Subido por Libertad Luna

Reproducción social y TRH 2021

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Derechos laborales de las Trabajadoras Remuneradas del Hogar 1
REPRODUCCIÓN SOCIAL Y TRABAJO DOMÉSTICO
TRABAJO DOMÉSTICO Y REPRODUCCIÓN SOCIAL DE LA VIDA: FEMINISMO DE LA REPRODUCCIÓN
El trabajo doméstico –sea o no remunerado- se ha puesto en discusión como tema teórico y político en distintos
momentos de nuestra historia reciente y cada vez con mayor relevancia. Desde la década de los 70’s del siglo
pasado, las feministas italianas hicieron ver que había que valorizar de otra manera el trabajo realizado al
interior de los espacios domésticos en las sociedades y ya cuestionaron el aprovechamiento del que se hacía
beneficiario el sistema capitalista a costa del trabajo y la vida de las mujeres, en la explotación y no
reconocimiento del trabajo doméstico como tal.
El neoliberalismo cortó las alas de esta incipiente rebelión intelectual que hasta los albores del siglo 21 habría
de ser resucitada por las feministas de la cuarta ola, inspiradas y alimentadas por la teoría y experiencia de
aquellas italianas de la tercera, entre ellas la más trascendente por su amplitud y profundidad, Silvia Federici,
quien analiza con una metodología histórica y materialista la ruptura de la reproducción social de su contraparte
interdependiente de la producción material en los orígenes del sistema capitalista.
Pero empezaremos por definir el trabajo doméstico como el esfuerzo (trabajo) necesario para la reproducción
biológica y social de la mano de obra (personas del núcleo familiar), a su vez necesaria para la producción de
la riqueza y para la reproducción del capitalismo. Sin ser exclusiva, es una de las condiciones sin la cual no
existiría la reproducción capitalista. Explicitando su importancia, Teresita de Barbieri (2005) expone:
“El objeto fundamental e inmediato de este tipo de trabajo es atender al consumo individual de los integrantes del núcleo familiar:
permite que las mercancías adquiridas con el salario del trabajador puedan ser efectivamente consumidas, ya que antes, durante
y después del acto de consumir existe una cantidad de trabajo que es necesario realizar […] Es decir, el trabajo doméstico
permite que el trabajador pueda mantenerse en condiciones de vender su fuerza de trabajo y facilita que pueda haber quien lo
sustituya cuando él muera o se retire. En otras palabras, el trabajo doméstico asegura el mantenimiento y la reposición de la
fuerza de trabajo.”
La economía clásica excluye el trabajo doméstico de la contabilidad productiva de las sociedades justamente
porque se trata de un trabajo “improductivo” desde la perspectiva de la acumulación capitalista de generación
de valor agregado, de Barbieri (2005, 112) explica:
“El trabajo doméstico aparece bajo una forma que atiende al consumo individual, cuyos productos son consumidos
inmediatamente después de un lapso breve de haber sido producidos y que no pasan por los procesos de equiparación de los
productos del trabajo. Al no pasar por el mercado, al no ser igualados, estamos frente a un proceso de creación de valores de
uso, trabajo útil, pero no trabajo creador de valor.”
En los Manuscritos Económicos y Filosóficos, Marx describe que para la Economía Política clásica: “El nivel mínimo
de salario, y el único necesario, es lo requerido para mantener al obrero durante el trabajo y para que él pueda alimentar una familia
y no se extinga la raza de los obreros”. (Marx 1844, 4) Aquí se entienden los víveres y satisfactores vitales, pero parece
no haber referencia al trabajo socialmente necesario para “alimentar una familia”.
La explotación capitalista, pues, implica el despojo del trabajador asalariado de lo necesario para su reproducción
-víveres y satisfactores básicos- e implica también el despojo de la persona que realiza este trabajo, regularmente
mujer –esposa, madre-, del valor de dicho trabajo, necesario para la realización cotidiana del consumo.
1
Coni López Silva.
