Subido por Sofia Rodriguez Ardaya

Notas sobre el proyecto urbano arquitectónico y la producción de vivienda social

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Notas sobre el proyecto urbano
arquitectónico y la producción de vivienda
social
Hacer vivienda es hacer ciudad.
Por Celina Caporossi
En Argentina, la producción de vivienda social tiene una larga trayectoria resumida en una
importante cantidad de operatorias con diferentes modalidades según época y contexto.
Todas ellas presentan un denominador común: es el Estado quien asume el rol
de proveedor o facilitador, generando los medios –con políticas directas o indirectas–
para posibilitar el acceso a una vivienda. En todos los casos, el tema se asocia al déficit de
vivienda y a la dificultad para grandes porciones de la población de acceso a un empleo
formal (como dato, en Argentina se estima que el déficit de vivienda ronda en 3,5 millones
de hogares.) La participación del Estado, al igual que en toda Latinoamérica, es y ha sido
dispar y es materia de debate sobre la manera en que se debe asumir ese déficit y cuáles
son las soluciones.
La primera consideración para situar el problema es entender que, desde una perspectiva
amplia, la dimensión social es intrínseca al tema de la vivienda y su concreción. Sin
duda, en la base de la construcción de la vivienda y del mercado que se genera alrededor
de ella se encuentran las diferentes estrategias individuales, familiares y colectivas
generadas para la búsqueda de espacios para habitar en la ciudad. En un sentido más
amplio, entonces, la vivienda y las actividades urbanas que se generan en torno a ella
construyen barrios y dan sentido a la ciudad toda; en otras palabras, dónde vivir y cómo
vivir tienen un sentido individual y social en la forma en que se organiza el espacio
urbano. La vivienda y su producción es parte componente ineludible de la forma de
producción material de la ciudad y se constituye en una fuerza social y por ende
económica; en términos de Topalov (1978) “la ciudad constituye una forma de la
socialización capitalista de las fuerzas productivas”. En esta línea podemos entender que
las formas económicas de producción de vivienda movilizan a grandes sectores de la
economía formal e informal, producción material que no siempre tiene un correlato con la
demanda ni con un fin social último sino que es parte de un sistema complejo de
interrelaciones sociales y económicas. Es en este sentido que solo el Estado puede
tener una mirada amplia e integrada del tema, aún más cuando su actuación en varias
líneas económicas, financieras, sociales y a diferentes escalas puede redireccionar o
dinamizar los diferentes sectores y actores. Si la planificación es la herramienta
anticipatoria que tiene el Estado para direccionar esas fuerzas sociales y económicas
sobre el territorio, parece bastante más difícil articular las diferentes demandas con las
necesidades sociales de vivienda y a su vez con la lógica capitalista de producción de
bienes de uso. Todos sabemos que suelo y vivienda son dos componentes articulados
pero complejos que, en conjunto, replican la forma en que la ciudad se produce y, por
ende, la aspiración social tanto en términos simbólicos como también materiales. “Tener
un techo” para vivir constituye uno de los grandes desafíos para grandes sectores de la
población urbana mundial.
Por otro lado, los estándares de habitabilidad herencia del “Estado de Bienestar” –
hoy nuevamente puestos en primer plano con la pandemia– parecen haber sido el
punto más alto tanto en provisión de infraestructuras como en la forma de consumo.
Hoy vivimos en un mundo que se va preparando para asumir la conciencia del límite, las
carencias energéticas, el agua que ha dejado de ser un recurso ilimitado, así como todas
las consecuencias ambientales que trae aparejado el cambio climático y que tienden a
redefinir el paradigma de confort y de consumo. Los cambios tecno-productivos propios de
este siglo han traído incertidumbre sobre el presente pero, fundamentalmente,
parecen dificultar la capacidad de proyectar a futuro: empleos cada vez más precarios
y aumento de la informalidad como contracara de una cada vez mayor concentración y
volatilidad económica son algunos de los temas emergentes que aumentan los niveles de
indefinición a la hora de pensar la vivienda, tanto como espacio para el desarrollo de la
vida urbana o como fuerza económica de producción material. En todos los casos, lo que
parece estar en revisión una y otra vez dentro del contexto capitalista global es que
rol le cabe al Estado en la solución de la vivienda masiva. En este sentido, los
paradigmas heredados del siglo XX hoy se resignifican, adoptando otro carácter y sentido;
sin embargo, la predominancia de los modelos neoliberales que apuestan a la vieja
fórmula de equilibrio “natural” del sistema dejan librada la vivienda a una solución
individual y sujeta al “libre juego” de la oferta y la demanda.
Paraísos Siniestros: vivienda de interés social en México. Mosaico de fotografías de Jorge
Taboada.
