / m edio de tra b a jo cae en con trad ic­
ción con el afán de ganancia del cap italista, etcétera.
Podríam os d ecir que lo que M arx realiza en E l capital, en gene­
ral, no es un análisis estructural del m odo de pro d ucción ca p ita lista
que pone el acento en sus relaciones estables, no variables, sino, por
el co n tra rio , un análisis de la d inám ica de d e sa rro llo de este m odo
de producción, de sus con trad iccio n es in tern as, de las condiciones
de su d esaparición. Pero si bien pone el acento en el proceso, este
p roceso sólo puede ser estu d iad o científicam en te a p a rtir de sus re ­
laciones estru ctu rales fundam entales que determ inan lo que este pro­
ceso tiene de específico y que lo diferencia de cualquier otro proceso.
D espués de lo dicho a n te rio rm e n te podem os d efin ir el concepto
de e s tru c tu ra de la siguiente m anera:
L lam arem os e s t r u c t u r a a una to talid ad artic u la d a com puesta p o r un
conjunto de relaciones in tern as y estables que son las que d eterm inan
la función que cum plen los elem entos d en tro de e sta to ta lid a d .9
9
No cab e aquí d e s a rro lla r m ás am pliam ente el concepto m arx ista de e s tru c tu ra y
su relación con el estru ctu ralism o , pero debem os ad elan tar, p a ra ev itar equívocos, que
93
LA E S T R U C T U R A E C O N Ó M I C A D E LA S O C I E D A D
P or últim o, nos p arece im p o rtan te in tro d u c ir un nuevo concepto
p a ra d a r c u en ta del ciclo económ ico global: producción, d istrib u ­
ción, in tercam bio y consum o.
P a ra ello em pezarem os p o r definir lo que entendem os p o r orga­
nización.'0 Una organización es tam bién u n a to talid ad articu lad a,
pero de elem entos visibles. C uando la organización de estos elem en­
tos sigue un determ in ad o ord en interno, cuando e stá su jeta a una
d e term in ad a je ra rq u ía , hab larem o s de sistem a ."
En este sentido es que nos referim os al "sistem a económ ico’’ de
u n a d e term in ad a sociedad. C uando hablam os de sistem a económ i­
co estam os incluyendo en el concepto todas las fases del ciclo eco­
nómico.
P or lo tanto, d istinguirem os en tre dos conceptos: e stru c tu ra
económ ica y sistem a económ ico.
L lam arem os
ducción.
e s t r u c t u r a e c o n ó m ic a
al conjunto de relaciones de p ro ­
L lam arem os s i s t e m a e c o n ó m i c o al proceso económ ico global: pro d u c­
ción, d istrib u ció n , in tercam bio y consum o.
r esu m en
En este cap ítu lo hem os em pezado p o r ex am in ar la relación existente entre
d istrib u ció n , consum o, in tercam b io y producción p a ra llegar a defin ir la es­
tru c tu ra económ ica com o el conjunto de relaciones de producción. P ara acla­
ra r este concepto nos hem os detenido en el concepto m arxista de estru ctu ra.
H em os visto aquí los siguientes conceptos: estructura económ ica, consu­
m o productivo y consum o individual.
según texto inédito de A lthusser "toda estructura en Marx debe ser entendida com o pro­
ceso” y que, po r no h a b e r señalado su ficien tem en te este aspecto fu n d am en tal del con­
cepto m arx ista de e stru c tu ra , se ha afirm ad o que la co rrie n te alth u sse ria n a es una in­
terp retac ió n e s tru c tu ra lista de Marx.
Por o tra parte, el concepto m arx ista de e s tru c tu ra no tiene n ad a que ver con una
sim ple "co m b in ato ria" de relaciones. La e s tru c tu ra social no es, p ara el pensam iento
m arxista, u n a sim ple com binación de relaciones que p o d ría c o n stru irse independien­
tem ente de la h isto ria em pírica, p o r una p arte, y p o r o tra, el m arxism o reconoce una
cie rta je ra rq u ía en estas relaciones. E xisten relaciones d o m inantes y relaciones que
tienen un papel determ in an te en Ultima instancia. Se trata, com o dice A lthusser, de una
"e s tru c tu ra a do m in an te”, d eterm in ad a en ú ltim a in stan cia p o r las relaciones
económ icas.
Tam poco cabe se p a ra r sin cro n ía y d iacronia. Se tr a ta sólo de dos p u n to s de vista.
Cuando se acen tú a el c a rá c te r estab le de las relaciones y se las estu d ia com o tales, se
está pensando desde un p u n to de v ista sincrónico, p ero esa m ism a e s tru c tu ra pensada
com o proceso im plica p o n er en p ráctica un p u n to de v ista diacrònico.
10 J. Pouillon, "P resentació n : un ensayo de d efin ició n ”, en Problemas del estructu­
ralismo, México, Siglo XXI, 1969, 3a. ed., p. 9.
11 Ibid.
94
LA E S T R U C T U R A S O C I A L
C U ESTIO N A RIO
1. Consiga datos estad ístico s de su país que le p erm itan h acerse una idea de
la form a en que se d istrib u y e el p ro d u cto nacional en los d istin to s secto ­
res de la población.
2. ¿Q ué diferencia existe e n tre el consum o individual de un cam pesino pe­
queño p ro d u cto r, de un a sala ria d o agrícola y de un o b rero ? ¿Y e n tre el
consum o individual de estos tra b a ja d o re s y los te rra te n ie n te s y grandes
c a p italistas in d u striale s? T rate de g ra fic ar su resp u esta.
3. ¿Puede p ro d u cirse una re e stru c tu ra c ió n p ro fu n d a del ingreso de la po­
blación sin u na tran sfo rm ació n de las relaciones de p roducción?
4. ¿Q ué elem entos en tra n en lo que se denom ina consum o pro d u ctiv o en el
secto r in d u strial m ás d estacad o de su país?
5. ¿Qué es lo que obliga a los e m p resario s a em p lear u n a p a rte im p o rtan te
de sus ganancias en consum o p roductivo?
6. Si u sted p reten d e d efin ir la e s tru c tu ra económ ica de su país, ¿qué tipo
de relaciones económ icas debe te n e r en cu en ta y p o r qué?
B IB L IO G R A FÍA
"E l objeto de E l capital", § vil, en Para leer “E l capital",
pp. 178-196; ed. francesa, II, pp. 149-159 (sobre las relaciones e n tre p ro ­
ducción, d istribució n , in tercam b io y consum o).
l e n i n , v.i., ¿Quiénes son los “am igos del p u e b lo " y cóm o luchan contra los socialdem ócratas?, en E scritos económ icos (1893-1899), M adrid, Siglo XXI,
1974, t. 2, 14-15 y en Obras com pletas, t. 1, pp. 199-200 (sobre el concepto
de e s tru c tu ra en el m arxism o).
M A R X , K., "Prólogo a la c o n trib u ció n a la c rític a de la econom ía p o lític a ”
(1859), en Introducción general a la crítica de la econom ía política, C ua­
dernos de P asado y P resen te núm . 1, México, 1984, pp. 65-69 (sobre las
relaciones de producción).
M A R X , K. E lem entos fundam en ta les para la crítica de la econom ía política
(Grundrisse), 1857-1858, México, Siglo XXI, 1982, t. 1, pp. 8-20.
M A R X , K ., Trabajo asalariado y capital (diciem bre de 1847), en Obras escogi­
das en 3 tom os, t. 1, pp. 162-163.
m a r x , K., E l capital, m/8, p. 1042, y cap. l i : "R elaciones de d istrib u ció n y re­
laciones de p ro d u c c ió n ”, pp. 1113-1121 (sobre la e s tru c tu ra económ ica
y las relaciones de producción).
p o u i l l o n , j ., "Presentación: u n ensayo de definición”, en Problemas del estructuralism o, México, Siglo XXI, 1969.
A l t h u s s e r , L.,
M O D IFIC A C IO N E S IN TR O D U C ID A S E N ESTA ED IC IÓ N
E lim inación del ejem plo sobre la d istribución p or h a b er d esarrollado el tem a
en el cap ítu lo i. El re sto del cap ítu lo se m antiene sin m odificaciones.
CAPITULO V
BA SE Y SU PERESTR U C TU R A
I. Base y superestructura. 2. Superestructura: una noción problem ática.
3. R elaciones entre base y superestructura.
1. BASE Y SUPERESTRUCTURA
Desde el cap ítu lo I h a sta el IV se han estu d iad o los conceptos que
nos p erm iten co m p ren d er la e s tru c tu ra económ ica de la sociedad.
El estu d io detallad o y rig u ro so de esta e s tru c tu ra es fundam ental,
pues a p a rtir de ella se pueden co m p ren d er los o tro s niveles de
la sociedad.
M arx y Engels han llam ado in f r a e s t r u c t u r a o b a s e a la e stru c ­
tu ra económ ica de la sociedad, y SUPERESTRUCTURA a las in stitu cio ­
nes jurídico-políticas, E stado, derecho, etc., y a las "fo rm as de la
co nciencia so c ial” que co rre sp o n d e n a u n a in fra e s tru c tu ra
d eterm in ad a.
En el Anti-D ühring Engels dice:
. . .la e s tru c tu ra económ ica de la sociedad constituye en cada caso el fu n d a­
m en to real a p a rtir del cual hay que explicar en ú ltim a in stan cia to d a la su­
p e re s tru c tu ra de las in stitu cio n es ju ríd icas y políticas así com o los tipos de
re p re sen tac ió n religiosa, filosófica y de o tra n atu raleza, de cada período
h is tó ric o .1
M ediante las nociones de base y su p e re stru c tu ra M arx y Engels
ex p resaro n la relación que existe en tre el aspecto económ ico de la
sociedad y los aspectos jurídico-político e ideológico ("form as de la
conciencia social").
De la m ism a m an era que en un edificio los cim ientos sirven de
base p a ra su construcción, la e stru ctu ra económica es la base de todo
el edificio social.
Uno de los grandes ap o rte s de M arx y Engels es h a b er d escu b ier­
to que p a ra e stu d ia r la sociedad no se debe p a r tir de lo que los
ho m b res dicen, im aginan o piensan, sino de la form a en que p ro d u ­
cen los bienes m ateriales necesarios p a ra su vida.
En todos los casos es la relación d irecta en tre los pro p ietario s de las condi­
ciones de p roducción y los p ro d u cto res d irectos —relación ésta cuya form a
1 Anti-D ühring, México, G rijalbo, 1964, p. 12.
[95]
96
LA E S T R U C T U R A S O C I A L
eventual siem pre co rresp o n d e n a tu ra lm e n te a d eterm in a d a fase de d e sa rro ­
llo del m odo de trab ajo y, p o r ende, a su fuerza p ro d u ctiv a social— donde
en co n trarem o s el secreto m ás íntim o, el fu n d am en to o culto de toda la es­
tru c tu ra social, y p o r consiguiente tam b ién de la fo rm a p olítica que p re se n ­
ta la relación de soberan ía y dependencia, en sum a, de la form a específica
del estad o existente en cad a caso. E sto no im pide que la m ism a base econó­
m ica —la m ism a con arreg lo a las condiciones p rin c ip a les—, en v irtu d de
incontables d iferentes circ u n sta n cia s em píricas, condiciones n atu rales, re­
laciones raciales, influencias históricas operantes desde el exterior, etc., pueda
p resen tar infinitas variaciones y m atices en sus m anifestaciones, las que sólo
re su lta n com prensibles m ed ian te el an álisis de estas circ u n sta n cia s em p íri­
cam ente d ad as.2
La noción de s u p e r e s t r u c t u r a designa, p o r lo tanto, dos aspectos
de la sociedad: la e s tru c tu ra jurídico -p o lítica y la e s tru c tu ra ideoló­
gica. A la p rim e ra co rresp o n d en el E stad o y el derecho, a la segun­
da, las llam adas "fo rm as de la conciencia so cial” .
2.
SUPERESTRUCTURA: UNA NOCIÓN PROBLEMÁTICA
El que hayam os em pleado el térm in o "n o ció n ” p a ra h a b la r de la su ­
p e re s tru c tu ra no se debe a un sim ple accidente, se debe a que no
ha sido e stu d ia d a en form a acab ad a p o r los m arxistas.
¿Puede decirse, p o r ejem plo, que todo lo que o c u rre en una so­
ciedad que no p erten ece a la in stan cia económ ica debe ser conside­
rad o com o un fenóm eno p erten ecien te a la su p e re stru c tu ra ?
Stalin, en su artícu lo "A propósito del m arxism o en lingüística”,3
afirm a que el lenguaje no es un fenóm eno p erteneciente a la su p e r­
e s tru c tu ra ni a la base o in fra e stru c tu ra .
En una c a rta que se refiere a este a rtíc u lo dice:
. . .no se puede situ ar el lenguaje ni en las categorías de las bases, ni en aquella
de las su p e re stru c tu ra s. T am poco se le puede s itu a r en la cate g o ría de los
fenóm enos "interm edios” entre la base y la su p erestru ctu ra, ya que no existen
fenóm enos interm edio s de este género.4
P or o tra p arte, A lthusser, al c ritic a r a G ram sci, sostiene que la
ciencia es un fenóm eno que no puede ser colocado bajo la categoría
de s u p e re stru c tu ra .
H acer de la ciencia una su p e re stru c tu ra es p en sarla com o una de esas ideo­
logías “o rg án icas” que hacen tan bien bloque con la e s tru c tu ra que deben
d e sa p a re c e r con ella.5
2 K. Marx, El capital, mlS, p. 1007.
3 Véase “ M arxism e et lin g u istiq u e” , artícu lo de É. B alibar ap arecido en Cahiers
M arxistes-Leninistes, núm . 12-13, julio-octubre de 1966, pp. 19-25.
4 C arta a K racheninnikova, citada po r É. B alibar, op. cit., p. 25.
5 L. A lthusser, “ El o bjeto de E l capital", en Para leer "El capital", p. 145. (Edición
fran cesa, t. ii , p. 92.)
BASE Y SUPERESTRUCTURA
97
Si el concepto de su p e re stru c tu ra no da cu enta de todos los
fenóm enos extraeconóm icos, ¿cuál debe se r el concepto que p erm i­
ta d a r cu en ta de ellos? É ste es un problem a teórico que el m arx is­
mo debe resolver.
3.
RELACIONES ENTRE BASE Y SUPERESTRUCTURA
Según la teo ría m arxista, es en la in fra e stru c tu ra donde hay que
b u sca r el "hilo con d u cto r” p ara explicar los fenóm enos sociales p er­
tenecientes a la su p e re stru c tu ra , pero esta afirm ación no im plica
a firm a r que todo se reduce o es un sim ple reflejo de lo económ ico.
Sin em bargo, m uchos textos de M arx y Engels se p re sta n p ara
una in te rp re ta ció n de este tipo debido a la acentuación excesiva
que dan al papel que desem peña la e s tru c tu ra económ ica den tro
de la sociedad.
Debem os p reg u n tarn o s, p o r lo tanto, cuál puede ser la razón que
llevó a M arx y Engels a re aliza r tal acentuación.
Es necesario re c o rd a r que en el m om ento h istórico en que estos
au to res escrib ían existía una fu e rte c o rrien te idealista que a trib u ía
a la v o luntad y al pensam iento de los hom bres la causa de los fenó­
m enos sociales, despreciando el papel de la vida m aterial. Aun los
pen sad o res que ocupaban las posiciones m ás avanzadas, como
los m ate ria lista s ingleses y franceses de los siglos x v i i y xvm y el
m a te ria lista alem án Ludwig F euerbach, continuaban sosteniendo
principios id ealistas cuando se tra ta b a de explicar los fenóm enos
de la vida social, la h isto ria de las sociedades.
Teológos y filósofos idealistas, sociólogos e histo riad o res bu rg u e­
ses, todos los ideólogos de la a risto c ra c ia feudal y de la g rande y
pequeña b u rg u e sía veían en la conciencia, la razón, las ideas políti­
cas, m orales y religiosas la fuerza m otriz fundam ental y d e term i­
n ante del d esarro llo de la sociedad.
Veam os cóm o c ritica M arx este idealism o en una c a rta a
Annenkov, del 28 de diciem bre de 1846, donde habla del libro de
Proudhon, Filosofía de la miseria:
. . .El señ o r P roudhon ve en la h isto ria c ierta serie de d esarro llo s sociales;
e n cu e n tra el p ro g reso realizado en la historia. . . El a u to r no puede explicar
estos hechos y de im proviso surge la hipótesis de la razón universal que se
revela a sí misma. N ada más fácil que inventar causas m ísticas, es decir, frases
que carecen de sen tid o com ún.6
Por co m b a tir posiciones de este tipo M arx y Engels caen, en
cierto s textos, en el extrem o opuesto. É stos, aislados del contexto
y del cam po ideológico en el que han sido producidos, han conduci­
do a falsas in terp retacio n es.
Por ejem plo, el pasaje siguiente de La ideología alemana:
6 K. M arx y F. Engels, Correspondencia, cit., p. 15; Obras escogidas, t. 1, p. 532.
BASE Y SUPERESTRUCTURA
LA E S T R U C T U R A S O C I A L
98
. . .Las representacio n es, los pensam ientos, el com ercio e sp iritu a l de los
hom bres se p resen tan todavía, aquí, com o em anación d ire c ta de su co m p o r­
tam iento m a te ria l.7
En la página siguiente dice:
. . .La m oral, la religión, la m etafísica y cu alq u ier o tra ideología y las form as
de conciencia que a ellas corresponden pierden, así, la apariencia de su propia
sustantividad.
La in te rp re ta ció n m ecánica, no crítica, de textos com o éstos ha
dado nacim iento a u n a sim plificación del m arxism o.
C iertos m arx istas, los llam ados p o r Lenin "m a rx ista s v u lg ares”,
se esfu erzan p o r deducir directam ente de la econom ía todos los fe­
nóm enos p ro d u cid o s a nivel jurídico-político e ideológico.
E n el caso de la ideología filosófica, p o r ejem plo, preten d en
d ed u cir los conceptos de m a te ria y de e sp íritu de las relaciones so­
ciales de producción. El concepto de m a te ria c o rresp o n d ería al p ro ­
leta ria d o (trab ajo m aterial) y el concepto de e sp íritu co rresp o n d e­
ría a los ca p ita lista s (trabajo de organización y ad m in istració n que
no es un tra b a jo de tip o m aterial).
Lenin rechaza con energía este sim plism o haciendo ver que estos
conceptos han sido p ro d u cid o s hace m ás de dos m il años p o r filóso­
fos que p erten ecían a d iferen tes clases.
A los m arx istas v ulgares debe rep etírseles la frase de Engels en
su c a rta a Borgius del 25 de enero de 1894: no existe "u n efecto a u to ­
m ático ” de la situ ació n económ ica.9
Es n ecesario m o stra rle s que si M arx y Engels han acen tu ad o el
lado económ ico se debe a que fre n te a sus ad v ersario s les era nece­
sario ‘‘s u b ra y a r este p rin cip io fu n d a m e n ta l” negado p o r ellos y a
que no siem pre tuvieron "tiem po, lu g ar ni o p o rtu n id ad de h acer ju s­
ticia a los dem ás elem entos que p a rtic ip a n en su in te rac ció n ”.10
El estu d io de las o b ras p o líticas de M arx y Engels es la p ru eb a
m ás evidente de la im p o rtan cia que aco rd ab an a los otro s niveles
de la sociedad y, sobre todo, a la acción revolucionaria, pro d u cto
de la luch a de clases.
R especto al papel de la econom ía, estos a u to res afirm aban:
. . .Si alguien lo terg iv ersa tran sfo rm án d o lo en la afirm ació n de que el ele­
m ento económ ico es el único d eterm in an te, lo tra n sfo rm a en u n a frase sin
sentido, a b stra c ta y a b su rd a .11
7 México, G rijalbo, 1956, p. 68.
8 Op. cit., p. 69.
9 En K. M arx y F. Engels, Obras escogidas en tres tom os, t. iii, p. 531. E sta carta,
p o r e rro r, ha sido conocida com o "c a rta a S tark en b u rg ", re d a c to r de la revista en que
fue p u b licad a p o r p rim e ra vez. Bajo ese nom bre ap areció en las an te rio re s ediciones
de este libro.
10 F. Engels, ca rta a Bloch del 21-22 de septiem bre de 1890, en K. M arx y F. Engels,
Correspondencia, p. 381; Obras escogidas, t. iii, p. 516.
11 K. M arx y F. Engels, Correspondencia, p. 379; Obras escogidas, t. iii, p. 514.
99
Las condiciones económ icas son “en definitiva las decisivas'', pero
los o tro s aspectos de la sociedad desem peñan tam bién un papel:
El desenvolvim iento político, jurídico, filosófico, religioso, literario , a rtís ti­
co, etc., se b asa en el d esarro llo económ ico. Pero estos elem entos interactú an e n tre sí y tam bién vuelven a a c tu a r sobre la base económ ica [. . .]. Hay,
p o r el co n trario , interacción sobre la base de la necesidad económ ica, la que
en últim a in stan cia siem pre se ab re cam in o .12
Los elem entos de la su p e re stru c tu ra están ligados d ire cta o indi­
rectam ente a los cam bios operados en la infraestru ctu ra, pero tienen
una autonom ía relativa y su desarrollo se encuentra regido por leyes
específicas.
Engels señala cóm o el d e sarro llo de la filosofía, p o r ejem plo, no
puede se r explicado p u ra y sim plem ente a p a rtir del d esarro llo
económ ico:
. . .la filosofía de cada época, p uesto que es un dom inio preciso de la divi­
sión del trab ajo , p resu p o ne un d eterm in ad o m aterial in telectual heredado
de sus an teceso res y del que tom a su p u n to de p artid a. Y ésta es la razón
p o r la cual los países económ icam ente atra sa d o s pueden h acer de p rim er
violín en filosofía. . ,13
Podem os, p o r lo tanto, d ecir que pueden ex istir cierto s elem en­
tos ideológicos que se trasm iten de una form ación social a otra, pero
estos elem entos están siem pre puestos al servicio de los intereses
de las clases dom inantes, a las que sirven de in stru m en to s de lucha.
La tra n sfo rm a ció n radical de la su p e re stru c tu ra y su rem plazo por
una nueva no excluye la co n tin u id ad de algunos elem entos.
Si la econom ía d e te rm in a ra m ecánicam ente to d a la su p e r­
e s tru c tu ra y el d esarro llo de la sociedad, M arx y Engels caerían en
un c o n tra se n tid o absurdo: h ac er un llam ado a la lucha de clases y
a la revolución cuando todo e sta ría ya determ in ad o p o r anticipado
p o r la econom ía.
É ste es uno de los puntos m ás frecu en tem en te repetidos por los
críticos del m arxism o. Se com placen en señ alar "la incoherencia ló­
gica” de la teo ría m arxista. P or una p arte, la afirm ación de la d e te r­
m inación económ ica y, p o r otra, la afirm ación de la necesidad de
la acción de los "h o m b re s” en la h isto ria. E sta c rítica no hace sino
rev elar la ignorancia o la m ala fe de quienes la form ulan, los que
parecen o lv id ar la diferencia radical que existe en tre el determ inismo m a rx ista y el d eterm inism o m ecanicista.
Engels escribía lo siguiente a Franz M ehring sobre este problem a:
A esto se une tam bién la idea estú p id a de los ideólogos, de que porque les
12 F. E ngels a B orgius, en K. M arx y F. Engels, Correspondencia, p. 412: Obras es­
cogidas, t. ni. pp. 530-531.
13 C arta a S chm idt (Londres, 27 de o ctu b re de 1890), en K. M arx y F. Engels, Co­
rrespondencia, pp. 385-386: Obras escogidas, t, ni, p. 521.
100
LA E S T R U C T U R A SO C IA L.
BASE Y SU PE R E ST R U C T U R A
negam os un d esarro llo h istó rico indepen d ien te a las diversas esferas de la
c u ltu ra que desem peñan un papel en la h isto ria, tam b ién les negam os todo
efecto sobre la historia. A p a rtir de esta concepción co rrien te, no dialéctica
de cau sa y efecto com o polos o p u esto s de m an era rígida, de la ignorancia
a b so lu ta de la interacció n , esos señ o res olvidan con frecu en cia y casi deli­
b erad am en te que, u n a vez que un fa c to r h istó rico ha sido en g en d rad o p o r
o tro s facto res económ icos, vuelve a a c tu a r tam b ién a su vez y puede volver
a a c tu a r sobre su m edio e incluso sobre su s p ro p ias c a u sa s .14
D esgraciadam ente, M arx y Engels no pudieron d esarro llar de una
m a n e ra sistem ática y p ro fu n d a el p ro b lem a del d eterm inism o espe­
cífico del m arxism o.
A lthusser nos dice al resp ecto que:
101
BIBLIOGRAFIA
ALTHUSSER. L.: “ El objeto de E l capital", en Para leer El capital, pp. 145 y 202
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MODIFICACIONES INTRODUCIDAS EN ESTA EDICION
. . .propo nerse p e n sa r la d eterm in ació n de los elem entos de u n todo p o r la
e s tru c tu ra del todo; la d eterm in ació n de una e s tru c tu ra p o r o tra e s tru c tu ­
ra, es decir, los problem as de la cau salid ad e stru c tu ral, es plan tearse un p ro ­
blem a absolutam en te nuevo, d en tro del m ás grande em brollo teórico, ya que
no se dispone de ningún concepto teórico elab o rad o p a ra reso lv erlo .15
Algunos años m ás ta rd e el filósofo fran cés p re fe rirá el térm ino
"causalidad dialéctica m aterialista” al de "causalidad estru ctu ral”.16
El cap ítu lo se m antiene sin cam bios de fondo. Sólo sufren m odificaciones
dos térm inos; En lu g ar de u sa r la p ala b ra " infraestructura", que tiene o tro
sen tid o en econom ía, se usa el térm ino "base". P or o tra p a ríe se cam b ia d
term m o nivel o "n iv eles” de la sociedad p o r el de "asp ecto s” (económ ico
ideologico jurídico-político) ya que el térm in o nivel po d ría h a c e r p en sar en
una d istrib u c ió n espacial escalonada. E n el capítulo siguTente A erem os
^ c im T d e l0 ^ 0111^ aspecto. ldeol°gico no es un aspecto que está situado por
“ 0“ d e l í d i f i c K S “
RESUMEN
La p rim era p arte de este capítu lo , m ás que un d esarro llo del tem a de la base
y de la su p e re stru c tu ra , p reten d e se r u n a ad v erten cia del estad o p recario
de la investigación m arx ista acerca de lo que se entien d e p o r " s u p e r­
e stru c tu ra ". La segunda p arte p reten d e d e m o stra r que Marx y Engels nunca
red u jero n la su p e re stru c tu ra a la in fra e stru c tu ra . Las e stru c tu ra s jurídicopolíticas e ideológicas, que fo rm an p a rte de la su p e re stru c tu ra , tienen una
relativa au to n o m ía en relación con la in fra e stru c tu ra y sus p ro p ias leyes de
funcionam iento y d esarrollo.
c u e s t io n a r io
1. ¿Cree usted que la su p e re stru c tu ra ideológica y política de su país es un
reflejo de la e s tru c tu ra económ ica?
2. ¿C ontradice al m arxism o el que las ideas de los lib erta d o re s de A m érica
L atina hayan sido m ás avanzadas que las p ro p ias relaciones de p ro d u c­
ción de sus respectivas p a tria s?
3. ¿P odría d a r un ejem plo co n creto de u n a in te rp re ta c ió n eco nom icista del
m arxism o en su pro p io país?
14 C orrespondencia, p. 408; Obras escogidas, t. IH, pp. 524-525.
15 L. Althusser, "El objeto de El capital", en Para leer "El capital", p. 202; ed. fran­
cesa, t. II, p. 168.
16 E lem entos de autocrítica (junio de 1972), Barcelona, Laia, 1975.
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E S T R U C T U R A ID E O L Ó G IC A
103
CAPÍTULO VI
ESTRUCTURA IDEOLÓGICA
1. Introducción. 2. E l contenido del aspecto ideológico. 3. Ideología y clases
sociales. 4. Ideología y estructura. 5. R egiones ideológicas. 6. Ideologías prác­
ticas e ideologías teóricas. 7. Tendencias ideológicas. 8. Origen del carácter
deform ado y falseado de las representaciones ideológicas. 9. E structura ideo­
lógica y determ inación económ ica.
C uando se piensa e s ta r fren te a una percepción p u ra y desnuda
de la realid ad o a una p rác tic a p u ra, lo que ocurre, en verdad, es
que se está frente a una percepción o a una práctica "im puras", m ar­
cadas por las e stru c tu ra s invisibles de la ideología. Como no se per-cibe su acción, se tiende a to m ar la percepción de las cosas y del
m undo p o r percepciones de las "cosas m ism as”, sin d arse cu enta
de que esta percepción no se da sino bajo la acción d efo rm ad o ra de
la ideología.
%
1. INTRODUCCIÓN1
En los cap ítu lo s a n te rio re s hem os visto que la teo ría m arx ista
sostiene que en toda sociedad existe una base económ ica y una superp^fm rtiira j iirjdirn-polítira e ideológica. E stos aspectos están a rticu ­
lados e n tre sí de u n a m a n e ra com pleja, siendo el económ ico el que
es d e term in an te en ú ltim a instancia.
Si se em plea la m etáfo ra arq u itectó n ica de M arx y Engels del edi­
ficio con un cim iento o b ase y u n a su p e re s tru c tu ra que se c o n stru ­
ye sobre este cim iento, se puede d ecir que la ideología p ertenece a
la su p e re stru c tu ra . Pero la ideología no se lim ita a ser solam ente
una in stan cia de la su p e re stru c tu ra , ella se desliza tam bién p o r las
o tra s p a rte s del edificio social, es como-eí-€ementG-qu£.asegurqJg,
cohesión del edificio. La ideología cohesiona a los individuos en sus
p a p é te K 'e ir ^ 'I tm c r ó n e s y en sus relaciones sociales.
La ideología im pregna todas las actividades del hom bre, com pren­
diendo e n tre ellas la p rá c tic a económ ica y la p rá ctica política. E stá
presen te en sus actitu d es fren te a las obligaciones de la producción,
en la idea que se hacen los tra b a ja d o re s del m ecanism o de la p ro ­
ducción. E stá p resen te en las ac titu d e s y en los juicios políticos, en
el cinism o, la honestidad, la resignación y la rebelión. G obierna los
co m p o rtam ien to s fam iliares de los individuos y sus relaciones con
los o tro s h o m b res y con la n atu raleza. E stá p resen te en sus juicios
acerca del "sen tid o de la v id a ”, etcétera.
La ideología e stá h a sta tal p u n to p resen te en todos los actos y los
gestos de los individuos que llega a ser indiscernible de su “expe­
riencia vivid a 1' y, p o r ello, todo análisis inm ediato de lo "vivido está
pro fu n d am en te m arcad o p o r la acción de la ideología.
1
En este p u n to nos hem os basado fundam entalm ente en el ensayo "P ráctica teó ri­
ca y lucha ideológica", de Louis A lthusser, publicado en La filosofía com o arm a de la
revolución, México, C uadernos de P asado y P resente núm . 4, 1983, pp. 48-49.
[102]
EL CONTENIDO DEL ASPECTO IDEOLOGICO2
El aspecto ideológico es, p o r lo tanto, una realid ad objetiva indis­
pensable a la existencia de toda sociedad, aun de la sociedad
com unista.
¿Cuál es el contenido de este aspecto? E stá form ado por dos tipos
de sistem as: los sistem as de ideas-representaciones sociales (las ideo­
logías en_senli.dn restringido) v los sistem as de actitudes-com porta­
m ientos socialeÁÁlas costum bres).
Los sistem as ae~rdeas*representaciones sociales a b arcan las ideas
políticas, ju rídicas, m orales, religiosas, estéticas y filosóficas de los
h om bres de una sociedad determ in ad a. E stas ideas se dan bajo la
form a de diversas rep resen tacio n es del m undo y del papel del
h om bre d e n tro de él. Las ideologías no son rep resen tacio n es o b jeti­
vas, científicas del m undo, sino rep resen tacio n es llenas de elem en­
tos im aginarios; m ás que d e sc rib ir u n a realidad, expresan deseos,
esperanzas, nostalgias. Las ideologías pueden c o n ten er elem entos
de conocim iento, pero en la m ayor p a rte de ellas predom inan los
elem entos que tienen u n a función de adaptación a la realidad. Los
ho m b res viven sus relaciones con el m undo d e n tro de la ideología.
Es ella la que tra n sfo rm a su conciencia y sus actitu d es y conductas
p a ra ad ecu arlas a sus ta re a s y a sus condiciones de existencia. Por
ejem plo: la ideología religiosa que h abla del sentido del sufrim ien ­
to y de la m u e rte p ro c u ra a los explotados represen tacio n es que le
p e rm itan so p o rta r m ejor sus condiciones de existencia.
Los sistem as de actitudes-com portam ientos están constituidos por
el conjunto de hábitos, costum bres y tendencias a reaccio n ar de una
d e term in ad a m anera. Es m ás fácil que u n a perso n a m odifique su
form a de re p re se n ta rse el m undo, es decir, su ideología en sentido
estricto , a que cam bie sus form as h a b itu ales de vivir y e n fre n tarse
p rác tic am en te a las situaciones vitales. Es p o r ello por lo que en tre
las ideologías en sentido estric to y los sistem as de actitudes-com ­
p o rtam ien to s no existe siem pre u n a relación de identidad. Las rela ­
ciones dialécticas que se establecen en tre ellas pueden ir desde la
iden tid ad total o p arcial a la contradicción.
Es im p o rtan te ten er en c u en ta estos sistem as de actitudes-com 2
En este p unto nos hem os b asad o en el a rtícu lo so b re la revolución cu ltu ral aparecido en Cahiers M arxistes-Leninistes, núm . 14, P arís, 1966, pp. 14-15.
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104
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p o rtam ien to s, ya que a trav és de ellos se ex p resan determ in ad as
tenden cias ideológicas. Así, p o r ejem plo, d eterm in ad as costum bres,
determ in ad o s “ h ábito s de tra b a jo ” , cierto ‘‘estilo de dirección y
m ando” pueden ser contrarios a la ideología del p ro letariado aunque
se den en m ilitan tes o dirig en tes socialistas. Los h áb ito s de tra b ajo
y de m ando, si se m u ltiplican, p ueden llegar a ser signos de d istin ­
ción social, de tom as de p a rtid o (conscientes o no) en la lucha de
clases ideológica. El com portam iento tecnocrático o buro crático de
algunos dirig en tes m arx istas revela la p en etración de la ideología
b u rg u e sa en las filas de la clase ob rera.
3.
IDEOLOGÍA
y
CLASES SOCIALES3
H em os visto que ta n to en u n a sociedad sin clases com o en una
sociedad de clases la ideología tiene com o función a se g u ra r una de­
term in a d a relación de los h o m b res en tre ellos y con sus condicio­
nes de existencia, a d a p ta r a los individuos a sus ta re a s fijadas por
la sociedad.
En una sociedad de clases esta función está dom inada por la form a
que tom a la división de los h om bres en clases. La ideología e stá des­
tin ad a, en este caso, a asegurar la cohesión de los hom bres en la es­
tructura general de la explotación de clase. E stá d estin ad a a asegu­
ra r la dom inación de u n a clase sob re las o tra s haciendo aceptable
a los explotados sus p ro p ias condiciones de explotación com o algo
fund ad o en ‘‘la v oluntad de D ios” , en "la n a tu ra le z a ” , o en ‘‘el deber
m o ra l”, etcétera.
Pero la ideología no es u n a "m e n tira p ia d o sa ” inventada p o r los
explotad o res p a ra en g añ ar a los explotados; ella sirve tam bién a
los individuos de la clase d o m inante p a ra reco nocer a los sujetos
de esta clase, p a ra a c e p ta r com o "q u e rid a p o r D ios”, com o "fijada
p o r la n a tu ra le z a ” o p o r "el d eb er m o ra l” la dom inación que ejer­
cen sobre los explotados. Ella le sirve de lazo de cohesión social para
co m p o rta rse com o m iem bros de u n a m ism a clase, la de los explota­
dores. La "m e n tira p ia d o sa ” de la ideología tiene, p o r lo tanto, un
doble uso: se ejerce sobre la conciencia de los explotados para hacer­
les aceptar com o natural su condición de explotados; se ejerce sobre
los m iem bros de la clase d o m inante para perm itirles ejercer com o
natural su explotación y su dom inación.
3
En este p u n to nos hem os basado en el artícu lo de A lthusser, antes citado,
pp. 49-55. El concepto de clases sociales será tra ta d o en form a exhaustiva en el c a p ítu ­
lo x. Por ah o ra ad elan tarem o s la definición que allí dam os y estudiam os: "L as clases
sociales son gru p o s sociales antagónicos, en que uno se ap ro p ia del tra b a jo del o tro
a cau sa del lu g ar d iferen te que ocupan en la e s tru c tu ra económ ica de un m odo de p ro ­
ducción d eterm in ad o , lugar que está d eterm in ad o fu ndam entalm ente po r la form a e s­
pecífica en que se relacionan con los m edios de producción . Como ejem plos de estas
clases antagónicas tenem os am os / esclavos, señores te rra te n ie n te s / siervos, ca p ita ­
listas / obrero s.
4.
105
IDEOLOGÍA Y ESTRUCTURA4
Las ideologías, com o todas las realidades sociales, sólo son inteligi­
bles a trav és de su estructura. La ideología co m p o rta re p re se n ta ­
ciones, im ágenes, señales, etc., pero estos elem entos considerados
aisladam ente no hacen la ideología; es su sistem a, su m odo de com ­
binarse lo que les da sentido; es su e s tru c tu ra lo que determ in a su
significado y función. Debido a que está d ete rm in a d a por su estruc­
tura, la ideología su p era com o realid ad todas las form as en las que
es vivida subjetivam ente p o r tal o cual individuo. La ideología, por
lo tanto, no se reduce a las form as individuales en las que es vivida
y, p o r ello, puede se r objeto de un estudio objetivo. Es p o r esto por
lo que podem os h a b la r de la n atu ra leza y de la función de la ideolo­
gía y estu d iarla.
5.
REGIONES IDEOLÓGICAS5
El estu d io objetivo de la ideología nos hace ver que, a p esar de ser
una realidad que se en cu en tra difusa en todo el cuerpo social, puede
ser dividida, sin em bargo, en regiones p articu lares, cen trad as sobre
diferentes tem as. Así, podem os d istin g u ir regiones relativam ente
autónom as en el seno del aspecto ideológico, p o r ejem plo, ideología
m oral, religiosa, ju ríd ica, política, estética, filosófica, etcétera.
No todas estas regiones han existido siem pre en la h isto ria. Se
puede prever que algunas desap arecerán o se confundirán con otras
en el cu rso de la h isto ria del socialism o y del com unism o.
En las diferen tes sociedades, en relación con las clases sociales
que en ella existen, tal o cual región dom ina a las o tras. Así se expli­
can, p o r ejem plo, las indicaciones de M arx y Engels acerca de la
influencia dom inante de la ideología religiosa en todos los m ovim ien­
tos de rebelión cam pesina desde el siglo xiv al xvm , y aun en c ier­
tas form as prim itivas del m ovim iento obrero. La ideología religiosa
parece dom inar como región ideológica en la historia de la liberación
de algunas razas oprim idas, como la de los negros en Estados Unidos.
6 . IDEOLOGÍAS PRÁCTICAS E IDEOLOGÍAS TEÓRICAS6
En cada una de las regiones a n te rio rm en te señaladas la ideología
puede e x istir bajo dos form as: 1) form a m ás o m enos difusa, m ás
o m enos irreflexiva o ideologías prácticas y 2) form a m ás o m enos
consciente, reflexiva y sistem atizad a o ideologías teóricas.
Sabem os que pueden e x istir ideologías religiosas que poseen
reglas, ritos, etc., sin que posean una teología sistem ática; la apari4 En este p unto hem os re c u rrid o al a rtícu lo an tes citado, pp. 49-50.
5 Véase A lthusser, op. cit., pp. 50-51.
6 Ibid., pp. 51-52.
106
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ción de una teología re p re se n ta un m ayor grado de sistem atización
teó rica de la ideología religiosa. Lo m ism o o c u rre con las dem ás re ­
giones de la ideología. Ellas pueden e x istir bajo una form a noteorizada, no-sistem ática, bajo la form a de co stu m bres, tendencias,
gustos, etc., . . . o, p o r el c o n trario , bajo u n a fo rm a sistem atizada
y reflexiva com o " te o ría ” m oral, " te o ría ” política, etc. La form a su­
p e rio r de la teorización de la ideología es la filosofía en el sentido
tradicio n al del térm ino. Es im p o rtan te a c la ra r aquí que estas “ideo­
logías teóricas” pueden c o n ten er elem entos de tipo científico, pero
debido a que estos elem entos están integrados en una e s tru c tu ra de
tipo ideológico, sólo logran d a r conocim ientos p arciales que se ven
deform ados o lim itados p o r su situ ació n d en tro de esta e stru c tu ra .
7. TENDENCIAS IDEOLÓGICAS7
No sólo existen regiones ideológicas, existen adem ás d iferentes ten ­
dencias ideológicas.
Al a firm a r M arx que "las ideas dom inantes son las ideas de la
clase d o m in an te” nos m o stra b a el cam ino p a ra e stu d ia r las diver­
sas tendencias ideológicas. Así com o hay clases dom inantes y clases
dom inadas, existen tendencias ideológicas dom inantes y tendencias
ideológicas dom inadas.
P or lo tanto, en el in te rio r del asp ecto ideológico, en general, po­
dem os observar la existencia de diferentes tendencias ideológicas que
expresan las “representaciones" de las diferentes clases sociales: ideo­
logía burg u esa, peq u eñ o b u rg u esa, p ro letaria.
Pero no se debe p e rd e r de vista que en las sociedades cap italistas
las "ideologías p eq u eñ o b u rg u esa y p ro le ta ria son ideologías subor­
dinadas y que en ellas son siem pre, au n en la p ro te sta de los explo­
tados, las ideas de la clase d o m inante las que p rev alecen ”. E sta
v erd ad cien tífica es de p rim o rd ia l im p o rtan cia p a ra co m p ren d er la
historia del m ovim iento obrero y la p ráctica de los com unistas. ¿Qué
q u iere d ecir M arx cuando afirm a que la ideología de la clase b u r­
guesa dom ina las o tra s ideologías y, en p a rtic u la r, la ideología p ro ­
le taria ? Ello significa que la p ro te sta o b re ra c o n tra la explotación
se ex p resa d e n tro de la e s tru c tu ra m ism a, p o r lo tanto, del sistem a
y, en gran p arte, de las rep resen tacio n es y de las nociones de refe­
rencia de la ideología dom inante burguesa, por ejemplo: lucha obrera
c e n tra d a en la obtención de m ay o r p o d er ad quisitivo de bienes de
consum o. La presión de la ideología b u rg u esa es tal que la clase
o b re ra no puede, p o r sí sola, lib erarse de la ideología burguesa. É sta
es m ás antigua y está m ucho m ejor elaborada. Además posee m edios
de difusión in co m p arab lem en te m ás poderosos. Para que la ideolo­
gía obrera espontánea llegue a transform arse hasta el p u n to de ser
liberada de la ideología burguesa, es necesario que reciba del exte­
rior el socorro de la ciencia y que se tra n sfo rm e bajo la influencia
7 Ibid., pp. 54-55.
107
l.A E S T R U C T U R A S O C IA L
de este elem ento nuevo, radicalm ente distinto de la ideología, en una
ideología en que predom inan los elem entos científicos.
La tesis leninista fundam ental de la “im portación" o de la nece­
sa ria “fu sió n " de la teoría m arxista y el m ovim ien to obrero8 no es,
p o r lo tanto, una tesis a rb itra ria o la descripción de un accidente
de la historia; está fundada, por el contrario, en la natu raleza m ism a
de la ideología y de los lím ites absolutos del d esarro llo n a tu ra l de
la ideología espontánea de la clase o b rera.
8. ORIGEN DEL CARÁCTER DEFORMADO Y FALSEADO DE
LAS REPRESENTACIONES IDEOLÓGICAS9
Las ideologías contienen elem entos de conocim iento de la realidad,
pero éstos se en cu e n tra n siem pre in tegrados p o r un sistem a global
de represen tacio n es que, por principio, es un sistem a deform ado y
falseado de la realidad.
¿Cuál es el origen del c a rá c te r n ecesariam ente deform ado y
falseado de la ideología?
¿Se debe este c a rá c te r a la necesidad que tiene la clase do­
m inante de en gañar a las clases que le están su b o rd in ad as, p ara
lo g rar m an ten er su dom inio sobre ellas?
P ara resp o n d er a e sta p reg u n ta analicem os, prim eram ente,
cuáles son los lím ites de toda conciencia espontánea de la realidad.
U tilicem os, p a ra ello, uno de los análisis hechos p o r M arx en E l
capital, el que co rresp o n d e al cap ítu lo IX del libro III, acerca de la
ta sa general de ganancia.
Situem os rápidam ente los p á rrafo s que nos interesan. En este ca­
pítulo M arx señala que originalm ente las tasas de ganancia de cada
ram a de la producción difieren m ucho u n as de o tras, pero que, por
efecto de la com petencia, estas tasas tienden a u n ifo rm a rse en una
tasa m edia de ganancia. Los precios de producción, en el sistem a
c a p italista de producción, se establecen agregando al costo de p ro ­
ducción de las m ercancías un porcentaje de ganancia calculado sobre
la base de la tasa m edia de ganancia. E sto da p o r resu lta d o que el
c a p italista no reciba exactam ente el p lu svalor por él producido. De
la m asa de plusvalor producido en un d eterm in ad o período por el
capital social global, recibe sólo una can tid a d proporcional al capi­
tal que ha invertido.
E sto es lo que, en resum en, dice M arx en el siguiente texto:
E n e s te a sp e c to , en ta n to se to m e e n c o n s id e ra c ió n la g a n a n c ia , los d iv e rso s
c a p ita lis ta s se c o n d u c e n c o m o m e ro s a c c io n is ta s de u n a so c ie d a d p o r accio8 T om ada p o r Lenin de K arl K autsky.
9 En este p unto nos hem os b asad o fu n d am en talm en te en el a rtícu lo de A lthusser:
"S o b re el concepto de ideología” , ap arecid o en Polémica sobre m a rxism o y h u m a n is­
mo, México, Siglo XXI, 1966, pp. 183-186, y en el ensayo de E m ilio de ípola: ‘‘Los len­
guajes del m arxism o en lo que se refiere al an álisis de la cu o ta de ganancia m edia reali­
zado po r M arx en el libro iii de E l capital".
108
I -A E S T R U C T U R A S O C IA L.
nes, en la cual las p articip acio n es en las g anancias se d istrib u y e n e q u ita ti­
vam ente p o r cada 100, y que p o r ello sólo se d iferen cian p a ra los diversos
cap ita lista s según la m ag n itu d del cap ital in vertido p o r cad a cual en la em ­
p resa global, según su p articip ació n relativ a en la e m p resa global, según el
n ú m ero de acciones que posea. Por lo tanto, m ie n tras que esta p a rte del p re ­
cio de la m ercancía, que repone las p a rte s de v alo r del cap ital consum idas
en la producción m ercan til, y con la cual, p o r consiguiente, deben readquirirse estos valores de cap ital consum idos; m ie n tra s que e sta p arte, el precio
de costo, depende p o r com pleto del desem bolso efectu ad o d e n tro de las res­
pectivas esferas de la producción, el o tro com ponente del p recio de la m e r­
cancía, la ganancia ag reg ad a a este p recio de costo, no depende de la m asa
de la ganancia p ro d u cid a p o r ese cap ital d eterm in ad o en esa e sfera d e te rm i­
n ad a de la producción d u ra n te un tiem po dado, sino según la m asa de ga­
nan cia que co rresp o n d e a cad a cap ital em pleado, com o p arte a lícu o ta del
cap ital social global em pleado en la p roducción global, en prom edio, d u ra n ­
te un lapso d a d o .10
Algunas páginas m ás adelante, M arx señala los efectos que tiene,
p a ra la conciencia de los agentes de la p roducción, e sta separación
o diferen cia de m ag n itu d e n tre el plu sv alo r p ro d ucido p o r el capi­
ta lista y la g anancia recib id a p o r el cap ital que ha invertido.
La v erd ad era diferencia de m ag n itu d e n tre g anancia y p lu sv alo r [■ . .] en las
esferas p a rtic u la re s de la p ro d ucció n oculta p o r com pleto la v e rd ad era n a ­
tu ra le z a y el origen de la ganancia, no sólo al capitalista, que en este aspecto
tiene un interés especial en engañarse, sino tam bién al o breroV
Y luego, algunos p á rra fo s m ás adelante:
. . .el capitalista práctico, preso en la lucha com petitiva y que de ninguna m a­
n e ra com prende sus m anifestaciones, debe se r totalm ente incapaz de descu­
brir, a través de la apariencia, la naturaleza intrínseca y la figura íntim a de
este proceso.12
De este análisis de M arx podem os sa c a r algunas im portantes con­
clusio n es p a ra el estu d io de la ideología.
M arx nos indica que la base fu n d am en tal de la estructura econó­
m ica c ap italista (es decir, el p lusvalor v erd ad ero origen de la ganan­
cia) se " o c u lta ” com p letam en te a la conciencia de los agentes de la
p rod u cció n (capitalistas y obreros). De ello podem os co n clu ir que
la percepción que tienen del proceso económ ico los agentes de la
producción, au n aquellos que fo rm an p a rte de la clase dom inante,
es un a percepción deform ada y falseada. E sta deform ación de la re a­
lidad no proviene, p o r lo tanto, esencialm ente del interés de enga­
ñ a r de la clase dom inante, sino m ás bien del c a rá c te r objetivo del
sistem a económ ico com o tal (es decir, de la d iferencia de m agnitud
e n tre el p lu sv alo r y la ganancia).
Podem os, p o r lo tan to , co n clu ir que la deform ación de la reali­
10 K. Marx, El capital, m/6, p. 200.
11 Ibid., p. 212 (las cursivas son nuestras).
12 Ibid., pp. 212-213 (las cursivas son nuestras).
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109
dad pro p ia al conocim iento ideológico no se explica p o r una espe­
cie de "m ala conciencia” o "voluntad de e n g a ñ a r” de las clases
dom inantes, sino que se debe fun d am en talm en te a la necesaria opa­
cidad de las realidades sociales que son estructuras com plejas que
sólo pueden llegar a ser conocidas m ediante un análisis científico de
ellas.
En efecto, en la vida real, los hom bres se encuentran efectivam en­
te determ inados por estructuras objetivas (relaciones de producción,
relaciones políticas de clase, etc.), su vida p rác tica les convence de
la existencia de estas realidades, les hace p e rc ib ir algunos efectos
objetivos de la acción de estas estru c tu ra s, pero les disim ula su esen­
cia. No pueden llegar a través de la sim ple percepción a un conoci­
m iento verd ad ero de e stas e stru c tu ra s. El conocim iento del m eca­
nism o in tern o de las d iferentes e stru c tu ra s sociales no puede ser
sino el resu ltad o de o tra actividad diferente de la sim ple percepción
proveniente de la vida práctica: la actividad científica.
De la m ism a m an era com o el conocim iento de las leyes de la n a­
tu rale za no puede ser el p ro d u c to de la sim ple actividad técnica ni
de la sim ple percepción —las que no p ro p orcionan sino observacio­
nes y conocim ientos em píricos y recetas técn icas— sino, p o r el con­
tra rio , el p ro d u cto de una actividad específica d istin ta de las activi­
dades inm ediatas: la actividad científica, así el conocim iento de las
realidades sociales no puede se r el p ro d u c to de la sim ple percep ­
ción o vivencia de dichas realidades, sino, p o r el c o n trario , el p ro ­
ducto de u n a actividad científica, que capta, “a través de la aparien­
cia, la naturaleza intrínseca y la figura ín tim a ” de estas realidades.
É sta es la razón p ro fu n d a de la existencia de la ideología como
rep resentación deform ada y falseada. É sta es la razón pro fu n d a que
p erm ite en te n d er p o r qué, aun en las sociedades sin clases, seguirá
existiendo la ideología. Las form as p a rtic u la res de la ideología
pueden v a ria r m ucho, desde los m itos de las sociedades prim itivas
h asta las distintas form as de ideología de la sociedad m oderna (ideo­
logía m oral, religiosa, estética, ju ríd ica, política, etc.), pero en toda
sociedad, existan o no clases, la ideología su b siste com o un
conocim iento n ecesariam ente deform ado y falseado. E ste efecto de
deform ación puede ser m ás o m enos grande, y su b siste inevitable­
m ente m ien tras exista su causa: la natu raleza e stru ctu ra l, opaca, de
la sociedad que produce la ideología com o uno de sus efectos
orgánicos.
Es, p o r lo tanto, e rra d o c o n sid era r que el c a rá c te r deform ado y
falseado de la ideología se debe a una p u ra y sim ple ignorancia o
a un m ito forjado to talm ente p o r un g ru p o y u n a clase. El m arxis­
m o ha ro to con e sta concepción de la ideología que era en el fondo
u n a concepción de tipo idealista.
Ahora bien, en las sociedades de clase, esta p rim era deform ación
se com bina con una deform ación sup lem en taria, que dom ina a la
prim era. Una de las adquisiciones fun d am en tales de la teo ría marxista es precisam ente la afirm ación de que en una sociedad de clases
la ideología es siem pre u n a ideología de clase, determ in ad a, en su
LA E S T R U C T U R A S O C IA L
contenido, p o r la lucha de clases, y que en ella la ideología dom i­
nan te es la ideología de la clase dom inante.
Sin em bargo, si se considera en form a aislada esta verdad, se corre
el peligro de c a e r en u n a concepción e rra d a acerca de la n atu ralez a
de la ideología; se co rre el peligro de p e n sa r que la ideología no es
sino el in stru m e n to u tilizado p o r u n a clase p a ra ex p lo tar a las o tras
clases; se co rre el riesgo de p e n sa r que la rep resen tació n ideológica
es u n a m e n tira ú til fab ricad a p o r los m iem bros de la clase dom i­
nan te p a ra so m eter a su dom inio a las clases que le está n su b o rd i­
nadas, como si los m iem bros de la clase d o m inante poseyeran la
verdad y p u d ie ra n e sc a p a r a los efectos de deform ación producidos
p o r toda ideología. Ahora bien, afirm ar esto no es negar que las clases
dom in an tes p u edan u tiliz a r en form a consciente esos efectos de de­
form ación p a ra fo rta le c er sus posiciones de dom inación.
No cabe d u d a de que la deform ación de la ideología se en c u en tra
dom inada, en u n a sociedad de clases, p o r los efectos específicos de
la división en clases, del papel que desem peñan estas clases en la
e s tru c tu ra social, etc. Pero este hecho no cam bia en nada el p rin c i­
pio general que explica, en ú ltim o térm ino, la deform ación necesa­
ria de toda rep resen tació n ideológica p o r el carácter estructural de
toda sociedad.
Sólo la teo ría m a rx ista ha sido capaz de ro m p er la opacidad de
to d a sociedad y p e n e tra r en su e s tru c tu ra a p rim e ra vista invisible,
d escu b rien d o el papel fu n d am en tal que tienen en ella las relaciones
de producción. Desde entonces el p ro letariad o cuenta con arm as teó­
ricas p a ra c o rre g ir la im agen n ecesariam en te falseada que esp o n tá­
n eam ente tiene de la sociedad cap italista. De ahí que, bajo la acción
de la ciencia m arx ista, la ideología de u n a clase social: el p ro le ta ­
riado, pued a tra n sfo rm a rse , p o r p rim e ra vez, en u n a “ideología
c ie n tífic a ”.
De ahí tam bién que, a m edida que se avanza en los conocim ien­
tos de la sociedad y la n atu raleza, y a m edida que van d esap arecien ­
do las diferencias de clases y sus efectos deform adores sobre la ideo­
logía en la sociedad com unista, el contenido de la ideología su frirá
tam bién una transform ación, siendo cada vez menos deform ado, cada
vez m ás científico.
9.
ESTRUCTURA IDEOLÓGICA Y DETERMINACIÓN ECONÓMICA
H em os visto que el aspecto ideológico e stá co n stitu id o p o r el
conjunto de represen tacio n es y com portam ientos sociales. Según el
m arxism o, el hilo conductor que perm ite explicar estas ideas y com ­
p o rtam ien to s es la form a en que los h om bres producen los bienes
m ateriales, es decir, la e s tru c tu ra económ ica de la sociedad. No son,
p o r lo tanto, las ideas las que d eterm in an el co m p ortam iento de los
hom bres, sino que es la form a en la que los h om bres p articip an en
la producción de bienes m ateriales lo que d eterm in a sus pensam ien­
tos y acciones.
E S T R U C T U R A ID E O L Ó G IC A
1 11
Pero a firm a r que la econom ía determ in a las ideas de los hom bres
¿im plica re d u c ir el aspecto ideológico a un sim ple reflejo del nivel
económ ico?
El m arxism o no a firm a que lo ideológico pueda red u cirse sim ­
plem ente a lo económ ico. Afirma, por el c o n trario , que el aspecto
ideológico tiene su contenido propio y sus propias leyes de funciona­
m iento y desarrollo. Como se veía m ás a rrib a , este nivel está co n sti­
tuido por diversas tendencias ideológicas (burguesa, pequeñoburguesa, p ro le taria , etc.), una de ellas dom ina a las o tra s y, p o r lo tanto,
d eterm ina, en u n a c ie rta m edida, sus form as de existencia. P or o tra
p arte, la región dom inante (religiosa, m oral, filosófica, etc.) no está
d e te rm in a d a directam en te p o r la econom ía, sino p o r las c a ra c te rís­
ticas p ro p ias de la e s tru c tu ra ideológica de una sociedad d e te rm i­
nada. Según las trad icio n es religiosas o laicas de u n a sociedad, la
ideología dom inante b u rg u esa p o d rá m an ifestarse a través de ex­
presiones religiosas, m o rales o filosóficas. La clase dom inante sabe
siem pre u tiliz a r el lenguaje que le perm ite lo g rar la m ayor com uni­
cación con las clases dom inadas. Da un contenido de clase a la m a­
teria ideológica que le ofrece la tradición, los hábitos y co stu m b res
de esa sociedad d eterm inada.
El aspecto ideológico no es un sim ple reflejo del nivel económ i­
co, sino una realid ad que posee una e s tru c tu ra pro p ia y sus p ro p ias
leyes de funcionam iento y desarrollo (m ateria ideológica preexisten­
te, tendencia dom inante y form a de actuación de ésta sobre las ten ­
dencias subordinadas, etc.). La determ inación económica actúa sobre
e sta e s tru c tu ra en su conjunto. Por lo tanto, el pro d u cto ideológico
es el re su ltad o de dos tipos de determ inaciones: una in te rn a a la es­
tru c tu ra ideológica m ism a y o tra ex tern a (jurídico-política y econó­
mica). No existe una determ inación directa, mecánica, de la econo­
mía, sino una determ inación com pleja, estructural.
Veam os lo que dice Engels al respecto en una c a rta a C onrad
Schm idt, del 27 de o ctu b re de 1890:
En lo concerniente a los dom inios de la ideología. . . —religión, filosofía, etc.—
tienen u n a raíz p reh istó rica, preexistente y que p asa al período histórico. . .
Es decir, cada nuevo período histó rico (m arcado p o r una nueva
determ inación económ ica) se en c u en tra fren te a una m a te ria lega­
da p o r el período h istórico a n te rio r y es sobre e sta m a te ria sobre
la que a c tú a la nueva d eterm inación económ ica.
Pero no sólo se tra ta de una m a te ria ideológica legada, se tra ta
tam bién, y sobre todo en el caso de ideologías que han llegado a
a d q u irir un grado elevado de sistem atización, de todo un “in stru ­
m en tal” que perm ite d e sa rro lla r esta m ateria: bibliotecas, ficheros,
trab a jo s de investigación, e s tru c tu ra educacional, etc. La pobreza
o riqueza filosófica de un país, por ejemplo, no depende directam ente
de la pobreza o riqueza económ ica, sino de la pobreza o riqueza de
la m ateria y el instrum ental filosófico legado por el período anterior.
Engels dice, acerca de este punto, en la c a rta ya citada:
112
LA E S T R U C T U R A S O C IA L
La econom ía no crea aquí absolutam ente nada nuevo, pero determ ina la form a
en que el m aterial in telectual ex istente es alte ra d o y d esarrollado, y tam bién
e sto la m ayoría de las veces in d irectam en te p orque son los reflejos p o líti­
cos, ju ríd ico s y m o rales los que ejercen la m ay o r influencia d ire cta sobre
la filosofía.
Si insistim os en la au to n o m ía relativ a de la e s tru c tu ra ideológi­
ca respecto a la e stru c tu ra económ ica no es sólo por el gusto de hacer
p recisiones teó ricas sino debido a las graves repercusiones políticas
que tiene su olvido.
M uchos crítico s del m arxism o p reten d en n eg ar la validez de esta
teo ría afirm an d o que M arx se equivocó resp ecto a la clase obrera:
"en la m edida en que el capitalism o se ha ido d esarrollando, la clase
o b re ra —en lu g a r de c re c e r y m a d u ra r en conciencia de clase— se
ha ido a b u rg u esan d o y ad a p ta n d o cada vez m ás al siste m a ” . Si el
m arxism o so stu v iera que la conciencia de clase o ideología es un
sim ple reflejo de las condiciones económ icas podría, sin duda, a fir­
m arse que M arx se equivocó. P ero el m arxism o sostiene algo muy
diferente: las condiciones económ icas c rean las condiciones m ate­
riales objetivas (concentraciones de g ran d es m asas de trab aja d o res
en los cen tro s u rbanos; división técnica y organización del trab ajo
d e n tro de las fábricas, lo que crea e n tre los tra b a ja d o re s hábitos de
cooperación y disciplina, m ovilidad te rrito ria l de la m ano de o b ra
que les p erm ite d escu b rir nuevos horizontes, etc.), que sirven de base
a la to m a de conciencia de clase del p ro letariad o , pero estas condi­
ciones no provocan, no crean nada directam ente. P ara que el p role­
ta ria d o d e sc u b ra sus v erd ad ero s in tereses de clase, es decir, p a ra
que llegue a a d q u irir u n a conciencia de clase p ro le taria , es necesa­
rio h a c e r in te rv e n ir facto res extraeconóm icos; es necesario poner
en m anos del p ro le ta ria d o la te o ría m arx ista, único in stru m e n to
capaz de lib e ra r la ten d en cia ideológica p ro le ta ria de las defor­
m aciones reform istas y econom icistas, productos de la ideología b u r­
guesa dom inante.
R E SUM E N
En este capítulo hem os e stu d iad o la e stru c tu ra ideológica. H em os visto cuál
es el lu g ar que ocupa d en tro de la sociedad, qué relaciones existen e n tre ella
y las clases sociales, cuál es el origen de la n atu ra le z a n ecesarim en te de­
form ad a y falsead a de las rep resen tacio n es ideológicas cuan d o ellas no son
m odificadas p o r el conocim iento científico. Y, p or últim o, cóm o a c tú a la de­
term inación económ ica sobre la e s tru c tu ra ideológica.
H em os visto los siguientes conceptos: estructura ideológica — regiones
ideológicas — tendencias ideológicas — ideologías prácticas — ideologías
teóricas.
CUESTIONARIO
1. ¿P odría se ñ alar qué ideas existen d en tro de la clase o b re ra de su país que
no son sino un efecto de la ideología b u rg u e sa dom inante?
E S T R U C T U R A ID E O L O G IC A
113
2. ¿Qué piensa de la legislación laboral de su país? ¿E s u na legislación que
o rie n ta las luchas o b re ra s hacia un a ru p tu ra del sistem a c a p italista o las
o rie n ta hacia la o btención de refo rm as que no alte ra n la reproducción del
sistem a económ ico h asta entonces dom inante?
3. ¿Se deben c o n sid e ra r las ideologías religiosas com o un todo único o exis­
ten asp ecto s c o n trad icto rio s, es decir, aspectos revolucionarios y aspec­
tos reaccio n ario s d en tro de un a m ism a ideología religiosa?
4. ¿Q ué papel desem peña la religión en su país? ¿Cuál es la ac titu d que se
debe a d o p ta r fren te a ella?
5. ¿Cree usted que la m ayor p arte del p ro letariad o de su país posee una ideo­
logía de c a rá c te r p ro letario ?
6. ¿De qué m an era co n creta los sectores con conciencia de clase del p ro le ta ­
riad o de su país han logrado a d q u irir esa conciencia? ¿Qué papel han te­
nido los p artid o s com u n istas y los o tro s p a rtid o s de izquierda en el d esa­
rro llo de esa conciencia de clase?
7. ¿P o d ría p o n er algunos ejem plos de cóm o se expresa la ideología pequeñob u rg u esa en su país? ¿E xiste algún p artid o que represente esta ideología?
8. Las concepciones ideológicas que dom inan en su país ¿son concepciones
que proviene de trad icio n es nacionales o son concepciones in tro d u cid as
desde el ex terio r?
BIBLIOGRAFÍA
, l ., “P ráctica teó rica y lucha ideológica” (20 de ab ril de 1965), en
La filosofía com o arma de la revolución, C uadernos de Pasado y P resen­
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a l t h u s s e r , l ., s e m p r ú n , j ., s i m ó n , m . y v e r r e t , m ., Polémica sobre m arxism o y hu­
m anism o, México, Siglo XXI, 1968; especialm ente "R esp u estas de Louis
A lth u sser”, pp. 172-199.
MARX, K., Y e n g e l s , F., La ideología alemana, México, Ediciones de C ultura Po­
p u lar, 1974, cap. i, pp. 15-75.
m a r x , k ., El capital, h i / 6 , cap. i x .
alth u sser
M ODIFICACIONES INTRODUCIDAS E N ESTA EDICIÓN
El cap ítu lo se m an tien e in tacto salvo un a aclaración acerca del papel que
desem p eñ a el conocim iento científico de la h isto ria en la ideología p ro leta­
ria y en el c a rá c te r cada vez m enos deform ado de la e s tru c tu ra ideológica,
en general, en la sociedad que avanza hacia el com unism o. Además, aquí,
com o en el cap ítu lo a n terio r, hem os rem plazado el térm in o "nivel” por el
de " a sp e c to ”.
CAPÍTULO VII
EL ESTADO
EL ESTADO
1. Origen del estado. 2. E l estado: in stru m en to de d om inación de clase. 3. La
doble función del estado. 4. Tipo de estado y formas de gobierno. 5. Destrucción
del aparato de estado burgués. 6. Aparato de estado y sus instituciones.
7. Aparatos ideológicos del estado. 8. Poder del estado. 9. Clase d o m in a n te y
casta gobernante. 10. E xtinción del estado proletario. 11. E l estado en una so­
ciedad capitalista.
En el cap ítu lo V señalam os que el estad o p ertenece a la su p er­
e stru c tu ra . En este cap ítu lo d e sa rro lla rem o s la concepción m arxista del estado.
1. ORIGEN DEL ESTADO
P ara e stu d ia r el p ro b lem a del estado, com o p a ra e stu d ia r cu alq u ier
p ro b lem a relacio n ad o con la ciencia de la sociedad, es necesario
e ch a r u n a m ira d a a la h isto ria de su desarro llo.
Y
lo p rim e ro con que nos en co n tram o s es que el estad o no
existió siem pre.
En la época del com unism o prim itivo, cu an do la gente vivía en
pequeños g rupos fa m ilia re s1 y p ro d u cía ap enas p a ra la autosu b sisten cia existían, com o es n a tu ra l, in tereses com unes cuya
salv ag u ard ia se en tre g a b a a d eterm in ad o s individuos d e n tro del
grupo fam iliar, pero siem pre bajo la custodia de toda la com unidad:
solución de litigios; rep resió n c o n tra las p erso n as que a b u sa b an de
sus derechos; inspección del régim en de aguas, especialm ente en los
p aíses cálidos; funciones religiosas; funciones de defensa c o n tra el
a ta q u e de o tra s trib u s, e tc é te ra .2
En aq u ella época los vínculos sociales, la co m unidad m ism a, la
discip lin a y la organización del tra b a jo se m an tenían p o r la fuerza
de la c o stu m b re y la trad ició n , p o r la a u to rid a d y el respeto de que
gozaban los ancianos del clan o las m u jeres.3 No existía u n a ca te­
goría especial de p erso n as d iferen ciad a del resto de la com unidad
que se d ed icara exclusivam ente a g o b ern ar.4
1 El clan o gens. com o ha sido llam ado po r los estudiosos de la prehistoria.
2 F. Engels, Anti-D ühring (1878), México, G rijalbo, 1964, pp. 172-173.
3 R ecuérdense las investigaciones acerca del “ m atria rcad o ".
4 V.I. Lenin, "E l e sta d o ” (11 de julio de 1919), en Obras com pletas. Buenos Aires,
C artago, 1970, o M adrid, Akal, 1974, t. 31, p. 343.
[114]
115
En esa época no existía ningún a p a ra to especial p a ra el em pleo
sistem ático de la rep resió n con el fin de som eter al pueblo por
la fuerza.
La h isto ria d e m u estra que el estado, com o a p a ra to especial de
coerción, surge donde y cuando ap arece la división de la sociedad
en clases, es decir, en grupos sociales, uno de los cuales está
en situación de ap ro p ia rse del trab ajo ajeno, de ex p lo tar a los
o tro s grupos.
Pero ¿de qué factores depende el surgim iento de las clases?
M ientras las fuerzas p ro d uctivas m ateriales e ra n tan ru d im en ta ­
ria s que apenas p e rm itía n o b ten er lo necesario p a ra sobrevivir, no
podía su rg ir un grupo especial de hom bres exclusivam ente e n c ar­
gados de d o m in ar y g o b ern a r al resto de la sociedad, era im posible
que un grupo ex p lo tara a o tro grupo. Pero cuando la producción se
d e sa rro lló en proporciones tales que p erm itió que la fuerza h u m a­
na de trab ajo p u d ie ra c re a r m ás de lo necesario p a ra su sim ple su s­
tento, ésta pasó a ten e r un valor com o p ro d u cto ra de riquezas. Y
en este sentido, p a ra se r m uy breves, los prisio n ero s de g u e rra que
an te s eran elim inados físicam ente porque significaban u n a carga
p ara la com unidad, pasaron, en la nueva situación, a ser usados como
productores de bienes m ateriales. Así fue como surgió la esclavitud.5
La división en p ro p ietario s de esclavos y esclavos fue la p rim era
división de clases im portante. Los esclavistas no sólo poseían los me­
dios de producción: la tie rra y las h erra m ien tas, p o r escasas
que ellas fu eran en aquellos tiem pos, sino que e ra n tam bién
dueños de una c ie rta can tid ad de hom bres a los cuales explotaban
com o esclavos.6
La sociedad y el estado e ra n entonces m ucho m ás reducidos que
en la actualidad, poseían m edios de com unicación incom parablem en­
te m ás ru d im en tario s; no existían entonces los m odernos m edios de
com unicación. Las m ontañas, los ríos y los m ares e ra n obstáculos
in co m parablem ente m ayores que hoy, y el estado se form ó den tro
de lím ites geográficos m ucho m ás estrechos. Un ap a ra to estata l téc­
n icam ente débil servía a un estado confinado d e n tro de lím ites re ­
lativam ente estrechos y con una e sfera de acción lim itada. Pero, de
cu alquier modo, existía un ap arato que obligaba a los esclavos a per­
m an ecer en la esclavitud, que m an ten ía a una p a rte de la sociedad
sojuzgada y o p rim ida p o r la otra. Es im posible o b lig ar a la m ayor
p a rte de la sociedad a tra b a ja r en form a sistem ática p a ra la o tra
p a rte de la sociedad sin un a p a ra to p erm anente de coerción.7
2.
ESTADO: INSTRUMENTO DE DOMINACIÓN DE CLASE
El estad o es precisam en te esa m áquina p a ra a se g u ra r la dom ina­
ción de una clase sobre otra.
5 F. Engels, Anti-D ühring, cit., p. 174.
6 V.I. Lenin, “ El estad o ", op. cit., p. 343.
7 V.I. Lenin, op. cit., pp. 346-347.
116
LA E S T R U C T U R A S O C IA L
Veam os lo que dice Engels resp ecto a la relación en tre el estado
y las clases sociales:
. . .el estad o no es de ningún m odo u n p o d er im p u esto desde fu era a la socie­
dad; tam poco es “ la realid ad de la idea m o ra l” , ni "la im agen y la realid ad
de la razó n ”, com o afirm a Hegel. Es m ás bien u n p ro d u c to de la sociedad
c u an d o llega a un grad o de d esarro llo d eterm inado: es la confesión de que
esa sociedad se ha enredado en una irrem ediable contradicción consigo m ism a
y está dividida p o r antagonism os irreconciliables, que es im potente p a ra con­
ju ra r. Pero a fin de que esto s antagonism os, esta s clases con in tereses eco­
nóm icos en pugna, no se devoren a sí m ism as y no consum an a la sociedad
en un a lucha estéril, se hace n ecesario un p o d er situ ad o ap are n te m e n te p or
encim a de la sociedad y llam ado a a m o rtig u a r el choque, a m an ten erlo en
los lím ites del "o rd en ". Y ese poder, nacid o de la sociedad, p ero que se pone
p o r encim a de ella y se divorcia de ella m ás y m ás, es el estad o .8
Y m ás ad elan te agrega:
Como el estad o nació de la necesid ad de re fre n a r los antagonism os de clase,
y com o, al m ism o tiem po, nació en m edio del conflicto de esas clases, es, p o r
regla general, el estad o de la clase m ás p oderosa, de la clase económ icam en­
te d om inante, que, con ayuda de él, se convierte tam b ién en la clase p o lítica­
m ente dom inante, ad q u irien d o con ello nuevos m edios p a ra la rep resió n y
la explotación de la clase o p rim id a.9
P or e sta razón, si bien el estad o es el p ro d u cto y la m anifestación
del c a rá c te r irreco n ciliab le de las co n trad iccio n es de clase, su exis­
tencia p ru e b a al m ism o tiem po que las co trad icciones de clase son
irreconciliables. No cabe entonces h ab lar, com o lo hacen los ideólo­
gos b u rg u eses y p eq ueñoburgueses, del estad o com o de un "órgano
de conciliación de cla se ”, sino del estad o com o u n "ó rg an o de d o m i­
nación de clase” o de “opresión de u n a clase p o r o tra ” .
Ahora, ¿cuáles son las c a ra c terístic a s de este "ó rg an o ” o "m áqui­
n a ” e statal?
Engels señ ala las sig u ien tes:10
a] ag ru p ació n de sú b d ito s según división te rrito ria l;11
b] destacam en to s especiales de h om bres arm ad o s con sus aditam en­
tos m ateriales: las cárceles y o tra s instituciones coercitivas. Ahora
ya no se puede p e n sa r en a rm a r a todo el pueblo com o an tes ya
que ju sta m e n te las clases exp lo tad as co n stituyen la m ayoría de
la población;
c] necesid ad de re c a u d a r im puestos p a ra so ste n e r en pie esa fuerza
pública;
8 F. Engels, El origen de la familia, la propiedad privada y el estado (1874), en K.
Marx y F. Engels, Obras escogidas en tres tomos, t. m, p. 344.
9 Op. cit., p. 346.
10 F. Engels, op. cit., pp. 344-346.
11 Hay que recordar que en la época primitiva la tribu vivía en un lugar, pero que
luego los hombres originarios de esas tribus se fueron repartiendo por distintos luga­
res y, por tanto, el origen tribal no servia para agruparlos.
EL ESTADO
117
d] cu erp o de funcionarios p o r encim a de la sociedad p a ra cum ­
p lim e n ta r esas tareas, que se hacen re sp e ta r a través de leyes de
excepción, m erced a las cuales gozan de u n a au reo la e inviolabili­
dad p a rticu la res.
El más despreciable polizonte del estado civilizado tiene más "autoridad”
—dice Engels— que todos los órganos del poder de la sociedad gentilicia reu­
nidos; pero el príncipe más poderoso, el más grande hombre público o gue­
rrero de la civilización, puede envidiar al más modesto jefe gentil el respeto
espontáneo y universal que se le profesaba. El uno se movía dentro de la so­
ciedad; el otro se ve forzado a pretender representar algo que está fuera y
por encima de ella.12
Lo típico del estado en to d a sociedad de clase, a diferencia de las
in stitu cio n es y n o rm as que existían en la sociedad prim itiva, es que
se tra ta de un ap a ra to que, p o r su c a ra c terístic a de cu erpo especia­
lizado, da la im presión de e s ta r situ ad o p o r encim a de las clases
cuando, de hecho, es un a p a ra to al servicio de la clase dom inante
p a ra re p rim ir a las clases explotadas.
Refiriéndose al estado en la sociedad burguesa Lenin sostiene que
el a p a ra to centralizado típico de estas sociedades surgió en la época
de la caída del ab so lu tism o 13 y que sus dos instituciones m ás carac­
terístic a s son: el ejército re g u lar y la b u ro c ra c ia .14
H asta aquí hem os hecho tres afirm aciones en lo que se refiere
al estado. La p rim e ra sostiene que el estad o es una institu ció n que
no ha existido etern am en te. La segunda a p u n ta a que su existencia
e stá ligada a la existencia de las clases sociales. Y la te rc e ra se re ­
fiere a que el estad o no es una in stitu ció n n e u tra p o r encim a de las
clases sino que está al servicio de la clase dom inante y que c o n tri­
buye a su rep roducción com o tal.
Ahora, de la afirm ación de que el estad o e stá ligado a la existen­
cia de las clases sociales surge una nueva conclusión: que el estado
d e sa p a re c e rá cuando éstas desaparezcan.
Veam os lo que dice Engels al respecto:
Por lo tanto, el estado no ha existido eternamente. Ha habido sociedades que
se las arreglaron sin él, que no tuvieron la menor noción del estado ni de
su poder. A llegar a cierta fase del desarrollo económico, que estaba ligada
necesariamente a la división de la sociedad en clases, esta división hizo del
estado una necesidad. Ahora nos aproximamos con rapidez a una fase de de­
sarrollo de la producción en que la existencia de estas clases no sólo deja
de ser una necesidad, sino que se convierte positivamente en un obstáculo
para la producción. Las clases desaparecerán de un modo tan inevitable como
surgieron en su día. Con la desaparición de las clases desaparecerá ine12 Op. cit., p. 346.
13 El estado absolutista se caracteriza por el hecho de que el titular del poder esta­
tal, por lo general un monarca, concentra en sus manos un poder incontrolable por las
otras instituciones y cuyo ejercicio no es restringido por ninguna ley limitativa.
14 V.I. Lenin, El estado y la revolución (agosto-septiembre de 1917), en Obras com­
pletas, t. 27, p. 40.
118
I \ E S T R U C T U R A SOC IA L
EL ESTADO
vitablem ente el estado. La sociedad, reorg an izan d o de un m odo nuevo la
producción sobre la base de una asociación libre de p ro d u cto res iguales, en­
viará toda la m áquina del estad o al lu g ar que entonces le ha de co rresp o n ­
der: al m useo de antig ü ed ad es, ju n to a la rueca y al hacha de b ro n c e .15
P or la im p o rtan cia de este tem a lo d e sa rro lla rem o s con m ás de­
talles posteriorm ente, ya que p a ra com prenderlo m ejor necesitam os
d eten ern o s prev iam en te en o tro s co n cep to s.16
3.
LA DOBLE FUNCIÓN DEL ESTADO
A nteriorm ente vim os cóm o en las com unidades p rim itivas existían
c iertas in stitu cio n es y n o rm as que p e rm itía n reg la m en ta r su fu n ­
cionam iento interno. E sta n ecesidad tiene p o r base fundam ental la
división del tra b a jo social: d istrib u ció n de las tie rra s y de las aguas,
solución de litigios, funciones m ilitares, religiosas, etc. A m edida que
e sta división aum enta, au m e n ta tam bién la n ecesidad de c o n ta r con
un equipo de p erso n as capaces de o rg an izar y a d m in istra r la socie­
d ad en su conjunto.
A esta función de tipo técnico (organizativa y adm inistrativa), p ro ­
pia de toda sociedad en que existe un m ínim o de división del tra b a ­
jo, se agrega, en las sociedades de clase, una nueva función: la función
de dom inación política. Los a p a ra to s in stitu cionales y norm as ya
existen tes son utilizados p a ra so m eter las d iferen te clases de la so­
ciedad a los in tereses de las clases dom inantes y se c rean nuevos
aparatos e instituciones con fines fu n d a m en ta lm en te represivos:
d estacam en to s arm ados, cárceles, in stitu cio n es coercitivas de todo
tipo, etcétera.
E sta función, p o r lo tanto, aparece sólo cuando surge la división
de la sociedad en clases op u estas, es decir, cu ando la productividad
del tra b a jo social lleva consigo un excedente, el que es acap arad o
p o r un g ru p o de individuos de dicha sociedad.
A hora bien, e sta función em in en tem en te política se apoya en la
función que n o so tro s hem os llam ado técn ico-adm inistrativa, como
lo m u e stra el siguiente texto de Engels:
. . .en todas p a rte s subyace al p o d er político una función social. . ,17
Pero con la diferencia en la d istrib u c ió n 18 ap arecen las diferencias de
clase. La sociedad se divide en clases p rivilegiadas y perju d icad as, explo­
tad o ras y explotadas, d o m in an tes y dom inadas, y el e sta d o 19 —que al p rin ­
cipio no hab ía sido sino el u lte rio r d esarro llo de los g rupos n a tu ra le s de
com unidades étn icam en te hom ogéneas, con objeto de serv ir a in terese s co15 F. Engels, El origen de la fam ilia. . ., c it., pp. 347-348.
16 Véase el p u n to que se refiere a la extinción del estado proletario.
17 F. Engels, Anti-D ühring, cit., p. 173.
18 Debem os re c o rd a r que, si en la d istribución aparecen las diferencias de clase,
en la producción es donde se en cu en tra su origen.
19 N osotros no hab laríam o s aquí de estado, sino de a p a ra to juridico-politico.
m uñes (por ejem plo, en O riente, la organización del riego) y de p rotegerse
fren te al e x te rio r— asum e a p a rtir de ese m om ento, con la m ism a intensi­
dad, la ta re a de m a n ten er coercitivam ente las condiciones vitales y de dom i­
nio de la clase dom in an te resp ecto de la dom inada.20
A hora bien, sólo cuando ju n to a la función de tipo técnico-adm in istrativ o nace la función de dom inación política se puede h ab la r
de la ap arición del estad o pro p iam en te tal.
P ara a c la ra r este doble c a rá c te r del estado exam inarem os lo que
M arx dice acerca del doble c a rá c te r de la función de vigilancia y di­
rección de la producción en las sociedades de clases:
El tra b a jo de supervisión y dirección se origina necesariam en te en todos
aquellos lug ares en los que el proceso d irecto de la producción tiene la figu­
ra de u n proceso socialm ente com binado, y no se m anifiesta com o trab ajo
aislad o de los p ro d u cto re s autónom os. Pero su n atu raleza es dual.