Como lo denuncia en este siglo Silvia Federici, la explotación del trabajo de las mujeres desarrollado por ellas
para y por la reproducción social de la vida (humana y de la naturaleza en el caso, por ejemplo, de las mujeres
campesinas e indígenas) está en la base de la riqueza capitalista.
En Calibán y la Bruja2, la Dra. Federici describe la derrota de las mujeres en el nacimiento del capitalismo,
cuando la economía monetaria separa la producción de mercancías de la reproducción social y convierte esta
última una dimensión natural de la sociedad. La explotación del trabajo doméstico o trabajo de reproducción
social, constituye para Federici la “apropiación primitiva” que ha permitido y permite al capitalismo la
desproporción de sus ganancias en detrimento de la reproducción social, hasta el día de hoy.
La transición del feudalismo al capitalismo que tuvo como hechos fundantes la privatización de la tierra y la
‘revolución de los precios’, está relacionada de manera contundente con el sometimiento de las mujeres al
aparato productivo. Pata Federici3, esto se logró invisibilizando la reproducción social y confinándola al espacio
doméstico, proceso que se dio para disciplinar, reproducir y ensanchar el proletariado europeo, comenzando
con las mujeres. Explica que con el capitalismo se impulsa en Europa la desaparición de la economía de
subsistencia, que ha significado en todas las sociedades precapitalistas la producción para el autoconsumo y se
promueve en el nuevo régimen mercantil sólo la producción para el mercado como única actividad creadora de
valor. Es así como el trabajo de reproducción social, que se hace principalmente en el espacio doméstico –incluso
del taller artesanal doméstico- se convierte en una función sin valor económico y que deja de ser considerada
trabajo aunque sigue siendo utilizada y explotada.
“El trabajo reproductivo se siguió pagando —aunque a valores inferiores— cuando era realizado para los amos o fuera del
hogar. Pero la importancia económica de la reproducción de la mano de obra llevada a cabo en el hogar, y su función en la
acumulación del capital, se hicieron invisibles, confundiéndose con una vocación natural y designándose como «trabajo de
mujeres». Además, se excluyó a las mujeres de muchas ocupaciones asalariadas, y en el caso en que trabajaran por una paga,
ganaban una miseria en comparación con el salario masculino medio.
Estos cambios históricos —que alcanzaron su punto más alto en el siglo XIX con la creación de la ama de casa a tiempo
completo— redefinieron la posición de las mujeres en la sociedad y en relación a los hombres. La división sexual del trabajo que
apareció con ellos no sólo sujetó a las mujeres al trabajo reproductivo, sino que aumentó su dependencia respecto de los hombres,
permitiendo al Estado y a los empleadores usar el salario masculino como instrumento para gobernar el trabajo de las mujeres.
De esta manera, la separación de la producción de mercancías de la reproducción de la fuerza de trabajo hizo también posible
el desarrollo de un uso específicamente capitalista del salario y de los mercados como medios para la acumulación de trabajo
no remunerado.” 4
Adicionalmente, la exclusión de las mujeres del trabajo en el taller artesanal, proceso que se dio durante los
siglos de expansión capitalista derivado de la confluencia de intereses del capital con la clase trabajadora
artesanal masculina, ambos con interés de, por distintos motivos, recluir a las mujeres en el espacio doméstico,
el capital para explotar su trabajo reproductivo, la clase obrera masculina por reducir la competencia y por
asegurar la administración doméstica del espacio familiar. Silvia Federici concluye:
“Fue a partir de esta alianza entre los artesanos y las autoridades de las ciudades, junto con la continua privatización de la tierra,
como se forjó una nueva división sexual del trabajo o, mejor dicho, un nuevo «contrato sexual», siguiendo a Carol Pateman (1988),
que definía a las mujeres —madres, esposas, hijas, viudas— en términos que ocultaban su condición de trabajadoras, mientras que
daba a los hombres libre acceso a los cuerpos de las mujeres, a su trabajo y a los cuerpos y el trabajo de sus hijos.” 5
2 Calibán y la bruja. Mujeres, cuerpo y acumulación originaria. Silvia Federici. Traficantes de Sueños. Taller Traficantes Net.