El Estado, bajo esta concepción, es un facilitador de los grandes emprendimientos y
desarrollos por un lado y un proveedor de vivienda social por otro. Este modelo es
paradojal, porque por un lado define al habitante urbano como consumidor pero por otro
necesita del Estado como “socio” de sus operaciones. Se plantea además una forma
“darwiniana” de operar sobre la ciudad, en la que el gran desarrollador imprime la dinámica
de mercado –en detrimento en la mayoría de los casos del pequeño o mediano inversor.
Muchas veces ligado a operaciones de prestigio, este desarrollo se desentiende la
demanda. Solo como ejemplo, las operaciones de conjunto de vivienda vacíos realizados
en el marco de eventos como los Juegos Olímpicos o los grandes rascacielos vacíos en
zonas financieras de las llamadas ciudades globales, ejemplos que se reproducen en
diferentes escalas en las ciudades intermedias y latinoamericanas. En este mismo
orden, las grandes operaciones financieras en torno a la vivienda –llamadas
burbujas inmobiliarias o financieras– se han convertido en uno de los emergentes
del capitalismo global, con grandes concentraciones de capital especulativo volcados al
mercado inmobiliario sobre la base de toma de créditos por fuera de la demanda real. Muy
lejos de aportar soluciones habitacionales, estas expresiones del capitalismo global han
sido causales de las mayores crisis financieras –y sociales– en lo que va de este siglo,
generando en todo el mundo lo que Saskia Sassen denomina “los nuevos excluidos”,
expulsados del sistema. Estas operaciones que tienen como denominador común la
puesta en juego económica y financiera a través de la vivienda también se producen en la
vivienda producida por el Estado. Basta observar las operaciones que desde comienzo de
nuevo siglo hasta ahora han caracterizado la forma de producción de las denominadas
“viviendas sociales” con subsidio a la demanda en Latinoamérica y el fuerte fracaso de
estas políticas que tienen un denominador común: grandes concentraciones de
capital y empresas constructoras para la producción masiva de vivienda sin una
clara articulación con la demanda o con las dinámicas urbanas. Viviendas sin gente,
sin barrios; viviendas sin urbanidad. Los casos de México, Chile y Brasil, entre otros,
fueron paradigmáticos en este sentido. En todos los casos, las escalas de actuación son
masivas, concentradas y sectoriales.
En este contexto, nuevas corrientes pugnan por entroncar el problema de la vivienda con
los problemas de desarrollo en visiones más integradas y escaladas. Estos enfoques le
otorgan al Estado un rol activo no como intermediario, facilitador o empresario sino
actuando activamente con una batería de políticas que apuntan no solo a la
construcción de viviendas sino que incorporan al habitante en la ecuación. ¿Por qué
las personas no pueden acceder a una vivienda? ¿Cuáles son las distintas necesidades?
¿De qué forma opera el mercado de vivienda privado? Esas son algunas preguntas
centrales que permitirían acercarse al problema.
En este sentido, la perspectiva sobre el tema de la vivienda puede modificarse cuando las
respuestas por parte del Estado dejan de ser unilaterales y concentradas para ser
múltiples y abarcativas, tanto en acciones como en escalas. Presupone un cambio de
enfoque, un corrimiento desde concepciones centralizadas y monopólicas hacia
propuestas más integradas y descentalizadas. Desde esta perspectiva, se abre una
cantidad de temas de debate que a continuación enuncio con ánimo de contribuir a una
reflexión abierta:
>Entender el acceso a la vivienda integrado al concepto de “derecho a la ciudad”. Es
tal vez uno de los temas que más se ha debatido en las últimas décadas; parte de estas
visiones se han ido consolidando desde la crítica urbana global (mucho contribuyeron los
encuentros de ONU-Hábitat al respecto, más allá de las críticas a una excesiva
simplificación eurocéntrica). Bajo esta concepción, las respuestas habitacionales deben
aportar soluciones integradas en términos de lo urbano y no generar nuevos problemas.
Infraestructuras, energías, urbanidad, habitabilidad, acceso universal, género y otros
aspectos deben ser parte integral de las soluciones. Desde este enfoque, proveer vivienda
no alcanza si no se crea ciudad.
>Adaptación a las distintas contingencias. La posibilidad de llegada a distintos
escenarios, escalas y usuarios/as es posible como meta con la puesta en marcha de una
multiplicidad de políticas, adoptando no sólo un plan general sino varios planes que
permitan pensar el acceso a la vivienda. Vivienda en alquiler social, vivienda en
cooperativa, vivienda estatal subsidiada, etc. presuponen una batería de políticas estatales
posibles que, asociados a créditos y/o mecanismos financieros de adquisición de vivienda,
pueden abrir el juego a diferentes soluciones integradas. En el mismo orden son deseables
diferentes escalas de actuación, desde la vivienda motorizada por pequeños municipios o
comunas hasta aquellas que surgen de cooperativas de trabajos o gremios. La diversidad
de soluciones habitacionales posibilita además abrir el rango de prestación y tender, como
se señaló, a reequilibrar con políticas estatales las propias distorsiones del mercado de la
vivienda.
