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(1996): “La lógica de los campos”, “Habitus, illusio y racionalidad” y “La violencia simbólica” en “Respuestas por una antropología reflexiva” (pp. 63 a 127) México; Grijalbo. -Bourdieu P., (2000) Los usos sociales de la ciencia. Por una sociología clínica del campo científico. En Los usos sociales de la ciencia (pp. 59 a 101) Buenos Aires: Ediciones Nueva Visión. -Guattari, F. (1976) La transversalidad. En Psicoanálisis y Transversalidad. Crítica psicoanalítica de las instituciones (pp. 92 a 107). Buenos Aires: Siglo XXI. -Lourau, R. (1991). Introducción (pp. 9-22) y cáp.7 Hacia la intervención Socioanalítica. (pp. 262-285), en El análisis institucional; Buenos Aires, Amorrortu. -Zappino, A. (Comp.) (2001). Compilación de los principales conceptos según sus referentes centrales. Ficha de Cátedra. Buenos Aires: Publicaciones Facultad de Psicología – U.B.A. -Cocha, T.,Furlan, G., Selvatici, L. (2018) Conociendo dispositivos comunitarios de intervención. Una construcción colectiva del lugar del psicólogo en la comunidad. En V. Schejter et al. (Comp.) La Clínica Institucional: Construcción compartida de conocimientos. Buenos Aires: Eudeba. -Mancovsky, V. (2011). El enfoque clínico en Ciencias Sociales: la sutil diferencia entre la búsqueda y el hallazgo. Ponencia presentada en el VIII Congreso Internacional de Psico- Sociología y Sociología Clínica: Transformaciones Sociales y Desafíos del Sujeto. Montevideo, Uruguay, 13 a 15 de abril 2011. -Álvarez Pedrosian, E. (2003). La escucha activa en la comprensión crítica. En J. Barceló (Comp.), Sociología Clínica (pp. 8186). Montevideo: Universidad de la República. -Devereux, G. (1977). Reciprocidades entre Observador y Sujeto. En De la Ansiedad al método en las ciencias del comportamiento (pp. 43-61). Méjico: Siglo XXI. -Schejter, V.; Zappino, A. Análisis de las prácticas como modelo para aprenderinvestigar- intervenir. En V. Schejter et. al. (Comp.) 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LA construcción de un enfoque epistemológico de la psicología institucional: su implementación en la formación de psicólogos: La psicología institucional no es solo una especialidad de la Psicología que tiene como objeto de estudio e intervención los problemas de las organizaciones y las prácticas instituidas, sino que es una perspectiva de construcción del conocimiento intrínseca a todas las prácticas profesionales. Lo entendemos como un enfoque epistemológico de los psicólogos que pone en relación las instituciones que atraviesas tanto a los sujetos como agrupamientos, con el modo en que estos entienden y sostienen sus prácticas. El concepto de institución, al permitir denominar con una sola palabra en entramado de la singularidad de cada sujeto, con las significaciones colectivas consolidadas que lo trascienden. Este enfoque institucional toma como unidad de análisis los atravesamientos de las diferentes significaciones imaginarias sociales que definen los modos de entender de cada sujeto y de casa agrupamiento en función de sus valores y concepciones sobre el sentido de la vida. Modelo epistemológico: Mientras la dimensión institucional atiende la relación entre las significaciones imaginarias de las prácticas instituidas y la producción de nuevos modos de interpretarlas, la dimensión epistemológica se relaciona con los modos, las condiciones y los caminos en que se produce el conocimiento. Intervenir es generar nuevos conocimientos sobre las lógicas con las que se piensan las situaciones, como así también acerca de su proceso de construcción. La dimensión política observa los posicionamientos de los diferentes actores sociales en las luchas por el sentido de esas prácticas. La noción de institución también conjuga las ideas de orden y de movimiento. Es así, que para representarse un hecho de una manera inteligible se parte de lo que ya se sabe, de lógicas sociales interiorizadas acordes con las significaciones imaginarias sociales. En este análisis se atienden especialmente los niveles de autonomía de cada agrupamiento para crrar sus propios criterios y reglas. El análisis de las prácticas como método de formación interpela varios aspectos de las concepciones instituidas acerca de que consiste la formación 1) En primer lugar, considera que la formación profesional es producto de un proceso ligado al hacer y al encuentro con los saberes de otros 2) Lo entiende además como un proceso compartido 3) Plantea también la indisoluble relación de la formación con investigar y sistematizar las prácticas El análisis de las implicación en su dimensión epistemológica; Ampliamos el alcance de la noción de análisis de la implicación, concepto de la teoría de Análisis institucional, al considerarlo una metodología para producir conocimiento. El trabajo colectivo de análisis de la propia implicación es entonces la herramienta para descubrir los atravesamientos institucionales que constituyen esos posicionamientos, para intentar revisarlos y para conocer significaciones diferentes a las propias. Como consecuencia de esto se da otrp descubrimiento, el de que el propio modo de entender no es el único y que hay otros modos de representar los objetos. El imaginario de la neutralidad del profesional: La noción de análisis de la implicación al proponer el metaanálisis de las categorías de pensamiento que constituyen la propia subjetividad y, por lo tanto, sostienen los modos de hacer, descentraliza la posición del profesional en relación con el conocimiento. La construcción de dispositivos contempla un espacio para pensar juntos, para ‘copensar’, desarma la escisión entre quienes estudian y el objeto de indagación, ubica la producción de conocimient en el espacio intersubjetivo y considera la subjetividad de quienes investigan o intervienen como constitutivos de ese proceso. En síntesis, las condiciones de producción que proponemos están signadas por la búsqueda de autonomía y creatividad, desde posicionamientos instituyentes ANALISIS DE LAS PRÁCTICAS COMO MODELO PARA APRENDER-INVESTIGAR- INTERVENIR ( SCHEJTER, ZAPPINO) Introducción: Se relatan los ejes fundamentales y los resultados de una investigación-intervención acerca del análisis de las practicas en la formación y ejercicio profesional del psicólogo. Por otro lado, esta investigación nació de la necesidad de sistematizar el conocimiento que se venia produciendo como resultado de un sipositivo de intervencion institucional. Esto enmarca en una concepción de la Psicología institucional que no solo refiere a la especialidad del campo psicológico que se ocupa de las organizaciones sociales, sino además y sobre todo, a una perspectiva de conocimiento que se propone conocer y revisar los imaginarios socialmente compartidos 2-Descripcion de la metodología de investigación: Esta investigación tiene una serie de puntos de contacto con el enfoque etnografico 3-Los objetivos específicos propuestos fueron caracterizar los recursos utilizados por los docentes para el análisis institucional de las prácticas de formación y de ejercicio profesional de psicólogo. 