[email protected]. Edición original: Caliban and the Witch. Women, The Body and Primitive Accumulation,
Autonomedia, 2004.
3 Federici, p.95.
4 Federici, p. 112
5 Federici p. 146
Es decir que las mujeres fueron definidas seres en relación a otros, bien común comunitario, y su trabajo fue
definido como no trabajo (instinto maternal, dedicación, etc.), es decir como recurso natural explotable,
disponible para todos, como “el aire que respiramos o el agua que bebemos.”
En lo que la autora califica como “una derrota histórica para las mujeres”, explica que:
“Con su expulsión del artesanado y la devaluación del trabajo reproductivo la pobreza fue feminizada. Para hacer cumplir la
«apropiación primitiva» masculina del trabajo femenino, se construyó así un nuevo orden patriarcal, reduciendo a las mujeres a una
doble dependencia: de sus empleadores y de los hombres.”
Y no es que no existieran antes relaciones de poder desiguales antes en la Europa y América precapitalista, sino
que en aquel periodo las mujeres tenían acceso a estrategias y bienes comunes, mientras que, dice Federici: “en
el nuevo régimen capitalista las mujeres mismas se convirtieron en bienes comunes, ya que su trabajo fue definido como un recurso
natural, que quedaba fuera de la esfera de las relaciones de mercado.”
En síntesis, el capitalismo ha capitalizado todo ese trabajo vivo al explotar el trabajo obrero y el trabajo doméstico
para su propio beneficio, externalizando los costos de producción de mano de obra obrera. Aparece, así como
la externalización de costos más temprana del capitalismo ya que los costos de la producción de mano de obra
obrera o fuerza de trabajo que ha hecho crecer al capital en todas sus fases los han pagado, mayoritariamente,
las mujeres a través de su trabajo invisible en la unidad doméstica.
TRABAJO REMUNERADO DEL HOGAR O EMPLEO DOMÉSTICO.
El empleo doméstico es, entonces, el trabajo remunerado que se realiza al interior de una unidad doméstica
para la resolución de las necesidades de consumo (higiene, alimentación, cuidado) de un grupo doméstico
particular.
Aquí el trabajo doméstico que no estaba produciendo valores de cambio lo realiza a través del salario. Esta
forma laboral, está en proceso de construcción, ya que hasta hace pocos años -y todavía hoy en muchos paísesel trabajo doméstico es realizado por personas externas al núcleo familiar pudiendo remunerarse en especie
(alimentos, vivienda, vestido) e implicando relaciones serviles.
En la mirada internacional, la OIT reconoce el trabajo doméstico como “aquel realizado en un domicilio
particular, el hogar, en el marco de una relación de trabajo por la que la persona empleada recibe una
remuneración.” (OIT 2016). Distintas autoras (entre ellas Magdalena León en el Ecuador, Mary Goldsmith
Mercedes Blanco, Dinah Rodríguez y Orlandina de Olveira -mexicano brasileña- en México, Teresita de Barbieri,
en Uruguay, Elizabeth Peredo en Bolivia) y la literatura sobre el tema en general, señala algunas de las
principales características del proceso de trabajo del empleo doméstico. Veamos las más distintivas de su estatus,
ejemplificando con la situación actual del empleo doméstico en México.
Derechos humanos y laborales en el empleo doméstico. Cifras en México.
El empleo doméstico es una de las actividades más marginadas del mercado laboral, aún menos valorado que
el trabajo campesino jornalero y el de peón en la construcción. Sin embargo, a diferencia de esas actividades,
como ya vimos, el trabajo doméstico asalariado es resultado de las profundas transformaciones que se dieron
en el modelo productivo y la sociedad al nacimiento del capitalismo y desde principios del siglo pasado de la
acelerada apertura del espacio público laboral para las mujeres. Dicha apertura, consecuencia tanto de la
necesidad de aumentar ingresos por parte de la familia pobre y la familia campesina, ante la crisis del campo,
como de las luchas de las mujeres de la clase media contra la reclusión de las mujeres en el ámbito doméstico,
mandato propio del patriarcalismo hegemónico.