>Caracterización y participación de los/las habitantes. Contemplar la demanda,
incidir en la demanda. Este es tal vez uno de los temas centrales en la producción de
vivienda social. Las viviendas genéricas que no contemplan ni las realidades sociales ni la
composición de los núcleos de convivencia han tenido enormes fracasos. No alcanza con
un techo cuando este no observa las pautas socio- culturales ni se entronca con temas de
empleo y desarrollo local. Cómo se habita y de qué manera se habita son interrogantes
que deberían estructurar las formas que se adoptan. En este sentido se abre un gran
abanico de alternativas para la indagación, desde el necesario replanteo tipológico hasta la
potencialidad que conlleva contemplar la escala de lo domestico en lo urbano.
>Tener en cuenta los procesos de crecimiento urbano. Hemos visto como los planes
de vivienda realizados en las últimas décadas, basados en la búsqueda de suelo “barato”,
han incidido negativamente en el crecimiento de las ciudades, ya sea porque han sido un
motor clave en los procesos de expansión y dispersión urbana a baja densidad sobre
suelos potencialmente productivos, ya sea que se han realizado con bajísimos estándares
de urbanización. En este sentido se genera un “boomerang” en el tiempo: lo que no
resuelve el Estado en primera instancia genera costos diferidos en servicios e
infraestructuras, entre otros. Por el contrario, si las cuestiones de crecimiento urbano
fueran una variable primaria en la construcción de nueva vivienda estatal, pueden
convertirse en una potente herramienta para consolidar sectores urbanos, generar mixtura
o potenciar áreas deprimidas. El lema “hacer vivienda es hacer ciudad” debería estar en la
base de las decisiones políticas y proyectuales.
>Incidir en el mercado de suelo. Promover la micro economía y el desarrollo local en
la provisión de vivienda. No alcanza con construir vivienda sino que es necesario
entender la incidencia que esta tiene en el valor de suelo general de la ciudad, aún más
cuando el que construye es el Estado. Desarrollar urbanización, entonces, es tener
presente el proceso completo con posibilidades de incidir en el mercado de suelo.
Recuperos de plusvalía, incidencia en el valor del suelo y desarrollo de áreas deprimidas
son algunos de los temas asociados. El Estado en este rol puede utilizar esta potencialidad
económica y social para motorizar procesos virtuosos que posibiliten regenerar áreas. En
Latinoamérica existen cada vez más nuevas experiencias en este sentido; sin embargo, la
fragilidad de las estructuras económicas y financieras, así como los marcos legales lábiles,
hacen difícil que suelo y vivienda se consoliden como prácticas relacionadas. Por otra
parte, y en relación con lo anterior, el despliegue de una economía en torno a la
construcción de vivienda posibilita incidir en las distintas partes del proceso a fin de
promover el desarrollo de empleo y de las economías locales. En este sentido la
descentralización de las operaciones y la posibilidad de desarrollos locales y fraccionados
posibilitan el movimiento económico para pequeños municipios o barrios, de gran impacto
en la base económica de las localidades.
>Contemplar los procesos de renovación y consolidación de la ciudad
construida. La posibilidad de generar políticas de viviendas asociadas a la renovación
urbana abre nuevas perspectivas. Algunos países europeos practican desde hace mucho
tiempo políticas públicas activas para la realización de viviendas sociales en tejido
consolidado, en algunos casos como complemento de los desarrollos privados apostando,
a la mixtura social. El caso francés es tal vez el más completo, ya que incorpora las
viviendas subsidiadas dentro de los desarrollos urbanísticos integrados. Por otra parte la
vivienda social juega un papel central para reurbanizar barrios informales o precarios; en
este sentido, la posibilidad de consolidación urbana y barrial abre una perspectiva de
saneamiento y urbanización que supera la mera provisión de vivienda.
>¿Casas nuevas o casas viejas? El otro tema asociado con el anterior es la
preocupación por la gran cantidad de casas y departamentos vacíos en las zonas más
consolidadas de las ciudades grandes e intermedias, producto de las migraciones a la
periferia de la ciudad y la especulación inmobiliaria. Se abre así un nuevo desafío para
generar políticas que contemplen mecanismos de ocupación que permitan reciclar y
reutilizar los espacios ya existentes en la ciudad. En la misma línea, el alquiler social ha
comenzado tener en el último tiempo un gran desarrollo aun cuando en muchos países se
encuentre solo en debate. Estas políticas activas permiten repoblar la ciudad construida
con iniciativas que posibilitan la ocupación y habitación en áreas consolidadas.