4-el modelo epistemológico que sostiene esta concepción de la psicología institucional conjuga investigaciónintervención y docencia. El análisis de las prácticas universitarias y profesionales constituye una herramienta de intervención que interpela las lógicas de pensamiento que organizan lo roles de docente y estudiantes buscando los sentidos naturalizados en las prácticas 5-El dispositivo del aula: Con el objetivo de articular la docencia con la intervención y la investigación, los docentes generan condiciones para que se establezca un proceso de análisis de las prácticas, los analizados provilegiados en este proceso son 1) El trabajo de campo 2) la evaluación 6-Funciones de la práctica docente en el contexto propuesto por la cátedra: acompañar, supervisar, cuestionar, ampliar, leer, promover LA ESCUCHA ACTIVA EN LA COMPRENSION CRÍTICA (PEDROSIAN): Este ensayo pretende ser una contribución para una fundamentación ética y epistemológica de una actitud, de una manera de participar, la cual considero esencial en el trabajo de campo y en cualquier intervención en general. Metodológicamente, más que a un conjunto de normas a seguir, se refiere a una manera de actuar, a una disposición, que coloca o afina en determinada clave a la conciencia investigativa y le da el tono de su mirada.En un trabajo de campo, la necesidad de romper todo tipo de estereotipos es fundamental. En los hechos se trata de una actitud y una actividad, la de estar lo más posible en silencio, en poder "devenir imperceptible", en dejar discurrir y movilizar el discurso, en fomentar que se exprese el otro, el sujeto o los sujetos que viven el fenómeno, lo constituyen. En la tensión entre el distanciamiento y la proximidad, en la tensión de la objetivación encarnada y producida en sujetos, cuando lo que deseamos es conocer al otro, acceder a las diferencias que hacen de cada cual lo que es, nuestra participación debe ser comprensiva y crítica a la vez. Esto quiere decir, hacer el intento siempre por mantener la tensión, hacer de la situación de interacción en el trabajo de campo justamente- un campo de batalla para los “supuestos básicos subyacentes", de las partes. Mantener la tensión, no puede hacerse de otra forma que no sea retro-alimenticia.Más aún, lo más peligroso, es que se den supuestos establecidos que cohíban la apertura a la hora de dialogar. Pero también puede suceder que el investigador se agarre de muletillas conformadas por supuestos a los que apele para resguardarse de lo anterior, y de esa manera también se establecen cotas para que se exprese la diferencia. Se puede llegar, transferencialmente, a otorgarle al sujeto investigado rótulos, indicadores, modelos, rasgos que lo definan según concepciones sólidamente ancladas en lo ya conocido por nosotros, cerrando la posibilidad de efectivamente conocer lo aún no conocido. Una escucha activa, crítica, punzante, demandante del ejercido del extrañamiento, tiene que ser a la vez comprensiva, conocedora de Ios marcos que va englobando de lo tácito entendido no como valor invariable sino como trampolín hacia el más allá o el más acá, hacia la diferencia o singularidad constituyente de lo que queremos conocer. Este tipo de fenómenos de aperturas y clausuras, tan cotidianos para los cientistas humanos, no pueden ejemplificarse digamos, en la transcripción de lo hablado en una entrevista, pues se trata de un proceso general en el sentido de que sólo se lo comprende en el total del diálogo, en sus mapas de intensidades, en la modulación variable de las afecciones resultantes luego de finalizada la instancia concreta de interacción en el campo: marco variable de afecciones en el cual se tejen las emociones englobando y superando cualquier acto reflexivo y discursivo; un encuentro entre diferentes formas de ser. Se trata de un proceso de autonomización productor de subjetividad, es decir de deslinde, en el momento mismo del otorgamiento de herramientas, que debe ser llevado adelante de forma plástica. El enmarque metodológico de la investigación -por ejemplo- debe estar lo menos direccionando que sea posible, incluyendo las intervenciones verbales y gestuales de las entrevistas. La escucha es sustancial; aun perdiendo protagonismo, a veces callar es lo mejor que podemos hacer. En este sentido la psicología toda posee una larga tradición de indagaciones al respecto y experiencia acumulada. La escucha no tiene nada de pasividad, el investigador se encuentra en pleno proceso de complejización participativa, pues demanda del otro la misma actitud sin consuelos hacia él;La ética demanda la responsabilidad de no poner en palabras del otro lo que pensamos nosotros, sino tratar de que brote algo entre el sujeto y él mismo; tener, -en el sentido nietzscheano- una relación de “amistad" con él. Al ser la situación asimétrica -por naturaleza contingente, como ya hemos dicho en otra parte-, la acción del investigador buscará siempre la posibilidad de establecer un universo de comunicación para acceder, un ámbito de interacción emergente: Y como el investigador es quién dispone de las técnicas de antemano y es quien aparece con la pretensión de indagar, para que ése algo emerja, se necesita de nuestra escucha y no de nuestras afirmaciones. Las afirmaciones le competen al otro, quien queremos que las realice desde su punto de vista, -el que deseamos conocer- no desde el nuestro. El sujeto no necesita ser consolado, el paciente no necesita ser víctima de nuestra condescendencia, necesita herramientas para entrar en acción, entrar en movimiento, tratar de superar la angustia, y por ello se cuenta con el ejercicio del distanciamiento contra todo tipo de esencias establecidas, de la problematización que hace de nosotros mismos entes maleables.La escucha para el investigador es esencial en tanto necesita percibir las perturbaciones, necesita constantemente calibrar emocionalmente los bordes entre él y los otros, entre los sujetos. Debemos estar inmersos, dentro, y a la vez tratando de salir, de salir-nos a la vez con el sujeto, el cual fuga hacia otros parajes, y allí todo se dispersa nuevamente. Sabemos que para producir esto no necesitamos de una identificación con el otro en el sentido de una asimilación, y debemos reconocer la existencia de grados de simpatías que fluyen cambiando la atmósfera. El carácter de una afección es universalizante pero siempre y por ello singular tan sólo la transferencia imaginada de modelos y rasgos nos confunde haciéndonos caer en una homogeneidad intersubjetiva. Como se ha dicho hasta el hartazgo, no se trata tan solo y nada más que de una traducción, de un lado hacia el otro, sino de la creación de un lenguaje nuevo en el cruce y la bifurcación de los heterogéneos, voz