Subido por Estefania Morel

1015 Fábulas y leyendas 2 - Revista EDIBA

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Año I - N.°2
PVP ARGENTINA $ 49,90
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Especial Maestra Jardinera
Editora Responsable y Propietaria: EDIBA SRL Brown 474,
Bahía Blanca, Buenos Aires. Argentina.
Impresión:. Forma Color Impresores SRL- Camarones 1768 CABA.
Distribución: Argentina: para el interior del país: D.I.S.A.,Luis
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Edición: 2015 – Octubre - Nº 2
ISSN: 2451-7720
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Equipo
Directora: Ivanna Bertolino. Dirección general: Adrian
Balajovsky. Diseño y diagramación: Francisco del Valle.
Colaboradores: Alicia Ferzola. Administración: Claudia
Traversa, Sergio Vicente. Asistente de dirección
general: Darío Seijas. Archivo digital: Cecilia
Bentivegna. Ilustración: Alberto Amadeo, Fernando
Cerrudo, Emmanuel Chierchie, Gabriel Cortina, Mariano
Martín. Color digital: Gonzalo Angueira, Mónica Gil,
Natalia Sofio. Comercio exterior: Walter Benítez,
Pablo Fusconi. Comunicación y atención al cliente:
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capacitaciones: Micaela Benítez, Consuelo Pérez
Fernández. Corrección: Elisabet Álvarez, Marcelo
Angeletti, Franco Magi, Liliana Vera. Recursos
humanos: Mariana Medina. Recursos multimedia:
Aldana Meineri, Francisco del Valle, Pablo Yungblut,
Martín Asteasuain. Fotografía: Fernando Acuña,
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Monteoliva, Reinaldo Perdomo. Recepción: Mauro De
Los Santos, Patricia Perona. Sistemas y web: Leandro
Regolf, Raúl Robbiani, Bruno Meineri. Servicio técnico:
José Celis. Taller de manualidades: Valentina Di Iorio,
Luciana Sabatini.
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Fábulas: una oportunidad para
hacernos preguntas
La fábula es un tipo de relato literario breve que aborda la
conducta de las personas, tanto en su dimensión individual
como social, con el objetivo de llegar a una reflexión sobre sus
intenciones y acciones.
Desde su origen en Oriente y su difusión en Grecia y
Roma, hasta nuestros días, las fábulas persiguen el propósito
de destacar los valores y las virtudes que enriquecen la vida
del hombre.
Para ese fin didáctico, esta clase de narración se vale de la
personificación de animales u objetos que encarnan los
comportamientos humanos.
Para los niños y las niñas el hecho de que los animales
hablen entre ellos, con las cosas o con las personas resulta
sumamente natural y atractivo ya que en su rol de escuchas
se ubican siempre más allá del absurdo.
Entre los más conocidos exponentes del género
encontramos a Esopo, Fedro, Aviano, Jean de La Fontaine,
Jean-Pierre Claris de Florián, Félix María de Samaniego y
Tomás de Iriarte.
Leyendas: una ocasión para el asombro
La leyenda es un tipo de narración que explica en forma
maravillosa un hecho de la realidad.
Puede indicar un lugar preciso y también tener
antecedentes históricos. De hecho, pertenece a la más
arraigada sabiduría de un pueblo, siendo parte constitutiva
de su folclore. Por eso, la leyenda es el relato que se atesora
de generación en generación con la transmisión oral.
Generalmente se trata de una creación colectiva
dinámica, dado que cada narrador-transmisor suele
imprimirle modificaciones según su estilo y su mirada
particular. Hoy, no obstante, podemos encontrar leyendas
de creadores identificados.
Los hechos explicados en estas narraciones tienen que
ver con la existencia de animales, plantas o fenómenos
naturales y muchas veces revelan los sueños, temores o
anhelos del mismo pueblo en relación con su propia historia
u origen.
Compartir leyendas es una oportunidad de fortalecer y
enriquecer los lazos de identidad que nos definen como
comunidad.
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Editorial
Cuando las fábulas y las leyendas entran al Jardín se abren las puertas de todos los mundos posibles.
¿Cómo llegan estos textos a la sala?
Entran por medio de la voz del docente. Este será el puente de conexión que permitirá la entrada de los
niños y las niñas a esos otros mundos posibles en condición de “lectores”.
¿Cómo se instalan los textos en la sala?
Se instalan con la rutina lectora, sostenida y fortalecida periódicamente como uno de los hábitos más
sólidos y representativos del quehacer en el Jardín. Para esto es imprescindible la planificación del tiempo y el
espacio que se destinará a esta actividad, pensando en los momentos que brindan mejores condiciones de
tranquilidad y bajo nivel de estímulos externos. Sería ideal disponer de un lugar en la sala o fuera de ella, que no
presente demasiados distractores.
¿Qué hace el “pequeño lector”?