Por u n a p arte, en todos aquellos trab ajo s en los cuales cooperan m uchos
individuos, la cohesión y u nidad del proceso se rep resen tan n ecesariam ente
en una v o lu n tad dirigente, y en funciones que no afectan a las labores p a r­
ciales sino a la activ id ad global de ese lu g ar de trab ajo , com o es el caso del
d ire c to r de u n a o rq u esta. É ste es un tra b a jo productivo, que debe efe c tu a r­
se en c u a lq u ie r m odo de producción com binado.
Por o tra p a rte [. . .] este tra b a jo de supervisión se origina n ecesariam en ­
te en todos los m odos de producció n que se b asan en el antagonism o entre
el tra b a ja d o r, en c u a n to p ro d u c to r directo, y el p ro p ietario de los m edios
de producción. Cuanto m ayor sea este antagonism o, tanto m ayor será el papel
que d esem peña este trab ajo de supervisión. P or eso alcanza su m áxim o en
el sistem a esclavista. P ero tam bién es im prescindible en el m odo cap italista
de producción, puesto que en él el proceso de producción es, al mism o tiempo,
pro ceso de consum o de la fuerza de trab ajo p o r p arte del cap italista. Exac­
tam en te de la m ism a m an era que en los estad o s despóticos el tra b a jo de su­
pervisión e introm isión del gobierno en todos los aspectos com prende am bas
cosas, tan to la ejecución de las actividades colectivas que em anan de la na­
tu ra lez a de to d a en tid ad co m u n itaria com o las funciones específicas que
surgen del antagonism o e n tre el gobierno y la m asa del pueblo.21
Podríam os decir que, de la m ism a m an era en que la división téc­
nica del tra b a jo d en tro de la em p resa da origen a la función de
supervisión y dirección, que tiene por objeto la coordinación del tra ­
bajo global d en tro de ella, la división del trab a jo social req u iere de
un conjunto de ap a ra to s in stitucionales y de norm as destin ad as a
reg lam en tar el funcionam iento de la sociedad en su conjunto. E sta
función de organización y dirección, función de tipo técnico-adm i­
nistrativo, está so b red eterm in ad a, en am bos casos, p o r los efectos
de la división de la sociedad en clases. La función de supervisión
y dirección adquiere, a nivel de la em presa, un c a rá c te r de explota­
ción de los tra b a ja d o res p o r los dueños de los m edios de p ro d u c­
ción y, en el nivel del estado, es utilizada p a ra rep ro d u c ir las condi­
ciones políticas y económ icas de la explotación de una clase por otra.
20 F. Engels, Anti-Dühring, cit., p. 141.
21 K. M arx, El capital, ni/7, pp. 490-491.
120
LA E S T R U C T U R A S O C IA L
P ara resu m ir: el estad o tiene u n a doble función técnico-adm inis­
tra tiv a y de dom inación política. E sta ú ltim a es la que define p ro ­
piam ente al estad o so b red eterm in an d o la función técnico-adm inistrativ a, es decir, orien tán d o la, poniéndola al servicio de la función
de dom inación política. No existen, p o r lo tan to , ta re a s técnico-adm in istrativ as con un c a rá c te r neu tro .
Ahora, ¿ p o r qué razón M arx y Engels, y yo d iría especialm ente
L enin,22 no se d etienen en e sta s funciones que aquí denom inam os
técnico -ad m in istrativ as ?
Pensam os que ello puede deberse, en p rim e r lugar, a que lo que
define p ro p iam en te el estad o es su función rep resiv a al servicio de
la explotación de clase y, segundo, a los req u erim ien to s del com ba­
te ideológico c o n tra las tesis b u rg u esas de u n estado n eu tro , p o r
encim a de la sociedad, es decir, de un estad o co n siderado com o un
a p a ra to técnico-ad m in istrativ o al servicio de todo el pueblo.
C onsideram os im portante no dejar de lado esta función por varias
razones: a] p o rqu e p a ra c o m b a tir la ideología b u rg u esa acerca del
estad o debem os p a rtir de lo que ella p lan tea y h acer ver cóm o las
funciones técnico -ad m in istrativ as o cu ltan las funciones de dom ina­
ción política; tí] p o rq u e a firm a r la sola existencia de la función de
dom inación política h a conducido a e rro re s de in te rp re ta ció n "volu n ta ris ta ”, es decir, a co n ceb ir al estad o com o p ro d u cto ligado ex­
clusivam ente a la volu n tad de dom inio de las clases dom inantes. De
hecho, é sta s no crean u n estad o p a ra que sirva a sus in tereses de
clase, sino que utilizan u n a p a ra to jurídico-político ya existente, m o­
dificándolo p a ra lo g ra r sus objetivos de clase.23 La función social
o técn ico -ad m in istrativ a que cum plía este a p a ra to sirve de base a
la nueva función de dom inación política, y c] p or la utilidad que p res­
ta p a ra esta b le c e r diferen cias e n tre d istin to s a p a ra to s estatale s y
co m p ren d er m ejo r los conceptos de extinción y d estru cció n del
estado.
4.
TIPO DE ESTADO Y FORMAS DE GOBIERNO
El estado, com o hem os visto, es u n a m áq u in a p a ra que una clase
re p rim a y so m eta a o tra s clases, p ero e sta m áquina puede p resen ­
ta r diversas form as.
P or ejem plo, las form as del estad o esclav ista eran en extrem o
variadas:
Ya d u ra n te el perío d o de la esclav itu d —afirm a Lenin— en co n tram o s div er­
sas form as de estad o en los países m ás adelan tad os, m ás cultos y civilizados
de la época, p o r ejem plo, en la a n tig u a G recia, y en la an tig u a Roma, que
se b asab an ínteg ram en te en la esclavitud. Ya h a b ía su rg id o en aquel tiem po
22 Ya verem os m ás adelante las diferencias que establecen los dos p rim e ro s a u to ­
res y que de hecho son p asad as por alto en el texto de Lenin.
23 Nos referim o s a los estados an te rio re s a la d ic ta d u ra del p ro letariad o .
EL ESTA D O
121
u n a d iferen cia e n tre m o n arq u ía y república, e n tre aristo c ra c ia y d em ocra­
cia. La m o n arq u ía es el p o d er de u na sola persona, la rep ú b lica es la ausen­
cia de a u to rid a d e s no elegidas; la aristo c ra c ia es el p o d er de un a m inoría
relativ am en te pequeña, la dem ocracia el p o d er del pueblo (dem ocracia en
griego significa literalm en te p o d er del pueblo). Todas estas d iferencias s u r­
g ieron en la época de la esclavitud. A p esar de estas diferencias, el estado
de la época esclav ista e ra un estad o esclavista, ya se tra ta r a de un a m o n ar­
q u ía o de u n a república, a risto c rá tic a o d em o crática.24
A p e sa r de que el pro blem a de la esclavitud e ra el denom inador
com ún de los estados de la antigüedad, los h isto ria d o res ignoraban
este hecho fun d am en tal y se referían a las form as m o n árq u icas y
rep u b lican as que ellos presen tab an .
El estad o esclav ista p odía se r un a m onarquía, u n a rep ú b lica aristo c rá tic a
e incluso u n a rep ú b lica d em o crática —exp resa Lenin y agreg a—: En reali­
dad las fo rm as de gobierno v ariab an ex trao rd in ariam en te, pero su esencia
e ra siem pre la m ism a: los esclavos no gozaban de ningún d erecho y co n sti­
tu ía n u n a clase oprim ida; no se les co n sid erab a seres h u m anos.2
Lo m ism o ha o cu rrid o con los estad o s de tipo feudal o con los
estados capitalistas. Las form as de dom inación pueden v a ria r pero
su c a rá c te r de clase sigue siendo el m ism o.
. . .el cap ital m an ifiesta su p o d er de un m odo donde existe u n a fo rm a y de
o tro donde existe o tra form a, p ero el poder está siem pre, esencialm ente, en
m anos del cap ital, ya sea que exista o no el voto restrin g id o u o tro s d ere­
chos, ya sea que se tra te de u n a rep ú b lica d em o crática o no; en realidad,
cu an to m ás d em o crática es, m ás b u rd a y cínica es la dom inación del c a p ita­
lismo. Una de las repúblicas m ás dem ocráticas del m undo es E stados Unidos
de A m érica y, sin em bargo, en ninguna p a rte (y quienes la hayan visitado
después de 1905 p ro b ab lem en te lo saben) es tan cru d o y tan ab iertam en te
co rro m p id o com o en N o rteam érica el p o d er del capital, el p o d er de un pu­
ñado de m ultim illonarios sobre toda la sociedad. Allí donde el capital existe,
dom ina la sociedad e n tera, y n inguna república dem ocrática, ninguna clase
de d erech o s electo rales pueden cam b iar su esencia.26
Los m arx istas rechazan los viejos prejuicios acerca de que el es­
tado significa la igualdad universal, pues son un fraude, afirm a Le­
nin m ás adelante, y añade:
M ientras ex ista explotación no p o d rá ex istir igualdad. El te rra te n ie n te no
puede ser igual al ob rero , ni el hom bre h am b rien to igual al saciado.27
De lo expuesto h a sta aquí podem os co n clu ir que existe una
diferencia rad ical en tre lo que denom inarem os “tipo de estado” y
“form a de gobierno”.
24 V.I. Lenin, "E l e stad o ” , op. cit., p. 347. C onferencia p ro n u n ciad a en la Universidad de Sverdlov, m uy pedagógica, so b re el origen del estad o y su c a rá c te r represivo.
25 Op. cit., p. 348.
26 Op. cit., pp. 353-354.
27 Op. cit., p. 356.
122
LA E S T R U C T U R A S O C IA L
E L ESTADO
El tipo de estad o e stá relacionado con la clase a la cual sirve el
a p a ra to de estad o p a ra m a n te n e r y re p ro d u c ir su posición de clase
dom inante, de clase explotadora. Hay tan to s tipos de estados como
clases dom inantes: esclavistas, feudales, b u rg u esas y p ro letarias.
Ahora, d e n tro del m arco de cada uno de estos d iferentes tipos de
estad o pueden d arse div ersas fo rm as de e je rce r su dom inación por
p a rte de la clase d o m inante que van desde las form as m ás dem o crá­
ticas h a sta las form as m ás d ictato riales y unipersonales. El c a rá c ­
te r de clase no cam bia, lo que cam bia son sus m anifestaciones m ás
su perficiales. A estas d iversas form as que puede a d o p ta r el estado,
Lenin las denom ina "fo rm as de e sta d o ” o “form as de d o m inación”
o “form as de g o b iern o ” . Nos p arece que este últim o térm in o es el
que se p re sta a m enos confusiones.
Así com o el tipo de estad o (esclavista, feudal, cap italista, etc.) de­
pende de la e s tru c tu ra económ ica de la sociedad, es decir, de la n a ­
tu raleza de clase del estado, las form as de gobierno dependen de las
condiciones h istó ricas co ncretas: el auge del m ovim iento de m asas,
que am enaza la reproducción del sistem a burgués, conduce a la ap a­
rición de regím enes d ictato riales, fascistas; la escasa m ovilización
p o p u lar, el c a rá c te r re fo rm ista de sus luchas perm ite la existencia
de gobiernos dem ocrático-burgueses, elegidos por “sufragio univer­
s a l”, etcétera.
Toda p erso n a o g ru p o que se m ueva d e n tro de los m árgenes es­
trech o s de la ideología d o m inante te n d e rá a su p la n ta r el problem a
de la n a tu ra le z a del estad o p o r el de las fo rm as de gobierno, y de
este m odo ig n o ra rá la n a tu ra le z a de clase del estad o que es el p ro ­
blem a esencial y decisivo.
5.
DESTRUCCIÓN DEL APARATO DE ESTADO BURGUÉS
Es conocida la tesis m arx ista que sostiene la necesidad de que el pro­
leta ria d o no se lim ite a to m a r en sus m arios el a p a ra to de estado
b u rg u és p a ra ponerlo a su servicio, sino que debe d e stru irlo y cons­
tr u ir uno nuevo.
Lo que no todos recu erd an es que e sta tesis todavía no e stá p re ­
sente en las p rim e ra s o b ras p o líticas de M arx y E ngels28 y en con­
creto en el p ropio M anifiesto co m u n ista29 esc rito en tre diciem bre
de 1847 y en ero de 1848.
En este texto se p la n te a sólo la n ecesidad de la dom inación polí­
tica del p ro le ta ria d o p a ra c u m p lir las ta re a s de construcción de la
nueva sociedad.
A continuación reproducim os los dos p á rra fo s m ás significativos
de esa o b ra en relación con este tem a:
El objetivo inm ediato de los com unistas es el m ism o que el de todos los dem ás
28 Me refiero a las o b ras políticas del periodo de m adurez de su pensam iento.
29 El títu lo com pleto es M anifiesto del Partido Com unista.
123
p artid o s p roletario s: co n stitución de los p ro letario s en clase, d erro cam ien ­
to de la dom inación bu rguesa, conquista del poder político p o r el p ro ­
le ta riad o .30
El p ro le taria d o se v ald rá de su dom inación política p a ra ir a rran can d o
g rad u alm en te a la b u rg u e sía todo el capital, p ara c e n tralizar todos los ins­
tru m e n to s de p roducción en m anos del estado, es decir, del p ro letariad o
o rganizado com o clase d om inante, y p a ra a u m e n ta r con la m ayor rapidez
posible la su m a de las fuerzas p ro d u ctiv as.31
E sta posición teórica va siendo m odificada cuando M arx va
sacando conclusiones de diferentes experiencias históricas. En con­
creto, cuando analiza el golpe de estado de Luis B on ap arte en
F rancia, en su conocido texto: E l Dieciocho Brum ario de Luis Bona­
parte, escrito en tre enero y feb rero de 1852, "bajo el im pulso inm e­
d iato de los acon tecim ien to s”.32
Allí ya hace, ap aren tem en te al p a sar, una afirm ación que te n d rá
enorm es rep ercu sio n es teóricas: "T odas las revoluciones perfeccio­
naban esta m áquina [de estado], en vez de d e stro z a rla .”33
Pero es sólo la experiencia de la Com una de París, casi veinte años
después, la que le p e rm itirá p la n te a r en form a co n creta en qué sen­
tido debe ser d estru id o el a p a ra to de estad o y qué ca ra c terístic a s
te n d rá la nueva m áquina e sta ta l cread a p o r el pro letariad o .
Pocas sem anas después de los hechos M arx escribe en un texto
titu la d o La guerra civil en Francia: “. . .la clase o b rera no puede li­
m ita rse sim plem ente a to m a r posesión de la m áquina del estad o tal
y com o e stá y servirse de ella p a ra sus propios fines.”34
Agregando m ás adelante: "Por eso, el prim er decreto de la Comuna
fue p a ra su p rim ir el ejército perm an en te y su stitu irlo p o r el pueblo
arm a d o .”35
Se refiere luego a o tra s m edidas como:
a] elección de re p re se n ta n tes por sufragio universal, revocable en
todo m om ento, con funciones legislativas y ejecutivas al m ism o
tiem po.
b\ elegibilidad y revocabilidad de todos los funcionarios,
c] reducción de los sueldos de los funcionarios h a sta el nivel de un
salario o brero, etcétera.
Ahora, ju n to al acto de su p rim ir al ejército perm an en te y la poli­
cía, "poder m a te rial” del antiguo estado, la Com una empezó tam bién
a to m a r m edidas p a ra su p rim ir "la fuerza esp iritu a l de rep re sió n ”,
es decir, el "p o d er de los c u ra s ”:36 d ecreto de separación de la
iglesia y el estado, expropiación de sus bienes, enseñanza g ra tu ita
lib erad a de la in trom isión de la iglesia.
30 En K. M arx y F. Engels, Obras escogidas en tre s tom os, t. i, p. 122.
31 Op. cit., p. 129.
32 K. M arx, El Dieciocho B rum ario de L uis Bonaparte, en Obras escogidas en tres
tom os, t. i, p. 404.
33 Op. cit., p. 488.
34 K. Marx, La guerra civil en Francia, en Obras escogidas en tres tom os, t. ii, p. 230.
35 Op. cit., p. 233.
36 Ibid.
124
LA E S T R U C T U R A S O C IA L
M arx señala, sin em bargo, que la d estru cció n del viejo a p a ra to
estatal se efectúa de m an era d iferen te según el tipo de funciones de
que se tra te .
M ientras que los órganos puram ente represivos del viejo poder estatal habían
de se r am putados —a firm a —, sus funciones legítim as h ab ían de se r arran­
cadas a u na a u to rid a d que u su rp a b a una posición p reem inen te sobre la so­
ciedad m ism a, p a ra re s titu irla a los serv id o res resp o n sab les de esta
sociedad.37
Y Engels, en su intro d u cció n a dicho texto de 1891, p recisa m ás
esta idea.
Veamos:
La Com una tuvo que reconocer desde el p rim er m om ento que la clase obrera,
al llegar al poder, no podía seg u ir gob ern an d o con la vieja m áq u in a del e sta ­
do; que, p a ra no p e rd e r de nuevo su dom inación recién co n q u istad a, la clase
o b re ra tenía, de una p arte, que barrer toda la vieja m áq u in a rep resiv a u tili­
zada h a sta entonces co n tra ella, y, de o tra p arte, precaverse contra sus pro­
pios diputados y funcionarios, d eclarán d o lo s a todos, sin excepción, revoca­
bles en c u alq u ier m om ento.38
Y m ás ad elan te agrega:
En realidad, el estad o no es m ás que una m áquina p a ra la o p resió n de una
clase p o r otra, lo m ism o en la república dem o crática que bajo la m onarquía;
y en el m ejor de los casos, es un m al que se tra n sm ite h e re d ita ria m e n te al
p ro letariad o triu n fa n te en su lucha p o r la dom inación de clase. El p ro leta ­
riado victorioso, lo m ism o que hizo la Com una, no p o d rá p o r m enos de
am putar inm ediatam ente los lados peores de este m al, e n tre ta n to que una
generación futura, ed u cad a en condiciones sociales nuevas y libres, pueda
deshacerse de todo este trasto viejo del estado.39
Lenin sostiene que M arx y Engels a trib u y e ro n ta n ta im p o rtan cia
a e sta enseñanza de la C om una acerca de la n ecesidad que tiene el
proletariado de destruir, rom per, dem oler, la m áquina de estado b u r­
guesa, y no sim plem ente de a p o d e ra rse de ella, “que la in tro d u je ­
ron com o co rrecció n im p o rta n te en el M anifiesto co m u n ista ”.40
Las palabras: “d e s tru ir el a p a ra to b u ro c rático -m ilita r” , ex p resan co n cisa­
m ente la enseñanza fundam ental del m arxism o respecto de las tareas del p ro­
letariad o d u ra n te la revolución con relación al E stad o .41
A p e sa r de las d iferenciaciones que han hecho M arx y Engels re s­
pecto a las m an eras d iferen tes de llevar a cabo la destru cció n de las
37 Op. cit., p. 234 (las cursivas son nuestras).
38 Op. cit., p. 198 (las cursivas son nuestras).
39 Op. cit., pp. 199-200 (las cursivas son nuestras).
40 V.I. Lenin, El estado y la revolución, cit., p. 48. Se refiere al prólogo del 24 de ju­
nio de 1872.
41 Op. cit., p. 49
EL ESTADO
125
d istin ta s in stitu cio n es del a p a ra to e sta ta l b u rg u és y aun a p e sa r de
que esos textos son citados en E l estado y la revolución, Lenin, sin
em bargo, parece ig n o rar en su libro estos plan team ien to s y ce n tra
su atención en las ta re a s m ás radicales que debe cu m p lir el p ro leta­
riado, dando la im presión de que la revolución de la clase o b re ra
d e s tru irá de inm ediato todo el a p a ra to de estad o burgués.
¿Acaso no parece afirm ar esto en el siguiente texto: “La revolución
consiste en que el p ro le ta ria d o destruya el ‘a p a ra to ad m in istra tiv o ’
y todo el a p a ra to del estado, y lo rem place p o r uno nuevo, co n stitu i­
do p o r los o b rero s a rm a d o s"?42
¿P or qué Lenin en este texto43 p asa p o r alto los m atices que en­
co n tram o s en los textos de M arx y Engels y c e n tra su atención en
el problem a de la dem olición o am p u tació n in m ediata del a p a ra to
b u ro crátic o -m ilitar ?
Porque su tra b ajo sobre el estado e sta b a dirigido a re to m a r la
v e rd a d era d o ctrin a de M arx acerca de este tem a, la que h ab ía sido
deform ada y c a stra d a p o r la burg u esía y los o p o rtu n ista s den tro del
m ovim iento o b rero cuyo p rin cip al re p re se n ta n te e ra K autsky.
Los ideólogos bu rg u eses y pequeñoburgueses re d u cían el estado
a un órgano de conciliación de clases y K autsky, que no negaba el
ca rá c te r de clase del estado, no aceptaba la necesidad de su d e stru c­
ción com o a p a ra to de estad o burgués.
R ecordem os que E l estado y la revolución se escribe en agosto
de 1917, en plena revolución rusa, cuando los p a rtid o s que se decla­
rab an “so cialistas” habían b arrid o , en los hechos, con la concepción
m arx ista del estado. Al a p o y ar y luego p a rtic ip a r con m in istro s
propios en el gobierno provisional surgido de la revolución de fe­
brero, olvidaban que ello no im pedía que se m antuviera "intacto todo
el viejo ap a ra to g u b ern am en tal”44 al servicio de la burguesía im pe­
ria lista y que, p o r lo tanto, ese estad o jam á s iba a p o d er sa tisfa ce r
los anhelos m ás p rofundos del pueblo que ellos decían rep resen tar:
paz, pan, tie rra y lib ertad . Y se escrib e cuando K autsky y los d iri­
gentes de la II In tern acio n al han traicio n ad o al p ro letariad o al
a d o p ta r posiciones socialchovinistas en la p rim e ra g u e rra m undial
im perialista, llam ando a ap o y ar a los estad o s bu rg u eses de sus re s­
pectivos países en p ro de "la defensa de la p a tria ”, m ien tras los bol­
cheviques llam aban a volver las arm as c o n tra sus propios gobier­
nos y rea liza r la revolución p ro letaria.
Por últim o, lo co rre cto de e sta tesis fundam ental del m arxism o:
la necesidad de la destrucción del a p a ra to de estado burgués, queda
42 Op. cit., p. 122.
43 En o tro s textos, e n tre ellos “ ¿P odrán los bolcheviques re te n e r el p o d er?" (1 de
o ctu b re de 1917), Lenin reconoce esto s m atices: "E l p ro letariad o no puede a p o d e ra r­
se' del ‘a p a ra to de estad o ' y ‘p o n erlo en m arch a'. P ero sí puede d estruir todo lo que
hay de opresor, de ru tin a rio , de in co rreg ib lem en te b u rg u és en el viejo a p a ra to del e s ta ­
do y re m p la z a d o po r un nuevo a p a ra to , propio. E ste a p a ra to es, p recisam en te, los so­
viets de d ip u tad o s o b rero s, soldados y cam p esin o s” (en Obras com pletas, t. 27, p. 212.
V éase tam bién p. 216).
44 V.I. Lenin, "Uno de los pro b lem as fu n d am en tales de la revolución" (14 de sep ­
tiem b re de 1917), en Obras com pletas, t. 26, p. 451.
126
LA K S T K U C T U R A SO C IAL
dem o strad o tam bién p o r la actu ació n de la p ro p ia clase dom inante.
Lo p rim e ro que tra ta de h a c e r la b u rg u esía y el im perialism o
—dice Fidel C astro en diciem b re de 1961— es "co n serv ar in ta cta la
m a q u in a ria m ilita r”.
¿Qué hacen en S anto Domingo? —p re g u n ta —. E n S an to D omingo tra ta n de
co n serv ar intacta la m aq u in a ria m ilitar. A ellos les da lo m ism o T rujillo que
el herm ano de T rujillo, B alaguer que Ju a n Bosch. A ellos no les im p o rta con
tal de sab er que allí hay u n a m aq u in aria m ilita r in tacta, que tiene aviones,
que tiene tanques, que tiene viejos esb irro s den tro , y que todos esos e sb i­
rro s son duchos en la p ersecución y en la rep resió n del pueblo. Todos los
esfuerzos del im perialism o son p o r m a n te n e r la m a q u in a ria m ilitar. P or eso
todos los esfuerzos del pueblo dom inicano se en cam in an a d e s tru ir la m a­
q u in aria m ilitar.
C uando se llega a un m om ento de crisis, com o el que llegó a Cuba el p ri­
m ero de enero —o se llegó en este m om ento en S an to D om ingo— la clave
de todo está en si el pueblo se a p o d era de las arm as, o la m aq u in aria m ilita r
perm anece intacta con las arm as en las m anos y el pueblo desarm ado. Cuando
una circunstancia de crisis de este tipo se presenta en cualquier país, el prim er
objetivo del m ovim iento p o p u la r es la d estru cció n de la m aq u in aria m ilita r
y el ap od eram iento de las arm as, condición indisp en sab le sin la cual la re­
volución puede ser frenada, puede se r traicio n ad a, y puede ser ap lastad a.
Y agrega que esto no lo inventó él sino que está ya escrito con
gran c la rid a d en el libro de Lenin: E l estado y la revolución,45
Y qué o c u rrió en Chile sino esto que p lan tea Fidel.
El p roceso g enerado p o r la U nidad P o p u lar no logró su p e ra r el
m arco de la dem o cracia b u rg u esa, m arco al que m uy hábilm ente la
D em ocracia C ristian a tra tó y logró e n cad en ar a la U nidad Popular.
Como se reco rd ará, este p artid o puso com o condición p a ra votar por
Allende en el C ongreso —paso n ecesario p a ra que fu era ratificado
com o p re sid e n te — que éste a c e p ta ra el llam ado "E sta tu to de Ga­
ran tía s C o nstitucionales” a trav és del cual se a m a rra b a al nuevo go­
b iern o a los p u n to s m ás esenciales del m arco dem ocrático-burgués:
no h acer m odificaciones en las fu erzas arm ad as, no c re a r grupos
arm ad o s m ás allá de estas institu cio n es, plen a lib erta d de p ren sa
y educación, es decir, en síntesis, no to car aquellos aspectos que per­
m iten la repro d u cció n del sistem a ca p ita lista y del orden burgués
en el nivel de la s u p e re stru c tu ra .
Dicho de o tra m anera, lo que se b u scab a e ra la defensa del orden
burgués, del estad o burgués.
Para sintetizar las conclusiones a las que hemos llegado al analizar
el p ro b lem a de la d estru cció n del a p a ra to de estad o b urgués, pode­
m os h acer n u e stra s las siguientes afirm aciones del filósofo m arxista francés É tienne Balibar:
La d ictad u ra del proletariad o es la destrucción del ap a ra to de estado burgués
y la co nstrucción de un a p a ra to de estad o de nuevo tipo; pero no todos los
4S
"D iscurso del 1 de d iciem bre de 1961” en Obra Revolucionaria, La H abana, 2 de
d iciem b re de 1961, núm . 46, p. 9. R eproducido en Fidel C astro, La revolución cubana
1953-1962, México, E ra, 1975 (2a. ed.), pp. 399-400.
¿L E S T A D O
127
aspectos del a p a ra to de estad o b urgués pueden ser d estru id o s de la m ism a
m anera, por los m ism os m étodos, con el m ism o ritm o. 6
Y
m ás adelante p recisa que si bien el núcleo del estado es el ap a­
ra to represivo, "esto no significa ni que el estado se reduzca a este
aspecto ni que pueda fun cio n ar solo”, y agrega:
No significa, p o r lo tanto, en m odo alguno, que todos los aspectos del a p a ra ­
to de estad o pued an ser " d e s tru id o s” de la m ism a m anera, según la im agen
vu lg ar y m ecánica de u n a tritu ra c ió n a m artillazos [. . .] E sta o b ra que no
puede se r inm ed ia ta m en te culm inada, no puede sino com enzar inm ediatam en te.A1
6 . APARATO DE ESTADO Y SUS INSTITUCIONES
Antes de d e sa rro lla r este p u n to an ticip arem o s que es necesario
d istin g u ir el a p a ra to de estado del p ersonal que tra b a ja en este a p a ­
ra to y de la clase que lo dom ina o, lo que es lo m ism o, que hace
m a rc h a r este a p a ra to en función de sus in tereses de clase.
¿Qué en te n d e r entonces p o r a p a ra to de estado?
Aparato de estado es el conjunto de in stituciones que d esarro llan
las diversas funciones del estado.
Recordem os que ya M arx distinguía entre "los órganos puram ente
rep resiv o s” y las "funciones legítim as” del viejo estado;48 y diferen­
ciaba e n tre la "fu erza m a te ria l” (ejército p erm an en te y policía) y la
“fu erza esp iritu a l de re p re sió n ” re p re se n ta d a en 1871 en F rancia
p or la iglesia católica.49
N osotros ya nos hem os referido a n te rio rm en te a la necesidad de
d istin g u ir en tre función represiva y función técnico-adm inistrativa.
E sta ú ltim a co rre sp o n d e ría a lo que M arx denom ina “funciones le­
gítim as”. Pero ahora debem os ag reg ar un te rc e r tipo de función que
tiene que ver con lo que M arx llam a “fuerza espiritu al de represión
y es la función ideológica del estado.
Es necesario entonces distinguir dentro de la m áquina estatal tres
tipos de ap a rato s o instituciones que tienen c arac terístic as específi­
cas de acu erd o con las funciones que cum plen: el aparato represivo
(ejército p erm anente, policía, cárceles, trib u n a les de ju sticia, etc.);
el a p a ra to técnico-adm inistrativo (gobierno, p arlam ento, ad m inis­
tración p ú blica”, etc.) y una serie de ap arato s cuya principal función
es se r re p ro d u cto re s de la ideología de la clase dom inante que lla­
m arem os “aparatos ideológicos del estado ,50 y sobre los cuales nos
d etendrem os especialm ente m ás adelante.
46 É tienne B alibar, Sobre la dictadura del proletariado, México, Siglo XXI, 2a. ed.,
1977, p. 86.
47 Op. cit., pp. 89-90.
48 K. M arx, La guerra civil en Francia, cit., p. 234.
49 Op. cit., p. 233.
50 E ste térm in o fue in tro d u cid o p o r Louis A lthusser en su texto "Ideología y ap a ­
rato s ideológicos del estado (notas p ara una investigación)", escrito en tre en ero y ab ril
128
LA E S T R U C T U R A S O C IA L
instituciones
represivas
Aparato de estado
(
ejército perm anente,
policía, cárceles,
e tcé tera
instituciones
técnico-administrativas
( gobierno,
instituciones
ideológicas
( iglesia,
a d m in istra ­
ción pública, e tc é te ra
escuelas,
e tcé tera
El aparato represivo es el núcleo del a p a ra to de estado ya que es
el que m aterializa y g aran tiza en últim o térm in o la reproducción del
régim en de produ cció n de esa sociedad y, p o r lo tanto, la explota­
ción de u n a clase p o r o tra. Es in te re sa n te o b se rv a r cóm o pueden
diferenciarse grandem ente las form as que ad o pta el estado burgués,
es decir, sus fo rm as de gobierno, pero, sin em bargo, existen v a ria­
ciones in significantes en lo que concierne a la organización de su
a p a ra to represivo, que es siem p re el últim o re cu rso de la clase do­
m inante. E sto quedó d em o strad o co n cretam en te en Chile: el ejérci­
to del gobierno d em o crático-burgués de Frei se m antuvo in tacto
d u ra n te el gobierno de A llende y con tin u ó sin m odificaciones su s­
tanciales d u ra n te el perío d o de d ic ta d u ra m ilita r fascista que le
sucedió.
E ste a p a ra to represiv o —form ad o no sólo p o r d estacam entos es­
peciales de h o m b res arm ad o s sino tam bién p o r ad itam entos m ate­
riales: cárceles e in stitu cio n es coercitivas de todo género— “se fo r­
talece a m edida que los antagonism os de clase se exacerban den tro
del estad o y a m edida que se h acen m ás g ran d es y poblados los esta ­
dos c o lin d a n te s”.
E sto lo decía Engels en 1884, hace ya un siglo, y agregaba:
Y si no, exam ínese n u e stra E u ro p a actu a l, donde la lucha de las clases y la
rivalidad en las co n q u istas han hecho c rec e r ta n to la fuerza pública,51 que
am enaza con d e v o ra r a la sociedad e n te ra y aun al esta d o m ism o.52
Desde entonces e sta am enaza se ha centuplicado. El d esarro llo
del im perialism o y las dos g u e rra s m undiales y, luego, el d e sa rro ­
llo del cam po socialista, que es considerado p o r la burguesía internade 1969 y publicado en español en La filosofía com o arm a de la revolución, México, Cua­
d ern o s de P asado y P resente núm . 4, 1974, pp. 97-141.
51 T érm ino que em plea frecu en tem en te p a ra re fe rirse al a p a ra to represivo.
52 F. Engels, E l erigen de la fam ilia. . ., cit., p. 345.
EL ESTADO
129
cional com o su principal am enaza, han im pulsado la c a rre ra a rm a ­
m en tista a tal p u nto que ya no pone en peligro sólo a los estados
belig eran tes sino a la hum anidad entera.
Por o tra p arte, el p ro letariad o ha crecido enorm em ente en n ú ­
m ero y conciencia de clase y se necesitan fuerzas cad a vez m ás
num erosas y técnicas cada vez m ás sofisticadas para m antenerlo bajo
control y p a ra a p la sta r los estallidos revolucionarios.53
Pero decir que el núcleo del a p a ra to de estado es el a p a ra to re ­
presivo no significa que el estado se reduzca, como hem os visto, sólo
a las funciones e in stituciones represivas.
Por a p a ra to técnico-adm inistrativo entendem os aquellas in stitu ­
ciones encarg ad as de las funciones sociales propias a toda sociedad
en la que ya existe una com pleja división del trabajo.
T areas que Lenin resu m ía en ta re a s de registro, de contabilidad
y de c o n tro l54 (labores censales, de recaudación de im puestos, de
inspección). A ellas debem os agreg ar o tra s ta re a s de la a d m in istra ­
ción e statal que no son ni d irectam en te represivas ni directam en te
ideológicas, com o el pro b lem a del tra n sp o rte , la salud, etc. Y las
ta re a s que h ab itu alm en te se llam an ta re a s de gobierno.
Ahora, cuando decim os que se tra ta de ta re a s no directam en te
represivas ni directam ente ideológicas no estam os afirm ando de nin­
guna m an era que sean ta re a s n e u tra s, que sirvan p o r igual a todo
el pueblo, que no estén de alguna m an era al servicio, tam bién, de la
clase dom inante. Un ejem plo de ello es la construcción de c arreteras.
A parentem ente ésta es una función totalm ente n eu tra al servicio del
país, pero b a sta p reg u n tarse cóm o se prioriza la construcción de ca­
rre te ra s p a ra d arse c u en ta de que d e trás de ello están los intereses
económ icos de la clase dom inante. Las p rim e ra s c a rre te ra s que se
construyen son aquellas que perm iten el traslado de m ercancías des­
de sus cen tro s de prod ucción h asta sus cen tro s de venta, sea para
el consum o in tern o o p a ra exportación. E norm es sectores del pue­
blo en los países subdesarrollados perm anecen incom unicados o muy
mal com unicados, m ien tras que las grandes em presas c ap italistas
cuentan con excelentes autopistas para hacer circular sus productos.
No hay entonces función del a p a ra to de estado b u rg u és que no
esté siem pre so b red eterm in ad a por el c a rá c te r de clase de ese e sta ­
do. No hay ta re a s n eu tras, de las que esté au sen te el sello de clase.
53 Aquí cabe co n sid erar todos los asp ecto s de la teo ría de la c o n train su rg en cia que
se pone en p ráctica en Am érica L atina después del triu n fo de la revolución cubana.
54 "A dem ás del a p arato de 'o p resió n ' por excelencia —el ejército reg u lar, la poli­
cía y la b u ro cra cia— el estad o m oderno —afirm a L enin— tiene un a p a ra to que está
íntim am ente vinculado con los bancos y los consorcios, un a p a ra to que realiza, si vale
la expresión, un vasto trab ajo de contabilidad y registro. E ste ap arato no puede ni debe
se r d estru id o . Lo que hay que h acer es a rra n c a rlo del control de los cap italista s; hay
que separar, incom unicar, aislar a los cap italista s, V a los hilos que ellos m anejan, de
este ap arato ; hay que subordinarlo a los soviets p ro letario s; hay que h acerlo m ás vasto,
m ás universal, m ás popular. E sto se p uede lo g rar apoyándose en las co n q u ista s ya re a ­
lizadas por el g ran capitalism o (asi com o la revolución p ro letaria puede, en general,
lo g rar su objetivo sólo apoyándose en esas conquistas)." "¿P o d rán los bolcheviques re­
ten er el p o d e r? ” (1 de o ctu b re de 1917), en Obras com pletas, t. 27, p. 216.
LA E S T R U C T U R A S O C IA L
130
EL ESTADO
Si hablam os de a p arato técnico-adm inistrativo es porque aquí son
las funciones sociales las que aparecen en un p rim e r plano, es decir,
esas "funciones leg ítim as” de las que h a b la Marx.
E ste a p a ra to tam b ién tiene que ser d estruido, creándose uno
nuevo que resp o n d a a las c a ra c te rístic a s de la sociedad com unista
cuya m eta se p reten d e alcanzar. Sólo que e sta destrucción-construcción es un p roceso m ás grad u al, m ás lento y m ás difícil que la
d estru cció n del a p a ra to rep resiv o del estado.
7 . APARATOS ID E O L O G IC O S D EL ESTADO
Aunque en M arx y Engels hay algunas referencias con relación a este
problem a, com o lo señ ala el texto de M arx ya citado que hab la de
la "fu erza e sp iritu a l de re p re sió n ”, no existe de él una exposición
sistem ática.
Lenin tam poco tr a ta este tem a en su lib ro E l estado y la revolu­
ción, sin em bargo, después del triu n fo de la revolución encontram os
varios textos que hacen referen cia a la e stre c h a relación que existe
en los estados b u rg u eses e n tre el a p a ra to político y la educación.
En todos los estados burgueses —dice en noviem bre de 1920— el vínculo entre
el aparato político y la educación es extraordinariam ente sólido, aun cuando
la sociedad b u rg u e sa no puede reconocerlo de m an era ab ierta. E n tre tanto,
esta sociedad influye en las m asas p o r m edio de la iglesia y de to d a la in sti­
tución de la p ro p ied ad p riv ad a.55
Y en o tro texto a c la ra m ás la idea:
Una de esas hip o cresía s b u rg u esas es la creen cia de que la escuela puede
m an ten erse al m argen de la política. U stedes sab en m uy bien qué falso es
esto. La burguesía m ism a, que defendía ese p rincipio, hizo que su propia
política burguesa fuera la piedra angular del sistem a educacional y tra tó de
re d u cir la enseñanza a la fo rm ación de sirvientes dóciles y eficientes de la
burguesía, de re d u c ir incluso to d a la educación, de a rrib a abajo, a la fo rm a­
ción de sirvientes dóciles y eficientes de la b u rg u esía, de esclavos e in s tru ­
m entos del capital. Ja m ás pensó en h ace r de la escu ela un m edio p a ra d esa­
rro lla r la perso n alid a d h u m an a .56
Ya en 1902 h a b ía sostenido que la u n iv ersidad e ra "u n a de las
ru ed as del en g ran aje del e sta d o ”.57
Debido a esto u n a de las ta re a s de la revolución p ro le ta ria será
p recisam en te "c o n v e rtir la escuela, de in stru m e n to de dom inación
55 V.I. Lenin, “ D iscurso p ro n u n ciad o en la C onferencia de toda R usia de las Comi­
siones de E ducación P olítica de los d ep artam en to s de in stru cció n pública provinciales
y d istrita le s ” (3 de noviem bre de 1919), en Obras com pletas, t. 34, p. 68 (las cursivas
son n uestras).
56 V.I. Lenin, “ D iscurso en el n C ongreso de toda R usia de m aestro s in te m a c io n a ­
lista s" (18 de en ero de 1919), en Obras com pletas, t. 30, pp. 268-269.
57 V.I. Lenin, “ Signos de b a n c a rro ta " (15 de feb re ro de 1902), en Obras com pletas,
t. 6, p. 100.
131
de clase de la b u rg uesía, en in stru m en to p a ra el d erro cam ien to de
esta dominación, y para la abolición total de la sociedad en clases”.58
Pero e sta ta re a no es algo fácil de p o n e r en p ráctica. En m arzo
de 1922 Lenin reconoce que han "tenido que p a sa r la vergüenza de
que, casi cinco años después de la con q u ista del p o d er político por
el pro letariad o , en sus escuelas y universidades, las del p ro le ta ria ­
do, viejos p ro fesores b u rg u eses enseñen (más exactam ente co rro m ­
pan) a la ju v en tu d la vieja bazofia b u rg u e sa ” .59
Ahora, aunque Lenin se refiere en el p rim e r texto a la e stric ta re ­
lación e n tre el a p a ra to político del estado y la educación y luego a
la función de dom inación política que cum ple la escuela, no plantea,
que nosotros sepamos, en ninguna parte, que la escuela como tal debe
se r co n sid erad a com o un a p a ra to del estado.
Es G ram sci quien h ab ría planteado por p rim era vez que un cierto
n ú m ero de instituciones de la p o r él denom inada "sociedad civil”
como: las iglesias, las escuelas, los sindicatos, etc., fo rm arían p a rte
del estado, aunque el filósofo m arxista italiano no sistem atiza en nin­
guna p a rte estos p lan team ien to s.60
El p rim ero que lo hizo fue el filósofo m arx ista fran cés Louis
A lthusser en un pequeño texto que fue p resen tad o al lector en 1969
com o sim ples "n o tas p a ra una investigación” .61
A continuación expondrem os el contenido esencial de este tra b a ­
jo de A lthusser.
Según el teórico m arx ista francés “ninguna clase puede detentar
durablem ente el poder del estado sin ejercer al m ism o tiem po su
hegem onía sobre y en [lo que él denom ina] los aparatos ideológicos
del estado".62
E stos ap arato s, que, en la época feudal, al m enos en E uropa,
habían estado p rin cip alm en te circ u n sc rito s a la iglesia católica, la
que no sólo tenía funciones religiosas sino tam bién educativas, cultu­
rales, etc., en la sociedad b u rg u esa se d iferen ciarían de la m anera
siguiente:
a] a p a ra to religioso (el sistem a de diferen tes iglesias)
b] a p a ra to escolar (el sistem a de d iferentes escuelas públicas y p ri­
vadas, universidades, etc.)
c] el a p a ra to fam iliar
d] el a p a ra to ju ríd ico (que pertenece sim ultáneam ente al ap a ra to
represivo)
e] el a p a ra to político (sistem a político con los d iferentes partidos)
f] el a p a ra to sindical
58 V.I. Lenin, “ Proyecto del P ro g ram a del PC(b)” (febrero de 1919), en Obras co m ­
pletas. t. 30, p. 467.
59 V.I. Lenin, "Prólogo al lib ro de I I. Stepánov. . (18 de m arzo de 1922), en Obras
com pletas, t. 36, p. 214.
60 A. G ram sci, " L 'é ta t”, en Oeuvres choisis, París, E ditions Sociales, 1959 pp
290-296.
61 L. A lthusser, "Ideología y ap arato s. .
op. cit.
62 Op. cit., p. 112.
132
LA E S T R U C T U R A S O C IA L
g] el a p a ra to de inform ación (prensa, radio, televisión, etc.)
h]e\ a p a ra to c u ltu ra l (letras, bellas a rte s, deportes, etc.).63
Lo que d istingue esto s a p a ra to s del a p a ra to represivo es que este
últim o funciona m asiva y predom inantem ente m ediante la represión
o la violencia y secundariam ente m ediante la ideología, m ientras que
los a p a ra to s ideológicos del estado funcionan m asiva y predom inan­
tem ente m ediante la ideología, aunque secu n d ariam ente tam bién lo
hacen m ed ian te la rep resió n .64
Un ejem plo de la p rim e ra afirm ación es la ideología de la n e u ­
tra lid a d de las fu erzas a rm a d a s que no sólo les sirven p a ra cohesio­
n a rse in tern am en te com o cu erp o sino tam bién p a ra d a r una
im agen e x te rn a aceptable.
Un ejem plo de la segunda afirm ació n es que ni las escuelas ni las
iglesias excluyen el em pleo de sanciones, exclusiones, selección,
etcétera.
Ahora, ¿ p o r qué lla m a r a esto s a p a ra to s ideológicos aparatos del
estado si m uchos de ellos funcionan com o in stitu cio n es privadas?
Según A lthusser la distinción en tre lo público y lo privado es p ro ­
pia del derecho burgués. Lo que in teresa al m arxism o no es cómo
clasifica el ideólogo burgués a estos aparatos sino cóm o funcionan.65
Ellos son in stru m en to s de dom inación de clase, dom inación en
el nivel de la s u p e re s tru c tu ra 66 que no se ejerce a través de la re ­
p resió n fu n d am en talm en te sino a trav és de la ideología.67
Aunque, de hecho, es el a p a ra to represivo del estad o el que ase­
g u ra —a trav és de sim ples órdenes y prohibiciones adm inistrativas,
de cen su ras tácitas o explícitas o de la fuerza física m ás brutal, como
en el caso de las d ic ta d u ra s m ilita re s fa sc ista s— las condiciones de
actu ació n de los a p a ra to s ideológicos del estad o .68
Pero ¿qué es lo que unifica a a p a ra to s ta n diversos com o la es­
cuela y los sindicatos, o la escu ela y el sistem a de p artid o s?
Lo que los unifica es la ideología dom inante, que es la ideología
de la clase do m in an te.69
Ahora, ¿cuál de todos estos ap arato s es el que ocupa una posición
d o m inante en las form aciones sociales c a p ita listas d esarro llad as?
Según A lthusser, el a p a ra to d o m inante es el a p a ra to escolar
au n q u e la rep resen tació n ideológica que la b u rg u e sía tiende a d a r
de sí m ism a es que lo d o m inante sería el a p a ra to político, o sea
el régim en de dem o cracia p a rla m e n ta ria b asado en el sufragio u n i­
versal.
V eam os a continuación un extenso texto donde fu n d am en ta en
fo rm a b rilla n te su afirm ación:
63 Op. cit.. pp. 109-110.
64 Op. cit., p. 111.
65 Op. cit., pp. 110-111.
66 R ecu érd en se las referen cias de Lenin respecto de la escuela burguesa.
67 A lth u sser sólo m enciona dos " c u e rp o s” en el a p a ra to de estado: “ El cu erp o de
las in stitu cio n es que rep re sen tan el a p a ra to rep re siv o ” y el "cu erp o de las in stitu cio ­
nes que rep re sen tan el conjunto de ap a ra to s ideológicos de e s ta d o ” (op. cit., p. 112).
68 Op. cit., p. 114.
69 Loe. cit.
EL ESTADO
133
La escuela recibe a los niños de todas las clases sociales desde los jard in es
infantiles y desde ese m om ento —tanto con nuevos como con viejos m étodos—
les inculca d u ra n te m uchos años —los años en que el niño es m ás "v u ln era­
b le ” y está ap risio n ad o e n tre el ap a ra to ideológico fam iliar y el esco lar—,
"sa b e re s p rá c tic o s” tom ados de la ideología dom inante (el idiom a m aterno,
el cálculo, la histo ria, las ciencias, la lite ra tu ra ) o sim plem ente la ideología
dom in an te en estad o p u ro (m oral, educación cívica, filosofía). En algún mo­
m ento, a lre d ed o r de los dieciséis años, una gran m asa de niños cae "en la
p ro d u c c ió n ’’: los tra b a ja d o re s y los pequeños ag ricu lto res. O tra porción de
la ju v en tu d esco larizada co n tin ú a estudiando: tard e o tem p ran o va a d a r a
la provisión de cargos m edianos: em pleados, funcionarios, pequeños b u rg u e­
ses de todas clases. Un últim o secto r llega a la cim a, sea p ara c aer en la sem icesan tía in telectual, sea p a ra convertirse, a p a rte de los "in telectu ales del
tra b a ja d o r colectivo” , en agentes de la explotación (capitalistas, em p resa­
rios), en agentes de la rep resió n (m ilitares, policías, políticos, a d m in istra ti­
vos, etc.) o en p rofesionales de la ideología (sacerdotes de toda especie, que
son, en su m ayoría, "la ic o s” convencidos).
Cada secto r m asivo que se incorpora a la ru ta queda, en la práctica, p ro ­
visto de la ideología que conviene al papel que debe cu m p lir en la sociedad
de clase: papel de explotado (con "conciencia p ro fesio n al”, "m o ra l” , "cívi­
c a ” , "n a c io n a l” y apolítica altam en te " d e s a rro lla d a ”); papel de agente de
explotación (saber m a n d ar y h a b la r a los trab ajad o res: "relaciones h u m a­
n a s”); papel de agentes de la represión (saber m an d ar y hacerse obedecer
"sin d iscu sió n ” o sa b e r m an ejar la dem agogia retó ric a de los d irig en tes po­
líticos), o papel de agentes profesionales de la ideología (que saben tr a ta r
re sp etu o sa —es decir, d espectivam ente— las conciencias, v m ediante la
coerción, la dem agogia conveniente, según cuan to se acom ode a la m oral,
a la virtud , a la "tra sc e n d e n c ia ”, a la nación, etc.).
E videntem ente, gran c an tid ad de estas v irtu d es c o n trasta d as (m odestia,
resignación y sum isión p o r una p arte, y cinism o, altivez, seguridad, g ran d e­
za, es d ecir h ab ilid ad y buen lenguaje, por otra) se aprenden tam bién en las
fam ilias, en la iglesia, en el ejército, en los buenos libros, en las películas
e incluso en los estadios. Pero no hay ningún a p a ra to ideológico del estado
que m an ten g a d u ra n te tantos años una audiencia obligatoria (y, lo que im ­
p o rta m enos, a veces gratuita), cinco o seis días a la sem ana a razón de 8
h oras p o r día, con la to talid ad de los niños en las form aciones sociales
c a p ita lista s.70
8. PODER DEL ESTADO
Es m uy im p o rtan te no co n fu n d ir el poder del estado con el aparato
de estado.
Ya hem os visto que el aparato de estado es el conjunto de in stitu ­
ciones que desarro llan las diversas funciones del estado (represivas,
técnico-adm inistrativas, ideológicas).
El poder del estado o poder estatal es la capacidad que tiene una
clase p a ra h acer fun cio n ar el ap a ra to de estado de acuerdo con sus
in tereses de clase.
A nteriorm ente hem os visto cómo el estado es el in stru m en to del
70 Op. cit., pp. 118-119.
134
LA E S T R U C T U R A S O C IA L.
que se vale la clase d om inante p a ra a se g u ra r su condición de clase
explotadora, y en este sentido el poder del estado es siem pre el poder
de la clase dom inante, o lo que M arx y Lenin llam an la dictadura
de la clase d o m in a n te.71
¿E n qué sentido u san estos au to res la p a la b ra dictadura?
E sta p a la b ra tiene un significado m uy d iferen te p a ra los m arxistas de lo que h a b itu a lm e n te 72 se entiende p o r " d ic ta d u ra ” .
Cuando se m enciona la p alab ra d ictad u ra generalm ente se piensa
en un régim en tirán ico , an tid em o crático , al servicio de un caudillo
y de su cam arilla, de un régim en o puesto al régim en dem ocrático
que es la expresión de la volu n tad de la m ay oría del pueblo.
¿Y acaso Lenin no e s ta ría coincidiendo con esta apreciación po­
p u la r del térm in o al d efin ir la d ic ta d u ra com o un po d er basado di­
rectam en te en la violencia y no lim itado p o r ley alguna?73 ¿Cómo
en te n d e r e sta definición?
¿E n el sentido de que ese estad o sólo funciona ejerciendo la re ­
presión, la violencia, a trav és de sus a p a ra to s especializados: la po­
licía, el ejército, los trib u n ales, etcétera?
¿E n el sentido en que ese estad o p rescin d e de toda legislación?
No, ése no es el sentido p ro fu n d o de las p ala b ra s de Lenin.
A firm ar que el estado es siem pre u n a d ic ta d u ra de clase no signi­
fica que necesariam ente tenga que u sa r m étodos de represión violen­
ta ni que p rescin d a de las leyes, sino que el estad o es la expresión
de u n a relación de fuerzas en tre las clases antagónicas. La clase que
ejerce su dom inio sobre las clases su b o rd in ad as es tam bién la clase
que dispone del a p a ra to de estado, la clase que establece una legis­
lación que le p erm ite re p ro d u c irse com o clase dom inante.
De hecho, m ie n tra s m ayor es la fuerza de la clase dom inante,
m enos necesita ésta de la violencia física p a ra im ponerse a las clases
su b o rd in ad as.
En este sentido el m arxism o define com o d ic ta d u ra de la b u r­
guesía a la m anip u lació n del a p a ra to de estad o en función de los in­
tereses de la b u rg u esía, au n q u e é sta se ejecute en la form a m ás
dem o crática de gobierno.
. . .cualquier escolar sabe —dice Lenin sarcásticam ente rebatiendo a Kautsky—
que m o n arq u ía y rep ú b lica son dos form as d iferen tes de gobierno. H ay que
71 S obre este punto, y en general sobre el problem a del estado visto desde el ángu­
lo de la d ic ta d u ra del p ro letariad o , revísese el texto de É tienne B alibar, Sobre la dicta­
dura del proletariado, cit., pp. 40-70.
Cuando hacem os esta afirm ación estam os pensando en lo que Engels denom ina ''p e ­
ríodos típ ico s” . En su libro E l origen de la familia, la propiedad privada y el estado es­
crib e que el estado "en todos los períodos típicos, es exclusivam ente el estado de la clase
dom in a n te y —ag reg a—, en todos los casos, una m áquina esencialm ente d estin a d a a
re p rim ir a la clase op rim id a y ex p lo tad a” (Obra., escogidas en tres tom os, tom o m,
p. 350 [las cu rsiv as son nuestras]).
72 E sta p a la b ra “ h a b itu a lm e n te ” refleja la influencia efectiva de la ideología b u r­
guesa sobre la m ay or p arte de la población, que no sólo hace suyos los térm inos
bu rg u eses sino que adem ás representa su situación política d entro de esa problem ática.
73 V I. Lenin, "La revolución pro letaria y el renegado K autsky” (octubre-noviem bre
de 1918), en Obras com pletas, t. 30, p. 87.
E l. E S T A D O
135
explicarle al señ o r K autsky que estas dos form as de gobierno, com o todas
las "fo rm as de gob iern o ” tra n sito ria s bajo el capitalism o, no son sino va­
ria n te s del estado burgués, es decir, de la dictadura de la burguesía,74
Y m ás adelante agrega:
K autsky se a fe rra a todo tipo de "m in u cias” [. . .], pero no ve el fondo del
problem a. No percibe la esencia de clase del a p a ra to estatal, de la m áquina
del estad o .75
Ahora, cuando a través de un largo proceso de lucha de clases
en todos los niveles e sta relación de fuerza en tre las clases cam bia
a favor del pro letariad o , y éste se tra n sfo rm a en la clase dom inan­
te,76 el nuevo estado que surge, a p e sa r de ser un estado que, ah o ra
sí, rep resen ta los intereses de la m ayoría del pueblo, es tam bién una
dictadura de clase: la d ic ta d u ra del pro letariad o .
Por lo tanto, el concepto m arxista de dictadura no se opone al con­
cepto de democracia; el concepto de dictadura se opone a la concep­
ción de un estado p o r encim a de las clases, al servicio de toda la
sociedad.
El estado es siem pre u n a d ic ta d u ra de clase en la m edida en que,
ap aren ta n d o e sta r al servicio de todo el pueblo, de hecho está fun­
d am entalm ente al servicio de una clase: la clase dom inante.77
Si aceptam os que el p o d er del estado es la d ic ta d u ra de u n a clase
tenem os que acep tar, al m ism o tiem po, que en la sociedad m oderna
no puede ser sino la d ic ta d u ra de la b u rg u esía o la d ic ta d u ra del
pro letariad o .
P en sar que el d e rro cam ien to [de la burguesía] p u d iera ser o tra cosa que la
dictadura del proletariado sería lo m ism o que llegar a pensar que existe frente
a la b u rg u esía otra fuerza h istó rica antagónica d istin ta del proletariado, una
"tercera fu erza " independiente de él, susceptible de u n ir y arrastrar al pueblo
trabajador contra el capital. S o rp resa divina cada día m ás im probable, esta
"te rc e ra fu e rz a ” es el salvador que espera desde siem pre la ideología pequeñ o b u rg u esa p a ra esc a p a r del antagonism o de clase en el que se siente m a­
chacada, y al que cree “ reco n o cer” sucesivam ente en el cam pesinado, en los
intelectu ales, los técnicos, o los tecn ó cratas, la "nueva clase o b re r a ”; inclu­
so (variante izq u ierd ista an arq u ista) en el "s u b p ro le ta ria d o ”, etc. E sto lle­
v aría a p e n sa r co n tra to d a la experiencia h istó rica del m ovim iento o brero
que, a p a rte de la ideología b u rg u esa y la ideología p ro letaria, " o tr a ” ideolo­
gía p o d ría d e sa rro lla rse en la sociedad y " s u p e ra r” su conflicto. Esto, final­
m ente, llevaría a p e n sa r que la explotación c ap italista puede d esap arecer
de un m odo que no sea la abolición tendencial del trab ajo asalariado, y a
través de él, de toda la división de clase en la sociedad. ¡Pero entonces, com o
explica Lenin, es preciso re n u n c ia r a llam arse m arx ista!78
74 Op. cit., p. 88.
75 Op. cit., p. 98.
76 D estruyendo el estado b u rg u és y co n stru y en d o un estado de nuevo tipo al serv i­
cio de los intereses del p ro letariad o .
77 Siendo un facto r m uy im p o rtan te de su rep ro d u cció n com o clase dom inante.
78 É. B alibar, op. cit., pp. 59-60.
136
LA E S T R U C T U R A S O I [AL
F.L E S T A D O
H asta aquí hem os d esa rro lla d o lo que entendem os por poder es­
tatal o poder del estado, que no es sino la capacidad que tiene la clase
dom in an te de h acer fu n cio n ar el a p a ra to de estado de acuerdo con
sus in tereses de clase.
Pero ¿quién hace fu n cio n ar ese a p a ra to ? ¿Es la pro p ia clase do­
m inante la que, com o tal, cum ple esa ta re a realizando los trab ajo s
propios de las d istin ta s funciones del a p a ra to del estado?
Si bien en la época feudal eran efectivam ente individuos prove­
nientes de esta clase los que d esem peñaban las funciones m ilitares,
de gobierno, de ad m in istració n pública, esto no o c u rre así en el
capitalism o.
Veamos lo que dice Lenin al respecto en El estado y la revolución:
A través de todas las revoluciones burguesas vividas en gran núm ero por E uro­
pa desde los tiem pos de la caída del feudalism o, este a p a ra to b u ro crá tic o
y m ilitar va desarro llán d o se, p erfeccionándose y afianzándose. En p a rtic u ­
lar, p recisam ente la pequeña b u rg u esía es a tra íd a al lado de la g ran b u rg u e ­
sía y som etida a ella en m edida co n sid erab le p o r m edio de este ap arato , que
p roporciona a las capas a ltas de los cam pesinos, de los pequeños artesan o s,
de los com erciantes, etc., puestos relativ am en te cóm odos, tran q u ilo s y ho­
norables, los cuales colocan a sus poseedores p o r encim a del pueblo. M irad
lo ocurrido en Rusia d u ran te el m edio año tran scu rrid o desde el 27 de febrero
de 1917; los cargos b u ro c rá tic o s que an tes se a d ju d icab an preferen tem en te
a las c e n tu rias negras, se han co nvertido en bo tín de kadetes, m encheviques
y socialistas revolucionarios [. . .] p a ra re p a rtir el botín, p ara o cupar los pues­
tos de m inistros, su b secretario s, gobernadores generales, etc., etc., no se de­
m oró ni se esperó a ning u n a A sam blea C onstituyente. El juego de las com bi­
naciones p ara fo rm a r gobierno no era, en el fondo, m ás que la ex presión del
re p a rto y red istrib u c ió n del “b o tín ”, que se hacía a rrib a y abajo, p o r todo
el país, en toda la ad m in istració n , cen tral y local.79
E sta situ ació n de capa privilegiada, que estim u la el arribism o,
es lo que elim ina la C om una de P arís al estab lecer un sistem a de
elección y revocación de esos funcionarios m ediante el sufragio u n i­
versal, y, al m ism o tiem po, al re d u c ir su salario al nivel de un sala­
rio obrero.
P or lo tanto, no se debe c o n fu n d ir la clase que d eten ta el poder
del estad o con el personal que trabaja en el aparato de estado, en
ta re a s que Lenin denom ina "ta re a s de gobierno".
Sostiene que esta d iferen cia la tiene c la ra la b u rg u esía que des­
plazó a la clase feudal com o clase d o m inante pero que se valió de
la experiencia de sus funcio n ario s p a ra g o bernar.
. . .los burg u eses no eran tan to n to s —a firm a —, ellos decían: p a ra la lab o r
del gobierno hacen falta ho m b res que sepan gobernar; tom em os, pues, a los
feudales y reeduquém oslos. Y así lo hicieron —y agrega—: ¿E ra un e rro r? No,
cam arad as, el a rte de g o b ern a r no cae del cielo ni es in sp irad o p o r el E sp íri­
tu Santo, y p o r el hecho de que una clase sea la clase dirig en te no se vuelve
7I* Op. cit., p. 41.
137
de pro n to capaz de gobernar. Lo vemos en el ejem plo citado: m ientras la b u r­
guesía triu n fab a , tom aba p ara la labor de gobierno a re p resen tan tes de o tra
clase, de la clase feudal, pues de o tro m odo no h u b iera tenido de dónde to­
m arla. Hay que m ira r las cosas cor. sensatez: la b u rg u esía re c u rría a la vieja
clase, y n u e stra tare a actu al es la m ism a; sa b e r tom ar, som eter, ap rovechar
los conocim ientos, la p rep aració n de la vieja clase y utilizar todo esto p ara
el triu n fo de n u estra clase. P or eso decim os que la clase victoriosa debe estar
m ad u ra, y la m adurez no se p ru eb a por m edio de un docum ento o un c e rtifi­
cado, sino p o r la experiencia, p o r la práctica.
Cuando la bu rg u esía triu n fó no sabía gobernar, y aseguró su victoria p ro ­
clam ando una nueva C onstitución, reclu tan d o e in corporando a d m in istra ­
d ores de su p ro p ia clase, a los que educó aprovechando con ese fin a los ad­
m in istrad o re s de la vieja clase. La b u rg u esía com enzó a en señ ar a sus
adm inistradores, a los nuevos, preparándolos p ara la labor con ayuda de todo
el a p a ra to e statal; se ap o d eró de las in stituciones feudales, envió a las es­
cuelas sólo a los ricos, y en esta form a, en el cu rso de m uchos años, de déca­
das, p re p a ró a los a d m in istrad o res reclutados de su propia clase. Hoy, en
un estad o o rganizado a im agen y sem ejanza de la clase dom inante, es nece­
sario p ro ced er com o p ro cedieron todos los estados. Si no querem os c aer en
las posiciones del m ás p u ro utopism o y de la vacua fraseología, debem os de­
c ir que debem os ten er en cuenta la experiencia del pasado, que debem os ase­
g u rar la Constitución conquistada por la revolución, pero para gobernar, para
c o n stru ir el estado, n ecesitam os hom bres versados en el a rte de gobernar,
que tengan experiencia en el te rren o estatal y económ ico, y estos hom bres
sólo podem os sacarlo s de la vieja clase.80
Por últim o, en relación con este tem a del p o d er del estad o es im ­
p o rta n te a c la ra r que si bien el a p a ra to de estado como tal no tiene
p o der sino que es un “centro de poder”M a través del cual se ejerce
el po d er de la clase dom inante, este a p a ra to posee una c ie rta a u to ­
nom ía y especificidad pro p ia que hace que no pueda ser m an ip u la­
do indiferentem ente p o r c u a lq u ier clase social.
Esto es lo que tra ta b a de explicar Lenin cuando afirm a b a que la
consigna "Todo el poder pasa el soviet”, lanzada después de la revo­
lución de febrero, no podía se r in te rp re ta d a com o un sim ple copam iento de los cargos m in isteriales del gobierno provisional p o r re ­
p resen ta n tes de los soviets.
“ Un m inisterio de los partidos m ayoritarios de los soviets” significa un cambio
de p erso n as en el m inisterio, conservando in tacto todo el viejo ap a ra to gu­
b ern am en tal, a p a ra to ín teg ram ente b u rocrático, íntegram ente no d em o crá­
tico, incapaz de llevar a cabo refo rm as serias que constan h asta en los p ro ­
gram as de los eserista s y m encheviques.82
Es com o "v e rte r vino nuevo en los viejos odres del viejo ap arato
80 V.I. Lenin, "ix Congreso del PC(b)R” (29 de m avo de 1920), en Obras completas,
t. 33, pp. 42-43.
81 S obre este concepto, véase el libro de N. Poulantzas. Poder político v clases so­
ciales en el estado capitalista, México, Siglo XXI, 1974, 8a. ed., pp. 139-143. El libro es
de m ucho interés p ara los estud io so s del problem a del estado.
82 V.I. Lenin, "U no de los pro b lem as fu n d am en tales de la revo lu ció n ” (14 de sep­
tiem bre de 1917), en Obras com pletas, t. 26, p. 451.
138
LA EST R U C TU R A SOCIAL.
b u ro c rá tic o ”.83 De ahí la necesidad de que el p ro letariad o , p a ra
p o d er ejercer realm en te el p oder del estado, deba d e s tru ir el a p a ra ­
to de estad o b u rg u és y c o n stru ir uno nuevo.
De igual m odo, el que actu alm en te p uedan ser elegidos re p resen ­
tan te s de los tra b a ja d o re s en los organism os públicos no significa
que los tra b a ja d o re s deten ten con ello “la m en or brizna del poder
del estado, com o si el p o d er del estad o p u d iera ser dividido en dife­
rentes ‘p o d eres’ locales o p articu lares, dividido en tre las clases p ro ­
porcio n alm en te a su fuerza política, y ce sa r de ser deten tad o abso­
lutam ente p o r la clase d o m in an te” .84
Esto qued a extrem ad am en te claro en la experiencia de la Unidad
P op u lar chilena. Al g a n a r el p resid en te Allende las elecciones, y al
llegar luego al gobierno de la nación, nuevas clases sociales, re p re ­
sentad as p o r el m ovim iento p o p u lar que lo apoya, llegan a d e te n ta r
una p a rte de ese c en tro de pod er político que es el estado chileno;
llegan a te n e r en sus m anos el llam ado "p o d e r ejecutivo”, p e rm an e­
ciendo el poder "legislativo” y "judicial” en m anos de las clases hasta
entonces dom inantes.
Es in teresan te h acer n o ta r aquí que la ideología bu rg u esa d istin ­
gue tre s tipos de p o d er d e n tro del estado: ejecutivo, legislativo y ju ­
dicial, ignorando ab so lu tam en te el p oder m ilitar, considerado por
el m arxism o el elem ento decisivo.
E quivocadam ente, a n u e stro en ten d er, m uchos a n alistas m arxistas so stienen que la U nidad P o p u lar conquistó el p o der en Chile al
lograr, m ediante un proceso electoral, el acceso al gobierno den tro
de un a p a ra to de estad o burgués. La U nidad P o p u lar no conquistó
el poder, conquistó u n a p a rte de un c en tro de poder, la p a rte m ás
dinám ica que es el "p o d e r ejecutivo”. La p a rte m ás decisiva, como
ha quedado suficien tem en te d em o strad o con el golpe m ilitar fascis­
ta, era, sin duda, el poder m ilitar.
Pero, al caer en m anos de las fuerzas populares una p arte del ap a­
rato de estad o burg u és, ese a p a ra to o c en tro de p o d er no cam bia
por ello su especificidad, su e stru c tu ra . Sigue siendo un ap arato b u r­
gués, con un ejército sep arad o del pueblo, un p a rla m e n tarism o ine­
ficaz, y un sistem a ju d icial sep arad o del pueblo, etcétera.
Las fu erzas p o p u lares p u d iero n m a n ip u la r la p a rte de ese cen tro
de p o d er a la que tuvieron acceso: el "p o d e r ejecutivo” , el gobierno,
pero sólo d e n tro de d eterm in ad o s lím ites, los lím ites que d e term i­
nab an el c a rá c te r b u rg u és de ese ap arato .
Las g aran tías co nstitucionales im puestas p o r la dem ocracia c ris­
tia n a p a ra ap o y ar a Allende en el C ongreso y tra n sfo rm a rlo en
nuevo p resid en te de Chile no b u scab an o tra cosa que e n c e rra r
al nuevo gobierno ju sta m e n te d en tro de m edidas dem ocráticoburguesas, alertando, antes de que Allende asu m iera la presidencia,
acerca de c u a lq u ie r paso que p u d iera d arse dirigido, aunque sólo
fuese p arcialm en te, a re sq u e b ra ja r el a p a ra to de estado burgués.
83 Op. cit., p. 453.
84 É. B alibar, op. cit., p. 58.
EL ESTADO
139
No nos parece adecuado h ab lar de que la UP conquistó una parte
del p o der por las razones teóricas ya expuestas y porque, política­
m ente, e sta expresión se p re sta para enfo car el problem a de la con­
q u ista del p o der por las fuerzas revolucionarias com o si se tra ta ra
de un pro b lem a de avanzar en la co nquista de los o tro s poderes: le­
gislativo y judicial.
N osotros pensam os que el pueblo conquistó un centro de poder
de gran im p o rtan cia p a ra avanzar hacia la co nquista del poder. Y
p a ra lo g rar este objetivo e ra necesario im p u lsar el d esarro llo de
todos los órganos de p o der que nacen en la base m ism a del pueblo,
p a ra que en u n a acción m ancom unada con el gobierno, y no co n tra
él, h u b ie ra n ido creando las condiciones que p e rm itieran d e stru ir
los lím ites im puestos p o r el a p a ra to de estad o burgués, que no sig­
nifica sino su d estrucción, im plantando un nuevo tipo de estad o al
servicio de los in tereses del pueblo. Pero, no cabe duda, después de
la experiencia vivida, que p a ra que todo esto contribuyera a una real
co nquista del p o der e ra necesario lograr resolver el problem a m ili­
tar a favor del pueblo.
Resum iendo: la UP no conquistó el poder, ni una p a rte de éste,
conquistó un in stru m e n to que debía servirle p a ra la con q u ista del
poder. Y p a ra lo g rar este objetivo era fundam ental, decisivo, cómo
se resolvía en Chile el pro b lem a m ilitar.
9.
CLASE DOMINANTE Y CASTA GOBERNANTE85
Ahora, com o el po d er del estado es la cap acid ad de h ac er fu n cionar
al a p a ra to de estad o de acu erd o con sus intereses de clase, la clase
dom inante perm anece dueña del juego: es decir, puede im p u lsar el
establecim iento de un régim en dem o crático -p arlam en tario o puede
p a sa r p o r encim a de su C onstitución y sus leyes y su p rim ir el p a rla ­
m ento y el juego dem ocrático entregando el m anejo del a p a ra to de
estado a un gobierno d ic tato ria l, si así lo req u ieren sus in tereses de
clase fundam entales.
Esto últim o fue lo que ocurrió a la burguesía francesa a m ediados
del siglo pasado: p a ra salv ar sus in tereses de clase debió ab an d o ­
n a r todas las a rm a s fo rjad as p o r ella c o n tra el feudalism o porque
ahora se volvían en su contra, el régim en p arlam en tario y el sufragio
universal em pezaban a c o n stitu irse en un peligro p a ra su sobrevi­
vencia com o clase explotadora.
[. . .] su pro p io in terés [de la burguesía] le o rd en a —afirm a M arx en El Die­
ciocho B rum ario de Luis Bonaparte— esquivar el peligro de su gobierno pro­
pio, [. . .] p a ra p o d er im p o n er la tran q u ilid ad en el país tiene que im ponérse­
la ante todo a su p arla m e n to burgués, [. . .] p a ra m an ten er in tacto su poder
social tiene que q u e b ra n ta r su poder político; [. . .] los individuos burgueses
sólo pueden seg u ir explotando a o tra s clases y d isfru tan d o apaciblem ente
85
Nos deten d rem o s especialm en te en este tem a p o r ser uno de los pun to s m ás po­
lém icos de este capítulo.
EL ESTADO
140
LA E S T R U C T U R A S O I 1AL
de l a propiedad, la fam ilia, la religión y el o rd en bajo la condición de que
su clase sea condenada con las o tra s clases a la m ism a n ulidad política; [. . .]
p a ra salv ar la bolsa hay que re n u n c ia r a la co ro n a.86
Lenin define el b o n ap artism o com o "u n p o d er esta ta l apoyado
en la cam arilla m ilita r (en los peores elem entos del ejército), que m a­
n io b ra e n tre dos clases, dos fu erzas hostiles, m ás o m enos equili­
b ra d a s e n tre sí” .87
Y
n ecesita definirlo p a ra d a r cu en ta de u n a situación que se está
dando en R usia en esos m om entos y que es sim ilar a la que se dio
en F ran cia a m ediados del siglo pasado.
El m ovim iento p o p u la r seguía en ascenso desde la crisis de abril
y la lucha de clases en tre la b u rg u esía y el p ro letariad o se había agu­
dizado a tal extrem o que la b u rg u e sía se vio obligada a d e jar el
co n tro l del a p a ra to esta ta l en m anos de u n a c am arilla m ilitar: los
kaledin. "E l p o d er que la b u rg u e sía en el gobierno no podía to m ar
p o r e n tero y que los soviets no q u erían to m ar, cayó en m anos de la
cam arilla m ilitar, los b o n a p a rtis ta s ”, afirm a Lenin, pero inm edia­
tam en te agrega que esa cam arilla m ilita r e stab a plenam ente respal­
d ad a p o r los te rra te n ie n te s y los c a p ita lista s.88
Es in te re sa n te o b se rv a r que, p a ra el d irig ente bolchevique, el
hecho de que el escen ario p olítico haya sido copado por una cam a­
rilla m ilita r no significa un cam bio en el c a rá c te r de clase del poder
del estado, que sigue o p eran d o en función de los in tereses de la b u r­
guesía, sino un m ero cam bio en la form a de gobierno.*9
Desde la revolución de fe b re ro h a sta la revolución de o ctu b re "el
p o d er e sta ta l ha p erm anecido prácticam ente en R usia en m anos de
la burguesía", e x p re sa rá poco antes del triu n fo de la revolución
de o c tu b re .90
A firm ar que la b u rg u e sía co n tro la las reglas del juego es en to n ­
ces afirm ar que aunque desaparezca del escenario político sigue m an­
teniendo en sus m anos el p o d er del estado, es decir, el a p a ra to del
estad o sigue sirviendo a sus in tereses de clase y, ju stam en te, p a ra
que los sirva m ejo r es que la b u rg u esía se an ula com o clase
gobernante.
De todo lo dicho a n te rio rm e n te podem os co ncluir con Lenin que
no hay que co n fu n d ir "el estad o con el g o b iern o ”.91
86 En K. M arx y F. Engels, Obras escogidas en tres tom os, 1 . 1, p. 447. Hem os su b ra ­
yado las p ala b ra s “gobierno propio", “poder p o lítico ” y “ nulidad p o lítica” p a ra hacer
n o ta r que lo que M arx expresa es que la bu rg u esía debe re tira rs e del gobierno p a ra
que el a p a ra to de estad o siga funcionando a su favor.
87 V.I. Lenin, “ El com ienzo del b o n a p a rtism o ” (29 de julio de 1917), en Obras co m ­
pletas, t. 26, p. 303.
88 V.I. Lenin, “Las enseñanzas de la revolución” (6 de septiem bre de 1917), en Obras
com pletas, t. 26, p. 321.
89 V.I. Lenin, “ Los árb o les no perm iten ver el b o sq u e” (19 de agosto de 1917), en
Obras com pletas, t. 26, p. 337.
90 V.I. Lenin, “Uno de los problem as fundam entales de la revolución”, en Obras com ­
pletas, t. 26, p. 450.
91 V.I. Lenin, “ix Congreso del PC(b)R” (29 de m arzo de 1920), en Obras com pletas,
t. 33, p. 42.
141
Es necesario distinguir dos cosas: “cóm o gobierna una clase" (con
quiénes, bajo qué form as: dem ocrática, m onárquica, etc.) y lo que
realm ente es "la dom inación de una c lase ” .92
“ Es sólo la dom inación de una clase —añade m ás ad e lan te — lo
que d eterm in a las relaciones de p ro p ied ad y qué clase está en el
p o d er.”93
Por eso no hay que co n fu n d ir p o der del estad o con gobierno. Una
clase puede se r la clase dom inante y d e te n ta r en consecuencia el
po d er del estad o y, sin em bargo, r e c u rrir a o tra s clases y capas so­
ciales p a ra desem p eñ ar las labores de gobierno.
Llam arem os entonces clase dom inante a la clase que im pone sus
intereses de clase al resto de las clases de una sociedad dada.
En el capitalism o cu en ta no sólo con su situación de clase explo­
ta d o ra en el nivel de las relaciones de producción, sino que cu enta
adem ás con el p o der del estado; es decir, con su capacidad p a ra u ti­
lizar el a p a ra to estatal de m odo que le p erm ita re p ro d u c ir a nivel
económ ico sus condiciones de clase dom inante.
Casta gobernante es el sector social en cuyas m anos están las rien­
das del estado, es decir, lo que se suele lla m a r el p o d er político.94
Aquí es im p o rtan te te n e r en cu enta que si bien la clase dom inan­
te de la época esclavista o feudal e ra al m ism o tiem po la clase en tre
la cual se re clu ta b a la c a sta gobernante, esto no ocu rre así en la m a­
yoría de los países capitalistas desarrollados donde la burguesía, ante
el tem o r al p ro le taria d o en ascenso, se ha visto obligada a co m p ar­
tir el gobierno del país con la a risto c ra c ia te rrate n ien te, o a reple­
garse y ced e r a esta a risto c ra c ia todos los altos puestos en el go­
bierno. La participación exclusiva de la burguesía en el gobierno sólo
ha sido posible en países com o E stados Unidos, que nunca conocie­
ron el feudalism o y que se con stru y ero n desde un com ienzo sobre
una base b u rg u e sa.95
P or o tra p arte, no siem pre gobierna toda la burguesía, sino una
o v arias fracciones de esta clase.
En todos los casos señalados, sea cual sea la casta gobernante,
rep re se n ta de hecho los in tereses de clase de la b u rg u esía que es
la clase dom inante.
El ejem plo m ás extrem o de una aparente contradicción entre casta
gobern an te y clase dom inante sería quizá el de las d ic ta d u ra s m ili­
tare s fascistas de A m érica Latina. La b u rg u esía debe re tira rs e del
escenario político p a ra no p o ner en peligro su reproducción como
clase dom inante y en treg a el poder a los m ilitares, pero el a p a ra to
de estad o com o tal sigue funcionando com o un a p a ra to de estado
b u rg u és al servicio de la reproducción de la burg u esía com o clase
92 Op. cit., p . 41.
93 Op. cit., p. 42.
94 N. P oulantzas distingue lo que él denom ina fracciones “po líticam en te d o m in an ­
te s ” de las fracciones “ re in a n te s” (op. cit., p. 323).
95 F. Engels, “Prólogo a la edición inglesa de 1892”, Del socialism o utópico al so­
cialism o científico, en Obras escogidas en tres tom os, t. m, p. 115.
142
LA E S T R U C T U R A S O C IA L
EL ESTA D O
y, p o r lo tan to , es la b u rg u e sía la que co n tin ú a d etentando el poder
del estado.
Ahora, cu an d o el p o d er político, es decir, el gobierno, las riendas
del estado, es co m p artid o p o r v arias fracciones de la b u rg u esía o
p o r d iferen tes clases, podem os h a b la r de la existencia de un bloque
g o b ern an te96 y podem os d istin g u ir d en tro de este bloque una clase
o fracción de clase que tiene el papel d irig en te o hegem ónico, y u ti­
liza el a p a ra to de estad o en su provecho.
10.
EXTINCIÓN DEL ESTADO PROLETARIO
A hora ya tenem os todos los elem entos p a ra p ro fu n d izar en el con­
cepto de extinción del estad o que habíam os dejado pendiente.
R ecordem os que Engels afirm a en E l origen de la fam ilia, la pro­
piedad privada y el estado:
"Las clases d e sa p a re ce rá n de u n m odo tan inevitable com o s u r­
gieron en su día. Con la d esaparición de las clases d esap arecerá ine­
vitablem ente el e sta d o .’’97
Pero ¿cuándo o c u rrirá esto?
C uando la sociedad haya reorg an izad o "de un m odo nuevo la
prod u cció n sobre la base de u n a asociación libre de p ro d u c to re s
iguales. . .”98
Y
esto sólo será posible cuando el p ro letariado conquiste el poder
del estad o y g racias a él conv ierta "en p rim e r lu gar los m edios de
producción en p ro p ied ad del e sta d o ” .99
Es im p o rta n te d eten erse en las p a la b ra s "en p rim e r lu g a r”, ya
que Engels no p reten d e d ecir que b a ste con que el p ro le ta riad o se
ap ro p ie de los m edios de prod u cció n p a ra que d esaparezcan las
clases y, p o r lo tan to , el estado.
R ecordem os lo que decía Lenin al respecto:
Es evidente que p a ra ab o lir to talm en te las clases no b a sta con d e rro c a r a
los explotadores, a los te rra te n ie n te s y cap italistas; no b a sta con ab o lir sus
derechos de propiedad, sino que tam bién es necesario ab o lir toda p ropiedad
privada de los m edios de p roducción, es n ecesario ab o lir la diferencia e n tre
la ciudad y el cam po, así com o la d iferen cia e n tre los tra b a ja d o re s m an u a ­
les e intelectuales. E sto req u ie re m ucho tiem po. P ara p o d er realizarlo, hay
que d a r un enorm e paso ad elan te en el d esa rro llo de las fu erzas p ro d u c ti­
vas; es necesario vencer la resisten cia (m uchas veces pasiva, y p or eso m ism o
p artic u la rm e n te tenaz y p a rtic u la rm e n te difícil de vencer) de las m últiples
supervivencias de la p equeña producción; es n ecesario vencer la enorm e
fuerza de la co stu m b re y del esp íritu conservador, vinculados a esas su p e r­
vivencias.100
96 Hay au to res que h ablan del bloque en el poder. E sto puede confundir ya que, co­
m o hem os visto, el p o d er e statal no se com parte.
97 Op. cit., p. 347.
98 Op. cit., p. 348.
99 F. Engels, Anti-D ühring, cit., p. 277.
100 V.I. Lenin, "U na g ran iniciativa" (28 de junio de 1919), en Obras com pletas, t. 31,
pp. 289-290.