en la cual se pueda decir lo que antes no podía ser enunciado. En generar un ámbito productor de subjetividad y no de simple "demarcación" de lo real. Esa producción será genuina en tanto nuestra intervención no adopte la posición de poder que pueda hegemonizar el intercambio productivo. En la llamada “ética de la finitud” plantada por Enríquez, vienen contenidas las tres que él considera ya existentes, que son las de la convicción, la responsabilidad, y de la discusión. La primera es aquella que el sujeto puede emplear naturalmente y sin esfuerzo alguno para definir lo que 'es' o sus prójimos ven, sienten, piensan, e imaginan. La diferencia es de grado y no se caracteriza por una oposición dual. Malinowski ha enseñado desde los albores de la etnografía, que no hay que ser un 'nativo' más para conocer a uno de ellos. Lo importante es para Geertz cómo esos conceptos se despliegan en una interpretación para llegar a la forma en que un sujeto o una cultura toda vive y que no sea a su vez prisionera de sus horizontes (“etnografía de brujería por y para brujas”) ni se mantenga ajena a las cualidades singulares (“etnografía escrita por un geómetra"). Se requiere plantear una “conexión significativa", el ámbito entre las diferencias que emerge, hacer fluir lo próximo y lo distante, y desplegar todo un nuevo mundo. No se trata de situarse espiritualmente en el mismo lugar del otro; la cuestión consiste "en descifrar qué demonios se creen ellos que son", y nadie puede conocer mejor la respuesta que ellos mismos, quienes tampoco la poseen.Frente a la diferencia radical, frente a la inconmensurabilidad entre el investigador y el Investigado, entre los propios componentes subjetivos de cada uno de ellos que son en sí heterogéneos, frente a aquello que no se comparte ni puede compartirse, aquello que no es "composible", la actitud no debe ser ni de resignación contemplativa ni de negación narcisista del hecho, sino de producción de subjetividad, de puesta en marcha del proceso de generación de formas de ser humano en el cruce provocado intencionalmente en la tarea del trabajo de campo. La comprensión crítica se encuentra al borde del estallido y no cesa de reconstituirse junto a las partes y no por encima de ellas; graduar la creencia y por tanto instrumentar las intensidades, nos puede servir para neutralizar las diferencias y emparejarlo todo, o para, por el contrario, incentivar y radicalizar las diferencias con el fin de hacer visible lo singular siempre entramado en relaciones también singulares, constituyendo una totalidad abierta y parcial. 2do. Resumen de “La escucha activa en la comprensión crítica” I)Desde la dimensión ética y epistemológica, la escucha activa tiene que ver con una actitud y una manera de participar en el trabajo de campo y en cualquier intervención en general. La escucha activa puede entenderse metodológicamente como una manera de actuar y situarse frente al trabajo de campo que responde a la necesidad de romper todo tipo de estereotipos como algo fundamental para no caer en el encasillamiento del fenómeno que se pretende estudiar. En los hechos se trata de una actitud y una actividad que tiene que ver con el estar lo más posible en silencio, en poder “devenir imperceptible”, en dejar discurrir y movilizar el discurso, en fomentar que se exprese el otro, el sujeto o los sujetos que viven el fenómeno, lo constituyen. Cuando se persigue el objetivo de conocer al otro nuestra participación debe ser comprensiva y crítica a la vez. Esto quiere decir hacer el intento siempre por mantener la tensión, hacer de la situación de interacción en el TC (trabajo de campo) justamente un campo de batalla para los “supuestos básicos subyacentes” de las partes. II) Jamás se está fuera del todo, y jamás se es idéntico. Se puede llegar, transferencialmente, a otorgarle al sujeto investigado rótulos, indicadores, modelos, rasgos que lo definan según concepciones sólidamente ancladas en lo ya conocido por nosotros*, cerrando la posibilidad de efectivamente conocer lo aún no conocido. (*Creencias de toda índole, tradicionalismos tanto de la doxa y el “sentido común”, la acumulación de los saberes instituidos y también de los de las ciencias; son ataduras que se reproducen combinadas con lo nuevo) Metodológicamente le investigadore se autoimpone un límite a priori para el acceso en el universo subjetivo del otro, cerrándose definitivamente la posibilidad de conocer lo particular. Entra a operar el miedo frente al abismo de lo diferente, construyendo diques y estipulando plataformas ficticias de una solidez ingenua. Una escucha activa, crítica, demandante del ejercicio del extrañamiento tiene que ser a la vez comprensiva, en el sentido de conocer los marcos que va englobando de lo tácito, de lo que no se dice pero se sobreentiende, ya que en su ejercicio se van generando fenómenos de aperturas y clausuras que constituyen un proceso general que sólo se comprende en el total del diálogo luego de finalizada la instancia concreta de interacción en el campo. Lo tácito como instancias interminables que a medida que se van estableciendo, vuelven a difuminarse; lo que nos pone en una actitud de cuestionarlas si es necesario en el cara a cara. A la vez, no se trata de hacer que el otro rompa todos sus modelos y quede en una especie de vacío, o en demostrarle su ineptitud al estilo de la mayéutica socrática. Por el contrario, se trata de que el otro pueda experimentar la ruptura para poder controlarla, para poder construirse más efectivamente. Con herramientas que no están dadas de antemano y que no son pertenencia de nadie. No se trata de hacer que el otro tome conciencia de su propia condición en un sentido ingenuo (posición del investigador como dueño de una verdad de otros). Se trata de un proceso de autonomización productor de subjetividad, es decir de deslinde (*DESLINDE: establecimiento o clarificación de los límites existentes entre dos o más cosas.), en el momento mismo del otorgamiento de herramientas. El enmarque metodológico de la investigación, por ejemplo, debe estar lo menos direccionado que sea posible, incluyendo las intervenciones verbales y gestuales de las entrevistas. La escucha es sustancial, aun perdiendo protagonismo, a veces callar es lo mejor que podemos hacer. La escucha no tiene nada de pasividad, le investigadore se encuentra en pleno proceso de complejización participativa, pues demanda del otro la misma actitud sin consuelos hacia él/ella; siempre busca un efecto problematizador, pero en la continuidad de la acción. La ética demanda la responsabilidad de no poner en palabras del otro lo que pensamos nosotres, sino tratar de que brote algo entre el sujeto y él mismo. Al ser la situación asimétrica (por naturaleza contingente), la acción del investigador buscará siempre la posibilidad de establecer un universo de comunicación para acceder, un ámbito de interacción emergente; y