WIKI: Ética y Moral de la Biología La Ética D urante las tres últimas décadas del siglo XX la opinión pública comenzó a prestar una atención especial a nuevos problemas éticos en el ámbito sanitario (medicina, psicología, enfermería, farmacia) y de las ciencias de la vida (biología en general y especialmente, la genética). El fenómeno fue resultado del propio desarrollo científico y tecnológico de esas disciplinas, pero también de una creciente preocupación del público no especializado ante el poder acumulado por científicos y gestores. Esta “rebelión de los legos” provocó el nacimiento en EEUU de una nueva disciplina: la bioética. La palabra bioethics fue utilizada por primera vez en una publicación de V. R. Potter (1970), un bioquímico dedicado a la investigación oncológica, para describir una interdisciplinar “ciencia de la supervivencia” destinada a asegurar la preservación de la biosfera. En 1971 Potter publicó Bioethics: Bridge to the Future, donde denunciaba la brecha entre las “dos culturas”, las ciencias y las letras, como principal peligro para el futuro de la humanidad. Para conjurar ese riesgo proponía construir un “puente hacia el futuro” creando la disciplina de la bioética como vínculo entre esas dos culturas. Más adelante, en Global Bioethics (1988), definió la bioética como una combinación de la biología con los conocimientos humanísticos para forjar una ciencia que implante la necesaria serie de prioridades médicas y ambientales para una supervivencia aceptable. Esta “bioética global” de Potter no fue la que se instaló en el panorama académico, sino la bioética entendida como ética médica, y aún hoy suelen ser los problemas éticos en la práctica de la medicina los primeros que se mencionan al hablar de esta disciplina. La ética médica no es un invento reciente, ya que existe por lo menos desde que los médicos tienen problemas morales y piensan sobre ellos, pero la bioética la supera en al menos dos sentidos (Kuhse y Singer, 3): 1. Su ámbito no se limita a las cuestiones éticas de la relación médica (doctor-paciente, doctorenfermero, etc.), sino que se amplía a cuestiones filosóficas sobre la naturaleza de la ética, el valor de la vida, la definición de la persona, o la relación entre los humanos y otras formas de vida (aquí la bioética se funde con lo que se suele llamar “ética ambiental”, volviendo así a la definición original de Potter). 2. La bioética abarca también la creación de políticas públicas y el control de la actividad científica, pero sus objetivos no se limitan al desarrollo y aplicación de un código deontológico o conjunto de preceptos obligatorios para los profesionales, sino que además intenta comprender mejor lo que está en juego. El estudio de la bioética es descriptivo, se dedica a examinar los problemas que hay, pero también normativo: aspira a establecer recomendaciones acerca de lo que debe haber o hacerse. Esta aspiración intenta complementar a los códigos deontológicos de las profesiones sanitarias, que hoy resultan insuficientes a la luz de la multiplicación de problemas éticos por diversas razones (Gracia 1999, 20-27): 1. La cultura norteamericana es una de las primeras que ha tenido que enfrentarse al problema del pluralismo. La bioética nació como un intento de resolver los conflictos éticos surgidos en el ámbito de las ciencias de la vida cuando los hechos son enjuiciados por personas cuyos credos morales son, o pueden ser, radicalmente distintos. De ahí que a menudo la bioética se presente como una ética civil, secular y pluralista, autónoma y racional. 2. Las nuevas condiciones médicas, sanitarias y sociales crean un nuevo escenario técnico, bien diferente al tradicional, y los problemas morales que se plantean a los profesionales sanitarios exigen de ellos una adecuada formación ética. Las posibilidades de la ingeniería genética o las técnicas de reproducción asistida plantean una vez más, y de manera urgente, si todo lo técnicamente correcto es éticamente bueno. 3. Además de las profundas transformaciones tecnológicas en la práctica médica y el modo como los poderes públicos han diseñado y gestionado la política sanitaria, tal vez el factor más decisivo sea la revolución sanitaria que supone la necesidad del consentimiento informado del paciente. Es decir, el cambio del modelo paternalista de relación médico-paciente al modelo de la autonomía del paciente, en el que éste tiene la última palabra sobre el tratamiento que ha de administrársele, y no el experto, es decir, el médico. Podemos definir, entonces, la bioética como la disciplina que estudia los aspectos éticos de la medicina y la biología en general, así como las relaciones del ser humano con los demás seres vivos. Este es un campo de trabajo muy amplio, así que