>La noción de lo público y de lo comunitario. En la base de muchas de las soluciones a
la cuestión habitacional se encuentra el replanteo de la propiedad hereditaria de la
vivienda como única alternativa a la necesidad de vivienda. En este sentido se han abierto
nuevos debates sobre el concepto de propiedad, así como la dimensión de lo comunitario
en términos de lo que se comparte como vehículo para la resolución de los serios déficits
habitacionales de amplios sectores de la población. Las escalas de la manzana, de los
desarrollos comunitarios y de los emprendimientos colectivos posibilitan afrontar los
problemas desde un enfoque amplio que supera la mera provisión de vivienda y que
habilita a nuevas experiencias tendientes a solucionar la necesidad de habitar un espacio
en la ciudad.
>La importancia de un buen proyecto. Nuevos desarrollos habitacionales. Por último,
el proyecto del habitar, que define en gran medida la manera que predeterminamos la
ciudad a futuro. Y en este sentido hay una materia pendiente, desde los ensayos
modernos a esta parte, para resolver la vivienda masiva. En la mayoría de los casos
terminan primando los factores de economía de recursos y estandarización en detrimento
de la calidad espacial y/o técnica de las viviendas. Formas de vida, producción social del
hábitat, nuevos desarrollos tipológicos y sostenibilidad, entre otros temas, se ponen en
juego a la hora de pensar la vivienda social. En este sentido, el proyecto urbano
arquitectónico tiene la capacidad de reunir de manera anticipada todas aquellas cuestiones
relacionadas: suelo, barrio, ciudad.
Lacaton & Vassal architectes, Frédéric Druot Architecture y Christophe Hutin
Architecture: Transformación de 530 viviendas sociales Grand Parc Bordeaux.
Sobre el proyecto urbano arquitectónico de la vivienda social
En materia de vivienda social, el Estado –en sus distintos niveles y estamentos–
interviene a través de una gran cantidad de políticas, mecanismos y canales de
acceso a la vivienda, muchas veces no articulados entre sí; estos a su vez puede ser
de acción directa o indirecta. Se opera con acciones indirectas cuando se intermedia entre
la oferta y la demanda, entre el público y el privado con mecanismos facilitadores para la
adquisición de vivienda, ya sea en propiedad o en alquiler. Por el contrario, cuando el
Estado asume el rol de proveedor y constructor de la vivienda con respecto al
destinatario/a final pone en marcha políticas de acción directa. En este caso es el Estado –
en sus distintos niveles– quien ejecuta la vivienda, desde la provisión del suelo hasta la
construcción. Existen, por supuesto, muchas acciones intermedias, bastan como ejemplo
las viviendas construidas por cooperativas u organizaciones sociales con o sin apoyo de
las administraciones estatales. En todos los casos, el proyecto urbano y arquitectónico
juega un rol principal cuanto se trata de construir nueva vivienda para sectores que no
tienen posibilidad de acceso.
Mucho se ha dicho sobre el fracaso de las políticas habitacionales públicas de las
últimas décadas, basadas en la creación de barrios con bajas condiciones de
urbanidad, con viviendas reducidas a su mínima expresión sin calidad constructiva
ni tipológica. Al respecto Juan Pablo del Río (2015) en “La vivienda social y la cuestión
urbana. Consideraciones teóricas para el análisis de las políticas de hábitat” realiza un
interesante planteo sobre la cuestión habitacional y señala: “En el marco del orden
tecnocrático, el problema de la vivienda suele ubicarse en las coordenadas definidas por la
escasez económica de recursos, los costos por unidad, el déficit cuantitativo, la producción
de vivienda nueva y las soluciones en manos de las empresas constructoras. Desde esta
mirada, la política de vivienda se divorcia de la dimensión urbana y se aborda a partir de
una matriz productivista, donde prima la racionalidad de la obra pública, cuya naturaleza
es fuertemente sectorial; es decir, se encuentra determinada por la lógica de la
industria de la construcción.”
En este sentido, la lógica financiera termina siendo el factor determinante a la hora de
definir el proyecto de vivienda social: localización, tipologías y sistemas
constructivos quedan supeditados a esta ecuación. Por otro lado, la centralización en
general de las políticas de vivienda en organismos nacionales o provinciales termina
generando deficientes articulaciones con las escalas locales y de estas con la demanda. El
efecto social y económico para los pequeños municipios es alto cuando se construye
nueva vivienda. Algunas de estas lecciones se están aprendiendo y algunos municipios
han comenzado a liderar construcción y provisión de vivienda desde las escalas
municipales, todavía con un grado importante de desarticulación entre niveles del Estado.
De igual manera, son muchas las organizaciones sociales que vienen ensayando la
construcción de vivienda social con participación. Aun así, parece que falta recorrer mucho
camino tanto en términos de proyecto como de gestión.