para que ese algo emerja, se necesita de nuestra escucha y no de nuestras afirmaciones. Las afirmaciones le competen al otro, quien queremos que las realice desde su punto de vista. El sujeto no necesita ser consolado, necesita herramientas para entrar en acción, entrar en movimiento. Cuando se cae en lugares comunes, cuando el llamado “sentido común” reina en la interacción, lo que se produce entre los sujetos es pura doxa, referencialidad que es también dato, pero el más pobre de todos los posibles. La escucha para el investigador es esencial en tanto necesita percibir las perturbaciones y constantemente calibrar emocionalmente los bordes entre él y los otros, entre los sujetos. Las semejanzas que podamos encontrar y localizar con quienes interactuemos en el TC constituyen los acuerdos mínimos para asegurar una consistencia de la experiencia compartida. Jamás hay que forzarlas para que aparezcan, por el contrario, el esfuerzo es para usarlas como trampolines hacia lo diferente, resortes que liberan su energía potencial acumulada de certezas. Si se las trata de establecer y se vuelve a ellas, el efecto es de lo más nocivo, se convierten en centros de atracción que succionan remitiendo a sí todo sentido. La explicitación de las vivencias de un sujeto convertidas en discurso oral en la interacción, pero en la cual somos agentes “intervinientes”, no nos acerca al otro en un plano idéntico con él sino que el conocimiento así entendido es productor, es algo nuevo, inédito en el encuentro con lo desconocido. No se trata tan sólo y nada más que de una traducción, de un lado hacia el otro, sino de la creación de un lenguaje nuevo en el cruce y la bifurcación de los heterogéneos, voz de la cual se pueda decir lo que antes no podía ser enunciado. En generar un ámbito productor de subjetividad y no de simple “demarcación” de lo real. Esa producción será genuina en tanto nuestra intervención no adopte la posición de poder que pueda hegemonizar el intercambio productivo. * “Ética de la finitud” planteada por Enríquez à En dicha ética “hay esa idea de un pensamiento que se crea continuamente y del placer del pensamiento. Es decir que hay esa idea de aceptar que sufrimiento y placer están mezclados siempre.” Claro está que para que esto sea posible le investigadore debe estar dispueste a transformar su necesidad temerosa- de ser valorado por el otro como igual, cuando sabemos que es desde la heterogeneidad que se plantea la búsqueda y se dan los encuentros, cuando sabemos que lo que vamos a buscar nos exige enfrentar gustosamente el conflicto con la diferencia. III) La proximidad, la distancia, los límites… se trata de un continuo cualitativamente diferencial, de un ámbito donde se fluya de lo propio a lo ajeno y viceversa. Frente a la diferencia radical, frente a la inconmensurabilidad entre el investigador y el investigado, entre los propios componentes subjetivos de cada unx de ellxs que son en sí heterogéneos, la actitud no debe ser ni de resignación contemplativa ni de negación narcisista del hecho, sino de producción de subjetividad, de puesta en marcha del proceso de generación de formas de ser humano en el cruce provocado intencionalmente en la tarea del TC. Hacer fluir lo próximo y lo ajeno. La comprensión crítica se encuentra al borde del estallido y no cesa de reconstruirse junto a las partes y no por encima de ellas; graduar la creencia y por tanto instrumentar las intensidades nos puede servir para incentivar y radicalizar las diferencias con el fin de hacer visible lo singular siempre entramado en relaciones también singulares, constituyendo una totalidad abierta y parcial. Por eso, como dice Devereux, el límite, sin ser móvil “strictu sensu”, es constantemente nuevo: “El deslinde está en cualquier momento dado en el lugar donde se produce la perturbación. Si no hay perturbación, no hay deslinde.” La escucha atenta es creadora de deslinde, pretende hacer audible lo que el otro tiene para decirnos, sobre todo cuando las motivaciones para hacerlo surgen de la acción inicial del investigador. Por tal motivo, puede plantearse entonces la necesidad de romper lo más posible con todo aquello que se considera como establecido, lanzándose a los encuentros con un afuera del cual tratará de aprehender lo más posible, comprendiéndolo, criticándolo comprensivamente. PSICOANALISIS Y TRASVERSALIDAD (GUATTARI): La terapia institucional es un niño endeble. La amenaza mortal que pesa sobre ella no reside en una debilidad congénita, sino más bien en que todo tipo de facciones están al acecho para arrebatarla su objeto específico. Proclamamos en primer lugar que existe un objeto de la terapia institucional y que éste tendrá que ser defendido por todos los que intenten sacarla de la problemática social real. El problema de la incidencia del significante social sobre el individuo se plantea en otro momento y en todos los niveles y en la perspectiva de una terapia institucional no podemos hacer otra cosa que apoyarnos en el. La relación social no constituye un más allá de los problemas individuales y familiares. Freud, cuya obra se desarrolló esencialmente en torno al problema de los neuróticos, no desconoció esta problemática. De donde proviene esta persistencia, este mantenimiento de las angustias neuróticas, puesto que han desaparecido las situaciones que fueran soporte de su génesis. El engranaje de los significantes sociales se encuentra en contacto de modo irreversible con la castración y la culpabilidad, es decir se trata del hecho. La subjetividad real de los estados modernos, sus verdaderos poderes de decisión no podrán identificarse con una encarnación individual, como tampoco con la existencia de un pequeño estado mayor esclarecido. Lo que propone ahora no tiene un carácter provisorio, considero que conviene establecer una suerte de vías de correspondencia entre los fenómenos de deslizamiento de sentido entre los psicóticos, particularmente en los esquizofrénicos y los mecanismos de discordancia creciente que se instauran en todas las capas de la sociedad industrial en su realización neocapitalista y socialista burocrática, tal que el individuo tiende a querer identificarse con un ideal de ‘maquinas-consumidoras-de-maquinas-productivas’. Si el grupo tiende a estructurarse al modo del rechazo de la palabra, como responderle de otro modo que por el silencio? A partir de ahí, tomamos el partido de distinguir la naturaleza de los grupos según que se ubiquen en uno u oro aspecto. Los grupos con los cuales nos enfrentamos en la terapia, no tienen nada que ver con los que están cuestionados, generalmente, en las investigaciones llamadas de dinámicas de grupo. Esquematizaremos esta primera distinción, que por otra parte sería difícil de mantener luego, en grupos-sujetos y grupos sometidos. El grupo sujeto, o que tiene vocación de serlo, se esfuerza en influir sobre su conducta, intenta elucidar su objeto. El