La catedral y la mística de la luz En uno de sus escritos comentaba el filósofo Gustave Thibon : “Se puede clarificar siempre lo que es oscuro : sólo la luz guarda su propio misterio, sólo la transparencia es impenetrable. Los místicos no se equivocan: la verdadera noche es la luz.” Parecería este un pensamiento surgido a mediados del siglo XII, cuando la arquitectura de las catedrales dio un salto cualitativamente trascendental al progresar del estilo románico al gótico. El estilo románico se caracterizaba por la pesadez y la oscuridad. Por la densidad de su muros, la falta de ventanas y la presencia de la masa. Denotaba un espacio opresivo afirmado en la penumbra, al que contribuía la imaginería de escenas bíblicas que llevaba intenciones didácticas pero también incluía un sentido admonitorio e incluso amenazante. El estilo gótico surge como una “liberación de las ataduras” expresándose en nuevas y mayores dimensiones, en esbeltez y sobre todo en luz: ““Se puede clarificar siempre lo que es oscuro” La catedral gótica tiende hacia el cielo y en este movimiento es invadida de luz, penetrando al ambiente a través de sus arcos ojivales. Y el misterio se acrecienta. La mística queda entronizada a través de la luz. Todo expresa una Presencia y una transparencia que al decir del filósofo es paradójicamente impenetrable. Y así es, todo incorpora mayor claridad. La misma luz define horizontes pero también límites. Todo lo que se ve, es la piel de lo que se podría ver. La luz es revelación pero a la vez ocultamiento. En este último sentido termina con cualquier posibilidad de descubrir, sólo queda que la luz manifieste su propia interioridad. La catedral gótica invita a esta búsqueda, invita a sumergirse en el misterio, a la tensión entre lo humano y lo divino. Los vitrales que fungen como vehículos de la luz, incorporan también escenas bíblicas ahora con un sentido mayormente decorativo, y suman también la imagen simbólica. Resulta especialmente reveladora la incorporación de lo simbólico en el camino de la luz, ya que ambos se asocian a lo representado, a lo que es más allá de lo que se ve o de lo que se está expresando. El vitral, el cristal, toma preeminencia sobre la piedra y esto al decir del arquitecto José María Pérez “genera una verdadera transubstanciación”. Desaparece la pesadez de la masa y aparece la fluidez de la energía. Y esto va acompañando el devenir de los tiempos y el cambio cultural. Se define que esta innovación de lo gótico llega hasta el siglo XV, al Renacimiento. Sin embargo ,trascendiendo lo formal, la esencia de esta transformación llega hasta nuestros días, con la permanencia de la concepción de la dinámica de la luz o mejor dicho la conciencia del protagonismo de la energía. A través de los siglos la pesadez de la piedra queda superada por la liviandad de la luz. En palabras del arquitecto José María Pérez comentando el paso del románico al gótico: “…se verifica el principio y la teoría de la relatividad: la masa se convierte en energía y la energía es luz”