La pregunta emergente entonces es: ¿cuáles son aquellas premisas que deberían
orientar el proyecto de la vivienda social en este contexto? ¿Es posible generar
parámetros que los orienten?
Sin duda, la primera consideración es aprender de los errores, aciertos y desaciertos
de la propia implementación de los planes. La provisión de vivienda como problema
urbano arquitectónico encuentra su tradición en la modernidad y la propia concepción de lo
urbano tal como lo entendemos hoy. La ciudad será el escenario donde se despliegan las
fuerzas sociales y económicas de la sociedad industrial; en este contexto, la vivienda y la
forma de desarrollo de la vida urbana se ubicarán como el tema central de la arquitectura y
del urbanismo desde el siglo XIX a esta parte. El ensayo moderno sobre vivienda
masiva da lugar a una cantidad de soluciones con centro en la respuesta colectiva.
Temas como densidad, transporte, trabajo y relaciones entre las actividades asumen una
nueva escala. Ahora bien, el enfoque funcionalista que termina decantando en la
resolución tipológica y constructiva de la vivienda como solución por la tipificación y
seriación, sin consideración por las singularidades de contexto, se presenta hoy como
verdaderos déficits a la hora de pensar soluciones para la vivienda. En este sentido la
vivienda social se encuentra a la espera de nuevas reflexiones y ensayos, retomando
temas fundacionales e incorporando aquellas problemáticas de época. Algunos de los
temas a considerar en torno al proyecto de vivienda social son:
a. Concepto de “casas sanas”. Procurar viviendas de alta calidad es mejorar las
condiciones de habitabilidad y salubridad en los entornos urbanos. El
proyecto de vivienda social debe evitar la precarización constructiva o tipológica,
generando un catálogo amplio de soluciones que en todos los casos responda a
las pautas culturales, recursos y bienes de la comunidad donde se desarrollan. Por
otra parte, la incidencia en la salud de la vivienda y las condiciones de salubridad
necesarias son temas que han recobrado fuerza desde 2020 y el confinamiento
social producto de la pandemia producida por el Covid 19, que marca los umbrales
mínimos de habitabilidad. Las infraestructuras siguen constituyendo uno de los
temas centrales: provisión de agua potable, saneamiento cloacal y las nuevas
necesidades de renovación y cuidado de las energías. El otro tema asociado es la
concepción tipológica del espacio doméstico y la forma que se configura. Es
recuperar la importancia y el valor que tiene las decisiones de proyecto en términos
de confort, habitabilidad, mantenimiento y apropiación.
b. Construir barrios y comunidad. La construcción de vivienda aislada y genérica
en el proyecto de vivienda social, forma predominante de la configuración en
materia de vivienda social en Latinoamérica, ha tenido un impacto negativo sobre
la ciudad, tanto en la reproducción de suelo de expansión como en la falta de otros
componentes urbanos e identitarios. En este sentido el proyecto de vivienda social
no solo debe ser una oportunidad para consolidar áreas y barrios existentes sino
que la tipología de “conjunto de vivienda” debe posibilitar generar sinergias
comunes de proyecto, optimizar recursos y tener en cuenta la dimensión cultural e
identitaria de las comunidades donde se asienta.
c. De las microeconomías a la organización comunitaria. La producción en
vivienda social motorizada por el Estado debe posibilitar generar y poner en
marcha sistemas productivos de ciclo completo. Desde la tecnología y los
materiales hasta la manera en que se construye, la producción de vivienda debe
poder incidir en la generación de empleo y el desarrollo de tecnologías y saberes
locales. La capacidad económica en materia de vivienda también se traslada a las
cuestiones de suelo; en este sentido, vivienda y suelo deben ser pares articulados
a fin de incidir en las economías locales.
d. ¿Tecnologías tradicionales o de innovación? Las tecnologías utilizadas en
materia de vivienda son un campo de exploración abierta; sin embargo, todavía no
se llega a un consenso claro sobre la conveniencia del uso de tecnologías seriadas
o industriales. En materia de vivienda unifamiliar predomina en Argentina el uso de
tecnologías tradicionales, con predominancia de los sistemas por vía húmeda y el
uso del mampuesto, con una mano de obra calificada al respecto –lo que ha
posibilitado la autoconstrucción. Los sistemas industrializados o por vía seca no
tienen hasta el momento el mismo nivel de inserción cultural. Esto planea siempre
una dicotomía entre el uso de sistemas más artesanales o industrializados en la
producción de vivienda masiva. La posibilidad de innovación, también en materia
de provisión de energía o evacuación, no han tenido hasta el momento
experiencias exitosas. En este sentido se abre un campo de experimentación
posible que debe equilibrar la posibilidad de viviendas evolutivas en el tiempo,
costos, recursos instalados y generación de empleo.