143
E stas afirm aciones de Lenin, e scritas 42 años después del AntiD ühring —p artien d o de una experiencia de casi dos años de gestión
esta ta l p ro le ta ria en R u sia— nos p erm iten co m p ren d er m ejor el co­
nocido texto de Engels sobre el problem a de la extinción del estado
que citam os a continuación:
En c u an to que deja de h a b e r clase que m an ten er en opresión, en cuan to que
con el dom inio de clase y la lucha por la existencia individual, condicionada
p or la actu a l a n a rq u ía de la producción, desap arecen las colisiones y los ex­
cesos d im an an tes de todo ello, no hay ya nad a que re p rim ir y que haga nece­
sario un especial p o d er represivo, un estado. El p rim e r acto en el cual el es­
tado ap arece realm ente com o re p resen tan te de la sociedad e n te ra —la tom a
de posesión de los m edios de producción en nom bre de la sociedad— es al
m ism o tiem po su últim o acto independiente com o estado. La intervención
de un p o d er esta tal en las relaciones sociales va haciéndose progresivam en­
te su p erflu a en un te rre n o tra s otro, y acaba p o r inhibirse p o r sí m ism a. En
lu g ar del gobierno sobre p erso n as ap arece la ad m in istració n de cosas y la
d irección de procesos de producción. El estad o no "se su p rim e”, sino que
se extingue.
Las ú ltim as p ala b ra s del p á rra fo citado están dirigidas a com ba­
tir el an arq u ism o que atrib u y e todos los m ales de la sociedad a la
existencia del estado y, p o r ello m ism o, se propone com o principal
objetivo revolucionario a c a b a r con el estado, es decir, abolirlo.
A cabar con el estado no tiene sentido —afirm a Engels en o tro
texto—, "term inem os con el capital, con la concentración de todos
los m edios de producción en m anos de unos pocos, y el estad o caerá
solo” . Y m ás adelante agrega: "sin revolución social previa la aboli­
ción del estado es un d isp a ra te ”.102
Nos parece im p o rtan te se ñ ala r que, en general, en los textos de
Engels sobre el estado, este a u to r d esarro lla el tem a de la extinción
del estad o sin m encionar en form a explícita la necesidad de la des­
trucción previa del a p a ra to de estado burgués, dando la im presión
de que b a sta que el p ro letaria d o tom e en sus m anos el p o der p ara
que la m áquina del estad o em piece a fun cio n ar a su favor.
E sto puede en p a rte explicarse debido a que se ve en esos m o­
m entos obligado a com batir, principalm ente, a las co rrien tes a n a r­
q uistas que, com o decíam os, exigen que el estado "sea abolido de
un plum azo, aun antes de h a b er sido d estru id a s las condiciones so­
ciales que lo hicieron n a c e r”.103
Los m arx istas sostienen entonces que, cuando el p ro letariad o se
am p ara del poder político, el estado no puede d esap arecer de un día
p a ra otro. Es necesario d e s tru ir el a p a ra to a n te rio r y c o n stru ir uno
nuevo de c a rá c te r pro letario , porque la lucha de clases co n tin u a rá
101 F. Engels, Anti-Dühring, cit., pp. 277-278.
102 C arta de Engels a T. Cuno (Londres, 4 de enero de 1872), en Correspondencia,
cit., p. 263. Es im portante leer com pleta esta ca rta p a ra conocer las posiciones del a n ar­
quism o y las críticas del m arxism o a esta desviación del m ovim iento o b rero .
103 F. Engels, “ De la a u to rid a d ” (octubre de 1872-marzo de 1873), en Obras escogi­
das en tre s tom os, t. ii, p. 400.
LA E S T R U C T U R A S O C IA L
144
y, p o r lo tan to , se n e c e sita rá un a p a ra to que cu m pla las funciones
de rep resió n de las clases que se opongan a la co nstrucción del so­
cialism o. Los a n a rq u ista s sostienen, p o r el co n trario , que es nece­
sario h acer d e sa p a re ce r inm ed iatam en te todo a p a ra to “b u ro c rá ti­
co ” p erm itien d o la libre organización de la población a nivel de sus
fren tes de m asa.
Ahora bien, la tesis m arx ista sostiene adem ás que este estado de
tipo p ro le ta rio te n d e rá a ir desapareciendo, te n d erá a extinguirse.
A m edida que se avanza h acia el com unism o, hacia la su presión
cad a vez m ayor de la d iferen cia de clases, la función de dom inación
política que define al estad o com o tal tiende a ir desapareciendo,
su b sistien d o únicam en te las funciones de tipo técnico-adm inistra­
tivo. De esta m an era el estado pro letario va desapareciendo en form a
gradu al. El gobierno sobre las p erso n as se tra n sfo rm a en la “adm i­
n istració n de cosas y la dirección de los procesos de p ro d u cció n ”.
Veam os lo que dice Lenin al respecto:
La expresión "el estad o se extingue" está m uy bien elegida, pues señala el
c a rá c te r g rad u al del proceso y su e sp o n ta n e id a d .104
Y agrega m ás adelante:
. . .d u ran te la transición del capitalism o al com unism o, la rep resió n es toda­
vía n ecesaria, pero ya es la rep resió n de una m in o ría de ex p lo tad o res p or
la m ayoría de los explotados. Es n ecesario todavía un a p a ra to especial, una
m áquin a especial p a ra la represión: el "e sta d o ” . Pero éste es ya un estad o
de transición, no es ya un estad o en el sentido e stric to de la p alab ra, pues
la rep resió n de u na m in o ría de ex p lo tad o res p o r la m ayoría de los esclavos
a salariad o s de ayer es algo tan relativ am en te fácil, sencillo y n a tu ra l, que
será m uchísim o m enos san g rien ta que la rep resió n de las sublevaciones de
los esclavos, de los siervos y de los o b re ro s asalariad o s, que c o sta rá m ucho
m enos a la hum anidad . Y ello es co m patible con la extensión de la d em o cra­
cia a u na m ayoría tan a p lasta n te de la población, que la n ecesidad de una
máquina especial p a ra la rep resió n com ienza a d esap arecer. Como es n a tu ­
ral, los explotadores no pueden rep rim ir al pueblo sin u n a m áquina com plica­
dísim a que les p erm ita cu m p lir este com etido, p ero el pueblo p uede re p ri­
m ir a los explotadores con una "m á q u in a ” muy sencilla, casi sin "m áq u i­
n a ”, sin a p a ra to especial, p o r la sim ple organización de las masas armadas
(como los soviets de d ip u tad o s o b re ro s y soldados, digam os, ad ela n tán d o ­
nos un poco).105
F inalm ente —e x p resa—, sólo el com unism o su p rim e en a b so lu to la nece­
sidad del estado, pues no hay nadie a quién reprimir, "n a d ie ” en el sentido
de clase, en el sentido de u n a lucha sistem ática co n tra d ete rm in ad a p arte
de la población. No som os u to p ista s y no negam os, de n inguna form a, que
es posible e inevitable que algunos individuos com etan excesos, com o tam ,tM V I. Lenin, El estado y la revolución, cit.. p. 108.
105
R ecordem os que El estado y la revolución fue escrito poco an tes del triu n fo de
la revolución ru sa de octubre, cuando todos los dirigentes bolcheviques estab an con­
vencidos de que la revolución ru sa no era sino el prólogo de la revolución m undial. Todo
lo refe ren te al a p a ra to represivo del nuevo estado p ro letario su frirá cam bios m uy im ­
p o rta n te s debido a que esto no o cu rrió así (véase Obras com pletas, t. 27, p. 98).
EL. E S T A D O
145
poco negam os la n ecesidad de re p rim ir tales excesos. Pero, en p rim er lugar,
p a ra ello no hace falta u n a m áquina especial, un a p a ra to especial de re p re ­
sión, esto lo h ará el propio pueblo arm ado, con la m ism a sencillez y facilidad
con que un gru p o c u alq u iera de personas civilizadas, incluso en la sociedad
actu al, sep ara a los que se están peleando o im pide que se m altrate a una
m ujer. Y, en segundo lugar, sabem os que la causa social m ás im p o rtan te de
los excesos, co n sisten tes en la infracción de las reglas de convivencia, e s tri­
ba en la explotación de las m asas, en su p en u ria y su m iseria. Al su p rim ir
esta cau sa fund am en tal, los excesos com enzarán inevitablem ente a "ex tin ­
g u irse ”. No sabem os con qué rapidez y gradación, pero sabem os que se ex­
tin g u irán . Y, con ellos, se extinguirá tam bién el e sta d o .106
Resumiendo: cuando los m arxistas hablan de destrucción del apa­
rato de estado se están refirien d o al a p a ra to de estado b u rgués y
cuando hablan de extinción del estado se están refiriendo al estado
p ro le tario o d ic ta d u ra del p ro le ta ria d o .107
11. EL ESTADO EN UNA SOCIEDAD CAPITALISTA108
Por últim o, analizarem os algunas ca ra cterística s del estado en la so­
ciedad c ap italista desarro llad a.
A parentem ente, el estado no interviene en la explotación c a p ita ­
lista sino que parece d e ja rla d e sa rro lla rse siguiendo sus propias
leyes: aún m ás, parece que el estado p u d iera in terv en ir a través de
la legislación p a ra lim itar esta explotación. La idea de un estado por
encim a de las clases en c u e n tra m ate ria de qué alim en tarse en la es­
tru c tu ra del sistem a de producción cap italista, donde el estado no
interviene directam ente en la explotación. La explotación “pacífica”
se realiza m ediante un acto pacífico de com pra y venta: el co n tra to
de trabajo.
La explotación se realiza así sin la intervención de la presión es­
tatal. La relación individual de igualdad y de libertad en el acto con­
tra c tu a l de com pra y venta de la fuerza de trab ajo llega a ser posi­
ble gracias a la dependencia previa de la clase obrera frente a la clase
cap italista, debido a la separación del tra b a ja d o r de sus m edios de
producción y a la co n centración de estos m edios en m anos de los
cap italistas. La lib ertad individual tiene p o r fundam ento la depen­
dencia de la clase o b rera, que se ve obligada a a c e p ta r las condicio­
nes que le fija el capital.
Los hilos invisibles que hacen de la clase o b re ra la propiedad p ri­
vada de la clase c a p italista no ten d ría n solidez si no es porque el
estado g aran tiza la pro p ied ad y, con ello, la lib erta d del capital. El
106 Op. cit., pp. 109-110.
107 E ste tem a, que no pretend e ser d esarro llad o en profu n d id ad en este libro, se en­
cu en tra sin em bargo m ás d esarro llad o en el capítulo ix: "La tran sició n ”, p u nto 4: "Dic­
ta d u ra del p ro letariad o y socialism o ”.
108 E ste p unto es, en su m ayor parte, una trad u cció n de las ideas m ás im p o rtan tes
que figuran en el a rtícu lo sobre cap italism o de estad o de la revista Cahiers MarxistesLeninistes. num . 16, pp. 2-19.
EL ESTADO
146
147
I.A E S T R U C T U R A SOC IA L
estad o aseg u ra así las condiciones generales de existencia del siste­
ma de prod u cció n cap italista, previendo y rep rim iendo los a te n ta ­
dos c o n tra la lib ertad gracias a su ejército de fu n cionarios del a p a­
rato ju ríd ico-político y, en ú ltim a instancia, gracias a sus fuerzas
arm ad as. Una vez aseg u rad a la separació n del tra b a ja d o r de sus
m edios de producción, la conservación de las condiciones gen era­
les del m odo de p roducción ca p ita lista puede ejercerse bajo la fo r­
m a de intervención rep resiv a sólo en el caso de que o c u rra n viola­
ciones a la propiedad, lo que alim en ta la ilusión de que el estado
no interviene en la explotación.
Sin em bargo:
1. En todos los lugares en que el cap italism o e stá poco d e sa rro ­
llado y donde los tra b a ja d o res no se e n cu en tran separados de sus
m edios de p roducción en u n a g ran escala el estad o se pone d ire c ta ­
m ente al servicio del cap ital p a ra a y u d a r a ex p lo tar a los tra b a ja d o ­
res (ejemplos: el Congo, el cap italism o inglés en la India).
2. La no intervención en la explotación d ire c ta ap arece com o lo
que es: una intervención p erm anente, represiva, p a ra g a ra n tiza r las
condiciones de explotación cada vez que la lib e rta d de explotación,
g aran tiz a d a p o r la p ro p ied ad cap italista, se en cu en tre am enazada
p o r la lucha de los tra b a ja d o res, cada vez que el acto libre de
com pra y venta que asegura la continuidad de la explotación sea am e­
nazado p o r una huelga, cada vez que los trab ajad o res preten d an ase­
g u ra r ellos m ism os la producción ocupando las fábricas o las tierras.
E ntonces interviene el a p a ra to represivo, ju d icial y el ejército del
estado. Todos los conflictos que am enazan la libre disposición de
los m edios de p roducción p o r p a rte del c a p ita lista desencadenan la
intervención del estad o de u n a u o tra m anera.
La clase c ap italista y sus apologistas se esfuerzan por hacer creer
en un nuevo cap italism o que h a b ría su p erad o su en ferm edad infan­
til: la a n a rq u ía de la producción; tra ta n en vano de h acer c re e r en
una disciplina nueva, ad q u irid a gracias a refo rm as fu ndam entales
de e s tru c tu ra y al nuevo papel que desem peña el estado en la regularización de los ciclos del capital. En la base de todas estas ilusio­
nes refo rm istas reside la idea de que la a n a rq u ía c a p italista ha te r­
m inado, de que la sociedad hace p rev alecer sus necesidades sobre
el cu rso del desarro llo . Por últim o, un sujeto c e n tral apareció: el es­
tado que dirige y reg lam en ta el d e sa rro llo im poniendo el punto de
vista de las necesidades sociales.
La in te rp re ta ció n b u rg u esa pone u n ila te ra lm e n te el acento en la
socialización de las fuerzas productivas: si la com petencia lleva con­
sigo la cen tralizació n de capitales, la elim inación de los pequeños
p o r los g randes y la socialización p rogresiva de las d iferentes ra ­
m as de la econom ía, ¿no puede o c u rrir lo m ism o p a ra toda la socie­
dad, no nos acercam o s así a la existencia de un trust único, de una
em presa gigantesca capaz de englobar todas las ram as de la pro d u c­
ción?
La resp u esta general a e sta ilusión es que el desarrollo desigual
es la ley absoluta del desarrollo capitalista.
El capitalism o vive de la desigualdad del desarrollo; no re a b so r­
be una desigualdad si no es p a ra c re a r o tra. D esarrolla las fuerzas
productivas en una ram a p ara sa c a r p a rtid o del bajo desarro llo de
las em presas concurrentes; socializa una ram a entera para sacar p ar­
tido de la relativ a debilidad de las ram as a las cuales vende o a las
que com pra. Según los apologistas del neocapitalism o, la ap arición
de em p resas gigantes que conocen y dom inan el m ercado ha sido
un fac to r decisivo en la planificación de la producción y la elim ina­
ción de las crisis. Ellos no ven que, si una em presa logra la elim i­
nación de todos sus com petidores y con q u ista una posición de m o­
nopolio, el desarro llo de las fuerzas productivas, así realizado, no
sirve p a ra satisfacer, en form a m ás am plia, las necesidades socia­
les, bajando los precios tan to com o lo p erm itie ra n los bajos costos
de producción; la posición de m onopolio co n q uistada les sirve p a ra
im poner precios que les p e rm ita n realizar plusganancias. En esta
lucha p o r la dom inación del m ercado cada fuerza cap italista que
busca o b te n er el m onopolio construye fáb ricas gigantes capaces de
co p ar ellas solas el m ercado. La fuerza que es capaz de o b ten e r los
costos m ás bajos e in u n d ar el m ercado con los precios m ás bajos
gana la posición dom inante. El re su lta d o es un excedente conside­
rable de capacidad de producción no em pleada, estando cada em ­
p resa gigante p re p a ra d a p a ra co p ar p o r sí sola el m ercado. E sta ca­
pacidad no em pleada so b rep asa el 50% en E stados Unidos. El costo
del sobreequipam iento inicial es com pensado am pliam ente p o r los
precios de m onopolio ad q u irid o s después de la victoria.
O tra estrateg ia de m onopolio es posible cuando en una ram a una
em presa logra poseer de m anera durable procedim ientos de produc­
ción su p erio res a los de los com petidores, p o r ejem plo, m onopoli­
zando las patentes.
Por o tra p arte, los m onopolios que viven del d esarro llo desigual
tienen interés en d ejar su b sistir a su lado em presas m ás débiles; así,
cuando el estado q u iera fijar los precios, debe to m ar en cu enta el
costo de producción m ás alto de estas em p resas si no qu iere obli­
garlas a desap arecer. La em p resa m onopolista logra así u n a plusganancia, p u esto que sus costos de producción son m ás bajos que
los de estas em presas.
P or lo tanto, la socialización de las fuerzas p ro d u ctiv as y el cono­
cim iento del m ercado tienden a refo rz ar las desigualdades del de­
sarro llo ca p ita lista estabilizando plusganancias.
En estas condiciones, cuán a b su rd a parece ser la idea de una pla­
nificación social en el régim en cap italista, es decir, de un d e sa rro ­
llo igual.
En efecto, los capitales m ás poderosos buscan siem pre no la ga­
nancia norm al sino la plusganancia. Sólo la absoluta igualdad de las
ganancias p a ra todos los cap itales p e rm itiría p e n sa r sin u to p ía en
una rep a rtició n racional de los capitales según un plan. A hora bien,
la ley del desarrollo cap italista es desigual: ganancias diferentes ap a­
recían en las d iferentes ram as en la época de la libre com petencia;
la tra n sfo rm a ció n actu al de la e s tru c tu ra cap italista, es decir, la
148
LA E S T R U C T U R A S O C IA L
socialización de las fu erzas p ro d u ctiv as y el d esarro llo de los m o­
nopolios, la producción en m asa, la centralización financiera, la apli­
cación cada vez m ás gran d e de la ciencia a la producción, perm iten
actu alm en te c o n q u ista r no ya de u n a m a n e ra p asajera, sino por
largos períodos, posiciones de plusganancia.
El capitalism o, en el cu rso de su d esarro llo, ha debido inventar
m edios p a ra a d a p ta r sus e stru c tu ra s al desarrollo de las fuerzas pro­
ductivas; así, cu ando el nivel de las fu erzas p ro d u ctiv as hizo que el
cap ital de un individuo o de una fam ilia ya no fu era suficiente p ara
p oner en o b ra las fu erzas p roductivas, el c u a d ro estrech o de la p ro ­
p iedad individual fue am pliado p o r la sociedad p o r acciones y rem ­
plazado p o r la pro p ied ad colectiva de los cap italistas; de la m ism a
m anera, hoy la p ro p ied ad del estad o p erm ite la adap tació n que no
excede, sin em bargo, los lím ites de la relación capitalista. Si fuerzas
productivas gigantes no pueden ser explotadas con una ganancia nor­
m al, entonces suelen in te rv e n ir m edidas de nacionalización. Se n a ­
cionalizan aquellos secto res de m ayor com posición orgánica del ca­
pital, de tal m odo que la ig ualdad de la ta sa de ganancia se realice
e n tre capitales de m enor com posición orgánica, lo que da p o r re su l­
tado una tasa de ganancia m ás alta.
P or o tro lado, las esferas n acionalizadas —energía, tran sp o rtes,
etc.— sirven a todas las ram as cap italistas; p o r consiguiente, los ca­
p ita lista s tienen in terés en que la p roducción de estas esferas sea
ab u n d an te, re g u la r y b arata.
Una tal intervención del estad o no tiene p o r objetivo so m eter el
cap ital a u n a dirección cen tral, sino lib e ra r aú n m ás su iniciativa,
re fo rz a r su autonom ía, p e rm itirle c o n tin u a r su bú sq u ed a del m áxi­
m o de ganancia.
El capitalism o de estado, tom ado en el sentido estrecho de sector
nacionalizado, puede, si se hace ab stracció n de las relaciones que
m antiene con el resto del capitalism o, d a r la ilusión de se r un em ­
brió n de secto r socialista. Pero el cap italism o de estado designa, de
hecho, u n a realid ad que engloba en u n a m ism a e stru c tu ra el sector
ca p ita lista privado y el secto r c a p ita lista de estado.
El secto r nacionalizado, p o r la función especial que cum ple en
el cap italism o actual, p erm ite que el cap ital reconozca el c a rá c te r
social de las fuerzas productivas, perm aneciendo sin em bargo en los
lím ites del m odo de pro d u cció n cap italista.
El cap italism o m onopolista de estad o no es un sistem a de p ro ­
ducción so cialista que se d e sa rro lla en el seno de un sistem a de p ro ­
ducción cap italista, sino que es la fo rm a actu al que ad q u iere la
subord in ació n del estad o a los in tereses del capital.
Sólo un conocim iento de las leyes g enerales del m odo de p ro d u c ­
ción ca p ita lista perm ite d e te rm in a r los lím ites exactos en tre los
cuales pueden d arse las variaciones. Las leyes generales fijan los lí­
m ites y es, en ú ltim a instancia, el a p a ra to represivo del estado el
que defiende su realización. E n tre estos lím ites se extiende el cam ­
po de acción de la política b u rg u esa cuyo objeto es ju g a r sobre las
variaciones posibles d e n tro de estos lím ites, p a ra m an ten er los lí­
E L ESTA D O
149
m ites m ism os, m an te n er el en fren tam ien to de las clases d en tro de
estos lím ites. La política del p ro le taria d o consiste, p o r el co n trario ,
en a cu m u la r fuerzas en la lucha p a ra p re p a ra r las condiciones de
la su p resión de los lím ites im puestos p o r la d ic ta d u ra del capital.
Por ejem plo, la lucha p o r la lim itación de la jo rn a d a de trab ajo
no pone en cuestión los fu ndam entos de la explotación; se inscribe,
p o r lo tanto, den tro de los lím ites fijados p o r las leyes de este siste­
m a de producción. E n tre estos lím ites se extiende el cam po de la
política que la b u rg u esía puede acep tar. El estado puede in terv en ir
p a ra sancionar y estabilizar una relación de fuerzas. Cuando la clase
o b re ra e ra débil y desorganizada, el estad o intervino p a ra pro lo n ­
g ar la jo rn a d a de tra b a jo m ediante una legislación sanguinaria.
C uando la clase o b re ra se fortifica, la clase cap italista cede y el es­
tado im pone la legislación lim itando la jo rn a d a de trab ajo .
Si el estad o puede así im poner al cap ital el punto de vista de los
in tereses de la sociedad bajo la form a de ley, se debe a que esta in­
tervención se inscribe den tro de los lím ites aceptables por el siste­
m a de producción; de ninguna m an era p o d ría im ponerse el punto
de vista de la sociedad si éste fu e ra al en cu en tro de las leyes fu n d a­
m entales del capital, p o r ejem plo, p a ra im poner un d esa rro llo igual
im pidiendo al capital toda lib e rta d de m ovim iento.
Sin em bargo, antes de term in ar este punto, nos parece im portante
se ñ a la r que, si bien las conquistas de la clase o b re ra se en cierran
d en tro de los m arcos del sistem a cap italista, ellas van creando con­
trad iccio n es cada vez m ás grandes y van p rep aran d o , p o r lo tanto,
las condiciones m ateriales y políticas de su desaparición.
R E SU M E N
En este cap ítu lo hem os em pezado por e stu d ia r cuál es el origen del estado,
p a ra c o n clu ir que el estad o se c aracteriza fundam entalm ente p o r se r un ins­
tru m e n to de dom inación de clase. H em os visto que es n ecesario d istin g u ir
una doble función del estado o una función de tipo técnico-adm inistrativo
y u n a función de dom inación política. H em os señalado las diferencias en tre
tipo de estad o y form as de gobierno. H emos analizado la necesidad de la des­
tru cció n del a p a ra to b u rgués a través de M arx, Engels y Lenin. H em os d is­
tinguido tre s tipos de in stituciones estatales: represivas, técnico-adm inistra­
tivas e ideológicas, p ara detenernos en el análisis de lo que entendem os por
a p a ra to s ideológicos del estado. H em os insistido en la necesidad de no con­
fu n d ir el p o d er del estad o con el a p a ra to de estado. Nos hem os detenido en
el an álisis del estad o com o d ic ta d u ra de clase y p o r qué esta d ic ta d u ra no
excluye la d em ocracia. H em os visto que no se puede co n fu n d ir la clase que
d ete n ta el p o d er con el personal que tra b a ja en el a p a ra to de estado. H emos
definido lo que entendem os p o r casta gobernante, clase dom inante y bloque
g obernante. H em os analizado el problem a de la extinción del estad o dife­
ren cian d o la d estru cció n del estad o b urgués de la extinción del estad o p ro ­
letario. Por últim o nos hem os referido a algunas carac te rístic a s del estado
cap ita lista . En este cap itu lo hem os visto ios siguientes conceptos: estado co­
mo dictadura de clase — aparato de estado — poder político — tipo de estado
— forma de gobierno — destrucción y extinción del aparato de estado — clase
dominante — casta gobernante — bloque gobernante.
150
LA E S T R U C T U R A S O C IA L
C U E ST IO N A R IO
1. ¿Cómo se organizaban los p rim ero s h ab ita n tes de su país p a ra desem pe­
ñ a r las d istin tas funciones sociales?
2. ¿Puede decirse que en su país existía un estad o en la sociedad precolonial? Si existia el estado, ¿cuáles eran sus cara c te rístic a s? , ¿al servicio
de qué clase estab a?
3. ¿Con qué ejem plos h istó rico s de su país puede u sted c o m b atir la tesis
del estado com o á rb itro de las clases en pugna?
4. D escriba las características del ap arato especial de hom bres arm ados que
existe en su país.
5. ¿E xiste alguna función del estad o actu al de su país que se p ueda califi­
c a r de n e u tra o al servicio de toda la sociedad? Ponga ejem plos.
6. Desde el p un to de vista del tipo de estado, ¿cóm o c alificaría el estad o
en su país?
7. ¿Cómo calificaría la form a de gobierno actu a lm en te existente?
8. ¿P odría poner algún ejem plo h istó rico que d em u e stre que no b asta que
el p ro letariad o se ap o d ere del esta d o p a ra que éste funcione de acu erd o
con sus intereses de clase?
9. ¿C uáles son los ap a ra to s ideológicos del estad o m ás im p o rtan te s en su
país? ¿P odría ex p licar qué funciones co n cretas cum plen en la re p ro d u c­
ción del régim en im p eran te?
10. ¿Qué relación existe e n tre los a p a ra to s ideológicos del estad o en A m éri­
ca L atina y los ap a ra to s ideológicos del im perialism o?
11. ¿C onsidera u sted que al tra n sfo rm a rse los gobiernos de los países del
cono su r en gobiernos m ilitares la olig arq u ía b u rg u e sa te rra te n ie n te ha
perdido el p o d er del estado?
12. ¿Cuál es la clase dom in an te en su país? ¿La c asta g o b ern an te coincide
con la clase dom inante?
13. ¿En su país gobierna u n a sola clase o existe un bloque g o b ern an te? ¿Qué
sectores sociales lo constituyen?
14. ¿A qué se debe la m ayor e stab ilid ad del estad o b u rg u és en algunos p aí­
ses de A m érica L atina?
15. ¿Cuál es el c a rá c te r de clase del estad o en N icarag ua después de la revo­
lución sandinista?
16. ¿Qué papel desem peña la gran bu rg u esía del cono su r después de los gol­
pes fascistas de la d écada de los seten ta?
BIBLIOGRAFIA
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EL ESTA D O
151
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co, S iglo X X I, 1970.
le n in ,
m o d if ic a c io n e s in t r o d u c id a s e n e s t a e d ic ió n
E ste c a p ítu lo h a sid o c o m p le ta m e n te m o d ific ad o . Se h a e x c lu id o el te m a de
la d ic ta d u ra del p r o le ta r ia d o q u e se d e s a rro lla con m ás p ro fu n d id a d en el
c a p ítu lo s o b re la tr a n s ic ió n . Se h a h ech o u n d e s a rr o llo m á s d e te n id o del o ri­
gen d el e s ta d o y d el c o n c e p to de d e s tr u c c ió n del a p a r a to b u rg u é s. Se h a in ­
tro d u c id o el te m a de los a p a r a to s id eo ló g ico s del e sta d o . Se h a in tro d u c id o
el c o n c e p to de p o d e r e s ta ta l q u e no d e b e s e r c o n fu n d id o con el c o n c e p to de
p o d e r p o lític o y los c o n c e p to s de c la se d o m in a n te , c a s ta g o b e rn a n te y b lo ­
q u e g o b e rn a n te .
M O D O D E P R O D U C C IÓ N , F O R M A C IÓ N SOC IA L Y C O Y U N T U R A P O L ÍT IC A
CA PÍTULO V ili
MODO DE PRODUCCIÓN, FORMACIÓN SOCIAL
Y COYUNTURA POLÍTICA
1. M odo de producción de bienes m ateriales y concepto de m odo de pro­
ducción. 2. Modo de producción servil. 3. Objeto de El capital. 4. M odo de
producción. 5. Formación social. 6. C oyuntura política.
1. MODO DE PRODUCCIÓN DE BIEN ES MATERIALES
Y CONCEPTO DE MODO DE PRODUCCIÓN
D espués de h ab er estu d iad o los niveles: económ ico, jurídico-político
e ideológico de la sociedad, pasem os a los elem entos que nos p erm i­
tirá n d efin ir el concepto m a rx ista de m odo de producción.
M arx y Engels em plean frecu en tem en te la expresión “m odo de
producción de bienes m a te ria le s” o sim plem ente “m odo de p ro d u c­
ció n ” p a ra describir la m anera, la form a, el m odo en que se p ro d u ­
cen los bienes m ateriales.
Veam os algunos textos:
El m odo de producción de la vida m aterial d eterm in a el proceso social, polí­
tico e in telectual de la vida en g e n e ra l.1
Lo que diferencia un as épocas de o tra s no es lo que se hace, sino cóm o, con
qué m edios de trab a jo se hace.2
El capital com ienza p o r su b o rd in a r al tra b ajo bajo las condiciones técnicas
en que, h istó ricam en te lo en cu en tra. No cam b ia in m ediatam ente, pues, el
m odo de producción. La producción de p lusvalor en la form a co n sid erad a
h asta aquí, m ediante la sim ple prolongación de la jo rnada laboral, se p re ­
sen ta p o r ende com o indepen d ien te de todo cam bio en el modo de p ro d u c ­
ción m ism o.3
La concepción m a te ria lista de la h isto ria p a rte del prin cip io de que la p ro ­
ducción y, ju n to con ella, el in tercam b io de sus p roductos, con stitu y en la
base de todo el orden social; que en toda sociedad que se p resen ta en la his­
to ria la d istrib u ció n de los p ro d u cto s y, con ella, la a rticu lació n social en
clases o estam entos, se o rien ta p or lo que se p roduce y p o r cóm o se p ro d u ­
ce, así com o por el m odo com o se in tercam b ia lo producido. Según esto, las
cau sas ú ltim as de todas las m odificaciones sociales y las subversiones polí­
ticas no deben b u sca rse en las cabezas de los hom bres, en su crecien te com1 K. M arx, “ Prologo a la contribución a la crític a de la econom ía p o lítica” , up. cit.,
p. 66 (las cu rsiv as son nuestras).
2 K. Marx, El capital, i/l, p. 218.
1 Ibid., p. 376.
[152]
153
prensión de la verdad y de la ju stic ia etern a, sino en las tran sfo rm acio n es
de los m odos de p roducción y de intercam bio; no hay que b u scarlas en la
filosofía, sino en la econom ía de la época de que se tra te .4
A hora bien, no se debe co n fu n d ir la expresión "m odo de p ro d u c­
ción de la vida m a te ria l” con el concepto de MODO DE PRODUCCION. La
p rim e ra es una noción descriptiva y se refiere sólo a la e stru c tu ra
económ ica de la sociedad; el segundo, por el co n trario , es un con­
cepto teórico y se refiere a la to talid ad social global, es decir, tanto
a la e s tru c tu ra económ ica com o a los o tro s niveles de la totalidad
social: jurídico-político e ideológico.
M arx y Engels no definieron jam ás el concepto de MODO DE PRO­
DUCCIÓN que tan a m enudo em plean. La m ayoría de los au to res
m arx ista s utiliza esta expresión sin d efinirla y los que la definen li­
m itan su significación al nivel económ ico solam ente. N osotros pen­
sam os, sin em bargo, siguiendo a Louis A lthusser, que la reducción
de este concepto al solo nivel económ ico lim ita el sentido im plícito
que M arx le da en E l capital, su o b ra m ás acabada.
Al e stu d ia r el modo de producción de bienes m ateriales, es decir,
lo que hem os llam ado proceso de producción, hem os visto que, desde
el p u n to de vista m arxista, no b a sta definirlo sólo com o un proceso
de tipo técnico. E ste proceso técnico se da d e n tro de relaciones so­
ciales determ in ad as, que son las que en últim o térm ino lo hacen po­
sible, las relaciones sociales de producción. H em os visto, adem ás,
que en la constitución de estas relaciones intervienen elem entos de
la s u p e re stru c tu ra de la sociedad. Sin un consentim iento, explícito
o im plícito, de los m iem bros de una sociedad y de sus instituciones,
estas relaciones no p o drían m an tenerse en vigor.
E sto es lo que afirm a Engels en el siguiente texto, refiriéndose
a las sociedades de clase:
La sociedad existente h asta hoy, que se ha movido en contraposición de clase,
necesitaba el estado, esto es, una organización de la clase explotadora en cada
caso p a ra m a n te n e r las condiciones ex tern as de la producción, es decir, se­
ñalad am en te, p ara so m eter por la violencia y m an ten er a la clase explotada
en las condiciones de opresión dictad as p o r el m odo de producción (esclavi­
tud, serv id u m b re de la gleba o vasallaje, trab ajo asalariado).5
En este texto Engels m u estra la necesidad de la existencia de con­
diciones su p e re stru c tu ra le s p a ra m an te n er un d eterm in ad o tipo de
producción social.
Veam os ah o ra lo que dice el m ism o M arx en uno de los escasos
textos m ás explícitos de El capital sobre este tema:
No o b stan te, está claro que en las situaciones n atu rales y no d esarro llad as
en las que se b asa esta relación de producción social6 y el m odo de produc4 F. Engels, Anti-Dühring, cit., p. 264.
5 Ibid., p. 277.
6 M arx se refiere aquí a las relaciones p recap italistas en las que el terra te n ie n te
es el p ro p ietario de la tie rra y el p ro d u cto r d irecto es un sim ple poseedor, p erten ecien ­
do de jure todo su trab ajo so b ran te al terraten ien te .
154
I A EST R U C TU R A SOCTAI.
M O D O D E P R O D U C C IÓ N , F O R M A C IO N S O C IA L Y C O Y U N T U R A P O L ÍT IC A
cióyi corresp o n d ien te a ella, la trad ició n debe d esem p eñ ar un papel dom i­
nante. Además está claro que aquí, com o siem pre, a la p a rte dom in an te de
la sociedad le in teresa san tific a r lo ex isten te confiriéndole el c a rá c te r de ley
y fijar com o legales sus b a rre ra s, d ad as p or el uso y la tradición. P rescin ­
diendo de todo lo dem ás, p o r o tra p a rte esto se p ro d u ce p or sí solo apenas
la rep roducción con stan te de la base de las condiciones im p eran tes, de la
relación en la que se basa, asum e con el c o rre r del tiem po una form a reg u la­
da y ordenad a, y esta regla y este orden son, de por sí, un factor imprescindi­
ble de cualquier modo de producción que p reten d a asu m ir solidez social e
independencia del m ero azar o de la a rb itra ried a d . E sa regla y ese orden son,
precisam ente, la form a en que se consolida so cialm ente ese m odo de p ro ­
ducción, y p o r ende de su em ancipación relativ a con resp ecto a la m era
a rb itra rie d a d o al m ero azar. Alcanza esta form a [. . .] p o r la m era rep ro d u c ­
ción reite ra d a de sí m ism o.7
Si la tradición y el orden son “facto r im prescindible de cu alquier
m odo de p ro d u cció n ”, com o M arx lo expresa claram en te en este
texto, éste no puede ser definido solam ente com o e s tru c tu ra econó­
m ica de la sociedad, sino que a b a rc a la to ta lid ad social global.
El concepto de modo de producción es ju stam en te el concepto his­
tórico a b stra c to que nos p erm ite pensar, es decir, conocer en form a
científica u n a to talid ad social o rg án ica.8
Existe u n a g ran d iferencia e n tre describir u n a cosa —señ a la r sus
c a ra c te rístic a s v isibles— y conocer u n a cosa. C uando un enferm o
expone a su m édico lo que siente no hace sino d e sc rib ir los sín to ­
m as de su enferm edad. El m édico, con su conocim iento del o rg an is­
mo hum ano, es capaz de d iagnosticar, a p a r tir de estos síntom as,
una enferm ed ad d eterm in ad a, p o r ejem plo, apendicitis. Resum e
en una p a la b ra la larga d escripción de los sín to m as hecha p o r el en­
ferm o. E sta p a la b ra im plica un conocim iento de la enferm edad. La
aplicación de este conocim iento es lo que le p erm ite sa n a r al en fe r­
mo. P ara llegar a d iag n o sticar u n a en ferm ed ad d eterm in ad a es ne­
cesario c a p ta r la unidad que perm ite co m p ren d er los diferentes sín­
tom as. De la m ism a m anera, p a ra llegar a d efin ir un objeto, p a ra
llegar a conocerlo, es n ecesario d e sc u b rir la u n idad o la form a de
organización de los elem entos que sirven, en un p rim e r m om ento,
p a ra describirlo.
Se puede d e sc rib ir una sociedad, decir, p o r ejem plo, que en toda
sociedad existen in d u strias, cam pos cultivados, correos, escuelas,
ejército, policía, leyes, c o rrie n te s ideológicas, etc. Pero la organiza­
ción de estos elem entos en d iferen tes e s tru c tu ra s (económ ica, jurídico-política e ideológica) y la d eterm in ació n del papel que cada
una de estas e stru ctu ras desem peña en la sociedad, nos perm ite pasar
de la descripción al conocim iento de u n a realid ad social, estab lecer
las leyes de su d esarro llo y, p o r lo tanto, la posibilidad de guiarlo
conscientem ente. En la época de M arx todo el m undo percibía, des­
cribía, los síntom as de la "en ferm ed ad c a p ita lista ”: la pobreza de
7 K. M arx, E l capital, m/8, p. 1009 (las cursivas son nuestras).
8 H ablam os de "to talidad social orgánica" p ara diferenciarla de la ‘‘totalidad social
ex p resiv a” de tipo hegeliano.
155
las m asas, la riqueza de ciertos pequeños grupos, la explotación
de la m u jer y del niño, etc. Algunos se rebelaban, o tro s buscaban
explicar e sta situación re cu rrie n d o a las leyes divinas fatalistas:
“ siem pre h a b rá pobres e n tre n o so tro s” . Pero M arx y Engels supie­
ron p a sa r de la descripción al conocim iento de las causas y de las
leyes de desarrollo capitalista, conocim iento que perm itió, más tarde,
a los p artid o s m arx istas h acer la revolución y estab lec er regím enes
sociales nuevos.
Por últim o, com o ya hem os visto en E l capital encontram os los
elem entos p a ra c a ra c te riz a r las relaciones de producción cap italis­
ta com o una com binación de relaciones sociales y técnicas de p ro ­
ducción: p o r una parte, el c ap italista es el p ro p ie tario de los m edios
de producción y de su b sisten cia del tra b a ja d o r lo que obliga a éste
a vender su fuerza de trab ajo al cap italista; p o r otra, a m edida que
avanza el d esarro llo de este m odo de producción, el proceso de tr a ­
bajo que en un com ienzo está sup ed itad o sólo form alm ente al capi­
ta lista pasa, en la e ta p a de la gran in d u stria, a su p ed ita rse plena­
m ente al p ro p ie tario de los m edios de producción. El tra b a ja d o r
queda com pletam ente sep arad o de los m edios de producción, con­
sum ándose así la “ lib re ” esclavitud cap italista. Y, adem ás, estas re ­
laciones conform an la e s tru c tu ra económ ica sobre la que se levan­
ta todo el edificio social.
2.
MODO DE PRODUCCIÓN SERVIL
P ara ex p licitar m ás el concepto de m odo de producción nos parece
im p o rtan te detenernos en el análisis de lo que co rrien tem en te se ha
denom inado “régimen de producción feudal”, por la im portancia que
este tem a tiene en n u estro continente.
M ucho se discute si en Am érica L atina ha existido o no un modo
de producción de tipo feudal. Podem os d istin g u ir tre s posiciones
fren te a este problem a. La p rim e ra sostiene que en n u estro s países
existió un m odo de producción feudal que, en la etap a actual, está
en proceso de desintegración, pero del que todavía existen m uchas
"sobrevivencias” . La segunda afirm a que en Am érica L atina no ha
existido nunca un m odo de producción feudal debido a que desde
la colonia se estableció un in tercam b io de tipo ca p ita lista im p eria­
lista en tre las m etrópolis (España y Portugal) y los diferentes países
latinoam ericanos.9 Por últim o, existe una te rc e r posición que, reco­
nociendo que en Am érica L atina no ha existido nunca un m odo de
p roducción com parable al sistem a feudal de E uropa occidental, no
puede, sin embargo, dejarse de con statar que en gran parte del campo
latinoam ericano existen todavía relaciones de producción que no son
pro p iam en te capitalistas. A estas relaciones se las ha llam ado "re9
A ndré G under F rank, Capitalism o y subdesarrollo en Am érica Latina, México,
Siglo XXI, 1970. Véase tam bién Luis Vitale, "Am érica Latina, ¿feudal o capitalista? ¿Re­
volución b u rg u esa o revolución so c ialista?”, en rev ista Estrategia, ju lio de 1966.
156
LA E S T R U C T U R A S O C IA L
laciones de tipo p re c a p ita lista s” p a ra d istin g u irlas de las relacio­
nes de tipo feudal.
Antes de p ro n u n ciarn o s p o r alguna de estas posiciones pensam os
que es im p o rta n te p re c isa r lo que se entien d e p o r “feu dalism o” .
Lo que h a sta ah o ra se ha llam ado c o rrien tem en te “m odo de p ro ­
ducción fe u d a l” se c a ra c teriz a p o r e s ta r b asado en una econom ía
p red o m in an tem en te agrícola en la cual el cam pesino (p ro d u cto r di­
recto) está obligado a sa tisfa c e r c iertas exigencias económ icas del
señ o r p ro p ie ta rio de la tie rra , exigencias que pueden a d o p ta r la
form a de servicios que deben ser p re sta d o s (trabajo de la tie rra del
señor, etc.) o de ren tas que deben ser pagadas, especialm ente en pro­
ductos. Las fu erzas co ercitivas que obligan al cam pesino a tra b a ja r
p a ra el p ro p ie ta rio de la tie rra pueden te n e r d iferentes orígenes:
jurídico-político (la fuerza m ilitar que poseen los señores, cierto tipo
de p rocedim ientos ju rídicos) o ideológico (la fuerza de la co stu m ­
bre, ideas religiosas, e tc é te ra).10
En el m odo de p roducción “fe u d a l” la tie rra re p rese n ta el m edio
de p roducción m ás im p o rtan te y es, p o r lo tanto, en torno a ella que
se establecen las relaciones sociales de producción.
La clase dom inante del m odo de producción ‘‘feudal" tiene la pro­
piedad de la tierra.
Es im p o rtan te a c la ra r aquí que la propiedad de tipo feudal no
tiene las m ism as c a ra c te rístic a s que la p ro p ied ad de tipo ca p ita lis­
ta. En algunos países europeos existían, por ejemplo, diversos grados
de p ro p ied ad sobre la tie rra depend ien tes del lugar que ocupaba el
señor en la je ra rq u ía social de la época:
P ropiedad em inente p ero no efectiva de los person ajes m ás p oderosos sobre
dom inios inm ensos, p ro p ied ad m ás d ire c ta pero no ab so lu ta, ya que estab a
ligada a servicios y ju ra m en to s en m anos de los señores pequeños y m edia­
nos. E sta je ra rq u ía de derechos iba, poco a poco, im poniéndose h a sta la b a­
se, es decir, h asta el nivel de los cam pesinos que exp lo tab an la tie rra , los
que no gozaban sino de u n a posesión m ás o m enos p rec a ria del su e lo .11
En o tro s casos la p ro p ied ad de la tie rra p ertenecía directam en te
al estado. En E l program a agrario de la socialdem ocracia rusa de
1905-1907, Lenin habla de un “feudalism o de e sta d o ”.
Por o tra p arte, el propio M arx, refirién d o se a la servidum bre,
h ab la de un m odo de producción donde los p ro d u c to re s d irectos no
tienen que ver d irectam en te con p ro p ie ta rio s p a rtic u lares, sino
que tienen que ver d irectam en te con el estado, com o en Asia donde
el p ro p ie ta rio es al m ism o tiem po el so b eran o .12
Ahora bien, las tie rra s que p erten ecían a los señores o al estado
eran divididas de tal m an era que los señores conservaban en sus
10 Véase P.M. Sweezy, M. Dobb y K. T akahashi, La transición del feudalism o al ca­
pitalism o. M adrid, Ciencia Nueva, 1967, pp. 66-67.
11 B. Parain, "L'évolution du systèm e féodal européen ”, en Cahiers du c e r m , nùm. 59,
1968, p. 8.
12 K. M arx, El capital, m/8, p. 1006.
M O D O D E P R O D U C C IÓ N , F O R M A C IÓ N S O C IA L Y C O Y U N T U R A P O L IT IC A
157
m anos sólo una p a rte de é stas y la p a rte restan te e ra concedida
(" a trib u id a ”, “d is trib u id a ”, “ re p a rtid a ”, “d a d a ”) a los cam pesinos.
A veces, éstos, adem ás de la tie rra recibían algunos m edios de
producción.
¿Cuál e ra la situación del cam pesino fren te a e sta tie rra que le
había sido concedida?
El cam pesino poseía la tie rra , disponía de ella, podía c u ltiv ar lo
que estim ase conveniente y los fru to s de su tra b ajo le pertenecían.
Además era p ro p ietario de sus m edios de tra b ajo de c a rá c te r ru d i­
m entario y fabricados por él mismo. Y como se tratab a de una unidad
de producción de tipo individual, el cam pesino co n tro lab a todo el
proceso de producción. E ra capaz de p ro d u c ir sin re c u rrir a ningu­
na dirección externa.
El cam pesino tenía, p o r lo tanto, la posesión efectiva del proceso
de producción. E sta situación lo distingue absolutam ente del obrero
in d u strial que, al m ism o tiem po que carece de todo m edio de p ro ­
ducción, es absolutam ente incapaz de controlar el proceso de produc­
ción global del cual él no es sino un eslabón ciego.
El capesino, al te n e r todo lo que necesita p a ra p o der sobrevivir
él y su fam ilia (tierra, instrum entos de trabajo, semillas, conocim ien­
tos técnicos ru d im en tario s, etc.), no tiene ninguna razón económ ica
p a ra ir a tra b a ja r la tie rra del señor o p a ra darle a éste p arte de sus
frutos. Si lo hace es debido a una coerción extraeconóm ica ejercida
p o r el p ro p ieta rio de la tierra .
Si el señ o r no gozara de u n a au to rid ad d irecta sobre la persona del cam pesi­
no, no p o d ría hacer tra b a ja r p a ra él a un hom bre provisto de un pedazo de
tie rra que explota él m ism o. E ra n ecesaria una "coacción extra-económ ica”
com o decía Marx definiendo ese régim en económico. Las form as y los grados
de esa coacción pueden se r m uy variados. . ,13
Veam os ah o ra el texto m ism o de Marx:
. . .está claro que en to d as las form as en las que el tra b a ja d o r d irecto sigue
siendo "p o se e d o r” de los m edios de producción necesarios p a ra la [produc­
ción] de sus propios m edios de subsistencia y sus condiciones de trabajo,
la relación de p rop ied ad debe m an ifestarse al m ism o tiem po com o relación
d irecta de dom inación y servidum bre, con lo que el p ro d u c to r d irecto a p a­
recerá como carente de libertad; carencia ésta de libertad que podrá atenuarse
desde la serv id u m b re [. . .] con prestacio n es personales h asta la m era obli­
gación trib u ta ria . Con arreg lo a n u estro supuesto, en este caso el p ro d u cto r
d irecto se e n c u e n tra en posesión de sus propios m edios de producción, de
las condiciones objetivas de trab ajo necesarias p a ra llevar a cabo su trab ajo
y p a ra la p roducción de sus m edios de subsistencia; d esarro lla de m anera
au tó n o m a su ag ric u ltu ra , así com o la in d u stria dom iciliaria ru ra l vincula­
da con ella [. . .] En estas condiciones, sólo es posible a rra n c a rle s [a los pe­
queños cam pesinos] el p lu stra b a jo p ara el te rra te n ie n te nom inal m ediante
u n a coerción extraeconóm ica, sea cual fuere la form a que é sta a su m a .14
13 V.I. Lenin, El desarrollo del capitalism o en Rusia, en Obras com pletas, t. 3, p. 199.
14 K. M arx. El capital, h i / 8 , pp. 1005-1006.
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159
LA E S T R U C T U R A S O C IA L
Es, p o r lo tan to , el m ism o sistem a económ ico "fe u d a l” que se ca­
racteriza, desde el p u n to de v ista de las relaciones sociales de p ro ­
ducción, p o r la separació n de la p ro p ied ad y de la posesión de la
tie rra , q u edando esta ú ltim a en m anos de los cam pesinos, y, desde
el p u n to de v ista de las relaciones técnicas de producción, p o r un
control o apro p iació n efectiva del tra b a jo p o r p a rte del cam pesi­
no, lo que hace s u rg ir la n ecesidad de u n a coerción extraeconóm ica
que obligue al cam pesino a cu m p lir sus com prom isos con el te­
rraten ien te.
Si el cam pesino tiene u n a p arcela, no irá a h acer el trab ajo en
la tie rra del señ o r sino obligado y forzado. Aquí el sistem a económ i­
co engendra una coerción extraeconóm ica: la servidum bre, la depen­
dencia ju ríd ica, el hecho de que los explotados no gocen de derechos
cívicos, e tc é te ra .15
En el sistem a económ ico cap italista, p o r el co n trario , el tra b a ja ­
dor d irecto no p o d ría sobrevivir si no o freciera su fuerza de tra b ajo
al cap italista. Por u n a p arte, no posee ningún m edio de producción
que le p e rm ita tra b a ja r p o r cu en ta p ro p ia y, p o r la otra, suponien­
do que poseyera estos m edios, no p o d ría p ro d u c ir en form a indivi­
dual y sus prod u cto s no po d rían co m p etir en el m ercado con los p ro ­
ductos del sistem a ca p ita lista (precios m ás bajos por aum ento de
pro d u ctiv id ad del trabajo). En el sistem a cap italista, p o r lo tanto,
son razones d irectam en te económ icas las que m ueven a los tra ­
b ajad o res a e n ro la rse en las fáb ricas com o ob reros. N adie los p re­
siona, son ellos quienes, p a ra no m o rir de ham bre, deben "v o lu n ta­
ria m e n te ” e n ro la rse en las filas del p ro letariad o .
Ahora bien, ¿qué papel desem peña el m ercado en un régim en
"fe u d a l” de pro d u cció n ? ¿Puede so sten erse que la c a ra c te rístic a
esencial de este régim en es ser un sistem a c e rrad o basado en una
econom ía n atu ral, es decir, un sistem a de producción p ara el u so ?16
Si se e stu d ia en form a su p erficial el texto de M arx sobre la "gé­
nesis de la re n ta ca p ita lista de la tie r r a ”,17 se p o drá resp o n d er en
form a afirm ativ a a e sta p re g u n ta ya que este a u to r se refiere en
varias ocasiones, al an alizar situaciones históricas concretas, a la re­
lación e n tre la econom ía n a tu ra l c e rra d a al m ercado y el régim en
feudal de producción.
Sin em bargo, un an álisis d etallad o del cap ítu lo global nos hace
v er que M arx se in teresa fu n d am en talm en te en e stu d ia r las relacio­
15 V I. Lenin, "E l problem a ag rario en R usia a fines del siglo xix” (junio de 1908),
en Obras com pletas, t. 15. p. 81.
16 A. G u n d er F rank afirm a lo siguiente: "C ualesquiera que sean los tipos de rela­
ciones perso n ales que existan en un sistem a feudal, lo d eterm in an te en él, p a ra nu estro
propósito, es que se tra ta de un sistem a cerrad o o débilm ente ligado al m undo exte­
r io r ” {Capitalismo y subdesarrollo en Am érica Latina, México, Siglo XXI, 1970, p. 234).
Por o tro lado, Sweezy, aunque acepta la posibilidad de un cierto intercam bio, sos­
tiene: "La c a ra c te rístic a crucial del feudalism o es la de ser un sistem a de producción
p a ra el uso. Se conocen las necesidades de la com unidad y la producción se planea y
organiza con m ira s a sa tisfacer esas necesidades. . .” (La transición del feudalism o al
capitalism o, cit., p. 18).
17 K. M arx, E l capital, m/8 (cap. x l v i i ) , pp. 995-1034.
nes de producción y que sólo secundariam ente y refiriéndose a casos
históricos concretos com o los de la A ntigüedad y E dad M edia e u ro ­
p e a s18 y el de los estados sociales estacionarios que surgen en
A sia,19 se in teresa en an a liz ar las relaciones de intercam bio.
M arx m ism o confirm a n u estra interpretación en el siguiente texto
de E l capital:
T am bién las categ o rías económ icas antes co n sid erad as llevan la señal de la
h istoria. En la existencia del producto como mercancía están em bozadas de­
te rm in a d a s condiciones h istóricas. P ara co n v ertirse en m ercancía, el p ro ­
d u cto no ha de ser producido como medio directo de subsistencia para el
productor mismo. Si h u b iéram os proseguido n u e stra investigación y averi­
guado bajo qué circ u n sta n cias todos los pro d u cto s o la m ayor p arte de ellos
ado ptan la form a de la mercancía, hab ríam o s enco n trad o que ello no ocu rre
sino sobre la base de un m odo de producción ab so lu tam en te específico, el
modo de producción capitalista. E sa investigación, em pero, es extraña al an á­
lisis de la m ercancía. Pueden ex istir produ cción y circulación m ercantiles
aun q u e la p arte ab ru m a d o ram en te m ayor de los p ro d u cto s se destine d irec­
tam en te al consum o de los p ro d u cto res m ism os, no se tran sfo rm e en mer­
cancía', aunque, pues, el proceso social de producción no esté regido todavía,
en toda su extensión y p ro fundidad, p o r el valor de cam bio. La presentación
del p ro d u cto com o m ercancía im plica un a división del trabajo tan d e sa rro ­
llada dentro de la sociedad como p a ra que se consum e la escisión en tre valor
de uso y valor de cam bio, iniciada apenas en el comercio directo de trueque.
Esa etapa de desarrollo, sin embargo, es común a las formaciones económi­
cas sociales históricamente más diversas [. . .] Sus condiciones h istó ricas de
existencia [del capital] no están dadas, en absoluto, con la circulación m er­
cantil y la d in e ra d a . S urge tan sólo cuando el poseedor de m edios de p ro ­
ducción y m edios de subsistencia encuentra en el m ercado al trabajador libre
com o v endedor de su fuerza de trab ajo [. . .]20
De los textos de M arx que hem os citado, y que estim am os re p re ­
sentativos de su pensam iento general, se d esprende que si bien la
m ayor p a rte de las form as históricas concretas del m odo de pro d u c­
ción “ feu d al” e stu d iad as p o r el a u to r han sido sistem as de econo­
m ía n atu ral, sistem as c errad o s o m uy poco vinculados con el m er­
cado, esta c a ra c te rístic a no es un rasgo esencial de este m odo de
producción.
D efinir el m odo de producción feudal com o una econom ía c e rra ­
da o com o un sistem a de producción p a ra el uso es defin ir un modo
de producción basándose en el análisis de las relaciones de in te r­
cam bio y no en las relaciones de producción que son las relaciones
que, p a ra la m etodología m arxista, definen la e s tru c tu ra económ i­
ca de todo m odo de producción y sirven de base a su s u p e re stru c tu ­
ra política e ideológica.
Estam os totalm ente de acuerdo con Takahashi, quien sostiene que
la p reg u n ta que debe fo rm u larse respecto de una e stru c tu ra social dad a no
es la de si están p resen tes m ercancías y dinero, sino la de cóm o se producen
18 tbid., p. 1001.
19 tbid., pp. 1012-1013.
20 K. M arx, E l capital, i/l, pp. 206-207 (las cu rsiv as son n ueslras).
LA E S T R U C T U R A SOC IAL
160
e s a s m e r c a n c í a s , c ó m o s e u t il i z a e s e d i n e r o e n c a l i d a d d e m e d io d e p r o d u c ­
c ió n . L o s p r o d u c t o s d e lo s a n t ig u o s la t if u n d i o s r o m a n o s e n t r a b a n e n e l m e r ­
c a d o e n c a lid a d d e m e r c a n c í a s p r o d u c i d a s p o r e s c la v o s , y la s a c u m u la c i o n e s
p o r lo s s e ñ o r e s f e u d a l e s d e lo s p r o d u c t o s d e l t r a b a j o f o r z o s o o d e la s r e n t a s
f e u d a le s e n p r o d u c to s e n t r a b a n e n c ir c u l a c ió n e n c a l i d a d d e m e r c a n c ía s p r o ­
d u c i d a s p o r s ie rv o s . T a m b ié n e x is te n la s m e r c a n c í a s s im p le s p r o d u c i d a s p o r
lo s c a m p e s in o s o a r t e s a n o s in d e p e n d ie n te s [. . .], a s í c o m o la s m e r c a n c í a s c a ­
p i t a l i s t a s p r o d u c i d a s p o r t r a b a j a d o r e s a s a l a r i a d o s , e tc . [. . .] P o r e s o , u n
" s i s t e m a d e p r o d u c c ió n p a r a el m e r c a d o " n o p u e d e d e f in i r la s r e la c io n e s
h i s t ó r i c a s c o n c r e t a s d e p r o d u c c i ó n (y, p o r t a n t o , ta m p o c o la s r e l a c i o n e s
d e c la s e ) .21
Por lo tanto, p a ra e stu d ia r las c a ra c te rístic a s esenciales de cada
m odo de producción debem os c e n tra r n u e stro análisis, no en las re ­
laciones de in tercam bio, sino en la “form a social de la existencia de
la fuerza de trabajo’’,22 es decir, en las relaciones de producción.
La esclavitud, la serv id u m b re y el tra b a jo libre asalariad o serían
las form as b ásicas de existencia de la fuerza de tra b a jo en los siste­
m as económ icos donde existe una relación de explotación.
H asta aquí hem os u tilizado la p a la b ra “ feudal en tre com illas
ya que co n sid eráb am o s im p o rtan te d eten ern o s en un estu d io c rí­
tico de ella.
Según P arain ,23 “ la p a la b ra 'feu d al' no es de la m ism a n a tu ra le ­
za que las p a la b ra s em pleadas p a ra d esig n ar tan to la sociedad ‘es­
clav ista’ com o la sociedad ‘c a p ita lista ’ o la ‘so cialista’. En estos tres
casos la palabra em pleada designa el resorte social fundam ental (pro­
piedad sobre el esclavo, p ro p ied ad sobre el capital, propiedad social
generalizada). El térm in o 'feu d a lism o ', p o r el co n trario , es un té r­
m ino que sólo se refiere a la s u p e re s tru c tu ra política d esa rro llad a
en una form a típica, en la fo rm a plen am en te acabada de la socie­
dad que se intercala entre la sociedad antigua esclavista y la sociedad
m od ern a cap italista. De ello re su lta que este térm ino no es siem pre
adecuado p a ra c a ra c teriz a r, sea la fase de form ación, sea la fase de
descom posición de este tipo de sociedad, sea cie rtas varian tes m ás
o m enos in a c a b a d as’’.
E n to d o s e s t o s c a s o s , e n e f e c to , el " f í e f " — p a l a b r a d e la q u e d e r iv a e l t é r m i ­
n o " f e u d a l ” — n o d e s e m p e ñ a u n p a p e l f u n d a m e n t a l . ¿ E n q u é m o m e n t o se
to m a el h á b ito d e ll a m a r " f e u d a l ” a l c o n ju n to d e l s is te m a , c o n s id e r a n d o ta n to
la s r e l a c i o n e s d e b a s e e n t r e lo s c a m p e s i n o s y lo s s e ñ o r e s c o m o lo s v e s tig io s
j u r íd i c o - p o l í t i c o s d e la E d a d M e d ia e n el s e n o d e la m o n a r q u í a a b s o l u ta m o ­
d e r n a ? S e t r a t a d e u n h á b ito t a r d ío n a c id o , s o b r e to d o , e n el c u r s o d e la lu c h a
c o n d u c i d a p o r la b u r g u e s í a a s c e n d e n t e c o n t r a u n r é g im e n q u e h a b í a e n t r a ­
d o e n d e c a d e n c ia , v q u e y a e s ta b a , p o r lo ta n to , a le ja d o d e s u f o r m a típ ic a . . .
Por o tra p a rte —agrega:
21 La transición del feudalism o al capitalism o, cit., pp. 69-70.
22 Op. cit., p. 68 (las cursivas son nuestras).
23 "C arac te res généraux du féodalism e” , en Cahiers du c f . r m , París, núm . 59,
1968, p. 3.
M O D O D E P R O D U C C IÓ N , F O R M A C IO N S O C IA L Y C O Y U N T U R A P O L IT IC A
161
el tip o d e r e la c io n e s s o c ia le s q u e h e m o s d e f i n i d o b r e v e m e n t e 24 s e in s t a l ó
m u c h o a n t e s d e l " f i e f ” p r o p i a m e n t e ta l, q u e n o f u e s in o s u c o r o n a m i e n t o
p o l ític o y s o b r e v iv ió [. . .] d e s p u é s d e h a b e r d e s a p a r e c i d o e s e c o r o n a m i e n t o
p o lític o .
Todas estas consideraciones realizadas por Parain, y que hace­
mos n u estras, nos parecen decisivas p ara p o ner en cuestión el té r­
m ino "feu d alism o ”. Creem os que es necesario em p lear o tro té rm i­
no que exprese lo esencial de este m odo de producción, es decir, que
exprese las c a ra c te rístic a s p ro p ias de las relaciones de producción
que le sirven de base.
H asta aquí hem os visto que la servidum bre es la form a c a ra c te ­
rística de la existencia de la fuerza de tra b a jo en el m odo de p ro ­
ducción que, h asta entonces, llam ábam os “feu d al”, y que ella con­
siste en la explotación del p ro d u c to r directo, quien se ve obligado
por una coerción extraeconóm ica (jurídico-política o ideológica) a
tra b a ja r la tie rra del te rra te n ien te o a d arle algún tipo de ren ta (en
productos, en dinero).
Vimos, adem ás, que son las p ropias relaciones de servidum bre
—que se cara cteriza n desde el punto de vista de las relaciones
sociales de producción p o r la separación de la propiedad y de la po­
sesión de la tierra, quedando e sta últim a en m anos de los cam pesi­
nos, y, desde el p u nto de vista de las relaciones técnicas de p ro d u c­
ción, p o r un control o apropiación efectiva del trabajo por parte de
esos cam pesinos— las que exigen la intervención de un fa cto r extraeconóm ico p a ra su rep roducción com o tales. El hecho de que el
p ro d u c to r directo pueda p ro d u c ir todo lo necesario p a ra su su b sis­
tencia sin ten e r que r e c u rrir al p ro p ieta rio de los m edios de p ro ­
ducción, es lo que hace su rg ir la necesidad de una “coerción extraeconóm ica” que obligue al cam pesino a cu m p lir sus com prom isos
con el terra ten ien te.
Es el c a rá c te r m ism o de la e s tru c tu ra económ ica lo que explica
el c ará c ter dom inante que ocupa la su p ere stru ctu ra jurídico-política
o ideológica en este m odo de producción. De ahí la gran variedad
de form as que puede a d o p ta r su su p e re stru c tu ra : desde “feudalis­
mo se ñ o ria l” en algunos lugares h a sta el “feudalism o de e sta d o ”
en otros.
P artien d o de todas estas consideraciones pensam os que el té rm i­
no m ás adecuado p a ra d efin ir este m odo de producción sería el té r­
m ino “ serv il” ya que son las relaciones de producción b asad as en
la serv id u m b re las que form an la base económ ica com ún de las dis­
tin ta s variaciones h istó ricas de este m odo de producción.
El m odo de producción servil sería el objeto h istórico ab stra c to
al que co rresponderían los rasgos generales de la servidum bre: p ro ­
piedad de la tie rra p o r los señores, posesión de la tie rra y de los
m edios de trab ajo por el cam pesino, coerción extraeconóm ica p a ra
obligar al cam pesino a tra b a ja r la tie rra del señor.
24 La definición de P arain coincide con la n u estra.
25 Op. cit., p. 3.
162
LA E ST R U C TU R A SOCIAL.
El feudalism o sería u n a form a de m anifestación concreta, h is­
tó ricam en te d eterm in ad a, con c a ra c te rístic a s jurídico-políticas
p recisas (relaciones e n tre el sob eran o y los vasallos) de los rasgos
generales p ropios del m odo servil de producción.
Al p la n te a r así el problem a, pensam os que estam os siendo cohe­
ren tes con el pen sam ien to de Marx.
[. . .] la relación d irec ta e n tre los propietarios de las condiciones de p ro d u c ­
ción y los productores directos —relación ésta cuya form a eventual siem pre
corresponde n atu ralm en te a d eterm in ad a fase de desarrollo del modo de tra­
bajo y, p o r ende, a su fu erza p ro d u ctiv a social— donde en co n trarem o s el se­
creto m ás íntim o, el fu n d am en to o culto de to d a la estructura social, y p o r
consiguiente tam b ién de la forma política que presenta la relación de sobera­
nía y dependencia, en sum a, de la form a específica del estad o ex isten te en
cada caso. E sto no im pide que la misma base económica —la m ism a con a rre ­
glo a las condiciones p rin cip ales—, en v irtu d de in co n tab les d iferen tes c ir­
cun stan cias em píricas, condiciones n atu rale s, relaciones raciales, in flu en ­
cias h istó ricas o p e ra n te s desde el ex terio r, etc., p u ed a p re se n ta r infinitas
variaciones y m atices en sus m anifestaciones, las que sólo resu ltan com pren­
sibles m ediante el an álisis de esta s circ u n sta n c ia s em p íricam en te dadas.
El sistem a de "en co m ien d as” in stalad o p o r la colonización e sp a­
ñola en A m érica L atina se ría o tra v arian te h istó rica co n c re ta del
m odo de prod u cció n servil.
G rupos de indios eran confiados [encom endados] a un colono. É ste debía p ro­
teg er y cate q u izar a los indios. P or la sum isión de los que tra b a ja b a n a los
que llevan las arm a s y a los que rezan, el sistem a se in sp ira b a d irectam en te
en la E u ro p a feudal. Sin em bargo, al e s ta r los “en co m en d ero s" designados
p or la p o derosa m o n arq u ía española, o p o r sus agentes, la e s tru c tu ra p o líti­
ca es aquí m uy d iferen te de la de la E dad M edia.27
O tra form a histórica concreta del m odo de producción servil sería
el “a sia tism o ” o lo que se h a llam ado "m odo de producción a siá ti­
co” . M arx dice al resp ecto lo siguiente:
Si no es el te rra te n ie n te p rivado sino, com o sucede en Asia, el estad o quien
los en fre n ta d irectam en te com o te rra te n ie n te y a la vez com o sob eran o [. . .],
la relación de dependencia, ta n to en lo p o lítico com o en lo económ ico, no
necesita po seer ninguna form a m ás d u ra que la que le es com ún a c u alq u ier
condición de sú b d ito s con resp ecto a ese estado. El estado, en este caso, es
10
el suprem o te r r a te n ie n te /0
E x istiría, p o r lo tan to , un m odo de prod u cción servil, que to m a­
ría diferen tes form as en cada caso histó rico concreto. No cabe duda
que en c ie rta s regiones de A m érica L atina los españoles y p o rtu g u e ­
ses im p lan taro n sistem as de explotación basados en la servidum bre
26 K. M arx, E l capital, i h / 8 , p. 1007 (las cursivas son nuestras).
27 B. P arain , "L 'évolution du systèm e féodal européen", op. cit., p. 9.
28 K. M arx, E l capital, m/8, p. 1006.
M O D O D E P R O D U C C IO N , F O R M A C IO N S O C IA L Y C O Y U N T U R A P O L ÍT IC A
163
au n q u e los p roductos de este sistem a de explotación se in c o rp o ra ­
ran al m ercado ca p ita lista colonial.
En sentido riguroso no se puede h a b la r de la existencia de feuda­
lism o en Am érica L atina ya que no fue la form a h istó ric a co ncreta
feudal, con sus c a ra c te rístic a s jurídico-políticas precisas, la que se
im plantó en nuestro continente sino form as m odificadas de la propia
base económ ica general apoyada en la explotación servil.
A hora bien, en tre el m odo de producción basado en la servidum ­
bre y el m odo de producción basado en el trab ajo asalariad o existen
form as in term ed ias que es necesario e stu d ia r p a ra p o der d eterm i­
n a r en form a p recisa cuál es el estad o a ctu al de la m asa cam pesina
en n u estro s países.
Lenin habla, por ejemplo, de relaciones “sem iserviles” de produc­
ción. En este caso la m ano de o b ra agrícola se ha liberado de la tu ­
tela feudal, se han anulado las razones ju ríd icas que atab an al siervo
a la tierra. É sta se les entrega ahora en arren d am ien to o se les vende,
pero estas m edidas se ad o p tan de tal m an era que el cam pesino rá ­
p idam ente se e n c u en tra endeudado, su producción no le perm ite
c re a r los bienes necesarios p a ra su su b sisten cia y la de su fam ilia,
y esto lo obliga, a h o ra p o r razones económ icas, a tra b a ja r las tie­
rra s del te rra te n ien te quien lo rem u n e ra p a rte en tie rra s, p a rte en
pro d u cto s y p a rte en dinero. A m edida que el dinero va conform an­
do la p a rte esencial del sala rio y que las m áquinas van desplazan­
do los in stru m en to s ru d im e n tario s del cam pesino, estas relaciones
sem iserviles se van tra n sfo rm an d o en capitalistas. Se produce así
lo que el dirigente bolchevique denom ina “la vía ju n k e r de d e sa rro ­
llo c a p ita lista ”, es decir, la tran sfo rm ació n de las an tig u as grandes
haciendas feudales en haciendas cap italistas. Vía que se diferencia
de lo que llam ó “vía a m e ric a n a ”, cuya c a ra c te rístic a esencial es el
rep arto de la tie rra a los cam pesinos en m edida suficiente como para
tra n sfo rm a rse en pequeños p ro d u c to re s independientes y luego di­
feren ciarse en cap ita lista s ag rario s y p ro letaria d o agrícola.
P ara term in ar, querem os in sistir en que si nos hem os detenido
en un problem a ap aren te m en te teórico y desligado de la acción
p olítica es ju sta m e n te porque no es tal.
El gran a p o rte de los teóricos m arx istas al problem a del “subd esa rro llo es, sin duda, h ab e r señalado que éste se debe esencial­
m ente, no a la existencia de relaciones “p re c a p ita lista s” en los
países su b d esarro llad o s , sino a la form a en que el sistem a c a p ita ­
lista im p e ria lista de los países avanzados pen etra, deform a y frena
estas econom ías. Pero a firm a r que el m odo de producción c ap ita lis­
ta dom ina en el nivel del m ercado, y aú n en el nivel de las relaciones
de producción, no significa necesariam en te negar la existencia de
relaciones de producción “p re c a p ita lista s” que, aunque deform adas
y su b o rd in ad as al m odo de producción dom inante, siguen existien­
do com o tales.
Nos parece innegable que en A m érica L atina existen, en m ayor
o m en o r grado, relaciones “p re c a p ita lista s” y que todo m ovim iento
revolucionario que quiera desarro llar una acción victoriosa tiene que
LA E S T R U C T U R A S O C IA L
164
to m arlas en cuenta. S ería un grave e rro r político esforzarse por m o­
vilizar al cam pesinado de d eterm in ad o s países, o p o r lo m enos a
cierto s sectores de ese cam pesinado, con consignas p ro le ta ria s que
no te n d ría n ningún eco dado el c a rá c te r sem iservil de las relacio­
nes en que tra b a ja .
Toda teo ría acerca del su b d esarro llo que se estim e revoluciona­
ria d eb ería p e rm itir p e n sa r y d iag n o sticar e sta realid ad com pleja
de n u e stra s e s tru c tu ra s económ icas.
3.
OBJETO DE "EL CAPITAL”
P ara c o m p ren d er m ejor el concepto de m odo de producción es im ­
p o rta n te d e te rm in a r el objeto de la p rin cip al o b ra de Marx.
¿Se puede d ecir que el esfuerzo teórico de M arx sólo preten d e
reflex io n ar acerca del asp ecto económ ico de la sociedad ca p ita lis­
ta? ¿Se tra ta del estu d io de un país d eterm inado: la In g la te rra de
la época de M arx?
V eam os lo que dice Lenin al respecto:
E l capital se reduce a un período histórico determ inado, está "sólo
dedicado al estu d io p recisam en te de la sociedad c a p ita lista ”.29
Pero ¿de qué sociedad ca p ita lista se tra ta ? ¿De In g la te rra u otro
país h istó ricam en te d eterm in ad o ?
A lgunas páginas m ás ad elan te Lenin a c la ra esto:
No lim itándose a c a ra c te riz a r el régim en co ntem poráneo, a aq u ila ta rlo en
su valor y condenarlo, Marx le dio u n a explicación científica, reduciendo este
régim en contem poráneo, diferente en los distintos estados de E u ro p a y fuera
de E uropa, a un a base com ún: a la form ación social cap italista, cuyas leyes
de funcionam iento y d esarro llo analizó o bjetivam ente (dem ostró la necesi­
dad de la explotación en sem ejante régim en).30
Y
en u n a n o ta p o ste rio r explica que si se dejan de lado rasgos
de los regím enes económ icos de la E dad M edia es porque p erte n e ­
cen a la
form ación social del feudalism o, y M arx analiza sólo la form ación capitalis­
ta. El proceso de desarro llo del cap italism o p ro p iam en te dicho com enzó en
realid ad (por ejem plo, en In g laterra) p artie n d o del régim en de los pequeños
p ro d u cto res de m ercan cías disem inados, con su p ro p ied ad individual b a sa ­
da en el tra b a jo .31
En estos textos Lenin señala en fo rm a p recisa los lím ites del es­
tud io de Marx: el régim en, sistem a, form ación social cap italista, es
decir, un objeto histórico abstracto , puro. Debemos an o tar que Lenin
29 V.I. Lenin, Quiénes son los “am igos del p u e b lo ”, cit., p. 26; Obras com pletas, t. 1,
pp. 159-160.
30 Op. cit., p. 36; p. 168.
31 Op. cit., p. 60; p. 189.
M O D O D E P R O D U C C IÓ N , F O R M A C IÓ N S O C IA L Y C O Y U N T U R A P O L IT IC A
165
em plea aquí el térm in o ‘‘form ación social” com o equivalente a lo
que nosotros denom inam os m odo de p roducción.32
El siguiente texto hace ver en form a aún m ás c la ra el c a rá c te r
a b stra c to del objeto de Marx.
[. . .] sólo hem os de p re se n ta r —escribe M arx— la organización in tern a del
modo capitalista de producción, por así decirlo, en su térm ino m edio ideal.33
Y Lenin explica:
La teo ría del cap ital supone que el o b rero recibe el valor total de su fuerza
de trab ajo . É ste es el ideal del capitalism o, pero de ningún m odo su reali­
dad. La teo ría de la ren ta del suelo supone que la población agrícola se
e n cu e n tra to talm en te dividida en te rraten ien tes, cap italistas y o b rero s asa­
lariados. É ste es el ideal del capitalism o, pero de ningún m odo su realidad.
La teo ría de la realización supone la rep artició n proporcional de la p ro d u c­
ción. É ste es el ideal del capitalism o, pero de ninguna m anera su realid ad .34
Veam os ah o ra lo que el m ism o M arx dice del m odo de p ro d u c ­
ción c a p italista y de In glaterra:
Lo que he de investigar en esta o b ra es el m odo de producción cap italista
y las relaciones de p roducción e intercam bio a él correspondientes. La sede
clásica de ese m odo de p roducción es, h asta hoy, In g laterra. Es éste el m oti­
vo p o r el cual, al d e sa rro lla r mi teoría, m e sirvo de ese país com o principal
fuente de ejem plos.33
M arx estudia, por lo tanto, en E l capital un objeto ab stracto : el
La In g la te rra de la segunda m itad
del siglo XIX figura en esta o b ra sólo com o un ejem plo que sirve
p a ra ilustrar sus afirm aciones teóricas, debido a que es el país en
que el capitalism o e stab a m ás avanzado.
Pero ¿podem os decir que El capital estu d ia todo el m odo de p ro ­
ducción cap italista?
Antes de resp o n d er veam os lo que dice Lenin después de h ab er
analizado en form a esq uem ática las c ara c terístic a s de la e s tru c tu ­
ra económ ica del régim en de producción capitalista:
m o d o d e p r o d u c c ió n c a p it a l is t a .
Tal es el esqueleto de El capital. Pero toda la cuestión estrib a en que Marx
no se dio p o r satisfecho con este esqueleto, que no se lim itó sólo a la “ teoría
económ ica", en el sentido h ab itu al de la palabra; que, al explicar la e stru c ­
tu ra y el desarrollo de una form ación social determ inada exclusivamente por
32 Lenin em plea en form a in d iferen te el térm in o "form ación social" tan to p ara re­
fe rirse a una totalidad social a b s tra c ta (lo que hem os denom inado "m odo de p ro d u c­
ción") com o p ara refe rirse a una to talid ad social co n creta (lo que denom inarem os
"form ación social"). Por lo tanto, cada vez que ap arezca este térm in o en los textos, es
necesario d e te rm in a r en qué sentido es u tilizado por Lenin.
33 K. Marx, E l capital, in/8, p. 1057.
34 V.I. Lenin, "Algo m ás sob re la teo ría de la realización" (1899), en E scritos econó­
m icos 11893-1899), t. 3, p. 235.
35 K. M arx, E l capital,
p. 6.
166
[.A E S T R U C T U R A S O C IA L
las relaciones de producción, M arx, no ob stan te, siem p re y en todas partes,
estu d iab a las su p e re stru c tu ra s c o rresp o n d ien tes a esta s relaciones de p ro ­
ducción, cu b ría el esqueleto de carn e y le inyectaba sangre. Por ello E l capi­
tal obtuvo un éxito tan gigantesco, pues esta o b ra del "eco n o m ista alem án ”
puso an te los ojos del lecto r toda la form ación social cap ita lista, com o o rg a ­
nism o vivo, con los diversos asp ecto s de la vida cotid ian a, con las m anifes­
taciones sociales efectivas del antagonism o de clases pro p io de las relacio ­
nes de producción, con su su p e re stru c tu ra política b u rg u e sa d e stin ad a a
salv a g u a rd a r el dom inio de la clase de los c ap italistas, con sus ideas b u r­
guesas de libertad, igualdad, etc., con sus relaciones fam iliares b u rg u esas.36
En este texto Lenin afirm a que en E l capital M arx no se lim ita
a e s tu d ia r la e s tru c tu ra económ ica del m odo de producción capi­
talista, sino que se refiere tam b ién a las su p e re stru c tu ra s que le
corresponden.
Lo que o c u rre en realid ad es que E l capital, tal com o lo conoce­
mos, es u n a o b ra inconclusa, re p re se n ta el estu d io científico del
"asp ecto económ ico” del m odo de p roducción cap italista, y a ello
se debe que se le considere generalm ente com o u na o b ra de tipo eco­
nóm ico. M arx p reten d ía an alizar tam bién el derecho, el estado y la
ideología del m odo de prod u cció n cap italista, com o lo deja ver en
el plan de tra b a jo que p re se n ta en la Introducción general a la críti­
ca de la econom ía política, pero no alcanzó a hacerlo. Sin em bargo,
es necesario señ alar que esta teo ría del "nivel económ ico” del modo
de p roducción c a p ita lista supone n ecesariam en te si no la teo ría de­
sarro llad a, al m enos ciertos elem entos teóricos que se refieren a las
o tra s in stan cias de este m odo de producción: ideológica y jurídicopolítica. A estos elem entos se refiere Lenin en el texto citado.
Por lo tanto, E l capital no se lim ita sólo a la econom ía. S obrepasa
am p liam en te a la econom ía, conform e a la concepción m arx ista de
la realid ad económ ica, que sólo puede ser com p rendida como un as­
pecto, una p a rte , una e s tru c tu ra in sc rita o rg án icam ente en la to ta ­
lidad de un m odo de producción. A ello se debe que, a p esar de que
el an álisis de M arx p erm anece fu n d am en talm en te en el nivel de la
econom ía capitalista, se pueden en c o n tra r en su o b ra elem entos teó­
ricos im p o rtan tes p a ra e la b o ra r la te o ría de los o tro s aspectos de
este m odo de producción, elem entos que h a sta este m om ento no han
sido e lab o rad o s.37
Por últim o, es necesario se ñ a la r que E l capital se lim ita a e stu ­
d ia r en form a científica y a c ab ad a el nivel económ ico del m odo de
producción cap italista en su fase com petitiva, que se caracteriza fun­
d am en talm en te p o r la libre com petencia de los cap italista s indivi­
duales. A p e sa r de que M arx d escu b re la ten d encia a la co n ce n tra ­
ción de los cap itales y a la form ación de m onopolios, no puede
re aliz a r un an álisis científico de e sta e ta p a del d esa rro llo c ap ita lis­
ta debido a que, com o p ensador, e stá lim itado en sus elaboraciones
p o r la p ro b lem ática de su época.
,6 V.I. Lenin, Quiénes son tos "amigos del pueblo. .
c it., p. 17.
37 L. A lthusser, "P ráctica teórica y lucha ideológica”, op. cit., p. 38.
M O D O D E P R O D U C C IO N . F O R M A C IO N S O C IA L Y C O Y U N T U R A P O L IT IC A
167
4. MODO DE PRODUCCIÓN
Después de lo expuesto an teriorm ente, podem os enten d er m ejor por
qué afirm ábam os que el concepto de modo de producción no se puede
re d u c ir a la e s tru c tu ra económ ica de la sociedad, es decir, al m odo
de producción de bienes m ateriales exclusivam ente.
El concepto de m o d o d e p r o d u c c ió n es el concepto que nos p e r­
m ite p e n sa r la sociedad global como la to ta lid ad social orgánica en
sus diversas etap as de desarrollo: com unidad prim itiva, esclavitud,
servidum bre, capitalism o, com unism o. Es decir, es un concepto his­
tórico abstracto que no debe ser confundido nunca con el estudio
de un país determ inado.
Todo m o d o d e p r o d u c c ió n está co n stitu id o por: 1] Una e s t r u c t u ­
ra GLOBAL, form ada p o r tres e stru c tu ra s regionales:
e s tru c tu ra económ ica
e s tru c tu ra jurídico-política
e s tru c tu ra ideológica
2]
En e sta e s tru c tu ra global, una de las e stru c tu ra s regionales
d o m in a a las o tras.