Las niñas y los niños que leen a través de la voz de su maestra o maestro, llevan a cabo todas las acciones
propias de cualquier lector. La primera y fundamental es el disfrute de leer. En esto se basa la formación de
lectores en esta etapa.
Los docentes estimularemos, a partir de allí, todo el trabajo que el lector realiza para acercarse más y más a
lo que le cuenta el texto, dando lugar a que pregunten, cuestionen, comparen, tracen paralelismos, expresen el
descubrimiento de semejanzas y diferencias, duden, pidan explicaciones, expliquen a los demás, opinen...
Todo esto da lugar a actuar con el texto desplegando estrategias tales como buscar determinados pasajes; hacer
una relectura; analizar una frase; localizar una palabra determinada, hacer anticipaciones, conectar ideas-acciones o
personajes, evocar algo leído que se conecta con la lectura actual, ir delineando preferencias, entre otras.
Con la relectura y la revisita al texto, los pequeños lectores y lectoras van reconociendo que se puede leer
con diferentes propósitos: se puede leer tanto para encontrar el nombre de un personaje que no recordamos,
como para volver a reírnos de una frase que nos resultó graciosa. Y a medida que avanzamos en esto, el texto se
va haciendo cada vez más “nuestro”, es decir, lo uso, recurro a él en la medida que lo creo necesario, me lo apropio.
Una oportunidad para las emociones
Después de la lectura surgen naturalmente las opiniones y miradas sobre lo leído. Siempre aparece el “por
qué”, que funciona como recurso ideal para la reflexión y expresión de sentimientos.
Si profundizamos en esto, estamos propiciando que los lectores se posicionen ante un texto en razón de lo
que sienten y piensan. Y no solo esto, sino también que aprendan a expresarlo.
Los problemas que plantean las leyendas y las fábulas son los elementos fundamentales para dar puntos de
vista y ponerlos a consideración de todos. Los docentes podemos intervenir abriendo esos puntos de vista al
debate grupal, y de esta manera ir más allá de ideas moralizantes para favorecer la comprensión en lugar del juicio.
Tendremos un grupo de lectores activos si:
-La o el docente lee en forma habitual.
-Los niños y las niñas tienen la oportunidad de leer a través de su voz y disfrutar.
-Los niños y las niñas son entrenados en la observación de soportes textuales para realizar su propia lectura
(imágenes de tapa, títulos, ilustraciones interiores, fotografías, láminas).
-Se estimula a hacer anticipaciones atendiendo a esas imágenes y verificando luego en el texto su veracidad.
-Se da lugar para preguntar, cuestionar, pedir explicaciones, objetar.
-Se toman en cuenta las opiniones de todos y se van perfilando preferencias sobre las temáticas, los
personajes y las tipologías textuales. De esta forma se pueden planificar futuras lecturas acordes con el gusto
del grupo.
-Se comparan los textos leídos descubriendo semejanzas y diferencias entre ellos. Pueden encontrar
personajes que se repiten, conductas reiteradas de algunos de ellos, características opuestas, ambientes
similares o comunes, otras.
-Se detectan los matices del lenguaje escrito -en contraposición con el lenguaje coloquial- y se crea
familiaridad con el mismo.
-Se respeta el vocabulario textual de los relatos para luego plantear qué querrá decir una palabra que no
conocemos y ponerla en cuestión para descubrir su significado.
Son múltiples las posibilidades de recrear y profundizar estos relatos. La consigna fundamental será
disfrutarlos, hacer volar la imaginación transitando la senda donde todo es posible, habitar otros mundos en los
que podemos escuchar hablar a los animales y donde los dioses están atentos al cuidado de la naturaleza.
El acercamiento a la lectura, en esta etapa de pura curiosidad, sienta las bases del disfrute de leer. Como
docentes, inspiradores y referentes de nuestros pequeños lectores, aspiramos a que se conserve toda la vida.
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La zorra que llenó su panza
(fábula)
¡Qué hambre tenía la zorra! Caminaba y caminaba en
busca de comida. Tuvo suerte y encontró, en el hueco de un
árbol, un pedazo de carne y algo de pan que los pastores
habían dejado escondidos.
La zorra se metió en el hueco y se puso a comer con
desesperación.
Tanto pero tanto comió que su panza se agrandó como un globo,
y no pudo salir del hueco donde estaba. La pobre se puso a llorar
pensando que se quedaría ahí para siempre:
–¡Buaaaa, estoy encerrada! ¡Alguien que me ayude a salir de aquí!
¡Socorro, socorro!
Por casualidad pasaba por ahí una zorra anciana caminando
despacito; como oyó sus quejas, se acercó para ver qué pasaba. Al
enterarse del problema, le dijo con cariño:
–Tranquila, mi querida, solo tenés que esperar a hacer la digestión
y tu pancita volverá a ser como antes. Pero paciencia, mucha paciencia.
La zorrita tenía hambre.
¡Comió todo sin parar!
Pero aprendió de la abuela
la importancia de esperar.