grupo sometido no tiene tal perspectiva; soporta su jerarquización en el momento de su ajusto con los demás grupos. Podríamos decir del grupo-sujeto que enuncia algo, mientras que para el grupo sometido ‘su causa oída’, oída no se sabe donde ni por quien. Esta distinción no es absoluta. En realidad, sirve como dos polos de referencia: cualquier grupo, pero especialmente los grupos sujeto, tienden oscilar entre estas dos posiciones; la de una subjetividad que tiene vocación de tornar la palabra y la de una subjetividad alienada hasta perderse de vista la alteridad social. La práctica de la terapia institucional muestra que la fantasmatización individual se niega sistemáticamente a respetar la especificidad de este nivel simbólico del fantasma de grupo. Esta ‘corporización imaginaria’ de cierto número de articulaciones significantes del grupo, bajo pretextos de organización, de eficacia, de prestigio, o también de incapacidad, de no calificaciones etc, hace cristalizar el conjunto de la estructura, traba sus capacidades etc, hace cristalizar el conjunto de la estructura, traba sus capacidades de modificación, en una palabra, reúne las condiciones de su desplazamiento hacia lo que hemos llamado el grupo sometido. El deseo icc de un grupo, como expresión de una pulsión mortífera, no estará probablemente en condiciones de ser evocado en el orden de la palabra y hará surgir toda una gama de síntomas, surgirá entonces una distinción primordial entre la desalienación de un grupo y sus análisis. Repitámoslo, el análisis de grupo se sitúa más acá y más allá de los problemas del ajustamiento de roles, de transmisión de las informaciones. El análisis de grupo no se propondrá por objetivo poner al día detrás de esta sintomatología una verdad estática, sino de realizar las condiciones favorables en un modo particular, de interpretación la que. Popone introducir la noción de transferencia institucional un nuevo concepto: el de trasversalidad en el grupo. Trasversalidad por oposición a una verticalidad y a una horizontalidad. Por ejemplo, en un hospital, el ‘coeficiente de trasversalidad’ es el grado de ceguera de cada miembro del personal. La modificación debe efectuarse en el nivel de una redefinición estructural del rol de cada uno y de una reorientación del conjunto. LA trasversalidad es una dimensión que pretende superar las dos impases, la de la pura verticalidad y la de la simple horizontalidad; tiende a realizarse cuando una comunicación máxima se efectúa entre lo diferentes niveles y sobre todo en los diferentes sentidos. Es el objeto mismo de la investigación de un grupo sujeto. Nuestra hipótesis es la siguiente: es posible modificar los diferentes coeficientes de transversalidad insconsciente en los diferentes niveles de una institución El problema, de la relación de fuerzas reales exige ser analizado: todo el mundo sabe que el estado no hace la ley en sus ministerios. Sucede igualmente que en un hospital psiquiátrico el poder de hecho escape a los representantes patentados por la ley y se reparte en diversos sub grupos. Pero esto no podría ser instituido por una reforma; las buenas instituciones, en esta materia no garantizan ningún acceso a esta dimensión de la transversalidad. El sujeto de la institución, el sujeto efectivo, es decir incc, el que posee el poder real no esta dado de una vez por todas. Si el análisis de una institución consiste en fijarse por tarea abrir esta a la vocación de apoderarse de la palabra, toda posibilidad de intervención creadora dependerá de la capacidad de sus iniciadores de existir en el sitio donde ‘eso habría podido hablar’ . Si el análisis de una institución consiste en fijarse por tarea abrir esta a la vocación de apoderarse de la palabra, toda posibilidad de intervención creadora dependerá de la capacidad de sus iniciadores de existir en el sitio donde ‘eso habría propio hablar’ según el modo de ser marcado por el significante del grupo, es decir, asumir un cierto modo de castración. Solo la puesta al día de un nivel más o menos grande de transversalidad permitirá que se desencadena durante un tiempo un proceso analítico que ofrezca una real posibilidad a los indviduos de servirse del grupo, al modo de un espejo. Entonces, el individuo manifestara al grupo y si mismo de una vez. LA consolidación de un nivel de transversalidad en una institución permite que se instituya en el grupo un dialogo de nuevo tipo: pudiendo el delirio y cualquiera otra manifestación incc, en el seno de la cual el enfermo permanecía hasta entonces cerrado y solitario. LA aceptación de ser ‘cuestionado’ de ser desnudado por la palabra del otro, un cierto estilo de impugnación reciproca. LA transversalidad es el lugar del sujeto icc del grupo, el soporte del deseo del grupo. Esta dimensión no puede ser puesta de relieve sino en ciertos grupos que, deliberadamente o no, intentan asumir el sentido de su praxis y de instaurarse como grupo-sujeto, poniéndose en posición de tener que ser el agente de su propia muerte. El rol de analizador de grupo consistirá en sacar a la luz tales situaciones y llevar al conjunto del grupo o no poder sustraerse de las verdades que encubren. La terapia institucional es un niño endeble. La amenaza mortal que pesa sobre ella no reside en una debilidad congénita, sino más bien en que todo tipo de facciones están al acecho para arrebatarla su objeto especifico. Proclamamos en primer lugar que existe un objeto de la terapia institucional y que éste tendrá que ser defendido de todos los que intenten sacarla de la problemática social real. El problema de la incidencia del significante social sobre el individuo se plantea en otro momento y en todos los niveles y en la perspectiva de una terapia institucional no podemos hacer otra cosa que apoyarnos en el. La relación social no constituye un más allá de los problemas individuales y familiares. Freud, cuya obra se desarrolló esencialmente en torno al problema de los neuróticos, no desconoció esta problemática. De donde proviene esta persistencia, este mantenimiento de las angustias neuróticas, puesto que han desaparecido las situaciones que fueran soporte de su génesis. El engranaje de los significantes sociales se encuentra en contacto de modo irreversible con la castración y la culpabilidad, es decir se trata del hecho. La subjetividad real de los estados modernos, sus verdaderos poderes de decisión no podrán identificarse con una encarnación individual, como tampoco con la existencia de un pequeño estado mayor esclarecido. Lo que propone ahora no tiene un carácter provisorio, considero que conviene establecer una suerte de vías de correspondencia entre los fenómenos de deslizamiento de sentido entre los psicóticos, particularmente en los esquizofrénicos y los mecanismos de discordancia creciente que se instauran en todas las capas de la sociedad industrial en su realización neocapitalista y socialista burocrática, tal