Es im p o rtan te se ñ a la r aquí que no es el nivel o e s tru c tu ra econó­
m ica el que desem peña siem p re el papel dom inante, com o lo p re ­
tenden, a m enudo, los vulgarizadores del m arxism o. M arx nos lo dice
claram en te en una no ta del p rim e r libro de E l capital:
A provecho la o p o rtu n id a d p ara resp o n d er brevem ente a una objeción que,
al a p a re c e r mi o b ra Zur K ritik der politischen Ö konom ie (1859), me form uló
un p eriódico germ an o -n o rteam ericano. Mi enfoque —sostuvo é ste — según
el cual el m odo de p ro d u cción dado y las relaciones de producción c o rre s­
pondientes al m ism o, en sum a, "la e s tru c tu ra económ ica de la sociedad es
la base real sobre la que se alza un a su p e re stru c tu ra ju ríd ic a y política, y
a la que co rresp o n d en d e term in ad as form as sociales de con cien cia”, ese en­
foque p a ra el cual "el m odo de producción de la vida m aterial condiciona
en general el proceso de la vida social, política y e sp iritu a l”, sería in d u d a­
b lem ente v erd ad ero p a ra el m undo actual, en el que im peran los intereses
m ateriales, pero no p a ra la E dad Media, en la que prevalecía el catolicism o,
ni p a ra A tenas y Roma, donde e ra la política la que dom inaba. En p rim er
tiem po, es so rp re n d e n te que haya quien guste su p o n er que alguna persona
ignora esos archiconocidos lugares com unes sobre la Edad M edia y el m undo
antiguo. Lo indiscu tib le es que ni la E dad M edia pudo vivir de catolicism o
ni el m undo an tig u o de política. Es, a la inversa, el modo y m an era en que
la p rim e ra y el segundo se g anaban la vida, lo que explica por qué en un caso
la p olítica y en o tro el catolicism o desem peñaron el papel protag ó n ico .38
Si resum im os lo esencial de esta nota, podemos observar que Marx
sostiene que si lo económ ico dom ina en el capitalism o, no se puede
negar que en la E dad M edia dom inaba el catolicism o (es decir, una
e stru c tu ra ideológica) y en Atenas y Roma, la política. Pero dice que
son las condiciones económ icas de entonces las que explican por
38 K. M arx, E l capital, i/l, p. 100, n. 33.
168
LA E S T R U C T U R A S O C IA L
qué en un caso el catolicism o y en el o tro la política desem peñaban
el papel p rotagónico (o dom inante).
3]
En e sta e s tru c tu ra global, la e s tru c tu ra económ ica es siem pre
DETERMINANTE en ú ltim a instancia.
Como lo indica el texto que acabam os de citar, son las condiciones
económ icas las que DETERMINAN cuál de las e s tru c tu ra s regionales
te n d rá el papel dom inante.
La distinción en tre papel d o m i n a n t e y papel d e t e r m i n a n t e en úl­
tim a in stan cia es una d istinción fu ndam ental, que debe ser hecha
y a la cual A lthusser ha dado todo su peso. En M arx y en Engels es
difícil e n c o n tra r fo rm ulaciones ex p lícitas sobre esta distinción, de­
bido a que su objeto de estu d io es el MODO DE PRODUCCIÓN cap ita lis­
ta en donde am bos coinciden; el nivel económ ico desem peña en este
m odo de prod u cció n no sólo el papel de d eterm in an te en últim a in s­
tan cia sino tam bién el papel dom inante.
Precisem os m ás lo que entendem os p o r e stru c tu ra dom inante. En
el nivel del m odo de producción consideram os dom inante aquella
e s tru c tu ra regional que desem peña el papel fundam ental en la re ­
producción de un m odo de prod u cció n d eterm inado.
En el caso del m odo de p roducción cap italista, su reproducción
está ase g u ra d a p o r leyes in te rn a s a la e s tru c tu ra económ ica. Ello
no q u iere d ecir que los elem entos su p e re stru c tu ra le s estén au sen­
tes, sino que su p resen cia no es el elem ento fu n d am en tal en la re ­
pro d u cció n del sistem a. Son las leyes del d esarro llo económ ico
ca p ita lista (acum ulación, rep ro d u cció n am pliada, etc.) las que de­
te rm in a n la fo rm a en que se rep ro d u ce el sistem a y le dan su c a rá c ­
te r específico. Los facto res su p e re stru c tu ra le s sólo intervienen en
form a m an ifiesta cuando surgen o bstáculos p a ra el d e sa rro llo de
esta s leyes. É sta sería la razón que p erm ite a firm a r que en el m odo
de p roducción c a p ita lista es la e s tru c tu ra económ ica la que ocupa
el lu g ar dom inante d en tro de la e s tru c tu ra global del m odo de p ro ­
ducción.
En el caso del m odo de producción ''s e rv il'' no son las leyes eco­
nóm icas las que aseg u ran la repro d u cció n del sistem a. P ara que el
excedente siga siendo a c a p a rad o por los señores de la tierra , se n e­
cesita la intervención activa y fu n d am en tal de elem entos de tipo
su p e re stru c tu ra l. Sin u n a relación de d ependencia fundam ental li­
gada a facto res ideológicos y ju rídico-políticos los siervos no irían
a tra b a ja r la tie rra del señor o no le e n tre g a rían p arte de su trab ajo
en o tro tipo de re n ta (en p ro d u cto s o en dinero). En este m odo de
producción, p o r lo tanto, es d o m inante la s u p e re stru c tu ra ideológi­
ca o ju rídico-política, ya que es a trav és de ellas que se aseg u ra la
rep ro d u cció n del m odo de producción.
El concepto de e stru c tu ra dom inante no debe ser confundido con
el concepto de e stru c tu ra a dom inante in tro d ucido por A lthusser.39
*> L. Althusser, "Sobre la dialéctica m aterialista", en 1.a revolución teórica de Marx.
México, Siglo XXI, 1967, pp. 166-181. Es necesario a c la ra r que po r un e r ro r de los edi­
to res en la p rim e ra edición se elim inó sin co n su lta r con el tra d u c to r la preposición a
M O D O D E P R O D U C C IÓ N , F O R M A C IO N SOC IA L Y C O Y U N T U R A P O L IT IC A
169
El prim ero se refiere a una estructura regional, a aquella que ocupa
el papel dom inante en un m odo de producción determ inado: la es­
tru c tu ra económ ica en el capitalism o, la su p e re stru c tu ra jurídicopolítica en el régim en de servidum bre. El concepto de estructura a
dom inante se refiere a la e stru c tu ra social global que es, como hemos
visto h a sta aquí, una e stru c tu ra com pleja que está a rtic u la d a en
torno a las relaciones de producción, las que a su vez d eterm inan
cuál de las estru ctu ras regionales: económica, jurídico-política o ideo­
lógica, desem peña el papel dom inante dentro de esa estru ctu ra social.
D ecir que la e s tru c tu ra social está a rtic u la d a en to rn o a las re la­
ciones de producción es a firm a r que ellas constituyen su núcleo estru c tu ra d o r o m atriz. Son estas relaciones las que explican el tipo
ca ra c terístic o de articu la ció n de las d istin ta s e stru c tu ra s regiona­
les en cada m odo de producción, son ellas las que determ in an cuál
de las e stru c tu ra s o cu p a rá el papel dom inante. R ecordem os que
M arx dice explícitam ente que es “la relación directa entre los pro ­
pietarios de las condiciones de producción y los productores direc­
tos la que nos revela “el secreto m ás íntim o, el fu n d a m en to oculto
de toda la estructura social".40
Pero, volvemos a repetir, el hecho de que sea en la e stru c tu ra eco­
nóm ica donde hay que b u sc a r el hilo co n d u cto r p a ra co m p ren d er
toda la sociedad, no significa que lo que ap arece com o lo m ás fun­
dam ental o lo que en ella dom ina sea siem pre lo económ ico. En el
capitalism o sí lo es, en este m odo de producción es la form a en que
se e s tru c tu ra el proceso económ ico lo que determ in a que sea a la
vez e sta e s tru c tu ra la que ocupe el papel dom inante. En el feudalis­
m o o en la esclavitud la e stru c tu ra económ ica, que sigue siendo, por
supuesto, el elem ento d eterm in an te en últim a instancia, no es la es­
tru c tu ra que dom ina.
4]
Por últim o, lo que ca rac teriza a todo m o d o d e p r o d u c c i ó n es
su dinám ica, es decir, la continua r e p r o d u c c i ó n de sus condiciones
por considerarla inadecuada gram aticalm ente, sin que quien hiciera este cam bio se diera
cuenta que cam biaba com pletam en te el sentido de la p alab ra. Pedim os que se en m en ­
d a ra el error de graves im plicaciones teóricas, en la segunda edición. Así se hizo, com o
se com prueba en el índice y desde la p ágina 177 en adelante, p ero aquí se com ete un
nuevo e r ro r y es que el p rim e r pliego en el que se d esarro lla el concepto m antiene el
e rro r a n te rio r y sigue usando el térm ino "e s tru c tu ra dom inante". Es sólo en la revisión
de n u e stro libro, en 1984, cuando nos dam os cu en ta de este e r ro r que, estam o s segu­
ros ha lim itado la com prensión de uno de los conceptos teóricos m ás im p o rtan tes in­
troducidos po r A lthusser: structure a dom inante. El que este e rro r se haya m antenido
du ran te 16 años nos hace pensar que m uchos de los que leyeron el texto que tradujim os
p ara Siglo XXI no com prendieron en profundidad el pensam iento del filósofo m arxista.
K. M arx. El capital, m/8, p. 1007 (las cu rsiv as son n uestras). Pensam os p o r lo
tanto, que no es co rrecto afirm ar, com o lo hace Poulantzas en su lib ro Poder político
y clases sociales en el estado capitalista (México, Siglo XXI, 1969), que la m atriz del
modo de producción es el tipo de articulación de sus distintos niveles. Si, como el m ism o
Poulantzas lo señala (p. 22), son las relaciones de p roducción (propiedad, apropiación
real) las que d eterm in an el tipo de articu lació n de los niveles del m odo de producción,
este tipo de articulación no es sino un efecto de aquello que co n stitu y e realm en te la
m atriz de este modo: las relaciones de producción. Pensam os que esta concepción de
Poulantzas constituye el punto nodal estratégico de sus erro res teóricos acerca del con­
cepto de clase social.
LA E S T R U C T U R A S O C IA L
170
de existencia. El m odo de p roducción cap italista, p o r ejem plo, al
m ism o tiem po que p ro d u ce bienes m ateriales en una fo rm a que im ­
plica la división de los h o m b res de esa to ta lid a d social en c a p ita ­
listas y o b rero s, y que da o rigen a to d a u n a ideología que favorece
este tipo de pro d u cció n y a u n a fo rm a de p o der que la defiende y
la estim u la, va co n tin u am en te rep ro d u cien d o sus condiciones de
producción.
Al m ism o tiem po que p ro d u ce bienes m ateriales, rep ro d u ce las
relaciones de producción c ap italistas, y al m ism o tiem po que re ­
pro d u ce estas relaciones rep ro d u ce sus condiciones de existencia
su p e re stru c tu ra le s, es decir, las condiciones ideológicas y las rela ­
ciones de p o d er así com o el papel que desem peña d e n tro de la es­
tru c tu r a social.
Con todos estos elem entos podem os ya p a s a r a defin ir el concep­
to de m odo de p roducción que es el concepto cen tral de la te o ría
m a rx ista de la histo ria.
M O D O D E P R O D U C C IÓ N , F O R M A C IÓ N S O C IA L Y C O Y U N T U R A P O L ÍT IC A
171
O tro ejem plo es la F ran cia analizada p o r M arx en E l 18 Brum ario. En ella se e n cu e n tra una com binación de diferentes m odos de
producción de bienes m ateriales: feudal, p atria rc al, pequeño-m ercantil y capitalista.
Ahora bien, estas diversas relaciones de producción que coexisten
en u n a sociedad h istó ricam en te d ete rm in a d a no lo hacen en form a
an árq u ic a ni aislada unas de otras; una de ellas ocupa una situación
dom inante, im poniendo a las dem ás sus p ro p ias leyes de funcio­
nam iento.
En la Introducción general a la critica de la econom ía política,
M arx dice lo siguiente:
En to d as las form as de sociedad, es u na producción d eterm in ad a y las rela­
ciones en g en d rad as p o r ella las que asignan a todas las o tra s producciones
y a las relaciones en g en d radas p o r ellas su rango y su im p o rtan cia.41
1] econom ía cam p esin a p a tria rc al, es decir, n a tu ra l en u n a gran
m edida;
,
2] p eq u eñ a p roducción m ercan til (esta c ateg o ría com prende a la
m ay o r p a rte de los cam pesinos que venden trigo);
3] cap italism o privado;
4] cap italism o de estado;
5] socialism o.
Si estudiam os, p o r ejem plo, los diversos países de A m érica L ati­
na, en co ntram os que existen diversas relaciones de producción que
van desde las relaciones c ap italistas m ás d esa rro lla d a s h a sta
aquellas que caracterizan a una econom ía casi au tárq u ica en ciertas
regiones, dom inando en la m ayor p a rte de ellos, si no en todos, las
relaciones de producción cap italista. É stas som eten a sus leyes de
d esa rro llo a las o tra s relaciones que les están su bordinadas.
P or lo tanto, en la m ayor p a rte de las sociedades histó ricam en te
d e term in ad as nos en co ntram os con la existencia de v arias relacio ­
nes de producción. Pero en e sta diversidad existe siem pre una re la­
ción de producción que es dom inante y cuyas leyes de funcionam ien­
to tienen una influencia decisiva sobre las dem ás.
De lo expuesto a n te rio rm e n te se deduce que la dom inación de un
tipo d eterm in ad o de relaciones de producción no hace d esap a rece r
en form a au to m ática todas las o tras relaciones de producción; éstas
pueden seg u ir existiendo, aunque m odificadas y su b o rd in ad as a las
relaciones de producción dom inantes.
Podem os afirm ar, p o r ejem plo, que desde la época de la conquis­
ta los países de A m érica L atina han estado som etidos al sistem a ca­
p ita lista m undial, en un com ienzo bajo la form a de cap italism o co­
m ercial y luego a través de relaciones de producción propiam ente
ca p ita listas (en la m ayor p a rte de ellos); pero a firm a r que este siste­
m a cap ita lista m undial dom ina no significa negar que existían y que
todavía existen, en form a m uy difundida, relaciones p rec ap italista s
de producción: relaciones de producción que se acercan a las de la
com unidad p rim itiv a en algunos lugares aislados, relaciones semiserviles en m uchas zonas cam pesinas y una difusión bastan te grande
de la pequeña producción artesanal.
A hora bien, las relaciones de producción dom inantes no sólo
R usia es tan grande y tan variada que todas estas diversas form a;
económ icas y sociales se m ezclan en ella. En esto consiste la origi
n a lid a d de la situación.
!! Traclucción directa de E inleitung zur K ritik der politischen O konum ie, en Werke,
B erlín Dietz Verlag, 1964, t. 13, p. 637. [La cita está en la p. 57 de la edición en español
citada h asta aquí.]
L lam arem os m o d o d e p r o d u c c i ó n al concepto que p erm ite p en sa r la to ­
talid ad social orgánica com o u n a e s tru c tu ra com pleja a dom inante,
en la cual el nivel económ ico es d eterm in a n te en ú ltim a instancia.
5. FORMACIÓN SOCIAL
El concepto de m o d o d e p r o d u c c ió n se refiere a un objeto h istórico
ab stra c to , a u n a to ta lid a d social p u ra, “ id e a l”, en la que la p ro d u c­
ción de bienes m ateriales se efectú a en fo rm a hom ogénea. Pero en
la m ayor p a rte de las sociedades históricam ente determ inadas la pro­
ducción de bienes m ateriales no se efectú a de una m an e ra hom ogé­
nea. En u n a m ism a sociedad se p ueden e n c o n tra r d iferentes tipos
de relaciones de producción.
La R usia analizada p o r Lenin en su a rtíc u lo sobre E l im puesto
en especies (que co rresponde, m ás o m enos, al período que va desde
1917 h a sta 1929) es u n ejem plo de la com binación de d iferentes sis­
tem as económ icos. V eam os la enu m eració n que hace Lenin.
LA E S T R U C T U R A S 0 C I A I
172
im ponen sus leyes de funcionam iento a las o tra s relaciones de p ro ­
ducción que les está n su b o rd in ad as sino que tam bién determ inan
el c a rá c te r general de la su p e re s tru c tu ra de dicha sociedad.
La com plejidad de la e s tru c tu ra económ ica y el c a rá c te r dom i­
n ante de una de las relaciones de p roducción que coexisten en ella
explica el c a rá c te r com plejo de las e s tru c tu ra s ideológica y jurídicopolítica de toda sociedad h istó ricam en te d eterm inada.
P ara d esig n ar e sta realid ad social h istó ricam en te determ in ad a
em pleam os el concepto de f o r m a c i ó n s o c i a l . E ste concepto se re­
fiere, com o hem os visto, a una realidad concreta, com pleja, im pura,
com o toda realid ad , a d iferen cia del concepto de m o d o d e p r o d u c ­
c i ó n q ue se refiere a un objeto a b stra c to , puro, " id e a l”.
L lam arem os f o r m a c i ó n
cam ente d eterm in ad a.
s o c ia l
a una to talid ad social co n creta h is tó ri­
E sta totalidad social concreta, históricam ente determ inada, puede
co rre sp o n d e r a un país d eterm in ad o o a u n a serie de países que tie­
nen c a ra c te rístic a s m ás o m enos sim ilares y u na h isto ria com ún. Se
puede h ab lar así de la form ación social chilena, m exicana, etc., como
tam bién de la form ación social latin o am ericana.
A hora bien, com o to d a to ta lid a d social, esta totalid ad social
concreta, h istó ricam en te d eterm in ad a, e stá co m puesta de una es­
tru c tu ra económ ica, u n a e stru c tu ra ideológica y una e stru c tu ra
jurídico-política; pero a este nivel ellas tienen un c a rá c te r m ucho
m ás com plejo. P or lo tan to , en toda form ación social, salvo m uy es­
casas excepciones, encontram os:
1] u n a estructura económ ica com pleja, en la que coexisten diversas
relaciones de producción. Una de estas relaciones ocupa un lugar
d om inante, im poniendo sus leyes de fu ncionam iento a las o tras
relaciones subord in ad as;
2] una estructura ideológica com pleja fo rm ad a por diversas ten ­
dencias ideológicas. La tendencia ideológica dom inante, que su­
b o rd in a y deform a a las dem ás tendencias, co rresp o n d e g eneral­
m ente a la tendencia ideológica de la clase dom inante, es decir,
a la tendencia ideológica p ro p ia del polo explotador de la relación
de p roducción dom inante;
3] u n a estructura jurídico-política com pleja, que cum ple la función
de dom inación de la clase dom inante.
La form ación social es, por lo tanto, una estru ctu ra compleja, com­
p u e sta p o r e s tru c tu ra s regionales com plejas a rticu la d a s a p a rtir de
la e stru c tu ra de las relaciones de producción. Es necesario e stu d iar
cada e s tru c tu ra regional en su au tonom ía relativa de las dem ás y
de acu erd o con sus c a ra c te rístic a s propias.
El concepto de m odo de pro d u cció n se refiere a una to talidad
M O D O D E P R O D U C C IO N . F O R M A C IO N S O C IA L Y C O Y U N T U R A P O L ÍT IC A
173
social a b stra c ta (capitalista, servil, esclavista, etc.). El concepto de
form ación social se refiere a una to talid a d social concreta. É sta no
es u n a com binación de m odos de producción, de totalid ad es socia­
les a b stra c ta s o ideales; es una realid ad concreta, h istó ricam en te
d eterm in ad a, e stru c tu ra d a a p a r tir de la form a en que se com binan
las diferen tes relaciones de producción que coexisten a nivel de la
e s tru c tu ra económ ica.42
P or lo tanto, al e stu d ia r una form ación social, al e stu d ia r un país
determ inado, debem os em pezar siem pre p o r diag n o sticar qué tipo
de relaciones de producción existen, cóm o se com binan, cuál es la
relación de producción dom inante, cóm o ejerce su influencia sobre
las relaciones de producción su bordinadas.
Sabem os que la tesis fundam ental del m aterialism o histórico con­
siste en explicar el conjunto de los procesos históricos que se p ro ­
ducen en una sociedad a p a r tir de su in fra e stru c tu ra económ ica y,
p o r lo tanto, a p a rtir de una e s tru c tu ra económ ica com pleja en la
que se com binan diferen tes relaciones de producción. E sta tesis no
im plica, sin em bargo, que el m arxism o niegue la im p o rtan cia de los
otro s niveles de la sociedad. La e stru c tu ra económ ica determ ina, en
ú ltim a instancia, el d esarro llo social, pero no produce nada a u to ­
m áticam ente. Los niveles ideológicos y jurídico-políticos tienen una
au tonom ía relativa, den tro de los m árgenes que les perm ite la es­
tru c tu ra económ ica, es decir, sus p ro p ias leyes de desarrollo. Su
d e sa rro llo puede e s ta r adelan tad o o re tra sa d o respecto a la e stru c ­
tu ra económ ica.
El estudio de una form ación social es fun d am en talm en te un es­
tu dio em pírico. Es necesario ten er datos concretos, estad ístico s o
de o tro tipo, los que deben ser som etidos a un estudio crítico. Nunca
se puede deducir de la in fra e stru c tu ra económ ica las o tra s e stru c ­
tu ra s de la sociedad. Lo económ ico sólo sirve de “hilo conductor”,
de guía en la investigación detallad a y específica de las e stru c tu ra s
ideológica y jurídico-política.
Por últim o, a nivel de la form ación social, la to ta lid ad social h is­
tó ricam en te d eterm in ad a tom a la form a de ‘‘individualidad concre­
ta ” que conserva u n a c ie rta identidad a través de sus tra n sfo rm a ­
ciones. Un país o un grupo de países se distingue de o tro país o grupo
de países p o r sus c a ra c terístic a s individuales y por su h isto ria. En
esta h isto ria se pueden d istin g u ir d istin ta s fases de desarrollo; lo
que d eterm in a el paso de u n a fase a o tra es un cam bio en la form a
en que se com binan las diversas relaciones de producción que co­
existen en ella. Las relaciones de producción que ocupan el lugar
dom inante en la e s tru c tu ra económ ica d eterm inan el c a rá c te r de la
fase, y, adem ás, le dan un nom bre. C uando se habla, p o r ejem plo,
de países cap italistas o países sem ifeudales, se está pensando en las
relaciones de producción dom inantes en la form ación social, pero
42
La definición de form ación social com o una sim ple com binación de m odos de pro­
ducción es d ada po r P oulantzas en su libro Poder político y clases sociales en el estado
capitalista, cit., pp. 13-14.
LA E S T R U C T U R A S O C IA L
174
ello no excluye la existencia de o tra s relaciones de producción que
ocupan u n lu g a r su bordinado.
Si se em p leara un lenguaje riguroso, d eb iera decirse: form ación
social a d o m inante ca p ita lista y form ación social a dom inante sem ifeudal.
M O D O D E P R O D U C C IO N , F O R M A C IÓ N S O C IA L Y C O Y U N T U R A P O L IT IC A
175
P a ra fac ilitar una m ejor com prensión del concepto de m odo de p ro d u c­
ción nos hem os deten id o en el análisis del m odo de producción servil y del
o bjeto de El capital de Marx.
P or lo tanto, en este cap ítu lo hem os definido los siguientes conceptos:
modo de producción — formación social — coyuntura política.
6 . COYUNTURA POLITICA
CUESTIONARIO
H asta aquí hem os visto los conceptos de m odo de producción y de
form ación social. El p rim e ro se refiere a u n a to talid ad social a b s­
tra c ta , el segundo a u n a to ta lid a d social h istó ricam en te d e te rm in a­
da. A hora vam os a d eten ern o s m uy b revem ente en el concepto que
se refiere al nivel m ás co n creto de análisis de una form ación social,
el concepto de c o y u n t u r a p o l í t i c a .
E ste concepto da c u en ta de la situ ació n p o lítica co n creta de un
determ in ad o país, de un con ju n to de países o de la situación políti­
ca a nivel m undial. Lenin se refiere a ella com o "el m om ento actual
de la lucha de c lases”.
P ara co n d u cir con éxito un proceso revolucionario es necesario
ser capaz de d eterm in ar con precisión las características de este "m o­
m ento a c tu a l” ya que de su c aracterizació n dependen las o rie n ta ­
ciones co n cretas que debe seg u ir el accio n ar revolucionario de la
vanguardia. No b astan las orientaciones generales, es necesario saber
qué h acer en la práctica.
Por o tra p arte, es de igual im p o rtan cia sa b e r d e te c ta r cuándo se
produce un cam bio cualitativo de esa situación política, cuándo surge
una nueva coyuntura política, ya que ello im plica m odificar las orien­
taciones a n te rio re s ad ecu án d o las a la nueva situación.
P or la im p o rtan cia p o lítica de este tem a y p a ra ev itar ab o rd arlo
aquí en form a ap re su ra d a , lo que se p re s ta ría p a ra una inadecuada
asim ilación del m ism o, rem itim os a n u e stro s lectores a n u estro
nuevo libro: La revolución social (Lenin y Am érica Latina).43 En él
los lectores en co n trarán elem entos p ara caracterizar adecuadam ente
la co yuntura política y las tareas políticas que de ella se desprenden.
P or a h o ra ad elan tem o s u n a definición:
1. ¿C uántos m odos de p roducción de bienes m ateriales existen en su país?
¿Q ué relación existe e n tre éstos y las relaciones de producción?
2. ¿Puede decirse que en algún m om ento existieron en su país relaciones
serviles de p ro d u cción? ¿C uáles eran sus cara c te rístic a s? ¿H asta qué
época d u ra ro n ?
3. ¿P o r qué puede h a b larse de relaciones de servidum bre aunque los p ro ­
du cto s hayan ido a p a ra r al m ercado cap ita lista m undial?
4. ¿E x isten todavía rasgos sem iserviles en el cam po? Si es así ¿cóm o se
m an ifiestan ?
5. ¿Cómo se llevó a cabo el proceso de descom posición de las relaciones ser­
viles de pro d u cció n ? ¿Se dividieron las grandes haciendas y se pusieron
a disposición de los cam pesinos p a ra su com pra o se m antuvieron com o
tales cam biando sólo las relaciones de producción al in tro d u cirse la tec­
nología c a p italista en el agro?
6. ¿P uede afirm a rse que en su país existe un solo modo de producción: el
c a p ita lista? ¿Es c o rrecto p lan tearse la p reg u n ta de este m odo?
7. ¿S u país debe ser calificado com o un a form ación social o com o un modo
de p roducción?
8. ¿Q ué puede usted e n c o n tra r en El capital de Marx p ara el estudio de la
rea lid a d económ ica de su país?
9. P ara d iag n o sticar las ca ra c te rístic a s esenciales de su país en la época
actu a l ¿hacia dónde debe usted c e n tra r su m irad a y p o r qué?
10. ¿ P a ra qué sirve el e stu dio de los m odos de producción si la realid ad de
su país es m ucho m ás com pleja?
11. ¿ P a ra p o d er h ac er un an álisis científico de u na sociedad latin o am erica­
na en la que coexisten grupos indígenas que viven todavía en form a autárquica; cam pesinos que tra b ajan la tie rra de los gran d es te rra te n ie n te s
con sus in stru m e n to s de trab ajo y reciben u na gran p arte del pago por
su tra b a jo en tie rra y especies; p ro letariad o agrícola y p ro letariad o in­
d u stria l, b asta que u sted dom ine el concepto de relaciones de p ro d u c­
ción o debe usted conocer las cara c te rístic a s generales de los d istintos
m odos de p roducción que co rresp o n d erían a estas d istin ta s situaciones
de tra b a jo ? ¿C uáles serían estos m odos de producción?
12. ¿Se puede d ecir que su país es una form ación social a dom inante cap ita­
lista? ¿Qué c rite rio s deben u sarse p a ra d e te rm in a r que estas relaciones
son do m in an tes? ¿P uede decirse que dom inan las relaciones cap italistas
a p e sa r de que dos tercio s de la población tra b a ja d o ra son pequeños p ro ­
d u c to re s agrícolas y artesan o s?
La c o y u n t u r a p o l í t i c a es el "m om ento a c tu a l” de la lucha de clases en
una form ación social o sistem a de form aciones sociales.
RE SUM E N
En este capítulo hem os estu d iad o los conceptos de m odo de producción, fo r­
m ación social y co y u n tu ra política. H emos visto que el p rim ero se refiere
a una to talid ad social a b stra c ta , que el segundo se refiere a u n a to talid ad
social concreta históricam ente determ in ad a y que el tercero se refiere al “mo­
m ento a c tu a l” de u n a form ación social.
43 México, Siglo XXI, 1985 (en preparación).
BIBLIOGRAFIA
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LA E S T R U C T U R A S O C IA L
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m a r x , k ., E l capital, m/8, pp. 1008-1009.
MARX, K ., El capital, i / l , p p . 99-100, n . 33.
s w e e z y , p .m ., d o b b , M. Y t a k a h a s h i , K.: La transición del feudalism o al capitalis­
m o (1954), M adrid, Ciencia N ueva, 1967.
A LTH U SSER, L„
b a l ib a r , é
CAPITULO IX
LA TRANSICIÓN*
., " L o s
Introducción. I. E l problem a de la transición en El capital. 2. E l m odo de pro­
ducción com unista y el socialism o com o fase de transición. 3. El socialismo:
sus cim ien to s m ateriales. 4. Dictadura del proletariado y socialismo. 5. La
revolución socialista en los países atrasados y el concepto de transición al
socialism o. 6. Transición al socialism o y socialism o com o transición. 7. Con­
clusión.
M ODIFICACIONES i n t r o d u c i d a s e n e s t a e d i c i ó n
Se m antiene sin cam bio alguno el concepto de m odo de producción. Se in­
tro d u ce el tem a sobre el m odo de producción servil, se am plía el tem a sobre
el objeto de E l capital y se cam bia el o rd en de exposición de los tem as de
fo rm a tal que el concepto de m odo de p roducción se d esa rro lla al final.
INTRODUCCIÓN
El térm in o “ tra n sic ió n ” es un térm in o m uy equívoco. P ara que el
lector pueda co m p ren d er el contenido de este capítulo debem os pre­
c isa r en qué sentido lo vam os a em plear.
En una acepción m uy am plia —que aquí d e sc artam o s— podría
decirse que todo es siem pre tran sició n o que todo está en transición
p o rq u e todo es histórico.
En un sentido m ás restrin g id o este térm in o se aplica a objetos
teóricos m uy diferentes:
Primero: al p asaje de un m odo de producción a o tro (trán sito del
capitalism o al feudalism o; trá n sito del capitalism o al com unism o).
Segundo: a la fase inicial de un m odo de producción en la cual
todavía no se han read ecu ad o los elem entos h eredados del pasado
que conform an la nueva e s tru c tu ra (el período m a n u fa ctu rero del
m odo de producción capitalista; el período socialista del m odo de
p roducción com unista). Algunos au to res, p a ra d iferen c iar e sta p ro ­
b lem ática de la a n te rio rm e n te señalada, la han denom inado “ teoría
del inicio” o “ teoría de los com ienzos” de un m odo de producción.
Aquí nos referirem o s a las dos acepciones restrin g id as del
térm ino.
1. EL PROBLEMA DE LA TRANSICIÓN EN "EL CAPITAL”
P ara a b o rd a r este com plejo problem a que sólo fue esbozado por
M arx y Engels veam os cóm o se p lan tea el problem a de la transición
de un m odo de producción a o tro en E l capital de Marx.
E n la principal o b ra de M arx no existe una teoría de la tra n si­
ción del feudalism o al capitalism o.
* E ste capítulo se b asa exclusivam ente en los elem entos de reflexión que nos p ro ­
porcionan las o b ras de M ars, Engels y Lenin.
[1 7 7 ]
178
LA E S T R U C T U R A S O C IA L
Alguien p o d rá d ecir que ése no es el objeto que se p ro p o n ía an a­
lizar en su libro. E fectivam ente, com o ya lo hem os dicho a n te rio r­
m ente, el objeto de estu d io de E l capital es el m odo de producción
c a p ita lista com o tal.
Lo que cabe a h o ra d e te rm in a r es si e sta au sencia se debe exclu­
sivam ente a que re b a sa su objeto o si, al m ism o tiem po, existen
razones de tipo teórico p a ra explicarla.
De hecho en E l capital M arx analiza cóm o se gestaron h istó rica­
m ente los dos elem entos o “condiciones fu n d a m e n tales” del m odo
de producción capitalista: los cap italistas y los obrero s asalariados,
es decir, de u n a p a rte "los propietarios de dinero, de m edios de produción y de subsistencia, a quienes les toca valorizar, m ediante la
adquisición de fuerza de tra b a jo ajena, la sum a de valor de la que
se h an a p ro p ia d o ’’, y de o tra los “trabajadores libres, vendedores de
la fuerza de tra b a jo p ro p ia y p o r tan to vendedores de tra b a jo ” .1
Pero si bien M arx analiza la gestación h istó rica de estos dos ele­
m entos, es decir, las vías a trav és de las cuales se produce la sepa­
ración del tra b a ja d o r y sus m edios de p roducción, y la constitución
del cap ital, com o u n a su m a de d in ero disponible, y sostiene que fue
la disolución de "la e s tru c tu ra económ ica de la sociedad feu d a l” la
que liberó los elem entos que conform an "la e s tru c tu ra económ ica
de la sociedad c a p ita lista ”,2 ello no puede in terp retarse, como suele
hacerse, en el sentido de que sería el m odo de producción feudal el
que se tra n sfo rm a ría , com o tal, en m odo de producción cap italista.
Por una parte, la desintegración de la e stru c tu ra económica feudal
sólo p ro p o rcio n a u no de los elem entos que conform an el m odo de
pro d u cció n cap italista: el tra b a ja d o r libre, que ya no e stá sujeto a
la tie rra en el caso del cam pesino y se ha lib erado de la tu tela de
los grem ios en el caso del a rte sa n o urb an o . Y, p o r otra, la h isto ria
del proceso que priva de su tie rra al p roductor ru ral "adopta —según
M arx— diversas to nalidades en distin to s países y reco rre en una su­
cesión d iferen te las diversas fa se s”.3
No se tra ta sólo de la desin teg ració n de las relaciones serviles
de p roducción, puede tra ta rs e tam bién de la d esintegración de las
relaciones esclavistas de producción. É ste fue, p o r ejem plo, el caso
de los ingenios a zu carero s cu banos.4 A hora esto sólo se da cuando
el cap italism o se ha ap o d erad o del m ercado a escala m undial.
Vale la pena re c o rd a r aquí la p reocupación de la revolucionaria
ru sa V era Z asúlich que, el 16 de feb rero de 1881, escribe a M arx pi­
diéndole su opinión sob re "el posible d e stin o ” de las com unidades
a g ra ria s de su país en relación con "la teo ría de la necesidad h istó ­
1 K M arx, E l capital, i/3, p. 892.
2 Ibid., p. 893 nota.
' Ibid., p. 895.
4
M arx no habla de la disolución de un solo m odo de producción sino de "la diso­
lución de los m odos previos de producción y de los m odos previos de com portam iento
del tra b a ja d o r con las condiciones objetivas del tra b a jo ” (K. M arx, E lem entos fu n d a ­
m entales para la critica de la econom ía política (borrador) 1857-1858, •México, Siglo XXI,
1971, t. 1, p. 468.
I.A T R A N S IC IO N
179
rica p a ra todos los países del m undo de p a sa r p o r todas las fases
de la producción c a p ita lista ”.
M arx le responde pocos días después asegurándole que se tra ta
de un m al entendido respecto a lo que se ha llam ado "su te o ría ” y
le explica, en pocas líneas, cóm o debe in te rp reta rse su pensam iento:
A nalizando la génesis de la producción cap ita lista digo: en el fondo del sis­
tem a c a p ita lista está, pues, la separación radical en tre p ro d u c to r y m edios
de producción. . . la base de toda esta evolución es la expropiación de los cam­
pesinos. Todavía no se ha realizado de u na m an era radical m ás que en Ingla­
te rra . . . Pero todos los demás países de Europa occidental van por el m ism o
cam ino. La "fa ta lid a d h istó ric a ” de dicho m ovim iento está, pues, expresa­
mente re strin g id a a los países de Europa occidental. El porqué de esta re s­
tricció n e stá indicado en este pasaje del cap ítu lo xxxil:
“La propiedad privada, fundada en el trab ajo personal. . . va a ser suplan­
tad a p o r la propiedad privada capitalista, fundada en la explotación del
tra b a jo de o tro s, en el sistem a asa la ria d o .”
En este m ovim iento occidental se trata, pues, de la transformación de una
forma de propiedad privada en otra forma de propiedad privada. E n tre los
cam pesinos rusos, p o r el co n trario , h ab ría que transformar su propiedad
común en propiedad privada.5
No existe, por lo tanto, fatalid ad h istó rica. El capitalism o puede
su rg ir de la disolución de diferentes m odos de producción de bienes
m ateriales.
E sta idea queda aún m ás explícita en el siguiente texto de Marx:
C uando el cam pesino an tañ o independiente y que pro d u cía p a ra sí m ism o
se vuelve un jo rn a le ro que tra b a ja p a ra un ag ricu lto r; cuando la e s tru c tu ra ­
ción je rá rq u ic a cara c terística del modo de producción corporativo se eclipsa
an te la sim ple an títesis de un cap italista que hace tra b a ja r p a ra sí a los a rte ­
sanos convertidos en asalariados; cuando el esclavista de o tro ra em plea como
asa la riad o s a sus ex esclavos, etc., tenem os que procesos de producción de­
term in ad o s so cialm ente de o tro m odo se han tran sfo rm ad o en el proceso de
p ro d u cció n del c ap ital.6
Por o tra p arte, la segunda condición básica del m odo de p ro d u c­
ción cap italista: la existencia de una can tid a d de dinero acu m u la­
da, que pueda fu n cio n ar com o capital, no surge del m ism o acto de
desintegración que da origen al tra b a ja d o r libre.7
La conversión del dinero en capital presupone la existencia previa
del tra b a ja d o r libre. Si sólo se tra ta ra de acum ulación de dinero el
capitalism o h ab ría surgido ya en Rom a o en Bizancio —afirm a
M arx.8
5 Am bas c a rta s aparecen en K. Marx y F. Engels, E scritos sobre Rusia, n: E l porve­
nir de la com una rural rusa. México, C uadernos de P asado y P resen te núm . 90 1980
pp. 29-30 y 60-61.
6 K. M arx, El capital, libro i, capitulo vi (inédito), México, Siglo XXI, 1974 (3a ed )
p. 54.
7 K. M arx, E lem entos fundam entales. . ., cit., t. 1, p. 459.
8 Ibid., t. 1, p. 468.
180
LA E S T R U C T U R A S O C IA L
Lo que cap acita al patrim o nio -d in ero p a ra d evenir cap ital es la presencia,
p o r un lado, de los tra b a ja d o re s libres; segundo, la presen cia com o igual­
m ente libres y vendibles de los m edios de su b sisten cia y m ateriales, e tc.9
O tro elem ento im portante p a ra la producción capitalista es la exis­
tencia de u n a m ano de o b ra con u n a c ie rta h ab ilid ad p a ra m an ip u ­
lar los instrum entos de trabajo. É sta surge como resultado, en parte,
de la “organización co rp o rativ a u rb a n a ” y en p a rte “de la in d u stria
dom éstica o ligada a la a g ric u ltu ra com o actividad ac ceso ria” .10
M arx insiste en diversos textos en que el cap ital no crea estas
condiciones objetivas de la p roducción sino que las en c u en tra ya
d a d a s.11
Pero ¿de dónde surge el d in ero p a ra c o m p ra r los m edios de p ro ­
ducción y la fuerza de trab ajo ?
El a u to r de E l capital no d escarta que algunos pequeños m aestros
artesan o s y au n algunos pequeños a rte sa n o s p uedan llegar a con­
v e rtirse en cap italistas, com o tam bién puede o c u rrir con algunos
terra te n ien te s, p ero co n sid era que la le n titu d de estos m étodos “en
m odo alguno e ra com p atib le con las n ecesidades com erciales del
nuevo m ercado m undial, cread o p o r los g ran d es descubrim ientos
de fines del siglo x v ”.12
Los m ayores cap itales de ese m om ento p rovenían de la u su ra y
del com ercio, “form as an ted ilu v ian as del cap ital, que preceden la r­
gam ente al m odo de prod u cció n ca p ita lista y se en cu en tran en las
m ás d iversas form aciones econom icosociales”.13
“ El d escu b rim ien to de las co m arcas a u rífe ra s y arg en tíferas en
A m érica, el exterm inio, esclavización y so te rra m ie n to en las m inas
de la población aborigen, la co n q u ista y saqueo de las Indias O rien­
tales, la tran sfo rm ació n de Á frica en u n coto reservado p a ra la caza
com ercial de p ieles-negras” 14 fuero n algunos de los cam inos a
través de los cuales se logró acu m u lar dinero p ara cum plir la función
de capital.
S intetizan d o lo dicho h a sta aquí, los elem entos que conform an
la e s tru c tu ra de p roducción c a p ita lista no tienen un origen com ún
sino diferente e independiente. Los trab ajad o res libres aparecen fun­
d am en talm en te com o fru to de las tran sfo rm acio n es a g ra ria s
9 Ibid., t. 1, p. 467.
10 Ibid., t. 1, pp. 467-468.
11 “ N ada m ás estú p id o entonces que concebir esta form ación originaria del cap i­
tal com o si éste h u b iera acum ulado y cread o las condiciones objetivas de la producción
—m edios de sub sistencia, m aterial en b ru to , in stru m en to s— y las h u b iera b rindado
a los tra b a ja d o re s despojados de ellas. M ás bien, el patrim onio-dinero ayudó en p arte
a d esp o jar de estas condiciones a las fuerzas de tra b a jo de los individuos capaces de
tra b a ja r y en p a rte este proceso avanzó sin él. Una vez que esta form ación o rig in a ria
hubo alcan zad o cierto nivel, el patrim onio-dinero pudo colocarse com o in term ed iario
e n tre las condiciones objetivas de la vida así liberadas y las fuerzas de tra b a jo vivas,
lib erad as, pero tam b ién aisladas y vacantes, y pudo así c o m p ra r la una con las o tra s
(K. M arx, op. cit., t. 1, p. 472).
12 K. M arx, E l capital, i/3, p. 938.
13 K. M arx, E l capital, m/7, p. 765.
14 K. Marx, E l capital, i/3, p. 939.
LA T R A N S IC IÓ N
181
m ie n tra s que la acum ulación de dinero susceptible de convertirse
en cap ital surge del com ercio y de la u su ra, es decir, de m ovim ien­
tos que no están relacionados con los cam bios de la e stru c tu ra
a g ra ria .15
M arx estu d ia lo que p o d ría llam arse una “genealogía” 16 de los
elem entos que conform an la e stru c tu ra cap italista partien d o de una
definición previa de esta e s tru c tu ra y descu b re una diversidad de
vías h istó ricas a través de las cuales se co n stituyen los elem entos
de la e stru c tu ra . Existe, p o r lo tanto, “una p lu ra lid ad de procesos
de construcción de la e stru c tu ra que culm inan todos en el m ism o
resultado”, 17 La form a en que se constituyen depende de la e stru
tu ra de la form ación social en la que están situados.
P or últim o, la form ación del m odo de producción c a p ita lista es
to talm en te indiferente al origen y a la génesis de los elem entos que
con fo rm arán su e s tru c tu ra .18
No existe, p o r lo tanto, en E l capital de M arx u n a reflexión teó ri­
ca acerca del trán sito de un m odo de producción a o tro m odo de pro­
ducción, en este caso concreto del trá n sito del “feudalism o” 19 al ca­
pitalism o. El paso de la e s tru c tu ra de producción c a p ita lista no se
da p o r desintegración de los elem entos de la e s tru c tu ra feudal y su
reintegración en o tra estru c tu ra : el m odo c ap italista de producción.
H istó ricam en te las relaciones cap italista s de producción nacen en
el seno de la propia sociedad “fe u d al” coexistiendo con relaciones
“feu d ales” de producción. Y si bien uno de los elem entos que con­
form an la e s tru c tu ra c a p ita lista de producción, el tra b a ja d o r libre,
puede su rg ir de la disolución de las relaciones “fe u d ale s” de pro­
ducción com o o cu rre en E u ro p a occidental, en o tro s países puede
p ro v en ir de la disolución de la esclavitud y aun de la disolución de
la com unidad prim itiva. P or o tra p arte, el o tro elem ento: el dinero
susceptible de tra n sfo rm a rse en capital no proviene, salvo en muy
escasas excepciones, del seno del m odo de producción “feu d a l”.
Lo que sí existe en E l capital es un estu d io de las d istin tas fases
o etap as p o r las que p asa el m odo de producción c a p ita lista hasta
alcan zar su com pleto desarrollo.
M arx distingue fun d am en talm en te dos fases: la m a n u fa c tu ra y
la gran in d u stria.20 La m an u factu ra sería una fase de ajuste y tra n s­
form ación de los elem entos heredados del pasado.
15 É. B alibar, “Acerca de los conceptos fu n d am en tales del m aterialism o histórico:
iv. E lem entos p ara una teoría del trá n s ito ”, en L. A lthusser v É. B alibar, Para leer El
capital, cit., p. 306.
16 Ibid.
17 Op. cit., p. 307.
18 Op. cit., p. 308.
19 Debem os a c la ra r que aquí h ablam os de “ feu d alism o ” sólo p o rq u e M arx utiliza
este térm ino p a ra caracterizar las relaciones de producción serviles p ro p ias de E uropa.
R ecordar aquí el d esarro llo del concepto de m odo de producción servil, en el capítulo
v i i i de este libro: “ Modo de producción, form ación social y c o y u n tu ra p o lítica”,
pp. 155-164.
20 Hay au to res que hablan de tres fases, agregando com o fase inicial la cooperación
sim ple. En E l capital enco n tram o s textos p a ra ap o y ar am b as in terp retacio n es. Por una
182
LA E S T R U C T U R A S O C IA L.
E sta e ta p a com ienza cuando se reúnen en un solo local a rte s a ­
nos que h a sta entonces tra b a ja b a n en fo rm a independiente. En sus
inicios el “proceso laboral, desde el p u n to de v ista tecnológico, se
efectú a exactam ente com o antes, sólo que a h o ra como proceso la­
bo ral subordinado al c a p ita l” .21 Aquí se tr a ta de la “ sim ple tra n s ­
form ación fo rm al del ta lle r a rte sa n a l en e m p resa cap italista. . .”22
M arx afirm a que en este período inicial sólo existe u n a supeditación
form al del tra b a jo al cap ital.23
Pero la m a n u fa c tu ra, m otivada p o r el an sia del c a p italista de
au m e n ta r sus ganancias, tiende a evolucionar h acia una creciente
división técnica del tra b a jo d e n tro del taller. El tra b a ja d o r colecti­
vo form ado p o r u n conjunto de tra b a ja d o re s p a rc ela rio s que to d a ­
vía c o n tro lan los in stru m en to s con los que tra b a ja n es la c a ra c te ­
rístic a fu n d am en tal de la m an u factu ra.
Si bien d u ra n te el período m a n u fa c tu re ro la su b o rdinación del
tra b a ja d o r al ca p ita lista com ienza siendo u n a su b o rdinación p u ra ­
m ente form al, p asa a ser, a m edida que se d e sa rro lla la división del
trab ajo , u n a su b o rd in ació n cad a vez m ás real: el tra b a ja d o r, que
an tes co n tro la b a todo el proceso de prod u cció n de un d eterm in ad o
objeto, a h o ra sólo co n tro la u n a p a rte m uy p a rc ia l de este proceso.
Su actividad p arcelaria todavía depende de su ap titu d personal. Pero
por ínfimo que sea este control basado en la unidad que todavía existe
en tre el tra b a ja d o r y su in stru m e n to de trab ajo , eso im pide que la
suped itació n del o b re ro al c a p ita lista sea to ta l.24
parte, nos da la razón al afirm ar: “ En su figura sim ple [. . .] la cooperación coincide con
la producción en g ran escala, pero no constituye u n a form a fija y c a ra c te rístic a de una
época p articular de d esarro llo del m odo c a p ita lista de producción. A lo sum o, se p re ­
sen ta de esa m an era, aproxim adam ente, en los com ienzos aún arte sa n a le s de la m an u ­
fa c tu ra y en ese tip o de a g ric u ltu ra en g ran escala que co rresp o n d e al período m anu­
fa c tu re ro y que sólo se distingue de la econom ía cam pesina, en esencia, po r la m asa
de trab ajad o re s em pleados sim ultáneam ente y el volum en de los m edios de producción
co n cen trad o s” (El capital, i/2, p. 407). Por o tra parte, parecería contradecirnos: "Si las
p o tencias intelectu ales de la producción am plían su escala en un lado, ello o c u rre p o r­
que en o tro s m uchos lados se desvanecen. Lo que p ierden los o b rero s p arciales se con­
centra, en fre n ta d o a ellos, en el capital. Es un p ro d u cto de la división m a n u fa c tu re ra
del tra b a jo el que las potencias intelectuales del proceso m aterial de la producción se
les co n trap o n g an com o propiedad ajena y po d er que los dom ina. Este proceso de esci­
sión com ienza en la cooperación sim ple, en la que el cap italista , fren te a los o b rero s
individuales, re p re se n ta la unidad y la voluntad del cu erp o social de trab ajo . Se d esa­
rro lla en la m an u factu ra , la cual m utila al tra b a ja d o r haciendo de él un o b re ro parcial.
Se consum a en la g ran in d u stria, que se p ara del tra b a jo a la ciencia, com o potencia
p ro d u ctiv a autónom a, y la com pele a se rv ir al cap ital" (El capital, i/2, pp. 439-440). Si
h em os tom ado p a rtid o p o r la p rim e ra in terp retació n es porq u e nos p arece m ás con­
g ru en te con el d esarro llo integral de su exposición teó rica sobre el m odo de pro d u c­
ción cap italista.
21 K. M arx, E l capital, libro i, capítulo vi (inédito), cit., p. 61.
22 Ibid., p. 67.
23 Ibid., p. 75. S o b re el tem a de la subsunción form al y real del proceso de tra b a jo
al capital, véase pp. 54-77.
24 “Como la destreza artesanal co n tin ú a siendo la b ase de la m an u fa c tu ra y el m e­
canism o colectivo que funciona en ella no posee un esqueleto objetivo, independiente
de los o b rero s m ism os, el cap ital debe lu c h a r sin p au sa co n tra la insubordinación de
éstos. [. . .] De ahí que d u ra n te todo el período m a n u fa c tu re ro cundan las quejas acerca
de la in d isciplina de los o b re ro s” (El capital, i/2, pp. 447-448).
LA T R A N S IC IÓ N
183
Algo m uy diferente ocu rre cuando se introduce la m áquina-herra­
m ienta; entonces cam bia com pletam ente la base tecnológica del pro­
ceso laboral, el o b re ro deja de c o n tro la r su in stru m e n to y, por el
c o n trario , debe so m eterse a los req u erim ien to s de m áquinas-herram ientas cada vez m ás perfeccionadas, pasando a ser un tornillo m ás
del proceso de producción cap italista. Con la gran in d u stria se con­
sum a la “desvalida dependencia” del o b rero ante el capitalista;25 “la
escisión en tre las potencias intelectuales del proceso de producción
y el tra b a jo m anual [. . .] se c o n su m a”.26 El o b rero se convierte “en
p a rte de u n a m áq u in a p a rc ia l” .27
"Q uien confunda e stas dos fases —a firm a Lenin— se priva de la
posibilidad de co m p ren d er el papel tran sfo rm ad o r y p ro g resista del
cap italism o .”28 Y a trib u y e a esta fase “el c a rá c te r de transición”
“e n tre la pequeña p roducción m anual y la fá b ric a ”.29
Por las características ya señaladas podríam os considerar, enton­
ces, a la m an u fa c tu ra com o una eta p a de transición, o, m ás p re cisa­
m ente, com o la e tap a del inicio o de los com ienzos del m odo de p ro ­
ducción cap italista. E sta eta p a se c ara cteriza por u n a supeditación
p arcial del trabajo al capital. El dom inio total que el capitalista tiene
so bre los m edios de p ro ducción desde el p u n to de vista de la p ro ­
p iedad no es congruente con el dom inio p arcial que tiene sobre ellos
desde el punto de vista tecnológico, ya que todavía el trab ajad o r p ar­
celario co ntrola sus in stru m en to s de trabajo. No existe, por lo tanto,
d u ra n te esta fase, u n a plena co rrespondencia e n tre las relaciones
de p ro p ied ad y las relaciones técnicas de producción o form as de
ap ro p iació n real del proceso de tra b ajo p o r el c a p ital.30
2. EL MODO DE PRODUCCIÓN COMUNISTA
Y EL SOCIALISMO COMO FASE DE TRANSICIÓN
¿Pueden aplicarse estas m ism as consideraciones al m odo de produc­
ción socialista?
En p rim e r lu gar debem os a c la ra r que no existe un m odo de p ro ­
ducción so cialista sino un m odo de producción co m u n ista y que lo
que suele denom inarse socialism o no es un modo de producción pro­
piam ente dicho sino solam ente la fase in ferio r del m odo de p ro d u c­
ción com unista. Es en su Crítica al programa de Gotha, de 1875, donde
M arx desarrolla con m ás am plitud sus escasos planteam ientos acerca
de la sociedad fu tu ra.
E sto no se debe a un descuido de M arx sino ju sta m e n te al rigor
25 K. M arx, El capital, i/2, p. 515.
26 Op. cit., p. 516.
27 Op. cit., p. 515.
28 V.I. Lenin, E l desarrollo del capitalism o en R usia (1896-1899), en Obras com ple­
tas, t. 3, p. 470.
29 Op. cit., p. 446.
30 No nos detenem os m ás en este tem a ya que ha sido am p liam en te d esarro llad o
en el capítulo ii , p unto 2: “R elaciones de producción en la m an u fa c tu ra y la g ran in­
d u s tr ia ” , pp. 48-55 de este libro.
184
LA E S T R U C T U R A S O C IA L
científico de su tra b a jo teórico, com o lo afirm a Lenin en el siguien­
te texto:
Todo el m undo sabe que el socialism o científico no ha trazad o ning u n a p e rs­
pectiva del porvenir, sino que se ha lim itado a d a r un an álisis del régim en
b urgués contem poráneo, estu d ian d o las ten d en cias de d e sarro llo de la o r­
ganización social cap italista, y n ad a m ás [. . .] Todo el m undo sabe, p o r
ejem plo, que E l capital, o b ra p rin cip al y fu n d am en tal que expone el socia­
lism o científico, se lim ita a alu sio n es de c a rá c te r m uy general sobre el p o r­
venir, exam inando solam ente los elem entos ya existentes, de los que va s u r­
giendo el régim en fu tu ro .31
En p rim e r lugar, M arx d istingue e n tre “ la fase su p e rio r de la
sociedad c o m u n ista ” y la fase in ferio r que “acaba de sa lir” de la so­
ciedad capitalista y traza un esbozo m uy general de cada una de ellas.
De lo que aquí se tra ta —dice refirién d o se a dicho p ro g ram a — no es de una
sociedad co m u n ista que se ha desarrollado sobre su p ro p ia base, sino de
una que acaba de salir precisam ente de la sociedad capitalista y que, p or tanto,
p resen ta todavía en todos sus aspectos, en el económ ico, en el m oral y en
el intelectual, el sello de la vieja sociedad de cuya e n tra ñ a p ro ced e.32
Luego se refiere a la re trib u c ió n según el trab ajo . Sostiene que
esto significa que se m antiene el derecho b u rg u és porque a todos
los tra b a ja d o re s se les m ide p o r el m ism o rasero: p o r el tra b a jo eje­
cutado, sin to m a r en c u en ta sus d iferencias individuales (su m ayor
o m enor cap acid ad física o intelectual) ni fam iliares (si es casado
o no, el n ú m ero de hijos que tiene, etc.). P or eso,
LA T R A N S IC IÓ N
185
Lenin, al refe rirse a este texto de M arx, en su libro E l estado y
la revolución, sostiene que lo que M arx llam a p rim e ra fase del co­
m unism o es el orden social “com únm ente llam ado socialism o”.34
La iniciativa de los trab ajad o res rusos de realizar trab ajo s volun­
ta rio s los días sábados, sin re cib ir pago alguno, p a ra resolver los
urgentes problem as económ icos de la R usia devastada p o r la guerra
y el ham b re le hace m ed itar sobre el tem a.35
En esos m om entos escribe:
Si nos p reg u n tam o s en qué se diferencia el com unism o del socialism o, debe­
m os d ec ir que el socialism o es la sociedad que surge d irectam en te del capi­
talismo, es la p rim era form a de la nueva sociedad. El com unism o es una forma
su p e rio r de la sociedad, y sólo puede d e sa rro lla rse cuando el socialism o se
ha co nsolidado p o r com pleto. El socialism o p resupone el tra b a jo sin el con­
curso de los capitalistas, el trabajo social con el m ás riguroso registro, control
y vigilancia p o r p a rte de la van g u ard ia organizada, el secto r avanzado de los
trab ajad o res; debe d e te rm in arse la m edida del trab ajo y su rem uneración.
Es n ecesario d e te rm in a r esto porque la sociedad c ap italista nos ha dejado
supervivencias y h áb ito s tales com o la fragm entación del trab ajo , la falta
de confianza en la econom ía social y los viejos h ábitos del pequeño p ro p ie­
tario que p redom inan en todos los países agrícolas. Todo esto se opone a una
econom ía verd ad eram en te com unista. Damos el nom bre de com unism o a un
régim en bajo el cual se crea en tre los hom bres el h áb ito de cu m p lir con sus
obligaciones sociales sin necesidad de ningún a p a ra to especial de coerción,
y en el cual se convierte en fenóm eno general el trab ajo g ra tu ito en bien de
la co m u n id ad .36
A igual rendim iento y, p o r consiguiente, a igual p artic ip a c ió n en el fondo
social de consum o, unos obtienen de hecho m ás que otros, unos son m ás ricos
que otros, etc. P ara e v itar todos esto s inconvenientes, el derech o no ten d ría
que ser igual, sino desigual.
Pero estos defectos son inevitables en la p rim era fase de la sociedad co­
m unista, tal y com o b ro ta de la sociedad c a p ita lista desp u és de u n largo y
doloroso alu m bram ien to . El derech o no puede ser n unca su p e rio r a la
e s tru c tu ra económ ica ni al d esarro llo c u ltu ra l de la sociedad p or ella
condicionado.
E n la fase su p e rio r de la sociedad com unista, cuan d o haya d esap arecid o
la subordinación esclavizadora de los individuos a la división del tra b ajo y,
con ella, la oposición e n tre el tra b a jo in telectual y el tra b a jo m anual; cuando
el trabajo no sea solam ente un medio de vida, sino la p rim era necesidad vital;
cuando, con el d esarro llo de los individuos en todos sus aspectos, crezcan
tam bién las fuerzas p ro d u ctiv as y co rra n a c h o rro lleno los m an an tiales de
la riqueza colectiva, sólo entonces p o d rá re b asarse to talm en te el estrech o
horizonte del d erech o burg u és, y la sociedad p o d rá e sc rib ir en su bandera:
¡De cada cual, según su capacidad; a cad a cual, según sus n ecesid ad es!33
Es im p o rta n te a c la ra r que tan to M arx y Engels com o Lenin,
cuando se tra ta de textos que no req u ieren un gran rig o r concep­
tual, u san en form a ind iferente los térm inos socialism o y com unis­
mo. Debido al desgaste sufrido por el térm ino socialism o en la época
de Marx, los creadores del m arxism o p refirieron u sar el térm ino “co­
m u n ism o ” o “ sociedad c o m u n ista”, y cuando usaban el térm in o so­
cialism o le agregaban “socialism o rev o lu cio n ario ” o “socialism o
cien tífico ”. Fue la II In tern acio n al la que utilizó la p ala b ra socialis­
mo p a ra señ a lar la p rim era fase de la sociedad com unista y Lenin
la siguió en este aspecto.
Ahora, cuando el dirigente bolchevique qu iere defin ir en sentido
rig u ro so tan to el nom bre de su p a rtid o como el de la fu tu ra socie­
dad que se pretende con struir, usa el térm ino “com unism o” y lo hace
p a ra esta b lec er una c la ra diferenciación en tre los p a rtid o s obreros
revolucionarios y los p artid o s socialdem ócratas, que, con sus posi­
ciones socialchovinistas habían traicio n ad o al pro letariad o . Pero
m uchas veces en sus d iscursos y escrito s vuelve a a p a re c er el té r­
m ino socialism o. Sólo en sus textos m ás teóricos, donde debe preci-
31 V.I. Lenin, Quiénes son los “am igos del pueblo", y cóm o luchan contra los socialdem ócratas (1894), en E scritos económ icos (1893-1899), t. 2, p. 67, y en Obras com pletas,
t. 1, p. 195.
32 K. M arx, Crítica al program a de Gotha (abril-m ayo de 1875), en Obras escogidas
en tres tom os, t. m, p. 14.
33 Op. cit., p. 15.
34 En Obras completas, t. 27. p. 100. Véase tam bién "Una gran iniciativa” (28 de junio
de 1919), en Obras com pletas, t. 31, p. 288.
35 Los llam ados “ sábados c o m u n ista s” se inician en m avo de 1919.
36 V.I. Lenin, “Inform e sobre los 'sáb ad o s' rendido an te una conferencia del PC(b)R
de la ciudad de M oscú” (20 de d iciem bre de 1919), en Obras completas, t. 32, pp. 275-276.
186
1.A E S T R U C T U R A S O C IA L
sa r m ás el lenguaje, es donde Lenin u sa el térm in o “co m u n ism o ”
o "relaciones de producción co m u n istas”. En el Proyecto de P rogra­
m a del P artid o escrito en feb rero de 1919 sostiene que la revolución
de 1917 im plantó en R usia la d ic ta d u ra del p ro le ta ria d o que “co­
m enzó a c o n s tru ir la sociedad c o m u n ista ”, y m ás ad elan te afirm a
que con ello ha com enzado la e ra de la “ revolución p ro le ta ria co­
m u n ista m u n d ia l”.37
Si no nos equivocam os, éste sería el p rim e r texto en que u sa el
térm in o “ revolución p ro le ta ria c o m u n ista ” . El cam bio de term in o ­
logía tiene lógica ya que en un p ro g ram a p a rtid a rio los térm inos
deben u sa rse con el m áxim o rigor, a la vez que deben p e rm itir rea li­
zar la m ejor p ro p ag an d a in te rn a e in tern acio n al acerca de los obje­
tivos que se propone alcan zar el p ro le ta ria d o con su revolución.
Lo que éste b u sca es su s titu ir las relaciones de producción capi­
ta lista s p o r “ relaciones de p roducción c o m u n ista s”;38 es c o n stru ir
la sociedad com unista, la sociedad sin clases y sin estado, en que
reine la ab u n d an cia y cada ser h u m an o pueda d e sa rro lla rse
plenam ente.
Ahora, es in te re sa n te o b se rv a r que en el m ism o texto del p ro g ra ­
m a ya citado, u n as páginas después de h a b e r usado el térm in o “ re­
volución p ro le ta ria c o m u n ista ”, vuelve a u s a r el térm in o socialis­
m o y h ab la de “ revolución p ro le ta ria so c ia lista ”39 y de “ transición
del capitalism o al socialism o”,40 refiriéndose al m ism o contenido al
que antes ap licab a el térm in o com unism o. E sto es com prensible ya
que “socialism o” era la palabra m ás usad a p o r los m arxistas en aquel
m om ento.
R esum iendo, en el m odo de p roducción co m unista debem os dis­
tin g u ir dos fases: su fase in ferio r o so cialista y su fase su p e rio r o
co m u n ista p ro p iam en te tal.
El rasgo esencial de la fase socialista es su c a rá c te r transitorio.
El objetivo que persig u e no es su p ro p ia rep ro ducción sino la tra n s ­
form ación rev o lu cio n aria de las b ases m a te ria les y su p erestru ctu rales h ered ad as del cap italistm o p a ra co n fo rm ar la e stru c tu ra de la
sociedad com unista, con las características anteriorm ente señaladas.
No b a sta que los m edios de producción pasen a m anos del estado
p ro le ta rio p a ra que éstos y la e s tru c tu ra del proceso de trab ajo , es
decir, la relación que los tra b a ja d o re s m an tienen con estos m edios,
asu m an form as com unistas. Es necesario un largo período de reade­
cuación de los m ism os a los objetivos que se propone a lcan zar la
nueva sociedad.
T eóricam ente —afirm a Lenin— no cabe d u d a de que e n tre el c ap italism o y
el com unism o m edia d eterm in ad o p eríodo de tran sició n que debe co m b in ar
los rasgos y las pro p ied ad es de esta s dos form as de econom ía social. E ste
37 V.I. Lenin, “ Proyecto de p ro g ram a del PC(b)R” (febrero de 1919), en Obras completas, t. 30, p. 440.
38 Op. cit., p. 442.
39 Op. cit., p. 443.
40 Op. cit., p. 445.
LA T R A N S IC IÓ N
187
perío d o de tran sició n tiene que ser por fuerza un período de lucha en tre el
c ap italism o agonizante y el com unism o naciente, o, en o tra s palabras, entre
el cap italism o que Ha sido d e rro ta d o pero no destruido, y el com unism o que
ha nacido p ero que todavía es débil.
La n ecesidad de to d a u na época h istó rica caracterizad a p o r estos rasgos
de tran sició n , tiene que se r evidente, no sólo p ara el m arxista, sino p ara
c u alq u ier p erso n a cu lta que tenga algún conocim iento de la teo ría del de­
sarro llo . 1
E sto significa que el socialism o no puede ser co n siderado como
un m odo de producción diferente del m odo de producción com unis­
ta; es sólo su p rim e ra fase. Por lo tanto, las relaciones de p ro ­
ducción que le son p ro p ias son las relaciones del m odo de pro d u c­
ción co m u n ista en su fase inferior,42 es decir, relaciones de tran­
sición o, lo que es lo m ism o, relaciones que tienen que ir tra n sfo r­
m ándose.
De la m ism a m an era en que en el m odo de producción cap italista
existe una e tap a de a ju ste y tran sfo rm ació n de los elem entos here­
dados del pasado —u n a e ta p a de transición, la etap a de la m anufac­
tu ra —, cuyo análisis teórico es d esarro llad o con detalle por Marx
en E l capital, en el m odo de producción com unista existe una etapa
de transición, la eta p a socialista.
3.
EL SOCIALISMO: SUS CIMIENTOS MATERIALES
Ahora, tan to M arx com o Engels siem pre p artiero n del su p uesto de
que la sociedad so cialista su rg iría del seno de la sociedad cap italis­
ta d esarro lla d a. Es la gran in d u stria au to m atizad a la que crea las
bases m ateriales del socialism o: por una p a rte tra n sfo rm a en una
“necesidad técn ica” el proceso de socialización del trab a jo dentro
de la fábrica43 y, por otra, revoluciona una tra s o tra todas las ram as
de la producción haciéndolas cada vez m ás interd ep en d ien tes
en tre sí.44
Engels, en una de las exposiciones m ás pedagógicas acerca del
m aterialism o histórico: Del socialism o utópico al socialism o cientí­
fico, red actad o en 18 80,45 explica p o r qué razones esa socialización
creciente de las fuerzas productivas crea las bases m ateriales del
socialism o.
[. . .] obliga a la p ro p ia clase cap italista a tra ta rla s cada vez m ás ab iertam en ­
te com o fuerzas productivas sociales, en el grado en que ello es posible dentro
41 V.I. Lenin, “Econom ía y política en la época de la d ictad u ra del p ro letariad o " (30
de o ctu b re de 1919), en Obras com pletas, t. 32, p. 82.
42 R ecordem os que Lenin en su proyecto de p ro g ram a de 1919 habla de “ p asar de
las relaciones de producción cap italista s a las relaciones de producción com unistas".
43 K. M arx, El capital, i/2, p. 470.
44 Op. cit., pp. 466-467.
45 Se tr a ta de una versión pedagógica de algunos tem as d esarro llad o s p o r el a u to r
en form a polém ica en Anti-Dühring, escrito en 1878.
188
LA E S T R U C T U R A S O C IA L
LA T R A N S IC IÓ N
de las relaciones cap italistas. [Explica la] socialización de g ran d es m asas de
m edios de producció n con que nos en co n tram o s en las diversas categ o rías
de sociedades anónim as [. . .]. En los tru sts, la lib re c o n cu rren cia se tru e c a
en m onopolio y la producción sin plan de la sociedad capitalista cap itu la ante
la producción planeada y organizada de la fu tu ra sociedad so cialista a punto
de sobrevenir. C laro e stá que, p o r el m om ento, en provecho y beneficio de
los cap italistas. [. . .] De u n m odo o de otro, con o sin tru sts , el rep re se n ta n te
oficial de la sociedad capitalista, el estado, tiene que acab a r haciéndose cargo
del m ando de la producción. [. . .] La p ro p ied ad del estad o sobre las fuerzas
productivas no es solución del conflicto, pero alberga ya en su seno el m edio
form al, el re so rte p a ra llegar a la solución. E sta solución sólo puede e sta r
en reconocer de un m odo efectivo el c a rá c te r social de las fu erzas p ro d u c ti­
vas m odernas y p o r lo tan to en arm o n iz a r el m odo de p roducción, de ap ro ­
piación y de cam bio con el c a rá c te r social de los m edios de producción. P ara
esto, no hay m ás que un cam ino: que la sociedad, ab ierta m e n te y sin rodeos,
tom e posesión de esas fu erzas pro d u ctiv as, que ya no ad m iten o tra d ire c ­
ción que la suya.46
T rein ta y siete años después Lenin señala: la observación de
Engels acerca de la n ecesidad de la planificación den tro del propio
régim en ca p ita lista “es hoy aú n m ás o p o rtu n a, cuando existe el es­
tado m ilitar, cuando existe el capitalism o m onopolista de estad o ”.47
El capitalism o avanzó a pasos agigantados p a rtic u la rm e n te en el siglo XX ,
y la g u erra hizo m ás que lo que se h ab ía hecho en 25 años —explica—. El
control de la in d u stria p o r el estad o ha hecho p ro g reso s en In g late rra , así
com o tam bién en A lem ania. El m onopolio en general ha evolucionado hacia
el m onopolio de estado. El estad o de cosas objetivo h a d em o strad o que la
g u erra ha acrecen tad o el d esa rro llo del capitalism o, el cual ha avanzado de
capitalism o h acia im perialism o, de m onopolio hacia con tro l p o r el estado.
Todo esto ha aproxim ado la revolución socialista, creándole condiciones ob­
jetivas. De este m odo, la revolución socialista se ha ap roxim ado com o con­
secuencia de la g u e rra .48
En el siguiente texto d e sa rro lla m ás el m ism o planteam iento:
Las condiciones objetivas de la revolución so cialista que ind u d ab lem en te
existían ya an tes de la g u erra, en los p aíses m ás avanzados y d esarro llad o s,
han seguido m ad u ran d o con u n a rapidez e x tra o rd in a ria a consecuencia de
la g u erra. La pequeñ a y la m ed ian a e m p resa han sido desplazadas y a rru in a ­
das m ás ráp id am en te que nunca. La co n cen tració n e in tern acio n alizació n
del capital asum en p roporciones gigantescas. El capitalism o m onopolista se
convierte en capitalism o m on o p o lista de estado. Las circ u n sta n c ias obligan
a u na serie de países a im p lan tar la regulación social de la p ro d u cció n y de
la distrib u ció n . Algunos p aíses im p lan tan el tra b a jo general o b lig ato rio .49
46 F. Engels. “ Del socialism o utópico al socialism o científico", en K. M arx y F.
Engels, Obras escogidas en tres tom os, t. m, pp. 151-153.
47 V.I. Lenin, "D iscurso en defensa de la resolución sobre la situación a c tu a l” (24-29
de ab ril de 1917), en Obras com pletas, t. 25, p. 268.
48 V.I. Lenin, "Inform e sobre la situación actual", Séptim a conferencia (de abril) de
toda R usia del p o s d r (24-29 de abril de 1917), en Obras com pletas, t. 25, p. 184.
49 V.I. Lenin, "R esolución sobre la situación actu al", ibid., en Obras com pletas,
t. 25, p. 273.
189
Y sólo algunas sem anas an tes del triu n fo de o ctu b re sostiene:
La g u e rra im p e ria lista es la víspera de la revolución socialista. Ello no sólo
se debe a que la g u erra engendra, con sus h o rro res, la insu rrecció n p ro leta­
ria —pu es no hay in su rrecció n capaz de in s ta u ra r el socialism o si no han
m ad u rad o las condiciones económ icas p ara el socialism o—, sino a que el ca­
p italism o m onopolista de estad o es la com pleta p rep aració n material para
el socialism o, la antesala del socialism o, un peldaño de la escalera de la h is­
to ria e n tre el cual y el peldaño llam ado socialism o no hay ningún peldaño
intermedio,50
Pues el socialism o no es m ás que el paso siguiente al m onopolio c a p ita­
lista de estado. O en o tro s térm inos, el socialism o no es m ás que el m onopo­
lio c ap ita lista de estad o puesto al servicio de todo el pueblo y que, p o r ello,
ha dejado de se r m onopolio cap ita lista .51
Resumiendo, la base m aterial de la existencia del socialism o como
fase in fe rio r del com unism o e sta ría entonces dada p o r la existencia
de u n a indu strializació n altam en te d e sarro lla d a en todas las ram as
de la producción, incluyendo la agricultura, con el consecuentem ente
elevado grado de socialización de las fuerzas productivas52 que hace
n ecesaria u n a creciente p articip ació n del estad o en la econom ía, lo
que perm ite u n a planificación global de la producción social en
función de los intereses de los trab a jad o res.
Ahora, si bien en la sociedad socialista considerada como un obje­
to h istó rico a b stra c to (“p u ro ”) existen sólo dos clases: el p ro le­
ta ria d o tran sfo rm ad o en clase dom inante y la b u rg u e sía en clase
subordinada, am bas en vías de desaparición, esto no se da jam ás así
en la h isto ria em pírica.
De la m ism a m a n era en que el capitalism o “p u ro ” no existe, tam ­
poco existe el socialism o “p u ro ”, y si M arx p a ra e stu d ia r el origen
de la re n ta de la tie rra tuvo que in clu ir en su exam en al g ran te rra ­
teniente, residuo del régim en feudal,53 de la m ism a m an era quien
q u ie ra e stu d ia r el socialism o se verá obligado a co n sid e rar tam bién
la existencia de la pequeña producción que, com o resid u o h istó ri­
co, sigue enco n trán d o se aún en los países ca p italistas m ás ade­
lantados.
“ En ningún país, ni en el m ás d esa rro llad o —afirm a L enin—, se
e n c o n tra rá el capitalism o exclusivam ente en su form a m ás' acab a­
da. Ni siq u iera en A lem ania hay algo p are cid o .” Y p o r ello en “un
estad o cap italista en que el capitalism o ha alcanzado su pleno desa50 V.I. Lenin, “La ca tá stro fe que nos am enaza y cóm o lu c h a r c o n tra e lla ” (10-14 de
sep tiem b re de 1917), en Obras com pletas, t. 26, p. 442.
51 Op. cit., p. 441.
52 V.I. Lenin, "x C ongreso del PC(b)R” (15 de m arzo de 1921), en Obras com pletas,
t. 35, p. 76.
53 Véase, en este libro, en el cap ítu lo x i i i , el p u n to 3: “ Objeto de E l capital”, pp.
164-166. R evísese tam bién la intro d u cció n que h ace M arx en E l capital al com enzar a
e s tu d ia r el pro b lem a de la re n ta de la tie rra en el lib ro m, cap. x x x v i i (El capital, i h / 8 ,
pp. 791-792).
190
LA EST R U C TU R A SO CIAL
rrollo siguen existiendo las p equeñas h acien d as cam pesinas, dedi­
cad as a p equeñas ventas lib res y a la pequeña especulación” .54
De ahí que en toda reflexión sobre el socialism o tenga que te n e r­
se en cu en ta en su perío d o inicial la existencia de tre s clases: "la
burg u esía, la p equeña b u rg u esía (sobre todo el cam pesinado) y
el p ro le ta ria d o ”.55
Ahora, a estas condiciones, bases o cim ientos m ate riale s p a ra el
inicio de la co n stru cció n del socialism o, es decir, p a ra el paso de
las "relacio n es de pro d u cció n c a p ita lista s a las relaciones de p ro ­
ducción c o m u n ista s”,56 es n ecesario a g reg ar u n a condición sin la
cual el capitalism o, p o r m uchos avances que haya experim entado
com o lo p ru e b a n los m ás m odernos ad elan to s de la e ra espacial, y
po r m ucho que se hayan agudizado sus co n tradicciones in ternas,
jam ás caerá p o r su p ro p ia cuenta: "el paso del po d er político al p ro ­
le ta ria d o ” . É se es "el fondo de la c u e stió n ” —dice Lenin.57
Y
sabem os que e sta tom a del pod er político p o r el p ro leta ria d o
im plica al m ism o tiem po la d estru cció n del a p a ra to de estado
bu rg u és y la co n stru cció n de un nuevo a p a ra to a través del cual el
p ro le ta ria d o com o clase ejerza su d ictad u ra, es decir, su hegem o­
nía y d irección p o lítica.58
4.
DICTADURA DEL PROLETARIADO Y SOCIALISMO
Ya desde el M anifiesto com unista M arx y Engels p la n tea ro n que el
p rim e r paso p a ra la revolución socialista e ra la tran sfo rm ació n del
p ro le ta ria d o en clase d o m in an te.59 E sta dom inación política se ex­
p re sa a trav és del estad o p ro letario , el que m ás ta rd e se rá denom i­
nado: d ic ta d u ra del p ro letariad o .
La clase o b re ra n ecesita "u n a organización cen traliz ad a de la
fu e rz a ”60 tan to p a ra aplastar la resistencia inevitable y d ese sp era­
da de la b u rg u e sía com o p a ra d irig ir y o rg a n iz a r p ara el nuevo sis­
tem a económ ico a todos los tra b a ja d o re s y explotados.61
E sta d ictad u ra del p ro letariad o —dirá M arx en 1852— "sólo cons­
54 V.I. Lenin, “ vm Congreso del PC(b)R” (19 de m arzo de 1919), en Obras com ple­
tas, t. 31, p. 59.
55 V.I. Lenin, "E conom ía y política en la época de la d ictad u ra del p ro le ta ria d o ” (30
de o ctu b re de 1919), en Obras com pletas, t. 32, p. 87.
56 V.I. Lenin, “ Proyecto de p ro g ram a del PC(b)R” (febrero de 1919), en Obras co m ­
pletas, t. 30, p. 442. R ecordem os aquí que p ara Lenin el socialism o es sólo la fase infe­
rio r del co m unism o de Marx.
57 V.I. Lenin, “ Diaro de un p u b lic ista ” (29 de agosto de 1917), en Obras com pletas,
t. 26, p. 366.
58 Véase en este libro el cap ítu lo vil, p unto 5: “ D estrucción del a p a ra to de estado
b u rg u é s”, pp. 122-127.
59 K. M arx y F. Engels, Obras escogidas en tres tom os, t. 1, pp. 128-129.
60 V.I. Lenin, E l estado y la revolución (agosto-septiem bre de 1917), en Obras co m ­
pletas, t. 27, p. 37.
61 Ibid.
LA T R A N S IC IÓ N
191
tituye la tran sició n a la abolición de todas las clases y a u n a socie­
dad sin c la se s”62 y, p o r lo tanto, sin estad o .63
La necesidad de la d ic ta d u ra del p ro letaria d o no sólo p a ra el pe­
ríodo revolucionario de d erro cam ien to de la b u rg u esía sino "p a ra
todo el período histórico que sep ara al capitalism o de la 'sociedad
sin c la se s’ ”, es decir, p a ra el "período de tran sició n del ca p ita lis­
m o al com unism o”,64 es uno de los ap o rtes fu ndam entales de
M arx.65
De ahí que —según Lenin— sólo es m a rx ista quien hace extensi­
vo el reconocim iento de la lucha de clases al reconocim iento de la
dictadura del proletariado.
Sólo de esta m an era puede ser in terp retad a la afirm ación de Marx
en su Crítica al Programa de Gotha.bb
E n tr e la so c ie d a d c a p ita lis ta y la so c ie d a d c o m u n is ta m e d ia el p e río d o de
tra n s fo rm a c ió n re v o lu c io n a ria d e la p rim e ra e n la se g u n d a . A e ste p e río d o
c o rre sp o n d e ta m b ié n u n p e río d o p o lítico de tra n s ic ió n , cuyo e sta d o no p u e d e
s e r o tr o q u e la dictadura revolucionaria del proletariado.
E ste período de tran sfo rm acio n es rev olucionarias encam inadas
a c o n stru ir la sociedad com unista, la sociedad sin clases y sin e sta ­
do, corresponde, sin lu g a r a dudas, si se lee con atención y dentro
de su contexto los escrito s de M arx, Engels y Lenin, a lo que M arx
denom inó fase in ferio r del com unism o, com únm ente llam ada socia­
lism o. Se tra ta de u n a sociedad "que acaba de salir a la luz de las
e n tra ñ a s del capitalism o (después de un largo y doloroso a lu m b ra ­
m iento)67 y que rep re se n ta en todos sus aspectos las huellas de la
vieja sociedad. . .”68
La d ic ta d u ra del p ro le taria d o sería entonces el tipo de estad o co­
rrespondiente a la fase socialista del m odo de producción com unista.
Sin em bargo, no siem pre se ha in te rp re ta d o así estas p a la b ra s
de M arx. Hay au to res que insisten en que este período de tra n sfo r­
m aciones revolucionarias no co rresponde a la fase so cialista del
m odo de producción com unista sino a una e ta p a previa: el período
en que la sociedad fu n d ad a en la pro p ied ad cap italista priv ad a se
tra n sfo rm a en sociedad fun d ad a en la p ro p ied ad social sobre los
m edios de producción, es decir, a lo que desde Lenin se ha llam ado
62 C arta a Joseph W eydem eyer (5 de m arzo de 1852), en K. M arx y F. Engels, Corres­
pondencia, cit., p. 55, y Obras escogidas en tre s tom os, t. t, p. 542.
63 Engels reafirm a esta idea en su o b ra C ontribución al problem a de la vivienda
(mayo de 1872-enero de 1873), en Obras escogidas en tres tom os, t . II, p. 376. Después
de la experiencia de la com una de P arís M arx d e sc rib irá los prin cip ales rasgos de este
e stado una vez d estru id o el estad o burgués.
64 V.I. Lenin, El estado y la revolución, cit., p. 46.
65 C arta a J. W eydem eyer, loe. cit.
<’6 Op. cit., p. 15.
67 El p arén tesis se refiere a una frase de M arx en Crítica al program a de Gotha. El
alu m b ram ie n to o p a rto de la nueva sociedad se p ro d u ce com o p ro d u cto de la lucha re­
volucionaria del p ro letariad o p o r la co n q u ista d efinitiva del poder.
68 V.I. Lenin, El estado y la revolución, cit. p. 100.
192
L.A EST R U C TU R A SO CIAL
p eríodo de tran sició n al socialism o. El texto de la Crítica al progra­
ma de Gotha es in te rp re ta d o no com o u n p eríodo de tran sició n del
capitalism o al com unism o, considerado com o fase superior, sino de
un perío d o de tran sició n del cap italism o al socialism o, fase in ferio r
del com unism o. La d ictad u ra del p ro letariad o sería el estado propio
a ese período. El socialism o sería una fase en que ya no existen clases
antag ó n icas y en que la d ic ta d u ra del p ro le ta ria d o d a ría paso al es­
tado de todo el pueblo.