En este sentido, el empleo doméstico (ED) ofrece para las mujeres -dependiendo de su status económico y
social- dos posibilidades contradictorias desde la perspectiva feminista: para las mujeres de clase media y alta,
el ED ofrece la posibilidad de deslindar las tareas domésticas -históricamente bajo su responsabilidad- en una
persona que las resuelva a través del pago por un servicio; para las mujeres de clase baja, el ED ofrece la
posibilidad de acceder a un trabajo remunerado fuera de su ámbito doméstico.
Esta primera configuración de la actividad laboral feminizada del empleo doméstico está marcada por la
desigualdad de clase, condición histórica de explotación de las mujeres más pobres, y también por la desigualdad
étnica, condición también histórica de sometimiento, alienación cultural y subsunción del campo-periferia
respecto a la ciudad-centro de las mujeres indígenas y negras a lo largo de la Modernidad.
Feminización – racialización del empleo doméstico
El empleo doméstico es un empleo feminizado doblemente: por sus características históricas que hacen suponer
que es un trabajo ‘especialmente’ femenino, y por la actual feminización de la pobreza que empuja a cada vez
más mujeres a optar por él como única posibilidad laboral.
La feminización del trabajo doméstico reproduce los patrones de sometimiento, discriminación exclusión,
precariedad y ausencia de protección social y laboral; que generan mayor impacto social cuando afectan de
manera diferenciada a mujeres migrantes estructurales, es decir, mujeres que dejan sus comunidades en y por
condiciones de pobreza y marginación.
Es un empleo con alto grado de peligro laboral para las mujeres debido a causas sexistas: el mayor de los daños,
la violencia sexual y hasta el feminicidio.
La feminización del empleo doméstico se evidencia en la proporción de mujeres que se dedican a esta labor, y
no tenemos estadísticas sobre el punto pero si las hubiera seguramente podríamos mostrar que también entre
las personas empleadoras la prevalencia de mujeres es alta.
Sexo de personas dedicadas al empleo doméstico
MUJERES
HOMBRES
Rango del % promedio
90%
94.5%
98%
10% 5.5% 2%
Por otro lado, aunque tampoco existe información fina de la condición étnica de las personas TRH sí se cuenta
con algunos datos que muestran las desigualdades sociales. En México, el Consejo Nacional para la Prevención
de la Discriminación (CONAPRED) en el 2015 (no se encuentran datos más recientes) desglosó algunos de los
aspectos donde se puede identificar la desigualdad social en la condición de clase y raza de las personas
trabajadoras del hogar, y que también permiten identificar los patrones y modos de la relación laboral por parte
tanto de las y los empleadorxs como de la propia política pública sobre el tema. Entre otros, destacamos los
siguientes aspectos.
SITUACIÓN LABORAL6
% REPORTADO
Razones para emplearse en el TRH relacionadas con marginación: Necesidad 81%
económica, escaso logro educativo, falta de opciones y oportunidades.
Minoría de edad (explotación y trabajo infantil directamente ilegal)
36%
No cuenta con contrato escrito con actividades especificadas
96%
Falta de prestaciones laborales
69%
Maltrato laboral: violencias en todas sus formas
32%
Hasta un salario mínimo: MUJERES
47%
HOMBRES
27%
Tres salarios mínimos: MUJERES
4.7%
HOMBRES
1.5%
Por su parte la racialización del empleo doméstico, el rasgo que permite ver la persistencia de condiciones de
servilismo de tinte colonial en el empleo doméstico o trabajo remunerado del hogar, se evidencia en aspectos
como:
-la persistencia de la explotación infantil (promesa de crianza, subjetividad, etc.)
-la persistencia del pago en especie,
-el ser un trabajo que se realiza regularmente de manera individual y aislada, que obstaculiza la organización
laboral y deriva en una condición laboral debilitada respecto a defensa de derechos;
-el implicar actividades ambiguas que favorecen la multiplicidad de tareas y la imposición de actividades que
no corresponden estrictamente a lo doméstico (ej. cuando la familia posee en el mismo lugar una empresa
familiar y la empleada debe colaborar también en ella).
