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Elecciones en Madrid: Un nuevo contrato social | Opinión | EL PAÍS

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Un nuevo contrato social
El clima político no facilita un debate en el que
afloren las buenas ideas sobre cómo hacer
compatible el dinamismo económico con la
capacidad para mejorar las condiciones de vida de
todos
Mariola Urrea Corres
La presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso.Borja B. Hojas / Getty Images
Las elecciones en Madrid van a seguir ocupando la atención de todos los
partidos políticos, aunque la realidad de un país sea más compleja que la
que afecta a uno de sus territorios. Con todo, este proceso electoral podría
tener cierto interés para el conjunto si al menos permitiera clarificar los
ejes sobre los que debería gobernarse una región próspera que no quiera
resignarse a convivir con una desigualdad obscena. Todo ello está
conectado, obviamente, con la manera en la que aquellos a los que les va
económicamente mejor quieran comprometerse con quienes corren el
riesgo de quedar descolgados. En este sentido, Madrid puede constituir un
experimento político en torno a cómo actualizar nuestro deteriorado
“contrato social”.
No es necesario insistir en las brechas de desigualdad que la pandemia ha
ensanchado hasta límites que pueden comprometer la viabilidad de la
democracia. Sí es importante recordar que la legitimidad de nuestro
sistema político pasa precisamente por hacer posible la coexistencia
armónica entre, de una parte, los intereses de los actores que operan en
una economía de mercado y, de otra, la ineludible necesidad de garantizar
que la generación de riqueza se proyecte de manera justa sobre toda la
sociedad haciendo posible así su cohesión interna. De hecho, la idea de
contrato social ha constituido siempre esa inteligente fórmula de
compromiso voluntariamente asumido y capaz de preservar el dinamismo
del modelo económico sin impedir la extensión de los beneficios generados
al conjunto de la comunidad.
A nadie se le oculta que ese compromiso ha quedado seriamente
erosionado por una pluralidad de factores en los que no vale la pena
detenerse ahora. Basta con advertir que Madrid es un buen exponente de
la pérdida de expectativas para amplias capas de población, a pesar de la
solidez y el vigor de su tejido productivo. La pandemia ha contribuido
también a visibilizar la urgencia de romper con una dinámica de grave
quiebra de la cohesión social, acelerada por una precariedad laboral
sistémica que resulta amenazante para la sostenibilidad del propio
sistema. Los partidos políticos deberían aprovechar el proceso electoral
para debatir sobre los elementos en los que debería descansar la
renovación de dicho contrato social. Pero, ¿es realista imaginar que la
campaña electoral de Madrid vaya a contribuir a hacer de este tema un eje
vertebral de la conversación con la ciudadanía?
Hasta el momento el clima político de polarización, unido a la simplicidad
de planteamientos, no facilita un debate en el que afloren las buenas ideas
sobre la mejor manera de hacer compatible el dinamismo económico de la
región con la capacidad para mejorar las condiciones de vida de todos, a
través principalmente de la generación de empleos de calidad y la
previsión de una amplia red de protección social. Asistimos más bien a un
espectáculo que poco puede contribuir a repensar la arquitectura de un
nuevo contrato social que, más allá de Madrid, toda España necesita
afrontar con urgencia y resolver con garantías de acierto.
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