que el individuo tiende a querer identificarse con un ideal de ‘maquinas-consumidoras-de-maquinas-productivas’. Si el grupo tiende a estructurarse al modo del rechazo de la palabra, como responderle de otro modo que por el silencio? A partir de ahí, tomamos el partido de distinguir la naturaleza de los grupos según que se ubiquen en uno u oro aspecto. Los grupos con los cuales nos enfrentamos en la terapia, no tienen nada que ver con los que están cuestionados, generalmente, en las investigaciones llamadas de dinámicas de grupo. Esquematizaremos esta primera distinción, que por otra parte sería difícil de mantener luego, en grupos-sujetos y grupos sometidos. El grupo sujeto, o que tiene vocación de serlo, se esfuerza en influir sobre su conducta, intenta elucidar su objeto. El grupo sometido no tiene tal perspectiva; soporta su jerarquización en el momento de su ajusto con los demás grupos. Podríamos decir del grupo-sujeto que enuncia algo, mientras que para el grupo sometido ‘su causa oída’, oída no se sabe donde ni por quien. Esta distinción no es absoluta. En realidad, sirve como dos polos de referencia: cualquier grupo, pero especialmente los grupos sujeto, tienden oscilar entre estas dos posiciones; la de una subjetividad que tiene vocación de tornar la palabra y la de una subjetividad alienada hasta perderse de vista la alteridad social. La práctica de la terapia institucional muestra que la fantasmatización individual se niega sistemáticamente a respetar la especificidad de este nivel simbólico del fantasma de grupo. Esta ‘corporización imaginaria’ de cierto número de articulaciones significantes del grupo, bajo pretextos de organización, de eficacia, de prestigio, o también de incapacidad, de no calificaciones etc, hace cristalizar el conjunto de la estructura, traba sus capacidades etc, hace cristalizar el conjunto de la estructura, traba sus capacidades de modificación, en una palabra, reúne las condiciones de su desplazamiento hacia lo que hemos llamado el grupo sometido. El deseo icc de un grupo, como expresión de una pulsión mortífera, no estará probablemente en condiciones de ser evocado en el orden de la palabra y hará surgir toda una gama de síntomas, surgirá entonces una distinción primordial entre la desalienación de un grupo y sus análisis. Repitámoslo, el análisis de grupo se sitúa más acá y más allá de los problemas del ajustamiento de roles, de transmisión de las informaciones. El análisis de grupo no se propondrá por objetivo poner al día detrás de esta sintomatología una verdad estática, sino de realizar las condiciones favorables en un modo particular, de interpretación la que. Popone introducir la noción de transferencia institucional un nuevo concepto: el de trasversalidad en el grupo. Trasversalidad por oposición a una verticalidad y a una horizontalidad. Por ejemplo, en un hospital, el ‘coeficiente de trasversalidad’ es el grado de ceguera de cada miembro del personal. La modificación debe efectuarse en el nivel de una redefinición estructural del rol de cada uno y de una reorientación del conjunto. LA trasversalidad es una dimensión que pretende superar las dos impases, la de la pura verticalidad y la de la simple horizontalidad; tiende a realizarse cuando una comunicación máxima se efectúa entre lo diferentes niveles y sobre todo en los diferentes sentidos. Es el objeto mismo de la investigación de un grupo sujeto. Nuestra hipótesis es la siguiente: es posible modificar los diferentes coeficientes de transversalidad insconsciente en los diferentes niveles de una institución El problema, de la relación de fuerzas reales exige ser analizado: todo el mundo sabe que el estado no hace la ley en sus ministerios. Sucede igualmente que en un hospital psiquiátrico el poder de hecho escape a los representantes patentados por la ley y se reparte en diversos sub grupos. Pero esto no podría ser instituido por una reforma; las buenas instituciones, en esta materia no garantizan ningún acceso a esta dimensión de la transversalidad. El sujeto de la institución, el sujeto efectivo, es decir incc, el que posee el poder real no esta dado de una vez por todas. Si el análisis de una institución consiste en fijarse por tarea abrir esta a la vocación de apoderarse de la palabra, toda posibilidad de intervención creadora dependerá de la capacidad de sus iniciadores de existir en el sitio donde ‘eso habría podido hablar’ . Si el análisis de una institución consiste en fijarse por tarea abrir esta a la vocación de apoderarse de la palabra, toda posibilidad de intervención creadora dependerá de la capacidad de sus iniciadores de existir en el sitio donde ‘eso habría propio hablar’ según el modo de ser marcado por el significante del grupo, es decir, asumir un cierto modo de castración. Solo la puesta al día de un nivel más o menos grande de transversalidad permitirá que se desencadena durante un tiempo un proceso analítico que ofrezca una real posibilidad a los indviduos de servirse del grupo, al modo de un espejo. Entonces, el individuo manifestara al grupo y si mismo de una vez. LA consolidación de un nivel de transversalidad en una institución permite que se instituya en el grupo un dialogo de nuevo tipo: pudiendo el delirio y cualquiera otra manifestación incc, en el seno de la cual el enfermo permanecía hasta entonces cerrado y solitario. LA aceptación de ser ‘cuestionado’ de ser desnudado por la palabra del otro, un cierto estilo de impugnación reciproca. LA transversalidad es el lugar del sujeto icc del grupo, el soporte del deseo del grupo. Esta dimensión no puede ser puesta de relieve sino en ciertos grupos que, deliberadamente o no, intentan asumir el sentido de su praxis y de instaurarse como grupo-sujeto, poniéndose en posición de tener que ser el agente de su propia muerte. El rol de analizador de grupo consistirá en sacar a la luz tales situaciones y llevar al conjunto del grupo o no poder sustraerse de las verdades que encubren. El poder y el imaginario social. Enrique Marí El dispositivo del poder; Hablar de dispositivo de poder es una metáfora para poner de manifiesto que los tres elementos básicos que hacen que el poder funcione son la fuerza o la violencia, el discurso del orden y el imaginario social. Concurren como instancias distintas pero no independientes en su interior. Porque están articuladas entre si, agrupadas e interceptadas dentro del dispositivo en forma variable de acuerdo con los cambios históricos que se suceden, ya sean económicos, políticos e ideologías de las sociedades. La fuerza es el elemento constitutivo del poder, el que lo produce, pero la fuerza o la violencia se frustrarían si no existiesen en el dispositivo otras instancias para garantizar la continuidad del poder conquistado o instituido. Estas otras instancias funcionan como condiciones de reproducción del poder producido. En el interior del dispositivo de poder, el discurso del orden