Pensam os que esta in terp retació n , a n u e stro en ten d er errad a, del
texto m ás acabado de M arx sobre el m odo de producción com unista
se basa, p rim ero , en u n a le c tu ra que no re sp e ta el orden de exposi­
ción del au to r, quien com ienza d e sarro llan d o las c a ra c te rístic a s de
la sociedad colectivista, ad v irtien d o luego que el tem a del P ro g ra­
m a no es dicha sociedad sino la que acab a de sa lir del capitalism o
o fase in fe rio r del com unism o, p a ra d e sc rib ir a continuación sus
rasgos y los de la fase s u p e rio r y, m ás adelan te, señ a lar el tipo de
estad o que co rresp o n d e al perío d o de tran sfo rm acio n es revolucio­
n a ria s de la sociedad, que acaba de sa lir del capitalism o p a ra enca­
m in arse hacia el com unism o. Y, segundo, a que se olvida que tan to
M arx com o Engels p a rtía n del su p u esto de que todas las prem isas
m a te ria le s o cim ientos del socialism o estab an ya presen tes en el
m odo de pro d u cció n c a p ita lista altam en te d e sarro lla d o .69
De hecho Lenin, en E l estado y la revolución, m odifica el orden
de exposición de M arx. P reocupado p o r d e sa rro lla r el tem a cen tral
de su libro, se refiere p rim e ra m e n te al p á rra fo sobre la d ic ta d u ra
del p ro le ta ria d o y luego a las fases del m odo de producción com u­
nista. Los su b títu lo s p e rtin e n te s de este cap ítu lo siguen el siguiente
orden: La tra n sic ió n del cap italism o al com unism o; P rim e ra fase de
la sociedad com unista, y luego: La fase s u p e rio r de la sociedad co­
m unista. P od ría entonces leerse: T ransición del capitalism o al
com unism o (prim era fase), es decir, tran sició n del capitalism o al so­
cialism o; socialism o; com unism o.
E sta le c tu ra de Lenin se d e rru m b a si se tiene presen te que el ca­
p ítu lo se denom ina: "La base económ ica de la extinción del e sta d o ”
y que u n a p ágina an tes de in iciar este cap ítu lo el dirigente bolchevi­
que ha p lan tead o que toda dem o cracia es un estado, es decir, "el
em pleo sistem ático de la fuerza p o r u n a clase c o n tra o tra, p o r un
sector de la población c o n tra o tro ” y que el objetivo final que se p ro ­
ponen los m arx istas es la abolición del estado, es decir, de toda vio­
lencia org an izad a y sistem ática. Reconoce, sin em bargo, que éstos
no p u eden a s p ira r al advenim iento de un sistem a social en el que
de inm ediato desaparezca la violencia. "Al a s p ira r al socialism o, sin
em b arg o —dice—, estam os convencidos en que éste se tra n sfo rm a ­
rá en com unism o, y que, p o r lo tanto, d e sa p a re cerá del todo la nece­
sidad de violencia c o n tra la gente en general, de subordinación de
un ho m b re a o tro y de un secto r de la población a otro, pues la gen­
te se acostum brará a o b serv ar las reglas elem entales de la conviven­
69 E xisten, p o r supuesto, m otivaciones ideológicas y políticas p a ra esta lectura.
LA T R A N SIC IO N
193
cia sin violencia y sin su b o rd in ació n .”70
De este texto se deduce con c larid ad m eridiana que Lenin d istin ­
gue en tre socialism o y com unism o y que, p o r lo tanto, cuando se re ­
fiere a la transición del capitalism o al com unism o en el siguiente
capítulo, se e stá refirien d o al com unism o p ro p iam en te tal, a la fase
su p erio r en que ya no e x istirá el estad o porque las clases h ab rán
desaparecido.
Lo que aquí e stá en juego es el problem a de la existencia de las
clases sociales y, por lo tanto, de la lucha de clases en el socialism o.
Si el socialism o requiere de un estado, es porque existen clases
sociales. El estado surge cuando ap arece el antagonism o de clase
y se extingue cuando d esaparecen las clases.71
Veam os lo que dice Lenin al respecto:
. . .C uando en la sociedad no haya clases, sólo q u ed arán los p ro d u cto res, sin
ninguna división e n tre o b rero s y cam pesinos. Y nosotros sabem os p erfecta­
m ente p o r to d as las o b ras de M arx y Engels que ellos establecían u na m uy
c la ra distinción e n tre el p eríodo en que las clases aún existen y aquel en el
cual ya no las h ab rá. M arx y Engels ridiculizaban las ideas, discu rso s y su ­
posiciones sobre la d esap arición de las clases an tes del com unism o, y a fir­
m aban que sólo el com unism o es la abolición de las clases.72
¿Cómo en ten d er entonces la afirm ación de Lenin de o ctu b re de
1919: "S ocialism o significa la abolición de las clases” ?73
Sólo en el sentido en que el m ism o lo ha explicitado algunos meses
antes: que la abolición de las clases "es el objetivo final del
socialism o” ,74 es decir, se logra sólo cuando del socialism o se pasa
al com unism o.
. . .las clases no pueden ab olirse de golpe —afirm a Lenin—, Y en la época
de la d ic ta d u ra del p ro le ta riad o las clases subsisten y subsistirán. La d icta­
d u ra d e ja rá de se r n ecesaria cuando desaparezcan las clases. Pero éstas no
d esap a re c e rá n sin la d ic ta d u ra del p ro letariado.
Las clases subsisten, p ero en la época de la d ic ta d u ra del p ro letariad o
cada clase su frió un cam bio y tam bién cam biaron las relaciones e n tre las
clases. La lucha de clases no d esaparece bajo la d ic ta d u ra del proletariado;
lo único que hace es a su m ir form as d iferen tes.75
Veamos prim eram ente qué ocurre con las clases explotadoras una
70 V.I. Lenin, E l estado y la revolución, cit., pp. 90-91. R ecordem os que en enerofeb rero de 1916 Lenin afirm a que la desap arició n del estado “ sólo o c u rrirá en la tra n si­
ción del socialism o, definitivam ente victorioso y consolidado, al com unism o p len o ” ("La
revolución socialista y el derecho de las naciones a la au to d eterm in ació n ” , en Obras
com pletas, t. 23, p. 242).
71 Véase en este libro el cap ítu lo vil, p unto 1: “ El origen del e stad o ” , y p u n to 10:
"E xtinción del estado p ro le ta rio .”
72 V.I. Lenin, "x Congreso del PC(b)R" (16 de m arzo de 1921), en Obras com pletas
t. 35, p. 94.
73 V.I. Lenin, "E conom ía v política en la época de la d ictad u ra del p ro le ta ria d o ” (30
de o ctu b re de 1919), en Obras com pletas, t. 32, p. 94.
74 V.I. Lenin, ” Una gran in iciativ a” (28 de ju n io de 1919), en Obras com pletas t 31
p. 289.
75 V.I. Lenin, "E conom ía y política. . .” , op. cit., p. 94.
194
LA EST R U C TU R A SOCIAL
vez que el p ro le ta ria d o ha tom ado el poder, d erro can d o a la b u rg u e­
sía y los te rra te n ien te s.
¿B asta con elim in ar la p ro p ied ad p riv ad a de esta s clases sobre
los m edios de producción p a ra elim in arlas com o clase? La resp u es­
ta de Lenin es negativa: “ La expropiación p o r sí sola, com o acto ju ­
rídico o político, de ningún m odo resuelve el problem a, po rq u e es
n ecesario d ep on er en fo rm a efectiva a los te rra te n ien te s y c a p ita ­
listas, rem plazar en fo rm a efectiva su ad m in istració n de las fá b ri­
cas y hacien d as p o r u n a a d m in istració n diferente, una a d m in istra ­
ción o b re ra .”76
Y
agrega a contin u ació n que aún desp u és de ser expropiados los
explotad o res siguen teniendo co n sid erab les ventajas sobre los ex­
plotados:
No puede h a b er igualdad e n tre los explotadores, que d u ra n te m uchas gene­
raciones han estad o en m ejores condiciones p o r su in stru cció n , su riqueza
y sus co stum bres, y los explotados, la m ayoría de los cuales, incluso en las
repúblicas b u rg u esas m ás avanzadas y d em o cráticas, son atra sa d o s, igno­
rantes, están oprim idos, atem o rizad o s y desunidos. D u ran te m ucho tiem po
después de la revolución, los explotadores, inevitablem ente, siguen co n ser­
vando en la p ráctic a u n a can tid a d de g ran d es ventajas: siguen tenien d o di­
nero (pues no es posible ab o lir el din ero de golpe), algunos bienes m uebles,
a m enudo b astan te considerables: siguen teniendo vinculaciones, háb ito s de
organización y ad m in istració n , conocim iento de todos los "se creto s (cos­
tu m bres, m étodos, m edios y posibilidades) de la ad m inistración; una in stru c ­
ción su p erio r; vínculos estrech o s con el p erso n al técnico su p e rio r (que vive
y piensa com o la burguesía); u n a ex p erien cia in co m p arab lem en te su p e rio r
en el a rte m ilita r (esto es m uy im portante), etc., etc.
Si los explotadores son d errotados sólo en un país —y éste es, p or supuesto,
el caso típico, pues u n a revolución sim u ltán ea en varios países es u n a ra ra
excepción— seguirán siendo m ás fuertes que los explotados, p o rq u e las
vinculaciones in tern acio n ales de los ex p lo tad o res son pod ero sas. [. . .]
[En toda revolución] la regla es que los explotadores, que d u ra n te una can­
tidad de años tuvieron im p o rta n te s ventajas p rá ctic a s sobre los explotados,
opongan un a resisten cia larga, obstinada y desesperada. N unca [. . .] se so­
m eterán los explo tad ores a la v oluntad de la m ay o ría exp lo tad a sin tr a ta r
de h acer uso de sus ventajas en u n a ú ltim a y d e sesp erad a b a ta lla o en una
serie de batallas.
La tran sició n del cap italism o al com unism o es to d a u n a época h istórica.
M ientras esa época h istó ric a no term in a, los ex p lo tad o res inevitablem ente
m antienen la esp eran za de restau ra c ió n , y esa esperanza se tra n sfo rm a en
intentos de restau ració n . D espués de su p rim era d e rro ta seria, los explota­
dores derrocados, que no esp erab an su derrocam iento, que nunca lo creyeron
posible, que nunca pen saro n en ello, se lanzan con d ecu p licad a energía, con
pasión fu rio sa y un odio cien veces m ayor, a la b a ta lla p o r la recu p eració n
del " p a ra íso ” del que fu ero n privados, en d efensa de sus fam ilias que lleva­
ban u n a vida tan dulce y a las que a h o ra la "v u lgar g e n tu za” condena a la
ru in a y la m iseria (o al "v u lg a r” trab ajo . . .).77
76 V.I. Lenin, "La revolución p ro letaria y el renegado K autsky” (octubre-noviem bre
de 1918), en Obras com pletas, t. 30, p. 103. R ecordem os que Lenin d istin g u ía en tre la
sim ple estatizació n y nacionalización de los m edios de producción y la socialización.
77 Op. cit., pp. 103-104.
LA TR A N S IC IÓ N
195
Veam os a continuación qué o c u rre con los sectores tra b a jad o res
no p ro letario s.
La h isto ria de las revoluciones ha dem o strad o —afirm a Lenin en
1918— que una p a rte de estos sectores: cam pesinos m edios m enos
avanzados, artesa n o s y o tro s sectores del pueblo en condiciones si­
m ilares, tienden a seg u ir a los ex p lo tad o res.78
Las vacilaciones son c a ra c terístic a s de los sectores pequeñoburgueses que son los p rim ero s en se r afectados en las épocas de crisis
y de g u erra in te rio r y e x terio r.79
P or o tra p arte, la revolución no puede a b o lir o a p la sta r a los
pequeños p ro d u cto re s —que co nstituyen la inm ensa m ayoría de la
población en los países a tra sa d o s com o lo hace con las clases explo­
tad o ras. Debe a p re n d e r a convivir con ellos y esfo rzarse p o r tra n s­
fo rm arlo s y reed u carlo s m ediante "u n a lab o r de organización m uy
prolongada, lenta y p ru d e n te ’’,80 sabiendo que "la pequeña pro d u c­
ción engendra cap italism o y b u rg u esía c o n stan te m e n te” .81
E sta observación de Lenin nos parece m uy im p o rta n te ya que
la b u rg u esía d e rro ta d a no sólo m antiene, en el p rim e r período
de la d ic ta d u ra del p ro letariad o , una serie de ventajas con relación
a la clase o b rera, sino que, adem ás, la existencia de la pequeña p ro ­
ducción puede e n g en d rar nuevam ente relaciones de producción ca­
pitalistas.
Por últim o, el propio p ro le taria d o se ve afectado p o r el am biente
pequeñoburgués que lo "ro d ea”, "p e n e tra ” y "co rro m p e” producien­
do co n stan tem en te en la clase o b re ra “ reincidencias en la p u silan i­
m idad pequeñoburguesa”, “desunión”, "individualism o y estados de
ánim o altern ativ o s de exaltación y a b a tim ie n to ”.82
La d ic ta d u ra del p ro le taria d o es n ecesaria entonces no sólo p a ra
elim inar definitivam ente la resistencia física de los explotadores, sino
tam bién p ara elim inar su influencia ideológica, cuyo p o rtad o r p rin ­
cipal es la pequeña burguesía.
De ahí la siguiente conclusión de Lenin:
La d ic ta d u ra del p ro le ta ria d o es una lucha p e rsisten te —cru e n ta e in cru en ­
ta, violenta y pacífica, m ilita r y económ ica, educacional y ad m in istra tiv a —,
co n tra las fu erzas y las trad icio n es de la vieja sociedad. La fuerza de la cos­
tu m b re de m illones y decenas de m illones de hom bres es una fuerza form i­
dable. Sin un p a rtid o de h ierro, tem plado en la lucha, un p artid o que goce
de la confianza de todas las personas h onestas de la clase de que se trata,
un p a rtid o capaz de o b se rv ar el estad o de ánim o de las m asas e in flu ir sobre
él, esa lucha no puede lib rarse con éxito. Es mil veces m ás fácil vencer a la
gran b u rg u esía c en tralizad a que "v en cer” a los m illones y m illones de pe­
queños p ro p ietario s; de c u alq u ier m odo, éstos, con su labor c o rru p to ra co78 V.I. Lenin, op. cit., p. 104.
79 V.I. Lenin, “ Las tareas inm ed iatas del p o d er soviético” (13-26 de ab ril de 1918),
en Obras com pletas, t. 28, p. 472.
80 V.I. Lenin, E l "izq u ierd ism o ”, en ferm ed a d in fa n til del co m u n ism o (20 de mayo
de 1920), en Obras com pletas, t. 33, p. 149.
81 Op. cit., p. 128.
82 Op. cit., p. 149.
196
LA EST R U C TU R A SOC IAL
rrien te , cotidiana, im perceptible, inasible, p ro d u cen los m ism os re su ltad o s
que n ecesita la b u rg u esía y que tienden al restablecim iento de la burguesía.
Q uien d eb ilita en lo m ás m ínim o la d isciplina fé rre a del p a rtid o del p ro le ta ­
riad o (en especial d u ra n te su d ictadura), en realid ad ayuda a la b u rg u esía
c o n tra el p ro letaria d o .83
P or e sta razón, la d ic ta d u ra del p ro le ta ria d o es n ecesariam ente
un período de lucha de clases “inevitable m ientras las clases no hayan
sido a b o lid a s”, y ad o p ta u n a fo rm a p a rtic u la rm en te violenta “en el
p eríodo in m ed iatam en te p o ste rio r al d erro cam ien to del c a p ita l” .84
Eso no q u iere d ecir que el estado en el período de tran sic ió n del
c ap italism o al com unism o ad o p te la m ism a form a d u ra n te todo ese
período. Ya en E l estado y la revolución Lenin sostiene que se " p ro ­
d u c irá c iertam en te u n a enorm e ab u n d an cia y varied ad de form as
políticas, pero la esencia se rá la m ism a: la dictadura del proletaria­
d o ”, es decir, ‘‘un estad o dem o crático de nuevo tipo (para los p role­
ta rio s y desposeídos en general) y d ic ta to ria l de nuevo tipo (contra
la bu rg u esía).85
P ero ¿qué significa la abolición de las clases?
P ara resp o n d er a esta preg u n ta Lenin se ve precisado a d a r la m ás
com pleja definición de clase social de toda su o b ra.86
Las clases sociales se definen:
— p o r su relación con los m edios de producción. R ecordem os que
hem os señalado la existencia de u n a doble relación: pro p ied ad y
ap ro p iació n re a l.87
— p o r su papel en la organización social del tra b a jo (tareas econó­
m icas, ideológicas, políticas, relacio n ad as con la división en tre
tra b a jo m an u al e intelectual).
— p o r la m ag n itu d de la riqueza social de que disponen y cóm o la
obtienen.
Es evidente que p a ra ab o lir to talm en te las clases —ag reg a L enin— no b asta
con d e rro c a r a los explotadores, a los te rra te n ie n te s y cap italistas; no b asta
con ab o lir sus derechos de p ropiedad, sino que tam bién es n ecesario ab o lir
toda pro p ied ad priv ad a de los m edios de producción; es n ecesario ab o lir la
diferencia e n tre la ciu d ad y el cam po así com o la d iferen cia e n tre los tra b a ­
jad o res m anuales e intelectu ales. E sto req u iere m ucho tiem po. P ara p o d er
realizarlo, hay que d ar un enorm e paso adelante en el desarrollo de las fuerzas
productivas; es necesario vencer la resisten cia (m uchas veces pasiva, y, por
eso m ism o, p artic u la rm e n te tenaz y p artic u la rm e n te difícil de vencer) de las
m últiples supervivencias de la p equeña producción; es n ecesario vencer la
enorm e fuerza de la co stu m b re y del esp íritu conservador, vinculados a esas
supervivencias.88
Es decir, p a ra que se su p rim an las clases no b a sta con exp ro p iar
83 Ibid. (las cu rsivas son nuestras).
84 V.I. Lenin, "U na gran iniciativa", en Obras com pletas, t. 31, p. 289.
85 V.I. Lenin, E l estado y la revolución, cit., p. 46.
86 Ibid. Véase la definición com pleta en el cap ítu lo x de este libro: “ Las clases so­
c ia le s”, p. 222.
87 Es decir, relaciones sociales y técnicas de producción.
88 V.I. Lenin, “Una gran iniciativa”, op. cit., p. 289. Recordem os que los dos últim os
c rite rio s eran , según M arx, ca ra c te rístic a s de la fase su p e rio r del com unism o.
LA T R A N S IC IO N
197
a los c ap italistas y te rraten ien te s. Lenin distingue claram en te en tre
lo que él denom ina la sim ple ‘‘nacionalización” de los m edios de pro­
ducción, es decir, el tra sp a so de éstos al estado soviético y la ‘‘socia­
lización” de ellos, es decir, el co ntrol y verd ad era gestión de estos
m edios p o r la colectividad.89
No ba sta tam poco con term in ar con toda propiedad privada sobre
los m edios de producción, en concreto, con la pequeña propiedad
a g ra ria que, com o hem os visto, es un rem anente de form as a n te rio ­
res de producción que se p resen ta en form a casi universal en el so­
cialism o com o etap a in ferio r del com unism o.
Son necesarios o tro s dos requisitos: h acer d esap a rece r toda di­
ferencia en tre la ciudad y el cam po y e n tre el tra b a jo m anual e
intelectu al.90
E sta ‘‘oposición e n tre el tra b a jo m anual e in te lec tu a l” es según
Lenin ‘‘una de las fuentes m ás im p o rtan te s de la desigualdad social
m o d ern a ” y no ‘‘puede se r su p rim id a inm ediatam ente con la sola
tran sfo rm ació n de los m edios de producción en p ro p ied ad social,
p o r la sola expropiación de los c a p ita lista s”.91
Nos parece im p o rtan te detenernos a exam inar cuál puede ser el
significado de la afirm ación de que debe elim inarse la diferencia o
separación en tre el trab ajo m anual y el trab ajo intelectual.
R ecordem os que Marx, en el texto ya citado sobre el p rogram a
de G otha, relacionaba la d esaparición ‘‘de la oposición e n tre el tr a ­
bajo m anual e in te le c tu al” a la d esaparición de la ‘‘subordinación
esclavizadora de los individuos a la división del tra b a jo ”.92
84
"La desv en tu ra de n u e stra s 'iz q u ie rd a s’ —dice en mayo de 1918— es no h ab er
com prendido la esencia m ism a de la 'situación actual', el trán sito de la confiscación
(para realizar la cual se requiere sobre todo decisión del político) a la socialización (para
realizar la cual se req u iere del revolu cio n ario otra cualidad).
"Ayer la tarea principal del m om ento era nacionalizar, confiscar, a b a tir y an iq u ilar
a la bu rg u esía y term in a r con el sabotaje; todo con la m ayor decisión posible. Hoy sólo
los ciegos no ven que hem os nacionalizado, confiscado, ab atid o y term in ad o m ás de
lo que hem os tenido tiem po de calcular. La diferen cia e n tre la socialización y la sim ple
confiscación está en que es posible confiscar sólo con 'decisión', sin la capacidad de calcu­
la r y d istrib u ir correctam ente, m ientras que sin esta capacidad no se puede socializar.
"N u estro m érito h istórico rad ica en que fuim os ay er (y lo serem os m añana) decid i­
dos al confiscar, al an iq u ilar a la b u rg u esía y te rm in a r con el sabotaje. E scrib ir esto
hoy en las ‘tesis sobre la situación a c tu a l’ es volver los ojos al p asad o y no co m p ren d er
el trán sito al p o rv en ir’’ ("Infan tilism o de 'izq u ierd a' y la m en talid ad pequeñoburguesa" [5 de m ayo de 1918], en Obras com pletas, t. 29, p. 87).
90
“Es evidente —dice Lenin— que p ara ab o lir to talm en te las clases no b asta con
d e rro c a r a los explotadores, a los te rra te n ie n te s y cap italistas; no b asta con ab o lir s í í s
derechos de propiedad, sino que tam bién es n ecesario ab o lir toda p ro p ied ad privada
de los m edios de producción; es necesario abolir la diferencia entre la ciudad y el campo,
así com o la diferencia en tre los trab ajad o re s m anuales e intelectuales. E sto req u iere
m ucho tiem po. P ara poder realizarlo , hay que d a r un enorm e paso ad elan te en el d esa­
rro llo de las fuerzas productivas; es necesario vencer la resisten cia (m uchas veces p a­
siva, y po r eso m ism o p a rtic u la rm e n te tenaz y p articu larm en te difícil de vencer) de las
m últiples supervivencias de la pequeña producción; es necesario vencer la enorm e fuerza
de la co stu m b re y del esp íritu conservador, v inculados a esas su p erv iv en cias.” (“Una
gran iniciativa", op. cit., pp. 289-290).
9! V.I. Lenin, El estado y la revolución, cit., pp. 103-104.
42 K. Marx, Crítica al program a de Gotha, cit., p. 15.
198
LA EST R U C TU R A SO CIAL
P ara e n te n d e r esta afirm ació n debem os re m itirn o s a su análisis
de la g ran in d u stria c a p ita lista donde el a u to r de E l capital plantea
que la m a q u in a ria altam en te a u to m atizad a exim e de la necesidad
de co n so lid ar la d istrib u ció n de los tra b a ja d o re s p ro p ia de la m a­
n u fa c tu ra , que exige “asig n a r de m a n e ra p erm an en te los m ism os
o b rero s a la m ism a fu n ció n ”, p erm itien d o el cam bio co n stan te de
p erso n al sin que se in te rru m p a el p roceso de tra b a jo .93
El que e sta posibilidad de lib e ra r al tra b a ja d o r del yugo de la di­
visión del tra b a jo no se dé, el co n d en arlo de p o r vida a serv ir a una
m áq u in a p arcial, es fru to —afirm a M arx— del em pleo abusivo que
de ella hace el ca p ita lista porque, evidentem ente, ello re d u n d a en
u n a m ay o r ganancia p a ra éste.94
La aplicación de las m áq u in as es en el p resen te u n a de las condiciones de
n u e stro actu a l sistem a económ ico, p ero la m an era en que son em p lead as las
m áquinas es algo to talm en te d istin to de las m áq u in as m ism as. La pólvora
sigue siendo la m ism a ya sea que se use p a ra h e rir a u n ho m b re o p a ra c u ra r
sus h e rid a s.95
Como ya explicábam os en el capítulo n, las relaciones de pro d u c­
ción ca p ita lista s no se lim itan a la p ro p ied ad p riv ad a cap italista de
los m edios de prod u cció n sino tam b ién a la form a que a d o p tan las
relaciones técnicas de producción, es decir, a esa “su peditación del
o b re ro a la fá b ric a ”, que im plica u n a co m p leta separación del tr a ­
b a ja d o r resp ecto a los m edios de producción.
P or últim o, hay o tro elem ento que M arx señala en su Crítica del
program a de Gotha y que m uchos olvidan: las clases sólo d esap a re ­
cerán cuando desaparezca la escasez de bienes de consum o.96 En re­
lación con esto no hay que olv id ar que ya desde su etap a in ferio r
la sociedad co m u n ista p ro c u ra e stim u la r un consum o m ás racional
evitando el d e sp ilfa rro cap italista. E sto p erm ite de inm ediato que
sus re c u rso s económ icos red u n d en en u n m ayor beneficio p a ra la
población.
R esum iendo, d u ran te el período de d ictad u ra del proletariado sub­
siste la luch a de clases. Y si la lucha de clases se m antiene quiere
decir que su b sisten las clases de alg u n a m anera. E sto debe h a c e r­
nos reflex io n ar sobre la definición del concepto de clase social. En
la fase so cialista pueden d e sa p a re ce r p o r com pleto las relaciones
de p ro p ied ad p riv ad a cap italista, y au n la p ro piedad privada pequeñ o b u rg u esa, y sin em b arg o su b siste la luch a de clases.
N osotros consideram os que p a ra e s tu d ia r el pro b lem a de las
93 K. M arx, E l capital, i/2, p. 513.
94 Revísese el texto com pleto de E l capital sobre este tem a en el cap ítu lo ii de este
libro, p u n to 2: “ Relaciones de producción en la m a n u fa c tu ra y la g ran in d u stria ” ,
pp. 48-55.
95 K. Marx, c a rta a P.V. Annenkov (28 de diciem bre de 1846), en K. M arx y F. Engels,
Correspondencia, cit., p. 18, y en Obras escogidas en 3 tom os, t. i, p. 531.
96 K. Marx, Crítica del programa de Gotha, cit., p. 15. Sobre este tem a, véase tam bién
el texto de F. Engels, “ Del socialism o utópico al socialism o científico” , en K. M arx y
F. Engels, Obras escogidas en tres tom os, t. i i , pp. 150-151.
LA T R A N S IC IÓ N
199
clases en el socialism o es fu n d am en tal te n e r en cu en ta que su so­
p o rte son las relaciones de producción y no la p ro p ie d ad ju ríd ic a
de los m edios de producción, y que se tr a ta de un doble tipo de re la ­
ción: relaciones sociales y técnicas de p roducción.97
Además, no debem os olvidar que en el terreno de la lucha de clases
lo que está en juego no son las situaciones de clase sino las posicio­
nes de clase. Puede no ex istir burguesía “físicam ente hablando” pero
sí posiciones de clase b u rguesas, ta n to en la conducción de la eco­
nom ía com o en las concepciones acerca del estado, la educación,
etc é te ra.98
Una vez d e rro ta d a la resisten cia física de la b u rg u esía y consoli­
dada la dom inación política del proletariado, esta clase debe afro n tar
la tran sfo rm ac ió n de las relaciones de producción de tal m odo que
se llegue a la plena im plantación de las relaciones de producción
com unistas. En el nivel económico se plantea la lucha entre dos vías:
la vía ca p ita lista y la vía com unista de desarrollo.
Pero esta lucha, que tiene su base económ ica, existe sobre todo
a nivel ideológico. Las clases que han sido desposeídas, en gran m e­
dida, de su p o der económ ico bu scan o tro frente de lucha: el fren te
ideológico. Se esfuerzan de m il m an eras p o r in filtra r sus ideas en
la nueva organización social. La d ebilidad del p ro leta riad o es m uy
gran d e en el terre n o ideológico. El peso de la trad ició n y de las cos­
tum bres de m uchas generaciones no puede cam biarse de un día para
otro. De la m ism a m a n era que ha sido necesario re aliza r u n a revo­
lución política p a ra to m arse el p o d er del estado, y que es necesario
efec tu ar u n a revolución económ ica p a ra c am b iar las relaciones de
producción de tipo ca p ita lista p o r relaciones com unistas, es nece­
sario realiz ar una revolución en el nivel de la ideología o revolución
cultu ral. Y p a ra que esta revolución sea verdaderam ente eficaz debe
llevarse a cabo con la p articip ació n de las m asas: no b a sta revolu­
cio n ar la ideología de algunos in telectu ales y a rtista s, es necesario
que todo el pueblo luche c o n tra los antiguos hábitos e ideas egoís­
tas e in d ividualistas legados p o r el régim en c a p ita lista p a ra ad q u i­
rir una nueva concepción del m undo. La concepción com unista y los
nuevos háb ito s de so lid arid ad y cooperación colectiva.
Ahora, las clases sociales d esap arecerán , no p o r a rte de m agia,
no en form a esp o ntánea sino, precisam en te a través de las m edidas
que adopte el estado p roletario; de ahí su c a rá c te r de “período polí­
tico de transición’’99 o de “estado de transición”.100 Su ta re a es ir eli­
m inando u n a tra s o tra todas las diferencias sociales h a sta llegar a
una sociedad donde no haya nada que re p rim ir y, p o r lo tanto, a una
sociedad donde no h a rá fa lta un a p a ra to especial de re p re sió n .101
97 Véase en este libro el cap ítu lo x: “Las clases so ciales”, donde se d e sa rro lla m ás
este punto, pp. 221-249.
98 Idem .
99 K. M arx, Crítica del program a de Gotha, cit., p. 23.
100 V.I. Lenin, E l estado y la revolución, cit., p. 98.
101 R ecordem os que ello no significa que d esap arezca toda coerción. V éase el cap í­
tulo v i i : “ El e s ta d o ” , pp. 142-145.
LA EST R U C TU R A SOCIAL
200
La intervención estatal irá siendo su perflua en un cam po tras otro
y el gobierno sobre las p erso n as será su stitu id o p o r la a d m in istra ­
ción de la sociedad en bien de todos, realizad a p o r una asociación
libre de p ro d u cto res.
Los m arx istas no sueñan con p re sc in d ir de golpe de todo estado,
de toda su bordinación. E sos son sueños a n a rq u istas. Pero sí plan ­
tean que el estad o p ro le ta rio debe ir ad o p tan d o —en la m edida en
que las circu n stan cias lo p e rm ita n — form as cada vez m ás dem ocrá­
ticas h a sta que llegue un día en que las ta re a s esta ta les dejen de ser
“ funciones especiales de un secto r especial de la población” .102
Cuando ese día llegue esa sociedad h a b rá alcanzado el com unism o.
Quizá sea im p o rtan te re c o rd a r aquí la distinción que hacía M arx
en tre el socialism o pequeñ o b u rg u és y el "socialism o revoluciona­
rio ” o "co m u n ism o ” . El p rim e ro elim inaba "en su fan tasía la lucha
rev o lu cio n aria”, el segundo co n sistía en “la declaración de la revo­
lución perm anente, de la dictadura de clase del p ro le ta ria d o como
pu n to n ecesario de tran sició n p a ra la supresión de las diferencias
de clase en general, p a ra la su p resió n de to d as las relaciones de p ro ­
ducción en que éstas descansan, p a ra la su p resión de todas las rela ­
ciones sociales que co rresp o n d en a estas relaciones de producción,
p a ra la subversión de todas las ideas que b ro ta n de estas relaciones
so ciales”.103
5.
LA REV O LU C IÓ N SOCIALISTA EN LOS PA IS E S ATRASADOS
Y EL C O N C E PTO D E TR A N SIC IÓ N AL SOCIALISM O
Al an alizar el socialism o nos detuvim os p rim e ram e n te en las condi­
ciones m ateriales que lo hacen posible p a ra luego an alizar las con­
diciones políticas. Lenin resu m e así lo que él denom ina "la sum a
total de las condiciones n ecesarias p a ra el socialism o”:
E l s o c ia lis m o e s in c o n c e b ib le s in la g r a n t é c n ic a c a p i t a l i s t a b a s a d a e n lo s
ú l t i m o s d e s c u b r i m i e n t o s d e la c i e n c ia m o d e r n a . E s in c o n c e b ib le s in u n a o r ­
g a n iz a c ió n e s t a t a l p la n if ic a d a , q u e s o m e ta a d e c e n a s d e m illo n e s d e p e r s o ­
n a s a l m á s e s t r i c t o c u m p li m i e n t o d e u n a n o r m a ú n i c a e n la p r o d u c c ió n y
d i s t r i b u c i ó n d e lo s p r o d u c t o s [. . .] El s o c ia lis m o e s in c o n c e b ib le , a d e m á s ,
s in la d o m in a c ió n d e l p r o l e t a r i a d o e n el e s ta d o : e s to ta m b ié n e s e l a b e c é .104
A hora bien, así com o existe una d iversidad de vías histó ricas a
través de las cuales se constituyen los elem entos fundam entales que
co nform an la e s tru c tu ra del m odo de p roducción cap italista, lo
m ism o o c u rre en el caso del socialism o. No sólo las vías de acceso
al pod er por el p ro le ta ria d o han sido d iferen tes en los d istintos p aí­
ses, sino que tam bién han sido d iferentes las vías a través de las cu a­
102 V.I. Lenin, E l estado y la revolución, cit., p. 60.
103 K. Marx, Las luchas de clases en Francia de 1848 a 1850, en K. Marx y F. Engels,
Obras escogidas en tres tomos, t. i, p. 288.
104 V.I. Lenin, "Infantilismo ‘de izquierda’. . .”, op. cit., p. 93.
LA T R A N S IC IÓ N
201
les se ha llegado a co n fo rm ar la gran in d u stria socialista y el siste­
m a de planificación social global.
Salvo escasas excepciones, el p ro leta riad o que ha accedido al
poder no ha enco n trad o ya p re p a ra d as las condiciones m ateriales
p a ra iniciar la construcción de la nueva sociedad socialista.
La revolución socialista no em pieza en los países altam ente
desarro llad o s ni se tran sfo rm a ráp id am en te en una revolución de
características m undiales. La revolución com ienza en uno de los paí­
ses m ás a trasad o s de E u ro p a y d u ra n te largos años es una isla soli­
ta ria que no sólo no cu en ta con el apoyo económ ico, tecnológico y
c u ltu ra l de los países m ás d esarro llad o s p a ra salir ráp id am en te de
ese a tra so sino que, por el co n trario , sus ram as in d u striales que h a ­
bían alcanzado el nivel de d esarro llo ca p italista m ás alto se ven de­
vastadas por la guerra.
La g u e rra im p erialista d esarro lla enorm em ente las condiciones
m ateriales p a ra el paso al socialism o en los países m ás avanzados,
en concreto en Alem ania, pero las condiciones políticas de la revo­
lución socialista surgen p rim ero en R u sia .105
La necesidad de iniciar la construcción de la nueva sociedad, cu­
ya m eta final es el com unism o, sin que estén dadas las condiciones
m ateriales o los " la d rillo s” p a ra c o n stru irla, plantea a la dirección
política bolchevique un desafío teórico y práctico de gran enver­
gadura.
Una de las diferen cias fundam entales e n tre la revolución b u rg u esa y la re ­
volución so cialista —afirm a Lenin— es que p a ra la prim era, que surge del
feudalism o, se crean g radualm ente, en el seno del viejo régim en, nuevas o r­
ganizaciones económ icas que m odifican gradualm ente todos los aspectos de
la sociedad feudal. La revolución b u rg u esa tenía una sola misión: elim inar,
a rro ja r, ro m p er todas las cadenas de la sociedad an terio r. Al cu m p lir esta
m isión, toda revolución b u rg u esa cum ple con lo que de ella se exige: inten­
sifica el d esarro llo del capitalism o.
La revolución so cialista está en una situación com pletam ente distinta.
C uanto m ás a tra sa d o es el país que, debido a los vaivenes de la historia, ha
sido el que comenzó la revolución socialista, m ás difícil es p ara ese país pasar
de las viejas relaciones cap italistas a las relaciones so c ialistas.106 En este
caso, a las ta re a s d estru ctiv as se añaden o tra s nuevas, de in au d ita dificul­
tad, las de organización. [. . .]
La ta re a de a lca n zar la victo ria sobre el enem igo in terio r fue muy fácil.
Igualm ente fácil fue la ta re a de c re a r el poder político, pues las m asas nos
d ieron el esqueleto, la base de ese poder. La república de soviets nació de
golpe. Pero q u ed ab an todavía dos problem as que presen tab an dificultades
gigantescas, y cuya solución no podía ser la m archa triu n fal que habíam os
hecho en los p rim ero s m eses de n u estra revolución: no tuvim os, no p odía­
m os ten e r la m en o r d u d a de que en lo sucesivo la revolución socialista en­
fre n ta ría tarea s trem en d am en te difíciles.
En p rim e r lugar, estab a el problem a de la organización in tern a que se
105 Un análisis de las causas del triunfo de la revolución en Rusia se encuentra en
Marta Harnecker, La revolución social (Lenin y América Latina), México, Siglo XXI,
en preparación, capítulo ni: "Condiciones para el triunfo de la revolución".
106 En sus textos más teóricos Lenin usa el térm ino "relaciones comunistas".
202
LA EST R U C TU R A SOCIAL
p lantea a toda revolución so cialista. La d iferen cia e n tre una revolución so­
cialista y u n a revolución b u rg u esa e stá en que en el segundo caso existen
form as p lasm ad as de relaciones cap italistas, en ta n to que el p o d er soviéti­
co, p ro letario , no recibe esas relaciones p lasm ad as, si se p rescin d e de las
form as m ás desarrollad as del capitalism o, que e strictam en te h ablando a b a r­
cab an u na pequeña cap a su p e rio r de la in d u stria y llegaban en m edida to d a ­
vía insignificante a la ag ricu ltu ra. La organización de la contabilidad, el con­
tro l sobre las grand es em presas, la tran sfo rm ac ió n de todo el m ecanism o
económ ico esta ta l en una única g ran m áquina, en u n org an ism o económ ico
que funcione de m odo tal que ce n te n ares de m illones de seres se rijan p o r
un solo plan: he ahí el gigantesco p ro b lem a de organización que cargam os
sobre n u e stro s hom bros. 7
P ara an a liz a r esta situ ació n h istó ric a no p re v ista p o r M arx y Engels, que consiste en in iciar la co n stru cció n de la sociedad com u­
n ista en un país a tra sa d o en que no se h an d esa rro lla d o todavía los
cim ientos m ateriales de la nueva sociedad, es necesario ela b o ra r un
concepto que dé c u en ta de ella: éste es el concepto in tro d u cid o por
Lenin de “tran sició n del cap italism o al socialism o’’.108
La “expresión R epública S ocialista Soviética —dice Lenin— p re ­
supone la decisión del p o d er soviético de re a liz a r la transición al so­
cialism o, y de ningún m odo que el nuevo sistem a económ ico pueda
co n sid e ra rse so c ia lista ”.109
Ahora, la afirm ación de que el nuevo estad o soviético sólo se p ro ­
pone iniciar la “transición al socialism o’’ es absolutam ente coherente
con lo que h ab ía estad o p lan tean d o en sus textos p o sterio res a la
revolución ru sa de febrero, cuando insistía en la necesidad de p asar
a la siguiente e ta p a de la revolución, a la revolución que e n tre g aría
el p o d er al p ro letariad o y los cam pesinos p o b res p a ra d a r los prim e­
ros pasos encam inados a la co n stru cció n del socialism o en ese país.
¿E n qué se b asa Lenin p a ra p la n te a r el c a rá c te r so cialista de la
revolución ru sa?
En dos arg u m en to s m uy im p o rtan tes: prim ero, el g rado alcanza­
do p o r el d e sa rro llo c a p ita lista en escala m u n d ial que se h ab ía visto
acelerado p o r la g u e rra y se h ab ía tran sfo rm ad o en capitalism o m o­
nop o lista de estado, es decir, que h a b ía llegado a co n c e n tra r bajo
co n tro l del estad o los asp ecto s estratég ico s de la econom ía, c re án ­
dose con ello las condiciones p a ra que el p ro le ta riad o en el poder
a su m ie ra su co n tro l en función de los in te re se s de la m ayoría del
pueblo;110 segundo, el c a rá c te r m undial de la revolución en m archa
107 V.I. Lenin, “ Séptim o Congreso E x trao rd in ario del PC(b)R” (7 de m arzo de 1918),
en Obras com pletas, t. 28, pp. 295-297.
108 a veces lo llam a tam bién “ tran sició n del cap italism o al com unism o”, ac la ra n ­
do que se entien d e p o r socialism o la fase in ferio r del com unism o, pero que la m eta del
p ro letariad o es la co n strucción de la sociedad com unista, de la sociedad sin clases y
sin estado.
109 V.I. Lenin, “ In fantilism o ‘de izquierda'. . .” , op. cit., p. 89.
1,0 V.I. Lenin, “La catástro fe que nos am enaza y cóm o luchar co n tra ella” (10-14 de
sep tiem b re de 1917), en Obras com pletas, t. 26, pp. 440-443. Véase un d esarro llo m ás
profundo de este tem a en M arta H arnecker, La revolución social, cit., cap. v, “ El carác­
te r de la revolución” .
LA T R A N S IC IÓ N
203
que perm itiría a los países menos desarrollados im plicados en la gue­
rr a im p erialista c o n ta r con la ayuda m ate ria l y c u ltu ra l de los paí­
ses m ás ad ela n ta d o s.111
Sin em bargo, desde el com ienzo tiene claro que en R usia, uno de
los países m ás atra sa d o s de E uropa, en que p redom ina la pequeña
producción cam pesina “el socialism o no puede triu n fa r d ire cta e
inm ediatam ente”,112 "de un solo golpe, sin m edidas tra n sito ria s”,113
pero a la vez co nsidera que en “la R usia del siglo XX, que h a con­
q u istado p o r vía revolucionaria la rep ú b lica y la dem ocracia, es im ­
posible avanzar sin m archar hacia el socialism o, sin d ar pasos hacia
él (pasos condicionados y determ in ad o s p o r el nivel técnico y cu ltu ­
ral: en la a g ric u ltu ra b asad a en las haciendas cam pesinas es im po­
sible ‘im p la n ta r’ la g ran producción m ecanizada; en la fabricación
del a zú car es im posible su p rim irla)”.114
V eamos ah o ra cóm o analiza el p ro b lem a de la tran sició n al so­
cialism o m eses después del triu n fo de la Revolución de O ctubre,
cuando finalm ente se h a logrado firm a r el tra ta d o de paz con Ale­
m ania que aleja el peligro inm ediato de la guerra. Ya en ese m om ento
se h abía expropiado a los grandes te rra te n ien tes, se hab ía naciona­
lizado la g ran in d u stria capitalista: hu lera, m etalúrgica, petro lera,
textil, azu carera, y tam bién el tran sp o rte, la flota m ercante, el co­
m ercio exterior, y los ob rero s se habían apoderado de hecho de una
enorm e can tid ad de em presas de m en o r tam añ o ;115 en síntesis, se
h abía realizado el a taq u e al capital a lo “g u ard ia ro jo ”, exigido p o r
la necesidad de vencer la resisten cia o p u esta por los explotadores.
En ese m om ento, m arzo de 1918, Lenin afirm a: “Sólo hem os d a ­
do los p rim ero s pasos p a ra lib ra rn o s del capitalism o y com enzar la
tran sició n al socialism o. No sabem os y no podem os sa b er cu án tas
etap as de tran sició n al socialism o h a b rá .” 116
Es in teresa n te o b serv ar que el dirigente bolchevique sostiene
a continuación que las c a ra c terístic a s de la tran sició n al socialis­
m o depen d erán del d e sarro llo que tenga la revolución so cialista en
E uropa, de si logra d e rro ta r a sus enem igos y e n tra en el cam ino
allanado del d esarro llo so cialista fácil y rápidam ente, o con len­
titu d .117
Pero ¿qué entiende Lenin p o r “ tran sició n al socialism o”, dife­
renciando esta etap a de lo que denom ina “ sistem a económ ico
111 Op. cit., p. 447. Véase tam bién V.I. Lenin, “ C arta de d esp ed id a a los o b rero s
suizos” (8 de abril de 1917), en Obras com pletas, t. 24, p. 416.
1.2 Op. cit., p. 414.
1.3 V.I. Lenin, “C artas desde lejo s”: 5a. c a rta (8 de ab ril de 1917), en Obras co m p le­
tas, t. 24, p. 381.
114 V.I. Lenin, “La catástro fe que nos am enaza y cóm o lu ch ar co n tra e lla ” (10-14 de
sep tiem b re de 1917), en Obras com pletas, t. 26, p. 442.
115 Al ap lic a r el “control o b re ro ” hab ían m arginado, de hecho, a los cap italista s de
la producción.
1.6 V.I. Lenin, “S éptim o Congreso E x trao rd in ario del PC(b)R” (8 de m arzo de 1918),
en Obras com pletas, t. 28, p. 334.
1.7 Ibid. Véase M arta H arnecker, La revolución social, cit., cap. vil, p unto 2: “La re­
volución so cialista en un solo país y sus lím ites.”
204
LA EST R U C TU R A SO CIAL
LA TR A N S IC IÓ N
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so c ia lista ”, 118 inconcebible sin la gran técnica c a p ita lis ta ? " 9
Se tra ta de un sistem a que contiene “elem entos, p artícu las, frag ­
m entos, tanto de cap italism o com o de socialism o ”. Una vez dada es­
ta definición pasa a en u m erar “las diferentes e stru ctu ras económicoso ciales” que existen en la R usia de m ayo de 1918:
do en to d as p a rte s y p orque su d esarro llo en los d istin to s países tiene lugar
en condiciones sociales y políticas diferentes.
E n R usia, donde el cap italism o se ha convertido ya en el m odo dom inan­
te de p roducción, se conservan todavía num erosos vestigios del viejo orden
p re ca p ita lista , b asad o en la esclavización de las m asas tra b a ja d o ra s p o r los
te rrate n ie n tes, p o r el estad o o p o r el jefe del e sta d o .125
1] p a t r i a r c a l , e s d e c ir , e n g r a d o c o n s i d e r a b l e u n a e c o n o m ía c a m p e s in a
n a tu ra l;
2] p e q u e ñ a p r o d u c c i ó n m e r c a n t i l (a q u í f ig u r a n la m a y o r í a d e lo s c a m p e ­
s in o s q u e v e n d e n e l c e re a l);
3] c a p i t a l i s m o p r iv a d o ;
4] c a p i t a l i s m o d e e s ta d o ;
5] s o c ia lis m o .
R u s ia e s t a n g r a n d e y v a r i a d a q u e to d o s e s to s d i f e r e n t e s t i p o s d e e s t r u c ­
t u r a e c o n o m ic o s o c ia l e s t á n e n tr e l a z a d o s . J u s t a m e n t e e n e s o r a d i c a e l r a s g o
e s p e c íf ic o d e la s i t u a c i ó n .120
La realid ad ru sa “no es un todo arm ó n ico ”, afirm a Lenin en m a r­
zo de 1919 y agrega: “P or desagradable que sea, [. . .] no podrem os
su stra e rn o s d u ra n te un largo período a esta heterogeneidad, a esta
n ecesidad de c o n stru ir con m ateriales d ife re n tes.” Y cuando ésta
term in e “ya vivirem os en la sociedad so c ialista” .126
E sta realid ad “h etero g én ea” es la que tom a en cu en ta el p ro g ra ­
m a del P a rtid o B olchevique ap ro b ad o en su vm Congreso en m arzo
de 1919 cuando sostiene que sólo se están “dando los prim eros pasos”
h acia la sociedad sin clases y en R usia te n d rá lu g ar “una serie de
etapas de tra n sic ió n ” .127
E n fren ta r las tareas de la transición al socialism o no es algo fácil.
M arx y Engels habían p lan tead o las grandes líneas de lo que podría
ser una sociedad socialista avanzada, pero iniciar la tran sició n al
socialism o en un país a tra sa d o es un desafío teórico y p ráctico que
se le p lan tea al P artid o Bolchevique. Es algo “nuevo que aún no ha
nacido y que no cu en ta con bases firm es. . .”.128
Lenin sostiene que esa tran sició n llevará m uchos años y que se
d ividirá en “u n a serie de etap as aún m ás p e q u eñ a s” 129 y prevé que
será “dolorosa y difícil” .130
Y los elem entos que p red o m in an son los pequeñoburgueses.
Días antes del triu n fo de la revolución había señalado que era “po­
sible e incluso p robable, y aún in d u d a b le ” que no se log rarían cam ­
bios en el p aís sin “ ‘tipos co m b in ad o s’ de tra n sic ió n ”. Y ponía un
ejemplo: el pod er soviético no p o d ría "n acio n alizar de inm ediato las
pequeñas in d u stria s con uno o dos tra b a ja d o res asa la ria d o s ni so­
m eterlas a un v erd ad ero control o b re ro ” . A unque éstas qued aran
a tad a s "de pies y m anos p o r la nacionalización de los bancos y los
tr u s ts ” c o n stitu iría n resto s de “ relaciones b u rg u e sa s”.121
P ara Lenin las d iferen tes fo rm as que d eb erá a d o p ta r la " tra n s i­
ción del cap italism o al socialism o ” dependen de las c ara c terístic a s
con cretas de cada país: si p red o m in an en él las relaciones del gran
capitalism o o de la pequeña p ro d u cció n .122 Y concibe como posible
el paso d irecto al socialism o 123 si en un d eterm in ad o país p red o m i­
na la gran in d u stria —o al m enos si é sta se e n c u en tra m uy
d e sa rro lla d a — y si en la a g ric u ltu ra existe “un alto nivel de p ro d u c­
ción a gran e sc a la ” .124
La base teó rica de la n ecesidad de u n a fase de tran sició n al so­
cialism o se e n c u e n tra en el d e sa rro llo desigual del capitalism o no
sólo a nivel m un d ial sino tam bién d e n tro de cad a país.
E n la s e n d a h a c i a s u m e ta f in a l c o m ú n , c o n d i c i o n a d a p o r el d o m in io d e l m o ­
d o c a p i t a l i s t a d e p r o d u c c ió n e n t o d o e l m u n d o c iv iliz a d o , lo s s o c ia ld e m ó c r a t a s d e lo s d i s t i n t o s p a í s e s e s t á n o b lig a d o s a p l a n t e a r s e t a r e a s i n m e d ia t a s
d i f e r e n t e s , p u e s t o q u e el r é g im e n c a p i t a l i s t a n o e s t á ig u a l m e n te d e s a r r o l l a ­
118 V.I. Lenin, "Infantilismo 'de izquierda1. . .”, op. cit., p. 89.
119 Op. cit., p. 93.
120 Op. cit., p. 89.
121 V.I. Lenin, "Revisión del proyecto de program a del partido" (6-8 de octubre de
1917), en Obras com pletas, t. 27, p. 284.
122 V.I. Lenin, “x Congreso del PC(b)R”, en Obras com pletas, t. 35, p. 75.
123 En realidad en el texto Lenin usa la palabra "comunismo" pero lo hace, sin duda,
en el sentido de su fase inferior, como lo comprueban otros textos sobre el tema.
124 V.I. Lenin, “x Congreso del PC(b)R”, op. cit., p. 76.
Si tuviésem os an te n o so tro s un im perialism o integral que hubiese tra n sfo r­
m ado to talm en te el capitalism o, n u e stra ta re a sería cien mil veces m ás fácil
—afirm a en m arzo de 1919—. T endríam os así un sistem a en que todo e sta ­
ría som etido al cap ital fin an ciero únicam ente. B astaría con elim in ar la cú s­
pide y e n tre g a r el resto al p roletariado.
Y m ás adelante agrega:
Es posible que las revoluciones de E uropa occidental avancen m ás fácilmente;
no o b stan te, se n ecesitarán m uchos, m uchos años p a ra reo rg an izar el m un­
do en tero , p a ra re o rg an izar la m ayoría de los países. Y ello q u iere d ecir que
en el p eríodo de tran sició n que vivimos no nos podem os su s tra e r a esta rea­
lidad heterogénea.
125 V.I. Lenin, “Materiales sobre la revisión del program a del partido" (abril-mayo
de 1917), en Obras com pletas, t. 25, p. 454.
126 V.I. Lenin, “vm Congreso del PC(b)R” (19 de marzo de 1919), en Obras com ple­
tas, t. 31, p. 34.
127 V.I. Lenin, “x Congreso del PC(b)R” (16 de marzo de 1921), en Obras com pletas,
t. 35, p. 95.
128 V.I. Lenin, “Informe sobre la labor del c e c de toda Rusia y del c c p en la prim e­
ra sesión del c e c de toda Rusia de la vil Legislatura" (2 de febrero de 1920), en Obras
com pletas, t. 31, p. 348.
129 Ibid.
130 V.I. Lenin, "Infantilismo 'de izquierda'.. . ”, op. cit., p. 96.
206
LA EST R U C TU R A SOCIAL
La g ran d ificu ltad —co n tin ú a — es que el “p asado nos sujeta, nos
tiene ag a rra d o s p o r m iles de ten tácu lo s y no nos deja d a r un solo
paso adelante, o bien nos obliga a d a r esos pasos tan m al com o lo
hacem o s”.131
H asta aquí hem os ex puesto —b asados en los análisis que hace
Lenin de la experiencia soviética— los elem entos fundam entales que
perm iten c o m p ren d er la n ecesidad de un período de tran sició n del
cap italism o al socialism o .132
Sin em bargo, antes de te rm in a r nos p arece im p o rtan te señ alar
que el a tra s o ru so no sólo tiene consecuencias en el nivel económ i­
co que obligan al estad o soviético a en cam in arse hacia la c o n stru c ­
ción de la sociedad socialista a trav és de u n a serie de m edidas tra n ­
sito rias, sino que afecta tam bién el d e sa rro llo y las ca ra c te rístic a s
que ad q u iere el estad o p ro letario .
En R usia —dice Lenin en o ctu b re de 1919— la d ic ta d u ra del p ro le taria d o
inevitablem ente tiene que d istin g u irse p o r algunas p a rtic u larid ad e s, de lo
que sería en los países ad ela n tad o s, debido al g ran a tra so y al c a rá c te r peq u eñoburgués de n u estro p a ís .133
E n tre lo p lan tead o p o r el d irig en te bolchevique en E l estado y la
revolución y lo que pudo llevarse a la p rá c tic a en el estado soviético
m ien tras Lenin vivió, existe u n a g ran diferencia.
R ecordem os que en E l estado y la revolución Lenin so sten ía que
la esencia de la b u ro c ra c ia e ra la tra n sfo rm a c ió n de los funciona­
rios “en p erso n as privilegiadas, d ivorciadas del pueblo y situadas
por encim a del p u eb lo ” .134 Y que en ese sentido el a p a ra to estatal
de la sociedad socialista no se ría b u ro crático .
Los o b rero s —afirm a b a en to n ce s—, después de co n q u ista r el p o d er p o líti­
co, d e stru irá n el viejo a p a ra to b u ro crático , lo d em o lerán h a sta sus cim ien­
tos, sin d e ja r p ied ra sobre piedra; lo rem p lazarán p o r uno nuevo, form ado
p or los m ism os o b rero s y em pleados, contra cuya tran sfo rm a ció n en b u ró ­
c ra ta s se to m arán de inm ediato las m edidas estip u lad as en detalle p o r Marx
y Engels: 1] no sólo elección, sino revocación del m an d ato en c u a lq u ie r m o­
m ento; 2] un sueldo que no exceda el salario de un obrero; 3] im plantación
inm ediata de un sistem a en el que todos desem peñen funciones de control
y de inspección, de m an era que todos se co n v iertan en " b u ró c ra ta s ” p o r un
tiem po y que, p o r lo tanto, nadie p ueda co n v ertirse en " b u ró c ra ta ” .135
Pero estos p lan team ien to s de M arx y Engels, retom ados p o r Le­
nin en E l estado y la revolución, no p u d iero n lleg ar a a p licarse ple­
V.I. Lenin, " v i n C ongreso del PC(b)R", op. cit., pp. 36-37.
132 Sólo p reten d em o s que n u estro s lectores co m prendan la necesidad de un perío­
do de transición al socialism o, no es n u e stro objetivo d e s a rro lla r en form a exhaustiva
este tem a. Ello im p licaría un análisis de las diversas experiencias h istó ricas h asta hoy
existentes, tem a m ás que suficiente p ara un libro.
133 V.I. Lenin, "E conom ía y política en la época de la d ic ta d u ra del p ro le ta ria d o ”
(30 de o ctu b re de 1919), en Obras com pletas, t. 32, p. 87.
134 V.I. Lenin, E l estado y la revolución, cit., p. 123.
135 Op. cit., p. 117.
131
LA TR A N S IC IÓ N
207
nam ente en el estado soviético, debido a las enorm es dificultades
que debió e n fre n ta r la p rim e ra revolución p ro le ta ria triu n fa n te al
ten e r que lu ch a r sola —sin c o n ta r con el apoyo de la revolución so­
cialista en o tro país com o Lenin lo im aginaba al e sc rib ir su texto
sobre el estad o en agosto-septiem bre de 1917—, no sólo c o n tra el
enorm e a tra so de las m asas pop u lares en un país em inentem ente
pequeño-cam pesino, sino c o n tra todas las fuerzas del capital im pe­
ria lista m undial, las que, una vez fracasad o su intento de d e rro c a r
m ilitarm en te al p o der soviético, utilizaro n todas las m edidas a su
alcance p a ra h acer m ás difícil el d esa rro llo económ ico y cu ltu ral
de ese país devastado p o r la guerra.
El po d er soviético se vio así obligado a re c u rrir a los especialis­
tas b u rg u eses a los que debió d arles u n tra to especial, un salario
muy p o r encim a del sa lario del o b rero medio; el bajo nivel cu ltu ral
del pueblo que no e stab a a la a ltu ra de las com plejas ta re a s de la
ad m in istració n del estad o im pidió la ro tación de los cargos b u ro ­
cráticos; e ra difícil h a ce r uso del arm a de la revocación cuando uno
de los grandes problem as e ra la escasez de cuad ro s capaces de a su ­
m ir las diferen tes ta re a s del estado.
El estado soviético no pudo ev itar c a e r en desviaciones b u ro c rá ­
ticas.
Cinco años después del triu n fo de la revolución bolchevique Le­
nin sostiene que ese a p a ra to de estado es, en los hechos, un a p a ra to
"to ta lm en te e x tra ñ o ”, “ una m ezcolanza b u rg u esa y zarista que no
ha sido posible c a m b ia r” en el cu rso de esos años al no c o n ta r con
la “ayuda de o tro s p a íse s” y porque la m ayor p a rte del tiem po e stu ­
vieron ocupados "en acciones m ilitares y en la lucha c o n tra el
h a m b re ” .136
Si leem os sus últim os escritos e n co n trarem o s en ellos una cons­
ta n te preocupación p o r esa “ú lce ra b u ro c rá tic a ” que afecta al e sta ­
do soviético y que es necesario tr a ta r se ria m e n te .137
Y
en enero de 1922, en su últim o texto acerca del papel de los sin­
dicatos, llega a p la n te a r que m ien tras existan clases y lucha de cla­
ses estas organizaciones de la clase o b re ra deben d esem p eñ ar un
im p o rta n te papel en la lucha c o n tra las desviaciones b u ro c rátic as
del estado proletario, aclarando, sin em bargo, que esta lucha es muy
d istin ta a la que se realizaba bajo el régim en capitalista. En ese caso
se luchaba p o r d e s tru ir el estad o burgués, y en este caso se lucha
p o r fo rtale cer el poder p ro le tario al lu ch a r c o n tra las "d eform acio­
nes b urocráticas de este estado, contra sus enorm es debilidades, con­
tra "to d o género de resabios del viejo régim en c a p italista y sus ins­
tituciones, e tc é te ra ” .138
Ahora, si bien es cie rto que cuando Lenin se refiere al problem a
b u ro c rático lo analiza exclusivam ente desde el ángulo del papeleo,
136 V.I. Lenin, “El problema de las nacionalidades o de la ‘autonomización’ ” (30 de
diciembre de 1922), en Obras completas, t. 36, p. 485.
137 V.I. Lenin, “x Congreso del PC(b)R”, op. cit., p. 35.
138 V.I. Lenin, “Sobre el papel y las funciones de los sindicatos” (30 de diciembre
de 1921-4 de enero de 1922), en Obras completas, t. 36, pp. 109-110.
208
LA ESTRU C TU R A SOCIAL
la tram itació n , la incapacidad de a b o rd a r los problem as concretos,
el alejam iento del co n tacto con la m asa, el a b u ltam ien to excesivo
del a p a ra to e sta ta l soviético, bien puede p e n sarse que ese divorcio
funcionarios / m asas podría ser un grave im pedim ento para el avance
hacia la com pleta elim inación de las clases y un te rre n o fértil p ara
el trabajo de las fuerzas burguesas, aún presentes, aunque ahora bajo
nuevas form as y usan d o nuevos m étodos.
Si planteam os aquí las dificultades p rá c tic a s que im pidieron la
plena aplicación de los p rin cip io s de la d ic ta d u ra del p ro leta ria d o
en la URSS en el período aquí analizado, no es p a ra echar p o r la b o r­
da esta tesis fu n d am en tal del m arxism o sino, p o r el co n trario , p ara
im p ed ir que esas d ificultades, c read as fu n d am entalm ente p o r los
propios enem igos de la revolución, sean u sa d a s com o argum entos
en favor de aquellos que luchan teó rica y p o líticam ente c o n tra la
d ic ta d u ra del p ro letariad o .
6 . TRANSICIÓN AL SOCIALISMO Y SOCIALISMO COMO TRANSICIÓN
H asta aquí hem os usado el térm ino "tran sició n ” en dos sentidos muy
diferen tes. El p rim ero se refiere a la fase de los com ienzos de un
nuevo m odo de producción, es decir, de su etap a inicial, que como
tal se c a ra c teriz a po r una no co rresp o n d en cia o inadecuación en tre
las relaciones sociales y técnicas de producción: la etap a m an u fac­
tu re ra del m odo de producción c ap italista y la etap a inferior del m o­
do de p roducción com unista, h ab itu alm en te llam ada socialism o. El
segundo se refiere al trá n sito de un m odo de producción a otro, que
rig u ro sam en te h ablando es siem p re un trá n sito histó rico que se da
en el nivel de las form aciones sociales: el trá n s ito del feudalism o
al cap italism o en E u ro p a occidental; el trá n sito del capitalism o al
com unism o, o lo que es lo m ism o, del cap italism o al socialism o, fa­
se in ferio r del com unism o, en Rusia.
Es necesario, p o r lo tanto, no co n fu n d ir dos conceptos d iferen ­
tes: el socialism o com o tran sició n o período inicial del m odo de p ro ­
ducción co m u n ista y el perío d o de trá n sito al socialism o.
Veamos p rim e ra m e n te cuál es el nivel de d esarro llo teórico que
existe con relación al socialism o, fase in ferio r del com unism o. ¿Se
puede h a b la r de que existe u n a teo ría del socialism o de la m ism a
en v erg ad u ra y con la m ism a rig u ro sid ad que la teo ría elaborada por
M arx acerca del m odo de p roducción ca p ita lista ?
Si bien es cierto que M arx y Engels nos p ro p o rcio n aro n los p rin ­
cipios generales que c a ra c teriz a n la nueva sociedad de la cual el ca­
pitalism o e stá preñado, estos p lan team ien to s no podían ser sino
deducciones lógicas ya que, desde el p u n to de vista m arx ista, no se
puede e la b o ra r u n a teo ría de un m odo de producción que todavía
no ha hecho su aparició n en la histo ria.
La situ ació n cam bia rad icalm en te cuando triu n fa la p rim e ra re ­
volución p ro le ta ria m undial y se inicia p o r p rim e ra vez en la h isto ­
ria un esfuerzo p o r c o n stru ir el com unism o.
LA TR A N S IC IÓ N
209
Las experiencias de co n strucción del socialism o iniciadas con la
revolución de o ctu b re de 1917 y co n tin u ad as con el triu n fo de la re ­
volución en un gran n úm ero de países que dirigen sus esfuerzos h a­
cia el m ism o objetivo, perm iten, sin duda, p ro fu n d izar en el estudio
del socialism o al m o s tra r en la p rá ctic a cóm o se m anifiestan y se
resuelven algunos de los problem as enunciados por M arx y Engels.
Pero, p o r el hecho de h a b e r sido en su m ayor p a rte países de es­
caso desarrollo capitalista y de un nivel de cu ltu ra popular muy bajo,
m ás que p ro p o rc io n ar elem entos p a ra p en sa r el socialism o obliga­
ban a p e n sa r en los obstáculos que es necesario vencer p a ra su p era r
el a tra so económ ico y p o d er ir co nstruyendo los cim ientos m a te ria ­
les y c u ltu ra le s de la nueva sociedad.
Por o tra p arte, el hecho de no h ab erse producido la revolución
socialista m undial, y de que coexistan dos sistem as en franco a n ta ­
gonismo: el sistem a ca p ita lista y el sistem a socialista, m odifica en
g ran m edida el co m portam iento de las clases dom inantes d e rro c a ­
das p o r las revoluciones p ro le taria s, las que, si bien son ex propia­
das de sus in strum entos internos de dom inación, pasan a c o n ta r con
el apoyo de la burguesía im perialista internacional, debido a que cada
nuevo país que se libera es un desafío p a ra el sistem a im p erialista
com o un todo.
Si la revolución so cialista h u b iera sido una revolución m undial,
o al m enos una revolución en los países m ás adelantados, ¿hacia dón­
de po d ría em ig ra r la b u rg u esía derro cad a?, ¿con qué apoyo econó­
m ico y m ilita r co n taría?, ¿qué posibilidad ten d rían los especialis­
tas bu rg u eses de sobrevivir si no a c ep taran tra b a ja r al servicio de
los objetivos de la nueva sociedad?, ¿qué necesidad h a b ría de em ­
plear enorm es recu rso s económ icos en la defensa del país?
Y
si el d esa rro llo técnico y cu ltu ra l de los países avanzados h u ­
biera estad o a disposición de los países m enos d esarrollados, ¿qué
hu b iera pasado con el d esarro llo agrícola o in d u strial de esos p a í­
ses?, etcétera.
Si los ideales del com unism o están todavía m uy lejanos,139 si los
tra b a ja d o res liberados del yugo ca p ita lista no pueden im p lem entar
todos los principios que según M arx y Engels caracterizarían la cons­
trucción de la nueva sociedad no se debe a que lo planteado por los
cread o res del m arxism o sea una utopía, el sueño dorado del p role­
tariado, sino a la existencia del sistem a im p erialista m undial que,
al no po d er a c a b a r físicam ente con el socialism o, se esfuerza por
po n er el m áxim o de tra b a s a su d esarro llo atacándolo desde el exte­
rio r y esforzándose p o r in filtra rse in tern am e n te a través de todos
los recu rso s a su alcance.
A p e sa r de todos estos obstáculos la h isto ria ha d em o strad o la
validez de los principios generales enunciados p o r M arx y Engels
en relación con la fase in ferio r del com unism o, aunque el hincapié
en alguno de ellos puede ser algo diferente.
139 El com unism o es inconcebible si no se da en todo el m undo.
210
I.A EST R U C TU R A SO CIAL
E stos principios, enriq u ecid o s p o r la ciencia social de los países
socialistas, especialm en te en los últim os tre in ta años, son los pila­
res sob re los cuales se d e sa rro lla en form a cada vez m ás pro fu n d a
una teo ría del m odo de p roducción co m u n ista en su fase inferior,
es decir, u n a teo ría del socialism o.
Primero: necesidad de una revolución en lo político, de c a rá c te r
p ro letario , condición previa p a ra el inicio de la co n strucción del
socialism o:
— tom a del p o d er político p o r el p ro le ta ria d o dirigido p o r su
vanguardia;
— d estru cció n del a p a ra to de estad o b urgués, in sta u ra ció n de la
d ic ta d u ra del p ro letariad o , que no significa sino dem ocracia
p a ra las am p lias m asas p o p u lares y d ic ta d u ra p a ra quienes se
resisten a las m edidas del estad o p ro letario . Las form as que
adopte este estad o dependen de la realid ad de cada país;
— defensa del pod er conquistado co n tra todos los intentos de res­
tauració n ;
— alianza del p ro le ta ria d o con toda la m asa trab ajad o ra;
— apoyo solid ario de los p aíses socialistas;
— so lid arid ad con los procesos revolucionarios de o tro s países.
Segundo: necesidad de una revolución respecto de las relaciones de
producción:
— elim inación de la propiedad privada cap italista tanto en la gran
in d u stria com o en la ag ricu ltu ra;
— tra b a jo oblig ato rio p a ra todos;
— planificación de la econom ía que p e rm ita u n d e sarro llo m ás
intenso y arm ó n ico de las fu erzas p ro d u ctiv as y una m ás ju sta
satisfacció n de las n ecesidades del pueblo;
— pago según el tra b a jo elim inando toda o tra fuente de ingreso
adicional;
— p articip ació n de los tra b a ja d o re s en el co n trol del proceso de
producción tan to p o r lo que hace a su u n id ad de producción
com o a la sociedad global.
Tercero: necesidad de una revolución ideológica o revolución cultural:
— lucha c o n tra las supervivencias de la ideología burguesa;
— educación y p re p a ra ció n tecnológica avanzada p a ra la m asa
de los trab ajad o res;
— com binación del estu d io con el tra b a jo productivo.
Ahora, en toda te o ría del socialism o es n ecesario te n er presen te
su c a rá c te r de e ta p a tra n s ito ria que tiene que ir avanzando hacia
su m eta final.
Una teoría del socialism o com o fase in ferio r del com unism o debe
ten e r en c u en ta los elem entos que el socialism o hered a del pasado
y que no pueden d e sa p a re ce r de un día p a ra otro: la división social
del trab ajo , la división e n tre tra b a jo m anual e intelectual, la divi­
sión e n tre el cam po y la ciudad, etc. La existencia de estos elem en­
tos, su b o rd in ad o s a nuevas relaciones de p ropiedad, es algo c a ra c ­
te rístic o de un perío d o de tran sició n que, p o r su m ism a definición,
es un período de inestabilidad, de ajuste y m odificación de las condi­
LA T R A N SIC IO N
211
ciones heredadas del pasado, bajo nuevas relaciones de producción.
Aquí se incluye todo el desafío que significa p en sar el problem a
de la readecuación del proceso de trab ajo d en tro de la un id ad de
producción y de toda la sociedad p a ra p e rm itir una plena c o rre s­
pondencia e n tre relaciones sociales y técnicas de producción.
Se debe co n sid e rar asim ism o que si bien en la etap a m a n u fa c tu ­
rera son las p ro p ias leyes económ icas del d esa rro llo c a p ita lista las
que prom ueven la superación de esta etapa, en el socialism o no ocu­
rre una cosa sem ejante.
P ara que se pase de la fase in ferio r a la fase su p e rio r del com u­
nism o se req uiere la intervención dom inante de un facto r extraeconómico: la intervención del estado proletario, que, tom ando en cuenta
estas leyes objetivas, las conduzca y encauce hacia las m etas que
la sociedad co m u n ista se propone a lc a n z ar.140
De ahí que, si el estado socialista debe ser el in stru m en to que per­
m ita te rm in a r con las diferencias sociales, con la subordinación esclavizadora de los individuos a la división técnica del trab ajo , con
la división en tre tra b ajo m anual e intelectual, y con la división en­
tre cam po y ciudad, su intervención política deba e s ta r o rien tad a
a b u sc a r fó rm u las que p erm itan ir:
Primero: dism inuyendo las desigualdades sociales.
No se tra ta de im p la n ta r el ig u alitarism o com o punto de p artid a,
las condiciones heredadas del pasado obligan a ad o p tar m edidas rea­
listas (estím ulos m ateriales, etc.), para m otivar el aum ento de la pro­
ducción cuando ya no existe com o m otivación la supervisión del ca­
pataz c a p ita lista o el tem o r a la cesantía. Pero sí im p ed ir que se ol­
vide la m eta que se persigue, y, p o r lo tanto, d u ra n te el socialism o
debe e s ta r siem pre p resen te la lucha p o r esa fu tu ra igualdad que
no significa uniform idad sino equidad y justicia. Por ejem plo, el c ri­
terio de la eficiencia en el trab ajo , tan necesario p a ra sa lir del a tr a ­
so económ ico, no puede tra n sfo rm a rse en un c rite rio ab soluto sino
que tiene que e sta r subordinado a la lucha por conseguir una m ayor
ig u a ld ad .141
Segundo: si se quiere te rm in a r con las diferencias e n tre trab a jo
m anual e intelectual, adem ás del destino de im p o rtan tes recu rso s
del estado so cialista a la educación y p rep aració n tecnológica cada
vez m ás avanzada de m asas crecientes de tra b a ja d o res y al esfuerzo
p o r co m b in ar el estudio con el tra b ajo productivo, d ebería im pul­
sarse no sólo la particip ació n cada vez m ás activa y consciente de
los tra b a ja d o res en la gestión económ ica a nivel de su em p resa y
de la econom ía global, sino tam bién la p articip ació n de los d irigen­
tes del partid o , del gobierno y de los ad m in istra d o re s de las em p re­
sas, en las ta re a s de la producción.
140 S obre este tem a, véase el d esarro llo de N.I. B ujarin en el cap itu lo 10, 'La
coacción extraeconóm ica' en el periodo de tra n sic ió n ”, de su Teoría económ ica del pe
ríodo de transición, México, C uadernos de P asado y P resen te núm . 29, 1979, 3a. ed. co­
rregida, pp. 153-164, calificado po r Lenin com o un cap ítu lo excelente.
141 R ecordem os aquí las reflexiones que hacía M arx en relación con el problem a de
la división técnica del tra b a jo en la g ran in d u stria.
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LA E ST R U C TU R A SOCIAL
Tercero: si se q u iere te rm in a r con la división del cam po y la ciu­
d ad debe b u sc a rse u n a form a de co m b in ar la in d u stria con la a g ri­
c u ltu ra , u n a fo rm a de llevar al cam po los ad elan to s de la ciudad.
Cuarto: si se q u iere te rm in a r con el estado, es decir, con un a p a ­
ra to b u ro c rá tic o sep arad o del pueblo, debe b u sc a rse una p a rtic ip a ­
ción cada vez m ás d em o crática del pueblo en la gestión del estado,
"q u e todos se conviertan en ‘b u ró c ra ta s ’ p o r u n tiem po y que, por
lo tanto, nadie p u ed a co n v ertirse en ‘b u ró c ra ta ’ ” .142
Q uinto: si se pretende llegar al "reino de la lib e rta d ” que sólo exis­
te m ás allá del tra b a jo que se ejecu ta p a ra sa tisfac er sus necesida­
des, a m edida que el d esarro llo de las fu erzas p ro d u ctiv as sociales
lo perm ita, debe irse produciendo una g radual dism inución de la jo r­
n ad a de tra b a jo .143
É stas son sólo algunas líneas de reflexión que deberían fo rm a r
p arte de u n a teoría del socialism o com o fase in ferior del com unism o.
Ahora, al se ñ a la r el c a rá c te r de trá n sito que tiene el socialism o,
al in sistir en que d u ra n te este perío d o existe u n a no co rresp o n d en ­
cia o inadecuación e n tre las relaciones sociales de producción y las
relaciones técnicas de producción, e n tre la p ro p ied ad colectiva y la
ap rop iació n todavía p arcial del p roceso de p ro d u cción p o r el colec­
tivo de tra b a ja d o res, estam os p lan tean d o im plícitam ente la posibi­
lidad teó rica de un retro ceso al cap italism o de la m ism a m a n era en
que M arx p lan tea que en la e ta p a m a n u fa c tu rera , al ex istir todavía
la unidad tra b a ja d o r / in stru m en to de trabajo, el o b rero puede aban­
d o n a r la m a n u fa c tu ra y re in sta la rse com o a rtesan o p o r cu enta
propia.
D u ran te el socialism o se puede d a r teó ricam en te la alternativa:
o avan zar hacia el com unism o o re tro c e d e r h acia el capitalism o. Lo
que no se puede d a r es un estan cam ien to p o rq u e todo estancam ien­
to es, de hecho, un retroceso.
Pero, a su vez, no co nsiderar al socialism o com o una etapa de tra n ­
sición, com o u n a e ta p a de n e cesaria inadecuación en tre las relacio­
142 V.I. Lenin, E l estado y la revolución, cit., p. 117.
143 "De hecho —dice M arx—, el reino de la lib erta d sólo com ienza allí donde cesa
el tra b a jo d eterm in ad o po r la necesidad y la adecuación a finalidades exteriores; con
arre g lo a la n a tu ra le z a de las cosas, po r consiguiente, está m ás allá de la esfera de la
p ro d ucció n m aterial p ro p iam en te dicha. Así com o el salvaje debe b re g a r con la n a tu ra ­
leza p a ra satisfacer sus necesidades, p ara conservar y rep ro d u c ir su vida, tam bién debe
h acerlo el civilizado, y lo debe h acer en todas las form as de sociedad y bajo todos los
m odos de pro d u cció n posibles. Con su d esarro llo se am plía este reino de la necesidad
n atu ral, porque se am plían sus necesidades; pero al propio tiem po se am plían las fuerzas
p ro d u ctiv as que las satisfacen. La lib erta d en este te rre n o sólo puede co n sistir en que
el hom bre socializado, los p ro d u cto res asociados, regulen racionalm ente este m etab o ­
lism o suyo con la n atu raleza poniéndolo bajo su control colectivo, en vez de ser dom i­
n ados p o r él com o p o r un poder ciego; que lo lleven a cabo con el m ínim o em pleo de
fu erzas y bajo las condiciones m ás dignas y adecuadas a su n atu raleza hum ana. Pero
éste siem pre sigue siendo un reino de la necesidad. Allende el m ism o em pieza el d esa­
rrollo de las fuerzas hum anas, considerado com o un fin en sí m ism o, el v erdadero reino
de la lib ertad , que sin em bargo sólo puede florecer sobre aquel reino de la necesidad
com o su base. La reducción de la jo rn a d a lab o ral es la condición b á sic a ” (El capital,
mIS, p. 1044).
LA T R A N SIC IÓ N
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nes sociales y técnicas de producción puede llevar, com o de hecho
ha ocurrido, a que algunos au to res consideren com o cap italistas las
relaciones de producción que en su d esarro llo no han alcanzado to­
davía su fase de plena correspondencia, es d ecir su fase com unista;
la fase en que se su p era toda división del tra b a jo social y, en con­
creto, la división e n tre los tra b a ja d o res m anuales e intelectuales.
E sto tiene consecuencias políticas m uy graves porque es uno de
los fu n dam entos teóricos en que se b asan los análisis que sostienen
que en los países socialistas de E u ro p a o rie n tal los dirigentes del
p a rtid o y del estado conform an una nueva clase: una b u rg u esía de
estado.
Ahora, de la m ism a m an e ra que las leyes generales del m odo de
producción ca p italista enunciadas p o r M arx en E l capital sirven a
Lenin p a ra e stu d ia r la fo rm a en que se d e sa rro lla co n cretam ente
el c ap italism o en R usia, es decir, p a ra e la b o ra r una teo ría p a rtic u ­
la r del d esa rro llo del capitalism o en ese país, de la m ism a m an era
los elem entos o principios generales de la co n strucción del
socialism o,144 an terio rm en te enunciados, p o r m uy lim itado que sea
todavía su desarrollo, sirven p a ra que la v an g u ard ia revolucionaria
de cada país, teniendo m uy en cu enta su rea lid ad nacional, elabore
su propia estrategia p articu lar, es decir, su propia estrategia de tra n ­
sición al com unism o. No debe copiar m ecánicam ente las experiencias
de o tro s países, lo que no d esc arta la u tilid a d de conocer y a sim ilar
dichas experiencias. Muy p o r el co n trario , un análisis cuidadoso de
éstas le e v itará co m eter m uchos erro res.
Ahora, ¿en qué m om ento se inicia la co n strucción del socialism o
en un determ inado país o, m ás exactam ente, del com unism o, ya que
es ésa la m eta final que persigue el p ro le taria d o ?
La sociedad com unista comienza a construirse cuando la vanguar­
dia revolucionaria que representa los intereses del proletariado tom a
el p o d er político, d estruye el a p a ra to de estado b u rgués y lo su sti­
tuye p o r el estado p ro leta rio o d icta d u ra del p ro le ta ria d o .145 Desde
el p o der la v an g u ard ia fija su e stra teg ia de avance hacia el com u­
nism o, estra te g ia que depende de la correlació n nacional e in te rn a ­
cional de fuerzas y, m ás precisam ente, de las características y form as
que adopte la lucha de clases.
De esta realid ad h istó rica co ncreta d ependerán las ta re a s que se
proponga realizar y los pasos prácticos que dé en esa dirección. Esto
no significa que esos pasos sean ya socialistas ni m ucho m enos co­
m unistas.
Si es un país atrasad o , su b d esarro llad o , coexistirán en él d u ra n ­
te largo tiem po diversas relaciones de producción y, de acuerdo con
la evolución de estas relaciones, lo que está en dependencia de la
fo rm a que adopte la lucha de clases, se irá pasando de una etapa
a o tra en el cam ino al com unism o.
144 O tros au to res los llam an reg u larid ad e s o leyes generales.
145 Según Lenin la revolución de o ctu b re de 1917 en R usia "im p lan tó la d ictad u ra
del p ro letariad o que. . . em pezó a c o n stru ir una sociedad co m u n ista” ("Proyecto de p ro ­
gram a del PC(b)R”) (febrero de 1919), en Obras com pletas, t. 30, p. 440.
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LA E ST R U C TU R A SOCIAL
A trav és de d iversas m edidas de tran sició n , de diversas etapas
d e n tro de la etap a de tran sició n se van crean d o no sólo las bases
m ateriales (económ icas, tecnológicas, etc.) de la nueva sociedad si­
no tam bién las bases c u ltu ra le s y políticas. No es necesario e sp e ra r
alcan zar la e ta p a de la gran in d u stria socialista p a ra elevar el nivel
tecnológico y c u ltu ra l de los o b rero s y del pueblo en general; no es
necesario e s p e ra r el advenim iento de e sta e ta p a p a ra ir m odifican­
do la e s tru c tu ra in te rn a del proceso de división del trab ajo den tro
de las em p resas ni p a ra e stim u la r la am plia p articip ació n del p u e­
blo a todos los niveles de la sociedad.
Si Lenin se p lan tea com o objetivo in iciar la co n strucción del so­
cialism o en u n a sociedad a tra s a d a com o la ru s a de 1917 es ju s ta ­
m ente p a ra d e sa rro lla r económ icam ente el país evitando los sa c ri­
ficios inú tiles del capitalism o: el desp erd icio de recu rso s, de fuerza
de trab ajo , etc.; p a ra ev itar el m onopolio p olítico y c u ltu ra l de una
m ino ría sobre la m ayoría de la población.