Dibujo de la autora.
Pautas y premisas para el proyecto de vivienda social
Proyectar vivienda hoy es pensar en términos de creación de nuevos espacios
domésticos que den cuenta de los cambios productivos y sociales de época,
brindando respuestas a problemáticas específicas para comunidades particulares. Formas
de vida, maneras de producir, formas comunitarias de organización son algunos de los
temas asociados. La contraposición entre la promoción de la vivienda industrializada y
seriada como respuesta masiva versus la construcción artesanal sobre prácticas
tradicionales y la autoconstrucción es uno de los debates centrales en materia de
producción de vivienda social. Aún hoy seguimos pensando sobre lógicas y formas
constructivas heredadas del pensamiento modero. Muchas de las soluciones que aún hoy
resuelven problemas tanto de orden tipológico o constructivo fueron aportes que las
distintas corrientes del movimiento moderno ensayaron, dando respuesta material a las
fuerzas productivas del capitalismo de entre guerras. Así, sigue siendo materia de análisis
la solución masiva que puede ofrecer la vivienda “en serie” cuando se la homologa a la
producción de automóviles, un “espacio vivienda” con tecnologías adaptadas para su
seriación. Esta tal vez fue la meta a alcanzar para todo el pensamiento arquitectónico y
urbano de mediados del siglo XX, espacios funcionales, tecnologías industrializadas y
respuestas masivas. Desde la vivienda hasta los electrodomésticos reproducían la
lógica de producción de bienes de consumo; así, la propia clase trabajadora industrial
fue la destinataria principal de estos desarrollos. Una respuesta optimista con centro en un
Estado proveedor o facilitador al servicio de las élites industriales.
Esta lógica de producción masiva con tipologías genéricas sigue operando aún hoy,
principalmente en Latinoamérica, (basta ver las operaciones de la última década en Chile,
México o Brasil). Sin embargo, la pauperización del trabajo formal post fordista y la baja
industrialización histórica que caracteriza a nuestros países produce un doble efecto
negativo; por un lado, la respuesta de viviendas seriadas y masivas contribuye a la
centralización y concentración en pocas empresas constructoras; por otro, los
espacios mínimos y genéricos para el habitar cotidiano que estas respuestas
ofrecen, se encuentran muy lejos de las formas de vida de las comunidades
destinatarias. A esto se suma que, en general, las poblaciones destinatarias no poseen
empleo formal, lo que agrava la situación ya que estos emprendimientos desconocen el
tejido asociativo comunitario previo. ¿Cómo pensar entonces la vivienda social en estos
contextos? Sin tener una respuesta única y acabada, sin duda es importante ir sumando
diferentes experiencias y prácticas tendientes a vincular el proyecto de la vivienda social
con la ciudad y la producción de bienes comunitarios. Las perspectivas integrales entonces
podrían servir para generar procesos articulados entre la dimensión técnica, la política y el
proyecto. Muchos son los interrogantes que surgen a partir de este enfoque; la visión
romántica en cuanto a la capacidad de las comunidades en resolver sus problemas,
que ponen acento en la autoconstrucción, puede dejar afuera al Estado en su
obligación de proveer recursos urbanos básicos, retrocediendo a estadios
preurbanos. En la otra punta del debate se encuentran aquellas posiciones que, como ya
se señaló, concentran las respuestas en organismos centralizados del Estado y con
políticas masivas. Tal vez abrir y potenciar las experiencias intermedias puede ampliar el
campo de mira. La capacidad de los estamentos locales (municipios, comunas, etc.) para
motorizar políticas de vivienda puede ser una manera de articular oferta con demanda y
posibilitar generar ciclos completos. De igual manera, formas de organización alternativas
como los sistemas de cooperativas o emergentes de realidades específicas –gremios,
asociaciones barriales, asociaciones intermedias– abren un campo de acción ante la
diversidad y amplitud del problema, a fin de apuntar a colectivos específicos con
soluciones técnicas, económicas y sociales localizadas.
A continuación, se señalan una serie de pautas abiertas como aporte a la reflexión del
proyecto de la vivienda social. Todas ellas surgen de la propia experiencia y retoman
muchos conceptos puestos en juego desde la arquitectura de la vivienda, en un intento de
sistematización reflexiva para pensar desde el proyecto y entendiendo que este es el que
puede generar el espacio predictivo de articulación entre temas y ponerlos a
consideración. En este sentido, se trata de retomar la confianza en el proyecto capaz de
optimizar las respuestas, generar soluciones consensuadas y revisar aquellas premisas ya
establecidas que pueden seguir operando en la actualidad para resignificarse en un
catálogo de actuación o guías para las prácticas.