LIMPIEZA
CUIDADORAS DE NIÑXS, PERSONAS
DEPENDIENTES
Y/O
ADULTAS
MAYORES.
COCINERAS
85.5
10.7
3.8
LAVANDERAS
Y/O
PLANCHADORAS
El trabajo doméstico, en general, implica una amplia variedad de tareas manuales (limpieza, aseo, etc.); labores
mentales (desde planificación de la economía doméstica hasta atención y cuidado de personas) y servicios
6
Consejo Nacional para la Prevención de la Discriminación, 2015
personales (salud e higiene personales para el grupo doméstico). Este contenido (actividades y organización del
trabajo) está directamente relacionado con la subjetividad del grupo doméstico (sujeto-objeto de trabajo) y su
estilo de vida singular (objeto/objeto de trabajo).
Razones para emplearse en el TRH relacionadas con marginación: Necesidad 81%
económica, escaso logro educativo, falta de opciones y oportunidades.
No cuenta con contrato escrito con actividades especificadas
96%
Falta de prestaciones laborales
69%
Maltrato laboral: violencia en todas sus formas
32%
Bajo salario: menos de un salario mínimo
36%
de uno a dos salarios mínimos
52%
Explotación infantil
Vigente
Pago en especie
Vigente
En síntesis, las condiciones objetivas concretas de empleo doméstico le hacen carente de los derechos laborales
mínimos y prestaciones básicas. Mientras que las condiciones subjetivas concretas del TRH muestran la
precarización generalizada de esta rama laboral debida a la persistencia de patrones, modos y estilo de vida de
la formación social en que se inscribe: en el caso de México, una formación sexista, racista y clasista, en la que
es común la imposición y exigencia de actividades y actitudes de subordinación y servilismo de parte de la
persona TRH, especialmente si se trata de una persona de origen indígena.
La formación social resultante del sistema capitalista sigue y seguirá considerando el empleo doméstico un
trabajo no calificado, mientras persista su devaluación y se sigan tolerando estereotipos y patrones sexistas,
racistas y clasistas de la propia sociedad mexicana e internacional.
El siglo 21 y el trabajo de las mujeres:
La inserción de las mujeres en el sector público a nivel mundial data de mediados del siglo pasado, en que el
impulso de la industrialización y sector terciario dominó las políticas económicas capitalistas abriendo espacios
del mercado laboral a las mujeres. La apertura laboral se refrendó con políticas de apoyo a la educación
femenina, políticas de control natal y la ampliación del acceso al trabajo para las mujeres casadas y/o con
hijos/as. Pero la salida de las mujeres de sus espacios domésticos para trabajar en el ámbito público no trajo
consigo cambios estructurales en la distribución del trabajo doméstico al interior de las familias – de hecho, esto
no ha sucedido en ningún contexto social al parecer- y las mujeres se convirtieron desde entonces en trabajadoras
de doble jornada.
En Latinoamérica, desde los años 70´s y con las diversas formas de imposición del neoliberalismo, las políticas
de ajuste estructural impactaron fuertemente el espacio familiar y hombres y mujeres se volcaron al mercado
laboral. Esto trajo un aumento de la participación de las mujeres como población económicamente activa, pero
muchas de las mujeres más marginadas y pobres pasaron a engrosar las filas del subempleo y empleo informal,
no registrado en los indicadores económicos tradicionales.
El neoliberalismo que ha arrasado con los derechos laborales de los trabajadores en los diferentes sectores,
aprovecha las estrategias de flexibilización laboral para obtener las máximas ganancias, impactando de manera
particular a las mujeres. Las limitaciones que imponen el sexismo y las inequidades de género a las mujeres son
campo fértil para la explotación capitalista, que dispone de fuerza de trabajo flexible que se acomoda a sus
requerimientos en los patrones de consumo y producción. La reestructuración productiva se beneficia de las
dificultades de las mujeres para salir al mercado laboral, creando modalidades de contratación accesibles para
las mujeres y que sin embargo se traducen en la anulación efectiva de un mínimo de condiciones regulares de
trabajo (como la jornada, el salario, la seguridad laboral), y que convierten en trabajo informal la mayoría de los
puestos a los que tienen acceso las mujeres, precarizando sus condiciones de vida.