Una p a rte im p o rta n te de las m edidas d e stin ad as a re a d e c u ar la
h eren cia del p asado a los fines que persig u e la sociedad com unista,
y de las ta re a s de la d ic ta d u ra del p ro le ta ria d o que M arx im aginó
com o p a rte de la fase in ferio r de la sociedad co m unista, pueden ser
realizad as antes que se llegue a la etap a del “socialism o in te g ra l”,
es decir, a la e ta p a en que han sido c o n stru id o s todos los cim ientos
m ate ria le s del socialism o. E sto p o d ría im p licar tal vez que, si bien
el período de trá n s ito al socialism o en estos p aíses debe n e ce sa ria­
m ente ser m uy largo, u n a vez alcan zad a la e ta p a de la v ictoria com ­
p le ta o plena del socialism o, el trá n sito h acia la fase su p e rio r del
com unism o p o d ría se r m ás breve que en los p aíses que p o r su gran
d esa rro llo p u d iesen p a sa r d irectam en te a esa fase.
¿P u d iera esto significar, a su vez, que el estad o p ro letario , al h a ­
b e r cum plido g ran p a rte de sus ta re a s p o líticas en la e tap a de trá n ­
sito al socialism o, deba d e ja r de c a ra c teriz a rse com o una d ic ta d u ra
del p ro letariad o ?
A firm ar esto significaría a firm a r que ya h an desaparecido las cla­
ses, ya que el estad o no es m ás que la expresión a nivel político de
la sociedad dividida en clases, cuyo origen inicial es la división del
tra b a jo .146
Si ya ha d esap arecid o toda influencia cap ita lista , lo que difícil­
m ente puede p la n te a rse m ie n tra s exista todavía un poderoso siste­
m a im p erialista, si ya todo el pueblo puede ex p re sarse librem ente,
si ya no existen cárceles ni policía ni funcionarios separados del pue­
blo, sólo entonces puede a firm a rse que las razones de se r del e sta ­
do p ro le ta rio y, en general, de todo estado, han dejado de existir.
Pero si esto no es así, m ie n tra s exista el estad o éste no puede de­
ja r de te n e r u n c a rá c te r de clase. Lo que sí puede o c u rrir es que,
146
. .por 'e sta d o ' se entiende, en realid ad —dice M arx—, la m áquina de g obier­
no, o el estad o en cu an to , por efecto de la división del trab ajo , form a un organism o
propio, se p ara d o de la sociedad. . (Crítica al programa de Gotha, en K. M arx y F.
Engels, Obras escogidas en tres tom os, t. 3, p. 24).
LA T R A N S IC IÓ N
215
siendo tan a b ru m a d o ra la influencia económ ica, política e ideológi­
ca del p ro letariad o , ese estad o vaya tendiendo a su extinción y, en
ese sentido, en la co n tradicción d ic ta d u ra / dem ocracia, p ro p ia a la
d ic ta d u ra del pro letariad o , sea el últim o polo el que vaya p rim ando
cad a vez m ás am p liam en te.147
7.
CONCLUSIÓN
D espués de lo dicho h a sta aquí —que se b asa en n u e stra exclusiva
le c tu ra de los clásicos—, podem os co n cluir que si bien el térm ino
tran sició n se usa en dos sentidos diferentes: p o r una p a rte como
e ta p a inicial de un m odo de producción y, p o r otra, com o trá n sito
histórico de un m odo de producción a otro, sería m ás riguroso usarlo
sólo en el segundo caso.
A hora, en este últim o sentido la pro b lem ática de la tran sició n es
im pensable en el nivel de los m odos de producción.
No hay d ialéctica h istó rica real si no es en el proceso de tra n s ­
form ación de cada form ación social, ya que son ellas los únicos
objetos histó rico s que realm ente se tra n sfo rm a n po rq u e sólo en las
form aciones sociales se da realm ente u n a h isto ria de la lucha de
clases.148
C uando M arx y Engels sostienen que el m o to r de la h isto ria es
la lucha de clases y no el m ero d esarro llo de las fuerzas p ro d u c ti­
vas están afirm an d o que la dialéctica de la h isto ria es la dialéctica
de la lucha de clases, cuyas e stru c tu ra s m ateriales son irred u ctib les
a un d e sarro llo lineal. El aspecto económ ico jam ás produce p o r sí
solo efectos revolucionarios, lo que no q u iere d ecir que la lucha de
clases no esté determ inada, en últim a instancia, p o r la econom ía.149
Y, p o r eso m ism o, porque la tran sició n h istó rica depende de la
form a co n creta en que se da la lucha de clases en cada país, no exis­
te u n a teoría general de la transición, sino que cad a tran sició n es
m a terialm en te d iferen te y, p o r lo tanto, conceptualm ente d iferen ­
te .150 Sólo elaborando una estrategia particular de la transición para
su propio país, la que depende no sólo de las c ara c terístic a s econó­
m icas de ese país sino tam bién de los rasgos que adopta en él la lucha
de clases, es com o la vang u ard ia revolucionaria lo g rará co n ducir
c o rre ctam en te a las m asas pop u lares hacia la construcción del co­
m unism o.
147 E sta fase de desarrollo de la dictad u ra del proletariado podría denom inarse "es­
tad o de todo el pueblo", se ría u n a form a o la fo rm a m ás d em o crática de la d ictad u ra
del p ro letariad o , la an tesala de su extinción com o estado.
148 É. B alibar, “S u r la dialectique historique (Quelques rem arques critique à propos
de Lire le Capital)”, en Cinq études sur le matérialisme historique, Paris, M aspero, 1974,
p. 229. E ste texto im plica un cam bio radical de p o stu ra del a u to r resp ecto del p ro b le­
m a de la transición, en relación con lo ex presado en Para leer El capital.
149 Op. cit., p. 228.
150 Op. cit., p. 243.
216
LA ESTRU C TU R A SOCIAL
RESUM EN
En este capítulo hem os visto p rim era m en te que no existe una teoría general
de la transición del feudalism o al capitalism o. Luego analizam os la fase de
la m an u factu ra com o u n a fase en que no existe una plena co rresp o n d en cia
entre las relaciones sociales y técnicas de producción, de ahí su ca rá c te r tra n ­
sitorio. A co ntinuació n estu d iam o s las c a ra c te rístic a s generales del modo
de producción co m un ista y de su fase inferior, el socialism o, que al igual
que la m a n u factu ra se carac teriz a p o r ser una fase de tran sició n con la ca­
ra c terística no corresp o n d en cia e n tre las relaciones sociales y técnicas de
producción. Luego estu d iam o s los cim ientos o bases m ateriales del socialis­
mo y su condición política: la d ic ta d u ra del p ro letariad o . Más ad ela n te a n a ­
lizam os el concepto de transición al socialism o in tro d u cid o p o r Lenin p ara
d a r cu en ta de la co nstru cció n del socialism o en los países atrasad o s. Por ú l­
tim o, insistim os en que no se deben co n fu n d ir los conceptos: “tran sició n al
socialism o” y "socialism o com o fase in ferio r del modo de producción com u­
n is ta ” y que, si bien se p o d ría e la b o ra r una teo ría general del socialism o en
la m edida en que esta experiencia h istó rica se d esarro lle, no se puede elabo­
ra r u na teo ría general del trá n sito del cap italism o al socialism o. A clarando
esto señalam os los prin cip io s básicos de una te o ría del socialism o y algunas
líneas de reflexión acerca de las ta re a s de la d ic ta d u ra del p ro le taria d o p a ra
im pulsar el avance de la sociedad socialista hacia su m eta final: el comunismo.
La conclusión de este cap ítu lo puede resu m irse así: no existe, desde el
p u n to de vista del m arxism o, u n a te o ría general del paso de un m odo de p ro ­
ducción a o tro. E ste paso se da siem pre en el in te rio r de sociedades h is tó ri­
cam ente d eterm inadas.
CUESTIONARIO
1. ¿Cómo surge en su país el tra b a ja d o r libre y el dinero susceptible de con­
v ertirse en cap ital? En este últim o caso ¿se tra ta de cap ital nacional o
ex tran jero ?
2. Por lo que usted conoce del cap italism o europeo, ¿existen vías d ife re n ­
tes o sim ilares en la form ación de estos dos elem entos sin los cuales no
puede ex istir el m odo de producción cap italista?
3. ¿P or qué fue posible el paso d irecto de la esclav itu d al cap italism o en
algunos países, com o en el su r de los E stados Unidos, Cuba, e tcé tera?
4. Ponga ejem plos de su país resp ecto a lo que M arx denom ina su p e d ita ­
ción form al del trab ajo al capital y supeditación real del trabajo al capital.
5. ¿Qué fue lo que m otivó en su país el paso del ta lle r a rte sa n a l a la gran
in d u stria c ap italista? ¿Qué consecuencias sociales tuvo este paso? ¿En
qué se diferencia de las consecuencias que tuvo en los países d e sa rro ­
llados?
6. ¿C onsidera usted que C uba está co n stru y en d o e! socialism o? Si su re s­
pu esta es afirm ativ a, ¿im plica ello que ya C uba cu en ta con todos los ci­
m ientos o base m aterial p a ra c o n stru ir la nueva sociedad?
7. ¿Cree usted que N icarag u a puede c o n sid erarse un país so cialista en el
mismo sentido en que Rusia era considerada socialista a p a rtir del triunfo
de la revolución de o ctu b re?
8. ¿Por qué en C uba se hace n ecesario un período de tran sició n al socialis­
mo? ¿S ería n ecesario un período de este tipo en el caso de que la revolu­
ción socialista triu n fa ra en E stad o s Unidos?
9. ¿Con qué ejem plos histó rico s latin o am erican o s puede u sted d e m o stra r
LA TR A N S IC IO N
217
la necesidad de todo un p eríodo histórico de d ic ta d u ra del p ro letariad o
después del triu n fo de la revolución?
10. ¿En qué se fu n d am en ta teó ricam ente la afirm ación de Marx, Engels y
Lenin de que d u ra n te el socialism o siguen existiendo las clases? ¿Podría
u sted p o n er ejem plos histó ricos que co m prueban esta afirm ación?
11. ¿P odría ex p licar con ejem plos h istóricos por qué la d ic ta d u ra del prole­
ta ria d o es un estad o m ucho m ás d em ocrático que el m ás dem ocrático
de los estad o s bu rg u eses?
12. ¿P odría señ ala r uno p or uno los aspectos en los que las grandes m asas
p o p u lares salen favorecidas cuando triu n fa en su país la revolución so­
cialista?
13. ¿En qué se m odifica la visión que tenían Marx y Engels del socialism o al
no p ro d u cirse la revolución m undial que ellos esperaban , lo que im plica
que el socialism o deba coexistir con el im perialism o que busca por todos
los m edios posibles su d estrucción?
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eng els,
NOTA:
E ste cap ítu lo no fig u rab a en las ediciones an terio res. Si nos hem os exten­
dido tan to en su desarro llo es porque lo consideram os fundam ental p ara en­
te n d e r la concepción m arx ista de la h isto ria y porque estim am os que el lec­
to r debe te n e r algunos elem entos de juicio en relación con lo que o cu rre en
m ás de la te rce ra p arte del m undo: en ningún caso se tra ta de un desarro llo
acab ad o del tema.
SEGUNDA PARTE
LAS CLASES SOCIALES
E n la p rim e ra p a rte de este libro hem os estudiado todos los concep­
tos que nos p erm iten d efin ir en form a científica la e s tru c tu ra social
global, tanto en sus niveles más abstractos (modo de producción) como
en sus niveles m ás concretos (form ación social y coyuntura política).
Hasta a q u í hem os perm anecido, por lo tanto, en el nivel de las es­
tru c tu ra s sociales.
En esta segunda p a rte del libro estudiarem os los efectos que estas
estru c tu ra s producen sobre los individuos que las habitan y la forma
en que ellos pueden m odificar estas estructuras.
E l p rim er capítulo se referirá al concepto de clases sociales com o
efecto de la estructura social. E l segundo se referirá a la lucha de cla­
ses, es decir, a la form a com o las clases pueden actuar sobre las es­
tructuras.
CAPÍTULO X
LAS CLASES SOCIALES
1. Introducción. 2. Clases sociales y m odo de producción. 3. E l m odo de pro­
ducción capitalista: ¿dos o tres clases? 4. Clases sociales y reproducción del
m odo de producción. 5. Grupo social, clase y fracción de clase. 6. Interés de
clase. 7. Conciencia de clase e instinto de clase. 8. Clases sociales y form ación
social. 9. Clases de transición. 10. Situación de clase. 11. Clases sociales y co­
yu n tu ra política. 12. Conclusión: las clases sociales com o portadoras de de­
term inadas estructuras.
1. INTRODUCCIÓN
M arx m urió antes de que pudiese re d a c ta r el cap ítu lo de E l capital
dedicado, precisam ente, a este tem a. M uchos han sido los au to res
que han pretendido reconstituirlo, pero no siem pre los m étodos ele
gidos han sido los m ejores. R ecordem os aquí solam ente a uno de
ellos: D ahrendorf, quien en su libro Las clases sociales y su conflicto
en la sociedad industrial se esfuerza por re c o n stitu ir el últim o capí­
tulo de E l capital, haciéndolo en form a de sum a de citas tom adas
de distin to s textos de M arx, perten ecien tes a d istin tas épocas y que
se d esa rro llan a d istin to s niveles de ab stracción, según un esquem a
que establece previam ente. Su esfuerzo es valioso en cu an to a p re ­
sentación de citas, pero ab so lu tam en te nulo en cuanto a significar
un a p o rte a la com prensión de la "p ro b le m á tic a ” m arx ista acerca
de las clases sociales.
El verd ad ero cam ino no es el de c o n stru ir el concepto au sen ­
te a través de una recopilación de citas o de la elección de las
m ejores de en tre ellas, sino tr a ta r de c o n stru irlo a través de la
com prensión de la p ro b lem ática que está en su base y que se en­
cu e n tra fund am en talm en te en E l capital. É ste es el cam ino que
hem os seguido.
El concepto de clase social es un concepto que puede ser defini­
do a un nivel ab stracto : al nivel de m odo de producción, pero que
p a ra ser un in stru m en to de análisis político debe ser co n cretado es­
tu d ian d o las nuevas d eterm inaciones que adq u iere en una form a­
ción social co n creta y en u n a c o y u n tu ra política dada.
D efinirem os p rim e ra m en te el concepto de clase social en el nivel
de m odo de producción p a ra luego p a sa r a las d eterm inaciones p ro ­
pias que adquiere en el nivel de la form ación social y de la co y u n tu ­
ra política.
[221]
222
2.
LAS C L A SE S SO C IA LES
CLASES SOCIALES Y MODO DE PRODUCCIÓN
En todo m odo de pro d u cció n en que existen relaciones de explota­
ción se p re se n ta n dos g rupos sociales antagónicos: los explotado­
res y los explotados: esclavos y am os, siervos y señores feudales,
o b rero s y p atro n es.
La existencia de estas clases o grupos an tagónicos no fue descu­
b ie rta p o r M arx, m uchos h isto ria d o re s y econom istas ya h ablaban
de ellas an tes que él.
M arx e scrib ía a J. W eydem eyer, el 5 de m arzo de 1852:
Y aho ra, en lo que a mí respecta, no o sten to el títu lo de d e sc u b rid o r de la
existencia de las clases en la sociedad m oderna, ni tam poco de la lucha en­
tre ellas. M ucho an tes que yo, los h isto riad o res b u rg u eses h ab ían d escrito
el d esarro llo h istó rico de e sta lucha de clases, y los econom istas b u rg u eses
la an ato m ía económ ica de las clases. Lo nuevo que ap o rté fue d em o strar:
1] que la existencia de tas clases está v inculada ún icam en te a fases particula­
res, históricas, del desarrollo de la p roducción; 2] que la lu ch a de clases con­
duce n ecesariam en te a la dictadura del proletariado; 3] que esta m ism a dic­
ta d u ra sólo co nstituye la tran sició n a la abolición de todas las clases y a una
sociedad sin clases.'
P or lo tan to , M arx no descubre las clases ni la lucha de clases.
E conom istas com o S m ith y R icardo, h isto ria d o res com o Tierry,
G uizot y N iebuhr, de com ienzos del siglo XIX, h ab ían ya tra ta d o es­
te problem a.
El p u n to de p a rtid a de M arx es el p u n to de llegada de aquellos
econom istas e h isto riad o res.
El conocim iento histórico, en su fo rm a m ás avanzada, m o stra b a
ya en la época de M arx la sucesión de “civilizaciones”, de “ regím e­
nes p o lítico s”, de c u ltu ra s, etc., com o el re su lta d o de la lucha en tre
gru p o s sociales: esclavos y ciud ad an o s libres; p a tric io s y plebeyos;
siervos y p ro p ie ta rio s feudales, etcétera.
P or lo tanto, cu an d o M arx inicia el M anifiesto con la célebre fra ­
se: “La h isto ria de toda sociedad, h a sta n u e stro s días, es la h isto ria
de la luch a de c la se s” , no e stá sino resu m ien d o las conclusiones a
las que h ab ían llegado sus pred eceso res. E stas conclusiones co nsti­
tuyen la m a te ria p rim a sob re la cual va a tra b a ja r teó ricam en te p a­
ra c o n s tru ir u n a teo ría científica de las clases y de sus luchas.
Si volvem os sobre el p rim e r a p o rte señalado p o r M arx a W eyde­
m eyer, podem os en u n ciarlo com o la p u e sta en relación del concep­
to de clase con el concepto de m odo de prod u cció n (fases h istó ricas
del d e sa rro llo de la producción).
En uno de los textos m ás citad o s p o r los m arx istas, Lenin define
las clases sociales de la siguiente m anera:
Las clases son g ran d es g ru p o s de p erso n as que se d iferen cian un as de o tra s
p o r el lugar que ocupan en un sistem a de p roducción social h istó ricam en te
1
C arta a J. W eydem eyer, en K. Marx y F. Engels. Correspondencia, cit., p. 55; Obras
escogidas en tre s tom os, t. i, p. 542.
LAS C L A SE S SO C IA LES
223
d eterm in ad o , p o r su relación (en la m ayoría de los casos fijada y form ulada
en la ley) con los m edios de producción, p o r su papel en la organización so­
cial del tra b a jo y, en consecuencia, p o r la m ag n itu d de la p arte de riqueza
social de que disponen y el m odo en que la obtienen. Las clases son grupos de
personas, uno de los cuales puede ap ro p ia rse el tra b a jo de o tro en virtu d
de los d iferen tes lugares que ocupan en un sistem a de econom ía social
d eterm in ad o .2
En m uchos o tro s tex to s3 Lenin insiste en la relación que existe
en tre situación en la producción social o situación fren te a los m e­
dios de producción y clase social.
El g ran a p o rte del m arxism o al estudio de las clases sociales ha
sido, p recisam ente, estab lecer esta relación.
La definición m a rx ista de clase social sería, p o r lo tanto, la
siguiente:
Las c l a s e s s o c i a l e s son g rupos sociales antagónicos, en que uno se
ap ro p ia del tra b a jo del o tro a causa del lu g ar diferen te que ocupan
en la e s tru c tu ra económ ica de un m odo de producción determ inado,
lu g ar que está d eterm in ad o fundam entalm ente p o r la form a específi­
ca en que se relacio n a con los m edios de producción.
E sta relación específica h a sido co n sid erad a clásicam ente como
una relación de pro p ied ad o no-propiedad de los m edios de p ro d u c­
ción, identificándose generalm ente la propiedad con la posesión efec­
tiva de estos bienes. Pero ya hem os visto que am bas p alab ras no sig­
nifican lo m ism o, que no siem pre coincide la p ro p ied ad con la pose­
sión efectiva de estos m edios. E sta confusión tiene su origen en El
capital m ism o, ya que en el m odo de producción ca p ita lista prem onopolista estudiado por M arx coinciden am bas relaciones en una m is­
m a persona. El c a p ita lista es propietario de los m edios de p ro d u c ­
ción y los posee “efectivam ente” al m ism o tiem po, ya que sin su in­
tervención, o la de un delegado suyo, el com plejo proceso de p ro ­
ducción no puede m arch ar. Sin em bargo, en la única sección de El
capital donde M arx se refiere a form as p re c a p ita lista s de p ro d u c­
ción, distingue c laram en te estas dos relaciones: pro p ied ad y pose­
sión efectiva.
La correspondencia o no-correspondencia de estas relaciones pro­
duce efectos d iferentes en los grupos interesados. V eam os dos ti­
pos de efectos que se pueden d ar según la form a en que se combinen:
2 V.I. Lenin, “ Una gran in iciativ a” (28 de ju n io de 1919), en Obras completas, t. 31,
p. 289.
3 V.I. Lenin, Para una caracterización del romanticismo económico, en Obras com­
pletas, t. 2, p. 144, y “El socialism o v u lg ar y el p o p u lism o ”, en Obras completas, t. 6,
pp. 292-293.
LAS CL A SES SO C IA LES
224
Clase A
Clase B
E fecto
Tipo I
propiedad y p o ­
sesión efectiva
de todos los m e­
dios de pro d u c­
ción
no propiedad ni po ­
sesión efectiva de
ellos
p a ra p ro d u c ir sus m e­
dios de subsistencia la
clase B debe tra b a ja r
p a ra la clase A
Tipo II
p ro p ie d a d del
m edio de p ro ­
ducción m ás im­
po rtan te: la tie­
rra
posesión efec tiva :
posesión de la tie­
rra, p ro p ied ad de
los in s tru m e n to s
de trab ajo , control
del pro ceso de p ro ­
ducción
p a ra p ro d u c ir sus m e­
dios de subsistencia la
clase B no necesita tra ­
b ajar para la clase A, si
lo hace se debe a razo­
nes extraeconóm icas
Sería p recisam ente la no-correspondencia e n tre las relaciones de
p ro p ied ad y de posesión efectiva lo que h a ría n ecesaria la in terven­
ción de facto res extraeconóm icos p a ra esta b le c e r y m an ten er la re­
lación de explotación.
. . .está claro que en tod as las fo rm as en las que el tra b a ja d o r d irecto sigue
siendo '‘p o seed o r” de los m edios de p roducción necesario s p ara la [produc­
ción] de sus propios m edios de su b sisten cia y sus condiciones de trabajo,
la relación de p ro p ied ad debe m an ifestarse al m ism o tiem po com o relación
d irecta de dom inación y serv id u m b re, con lo que el p ro d u c to r d irecto ap a­
recerá com o carente de lib ertad [. . .] Con arreglo a n u estro supuesto, en este
caso el p ro d u c to r d irecto se en c u e n tra en posesión de sus propios m edios
de producción, de las condiciones objetivas de trab ajo necesarias p a ra llevar
a cabo su trab ajo y p a ra la p roducción de sus m edios de su b sisten cia [. . .]
En estas condiciones, sólo es posible a rra n c a rle s el p lu strab a jo p a ra el te­
rra te n ie n te nom inal m ed ian te u n a coerción extraeconóm ica, sea cual fuere
la form a que ésta asu m a.4
Son, p o r lo tan to , las relaciones de pro d u cció n el elem ento m ás
im p o rta n te p a ra d efin ir las clases sociales. Según sea el c a rá c te r de
estas relaciones de producción será el c a rá c te r que tom e la relación
e n tre la clase ex p lo tad o ra y la clase explotada.
La co rrespondencia en tre p ropiedad ju ríd ic a y propiedad real de
los m edios de producción en el m odo de p roducción cap italista, que
d eterm in a u n a com pleta separació n del tra b a ja d o r de sus m edios
de producción, es lo que obliga al tra b a ja d o r a o frecer “v o lu n taria­
m e n te ” su fuerza de tra b a jo al c a p ita lista p a ra sobrevivir, haciendo
teó ricam en te in n ecesaria la intervención de facto res extraeconóm i­
cos p a ra p ro d u c ir estas relaciones de clase. Ello no quiere decir que
estos facto res estén com pletam ente ausentes. S abem os que las re ­
laciones ca p ita lista s de prod u cció n descan san en una d eterm in ad a
4 K. Marx, E l capital, in/8, pp. 1005-1006.
LAS C L A SE S SO C IA LES
225
concepción ju ríd ica de la propiedad y del c o n tra to de tra b a jo y en
la presencia de un ejército dispuesto a a c tu a r en los m om entos en
que la intensidad de la lucha de clases tom a un c a rá c te r m uy agu­
do, com o lo com p ru eb a la h isto ria de las rep resio n es al m ovim iento
o b rero. P or ello podríam os d ecir que, aunque las relaciones superestru ctu rales están presentes en el capitalism o intervienen sólo cuan­
do existe u n a am enaza c o n tra el sistem a que tiende a rep ro d u cirse
en form a espo n tán ea obedeciendo a sus p ro p ias leyes económ icas.
Algo muy diferente o c u rre en el m odo de producción servil. Aquí,
la no-correspondencia de las relaciones de pro p ied ad ju ríd ic a y de
posesión efectiva determ in an que la clase p ro p ie ta ria (los te rra te ­
nientes) tenga que re c u rrir a la fuerza, a la tradición, a la religión,
etc., p a ra lo grar re p ro d u cir las relaciones de explotación, p a ra m an­
tener al siervo som etido a su yugo. Podríam os decir que es el carácter
de las relaciones de producción p ropias del período de transición
del capitalism o al com unism o, en que la pro p ied ad de los p rin cip a­
les m edios de producción pertenece al estad o p ro leta rio (es decir,
al p ro le taria d o com o clase rep re se n ta d a en el estado), pero en que
la “posesión efectiva” de estos medios está todavía en m anos de aque­
llos que por sus conocim ientos previos están capacitados para h acer­
los fu n cio n ar (ex ca p ita listas que han pasado a ser ad m in istra d o ­
res, toda la gam a de técnicos del sistem a a n te rio r, y m ás ta rd e los
nuevos técnicos, pero form ados con la an tigua m entalidad), lo que
hace necesaria la intervención de factores extraeconóm icos: po líti­
cos (ésta es una de las ju stificaciones de la d ic ta d u ra del p ro le ta ria ­
do) e ideológicos, p a ra lu ch a r c o n tra los h áb ito s legados p o r el sis­
tem a anterior. Estos factores extraeconóm icos deben intervenir para
im pedir que el trab ajo de los o b rero s sea acap arad o , de una u o tra
m anera, p o r el grupo que tiene la posesión efectiva de los m edios
de producción. Sólo el d esa rro llo de las fuerzas productivas (com­
prendiendo en ellas a los tra b aja d o res y su prep aració n técnica) p e r­
m itirá llegar a la realización de una plena posesión de los m edios
de producción p o r los tra b a ja d o res y p o r lo tan to a la supresión
de las clases.
Es evidente que p a ra ab o lir to talm en te las clases no b asta con d e rro c a r a
los explotadores, a los te rra te n ie n te s y cap italistas; no b asta con ab o lir sus
derechos de p ropiedad, sino que tam bién es n ecesario ab o lir toda p ro p ie­
dad p rivada de los m edios de producción; es necesario ab o lir la diferencia
e n tre la ciu d ad y el cam po, así com o la diferencia en tre los trab ajad o res
m anuales e intelectu ales. E sto req u iere m ucho tiem po. P ara p o d er realizar­
lo, hay que d a r un enorm e paso adelan te en el d esarro llo de las fuerzas p ro ­
ductivas; es n ecesario vencer la resisten cia (m uchas veces pasiva, y p o r eso
m ism o p a rtic u la rm e n te tenaz y p artic u la rm e n te difícil de vencer) de las
m ú ltip les supervivencias de la p equeña producción; es necesario vencer la
enorm e fuerza de la co stu m b re y del esp íritu conservador, vinculados a esas
supervivencias.5
5 V.I. Lenin, "U na gran in iciativ a” , op. cit., pp. 289-290.
226
LAS C L A SE S SO C IA LES
LAS CL A SES SO C IA LES
3 . EL MODO DE PRODUCCION CAPITALISTA: ¿DOS O TRES CLASES?
En el p u n to a n te rio r se ha afirm ad o que sólo existen dos clases an ­
tagónicas en cada m odo de producción. ¿Cómo se explica entonces
que Marx, al referirse al capitalism o en el Prólogo a la Contribución
a la crítica de la econom ía política y en algunos cap ítulos de E l capi­
tal, hable de tre s clases: cap italistas, te rra te n ie n te s y ob rero s?
P ara p oder resp o n d er a e sta cuestión debem os p reguntarnos: ¿en
qué nivel de ab stracció n se sitú a M arx cu ando h ab la de estas tres
clases? ¿En el nivel a b stra c to del m odo de pro d u cción c a p italista
pu ro o en el nivel m ás concreto de u n a form ación social con m a rc a­
da su p rem acía cap italista?
Si estudiam os rigurosam ente los textos, nos dam os cuenta de que
cuando M arx h ab la de las “ tre s c la se s” se refiere siem pre a la “ so­
ciedad m o d e rn a ”, a la “ sociedad b u rg u esa m o d e rn a” o a la “ socie­
dad m oderna b asad a en el régim en c a p ita lista ”, y no al m odo de p ro ­
ducción cap italista.
Por o tra p a rte , si exam inam os con detención los capítulos sobre
la ren ta de la tie rra que se en c u e n tra n en la sección vi de E l capital
(libro iii) y especialm ente el capítulo xxxvn: “In tro d u cció n ”, vemos
que M arx e stu d ia el p ro b lem a de la re n ta p o rq u e “el m onopolio de
la pro p ied ad de la tie rra es u n a p re m isa h istó rica, y sigue siendo
el fundam ento del m odo c ap italista de producción. . .” . Por lo tanto,
M arx se ve obligado a e stu d ia r la re n ta p o rq u e ella constituye un
dato h istó rico fu n d am en tal en la co n stitu ció n del m odo de p ro d u c­
ción ca p ita lista y no p o rq u e sea u n a exigencia de tipo lógico.
Lenin nos dice que "d esde un p u n to de v ista lógico podem os con­
ceb ir p lenam ente u n a organización de la a g ric u ltu ra p u ram e n te
ca p ita lista , sin p ro p ied ad p riv ad a te rrito ria l. . .”,6 por lo tanto, sin
terrate n ien te s.
Veamos a h o ra los textos m ás explícitos de M arx sobre el proble­
ma de las tres clases:
.p artien d o de la existencia del régim en de p ro d u cció n cap italista, el cap i­
ta lis ta no sólo es un fu n cio n ario n ecesario, sino el fu n cio n ario m ás im p o r­
ta n te de la producción. En cam bio, el te rra te n ie n te es u n a fig u ra p e rfe c ta ­
m ente su p erflu a en este sistem a de p roducción. Todo lo que éste n ecesita
es que el suelo no sea objeto de libre disposición, que se en fren te con la clase
o b re ra com o un m edio de p roducción que no le p ertenece, y esta finalidad
se alcanza perfectam en te declaran d o el suelo prop ied ad del estad o y hacien­
do, por tanto, que el estad o p ercib a la re n ta del suelo. El te rra te n ie n te , que
e ra un funcionario im p o rta n te de la p ro d u cció n en el m u n d o an tig u o y en
la E dad Media, es hoy, d en tro del m undo in d u stria l, un ab o rto p a ra sita rio .
Por eso el b u rg u és radical, m iran d o a la p a r de reojo a la su p resió n de todos
los dem ás im puestos, da un paso al fren te y niega teó ricam en te la p ro p ie­
d ad privada sobre el suelo, que d esea ver con v ertid a en p ro p ied ad com ún
de la clase b u rg u esa del capital, bajo la form a de p ro p ied ad del estado. Sin
6
V.I. Lenin, "La cuestión a g ra ria y los 'crítico s de M arx' ” (junio-septiem bre de
1901), en Obras com pletas, t. 5, p. 118.
227
em bargo, en la práctica, siente flaq u ear su valor, pues sabe que todo ataque
a una form a de propiedad —a una de las form as de la propiedad privada sobre
los m edios de p ro d u cció n — p o d ría a c a rre a r consecuencias m uy delicadas
p a ra la otra. Además, los propios burgueses se han ido convirtiendo tam bién
en te rra te n ie n te s.7
Y esta o tra cita, aún m ás clara:
El tra b ajo m aterializad o y el trab ajo vivo son los dos facto res en cuyo en­
fren tam ien to d escansa este régim en de producción. El cap italista y el obrero
a sa laria d o son los únicos agentes y factores de la producción cuyas relacio­
nes y cuyo antagonism o em an an de la esencia m ism a del régim en de p ro ­
d ucción cap italista. Las circu n sta n cias p o r im perio de las cuales el ca p ita ­
lista, a su vez, se ve obligado a ced er a terceras personas, ajenas al proceso
de trab ajo , u n a p arte del trab a jo so b ran te o de la plusvalía arran cad o s por
él, no se p lan tean sino en segunda instancia. . . É ste [el capitalista] es frente
al ob rero , p o seed o r de la plusvalía en su totalidad, aun cuando m ás tard e
tenga que tra n s fe rir una p a rte de ella al o tro cap ita lista que le facilitó el di­
nero, el te rra te n ie n te , etc. P or eso, com o observa Jam es Mili, la producción
p o d ría seg u ir su cu rso sin el m enor tropiezo aunque desap areciese el te r ra ­
teniente, su stitu id o p o r el estado. El p ro p ietario privado de la tie rra no es,
en la p roducción cap italista, u n agente n ecesario de la producción, si bien
el cap italism o n ecesita que la pro p ied ad del suelo pertenezca a alguien, al
estad o p o r ejem plo, con tal de que no se halle en m anos de obreros. E sta
reducción de las clases que p a rticip an d irectam en te en la producción —re­
ducción que resp o n d e a la esencia m ism a del régim en de producción ca p ita ­
lista, a diferencia del régim en feudal, del régim en antiguo, etc.— y, por tanto,
de los elem entos que p artic ip an d irectam en te del valor producido y deí
p ro d u cto en que tom a cu erp o este valor, a saber: el c a p italista y el o b rero
asalariad o , con exclusión del terraten ien te, el cual sólo p articip a post festum
y no en v irtu d de razones in h eren tes al régim en c a p italista de producción,
sino por ob ra del sistem a de propiedad privada sobre las fuerzas naturales. . .
lejos de se r un e rro r. . . constituye la expresión teó rica del régim en c a p ita­
lista de p roducción. . ,8
E stos textos nos perm iten, p o r lo tanto, co n clu ir que en el m odo
de producción cap italista, com o en todo m odo de producción, exis­
ten sólo dos clases fundam entales antagónicas: la burguesía y el pro­
letariado. C uando M arx habla de tres clases, se e stá refiriendo no
a un m odo de producción p u ro sino a una form ación social dada:
la sociedad m oderna inglesa u o tra en la que dom ina el m odo de pro­
ducción cap italista.
4.
CLASES SOCIALES Y REPRODUCCIÓN DEL MODO DE PRODUCCIÓN
P ara p o der sa tisfa c e r las necesidades de consum o de los hom bres
que viven en una sociedad, el proceso de producción de bienes ma7 K. M arx, Historia critica de la teoría de la plusvalía, Fondo de C u ltu ra E conóm i­
ca, México, 1944, la. ed., vol. 2, p. 167.
8 Ibid., pp. 233-235.
LAS CL A SES SO C IA LES
228
teriales no puede p aralizarse, ni puede in te rru m p irse, tiene que re ­
p ro d u cirse contin u am en te. Y este proceso tiende a rep ro d u cirse
según el m odo que le es p ro p io y tiende a re p ro d u c ir sin cesa r las
relaciones sociales de p roducción que su fu ncionam iento p resu p o ­
ne. Por ello es im p o rta n te h a c e r in terv en ir en la definición de las
clases el concepto de rep ro d u cció n del m odo de producción.
Veam os lo que M arx dice refirién d o se al m odo de producción ca­
pitalista:
El proceso c a p italista de producción, pues, re p ro d u ce p o r su pro p io desen­
volvim iento la escisión en tre fu erza de tra b a jo y condiciones de trab ajo . Re­
p roduce y p erp etú a, con ello, las condiciones de explotación del ob rero . Lo
obliga, de m anera constante, a vender su fuerza de tra b a jo p a ra vivir, y cons­
tan tem en te pone al cap ita lista en condiciones de co m p ra rla p a ra en riq u e­
cerse [. . .] El proceso c ap ita lista de p roducción, co n sid erad o en su in te rd e ­
pendencia o com o proceso de repro d u cció n , pues, no sólo p ro d u ce m ercan ­
cías, no sólo p ro duce plusvalor, sino que p roduce y rep ro d u ce la relación
capitalista m ism a: p o r u n lado el capitalista, p o r el o tro el asalariado.
Pero no b a sta ver la im p o rtan cia de la rep ro d u cció n en la d e te r­
m inación de las clases sociales; es n ecesario e stu d ia r la form a espe­
cífica que to m a este proceso de rep ro d u cció n según el m odo de p ro ­
ducción.
La rep ro d u cció n del m odo de pro d u cció n cap italista, p o r ejem ­
plo, no im plica sólo la rep ro d u cció n de sus dos clases sociales —ca­
pitalistas y o b re ro s—, sino u n a rep roducción de ellas siguiendo una
determ in ad a tendencia: el fortalecim iento num érico de la clase obre­
ra p o r la p ro letarizació n crecien te de los c a p ita listas incapaces de
vencer la com petencia y, p o r lo tanto, u n a dism inución nu m érica
de la clase cap italista.
El estu d io del "cam p esin ad o ” com o u n a clase de tran sició n de
form as p recap italistas a form as capitalistas nos hace ver, por el con­
trario , que su tendencia de d esarro llo se efectúa en el sentido de una
dism inución del nú m ero de cam pesinos, p a rte de los cuales pasan
a fo rm a r p a rte del sistem a de pro d u cció n cap italista.
Es este asp ecto dinám ico del funcionam iento de las clases, esen­
cial en la te o ría de M arx, el que m uchos de sus seguidores han deja­
do en el olvido, tra n sfo rm a n d o el estu d io de las clases en un estudio
estático , form al.
5.
GRUPO SOCIAL. CLASE Y FRACCIÓN DE CLASE
En las páginas a n te rio re s hem os afirm ad o que sólo existen dos cla­
ses antag ó n icas en todo m odo de producción. H em os dem ostrado,
p o r ejem plo, que la clase de los te rra te n ien te s no es, en sentido m a r­
xista estricto , u n a clase del m odo de p roducción cap italista.
9 K. M arx, E l capital, i/2, pp. 711-712.
LAS CL A SES SO C IA LES
229
Al d ecir que en todo m odo de producción existen sólo dos clases
antagónicas, ¿estam os afirm ando con ello que todos los individuos
que existen bajo un m odo de producción determ inado deben fo rm ar
p a rte de u n a de las dos clases antagónicas? No, de ninguna m anera.
No todos los individuos de una sociedad, m ás aún, no todos los g ru ­
pos sociales deben fo rm ar p a rte de una clase d eterm inada.
E n tre todos los grupos sociales que existen en una sociedad, sólo
los grupos que al p a rtic ip a r en form a d irec ta en el proceso de p ro ­
ducción llegan a c o n stitu irse en polos antagónicos (explotadores y
explotados) se co nstituyen en clases sociales. E xisten otro s grupos
que no pueden d efinirse com o clases sociales, sea p o r re p re se n ta r
grupos interm edios en tre las dos clases antagónicas en cu an to a la
producción, com o es el caso de los técnicos y ad m in istrad o re s, sea
p o r no e s ta r ligados d irectam en te a la producción al e s ta r al servi­
cio de instituciones de la superestru ctu ra: profesores, abogados, fun­
cionarios del a p a ra to del estado, etcétera.
Por o tra p arte, es necesario no confundir el concepto de clase con
el de fracción de clase, que co rresp o n d e a los subgrupos en los que
puede descom ponerse u n a clase. Por ejem plo, la b u rg u esía como
clase se descom pone en b u rg u esía in d u strial, b u rg u esía com ercial
y burguesía financiera. Lo im portante es d eterm in ar el c rite rio cien­
tífico que perm ite d istin g u ir las diferentes fracciones en el in te rio r
de una clase d eterm inada.
En El capital M arx nos señala el cam ino a seguir p a ra estab lecer
las fracciones en que pueden dividirse las clases del m odo de p ro ­
ducción cap italista.
De la m ism a m an era en que M arx p asa del concepto a b stra c to
de plusvalor a los conceptos m ás concretos de ganancia de la em ­
presa, ganancia com ercial e interés, que no son sino las form as de­
sarro llad a s del plusvalor, es decir, las form as en que éste aparece
en un nivel m ás concreto del análisis del funcionam iento del cap i­
tal, de la m ism a m an era d ebería p asarse de las dos clases, del m odo
de producción cap italista, co n sideradas d e n tro del nivel del p ro ce­
so de producción de p lusvalor —cap ita listas y o b re ro s—, a las fra c ­
ciones de clase que surgen en el proceso de circulación del capital.
En realid ad M arx sigue este proceso cuando analiza las form as
d e sa rro lla d as del plusvalor: a la ganancia de la em p resa co rre sp o n ­
de la b u rg u e sía indu strial; a la ganancia com ercial la b u rg u esía co­
m ercial, y al interés, la b u rg u esía financiera.
¿O curre lo m ism o con el análisis del p ro leta ria d o ?
M arx es m enos explícito en este punto; ello ha conducido a que
m uchos teóricos m arx istas no incluyan en el concepto de p ro le ta ­
riado a los tra b a ja d o re s del com ercio y de la banca, que son en to n ­
ces considerados com o "em p lead o s” (grupo social que se incluiría
en el am biguo concepto de "clases m ed ia s”).
¿Cuál es el argum ento de fondo de estos teóricos m arxistas? Según
ellos sólo puede ser considerado o b rero el tra b a ja d o r que produce
directamente el plusvalor, es decir, el trab ajad o r "productivo”. A este
argum ento podem os oponer el análisis de M arx. ¿Por qué éste con­
LAS C L A SE S SO C IA LES
231
LAS C L A SES SO C IA LES
230
sid era com o fracciones de la b u rg u e sía a los re p re se n tan tes del ca­
pital com ercial y finan ciero si ellos no participan directam ente en
la extracción del p lu sv alo r sino sólo en su realización, es decir, en
la venta de los p ro d u cto s y en las operaciones fin ancieras que p e r­
m itirá n al ca p ita lista in d u stria l re c u p e ra r en form a de dinero el ca­
pital invertido en el proceso de producción?
Por lo ta n to pensem os que de la m ism a m an era en que existe una
b u rg u esía “no-productiva", es decir, no ligada directam en te a la
producción del p lu sv alo r —la b u rg u esía com ercial y fin an c ie ra —,
ex istiría un p ro le ta ria d o "n o -p ro d u ctiv o ” co rresp o n d ien te a cada
fracción de e sta burg u esía. V eam os qué dice M arx del a salariad o
com ercial:
La p reg u n ta es ah o ra la siguiente: ¿cuál es la situ ación de los asalariad o s
com erciales que ocupa el c a p ita lista com ercial, en este caso el com erciante
de m ercancías?
En un aspecto, tal tra b aja d o r [obrero] de com ercio es un asalariad o como
c u alq u ier otro. En p rim e r lugar, en la m edida en que lo que co m p ra trab ajo
es el capital v ariable del com erciante, y no el d in ero g astad o com o rédito,
p o r lo cual se lo com p ra tam b ién no p a ra a d q u irir un servicio privado, sino
con el fin de la autovalorización del cap ital allí ad elan tad o . Segundo, en la
m edida en que el valo r de su fu erza de tra b a jo y p or ende su salario está
determ inado, como en el caso de todos los restantes asalariados, p o r los costos
de producción y repro d u cció n de su fuerza de tra b a jo específica, y no p or
el pro d u cto de su trabajo.
Pero e n tre él y los o b re ro s d irec tam en te o cupados p o r el cap ital in d u s­
tria l debe ex istir la m ism a d iferen cia que existe e n tre el cap ital in d u strial
y el capital com ercial y p o r consiguiente e n tre el c a p ita lista in d u strial y el
com erciante. P uesto que el co m ercian te, en c u a n to m ero agente de la c irc u ­
lación, no produce valo r ni p lu sv alo r [. . .] tam b ién es im posible que los tr a ­
bajadores de com ercio a los que ocupa en las m ism as funciones puedan crea r
directam en te p lusvalo r p a ra é l.10
Veamos p o r últim o cuál es la dinám ica de d esarro llo de esta frac­
ción del proletariado, a m edida que se reproducen en form a am pliada
el m odo de p roducción cap italista:
El tra b a ja d o r [obrero] com ercial p ro p iam en te dicho p erten ece a la clase de
asalariad o s m ejor rem u n erad o s, a aquellos cuyo tra b a jo es tra b a jo califica­
do, que se halla p o r encim a del tra b a jo medio. No o b stan te, el salario tiene
la tendencia a dism in u ir, incluso en pro p o rció n con el tra b a jo m edio, en la
m edida en que p ro g resa el m odo c a p ita lista de p roducción. En p arte, ello
o cu rre p o r división del tra b a jo d en tro de la oficina [. . .] En segundo lugar,
[. . .] la generalización de la in stru cció n pública p erm ite re c lu ta r e sta espe­
cie de trab a ja d o re s e n tre clases que a n tes se h allab an excluidas de ello, es­
tando h ab itu ad as a m odos p eo res de vida. De esta su e rte au m en ta el flujo
de trab a ja d o re s y con él la co m petencia [. . .] El c ap ita lista in crem en ta el
núm ero de estos o b rero s cuan d o hay m ás valor y ganancias p a ra realizar.
El au m en to de este tra b ajo es siem pre un efecto, y nunca una causa, del
a u m ento del p lu sv a lo r.11
T anto en esta cita com o en la a n te rio r hem os puesto la p alab ra
o b re ro en tre corchetes porque en la trad u cció n de Siglo XXI esta
p alab ra fue rem plazada por “tra b a ja d o r”. Quizá sea interesante que
el lector sepa que n u e stra s investigaciones acerca del concepto de
clase o b re ra se iniciaron estim u lad as p o r problem as de traducción.
E studiam os E l capital en su versión francesa. Allí se habla de travailleur du com m erce p ara re fe rirse a lo que la edición española de
Fondo de C ultura Económ ica denom ina “obrero com ercial”. Sin em ­
bargo, en el texto alem án de E l capital se utiliza la p a lab ra arbeiter
tan to p a ra el tra b a ja d o r in d u stria l com o p a ra el tra b a ja d o r del co­
m ercio. E sta p a la b ra sería sinónim o de obrero. A veces en E l capi­
tal M arx se refiere al tra b a ja d o r del com ercio con dos adjetivos:
kom m erziellen Lohnarbeiter, “o b rero asa laria d o co m ercial”, así lo
tra d u c e Fondo de C ultura. Siglo XXI, en cam bio, cuando la p a lab ra
arbeiter va acom pañada de com ercial no le tra d u ce por o b rero sino
p or “tra b a ja d o r” . ¿Por qué una m ism a p ala b ra se trad u c e en un
lu g ar com o o b rero y en o tro com o tra b a ja d o r? No se tra ta de p ro ­
blem as de estilo porque sin to m áticam ente esto sólo se hace cuando
la p a la b ra se refiere al tra b a ja d o r del com ercio. Nos parece que
este és un caso concreto de cóm o ejerce su influencia la concepción
ideológica del tra d u c to r sobre su trab ajo . C om únm ente se ha ten d i­
do a se p a ra r a la clase o b re ra in d u stria l del resto de los tra b a ja ­
dores, los p rim ero s son calificados de “o b re ro s” y los segundos de
“em p lead o s” o genéricam ente " a sa la ria d o s”. Los p rim ero s reciben
generalm ente su salario sem analm ente, los segundos m ensual. Sería
im p o rtan te investigar dónde surge e sta separación y por qué razo­
nes. (Véase el texto alem án de Dietz Verlag, Berlín, 1966, libro III,
pp. 303, 305, 384; la trad u cció n fran cesa de E ditions Sociales, París,
1957, en 8 tom os, tom o p rim ero del libro III, pp. 302, 304, 309; la
trad u cció n al español de Fondo de C ultura, México, 1946, libro III,
pp. 286, 287, 293.)
A ceptar n u estro p lan team ien to a n te rio r im plica c ritic a r la u tili­
dad teórica que algunos m arx istas han dado al concepto de trab ajo
productivo en la definición de las clases sociales. Si se em plea este
concepto en el sentido en que M arx lo utiliza en algunos análisis,
se llega al a b su rd o de in clu ir en el concepto de p ro le taria d o in d u s­
tria l desde el o b re ro no calificado h a sta el gerente de una in d u stria,
es decir, desde los tra b a ja d o res d irectos que sufren en carn e propia
la explotación, hasta todos esos trab ajad o res no directos que no son
sino los rep re se n ta n tes del ca p ita lista en el proceso de extracción
del plusvalor.
Sin em bargo, si el concepto de trab ajo productivo no es ad ecu a­
do p ara defin ir las dos clases antagónicas del m odo de producción
cap ita lista, es útil, en el nivel político, p a ra d e te rm in a r cuál es la
11 K. M arx, E l capital, m/6, pp. 384-385.
10 K. M arx, E l capital, m/6, pp. 375-376.
232
LAS C L A SE S SO C IA LES
LAS C L A SE S SO C IA LES
clase y la fracción de clase capaz de re alizar y d irig ir la revolución
socialista. Es el p ro le ta ria d o productivo, el p ro le ta riad o ind u strial,
propio de un capitalism o avanzado, el que p o r su situación en la p ro ­
ducción (organización p ro p ia del tra b a jo colectivo, com plejo, nivel
de educación, etc.) es la fracción del proletariado m ás p reparada para
d irig ir la revolución socialista, es la v an g u ard ia del pro letariad o .
6 . IN TERÉS DE CLASE
Antes de p a sa r a un nivel de análisis m ás concreto, al nivel de una
form ación social h istó ricam en te d eterm inada, y estu d iar, en este ni­
vel, las nuevas d eterm in acio n es que tiene el concepto de clase so­
cial, ex am inarem os dos conceptos em pleados frecuentem ente, pero
m uy pocas veces definidos: el concepto de in terés de clase y el de
conciencia de clase.
¿Es el in terés de clase el con ju n to de asp iracio nes espontáneas
de d ete rm in a d a clase social? Una huelga que se lim ita a ex p resa r
asp iracio n es reivindicativas, sin p o n er n u nca en cuestión el siste­
m a cap italista, ¿puede ser co n sid erad a com o la expresión del inte­
rés de clase del p ro letariad o ?
P ara re sp o n d e r a estas p re g u n ta s debem os d istin g u ir p rim e ra ­
m ente dos tipos de intereses: los in tereses espontáneos inm ediatos
y los intereses estratég ico s a largo plazo.
Los i n t e r e s e s e s p o n t á n e o s i n m e d i a t o s son las asp iraciones que
m anifiestan las clases o grupos sociales m otivados p o r problem as
actuales de su existencia. Tienen gen eralm en te p o r objetivo lograr
un m ayor b ie n e sta r inm ediato, u n a m ejor p articip ació n en el re p a r­
to de la riqueza social. Por ejem plo: el in terés espontáneo inm ediato
de un grupo de o b rero s de bajos salario s es lo g rar el aum ento de
sus en tra d a s p a ra p oder h acer fre n te al alza del costo de la vida.
El interés inm ediato de un grupo de cam pesinos es que se com pren
sus p ro d u cto s a un precio conveniente. En am bos casos se p re te n ­
de lo g rar u n a solución a un m al actual, sin b u sc a r la cau sa p ro ­
funda de este m al. Es im p o rtan te ten er en c u e n ta que estos inte­
reses espontáneos inm ediatos se en c u e n tra n siem pre influidos por
la ideología dom inante, p o r ello no llegan n u n ca a p o ner en cues­
tión el sistem a.
De ahí que el p ro le ta ria d o ab andonado a sus intereses esp o n tá ­
neos inm ediatos no logre ir m ás allá de u n a lucha p u ram en te re fo r­
m ista: luch a p o r m ejores salarios, m ayor asignación fam iliar, m ás
h o ras de descanso, etc., asp iracio n es que en sí no están mal, pero
no pueden tra n sfo rm a rse en la m eta final de la lucha de clases del
p ro letariad o , ya que no ponen en cuestión el sistem a m ism o de ex­
plotación.
La h isto ria de todos los países d em u estra que la clase o b rera, exclusivam en­
te con sus p ropias fuerzas, sólo puede e la b o ra r una conciencia sindical, es
decir, la convicción de que es n ecesario a g ru p arse en sindicatos, lu ch ar con­
233
tra los p atro n o s, recla m ar del gobierno la prom ulgación de tales o cuales
leyes necesarias p a ra los obreros, e tc é te ra .12
Por lo tanto:
. . .todo lo que sea p ro ste rn a rse an te la espon tan eid ad del m ovim iento o b re ­
ro [. . .] equivale —con absoluta independencia de la voluntad de quien lo
hace— a fortalecer la influencia de la ideología burguesa sobre los obreros,13
Por consiguiente, los in tereses espontáneos inm ediatos no pue­
den ser considerados, en sentido riguroso, com o intereses de clase.
¿Qué se entiende, entonces, por interés de clase?
V eamos lo que dice M arx en La Sagrada Fam ilia:
No se tra ta de lo que se p lan tea ocasionalm ente com o objetivo este o aquel
p ro letariad o , o incluso el p ro letariad o en su totalidad. Su objetivo y su ac­
ción h istó ric a están m an ifiesta e irrevocablem ente trazados por su propia
situación vital, como por toda la organización de la sociedad burguesa actual.
Por lo tanto, los in tereses estratégicos a largo plazo son los in te­
reses que surgen de la situación pro p ia de cada clase en la e s tru c tu ­
ra económ ica de la sociedad.
El interés estratég ico a largo plazo de la clase dom inante es p e r­
p e tu a r su dom inación, el de la clase dom inada es d e s tru ir el siste­
m a de dom inación. El interés estratégico del proletariado, por ejem ­
plo, es d e s tru ir el sistem a de producción cap italista, origen de su
condición de explotado, destru y en d o aquello que es su fundam en­
to: la pro p ied ad privada de los m edios de producción.
Es im p o rtan te señ a lar que, debido a la influencia deform ante de
la ideología dom inante, estos intereses estratégicos a largo plazo no
pueden su rg ir en form a espontánea; es necesario que los m iem bros
de las clases explotadas ap ren d an a conocerlos. La necesidad de la
penetración de la teoría m arxista-leninista en el m ovim iento o b re­
ro se debe, precisam ente, a la incapacidad del p ro leta riad o p ara co­
nocer en form a inm ediata sus intereses estratégicos a largo plazo.
La so cialdem ocracia es la unión del m ovim iento o b rero con el socialism o.
Su ta re a no es serv ir pasivam ente al m ovim iento o b rero en cada una de sus
fases, sino re p re se n ta r los in tereses de todo el m ovim iento en su conjunto,
señ alar a este m ovim iento su objetivo final, sus tareas políticas, y salvaguar­
d a r su in d ependencia p olítica e ideológica. D esligado de la socialdem ocra­
cia, el m ovim iento o b rero se em pequeñece y se tran sfo rm a por fuerza en un
m ovim iento b u rg u é s .14
E ntre los intereses espontáneos inm ediatos y los in tereses estra12 V.I. Lenin, ¿Qué hacer? (otoño de 1901-febrero de 1902), en Obras com pletas,
í. 5. pp. 430-4321.
13 Op. cit., p. 438.
14 V.I. Lenin, "T areas urgentes de n u estro m ovim iento" (noviem bre de 1900), en
Obras com pletas, t. 4, p. 376.
LAS CL A SES SO C IA LES
234
tégicos a largo plazo que reflejan la d u alid ad dialéctica del objetivo
parcial y el objetivo final pueden ex istir co ntradicciones. Por ejem ­
plo, el logro de salario s altos, si no va acom pañado de una c o rrecta
educación ideológica, puede serv ir p a ra a d o rm ecer al pro letariad o ,
quitándole energías p ara luchar p o r sus intereses estratégicos a largo
plazo, es decir, la lucha p o r la d estru cció n del sistem a ca p italista
y la im plan tació n del sistem a socialista. Las clases dom inantes
saben u tiliz a r en form a m uy inteligente estas co n tradicciones para
p e rp e tu a r su dom inación.
De lo dicho a n te rio rm e n te se d esp ren d e que, en sentido rig u ro ­
so, sólo los in tereses estratég ico s a largo plazo re p re sen ta n los ver­
dadero s INTERESES DE CLASE.
Por o tra p arte, no es sino p artien d o de los in tereses inm ediatos
com o se puede lleg ar a h a c e r co m p ren d er al p ro letariad o sus ver­
dadero s in tereses de clase.
Lenin fue m uy claro y severo resp ecto a este punto.
P ara co n d u cir al p ro le ta ria d o a la lucha p o lítica c o n tra los servi­
dores del capital,
[. . .] es necesario ligar esa lucha con d eterm in ad o s in terese s de la vida co ti­
diana [. . .] Pero si se diluyen estos d istin to s in terese s n ad a m ás que con re i­
vindicaciones políticas, com p ren sib les ún icam en te p a ra la intelectualidad,
¿no significa esto retro c e d e r de nuevo, lim itarse de nuevo a la lucha de la
sola intelectualidad, cuya im potencia acab a de se r reco n o cid a?15
Por lo tanto, es n ecesario c o m b a tir dos erro res:
1. C o n sid erar com o interés de clase las asp iracio n es espontáneas
inm ediatas de u n a clase.
2. O lvidar que es necesario p artir de los intereses inm ediatos de
una clase p a ra co n d u cirla a c o m p ren d er sus v erdaderos intereses
de clase.
7.
235
LAS CL A SES SO C IA LES
CONCIENCIA DE CLASE E INSTINTO DE CLASE
O tro térm in o que debem os d efin ir es el de CONCIENCIA DE CLASE.
No se debe co n fu n d ir la conciencia de clase con la conciencia psi­
cológica de los individuos que form an p a rte de u na clase d eterm i­
nada. Ella no es ni la sum a ni la m edia de lo que piensan, sienten,
etc., los individuos de una clase d eterm in ad a en un m om ento d e te r­
m inado.
La conciencia de clase está d irectam en te ligada al concepto de
interés de clase.
Un individuo o g ru p o social tiene conciencia de clase cuando es­
tá consciente de sus v erd ad ero s in tereses de clase.
La conciencia de clase es, p o r lo tanto, un d ato objetivo relacio15
V I. Lenin, ¿Quiénes son los “am igos del p u e b lo ”?, cit., p. 239 n; Obras com ple­
tas, t. 1, p. 349 n.
nado con una situación objetiva: la situación que cada clase ocupa
en la producción social. Ello la distingue ab so lu tam en te de los pen­
sam ientos em píricos, de los pensam ientos psicológicam ente descriptibles y explicables que los hom bres se hacen de su situación de vida.
Ahora nos cabe hacernos una últim a p regunta. ¿Es la conciencia
de clase algo que nace espontáneam ente?
P ara resp o n d er a esta p reg u n ta debem os d istin g u ir previam ente
en tre conciencia de clase e in stin to de clase.
Toda clase social, p o r su situación objetiva den tro de la p ro d u c ­
ción social, tiende a reaccio n ar de una m an era típica. L lam arem os
INSTINTO DE CLASE precisam en te a esos esquem as inconscientes de
reacción, pro d u cto s de la situación de clase, que se en c u en tran en
la base de todas las m anifestaciones espontáneas de clase. El ins­
tin to de clase es subjetivo y espontáneo, la conciencia de clase es
objetiva y racional.
Lenin es quien m ás frecu en tem en te em plea este térm ino de ins­
tinto de clase: "El cam pesinado tiene ‘instinto’ de proletario. .
"Los
obreros asp iran instintivam ente al socialism o. . .”, "es el instinto de
los explotados lo que los llevó a re aliza r la fratern izació n en el fren ­
te". . ., etcétera.
Ahora bien, ¿existe un paso directo de lo instintivo a lo conscien­
te? Es evidente que no, p o r lo m enos en lo que se refiere a las clases
explotadas de todo m odo de producción.
E ntre el in stin to y la conciencia se interpone la ideología dom i­
nante, que d e sn atu raliza el in stin to lim itándolo a expresiones que
no pongan en cuestión el sistem a, y por ello la conciencia de clase
del p ro letaria d o no es nunca la m era expresión de su situación en
la e s tru c tu ra económ ica de la sociedad.
Si el p ro letariad o de un determ inado país no tiene CONCIENCIA DE
CLASE sino una conciencia p u ra m en te reivindicativa, no se puede
c u lp a r de ello, exclusivam ente, a la inm adurez de las condiciones
objetivas. Las condiciones no e sta rá n n u nca lo suficientem ente m a­
d u ras com o p ara que el p ro leta riad o a d q u iera p o r sí solo su CON­
CIENCIA DE CLASE. La ta re a del p a rtid o o b re ro consiste p recisam ente
en " in tro d u c ir” la conciencia de clase en el pro letariad o , es decir,
en m o strarle y ay u darlo a ser consecuente con sus v erdaderos in te­
reses de clase.
8. CLASES SOCIALES Y FORMACIÓN SOCIAL16
Llam am os e s t r u c t u r a d e c l a s e s a la articu lació n de las d iferentes
clases y fracciones de clase en los d iferen tes niveles (económico, polí­
tico, ideológico), de una form ación social.
16
En este p unto nos hem os b asad o fun d am en talm en te en un texto no publicado
de Joubert.
236
LAS CL A SES SO C IA LES
E sta e s tru c tu ra de clases no constituye u n a sim ple yuxtaposición
de las clases típicas de cada una de las relaciones de producción que
se en c u e n tra n p resen tes en ella, sino u n a articu lació n original de
e sta s clases.
En e sta artic u la c ió n de un cierto núm ero de clases en u n a fo rm a­
ción social d ete rm in a d a en co n tram o s siem pre: u n a clase o fracción
de clase d o m inante y clases o fracciones de clases dom inadas.
La e s tru c tu ra de clases en el nivel de la form ación social im pli­
ca, adem ás de las d eterm inaciones propias de la com binación de las
diferen tes relaciones de p roducción que sirven de so porte a las di­
feren tes clases an tagónicas p ro p ias de cad a m odo de producción,
o tra s d eterm in acio n es que explican el su rg im ien to de nuevas cla­
ses que tienen c a rá c te r tran sito rio , p o r ejem plo, el cam pesinado (pe­
queño p ro d u cto r agrícola) que surge al su p rim irse el régim en de pro­
ducción b asad o en la serv id u m b re y que tiende a d esap a rece r a m e­
did a que se d e sa rro lla el cap italism o en el cam po, convirtiéndose
en su m ayor p a rte en p ro letariad o agrícola o em igrando a la ciudad.
Por lo tan to , p a ra re alizar un an álisis com pleto de la e s tru c tu ra
de clases de u n a form ación social d eterm in ad a debem os considerar,
adem ás de las clases típ icas de las relaciones de p roducción p resen ­
tes, las clases de tran sició n . P or o tra p arte, no debem os olvidar que
cad a u n a de estas clases sufre m odificaciones al estar articulada a
todas las dem ás y d esem p eñ ar un papel d o m in a nte o subordinado
en esta articulación.
A pliquem os lo dicho h a sta aquí a u n a form ación social a dom i­
n an te cap italista, es decir, a u n a form ación social en la que, en el
nivel de la prod u cció n de bienes m ateriales, dom ina el sistem a c a ­
p ita lista de producción, su b o rd in an d o de u n a u o tra m an era a los
o tro s m odos de pro d u cció n de bienes m ateriales que coexisten con
él y sirviendo de b ase a u n a e s tru c tu ra ideológica y política.
La clase d o m in an te en el m odo de prod u cció n ca p ita lista pasa a
se r la clase que dom ina en la form ación social. E lla hace que sus
intereses de clase prevalezcan sob re los in tereses de todas las o tra s
clases. El c a rá c te r m ism o de d o m inante la hace a d q u irir nuevas de­
term in acio n es que se e n c o n trab an au sen tes en el nivel del m odo de
produ cció n puro. E lla deberá, en efecto, m a n te n e r relaciones de ex­
plotación, de colaboración, de lucha política, etc., no sólo con el p ro ­
le ta ria d o sino tam bién con las o tra s clases de la form ación social.
E sto im plica que tenga, en el seno m ism o de la e s tru c tu ra de clases,
instru m en to s nuevos (económicos, políticos e ideológicos) que le per­
m itan a se g u ra r y p e rp e tu a r su dom inación.
En u n a form ación social a dom inante ca p ita lista , la clase c ap ita­
lista d om inante debe:
re p ro d u c ir las relaciones de explotación original (capitalista / p ro ­
letariado)
ex ten d er e sta dom inación a o tra s clases o cap as de la e s tru c tu ra
de clases (cap italista / pequeño p roductor)
LAS C L A SE S SO C IA LES
237
im p ed ir to d a injerencia o h a ce r alianzas con la an tigua clase dom i­
n an te (te rrate n ien tes / capitalistas).
Es este conjunto de relaciones lo que le perm ite rep ro d u c irse co­
m o clase dom inante y d e sa rro lla r su dom inación.
V eam os cóm o se m anifiestan estas relaciones en los tres niveles
de la form ación social:
En el nivel económ ico, com o efecto de la econom ía de m ercado
y del d e sa rro llo de las fuerzas p ro d u ctiv as en el in te rio r de las em ­
p re sa s cap italistas, el a rte san a d o tiende, p o r ejem plo, a d esa p are ­
ce r habiendo p erm itid o al ca p ita lista una sobreexplotación previa.
El cam pesinado, salvo algunas escasas excepciones, tiende a tra n s ­
fo rm arse en p ro letaria d o agrícola o a e m ig ra r a la ciudad, ya que
su pequeña explotación deja de ser ren tab le fre n te a la gran explo­
tación cap italista, etcétera.
En el nivel político, p o r ejem plo, surge la necesidad de la in te r­
vención política para re p ro d u cir las condiciones de explotación, cosa
que form alm ente, en el nivel del m odo de producción puro, parecía
no se r necesaria.
La b u rg u e sía n aciente n ecesita y usa el poder del estado p a ra “regular" el
salario, esto es, p a ra co m p rim irlo d en tro de los lím ites g rato s a la p ro d u c­
ción de plusvalor, p a ra p ro lo n g ar la jornada laboral y m an ten er al tra b a ja ­
d o r m ism o en el g rad o no rm al de dependencia.17
P or o tra p arte, no siem pre la dom inación de una clase en la es­
tru c tu ra de clase im plica que sea e sta m ism a clase la que dom ine
políticam ente. A veces pueden producirse desplazam ientos. Una clase
que, p o r su situación en la e s tru c tu ra económ ica, dom ina en la es­
tru c tu ra de clases de una form ación social determ inada puede aban­
d o n ar el po d er político a o tra clase p a ra co n serv ar el dom inio en la
e s tru c tu ra económ ica, lo que a su vez d eterm in a su dom inio en
la e s tru c tu ra social.
P or últim o, en el nivel ideológico, la ideología de la clase dom i­
n ante tiende a defender el orden social, que no es sino el orden que
ella ha establecido p a ra re p ro d u c ir su dom inación. No es extraño
o b serv a r a través de la h isto ria que ideas que han sido rechazadas
en una época d eterm in ad a por la burguesía, com o la del control de
la natalid ad , sean aceptadas, y fom entadas años después, p a ra evi­
ta r la explosión dem ográfica, que au m en tan d o la can tid ad de insa­
tisfechos con el régim en llegaría incluso h a sta a ponerlo en peligro.
17 K. M arx, El capital, i/3, pp. 922-923.
2 38
LAS C L A SE S SO C IA LES
LAS C L A SE S SO C IA LES
239
9 . CLASES DE TRANSICIÓN
L lam arem os c l a s e s d e t r a n s i c i ó n a las clases que sólo ap arecen a n i­
vel de una form ación social com o efecto de la d esin teg ració n de a n ti­
guas relaciones de p roducción y que tienden a d escom ponerse a m e­
dida que se d esarro lla n nuevas relaciones de p roducción.
La pequeña b u rg u esía, es decir, el pequeño p ro d u c to r independien­
te (artesano o cam pesino) es un caso típico de clase de transición.
Veam os p rim e ra m e n te la p equeña b u rg u e sía a g ra ria o c a m p e s i ­
n a d o en sentido estricto .
Donde ha existido h istó ricam en te un régim en de producción b a ­
sado en la servidum bre, la abolición de los lazos de serv id u m b re ha
liberado a los antiguos siervos convirtiéndolos en pequeños pro d u c­
to res m ás o m enos independientes. Pero la d esap arició n de la servi­
dum b re no se debe al a zar o a la b u en a volu n tad de los “ señ o res”,
sino a la p resió n ejercid a p o r el cap italism o incipiente, que después
de un cierto d esarro llo u rb a n o com ienza a p e n e tra r en el cam po.
La penetración del capitalism o en el cam po produce un efecto des­
in teg ra d o r de e sta clase, la que poco a poco se va descom poniendo
en p ro le ta ria d o ru ra l y b u rg u e sía ru ra l, e l c a m p e s i n a d o com o cla­
se tiende, p o r lo tanto, a d esap arecer. Incapaz de co m p etir con la
produ cció n c a p ita lista en el m ercado, debido a sus costos de p ro ­
ducción m ás altos, va arru in á n d o se y convirtién d ose en p ro le ta ria ­
do ru ra l o em ig ran d o a la ciudad, salvo algunos ra ro s casos que lo­
g ra n a firm a rse y co n v ertirse en cam pesinos ricos pasando a las fi­
las de la b u rg u e sía ru ral.
E sta descom posición del cam pesinado es un proceso irreversible
m ientras dom inan las leyes de la producción capitalista. N ingún “de­
se o ” de m a n te n e r la p eq u eñ a p roducción puede d eten er este p ro ce­
so; sí p u eden to m arse m edidas p a ra d ism in u ir su velocidad.
Lo m ism o o c u rre con los pequeños p ro d u c to re s independientes,
es decir, con aquellos p ro d u c to re s que son al m ism o tiem po dueños
de sus m edios de p roducción. La im posibilidad de co m p etir con las
em p resas ca p ita lista s en el m ercad o los reduce, poco a poco, a la
condición de p ro letario s.
P or lo tan to , la pequeña b u rg u esía (pequeños p ro d u cto re s cam ­
pesinos y a rte sa n o s que p ro d u cen en un régim en de econom ía m e r­
cantil) no existe com o clase al nivel de m odo de producción puro,
sino que ap arece com o tal a nivel de la form ación social, com o clase
de transición que surge de la desintegración de las relaciones de p ro ­
ducción b asad as en la serv id u m b re y tiende a d e sap a rece r a m edi­
da que se extienden las relaciones ca p ita lista s de producción.
El aislam ien to de sus m iem bros debido a la fo rm a independien­
te de p ro d u cir, su c a rá c te r tra n sito rio , su c a rá c te r interm edio en­
tre el p ro le ta ria d o y la b u rg u e sía d eterm in an sus c a ra c terístic a s en
los distin to s niveles de la form ació n social.
Desde el p u n to de vista de la econom ía, la pequeña b u rg u e sía es
u n a clase explotada y su b o rd in ad a al sistem a cap italista dom inan­
te, pero ju sta m en te debido a su aislam iento, provocado p o r sus m is­
m as condiciones de producción, apegado a un lu g ar y a u n a explo­
tación d eterm inada,
no e stá en condiciones de c o m p ren d er el c a rá c te r de clase de esta ex plota­
ción y de e sta opresión, de las que sufre a veces no m enos que el p ro letario ,
no e stá en condiciones de co m p ren d er que tam poco el estad o en la sociedad
b u rg u e sa puede d e ja r de se r un estad o de c lase.18
D esde el pu n to de vista ideológico, debido a su situación de tra n ­
sición, el pequeño p ro d u c to r está en una doble situación; es, a la vez,
un elem ento de p ro greso en cu an to re p re se n ta una liberación del
régim en a n te rio r de dependencia, y un elem ento reaccio n ario en
cu an to lu cha p o r m a n ten e r su situación de pequeño p ro d u c to r in­
dependiente, poniendo obstáculos al d esa rro llo económ ico.
La situación in term ed ia que ocupa, e n tre los patro n o s y los o b re ­
ros, lo lleva a flu c tu a r e n tre los in tereses de la b u rg u e sía y del p ro ­
letariado.
Además, es la clase m ás perm eable a la ideología dom inante, con
la que establece relaciones tales que le im piden p e rcib ir las condi­
ciones objetivas de su serv id u m b re y de su fu tu ra destrucción.
P ara te rm in ar, citem os este excelente texto de Lukács sobre la
pequeña burguesía:
E sta cu estió n de la consciencia de clase puede m an ifestarse com o form a de
la posición de fines y de la acción, según ocurre, p o r ejem plo, en la pequeña
b u rg u esía, la cual, al vivir, p o r lo m enos en p arte, en la gran ciu d ad c a p ita­
lista, d irec ta m e n te som etida en to d as sus m anifestaciones vitales a las in­
fluencias del capitalism o, no puede ig n o rar to talm en te el hecho de la lucha
de clases e n tre la b u rg u esía y el p ro letariad o . Pero "com o clase de tra n s i­
ción, en la cual se [aten ú an recíprocam ente] los in tereses de dos c lases”, se
se n tirá "p o r encim a de la co ntraposición de clases” (K. M arx, E l 18 Brum ario de Luis Bonaparte). C onsiguientem ente, b u sc a rá algún cam ino, "no
p a ra su p e ra r los dos extrem os, el cap ital y el trab ajo asalariado, sino p ara
d e b ilita r esa co n trap o sic ió n y tra n sfo rm a rla en u na arm o n ía ”. P o r eso re ­
h u irá to d as las decisiones im p o rtan tes de la sociedad y se verá obligada a
luchar, siem pre sin consciencia, p o r am bas tendencias de la lucha de clases
a lte rn a tiv a m e n te .19
10.
SITUACIÓN DE CLASE
En las páginas a n te rio res hem os exam inado el concepto de clase so­
cial a dos niveles diferentes: al nivel de m odo de producción y al nivel
18
V.I. Lenin, ¿Quiénes son los “amigos del pueblo"?, cit., p. 155, y en Obras com­
pletas, t. 1, pp. 274-275.
Í9 G. L ukács, Historia y consciencia de clase, México, G rijalbo, 1969, p. 65.
LAS C L A SE S SO C IA LES
LAS C L A SE S SO C IA LES
240
de la form ación social, es decir, de u n a sociedad histó ricam en te
d eterm in ad a.
A am bos niveles las clases se definen p o r su s i t u a c i ó n en la es­
tru c tu ra social, situación que depende de las relaciones específicas
que los gru p o s sociales m an tien en con los m edios de producción.
La situación de clase está, p o r lo tanto, d ete rm in ad a p o r el lugar
que o cupan los individuos en el proceso de p roducción social.
E ste concepto no debe co n fu n d irse con el concepto de o r i g e n d e
CLASE, que no se refiere a la situ ació n actu al del individuo en la es­
tru c tu ra social, sino a la situ ació n de clase en la cual el individuo
se form ó; p o r ejem plo, la situación de clase de sus padres.
Tam poco debe confundirse con el concepto de conciencia de clase.
Ya hem os visto cóm o la clase o b rera, a p e sa r de su situación de cla­
se explotada en el m odo de producción cap italista, no logra ad q u irir
por sí sola conciencia de clase. En relación con esto debemos recordar
la distinción que hace Marx en tre “clase en sí” y "clase p ara sí”.20
La situación del p ro le ta ria d o en la p roducción crea intereses co­
m unes, opone el p ro le ta ria d o com o clase a la b u rguesía, la tra n s ­
form a en "clase en sí” , pero sólo cuando e sta clase com prende cu á­
les son sus v erd ad ero s in tereses de clase se tra n sfo rm a en lo que
M arx denom ina “ u n a clase p a ra sí”.
L lam arem os s i t u a c i ó n d e c l a s e a la situación que tienen los individuos
en la e s tru c tu ra social, la que está d eterm in ad a, en ú ltim a instancia,
p o r el papel que desem peñan en el proceso de p ro d u cció n social.
P or últim o, este concepto de s i t u a c i ó n d e c l a s e no debe confun­
d irse con el concepto de p o s i c i ó n d e c l a s e , que d e sa rro llarem o s en
el siguiente punto.
11.
c l a s e s s o c i a l e s y c o y u n t u r a p o l ít i c a
N u estra p rim e ra e tap a fue d efin ir las clases en el nivel de m odo de
producción, luego las definim os en el nivel de form ación social. Ahora
debem os p a s a r al nivel m ás concreto, al nivel de la c o y u n t u r a p o l í ­
t ic a o “m om ento a c tu a l”, que constituye la síntesis de todas las con­
tradiccio n es de u n a sociedad d eterm in ad a en un m om ento d eterm i­
nado de su desarro llo . A este nivel nuevas d eterm inaciones e n tran
en juego so b red eterm in an d o las clases a n te rio rm en te definidas.
20
“ Las condiciones económ icas tra n sfo rm a ro n p rim e ro a la m asa de la población
del país en trab ajad o re s. La dom inación del cap ital ha cread o a esta m asa una situ a ­
ción com ún, in tereses com unes. Así pues, esta m asa es ya una clase con respecto al ca­
pital, p ero aún no es una clase p a ra sí. En la lucha, de la que no hem os señalado m ás
que algunas fases, esta m asa se une, se constituye com o clase p a ra sí. Los intereses
que defiende se convierten en intereses de clase” (K. Marx, Miseria de la filosofía (1847),
M oscú, E d ito rial Progreso, 1979, p. 141).
241
A nalizarem os dos de estas determ inaciones: el problem a de la
y la diferencia e n tre clase y f u e r z a s o c i a l .
p o s ic ió n d e c l a s e
a] Posición de clase
Cuando estudiam os las clases sociales a nivel de m odo de p ro ­
ducción vimos que en una sociedad no todos los individuos p erten e ­
cen a una de las dos clases antagónicas, que existen grupos sociales
que no pueden definirse com o clases sociales sea p o r re p re se n ta r
grupos interm edios entre las dos clases antagónicas a nivel de la pro­
ducción, sea p o r no p a rtic ip a r d irectam en te en la producción al es­
ta r al servicio de in stituciones de la su p e re stru c tu ra . E stos grupos
no co n stituyen clases pro p iam en te tales, pero tienden a a d o p ta r po­
siciones que favorezcan a una u o tra de las clases antagónicas.
Por o tra p arte, no todos los m iem bros de una clase defienden los
in tereses de su clase en una co y u n tu ra política d eterm inada. Por
ejem plo, la a risto c ra c ia o b rera, secto r privilegiado de la clase o b re ­
ra de los países ca p ita listas im p erialistas, en n u m erosas coyuntu­
ras políticas no ha defendido los in tereses de la clase o b re ra sino
los intereses de la b u rg u e sía .21
Por lo tanto, no b a sta ser m iem bro de una clase, te n e r una d e te r­
m in ad a situación de clase, p a ra a d o p ta r ac titu d es políticas conse­
cuentes con esa situación de clase.
Llam arem os p o s i c i ó n d e c l a s e a la “tom a de p artid o " por una clase en
una co y u n tu ra p olítica d eterm inada.
E sta “ tom a de p a rtid o ” p o r una clase d ete rm in a d a im plica de­
fen d er y lu ch ar p o r sus in tereses de clase, a d o p ta r "su p u nto de
v ista ”, " p a sa r a in te g ra r sus fila s”, " re p re s e n ta r sus in te re se s”.
R efiriéndose, p o r ejem plo, a “ los estam en to s m edios22 —el pe­
q u eñ o in d u s tria l, el p eq u eñ o c o m e rc ia n te , el a rte s a n o , el
cam p esin o ”—, M arx afirm a que “son revolucionarios únicam ente
p o r cu an to tienen an te sí la perspectiva de su trá n sito inm inente al
p ro le ta ria d o ”; ellos defienden entonces "no sus intereses presentes,
sino sus in tereses fu tu ro s ”, abandonan "su s propios puntos de vis­
ta, p ara a d o p ta r los del p ro le ta ria d o ” .23
Lenin dice, p o r o tra parte, que no es im posible que en ciertas con­
diciones tal o cual capa de trab aja d o res se sitúe al lado del p ro leta ­
riado. Luego señala que todo el problem a reside en d e te rm in a r es­
tas condiciones y con sid era que las p ala b ra s "co locarse en el punto
21 Lenin, usando el térm ino ya em pleado p o r Engels en 1891: "p a rtid o s o b rero s
b u rg u e se s”, califica así a los p artid o s o b rero s que en la p rim e ra g u e rra m u ndial im pe­
rialista ad o p taro n posiciones socialchovinistas.
22 El térm ino “estam entos m edios” es descriptivo. El térm ino científico que ab arca
estos grupos sociales señalados p o r M arx es el de “peq u eñ a b u rg u e sía ” .
23 K. Marx, M anifiesto del Partido C om unista, en K. M arx y F. Engels, Obras esco­
gidas en tres tom os, t. i, p. 121.
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242
243
LAS CL A SES SO C IA LES
de vista del p ro le ta ria d o ” ex presan en fo rm a p recisa estas condi
ciones; que estas p a la b ra s trazan , en form a m uy neta, una línea de
dem arcació n e n tre los v erd ad ero s m arx istas y todos los o tro s g ru ­
pos que se p reten d en so cialistas.24
En o tro texto, refirién d o se a los in telectuales, dice que todo inte­
lectual, a p e sa r de tra b a ja r en un an álisis objetivo de la realidad,
no puede d e ja r de to m a r p a rtid o p o r una u o tra clase, no puede co­
locarse al m a rg e n ” de ellas.2?
En un texto sobre "las ta re a s de la ju v en tu d rev o lu cio n aria” h a­
ce v er cóm o los e stu d ia n te s no p ueden ser co n siderados com o un
todo hom ogéneo, ya que tienden a re fle ja r los in tereses de todas las
clases y grupos políticos de la sociedad. E n tre ellos, sólo algunos
“adoptan una posición revolucionaria’’, es decir, consagran sus fuer­
zas a la lucha p o r los in tereses de la clase o b re ra .26
En E l 18 B rum ario de Luis Bonaparte M arx nos hab la de los “ re ­
p re se n ta n te s” de la pequeña b u rg u esía que “pueden e sta r a un m un­
do de d istan cia de ellos, p o r su c u ltu ra y su situ ación individual.
Lo que los hace re p re se n ta n tes de la p equeña b u rg u esía es que no
van m ás allá, en cu an to a m entalidad, de donde van los pequeñoburgu eses en m odo de vida; que, p o r tanto, se ven teó ricam en te im ­
pulsad o s a los m ism os p roblem as y a las m ism as soluciones a que
im pulsan a aquéllos, p rácticam en te, el in terés m a te rial y la situ a ­
ción social. Tal es en general la relación que existe en tre los re­
presentantes políticos y literarios de u n a clase y la clase p o r ellos
re p re se n ta d a ” .27
P o r lo tan to , la posición de clase es un concepto que pertenece
al análisis de la co y u n tu ra política. Es en el “ m om ento a c tu a l” de
la luch a política cuando los individuos se a g ru p an en posiciones de
clase definidas. La b ase de e sta posición de clase es, evidentem ente,
la situ ació n de clase, pero no se re strin g e a ella. E lem entos aislados
o grupos pertenecientes a o tras clases pueden ad h erirse y luchar por
u na clase que no es la suya.