Hizo bien en escuchar
el consejo muy atenta,
y de esa vez aprendió…
¡qué bueno es tener paciencia!
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La araña y el gusano de seda (fábula)
Miraba una araña a un gusano de seda que tejía feliz su capullo. Lento y cuidadoso
unía los hilos para hacer su casita perfecta.
La araña, muerta de risa, se empezó a burlar diciéndoles a todos que, si lo hacía tan
despacio, se iba a poner viejo tejiendo. ¡Y que hasta una tortuga abuela era más rápida que él!
El gusano seguía atento a su trabajo, tratando de hacerlo lo mejor posible.
Para llamar su atención la araña le pidió que parara unos minutos y la viera tejer en
forma veloz, más veloz que nadie. Ahí nomás arrancó a tejer su tela rápido como una flecha,
riendo a carcajadas y diciendo:
–¡De la mañana a la noche hago mi tela sin tardar! ¡Mirame, gusano, y me vas a envidiar!
Mientras hablaba y reía, la araña iba tendiendo hilos de un lado a otro casi sin
mirarlos, tan apurada, que armó un enredo sin darse cuenta. Poco a poco se fue
enganchando ella misma en la tela y terminó pataleando en un bollo de hilos.
El gusano nada le dijo. Él no era de discutir, y vio que a la araña le
alcanzó con lo que le pasó. Quedó calladita, calladita.
Trabajando muy contento
el gusano hizo el capullo,
tratando de tejer bien,
ocupándose en lo suyo.
La araña, al tejer su tela,
se apuró para ganar.
No le importó hacerla bien,
se ocupó de comparar.
Tejiendo siguió el gusano,
tranquilito y muy contento,
toda la tarde pensando:
“Cada uno teje a su tiempo”.
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La oveja negra (fábula)
Una ovejita había nacido de un color distinto a sus hermanas de rebaño, era negra.
Como era diferente, las demás la dejaban sola. Muchas veces, cuando salían a comer los
pastos más tiernos, la empujaban para que quedara última. Nadie la invitaba a jugar ni le
hablaban cuando se ponían a conversar en grupo.
Su vida era muy triste y solitaria.
La ovejita pensaba que eso le pasaba porque era fea y tonta, y todas las demás eran
mejores que ella.
Una noche, después de escuchar las burlas de sus hermanas, decidió irse a dormir sola,
en un rinconcito del granero. Se recostó, sin darse cuenta, sobre una bolsa de harina que
estaba abierta y se quedó profundamente dormida.
Al otro día, la oveja negra se había convertido en una oveja blanca, ¡más blanca que
ninguna! Sus hermanas no la conocieron y la invitaron a jugar pensando que era una recién
llegada. Todas admiraban su blancura y querían estar con ella porque además de linda, les
parecía graciosa, amable y muy inteligente por lo bien que conversaba.
Muy sorprendida, la ovejita se sintió feliz y pensó que sus hermanas eran buenas con
ella porque al final le tenían lástima.
Por esos días se estaba organizando una fiesta en el campo, donde cada granjero
llevaría a sus mejores animales para desfilar. El dueño de las ovejas ya había elegido una
vaca, un cerdito, un gallo y una gallina. Fue para el corral donde estaban las ovejas para
elegir la mejor de ellas. Mientras las observaba comenzó a llover, y el agua lavó la capa de
harina que cubría a la ovejita, dejándola nuevamente negra.
Cuando el dueño la vio se quedó encantado con ella:
–¡Es hermosa y muy distinta a todas! –dijo y la eligió para el desfile, seguro de ganar un
premio.
Y así fue, su oveja negra ganó una medalla y fue la mimada de su dueño.
¡Todos nacemos distintos
y eso no es para sufrir!
Todos somos diferentes
y queremos convivir.
No busques ser el mejor,
importante o superior.
Cada cual es especial.
¡Miremos el corazón!
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La paloma y la
hormiga (fábula)
Una hormiga trabajadora,
muerta de sed después de tanto
caminar, se acercó a la orilla de un
arroyo para beber agua fresca. Estaba tan
concentrada bebiendo que sin darse cuenta la
arrastró el agua que corría sin parar.
Desesperada trató de flotar sabiendo que estaba
a punto de ahogarse.
Pidió auxilio con su voz finita con la esperanza
de encontrar un alma buena que pudiera salvarla.
Desde un árbol la vio una paloma y para ayudarla arrancó una hoja y la tiró al agua; la
hormiga pudo subirse a ella y se salvó. Llegó a tierra temblando del susto pero feliz y
agradecida.
Mientras pasaba eso, un cazador que andaba por allí, preparó una jaula para atrapar a
la pobre paloma. Se fue acercando al árbol muy despacio para no hacer ruido y cuando
estaba a punto de encerrarla, la hormiga le picó el tobillo, haciéndole caer la jaula de las
manos.
La paloma salió volando asustada por el ruido y los gritos del cazador que repetía: ¡Ay,
ay, ay, mi pie, mi pie! Alzó vuelo hasta desaparecer en el color celeste del cielo; mirando
desde arriba, agradecida, a la hormiga que ahora había salvado su vida.