La competitividad productivista, expresada en la flexibilización laboral, conlleva una reducción y/o anulación de
prestaciones laborales, individualización de las relaciones colectivas de trabajo, inestabilidad de los salarios y el
empleo, debilitamiento de las organizaciones sindicales y pérdida en la calidad de vida de las trabajadoras y los
trabajadores en general. Esta reestructuración afecta igualmente a los hogares que, en tiempos de
reestructuración productiva, expulsan a sus mujeres y jóvenes al mercado de trabajo.
Brevísimo panorama mexicano y el contexto de pandemia.
De acuerdo con el Consejo Nacional de Población (CONAPO)7, hoy en México hay 2.5 millones de personas
dedicadas al Trabajo Remunerado del Hogar (TRH), de acuerdo con los números recogidos por la Encuesta
Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE) en el segundo semestre del 2019. Es decir que las personas TRH
representan el 4.3% de la población ocupada (poco más de 58 millones de personas así reportadas). De este
total, mientras que 945 de cada 1000 personas TRH son mujeres, solamente 55 son hombres.
Datos generales:
México- ENOE
2,5 millones personas 4.3%
de
TRH
Ocupada
De cada 1000 personas dedicadas al TRH
Población Más de 58 millones
población ocupada.
945 son mujeres
55 son hombres
En Julio del 2019, el Senado de la República aprobó modificaciones a la Ley Federal del Trabajo, específicamente
en el Capítulo XIII referido a los Derechos de las personas trabajadoras del hogar. Es sin embargo llamativo
que México no ha ratificado el Convenio 189 de la OIT, con el cual el gremio internacional logró posicionar el
trabajo remunerado del hogar como una actividad productiva y con prerrogativas o garantías. Este pendiente
también es recordado por el Sindicato al conjunto de legisladores del país.
En la nueva ley reformada se establecen condiciones y prerrogativas novedosas para el gremio como son:
 El derecho al contrato por escrito
 La jornada laboral máxima de 8 horas
7
 El pago de horas extra al rebasar la jornada
 Prestaciones como:
o Prima vacacional y vacaciones pagadas.
o Pago de días de descanso.
o Acceso obligatorio a la seguridad social.
o Derecho a un descanso semanal de día y medio de preferencia en sábado o domingo.
o Tendrán derecho a los días de descanso obligatorio estipulados en la ley.
En el caso de las TRH que realizan sus actividades en forma interna son ahora sujetas del derecho a:
 Descanso entre actividades de mínimo 3 horas.
 Descanso diario nocturno de 9 horas consecutivas.
 Alimentos
 Habitación
Y finalmente con la nueva ley se establecen límites quedando prohibida la discriminación y el maltrato o
trato indigno, así como la contratación de menores de quince años.
A dos años, lamentablemente, el llamado hecho por la Secretaria General del Sindicato Nacional de
Trabajadoras y Trabajadores del Hogar (SINACTRAHO), “para que cumplan con las obligaciones que la ley ha
fijado” no ha tenido mucho eco, y la promesa de continuar organizándose, capacitando, difundiendo y
visibilizando los derechos se ha dificultado con la pandemia.
Afiliación a la Seguridad Social (Instituto Mexicano de Seguridad Social –IMSS)
La afiliación al IMSS garantiza el acceso de los y las Trabajadoras Remuneradas del Hogar a la seguridad social
en igualdad de condiciones que el resto de las y los trabajadores, o del ideal para ellos y ellas, favoreciendo el
goce de cinco estrategias de cobertura de seguridad social:
1) Enfermedades y Maternidad;
2) Riesgos de Trabajo;
3) Invalidez y Vida;
4) Retiro, Cesantía en Edad Avanzada y Vejez; y
5) Guarderías y Prestaciones Sociales.