por razones históricas y conceptuales resulta práctico dividirlo en, por lo menos, las siguientes subdisciplinas: 1. Ética de la investigación científica 2. Ética asistencial 3. Ética ambiental Dejando para la ética ambiental la relación de los humanos (incluyendo a las generaciones futuras) con el ecosistema, podemos definir la ética asistencial como la parte de la bioética centrada en las relaciones de cuidado y asistencia: una aplicación y ampliación de la ética clínica al espacio sociosanitario, que abarca los problemas morales que se plantean en la práctica profesional de los profesionales de la salud y el trabajo social. En los últimos años se han creado en el País Vasco varios Comités de Ética Asistencial (CEA), grupos interdisciplinares que tienen como finalidad ayudar desde la bioética a reflexionar y tomar decisiones a la propia organización institucional, a los profesionales y a los usuarios sobre los posibles conflictos éticos que se puedan producir en la relación asistencial, una relación que se da no sólo en el sistema sanitario, sino también en los servicios sociales y el sistema educativo, incluyendo instituciones dedicadas a cuidar de los ancianos, los discapacitados, los jóvenes con problemas de inserción, etc. Por lo general, son comisiones consultivas, creadas para analizar y asesorar, y cuyo objetivo es mejorar la calidad de dicha asistencia. La ética de la investigación comparte con la ética asistencial su origen moderno a partir del Código de Núremberg (1947), que postula que un consentimiento informado genuino es condición necesaria aunque no suficiente- para cualquier investigación con sujetos humanos éticamente aceptable. De momento, baste decir que el Código de Núremberg no habla de documentos. El consentimiento informado no es un documento, sino un proceso, aunque esto tan simple siga siendo olvidado por los investigadores y los clínicos. Los problemas del consentimiento informado hoy siguen siendo objeto de discusión en la ética de la investigación científica, una disciplina que tiene su correlato institucional en los Comités de Ética en Investigación Clínica (CEIC). La Moral (Opinión) Jürgen Habermas La biología no conoce ninguna moral (fragmento) " La persona clonada tendría sin duda como todos los demás la libertad de comportarse con respecto a sus capacidades y limitaciones y encontrar desde este punto de partida respuestas productivas. Pero para él estos “hechos del nacimiento” no serían ya meras circunstancias casuales, sino el resultado de una acción intencionada. Lo que para otros es un acontecimiento contingente, el clon lo puede atribuir a otra persona. La imputabilidad de la intervención intencionada en una zona de no disponibilidad constituye la diferencia relevante moral y jurídicamente. La expresión “no disponible” sólo debe significar que la intervención de otras personas, con las que desde el punto de vista normativo somos iguales, está excluida. Que las condiciones de la formación personal de la identidad no son disponibles en este sentido, es algo que pertenece evidentemente a la concepción moderna de la libertad de acción. De otra forma se pone en cuestión el reconocimiento recíproco de la misma libertad para todos. El clon sabe que él no sólo por casualidad sino por principio no puede tomar el mismo tipo de determinaciones con respecto a su productor que las que pudiera tomar éste con respecto a él. Contra esto se puede objetar que tampoco los niños engendrados por sus padres pueden engendrarlos a ellos. Pero esta asimetría se refiere esencialmente a la circunstancia de que el hijo llegue al mundo, es decir, al mero hecho de su existencia; no tiene nada que ver con la forma y modo como el hijo puede realizar esta existencia con base en un núcleo heredado de capacidades y propiedades. Yo no estoy seguro acerca de la forma como este cambio de perspectivas podría influenciar nuestro auto comprensión moral. Hasta dónde puedo ver, la clonación de hombres tendría que herir aquella condición de simetría en la relación entre personas adultas, sobre la que hasta ahora descansa la idea del respeto recíproco de libertades iguales. " Bioética / Ética y Moral La Bioética no es sencillamente «Ética», por ejemplo, una rama de la Ética que se ocupa de la vida, o una aplicación de la Ética a la vida. Pues con este género de respuestas nada logramos aclarar en realidad. ¿Acaso la Ética no se ocupa siempre de algo que vive? ¿Y dónde podrá aplicarse la Ética si no es a algo que está viviendo? Si se agrega: la Bioética es la Ética aplicada a la vida tal como es tratada por los médicos, es «aplicación de la Ética a la Medicina» (Biomedicina), tampoco con ello damos más allá de dos pasos. Primero, porque hay muchas cuestiones que ocupan a la Bioética