La situ ació n de clase crea, com o hem os visto, un in stin to de cla­
se que hace que los m iem bros de esa clase tien d an a to m ar p artid o
por la clase a la cual pertenecen.
P a ra p a s a r a u n a posición de clase p ro le ta ria , el in stin to de clase
del p ro le ta ria d o sólo n ecesita ser educado; p o r el c o n trario , P ^ a
que los intelectu ales pequeñoburgueses logren p a sa r a una posición
de clase p ro le ta ria , su in stin to de clase debe rev o lu cio n arse.28
24 V I. L en in , " S o b r e el p ro g r a m a d el P a r ti d o ” (22 d e ju lio ), ü C o n g re so d el posdr,
en Obras com pletas, t. 6, p. 530.
25 V.I. Lenin, “¿A qué herencia ren u n ciam o s?” (fines de 1897), en Obras com pletas,
t. 2, p. 537.
26 V.I. Lenin, “ La ta re a s de la ju v en tu d rev o lu cio n aria”, en Obras com pletas, t. 7,
pp. 48-61.
27 K. M arx, E l 18 B rum ario de Luis Bonaparte, en K. M arx y F. Engels, Obras esco­
gidas en tre s tom os, t. i, p. 434.
28 l . A lthusser, en trev ista de L'Unità, d iario del P artid o C om unista italiano, enero
de 1968.
Y
p a ra que esto se logre en form a definitiva se req uiere un largo
proceso. M uchas veces, intelectuales pequeñoburgueses adhieren al
p artid o del p ro letariad o porque han llegado a convencerse de la ver­
dad y eficacia política de los análisis m arxistas, pero en coy u n tu ras
políticas difíciles caen en posiciones pequeñoburguesas. É sta es la
razón p ro fu n d a de la im p o rtan cia que da el m arxism o a la c o n stitu ­
ción social del p a rtid o del pro letariad o . M ientras m ayor sea la can ­
tidad de m iem bros del p a rtid o que tenga una situación de clase p ro ­
letaria, m ás fácilm ente se ev itarán las desviaciones izq u ierd istas o
derechistas que surgen como expresión de la ideología pequeñoburguesa en las filas del p ro le ta ria d o .29
b] Fuerzas sociales
M uchas confusiones acerca del concepto de clase provienen de
cierto s textos de M arx que han sido in terp re tad o s en el sentido de
n eg ar el c a rá c te r de clase a un grupo social que, a p esar de e sta r
en una determ inada situación en la e stru c tu ra económ ica de una for­
m ación social, no ha p a rtic ip ad o todavía en form a unificada en la
lucha política.
En o tro s textos M arx no niega su c a rá c te r de clase a un grupo,
que no ha p a rticip a d o en la lucha política, pero se refiere a él con
los térm inos de clase en s í”, oponiéndolo a lo que denom ina “clase
p a ra sí”, es decir, a la clase que p a rtic ip a en la lucha política.
Las condiciones económ icas tra n sfo rm aro n p rim ero a la m asa de la pobla­
ción del país en trab a jad o re s. La dom inación del cap ital ha creado a esta
m asa una situ ació n com ún, in tereses com unes. Así, pues, esta m asa es ya
u n a clase con resp ecto al capital, pero aún no es una clase p ara s í.^
Nos parece m ás ad ecuada la term inología em pleada p o r Lenin,
que habla de clase social cuando se sitú a a nivel de m odo de p ro d u c ­
ción y de form ación social, y que introduce el térm ino FUERZA SOCIAL
para analizar la acción de estas clases a nivel de la coyuntura política.
Un grupo social puede c o n stitu ir una clase y no una fuerza so­
cial, como por ejemplo, los pequeños productores cam pesinos de cier­
tos países.
Por el c o n trario , algunos grupos sociales pueden c o n stitu ir una
fu erza social sin p erten ec er a una de las ta n ta s clases de una form a­
ción social, com o p o r ejem plo, los intelectuales revolucionarios.
P ara que u n a clase o grupo social se co n stitu y a en fuerza social,
no necesita e s ta r organizada en p a rtid o político propio, com o p a re ­
ce d e sp ren d e rse de algunos textos de M arx. B asta con que su exis­
tencia se refleje de alguna m an era en la co rrelación de fuerzas a ni­
vel de la coyuntura, es decir, que produzca “efectos pertinentes’’, para
” Sobre este punto, es muy interesante el texto de Mao Tse-tung, "Decisiones acerca
de ciertas cuestiones de la historia de nuestro partido”, publicado en Selected works
t. 3, pp. 177-225.
30 K. Marx, Miseria de la filosofía, México, Siglo XXI, 1979, 7a. ed., p. 158.
244
LAS CL A SES SO C IA LES
u tiliz a r la term in o lo g ía de P o ulantzas.31 É ste es el caso del cam pe­
sinado p a rc e la rio analizado p o r M arx en E l 18 B rum ario. En la co­
y u n tu ra co n creta del b o napartism o, M arx reconoce el papel que han
d esem peñado los cam pesinos p a rc e la rio s a p e sa r de no ten er ni o r­
ganización ni ideología propias. Ellos co n stitu y en u n a fuerza social
debido a que su existencia com o clase se refleja en esa co y u n tu ra
co n creta p o r el fenóm eno histó rico del bonapartism o, que no h ab ría
existido sin los cam pesinos p arcelario s.
Luis B onaparte se con sid era el re p re se n ta n te de los cam pesinos p arcelario s
aunqu e en realid ad sea el “ re p re se n ta n te ” de los in terese s de la bu rg u esía.
No p o r eso deja de ser c ierto que la existencia económ ica de los cam pesinos
p arcelario s se refleja, en el nivel político, p o r "efecto s p e rtin e n te s” que son
la form a particular de estado del b o n ap artism o com o fenóm eno histórico.
Se tr a ta aquí de un elem ento nuevo, fácilm ente p ercep tib le, que es la form a
p a rtic u la r de estad o del Segundo Im perio, y que no p uede in se rta rse en el
m arco del estad o p a rla m e n ta rio que la precedió.32
Si esto no h u b ie ra o cu rrid o , si la existencia del cam pesinado co­
m o clase no se h u b ie ra reflejado en el fenóm eno del bonapartism o,
esta clase h a b ría tenido, sin duda, algún tip o de p resen cia en el ni­
vel político au n q u e no fuese m ás que p o r el sim ple hecho de que la
organización p o lítica de o tra s clases, así com o las instituciones del
estado, d eb erían h a b e r tenido en c u en ta la existen cia de los cam pe­
sinos p arcelario s, p o r ejem plo, en el caso del sufragio. Sin em b ar­
go, en este caso, esta p resen cia no h a b ría co n stitu id o un elem ento
nuevo, no h a b ría tenido “efectos p e rtin e n te s ”, sino que solam ente
se h ab ría insertado, com o variación, en los lím ites circu n scrito s por
los efectos p e rtin e n te s de o tro s elem entos, p o r ejem plo, en el m a r­
co de la d em o cracia co nstitucional.
Ahora bien, en u n p roceso revolucionario es n ecesario d istin g u ir
c u a tro tipos de fuerzas:
— fu erzas rev o lucio n arias
— fu erzas m o trices
— fuerza p rin cip al
— fuerza dirigente
Fuerzas revolucionarias son to d as las fu erzas que p a rticip a n en
fo rm a activa en el d e rro cam ien to del régim en en el poder.
Fuerzas m otrices son las fu erzas capaces de llevar la revolución
a su v icto ria definitiva, es decir, a la plena realización de las ta re a s
que se p lan tean en esa e ta p a del proceso revolucionario.
E stos dos conceptos suelen co nfundirse. Un ejem plo nos p e rm i­
tirá ilu s tra r m ejo r su contenido. En V ietnam , la “b u rg u esía nacio­
31 Nos p arece que el ap o rte m ás im p o rtan te de N icos P oulantzas al estudio de las
clases sociales se en cu en tra p recisam en te en este punto. C uando él habla de “clases
d iferen ciad as y au tó n o m as” , n osotros hablam os de "fu erzas sociales” , ya que pensa­
m os que no sólo las clases pueden co n stitu irse en fuerzas sociales. Véase N. P o u lan t­
zas, Poder político v clases sociales en el estado capitalista, México, Siglo XXI, 1969,
pp. 90-92.
32 Ibid., p. 91.
LAS C L A SE S SO C IA LES
245
n a l” form ó p a rte de las fuerzas revolucionarias que co ntribuyeron
al triu n fo de la revolución d em o crático-antim perialista, a d iferen ­
cia de la “burguesía co m p rad o ra” que fue siem pre una fracción alia­
da al im perialism o, pero esa clase no puede co n sid erarse com o una
de sus fuerzas m otrices. É stas estuvieron conform adas p o r el p ro ­
letariad o , el cam pesinado y la pequeña b u rg u e sía.33
Fuerza principal es la fu erza m otriz num éricam en te m ás signifi­
cativa.
Fuerza dirigente es la fuerza que conduce y a rr a s tr a tra s de sí al
resto de las fuerzas revolucionarias. P ara d irig ir el proceso revolu­
cionario no necesita se r la fuerza m otriz m ás num erosa. Lo que la
co n stitu y e com o fu erza dirigente no es su n ú m ero sino su papel po­
lítico, es decir, su capacidad de to m a r la iniciativa, fo rm u la r m etas
adecu ad as a cada e tap a y e n c o n tra r form as ju sta s de dirección. De
esta m anera, se gana la confianza de las m asas revolucionarias que
siguen, sin vacilar, sus directivas.
Es m uy im p o rtan te no co n fu n d ir la fuerza p rin cip al con la fu e r­
za dirig en te de la revolución.
En algunos países de A m érica Latina, p o r ejem plo, las condicio­
nes de ex trem a m iseria del cam pesinado, su gran potencial revolu­
cio nario y su g ran peso específico d e n tro de la población global del
país, lo constituyen, sin duda, en la fuerza p rin cip al de la revolu­
ción. Pero a firm a r esto no im plica n eg ar a la vanguardia, que re p re ­
se n ta los in tereses de p ro le ta ria d o ,34 su papel d irig en te en el p ro ­
ceso revolucionario ya que el p ro letaria d o es objetivam ente la ú n i­
ca clase que p o r su situación de clase, es decir, p o r su situación en
la p roducción social, es capaz de co n ducir el proceso revoluciona­
rio h a sta el fin, h a sta la su presión de todo tipo de explotación.
1 2 . CONCLUSIÓN: LAS CLASES SOCIALES COMO PORTADORAS
DE DETERMINADAS ESTRUCTURAS
Después de todo lo dicho en los puntos an teriores podem os com pren­
d e r qué tipo de relación existe e n tre la e s tru c tu ra social y las clases
sociales.
Las clases sociales no son los sujetos creadores de las e s tru c tu ­
ras sociales. Son, p o r el co n trario , com o dice M arx, los “portado­
res" [Träger] de d eterm in ad as e stru c tu ra s, los a cto res de un d ram a
que no han construido.
33Un d esarro llo m ás p rofundo de am bos conceptos se en cu en tra en M arta Harnecker, La revolución social (Lenin y América Latina), México, Siglo XXI (en prensa),
cap. v: “ C a rácter de la revolución y clases so ciales” .
34Aquí hablam os de vanguardia que re p re se n ta los in tereses del p ro letariad o y no
de p artid o s del p ro letariad o ya que en Am érica L atina tan to el M ovim iento 26 de Julio
en Cuba com o el F rente S an d in ista en N icaragua, no pueden calificarse de p artid o s
ob rero s en el sentido clásico del térm ino, au n q u e sí rep re sen tan los in tereses del p ro le­
tariado. Véase un extenso d esarro llo de las c a ra c te rístic a s p ro le ta ria s de la v an g u ar­
dia revolucionaria cubana en el lib ro a n te rio rm e n te citado, cap. v, p u n to 3b: “ El ca­
rá c te r p ro le ta rio de la dirección del m ovim iento 26 de ju lio .”
246
LAS C L A SES SO C IA LES
LAS C L A SE S SO C IA LES
D etengám onos un m om ento en este concepto de “portador" que
es el que M arx em plea en E l capital p a ra d a r cu en ta de la relación
que aquí p reten d em o s estu d iar.
En p rim e r lugar, debem os a d v e rtir que la p a la b ra alem ana Trä­
ger tiene en español (y en francés) dos significados m uy diferentes:
“soporte” y “p o rtador”. El p rim e r térm in o (soporte) indica la idea
de sostener, de ser la base de algo, de serv ir de apoyo a algo y en
este sentido la utiliza M arx cuando afirm a que “ las condiciones m a­
teriales son los soportes [Träger] de las relaciones so ciales”.
El segundo térm in o (portador) significa, p o r el c o n trario , to m a r
sobre sí, llevar consigo, y en este sentido lo utiliza M arx cuando a fir­
m a que “el capitalista sólo es el capital personificado”, que “sólo fu n ­
ciona en el proceso de p roducción como p o rta d o r [Träger] del
ca p ita l” .35
Al a firm a r el m arxism o que las clases son los portadores de deter­
m inadas estructuras e stá rechazando toda concepción v o lu n tarista
acerca de las clases sociales.
No son las clases las que crean las estru ctu ras. No basta, por ejem ­
plo, que una clase se proponga c am b iar u n a e s tru c tu ra social p a ra
que pueda hacerlo. Aunque el p ro letariad o q u isiera im p lan tar el co­
m unism o inm ed iatam en te después de h a b e r d e stru id o el ca p ita lis­
mo, no podría hacerlo, ya que este régim en social necesita como con­
dición previa p a ra su im plantación un d esarro llo m uy avanzado de
las fuerzas productivas.
Pero a firm a r que no son las clases las que crean las e stru c tu ra s
no im plica n eg ar que ellas puedan actuar sobre las e stru c tu ra s m o­
dificándolas dentro de ciertos límites. Estos lím ites dependen de cier­
tas condiciones m ateriales, fund am en tales del grado de desarro llo
alcanzado p o r las fuerzas pro d u ctiv as. Sin la p a rticip ació n activa
de las clases, las e s tru c tu ra s sociales tienden a re p ro d u cirse su p e­
rando las crisis provocadas p o r sus con trad iccio nes internas. Los
cam bios radicales de las e stru c tu ra s sociales sólo se producen cuan­
do las clases revolucionarias son capaces de ap rovecharse de las c ri­
sis del sistem a p a ra p ro d u c ir cam bios e stru c tu ra le s profundos, es
decir, cam bios revolucionarios. E sto es lo que explica el papel fun­
dam ental que el m arxism o atrib u y e a la lucha de clases com o m o­
to r de la histo ria.
Volviendo ah o ra a n u estra definición, decir que las clases son por­
tadoras de d eterm inadas e stru c tu ra s es lo m ism o que decir que ellas
son los efectos de estas e stru c tu ra s.
Podem os llegar así a d efin ir las clases sociales com o los efectos
35 K. Marx, E l capital, m/8, pp. 1042-1043. Debemos se ñ alar que la edición esp añ o ­
la de E l capital (Siglo XXI) trad u ce in d istin tam en te, en los dos casos señalados, la p a la ­
b ra Träger por “p o rtad o r”. La edición francesa por el contrario traduce el p rim e r Träger
po r “sup p o rt" y el segundo por “porteur". Por o tra parte, cuando A lthusser se refiere
a las clases sociales em plea siem pre el térm in o porteur. Es B alib ar quien in troduce la
confusión cuando señala que la p alabra Träger se ha rem plazado po r la p alab ra support
(L. A lthusser y. É. B alibar, Para leer El capital, cit., p. 275). P oulantzas repite el e rro r
de B alibar.
247
de la e s tru c tu ra social global sobre los individuos que p articip an
de una u o tra m an era en la producción social.
¿H em os abandonado p o r ello el concepto de relaciones de p ro ­
ducción p a ra definir las clases?
Pensam os que éste sería el caso si concibiéram os la e stru c tu ra
social global com o una sim ple articu lació n de niveles (económico,
ideológico y político), como lo hace Poulantzas.36 En este caso se cae
en la im posibilidad teórica de e stu d ia r este efecto com o un efecto
de la e s tru c tu ra global y uno se ve obligado a analizarlo com o una
serie de efectos parciales a nivel de cad a e s tru c tu ra regional.
En cam bio, si se piensa la articu lació n de los distin to s niveles de
la e s tru c tu ra social a p a rtir de las relaciones de producción, todo
cam bia. P ara M arx son estas relaciones las que sirven de centro estru c tu ra d o r o de m atriz del conjunto social, com o lo hem os visto
al e stu d ia r el concepto de m odo de producción. Y, por ello, son es­
tas relaciones las que sirven de fundam ento p a ra la constitución de
las clases sociales. N egar esto, calificándolo de desviación econo­
m ista, es negar el ap o rte fundam ental del m arxism o al estudio de
las clases sociales, y es, por lo tanto, un retro ceso respecto al pen­
sam iento m a rx ista .37
Por últim o querem os a c la ra r que una cosa es h ab la r de las clases
como efectos de la e stru c tu ra social global, lo que finalm ente no sig­
nifica sino que ellas son fu n dam entalm ente el efecto de las relacio­
nes de producción, y o tra cosa es h a b la r de los efectos que las clases
pueden producir en los distintos niveles de la sociedad: efectos ideo­
lógicos, efectos políticos o efectos económ icos. C uando nos referi­
mos a estos efectos nos estam os refiriendo a la p rác tic a co n creta
que realizan estas clases. E sta p rác tic a se rá estu d iad a en el p ró x i­
m o capítulo.
r esu m en
En este cap ítu lo nos hem os referido al concepto m arx ista de clase social.
Lo hem os definido p rim era m en te a nivel de modo de producción p ara luego
ex am in ar las nuevas d eterm inaciones que ad quiere a nivel de la form ación
social y de la c o y u n tu ra política. Por últim o, hem os precisado la definición
de las clases com o "p o rta d o ra s" de d eterm in ad as estru c tu ra s.
H em os visto los siguientes conceptos: clase social — fracción de clase —
interés de clase — conciencia de clase — instinto de clase — estructura de
clases — clases de transición — situación de clase — posición de clase — fuerza
social — fuerzas revolucionarias — fuerzas m otrices — fuerza principal —
fuerza dirigente.
3(1Ni. P oulantzas, Poder político y clases sociales en el estado capitalista, cit., p. 71.
37Op. cit.. p. 68. Una crítica sistem ática a los planteam ientos de Poulantzas respecto
a las clases sociales se en cu en tra en M arta H arneckcr, Política y clases sociales en Pon
lantzas (estudio critico), c e s o , 1969 (apuntes m im eografiados).
LAS CL A SES SO C IA LES
CUESTIONARIO
1. ¿C uando u sted estra tific a la sociedad de a cu erd o con el nivel de ing re­
sos de la población está usando el concepto m arx ista de clase social? Fun­
dam ente su respuesta.
2. ¿Qué conocim ientos previos se n ecesitan p ara p o d er hacer un análisis
de las clases sociales en su país?
3. C lasifique grosso modo la población de su país de a c u erd o con el concep­
to m arx ista de clase social. ¿Debe in clu ir a todos los h ab itan te s o sólo
a un secto r de ellos en esta clasificación? Si es así, ¿quiénes q u ed arían
fu era de ella?
4. ¿Qué d ato s estad ístico s debe u tiliz a r p ara un an álisis del peso c u a n tita ­
tivo de cada u na de estas clases? Y si las estad ístic a s b u rg u esas no le
sirven, ¿con qué datos puede usted elab o rar su propio cuadro estadístico?
5. ¿C uáles son los efectos de la acción del im p erialism o en la e stru c tu ra
de clases latinoam erican a?
6. ¿P or qué el c rite rio de m ayor o m en o r explotación no es un c rite rio m a r­
xista p a ra definir las posibilidades revolucionarias de una clase? ¿Podría
poner ejem plos que ilu stre n su resp u esta?
7. Hem os dicho que la p equeña b u rg u e sía es u n a clase de tran sició n , una
clase que vacila e n tre la b u rg u e sía y el p ro letariad o . D adas las c a ra c te ­
rísticas actu a les de su país y la c o y u n tu ra m undial, ¿hacia dónde tiende
m ás la pequeña b u rg u esía de su país? ¿Se puede h a b la r en bloque de pe­
q ueña b u rg u esía o se debe h ac er u n a diferenciación de secto res? Si es
así, ¿cuál es el co m p o rtam ien to de cad a sector?
8. ¿P odría p o n er ejem plos h istó rico s en que la clase o b re ra de su país, al
m enos sus sectores políticos m ás activos, han a d o p tad o posiciones b u r­
guesas? ¿O esto no ha o cu rrid o nunca?
9. ¿P odría d a r ejem plos de p equeña b u rg u esía que ha ad o p tad o posiciones
p ro letarias?
1 0 . ¿Todo p a rtid o del p ro leta riad o p o r ser tal defiende n ecesariam en te los
intereses de clase del p ro le ta ria d o ? Ponga ejem plos de su país.
1 1 . ¿C uáles son los in terese s esp o n tán eo s inm ediatos del cam pesinado en la
actu al co y u n tu ra p olítica en su país? ¿Puede c o n te s ta r d irectam en te a
esta p reg u n ta o debe h ac e r u n a diferenciación d en tro del cam pesinado?
De acuerdo con su análisis, ¿cuál sería la form a m ás c o rrec ta de m ovili­
zar al cam pesinado en p ro de objetivos revolucionarios?
12. ¿Cuáles son los intereses espontáneos inm ediatos del p ro le ta ria d o en la
actu al co y u n tu ra de su país?
13. ¿C uáles son los intereses inm ediatos com unes a todos los tra b a ja d o re s
de su país en la actu a l c o y u n tu ra política?
14. Ponga ejem plos históricos de luchas de p ro letariad o p or sus intereses in­
m ediatos y p o r sus in terese s de clase.
15. ¿Cuáles son las fuerzas sociales que, p o r su situ ació n objetiva, deben d e­
sem peñar el papel de fu erzas m otrices en la fu tu ra revolución? ¿Cuál de
ellas es la fuerza p rin cip al? ¿Cuál la fuerza d irigente?
1 6 . ¿Qué papel podría d esem peñar la bu rg u esía en el caso de una revolución
en su país? ¿Toda ella fo rm a ría p arte del bloque de fuerzas c o n tra rre v o ­
lu cionarias o una p arte p o d ría ser rescatad a p ara la revolución?
BIBLIOGRAFIA
b u ja r in
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m o d if ic a c io n e s in t r o d u c id a s e n e s t a
EDICIÓN
E ste cap ítu lo se ha m anten id o sin m odificaciones. Sólo se ha introducido
el concepto de fu erzas rev o lu cionarias diferenciándolo de fuerzas m otrices.
C A P Í T U L O XI
LA LUCHA DE CL A SES
LA LUCHA DE CLASES
1. Desarrollo de la lucha de clases. 2. E l papel del partido en la lucha de cla­
ses. 3. E l concepto de lucha de clases. 4. Tipos de lucha de clases.
5. C om binación de los diferentes tipos de lucha. P redom inio de un tipo sobre
otro. 6. La revolución social: aspecto cum bre de la lucha de clases.
1. DESARROLLO DE LA LUCHA DE CLASES
En el nivel de la co y u n tu ra política las clases sociales sólo pueden
concebirse com o “p rá c tic a s de c la se ” y, com o las clases son grupos
con in tereses opuestos, estas p rá c tic a s de clases tom an el c a rá c te r
de lucha de c la se s.1 Y es ju sta m e n te e sta lucha de clases, realizada
d e n tro de los lím ites fijados p o r la e s tru c tu ra social, la que, en las
sociedades de clase, es el m o to r de la h isto ria .2
Ahora bien, M arx no d escu b rió las clases ni la lucha de clases.
Su gran a p o rte fue p a sa r de la descripción de la existencia de las
clases sociales al conocim iento del origen de estas clases, y, p o r lo
tanto, pudo d arn o s la ley que rige la lucha de clases.
E sto es lo que nos dice Engels en el siguiente texto:
Fue precisam ente Marx el p rim ero que d escubrió la gran ley que rige la m a r­
cha de la h isto ria, la ley según la cual todas las luchas h istó ricas, ya se d esa­
rro llen en el te rren o político, en el religioso, en el filosófico o en o tro te r re ­
no ideológico cu alq u iera, no son, en realidad, m ás que la expresión m ás o
m enos clara de luchas e n tre clases sociales, y que la existencia, y p o r tan to
tam bién los choques de estas clases, e stán condicionados, a su vez, p o r el
g rad o de d esarro llo de su situ ació n económ ica, p o r el c a rá c te r y el modo
de su p roducción y de su cam bio, condicionado p o r ésta. D icha ley [. . .] tie­
ne p a ra la h isto ria la m ism a im p o rtan cia que la ley de la tran sfo rm ació n de
la en ergía p a ra las ciencias n a tu ra le s .3
Pero ¿qué se entiende p o r lucha de clases?
Lo p rim ero que hay que a c la ra r es que no todo enfren tam ien to
e n tre o b rero s y p a tro n o s es un en fren tam ien to que ad q u iere la di1N.
2 El
P oulantzas, Poder político y clases sociales en el estado capitalista, c it.. p. 100.
papel de las clases en la h isto ria se rá d esarro llad o en la te rc e ra p arte de este
libro.
1 F. Engels, "Prólogo a la te rcera edición alem ana de 1885", en K. Marx, El 18 B ra­
m arlo de Luis B onaparte, cit., p. 407.
[250]
251
m ensión de un enfren tam ien to de una clase co n tra otra. M ientras
esos tra b a ja d o res luchen sólo por m ejores salarios y m ejores condi­
ciones de tra b a jo en su in d u stria y crean que su enem igo es el due­
ño de esa in d u stria están luchando p o r los intereses de ese grupo
de o b rero s y no por los in tereses de la clase o b re ra en su conjunto.
P ara que la lucha de los o b rero s c o n tra los patro n es se tra n s fo r­
me en una v erd ad era lucha de clases es necesario:
Primero: que los o b rero s sientan necesidad de un irse p ara que
su lucha sea m ás eficaz.
Segundo: que esta lucha supere los límites puram ente económicos.
Veamos a continuación las condiciones que facilitan la unidad de
la clase obrera:
E sas condiciones son las siguientes: 1] la gran fáb rica con producción m eca­
nizada, que req u iere trab a jo p erm anente d u ra n te todo el año, provoca la to­
tal ru p tu ra del vínculo del o b rero con la tie rra y con la hacienda individual,
y lo tra n sfo rm a p o r com pleto en p ro letario . La hacienda individual en una
p arcela de tie rra m an ten ía d esunidos a los obreros, hacía que cada uno de
ellos tuviese in terese s p a rtic u lares, d iferentes de los del com pañero, o b sta­
cu lizando así su unificación. La separación del o b rero de la tie rra elim ina
estas trab as. 2] Luego, de p o r sí, el trab ajo conjunto de centenares, de m illa­
res de o b rero s, los h a b itú a a d e lib e ra r sobre sus necesidades, a a c tu a r en
com ún, y les m u e stra con c larid ad la sim ilitud de situación y de intereses
de toda la m asa de obreros. 3] Por últim o, los constantes traslados de los obre­
ros de una fáb rica a o tra los aco stu m b ra a c o n fro n tar las condiciones y cos­
tu m b re s en las d iv ersas fábricas, a co m p ararlas y convencerse de que la ex­
plotación es igual en to d as p a ite s, a recoger la experiencia de o tro s obreros
en sus conflictos con los c ap italistas, fortaleciendo así su cohesión y solida­
rid ad . Todas esta s condiciones, en su conjunto, han hecho que la ap arición
de las g ran d es fáb ricas d iera origen a la unión de los o b rero s.4
Ahora, lo que ayuda a su p e ra r los intereses p u ra m en te económ i­
cos es la pro p ia experiencia p ráctic a de los trab a jad o res. Su gran
arm a: la huelga, pro n to m u e stra sus insuficiencias.
Los fa b ric a n te s a d o p tan c o n tra ellas m edidas en com ún: co n ciertan alian ­
zas e n tre sí, trae n o b rero s de otros lugares, b uscan el apoyo del poder de
estado, que los ayuda a a p la s ta r la resistencia de los obreros. Ya no se alza
an te ellos el dueño de cada fáb rica aislada, sino toda la clase de los capitalis­
tas y el g o bierno con cuya ayuda cuentan. Toda la clase de los capitalistas
e n tra en la lucha c o n tra toda la clase de los obreros, em prendiendo m edidas
com unes c o n tra las huelgas, recabando del gobierno leyes co n tra los o b re­
ros, tra sla d a n d o las fáb ricas a localidades m ás alejadas, recu rrien d o al tr a ­
bajo a dom icilio y a m iles de o tra s tram p as y artim a ñ a s de todo tipo co n tra
los o b rero s. La unión de éstos en una fábrica, o inclusive en un a ram a d e te r­
m in ad a de la in d u stria, se vuelve ya insuficiente p ara poder re sistir a toda
la clase de los c ap italistas. Se to rn a ab so lu tam en te n ecesaria la acción con­
ju n ta de toda la clase de los obreros.5
4 V.I. Lenin, "P royecto y explicación del p ro g ram a so ciald em ó crata” (diciem bre de
1895-julio de 1896), en Obras com pletas, t. 2, p. 95.
5 Op. cit., p. 96.
LAS C L A SE S SO C IA LES
252
2.
EL PAPEL DEL PARTIDO EN LA LUCHA DE CLASES
Pero esta acción co n ju n ta sólo es posible si existe una conducción
política que o rganice la lucha a nivel nacional.
Ahora, las huelgas, p o r m uy sistem áticas que ellas sean, sólo son
"em b rio n e s” de la lucha de clases y n ad a m ás que em briones; seña­
lan el d e s p e rta r del an tagonism o e n tre los o b rero s y los p a tro n o s
pero ese m ovim iento espontáneo no p erm ite a la clase o b re ra llegar
a a d q u irir conciencia del c a rá c te r irreco n ciliab le que sus in tereses
de clase tienen con los in tereses de clase de la b urguesía.
El proletariado, abandonado a sus propias fuerzas sólo puede ela­
b o ra r u n a conciencia sindical, es decir, la convicción de que es ne­
cesario re u n irse en sindicatos, lu c h a r c o n tra los dueños de las in­
d u stria s; re c la m a r del gobierno la prom ulgación de tal o cual ley
que les favorece en su lucha p o r o b ten er m ejores condiciones de
vida.6
Ilusionado con las concesiones que hace la clase ca p ita lista pien ­
sa en o b ten er cad a día m ás v entajas pero jam ás puede llegar a com ­
p ren d e r p o r sí solo las causas de su situación de explotación y cómo
te rm in a r con ellas.
La conciencia so cialista sólo puede ser in tro d u cid a desde fu era
afirm a Lenin siguiendo a K autsky.
Sólo la ciencia e lab o rad a p o r M arx después de un ard u o tra b a jo
de m ás de 20 años p erm ite al p ro le ta ria d o c o m p ren d er el origen del
c a rá c te r irreconciliable de su lucha con tra la burguesía y, por lo ta n ­
to, le p ro p o rcio n a los in stru m en to s teóricos p a ra lib e ra r el m ovi­
m iento o b re ro de la su b o rd in ació n a la ideología b u rg u e sa .7
De ahí que p a ra su liberación el p ro le ta ria d o re q u iera de u n a o r­
ganización p ro p iam en te política que p e rm ita re a liz ar en su seno la
fusión de la te o ría m a rx ista y del m ovim iento o b rero y le perm ita
p a sa r de u n a conciencia p u ra m e n te económ ica a u na conciencia po­
lítica, es decir, a u n a conciencia de clase.
3.
LA LUCHA D E CLA SES
253
tos, pueden ser considerad os expresiones de una v erd ad era lucha
de clases; son sólo sus gérm enes o em briones.
¿Qué condiciones se requieren, entonces, para poder hablar de una
lucha de clases en sentido estricto?
Que el en fren tam ien to que se produzca e n tre los o b rero s y sus
p atro n es form e p a rte de la lucha de la clase o b re ra c o n tra la b u r­
guesía y su gobierno y, p o r lo tanto, que aunque defienda los intere­
ses inm ediatos de ese grupo de trabajadores, esté conectada a la lucha
o rg anizada de esa clase p o r la realización de sus intereses a largo
plazo, es decir, a la lucha p o r la co nquista del p o d er político p a ra
po d er llegar desde allí a d e s tru ir la sociedad cap italista y c o n stru ir
la sociedad socialista.
Pues bien, p a ra que se cum plan estas condiciones es necesario
que la clase o b rera esté organizada com o clase a nivel nacional a tra ­
vés de su organización sindical y que sus luchas estén o rien ta d as
p o r un p artid o p ro le ta rio que re ú n a a los sectores m ás avanzados
de ella. De e sta m an era la lucha p o r objetivos inm ediatos de un g ru ­
po de trab a jad o res, o de todos los tra b a ja d o res del país, puede lle­
g a r a con ectarse con los objetivos a largo plazo de to d a la clase
obrera.
Ahora, la necesidad de u n irse y cohesionarse no se circu n scrib e
a los lím ites de un solo país o de u n a sola nacionalidad. La clase obre­
ra de los diferentes países debe fo rm ar un único y gran ejército obre­
ro. El internacionalism o p ro letario es la resp u esta al dom inio in te r­
nacional del c ap ital.8
Pero, si bien en sentido estric to sólo se puede h a b la r de lucha de
clases cuando se d isp u tan los in tereses estratég ico s o a largo plazo
de una clase c o n tra otra, se suele tam bién den o m in ar lucha de cla­
ses a sus gérm enes o em briones, es decir, a en fren tam ien to s que se
p roducen m otivados p o r la situación de clase de las clases explota­
das (lucha p o r m ejores condiciones de vida, etc.), pero que todavía
no llegan a c u e stio n ar el sistem a de explotación pro p iam en te tal.
De ahí que cream os necesario defin ir la lu cha de clases tan to en un
sentido estric to com o en un sentido am plio.
EL CONCEPTO DE LUCHA DE CLASES
Es un a organización de este tipo la que, m ediante la propaganda,
la agitación y la organización de los obrero s, p erm ite tra n sfo rm a r
la lucha económ ica esp o n tán ea c o n tra sus o p reso res, en una lucha
de toda la clase o b re ra c o n tra toda la clase cap italista, y fu n d am en ­
talm en te c o n tra el estad o que la rep resen ta.
R esum iendo lo dicho h a sta aquí, ni los en fren tam ien to s p a rc ia ­
les en tre o b rero s y p atro n es, ni los en fren tam ien to s globales de to ­
da la clase o b re ra de un país c o n tra toda la b u rg uesía, que se p ro ­
ducen m otivados exclusivam ente p o r intereses económ icos inm edia­
6 V.I. Lenin, ¿Qué h acer? (1902), en Obras
7 Véase, en este libro, cap. vi: " E s tru c tu ra
lógicas” , pp. 106-107.
com pletas, t. 5, pp. 430-431.
ideológica” , p u n to 5, “T endencias ideo­
L lam arem os l u c h a d e c l a s e s al en fren tam ien to que se p roduce entre
dos clases antag ó n icas cuando éstas luchan, no exclusivam ente por
sus in terese s inm ediatos, sino p o r sus in tereses a largo plazo, es de­
cir, p o r sus in terese s de clase.
L lam arem os l u c h a d e c l a s e s en sentido am plio a todos los en fre n ta ­
m ientos que se p ro d u cen e n tre dos clases antagónicas.
8 V.I. Lenin, "Proyecto y explicación del p ro g ram a so cialdem ócrata" (diciem bre de
1895-julio de 1896), en Obras com pletas, t. 2, pp. 100-101.
LA LUCHA DE CL A SES
254
4.
255
LAS CL A SES SO C IA LES
TIPO S DE LUCHA DE CLASES
A hora bien, después de h a b e r definido lo que entendem os por lucha
de clases en sentido estric to y de h a b e r señalado que p a ra que ésta
adquiera toda su dim ensión es necesario que se avance gradualm ente
en la m ag n itu d de los en fren tam ien to s y en la calidad de los m is­
mos, p asarem o s a ex am in ar los d iferen tes objetivos que persiguen
estos en fren tam ien to s de clase.
Podem os distin g u ir enfrentam ientos que persiguen objetivos eco­
nóm icos, reivindicativos; en fren tam ien to s en el terre n o de las ideas
y en fren tam ien to s p o r objetivos políticos.
De acu erd o a los objetivos que persigue, la lucha de clases se di­
vide entonces en lucha económ ica, lucha ideológica y lucha política.
a] Lucha económ ica
La lucha económ ica es el e n fren tam ien to que se produce en tre
las clases o p u estas p o r objetivos económ icos. E ste enfren tam ien to
se c a ra c teriz a p o r la resisten cia que oponen a este nivel las clases
ex plo tad as a las clases explotadoras.
Lenin define de la siguiente m an era la lucha económ ica del p ro ­
letariado:
La lucha económ ica es la lucha colectiva de los o b re ro s c o n tra los p atro n es
p o r lo g rar m ejores condiciones de venta de la fuerza de trabajo, m ejores con­
diciones de trab ajo y de vida de los o b rero s.9
Según el d irig en te bolchevique e sta lucha d eb ería llam arse p ro ­
piam ente lucha sindical ya que ab arca tam bién las gestiones políticolegislativas que realiza el m ovim iento o b rero p a ra m ejo rar sus con­
diciones de v id a.10
La lucha sindical b u sca co n seg u ir del estad o tales o cuales m edi­
das d estin ad as a rem ed iar los m ales p ropios a la situación de la cla­
se o b re ra pero no está n u nca d estin ad a a a c a b a r con ella, es decir,
no su p rim e el so m etim iento del tra b a jo al c a p ita l," y, en ese sen ti­
do, au n q u e busq u e p re sio n a r al a p a ra to e statal, conseguir una le­
gislación m ás favorable, etc., sus objetivos no son políticos sino eco­
nóm icos y, por lo m ism o, se tra ta de u n a lucha económ ica y no
política.
El sind icato es la fo rm a de organización que se ha dado la clase
o b re ra p a ra re a liz a r e sta lucha de tipo reivindicativo. Es u n a o rg a­
nización que tiende a re u n ir a toda la clase obrera, sin distinción de
credo s o p a rtid o s políticos, p a ra lu ch ar p o r estos in tereses inm e­
d iato s com unes.
Ella p erm ite ir alcanzando una unión y organización cada vez m a­
yores de la clase o b re ra y eleva su nivel de conciencia de clase, p re ­
p a rá n d o la p a ra los en fren tam ien to s de nivel su p erio r, aquellos que
9 V.I. Lenin,
10Op. cit., p.
11 Op. cit., p.
¿Qué hacer?, cit., p. 459.
419.
442.
van a su p rim ir definitivam ente su explotación: la lucha por el poder
político.
b] La lucha ideológica
La lucha de clases se da tam bién en el terre n o de las ideas, ya
que las ideas b u rg u esa s contribuyen a m an ten er la dom inación de
la clase ex p lotadora sobre los explotados. La b u rg u esía logra im po­
n er estas ideas debido a que, gracias a su poder económ ico, co n tro ­
la las in stitu cio n es a trav és de las cuales se difunden la ideas: radio,
p rensa, televisión, cine, escuelas, universidades, etc. Las ideas de la
b u rg u e sía p en e tra n en todas las actividades de la sociedad, incluso
logran in tro d u cirse en los organism os de la clase o b re ra si ésta no
logra m a n te n e r una ac titu d de p e r m a n e c e vigilancia.
P or eso Lenin afirm a que “ sin teo ría revolucionaria no es posi­
ble la acción rev o lu cio n aria”. P ara que el p ro le tariad o pueda com ­
b a tir por sus in tereses de clase necesita lu ch ar en el terre n o ideoló­
gico c o n tra la ideología burguesa.
A esta lucha en el terre n o de las ideas la llam am os lucha ideoló­
gica.
Es u n a b a talla sin tregua. Si no se com bate en form a continua
c o n tra la p en etració n de las ideas de la b u rg u esía en el seno de la
clase o b re ra y el pueblo, no se lo g rará jam ás una conciencia revolu­
cio n aria capaz de llevar la lucha h a sta sus ú ltim as consecuencias.
E sta lucha es difícil, ya que la burg u esía cu enta con “ap a ra to s ideo­
lógicos de e sta d o ” cada vez m ás poderosos y usa actu alm en te un
lenguaje seu d o rrev o lu cio n ario p a ra co n fu n d ir a las m asas y debili­
ta r así sus p ro p ias b an d eras de lucha.
P ara c o n tra rre sta r esta acción ideológica de la burguesía, la clase
o b re ra debe a rm a rse con la teoría revolucionaria: tiene que sab er
cla ra m en te cuáles son sus objetivos finales p a ra poder co m b a tir en
cada m om ento las ideas que im piden avanzar hacia ellos.
Por o tra p arte, es necesario te n er p resen te que en el caso de la
lucha ideológica no es válido el principio de que la cadena se rom pe
p or el eslabón m ás débil. Es necesario a ta c a r las posiciones ideoló­
gicas del enem igo allí donde es m ás fuerte, es decir, allí donde están
los m ejores exponentes de la ideología de la clase dom inante. Esto
significa que sólo está p rep arad o p ara la lucha ideológica c o n tra las
c o rrie n tes b u rg u esas de pensam iento quien conoce sus teo rías en
toda su com plejidad.
En el fre n te ideológico —dice G ram sci— [. . .] la d e rro ta de los auxiliares y
de los p a rtid a rio s m enores tiene una im portancia casi insignificante; en él
es preciso c o m b atir a los m ás em inentes [. . .]. Una ciencia obtiene la p ru eb a
de su eficiencia y v italid ad cuando d em u estra que sabe e n fre n ta r a los g ra n ­
des cam peones de las ten d en cias opuestas, cuando resuelve con sus propios
m edios los p ro b lem as vitales que éstos han planteado, o d em u estra p eren to ­
riam en te que tales pro b lem as son falso s.1-
12 A. G ram sci, E l m aterialism o histórico y la filosofía de B enedetto Croce, Buenos
Aires, L autaro, 1955, p. 134.
256
LAS CL A SES SO C IA LES
LA LUCHA D E CLA SES
c] La lucha política
La lucha p o lítica es la lucha p o r el p o d er político, es decir, la lu ­
cha c o n tra la organización del p o d er del estad o h a sta entonces vi­
gente. No es u n a lucha p o r refo rm as sino u n a lucha revolucionaria
p o r cam b iar rad icalm en te la sociedad en que se vive, y por eso, sólo
cuando la luch a alcanza este nivel es cu ando M arx y Engels hablan
de lucha de cla se s.13
Veam os lo que Lenin dice al respecto:
El problem a de la lucha de clases es uno de los m ás im p o rtan tes del m arx is­
mo. Por eso m ism o conviene que nos d etengam os a ex am in ar m ás en detalle
el concepto de lu ch a de clases.
Toda lucha de clases es u n a lucha política. Sabem os que estas p ro fu n d as
p alab ras de M arx fuero n co m p ren d id as e rró n eam en te p o r los o p o rtu n istas,
esclavos de las ideas liberales, que in te n ta ro n d arle s u n a in terp re ta ció n fal­
sa. E n tre los o p o rtu n ista s fig u rab an , p o r ejem plo, los "eco n o m istas”, h e r­
m anos m ayores de los liquidadores. Los "eco n o m istas” sostenían que cu al­
q u ie r choque e n tre las clases e ra u n a lucha política. P or lo tan to c o n sid era­
ban "lucha de clases”, la lucha p o r u n au m en to de sala rio de cinco kopeks,
y se negaban a reconocer u n a lucha de clases su p erio r, m ás d esarro llad a,
de c a rá c te r nacional, la lucha p o r objetivos políticos. Los "eco n o m istas” re ­
conocían, p o r consiguiente, la lucha de clases en su fo rm a em b rio n aria, pe­
ro no la reconocían en su form a d e sarro llad a. En o tra s p alab ras, los "econo­
m ista s” sólo reconocían aqu ella p a rte de la lucha de clases que e ra m ás to le­
rable p a ra la b u rg u esía liberal, se n egaban a ir m ás lejos que los liberales,
se negaban a reconocer la form a su p e rio r de la lucha de clases, inaceptable
p a ra los liberales. De ese m odo, los "ec o n o m istas” se co n v irtiero n en p o líti­
cos liberales obreros. De ese m odo, los "eco n o m ista s” d esech aro n la con­
cepción m arxista, revolucionaria, de la lucha de clases.
Sigam os. No b a sta que la lucha de clases sea au té n tic a , consecuente y
elevada sólo cu ando ab a rc a la esfera política. T am bién en p olítica es p osi­
ble lim itarse a cuestion es peq u eñ as y es posible ir m ás al fondo, h a sta los
cim ientos. El m arxism o sostiene que la lucha de clases c o b ra pleno d e sa rro ­
llo y es “n acional" ú nicam ente cuan d o no sólo a b a rc a la política, sino tam ­
bién cuando com prende lo m ás esencial en política: la organización del poder
del estado.
\
P or el co n trario , los liberales, c u an d o el m ovim iento o b rero ha a d q u iri­
do c ierto vigor, no se atreven a n eg ar la lucha de clases, p ero p ro c u ra n em ­
p equeñecer, cerc e n a r y m u tila r el co ncepto de lucha de clases. Los liberales
e stán d isp u esto s a a c e p ta r la lucha de clases tam b ién en la esfera política,
con la sola condición de que la organización del p o d er del estad o no en tre
en esa e sfe ra .14
13K. Marx y F. Engels, M anifiesto del Partido Comunista, en Obras escogidas en tres
tom os, t. i. p. 119:
. .toda lucha de clases es u n a lucha p o lítica.”
14V.I. Lenin, "C oncepciones liberal y m arx ista de la lucha de clases" (20 de mayo
de 1913), en Obras com pletas, t. 19, pp. 337-338.
257
sindical
(o b je tiv o s e c o n ó m ic o s )
TIPOS DE
LUCHA DE « C f ------ --------- «.
CLASES
ideológica
(o b je tiv o s id e o ló g ic o s )
política
( o r g a n iz a c ió n d e l e s ta d o )
5.
COMBINACIÓN DE LOS D IFEREN TES TIPOS DE LUCHA.
PREDOMINIO DE UN TIPO SOBRE OTRO
A hora bien, estos d iferentes tipos de lucha no se dan aislados unos
de otros, sino que, p o r el co n trario , se com binan form ando una u n i­
dad en la que uno de los tipos de lucha dom ina a los otros. Y esto
se debe a que cada tipo de lucha no es sino un aspecto de la lucha
de clases que se da en form a sim u ltán ea en los tre s niveles de la es­
tr u c tu r a social.
Así, p o r ejem plo, en u n a huelga, en que el tipo dom inante de lu­
cha es el económ ico, se da tam bién p o r p a rte del secto r m ás avanza­
do de los o b rero s una lucha ideológica p o r m a n te n e r la u n idad de
los trab a jad o res, p o r hacerles ver el origen de su situación de ex­
p lotados y cóm o llegar a te rm in a r con ella, etc. P or o tra p arte, esta
huelga que tiene, en un com ienzo, un c a rá c te r p u ra m en te económ i­
co, puede llegar a te n e r un c a rá c te r pred o m in an tem en te político si
llegan a in terv en ir las fuerzas a rm ad as y la policía p a ra desalo jar
a los h u elguistas de la e n tra d a de la fábrica.
A hora bien, en toda c o y u n tu ra política existe una d eterm in ad a
form a de fusión de estos diferen tes tipos de lucha, en la que uno de
ellos desem peña el papel dom inante. En un determ in ad o m om ento
h istó rico puede ser la lucha ideológica el pu n to nodal estratég ico
de la lucha de clases, en o tro s casos puede ser la lucha económ ica
o la lucha política.
La experiencia h istó ric a d em u estra —según L enin— que la falta
de lib e rta d política o la restricció n de los derechos políticos en un
d e te rm in a d o país conducen siem pre “a la necesidad de p la n te a r la
lu ch a política en p rim e r p lan o ”.15
Al p la n te a r estas tre s form as de lucha de clases y al a firm a r que
en un d eterm in ad o m om ento puede d o m in ar la lucha económ ica o
la ideológica ¿estam os con ello negando la afirm ación de M arx y
E ngels de que toda lucha de clases es u n a lucha política?
Pensam os que no, ya que esta afirm ación debe en ten d erse en el
15 V.I. Lenin, "P ro te sta de los so ciald em ó cratas de R u sia" (antes del 22 de agosto
de 1899), en Obras completas, t. 4, p. 179.
LAS CL A SES SO C IA LES
258
sentid o de que el en fren tam ien to definitivo de las clases an tag ó n i­
cas sólo se p ro d u ce cuando la clase o p rim id a p asa a c u estio n ar el
sistem a de p o d er que hace posible su condición de explotación. P ara
que exista un en fren tam ien to to tal en tre las clases no b a sta la lucha
sindical ni la luch a ideológica, es n ecesario p a sa r al nivel de la
lucha política, de la lucha p o r el poder. Es sólo en este m om ento
cuand o la lucha de clases ad q u iere todo su contenido. H asta en to n ­
ces sólo se tra ta de enfren tam ien to s p arciales que no ponen en cues­
tión el sistem a que p erm ite la reproducción de las clases antagónicas
en cu an to tales. P or eso Lenin dice, d e sa rro lla n d o el p lan team iento
de M arx y Engels en el M anifiesto com unista, que la
lucha de los o b rero s se convierte en lucha de clases, sólo cuando los re p re ­
sen tan tes de van g u ard ia de to d a la clase o b re ra de u n país tienen concien­
cia de su u nidad com o clase y em p ren d en la lucha, no c o n tra un p a tro n o a is­
lado, sino co n tra toda la clase c ap ita lista y c o n tra el gobierno que apoya a
e sta clase. Sólo cuando cad a o b re ro tiene conciencia de que es p a rte de to d a
la clase o b rera, cuand o en su p eq u eñ a lucha co tid ian a co n tra u n p a tro n o o
un fu n cionario ve la lucha c o n tra to d a la b u rg u esía y c o n tra el g o bierno en
pleno, sólo entonces su lucha se tra n sfo rm a en lucha de c lases.16
Pero a firm a r que la lucha política es la lucha de clases p o r exce­
lencia no im plica n eg ar la im p o rtan cia que tiene la lucha económ i­
ca. La n ecesidad de este tipo de lucha fue reconocida, desde el p rin ­
cipio, p o r el m arxism o. M arx y Engels c ritic a b a n a los socialistas
utópico s p o r m inim izar su papel.
V einte años m ás tard e, en el P rim er C ongreso de la A sociación
In te rn a c io n al de T rab ajad o res, en 1866 en G inebra se ad v ertía que
si bien no se debía ex ag erar su im p o rtan cia tam poco se la podía sub­
estim ar. Sólo si se p arte de los intereses inm ediatos de la clase obrera
se puede lo g rar co n d u cirla hacia la lucha p o r sus verd ad ero s in te­
reses de clase.
Antes de p a s a r al próxim o p u n to precisem os dos conceptos que
generalm en te se confunden: “ lo p o lítico ’’ y “ la p o lítica” .
E ntenderem os p o r “lo político” el ap arato jurídico-político de una
sociedad. En este sentido, la luch a política es u n a lucha en el te rr e ­
no o nivel de “ lo p o lítico ”.
E n ten d erem o s p o r “ la p o lític a ” el cam po de !a acción política,
es decir, la lucha de clases en u n a co y u n tu ra p o lítica d eterm inada.
A hora p a ra que la clase o b rera llegue a o b ten er una au téntica con­
ciencia p o lítica debe ac o stu m b ra rse a “h acerse eco de todos los ca­
sos de a rb itra rie d a d y opresión, de violencia y abusos de todo tipo,
cualesquiera que sean las clases afectadas” 17 y a in te rp re ta r estos
hechos a trav és de la teo ría m arxista.
La conciencia de las m asas o b re ra s no puede se r una a u tén tic a conciencia
16V.I.
17V.I.
Lenin, “ N u estra ta re a in m ed iata”, en Obras completas, t. 4, p. 219.
Lenin, ¿Qué hacer?, cit., p. 467.
LA LUCHA D E CL A SES
259
de clase si los o b rero s no ap renden, sobre la base de hechos y acontecim ien­
tos políticos concretos, y adem ás de actualidad, a o b serv ar a cada una de
las o tra s clases sociales en todas las m anifestaciones de su vida intelectual,
m o ral y política; si no a p ren d en a ap licar en la p rá c tic a el análisis y la a p re ­
ciación m ate ria lista de todos los aspectos de la actividad y de la vida de todas
las clases, capas y g ru p o s de la población. Q uien concentre la atención de
la clase o b rera, su cap acid ad de observación y conciencia exclusivam ente,
o au n q u e sólo sea en fo rm a p referen te, en ella m ism a, no es un socialdem óc rata; pu es el conocim iento de sí m ism a p o r p arte de la clase ob rera, está
v inculado en form a in sep arable, no sólo a u na com prensión teó rica absolu­
ta m en te cla ra —o m ejor dicho, no tan to teórica com o p rá c tic a — de las rela­
ciones e n tre to d as las clases de la sociedad actual, com prensión ad q u irid a
a trav és de la experiencia de la vida política —afirm a Lenin y m ás adelante
c o n tin ú a —:
[. . .] P ara llegar a ser un socialdem ócrata, el o b rero debe fo rm arse una
idea c la ra de la n a tu rale za económ ica y la fisonom ía social y política del te­
rra te n ie n te y del cu ra, del d ig n atario y del cam pesino, del e stu d ian te y el
vagabundo; conocer sus lados fu ertes y sus lados débiles, sab er o rien tarse
en m edio de la fraseología u su al y de los m ás diversos sofism as con los que
c ad a clase y cad a capa encubre sus ap etito s egoístas y su v erd ad era “n a tu ­
raleza"; sa b e r d istin g u ir qué in stituciones y leyes reflejan unos y o tro s in te­
reses, y cóm o los reflejan. P ero esta “idea c la ra ” no puede o b ten erse en los
libros: sólo puede su rg ir de la realidad, así com o de las denuncias fo rm u la­
d as en calien te sobre todo cu an to sucede en d eterm in ad o m om ento en n u es­
tro d erred o r; sobre lo que todos com entan o m u rm u ran , sobre lo que se re ­
vela en determ inados acontecim ientos, estadísticas, sentencias judiciales, etc.,
etc., etc. E sas d enuncias p o líticas que a b arcan todos los aspectos de la vida
son u n a condición indisp en sable y fu n d a m en ta l p a ra e d u car a las m asas en
la activ id ad rev o lu c io n aria .18
Una tesis fundam ental del m arxism o es la necesidad de m ovili­
z ar a las m ás am plias capas de la población c o n tra el régim en o p re­
sor, y esto sólo se logra si la clase o b rera, en lu g ar de e n c errarse
en sí m ism a, y lu char por solucionar exclusivam ente sus problem as,
se hace eco de los problem as de todas las capas sociales afectadas
p o r este régim en.
El m ejor ejem plo de ello fue la ac titu d de los bolcheviques des­
pués de la revolución de febrero. H icieron suyas las reivindicacio­
nes de todo el pueblo: pan, paz, tie rra y lib e rta d y, concretam ente,
apoyaron las reivindicaciones de la m ayor p a rte del cam pesinado
ru so p lasm adas en un p ro g ram a que no e ra el suyo: el p ro g ra m a de
los e seristas o socialistas rev o lu cio n ario s.19 Lenin tenía ab so lu ta ­
m ente claro que el p ro leta riad o solo, aislado del resto de las m asas
p o p ulares, jam ás podría llevar a cabo u n a revolución victoriosa.
18 Op. cit., pp. 467-468.
19S obre el tem a de la conducción política bolchevique, su política de alianzas, sus
consignas, etc., véase M arta H arneck er, Instrumentos leninistas de dirección política,
en p reparación.
LAS C L A SE S SO C IA LES
260
6.
LA REVOLUCIÓN SOCIAL: EL ASPECTO CUMBRE DE LA LUCHA DE CLASES
LA LUCHA DE C LA SES
261
BIBLIOGRAFIA
A m edida que se d e sa rro lla n las co n trad iccio n es de la sociedad la
lucha de clases ad q u iere u n c a rá c te r m ás agudo, h a sta que llega un
m om ento en que las clases o p rim id as logran a p o d e ra rse del poder
político y em piezan a d e stru ir las antiguas relaciones de producción.
E ste proceso consciente y violento de d estrucción de las antiguas
relaciones de p ro d u cció n y, p o r lo tanto, de las clases sociales que
son sus p o rta d o re s, es lo que el m arxism o denom ina revolución
social.
Aquí sólo enunciam os este tem a que ha sido am pliam ente desa­
rrollad o en n u estro libro sobre La revolución social (Lenin y América
Latina), próxim o a publicarse.
, v i.: "T areas de los so cialdem ócratas ru s o s” (fines de 1897), en Obras
com pletas, t. 2, pp. 336 y 343-346.
l e n i n , v . l : “N u estra tare a in m ed iata” (octubre de 1899), en Obras com pletas
t. 4, pp. 219-221.
l e n i n , v i .: "N u estro p ro g ra m a ” (octubre de 1899), en Obras com pletas t 4
pp. 246-247.
LE N IN , v .l : "C oncepción lib eral y m arx ista de la lucha de cla se s” (20 de m a­
yo de 1913), en Obras com pletas, t. 19, pp. 335-340.
M ARX, K ., y F. e n g e l s : M anifiesto del Partido C om unista (diciem bre de 1847en ero de 1848), en Obras escogidas en tres tom os, t. I, pp. 111-122 (punto
i: “B u rg u eses y p ro le ta rio s”).
p o u l a n t z a s , n .: Poder p o lítico y clases sociales en el estado capitalista, Méxi­
co, Siglo XXI, 1974, 8a. ed. (punto 2: “Política y clases sociales”, pp. 60-116).
R E SU M E N
MODIFICACIONES INTRODUCIDAS A ESTA EDICION
E n este cap ítu lo hem os visto lo que se entien d e p o r lucha de clases ta n to
en el sentido estric to com o en el sen tid o am plio; luego hem os exam inado los
d istin to s tipos de lucha de clases: económ ica o sindical, ideológica y p o líti­
ca. P or últim o, hem os exam inado cóm o éstas se com binan en u n a d e te rm i­
nad a coyuntura.
El cap ítu lo se reduce a los tem as de lucha de clases y tipos de lucha de cla­
ses, excluyéndose los resta n te s tem as: form as de lucha de clases, estrateg ia,
tá c tic a y revolución social, debido a que estos tem as son am p liam ente d esa­
rro lla d o s en los libros La revolución social (Lenin y A m érica Latina) e In s­
tru m en to s leninistas de dirección política.
Los tem as que perm anecen son tra ta d o s con m ayor p rofundidad, ag re­
gándose dos m odificaciones: 1] se distingue e n tre lucha de clases en sentido
e stric to y lucha de clases en sentido am plio; 2] al d efin ir los tipos de lucha
de clases no se les refiere a h o ra a los niveles de la e s tru c tu ra social sino a
los objetivos que se p reten d e alcanzar, ya que, com o hem os visto, existe una
lucha a nivel político que se lim ita a cuestiones de tipo sindical: esta lucha
no p uede den o m inarse política sino sindical.
CUESTIONARIO
1. ¿Desde cuándo existe un p ro le ta ria d o organizado com o clase en su país?
2. ¿Cuáles fueron las p rim era s m anifestaciones de lucha de los o b rero s con­
tr a los em p resario s en su país? ¿P o d ría c alificar estos e n fren tam ien to s
de clase com o lucha de clases? E xplique su resp u esta.
3. Ponga ejem plos de lucha económ ica de los trab ajad o res.
4. Ponga ejem plos de lucha política.
5. Ponga ejem plos de lucha ideológica.
6. ¿C uál de todas estas luchas a las que u sted h a hecho referen cia puede
denom inarse lucha de clases en sen tid o estric to ? ¿P o r qué razón?
7. Ponga un ejem plo sacado de su país de u n a posición ideológica e rra d a
co n tra la que hay que lu c h ar y en qué consiste la necesidad de a ta c a rla
p o r su eslabón m ás fu erte.
8. ¿Podría poner ejem plos de desviaciones econom istas en la lucha de clases
en su país?
9. ¿P odría p o n er ejem plos de m inim ización de la lucha económ ica y cuáles
h an sido sus resu ltad o s?
10. ¿P odría p o n er u n ejem plo en que se haya com binado co rre cta m e n te la
lucha económ ica y la lu ch a política?
11. ¿Cuál debe se r el asp ecto p red o m in an te de la lucha de clases en países
com o los del cono su r de A m érica L atina bajo d ic ta d u ra s fascistas?
12. ¿P or qué la lu ch a económ ica exitosa puede p ro d u c ir desviaciones re fo r­
m istas en la clase o b re ra ?
13. ¿P or qué es tan im p o rta n te que el p ro le ta ria d o de su país asu m a las re i­
vindicaciones de los m ás diversos secto res sociales? ¿Q ué lo g ra con eso?
l e n in
TERCERA PARTE
LA TEORÌA M ARXISTA
DE LA HISTORIA
Con los conceptos de estructura social y clases sociales, podem os en
trar ahora a d efin ir en form a científica la originalidad de Marx res
pecto a la teoría de la historia.
CAPITULO XII
LA TEO R ÍA M ARXISTA DE LA H ISTO RIA
1. Introducción. 2. Los aportes de Marx a la ciencia de la historia.
Modos
de producción y teoría m arxista de la historia. 4. E l m aterialism o histórico:
problem ática general y teoría de cada m odo de producción. 5. Niveles de rea­
lización de la teoría del m aterialism o histórico: ciencia de las form aciones
sociales y ciencia de la coyuntura política. 6. El m aterialism o histórico: cien­
cia que se opone al d o g m atism o y al revisionism o. 7. La teoría m arxista y el
papel de los hom bres en la historia. 8. Dos desviaciones de la teoría m arxista
de la historia: el econom ism o y el voluntarism o.
1. INTRODUCCION
Desde los p rim ero s h isto riad o res que su rg iero n en el m undo g rie­
go, la gran m ayoría se ha lim itado a h acer una cronología de hechos
pasados. Los acontecim ientos m ás significativos eran em pleados co­
mo c rite rio s de periodización (por ejem plo, las batallas, las conquis­
tas, el nacim iento de Jesu cristo , etc.). La gran co n trib u ció n de H e­
gel fue h ab e r buscado un principio de inteligibilidad a las d iferen ­
tes e tap as de la h istoria. V eamos qué dice Engels:
[. . .] la filosofía de la histo ria, p rin cip alm en te la re p resen tad a por Hegel, re­
conoce que los m óviles ostensibles y au n los m óviles reales y efectivos de
los h o m b res que a ctú a n en la h isto ria no son, ni m ucho m enos, las últim as
cau sas de los acontecim ientos históricos, sino que d etrás de ellos están otras
fuerzas determ inantes, que hay que investigar; pero no va a b u scar estas fuer­
zas en la m ism a histo ria, sino que las im porta de fuera, de la ideología filo­
sófica. En vez de ex plicar la h isto ria de la an tig u a G recia p o r su propia con­
caten ació n in tern a, Hegel afirm a, por ejem plo, sencillam ente, que esta h is­
to ria no es m ás que la elaboración de las "form as de la bella individualidad”,
la realización de la "o b ra de a r te ” com o tal. Con este m otivo, dice m uchas
cosas h erm o sas y p ro fu n d as acerca de los antiguos griegos, pero esto no es
o b stácu lo p a ra que hoy no nos dem os por satisfechos con sem ejante expli­
cación, que no es m ás que una form a de h a b la r.1
¿C uál es la originalidad de M arx y Engels en relación a la teoría
de la h isto ria? ¿Puede decirse que ella consiste en h a b e r invertido
la concepción hegeliana de la historia; es decir, que el evolucionis1 F. Engels, Ludw ig Feuerbach y el fin de la filosofía clásica alemana, Buenos Aires,
C uadernos de P asado y P resen te núm . 59, 1975, pp. 54-55.
[265]
266
LA T E O R IA M A R X ISTA DE LA H IST O R IA
m o e sp iritu a lista hegeliano es rem plazado p o r un evolucionism o de
tipo m aterialista; que el criterio de periodización de la historia a p a r­
tir de la evolución dialéctica de la Idea, es rem plazado por el c rite ­
rio de periodización a p a r tir de la evolución d ialéctica de la
econom ía?2
D esgraciadam ente, los escasos textos de M arx y de Engels sobre
su concepción de la h isto ria se p re sta n p a ra in terp retaciones de este
tipo.
Engels nos dice, p o r ejem plo, que “ la idea trad icional, a la que
tam b ién Hegel rindió culto, veía en el estad o el elem ento d eterm i­
n an te y en la sociedad civil el elem ento condicionado p o r a q u é l”.
Y añade que las ap arien cias ju stifican , sin duda, esta idea. P ara el
m arxism o, en cam bio, “el estado, el régim en político, es el elem en­
to su b altern o , y la sociedad civil, el reino de las relaciones económ i­
cas, lo p rin c ip a l’’.
En este texto Engels identifica sociedad civil con e s tru c tu ra eco­
nóm ica y estad o con las su p e re s tru c tu ra s juríd ico -políticas e ideo­
lógicas. La inversión aparece en form a clara: m ien tras que en Hegel
es lo político-ideológico (la conciencia de sí de u n a época) la esencia
de lo económico, en M arx sería lo económ ico la esencia de lo políticoideológico. La s u p e re s tru c tu ra ju ríd ico -p o lítica e ideológica no se­
ría, p o r lo tanto, sino un m ero fenóm eno de lo económico.
El propio M arx sostiene que él h a b ría puesto de pie lo que en H e­
gel m arc h a b a cabeza abajo.3
A hora bien, com o hem os visto a lo largo de este trab ajo , no b a sta
q u ed arse a nivel de la le tra de estos textos, es n ecesario estu d iarlo s
en form a c rític a y tr a ta r de d escu b rir, a trav és de un estudio global
de las o b ra s de estos au to res, cuál es su v erd ad ero planteam iento
ac erca de la histo ria.
2.
LOS APORTES DE MARX A LA CIENCIA DE LA HISTORIA
Es necesario a c la ra r que M arx y Engels n u n ca e lab o raro n en form a
sistem ática su te o ría de la h isto ria.
Si bien es cie rto que en tre 1845 y 1846 escrib iero n La ideología
alem ana, dos gruesos volúm enes que ten ían p o r objeto explicar su
concepción m a te ria lista de la h isto ria en oposición a las concepcio­
nes idealistas h a sta entonces rein an tes, este libro n un ca fue p u b li­
cado. P rim ero, debido a p roblem as de ce n su ra y luego, por falta de
in terés de sus p ropios au to re s ya que el objetivo perseguido: escla­
rec er sus p ro p ias ideas lib erán d o se de la conciencia filosófica a n te ­
rio r de origen idealista, ya h ab ía sido conseguido.4
2 No debe co n fu n d irse la teoría de Hegel con el juicio que M arx hace de él. Véase,
so b re este punto, L. A lthusser, La revolución teórica de Marx, cit., pp. 168-169, nota 43.
3 K. M arx, “ Epílogo a la segunda edición”, en E l capital, i/l, p. 20.
4 K. M arx, “ Prólogo a la Contribución a la crítica de la econom ía política" (enero
de 1859), en Introducción general a la crítica de la econom ía política, México, C uader­
nos de P asado y P resente, núm . 1, 15a. ed., 1982, p. 68.
LA T E O R ÍA M AR XISTA D E LA H ISTO R IA
267
Más de cu a re n ta años después Engels afirm ará que la concepción
m a te ria lista de la h isto ria allí expuesta d em u estra cuán incom ple­
tos eran en ese m om ento los conocim ientos que ellos tenían acerca
de la h isto ria económ ica.5
Veam os a continuación el “hilo c o n d u c to r” de esta concepción
m a te ria lista de la h isto ria que M arx y Engels co m p a rtían en el m o­
m ento de e sc rib ir La ideología alem ana y que guiaba sus estudios,
sintetizado p o r el p ropio M arx en el “Prólogo a la Contribución a
la crítica de la econom ía po lítica ”:
En la p ro d u cció n social de su existencia, los hom bres establecen d eterm in a­
das relaciones, necesarias e independientes de su voluntad, relaciones de pro­
d ucción que co rresp o n d en a un d eterm in ad o estad io evolutivo de sus fu e r­
zas p ro d u ctiv as m ateriales. La to talid ad de esas relaciones de producción
co n stitu y e la e s tru c tu ra económ ica de la sociedad, la base real sobre la cual
se alza u n edificio ju ríd ic o y político, y a la cual co rresp o n d en d e term in a­
das fo rm as de conciencia social. El m odo de producción de la vida m aterial
d ete rm in a el proceso social, político e in telectu al de la vida en general. No
es la conciencia de los ho m bres lo que d eterm in a su ser, sino, p o r el c o n tra ­
rio, es su existencia social lo que determ in a su conciencia. En un estad io de­
term in ad o de su d esarro llo , las fuerzas p ro d u ctiv as m ateriales de la socie­
d ad e n tra n en co n trad icción con las relaciones de producción existentes, o
—lo cual sólo con stitu y e u n a expresión ju ríd ic a de lo m ism o— con las rela­
ciones de p ro p ied ad d e n tro de las cuales se hab ían estad o m oviendo h asta
ese m om ento. E sas relaciones se tran sfo rm an de form as de desarro llo de las
fuerzas p ro d u ctiv as en a ta d u ra s de las m ism as. Se inicia entonces un a épo­
ca de revolución social. Con la m odificación del fundam ento económ ico, to­
do ese edificio d escom unal se tra sto c a con m ayor o m enor rapidez. Al consi­
d e ra r esta clase de trasto ca m ien to s, siem pre es m en ester d istin g u ir en tre
el trasto cam ien to m aterial de las condiciones económ icas de producción, fiel­
m ente com p ro b ab les desde el p u n to de vista de las ciencias n a tu rales, y las
fo rm as ju ríd icas, políticas, religiosas, artístic a s o filosóficas, en sum a, ideo­
lógicas, d en tro de las cuales los hom bres cobran conciencia de este conflic­
to y lo d irim en. Así com o no se juzga a un individuo de acu erd o con lo que
éste cree ser, tam poco es posible ju zg ar un a época sem ejante de revolución
a p a rtir de su p ro p ia conciencia, sino que, p o r el co n trario , se debe explicar
esta conciencia a p a rtir de las contradicciones de la vida m aterial, a p a rtir
del conflicto existente e n tre fuerzas sociales productivas y relaciones de p ro ­
ducción. Una form ación social jam ás perece h asta tan to no se hayan d esa­
rro llad o to d as las fu erzas p ro ductivas p a ra las cuales re su lta am pliam ente
suficiente, y jam ás ocupan su lu g ar relaciones de producción nuevas y supe­
rio res a n tes de que las condiciones de existencia de las m ism as no hayan
sido in cu b ad a s en el seno de la p ro p ia an tig u a sociedad. De ahí que la h u m a­
n id ad siem pre se plan tee sólo ta re a s que puede resolver, pues co n sid erán ­
dolo m ás p ro fu n d am en te siem pre hallarem os que la p ro p ia ta re a sólo surge
cuando las condiciones m ateriales p a ra su resolución ya existen o, cuando
m enos, se h allan en proceso de devenir. A grandes rasgos puede calificarse
a los m odos de p roducción asiático, antiguo, feudal y b u rg u és m oderno de
épocas p ro g resiv as de la form ación económ ica de la sociedad. Las relacio­
nes de producción b u rg u esas son la últim a form a antagónica del proceso so-
5 F. Engels, "N ota p re lim in a r” , en L udw ig Feuerbach y el fin de la filosofía clási­
ca alem ana, cit., pp. 17-18.
LA T E O R ÍA M AR XISTA D E LA H ISTO R IA
LA T E O R IA M A R X ISTA D E LA H IST O R IA
268
cial de la producción, antagónica, no en el sen tid o del antago nism o indivi­
dual, sino en el de un antag o n ism o que surge de las condiciones sociales de
vida de los individuos, pero las fu erzas p ro d u ctiv as que se d e sa rro lla n en
el seno de la sociedad b u rg u e sa crean, al m ism o tiem po, las condiciones m a­
teriales p a ra resolver este antagonism o. Con esta form ación social con clu ­
ye, p o r consiguiente, la p re h isto ria de la sociedad h u m an a.6
E ste texto, que forzosam ente es un texto m uy sintético y sólo p re ­
tende p la n te a r "el hilo c o n d u c to r” de las investigaciones de M arx,
ha sido frecu en tem en te co n sid erad o com o u n a exposición acabada,
p restá n d o se p a ra u n a in te rp re ta ció n evolucionista del m arxism o.
Es notable o b se rv a r en él u n a au sen cia sin tom ática: en ninguna
p a rte se refiere a la lucha de clases,7 co n sid erad a p o r M arx y Engels com o el " m o to r” de la h isto ria.
R ecordem os que am bos a u to re s h ab ían llegado en el M anifiesto
com unista, once años antes, a la conclusión de que "la h isto ria de
to d as las sociedades e ra la h isto ria de la lucha de clases” .
¿Cómo in te rp re ta r e sta au sencia?
Nos p arece que la c a rta de M arx a W ydem eyer, ya citada
an te rio rm e n te,8 nos puede in d icar la resp u esta.
No b a sta a firm a r que la h isto ria es la h isto ria de la lucha de cla­
ses, ya que ta n to las clases com o la luch a de clases no fueron descu­
b ie rta s p o r M arx y Engels, su v erd ad ero d escu b rim ien to fue la re la­
ción que existía e n tre las clases sociales y d eterm in ad as fases h istó ­
ricas del d e sa rro llo de la producción.
P a ra p o d er e stu d ia r estas clases y sus luchas es entonces necesa­
rio p re g u n ta rse cuál es el origen de ellas, qué m otiva que d e te rm i­
nados grupos sociales choquen c o n tra otros; la resp u esta sólo se en­
c u e n tra en el an álisis de las condiciones objetivas de la vida m a te­
rial; ésa es la b ase de toda la activ id ad h istó ric a de los h o m b res.9
El m arxism o —afirm a Lenin— indicó el cam ino p ara un estudio global y com ­
p leto del proceso de aparició n , d e sarro llo y d ecadencia de las form aciones
económ ico-sociales, al en fo car el co njunto de to d as las ten d en c ias c o n tra ­
d icto rias, al red u cirlas a las condiciones, p erfectam en te d eterm in ab les, de
vida y de producción de las d istin tas clases de la sociedad, al elim in ar el sub­
jetivism o y la a rb itra rie d a d en la elección de las d istin tas ideas "d o m in an ­
te s ”, o en su in terp re tació n , al p o n er de relieve que, sin excepción, to d as las
ideas y todas las d iversas tend en cias se originan en la condición de las fu e r­
zas pro d u ctiv as m ate ria le s.10
Sólo analizando el prólogo d e n tro de este contexto y no olvidan­
do su c a rá c te r de a p re ta d a síntesis, cuyo objetivo no fue jam á s se­
ñ a la r las leyes del d esarro llo de la sociedad sino sim plem ente expo­
6 K. M arx, “ Prólogo a la C ontribución. . op. cit.. pp. 66-68.
7 Aunque p o d ría leerse en tre líneas cuando fiabla de la revolución social.
8V éase supra, p. 214.
9 V.I. Lenin, "C arlo s M arx” (julio-agosto de 1914), en Obras com pletas,
pp. 149-150.
10Op. cit., p. 149.
t. 22,
269
n e r el hilo co n d u cto r de las investigaciones de Marx, es com o pode­
m os co m p ren d er el gran en tu siasm o con que tan to Engels com o Le­
nin se refieren a él.
Engels considera que estos planteam ientos enunciados sin tética­
m ente p o r M arx son "u n descu b rim ien to que venía a revolucionar
no sólo la econom ía, sino todas las ciencias h istóricas. . .”.u
Según Lenin la aplicación del m aterialism o a la sociología expre­
sada en este texto es "u n a idea genial” que en ese m om ento era sólo
"u n a hipótesis, pero u n a hipótesis que p o r p rim e ra vez hacía posi­
ble tr a ta r de un m odo rig u ro sam en te científico los problem as h is­
tóricos y so ciales”.12
Tres serían según el dirigente bolchevique los aportes fundam en­
tales de esta nueva teo ría de la historia.
Primero-, en lu gar de q u e d arse d etenida en el estudio de las ideas
de la hu m an id ad en un m om ento dado de su d esa rro llo investiga su
origen en la vida m aterial.
Seg u n d o : descu b re que las relaciones de producción son el n ú ­
cleo en to rn o al cual se e s tru c tu ra la sociedad, indicando así desde
dónde debe p a r tir el estudio de la sociedad y sus d iferentes aspec­
tos p a ra tra n sfo rm a rse en un estudio científico de ella.
Tercero: com o estas relaciones de producción se asien tan en un
determ in ad o d esa rro llo de las fuerzas productivas, esto p erm ite es­
tu d ia r el d esarro llo del proceso histó rico com o un "p roceso h istó ri­
co n a tu ra l”.13
Antes de c o n tin u a r nos parece im p o rtan te deten ern o s a exam i­
n a r este últim o p u nto p ro fundizando el escueto p lan team ien to de
Lenin. ¿Cómo en ten d er esta "re d u c c ió n ” de las relaciones de p ro ­
ducción al nivel de las fuerzas p ro d u ctiv as y su relación con el con­
cepto m a rx ista de la h isto ria?
Veamos a continuación la explicación que da el propio Marx:
Es su p erflu o ag reg ar que los hom bres no son libres de elegir sus fuerzas pro­
d uctivas —que son la base de toda su h is to ria —, p uesto que cada fuerza p ro ­
ductiva es u n a fuerza a d q u irid a, p ro d u cto de la actividad an terio r. P or con­
siguiente, las fuerzas productivas son el resultado de la energía hum ana p rác­
tica; p ero esta en erg ía está a su vez condicionada por las circu n sta n cias en
que se h allan los hom bres, p o r las fuerzas p roductivas ya co nquistadas, por
la form a social p reexistente, que ellos no crean, que es el p ro d u cto de la ge­
neración an terio r. Debido a este sim ple hecho de que cada nueva generación
se e n cu e n tra en posesión de las fuerzas pro d u ctiv as con q u istad as p o r la ge­
neración an te rio r, que le sirven de m ateria p rim a p ara u na nueva p ro d u c ­
ción, surge u n a conexión en la h isto ria hum ana, tom a form a una h isto ria
de la h u m an id ad cu an to m ás se h an extendido las fuerzas p roductivas del
h om bre y en consecuencia sus relaciones sociales. En consecuencia: la his-
11 F. Engels, "La C ontribución a la critica de la econom ía política de K arl M arx"
{3-15 de agosto de 1889), en K. M arx, Introducción general a la crítica de la econom ía
política, cit., p. 100; Engels opone aquí "ciencias h istó ric a s” a "cien cias n a tu ra le s ” .
12V.I. Lenin, ¿Quiénes son los “am igos del pueblo"?, cit., p. 14; Obras com pletas,
t. 1, p. 149.
13 Op. cit., pp. 14-16.
LA T E O R IA M A R X ISTA DE LA H IST O R IA
270
to ria de los h o m bres nunca es o tra cosa que la h isto ria de su d esa rro llo indi­
vidual, sean o no conscientes de ello. Sus relaciones m ateriales son la base
de todas sus relaciones. E sas relaciones m ateriales no son sino las form as
necesarias en que se realiza su actividad m aterial e in d iv id u al.14
Más ad elan te agrega:
Así pues las form as económ icas en que los h om bres p roducen, consum en,
in tercam bian, son transitorias e históricas. Al c o n q u istarse nuevas fuerzas
productivas, los h om bres cam bian su m étodo de p roducción, y con el modo
de producción todas las relaciones económ icas, las que son m eram en te con­
diciones n ecesarias de ese d eterm in ad o m odo de p ro d u c c ió n .13
Ahora bien, Marx considera que los “puntos decisivos” de la nueva
concepción del m undo que elaboró ju n to con Engels “ fueron insi­
nuado s p o r p rim e ra vez en fo rm a científica, au n q u e de un m odo só­
lo polém ico”, en su o b ra Miseria de la filosofía, publicada en 1847.16
Tres años después decide, sin em bargo, "re in ic ia rlo todo desde un
com ienzo” ab rién d o se paso a trav és de los nuevos m ateriale s sobre
la historia de la econom ía política acum ulados en el B ritish Museum,
m otivado p o r “el p u n to de v ista favorable que ofrece L ondres p ara
la observación de la sociedad b u rg u e sa ” y p o r “ la nueva e ta p a evo­
lutiva en la cual pareció e n tra r esta ú ltim a con el d escubrim iento
del oro califo rn ian o y a u s tra lia n o ” .17
D espués de nueve años de ard u o tra b a jo pub lica en 1859 su obra
C ontribución a la crítica de la econom ía política dedicada exclusi­
vam ente a inv estig ar el m odo de p roducción cap italista, o b ra que
es co n tin u ad a en E l capital, su o b ra m aestra, cuyo p rim e r libro a p a ­
rece rá ocho años después.
Según Lenin, desde la ap arició n de E l capital,
la concepción m ate ria lista de la h isto ria no es ya una hipótesis, sino u n a te­
sis científicam ente d em o strad a ; m ie n tra s no tengam os o tro in ten to de ex­
p licar en form a científica el funcio n am ien to y d esarro llo de alguna fo rm a­
ción social —precisam en te de u n a form ación social y no de los fenóm enos
de la vida cotidiana de un país, o de un pueblo, o incluso de una clase, e tc.—,
o tro intento capaz de po n er en o rd en "los hechos c o rre sp o n d ien te s”, exac­
tam ente com o lo ha sabido h a c e r el m aterialism o; capaz de d a r asim ism o
un cu ad ro vivo de u na form ación d eterm in ad a, explicándola de un m odo ri­
g urosam ente científico; m ien tras no lo tengam os, la concepción m a te ria lis­
ta de la h isto ria será sinónim o de ciencia social.
Y agrega que es
la única concepción científica de la historia,18
14K. Marx, carta a P.V. Annenkov (28 de diciem bre de 1846), en K, Marx y F. Engels,
Correspondencia, cit., p. 16; y en Obras escogidas en tres tom os, t. i, p. 531.
15 Op. cit., pp. 16-17. Aquí utiliza M arx el térm ino "m odo de producción" en un sen­
tido restrin g id o com o "m odo de producción de bienes m a te ria le s”.
16 K. M arx, "Prólogo a la C ontribución. . op. cit., p. 68.
17 Ibid., pp. 68-69.
18V I. Lenin, ¿Quienes son los "amigos del pueblo "?, cit., p. 18, y en Obras com ple­
tas, t. 1, p. 523 (las cu rsiv as son nuestras).
LA T E O R IA M A R X ISTA DE LA H ISTO R IA
271
Lenin insiste en que se ha pasado de una sim ple hipótesis a "una
teoría científicam ente co m p ro b ad a ” a p esar de que M arx sólo pudo
e stu d ia r científicam ente el m odo de producción c a p italista y que es
ab so lu tam en te falso que M arx haya p retendido explicar todo el p a­
sado de la h u m a n id a d .19
Y d esarro lla su idea co m parando la teo ría de M arx con la teoría
de la tran sfo rm ació n de las especies.