México nacional
2,5 millones personas 4.3%
de
TRH
Ocupada
De cada 1000 personas dedicadas al TRH
Población Más de 58 millones
población ocupada.
945 son mujeres
55 son hombres
Programa Piloto para la Incorporación de Personas 2020
Trabajadoras del Hogar al IMSS
2021
Personas afiliadas dedicadas al TRH
27,295 personas
19,648 Personas TRH
14,343 mujeres (73%) y
5,305 hombres (27%).
Familiares beneficiarixs (hijos e hijas, parejas o 21,592 personas
cónyuges, madre o padre)
22 mil 673 beneficiarios
Para el 31 de marzo del 2020, día conmemorativo del gremio, en el Boletín de prensa del IMSS se reporta que
a un año de su inicio el Programa Piloto para la Incorporación de Personas Trabajadoras del Hogar al IMSS ha
beneficiado a 19,648 personas trabajadoras del hogar: 14,343 mujeres (73%) y 5,305 hombres (27%). Con la
afiliación de este grupo laboral, afirma el IMSS que asegura además a un total de 21,592 personas, hijos e
hijas de las y los trabajadores del hogar.
Para el 30 de marzo del 2021, el IMSS y la Secretaría del Trabajo informaron que se habían afiliado, a dos
años de arranque el programa piloto, a un total de 27 mil 295 personas Trabajadoras Remuneradas del Hogar.
Estos beneficios se extienden a las personas integrantes de la familia: hijos e hijas, pareja, madre y padre.
Para el proceso de afiliación cada empleador realiza la inscripción de la persona TRH y realiza el pago de cuotas
de manera singular en función de los días de trabajo y el salario reportado, auxiliándose de un apartado en el
sitio virtual de la institución que cuenta con una calculadora de cuotas obrero patronales y atención telefónica
en caso de requerirlo.
DESAFÍOS DE LA LUCHA POR LA VALORACIÓN Y VALORIZACIÓN DE LA REPRODUCCIÓN SOCIAL.
Mi padre, que fue uno de los primeros que empezaron a hablar y actuar con perspectiva ecologista y
ambientalista desde la década de los noventas en mi tierra natal, insistía
refiriéndose a la producción, desecho y manejo integral de los residuos sólidos que el problema estaba lejos de
ser técnico tecnológico, pues en ello la mente humana había avanzado enormemente en el campo. El problema,
decía, es político y de intereses económicos en riesgo.
Parafraseando esta idea, considero que refiriéndonos al problema de la histórica marginación del empleo
doméstico podríamos decir que hoy por hoy el problema no es teórico ni jurídico, sino profundamente político y
filosófico, pues se trata de desmontar o comenzar a desmontar de una vez por todas las estructuras y
mecanismos patriarcales, capitalistas y coloniales. Sin esa transformación profunda ninguna legislación ni
esfuerzo podrá ser realista ni duradero.
Por otro lado, ese desmontaje no puede esperarse solamente desde los Estados y la institucionalidad del mundo
público, sino que tiene que implicar de manera contundente a los tres actores políticos que son beneficiarixs de
esta actividad laboral: el gremio del TRH, la contraparte empleadora y el Estado garante de derechos y
beneficiario del trabajo de reproducción social.
En este sentido, el gremio del empleo doméstico se encuentra en este momento en una de las oportunidades
históricas más relevantes, a mi parecer, justo porque ya hay mucha tinta derramada al respecto y no hay mucho
más que teorizar en sentido estricto, pero sobre todo por otras dos razones de mayor importancia: la primera
es que el propio gremio cuenta con suficientes décadas de lucha por el reconocimiento y la revalorización y ha
logrado importantísimos e irreversibles avances, con lo que se encuentra firmemente posicionado y fuertemente
consolidado, en distintas dimensiones, intensidades, diversidades y territorios políticos. La segunda porque el
mundo vive un momento de crisis donde los logros y alcances de las luchas de las y los despojados se ven
amenazados por la nueva estrategia de recuperación de la crisis que el sistema nos tiene prevista y con la que
el capitalismo hegemónico pretende seguir sosteniéndose como sistema único, con el concurso de las sociedades
enajenadas por el consumo.