La hormiga y la paloma ni siquiera hablaron,
y no hizo falta, solo se ayudaron,
salvándose la vida en mal momento
porque valoraron el agradecimiento.
A cualquiera que te ayude en la desgracia,
¡también ayudalo y dale las gracias!
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El pez, el cisne y el cangrejo (fábula)
En la playa vivían tres amigos: un pez, un cisne y un cangrejo. Se conocían desde hacía
mucho tiempo y se reunían todas las mañanas a conversar sobre sus aventuras en el mar.
Hablaban de barcos, pescadores y redes peligrosas que a veces querían atraparlos.
Un día, conversando en la orilla del agua, vieron flotar una canasta. El cisne fue volando
y la tomó con el pico. La llevó a la arena y vieron que estaba llena de comida.
Contentos decidieron llevarla a un lugar tranquilo para repartirse el almuerzo. Pero algo
extraño sucedió: la canasta no se movía. Estaba como clavada en la arena y era imposible
moverla.
–¡Seguro que hay algo muy pesado adentro! –dijo el cisne con el pico cansado.
–¡Sí, sí, seguro hay botellas o muchos panes! –dijeron los otros dos.
Pero no había ni una cosa ni la otra. La canasta era liviana pero el cisne tiraba de la
manija hacia el cielo, el pez empujaba hacia el agua y el cangrejo hacia atrás.
Nadie tenía la culpa, pero la canasta no se movía. Y el cisne, que por fin se dio cuenta de
lo que pasaba, abrió sus alas y dijo:
–Amigos, lo que necesitamos es ponernos de acuerdo.
¡Que los amigos trabajen unidos,
es importante ponerse de acuerdo,
organizando juntos el trabajo
y aprovechando juntos el esfuerzo!
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Leyenda del tucán
(cultura mbyá -subgrupo guaraní-)
Cuando Tupá creó el mundo hizo la tierra y el cielo, los
ríos y mares, las plantas y los animales. Y cuando terminó, con
mucho cariño, puso a las personas para que vivieran allí.
La gente armó sus casas, formó familias y se alimentó de los frutos de la
naturaleza. Vivían contentos y unidos, aprendieron a fabricar canoas y pasaban
mucho tiempo en los ríos. Los más chiquitos jugaban en la orilla mientras sus mamás los
miraban felices.
Pero había algo diferente allí. Como estaba todo recién creado,
todavía no había colores. El dios Tupá tenía que elegir de qué color
sería cada cosa. Así que todo era gris.
¡Qué difícil de imaginar! ¿No?
Cuando Tupá decidió los colores, se puso a pensar a
quiénes mandar para que pinten todo. Pensó en los animales
más cuidadosos, como las tortugas. Pero se dio cuenta de que
iban a tardar mucho. Entonces pensó en los yaguaretés,
que corren muy rápido, pero se dio cuenta de que la
gente se iba a asustar con ellos.
Así que siguió pensando y diciendo:
–Los zorros son muy traviesos; los
monos, demasiado juguetones; las
nutrias a cada rato se van al agua; los
osos hormigueros son tan lentos y los
loros, muy distraídos.
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Se quedó serio Tupá, viendo que no tenía a quiénes mandar como
pintores. Hasta que una idea llegó a su mente para resolver el problema.
Tupá creó unas aves, con alas grandes y fuertes para volar sin
cansarse, ojos bien grandes para ver muy bien y un pico en forma
de pincel. Las hizo volar hasta él y les mostró la fuente de los
colores, de donde sacarían las pinturas para colorear el mundo.
Luego las mandó a cumplir la misión.
Después de pintar todo volvieron con Tupá. Él
les agradeció y les endureció los picos para que
pudieran comer las frutas de los árboles.
Esas aves son los
tucanes, que todavía tienen
en sus picos la pintura
que usaron para
hacer más bella la
naturaleza.
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Leyenda del cardón (cultura diaguita)
Cuentan en el norte que, en el tiempo antiguo, los conquistadores estaban preparados
para atacar al pueblo. Un grupo de valientes aborígenes se prepararon para esperarlos,
escondidos entre las quebradas. Allí aguardaban a que sus compañeros les avisaran cuándo
estaban por pasar los extraños.
Amaneció y llegaron a todo galope los compañeros anunciando que los conquistadores
estaban cerca. Todos se fueron a sus puestos, listos para aparecer y espantarlos del lugar.
Pero al ver desde lo alto de las quebradas que los enemigos eran muchos, se dieron cuenta
de que ellos no podrían detenerlos.
Como siempre, en los momentos difíciles, le hablaron a la Pachamama, porque solo la
Madre Tierra podía ayudarlos en esa lucha. Así que todos con los brazos levantados le
rogaron, pensando en la vida de sus familias y de todo su pueblo, y prometiendo que siempre
protegerían a su gente, costase lo que costase.