Y del m ism o m odo que el tran sfo rm ism o está lejos de p reten d er explicar
" to d a '' la h isto ria de la form ación de las especies, sino que sólo coloca los
m étodos de esa explicación en un nivel científico, el m aterialism o aplicado
a la h isto ria jam ás ha p retendido explicarlo todo, sino sólo indicar, según
la expresión de Marx en E l capital, el “único m étodo cien tífico ” de explicar
la h isto ria .20
Según Lenin, la decisión de M arx y Engels de no p u b licar La ideo­
logía alem ana, calificada p o r este últim o de o b ra "históricofilosófica” y co n c e n tra r sus energías en "u n a sola organización so­
c ia l” d e m u e stra la “honradez cien tífica” de am bos a u to re s.21
“ N ingún m arx ista —a firm a el dirig en te bolchevique m ás
a d e la n te— ha visto jam ás en la teoría de M arx una especie de es­
quem a filoso! ico-histórico obligatorio p a ra todos, algo m ás que la
explicación de una determ inada form ación económ ico-social.” Y lue­
go insiste en que es un e rro r “ver en su o b ra una teo ría filosófica
u n iv ersa l”.22
De lo a n terio rm e n te expuesto podem os d ed u cir que si bien ni
M arx ni Engels elaboraron en form a sistem ática y rigurosa un plan­
team iento explícito de su teo ría de la h isto ria, su estudio del modo
de producción ca p ita lista no p ro c u ra los in stru m en to s teóricos que
p erm iten e la b o ra r esta teoría.
Es en E l capital y no en otros textos donde hay que b u sc a r los
elem entos para definir conceptos tan im portantes como los de "fu er­
zas p ro d u c tiv a s” y "relaciones de p ro d u cció n ”, y, por supuesto, el
concepto cen tral de toda la teoría m arx ista de la historia: el concep­
to de "m odo de p ro d u cció n ”.
3.
MODOS DE PRODUCCIÓN Y TEORÍA MARXISTA DE LA HISTORIA
En el capítulo v i i i vimos que el concepto histórico ab stracto que nos
da el conocim iento de la to talidad social orgánica, es el concepto
de m odo de producción: e stru c tu ra global com pleja y dinám ica, com ­
p u esta p o r tres e stru c tu ra s regionales: económ ica, ideológica y jurídico-política. Cada una de estas e stru c tu ra s tiene una existencia
relativam ente autónom a y sus propias leyes de funcionam iento y de19Ibid., p.
20Loe cit.
21 Op. cit.,
22 Op. cit.,
22.
p. 24.
p. 76.
272
LA T E O R IA M A R X ISTA D E LA H IST O R IA
sarrollo , sin dejar, p o r ello, de e s ta r d eterm in ad a, en ú ltim a in stan ­
cia, p o r la e s tru c tu ra económ ica. Los aspectos de la s u p e re stru c tu ­
ra no son, p o r lo tan to , la sim ple expresión de lo económ ico. Tienen
u n a realid ad pro p ia, relativ am en te independiente. D ecir que un a s­
pecto de la sociedad tiene u n a existencia p ro p ia y leyes de d e sa rro ­
llo p ro p ias es a firm a r que tiene u n tiem po pro p io y relativam ente
autónom o, relativ am en te independiente, en su d ependencia m ism a
de los tiem pos de los o tro s niveles.
Tom em os u n ejem plo p erten ecien te p ro p iam en te al te rre n o de la
historia: el tiem po de la h isto ria de la filosofía.
El tiem po de la h isto ria de la filosofía no es [. . .] legible inm ediatam ente:
ciertam ente, se ve, en la cronología histó rica, sucederse filósofos, y se puede
to m a r esta secuencia p o r la h isto ria m ism a. P ero nuevam ente aquí es p re c i­
so ren u n ciar a los prejuicios ideológicos de la sucesión de lo visible y lan ­
zarse a construir el concepto del tiem po de la historia de la filosofía.23
Es, p o r lo tan to , n ecesario c o n s tru ir el concepto de tiem po de la
filosofía a p a r tir de la sucesión de las d iferen tes p ro b lem áticas filo­
sóficas, es decir, de las e s tru c tu ra s sistem áticas típicas que unifi­
can los d iferen tes elem entos de u n pensam iento.
D entro de u n a m ism a p ro b lem ática pueden e n co n tra rse d iferen ­
tes filósofos.
Pueden re g istra rse cam bios rad icales de p ro b lem ática (Marx en
relación con Hegel), p ero tam b ién pueden d arse cam bios secunda­
rios (Feuerbach resp ecto a Hegel).
La h isto ria de la filosofía, p a ra a d q u irir el c a rá c te r de h isto ria
científica, debería, p o r lo tan to , ab a n d o n a r el estudio cronológico
de los d iferen tes filósofos y p a s a r al estu d io de las d iferentes p ro ­
blem áticas filosóficas que h an existido, localizando a los filósofos
den tro de sus p ro b lem áticas respectivas.
M arx no se lim ita, p o r lo tanto, a in v e rtir la concepción hegelian a de la h isto ria. Al h a c e r del concepto de m odo de producción el
concepto eje de to d a su concepción de la h isto ria tra n sfo rm a com ­
pletam ente la m an era de p la n te a r el problem a. Ya no se tra ta de una
tem p o ralid ad h istó rica lineal, hom ogénea, de tipo hegeliano, sino de
cie rta s e s tru c tu ra s específicas de histo ricid ad .
LA T E O R ÍA M A R X ISTA D E LA H ISTO R IA
273
m itiva, esclavitud, servidum bre, capitalism o, com unism o, p ro g re­
sión relacionada con el d e sarro llo de las fuerzas pro d u ctiv as,25 a
nivel de cada país no existe una sucesión m ecánica de un m odo de
producción a otro. Ya hem os visto cóm o en algunos países se ha p a ­
sado de la esclavitud al capitalism o saltándose el m odo de p ro d u c­
ción servil o cóm o países a tra sa d o s han pasado a la construcción
del socialism o sin te n e r que p a sa r p o r la etap a de d esarro llo c a p ita ­
lista avanzado.
El objeto de la teo ría m a rx ista de la h isto ria es el estu d io cientí­
fico de estos objetos histó rico s ab stracto s, es decir, de estas e stru c ­
tu ra s específicas de h isto ricid a d que hem os denom inado m odos de
producción.
Pero, es necesario a cla ra r que no tiene por objeto estu d ia r el trá n ­
sito de un m odo de producción a otro. E ste trá n sito , com o ya vimos
en el capítulo respectivo, es im pensable como teoría general del trá n ­
sito de un m odo de producción a otro. A unque eso no quiere decir
que no pueden ser objeto de u n a elaboración científica a o tro nivel,
al nivel de la h isto ria co n creta o de la ciencia de las form aciones
sociales.
La teoría m arxista de la historia es, p o r lo tanto, un estudio científico
de los diferentes m odos de producción.
La teo ría m arx ista de la h isto ria que tiene p o r objeto el estudio
de los d iferentes m odos de producción debe se r p u esta al servicio
del estudio de realidades concretas, debe se rv ir p a ra p ro d u c ir co­
nocim ientos histó rico s que se sitú an a o tro nivel, a nivel de las fo r­
m aciones sociales y de sus co y u n tu ras políticas.
La utilización de la t e o r i a m a r x i s t a d e l a h i s t o r i a , en el estudio
de un objeto concreto h istó ricam en te determ inado, es lo que dife­
rencia, a este nivel, a un h isto ria d o r m a rx ista de un h isto ria d o r no
m arxista.
No se debe confundir, p o r lo tanto, la teoría de la historia con los
conocim ientos científicos acerca de una realid ad h istó rica d ete rm i­
nada.
[. . .] Tal com o no existe p roducción en general, no existe h isto ria en general,
sino e stru c tu ra s específicas de h isto ric id a d .24
4.
E stas estructuras específicas de historicidad son los diferentes
m odos de producción fundados, en ú ltim a instancia, en un d eterm i­
nado m odo de prod u cció n de bienes m ateriales.
Ahora, si bien consid erad o a nivel m undial existe un d esarro llo
progresivo de los diferen tes m odos de producción: com unidad p ri­
En el capítulo sobre los conceptos de m odo de producción y form a­
ción social vim os que la o b ra m ás acabada de M arx, E l capital, tiene
23 L. A lthusser, “El objeto de E l capital”, en L. A lthusser y É. B alibar, Para leer El
capital, cit., p. 112 (ed. francesa, n, p. 49).
24 Op. cit., p. 119.
EL MATERIALISMO HISTORICO: PROBLEMÁTICA GENERAL
Y TEORÍA DE CADA MODO DE PRODUCCIÓN
25 Este desarrollo constituye los lím ites de variación en tre los cuales puede gestarse
un d eterm in ad o m odo de producción. Por ejem plo, si las fu erzas p ro d u ctiv as son tan
escasas que no perm iten p ro d u c ir un excedente no puede su rg ir la esclavitud. O tro
ejem plo: el socialism o en la acepción e stric ta del térm in o no puede c o n stru irse p len a­
m ente antes de que se alcance un d eterm in ad o nivel de d esarro llo de las fuerzas p ro ­
ductivas. E sto no qu iere decir, de ninguna m anera, que no p ueda in iciarse su co n stru c ­
ción desde el m om ento m ism o en que el p ro letariad o asu m e el poder.
274
LA T E O R IA M AR XISTA D E LA H ISTO R IA
p o r objeto el estu d io del m odo de p roducción cap italista, es decir,
un objeto h istó rico a b stra c to que no se e n c u e n tra nunca en estado
p u ro en la realidad. H em os visto tam bién los lím ites de este e stu ­
dio: nos da un conocim iento científico del nivel económ ico del m o­
do de prod u cció n c a p ita lista en su fase pre-m onopolista. M arx no
pudo re alizar su proyecto inicial: el estu d io de todos los aspectos
del m odo de p roducción cap italista.
Pero ¿qué es lo que guía a M arx en el estu d io científico del modo
de prod u cció n ca p ita lista ? ¿Cuál es su "h ilo co n d u cto r ?
Su "hilo c o n d u c to r’’ es el cuerp o de conceptos que c o n stitu ­
ye la p ro b le m á tic a 26 general del m aterialism o histórico en u n cia­
da p o r él, en fo rm a esquem ática, en el Prefacio a la Critica de la
econom ía política.
Estos conceptos generales o form ales sólo indican la problem ática
general del m aterialism o h istórico27 que M arx utiliza prácticam ente
en sus análisis teóricos sea del m odo de producción capitalista como
tal, es decir, com o objeto h istó rico a b stra c to en “E l capital’’, sea de
form aciones sociales específicas com o en sus textos políticos sobre
la situ ació n en F ran cia y A lem ania.
Si h ablam os de p ro b lem ática y no de teo ría general del m a te ria ­
lism o h istó rico com o hicim os en las ediciones a n te rio res de este li­
b ro es p orque estos conceptos generales no nos p erm iten conocer
realid ad alguna. Así com o no existe p roducción en general, tam p o ­
co existen relaciones de prod u cció n en general ni e s tru c tu ra econó­
m ica en general sino relaciones de pro d u cció n específicas: esclavis­
tas, capitalistas, etc., e stru c tu ra económ ica específica: esclavista, ca­
p italista, etcétera.
Con estos conceptos generales no podem os e stu d ia r nuestro s paí­
ses, es decir, lo que hem os denom inado: form aciones sociales. Sólo
el conocim iento científico de los d istin to s m odos de producción nos
p ro c u ra los in stru m en to s que nos p erm iten e stu d iar, por ejem plo,
la e s tru c tu ra económ ica de u n a sociedad c a p ita lista subdesarrollada, ya que é sta se e n c u e n tra conform ada p o r v arias relaciones de
producción: ca p ita lista y p recap italista. Si no hem os estudiado el
m odo de p roducción cap italista, si no hem os estu d iad o el m odo de
produ cció n servil, p o r m ucho que dom inem os los conceptos gene­
rales que exponem os en este libro, no p odrem os realizar ese e stu ­
dio de una realid ad h istó rica concreta.
Por lo tanto, es n ecesario d istin g u ir en tre el cu erpo de conceptos
que conform an la p ro b lem ática general del m aterialism o histórico
y el cuerp o de conceptos que p erm ite e stu d ia r específicam ente cada
m odo de producción. E sto se hace evidente cuando se estudia, por
ejem plo, la región económ ica del m odo de p roducción capitalista.
26 E ntendem os p o r "p roblem ática" —siguiendo a A lthusser : la e stru c tu ra siste­
m ática típica que unifica todos los elem entos de un p ensam iento" (La revolución teóri­
ca de Marx, cit., p. 53).
27 Es a É tienne B alib ar a quien debem os este enfoque en su a rtícu lo "S u r la díalectique m a térialiste", Cinq eludes de m atérialism e historique, París, M aspero, 1974,
pp. 230-232.
LA T E O R IA M A R X ISTA DE LA H ISTO R IA
275
El concepto cen tral que nos perm ite co m prender el funcionam iento
-L !a e s tru c tu ra económ ica cap italista es el concepto de plusvalor.
Estt. concepto no es un concepto aplicable a otros m odos de p ro ­
ducción, com o tam poco lo son los o tro s conceptos que perm iten
e stu d ia r en form a científica la región económ ica de este m odo de
producción: trab ajo concreto y tra b a jo ab stracto , v alo r de uso y
valor, capital co n stan te y capital variable, nivelación de la tasa de
ganancia, ren ta de la tie rra , etcétera.
En la teo ría del m odo de producción cap italista debem os d istin ­
g u ir entonces tres teorías regionales, correspondientes a las tre s es­
tru c tu ra s regionales que conform an todo m odo de producción: la
teo ría correspondiente a la e stru c tu ra económ ica capitalista, la teo­
ría correspondiente a su e stru c tu ra ideológica y la teoría co rresp o n ­
diente a su e s tru c tu ra jurídico-política. Además el estudio de las
relaciones de producción com o núcleo e stru c tu ra d o r de todo m odo
de producción debe p e rm itir e stu d ia r la form a de articu lació n de
estas tre s e stru c tu ra s regionales en la e s tru c tu ra social global.
Resum iendo: ju n to al cu erpo de conceptos que conform a la p ro ­
blem ática general del m aterialism o h istórico existen las teo rías es­
pecíficas de cada m odo de producción, y dentro de cada una de ellas
las te o ría s regionales respectivas. P or ejem plo, la teoría de la d ic ta ­
d u ra del p ro letaria d o es una teo ría regional de la su p e re stru c tu ra
jurídico-política del m odo de producción com unista en su fase infe­
rior: la fase socialista.
M arx distingue claram en te estas dos categorías de conceptos
cuando se refiere a su plan de estudio acerca de la sociedad c a p ita ­
lista en la Introducción general a la crítica de la econom ía política:
El plan que se debe a d o p ta r debe ser m anifiestam ente el siguien­
te: ‘‘1] las d eterm inaciones a b stra c ta s generales que corresponden
en m ayor o m enor m edida a todas las form as de sociedad [. . .]; 2] las
categorías que constituyen la articulación interna de la sociedad b u r­
guesa [. . ,]”28
¿Cuáles son p a ra M arx estas determ inaciones generales que no­
sotros hem os denom inado conceptos de la problem ática general del
m aterialism o histórico?
Pensam os que se pueden llegar a d e te rm in a r 1] leyendo a te n ta ­
m ente “el resu lta d o g en e ra l” al que llegó M arx y que una vez ad q u i­
rido le sirvió de hilo co n d u cto r en "sus e stu d io s”, expuesto p o r él
en el "P rólogo a la Contribución a la crítica de la econom ía política >y 2] estu d ian d o el p u nto c u a rto de la Introducción de esos m a­
nuscritos.
M arx encabeza este c u a rto punto con una serie de conceptos ge­
nerales: Producción, m edios de producción, relaciones de p ro d u c­
ción y relaciones de circulación, form as de estado y de conciencia
en relación con las condiciones de producción y de circulación, re ­
laciones ju ríd ic as, relaciones fa m ilia re s.”
28 K. M arx, Introducción general a la critica de la econom ía política, México, Cua­
dernos de P asado y P resente núm . 1, 15a. ed., p. 58.
LA T E O R ÍA M A R X ISTA DE LA H ISTO R IA
276
Ahora, así com o diferenciam os e n tre los conceptos de la pro b le­
m ática general del m aterialism o h istó rico y los conceptos o cate ­
gorías que perm iten pen sar la e stru c tu ra in tern a de un modo de p ro ­
ducción, pensam os que es ú til h a c e r u n a nueva distinción en tre el
esfuerzo teórico que p erm ite p e n sa r un objeto h istó rico a b strac to
o m odo de p roducción y el esfuerzo teórico que p erm ite p en sar un
objeto h istó rico concreto o form ación social.
5.
N IV E L E S D E REA LIZA CIÓ N D E LA TE O R IA D EL M A TER IA LISM O H IST Ó R IC O :
LA T EO R IA M AR XISTA DE LA H ISTO R IA
277
dato s estad ístico s provenientes de d iferentes fuentes: los sem stvos;
los censos de caballos p a ra el ejército que hacían un recuento de
los caballos útiles p a ra el ejército en caso de movilización; las esta ­
d ísticas fabriles, etc. E stas fuentes estad ísticas no pueden m erecer­
le confianza, tiene, por lo tanto, que h acer un estudio crítico de ellas
y desglosar y an aliz ar esos datos, co n struyendo sus propios datos
p artien d o de los in stru m en to s que le p ro porciona la teo ría m arxista de la historia.
Pongam os un solo ejemplo: el análisis que hace Lenin de los datos
de las estad ísticas fabriles:
C IEN C IA D E LAS FO R M A C IO N E S SO C IA LES Y C IEN C IA DE
LA COYUNTURA POLÍTICA
El m aterialism o h istó rico es u n a teoría científica. En su calidad de
teo ría científica no nos da un conocim iento de realidades concretas.
E l capital, p o r ejem plo, no nos da un conocim iento de una sociedad
co n creta h istó ricam en te d eterm in ad a, sino el conocim iento de un
objeto h istó rico ab stracto : el m odo de p roducción ca p ita lista puro.
El m aterialism o h istórico, com o toda teoría, no nos da ningún
conocim iento concreto, pero nos da los m edios (instrum entos de tra ­
bajo intelectual) que nos perm iten lo g rar un conocim iento científico
de los objetos h istó rico s concretos. Por lo tanto, si el m aterialism o
h istórico no es u tilizado en el an álisis de realid ad es concretas, pue­
de ser co n sid erad o com o u n a teo ría am p u ta d a ya que no cum ple
su objetivo.
E stos conocim ientos científicos sólo pueden lo grarse m ediante
el uso de los conceptos teóricos específicos p ro p io s a cada m odo de
producción. E stos conceptos son los in stru m en to s que perm iten
tra n sfo rm a r la sim ple d escripción de la realid ad de cada país en un
conocim iento científico de ella. El m ejor ejem plo del re su ltad o de
este tra b a jo de los in stru m en to s teóricos generales sobre una fo r­
m ación social d ete rm in a d a es el libro de Lenin: E l desarrollo del
capitalism o en R usia escrito e n tre 1896 y 189929 que, en 650 pági­
nas, estudia en detalle la e stru c tu ra económica de la form ación social
ru sa de fines del siglo XIX y sus tendencias de desarrollo. Señale­
m os aquí el títu lo de los cap ítu lo s que nos p arecen m ás ilu strativ o s
al respecto: cap. III: “T ransición de los te rra te n ie n te s de la econo­
m ía de la p restació n perso n al a la econom ía cap italista"; cap. V:
“ Las p rim e ra s e tap as del cap italism o en la in d u s tria ”; cap. vi: La
m a n u fa c tu ra c a p ita lista y el tra b a jo a dom icilio c a p ita lista ’’; cap.
Vil: “ El d esarro llo de la gran in d u stria m ecanizada’’; cap. v i i i : "F o r­
m ación del m ercado in te rio r.”
P ara pod er e s tu d ia r la realid ad ru sa Lenin n ecesita conocer la
te o ría del m odo de p roducción servil (aunque sea en sus aspectos
m ás generales) y la teo ría del m odo de p roducción cap italista. Pero
eso no b asta, necesita tam bién ten er una gran can tidad de datos em ­
pírico s acerca de la realid ad que estudia. P ara ello debe re c u rrir a
29 En
Obras cúm plelas, t. 3.
Al p a sa r a la g ran in d u stria m ecanizada (fabril) es preciso, an te todo, d ejar
estab lecid o que su concepción científica no corresp o n d e en modo alguno a
la significación corriente, en uso, de este térm ino. En n u estra estadística ofi­
cial y n u e stra bib lio g rafía se entiende en general p o r fáb rica toda em presa
in d u strial m ás o m enos g rande, con un núm ero m ás o m enos considerable
de o b rero s asalariad o s. En cam bio, la teo ría de Marx sólo llam a gran in d u s­
tria m ecanizada (fabril) a u n a etap a d eterm in ad a del capitalism o en la in­
d u stria , precisam en te la su p erio r. La ca ra c te rístic a fundam ental y esencial
de esta fase es el em pleo de un sistem a de m áquinas p ara la producción.30
P or ello, m ás adelante expresa:
[. . .] es risib le re d u c ir el p ro b lem a del d esarro llo de la gran in d u stria m eca­
nizada a la m era esta d ístic a fabril. E sto no es únicam ente una cuestión de
e stad ística, sino de las form as que asum e y de las etap a s que p asa el desa­
rro llo del cap italism o en la in d u stria del país de que se tra ta . Ú nicam ente
después de h a b e r a cla rad o la esencia de esas form as y sus p articu larid ad es
distin tiv as, tiene sen tid o ilu s tra r el d esarro llo de una u o tra form a m edian­
te dato s estad ístico s deb id am ente com pilados. Si, de cu alq u ier modo, se to­
m ara sólo los d ato s de las e stad ísticas de R usia, esto conduce de m odo ine­
vitable a m ezclar las form as m ás diversas del capitalism o, a que los árboles
im pidan ver el b o sq u e.31
Luego analiza críticam ente los datos estadísticos que señalan una
dism inución del n úm ero de fábricas de 1866 a 1890 afirm an d o lo
que ello significa en realidad: “el desplazam iento de las oficinas y
pequeños talleres in term ed iario s por la fá b ric a ”.32
Es decir, p a ra poder Lenin llegar a una visión aproxim ada del de­
sa rro llo de la gran in d u stria en R usia debe som eter los datos de las
estad ísticas fabriles oficiales a una pro fu n d a c rític a y debe com po­
n e r sus propios datos p a rtie n d o de datos estad ístico s parciales so­
bre el d esarro llo de d istin ta s ram as indu striales, núm ero de o b re­
ros, uso de la m áquina de vapor, e tc é te ra.33
,0 V.I. Lenin, El desarrollo del capitalismo en Rusia, en Obras completas, t. 3, p. 469.
11 Qp. cu., p. 470.
32 Op. cit., p. 487.
33 P ara e stu d ia r en profu n d id ad el m étodo crític o de an álisis de los d ato s estad ís­
ticos usado p o r Lenin a p a r tir de la teo ría del m aterialism o histórico, léase aten tam en ­
te el cap. vn: “ El d esarro llo de la g ran in d u stria m ecan izad a”, op. cit., pp. 469-585.
278
LA T EO R IA M AR XISTA DE LA H ISTO R IA
Las estad ísticas, encuestas, observaciones y experiencias socia­
les son sólo p u n to s de p a rtid a o m a te ria b ru ta que debe ser ela b o ra ­
da como m a te ria prim a, p a ra luego s u frir un p roceso de tra n sfo r­
m ación gracias al em pleo de los in stru m e n to s que pro p o rcio n a la
teoría m arx ista de la h isto ria. E sto p erm ite o b te n er como p ro d u cto
el conocim iento de u n a realidad h istó rica p a rtic u la r. La relación en­
tre los conceptos que p erm iten el conocim iento de un objeto h istó ­
rico a b stra c to y los conceptos que p erm iten el conocim iento de una
realid ad h istó ric a co n creta (por ejem plo, la relación e n tre la teoría
específica del modo de producción cap italista y el conocim iento cien­
tífico del d esarro llo del capitalism o en un d eterm inado país o grupo
de países) no es u n a relación de deducción: el conocim iento de un
d eterm in ad o p aís no puede ser deducido de la teo ría específica del
m odo de prod u cció n cap italista; tam poco se tra ta de una relación
de subsunción [subsomption], es decir, los conocim ientos históricos
concretos no son p a rtic u la rid a d e s co m p lem en tarias al conocim ien­
to del objetivo h istó rico a b stracto . Se debe m ás bien decir, en un
je n tid o cercano a la expresión de M arx cuando h ab la de la "rea liz a ­
ción del p lu sv a lo r”, que el conocim iento científico p a rtic u la r " re a ­
liza" la teo ría m a rx ista .34
Ahora, podem os d istig u ir dos niveles de “realización" de la teo­
ría m arx ista de la h isto ria o m aterialism o histórico: el nivel de la
form ación social, es decir, de u n a e s tru c tu ra social h istó ricam en te
d eterm in ad a que tom a la fo rm a de u n a individualidad concreta, que
m antiene u n a c ie rta id en tid ad a trav és de sus tran sform aciones, de
la m ism a m an era que Pedro tiene u n a e s tru c tu ra de p ersonalidad
que g u a rd a u n a c ie rta id en tid ad a lo largo de su vida, a p e sa r de
p a sa r p o r d iferen tes e tap as de d esarrollo; y el nivel de la coyuntura
política o m om ento a ctu al de d icha e s tru c tu ra social, es decir, las
form as p a rtic u la res que tom a esa individualidad en los diversos m o­
m entos h istóricos.
R esum iendo lo que acabam os de decir, podem os d istin g u ir dos
niveles de "realizació n ” del m aterialism o histórico:
1] la ciencia de las form aciones sociales,
2] la ciencia de la coyuntura.
Ahora bien, antes de p a s a r al p u n to siguiente querem os in sistir
aquí en algo que d esarro llam o s am p liam en te en la "In tro d u c c ió n ’ .
La teo ría m a rx ista nace para transform ar el m u n d o y, p o r lo tanto,
su v erd ad era realización final es su u tilización en la p rá ctica po líti­
ca v erd ad eram en te revolucionaria.
34 E stas reflexiones pertenecen a A lthusser. Véase su texto: "Acerca del trab ajo teó­
rico" (abril de 1967), en La filosofía com o arm a de la revolución, México, C uadernos de
Pasado y P resen te núm . 4, 12a. ed., 1982, pp. 72-79. En este texto no se d istingue en tre
"p ro b lem ática" del m aterialism o h istó rico y teo rías específicas de cada m odo de
producción, y se em plean dos térm in o s que hem os excluido: "conceptos teó rico s" (co­
rresp o n d ien tes a la teo ría del m aterialism o histórico) y "conceptos em píricos" (corres­
p ondientes al conocim iento científico de un a realid ad h istó rica particular). E stos té r ­
m inos pueden p re sta rse a confusiones.
LA T EO R ÍA M A R X ISTA DE LA H ISTO R IA
279
6 . EL MATERIALISMO HISTÓRICO: CIENCIA QUE SE OPONE AL DOGMATISMO
Y AL REVISIONISM O35
El m aterialism o histó rico es una ciencia. Es su c a rá c te r de ciencia
lo que lo opone al dogm atism o y al revisionism o.
S ab er qué es una ciencia es, al m ism o tiem po, sab er que ésta no
puede vivir sino a condición de desarrollarse. Una ciencia que se re­
pite sin d esc u b rir nada es una ciencia m uerta; rio es ya una ciencia
sino un dogm a fijo. Una ciencia sólo vive de su desarrollo, es decir,
de sus descubrim ientos. Este punto es igualm ente im portante, pues
podem os e sta r ten tad o s de c re e r que poseem os en el m aterialism o
histórico y en el m aterialism o dialéctico, tal como nos han sido dados
hoy en día, ciencias acab ad as y que desconfiem os, p o r principio, de
todo nuevo descubrim iento. Ciertam ente, el m ovimiento obrero tiene
razones p a ra m an ten erse a le rta co n tra los revisionistas que se han
ataviado siem pre con títulos de "novedad” o de "ren o v ació n ”; pero
esta defensa n ecesaria no tiene nada que ver con los recelos hacia
los d escubrim ientos de una ciencia viva.
M arx, Engels y Lenin, se ex presaron sobre este punto sin ningún
equívoco. C uando M arx, en una m u e stra célebre de hum orism o,
decía que él "no era m a rx ista ”, q u ería decir que co n sideraba lo que
hab ía hecho com o un sim ple com ienzo de una ciencia, ya que un
sab e r acabado sería un sinsentido que co n d uciría m ás tard e o m ás
tem p ran o a una no-ciencia.
Engels dice lo m ism o cuando escribe, por ejem plo, en 1877:
. .con eso [con los descu b rim ien to s de Marx], el socialism o se con­
vierte en una ciencia que a h o ra se debe e la b o ra r en todos sus d eta­
lles. . .” (Anti-D ühring).
Lenin proclam a con m ás fuerza aún esta m ism a realidad, en 1899:
No puede h a b er un fu erte p a rtid o socialista sin una teo ría revolucionaria
que ag ru p e a todos los socialistas, de la que éstos extraigan todas sus con­
vicciones y la apliquen en sus procedim ientos de lucha y m étodos de acción.
D efender la d o ctrin a, que según la m ás p ro fu n d a convicción es la v erdade­
ra, co n tra los ataq u e s infundados y co n tra los intentos de co rro m p erla, no
significa, en m odo alguno, se r enem igo de toda crítica. No consideram os, en
absoluto, la teo ría de Marx com o algo perfecto e intangible: estam os conven­
cidos, p o r el c o n trario , de que no ha hecho sino colocar la p ied ra an g u lar
de la ciencia que los so cialistas deben d e sa rro lla r en todas direcciones, si
es que no q u ieren q u e d a r rezagados en la vida. Creem os que p a ra los socia­
listas rusos es p articu larm en te necesario d e sa rro lla r independientem ente la
teo ría de M arx, p orque esta teo ría p ro p o rcio n a sólo principios orientadores
generales, que se aplican en particular a In g la te rra de un modo d istin to que
a Francia: a F rancia, de un modo d istin to que a Alemania; a A lemania, de
un m odo d istin to que a R usia.36
A lthusser señala los pu ntos capitales que este texto contiene:
35 E ste p unto está tom ado tex tu alm en te del a rticu lo de L. A lthusser, "P ráctica teó­
rica y lucha ideológica” , en La filosofía com o arm a de la revolución, cit„ pp. 26-28.
36 V.I. Lenin, "N u estro program a", en Obras com pletas, t. 4, pp. 215-216.
LA T E O R IA M AR XISTA D E LA H ISTO R IA
280
1] M arx nos ha dado, en el te rre n o teórico, las "p ie d ras an g u la­
re s ”, los "p rin cip io s d irectiv o s”, es decir, los principios teóricos de
base de u n a teo ría que es absolutam ente necesario desarrollar.
2] E ste d esarro llo teórico es p a ra todos los socialistas un deber,
si no lo llevan a cabo fa lta ría n a su d eb er fren te al socialism o.
3] Es n ecesario no solam ente d e sa rro lla r la teo ría en general, si­
no d e sa rro lla r tam bién sus aplicaciones particulares, a la n a tu ra le ­
za p ro p ia de cada caso concreto.
4] E sta defensa y este d e sa rro llo de la ciencia m arx ista suponen,
a la vez, la m ayor firm eza c o n tra todos los que qu ieran re tra e rn o s
m ás acá de los p rin cip io s científicos de M arx, así com o una v erd a­
dera libertad de crítica y de investigación científica, ejercida sobre
la base de los principios téorico s de M arx, p a ra aquellos que p u e ­
den y q uieren ir m ás allá; lib e rta d indispensable p a ra la vida de la
ciencia m arx ista y de cu alq u ier o tra ciencia.37
7.
LA TEORÍA MARXISTA Y EL PAPEL DE LOS HOMBRES EN LA HISTORIA
¿E xiste u n a contrad icció n in te rn a e n tre la im p o rtan cia que el m a r­
xism o da a la lucha de clases, es decir, a la acción de los hom bres
sobre la h isto ria, y su afirm ación del d eterm in ism o histórico?
Ya en 1843 M arx escrib ía lo siguiente en u n a c a rta a Ruge:38
No decim os al m undo, [. . .] "d eja de luchar, toda tu lucha no vale n ad a ; no­
sotros le proporcionam o s la v e rd ad era consigna de lucha. Sólo m o stram o s
al m undo por qué lucha realm ente: pero la conciencia es una cosa que el m u n ­
do debe ad q u irir, q u iéralo o no.
C om entando estas p a la b ra s de M arx, Lenin dice:
E sta consigna fue en c o n tra d a p o r M arx, que "n o es un u to p ista, sino un sa­
bio severo y, a veces, seco" [. . .] y encontrada, no m ediante cualquier perspecti­
va, sino p o r un análisis científico del régim en b u rg u és contem poráneo, p o r
la explicación de la necesidad de la explotación m ien tras exista este régim en,
por el estudio de las leyes de su d e sarro llo .3<í
En este texto vem os cóm o la necesidad de las leyes que gobier­
nan la sociedad c ap italista no im plica una pasividad de los hom bres
fren te a estas leyes.
Demos nuevam ente la p a la b ra a Lenin:
Se tra ta de uno de los tem as p referid o s p or el filósofo subjetivista: la idea
de! conflicto en tre el d eterm in ism o y la m oralidad, e n tre la n ecesidad h istó ­
rica y la im portancia del individuo. P ara eso em b o rro n ó un m ontón de pape-
,7 H asta aquí la cita de A lthusser.
,8 C arta de sep tiem b re de 1843, citada
por V I. Lenin, ¿Quiénes son los "amigos del
pueblo"?, c it., p. 67, y en Obras com pletas, t. 1, p. 195.
39 Ibid., pp. 67-68, y pp. 195-196.
LA T E O R IA M A R X ISTA D E LA H ISTO R IA
281
les, prodigó sin fin sus h a b la d u rías sentim entales y filisteas, p a ra solucio­
n a r el conflicto a favor de la m oralid ad y el individuo. En realidad, no existe
tal conflicto [. . .] Del m ism o m odo, tam poco la idea de la necesidad h istó ri­
ca m enoscaba en n ad a el papel del individuo en la historia: toda la h isto ria
se com pone p recisam en te de acciones de individuos que son indudablem en­
te perso n alid ad es. El p ro b lem a real que surge al valo rar la actuación social
del individuo consiste en sa b er en qué condiciones se aseg u ra el éxito a esta
actu ació n . ¿D ónde está la g a ra n tía de que esa actividad no re s u lta rá un acto
individual que se hunde en el m ar de actos op u esto s?40
Por lo tanto, fren te al rechazo del m arxism o p o r p a rte de la filo­
sofía e sp iritu a lista, que lo acu sa de ser un exponente del d ete rm i­
nism o ab soluto de la m ateria, lo que an ula toda posibilidad de p a r­
ticipación c re ad o ra del hom bre en la h isto ria, el m arxism o resp o n ­
de: en realidad, son los hom bres los que hacen la h istoria, pero la
hacen en condiciones bien d eterm inadas. Y por ello el investigador
m arx ista analizará, en p rim er térm ino, esas condiciones de existen­
cia, especialm ente las m ateriales: la form a en que los hom bres p ro ­
ducen los bienes m ateriales y las relaciones sociales en que reali­
zan e sta actividad productiva.
El m arxism o generalm ente no habla de la h isto ria com o la obra
de los “ individuos vivos”, ya que e sta frase le parece vacía. Al an a li­
za r las relaciones sociales reales y su d e sa rro llo real analiza ju s ta ­
m ente el pro d u cto de la actividad de los individuos. Por el c o n tra ­
rio, la filosofía e sp iritu a lista habla, sin duda, de los individuos, del
hom bre, pero en realid ad no los tom a com o p u nto de p a rtid a de su
estu d io al no e stu d ia r las condiciones que los constituyen com o ta ­
les: sus condiciones efectivas de existencia, el sistem a de relaciones
de producción, sino que lo considera com o “un m uñeco cuya cabeza
está rellen a con sus propios 'sen tim ien to s e id eas’ ” .41
Las acciones de los hom bres que aparecen com o infinitam ente
variadas y difícilm ente sistem atizables fueron generalizadas p o r el
m arxism o y relacionadas con las acciones de grupos de individuos
que difieren en tre sí p o r el lu g ar que ocupan d e n tro de la p ro d u c­
ción social, esto es, fueron referid as a las acciones de d eterm inadas
clases sociales. Es la lucha de estas clases y no la acción de los indi­
viduos aislados lo que d eterm in a la m arch a de la historia.
De este m odo fue refu tad a la concepción ingenua, p u eril y p u ram en te m ecá­
nica que tenían de la h isto ria los subjetivistas, quienes se daban p o r satisfe­
chos con la vacía tesis de que la h isto ria la hacían individuos vivos y no que­
rían escla re c er qué am b ien te social condicionaba dichas acciones ni cóm o
lo hacía.42
Veam os ah o ra cómo estu d ia Lenin la acción de un individuo de40 Ibid., p. 39, y p. 170.
41 V.I. Lenin, E l contenido
pletas, t. 1, p. 426.
42 Ibid., p. 144, y p. 429.
económ ico deI p o pulism o, cit., p. 141, y en Obras co m ­
LA T EO R IA M AR XISTA D E LA H ISTO R IA
282
term inado, el p a d re Gapón, en la h isto ria ru sa a p a rtir del fam oso
“ Domingo sa n g rie n to ” del 9 de enero de 1905:
Tam bién en R usia hem os visto ponerse al fren te del m ovim iento a un cura,
quien en el tra n sc u rs o de un solo d ía pasó de la exh o rtació n de h acer llegar
al zar una petición pacífica al llam am ien to a la revolución. [. . .] Ya no ten e­
mos zar. Un río de sangre lo sep a ra hoy del pueblo ruso. H a llegado la h o ra
de que los o b rero s ru so s libren sin él la lucha p o r la lib e rtad del pueblo [. . .]
Quien así habla no es el c u ra G apón. Son los m iles y miles, los m illones
y m illones de o b rero s y cam pesinos ru so s [. . .] p o r la vida que d u ra n te si­
glos llevó el campesino, hum illado e intim idado, aislado del m undo exterior. . .
La últim a d écada del m ovim iento o b re ro pro d u jo m iles de p ro le tario s sociald em ócratas de v an g u ard ia que ro m p iero n con esa fe, p lenam ente cons­
cientes de lo que hacían. E ducó a decenas de m iles de o b rero s en quienes
el in stin to de clase, fo rtale cid o en la lucha h u elg u ística y en la agitació n po­
lítica, m inó todos los fu n d am en to s de sem ejante fe. [Pero las] m asas no e sta ­
ban aún p re p a ra d a s p a ra reb elarse; sólo sabían im p lo ra r y su p licar. El cu ra
G apón expresó sus sen tim ien to s y su estad o de ánim o, el grado de sus co­
nocim ientos y de su experiencia política, y en ello consiste la im p o rtan cia
h istó rica del papel desem peñado, al com enzar la revolución rusa, p o r un
hom bre que todavía ayer era perfectam ente desconocido y que hoy se ha con­
vertido en el héroe del día en P etersb u rg o y en la fig u ra c en tral de to d a la
p rensa eu ro p ea.43
El an álisis de este p erso n aje nos m u e stra cóm o la acción de un
individuo pasó a ser u n a acción h istó ric a debido a que fue la ex p re­
sión de u n a fuerza social, la que su vez se sitú a den tro de los lím ites
objetivos de u n a e stru c tu ra social d eterm inada: la R usia de com ien­
zos de 1905.
Ahora podem os com prender m ejor la afirm ación de la teoría marxista que al h a b la r de la h isto ria distingue e n tre los térm inos “hom ­
b re ” o “ individuo” y los térm in o s “m a sa ” y “clase” .
El m arxism o sostiene que, en las sociedades de clase no es el
hom bre o los hom bres en general los que hacen la historia, sino las
masas, es decir, las fuerzas sociales com prom etidas en la lucha de
clases. E llas son el m o to r de la historia.
Por no c o m p ren d er el v erd ad ero sentido de la teoría m arx ista de
la h isto ria y del papel que en ella desem peña la lucha de clases se
cae frecu en tem en te en dos e rro re s que son funestos p a ra el m ovi­
m iento revolucionario: el econom ism o o espontaneísm o, que p re d i­
ca la sum isión a las leyes del d esarro llo económ ico, y el v o lu n taris­
mo, que desconoce las condiciones objetivas m ínim as necesarias para
em p ren d er u n a acción revolu cio n aria victoriosa.
8.
DOS DESVIACIONES DE LA TEORIA MARXISTA DE LA HISTORIA:
EL ECONOMISMO Y EL VOLUNTARISMO
a] E l econom ism o
La m anifestación m ás visible de esta desviación teórica la encon­
41 V.I.
Lenin, Jornadas revolucionarias, en Obras com pletas, t. 8, pp. 108-109.
LA T EO R ÍA M AR XISTA D E LA H ISTO R IA
283
tram o s a nivel de la p rác tica sindical. Las luchas de la clase o b rera
son reducidas a la lucha grem ial p o r la co n quista de una m ejor si­
tuación económ ica (mejores salarios, vacaciones pagadas, seguridad
social, etc.). P ara el econom ism o la lucha política de la clase ob rera
no es sino la form a m ás d esarro llad a, m ás am plia y m ás efectiva de
la lucha económ ica.
El econom ism o se esfuerza por so lidarizar con su causa a los p ro ­
pios au to re s del m arxism o. Se afana en b u sc a r “citas c é le b res” que
sirvan de p retexto a su au sentism o político. Y, evidentem ente, las
en cu en tra. M arx y Engels, en num erosos pasajes de sus obras, em ­
plean fórm ulas que, aisladas de su contexto, y sobre todo de la au té n ­
tica p ro b lem ática de los au to res, se p resta n a in te rp reta cio n es de
tipo econom ista. A estas citas “p ro eco n o m istas” podríam os oponer
m ú ltiples citas “an tie co n o m ista s”. No lo harem os porque no cree­
mos que la ciencia pueda reducirse al resultado de una balanza de ci­
tas en pro y en contra. Señalarem os, en cambio, cuáles son los supues­
tos teóricos que esta rían en la base de la co rrien te econom ista y que
son ab so lu tam en te ajenos a la concepción m arx ista de la historia.
P rim e r su puesto teórico: la r e d u c c i ó n d e la s u p e r e s t r u c t u r a
(POLÍTICO-JURÍDICA E IDEOLÓGICA) A UN SIM PLE FENÓMENO DE LO ECONÓ­
MICO. El econom ism o niega la posibilidad teórica de que el tiem po
de la e stru c tu ra política sea diferente al tiem po de la e stru c tu ra eco­
nóm ica, reduciendo lo político a una m era m anifestación de lo eco­
nóm ico. É ste fue el e rro r com etido p o r los dirigentes de la II In te r­
nacional que negaba la posibilidad de que en la R usia Soviética, uno
de los países m ás atra sa d o s de E u ro p a desde el pu n to de vista eco­
nóm ico, se d iera la posibilidad de la existencia de una d ic ta d u ra del
p ro letariad o que com enzará a d a r los p rim ero s pasos hacia la cons­
trucción del socialism o.
La teoría del espontaneísm o social que se en cu e n tra en la base
del econom ism o no es sino una de las form as en que se m anifiesta
esta reducción de la su p e re stru c tu ra a un m ero fenóm eno de la es­
tru c tu ra económ ica. E sta teo ría esp o n tan eísta reduce la conciencia
de clase (fenóm eno que p ertenece al te rre n o de lo ideológico) a un
sim ple reflejo de las condiciones económ icas. Piensa que e sta con­
ciencia se adquiere espontáneam ente, que basta, por ejem plo, ser
obrero para tener conciencia de clase obrera. N osotros sabem os que
el m arxism o-leninism o sostiene, por el contrario, que, abandonadas
a su propio im pulso, las m asas tienden esp o ntáneam ente al reformismo. De ahí la necesidad de “im p o rtar” la teoría científica de Marx
al m ovim iento obrero. Es la fusión de la teo ría m arx ista y del m ovi­
m iento o b rero la que hace posible la existencia de un p artid o o b re­
ro revolucionario, es decir, de un p a rtid o de la clase o b rera, pero
que co n stitu y a al m ism o tiem po su vanguardia. Un p artid o que va
m o stran d o a la clase o b re ra cuáles son sus v erdaderos intereses de
clase y cuáles son los pasos que deben d arse p a ra conseguir su sa­
tisfacción. El econom ism o niega, en la p ráctica, el c a rá c te r de van­
g u ard ia del p artid o obrero, tran sform ándolo, p o r el co n trario , en
re ta g u a rd ia de la clase que rep resenta.
284
LA T E O R ÍA M A R X ISTA DE LA H ISTO R IA
Al econom ism o esp o n tan eísta podem os a p lic a r las siguientes p a ­
lab ras de Lenin:
[. . .] quieren que los revo lu cio n ario s reconozcan “plenos derechos al m ovi­
m iento actu a l [. . .], es decir, “ leg itim id ad ” de existencia a lo que existe; que
los "ideólogos” no tra te n de “d e sv ia r” el m ovim iento del cam ino "d ete rm i­
nado por la acción recíp ro ca e n tre los elem entos m ate ria le s y el m edio m a­
te ria l” [. . .]; que se considere deseable la lucha "q u e los o b rero s p u ed an sos­
ten er en las actu ales c irc u n sta n c ia s”, y posible la lucha "que lib ran en este
m om ento” [. . .]. En cam bio, a no so tro s, los so ciald em ó cratas revoluciona­
rios, nos d isg u sta ese cu lto de la esp o n tan eid ad , es decir, de lo que existe
"en el m om ento a c tu a l” [. . .].4
El econom ism o sostiene, p o r lo tan to , que la lucha económ ica es
la única form a de lucha válida “en la situación actual de inm adurez
de las condiciones objetivas’’. Pero esta in m ad u rez se convierte p a ­
ra los econom istas en u n a inm adurez crónica, ya que las condicio­
nes no e sta rá n n u n ca m a d u ra s si se ren u n cia a to m a r en c u en ta uno
de los facto res que definen su estad o de m adurez: la organización
política rev o lu cio n aria del p ro letariad o .
Segundo su p u esto teó rico y la base m ás p ro fu n d a del econom is­
mo: LA CONCEPCIÓN DE LA TEORÍA MARXISTA DE LA HISTORIA COMO UNA
TEORÍA EVOLUCIONISTA, ES DECIR, COMO UNA SUCESIÓN CONTINUA DE LOS
DISTINTOS MODOS DE PRODUCCIÓN OUE SE ENGENDRARÍAN UNOS A OTROS
A PARTIR DE UN MISMO TRONCO COMÚN: EL DESARROLLO DE LAS FUERZAS
PRODUCTIVAS, o, lo que viene a ser los m ism o: c o n sid e ra r la c o n tra ­
dicción fuerzas productivas / relaciones de producción, y no la lucha
de clases, com o el m o to r de la histo ria.
Si TEÓRICAMENTE el m arxism o afirm a u n a sucesión discontinua
de diversos m odos de p ro d u cció n y establece un cierto o rden b a sa ­
do, en ú ltim a instancia, en el d e sa rro llo de las fuerzas productivas,
ello no q u iere d ecir que en la HISTORIA CONCRETA de una d eterm in a ­
da sociedad se dé este m ism o o rden TEÓRICO. La com plejidad de la
form ación social, el tipo de com binación de las d iferentes relacio­
nes de producción, su integración en las relaciones m undiales de p ro ­
ducción y la fo rm a p o lítica que tom an los g rupos que rep resen tan
a las clases explotadas, etc., todo ello d e te rm in a rá la form a en que
se su ced erán las etap as (retrasos, disto rsio n es, regresiones, saltos,
etcétera).
El econom ism o sostiene que hay que " re s p e ta r” las etap as del de­
sarrollo; no concibe la p o sib ilid ad de “ s a lta rs e ” etapas.
No es ex trañ o que encontrem os tam bién aquí m últiples “citas cé­
leb re s” que apoyen la in te rp re ta ció n evolucionista (“heg elian a”) de
la h isto ria. El p ro p io Engels reconoce que sus m ism as fo rm ulacio­
nes y las de M arx se podían p re s ta r a in te rp re ta cio n e s econom istas
debido a que ten ían que a c e n tu a r este aspecto de la realid ad p a ra
co m b a tir el idealism o dom inante:
44 V.I. Lenin, ¿Qué hacer? (otoño de 1901 - feb rero de 1902), en Obras com pletas,
t. 5, p. 423.
LA T E O R ÍA M A R X ISTA D E LA H IST O R IA
285
Marx y yo tenem os en p a rte la culpa de que los jóvenes escrito res atrib u y an
a veces al aspecto económ ico m ayor im portancia que la debida. Tuvimos que
su b ra y a r este p rin cip io fu n d am en tal fren te a n u estro s adversarios, quienes
lo negaban, y no siem pre tuvim os tiem po, lu gar ni o p o rtu n id ad de hacer ju s­
ticia a los dem ás elem entos que p articip an en la interacción. Pero cuando
se tra ta de p re s e n ta r un tro zo de la h isto ria, esto es, de un aplicación p rá c ti­
ca, el p ro b lem a es d iferen te y no hay e rro r posible. Sin em bargo, desg racia­
d am en te sucede dem asiado a m enudo que la gente cree h ab er com prendido
p erfectam en te u n a teo ría y cree p o d er ap licarla sin m ás desde el m om ento
en que ha asim ilado sus p rincipios fundam entales, y aún éstos no siem pre
c o rrectam en te. Y no puedo lib ra r de este reproche a m uchos de los m ás re ­
cientes "m arx istas”, p orque tam bién de este lado han salido las b asu ras m ás
aso m b ro sas.45
De la m ism a m an e ra n o sotros podríam os c o m p ren d er el lengua­
je evolucionista de m uchos textos haciendo referencia al m arco ideo­
lógico en que se p ro d u je ro n estas obras: el enorm e peso del pen sa­
m iento evolucionista-dialéctico de Hegel, al que Engels se refiere con
en tu siasm o en su libro: Ludw ig Feuerbach y el fin de la filosofía clá­
sica alem ana, ju n to a los d escubrim ientos científicos de D arw in y
a la necesidad de la lucha co n tra el pensam iento m etafísico. Sin em ­
bargo, si pasam os del form alism o de ciertas frases al estudio de la
p ro b lem ática global de las o b ras de M arx y Engels, m ediante una
le ctu ra c rítica de ellas, nos dam os cu en ta de que la teo ría m arx ista
de la h isto ria com o TEORÍA no tiene nada que ver con el evolucionis­
mo, que el paso de un m odo de producción a o tro no tiene nada que
ver con el "co n tin u ism o ” del evolucionism o.
En la p a rte con sag rad a a la concepción m a rx ista de la h isto ria
vim os que é sta e ra u n a teoría, p o r lo tan to un cu erpo de conceptos
histó rico s ab stra c to s que no p reten d ían reflejar, re p ro d u c ir o im i­
ta r la h isto ria sino serv ir de in stru m en to p a ra conocerla. La teo ría
m arx ista de la h isto ria se lim ita a p ro p o rcio n arn o s los conceptos
de las e stru c tu ra s de las cuales dependen los efectos históricos.
Marx nos dice que todos los m odos de producción son m om entos
históricos pero no nos dice que se engendran unos a otros. Lenin así
lo com prendió, com o lo m anifiestan las siguientes palab ras que a fir­
m an cóm o se deform an los conceptos del m arxism o: “a d u lte rá n d o ­
los con el hegelianism o, con la 'creencia de que cada país debe p a sa r
ineludiblem ente p o r la fase del cap ita lism o ’ ”.46 “ N ingún m arx ista
ha visto jam ás en la te o ría de M arx una especie de esquem a filosófico-histórico obligatorio p a ra todos. . .”47
El econom ism o es, p o r lo tanto, una desviación "evolucionista he­
g elian a” de la concepción m a rx ista de la h isto ria. R educe la h isto ­
ria a u n a evolución co n tin u a de cie rtas e stru c tu ra s: los m odos de
45 F. Engels, c a rta a J. Bloch del 21 de sep tiem b re de 1890, en K. M arx y F. Engels,
Correspondencia, cit., p. 381, y en Obras escogidas en tres tom os, t. iii, p. 514.
46 V.I. Lenin, Contenido económ ico del populism o, cit., p.63, y Obras com pletas,
t. 1, p. 356.
47 V.I. Lenin, ¿Quiénes son los “am igos del p u e b lo ”?, cit., p. 76, y Obras com pletas,
t. 1, p. 203.
286
LA T E O R ÍA M A R X ISTA D E LA H IST O R IA
producción, las que a su vez son red u cid as a la e s tru c tu ra económ i­
ca. En e sta concepción de la h isto ria no hay cabida p a ra la acción
de las m asas. Las m asas no hacen sino e x p re sa r la evolución de las
e stru c tu ra s.
b] E l voluntarism o
A hora tra ta re m o s de d a r cu en ta de la o tra desviación de la teoría
m arx ista de la histo ria: el v o lu n tarism o que c a ra c teriz a el izquierdism o o enferm ed ad infantil del com unism o.
La tradición de lucha revolucionaria m arxista-leninista nos m ues­
tra cóm o ningún m ovim iento revolucionario e stá exento de desvia­
ciones de derecha: econom ism o, reform ism o, etc.; o de izquierda:
aventurerism o, etc. Por o tra parte, las vanguardias de los m ovim ien­
tos revolucionarios victoriosos han luchado siem pre y han sido capa­
ces de s u p e ra r estas dos desviaciones, logrando así estab le ce r una
línea política c o rre c ta que los ha conducido al poder.
C reem os, p o r lo tanto, que es n ecesario p re c isa r bien lo que la
trad ició n m arx ista-len in ista entiende p o r izquierdism o.
El izquierdism o es u n a desviación del m arxism o que se ca ra c te ­
riza:
E n el plano ideológico, p o r un acen tu ad o subjetivism o. Su deseo
de ver realizada la revolución le hace ver la realidad deform ada. Con­
funde su deseo con la realid ad objetiva. E ste subjetivism o lo lleva
a ca e r en el dogm atism o. Se razona com o d o c trin ario s de la revolu­
ción, se rep ite de m em oria, sin co m prender, consignas revoluciona­
rias extrem istas, válidas sólo p a ra ciertas situaciones históricas con­
cretas, pero que no pueden ser generalizadas; p o r ejem plo: se lanza
la consigna de boicot electo ral cuando el estad o de ánim o de las
m asas está en descenso y no se puede llevar ad elan te un boicot acti­
vo; o se lanza la consigna de revolución so cialista cuando las ta re as
inm ediatas son dem ocrático -an tim p erialistas y las m asas están p re ­
d isp u e sta s c o n tra el socialism o.48
E n el plano o ¿anizativo, el izquierdism o se expresa p o r un acen­
tu ad o individualism o. É ste se m an ifiesta, p o r u n a p arte, en la inca­
pacidad p a ra a c e p ta r las m edidas d iscip lin arias del p a rtid o y, por
otra, en la tendencia a u tiliz a r las fu erzas del p a rtid o con fines p e r­
sonales. El caudillism o político es u n a de las fo rm as en que se m a­
n ifiesta el individualism o en el plano de la organización.
E n el plano de la dirección, el izquierdism o se ex p resa a nivel de
la estra te g ia rev o lu cio n aria en su in capacidad p a ra d istin g u ir las
posibles etapas de la revolución. Se confunde el objetivo final con
los pasos que es necesario d a r p a ra alcan zar este objetivo. E sta m is­
m a confusión da com o resu ltad o , en el plano táctico, u n a ab so lu ta
incap acid ad p a ra reflex io n ar en térm inos de relaciones de fuerza.
No se com p ren d e la n ecesidad de co n sid erar, con una objetividad
rigu ro sa, las fu erzas de las clases y las relaciones de estas fuerzas
48 S obre el tem a de las consignas, véase In stru m en to s leninistas de dirección p o lí­
tica, México, Siglo XXI, en p reparación.
LA T E O R ÍA M A R X ISTA D E LA H IST O R IA
287
antes de em p ren d er una acción política d eterm inada. E sto m ism o
lleva a neg ar la posibilidad de todo com prom iso con fuerzas que no
estén directam en te in teresa d as en el socialism o.
El izquierdism o es una desviación volu n tarista, su b jetiv ista de
la teo ría m arx ista de la h istoria. En su base encontram os la m ism a
p ro b lem ática teórica que en la desviación econom ista, sólo que in­
vertida. Ya no es el d eterm inism o económ ico sino la voluntad de los
hom bres, de ciertos grupos revolucionarios y de sus héroes, quie­
nes d eterm in an la m arch a de la h isto ria. El v o luntarism o pasa por
alto la consideración de las condiciones m ínim as necesarias para
h acer la revolución. La inm adurez crónica afirm ad a por el econo­
m ism o se tra n sfo rm a en el voluntarism o en m adurez siem pre ya da­
da de las condiciones rev olucionarias. El servilism o a los intereses
espontáneos de las m asas, propio del econom ism o, se tran sfo rm a
aquí en un desapego de las m asas.
Ni el econom ism o —p a ra el que la h isto ria está m arcad a de
an tem an o —, ni el vo lu n tarism o —p a ra el que la h isto ria es fu n d a­
m entalm ente el p ro d u cto de la voluntad de los hom bres, de la vo­
lu ntad revolucionaria de ciertos individuos desligados de las m asas,
pero convencidos de que éstas, socialistas en potencia, los seguirán
apenas inicien la lucha rev o lucionaria—, hacen ningún análisis de
las condiciones actu ales de la revolución, de las clases, fuerzas so­
ciales y relaciones de fuerzas existentes en cada país. Ambos m atan
las revoluciones an tes de n acer pero p o r razones opuestas; el eco­
nom ism o porque confía en el espontaneísm o de las m asas, el volun­
tarism o porque confía excesivam ente en los hom bres o en peque­
ños grupos de revolucionarios y descuida la p re p aració n de una o r­
ganización capaz de m ovilizar a las m asas.
E stas desviaciones izquierdistas pueden d a rse en el in te rio r de
los p artid o s m arx istas com o pueden d arse en el ex terio r c o n stitu ­
yendo determ inados “grupúsculos”, condenados a ser sólo grupúsculos m ien tras no co rrija n su línea política desligada de las m asas.
Veamos ah o ra cuál es el juicio de Lenin sobre estos grupúsculos:
La h isto ria de la socialdem ocracia de R usia abunda en gru p ito s que su b sis­
tieron d u ra n te "u n a h o ra ”, d u ran te algunos m eses, sin te n e r el m enor a rr a i­
go en tre las m asas (y la p olítica sin las m asas es una política aventurera),
y sin te n e r princip ios serios y firm es. En un país pequeñoburgués que a tr a ­
viesa p o r un período histó rico de reconstrucción burguesa, es inevitable que
un a b ig a rra d o co n ju n to de in telectuales se una a los o b rero s y p ro cu ren fo r­
m ar todo género de g rupos de c a rá c te r aven tu rero , en el sentido a que antes
nos referíam o s.49
Y
a la pregunta: ¿cuál es la p ru eb a del c a rá c te r a v e n tu re rista de
estos grupúsculos?, Lenin responde lo siguiente:
La p ru e b a la p ro p o rcio n a la h isto ria de los últim os diez años (1904-1914),
p eríodo m uy rico en aco n tecim ientos y m uy significativo. Los m iem bros de
49 V.I.
Lenin, ' A venturerism o ”, en Obras com pletas, t. 21. p. 272.
LA T E O R IA M A R X ISTA DE LA H ISTO R IA
288
estos grupos han p uesto de relieve, d u ra n te estos diez años, las vacilaciones
m ás torpes, dep lorables, m ás rid icu las, en serios p ro b lem as de táctica y de
organización, y han revelado su total in capacidad p a ra c re a r ten d en cias que
se arraig u en en las m asas.50
Después de leer con atención este texto nos p arece que, según
Lenin, aquello que definiría fundam entalm ente el izquierdism o aventu re ris ta y que lo condena a la e ste rilid a d política sería LA REALIZA­
CIÓN DE UNA POLITICA DESARRAIGADA DE LAS MASAS.
Frente a la esterilidad de u n a línea POLÍTICA SIN MASAS, ¿podrem os
op o n er com o solución la consigna POLÍTICA DE MASAS?
No, porque no existe una sino DOS políticas de m asas. Aquella que
sigue la voluntad esp o n tán ea de las m asas olvidando que éstas se
en cu en tran en el in te rio r de u n a e s tru c tu ra social en que dom ina
la ideología b u rg u e sa y que, p o r lo tan to , ab an d o n ad as a sí m ism as,
caen en el reform ism o, y aquella que es capaz de in te rp re ta r no ya
los in tereses a p a re n te s de las m asas, sino los in tereses profundos,
sus v erd ad ero s in tereses de clase.
Por lo tanto, no toda política de masas es u n a política revolucio­
naria. Si un p a rtid o se lim ita a o rg an izar las luchas que espontánea­
m ente surgen d e n tro de la clase o b rera, sin co n ectarlas con la lucha
p o r los in tereses estratég ico s a larg o plazo de e sta clase, está reali­
zando una política re fo rm ista y no revolucionaria.
Ahora bien, tratem os de definir lo que debem os entender por línea
política de m asas:
1. Confiar en las masas. C onfiar en que las m asas puedan llegar
a c o m p ren d er y a c tu a r en función de ta re a s rev o lucionarias siem ­
pre que sean c o rre c tam e n te m ovilizadas. C onfiar en la posibilidad
crea d o ra de las m asas que en m om entos h istó rico s críticos han sa­
bido in v en tar nuevos m étodos de lucha, nuevas form as p a ra vencer
a sus enem igos de clase.
2. Respetar a las masas. R esp etar d ialécticam ente sus intereses
espontáneos inm ediatos y sus in tereses a largo plazo. E sto se debe
tra d u c ir en p ro p o n e r ta re a s que, au n q u e relacio n ad as con sus in te­
reses estratég ico s a largo plazo, p a rta n siem p re de sus intereses es­
pontáneos inm ediatos. Sólo tom ando estos in tereses com o p u nto de
p a rtid a se p o d rá av an zar el m ovim iento hacia el logro de sus in te re­
ses estratég ico s.
3. Consultar a las masas. R ecoger sus ideas, sus opiniones, frente
a los hechos. No d arles todo cocinado desde a rrib a . A veriguar si las
consignas que se han p lan tead o tienen un eco real en las m asas.
4. In fo rm a r a las masas. In fo rm arlas sobre la situación h istó rica
que se vive, sob re la situación de su fren te de lucha y su relación
con los o tro s frentes. Sobre las ta re a s que se p roponen y la form a
de llevarlas a cabo. In fo rm arlas en fo rm a veraz, ta n to de los aspec­
tos positivos com o de los asp ecto s negativos de las cosas.
5. E ducar a las masas. E levar su nivel de conciencia política p a r­
50 lbid.. p. 274.
LA T EO R IA M A R X ISTA D E LA H ISTO R IA
289
tiendo de sus luchas m ism as. H acerlas co m p ren d er la conexión que
existe e n tre sus luchas parciales y la lucha política general.
6. Organizar a las masas. B u scar fórm ulas que p erm itan la m áxi­
m a participación. P ara este fin es im p o rtan te d e te rm in a r cuál es el
sector m ás activo de ellas y p re o cu p arse especialm ente p o r org an i­
za d o p a ra que éste a rra s tre tra s de sí a los otros sectores m ás pasi­
vos y atrasad o s.
7. M ovilizar a las masas. Lanzar consignas adecuadas a cada nueva
co y u n tu ra que surja. E stas consignas serán ju sta s y h a rán avanzar
el m ovim iento revolucionario en la m edida en que no sean consig­
nas abstractas, sino consignas que p artan del estado actual de la con­
ciencia de las m asas p a ra co n ducirlas a la lucha por sus Ínteres
estratégicos.
P ara term in ar, querem os decir que si bien el a rra ig o en las m a­
sas y una política de m asas revolucionaria son esenciales p a ra defi­
n ir un m ovim iento revolucionario, es im p o rtan te no olvidar que to­
do p artid o m arx ista ha debido p a sa r p o r una p rim e ra e ta p a en la
que todavía no existe un verdadero a rraig o en las m asas y, por ello,
todo su esfuerzo organizativo se vuelca a a d q u irir ese arraigo.
Es por eso p o r lo que, cuando se pide a Lenin una p ru eb a acerca
del c a rá c te r a v e n tu re rista de ciertos grupúsculos, él insiste en que
esta p ru e b a se e n cu e n tra en la historia.
Es en la acción y no en los program as ni en los discursos ni bue­
nos propósitos donde se prueban las verdaderas vanguardias revolu­
cionarias.
R ESUM EN
En este cap ítu lo hem os visto cuál es el gran ap o rte de M arx y Engels a la
teo ría de la histo ria. H em os visto que no se tra ta de una sim ple inversión
de Hegel, sino de un cam bio radical de problem ática, en la que el concepto de
m odo de p roducción tiene un papel central.
H emos señalado que existe un cuerpo de conceptos que constituye lo que
hem os d enom inado "la p ro b lem ática g en eral” del m aterialism o h istó rico y
un cu erp o de conceptos específicos a cada m odo de producción. Hem os
e stab lecid o una diferen cia e n tre la teo ría específica de un m odo de p ro d u c­
ción y el e stu d io científico de las form aciones sociales h istó ricam en te de­
term in ad as. Luego hem os señalado los niveles de realización de esta teoría:
la ciencia de las form aciones sociales y la ciencia de la co y u n tu ra política.
Hemos insistido en el c arácter antidogm ático del m arxism o. Luego nos hemos
referido al papel que desem peña el individuo en la historia dentro de la teoría
m arx ista. Por últim o hem os e stu d iad o dos desviaciones im p o rtan tes de esta
teoría: el econom icism o y el izquierdism o.
CUESTIONARIO
1. ¿P odría c ita r in terp re tacio n es m arxistas evolucionistas de la h isto ria de
A m érica L atina?
2. ¿P odría p o n er un ejem plo de su país con relación a la no concordancia
LA T E O R IA M A R X ISTA D E LA H IST O R IA
290
la t e o r ia m a r x is t a d e la h is t o r ia
entre el grado de desarrollo de la in frae stru ctu ra y d eterm inadas co rrien ­
tes ideológicas? ¿P odría ex p licar p o r qué ese desfase?
3. ¿C ree usted que sólo con los conceptos que co n fo rm an la p ro b lem ática
general del m aterialism o h istó rico tiene u sted los in stru m e n to s necesa­
rios p a ra h acer un an álisis científico de su país?
4. O tra form a de h acer la m ism a p regunta: ¿p iensa u sted que sin el conoci­
m iento de las leyes de fu n cio n am ien to del m odo de p ro d u cció n c a p ita ­
lista y sin el conocim iento de los asp ecto s esenciales del m odo de p ro ­
ducción servil, u sted puede te n e r un conocim iento científico de su país?
5. ¿C uáles serían los g ran d es perío d o s h istó rico s p o r los que ha p asad o su
país? ¿Qué c riterio s u sa u sted p a ra d e te rm in a r el paso de un perío d o a
otro?
6. ¿P or qué al h acer un an álisis de este tipo u ste d no e sta ría "a p lica n d o ”
sino "realizan d o ” la teo ría m arx ista ? ¿P o r qué es im p o rta n te d istin g u ir
e n tre am bos conceptos?
7. Si a u sted le dicen que el m arxism o es u n a ciencia acab ad a que tiene re s­
p u esta p a ra todos los p ro b lem as no sólo de las ciencias sociales sino de
o tra s ciencias, ¿p o d ría u sted cata lo g ar esa afirm ació n de m arx ista?
8. P roporcione un ejem plo de aplicación dogm ática del m arxism o en la in­
te rp re ta c ió n de la h isto ria de A m érica Latina.
9. ¿Cómo se ex p resa el revisionism o en relación al p ro b lem a del estad o en
A m érica L atina?
10. ¿P odría tr a ta r de ex plicar desde el p u nto de v ista m arx ista p o r qué un
d eterm in ad o person aje llegó a se r el m ás d estacad o h éroe n acional de
su país? ¿A qué clases o secto res sociales o asp iracio n es p o p u lares re­
presen tab a?
11. ¿C ree usted que el "fo q u ism o ” de los años sesen ta en A m érica L atina fue
un a línea co rrecta o una desviación izquierdista? Fundam ente su opinión.
12. ¿P or qué los conceptos e stu d iad o s en este lib ro no pueden p e rm itir p o r
sí solos un conocim iento de su país? ¿Qué cam ino d e b erá seg u ir usted
p a ra o b ten er todos los in stru m en to s teóricos que le son necesario s p a ra
este objetivo?
i
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to m: "P o lítica sin d icalista y política so ciald em ó crata”).
l e n in
m o d if ic a c io n e s in t r o d u c id a s e n
ESTA EDICION
Se re s tru c tu ra el cap ítu lo elim inando gran p arte de las referen cias a Hegel
y exponiendo la evolución h istó rica del pensam iento de M arx con relación
a la ciencia de la h isto ria. Se m antienen los planteam ientos teóricos esen­
ciales respecto a este tem a. Se usan térm inos diferentes p ara los m ism os con­
ceptos: p ro b lem ática p a ra lo que antes denom inábam os teo ría general; teo­
ría específica p a ra la teo ría co rresp o n d ien te a cada m odo de producción;
te o ría regional a la te o ría sobre cada aspecto del m odo de producción. El
re sto del cap ítu lo se m an tiene intacto.
BIBLIOGRA FIA M IN IM A COM EN TA DA1
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E ste texto exige u na lectu ra c rític a rig u ro sa ya que es el p rim ero donde a p a ­
rece la nueva concepción m ate ria lista de la h isto ria. M arx y Engels a b an d o ­
nan su an tig u a concepción h u m an ista, in tro d u cen los nuevos conceptos de
la teoría del m aterialism o histórico, critican la concepción id ealista de Hegel
y la concepción m a terialista contem p lativ a de F euerbach.
El cam po ideológico d en tro del cual se gesta e sta o b ra p erm ite co m p ren ­
der, por u na p arte, la u tilización de ciertas “ sobrevivencias” hegelianas y,
p o r o tra parte, la acentu ació n excesiva de un m aterialism o que tiende, en
algunos pasajes, a cae r en un d eterm in ism o m ecan icista a p a rtir de la
econom ía.
La concepción m ate ria lista de la h isto ria se e n cu e n tra todavía en un e s­
tado m uy precario. E sto explica cierto s erro re s del texto. C u arenta años des­
pués de h a b er escrito, ju n to c o n M arx, esta obra, Engels escribe: "La p a rte
acab ad a se reduce a u n a exposición de la concepción m ate ria lista de la h is­
toria, que sólo d e m u estra cuán incom pletos era n todavía, p o r aquel en to n ­
ces, n u estro s conocim ientos de la h isto ria eco n ó m ica” . (Prefacio al folleto
Ludw ig Feuerbach y el fin de la filosofía clásica alem ana, L ondres, 21 de fe­
b re ro de 1888.)
2.
: C arta a P.V. Annenkov, 28 de diciem bre de 1846, en K. M arx y
F. Engels, Correspondencia, B uenos Aires, E d ito rial C artago, 1973, pp.
14-25, y Obras escogidas en tre s tom os, t. n, pp. 445-456.
LA T E O R ÍA M ARXISTA DE LA H ISTO R IA
y p a ra siem pre, a la sociedad e n te ra de la explotación, la opresión y la lucha
de clases—, esta idea fundam ental pertenece única y exclusivam ente a M arx.”
Y
en el Prefacio a la edición alem ana de 1872 M arx y Engels advertían:
"A unque las condiciones hayan cam biado m ucho en los últim os veinti­
cinco años, los principios generales expuestos en este M anifiesto siguen siendo
hoy, en g randes rasgos, en teram en te acertados. Algunos puntos deberían ser
retocados. El m ism o M anifiesto explica que la aplicación p rá c tic a de estos
p rin cip io s d ep en d erá siem pre y en todas p a rte s de las circu n sta n cias h istó ­
ricas existentes, y que, p o r tanto, no se concede im p o rtan cia excepcional a
las m edidas rev o lu cio n arias en u m erad as al final del cap ítu lo ii."
La evolución in d u strial, los progresos en la organización del partido, las
experiencias revolucionarias, hacen que este program a se en cuentre hoy en­
vejecido en cierto s puntos.
4.
K.: C arta a Jo sep h W eydem eyer, 5 de m arzo de 1852, en K. M arx y
F. Engels, Correspondencia, cit., pp. 53-55.
M ARX,
En esta c a rta M arx señala su verdadero ap o rte al problem a de las clases
sociales.
5.
m a r x , K.: “ El m étodo de la econom ía p o lítica”, en FAementos fu n d a m en ­
tales para la crítica de la econom ía política (Grundrisse) (1857-1858), Mé­
xico, Siglo XXI, 1971, t. 1, pp. 20-30.
Texto im p o rtan te p a ra m o stra r el concepto m arxista de e stru c tu ra y el papel
d eterm in a n te que desem p eñ a la producción d en tro del proceso económ ico.
MARX, k
6.
En esta c a rta se en c u e n tra u n a de las escasas referen cias explícitas de Marx
acerca del m aterialism o h istórico. Visión de co n ju n to con ejem plos. Papel
im portante de la visión del trab ajo en el desarrollo de las fuerzas productivas.
3.
293
M anifiesto del Partido C om unista, en Obras escogi­
das en tre s tom os, Moscú, E d ito rial P rogreso, 1980, t. i, pp. 110-140.
M A R X , K., y e n g e l s , F.:
Engels, en su Prefacio a la edición alem an a de 1883, nos hace un co rto re su ­
m en de las ideas cen trales de este texto:
"La idea fun d am en tal de que está p e n etrad o todo el M anifiesto —a sa­
ber: que la producción económ ica y la e s tru c tu ra social que de ella se deriva
necesariam ente en cada época histó rica constituyen la base sobre la cual des­
cansa la h isto ria política e in telectu al de esa época: que, p o r tanto, toda la
h isto ria (desde la disolución del régim en p rim itivo de p ro p ied ad com ún de
la tierra) ha sido un a h isto ria de lucha de clases, de lucha e n tre clases explo­
tad o ras y explotadas, d o m in an tes y dom inadas, en las d iferen tes fases del
d esarro llo social; y que a h o ra e sta lucha ha llegado a la fase en que la clase
explotada y o p rim id a (el p ro letariad o ) no puede ya em an c ip arse de la clase
que la explota y la oprim e (la burguesía), sin em an cip ar, al m ism o tiem po
1Los
textos han sido ordenados según la fecha de su ejecución.
[292]
, K : "Prólogo a la Contribución a la crítica de la econom ía política",
en Introducción general a la crítica de la econom ía política, México, Cua­
dernos de Pasado y P resente núm . 1, 15a. ed., 1982, pp. 65-69, y en C ontri­
bución a la crítica de la econom ía política, México, Siglo XXI, pp. 3-7.
m arx
É sta es o tra de las escasas referencias explícitas de Marx acerca del m ate­
rialism o h istórico así com o la síntesis rápida m ás com pleta. Se refiere al m a­
terialism o histó rico com o a un re su ltad o general al cual llegó y que, una vez
adq u irid o , le sirvió com o hilo co n d u cto r en sus estudios.
Es necesario h acer u n a lectu ra crítica del texto, ya que M arx em plea a l­
gunos conceptos inad ecu ad o s com o "se r so cial” y "conciencia so cial”, y cae
en form ulaciones que han dado origen a desviaciones de tipo econom icista.
7.
m arx
, K.:
El capital, libro prim ero, México, Siglo XXI, 1975 (3
v o ls .) .
Análisis muy claro de todos los elem entos constitutivos de las fuerzas p ro ­
ductivas, es decir, de los elem entos que form an p arte del proceso de p ro ­
ducción, pp. 216-223, y de la fase m a n u factu rera y de la gran in d u stria del
modo c a p ita lista de p roducción, en los caps. X I, x i i y x i i i , pp. 391-613.
8.
, K.: Crítica al programa de Gotha (glosas marginales al programa del
Partido Obrero alem án) (1875), en K. M arx y F. Engels, Obras escogidas
en tre s tom os, t. m, pp. 10-27.
m arx
BIB L IO G R A FIA M ÍN IM A COM ENTADA
294
Texto m uy in teresa n te en cu an to docu m en to de lucha ideológica c o n tra las
desviaciones del socialism o científico. Es uno de los textos de M arx que con­
tienen m ás sugerencias acerca de la co n stru cció n del socialism o. Se d istin ­
guen claram en te las dos etapas: socialism o y com unism o.
9.
.: Del socialism o utópico al socialism o científico (1880), en K.
F. Engels, Obras escogidas en t r e s t o m o s , t . III, pp. 121-160.
eng els, f
Marx
y
El punto acerca del socialism o u tópico es u n a síntesis m uy som era de las
ideas de los socialistas utópicos. Im p o rta n te explicación de las teo rías u tó ­
picas por las condiciones m ateriales de la época. La p a rte que se refiere a
la dialéctica hegeliana es mala.
En el p u n to sobre el socialism o científico se e n c u e n tra u n a b u en a expli­
cación de la necesidad h istó ric a del socialism o de su p rim ir la contradicció n
en tre las fuerzas p ro d u ctiv as y las relaciones sociales de producción. R efe­
ren cias in teresa n tes acerca del estad o en el socialism o.
Los p untos crítico s m ás im p o rtan tes son: 1) la te o ría del reflejo ap licad a
al conocim iento que se p re s ta a desviaciones de tipo esp o n tan eísta; 2) la ex­
cesiva sim plificación del p ro b lem a de la cesan tía ligándola al m aquinism o;
3) el em pleo del térm in o "m odo de p ro d u cció n " com o sinónim o de “ relacio­
nes de p ro d u cció n ”.
BIBLIO G RA FIA M ÍN IM A CO M ENTA DA
En esta carta Engels critica la concepción no dialéctica de la causa y del efecto.
14.
: C arta a K onrad Schm idt, 5 de agosto de 1890, en K. M arx y
F. Engels, Correspondencia, cit., pp. 377-379, y Obras escogidas en tre s to ­
mos, t. m, pp. 510-512.
eng els,
15.
11.
e n g e l s , f : C arta a J. Bloch, 21 de sep tiem b re de 1890, en K. M arx y F.
Engels, Correspondencia, cit., pp. 379-381, y Obras escogidas en tres tomos,
t. m, pp. 514-516.
Sobre la determ in ació n en ú ltim a in stan cia p o r la econom ía. A utocrítica so­
b re la acentuación excesiva del fa c to r económ ico. Texto b a sta n te p ro b lem á­
tico en lo que se refiere al papel del h om bre en la historia.
12.
: C arta a K onrad Schm idt, 27 de o ctu b re de 1890, en K. Marx
y F. Engels, Correspondencia, cit. pp. 381-386, y Obras escogidas en tre s
tom os, t. iii, pp. 516-522.
eng els, f
Se refiere a la producción com o fa c to r decisivo en ú ltim a in stancia. In d e­
pendencia relativa y acción recíproca.
13.
e n g e l s , f : C arta a F. M ehring, 14 de ju lio de 1893, en K. M arx y F. E n­
gels, Correspondencia, cit., pp. 406-408, y Obras escogidas en tre s tom os,
t. i i i , pp. 522-527.
l e n i n , v i .: ¿Quiénes son los “am igos del p ueblo" y cóm o luchan contra
los socialdem ócratas? (1894), en Escritos económ icos (1893-1899), M adrid,
Siglo XXI, 1974, t. 2, pp. 71-72, y Obras com pletas, t. 1, pp. 349-350.
En este texto se p lan tea en form a m uy cla ra el lu g ar de E l capital den tro
del m aterialism o histórico. Cuál es el objeto de estudio de E l capital. El m a­
terialism o h istó rico com o hipótesis y com o ciencia. Texto im p o rtan te con­
tra el dogm atism o.
16.
, v i .:
l e n in
“ F. E n g els” (1895), en Obras com pletas, t. 2, pp. 13-22.
Breve resum en sobre el papel de Engels en el m aterialism o histórico.
l e n in
, v i .:
El desarrollo del capitalism o en Rusia (1899),
en
Obras com ­
pletas, t. 3.
F
Texto m uy im portan te c o n tra el dogm atism o. El m aterialism o h istórico ap a­
rece com o u na guía o una d irección de estudio.
e n g e l s , F.: C arta a H. S tark en b u rg (W. Borgius), 25 de enero de 1894, en
K. M arx y F. Engels, Correspondencia, cit., pp. 411-413. y Obras escogidas
en tre s tom os, t. III, pp. 530-532.
Sobre la d eterm in ació n en ú ltim a instancia y la acción recíproca. No existe
un efecto au to m ático de la econom ía.
17.
10.
295
Excelente texto que m u estra la form a en que debe ser aplicada en form a crea­
d o ra la ciencia de la h isto ria in au g u rad a p o r M arx y Engels al estudio de
u n a d eterm in a d a form ación social. Texto im prescindible p a ra el estu d ian te
que desee h a c er un an álisis de la realidad de su propio país. No sólo encon­
tram o s en él un d e sarro llo pedagógico de los elem entos fu n dam entales del
m odo de producción servil y del m odo de producción cap italista, sino tam ­
bién de la form a en que se en trelazan las d iferentes relaciones de p ro d u c­
ción en una form ación social. Además, nos p ro cu ra in teresa n tes elem entos
de m etodología p ara una crítica de las estad ísticas b u rg u esas y sugerencias
a cerca de la form a de re c o n s tru ir con los datos existentes n u e stra propia
estad ística.
18.
l e n in
, V.I.:
"N u estro p ro g ram a" (1899), en Obras com pletas, t. 4, pp.
214-218.
Rasgos fu n d am en tales del m aterialism o histórico. Texto im p o rtan te co n tra
el revisionism o y el dogm atism o.
19.
l e n in
,
v i.: "C arlos M arx” (1914), en Obras com pletas, t. 22, pp. 133-172.
Breves notas b iográficas con un texto de síntesis acerca del m aterialism o
histórico. E stu d ia r en form a crítica lo que se refiere al m aterialism o dialéc­
tico. S altarse la p arte que se refiere a la "d o ctrin a económ ica”, que sólo es
ú til com o síntesis desp u és de conocer los p rincipales conceptos utilizados
en E l capital. Leer en form a crítica los térm inos "se r so cial”, "conciencia
so cial” .
BIB L IO G R A FIA M IN IM A COM ENTADA
296
20.
l e n in
, v.i.:
E l estado y la revolución (1917), en Obras com pletas, t. 27, pp.
13-128.
E xcelente texto sobre la concepción m arx ista del estado. Muy claro y pe­
dagógico.
S ugerencias p a ra o rg an izar en form a m ás efectiva la le c tu ra de estos textos.
1.
2.
3.
4.
5.
6.
7.
8.
9.
A cerca
Textos
A cerca
A cerca
A cerca
A cerca
A cerca
A cerca
A cerca
de cóm o e stu d ia r el m arxism o y la im p o rta n c ia de éste: 18.
que dan u n a visión general: 6, 1, 2, 3, 15, 16, 19.
del proceso de trab ajo : 7.
de la e s tru c tu ra económ ica: 5.
de las relaciones e n tre infra y su p e re stru c tu ra : 10, 11, 12, 13, 14.
del estado: 4, 20.
de la tran sició n : 9, 8.
de cóm o e stu d ia r u n a fo rm ación social: 17.
del capitalism o: 7.
i m p r e s o e n p u D U m e x , s .a .
c a lz . s a n l o r e n z o 2 7 9 - 3 2
c o l. e s t r e l l a i z t a p a l a p a
u n m il e je m p la re s y s o b ra n te s
2 9 d e n o v ie m b re d e 2 0 0 2
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