y el imaginario social reactualizan la fuerza y la transforman verdaderamente en poder haciéndolo constante y socialmente transmisible. El poder así se hace operativo para la cohesión del grupo o la sociedad. Transformada la fuerza en poder, el discurso del orden y el imaginario social aseguran la presencia del poder y los efectos de la fuerza aun estando ausente. El discurso del orden y el imaginario social ocupan distintos lugares en el dispositivo, el primero es un espacio de racionalidad. Pertenece al ámbito del conocimiento, de la teoría, de las representaciones sociales. Este dominio lo satisface tmb la moral, la filosofía política, la religión. El discurso del orden es principalmente el espacio de la ley. La fuerza encuentra deltro del dispositivo del poder su modo mas racional de la comunicación social a través de las técnicas de coerción, sanción y coacción por las que el derecho produce la obediencia y control social, sancionando las conductas contrarias a las que la sociedad considera deseables. Imaginario social: El dispositivo exige como condición de funcionamiento y reproducción del poder, que la fuerza y el discurso del orden legítimamente estén insertos en montajes de practicas extra-discursivas, y soportes mitológicos que hablan a las pasiones y hacen que el poder marche. Así que los miembros de una sociedad enlacen y adecuen sus deseos al poder. Es este el lugar del imaginario social, estructura simbólica de las socidades y sus practicas: ceremonias, banderas, rituales, canticos, himnos, reliquias, rangos, prestigios, etiquetas. Estas prácticas no transmiten información como el discurso del orden, mas bien descubren un dominio inaccesible para los otros medios de transmisión. El imaginario social interpreta las emociones a la voluntad y a los sentimientos. La función del imaginario social es fundir y cincelar las llaves de los cuerpos para el acceso a la ley y la continuidad y reproducción del poder. Las formas del imaginario social decoran el poder, lo embellecen y cubren de ornamentos, de reverencia y dignidad que reclama el poder. En épocas de contestacion, de impugnacion social y revolucion contra el poder, el imaginario social se debilita y se ve compensado por los resorts más coercitivos. Conociendo dispositivos comunitarios de intervención. Una construcción colectiva del lugar del psicólogo en la comunidad (Cocha) La psicología como disciplina del ámbito de la salud, contempla un abanico extenso de campos de trabajo que definen diversos modos de pensar y de intervenir. El hombre troca un poco de felicidad, resigna parte de satisfacción de su narcisismo por el bien común. El sujeto debe sublimar lo que conlleva su ingreso a la cultura. Desde siempre han existido las afecciones psíquicas, los padecimientos afectivos, alteraciones sensoriales, trastornos mentales, que fueron descriptos, entendidos, conceptualizados, y abordados según las categorías de pensamiento, prácticas instituidas y paradigmas del contexto histórico del que se trate. Podemos mencionar entonces que un padecimiento responde a dinámicas de lazos familiares, funcionamientos en espacios de pertenencia a diferentes instituciones sociales, como la educativa, la religiosa, la laboral, la social y la del amor. Desde esta línea de pensamiento rescatamos el lugar del psicólogo en proyectos comunitarios en tanto promotor y/o constructor de espacios de salud. La construcción de lazos sociales es un arte, se aprende a hacer lugar a otros. Es una construcción cultural y, como tal, requiere un tratamiento, un cuidado en el decir de Ulloa. Por lo cual uno de los mayores desafíos de las culturas es construir y sostener espacios amables de pertenencia e identidad, y para los individuos que en ellas participan, el erigirse en humanos tolerantes y criteriosos de la diferencia. Por otro lado la diferencia es en algún punto constitutiva del sujeto ya que éste, para poder construir, transformar y deliberar autónomamente la cultura, debe diferenciarse y desalienarse del Otro en tanto mandato social, cultural y/o familiar. En las sociedades modernas, las condiciones de subjetivación toman la forma de dispositivos mediante los cuales se orientan un conjunto de aspectos de experiencia humana para constituir lo normal. Con normal se apela a un determinado ideal homogenizador que atraviesa a los distintos campos disciplinares y académicos, incluidas las significaciones imaginarias sociales instituidas en las prácticas de salud mental. La norma la ubicamos en una distribución de poder vertical, en tanto el profesional sabe lo que no sabe el que consulta, en un modelo de intervención hacia el padecimiento donde el posicionamiento del interventor se centra en el lugar del experto. Partir de experiencias con diferentes organizaciones, comenzamos a vislumbrar que los sujetos se organizan, realizan actividades, encuentran modos de abordar los sufrimientos, las necesidades y las problemáticas que encuentran en su vida Cotidiana. Esta cercanía a las organizaciones y el reconocimiento de un saber hacer de nuestra comunidad, nos llevó nuevamente a la pregunta por la formación de profesionales, sobre lo que un psicólogo hace o podría hacer, sobre todo al grado de relación o de diálogo entre las dificultades y necesidades de la comunidad y las representaciones de lo que un psicólogo pudiera aportarles. Es decir, comenzamos a vislumbrar que la imaginarización de la práctica y del dispositivo de intervención del psicólogo coincide con el que los individuos sociales imaginan, aun cuando no siempre se utilice el dispositivo o la herramienta más adecuada para determinadas situaciones o padecimientos. Los docentes comenzamos a conceptualizar una temática en algunas comisiones de la materia a la que llamamos .Proyectos colectivos y salud. Esto se desprende de los acontecimientos socio históricos ocurridos en nuestro país, luego de diciembre del año 2001. La comunidad se ha visto vulnerada y desprotegida frente estos los acontecimientos que han dejado una huella no sólo en las pérdidas económicas, sino por las heridas psíquicas que generó la ausencia de amparo y respuesta de las instituciones. Esto ha implicado dos efectos: el refuerzo de la individualidad y la búsqueda de modos sobrellevar la angustia, la desesperación y adversidad; y la conformación de varios colectivos a través de la empatía que generó en ellos la situación de vulnerabilidad, haciendo consonancia de una sensibilidad por el otro más allá de las diferencias ideológicas, de clase, de origen, de religión, etc. Este más allá posibilitó una conformación de otros modos de estar, con otros, entre otros y para otros. Creíamos que se juntaban a buscar soluciones a problemáticas y necesidades sólo cuando las instituciones encargadas de responder a las mismas no habían actuado, o su accionar había sido insuficiente. Pero, en este mismo proceso de conocimiento, nos dimos cuenta que algunos