La Pachamama escuchó el pedido de sus hijos tan queridos y realizó un milagro: junto a
cada hombre hizo nacer una planta alta y fuerte, con los brazos levantados como ellos y
cubierta de espinas. Y les dijo a los aborígenes que le pusieran algunas de sus ropas.
¡Perecían más hombres preparados para detener a los enemigos!
Cuando los conquistadores se iban acercando, vieron que los hombres del pueblo eran
muchísimos y enormes, y que los estaban esperando para luchar. Entonces pensaron que
sería peligroso enfrentarse a ellos y tomaron por otro camino, sin pasar por el pueblo.
¡Fueron salvados por la Madre Tierra! Ella creó los cardones para que se vieran como
poderosos guerreros, que cuidaban lo que les pertenecía. Los hizo duros por fuera pero con
un interior blando que guarda el agua para poder pasar días y días al sol sin morir de sed. Y
los adornó con flores que salen a veces para recordar el amor de esos hombres a su pueblo.
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Hoy vemos, en el norte de nuestro país, cientos de
cardones, que como grandes guerreros vigilan su tierra y
cuidan a su gente. Viven entre piedras y en la tierra seca,
pero lo soportan todo, porque prometieron que lo harían
costase lo que costase.
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La cola de los ratones (leyenda)
Al principio de los tiempos, los ratones habitaban tranquilamente en las llanuras del
litoral. Convivían con otros animales en forma pacífica y amistosa. Se alimentaban de
tiernos brotes, frutas, raíces y semillas.
Eran de grandes orejas, largos bigotes y muy finos, pelaje suave y sin cola. Cada
camada de ratoncitos estaba integrada por muchas crías, por eso los ratones eran más
numerosos que cualquier otra familia de animales.
Por esas zonas, el clima era bueno y ellos habían aprendido a protegerse del frío y del
calor, buscando refugio en sus cuevas o refrescándose bajo los árboles que crecían junto al
río.
Así, pasaban el tiempo todos unidos, jugando los más pequeños y reposando los
ancianos. Se cuidaban entre todos y se respetaban mucho. La vida simple y amable era
para ellos la verdadera felicidad. Hasta que un día, al amanecer, mientras aún descansaban,
sintieron que la tierra, de pronto, se movió debajo de ellos. Rápidamente salieron de sus
refugios para ver qué sucedía. Justo en ese momento la tierra volvió a temblar y rugió con
un sonido grave y fuerte que nunca antes habían escuchado. Asustados, se miraron
preguntándose qué sería todo aquello, cuando, de pronto, el agua del río comenzó a correr
con mucha fuerza. ¿Qué pasaba? ¡Extrañados vieron cómo el río se hacía cada vez más
caudaloso! Arrastradas por el agua, se iban acercando grandes rocas que
chocaban y se amontonaban una sobre otra en distintos lugares.
Por un momento, pensaron que se iban a ahogar, pero los más
rápidos reunieron a todos y juntos fueron trepando las piedras,
para llegar a lugares altos donde el agua no pudiera
alcanzarlos. Subir les costaba un gran esfuerzo, pero se
ayudaban mutuamente.
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A medida que escalaban las rocas más altas, se detenían a mirar cómo su tierra se
cubría de agua con la inundación. Y desde allí vieron, con espanto, que los más ancianos
habían quedado atrás, porque sus fuerzas ya no eran suficientes para seguir subiendo.
¿Qué harían? ¡Era muy difícil bajar a rescatarlos! Pero debían salvar a sus abuelos.
Estaban desesperados, los más pequeños lloraban sin consuelo. Habrá sido ese llanto lo que
despertó al espíritu de la llanura, que sintió pena por los pobres ratones y los quiso ayudar:
hizo crecer, detrás de cada uno de ellos, una cola larga y fuerte, que les permitiría llegar
hasta abajo, tomados unos de otros como una larga cadena y, así, rescatar a los ancianos.
Desde lejos se veía bajar, de la roca mayor, la soga más resistente que jamás se haya
visto. Eran los ratones tomados de sus colas, juntando sus fuerzas y su deseo de salvar a
cada abuelo en peligro. Así, los fueron levantando uno a uno hasta asegurarse de dejar a
todos a salvo.
El espíritu de la llanura los premió por el amor que demostraron a los abuelos y les dejó
para siempre las colas.
Ellas los han salvado desde esos tiempos hasta
hoy, en momentos de peligro, y simbolizan que
siempre hay una manera de ayudar a un ser querido.
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Leyenda del algodón (cultura toba)
Se cuenta en el pueblo toba que al principio de los tiempos la gente vivía feliz, disfrutando
de la naturaleza, porque jamás hacía frío.
Esta felicidad enojó mucho al espíritu del Mal, que no podía ver a las personas tan
contentas y sonrientes. Se puso a pensar cómo podía molestar y hacer sufrir a todos.
