Subido por Alvaro Jose Morales Paredes

Hay que reinventar el inodoro

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2014/09/01 00:00
¿Hay que reinventar el inodoro?
El diseño del inodoro, tal como lo conocemos hoy, parece
perfecto, pero hay quienes han apostado por mejorarlo.
Foto: archivo SEMANA.
Hay quien propuso ideas más inteligentes y ecológicas, pero si nos fijamos en la historia
del sanitario y la psicología involucrada en nuestras actitudes hacia él, podría resultar
difícil
modificarlo.
El inodoro y nuestros hábitos en el baño han sufrido varios cambios a lo largo de la
historia.
Las excavaciones arqueológicas que muestran la organización más antigua del manejo de
desechos humanos datan de la época del imperio de Mesopotamia, entre los años 3.500 y
2.500 a.C.
En el Imperio Romano, las letrinas de alta gama a veces contaban con sistemas de
calefacción, asientos de mármol y esculturas ornamentales.
Estos eran los baños de lujo. También eran espacios muy sociales.
"No había cubículos ni pantallas que proporcionaran privacidad a los usuarios, que se
sentaban todos juntos", escribió el arqueólogo Zena Kamash en el 2010.
La mayoría de los cuartos de baño del mundo antiguo no tenía más de 15 asientos, pero
una letrina del siglo II en Siria podía ser utilizada simultáneamente por 80 personas.
Sin embargo, tuvieron que pasar varios siglos hasta que se popularizaron los grandes
cambios.
En 1596, Sir John Harrington publicó su diseño 'Ajax', un precursor del inodoro moderno
instalado como segundo trono para su madrina, la reina Isabel I.
Luego, en 1775, Alexander Cummings patentó la 'trampa S', una innovación de diseño
que persiste hasta la actualidad.
La sección doblada de la tubería drena el contenido de la taza del inodoro y evita que los
olores del alcantarillado suban, equilibrando la presión del aire que se encuentra por
arriba y por debajo de la trampa.
Pero antes de que se popularizaran los inodoros, los orinales eran de rigor.
Para los adinerados de la década de 1800, una cena gourmet duraba varias horas y el
uso de un orinal en el comedor no era inusual, explica Philip Cheong del Toronto Colborne
Lodge.
Después de la cena, las mujeres se retiraban a una habitación y los hombres, a otra.
En cada una de ellas había un orinal, que era utilizado a la vista de los demás huéspedes.
‘Tirar la cadena’, todo un acontecimiento
La llegada de la cisterna, o descarga, transformó la experiencia sensorial humana de
"eliminación", poniendo fin a gran parte de la interacción táctil y visual que antes teníamos
con nuestras heces.
A partir de entonces, el agua comenzó a realizar el trabajo sucio.
El pozo de agua ubicado en la parte trasera del inodoro estándar inglés y estadounidense
nos permite limitar casi totalemente las visiones de nuestros logros.
No ocurre igual con ciertos diseños de inodoro en la Europa continental, que cuentan con
un estante donde quedan las creaciones fecales perfectamente a la vista.
Con el tiempo, llegaron varios argumentos convincentes sobre la necesidad de modificar
el inodoro de descarga.
En una casa promedio de Reino Unido, por ejemplo, los inodoros representan al menos el
30 % del consumo de agua.
Una estimación a la baja calcula que al año cada persona utiliza cerca de 12.000 Litros.
Otra de las desventajas es que descarga todo a la vez y eso, en términos ecológicos, no
es una buena noticia.
La orina equivale solo al 1 % de los residuos, pero contiene el 90 % del nitrógeno de las
aguas residuales, el 50 % de su fósforo y la gran mayoría de los fármacos disueltos,
algunos de los cuales, incluso en pequeñas cantidades, pueden afectar a los humanos y a
la vida marina.
Visto así, el inodoro parece haberse convertido en un objeto consumidor de agua, hostil
con el medio ambiente y propio del pasado.
Tecnología revolucionaria
En este contexto aparecen propuestas como la del inodoro NoMix, diseñado para separar
la orina de las heces.
¿Sólo líquido? Apunte a la parte delantera. ¿Contribuciones más sólidas? Deposítelas en
la parte trasera. Además, consume menos agua ya que la orina no se descarga tirando la
cadena sino que se recoge.
Pero este tipo de inodoros no se han hecho populares aún. Para empezar, porque los
hombres deben sentarse para orinar y las mujeres tienen que apuntar con cuidado.
Cuando fueron introducidos en algunos edificios en Europa, por ejemplo, obtuvieron
resultados contradictorios.
"A pesar de que el 80-85 % de la gente pensaba que era realmente una buena idea, a
medida que convivieron más tiempo con los inodoros, se tornaron más críticos hacia esta
tecnología, que todavía no está del todo madura", dice Tove Larsen, ingeniera química del
Instituto Federal Suizo de la Ciencia y Tecnología del Agua (Eawag, por su acrónimo en
alemán), tras una investigación de seis años.
La duda y la falta de aceptación también frustraron los esfuerzos de Estados Unidos para
probar inodoros separadores de orina.
La empresa que produce los sanitarios NoMix dejó de fabricarlos por considerar que esta
revolucionaria tecnología presenta demasiados riesgos comerciales.
Barreras costumbristas
¿Por qué es tan difícil introducir nuevos tipos de inodoros?
Tal vez parte de la razón sea que cualquier cambio que nos haga orinar o defecar de una
forma diferente hace que seamos más conscientes del proceso, haciéndonos sentir
incómodos.
Los sanitarios de hoy en día ofrecen una experiencia del tipo "ojos que no ven, corazón
que no siente".
Nick Haslam, quien en el 2012 escribió Psicología en el cuarto de baño, dice que dado
que la eliminación es una experiencia humana universal y algo que realizamos varias
veces al día, es fascinante la profunda negatividad con la que asociamos el ir al baño.
"Socialmente aprendemos que lo que producimos es tan horrible que debe ser desechado
totalmente", dice.
"Creo que la mera idea de que es algo que se hace en privado hace que sea algo
vergonzoso si se expone", agrega.
La ciencia ha demostrado que existen alternativas perfectamente sensatas y ecológicas,
pero por lo pronto, es nuestra reacción psicológica y no nuestra incapacidad de
innovación, lo que está obstruyendo las cañerías del progreso.
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