encuentran en el juntarse una acción política en sí misma, un compromiso con la asunción de un posicionamiento diferente. Los actores sociales comenzaban a vislumbrar la importancia de la acción en sí misma en sus proyectos. Este acto poder de importancia frente a la desalienación y construcción de autonomía es una construcción cultural, sublimatoria, una construcción de espacios saludables. Destacamos que al conceptualizar de modo general la temática, se pudo describir claramente a los proyectos colectivos como espacios de participación, autogestión y pertenencia. Los estudiantes vinculaban estas características con la posibilidad de transformación del espacio y del sí mismo y como un aspecto fundamental vinculado a la salud mental. Pero esto se complicaba cuando intentamos pensar al trabajo del psicólogo. En un primer periodo de trabajo, surgieron organizaciones en las que no había un profesional psicólogo participando. No obstante continuamos el trabajo imaginando ¿qué podría hacer en esos colectivos? ¿Se hace el lugar? ¿Quién o quiénes lo hacen? ¿Cómo se construye ese lugar? Como punto de partida suponíamos que encontraríamos proyectos en los que el psicólogo fuera promotor de espacios colectivos dentro de organizaciones más burocratizadas o tradicionales generando espacios de participación, construcción de identidad y pertenencia, y otros en los que el psicólogo podría trabajar en un proyecto comunitario. Esta distinción no nos parece menor, y nos posibilita pensar el posicionamiento respecto al saber. Luego de elegir las instituciones, alumnos y docentes comenzamos a investigar, y al entrevistar a los integrantes de las organizaciones encontramos que ellos tampoco tenían en claro qué hace un psicólogo en el caso que ya hubiera uno, o qué les podría aportar a las organizaciones donde no había. A lo sumo podían pensar que podrían trabajar alguna problemática específica como adicciones, familia, violencia, pero desde un modelo asistencial. ¿Por qué lo terapéutico debe ponerse por fuera del dispositivo colectivo? ¿Qué herramientas .da. el psicólogo allí? ¿.Da. aquellas que el profesional considera que el otro necesita, desde sus propios instituidos? Entonces: ¿Para qué “da” herramientas? En otra institución de la comunidad, en la que no hay psicólogos trabajando, las herramientas para resolver las dificultades, las fueron construyendo los propios vecinos desde sus propias lógicas. Entonces si ya tienen las herramientas… ¿qué podría hacer un psicólogo en proyectos como estos? ¿cuál es el rol social del psicólogo?, o ¿podemos pensar desde una dimensión social el rol profesional del psicólogo clínico? En palabras de Bleger, esto puede significar ubicar los aspectos psicológicos de la salud y la enfermedad como fenómenos colectivos, en un marco preventivo; donde los psicólogos seríamos promotores de mejores condiciones de vida, en y desde las tensiones colectivas. Decimos entonces que un psicólogo puede generar las condiciones de posibilidad para que se construyan experiencias que favorezcan o fortalezcan la autonomía, y/o afirmar experiencias que la propia comunidad desde sus lógicas y saberes construyeron para aliviar sus padecimientos, en tanto analizadores no construidos desde el dispositivo psi, pero leídos y significados desde nuestra escucha específicamente clínica. La práctica así planteada requiere un compromiso ético con la comunidad, y un conocimiento de las necesidades de ésta. Necesidades que no sean las planteadas por la oferta del mercado, o los ideales heredados en tanto mandatos profesionales, sino aquellas que se conocen escuchando a los diferentes grupos de la comunidad y pensando junto a ellos. Estos proyectos los consideramos espacios de salud, o saludables, entendiéndose desde su dimensión psicosocial, en tanto construyen, desde una relación activa con la realidad, redes sociales de participación, construcción con otro, inclusión, acciones creativas y autónomas, propiciando el fortalecimiento de identidades individuales y colectivas. La salud es un espacio de apertura vincular en el que hay lugar para un otro. Es en la relación donde se interpela siempre a una hospitalidad a lo diferente. Esto nos permite pensar la salud como redes colectivas que dan lugar y sostén a las relaciones con otros anudando diversos sentidos. Entendemos a la salud desde una mirada relacional, preventiva, no como un objeto propio del mercantilismo —en tanto se tiene (salud), o no se tiene (enfermedad)— sino en y desde la construcción activa de vínculos en pos de mejorar la calidad de vida. En este punto el cuerpo, la mente, las emociones, como las condiciones socio culturales del sujeto, quedan enmarcadas como problemáticas del campo de la salud. Como psicólogas nos preguntamos ¿Cómo generar autonomía?, ¿Cómo acompañar a otros desde un aporte que sea especifico de nuestra practica? Si el fin de una intervención es generar autonomía, independientemente de que se trate de un dispositivo individual o grupal, el foco debe estar puesto en el posicionamiento y no en el dispositivo solamente. Respecto de lo específico de nuestra práctica ubicamos justamente la capacidad para generar condiciones que posibiliten la creación de espacios, herramientas y vínculos que mejoren la calidad de vida de la comunidad en la que nos encontramos inmersos. Nos preguntamos acerca de la posibilidad de desarrollar experiencias de intervención que impulsen la autonomía en los procesos sociales, entendiendo por autonomía el fortalecimiento de los vínculos entre esos procesos y su contexto, desde la potencia instituyente, capacidad de producir nuevos y eficaces marcos normativos que trastoquen la trama social en la que se insertan, mediante la elaboración de modalidades alternativas y diversas para la acción y para la comprensión del mundo. Pensamos la práctica desde una posición diferente en donde el saber se construye con la comunidad y se buscan conjuntamente estrategias con los actores allí implicados. Esto conlleva un proceso de desalineación, es decir, de autonomía en los mismos profesionales, y, en ese punto, de ir a la búsqueda de una manera de nominar eso que hacemos con la comunidad. De este modo recuperamos la dimensión histórica del proceso de construcción de una práctica. Dimensión que nos plantea una movilidad que permite la acción y el empoderamiento de la capacidad de replantearse los instituidos y escuchar otras lógicas y saberes vivos, a diferencia de la perpetuación a-histórica, que conlleva la cristalización de prácticas, reproductoras de una lógica endógena, que más que identidad portan una fijeza indiferente a la construcción de un destino común. Resaltamos que en lo social aparecen formaciones innovadoras de modos de hacer lazo, de trabajar, de vivir, de pensar y de actuar y la psicología entonces tiene que estar sensible para acompañar dando presencias a las necesidades cambiantes de la comunidad.