1. El patio, los patios. Un tema central en la arquitectura de la vivienda –que
involucra lote y manzana– es la consideración del espacio abierto, revalorizado por
la pandemia. Tan importante como el espacio cerrado, en la vivienda toma cada
vez más relevancia el espacio abierto conformado. El patio en tanto ámbito central
de la vivienda que actúa como expansión, a la par que permite generar las
condiciones de habitabilidad necesarias. Ventilación, iluminación y asoleamiento
son posibles gracias a la potenciación de los vacíos en la posición que adopta el
lleno, para usar el lenguaje de la arquitectura. El modo en que se organizan con
respecto al lote y con relación a la o las viviendas cobra mucha importancia porque
puede definir las relaciones entre la calle, el espacio público y el espacio privado.
En el mismo sentido, es posible definir los gradientes necesarios a la par de
ampliar los metros cuadrados útiles, intensificando la relación interior-exterior. La
“casa patio”, tipología estrella de la tradición arquitectónica, adquiere bajo esta
perspectiva nueva fuerza. En igual sentido, todas las experimentaciones sobre
patios en altura. En cualquier caso, pensar en arquitecturas integradas entre el
interior y exterior sigue abriendo un campo de ensayo y de soluciones en términos
de vivienda masiva.
2. Configurar borde, configurar calle, hacer ciudad. La consideración urbana de la
vivienda y su contribución a lo público siguen estando bajo la tensión de la
eficiencia económica en la producción de vivienda social; así quedan afuera de la
ecuación aquellos elementos y decisiones que posibilitan mejorar las relaciones
entre el borde privado y la calle pública. Si se reinvierte la ecuación y se piensa
que la calle actúa no solo de expansión sino de primer umbral de la domesticidad,
entonces es posible pensar que es central la resolución del borde entre lote,
vivienda y calle. La posible expansión de los usos domésticos, la posibilidad de
generación de vecindad parece estar dado por la forma en que se resuelva la
configuración urbana en el límite de lo privado y lo público. Este tema, que fue
central en la resolución urbanística de las ciudades y barrios creadas bajo la lógica
industrial decimonónica –muchas de nuestras ciudades y barrios conservan este
acento–, parece hoy recobrar fuerza. Considerar los tejidos, pensar la vivienda en
conjunto, configurar los bordes, tener en cuenta las actividades urbanas son viejos
temas resignificados a la luz de la necesidad de incrementar aquellas acciones que
recobren la idea de ciudad. Es posible alentar desde el proyecto la dimensión de lo
barrial como ámbito urbano del “buen vivir” y las posibilidades de potenciar los
aspectos identitarios y de apropiación de nuevos desarrollos de vivienda.
3. Las medianeras. Una casa, muchas casas. Recursos compartidos. El
predominio de la vivienda individual en lote, en muchos casos aisladas, que sigue
el modelo de la casa jardín miniaturizado, parece dejar afuera de la
consideración aquellos recursos que se ponen en juego a la hora de generar
vivienda masiva. La posibilidad de apareamientos, tanto en horizontal como en
vertical, ha sido una de las exploraciones tipológicas centrales en el desarrollo de
la vivienda de mediados del s. XX a esta parte. Es interesante repasar los
modelos de barrios obreros –Weissenhof o Pessac entre otros– que fundaron la
forma de pensar nuevos desarrollos en conjunto con la capacidad técnica y
productiva, así como las experimentaciones de las décadas del 60 y 70 en Europa
y Latinoamérica. Aun así, se sigue utilizando la vieja fórmula de vivienda mínima
aislada. Retomar la tradición arquitectónica, repasar los viejos buenos ejemplos e
interpretarlos en nuestra contemporaneidad parece ser un posible camino. ¿Qué
comparten? Es la pregunta que puede estructurar muchas respuestas, desde las
soluciones integradas del borde hasta las cuestiones sanitarias y, por qué no,
patios compartidos. En definitiva, es pensar que los recursos son comunes y, por lo
tanto, es posible pensar soluciones integradas y respuestas arquitectónicas que
potencien lo común. En este sentido, la concepción de la propiedad se encuentra
asociada a este tema, abriendo posibles planteos o soluciones que potencien la
propiedad compartida o con administración del Estado.
4. Casas sanas. La relación entre habitabilidad y espacio doméstico ha cobrado
nueva dimensión a partir de la pandemia, acentuada por el cambio climático y la
crisis energética. Hay un retorno a pensar soluciones pasivas que posibiliten
ambientes ventilados y asoleados de bajo consumo energético. Muchos de los
estudios sobre clima y acondicionamiento pasivo que caracterizaron a la
arquitectura moderna (en nuestro país Wladimiro Acosta realizó un trabajo
extraordinario sintetizado en el libro Arquitectura y Clima) toman nueva fuerza. El
proyecto, bajo esta dimensión, cobra sentido ya que la mayoría de los recursos
ambientales se consiguen con un buen proyecto. Entender a la vivienda como un
contenedor ambiental y de confort es parte del desafío en materia de vivienda
social, ya que la capacidad y calidad espacial parece disminuir en los proyectos de
respuesta masiva. En este sentido, no basta con incorporar las exigencias de
transmitancia térmica o regulaciones parciales si no se comprende la vivienda en
tanto dispositivo integral de confort. La importancia de avanzar sobre propuestas
de verde urbano estructuradas que permitan generar filtros orgánicos, las lecciones
de acondicionamiento pasivo, el uso de las energías y el reciclado, entre otros, son
temas que van adquiriendo cada vez más importancia en la arquitectura de
casas.