Y dijo con voz de trueno:
–¡Ya sééééé! Les mandaré el frío para que tengan que buscar abrigos y encerrarse en
sus chozas. ¡Y les mandaré el viento helado para que se congelen las narices! ¡Se secarán las
plantas y los animales correrán a esconderse! ¡Ja, ja, ja, ja!
Así fue como todo se puso oscuro y silencioso, en poco tiempo no hubo nada para
comer, porque las plantas habían muerto de frío y los animales no salían de sus cuevas.
–¿Qué haremos? ¿Qué haremos? –se preguntaban todos muy preocupados–. Solo
podemos rogar al espíritu del Bien para que nos ayude.
De repente, el cielo se llenó de nubes y más nubes. Parecía que el espíritu no los había
escuchado. Entonces se entristecieron y lloraron. Pero todo era una gran sorpresa del
espíritu del Bien: las nubes comenzaron a caer en forma de copos blancos y salió el sol,
aunque lo más asombroso era que cuando los copos llegaban a la tierra se convertían en
grandes plantas con flores de algodón.
Con ese algodón pudieron tejer mantas y ropa, aprendieron a usar el telar y guardaron
las semillas para tener esa hermosa planta para siempre. Volvieron la alegría y las risas.
El cielo se pintó de azul, el sol los acarició de nuevo y el aire se puso tibio como un
matecito dulce. Resonaron los tambores y comenzaron las danzas. Todo volvió a ser como
antes.
El Bien había vencido y además les había regalado el algodón.
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Leyenda de los loros (cultura quechua)
Hace mucho pero mucho tiempo, los loros hablaban
entre ellos, como lo hacían las personas, pero en un idioma
diferente. Andaban todo el día de aquí para allá
conversando de todo un poco, y eran muy inteligentes.
La gente del pueblo los veía y pensaba que sería
bueno poder hablar con ellos.
Fue así que el hijo de un cacique le pidió permiso a
su padre para educar a los loros y enseñarles el
idioma que hablaban los humanos, así los loros
podrían volar por todo el mundo para contar las
historias del pueblo.
¡A su padre le pareció una idea maravillosa!
Los loros serían los encargados de hacer conocer
sus costumbres y tradiciones a todos los pueblos
de la Tierra.
Así fue que, en poco tiempo, los loros
hablaban la lengua de los humanos y estaban
listos para salir a contar todo lo que sabían.
Se sintieron los seres más importantes por
poder hablar como hombres y empezaron a
recorrer la selva dándoles órdenes a todos los
demás animales. ¡Gritaban y gritaban aturdiendo
a todos! ¡Se creían poderosos y superiores!
Los animalitos pequeños se
asustaban y los grandes les pedían
que no gritaran y que dejaran de
mandar. ¡Pero los loros se ponían
peor!
Hasta que el dios de las
aves se enojó con ellos por ser
tan soberbios y les dio una
lección: mientras gritaban y
chillaban arrojó un puñado de
tierra que les entró en las
bocas abiertas y los dejó
callados.
Fue así que los loros no
pudieron hablar más, desde ese
día solo repiten las palabras que
escuchan. Y sus lenguas se tiñeron
de color negro como la tierra.
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Leyenda de la mandioca (cultura guaraní)
Cuentan en Misiones que Mandi´o era una niña alta y muy delgada, con manos flaquitas
y dedos muy largos. Ella se sentía fea y por eso no jugaba con los demás niños y las niñas de
su tribu. Se pasaba las horas mirando desde un rincón cómo se divertían los otros.
Algunas tardes se iba al monte sola y caminaba hasta que el Sol se empezaba a ir para
que llegara la Luna. Mandi´o no se cansaba de caminar porque sus pies eran muy largos y
ágiles.
La mamá le pedía ayuda para ir a juntar frutos, de los que se alimentaban, pero Mandi´o
no quería salir, se quedaba en la entrada de su toldo, con los ojos tristes. Pensaba que siendo
tan fea era mejor quedarse escondida. Sentía vergüenza.
Tupá, el dios que todo lo ve, estaba preocupado por Mandi´o.
–Esta niña no sabe que es bella y buena; tengo que ayudarla –dijo.
Así que esa noche Tupá le habló en sueños a Mandi´o. Le ordenó que fuera a una parte
del monte donde brillara más la luz del Sol y se parara allí, esperara y sintiera su corazón.
Mandi´o despertó nerviosa por tener que cumplir la orden del dios, pero sin perder tiempo
salió corriendo hacia ese lugar.
Los que la vieron irse al monte pensaron que iba a caminar, como siempre. Pero Mandi´o
no volvió.
Sus padres preocupados salieron a buscarla. Y se encontraron con algo increíble: Tupá,
con su poder, iluminó a Mandi´o, la levantó del suelo y la hizo flotar en el aire, luego la bajó
para que sus pies se hundiesen en la tierra. Mientras esto pasaba, iba naciendo junto a
Mandi´o una planta tan alta como ella, con hojas en forma de manos con dedos muy largos y
con raíces alargadas y fuertes como sus pies.