y que no pertenecen al campo de la Medicina (ni siquiera al campo de la llamada Medicina social), porque son cuestiones estrictamente políticas (por ejemplo, las que tienen que ver con la planificación y el control de la natalidad) o ecológicas (por ejemplo, las que tienen que ver con la destrucción masiva de las especies vivientes en la biosfera) o biológicas (por ejemplo, la cuestión de la clonación). Segundo, porque la Medicina, en tanto que es un arte o una praxis, no es «Ética aplicada» sino Ética fundamental y originaria, si por Ética entendemos, atendiendo a una larga tradición, y a la propia etimología del término, la actitud práctica orientada hacia la conservación de la salud de los cuerpos humanos, es decir, a la transformación de los cuerpos enfermos en cuerpos sanos (o del cuerpo sano en cuerpo sano); pero no a las transformaciones recíprocas que, sin embargo, interesan también a la Biología científica, que, por ello, entra en conflicto constante con la Medicina. La Bioética no es, por tanto, Ética, de modo exclusivo; es también Moral (si «Moral» equivale a todo cuanto se refiere a las normas que presiden a un grupo humano dado entre otros grupos), es decir, «Biomoral»; y es Biopolítica, e incluso, según algunos, Biopraxis en general, es decir, control de la biosfera, en la medida en que ello sea posible . La Bioética no se deja reducir ni a la Ética, ni a la Moral, ni a la Política, ni al Derecho... aunque los problemas de los cuales se ocupa sean problemas éticos, o morales, o políticos, o jurídicos... Pero son problemas que, aunque semejantes a los que tradicionalmente se planteaban, han de experimentar un replanteamiento nuevo. Y esto en función de las grandes novedades que caracterizan a nuestro presente. Podemos dibujar estas novedades desde dos frentes (que, por otra parte, están en profunda interacción mutua). En primer lugar, el frente constituido por el desarrollo demográfico, social y político, tal como ha ido decantándose una vez concluida la Segunda Guerra Mundial. Una población de casi seis mil millones de hombres, estratificada en «mundos» muy desiguales y en conflicto permanente; y una tendencia de los países más desarrollados (los del «primer mundo») hacia las formas de una sociedad democrática de mercado, una sociedad libre (en el sentido capitalista), una sociedad concebida como «sociedad de consumidores». Un concepto que incluso ha llegado a recubrir el concepto tradicional de paciente o enfermo: el enfermo llegará a ser ante todo un consumidor o usuario de servicios médicos o de medicamentos. En segundo lugar, el frente constituido por todo lo que tiene que ver con el desarrollo científico (muy especialmente, con el desarrollo de la Biología y d e la teoría de la evolución) y tecnológico (muy especialmente con lo que llamamos biotecnologías). Es bien sabido que la explosión demográfica de los últimos siglos no hubiera podido tener lugar al margen de la revolución científica y tecnológica. Es de la confluencia de estos dos «frentes» de donde ha surgido el punto de vista bioético. Pues esta confluencia ha determinado la aparición de situaciones nuevas, que desbordan ampliamente las fronteras de la ética, de la moral, de la política, del derecho, de la medicina o de la biología tradicionales. Ingeniería genética, avances espectaculares en tecnologías quirúrgicas, diagnósticos precoces de malformaciones en el embarazo (que obligan a intervenir sobre el feto en circunstancias que la ética o la moral tra dicionales no tenían previstas); y otro tanto se diga respecto de las técnicas de la clonación, trasplantes de órganos, problemas de crioconservación, efectos ecológicos, &c. El conflicto entre las exigencias de una investigación científica, de una «Biología pura», y los intereses ligados a la vida de los individuos o de los pueblos (o de las especies vivientes en general), que podría presentarse en formas muy débiles en la antigüedad, en la edad media, y aún en la edad moderna, ha estallado con toda su fuerza en nuestro presente contemporáneo. La Bioética (y la bioética) aparece precisamente en esta coyuntura en la cual la vida humana se nos presenta desde luego como una parte integrante de la biosfera, pero una parte que ha alcanzado la posibilidad de controlar, si no «el todo», sí importantes regiones suyas, alcanzando muchas veces el poder de decisión sobre alternativas nuevas que se abren y que desbordan los límites de la misma ética y aún de la misma moral. El nombre mismo de «Bioética» comienza ya siendo engañoso, al sugerir que todos los problemas que bajo tal rótulo se acumulan, son siempre «problemas éticos» (sólo si el término Bioética se interpreta como una sinecdoque, pars pro toto, sería posible mantenerlo con un mínimo rigor).