5. Los programas del habitar y el crecimiento inducido. Mucho se habla hoy de
los cambios socio productivos y su impacto en la configuración de la familia
nuclear. De igual modo las cuestiones ligadas a la labor y al rol social de la mujer
interpelan la manera que se configura el espacio de la vivienda. Por otra parte, las
nuevas tecnologías han potenciado el teletrabajo con un fuerte impacto sobre lo
domestico. Sin embargo, la concepción de la vivienda social sigue siendo genérica
y compartimentada, con baja flexibilidad y con poca reflexión sobre las formas de
vida contemporáneas. Diversidad, flexibilidad y crecimiento siguen siendo una
triada que requiere mayores reflexiones proyectuales. Sin duda, la posibilidad de
pensar la forma en que crecen las viviendas, así como dar indicios y posibilidades
múltiples, pueden ser un desafío cuando en la mayoría de los casos los
crecimientos los determinan sus habitantes. Cómo orientar un buen crecimiento y
modificación de la vivienda social es uno de los temas centrales que el proyecto
puede dirigir.
6. Tecnologías apropiadas. La resolución material de la vivienda social es tal vez
uno de los desafíos principales en búsqueda de racionalización y economía pero
también de una apropiación que permita generar e impulsar ciclos productivos
locales, con generación de empleo y consolidación de conocimiento técnico. En
este sentido, es importante tener presente las tecnologías tradicionales, aquellas
prácticas constructivas que se encuentran enraizadas en la comunidad. En el
mismo sentido, es necesario avanzar sobre investigaciones y desarrollos técnicos
que permitan optimizar y potenciar estas tecnologías con el objetivo de promover
las microeconomías y los desarrollos locales emergentes de cada comunidad.
CC
La autora es Arquitecta (UNC, 1997) y Magister en Ciudad y Urbanismo (Universitat
Oberta de Catalunya, 2016). Ha integrado diversos equipos técnicos responsables de
estudios, proyectos y planes urbanos en la ciudad de Córdoba, Rawson (San Juan),
Estación Juárez Celman, Embalse de Calamuchita, Misiones, entre otros. Integra la red de
consultores La Ciudad Posible y es socia fundadora de Estudio Estrategias. Ha obtenido el
Primer Premio en el Concurso Nacional Soluciones para el transporte en el Corredor Norte
del Área Metropolitana de Buenos Aires (2012), el Primer Premio del Concurso Nacional
de Ideas para la Integración urbana de la Nueva Terminal de ómnibus de la Provincia de
Catamarca (2011) y otros premios en diversos concursos de arquitectura y urbanismo. Es
Profesora Titular de Arquitectura 2D en la FAUD-UNC. Ha publicado el libro Las
centralidades barriales en la planificación urbana y escrito numerosos artículos para café
de las ciudades, como por ejemplo Sistemas en cuestión. ¿Con que brújula nos movemos
hoy?; Hacia el lado feminista de la vida. Una mirada sobre la domesticidad; Al rescate del
barrio. Entre la permanencia y el cambio; La enseñanza en época de pandemia. Volver a
incluir al futuro en la ecuación; Impresiones de la ausencia. De Córdoba a Ciudad Juárez
y En busca del barrio. Reflexiones sobre San Vicente, entre otros.
Sobre el tema, ver también en este número Siete acciones para la vivienda social en
barrio, por Estudio Estrategias, Estudio Guerrero Viotto arquitectxs y Estudio Mira.
Referencias bibliográficas
Wladimiro Acosta. Vivienda y Clima. Ediciones Diseño. Buenos Aires. 2013.
Saskia Sassen. Expulsiones. Complejidad y brutalidad en la economía global. Katz
editores. Madrid. 2015.
Maristella Svampa. La sociedad excluyente. La Argentina bajo el signo del neoliberalismo.
Ediciones Taurus. Alfaguara. 2005.
Christian Topalov. La urbanización capitalista. Algunos elementos para su análisis. Edicol.
México.1979.
Alicia Ziccardi. Las ciudades y la cuestión social. Ediciones CLACSO. Consejo
latinoamericano de Ciencias Sociales. México. 2001.
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