Esa planta hizo que el pueblo nunca pasara hambre,
porque sus raíces eran un maravilloso alimento. Las
comían hervidas, fritas o ralladas, y también
hacían harina con ellas. Llamaron a la planta
“mandioca” en honor a Mandi´o.
Y desde ese día, la niña que se sentía
fea se sintió buena, generosa y bella,
como realmente era, y feliz porque con
la ayuda de Tupá había podido
ayudar a su gente.
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Leyenda del cuis (cultura pampa)
El pueblo pampa dice que hace muchos años los cuises tenían una
cola muy larga. Andaban por el campo de aquí para allá, libres y contentos entre la tierra, el
pasto y las piedras. No habían llegado a esos lugares animales enemigos.
La vida de los cuises era de diversión y amistad; las crías eran muchas y se lo pasaban
corriendo y jugando entre los matorrales. Con patitas cortas y cuerpos gorditos era gracioso
verlos correr, arrastrando sus larguísimas colas, que cuidaban de no pisarse, buscando
semillas, frutos y flores que comían con rapidez.
En las madrigueras, cavadas con sus patas, dormían todos juntos, con las colas
enredadas, dándose calor. Las mamás cuidaban a las crías ayudándose entre todas.
Un día todo cambió. De otras tierras vinieron animales desconocidos, algunos pequeños
como ellos, pero otros mucho más grandes y peligrosos. Ahora los cuises salían con cuidado.
Crac crac, sonaban las piedritas bajo sus patas y ya miraban para todos lados parando las
orejas. Tenían miedo. No sabían si los recién llegados eran amigos.
Poco a poco y todos juntitos salieron a olfatear. Vieron hormigas y vieron abejas. Vieron
perdices y algunas liebres. Con los ojos bien abiertos miraban a los desconocidos para
adivinar si eran buenos. Y les pareció que podían confiar en ellos. Siempre juntos se animaron
a alejarse de la madriguera para buscar comida. Cuando de repente algo pasó volando sobre
sus cabezas, tan cerca que les tocó los pelos del lomo. ¡Era un aguilucho! Decidido a llevarse
a un cuis entre sus garras.
Nerviosos y chillando quisieron correr pero estaban tan juntos que sus colas se ataron
como en un ovillo de lana.
–¡Auxilio, auxilio! –gritaban asustados.
Las abejas escucharon y volaron por ayuda, a pedir a la Pachamama que los protejiera.
La Madre Tierra escuchó los ruegos de las abejas y dijo con voz fuerte:
–Cola de cuis, muy alargada, zamba zambita, no queda nada.
Y dicho esto los cuises
perdieron sus colas. Pudieron
echar a correr y se
escondieron bajo los pastos
más altos. El aguilucho volvió a
pasar para llevarse por fin un
cuis pero no encontró
ninguno.
Fue así que la
Pachamama salvó a
los cuises, y para
que puedan escapar
rápido desde ese
día no tienen cola.
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Leyenda de los delfines
(cultura ona - Tierra del Fuego)
Muy pero muy al sur
de nuestro país, donde el
frío es más frío que en
cualquier otro lugar, vivía
el pueblo ona.
Las familias de ese
pueblo se mudaban
cuando los alimentos se
iban terminando, y
buscaban sitios donde
hubiera comida para
todos y animales con
pieles para hacer sus
abrigos. En esas
mudanzas, los pequeñitos,
y hasta los abuelos,
ayudaban acarreando las
cosas, y juntos se ponían
a caminar con la
esperanza de encontrar
un buen lugar para vivir.
Onas
Cuando llegaban a una zona y veían bastantes guanacos, ahí se quedaban. Porque
sabían que tendrían lo necesario para comer y abrigarse.
vez:
Pero los antiguos dicen que no todo era fácil para ellos. Y nos cuentan lo que pasó una
Una familia con cuatro hijos caminaba y caminaba, una mañana muy fría, en busca de
un lugar donde mudarse. Los padres iban adelante y los hijos atrás. Cada uno cargaba algo,
hasta el más pequeño. Ese mimado de la familia era Nikan, de cinco añitos y enormes ojos
negros como el carbón.
Mientras caminaban iban cantando, riendo y contando historias de cacerías que habían
escuchado de sus abuelos.
En eso estaban cuando el cielo se oscureció de golpe sobre sus cabezas, y el viento
comenzó a rugir como un puma feroz, empujándolos hacia atrás y helándoles las caras.
Grandes nubes grises se acercaban hacia ellos como si quisieran aplastarlos. ¡Con mucho
miedo los niños se abrazaron a sus padres!
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La tormenta de nieve que había empezado los envolvía furiosa con su manto blanco.
¡Tenían que escapar rápido de allí, pero no sabían adónde ir!
Entonces los padres tomaron a sus hijos con toda la fuerza que pudieron y se
dirigieron hacia el mar, que era el único lugar donde podrían refugiarse.