No es imposible que esta vuelta de tuerca del sistema colme el vaso y las aguas se derramen, en una firme y
decidida interpelación de las masas oprimidas, entre ellas las personas TRH, que ponga fin a la desigualdad
proyectada, perpetuada y sostenida de manera instrumental por el modo de producción capitalista.
Por su parte, en lo que se refiere a la contraparte empleadora, es imperativa la reconfiguración de las relaciones
domésticas familiares y la redistribución y división sexual del trabajo en la escala privada doméstica, que permita
la recuperación de prácticas domésticas colectivas y cooperativas, en la medida que reconozca y valore las
tareas de reproducción social doméstica como actividades vitales. Es decir, para conseguir la justicia para el
empleo doméstico, cada casa – familia empleadora tiene el gran desafío de repensar las tareas del hogar que
le corresponden de manera autónoma, justa y corresponsable a cada integrante de cada núcleo doméstico, de
manera que la reconfiguración de las tareas propias del empleo doméstico pueda alcanzar una dimensión
medible y valorizable en una dimensión coherente y justa para ambxs partes del proceso de trabajo.
En cuanto al Estado, habiéndose logrado en muchos de los países en los últimos años la jurisdicción del TRH y
su reconocimiento como trabajo productivo, el mayor desafío es la generación de estrategias críticas, creativas
y radicales de comunicación social y re-construcción cultural, dirigidas a la transformación de la cultura sexista,
clasista y racista respecto no solo al trabajo doméstico remunerado sino a la vida y desarrollo familiar pleno e
integral, que incluye la capacidad de las personas de acercarse un plato o lavar sus propias prendas como parte
del aprendizaje de la sobrevivencia humana.
Esta transformación ha sido planteada no solamente por las personas TRH cuya lucha ya hemos descrito, sino
que cuenta con los grandes aportes de la teoría feminista más progresista, tanto como con los aportes prácticos
concretos de una buena parte del feminismo no hegemónico, representado por feminismos militantes,
comunitarios, libertarios, autónomos, aportes desde los cuales se puede abrevar en la producción de la nueva
cultura vitalista, anticolonial, antirracista y antipatriarcal por la que luchamos las mujeres que luchamos desde
hace tantos siglos.
En una escala aun más abarcativa, es relevante también cuestionar la tibieza de la actuación internacional, a
través de un documento como el Convenio 189 de la OIT que protege los derechos del gremio desde una
institución internacional de la que se esperan los referentes más altos para la garantía de derechos, que
mantiene el lenguaje sexista refiriéndose a los trabajadores domésticos en masculino, siendo una actividad
feminizada y que, lo más grave, no logró más que matizar y ‘limitar’, por ejemplo el pago en especie, una de
las características específicas de las relaciones serviles en contextos de sistemas de dominación. (Muy distinto,
obviamente al intercambio no mercantil de las economías alternativas).
En este sentido, el poder del Estado Nación y las hegemonías internacionales están aun lejos de cumplir con lo
que les corresponde en la presión social y cultural para movilizar los sistemas opresivos que definen la condición
laboral de este gemio.
Finalmente, y para cerrar agradeciendo su atención, no hay duda de que el movimiento internacional de mujeres
que luchan, que nos representa a todas en la medida en que incorpora a todos los grupos sociales culturalmente
marginados, despojados, oprimidos y explotados por razones de género, también tiene una enorme oportunidad
de cerrar filas en torno a ‘la cuestión de la reproducción social’ que tendría que ser puesta en un plano central
en toda lucha de las mujeres, pues abarca visionariamente tanto la dimensión de la reproducción de lo humano
como la de lo ambiental y ecológico y reposiciona en su justo lugar el hasta ahora trabajo gratuito que las
mujeres hemos producido y que es directa e indirectamente productor de la riqueza capitalista actual.
Muchas gracias.
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