Llegaron a la orilla, se tomaron de las manos y desde una enorme roca saltaron al
agua profunda.
Todos eran buenos nadadores, menos Nikan, que todavía necesitaba ayuda, así que
lo tenían de los bracitos y lo levantaban para que mantuviera la cabeza fuera del agua.
Cada vez que Nikan se hundía, lo sacaban rápido para que respirara, y seguían nadando
todos juntos.
La tormenta no terminaba, así que la familia siguió y siguió en el azul del mar. Nikan
estaba feliz dando saltitos para sacar la nariz fuera del agua.
En ese lugar estaban seguros y unidos… ¡El agua los cuidaba! Y pensando eso, se
convirtieron en hermosos delfines, ágiles y fuertes.
Desde ese entonces se los puede ver nadando juntos, dándose caricias y saliendo
del agua para respirar, como cuando vivían en la tierra.
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Leyenda del arco iris
(cultura guaraní – Corrientes)
Antes de todos los tiempos, en la selva de Corrientes, vivían siete mariposas que eran
amigas inseparables. Volaban juntas y llenaban de colores la vida de los habitantes del lugar,
que se ponían felices mirándolas pasar. Cada una era de un color diferente y volando unidas
parecían un ramillete de flores.
Un día, una de ellas se lastimó al pasar cerca de un árbol con espinas. La herida era muy
grande y sus amigas temían que muriera. Estaban muy tristes y preocupadas, así que
decidieron pedirle ayuda al espíritu de la selva; le dijeron que no querían perder a su amiga y
que harían cualquier cosa por seguir todas unidas. El espíritu las escuchó y les preguntó si
serían capaces de dar sus vidas para estar siempre juntas. ¡Todas contestaron que sí!
Pasaron unos minutos y el cielo se oscureció, las nubes negras lo cubrieron todo,
comenzaron a sonar truenos que rugían como leones enfurecidos, y se desató una terrible
tormenta con viento y lluvia. Un remolino envolvió a las mariposas y las llevó más allá de las
nubes.
Cuando la tormenta terminó y volvió la calma, el sol poderoso desplegó sus rayos
brillando más que nunca y al mismo tiempo apareció en el cielo un arco colorido y mágico,
con los siete colores de las mariposas amigas.
El espíritu de la selva había unido las almas de las siete mariposas que desde ese día
llenarían de color el cielo, después de las tormentas, para recordar a todos la fuerza de la
amistad.
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La leyenda de las plumas
Hace mucho, mucho tiempo, algunos
animales eran diferentes.
Los pajaritos no tenían plumas, eran pelados. esos
pobres pajaritos tenían mucho frío! A la noche dormían
acurrucados entre las plantas, todos juntos para darse calor.
No podían volar demasiado tiempo porque se enfriaban
tanto que comenzaban a temblar. Para darles calor a sus
pichones, debían taparlos con hojitas y flores, y ponerlos en
lugares donde el sol pudiera mantenerlos tibios.
Un día, los pajaritos se reunieron para pensar de qué
forma podrían cubrirse, porque se acercaba el invierno.
Pensaron y pensaron pero no se les ocurría nada. Hasta
que el pájaro más viejito pidió silencio y habló. Les dijo que él
sabía dónde vivía la diosa de las aves, que era muy buena, y
que los ayudaría, porque para ella nada era imposible.
Sí, sí! gritaron todos muy entusiasmados. Iremos a
verla mañana!
Al otro día salieron muy temprano. el viejito los guió
hasta el árbol más hermoso y grande, que era donde
vivía la diosa de las aves.
Eligieron dos de los pájaros más fuertes para que
volaran hasta lo más alto del árbol y hablaran con la
diosa; pero, de repente, antes de que levantaran vuelo,
la diosa apareció ante ellos como por arte de magia.
Claro, ella era muy poderosa.
La miraron asustados, tan hermosa y buena parecía!
Ella los tranquilizó y les preguntó qué necesitaban. Los
escuchó tranquila y les dijo:
Yo los voy a ayudar. Lo que piden es justo, pero deberán
pasar por una prueba para ganar esa ayuda. Tendrán que
demostrar que son unidos y valientes.
Todos aceptaron lo que la diosa les pidió: debían volar
juntos y con todas sus fuerzas al bosque de las flores, pasar
entre ellas a toda velocidad y elevarse hasta el cielo, sin
separarse, formando un gran grupo. Cuando llegaran bien alto
se encontrarían con una sorpresa.
Así lo hicieron! Pasaron volando entre las miles de flores
del bosque y subieron al cielo. Fue allí recién donde se dieron
cuenta de que cada uno de ellos había sido cubierto por suaves
plumas que abrigaban sus cuerpos y de que, además, tenían los
colores de las flores.
Qué alegría! Qué sorpresa! La diosa cumplió su promesa!
Desde ese día todas las aves tuvieron hermosas
plumas, de diferentes colores, que les permitieron volar
alto y abrigar a sus pichones.
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